TESIS DOCTORAL PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD El cliente en

Transcripción

TESIS DOCTORAL PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD El cliente en
UNIVERSIDAD DE ALMERÍA
TESIS DOCTORAL
PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD
El cliente en perspectiva emic
Francisco Majuelos Martínez
ALMERÍA, 2014
1
2
Doctorado en Estudios Migratorios, Desarrollo e Intervención Social
Universidad de Almería
TESIS DOCTORAL
PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD
El cliente en perspectiva emic
Autor: Francisco Majuelos Martínez
Directora: Dra. Ángeles Arjona Garrido
ALMERÍA, 2014
3
No hemos venido al mundo para vivir,
sino a descifrarlo mientras vivimos.
(Juan Ramón Jiménez)
4
A Manuela, por su incontestable apuesta que me llevó hasta aquí.
A Jara, la mejor Tesis que fragüé.
A Mila, por su comprensión y aliento.
5
6
AGRADECIMIENTOS
Me gustaría mostrar mi agradecimiento a todas las personas que participaron en la
realización de este trabajo, aunque mi compromiso de confidencialidad con ellas me
impide nombrarlas como merecen; algunas son clientes, las hay que trabajan de camareras,
otras de porteros, otras gestionan locales, otras dejaron el oficio. Sobre todo, quiero
agradecer su colaboración a las trabajadoras sexuales que me revelaron una parte
sustancial de sus vidas y aceptaron mis idas y venidas durante el periodo que duró el
trabajo de campo; con algunas de ellas mantengo una cordial relación aún, con otras mi
contacto fue esporádico, pero igualmente valioso.
Asimismo, quiero agradecer a mis compañeros de la asociación Acción en Red por
el aprendizaje que recibí de ellos y el tiempo de reflexión y discusión compartido sobre
este y otros temas; no menos, de la misma forma, a mis compañeros de la Asociación Pro
Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) con quienes compartí la senda, inicialmente
incierta y torpe, de acción social con trabajadoras sexuales. También a mis compañeros del
Laboratorio de Antropología Social y Cultural y del Centro de Estudios de las Migraciones
y las Relaciones Interculturales, con quienes he iniciado mis primeros pasos como
investigador en el ámbito académico
A mi familia y amigos les debo el tiempo que no les dediqué y que espero poder
recuperar. Y finalmente a mi directora de Tesis, Ángeles, le debo su paciencia y apoyo
para moldear mi inexperiencia académica y habilitarme como incipiente investigador; pero
mucho más que por eso, por haber depositado su confianza en mí y abrirme las puertas de
su casa y de su familia, tanto como las de su despacho.
7
8
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PARTE PRIMERA. FUNDAMENTOS
1 FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS
1.1 REFERENCIAS EPISTEMOLÓGICAS
1.1.1 Interpretativismo en perspectiva crítica
1.1.2 Una pista genealógica en el enfoque interpretativista
1.1.3 Cristalizaciones contemporáneas de los enfoques interpretativistas
1.2 ESTRUCTURA CONCEPTUAL
1.2.1 Sobre la sociabilidad
1.2.2 Miradas sobre el trabajo sexual
1.2.3 Los agentes
1.2.4 Cuando el trabajo sexual articula la sociabilidad
1.3 RECURSOS METODOLÓGICOS
1.3.1 Orientaciones metodológicas
1.3.2 Participantes
1.3.3 Técnicas e instrumentos
1.3.4 Procedimiento
1.3.5 Sobre la ética y otros aspectos de la investigación
SEGUNDA PARTE. ETNOGRAFÍA
2 TRAMAS ETNOGRÁFICAS
2.1 EL CONTEXTO ECOLÓGICO-CULTURAL
2.1.1 El complejo agro-industrial
2.1.2 El marco jurídico-político-ideológico
2.2 PANORAMA DEL TRABAJO SEXUAL EN LA PROVINCIA DE ALMERÍA
2.2.1 El trabajo y los espacios donde se ejerce
2.2.2 El trabajo y cómo se ejerce. Las condiciones laborales de estas mujeres
2.2.3 El trabajo y los servicios que se ofrecen. Las relaciones en el desempeño
2.2.4 Articulaciones del trabajo sexual
TERCERA PARTE. NARRATIVAS
11
23
25
27
27
33
42
67
67
74
102
113
123
125
145
151
163
172
177
179
181
182
200
215
216
238
269
306
331
3 NARRATIVAS BIOGRÁFICAS
3.1 LAS PERSONAS QUE GESTIONAN
3.2 MUJERES QUE PRESTAN SERVICIOS
3.3 LOS CLIENTES
3.4 AGENTES CON DIVERSOS ROLES
333
335
363
409
427
EPÍTOME
451
REFERENCIAS
462
ANEXOS
506
9
10
INTRODUCCIÓN
La prostitución, históricamente, ha generado abundante literatura en diversos
órdenes que sería prolijo presentar aquí en toda su extensión. Durante el siglo XIX
comenzaron a elaborarse tratados en línea con las diferentes corrientes del pensamiento
higienista que desde la Ilustración fueron configurándose en Europa. Estos estudios
estaban interesados tanto por las causas de las enfermedades como por las que podrían
determinar el ejercicio de la prostitución. Estamos pues, ante ensayos que se encarnaban en
una visión que concebía a la prostitución y a la prostituta como una patología social; sus
datos provenían fundamentalmente del ejercicio sanitario o de policía desarrollado por
instituciones sanitarias y entidades locales o gubernamentales, al amparo de la legislación
reglamentista que imperó en diversos países europeos en la segunda mitad del Siglo XIX.
Entre estos estudios podemos destacar el de Alexandre Parent-Duchâtelet (1836) en el caso
francés, y el de Prudencio Sereñana y Partagás (1882) para el caso del Estado español.
También, ya en el S. XIX, aparecieron estudios históricos como el de Enrique Rodríguez
Solís (1921) o los que abordaban el examen de las mancebías, como es el caso Manuel
Carboneres (1876).
Desde una perspectiva sociológica, la prostitución está presente a lo largo del siglo
XX en diversos autores. Simmel (1976) la aborda en su ‘Filosofía del dinero’ editado por
primera vez en 1900, y donde ya encontramos antecedentes de una consideración
asimétrica de la relación entre el hombre y la mujer a consecuencia de la intervención del
dinero como mediador en la relación, así como por las diferencias entre sus respectivas
psicologías.
Kingsley Davis (1937) será quien plantee por primera vez la prostitución como
sujeto de estudio de la sociología, procurando una explicación de la prostitución más allá
de criterios morales, y situándola dentro de la trama social.
Por su parte, Charles Wright Mills (1964) realiza un análisis de la prostitución en la
sociedad norteamericana, que alcanza a diferentes clases sociales y cuyas causas
explicativas desbordan las razones estrictamente económicas o de la pobreza.
Será a partir de los años 70 del S. XX cuando los estudios sobre prostitución se
generalicen dentro de las ciencias sociales, si bien con algo más de retraso en el caso del
Estado español.
11
En nuestro país, habremos de tener en cuenta un hecho que ha marcado el sector del
sexo, y también buena parte de la producción científica en la materia, como es la llegada
de inmigrantes que empezó a visualizarse con mayor intensidad a lo largo de la última
década del S. XX y que supuso, en sí mismo, un fenómeno novedoso habida cuenta de que
hasta hacía unos años habíamos sido una sociedad emisora de emigración.
Por tanto, en los últimos años, movimientos migratorios y trabajo sexual parecen
estar conectados, relación tal vez provocada por la confluencia de diferentes
circunstancias: la ocupación, por parte de mujeres que han inmigrado a nuestro país, de
diferentes nichos laborales en el sector de los servicios de cuidados y afectivo sexuales; los
resabios higienistas que perviven en determinadas instituciones y administraciones
públicas; su relación con otros acontecimientos como el tráfico y la trata de seres humanos,
etc. Al menos, así lo presentan los medios de comunicación y aparece en los discursos que
expresan, y alimentan, la ideología oficial al respecto. Sea como fuere, este asunto se ha
convertido en un tema relevante de investigación, en sí mismo, como hecho sociocultural.
Esta aportación poblacional supuso un relevo demográfico en el origen nacional de
las mujeres que se dedicaban a la prostitución. De tal manera que, salvo excepciones
significativas, los trabajos científicos de base empírica que interesan a esta Tesis serán
seleccionados a partir del año 2000; otro efecto que podemos constatar es que buena parte
de tales investigaciones estuvieron vinculadas, con mayor o menor dependencia, a las
Organizaciones No Gubernamentales (en lo sucesivo ONG) que realizaban trabajo social
con personas inmigradas1.
Asimismo, diferentes estudios de carácter académico empiezan a interesarse por
este fenómeno. Algunas Tesis doctorales como las de Regina De Paula (1996), basada en
entrevistas en profundidad, de José López Riopedre (2010), mediante historias de vida, o la
de Mª Francisca Corbalán Herrera (2012), combinando observación etnográfica con
análisis del discurso, han tenido la virtud de contar con material empírico aportado por las
propias trabajadoras. También José Luis Solana Ruíz (2003 y 2012) y Solana y López
(2012) han publicado diversos ensayos elaborados a partir de un sólido trabajo de campo
que aportó materiales emic para la realización del estudio.
La presente investigación pretende, también, construir una aproximación al mundo
de la prostitución dando relevancia a los materiales aportados por los propios agentes
1
Creo merecido este reconocimiento tanto en lo que a esta Tesis concierne, como en general al conjunto de
la producción científica.
12
sociales que suelen estar presentes en esa actividad. Y es esta fundamentación empírica la
que le da el carácter emic a este trabajo, intentando alejarme de constructos basados en
prejuicios morales, prenociones analíticas, a menudo cargadas de dogmatismo esencialista
de dudoso sustento en los datos disponibles, o basados en proyectos sociopolíticos que en
nada consideran a los sujetos que son fuente privilegiada de obtención de datos, y menos
aún les reconocen criterio o agencia.
Mi relación con la prostitución se inicia en el año 2001 y de manera casual al estar
vinculado a una ONG que, entre otras, realizaba labores de mediación con personas
inmigradas. La confluencia de varios acontecimientos provocó que el trabajo social de
dicha entidad diera un giro repentino en ese año, de tal forma que me vi, inesperadamente,
diseñando e intentando implantar un programa prospectivo con mujeres inmigradas que
ejercían trabajo sexual en la comarca de El Poniente de Almería. He de decir que, desde
entonces hasta hoy, el trabajo y el trato con trabajadoras sexuales modificaron mi
percepción personal de esa actividad, de las personas involucradas y de las relaciones que
se establecen entre ellas, pero también mi propia concepción de las relaciones sexuales e
incluso, de las relaciones afectivas.
Como consecuencia de tal responsabilidad y de las inquietudes científicas
despertadas en mí sobre el tema, he podido ir descubriendo tanto la hipocresía social como
las incomprensiones, estereotipos y falsedades en una parte importante de la sociedad y de
la opinión pública; así como el desconocimiento y el injusto tratamiento a que son
sometidos los diferentes agentes involucrados en esa ocupación, especialmente las mujeres
que trabajan en ella, por una buena parte del entramado asociativo e institucional
concernido por dicho ámbito.
En la medida en que a mi experiencia personal he ido añadiendo lecturas, estudios y
sistematizado mis reflexiones sobre el trabajo sexual he podido confirmar, con mayor
fundamento, la carga estigmatizadora que posee todo lo relacionado con la prostitución, la
errónea percepción que de ella transmiten buena parte de los creadores de opinión pública,
la enorme cantidad de prejuicios presentes en ella, así como la inadecuación de los análisis
y, por ende, de las políticas públicas que tienen el trabajo sexual por objeto.
La idea de abordar el trabajo sexual, como objeto de investigación, está motivada
por mi acción social en relación a ese mundo; pero también por la percepción de que ese
conjunto de prejuicios y pre-conceptos afecta directamente a la vida cotidiana de las
mujeres que lo realizan, y también por las perniciosas consecuencias sociales de las
13
políticas que se llevan a cabo, cuando están sostenidas por tal clase de ideas. Este tipo de
políticas terminan causando perjuicios a los diferentes agentes que forman parte de la
industria del sexo, especialmente las mujeres que trabajan en él, pero también al resto de
los agentes involucrados y alcanzan a toda la sociedad, prefigurando un modelo de
relaciones afectivo-sexuales altamente problemático. Por ello, entre las motivaciones
personales para la realización de este trabajo están las relacionadas con la legislación, las
políticas y los constructos ideológicos que las sustentan, en particular la ideología
abolicionista.
Y una de las tareas que espero poder desarrollar es precisamente ésta, mostrar el
carácter ideológico, prejuicioso y esencialista que sustenta las políticas y la legislación en
materia de prostitución en el Estado español, y desentrañar su debilidad teórica por su
escaso sustento empírico.
El principal objetivo que me propuse con la realización de esta tesis fue el de
desarrollar, desde un punto de vista académico, un trabajo que estuviera sustentado
empíricamente y fundamentado en la propia percepción de los diferentes actores
involucrados en el sector del sexo. Una investigación que aportara elementos, luz y
argumentos para una visión de la prostitución más acorde con las vivencias, inquietudes y
distintas realidades que las diferentes personas vinculadas al sector, elaboran de ese mundo
en el que se desenvuelven cotidianamente. Se trata, por tanto, de un esfuerzo por superar
los prejuicios y apriorismos, tanto ideológicos como morales, que contaminan
frecuentemente cualquier reflexión sobre un fenómeno del que, si bien existen numerosos
estudios, sólo hasta fechas muy recientes la voz de las personas implicadas ha cobrado
relevancia y ha sido puesta en primer plano.
Este trabajo aportará, por consiguiente, un panorama de la prostitución femenina en
la provincia de Almería, dando especial relevancia a la visión que las personas
involucradas, en diferentes roles, tienen de ella y de las relaciones de sociabilidad que
articulan entre sí a través del trabajo sexual, confieriendo, de esta manera, un marcado
fundamento emic a esta Tesis. Así, realizaré un análisis y caracterización del trabajo sexual
marcando sus especificidades en los diferentes ámbitos en que se realiza; también los
espacios en que se desarrolla —calle, locales de acceso público, casas de citas, pisos de
contactos, etc.— atendiendo tanto a sus condiciones de trabajo como al carácter de la
interacción que se da entre los diferentes agentes que intervienen, particularmente entre las
mujeres y sus clientes; asimismo, merecerá atención la percepción que de estas relaciones
14
expresan las personas que, con diferentes roles o tareas, participan en este sector:
trabajadoras, dueños, clientes, camareros, vigilantes, etc. Especial interés he puesto en
obtener información, juicios y consideraciones acerca de los clientes: posible
caracterización, comportamientos, demandas en diversos órdenes y relaciones que
establecen con las trabajadoras, tanto dentro como fuera del ámbito laboral. Por tanto, esta
investigación aporta una visión del cliente desde el punto de vista del conjunto de los
actores que participan de este comercio, dando prioridad a los materiales emic que
justifican el subtítulo del presente ensayo.
Para intentar alcanzar tales objetivos me he apoyado en el constructivismo social y
en el interaccionismo simbólico, como referencias epistemológicas, precisamente por el
valor que atribuyen a los contextos en que se desenvuelven los actores sociales y a la
relevancia de la perspectiva de las personas en el sentido que dan a su acción social. Partiré
de una concepción de la realidad social básicamente construida, por prácticas culturales
que se pueden concebir de manera holista, sistémica, dinámica y auto-reproductiva, donde
la interacción de los sujetos cobra especial importancia. Asimismo, he utilizado el análisis
dramatúrgico de Goffman para interpretar algunos aspectos de la interacción entre
trabajadoras y clientes, especialmente en los espacios públicos o semi-públicos donde
establecen sus relaciones cara a cara a través del trabajo sexual.
El carácter marcadamente etnográfico de esta investigación está sustentado en los
relatos, juicios y descripciones que las diferentes personas involucradas me han
transmitido: trabajadoras, clientes, dueños, camareros, vigilantes, etc.; así como en los
datos de diferente índole obtenidos mediante fuentes primarias —especialmente
observación participante, entrevistas en profundidad y conversaciones informales, recursos
audiovisuales— y fuentes secundarias diversas —bases bibliográficas diversas, fuentes
estadísticas, materiales de campo ajenos que han sido publicados, páginas web y foros a
través de Internet, etc.—.
De esta manera, una de las técnicas principales que he utilizado ha sido la
observación participante que, como investigador, he desarrollado en diferentes espacios
públicos —calle—, semipúblicos —clubes, locales de alterne— y privados —casas de
citas, pisos de contactos, domicilios particulares—, asumiendo los diferentes roles que
cada ocasión ha requerido —agente social, investigador, cliente, amigo, etc.—;
estableciendo así, además, numerosas conversaciones informales que han resultado de
enorme interés para la investigación.
15
Otra técnica privilegiada ha sido la entrevista en profundidad con diferentes
personas involucradas; estos encuentros, que han adoptado en algunos casos el formato de
conversación informal entre iguales, ha permitido conocer con bastante aproximación el
relato de las trabajadoras especialmente, pero también de otros agentes, de su itinerario
migratorio en relación al trabajo sexual, permitiéndome una visión articulada en el tiempo
y, por tanto, con mayor perspectiva.
En cualquier caso, he estado atento a los requerimientos que la ética investigadora
me ha exigido en cada ocasión; así, he ocultado los nombres reales de las personas que han
participado en el trabajo de campo o he transmitido otros datos suyos sólo de forma
aproximada. También les he comunicado mi intención investigadora y el uso que haría de
la información suministrada; les he mostrado respeto en todo momento, de acuerdo con el
carácter que la interacción adoptaba en cada circunstancia.
La elección declarativa ‘desde una perspectiva emic’ no es sino la expresión de mi
compromiso con una aproximación a esa sub-cultura2 fundamentada en datos empíricos
obtenidos a través de métodos etnográficos, donde los materiales emic proceden de los
sujetos que operan, actúan y reflexionan, se comportan, hablan y piensan en un
determinado contexto cultural objeto de estudio; de las conversaciones, relatos,
expresiones, declaraciones, etc. de los diferentes agentes que forman parte de ese
entramado comercial. Este abordaje metodológico con el que se acomete el estudio,
facilitará despojarse de diferentes prejuicios, tanto morales como intelectuales o culturales,
y contrastar cuestiones básicas de la sociabilidad comunes en nuestra sociedad, con la
mirada de otras personas, con las que, al menos en esos aspectos, se suele presuponer una
distancia cultural —cuando no moral— apreciable.
Por otro lado, el particular perfil sociodemográfico del territorio almeriense,
marcado por una importante población inmigrada distintamente distribuida, el peso del
sector agrario en la economía provincial, así como el contexto de crisis económica actual,
han estado presentes en la elaboración de esta Tesis doctoral. No obstante, el contacto
2
Emplearé aquí este término de forma ecléctica, para referirme a un grupo social que comparte prácticas que
están fuera del estándar dominante en la sociedad española, en particular en el terreno sexual; cuyos
componentes se sitúan en los márgenes de la sociedad ante determinados comportamientos y están afectados
en diferente grado de un estigma social. En realidad, este concepto representa, en las sociedades modernas
occidentales, cierta manera de expresar una forma diferenciada de compartir la amplia cultura común, o
como dispositivo de adaptación a las pautas estandarizadas consideradas correctas por las instituciones
rectoras de aquella (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001).
16
prolongado durante años con diferentes ámbitos del sector del sexo así como un trabajo de
campo que considero amplio, diversificado y profundo, permiten transcender en sus
aspectos fundamentales la validez de la investigación, más allá de la provincia de Almería
y de las circunstancias particulares sociopolíticas y económicas que afectan al conjunto del
territorio del Estado español en los momentos actuales.
Tengo que reconocer, en ese sentido, que la presente investigación es deudora, en
primer lugar, de mi trabajo social a través de la Asociación Pro Derechos Humanos de
Andalucía (en adelante APDHA); diversas tareas de mediación me han abierto puertas, me
han permitido conocer de forma cercana a trabajadoras sexuales, así como recabar
importante información inespecífica, en determinados ámbitos donde he desarrollado mi
trabajo de campo; además, aquellas tareas tuvieron como punto de partida la elaboración
de un estudio prospectivo sobre prostitución africana en El Poniente almeriense3 que me
obligó a iniciar mis reflexiones y tener una primera toma de contacto con la producción
académica en relación a la prostitución. En segundo lugar, algunos aspectos del trabajo
sexual en la provincia de Almería ya fueron abordados, a propósito de la realización del
‘Master en estudios e investigación social en inmigración, desarrollo y grupos
vulnerables’, en una investigación sobre prostitución y sociabilidad, cuyo trabajo de campo
llevé a cabo en 2011, y que culminó en la elaboración de un Trabajo Fin de Master4; una
pequeña parte del trabajo de campo realizado y de las conclusiones obtenidas estarán
presentes también en esta Tesis.
La estructura de esta obra adoptará un carácter lineal, por necesidades obvias de
adaptación al canon de escritura occidental, que en modo alguno representa el desarrollo
circular y zigzagueante que ha requerido el proceso de investigación. A pesar de ello, he
procurado construir un texto suficientemente articulado que dé cohesión lógica y
argumental al conjunto de la obra. En este sentido, he de advertir que buena parte de los
recursos de estilo utilizados en la escritura de este texto tienen que ver con el carácter
etnográfico de la investigación y sus requerimientos narrativos.
El conjunto está dividido en tres partes o bloques.
3
Acién y Majuelos (2003).
4
Trabajo Fin de Master, inédito, cuyo título responde a ‘Prostitución y sociabilidad. El trabajo sexual de las
mujeres africanas en el Poniente almeriense’.
17
La primera parte incluye lo que he llamado ‘FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y
METODOLÓGICOS’. Se trata de exponer, en tres apartados respectivamente, los
contenidos que habitualmente engloban los aspectos teóricos, de revisión bibliográfica y
metodológicos en un trabajo de este tipo. Aunque es lugar común concebir que teoría y
metodología van unidas en los estudios antropológicos, debemos reconocer que esta es una
realidad aproximada; parece claro que no abordarían sus etnografías de la misma manera
un particularista histórico como Franz Boas que un materialista como Marvin Harris, por
poner dos ejemplos evidentes. En mi caso, el hecho de situar diferenciadamente estos tres
aspectos ha perseguido, fundamentalmente, un propósito analítico; dado que encuentro
cierta lógica en que los métodos y aquello que ‘buscas’ en una investigación está
condicionado por tus concepciones acerca del propio carácter del conocimiento humano y
de cómo puedes acceder a él.
De esta manera, el primer capítulo aborda cuestiones que tienen que ver con los
principios epistemológicos en que se funda esta Tesis; y está centrado en aquellos aspectos
que afectan a la caracterización del conocimiento científico; cómo autores prístinos de la
Antropología y la Sociología han abordado el problema del conocimiento socioantropológico5 y han intentado resolver los problemas planteados al respecto.
El capítulo segundo, ‘Estructura Conceptual’ intenta situar el objeto de esta
investigación en el conjunto de la tradición teórica que ha abordado los dos temas centrales
objeto de esta tesis: la sociabilidad y el trabajo sexual. Incluye necesariamente una revisión
bibliográfica de sendos aspectos; no obstante, la amplitud de ambas materias he centrado
su análisis al caso de los estudios en el Estado español, en el primer caso y, en el segundo,
he primado las referencias a las producciones que abordan el trabajo sexual en el presente
siglo, cuando ya los contextos socioculturales en que se sitúan se aproximan al que
estructura el objeto de esta Tesis.
Cierra el primer bloque el abordaje de diferentes cuestiones relacionadas con la
metodología —en particular con la etnografía—, la política y la ética de la investigación.
Se denomina ‘Recursos metodológicos’ y en ella expongo los instrumentos y medios que
han permitido la realización del trabajo de campo, pero no sólo eso. He pretendido, ante
5
He tomado esta expresión, de Solana y López (2012), como modesto reconocimiento de la imbricación
tanto metodológica como teórica del campo de la sociología y de la antropología, en numerosas
investigaciones contemporáneas, no obstante de mi descreimiento en que pueda decaer la tradicional
distancia con que se han tratado ambas tradiciones académicas.
18
todo, hacer comprensible a cualquier lector mi posición en el campo, las relaciones que en
él he tejido y las problemas que intentado resolver para afrontar el proceso de
investigación.
El segundo bloque, ‘TRAMAS ETNOGRÁFICAS’ compone una etnografía sobre
el trabajo sexual que mayoritariamente se da en la provincia de Almería. En él abordo el
análisis horizontal del trabajo sexual a partir de la exposición de sus elementos básicos y
cómo estos se articulan, mediante el trabajo sexual, para conformar un sector comercial del
ocio y el entretenimiento; y también cómo tal actividad se orienta hacia la satisfacción de
diversos requerimientos de carácter sociable, erótico-sensual y emocional.
He dedicado el primer capítulo a contextualizar, tanto sincrónica como
diacrónicamente, el medio ecológico cultural donde se desarrolla ese sector. No concedo a
ninguna de sus componentes carácter determinista alguno, pero sí considero que impone
condicionantes, a modo de sustratos sobre el que los sujetos van edificando sus biografías,
de tal manera que su conocimiento nos permitirá entender mejor la vida y las obras de la
gente vinculada a la industria del sexo en el segmento que es objeto de nuestro estudio.
La segunda parte de la etnografía, el capítulo 2.2, ha tomado sus fuentes de análisis
primario de los relatos que diversos sujetos me han suministrado, en diferentes situaciones
y momentos. Asimismo de la observación directa que, de forma más o menos participante,
he realizado en múltiples localizaciones: negocios, calles, domicilios, etc. De ambos tipos
de fuentes, de la variedad de situaciones y de la multiplicidad sujetos me he servido para
mostrar una imagen caleidoscópica de sector del sexo en la provincia de Almería.
El tercer bloque o parte, ‘NARRATIVAS BIOGRÁFICAS’, representa el segundo
componente de la descripción etnográfica. Partiendo de las mismas fuentes primarias, he
construido breves biografías de cada uno de los sujetos que con mayor profusión han
participado en la investigación. Y, aunque me he permitido una agrupación con criterios
simples, lo más importante es cómo esas vidas, por un lado, nos muestran singulares y
admirables recorridos vitales; y por otro, anhelos y proyectos personales o familiares para
los que recurren a pautas y estrategias que guardan un cierto aire de familiaridad. Y si bien
su propio cuerpo —y las concepciones que de él y de su uso proyectan— es el potencial
más recurrente del que disponen, cada una lo emplea de forma distinta para cumplir fines
similares.
19
El segundo y tercer bloques o partes componen sendos ejes que se complementan
para la comprensión del trabajo sexual en la provincia de Almería, y cómo a su través se
articula un conjunto de relaciones de carácter sociable, afectivo y emocional entre los
diversos agentes que participan en él.
La siguiente figura muestra las relaciones significativas entre las tres partes.
Figura nº 1. Relación entre capítulos
Fuente: Elaboración propia.
Esta Tesis se cierra con un epítome en el que, de forma suscinta, se exponen las
principales contribuciones que la presente investigación aporta al conocimiento del trabajo
sexual y la sociabilidad inter-géneros que se articula a través de él, así como de los
vínculos sociables que se establecen entre trabajadoras y clientes. Asimismo, señalo su
20
tributación en lo referente a algunos rasgos especificos de la metodología empleada.
También, apunto varios aspectos que podrían considerarse limitantes en este ensayo, como
su particular localización geográfica, la especificidad del segmento del comercio sexual
elegido, o el hecho de que la crisis económica actual distorsione, en cierta medida,
determinadas manifestaciones del trabajo sexual. Por fin, propongo algunas proyecciones
para futuras investigaciones que doten de una mayor capacidad analítica a las
contribuciones realizadas por este trabajo, especialmente las referidas a algunos rasgos
sociables que se articulan en el sector que analizamos.
Concluyo la investigación con un listado de referencias de distinto origen,
bibliográficas, audiovisuales y webgráficas, que se han citado en el texto en algún
momento. De igual manera, presento una breve webgráfía que contiene páginas
frecuentemente consultadas durante el trabajo de campo u otras fases de la producción de
la presente Tesis.
Cierra el texto una serie de anexos, de diverso carácter, que permiten una mejor
comprensión del proceso de investigación: las guías de entrevistas, observación y registro
utilizadas; relaciones de participantes en diferente grado; o los respectivos índices de los
objetos insertados en el texto, como cuadros, figuras, tablas, etc.
21
22
PARTE PRIMERA. FUNDAMENTOS
23
24
1
FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS
Los tres capítulos que componen esta primera parte abordan, respectivamente, las
referencias epistemológicos que subyacen a mi elección acerca de la forma de producir
conocimiento científico; las producciones teóricas más relevantes en el campo de las
ciencias sociales relacionadas con el objeto de esta Tesis —trabajo sexual y sociabilidad—
así como la metodología empleada en el proceso de investigación, cuya organización y
articulación describo también.
He optado por separar los tres aspectos en favor de sus requerimientos analíticos y
de su claridad expositiva, sin que ello suponga desconsiderar que en toda investigación del
tipo de la que sustenta esta Tesis —una etnografía construida a partir de copiosos
materiales emic—, los tres aspectos suelen imbricarse en un complejo analítico, conceptual
y metodológico, que se va articulando conforme se elaboran las tramas interpretativas.
El primer capítulo aborda una epistemología interpretativa, no sin antes situarla en
el conjunto de enfoques de los que emerge. Sigo su pista genealógica a través de algunos
autores prístinos en los que enraíza, George Simmel, Max Weber, George H. Mead y
Alfred Schutz. Para finalizar con las cristalizaciones a que dio lugar ese enfoque y que
fundamentarán esta Tesis: el interaccionismo simbólico a través de Herbert Blumer, el
enfoque dramatúrgico de Erving Goffman, el construccionismo social representado en
Peter L. Berger y Thomas Luckmann y, finalmente, la etnometodología, cuyo origen se
suele situar en Harold Garfinkel.
En segundo lugar, se aborda la estructura conceptual que articula el objeto de esta
investigación. Comienzo dando cuenta del tratamiento de la sociabilidad en las ciencias
sociales: su conceptualización y las diferentes expresiones que ha adoptado y que han sido
estudiadas por las ciencias sociales en nuestro país. A continuación se proyecta una mirada
sobre el trabajo sexual, su tratamiento por las ciencias sociales y las producciones teóricas
que han contribuido a su estudio en el Estado español desde finales del siglo pasado. Se
analiza su encuadre en la industria del sexo y se abordan diferentes cuestiones relacionadas
con él. Por fin, se analiza la articulación que el trabajo sexual proyecta sobre la
sociabilidad, presentando algunos de los trabajos de investigación que suponen un
25
precedente al respecto en nuestro país, o los realizados en otras latitudes en contextos
similares al se que ubica el presente ensayo.
En tercer lugar, se contemplan los aspectos metodológicos de esta Tesis. En
particular cómo la etnografía ha articulado el proceso de investigación, desde las personas
que participaron, a las técnicas y los instrumentos, así como los procedimientos utilizados
con mayor profusión. Expongo, además, las vinculaciones de la etnografía con el uso de
las fuentes orales y los métodos audiovisuales en el trabajo de campo. También se toman
en consideración algunos problemas relacionados con la situación en el campo, los roles, la
ética y la política en la ejecución de mis tareas como antropólogo.
26
1.1
REFERENCIAS EPISTEMOLÓGICAS
Este capítulo aborda las referencias epistemológicas que orientarán el sentido de la
investigación. En primer lugar, situaré el paradigma interpretativista en el marco
epistemológico general; después expondré las ideas básicas de sus precursores y abordaré
algunas controversias que he considerado significativas y de interés a esta Tesis; y,
finalmente, concretaré el abordaje de los cuatro enfoques que sustentarán mi investigación:
el interaccionismo simbólico, el construccionismo social, el enfoque dramatúrgico y la
etnometodología. He pretendido, como criterio general, abordar cada epígrafe con plena
autonomía explicativa, no obstante en la medida que vaya avanzando en la redacción, iré
realizando indicaciones que enlacen unos elementos con otros, o introduciré alguna
discusión transversal, como ‘el problema de la objetividad de las ciencias sociales y el
relativismo’ o el de ‘las controversias del naturalismo con el positivismo’, con el fin de
dotar al texto de una trama articulada que facilite su mejor comprensión.
1.1.1 Interpretativismo en perspectiva crítica
A la hora de presentar los enfoques teóricos o epistemológicos en relación con la
ciencia social, nos encontramos con dificultades diversas.
A pesar de que parece haber consenso sobre que el término epistemología se refiere
al conocimiento, las tradiciones filosóficas británicas suelen utilizar este vocablo tanto para
referirse al conocimiento en general como al científico; otras tradiciones europeas y
americanas discriminan entre ambos ámbitos del conocimiento reservando el sustantivo
gnoseología para el dominio del conocimiento en general, y el de epistemología para el que
se refiere a la teoría del conocimiento científico.
No obstante, no reside ahí la mayor dificultad; habitualmente cuando intentamos
encuadrar autores, obras, teorías, etc. solemos enfrentarnos a una serie de referencias
conceptuales que suelen servir de elementos de orientación teórica y que aparecen
cruzados, solapados o mutuamente integrados, a veces de manera más o menos
contradictoria. Así, Mª Ángeles Cea D’Ancona, en su ‘Metodología cuantitativa’ (2001)
nos presenta 6 una síntesis de la evolución de la teoría sociológica en dos líneas
6
Siguiendo a Rodríguez Ibáñez (1989).
27
fundamentales: la estructural, que incluye el positivismo clásico, la teoría de sistemas, el
evolucionismo y el estructural funcionalismo; y la línea intersubjetiva, integrando la teoría
crítica y las corrientes fenomenológicas (Cea D’Ancona, 2001).
Por su parte, Stive J. Taylor y Robert Bogdan, resumen en dos las perspectivas
teóricas principales de las ciencias sociales 7 . La primera sería el positivismo, cuya
genealogía traza desde Auguste Comte hasta Emile Durkheim; la segunda, la
fenomenológica, cuenta entre sus representantes a Edmund Husserl, Alfred Schutz o Peter
L. Berger y Thomas Luckmann (Taylor y Bogdan, 2008).
Un avance supone la presentación crítica que José Padrón (2007) realiza. Este autor
plantea las insuficiencias y las dificultades para sistematizar las variaciones en los
tratamientos epistemológicos mediante los criterios de clasificación y discriminación
habituales hasta ahora: el que distingue entre visiones cualitativa y cuantitativa; el que
separa las ‘Ciencias del Espíritu’ de las ‘Ciencias Materiales’; o las que distinguen entre
Ciencias Empírico-Analíticas, Ciencias Histórico-Hermenéuticas y Ciencias TeóricoCríticas. Ante ello él adopta la hipótesis de los ‘Enfoques Epistemológicos’, según la cual:
“Las variaciones observables en los procesos de producción científica obedecen a
determinados sistemas de convicciones acerca de qué es el conocimiento y de sus
vías de producción y validación que tienen un carácter preteórico, ahistórico y
universal, denominados ‘enfoques epistemológicos’. Las variaciones observables
generadas por estos enfoques pueden estandarizarse en ‘paradigmas’ (...) Dicho de
otro modo, el enfoque epistemológico vendría a ser una función que transforma
determinadas convicciones de fondo, inobservables, de tipo ontológico y
gnoseológico, en determinados estándares de trabajo científico, estándares
asociables a las distintas comunidades académicas (...) Se utilizan dos variables
para sistematizar los enfoques epistemológicos: una es de tipo gnosealógico,
referida a las convicciones acerca de la fuente de conocimiento, simplificada en dos
valores: empirismo/racionalismo. La otra es de tipo ontológico, referida a las
convicciones acerca de las relaciones del sujeto con la realidad, simplificada
también en dos valores: idealismo/ realismo” (Padrón, 2007: 5).
7
Siguiendo a Bruyn (1966) y Deutscher (1973).
28
Podemos ver de manera resumida el esquema que propone Padrón en el cuadro 1.
Cuadro nº 1. Caracterización diacrónica de los enfoques epistemológicos
VARIABLE GNOSEOLÓGICA
EMPIRISMO
VARIABLE
ONTOLÓGICA
IDEALISMO
REALISMO
Etnografía, diseños de
convivencia, inducción reflexiva...
Mediciones, experimentaciones,
inducción controlada...
RACIONALISMO
Interpretaciones libres, lenguajes
amplios, argumentación reflexiva...
Abstracciones, sistemas lógico-matemáticos, deducción controlada...
Fuente: Padrón, 2007. Elaboración propia.
Por otro lado, Padrón admite la posibilidad de ampliar estas dos variables8 así como
considerar la ‘estructura diacrónica’ “dado que los desarrollos científicos y metacientíficos
(...) van más allá del individuo y, a veces, más allá de generaciones de individuos” (2007:
6). Así, considerando la matriz diacrónica que va desde 1920 hasta 1990
aproximadamente, podemos ubicar, en base a los dos vectores de análisis, las diferentes
tradiciones teóricas que se han ido forjando en ese periodo en las ciencias sociales. De
acuerdo con ello, se emplazan en la matriz empírico realista al Círculo de Viena, el
neopositivismo, el neoconductismo, etc.; el cruce racionalista-realista incluiría a Noam
Chomski y Albert Einstein; la hermenéutica y la Teoría Crítica de Frankfurt quedarían
englobados en las tradiciones del racionalismo idealista; la etnografía, el interaccionismo
simbólico, la etnometodología, etc. quedarían incluidos dentro del cruce empírico-idealista.
Piergiorgio Corbetta, en parecida línea, se sirve también del concepto de
‘paradigma’ para referirse a “concepciones generales sobre la naturaleza de la realidad
social, sobre la naturaleza del hombre, y todo lo que éste puede conocer de aquella”
(Corbetta, 2003: 8). Para comparar tales paradigmas nos sugiere que:
“Trataremos de entender cómo responden éstos a los interrogantes fundamentales a
los que se enfrenta la investigación social (y en general la investigación científica).
Tales interrogantes pueden ser reconducidos a tres cuestiones fundamentales:
8
En atención a las propias consideraciones de Padrón, en lo sucesivo me referiré a estas variables como
vectores, en la medida en que no representan asignaciones discretas, sino más bien tendencias dentro de cada
paradigma.
29
¿existe la realidad (social)?, ¿es cognoscible?, ¿cómo puede ser conocida? En otras
palabras: Esencia, Conocimiento, Método” (Corbetta, 2003: 8).
Así, podemos caracterizar cada paradigma desde tres ejes: el ontológico, el
gnoseológico o epistemológico y el metodológico. Los paradigmas básicos de la
investigación social quedarían caracterizados en el cuadro 2.
Cuadro nº 2. Caracterización mediante tres ejes de los paradigmas básicos de investigación
Positivismo
Realismo ingenuo:
la realidad social es ‘real’ y
conocible (como si se tratara
de una cosa).
Post Positivismo
Interpretativismo
Realismo crítico:
la realidad social es ‘real’ pero
se concibe sólo de un modo
imperfecto y probabilístico.
Construccionismo:
el mundo conocible es el de
los significados atribuidos por
los individuos.
Relativismo (realidad
múltiple): estas realidades
construidas varían en la forma
y en el contenido entre
individuos, grupos, culturas.
Ontología
Dualismo/Objetividad.
Resultados ciertos.
Epistemología
Ciencia experimental en busca
de leyes.
Objetivo: explicación.
Generalizaciones: leyes
‘naturales’ inmutables.
Experimental-manipulativa.
Metodología
Observación.
Separación observadorobservado.
Predominantemente
inducción.
Análisis por variables.
Fuente: Corbetta (2003). Elaboración propia.
30
Dualismo/Objetividad
modificados.
Resultados probablemente
ciertos.
Ciencia experimental en busca
de leyes.
Multiplicidad de teorías para
el mismo hecho.
Objetivo: explicación.
Generalizaciones: leyes
provisionales, abiertas a
revisión.
Experimental-manipulativa
modificada.
Observación.
Separación observadorobservado.
Predominantemente inducción
(falsación de hipótesis).
Análisis por variables.
No dualismo, no objetividad.
No separación entre
investigador y objeto de la
investigación, sino
interdependencia.
Ciencia interpretativa en busca
de significado.
Objetivo: comprensión.
Generalizaciones: enunciados
de posibilidad, tipos ideales.
Interacción empática entre
investigador e investigado.
Interpretación.
Interacción observadorobservado.
Inducción (el conocimiento
emerge de la realidad
estudiada).
Análisis por casos.
Sea cual sea el esquema de representación que elijamos, no debemos despreciar los
problemas que tal simplificación conlleva, especialmente cuando nos acercamos a teorías
explícitas o al análisis de su genealogía; por lo demás, parece recurrente trazar dos grandes
grupos de enfoques en las ciencias sociales, los positivistas y los interpretativistas; y más
allá de otros antecedentes filosóficos, podemos establecer unos puntos de partida
convencionales, a efectos explicativos, en Durkheim9 y en Weber, respectivamente.
En cualquier caso, los problemas que se han ido planteando respecto a los tres ejes
que hemos citado no han aparecido siempre referidos directamente a las categorías
analíticas con las que los hemos dotado.
En las ciencias sociales, especialmente en la sociología y la antropología, las
polémicas se han planteado de manera más compleja, tal y como muestran las
observaciones del principio de este apartado. Además de este juego de oposiciones
positivismo-interpretativismo, me voy ahora a referir a dos tópicos que representan
disputas interesantes para esta Tesis y que están presentes en la historia de la evolución de
los diferentes enfoques en las ciencias sociales.
El problema de la objetividad de las ciencias sociales y el relativismo
Esta polémica ha tenido manifestaciones en el territorio del universalismo así como
en el terreno de la objetividad, ya que el relativismo niega que haya un criterio de
racionalidad único y universal, y ahistórico (Chalmers, 1991). Como indican F. Álvarez,
David Teira y Jesus Zamora (2011) “Aunque las raíces del relativismo se encuentran en la
Grecia clásica, su expresión contemporánea más acabada se encuentra probablemente en la
antropología estadounidense de la primera mitad del S XX” .
El relativismo niega que haya un criterio de racionalidad único, universal y
ahistórico por el cual una teoría pueda ser juzgada mejor que otra. El relativismo cultural
parte de la idea de que “las creencias y prácticas de los otros se conocen mejor a la luz de
las culturas particulares donde se desenvuelven” (Barfield, 2001: 529). En su origen está la
crítica metodológica de Franz Boas sobre el enfoque jerárquico con el que los
evolucionistas sociales como Edward B. Tylor o Lewis H. Morgan analizaban las
9
Corbetta califica a Durkheim como “el primer científico social, el primer sociólogo positivista” (2013:12).
31
diferentes culturas, defendiendo que los comportamientos individuales deberían explicarse
a partir del sistema de valores de cada cultura. Boas desarrolló escuela a través de sus
discípulos Ruth Benedict, Margaret Mead, Alfred Kroeber o Melville Hertscovits, entre los
más conocidos. Las tesis relativistas pasaron al campo de la lingüística mediante Edward
Sapir y Lee Whorf.
“Sapir defendió que las categorías semánticas de cada lengua constituían un modo
de organizar la experiencia (...) Esto plantea un obvio problema de traducción. No
obstante, argumentó Whorf, la dificultad es aún más radical: el hablante de una
lengua asume que la realidad se corresponde con las categorías de su vocabulario
(...) Nuestras categorías semánticas estarían, además, tan profundamente imbricadas
entre sí que no existe manera de referirse de una manera neutral (universal) a la
realidad. Cada lengua vehicula una visión del mundo original e inconmensurable
con las demás” (Álvarez et al. 212).
Esta deriva desde un planteamiento interno en la antropología a la epistemología,
cierra un ciclo en Durkheim; con Marcel Maus, en su ensayo ‘Sobre las formas primitivas
de clasificación’, sostendrán que los conceptos y clasificaciones que ordenan nuestra vida
se organizan en base a la experiencia a través de la organización social.
“Lo que hemos intentado hacer para la clasificación podría ser igualmente ensayado
con las otras funciones o nociones fundamentales del entendimiento. Ya hemos
tenido ocasión de indicar, al hilo de lo dicho, cómo incluso ideas tan abstractas
como las de tiempo o de espacio están, a cada momento de su historia, en estrecha
relación con la organización social correspondiente” (Durkheim y Mauss, 1996:
103).
