somos el milagro del fútbol mundial

Transcripción

somos el milagro del fútbol mundial
Brian Lozano
Un pequeño gran
jugador con alma
de potrero
Rusia 2018
El que quiere
celeste que
le cueste
José Urruzmendi
La noche en que
Grondona selló la
suerte de Nacional
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
setiembre/octubre 2015_edición_06 - issn 2393-5995
PAOLO MONTERO
somos el milagro
del fútbol mundial
1
SÍ, LA VERDAD QUE SÍ
El fantasma de la hondura
Fue James Cameron y su obsesión por
filmar las profundidades del océano quien
terminó descubriendo el continente perdido
de la Atlántida, a medio camino entre la
Isla de Pascua y las costas de Chile. No
había sufrido cataclismo alguno, sino que
sus pobladores –que aún vivían y coleaban–
habían decidido mudarse al fondo del mar
con territorio y todo.
Los primeros meses fueron de
novelería, turismo e intercambio de
sabiduría científica. Algunas enfermedades
raras tuvieron su cura mientras que ellos
aprendieron lo que era un smartphone.
Luego unos se fueron acostumbrando a los
otros y se empezó a hablar de temas más
importantes, como el fútbol.
Por su ubicación, Atlántida pasó a
formar parte de la Conmebol. Como las
eliminatorias para el Mundial ya habían
comenzado, debió esperar a las siguientes,
pero dejaron que uno de sus clubes jugara
la edición de la Copa Libertadores de
América.
La civilización atlante practicaba
deportes muy extraños, que incluían a
la fauna marina, pero tan pronto como
hicieron rodar una pelota de cuero por
el lecho marino se hicieron fanáticos del
balompié.
El Acuapacho Sport Club clasificó
trabajosamente a octavos de final y el fixture
determinó que se cruzara con Defensor
Sporting de Uruguay. El partido de ida
se jugó en tierras orientales y los atlantes
demostraron ser malísimos, horribles a
la hora de jugar al fútbol. De la mano de
Nicolás Olivera, los violetas se impusieron
por 8-0 y viajaron a la Atlántida con la
tranquilidad de una buena diferencia de
goles.
Un detalle importante de esta historia
fue lo ocurrido en los despachos de la
Conmebol algunas semanas antes de
iniciarse la competencia. Bolsos repletos
de perlas del tamaño de un puño fueron
determinantes para que el Acuapacho
ejerciera su localía en el recién inaugurado
Arena Arena, a 3.500 metros debajo del
nivel del mar.
Los atlantes se sentían cómodos jugando
en ese estadio, mientras que sus rivales,
carentes de pequeñas branquias a los costados
del cuello, tenían problemas para respirar
debajo del agua. La única forma de conseguir
oxígeno era mediante tanques que debían
colocarse en el banco de suplentes, por lo
que los jugadores visitantes entraban y salían
del campo de juego a cada minuto para no
morir asfixiados. Los locales aprovechaban
el desconcierto para atacar sin piedad el arco
de los habitantes de la superficie, que eran
amonestados por hacer tiempo.
El resultado final fue 7-0 a favor
del Acuapacho, clasificando Defensor
Sporting a los cuartos de final. Allí no pudo
contar con ocho de sus jugadores, tres por
acumulación de tarjetas amarillas y cinco
por fallecimiento. Antes del partido de ida se
realizó un minuto de aplausos.
_Ignacio Alcuri
túnel SET- OCT 2015
Un poco deprimido
2
A veces, muy de vez en cuando, me pongo
a pensar. Esta vez lo que me hizo practicar
este inusual ejercicio en mí fue sentarme a
ver, en un mismo día, el partido de Forlán
contra Wanderers y, por si eso fuera poco,
paparme de noche el sorteo del campeonato
uruguayo por la misma señal televisiva que
lo transmite hasta los domingos de mañana.
Creo que debemos ser el único país
del mundo y la galaxia que tiene partidos
profesionales un domingo de mañana. Lo
cierto es que luego de pensar y pensar, me
hice esta pregunta: ¿seré yo o todo esto es
deprimente? Espero que sea sólo yo.
Pero es que todo, absolutamente
todo, parece conducirme a esa lamentable
deducción: nuestro fútbol es espantoso.
¿Será la lluvia que me hace estar así?
¡Pero es que es todo!
El campeonato empieza a mediados
de agosto y hasta el último día los equipos
no saben si se presentarán porque no tienen
la plata para pagar las deudas. Los equipos
chicos no tienen las canchas en condiciones
ni una infraestructura adecuada. No
pueden jugar de locales, no tienen plata,
no tienen nada. Los grandes pagan miles y
miles de dólares a más de treinta jugadores
por plantel y luego les ganan a estos
chicos sufriendo hasta el final, o empatan,
o pierden. Juegan internacionalmente
sabiendo que no van a ganar nada. Quedan
afuera contra equipos que conocemos
por primera vez en esta deprimente copa
internacional que se juega el segundo
semestre del año.
Los clásicos están llenos de idiotas
que no dejan que los partidos terminen.
Los periodistas no paran de hablar y hablar
y hablar… de lo mismo y lo mismo y lo
mismo… y son siempre los mismos, los
mismos, los mismos… En radio, tele,
diarios o donde sea que haya un sueldo para
cobrar.
Acabo de ver el precio de las entradas
para ir al estadio este fin de semana (Cerro
vs. Peñarol) y son más caras que ir a ver el
ballet de Julio Bocca.
Realmente me estoy deprimiendo cada
vez más, che. ¡Paren un poco!
Haré una pregunta filosófica: ¿Por
qué nos gusta tanto el fútbol? No sé, pero
¡cómo lo extrañé estos dos meses que no lo
tuvimos!
_Daniel Baldi
FÚTBOL Y TENDENCIAS
No aguantás Nara
La barra brava de Peñarol no se dio cuenta
de lo que estaba sucediendo hasta que fue
demasiado tarde. Un domingo cualquiera,
un olor dulzón se propagó como siempre por
las gradas de la Ámsterdam, pero al llegar a
las pituitarias del núcleo duro de la hinchada
produjo un fruncimiento generalizado: era
el aroma inconfundible de varios cupcakes
recién horneados, en lugar del eterno olor a
porro adherido al cemento centenario. Diego
Forlán había llegado al fútbol uruguayo y,
con él, arribaba un profundo cambio cultural
que se iría inoculando lentamente como un
virus en la psique de la hinchada, que vio
sacudidas todas sus pautas de conducta al
enfrentarse a un ídolo que sabía articular
frases en las entrevistas, dominaba varios
idiomas, leía a Andrés Oppenheimer y Paulo
Coelho, y prefería el campo de hoyos de golf
al de Azabache.
El olor a cupcakes y torta de almendras
en la Ámsterdam fue sólo el comienzo de
un cambio gradual. Los hinchas notaron
que entre las bolsas de papel picado para
la salida del equipo comenzó a colarse
cotillón del casamiento de Paz Cardoso, que
el jugolín cortado con vino que circulaba
siempre (se le agregaba vino para que
hiciera menos mal) era paulatinamente
sustituido por Chardonnay, que ex
compañeras de Paz del British aparecían
en las cabeceras para entonar cánticos
de aliento para el delantero. El fútbol
champagne se fue comiendo a la barra de a
poco y por dentro, hasta que entre los gritos
de guerra usuales comenzaron a colarse
otros cantos de hinchada.
“Yo paro en una banda, que es la que sigue
al glorioso,
con la Lacoste bien puesta, con los cupcakes
de Cardoso
para hacer bien un muffin, hay que ponerle
huevo, huevo.
No como el bolso amargo, que es sólo
pastelero”.
La hinchada quiso reaccionar a tiempo,
pero en unas pocas semanas los círculos
sociales más influyentes del país se habían
adueñado del fútbol local e implantado sus
propios códigos de conducta. Desplazados
por el irresistible deslumbramiento ante
la pareja más glamorosa del país, los
barrabravas se vieron obligados a buscar
identidad en otros deportes, como el polo
o el hockey sobre césped, que se volvieron
disciplinas auténticamente populares. En el
Centenario se había instalado otro tipo de
violencia en los cantos.
“Todos los momentos que viví
los club de golf a los que te seguí
desde aquellos días en que todo lo que
hacías
era prender la computadora a O’Neill.
Zaira es una yira, Paz es huevo y amor.
Bucay lo leen las gallinas, y Coelho es de
Peñarol”.
Al final, los hinchas sólo admitieron la
transformación el día que quisieron adquirir
entradas para un partido y descubrieron que
estaban impresas en papel satinado, con la
siguiente leyenda en cursiva:
“Diego Forlán Corazzo y Paz Cardoso
Mattos participan a usted del encuentro
entre Peñarol y Villa Teresa y le invitan a
acompañarlo en la ceremonia que se celebrará
en el estadio Centenario. Se solicita no llevar
celulares. No estará permitido sacar fotos”.
_Martín Otheguy
Dónde se consigue o lee la revista Túnel
Gol al futuro Estadio Centenario, Sala Franzini Museo del Fútbol Estadio Centenario Socio Espectacular 18 de
Julio 1618 y Carlos Roxlo Gussi Libros Yaro 1119 y Durazno Libros de la Arena Benito Blanco 962 y Avenida Brasil El
Yelmo de Mambrino Gutiérrez Ruiz 1156 y Maldonado Librería Las Hortensias Chucarro y Massini Libros Libros Br.
Artigas 1825, Tres Cruces Librería Papacito 18 de Julio 1409 frente a la Intendencia Librería Papacito 18 de Julio
888 y Convención Librería La Lupa Bacacay y Buenos Aires Librería El Narrador Gabriel Pereira 3036 bis y Libertad
Librería Lautréamont Maldonado y Pablo de María Pocitos Libros Avenida Brasil 2561 Librería Luzgala Avenida
Lezica, Colón Librería Purpúrea Plaza del Entrevero, 18 de Julio y J. Herrera y Obes Librería Abrazo Gral. Flores
272 local 2, Colonia del Sacramento Librería Babilonia Tristán Narvaja 1591/1601 y Mercedes Nueva Galería Libros
Tristán Narvaja 1536 y Colonia Byblosur Libros Magallanes 922 Librería El Nacional Hall de la Biblioteca Nacional,
18 de Julio y Emilio Frugoni Librería Martín Fierro Atlántida. Librería Ganesha Ciudad de Canelones Pompona
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García Ramón Bergalli 485 A.4 Maldonado Biblioteca Club Banco Hipotecario, Colonia 2189 y Alejandro Beisso
AEBU Camacuá 575 y Reconquista Restorán y Parrillada Lo de Silverio Rossell y Rius 1651 y 4 de Julio Cerveza
Mastra Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Palacio del Café Mercado Agrícola, Martín García y José L.
Terra Bar Andorra Canelones 1302 y Aquiles Lanza Casa de comidas Ginebra Piedras 511, Ciudad Vieja Silex Ciudad
Vieja, Buenos Aires e Ituzaingó Bar de Vida Agraciada 3889/97 y Ángel Salvo, Paso Molino Bar Palacio Garibaldi
y Tuyutí Rotisería 2 Acordes Giannattasio y Becú, Lagomar Restorán El Figón, La Floresta Pizzería y Parrilla El
Luichi, Gaboto 1300 y Charrúa Cafetería del Teatro Politeama Tomás Berreta 310, Ciudad de Canelones Bar Las
Flores Bulevar España 2051 y Blanes Club Tito Borja Cerro Club Esparta Colonia Valdense AlPecho Remeras y
Margass Galería del Virrey, 18 de Julio y Quijano Peluquería Mauro, Francisco Canaro y Mario Cassinoni Centenario
Fútbol 5 Luis Alberto de Herrera y 8 de Octubre, La Blanqueda Paquín Bulevar España y Benito Blanco Quiosco
Galicia 1146 esquina Ejido Estación Petrobras Ellauri y Gabriel Pereira
Se distribuye además a los integrantes de los cuerpos técnicos de los clubes afiliados a la AUF, al cuerpo técnico
de la selección nacional en todas sus categorías, a los docentes de los cursos de entrenadores del ISEF y de la ACJ,
y en la Tecnicatura de Gestión en Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH.
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
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Permiso del MEC en trámite
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Dirección responsable: Diego Graziosi
Coordinación general: Pedro Cribari
Edición: Marcel Lhermitte
Escriben: Ignacio Alcuri, Juan Aldecoa, Cecilia
Álvarez, Daniel Baldi, Mauricio Bruno, Marcelo
Fernández Pavlovich, Agustín Lucas, Martín
Otheguy, Patricia Pujol
Fotografía: Andrés Cribari, Rodrigo López,
Leonidas Martínez
Diseño: Andrés Cribari, Rodrigo López
Corrección: Stella Forner
Sitio web: Pablo Scartaccini
Se utilizaron las tipografías Chau Trouville,
de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín
Sommaruga; y Adobe Garamond Pro
Foto de tapa: Rodrigo López
Contacto: [email protected]
Impreso en Mastergraf
3
Foto: Rodrigo López
PAOLO MONTERO: FRONTAL EN SUS DICHOS COMO EN EL JUEGO
Vivimos la era del humo
túnel SET- OCT 2015
Ahora como entrenador tiene la misma convicción y frontalidad que en su época de futbolista. Paolo
Montero es de opiniones directas, elude los eufemismos para interpretar la realidad de nuestro fútbol,
para identificar sus puntos fuertes y los débiles, lo que nos sobra y lo que nos falta, con el valor
agregado de su extensa trayectoria como protagonista en la Juventus de Italia, uno de los clubes más
fuertes del mundo.
4
Veintidós años después de tu llegada al
fútbol europeo, ¿la diferencia que existía
entre el norte y el sur, y particularmente
con el del Río de la Plata, se agrandó o se
redujo? Y si se agrandó, ¿cómo se puede
hacer a nivel de clubes y de selecciones
para emparejar las posibilidades?
Yo lo llevo al presupuesto, porque la gran
diferencia con mi época, a pesar de que no
pasó mucho tiempo, es que ha evolucionado
mucho la preparación del futbolista. En
mi época había un solo profesor, y hoy es
otra realidad. Por ejemplo, hace poco fui
a ver un entrenamiento de la Juventus en
la pretemporada y tenían ocho o nueve
profes. En la actualidad el trabajo está tan
individualizado que en broma decimos: te
sacan un pelo, lo mandan al laboratorio y te
dicen lo que tenés que tomar, lo que tenés
que hacer y por eso la gran diferencia son
los recursos. Como decimos con Gustavo
Méndez –la idea es de él y se la robé–:
“Todos los de la generación de Colombia
están triunfando, pero ¿a qué edad se
fueron? El uruguayo que triunfó, ¿a qué edad
se fue? No se queda con el vicio nuestro:
el asadito, la cazuela, los fines de semana,
etcétera. El sudamericano tiene vicios, el
europeo no. Distinto es cuando te vas con 19
años como yo, Cavani, Suárez, Francescoli,
Ruben Sosa, etcétera. Si uno analiza la edad
de los jugadores, la gran diferencia es cómo
se vive a nivel social; el europeo es totalmente
opuesto a nosotros. Es un tema cultural.
Regresé a Uruguay en 2007 y si no hago un
asado los fines de semana, no vivo. Allá no
funciona así. La costumbre es ir a comer a un
restorán.
¿Se trata sólo de una cuestión de recursos
o también de una metodología distinta de
trabajo?
No. Lo que pasa es que los recursos hacen
la diferencia. Porque vos trabajás lo que te
falta, tomás la vitamina que te falta. Por
ejemplo, a mí los estudios me daban que
necesitaba hacer mucho gimnasio, como
yo no era potente me faltaba dormir en el
gimnasio. Había compañeros que yo casi
no veía algunos días, porque hacíamos
entrenamiento diferenciado en distintos
horarios. Entonces, ¿cómo no vas a crecer?
“Nos llenamos la boca
¿Que se vayan tan jóvenes facilita que se
terminen de formar en Europa?
Claro. Incide completamente, porque,
por ejemplo, aprendés a comer. Porque no
es que acá te falte, sino que, como tenés
padres que laburan todo el día, ¿qué es lo
más fácil? Hacerte un pancho, comerte
una hamburguesa de MacDonald’s. En
Europa aprendí a comer. Acá, si encima
venís de familia carenciada, tu madre te
hace un guiso para dos días, porque es lo
que hay. Tampoco te podés meter tanto
en la alimentación, a pesar de que es una
mentira, porque lo más barato que hay es
comprarte un paquete de fideos o de arroz,
o dos pollos y los congelás. Lo que pasa
es que la realidad laboral condiciona a los
padres y hacen lo más fácil y rápido. Los
que dicen acá que la dieta del deportista
es cara, es mentira. Lo aprendí en el curso
acá, en Montevideo. ¿Cuánto puede salir un
paquete de fideos? Lo que pasa es que no
sabemos comer.
Aprendí a comer, aprendí a entrenarme,
pese a que siempre me gustó entrenarme
bien; nunca me pesó. Problemas de
comportamiento no, porque los uruguayos
somos bien educados y nos quieren por eso.
