ibiza autentica natural

Ibiza causa un efecto singular en los sentidos. Basta con poner un pie en la escalerilla del avión, nada más
aterrizar, para notarlo. Hay que detenerse un segundo, cerrar los ojos e inspirar con fuerza. El aroma a mar y
a salitre llega a oleadas y lo mismo sucede en los bosques, repletos de hierbas y plantas aromáticas, y en
los campos, salpicados de flores. Perderse por los pequeños caminos es, sin duda, la vía más segura para
conectar con la Ibiza auténtica.
Sin embargo, el placer que la gastronomía de Ibiza puede proporcionar al sentido del gusto es mucho más
intenso y, sin ella, no puede concebirse la práctica de un turismo hedonista. Existen muy pocos lugares en el
mundo que estén repletos de restaurantes deliciosos, en los que se puede comer con los pies descalzos sobre
la arena, a la sombra de una muralla renacentista o en una romántica y escondida granja en mitad del campo.
Ibiza es naturaleza pura y también Historia. El recinto amurallado de Dalt Vila fue declarado en 1999
Patrimonio de la Humanidad. Una distinción que sólo otorga la UNESCO y que supone el reconocimiento
internacional a la fortaleza costera mejor conservada del Mediterráneo. Los aficionados a la arqueología
también disfrutan de su paraíso particular en los yacimientos cartagineses, romanos y árabes dispersos por
Ibiza, como el santuario de es Culleram, en Sant Vicent, dedicado a la diosa púnica Tanit, la necrópolis de Puig
des Molins o el poblado fenicio de sa Caleta.
Esta identidad tan marcada por la historia contrasta, sin embargo, con la importante colonia de artistas de
vanguardia, nativos o llegados de cualquier parte, que convivieron en la isla a lo largo de todo el siglo XX. Este
ambiente, aún hoy, permanece vivo. Ibiza respira arte por todos sus poros; en las galerías, en los talleres de los
ceramistas, en los mercadillos, en los conciertos, en su moda, en el Museo de Arte Contemporáneo de la
ciudad…Ibiza, para los creadores, sigue siendo una musa poderosa e imprescindible.
Ibiza es auténtica, histórica, amable, legendaria, crepuscular, exquisita, blanca, libre, tranquila, cosmopolita,
saludable, intemporal, tradicional, creativa, camaleónica…..Ibiza es natural.
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livos milenarios, bosques de pinos que se agitan con la
brisa, llanuras de almendros en flor que brillan bajo la luz de
la luna… Ibiza es amable y cálida, una isla abierta y
generosa donde habitan la sonrisa, la luz, la inspiración de
los creadores, las tradiciones centenarias y donde también
se respira el peso de la historia, tras las murallas de Dalt Vila, en las
torres de defensa y en cada de sus iglesias encaladas.
El paisaje y la historia son algunos de los poderosos ingredientes de la
isla. Es su autenticidad, sin embargo, lo que la hace un lugar distinto; un
enclave bañado por la intensa luz mediterránea, donde el viajero siente
que el tiempo se detiene y se reencuentra con los sabores intensos de
la infancia. Ibiza, más que un destino, es un estado de ánimo, un
territorio concebido para la emoción en el que plantar la semilla de algo
nuevo y diferente para cada persona, cada pareja o cada familia.
En Ibiza emerge el placer de las cosas sencillas: la quietud, el paisaje,
el olor a mar, el reencuentro... El sueño de aquellos que buscan exprimir
al máximo cada instante de su vida.
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n paseo por el laberinto de callejuelas de Dalt Vila,
delimitadas por las murallas de la ciudad, devuelve al
visitante a la época medieval y al renacimiento y al mismo
tiempo permite disfrutar de un ambiente cosmopolita
y creativo. Cruce de culturas desde hace siglos, el entorno
de esta fortaleza es escenario de conciertos, ciclos poéticos,
exposiciones y actividades culturales a lo largo de todo el año.
