El Acompanamiento: un camino de VIDA

Transcripción

El Acompanamiento: un camino de VIDA
Germán Mora Company
“El Acompanamiento:
un camino de
Juniors
VIDA”
Una reflexión para acompañar a los jóvenes en
su camino de fe en Juniors Moviment Diocesà
1
Como punto de partida
Reflexionar acerca de la realidad de nuestro Movimiento es una responsabilidad que
tenemos si queremos vivir plenamente al servicio de la educación en la fe de sus miembros.
Consiliarios, Jefes de Centro y Educadores están llamados a revisar constantemente su quehacer en el día a día del Movimiento Junior. Es una responsabilidad y una tarea que hay que
llevar a cabo para que las personas puedan crecer y madurar en la fe.
Analizar la realidad que estamos viviendo y cómo la estamos viviendo es fundamental
para darnos cuenta de dónde estamos y hacía donde queremos ir. Ser conscientes de nuestros fallos, de nuestros errores, de todos aquellos problemas que dificultan el objetivo final
de la tarea evangelizadora es fundamental para que el Movimiento siga adelante y cumpla la
finalidad para la que fue fundado.
La reflexión que se ha hecho en todos y cada uno de los Centros Juniors, ha puesto de
manifiesto algunos problemas y carencias. También ha servido para darnos cuentas de aquellas cosas que se hacen bien y que simplemente hay que mejorarlas.
La vida del Movimiento Junior en la Diócesis de Valencia está llena de gozos, pero
también de sombras. Gozos por la alegría de saber que contamos con un Movimiento fuertemente arraigado en la Iglesia de Valencia. Un movimiento que cumple fielmente con la
misión para la que fue fundado y que cada día, el Señor va uniendo nuevos miembros que
desean compartir la experiencia de ser cristianos en grupos y para el mundo. Un Movimiento
que ha ido creciendo, madurando y abriendo nuevos caminos y perspectivas para que los
niños, adolescentes y jóvenes tenga un lugar en el que vivir y compartir su fe.
Pero también hay sombras. De la reflexión hecha en los centros se ha podido constatar algo muy importante, la falta de fe, tanto en los mismos educadores como en los niños y
las familias que hay detrás. Una falta de fe que se entiende a dos niveles: por una parte, una
carencia de conocimientos y formación adecuada que ayude a disipar dudas y recelos respecto a la Iglesia y su doctrina; y por otra parte una falta de fe que nace de una carencia de
vida espiritual, de vida interior, de búsqueda de la verdad de Jesucristo. En definitiva, una
falta clara de identificación plena con Jesucristo.
La relación entre Juniors-Parroquia-Consiliario, sigue siendo el gran caballo de batalla. A estas alturas es necesario encontrar una solución que se adecue a la realidad y dejar
atrás los enfrentamientos entre unos y otros. La presencia del Consiliario en los Centros; el
diálogo entre educadores y Consiliarios; la relación Parroquia-Centro, son temas que deben
solucionarse para que el Movimiento pueda encontrar su lugar y la paz que necesita para
poder llevar a cabo su misión con total normalidad.
La vivencia de las celebraciones litúrgicas y de los sacramentos es otro de los problemas que plantea la reflexión llevada a cabo. Se viven poco las celebraciones, y en la mayoría
de casos, siempre dentro del Movimiento. La oración también está ausente en la vida de los
miembros del grupo. Se ora poco o nada en grupo, y mucho menos a nivel personal. La oración no ha entrado de lleno en el corazón de los miembros del Movimiento, y tal vez no han
llegado a descubrir el valor y la necesidad que ello comporta para el crecimiento y la madurez en la fe y la identificación plena con Jesucristo.
2
Dar testimonio de la fe resulta difícil y complicado en el mundo en el que vivimos. La mayoría de los niños, adolescentes y jóvenes, se dedican a vivir hacia dentro del Movimiento y son
incapaces de vivir una relación hacia fuera, es decir, salir al mundo y dar un claro testimonio
de la fe que viven y comparten en grupo. En una palabra, se tiene miedo a identificarse como cristiano.
