LO QUE “OCULTAN” LOS MUSEOS EN SUS SÓTANOS Y CÓMO

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LO QUE “OCULTAN” LOS MUSEOS EN SUS SÓTANOS Y CÓMO
LO QUE “OCULTAN” LOS MUSEOS EN SUS SÓTANOS Y CÓMO
MANTENERLO VISIBLE
Actualidad y necesidad de una propuesta
Fernando Almarza Rísquez
Ocurre en todos los museos. Si en nuestros almacenes
las obras se cuentan por miles, en el Louvre, por millones.
Miguel Zugaza. Director del Museo del Prado
Resumen: Este artículo-reseña propone una vuelta a la reflexión sobre las consecuencias ¿imprevistas? de la
natural y necesaria acumulación (“atesoramiento”) de las colecciones museísticas. Los espacios expositivos
de los museos son limitados, y la conciencia de esto, en experiencias propias y de varios países, nos lleva a
proponer nuevamente un cambio o ampliación de su uso tradicional, para que los depósitos sean
considerados como una adicional de sala de exposición. Casi ningún museo, en cualquier latitud, mediano o
grande, escapa de esta situación y de la necesidad de desarrollar una estrategia museográfica alternativa
para mantener “activos” y disponibles los bienes guardados en depósitos.
Algunas tendencias museológicas actuales ejercen alternativas para sus políticas de
conservación y almacenaje, expresadas en un adicional uso para los espacios de sus
depósitos, que pueden ser aplicables a la generalidad de los museos dentro de sus
posibilidades físicas. Es común que los comprensiblemente restringidos y abarrotados
espacios para depósitos de colecciones museísticas no incorporen visitas de público, ni
aporten espectacularidad al museo en su funcionamiento o sus servicios, entendidos
como facilidades para el público. Hay interés en museólogos y directivos de museos por
mostrar, dentro sus posibilidades, toda o la mayor parte de sus colecciones aún cuando
estén resguardadas en sus depósitos con necesario gran celo.
En un artículo escrito entre cuatro profesionales de la museística venezolana
(Almarza, Artiles, Cantón, Herrera) titulado “¿Para qué sirven las colecciones de
los museos si están en depósitos inaccesibles al público?” (que puede verse en
esta misma Revista la Sección Archivos, o directamente en el vínculo
http://www.nuevamuseologia.com.ar/coleccionesven.htm), planteábamos por
primera vez esto, hace unos cinco años, recogiendo reflexiones propias y de
terceros, citando algunos directivos y profesionales de museos abiertos a esta
alternativa. Afirmábamos que “es necesario reflexionar sobre las posibilidades
de la institución museística para exhibir la totalidad de sus bienes, aplicando
estrategias que le permitan cumplir con este objetivo”; de allí que citáramos la
afirmación que hiciera Thomas Krens en 1997, siendo Director del Solomon R.
Guggenheim Museum de New York: "¿Por qué tenemos que guardar nuestros
valiosos fondos en costosos almacenes en vez de mostrarlos al público cuantas
veces nos sea posible?".
No es nueva esta preocupación y al parecer, salvo excepciones, sigue con pocas
aplicaciones en el presente. Y sin hablar de aquellos daños eventuales que
pueden suceder por deficientes o prolongados almacenamientos de las
colecciones.
“¿De qué manera podemos conservar, resguardar y a la vez mostrar las
colecciones del museo?”, nos preguntábamos entonces. Ya comprendíamos que
suelen ser las colecciones las que dinamizan la labor de este tipo de museos: los
museos son lo que tienen en sus colecciones, y lo que con ellas musean. De allí
que una colección parcialmente inactiva implicaría un museo parcialmente tal.
Conservar esas colecciones garantizando su integridad en el tiempo, pudiendo
el público contemplarlas cuantas veces requiriera, debe ser prioridad para estos
museos. Entendemos, por otra parte, que ni aun contando con inmensas salas
expositivas podría un museo grande exponer la totalidad de su patrimonio al
mismo tiempo; por esto proponíamos que se considerara un cambio o
ampliación de uso para los depósitos, a manera de salas adicionales o
alternativas, para que el visitante aprecie el patrimonio allí guardado y que no
está circunstancialmente expuesto en las salas tradicionales, aunque en
condiciones algo diferentes a las de éstas (mayor vigilancia y controles, etc.).
