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EL PERFIL
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AÑO 8 NÚMERO 87 AGOSTO 2016
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MARTÍN SOLARES
03
Autor de libros como Los minutos negros, No manden flores y Cómo dibujar una novela, Martín Solares (Tampico,
1970) es escritor y editor. Afirma que hay que escribir sólo aquellos libros que nos despiertan de madrugada y que
tienen que ver, de algún modo, con los que se están leyendo en ese momento. Se levanta muy temprano para
escribir y espera que sus palabras tengan el sabor de su tierra natal y de las otras donde ha vivido. Esto fue lo que
nos contó sobre su librero. +
Foto: Valeria Moheno©
EL
LIBRERO
DE...
¿Cuántos libros tienes?
Ni idea. Puedo decir que un treinta por ciento está prestado en casa de mis amigos. Creo que
cada vez que alguien necesita un tipo concreto de lectura, hay que funcionar no como escritores o lectores sino como médicos y prestarles ese libro para que se lo lleven de inmediato.
Cuando alguien está muy deprimido hay que recomendarle algo de Roald Dahl, de Rubem
Fonseca o de Ray Bradbury; si alguien necesita poesía, algo de Sabines. Si no regresa el libro
es una pena, pero insisto en que se habrá salvado una vida.
¿Cuál es la joya de la corona del librero? El libro de Cuentos completos de Rubem Fonseca, lo he prestado varias veces y ha
regresado. Leí vorazmente cada uno de estos cuentos no una, sino varias veces, y
es uno de los libros que casi siempre me acompañan cuando estoy escribiendo una
novela. Admiro mucho su obra, es uno de los grandes maestros. Todos deberíamos
dejar de leer las novedades que están por ahí y ponernos a leer al hombre que inventó
al cobrador, a Mandrake y a Bufo y Spallanzani.
¿Cuál es el más nuevo?
Una biografía de Marcel Duchamp que me muero por leer, salió en Anagrama. Salté hacia ella
como si fuera agua pura, quiero leerla ya.
¿Qué libro has regalado?
Los culpables, de Juan Villoro, lo he regalado unas treinta veces; Poesía eras tú, de Francisco
Hinojosa; Cuentos completos, de Rodrigo Rey Rosa; No habrá orquídeas para la señorita
Blandish y Sobre los huesos de los muertos, de Olga Tokarczuk. También regalo todo el tiempo Crónicas marcianas, de Ray Bradbury; a veces El nombre de la rosa, cuando descubro al
joven que empieza a leer y que no cree en la literatura, o El Hobbit y El Señor de los Anillos.
¿Cuál es el libro más viejo?
La Ilíada, en una edición perdida en algún extremo del librero detrás de varias capas de otras
Ilíadas, porque cada vez que me encuentro o una traducción distinta, o una versión ilustrada o en
otro idioma, trato de comprármela. Es un libro que me gusta mucho porque con él me inicié en la
lectura de libros más literarios.
¿Cuál es tu favorito?
El libro favorito es aquel que hace que me desvele, que no me dé cuenta de que el tiempo
está pasando, que hace que me interese más por la suerte de los personajes que pueblan ese
libro que por la suerte de los trabajos que yo esté llevando a cabo ese mismo día. Puedo decir
que entre mis favoritos están El guardián entre el centeno; La Ilíada; Pasado negro, de Rubem
Fonseca; La trilogía de los gemelos, de Agota Kristof; Unos caballos muy lindos, de Cormac
McCarthy; La conjura de los necios, de John Kennedy Toole; cualquier novela de Emmanuel
Carré, de El adversario en adelante; Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios, de
Marçial Aquino; El arte de perdurar, de Hugo Hiriart; las cartas de Fernando del Paso a Juan
Rulfo. En poesía, lo que sea de José Eugenio Sánchez, Francisco Hernández y Tedi López Mills.
¿Qué libro no has leído aún?
Un montón. Descubrí que aunque me lo regalen o me lo encarguen mucho, si el libro no está a
la altura en las primeras cincuenta páginas nadie tiene derecho a exigirte que lo termines. No
he leído dos y lo haré este año: Ulises y A la busca del tiempo perdido.
¿Qué libro te falta?
Soy muy desapegado de la mayoría de los libros que tengo, no soy un coleccionista sino un
lector, los libros hay que leerlos y pasárselos a la siguiente persona que necesita esa botella
con ese mensaje dentro. Me gustaría tener en este momento la primera edición de La insoportable levedad del ser, que he prestado tantas veces que no recuerdo quien la tiene ahora;
también recuperar la primera edición de Tom Sawyer y la edición de Poemas escogidos, de
Yehuda Amijai, y Dejar de ser, de Ricardo Yáñez.
¿Qué autor se repite más veces en el librero?
Son etapas de mi vida que se ven muy claramente: tengo una etapa de lector de Roberto Bolaño; otra de Jorge Luis Borges. También Roald Dahl, Adolfo Bioy Casares, Rubem Fonseca y
Guillermo Cabrera Infante.
¿Cuál libro no has regresado? (es decir, que no es tuyo).
Un amigo me prestó las dos primeras novelas semipoliciacas de Bernardo Atxaga, El hombre solo
y Esos cielos. Ese amigo se fue a vivir a otro país y me dejó las novelas. Cada que me contacta por
Facebook o Twitter, me pregunta por ellas y le digo que están bien cuidados. +
EDITORIAL
CONTENIDO
Hablar de ingeniería y de literatura es, en apariencia, como
mezclar agua y aceite. Si usáramos un termómetro, la ingeniería se mantendría bajo cero, al ser una actividad racional,
basada en las siempre frías matemáticas. Por el contrario, la
literatura elevaría el mercurio más allá de los treinta y siete
grados que se consideran normales en todo ser humano,
porque su creación responde a estímulos relacionados con el
corazón, mediante una serie de mecanismos y procesos que a
veces ni siquiera los propios escritores alcanzan a explicar. De
acuerdo con esta explicación al vuelo, la literatura y la ingeniería tienen tanto que ver una con la otra como el vidrio tiene
que ver con el acero. ¿Es verdad? ¿Es cierto que la ingeniería
no tiene nada que ver con la literatura y viceversa? ¿Acaso el
conocimiento de una técnica —pensemos en la construcción
de un puente— no se parece un poco a la técnica que un escritor emplea al momento de armar una historia? Aunque es
un lugar común, suele decirse que dentro de una novela, de un
poema o de un ensayo existe una estructura que sostiene la
trama; una serie de planos y máquinas que no se pueden ver y
que han sido depurados una y otra vez por el escritor en busca
de que su trabajo resulte verosímil. En términos constructivos,
el objetivo es que el lector no vea los cables, los castillos, las
trabes de esa ficción que está leyendo. Para hablar más acerca
de las coincidencias entre la ingeniería y la literatura el escritor mexicano Luis Felipe Lomelí, quien además es ingeniero
físico, escribe en este número de Lee+ un artículo sobre estas
relaciones. José Stalin dijo alguna vez que “los escritores son
los ingenieros del alma humana”, frase que podría parecer ingeniosa y que vuelve a tender puentes entre ambas disciplinas
pero que, como se puede leer en el artículo del mismo nombre
escrito por Leonardo Guerrero, tuvo graves consecuencias en
la extinta urss. Ingeniero proviene del latín ingenium, formada
de in, “en”, y genium, “engendrar”. El ingeniero también crea
objetos: máquinas o productos. Para el caso que nos ocupa,
los colaboradores habituales de Lee+, como verdaderos ingenieros, han creado textos-puente para vincular estas actividades que ejemplifican las capacidades humanas.
EL LIBRERO DE…
Martín Solares
03
DE IDA Y VUELTA
Y VICEVERSA
Niños a ¡leer!/ Karen Chacek
08
FELIPE LEAL
Entrevista
10
RODOLFO NERI VELA
Entrevista
12
REINGENIERÍA LITERARIA
Fábulas del Tío Hoffs/ Antonio Malpica
14
EL RINCÓN GOURMET
16
LA ARQUITECTURA DE LOS LIBROS
Jóvenes/ Raquel Castro
18
LOS ESCRITORES SON LOS
INGENIEROS DEL ALMA HUMANA
Leonardo Guerrero
22
EL PLANO DE EL PRINCIPITO
24
SOBRE INGENIERÍA Y COSAS PEORES
Nerd Plus/ Bernardo Fernández-Bef
26
LOS HIJOS DE DÉDALO
Omar Delgado
28
INGENIERO IBARGÜENGOITIA
Calle de León/ Jorge F. Hernández
32
Con una portada diseñada por Alejandro Magallanes, inspirada en carteles rusos, éste es un número de ingenio: incluye un
plano de El Principito, el perfil de Margaret Hamilton (la programadora que hizo posible que el hombre llegara a la Luna),
entrevistas a Rodolfo Neri Vela, el primer astronauta mexicano, y al arquitecto Felipe Leal; un listado de célebres mujeres
ingenieras, además de las secciones conocidas. En este número todos nos ponemos el casco de ingenieros.
INGENIERÍA LITERARIA
Luis Felipe Lomelí
34
TUBERÍAS
Mono-grafías/ F. G. Haghenbeck
36
LA CASA
Cuento/ Ricardo Otero Córdoba
40
EL PERFIL
Margaret Hamilton
46
INGENIERÍA
Ilustración original de
Alejandro Magallanes
loquehacealejandromagallanes.blogspot.com
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LOS+VENDIDOS
06
NO FICCIÓN
FICCIÓN
ÉRASE UNA VEZ MÉXICO 3
Sandra Molina y Alejandro Rosas
MARTÍNEZ ROCA
YO ANTES DE TI
Jojo Moyes
SUMA DE LETRAS
Lou Clark sabe muchas cosas. Sabe cuántos pasos hay entre la parada del
autobús y su casa. Sabe que le gusta trabajar en el café Buttered Bun y sabe
que quizá no quiera a su novio Patrick. Lo que Lou no sabe es que está a punto
de perder su trabajo o que son sus pequeñas rutinas las que la mantienen en
su sano juicio.
Más allá de vencedores y vencidos, con una mirada que permite al lector
acercarse de una manera distinta al pasado reciente, Alejandro Rosas y
Sandra Molina concluyen su apasionante y perturbadora revisión de la
Historia de México. Su trabajo inicia con el recuento de una fallida democracia —la de Madero— y finaliza con una crónica no menos triste, el
retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a los Pinos.
Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO...
Odin Dupeyron
DIANA
LA CHICA DEL TREN
Paula Hawkins
PLANETA
Cada mañana lo mismo: el mismo paisaje, las mismas casas y la misma
parada en la señal roja. Son sólo unos segundos, pero le permiten observar a una pareja desayunando tranquilamente en su terraza. Siente que
los conoce y se inventa unos nombres para ellos: Jess y Jason. Su vida es
perfecta, no como la suya. Pero un día ve algo. Sucede muy deprisa, pero
es suficiente.
Y colorín colorado este cuento aún no se ha acabado se editó por primera vez
en el año 2001 y desde entonces ha sido leído, releído, regalado, prestado y
recomendado por lectores de todas las edades, géneros, religiones, preferencias y nacionalidades. A menos de dos años de su publicación se convirtió en
best seller nacional, pero ha vivido una historia atípica, brincando de la impasibilidad al lanzamiento humilde, al lanzamiento en grande, al destierro y al
renacimiento.
EL DIARIO DE TITA
Laura Esquivel
SUMA DE LETRAS
CÓMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS
Dale Carnegie
DEBOLSILLO
Veinticinco años después de la publicación de Como agua para chocolate y
luego de haber conquistado a más de siete millones de lectores, Laura Esquivel
vuelve con la segunda parte de esta maravillosa historia aderezada con las pasiones, la magia de la gastronomía y la búsqueda del amor. En estas páginas nos
adentramos en el universo íntimo de Tita de la Garza a través de su diario.
El único propósito de este libro es ayudar al lector a que descubra, desarrolle
y aproveche esos poderes latentes que no emplea. Algunos puntos importantes del contenido son: Técnicas fundamentales para tratar con el prójimo.
Si quiere recoger miel, no dé puntapiés a la colmena y El gran secreto para
tratar con la gente.
CINCO ESQUINAS
Mario Vargas Llosa
ALFAGUARA
EL AMASIATO
Álvaro Delgado
EDICIONES PROCESO
La idea de esta novela comenzó con una imagen de dos amigas que de pronto
una noche, de una manera impensada para ambas, viven una situación erótica. Luego se fue convirtiendo en una historia policial, casi en un thriller, y el
thriller se fue transformando en una especie de mural de la sociedad peruana
en los últimos meses o semanas de la dictadura de Fujimori y Montesinos.
MISS PEREGRINE Y LOS NIÑOS PECULIARES
Ransom Riggs
PLANETA
De niño, Jacob formó un vínculo especial con su abuelo, quien le contaba extrañas historias y le enseñaba fotografías de niñas levitando y de niños invisibles. Ahora, con dieciséis años, Jacob sufre la inesperada muerte del anciano.
Entonces, en manos del joven cae una misteriosa carta que lo empuja a emprender un viaje hacia una remota isla de Gales, donde su abuelo se crio, para
descubrir si todas esas historias que había oído de niño... son reales.
En 2006, poco antes de la celebración de los comicios presidenciales,
tuvo lugar una minicumbre en cierto hotel de la Ciudad de México; ahí, el
entonces gobernador Enrique Peña Nieto le garantizó una considerable
cantidad de votos al candidato presidencial panista, Felipe Calderón, el
mismo porcentaje con el que fue declarado gobernador.
EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Viktor Emil Frankl
HERDER
Estremecedor relato en el que Viktor Frankl narra su experiencia en los
campos de concentración. Él, que todo lo había perdido, que padeció
hambre, frío y brutalidades, que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado, pudo reconocer que, pese a todo, la vida es digna de ser vivida y
que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles.
JÓVENES
UNO SIEMPRE CAMBIA AL
AMOR DE SU VIDA
Amalia Andrade
PLANETA
LA SELECCIÓN
Kiera Cass
ROCA EDITORIAL
ELEANOR & PARK
Rainbow Rowell
ALFAGUARA
ASYLUM
Madeleine Roux
VERGARA Y RIBA
CARTAS DE AMOR A LOS
MUERTOS
Ava Dellaira
VERGARA Y RIBA
07
ELECTRÓNICOS
ARTE
TE AMO PERO PREFIERO DEJARTE
Walter Riso
EBOOKS PATAGONIA
En este breve ensayo de nuestra colección Camino Interior, Walter Riso nos
habla de que existe una dimensión ética del amor que se cruza con la autoestima, y que nos obliga a pensar este sentimiento; a revisar la relación y a preguntarnos si el sufrimiento que a veces nos ocasiona realmente tiene algún
motivo razonable. También habla de la voluntad de amar y de los límites para
que una relación amorosa, sea —y se mantenga— sana.
LA MAGIA DEL ORDEN
Marie Kondo
AGUILAR
Marie Kondo te ayudará a acomodar tus espacios de una vez por todas con
su sencillo método KonMari. La clave para mantener el orden exitosamente
está en acomodar los objetos de tu casa, habitación, apartamento, estudio u
oficina en forma correcta, manteniendo sólo lo que realmente amas y limpiándolo todo a la vez.
Véndele a la mente, no a la gente
Jürgen Klaric
Yopublico
#COLOREANDING MÉXICO
Malacara & Gale
VERGARA Y RIBA
#Coloreanding es un verbo que no existe en los diccionarios, pero algo es
seguro: es una invitación a llenar de color la página. La propuesta de esta colección es sencilla, se trata de divertirse y dejar que la creatividad aflore. Los
atractivos diseños retoman elementos de la naturaleza, así como las formas y
figuras que distinguen lo mexicano.
EL JARDÍN SECRETO
Johanna Basford
MTM
Por fin tenemos aquí la esperadísima reimpresión de El jardín secreto, un éxito
de ventas internacional que entusiasma a grandes y pequeños con sus fantásticas y minuciosas ilustraciones. Un imprescindible para los amantes de la
naturaleza y la creatividad.
EL LIBRO DE MINDFULNESS PARA COLOREAR
Emma Farrarons
PAIDÓS
La neurociencia está invadiendo de manera positiva muchos sectores del
mercado, trasformando con descubrimientos y tecnología clínica la forma
de entender, mejorar, rentabilizar e innovar cómo operamos y hacemos
nuestro trabajo.
Tómate unos minutos cada día, donde quiera que estés, y colorea tu camino
hacia la calma y la paz. Realizar algún tipo de trabajo manual es una forma
muy eficaz de eliminar el estrés y de controlar la ansiedad. El libro de mindfulness para colorear te ofrece la posibilidad de concentrarte en el aquí y
ahora: te sentirás más relajado y aprenderás, al mismo tiempo, a despertar
tu creatividad.
YO ANTES DE TI
Jojo Moyes
SUMA
COLOREAR PARA RELAJARSE
PARRAGON
Lou Clark sabe muchas cosas. Sabe cuántos pasos hay entre la parada del
autobús y su casa. Sabe que le gusta trabajar en el café Buttered Bun y sabe
que quizá no quiera a su novio Patrick. Lo que Lou no sabe es que está a punto
de perder su trabajo o que son sus pequeñas rutinas las que la mantienen en
su sano juicio.
