El baile de los que no sobran, artículo de Tatiana Cisternas
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El baile de los que no sobran, artículo de Tatiana Cisternas
MSJ EDUCACIÓN ¿selección o inclusión en la escuela chilena? El baile de los que NO sobran Tatiana Cisternas León Investigadora del CIDE Facultad de Educación, Universidad Alberto Hurtado Es preocupante que una mayoría de profesores y apoderados considere válido que un establecimiento seleccione a sus alumnos, como una manera de buscar mejores resultados académicos. 40 424 Un camino supone utilizar la diversidad en beneficio de la enseñanza; el otro, la segregación por grupos y la formación de guetos. La escuela chilena parece estar optando por este último. L a reciente encuesta realizada por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación (CIDE) entrega datos relevantes sobre las maneras de concebir y soñar la escuela de acuerdo a la perspectiva de diversos actores educativos. Entre otros tópicos se les pregunta a estos por la legitimidad que creen que tiene la selección de los estudiantes como mecanismo para asegurar mejores resultados académicos: ¿considera válida la selección en las escuelas? Los resultados son llamativos y preocupantes pues, transversalmente, un grupo importante de académicos, directores y apoderados considera legítima esta práctica. Alrededor de un 70% de los docentes de establecimientos municipales y particulares subvencionados sostiene que acepta la selección con el propósito de cautelar el nivel académico del establecimiento. Llama la atención que solo tres de cada diez profesores rechacen este mecanismo. Sorprendentemente, en padres y apoderados tal aceptación se manifiesta tanto o más arraigada: ocho de cada diez (81% en los municipales y 86% en los particulares subvencionados) la justifican. Asimismo, el 60% de los directores de establecimientos particulares subvencionados declara que aplica pruebas de conocimientos como parte del proceso de admisión a la escuela; lo mismo hace un 27% de los responsables de los municipales. SEPTIEMBRE 2013 ¿Qué lectura se puede hacer de estos datos? Una no muy optimista. Con la masificación y ampliación de la cobertura escolar entraron todos a las aulas. Niños y niñas con conocimientos, gustos, ritmos, intereses y proyectos vitales distintos. Ahora las escuelas son diversas y deben responder, además, a problemáticas sociales, demográficas y de inmigración. ¿Cómo abordar esta nueva realidad? Los establecimientos pueden optar por dos caminos. El primero supone aprender a trabajar con poblaciones diversas y utilizar esa diversidad en beneficio de la enseñanza. Forjar una escuela inclusiva. El segundo camino lleva a la segregación por grupos y a la constitución de islas o guetos que entorpecen el diálogo y la integración social. La escuela chilena parece estar optando por este segundo camino. EN LA BÚSQUEDA DE UNA ESCUELA HOMOGÉNEA Tras la idea que legitima la selección de niños y adolescentes en la escuela básica y media está la búsqueda de un estudiante “modelo”, un patrón o ideal bajo el cual se deben medir antes del ingreso a un establecimiento y durante su trayectoria escolar. Dicho ideal no es neutro. Ningún ideal lo es. A través de la selección se determina qué capacidades, actitudes y experiencias son valoradas por la escuela y cuáles no. Así, por ejemplo, rara vez se evalúa la capacidad creativa de un niño o sus aptitudes deportivas, menos aún si le gusta la música o cuán solidario es con los otros. Importa más el resultado de un test de inteligencia, una prueba de madurez cognitiva, si sabe “seguir instrucciones” o si posee buenos niveles de atención y concentración. De este modo, se organiza a los niños de acuerdo a cuán lejos o cerca estén de estos ideales. Operan unas clasificaciones y se definen unas jerarquías que a la larga se convierten en “prerrequisitos”, exigencias que por razones obvias sólo algunos pueden cumplir. En este sentido los resultados de la encuesta del CIDE son preocupantes. Para una mayoría de los docentes, directores y apoderados resulta válido determinar, con unos parámetros o medidas, quiénes merecen estudiar en un establecimiento SEPTIEMBRE 2013 El modelo con el cual se clasifica a los niños