Me fui con colesterol con 19 años. Todos
los uruguayos tenemos colesterol alto.
El uruguayo comete el error de que muchos
se van solos. Por ejemplo, yo estoy acá
ahora comiendo un asado con ustedes,
me llama el representante, me fui mañana
para Italia y a los dos minutos te encontrás
completamente solo en otro ambiente,
otro medio, otro idioma. Llegué y dije en
el Atalanta que quería una profesora. Al
menos enseñame la jerga.
de esos jugadores se
¿Fuiste con tu madre, con alguien de la
familia?
Con todos, hasta el perro me llevé.
con el campeonato del
cincuenta, pero muchos
murieron de hambre. En
Europa eso no pasa. Si vos
le diste algo al equipo o
al país, olvidate. No sólo
se encarga el Estado,
también los clubes”.
¿Desde el primer día?
No, porque me fui a la pretemporada, pero
cuando terminó, yo ya tenía casa y estaba la
familia instalada: mi madre, mi padre, mis
hermanos, mi tío y el perro. Entonces, para
mí fue más llevadero.
Además estabas en una ciudad en la que
no había muchos uruguayos.
Nadie. Mi viejo [Julio Montero Castillo]
se hizo amigo de un carnicero, le enseñó
cómo cortar la carne para el asado y después
de los partidos comíamos asado. Entonces,
para mí los primeros años se hicieron más
llevaderos.
Pero, ¿qué pasa con muchos jugadores
uruguayos? Cometen el error de casarse
cuando se van con diecinueve o veinte años.
Hice casi toda mi carrera soltero, entonces
no tenía preocupaciones de ningún tipo.
Porque cuando te vas –aparte de por la
gloria, que te querés medir con los mejores–
también te vas por lo económico. Yo no
quería distracciones y la mujer te distrae.
El entorno te decía que para ordenarte
tenías que casarte.
Sí, pero para mí es mentira. El
ordenamiento ya lo tenés que tener acá,
para vos mismo. Cómo me voy a casar, si
con 19 años no viví nada. Tenés que ligar
también con la mujer.
Me casé en 2002 con una uruguaya y, en un
momento, jugando todos los miércoles y los
domingos, yo hacía los cálculos y estaba tres
días en casa. Entonces, cuando me fui solo
busqué pensar exclusivamente en el fútbol,
no quise ninguna distracción. Lo mío era el
fútbol, la gloria, triunfar y nada más.
En el resto del mundo se juegan más
partidos que acá, ¿cómo incide eso?
Te da categoría, más rodaje. Por ejemplo,
tengo mi amigo y compadre, el yerno del
flaco [Atilio] Ancheta, que se crió conmigo.
El hijo juega en el Gremio. ¿Sabés cuántos
partidos juega en las juveniles del Gremio
con 17 años? Setenta al año. Acá menos
de la mitad. Yo dirigiendo la tercera de
Peñarol, caían dos gotas y llegábamos
a estar un mes y medio sin jugar. A esa
edad vos tenés que jugar, para aprender,
para equivocarte, ganar en experiencia y
crecer. Entonces ves jugar a los brasileros y
vos decís ¿por qué tienen tanta jerarquía?
Y, entre otras cosas, porque tienen 400
partidos encima. Aparte en Brasil, por
lo único que se para el fútbol es por las
telenovelas, porque aun con el Mundial
o la Copa América se siguió jugando. En
Europa también, la gran diferencia es que
el fútbol no se para por nada: ni lluvia, ni
terremoto, ni pingüinos, ni nada.
Al jugador uruguayo le cuesta la
doble competencia, porque no está
acostumbrado.
Hoy es así, porque en mí época no te
suspendían un partido porque cayeran dos
gotas. Antiguamente, desde la época de mi
viejo se jugaban setenta partidos por año.
Y ahora en las juveniles se juegan treinta
como mucho.
Hoy jugás treinta partidos y les dan cuatro
meses de vacaciones. Es una locura. Eso
hace la diferencia. Acá no tenés el frío de
5
que en mi época no existieran los celulares.
Sos vos el que te tenés que adaptar. ¿Qué
culpa tienen ellos que tienen todo hoy?
¿Cómo hacés para envolverlos esa hora y
media que vos los tenés?
túnel SET- OCT 2015
“Somos el milagro del fútbol mundial. Porque acá al jugador de fútbol se le brinda poco, y siguen saliendo; tienen
muchas carencias, y siguen saliendo”. (Foto: RL)
6
Rusia, donde tenés que parar sí o sí porque
no se puede jugar. Es nuestra idiosincrasia.
Vos te parás en una esquina de Buenos
Aires y hasta las mujeres te pechan, porque
está todo el mundo apurado. Acá, en plena
Ciudad Vieja, que está todo el mundo
trabajando, van caminando despacio, con el
termo y el mate. Eso lo trasladás al fútbol y
ellos juegan como son en la vida. Vos venís
de afuera, que estuviste activo y planteás
una idea nueva y te dicen “tranquilo,
tomate un mate y después vemos”. No es
así. Después vienen los equipos de afuera y
te comen.
“¿Y cómo puede ser que
A Europa fueron jugadores uruguayos de
muy distintas características, de distintas
funciones, de distintos estilos de juego.
¿Qué buscan y qué encuentran los clubes
europeos en los futbolistas uruguayos?
Lo que más buscan es la personalidad, y
después saben que van a dejar todo. Esa
es la característica del jugador uruguayo.
Además, todos nosotros, incluso las nuevas
generaciones, tenemos que agradecerle a
Ruben Sosa, a Francescoli, al Pato Aguilera,
a toda esa generación del noventa, que
se fue a Italia después del mundial y que
triunfó. Ellos nos abrieron puertas. Lo
mismo que ahora Suárez, Cavani, etcétera.
Toda esta generación está abriendo puertas
a otros.
Además la característica por la cual todos
nos quieren es que el uruguayo no es
traidor, va de frente. Esa es la característica
que buscan. Primero tenés que ser buen
jugador, pero además en Europa te analizan
hasta tu familia para llevarte. Si sos un
jugador complicado, no te quieren. Yo
tampoco, como técnico, quiero jugadores
complicados, porque te puede pudrir el
plantel. Prefiero uno que juegue menos,
pero que sea buen compañero, que sepa
manejar el grupo.
tiene que tener el ojo para
haya equipos que no
tengan lugar físico para
los juveniles? Porque ya
ni te hablo de primera,
porque todo viene de
abajo. Lo importante no
es el técnico de la tercera,
sino el de séptima, que
decir ‘este puede llegar’.
Ahí hay que apuntar.
Entonces veo que el fútbol
uruguayo va mejorando,
pero muy lentamente”.
¿Qué técnicos te marcaron?
Siempre digo lo mismo. Todo el mundo
me pregunta por Menotti, por Lippi, tuve
a Angelotti, a Capello, pero no me puedo
olvidar de los juveniles, porque me dieron
la formación. Allí tuve al Lito Luzardo, a
Pepe Cruz, tuve seis meses a Ramón Silva, a
Juan Duarte, a Quique Barrera, que murió.
Tuve suerte, soy un convencido de que
ellos en esa época eran docentes como de
escuela. Subí a la 1ª de Peñarol con 18 años
y estaba formado, tenía fundamentos, sabía
jugar en varios sistemas. Hoy escuchás a los
periodistas y te dicen que a los jugadores
les faltan fundamentos, que les falta esto
o lo otro. Es real que las generaciones
cambiaron, pero ellos no tienen la culpa de
¿Puede ser que en tu generación los
fundamentos se tuvieran porque se
jugaba más a la pelota?
Seguro. Por ejemplo, jugábamos en
Trouville, donde estaba lleno de matorrales,
allá abajo. Donde están los marineros. Eso
te enseñaba, porque tenía la pelota y me
venía a marcar él, y lo tenía que driblear
a él, pero también al matorral. Jugabas en
el árbol. O tirás una pared con la misma
pared o con el cordón, para driblear. Eso
te va marcando. Y además jugábamos con
gente grande; yo, con quince años, jugaba
con gente de treinta.
¿Tuviste una ventaja comparativa
por venir de un hogar futbolístico
importante?
Sí, tuve un plus que otros no tienen.
Porque de mi viejo sé vida y obra hasta el
último detalle, y eso te enseña. Por decirte
lo que se vive, tengo una hija de un año
y ya patea la pelota. Tengo dos varones,
además, y mi padre está todos los días
en mi casa. Mis hijos tenían tres años y
estaban mirando fútbol con mi padre. Mi
viejo, que habla y habla, les va explicando
jugadas, le preguntan, entonces tienen ese
plus.
No viste a tu viejo jugar.
No, por desgracia.
Cómo estás viendo el fútbol uruguayo a
todos los niveles: formativas, selección,
clubes…? ¿Tenés buenas sensaciones con
el fútbol uruguayo?
Yo acá en la época en que estaba jugando
criticaba mucho en cuanto a las cosas que
se podían mejorar. Creo que se puede
mejorar mucho a nivel de infraestructura,
que es lo más importante. A nivel
deportivo, es como le digo a los italianos,
somos el milagro del fútbol mundial.
Porque acá al jugador de fútbol se le brinda
poco, y siguen saliendo; tienen muchas
carencias, y siguen saliendo. Va más allá
de lo deportivo. Creo que Uruguay en
los últimos treinta años vendió más que
Argentina y Brasil. ¿Y cómo puede ser
que haya equipos que no tengan lugar
físico para los juveniles? Porque ya ni te
hablo de primera, porque todo viene de
abajo. Lo importante no es el técnico de la
tercera, sino el de séptima, que tiene que
tener el ojo para decir “este puede llegar”.
Ahí hay que apuntar. Entonces veo que el
fútbol uruguayo va mejorando, pero muy
lentamente.
Hay gente que se entrena en los canteros
de las avenidas. ¡Con todo lo que se vendió
en este país! ¿De qué me estás hablando?
Cuando estuve en la selección siempre
critiqué todo eso. Si no teniendo nada,
salen. Imaginate que el Maestro Tabárez
organizó un poco la selección y todo lo que
logró. Imaginátelo totalmente organizado.
Obvio que no vas a tener el presupuesto
de Argentina o Brasil, porque somos tres
millones. No hay mercado acá para que
vengan las grandes marcas. Pero andá
acercándote de a poco. Vos tenés la materia
prima, entonces, ¿por qué no invertís?
Mirá como está Pichincha, mirá cómo está
Nacional. Yo se lo decía a los dirigentes de
Peñarol, y es normal que después te ganan
en todas las juveniles. Recién ahora está
mejorando Peñarol, pero llegó un momento
que no ganaban un clásico.
Incluso Nacional tiene una cancha de
césped sintético para entrenar todo el
año.
Esa es el arma más grande que tiene que
mejorar el fútbol uruguayo: tener un lugar
físico. En tercera, por ejemplo, empezamos
la pretemporada y el profe venía con la
idea de hacer un trabajo físico y yo le
decía: “Profe, averiguá si comieron, no sea
cosa que le hagas un trabajo fuerte, los das
vuelta, los matamos y nos tenemos que
morir”. Entonces tenés que tener un lugar
físico para hacer por lo menos el desayuno
y una comida, que al menos al irse a la casa
hayan tenido una comida. Por eso al técnico
y al profe del fútbol uruguayo a nivel
juvenil les doy para adelante como loco. Es
milagroso lo que hacen.
¿En Europa los distintos profesores
atacan diferentes problemas de
entrenamiento?
Claro, hay profes para los lesionados, uno
para la evaluación. Manda uno y tiene
colaboradores.
¿Y en los cuerpos técnicos de
entrenadores?
Hay varios, se ha agrandado mucho. Como
en el mundial, que quedé duro: Van Gaal
en Holanda y Peckerman en Colombia
llevaron 22 personas en su cuerpo técnico.
Hay una frase de Del Bosque que es verdad:
“Ocho ojos ven mejor que dos”. Lo que
pasa es que acá vos decís que trabajás con
ocho personas y el presidente del club se
muere, ¿y el presupuesto quién lo paga? Por
eso a nivel mundial se trabaja así: arreglás
un contrato y después lo dividís como
querés.
Tenemos que mejorar eso a nivel juvenil.
Si con tan poco logramos tanto… Nos
llenamos la boca con el campeonato del
cincuenta, pero muchos de esos jugadores
se murieron de hambre. En Europa eso
no pasa. Si vos le diste algo al equipo o al
país, olvidate. No sólo se encarga el Estado,
también los clubes.
“Cuando me fui solo busqué pensar exclusivamente en el fútbol, no quise ninguna distracción. Lo mío era el fútbol, la
gloria, triunfar y nada más”. (Foto: RL)
¿Vas a ver fútbol? ¿Hay cosas nuevas?
No, cosas nuevas es difícil, pero creo que
se puede mejorar. Por ejemplo, podés ir a
ver buen fútbol a la cancha de Liverpool,
Defensor, al Estadio, Danubio, la cancha de
River, alguna otra, y después, ¿dónde podés
hacer buen fútbol? Todo el mundo dice:
“Hay que jugar de primera”. ¿Cómo de
primera? Y por eso el fútbol se enlentece y
te acostumbrás a eso. Donde entrenábamos
en Peñarol, la cancha es un desastre, y te
vas acostumbrando a jugar de esa manera:
a pararla y pasarla permanentemente, te
automatizás. ¿Qué decían del Tato López?
Que tenía la llave del club Bohemios y, ¿qué
hacía? Dos mil tiros por día. Movimiento,
espejo… En el fútbol lo mismo: imaginate
estar entrenando todos los días así. Me pica
acá, tengo que ir a buscarla allá.
Muchos técnicos dicen “para mejorar,
repetición”. Esto es lo mismo: yo estoy
repitiendo este movimiento: tac, tac y no
como en Brasil o Argentina o en Europa:
tac, que las canchas están divinas.
¿Qué hay de cierto en el dicho de que los
italianos son los uruguayos de Europa?
Por la manera de defender, por el famoso
catenaccio. Comparto esa opinión. Creo que
es más difícil jugar acá en Uruguay que en
Argentina. Allí tenés más espacios. Desde
afuera el fútbol uruguayo te parece fácil,
pero jugarlo es como en Italia: es mañoso,
se trabaja mucho tácticamente; para mí el
entrenador uruguayo es muy bueno, está
muy preparado, pero creo que es totalmente
parecido. Por algo en la historia se han
llevado muchos zagueros uruguayos.
Y también ellos han ganado muchos
títulos sin ser favoritos. Otra similitud
con el fútbol uruguayo.
Pero la camiseta de ellos pesa mucho en
Europa. Son Alemania, Italia y Brasil. No
existe un mundial sin ellos. Como Peñarol
y Nacional.
¿Qué opinás de la reacción de Zidane?
Estuve con él porque vino a Punta del Este
y a La Pedrera justo seis meses después
del mundial, pero no le pregunté. Pero no
puedo opinar de nadie, con todas las cosas
que hice.
¿Vos bancabas cosas dentro de la cancha?
No, porque yo no era de hablar y nunca me
metía en situaciones para que hablaran de
mi familia. Cuando empecé en tercera, te
metés en YouTube y ya los pibitos sabían
que yo tenía el récord de expulsiones. Y yo
les decía: “Sí, ¿pero sabés cuál es la gran
diferencia? Que a vos el otro día te echaron
por protestar, a mí nunca me echaron por
protestar, por pegar sí”. Tengo la escuela del
Mudo (apodo de su padre), donde no pedís
amarilla.
En la época de tu padre, no se pedía, era
mal visto entre los jugadores.
Es que yo lo veo mal. Eso en la jerga de
la calle es “mandar preso”. Pero hay que
acostumbrarse. Hoy han pasado muchas
eras: la era del bronce, la era del hielo, la
era del humo. Si hoy no vendés humo se te
hace difícil. Y a mí no me nace, me gusta
pasar desapercibido.
¿Estás muy ansioso por trabajar?
Ahora sí, pero la llevo bien. Si no entreno
me vuelvo loco. Salgo a correr y no me
canso.
¿Estás con Gustavo Méndez, también?
No. Gustavo sigue en la oficina con Ricardo
Canals. Yo me fui hace tres años. Estuve
de representante, complicado, pero me
sirvió para ir sabiendo cómo pensaban las
nuevas generaciones. Aparte de que sos
7
técnico, existe la problemática social. Lo
digo jodiendo pero es real: haceme ya una
selección del fútbol uruguayo, de Avenida
Italia hacia la costa. Nombrás a Fleurquin,
a Forlán, a Morena, a Fernando Álvez,
Sebastián Fernández. Después hacés mil
selecciones uruguayas de Avenida Italia
hacia el norte, pero no en las paralelas…
Entonces, lo que aprendí es que tenés que
hacer un día de padre, otro de hermano
mayor, otro de tío y otro de madre. Por
eso le doy mucho mérito al técnico de
juveniles. ¿Y de qué táctica le querés hablar
a un pibe que la madre cambia de tipo
cada dos meses y lo manosea? ¿De qué
táctica le podés hablar, cuando recién se
enteró de que la madre es prostituta para
que él pueda comer? Que le mataron al
hermano, que el tío está preso, que el
hermano menor está en el INAU, etcétera.