Colorea tu senda hacia la serenidad y la paz interior con este fantástico libro
de dibujos relajantes. Pintar motiva la conciencia plena y reduce el estrés; es
una actividad que relaja y, al mismo tiempo, estimula la creatividad. Olvida
las preocupaciones del día a día y alcanza un estado mental zen simplemente pintado.
UNO SIEMPRE CAMBIA AL AMOR DE SU VIDA
Amalia Andrade
PLANETA
Este manual para sobrevivir a un corazón roto es una guía llena de amor, ternura, honestidad y verdadera sabiduría emocional para superar cualquier ruptura y, sobre todo, para asumir que está bien estar mal. Frente a las exigencias
del amor y de la felicidad, Amalia Andrade ha pensado en un libro que asume
el fracaso emocional como algo que se repite muchas veces en la vida y que,
por lo tanto, debe ser visto con normalidad.
DISEÑOS MARAVILLOSOS
ANIMAE
¡Coloree su camino a la serenidad! Este libro para colorear, lleno de hermosos y detallados patrones y diseños interactivos que rebosan creatividad, le
proporcionará horas y horas de relajación y alivio del estrés. Saque sus colores, apague el celular, encuentre su página favorita ¡y dé rienda suelta a su
imaginación!
NIÑOS
EL PRINCIPITO
Antoine de Saint-Exupéry
EMECÉ
MI LIBRO MÁGICO
Carmen Espinosa
NORI
EL DÍA QUE LOS CRAYONES
RENUNCIARON
Drew Daywalt/ Oliver Jeffers
FCE
EL LIBRO SALVAJE
Juan Villoro
FCE
DESTROZA ESTE DIARIO
Keri Smith
PAIDÓS
y viceversa
La actividad del ingeniero supone la concreción de una
idea en la realidad; arte y técnica de aplicar los conocimientos científicos a la invención. De la actividad del
autor de (buena) literatura infantil se podría decir lo
mismo, con la debida aclaración de que algunos de los
conocimientos científicos aplicados a las obras tienen
una procedencia que a más de un ingeniero recién graduado le podrá parecer dudosa, absurda, insolente o
deliberadamente caprichosa. Cosa que nadie (en su
sano juicio) se ocuparía de negar.
Hay libros que son una verdadera obra de ingeniería.
Cualquiera que haya hojeado el Animalario universal
del profesor Revillod, de Javier Sáez Castán (fce), estará de acuerdo con esto. Ningún otro libro en el mundo
reconstruye de manera tan fiel la imagen de un “Formidable paquidermo de poderoso vuelo de los fondos
abisales” o la de un “Antenado común de hábitos omnívoros de la Nueva Zelanda”. Ni qué decir del “Animal
desdentado de irisadas escamas de los bosques malayos”. Como lo indica la propia contraportada del libro,
se trata de un compendio de ciencia rigurosa y edificante diversión, el cual consiste en la selección de los
souvenirs zoologiques del profesor Revillod.
La combinación de veintiún láminas permite al lector
conocer cuatro mil noventa y seis especies de animales
fantásticos, con la descripción zoológica de la criatura.
En sí, una muestra de las maravillas que este mundo
reserva para deleite exclusivo de las mentes inquietas
que se animen a descubrirlas.
Quiero una mamá robot, de Davide Cali (SM), nos hace
caer en la cuenta de que cada persona lleva dentro un
pequeño ingeniero que se la pasa ideando maneras de
rediseñar todo en el mundo. El niño de la historia se
propone construir una mamá robot que no trabaje todos los días, que no deje en la cocina la comida lista,
acompañada de una horrible nota que diga: ‘Por favor
lávate los dientes, haz la tarea y ordena tu recámara.
UN BESO. Mamá’. Mejor aún, una mamá robot que
nunca de los nuncas lo regañe, porque de lo contrario
la podría apagar con el control remoto. Sí, una idea estupenda —o eso es lo que piensa el niño de la historia.
Entonces, su mamá verdadera vuelve a casa, lo abraza,
le da un beso y arruina de golpe su gran invento. Las
ilustraciones del libro tienen un toque singular; supongo que la pequeña ingeniera que habita la cabeza de
la ilustradora, la convenció de echar mano de lo que
fuera: fotografías, teléfonos, hilos, encaje, recortes de
revistas, escuadras, acrílico, lápices de color… Lo mejor
del caso es que ¡funciona!
En Un hogar para Pájaro, de Philip C. Stead (Oceano
Travesía), nos enteramos de que la vida puede cambiar en un segundo y que eso, lejos de ser un infortunio, es un regalo. Que para volver a casa, cuando crees
que te has extraviado, lo único por hacer es continuar
el camino y confiar en los nuevos amigos, porque los
giros, los vuelos y las corrientes de agua inesperadas
te mantendrán todo el tiempo en la ruta exacta, aunque eso tú no puedas verlo en el momento. Así pues,
por asombroso que se escuche, esta fábula consigue
Corfanronte, Animalario universal del profesor Revillod
08
ilustrar con plumones, crayones, acuarelas y menos de
cien palabras, la gran ingeniería de la vida. Supongo
que Philip C. Stead jamás imaginó cuán ambicioso era
su proyecto; de haberlo hecho, quizá nunca lo habría
concluido. Una ovación de pie para este libro, que además es una golosina visual.
Palabras para nombrar al mundo, de Andrea Fuentes
Silva y Alejandro Cruz Atienza (La caja de cerillos), es
un libro tan colorido que sirve como recordatorio de
la prodigiosa obra de ingeniería que es la lengua —ese
curioso instrumento que utilizamos para poner en palabras lo que pensamos y lo que sentimos. Cada pueblo, comunidad o grupo social tiene su propio sistema
de comunicación verbal, su propio lenguaje vivo que se
modifica y adapta según las circunstancias y las necesidades. Esa frase de “Aprende un idioma y amplía tus
horizontes” es más que un mero slogan publicitario: conocer la forma en la que alguien más nombra las cosas
que lo rodean implica entender lo que esa persona nos
dice y, al mismo tiempo, acercarnos a su muy particular
manera de concebir el mundo. En el libro se muestran
traducidas al maya, mixteco, náhuatl, rarámuli, tseltal,
wixárika y zapoteco cincuenta y dos palabras que todos conocemos y usamos con frecuencia para nombrar
al mundo. Qué mejor manera de multiplicar el sentido
de un objeto y de un sentimiento que aprender a darles
vida con sonidos diversos. +
C
omo pocos, el arquitecto Felipe Leal ha podido
establecer relaciones cercanas con un grupo de
escritores entre los que se incluye un premio nobel. Por medio de su oficio ha diseñado los sitios
donde novelistas, ensayistas y filósofos pasan muchas
horas, frente a la computadora o la máquina de escribir, construyendo sus textos e historias, rodeados por
los libros que van atesorando a lo largo de la vida.
Un puente entre la arquitectura y la literatura
En la biblioteca de Felipe Leal abundan los libros de
arte y arquitectura, aunque también se notan decenas de novelas, ensayos y libros de poesía. Durante su
época de adolescente y los años de formación como
arquitecto entre la década de los setenta y los ochenta, leyó mucha poesía —con Efraín Huerta y Jaime Sabines a la cabeza—, así como a los exponentes más
clásicos de la literatura latinoamericana, como Gabriel
García Márquez, Mario Benedetti o Alejo Carpentier.
“Después pasé a Milan Kundera…”, cuenta Felipe Leal,
“…que me llevó a un pensamiento de otro tipo; disfruté mucho la poesía de Václav Havel, la literatura centroeuropea, luego la parte mediterránea como Claudio
Magris y José Saramago. Me gusta mucho Paul Auster
y, recientemente, Sándor Márai, escritor de una historia muy dramática. Me atrae mucho por la profundidad
humana de sus libros”.
A la pregunta sobre la relación entre la arquitectura
y la literatura, el arquitecto no duda en su respuesta:
“Como disciplinas artísticas hay un vínculo importantísimo entre ellas. De qué manera podríamos imaginar
o conocer muchísimas ciudades si no fuera desde la literatura. A través de los libros hemos viajado mucho,
gracias a esas narraciones la humanidad ha podido
conocer lugares recónditos que de otra forma hubiera
sido imposible. Uno no puede pensar en El cuarteto de
Alejandría sin imaginarse ese mundo, o en Las mil y
una noches, parte de la construcción del mundo árabe, las azoteas, los minaretes, una serie de espacios
laberínticos. En Proust, entre todos esos recuerdos del
pasado, de lo perdido en el tiempo, está siempre una
narración de lo cotidiano donde aparece el comedor,
la cocina, el ambiente doméstico, el ambiente familiar.
Otros narradores han escrito sobre la arquitectura, sobre los espacios arquitectónicos o sobre las ciudades,
como Italo Calvino con Las ciudades invisibles, o Paul
Valéry con Eupalinos o el arquitecto, donde hace una
oda de la arquitectura, una elegía sobre las virtudes de
la construcción, del paso del tiempo, de la memoria
material. Simplemente la construcción o la idealización
de mundos, Comala de Juan Rulfo o Macondo de García
Márquez, siempre hay una referencia física, urbana, de
la villa, del pueblo, de la arquitectura. No hay literato
que no se refiera siempre a un espacio físico, arquitectónico; no me puedo imaginar Nueva York sin Paul
Auster, su gran escenario; o a Cortázar y Rayuela con
la Maga y Horacio perdiéndose por París. No podemos
dejar de lado a La región más transparente, de Carlos
Fuentes, y hay muchos otros como Gonzalo Celorio o
Vicente Quirarte que se vinculan entre la crónica y la
narración urbana. Yo veo un vínculo indisoluble entre
la literatura y la arquitectura y quizá quienes mejor han
descrito los espacios arquitectónicos no hemos sido los
arquitectos —nos corresponde diseñarlos y construirlos— sino los escritores. Hay una reflexión preciosa de
Octavio Paz que dice que al recorrer todo el patrimonio arquitectónico de México, fatigó sus piernas mas
no su pensamiento. Este tipo de referencias maravillosas subliman lo que la arquitectura y los espacios han
hecho a lo largo de la historia de la humanidad”.
Barragán, un Rulfo de la arquitectura
Para ejemplificar las relaciones entre la arquitectura y la literatura, nada como apoyarse en dos de los
máximos referentes de uno y otro campo, cuyo reconocimiento ha sobrepasado el ámbito nacional: Luis
Barragán y Juan Rulfo, ambos nacidos en Jalisco. “Hay
un texto que hice sobre Luis Barragán en donde digo
‘Barragán, un Rulfo de la arquitectura’, por esa capacidad sintética de tocar lo esencial de una cultura, los
dos hicieron muy pocas obras, de escala pequeña, pero
de una gran dimensión universal porque ambos fueron
capaces de crear universos. Sí hay un vínculo enorme
entre ellos dos”.
Arquitectos como personajes literarios
Por las vidas que llevaron, hay algunos arquitectos que
de no haber existido hubieran encontrado un lugar
dentro de las páginas de una novela, como Frank Lloyd
Wright, quien no tenía ningún empacho en decir que
era el mejor arquitecto del mundo, al tiempo que se
fugaba con la esposas de sus clientes. A ese respecto,
Felipe Leal propone un par más de grandes personajes:
“Otro arquitecto de la calidad de Wright, no tan difundido, fue Louis Kahn, asentado en Filadelfia, extraordinario, uno de los más famosos, realizador de uno de
los edificios más bellos de Estados Unidos, el Museo
Kimbell, en Dallas Fort Worth. Tuvo una vida azarosa:
tenía tres mujeres a la vez, su mujer oficial, de la cual
nunca se divorció, una paisajista que trabajaba en su
despacho y otra más, aunque se presupone que ellas
lo sabían. Un día, regresando de Bangladesh donde
hizo el Parlamento (un edificio que le dio identidad a
una nación), como su vida era muy incógnita —nunca decía a dónde iba, ninguna de sus mujeres los sabía—, en Penn Station, la central de trenes de la ciudad
de Nueva York, entró al baño y ahí le dio un infarto,
cayó colapsado en el mingitorio y un policía lo descubrió después. Estuvo tres días en la morgue, nadie lo
reclamaba porque como no comunicaba a dónde iba,
ninguno de su familiares sabía dónde estaba. Fue muy
dramática la muerte de uno de los grandes arquitectos
y pensadores”.
La vida de Ludwig Mies van der Rohe también merecería una novela: “Un hombre que se vestía de blanco
y negro, saco negro y pañuelo del lado izquierdo, nunca cambió su estética en ningún momento. También
acabó viviendo en Estados Unidos, fue director de la
Bauhaus, famosa escuela de arquitectura y diseño
alemana, proscrita por Hitler. Mies emigró a Chicago donde forma toda una nueva escuela, hace grande
sobras con el mit, edificios de departamentos, emblemáticos, considerados patrimonio cultural de la ciudad
de Chicago. Tuvo un gemelo que se quedó en Alemania
y aunque no veía muy bien, era un hombre muy preciso en sus trazos. Le gustaba el whiskey con pasión,
trabajaba arduamente por las mañanas, y después de
las dos de la tarde, cuando el whiskey le hacía efecto,
abandonaba toda actividad y permanecía en un estado
tranquilo. Al día siguiente continuaba con su trabajo obsesivo. En los tres hay una constante, una obsesión por
el vestir: Frank más estrambótico con sus grandes capas, sombreros, se sentía más un actor de cine, mucho
más arrogante; en el caso de Kahn, siempre vestía de
negro, muy austero, poco comunicativo, y Mies con su
propia estética, vestido siempre de la misma manera”.
Bibliotecas de autor
Dentro de la producción arquitectónica de Felipe Leal,
la creación de estudios y bibliotecas para un buen
grupo de escritores se ha convertido en un sello distintivo de su despacho. “Ha sido de esos maravillosos
accidentes de la vida”, dice cuando se le preguntan las
razones de tales encargos. “Me ha tocado la fortuna de
hacerles no sólo las bibliotecas sino los estudios, donde trabajan creadores de gran prestigio con quienes he
establecido relaciones muy cercanas. Quizá los primeros con quienes trabajé fueron Carmen Boullosa y Alejandro Aura, en la calle de Tiepolo, en Mixcoac. Hice la
casa pero había que hacer el estudio de Carmen y el de
Alejandro; ella necesitaba de más aislamiento y Alejandro, en cambio, como era muy histriónico, podía escuchar que llegó el del gas, el de la basura, el mandado, se
iba al mercado, regresaba y continuaba escribiendo. En
algún momento Ángeles Mastretta fue a ese estudio y
les preguntó quién lo había hecho. Le hice su estudio,
y por consecuencia a su marido, Héctor Aguilar Camín.
Después diseñé la biblioteca de Alberto Ruy Sánchez,
la hice dos veces porque a los pocos años se desbordó
por tantos libros. Después apareció Juan Villoro, luego
José María Pérez Gay, amante de la literatura alemana.
En una de esas visitas, Gabriel García Márquez fue a
su casa y le encantó la biblioteca, entonces me habló
el Gabo para hacerle la suya, ya que una parte de sus
libros estaba en Cuernavaca, pero como ya no se podía
desplazar tanto quería concentrarla. Quedó tan satisfecho con el trabajo que después me decía ‘Soy una de
tus víctimas, porque me tienes aquí encerrado’.
A la par apareció Alejandro Rossi, que conoció la biblioteca de Pérez Gay y me dijo ‘quiero que la mía sea
mejor’, entonces le hice tanto su casa como la biblioteca, incluyendo el estudio de su esposa, la filósofa Olbeth Hansberg. Como Rossi era muy competitivo me
preguntaba que cómo iba quedando la del colombiano,
con esa ironía”.
¿Cómo diseñar estudios y bibliotecas de autor?
Cada biblioteca o estudio, aunque en esencia parecidos, son diferentes porque Felipe Leal se ha tomado
el tiempo por comprender el trabajo de cada uno de
sus clientes, sus gustos y aficiones para poder crear
algo de acuerdo con su manera de ser y sobre todo
con su forma de trabajar. A ese respecto, el arquitecto
Leal ofrece su visión: “Hay un trabajo fundamental y
eso les ha gustado a mis clientes. Hay la idea de querer
imponer acríticamente una noción de un espacio independiente de la persona. En el caso de los artistas hay
que entender su mundo. Por ejemplo, García Márquez
tenía una Macintosh grande, todo lo hacía en computadora, a sus espaldas tenía todas sus obras por las
referencias que buscaba en ellas, y su colección de vallenato. Carlos Fuentes, poco antes de morir, me pidió
que le ayudara a organizar su casa. Tenía un escritorio
y escribía a mano, y a un lado había un sofá donde se
recostaba y luego volvía a escribir.
