Parte Ocho: Febrero, 1976

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Parte Ocho: Febrero, 1976
Parte Ocho: Febrero, 1976
Tomadas y guardadas por James Potter en la primera mitad de sus seis años en Hogwarts, escuela de
Magia y Hechicería, y luego referido como El Archivo del Acoso.
***
"Potter, saca tu cara de esa silla, no sabes dónde ha estado." Sirius da vuelta una página de
su libro, balanceando su silla en dos patas con ambos pies en la mesa, una posición que
haría llorar a cualquier profesor.
"Mmpush mmmph," dice la voz de James desde los cojines.
"Lo lamento, amigo, no hablo patético bastardo. ¿Qué dijiste?" James, sufriendo de un
dolor obviamente indescriptible, ha estado en esa maldita silla por diez minutos, después
de entrar, darles una mirada de inmensa aflicción y finalmente, colapsar de rodillas en el
piso, con la cara a salvo sólo por un cojín. Sirius conoce a James lo suficiente como para
saber que sólo está esperando que alguien le pregunte qué pasa, y que lo volverá loco que
no le pregunten. Sirius cruza las piernas, frotando el talón de su bota descuidadamente
contra la madera, y escucha el sonido de dolor que Remus hace desde la silla de al lado.
"Dije ¿'Cuál es el punto?'" James emerge desde el cojín, con el pelo más loco que lo normal
y algo rojo por estar tanto rato apretado contra el cojín. "Me puedo morir aquí o en
cualquier parte."
"Me da tanto gusto que hayan vuelto de vacaciones. Extrañé mucho su increíble
predictibilidad." Remus escribe algo en un papel y mastica su pluma.
"No me incluyas," protesta Peter. Hay una pesadez definitiva en su voz que Sirius capta
de inmediato y le intriga. "Estamos en categorías completamente distintas, Prongs y yo."
"Oh, dinos, Wormtail, todos aman reírse de mi dolor," dice James amargamente. "Diles
por qué estamos en categorías diferentes. Por favor. Yo, por mi parte, amaría escucharlo
de nuevo."
"Bueno." Peter cruza los brazos, levantándose al menos seis centímetros en su asiento.
¿Cómo Sirius no notó antes lo rosadas que estaban sus orejas y lo extrañamente sonriente
que estaba? Hay algo muy sospechoso en todo el asunto. "Bueno, sólo uno de nosotros fue
rechazado para una cita para San Valentín hoy."
Sirius mira entre James, tirado entre la silla y el piso, y Peter, brazos cruzados sobre el
pecho y pareciendo como un Zar, y explota en risa. "No hablas en serio," dice, intentando
sonar amable. "Tú tienes una cita, Wormtail?"
"Y James," les recuerda Peter, "no."
"Pelirrojas," murmura James. Mira al techo por un momento antes de bloquear los
brillantes colores de la vida con el brazo sobre sus ojos. "No invitaste a ninguna pelirroja,
cierto. Es diferente."
"Es rubia," añade Peter. "Con ojos azules. Y margaritas."
"Todo el mundo se ha vuelto loco," dice James. "De cabeza. No sé qué lado es el correcto."
"Eso es por la posición en la que estás," sugiere Sirius. "Intenta sentarte como un hombre
y te apuesto que verás que mis pies están en el piso y que mi cabeza está en el techo."
"Creo que es genial, Peter," dice Remus. Intocable, aparentemente, por los placeres
carnales de los Chicos de Sexto Año, el Día de San Valentín, y Esta Tierra, vuelve a su
trabajo escribiendo con cuidado cada línea en su pergamino. "Y lo lamento mucho, James.
Sirius tiene razón. Sentarse bien te ayudará con los mareos."
"Sin corazón," murmura James, "cruel, sin sentimientos-- el mareo está en mi alma, Moony.
Ella me ha dado una-- una enfermedad, o algo."
"No te puede dar una enfermedad si siempre te dice que no cuando la invitas a salir," dice
Sirius pragmáticamente.
"Siempre ves el lado bueno de las cosas, Pads, eso me gusta de ti," dice James.
"Quizás no sabes bien lo que estás haciendo," sugiere Remus. "Con el romance, digo."
James levanta la vista, indignado y aún más rojo en la cara. "¡Sé mucho sobre romance,
sabes! ¡Leo libros!"
"Rellenitas y Maléficas no es un libro," Sirius se siente forzado a mencionar.
"¡Es el cuartel de un Caballero!" dice Peter. "Aunque no es algo que yo necesite, ahora que
tengo una cita. Con una chica. Que es rubia."
"Gracias por el extra comentario, Pettigrew, lo tendré en cuenta," gruñe James,
torciéndose un poco. "Por siempre. Mira, Moony, si sabes tanto sobre romance, ¿por qué
no me enseñas?"
Remus se pone rosado de la barbilla a la frente, sus labios se retuercen como cuando se
enoja o se sorprende. "Yo-- no quise decir que yo supiera cómo hacerlo, sólo--"
"La verdad, Moony." Sirius tira la silla hacia adelante aterrizando con un gran sonido y los
codos en sus muslos. "Ahora que lo mencionas, si alguien puede juntar a este idiota con
Evans, eres tu. O sea, Evans te ama. Y ya sabes ¿para qué son los amigos? Se ayudan entre
sí. Es la Manera Gryffindor."
"No," dice Remus, sabiendo lo que viene. "No, no, no, mil veces no, y no."
"Su mente dice que no, pero verás, su cuerpo dice que sí," Sirius le traduce a James,
sonriendo maléficamente.
"Sí, tú sabrías mucho sobre el tema, no," grita Remus. Si fuese posible que un chico
entrara a un libro y desapareciera entre el pegamento que junta las páginas, Remus ya
habría intentado esa ruta de escape. Como sea, sólo logra encogerse medio metro,
levantando su libro y dejándolo como un escudo frente a él. "No sé qué es lo que quieres
de mí pero me temo que puedo adivinar muchas cosas y la respuesta es, y siempre será,
no."
"Pero míralo," dice Sirius, moviendo el libro de Sirius con una mano y acercando la cara de
James con la otra. "Mira como se cae. Mira como gotea. Mira como se está
desperdiciando."
"Lo vi al almuerzo," responde Remus. "Se comió tres platos de pastel y, creo, se robó la
mitad del tuyo también, así que no estamos a punto de perder a James, muchas gracias."
"¿Te robaste mi pastel?" pregunta Sirius. "Pensé que me lo había comido cuando estaba
distraído."
"Era el último pedazo," explica James. "Remus, te pagaré."
"Eso es ridículo," dice Remus. "No haré que mis amigos me paguen por algo que ni puedo
hacer. No sé nada sobre-- sobre-- cortejar a alguien."
"Eso es seguro," concuerda Peter. "Creo que ya nadie dice cortejar, Moony."
"Bueno, no." Remus se pone colorado. "Como puedes ver: estoy claramente descalificado.