El recinto amurallado de Dalt Vila fue declarado en 1999 Patrimonio de
la Humanidad, una distinción que otorga la UNESCO y que supone el
reconocimiento internacional a la fortaleza costera mejor conservada
del Mediterráneo.
El área delimitada como Patrimonio de la Humanidad incluye también
los barrios extramuros de la Marina, sa Penya y es Soto, donde han
convivido aventureros y artistas de medio mundo a lo largo de los
siglos. La UNESCO también ha preservado el poblado fenicio de sa
Caleta y la necrópolis de Puig des Molins, el yacimiento arqueológico
más importante de la cultura fenicia y púnica. A este conjunto
histórico, que puede visitarse en cualquier época del año, se suma
también la consideración de Patrimonio de la Humanidad para las
praderas de posidonia oceánica que rodean la isla y que son
responsables de la pureza y transparencia de sus aguas.
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biza es una isla abierta y generosa, que acoge y respeta la
libertad de cada persona y le brinda toda su hospitalidad.
Sus gentes son cálidas, sencillas y familiares y se sienten
orgullosas de su tierra. Siempre están dispuestas a
revelársela a los visitantes y compartir su forma de vida.
El tiempo en la isla transcurre plácidamente. Los ibicencos se
conocen y saludan por la calle, se detienen a charlar y, cuando se
reúnen con sus familiares y amigos, prolongan los encuentros hasta el
atardecer.
Desde niños, sin darse cuenta, aprenden el arte de recibir y compartir:
saben cómo conquistar y cómo hacer que la gente se sienta feliz,
sin hacer notorio su esfuerzo. Sus armas no son las etiquetas ni las
formalidades, sino que prefieren el trato llano y directo. Cuidan al niño
y al anciano, al vecino de toda la vida y al recién llegado. No están
enfadados con el mundo y siempre van con la sonrisa por delante.
Esta forma de ser hospitalaria se refleja en la oferta turística de Ibiza,
tanto en los hoteles, ya sean complejos de playa o pequeños
agroturismos, como en los restaurantes, en los comercios, en los
mercados tradicionales...
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lo largo de su historia, Ibiza siempre ha interactuado con
otras culturas. Púnicos y fenicios, romanos, árabes… Todos
se rindieron a su luz brillante, a la pureza de su cielo y a la
transparencia de sus aguas.
Asentados los cristianos tras la reconquista, la isla fue rodeada de
torres defensivas de piedra desde las que otear el horizonte para
detectar goletas de piratas berberiscos, que desembarcaban y se
adentraban en los campos en busca de mujeres y alimentos.
Los ibicencos, alertados por los vigías, abandonaban entonces
sus casas de campo, impecablemente encaladas, y corrían a refugiarse
en las murallas de la ciudad o en las iglesias fortificadas de los pueblos.
A salvo ya de invasiones, el ibicenco sigue protegiendo con esmero
esta herencia histórica. Los montes de Santa Eulària y Sant Miquel,
con sus iglesias fortaleza, los templos de Sant Josep, Sant Jordi
o Sant Antoni, el poblado de Sant Llorenç de Balafia, los pozos
y albercas de origen árabe diseminados por valles y llanos… El legado
de los antiguos es generoso y espectacular y, junto con los museos
(arqueológico, etnológico...), ofrece un amplio abanico de posibilidades
para disfrutar y entender isla.
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a búsqueda del perfecto atardecer constituye uno de los
alicientes más estimulantes que ofrece la naturaleza ibicenca. Observar la puesta de sol desde la costa de ses Variades, en Sant Antoni, con la música ambiental de los dj’s
de fondo y una marea humana en estado místico alrededor, es un fenómeno universalmente conocido, que ha generado una
auténtica industria musical y que sólo en Ibiza se disfruta con esta
intensidad.
El romanticismo del crepúsculo, sin embargo, navega por otras
muchas orillas de la costa y cubre con un manto avioletado los
campos del interior de la isla. En estos rincones solitarios, la banda
sonora que despide al sol la interpretan las olas, el viento y las gaviotas.
