Segregación ocupacional en España: una

Transcripción

Segregación ocupacional en España: una
Hacienda Pública Española, 159-4, págs. 163-190, 2001
SEGREGACIÓN OCUPACIONAL EN ESPAÑA, UNA PERSPECTIVA
TERRITORIAL
M. Soledad Otero Giráldez
Carlos Gradín Lago1
Universidade de Vigo
Resumen
En este trabajo nos proponemos analizar la senda que en los últimos años tuvo la segregación
ocupacional por sexo en España, haciendo especial mención a su grado de homogeneidad territorial.
Concluimos que en España se observa un incremento de dicha segregación en la segunda mitad de los
años noventa y se produce una clara persistencia de la misma en la comunidades autónomas, las cuales
muestran diferencias importantes en la forma de inserción de la mujer en el mercado de trabajo,
estrechamente vinculadas a sus peculiaridades sectoriales.
In this paper we analyze the trend of the occupational segregation by sex in Spain in recent years,
centering our discussion particularly in the degree of territorial homogeneity. We conclude that in Spain
there has been an increase in segregation, with a clear persistence in the autonomous regions. They show
important differences in the form of female insertion in the labor market due to divergences in their
economic activities.
Palabras claves: Segregación ocupacional, empleo, género, comunidades autónomas.
JEL: J16, J21, J71
1
Los autores agradecen la financiación del proyecto PGIDT99PX130003A de la Secretaría Xeral de
Investigación e Desenvolvemento de la Xunta de Galicia, así como las sugerencias de dos evaluadores
anónimos. Dirección de contacto: M. Soledad Otero, Facultade de CC. Económicas, Universidade de
Vigo, Campus As Lagoas-Marcosende s/n, 36.200 Vigo. E-mail: [email protected].
1. INTRODUCCIÓN
Numerosos países desarrollados experimentaron en las últimas décadas una
creciente participación de la mujer en el mercado de trabajo, debido tanto a
transformaciones ocurridas en el mismo como a cambios en las pautas sociales de
comportamiento. Esta mayor participación no necesariamente viene asociada con una
reducción generalizada de la discriminación laboral por sexo, bien sea debido a la
persistencia de una sistemática menor remuneración frente al hombre o bien a que la
inserción de la mujer se produce en determinadas ocupaciones o ramas de la economía,
generalmente las peor remuneradas y valoradas socialmente. En este trabajo nos
centraremos en este último aspecto, la segregación ocupacional, elemento que puede
reflejar una pérdida de oportunidades de elección por parte de las mujeres, perjudicando
su imagen social e introduciendo distorsiones tanto en el funcionamiento del mercado
de trabajo como en las decisiones sobre educación y participación. Además, se ha
demostrado que la segregación es capaz de explicar por sí sola una parte importante de
la brecha observada de ingresos entre hombres y mujeres (por ejemplo, Macpherson y
Hirsch (1995) o Bayard et al. (1999)).
Tal y como ha sido ampliamente señalado en la literatura2, las diferencias por sexo
en la distribución ocupacional de la población ocupada será una fuente de
discriminación en el mercado laboral si los empleadores sistemáticamente prefieren a
uno de los sexos a la hora de contratar a sus empleados. Pero las diferencias por género
podrían también ser consecuencia de las distintas elecciones de estudio o profesión
realizadas por hombres y mujeres, en cuyo caso todavía es posible que persista la
discriminación, pero tendría su origen en el proceso de socialización y no tanto en el
mercado de trabajo, por lo que la existencia de segregación ocupacional no siempre
1
conlleva discriminación laboral. En consecuencia, como se manifiesta en un reciente
estudio de la OIT, Anker (1998), no toda la segregación observada debería ser
eliminada, ya que hombres y mujeres deben elegir libremente y los resultados de dicha
elección pueden suponer cierto grado de segregación. Sin embargo, el hecho de que se
observe una alta e importante persistencia en los niveles de segregación, que implican
en general la especialización de la mujer en trabajos peor remunerados que los del
hombre y que se corresponden con los estereotipos de género tradicionales, hace pensar
en la permanencia del problema de discriminación en el mercado de trabajo.
Algunas de las razones que se aducen para explicar la existencia de segregación se
basan en una supuesta menor productividad de las mujeres debido a las diferencias
existentes en el capital humano acumulado. Las mujeres podrían acceder al mercado de
trabajo con un menor nivel de capital humano o tener un campo de especialización
menos relevante. También podrían estar acumulando menos experiencia debido al alto
grado de intermitencia en su vida laboral a causa del absentismo inducido por el
cuidado de los hijos. Estos factores influirían tanto por el lado de la oferta, eligiendo
ocupaciones con menores retornos a la experiencia, como por el lado de la demanda, al
influir en los empleadores que ven en esos factores costes indirectos en la contratación
de mujeres, a los que es posible añadir otros inducidos por la legislación. También
existen explicaciones que ponen el énfasis en la existencia de prejuicios en los
empleadores que discriminan a grupos de población basándose en características
observables como el sexo o la raza. Otras teorías ponen el acento en la influencia de las
instituciones (grandes empresas y sindicatos) y en la existencia de mercados laborales
fuertemente segmentados. Las teorías feministas, por su lado, enfatizan la importancia
2
Anker (1998) o Flückiger y Silber (1999), por ejemplo.
2
de los estereotipos sociales de la mujer sobre los puestos que ocupa en el mercado
laboral.
En el ámbito internacional el mencionado estudio de Anker (1998) realiza una
breve revisión de las comparaciones de desigualdad de género en mercados laborales de
diferentes países3, si bien es de destacar el alto riesgo que supone tratar con países tan
heterogéneos. El autor constata, sobre la base de la evidencia existente y la propia de su
trabajo, que la segregación ocupacional es un fenómeno ampliamente extendido en
todos los países estudiados con independencia de las grandes diferencias económicas,
culturales o sociales, siendo más importante en América Latina y el Caribe o en África
del Norte, y menos en países asiáticos y sub-saharianos, ocupando los países
industrializados niveles intermedios. Dentro de este último grupo, los países
escandinavos se caracterizan por ocupar posiciones más altas, mientras que países del
sur de Europa, incluyendo España, junto a Japón, EEUU y Canadá ocupan los niveles
más bajos. Aunque no se pueda hablar a ciencia cierta de una tendencia universal en
cuanto a la evolución temporal de la segregación, Anker destaca que la evidencia
empírica por países presenta un estancamiento de la segregación para un amplio núcleo
de los mismos en las últimas décadas. Aunque en su propio análisis obtiene una
tendencia a la reducción de la segregación en los años setenta y ochenta en la mayoría
de países de la OCDE debido a una mayor integración de ambos sexos en las
ocupaciones, y no tanto por cambios en la estructura ocupacional. Además observa un
claro fenómeno de convergencia en los niveles, al haber una relación inversa entre
variación y niveles de partida.