El anterior aserto, acerca de la evidencia empírica sobre la que se asienta nuestro
conocimiento, trasladado a las ciencias nos llevaría a la conclusión de que una sociedad
conoce la naturaleza de acuerdo a su propia organización.
No parece una extravagancia, pues, apuntar la presencia en Durkheim de un claro
antecedente del constructivismo social que se conjuga con su causalismo y su estructuralfuncionalismo.
32
Las controversias del naturalismo con el positivismo
Estas polémicas se han centrado fundamentalmente en la manera de abordar la
investigación social en relación con el conocimiento del objeto de las ciencias sociales.
Como hemos visto, para la ciencia positivista el modelo de investigación social es aquél de
las ciencias naturales, donde las variables son sometidas al control experimental, y los
procedimientos de obtención de datos se remiten a protocolos estandarizados donde el
objeto de investigación quede libre de contaminación por la actividad del investigador.
Esta concepción chocó frontalmente con diferentes elaboraciones que pusieron en el centro
de la investigación científica el respeto a la naturaleza del mundo social y el criterio de que
debía ser estudiado en su estado natural, por medios asépticos, y con fidelidad a los objetos
de estudio y no a los principios metodológicos. Esta naturalización de la investigación se
hace patente en la primera etnografía, por su capacidad para alcanzar la comprensión de los
procesos sociales mediante la descripción de las experiencias de la vida dentro de una
cultura particular. No obstante, tanto el positivismo como el naturalismo comparten
algunos rasgos que han sido criticados por los antirealistas; especialmente su referencia de
las ciencias naturales como modelo que les lleva a considerar los fenómenos sociales y
culturales separados del proceso de investigación, situándolos desde la perspectiva
ontológica en el lado del realismo10. Esta crítica al realismo ha surgido de la filosofía de la
ciencia, y también en el interior de la etnografía (Hammersley y Atkinson, 2004) como
veremos más adelante cuando abordemos el proceso de investigación etnográfico;
asimismo, se hace patente en el seno de las corrientes hermenéuticas-fenomenológicas, en
particular en el interaccionismo simbólico: “la realidad existe en el mundo empírico y no
en los métodos empleados para estudiarlo” (Blumer, 1982: 20).
1.1.2 Una pista genealógica en el enfoque interpretativista
Pasaré ahora a trazar de manera breve una genealogía de las ideas que han estado
presentes en el enfoque o paradigma interpretativista que cristalizaron en la década de
1960 a partir de la convergencia de diferentes influencias.
10
El problema del realismo tampoco ha estado ausente en las ciencias naturales, en particular en la física.
Una breve, pero clarificadora, discusión de esta controversia la desarrollan Stephen Hawking y Leonard
Mlodinow (2010). También aborda este problema Roger Penrose (2006) aunque más vinculado a la
representación de la naturaleza mediante modelos matemáticos.
33
“La década de los 60 termina con una variante epistemológica que se desplaza
hacia el empirismo (en términos de experiencialismo o vivencialismo),
manteniendo los mismos estándares fenomenológicos, reflexivistas, subjetivistas,
de la Escuela de Frankfurt. Los trabajos de Alfred Schutz y de los antropólogos
americanos de comienzos de siglo fueron unas de las más importantes inspiraciones
de este paradigma, en especial en lo que tiene que ver con nociones empíricas y
metodológicas tales como ‘interacción social’, ‘mundo de la vida’, ‘vida cotidiana,
‘historias de vida’, ‘triangulación’ y otras por el estilo” (Padrón, 2007: 8).
Bajo este enfoque se han desarrollado perspectivas particulares con las que
pretendo orientar epistemológica y teóricamente esta Tesis. Entre ellos, me detendré en
cuatro enfoques: el interaccionismo simbólico, el construccionismo social, el enfoque
dramatúrgico y la etnometodología. Además, trataré el tema de la etnografía en capítulos
posteriores.
Construir la genealogía de una determinada corriente o teoría en ciencias sociales
puede ser agotador, pues son variados y diversos, y a veces hasta contradictorios, los
enfoques que podemos encontrar en los distintos autores, como ya he indicado para el caso
de Durkheim; seguir ese rastro exige seleccionar, y trazar, una línea de cierta coherencia
con la seguridad de que las elecciones dejarán fuera elementos que unos puedan considerar
de importancia y dentro ubicar huellas que parezcan poco relevantes a otros.
Me dispongo a desarrollar un esquema que comienza en Simmel y Weber —
coetáneos y que tuvieron relación personal y académica— para seguir con George Herbert
Mead y Alfred Schutz. Conviene aclarar aquí que, si bien hay autores que consideran a
Mead como el ‘creador’ del interaccionismo simbólico, en este capítulo lo consideraré un
precursor directo, entre otras cosas porque la expresión ‘interaccionismo simbólico’ fue
creación del propio Herbert Blumer como él mismo confiesa (Blumer, 1982); y también
porque es comúnmente admitido que Mead representa un antecedente de otras teorías
sociales como el construccionismo social o la etnometodología que no se acaban en él,
como puede apreciarse en los textos de Roberto Bergalli (1980), de Julio Carabaña y
Emilio Lamo de Espinosa (1978) o de George Ritzer (1993b).
George Simmel (1858-1918)
Simmel fue un escritor y conferenciante prolífico, su producción fue
fundamentalmente filosófica; no obstante, sus contribuciones al campo de las ciencias
34
sociales son importantes y valiosas. En opinión de Marta Rizo “su obra constituye una
propuesta holística para comprender a la interacción como fundamento de las relaciones
sociales” (Rizo, 2006: 43), de ahí que pueda ser considerado como un antecedente de los
enfoques fenomenológicos e interaccionistas posteriores. Su singularidad estriba en el
carácter impresionista de su sociología, a través del análisis de la interacción entre los
individuos (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001). Para Rizo11:
“Fueron cuatro los niveles elementales abordados por Simmel, a saber: sus
suposiciones microscópicas sobre los componentes psicológicos de la vida social;
sus análisis de los componentes sociológicos de las relaciones interpersonales; su
estudio sobre la estructura y los cambios sociales y culturales de su época; y, por
último, sus aportaciones a la teorización de los principios metafísicos de la vida”
(Rizo, 2006: 49).
Siguiendo a los autores citados podemos exponer algunas de sus principales
aportaciones a este campo.
En primer lugar, su teoría sociológica está impregnada de dialéctica, la cual puede
observarse en las relaciones que se establecen entre individuo y sociedad, entre lo
subjetivo y lo objetivo: “la cultura objetiva hace referencia a las manifestaciones que las
personas producen, mientras que la cultura individual o subjetiva se refiere a la capacidad
de los sujetos para producir, incorporar y controlar los elementos de la cultura objetiva”
(Rizo, 2006: 49).
Por otro lado, el concepto de interacción es central en la sociología de Simmel, más
vinculado a las formas de asociación que a la actividad mental del individuo. Acorde con
el dualismo presente en su obra, distingue entre forma y contenido de las interacciones,
aunque serán aquellas a las que asigne mayor relevancia y les dedique más atención. “Las
formas serían los principios sintéticos a través de los cuales se aprehende el material de la
experiencia, pautas cognitivas que guían la interacción humana (...) Los contenidos son los
impulsos o propósitos que conducen a los individuos a asociarse” (Giner, Lamo de
Espinosa y Torres, 2001: 683). A través del análisis de la interacción, Simmel desarrolla
una ‘geometría de las relaciones sociales’, de tal manera que la interacción vendría
afectada por sus dimensiones espaciales —distancia entre las personas, movilidad, límites
11
Siguiendo a Bottomore y Frisby (1978).
35
espaciales de la interacción—, temporales —sincronía y diacronía, ritmo— (Beriaín, 2000:
19), o de tamaño del grupo de individuos que interactúa —diada, triada, grupo— (Ritzer,
1993a: 310-312).
Simmel utilizó las categorías de ‘formas’ y ‘tipos’, para analizar las diferentes
interacciones que extraía de la realidad social. Los tipos quedarían caracterizados por sus
relaciones sociales características: el aventurero, el extranjero, el miserable, el noble, el
pobre, etc. Las formas de interacción quedan ancladas en la experiencia social de los
individuos; entre las que estudia podemos citar el conflicto, la dominación, el intercambio,
la lucha, la prostitución, el secreto, o la sociabilidad. En su interaccionismo y, en
particular, en su análisis de tipos y formas, queda de nuevo patente el carácter dual de su
micro-sociología (Ritzer, 1993a).
Para este autor, la sociedad es el resultado del cúmulo de interacciones que se
producen en su seno; sin embargo, no por ello dejó de referirse a la estructura de la
sociedad. Asimismo, conjuga su posición interaccionista con otra de carácter realista:
“La solución de esta paradoja descansa en la diferencia entre la sociología formal
simmeliana, que tendía a adherirse a un punto de vista interaccionista de la
sociedad, y sus sociologías histórica y filosófica, que le hacían decantarse más por
una visión de la sociedad como una estructura social coercitiva e independiente”
(Ritzer, 1993a: 315).
No obstante, también en este aspecto se refleja su posición dialéctica al analizar el nivel
cultural de la realidad social.
“En su opinión, las personas producen cultura, pero dada esa capacidad para
reificar la realidad social, el mundo cultural y el mundo social llegan a tener vida
propia, vidas que llegan a dominar de manera creciente a los actores que las crean y
que diariamente las recrean” (Ritzer, 1993a: 316).
Dos aspectos de la obra de Simmel considero especialmente relevantes para esta
Tesis, el abordaje de la prostitución12 y el de la sociabilidad.
12
Volveré sobre las consideraciones de Simmel acerca de la prostitución en un epígrafe posterior de este
mismo capítulo.
36
El primero es tratado en ‘La filosofía del dinero’ donde Simmel (1976) analiza la
relación del dinero con diversos aspectos de la realidad social, su influencia en las
relaciones entre las personas, en los ‘valores humanos’, en definitiva, “la influencia del
dinero en el ´mundo interior´ de los actores y de la cultura en general” (Ritzer, 1993a:
319). “La clave del análisis de Simmel sobre la influencia del dinero en el estilo de vida
descansa en el crecimiento de la cultura objetiva a expensas de la cultura individual”
(Ritzer, 1993a: 323).
La segunda cuestión de interés es la sociabilidad, que está presente en buena parte
de sus escritos, si bien es tratada especialmente y de forma explícita en su obra ‘Cuestiones
fundamentales de sociología’ (Simmel, 2002a), así como en ‘Sobre la individualidad y las
formas sociales’ (Simmel, 2002b).
Max Weber (1864-1920)
[En Max Weber] “encontramos la anticipación de prácticamente todos los temas
sucesivamente desarrollados por ese rico filón de teoría e investigación sociológica
que ha dado lugar a la sociología fenomenológica (Husserl y Schutz), al
interaccionismo simbólico (Mead y Blumer) y a la etnometodología (Garfinkel y
Cicuourel) que se han visto consolidadas en el contexto de la sociología americana
en los años sesenta” (Corbetta, 2003: 23-24).
Weber adopta de Wilhem Dilthey el concepto de ‘verstehen’ —comprensión—
pero evitando el individualismo subjetivista de éste; pretende una ciencia social en la que
la objetividad quede a salvo, tanto desde el punto de vista valorativo como desde su
carácter generalizador, respetando la orientación de la individualidad (Corbetta, 2003). Nos
es de gran valía el aporte de Joaquín Abellán, quien sintetiza el carácter de la ciencia en
Weber en la perspectiva de su influencia en el paradigma constructivista.
“A pesar de esta expresa necesidad de investigar la interacción entre la dimensión
cultural de la sociedad y las relaciones económicas y la lucha política, en Weber
predomina una interpretación de estas formas de acción social desde el punto de
vista de su relación con los procesos culturales. La significación de la dimensión
cultural en el análisis de la acción social queda ya patente en el objeto de estudio
que asigna a la nueva ciencia social: el significado subjetivo y de los motivos de las
37
acciones, desde el que construye los otros conceptos fundamentales” (Abellán,
2010: 13).
Para Weber la ‘acción’ es la expresión del comportamiento humano y lleva
asociado un significado subjetivo; en la ‘acción social’ el significado subjetivo del
comportamiento humano que un sujeto atribuye a su propia acción está referido al
comportamiento de otras personas. Cuando estas acciones presentan un carácter de
reciprocidad estaríamos hablando de ‘relación social’. Las regularidades observadas en la
acción social son conceptualizadas por Weber dando lugar a conceptos como ‘usos
sociales’, ‘costumbres’, etc. (Abellán, 2010).
Weber considera la ciencia social como una ciencia cultural, “una ciencia de la
realidad que tiene por objeto de investigación la comprensión del significado cultural de
los fenómenos de la vida social y la explicación de por qué constituyen fenómenos
individuales, indivisibles, en su singularidad” (Abellán, 2009: 14-15). Define la ciencia
social como una ‘ciencia de la experiencia’: “somos de la opinión de que no es función de
una ciencia de la experiencia investigar ideales y normas obligatorias para poder deducir
desde ahí alguna receta para la práctica” (Weber, 2009: 69);
“La ciencia que nosotros queremos practicar es una ciencia de la realidad.
Queremos comprender la vida que nos rodea, en la que estamos insertos, en su
singularidad, es decir, queremos comprender, por un lado, la organización y el
significado cultural de sus fenómenos concretos en su forma actual y, por otro, los
motivos por los que ha llegado a ser así y no de otra manera” (Weber, 2009: 107);
También como una ‘ciencia empírica’: “una ciencia empírica no puede enseñar a
nadie qué debe hacer, sino sólo qué puede hacer y, en algunos casos, qué es lo que quiere
hacer” (Weber, 2009: 75).
Por otro lado, se trata de una ciencia con aspiración a un conocimiento de
fenómenos individuales de tipo causal pero no por leyes generales, sino por causas
concretas, individuales. Los conceptos con los que operan las ciencias culturales en Weber
son los llamados ‘tipos ideales’, ideales en el sentido de que son construcciones del
investigador, no se trata de la reproducción de un fenómeno histórico, ni de un concepto
genérico que contiene lo común a varios fenómenos —y por tanto sus elementos
38
integrantes se dan en los fenómenos reales— sino una creación intelectual relativa al
significado individual de un fenómeno individual y con el que podremos comparar un
fenómeno real concreto, cuyo significado cultural estamos indagando. Weber advierte
sobre el peligro de convertir el tipo ideal en un ‘ideal’ para la realidad —en un claro
resabio anti esencialista—. Finalmente, Weber explicita el carácter efímero de las
construcciones conceptuales en las ciencias culturales, que mediante su continua
reorganización permiten el progreso de la ciencia (Abellán, 2009).
Finalmente, y a modo de advertencia, debemos decir que “la importancia del tipo
de acción racional instrumental en la sociología weberiana no debe conducir, sin embargo,
al malentendido de que Weber tenga una interpretación racionalista de la realidad”
(Abellán, 2010: 33).
George Herbert Mead (1863-1931)
Parece haber consenso entre epistemólogos y teóricos de las ciencias sociales
acerca de que las fuentes que alimentan el pensamiento de George Herbert Mead son el
conductismo y el pragmatismo.
Mead representa en el conductismo, frente a John Watson, una perspectiva más
social. Para Mead el conductismo en sentido amplio es, sencillamente, una aproximación al
estudio de la experiencia del individuo desde el punto de vista de su conducta; para el
análisis de los procesos mentales rechazó la introspección eligiendo la conducta como
medio primordial, siendo el acto y el acto social los objetos de su análisis, confiriendo así a
la mente un estatus funcional ‘más que como un fenómeno subjetivo transcendental’
(Ritzer, 1993a); en definitiva la conducta ha de ser entendida “como proceso, como acción,
no como sustancia” (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978: 161).
Entre las ideas del pragmatismo que tienen que ver con el pensamiento de Mead
está la ausencia de verdades absolutas, siendo el mundo real el ámbito tanto de la verdad
como de la realidad, y donde los objetos de ese mundo real quedan definidos por el uso
que las personas hacen de él (Ritzer, 1993a). Por su parte, Ignacio Sánchez de la Yncera
atribuye al carácter intersubjetivo de la acción social en Mead el mérito de la vigencia que
el pragmatismo mantiene en diferentes corrientes de la sociología actual (Sánchez de la
Yncera, 1991). Para Salvador Giner, Emilio Lamo de Espinosa y Cristóbal Torres, Mead
“replanteó el pragmatismo a partir de una afirmación radical de la integridad del proceso
vital que se abre decisivamente al reconocimiento de los procesos de interacción
39
característicos de la experiencia social humana” (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001:
467).
Siguiendo a Carabaña y Lamo de Espinosa podemos resumir algunas ideas básicas
del pensamiento de Mead, bien entendido que “la idea política que se halla en el trasfondo
del pragmatismo en general es la del liberalismo, y su intención política es la de
fundamentar la armonía del individuo con la sociedad” (Carabaña y Lamo de Espinosa,
1978:159-160).
El individuo y el ambiente mantienen una relación de interdependencia mediante la
acción, siendo el significado de cualquier idea u objeto la conducta que éste mismo
provoca. El hombre y el mundo son concebidos como procesos, no como realidades
sustanciales. El acto está constituido por la acción adaptativa al medio y no como respuesta
a un estímulo; el acto social es una unidad interpretativa en donde los actos individuales
adquieren sentido referencial. En Mead, el pensamiento consiste en una internalización de
la interacción, así que lo que caracteriza a la persona es su reflexividad, la conciencia de
uno mismo a través de los demás (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978). “Lo que
propiamente desarrolla Mead es una teoría de las relaciones entre individuo y sociedad
fuertemente entroncada en la tradición filosófica pragmatista, de la que Mead es eminente
representante” (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978: 169). En otros órdenes, Mead realiza
aportaciones en el terreno de la comunicación al considerar ésta como un elemento
esencial de la sociabilidad humana; o la concepción, como control social, que presenta de
la acción intencional y el orden social; o el papel de la sociabilidad como agencia de los
humanos, en contraposición a los impulsos y las normas (Giner, Lamo de Espinosa y
Torres, 2001: 467-468).
Las ideas de Mead han inspirado, a través de sus discípulos, diversas corrientes
teórico-metodológicas que brevemente voy a citar siguiendo a Carabaña y Lamo de
Espinosa (1978). Por un lado, una tendencia de carácter determinista-cultural que
considera la sociedad como ‘un sistema de interacción’, desarrollada por Talcott Parsons.
En segundo término, la Escuela de Chicago, a través fundamentalmente de Blumer,
contrapone al esquema normativo de Parsons la idea de que la vida del grupo viene dada
por un doble proceso de interpretación de las acciones de uno mismo y de los demás y
recreada por las estructuras de acción de los individuos en un proceso de ajuste recíproco
de sus conductas. En un tercer grupo de herederos de Mead estaría la Escuela de Iowa, con
su pretensión de operacionalizar los conceptos del interaccionismo.
40
Alfred Schutz (1899-1959)
El pensamiento de Alfred Schutz se suele asociar a la fenomenología social; y en él
podemos encontrar diversas influencias de la sociología comprensiva de Max Weber,
como su interés por desarrollar una ciencia subjetiva, no exenta de racionalidad; también
observamos ciertas reminiscencias de los tipos ideales, aunque esta vez ya no lo serían sólo
en el sentido de acciones sino también de actores. Pero el pensamiento que más influyó en
Schutz fue el de Husserl. Schutz heredó de Husserl el rechazo a las técnicas de la ciencia
moderna, los procedimientos estandarizados, las estadísticas, etc.; prefiriendo describir los
fenómenos sociales tal y como son experimentados por la gente en su vida social cotidiana;
también heredó un subjetivismo interesado por las estructuras básicas de los fenómenos
sociales tal y cómo son experimentados por las personas (Ritzer, 1993a). Otras influencias
en Schutz provienen de los filósofos pragmatistas, como John Dewey y de George Herbert
Mead y sus influencias se sentirían en sus concepciones acerca del mundo de la vida, al
cual dota Schutz de un carácter estratificado y de una estructura espacial, temporal y
social, que a su vez, divide en ámbitos de sentido, de tal manera que el individuo está
constantemente confrontado con esos contornos a través de aquella estratificación social
(Dreher, 2012).
“Schutz parte del concepto de acción social acuñado por Max Weber, y aplica a
éste el concepto de significado de Husserl, dándole a la sociología un fundamento
fenomenológico” (Hernández y Galindo, 2007: 231). Para Schutz “la tarea de la sociología
consiste en comprender el modo en que los seres humanos construyen la realidad social, de
manera específica, en el mundo de la vida cotidiana” (Hernández y Galindo, 2007: 233).
Pero la elaboración más relevante de Schutz a los efectos de interés para esta Tesis
está en la ‘intersubjetividad’.
La intersubjetividad para Schutz no tiene tanto que ver con la interacción física
sino el modo en que las personas se comprenden a través de sus conciencias; lo
intersubjetivo consiste en lo social en tres sentidos: en la reciprocidad de perspectivas, que
permite reconocer la existencia de las otras personas; en segundo lugar, en el origen social
del conocimiento, que se adquiere mediante la interacción social durante su proceso de
socialización; y en tercer sentido, en el de que existe una distribución social del
conocimiento de acuerdo con la estructura social. La intersubjetividad tendría lugar en el
‘mundo de la vida’ que, si bien sería un concepto heredado de Husserl, en Schutz
adquiriría diversas caracterizaciones: el mundo del sentido común, la realidad mundana, el
mundo del trabajo cotidiano, etc. (Ritzer, 1993a).
41
Es en el mundo de la vida donde se elaboran los significados con los que se
construye la realidad social; es la intersubjetividad que se desarrolla en el mundo de la vida
lo que diferencia su subjetivismo del transcendentalista de Husserl y de las interpretaciones
psicologistas de la realidad (Hernández y Galindo, 2007).
Schutz dejará notar su influencia en el Interaccionismo simbólico, en la
etnometodología y especialmente en el constructivismo social de sus dos alumnos Peter
Berger y Thomas Luckmann.
A continuación me detendré en cada una de esas teorías.
1.1.3 Cristalizaciones contemporáneas de los enfoques interpretativistas
Presento en este sub-capítulo los cuatro enfoques que guiarán esta Tesis desde el
punto de vista epistemológico y, como quedará recogido en otros lugares de este texto,
pospongo la etnografía para más adelante y de la que me ocuparé en el capítulo de
‘Recursos metodológicos’. Esta elección es pragmática: se trata simplemente de cumplir el
canon que sitúa habitualmente a la etnografía en el apartado de ‘Métodos’ de los manuales.
Los cuatro enfoques que abordo a continuación se agrupan para incidir en la idea de su
proximidad epistemológica y de la presencia en cada uno de ellos de aspectos
fundamentales de los demás, cuando no, de claras influencias más o menos directas de
unos en otros. Las expongo de forma separada en aras de una mayor claridad expositiva y a
pesar de los indudables lazos de parentesco que vinculan las ideas genéticas de tales
enfoques, como se podrá apreciar a lo largo de la exposición.
El Interaccionismo Simbólico. Herbert Blumer (1900-1987)
La expresión Interaccionismo Simbólico fue introducida por Herbert Blumer, según
él mismo reconoce (Blumer, 1982). Como ya hemos apuntado en anteriores epígrafes, este
enfoque tiene su fuente más directa en el pensamiento de George Mead, aunque también en
Charles H. Cooley y William I. Thomas. No obstante, el interaccionismo simbólico no se
constituye como una teoría unitaria sino más bien como una perspectiva con diversas
corrientes (Ritzer, 1993b). Hay autores que consideran que no es Blumer quien mejor
refleja las ideas de Mead, dado que la matriz del pensamiento de Mead estaba más
vinculada a un interaccionismo con una ‘perspectiva realista’ y universalista, mientras que
el de Blumer estaría más conectado a una perspectiva idealista y subjetivista, presente en la
42
Escuela de Chicago a través de Dewey (Ritzer 1993b). Pero al margen de estas
consideraciones la obra de Blumer es la que parece haberse convertido en el canon
heredado de Mead del interaccionismo simbólico. Blumer, en el capítulo dos de su libro
‘El interaccionismo simbólico’ (1982), analiza la obra de Mead y rescata los que él
considera elementos fundamentales de su pensamiento que, de manera implícita, trazarían
un esquema teórico de la sociedad humana. Blumer inicia tal capítulo indicando: “mi
propósito es describir la naturaleza de la sociedad humana considerada desde el punto de
vista de George Herbet Mead” (Blumer, 1982: 45), para terminarlo con el siguiente
comentario “no he pretendido demostrar la validez de sus análisis, sino señalar la frescura,
fecundidad y revolucionaria transcendencia de su punto de vista” (Blumer, 1982: 57).
Las ‘materias primordiales’ que a criterio de Blumer constituirían la teoría social de
Mead serían: el ‘sí mismo’, un proceso por el que un individuo se convierte en objeto de sí
mismo; el acto, que se forma a través de la interacción del ser humano consigo mismo,
sería una conducta elaborada por el actor y no una respuesta predeterminada por factores
externos; ‘la interacción social’ —no simbólica— en la que el sujeto responde a gestos y
acciones ajenas, y también cómo el actor interpreta los gestos de los otros —interacción
simbólica—, extrae su significado y actúa en consecuencia; los objetos, serían creaciones
humanas, aquello que la gente ‘señala’ o a lo que ‘hace referencia’; y ‘la acción
conjunta’13, una acción colectiva definida por el ‘ensamblaje’ de los actos individuales de
cada participante. Este último aspecto de la concepción social de Mead, en la
interpretación de Blumer, contiene importantes consecuencias, dado que la ‘esencia de la
sociedad’ estaría en el permanente proceso de acción y no en un pretendido sistema de
estructuras que se relacionan; y la fuente para la comprensión de la sociedad humana
estaría en las acciones conjuntas, a las que reconoce un carácter diacrónico en su proceso
de formación, así como un carácter ordenado y repetitivo, base de la ‘definición común’,
que permite el ajuste colectivo (Blumer, 1982).
Con estas mimbres, a juicio de nuestro autor, Mead concibe la sociedad humana
como “un proceso social diversificado en el que las personas se ven obligadas a crear
acciones conjuntas para resolver las situaciones que afrontan” (Blumer, 1982: 53). De tal
manera que centra su enfoque “en el modo en que los seres humanos manipulan y
configuran su mundo y no en respuestas dispares a factores atribuidos” (Blumer, 1982: 54).
13
Blumer reconoce utilizar esta expresión en lugar de ‘acción social’ que es la que emplea Mead (Blumer,
1982: 51).
43
La consecuencia metodológica es que “el estudio de la acción debería hacerse desde la
posición de la gente (...) En suma, habría que asumir el papel del actor y contemplar su
mundo desde su punto de vista” (Blumer, 1982: 54).
Blumer expone su teoría del Interaccionismo simbólico en el primer capítulo del
texto citado (Blumer, 1982), ‘La posición metodológica del interaccionismo simbólico’; en
ella reconoce que “me baso, principalmente, en el pensamiento de George Herbert Mead,
que, más que ningún otro, puso los cimientos del enfoque del interaccionismo simbólico”
(Blumer, 1982: 1). Para él, la naturaleza del interaccionismo simbólico queda resumida en
tres premisas.
“La primera es que el ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo
que éstas significan para él (...) La segunda premisa es que el significado de estas
cosas se deriva de, o surge como consecuencia de la interacción social que cada
cual mantiene con el prójimo. La tercera es que los significados se manipulan y
modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por la persona al
enfrentarse con las cosas que va hallando a su paso” (Blumer, 1982: 2).
Esta primera premisa la considera como novedosa en su tiempo, en el campo de las
ciencias sociales, en la medida del papel central que desempeña para el ser humano el
significado de las cosas. Este significado no emanaría de la propia esencia de las cosas, ni
constituiría una ‘excrecencia’ añadida, una expresión de rasgos mentales o psicológicos
que intervienen en su percepción, por aquellos para los que tiene significado; para el
interaccionismo simbólico el significado es un producto social, fruto de la interacción entre
los individuos. No obstante, la utilización de estos significados no es directa, tal cual
emana de la interacción social, sino que cada individuo, en el acto, realiza un proceso de
interpretación: por un lado realiza un proceso de señalamiento de los objetos que poseen
significado para él y por otro, se realiza una ‘manipulación de significados’ en función de
la situación y de la ‘dirección’ de su acto; es decir, “los significados desempeñan su papel
en el acto a través de un proceso de auto-interacción” (Blumer, 1982: 4).
Estos tres puntos conducen a un esquema que caracterizaría tanto la sociedad como
el comportamiento humano y cuyos aspectos básicos afectarían a seis rasgos.
El primero se refiere a la naturaleza de la vida en las sociedades y grupos humanos:
los grupos humanos estarían formados por individuos en acción y su acción reciproca es la
44
que define los distintos conceptos usualmente utilizados en las ciencias sociales, como
estructura social, estatus o autoridad, y la vida en sociedad no consistiría sino en un
proceso de ensamblaje de las actividades de sus miembros.
En segundo término, la naturaleza de la acción social nos remite a un proceso que
‘forma’ el comportamiento humano y que se sustancia en dos formas o niveles: la de la
interacción no simbólica, resultado de la respuesta de un sujeto al acto no interpretado de
otra, y la de la interacción simbólica, que implica que entre las acciones de otros y la de
cada sujeto media un proceso de interpretación de aquellas; además toda parte implicada
en la interacción ha de ‘asumir’ el papel de cada uno de los sujetos involucrados; de tal
modo que “la vida de todo grupo humano constituye necesariamente un proceso de
formación y no un simple ámbito de expresión de factores preexistentes” (Blumer, 1982:
8).
Respecto a su naturaleza, los objetos, para el interaccionismo simbólico, son
producto de la interacción simbólica; sean estos objetos físicos, sociales o abstractos, su
naturaleza viene dada por el significado que tiene para la persona que, como tal, lo
considera; significado que orientará la acción de dicha persona respecto a tal objeto. Así
pues, los objetos reconocidos por un grupo de seres humanos son ‘creaciones sociales’ y
conforman su entorno o ‘mundo’, de tal manera que:
“Para entender los actos de las personas es necesario conocer los objetos que
componen su mundo (...) La vida de un grupo humano es un proceso a través del
cual los objetos van creándose, afirmándose, transformándose y desechándose. La
vida y los actos de los individuos van modificándose forzosamente a tenor de los
cambios que acaecen en su mundo de objetos” (Blumer, 1982: 9).
En cuarto lugar, el interaccionismo simbólico concibe el ser humano como un
‘agente’ capaz, tanto de interpretar las indicaciones que los otros le formulan, como de
formular él mismo indicaciones a los demás; el carácter social del individuo proviene de su
‘self’ que le permite la interacción consigo mismo y, a través de ella, interaccionar con su
entorno.
La naturaleza de la acción humana vendría a caracterizarse por la capacidad del ser
humano de auto-formularse indicaciones para orientar sus acciones; teniendo en cuenta las
percepciones de las cosas de su entorno, elabora líneas de conducta en base a la
interpretación de los datos que recibe.
45
Por fin, en sexto lugar, la vida social requiere de la interconexión de las acciones
mediante la ‘acción conjunta’; esta consistiría, y se originaría, en la articulación de las
distintas líneas de acción de los diferentes miembros que constituyen el grupo social en
cuestión, de tal manera, que la vida de cualquier grupo humano se basaría en la adaptación
recíproca de las líneas de acción individuales de sus miembros. La acción conjunta
requiere un proceso de formación mediante la designación y la interpretación, a las que
anteriormente nos hemos referido; no obstante, el reconocimiento de una acción conjunta
en una colectividad, una familia, una universidad, no necesita de identificar a cada uno de
sus componentes; y son modelos recurrentes de acción conjunta los que constituyen la
acción social en cualquier colectivo humano, lo cual no quiere decir que:
“La vida de cualquier sociedad humana, en todos sus aspectos, no sea sino una
mera expresión de formas preestablecidas de acción conjunta (...) Es el proceso
social el que crea y sustenta las normas de la vida de grupo y no éstas las que forjan
y sostienen aquélla” (Blumer, 1982: 14).
Por otro lado, la acción conjunta, constituida por una extensa conexión de acciones
que forman parte de la vida de un grupo social, da un aire de red al conjunto de acciones de
sus individuos y sugiere cierto carácter de sistema a la vida del grupo humano; no obstante,
habría que advertir que:
“Ninguna red o institución funciona automáticamente por medio de alguna
dinámica interna o de exigencias del sistema, sino porque las personas ubicadas en
los distintos niveles hacen algo concreto, y lo que hacen es producto de su modo de
definir la situación en la que se sienten compelidos a actuar” (Blumer, 1982: 15).
En otro sentido, cada acción conjunta se nutre del contexto de la acción conjunta
previa, resaltando así tanto su carácter sincrónico como diacrónico.
No cabe duda de que la consideración de la acción conjunta dota a la ‘realidad
social’ de un carácter netamente construido por los individuos que, mediante el proceso de
interacción, formulan indicaciones e interpretan las de los demás, forman sus objetos, y los
modifican a través de la interacción con otras personas. Este aire construccionista
emparenta inequívocamente el interaccionismo simbólico de Blumer con los enfoques del
constructivismo social que más adelante abordaremos.
46
En otro orden de cosas, para Blumer, el interaccionismo simbólico, como
perspectiva y enfoque de la ciencia social empírica, debe cumplir los ‘requisitos’
metodológicos de la ‘ciencia empírica’ (Blumer, 1982). Esos requisitos serían la
presunción de la existencia de un mundo empírico, susceptible de ser observado, estudiado
y analizado, en el cual ha de buscarse y verificarse ‘la realidad’. Blumer conjuga
posiciones idealistas y realistas; para él el mundo empírico posee una naturaleza ‘real’, si
bien niega que sea de carácter fijo e inmutable a la vez que admite la tesis general del
idealismo, “que el mundo de la realidad sólo existe en la experiencia humana y que surge
exclusivamente en la forma en que los seres humanos lo ven” (Blumer, 1982: 17),
reconociendo de esta manera que:
“El mundo empírico existe siempre en forma de imágenes y conceptos humanos del
mismo. Sin embargo, en contra de lo que muchos suelen deducir, esto no traslada la
‘realidad’ desde el mundo empírico a la esfera de las metáforas y los conceptos. Es
erróneo llegar a la conclusión de que, como el mundo empírico sólo puede existir
para el ser humano en forma de imágenes o conceptos, la realidad hay que buscarla
en dichas imágenes o conceptos prescindiendo del mundo empírico” (Blumer,
1982: 17).
Hechas estas precisiones de carácter epistemológico, los aspectos metodológicos
específicos de su teoría, los abordaré el capítulo dedicado a ‘Recursos metodológicos’.
El Enfoque Dramatúrgico. Erving Goffman (1922-1982)
La caracterización de la obra de Erving Goffman está sujeta a diferentes polémicas
y puntos de vista, como exponen Manuel Herrera y Rosa María Soriano; tal vez su propia
riqueza se preste a diferentes interpretaciones y dificulte su identificación en alguna
tradición sociológica concreta (Herrera y Soriano, 2004). Lo que sí parece establecido es
que su enfoque es deudor tanto del pensamiento funcionalista de Durkheim, a través de
Charles W.N. Hart —discípulo de Radcliffe Brown—, como del interaccionismo de G.H.
Mead y la Escuela de Chicago, a través Lloyd Warner. Según Asael Mercado y Laura
Zaragoza, al primero debería el carácter ritual de la interacción social y al segundo la
explicación de la forma en la que los sujetos definen su comportamiento en los encuentros
cara a cara; mientras que ‘lo social’ provendría de la influencia de la fenomenología. En
Goffman podemos encontrar un interaccionismo simbólico que analiza el origen de la
47
interacción social, las formas que adopta, las reglas que sigue y los roles que desarrollan
los sujetos implicados, como un orden social u ‘orden de interacción’ (Mercado y
Zaragoza, 2011). Pero, siguiendo a Juan José Caballero, también encontramos en él un
claro enfoque relativista y construccionista, donde “la realidad social no es sólo construida,
sino también reproducida y mantenida” (Caballero, 1998: 122).
Su obra podemos calificarla de micro-sociológica, por el tamaño de las entidades
que analiza, pero también de antropológica por el carácter etnográfico que marca la
presentación de sus estudios (Caballero, 1998). No obstante, el plano macro-estructural no
está ausente en la obra de Goffman, “ya que éste [el plano macro-estructural] se organiza
mediante las prácticas implicadas en lo que él llama el orden de la interacción” (Caballero,
1998: 143). Y para Ritzer (1993b), una de sus últimas obras, ‘Frame Analysis’ (Goffman,
2006)14, constituye un claro exponente de su giro hacia el estructuralismo. En esta línea se
expresa también Bernabé Sarabia para quien en esa obra “los marcos ya no son un tipo de
convención establecido entre individuos que se comunican: ahora se vuelven
independientes de las interacciones individuales, se articulan entre sí y se pueden engranar
y clasificar” (Sarabia, 2006: 276); y sitúa a Goffman fuera del ámbito del interaccionismo
simbólico.
En cualquier caso, la vida humana aparece en la obra de Goffman como una
escenificación teatral, y la interacción social, expresada en forma de encuentros cara a
cara, aparece como una forma de representación ritual: los sujetos aparecen como actores,
como público o como extraños que pueden en cualquier momento vincularse de manera
explícita a la representación; y el espacio queda determinado por su posición —real o
simbólica— en relación al escenario; espacio donde los actores, configurados como
equipos, sostienen sus encuentros, definen sus comportamientos y resuelven los conflictos
entre sus líneas de acción y su propia cara; conceptos sobre los que más adelante volveré.
Blanca Lozano destaca en Goffman tres unidades básicas para el análisis de la interacción
(Lozano, 2003: 51-52)15:
-
La situación social: “cualquier ambiente determinado por la posibilidad de un
control recíproco tal que pueda prolongarse todo el tiempo que dos o más sujetos se
14
‘Frame Analysis’ se editó en 1974. La Primera edición en castellano tuvo que esperar hasta 2006.
15
Con el fin de mantener la homogeneidad en las citas, remito las de Lozano de Goffman a la edición en
inglés de 1982.
48
encuentran en inmediata presencia física uno de otro y que se extiende a todo el espacio en
el cual semejante control es posible” (Goffman, 1982: 167).
-
La ocasión social: “un acontecimiento, por ejemplo una cena, que se espera con
ansiedad y se contempla retrospectivamente como una unidad; tiene un lugar y un tiempo
de desarrollo, y establece el tono de lo que sucede en y durante ella” (Goffman, 1982:
144).
-
El encuentro social: “es una ocasión de interacción cara a cara que comienza
cuando los individuos reconocen que se han colocado en presencia inmediata unos de otros
y que termina con una separación aceptada de la participación mutua. Los encuentros
difieren notoriamente en cuanto a sus propósitos, función social, tipo y número de
personas, marcos, etc.” (Goffman, 1982: 91).
Estas tres unidades pueden ser consideradas como microsistemas sociales, con copresencia de los actores que se relacionan cara a cara: “el mundo de las relaciones cara a
cara se rige por un sistema articulado y persistente de reglas, normas y rituales” (Herrera y
Soriano, 2004: 61). En la interacción, los actores están en co-presencia: “la interacción (es
decir, la interacción cara a cara) puede ser definida en términos generales, como la
influencia recíproca de un individuo sobre las acciones de otro cuando se encuentran en
presencia física inmediata” (Goffman, 2009: 30). A ese carácter localizado de la
interacción hay que añadir el de su aspecto ‘performativo’: “mientras se encuentra en
presencia de otros, por lo general, el individuo dota a su actividad de signos que destacan y
pintan hechos confirmativos que de otra forma podrían permanecer inadvertidos y oscuros”
(Goffman, 2009: 44-45).
Podemos decir, pues, que se trata de actuaciones en las que están presentes todos
los elementos de una representación y que tienen una función comunicativa primordial
“porque si la actividad del individuo ha de llegar a ser significante para otros, debe
movilizarla de manera que exprese durante la interacción lo que él desea transmitir”
(Goffman, 2009: 45); y esa “dotación expresiva de tipo corriente empleada intencional o
inconscientemente por el individuo” (Goffman, 2009: 36) es lo que llamamos su fachada.
Otro aspecto importante de la interacción consiste en que cada equipo o actor —
considerado como un equipo— debe conducirse durante la interacción de tal forma que
mantenga la cara, la propia y la del resto del equipo, a salvo de amenazas; para ello
“deberá contar con un repertorio de prácticas salvadoras de la cara para cada una de estas
49
posibles relaciones con la amenaza” (Goffman, 1982: 15); será lo que llame ‘trabajos de la
cara’.
Entre las obras de Goffman de interés para esta Tesis destaco, en orden a su
publicación original, las que siguen.
‘La presentación de la persona en la vida cotidiana’, editada por primera vez en
1959. Es tal vez la obra más conocida de Goffman, en ella realiza un minucioso análisis de
los aspectos dramatúrgicos de la interacción. La pretensión del autor es:
“[Describir] una perspectiva sociológica desde la cual es posible estudiar la vida
social, especialmente el tipo de vida social organizado dentro de los límites físicos
de un establecimiento o una planta industrial (...) De qué manera el individuo se
presenta y presenta su actividad ante otros en las situaciones de trabajo corrientes,
en qué forma guía y controla la impresión que los otros se forman de él, y qué tipos
de cosas puede y no puede hacer mientras actúa ante ellos” (Goffman, 2009: 13).
La interacción está articulada mediante un proceso de comunicación, hablada y
gestual, de carácter asimétrico, donde la realización dramatúrgica está orientada a
mantener el equilibrio y a acomodar las impresiones que cada equipo adquiere de la
situación, salvando los procesos disruptivos que puedan producirse como consecuencia de
hechos que contradigan o desacrediten las definiciones de la situación que cada actor
proyecte sobre los demás; para ello el sujeto emplea tácticas con la finalidad de proteger
sus propias proyecciones o salvar las definiciones que proyectan otros. De esta forma, para
Goffman:
“La sociedad está organizada sobre el principio de que todo individuo que posee
ciertas características sociales tiene un derecho moral a esperar que otros lo valoren
y lo traten de manera apropiada. En conexión con este principio hay un segundo, a
saber: que un individuo que implícita o explícitamente pretende tener ciertas
características sociales deberá ser en la realidad lo que alega ser” (Goffman, 2009:
27).
Este juego de demandas y expectativas requiere todo un arsenal conceptual,
minuciosamente presentado en la obra, que no cabe en esta exposición y que afecta a la
50
disposición de los actores respecto del escenario, a sus recursos expresivos y
comunicativos, a los roles de cada sujeto en la interacción o a los atributos y prácticas
implicados en la representación16. Y es que “debajo de toda interacción social parece haber
una dialéctica fundamental. Cuando un individuo se encuentra con otros, quiere descubrir
los hechos característicos de la situación” (Goffman, 2009: 279).
“[Este estudio] atañe a la estructura de las interacciones sociales, la estructura de
esas entidades de la vida social que surgen cada vez que los seres humanos se
encuentran unos con otros en presencia física inmediata. En esta estructura, el
factor clave es el mantenimiento de una definición única de la situación, definición
que será preciso expresar, y esta expresión debe ser sustentada a pesar de la
presencia de multitud de disrupciones potenciales” (Goffman, 2009: 284).
‘Ritual de interacción’, publicada originalmente en 1967, consiste en un agregado
de seis trabajos que fueron publicados anteriormente de forma independiente. En su
‘Introducción’ Goffman expresa los objetivos que pretende con su obra: “[un] examen
sistemático y cualitativo de estas pequeñas conductas (...) respaldado por los materiales
obtenidos del estudio de la interacción en el ‘pequeño grupo’ y el de la psicoterapia” de tal
forma que esos datos permitirían:
“Describir las unidades naturales de interacción que se construye con ellos (...) [y]
el orden normativo que predomina en y entre dichas unidades, es decir, el orden
conductual que se encuentra en todos los lugares poblados, ya sean públicos,
semipúblicos o privados, ya sea bajo los auspicios de una ocasión social organizada
o bajo las imposiciones más chatas simplemente de un marco social rutinario”
(Goffman, 1982: 1-3).