Antes de diseñar convivo mucho con ellos, hay una dinámica, casi como una terapia para saber más de ellos,
conocer su hábitos, conocer cómo trabajan. Dialogo
mucho con ellos y hago una interpretación y a lo largo del proceso hay una participación del cliente. Sorprende mucho cómo trabajan, algunos en escritorios
pequeños, o en un rincón. ¿Cómo traduces eso? No
puedes imponer un criterio de que todas las bibliotecas son iguales”. +
Por Jorge Vázquez Ángeles
Entrevista con Felipe Leal
Foto: Ulysses Avath©
12
Entrevista con Rodolfo Neri Vela
L
a imagen del Universo,
la configuración de
la historia futura y el
escenario del cosmos
nos llevan al sentido de la vida.
Descubrimos que hay mapas
astronómicos y es casi poético
percibirlo, el tiempo es una
dimensión correspondiente
al presente, y futuro y pasado
coexisten en un continuo
espacio temporal. En
nuestra etapa terrestre
encontramos procesos
infinitamente
complejos que nos
harán pensar: ¿por qué
recordamos el pasado,
pero no el futuro?
¿Por qué el tiempo va
hacia delante? ¿Está
relacionado con el
hecho de que el
Universo se está
expandiendo?
Hoy sabemos que
nuestra galaxia es
sólo una entre las
aproximadamente
cien mil millones de
ellas que pueden verse
con telescopios modernos,
y que cada galaxia contiene
aproximadamente cien mil millones
de estrellas. Vivimos en una galaxia que
tiene cien mil años luz de diámetro y que va
rotando lentamente en el tiempo. Las novelas
cumplieron su condición profética: Julio
Verne, con el poder de la imaginación, fue a la
Luna y estuvo veinte mil lenguas por debajo
del mar mucho antes de que se inventaran
cohetes y submarinos, y actualmente
hay muchos hombres que han visitado
el espacio, incluyendo a un mexicano:
Rodolfo Neri Vela, primer astronauta de
México, participó en la Misión STS-61B del
Transbordador Espacial Atlantis a cargo
de la nasa. Despegó el 26 de noviembre de
1985 y participó en un viaje espacial con una
duración de siete días volando alrededor de
la Tierra, realizando experimentos diseñados
Foto: Ulysses Avath©
por científicos mexicanos. Cursó la licenciatura, maestría y
doctorado en Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma
de México (unam) en el área de Telecomunicaciones, y en
Reino Unido en la Universidad de Essex y Birmingham obtuvo el
grado de Doctor en Radiación Electromagnética. Su desarrollo
lo ha encaminado a la docencia e investigación. Aplicando su
conocimiento ha publicado libros en español e inglés sobre
divulgación científica y tecnología espacial: La exploración
y el uso del espacio, Líneas de trasmisión, The Blue Planet. A
Trip to Space, Emergency Mission to Mars, entre otros. Se
ha desarrollado como profesor de Telecomunicaciones de la
División de Posgrado de la Facultad de Ingeniería de la unam. Su
amplia experiencia lo llevó a colaborar en el diseño de la estación
espacial Alfa de la Agencia Espacial Europea y en la creación de la
Agencia Espacial Mexicana.
Recuerdos del futuro…
¿De qué manera recuerdas la emoción y la experiencia de ese
momento a casi treinta y un años de tu misión espacial?
Regresé a México después de doctorarme en Inglaterra y aún
no se estrenaba el famoso transbordador, daba clases en la
unam, trabajaba en un centro de investigación en Cuernavaca,
de investigaciones eléctricas, y colaboré con la Secretaría de
Comunicaciones y Transportes en la primera etapa de planeación
para el uso del satélite Morelos II. Un día llega la noticia: México
firma un convenio con Estados Unidos y se busca un astronauta
mexicano; me llamó la atención porque las naves espaciales se
usaban para llevar satélites al espacio y ponerlos en órbita baja y
yo soy especialista en satélites de telecomunicaciones. Además,
la nasa sonaba extraordinario.
No ha habido más astronautas mexicanos
¿Volverías otra vez al espacio en una nueva misión?
En el caso de México no ha habido otra segunda oportunidad
para seleccionar a un astronauta nacional que nos represente
en una misión espacial. En ese sentido me considero muy
afortunado, en el momento histórico en que esto ocurrió yo
estaba en condiciones físicas adecuadas y cumplía con los
requisitos para la misión espacial. Si hoy saliera una convocatoria
no podría participar porque no estoy en condiciones de ganar;
asesoraría al que fuera seleccionado.
Responsabilidades
¿Cuál fue el entrenamiento antes de viajar al espacio?
Yo era como un embajador ante la nasa y las relaciones
exteriores eran muy importantes. En la nasa me recibieron con
las puertas abiertas y mis compañeros de tripulación fueron muy
profesionales. Tenía un entrenamiento de muchas horas al día.
Obviamente también tuve que entrenarme con los científicos
mexicanos que habían diseñado los experimentos que íbamos
a realizar en el espacio. Ellos fueron a Houston y teníamos
reuniones en los simuladores y también en el orbitador.
La sensaciones de salir a órbita
¿Cómo viviste el conteo regresivo?
Llega el momento del despegue y la subida es tremenda, me
daban ganas de bajarme, pero ya no se podía, se siente horrible.
Créanme, aquel que se suba en una cápsula en la punta de un
cohete va a sentir lo mismo o tal vez peor, porque a veces las
aceleraciones de los cohetes son superiores.
Los experimentos y la misión en el espacio
¿De qué manera experimentaste las ciento nueve vueltas
a la Tierra?
En órbita teníamos que hacer los experimentos sobre
germinación de semillas de amaranto. Parecía muy simple
pero era muy simbólico, porque las culturas prehispánicas
veneraban al amaranto. Era el cereal sagrado, ellos pensaban
que los dioses estaban hechos de eso. El amaranto casi no se
conocía en el mundo. Poca gente sabía de su valor nutritivo
y gracias a ese experimento el amaranto se conoció a nivel
mundial. Otros experimentos más complejos eran cómo
trasportan sus nutrientes los vegetales a través de las raíces
y los tallos a pesar de que la gravedad desaparece, o la
velocidad de reproducción de bacterias. Con un aparato que
fue diseñado y armado por el Instituto Politéncnico Nacional
(ipn) probé si con estímulos eléctricos se podía reducir el
síndrome del espacio, para que uno se adaptara más rápido
y no se sintiera tan mareado, especialmente el primer día en
órbita. Tomé fotografías del territorio nacional para estudios
de la unam, Pemex, inegi, y desde luego un experimento
sobre el adelgazamiento de las piernas, porque hay muchos
cambios fisiológicos en el organismo cuando la gravedad no
está presente. Todo ello además de situar en órbita al satélite
Morelos II.
El regreso a la Tierra
¿Cuáles son las consecuencias emocionales de ir al espacio?
La nasa había preparado un programa de entrenamiento
muy intensivo para los primeros representantes de países
amigos, como México y Canadá, normas establecidas por la
propia nasa. Tuvimos exámenes psicológicos de distintos tipos
para ver si emocionalmente estábamos capacitados para esa
misión, y al ser seleccionado, se supone ya estás un noventa y
nueve por ciento listo para superar emocionalmente todas las
situaciones que se puedan presentar. En el ascenso se siente un
poco de dificultad para respirar, pero dura poco, y en órbita es
una sensación completamente diferente. Pero para lo que no te
preparan es para el regreso. Tu vida cambia totalmente.
Infraestructura espacial en México
¿Por qué no hay astronautas mexicanos?
Desaprovechamos
lamentablemente la oportunidad
que tuvimos hace más de treinta años. Porque nuestras
relaciones eran extraordinarias con la nasa, pudimos haber
continuado con experimentos en el espacio. Pero en parte,
para variar, el gobierno no le da continuidad a los proyectos
y tampoco había una unión, un intercambio fuerte entre
las instituciones de educación superior del país. El terrible
accidente de la nave Challenger complicó las cosas después de
nuestra misión, la nasa dejó de hacer vuelos y misiones cerca
de tres años, y cuando los reanudó no llevaba astronautas de
otros países hasta que todo se normalizó. Pero también ha
habido falta de voluntad política para que México sobresalga
en desarrollo de tecnología propia.
Implementación de interés científico y espacial en el país
¿De qué manera has implementado su trabajo en la ciencia básica?
He hecho muchas cosas en treinta años. Aparte de la docencia
y divulgación científica, el Conacyt en su momento me pidió
que fuera conductor de su programa científico televisivo
Cambio. He sido invitado por el canal NatGeo, grabé programas
y entrevistas del tema espacial con los mejores científicos
mexicanos en la televisión de Puebla. El Conacyt también
me pidió un libro para niños sobre astronomía y así nació El
pequeño astronauta.
El campo actual de la ingeniería
¿Cómo ves el sector de la ingeniería y la industria en México?
Creo que los gobernantes se han conformado con traer
empresas extranjeras que hagan plantas para generar trabajos
y empiezan a exportar pura maquila. No hay una inversión
fuerte y además no existen controles que exijan eficiencia
para la investigación científica en México o el desarrollo de
propuestas tecnológicas, falta una política o un programa
nacional fuerte, sólido, serio que acabe con esos clubes de
amigos. La productividad es muy baja y el mundo va a paso
acelerado. Hay que hacer cambios a nivel nacional.
La actualidad en tecnología espacial
¿Cuál es su opinión sobre Juno, la sonda enviada a Júpiter?
La llegada de la sonda interplanetaria Juno fue un éxito rotundo
de la nasa, tardó cinco años en llegar. Si no se hubieran hecho
las maniobras a tiempo y con la precisión necesaria se hubiera
ido de frente, no hubiera podido entrar en órbita porque Júpiter
es un planeta con una fuerza de gravedad muy grande, el triple
de la gravedad terrestre. Y afortunadamente se colocó en la
órbita deseada porque ya antes había llegado la sonda Galileo,
que también se convirtió en satélite y orbitó Júpiter. Ahora Juno
está sobrevolando los polos, que son zonas muy interesantes,
de radiación muy intensa, porque en los polos norte y sur
se concentran las líneas de fuerza magnética y la radiación
puede dañar todos los componentes electrónicos y alterar
la información que se manda a la Tierra. Las velocidades de
transmisión tienen que ser muy bajas para que se introduzcan
pocos errores y se proteja lo mejor posible la información.
Juno es el primer artefacto impulsado por energía solar en la
historia que cruza el cinturón de asteroides, pero las celdas
solares también se van deteriorando con el paso del tiempo por
la radiación. Por ello la nasa ha programado esta misión para
año y medio aproximadamente en órbita alrededor de Júpiter,
treinta y siete vueltas, pero a lo mejor dura más tiempo. Ha sido
un éxito extraordinario para la humanidad y nos dará mucha
información sobre Júpiter y posiblemente sobre los orígenes del
propio Sistema Solar.
Un imaginario constante al presente siglo nos permite citar la
frase del poeta Stefan George “Siento el aire de otro planeta”
¿Llevaste algo al espacio? ¿Algún libro, música?
Los libros pesaban mucho, pero llevaba algunos casetes de
música folclórica mexicana, boleros y temas de compositores
mexicanos clásicos como Agustín Lara. No leía más que los
manuales, y en el tiempo libre prefería ver la Tierra, las estrellas,
reflexionando sobre esa maravillosa experiencia.
Pablo Neruda dice “Puedo escribir los versos más tristes esta
noche. Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada, y
tiritan, azules, los astros, a lo lejos”
¿Qué letras te acompañan y actualmente que estás leyendo?
Mientras más leamos, más cosas vamos a conocer y más difícil
va ser que nos engañen. Actualmente estoy leyendo todos los
libros que se pueden encontrar en las Librerías Gandhi.
El sonido cósmico y el origen de la música
¿Cómo se escucha el espacio?
En el espacio el sonido no se propaga, no sabemos por qué, se
dice que estamos en el vacío del espacio.
La ciencia ficción desde la ciencia
¿Percibes que la ciencia ficción es más notoria que la ciencia?
El cine nos brinda una probada de lo que podría ocurrir
en muchos años hacia delante. La ciencia ficción es
una herramienta importante, se ha comprobado que no
precisamente en las fechas especificadas se han logrado cosas
que parecían inimaginables, como el que hoy cualquiera pueda
tener un aparato pequeño que permite hablar, navegar, tener un
gps y tener toda la información que quieras, además de tomar
videos y fotos. El espectro electromagnético es superreducido,
entonces la magia de poner todos esos enlaces en una banda de
frecuencias tan pequeña parece algo maravilloso. +
Por Ulysses Avath
Aquiles: ¿“Hello world”?
Tortuga:Me dan ganas de llorar. Mi primer programa
de computadora. ¡Hey! ¡Diga usted “hola”! ¿No ve que
lo está saludando?
Aquiles: Ya me imaginaba que por estar “programando” toda la noche iba a terminar usted trastornado.
Tortuga:¿Y a qué vienen las comillas? ¡Claro que estuve programando! Si me viera mi mamá...
Aquiles: Nada. Sólo digo que su programa no es precisamente un Windows 11, ¿eh?
Tortuga:Por algo se empieza. ¿Será muy exagerado
presumirlo en redes?
Aquiles: Creáme. Lo será. Y mucho.
Tortuga:Para variar, la envidia lo corroe.
Aquiles: ¿Una página web que despliega, en negro
sobre blanco, el mensaje “Hello world”? En serio, créame. Todos sus contactos en redes han visto cosas más
espectaculares. Desde 1994.
Tortuga:Algún día el php y yo conquistaremos el mundo. Y entonces ya no reirá usted tan alto.
Aquiles: A veces pienso que si le pagaran por ser tan
necio, ya tendría usted la fortuna de Bill Gates.
Tortuga:Todas mis ideas son buenas. Sólo necesito
quién las programe. Y si nadie va a hacerlo, entonces
yo lo haré, así me lleve varios años. Al final será mejor,
porque no compartiré mi fortuna con nadie. ¡No los
necesito, enanos intelectuales! Ah. Páseme las galletas
Oreo, ya que anda por ahí.
Aquiles: Lleva usted apenas una noche siendo un nerd
y ya se volvió todo un Sheldon Cooper. Lo felicito.
Tortuga:El sujeto se negó. Era el tipo perfecto y se
negó. ¿Qué quiere que haga? ¿Que me tire a la depresión bajando porno y jugando Civilization? No. Haré
yo mismo los programas y seguiré con mi vida. Una
muy exitosa, por cierto.
Aquiles: ¿Se refiere a este autor que escribe para niños
y jóvenes y que, además, es ingeniero en Computación
por la unam?
Tortuga:El mismo. Uno que tiene una columna en esa
revista que le regalan a usted en la librería a la que
vamos a leer a escondidas.
Aquiles: Ah, sí. Esa columna donde pone a hablar a dos
payasos entre sí.
Tortuga:Exacto. Uno de los personajes me cae bien,
pero el otro no lo soporto.
Aquiles: Me pasa lo mismo. El caso es que... ¿usted le
sugirió que se asociaran para programar sus ideas?
Tortuga:Sí. Era la asociación perfecta. Él como ingeniero y yo como autor. Yo escribo los libros y él los
programa. Nada podía salir mal. Incluso le sugerí que
él también podría escribir un libro de pronto. Sé que
tiene una saga de libros de terror. Tal vez algún día los
lea a escondidas.
Aquiles: Porque los libros tienen que ser de terror.
Tortuga:Absolutamente. Usted va leyendo en su
kindle y el programa detecta en qué parte de la lectura
va y toma decisiones. Un asunto facilísimo de “if then
else”. He estado haciendo la tarea.
Aquiles: ¿Y qué clase de decisiones?
Tortuga:Pone musiquita de suspenso, por ejemplo.
O se niega a cambiar de página y, de repente, ¡zas!,
aparece el vampiro detrás de la cortina. O le cambia el
tamaño de letra. O le mete un gif de Nosferatu.
Aquiles: Añadirle efectos especiales al libro. ¡Acabáramos!
Tortuga:Pero no sólo eso. El programa se conecta con
las otras aplicaciones y también toma decisiones. Por
ejemplo, sabe que usted estuvo en el banco en la mañana
y al personaje lo matan en el banco. O usa nombres de
sus contactos en la trama. O le toma fotos mientras lee
sin que usted se dé cuenta y luego las despliega alteradas, con un monstruo horrible mirándolo.
Aquiles: Iba a preguntar por qué el autor se negó a
asociarse, pero ya me queda claro. Usted no necesita
un ingeniero en Sistemas, necesita un siquiatra.
Tortuga:Su reacción natural ante mis ideas de triunfo.
No importa. Diga lo que quiera. Mis libros de miedo
harán época.
Aquiles: Y yo me largo a leer a Tolstoi. Sin un solo
sobresalto.
Tortuga: Eso dice ahora. Pero espere un par de años.
Un día estará leyendo Ana Karenina en su tablet y
aquélla se levantará de entre los muertos.
Aquiles: Ajá. Y solicitará mi amistad en el Face, ¿no?
Váyanse al diablo usted y su reingeniería literaria.
Tortuga: Como guste, pero no haga ruido, que estoy programando. Y compre más galletas Oreo si piensa salir. +
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quedas callado cuando en las reuniones se habla del destino de los Lannister, con esta caja te puedes poner al
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temporadas, para disfrutar solo o acompañado.