¿De qué les vas a hablar si con quince años
tienen más calle que vos? Te prenden un
cigarro al lado de una garrafa.
En Europa, socialmente, ¿de dónde son
las “canteras”?
Totalmente distinto. En Italia, cuando
dicen que hay crisis, yo les digo: “Para
nosotros la crisis significa no poder llenar
la heladera, para vos es no poder cambiar
el auto, o veranear un mes como antes,
o no poder comprarte la ropa de marca”.
¿Qué me hablás de crisis? Cuando vienen
mis amigos italianos los llevo a ver de cerca
la crisis verdadera: los llevo al Borro. Esto
es crisis.
túnel SET- OCT 2015
¿Hiciste buenas amistades futbolísticas
allá? ¿Con Zidane son amigos?
Sí, a veces cuando viajo voy a comer con
8
El entrenamiento de la
velocidad
Los factores relacionados con
la velocidad de ejecución que
determinan el rendimiento.
De Gilles Cometti, profesor
de la Facultad de Ciencias del
Deporte de la Universidad de
Bourgogne, Francia.
él. Sí quedé con amistades, sobre todo
con extranjeros. Será porque vos venís
de lejos y entonces te juntás más. Me
llevé muy bien con yugoslavos, croatas;
no tuve problemas con nadie, pero me
sentía cerca con los yugoslavos o croatas,
que sufrieron mucho, teníamos muchas
cosas en común. Tenía compañeros que se
querían ir a la guerra, que les mataron un
pariente.
¿Futbolistas notables que hayas visto?
Tuve la suerte de jugar con Zidane, contra
Ronaldo.
¿Es bravo de marcar al gordo?
Sí, aparte lo agarramos en una época que
estaba sanito, cuando llegó al Inter. Tuve
la suerte de jugar con Edgar Davids, con
Del Piero. Cuando llegué al Atalanta, a
los dos meses jugamos contra el Milan de
los holandeses. Jugaban Gullit, Varese,
Maldini, Rikjaard. No la tocamos ni con la
mano, no pasamos la mitad de la cancha.
Ahí tuviste problemas con la hinchada.
Sí tuve problemas con la hinchada, porque
bajamos a la B y el técnico se la agarró
conmigo. Declaró que yo hice todo como
para bajar. Mentira: yo tenía veinte años,
no teníamos ni para un té en casa. Y ahí
menos mal que estaba mi viejo, si no, me
mataban. Se enteró de que los jefes de la
hinchada del Atalanta (que es una de las
hinchadas más pesadas de Italia) paraban
atrás y un día fue y les dijo: “¿Quién es el
jefe acá?”. Se presentó y les dijo: “Soy el
padre de Paolo Montero, si cualquiera toca
a mi hijo, yo te pego a vos”. Tenía 50 años
entonces.
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prólogo de Michel Platini.
¿Cuál fue el jugador italiano más difícil
de marcar?
En esa época estaban los mejores. El que
más me complicó fue Montella, el que era
técnico de la Fiorentina. Pero jugué contra
Vieri, contra Totti, contra Vialli, Roberto
Baggio. Tuve suerte, ligué como un
caballo en esa época. En ese momento, en
los años que yo jugué, hubo como nueve
finales de Champions, estaba la Copa
Uefa, y eran todos italianos: estaba la
Lazio, el Inter, la Fiorentina, el Parma, la
Juve, el Milan. Hacé de cuenta que todos
los jugadores que hoy están repartidos
entre Inglaterra, Francia y España estaban
en Italia.
¿Se debilitó la liga un poco por el
problema de las apuestas y del descenso
de la Juventus?
Puede ser, sí. Pero también por el tema de
impuestos, de que no se paga más como
antes. Aparecieron los equipos árabes y
los rusos, entonces muchos jugadores
extranjeros prefieren ir a jugar allí porque
pagan mucho.
¿San Lorenzo?
Como nosotros mamamos siempre el
fútbol argentino quería cumplir un sueño,
pero me fue mal en San Lorenzo a nivel
de lesiones, entonces me quisieron renovar
el contrato, pero ahí decidí volver y fui
tomando la idea de que me retiraba. Vine
a cumplir con la palabra de retirarme en
Peñarol; perdimos la final con Danubio
por penales y ni lo pensé: llegué a casa y le
dije a mi esposa “no juego más”.
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Hamlet Tabárez, ex futbolista de Racing, Defensor, Colón de
Santa Fe, Deportivo Galicia de Venezuela, también de la selección
uruguaya que disputó el Preolímpico de 1964 en Lima, cuenta en el
libro El último gol, de próxima edición, sus memorias en campitos,
canchas, vestuarios y concentraciones.
Sus “no olvidos”, como Tabárez gusta llamar, alcanzan a decenas
de figuras protagónicas del fútbol uruguayo y sudamericanos de
todas las épocas, en especial de los años sesenta y setenta del
siglo pasado, cuando el popular Joroba jugó y representó a los
futbolistas como dirigente de la Mutual.
A modo de adelanto transcribimos el capítulo dedicado a José
Ricardo de León, uno de los técnicos que tuvo en su carrera, “el
mejor”, de acuerdo a lo que se desprende de su relato.
El Profe De León
Siempre va a faltar algo que escribir del
Profe porque él fue una fuente inagotable
de enseñanzas y valores en el fútbol. Voy
a tratar de recordar algunas, de las que yo
estaba presente, porque si fuera a poner
las que me contaron, sería imposible. No
quiero apartarme de lo que me propuse,
contar lo que yo viví y cómo lo interpreté.
Cuando José Ricardo de León vino a
Defensor en 1971, veníamos de jugar un
repechaje para permanecer en Primera,
teniendo un cuadro con jugadores como
José Pepe Sasía, Héctor Cholo Demarco,
Mario Cala Méndez, José Urruzmendi,
entre otros.
Se incorporaron el Gato Omar
Mondada, Walter Cufré, el Chaira
Gustavito León; subieron de la tercera
a Miguel Puppo, al Pichu Rodolfo
Rodríguez, al Canarito Cáceres y se
afirmaron en Primera el Quico Salomón,
Gustavo de Simone y el Bolita Arispe.
Ganamos el repechaje. Quedamos en
Primera y listos para recibir a un nuevo
técnico, porque el Viejo Alejandro Morales
también se retiraba, al igual que el Pepe
y el Cholo, dos grandes de verdad, como
Hamlet Tabárez, 1967, en la Primera de Racing.
jugadores, como compañeros, como
ejemplo para los que vinimos después.
Sasía y Demarco, garra y calidad. Los tres,
leyenda en Defensor.
Entre los entrenadores que sonaban
estaba el Profe, yo no lo conocía
personalmente pero alguno de los
compañeros lo habían tenido en las
inferiores de Nacional, en donde trabajó
con el recordado San Vicente, y decían
que era tremendo tipo, técnico y profesor
de Educación Física. Algunos directivos
dudaban entre traerlo a él o al Colorado
Etchegoyen, quien me había dirigido en
9
túnel SET- OCT 2015
Primer partido de Tabárez jugando por Defensor ante su querido Racing.
A su derecha Mario Ferrer, a su izq. Miguel Sesser (1969).
10
Colón de Santa Fe, por lo que uno de ellos
me preguntó cómo trabajaba. Yo le dije que
muy bien, no sólo por ese código de no
darle p’atrás a nadie, sino porque era verdad.
El dirigente también me dijo que estaban
pensando en Ricardo de León, pero tenía dos
contras: era borracho y comunista. Como se
podrán imaginar, eso me decidió a apoyarlo
sin conocerlo. Así lo hablamos con los
compañeros, por suerte para nosotros y para
la viola, los directivos sensatos de Defensor,
que eran mayoría, se decidieron por él
porque allí se plantó la semilla que floreció
en 1976 con Defensor campeón uruguayo
bajo su batuta.
Cuando comenzamos los
entrenamientos con los dos compañeros
que más hicieron honor a la palabra –el
profesor Julito Gioscia, preparador físico,
y José Ricardo de León, entrenador– nos
debían plata del campeonato anterior,
primas y premios, varios teníamos que
renovar contrato y no se hablaba nada de la
guita. Consideramos no entrenar más hasta
que nos pagaran, no era ningún capricho,
había compañeros que no podían pagar el
alquiler, la escuela y comida de sus hijos;
y no como creían algunos, que éramos
privilegiados porque nos pagaban por jugar
al fútbol. Se lo planteamos al Profe y él nos
dijo: “No entrenen más en el club, peleen
por lo suyo”, sin pensar en él ni en su
laburo. De acuerdo con ellos dos, dejamos
de entrenar en el club, lo hacíamos por
nuestra cuenta en la vieja cancha de Salud
Pública de Ramón Anador y Larrañaga y
ellos nos daban las instrucciones para los
trabajos de cada día. Faltaban dos semanas
para comenzar el Campeonato Uruguayo
Delantera uruguaya en el Preolímpico de Lima en 1964: Raúl González (Peñarol),
Hamlet Tabárez (Racing), Capincho Raúl Avellaneda (Nacional), Morrongo Villalba
(Peñarol) y Sordo Nelson Fontora (Cerro).
y los dirigentes comenzaron el trabajo
del “divide y triunfarás”. Nos llamaban
de a uno para arreglar y la repuesta era
la misma: “Hasta que no pongan al
día a todos, no arreglamos”. Inspirados
por el Profe, por sus miradas, sus gestos
y sus silencios que decían tanto, nos
manteníamos firmes.
De esos momentos recuerdo algunas
cosas graciosas. Cuando los dirigentes al
fin nos llamaron para arreglar, querían
que nombráramos dos delegados que
se reunirían con la Directiva. Nosotros,
resabiados, exigimos ir todo el plantel, no
cabíamos en la sala de la Junta Directiva
y hablábamos como los sobrinos del
Pato Donald, un poco cada uno. Pero,
en ese momento, dada la relación entre
dirigentes y jugadores, la cosa no era tan
graciosa.
Tras todos esos días de no entrenar
en el club, de paro, por supuesto
que cobrábamos menos, por lo que
conseguimos un préstamo en la Mutual
(tráfico de influencias, porque yo era
secretario del gremio) para cubrir las
necesidades más elementales de los
Siempre va a faltar algo
que escribir del Profe
De León porque él fue
una fuente inagotable
de enseñanzas y valores
en el fútbol.
compañeros. Nos reuníamos antes de
entrenar y la pregunta era: “¿Quién necesita
guita?” y los que realmente no necesitaban
se aguantaban piola. En una de esas, cuando
ya llevábamos como veinte días de aguante,
le pregunté al Pelado Gervasio Ramilo:
–¿Pelado, necesitás? –y él, con una
sonrisa, me responde:
–No, Joroba, mientras no se acabe la
mortadela... pa’ delante.
En 1972 nos reencontramos en
Venezuela en el Galicia, los dos nos
quedamos, él vive en Puerto Ordaz, nos
vemos poco, pero cuando lo hacemos es
como si no hubiéramos dejado de vernos,
nos tomamos un vino con gaseosa y le
pregunto: “¿Todavía te queda mortadela?”.
Ante nuestra posición, los dirigentes
consideraron empezar el campeonato con
jugadores de tercera y cuarta, entre los
que estaban Tato Ortiz, Daniel Bartolotta,
Rodolfo Pichu Rodríguez, Miguel Puppo
y como “vocero” (ya tenía boquilla de
sobra) Paco Casal. Cuando los citaron
para comunicarles la decisión, pensando
que por jugar en Primera iban a aceptar,
los “guachos”, actuando como hombres,
les contestaron que no, que no jugaban.
Nosotros, para no ser menos, le agregamos
a nuestro planteamiento inicial que
también se pusieran al día con los gurises y
levantábamos la huelga.
En honor a la verdad, los dirigentes
de Defensor hicieron el esfuerzo,
reconocieron la justicia de nuestro reclamo
y solucionaron el tema. El ambiente
era espeso cuando no ganamos los
primeros cuatro partidos del campeonato
(empatamos dos y perdimos dos).
Los que jugábamos en
el medio fuimos los
más favorecidos con
la llegada del Profe,
recuerdo que en una de
las primeras charlas nos
dice: “Los defensores
y los delanteros les
tendrían que dar parte
de su sueldo a los del
medio porque son los
únicos que corren todo
el partido”.
Un martes, como siempre lo hacía en el
primer día de práctica de la semana, el Profe
dio la formación del equipo para el próximo
partido. Y en la charla nos dice: “Bueno
muchachos, si el domingo no ganamos
(pensamos que se iba), vamos a comer un
asado a la chacra” (que él tenía cerca de
Montevideo), concluyó con sorprendente
serenidad. Empatamos y fuimos a comer el
asado.
Después de ese partido no perdimos
más y terminamos cuartos. Pasamos el día en
la chacra, en donde el Profe había construido
dos canchas. Era una tarde lluviosa, y la
vecina de la bodega de al lado nos hizo tortas
fritas que devoramos entre mates y canciones
de murga. Al regresar, la mayoría en el
ómnibus de Copsa, llevaba una damajuana
de vino casero comprada por el Profe abajo
del brazo.
Cuando nos mostró las dos canchas,
a mí me llamó la atención que la más mala
tenía luces y la buena no. Le pregunté el
porqué. Sonriendo me dice: “Sos buen
observador, por eso te digo que escribas de
fútbol, ¿sabés por qué? porque los jugadores
de fútbol no trabajan, pueden venir de día y
los laburantes son los que necesitan luz para
jugar de noche”.
En otro capítulo les conté un gol que
nos hizo Nilo Acuña, de Peñarol, estando
el línea con la bandera levantada. En el
vestuario, Jorge Franzini, el presidente del
club, único directivo que el Profe dejaba
entrar al vestuario después de los partidos,
caliente porque con ese gol nos ganaron,
reclamaba: “Parecen giles, ninguno reclamó”.
El Bolita Arispe le contestó: “Gil sos vos”. Se
relajaron a los gritos, nosotros, que estábamos
El Profe De León (izq.) cuando dirigió a Rosario Central, en visita en Caracas. A su lado Hamlet Tabárez, el Prof. Julio
Gioscia, preparador físico del equipo argentino, y Fernando Soria, arquero de Defensor en la década de 1960.
en las duchas, salimos a ver qué pasaba. El
Profe, tranquilo, observaba callado. Cuando
perdíamos, se quedaba en el vestuario hasta
que salíamos; si ganábamos, se iba.
Franzini le dijo al Bola: “Vos no te
ponés más la camiseta de Defensor”. Se
calmó la cosa y nos fuimos preocupados
por lo sucedido. El martes, antes del
entrenamiento, hablamos que si sancionaban
al Bolita, nosotros íbamos a ser solidarios
con él llegando incluso a no jugar. Cuando
llegó el Profe, nos reunió para dar la
alineación y dijo: “El equipo del domingo
no lo tengo (empezamos a mirarnos de
reojo, desconfiados), pero ¡el que sí va a
jugar es Arispe! y puede que sea el capitán”.
Pensamos: “A este viejo lo echan junto
con el Bolita”, pero jugó y no tuvo ningún
problema, tanto que en el 76 fue campeón
con Defensor. Si el Profe le decía al Bola
que se tirara de cabeza por la ventana de la
concentración, ¡lo hacía!
Hablando de la concentración, a los
casados los dejaba quedarse en la casa,
si querían. Después de los partidos, nos
quedábamos, comíamos un asado, nos
acostábamos a dormir, y en la mañana
cuando nos despertábamos, nos íbamos.
En todas las noches que compartimos con
él, nunca nos mandó a dormir, nos decía
buenas noches y se iba a su cuarto; a los
quince minutos, estábamos todos acostados.
Los que jugábamos en el medio
fuimos los más favorecidos con la llegada
del Profe, recuerdo que en una de las
primeras charlas nos dijo: “Los defensores
y los delanteros les tendrían que dar parte
de su sueldo a los del medio porque son
los únicos que corren todo el partido,
mientras ustedes, atrás y adelante, esperan
parados, no va más; cuando la tenga el otro
cuadro, vamos a marcar todos (pressing a la
pelota y recuperación, dicen ahora). Para
demostrarlo, en una práctica, sacó al Flaco
Walter Gassire del arco, llevó una silla, se
sentó y nos mandó marcar. “No dejen patear
porque si lo hacen es gol”. Lo hicimos y nos
convencimos de que era como él decía.
11
Foto: Leonidas Martínez.
Uruguay y su dificultad en las ELIMINATORIAS: ¿mito o realidad?
El que quiere celeste que le cueste
túnel SET- OCT 2015
Las clasificatorias para la Copa del Mundo para la selección uruguaya de fútbol comenzaron previo
a la organización de Suecia 58 y de pique nos fueron adversas. Desde ese momento se comenzó a
entretejer la idea de que el formato de competición –el antiguo y el actual– no favorece a Uruguay y
“nos cuesta”. De quince participaciones en la fase clasificatoria para los mundiales Uruguay entró en
nueve. Que son difíciles es verdad, ¿pero por qué habríamos de clasificar siempre?