Apela a la etnografía científica como forma de obtener esos objetivos y aboga por
una “sociología de las ocasiones”. De particular interés es su primer capítulo ‘On facework’, del que adoptaré la traducción ‘sobre el trabajo de la cara’, donde analiza algunos
aspectos del carácter ritual de la interacción social. Para ello define diversos conceptos
como el de ‘cara’: “el valor social positivo que una persona reclama efectivamente para sí
16
Un resumen de ello se puede ver en Caballero (1998).
51
mismo por la línea que otros asumen que ha tomado durante un contacto en particular. La
cara es una imagen de uno mismo delineada en términos de atributos sociales aprobados”
(Goffman, 1982: 5). Otro concepto básico que aparece en este texto es el de ‘línea’: “un
esquema de actos verbales y no verbales por medio de los cuales expresa su visión de la
situación, y por medio de ella su evaluación de los participantes, en especial de él mismo”
(Goffman, 1982: 5). Con estos dos conceptos articula un análisis de la interacción, cuyo
fundamento está en los trabajos que cada actor ha de realizar para preservar ‘su cara’
mediante el manejo adecuado de su línea de acción durante el flujo de interacción en los
contactos sociales. Es también en este libro donde aparecen las tres unidades básicas de
interacción que cita Lozano (2003): situación social, ocasión social y encuentro social.
De interés para esta Tesis es también la obra ‘Estigma’, publicada por primera vez
en 1963, donde se ocupa de la interacción social de las personas con estigma, es decir de
“la situación del individuo inhabilitado para la plena aceptación social” (Goffman, 2008:
9); se trata de personas con defectos físicos, o delincuentes, prostitutas, etc. En ella,
Goffman formula un esquema conceptual para describir y analizar cómo el individuo
estigmatizado maneja la información que difunde de sí mismo hacia los demás; se trata de
los aspectos que tienen que ver con la información que transmite, con la que oculta, y la
relacionada con su identidad personal. Por el hecho de que las personas relacionadas con la
industria del sexo, especialmente las trabajadoras sexuales, sufran una carga
estigmatizadora en nuestras sociedades más próximas, esta obra nos será de especial
utilidad para interpretar determinadas conductas en ese ámbito social. Trataremos de ella
más adelante cuando abordemos los aspectos teóricos relacionados con el trabajo sexual.
Por fin, y sin detenerme apenas, ya que redunda en aspectos anteriormente tratados
aquí, citaré ‘Relaciones en público’ editada por primera vez en 1971. En ella el autor
aborda los vínculos entre las relaciones sociales —como elementos de la estructura
social— y la vida pública; lo que le interesa “son las normas y las prácticas que emplea
cualquier participante concreto en el cauce de las relaciones mutuas, y no la diferenciación
y la integración de los participantes” (Goffman, 1979: 17); “son las normas y las
ordenaciones conexas de comportamiento relativas a la vida pública, a las personas que
coexisten y a los lugares y las ocasiones sociales en que se produce este contacto. Por lo
tanto, lo que me interesa en especial es el ‘orden público” (Goffman, 1979: 17). Lo
anterior no quita para que sostenga que “los contactos habituales de las personas entre sí
52
crean universalmente sus propias normas” (Lozano, 2003: 55). Goffman estudia el
comportamiento del individuo como ‘unidad vehicular’, de la forma como cuando alguien
se conduce en el flujo de peatones en una calle de cualquier ciudad, y como ‘unidad de
interacción’; entendiendo por unidad de interacción “a la gestión de la co-presencia. A mi
juicio se trata de unidades fundamentales de la vida pública” (Goffman, 1979: 37). En esta
obra Goffman vuelve a suministrarnos una gran cantidad de conceptos para describir las
relaciones en el espacio público –del que por cierto no excluye los establecimientos
cerrados- que resultaría prolijo enumerar aquí, sin embargo sus conceptualizaciones,
relaciones y mecanismos conservan el mismo aire de familia que las que propone en
‘Ritual de interacción’ o en ‘La presentación de la persona en la vida cotidiana’.
En definitiva, la obra de Goffman presenta un interés especial para la línea de
trabajo de esta Tesis por el aporte de recursos que facilitará en la interpretación de la
observación participante, durante el trabajo de campo, y también por su ajuste con el resto
de presupuestos que fundamentan la investigación que aquí presento.
El Construccionismo Social. Peter L. Berger y Thomas Luckmann
Los términos constructivismo y construccionismo designan una multiplicidad de
teorías y enfoques presentes no sólo en las ciencias sociales sino que podemos encontrarlos
en diversas disciplinas académicas llegando hasta la práctica educativa o incluso hasta las
propias matemáticas17. Respecto a la cuestión terminológica, Kenneth J. Gergen y Mary
Gergen proponen una diferenciación en base al “lugar donde se origina la construcción del
mundo” (Gergen y Gergen, 2011: 10), en la mente del individuo en el caso del
constructivismo o en las relaciones entre individuos, en el caso del construccionismo; sin
embargo en los usos de la literatura sociológica y antropológica es el primer término el
habitualmente utilizado independientemente de que la orientación sea más ‘mentalista’ o
más ‘social’18.
Respecto a la cuestión de la extensión del construccionismo, convendría señalar
que si bien en mi presente investigación la obra de Berger y Luckmann realizará un aporte
de primer orden en su fundamentación epistemológica, y por eso dedicaré a ella una
atención primordial, las ‘ideas construccionistas’ ya estaban presentes de alguna manera en
17
En términos muy generales una matemática constructivista sólo acepta como objetos matemáticos aquellos
entes para los que existe un procedimiento definido y explícito de elaboración matemática (Solaeche, 1995).
18
Por mi parte, en esta Tesis no distinguiré entre ambos términos, aunque emplearé con prioridad el segundo
cuando ello no contradiga los usos del contexto o del autor a los que me refiera.
53
los debates sobre el esencialismo, o la disyuntiva biología/cultura en la teoría
antropológica.
Así Marsall Sahlins en su libro ‘Cultura y razón práctica’ plantea:
“Este libro propone una razón de otra índole, la razón simbólica o significativa.
Adopta como cualidad distintiva del hombre no el hecho de que deba vivir en un
mundo material, circunstancia que comparte con todos los demás organismos, sino
el que lo haga según un esquema significativo concebido por él mismo, de lo que
sólo la humanidad es capaz” (Sahlins, 1988: 9).
También está presente cierto construccionismo en Margaret Mead, para el caso del
género como construcción cultural, tras su trabajo de campo en Samoa, como refleja Joan
Vendrell (2004).
Hecho este inciso, paso a un breve análisis de las principales ideas de Berger y
Luckmann, principalmente delineadas en su obra ‘La construcción social de la realidad’,
publicada por primera vez en 1967. Este libro tuvo su origen en la pretensión de sus
autores de realizar “un tratado teórico sobre sociología del conocimiento” (Berger y
Luckmann, 2006: 7). Para sus autores, el objeto de la teoría del conocimiento debe ser “lo
que la gente conoce en su vida cotidiana” (Berger y Luckmann, 2006: 29). Sus influencias
y antecedentes, según ellos mismo hay que situarlos en Schutz y sus estudios acerca de la
estructura del mundo de la vida cotidiana. Además:
“Nuestros presupuestos antropológicos tienen gran influencia de Marx,
especialmente de sus primeros escritos, y de las inferencias antropológicas
extraídas de la biología humana por Helmuth Plessner, Arnold Gehlen y otros.
Nuestra visión de la naturaleza de la realidad social debe mucho a Durkheim y su
escuela de la sociología francesa (...) Nuestros presupuestos socio-psicológicos, de
especial importancia para el análisis de la internalización de la realidad social están
influidos en gran medida por George Herbet Mead y algunos desarrollos de su obra
debidos a la llamada escuela simbólico-interaccionista de la sociología
norteamericana” (Berger y Luckmann, 2006: 31).
Por otro lado Berger y Luckmann apelan a las dos ‘consignas más famosas y más
influyentes de la sociología’: “la regla primera y fundamental es: considerar los hechos
54
sociales como cosas”19; y la segunda “tanto para la sociología en su sentido actual, como
para la historia, el objeto del conocimiento es el complejo de significado subjetivo de la
acción”20 (Berger y Luckmann, 2006: 33).
Nuestros autores definen la realidad como “una cualidad propia de los fenómenos
que reconocemos como independientes de nuestra propia volición (...); el conocimiento
como la certidumbre de que los fenómenos son reales y de que poseen características
específicas” (Berger y Luckmann, 2006: 11).
Tres son los apartados que presenta su libro, que se refieren, respectivamente, a los
tres aspectos centrales que conforman su enfoque; los abordo a continuación.
La vida cotidiana
Berger y Luckmann construyen su sociología mediante un conglomerado
conceptual con el que analizan la realidad de la vida cotidiana, el mundo del sentido
común. Para ello toman el análisis que de las interacciones cara a cara hace Schutz, así
como del carácter fenomenológico del conocimiento humano. Tal realidad es ordenada, se
presenta objetivada de antemano, se organiza alrededor del cuerpo y del presente, y se
muestra como un mundo intersubjetivo cuya realidad es fáctica por sí misma y revela una
estructura temporal que se impone sobre la biografía del sujeto. La aprehensión de esa
realidad se realiza mediante tipificaciones, en cuyos términos se reconoce y se trata al otro
en la interacción cara a cara; y queda transcendida gracias a la objetivación de la
expresividad humana, como productos de la actividad humana que son reconocibles más
allá de la situación cara a cara. “La realidad de la vida cotidiana no sólo está llena de
objetivaciones, sino que es posible únicamente por ellas” (Berger y Luckmann, 2006: 51).
Los autores dan especial importancia al lenguaje hablado, considerado como un
tipo particular de producción de signos —de significación— constituidos éstos como un
caso especial de objetivación que tiene por objetivo ‘servir de indicio de significados
subjetivos’. Así pues, las objetivaciones expresan intenciones subjetivas que pueden
aprehenderse objetivamente; en el caso del lenguaje, éste se origina en la interacción cara a
cara pero puede objetivarse, transcender a ella y adquirir valor simbólico —el símbolo
19
20
Citando a Durkheim (1950).
Citando a Weber (1947).
55
como expresión de la transposición de significados de una esfera a otra de la realidad—.
De esta manera “el simbolismo y el lenguaje simbólico llegan a ser constituyentes
esenciales de la realidad de la vida cotidiana y de la aprehensión que tiene de esta realidad
el sentido común” (Berger y Luckmann, 2006: 57).
Otro aspecto remarcable se refiere al carácter del conocimiento de la vida cotidiana:
un conocimiento de ‘receta’ —el conocimiento pragmático mediante rutinas—, la validez
provisional del conocimiento, el acopio social del conocimiento, sus efectos sobre la
interacción, su estructuración en términos de relevancia, o su distribución social.
La sociedad como realidad objetiva
Pero si bien para Berger y Luckmann la auto-producción humana tiene un carácter
necesariamente social, también el orden social es un producto de la actividad humana
realizado mediante lo que llama ‘externalización’, y a la que considera ‘una necesidad
antropológica’. La actividad humana estaría regida por la creación de hábitos los cuales, al
ser recíprocamente tipificados —aprehendidos— por tipos de actores, darían lugar a la
‘institucionalización’.
Así, pues, las instituciones consistirían en tipificaciones de acciones habituales,
serían compartidas por los miembros de un grupo social y tipificarían tanto las acciones
como a los individuos que las realizan; son históricas y ejercen tareas de control, pautan y
canalizan el comportamiento de los individuos.
Gracias a la institucionalización reciproca persistente en el tiempo podemos hablar
de un mundo social “en el sentido de una realidad amplia y dada que se enfrenta al
individuo de modo análogo a la realidad del mundo natural. Solamente así, como mundo
objetivo, pueden las formaciones sociales transmitirse a la nueva generación” (Berger y
Luckmann, 2006: 79).
Una vez que los productos externalizados de la acción humana son objetivados, ya
pueden proyectarse durante la socialización y volver a conciencia de los individuos
mediante el proceso de ‘internalización’. De tal manera que esos tres conceptos quedan en
relación dialéctica: “Cada uno de ellos [externalización, objetivación e internalización]
corresponde a una caracterización esencial del mundo social. La sociedad es un producto
humano. La sociedad es una realidad objetiva. El hombre es un producto social” (Berger y
Luckmann, 2006: 82).
En estos procesos la palabra cumple la función aprehensiva y productiva de la
realidad; el carácter histórico de las instituciones y los procesos de socialización dan
56
carácter objetivo a la realidad aprendida y carácter subjetivo a la realidad internalizada.
Después vendrán los procesos de sedimentación que, debidamente objetivados mediante el
lenguaje y a través de éste, serán transmitidos como tradición.
Cuando el proceso de objetivación alcanza a un determinado contexto de
conocimiento, común a un grupo de actores, aparecen tipos de actores que llamaremos
roles; por tanto los roles tienen que ver con la institucionalización y objetivación del
comportamiento, produciéndose así la participación social; así pues “los roles representan
el orden institucional” (Berger y Luckmann, 2006: 97). La historicidad en la que se asienta
el orden institucional es también causa de su variación y está relacionada con la
reificación, mediante la cual los productos humanos se aprehenden como si fueran
productos de la naturaleza.
Berger y Luckmann utilizan el término ‘legitimación’:
“Como una objetivación de significado de segundo orden. La legitimación produce
nuevos significados que sirven para integrar los ya atribuidos a procesos
institucionales dispares. La función de legitimación consiste en lograr que las
objetivaciones de primer orden ya institucionalizadas lleguen a ser objetivamente
disponibles y subjetivamente plausibles” (2006: 118-119).
Estos procesos de legitimación pueden reproducirse hasta diferentes órdenes de tal
manera que “la existencia humana es, ab initio, una externalización continua. A medida
que el hombre se externaliza construye el mundo en el que se externaliza. En el proceso de
externalización, proyecta sus propios significados en la realidad” (Berger y Luckmann,
2006: 132).
La sociedad como realidad subjetiva
Para Berger y Luckmann los individuos nacen con predisposiciones sociales, que se
manifestarán a través de “una secuencia temporal en cuyo curso el individuo es inducido a
participar en la dialéctica de la sociedad” (2006: 162); situando el inicio de esa secuencia
en el proceso inicial en la internalización, por el cual el individuo aprehende un
acontecimiento objetivo, expresión de un proceso subjetivo de otro, adquiriendo
significado para aquél; y constituye la base para la comprensión de sus semejantes y del
mundo. En este proceso consiste la socialización primaria que convierte a cada individuo
en miembro de una sociedad o un sector de ella. Cualquier nuevo proceso que introduce al
57
individuo ya socializado en otros sectores del mundo objetivo lo llaman socialización
secundaria y consistiría en nuevas internalizaciones de ‘submundos’ institucionales, que
requerirá de la adquisición de conocimiento de nuevos roles, que conllevarán un alto grado
de anonimato así como de símbolos y rituales. La socialización secundaria consigna menos
carga afectiva que la socialización primaria y presenta mayor artificialidad.
La realidad de la vida cotidiana basa su mantenimiento porque se concreta en
rutinas, reafirmándose continuamente en las interacciones de cada individuo con los
demás. Pero Berger y Luckmann también dan un valor relevante a la interacción hablada
para el mantenimiento de la realidad:
“El vehículo más importante para el mantenimiento de la realidad es el diálogo. La
vida cotidiana del individuo puede considerarse en relación con la puesta en marcha
de un aparato conversacional que mantiene, modifica y reconstruye continuamente
su realidad subjetiva” (Berger y Luckmann, 2006: 189).
La vida en sociedad implica un proceso continuo de modificación de la realidad
subjetiva y el mantenimiento de esta realidad subjetiva requiere de ‘estructuras de
plausibilidad específicas’; su transformación se aprehende subjetivamente y en algunos
casos requiere de procesos de re-socialización. En cualquier caso “la socialización siempre
se efectúa en el contexto de una estructura social específica” (Berger y Luckmann, 2006:
202). Según que el resultado de la socialización hubiera establecido un alto grado de
simetría o de asimetría entre la realidad objetiva y la realidad subjetiva, podremos hablar
de socialización ‘exitosa’ o ‘deficiente’. Es en términos de la socialización deficiente
cuando podemos hablar del estigma o de la identidad estigmatizada.
Para nuestros autores, la identidad “se halla sumamente perfilada en el sentido en
que representa totalmente la realidad objetiva dentro de la cual está ubicada” (Berger y
Luckmann, 2006: 203) a la vez que “constituye un elemento clave de la realidad subjetiva,
y en cuanto tal, se halla en una relación dialéctica con la sociedad. La identidad se forma
por procesos sociales. Una vez que cristaliza, es mantenida, modificada o aun reformada
por las relaciones sociales” (Berger y Luckmann, 2006: 214).
Finalmente, Berger y Luckmann tratan en poco más de diez páginas un tema que
considero de especial importancia a los efectos de esta Tesis. Con el título ‘Organismo e
identidad’ abordan las relaciones entre el organismo, el cuerpo, y la sociedad: “Resulta
posible hablar de una dialéctica entre la naturaleza y la sociedad” (2006: 22) y la sitúan en
58
el terreno de la ‘dialéctica de la naturaleza’ desarrollada por Friedrich Engels. Para
nuestros autores, si bien nuestra naturaleza animal impone constricciones y limitaciones
con respecto a la construcción social de la realidad, ésta a su vez modifica el
funcionamiento de nuestro organismo: “ciertas funciones biológicas intrínsecas como el
orgasmo y la digestión se estructuran socialmente. La sociedad también determina la
manera en que se usa el organismo en actividad; la expresividad, el porte, y los gestos se
estructuran socialmente” (Berger y Luckmann, 2006: 223). Finalmente exponen toda una
declaración sobre un aspecto que reitero crucial:
“El hombre está biológicamente predestinado a construir y a habitar un mundo con
otros. Ese mundo se convierte para él en la realidad dominante y definitiva. Sus
límites los traza la naturaleza, pero una vez construido, ese mundo vuelve a actuar
sobre la naturaleza. En la dialéctica entre la naturaleza y el mundo socialmente
construido, el propio organismo humano se transforma. En esa misma dialéctica, el
hombre produce la realidad y por tanto se produce a sí mismo” (Berger y
Luckmann, 2006: 225).
Para Berger y Luckmann no existe una naturaleza humana que determine las
formaciones socioculturales, la constitución de tal naturaleza tendría el sentido de:
“Ciertas constantes antropológicas (...) que delimitan y permiten sus formaciones
socio-culturales (...) Si bien es posible afirmar que el hombre posee una naturaleza,
es más significativo decir que el hombre construye su propia naturaleza o, más
sencillamente, que el hombre se produce a sí mismo” (Berger y Luckmann, 2006:
67).
Esta perspectiva, que conecta con el paradigma ‘autopoiético’, es de capital
importancia en la medida en que indica un principio ‘fuerte’ acerca de la humanidad, la
cultura y de sus respectivas construcciones evolutivas21. Los autores no desarrollan tales
temas; estimo necesario resaltarlos aquí ya que suponen un elemento importante de
entronque del construccionismo social con los procesos de evolución y 'sapientización' que
estudia la antropología a través de ese enfoque.
21
Un desarrollo de estos supuestos lo realiza Eugenia Ramírez Goicoechea (2009).
59
La Etnometodología
Es común y habitual situar el origen de la etnometodología en Harold Garfinkel y
su obra ‘Studies in Ethnomethodology’, editada originalmente en 1968 —la edición en
castellano, ‘Estudios en Etnometodología’, se publicó en 2006—. Para Garfinkel, la
etnometodología consiste en “la investigación de las propiedades racionales de las
expresiones contextuales y de otras acciones prácticas, como logros continuos y
contingentes de las prácticas ingeniosamente organizadas de la vida cotidiana” (2006: 20).
Parece haber unanimidad en situar las fuentes de influencias de Garfinkel en
Talcott Parsons y Alfred Schutz. Si bien Caballero (1991) sugiere que, con el tiempo,
Garfinkel se fue distanciando de Parsons hasta el punto de caricaturizar sus ideas; de él
tomaría la cuestión del orden social, mientras que de Schutz incorporaría el enfoque
fenomenológico. Siguiendo a Alain Coulon, mientras que para Parsons “las motivaciones
de los actores están integradas en los modelos normativos que regulan las apreciaciones
recíprocas” (Coulon, 2005: 12), para la etnometodología “la relación entre actor y
situación no estará basada en los contenidos culturales ni en las reglas, sino que nacerá a
partir de procesos de interpretación (Coulon, 2005: 13). Lo que Garfinkel plantea es un
claro cambio de paradigma en relación a la naturaleza acción social, de tal modo que
pasamos de un orden normativo a uno interpretativo.
De Schutz tomará, especialmente, la comprensión de la acción, de los significados
que el actor le da en la realización de la vida cotidiana y el mundo social
intersubjetivamente experimentado por los actores (Caballero, 1991).
Otra fuente de la etnometodología estaría en el interacionismo simbólico, para el
que “la interacción se define como un orden negociado, temporal y frágil, que debe ser
reconstruido permanentemente con el fin de interpretar el mundo” (Coulon, 2005: 19).
También ve Coulon un aporte constructivista en la etnometodología proveniente de Marx,
a través de la teoría del etiquetado (Coulon, 2005).
He de advertir, no obstante, que la etnometodología, como suele ocurrir
frecuentemente, no constituye un corpus unitario, sino que representa un conjunto de
tendencias que conviven con mayor o menor tensión; en este contexto cobra sentido la
crítica de Paul Atkinson quien “subrayó la falta de coherencia de la etnometodología y
llegó a afirmar que algunos etnometodólogos habían llegado muy lejos desde las premisas
fundamentales del enfoque” (Ritzer, 1993b: 291).
60
Para Caballero22, el programa básico de la etnometodología partiría del enunciado
siguiente: “la persona empieza con ciertos materiales que ponen límites y luego actúa, y, al
actuar, varía esos límites. Estos nuevos límites constituyen el material de otro acto
creativo, y así hasta el infinito” (1991: 91). No parece exagerado rastrear en esta expresión
el aire construccionista de Berger y Luckmann a propósito de lo que ellos llaman procesos
de externalización.
A partir del anterior enunciado identifica Caballero en la etnometodología cinco
perspectivas básicas sobre la naturaleza de la realidad social:
-
La realidad como actividad reflexiva. Para los etnometodólogos, todos estamos
embarcados en un proceso de creación de realidad social a través de nuestros pensamientos
y acciones.
-
La realidad como cuerpo coherente de conocimientos. Las personas en sus vidas
cotidianas, así como los sociólogos que las estudian, organizan el mundo en realidades
coherentes.
-
La realidad como actividad interactiva. La realidad social no está simplemente «ahí
fuera». Su existencia depende más bien de la incesante interacción recíproca y
construcción social de la realidad de los participantes.
-
La fragilidad de las realidades. Las realidades sociales no son sólidas estructuras,
sino creaciones muy frágiles que pueden quebrarse de diversos modos.
-
La permeabilidad de las realidades. Las personas viven en diversos mundos
sociales, pudiendo moverse de una a otra realidad. Así, conductas que resultan reprensibles
en un determinado contexto social pueden ser aceptables en otro contexto distinto
(Caballero, 1991: 92-93).
Además, la etnometodología adoptó un lenguaje conceptual, que Coulon califica de
“complementario y solidario en sus conceptos” (Coulon, 2005: 31), basado en una serie de
conceptualizaciones, algunas de los cuales paso a describir siguiendo a Coulon (2005) y a
Caballero (1991).
En primer lugar, la etnometodología considera que ella misma y la sociología deben
ser entendidas como una actividad práctica que trata de encontrar la forma en que los
individuos realizan sus acciones y dan sentido a ellas; es eminentemente procesual y
22
Citando a H. Mehan y H. Wood (1975).
61
considera que “los hechos sociales son las realizaciones de los miembros” (Coulon, 2006:
33)23.
La ‘realidad’ se construye también con el lenguaje ordinario, sin embargo los
significados de cada expresión vienen dados por los diferentes contextos en los que se
produce en cada situación particular; este carácter contextual de los significados es lo que
se conoce como ‘indexicalidad’ —o indicialidad—; la indexicabilidad nos remite a una
idea del carácter local del significado.
El ‘principio del etcétera’ está vinculado a la existencia de significaciones comunes
al hablante y al oyente en la interacción verbal, de tal forma que el hablante puede dejar en
manos del oyente el completar la información —con un etcétera, por ejemplo— con el fin
de no interrumpir la interacción facilitando la fluidez en la vida social.
La ‘reflexividad’ hace referencia a un carácter propio de buena parte de la
interacción humana, se trata de la construcción de sentido que acompaña a la expresión de
nuestras descripciones, “las descripciones de lo social se convierten, en el momento de
expresarlas, en partes constitutivas de lo que describen” (Coulon, 2006: 44); así, la
descripción de una situación forma parte constituyente de dicha situación.
Para la etnometodología el mundo social es ‘accountable’, si es inteligible en las
acciones prácticas que realiza la gente.
“La recomendación central que se desprende de estos estudios es que las
actividades por las que los miembros producen y manejan escenarios organizados
de asuntos cotidianos, son idénticas a los procedimientos por cuyo medio dichos
miembros dan cuenta de y hacen ‘explicables’ (accountable) esos escenarios. El
carácter ‘reflexivo’ o ‘encarnado’ de estas prácticas explicativas y de las propias
explicaciones es el punto esencial de esa recomendación” (Garfinkel, 2006: 9).
Así pues, decir que el mundo social es accountable “significa que está disponible,
es decir, que es descriptible, inteligible, relatable y analizable (...) en las acciones prácticas
de la gente” (Coulon, 2005: 48).
El término ‘miembro’ en etnometodología, no remite a una pertenencia común
simplemente; para Coulon (2005) este concepto es cambiante en el propio Garfinkel y su
caracterización tiene que ver con el lenguaje común, con “cómo los actores mismos tratan
23
Citando a Garfinkel y Sacks (1970).
62
su propio saber y el de los demás como socialmente organizado” (Caballero, 1991: 98);
ello facilita el reconocimiento y permite construir el mundo social como real a través del
sentido que le damos.
Como vemos, la etnometodología muestra un aire de familia que la emparenta tanto
con el interaccionismo simbólico como con el construccionismo social, al menos en su
programa básico, reflejando tanto las herencias comunes recibidas como el solapamiento
conceptual de sus construcciones teóricas.
La referencia a los métodos de la etnometodología abre una línea de interés en la
medida en que, la ausencia de métodos originales en este enfoque, lo vincula con la
etnografía, de la que tomará sus instrumentos y con la que intercambiará prescripciones
metodológicas. Un aspecto fundamental en los enfoques etnometodológicos es que:
“Para los etnometodólogos, no existe diferencia de naturaleza entre los métodos
que emplean los miembros de una sociedad para comprenderse y comprender su
mundo social, por un lado, y, por otro, los métodos que emplean los sociólogos
profesionales para llegar a un conocimiento que se pretende científico de dicho
mundo” (Coulon, 2005: 60).
En otro sentido, Garfinkel distingue dos asertos sobre el término etnometodología.
El primero consistiría en el estudio de las metodologías empleadas por los miembros de la
sociedad durante su interacción cotidiana; el segundo consistiría en el análisis de los
‘etnométodos’, es decir, en el examen de los métodos asociados a grupos, instituciones u
organizaciones concretas.
Los etnometodólogos, en la medida en que no han producido tecnología propia, la
han tomado de la etnografía. De la conjunción de la etnometodología y la etnografía han
surgido contribuciones de interés que cito siguiendo a Coulon (2005: 89 y ss.).
La ‘Etnografía Constitutiva’. Contribución de Hugh Mehan, parte de la hipótesis
constructivista del interaccionismo simbólico y de la que podemos indicar sus principios:
-
Disponibilidad de los datos que son consultables —sean escritos, sonoros o
visuales—.
63
-
La exhaustividad del tratamiento de los datos, que evite la selección interesada de
ellos.
-
La convergencia entre los investigadores y los participantes sobre la visión de los
acontecimientos.
-
El análisis ‘interaccional’, que impida, a la vez, la reducción psicológica y la
reificación sociológica.
Las técnicas de recopilación de datos empleados son muy variadas: observación
participante, conversaciones, informes, etc. Pero todas comparten las indicaciones de la
etnografía ’la observación de los actores en situación’, lo que confiere un cierto carácter
local a la investigación etnometodológica.
Por otro lado, la indicación de que los problemas de diverso carácter, detectados en
la investigación, deberían pasar a integrar la investigación, supuso el arranque de la
llamada ‘Etnografía reflexiva’.
“[Ésta] se propone dar cuenta simultáneamente del objeto de la investigación y del
método empleado durante la misma a partir de la hipótesis de que ambos no sólo
están vinculados, sino que el conocimiento de uno permite igualmente comprender
mejor al otro” (Coulon, 2005: 92).
La otra aportación que cita Coulon (2005: 94-97)) es el ‘Tracking’, en los términos
de Don H. Zimmerman: “seguir la pista, pisarle los talones a alguien”. Su posición nos
sitúa en el terreno claramente emic de la investigación etnográfica: situarse en la
perspectiva de los actores, pero no sólo eso:
“Captar el punto de vista de los miembros no consiste simplemente en escuchar lo
que dicen ni en pedirles que expliciten lo que hacen. Esto implica situar sus
descripciones en un contexto y considerar los informes de los miembros como
instrucciones de investigación” (Coulon, 2005: 94).
Interpretando el término ‘miembro’ en sentido etnometodológico, llegamos a
engarzar con la idea de que la información que pretendemos obtener de cualquier agente se
refiere ‘al saber socialmente confirmado de su comunidad’.
64
Estos cuatro enfoques expuestos en el presente sub-capítulo representan algunas de
las cristalizaciones de una línea epistemológica que se fue constituyendo a través de un
siglo; han abierto florecientes perspectivas a las ciencias sociales y fundamentan una nueva
forma de abordar las investigaciones socio-antropológicas. Su entronque con la etnografía
y el conjunto de la metodología empleada en esta Tesis, que serán abordados en el capítulo
de ‘Recursos metodológicos’, constituyen el armazón del modelo con el que se ha
abordado la presente investigación.
65
66
1.2
ESTRUCTURA CONCEPTUAL
En el capítulo que comienza se tratarán algunas cuestiones centrales del presente
ensayo: diversos aspectos relacionados tanto con la sociabilidad como con la prostitución,
en la medida en que forman los dos ejes básicos que constituyen el objeto de esta Tesis.
Ambas materias serán abordadas individualmente, tanto desde los enfoques teóricos
pertinentes a esta investigación, como desde la consideración de los aportes científicos y
académicos que se han venido produciendo en los últimos años. Pero también se discurrirá
acerca de ambas cuestiones cuando se dan imbricadas en contextos ecológico culturales
concretos. Un apropiado marco conceptual, tratando trabajo sexual y sociabilidad bajo los
presupuestos epistemológicos considerados en el capítulo 1.1, así como un análisis de las
formas y espacios en que ambos fenómenos se manifiestan de manera imbricada, también
serán objeto de análisis en este apartado.
1.2.1 Sobre la sociabilidad
El concepto de sociabilidad lo rastreamos hasta George Simmel. En dos de sus
textos podemos encontrar referencias de gran valor, se trata de ‘Cuestiones fundamentales
de sociología’ y el capítulo dedicado a ‘Sociabilidad’ en ‘La individualidad y las formas
sociales’. Por esta razón, introduciremos un breve análisis a este aspecto de su obra, antes
de abordar cómo las ciencias sociales contemplan esa materia en los últimos tiempos.
La sociabilidad en Simmel
En Simmel, la sociabilidad adquiere el rango de ‘forma’, principio sintético que
emerge de las diferentes maneras de asociación, que satisface el ‘impulso sociable’ —su
contenido— y que acompaña a cualquier otro motivo que persiga la asociación:
“Se puede hablar de un impulso del hombre hacia la sociabilidad. Sin duda es a
causa de necesidades e intereses especiales que los hombres se unen en
asociaciones económicas o fraternidades de sangre, en sociedades de culto o en
bandas de asaltantes. Pero mucho más allá de su contenido especial, todas estas
asociaciones están acompañadas de un sentimiento y una satisfacción en el puro
hecho de que uno se asocia con otros y de que la soledad del individuo se resuelve
dentro de la unidad: la unión con otros” (Simmel, 2002b: 195-196).
67
El ‘impulso a la sociabilidad’ queda desvinculado de los intereses y problemas de la
vida real, de cualquier fin pragmático que la asociación de individuos pueda perseguir, de
manera que tal potencia queda realizada en el ‘encuentro social’, en la sociedad sin
intenciones: “la sociabilidad es la forma lúdica de la asociación” (Simmel, 2002b: 197) y
también la forma lúdica de las problemas éticos. Resulta así que las diferentes
interacciones y relaciones, que para cualquier otra estructura o institución son meros
medios para conseguir sus fines sociales, “para la sociabilidad constituyen la totalidad del
significado y el contenido del proceso social” (Simmel, 2002b: 198). Por tanto, para
Simmel la sociabilidad resulta de un estímulo propio de la naturaleza humana, que
mediante el proceso de ‘autonomización’, común a otros impulsos y formas, “desprende de
las realidades de la vida social el puro proceso de socialización como un valor y una forma
de felicidad y a partir de ello constituye lo que llamamos sociabilidad en sentido más
estricto” (Simmel, 2002a: 82). Así pues, para él, tanto la sociabilidad como la socialización
proceden de la interacción; ambas van indisolublemente unidas, dado que la sociabilidad
queda definida como la abstracción de la socialización. En este sentido, la sociabilidad se
manifiesta de forma genuina en el juego o en la coquetería, o en la conversación, cuando
ésta se convierte en un fin en sí mismo.
De nuevo surge aquí el dualismo simmeliano, pues:
“La sociabilidad crea, si uno quiere, un mundo sociológico ideal, en el cual (...) el
placer del individuo es siempre contingente según el regocijo de los otros (...) un
mundo artificial hecho por seres que han renunciado tanto a los componentes
objetivos como a los puramente personales de la intensidad y la amplitud de la
vida” (Simmel, 2002b: 200).
Como vemos, la sociabilidad conecta en Simmel teoría social y de la cultura; esto
es, la sociabilidad como ‘forma’ social y como ‘mundo’ cultural.
El mundo de la sociabilidad en su obra presenta diferentes características y está
sometida a disímiles fuerzas que la desarrollan o limitan. Así, en ese ámbito son relevantes
aquellas cualidades personales que facilitan el ‘estar juntos’, debiendo quedar fuera
aquellas ‘significaciones objetivas’ de las personas que tengan que ver con su posición
social, mérito o clase social. La sociabilidad se ve promocionada “sólo con las
capacidades, atractivos e intereses de su pura humanidad. Por otro lado se detiene ante lo
totalmente subjetivo y puramente interior de la personalidad” (Simmel, 2002a: 87). El
68
mundo de la sociabilidad es artificial, “construido de seres que desean crear
exclusivamente esta pura interacción entre ellos que no esté desequilibrada por ningún
acento material” (Simmel, 2002a: 88); Conviene, en este punto, recordar la observación
que hace Alejandro Néstor García al referirse a la deuda de la concepción simmeliana de la
sociabilidad con aquella que emergía en los salones sociales en el Berlín de su época;
gracias a que Simmel participó de esas experiencias sociables, como participante,
organizando veladas con gente distinguida en su propia casa (García, 2011). No obstante,
en él el carácter de la sociabilidad no es superficial sino simbólico, de tal forma que este
simbolismo la conecta con la vida ‘real’.
“Si la sociabilidad corta del todo los hilos que la relacionan con la realidad de la
vida y de las que teje su tela, aunque esta sea estilizada de muy otra manera, su
carácter de juego se convierte en un puro juguetear con formas vacías, en un
esquematismo sin vida y orgulloso de carecer de esta” (Simmel, 2002a).
Podemos resumir diciendo que el concepto de sociabilidad en Simmel está anclado
en la realidad social que se elabora mediante la interacción, la asociación; si bien, en su
sentido estricto, ‘en su forma más pura’, le reserva el carácter lúdico de la socialización
que aquella produce.
La sociabilidad en las ciencias sociales
Paradójicamente, y a pesar de los estudios sobre sociabilidad que ya existen en
ciencias sociales, no se dispone de un concepto de ‘sociabilidad’ sobre el que concurra un
acuerdo generalizado; aunque han pasado más de veinte años desde ella, aún con matices,
la expresión de Jordi Canal seguiría vigente, al considerarla “un concepto en construcción”
(Canal, 1992). No en vano, Xavier Motilla se hace eco de la confusión en el uso de
términos como sociabilidad y asociacionismo en los trabajos de diferentes autores,
remitiéndonos a algunos investigadores como Jean-Louis Guereña que plantean la
“necesidad de separar conceptualmente la sociabilidad general de la vida asociativa”
(Motilla, 2012: 357).
Por su parte Jean-Luis Guereña se refiere a ella como “una categoría histórica
relativamente asentada en la historiografía española contemporánea” (Guereña, 2003b:
409), si bien, reitera el carácter abierto de su definición; y rastrea en diferentes
concepciones sobre ella en el ámbito de las ciencias sociales, situándola tanto en referencia
69
a las relaciones personales —el tratarse— como a los ámbitos en dónde se desarrolla. Para
él:
“La sociabilidad remite pues en la historiografía actual a la aptitud de los hombres
para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y a
las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran con este
objetivo” (Guereña, 2003b: 413).
Podríamos decir con Xavier Motilla que el término sociabilidad ha ido variando su
campo semántico de tal manera “que integra a la vez los aspectos más formalizados, es
decir, la vida asociativa en su conjunto, y aquellos aspectos menos estructurados de la vida
cotidiana o informales, como la calle, el mundo de los cafés, las tabernas, etc.” (Motilla,
2012: 342).
Josepa Cucó24, tras realizar un somero repaso crítico a diferentes concepciones de
la sociabilidad, propone para ésta una definición entendida en sentido amplio que incluiría
“los modos de interacción supra-familiar y los agrupamientos que ocupan el espacio
intermedio entre el nivel de las instituciones altamente formalizadas y el reducido ámbito
de los grupos domésticos” (Cucó, 2008a: 125-126); de tal forma que entre sus rasgos
estarían su carácter histórico, social y dinámico. Esta definición, a mi entender, resuelve
problemas acerca de algunos inconvenientes presentes en la concepción de la sociabilidad,
como la de la dicotomía sociabilidad formal/informal, o la de la confusión entre
sociabilidad y los ámbitos de asociación en los que se expresa; por otro lado, ubica los
ámbitos de sociabilidad de que se dota la modernidad ante la progresiva desaparición de
las formas ritualizadas de interacción propia de sociedades anteriores.
En otro sentido, Pablo Quintero realiza una breve excursión por las tradiciones
filosóficas a lo largo de la historia buscando fundamento para una definición de
sociabilidad, concepto que él sitúa en el contexto de la dicotomía naturaleza-cultura. Para
el referido autor, la definición de la sociabilidad vendría dada por una doble articulación:
como capacidad natural, vinculada al pensamiento inconsciente, y como medio cultural, en
el sentido de formas en que “puede producirse, aprenderse y reproducirse en una sociedad
particular” (Quintero, 2005: 6). La sociabilidad constituiría así, la forma con la que los
24
Citando a Agulhon (1977: 8-10). Procede dejar constancia de la influencia que el concepto manejado por
el historiador francés ha tenido en nuestro país, a pesar del carácter cambiante de su contenido a lo largo de
su obra.
70
hombres se relacionan entre sí, constituyendo “un orden general de existencia (...) en
donde encajan tanto la identidad social como la identidad personal” (Quintero, 2005: 8).
Como vemos, a pesar de las dificultades para su conceptualización, estamos en
condiciones de realizar una delimitación a la idea de la sociabilidad, que sea coherente con
las orientaciones epistemológicas de las que hemos partido; en línea con las propuestas
teóricas presentes en otras investigaciones, con las que pueda engarzar en el ámbito de las
ciencias sociales la presente Tesis, y que resulte útil a los propósitos que nos hemos fijado
en ella. Se trata de una aproximación a dicha noción de carácter abierto e integrador a la
vez, que acoja las diferentes tradiciones de estudios que se han proclamado bajo el rótulo
de la sociabilidad, y que respete esas tres características de las que habla Cucó (2005):
histórica, social y dinámica. De tal manera que las diferentes condiciones, interacciones y
producciones vinculadas a ese concepto queden articuladas por la confluencia o
superposición de distintos ejes o aspectos que en cada caso concreto pueden variar a lo
largo de diferentes rangos de intensidades.
Así, un primer eje vendría marcado por el carácter lúdico de la relación —que
recoge el carácter restringido o ideal de la sociabilidad simmeliana—; de tal forma que la
sociabilidad incluye un conjunto de interacciones propias de la vida social de las personas
que se relacionan socialmente; la composición puede oscilar desde extremos marcados por
la emergencia de aspectos exclusivamente lúdicos, hasta aquéllas mediante las cuales se
satisfacen también intereses sociales concretos de variado carácter.
El segundo tendría que ver con la caracterización de los contextos espaciales en que
esas interacciones se desarrollan, desde espacios privados, o de acceso restringido o
marcado por convenciones, hasta los públicos donde la libre concurrencia deja sin apenas
límites la posibilidad de presencia de las personas.
La tercera articulación tendría que ver con ese continuo al que se refiere Cucó,
expresa el nivel de formalización de los ámbitos en los que se produce, desde la
formalización y estructuración consciente de entidades y asociaciones orientadas a fines
específicos, más o menos permanentes, a los encuentros transitorios, esporádicos o
casuales entre personas en espacios no formalizados.
Por fin, podríamos añadir un cuarto vector que expresara, utilizando la terminología
simmeliana, la geometría de la interacción, en concreto el nivel de proximidad y el interfaz
que media entre los diferentes sujetos y que permite, facilita o filtra la interacción; desde
71
las relaciones cara a cara de las que nos habla Goffman, con contacto físico más o menos
intenso, o sin él, hasta la relación a través de correspondencia, telefonía o Internet, como
las que se da en las llamadas redes sociales.
No se trata de una definición operativa, sino de un conjunto de criterios que pueden
ayudarnos a encuadrar un fenómeno poliédrico que, con distintas intensidades, emerge de
múltiples formas y en diferentes contextos sociales.
El análisis de la sociabilidad: ámbitos y espacios
Los estudios sobre sociabilidad tienen su origen en distintas disciplinas. Las
ciencias sociales están incrementando sus aportes en los últimos años con diversos estudios
y desde múltiples puntos de vista; buena parte de esos trabajos provienen de la historia
social, la sociología y la antropología.
Sin ánimo de exhaustividad citaré, a continuación, algunas investigaciones más o
menos representativas, que nos darán idea de la variedad de formas y la multiplicidad de
ámbitos y espacios diferentes en que se puede expresar la sociabilidad. Y para no hacer
interminable la lista me centraré principalmente en trabajos publicados desde finales del
siglo pasado y que se fundamenten en contextos contemporáneos dentro del territorio del
Estado español.
Un rasgo que cabe recordar en relación a los estudios de sociabilidad tiene que ver
con la confusión a la que se refiere Motilla, y que hemos citado arriba, entre sociabilidad y
asociacionismo; de tal manera que disponemos de abundantes estudios donde la
sociabilidad aparece, si acaso, en mayor o menor medida, como un subproducto de los
estudios sobre asociacionismo.
Ello ha tenido como efecto, como nos recuerda Jorge Uría (2008), la mayor
presencia del tipo formal en las publicaciones sobre sociabilidad dado el carácter
institucional de estas asociaciones.
Entre ellas no podemos obviar el trabajo, ya clásico en el ámbito de la antropología,
de Isidoro Moreno (1985), sobre las cofradías y hermandades andaluzas, además, están las
sociedades corales que analiza Jaume Carbonell (2003); las logias masónicas que estudia
Luis P. Martín (2003); los clubes deportivos que aparecen en la revisión histórica que
hacen Xavier Pujadas y Carles Santacana (2003); las ‘sociedades’ obreras que estudia
Manuel Morales (2006) y los ateneos liberales o libertarios que examinan Francisco
Villacorta (2003) y Javier Navarro (2003) respectivamente.