Por último, el crecimiento y la madurez de la persona es esencial. No basta solamente con crecer en la fe. El ser humano debe crecer y madurar de manera integral, como persona, en todos sus aspectos. Y el Movimiento Junior, que es un movimiento de evangelización y educación en la fe a través del tiempo libre, debe tener en cuenta este proceso y desarrollo integral de la persona. Crecer y madurar a nivel personal es imprescindible para poder crecer en la fe y espiritualmente.
Estas notas, sacadas, de las conclusiones de la reflexión hecha en los diferentes centros y zonas de las distintas Vicarías, nos hablan claramente de cuál es la realidad que estamos atravesando y la necesidad de buscar soluciones que ayuden mirar al futuro con esperanza.
El acompañamiento, como servicio de ayuda y animación, para que los niños, adolescentes y jóvenes puedan crecer y madurar como personas y como cristianos, es hoy una realidad que se impone. Es necesario el acompañamiento para que, los miembros del Movimiento, puedan llegar a una vivencia interior y espiritual de su fe, que les conduzca a una
identificación plena con Jesucristo y lleguen, así, a dar testimonio de su fe en el mundo. El
acompañamiento personal y de grupo es hoy, como ha sido siempre, una tarea fundamental
en la vida de la Iglesia. El pueblo de Dios ha sido siempre un pueblo que siempre se ha sentido acompañado. La Historia de la Salvación no es más que una historia de acompañamiento.
Una Historia de Acompañamiento
Desde los comienzos de la Historia de la Salvación, Dios aparece junto al hombre y se
hace cercano a su pueblo. La Biblia nos revela constantemente el acercamiento y encuentro
con Dios. Es una historia concreta de acompañamiento. Dios no puede abandonar el hombre
a su suerte, por eso establece un pacto, una alianza: vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. Lo que significa que Dios se hace cercano al hombre, a su realidad. Busca la manera
de ayudarle, de liberarle de los diferentes problemas en los que cae.
El pacto entre Dios y los hombres es una pacto que Dios siempre ha respetado, sin
embargo los hombres, muchas veces se han alejado del pacto, porque ha preferido vivir a su
aire, sin depender de nada ni de nadie, buscando su propio camino al margen de Dios y de
sus promesas. Cuando el hombre se ha alejado del pacto con Dios, las cosas no han funcionado como debieran.
Si miramos a Jesús, encontramos a un Dios encarnado pegado a nuestra vida y a la
historia, como el Dios con nosotros. Jesús, al que llaman, Maestro, invita a la gente a recorrer un camino, el camino que conduce hacia Jerusalén. Un camino de salvación y de esperanza. Jesús a lo largo del camino acompaña a la gente, les instruye, les anima, les reconforta, reza por ellos. Jesús ama a las personas que le rodean y por eso les habla, porque “andan
3
como oveja sin pastor”. Jesús realiza un verdadero acompañamiento con sus Apóstoles, ya
que les enseña las escrituras y les da a conocer los secreto del Reino, les enseña a orar y les
habla de la necesidad de una exigencia moral para sus vidas.
Jesús acompaña, y se siente acompañado de su Padre Dios. En Jesús encontramos al
auténtico y verdadero acompañante. El camino de Emaús pone de manifiesto cómo se debe
actuar y como debe ser un acompañante si quiere realizar bien su misión.
El Espíritu Santo es la fuerza interior que nos ayuda y nos permite vivir nuestra fe. El
Espíritu Santo es quien nos conducirá a la verdad plena, dijo Jesús. Si nos dejamos guiar por
él, podremos llegar al conocimiento de la verdad y la verdad nos hará libres.
A lo largo de los dos mil años de cristianismo que llevamos, la Iglesia ha manifestado
siempre, aunque con diferentes estilos y formas, que la fe debe ser acompañada, guiada. La
fe no puede vivirse sólo ni aisladamente, debe vivirse en comunidad y acompañada por
aquellos, que habiendo vivido una experiencia mayor, están al servicio de los demás. La fe
necesita de alguien que la acompañe, que ayude a discernir el camino por el que se debe
andar y por tanto, que pueda llegar a propiciar el encuentro con Jesucristo, camino, verdad y
vida1.