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1956 por Bryant Haliday y Cyrus Harvey, Jr., bajo la premisa
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como Ingmar Bergman, Federico Fellini o François Truffaut,
consideradas hoy como obras maestras. Esta caja contiene
cincuenta películas en DVD, entre las que destacan: El séptimo sello, Los siete samuráis, Los treinta y nueve escalones,
Alexander Nevsky y Viridiana.
A LA BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
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VALDEMAR
Al introducir la conciencia de su narrador en A la busca del tiempo perdido, Marcel Proust provocó una revolución copernicana en la literatura del
siglo xx. A la busca del tiempo perdido no es novela de una sola faceta,
sino de muchas: sobre unos puntos de partida parcialmente autobiográficos, Proust consigue una narración iniciática, la pintura crítica de toda una
sociedad, una novela psicológica, una obra simbólica, el análisis de inclinaciones sexuales hasta entonces prohibidas, una reflexión sobre la literatura
y la creación artística.
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El periodo entre 1959 y 1981 conforma uno de los capítulos más
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sonido de instrumentos originales y por la documentación sobre la
herencia musical del Renacimiento, el Barroco y las edades clásicas.
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El sonido de Depeche Mode es una mezcla de electrónico
y rock, con ciertos sonidos que recuerdan a las fábricas.
Delta Machine es el treceavo disco de esta banda británica
fundada en 1980 y encabezada por Dave Gahan.
PARA VER Y OÍR
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MIL VECES BUENAS NOCHES
Erik Poppe
ZATMENI DISTRIBUCIÓN
Rebecca es una gran reportera de guerra.
Tras un grave accidente, su marido e hijos
le dan un ultimátum: o ellos o su trabajo.
OCHO APELLIDOS CATALANES
Emilio Martínez-Lázaro
ZATMENI DISTRIBUCIÓN
Las alarmas de Koldo se encienden
cuando se entera de que su hija Amaia,
tras romper con Rafa, se ha enamorado
de un catalán. Decide entonces ir rumbo a Sevilla para convencer a Rafa de
que lo acompañe a Cataluña para rescatar a Amaia de los brazos del joven y
de su ambiente.
BANDA FILARMÓNICA MIXE
Sones de tierra y nube
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Con una calidad indiscutible, el conjunto
oaxaqueño es una excelsa muestra de
la riqueza cultural no sólo del estado,
sino del país, con ejecuciones musicales
maravillosas que con gran éxito los han
llevado por el mundo.
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Un enfermero introvertido y con tendencia a la depresión se dedica a ayudar a pacientes terminales, al tiempo
que trata de retomar la relación con la
familia que abandonó.
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Japón medieval. Un samurai huye de su
hermano. Tanto él como sus guardaespaldas tienen que disfrazarse de sacerdotes para atravesar un bosque y eludir
a los guardias de la frontera.
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Temas a manera de recordatorio de
la última década del siglo xx con
arreglos en jazz, clásicos de esa época toman una nueva dimensión y sonido refrescándolos y dándoles más
que nueva vida, un buen ritmo que
llega a más público en general.
Figuras ya consolidadas del pop y la
música romántica en México y resto
de América, después de un receso,
vuelven con nuevo material que seguramente será una delicia para sus miles
de seguidores.
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Magic of the waltz
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El talento del violinista austriaco queda
plasmado en una producción de alto
nivel y con su especialidad, el vals, la
fiesta elegante y la alegría bajo las notas encantadoras de uno de los ritmos
más queridos en el mundo.
PASEANDO CON MOLIÈRE
Philippe Le Guay
ZATMENI DISTRIBUCIÓN
En la cima de su carrera artística,
Serge Tanneur dejó definitivamente el mundo del espectáculo. Años
más tarde, Gauthier Valence está
planeando una producción de El
misántropo, de Molière, y quiere
ofrecerle a Serge el papel principal.
LA SONORA SANTANERA
En su 60 aniversario
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Sesenta años no son cualquier cosa
en la industria de la música, pocas
agrupaciones se pueden jactar de ello
y La Sonora Santanera cumple seis
décadas de éxitos, acompañados de
grandes figuras.
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RAQUEL
Hay libros que son como tu casa: los abres, te internas
entre sus páginas y te sientes a tus anchas. Casi que
te quitas los zapatos, te subes a tu capítulo favorito
(como quien se apoltrona en su sillón consentido) y
te olvidas de las prisas y los problemas cotidianos.
Son libros que puedes releer una y otra vez, donde
lo más importante no es el final sino el recorrido. No
te urge saber quién hizo qué o cómo se va a resolver
tal o cual enredo, y más bien disfrutas los pasajes que
más te gustan.
Por supuesto, cada uno de nosotros va haciéndose
de sus libros-casa, dependiendo de los intereses, los
momentos de vida y, a veces, hasta de las circunstancias. Por ejemplo, en mi caso, uno de mis libros-casa
favoritos es Las dos torres, de J. R. R. Tolkien (Editorial Minotauro), segundo tomo de la trilogía El Señor
de los Anillos. ¿Por qué precisamente ése? Hace muchos años hicimos un viaje familiar mi papá, Mary, su
esposa, mi hermano y yo. Y, por azar, el único libro
que llevábamos, entre los cuatro, era ése (lo llevaba
mi hermano, pero lo expropiamos por el bien común).
Pasamos dos días en un barco y otros dos en un hotel
donde no había nada, por lo que buena parte del tiempo lo dedicamos a leer Las dos torres. Nos turnábamos
para leer en voz alta y el resto escuchaba. Desde entonces, cada vez que lo leo me acuerdo de esa sensación tan grata.
Hay otros libros que, más que un hogar cómodo, son
como laberintos, como si sus autores los hubieran
construido para confundir al lector, hacerlo dudar de
sus pasos, detenerse, avanzar de nuevo, más despacio, fijándose en todos los detalles… Son historias que
exigen mucho pero que también pueden dar mucha
satisfacción. En esa categoría yo les recomendaría especialmente dos libros: La mano de la buena fortuna, de
Goran Petrovic (Sexto Piso), y Todos los vientos, de Erika Mergruen (Cal y Arena). Ninguno de estos dos tiene
la etiqueta de “juvenil”, pero no la necesitan: puede que
sean historias más complicadas que las que suelen catalogarse así, pero una vez que les agarras la onda, el paseo
por el laberinto es divertidísimo.
En La mano de la buena fortuna, el autor plantea el
concepto de la “lectura total”: los lectores que de verdad se meten en el libro pueden encontrarse dentro
de sus páginas a otras personas que estén leyendo el
CASTRO
mismo libro al mismo tiempo. Pero los más hábiles
pueden hacer más que eso… así que un escritor decide crear una novela refugio, donde su amada pueda
entrar y vivir con él, evitando así un matrimonio impuesto… La trama se complica, por supuesto, pero
es deliciosa.
Por su parte, Todos los vientos entrelaza varias historias: en una, la protagonista es Luisa, quien está por
dejar de ser niña para convertirse en mujer mediante un ritual al que someten a todos los chicos de su
pueblo, Umbrías, un poco en la vena de Alicia en el
país de las maravillas. En otra, se narra, a modo de
cuento de hadas, la historia en la que se basa el ritual.
En otra más, el escritor de la historia de Luisa cuenta
sobre la novela que le rechazaron y, en paralelo, sobre la historia de amor que está viviendo. Y en otra,
tenemos el diario de un personaje más, Roderico, habitante de Umbrías, que nos describe los rarísimos
usos y costumbres del lugar. Las historias se enredan,
se separan, a ratos parece que se contradicen o que se
confirman unas a otras; pero el resultado es una lectura
inolvidable.
Por supuesto, hay otros tipos de arquitectura literaria:
hay libros como campanarios de iglesia, desde cuya
cima podemos observar el mundo (así me parece,
por ejemplo, el poemario Viento del pueblo, de Miguel
Hernández) y libros como búnkers, que al meternos
en ellos el mundo exterior pareciera no existir (como
La historia interminable, de Michael Ende). Pero entre mis favoritos están sin duda los libros puente: ésos
que crean lazos entre generaciones, culturas, clases
sociales. Y entre ésos, uno que leí recientemente y
que me encantó es Fallas de origen, de Daniel Krauze
(Planeta), novela que nos cuenta cuatro días caóticos
y autodestructivos en la vida de un joven de clase acomodada que sólo así puede tratar de elaborar su duelo
por la muerte de su padre. Más allá de la anécdota,
Fallas de origen establece puentes entre la mente de
ese personaje torturado y su lector: a pesar de que el
tipo puede parecer insoportable, es imposible no sentir empatía por él, y acompañarlo en su viaje.
¿Campanario, puente, laberinto, búnker o dulce hogar? La única forma de saberlo es abriendo el libro.
Pero eso sí, los buenos libros siempre son refugio. +
Foto: Ulysses Avath©
D
os asesinatos. Tres amigos. Dos hermosas pianistas. Una
ciudad enloquecida y una historia trepidante son los ingredientes de este salvaje thriller capitalino escrito por Eloy
Urroz. Demencia es el relato alucinado del violinista Fabián
Alfaro, quien tiene comprometido el jueves 27 de junio para
tocar públicamente las tres sonatas Opus 30 de Beethoven.
Sin embargo, cada vez que intenta ensayar con Daniela, su
acompañante al piano, aparece otra mujer: Herminia, mitad
sueño, mitad bruja, posible media hermana de Daniela.
¿En qué obras pensabas mientras escribías Demencia, tu
nueva novela?
Conscientemente sentí la influencia de algunas novelas, sobre todo por la atmósfera que quería reflejar en la historia,
una atmósfera de suprarrealidad, de ambivalencia, como de
vigilia, de duermevela por la que transita, sobre todo Fabián
Alfaro, el violinista. En primer lugar La obediencia nocturna,
de Juan Vicente Melo. Sobre héroes y tumbas, de Sabato,
sobre todo la parte llamada “Informe sobre ciegos”, donde
todo es demencial, y la otra novela en que pensaba mucho
era Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Murakami, en la que nunca sabes lo que pasó, nunca te enteras bien
de nada, todo es vago, extraño, hay una sensación continua
de extrañeza. Sin ser fantástica, mi novela no lo es ni hay nada
sobrenatural, sí quería impregnarla de una atmosfera casi onírica, que tiene que ver con la esquizofrenia de Fabián Alfaro.
¿Consideras que tu novela posee cierta carga fantástica?
En ningún momento quise meterme en el tema fantástico.
Lo que puede parecer fantástico es lo que le pasa a Fabián,
él tiene demencia; de hecho no está seguro de si las cosas
pasaron o no, se olvida si pasó esta mañana, ayer o antier,
se le trastocan los eventos, los mismos personajes: ¿murió
o no la anciana del número 4? Los inspectores que vienen
a buscarlo para resolver el crimen de la anciana no son tal,
sino son técnicos del agua, pero luego resulta que sí lo son
y se lo llevan para interrogarlo… no diría que eso es fantástico, es un problema mental, es una novela sobre un problema psicológico.
¿Cómo se te ocurrió la historia de la novela?
Para mí la novela es sobre tres amigos: Néstor, Fabián y Rogelio. Primero se me ocurren dos historias: el amigo de un
amigo me cuenta que él se había enamorado de una chica;
tres meses después conoce a la hermana de ésta, se enamora de ella y deja a la primera; después la tercera hermana se enamora de él, así que deja a la segunda para andar
con ella. No podía creer la historia y dije “tengo que escribir
esto”. La otra historia, también real, es la de Eulalio Ricalde,
el respetable cirujano, padre de familia, que de día atiende a
sus pacientes y que en la noche se viste de mujer y recorre
los bares de la Zona Rosa para vivir sus juegos y transgresiones. ¿Cómo combinaría esta historia con la primera? Y
finalmente la historia del violinista Fabián Alfaro, que creí
que sería la menos importante y que al final roba cámara.
¿Qué otras características hay en Demencia?
Otro desafío que me impuse es que fuera una novela coral,
hay ocho o nueve puntos de vista, ocho o nueve personajes que nos van a decir lo que pasa en la novela sin repetir
eventos y sin que el lector se pierda o pierda la atención de
la historia.
La ciudad es un elemento muy importante; hay referencias
a calles de Mixcoac y a un parque que quizá sea el Parque
Hundido que en Demencia se llama Parque de los Muertos.
¿Por qué le pusiste así?
Una de las ideas que tenía al principio es que fuera una
Ciudad de México transfigurada. Algo le ha pasado que se
reconoce, pero de pronto cambian los nombres. Le puse el
Parque de los Muertos porque yo estaba en Quito cuando
empecé a escribir la novela. Me iba a correr a un parque inmenso donde casi no había gente y un día me preguntaron
por qué lo hacía, y es que una semana antes habían ahorcado a una señora y un mes antes habían matado a un niño. Se
me ocurrió que en la novela ese parque fuera un coto prohibido. De día hay niños, carriolas, mamás, algodones, policías,
todo tranquilo, y de noche es el Parque de los Muertos, el
lugar por donde no debes pasar porque algo puede suceder.
¿Mientras la escribías, viniste a México para recorrer los
escenarios o los recreaste a la distancia?
Dejé México hace veintiún años, conozco la ciudad muy
bien. Creo que recupero una ciudad no de ahora sino la que
fue mía, por eso es una ciudad transfigurada y no es la Ciudad de México, pero no es la que yo dejé, porque yo viví la
ciudad de los ochenta y los noventa. Vengo de vez en cuando, pero ese fenómeno de revivir mi ciudad a la distancia influyó en la recreación y en la atmósfera irreal y fantasmagórica en un sentido sabatiano, que le da forma a Demencia,
según mi recuerdo, un recuerdo de hace veinticinco años. +
Por Jorge Vázquez Ángeles
Libro electrónico
DEMENCIA
Eloy Urroz
ALFAGUARA
E
l 21 de agosto de 1946, el buró de organización del Comité Central de
la Unión del Partido Comunista publicó una disposición en la revista Pravda sobre los escritores soviéticos Anna Andréyevna Ajmatova y Mijail
Zoschenko. El texto hablaba así de sus obras literarias:
“La concesión de las páginas de la revista Zvezda a tantos hombres insulsos y sosos
como Zoschenko es inadmisible, ya que además la redacción de Zvezda conoce
bien la fisonomía de Zoschenko y su comportamiento indigno durante la guerra,
cuando no ayudó al pueblo soviético en su lucha contra los invasores alemanes y
escribió esa obra tan abominable, Antes de la salida del sol, cuya crítica, junto con
la apreciación de toda la ‘creación’ de Zoschenko, fue publicada en las páginas de
la revista Bolchevique. La revista Zvezda también populariza por todos los medios
la obra de la escritora Ajmatova, cuya fisonomía literaria y político-social hace mucho tiempo que es bien conocida por la opinión pública soviética. Ajmatova es la
representante típica de una poesía vacía y carente de ideología, la cual es extraña
para nuestra gente. Sus versos están impregnados de un espíritu pesimista y depresivo, expresan los gustos de la antigua poesía de salón que se estanca en las
posiciones del estetismo burgués-aristocrático y decadente, es decir ‘el arte por el
arte’, sin querer ir al mismo paso que su pueblo, una obra perniciosa para la educación de nuestra juventud y que no puede ser consentida por la literatura soviética”.
Ajmatova, además de atestiguar la muerte de sus dos esposos y la deportación de
su hijo a Siberia, sufriría la censura constante de sus obras, manipuladas y alteradas
por parte de los burócratas soviéticos. La poeta pasó buena parte de su vida en la
más profunda pobreza y se vio forzada a escribir poemas donde hablaba de la felicidad de vivir bajo el régimen de Stalin.
Habían pasado casi ocho años desde que José Stalin declarara en la casa de Máximo
Gorki que “los escritores son los ingenieros del alma humana”, en plena época de
las grandes purgas. La frase —que peligrosamente aludía a que todas las plumas, las
soviéticas, desde luego, pero también las de todo el mundo, debían estar al servicio de la causa comunista para esculpir el alma de los hombres y contribuir a la
creación de esa nueva humanidad— marcó el destino de toda una generación de
escritores que, o tomaron la decisión de escribir apegados a las instrucciones o
necesidades del régimen, o soportaron el destierro, los trabajos forzados en los
Gulag o la muerte.
Desde luego que la censura en contra de la literatura no inició con Stalin sino desde
la Revolución de 1917, encabezada por Lenin, cuando se crea la Glavit (Glavnoe
Upravlenie po delam Literatury i Izdatel’stva), el 6 de junio de 1922, organismo
encargado de revisar y aprobar cualquier texto literario o periodístico, así como
pictórico. Después también se encargaría de censurar el arte en general, como la
música: el célebre Dmitri Shostakóvich sería acusado de desviacionista y decadente
tras la presentación de Lady Macbeth de Mtsensk, por lo que tuvo que prestarse a
la farsa stalinista y crear obras que fueran del agrado del partido comunista, como
lo cuenta Julian Barnes en su más reciente novela El ruido del tiempo.