Existen docenas de acantilados, atalayas, playas y bosques desde los
que observar cómo el astro rey se hunde entre los islotes del horizonte.
Descubrir cada día un nuevo atardecer constituye un reto delicioso,
una alquimia de imágenes que permanece imborrable en la memoria.
En Ibiza resulta imposible no sucumbir a la magia del ocaso.
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l mayor placer que existe para los ibicencos es disfrutar de
la comida. Sienten auténtica devoción por los productos
frescos y naturales, y antaño era imposible ver una casa de
campo que no se autoabasteciera con su propia huerta,
sus árboles frutales y su granja de animales. Hoy, miles de
hogares mantienen viva esta tradición.
El mar proporciona además delicados pescados y mariscos, y los
bosques ofrecen setas, espárragos, caza... Esta surtida despensa,
que oscila al compás de las estaciones y las lunas, ha originado
una sabiduría culinaria que se ha ido transmitiendo de generación
en generación, aderezada por las distintas culturas que han habitado
la isla. Arroces, platos con ave o cordero, guisos, pescados horneados
y repostería forman parte del arco iris hedonista que ofrece Ibiza.
Los restaurantes poseen, además, un valor añadido: la oportunidad
de saborear estos platos en entornos únicos, con los pies enterrados en
la arena y el sonido de las olas de fondo, en las intrincadas callejuelas de
la ciudadela o en antiguas casas payesas en mitad del campo.
La industria artesana, asimismo, envasa estos sabores típicos,
poniendo al alcance del viajero el mejor recuerdo que puede llevarse
de la isla.
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os montes verdes de Ibiza se hallan salpicados de blanco.
Es el color tradicional de sus casas de campo, cuya
arquitectura, además de constituir todo un estilo de vida,
pone de manifiesto que conceptos como practicidad
y sencillez son perfectamente compatibles con la belleza.
Sus características, constantes en toda la isla, la hacen objeto de
estudio para arquitectos de todo el mundo.
La casa ibicenca es blanca y sólida. Sus muros son anchos y sus
ventanas pequeñas, para que se conserve fresca en verano y cálida
en invierno. Sus techos, que recogen el agua de lluvia y la trasladan
a cisternas subterráneas, están cubiertos con vigas vistas de madera
y tienen diferentes alturas, porque su planta, siempre orientada hacia
el sol, se adapta al terreno. Algunas se complementan con almazaras,
molinos de harina, bodegas para conservar el vino, corrales...
La casa, formada por cubos de distintas dimensiones construidos
con cal y piedra, tiene vida propia. Crece con nuevos espacios según
aumenta la familia e identifica a quien la habita. Aún hoy, el apodo
del ibicenco es el nombre que lleva su casa, que importa más que los
propios apellidos.
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n los años sesenta y setenta, Ibiza se convirtió en santuario
del movimiento hippie. Cientos de jóvenes llegados de
todas partes, con sus melenas al viento, su ropa informal
y sus influencias orientales, compartían el reducido
territorio insular con campesinos y pescadores. Éstos,
fieles al principio esencial de la sociedad pitiusa, vivían y dejaban vivir.
Ibiza era la excepción, la utopía, uno de los escasos enclaves del
mundo donde la libertad se percibía auténtica. Las mismas
sensaciones pueden captarse hoy en día. El respeto a la diversidad y
a la convivencia continúa siendo esencial para los pitiusos y la palabra
libertad mantiene el mismo significado profundo.
Esta atmósfera se traduce no sólo en la convivencia pacífica entre
gentes llegadas de todas partes, para hacer turismo, descansar
o buscarse la vida, sino que también afecta a los movimientos artísticos
y sociales. La moda Adlib surge de esa sensación de libertad y ésta es
la musa que inspira gran parte de la obra de los creadores de la isla.
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l ibicenco rechaza el ruido, lo rehuye. Está acostumbrado
a vivir en el campo y a acostarse con el canto de los grillos.