Particularmente llegué a proponer en mi experiencia personal como Registrador
Jefe de un museo venezolano el utilizar los depósitos como bóveda-muestrario.
Esto viene a colación porque a la presente fecha, julio-agosto de 2009, son
muchos los museos, incluyendo los más grandes e importantes mundialmente,
que toman conciencia de este hecho, aparentemente sin una solución visible.
A sabiendas de que tal solución no es cosa fácil, su logro estriba en buena
medida en el establecimiento de políticas, con la disposición que ello implica
por parte de todos: público y museo. Resulta necesario referir situaciones
ilustrativas de lo que nos ocupa, y hemos encontrado evidencias actuales en
ciertas instituciones museísticas españolas, por defecto, y en otras
norteamericanas, por acierto, que nos sirven de estímulo para plantear
nuevamente nuestra propuesta como algo necesario y vigente. La siguiente
referencia nos sirve de estímulo, aunque ejerzamos una cierta visión crítica del
mismo, por acuerdo o desacuerdo.
El 26 de julio pasado el diario El País de Madrid publicó el reportaje de Lola
Galán titulado “Lo que ocultan los museos / 'Berruguetes' y 'dalís' en el sótano”
(http://www.elpais.com/todosobre/organismo/Museo/Prado/169/).
Este muy
pertinente trabajo planteaba que, el problema de lo guardado en depósitos “es la
maldición de los museos. Obligados a acumular arte por encima de sus
posibilidades de espacio. Obligados a atesorar belleza, a conservarla y
exponerla... cuando es posible. El Prado, que existe desde 1819, y está
considerado como la mejor pinacoteca del mundo, exhibe 800 cuadros, y
esconde unos 3.500”, y que “El Reina Sofía, que heredó fondos del antiguo
Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), y se creó en 1985, acaba de
presentar una colección permanente de unas mil obras, mientras guarda en
distintos almacenes hasta 17.295 piezas de arte.”
En este reportaje se toman las palabras de Miguel Zugaza, Director del Museo
del Prado, cuando afirma que “la penuria de espacio ha sido una constante del
Prado, pero desde hace dos años dispone de un magnífico edificio nuevo que
permitirá mostrar unas 500 obras más. Muchas quedarán donde están ahora:
en los sótanos". Sin embargo, se hace notar la conciencia de estos altos
funcionarios respecto de que siempre hay ciertos patrimonios cuya condición
física hace comprensiblemente inapropiada su exposición constante, como los
casos de obras sobre papel (dibujos, estampas), reservados fuera de
exposición solamente a investigadores y estudiosos bajo severos controles. En
general se entiende que estos patrimonios, siempre más delicados físicamente
que el común de los objetos cotidianos, deben “descansar”, esto es, evitarles
prolongados periodos de tiempo sometidos a la luz de reflectores y a la
exposición ante condiciones que, por mucho que sean controladas, nunca les
eximen del todo de estar a merced de humedad, respiración de los públicos o
riesgos potenciales. Pero lo que re-planteamos acá sobre el cambio o
ampliación de uso de los depósitos de colecciones no niega a los patrimonios
ese “descanso”, sino lo reinterpreta, corporizándolo en una alternativa de
exposición bajo condiciones diferentes y más controladas aún.
Las consideraciones que nos revela este bienvenido reportaje traen
perspectivas que pueden y deben ser discutidas con el mejor ánimo, para
entroncarlas con planteamientos como el que nos ocupa. Manuel Borja-Villel,
Director del Museo Reina Sofía de Madrid, opina que en los depósitos de los
museos reposan grandes cantidades de tesoros que no siempre se pueden
exponer. Borja-Villel apunta que “no está mal que no se pueda exhibir todo.