Sugiero Shelley o Keats si quieres un poema de amor sin complicaciones, o hasta Byron si
sientes que está de humor para algo colorinche y consumativo, pero no lo haré-- no
puedo-- me niego a-- bueno, a hacer lo que me estás pidiendo."
"Ayúdame," dice james. Junta las manos sobre la mesa, arrodillándose. "Ni si quiera sé lo
que es un Shelley o un Keats."
La vena en la frente de Remus se mueve.
"Son sabores de helado," dice Sirius, y le complace ver que Moony lo mira con furia. "De
chocolate. Delicioso."
"Son poetas, James."
"¡Mírame! ¡Soy patético! Sólo enséñame. Haré lo que sea."
"Deberías cobrarle la palabra, sabes," dice Sirius y hace un gesto vulgar y pone una cara
más vulgar. "Primo."
James le lanza dos dedos sin mirarlo y mantiene su atención completamente en Remus,
sus ojos café enormes y derretidos. "Te juro, Moony, haré lo que tu quieras. Trabajos,
tareas-- oh, espera, eso te gusta-- bueno, trabajos forzados, dos días sin una palabra mía
sobre Evans, ni una, lo juro-- estoy a diez segundos de llorar como un niño. Por favor."
"Oh, vamos," dice Peter, viendo con lástima a James. "Está tan triste."
"Eres un buen hombre, Peter Pettigrew. Que quede registrado en la historia que Peter
Pettigrew es el único de ustedes inútiles que defiende a un amigo que lo necesita. Moony,
sólo-- todo lo que tienes que hacer es-- es darme algo, lo que sea, para darle. Dame un
poema. Dame algo de esto de Shelley. No estoy pidiendo mucho, y mi alma se irá y morirá
a menos que me hagas este favorcito." Remus decae. James lo sabe. Sirius lo sabe. Hasta
Peter lo sabe. Están demasiado acostumbrados a lo que significa que Remus decaiga.
James se acerca, sabiendo que su caso está listo, buscando las palabras apropiadas para
ponerle la cereza al helado. "Sería tan literario," añade. "Sería como Shakespeare. Tus
palabras haciendo que mi amor hable a través de-- ehh-- mí."
Remus frunce el ceño. Qué truco tan sucio e irresistible. "Bueno," dice finalmente. "Bueno,
te ayudaré. Pero con una condición."
James le da su mirada más llena de estrellas, llena de gratitud. "Lo que sea," promete.
"Debes hacer exactamente lo que diga," instruye Remus.
"¿Todo?" pregunta James.
"Todo," confirma Remus.
"Díle que se ponga los calzoncillos en la cabeza y cante 'soy un imbécil' por la ventana de
la Torre de Astronomía," sugiere Sirius. "O haz que cante como una gallina en
Transformaciones."
"Y por esto," dice Remus, "es que agradeces que yo te esté ayudando y no Sirius Black."
"Estático," concuerda James. "No hay calzoncillos en esto. ¿Verdad?"
"Ya veremos," dice Remus.
***
"Debería arreglarme para mi cita," susurra Peter. Se rasca bajo la nariz, pisando a Remus,
lo que Remus no menciona.
"San Valentín es en dos días," dice Remus. "¿Te tomará tanto tiempo arreglarte para una
cita?"
"Necesita todo el tiempo que pueda," le asegura Sirius. "Y probablemente toda la ayuda,
pero lo lamento, Wormtail, viejo amigo-- James está peor, la rueda rechina, así que
tendrás que pasar por el lodo solito." Le da una palmadita a Peter en el hombro,
ofreciendo una sonrisa sincera. "Estamos todos orgullosos de ti, muy orgullosos. Tu
puedes, Hipogrifo, y todo eso."
"Eh," dice Peter. "Gracias."
"Shh!" dice Remus. "Aquí viene."
Sirius le muestra a James sus dos pulgares y aunque no puede verlos, hay una cierta
pérdida con la que endereza los hombros y levanta la cabeza. La luz abruptamente baja
su intensidad sobre su cara cansada y cazada; y Lily Evans aparece por la puerta del
jardín, temblando por el frío y apretándose en su capa de invierno. De verdad es una chica
bonita, piensa Remus, y se ve más bonita que siempre, con las mejillas coloradas por el
frío y su cabello rojo apenas saliendo de la capa. Se detiene al ver a James.
"Eh-- hola, Evans," dice James, metiendo un papelito en su bolsillo.
"Debí haberlo sabido," dice ella, con disgusto. "Esperaba algo mejor de Remus--" Sirius le
da un codazo en el plexus solar, y Remus se atora y lo pisa "--pero debí saber que lo
convencerías de algo como esto."
"No sé de qué estás hablando," protesta James, no muy convincentemente. "Sólo-- eh-resulta que andaba, ya sabes, por aquí, y quizás escuché a Remus diciendo que quería
verte para estudiar y quizás--"
"¿Quizás apareciste para acosarme, como siempre?" dice Evans. "Bueno, olvídalo, Potter,
estoy—."
"¡Espera!" Hay algo de desesperación en la voz de James. "Eh-- sólo-- espera un minuto--"
Lily ladea la cabeza y pone las manos en sus caderas y mira. "Sólo quería-- quería decirte
algo--"
"No voy a ir donde Madam Puddifoot contigo para San Valentín, así que te puedes
ahorrar--"
"Ella camina en belleza," interrumpe James, tropezándose en las palabras. Evans se
detiene, los ojos verdes cada vez más grandes. "Ella camina en belleza, como la noche, de
los cielos-- estrellados y sin nube--- climas sin nubes; y todo lo que es bueno en la
oscuridad y en la luz se encuentran en ella y en sus ojos." Evans lo mira, como si le
hubiese salido otra cabeza. "Así suavizada," continúa James, casi sin aliento, "en esta
tierna luz, que el cielo le niega al día--"
"Potter--"
"Una capa más, una rayo menos, que suavemente brilla en su cara--"
"Potter--"
"Esos-- esos-- donde los pensamientos, serenamente dulces, expresan cuán puros, cuán-queridos sus lugares--"
"Potter." Evans pone sus dos manos en los hombros de James y lo sacude. Él pestañea.
"¡Ese es el mayor contacto físico que han tenido sin que alguien salga cacheteado!" El
susurro emocionado de Sirius suena en el oído de Remus.
"Te saltaste dos líneas y arruinaste totalmente esa stanza," dice Evans. "¿Cómo puedo ir a
Hogsmeade con un chico que destruye stanzas?"
"No lo volveré a hacer," promete James. Incluso a través del jardín, Remus puede ver cómo
le tiemblan las manos. Pobre chico.
"No sabía que conocías a Byron." Ladea la cabeza un poco, mirándolo con cuidado. "Ese-es un poema precioso, ¿no?"
"Oh sí," concuerda James con ganas.
"Es uno de mis favoritos."
"Mío también-- definitivamente, si no el mejor--"
"Cállate," dice Evans. Vuelve a su contemplación usual. Finalmente, continúa. "Qué pena
lo de la stanza. Tienes profundidades escondidas, Potter, pero no iré contigo." Le da una
sonrisa pequeña y se va del jardín.