Escritores como Borís Pasternak, Vladimir Mayakovski, Isaak Bábel o artistas como
Ródchenko, Kandinsky o Chagall participaron activamente durante los años de la
revolución rusa mediante sus trabajos que buscaban crear un nuevo arte y, por
ende, un nuevo ser humano, siempre desde una idea de libertad creativa. Sin embargo, a la muerte de Lenin, Stalin, “el montañés del Kremlin”, como le llamó el
poeta polaco-ruso Ósip Emílievich Mandelshtám (acto que le costaría la vida), llevó hasta sus últimas consecuencias la construcción de un estado que lo dominara
todo, desde el ámbito político, económico y, sobre todo, el social.
En el primer Congreso de Escritores Soviéticos, celebrado en agosto de 1934, participaron más de setecientos escritores y se establecieron las directrices de la literatura: el realismo socialista. Las obras debían ser revolucionarias en el sentido
de apoyar irrestrictamente la Revolución, y retratar fielmente la vida de obreros y
campesinos de tal forma que se exaltara su figura. Algo parecido a lo que cuenta
Leonardo Padura en su novela El hombre que amaba a los perros, que inicia con el
relato de un joven escritor cubano a quien sistemáticamente le niegan la posibilidad
de publicar cuentos porque éstos no se ajustan a los lineamientos de la Revolución.
Yuri Olesha, uno de los grandes novelistas rusos, fue una de las pocas voces disonantes en el congreso: dijo que un escritor escribe lo que puede escribir, y que escribir sobre obreros o héroes revolucionarios le resultaría imposible. Su declaración
no le costó la vida; fue encarcelado, pero sobreviviría.
El control del Estado, entiéndase Stalin, llegó a grados tan ridículos como que el
propio dictador revisaba algunas obras antes de publicarse, definía las tramas de
cuentos y novelas para destacar la importancia del sistema soviético en la construcción de la nueva sociedad y estableció un premio con su nombre al que se le
agregaban las categorías que fueran necesarias.
Veinte años después, el segundo congreso reunió apenas cincuenta escritores: los
demás, o habían desaparecido en los Gulag, murieron fusilados o habían dejado la
Unión Soviética. Isaak Bábel, por ejemplo, vio sus obras prohibidas a partir de 1937,
fue arrestado en 1939 y fusilado en enero de 1940. Borís Pilniak publicó sus obras
en el extranjero, lo que le costaría la vida: fue fusilado en abril de 1938. La poeta
Marina Tsvetáyeva padeció el arresto de su esposo y de su hija. Sin trabajo ni vivienda, desacreditada por el aparato comunista, se suicidó en 1941. Los escritores
Panteleimon Romanov, Sergei Tretyakov y Artyom Vesyoly también murieron. Por
haber publicado sin permiso Doctor Shivago, Borís Pasternak fue perseguido prácticamente toda su vida, y denigrado por los jerarcas comunistas: “Si comparamos
a Pasternak con un cerdo, un cerdo no haría lo que él ha hecho porque un cerdo
jamás defeca donde come”.
Escritores y artistas no pueden crear sus obras como si se tratara de vigas de acero;
no existen planos que definan con anticipación una novela, un poema o una sinfonía. Los procesos creativos son el resultado de la libertad.
Por Leonardo Guerrero
BERNARDO
La escena es así:
En una empresa trasnacional,
un ejecutivo estadounidense
visita la planta mexicana para
hacer una supervisión. Todo
transcurre bien, y al final varios de los ingenieros locales
llevan al gringo a cenar. En la
sobremesa, la plática va de lo
profesional a lo trivial hasta un momento en el que el
visitante pregunta por Juan
Rulfo.
Todos callan, guardando el
respetuoso silencio del ignorante, y voltean a ver a uno de sus
compañeros.
—Pregúntele a éste... —musita uno.
El joven aludido sonríe y el resto de la velada gringo y mexicano discuten apasionadamente sobre Pedro Páramo y El llano
en llamas.
Ese momento pudo significar para el joven ingeniero una mejor
posición en la compañía, un aumento y quizá hasta una invitación a mudarse a laborar a los Estados Unidos, pero afortunadamente la pulsión literaria dominó. La industria perdió un buen
ingeniero, pero nuestras letras ganaron un brillante narrador. El
nombre de ese muchacho es Élmer Mendoza. Léase Besar al detective, la cuarta novela de la serie protagonizada por “el Zurdo”
Mendieta, su detective, para más evidencia.
Otra anécdota: en alguna ocasión varios escritores discutían
acaloradamente sobre un tema literario. La plática se convirtió en lo que las abuelas llamaban con toda incorrección política “una cena de negros comiendo calamares en su tinta a la
media noche”. Uno de ellos volteó a decirle a otro, que estaba
muy callado: “¿Cómo ves a estos cuates?”, a lo que el aludido
replicó “Yo no sé, mano, yo estudié Ingeniería Química”. Era
Germán Dehesa.
Soy hijo y nieto de ingenieros. Mi abuelo materno fue agrónomo
y mi papá es ingeniero electricista. El abuelo paterno fue toda
la vida periodista tras un fugaz paso por las aulas del Poli para
convertirse en ingeniero electrónico. Casi todos mis primos y
muchas de mis primas estudiaron ingeniería de cualquiera de
sus áreas. Pareciera que mi hermano —músico y cineasta— y yo
somos los mutantes de la familia. De modo que toda la vida he
padecido la ingeniería, que sin duda es toda una cosmogonía
casi religiosa. Muy a mi pesar constantemente descubro en mí
el pensamiento estructurado, no pocas veces rígido, propio
del ingeniero.
Por ello, al llegar el momento de ir a la universidad busqué lo
más alejado que encontré de la ingeniería. Gran ironía, el diseño
gráfico, carrera en la que me titulé, es a las artes visuales lo que
la ingeniería a las ciencias exactas. Sirva lo anterior para justificar
mi fascinación casi morbosa por los ingenieros escritores. Ciñéndome estrictamente a la literatura mexicana contemporánea, la
lista es tan enorme como sorprendente (al menos para mí). A
vuelo de pájaro...
FERNÁNDEZ
Tanto Vicente Leñero como
Jorge Ibargüengoitia fueron
ingenieros, el primero civil (y
de sus experiencias en la construcción alimentó su novela Los
albañiles) y el segundo, en minas. Gabriel Zaid es egresado
del Tec de Monterrey. Enrique
Krauze, además de historiador,
ostenta el título de ingeniero
industrial (que es lo que hubiera estudiado yo, de verme
obligado a matricularme en
esa área). Entiendo que Hernán Lara Zavala estudió la
misma área.
Naief Yehya es ingeniero electrónico, por ello es el más brillante
ensayista sobre temas tecnológicos de su generación; lea usted
El cuerpo transformado para confirmarlo (y además fue compañero de generación de Guillermo Fadanelli, si bien estoy seguro
que a él no le gustaría ser incluido en un recuento como éste).
En mi generación son varios los ingenieros escritores. Gerardo
Sifuentes, que aparte de ser un brillante cuentista es el coordinador editorial de la revista Muy Interesante, es ingeniero electrónico. Su libro Planetaria le dará una idea de la riqueza de sus
mundos ficticios. Luis Felipe Lomelí es egresado de Ingeniería
Física, también por el itesm. Su última novela es Indio borrado.
Antonio Malpica, magnífico narrador tanto de literatura infantil
y juvenil como de libros para grandes y colaborador de esta misma publicación (y sobre todo un entrañable amigo) es egresado
de la unam en el área de Sistemas. No tiene que conocerlo como
yo para quererlo, basta leer #Másgordoelamor. Rodolfo J. M., autor y compilador tanto de género policiaco como de literatura
fantástica (lea usted Todo esto sucede bajo el agua) es también
ingeniero y trabajó varios años para la industria automotriz.
César Silva tiene tres oficios: poeta, narrador e ingeniero. Y divide su amor a partes iguales. Al autor de La balada de los arcos
dorados y Juárez Whiskey se le ilumina la cara cuando se le pregunta sobre su paso por la industria maquiladora de la frontera
norte. Haga el experimento la siguiente vez que lo vea.
No sé de ninguna mujer ingeniera y escritora en México, pero a
cambio, Cecilia Pego, una de nuestras mejores novelistas gráficas, egresó de Ingeniería Civil. Si hubiera alguna otra, les agradecería que me lo dijeran.
Finalmente esta lista incompleta cierra con Alberto Chimal, para
mí el mejor cuentista de mi generación, maestro de otros escritores y extraordinario fantasista, de lo que da cuenta su novela
La torre y el jardín, entre muchos otros títulos que deleitan a sus
hordas de lectores.
Como se ve, la lista es abundante; estoy seguro de que dejé fuera
a varios (y quizá a varias). Pido una modesta disculpa. A todos
los incluidos, vaya la admiración de alguien que pudo ser ingeniero, pero nunca tuvo mente numérica.
El cómic del mes: el legendario historietista Manuel Ahumada
era ingeniero agrónomo. Muerto prematuramente, dejó un puñado de álbumes gráficos. Mi favorito, El cara de memorándum
y otras historias. +
28
“Los ingenieros son los Oompa-Loompas de la
ciencia”, afirmó alguna vez Sheldon Cooper,
científico protagonista de la sitcom The Big
Bang Theory. Evidentemente, tal aseveración era peyorativa, dando a entender que son los
científicos teóricos quienes doman las leyes del Universo mientras que los ingenieros sólo aceitan los engranes y aprietan las tuercas de los aparatos producto
de tales descubrimientos. Sin embargo, la realidad es
otra: son los vituperados ingenieros los que diseñan la
manera en que los principios del cosmos pueden ser
aplicados para facilitar la vida cotidiana: quizá haya
sido George Simon Ohm quien descubrió la relación
entre corriente eléctrica y diferencia de potencial,
pero fue Thomas Alva Edison quien aplicó ese conocimiento para construir la bombilla incandescente, misma que permitió a la humanidad robarle horas a la noche; quizá haya sido Blaise Pascal el que descubrió el
principio de los fluidos que lleva su nombre, pero tuvo
que llegar Joseph Bramah para aplicarlo construyendo
la prensa hidráulica, una de las herramientas básicas
de la industria moderna.
Los griegos, más generosos que el doctor Cooper, daban un lugar privilegiado a aquellos que lograban convertir las leyes naturales en artilugios útiles. Hefestos,
el laborioso aunque contrahecho hijo de Hera, se encargaba de elaborar las armas de los dioses, aplicando
los fundamentos de la metalurgia y la termodinámica,
mientras que Dédalo, un simple humano de renombrada inteligencia, era capaz de diseñar desde intrincados laberintos para capturar monstruos innombrables hasta alas artificiales que le permitieron escapar
de cierto patrón ingrato. Por desgracia, el buen hombre también descubrió a la mala que la inteligencia no
es necesariamente hereditaria.
La estirpe de Dédalo ha dado grandes hombres a la
humandidad, como Nikola Tesla. Margaret Cheney
es autora de una muy completa biografía de uno de
los genios más grandes del siglo xix, y desafortunadamente, de los menos reconocidos en su tiempo:
Nikola Tesla, el genio al que le robaron la luz.
El mundo de hoy le debe a Tesla, entre otras cosas, los
modernos sistemas de generación y distribución de
luz eléctrica, sin los cuales la tecnología actual sería
impensable. Además, su gran capacidad le permitió
NIKOLA TESLA, EL GENIO AL QUE
LE ROBARON LA LUZ
Margaret Cheney
TURNER
tradicciones, no hubiera tendido la audacia de
cambiar al mundo con sus creaciones.
prefigurar ingenios que después otros se adjudicarían,
tales como los rayos X, el transmisor de radio o los sistemas de control remoto. El libro de Cheney es una
exploración de la vida del científico serbio, elaborada
con partes de sus documentos personales y testimonios de sus contemporáneos, donde se consigna su
complicado temperamento, su insaciable curiosidad,
sus cruentos enfrentamientos con sus detractores
—Thomas A. Edison a la cabeza—, y los múltiples fraudes de los que fue objeto.
Otro personaje que cambió nuestro mundo para siempre fue Steve Jobs. Brent Schlender trató, según su
propio testimonio, al legendario fundador de Apple
durante veinticinco años, en una relación de amistad
que sólo concluyó con la muerte de Jobs en 2011.
Fue testigo de su ascenso como uno de los mayores
innovadores del siglo xx, de sus innegables aportes a
la revolución informática del siglo xx, y por supuesto,
de sus descalabros. En el texto, Steve Jobs se devela,
más que como un genio de la informática, como un
experto hombre de negocios, hábil para conformar
equipos de trabajo que compartieran su visión y concretarla, y con la capacidad de remontar aún los fracasos más estrepitosos.
El libro de Steve Jobs también muestra el rostro más
íntimo del personaje, narrándonos su infancia como
hijo adoptado, su temprano amor por las artes, su
apego a las filosofías orientales, su carisma abrasador
y su desprecio hacia aquellos que no consideraba a su
altura. Este libro quizá no guste a los admiradores incondicionales de Jobs, pues lo muestra con todas sus
flaquezas y mezquindades. Sin embargo, el lector llega
a la conclusión de que, quizá sin esas profundas con-
EL LIBRO DE STEVE JOBS
Brent Schlender
MALPASO
LOS INNOVADORES
Walter Isaacson
DEBATE
Por medio de un viaje literario por las vidas de
personajes como Ada Lovelace —hija de Lord Byron,
considerada la primera programadora—, Charles
Babagge, Alan Turing, los creadores de la máquina
ENIAC o Bill Gates, Los innovadores, libro de Walter
Isaacson, más que narrar la vida de una serie de científicos y matemáticos que hicieron posible el desarrollo
de la informática, elabora una profunda reflexión acerca de la naturaleza de la innovación. Si bien los primeros libros de esta lista tratan sobre dos personajes en
particular, Los innovadores muestra que lo que permite las revoluciones tecnológicas, más que el trabajo de
solitarios excéntricos, es la acumulación de múltiples
saberes, visiones y descubrimientos. Este texto es indispensable para cualquiera que se pregunte la manera en que la tecnología se nutre de muchas otras disciplinas, y de cómo la imaginación creativa y la intuición
artística son indispensables para el ingeniero.
El subtítulo del último libro a recomendar de inmediato nos remite a su naturaleza: De la catapulta al Curiosity. 250 Hitos en la historia de la ingeniería. El libro de la ingeniería, de Marshall Brain, es un resumen
de los inventos más trascendentes de la historia de la
humanidad, mismo que inicia con el arco y la flecha
—con su origen fechado aproximadamente en el año
30,000 a. C.—, y concluye con sistemas que aún no
han sido inventados, pero que ya son una realidad teórica, como las colonias humanas en Marte. A cada uno
de estos avances tecnológicos, que lo mismo abarcan
la arquitectura que la navegación, el diseño de armas,
la astronomía o la informática, la autora les dedica
una página en donde explica la trascendencia del
descubrimiento y sus dificultades. Además, a cada
texto monográfico lo acompaña una ilustración a color que permite reafirmar lo aprendido. Diga lo que
diga el brillante Sheldon Cooper, los ingenieros son a
tal grado importantes que si uno de ellos no hubiera
inventado el papel, otro la tinta, y otros el sistema de
impresión en cadena, usted no tendría este texto en
sus manos. +
Por Omar Delgado
Libro de importación
EL LIBRO DE LA INGENIERÍA
Marshall Brain
LIBRERO
Leonardo da Vinci nunca pasa de moda. Sea que se descubra una nueva obra, una carta, o un plano, su genio
aún nos sorprende a tantos años de su muerte. Este libro
reúne las invenciones de este genio y visionario: máquinas para volar, bélicas, de trabajo, escénicas, musicales y
otras más sin clasificación, antepasados del helicóptero,
el tanque, sierras, puentes… el ingenio de Leonardo no
tenía límites.
ATLAS ILUSTRADO DE LAS MÁQUINAS DE LEONARDO
Domenico Laurenza/ Mario Taddei/ Eduardo Zanon
SUSAETA
Imposible desligar la práctica de la arquitectura y de la
ingeniería. A pesar de su divorcio en el siglo xix, estas dos
disciplinas configuran el mundo y la manera como vivimos en él. Este libro reúne cien edificios ordenados del
siguiente modo: Ubicaciones extremas, Reinvenciones,
Edificios saludables, Desplegables, Camaleones, En
ruta, Edificios inspirados en la naturaleza, Refugios
frente a la tormenta, Minimalistas, Catalizadores urbanos y Hacia el futuro.
EL FUTURO DE LA ARQUITECTURA EN 100 EDIFICIOS
Marc Kushner
EMPRESA ACTIVA
Santiago Calatrava no es sólo uno de los arquitectos más
importantes del mundo, sino también un ingeniero, escultor y pintor. Su reputación como ingeniero arquitectónico se consolidó con sus numerosos puentes en diversas
ciudades alrededor del mundo. Su obra está íntimamente
relacionada con sus propios dibujos del cuerpo humano y
con sus esculturas de formas geométricas, inspiradas por
las dinámicas de movimiento y tensión.
CALATRAVA
Philip Jodidio
TASCHEN
32
J O R G E F.