72
Otros espacios más orientados a la sociabilidad lúdica, el ocio o el consumo, tienen
que ver con los cafés barceloneses que estudia María de los Ángeles Pérez (2001), las
tabernas (Uría, 2003), los McDonald sobre los que diserta Eloy Martínez (2003), los
burdeles que examina Guereña (2003c), o la mirada sobre los gimnasios que proyecta
Anastasia Téllez (2003), etc.
La antropología urbana ha sido también una caudalosa fuente de valiosos estudios
sobre sociabilidad, en la medida en que es en la ciudad donde articulamos nuestras
experiencias recurrentes de la vida cotidiana: trabajamos, establecemos relaciones
anónimas, desarrollamos prácticas rutinarias con personas y objetos, realizamos
desplazamientos en diferentes medios y con diferentes propósitos, compartimos espacios,
experimentamos sentimientos diversos, etc. (Cruces, 2010).
Son abundantes los ejemplos de análisis sobre ella en el espacio público 25
vinculándolos a diferentes formas de co-presencia y apropiación; a título de ejemplo
podemos citar el jardín del Turia o el paseo marítimo en Valencia que analiza Francisco
Torres (2005a y 2005b); una línea de autobuses interurbana en Almería que estudian
Ángeles Arjona y Juan Carlos Checa (2008); en Cucó (2008b) podemos encontrar una
mirada a diferentes sociabilidades urbanas en la ciudad de Valencia; e igualmente, los
espacios de sociabilidad transitoria en la ciudad de Barcelona sobre los que dirige la
mirada Pep Vivas, Ramón Ribera y Óscar López (2009).
También, el espacio público como escenario de fiestas y rituales en los que
emergen diversas formas de sociabilidad; en esta línea está el trabajo de Javier Escalera
(1999) sobre las fiestas de Sevilla, o el de Pedro García (2006) que analiza la sociabilidad
como forma de ‘retradicionalización’.
Por fin, nos referiremos a las nuevas formas de sociabilidad surgidas en entornos de
interacción virtual, sin co-presencia física y que requiere de la mediación de una tecnología
25
Siguiendo a Torres podemos definir el espacio público como un “espacio físico socialmente conformado
para ser accesible a todos, susceptible de diversos usos, y que implica una co-presencia entre desconocidos”
(Torres, 2005b: 243). La calle –cuando no es privatizada- es el espacio público por antonomasia, pero
también los andenes, las paradas de autobuses, las plazas; en general, los espacios exteriores. En todos ellos
se dan las características que concita la sociabilidad: usado de forma individual o colectiva, en familia o en
grupo, regulado por un conjunto convenciones formales o informales, explícitas o implícitas, “que establecen
las formas en que debe desarrollarse la interacción y fijan la ‘normalidad’ de usos y comportamientos”
(Torres, 2005b: 243).
73
de transporte de datos, pudiendo citar al respecto el trabajo de Laura Bautista (2012).
Precisamente los atributos sociables y el carácter de red que podemos encontrar en la
comunicación a través de estas nuevas tecnologías están proporcionando los fundamentos
para una nueva disciplina: la 'webnografía' a la que se aproxima Joan Mayans (2002) y la
antropología virtual o ciber-antropología que aborda Alfonso Vázquez (2008).
Todas estas formas de sociabilidad pueden remitirse conceptualmente a aquellos
cuatro ejes de que dotamos a la definición de sociabilidad que he adoptado, lo cual revela
su oportunidad, utilidad y capacidad comprehensiva como forma de caracterizar las
distintas formas de sociabilidad que conocemos en nuestras sociedades.
1.2.2 Miradas sobre el trabajo sexual
En este sub-capítulo trataremos acerca del trabajo sexual, tanto desde la vertiente de
sus aproximaciones conceptuales, como desde el abordaje que sobre él se ha realizado
desde la producción científica y académica contemporánea más actual. Pero antes de tratar
ambos aspectos hay algunos problemas previos que conviene reflejar y que afectan al
estudio de este fenómeno sociocultural a lo largo de la historia y, desde luego, en nuestra
sociedad actual. Se trata de cuestiones que tienen que ver con las conceptualizaciones que
se manejan para referirse a ese ‘hecho’ tanto en la vida cotidiana como en los mismos
estudios en el campo de las ciencias sociales.
La incrustación26 del intercambio sexual en las dinámicas e instituciones culturales
Relacionado con el trabajo sexual se manejan diversos conceptos como puta,
prostituta, chulo, cliente, 'prostituidor', proxeneta, prostitución, etc. Todas ellas presentan
algunas dificultades conceptuales, como categorías analíticas vinculadas a este fenómeno,
que estudiaremos más adelante en este mismo sub-capítulo. No obstante, hay un problema
previo referente a la asignación de las actividades que pueden recogerse bajo el manto de
esta variedad de denominaciones, tanto para los sujetos que intervienen en su ejecución
26
El termino incrustación proviene del inglés ‘embedded’; usado en la Antropología Económica, afirma para
las sociedades conocidas, con excepción de la sociedad occidental moderna, que “la producción y
distribución de bienes materiales estaba incrustada en las relaciones sociales de tipo no económico de tal
forma que ni existía un sistema económico institucionalmente separado ni una red de instituciones
económicas” (Polanyi, 2009: 117).
74
como para las relaciones que se establecen en el marco de eso que comúnmente —y
teóricamente también— se suele designar como prostitución.
Acerca de este problema encontramos referencias en trabajos de investigación aun
con diferentes enfoques.
Así el Colectivo IOÉ sugiere una aproximación dinámica y con varios componentes
que en diverso grado estarían presentes en el intercambio sexual; situando éste en una línea
de continuidad con los afectos y los cuidados, según el tipo de relación que se establece y
los ámbitos donde se desarrolla.
Cuadro nº 3. Formas de intercambio en las relaciones afectivas-sexuales
Relaciones
recíprocas
Necesidades afectivas
Necesidades sexuales
Actividades gratuitas
para dar/recibir afecto
Actividades gratuitas
de intercambio sexual
a) Dentro de los hogares: atención,
cuidados corporales afectivos y del
hogar a familiares.
b) Fuera del hogar: ayuda mutua entre
parientes, amigos y vecinos, etc.
Empleo remunerado para cubrir
necesidades afectivas
Formas
Relaciones
de
intercambio
a) Dentro de los hogares: servicios
personales de atención y cuidado y del
hogar.
mercantiles
b) Fuera del hogar: servicios para el
bienestar físico-sensual-psíquico
(lúdicos, recreativos, terapéuticos, etc.).
a) Dentro del hogar: relaciones sexuales
entre miembros de una pareja.
b) Fuera del hogar: relaciones
ocasionales, ‘extramatrimoniales, etc.
Trabajo sexual remunerado
Espacio
privado
a) Esparcimiento:
- Servicios para el bienestar: masajes,
saunas, terapias.
-Lúdico-erótico-sensual: espectáculos,
striptease, etc.
-Cabinas, ciber-porno, etc.
b) Prostitución en sus diferentes ámbitos
y frecuencia.
Prácticas políticas y sociales
para regular los impulsos afectivos y sexuales
Relaciones
re-distributivas
-Correlación de fuerzas existente entre los múltiples agentes que desarrollan estas
actividades da lugar en cada coyuntura histórica a una ‘norma reguladora de los
afectos y la sexualidad’.
-‘Dispositivos’ colectivos canalizan los afectos y la sexualidad, construyen normas
sociales y la gestionan.
Espacio
público
político
Fuente: Colectivo IOÉ, 2001. Elaboración propia.
Para estos autores se trata de un campo en el que se expresan múltiples aspectos de
la vida ordinaria y que se sitúan mediante diversas referencias, de tal forma que:
75
“El ámbito del intercambio sexual, mediado o no por contraprestación económica,
puede ser concebido como un elemento del complejo ‘afectivo-sexual’. Con esta
categoría nos referimos al conjunto de necesidades humanas de atención y cuidado,
acompañamiento y reconocimiento, y a las diversas formas de satisfacerla con el fin
de obtener el bienestar afectivo-emocional, sensual-corporal y erótico-sexual”
(Colectivo IOÉ, 2001: 649).
Lo cierto es que el ámbito de las prácticas de lo que se suele denominar prostitución
puede considerarse integrado en diversas instituciones socioculturales, tal y como lo
expresa Gail Pheterson27: “la existencia de un continuum de intercambio sexual-económico
entre mujeres y hombres es una característica constante cultural e históricamente dentro de
la organización social” (Pheterson, 2000: 35). En esta misma línea, desde el ámbito de la
antropología podemos extraer numerosos ejemplos de esta idea tal y como lo expresa
Alfred Reginald Radcliffe-Brown cuando compara la boda en la Inglaterra ‘antigua’ y el
matrimonio africano (Radcliffe-Brown, 1982: 55 y ss.); o cuando se refiere a éste en
concreto:
“En muchas sociedades africanas, en la mayoría quizás, un matrimonio incluye toda
una serie de prestaciones (pagos, regalos o servicios) y, si bien las más importantes
de éstas son las que ofrecen el marido y sus parientes a los parientes de la esposa,
también hay con frecuencia, podríamos decir usualmente, otras ofrecidas por los
parientes de la esposa” (Radcliffe-Brown, 1982: 57).
De modo que la atención a este fenómeno, en su componente comercial, ha situado
a la mujer en el lado del ofrecimiento y al hombre en el lado de la satisfacción sexual; a la
mujer en el lado de la prestación de un servicio y al hombre del lado de la remuneración
económica por aquél; es evidente que, en nuestros días, la inversión de roles ha llegado
hasta las prácticas sexuales de carácter comercial, siendo frecuente en la actualidad su
visualización en anuncios de prensa y en la práctica de lo que se conoce como ‘turismo
sexual’.
El otro problema relacionado con el abordaje de la prostitución tiene que ver con
diferentes expresiones del estigma que afecta a las diferentes personas relacionadas con
27
Citando a Tabet (1987).
76
este comercio, en especial a las mujeres que realizan el trabajo sexual, pero también a
clientes, novios, etc.
Aunque volveré más tarde sobre este asunto, interesa ahora aquello que se refiere al
contenido de los términos prostitución, prostituta y puta en el sentido en que lo expresa
Pheterson, para referirse al carácter cultural construido de las asignaciones sociales a
aquellas personas:
“Los roles sociales de puta, cliente y chulo son imágenes culturales comunes, a
menudo dotadas de glamour o denigradas. Las putas son modelos tradicionales
claros de deshonra femenina de igual manera que los clientes y los chulos lo son de
la innobleza masculina” (Pheterson, 2000: 59).
En otro sentido se expresa Dolores Juliano para referirse al papel que representa la
desconsideración social de las prostitutas:
“Como hipótesis general se puede plantear entonces que el desprestigio social de la
prostitución no se relaciona con la actividad misma que implica, sino con el hecho
de que constituye un medio más o menos autónomo de supervivencia de las
mujeres y, desde este punto de vista, un espacio que permitiría ciertos niveles de
autonomía que se inutilizan precisamente a través de la fuerte presión
estigmatizadora” (Juliano, 2002: 35).
Parece, pues, que todo aquello que se relaciona con lo que comúnmente se entiende
por prostitución presenta una serie de contenidos simbólicos y efectos sociales que poco
tienen que ver con el intercambio sexual remunerado, sino que más bien hacen referencia a
fenómenos vinculados con el control social, los procesos de marginalización, o la
tipificación de conductas desviadas o peligrosas, en un determinado contexto sociocultural.
Todo ello nos pone ante la evidencia de que tal vez los términos prostitución, puta,
prostituta, etc. sean inadecuados para analizar el intercambio comercial de sexo,
necesitando distanciarnos de esas categorías y de los diferentes enfoques para los que son
funcionales. Volveremos más adelante sobre esta cuestión; en cualquier caso, tengamos en
cuenta estas reservas al respecto dado que este problema estará presente a lo largo de toda
la investigación relacionada con esta Tesis.
77
La prostitución en las ciencias sociales
La presencia de ensayos acerca de la prostitución viene de lejos, si bien relacionada
con los estudios históricos generalmente vinculados con las las prácticas asociadas a las
corrientes higienistas presentes en ese ámbito desde el S. XIX.
Francisco Vázquez (1998) resalta dos líneas explicativas para la prostitución en las
ciencias sociales.
La primera situaría el origen de la práctica de la prostitución en el doble estándar
moral que rige el comportamiento sexual en determinadas sociedades. Moral sustentada
por el carácter patriarcal de las relaciones de parentesco, donde la mujer ocupa una
posición de subordinación respecto al varón y representa un bien con valor de cambio para
el grupo familiar al que pertenece. La prostitución sería entonces el recurso que canalizaría
la energía sexual de los varones solteros, impidiendo que se orientara contra las mujeres
del clan, amenazando su cohesión. Se trata, pues, de una explicación a partir de las
relaciones de dominación de género, en las que los hombres ejercen un dominio sobre las
mujeres en diversos ámbitos sociales, y que predice que la prostitución desaparecería si se
desmantelaran las relaciones patriarcales que permiten la dominación androcéntrica de la
mujer (Vázquez, 1998). Ésta sería la explicación preferida por una parte del movimiento
feminista actual, en donde fue unánime hasta hace un par de décadas.
Otra línea explicativa señala la aparición de la prostitución en todos aquellos
entornos sociales en los que la demanda sexual no se encuentra satisfecha por la oferta
matrimonial y se produce un desequilibrio demográfico, social, o temporal. Esta hipótesis
estaría complementada con otra, que hace referencia al mercado laboral femenino: cuando
el mercado laboral femenino es muy rígido y simultáneamente el mercado matrimonial es
restringido, la prostitución tendería a aumentar. Esta línea explicativa, de orientación
liberal, que permite hablar de un mercado del sexo, ha constituido el argumento central de
la sociología de la desviación (Vázquez, 1998).
Por otro lado, siguiendo a Juan José Marín (2001), podemos decir que tres han sido
los enfoques que han mantenido los estudios de historia social respecto a la prostitución: el
de la patología social, según el cual la prostitución respondería a causas individuales
relacionadas con deficiencias de tipo personal que la relacionarían con la delincuencia; el
enfoque desviacionista, que caracteriza a la prostitución como una desviación de las
normas codificadas por la sociedad, considera aquella actividad como peligrosa para el
78
funcionamiento y progreso de la sociedad. El tercer enfoque sería el anómico, que busca el
origen de la prostitución en la incapacidad de la sociedad o de su funcionamiento para
proveer de los medios de vida adecuados a determinados sectores de la población; ello
impelería a muchas mujeres al ejercicio de la prostitución como forma de obtener ingresos
suficientes para encauzar su vida situándolas en posición de inferioridad y víctimas
propiciatorias de la trata y la esclavitud.
Estas concepciones acerca de la etiología de la prostitución y de la actividad de las
prostitutas se manifestará en las tres clásicas actitudes institucionales ante ella; pudiendo
situar en cada uno de los tres enfoques citados por Marín, respectivamente, el
‘prohibicionismo’, el ‘reglamentarismo’ y el ‘abolicionismo’; modelos que analizaré más
adelante.
Sería a partir de la década de 1970 cuando la historia social pusiera en cuestión
estos enfoques, a partir de diferentes trabajos, si bien muchos de ellos analizando aspectos
de la prostitución anclados en las sociedades euroamericanas desde finales del S. XVIII
hasta principios del S. XX.
Algunos precursores de los estudios sobre prostitución en ciencias sociales
Como objeto de la sociología, la prostitución podemos encontrarla en varios autores
desde comienzos del S. XX. Entre los precursores que la trataron en su obra, con más o
menos intensidad, podemos citar en primer lugar a Simmel.
Simmel aborda el análisis de la prostitución en su ‘Filosofía del dinero’, cuya
primera edición vio la luz en 190028. Para Simmel “el dinero no es jamás mediador
adecuado para una relación entre seres humanos que, por razón de su esencia, precisa de la
duración y la sinceridad interna de las fuerzas vinculantes” (Simmel, 1976: 466), que en el
caso del intercambio sexual asocia a la ‘relación amorosa auténtica’.
Este autor se sitúa en una perspectiva evolucionista, analizando el tránsito de las
diferentes formas de matrimonio en la antigüedad: matrimonio por compra, matrimonio
por regalo y matrimonio por dote, de tal manera que en estas formas de acceso a la mujer
no habría degradación ya que se trata de instituciones culturales de carácter social: “en
muchas culturas primitivas, la prostitución no se considera en absoluto como algo
degradante o desclasador” (Simmel, 1976: 470). Será la generalización de las formas de
economía individualista, la división sexual del trabajo —asignando a la mujer las tareas
28
Si bien todas las referencias a esa obra corresponderán a su edición en castellano de 1976.
79
dentro de la institución familiar y al hombre las de fuera de ella–— y la introducción del
dinero como mediador en el intercambio sexual extramarital cómo se libera al hombre de
las obligaciones con la mujer y degrada la posición de ella en esa relación: “honra sexual
femenina y dinero han de encontrarse en relaciones fundamentalmente distintas. Mientras,
para nosotros, la posición de la prostitución se determina en la distancia insalvable y en
inconmensurabilidad completa de aquellos dos valores” (Simmel, 1976: 470).
Simmel concede a la relación en la prostitución un carácter contingente, degradante
para la mujer y reducido al puro acto carnal. Asimismo lo considera una relación
desequilibrada entre el escaso valor del dinero en contraposición a lo que la mujer entrega:
“en el acto carnal en que consiste la prostitución, el hombre entrega un mínimo de su Yo y
la mujer, en cambio, un máximo” (Simmel, 1976: 469); ella entrega ‘lo más íntimo y
personal’ a cambio del dinero del hombre.
Podemos resumir diciendo que para Simmel, el intercambio sexual remunerado
mediante el dinero lleva en su interior la degradación de la mujer, por el propio carácter
que el dinero confiere a las relaciones personales cuando está presente en ellas. Además,
conviene dejar constancia de la presencia en su análisis de elementos problemáticos como
la necesaria fundamentación del intercambio sexual en el ‘amor auténtico’ o el escaso
desarrollo explicativo que ofrece del concepto ‘honra femenina’, que utiliza
reiteradamente.
Una nueva aportación desde las ciencias sociales la representa Kingsley Davis,
quien en 1937 publica un artículo en la Américan Social Review titulado ‘The sociology of
prostitution’. En él, Davis intenta responder a la pregunta de por qué una práctica
desaprobada y desautorizada en Occidente presenta tan enorme vitalidad en la sociedad de
su tiempo. Su respuesta la sitúa explícitamente en el análisis sociológico y la relaciona con
la vinculación de la prostitución a otras instituciones sociales.
Davis (1937) parte en su análisis de varios supuestos. El primero 29 sería la
inexistencia de periodo anestro30 en las hembras de primate —al introducir el sexo de
manera permanente en la vida social de esos mamíferos superiores, entre ellos los
29
Sirviéndose de los estudios de Zuckerman (1932).
30
El término ‘anestro’ no está en el DRAE. Según el Diccionario Médico en Línea, significa ausencia del
ciclo estral en determinados mamíferos superiores, de tal manera que no hay una regulación periódica del
deseo sexual, como ocurre con el resto de animales (Portales médicos.com).
80
humanos— de tal manera que la respuesta sexual puede desconectarse del apetito sexual
para vincularse a otros fines. Este hecho es relevante para Davis ya que constituiría el
“principio básico de la prostitución a saber, el uso de la estimulación sexual en un sistema
de dominio para alcanzar fines no sexuales” (Davis, 1937: 745-746); hecho que no debe
verse como una especie de determinismo biológico, sino como una predisposición biosocial que las normas culturales se encargarán de encauzar.
Otro aspecto de interés en el análisis de Davis es la presencia de este elemento en
otras instituciones donde el sexo o la estimulación erótica están presentes: el matrimonio,
el cortejo, los negocios en el que las mujeres actúan como reclamo, etc. Un tercer elemento
estaría en su consideración del “control institucional de las relaciones sexuales”31 (Davis,
1937: 747), ello establecería la diferencia entre la prostitución y el resto de las instituciones
que incluyen la sexualidad como elemento constitutivo. Cada institución tendría una
funcionalidad dentro de la estructura social, de tal manera que el matrimonio supondría “la
principal disposición cultural a través de la cual la expresión erótica se mantiene para la
reproducción” (Davis, 1937: 747); la proximidad a este fin reproductivo marcaría el grado
de estimación y aprobación social de cada institución donde el sexo o el erotismo
estuvieran presentes, y ese grado de prestigio social de las instituciones se trasladaría
asimismo a los agentes que participan de ellas, especialmente a la mujer. La prostitución,
en cambio, no sería funcional ya que “ambas partes utilizan el sexo para un fin que no es
socialmente funcional, el uno para el placer, el otro por dinero” (Davis, 1937: 748).
Un rasgo más a resaltar en el artículo de Davis es el carácter comercial de la
relación que se establece entre prostituta y cliente y la conexión existente de la prostitución
con el resto de ‘fuerzas económicas’. No obstante, “la conexión de una persona en
particular con la prostitución es una consecuencia de su propia y única historia de vida, en
el que una variedad infinita de hilos, algunos económicos y otros no económicos, se tejen”
(Davis, 1937: 750).
Si la existencia de la prostitución se debe a factores bio-sociales y, ante todo, a la
existencia de una jerarquía en la aprobación-reprobación social de las diferentes
instituciones donde el comportamiento sexual está presente, su ascenso —coincidiendo en
esto con Simmel— “parece correlacionarse con el aumento de los procesos de
individualización en una sociedad cada vez más compleja” (Davis, 1937: 755).
31
Cita del original en inglés, traducción propia.
81
Sobre la posibilidad de erradicación de este fenómeno, Davis niega que pueda
realizarse sólo mediante medidas económicas; esa hipotética situación requeriría la
ausencia de control institucional sobre la expresión de la sexualidad y que el deseo sexual
de cada persona debiera ser habitualmente correspondido. La hipotética desaparición del
sexo comercial quedaría vinculada entonces con la de las instituciones reguladoras del
deseo sexual. El descreimiento de Davis al respecto de esta posibilidad es claro:
“Pero incluso si las tendencias actuales continúan, no hay ninguna probabilidad de
que el sexo libre desplace a la prostitución. No sólo habrá siempre un conjunto de
instituciones reproductivas que pongan un freno contra la libertad sexual, un
sistema de dominación social que dé un motivo para la venta de favores sexuales, y
una escala de atractivo que cree la necesidad de la compra de estos favores” (Davis,
1937: 755).
Como puede apreciarse, se trata de un análisis profundamente vinculado al
funcionamiento de las instituciones socioculturales que, al margen de otras
consideraciones, presenta elementos fácilmente reconocibles en nuestra sociedad actual, se
muestra alejado de las preocupaciones higienistas y dotado de una profundidad poco
frecuente en su tiempo.
La siguiente aportación que considero de interés citar relativa al estudio de la
prostitución, desde una perspectiva sociológica, se debe a C. Wright Mills. Este sociólogo,
publicó por primera vez su artículo ‘Hablemos claro sobre la prostitución’32, en 1952.
En dicho artículo, Mills (1964) realiza un análisis de las formas de prostitución
presentes en los Estados Unidos de América del Norte, centrándose en fenómenos
emergentes en la sociedad de su tiempo, en particular en lo que él llama ‘la devaluación de
la castidad premarital’; estos cambios serían consecuencia de las nuevas pautas de moral
pública y privada, la política de ‘gastos pagados’ de las empresas con respecto a los
ejecutivos y gestores de sus negocios, o la emergencia de actividades relacionadas a lo que
él llama ‘industria del brillo’, vinculada a la publicidad y nuevos medios de comunicación
y entretenimiento, que para Mills aparecen contaminados de sexo y erotismo.
32
La versión que he utilizado se publicó en castellano en 1964; se trata de la recopilación de artículos
realizada por Irving L. Horowitz bajo el título de ‘Poder, política, pueblo’.
82
Mills hace referencia a dos tipos de prostitución tradicionales.
En primer lugar se refiere a “la prostituta al viejo estilo (...) que no oculta lo que es:
en la calle, en una casa, o conseguida por un mozo de hotel o un chofer de taxi” (Mills,
1964: 252); cuyos clientes suelen ser gente corriente: viajantes, estudiantes universitarios,
o soldados.
En segundo lugar aprecia “la prostitución de clase alta (...) que fomentan los
hombres ricos y jóvenes acomodados, los millonarios ocupados y los ‘playboys’ o los
ejecutivos” (Mills, 1964: 252); se trata de una forma de desempeño emparentada con las de
las mujeres amantes, mantenidas y con una relación más continuada en el tiempo.
Por fin, Mills nos muestra una tercera forma que él llama la prostitución vinculada
a “la muchacha de la cuenta de gastos” (Mills, 1964: 252).
“[Un] nuevo sistema de prostitución [que] incluye a mujeres elegantes de moral
ligera y a hombres de negocios respetables con nutridas cuentas de gastos (...) su
cliente está orgulloso de lucirla, sin medir gastos, en sus relaciones de negocios y
de club nocturno” (Mills, 1964: 252-253).
En este tipo de relación el hombre se beneficiaría de la compañía y exhibición de la
mujer, mientras que ésta “lo que espera es una carrera en alguna de las industrias del brillo
—teatro, cine, televisión, modas— y, mientras tanto, la diversión dorada” (Mills, 1964:
253).
En la obra que analizamos, su autor relaciona este tipo de prostitución con la
inclusión de los servicios eróticos, como parte constitutiva de las actividades
promocionales de los negocios de las empresas, de tal forma que abren un espacio de
oportunidades a mujeres que buscan pasarlo bien, un matrimonio afortunado o una carrera
en los ambientes de moda. También la vincula con los cambios en la moral
norteamericana, en particular en lo referente a la pérdida del valor de la castidad en las
mujeres solteras y al aumento de la respetabilidad de ‘la mujer experimentada’.
“Todos estos motivos positivos —carrera, matrimonio, diversión, dinero— no
funcionarían si la muchacha no se hubiera librado de ciertas inhibiciones
profundamente arraigadas en su abuela. La inhibición clave es, por supuesto, el
valor de la castidad premarital” (Mills, 1964: 255).
83
El análisis de Mills, a pesar de su corta extensión, aborda un fenómeno que es
habitualmente desconsiderado en los estudios sobre prostitución pero que aporta elementos
de gran interés analítico para su caracterización conceptual y alcance social; en particular,
el alejamiento de la pobreza como factor motivador para la realización del trabajo sexual, o
la consideración como prostitución de comportamientos y relaciones que, por vincularse a
estamentos de mayor nivel en la estructura social, suelen quedar fuera del objeto de los
estudios acerca del trabajo sexual en las ciencias sociales.
Los estudios sobre prostitución en el caso español
En el caso del Estado español, podemos decir que los estudios sobre prostitución
han seguido la estela europea pero con cierto retraso. En cualquier caso, se trata de ensayos
realizados desde diferentes perspectivas.
Así, han sido numerosos los estudios de historia social de la España medieval,
moderna y contemporánea; en esta línea estarían los escritos de Francisco Vázquez (1998),
de Andrés Moreno y Francisco Vázquez (1997, 2004) o de Jean-Louis Guereña (2003a,
2011) por citar algunos.
También conviene reseñar los trabajos de Pedro Negré (1986) que con un enfoque
sociológico emparentado con la etnometodología, aborda mediante historias de vida el
estudio de la prostitución en Barcelona; asimismo el de Julia Varela (1995) que analiza la
institucionalización de la prostitución en occidente desde una perspectiva sociológica.
No obstante, las deficiencias son claramente expresadas por Moreno y Vázquez aún
en 1997: “sobre las características y evolución del hecho social de la prostitución en la
España contemporánea queda casi todo por saber” (Moreno y Vázquez, 1997: 67).
Habrá que esperar —prácticamente al último cambio de siglo— para que
comiencen a publicarse diferentes estudios desde una perspectiva socio-antropológica que
tengan por objeto el análisis de la prostitución en la España, una vez superado el régimen
franquista. En este sentido, conviene tener presente dos hechos de singular importancia y
que marcarán la evolución del comercio sexual en nuestro país.
El primero es la transición democrática que se produce entre finales de la década de
1970 y la de 1980, con la transformación de las estructuras políticas y más aún con el
cambio de las estructuras sociales y las costumbres; así como la construcción de un
incipiente Estado del Bienestar, la consolidación de las clases medias y el incremento en el
acceso a la cultura, el ocio, etc.
84
El segundo hecho, y relacionado con él, tiene que ver con un fenómeno nuevo, la
conversión de nuestro país en un destino para la emigración que comienza en la década de
1980 y se consolida en los años siguientes, y que producirá una renovación casi total en el
origen nacional de las trabajadoras sexuales como revelan los diferentes informes que la
Guardia Civil viene publicando, al menos, desde el año 2000.
Asociado a este proceso empiezan a manifestarse otros fenómenos contingentes al
trabajo sexual como es el tráfico y la trata de seres humanos, cuyos episodios son relatados
con enorme escándalo y sensacionalismo por diferentes medios de prensa, programas de
televisión e incluso libros con pretendido carácter de investigación que explotan la
sensibilidad de los lectores a partir de trágicas historias particulares.
Estos fenómenos, y su consideración como contingentes al trabajo sexual o como
inherentes a él, profundizan en la fractura que estaba ya presente en torno a las polémicas
sobre el trabajo sexual, en particular, dentro de la doctrina feminista. Este movimiento
estuvo motivado por los análisis sobre prostitución que desde el feminismo habían
comenzado a introducirse en nuestro país de la mano de Raquel Osborne (1988; 1991), de
Dolores Juliano (2002), o de las traducciones de las respectivas obras de Gail Pheterson
(1992; 2000), Carla Corso y Sandra Landi (2000) que, partiendo del reconocimiento de las
iniciativas de las propias prostitutas, se enfrentan a una potente corriente del feminismo
abolicionista que ha ido ejerciendo su influencia en las políticas de las diferentes
administraciones en relación al tratamiento de la prostitución, tal y como lo expone María
Luisa Maqueda (2009).
A este cambio no han sido ajenos los estudios sobre sexualidad que, con mayor o
menor intensidad, han puesto el énfasis en su análisis como construcción cultural. En esta
línea cabe citar las respectivas versiones en castellano de los trabajos de Jeffrey Weeks
(1993) o de Leonore Tiefer (1996). Y más recientemente, desde el campo de la
antropología, los aportes de José Antonio Nieto (2003 y 2011)33.
Es en este contexto en el que se desarrollan los primeros estudios sobre la
prostitución en el Estado español. En buena parte de ellos están presentes las inquietudes
originadas en entidades como la Fundación Solidaridad Democrática (1988). También,
diferentes instituciones vinculadas a las propias administraciones, estatales o de las
comunidades autónomas, iniciaron, con el cambio de siglo, el patronazgo de estudios en
33
Una suscinta e interesante aproximación a estas cuestiones la encontramos en Acién (2009).
85
los que la prostitución femenina quedaba asociada a la inmigración: el Institut Catalá de la
Dona (Navarro, 2001), el Defensor del Pueblo Andaluz (2002), el Instituto Vasco de la
Mujer (2002), la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid34 (2003) o el
Gobierno del principado de Asturias (Fernández, 2004); a los que sucederían una lista que
se haría interminable citar35.
Asimismo, las entidades sociales que trabajaban con inmigrantes elaboraron sus
propios estudios; entre los pioneros podemos encontrar a la malagueña Asociación Mujer
Emancipada (1998), Médicos del Mundo (2001), ACSUR-Las Segovias (Bonelli y Ulloa,
2001), la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Acién y Majuelos, 2003) o
APRAM (Meneses, 2003).
Bien mediante iniciativas particulares o uniendo sinergias con las instituciones
públicas o las entidades sociales, empezaron también a producirse algunos estudios sobre
la prostitución desde el mundo académico y las universidades. En este grupo enmarco la
Tesis de Ignasi Pons (1993), referida a la prostitución en Asturias; pudiendo reseñar,
además, las investigaciones de Laura Oso (2000) sobre trabajadoras sexuales inmigrantes
ecuatorianas y colombianas, el trabajo de Sara Carmona (2000) sobre prostitutas
marroquíes en el barrio del Raval en Barcelona o el análisis de Isabel Holgado (2001)
respecto a la influencia de las retóricas acerca de la inmigración y la prostitución y cómo
afectan a las trabajadoras del sexo. También la investigación de José Luis Solana (2003)
analizando la prostitución en Córdoba, o la de Pilar Rodríguez y Fátima Lahbabi con
trabajadoras sexuales en Málaga (2004).
De ámbito plurinacional es el estudio llevado a cabo, bajo el Proyecto ‘Casa,
trabajo, educación, salud’ (en adelante CLES), coordinado por Massimo Negarville (2002),
sobre prostitución de inmigradas extracomunitarias en varios países europeos —España,
Francia e Italia—.
Igualmente, dentro del ámbito académico, se han presentado ya varias Tesis
doctorales que tratan la prostitución como objeto de investigación desde las ciencias
sociales. Desde una perspectiva psico-social, Ruth Pinedo (2008) aborda las características
34
Trabajo realizado por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres (CIMTM).
35
Análisis más exhaustivos de las primeras investigaciones de este tipo pueden verse en IOÉ (2001).
86
psicosociales y la calidad de vida de las trabajadoras sexuales; con una perspectiva socioantropológica36, además de las ya citadas —Pons (1993), De Paula (1998)37, López (2010)
y Corbalán (2012)—, merece interés la de Carmen Julia Cortés (2009), sobre la identidad
de las trabajadoras sexuales colombianas inmigradas, y la de Javier Tapia (2010), referente
a la voluntariedad en el acceso a la profesión. En línea más cuantitativa, María Jesús
Fernández Ollero (2011) analiza la calidad de vida y salud de las trabajadoras sexuales.
Cabe resaltar el interés para esta Tesis de aquellos estudios que se han elaborado
sobre el contacto con las propias mujeres, y en las que su voz y sus opiniones han
instaurado la materia básica con la que se ha construido la investigación. Además de
algunos de los ya comentados en párrafos anteriores —De Paula (1998 y 2002), Oso
(2000), Rodríguez y Lahbabi (2004), Cortés (2009), López (2010), Tapia (2010) o
Corbalán (2012)—, de este tipo son, también, los trabajos realizados por Cristina
Garaizábal (2004, 2008) a través de las actividades del colectivo Hetaira de defensa de los
derechos de las trabajadoras sexuales; similar fundamento puede atribuirse a las
investigaciones de Acién (2007, 2008, 2012) sustentadas en un amplio trabajo social con
mujeres nigerianas que ejercen la prostitución en el Poniente de Almería; también la de
Solana y López (2012) que, utilizando relatos de vida, presenta una crítica a los
planteamientos abolicionistas sobre el trabajo sexual.
La industria del sexo
Términos como ‘industria del sexo’ o ‘sector del sexo’ son de forma natural
manejados por organismos internacionales como la Organización Internacional del Trabajo
(en lo sucesivo OIT o en sus siglas en inglés ILO). Desde su impactante informe The Sex
Sector (Lean, 1998)38, dicho organismo de la ONU puso sobre la mesa algunas obviedades
que, en determinados ámbitos de las ciencias sociales y de las instituciones políticas y
económicas, habían permanecido como tabú. El informe, realizado en Indonesia, Filipinas,
Malasia y Tailandia, estuvo dirigido por Li Lean Lim, quien constituye una referencia de
36
Un recuento actualizado de estudios socio-antropológicos sobre el trabajo sexual lo realizan Solana y
López (2012).
37
38
Tesis inédita cuyo contenido vería la luz en forma libro (De Paula, 2002).
Existe un resumen comentado en el nº 26 de la revista Trabajo (OIT, 1998).
87
primer orden a la hora de estudiar este sector. El informe destaca su importancia
económica, por la gran cantidad de personas que dependen de él para vivir.
“Si incluimos a los propietarios, agentes, proxenetas y otros empleados de los
establecimientos dedicados al sexo, la industria del espectáculo relacionada con él y
algunos segmentos de la industria turística, el número de trabajadores que se ganan
la vida directa o indirectamente mediante la prostitución podría ascender a varios
millones” (OIT, 1998: 10).
Igualmente su significación deviene del importante volumen económico que
representa.
“En los cuatro países mencionados, se supone que el sector del sexo supone entre el
2 y el 14 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), y los ingresos que genera son
de la máxima importancia para el sustento y los potenciales recursos de millones de
trabajadores, además de las propias prostitutas. También las autoridades
gubernamentales obtienen importantes sumas en las zonas donde florece la
prostitución: unas ilegales, procedentes de sobornos y corrupción; otras legales,
derivadas de las licencias y los impuestos con que gravan los muchos hoteles,
bares, restaurantes y casas de juego surgidos a la sombra de esa actividad (OIT,
1998: 11).
Otro elemento a considerar reside en la creciente importancia de la movilidad de las
personas en la expansión de esta industria, tanto por el lado de los clientes, como por el de
quienes ofrecen los servicios sexuales, revelándonos una vez más el contexto
transnacional39 en el que se desarrolla la industria del sexo.
“Con la globalización de la economía, cada vez es mayor el número de personas
que trabajan lejos de sus hogares de origen (…) Mientras el dinero y las mercancías
39
El concepto de transnacionalismo se refiere a las “ocupaciones y actividades que requieren de contactos
sociales habituales y sostenidos a través de las fronteras nacionales para su ejecución (...) el
transnacionalismo involucra a los individuos, sus redes sociales, sus comunidades y estructuras
institucionales más amplias como gobiernos locales y nacionales” (Portes, Guarnizo y Landolt, 2003: 19).
Una discusión de interés sobre el carácter transnacional de las migraciones internacionales actuales lo efectúa
Cristina Blanco (2007).
88
circulan sin límites fronterizos cada vez con mayor facilidad, no se aplica el mismo
criterio al otro elemento principal de la producción, la mano de obra. (…) La gente
del sur se siente atraída por las imágenes de lujo y prosperidad que también
transmiten los medios de comunicación de masas” (Skrobanek, Boonpakdi y
Janthakeero, 1999: 33-35).
Un ejemplo de este carácter transnacional es analizado por Gloria Patricia Díaz
Barrero (2005) al tratar sobre la migración de mujeres latinoamericanas que trabajan en la
industria del sexo en Canadá, a través del programa para bailarinas exóticas extranjeras
que dicho país americano contemplaba para surtir las actividades del ocio adulto en su
territorio. Alejandra Piscitelli (2008) nos ofrece también ejemplos en relación al turismo
sexual y al mercado matrimonial; se trata de hombres italianos que viajan hacia Brasil en
busca de mujeres jóvenes y ‘exóticas’, generando, a su vez, movimientos en sentido
inverso de mujeres que, invitadas por aquellos, entran en el mercado matrimonial italiano.
No obstante, debo señalar la perniciosa idea que sitúa en lo que rutinariamente se
conoce como globalización40 —y el subsiguiente aumento de las comunicaciones, las
facilidades para el transporte y los desplazamientos en el mundo, así como la
intensificación de las migraciones de carácter predominantemente económicas— la
vinculación del trabajo sexual con las migraciones así como con el tráfico y la trata
(Skrobanek, Boonpakdi y Janthakeero, 1999); estableciéndose una suerte de mezcolanza
donde las migraciones, el trabajo sexual, la explotación laboral, el tráfico y el abuso
infantil se confunden en una irresoluble trama sin solución analítica posible.
Laura Agustín también pone el acento en algunos de esos aspectos. Es el caso del
crecimiento de esta industria, que lo vincula tanto con los procesos de globalización, el
aumento del consumismo y la creación de nuevas necesidades al alcance hipotético de
todos (Agustín, 2004a).
A tenor del volumen y diversidad de prácticas, actividades, negocios y sectores
involucrados, parece que:
“Hablar de la industria del sexo es hablar de un conjunto de actividades, prácticas y
formas, enormemente variado, de perfiles diferentes y de límites bastante difusos,
40
Raúl Sánchez Molina llama la atención del riesgo de vacuidad de conceptos altamente utilizados como
globalización o 'transnacionalismo' por su utilización para “describir demasiadas actividades y relaciones
imprecisas” ( Sánchez, 2005: 45).
89
con una gran variedad de status tanto desde el punto de vista económico, como del
reconocimiento social” (Acién y Majuelos, 2003: 19).
Y, como expresa Agustín, “es claro que lo que existe no es ’la prostitución’ sino un
montón de distintos trabajos sexuales” (Agustín, 2004a: 28).
La variedad que configura el mercado sexual es enorme desde todos los puntos de
vista, y las dimensiones económicas que representan no dejan de aumentar. Li Lean
describe el sector como:
“Una industria que contribuye de manera importante al empleo, al presupuesto
nacional, al intercambio de divisas extranjeras y a la reducción de la pobreza en
muchos países y subraya la sólida estructura organizativa, las importantes fuerzas
económicas y los intereses creados que impulsan el crecimiento de la industria del
sexo” (Lean, 2004: 57-58).
Siguiendo nuevamente a Lean (2004), podemos decir que las bases económicas de
la prostitución tendrían que ver con:
-
Los múltiples intereses económicos creados que financian, promueven y obtienen
beneficio de las actividades. Entre los beneficiarios estarían las propias trabajadoras, sus
familias, los diversos establecimientos y agentes diversos que reciben beneficios derivados
del comercio sexual, así como funcionarios que facilitan el negocio.
-
Las estructuras organizativas, arreglos de la industria y las políticas
macroeconómicas de los gobiernos y las ‘fuerzas de la globalización’ que han contribuido
al crecimiento de la prostitución y al tráfico, dándole carácter transnacional al mercado
sexual.
-
La pobreza y las precarias condiciones económicas que conducen a los individuos a
la prostitución.
A tenor de lo anterior, no debe resultarnos extraño que la principal razón
comúnmente aceptada de las motivaciones por las que las mujeres se adentran en la
prostitución sea la económica, independientemente de los recorridos particulares que las
llevaron a ello.
90
El término industria del sexo, denota también una variedad de espacios, ámbitos y
establecimientos en los que se desarrolla; incluiría burdeles o casas de citas, pisos de
contactos, clubes de alterne, ciertos bares, cervecerías, discotecas, cabarés y salones de
cóctel; asimismo, líneas telefónicas eróticas, sexo virtual por internet, ‘sex shops’ con
cabinas privadas; también incluiría determinadas casas de masaje, establecimientos de
relax, servicios de acompañantes, agencias matrimoniales, negocios relacionados con el
turismo sexual, determinados hoteles, pensiones, etc.; e igualmente anuncios comerciales
en distintos medios de comunicación, cines, revistas pornográficas, la llamada prostitución
callejera, etc. El conjunto de actividades que incluye sería inabordable en estas páginas.
Por otro lado otras ocupaciones, en las que no está presente actividad sexual,
41
sensual o erótica de ningún tipo, son necesarias y concomitantes con tal negocio. Se trata
de labores que formarían parte ese complejo industrial sin el cual el comercio sexual
propiamente dicho no podría existir en la actualidad: proveedores de comida, de bebida,
guías turísticos, servicios médicos, abogados, agencias de viajes, diferentes actividades
inmobiliarias, servicios de seguridad, vigilantes de aparcamientos, taxistas, etc. (Lean,
2004). Incluso negocios orientados fundamentalmente a los servicios sexuales, como
puede ser un club nocturno, requieren de personas cuyas labores no presentan a priori
contenido sexual alguno: camareros, vigilantes o personal de limpieza, proveedores, etc.
El entramado económico que llamamos industria del sexo puede analizarse como
un mercado sexual, en el que junto a la oferta laboral —personas que realizan servicios
sexuales— existe una demanda —numerosa y variada clientela— y un sin fin de agentes
mediadores que movilizan, canalizan y facilitan el encuentro entre demandantes y
oferentes; además de servicios de apoyo a la estructura empresarial de la industria del sexo
—abogados, médicos, contables, etc.—, está la industria auxiliar que produce los
instrumentos necesarios para el desempeño de los trabajos —artículos de peluquería, ropa,
maquillaje, comida, bebida, tabaco, preservativos, etc.— (Agustín, 2004a).