"¿Estás segura?" grita James, después de un minuto en el que intenta hacer que el sonido
salga de su boca.
"¡Claro!" El sonido de la puerta cierra su perdición.
"Era Byron," murmura Remus. Sacude la cabeza. ¿Qué pudo haber salido mal? "Quizás," se
dice, "quizás es fan de trabajos más modernos-- pero era Byron."
"Sí," dice Sirius, "ya ves donde te llevan los poetas, eh? Especialmente los muertos."
"Debió ser la elección del poema," insiste Remus, aún murmurándose por su propio
beneficio. La sorpresa marca su frente. "Si supiera más sobre ella-- quizás no es poesía lo
que quiere-- pero no le pegó, no, así que eso está bien, ¿qué crees?"
"Si James no se lanza de una ventana antes del paso dos," concuerda Sirius, "fue un
comienzo fantástico." Apunta al camarada caído, brazos y piernas tirados en una X en el
piso. "No tiene espíritu, ese, ni espíritu de perseverancia."
"Lo intentó," insiste Peter. "Casi dijo que sí, creo."
"No," dice Remus, dejando su capa. "¡James! ¡James! ¡Creo que lo tengo!"
"No quiero más de tu poesía," gruñe James desde lejos. "No quiero más de tu Byron, pero
tomaré algo de tu chocolate. ¡Se acabó! Terminamos. Arruinados. Para siempre." Deja salir
un sonido terrible, fantástico, bajo y amplificado por el dramatismo, pero Remus puede
ver la humillación en su forma, y la decepción. Se arrodilla junto a James, las manos
juntas.
"No quiere que le cites," dice Remus. "A mí me gustaría que me dijeran citas, pero por
supuesto que debe ser diferente con ella. Lo de las citas."
"Naturalmente," dice Sirius, "porque tu eres Moony y ella es una colorina que sabe toda la
mierda."
"En todo caso," continúa Remus, "James, creo que te la estás ganando."
"Auughhhnnnnghhh," dice James. "No puedo soportarlo, Moony. Sólo entiérrame bajo el
Sauce cuando vaya."
"James," insiste Remus, "estás siendo demasiado melodramático."
"Tu no fuiste el que le citó poesía a una chica que ha puesto probablemente un hechizo en ti
porque esto no puede ser normal. No fuiste el que se paró frente a ella mientras te rompía el
corazón en pedacitos con sus espinas. No fuiste el que usó frases como clima sin nubes y
cielo sin estrellas mientras ella te llamaba acosador."
"Lo eres, casi," dice Sirius. "Mala suerte. Creo que debiste ser más distante."
"Sí, tienes todas esas fotos," dice Peter.
"Apreciación Estética," murmura James, "fotos artísticas--"
"¿Hasta la del baño?"
"Tenía puesta una bata, y cállate."
"¡No te pegó!" Dice Sirius, pateando a James con cariño en la pantorrilla. "Ahí es donde
tienes que concentrarte ahora. Lo de no-pegar. Hasta se veía algo intrigada. ¡Y dijo que
tenías profundidades escondidas!"
"De acosamiento," dice James, sin consuelo.
"No," dice Sirius, mirando a Remus. "Ella estaba-- estaba impresionada, Prongs. Fue un
buen comienzo. No puedes esperar que se enamore de ti, después de seis años y todo el
enredo con la cama equivocada-- es un camino largo y duro que tienes que atravesar, mi
muchacho, pero puedes hacerlo."
"No puedo. No es posible."
"Cállate," insiste Sirius. "Si Moony te pudo llevar hasta aquí, te puede llevar donde
quieras. Si dejas de quejarte. No, Moony?"
"No--" comienza Remus pero luego comete el error de mirar la miserable cara de James, y
no tiene el corazón para continuar. "No-- yo-- oh, maldición. Bueno. Intentaré de nuevo.
Pero esta vez, intenta no tartamudear tanto."
"No es como si lo hiciera a propósito," dice James irritado y se seca la nariz. "¿Qué
propones entonces, genio?"
***
"¿Me mandaste esto?" Evans entra rápidamente en la sala común como un torbellino
colorado, con un trozo de pergamino en la mano y una solitaria y patética rosa. Sacude el
papel bajo la nariz de James, se ve furiosa. Remus intenta no mirar y logra ver
discretamente su propio periódico, el que está, desafortunadamente, al revés. Con suerte,
Lily Evans está poniendo toda su atención en James Potter y sólo en James Potter. Por
primera vez en quizás por siempre. "¿Lo hiciste?" demanda de nuevo. Remus, Sirius y Peter
se esconden simultáneamente detrás de la copia del Profeta de Remus.
"Eh," dice James, dejando su pluma con cuidado en la mesa. "Eh. Bueno. Depende, ves. ¿Te
gustó?"
"Me--" comienza Lily, luciendo sorprendida y luego sacude la cabeza. "Ese no es el punto.
¡Te dije que no saldría contigo!"
"Bueno," dice James razonablemente. "No te invité así que no necesitas ser tan
presuntuosa. Aunque," le guiña un ojo, aunque sus dedos golpean al ritmo de la tarantela
en la mesa, "si estás tan dispuesta--"
"No-- cómo puedes decir que no me invitaste-- ¡me enviaste esto!"
"Pensé que te gustaría. ¿Dónde dice ahí, 'Lily Evans, sé mi Enamorada'? No dice. Es sólo
poesía Muggle y una flor que encontré en un basurero, así que no te emociones."
"¡Estás haciendo trampa! ¿Cómo supiste que me gusta Yeats? ¡Son tácticas tramposas!"
"¿Adiviné?" El pie de James encuentra el de Remus bajo la mesa.
"No voy contigo así que puedes--- sólo olvídalo," dice Evans. Se sonroja magníficamente y
cruza los brazos. Remus logra distinguir a James y sabe, de alguna forma, exactamente lo
que está pensando. Pero no puede evitar estar de acuerdo: de verdad se ve bonita cuando se
enoja.
"Bueno," dice James, "no tienes que ser tan-- violenta. Camina suavemente, Evans, porque
caminas sobre mis sueños." En un acto de auto control magnífico, regresa a sus libros,
silbando desafinadamente a través de sus dientes.
Evans se queda por un momento, viéndose sorprendida, como si intentara decidir si
cortarle las orejas o botarlo de su silla. Sin advertencia lanza los brazos al aire y se va,
pero con el papel y la flor en la mano. James, sin darse vuelta, levanta su puño
discretamente hacia los otros tres y sonríe sin poder evitarlo sobre su tarea.
"¿De dónde vino toda esa fuerza?" dice Remus mientras James colapsa en la mesa riéndose
histéricamente. "Eso es Yeats también, ¿sabes?"
"No me importa qué sea," dice James entre risas, "sólo, tengamos más de eso."
***
"Este se llama A una muchacha," dice Remus. Le entrega el libro, cubierta vieja y páginas
amarillas, y toca el poema con su dedo. "Ese, ahí. Creo que es apropiado."
