Un arquitecto novela el romance entre la hermosa Catalina Laza

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Un arquitecto novela el romance entre la hermosa Catalina Laza
La más bella his
Un arquitecto novela el romance entre la hermosa Catalina Laza
FERNANDO GARCÍA
La Habana
Corresponsal
F
ue el mayor escándalo de la época. Y la historia de amor más
hermosa. La deslumbrante patricia criolla
Catalina Laza y el rico y donjuanesco Juan Pedro Baró cayeron
rendidos el uno al otro un día de
1905 y siguieron unidos hasta el
fin contra los vientos y mareas organizados desde su entorno de
clase dominante en La Habana
de principios del siglo XX. Una
vez el romance se hizo público y
notorio, ella plantó a su esposo
–él estaba divorciado– y ambos
se refugiaron en París. Sólo a mediados de los años veinte se rehabilitaron socialmente. También
entonces levantaron el monumento que les haría eternos: la espléndida mansión de Catalina Laza en el barrio del Vedado, primer gran espacio interior de art
déco en Cuba y verdadera joya
de este estilo, con la que iba a
competir el mausoleo que Juan
Pedro ordenó construir para los
dos. Es el Taj Mahal cubano. El
arquitecto y escritor Mario Coyula ha escrito una novela que revive la historia.
El alboroto estalló cuando una
tía del entonces marido de Catalina, Pedro Estévez Abreu, descubrió el amorío a través de un detective. La pareja tenía alquilada
una suite en el hotel Inglaterra.
Estévez era hijo de Marta
Abreu, una de las mujeres más influyentes de Cuba y máxima financiadora de la guerra de la Independencia. Su esposo y padre
del marido engañado, Luis Estévez, fue el primer vicepresidente
de la República. Por su parte, Catalina, nacida en 1875, descendía
de familia vasca; Juan, 14 años
mayor, venía de una familia catalana enriquecida con el azúcar.
Cuando se desveló el
amorío, a Catalina la
echaron de casa y le quitaron la custodia de sus
tres hijos... O fue ella –no
hay certeza– la que dejó
al esposo para irse con el
amante. Lo cierto es que
la seductora Catalina, ganadora de concursos de
belleza y mujer de rompe
y rasga, no tuvo empacho
en aparecer en público con
su Juan Pedro. Una tarde
de 1906, los dos protagonistas de este amour fou desafiaron las que se tenían por
elementales normas de decoro y se fueron al teatro Nacional. La reacción del remilgado público fue fulminante:
todos abandonaron la sala y
dejaron sola a la pareja. Pero,
como en el hundimiento del
Titanic, la orquesta siguió tocando. Al final de la función, Catali-
Escalera de caracol en la
mansión de Catalina Laza
El Taj Mahal habanero. La mansión
estilo en el que fue construido el m
Entrada al mausoleo de
Catalina Laza y Pedro Baró
na premió el gesto lanzando todas sus joyas a los músicos.
La adoración de Baró por su
amante no tenía límites, según
las crónicas o cotilleos del momento y la parte de leyenda que
se haya colado a través del tiempo. En una ocasión, a Catalina le
dolió la cabeza durante la visita a
una de las cuatro centrales azucareras que Juan poseía. Lo lógico
habría sido que él se la llevara lejos del ruido del ingenio. Pero no.
Lo que hizo fue ordenar que detuvieran la máquina, sin importarle
la fortuna que la parada del monstruo iba a costarle.
Tras la sonada escena del teatro, los enamorados no tardaron
en emprender su exilio pasional.
Baró disponía en París de un suntuoso piso asomado al Bois de
Boulogne, que muchos años después compró Aristóteles Onassis,

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