Sería como si una persona pretendiera contarnos de golpe todo lo que sabe.
Debe exponerse lo mejor y lo más relevante". Y la autora del reportaje remata:
“y lo demás bien guardado”.
Agregamos en nuestra propuesta: no se trata de “exhibir todo” ni “contar de
golpe todo lo que [se] sabe”. Más que exponer los patrimonios en salas, de lo
que se trata es de poder accederlos y verlos, aunque estén en depósitos, no
necesariamente dentro de un discurso o guión museológico-museográficocuratorial; esto sí los puede hacer más relevantes, a los objetos como tales y
al museo como prestador de sus servicios.
Pero, notemos que un párrafo extenso del referido reportaje termina siendo
revelador: “Lo que se guarda bajo las salas del edificio Nouvel no es tampoco
pequeño. Un par de vigilantes del museo precede en la visita a la pequeña
comitiva. El director y los periodistas recorremos pasillos silenciosos, que dan
acceso a habitaciones amplias de techos altos, con puertas grandes forradas de
material ignífugo, cerradas con llave. Los sótanos, climatizados, son testimonio
mudo de las vueltas que da el arte. Las modas que lo rigen. En las piezas
embaladas, con su identificación bien visible, se lee el nombre de cada autor,
Pedro Mora, Mikel Eubo, Antoni Muntadas, y de las obras, muchas de ellas,
enormes instalaciones. La nueva colección prescinde bastante de ellas. En otros
casos, el sótano refleja la superabundancia de otros géneros. Como la caja con
fotografías de Francesc Catalá Roca, del que se expone obra en el museo, que ha
hecho de este arte una parte sustancial de su colección”.
Opinamos que una descripción como ésta es una visita a los depósitos, peculiar,
sí, pero visita al fin, que muestra una manera específica de apreciar el arte y la
forma en que se preserva en los museos, y que puede ser recorrida también,
bajo condiciones particulares, por sus públicos.
Como confirmando lo que apostamos, es el propio Borja-Villel quien afirma
respecto al museo que: “Yo lo veo como un lugar donde los objetos son
patrimonio público y tú los custodias". Unas veces arriba y otras abajo. Pero los
almacenes ‘están abiertos a los investigadores que quieran venir a ver
determinados fondos. Eso sí, con cita previa’, dice”. Condiciones particulares,
entre otras, a las que nos referimos: las áreas de depósitos en museos pueden
ser visitables por el público general, y no solamente por el especializado, interno
o externo, aunque bajo condiciones de vigilancia adicionales, y sabiendo que es
una visita en cierto modo limitada tanto por los recorridos posibles (entre
estanterías, cajas de embalaje, etc.) como por las perspectivas de visualización
de los bienes, sea porque estén colgados en rejas deslizantes o “peines” o
porque estén en sitios no bien visibles, o porque estén embalados, o bajo
condiciones de iluminación más reducidas que las que se disponen en salas,
ambientes con temperatura y humedad mayormente controlada, etc.
El hecho de que los bienes estén en depósitos no tiene que ser considerado
como una exención de su potencialidad expositiva; para eso, exponerlos,
cuidarlos, estudiarlos en sus relativos y contextuales niveles de significación y
sentido, es que los recibe el museo en sus colecciones. Esto aporta una acción
museográfica alternativa con maneras de exponer los bienes depositados,
otorgándoles a éstos un estatus de actividad constante. Estar resguardados –
aún muy bien resguardados- en depósitos normalmente inaccesibles al público
reduce los bienes de una colección museística a un estatus de inutilidad, de
inercia, aunque pueda sonar dura esta afirmación. Así, no se está museando lo
que el museo es en sus colecciones.
En el título del presente escrito apuntamos la necesidad de actualizar nuestra
propuesta de hace diez años, remitiendo y proponiendo su relectura. Entonces,
el cambio de uso, el uso alternativo con el que nos sintonizamos radica, esencial
mas no únicamente, en un doble o triple uso: almacenamiento, investigación y
exposición. Viene a colación la cita textual que hacemos de Michael Ames: "Los
depósitos accesibles al público se convirtieron en una de las tres formas de
exposición al alcance de los estudiantes, investigadores y público en general.