"Más corto que el último," dice James preocupado. "¿Crees que está bien?"
"Le gusta Yeats," le asegura Remus. "No te preocupes. Este funcionará." Sostiene el libro
abierto mientras James comienza a copiar las líneas, con la mano lo más firme que puede.
Igual le tiembla. Remus no está seguro si ha dejado de temblar desde que comenzaron.
"Si ella no-- bueno, ya sabes-- para mañana-- bueno, entonces, eso sería todo." James
pausa, levantando la vista de la tarea impuesta frente a él. "¿Qué haremos entonces?"
"Si no confías en mí," contesta Remus, "confía en Yeats."
"Pero no conozco a Yeats," murmura James.
"Lo conocerás para mañana," dice Remus. "De hecho, si tenemos suerte, lo conocerás esta
noche."
***
"Estaba leyendo a Yeats antes," dice Sirius. Se inclina sobre el lavamanos, viendo el perfil
de Peter. El baño huele raro. De hecho, Peter huele raro. "Sabes, es la chica la que se
supone que se perfuma. Hueles como una gran flor confundida, y no sé si eso es
atractivo."
"Creo que tengo que cortarme el pelo," dice Peter. "¿Debería cortarme el pelo?" Sirius se
mueve para ponerse tras él, viendo su reflejo en el espejo, y luego se encoge de hombros y
sonríe y le desordena el pelo en la nuca hacia adelante. "¡Oye! Sirius-- Sirius, ¡recién peiné
eso!"
"¿Vas a dormir sobre eso y desordenarlo de nuevo, no? Esta es una idea nueva-- es sólo
una chica. Aquí hay otra-- péinate justo antes de la cita, no el día antes."
"Gracias," dice Peter. "Estás ayudando mucho."
"Estoy lleno de ayuda," contesta Sirius. "Como sea, como ya dije, estaba leyendo a Yeats
antes y está bien, supongo, pero tiene un poder sobre Evans que es totalmente loco. O
sea, lo viste. ¿Está loca? ¿Está Yeats loco? ¿Es una combinación de los dos?"
"Ella es la que más quisiera escuchar alabada," dice James desde el cubículo más lejano.
"Eh. Espera -- no -- lo sabía. ¡Lo sabía! Deja de verte tan desaprobador. Maldición, Moony,
¿de verdad me tengo que saber todos estos poemas?"
"Es triste, de verdad," suspira Sirius. "Lo que están dispuestos a hacer por las mujeres."
"Oh, sí," dice James. "Porque nadie más en este baño nunca hizo nada loco para hacer que
una chica lo notara, especialmente nadie cuyo nombre rima con Shmirius Shmack."
"No es cierto," dice Sirius con dignidad. "Pasé por Grandes Distancias, pero no estaba
loco."
"Hiciste que sus murallas crecieran en flores," le recuerda Remus, examinando su nariz
desde diferentes ángulos en el espejo. "No sé qué crees que es 'loco' pero--"
"No sabía que era alérgica," dice Sirius, dándose vuelta y apoyándose en el lavamanos para
sentarse.
"Oye, Sirius," dice Peter de repente, arreglando mechones de su pelo rubio en su ancha
frente. "¿Cómo es que no tienes una chica, eh? Sólo queda un día."
"No me interesa." Sirius se estira con una facilidad exagerada, batiendo sus piernas.
"Prefiero molestar a las de otros. Y si quisiera tener una cita, no necesitaría arreglarla con
tiempo." Lo encontraría el desacuerdo, el fuerte desacuerdo, pero es cierto, por supuesto,
lo que lo hace más frustrante e irritante. Sirius tiene esta cosa, Remus piensa con una
elocuencia extrema. Tiene esta cosa que hace, donde sonríe o cierra un poco los ojos, o se
sube la manga hasta los codos, o le toca la cintura a una chica con los dedos en el pasillo,
y todo le va bien. Parece injusto e inexplicable que el mero acto de tener la atención de
Sirius es más o menos como encender el sol. Pero ahí está, y aunque Sirius es descuidado
y mercurial y arrogante e inmaduro y muy estúpido para ser tan inteligente, tiene esta
Cosa, y aunque no todas las chicas andan tras él, de verdad no necesita arreglar una cita
con tiempo. "¿Y tú, Moony?"
Remus se encoge de hombros. "Estoy ocupado ganando la mano de Lily Evans para el
mejor-que-bueno-pero-al-menos-sus-uñas-están-limpias James Potter."
"¿Todo el cortejo pero nada para después, es eso?" pregunta Sirius. Cuando Remus no dice
nada, sólo mira más de cerca su nariz en el espejo, Sirius deja salir una risa triunfante.
"¿Tengo razón, no? La estás pasando fantástico dándole de comer tu poesía a este canario.
Está saliendo espléndidamente y al final vas a estar arriba con una caja de chocolates y algún
libro que huele como los pasillos de la biblioteca mientras James obtiene la recompensa."
"¡He pasado por la casa, arriba y abajo!" exclama James. "Eso es, ¿no? ¿Lo que sigue?"
"Sí," dice Remus. "Eso es. En la-- nariz." Se saca el pelo de la cara, sonríe cuando cae de
nuevo al frente si esperar y da un paso atrás, alejándose el lavamanos. "No sé, Sirius. Estoy
bien."
"Por supuesto que sí," dice Sirius. "Así eres tú, no."
"Tú eres el que sugirió que lo ayudara en primer lugar, si recuerdo bien." Remus pasa por
el lado de Peter al salir, y le pega el olor de él, y se tuerce. "Peter, es demasiado."
"¿No es más mejor?" dice Peter.
"Si quieres literalmente hacerla caerse de espalda, sí," contesta Remus. "Pero no sé si eso es
lo que quieres. Sutileza. ¿No?"
"¿Cuándo te convertiste en un experto con las chicas?" grita Sirius tras él. Remus deja
caer las injusticias como otro ánimo para contemplar y abrazar. "No te veo con ninguna
cita, ¿no?"
"¡Como un hombre que ha publicado un nuevo libro!" grita James, saliendo al pasillo. "¡Eso
sigue! ¿Tengo razón, no?"
"Sorprendentemente, sí," dice Remus. "Sigue."
Sirius está misteriosamente pero persistentemente de mal humor todo el día, y cuando
Remus le pregunta cuál es el problema, cruza los brazos y se inclina hacia atrás en esa
actitud que dice que está buscando una pelea. "No tengo ninguno."
"Sí, lo tienes. Lamento decirlo pero es insoportable. James está ensayando las líneas
equivocadas de mi poesía favorita y Peter está haciendo nada más que arreglarse el pelo y
por alguna razón inexplicable esperaba que tú fueras el rayo de sanidad, pero has estado
amurrado todo el día y estoy bastante cansado de--"
"Jódete, Moony. No hago nada. Tú eres el que tiene un problema." Los ojos de Sirius
encuentran los de él, insolente y vacíos. Sostiene la mirada con la promesa de estallar en
cualquier momento pero, al contrario, se da vuelta en su silla y se levanta. "Da lo mismo.