12
Las clasificatorias en América del Sur son
parejas y la dificultad está en el nivel de los
equipos que la disputan, la distancia y los
tiempos necesarios para organizar los viajes,
que además de extensos son cansadores
y en muchos casos con escalas. La localía
es importantísima e históricamente se
han utilizado distintas artimañas para
amedrentar a las selecciones visitantes.
En el caso específico de Uruguay, por
la elegibilidad de futbolistas (cantidad
y calidad), en los torneos en los que se
junta un grupo con un tiempo de trabajo
considerable la selección suele obtener
mejores resultados. En el caso de brasileños
y argentinos, sus posibilidades (población,
cantidad de jugadores elegibles) se
potencian por sus individualidades, y es el
diferencial con respecto a los demás países.
Históricamente estamos detrás de Brasil y
Argentina en lo que respecta a participación
en los mundiales. El tercer lugar en el podio
es uruguayo.
La primera vez que se jugó una
clasificatoria de la Confederación
Sudamericana de Fútbol (Conmebol)
fue para el Mundial de Suiza 1954 pero
Uruguay, en tanto campeón del mundo
en Brasil 1950, no necesitó competir para
ir. La primera vez para los celestes llegó
en la antesala del Mundial de Suecia 1958
y a la selección nacional le tocó quedar
afuera. Julio Osaba, profesor de historia
e investigador de la Biblioteca Nacional,
tiene una teoría acerca del rendimiento de
la celeste en la historia de las clasificatorias
para los mundiales: “Esa idea de que nos
va mal en las clasificatorias desde el punto
de vista exclusivamente numérico podría
ser rebatida. El 58 es como una fecha
que matriza esa idea que tenemos sobre
las clasificatorias complicadas, porque la
primera vez que Uruguay las jugó quedó
eliminado. Lo que se llamó el ‘Desastre de
Puerto Sajonia’, cuando Uruguay perdió
por goleada con Paraguay. Empató con
Colombia allá, perdió con Paraguay en
Asunción y quedó eliminado del Mundial
de Suecia. Después, de corrido, vamos a
cuatro mundiales: Chile 62, Inglaterra 66,
México 70 y Alemania 74”.
El Vasco Santiago Ostolaza como
futbolista, además de Juegos Panamericanos
y Copa América, disputó dos clasificatorias
con la camiseta de Uruguay en el pecho. Se
clasificó en una de ellas, para el Mundial
de Italia 1990, pero en Estados Unidos
1994 Uruguay no se hizo presente. “Lo
más difícil que me tocó jugar fue la
clasificatoria. Me parece que se manejan
muchas cosas: intereses de parte de todo el
mundo por estar en un Mundial, te diría
que hasta intereses políticos. El pueblo
queda feliz si el país va a estar representado
en el Mundial. Hay presiones y aspectos
extrafutbolísticos que se manejan: no te
dejan dormir, tratan de perturbarte previo
al partido, te molestan cuando llegás al
vestuario, tratan de incomodarte en lo que
puedan. Después está el partido adentro de
la cancha, claro”, le dijo Ostolaza a Túnel.
Las copas del mundo de Argentina
1978 y España 1982 Uruguay las mira
desde afuera, algo que no pasaba desde
Suecia 58. Cuando tuvimos el Mundial del
otro lado del Río de la Plata la competición
sudamericana se dividió en tres grupos,
de los cuales saldrían tres clasificados que
jugarían una segunda ronda para que dos
se sumen al organizador, Argentina, y otro
juegue el repechaje ante un equipo europeo.
Brasil, Bolivia y Perú pasaron a segunda
fase como ganadores de sus grupos y luego
Fuera del globo
“El Profe Ricardo Piñeyrúa dijo hace poco que hoy en día no ir a un Mundial es estar en Siberia. Y algo de eso hay: no estar en un Mundial hoy es estar fuera del mundo. Debería ser
una empresa ir a un Mundial, una política de Estado. Sin ninguna duda y con muchísimo
respeto por los deportistas que se rompen el lomo en los deportes menores. La próxima
clasificatoria va a ser muy difícil. Siempre repetimos la frase de que somos chicos, y la
dimos vuelta, ya la usamos para ensalzarnos y no nos damos cuenta de la cantidad de
jugadores elegibles. No tenés tres millones de jugadores elegibles, son muy pocos. El
mérito de [Óscar Washington] Tabárez, más allá de lo deportivo, es casi autonomizar la
selección del fútbol uruguayo. Y dentro del fútbol uruguayo le quieren meter mano porque la selección se ha transformado en un producto económicamente viable. Esa cuasi
autonomía le ha permitido armar una estructura de trabajo de primer nivel, que hace lo
que se hace en el mundo. Acá nadie quiere tomar medidas de fondo para buscar un fútbol
uruguayo local interno viable y competitivo”, afirmó Julio Osaba.
brasileños e incaicos sacaron pasaje directo
para el Mundial del dictador argentino
Jorge Rafael Videla. Bolivia, que jugó el
repechaje ante Hungría, perdió 6-0 en
Budapest y 3-2 en Lima. Los bolivianos
para llegar a esa instancia quedaron por
encima de Uruguay en el terrible grupo 2.
En Caracas la selección empató 1-1 ante
Venezuela y en La Paz fue derrota 1-0 ante
Bolivia. Las chances se hipotecaron como
visitantes. Luego, en Montevideo el triunfo
2-0 ante la vino tinto, y el 27 de marzo de
1977 el estadio Centenario vio el empate
2-2 contra Bolivia. La clasificación fue para
los del altiplano.
Para el Mundial de España 82 la
selección uruguaya integró el grupo 2
junto a Perú y Colombia. El Perú de
Teófilo Cubillas y Juan Carlos Oblitas fue
el ganador de la serie y sacó pasaje para
España. Uruguay se ubicó segundo con
4 puntos, por delante de Colombia, que
sumó 2 unidades. En Montevideo la celeste
derrotó a Colombia 3-2 y perdió con
Perú 2-1, mientras que en Lima y Bogotá
empató 0-0 y 1-1. Los otros clasificados
fueron Brasil, por el grupo 1, y Chile, por
el grupo 3, que se sumaron al campeón
vigente, Argentina.
Luego llegarían los mundiales de
México 1986 e Italia 1990, de los que
Uruguay participó, pero el camino ha
sido sinuoso. “Llegar a Colombia, Bolivia,
Ecuador y Venezuela se hacía muy
complicado. Ahora ha cambiado, te ponen
un chárter y se puede viajar más tranquilo.
Antes era más problemático, ahora la
forma de disputa es diferente y ya no es tan
difícil”, dice el Vasco Ostolaza, que agrega:
“No tenemos un estilo de juego que tal
13
Foto: Leonidas Martínez
Julio Osaba: “Esa idea de que
nos va mal en las clasificatorias
desde el punto de vista
exclusivamente numérico podría
ser rebatida. El 58 es como una
fecha que matriza esa idea que
tenemos sobre las clasificatorias
complicadas, porque la primera
vez que Uruguay las juega queda
eliminado. Lo que se llamó el
‘Desastre de Puerto Sajonia’,
vez emparde a Argentina o a Brasil. Más
que nada en la fisonomía de juego. Somos
más como Paraguay: amor propio, ganas,
ganar duelos individuales. El futbolista
uruguayo cuando puede estar junto,
entrenando durante un tiempo, va creando
un compromiso mayor, la responsabilidad
se acrecienta”.
La pregunta de sus ojos
En estas quince clasificatorias que jugó
Uruguay el parte aguas es entre 1994 y
1998, cuando cambia la forma de disputa.
Para la Copa del Mundo de Francia 1998
se empezó a jugar el actual calendario de
todos contra todos a dos ruedas. En 1994
la Conmebol dividió la competición en
dos grupos. Uruguay fue emparejado en el
grupo B con Brasil (primero, 12 puntos),
Bolivia (segundo, 11 puntos), Ecuador
(cuarto, 5 puntos) y Venezuela (quinto,
2 puntos). La selección nacional se ubicó
tercera con 10 unidades y quedó afuera del
Mundial aquella noche de setiembre de
1993 en Maracaná.
Vengamos más acá en el tiempo.
Desde 1998 a 2014 Uruguay jugó cinco
clasificatorias. Para 1998 terminó séptimo
en nueve selecciones; en las otras cuatro
terminó quinto de diez o de nueve en
todas: Corea - Japón 2002, Alemania 2006,
Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. En esas
cuatro instancias jugó los repechajes: ganó
tres y perdió uno. La historia más reciente
túnel SET- OCT 2015
cuando Uruguay perdió por
goleada con Paraguay. Empató
con Colombia allá, perdió con
Paraguay en Asunción y quedó
eliminado del Mundial de Suecia.
Después, de corrido, vamos
a cuatro Mundiales: Chile 62,
Inglaterra 66, México 70 y
Alemania 74”.
14
Un problema con altura
“Son partidos que los tenés que ir a sufrir. Por más que se quiera hacer un acondicionamiento, una preparación previa al juego, es difícil aclimatarse a la altura de La Paz, a la
velocidad de la pelota, a lo que se siente. Yo sentí un dolor de cabeza enorme, me salía
sangre por la nariz, y lógicamente que tenía un malestar horrible, estaba deseando que
terminara el partido. A pesar de que va a ser un partido duro, va a haber una estrategia de
parte del entrenador: correr menos, no tener muchos ahogos porque no te recuperás. Eso
se puede preparar previo al partido, pero lo que sentís ahí arriba, por experiencia personal, es malestar”, subrayó Santiago Ostolaza sobre la visita de Uruguay al Hernando Siles
de La Paz para enfrentar a Bolivia en el comienzo de las clasificatorias para el Mundial de
Rusia 2018, en octubre.
indica que de cinco mundiales Uruguay
jugó tres (repechaje ante Australia, Costa
Rica y Jordania) y quedó afuera en dos
(Francia 1998 y Alemania 2006, repechaje
ante Australia). En la historia anterior jugó
diez clasificatorias en sistema de grupos,
por lo general siempre de tres selecciones
y hay un par de excepciones que son la de
Chile 62 (partido único con Bolivia) y la
de Estados Unidos 94 (un grupo de cuatro
y un grupo de cinco). Con ese formato de
diez posibilidades Uruguay clasificó seis veces
y no fue al Mundial en cuatro ocasiones.
Conclusión: la selección uruguaya de fútbol
clasificó más veces de lo que quedó afuera.
“¿Por qué habríamos de clasificar siempre?
Sobre todo desde 1950 para acá. Capaz
ahí lo que entra a jugar es la autoimagen
que tenemos. O sea, la imagen de nosotros
mismos que hemos construido históricamente
con respecto a lo que Uruguay tiene que ser
en el mundo del fútbol. Después de veinte
años, en un formato todos contra todos a dos
ruedas, el quinto puesto es nuestro lugar. Una
de las cosas que habría que investigar sería:
cuando no fuimos, ¿por qué no fuimos? Y
cuando clasificaste, ¿por qué clasificaste?”, se
pregunta Julio Osaba en conversación con
Túnel.
Lo que se viene
El sorteo que se realizó en el Palacio de
Constantino, en San Petersburgo, Rusia,
determinó que en octubre comienza un
nuevo sueño mundialista para el Uruguay
de Tabárez. Con el conocimiento previo y la
experiencia que se viene alimentando desde
2006, la selección empezará a transitar
su camino en octubre, cuando tenga que
enfrentar a Bolivia en La Paz y a Colombia
en Montevideo. El 2015 terminará con la
visita a Quito para medirse ante Ecuador
y la llegada de Chile, el campeón de
América, al Centenario. Después serán seis
los partidos durante 2016 y ocho en 2017.
Será largo y trabajoso. Tal vez haya que
sudar y sufrir y –por qué no– pensar en un
nuevo repechaje ante una selección de la
Confederación de Fútbol de Oceanía. El
objetivo es estar en Rusia y que Uruguay
esté representado en un Mundial por
tercera vez consecutiva: “Los uruguayos
deberíamos estar agradecidos del fútbol que
tenemos. A pesar de la entrega del fútbol
a privados que los clubes han decidido
hacer desde el 98 y ahora hasta 2025; a
pesar de que la mayoría de los jugadores,
ya no los mejores, se van a jugar al exterior;
a pesar de que nuestros clubes empiecen
una competición internacional sin partidos
oficiales jugados; a pesar de eso tenemos
una estructura de selección que nos ha
permitido equipararnos con los demás. Yo
creo que Uruguay tiene que estar orgulloso
de la cultura futbolística que tiene en el
sentido que habla Tabárez siempre. Para ser
más radical, ¿por qué Uruguay tiene que
ganar una medalla en los Panamericanos?
¿Porque son uruguayos? ¿Uruguay tiene
que tener una política de deportistas de
alto rendimiento para ganar medallas? Yo
no estoy convencido de eso. Me convence
más una postergada –desde que se creó la
Comisión Nacional de Educación Física en
1910– política nacional de deporte como
práctica saludable”, cierra Osaba.
_Juan Aldecoa
15
Brian Lozano, EL DE LOS GOLES ESPECTACULARES
túnel SET- OCT 2015
El fútbol vivido
como diversión
Llueve que da miedo. Hace días que el cielo
está gris y por más que nos digan una y otra
vez que estamos en invierno y que es lo que
tiene que ser, no nos consolamos. Batlle
y Ordóñez e Instrucciones es la esquina
marcada. Uno con paraguas, el otro prefiere
mojarse. La cita es con Brian Lozano, a tres
cuadras de esa esquina. Hay una escalera
que da pase a un pasillo interno. En una
pared se lee “Brian”. Tras el sonido de las
palmas, salen en fila a abrir el portón la
madre y el abuelo. Sobre la mesa de madera
un mantel de hule; sobre el mantel, un
mate recién hecho. Mientras, Brian duerme
o se despierta. Es el día después del partido
ante Bolívar. Desde esa noche confirmatoria
de su gran momento futbolístico que tuvo
su clímax en los Panamericanos, no ha
dejado de convertir goles y protagonizar
jugadas que provocan asombro y
admiración en propios y ajenos.
****
Foto: Andrés Cribari.
“En Defensor crecí
futbolísticamente. Empecé
a entrenar y por suerte
pude desarrollarme ahí.
Me acuerdo del debut en el
Estadio, lleno. Fue contra
Peñarol y fue muy lindo.
Eso te queda para toda
la vida. Esa semana justo
me había incorporado a
entrenar en primera”.
“No había hecho proceso de selección antes. Me llamaron y por una parte me sorprendió, pero por otra parte no,
porque creo que hice un año muy bueno”. (Foto: AC)
Lozano tiene 21 años y un tatuaje tribal
en el brazo izquierdo. De su cuello cuelga
una cadena gruesa de plata con una cruz.
Se sienta en la silla de la esquina, que antes
estaba ocupada por la madre, contra la
ventana. Ahora la madre está parada detrás
nuestro, tomando mate.
En el comedor, una mesa, tres sillas y
un mural que cubre la mitad de la pared
desde el techo hasta la mesa, con Brian
pateando un tiro libre, el Huevo con los
brazos en jarra, Lozano picando por la
punta, el 10 de Defensor Sporting en
varios lugares de la cancha. Al golpe de
vista, en el mural resulta muy parecido a
Giorgian de Arrascaeta. De hecho, el año
pasado en el Franzini lo confundimos con
él: “Me han dicho sí que somos parecidos.
Compartí muchas juveniles y en primera
compartí un semestre con él, hasta que
se fue. Seguimos en contacto, él hace
poco me escribió, felicitándome por los
Panamericanos”.
Al costado, dos camisetas cuelgan de
la pared: la 10 violeta y la 18 de Uruguay
con la firma de todos sus compañeros de
selección. En la esquina de la izquierda, por
donde va el hombro casi, está la de Erick
Cabaco y a la derecha, como en diagonal,
cerca del dorsal, se lee la de Fabricio
Formiliano.
“En baby fútbol empecé en Tacurú a
los diez años. Me llevó un amigo que iba a
jugar siempre y como estábamos juntos en
la escuela, me pidió que lo acompañara. Yo
le dije que lo iba a ir a mirar y el técnico, el
Peluca, le decían, me dijo que me metiera
y me puse a entrenar. Le dije a mi padre
que me había gustado y empecé a ir. Y me
quedé. Después de Tacurú –de camiseta
blanca y celeste–, me fui a Bella Vista, en
2010, porque iban muchos compañeros
míos y hubo un profe que se llevó
compañeros para ese cuadro. Me dijeron
los horarios de práctica, le conté a mi padre
y me dejó ir. Jugué de lateral derecho y
después me pusieron de cinco. Más tarde
me pusieron arriba”.
Estuvo en Bella Vista hasta quinta
división. Para ir a entrenar se tomaba tres
ómnibus, cuando había plata para el boleto.