HERNÁNDEZ
Cuenta Jorge Ibargüengoitia que el día que decidió dejar la ingeniería para irse a la Facultad de Filosofía y Letras a estudiar teatro, decepcionó a su familia, sobre todo
porque soñaba con que el joven se convertiría en un exitoso profesionista. Gracias a esa decisión, hoy seguimos disfrutando de las novelas de uno de los escritores
mexicanos más queridos y más leídos.
C
on sólo escribir el título he logrado un absurdo y, sin embargo, consta en la biografía que
Jorge Ibargüengoitia iba para ingeniero. No
intentaré explicar el milagro de su literatura
como un ejemplo de resistencia de materiales o albañilería de tramas o colado de personajes o, incluso, el
andamiaje impalpable de la soberbia construcción no
sólo de sus novelas, sino de las columnas que publicaba no una sino dos veces a la semana, esos pequeños
ensayos de bolsillo y crónicas condensadas. Lo que sí
es cierto es que no cuadra presentar o imaginarlo de
ingeniero porque basta leerlo para sentir una gratitud
instantánea por absolutamente todo lo que escribió y
sí, quizá, imaginar que su formación inoculó una rara
mecánica de trabajo que pocos conocen.
Me consta que de niño jugaba con mi padre y mis tíos
en Guanajuato y luego en el exilio de ambas familias en
la Ciudad de México, y que por delante de toda teoría
literaria habría que asentar que se trataba de una pandilla que vino al mundo para divertirse, no sólo con
juegos inventados de caballería en las azoteas sino
con aventuras que leían sacándole jugo a cada juego
de palabras. Consta también que Jorge era capaz de
tirar a la basura todas las cuartillas acumuladas, ya de
una obra de teatro o incluso de una novela, y volver a
empezar desde cero por el solo hecho de que la trama
no cuajó. Es una prueba de que Ibargüen no era autor
de los que recurren a andamiajes falsos o transas en
el cemento, y dice Joy Laville que era además escritor que narraba hilos de cuentos o enredos de novelas a los taxistas que abordaba por azar (en México
o en Francia) y que esas conversaciones eran puestas
a prueba de la solidez de los edificios narrativos que
llevaba en la cabeza.
Quien no ha leído a Jorge Ibargüengoitia tiene abierto el salvoconducto que renovamos todos al releerlo.
Una literatura que se expande a partir de las obras de
teatro, pues abandonó la ingeniería para soñar que sus
historias serían escenificadas, en parlamentos con actores y escenografías variables. Dicen que su maestro
Rodolfo Usigli lo instó a que se cambiara el apellido
porque no cabría en las marquesinas, y por ésa y otras
bromitas que le fueron llenando de piedritas el camino
se sabe que Ibargüengoitia terminó por reconocer que
“era bueno para los diálogos, pero no para dialogar con
gente de teatro”. Esa afortunada marea lo motivó para
sentarse a cuajar novelas, una por una, pequeñas joyas
de algo que espero ser capaz de argumentar: son historias hilarantes, llenas de una chispa incandescente
de buen humor que no por ello debieron insinuar que
estábamos ante alguien “chistoso”. Así como muchos
de los grandes sarcasmos de la literatura inglesa diferencian el buen humor del mero chistosito, así también es lamentable que en su tiempo no pocos lectores acudían a las conferencias de Ibargüengoitia como
si asistieran a un show cómico y eso le molestaba.
Por celebrar sus cuentos es ejemplar y envidiable
la capacidad que tuvo para convertir en literatura la
anécdota, la vera realidad que vivió en tal o cual situación, la verdadera desgracia de un amor contrariado entre las faldas de una gordota y convertirlo en
relato no sólo palpable sino creíble y tan risible como
los increíbles avatares que siguen padeciendo hasta la
fecha los que piden una beca para estudiar en Estados Unidos. De ese mismo hilo está confeccionada la
novela Las muertas —que es A sangre fría de Capote
a la mexicana—, basada en el expediente judicial y los
recortes periodísticos en torno a los famosos crímenes
de Las Poquianchis que retumbaron en noticieros de
todos el mundo.
Hay días en que creo que mi lectura favorita de todas
las obras de Ibargüengoitia son las piezas que compuso para niños, y otros en que no sin envidia me convenzo de la suprema maestría de Dos crímenes, una
novela que fue reseñada y altamente recomendada
por Octavio Paz en la revista Vuelta apenas salió de la
imprenta. Luego hay días en que no puedo menos que
sincronizar con cada párrafo de Estas ruinas que ves,
no sólo por conocer a la mayoría de los personajes reales que la inspiraron sino por compartir una biografía
colectiva y familiar que parece una extensión de sus
páginas y, al día siguiente, juro que Los relámpagos de
agosto o Maten al león son dos de las principales razones por las que decidí estudiar Historia y no en balde
sucede el detalle de que Pueblo en vilo. Microhistoria
de San José de Gracia —la obra maestra de mi maestro
Luis González— recibió su primera reseña nada menos que de la pluma de Ibargüengoitia en su columna
de Excélsior. Ya que menciono el periódico, añado que
hay días en que creo que lo que más me gusta de Jorge
es tomarlo como ejemplo diario e intentar estar a la
altura de su clara sombra en el trajín y en la trinchera de la adrenalina del periódico, escribir columnas en
ese tono que Juan Villoro ha definido como literatura
con prisa y sincronizar con ese duende (bien degustado por Jorge Ibargüengoitia) en donde uno debe procurar escribir mejor que todo aquel que escribe más
rápido que uno, pero también escribir más rápido que
todo aquel que escriba mejor que uno.
Hablo de un hombre polifacético que no deja de sorprender. Un autor que conquista lectores nuevos no
por los artificios de la mercadotecnia, sino por el contagio implacable que produce la instantánea recomendación cada vez que alguien cree descubrirlo. Lo leemos como espejo fiel de la vida de un México que ya
no existe y al mismo tiempo termómetro de todas las
corrupciones, enredos y surrealismos que nos rodean
inevitablemente así pasen los siglos. Lo leemos como
quien habla en el mismo tonito con el que nos hablamos a solas o carcajeamos de sobremesa y sobre todo,
lo leemos con la agradecida sonrisa de que no pasa un
solo día sin reconocer que nos hace falta. +
34
Reconocer patrones
L
a mente humana parece tener una capacidad especial para eso: para predecir el futuro y reconocer
el pasado. Cualquiera que haya convivido lo suficiente con niños se habrá dado cuenta. Antes incluso
de que comiencen a construir oraciones más o menos
elaboradas, los plebes empiezan a tratar de establecer cuáles son las regularidades que se presentan en
su entorno y son ajenas a ellos, a su gustos y decisiones. El niño se pregunta por aquello que le parece más
maravilloso: los ciclos de la noche y el día, de la lluvia,
del frío y el calor. También por aquello que le da más
alegría: “¿ya mero va a ser otra vez mi cumpleaños?”
O por aquello que tal vez no le gusta tanto: “¿Hoy no
vamos a la escuela, verdad?”.
La búsqueda y reconocimiento de patrones —y en el
caso de mi hija ha sido así— sucede antes de empezar a
tratar de postular relaciones causales: “¿se hace de noche cuando cierro los ojos, papá?” O, por lo menos, es
una preocupación que se da con mayor incidencia pues
de forma intuitiva sabemos que confiere mayor poder
heurístico, mayor poder explicativo, que una simple
causalidad. Los patrones suelen parecer certezas mientras que las causalidades son un poco más difusas. Y es
a partir de las certezas que el huerco piensa en las posibilidades de lo que se puede y lo que no se puede hacer
en determinados tiempos y lugares. Si usted tiene hijos,
ya lo sabe por la práctica: funciona mejor decirle a su
chamaco “es la hora del baño” que explicarle las relaciones causales entre la mugre y las enfermedades.
Ojo, aquí no quiero decir que las explicaciones causales sean inútiles como técnica pedagógica, sino que
suelen aparecer —en el infante— después de la etapa
del reconocimiento de patrones; es más, hasta tienen
un nombre popular: “la edad de los por qué”.
Desde el punto de vista de la evolución biológica, entender regularidades y patrones, así como imaginar
relaciones causales (“cuando muevo mi palo de lluvia,
empiezan los truenos, papá”) ha dado muchísimo de
qué hablar, pero ¿qué tiene que ver la posible predisposición humana a buscar patrones y causalidades con
la construcción de un puente o un poema?
Hay dos tipos de ingenieros: los que saben diseñar y los que no
Los ingenieros que no sabemos dibujar tuvimos que
buscar estrategias alternativas para dar el gatazo,
por ejemplo: pintarrajear de volada en una servilleta,
frente al tornero, la pieza que queríamos mientras se
la íbamos explicando, sin olvidarnos de poner esas
rayitas y números que indican las magnitudes. Así, el
tornero no iba a pensar que éramos una vaca frente
al AutoCAD (o, antes, frente al restirador) sino que
habíamos estado muy ocupados. Porque esa abstracción, el dibujo, con esas convenciones, las magnitudes, son indispensables para la comunicación en el
trabajo ingenieril.
Por supuesto, también están los ingenieros que son incapaces de concebir un diseño siquiera de forma imaginaria. Aquéllos que son excelentes para construir un
artefacto ya que alguien les da el dibujo (o de repararlo). En eléctrica y electrónica, por ejemplo, solía haber
un buen número de ingenieros que se ganaban la vida
haciendo diagramas, y tenían filas de clientes que les
contaban, verbalmente, el problema que querían resolver y ellos lo traducían a líneas y símbolos que significaban cables, resistencias, transistores y capacitores.
La diferencia entre estos ingenieros diagramistas y un
dibujante-no-ingeniero es obvia: a los primeros se les
da un problema y lo resuelven de forma visual, mientras
que a los segundos ya se les da el problema resuelto.
Así, el diseño es la resolución simplificada y condensada (sin paja) del problema real que luego pueden
embellecer, ya que funcione, otros profesionistas que,
curiosamente, se llaman a sí mismos “diseñadores” y
“creativos”. El diseño es el punto intermedio, el puente, entre tres conjuntos de restricciones: las que implica la realidad (no es lo mismo diseñar un aparato para
operar a 10°C que a 80°C), las que implica la teoría
(esos bellos casos donde “teóricamente” se puede hacer lo que sea, pero en la práctica no) y las que implica
la disponibilidad de recursos (“si tuviéramos un material que aguante más la corrosión, entonces…”).
En la literatura sucede algo similar, sólo que no suele haber tal división del trabajo y un solo escritor es
quien tiene que hacer todo: 1) identificar el problema
a resolver (el tema al cual muchas veces, más que resolver, se le añaden más preguntas porque así es más
interesante y las respuestas suelen ser siempre equívocas); 2) imaginar el diseño (cómo va a construir su
novela, poema, obra de teatro, con qué elementos de
la realidad, la teoría y la disponibilidad de recursos podrá jugar); y 3) construirlo.
Ciertamente hay escritores que narran horriblemente
pero saben crear historias espectaculares que luego
enchulan editores y correctores de estilo, pero son los
menos, y por lo general sólo se dan entre novelistas
y guionistas (no entre poetas ni dramaturgos). También hay escritores que no saben diseñar, pero son excelentes narradores, éstos suelen lograr publicar dos
o tres libros a su nombre pero por lo general lo hacen
“con seudónimo”, es decir, escriben los libros de otros:
ensayos, “memorias”, panfletos y “autobiografías”.
Al igual que entre ingenieros, los escritores suelen
molestarse muchísimo porque lo que encuentran en
la ferretería (o en Festo) no es suficiente para hacer
lo que quieren: “chillen, putas”, les reclamaba Octavio
Paz a las palabras. Hay otros escritores que son como
los ingenieros empíricos que uno se encuentra de tanto en tanto en las plantas industriales o las empresas
constructoras: no saben cosa alguna de teoría, pero
son mejores que los que tienen su doctorado en mecánica de suelos o en mecatrónica. También están los
que algún día, como el burro que tocó la flauta, resolvieron un problema peliagudísimo pero nunca volvieron a repetir la hazaña: los one single hit writers.
Hay otros escritores a los que no se les dan los problemas de ingeniería inversa y reclaman que “leer novelas
no sirve para aprender a escribir novelas”. Por supuesto, a un ingeniero no se le ocurriría decir algo similar
si quiere seguir teniendo chamba, pero a los escritores
sí. Tal vez esto no sea tanto por aquello de las musas
inspiradoras (que ya no están de moda) sino porque
los escritores y artistas en general son reacios a reducir su trabajo a cuestiones técnicas por dos asuntos:
1) porque lo que realmente importa “está más allá de
la técnica” y 2) por el síndrome del Coronel Sanders:
nadie quiere revelar su receta secreta.
¿Y cuáles son esas cuestiones técnicas, esa “receta secreta”?
Ingeniería literaria
Lo primero es aprender a redactar, por supuesto. Hay
que conocer la lógica del lenguaje como se conoce
la lógica de un circuito, un reactor bioquímico o la
interacción de fuerzas físicas. Esto incluye, como se
mencionó, conocer los recursos que uno tiene a su
disposición (las especificaciones técnicas de varillas,
pegamentos, rondanas y cepas, o las palabras del diccionario y el lenguaje oral) y analizar el trabajo que
han hecho otros para aprender las mañas. Así como
los ingenieros no dejan de desarmar electrodomésticos nomás porque sí, los escritores no dejan de desarmar libros. Mejor aún, de forma similar a una ingeniera electromecánica que va a comprar una chambrita
para su sobrina y termina haciendo una evaluación de
todos los errores y aciertos de la instalación eléctrica
y los ductos de aire acondicionado de la tienda departamental, los escritores también suelen salir a la calle
por una cosa y regresar con un montón de historias e
imágenes: “¿Y la chambrita, vieja?: ¿cuál chambrita?”.
Si usted quien está leyendo esto es ingeniero, muy
probablemente esté pensando una cosa: lo descrito
en el párrafo anterior también lo hace un técnico, los
ingenieros hacen algo más. Los escritores también. Así
como en ingeniería se dice que “los verdaderos ingenieros” son aquellos que son capaces de entender un
fenómeno a profundidad para proponer soluciones, para
crear alternativas —mecanismos, procedimientos— que
no existen, los “verdaderos escritores” también.
Más allá de los fenómenos o temas específicos, la tensión de un cable o de una relación amorosa, la comprensión de éstos y la creación de alternativas suele
pasar por esas dos actividades que se mencionaron al
inicio: el reconocimiento de patrones y de relaciones
causales. Piénselo como lector.
Por ejemplo, cuando una novela no se siente acabada
porque quedaron cabos sueltos, porque aparecía un
personaje sensacional y luego no supimos más de él,
estamos ante el rompimiento de una relación causal:
el autor nos dio la causa (el personaje) y se olvidó de
la consecuencia (su desenlace). Y esto, por supuesto, crea desazón en la lectura; o el sentimiento de
que alguien no hizo bien su chamba. En cambio, en
una novela que se siente redonda, todos los elementos que aparecen (causas) tienen su desenlace (consecuencia). La lógica causal cambia de texto literario
a texto literario, digamos, de forma análoga a cómo
cambia la relevancia de ciertas características físicas
según las magnitudes del aparato, el viejo cuento del
mundo subatómico y el mundo macroscópico… ¡y el
intergaláctico con velocidades cercanas a la de la luz!;
pero también, por ejemplo, en la imposibilidad de copiar el diseño de un sistema de drenaje urbano para
una aplicación milimétrica, pues la capilaridad, antes
desdeñada, ahora será importantísima.
La diferencia entre ambas áreas es que muy probablemente hay mayor número de lógicas internas, propias
y únicas, en el diseño de un texto literario que en el
diseño de un artefacto ingenieril. Y esto es un reto
para los escritores que quieren trascender el ámbito
meramente técnico. Porque además, al igual que en
ingeniería, un buen artefacto literario es aquel en el
que todas las partes cumplen una función específica
e indispensable. Si desarmamos y rearmamos una lavadora y ésta funciona perfectamente a pesar de que
“nos sobraron piezas”, esto quiere decir que el diseño
no era el mejor, ¿cierto? Lo mismo pasa con un texto literario al que le podemos quitar páginas y queda mejor.
Pero la gran ventaja que tienen los escritores sobre los
ingenieros tiene que ver con ese asunto anterior a la
búsqueda de relaciones causales: el reconocimiento
de patrones. Un ingeniero reconoce y usa las regularidades de la naturaleza, incluso propone algunas
nuevas, pero este conjunto es más o menos fijo y limitado. En cambio, un escritor puede crear cualquier
tipo de patrón y, maravilla de maravillas, el lector lo
reconocerá de inmediato, sin darse cuenta: el típico
“Ah, claro, ya lo sabía, lo sospeché desde un principio”. Los talleristas suelen llamar a esto “señales en el
camino”: las indicaciones que va dando el autor para
guiar al lector dentro de un mundo con regularidades
y lógicas causales únicas. Los escritores trabajan con
la imaginación y la imaginación suele ser —por suerte,
por reto— más rica que la naturaleza. +
Por Luis Felipe Lomelí
Sobre el autor:
Nació en Etzatlán, Jalisco, en 1975. Estudió Ingeniería
Física y fue consultor ISO pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá
y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro
del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son Indio borrado (Tusquets)
y Okigbo vs. las transnacionales y otras historias
de protesta (La Pereza). Se le considera el autor del
cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida
usted algo? —Ojalá.