Necesidad de sentirse acompañados
No resulta nada fácil acompañar en estos momentos. La realidad de los jóvenes es
muy diversa y, no todos, buscan lo mismo. Hay una dispersión muy grande. Existen muchas
cosas y una gran cantidad de ofertas. Aunque el Junior sea un lugar efectivo y afectivo para
vivir la fe y poder confrontar su vida con el Evangelio, la realidad es muy distinta. Como ya
hemos apuntado, la falta de fe, la gran cantidad de dudas que se tienen, así como la necesidad de una formación adecuada, no sólo de conocimientos teológicos y doctrinales, sino de
vivencia interior de la fe, dificultan una vida cristiana plena. Y por tanto, un alejamiento de
las cosas de Dios.
Aún siendo jóvenes cristianos, muchas veces, se encuentran ante una gran cantidad
de situaciones, plurales y variables que, en muchos casos, no saben cómo afrontarlas. Como
educadores tienen una responsabilidad en el acompañamiento y educación de los niños y
adolescentes. Pero, ¿quién les capacita para ello? ¿Quién les ayuda a resolver sus dudas?,
¿Quién les forma para que lleven a cabo una buena formación y acompañamiento de los
niños y adolescentes que la Parroquia les ha confiado?
Y ellos, ¿cómo buscan a Dios?, ¿cómo viven este acompañamiento personal? ¿Se
sienten acompañados? ¿Sienten cercana una presencia que les quiere, que se preocupa por
su vida, por sus problemas, sus necesidades, sus carencias? ¿Cómo saben que están creciendo en la fe, en la vida interior, en el seguimiento de Jesucristo? ¿Quién les ayuda a profundizar en su vida cristiana? El joven cristiano, y el joven educador, necesitan sentirse acompañados, necesitan saber que no están solos, que hay otros que están realizando su mismo
camino.
1
Salvador G. San Emeterio, El acompañamiento. Un ministerio de ayuda. Ediciones Paulinas, 2002. Pág. 23-26.
4
Pero no es fácil dejarse acompañar. No nos gusta que nadie se entrometa en nuestros asuntos. No nos gusta que nadie controle nuestras vidas. Mi vida es mía y de nadie más, y nadie
tiene por qué ahondar en mi vida interior. La realidad de los jóvenes de hoy es un poco
compleja a este respecto. Y para poder llevar a cabo un acompañamiento que les ayude,
forme y motive en el camino de su fe, es necesario romper muchas barreras, muchos tópicos
que ha generado una mala fama acerca del acompañamiento espiritual, ya sea personal o de
grupo.
Ante toda esta realidad de desconfianza, desasosiego, desesperanza, ¿qué podemos
hacer? Debemos y estamos obligados a proponer el acompañamiento como camino de conversión que pueda ayudar a los jóvenes a descubrir su fe, disipar sus dudas y poder encontrarse con Jesucristo, amarle, seguirle y llegar a una identificación plena con Él.
Es necesario pues comenzar un trabajo serio sobre el acompañamiento que ayude a
todos y cada uno de los jóvenes y educadores a encontrar su propio camino:
- Desde la dispersión en que viven muchos de ellos, es necesario ayudar a mirar la
vida y las situaciones con serenidad. Hay que poner nombre a lo que se va viviendo.
- Es necesario tener un lugar, un momento, alguien con quien poder reflexionar la
vida desde el evangelio para verla con los ojos de Dios.
- Es necesario el acompañamiento para que puedan asumir la propia historia personal y la presencia de Dios en su vida como una experiencia de salvación.
- Es necesario acompañarles para ayudarles a aceptar su vida, su historia, sus limitaciones, físicas y psicológicas para poder potenciarles una confianza real en sí
mismos2.
Claves propias del Acompañamiento
El acompañamiento que se debe llevar a cabo entre los jóvenes y jóvenes educadores
del Movimiento Junior, debe considerarse una mediación para poder acceder a la experiencia religiosa. Es muy importante que a la hora de acompañar tengamos en cuenta que este
debe realizarse “atendiendo a la integralidad de su vida, a la manera de entenderla, a la manera de mirar los acontecimientos y de situarnos ante ellos, a las preocupaciones que el/la
joven siente, a la esperanza y confianza con la que vive, al estilo de actuar. Un buen acompañamiento tendrá que integrar todos estos elementos sin parcelar la vida del joven. ¿Pero
cómo lo hacemos ante una juventud dividida, rota y fragmentada?