No cabe duda que los EE.UU. constituyen el caso del país más estudiado,
constatándose una paulatina reducción en los niveles de segregación, véase, por
3
ejemplo, Jacobsen (1998) y Blau et al. (1998) para los años setenta y ochenta. El último
de estos trabajos llama la atención sobre el hecho de que esta reducción se debe a
cambios en la composición por género en el interior de las ocupaciones, por lo que de
continuar la incorporación de la mujer en los mismos empleos esto llevará en el largo
plazo a un fenómeno de re-segregación, al convertir en netamente femeninos empleos
que anteriormente eran masculinos.
En lo que respecta a España, existen estudios que muestran una importante
persistencia de los niveles de segregación. Dentro de su comparación internacional
Anker (1998) muestra que la segregación aumenta en España entre 1975 y 1980 debido
a un empeoramiento en los ratios entre sexos dentro de las ocupaciones, disminuyendo
sólo ligeramente durante los años ochenta4. Empleando la clasificación ocupacional de
dos dígitos (62 ocupaciones), Casas (1987) obtiene una leve reducción de la segregación
- medida por el índice de Duncan- para el período 1976-85, conclusión similar a la de
Sánchez (1993), quien además obtiene que la segregación aumentó ligeramente de
acuerdo con el índice de Karmel y Maclachlan (periodo 1977-88)5. En sus conclusiones,
este último autor señala el preocupante hecho de que una buena parte del crecimiento
del empleo entre 1985 y 1988 se produce en ocupaciones con una gran contribución a la
segregación y que son mayoritariamente femeninas, lo que hace prever aumentos
posteriores en los niveles de segregación de mantenerse la tendencia.
3
Otras comparaciones internacionales pueden encontrarse en la recopilación de Ferber (1998).
4
Para ello utiliza el conocido índice de disimilitud de Duncan, véase la sección 2, al que se le hace un
ajuste para poder comparar países con distinto número de ocupaciones.
5
Alonso et al. (1996) obtienen un paulatino crecimiento de la segregación con un nivel de agregación
mayor (7 ocupaciones) entre 1977 y 1992. Una breve revisión de trabajos sobre la mujer y el mercado de
trabajo en España puede encontrarse en Domingo y Moltó (1998).
4
Otros trabajos ponen de manifiesto la importante responsabilidad del fenómeno de
segregación en la existencia de diferencias salariales entre hombres y mujeres en
nuestro país: Hernández (1996) muestra que, si bien las diferencias salariales dentro de
cada ocupación explican mejor la discriminación, la importancia de la segregación es
creciente entre 1985 y 1991, mientras que Aláez y Ullibarri (2000) obtienen que la
segregación, tanto ocupacional como sectorial, es el principal determinante de las
diferencias salariales por sexo el sector privado en 1995.
En este trabajo vamos a analizar la evolución de la segregación ocupacional en
España desde finales de los años setenta hasta finales de los noventa, tratando además
de determinar en qué medida este fenómeno se produce de manera homogénea en todo
el territorio o, si por el contrario, podemos afirmar que existen marcadas diferencias por
CCAA. Debemos tener en cuenta que en los últimos años, con la consolidación del
estado de las autonomías en España, asistimos a un creciente interés por la perspectiva
territorial en los diferentes ámbitos de análisis. Sin duda, el incremento de
responsabilidades asumido por las distintas comunidades autónomas en el desarrollo de
políticas activas de empleo o de conciliación entre vida laboral y familiar, hace que la
perspectiva territorial en la segregación ocupacional cobre especial relevancia.
La estructura del análisis es la siguiente. En la segunda sección abordaremos
algunas cuestiones metodológicas, en la sección tercera describiremos la evolución de la
segregación ocupacional en España en los años recientes, en la sección cuarta
analizaremos las diferencias territoriales por nivel de segregación ocupacional y en la
sección quinta las diferencias en su evolución temporal. Finalmente, la última sección
presenta las principales conclusiones del estudio.
5
2. DATOS Y METODOLOGÍA
Para estudiar la estructura ocupacional en España utilizaremos como fuente de
datos, tal y como viene siendo habitual en este tipo de análisis, la Encuesta de Población
Activa que trimestralmente elabora el Instituto Nacional de Estadística, en nuestro caso
seleccionamos el segundo trimestre de cada año. Esta encuesta proporciona una variada
información laboral por individuo, permitiendo su desagregación a nivel provincial. En
el presente estudio contemplaremos todos los ocupados y ocupadas, excluido el sector
de las Fuerzas Armadas.
A la hora de analizar la estructura ocupacional en las últimas dos décadas es
necesario tener en cuenta que la serie estadística sufre diversos cambios en su
metodología y en su calidad que sin duda pueden afectar a la comparabilidad interanual.
El cambio más profundo para nuestros propósitos surge con la adopción en 1994 de la
nueva Clasificación Nacional de Ocupaciones, CNO-94, frente a la CNO-79 utilizada
anteriormente6. Dada la dificultad existente para conseguir una serie homogénea de
calidad suficiente7, el estudio analiza dos series diferenciadas, correspondientes a los
periodos 1977-93 y 1994-98, sin embargo, creemos que los resultados acerca de las
tendencias en la segregación sí son más comparables que los niveles.
6
El número de ocupaciones también es diferente: 82 y 65 respectivamente, por lo que es de esperar
mayor segregación con el empleo de la primera, lo que efectivamente se puede comprobar en la siguiente
sección.
7
La calidad de las series que se pueden enlazar es muy deficiente, siendo desaconsejada por los propios
técnicos del INE. Nos remitimos a las notas del RDE en la base de datos TEMPUS en la página web del
INE (www.ine.es) para más detalles acerca de los mismos.
6
En la literatura se han propuesto distintos índices para estudiar la existencia de
segregación ocupacional. En este trabajo emplearemos dos de los más habituales, el
índice de Duncan (1955) y el de Karmel y Maclachlan (1988)8:
1) Índice de Duncan:
D=
1 n Mi Hi
∑ −H ,
2 i =1 M
donde n es el número total de ocupaciones, Mi y Hi indican el número de mujeres y el
número de hombres en la ocupación i, respectivamente. Mientras que M y H
representan, respectivamente, el total de mujeres y de hombres en todas las
ocupaciones.
