Había una vez un jaguar que vivía en una franja de

Transcripción

Había una vez un jaguar que vivía en una franja de
LA SED DE UN JOVEN JAGUAR
Había una vez un jaguar que vivía en una franja de selva, y este dedicábase a pasear y a pasear, sin que nadie
lo detuviera, sin que la vida le retribuyera de cualquiera de sus fechorías. Encontraba en cada instante de su
vida una felicidad grata y perfecta, sin contar de qué modo hacíale daño a sus iguales o menores.
Un día como cualquier otro, el jaguar se dedicaba a jugar con una presa antes de matarla, era un ratoncillo
gris, de una espalda más oscura que el resto de su cuerpo cubierto de pelaje.
El ratoncillo atormentado decidióse jugarle una treta al jaguar que tan confiado jugaba con su cuerpo y
sicología —Te apostaría que tan ocupado estás— le decía el ratón —jugando con ratones tan estúpidos como
yo, que nunca has probado al carne más deliciosa que existe sobre la faz de la tierra—. Los ojos distraídos del
jaguar se contrajeron y miraron con más seriedad al ratoncillo que yacía panza arriba sin más energía con que
luchar por su vida.
—Dime y no te haré nada— dijo el Jaguar.
El ratoncillo se dirigió hacia el apenas recuperando el aliento —retirad tus garras de mí y así proseguiré a
contarte al respecto.
—Me parece perfecto— decía el jaguar retirando sus garras del cuerpecito del ratón que más bien parecía un
guiñapo— Continua, te escucho, aquel tesoro parece más prometedor.—
—Pues mira, jaguar, la carne del cóndor es la más deliciosa que existe, no sé si la habrás probado alguna vez.
—Por supuesto que nunca lo he hecho, ratón ingenuo pero ahora que lo sé, ningún cóndor estará libre de las
garras de este jaguar intrépido.
El jaguar, trepó árboles, caminó sobre barrancas, salto sobre desfiladeros y dirigióse a la parte más inaccesible
de la selva en la que se encontraba, hasta encontrar un lugar en dónde se encontraban los cóndores, qué
rondaban alrededor del cuerpo de una nutria, estos tenían un pelaje hermoso pero una cabeza horrible, fea y
calva. Se abalanzó una vez sobre ellos, dejándose caer sobre un tronco sin obtener lo que quería. La segunda
vez decidió ir por arriba y tomarlos distraídos mientras éstos volaban pero aun así sus esfuerzos fueron vanos
y cayó otra vez sin buenos resultados. Finalmente se decidió por matar un animal dejando de ésta manera los
restos para que las aves se lo comieran. Esperó y siendo paciente logró cazar a un cóndor cuando éstos se
posaban sobre el cuerpo inerte para comerlo. El jaguar con la garra hizo sangrar al cóndor, oliendo su sangre
se designó sobre comerlo, pero de cualquier modo quiso jugar con su cuerpo. El cóndor asustado y enojado
con el comportamiento de aquél jaguar decidió jugarle una broma, para ver si de esa manera se le quitaba la
abusón y altanero.
— No deberías comerme jaguar— decía el cóndor con tono persuasivo — no has probado aun la carne más
sabrosa de todas—.
—Decidme cual es esa carne tan divina— Decía el jaguar con ímpetu en los ojos — Muero en ganas de
probar aquel manjar.
—Si quieres saber jaguarcito, no me matarás cuando termines de jugar conmigo, aquel que te mencionaré es
la más deliciosa de las carnes.
El jaguar entró en cavilaciones por unos momentos y volviéndose en sí le respondió — Me parece… perfecto
cóndor— pronunciaba con vacilaciones — te dejaré libre… si tú me dices cual es la más rica de las carnes
existentes—-.
—Es la carne de la raposa mi amigo jaguar, te digo la verdad, sólo la verdad.
El cóndor soltóse de las garras del jaguar y echóse a volar, con un vuelo intenso y sin mirar atrás sabía que si
paraba el jaguar le echaría las garras otra vez.
Esta vez fue para el jaguar muy fácil llegar a dar con la raposa que no gustaba de esconderse, sino que le
gustaba se vistosa y astuta, dado el caso que nadie querría cazarla.
El jaguar la capturó fácilmente ya que la raposa, tan astuta e inteligente pensó sin problemas en lo que le pudo
haber traído sin problemas a su bosque y lo que podía hacer para soltarse del jaguar. La raposa se había
abierto una pequeña herida y el jaguar se dio cuenta que no le gustaba su olor. El jaguar decidióse a jugar con
la raposa, pero ésta inmediatamente le dio la vuelta a la situación y lo puso de espaldas contra el suelo.
—Mírame estúpido jaguar, sé que has venido porqué te dijeron que mi carne es la más sabrosa sobre esta
tierra—. El jaguar estuvo a punto de abrir la boca y la raposa le interrumpió — No abras el hocico o te rajaré
el pescuezo. Escucha, te lo digo por lo que sé, por mis años de cazador, por mi astucia y sobre todo por mi
experiencia; la carne más sabrosa de todas es la de las águilas.
—Comprendo, raposa… pero dime ¿Qué es lo que la hace tan deliciosa?
— ¿Es acaso que nunca has matado un ave grande? Eres realmente un novato jaguarcito, las aves como las
águilas son muy difíciles de atrapar, pero el sabor del aire entre sus plumas, aquella sangre que ha pasado por
grandes distancias y lo ha visto todo desde una diferente perspectiva hace merecer el riesgo.
El jaguar no necesitó oler su sangre ni tampoco tenerla entre las garras para saber que aquella era la más
hermosa de las aves, con sus ojos profundos y sus largas plumas cafés con la cabeza blanca; era en verdad
hermosa. El jaguar cayó bajo su hechizo y no quiso cazar otras cosas.
Unos días más tarde se encontraba 5Serpiente caminando por aquellos lares, iba tranquilo después de haber
casado la comida para su familia, él llevaba por las patas a un cervatillo y escondióse detrás de un árbol al tan
sólo notar la presencia del jaguar. 5Serpiente pensó que el jaguar intentaría quitarle el cervatillo pero al verlo
abatido como se encontraba decidió acercarse para ver que sucedía, notó de inmediato que el jaguar
ronroneaba una canción:
Pobre de mí, pobre de mí
queriendo volar
pobre de mí, pobre de mí
siendo un jaguar
pobre de mí, un feo jaguar.
A 5Serpiente le encantó la canción o el poema, así que le regaló el cervatillo para que no muriera de hambre y
así hizo cada día 5Serpiente, le regalaba una presa al jaguar si es que su canción le gustaba, pero jamás de los
jamases mataría a la hermosa águila que se posaba siempre en ese árbol. Puesto que su hermosura hace cantar
a los más fieros, bastos y ordinarios como aquel jaguar.
El Pony Anónimo

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