Dios está dentro de cada joven, incluso en aquellos que lo niegan o tienen dudas
acerca de su existencia. La misión del acompañante no es llevarles a Dios, sino ayudarles a
descubrir que Dios siempre ha estado con ellos, dentro de ellos. Qué Dios forma parte de su
vida aunque ellos no sean conscientes de ello. No se trata de provocar sensaciones extrañas
o alejadas de la vida diaria. El acompañante lo único que tendrá que hacer es a que la presencia de Dios salga a la luz desde la realidad de cada día (estudios, familia, grupo, Centro
2
Ibid. Pág. 42-43
5
Junior, amigos, trabajo, paro,…). El acompañamiento trata de iluminar desde la fe su experiencia.
La persona que lleve a cabo la misión de acompañar, debe tener muy claro que el
vive ya en la confianza de saber que Él está ya en la realidad y de que es Él quien se manifiesta, y tiene interés en salvar. Para ello es muy importante, que a la hora de acompañar, se
haga partiendo siempre de la experiencia y no de las ideas o percepciones preconcebidas3.
Algunos elementos concretos para el acompañamiento:
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-
-
Saber escuchar: pero no como estrategia sino sabiendo que el joven o la joven
siempre comunica algo cuando se escucha de verdad.
Saber dialogar: Saber que se está en un proceso y que por tanto hay que caminar
despacio para poder llegar al final sin forzar nada.
Saber respetar: el propio ritmo de cada persona. Cada uno tiene un proceso distinto y crece a distinto ritmo. Es muy importante saber adecuarse a la realidad de
cada persona.
Hablar con Dios: la persona que tiene la misión de acompañar, de vez en cuando
tiene que ir a hablar con el Señor, a consultarle, a interceder por aquellos a quienes acompaña, sabiendo que en este proceso de fe no depende sólo del acompañante.
Buscar respuestas: es muy importante no tenerlas a priori, sino ir buscándolas
poco a poco de manera conjunta.
Ofrecer la propia experiencia: con sencillez y con total normalidad. Pero es bueno
compartir la propia vida, la experiencia que uno ya ha vivido, puede ayudar a crear un mayor clima de confianza y serenidad en el acompañamiento.
Algunos medios que pueden ayudar al acompañante en su tarea:
-
-
-
3
4
El contacto personal, el diálogo que se va haciendo como un intercambio profundo. Hay que estar muy atentos a la otra persona.
Prestar atención a la vida que el joven o la joven va manifestando en el grupo.
Señalar el paso de Dios en su vida.
Ayudarles a descubrir la necesidad de tener un cuaderno de vida donde ir apuntando aquello que se va viviendo y que puede ser después ocasión para reflexionar, para orar…
Participar de todas y cada una de las actividades que el Centro organiza. Aprovechar los medios que propone: encuentros, retiros, ejercicios, convivencias, charlas, formación…
Saber estar presente en la vida del grupo cuando este realice acciones importantes que fundamentan la vida y el crecimiento del grupo y las personas4.
Cf. Plan de Iniciación del Movimiento de Jóvenes de Acción Católica. MJAC. Madrid 1999. Pág. 97.
Plan deformación del Movimiento de Jóvenes de Acción Católica. MJAC. Madrid 1999. Pág 98-99.
6
Por qué Acompañar?
La persona es un ser de relación y en relación y, por tanto, necesita de los otros. El
acompañante se convierte en otro necesario. Desde este punto de vista, todo creyente debería tener un “alguien” cualificado que le ayude a transitar por el camino de Dios5.