Una ventaja que posee el índice es su sencillez a la hora de interpretar los
resultados. Si tomamos como referencia la distribución del empleo masculino por
ocupaciones, este índice nos indica la proporción de mujeres ocupadas que sería
necesario mover de ocupación para conseguir la perfecta integración9. Esta última
situación se obtiene cuando las proporciones de mujeres y hombres ocupados son las
mismas en cada ocupación, Hi/H=Mi/M, pero debe tenerse en cuenta que la distribución
del empleo total por ocupaciones no tiene porqué ser la misma que en la situación
original. El índice de Duncan toma valores entre 0 y 1. El mínimo se alcanza con la
completa integración, el máximo tiene lugar si todas las ocupaciones son o bien
totalmente masculinas o bien totalmente femeninas.
Un índice muy similar al anterior pero que sí mantiene constante la estructura
ocupacional es el siguiente:
8
Para un análisis detallado de las propiedades e interpretación de los índices, así como de otros índices
alternativos véase, por ejemplo, Kakwani (1994) o Flückinger y Silber (1999).
7
2) Karmel y Maclachlan:
KM =
1 n
∑ aH i − (1 − a)M i = 2a(1 − a) D ,
T i =1
donde a=M/T representa la proporción de mujeres sobre el conjunto del empleo, T.
Este índice indica la proporción de ocupados (tanto hombres como mujeres) que
tienen que cambiar de ocupación para que la distribución de la mujeres ocupadas sea
igual a la de los hombres, manteniendo la estructura ocupacional constante10. El índice
tomará valores entre 0 y ½. Si a permaneciese constante sería equivalente a utilizar D,
pero a diferencia de este último, KM será sensible a cambios en la distribución agregada
del empleo entre hombres y mujeres, incluso si ni hombres ni mujeres alteran su
distribución porcentual por ocupaciones. Dado un valor de D, la segregación con KM
será mayor cuanto más se acerque al 50% la proporción de mujeres en la fuerza laboral
(a). Este hecho debe ser tenido en cuenta para la correcta interpretación de los
resultados empíricos de las siguientes secciones.
Un problema general de los índices de segregación, debido a la propia naturaleza
de los mismos, es su gran sensibilidad respecto del nivel de desagregación de la
estructura ocupacional. A mayor agregación de las ocupaciones menor es la segregación
que se capta con los índices, pero no sólo el nivel de la misma puede diferir sino que
también lo puede hacer su evolución en el tiempo así como la comparación entre áreas.
Esto ocurre cuando un grupo ocupacional agrega ocupaciones heterogéneas en cuanto a
la integración de hombres y mujeres. Este aspecto por sí mismo hace aconsejable la
utilización de clasificaciones de ocupaciones desagregadas, de modo que se tienda a
9
La misma interpretación es válida para los hombres.
8
utilizar la de dos dígitos o incluso la de tres en países en que ésta está disponible, con
preferencia sobre la de un dígito que aún así sigue siendo ampliamente utilizada, aunque
sólo sea a título comparativo. Sin embargo, un mayor nivel de desagregación también
tiene su coste, especialmente en el caso en que se estudia la segregación en áreas donde
el tamaño de la muestra disponible no es muy grande, ya que su falta de
representatividad puede llevar a la aparición de ocupaciones con cero observaciones,
tanto en el total como especialmente en el caso de mujeres en ocupaciones
mayoritariamente masculinas, distorsionando el nivel de segregación observado y su
variación geográfica o interanual. En consecuencia, debe optarse o bien por reducir el
nivel de agregación, lo que permite el análisis de particiones más finas, o bien por
ampliar la desagregación pero a costa de excluir del análisis a las áreas en las que su
reducido número de observaciones pueda hacer dudar de los resultados. Esta segunda
vía es la seguida en este estudio, donde emplearemos la clasificación con dos dígitos,
pero excluyendo a las comunidades más pequeñas en términos de observaciones11,
quedándonos, por tanto, con Andalucía, Aragón, Canarias, las dos Castillas, Cataluña,
Comunidad Valenciana, Galicia, Madrid y País Vasco. El pequeño tamaño de las
submuestras escogidas hace que el análisis de significatividad estadística cobre especial
relevancia en este contexto.
Para tratar de determinar la significatividad estadística de las comparaciones entre
los índices estimados para diferentes muestras, sea la evolución en el tiempo o la
comparación entre áreas geográficas distintas, emplearemos la técnica conocida como
10
Este índice generaliza dos anteriores de Moir y Selby Smith (1979), MSS=(1-a)D, y Lewis (1982),
L=aD, que se interpretaban de la misma forma pero referidos respectivamente a mujeres y a hombres, en
vez de a ambos colectivos a la vez.
11
En particular, todas las comunidades excluidas en este estudio tienen menos de mil observaciones
femeninas en 1998. El Cuadro 3 presenta, para ese año, el número de observaciones de las comunidades
que sí han sido incluidas.
9
bootstraps12. Este método consiste en recuperar la distribución de un índice mediante un
proceso de remuestreo repetido un número elevado de veces. Esto no requiere de la
necesidad de establecer ningún supuesto previo sobre la forma de dicha distribución, a
partir de la cual se obtienen los intervalos de confianza para cada índice y se realizan los
contrastes oportunos. El proceso es como sigue: a partir de la muestra original
calculamos los valores observados del estadístico D. Realizamos 1000 remuestreos con
reemplazo en los que se asigna a cada observación la misma probabilidad de salir,
calculamos el valor del estadístico en cada uno de los remuestreos Db con b=1,...,1000
de forma que resulta una distribución (D1, ...., D1000) que empleamos para construir
intervalos de confianza13 en torno al valor observado de D. Lo mismo es aplicable al
índice KM y el coeficiente a que calculamos de forma conjunta con D.
Una metodología similar nos permitirá clasificar a una ocupación según su sesgo
de género. Siguiendo a Flückiger y Silber (1999) consideraremos que una ocupación es
femenina cuando mediante bootstraps obtenemos que la proporción de mujeres dentro
de la ocupación es significativamente mayor que la proporción para el conjunto de la
población ocupada, obtenida también mediante bootstraps; si es significativamente
menor definimos la ocupación como masculina; si no es significativamente diferente
consideramos la ocupación como mixta.
3. LA SEGREGACIÓN OCUPACIONAL EN ESPAÑA
La figura 1 muestra los resultados de medir la segregación ocupacional en España
para los índices D y KM, así como el coeficiente que expresa el grado de feminización
12
Véase para más detalles Efron et al. (1993).
13
Como es habitual, para el cálculo de los índices a las observaciones que aparecen en cada remuestreo se
les asocian sus correspondientes factores de elevación. En el cómputo de los intervalos de confianza se
practica una corrección por el sesgo de la media de la distribución obtenida por bootstraps respecto del
valor observado.
10
del empleo (a), mientras que el cuadro 1 presenta los intervalos de confianza para
diversos años.