Si no, iba en bicicleta. “Hablé con mi
padre, porque no podía ir al liceo y jugar. Y
me dijo que eligiera y que me iba a apoyar.
túnel SET- OCT 2015
Hablando de maestros
18
Brian fue convocado para ser parte del equipo de la selección para los partidos amistosos
contra Panamá y Costa Rica. Será su primera experiencia con el plantel mayor. Antes de
enterarse de eso, nos habló sobre el maestro Tabárez. “Lo conocí cuando dio una charla y
estuvo en entrenamientos. Se viene trabajando hace mucho y no es fácil poder llegar ahí
porque ya es un proceso armado que lleva mucho tiempo, y ahora hay jugadores que antes no estaban, pero el maestro ha hecho un trabajo increíble en la selección. Quedé fuera
de la sub 20 porque me pasaba por un año. Y sobre la sub 17, la que salió vicecampeona en
México, Gustavo Ferreira (ayudante técnico de Fabián Coito) me dijo que ellos me habían
mirado, que les gustaba cómo jugaba –yo estaba en Bella Vista todavía– pero había jugadores que tenían las mismas condiciones que yo, pero con más físico, y eso fue lo que no
me dejó estar ahí. Me gustan Suárez, Godín, Josema y Giorgian. Son todos buenos”.
Fui un tiempo al liceo nocturno a cursar
primero pero se me complicó y dejé”.
A sus 14 años, el técnico le avisó
que un contratista lo iría a ver jugar.
Desde entonces, “lo maneja” Ruben Pocho
Navarro, de la empresa de Flavio Perchman.
“Me maneja desde que arranqué en Bella
Vista. El técnico me dijo que me iba a
ver una persona y me fue bien, hice dos
goles en ese partido y ahí vino a mi casa,
habló con mi padre y le dijo que me quería
representar. Me llevó a Argentina también.
Fui a probarme a Boca Juniors. Fue una
experiencia relinda. Entrené y la gente de
Boca estaba interesada en mí pero quería
que aumentara de peso porque era muy
chiquito y flaquito. Vi al Tata González,
a Ibarra, a Palermo. A Riquelme lo vi de
lejos, en la cancha, pero no hablé con él.
En Boca lo que me pasó es que tuve que
venir a seguir trabajando. De por sí era
chico, genéticamente, y por suerte pude
crecer un poco más porque estoy trabajando
mejor. Llegué a Defensor y me hicieron
diferentes entrenamientos. Eran con
ejercicios de musculación y te metían en la
sala a trabajar. No me cuelgo mucho con
eso, trato de hacer los ejercicios, pero no
es que me cuelga sino que es obligatorio.
Por lo general, llego a la práctica y hacemos
monito y jugamos con la pelota. Eso sí me
gusta”.
A Defensor Sporting terminó llegando
en dupla con el Torito Gabriel Fernández
y Brian lo cuenta como un paso más en
su camino. “Jugamos un partido contra
Defensor Sporting y quedaron interesados
en el Torito Fernández. Lo fueron a buscar
y vieron la posibilidad de llevarnos a los
dos, y nos llevaron”. Pero querían al Torito
primero.
Llegó a la quinta división de
Defensor. En el equipo estaban Giorgian
de Arrascaeta, Martín Rabuñal, Diego
Viera, Gastón Silva y Leo Pais. “El Torito
no tuvo la suerte de tener muchos minutos
en primera y se tuvo que ir. Es increíble
la manera en que lo dejan ir. Es tremendo
jugador. El fútbol es así, tiene momentos.
Hoy estás ahí y al otro día te toca irte”.
Para ir a entrenar ahora se suma al auto
de Martín Rabuñal, que lo pasa a buscar.
Antes se tomaba el 195, el 109 y el 149.
Cuando no tenía para el boleto, el padre
le decía que tenía que ir igual. “Mi padre
siempre estuvo”.
****
En Defensor Sporting tuvo su debut el 6
de setiembre de 2014. A los 78 minutos de
partido, entró por Nicolás Olivera. El rival
fue Peñarol y empataron 0-0. Su primer
gol lo hizo a los quince días en el segundo
partido, contra Juventud de las Piedras.
“En Defensor crecí futbolísticamente.
Empecé a entrenar y por suerte pude
desarrollarme ahí. Me acuerdo del debut en
el Estadio, lleno. Fue contra Peñarol y fue
muy lindo. Eso te queda para toda la vida.
Esa semana justo me había incorporado a
entrenar en primera y no sabía que me iba
a poner. El técnico [Fernando Curutchet]
me hizo debutar en ese partido. No me
puse nervioso. Estoy siempre ansioso por
jugar el partido pero nervioso no me pongo.
Debuté rápido”.
Y la selección llegó. No nos dice
nada sobre aquel momento en que sus
compañeros lo alzaron luego del gol a
México que termina dándole la medalla de
oro a la selección uruguaya en los Juegos
Panamericanos de Toronto, en julio. Ni
siquiera menciona algún detalle al respecto.
Nada de nada. Se sonríe, eso sí, como quien
guarda un secreto inconfesable.
“No había hecho proceso de selección
antes. Me llamaron y por una parte me
sorprendió, pero por otra parte no, porque
creo que hice un año muy bueno. Me
sorprendió estar en el plantel pero no en la
lista. Hice méritos para quedar. Le conté
a mi padre que estaba en la lista, y le dije:
‘Ojalá pueda quedar en la lista final. Si
“Está en mi genética, mi estilo de juego siempre fue así: tratar de encarar, de driblear mucho, de buscar habilitar a mis
compañeros también. Uso eso para resolver la jugada. Me divierto mucho dentro de la cancha”. (Foto: AC)
quedo, no me importa si juego o no, pero
estar en el plantel ya sería importante’. Y
se dio todo bien, jugué todos los partidos y
salió todo redondito”.
Mientras Brian habla, no podemos
evitar mirar la acreditación que cuelga de
la pared del costado, esa que está sobre la
camiseta de Uruguay. “Ese es el pase que
usamos para estar en la Universidad donde
nos quedamos. Para entrar a cualquier
lugar tenías que llevar eso. Hasta para
entrenar. Los demás uruguayos estaban
en la Villa Olímpica y nos vimos sólo dos
veces: cuando hicieron la inauguración de
los Juegos y en la ceremonia de clausura.
No pudimos ir a verlos compitiendo. En
la Universidad estuvimos compartiendo
con otras selecciones y con gente del
fútbol femenino y es bueno, porque
conocimos gente de otros países. Fue una
linda experiencia. Fuimos a las Cataratas
del Niágara a pasear y es algo muy lindo.
¡Impresionante! Después fuimos a pasear a
Toronto. Son experiencias únicas, cosas que
te quedan. Haber vivido eso fue increíble”.
Hacer el gol que te da la medalla de oro
es tan increíble como eso que cuenta Brian.
“Ese gol fue algo que me va a quedar para
toda la vida. Hablamos con mis compañeros
La escuela y el liceo
“Me iba bien, era medio fatal, pero bien. Ya terminando la escuela estaba un poco mejor,
más grandecito y todo. Y ese año que hice en el liceo también, me fue bien. No pude seguir por el fútbol, no me daba… [Piensa un segundo] No es que no me daba, no sé, capaz
que no quería, ¿no? Los profesores hablaban con mis padres, decían que era bastante
inteligente, que por qué no seguía el liceo, que tenía capacidad como para hacerlo, pero
me costó…”.
¿No pica el bichito de seguir estudiando? “No estaría nada mal, me vendría bien, por lo
menos hacer algún liceo nocturno o algo así, ahora hay más facilidades y no estaría nada
mal. Lo estoy pensando, en una de esas para largarme a hacerlo el año que viene”.
que a medida que pase el tiempo nos iremos
dando cuenta de la importancia que tuvo ese
momento y de lo que logramos. Lo disfruté
mucho junto a mis compañeros que dejaron
todo adentro de la cancha. No caigo mucho
todavía”. Brian se sonríe. “Soy un jugador
más del grupo. Si me toca hacer los goles los
hago, pero trato de hacer la mejor opción. Si
veo a un jugador mejor posicionado, hago el
pase y no el gol”.
Y la familia lo vivió desde lejos. Ahora
la madre, que sigue parada y cebando mate,
dice que se juntaban todos a ver los partidos
y que no se los perdían por nada del
mundo. “Nos juntábamos sólo la familia.
A mi marido lo echaba porque él no miró
el primer partido y llegó para ver el último;
entonces le dijimos que se quedara afuera.
Por cábala, ¿viste?”. Brian retoma la palabra.
“Miraban acá, en la casa de mi tía, de mi
abuela, de mi otra tía. Yo me comunicaba
por WhatsApp con Adriana, mi hermana,
que era la que me mantenía comunicado
con mi padre, con mi familia cuando estuve
en Canadá. Siempre pienso en ellos, me
acuerdo de ellos que me dieron fuerza para
enfrentar esos partidos”.
****
La buena pegada es una característica de
su juego. “Siempre entrené la pegada.
Siempre en las prácticas y después de los
entrenamientos pateo y pido para poder
patear. Me quedo entrenando tiros libres.
Me quedo a veces con el golero y si no se
queda, pongo la barrera. Trato de tener en
cuenta la distancia, la barrera, la distancia
del resto de la cancha. Busco, busco. Eso te
da la posibilidad de saber dónde vas a poner
la pelota. Si entrenás agarrás el golpe a la
pelota, la fuerza, la precisión. Eso lo entreno
siempre. Por lo general, sale”.
19
Para eso hay que practicar con pelotas
y estas malditas traicioneras son todas
distintas, cambian de campeonato en
campeonato. Eso propone un esfuerzo
extra: encontrarle la vuelta a cada una,
tomarles la medida. “Son todas diferentes,
sí. Tuvimos entrenamientos con la pelota de
la Copa Sudamericana para agarrar el golpe.
Eso es bueno porque la que se usa para el
Campeonato Uruguayo es más pesada”.
Ponemos sobre la mesa un tema que
es casi el mismo de siempre pero no nos
aburre. Queremos saber qué piensa antes de
encarar al arco, cómo decide un pase, cómo
termina pegándole a la pelota, qué sucede
en esos segundos.
“Está en mi genética, mi estilo de
juego siempre fue así: tratar de encarar, de
Lo que dice Pocho Navarro
túnel SET- OCT 2015
“Una anécdota muy buena ocurrió cuando yo trabajaba en Pro Fútbol, el grupo de Paolo
Montero, Brian ya estaba conmigo, hubo una relación con una empresa argentina y nos
dijeron si no queríamos mandar pibes a hacer unas prácticas a Boca. Elegí a Maxi Rodríguez, que en ese momento estaba en Wanderers, en cuarta división, y al Huevo Lozano.
Viajamos con ellos, primero fue Maxi, a quien al finalizar la práctica le dieron todo para
que se presentara a practicar el 2 de enero siguiente en la Bombonera. Y Brian era muy
pequeño, tenía un físico muy menudo. Termina la práctica y la persona que lo estaba
observando me dice: ‘Ponele diez kilos y se queda’. Increíblemente, mirá lo que son las
vueltas de la vida, el día que debuta el Huevo en primera estaba en el estadio Daniel
Flores, que era el contacto en Boca y nos encontramos en la tribuna. Le digo: ‘¿viste que
en el banco de suplentes está el chico aquel que llevamos a probar a Boca?’, y justo entra
y hace un gran partido. Entonces es una anécdota linda porque no nos equivocamos con
Brian”, recordó Rubens Navarro.
“Tuvo una carrera muy sacrificada y sigue siendo así. Él no se ha ido del barrio, sigue conviviendo con su gente, con sus afectos. Una de las cosas que destaco, y me gustaría que
la gente se entere, es que no es una familia que está colgada del posible éxito de Brian.
Todos quieren que le vaya bien, pero por él mismo. Es una familia sentimentalmente muy
unida, es como una congregación, son muchos hermanos, conviven permanentemente.
Además, viven el fútbol de una manera muy particular. Ellos viven en un lugar donde tenés
una vereda muy amplia de pasto, un día llego a buscar a Brian y estaban él y Leandro (el
sobrino de Brian que juega en las inferiores de Nacional) jugando mano a mano a tirarse
caños. Pero no lo hacen para tomarle el pelo a nadie, ya lo traen consigo, son gurises de
inspiración, de barrio, de potrero, quedan muy pocos jugadores así, que disfrutan del
juego. Cuando a él le tocaba ser suplente de Giorgian [De Arrascaeta], tuvo la opción de
ir a Boston River y lo charlamos. Me dijo ‘Pocho, en Boston River me dijeron que allá voy
a jugar pero, sin desmerecer a Boston River, en Defensor llegamos a la práctica y tenés
barreras individuales, césped sintético, cancha de fútbol tenis, un frontón para mejorar
la pegada...’. El Huevo todos los días llega temprano, o se queda más tarde, ahora en el
Franzini, pero antes en Pichincha, y tira cuarenta o cincuenta tiros libres. Esto que le está
pasando ahora no es fruto de la casualidad. Una vez, estando en Bella Vista, tenían que
jugar en la cancha de Racing. Él iba en bicicleta, pero ese día se durmió y cuando llegó
a la cancha de Bella Vista, el ómnibus ya había salido. Así que se fue en bicicleta hasta
la cancha de Racing y como el ómnibus todavía no había llegado –él llegó antes– Julio
Moreira, que era el técnico, lo puso de titular. Bella Vista hizo dos goles y los dos goles los
hizo él. El segundo gol fue un calco del tiro libre del otro día. O sea, no son casualidades”.
driblear mucho, de buscar habilitar a mis
compañeros también. Uso eso para resolver
la jugada. Me divierto mucho dentro de la
cancha. Trato de divertirme, porque es lo
que me gusta. No lo veo como una presión
y trato de hacer lo mejor siempre. Si me
toca driblear lo voy a hacer y si me toca
jugar a un toque lo voy a hacer también,
sin ningún problema. Sinceramente, hasta
hace muy poco jugaba acá, en el barrio, al
fútbol 5. Pero me hablaron y me di cuenta
de que tenían razón. Me peleaba mucho con
mi padre por el tema de dejar el fútbol de
la calle. Pero lo pude superar y ahora trato
de meterme en lo mío, tratar de ser más
profesional, porque uno corre el riesgo de
lesionarse. Como es fútbol de barrio y capaz
que saben que jugás al fútbol te van a jugar
fuerte, te pueden pegar… Lo pude superar,
pero a veces es más fuerte que yo, vos me
ponés una pelota ahí afuera ahora, voy y me
pongo a jugar con ella”.
Sonaba casi como a una invitación y
nos tentó, no vamos a mentir. Pero seguía
lloviendo.
****
Nombrarlos a todos es una tarea que
involucra a varios integrantes de la familia.
Sobre la mesa, observan cómo se va formando
la lista en una libretita. Lilián, la madre
de Brian, cuenta que tiene 18 hermanos.
Sabe de familias numerosas. La familia del
jugador está conformada por: Carlos y Víctor
(los adultos, el abuelo y el padre), Adriana,
Carlos, Víctor, Caroline, Aylén, Romina,
Priscila, Rocío, Florencia, los hermanos;
Elquin y Lautaro (los dos sobrinos más
chiquitos), Leandro y Mariana son sobrinos,
y Wilson, el tío. “Uno de mis hermanos más
grandes juega en la Liga Universitaria y le
hubiera gustado jugar profesionalmente pero
no tuvo el apoyo que tengo yo ahora. Mi
sobrino Leandro, que es como mi hermano,
juega en Nacional, tiene 16 años. También
tengo un primo que juega en las formativas
de San Lorenzo en Argentina”.
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• Salón con parrillero para cumpleaños y reuniones
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centenariofútbolcinco
20
“Soy un jugador más del
grupo. Si me toca hacer los
goles los hago, pero trato
de hacer la mejor opción.
Si veo a un jugador mejor
posicionado, hago el pase
y no el gol”.
Cuando le preguntamos por qué le
dicen Huevo se ríe y mueve la cabeza. No
sabe o, mejor dicho, dice que no sabe. La
madre, que sigue parada detrás nuestro,
con la mirada fija en el televisor prendido
en mute pero con el oído agudo en la
conversación, explica. “Fue mi padre.
Cuando era bebé se hernió y le puso huevo
por lo amarillo del pelo (era un oro) y la
hernia. Bien chiquito era”. Y el Huevo
un día se hizo conocido. Eso no le trajo
diferencias en el relacionamiento con los de
siempre en el barrio pero sí sabe que ahora
se acerca más gente que antes no lo notaba.
Sus compañeros de plantel, los más grandes,
suelen hablar de eso y de otras cosas. “De
la vida”, dice Brian y da la sensación de
que hay que agarrarle el golpe también a la
vida y no solamente a la pelota. “Me llevo
bien. Los más grandes te apoyan y te dan
confianza. Me dan consejos y es bueno
para nosotros porque te ayuda a crecer y
madurar. Te dicen cómo moverte en la
cancha y en la vida. Te dan consejos de
todo. Me dicen que aprenda a manejar.
