Los límites del lenguaje

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Los límites del lenguaje
Los límites del lenguaje
Escrito por Redacción
Sábado, 18 de Julio de 2015 05:24 -
El llamado del presidente Santos a “desescalar” la retórica de guerra que pulula en Colombia,
es un paso difícil de dar. Las guerrillas, por un lado, le han hecho mucho daño a colombianos
inocentes, que no estarían dispuestos, de buenas a primeras, a dejar de llamarlos como les
parezca o corresponda.
Y los agentes del Estado, por el otro, que se salieron del marco de la ley para hacerle frente al
enemigo, con sus actos perversos, entre los que se destacan los “falsos positivos” también se
han ganado los calificativos que les endilgan sus victimas.
Pero no podemos seguir en lo mismo toda la vida. “Cuando Uribe perdonó a 30 mil
paramilitares que también eran asesinos, narcos y terroristas, dejó de llamarlos así”, ha dicho
el escritor Héctor Abad Faciolince, a raíz de las reacciones de sus seguidores en contra del
mensaje presidencial.
En Colombia, un país que ha demostrado que del dicho al hecho no hay mucho trecho, una
petición de esta índole no debería ser mal vista en el fondo. Acá las palabras no se las lleva el
viento, como quisiéramos, a veces. Y por esta causa hay muchos Martín Fierro en esta nación.
Dejar de decirle asesino a quien lo es, no lo convierte en mansa paloma.
El desprecio que produce el crimen de un ser querido hacia quien lo hizo puede que jamás
desparezca, pero se pierde mucha energía y lucidez pasarse el resto de la vida solo gritándole
a voz en cuello lo que se merece a cada rato. Lo mejor sería dedicar esa energía y razón en
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reclamar justicia y no descansar hasta que se le aplique al criminal la sentencia proporcional y
debida. Y, como sociedad, hacer lo propio.
La negociación que se lleva a cabo en La Habana entre las FARC y el Gobierno, pretende el fin
del conflicto. En otras palabras, busca acabar con la violencia que ha envilecido nuestro
lenguaje. Y no tiene presentación sentarse a dialogar con el enemigo empelando un lenguaje
de guerra. Que, dicho sea de paso, muy pocas veces es utilizado por las personas que han
estado todos estos 50 años en mitad del fuego cruzado, sino por quienes, en lo más alto de la
estratificación social, tratan de sacar provecho político de la situación.
Al igual que la guerrilla, en general, que estigmatiza a la sociedad colombiana hablando de una
oligarquía en manos del imperialismo yanqui, entre otras cosas, como bien lo dijera el
coordinador de la ONU en Colombia, Fabrizio Hoschschild. De lado y lado se tiene que
moderar el lenguaje entonces. Es fundamental para llegar a acuerdos en cualquier caso. Tanto
en La Habana como en Colombia.
Sin embargo, lo más importante, lo realmente importante —y es el pensamiento básico de esta
tribuna de opinión—, no es dejar de decir las cosas como son, ni dejar de mencionar por su
nombre exacto lo que sentimos, sino poder decirlas sin que corramos el riesgo de perder la
vida por eso. A esto es que hay que apuntarle porque no podemos seguir jactándonos de que
somos una democracia con libertad de expresión y opinión, si la consecuencia de ejercer
dichos derechos fundamentales es la muerte.
COLETILLA: “No hay que dar la vida muriendo, sino trabajando” —Luis Espinal, S.J.
Comentarios: @nadimar65
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