España presenta un claro ejemplo de creciente participación de la mujer en el
mercado de trabajo, lo que se refleja en un significativo aumento de la proporción de
mujeres en la fuerza laboral desde el 28% de 1977 hasta cerca del 36% en 1998. En esta
sección trataremos de responder a la pregunta de si esta creciente participación
femenina en el mercado laboral viene acompañada de un menor nivel de segregación.
Atendiendo al índice D, podemos comprobar que hasta 1987 se observa una
reducción significativa de los niveles de segregación tanto si tomamos como referencia
inicial 1979 como 1982. A partir de 1987 el índice muestra una tendencia creciente y
significativa tanto durante el subperiodo que va hasta 1993 (último año de esa serie)
como entre 1994 y 1998. La tendencia observada es la misma con el índice KM, aunque
con diferente magnitud ya que se reduce hasta 1986 con menos intensidad y aumenta
posteriormente de forma más nítida. La discrepancia entre ambos índices se acentúa
cuando evaluamos conjuntamente el periodo 1979-93, ya que entonces se observa un
aumento significativo de acuerdo con KM y una reducción significativa en el caso de
D14.
La interpretación de los índices nos permite tener una idea de cuán lejos estamos
de la integración paritaria entre hombres y mujeres por ocupaciones en el mercado
laboral. En 1998 sería necesario desplazar a un 51% de la fuerza laboral femenina o
masculina para igualar las proporciones de ambos en las diferentes ocupaciones,
teniendo en cuenta que la estructura ocupacional final cambiaría. En el caso de querer
14
Esto está en consonancia con los resultados de Sánchez (1993) para 1977-88. A partir de la expresión
analítica del índice KM se puede comprobar que en un contexto de creciente presencia de mujeres en el
mercado de trabajo siempre suavizará, respecto del índice D, las caídas en los niveles de segregación,
pudiendo llegar a cambiar el signo, e intensificará los aumentos.
11
mantener dicha estructura tal y como se observa en la realidad, entonces deberíamos
desplazar un 23% de los ocupados, incluyendo tanto hombres como mujeres.
El índice D agrega las diferencias de género en los ratios de individuos en cada
ocupación respecto del total. Esto hace que en la literatura se haya remarcado la
existencia de dos fuerzas que pueden explicar los cambios en los niveles de segregación.
Por un lado, si mantenemos constante la distribución porcentual de sexos dentro de cada
ocupación, una alteración de la estructura ocupacional modificará los valores de
segregación observada. Así, un aumento de la misma podría ser el resultado del
creciente peso de las ocupaciones donde uno de los sexos está sobrerrepresentado, sin
necesidad de que haya cambiado el comportamiento de los distintos agentes. Este efecto
se conoce como Efecto Mixto, y es fácil comprender su relevancia cuando
contemplamos periodos largos de tiempo en los que el empleo sufre importantes
transformaciones estructurales, indicándonos si existe un sesgo de género en dicho
cambio. Del mismo modo, si mantenemos la estructura ocupacional constante los
cambios en la segregación vendrán dados por variaciones en los ratios entre sexos
dentro de las ocupaciones, dando lugar al denominado Efecto Composición. El
aislamiento de estos dos efectos nos puede permitir conocer con mayor precisión las
causas que originan una variación en la segregación, ya que las políticas a aplicar para
frenarla serán distintas en cada caso. Mediante la metodología que se describe en el
apéndice descomponemos los cambios entre dos años distintos en el índice D como la
suma del efecto composición (C) y el mixto (M):
∆D ≡ D1 − D0 = C + M .
Con este ejercicio, cuyos resultados se muestran en el cuadro 2, podemos observar
que la reducción de los niveles de segregación en España entre 1979 y 1987 se debió a
los cambios en los coeficientes entre géneros en el seno de las ocupaciones, mientras
12
que los cambios experimentados en la estructura ocupacional hubiesen producido, de
actuar en solitario, el efecto contrario. El aumento de segregación que se produce a
partir de entonces no tiene un único factor explicativo, ya que éste difiere según el
subperiodo que contemplamos. Entre 1987 y 1993 el aumento se debió
fundamentalmente a cambios en la estructura ocupacional (93% del aumento) que
siguieron con una tendencia segregadora, a la vez que los cambios en los ratios por sexo
se vuelven ligeramente segregadores. Entre 1994 y 1998 la razón del aumento en los
niveles de segregación estribó exclusivamente en los cambios en los ratios por género
dentro de las ocupaciones que intensifican su carácter segregador, invirtiéndose el
efecto del cambio en la estructura ocupacional. Así pues, observamos que cada vez
cobra más fuerza en la creciente segregación la distribución por sexos al interior de las
ocupaciones y menos la estructura de las mismas.
Hasta 1987 la mayor responsabilidad de la disminución de los niveles de
segregación recae en dos ocupaciones vinculadas al sector primario con pérdidas
relativas de ocupados centradas en el sexo sobrerrepresentado, pasando de explicar
conjuntamente más del 11% de la segregación a poco más del 2%15. Contrariamente, en
el periodo 1987-93 el aumento de la segregación viene en buena medida explicado por
el hecho de que la mitad del aumento neto en el empleo femenino se concentra en una
ocupación de carácter administrativo, donde la mujer ya estaba sobrerrepresentada y con
15
Se trata de la ocupación 61, Trabajadores por cuenta propia de explotaciones agrarias y pesqueras y la
62, Trabajadores agrícolas y ganaderos. En el primer caso se trata de una ocupación masculina. El peso
de esta ocupación en la estructura ocupacional pasa de representar el 9% del total al 7%, mejorando la
representación femenina dentro de esta ocupación (del 16% al 23%). En el segundo caso se trata de una
ocupación femenina que también retrocede en su peso pasando del 10% al 7% del empleo, empeorando la
representación de la mujer dentro de la ocupación (del 41% al 30%).
13
una ganancia relativa de peso en el empleo total del 7,4% al 9,2%16. La responsabilidad
del aumento de la segregación entre 1994 y 1998 está más repartida17.
En las siguientes secciones estudiaremos el grado de homogeneidad territorial de
la segregación ocupacional en España, tratando de responder a dos cuestiones
importantes: ¿podemos afirmar que la segregación afecta a unas comunidades más que a
otras? y ¿es igual de persistente en las diferentes comunidades?
4. DIFERENCIAS EN EL NIVEL DE SEGREGACIÓN POR COMUNIDADES
AUTÓNOMAS
Para 1998 podemos observar en el cuadro 3 que el nivel de inserción de la mujer
en el mercado de trabajo no es homogéneo territorialmente ya que en ambas Castillas y
Andalucía la mujer representa sobre el 31% y 32% del empleo, niveles
significativamente inferiores al español, mientras que Galicia, Cataluña y Madrid tienen
niveles cercanos al 40% y significativamente mayores que la media.