Acompañar es necesario porque hay que desvelar y, por tanto, ayudar a descubrir a
otros que la tarea del ser humano es, por mandato de Dios, practicar la justicia, amar la ternura y caminar humildemente con Dios (M 6,8). Esta es la gran llamada que debe percibir el
hombre. Necesita conocer quién es Dios para el ser humano, qué es Dios para él y cómo
comprender que forma parte de un pueblo que pertenece a Dios. La lucha constante está en
permanecer fiel; del pecado, en olvidar quién es Dios; su salvación, en regresar al Dios de
Jesucristo y caminar humildemente junto a Él6.
Es importante acompañar para adquirir una personalidad cristiana, para inducir a la
experiencia religiosa y personalizada. Todo ello va a posibilitar que el acompañado, en su
proceso de crecimiento, vaya dando un sentido a su vida desde el Evangelio de Jesucristo y
la comunidad eclesial.
Las experiencias religiosas personales y comunitarias, de grupo, van dejando en el
creyente huellas y posos que son un cúmulo de vivencias de hondo calado. Un acompañamiento personalizado ayuda a distinguir, jerarquizar y estructurar todo ese precipitado acumulado e integrarlo de manera adecuada en el proceso de personalización de la fe.
Los jóvenes, y los jóvenes educadores, necesitan de alguien para clarificar la vida y la
fe, sobre todo una persona con una experiencia referenciada, llena de esperanza, que sea
feliz y dócil al Espíritu. Ya que el mundo en el que se vive es un mundo insolidario y frío, con
dificultades para la comunicación y para poner nombre a lo que se va viviendo.
El joven cristiano de hoy en día, vive su existencia de fe hostilizada por el ambiente
increyente e indiferente, por el sentimiento de opresión, de muerte, de vaciedad y hedonismo. Porque no se puede vivir en un paraíso de espiritualidad inmune al mundo, necesita en
lo hondo de su ser algo que pueda llamarse “mística”. Y para que esa mística cale en lo profundo de la vida del joven cristiano, necesita de la compañía de otro creyente que ayude a
tener y descubrir la peculiar experiencia de Dios en la profundidad de la existencia.
Es necesario introducir entre los jóvenes, y jóvenes educadores, en la vida de las personas, en la sociedad y en la Iglesia lo que se llama la “cultura de la llamada”. Llamada que
viene desde fuera, que con-voca y que llama junto a otros a actuar y a vivir de determinada
manera. La cultura de la llamada supone escuchar y percibir las llamadas del Creador en los
pequeños y grandes acontecimientos de la historia y en el dolor y la esperanza que anida en
el corazón de las personas.
Acompañar desde la cultura de la llama consiste en descubrir cómo llama Dios en lo
concreto y cotidiano de la vida, de los hechos pequeños que configuran la historia de los
5
Cf. Fernando Urdiola, Conferencia pronunciada en el Encuentro General de Consiliarios de MJAC. Los Negrales
(Madrid). Septiembre 1998.
6
Cf. Walter Brueggemann, Sharon Parks y Thomas H. Groome, Practicar la equidad, amar la ternura, caminar
humildemente. Desclée de Brouwer. Bilbao 2000. Pág. 66-67.
7
seres humanos, en las relaciones, en los comportamientos, en la huella que dejan los acontecimientos y en las causas que los están provocando. Es estar atento para percibir el susurro, la voz y la llamada de Dios que se manifiesta a través de las personas. Esta manera de
acompañar en el ver y escuchar con otros lo concreto de los acontecimientos es lo que va
permitiendo adentrarse en el corazón de los jóvenes para sentir la huella que deja la vida,
intuir lo que está aconteciendo y percibir que Dios mismo habla al corazón y llama.
Se hace, pues, fundamental “el ver” Ver el interior de uno mismo y ver también el
mundo que rodea a la persona. Educar la mirada es caminar en el reconocimiento de que la
vida, la propia vida y la de los demás, es manifestación de Dios.
Quién debe Acompañar?
El acompañante por excelencia es el Espíritu Santo, y así lo reconocemos y oramos:
“Tú nunca nos dejas solos,
te manifiestas vivo y presente
en medio de nosotros.
Ya en tiempos antiguos
guiaste a Israel, tu pueblo,
con mano poderosa y brazo extendido,
a través de un inmenso desierto.
Hoy acompañas a tu Iglesia peregrina,
dándole la fuerza de tu Espíritu.