F. G . H A G H E N B E C K
Durante uno de sus viajes, F. G. Haghenbeck descubrió el castillo de Hellbrunn, maravilla hidráulica a las afueras de la ciudad de
Salzburgo. Aquí arte y técnica se conjugan para asombrar a los visitantes que a pesar de su visión moderna de las cosas, encuentran
fascinantes los juegos de agua creados por el fraile florentino Gioacchino.
E
n esta casa casi siempre hay sol. Los días lluviosos son pocos, esparcidos entre los meses de tal
forma que es posible no recordar ni uno solo. Yo
sí recuerdo algunos. La mayoría no.
La casa es grande. De hecho, es inmensa. Y tiene esta
capacidad para hacerse sentir interminable. No conozco todos los cuartos, aunque la he recorrido un sinfín
de veces. Antes me preocupaba, pero ya no. Prefiero
sólo ir donde quiero y olvidar lo demás. De hecho, nos
pasa que buscamos un cuarto que jurábamos haber
estado ahí el día anterior y por más que recorremos
los pasillos y abrimos puertas, el cuarto ya no está.
O también ha pasado que nos dormimos en un cuarto
(nadie tiene su propio cuarto, uno duerme en el que
encuentra cuando uno cree ser presa absoluta del sueño) y despertamos en otro.
La casa, a pesar de estar constantemente bañada en
sol, produce mucha depresión. La gente prefiere las
esquinas oscuras, el silencio, evitar miradas y comer
de los banquetes a solas. Casi nadie convive con nadie
y prácticamente nos comunicamos con miradas y decimos cosas con los ojos como “¿vamos a explorar la
casa?”, “¿vamos al jardín?”, “¿habrá nuevos cuchillos en
la cocina?” si encontramos una mirada cómplice.
La gente sigue llegando. Eso es una de las tantas
constantes aquí. Otra constante es que nadie se va.
Se podría decir que el tiempo pasa porque vemos Sol
y Luna, pero también se podría decir que no, porque
nadie envejece. Si llegas anciano, te quedas anciano. Si
llegas joven, te quedas joven.
Otra notable constante es que nadie se enferma. Y los
accidentes, que han pasado, no tienen consecuencia.
Ayer, una mujer se cayó de un balcón y aunque gritó
y se escuchó todo el peso muerto azotarse sin piedad
sobre el jardín, no le pasó nada. Los nuevos, creían
que era un milagro, los residentes de más tiempo ni
se inmutaron.
En la mañana vi a una niña de unos trece años llorar y
por más que traté de consolarla lo único que logré fue
que corriera a esconderse en la casa. Y ahí sí que no
puedo hacer nada. No hay forma de encontrarla entre
los cuartos que se mueven ni los pasillos que respiran.
Como les dije, la casa cambia, la casa vive. Y en sus
entrañas nosotros desesperamos.
Ahora mismo veo cómo un señor se trata de desgarrar con las manos la tráquea. No se está ahogando, ni
está loco. Sólo está cansado de ser. De estar. Su cara,
roja a reventar, sus dedos, determinados, como garras
tratando de abrir la piel, parecen de juguete. No hay
consecuencia. Es lo que uno piensa cuando ve este
tipo de cosas. A mí a veces me dan risa. Una vez una
jovencita trató de sacarse con una cuchara un ojo, y
mirándola parecía que uno veía a un mimo y eso me
pareció gracioso.
En esta sección aparecerán relatos de autores contemporáneos.
Cada mes una ficción para arrebatarle un espacio a la vida cotidiana.
CUENTOS
INÉDITOS
LA CASA
Ricardo Otero Córdoba
escalaba la pared crecía y se estrenaba interminable y
aunque no me canso, y puedo estar ahí día y noche,
al darme cuenta que era inútil preferí bajarme y hacer
otra cosa. Que la verdad aquí hacer cualquier cosa es
como no hacer nada.
Algunos han intentado tener relaciones sexuales. Es
como estrechar la mano, o caminar descalzo, pues sin
duda se siente algo, pero no es ni la sombra diluida
de lo que recordamos. La gente se aburre y desiste,
algunos terminan por deambular desnudos. Una vez
llegaron varios hombres y mujeres de diversas edades.
Tomaron una de las salas, se desnudaron y empezaron
a fornicar sin importarles nada. Era como ver perros
copular. Sus expresiones, una mezcla de asombro y
frustración, no tardaron en convertirse en resignación,
y, después de un tiempo, se dispersaron con la mirada
perdida adentrándose en la casa, explorando escaleras,
el jardín y otras zonas.
Es muy fácil perder interés aquí. Y cuando uno se da
cuenta de que su existencia ha sido reducida a solamente estar, porque uno no es, uno sólo está, no
queda nada más que andar por andar, dormir sin realmente necesitarlo, porque aquí dormimos primero por
costumbre y luego por nostalgia. Los que sabemos
que no hay necesidad de dormir, rara vez lo hacemos.
Hoy mismo llegaron dos amigas. Entraron de la mano
y estaban atónitas. Preguntaron unas cosas pero nadie
contestó. Lo primero que hicieron fue llorar abrazadas.
Luego, tomadas aún de la mano, se subieron a los pisos que nunca terminan y empezaron a gritar de desesperación. Yo me acerqué con ellas y les di una pistola
que me encontré en un sofá dentro de un cuarto rojo
lleno de cuadros que representaban varias formas de
morir. Tomé el revólver y lo estuve prestando. Varios
trataron de volarse los sesos, pero la bala a pesar de
atravesarlos no estallaba con sangre ni los mataba.
Las amigas, o la pareja, no lo sé bien, tomaron de inmediato la pistola y se dispararon hasta el cansancio.
Pero nada. Seguían paradas, poseídas por una desesperación y sobre todo, incrédulas. Una empezó a
desesperar de manera terrible. Ya estoy acostumbrado, pero a veces, de repente, uno siente como si fuera
la primera vez. La muchachita se tiraba con todas sus
fuerzas del cabello, se azotaba contra la pared, ponía
la mano sobre la mesa y con un martillo que estaba ahí
al lado trataba de destrozarse los dedos. Nada. Su amiga la veía sin pronunciar una palabra y la resignación
llenaba poco a poco sus ojos.
Hice el esfuerzo de explicarles que era inútil, que en
esta casa no pasaba nada de trascendencia y que al
habernos quitado nuestra propia vida, perdimos el derecho a morir y nos habíamos convertido en inmortales. No me quisieron escuchar, o no me creyeron. La
amiga hasta ese momento pasiva, se me aventó como
bestia y trató de pisarme la cara una y otra vez. Ni
metí las manos. Yo sabía que no me iba a pasar nada.
Generalmente son los nuevos los que hacen este tipo
de cosas. Alguno que otro residente viejo, a veces, intenta con una llama esperanzadora en los ojos, algo
que no se le había ocurrido. Yo lo he hecho. Una vez,
hace tiempo, escalé la barda del jardín pensando en
que podría escapar de aquí. Pero les juro que mientras
Ricardo Otero Córdoba
Nació un 25 de junio de 1984. Desde niño conoció las historias a manos de sus padres y su abuela, quienes le leían cuentos todas las noches hasta que él empezó a
leérselos solo. Estudió Cine en Centro de Diseño, Cine y Televisión aunque se alejó de ese camino para enfocarse en la literatura. Ha escrito dos novelas, Ayer (2014)
publicada por un tiempo en la plataforma Kindle y No pasa nada, misma que en este momento se encuentra corrigiendo. Su primer trabajo concursó sin ganar nada, pero
está determinado a seguir escribiendo hasta que muera. Es también un melómano empedernido e idealista de clóset. Puedes leer sus textos en www.ciudadormida.com
DE
VUELTA
A LOS
CLÁSICOS
Clásico es aquel libro que se ha convertido en muestra representativa de la época en que fue escrito y que marcó el
camino para las siguientes generaciones de escritores y de lectores. Estos clásicos son como puertos a donde todo
lector puede llegar para quedarse largo tiempo, cuando se ha fatigado en el mar de las novedades editoriales.
En una versión del Pequeño Larousse Ilustrado, la entrada correspondiente a Edgar Allan Poe decía así: “escritor estadounidense de espíritu atormentado
y morboso”, con toda seguridad una defición oscura pero no muy alejada de la realidad. Considerado como uno de los creadores del género detectivesco,
el escritor oriundo de Baltimore, nacido el 19 de enero de 1809, también renovó la novela gótica e hizo del relato de terror uno de sus sellos distintivos.
Escritor de culto, incluso Los Simpsons lo han homenajeado en algunos de sus episodios, sigue siendo una de las figuras literarias que no han perdido
vigencia, y cuya influencia se extiende sobre decenas de generaciones de escritores y de lectores. Para quienes no han tenido la oportunidad de leer alguno de sus cuentos, ofrecemos “El barril de amontillado”, en el que el alcohol, en este caso un jerez blanco atesorado en una profunda cava, sirve como
carnada para una venganza muy al estilo de nuestro querido Edgar.
El barril de amontillado
CLÁSICOS
Lo mejor que pude había soportado las mil injurias de Fortunato. Pero cuando llegó al insulto,
juré vengarme. Vosotros, que conocéis tan bien
la naturaleza de mi carácter, no llegaréis a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, yo
sería vengado. Este era ya un punto establecido
definitivamente. Pero la misma decisión con que
lo había resuelto excluía toda idea de peligro por
mi parte. No solamente tenía que castigar, sino
castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparación cuando
éste deja de dar a entender, a quien le ha agraviado, que es él quien se venga.
Es preciso entender bien que ni de palabra, ni de
obra, di a Fortunato motivo alguno para que sospechara de mi buena voluntad hacia él. Continué,
como de costumbre, sonriendo en su presencia,
y él no podía advertir que mi sonrisa entonces tenía como origen en mí la de arrebatarle la vida.
Aquel Fortunato tenía un punto débil, aunque,
en otros aspectos era un hombre digno de toda
consideración, y aun de ser temido. Se enorgullecía siempre de ser un entendido en vinos. En
realidad, pocos italianos tienen el verdadero talento de los catadores. En la mayoría, su entusiasmo se adapta con frecuencia a lo que el tiempo
y la ocasión requieren, con objeto de dedicarse
a engañar a los millionaires ingleses y austríacos.
En pintura y piedras preciosas, Fortunato, como
todos sus compatriotas, era un verdadero charlatán; pero, en cuanto a vinos añejos, era sincero.
Con respecto a esto, yo no difería extraordinariamente de él. También yo era muy experto en lo
que se refiere a vinos italianos, y siempre que se
me presentaba ocasión compraba gran cantidad
de estos.
Una tarde, casi al anochecer, en plena euforia del
Carnaval, encontré a mi amigo. Me cogió con excesiva cordialidad, había bebido mucho. El buen
Ilustración original de Amanda Keen© [email protected]
hombre estaba disfrazado de payaso. Llevaba un
traje muy ceñido, un vestido con listas de colores,
y en su cabeza un sombrero cónico adornado con
cascabeles. Me alegré tanto de verle, que creí no
haber estrechado jamás su mano como en aquel
momento. Le dije:
abovedado pasaje que conducía a la bodega. Bajé
delante de él una larga y tortuosa escalera, recomendándole que adoptara precauciones al seguirme. Llegamos, por fin, a los últimos peldaños
y nos encontramos, uno frente a otro sobre el suelo húmedo de las catacumbas de los Montresor.
—Querido Fortunato, le encuentro a usted muy
a propósito. Pero, ¡qué buen aspecto tiene usted
hoy! El caso es que he recibido un barril de algo
que llaman amontillado, y tengo
mis dudas.
—¿Cómo? —dijo él—. ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! ¡Y
en pleno Carnaval!
—Por eso mismo le digo que tengo mis dudas —contesté—, e iba
a cometer la tontería de pagarlo
como si se tratara de un exquisito amontillado, sin consultarle.
No había modo de encontrarle a
usted, y temía perder la ocasión.
—¡Amontillado!
—Tengo mis dudas.
—¡Amontillado!
—Y he de pagarlo.
—¡Amontillado!
—Como supuse que estaba usted muy ocupado, iba ahora a
buscar a Luchesi. Él es un buen
entendido. Él sabrá...
—Luchesi es incapaz, por sí mismo, de distinguir el amontillado del jerez.
—Y, no obstante, hay imbéciles que creen que su
paladar puede competir con el de usted.
—Vamos, vamos allá.
—¿Adónde?
—A sus bodegas.
—No, mi querido amigo. No quiero abusar de su
amabilidad. Preveo que tiene usted algún compromiso. Luchesi...
—No tengo ningún compromiso. Vamos.
—No, amigo mío. Aunque usted no tenga compromiso alguno, veo que tiene usted mucho frío.
Las bodegas son terriblemente húmedas; materialmente cubiertas de salitre.
—A pesar de todo, vamos. No importa el frío.
¡Amontillado! Le han engañado a usted, y Luchesi
no sabe distinguir el jerez del amontillado.
El andar de mi amigo era vacilante, y los cascabeles de su gorro cónico resonaban a cada una de
sus zancadas.
A la larga, yo sería
vengado. Este era
ya un punto establecido definitivamente. Pero la
misma decisión
con que lo había
resuelto excluía
toda idea de peligro por mi parte.
—¿Y el barril? —preguntó.
—Está más allá —le contesté—.
Pero aquí tiene usted esos blancos festones de telaraña que brillan en las paredes de la cueva.
Más libros
clásicos
LA CASA DE LOS
SIETE TEJADOS
Nathaniel Hawthorne
PENGUIN CLÁSICOS
Se volvió hacia mí y me miró con
sus nubladas pupilas, que destilaban las lágrimas de la embriaguez.
—¿Salitre? —me preguntó, por fin.
—Salitre —le contesté—. ¿Hace
mucho tiempo que tiene usted
esa tos?
—¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem!
¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem!...
A mi pobre amigo le fue imposible contestar hasta pasados
unos minutos.
—No es nada —dijo, por fin.
—Venga —le dije enérgicamente—. Volvámonos. Su salud es preciosa, amigo
mío. Es usted rico, respetado, admirado, querido.
Es usted feliz como yo lo he sido en otro tiempo.
No debe usted malograrse. Por lo que mí respecta, es distinto. Vámonos. Podría usted enfermarse y no quiero cargar con esa responsabilidad.
Además, cerca de aquí vive Luchesi...
NANA
Émile Zola
PENGUIN CLÁSICOS
EL BURLADOR DE
SEVILLA
Tirso de Molina
PENGUIN CLÁSICOS
Para terminar de leer este cuento visita
mascultura.mx
EUGÉNIE GRANDET
Honoré de Balzac
PENGUIN CLÁSICOS
Diciendo esto, Fortunato se cogió a mi brazo. Me
puse un antifaz de seda negra y, ciñéndome bien
al cuerpo mi roquelaire, me dejé conducir por él
hasta mi palacio.
Los criados no estaban en la casa. Habían escapado para celebrar la festividad de carnaval. Ya,
antes, les había dicho que yo no volvería hasta
la mañana siguiente, y les había dado órdenes
concretas para que no estorbaran por la casa.
Estas órdenes eran suficientes, de sobra lo sabía
yo, para asegurarme la inmediata desaparición de
ellos en cuanto volviera las espaldas.
Cogí dos velas de sus hacheros, entregué a
Fortunato una de ellas y le guié, haciéndole encorvarse a través de distintos aposentos, por el
CUENTOS
Emilia Pardo Bazán
PENGUIN CLÁSICOS
CUENTOS COMPLETOS
Edgar Allan Poe
PENGUIN CLÁSICOS
Quienes creen que la ingeniería es cosa de hombres viven en un profundo error. En este campo las mujeres han realizado grandes avances a partir de investigaciones exhaustivas y profundas que han cambiado para siempre la cultura
y la vida del ser humano. Al día de hoy, la única persona que ha ganado dos ocasiones el premio Nobel en disciplinas
diferentes es una mujer: Marie Curie, galardonada en Física y en Química. Desde el siglo xix, las ingenieras contribuyen al progreso de la humanidad.
Helen Augusta Blanchard (1840-1922)
Entre 1840 y 1922 patentó veintiocho inventos. Al perder su fortuna,
sus habilidades mecánicas la sacaron a flote. Sus mayores aportaciones
las realizó en el campo de la costura al inventar la máquina de coser en zigzag,
en 1837, que actualmente se exhibe en el Museo de Historia Americana,
en Washington, D.C.
Mary Walton
Pionera del cuidado del medio ambiente.
Preocupada por los niveles de contaminación del aire en Nueva York,
en 1879 desarrolló un sistema que conducía el humo de las fábricas
hacia unos tanques de agua que luego se vertía al sistema de
drenaje. En 1891 inventó un dispositivo que disminuía
el ruido causado por la fricción de las ruedas
de los trenes contra los rieles.