Como sea, creo que debería ir a buscar a Pete y ver el show. La tercera es la vencida, eh?"
Se lanza hacia la puerta, las manos en los bolsillos.
Remus mira, pero lo sigue afuera de la sala común igual, preguntándose si sería malo
empujar a Sirius por las escaleras y luego actuar como si fue un accidente. Al menos
terminaría con uno de los problemas-- el menos ruidoso, quizás, y el menos nervioso,
pero el menos explicable. James y Peter tienen sus razones para estar en el filo. Están
lidiando con chicas. Las chicas son, por lo que sabe Remus, algo así como una especie
diferente a los chicos. Guardan toda clase de secretos en sus curvas que Remus no
entiende y no quiere entender y nunca entenderá. Naturalmente, James y Peter están
aterrados e inútiles. Sirius, quien tiene el encanto del mundo en la punta de sus dedos, no
tiene ninguna razón para andar de tan mal humor.
A veces, Remus piensa, los chicos son igual de confusos que las chicas, y más rápidos para
golpear cosas como idiotas.
Lily está revisando la tarea de los alumnos de primer año de McGonagall en la sala de
Transformaciones cuando James y su escolta escondida entran. Tose, discretamente. Ella
levanta la vista-- lo ve-- y mira los libros de nuevo, dirigiendo una cantidad incalculable
de atención al acto de revisar respuestas. James la conoce, astuto en realizar su camino
distraído hacia ella. "Entonces," dice, finalmente al lado de ella. "Yeats."
"No sé cómo lo estás haciendo," dice Lily de inmediato. "No sé por qué lo estás haciendo.
¿Es algo así como una broma para ti, Potter? ¿Un juego? Un-- ¿una travesura?"
James se tuerce, pero lo cubre bien. "No," dice simplemente. "No es eso."
"Dime entonces que el Día de San Valentín te ha mostrado el error en tus modos," dice
Lily.
"No exactamente," dice James. Suspira. "Eres la más," comienza, pero Lily levanta una
mano y lo detiene.
"No quiero más poesía," explica. "Es bonita y nunca hubiese pensado que serías capaz y
no estoy segura de que quiero saber qué pajarito conversador te dio la idea de Yeats pero
creo que me gustaría escuchar, en tus propias palabras, por qué eres tan persistente." Remus
traga. No ha preparado a James para esto. No hubiese sabido cómo, en todo caso. Mira a
Sirius, brazos cruzados sobre su pecho, inclinándose sobre la puerta tras él. Hay una
expresión algo superior en sus rasgos, algo de vergüenza por su amigo confundiendo las
líneas duras de su cara. Remus no sabe si Sirius quiere que James tenga éxito o no. Remus
no cree que Sirius sepa lo que quiera.
"Maldición," modula Remus. Sirius se encoge de hombros.
"Me gustas," dice James. "No me preguntes por qué. No podría decirte. Me gustas y quiero
que vayas conmigo donde Madame Puddifoot para San Valentín."
Lily se lame los labios. Mira alrededor, no nerviosamente, pero pensativamente,
absorbiendo el momento. "Le vas a decir a tus amigos," dice. "Si no están aquí, mirando."
"Son mis amigos," protesta James. "O sea, si no les digo, lo averiguarán."
"Hm." La boca de Lily se endurece. Golpea sus dedos en la mesa. Ajusta un mechón de
pelo detrás de su oído. Mira a James por medio minuto, tomando el tiempo para estudiar
cómo se mueve. Y luego, toma una decisión, la espalda se endereza y la quijada de fija.
"¿No me vas a dejar tranquila hasta que diga que sí, verdad?"
"Probablemente rogaré," dice james. "Será muy vergonzoso."
"Arruinará el momento," concuerda Lily. "Bueno. Madame Puddifoot. Mañana. A las ocho
en punto. Si llegas tarde o si traes algo de Zonko's o si encuentro una cucaracha en mi té,
te colgaré de la Torre de Astronomía por la ropa interior, ¿está claro?" James asiente.
"Bueno."
"Bueno," repite James. Una pequeña sonrisa aparece en la orilla de su boca, lenta y suave y
completamente distinta a su sonrisa habitual. "Genial."
"Bien," dice Lily firmemente, dirigiendo su atención a sus papeles.
James sonríe estúpidamente por un momento, luego se da vuelta y camina por el pasillo
tras los escritorios. En la puerta-- Sirius, Peter y Remus se mueven no muy discretamente
para darle espacio-- se detiene, se devuelve, con una mano en el pelo. "¡No te
arrepentirás!"
"Ya me arrepentí," murmura Lily y marca una x roja en el trabajo de alguien con una
ferocidad innecesaria.
***
"No puedo creerlo," dice Sirius por décima vez. Está sonriendo, masajeando los hombros
de James con ánimo, o con entusiasmo, y Remus agradece el esfuerzo -- si esfuerzo es.
Aún es difícil decir. "Maldición no puedo creerlo. ¿Te das cuenta que esto marca tu
historia personal, no? La escuela completa va a hablar de esto. Tienes que aprovecharlo,
sin errores."
"Lo sé," dice James. Se ve completamente choqueado, desde que dejó la sala de clases. Es
por esto, piensa Remus, que él no anda por ahí citando poesía a las chicas. El pánico que
viene después debe ser absoluto-- sobrecogedor-- debilitador. James ya está colapsando
bajo la presión. Remus imagina que pasaría el tiempo antes de llegar a la meta final, la
cita, de rodillas sobre el escusado, aliviándose de cada comida que su vida alguna vez le
mostró. "Y va a ser una genial," añade James.
"Por supuesto, amigo," dice Sirius. "Pajarita hermosa que es, no sería problema para el
maravilloso, travieso tú. Incluso con su pelo rojo y sus ojos verdes todos brillantes como
te gustan." Golpea a James una última vez en el hombro, y se aleja. "Sin presión, por
supuesto. Has estado arreglado y listo para este día desde hace años, después de todo."
"Por supuesto," concuerda James. "Oh Merlín. Sigo perdido." Si tira hacia adelante, con la
expresión valiente casi derritiéndosele en la cara. Remus mira a Sirius, quien está
examinando las uñas de su mano izquierda con una fascinación intensa. "O sea, ¿qué sé yo
sobre salir con Lily Evans? ¿Qué sé yo sobre Madame Puddifoot?"
"No sé," dice Sirius. "Sabes mucho sobre cucarachas en tazas de té."
"Sirius," advierte Remus. "Nada de cucarachas, James, recuerda eso."
"No cucarachas," repite James. "No a las cucarachas. Nada de Zonko's. Nada que haga
sonidos de ciertas funciones corporales. Nada que se parezca a desperdicios de lechuzas
o bolas de pelo o animales peludos y muertos. Nada que emita el olor de ciertas funciones
corporales. Eso es más fácil que la poesía, Remus. Eso recuerdo."
"Las citas son fáciles," dice Sirius. "Llévale flores o chocolates o una tarjeta o algo, a las
chicas les gusta eso. Se les doblan las rodillas."