se construye sobre la base de un ideal propio de la cultura letrada y dominante. Aquella a la que acceden los más privilegiados en la sociedad. y quiénes, por consiguiente, no lo merecen. Al parecer, la sociedad chilena ha naturalizado estas prácticas. Se olvida la arbitrariedad que esconde este mecanismo y las consecuencias nefastas sobre niños, niñas y adolescentes a los que no les alcanza el puntaje para ingresar. Aquel alumno que difiera del estándar esperado es un posible candidato a no avanzar al ritmo deseado, a no llegar a la meta estipulada. Es, de alguna manera, una traba para la constitución de aulas homogéneas que, se cree, garantizaría el éxito del alumno y por consiguiente, del profesor y la escuela. Esta crítica en ningún caso rechaza la existencia de proyectos educativos con énfasis formativos particulares, que las familias pueden escoger para sus hijos. El problema se produce cuando, en las escuelas que reciben financiamiento público, las diferencias sociales, económicas y culturales (que traen maneras distintas de relacionarse con las personas, las ideas, las cosas, el mundo) se convierten en ventajas u obstáculos para el fracaso o el éxito escolar. Más aún, esta práctica de clasificar, de ordenar a los sujetos según el dominio que tengan, acarrea tras de sí un dilema ético y político. El modelo con el cual se analiza a cada niño se construye sobre la base de un ideal propio de la cultura letrada y dominante. Aquella a la que acceden los más privilegiados en la sociedad. Esta forma de selección parece aún más grave en un país con las tasas de inequidad más altas de todo el mundo. LOS EFECTOS: EL BAILE DE LOS QUE SOBRAN… Toda homogeneidad basada en un parámetro de “excelencia” deja huellas. El principio de selección-inclusión-exclusión se cristaliza en prácticas que pueden parecen naturales y casi cotidianas. La evaluación, el juicio escolar que determina si un estudiante (y su familia) cumple o no con un perfil determinado, puede dramatizar diferencias pequeñas o pasajeras. Genera consecuencias, efectos perversos tanto simbólicos como prácticos. Y así ocurre lo que en los años ochenta cantaba el grupo Los Prisioneros con su clásico “El Baile de los que sobran”: los doce juegos terminan para unos con laureles y futuros, y dejan a otros pateando piedras. El mecanismo de selección se expresa principalmente en la práctica de evaluar conocimientos y habilidades en los estudiantes antes de ser aceptados. En efecto, parece insólito, por ejemplo, que se excluya a un niño que inicia Primero Básico porque aún no sabe leer. Es tan descabellado como si para iniciar un curso de inglés fueran admitidos solo aquellos que acreditan un buen manejo del idioma. Y, sin embargo, nos parece natural esa práctica escolar. Incluso, para muchos padres es señal de la “calidad” del establecimiento. ¿Quién podría atribuir los mismos méritos a una escuela que selecciona y a una que no lo hace? La primera trabaja con niños que fueron previamente escogidos porque la mayoría lee, sabe cómo es el lenguaje de un cuento, conoce y disfruta de los libros, sabe escribir su nombre. La segunda, no elige y admite a niños que no han visto a nadie leer y escribir, recién inician el descubrimiento de las letras o por primera vez les leen un libro en la escuela. ¿Por qué evitar que unos y otros se encuentren en una misma sala de clases? Un segundo ejemplo. La selección como mecanismo está presente no solo para matricularse en una escuela, también para mantenerse. Todos los años, en noviembre o diciembre se expresa otra forma de excluir para garantizar un aula sin diferencias. Los que no aprendieron al mismo ritmo, que se salen de la norma, que por distintas razones afectan el promedio del curso, son “persuadidos” para que busquen otra escuela, una que se ajuste a su medida: Señora, le recomendamos que saque a su niño del colegio y se lo lleve a otro menos exigente / Su hijo seguramente repita el año, le va a costar mucho el próximo, lo mejor es que se lo lleve a otra escuela / Esta escuela es de 425 41 MSJ EDUCACIÓN La escuela debe cambiar su ideología y también sus expectativas sociales. Una escuela inclusiva reconoce que de partida hay puntos desiguales y los asume. excelencia, su hijo