Me dicen que tenga cuidado, que me
están yendo bien las cosas y que siempre
hay gente que se arrima. Me ayudan a
moverme. Ellos tienen una trayectoria
impresionante. Yo lo tengo claro. Siempre
estuvieron mis dos amigos de siempre:
Darwin Ramírez y Federico Sarraute, y de
eso no me olvido. Federico estuvo en la
selección. Jugó Mundial y Sudamericano
con la selección y lo dejó libre Danubio, se
bajoneó tanto que no quiso seguir jugando
y dejó. Mi otro compañero estuvo en Bella
Vista, estuvo en proceso de selección,
la que jugó el Mundial en México, pero
se lesionó la rodilla y hasta hoy está
por recuperarse. Recién ahora se puso a
entrenar en un cuadro de la B”.
Si bien es muy joven, Brian sabe que
la carrera del futbolista es corta y no quiere
estar pendiente de eso ni de un posible pase
al exterior. “Eso de estar pendiente de irse
es terrible. Te juega en contra. A mí el otro
día me preguntaron si me pasaba algo, y yo
estaba con la cabeza en algún pase o algo,
y si hay algo que tengo es que no pregunto
ni quiero saber nada de eso, me meto en el
club y si se da, se da, pero si no, sigo en lo
mío. No quiero tener eso en la cabeza. Sigo
paso a paso. Mis metas son de corto plazo.
Ahora en la Sudamericana y el Campeonato
Uruguayo. Estar en la selección. Ojalá me
pueda ir arrimando de a poco, hay que
trabajar muchísimo”.
Antes de irnos se acercan los dos
integrantes más chicos de la familia. Juegan
con un cierre de pantalón. Uno de ellos
extiende la mano y nos lo ofrece, como de
regalo. Imposible no conmoverse por la
ternura simple del gesto.
El abuelo, que se quedó afuera “para
no molestar”, dijo, se acerca a saludar
a modo de despedida. Afuera llueve y
el viento convierte al paraguas en un
objeto inútil. De todas maneras, salen a
despedirnos. Lilián nos acompaña hasta la
calle para aconsejarnos el mejor camino.
_Patricia Pujol y Marcelo Fernández Pavlovich
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21
José Urruzmendi, el juez holandés y la Copa que se le esfumó a Nacional
La lógica del padrino
Pese a que todas las dudas se centraron en el juez holandés Leo Horn, la grabación divulgada tras
el reciente destape de los trapos sucios en la FIFA da a entender que el entonces presidente de
Independiente y luego presidente vitalicio de la AFA, Julio Grondona, habría sobornado a los líneas
del primer partido final entre Nacional e Independiente en 1964. Siempre se dice que lo difícil para
demostrar un caso de corrupción es encontrar pruebas documentales. En este caso son los propios
dichos del mandamás del fútbol argentino, recientemente fallecido, quien “víctima” de una escucha
telefónica confirmó lo que muchos sospecharon en agosto de 1964 sobre manos invisibles que
terminaron incidiendo en la definición de la Copa Libertadores.
túnel SET- OCT 2015
En verdad los dos goles anulados a Nacional
en el partido de ida en el estadio Centenario
(0-0), si bien fueron anulados por el juez
holandés Leo Horn, lo hizo a instancias
de uno de los dos líneas paraguayos. Tanto
en el de Mario Bergara como en el de José
Urruzmendi el árbitro europeo adujo fuera
de juego en las dos jugadas de acuerdo a lo
que quedó estampado en el formulario.
22
A llorar al cuartito
Lo que sí tiene claro Urruzmendi es que se
sintió estafado. Las crónicas periodísticas de
la época así lo atestiguan. La indignación e
impotencia de jugadores, cuerpo técnico y
dirigentes quedó reflejada en la prensa de
entonces. Pero tuvieron que pasar 51 años
para que la fuerte sospecha se transformara
en verdad, cruda e ilevantable. El diálogo
grabado entre Julio Grondona y Abel
Gnecco, el presidente y el director de la
Escuela de Árbitros de la Asociación del
Fútbol Argentino (AFA) no deja espacio a la
duda (ver recuadro página 23).
Según las crónicas periodísticas el
panorama en el vestuario de Nacional
era desolador. Urruzmendi lloraba en
un rincón, la bronca e impotencia eran
generalizadas. El entrenador brasileño
Zezé Moreira no ocultaba su indignación.
La dirigencia de Nacional impugnó el
nombramiento del juez –que había sido
contratado para las dos finales– para la
revancha en Buenos Aires que terminó
ganando Independiente 1-0.
Cómo habrá sido la macana que la
Confederación Sudamericana de Fútbol
hizo lugar al cuestionamiento y Horn,
“abatido”, según la prensa, retornó a su
Holanda natal.
Con la serenidad que otorga el paso del
tiempo y con su imperturbable buen humor
José Urruzmendi rememora la final de la Libertadores de 1964 y las sospechosas decisiones arbitrales. (Foto: AC)
hasta resulta divertido escuchar a Pepe
Urruzmendi recrear lo que en su momento
fue un drama para los tricolores.
¿Cómo fue aquel partido NacionalIndependiente? ¿Se puede decir que
hubo cosas raras?
Uno adentro de la cancha es difícil que
vaya balanceando y sacando conclusiones,
pero había cosas que llamaban la atención.
La gente se acuerda del gol anulado a
Mario Bergara. ¿Y el mío? Estaba el línea
ahí, lo miro, que es lo primero que uno
hace, aunque había mucho espacio, me
marcaba un uruguayo, el Negro Tomás
Rolan (ex Danubio), enganché y la
puse contra el palo. Salí a festejar y me
lo habían anulado. No supe por qué.
Después se empezó a hablar de que lo
habían arreglado.
¿Ya en esa época se hablaba de eso?
[Washington] Cataldi le dijo a [Eduardo]
Pons Etcheverry [presidente de Nacional]:
“Arreglen, denle diez mil dólares”. Y él
contestó: “No, mi equipo gana en la
cancha”.
Ustedes, los jugadores, ¿quedaron con la
sensación de haber sido estafados?
Lo que sí sentí es que me habían anulado
mal el gol. Después, con todos los
cuentos…
¿Protestaron?
¿Cómo no vamos a protestar? Yo le dejé un
escupitajo al juez y no me echó ni nada. Y
en la revancha, en Avellaneda, los matamos
a pelotazos. Eran partidos duros. Y eso que
el viejo Zezé [Moreira] metía cinco atrás.
Hacía un 4-3-3 que se convertía en 5-4-1.
A lo largo de tu carrera, que fue bastante
larga, ¿siempre hubo cosas medio raras?
Yo nunca vi.
Lo que ya existía era la diferencia entre
los grandes y los chicos, un favoritismo
que surgía del desigual poderío e
influencia.
Claro, nosotros en Nacional
concentrábamos en el Hotel Nirvana, no
había accesos a Montevideo, veníamos por
Uruguayana y en Bulevar estaba Zacarías
González esperando el 76 para ir al Estadio,
él era quien me tenía que marcar. Un tipo
casado, con hijos, y nosotros cuatro días
concentrados. Hoy Fénix concentra. Se
igualó físicamente.
En los primeros años de la Copa
Libertadores no había gran diferencia
La prensa de la época reflejó la indignación de directivos, técnicos y jugadores tricolores.
entre los clubes argentinos y los
uruguayos, eran tiempos de mayor
incidencia política uruguaya, en particular
de Peñarol a través de la figura de
Washington Cataldi, más que de Nacional.
Eran muy cajetillas los dirigentes de
Nacional, hasta ahora. No sólo es impresión
La descarnada confesión de Don Julio
En el programa La cornisa, que conduce el periodista Luis Majul, se revelaron escuchas que
demuestran la influencia de Julio Grondona en el fútbol sudamericano. En un tramo habla
con Abel Gnecco, director de la escuela de árbitros de AFA, y deciden los árbitros de determinados partidos. Antes de cortar la conversación, Grondona le aconseja que no se olvide
de los árbitros asistentes y lo fundamenta gracias a su experiencia.
Grondona: Y ojo los líneas que ponés, que por ahí con este, ¿cómo se llama? Taibi, este hay
que tener cuidado.
Gnecco: No, no, a los líneas...
Grondona: Por favor, que hace todo el referí y el línea se la manda a guardar.
Gnecco: Julio, eso lo aprendí de usted ya hace más o menos cuarenta años.
Grondona: En el año 64, cuando jugamos con el Santos, yo le gané a Leo Horn, que era holandés, con los dos líneas.
Gnecco: [Risas] Sí, sí, ya lo sé.
Andorra
Grondona recuerda el hecho pero no el partido. En esa Copa Libertadores, Independiente
y Santos se enfrentaron en semifinales, pero en ninguno de los dos partidos el árbitro fue
el holandés Leo Horn. El partido que sí arbitró fue la final de ida entre Nacional e Independiente en el Centenario. El motivo de la designación de un juez internacional fue a pedido
de Nacional, que no confiaba en los jueces que había en Sudamérica.
mía sino de varios ex jugadores. Acá Julio
Pérez se paraba en la puerta para ver si lo
dejaban entrar en el Parque Central, y había
sido campeón mundial. Te dan el carné y
no te dejan entrar, porque tenés que ir a
buscar la entrada los jueves.
¿Cuántos años jugaste en Nacional?
Seis o siete. Las inferiores las hice en Colón
que estaba en la B. Pero le ganamos 5-1 a la
quinta de Peñarol. Teníamos todos 13 o 14
años.
¿De Nacional te fuiste a Independiente?
Sí, después a Defensor y después a
Internacional, allí me quebré.
¿Dejaste el fútbol a los treinta y pocos?
No, después jugué, pero no a ese nivel. La
mala vida. Era difícil sustraerte. Pero lo
peor de todo era la falta de información
que teníamos. Fijate que ahora vamos a la
casa de Forlán en Punta del Este, comemos
un asado y nos quedamos a dormir. A las
seis de la mañana, Forlán, con el personal
trainer al gimnasio, ¡cómo no va a jugar al
fútbol! Si nosotros hubiéramos hecho eso,
hubiéramos sido monstruos en la cancha,
pero era vino todo el día.
_P.C.
23
Entrevista con Fernando Lobo Núñez
Defensa del tambor
El Power está en Carlos Gardel, frente por frente a lo que queda del esqueleto del tanque de gas.
Todos en el barrio Sur saben que ahí vive el Lobo y que allí tiene su estudio de luthier, donde fabrica
tambores que viajarán por lugares insospechados. Del Power salen y entran hijos, salen y entran
nietos, y la puerta queda abierta. En un cuarto atiborrado de instrumentos, sobre todo baterías y
tambores de todo tipo, Fernando Núñez recibe a Túnel para hablar del barrio de conventillos, de cómo
era esa casa que sus ancestros maternos habitaron en 1837, de cómo aprendió a hacer tambores a
escondidas y de cómo les cayó con las dos patas a los argentinos ante la Unesco, defendiendo que el
candombe es de Uruguay. Y también de fútbol.
Contará el Lobo que sus antepasados
fueron esclavos libertos, de aquellos que
pagaron a sus amos por su libertad, y que
vinieron desde el mismo lugar del que vino
el candombe. Que su padre era recio y su
madre más intelectual y delicada, exigente
en modales y en educación. Que ninguno
de ellos era músico ni tocaba el tambor,
pero el candombe lo sintió desde que estaba
en la panza, por la orquesta de sus primos o
la cuerda del barrio. Del barrio Sur.
túnel SET- OCT 2015
¿Cómo fue tu infancia?
Yo nací acá en esta casa, Isla de Flores
1017 –hoy la calle es Carlos Gardel–, un
barrio que tiene bastante historia. Para
mí es lo normal, pero para mucha gente
estar en este barrio es como un privilegio.
Tiene una historia cultural muy rica, sobre
todo artística. Es un punto estratégico
para nuestra cultura, en especial para el
candombe, estamos en el centro. Desde
chico, aquí en mi casa, pude tener una
relación con los tambores, con el baile, con
el canto, con la tradición.
24
¿Cómo eran tus padres?
Mi padre era una persona ruda, deportista,
mi madre era todo lo contrario. No era
intelectual porque no tenía carrera ninguna,
pero era una persona muy culta, a través de
su crianza, de su educación, era muy bien
hablada y tenía determinado conocimiento
intelectual; pero en esa época las mujeres
se dedicaban a la casa y era muy raro que
salieran a estudiar, porque la vida que
se hacía antes dentro de las casas de la
colectividad era bien sencilla, bien humilde,
no era necesario que una mujer saliera a
estudiar. Pensaban así antes. Era como todas
las madres: nos cuidaba, nos educaba de la
mejor manera, y nos dio valores que hasta
hoy día aprecio y conservo. Sobre todo en
cuanto a la educación: cómo expresarse,
cómo referirse, cómo sentarse en una mesa.
¿Cómo era el barrio cuando eras chico?
Era una familia, yo salía a caminar por Isla
de Flores y casa por casa sabía quién vivía.
Hoy por hoy, en esta cuadra el único que
queda soy yo. Era muy familiar y muy
unida la gente. Parte de la desprotección
que tiene la gente hoy es porque no se
conoce.
¿Se perdió identidad en el barrio?
Yo creo que sí. No es que se pierda la
identidad, porque por ejemplo acá se siguen
haciendo cosas que siempre se hicieron,
pero ya hay cosas que no existen más, como
una Comisión de Fomento formada por
vecinos, los clubes de barrio. Acá estaba el
Power, el Rápido Sur, después en Cuareim
la Yacumenza, el Palermo de básquetbol,
los tablados que tenían una convocatoria
de público muy grande, llegaba a haber mil
personas o más, porque había una cuadra
de bancos llena y todo alrededor, los corsos
vecinales, los cuadros de baby fútbol, que
tenían una disciplina y una tarea social
como no tiene ninguna institución hoy en
día. Acá había un cuadro que era conocido,
Miguelito Siré, que tenía siete u ocho
categorías, en total eran 200 chiquilines que
manejaba un tipo solo. Les daba camisetas,
medias, según la categoría que practicaba
le daban la leche, había una persona que
controlaba los deberes, si precisabas zapatos
te daban. La sede estaba en Ejido y Gonzalo
Ramírez, pero don Pedro vivía en Isla
de Flores y Yi. En carnaval, el día de las
Llamadas, que es el día que el barrio recibe
a la gente de toda la ciudad, la intendencia
te daba un premio por decorar el frente
de tu casa, entonces vos salías a caminar
por Isla de Flores y los frentes tenían
creatividad.
¿Cómo era la época de los conventillos?
En la otra cuadra había dos, el conventillo
Las Piedras y uno que era un corredor
para el fondo, pero el más conocido era el
Mediomundo. Era una familia formada
por varias familias, se cuidaban entre todos,
se querían, era una especie de comunidad,
jamás ibas a ver una discusión más allá de
lo cotidiano. Entrar y hacerte el vivo era
imposible, porque tenías problema con
todo el mundo ahí, porque no era que
cada uno se metía en su pieza. Yo iba a las
comidas, pasaba gran parte del día porque
estaba la cantina de la Yacumenza, que
tenía futbolito, mazo de barajas, un billar,
entonces los días de frío no había mejor
lugar que estar ahí.
¿Por qué te dicen Lobo?
Mi padre tenía una casa en Araminda,
en la época que era La Tuna, y enfrente
hay una isla. Como eran pescadores iba
siempre a pescar y ahí encontraron un
lobito chico. Mi padre lo llevó para el
rancho y lo tuvo un tiempo, hasta que
creció. Juanillo se llamaba. Era un perrito
para mi viejo. Se había encariñado pero mis
padres terminaban la licencia y se volvían
a Montevideo y el lobito se volvía al mar.
Y a la otra temporada aparecía Juanillo. Así
durante cuatro o cinco años. Le quedó a mi
padre el Lobo, y cuando nacimos nosotros
éramos los lobitos; ahora soy el Lobo. Y sigo
yendo a Araminda, conservar eso fue como
una especie de obligación y responsabilidad,
25
Foto: Andrés Cribari.
fue el sacrificio de toda una vida de mi viejo
para tener ese ranchito ahí.
túnel SET- OCT 2015
¿La música cómo te llegó?
Mi padre no tocaba, ni mi madre, pero en
mi casa yo tenía a mis primos, que cuando
era chico ellos tenían una orquesta, y de acá
salía una comparsa. Esta sí es del Sur. Acá
siempre fue una casa que llegaban artistas, era
como un punto de referencia en esta parte
del barrio. A mí me gustaban los tambores y
supongo que cuando estaba en la panza de mi
madre estarían tocando acá adentro. Empecé
a tocar de chico, con la diferencia de que en
esa época no había tambores para chicos, mi
tambor era una lata, un tarro o lo que sea que
sonara un poco. Era muy difícil tener acceso
a una cuerda de tambores siendo un niño,
había que ganarse el lugar y la resistencia que
había que tener para tocar: “¿Usted aguanta?”.