Por medio de tu Hijo,
nos abres el camino de la vida,
para que, a través de este mundo,
lleguemos al gozo perfecto de tu reino7”.
También en la misma plegaria se dice: “Tú nos acompañas siempre en el camino de la vida8”.
Es muy importante señalar, pues, que el acompañante es una “mediación” bien en
figura de consiliario, educador, animador, Iglesia, grupo o movimiento; que el acompañado
es la persona concreta y que el acompañador es siempre el Espíritu.
7
8
Misal Romano. Dios guía a su Iglesia. Plegaria Eucarística V/a. Coeditores Litúrgicos. Madrid 1997. Pág. 1036.
Ibid. Pág. 1036
8
Dios es el sujeto transcendente que requiere mediaciones. En este sentido, la Iglesia
es la gran acompañante. Ella transmite la fe y, en su seno, la recibimos, la compartimos y la
celebramos. Es la Iglesia, con su tradición, palabra, santidad y el ejemplo de sus fieles, quien
tiene una rica vida y una historia que transmite por ósmosis a quienes están abiertos al espíritu de Dios.
La tarea del Movimiento Junior MD es ofrecer un estilo de vida acorde con los valores
del Reino y con la espiritualidad propia que nace del Movimiento Junior. Eso configura una
manera determinada de ser cristiano y de encarnar de una forma concreta los valores
evangélicos intentando vivirlos con el mismo Espíritu de Jesús. En este sentido lo que se
transmite no es una manera de vivir del Movimiento Junior, sino que es la forma de vida de
Jesús.
El consiliario de cada Centro Junior juega un papel primordial en la tarea del acompañamiento de sus jóvenes cristianos, y de sus jóvenes educadores. A él le corresponde, por su
ministerio ordenado, acompañar la vida de su grupo y de las personas que lo configuran. Es
una tarea que no puede eludir ni delegar en otros. Su ministerio le capacita para ejercer un
especial acompañamiento en la fe, vinculado a la Palabra de Dios y a los sacramentos. La
misión del Consiliario es la de “acompañar el proceso educativo de los niños, adolescentes y
jóvenes y su compromiso en la vida pública en coherencia con la fe de la Iglesia”. El Consiliario pude llamar a colaborar con él en este ministerio de ayuda del acompañamiento a jóvenes adultos, o adultos mismos, que preparados para tal misión colaboran con él en el buen
desarrollo del Centro y de las personas.
Ahora bien, ante la nueva situación de la Iglesia, y de la vida de los grupos y Centros
Juniors, están surgiendo la necesidad de acompañantes laicos y laicas que realicen esta tarea
con una gran sensibilidad y profundidad. Estas personas, que en algunos casos, ya están
ejerciendo la misión de acompañantes:
9
-
Deben contemplar la vida de los jóvenes desde sus esperanzas y dolores y
deben sentirse enviados por el Movimiento o la Parroquia a la que pertenecen para ser memoria histórica y testigos de Cristo Resucitado.
-
Deben dedicar tiempo, conocimientos, cuidados y un sinfín de gestos para
ayudar a otros a buscar respuestas sin pretensiones de dirigismos o manipulación de la persona.
-
Deben ser testigos de Jesús amigo y compañero y ayudar a descubrir la presencia de Dios en la vida de aquellos a quienes acompañan9.
Salvador G. San Emeterio, El acompañamiento. Un ministerio de ayuda. Ediciones Paulinas. Madrid 2002. Pág.
50-54.
9
Perfil del Acompañante
El acompañante debe ser una persona con una fuerte experiencia de vida cristiana,
sabiendo escuchar y acoger la Palabra de Dios, orando y viviendo un encuentro profundo
con Cristo Resucitado, y celebrando los sacramentos como fuente de vida y de su misión
evangélica.
Debe ser un auténtico testigo de la fe por la que ha sido llamado y por la que ha optado y ha dicho sí.
También significa que sea una persona adulta y madura, con una personalidad equilibrada, y con una fuerte vivencia y experiencia personal de la fe.