Dicha categoría presenta asimismo la gran dimensión que ha ido adquiriendo tal
mercado en general, su capacidad de generar ingresos y sus interrelaciones con otras
grandes industrias, infraestructuras y proyectos de todo tipo. De tal manera que en tal
41
Pilar Rodríguez alude a la industria del sexo como la “oferta y demanda de servicios sexuales y sensuales”
(Rodríguez, 2007: 73).
91
industria conviven de manera imbricada actividades claramente reguladas legalmente y
fiscalizadas por las instituciones nacionales con otras no reguladas42 y/o fuera de todo
control fiscal e institucional. Elizabeth Pisani (2012) incluye en esta industria lo que ella
denomina ‘negocio del sida’. Y Agustín (2009) alude a la ‘industria del rescate’ para
referirse a aquellos programas de atención, que pretendiendo el socorro o abandono del
trabajo de las trabajadoras sexuales, suponen una fuente de recurso o de prestigio para
determinados profesionales.
Conclusiones similares a las que ofrece la OIT, en la investigación antes citada,
encontramos en el estudio publicado recientemente por el Urban Institute (2014) de los
Estados Unidos de América del Norte, referente a la estructura y volumen de la economía
sumergida del comercio sexual en ocho ciudades de ese país americano; la cual muestra
unas enormes dimensiones junto a aspectos reveladores entre los que podemos destacar43:
-
A pesar de existir formas y establecimientos similares, la influencia de los
contextos marcaba diferencias en los mercados locales.
-
Personas implicadas en esa industria achacaban a los medios de comunicación una
representación desfigurada de ese mundo.
-
Quienes se benefician del trabajo sexual utilizan diversas prácticas de manipulación
para desalentar el sexo gratis y para fidelizar a sus empleados.
-
Es frecuente el recurso a las redes familiares y de amistades para la entrada en el
trabajo sexual.
-
Se descubrieron diferentes agentes económicos aparentemente ajenos al sector del
sexo que se beneficiaban de este comercio: gerentes de hotel, agentes de seguridad,
titulados en técnicas de acupuntura, empresas de Internet, etc.
-
El papel de Internet como amplificador del negocio.
-
Incremento de la pornografía infantil.
-
Diferentes aspectos delictivos de la economía sumergida del sector es percibida
como de bajo riesgo por los agentes involucrados (Urban Institut, 2014).
42
En mi trabajo de campo he podido comprobar estos aspectos, tanto mediante mis labores de observación
como en las narrativas de los agentes con los que interaccioné, en diferentes establecimientos; todo ello
quedará expuesto en las partes segunda y tercera de esta Tesis.
43
Traducción propia.
92
Tal y como apreciamos desde el principio de este sub-capítulo, el término
prostitución indica muchas más cosas que el simple intercambio de sexo por dinero; y
cómo algunos de sus elementos básicos forman parte también de diferentes instituciones
socio-culturales que gozan de amplia respetabilidad en nuestras sociedades. La industria
del sexo como sector económico incluye múltiples actividades y negocios vinculados a
diferentes establecimientos, servicios o sectores específicos de otros mercados reconocidos
y regulados, como el de las publicaciones, el cine, la moda, la restauración o el turismo,
por ejemplo; estos suelen darse en multitud de ocasiones imbricados con actividades
sumergidas, cuando no ilegales Así pues, tampoco ayuda a clarificar las cosas el hecho
relevante, aunque difícil de explicar, de que, a pesar del volumen económico que
representa la industria del sexo, persista la insistencia en mantener una parte importante de
la actividad en este sector sumergida en el ámbito de la economía informal.
Susana Narotzky (2004) caracteriza los sectores de la economía informal o
sumergida mediante tres rasgos: el primero sería que la mayor parte de las transacciones
realizadas en ellos estarían fuera del control fiscal del estado; en segundo lugar, por la
fragmentación de la estructura de la producción llegando a unidades unipersonales; y, por
fin, que la estructura las relaciones laborales que se establecían estaban vinculada a redes
de confianza, vecindad, familiaridad, etc. trenzadas a lo largo del tiempo (Narotzky, 2004:
405), de tal manera que estamos hablando de una “incrustación del tejido productivo en el
tejido social de la comunidad, de la familia y de la propia identidad personal” (Narotzky,
2004: 408). Rasgos que son fácilmente identificables en una parte importante de lo que
venimos llamando industria del sexo. Una buena descripción de lo que acontece en este
sector la expresa Ubaldo Martínez cuando indica que “las relaciones en el sector informal
son todo lo opuesto [en comparación con el sector formal]. El empleo y el despido se
realizan de palabra y con arreglos vagos. Los trabajadores no están protegidos por leyes
sobre horas de trabajo, salario mínimo, accidentes de enfermedad o retiro. Las condiciones
y obligaciones de trabajo pueden cambiar y la cantidad y tiempo de los pagos son
impredecibles” (Martínez, 2004: 417).
Además de los aspectos vinculados al carácter informal del sector, hay que añadir
tanto la movilidad como la situación de irregularidad administrativa de una parte
importante de las mujeres que trabajan en él, así como la estigmatización que recae sobre
diferentes actividades entre las que incluye este mercado (Agustín, 2004a: 126-127), lo
93
cual dificulta enormemente la detección de las trabajadoras, de los trabajos y el
consiguiente cálculo de sus ajustadas dimensiones.
Estos rasgos de la industria del sexo en el caso español han sido estudiados por
Enric Sanchís e Inmaculada Serra (2011), aplicando44 tres criterios para la diferenciación
de la economía sumergida de la ‘economía oficial’: el económico, el estadístico y el
jurídico. En su investigación ponen de manifiesto las dificultades para la caracterización y
cuantificación del mercado sexual, en la medida en que, si bien la prostitución se ejerce a
cambio de dinero45 y dada la peculiar posición jurídica del trabajo sexual en nuestro país,
es probable que una parte del negocio del trabajo sexual no se declare como tal o
simplemente no se declare. En cualquier caso, para estos autores existen dos ‘buenas
razones’ que justifican el análisis económico de la prostitución:
“Primero, porque genera rentas y está integrada en un sector de actividad más
amplio —la industria del sexo— que a su vez es una parte significativa de la
economía (...) Segundo porque, si bien desde ciertas posiciones teóricas sólo puede
ser conceptualizada como una forma de esclavitud, de hecho es también un trabajo,
una forma de ganarse la vida que ha sido elegida racionalmente” (Sanchís y Serra,
2011: 177).
El estigma
El concepto de ‘estigma’ entró con fuerza en los campos de la sociología y la
antropología a través de la obra de Erving Goffman ‘Estigma’, cuya primera edición se
realizó en 1963. Originalmente utilizado en Grecia, estaba asociado a marcas físicas que se
utilizaban para identificar a individuos afectados de determinados atributos morales o
sociales.
En Goffman, el término “hace referencia a un atributo profundamente
desacreditador” (Goffman, 2008: 13), situando su origen en el común proceso por el que
“la sociedad establece los medios para categorizar a las personas y el complemento de
atributos que se perciben como corrientes y naturales en los miembros de cada una de esas
categorías” (Goffman, 2008: 13-14), construyendo así la identidad social de las personas
44
Citando a Raynieri, 1996.
45
Como veremos más adelante, el trabajo de campo nos ha mostrado cómo esto no es siempre exactamente
así.
94
que viven en ella en forma de ‘expectativas normativas’. En esta obra se reconocen tres
tipos de estigma: los defectos físicos, los defectos del carácter y los estigmas tribales
asociados a determinados colectivos, —como la raza, la nación, la religión, etc.— entre los
que se encuentran el de las prostitutas; y sus caracteres estigmatizantes son “susceptibles
de ser transmitidos por herencia y contaminar a todos los miembros de la familia”
(Goffman, 2008: 16.).
De esta forma, el individuo estigmatizado se ha de enfrentar a situaciones de
individuo desacreditado o ‘desacreditable’, según se conozca o no por los demás su
estigma; de ahí la importancia crucial que, para las personas con estigma, tiene el cómo
manejan la información —y los símbolos que la portan— acerca de su identidad personal
que transfieren a la sociedad en cada situación.
Por ello, estas personas diseñan diferentes estrategias que permiten el
‘ocultamiento’ o el ‘enmascaramiento’ de los símbolos de su estigma; esto tiene especial
importancia dado que “en general, la tendencia del estigma a difundirse desde el individuo
estigmatizado hacia sus relaciones más cercanas explica por qué dichas relaciones tienden
a evitarse o en caso de existir, a no perdurar” (Goffman, 2008: 47).
Este aspecto del estigma asociado al trabajo sexual está bien establecido en la
literatura científica elaborada en los últimos años. Son de particular interés las aportaciones
de Juliano (2002) cuando se refiere a la forma en que las trabajadoras sexuales se enfrentan
la estigmatización de que son objeto; las estrategias de control de la información y de
empoderamiento que ponen en marcha, las he podido documentar suficientemente en mi
trabajo de campo y quedará reflejadas en un epígrafe específico.
Para Garaizábal, el imaginario social-sexual atribuye tres identidades a las
prostitutas: la de ‘delincuente’, animada por las políticas en materia de seguridad en los
diferentes niveles institucionales; la de ‘viciosa’, basada en la aplicación de un doble
criterio de moral y ‘buenas costumbres’; y la de ‘víctima’, en base a diferentes
motivaciones, pobreza, trauma, maldad masculina y que tiene el perverso efecto añadido
de incapacitarlas para decidir sobre sus intereses (Garaizábal, 2007: 43 y ss.). Todo ello
consecuencia de que:
“Socialmente se establecen ciertos límites a la iniciativa sexual de las mujeres que
no existen para los hombres... La ‘puta’ es la representación por excelencia de estos
95
límites. Su estigmatización y la condena moral que recae sobre ellas son la
expresión del castigo con el que la sociedad responde a la transgresión de estos
mandatos sexuales” (Garaizábal, 2007: 46).
En otro sentido, para Dolores Juliano la estigmatización cumpliría un cometido
doble; por un lado, la segregación de las trabajadoras sexuales del resto de las mujeres y,
por otro, evitar la contaminación que pudieran ejercer sobre el resto de la sociedad.
“La hipótesis que mantengo desde trabajos anteriores es que las estigmatizaciones
sociales que afectan a las mujeres están ligadas preferentemente a la construcción
de los roles de género, canalizan la desconfianza y agresividad social hacia la
sexualidad femenina y mantienen su vigencia por la funcionalidad que tienen para
controlar la conducta sexual y social de las mujeres no estigmatizadas, al tiempo
que sirven para neutralizar el potencial cuestionador que puede extraerse de
cualquier práctica marginalizada” (Juliano, 2010: 17).
Especial relevancia está adquiriendo en los últimos años la variante ‘victimizante’
del estigma sobre las trabajadoras sexuales.
El abolicionismo presenta a las trabajadoras como “mujeres sin voluntad para poder
enfrentarse a los problemas y necesitadas de una protección estatal especial” (Garaizábal,
2007: 49).
Desde esta perspectiva afirma Marja Wijers que “las prostitutas son vistas
igualmente como esclavas que necesitan ser liberadas y que se las conciencie de la
opresión que sufren” (Wijers, 2004: 212).
Precisamente esta presunta necesidad de protección sirve como pretexto para
políticas institucionales que, con la excusa de luchar contra la trata y el tráfico, apenas
ocultan en muchos casos sino un sistemático hostigamiento de las mujeres y sus entornos
de trabajo; bajo el eslogan de la lucha contra la trata se esconde a menudo la intransigencia
hacia el trabajo sexual en cualquier circunstancia.
En este sentido, Jo Doezema nos advierte de las perniciosas consecuencias políticas
de la consideración del trabajo sexual como violación de los derechos humanos: “la
‘infantilización’ de las mujeres llega a ser no tanto un instrumento de poder como una
forma de quitarles libertad” (Doezema, 2004: 154).
96
El trabajo sexual y la prostitución como categorías analíticas
Es habitual en las investigaciones socio-antropológicas utilizar de manera
combinada o indistinta los términos prostituta y trabajadora sexual, prostitución y trabajo
sexual; en cualquier caso puede percibirse una cierta polémica en torno a la utilización de
dichos términos, que considero de interés abordar.
El término prostitución sigue utilizándose con mayor o menor profusión o con más
o menos reservas en los estudios de carácter académico y científico. Una definición
comprehensiva la caracterizaría como la “actividad a la que se dedica la persona que, a
cambio de dinero u otros bienes, presta a otras servicios sexuales que implican contacto
carnal” (Solana, 2003: 27). Solana y López (2012) consideran que la prostitución
constituiría un tipo concreto de trabajo sexual, y su carácter conceptual diferencial estaría
precisamente en el contacto carnal que está presente en él. Para la APDHA la prostitución
consistiría en el “intercambio, libre, negociado y consentido, de servicios sexuales a
cambio de dinero, u otra remuneración pactada de antemano entre adultos” (APDHA,
2008: 8); aquí el énfasis estaría en el carácter voluntario y consentido de las relaciones
presentes en esa actividad. En esa línea, Maqueda (2009) apuesta por excluir del concepto
prostitución la que se realiza con carácter forzado.
Desde luego, el uso del término ‘prostitución’ es defendido frente la expresión
‘trabajo sexual’ por sectores ligados al abolicionismo46 o a determinadas expresiones
dentro del feminismo que consideran inaceptable el trabajo sexual como forma de vida o
de trabajo, o niegan diferenciación alguna entre trabajo sexual voluntario o forzado. En
esta línea se expresan Rosario Carracedo y Sara Vicente (2002), o más explícitamente
Amelia Varcálcel y otras cuando manifiestan, a propósito de las conclusiones del informe
propuesto por la Comisión Mixta Congreso-Senado de los Derechos de la Mujer, que les
“parece bastante acertado y prudente que esa Comisión (...) se haya decantado por rechazar
que la prostitución sea un modo de vida deseable y aceptable” (Varcárcel et al, 2007).
Precisamente referido a ese informe, nos alerta Solana de que “reproduce los tópicos de la
dogmática abolicionista (algunos de ellos, además de manera burda y deleznable). La
intención de la mayoría de los ponentes no era estudiar de manera objetiva y ecuánime la
situación actual de la prostitución en España, sino otorgar refrendo político a la ideología
abolicionista previamente asumida por ellas” (Solana, 2008: 138).
46
Cabe advertir que dentro del abolicionismo se dan posiciones contrapuestas y a veces ambivalentes. Una
lectura de interés al respecto es la que presenta Ana Rubio (2008).
97
También muestran esa orientación contraria al reconocimiento del trabajo sexual
los ensayos de Enrique Javier Díez (2009) y Pedro Brufau (2011).
No es de extrañar, en este sentido, la manifiesta presencia del abolicionismo en
diferentes instituciones del Estado y sus expresiones en los medios de creación de opinión
pública.
La reivindicación del término ‘trabajo sexual’ vendría especialmente de la mano de
aquellas entidades, entre las que se encuentran asociaciones que incluyen en su seno a
trabajadoras sexuales, que se mantienen en la línea de la defensa de los derechos de las
prostitutas. Entre ellas estarían las que se agrupan en torno al Proyecto INDOORS47 o la
Fundación TAMPEP 48 quienes consideran que “el trabajo sexual es trabajo y una
profesión; los trabajadores sexuales son trabajadores y deberían ser reconocidos como
tales”; así lo recomendó la ‘Conferencia europea sobre trabajo sexual, derechos humanos,
trabajo e inmigración’ en Bruselas el año 2005 (Sorfleet, 2007: 85-86)49, bajo los auspicios
del ‘Comité internacional sobre derechos humanos de las trabajadoras sexuales en Europa’
(ICRSE, en sus siglas en inglés). La concepción laboral del trabajo sexual por parte del
proyecto INDOORS puede apreciarse en su video ‘Igualdad de Derechos’ (INDOORS, s.
f.).
Según Agustín “se usa el término trabajo sexual por dos motivos: uno, porque las
personas que trabajan en el sector lo prefieren, diciendo que es menos estigmatizador y,
dos, porque hay gran variedad de funciones dentro de esta industria, y muchas no se
pueden llamar prostitución” (Agustín, 2003: 12). Al segundo motivo nos hemos referido ya
anteriormente. Respecto del primero se puede afirmar que está ampliamente documentado
en las investigaciones de corte etnográfico, a través de los testimonios de la propias
mujeres, al caracterizar ellas mismas como trabajo la actividad que realizan (Corbalán,
2012; López, 2010, Majuelos, 2012; Solana y López, 2012) si bien es cierto que también
utilizan el término prostitución de forma recurrente. Por otro lado el término prostitución,
considerado como actividad, presenta un inconveniente añadido y es que “puede
impedirnos el entendimiento de que hay un mercado del sexo, distraernos de la demanda
47
Se puede obtener información de este proyecto y acceder a diversas publicaciónes en la web:
http://indoors-project.eu/
48
Sobre la Fundación TAMPEP y las entidades asociadas puede verse su actividad en la web:
http://tampep.eu/index.asp
49
Traducción propia del original en inglés.
98
—es decir, los deseos diversos de los que buscan servicios sexuales—” (Agustín, 2004a:
28).
Ruth Mestre (2005a) abunda en la preferencia de las mujeres para dejar de hablar
de prostitución, entre otros motivos, porque las propias trabajadoras presentan su actividad
como una estrategia de mejora de sus vidas.
Por su parte, Dolores Juliano (2008), tras un agudo análisis, se decanta por la
consideración del reconocimiento laboral y social del trabajo sexual.
También Santiago Morcillo aporta a esta discusión; a partir del análisis de su
trabajo de campo en diferentes ciudades argentinas, muestra cómo las mujeres dan sentido
al sexo comercial como una táctica frente al estigma: “la concepción de éste [el sexo
comercial] ‘como un trabajo’ supone un proceso paulatino, constante y un esfuerzo por
enfrentar y enfrentarse, o al menos escamotearse, frente al sentido hegemónico
sexualizado, naturalizado y estigmatizante de la prostitución” (Morcillo, 2012: 8).
La presente Tesis discutirá también la inconveniencia del término prostitución
como categoría analítica para poder explicar lo que ocurre en ese mundo, sus
características y el tipo de relaciones que se establecen entre los diferentes agentes
involucrados. Esta pretensión requiere de dos aclaraciones previas.
La primera es de orden semántico, ya que no pretendo cambiar el nombre a las
cosas —cambiar las palabras— para cambiar los hechos; trato de no seguir esa costumbre
que se ha instalado en diferentes ámbitos políticos y culturales de nuestro país, en los
territorios de la corrección política, que pretende no sólo modificar la realidad mediante la
sustitución de los términos que la designan, sino que trata de hacer desaparecer realidades
por el hecho de que los vocablos que las expresan les resulten incómodos50.
La segunda aclaración es de carácter analítico, ya que no está en la pretensión de
esta Tesis negar o subestimar otros fenómenos que pueden ser contingentes al trabajo
sexual como es la trata de seres humanos, la explotación de menores, el tráfico forzado o
los abusos en las condiciones en que se realizan las distintas profesiones; de la misma
manera que no disociamos de él otros sucesos de diferente naturaleza que puedan
producirse en determinadas circunstancias vinculados al comercio en este sector; me
refiero a problemas relacionados con las enfermedades de transmisión sexual, la calidad
50
Viene a colación recordar la polémica en torno al lenguaje sexista suscitada por el artículo encabezado por
el académico de la RAE Ignacio Bosque (2012).
99
del alcohol que se suministra en determinados locales, el consumo de estupefacientes
ilegales o los ruidos que puedan sufrir los vecinos que vivan en las inmediaciones de
ciertos establecimientos; igualmente no esperamos que el estigma que rodea al trabajo
sexual, y que sufren especialmente las trabajadoras, vaya a desvanecerse de la noche a la
mañana por el simple cambio de denominación, o por su inscripción en el registro de
actividades de la Seguridad Social en algún epígrafe en el que no aparezca el término
prostitución. Problemas, estos y aquellos que, por cierto, no son ajenos a otros sectores
productivos tal y como algunas agencias de la Organización de las Naciones Unidas ponen
de manifiesto (UNODOC, 2012).
Además de esta conveniente separación de fenómenos, la observación, descripción,
análisis e interpretación del trabajo sexual como hecho social aconseja su disociación de
los aspectos morales, tal y como nos sugiere Pons (2004).
“La confusión entre ambos niveles resta validez al análisis y puede ensombrecer las
posturas morales y el sentido de las acciones que se derivan de ellas. Las
preferencias personales y la ideología social contenida en la cultura ideal suelen
filtrarse como principios indiscutidos y, generalmente, no concienciados” (Pons,
2004:114).
El trabajo y los trabajos sexuales
Hemos indicado que hay muchos trabajos en la industria del sexo que ‘nada’ tienen
que ver con prácticas sexuales, el erotismo o la sensualidad. Pero hay otros en los que estos
elementos están presentes con mayor o menor intensidad. Incluso, unas mismas tareas
adquieren sentido y contenido diferentes dependiendo del lugar donde se ejerce, como
refleja Agustín (2004a: 29).
Una clasificación podríamos realizarla en base al ‘interfaz’ interactivo, es decir
atendiendo al medio que se sitúa entre la trabajadora y su cliente en la relación que se
establece en cada servicio. Así puede haber contacto físico en diferente grado: solamente el
tacto, las caricias leves piel con piel como suele darse en el alterne, o en salas de masaje; o
contactos más ‘íntimos’ como en el caso de una ‘cubana’, o una ‘mamada’ o directamente
de un ‘polvo’. Pero el contacto puede ser solamente visual directo: una cabina, o una
actuación en una barra americana; o a través de imágenes mediadas por pantallas: de cine o
100
video —películas pornográficas—, de internet —sexo virtual—, o papel fotográfico —
revistas eróticas—, o puede no ser visual sino sólo auditivo —sexo telefónico—.
Otra clasificación podría hacerse en virtud del consumidor final. Así, por ejemplo,
la interacción sexual principal puede darse entre la trabajadora y el cliente –servicios
habituales en un club o un piso de contactos— o establecerse entre dos trabajadores, para
realizar una película pornográfica o para un cliente que pretende participar en un
espectáculo ‘voyeur’ montado para su exclusivo disfrute.
En otro sentido, el ‘lugar’ donde se realiza el trabajo permite nuevas
diferenciaciones. Si se da en un espacio abierto: calle, polígonos, parques y jardines, etc. o
es en locales cerrados: viviendas particulares, pisos de contactos, casas de citas, clubes
nocturnos, hoteles de plaza, estudios de cine o fotografía, etc.
Se añaden más dificultades si el espacio donde se realiza la captación del cliente es
el mismo o diferente de aquél donde se prestan los servicios. En estos casos, las
características físicas del recinto determinan tanto la calidad de las condiciones en que se
realiza el trabajo como la del servicio prestado.
De importancia también es el tipo de gestión de la oferta y la demanda para las
trabajadoras. Así no es lo mismo realizar el trabajo por cuenta propia —viviendas
particulares, pisos de contactos— que aquellos en el que hay un mediador, como es el caso
de los clubes, casas de citas o agencias —en el caso de ‘escorts’, bailarinas o ‘azafatas de
compañía’—. El nivel de autonomía de las trabajadoras en la gestión del proceso comercial
marca diferencias importantes en factores como el económico, la higiene, condiciones
laborales —precios, porcentajes, capacidad de negociación, horarios, tipos de servicios,
etc.—.
Toda esta variedad quedará puesta de manifiesto en la ‘Parte segunda’ y en la
‘Parte tercera’ de este texto, donde se expondrán los resultados del trabajo de campo.
Sea como fuere, todos esos trabajos requieren de diferentes habilidades y recursos
una de cuyas finalidades es “dar placer a otros (...) El cliente quiere sentir placer de algún
tipo” (Agustín, 2004a: 30). Para ello se requieren determinadas cualidades y recursos que
las trabajadoras deben tener en cuenta como podemos apreciar en (Agustín, 2004a: 30-34)
101
o en el ‘Manual de profesionalización’ para trabajadoras sexuales editado por la asociación
GENERA (2011)51.
1.2.3 Los agentes
Dada la enorme diversidad de trabajos que incluye la industria del sexo, la variedad
de agentes puede ser casi ilimitada. Como criterio de selección, nos referiremos a aquellos
que tienen que ver con los servicios erótico sexuales y sensuales que se realizan en
espacios donde la interacción entre trabajadora y cliente final es cara a cara, siendo el
contacto físico una posibilidad, se dé efectivamente o no. No obstante en el capítulo
dedicado a ‘Recursos metodológicos’ se precisará más el ámbito del trabajo realizado.
Ese tipo de actividades son las que se han considerado en el trabajo de campo
realizado para esta Tesis, y corresponderían en cierta manera a lo que comúnmente se
entiende por prostitución en sus niveles no de lujo. En ese ámbito los agentes principales
serían la trabajadora sexual, el cliente, los dueños, y otros agentes auxiliares como
camareros, porteros, bailarinas, etc.
La trabajadora sexual
Con este término, en correspondencia con las diferentes definiciones antes
indicadas, podemos identificar a la persona adulta, que presta, de forma voluntaria, el
servicio sexual a cambio de una compensación económica libremente pactada, sea
dineraria o en especie.
Paralela a la dicotomía trabajo sexual/prostitución transcurre la que constituyen los
términos trabajadora sexual/ prostituta, y parecidas apreciaciones se pueden considerar en
ambos casos. Sin embargo, Pheterson, va más allá al considerar que la categoría
‘prostituta’ “se basa más en representaciones sociales simbólicas y legales de las malas
mujeres o putas que en un conjunto real de características que se den dentro de un grupo de
personas” (Pheterson, 2000: 41), cuestionando la validez científica de la categoría
prostituta. No obstante, este debate –que no debiera considerarse simplemente
51
Entre ellos podemos citar: conocer el propio cuerpo, aprender a usarlo y a cuidarlo; capacidad de
negociación con el cliente, de las condiciones del servicio y del precio; aprender a poner límites, controlar las
situaciones; capacidad interpretativa, para presentarse, proyectarse y adaptarse a los diferentes roles que cada
servicio requiere; capacidad empática, hacer que el cliente se sienta deseado y escuchado; capacidad de
agencia, para gestionar el propio negocio, sea cual sea la dimensión de éste; etc.
102
nominalista— no parece estar agotado. Así Pia Covre, líder del Comité para los Derechos
Civiles de las Prostitutas, plantea objeciones al uso del término ‘trabajadora sexual’; pues,
en la medida en que la adquisición de derechos laborales iría vinculada a la ciudadanía, se
produciría una brecha entre las trabajadoras autóctonas y las inmigradas, proporcionándole
un estatus más débil y mayor aislamiento a este último grupo (Covre, 2004). En sentido
contrario, dada la carga peyorativa y estigmatizadora que lleva asociada el término
prostituta, investigadores sociales prefieren el término trabajadora sexual (Solana y López,
2012). Esta carga estigmatizadora que pesa sobre la trabajadora sexual está sobradamente
documentada en diferentes estudios académicos y trabajos científicos a los que ya he
aludido en epígrafes anteriores.
Las trabajadoras sexuales son las que marcan la oferta en el comercio sexual.
Respecto a sus características sociodemográficas, es obligado precisar que las
peculiaridades de este mercado hacen muy difícil una cuantificación del número de
mujeres que trabajan en el sector, ni siquiera en el ámbito más concreto del trabajo cara a
cara con el cliente. Al margen de la mítica cifra de las 300.000 que circula recurrentemente
en prensa e incluso en diferentes informes, se han hecho intentos de recuento en sectores y
ámbitos particulares (IOÉ, 2001: 671 y ss.) sin llegarse a obtener datos concluyentes. Otro
aspecto tiene que ver con el origen nacional de las trabajadoras, que ha adquirido
relevancia desde finales del S. XX, en la medida en que, al margen de los problemas
citados de cuantificación, sí que parece haber consenso en que desde la década de 1980
hasta la actualidad, se ha producido un relevo muy acusado en el origen de las mujeres
como muestran los diferentes investigaciones e informes. En la Tesis de Pons (1993) se
recoge que las extranjeras constituían ya un quinta parte de las trabajadoras en Asturias, la
Guardia Civil52 (2000) estimó el 90% en el año 2000, y en 2008 (Guardia Civil, 2008) ya
constituían el 98%. Entre ellas, las procedentes de países europeos representaban
aproximadamente el 37%; las de origen americano, el 56%; las provenientes de África
alcanzarían el 6,5%; y las originarias de Asia, apenas el 0,2%.
En un intento más ambicioso, el Informe ESCODE (Malgesini, 2006: 83-84),
propuso una aproximación numérica del número de trabajadoras que ofrecían sus servicios
52
Dos precisiones requieren los datos aportados por la Guardia Civil. La primera es que están circunscritos a
los clubes de carretera —con excepción de las provincias de la CAPV, Lleida y Tarragona—. La segunda es
que presentan a todas las trabajadoras como víctimas “por entender que, salvo una minoría, lo hacen por vivir
un estado de necesidad y, denuncien o no, bajo el control más o menos riguroso de organizaciones delictivas”
(Guardia Civil, 2000: 8).
103
en determinados ámbitos laborales, en el conjunto del territorio estatal, con el resultado
que puede apreciarse en la tabla nº1.
Tabla nº 1. Número de trabajadoras sexuales por ámbito de trabajo en todo el territorio español
LUGAR DE TRABAJO
CLUBES DE
CARRETERA
CLUBES
URBANOS
PISOS
CALLE
TOTAL
Nº DE TRABAJADORAS
24.192
42.517
41.081
5.636
113.426
Fuente: Malgesini (2006). Elaboración propia.
Para Solana “la venta de servicios sexuales por parte de mujeres inmigrantes
supone en parte una nueva oferta sexual y una revitalización del mercado del sexo”
(Solana, 2003: 152), de tal forma que la incorporación de estas mujeres al comercio sexual
en nuestro país aumentó la oferta, diversificó los servicios y produjo un rejuvenecimiento
general de la población trabajadora 53 ; y, desde luego, supuso una vía alternativa de
inserción laboral ante las dificultades de acceder a otros sectores del mercado laboral en
determinados contextos y circunstancias (Acién y Majuelos, 2003; Arjona, Checa y Acién,
2005; Majuelos 2012; Solana, 2003).
“En cualquier caso, la participación de las mujeres inmigrantes en la industria del
sexo es un fenómeno que tiene que ser entendido en el marco de las sociedades
posmodernas, que hemos definido como sociedades urbanas, donde predomina el
sector servicios y donde los medios de comunicación adquieren una presencia
inusitada” (Rodríguez, 2008: 51).
Como vengo indicando a lo largo de este capítulo, comienzan a desarrollarse
estudios de corte etnográfico donde la perspectiva de las propias trabajadoras adquiere un
valor relevante en las investigaciones. También se publican autobiografías que elaboran las
propias trabajadoras, de tal manera que sus relatos se convierten en fuentes inestimables
para comprender diversos aspectos del trabajo sexual, sus motivaciones y perspectivas
vitales. Sin ánimo de exhaustividad, citaré el caso de Carla Corso y Sandra Landi (2000),
Valérie Tasso (2004; 2012), Paula Vip (2009), Montse Neira (2012) o Marta Elisa de León
53
La incorporación de mujeres inmigradas, a determinados segmentos del mercado de trabajo, ha promovido
procesos de sustitución étnica no sólo en el sector del comercio sexual. Gualda y Ruiz (2004 y 2005) nos
ofrecen una discusión al respecto, para el caso de la agricultura y el servicio doméstico en la provincia de
Huelva.
104
(2012); ello ha supuesto un revulsivo en la medida en que ha desplazado la carga de
autoridad de las fuentes de información, en las investigaciones en ciencias sociales, hacia
las experiencias y valoraciones de las propias mujeres que trabajan en la industria del sexo.
El cliente
El cliente en el comercio sexual representa la demanda de servicios, lo que le obliga
a compensar mediante dinero o bienes las prestaciones recibidas. A pesar de ser un actor
de primera magnitud, especialmente en los servicios cara a cara, en la literatura científica
apenas ha existido como categoría analítica, con la sola excepción, tal vez, del término
‘prostituyente’ utilizado en el trabajo de Carmen Imbert (1991)54. Juliano (2002), pone de
manifiesto la persistente invisibilidad, y la tolerancia, cuando no la complicidad, en las
investigaciones acerca de la prostitución; achacando tal efecto a “los patrones normativos
de la doble moral sexual, que considera normal y poco significativa desde el punto de vista
ético la actividad sexual masculina” (Juliano, 2002: 97).
En los últimos años, bien porque se ha desplazado la responsabilidad de los males
del sector sobre el cliente bien por otros motivos, la cuestión es que puede percibirse un
mayor interés sobre este actor en las investigaciones científicas. Así podemos citar los
estudios de Saïd Bouamama a través del Mouvement du Nid (Bouamama, 2004), el de
Claudine Legardinier y Saïd Bouamama (2006), en Francia; Melisa Farley, Julie Bindel y
Jacqueline M. Golding (2009) en Reino Unido, así como el trabajo de Seven-Axel
Mâmsson (2011) que realiza un análisis comparativo de la frecuencia con la que los
hombres de nueve países europeos compran sexo; también en Estados Unidos de América
del Norte podemos citar un estudio comparativo entre clientes y hombres que no compran
servicios sexuales (Farley et al., 2011).
Por su parte, Catherine Hakim sitúa la demanda de servicios sexuales y de ocio
erótico en lo que ella denomina el ‘déficit sexual masculino’ 55 , tres de cuyas
manifestaciones típicas estarían representadas por “los hombres que no tienen pareja (...)
Los casados que sufren penuria sexual (...) [Y] los casados que desean o necesitan más
sexo del que reciben en su hogar, de forma temporal o permanente” (Hakim, 2012:182).
54
55
Citado por Juliano (2002: 95).
Se trata de una forma de señalar el diferencial entre el placer sexual buscado y el efectivamente disfrutado.
105
Las otras fuentes vendrían de la demanda de quienes buscan ‘especialidades sexuales
concretas’ o la búsqueda del ‘sexo instantáneo’, sin exigencia de reciprocidad (Hakim,
2012). No obstante, destaca que “los hombres que compran servicios sexuales no son
degenerados sino personas normales y corrientes” (Hakim, 2012: 182).
Con cierta frecuencia se suele dedicar al cliente algún epígrafe en los trabajos
consagrados al análisis al trabajo sexual, como en el caso Regina De Paula (2002), de
Solana (2003), de Meneses (2003) o incluso del Instituto Nacional de Estadística (2003) en
su ‘Encuesta de salud y hábitos sexuales 2003’. Sólo en los últimos años podemos citar
algunas investigaciones específicas sobre el cliente; de María José Barahona y Luis
Mariano García (2003) sobre el perfil del cliente en la Comunidad de Madrid; la
investigación llevada a cabo en la ciudad de Zaragoza por Rafael López y David Baringo
(2006); o el estudio referido al cliente en la provincia de Bizkaia realizado por la
asociación ASKABIDE (2008); también el trabajo realizado en Galicia por Águeda Gómez
y Silvia Pérez (2009), donde abordan el análisis del discurso de los clientes desde la
perspectiva teórica del Frame Analysis. Por su parte, Meneses (2010) investiga los factores
motivacionales de los clientes para pagar por el sexo.
Si algún elemento podemos encontrar en común en estos estudios es que los
clientes de la prostitución no poseen un perfil psico-sociológico que los caracterice, de tal
forma que podemos encontrar entre quienes compran servicios sexuales a personas de
cualquier estrato social, perfil profesional, nivel cultural o edad; lo cual no impide que se
puedan detectar comportamientos diferentes entre los clientes, como ponen de manifiesto
Solana (2003) o López (2010). En todos estos estudios observamos cierta pretensión
clasificatoria, bien sobre los factores motivacionales que llevan a los hombres a comprar
servicios sexuales, bien en base a sus discursos —sean emitidos por ellos o por las
trabajadoras de quienes son clientes—. Así Solana (2003) distingue entre clientes
‘objetualizadores’ para quienes las mujeres no serían sino ‘objetos sexuales’ y clientes
‘personalizadores’, quienes integran el servicio sexual comprado en una relación que va
más allá del simple intercambio de sexo por dinero (Solana, 2003: 130 y ss.). Meneses
(2003) añade una categoría más, la de ‘agresor’ en la que estarían representados aquellos
clientes que se aprovecharía de ’las circunstancias de debilidad’ de la trabajadora sexual.
López y Baringo (2006) distinguen seis tipos de clientes en función de los factores
motivacionales o contextuales en los que se realizan los servicios:
106
-
El hombre con problemas afectivos o dificultades relacionales con las mujeres.
-
Los que compran servicios sexuales en ambiente grupal y de salida nocturna.
-
El infiel ‘light’, hombre casado que echa una ‘canita al aire’, sin implicaciones
afectivas y escaso conflicto moral.
-
Los que compensan su ausencia de sexo o afectividad ante una relación estable que
está en crisis o no funciona.
-
Como complemento de las relaciones laborales y comerciales, vinculados al cierre
de acuerdos comerciales, de comidas de negocios, o simplemente de prolongación
recreativa de la jornada laboral.
-
Los hombres jóvenes.
Por su parte Gómez y Pérez (2009), realizan una clasificación de los clientes en
base a cuatro paradigmas discursivos; cada paradigma recogería no sólo el discurso
dominante de los clientes sino también el ‘self’ característico de la personalidad del
cliente, los tipos de motivaciones, actitudes hacia los problemas del trabajo sexual, la
caracterización por el cliente del ‘self’ femenino y los agentes causales para la compra de
servicios sexuales. Pues bien estas autoras plantean cuatro tipologías:
-
La tipología del discurso misógino, que califican de ‘perspectiva retromachista’,
donde la mujer es considerada como objeto.
-
La del discurso samaritano, que presenta una perspectiva dual de las mujeres, sean
trabajadoras del sexo o no: las buenas y las malas mujeres.
-
La del discurso mercantilista. Conciben el trabajo sexual como un negocio y la
compra de servicios sexuales como una actividad de ocio, de tiempo libre y también
grupal.
-
La tipología del discurso crítico. En este marco se mezcla el reconocimiento de las
desigualdades ‘de género’ con una visión anómica del trabajo sexual.
No obstante estos intentos clasificatorios, debemos resumir con Daniel WelzerLang que “los clientes del trabajo sexual y del comercio del sexo son muy
mayoritariamente hombres. Y hombres ordinarios, en el sentido en que son personas
normalmente socializadas como hombres”56 (Welzer-Lang, 2002).
56
Traducción propia del original en francés.
107
López Riopedre insiste en su Tesis sobre esta cuestión, poniendo de manifiesto que
“las propias trabajadoras sexuales inciden reiteradamente en el hecho de que sus clientes
son personas normales, de ahí que cualquier intento de encasillamiento en sus múltiples
facetas esté previamente condenado al fracaso” (López, 2010: 279). Más bien lo que se
transluce de los estudios es que los comportamientos son variados y tienen que ver con
determinadas prácticas o costumbres —respecto de la higiene, en cuanto al uso del
preservativo, en relación al consumo de alcohol o estupefacientes, la gestión de los
tiempos, etc.— como puede verse en Pheterson (2000: 73-74), en De Paula (2002: 129149) en Solana (2003: 119 y ss.), en Garaizábal (2007: 54) o en López (2012), etc. La
información obtenida de mi trabajo de campo, como mostraré más adelante, abunda en
estas mismas consideraciones.
En cualquier caso, en estas investigaciones se constata también las dificultades de
acceder al cliente y obtener sus opiniones y vivencias, quedando en este sentido un largo
recorrido pendiente aún de cubrir
El prostituidor y la prostituida
Una cuestión que no conviene dejar pasar es el recurso a una nueva categorización
con la que se trata de definir el perfil caracterizador del cliente que los datos empíricos no
permiten, hasta ahora, al menos, obtener; me estoy refiriendo a la figura del prostituidor.
Se trata de una especie conceptual que se cita como un mantra, que a fuerza de repetirse
pretende imponerse como categoría psico-socio-antropológica y que se presenta como el
gran descubrimiento teórico del abolicionismo. Dada la incorrección política que supone
poner en el centro de la culpa a la mujer, como tradicionalmente se venía haciendo en la
historiografía tradicional, es necesario sustituirla por otro agente que cargue con ella.
“Para hablar de prostitución debemos empezar a hacerlo de quien promueve y
favorece la existencia de la misma; ¿de quién estamos hablando? Del prostituidor,
del mal llamado ‘cliente’ (...) La mujer pierde su esencia de persona desprovista de
identidad y se convierte en el receptor de los fluidos sexuales del varón, es decir, en
objeto” (Barahona, 2003: 428).
De esta manera, el abolicionismo ha encontrado en este término el complemento
adecuado a su concepción ideológica en virtud de la cual la mujer que trabaja en el
mercado del sexo no sólo no es trabajadora sino que tampoco es prostituta, sino
108
prostituida: “las mujeres prostituidas son las víctimas, como resultado de sus
circunstancias o antecedentes individuales, pero asentadas y promovidas por circunstancias
estructurales” (Barahona, 2003: 428). En este sentido, procede destacar las campañas que
han puesto al cliente en el punto de mira del abolicionismo, especialmente desde la
promulgación de la ley sueca que penaliza a los clientes, y la infiltración de su ideario en
diferentes instituciones, grupos de presión y partidos políticos.
Como ejemplos podemos citar los propios informes de la Guardia Civil 57 , el
documento de la Fundación Alternativas —vinculado al PSOE— para el que “el cliente es
el mayor prostituidor” (Brufau, 2008: 37), o la ‘Guía didáctica para el profesorado’ editada
por el Ayuntamiento de Sevilla que caracteriza la prostitución como “una manifestación
más de violencia contra las mujeres” (Ayuntamiento de Sevilla, s.f.: 37) identificando a los
clientes como prostituidores.
Algunas ordenanzas municipales inciden en esta línea también, como veremos más
adelante. Así como diversas campañas municipales que también siguen esta estela.
Imagen nº 1. Cartel publicitario de campaña municipal
Fuente: Ayuntamiento de Sevilla (2008). Elaboración propia.
57
Ver nota a pie nº 52.
109
La campaña de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres (2008)
subvencionada por diferentes instituciones madrileñas, es contundente en sus documentos
de campaña, donde podemos leer:
“El feminismo actual, incorpora al debate de la prostitución una clave nueva que
no versa tanto sobre la figura de la mujer en la prostitución, sino que quiere centrar
el debate en los responsables de la existencia de la prostitución: LOS
PROSTITUIDORES” (CIMTM, 2008: 3).
Pese a estas insistencias, tal construcción adolece de una acusada debilidad teórica
por su carencia de soporte empírico, como los estudios a los que nos hemos referido más
arriba ponen de manifiesto, en particular por la propia visión que las trabajadoras poseen
de sus clientes. En realidad:
“La idea de que todos los hombres buscan denigrar sexualmente a las mujeres y de
que su sexualidad agresiva es la causa de la explotación sexual está en el fondo de
la presunción de las abolicionistas de que ‘todos’ los clientes ven a las prostitutas
como ‘cosas’ a su servicio, que les pertenecen porque han pagado y que las tratan
con brutalidad, humillándolas y agrediéndolas siempre” (Gairazábal, 2007: 54).
Presunción ésta que tiene más de impostura dogmática que de resultado de análisis
verificables de la realidad.
Los mediadores
Bajo esta categoría incluiré diversos actores que han estado presentes en la
literatura sobre prostitución y que han cumplido múltiples papeles y variadas posiciones en
el seno de la industria del sexo.
Se trata de los llamados chulos, rufianes o proxenetas, aquellos que, en el
imaginario social y en la legislación, viven del trabajo de las mujeres, se apropian de sus
ganancias o trafican con ellas o sus beneficios. También podemos acoger bajo esta
categoría los empresarios de clubes, gerentes de casas de citas, directores de hoteles o de
pensiones, etc.
En realidad “cualquier hombre al que se le asocie con una puta puede ser etiquetado
como chulo, ya sea su amante, amigo, hijo o director de hotel” (Pheterson, 2000: 74) y sus
110
relaciones o funciones respecto al trabajo de ella pueden ser variados. “Los chulos, como
los maridos, generalmente son aceptados por las mujeres como compañeros y protectores”
(Pheterson, 2000: 75).