James lo mira. "Ella no es cualquier chica, sabes, es Lily Evans. No puedo sólo-- aparecer y
tirarle una margarita."
"¿Qué tal un lirio?" Peter aporta desde el espejo, donde sostiene alternadamente una
camisa algo rosada y una algo más que azul eléctrico contra su pecho. "¿No sería más
tierno?"
"Lirios significan muerte, Wormtail," dice Sirius, mirándolo feo. "Ese es un mensaje genial
para la primera cita: Feliz Día de San Valentín, ¡no puedo esperar a ver tu funeral!"
"Bueno, está bien. ¿Cómo sabes eso?"
"¿Qué te parece no es asunto tuyo?"
"Florista Escondido," dice James desde la mesa, sonando algo amargado. "Si alguna vez te
doy a ti una flor, sé qué será: una mariposa. Heh-heh."
"Ya nunca me traes flores," dice Sirius. "¿Y ahora, esto? El romance se ha ido
completamente de nuestra relación. Hace mucho que decidí dejarte, Potter."
"¿Por quién? Nadie te querrá como eres ahora, todo viejo y amargado y seco. ¿Y qué pasa
con los niños?"
"Cerdo."
"Idiota."
"Bastardo Adúltero."
"Mujerzuela quejumbrosa."
"¡Niños!" los detiene Remus. "James, creo que necesitas dormir un poco. Verte como un
zombi nunca ha sido considerado atractivo. Y Sirius, necesitas ir a--" Buscar un hobby, dice
la vocecita en su mente. "-- ir a alguna parte y dejar de hacer que James entre en pánico."
"Hm." Sirius vuelve a estudiar sus uñas, la indiferencia le cae como un traje sobre los
hombros. "Creo que eso haré, Moony. Los dejaré hablar de sus flores y sus poemas y de la
colonia de Peter, pero cuando Evans te golpee en la nariz estaré en otra parte y muy
ocupado no cuidando tu ego destruido en mis brazos." Mira la habitación con ojos
oscuros una, dos veces, y luego da vuelta con un gesto y un resoplido.
"Debe ser esa parte del mes para él," dice Peter. "¿Creen que debería usar una humita?"
"¿De verdad me van a pegar en la nariz, Moony?" susurra James, levantando la cabeza de la
mesa y viendo a Remus desde las sombras de su codo.
"No y no," Remus les dice a los dos. "Le gustas, James, o no creo que hubiese dicho que sí.
Sólo recuerda las tres reglas de oro."
"Uno: no juegue con mi pelo," comienza James. Remus asiente con ánimo. "Dos: no hable
de Quidditch o me pegará en la nariz." Remus asiente de nuevo. "Tres: nada de referencias
o reconocimientos a ninguna broma." Remus le aprieta el hombro, nada de la facilidad
muchachona del toque que Sirius tenía, pero con más conforte.
"El resto depende de ti," dice.
"Tenemos fe en ti, amigo," añade Peter.
James traga rápidamente. "Claro," dice. "No los defraudaré."
***
***
Sirius salta en la sala común, aún dejando caer nieve de sus botas y temblando, viéndose
terriblemente complacido consigo mismo. Remus ya está preocupado. A pesar de sí
mismo, ha disfrutado el tranquilo día en la torre abandonada, todo el tiempo para él solo,
todo el silencio no acostumbrado. Por como se ven las cosas, sabe que Sirius No Puede
Existir con silencio, y tiene el presentimiento que esto inevitablemente terminará en
conflicto.
"¿Qué has hecho? Te ves como el gato que atrapó al canario."
"Oh, eso hice," dice Sirius y sonríe. "Ha sido un día muy productivo. Hasta ahora he
robado dos citas, mejorado cuatro gracias a mi presencia constante, y arruinado otra, lo
que está bien porque era la de Bellatrix."
"¿Qué le hiciste a la cita de Bellatrix?" dice Remus. No está muy seguro de querer saber.
"Me acerqué y le agradecí por haberme dado un rato tan agradable anoche en el camarín
de Quidditch," dice Sirius felizmente. "Y luego dije que esperaba que pudiésemos hacerlo
de nuevo algún día cuando no estuviera tan ocupado y puse mi lengua en su oído. Debiste
verla, pensé que iba a explotar. Podías escuchar los gritos desde el otro lado de la calle."
"¿Por qué no puedes dejar que la gente disfrute una fiesta tan inofensiva?" Remus suspira.
Descruza las piernas, poniendo su libro a un lado cuidadosamente. "Te haría bien sólo-no sé-- salir a caminar, o algo, y dejar que San Valentín siga su curso."
"¡Horror!" Sirius grita, cruzándose rápidamente, o pretendiendo hacerlo, y dando vuelta
los ojos hacia el cielo. "¿Tienes idea de lo que blasfemas?" demanda.
"No creo que eso sea correcto," comienza Remus, pero Sirius lo corta.
"¡Permitir que San Valentín siga su curso es permitir que el desastre ocurra! ¡Es permitir que
el mal corra libre! Es dejar que las tarjetas de las corporaciones de los Muggle y de los
Magos se acerquen más a la dominación mundial-- Moony, alguien tiene que cuidar a los
buenos chicos y chicas."
"En otras palabras," dice Remus, "tengo que pensar que eres Santa Claus."
"Si Santa Claus fuese lo suficientemente firme como para comenzar su propia franquicia
de tarjetas," concuerda Sirius. "Mira-- hice una especial para ti."
"Sirius," dice Remus. "Es un pedazo de papel. Tiene notas en la parte de atrás."
"Reciclable." Sirius deja que la tarjeta caiga en el regazo de Remus y se lanza sobre la silla
frente a él. "vamos. Léela. Es genialidad en formación."
"Qué poético de tu parte," dice Remus. "Eres un Yeats en formación."
"Dejaré instrucciones precisas cuando muera para que nadie me use para cortejar los
interiores de nadie llamado Evans." Sirius golpea su bolsillo. "Tengo hartas. Quizás venda
los derechos a Zonko's siguiendo la buena pelea."
"No," dice Remus.
"Te digo qué, como uno de mis clientes favoritos, te dará una lectura dramática." Busca en
uno de sus bolsillos, se limpia la garganta, mira a Remus fijamente, y pone la mano sobre
su corazón.
"Es horrible," dice Remus.
"¡Lo sé! Ohh, y esta es una de mis favoritas--"
"Creo que necesito ir a vomitar," dice Remus. "De verdad sabes cómo llegar al corazón de
una mujer. Estoy sorprendido, sorprendido, que no estés en alguna parte con un vaso de
vino y una mujer con clase."
"Nadie está más sorprendido que yo." Sirius se encoge de hombros. "Pero eso sólo deja mi
calendario abierto para una pequeña vista en la primera cita del honorable James Potter."
Mueve los ojos lentamente hacia la cara de Remus y Remus sabe inmediatamente qué
viene. "¿Qué dices, eh, Moony?"