Su madurez debe traducirse en una capacidad para mantener unas relaciones auténticas con los jóvenes a quienes acompaña, jóvenes por los que se entrega y da la vida. Es
decir, que sepa vivir en libertad; acoger la realidad del otro; saber escuchar y dialogar; saber
confiar y esperar. Aprende a tener paciencia y a descubrir que cada persona tiene su ritmo,
su proceso, su propia realidad.
El acompañante se siente elegido y llamado, ungido y enviado para esta misión, y la
realiza como una auténtica y plena vocación. El acompañamiento es en la Iglesia un “ministerio de ayuda”, y por tanto y un servicio y una entrega a la Iglesia. Por eso lo vive como una
verdadera vocación.
Su misión como acompañante le lleva a una plena identificación con los jóvenes a
quienes acompaña. Ellos son el sentido de su entrega y vocación, y la razón de ser de su servicio a la comunidad eclesial:
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-
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El acompañante conoce a los jóvenes y parte de su situación.
Les ama profundamente y ellos están en el centro de su vida y de su corazón.
Pero no basta con amarles, los jóvenes a quienes se acompaña deben sentir
profundamente que el acompañante les ama, les quiere, y son importantes
para su vida.
Los jóvenes deben estar presentes en el centro de su vida y de su misión. Es su
tarea acompañarles para que crezcan y maduren en su vida y en su fe, y puedan llegar algún día a identificarse plenamente con Jesucristo.
Busca la manera de promover su protagonismo, su vinculación y compromiso
en el grupo. Fomenta su responsabilidad y les ayuda a crecer en la implicación
del desarrollo del propio grupo10.
Algunos rasgos esenciales del perfil de acompañante:
10
Capacidad de escuchar, con la mente libre de prejuicios, la rica y compleja historia de los jóvenes.
Actitud de aceptación y de acogida incondicional a las personas que se le confían.
Germán Mora Compañ, El Perfil del Animador Cristiano de Jóvenes. Tesis Doctoral. Roma 2003. Pág. 328-368.
10
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Talante para desarrollar la pedagogía de la paciencia y de la esperanza, respetando los ritmos de los/las acompañados/as y las decisiones que les corresponden con sus indecisiones y retrocesos.
Una personalidad equilibrada e integrada que, viviendo su fe y su vocación
con coherencia, muestra su autenticidad a los acompañados desde una experiencia de fe, Iglesia y Dios.
Una sensibilidad contemplativa para leer en la historia y en la vida de los signos del paso y de la presencia de Dios.
Un estilo de desprendimiento y descentramiento al estilo de Jesús, que muestra a los otros caminos sin retener y subyugar a las personas.
Otras exigencias:
Buenaventura Pelegrí pone otras notas y exigencias en la figura del animadoracompañante. Así, señala:
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Madurez, especialmente en los conflictos.
Claridad de los objetivos, precisión en la metodología, seguridad en los contenidos.
Paciencia, con una visión a largo plazo.
Respeto por el ritmo de crecimiento y por su proceso para que las decisiones
sean realmente una opción libre.
Humildad de quien conoce las propias limitaciones, tanto en el campo del conocimiento, como del compromiso, como en la apertura y diálogo para
aprender.
Memoria histórica para transmitir lo que recibió e identidad enraizada en la
historia de la Iglesia y en el Movimiento Junior MD.
Fe en las personas, en sus posibilidades; convencimiento de que toda persona
crece y anidan inmensas posibilidades en su interior.
Equilibrio entre frenar y empujar a los jóvenes. Ni impacientarse porque no
hacen lo que se quiere, ni asustarse porque van demasiado lejos. Acompañar,
sabiendo cuestionar.
Conversión a un Dios que habla a través de la realidad: personas, acontecimientos o comunidades.
Experiencia de oración, de encuentro con Dios en el silencio. El proyecto del
hombre nuevo, el proyecto de la utopía de Jesús no se impone, se contagia.
Alegría y optimismo. Persona de fe y de experiencia en Jesucristo en la Iglesia.
Capacidad de sacrificio. Necesaria especialmente para encajar los desencantos
inherentes al acompañamiento a jóvenes, porque estos son libres y toman sus
propias opciones que, a veces, son de abandono.

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