En parecidos términos lo expresa De Paula “los chulos que hoy existen son los
compañeros de algunas prostitutas. Ellos no trabajan y, por lo tanto, dependen
económicamente de ellas. Sin embargo, no parece que ellos posean el dominio total del
dinero, tampoco de su trabajo” (De Paula, 2002: 111).
Por otro lado, Juliano advierte tanto sobre esta dependencia económica del chulo
respecto de su compañera como de que “aceptan explícitamente compartir con otros sus
servicios sexuales, lo que cuestiona la presunta base instintiva de la posesión masculina”
(Juliano, 2002:104).
De Paula distingue entre el chulo y la proxeneta; “la proxeneta es una persona de
sexo femenino, dueña de casas de prostitución. Es la intermediaria en la negociación del
cliente con la prostituta. Ella es quien define las reglas de trabajo (...) y lleva el control
económico de los servicios de la prostituta” (De Paula, 2002: 110). Se trata de mujeres que
ya trabajaron en el sector y que conocen bien el oficio y el entorno en el que se realiza.
Este tipo de proxenetas puede encontrarse en la biografía que construye Julián
Peiró (2009) de una prostituta barcelonesa, ‘La Sra. Rius de moral distraída’. Parecido
modelo estaría representado en las ‘mamis’ que regentan pisos en la ciudad de Lugo y que
López (2010: 251 y ss.) nos presenta; o las que dirigen diferentes establecimientos donde
mujeres nigerianas y guineanas realizan trabajo sexual en la provincia de Almería (Acién,
2007; Arjona et al., 2005; Majuelos, 2012)58. En mi trabajo de campo, en las casas de citas
y casas-bar africanas que he visitado, eran mujeres en su totalidad, quienes se encargaban
de la gestión de este tipo de establecimientos.
Sin embargo la persistente confusión entre prostitución, explotación sexual, tráfico
y trata, pervierte el carácter de estos conceptos y los convierte en inadecuados para el
análisis socio-antropológico, obligándonos a su continua re-definición según el contexto de
58
En el caso de Almería se trata de mujeres africanas que regentan casas-bar donde otras mujeres,
generalmente también africanas, ejercen trabajo sexual; ellas se encargan de la gestión general y
coordinación tanto de los aspectos residenciales —que constituyen su fuente principal de ingresos— como de
los laborales de la casa. La primera vez que tuve conocimiento de estas personas fue en mi trabajo de campo
en El Poniente de Almería realizando labores de mediación con mujeres nigerianas.
111
estudio en el que nos situemos. Como muestra vuelvo a citar la intervención de María José
Barahona en la comisión mixta Congreso-Senado:
“Hemos definido a los proxenetas como aquellos que se lucran con la explotación
de las mujeres. En este sentido nos estamos refiriendo a lucro económico, pero si
ampliáramos el concepto a quienes obtienen beneficios de la explotación de las
mujeres, daríamos también cabida a los prostituidores, diferenciándose así a los que
obtienen beneficios económicos frente a los que obtienen beneficio sexual y/o
psicológico; por tanto, los prostituidores no dejan de ser proxenetas” (Barahona,
2003: 3).
Con la mayoritaria procedencia de las trabajadoras sexuales de otros países, la
vinculación del trabajo sexual con el tráfico de personas y la trata de seres humanos, el
imaginario social ha volcado sobre estos agentes buena parte de la carga moral. En este
sentido se expresa Agustín:
“Es frecuente que el observador externo al sector se plantee el concepto de ‘chulo’,
rufián, traficante o mafioso para describir a los principales facilitadores de
contactos y de trabajo. Sin embargo, en muchas entrevistas con mujeres realizadas
en diversos países se desvelan otros tipos de relación. Las entrevistadas hablan de
dar dinero a sus novios/novias y familiares o de pagar una deuda a alguien que les
facilitó las condiciones para poder viajar o localizar el empleo” (Agustín, 2004a:
152).
Todo ello supone un enorme obstáculo añadido para la aplicación de políticas que
reconozcan derechos a las mujeres que trabajan en este sector (Garaizábal, 2008).
Bajo esta visión ‘trafiquista’ del trabajo sexual, vinculado al abolicionismo y al
enfoque victimizante de la explotación sexual, subyacen otros problemas de envergadura
que pone de manifiesto López (2011) y que en nada alivian a las posibles víctimas reales ni
ayudan a desentrañar los problemas que dicen que pretenden resolver. Solana (2011)
reclama mayor precisión conceptual y mayor rigor en las cifras de ese problema. También
Solana y López (2012) discuten este complejo ideológico desvelando su escasa
consistencia.
112
Estamos, por tanto, ante problemas de conceptualización que considero graves para
el análisis del sector que nos ocupa. De tal manera que cualquier persona que obtenga un
beneficio, sea económico o no, de cualquier actividad relacionada con el sector del sexo
estaría afectado de una probable acusación de proxenetismo. En capítulos posteriores se
tratará de la forma en que la legislación aborda estas cuestiones.
1.2.4 Cuando el trabajo sexual articula la sociabilidad
En este sub-capítulo trataré de enlazar los dos temas centrales de esta Tesis: la
sociabilidad y el trabajo sexual en los diferentes ámbitos donde se desarrolla. Pero no sólo
es la confluencia de estos dos ‘hechos’ sociales la que atrae mi interés, sino que se trata de
explorar aquella sociabilidad que está articulada por, y en torno a, las diferentes prácticas y
espacios en los que se expresa el trabajo sexual.
Si tal comercio produce unos servicios que están accesibles en un mercado, tiene
interés conocer de qué manera las personas involucradas en él se relacionan
cotidianamente a través de esos intercambios; así como en qué medida las interacciones de
carácter sociable forman parte concomitante de los servicios con los que se comercia.
Asimismo parece relevante vislumbrar hasta dónde esos aspectos sociables orientan el
acceso y el mantenimiento del comercio sexual.
“Aunque una lógica del ‘deber ser’ haya podido, durante cierto tiempo, arrojar a
las tinieblas de la barbarie el papel civilizatorio de la prostitución, aunque
naturalmente ésta haya tenido y tenga todavía, como toda institución humana
aspectos poco resplandecientes y manifestaciones mortíferas, no se puede negar que
de las casas griegas a los lupanares medievales, pasando por los baños públicos
romanos, lo que está en juego es también algo de la sociabilidad. La ‘charla’ que
encontramos en los establecimientos orientales, en los baños de vapor del Imperio
romano o en las casas del siglo XIX es al respecto muy instructiva. A veces,
incluso, y cantidad de observadores lo comprueban, la circulación del sexo es
secundaria respecto de la circulación de la palabra, o, más exactamente, ambas
entran en un circuito sin fin donde una impulsa a la otra” (Maffesoli, 1990: 112113).
113
Si bien sobre ambas temáticas hay una gran cantidad de literatura producida desde
diferentes enfoques, da la impresión de que la imbricación de ambas materias como un
único objeto de estudio está poco representada en las ciencias sociales, a no ser de manera
subsidiaria o secundaria, como excrecencia de otros objetos de investigación histórica o
social. La sociabilidad en relación a la prostitución aparece de forma indirecta en la
literatura social, costumbrista y también en diversos estudios sobre historia de la
prostitución.
No obstante, hay dos vías ‘clásicas’ por las que el análisis de la sociabilidad ha
penetrado en la ciencia social.
Por un lado, el más reciente, la elevación de la ‘vida cotidiana’ a categoría de
investigación59 cuyo valor explicativo vendría dado en la medida en que “los estudios
sobre sociabilidad y cotidianeidad certifican la riqueza y heterogeneidad de las vivencias
diarias, pues en ese ámbito se fermentan las contradicciones sociales y las estrategias de
sobrevivencia” (Marín, 2001: 31).
Por otro, el gran aporte que de manera indirecta realizaron numerosos trabajos que
“pusieron el énfasis en los discursos sanitarios y las reglamentaciones, las cuales tendían a
proporcionar lujosos detalles de los más diversos aspectos de la sociabilidad que debían
controlar” (Marín, 2001: 40). En ese sentido, las memorias de los médicos higienistas y de
los cuerpos de policía —instituciones relevantes para el control del oficio y de las
mujeres— han resultado una fuente de datos valiosísima para los estudios históricos y para
el análisis de la configuración de las prácticas en ese ámbito60; así como también de su
evolución al ritmo de los cambios sociales (Corbin, 1988; Guereña, 2003a; Moreno y
Vázquez, 2004; Rago, 1993). Asimismo, estos estudios históricos han permitido conocer la
organización de los espacios donde se prestaban los servicios sexuales —el burdel en
particular— así como su conexión con la conformación de la trama urbana (Marín, 2001),
vinculando los burdeles con otros espacios y locales públicos a través de los itinerarios de
sociabilidad y diversión que los diferentes grupos y clases sociales frecuentaban61.
59
El concepto de vida cotidiana ya fue tratado en el capítulo ‘Referencias epistemológicas’. Desde una óptica
marxista también es objeto de estudio en la obra de Ágnes Heller (1994).
60
Como ya he apuntado antes, esta misma Tesis es deudora de mi actividad como mediador en un programa
de atención sociosanitaria en la APDHA que contiene rasgos de claro corte higienista.
61
Marín (2001) aporta diversas referencias de estudios históricos al respecto.
114
Una tercera vía que facilita el análisis de la sociabilidad, en relación al trabajo
sexual, tiene que ver con biografías y autobiografías de mujeres que han ejercido en la
industria del sexo que empiezan a publicarse tanto fuera como dentro de nuestras fronteras;
a través de sus propias experiencias estas obras nos obsequian con valiosa información y
consideraciones que muestran imágenes caleidoscópicas del trabajo sexual ricas en
pormenores para la comprensión del sector.
Es el caso de Corso y Landi (2000), que nos ofrecen numerosos detalles del trabajo
sexual en espacios abiertos, así como de las relaciones entre clientes y trabajadoras y entre
ellas mismas. También el de Nell Kimball (2007), una trabajadora sexual que llegó a
dirigir sus propios burdeles en Estados Unidos de América del Norte. Por su parte,
Grisélidis Réal (2008) brinda un relato de sus experiencias de supervivencia y las
relaciones que estableció con sus clientes entrelazadas al trabajo sexual que ejerció en
Alemania. Ambientada en el Berlín actual, encontramos el relato de Sonia Rossi (2009),
joven italiana que recurrió al trabajo sexual para vivir mientras estudiaba en el país.
Este tipo de trabajos han empezado a germinar igualmente en el Estado español.
Cabe citar a Valerie Tasso (2004), que en su libro autobiográfico ‘Diario de una
ninfómana’ relata diferentes aspectos acerca de la organización laboral y de las relaciones
en una casa de citas de Barcelona donde trabajó. También Julián Peiró (2009), a través de
los testimonios de la Sra. Rius —una trabajadora sexual barcelonesa—, con los que
construye su biografía, analiza el trato que establecían los clientes con las trabajadoras y
éstas entre sí, suministrando detalles sobre diversos aspectos de la interacción en una casa
de citas, de la que fue dueña. Paula Vip (2009) nos narra sus experiencias como
trabajadora sexual ‘de lujo’ en Barcelona. En similar línea Montse Neira (2012), en su
autobiografía ‘Una mala mujer’, nos relata su relación con las otras trabajadoras, con los
clientes y el carácter de las interacciones y vínculos que se establecen entre las mujeres
mismas y con quienes compran sus servicios.
En el campo de los estudios socio-antropológicos, encontramos una cuarta vía para
el acceso al conocimientos de diferentes aspectos relacionados con la sociabilidad; se trata
de aproximaciones, que han abordado cuestiones vinculadas con las identidades62 y el
género en contextos sexuados lúdicos o de recreo, pudiendo estar presente alguna actividad
erótico-sexual cara a cara con diferentes grados de contacto físico, o sin él; estas
62
Un análisis de la bibliografía disponible sobre variados aspectos de esta materia adoptando diversos
enfoques puede verse en Frank (2007).
115
investigaciones utilizaron en ocasiones técnicas y procedimientos vinculados a la
investigación etnográfica.
Así, a nivel internacional encontramos el trabajo de Elizabeth Clement (2005),
quien hace una incursión en el Hell’s Kitchen63 de las décadas de 1910 y 1920, estudiando
el uso de los clubes de esa ciudad como espacios donde establecer relaciones sexuales y
desarrollar una sociabilidad transgresora e interracial.
Referidos a contextos más contemporáneos podemos citar el trabajo de Katherine
Frank (2005) ‘Exploring the Motivations and Fantasies of Strip Club Customers in
Relation to legal Regulations’ en el que, mediante treinta entrevistas a clientes de club de
striptease y observación participante en cinco de esos establecimientos, analiza las
motivaciones de los clientes y sus aspectos relacionales en sus encuentros con las
bailarinas que trabajan en los referidos locales.
De igual manera, entre los que abordan las identidades en diferentes ámbitos,
podemos citar la investigación que realiza Davenir da Silva (2008) en los ‘cafés con
piernas’ de Santiago de Chile, acerca de la socialización de la identidad masculina en los
ambientes sexuados que se elabora en esos locales. También la de Patricio Meza, Jaime
Barrientos y Paulina Salinas (s.f.) ‘JUEGO DE HOMBRES, Mujeres y Cervezas.
Etnografía en un Night Club de la ciudad minera de Antofagasta en Chile’ que, analizando
las masculinidades que se expresan en un ‘night club’, nos presenta diferentes aspectos de
la sociabilidad en relación con el trabajo sexual, en esos recintos; esta vez en un contexto
ecológico-cultural específico como es una zona minera en el norte de Chile. En el mismo
contexto, pero en otro tipo de locales, podemos citar a Barrientos, Salinas, Rojas y Meza
(2009) que indagan sobre la sociabilidad en un espacio sexuado, las llamadas ‘shoperías’,
locales de variada configuración donde se expende alcohol y comida.
En parecida línea se sitúa el trabajo Fabio Lopes “Etnografía dos usos sociais do
corpo da garota de programa”, donde el autor explora cómo las trabajadoras utilizan su
cuerpo en situaciones rutinarias durante sus tareas en un cabaret brasileño (Lopes, 2011);
Por su parte, Laura Agustín (2009) nos da pistas sobre la faceta sociable del trabajo
sexual al describirnos ‘un mundo de servicios’ en sus investigaciones en diversos países
del planeta —Australia, Tailandia, México, Colombia, entre otros—.
63
Barrio de Manhattan, Nueva York.
116
Dentro de nuestras fronteras, las indagaciones específicas donde comercio sexual y
sociabilidad aparecen imbricados como un sólo objeto de investigación son escasas en el
ámbito académico de las ciencias sociales, al menos en el contexto actual.
Como precedentes en otras coordenadas históricas, podemos citar el trabajo de
Jordi Luengo (2006) ‘Tazas calientes manchadas de carmín. Mujeres de cafés en la
bipolaridad moral del espacio público (1890-1936)’, donde se muestran los cambios
producidos por el acceso de las mujeres a lo locales públicos bien como clientes, bien
como trabajadoras, en particular en los llamados ‘cafés de camareras’. Más actual es el
artículo de Guereña (2003c), en el que se describe el burdel —como espacio de
sociabilidad masculina y femenina— y las relaciones que allí se establecían entre los
diferentes actores desde dicha óptica, si bien su contextualización sólo alcanza la España
urbana de poco más allá de mitad del siglo XX.
Ubicados en contextos más actuales, similares y coetáneos a los que se analizan en
esta Tesis, encontramos ya diversas publicaciones cuyo origen procede de investigaciones
socio-antropológicas de diverso carácter; en ellas podemos encontrar abundantes
consideraciones y descripciones ricas en matices de la vida cotidiana de las mujeres y
también del trabajo sexual desarrollado en los espacios y entornos en los que se estudió; en
ellos han cobrado relevancia los testimonios que las propias trabajadoras aportan a las
investigaciones
Así, Solana (2003) nos describe diversos aspectos del trabajo y la organización de
los clubes de plaza —a través del testimonio del propietario de uno de estos
establecimientos y el de una mujer inmigrada que trabajó en varios de ellos—, así como de
pisos de contactos y casas de citas en la ciudad de Córdoba —contando en este caso con el
testimonio de la ‘patrona’ de uno de esos locales—.
López y Baringo ( 2006) dedican un capítulo de su trabajo ‘Nadie va de putas’ a
realizar un somero repaso a la tipología de los establecimientos donde se consume sexo en
la ciudad de Zaragoza, centrándose en los aspectos económicos, de organización, así como
los relativos a su ubicación en la ciudad.
Carmen Julia Cortés Torres (2009) aborda en su Tesis doctoral la identidad de
colombianas inmigrantes que ejercen la prostitución en España, mostrándonos aspectos de
interés en relación a sus facetas interaccionales y relacionales.
López (2010) nos ofrece en su Tesis doctoral una aportación de sumo interés para
el análisis de la sociabilidad en los pisos de contactos y casas de citas en la ciudad de Lugo
117
donde trabajan mujeres brasileñas. Asimismo contribuye con la descripción de los variados
servicios que se pueden disfrutar en ellas, además de valiosos testimonios sobre la vida
cotidiana de esas mujeres.
Mª Francisca Corbalán (2012), analiza las características del trabajo sexual en
espacios públicos abiertos de Madrid y aborda algunas facetas de los vínculos entre las
mujeres: la competencia, la amistad, etc.
Solana y López (2012) brindan cuantiosa información sobre variados rasgos del
trabajo sexual, a través de los testimonios que ofrecen mediante doce relatos de vida de
trabajadoras sexuales; de los que se pueden extraer abundantes referencias acerca de la
vida cotidiana y los aspectos sociables de su actividad, en diferentes espacios y
circunstancias.
Además de estas obras ya citadas, podemos añadir la de José López Riopedre
‘Redescubriendo la dimensión erótico-afectiva del trabajo sexual’, donde aporta elementos
característicos de la sociabilidad articulados a través del comercio en el sector del sexo:
“Una vez acordado el servicio, la búsqueda del máximo confort al cliente puede
materializarse también en la oferta de otros servicios complementarios como son el
disponer de un lugar cómodo para ducharse, tomarse una copa, ver videos, habitáculos
para masaje y/o spa, etc.” (López, 2013: 11). El autor vincula asimismo el trabajo sexual al
erotismo y a la afectividad, desmitificando así el carácter ‘mecánico’ que le atribuye el
paradigma abolicionista.
Más específico, y referido a la provincia de Almería, son las aproximaciones que
abordan los negocios donde se vende sexo como espacios de sociabilidad, y describen los
establecimientos donde mujeres subsaharianas ejercen la prostitución en la comarca de El
Poniente de Almería. La venta de servicios sexuales en este contexto fue descrita por
primera vez, gracias a las tareas de acción social de la APDHA, y con la publicación de un
informe sobre el trabajo sexual en la zona (Acién y Majuelos, 2003). Siguiendo dicho
informe podemos describir el carácter de ese comercio y los espacios donde se realiza
destacando las siguientes características:
-
Lo ejercen mayoritariamente las mujeres subsaharianas, en particular las nigerianas.
-
Sus clientes son hombres que han inmigrado a esa zona, especialmente africanos.
-
El lugar donde se ejerce responde a una tipología continua, que va desde el
domicilio particular de una de ellas, a un club que imita los espacios de prostitución
118
semipúblicos que frecuentan los nacionales. En medio, una misma casa puede servir de
domicilio a unas horas y en unos espacios, y de bar a otras horas y en las mismas o
diferentes estancias, con una separación difusa, unas veces funcional, y otras simbólica.
-
La localización de estos bares se encuentra siempre en diseminado o en la periferia
de la trama urbana, donde se ubican preferentemente las viviendas de los inmigrantes
africanos.
-
En cada una de ellas hay un agente organizador que suele ser una mujer, la mami,
que suele coincidir con la titular del negocio, sea su régimen de tenencia en propiedad o de
alquiler.
-
En todas podemos encontrar muestras de otras actividades económicas: venta de
bebidas, alquiler de habitaciones, o servicios de restauración.
Estas características fueron confirmadas por Arjona, et al. (2005), para quienes los
locales cumplen funciones de ocio, residencia y trabajo a la vez, formando parte de su
experiencia cotidiana. En dicho trabajo las casas y bares en las que mujeres subsaharianas
trabajan en la prostitución quedan calificados como “espacios alternativos de ocio (...)
lugares de encuentro con co-étnicos y de consumo de tiempo libre, que en otros lugares les
está prohibido” (Arjona et al., 2005: 119).
En ellos se produce una variada oferta de servicios donde los sexuales son una
opción más: hospedaje, comidas, ropa, música, calzado, ocio, etc. Se trata de un comercio
que puede asociarse a una forma de economía étnica (Arjona, 2005 y 2006). Este carácter
étnico y de enclave viene dado por el origen de las personas que interactúan en esos
espacios: mujeres subsaharianas y varones, inmigrantes, africanos, que por diferentes
motivos no tienen acceso a otros espacios de ocio, diversión y encuentro.
Asimismo, subrayan la conexión entre la ubicación de estas instalaciones con el
territorio en que se ubican: “el diseminado entre invernaderos se ha convertido en un lugar
propicio para la práctica de la prostitución, apoyado, por un lado, por la ocupación del
espacio por parte de una población mayoritariamente masculina, que supone el grueso de
la demanda de servicios sexuales y que se encuentra en una situación de invisibilidad y
relativa lejanía de los centros urbanos” (Arjona et al., 2005: 125). Por otro lado, los locales
pueden transformarse en función de la actividad que en ese momento se realiza, existiendo
fronteras físicas —exterior/interior— entre unos espacios y otros, pero también fronteras
simbólicas —público/privado— asociadas al tipo de actividad que en cada momento se
desarrolla en las diferentes estancias.
119
Durante el trabajo de campo que he realizado para esta Tesis, he podido comprobar
cómo en diferentes establecimientos se produce esta articulación entre trabajo sexual y
sociabilidad, en diferentes formas e intensidades, en cuyo detalle entraré en próximos
apartados. Sobre esta vinculación referida a los bares africanos ya formulé algunos avances
en Majuelos (2011).
En definitiva, fenómenos sociales que disponen por separado de una tradición de
investigación académica y científica notable, como son el trabajo sexual, los espacios en
que se desarrolla y las relaciones de sociabilidad practicadas en diversos ámbitos, han
adoptado formas y expresiones diversas a lo largo de los últimos tiempos, y han recibido
una atención analítica y aportes teóricos valiosos. Sin embargo, el examen de esos
fenómenos cuando se dan imbricados entre sí, en un contexto social, político, legal, etc.,
determinado, han recibido menos atención investigadora.
Aún siendo de enorme valor y utilidad el resto de las obras citadas en este subcapítulo —sin sus aportaciones esta Tesis hubiera tenido otro carácter— para la
investigación que me propongo realizar, sólo la obra de Guereña (2003c), la de Arjona et
al. (2005) y la de Majuelos (2011) citadas más arriba mantienen pretensiones específicas
acerca del fenómeno de la sociabilidad en ámbitos de comercio sexual, aunque se refieren
a contextos sociales muy diferentes; por un lado, la primera, a la España urbana predemocrática; por otro lado, las dos siguientes, a una zona de la comarca de El Poniente de
Almería caracterizada por su alta concentración de personas inmigradas y su particular
distribución residencial, en una España con democracia consolidada y plenamente
integrada en los circuitos económicos y políticos internacionales. Se trata de dos contextos
sociopolíticos y culturales bien definidos, donde el trabajo sexual aparece con formas,
características, funciones, implicaciones, etc., muy dispares entre sí, aunque manteniendo
determinados elementos organizativos comunes. En ambos casos, aparece como elemento
primordial articulador de una parte importante de la vida social el ejercicio de la
prostitución por unos actores determinados. Siguiendo esa estela, la presente investigación
pretende abundar en la relación comercio sexual-sociabilidad; en el papel del trabajo
sexual cuando aparece incrustado en los espacios y redes relacionales de una parte de la
estructura social, y realizar, por modestos que puedan resultar, aportes tanto analíticos
como metodológicos, al estudio de este tipo de fenómenos sociales, por lo demás, cada vez
más presentes en las sociedades actuales.
120
Una pregunta de interés, por su relación con los objetivos de esta Tesis y que tiene
que ver con lo expresado en párrafos anteriores, es la siguiente: ¿a qué se debe la escasa
presencia de investigaciones en el ámbito académico que, explícitamente, tengan como
objetivo principal el estudio de la vida cotidiana y la sociabilidad en los espacios donde se
realiza trabajo sexual en el Estado español? Confío que a lo largo de esta investigación se
puedan desvelar, de forma explícita o implícita, algunos elementos explicativos o
interpretativos acerca de esta cuestión.
121
122
1.3
RECURSOS METODOLÓGICOS
El presente capítulo aborda el tercer vector que compone el conjunto de los
fundamentos teóricos y epistemológicos que sustentan la investigación de la presente
Tesis, se trata del complejo metodológico que ha guiado el trabajo de campo.
En un primer sub-capítulo trataré el encaje de esos tres aspectos; introduciré
diversas consideraciones teóricas sobre la etnografía, cómo ha sido concebida, y en qué
forma ha fundamentado el conjunto del presente ensayo; finalizaré con la exposición de
algunas polémicas relacionadas con los conceptos emic/etic y cómo ha sido concebido el
carácter emic en la presente investigación.
Seguidamente he considerado los sujetos que han participado en la investigación,
su origen nacional, su ubicación laboral en sector del comercio sexual, etc.; igualmente me
he referido a los espacios donde trabajan, su distribución geográfica, así como a una
caracterización aproximada de ellos; también trataré su relevante papel como espacios de
interacción y de observación participante.
En tercer lugar acometo las técnicas e instrumentos para la obtención y registro de
datos, así como los recursos utilizados con mayor profusión para la elaboración y
transformación de la información.
El cuarto sub-capítulo incluye el conjunto de procedimientos que han organizado y
desarrollado el trabajo de campo, los problemas que me han surgido y cómo los he
afrontado.
Por fin, abordo diferentes aspectos relacionados con la ética y la política que suelen
ser consustanciales a la investigación donde participan personas; en particular he
considerado problemas específicos que he tenido que afrontar en mi trabajo de campo, por
el carácter estigmatizador que soporta el sector objeto de estudio y buena parte de los
agentes involucrados en él.
La elección metodológica que he realizado sitúa en el centro del trabajo de campo
técnicas y procedimientos propios de la etnografía; pero no sólo, ha sido una decisión en
torno a un método o a un complejo metodológico coherente con la perspectiva
epistemológica de partida.
Mi relación previa con el sector del sexo la concebí inicialmente como un lastre en
la medida en que en algunos espacios ya disponía de un rol específico que supuse
condicionaría mis tareas posteriores. No obstante, en cada momento, en que he debido
123
plantearme o replantearme el trabajo de campo, tal escollo lo he ido percibiendo como una
oportunidad que me facilitaba determinados aspectos de mis cometidos, como más
adelante ilustraré; y, a la vez, me ayudaba trazar las vías sobre las que construir nuevos
roles con los que abordar diferentes tareas de investigación, en particular mis interacciones
con los diferentes participantes 64 y los enfoques con los que pude encauzar su
inconmensurable colaboración en esta Tesis.
Esta coexistencia de roles la considero relevante en la medida en que contiene
ciertas dosis de originalidad metodológica, y constituye el fundamento de la autoinstrumentalización que el etnógrafo incurre consigo mismo en determinadas ocasiones. En
mi caso, ha supuesto un auténtico proceso de inmersión en los segmentos de la industria
del sexo objeto de estudio.
Novedad que no se agota ahí, en la medida en que he tratado de continuar, aunque
sea de forma modesta, la brecha de un enfoque metodológico que, en el ámbito del estudio
del trabajo sexual, empieza a cristalizar; este aspecto espero que haya quedado desvelado
con la elección de las revisiones teóricas que se abordaron en el capítulo anterior. La
presente Tesis supone una aportación que considero de valor para esa acumulación de
materiales que permitan un acercamiento comparativo a la industria del sexo en la sociedad
española y las de nuestro entorno, desde el ámbito de los estudios antropológicos donde la
voz y experiencias de los sujetos implicados constituyan los materiales básicos en el
proceso de investigación.
En otro aspecto, este enfoque se manifiesta, también, en mi relación con los sujetos
que han participado en el revelado de ese cuadro impresionista que compone toda
etnografía. Pero no sólo por sujetos, sino que, desde el conocimiento que de los objetivos
de esta investigación les he transmitido, han podido expresar, aunque haya sido de forma
aproximada, sus propios propósitos en la representación de su mundo, sus problemas y sus
anhelos. Desde tal proceder, su participación ha convertido a este trabajo en una suerte de
diálogo intercultural, a la vez que en un instrumento de expresión del pluralismo cultural
presente en nuestra sociedad; al menos en lo que se refiere al despliegue de la sociabilidad
relacionada con las prácticas afectivo-sexuales.
64
Utilizaré esta expresión para referirme a las personas de las que obtuve información, orientaciones, juicios
etc.; con las que mantuve interacción física y/o emocional en algún grado y que en diferente modo o
profusión participaron en esta investigación. Desecho la expresión ‘informante’ por diversas razones,
especialmente por su reminiscencia del mundo policial y su carácter utilitarista. En este sentido comparto las
observaciones que realiza al respecto Miguel A. Bartolomé (2003).
124
La lógica de ese diálogo nos devuelve nuestra imagen especular en esos ámbitos y
constituye una referencia comparativa de primer orden para entender nuestra propia
sociedad, nuestros comportamientos y abordar las propias limitaciones en el conocimiento
de nuestras concepciones y mecanismos de gestión social del patrimonio sociable y
erótico-sexual disponible en la sociedad de la que formamos parte. Un apunte a este
respecto ya hice en Majuelos (2008).
Finalmente, concederé unas líneas a un último aspecto sobre el que quienes lean
esta tesis tendrán la última palabra; se trata del carácter artesanal del conjunto de la
investigación, en particular, del trabajo de campo. Artesanal en el sentido común moderno
que le solemos conceder: el del sello personal del autor de la obra; pero sobre todo, en el
sentido que le otorga Richard Sennett: “el artesano representa una condición humana
peculiar: la de la persona que se implica a fondo en lo que hace” (Sennett, 2013: 12). Este
aspecto, junto con los requerimientos de reflexividad que todo texto etnográfico exige, es
el motivo por el que buena parte de esta Tesis se expone en primera persona.
1.3.1 Orientaciones metodológicas
Dados los presupuestos epistemológicos de los que hemos partido y el carácter del
objeto que indagamos, era necesario un conjunto de métodos que hiciera auto-consistente
la articulación de los tres pilares sobre los que habría de sostenerse el estudio: los
apriorismos gnoseo-epistemológicos, las referencias teóricas de partida y la metodología
empleada.
Figura nº 2. Los tres ejes del proceso de investigación
Fuente: Elaboración propia.
125
Para ello, el trabajo de campo realizado para la presente investigación se ha
abordado mediante una metodología cualitativa compatible con los otros dos ejes citados.
Respecto al primer eje, y como vengo reseñando a lo largo del texto, trazará una
perspectiva epistemológica que genéricamente podríamos adscribir a la fenomenología.
Weber ya advertía que,
“no cabe un análisis científico ‘objetivo’ de la cultura o de los fenómenos sociales
(...) independiente de la perspectiva específica y ‘unilateral’ con la que se eligen
(...) esos fenómenos como objeto de investigación, se los analiza y se los estructura
para su exposición” (Weber, 2009: 107).
Esta posición que podríamos adscribir al nivel de lo epistemológico, también la
expresan sin ambages S. J. Taylor y R. Bogdan:
“Para el fenomenólogo, la conducta humana, lo que la gente dice y hace, es
producto del modo en que define su mundo. La tarea del fenomenólogo y de
nosotros, estudiosos de la metodología cualitativa, es aprehender este proceso de
interpretación. Como lo hemos subrayado, el fenomenólogo intenta ver las cosas
desde el punto de vista de otras personas” (Taylor y Bogdan, 2008: 23).
Las conexiones entre la metodología que utilizaremos y los referentes
epistemológicos están suficientemente explicitados en la obra de Blumer con respecto al
interaccionismo simbólico. Este autor expresa claramente que “la postura metodológica del
interaccionismo simbólico es la del examen directo del mundo empírico social” (Blumer,
1982: 35); y refiriéndose al estudio de la vida social de los grupos, cita en particular el caso
del mundo de “las prostitutas de las ciudades modernas” (Blumer, 1982: 29). De las tres
premisas básicas que definen el interaccionismo simbólico, Blumer deduce y nos muestra
algunas consecuencias metodológicas de especial relevancia para esta Tesis:
-
Para comprender la vida de las personas es necesario que el investigador vea los
objetos como ellas lo ven.
-
La vida del grupo no puede estudiarse sólo como el resultado de factores
determinantes que pueden manifestarse en la interacción de las personas, sino con el
desvelo empírico del tipo de interacción que se está expresando.
126
-
El fundamento de la indagación de los hechos sociales no está en las categorías
analíticas que se puedan postular, sino en el análisis de la acción social que las fundamenta
y que se realice de esos hechos.
-
El examen de instituciones, grupos y organizaciones debe realizarse en los
significados que las personas que los integran atribuyan a las diferentes situaciones en que
se produce la acción conjunta, además de la contextualización histórica de ésta (Blumer,
1982: 35-44).
De acuerdo a lo expuesto en el capítulo 1.1, la vida cotidiana en los espacios que
vamos a estudiar se entiende bajo una concepción de la realidad vital como algo construido
por los propios actores; en nuestro caso, mujeres que trabajan en un determinado segmento
de la industria del sexo, sus clientes, y otros agentes diversos, etc.
Las conexiones entre el construccionismo social, la metodología y el objeto de
nuestras indagaciones están claramente expresados por Berger y Luckmann: “el método
que consideramos más conveniente para clarificar los fundamentos del conocimiento en la
vida cotidiana es el del análisis fenomenológico, método puramente descriptivo y, como
tal, ‘empírico’” (Berger y Luckmann, 2006: 35).
Con similar concisión expresa Goffman esta relación al presentar su obra ‘La
presentación de la persona en la vida cotidiana’: “una perspectiva sociológica desde la cual
es posible estudiar la vida social, especialmente el tipo de vida social organizado dentro de
los límites físicos de un establecimiento o una planta industrial” (Goffman, 2009: 13).
Respecto a la etnometodología, ya quedó expresado en el primer capítulo de este
bloque, su relación genética tanto con las otras perspectivas epistemológicas, presentes en
este estudio, como con la metodología cualitativa, en particular con el complejo
metodológico de la etnografía. La importancia que la etnometodología —o al menos
algunas de sus variantes— da a las descripciones y a la reflexividad; y la autoridad
gnoseológica que concede a la información suministrada por los propios sujetos (Coulon,
2005) anuda los planos epistemológicos y metodológicos que sustentan las pesquisas en
esta investigación.65
La segunda orientación, la perspectiva teórica, ha sido reseñada en el capítulo 1.2.
De tal manera que enfocaremos el trabajo sexual como elemento articulador de espacios y
65
Una exposición sobre la relación entre metodología y algunas orientaciones epistemológicas puede verse
en Flick (2012).
127
relaciones de sociabilidad entre los diferentes actores que intervienen en ese comercio en la
provincia de Almería. Así pues, lo que nos interesa indagar son aquellos aspectos de la
interacción que formando parte de los propios servicios dan ese carácter sociable a las
formas de comercio objeto de este estudio. Y lo haremos alejándonos de los enfoques
'trafiquistas', o que victimizan a las mujeres, sea desde el esencialismo de la violencia, de
la explotación o de la pobreza, tal y como sugiere Pons (2004).
Seguiré la estela de algunos de los más recientes estudios socio-antropológicos
sobre trabajo sexual o sobre sociabilidad en los espacios donde se desarrolla aquél
comercio, que se han construido mediante investigaciones que han empleado profusamente
métodos cualitativos: etnografías, historias de vida, observación —participante en diverso
grado—, etc. También en este trabajo la indagación sobre la perspectiva de las trabajadoras
y sobre su universo vital, elaboradas a partir de la interacción en su quehacer cotidiano –
ellas en su mundo y con el propio investigador—, ha formado parte sustancial de las
relaciones de campo. No me extenderé más sobre ello. Abundaré más en el sub-capítulo de
‘Técnicas e instrumentos’.
Por fin, el tercer encuadre —la metodología— ha estado necesariamente vinculado
y orientado por los dos anteriores conformando un conjunto de relaciones imbricadas y en
diálogo durante todo el proceso de investigación, que el canon actual de presentación de
los escritos en el ámbito académico —marcado por su carácter secuencial y lineal— no
puede ni debe velar.
El término ‘metodología’ no es unívoco, y en ciencias humanas y sociales está
dotado de diferentes significados. A los efectos de este texto, distinguiremos entre
metodología y técnicas de investigación. Citando a Pertti J. Pelto y Gretel H. Pelto, la
metodología “se refiere a la estructura de procedimientos y reglas de transformación
mediante las cuales el científico extrae información y la moviliza a distintos niveles de la
escala de abstracción con el fin de producir y organizar conocimiento acumulado” (Pelto y
Pelto, 1999: 2).
Podemos entender entonces por metodología el “proceso de investigación como
una secuencia que comienza con la preparación de un plan de trabajo y acaba con la
elaboración y escritura de un informe” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 17). Y por
metodología cualitativa se interpretará en sentido amplio “la investigación que produce
datos descriptivos: las propias palabras, de las personas, habladas o escritas, y la conducta
observable” (Taylor y Bogdan, 2008: 20). No obstante, en esta Tesis tal definición quedará
128
superada por otros aportes que desde la antropología han venido cristalizando en los
últimos años. Michael Angrosino expresa el sentido que aquí adquiere.
“Pretende acercarse al mundo de ‘ahí fuera’ (no en entornos de investigación
especializada como los laboratorios) y entender, describir y algunas veces explicar
fenómenos sociales ‘desde el interior’ de varias maneras diferentes: analizando las
experiencias de los individuos o de los grupos (...). Analizando las interacciones y
comunicaciones mientras se producen (...). Analizando documentos (textos,
imágenes, películas o música) o huellas similares de las experiencias o
interacciones” (Angrosino, 2012: 10).
En consonancia con estos presupuestos, la metodología elegida para esta Tesis fue
la etnografía66, si bien no se trata de una etnografía clásica, al estilo de los antropólogos de
principios del S. XX, ni su pretensión es, obviamente, la descripción de una sociedad en su
totalidad. La pertinencia de adoptar esta estrategia se sustenta en el objetivo de escrutar
diferentes aspectos del trabajo sexual en determinados espacios, donde se expresa la
sociabilidad que articula, como si fuesen micro sociedades, manteniendo cierta pretensión
holística. Pero también se basa en razones que tienen que ver con el concepto mismo de
etnografía, tal y como Martyn Hammersley y Paul Atkinson la entienden:
“Su principal característica sería que el etnógrafo participa, abiertamente o de
manera encubierta, en la vida diaria de las personas durante un periodo de tiempo,
observando qué sucede, escuchando qué se dice, haciendo preguntas; de hecho,
haciendo acopio de cualquier dato disponible que sirva para arrojar un poco de luz
sobre el tema en que se centra la investigación” (Hammersley y Atkinson, 2004:
15).
La etnografía
La palabra etnografía hace referencia en un mismo término a dos conceptos en
principio diferentes pero que están íntimamente vinculados; por un lado, alude a un
66
Siguiendo a Velasco y Díaz de Rada (2004: 173), la etnografía sería “un relato organizado en torno a
argumentos científicos” que trata de producir, mediante un texto, “una imagen científicamente válida, es
decir, públicamente contrastable” de un modo de vida.
129
método o conjunto de métodos y, de otro, señala un producto, con unos resultados y ciertas
conclusiones. Abordo a continuación ambos aspectos.
La etnografía como método
Bronislaw Malinowski, en la que se tiene por la obra fundacional de la etnografía,
considera que:
“Una fuente etnográfica tienen valor científico incuestionable siempre que
podamos hacer una clara distinción entre, por una parte, lo que son los resultados
de la observación directa y las exposiciones e interpretaciones del indígena y, por
otra parte, las deducciones del investigador basadas en su sentido común y
capacidad de penetración psicológica” (Malinowski, 1995: 20).
Podemos entender la etnografía como una suerte de instantánea. No un dictamen
definitivo sobre la causa o el sentido de los procesos culturales, sino una búsqueda de
sentido. De ese modo realizamos, en realidad, un camino de vuelta ‘antidisciplinar’ que
nos acerca a la experiencia social de nuestros sujetos (Cruces, 2003: 168-169). En esa
estela, la elección del método etnográfico tiene la ventaja de que “se asemeja notablemente
a los modos rutinarios con que la gente le da sentido al mundo en la vida diaria”
(Hammersley y Atkinson, 2004: 16). Coligado a ello y como advierte Francisco Cruces,
“la verdad etnográfica es siempre relacional. [Desde Malinowski] la antropología es una
teoría de la imbricación sociocultural” (Cruces, 2003: 166). Para Geertz:
“La descripción etnográfica presenta tres rasgos característicos: es interpretativa, lo
que interpreta es el flujo del discurso social y la interpretación consiste en tratar de
rescatar ‘lo dicho’ en ese discurso de sus ocasiones perecederas y fijarlo en
términos susceptibles de consulta” (Geertz, 2003 :32).
El trabajo de campo
El elemento primordial de la etnografía lo constituye el trabajo de campo, que suele
designar el periodo y el modo de la investigación dedicado a la recopilación y registro de
datos, si bien comprende mucho más que una técnica o conjunto de técnicas. “Se trata de
una situación metodológica y también, en sí mismo, de un proceso, una secuencia de
130
acciones, de comportamientos y de acontecimientos” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 18).
Entre ellas hay que citar las formas y estrategias de acceso, las relaciones que se establecen
en virtud de los roles que adoptemos y la aprehensión del sentido en las producciones de
los sujetos, se expresen éstas en forma oral, escrita o figurativa, relacionadas con el objeto
de investigación que nos ocupa. Esta situación en el campo supone un tipo de implicación
integral del antropólogo en la medida en que exige:
“Sobre todo, un tiempo largo de contacto personal, de pequeñas negociaciones
sobre el terreno, de aprendizaje de nuevas formas culturales, de reordenación de la
propia intimidad y de la vida cotidiana, de relación con lenguajes y modos de
expresión incomprensibles o por lo menos desconocidos, de asimilación de códigos
de conducta ajenos, etc.” (Cruces, 2003: 162).
De tal manera que en esta ‘intención dialógica’ “la etnografía redefine la
objetividad como intersubjetividad” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 218), mediante la
comprensión de los significados de las acciones y conductas que se observan. Abundando
en ello no puedo dejar de señalar la auto-instrumentación del etnógrafo:
“El trabajo de campo deja cierto lastre, ejerce una cierta presión sobre el
investigador y en algún sentido lo transforma (…) Pero, sobre todo, el método
involucra a las personas: las relaciones sociales establecidas a través de esta
situación metodológica implican a la persona como una obligación de humanidad
que contrarresta cualquier exigencia de asepsia metodológica” (Velasco y Díaz de
Rada, 2004: 23).
En correspondencia con la perspectiva epistemológica de la que es deudor este
estudio, el trabajo de campo debe tratar de “descubrir los significados que los actores
sociales atribuyen a sus acciones” (Angrosino, 2012: 24). Y, en el caso del complejo
epistemológico-teórico-metodológico que caracteriza a la etnografía que se ha construido
aquí, supone la imbricación dinámica de aquél, la reflexión y los diversos procedimientos
operacionales —que más tarde serán expuestos— en un proceso de múltiples idas y
venidas.
De esta forma, la concepción del procedimiento de investigación como un proceso
lineal carece de sentido en esta Tesis.