Cada presentación se basa en una política de exposición diferente, adaptada a
sus necesidades específicas y la combinación de las tres, permite que el visitante
tenga una visión panorámica del museo" [negritas nuestras]. Esto apareció
publicado en la Revista Museum Internacional, París, UNESCO, No. 188 Vol. 47,
No. 4, 1995). El museólogo Michael Ames ha publicado varios trabajos de
avanzada, y particularmente interesante es “Desescolarizar el museo: una
propuesta para ampliar acceso a las colecciones”, en Museum; XXXVII, 1. Publi:
1985,
pp.
25-31.
Se
le
puede
acceder
por
el
vínculo
http://portal.unesco.org/culture/es/.
Los depósitos con accesos controlados de público permiten a investigadores
internos y externos al museo seleccionar y estudiar objetos allí guardados,
presentando así todos los objetos de la colección en un contexto diferente, un
tanto atípico pero panorámico, como dice Ames, sin lecturas necesariamente
condicionadas por un guión, pero con un plus de valor: una nueva y más amplia
conciencia de la labor de resguardo y permanencia de la memoria del museo,
y unas alternativas o adicionales estrategias y planificación, educativa,
curatorial, del nuevo o ampliado uso de estos espacios. Así, el depósito se
transforma en un área de visita-investigación para el público, incluso con un
nivel de contemplación y delectación del objeto, informándose además de las
actividades de conservación que forman parte de la dinámica de ese espacio
antes inaccesible, sin poner por ello en peligro las condiciones especiales
requeridas de ambiente más controlado. Incorporar este sistema de depósitossalas a la estructura organizativa y funcional museística, que incluye la presencia
del visitante en estos recintos, implicará educar a éstos, quienes se servirán
responsablemente de estas áreas, dándole vitalidad a la vigencia de esta
estrategia y propuesta alternativa.
Tres casos puntuales como abreboca, y un banquete, que nos muestran
ejemplos de brillantes gestiones que materializan este cambio o ampliación de
uso de los depósitos o bóvedas de museos y sus colecciones, cada uno con su
particularidad y alcances:
un abreboca es el Glenbow Museum of Calgary, Canadá (www.glenbow.org),
que abrió sus depósitos al público, y transformó sus espacios de
almacenamiento en unos de interpretación programada, conociendo con esto
otras necesidades de público, transmitiendo a los espacios de las salas su
satisfacción, y aportando alternativos accesos a la información y aprendizajes.
Esto lo interpretamos como: almacenamiento e investigación en las áreas de
depósitos, que ahora ya no son espacios museográficamente inertes.
El otro abreboca es el peculiar e interesante caso del John Soane Museum en
Londres,
(http://www.soane.org/
y
http://acumulacionoriginaria.blogspot.com/2009/08/sir-jhon-soanes-museumhouse-museum.html), cuyas repletas salas son realmente unas salas-depósito
que muestran constantemente la totalidad de la colección, con ingeniosos
dispositivos de doble uso simultáneo: almacenamiento-exposición en cada
ambiente, todo con ingenio, economía de dispositivos y aprovechamiento
máximo del espacio disponible.
Y el banquete es el programa Stories from the vaults, que desarrolla desde
2007 hasta el presente el complejo de museos del Smithsonian Institution en
Washington, D.C. Esta es una serie de programas televisivos de 30 minutos de
duración, que muestran el lado interno, tras bastidores, de los depósitos o
bóvedas de algunos de los museos del complejo smithsoniano y sus objetos y
rarezas, cuando no literalmente tesoros. Dependiendo del tema de cada
programa, el anfitrión Tom Cavanagh conversa con especialistas, curadores y
restauradores del museo, desde dentro y fuera del edificio, sobre las historias y
maneras como tratan y preservan los objetos para las generaciones futuras. Las
temáticas de cada programa han abarcado tópicos y muestras que han ido más
allá de las temáticas artístico-culturales (que esperamos se produzcan) como
especímenes mamíferos, problemáticas de las extinciones pasadas y probables
futuras, instrumentos musicales de hace siglos, insectos, inventos tecnológicos,
en una visión que no se desentiende de los muchos niveles de significación que
pueden tener desde imágenes fotografiadas hasta modelizaciones orgánicas
humanas, objetos militares y bélicos, u objetos futuristas. Hay varias maneras de
obtener, mayoritariamente en inglés, información sobre estas Stories from the
vaults:
El Boletín Smithsonian Focus, en su último número de suscripción gratuita, de
septiembre 2009, permite un acceso directo al Smithsonian Chanel, para ver el
más
reciente
de
los
programas.