La tranquilidad más absoluta predomina en la mayor parte
del territorio, que puede percibirse en solitario incluso en
los meses de verano, cuando las ciudades y los entornos
vacacionales viven el apogeo de su actividad.
La realidad de Ibiza vuela al margen de los conceptos parciales que a
menudo se articulan para definirla. La isla es variada, multicultural,
libre, divertida, segura… Pero sobre todo es silenciosa y pacífica
en la mayor parte de su extensión.
La Ibiza tranquila no requiere reloj. El tic tac lo marca la naturaleza,
que ofrece oportunidades a cada rincón para refugiarse en la soledad
de uno mismo o para compartir su radiante esplendor. Su geografía,
ondulada y caprichosa, permite redescubrir el paisaje una y otra vez,
y no se repite. Siempre surgen nuevos detalles, sensaciones,
sentimientos, ritmos estacionales...
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biza, histórico puerto de mar, punto de encuentro de
culturas, nave de piedra, mercado del mundo, imán para
románticos y creadores de todas partes que en ella
encuentran la libertad, los espacios y el estímulo para dar
forma a sus proyectos.
La atmósfera tranquila y constante de los campos contrasta con el
ambiente cosmopolita que se respira en la ciudad y algunos pueblos.
Las tendencias más actuales llegan a los comercios de Ibiza con la
misma fluidez que alcanzan las ciudades más vanguardistas del
mundo y a menudo estas corrientes tienen su origen en la propia isla.
Las terrazas, los transeúntes, las galerías de arte, los espectáculos y
los bares ofrecen una diversidad que refleja el espíritu multicultural
de la isla. Así, viajeros de todas partes llegan atraídos por la moderna
Babel y permiten a los ibicencos disfrutar de la condición de ciudadanos
del mundo, aún en el caso de permanecer estáticos en su tierra.
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a longevidad de los ibicencos es notable. Numerosos
ancianos alcanzan los cien años, gracias a una dieta
saludable, rica en frutas, legumbres y hortalizas, al
ejercicio físico que practican cuidando de sus campos y a
su espíritu alegre y jovial.
La isla se ha especializado en el deporte de aventura y también en
actividades más suaves, que permiten vivir con la mayor intensidad el
paisaje pitiuso.
Los recursos deportivos y culturales existentes ofrecen posibilidades
tan atractivas como explorar sus fondos submarinos, recorrer las áreas
naturales a caballo, disfrutar de paseos organizados bajo la luna llena,
observar los acantilados desde el mar a bordo de un kayac, participar
en rutas de mountain bike o descubrir las calas más recónditas
practicando senderismo.
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ada estación ofrece una Ibiza insólita y diferente. La luz
intensa y las temperaturas suaves son una constante
durante todo el año. Sin embargo, la floración de los
almendros, instante en el que los campos de la isla se
iluminan de blanco, sólo puede contemplarse en febrero.
Igual sucede con el estallido de flores que inunda la primavera,
la sensación refrescante que en agosto produce un baño en sus
playas o el placer que causa disfrutar de un pescado fresco bajo el sol
de enero, en una terraza junto al mar.
Ibiza puede disfrutarse durante las cuatro estaciones. La isla cuenta
con una oferta cultural y de actividades constante y dispone de
recursos turísticos suficientes para hacer inolvidable una estancia en
cualquier época del año.
Existen hoteles rurales y agroturismos que ocupan antiguas casas de
campo en lugares recónditos, hoteles de playa que en invierno gozan
de la más absoluta tranquilidad, vanguardistas alojamientos urbanos,
románticos restaurantes al borde del mar... Ibiza es intemporal.
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l ‘ball pagès’, la danza tradicional de la isla, transmite
pinceladas inalteradas de la Ibiza de hace cientos o tal vez
miles de años. En la actualidad, la costumbre de practicarlo
con cualquier excusa en los soportales de las iglesias o en
los antiguos pozos comunales, pone de manifiesto
la importancia que tiene para el ibicenco mantener vivas sus
costumbres.