Las diferencias territoriales no sólo se producen en cuanto al nivel de inserción
sino también en cuanto a la forma en que ésta se produce. La figura 2 muestra el
diferencial de segregación expresado en porcentaje de cada una de ellas respecto del
nivel observado para España en 1998. En el caso de utilizar el índice D, observamos que
todas las comunidades, salvo Valencia, presentan niveles significativamente superiores
al español. Destacan por sus niveles elevados el País Vasco, con un 25% de diferencia,
16
Nos referimos a la ocupación 39, Empleados de servicios administrativos, que pasa de explicar el 5% al
8,5% de la segregación. En sentido opuesto se mueve la 55, Conserjes, porteros y personal de limpieza de
edificios, a pesar de ser la ocupación que más segregación genera reduce su contribución ante el ligero
retroceso de la presencia de la mujer, dado su peso en el empleo (4%) su efecto no es nada despreciable,
pasando de explicar el 10% al 7% de la segregación.
17
Contribuyendo positivamente las ocupaciones 22, Enseñanza; 34, Gestión administrativa; 71, Obras
estructurales de construcción y asimilados y 72, Acabado de construcciones y asimilados; pintores y
otros. Las dos primeras son ocupaciones femeninas mientras que las dos últimas son ocupaciones
masculinas. Todas ellas ganan peso en el conjunto del empleo.
14
y Castilla-La Mancha, con una diferencia cercana al 20%. Canarias, Aragón, y Cataluña
también superan el 10% y en el otro polo encontramos a Valencia, Andalucía y Madrid
con niveles que no superan el 5%.
Las diferencias territoriales en niveles de segregación pueden tener su origen bien
en la existencia de sesgos de género diferenciados en las estructuras ocupacionales
respectivas, bien en la presencia de grados de feminización muy distintos en el seno de
las ocupaciones18. Para determinar la importancia relativa de ambos factores
recurriremos, nuevamente, al ejercicio de descomposición del índice D, esta vez
analizando las brechas existentes entre España y las diferentes CCAA (véase cuadro 4)
y de algunas de éstas entre sí (véase cuadro 5). Como resultado del análisis podemos
concluir que las diferencias en los niveles de segregación de las CCAA respecto de
España hay que buscarlas, fundamentalmente, en el seno de las ocupaciones y el
desigual grado de feminización existente en el interior de las mismas. Sólo en un
segundo plano es necesario tener en cuenta las diferencias que se producen en las
estructuras ocupacionales, que sí serán importantes en algunos casos particulares.
El hecho de que todas las comunidades presenten signos positivos en el efecto
composición, y predominen los signos negativos en el efecto mixto (véase cuadro 4)
indica que la distribución intraocupacional por sexos es menos paritaria en las
comunidades autónomas, mientras que sus estructuras ocupacionales tienden a ser
menos segregadoras. Destacan, en este sentido, Valencia, Aragón, Galicia y Madrid por
tener las estructuras ocupacionales menos segregadoras, frente a Canarias, Castilla - La
Mancha y País Vasco cuyas estructuras provocan mayor segregación que la española.
18
En este último caso, al carecer de una desagregación mayor que la de dos dígitos, no nos será posible
determinar si se debe a la heterogeneidad de actividades que pueden estar agregadas dentro de un mismo
grupo o a comportamientos laborales diferenciados.
15
En cambio, el País Vasco y Aragón se caracterizan por tener la distribución
intraocupacional por sexos menos paritaria con relación a España.
En la mayoría de las ocupaciones a nivel comunitario se reproduce el carácter
masculino o femenino que se observa para el conjunto de España en 1998. Existe, sin
embargo, un número nada despreciable de situaciones en las que alguna comunidad
muestra pautas diferentes al resto, explicando en parte las diferencias observadas19.
Buena muestra de las diferencias entre ocupaciones por CCAA la obtenemos en el
sector primario, donde observamos que las ocupaciones que agrupan a los trabajadores
cualificados en ocupaciones agrarias y ganaderas (60, 61 y 62) son calificables de
femeninas únicamente en el caso de Galicia, tendiendo en el resto de las comunidades a
ser masculinas (en España lo es la 60) o como mucho mixtas. Lo contrario ocurre en la
ocupación 63, vinculada a la pesca y piscifactorías, que sólo es masculina en Galicia, al
igual que en España, siendo mixta en los demás casos. Respecto de los no cualificados
del sector sobresale la 94, Peones de pesca y agropecuarios que es masculina en
Valencia, lo mismo que en España, pero femenina en Canarias y mixta en el resto. En
cuanto al sector industrial sobresale la ocupación 83, Operadores de máquinas fijas que
es masculina en el País Vasco y en Aragón, femenina en Galicia, Castilla La – Mancha
y Andalucía, y mixta en el resto. La ocupación referida a los Peones de industrias
manufactureras (97), es femenina en Valencia, Canarias y Andalucía, siendo masculina
en el País Vasco, Madrid, Galicia y Cataluña y mixta en el resto. En el sector terciario la
principal peculiaridad la presenta Canarias, donde la ocupación 50, Servicios de
19
En particular las ocupaciones masculinas en todas las CCAA son: Dirección de empresas (11),
Profesiones de titulación hasta primer ciclo, asociadas a ciencias físicas, químicas, ingenierías, etc. (26 y
30) y Conductores de vehículos para transporte urbano (86). Las femeninas son: Profesionales de
enseñanza (22 y 28), Profesiones de titulación hasta primer ciclo asociadas a ciencias naturales y
sanidad (27), Técnicos de gestión administrativa (34), Auxiliares administrativos (43 y 44), Servicios
personales (51), Dependientes de comercio (53) y Empleados domésticos (91).
16
restauración, es masculina, pese a ser femenina (como en España) o mixta en las
demás20.
En el País Vasco, que es la comunidad que más se desvía del nivel español, tan
sólo un 8% de su diferencia con España se explica por diferencias en la estructura
ocupacional, debido sobre todo al mayor peso del sector industrial con predominio
masculino, pero también al peso de algunas ocupaciones del sector servicios, con
predominio femenino. La mayoría de las diferencias, sin embargo, son responsabilidad
de la mayor intensidad con la que se observa el sesgo de género en esas ocupaciones en
el País Vasco. Un buen ejemplo de las diferencias en la estructura ocupacional
originadas en el sector industrial lo tenemos en las ocupaciones 75 y 8321 que
representan en el País Vasco casi el doble de peso en términos de empleo (superior al
9% del total). La primera es casi por entero masculina y la segunda de ellas presenta un
sesgo masculino más pronunciado en esa comunidad, tan sólo un 12% de ocupadas
frente al 35% en España. De forma conjunta ambas ocupaciones podrían explicar por sí
solas un tercio de las diferencias con España. En lo que respecta al sector servicios, dos
ocupaciones femeninas presentan unos niveles de segregación también muy superiores a
los respectivos españoles debido a que unen el tener un peso mayor en el empleo vasco
con un sesgo femenino también mayor22.