"Sirius," Remus protesta. "Si ella descubre que estamos ahí--"
"No lo hará," insiste Sirius. "No lo hará. Nos llevaremos la capa de James y estaremos muy
callados. Y hasta podemos ayudarlo si se ve demasiado patético."
"Es su cita," dice Remus. "No la tuya. No la mía."
"Corrección, " contesta Sirius, "es tu cita. Tuya y de tu Yeats, y toda la información que le
diste con cuchara sobre ser un caballero y retirarle la silla a las chicas y decirles que sus
ojos son un vórtex estrellado de infinidad."
"Nunca dije eso," murmura Remus.
"Bueno nunca dijiste nada sobre dar portazos y montar bases, te lo aseguro. Más lástima.
Atrapa la chica correcta, de ese modo."
"Si la atrapas del todo." Remus abre su libro y mueve las páginas. "Lo siento, Sirius, estoy
leyendo. He estado leyendo. Voy a seguir leyendo. No creo en San Valentín y sería
demasiado hipócrita ir donde Madame Puddifoot."
"Pero," dice Sirius, la sonrisa rompiendo sus palabras, "si voy solo y no estás ahí para
vigilarme, piensa en cómo la cita de James se arruinaría."
Remus pausa. "No lo harías."
"¿Haría qué?"
"Lo harías."
"¿Lo haría?"
"¡Lo harías! Puedo verlo en tus ojos."
"Son vortexes estrellados de infinidad." Sirius tira la cabeza hacia atrás y se ríe. "Tienes
diez minutos para estar listo, Moony, o voy a correr hacia la destrucción sin ti."
"Ahhgh," dice Remus, deja el libro en la mesa y corre a buscar su capa.
***
Madame Puddifoot's es un lugar horrible. Remus ha creído esto desde que Mafalda
Hopkirk lo arrastró aquí en tercer año e intentó darle un mechón de su cabello mientras
un cupido volaba sobre ellos tocando alegremente su lira. Es peor que el muérdago con
dientes. Con suerte, los cupidos parecen ser afectados por la capa como todos los demás,
y lo ignoran a él y a Sirius mientras entran y se sientan en uno de los gigantes y cómodos
sillones.
"Alguien se va a sentar en nosotros," susurra Remus.
"Ya estás sentido en mí," aclara Sirius, sonando algo sin aire. "Y eres mucho más pesado de
lo que parece. Ten piedad de mis pobres pulmones, Moony. No te preocupes, nadie se va
a sentar aquí, es demasiado público. Créeme, ninguna chica respetable se sentará en esta
silla contigo; esta es la silla de los bastardos solitarios y voyeristas. Los he visto aquí
antes. Severus Snape está extremadamente acostumbrado a esta silla."
"¿Tiene una cita?" se pregunta Remus en voz alta.
"¡Ya no!" dice Sirius, demasiado contento. "¿Puedes ver a alguno de nuestros blancos?"
Remus mira alrededor por un instante y encuentra una camisa fucsia algo familiar y una
cabeza rubia, ni a tres metros de donde están sentados. "¡Ahí está Peter y como-se-llama!
Ahí, justo a tu izquierda--" Sirius se mueve bajo él, enterrando su rodilla accidentalmente
en el muslo de Remus, y Remus deja salir un aullido de dolor.
"¿Dónde?"
"Justo ahí. ¿No ves el rosado?"
"Preferiría no verlo." Sirius le da palmaditas en el muslo a Remus, distraído pero como
pidiendo disculpas. "Es cegador. ¿Por qué lo dejaste salir con eso?"
"Las otras opciones eran peores," suspira Remus. "Aunque cueste creerlo. Bueno. Parece
que lo están pasando bien, ¿no?" Como si hubiese estado preparado, él y Sirius se inclinan
hacia adelante, cabezas ladeadas para captar algo de la conversación.
"Te ves bien," está diciendo Peter. "No, de verdad."
La chica se ríe, alegre y vacíamente. "Tú también. Amo esa camisa."
"Bueno," murmura Sirius, "Peter se ha encontrado una loca."
"Shh," lo reta Remus. "No puedo oír."
"No sabía que clase de flores te gustaban," continúa Peter, tímido pero singularmente
valiente. "Así que te traje una de cada una en un solo ramo."
"Oh, Peter," dice la cita de Peter.
"Oh, mi estómago," gruñe Sirius.
"Oh, cállate," murmura Remus.
"Oh, de nada," contesta Peter.
"El siguiente," dice Sirius, tirando a Remus de la muñeca y tirándolo sobre las filas de
pequeñas y supuestamente románticas mesas. Pasan junto a algunos de tercer y cuarto
año, muy incómodos entre sí, casi jugando un juego de pura incompetencia, y Remus está
contento por haberse perdido todo esto. Algo preocupado con el prospecto de ser capaz
en su futuro, pero contento por habérselo perdido. Sirius hace pequeños ruidos de
desaprobación en su garganta, murmurando aprendices, todos en ciertos intervalos, o
amateurs, te digo, o a él le serviría una de mis tarjetas. Remus ni siquiera intenta hacerlo callar.
Es una batalla perdida que ya no tiene energía para pelear. Todo el satín y las gamas de
rosado y las meseras con dientes brillantes le han sacado la vida del cuerpo.
"Esta fiesta es horrible," susurra. "Es la cosa más deprimente que he visto en mi vida."
"Te apoyo cien por ciento," dice Sirius. "¿Dónde está Prongs? Espero que su cuerpo no
haya sido depositado en una alcantarilla."
"Oh Dios," dice Remus, sorprendido por la habilidad de Sirius para inventar salidas
nuevas y horribles que nunca se le han ocurrido a él. "No, Lily no haría eso. Cubriría sus
huellas."
"¡Ahí!" Sirius grita y lo tira hacia adelante de nuevo, a una de las mesas menos
frecuentadas por Cupidos.
"... verdad odio este lugar," está diciendo Evans cuando llegan sin aliento a la mesa. Sirius
los aprieta a los dos contra la pared, mirando fijamente a la pareja.
"Yo también," murmura James. Sus manos están metidas en su cabello, y bajo la mesa
Remus puede ver cómo mueve los pies frenéticamente. "Es como--- estar atrapado en un
malvavisco, eso es."
"Oh Dios," Remus apreta el brazo de Sirius en una onda de pánico. "Oh Dios, no dijo eso."
"Oh Dios, sí lo dijo," dice Sirius, sonando alegre.
Y entonces, para la sorpresa de ambos, Evans se ríe, abrupta y sorpresivamente. "¡Eso es
exactamente! ¿Qué estabas pensando, invitándome aquí?"
"No sé," contesta James. "Pensé que te distraería toda la brillantina y te olvidarías de que
estabas aquí conmigo."
"No está funcionando," dice Lily. Le da una mirada de lado, ojos verdes encontrando
dorados en la Romántica Atmósfera. "¿Intentaste peinar tu pelo?"
"¿Qué está haciendo?" sisea Sirius. "Está... está socavando, eso es lo que hace, ¡y no lo
aguantaré!"
"Silencio." Remus le da un codazo.