Antaño, los ibicencos vivían exclusivamente del campo. Hoy, cuidar
y mejorar las fincas con el mimo que lo hacían los antepasados
ha dejado de ser una obligación para convertirse en un ‘hobby’.
La llegada de viajeros de todo el mundo y la encrucijada de culturas
que hoy representa la isla, curiosamente, no ha restado fuerza a las
tradiciones, sino que las ha potenciado y revalorizado.
El ibicenco se refugia en su identidad y disfruta compartiéndola.
Las casas antiguas se conservan y restauran, los artesanos tradicionales
encuentran a quien legar su sabiduría, los jóvenes aprenden el lenguaje
de las lunas y las viejas leyendas continúan trasmitiéndose de abuelos
a nietos.
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os artistas que viven en Ibiza señalan, sin excepción, que la
luz de la isla tiene algo especial. Desde hace décadas,
pintores, fotógrafos, pensadores, artesanos y poetas de
todas las nacionalidades buscan inspiración en su paisaje
y tratan de captar su autenticidad.
También son muchos los autores de prestigio internacional que han
tenido una etapa ‘Ibiza’. La propia isla es fecunda en artistas y las
distintas civilizaciones antiguas que han habitado su territorio han
desarrollado una importante labor creativa, que hoy puede
contemplarse en el Museo Arqueológico de la ciudad.
Galerías, talleres de ceramistas, estudios de pintores en mitad del
campo que se pueden visitar, mercadillos, conciertos, desfiles de
moda, el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad, la Escuela
Internacional de Clown, la arquitectura tradicional… El arte se percibe
en todos los rincones de Ibiza.
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Ibiza los ibicencos la llaman Eivissa. Un territorio con dos
nombres. Dos palabras que representan el yin y el yang de
la isla. La noche y el día. Lo inmediato y lo que requiere de
mucho más tiempo para ser descubierto… ‘Ibiza’ es el baile,
la fiesta, la exhibición, la música que nunca se apaga.
‘Eivissa’ es la quietud, la tierra, la esencia, la sorpresa agazapada que
espera a ser revelada.
Esta amalgama de sensaciones que la isla puede ofrecer es la llave de
su autenticidad. Ibiza es camaleónica. Se adapta a todos como un
guante y les ofrece aquello que desean: tranquilidad, masa, equilibrio,
locura, naturaleza, mar, romanticismo, inspiración…
La oferta de servicios e infraestructuras turísticas complementa al
máximo esta filosofía. Caminantes, noctámbulos, pensadores,
aventureros, solitarios, buscadores de tesoros, melómanos,
avistadores de pájaros, marineros… Todos, en cuanto la viven, sienten
que han hallado en Ibiza un lugar compatible con sus sueños.
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a naturaleza ibicenca constituye, sin duda, el atractivo
más importante de la isla. Las calas de aguas turquesas,
los bosques de pinos que proporcionan un manto verde
constante a lo largo de todo el año, los islotes que rompen
la monotonía del horizonte y se alzan como colosos, los
parques naturales de ses Salines y Cala d’Hort, en el sur; los acantilados
y bosques de es Amunts, en el norte, y los senderos que recorren
campos sembrados de trigo, vides y frutales son poderosos alicientes
para disfrutar la estancia en Ibiza. Entornos naturales que, además,
constituyen un escenario muy atractivo en el que realizar todo tipo
de actividades al aire libre.
Ibiza mantiene virgen la mayor parte de su territorio y atesora, además
de un legado monumental de excepción, un valioso patrimonio
botánico y zoológico en el que no habitan especies agresivas
ni peligrosas. Hay olivos milenarios, sabinas espectaculares, pinos
gigantescos, flores de mil colores, arbustos aromáticos, halcones,
liebres, podencos, lagartijas verdes y azuladas, bandadas de perdices…
Belleza en estado puro.
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