20
Algo similar le ocurre a la ocupación 42, Operadores de máquina de oficina, que es masculina en
Andalucía y femenina en España, pero su peso es muy pequeño.
21
La 75, Soldadores, chapistas, montadores de estructuras metálicas, herreros, elaboración de
herramientas y asimilados, y la 83, Operadores de máquinas fijas.
22
Es el caso de la ocupación 34, Técnicos en gestión administrativa, y de la 51, Servicios personales.
Entre ambas suman en solitario más de una cuarta parte de la diferencia con España. En conjunto
representan el 10% de ocupados en el País Vasco y generan el 13% de la segregación, mientras que en el
caso de España las cifras son respectivamente el 6,5% y el 9,4%. El porcentaje de mujeres dentro de la
ocupación es del 65% y 88% respectivamente en el caso vasco y del 58% y 81% en el español.
17
La estructura ocupacional es un aspecto que sí es más relevante en Canarias,
donde llega a explicar el 45% de su diferencia con España. Los principales ejemplos los
tenemos en las ocupaciones 91 (Empleados domésticos y de limpieza) y 96 (Peones de
la construcción) que conjuntamente son capaces de explicar más de la mitad de tal
diferencia. Son dos ocupaciones con un sesgo claro, femenino y masculino
respectivamente, pero con un mayor peso en la comunidad canaria (cerca del 12% del
empleo frente al 7% en España). En menor medida, también la estructura ocupacional es
relevante en los casos de Castilla – La Mancha y Andalucía, donde alcanza un 21%. En
Castilla – La Mancha, la ocupación 83 vuelve a jugar un papel esencial, pues casi un
tercio de la diferencia con España se debe a esta ocupación, que en este caso es
significativamente femenina con más de un 62% y tiene un peso mayor que en España.
El carácter más agrario de esta comunidad lleva a que también la ocupación 60,
Trabajadores cualificados en agricultura, tenga una responsabilidad similar por ser una
ocupación enteramente masculina (frente a un 16% de mujeres en España) y tener un
peso del 6% del empleo total, más del doble que la media española. En el caso de
Andalucía la importancia de la estructura ocupacional se debe al mayor peso de los
Empleados domésticos y de limpieza (91).
Si comparamos las comunidades con valores extremos entre sí, obtenemos
conclusiones similares (véase cuadro 5). Así, comprobamos que Aragón y el País Vasco
muestran diferencias en los niveles de segregación mayores que la Comunidad
Valenciana y Andalucía debido a una distribución por sexos menos paritaria dentro de
las ocupaciones. Algo distinto ocurre cuando comparamos Andalucía o Valencia con
Castilla - La Mancha, ya que un 38% y un 55% respectivamente de sus diferencias se
explican por tener una estructura ocupacional donde pesan más las ocupaciones con
18
mayor segregación. La estructura ocupacional es el factor que explica las diferencias de
Canarias con Valencia (en un 91%) y en menor medida con Andalucía (un 39%).
La descomposición por efectos pone también de relieve que mientras que Madrid
y Andalucía presentan niveles muy similares de segregación, esta situación esconde la
existencia de importantes efectos composición y mixto de signo contrario. Es decir, la
estructura ocupacional de Madrid genera bastante menos segregación que la de
Andalucía, pero este efecto se anula porque la participación de la mujer madrileña
dentro de las ocupaciones es menos paritaria.
Para ver en qué medida las diferencias entre comunidades están influidas o no por
el grado de feminización de la fuerza laboral se muestra en la misma figura 2 el índice
KM. Este índice reducirá, respecto del índice D, la segregación en aquellas comunidades
con tasas de feminización más bajas, especialmente Castilla - La Mancha. Por el motivo
opuesto, Galicia o Cataluña muestran mayores niveles relativos de segregación.
5. LA EVOLUCIÓN DE LA SEGREGACIÓN POR CCAA
La evolución de la segregación por CCAA se muestra en las figuras de la 3 a la
12, mientras que el cuadro 6 recoge los intervalos con un 90% de confianza. Entre 1979
y 1993 se observa un decrecimiento significativo, al menos para el índice D, de los
niveles de segregación en los casos de Andalucía, Cataluña, Madrid y Aragón. Esta
última comunidad experimenta la mayor reducción en el índice D entre 1986 y 1993,
reducción que se inicia antes en el resto de casos: en 1982 en Andalucía y Madrid y en
1983 en Cataluña. El caso de Castilla-La Mancha presenta un aumento significativo
para el conjunto del periodo sólo si empleamos el índice KM, mientras que para D
disminuye entre 1984 y 1993. El País Vasco presenta una caída hasta 1986 y una
tendencia ascendente desde entonces, con oscilaciones. En cuanto al resto, pese a que la
segregación permanece bastante estable, algunas comunidades experimentan cortos
19
periodos de crecimiento significativos: Galicia, 1988-9123, después de haber decrecido
de forma intensa en la primera mitad de los ochenta y la Comunidad Valenciana, 19859324.
Entre 1994 y 1998 la tendencia se invierte y pasa a ser en general creciente o
estable, pero únicamente en Canarias y en el País Vasco el aumento llega a ser
significativo con ambos índices, siéndolo en Madrid con el índice KM. En el caso vasco
cabe resaltar que el crecimiento se había iniciado ya a mediados de los años ochenta.
Podemos, aún así hablar de cierto fenómeno de convergencia tanto en los niveles
de feminización del mercado de trabajo como en los niveles de segregación en el caso
del índice D al haberse reducido el coeficiente de variación de los mismos desde 0,162 y
0,086 respectivamente en 1979 hasta 0,077 y 0,068 en 1998. Este fenómeno se observa
con menos intensidad en el índice KM hasta 1994 (de 0,075 a 0,062) pero se invierte
desde entonces (0,075 en 1998).
La descomposición de las variaciones en los niveles de segregación de las CCAA
(véase cuadro 7) muestran que éstas fueron debidas casi por entero al efecto
composición, esto es, a cambios dentro de las ocupaciones, con especial incidencia en el
fuerte crecimiento experimentado por el País Vasco así como también lo tuvo en su
decrecimiento inicial. Aún así hay excepciones: la de Aragón en el periodo 1979-87,
donde dominó el efecto de los cambios en la estructura ocupacional, y la de Canarias
donde dicho efecto fue responsable de casi el 50% del aumento de segregación entre
1994 y 1998. La importancia de este efecto, sin ser el elemento principal, también
destaca en los cambios en Madrid (1979-87) y en Castilla y León (1987-93).