131
La observación participante
El trabajo de campo etnográfico lleva intrínsecamente asociada la observación
participante, es decir, la presencia en escena del etnógrafo que, sin alterar esencialmente
los acontecimientos, tenga un rol que formará parte de dicha escena como consecuencia de
las relaciones sociales que el investigador ha trenzado en el contexto de observación; el
investigador nunca realiza su tarea sólo como investigador, también lo hace como vecino,
como amigo, como mediador, como cliente, etc. Se trata de seguir la propuesta
metodológica de Blumer (1982), de mirar la realidad social desde el punto de vista del
otro, a través de un transcurso de contacto cultural; de forma que nos permitiría, en
realidad, poder hablar de la inmersión del investigador en el ámbito sociocultural que
investiga, o en términos de Berger y Luckmann, ‘un proceso de socialización secundaria’ o
‘resocialización’ (Berger y Luckmann, 2006: 172-186). La presencia en el campo, en los
escenarios en los que transcurren las acciones, “el estar allí, constituye una posición
estratégica cuando es la cultura lo que se pretende investigar” (Sanmartín, 2003: 55).
Conviene advertir que la observación participante rara vez es totalmente
participante; tan rara como la observación nada participante, ya que no son nuestros
objetivos de estudio los que deciden cuanto modificamos la escena que pretendemos
examinar con nuestra presencia en ella. Por tanto, la participación en la observación
debemos interpretarla situada en un continuo entre nada y totalmente participante, en una
graduación que en ocasiones ni siquiera el investigador puede elegir (figura 3).
Figura nº 3. Rango de la participación en la observación
Fuente: Elaboración propia67.
67
La idea de representar la variabilidad de la participación en las relaciones de campo mediante algún tipo de
dial la tomé de Hammersley y Atkinson (2004).
132
Otras técnicas y procedimientos pueden acompañar la observación participante:
entrevistas, análisis de conversaciones y de documentos, cuestionarios, relatos con los que
construir historias de vida, etc., dependiendo de cual sea el objeto y el contexto de nuestra
investigación. También el uso y producción de imágenes68 puede facilitar o complementar
nuestras observaciones; volveremos sobre ello más adelante. Como nos recuerdan Pelto y
Pelto: “Los muchos dominios diferentes de fenómenos en nuestro universo exigen cada
uno sus herramientas y técnicas especiales para la recopilación de conocimientos acerca de
ellos” (Pelto y Pelto, 1999: 1)69.
En el caso del presente ensayo, el trabajo de campo ha consistido en la asistencia
periódica a los espacios donde las mujeres realizan sus quehaceres, en estancias específicas
por algún motivo particular o mediante la presencia en los establecimientos donde trabajan,
solo o acompañado de clientes habituales de esos lugares. En esas visitas se ha procedido a
la captación de conductas y opiniones; se han establecido conversaciones, o se han
realizado entrevistas formales o informales, etc., sobre las que más adelante se abundará.
El acceso ha venido dado por la pertenencia del investigador desde el año 2001 a una
asociación en la que desarrolla intervención social con mujeres que ejercen labores
sexuales, en un programa de mediación social y sanitario (APDHA). Aunque esas visitas
también han sido producto de un conjunto de prácticas y relaciones —atención social,
proveedor de servicios, como cliente de clubes y bares, relaciones de amistad incipiente,
etc.— que el investigador ha ido tejiendo en los distintos ámbitos, con diferentes agentes
sociales —asociaciones, líderes grupales, mujeres, clientes de los bares, dueños de clubes,
etc.—. En este sentido, un elemento esencial en las relaciones de campo procede de la
implicación del propio investigador, su auto-instrumentación.
Estos aspectos últimos tienen enorme importancia para la presente investigación y
dan valor a la etnografía, en general, y a la observación participante, en particular, habida
cuenta de las complejidades de orden moral e ideológico que atraviesan todo lo
relacionado con el trabajo sexual y las relaciones erótico-afectivas, en nuestro contexto
68
La utilización de imágenes en los estudios de Antropología ya fue valorada por Franz Boas y, tal como se
considera en la Antropología Visual, asume elementos discursivos que facilitan la dinámica interpretativa
entre la visión cultural del investigador y la visión cultural de los sujetos que forman parte del objetivo del
estudio. Además, “el proceso de toma de la fotografía es simbólicamente distanciador (...) esta distancia o
separación simbólica puede ser una buena aliada para el antropólogo que ha de investigar sobre algunas
cuestiones que las convenciones sociales vigentes hacen difíciles de abordar de forma directa” (Lisón,
1999:30).
69
Traducción propia.
133
cultural. Acerca de ellas ya nos prevenía Weber: “es cierto que, en el terreno de nuestras
ciencias, suelen intervenir en la argumentación científica concepciones del mundo
personales, que enturbian la argumentación continuamente y llevan a evaluar de una
manera distinta el peso de los argumentos científicos” (2009: 75). Sobre el tema que nos
ocupa, también nos llama la atención Vázquez cuando afirma que “en concreto, hay que
evitar los siguientes prejuicios que pueden enturbiar el análisis y perpetúan la
estigmatización”:
-
“El prejuicio victimista”, consistente en pensar que toda forma de prostitución es
forzada, involuntaria.
-
“El prejuicio miserabilista”, por el cual las prostitutas, en tanto que delincuentes,
son personas incapaces de gobernarse a sí mismas.
-
“El costumbrismo autocomplaciente”, basado en la consideración de que siempre
ha habido prostitución y siempre la habrá.
-
“El prejuicio radical-populista”, por el cual en el discurso y en las prácticas de las
prostitutas, en tanto que experiencia de los excluidos, está la fuente de liberación del
mañana (Vázquez, 1998: 20-23).
La opción de aproximarse al trabajo sexual, y a los distintos agentes que participan
en él, desde una metodología etnográfica, permite no sólo apreciar mejor su complejidad,
sus formas y los matices de los contextos en que se ejerce, sino que facilita entender mejor
nuestra propia sociedad y cómo nuestros habituales patrones culturales pueden distorsionar
la interpretación del complejo afectivo-sexual-relacional que gira en torno ese sector
(Majuelos, 2008). Por otro lado, con el recurso al relativismo metodológico70, tan propio
del análisis etnográfico, se intenta “ampliar el horizonte del discurso humano más allá de la
esfera de nuestro propio universo moral” (Díaz de Rada, 2010: 275).
La etnografía como texto
Pero por etnografía también puede entenderse un texto, el producto de final de una
investigación redactado de acuerdo a cierto canon académico en el que se expresan los
resultados y conclusiones de aquella.
70
Para Díaz de Rada (2010: 272), el relativismo metodológico “implica una renuncia profesional al ejercicio
de juicios morales, similar al ejercicio profesional de otros científicos”.
134
El interés por el texto etnográfico recibió un fuerte estímulo a partir de lo que llegó
a denominarse ‘Nueva Etnografía’; tal y como señalan David Kaplan y Robert A. Manners
“el propósito de la nueva etnografía es hacer que la descripción etnográfica sea más precisa
y más reproducible de lo que ha sido en el pasado” (Kaplan y Manners, 2004: 348). No
obstante, cuando el texto etnográfico adquirió su mayor realce y consideración fue a partir
de la denominada ‘crisis de representación’, a raíz de la propuesta interpretativa para el
análisis de las formas culturales, de manera que la etnografía se convirtiera en una forma
de ‘representación de la cultura’, Y si el objetivo de la etnografía consiste en reflejar la
trama cultural, la forma de vida de un colectivo, comunidad, etc., “para construir esa trama
es esencial que el etnógrafo sepa realizar una descripción guiada interpretativamente”
(Velasco y Díaz de Rada, 2004: 219); de tal forma que quede plasmada en el texto tanto
por la prolijidad en la descripción de las acciones, como por el entramado de relaciones
significativas entre hechos, acciones e instituciones. Pero no se trata simplemente de captar
los elementos psicológicos que guían la acción social, la pretensión consiste en que
“captemos, con el mayor detalle y alcance posible, el proceso por el que esos significados e
intenciones acaban construyendo un espacio público, es decir, común, de sentidos y
valores compartidos o negociables” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 220). Estamos, así,
ante el concepto de ‘descripción densa’ que Clifford Geertz (2003) difundió en ‘La
interpretación de las culturas’ y cuyas características podemos formular siguiendo a
Velasco y Díaz de Rada (2004: 219-227). La descripción densa supone:
-
Localizar los datos en situaciones concretas de la vida social de la gente.
-
Que los enunciados de la etnografía aparezcan encarnados en las experiencias de
personajes de carne y hueso.
-
Facilitar la triangulación de los datos que aparecen en el texto, acudiendo a
diferentes fuentes.
-
Plasmar el carácter multi-referencial de los datos que aparecen en el texto.
La construcción del texto etnográfico requiere, por consiguiente, de cierto oficio y
aprendizaje más allá del canon académico, y debe estar articulado mediante la expresión de
los procesos de reflexividad con los que el antropólogo da cuenta de sus propias acciones y
las enjuicia, a la luz del desarrollo de la investigación, mientras elabora su etnografía.
Dicho texto, bien mirado, no deja de ser un producto literario que requiere también de los
recursos retóricos: tropos, ironías, dramaturgias y otras metáforas, etc. A fin de cuentas “la
135
representación de un mundo social depende de cómo lo escribimos” (Hammersley y
Atkinson, 2004: 265). En esa práctica no deja de estar vigente el objetivo de hacer que el
mundo social, que pretendemos presentar, se muestre de la forma más inteligible mediante
el ‘suministro de contexto’; entendiendo éste como el proceso mediante el cual vamos
desvelando y plasmando textualmente el “entramado de relaciones significativas, que se va
construyendo conforme avanza la investigación y la escritura del texto etnográfico”
(Velasco y Díaz de Rada, 2004: 235).
Sobre los aspectos emic y etic en esta investigación
Como hemos expuesto en capítulos anteriores, los ámbitos relacionados con el
trabajo sexual están afectados de numerosas prenociones e incomprensiones. Prejuicios y
estigmatización que no sólo están presentes en las visiones de algunos sectores de la
población; en los medios de comunicación con su generalizado tratamiento sensacionalista;
en determinados ámbitos sociales por la victimización, cuando no infantilización, de las
mujeres y la criminalización de los clientes; en el ámbito político, por la desconsideración
de esas mujeres como sujetos con agencia, y la persecución de los hombres a los que
prestan sus servicios —y de ellas mismas y sus familias en numerosas ocasiones—. La
prevalencia de apriorismos ideológicos71, especialmente los procedentes del feminismo
abolicionista, contaminan esos ámbitos llegando a los propios estudios académicos en
determinados casos, como ya he advertido, y en los que más adelante me detendré.
Una vacuna contra esos prejuicios radica en prestar atención a la perspectivas de las
propias mujeres que ofrecen servicios sexuales, de sus clientes y de otros agentes
involucrados. En esta Tesis la visión de los distintos actores está sostenida por los
principios epistemológicos desarrollados en el primer capítulo, por el acompañamiento de
elementos teóricos surgidos de investigaciones que se abordaron contando con aquella
mirada y que utilizaron métodos que manejan como fuente privilegiada de datos las
narrativas de las trabajadoras y demás personas que participan en el sector. En definitiva se
trata de construir la investigación dando preeminencia a la información procedente de los
sujetos a los que estudio; dicho de otra forma, en dar preferencia y relevancia a los
materiales emic producidos por los diferentes agentes que intervienen en el comercio
71
Utilizo el concepto de ideología y sus derivados, salvo observación expresa, en el sentido que José Ferrater
Mora (2009) atribuye a Sorel y Pareto. Se trataría de doctrinas de naturaleza no científica, de carácter
justificativo y normativo: “no son descripciones de la realidad social, sino prescripciones para las acciones de
grupos sociales” (Ferrater, 2009: 1749).
136
sexual en el segmento y ámbito objeto de la labor investigadora. De esta manera nos
aproximaremos al conocimiento de cada uno de ellos—en particular al cliente—
proyectando sobre éste los rasgos que tales materiales —de los demás actores— nos han
permitido elicitar.
Ahora bien, las controversias que se vienen desplegando en el campo de la
antropología relativas a esta dicotomía —emic/etic— me obligan a plantear una serie de
reflexiones que presento a continuación.
Acerca de la distinción etic/emic
El diccionario de Antropología editado por Thomas Barfield define lo ‘émico’ y lo
‘ético’ como “distinciones entre el concepto de las representaciones culturales desde el
punto de vista de un nativo de la cultura (émico) y del ajeno que lo observa (ético)”
(Barfield, 2001: 233).
En Lingüística estructural, lo ‘fonémico’, de cuyo estudio se encarga la Fonología,
correspondería al nivel del significante del signo lingüístico que, por oposición entre sus
unidades básicas —los fonemas—, dotaría de significado diferencial a unas palabras y
otras en cada lengua. Por el contrario, el nivel fonético, de cuyo estudio se encargaría la
Fonética, se refiere a la realización hablada del significante lingüístico, y sus unidades
básicas —los sonidos que expresan los fonemas en cada comunidad lingüística— vendrían
definidas por sus característica sonoras en relación a los distintos órganos del aparato
fonador humano, de tal manera que cada realización hablada de un fonema quedaría
caracterizada por propiedades universalmente reconocibles, independientemente de la
lengua en que se emitieran (Quilis, Hernandez y García de la Concha, 1973) y que no
tienen por qué ser necesariamente significativas para los hablantes de una lengua
determinada. Ambos niveles de análisis del signo lingüístico darían nombre
respectivamente a los enfoques emic —de fonémico— y etic de fonético— en el análisis
de las culturas.
Honorio Velasco nos refiere la ‘fascinación’ que la Lingüística suscitó en la
Antropología de la siguiente manera:
“No sólo se postulaba que la Etnografía es estrictamente dependiente de la lengua
(...) sino de la Lingüística como ciencia, o más propiamente de un conjunto de
modelos elaborados dentro de distintas corrientes de la Lingüística que fueron
adoptados —parcialmente adoptados— por la Antropología cuando abordó el
137
estudio de la cultura como sistema de conocimiento, convertida entonces al efecto
no tanto en Antropología Lingüística sino en Antropología Cognitiva” (Velasco
2005, 366).
Kenneth Pike extendió el concepto de fonema buscando elementos análogos en la
gramática, en la sintaxis y así sucesivamente hasta que saltó del lenguaje al
comportamiento humano; de tal manera que “estos dos términos empezaron a designar dos
modos de análisis o si se quiere de perspectivas diferentes ya no sólo referidas a las
lenguas, sino a todo el ámbito del comportamiento humano, es decir, a las culturas”
(Velasco, 2005: 371). No obstante, entre las diversas elaboraciones que se fueron
desarrollando a propósito de estas dos perspectivas “fue Harris quien estableció
equiparaciones con otras categorías en un juego de semejanzas y diferencias Etic-Emic con
objetivo-subjetivo, externo-interno, cognoscitivo-operativo, mental-conductual con las
cuales ha sido usual mezclarlas” (Velasco, 2005: 373). En cualquier caso, lo constatable, es
que en los manuales de Antropología son reconocibles estas concepciones de Harris hasta
tal punto que podríamos decir, sin creer exagerar, que la visión de Harris se ha convertido
en canónica en buena parte de la Antropología al menos hasta el día de hoy.
Sin embargo, hay autores como Aurora González Echevarría (2009) que analizando
las concepciones de Harris y de Pike, y las polémicas entre ellos mismos, concluye que tal
distinción no existe. El texto de González citado, independientemente de sus conclusiones,
tiene la virtud de que pone sobre la mesa no sólo las diferentes concepciones y alcance de
esta dicotomía, y no sólo en Harris y Pike, sino que, involucra a otros autores relevantes en
el campo de la Antropología como Goodenough, por ejemplo. Y expone la contradictoria y
confusa historia de esta oposición a lo largo de los escritos seminales de tales autores.
Utilizaré ese texto como guía privilegiada para tratar la cuestión que abordamos.
Así González nos plantea confusiones al respecto de estos conceptos ya en el
propio Pike:
“La oposición entre las perspectivas etic y emic en el estudio del comportamiento
ha sido ambigua desde el primer momento porque Pike las caracterizó por pares de
oposiciones, entre ellas “desde fuera/desde dentro” e “inicial/final”, que unas veces
apuntan a trámites sucesivos y otras a enfoques contrapuestos. Esta sería la primera
pregunta: ¿el enfoque etic es permanentemente externo o sólo preliminar?
Seguramente Pike oscila. Así que el enfoque etic sea intercultural, comparativo,
138
parece remitir a externo y continuado, como lo son los esquemas interculturales
creados por el analista. Pero que el análisis etnográfico se inicie con la ayuda de las
unidades y clasificaciones que se aprenden durante el periodo de formación, parece
vincularle más a la idea de preliminar” (González, 2009: 23).
Y volviendo a citar a Pike:
“Los datos etic proporcionan acceso al sistema –el punto inicial del análisis. Dan
resultados tentativos, unidades tentativas. El análisis o presentación finales, sin
embargo, serían en unidades emic. En el análisis total, la descripción etic inicial se
pule gradualmente, y es finalmente —en principio, aunque probablemente nunca a
la práctica— reemplazada por una que es totalmente emic” (Pike, 1971: 38 y ss.).
Respecto al significado del enfoque emic de Pike, González expresa su acuerdo con
él en el sentido siguiente:
“La descripción emic, hecha desde la lógica interna, desde la concepción de quien
conoce el sistema y sabe cómo actuar dentro de él, debe responder a criterios
pertinentes al funcionamiento interno, debe integrar elementos que forman parte de
una estructura más amplia. Pero ¿cómo se llega a la descripción emic?” (González,
2009; 25).
Y concluye de la siguiente manera:
“En definitiva, mi primera tesis es que la confusión respecto a los términos
emic/etic empieza en Pike, donde etic es a la vez preliminar, comparativo,
alternativo a emic, etc. Pero, al mismo tiempo, creo que hay alguna idea básica, de
interés permanente, que se puede extraer de la oposición emic/etic de Pike aunque
la oposición como tal terminemos rechazándola. Vamos a estudiar una cultura con
un bagaje previo, una serie de expectativas que nos permiten una aproximación
preliminar. Y gradualmente vamos descubriendo el significado de los
comportamientos” (González, 2009: 27).
Ahora bien ¿cuales son las concepciones de Harris acerca de esta distinción?
139
Las posiciones de Harris no pueden desligarse de sus intereses generales ni de su
adscripción epistemológica, el Materialismo Cultural. La obsesión de Harris por hacer de
la Antropología una disciplina científica nomotética, le lleva a intentar una ingente tarea
para tratar de operacionalizar los conceptos descriptivos con el fin de elaborar un
vocabulario intersubjetivo para la descripción etnográfica (González, 2009: 45 y ss.). Pero
cuando se fragua lo que podemos denominar la concepción canónica de la dicotomía
emic/etic en Harris, es en su libro, editado por primera vez en 1968, ‘El desarrollo de la
teoría antropológica’. En dicho texto, Harris da la siguiente definición de emic:
“Las proposiciones emic se refieren a sistemas lógico-empíricos cuyas distinciones
fenoménicas o “cosas” están hechas de contrastes y discriminaciones que los
actores mismos consideran significativas, con sentido, reales, verdaderas o de algún
modo apropiadas. Una proposición emic puede ser falsada si se puede demostrar
que contradice el cálculo cognitivo por el que los actores informados juzgan que las
entidades son similares o diferentes, reales, con sentido, significativas o de alguna
otra forma apropiadas o aceptables” (Harris, 2003: 493-494).
Por otro lado, en su ‘Introducción a la antropología general’ —editada por primera
vez en 1971— expone su planteamiento al respecto:
“Los pensamientos y la conducta de los participantes pueden enfocarse desde dos
perspectivas diferentes: desde la de los propios participantes y desde la de los
observadores. En ambos casos, son posibles descripciones científicas y objetivas de
los campos mental y conductual. En el primero, los observadores emplean
conceptos que son significativos y apropiados para los participantes; y en el
segundo conceptos y distinciones significativos y apropiados para los
observadores” (Harris, 1996: 154).
Para Díaz de Rada “la clave de la confusión introducida por Marvin Harris se sitúa
en la expresión ‘significativos y apropiados’. Lo que Harris quiere decir con esta expresión
no se corresponde con lo que quiso decir Pike” (Díaz de Rada, 2010: 64). En realidad,
Harris nos está sugiriendo dos perspectivas, y a la vez dos lógicas de análisis de la misma
realidad social, la de los sujetos sociales —nativos— y las de los observadores externos —
el investigador—, tal y como lo expresa en su obra ‘Materialismo cultural’:
140
“Lo que caracteriza a las operaciones de tipo emic es la elevación del informante
nativo al estatus de juez último de la adecuación de las descripciones y análisis del
observador (...) El rasgo distintivo de las operaciones de tipo etic es la elevación de
los observadores al estatus de jueces últimos de las categorías y conceptos
empleados en las descripciones y análisis” (Harris, 1982: 47).
“Con su confusa distinción, Marvin Harris presenta etic y emic, como dos visiones
conscientes del mundo en competencia; como si el plano etic, elaborado por el
lingüista o el antropólogo, tuviera la función de falsar analíticamente al plano emic
producido por los agentes sociales, cuyo comportamiento analizan los lingüistas o
los antropólogos. Al atribuir a todo lo que se encierra en la categoría emic un
estatuto de realidad consciente o ideal, Marvin Harris compone un ficticio
escenario de lucha entre las visiones de los nativos y las visiones de los
antropólogos” (Díaz de Rada, 2010: 65-66).
Pero esta formulación también crea un problema de importancia, ya que:
“Al introducir la conciencia de los nativos como criterio de definición del plano
emic, Marvin Harris opera con una idea enormemente simplificada y
unidimensional del conocimiento que los seres humanos ponemos en juego en
nuestra vida ordinaria. Una vez establecido que las categorías nativas para clasificar
la realidad son conscientes, parece asumirse que el orden emic ha quedado ya fijado
de una vez por todas para cualquier descripción del comportamiento del nativo con
esas categorías” (Díaz de Rada, 2010: 66).
Aún hay un tercer problema que apunta Díaz de Rada y que tiene que ver con la
posición del investigador ante la sociedad o la cultura que estudia: “el mundo de Marvin
Harris se agota en dos únicos planos: un plano emic y un plano etic (...) La cuestión es que
no puede haber jamás un ‘observador’ que no sea también, de un modo u otro,
‘participante’ de algún sistema de acción social” (Díaz de Rada, 2010: 70).
Del análisis del capítulo de Harris (2003) ‘emic, etic y la nueva etnografía’, parece
deducirse que este autor mantiene campos de análisis separados, uno para lo emic y otro
para lo etic: “El enfoque etic, por definición, elude las premisas del enfoque emic. Desde
141
un punto de vista etic, el universo de los sentidos, las intenciones, los objetivos, las
motivaciones, resulta pues inalcanzable” (Harris, 2003: 500). Asimismo, proyecta la
coexistencia de dos posibles modos de etnografías, la emic y la etic: “en teoría, una
etnografía emic no necesita ser ni más ni menos empírica, científica e intersubjetiva que
una etnografía etic” (Harris, 2003: 497).
Me adhiero a la posición de González cuando afirma que “aquí de nuevo la
dicotomía emic/etic se desvanece, puesto que no hay una etnografía etic y otra emic, hay
datos distintos del sistema sociocultural y distintas técnicas para el acceso a esos datos”
(González, 2009: 74). Sin embargo, de donde ella concluye el desvanecimiento de la
oposición emic/etic, mi propia experiencia y lecturas me apuntan que, aunque en el análisis
de los textos teóricos de Harris se puedan encontrar confusiones y ambivalencias y, desde
luego, ciertos desacuerdos en la concepción que transluce de la etnografía —y su relación
con los conceptos emic y etic— creo, sin embargo, que este autor no agota ni la utilidad ni
la pertinencia de la oposición emic/etic.
En opinión de González, Goodenough “hace el desarrollo más riguroso de la
aplicación de la dicotomía emic/etic a la antropología” (González, 2009: 77)72. Para él, el
procedimiento del etnógrafo nos remite a la lingüística; y la prueba de verificación no
viene dada por el juicio del indígena sino por su capacidad para anticipar
comportamientos. Goodenough utiliza el término ‘metalenguaje’ para referirse al que
utiliza el investigador para describir la cultura, un lenguaje en construcción, similar al que
se utiliza en fonética, y que haría posible la comparación intercultural (González, 2009: 77
y ss.). De esta manera, en Goodenough los términos emic serían aquellos que:
“Describen las discriminaciones que se hacen en una cultura determinada (lo que
no significa que sean significativas y consideradas apropiadas por los
participantes). ¿En qué ámbitos? En principio, en aquellos incluidos en la
definición de cultura de Goodenough: (...) ‘pautas para percibir, creer, evaluar,
comunicar y actuar’ (...) Los términos etic son los que constituyen el metavocabulario que se va generando para dar cuenta de las discriminaciones nativas en
distintas culturas” (González, 2009: 91).
72
Una de cuyas consecuencias sería la problemática distinción entre etnografía y etnología, sobre la que
volveré más adelante.
142
No obstante, González no admite la existencia de tal vocabulario: “no hay en
Antropología ningún vocabulario descriptivo preciso que sea análogo al vocabulario
fonético del lingüista” (González, 2009: 112), a pesar de los intentos de algunos
antropólogos, entre ellos Harris y Goodenough.
Entonces ¿cual es el sentido de la distinción emic/etic? Ángel Díaz de Rada nos
apunta la dirección:
“Etic/emic tiene la utilidad de permitirnos distinguir con la mayor precisión posible
el plano de nuestras acciones, reflexiones e interpretaciones como investigadores,
del plano de las acciones, reflexiones e interpretaciones de las personas cuyo
comportamiento tomamos por objeto de análisis (...) Etic y emic son categorías
útiles sólo si nos atenemos al contraste entre dos formas de práctica bien
diferenciadas: las de quienes viven su mundo y la de quienes, como los
antropólogos, lo investigan con fines analíticos precisos y con una específica
disciplina científica” (Díaz de Rada, 2010: 75).
El problema con las categorías etic y emic se produce, dejan de ser útiles y pierden
sentido, cuando “empezamos a olvidar que cualifican una relación concreta de
investigación, la que se da entre quien trabaja y escribe con voluntad analítica en el seno de
una profesión científica y alguien que vive su vida persiguiendo muchas otras voluntades”
(Díaz de Rada, 2010: 76). Por tanto, ambas categorías no habría que mirarlas como
oposición sino como relación dinámica. Podríamos decir, simplificando al máximo, que los
rasgos significativos (emic) de una determinada cultura conforman los materiales que nos
permiten con nuestras herramientas conceptuales la descripción (etic) de cómo funciona
esa cultura.
Estamos ahora, tal vez, en condiciones de responder, aunque sea de forma parcial a
la pregunta que se hacía Aurora González en la cita de más arriba ¿cómo se llega a la
descripción emic? Díaz de Rada es claro al respecto:
“El texto del investigador se sitúa siempre en relación con su campo, en una
posición etic, y no como sugirió Kennet Pike alguna vez, en una posición emic.
Este texto final producido por el investigador (etic), estará sin duda influido por la
incidencia de las unidades emic inscritas en su material empírico” (Díaz de Rada,
2010: 72).
143
Como sabemos, es labor del científico social extraer y elicitar de tales materiales
emic los elementos de esa cultura con los que construir su texto etnográfico, su
interpretación de dicha cultura. La pretensión de construir un relato expresado únicamente
en unidades emic, situaría al antropólogo en una posición extrema ‘naturalista’, que en la
antropología actual se considera absolutamente imposible. Y que, desde luego, no forma
parte de los supuestos epistemológicos ni metodológicos de los que parte esta Tesis.
Etnografía y comparación
Como he advertido más arriba, la etnografía puede considerarse como un producto,
resultado de un proceso de investigación, obtenido de acuerdo a una estrategia
metodológica de igual nombre que goza de gran tradición en antropología. En ese sentido,
consigna una determinada concepción de una forma de vida, o de cualquier otro hecho
social, construida por el antropólogo. De esta forma, las etnografías pueden considerarse
materiales emic de los que la comunidad científica dispone para lograr sus objetivos de
análisis e interpretación de las culturas mediante la comparación de investigaciones
realizadas por los antropólogos (Díaz de Rada, 2010).
No entraré en las diferentes formas de entender y practicar las múltiples estrategias
de comparación en Antropología que nos ofrece Aurora González (1990); tampoco
abordaré la confusa, y a veces contradictoria, genealogía conceptual que establece las
relaciones entre etnografía, etnología y antropología en consonancia con Nuria Fernández
Moreno (2004), Jacques Lombard (2004) o el propio Alfred R. Radcliffe-Brown (2004).
Me limitaré a señalar esa tradición inaugurada —según D. Kaplan y R. Manners— por
Goodenough al sugerir “una separación entre el antropólogo como etnógrafo descriptivo y
el antropólogo como etnólogo comparativista” (Kaplan y Manners, 2004: 349), que pareció
convertirse en canónica; según ella, la etnografía constituiría el primer paso de la
investigación antropológica, aportando descripciones de una cultura determinada; la
etnología se encargaría de la formulación de hipótesis ‘científicas’, teóricas, en base a los
materiales descriptivos suministrados por la etnografía; y, finalmente, la antropología se
encargaría de la síntesis final de ambas para establecer las regularidades que constituyen la
humanidad a la vez que su variedad de expresiones culturales (Fernández, 2004).
Estas concepciones adolecen de diferentes problemas, como exponen Kaplan y
Manners, quienes discuten que la etnografía, como cualquier metodología, pueda
desarrollarse en un vacío conceptual pues “detrás de la mayor parte de ellas, explícita o
144
implícitamente, hay una teoría que aporta su racionalidad al enfoque” (Kaplan y Manners,
2004: 347).
La posición que adoptaré, al respecto de tales controversias para esta Tesis, parte de
la consideración que hacen esos autores a modo de tentativa: “la antropología, como
cualquier otro campo de investigación sistemática, busca generar un conocimiento público
y confiable acerca de su objeto de estudio” (Kaplan y Manners, 2004: 347). Y entenderé
con Nuria Fernández (2004) que etnografía, etnología y antropología, aluden a aspectos,
etapas o procesos de una misma investigación que no se pueden disociar.
Por mi parte, descartaré el término etnología para señalar los procesos de
comparación como autónomos de la etnografía. De forma aproximativa, concebiré la
Antropología como ciencia general, como disciplina que estudia las regularidades humanas
y la variedad de sus manifestaciones en las diferentes culturas; y la etnografía como el
complejo metodológico que intenta “reproducir una unidad cultural tal y como es
percibida, ordenada y vivida por los miembros de la sociedad” (Kaplan y Manners, 2004:
348).
De acuerdo con esta enunciación, comparto el planteamiento de Miguel A.
Bartolomé, que reivindica la etnografía como un potente “recurso para el diálogo
intercultural en el mundo actual” (Bartolomé, 2003:199). De esta manera, la etnografía que
sustenta esta Tesis se reconoce como fuente para la expresión de la diversidad cultural en
nuestras sociedades en relación al objeto que investigo, y no sólo como producto destinado
a la comunidad científica: “no conozco otra forma de hacer visible a un público cada vez
más vasto, la presencia y contemporaneidad de las múltiples experiencias culturales”
(Bartolomé, 2003: 205).
1.3.2 Participantes
Analizo en este apartado los objetos que han formado parte de nuestro estudio y los
sujetos que han intervenido en él; ambos vienen dados por el entramado del comercio en el
que se insertan; no obstante, el segmento específico de ese comercio sobre el que se ha
indagado —el trabajo sexual cara a cara con posibilidad de contacto físico, íntimo, de
carácter erótico-sexual— restringe los ámbitos de las pesquisas y las personas que
intervienen en las interacciones sociables articuladas por el ejercicio esa actividad.
145
Los objetos
Los espacios donde se realiza el trabajo sexual han sido objeto de atención
preferente en esta Tesis. La observación participante fue la técnica utilizada mediante la
cual se han podido estudiar el tipo de interacciones y los rasgos de la sociabilidad que en
ellos se desarrolla. Se trata de espacios muy diversos en su configuración donde las
mujeres ofrecen servicios sexuales a sus clientes. Esos espacios conforman una variedad
tipológica que presentamos a continuación y que será examinada con mayor detalle en el
capítulo de ‘Tramas etnográficas’. Durante el trabajo de campo se han visitado en
múltiples ocasiones y con diferentes objetivos concretos un buen número de estos espacios.
La clasificación con la que los he agrupado es necesariamente aproximativa.
Comienza, en un extremo, por simples viviendas particulares donde las mujeres
ofrecen sus servicios —residan o no en ellas—; el acceso a estos locales queda facilitado
por contacto telefónico, por el conocimiento boca a boca o a través anuncios en prensa, en
foros o en páginas web. Este prototipo queda bien representado en lo que se conoce por
pisos de contactos.
En el otro extremo, encontramos diferentes espacios públicos abiertos, como calles,
plazas, parques, carreteras, etc. donde las mujeres ejercen su actividad a distintas horas y
en diferente forma.
Entre los dos anteriores encontramos establecimientos normalizados legalmente
con distinta categoría comercial, que están específicamente dedicados al comercio sexual;
se trata de espacios semi-públicos 73 habitualmente reconocibles mediante indicadores
externos que los hacen identificables para el viandante: clubes, bares de copas, ‘Night
Club’, etc.; su difusión está más normalizada mediante anuncios en prensa, en internet,
foros, publicidad portable, incluso, mediante páginas web propias donde se anticipan las
características del local y los servicios que se ofrecen, así como sus precios, etc. En
determinados contextos podemos encontrar bares africanos74, que de forma muy modesta y
73
Para Elisa González, se trata de espacios que comparten sus características con los espacios públicos pero
con ciertas diferencias de grado o restricciones de distinto carácter. Así el acceso puede estar limitado, su
utilidad estar orientada a la prestación de servicios, o ser de propiedad privada (González, 2008).
74
Incluyo en este tipo 20 establecimientos que con la apariencia de expender bebidas alcohólicas —a veces
comida también—, poseen habitaciones dedicadas a la realización de servicios sexuales, sin indicación
externa alguna y sin estar legalizados; se trata de los bares africanos que podemos localizar en algunas zonas
altamente etnificadas de la provincia.
146
a menor escala de negocio imitan los bares de copas y los clubes convencionales que
encontramos en nuestras ciudades; sus clientes habituales son, mayoritariamente, hombres
inmigrados que trabajan en la zona.
Tabla nº 2. Locales visitados por tipologías generales
Tipos
Visitados
Viviendas particulares y pisos de contactos
23
Casas de citas y casas-bar
23
Clubes, bares alterne y bares africanos
66
Espacios públicos abiertos
4
Total
116
Fuente: Diario de Campo. Elaboración propia.
También, en una posición intermedia, queda una miscelánea de establecimientos
privados donde se ofrecen servicios sexuales de distinto tipo, con la distinción de que
existe un agente que se encarga de la organización general del negocio: titularidad del
local, publicidad, régimen económico y de precios y realiza el primer contacto personal
con los clientes. A ellos me referiré como casas de citas para resaltar la presencia de esta
persona que, en posición de autoridad, dirige el negocio y obtiene un beneficio de la labor
de las demás, bien sea a través del alquiler de habitaciones75 o mediante la recepción de
una comisión por servicio prestado; además, se beneficia de otras prestaciones que allí se
puedan ofrecer: venta de bebidas, tabaco, etc. La versión ‘africana’ de estos locales lo
constituyen las casas-bar76, donde un grupo de mujeres, que viven y trabajan en esa
vivienda, ofrecen diversos servicios —entre ellos los sexuales— a personas inmigradas
que residen en el entorno.
Peculiares características nos desvela la práctica del comercio sexual ejercido en
espacios públicos abiertos: calles, parques, carreteras, etc.; se trata de la que
75
Donde las mujeres pueden residir en periodos más o menos prolongados, o sólo estar presentes a
determinadas horas convenidas para la realización de su trabajo.
76
En el caso de espacios etnificados los llamo casa-bar para resaltar la ambivalencia explícita que supone su
utilización como espacio residencial y de negocio.
147
frecuentemente, y de forma despectiva a veces, suele ser llamada prostitución callejera. En
ellos, las mujeres situadas en esquinas, aceras, arcenes, o cualquier otro lugar, quedan a la
vista de las personas que circulan, exhibiendo sus atributos físicos y los rasgos eróticossensuales que pueden aportar en el intercambio sexual. Me referiré a este tipo de espacios
cuando no exista, asociado a ellos, un emplazamiento cerrado, privado, donde se realicen
los servicios sexuales; en este caso las mujeres permanecen a la intemperie sin un lugar
concreto donde establecer la prestación del servicio convenido; en el mejor de los casos
puede tratarse de un vehículo —el del cliente o el de ella—, de un portal, o cualquier otro
resguardo, por precario que sea. Este aspecto marca la diferencia de aquellas otras formas
de desempeño en las que las mujeres pueden quedar apostadas en los quicios, puertas o
esquinas próximas a los establecimientos donde ejercen su labor, con el fin de facilitar la
captación de la clientela.
Los sujetos
Se trata de las personas que, con diferentes cometidos, participan en el segmento
del comercio sexual que estamos analizando y que mantienen alguna vinculación con los
establecimientos o espacios donde se realiza. Además de los clientes, estos agentes pueden
desempeñar diferentes funciones: camareros, servicios personales directos, porteros,
servicio de transporte, bailarinas, vigilancia y controladores de los servicios, vendedores y
suministradores externos, reparto de publicidad, encargados, etc. Obviamente varias de
estas funciones pueden coincidir en ocasiones en la misma persona, o no. Como en
cualquier otra empresa, suele depender de la envergadura del negocio que la
diversificación de tareas esté más o menos ligada específicamente a sujetos diferentes o,
por el contrario, se concentre en pocos individuos, o en uno solamente.
De estas personas hemos recabado su punto de vista sobre diferentes aspectos
objeto de esta investigación en diferentes contextos y situaciones. Gracias a sus relatos,
obtenidos mediante entrevistas, conversaciones informales o mediante la interacción en la
observación participante, cada una de ella se ha constituido en fuente primaria de los
materiales emic con los que se ha construido la etnografía que sustenta esta Tesis
Sería una tarea impracticable precisar el número de personas que han participado en
los escenarios de observación, con las que alguna vez se habló o con quienes se coincidió
en alguno de los establecimientos visitados durante el trabajo de campo. No obstante, a lo
largo del capítulo ‘Tramas etnográficas’ se irán precisando algunos de estos aspectos de
carácter cuantitativo.
148
A título de ejemplo se muestran en la tabla 3 algunas de las funciones que se
pueden desarrollar en el trabajo sexual. En ella queda reflejada la función principal
desempeñada por cada una de las personas a las que entrevisté.
Tabla nº 3. Función principal de los agentes entrevistados
Trabajadora
Portero
Camarero
Encargado
Cliente
Otros77
Totales
Hombre
0
1
1
5
5
1
13
Mujer
20
0
0
4
0
0
24
Total
20
1
1
9
5
1
37
Fuente: Diario de Campo. Elaboración propia.
Las trabajadoras sexuales
Son las mujeres que habitualmente tratan directamente con los clientes puediendo
trabajar cara a cara con contacto físico más o menos intenso: charlan, alternan y prestan
servicios privados. Se trata mayoritariamente de mujeres inmigradas, aunque en los
últimos años se ha comenzado a detectar más presencia de mujeres españolas. En este
grupo podemos incluir las bailarinas, que protagonizan actuaciones de baile erótico,
habitualmente con striptease, alrededor de la barra americana. Al margen de esta actividad
suelen complementar sus ingresos con otros servicios directos al cliente: alterne, o bien
mediante la realización de intercambios sexuales privados.
Clientes
Salvo excepciones, se trata de hombres, de cualquier edad, estatus social y nivel
económico. No obstante, cada negocio suele limitar o adoptar una clientela más o menos
específica. Así, hay algún local que impone un precio de entrada con derecho a
consumición, como forma de efectuar una selección económica de su público. En otros
casos, por su ubicación, condiciones y precios, los locales están orientados a clientes
inmigrados o personas de bajos recursos económicos. En algunos, se suele impedir la
entrada a individuos que presenten determinados rasgos fenotípicos, especialmente si
aparentan muestras de descuido en su imagen personal; el caso de los marroquíes es de
77
Este sujeto cumplió diferentes roles, pero su iniciación en esos ambientes vino dada por su labor como
transportador, llevando las mujeres desde sus domicilios al club donde trabajaban.
149
singular significación como veremos en las parte segunda y tercera. Se puede adelantar que
la presencia de los clientes responde a múltiples motivaciones y formas de consumo.
Camareros
Son personas, hombres o mujeres, que atienden a las chicas78 y a sus clientes en lo
relacionado con el consumo de bebidas, habitualmente detrás del mostrador cuando lo hay.
Pueden ser hombres o mujeres, pudiendo también, en este último supuesto, ofrecer
servicios sexuales a la clientela.
Una tarea que a menudo desarrollan en bares y clubes consiste en el registro y
control de los servicios que cada chica realiza, la supervisión de los precios y tiempos
correspondientes y la provisión de los materiales necesarios —sábanas, preservativos,
etc.—. Una función secundaria, pero importante también, que realizan estriba en alentar el
consumo, especialmente las invitaciones a las trabajadoras por parte del cliente.
Porteros
Se trata de hombres que controlan el acceso al local, vigilan sus alrededores y el
interior del establecimiento y abordan los conflictos que puedan generarse dentro del
propio del recinto. En determinados locales realizan la función de transporte de las
trabajadoras desde sus zonas de residencia o puntos de encuentro pactados con el dueño o
el encargado.
Los vigilantes
En los clubes de mayores dimensiones, y más abundante afluencia de público,
puede haber personas con la específica tarea del control de los servicios que en
establecimientos más modestos realizan los propios camareros o encargados. Las tareas de
control y avituallamiento, que suele estar a cargo de una mujer, pueden extenderse a la
supervisión del trabajo de las propias trabajadoras, a los clientes y a la atención a cualquier
sistema de seguridad que se encuentre implantado en la sala, o en las habitaciones
78
Utilizo el término ‘chica’ para referirme a una trabajadora sexual, especialmente si es joven. Aunque en
alguna ocasión alguna colega me llamó la atención por el carácter poco respetuoso que pretendidamente
pudiera contener ese término para con las mujeres, no considero atribuible tal connotación a dicha expresión.
En primer lugar, porque no presenta contenido denigratorio alguno un término que se utiliza profusamente en
el habla coloquial en distintos ámbitos de la vida social; en segundo, y principalmente, porque los diferentes
agentes que intervienen en el comercio sexual —incluidas las propias trabajadoras—se refieren a ellas
mismas con tal vocablo. Parecidas consideraciones expresa Corbalán (2012: 209) al respecto.
150
privadas, donde se realizan los servicios con una interacción más intima. En los clubes
donde no se cuenta con vigilantes, estas tareas de guardia suelen realizarlas los propios
encargados desde sus despachos o los porteros mediante la visualización en monitores de
las grabaciones por las cámaras instaladas en zonas comunes.
Los encargados
Se refiere a la persona que tiene la tarea de supervisar el funcionamiento general
del establecimiento. A veces puede coincidir con el dueño o titular del local; en otras
ocasiones, o intervalos de tiempo, horarios, etc., esta función puede recaer sobre otros
agentes presentes, como el portero, el vigilante, el camarero o, incluso, la chica de más
confianza.
Otros agentes
Pueden encontrarse en esos locales vendedores ambulantes de diversos productos;
se trata, predominantemente, de hombres y mujeres inmigrados que ofrecen sus géneros a
la concurrencia de esos establecimientos, especialmente a las mujeres: ropa, bisutería,
gafas, vídeos o discos musicales, flores, servicios de transporte, etc. Por supuesto,
igualmente están los proveedores de los diferentes productos que forman parte del negocio
del establecimiento: bebidas, aperitivos, etc.; así como quienes suministran los ‘kits’ de
higiene —sábana, toalla y preservativo— con los que se dota a las habitaciones privadas en
cada servicio. También están quienes se encargan del transporte de las chicas al entrar y
salir del trabajo, a sus domicilios o puntos de encuentro convenidos.
1.3.3 Técnicas e instrumentos
Siguiendo a Velasco y Díaz de Rada, llamaremos técnicas de investigación a “las
formas e instrumentos de la recolección primaria de datos, y operaciones posteriores con
ellas, tales como la clasificación, la contrastación, etc.” (Velasco y Díaz de Rada, 2004:
18). Describo a continuación las empleadas con mayor profusión en el presente trabajo.