El
vínculo
directo
es:
http://www.reuters.com/article/pressRelease/idUS171950+16-Jun2009+PRN20090616
En la enciclopedia Wikipedia (solamente en inglés):
http://en.wikipedia.org/wiki/Stories_from_the_Vaults. Y también en la página
web en español del Smithsonian Institution:
http://www.si.edu/guides/spanish.htm
Una acción y estrategia alternativa de doble o triple uso para los depósitos de
colecciones de museos implica que el visitante se instalará en una nueva y
alternativa estrategia museográfica de percepción y acceso a un espacio físico
antes reservado y ahora más ampliamente reactivado, que incluirá al
dispositivo de almacenamiento, que es distinto del de exhibición en las salas.
Esta nueva apreciación exigirá entrenamiento y habituación a rejas deslizantes,
gavetas, estanterías, embalajes peculiares y materiales libres de ácido, es decir,
a una manera de organizar y disponer profesionalmente los objetos de
colecciones museísticas. Las más altas cotas de disciplina y entrenamiento
responsable son posibles en cualquier comunidad o colectivo, con la disposición
de los involucrados.
La museística evoluciona con acciones como éstas, entre otras, y con ellas
ganamos todos. Remitimos a nuestro artículo de hace diez años, publicado en
esta misma Revista. La reflexión y acción sobre esta propuesta es tan necesaria
como bienvenida.
CODA
Personalmente entiendo que lo que aportan las propuestas de estas líneas
pudiera acaso sonar un poco distanciado de la realidad de algunas instituciones
museísticas hispanoamericanas, sea por razones presupuestarias, de espacio
disponible en depósitos (que suelen estar abarrotados, por los bienes allí
guardados y por su limitado espacio), pues suelen ser edificaciones no muy
grandes, y por cierta (in)disposición de mentalidades. Esto último lo digo
recordando una situación por la que personalmente pasé hace diez años.
Mientras tomaba algunas asignaturas de un postgrado en Museología en
Caracas, recibimos una explicación sobre el diseño de la nueva sede de un
importante museo de acá. Fue el propio arquitecto, al lado de la maqueta del
proyecto (hoy, 2009, casi concluido y en algo limitado funcionamiento) quien
nos habló del proyecto. El arquitecto es un profesional muy reconocido en
nuestro país, con méritos propios por la cantidad de destacadas obras que ha
realizado.
El caso es que en maqueta, el área destinada a depósitos de colecciones era
tremendamente reducida, y en el mejor de los casos el arquitecto –no
especializado precisamente en museos- pensó sólo en la colección permanente
que tenía el museo entonces (una cifra que no llegaba a 10.000 objetos).
Personalmente hice comentarios al arquitecto sobre esa limitación espacial,
proponiéndole que incluso se podría pensar en “sacrificar” modestamente
alguna área destinada a salas (bastantes amplias, por cierto). El caso es que el
arquitecto, buenamente, no dio muestras de pensamiento a futuro en cuanto a
eso, ni pensó en que las colecciones permanentes de los museos crecen, ideal y
aunque sea modestamente. Y los depósitos deben crecer también, o al menos
deben nacer ya crecidos, y deben y pueden ser administrador con criterios de
apertura y uso como los que referimos en las presentes líneas.
…
Fernando Almarza Rísquez

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