Emily Warren Roebling (1843-1903)
Ingeniera autodidacta que concluyó la construcción del Puente de Brookliyn cuando su
marido, Washington Roebling, ingeniero en jefe responsable de la obra, padeció del síndrome de descompresión debido a la profundidad de los cimientos del puente. La contrucción, iniciada el 2 de enero de 1870, finalizó trece años más tarde, el 24 de mayo de
1883. Emily Warren Roebling fue la primera persona en cruzarlo el puente.
Edith Clarke (1883-1959)
Estudió matemáticas y astronomía. Trabajó para ATT donde investigó
todo lo relacionado con líneas de transmisión y circuitos eléctricos.
Primera mujer en obtener una maestría en Ingeniería Eléctrica en el
Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). En 1921 patentó una calculadora
gráfica para facilitar el diseño de las líneas de transmisión de energía
en distancias de hasta cuatrocientos kilómetros.
Beulah Louise Henry (1887-1973)
Desarrolló un total de ciento diez inventos a lo largo de su vida.
por lo que se le conoce como la “Señora Edison”. La máquina de escribir
que realizaba hasta cuatro copias del documento Además,
inventó una máquina para cosido con pespunte, una heladera,
una muñeca de brazos flexibles y una muñeca con radio incorporada.
Beatrice Shilling (1909-1990)
Ingeniera y corredora de motocicletas.
A los catorce años compró su primera moto y, al terminar la secundaria,
trabajó en una compañía eléctrica que instalaba cableado y generadores.
Durante la Segunda Guerra Mundial inventó el “Miss Shilling’s orifice”,
un disco con un agujero al centro que evitaba que el motor de los cazas británicos
se quedara sin combustible al realizar una maniobra en picada.
Al término de la guerra se dedicó a correr coches.
Hedy Lamarr Hedwig (1914-2000)
Actriz e inventora. Fue la primera mujer en salir desnuda en una película e interpretar un orgasmo. Durante 1942 desarrolló la teoría del espectro ensanchado, que
daría pie al desarollo de un sistema de detección de torpedos teledirigidos y posteriormente de las comunicaciones de los teléfonos celulares, los sistemas gps, el WIFI
y el Bluetooth.
Grace Murray Hopper (1906-1992)
Se le considera como una de las pioneras de las ciencias de la computación.
“Amazing Grace”, como le decían, programó en 1944 la primera computadora moderna,
la “Mark I” y trabajó en el desarrolló del COBOL, uno de los primeros lenguajes de
programación. El término bug fue otra de sus aportaciones al encontrar una
mariposa dentro de una caja de circuitos que afectaban el trabajo de una computadora.
Fue la primera mujer en llegar a ser capitán de navío de la marina estadounidense.
Sigue diariamente lo mejor de la cultura y el entretenimiento en www.mascultura.mx
TEATRÉALEE & ROCKÉALEE
VERDAD O RETO
Es un musical con éxitos pop de la década de los noventa, que habla sobre la amistad y la importancia de ser verdaderos. La obra trata sobre un
grupo de amigos que, después de muchos años de no verse, deciden juntarse un fin de semana en una casa de verano en Acapulco. Pero durante
este fin, se les va la luz, les llueve a cántaros y se quedan sin dispositivos
electrónicos, absolutamente incomunicados. Sólo les queda convivir. Es
entonces que a la organizadora de la reunión, se le ocurre una gran idea:
jugar “Verdad o Reto“ con una botella, y comienzan a salir las verdades…
Y nada después de ese fin de semana, volverá a ser lo que era antes.
Dónde: Teatro Banamex Santa Fe, Lateral Autopista México Toluca #1235,
Col. Santa Fe, Del. Cuajimalpa. Dentro de Plaza Zentrika, a 5 minutos del
Centro Comercial Santa Fe.
Días y horarios: Viernes 7pm y 10pm/ Sábado 5pm y 8:30pm / Domingo: 6pm
Teléfonos: 5207 1498 / 5292 1380
MENTIRAS, EL MUSICAL
Como bien sabe todo mundo “recordar es volver a vivir”, por ello este
musical permitirá a todo mundo revivir una de las décadas más coloridas
y apasionadas, y le permitirá volverse a emocionar y cantar y reír con esta
divertitrágica comedia musical. Un misterioso asesinato, un extrañísimo
testamento, cuatro guapísimas y apasionadas mujeres, una desconcertante visitante, un confundido galán y una cascada de buen humor, son
algunos de los elementos que se conjugan en Mentiras, un divertido musical armado como un gran popurrí, a partir de las canciones más exitosas
del México de la década de los 80.
Dónde: Centro Teatral Manolo Fábregas (Teatro México), Velázquez de
León #31 Col. San Rafael, atrás del Teatro San Rafael.
Días y horarios: Jueves y Viernes 8pm / Sábado 5pm y 8:30 pm / Domingo
1:30pm y 6pm
Teléfonos: 5207 1498 / 5535 5424
IDIOTA
Idiota cuenta la experiencia de un hombre que se presenta a unas muy
bien remuneradas pruebas psicológicas que forman parte de un experimento de una importante fundación, lo que el hombre cree una manera
sencilla de solucionar sus problemas económicos se convertirá en una
auténtica trampa, tanto física como psicológica, nos dice el autor Jordi
Casanovas. Un juego que situará al protagonista al límite de su paciencia
y su razón, y que retará al espectador a resolver los diferentes obstáculos
que se le presentan al protagonista. Ingeniosamente la trama nos lleva de
la comedia, a la comedia negra y finalmente al thriller.
Dónde: Centro Teatral Manolo Fábregas (Teatro Fernando Soler), Velázquez de León #31 Col. San Rafael, atrás del teatro San Rafael.
Días y horarios: Jueves 8pm/ Viernes 7pm y 9pm / Sábado 5:30pm y 8pm
/ Domingo 4:30pm y 6:30pm
Teléfonos: 5207 1498 / 5535 5424
Ésta es una obra para aquellos que quieren tener una relación viva con el saber, sin fórmulas ni barreras. Para los que piensan que la
labor más útil de la cultura es enriquecer nuestras vidas y ayudarnos a conocernos mejor. Éste es un libro para aquéllos que quieren
tener una relación viva con su cultura. Muchas veces el conocimiento se ha visto encorsetado por fórmulas y barreras, y se ha alejado de su labor más útil, que es enriquecer nuestras vidas. ¿Cómo y por qué surgieron la sociedad moderna, el Estado, la ciencia, la
democracia o la administración? ¿Qué ha dicho Heidegger que no supiéramos ya? ¿Por qué Don Quijote, Hamlet, Fausto, Robinson,
Falstaff o el Dr. Jekyll y Mr. Hyde son figuras tan conocidas? ¿Dónde estaba el inconsciente antes de Freud? Este libro aborda los
episodios remotos y centrales del Antiguo y Nuevo Testamento; la emergencia de los Estados y la epopeya de la modernización,
las revoluciones y la democracia; la evolución de la literatura, el arte y la música por medio de sus grandes obras; el desarrollo de la
ciencia y la filosofía, el campo de batalla de las ideologías, cosmogonías y teorías. Pero también la educación que dan los libros, los
colegios o las universidades, los periódicos y los foros de opinión. Más de mil fotos e ilustraciones, un cuadro cronológico, una breve
relación de los libros que han cambiado el mundo, consejos de lectura y un índice onomástico muy detallado aumentan la utilidad
de esta obra imprescindible.
LA CULTURA. TODO LO
QUE HAY QUE SABER
Dietrich Schwanitz
EDICIONES GANDHI
NOVEDADES LEE+
FINTECH, EL FUTURO DE LA
INDUSTRIA FINANCIERA
MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA
Lucia Berlin
ALFAGUARA
Vivimos en una sociedad volcada hacia lo digital; la tecnología es un tema común y estamos acostumbrados a
utilizar estas herramientas en nuestra vida cotidiana. Es
natural que la sociedad demande que las empresas transformen sus servicios para resolver cualquier situación vía
online. El Estudio de hábitos de los usuarios de internet
en México, realizado por la Asociación Mexicana de Internet (amipci), dice que en 2015 la población internauta
nacional ascendió a sesenta y cinco millones de usuarios;
atender este nicho de mercado, el cincuenta y nueve por
ciento de la población mexicana, es de suma importancia.
Con su inigualable toque de humor y melancolía, Berlin se hace eco de su
vida, asombrosa y convulsa, para crear verdaderos milagros literarios con
episodios del día a día. Las mujeres de sus relatos están desorientadas, pero
al mismo tiempo son fuertes, inteligentes y, sobre todo, extraordinariamente reales. Ríen, lloran, aman, beben: sobreviven.
EL RUIDO DEL TIEMPO
Julian Barnes
ANAGRAMA
Libro electrónico
El 26 de enero de 1936 el todopoderoso Iósif Stalin asiste a una representación
de Lady Macbeth de Mtsensk, de Dmitri Shostakóvich en el Bolshoi de Moscú.
Lo hace desde el palco reservado al gobierno y oculto tras una cortinilla. El compositor sabe que está allí y se muestra intranquilo. Dos días después aparece en
Pravda un demoledor editorial que lo acusa de desviacionista y decadente. Un
editorial aprobado o acaso escrito de su puño y letra por el propio Stalin.
Tendencias como servicios en la nube y movilidad permiten a las empresas extender sus modelos de negocio
hasta la palma de la mano de sus clientes; la industria
financiera no se queda atrás, siendo uno de los segmentos empresariales claves en nuestra sociedad. Los bancos
hacen llegar sus servicios a más personas gracias a la democratización del acceso a internet. Hoy hay más dispositivos móviles que personas en el mundo y cada usuario
se convierte en un cliente potencial de los sistemas financieros. Según el Banco Mundial, veintidós por ciento de
los usuarios de internet ya realizan operaciones de banca
en línea.
EJERCICIOS DE SUPERVIVENCIA
Jorge Semprún
TUSQUETS
Una conmovedora narración sobre la importancia de la fraternidad y el valor de la solidaridad frente a la injusticia y la tiranía. En este libro, que Jorge
Semprún entendía como el inicio de un ciclo autobiográfico definitivo y sistemático, el autor va en busca de aquel joven de veinte años, estudiante de
filosofía, hijo de una importante familia desgarrada por la Guerra Civil española que, en 1943, es detenido por la Gestapo y torturado como miembro de
la Resistencia francesa a la ocupación nazi.
El Fintech, contracción de Financial Technology, es un
concepto que aplica la tecnología de servicios y productos financieros, una de las grandes oportunidades para
el desarrollo digital tanto en Latinoamérica como en el
mundo; sólo en México tiene un valor estimado de diez
mil millones de dólares. Las entidades financieras tradicionales están tardando en adoptar este modelo mientras que pequeñas empresas y startups aprovechan la
tecnología y las lagunas en términos de regulación gubernamental para ofrecer servicios financieros digitales
mediante nuevos modelos de negocio disruptivos.
LA CARRETERA
Cormac McCarthy
EDICIONES GANDHI
En un mundo apocalíptico donde llueve ceniza, un hombre y un chico cruzan a pie el territorio estadounidense en dirección al sur. El hambre es
mucho más que una preocupación diaria: es la medida de todas las cosas,
y las bandas de caníbales asolan el país convertido en un yermo donde
sólo la barbarie ha echado raíces. El amor de un padre por su hijo es, sin
embargo, la única luz de una tierra que ha perdido a sus dioses.
ANTE TODO NO HAGAS DAÑO
Henry Marsh
SALAMANDRA
A punto de poner fin a una dilatada carrera plena de éxitos y reconocimiento, Henry Marsh —uno de los neurocirujanos más eminentes de Gran
Bretaña— ha querido exponer a los ojos del mundo la esencia de una de
las especialidades médicas más difíciles, delicadas y fascinantes que existen. A los mandos de un microscopio ultrapotente y un catéter de alta
precisión, el doctor Marsh se abre camino por los intersticios del cerebro.
Libro electrónico
SIN BLANCA EN PARÍS Y LONDRES
George Orwell
DEBATE
Vívido relato del tiempo que Orwell pasó entre los más pobres de la sociedad, un
recorrido por los bajos fondos. Fue la primera obra que publicó, escrita cuando
era un escritor primerizo, y narra su primer contacto con la pobreza. Describe
meticulosamente un mundo de miseria y penalidades, duerme en hostales infestados de insectos, en casas de acogida, trabaja como friegaplatos en un inmundo
restaurante parisino, se alimenta de migajas y colillas de tabaco, vive con vagabundos, un soñador artista callejero y un ex militar ruso muerto de hambre.
Para aprender más sobre Fintech te recomendamos leer
How do Fintech Startups and a Changing Consumer Behavior Reshape the Financial Services Industry?, de Viktor Kanzler, que muestra cómo las startups en Fintech
están reconfigurando la industria financiera al aprovechar las últimas tendencias tecnológicas e identificar los
cambios que ha sufrido la sociedad moderna, adaptándose al mercado y cumpliendo con las expectativas de
los usuarios. The Fintech Book: The Financial Technology
Handbook for Investors, Entrepreneurs and Visionaries, de
Susanne Chishti, representa una guía para inversionistas y
empresarios que deseen subirse al barco del Fintech, además de mostrar el estado actual y el posible futuro de este
sector. +
Por Malinali Vázquez
LIBROS ELECTRÓNICOS
HOW DO FINTECH STARTUPS
AND A...
Viktor Kanzler
GRIN
EL LIBRO DE LAS ALMAS
James Oswald
OCEANO
Durante diez años, Edinburgh cultivó una costumbre macabra. En algún
lugar de su territorio, cada año en el día de Navidad, el cadáver de una
mujer joven se presentó sin falta. Siempre con los mismos rasgos de violencia: desnuda, degollada, perfectamente impoluta. Fueron diez años,
diez mujeres. La agente Kirsty Summers, nada menos que la prometida
del inspector Tony McLean, estuvo a punto de convertirse en la onceava
víctima, pero el asesino cometió un error.
THE FINTECH BOOK
Susanne Chishti
WILEY
La tejedora del software que llevó al
hombre a la Luna
La llegada del hombre a la Luna se relaciona
con cohetes espaciales y astronautas, todos
ellos hombres; rara vez con computadoras
y mucho menos con mujeres. Para que Neil
Armstrong posara su pie en la polvosa superficie lunar, además de horas de entrenamiento,
mucho valor y de conjuntar la más avanzada
tecnología de la época, fue necesario que el comandante de la misión junto con su tripulación
operara una computadora que mediante un código pregrabado guiaría el Módulo Lunar hacia
su destino.
Esa computadora llamada Apollo Guidance
Computer (AGC) tenía por funciones, entre
otras, controlar el vuelo y el alunizaje. Programar esta máquina en una época en la que el desarrollo de las computadoras apenas empezaba
y no existía la ingeniería de sistemas fue responsabilidad de una mujer, Margaret Hamilton,
directora de la División de Ingeniería de Software del Laboratorio de Instrumentación del
Massachusetts Institute of Tecnology (mit).
Matemática de profesión, desde su llegada al
mit, comenzó a programar de manera intuitiva
con tarjetas perforadas y código binario. Con el
reto de John F. Kennedy de llevar a un hombre
a la Luna antes de que terminara la década de
los sesenta, el trabajo de diseñar un código que
no existía ni se parecía a ninguno creado hasta
ese momento recayó en su equipo.
La labor fue tan ardua y requería de tantas
horas de trabajo que muchos miembros del
equipo terminaron divorciándose. Margaret
Hamilton, casada, llevaba a su hija al laboratorio
por las tardes, y era común que ésta se quedara
dormida en el piso.
El código, como tal, fue tejido a mano con cables atados a anillos de metal, por lo que se le
llamó Core Rope Memory. Cientos de mujeres
se encargaron de tejer este entramado tan
complejo que en caso de error tenía que empezarse desde cero, ante la imposibilidad de
ubicar “la puntada” errónea que afectaba las
instrucciones de la computadora. Debido a la
relación del tejido con mujeres adultas, los ingenieros llamaban a esto LOL Memory: “Little
Old Women”.
Durante la misión Apolo 11, mientras el módulo lunar descendía, se activaron dos alarmas,
conocidas como 1201 y 1202. En el comando
central de la misión en Houston nadie sabía qué
estaba pasando, y se pensó en abortar el alunizaje. La situación no era tan seria como se creyó en ese trascendental momento: Margaret
Hamilton había previsto que la computadora
podría saturarse al efectuar más operaciones
de las que su capacidad le permitía, por lo que
instaló esa alarma para que los astronautas, con
sólo apretar un botón, resetearan la computadora para que ésta realizara las operaciones
importantes. Así, Neil Armstrong pudo caminar
en la Luna.
Margaret Hamilton, además, acuñó el término ingeniería de software, y trabajó en todas
la misiones Apolo, tripuladas y no tripuladas.
A la llegada del hombre a la Luna, ella tenía
treinta y tres años de edad.
A sus ochenta años, que cumple este mes —el
17 de agosto—, Margaret Hamilton encabeza su propia empresa de software, Hamilton
Technologies, con sede en Cambridge,
Massachusetts.
Nunca antes la humanidad le debió tanto a un
buen tejido.

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