23
Los intervalos al 95% para D (*1000) en Galicia son: (494, 538) para 1988 y (540, 580) para 1991.
24
Los intervalos al 95% para KM (*1000) en Valencia son (207, 232) para 1985 y (234, 260) para 1993.
20
5. CONCLUSIONES
En este trabajo hemos llamado la atención sobre la persistente segregación
ocupacional en España que, lejos de verse reducida con la mayor participación laboral
de la mujer, presenta una tendencia al alza desde finales de los años ochenta. Si bien al
principio dicho crecimiento se producía como consecuencia directa de los cambios
estructurales en el empleo, desde mediados de los noventa es el creciente sesgo en la
distribución por sexos dentro de cada ocupación el responsable de la mayor
segregación, de modo que la incorporación de la mujer tiende a producirse en las
ocupaciones en las que ya estaba sobrerrepresentada.
El fenómeno de segregación es mayor en el ámbito de las comunidades
autónomas que cuando nos referimos al conjunto de España, y esto es debido a los
mayores sesgos de género intraocupacionales en las comunidades, cuyas estructuras de
empleo son, en general, menos segregadoras. Se muestra en este estudio que existe un
alto grado de heterogeneidad territorial tanto en el nivel de participación de la mujer en
el mercado de trabajo como en su inserción ocupacional, destacando, por su elevado
nivel de segregación, el País Vasco. La heterogeneidad en la participación femenina
tiende a reducirse en el tiempo, y en el caso de los niveles de segregación es más claro
hasta 1994, dependiendo lo ocurrido a partir de entonces del índice empleado.
Las diferencias entre comunidades en la distribución por sexo dentro de las
ocupaciones se manifiestan en que no es extraño encontrar ocupaciones con peso
relevante donde la sobrerrepresentación es masculina o femenina dependiendo de la
comunidad autónoma que se considere, o donde el sesgo de género es más intenso que
en el resto de las comunidades. Así, se pone de manifiesto la importancia de considerar
las peculiaridades del sector primario en Galicia o en Castilla - La Mancha, del
industrial en el País Vasco o del vínculo de Canarias con la actividad turística, por citar
21
algunos ejemplos. Esto no excluye el hecho de que exista un importante sustrato común,
de las 6sesenta y cinco ocupaciones consideradas para 1998 hay cincuenta y una que
son o bien masculinas o bien femeninas en España, encontrando que trece de ellas
tienen el mismo sesgo, masculino o femenino, en todas las comunidades estudiadas sin
excepción. Sólo cuatro ocupaciones presentan un sesgo de distinta naturaleza en España
y en alguna comunidad autónoma25.
La evolución en el tiempo en los niveles de segregación nos presenta un escenario
de clara persistencia de este fenómeno, con un agravamiento significativo en los últimos
años en dos comunidades que partían ya de altos niveles como son las islas Canarias y
el País Vasco, aspecto que contrasta con los episodios de reducción en la mayoría de las
comunidades en los años ochenta o principios de los noventa. La experiencia nacional e
internacional nos indica que es posible la persistencia del fenómeno de segmentación
laboral aún en situaciones de altos niveles de participación femenina. A pesar de
haberse reducido su nivel en los últimos años, los Países Nórdicos, ejemplares en sus
esfuerzos de integración laboral de la mujer, presentan niveles de segregación muy
elevados (Véase Anker (1998), Melkas y Anker (1998)).
Los resultados aquí presentados deberían servir de reflexión a la hora de elaborar
políticas sociolaborales que busquen facilitar la incorporación laboral de la mujer
eliminando las posibles barreras que tanto por el lado de la demanda como el de la
oferta puedan subsistir en su integración en determinadas ocupaciones. El objetivo de
estas medidas debe ser, aún sin interferir en las decisiones de los trabajadores y
trabajadoras, el de ampliar el grado de libertad en sus elecciones, eliminando las
potenciales distorsiones en el mercado de trabajo. Las medidas por el lado de la
25
Las ya mencionadas 50 y 42 (masculinas en Canarias y Andalucía, respectivamente), junto con la 94 y
la 60 (femeninas en Canarias y Galicia, respectivamente).
22
demanda más directas se centran en la promoción de la participación femenina en
ocupaciones consideradas tradicionalmente como masculinas y viceversa, mediante el
desarrollo de una eficaz legislación anti-discriminatoria o los conocidos programas de
acción afirmativa con incentivos fiscales o reducciones en las cotizaciones sociales
entre otros instrumentos. Como señala Anker (1998), el habituarse a contemplar a
hombres realizando tareas tradicionalmente asignadas a mujeres o a mujeres en tareas
típicamente desempeñadas por hombres aumentan, además, el apoyo a las políticas de
igualdad de oportunidades y ayudan a cambiar los estereotipos y prejuicios tradicionales
que, por ejemplo, alejan a las mujeres de los puestos directivos.
Por el lado de la oferta, son importantes cuestiones como la flexibilización de los
horarios laborales y otras medidas de conciliación de la vida laboral y familiar y que
van más allá del propio mercado de trabajo, dada la mayor dedicación de las mujeres a
las tareas domésticas. Esta especialización, además de frenar su incorporación laboral,
condiciona sus elecciones hacia ocupaciones que penalicen en menor medida su
intermitencia laboral o que le permitan una dedicación parcial o más flexible (Jacobsen
(1998)). Tanto las mejoras en el acceso a servicios para hogares con niños o ancianos,
como el impulso de los cambios sociales que equilibren el reparto de tareas en el hogar
permiten reducir esas barreras. Todo ello, sin perder de vista la trascendencia de mejorar
el proceso formativo de las mujeres, donde se toman decisiones que posteriormente
condicionan de forma importante la elección de profesión como, por ejemplo, en lo
referido a su menor representación en las áreas científico-técnicas.
Aún teniendo en cuenta que estas políticas son similares en numerosos países, y
por ello existe espacio para desarrollar medidas de ámbito estatal, los resultados de este
trabajo sugieren que las actuaciones concretas a implementar en el ámbito laboral
23
deberán adaptarse a las peculiaridades sectoriales de cada comunidad autónoma por
existir diferencias nada despreciables en las raíces de la segmentación ocupacional.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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24
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25
Sánchez, M. (1993): “La segregación de las mujeres en el mercado de trabajo español:
1964-1988”, Hacienda Pública Española, 124, pp. 123-139.