tiene un promedio bajo 5.0, no puede continuar aquí... Vemos que la escuela no solo gradúa y pone juntos a los niños que tienen la misma edad, con lo cual se supone que serán iguales en el aprendizaje. Cuando no se ajustan al parámetro predeterminado, esos estudiantes dejan de ser bienvenidos. En la búsqueda de homogeneidad, las jerarquías también operan en el sentido contrario y con consecuencias indeseables. No solo son movilizados aquellos que fracasan porque no se ajustan al ideal. A veces, también ocurre con aquellos estudiantes que destacan por el éxito que alcanzan. Por ejemplo, es sabido que la estrategia de algunos municipios es buscar entre sus escuelas a los niños con mejores calificaciones y concentrarlos en un mismo establecimiento. Se transmite un discurso exitista que impregna a las familias y a los propios estudiantes: sentir orgullo por estar donde únicamente entran “los mejores”. Aprenden desde pequeños que convivir con la diferencia no es bueno para tener éxito, es una mala junta, que se debe evitar. Tener compañeros de curso que saben menos que yo, me perjudica. Más allá del éxito en las pruebas estandarizadas, ¿es esto lo que queremos enseñar a nuestros niños? Así podríamos continuar dando ejemplos. Como aquella práctica de organizar los cursos de acuerdo al nivel que alcancen los estudiantes en las evaluaciones. El cur- 42 426 so “A” concentra a los exitosos, el “B” a los que lo son un poco menos, y el “D” a los que no aprenden, los lentos y, generalmente, los conflictivos. Para los primeros hay recompensas, como por ejemplo los mejores profesores. Para los otros, lo de siempre, nada en especial, no tienen el mérito. En cualquiera de estos casos entristece la resignación que asumen todos los actores del sistema. Es lo que siente esa madre o ese padre que piensa qué le vamos a hacer, mi hijo no es para este colegio tan exigente. Para muchos docentes, directores, políticos y académicos parece natural y lógico que algunos estudiantes, por lo que muestran en una evaluación de conocimiento, hayan adquirido con ello la condición de “no caber”, no calzar. Negar la heterogeneidad y buscar la homogeneidad es querer aproximarse a un modelo, a un patrón consensuado socialmente. La diversidad en los modos de ser de los niños se concibe también como un problema que debe ser superado más que como una ventaja a explotar. LA DIVERSIDAD EN LAS AULAS COMO VENTAJA PEDAGÓGICA La escuela debe cambiar su ideología y también sus expectativas sociales. Una escuela inclusiva reconoce que de partida hay puntos desiguales y los asume. Entiende que no es posible comenzar desde el mismo lugar con poblaciones diferen- tes. Una escuela inclusiva sabe que los modelos pedagógicos tradicionales desconocen los procesos propios del aprendizaje; invisibiliza y patologiza las diferencias; despoja de sentidos individuales y colectivos lo que se aprende en la escuela. En definitiva, sabe que esas prácticas no representan una respuesta pertinente a los desafíos actuales de aceptación y valoración de la heterogeneidad en el aula. En este sentido, la encuesta CIDE también pregunta a los docentes por las condiciones que requeriría para desempeñar su trabajo si el establecimiento decidiera no hacer ningún tipo de selección de estudiantes. En promedio, un 50% de los docentes consultados afirma que la formación específica para trabajar con la diversidad en el aula es el requisito más importante. Este dato tiene sentido. La escuela no está acostumbrada ni preparada para este desafío. La voluntad y el entusiasmo no son suficientes. “¿Cómo se hace?”, parece ser la pregunta de muchos. No da lo mismo optar por escuelas inclusivas o “exclusivas”. En el discurso cotidiano se ha instalado con fuerza las desventajas de aceptar la diversidad en las escuelas. Nadie ha dicho que ese desafío no tenga dificultades. Sin embargo, muchas investigaciones y experiencias escolares han dado muestras del beneficio pedagógico, cognitivo y social que trae el compartir las aulas con otros que saben, creen y hacen cosas distintas. No es sencillo hacer una escuela diversa, heterogénea. Pero tenemos el deber y la responsabilidad de intentarlo. Hagamos que este baile sea el baile de los que NO sobran. MSJ SEPTIEMBRE 2013