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CÓMO PENSAR LAS COORDINACIONES MOTORAS EN EL TRABAJO DE EUTONÍA Por Susana Kesselman Como eutonista, pienso el tema de las coordinaciones motoras de un modo similar a como pienso el tema de la respiración y de otras acciones que son naturales en el cuerpo: buscando no interferir. Gerda Alexander nos enseña que no mostremos, que no ejemplifiquemos con nuestros cuerpos “de profesores” los movimientos y posturas que deseamos que nuestros alumnos adopten. Los eutonistas debemos elaborar consignas que permitan a las personas observar sus modos de hacer, de moverse, de sostenerse, de relacionarse. En un grupo son frecuentes las propuestas de investigación, tanto de la marcha propia, como la de otras personas. Esta práctica suele ser una muy buena herramienta para introducir el tema de las coordinaciones motoras y de los patrones de movimiento: la coordinación de la cintura escapular con la pelviana, la solidaridad pelvis-cabeza, las modificaciones que el apoyo de los pies traen en la dirección de los huesos y en el conjunto de las posturas, etcétera. Y todo esto tratando de no invadir con nuestras propias imágenes, las de quienes van haciendo estos procesos en el cuerpo. Practicando desde muy pequeña la Rítmica de Dalcroze, Gerda descubrió que sus maestros, si bien hablaban del movimiento natural, espontáneo, y se oponían a los modelos de enseñanza de las escuelas de danza y gimnasias tradicionales, luego en sus prácticas, los modos de trabajo no diferían. Ellos seguían proponiendo imitar los movimientos de los maestros y copiar las formas que tomaban los cuerpos de los artistas, de las bailarinas, incluso de los atletas. Es decir, que si bien las ideas eran innovadoras, los métodos terminaban produciendo aquellos movimientos estereotipados que deseaban evitar. Así surgió la Eutonía en la búsqueda de una técnica que, a partir de la regulación del tono, de la liberación de las fijaciones tónicas, del incremento de la sensibilización y de la conciencia corporal, permitiera a las personas encontrar por sí mismas, sus propias maneras de moverse, de respirar, de caminar, de coordinar los movimientos, de desequilibrarse y reequilibrarse, de liberarse de sus estereotipos posturales. El principio de la no-interferencia es básico para quienes trabajamos con la eutonía. Los eutonistas hacemos un culto de este principio y, aunque muchas veces nos ponga en un aprieto, estamos atados a él y obligados a reinventar las formas de no traicionarlo. Me animaría a decir que este concepto define qué es y qué no es eutonía, quién es y quién no es eutonista. Podemos crear y recrear infinidad de recursos técnicos que Gerda Alexander no había desarrollado, ni siquiera pensado, y ese camino seguirá siendo eutonía, pero siempre que nos mantengamos bajo el ala de este principio y de la búsqueda de Gerda por lograr la autonomía del alumno. Otro de los puntales de su pensamiento. Por eso es importante no simplificar este concepto e indagar su multiplicidad de sentidos. No-interferir en los movimientos y en la imaginación de las personas que participan de la experiencia eutónica no significa que el profesional se libere del compromiso de orientarlas y acompañarlas en sus procesos de cambio, muy por el contrario. Nointerferir es una conducta activa y nos obliga a los eutonistas a una observación rigurosa de nosotros, de nuestros propios comportamientos corporales, y de los de nuestras alumnas y alumnos. No-interferir nos conduce a un estar atentos a las acciones corporales, a cómo se hacen, a qué partes del cuerpo se incluyen y cuáles no, a los ritmos y a las tonicidades singulares. No-interferir es disponernos a la invención de recursos que generen condiciones favorables para evitar que “lo no deseado” suceda, que los obstáculos que llevan a crispaciones se disipen. Nointerferir es facilitar que se incrementen los repertorios de comportamientos corporales, que los cuerpos alcancen buenas coordinaciones motoras, no tanto a través de correcciones que muchas veces acentúan las dislexias, sino a través de técnicas, de modos de trabajo, de rutinas saludables, que profundicen la autoobservación y la observación de las conductas corporales de quienes están siendo asistidos. En lugar de corregir las “malas” posturas con las “buenas” posturas, ofrecer propuestas que lleven al desarrollo de una conciencia corporal que produzca los cambios que se buscan. Gerda decía que al principio el hábito le gana a la conciencia y que luego la conciencia le gana al hábito. Mediante inventarios –recorridos corporales a través de consignas verbales-, de trabajos de tacto y contacto consciente, del transporte, de la estimulación al movimiento eutónico, las personas recorren sus cuerpos aprendiendo de ellos y produciendo nuevas formas de comportamiento que suelen liberarlos de los estereotipos y de las fijaciones de tono. Así experimentan la diversidad de la que un cuerpo es capaz.
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