26
ANEXO: Descomposición de los cambios en D
Sea Dt el índice de Duncan en la muestra t, donde t= 0, 1 puede referirse tanto a
un área como a un año determinado. El índice puede rescribirse como:
Dt =
qit Tit
pit Tit
1
,
−
∑
2 i ∑ qit Tit ∑ pit Tit
i
i
donde, si nos referimos a la ocupación i en la muestra t, Tit representa el número total de
empleados y empleadas, qit indica el porcentaje de mujeres empleadas y pit=1-qit el
porcentaje de hombres. De este modo la diferencia del índice para dos muestras
determinadas 0 y 1 viene dada por:
∆D = D1 − Do = ∑
i
qi1Ti1
pi1Ti1
q T
pi 0Ti 0
−
− ∑ i0 i0 −
.
∑ qi1Ti1 ∑ pi1Ti1 i ∑ qi 0Ti 0 ∑ pi 0Ti 0
i
i
i
i
El efecto mixto de pasar de la muestra 0 a la 1 se obtiene si mantenemos constantes las
proporciones (qi0 y pi0) y sólo cambiamos la distribución de los Ti:
⎧
q T
pi 0Ti1
q T
pi 0Ti 0
1⎪
− ∑ i0 i0 −
M 1 = ⎨∑ i 0 i1 −
2 ⎪ i ∑ qi 0Ti1 ∑ pi 0Ti1
i ∑ q i 0 Ti 0
∑i pi 0Ti 0
i
i
i
⎩
⎫
⎪
⎬.
⎪
⎭
Por el contrario, obtendríamos el correspondiente efecto composición cuando
comparamos la distribución en 0 con la que obtendríamos en 1 si mantenemos fija la
estructura ocupacional y modificamos las proporciones por sexos dentro de cada
ocupación:
⎧
q T
pi1Ti 0
q T
pi 0Ti 0
1⎪
− ∑ i0 i0 −
C1 = ⎨∑ i1 i 0 −
2 ⎪ i ∑ q i1Ti 0 ∑ pi1Ti 0
i ∑ q i 0 Ti 0
∑i pi 0Ti 0
i
i
i
⎩
⎫
⎪
⎬.
⎪
⎭
Podemos rescribir ambos efectos como funciones de los pesos y la estructura
ocupacional:
27
M 1 = f (qi 0 , Ti1 ) − f (qi 0 , Ti 0 ); C1 = f (qi1 , Ti 0 ) − f (qi 0 , Ti 0 ) .
Del mismo modo, podemos definir los mismos efectos cuando en lugar de pasar
de 0 a 1 lo hacemos de 1 a 0, lo que da lugar al conocido problema de los números
índice, ya que los resultados serán distintos:
M 2 = f (qi1 , Ti 0 ) − f (qi1 , Ti1 ); C 2 = f (qi 0 , Ti1 ) − f (qi1 , Ti1 ) .
La descomposición de ∆D sería:
∆D = M 1 + C1 + R1 = M 2 + C 2 + R 2 ,
según qué distribución se tome de referencia y no evita la aparición de un término de
interacción (R1 o R2). Para obtener una descomposición única y sin efecto interacción,
Flückiger y Silber (1999) proponen una alternativa al mostrar que:
∆D = M + C ; M =
1
[M 1 + M 2], C = 1 [C1 + C 2],
2
2
donde M y C son los efectos mixto y composición respectivamente, y se obtienen como
la media de los respectivos efectos mencionados anteriormente. Esta última solución es
la aplicada en nuestro estudio.
28
Figura 1. Evolución de la segregación ocupacional en España, 1977-98
Fuente: Elaboración propia a partir de la EPA-2º trimestre (CNO-79 y CNO-94)
0,6
0,55
0,5
0,45
0,4
0,35
0,3
0,25
0,2
1977
1979
1981
1983
1985
D
1987
1989
KM
1991
1993
1995
1997
a
29
Figura 2. Segregación por CCAA (1998): diferencia porcentual respecto a
España
Fuente: Elaboración propia en base a EPA, CNO-94
30
25
20
15
%
10
5
0
Andalucia
Aragón
Canarias
Castilla L.
Castilla L. M.
Cataluña
Com. Valenc
Galicia
Madrid
-5
KM
D
30
País Vasco
D
1998
1996
1994
1991
1993
KM
31
1998
1996
1994
1993
1998
1996
1994
1993
1991
1989
1987
0,15
1985
0,2
1983
0,2
0,15
1981
0,3
0,25
1979
0,3
0,25
1991
0,4
0,35
1989
0,4
0,35
1987
0,45
1985
0,5
0,45
1983
0,55
0,5
1981
0,6
0,55
1979
0,65
0,6
1977
KM
Fugura6. Evolución de la segregación ocupacional en
Castilla y León, 1977-98.
0,65
KM
1989
D
Figura5. Evolución de la segregación ocupacional en
Canarias, 1977-98.
D
1987
1977
KM
1977
D
1985
0,15
1983
0,15
1998
0,25
1996
0,25
1994
0,35
1993
0,35
1991
0,45
1989
0,45
1987
0,55
1985
0,55
1983
0,65
1981
0,65
1979
0,75
1977
0,75
1981
Figura4. Evolución de la segregación ocupacional en
Andalucía, 1977-98.
1979
FIgura3. Evolución de la segregación ocupacional en
Aragón,1977-98
Figura11. Evolución de la segregación ocupacional en
Madrid, 1977-98.
Figura12. Evolución de la segregación ocupacional en el
País Vasco, 1977-98.
0,75
0,75
0,65
0,65
0,55
0,55
0,45
0,45
0,35
0,35
0,25
0,25
KM
D
KM
32
1998
1996
1994
1993
1991
1989
1987
1985
1983
1981
1979
1998
1996
1994
1993
1991
1989
1985
1983
1981
1979
1977
1987
D
1977
0,15
0,15
Figura7. Evolución de la segregación ocupacional en
Castilla- La Mancha, 1977-98.
Figura8. Evolución de la segregación ocupacional en
Cataluña, 1977-98.
0,75
0,65
0,6
0,65
0,55
0,5
0,55
0,45
0,45
0,4
0,35
0,35
0,3
0,25
0,25
0,2
D
D
KM
Figura9. Evolución de la segregación ocupacional en
Comunidad Valenciana, 1977-98.
1998
1996
1994
1993
1991
1989
1987
1985
1983
1981
1979
1998
1996
1994
1993
1991
1989
1987
1985
1983
1981
1979
1977
0,15
1977
0,15
KM
Figura10. Evolución de la segregación ocupacional en
Galicia, 1977-98.
0,65
0,6
0,6
0,55
0,55
0,5
0,5
0,45
0,45
0,4
0,4
D
KM
D
KM
33
1998
1996
1994
1993
1991
1989
1987
1985
1983
1981
1979
1998
1996
1994
1993
1991
1989
0,15
1987
0,15
1985
0,2
1983
0,2
1981
0,25
1979
0,3
0,25
1977
0,3
1977
0,35
0,35

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