Te ponían a prueba, el peor tambor que había
te lo daban a vos. Después empecé a tocar
acá en casa, pero con el paso de los años, en
el sesenta y pico, me fui a tocar a Morenada,
una comparsa del Mediomundo, con la
cual hice mis primeras experiencias como
tocador en una cuerda constituida, que tenía
presencia, era de las más importantes. Ahí
aprendí la conducción de una cuerda, cómo
es que armás, cómo dirigir, todo eso se lo
debo a Juan Ángel Silva, que era muy estricto.
26
¿Y a hacer tambores cómo aprendiste?
Me puse a hacer tambores con un amigo.
Siempre tenía la curiosidad de saber cómo
era la construcción, por qué quedaban
redondos y curvos. En los años setenta salió
una comparsa que se llamaba Esclavos de
Nyanza, y no tenían tambores, entonces
hablaron con Juan Velorio, que era uno
de los luthiers que había en esa época. Le
pidieron a Juan para hacer treinta y pico de
tambores y él no los podía hacer porque no
tenía duela. El tambor se hacía con barrica,
ya hacía un tiempo que las barricas no
estaban viniendo, estaban siendo sustituidas
por las tarrinas de plástico, entonces estaba
difícil, había que recorrer los almacenes
para ver si en el sótano tenían alguna
barrica. Juan Velorio dijo que no podía
hacerlo, pero como uno de los dueños de
la comparsa, don Juan Piemonte, tenía una
carpintería, le pidió a Velorio un molde
de la duela –las tablitas de los barriles–, y
como tenían el sistema de cómo curvar, con
una duela hicieron cuarenta tambores. Ahí
el Cabeza, el sobrino, le vichó cómo hacía
y aprendió también. Y tenía un taller de
carpintería a disposición. Comprábamos un
tablón y en tres días teníamos un tambor.
¿Sonaba bien el primer tambor que
hiciste?
El primer tambor que hice me quedó medio
chueco, porque lo hice a escondidas. Yo iba
a aprender con el Cabeza y él había cosas
que no me las enseñaba, porque todos los
que hacen tambores te enseñan hasta cierto
punto, siempre se guardan alguna en la
manga. Después me empezaron a quedar
bien, y en un punto el Cabeza empezó a
desentenderse y me fui apoderando cada
vez más de la logística y de la sabiduría,
hasta que un día me dijo “no voy a hacer
más nada, llevate todo”. Así que me traje
todas las cosas para acá y a partir del 78
empecé a hacer tambores; desde el 80 y pico
estoy viviendo prácticamente de tocar y de
fabricar tambores.
Te han pedido tambores de todos lados…
Y sí, es un orgullo. Uruguay es el lugar
del tambor. Si vos comprás una guitarra
eléctrica, si es nacional, no la comprás, por
la calidad, la marca, por un montón de
razones que hacen que haya una diferencia
entre una guitarra de marca importada
con una nacional. En el caso del tambor es
al revés: lo comprás porque es hecho acá.
Viene gente de otros países y compra lo que
yo hago; tengo la suerte de que mi trabajo
anda dando vueltas por el mundo. Ahora, el
tambor todavía no tiene el reconocimiento
legal que debe tener. Entiendo que el tambor
tiene que estar dentro del patrimonio
cultural de Uruguay, que lo decreten, porque
es un instrumento autóctono, no vino de
África, lo hicimos nosotros acá, y hoy por
hoy están fabricando tambores en otras
partes, en Argentina, en Estados Unidos,
uruguayos que se van con la nostalgia y
quieren tocar el tamboril.
“Yo nací acá en esta casa,
Isla de Flores 1017 –hoy la
calle es Carlos Gardel–, un
barrio que tiene bastante
historia. Para mí es lo
normal, pero para mucha
gente estar en este barrio
es como un privilegio. Tiene
una historia cultural muy
rica, sobre todo artística.
Es un punto estratégico
para nuestra cultura, en
especial para el candombe,
estamos en el centro. Desde
chico, aquí en mi casa, pude
tener una relación con los
tambores, con el baile, con
el canto, con la tradición”.
¿Te parece que nos pueden robar el
candombe?
Ya hay un desfile de cuerdas de tambores
en San Telmo, en Buenos Aires. Tengo el
honor y la satisfacción de haber sido la
persona que fue a hacer la proclama a Cuzco,
ante la Unesco, para que el candombe
fuera declarado Patrimonio Cultural de la
Humanidad. Ese año se decretó al candombe
y al tango. La delegación argentina estaba
proponiendo el candombe rioplatense y el
tango argentino. En el debate que tuve con
los argentinos ante la Unesco, con votación
unánime –inclusive la argentina tuvo que
levantar la mano–, el candombe terminó
decretándose patrimonio cultural de Uruguay
y el tango patrimonio cultural de Uruguay
y Argentina, pero fue una pelea que tuve
que darles, con los pocos argumentos que
tengo como musicólogo, porque yo soy un
tocador, pero como uruguayo tengo muchos
argumentos que la delegación argentina no
los había tenido en cuenta. Ellos fueron muy
románticamente a hacer el planteo y yo les
caí con las dos patas. Si vamos a la historia,
los dos primeros intérpretes de tango eran
dos negros uruguayos, uno cantaba y otro
tocaba la guitarra; el himno del tango, ‘La
cumparsita’, es de Matos Rodríguez, que es
uruguayo; una de las letras más importantes
que ha cantado Gardel se la canta a
Leguisamo, que es uruguayo; el principal
cantante de tango que tuvieron en los
últimos cincuenta años en Argentina fue Julio
Sosa, que es uruguayo; unos de los mejores
cantantes que ha dado Argentina, que fue
Goyeneche, siempre cantó tangos de Alberto
Mastra, que es uruguayo, ¿por qué entonces
decís que el tango es argentino? Después
cuando hice la exposición por el candombe
dije: ¿Dónde existe la reunión mayor, el
evento mayor del candombe? En Uruguay.
quería saber nada. Jugaba de 4, de 8. Soy
zurdo para escribir y para tocar pero para
jugar al fútbol soy derecho.
¿Te gusta frecuentar la noche
montevideana? ¿Qué tiene el boliche?
Claro. Siempre. Empecé a salir como a
los doce años, a pesar de que la dictadura
nos quitó gran parte de la noche. Me
gusta relacionarme con el arte, y el arte
necesariamente es de noche. Siempre me
gustó la música y donde se desarrolla la
música. Por lo general, desde muy chico
toqué en piringundines, cabarets, de todo un
poco. Voy mucho a los boliches que andan
acá en la vuelta. De los que más me gusta y
conozco es Fun Fun; ahí iba desde chico con
mi padre. Mientras mi padre se tomaba unas
uvitas yo me tomaba una Bilz Sinalco. Y hoy
en día donde hay música en vivo, voy.
Foto: AC
¿De dónde es el instrumento? De Uruguay.
¿Por qué entonces decís que es rioplatense?
¿Porque algunos uruguayos cruzaron a tocar
el tambor a Argentina? ¡No tiene nada que
ver! Entiendo que la chacarera, el pericón,
el malambo, el paso doble, todo eso sí es
compartido con Argentina, y ellos sí llevan
la delantera en eso. Vos llegás a Buenos Aires
y el tango se respira. Pero el candombe es
de Uruguay. El evento de las Llamadas es
prácticamente el que reúne más público.
El único que puede competir, y no de la
misma manera, es un clásico. Metés setenta
mil personas en un estadio. En las Llamadas
metés un poco más de público porque son
dos días, y viene gente de todos lados y
canales de todas partes del mundo.
¿Sos hincha de algún cuadro?
Yo soy hincha de Nacional por mi padre,
y dicen que el barrio Sur es manya, pero
hasta por ahí nomás. La primera sede de
Nacional fue en Soriano, entre Río Branco
y Convención. Pero si recorrés el barrio vas
a encontrar que hay algo muy particular
en las instituciones deportivas de acá, que
son los colores. En la Aduana: Olimpia,
Waston, Guruyú, Alas Rojas y Sacachispas.
Todos esos cuadros tienen el azul, rojo y
blanco. Para este lado de acá, el Club Social
y Deportivo L’Avenir tiene los tres colores,
Central Español y el Blue Star también.
¿Vas a la cancha?
Antes iba. Mi padre fue cocinero en
Los Céspedes en la época de Miguel
Restuccia. Yo intenté jugar en las inferiores
de Nacional pero mi conducta era
irreproducible, entonces fui expulsado.
Los domingos de mañana llegaba en
condiciones no aceptables para un
deportista. Del baile iba a jugar, ya no
¿Qué música escuchás?
Toda la que haya, la que exista. Soy
escucha de Babel (97.1 FM), como esa no
hay una radio en el mundo. Acá en este
país tenemos una cultura musical increíble.
Cuando era chico mi padre ponía un
programa que se llamaba La música que
usted prefiere, que era mucha música clásica
pero también étnica. Los músicos vivimos
prácticamente de la música comercial,
pero no me atrae tanto. El tango me gusta,
siempre quise aprender a bailar pero soy
horrible. Después la plena me gusta pero
me aburre, sobre todo la plena moderna.
Acá siempre hubo orquestas de plena: el
Combo Camagüey, la Sonora Borinquen,
el Grupo Latino, que eran excelentes
“Los tres toques madres
que hay dentro del fútbol
son Racing, Defensor
y Danubio. De todos el
que más me convence es
Danubio. Es el semillero
de la humildad: todos
los que han salido de ahí
provienen de determinada
parte de la sociedad. Y
eso va en el filtro. Cuando
van los pibes a practicar
hay clubes que tienen
un filtro y otros que no.
Danubio no tiene filtro”.
músicos. Ahora cambiaron un poco los
formatos y se contaminó un poco con la
cumbia de Argentina. Porque si hablamos
de la cumbia verdadera, de Colombia, es
un placer escucharla; acá a todo le dicen
cumbia y no es cumbia. Cumbia acá no
hace nadie, plena hacen una cantidad de
orquestas. El hecho de tener conocimiento
a veces te hace muy exigente a la hora
de escuchar. Acá también le dicen rock a
todo, y a veces estás escuchando jazz-rock,
o rock mezclado con funk.
¿El candombe y el fútbol son elementos
de la cultura en los que no cuentan las
clases o las razas?
El candombe es un fenómeno que merece
un tratamiento más íntimo, un estudio. Fue
una de las primeras cosas autorizadas por la
elite. Íbamos a tocar a Punta del Este a las
casas de los cajetillas y lo disfrutaban tanto
como acá en el barrio. En casamientos,
fiestas, congresos, reuniones del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) en
Punta del Este. Hoy el candombe está
instalado en la sociedad, lo toca todo el
mundo.
¿Por qué sigue existiendo el racismo en
la sociedad?
Porque el racismo es una enfermedad de
la humanidad. Cuando me preguntan si
hay racismo en Uruguay yo contesto con
otra pregunta: ¿en dónde no hay? Acá
cuando hablan de racismo se entiende a
la discriminación de una raza a otra, de la
que sea. Pero el racismo está instalado en
todos lados, en Europa, en Medio Oriente.
Vemos cantidad de actitudes que no
tienen nada que ver con lo interracial. En
África se matan entre ellos también. Hoy
se instaló el término “afrodescendiente”.
Todo bárbaro, yo soy negro. Si me querés
decir “afrodescendiente” vas a gastar un
poco más de saliva y vas a estar diciendo
lo mismo. Depende del tono y de la forma
en que te lo digan. Vos vas a Estados
Unidos y entre los negros se dicen nigga.
Acá cuando te referís de manera despectiva
hacia alguien siempre antes del insulto
ponés: judío, negro, gallego, tano, lo que
sea. A veces son costumbres. Yo no te digo
a vos: “bo, blanco”. Se acostumbraron
porque la idiosincrasia de nuestra raza
no nos permite estar a la par de las otras
colectividades porque a nosotros fueron los
únicos que nos trajeron para denigrarnos,
para trabajar donde nadie trabajaba.
Con el paso del tiempo las cosas fueron
cambiando.
En febrero vienen los blancos y los
gringos a la fiesta de los negros…
La hipocresía de la sociedad y de las
entidades del Estado, como por ejemplo
las instituciones públicas de la enseñanza,
nunca reconocieron el aporte cultural
27
“Empecé a salir como a los
12 años a pesar de que la
dictadura nos quitó gran
parte de la noche. Me gusta
relacionarme con el arte, y
el arte necesariamente es de
noche. Siempre me gustó la
música y donde se desarrolla
la música. Por lo general,
desde muy chico toqué en
piringundines, cabarets, de
todo un poco”.
“Intenté jugar en las inferiores de Nacional pero mi conducta era irreproducible, entonces fui expulsado.
Los domingos de mañana llegaba en condiciones no aceptables para un deportista”. (Foto: AC)
túnel SET- OCT 2015
de los negros hacia el país. Y el hecho de
que vengan todos es el reconocimiento
indirecto de la sociedad. No lo veo como
un atropello ni como una invasión a nuestra
cultura. Si hemos aportado tanto, ¿por qué
no estamos en los programas culturales?
Acá en las escuelas del barrio, la Chile, la
Haití, en las fiestas de fin de año si no es
por inquietud de algún maestro no hay
tambores. Tendría que haber una cuerda de
tambores en cada escuela para que a fin de
año se toque el folclore autóctono del país.
El candombe es lo que más nos representa
fuera de fronteras, pero en los programas
de enseñanza todavía no está. Es necesario
que sea oficial para darle difusión a la gran
cantidad de obras, composiciones y autores
que hay en nuestro país.
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En el candombe hay toques reconocidos,
el de Ansina, el de Cuareim, el de
Cordón. ¿Te parece que en el fútbol
hay también toques reconocidos y
diferenciados? ¿Cuál te gusta? ¿Cuál sería
el uruguayo?
Como las cuerdas madres. En el fútbol la
forma de jugar depende mucho del director
técnico y de la conducción directiva de los
clubes. Hay cuadros que se caracterizan por
determinados funcionamientos. Yo pondría
como escuelas de fútbol a Racing, un lugar
que históricamente ha dado jugadores. Los
cuadros grandes están descartados para mí.
Los tres toques madres que hay dentro del
fútbol son Racing, Defensor y Danubio. De
todos el que más me convence es Danubio.
Es el semillero de la humildad: todos
los que han salido de ahí provienen de
determinada parte de la sociedad. Y eso va
en el filtro. Cuando van los pibes a practicar
hay clubes que tienen un filtro y otros que
no. Danubio no tiene filtro. Te prueba y
si andás bien, vengas de donde vengas, vas
para adentro.
¿Te sentís respetado por el barrio y la
cultura uruguaya?
Más que respetado, querido. En la vida no
hay que hacerse respetar, hay que hacerse
querer. El respeto, a veces, no te da la
autoridad. El cariño sí te da autoridad,
porque la gente cuando te quiere te cuida.
Si la gente te quiere te respeta.
_Juan Aldecoa y Cecilia Álvarez
JULIO CORREA, EL OLIMAREÑO QUE JUGÓ CON PELÉ
Del arrozal a Nueva York
El sonido de la televisión irrumpe con ese chistido que la enciende. Luego se arrastran algunas
sillas, los pies irán sobre ellas, los cuerpos en los sillones. Se acerca la mesa que también se arrastra,
aparecen los álbumes de fotos y se quedan murmurando. En la pantalla refulge el verde del fútbol.
“Mi primera salida fue a Rampla. Jugué dos años, no me pagaban y volví. Quedamos como veinte libres
por la deuda. Te estoy hablando del 69. Toda la vida la plata ha sido el problema de los cuadros chicos”.
Le queda un dejo de nostalgia en la mirada.
Sus ojos se desvían de la tele y miran las
tribunas del Olímpico, los barcos muertos
tras el arco. “En Arrozal lo único que
teníamos era canchita. El fútbol era todo.
Jugábamos en el campeonato de Vergara.
No conocía Montevideo y no quería llegar
nunca”.
Arrozal es un pueblo de mil y
poquitos habitantes. Al pequeño Colorín
lo vieron jugar, lo llevaron a la selección
de Treinta y Tres y de ahí al viejo Rampla
“con un bolsito de mano”. Fue a parar a
la casa de un dirigente y después a la sede
en el Cerro: “Temblaba. Pero después te
acomodás, somos animales de costumbre”.
Julio Colorín Correa, fue criado con
sus “abuelitos” a los que nombra con la
ternura de un niño: “Me fui menor de
edad, mi abuelita tuvo que firmar un
papel. No queríamos saber nada, pero
aparecieron tres tipos en un Volkswagen
y tatata vamonós”. El Pato Colace lo
recomendó y la cosa fue rápido, no hubo
mucho tiempo para meditar. “¡Un rancho
de paja, macho! ¡No había baño! El
excusado era a media cuadra. El trasiego
a Montevideo fue una cosa que… me fui
a bañar y había una bañera que yo nunca
había visto en mi vida ¡No sabía ni cómo
se abría la canilla!”.