"Eh," dice James. "¿Soy gran creyente en hacer el intento? Hice lo que pude, sabes."
"¿Cuánto Sleekeasy hay ahí?" Hay una risotada en la voz de Lily, dulce y sorpresiva.
"Mucho." James la mira afligido. "Si lo doblo, te juro que saltaría. Intenta pegarle, es como
un casco." Baja la cabeza hacia ella y Lily golpea sus nudillos sobre la cabeza de James.
Deja salir una risita. Cruje. James sonríe.
"Esto es asqueroso," dice Sirius. "Tenemos que hacer algo--"
"¡No!" grita Remus, lanzándose contra él y agarrando la parte de atrás de la capa. "Agh.
Vamos. Démosle privacidad."
"No necesitan privacidad, necesitan que alguien detenga esta locura antes de que los dos
quieran-- bueno-- tu sabes" Remus arrastra a Sirius de vuelta, casi rompiendo sus
mangas, los talones de Sirius rompiendo la alfombra.
"Mira." Remus junta sus caras, intentando ser lo más firme posible sin ser demasiado
duro. "¿Los ves? ¿Pasándolo bien? Pasé horas enseñándole Yeats a James, mientras Yeats
pasó horas revolcándose en su tumba. Esto es algo que vale la pena proteger. Esto es un
triunfo de la voluntad y la perseverancia. Esto es el fruto de nuestro trabajo. Esto es James
no siendo golpeado en la nariz. ¿No estás ni un poco contento por él?"
"Ella no me gusta," dice Sirius tercamente. "No me gusta ella para nada."
"Bueno, a James le gusta," contesta Remus. "Vas a tener que acostumbrarte." Sirius de da
vuelta, mirando sobre su hombro a La Amorosa Pareja un par de metros atrás. James está
soltando su corbata y Lily le está tirando pedazos de su servilleta al cupido cercano a su
mesa. Se ven felices. Lily se ve traviesa, James se ve lo suficientemente aliviado como para
hacerse pipí, y ambos se ven felices.
"Odio este lugar," Sirius gruñe "Salgamos de aquí."
***
En algún momento de la noche comienza a nevar. La Sala Común de Gryffindor está
tranquilla excepto por el sonido del fuego y el ocasional resoplido del monólogo interno
de Sirius saliendo a la superficie. Remus pasa media hora estudiando con él, media hora
analizando el problema, y otra media hora diagnosticándolo. Desde las 9 y media hasta
las once, intenta leer y falla miserablemente. "Bueno," dice finalmente, "¿supongo que no
quieres chocolate?"
"Sí," dice Sirius miserablemente. "Dame. Es la peor fiesta en el mundo. ¿Dónde está? ¿Por
qué no ha vuelto? ¿Y si lo atropelló un carruaje? Nadie sabría. Sabe que me preocupo
cuando sale hasta tan tarde y ni tiene la consideración de enviarme una lechuza o
llamarme por Floo o nada--"
"Siempre llega tarde," le recuerda Remus. "Y siempre lo despiertas en la mañana y le das
un palmotazo y la Inquisición. ¿Dónde te va a llamar por Floo en todo caso?"
"No siempre llega tarde con Lily Evans," murmura Sirius y pone la cara entre las manos.
"Ughh. Moony, lo siento. No quiero ser así, lo juro, no. Todos queríamos que funcionara.
Me alegro por él. Honestamente. De verdad." Le da a Remus una sonrisa inmensa y
horrible.
"Eso es preocupante," dice Remus. "Por favor no lo hagas más."
Sirius se entierra más en sí mismo. "Odio esta maldita festividad. ¿No ofreciste
chocolate?"
"No veo por qué estás tan deprimido," dice Remus, intentando dar apoyo, y se inclina en
la silla para buscar en su bolsillo el siempre presente paquete de chocolate de
Honeydukes. "Podrías haber tenido una cita, si querías."
"No quise," dice Sirius oscuramente. "Odio las citas. Es el equivalente romántico de hablar
tonterías sobre el clima con el hombre que te va a dar lo que ganaste en la lotería. Todos
saben qué va a pasar, pero tienes que pasar por un ritual inútil con alguien que ni siquiera
es tu amiga, que ni siquiera le importa ser tu amiga. Es inútil y degradante." Sin palabras,
Remus le pasa una barra de chocolate negro --su favorito-- y Sirius se lo mete en la boca,
negro. "Espero que esté perdido en la nieve," añade, escupiendo pedacitos de chocolate en
su camisa. "¿y tú?"
"¿Y yo, qué?" Remus se inclina para mirar bajo la silla, mete una mano debajo y saca un
corazón grande lleno de chocolates. "Intentos fallidos," explica. "Los rechazados siempre
dejan los ofrecimientos de chocolate atrás. El amor no correspondido arruina el apetito,
creo. ¿Quieres uno?"
"Seguro. Uno de los con coco." Sirius se estira y personalmente busca entre todos los
chocolates, antes de escoger el que quiere que, por su expresión, debe estar relleno con
cerezas, o uno de esas con nougat que saben a desperdicio humano. "Y tú," continúa,
tragando valientemente, "Quiero decir, ¿por qué no tienes una cita?"
"Alguien tiene que quedarse atrás y asegurarse que no ustedes no se tiren a la chimenea,"
apunta Remus.
"Pudiste tener una," presiona Sirius. "Con tu poesía y tu guía de caballero para obtener a
la chica y todos tus grandes consejos. Las chicas hubiesen hecho fila por ti-- bueno, las
que no tenían citas, en todo caso. Y las que no me robé en la noche. ¿Por qué no?"
"Sirius," Remus contesta, "¿Qué sabría yo sobre qué hacer con una chica? ¿Hablarle? ¿Sobre
poesía? ¿Toda la noche? Me tiraría el tenedor a la cara para hacerme callar, si no se quedó
dormida por el aburrimiento antes de eso. O me sentaría mirándola sin saber qué decir,
con la lengua como una gran salchicha en mi cabeza, mi cuerpo congelado en el lugar,
mientras ella no tiene más que preguntarse si una araña venenosa me mordió o si
simplemente me está dando un ataque." Remus sacude la cabeza, lamiendo el chocolate
educadamente de sus dedos. "No. Gracias. He tenido suficientes problemas hablando con
gente. Sería glotón por el castigo, haciéndome hablar con chicas."
"Le gustas a las chicas," insiste Sirius.
"Se les pasará," dice Remus firmemente.
"Siempre te rindes. Es irritante." Sirius pone una cara horrible por su selección de
chocolate. "Algún día encontrarás a una chica que valga tu tiempo. Oh, eso estará en mis
dientes hasta fin de año."
"Toma," dice Remus. "Este es de coco. Puedo olerlo."
Sirius lo toma agradecidamente. "Eres un buen amigo. Aunque muy bien," añade,
levantando la vista y arrugando la nariz, "conozco la torpeza de ser apoyado."
"Eso es casi Yeats," dice Remus, sorprendido.
"Lo sé," dice Sirius, y sonríe un poco.
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