alucinados
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alucinados
EXTRAÑA PAREJA ALUCINADOS Sara Puado. 2º ESO B Ángeles Daniela Coro. 2º ESO B Pasado un tiempo tras realizar un trabajo sobre los “alucinados de Simancas”, pienso que quizá no haya nadie más alucinado en el barrio que nosotros, los alumnos del instituto. Como bien sabemos todos, este curso tuvimos que escribir una redacción sobre “los alucinados de Simancas”. En el momento en que escuché semejante título, se me vino a la cabeza una duda: ¿qué es un alucinado? ¿Qué es exactamente lo que queremos decir de alguien cuando lo llamamos “alucinado”? Sí, nosotros, que nos levantamos temprano; a veces, desvelados por algún examen, incluso mucho antes de que salga el sol. Nosotros, que vagabundeamos por nuestras calles humildes intentando despojarnos de las legañas para entrar frescos al “templo de la enseñanza”, donde muchos pasamos la mayor parte del día. Allí nos aburrimos, nos reímos, escribimos, copiamos, pensamos, aprendemos, nos quejamos y, sobre todo, hablamos. Y con frecuencia esa locuacidad extrema hace de nosotros unos personajes despistados y pesados; unos alucinados. Cuando salimos con los compañeros, queremos lucirnos. Las chicas al menos nos maquillamos y peinamos con esmero y lo que seguro que hacemos todos es engatusar a nuestros padres para que nos den la paga y así, después del agotamiento del juego y la charla, comprar algún refresco y alguna que otra chuche. Cambiamos con el paso del tiempo. Crecemos y aspiramos a más. Soñamos sueños que nunca se cumplirán y, como según los mayores estamos en la edad del pavo, nos hablan y no contestamos, nos chocamos en las calles y parecemos zombis cuando vamos con nuestros padres. Cambiamos de ropa, de estilismo, de corte de pelo. Unos nos volvemos más rebeldes; otros nos amansamos, y a veces hacemos daño a quienes más nos quieren. Pasamos noche y día con móviles y ordenadores, y a quien carece de ellos los miramos raro y con mala cara, como si fuese un marginado más de nuestro barrio. Así que más vale que nos fijemos en nosotros mismos y luego, dejando de lado todo narcisismo, intentemos comprender lo que nos rodea. Cuando buscamos a nuestros protagonistas, al principio nos fijamos en su aspecto o en lo que habíamos oído decir de ellos, lo que me llevó a pensar en un primer momento que ese trabajo nos impulsaría a juzgarlos sin conocerlos. Pero para mi sorpresa resultó todo lo contrario. Y eso sucedió porque entonces vimos claramente que a esos personajes debíamos hacerlos protagonistas de nuestras historias. Y entonces ya no cabía prejuzgarlos basándonos solo en su apariencia, sino que teníamos que llegar a conocerlos; debíamos tratar de entender su personalidad y ponernos en su lugar. Entonces el significado de “alucinado”, que en un principio yo identificaba con alguien que no estaba totalmente en sus cabales, pasó a ser el de una persona, el de un ser humano que sin duda dejó, de alguna manera, una huella de humanidad en mi vida. PORCENTAJE DE ACUERDO: 90%