Aún nos pega en la cara el fuego de
ayer a orillas del río para soñar. El Olimar
como un espejo y los tres puentes como
los primeros versos de una canción de
Ruben Lena. En las barbas de los árboles
se mece la música del Laucha Prieto. El
rincón del Negro está custodiado por
sus iguales: “Ojalá los cantores vuelvan a
juntarse acá, alrededor del fogón como
antes. Acá se juntaban después del festival,
acá se juntaban los grandes”. Recorro las
historias que nunca me canso de escuchar.
Reviso la canchita, la subida a la Ruta 8. Las
propagandas políticas ensuciándolo todo.
Los botes esperando románticos. El olor a
vino. El trampolín. El crujir de las ramas. El
mejor chorizo en la vuelta.
“Estudiantil hacía tres o cuatro años
que era campeón del Interior y en Paysandú
hacía siete u ocho años que no perdía, y le
dimos la vuelta allá. Teníamos un cuadrazo.
Después nos desafiliaron por un año y
medio por un problema con la ficha de
un gurí de quinta. Cuando en Estudiantil
supieron del problema, aprovecharon y
me llevaron. Acá empatamos uno a uno
y allá en La Heroica le ganamos 3-2. Más
de mil personas fueron en ómnibus a
vernos. Y en Melo nos estaba esperando la
caravana. La plaza no sabés lo que era. Fue
la única vez que un equipo de Treinta y
Tres salió campeón del interior. Después de
Estudiantil me fui a Liverpool con Colacho.
Nos fuimos casi todos. Macaco, que en
Treinta y Tres era técnico y jugaba, purita
cabeza, tas loco, un fenómeno, se fue a
Central”.
Treinta y Tres y el río Olimar, cuna de
goleadores y guitarreros, poetas y bohemios.
Entre el Parque Colón y el Estadio Centro
Empleados de Comercio, hay un millar de
jugadas que son la tradición oral mas rica
del pueblo, junto a sus canciones. Emiliano
Alfaro, Darío Silva, el Tola Luzardo, Los
Olimareños, Ruben Lena, Uruguay Lucas,
mi viejo, mis tíos, el Tronco Obaldía, y
tantos otros.
El impasse de la charla es armando
el cuadro negriazul con los ojos en el
amarillento de la foto: “Hurt, ¡qué golero!
argentino, González, un canario que
jugaba de back, Campo –Campito– años
en Liverpool, Ramírez, Sergio Colacho
Ramírez, Quiroga ¡pa! el Indio Quiroga.
Maldonado, ese tiene que andar en la
vuelta, Correa [silencio], Bertocchi, Pedro
Álvarez. Saúl Rivero, Agapito Rivero.
Fontora, ¡pa! el zurdo Fontora, después
jugamos juntos en Chile. Y el técnico
Roberto Fleitas”. Lunes 17 de julio del
72, Cuadrangular El Diario, calificación
periodística de siete: Robador de balones,
29
30
túnel SET- OCT 2015
estuvo en todos lados buscando atacar. Sin
embargo Colorín sigue pensando en la
alineación, “¿Armando Savoy no estaba en
ese cuadro? Estoy medio entreverado”. Pero
afina la puntería: “Había un Filippini que
de un día para otro desapareció. Puntero
izquierdo”. La época impone presencia.
Hay voces de niños que vienen de la
vereda. Retumban las risas en el zaguán.
Olivia persigue a Joaquín que trastabillando
se escapa. Papá Daniel corteja la carrera.
En cinco minutos la casa es un mundo
imaginario más, los juguetes cobran vida
y los grandes somos amigos que siempre
queremos jugar.
“Huracán Buceo fue el cuadro de los
mejores amigos. Nos juntamos todos los años
un montón de personas de tres temporadas
salteadas. Soy hincha de Rampla pero tengo
un gran cariño por Huracán”. Joaquín se
trepa al abuelo, desde el patio la abuela Nena
lo llama, Mamá Mariana prepara el arrorró.
“Cáceres, Gil, Peña
–hermano del Pelado–, Malaquín, el mono
Soria, y Mier” apunta y sigue: “Correa, De
Lima, Fuá –un brasilero–, Alfano y Acuña”
dice, pero erra. Carrión, corrijo, Barrios y
Beiro. “El más peligroso” concluye al fin
Correa la nómina de los del Buceo. Los niños
siguen revoloteando. Ya pisamos el año 74:
“Jugábamos un partido en el Estadio con
Peñarol previo a una gira que haríamos con
Huracán. Vinieron a ver a Alfredo Lamas,
pero yo le hice un gol a Corbo y sin saber
quién era dijeron: queremos al siete. Al otro
día los dirigentes me avisaron que cuando
volviéramos me iba a Estados Unidos”. El
Cosmos se armó con ingleses, yugoslavos,
Masnik, Caetano, Lamas y Correa, hasta que
un rumor corrió con fuerza. Con tanta fuerza
que se hizo palabra y al cabo de dos meses de
alucinantes fantasías, fueron al aristocrático
Club 21 a recibirlo: el Rey Pelé.
Intenta pronunciar el nombre de la
avenida del barrio latino de Queens donde
vivían, pero no lo logra. El respetable
público del Cosmos mutó, pasaron de ser
1.500 personas a dejar las tribunas hasta la
boca. Con Pelé en el equipo quedaba gente
afuera en todas partes del mundo: Italia,
Francia, España, Portugal, Países Bajos,
Jamaica, Puerto Rico, Haití. “Viajábamos
por todos lados a jugar con Pelé: aviones en
primera y hoteles cinco estrellas. Lo esperaba
una delegación y lo recibía el rey –el otro–
o el presidente, nunca vi una cosa igual.
Aparte la calidad del Negro, un fenómeno,
un consejero, un señor. ¿Y los pases que
tiraba? Imponente, estaba adelantado, te
daba pases que te dejaban descolocado a vos
y al rival. Era un jugador que quería ganar
siempre y si tenía que putear, puteaba. Se
calentaba, no le gustaba perder a nada”.
El living de la casa de mis tíos ahora es
Nueva York y el mundo entero. Entre los
sillones corren las líneas de cal, en la cocina
está el arco, en el piano la música de las
tribunas. Afuera la gente nos espera ansiosa.
Pelé nos tira paredes, Colorín se desmarca,
hace una diagonal, yo acomodo el cuerpo a
la fantasía.
“Si no recibo noticias tuyas no esperes
más noticias mías, saludos para todos
los muchachos de la radio, yo la estoy
rompiendo junto a Pelé”. Julio escribía esto
“Huracán Buceo fue el
cuadro de los mejores
amigos. Nos juntamos
todos los años un montón
de personas de tres
temporadas salteadas.
Soy hincha de Rampla
pero tengo un gran cariño
por Huracán”.
en los recortes de diarios neoyorquinos y
se los enviaba a Serrano Abella. Extrañaba,
pero nuevamente el bicho de costumbre
del arrozal adecuaba el alma y desbordaba
por la punta del mundo, tiraba el centro
a su pueblo para que cabeceen sus vecinos
y amigos en aquella correspondencia de
admiración y nostalgia. “Una vez jugamos
en Haití para treinta mil personas, después
volamos a Jamaica y tuvimos que volver
a Haití porque querían que jugara de
vuelta. Lo desnudaban cuando terminaba
el partido, quedaba en calzoncillos nomás.
Era un imán, pero tenía un manejo
bárbaro de las relaciones públicas. En
las concentraciones tocaba la guitarra y
cantaba, sobre todo de viaje, y viajábamos
de continuo”. La realidad supera una vez
más a la ficción.
Desde niño veo aquellas fotos del
Cosmos en el cuarto de mis tíos. Las
infaltables con Huracán Buceo. Las
memorables de Campeón del Interior.
Reposan como recuerdos sostenidos de su
lado de la cama, cerca de un recorte con
Mariana, la mayor, en brazos, y una foto
con el rostro picaresco de Lucía y los ojos
encantadores de Elisa, y la risa inconfundible
de mi tía Nena eternizada en la planicie de
la imagen.
“En Puerto Rico había un casino
pelotudo abajo del hotel y con el Chueco
Masnik nos fuimos a tirar unas fichas y
empezamos a ganar y nos entusiasmamos.
Eran como las once ya cuando apareció el
moreno. Mañana hay que practicar, dijo.
Pero que se deje de joder, dijimos nosotros.
A la media hora volvió y dijo: “Esta mesa y
este casino van a estar mañana y pasado. Si
están ganando llévensela”. Y ahí entendimos
¡purita calidá!
Un Volkswagen Amazón blanco y viejo
descansa en la puerta, una casona llena
de recuerdos nos alberga. Todas nuestras
edades creciendo y decreciendo entre el
patio y la vereda. Las nuevas generaciones
pareciéndose en los gestos. El piano sonando
en las manos pequeñas de Olivia que juega
a ser como la Nani. Una luna de Tomás
Cacheiro. El arroz con leche de Estela. El
olor a la casa de la Tita.
“Cuando vine la primera vez una
caravana me esperó del otro lado del río”,
dice Colorín asistiendo a Joaquín con una
sonada de nariz. La charla se dispersa. Los
niños piden atención y el abuelo se afloja,
se entrega a la maravilla de la chiquillada.
La biografía del jugador gritará campeón
en el duro ascenso chileno con Cobreloa.
Viajará al centro de América para vestir
la del extinto Centro Español de México.
Volverá siempre a Huracán en cada asado.
La biografía del hombre sigue, va hacia el
patio, tira una pared con los nietos (uno
nunca deja de ser futbolista), y en las piedras
los lagartos se ponen a cavilar, sobre el tiempo y
el silencio del modo más natural.*
_Agustín Lucas
*‘La Ariscona’ (de Ruben Lena y Los
Olimareños).
31
Doping positivo
túnel SET- OCT 2015
Acerca del infantilismo “ofensivo”
y el espíritu del fútbol 5
32
“Hay que decir a las masas la amarga verdad
con sencillez y claridad, francamente: es
posible e incluso probable que el partido
militar se imponga de nuevo en Alemania (en
el sentido de pasar en el acto a la ofensiva
contra nosotros) y que Alemania, en unión con
Japón, intente repartírsenos y estrangularnos
por medio de un acuerdo formal o tácito. De
no escuchar a los chillones, nuestra táctica
debe consistir en esperar, demorar, rehuir
el combate y retroceder. Si arrojamos por la
borda a los chillones y ‘ponemos en tensión’
nuestras fuerzas, creando una disciplina
verdaderamente férrea, verdaderamente
proletaria, verdaderamente comunista,
tendremos serias posibilidades de ganar
muchos meses. Y entonces, retrocediendo
incluso hasta los Urales (en el peor de los
casos), facilitamos a nuestro aliado (el
proletariado internacional) la posibilidad de
acudir en nuestra ayuda, la posibilidad de
‘cubrir’ (hablando en lenguaje deportivo) la
distancia que existe entre el comienzo de las
explosiones revolucionarias y la revolución”.
Vladimir Ilich Ulianov, el director técnico
más importante de la historia de Rusia,
escribió esto el 5 de mayo de 1918, un par
de meses después de firmar la paz con los
imperios alemán, austro-húngaro y otomano
que sacó a Rusia de la Primera Guerra Mundial.
La movida no le salió barata, puesto que para
evitar continuar un combate que llevaba todas
las de perder, el popular Vladi tuvo que ceder
buena parte del territorio ruso. Naturalmente
hubo quien no entendió la táctica y lo
acusó de especular, de meterse atrás, de no
arriesgar lo suficiente. Probablemente los más
malhablados, mientras comentaban en voz
alta la última edición de Pravda y se clavaban
un dos por uno de muzzarella y vodka, lo haya
tildado de cagón. Chillones, pensó el Vladi, que
se armó de paciencia y escribió el maravilloso
tratado de táctica y estrategia del cual extraje
ese párrafo, explicando el sencillo hecho de que
a veces dar un paso hacia atrás es la condición
necesaria para dar después dos hacia adelante,
y que tantos uruguayos deberían leer antes de
cuestionarle al director técnico de la selección
uruguaya de fútbol alguna supuesta cobardía
durante la última Copa América.
De la misma forma en que Lenin habló
“en lenguaje deportivo” para explicar asuntos
relativos a la guerra y a la política, podemos
utilizar el lenguaje bélico y político para
explicar asuntos del deporte. Un partido
de fútbol es un combate entre dos fuerzas
siempre desiguales, sometidas a unas reglas
(relativamente) equitativas, en el cual los
factores que inciden en el triunfo o en la
derrota son imposibles de controlar. Lo único
que conocemos –y nunca con total certeza–
son las fuerzas con las que contamos para
encarar la batalla. Y, si tenemos cierto grado de
humildad, nuestros puntos débiles. Con base
en esas certezas y el trabajo de inteligencia
que hayamos podido realizar para dilucidar las
fortalezas y debilidades del rival, planificamos
el combate.
Esto es verdad para cualquier actividad
competitiva, es decir para cualquier actividad
en la cual dos o más personas o entidades
chocan entre sí aspirando a llevarse algo que
sólo una de ellas podrá obtener. De ahí que
en la competencia –como dijera alguien que
no recuerdo pero que mi instinto me lleva
a pensar que fue Julio Ribas– ganar no es el
objetivo principal, es el único; otras cosas
pueden lograrse en el camino: hacer amigos,
pasar un buen rato, perder peso, pero ninguno
de esos es el objetivo al que aspiran los
deportistas profesionales en el marco de su
actividad remunerada.
La práctica “competitiva” del fútbol es
un ínfimo porcentaje de la que se lleva a cabo
todos los días sobre el planeta Tierra y la gran
mayoría de los mortales no tenemos la menor
idea de lo que implica.
Los varones uruguayos –y cada vez más
las mujeres– jugamos regularmente al fútbol:
en la playa, en el campito –si es que esa
idealización del “fútbol puro” sigue existiendo–,
en las canchas de fútbol 5 o en algunas de
las cientos de ligas amateur que hay en el
país, pero ninguna de estas es una actividad
competitiva, puesto que en ellas ganar no es
el único objetivo, sino que convive con otros,
como la socialización, el entrenamiento físico,
el placer de jugar, etcétera. En muchas de
ellas, ganar ni siquiera es el fin principal: la
voluntad de armar cuadros parejos cuando uno
organiza un partido de fútbol 5 nace del deseo
de participar en una instancia entretenida,
que suspenda el sentido de realidad durante
una horita y me haga partícipe de algo cuyo
final es incierto, y no de un mero simulacro de
desafío en el que sé que voy a ganar porque
traje a todos los que la mueven para mi cuadro.
Esto último aburre y por eso es evitado por
cualquiera que busque divertirse un rato.
En el fútbol, la especulación –esa
palabra que rechina a tanto futboleros que
nunca han jugado con la necesidad de ganar
o de no perder porque de ello depende su
trabajo como a otros que sí lo han hecho
pero que se creen más valientes de lo que
son– está directamente relacionada con el
grado de competitividad del partido. Cuando
vamos a jugar al fútbol 5 con amigos no
especulamos; ganar es un objetivo menos
importante que el de pasarla bien y, por ende,
adaptar nuestra estrategia a las fortalezas y
debilidades del rival para aumentar nuestras
chances de victoria está lejos de ser una de las
prioridades. Pero si ese partido de fútbol 5 es
por un casillero de cerveza nos ponemos un
poquito más serios y si vemos que el cuadro
rival es más rápido, técnico y más preparado
físicamente que nosotros, seguramente
busquemos un partido con poca dinámica y en
el cual la pelota esté lejos de nuestro arco. Y
una vez resuelto el problema más evidente –la
alta probabilidad de que el rival nos convierta
muchos goles– veremos cómo resolver hacerle
daño, porque el segundo problema ni siquiera
existiría si el primero no se resolviera, de
la misma forma en que Lenin nunca habría
podido construir el socialismo si el ejército
alemán barría con los rusos en 1918.
En el fútbol profesional estas
especulaciones se llevan a su grado máximo.
Lo hizo Tabárez durante la Copa América, a
veces con más y a veces con menos suerte.
(Paradójicamente, su equipo ganó un solo
partido y fue el único en el que jugó realmente
mal). Pero también lo hizo Sampaoli, que
en la final no tuvo vergüenza de meter a
jugar al volante central entre los zagueros,
abandonando esa hipercarrasquista defensa
compuesta únicamente por dos hombres que
casi le cuesta la semifinal.
Algún día Tabárez se va a ir, como se
van todos los técnicos de los equipos que
alguna vez dirigieron. El éxito o el fracaso de
su proyecto lo mediremos en función de qué
tan cerca o lejos estemos en ese momento
de esa metáfora de la Rusia feudal que era la
selección uruguaya hace diez años.
No en vano llegó el día, un par de
décadas después en la historia de Europa,
en que Alemania y Japón volvieron por Rusia,
tal como el Vladi –que ya hacía años que se
había tomado el buque hacia la eternidad–
había previsto. Lo reemplazaba un bigotudo
del mal carácter y menos fineza táctica,
pero el cuadro ahora estaba sólido, había
recuperado casi todo el territorio que había
tenido que ceder en 1918 y ganó el partido
con base en sacrificio y contragolpe.
_Mauricio Bruno

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