Técnicas de obtención de datos
Alude a los procesos de acopio de datos y constituye un proceso por el que el
etnógrafo transforma su presencia en el campo en interacción social significativa e
151
información (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 129). En la actualidad, y como consecuencia
de las técnicas modernas de comunicación, parte de esas tareas se pueden efectuar desde
lugares alejados del espacio físico, utilizando el teléfono o internet, por ejemplo. De gran
ayuda ha sido la confección de una ‘guía de campo’, que me ha permitido orientar la
selección de la información que en cada momento se ha ido considerando necesaria, bien
por su relevancia en sí misma, bien por su valor de contraste. Obviamente, cada tipo de
‘dato’ requiere de sus propias técnicas particulares adecuadas, según se trate de contenidos
procedentes de manifestaciones verbales, expresiones corporales, imágenes visuales,
procesos de interacción, etc.
Observación participante
Una vez que se han seleccionado los emplazamientos donde se va a desarrollar la
observación, se han encontrado los porteros79 y se ha accedido al espacio social que nos
interesa, comienza un proceso que requiere de ciertas pautas; el seguimiento de éstas dota
de sistematicidad a la recogida de datos: descripción del entorno, de los objetos materiales
y de las condiciones ambientales del escenario; enumeración y semblanza de los
participantes; descripción cronológica de la interacción incluyendo los aspectos verbales y
gestuales; etc. (Angrosino, 2012).
Se trata de ver qué se hace, quién lo hace y cómo lo hace en cada momento en el
escenario en el que nos encontramos y en el que participamos con mayor o menor
intensidad. Consiste en mirar en vez de ver, de escuchar, en vez de oír, de manera
intencional y atenta. En la observación, el investigador construye relatos desde sus propias
categorías analíticas; por eso es conveniente contextualizar, en todos los aspectos, la
información recogida, con el fin de, posteriormente, darle sentido al construir la trama
argumental en el texto del informe final de la investigación. “Observar es contemplar y
examinar atentamente algo con el objeto de determinar su naturaleza y funcionamiento”
(Sanmartín, 2003: 52). Pero no solo eso, aquello que reclama nuestra atención es algo que
merece la pena examinarlo. Ello obedece a dos motivos: el primero, porque ese esfuerzo es
condición necesaria para la extrañeza entre lo que se contempla y lo que se conoce
previamente; el segundo, porque ese desajuste debe haber afectado a algo valioso, a algo
79
Un ‘portero’ es alguien o algo que facilita el acceso al campo; puede ser una persona en posición de
autoridad ante el grupo al que nos dirigimos, un objeto o un rol: un programa de mediación en el caso de mi
investigación.
152
que previamente ya poseía un valor asignado en la cultura del observador, bien por la
comunidad científica, bien por el estándar de los ciudadanos o de la cultura folk del
investigador. Así “la observación es intencional. Se despliega con la intención de
reconocer la naturaleza y funcionamiento de aquello que no encajaba en lo esperado”
(Sanmartín, 2003: 53); y que sea el propio investigador quien lleve a cabo por sí mismo la
observación, “es lo que permite que se produzca ese proceso de relativización sin el cual
no cabe la apertura ni la ampliación del horizonte semántico y categorial del observador”
(Sanmartín, 2003: 55).
Técnicas de obtención de datos orales
Por datos orales deben entenderse materiales emic producto de la interacción en los
diferentes escenarios del campo y que se expresan primordialmente mediante locución
verbal, aunque habitualmente acompañada de otras formas asociadas a ellas como gestos,
expresiones faciales etc.; estos aspectos son relevantes, y a tener en cuenta, dado el
carácter socialmente construido de estas manifestaciones, como expresa Flora Davis
(2013).
Las dos principales técnicas utilizadas en esta tesis han sido las entrevistas en
profundidad y las conversaciones informales.
o
Entrevistas en profundidad. Entenderemos por ellas “reiterados encuentros cara a
cara entre el investigador y los informantes, encuentros éstos dirigidos hacia la
comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas,
experiencias o situaciones, tal como las expresan sus propias palabras” (Taylor y Bogdan,
2008: 101). Esta clase de entrevistas a veces recibe el adjetivo de ‘narrativa’, tal y como la
llama Uwe Flick (2012). Toma este nombre dado que pueden presentar un carácter
narrativo, en la medida en que insertan los objetos y acontecimientos presentes en ella en
la trama biográfica del sujeto entrevistado, bien se trate de relatos que abarquen toda su
experiencia vital, de aspectos parciales de una faceta específica personal o de intervalos
temporales específicos de su existencia; a veces pueden utilizarse para construir la historia
de vida, el relato de vida80 o la autobiografía simulada (Solana y López, 2012) de los
80
“El relato de vida es un subgénero de la historia de vida, menos amplio y completo” (Arjona y Checa,
1998: 6). A este respecto Daniel Bertaux considera que “hay un relato de vida desde el momento mismo que
un sujeto cuenta a otra persona, investigador o no, un episodio cualquiera de su experiencia vivida” (Bertaux,
2005: 36).
153
sujetos, convirtiendo estos productos en el material analítico con el que desarrollar la
investigación. También puede ser referida como ‘entrevista etnográfica’ (Angrosino, 2012:
66 y ss.) en la medida en que se trata de un acto conversacional entre personas que han
llegado a trabar lazos de confianza de cierta intensidad como consecuencia de la posición
del investigador en el campo, que le hace partícipe de experiencias cotidianas en el seno de
la comunidad o grupo en el que desarrolla sus pesquisas. Sus rasgos diferenciales vienen
dados, además de los ya citados, por su carácter abierto, y por su pretensión de
profundidad, buscando la emergencia de significados.
Como ya he anticipado anteriormente, para esta investigación he entrevistado a
diferentes agentes. La tabla 4 nos presenta las regiones geográficas de procedencia de cada
una de las personas a las que realicé una o más sesiones grabadas.
Tabla nº 4. Procedencia de las personas entrevistadas
Estado español
Resto Europa
América Latina
África
Totales
Hombre
10
1
0
2
13
Mujer
2
11
5
6
24
Total
12
12
5
8
37
Fuente: Diario de Campo. Elaboración propia.
Tales entrevistas han seguido un guión tipo, que se ha ido modificando ligeramente
a medida que avanzaba el trabajo de campo, pero siempre dando la opción a la persona
entrevistada para que elaborara su propio hilo discursivo, animándola a que ella misma
construyera los hitos de su relato. De hecho, éste constituye por antonomasia el discurso
desde el punto de vista del sujeto, aunque sin perder de vista que una entrevista no deja de
ser un acontecimiento social, una situación de campo más, y donde el investigador puede
observar comportamientos y reacciones del sujeto entrevistado, en su interacción con el
investigador (Hanmersley y Atkinson, 2004).
o
Conversaciones informales. Se han mantenido conversaciones con diferentes
sujetos —trabajadoras, dueños, clientes, vendedores de diferentes productos, etc.— en
distintas situaciones. En ocasiones se han registrado elementos, trozos de referencias, en el
154
cuaderno de notas; otras veces se han tomado notas apresuradas, acudiendo al aseo y, en
otras circunstancias, se han registrado con permiso previo de las personas, o sin él cuando
el contenido no afectaba a cuestiones de carácter personal. De mayor o menor complejidad
estos testimonios también componen relatos desde el punto de vista de los sujetos que se
investigan (Bertaux, 2005). Pero además, este tipo de conversaciones informales o
espontáneas pueden considerarse, como hacen Helena Calsamiglia y Amparo Tusón,
“como la forma más característica en que las personas se relacionan y llevan a cabo sus
actividades cotidianas como seres sociales” (Calsamiglia y Tusón, 2002: 32). Estas
narrativas ofrecen datos sobre los objetos que nos interesan, pero también suministran
información sobre los diferentes sujetos que participan en el comercio sexual y las
relaciones que articulan entre ellos a través del trabajo; constituyendo, en ese sentido, una
fuente documental importante sobre esas personas. Estas aportaciones de materiales
sustentan la ‘perspectiva emic’ con la que he abordado la aproximación al cliente en esta
investigación. Como nos muestra Tim Rapley (2014: 101 y ss.), el análisis de estas
conversaciones tiene obviamente interés por su contenido, pero igualmente nos puede dar
pistas sobre otros aspectos interactivos, especialmente acerca de los sujetos que participan
en ella: orden de intervención, conflictos entre individuos, indicaciones sobre sus rutinas
en la vida cotidiana, organización de los roles en un escenario determinado, etc.
Técnicas de obtención de materiales audiovisuales
Al margen de las fuentes narrativas grabadas, otras técnicas se han utilizado en la
presente Tesis, como fuentes de información y medio para su presentación o
representación.
Siguiendo a Markus Banks (2010), dos serían las razones que justificarían la
inclusión de imágenes en las investigaciones en ciencia social.
Por un lado, su omnipresencia en los diferentes ámbitos de la sociedad actual y, en
consecuencia, en el ámbito especifico de investigación que forma parte de ella; por otro, en
la medida de las contribuciones que el propio estudio de esas imágenes pueda aportar a la
comprensión de los fenómenos que son objeto de estudio (Banks, 2010: 21 y ss.).
Respecto a la primera cuestión viene al caso recordar, en relación al objeto de esta
Tesis, la observación de Corbin acerca del cambio en las formas de galantería y encuentros
eróticos sexuales que se produce a finales del S. XIX; desde entonces en los burdeles y
casas de tolerancia “la primacía de lo visual acompaña el declive de lo olfativo” (Corbin,
1988: 8).
155
Respecto a lo segundo, Banks constata dos líneas de análisis social que han venido
usando tradicionalmente las imágenes en ciencias sociales. Una, sería aquella que ha
utilizado materiales visuales elaborados por el propio investigador como fuentes de
documentación: como datos primarios, como ilustraciones, representando síntesis de datos,
etc. El valor de la fotografía ya fue reconocido en la antropología a través de Franz Boas o
de Margaret Mead. Como nos apunta Estrella Gualda, este uso de las imágenes tiene,
también, la ventaja de que a través de ellas “podemos ‘ver’ lo que no puede ser percibido
mediante la palabra escrita o los números”81 (Gualda, 2014). La segunda línea englobaría
las investigaciones que utilizan imágenes producidas o ‘consumidas’ por los propios
agentes que forman parte del estudio, de tal manera que “los sujetos de la investigación
tienen claramente una relación social y personal con las imágenes” (Banks, 2010: 25). Sin
embargo, en los últimos años ha venido desarrollándose una serie de trabajos que
marcarían una tercera línea, que incluye en su seno a las otras dos. Me refiero a “la
creación y el estudio de la imagen colaborativa y se utiliza en los proyectos en los que el
investigador social y los sujetos de estudio laboran juntos, tanto con imágenes preexistentes como en la creación de imágenes nuevas” (Banks, 2010: 26).
En similares términos se manifiesta José Carmelo Lisón Arcal para referirse a la
antropología visual; disciplina que comprendería “técnicas de investigación, análisis e
interpretación antropológicos, así como también a formas de presentación y exposición de
resultados de investigaciones antropológicas que utilizan como herramienta y soporte
principal medios audio-visuales” (Lisón, 2005: 16). Así pues, la antropología visual se
constituiría en una rama de la antropología, utilizando técnicas de registro audiovisual,
apoyado en un tipo de interacción que dé lugar a un conocimiento dialógico y donde las
imágenes elicitan y/o sustentan procesos de reflexividad.
En el análisis del trabajo sexual, las imágenes que se proyectan desde ese mundo
nos permiten su estudio, no sólo a través de los ‘datos’ que presentan sino, además, como
material desde el que elicitar sus formas y contenidos; no en vano nos recuerda Elisenda
Ardèvol que “la imagen es el producto de una mirada sobre el mundo” (Ardévol, 1994: 8).
Podemos enumerar tres grupos de elementos visuales que, de acuerdo con su
origen, se han utilizado en esta investigación.
81
Traducción propia.
156
En primer lugar, las imágenes captadas por el investigador durante su labor en el
campo. Se trata de fotos o representaciones de diferentes elementos que son relevantes por
su contenido informativo; así, por ejemplo, los planos de la zona donde se ubican los
establecimientos, o los escenarios interactivos —a veces, incluyendo a las propia personas
involucradas— en el ámbito espacial que estudiamos: la calle, los edificios, los clubes, etc.
En otras ocasiones se elaboraron croquis, dibujos o anotaciones acerca de la disposición de
objetos y elementos en un determinado emplazamiento.
En segundo término, el registro de imágenes, que ya existían antes de la
investigación o ajenas a la intervención del investigador, obtenidas mediante consultas en
internet; fotos exteriores de locales y mapas de la zona en que se ubican, conseguidas a
través de Google maps, o bien consultando la web del Instituto Andaluz de Cartografía. A
veces se han tomado de la propia prensa escrita o digital. Todo ello ha sido de enorme
valor para el desenvolvimiento, especialmente por la densa trama de caminos en algunas
zonas de diseminado, o para la correcta localización de los lugares donde se ha realizado el
trabajo de campo.
Asimismo, he contemplado imágenes producidas o elaboradas por diferentes
agentes relacionados con el objeto de estudio. Se trata de documentos diversos, bien
originales o bien transformados, mediante fotografía, fotocopia, etc., donde aparecen
diferentes componentes, imágenes y representaciones del comercio sexual; en ocasiones de
las mismas mujeres. Para acceder a ellos se ha procedido a la consulta de anuncios en
prensa y en internet; también he hecho acopio de folletos de propaganda portable,
directamente en locales o en los espacios públicos de tránsito donde se distribuyen.
Podríamos añadir un cuarto tipo de fuentes que combina las técnicas orales a través
de un interfaz audiovisual; se trata de los foros, chats y páginas web de contactos, con
finalidad publicitaria o no. En ellas se reproducen conversaciones e intercambios de
información sobre locales, o sobre los servicios que se ofrecen en determinados
establecimientos o por trabajadoras concretas que se anuncian en otras páginas. En esta
Tesis he visitado con cierta periodicidad el foro ‘Putalocura.com’, donde clientes,
generalmente de pisos de contactos, intercambian información acerca de los precios, tipos,
calidad e higiene de los servicios, así como de otros aspectos relacionados con el
comportamiento profesional de la trabajadora en la prestación de sus labores, etc.
El tratamiento dado a este tipo de fuentes —especialmente a los dos últimos
grupos— tiene que ver no sólo con su utilidad, como surtidora de datos primarios brutos,
sino que permite desvelar gustos, concepciones y motivaciones de los clientes, cuando se
157
realiza un detenido análisis de su contenido; constituyendo claros ejemplos de materiales
emic, desde los que elicitar una cierta concepción acerca de las personas a quienes van
dirigidos, así como de su posición en el mercado del sexo. De igual manera, ha permitido
disponer de una referencia añadida para las operaciones de triangulación de fuentes.
Instrumentos para el registro de datos
Hacen referencia a los instrumentos que nos permiten captar los materiales brutos
que vamos obteniendo en el trabajo de campo en un soporte adecuado, que permita su
conservación y fácil accesibilidad. Cuando aludimos a ellos damos por supuesto que nos
referimos a registros intencionales y con relativa previsión —un cabo desde donde tirar del
hilo puede aparecer en cualquier momento, circunstancia y lugar del campo—, porque
cuando encontramos un dato o una información relevante el investigador ha de procurar
conseguir un registro con la mayor inmediatez, pudiéndose emplear cualquier instrumento,
por muy rudimentario que sea, al alcance de la mano. Describo algunos de los que en esta
investigación se han utilizado.
Cuaderno de notas
Se trata de un sencillo y manejable cuaderno donde se registran manualmente datos,
fechas, acontecimientos, croquis, una expresión que se ha escuchado, referencias
significativas a conversaciones, o descripciones de diferente orden, que se realizan lo más
próximo posible a su acontecer. Es el material escrito o gráfico en bruto, el primero, que
cualquier investigador obtiene en su trabajo de campo. Su registro se hace con escritura
manual, ”apuntes recogidos al vuelo en el transcurso de la interacción (...). Es importante
registrar incluso aquellas cosas que no entendemos de inmediato, pues más tarde podrían
ser relevantes” (Hammersley y Atkinson, 2004: 196). En cualquier caso, no hay que perder
de vista que a medida que la investigación avanza se pueden descubrir nuevas
significaciones, o puede cambiar la relevancia de determinadas acciones y, por tanto, el
criterio acerca de lo que conviene o no reflejar en el cuaderno de campo.
En numerosas ocasiones lo he sustituido por un procesador de notas en el teléfono
móvil, cuando hay datos muy volátiles que requieran su registro de forma inminente. Este
método permite tomar brevísimas anotaciones con discreción, cuando no es posible llevar
encima el cuaderno de campo, o cuando no es factible u oportuno el desplazamiento a un
lugar solitario —el aseo, recurrentemente— para registrar las observaciones. En ocasiones,
el cuaderno de notas ha podido ser sustituido por la grabación oral del propio investigador
158
a la salida de los espacios donde se realizaron las pesquisas cuando no había condiciones
para tomar notas escritas; este procedimiento, resulta una forma eficiente de retener datos,
indicaciones y referencias que podrían desvanecerse de la memoria cuando no había
manera de utilizar el cuaderno o el diario de forma inmediata.
Grabadora
Con ella registramos directamente sonidos que se consideran de interés para la
investigación, en un soporte digital —un archivo de sonido portable hasta un ordenador—,
desde un ruido ambiente, hasta una entrevista, pasando por conversaciones informales o
coloquios entre personas. Es el instrumento de recogida privilegiado de datos obtenidos de
forma oral. Actualmente se pueden utilizar grabadoras de diferentes tecnologías: grabadora
de casete, grabadora/reproductora de archivos electrónicos en formatos, mp3 y/o mp4, etc.
Un aparato recurrente para pequeños registros puede ser la grabadora del teléfono móvil,
que por ser un aparato de uso cotidiano, permite grabar con discreción eventos que se
producen sin las interferencias que la presencia de un artefacto más voluminoso podría
provocar en los participantes a los que se está grabando o están presentes durante la
grabación.
Cámara fotográfica y de vídeo
Permite la captura y registro de imágenes. Actualmente, la tecnología digital facilita
eliminar procesos intermedios entre su registro y conservación —especialmente el
revelado—, que puede fácilmente realizarse en un archivo digital en el ordenador. Por otro
lado, la profusión de programas de retoque y edición fotográfica facilitan su visualización,
manejo y adaptación a las necesidades del usuario. Igualmente que en el registro oral,
puede ser sustituida por la cámara incorporada al teléfono móvil, en aquellas ocasiones que
la discreción o la artificialidad de la situación en el campo lo aconseje.
Técnicas de transformación de datos
Se refieren a aquellas “transformaciones de la información que convierten la
información en registro” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 130). Siguiendo a estos autores,
diremos que las técnicas que nos permiten re-elaborar sucesivamente la información nos
ayudan a formular mejores preguntas. Las reorganizaciones de la información pueden
convertir la interacción en registro y éste puede convertirse en contenido analítico el cual,
a su vez, será transformado para la construcción del texto que compondrá el informe de
159
investigación. Pasamos a continuación a presentar algunas de esas técnicas, bien entendido
que el proceso de construcción de una etnografía no tiene un carácter lineal, sino que
diversos procedimientos pueden reproducirse en diferentes momentos del decurso
analítico.
La escritura en el Diario de campo
Consiste en inscribir secuencialmente el conjunto de la información, a partir de los
datos que hemos registrado en el cuaderno de notas, en cualquier archivo sonoro, o los
croquis y fotografías, en un texto analítico elaborado secuencial y reflexivamente: “el
diario constituye la primera representación escrita del proceso etnográfico y el centro en el
que se localizan los productos de nuestro trabajo” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 96-98).
En la presente investigación, el diario se ha ido escribiendo desde el inicio mismo
de la introducción en el campo; en él se han articulado sucesivamente, y también de forma
cíclica, los elementos interpretativos que han sido necesarios y relevantes para la
elaboración del texto final. Su contenido procede de la transformación mediante el análisis,
categorización y reorganización de los materiales primarios obtenidos en el transcurso de
las pesquisas; es decir de los datos anotados en el cuaderno de notas, o registrados en otros
soportes susceptibles de ser transformados en texto, esquemas, o imágenes.
El proceso de escritura debe realizarse con la mayor proximidad temporal posible a
la visita al campo, a fin de no perder detalles ni elementos interpretativos acerca de los
acontecimientos recogidos en el cuaderno de notas o en otros soportes disponibles.
La confección se ha realizado mediante escritura con el procesador de textos Word
del paquete informático Office de Microsoft. Esta facilidad ha permitido una mejor
ordenación, manejo y análisis del contenido de los datos así como su estructuración en
diferentes archivos, cuando ello se ha revelado conveniente. En el diario de campo quedará
inscrita de forma reflexiva y articulada la información extraída de los materiales que
hemos recogido y registrado en primera instancia en un soporte manejable.
Transcripciones
Consiste en la transformación en texto de los registros de entrevistas,
conversaciones y otros documentos sonoros. Aunque su destino es inscribirlos de manera
160
reflexiva en el diario de campo, en realidad, constituyen una labor de procesamiento y
transformación de datos con características propias. Al transcribir una entrevista o la
conversación informal debemos interpretar palabras, giros y expresiones, que si no se han
pronunciado en los estándares del idioma del investigador requieren interpretación. Por
otro lado, la propia entrevista debe llevar acompañada notas de campo sobre el contexto de
la conversación y otros aspectos, gestuales, expresivos, etc., que modulan la información
oral registrada, y le dan sentido.
Confección de tablas y gráficos
Se realizan a partir de fuentes estadísticas o de datos tomados directamente de la
observación. Las tablas y gráficos nos permiten, mediante visualización directa, de una
manera ordenada y sintética, la interpretación de la información que recogen, resaltando
aquellos aspectos que interesan y resultan significativos para la investigación, pudiendo
mostrar contenido analítico. Relacionan variables y ofrecen conclusiones, que en forma
textual podrían resultar engorrosas de expresar. Para esta Tesis he confeccionado tablas y
gráficos a partir de datos obtenidos de recursos oficiales: Instituto Nacional de Estadística
(INE), el Ministerio de Trabajo e Inmigración, a los que se ha accedido a través de las
respectivas webs. Se trata de datos sociodemográficos de la zona a la que se ha
circunscrito el estudio. Para su presentación mediante tablas se ha utilizado la hoja de
cálculo Excel y otros componentes del paquete informático Office de Microsoft.
Elaboración de ilustraciones
A partir de mapas, croquis e indicaciones del cuaderno de notas, o datos
procedentes de otras fuentes, he elaborado planos de los espacios, locales, etc.; también
mapas conceptuales o esquemas ideográficos. Se trata de transformaciones que han
permitido analizar y presentar de forma más concisa el proceso de interacción con
diferentes sujetos en un club; por ejemplo, las relaciones en el campo, la disposición de
objetos y personas en determinados escenarios —como la sala principal de un
establecimiento—, la ubicación geográfica de los locales; permiten asimismo expresar
taxonomías, etc. En definitiva, han facilitado el suministro de contexto y han ubicado datos
de la interacción dentro de la narrativa etnográfica. Su realización práctica puede hacerse
de forma manual, con mayor detalle y mejora estética que los perfilados en el cuaderno de
notas, o mediante sistemas informáticos. En la presente investigación nos simplificó ese
proceso la utilización de los propios recursos del procesador de textos Word, del paquete
161
informático Office de Microsoft, así como el programa de diseño gráfico Photoshop de
Adobe, entre otros.
Otras técnicas
Se trata de operaciones que tienen que ver con la transformación de la información
en conocimiento, en materiales analíticos que permitan la interpretación de algún
fenómeno relacionado con el objeto de estudio. Su enumeración sería inabordable, si bien
reseño algunas de las que más visiblemente podrán revelarse a través de la lectura del texto
etnográfico. Determinadas elaboraciones de éstas pueden ir asociadas a procedimientos ya
expuestos como el análisis o la creación de taxonomías, o la confección de cuadros y
gráficos. Esta transformación se produce cuando de los materiales emic construimos
clasificaciones, reelaboramos las ya existentes, o categorizamos algún objeto
adscribiéndolo a una clase; por ejemplo, el proceso de clasificación de locales que se ha
realizado en este trabajo. Asociado al anterior proceso y a otras operaciones podemos
considerar la creación de categorías analíticas o la re-conceptualización de las ya
existentes; esto es lo que ocurre cuando discutimos el concepto de chulo o proxeneta, por
ejemplo. Otra operación consistiría en la aportación de argumentos, mediante el aporte de
datos, indicios, apuntes, etc., debidamente imbricados y ‘textualizados’; se trata en
definitiva de la construcción de una trama argumental convincente, que articulará la
composición del texto etnográfico aportándole su valor científico.
Especial presencia tendrán en esta investigación las biografías elaboradas a partir
de las fuentes disponibles: relatos de personas, observación, conversaciones informales.
Esta forma de transformación de datos me permitió obtener una visión organizada
diacrónicamente de los diversos materiales de cada actor; así elaboré narrativas que dieran
sentido a los diversos acontecimientos, estrategias y decisiones con las que los sujetos que
participaron más profusamente en el trabajo de campo tejieron sus itinerarios vitales. Estas
breves biografías no suponen sólo unidades de análisis primarias, sino un producto
etnográfico más que permite enriquecer el conjunto de la investigación y visibilizar de
manera fehaciente los principales sujetos que han participado en la investigación así como
sus inquietudes y vínculos con la industria del sexo, al menos en los espacios y segmentos
que hemos abordado en esta Tesis. De hecho, ya nos advierte Juan F. Marsal que las
biografías surgen como un “subproducto del trabajo de campo del antropólogo” (Marsal,
1977: 44).
162
1.3.4 Procedimiento
Situando el trabajo de campo
El trabajo de campo correspondiente a esta investigación no se podría entender si
no se tienen en cuenta tres factores que han incidido en él durante todo el proceso. Dos de
ellos son de naturaleza estructural: el primero, el particular carácter de la economía
almeriense, con un enorme peso del sector agrario, gracias a la agricultura intensiva bajo
plástico; el segundo, vinculado al anterior, viene dado por la presencia de un considerable
número de personas inmigradas que han ido concentrándose en las zonas de mayor
desarrollo de esa economía emergente, llegando a configurar verdaderos territorios
etnificados donde los inmigrados viven juntos y aparte de la población autóctona, creando
sus propias redes de economía étnica y sus particulares redes de relación y ocio. Sobre
todo ello se volverá en el capítulo de ‘Tramas etnográficas’. El tercer elemento tiene que
ver con mi pertenencia a la APDHA y mi implicación desde su inicio, en el año 2001, con
las actividades de mediación y atención a mujeres inmigradas que trabajan en el sector del
sexo en diferentes zonas y localidades de esta provincia.
Los dos primeros factores se vinculan con el hecho de que, como he ido
descubriendo a lo largo de mis estancias en el campo, las expresiones de sociabilidad
detectadas en los espacios preferentemente utilizados por los inmigrados, respecto de
aquellos que están normalizados y que comparten —en mucha menor medida— autóctonos
e inmigrados presentan algunas diferencias; estas son percibidas, bien por la intensidad de
algunos factores, bien por algún rasgo distintivo, que impregne en un caso u otro. Ello ha
traído como consecuencia tener que ir modificando mi posición en los diferentes
escenarios y adoptando técnicas desiguales en uno y en otro espacio, en distintos
momentos. Y también, en la medida en que se ha ido gestando el propósito y realización de
esta Tesis, el trabajo de campo ha adquirido dos intervalos de tiempo relevantes de carácter
intensivo y orientado específicamente a los fines de la investigación: el primero durante el
año 2011, cuando encaminé mi labor etnográfica en la comarca de El Poniente, dado que
mi interés estaba centrado entonces en el análisis de la prostitución y sus expresiones de
sociabilidad, desarrollada en espacios etnificados. Se trata de un contexto pluricultural y
con una visible presencia de redes de economía étnica que incluía numerosos
establecimiento dedicados, entre otros, al comercio sexual; en este periodo el principal
método empleado como fuente de información fue la observación participante y las
163
conversaciones informales. El segundo intervalo comprende desde el inicio del año 2012
hasta la finalización de esta tesis, durante el que encaminé las exploraciones en el campo
hacia espacios de comercio sexual más estándar en nuestra sociedad localizados en el resto
del territorio almeriense: clubes, calle, casas de citas, bares de copas, etc. Asimismo,
también realicé algunas incursiones en zonas etnificadas del municipio de Níjar, donde se
reproducen, a menor escala, las formas de comercio sexual de El Poniente.
No obstante, en estos casi cuatro años, los saltos entre unos territorios y otros —
que, por otro lado, no se manifiestan totalmente separados— han sido frecuentes; de tal
forma que el carácter multi-situado que suele caracterizar a algunas investigaciones
etnográficas, adquiere en este caso una forma específica por los cambios de escenario y
contexto sociocultural que ha sido necesario realizar a lo largo de todo el proceso de
exploración y recogida de datos (Marcus, 2001).
El tercer factor ha supuesto la posibilidad de mantener una presencia en el campo
de forma continuada a través de mis labores de mediación y, aunque el territorio sobre el se
realiza la intervención social está focalizado en Almería ciudad y la parte más oriental de
la comarca de El Poniente, la movilidad espacial de las mujeres en el desempeño de su
cometido me ha facilitado el acceso y los contactos en algunos de los establecimientos
donde desarrollan sus quehaceres; también me ha permitido una visión diacrónica del
sector pudiendo constatar algunos cambios relevantes; y, sobre todo, me ha posibilitado
trenzar relaciones de confianza —algunas de ellas duraderas en el tiempo— y la obtención
de datos inespecíficos durante un periodo de más de doce años. Asimismo, el hecho de que
el programa de mediación de la APDHA estuviera orientado en la perspectiva de la
investigación-acción, ha supuesto en quienes nos dedicamos a ello, cierta tensión por la
indagación y el estudio del sector en el que intervenimos; de tal manera que nuestra
formación como mediadores se forjó al hilo del interés por el conocimiento científico de
múltiples facetas relacionadas con el trabajo sexual.
Todo lo anterior ha supuesto iniciar esta Tesis con un bagaje de lecturas, estudios y
relaciones; también con algunos materiales obtenidos mediante registro en notas o
entrevistas sobre aspectos relacionados con mis inquietudes en cada momento; ese
conjunto ha resultado a la postre de gran utilidad para los propósitos de la presente
investigación y forman parte del aporte de materiales con los que he confeccionado las
tramas etnográficas desarrolladas en esta investigación.
164
El acceso al campo
Como he expresado más arriba, el acceso a los establecimientos donde se realiza
comercio sexual, y a los diferentes agentes que participan en él, ha sido posible por la
participación del investigador en un programa de mediación social y sanitaria, a través de
la APDHA desde hace más de doce años. El trabajo en la ONG ha permitido una cierta
facilidad en la entrada a determinados espacios, especialmente los de carácter más privado,
y a la información observable; me ha servido como cauce para entablar relaciones, un
papel que representar en aquellos contextos y un rol en la vida de algunas de las personas
que forman parte de los distintos escenarios interactivos que se construyen en el campo.
También ha posibilitado el acceso a un conjunto de información inespecífica que facilitó la
labor investigadora, en la medida en que aporta los hilos de los que tirar para encontrar los
diferentes elementos con los que construir la trama argumental que compongan el texto
etnográfico.
Esta forma de acceso la complementé con el uso de otros porteros como serían
algunos agentes sociales, líderes de asociaciones de inmigrantes, etc. Y, además, mediante
diferentes técnicas de acercamiento, como cliente, dado el carácter público de la entrada a
buena parte de estos establecimientos: clubes, bares de copas, locales africanos. A ellos he
accedido directamente como cliente, o a través de alguna mujer que trabajara allí y que me
ha supuesto un punto de referencia para introducirme y para construir mi rol en ese espacio
concreto. Igualmente los propios sujetos que he ido conociendo, mujeres, clientes,
encargados, etc. contribuyeron al efecto de bola de nieve, que describe gráficamente el
proceso por el cual el investigador incrementa sus relaciones y conocimiento del campo
progresivamente a partir de unos pocos vínculos.
Los roles
Mi posición en el campo al respecto ha sido variada. La pertenencia a una ONG
también ha marcado mis roles, especialmente frente a las trabajadoras y dueños o
encargados en los ámbitos donde realicé tal labor. La movilidad de esas mujeres y la red de
relaciones que trenzan entre ellas, mediante el ejercicio de su profesión en diferentes
lugares, hacen que el papel de mediador, en cierta forma de 'conseguidor', esté presente
con mayor o menor intensidad en otros diferentes momentos y escenarios de la
investigación. No obstante, en otros establecimientos más alejados de mi entorno de
intervención, dicho componente de la representación queda absolutamente diluido. Por lo
demás, con el paso del tiempo, las relaciones trenzadas y las confianzas adquiridas han
165
permitido que, generalmente, esos roles pudieran ser distinguidos dependiendo del
escenario y del contexto. Esas conexiones personales, de incipiente amistad en algunos
casos, han ido impregnando los vínculos que marcaron la interacción con los diversos
sujetos.
Como mediador he hablado, sobre todo, con las mujeres y con las encargadas de
sus inquietudes concretas, referidas a temas de salud, acerca de su relación con la policía,
de sus problemas con los ‘papeles’, etc. De esta forma, he realizado observación en
diferentes localizaciones donde trabajan; también he accedido a sus estancias más
privadas, generalmente por requerimiento suyo. He podido captar sus rutinas, y me han
aportado un flujo de información, tanto de ellas como de sus clientes, de un valor decisivo
para el desarrollo de esta investigación y su carácter emic. En estas ocasiones, tomar
brevemente unos apuntes en presencia de ellas queda justificado por mi rol y permite con
naturalidad el registro de indicaciones en el cuaderno de notas; ello me facilita indagar
directamente sobre aspectos particulares de su labor mientras realizo mis tareas como
agente social. En otro sentido, la constancia de que esa labor es absolutamente voluntaria
por mi parte, sin remuneración económica alguna, facilita la adquisición de confianza
debilitando la posición de autoridad con la que trabajadoras, clientes, dueños y otros
actores del sector, suelen mirar a este tipo de profesionales.
Como cliente he tenido relación con las trabajadoras, con los dueños, con las
camareras, porteros, vigilantes y otros clientes. La estancia en diferentes establecimientos
me ha sido de utilidad para la observación de su estructura y distribución espacial; de la
organización del comercio: formas, precios, espectáculos cuando los había y otros
elementos ambientales que forman parte de la construcción escénica del negocio. Pero,
sobre todo, me ha permitido observar las prácticas y relaciones que se establecen mediante
la interacción observable. De igual manera, la observación participante en alto grado en
este medio, me ha posibilitado captar elementos de las relaciones que difícilmente podría
conocer de otro modo. Mi propia interacción con las trabajadoras, mediante el alterne en la
sala pública o en espacios reservados, ha facilitado el acercamiento a sus propias
estrategias de seducción-teatralización con la que fidelizar la clientela o procurarse
servicios que le aporten mayores ingresos; también ha sido útil para descifrar las claves
que dan sentido a las relaciones entre el cliente y la chica. La conversación con ellas me ha
permitido obtener datos de los locales donde se emplean, así como de otros en los que
166
trabajaron o lo hacen en la actualidad amigas suyas. Todo ello ha permitido tener una
multiplicidad de fuentes de información que ha facilitado no sólo la triangulación a nivel
de datos, sino contrastar la propia fiabilidad de las fuentes y tener una referencia del grado
de confianza que podía esperar de los múltiples agentes con los que me relacioné. En
realidad, la interacción con las mujeres, cuando la relación inicial fue la de cliente, estuvo
generalmente tamizada, en cada ocasión en distinto grado de intensidad, desde luego, por
un juego mutuo de expectativas: ella requiere profundizar la relación como cliente, prestar
más y más caros servicios, yo intento construir escenarios de confianza para poder obtener
información más abundante y fiable. El desenlace fue diferente en cada caso, aunque lo
habitual es que cada parte quedara relativamente satisfecha respecto al nivel de logro de
sus respectivos objetivos.
Con el tiempo, los vínculos forjados, en distinto grado, han supuesto un elemento
transcendental en la construcción de esta etnografía. A partir de la confianza y el respeto
que mutuamente nos hemos manifestado, se ha impulsado el efecto bola de nieve que ha
posibilitado el acceso a lugares y personas que de otra manera habría sido mucho más
dificultoso, cuando no improbable, conseguir. Varias mujeres han permitido que las
entreviste; en algunos casos han comprometido a otras para que lo pudiera hacer; en otros
me han ayudado a localizar establecimientos de difícil acceso, adoptando una actitud
colaborativa que tengo dudas de si sabré agradecer en sus justos términos. Abundando en
estos aspectos, tengo que indicar que el dilatado tiempo de contacto a través de las labores
de mediación y las relaciones de confianza urdidas me han permitido una comunicación
continuada con las mujeres y ha posibilitado la realización de entrevistas en profundidad
en distintos momentos. Todo ello ha enriquecido la perspectiva sobre los cambios en el
ámbito del comercio sexual, ha aportado elementos de fiabilidad a la información extraída
y ha añadido referencias para los procesos de triangulación de fuentes y técnicas.
En sentido diferente, la construcción de estas relaciones con algunas mujeres ha
habilitado espacios y momentos de interacción propios: en una terraza, en el restaurante, en
sus domicilios particulares, con la presencia o no de su familia. Esas situaciones han dado
lugar a conversaciones informales de múltiples contenidos que también han servido de
fuente de datos. De hecho, algunas de las entrevistas que aporto en esta exploración fueron
grabadas en situaciones de cotidianeidad y familiaridad: así una de ellas la realicé en un
restaurante al que invité a una chica para comer, o en el salón de una vivienda particular
antes de la cena a la que me habían invitado; lo genuino de la situación no viene dado por
el lugar —de hecho la mayoría de las entrevistas se realizaron en bares, cafeterías o
167
viviendas particulares— sino la dinámica conversacional donde diferentes aspectos acerca
de los objetivos de esta Tesis, emergieron en el transcurso de la situación, obviamente
orientados por los intereses de la investigación.
Esta exposición de los roles no debe velar la conexión o contaminación que pueda
darse entre ellos. No obstante, son los contextos sociales y los escenarios de interacción los
que los definen y donde queda fijado el comportamiento de cada actor —incluido el
etnógrafo— no teniendo por qué aparecer como incompatibles por sí mismos. En ese
sentido, los requerimientos de algunas mujeres hay que interpretarlos en el contexto en el
que se producen; de tal manera que pueden presentarse asociados a la oferta de un servicio,
cuando coincidimos en un club, bar de copas o local africano fuera del ejercicio de mi
labor social; pero pueden presentarse como ofertas amistosas de relación afectiva cuando
nos encontramos en contextos no comerciales o de mediación; las propias trabajadoras son
consciente de que mi persona exhibe determinados roles que no son intrínsecamente
incompatibles; de la misma manera que quien investiga debe considerar que las personas a
las que trata son portadoras de roles y afanes que cobran su sentido en determinados
contextos y escenarios de interacción. Los requerimientos pueden ser de variado carácter:
económico —pedir un préstamo personal, o a la ONG que represento—, de ocio y
divertimento —tomar un té en su domicilio, ir a tomar unas tapas, pasar un rato en la
playa, etc.—; de atención especial respecto a los criterios de la entidad con la que colaboro
—pedir más condones de los que le corresponden o solicitar provisión de servicios o de
otros materiales que no son suministrados habitualmente por la administración sanitaria—;
o también de carácter afectivo-sexual —una oferta de servicio o una sugerencia de
encuentro sexual amistoso—. En cualquier caso, es el contexto y el escenario de
interacción los que marcan el rol que en cada momento adoptamos las personas que
participan en la investigación y el sujeto que investiga, y ellos ofrecen los marcos que nos
permiten interpretar el sentido de las acciones concretas. Desvelar la condición de esas
acciones es fundamental para la investigación en todos los aspectos, en la medida en que
atañe al sentido de la información que extraemos en esas situaciones y por cómo puede
afectar a las relaciones de campo, o de cómo puede desvirtuar la labor institucional o
investigadora que se lleva a cabo, etc.
En definitiva, esta variedad de roles desempeñados ha supuesto una continua
negociación de la identidad del investigador que refleja también el carácter ‘multilocal’ de
la etnografia que he desarrollado (Marcus, 2001).
168
En general, todas las personas que han aportado información directa mediante
procedimientos estandarizados –entrevistas y observación participante— terminaron
siendo conscientes de que estaba llevando a cabo un estudio y que estaba interesado por su
trabajo y sus puntos de vista. Para algunas personas esa consciencia fue fruto de mi propia
revelación desde un primer momento, como ocurrió en el caso de los dueños de clubes y
bares de copas. Desde luego, los sujetos con los que tengo relación por mis tareas de
mediación tienen conocimiento de que recabar información forma parte de mis labores. En
otros casos revelé el dato de mi dedicación investigadora en el transcurso de la interacción
con la persona, eligiendo el momento en que consideré que el riesgo de rechazo parecía
menor. La ética en la labor investigadora, por tanto, considero que ha sido respetada; más
tarde volveré sobre esta cuestión.
Los desplazamientos
En otro orden de cosas, durante mi investigación he debido realizar diferentes idas
y venidas, en momentos distintos, con el fin de poder observar situaciones diversas. Así,
para conversaciones informales, o recabar datos específicos, o para entrevistar a algún
sujeto, los desplazamientos al campo se han realizado en horarios de poca afluencia a los
locales —primeras horas de la tarde—, o en horas donde las personas puedan encontrarse
en su domicilio —última hora de la mañana—. Contrariamente, para la observación de
aspectos interactivos los momentos más adecuados han sido las horas de mayor afluencia
de personas a esos locales, ya que es en ese horario cuando se produce una mayor y rica
interacción, y, además, el observador puede pasar más desapercibido entre el conjunto de
escenas que se van produciendo en cada lugar; en estos casos, los horarios nocturnos o de
madrugada, se revelan como los más apropiados. Normalmente, se han debido programar
itinerarios de visita a varios establecimientos geográficamente próximos. En otros casos se
han seleccionado uno o dos locales donde permanecer un tiempo prolongado, cuando el
interés se centraba en aspectos interactivos detectables mediante observación, en mayor o
menor medida participante.
La observación
Se ha efectuado en los diferentes espacios que hemos visitado, tomando apuntes
inmediatamente después en el cuaderno de notas. La observación se ha realizado mientras
se hacían labores de mediación social, visitando a alguna persona en ese espacio por algún
motivo concreto, tomando una consumición como un cliente cualquiera, etc. A este
169
respecto la observación no se ha limitado a insertarme en los espacios donde poder
examinar las acciones ajenas visibles; el carácter participativo de la observación realizada
no ha despreciado interacciones de carácter erótico o sensual propias de las que suelen
producirse en esos establecimientos, vinculadas a los consumos de bebidas y al alterne.
De esta forma, se han obtenido datos del espacio físico, de la disposición de los
elementos y de las personas que allí estaban, pero también hemos registrado expresiones
orales, comentarios, indicaciones y acciones que emergieron durante las situaciones de
interacción; de igual manera, dejamos constancia de los modos de relación y comunicación
practicados por los sujetos que allí concurren.
Especialmente útil ha sido la posibilidad de registrar la interacción entre
trabajadoras y clientes; particularmente el comportamiento observable de éstos, facilitando,
así, la compresión de las relaciones que se establecen mediante el alterne.
A veces, he participado personalmente de los conflictos que se han producido en mi
presencia, he actuado de mediador, o he consumido bebida y/o comida junto a otras
personas presentes, como cliente o como amigo, en las diferentes situaciones en las que me
he involucrado. Así, en ocasiones, se ha compartido tiempo con las trabajadoras, se ha
entablado conversación o se han atendido requerimientos habituales de actores que suelen
estar presentes en esos establecimientos: ofertas de diversos vendedores, transportar a
alguien conocido si no había taxi disponible, etc.
Para facilitar la observación se elaboró una guía, donde quedaban reseñados los
elementos principales que se iban considerando relevantes para los fines de la
investigación y consideré necesario tener en cuenta. Sus orientaciones se materializaron en
varias versiones a medida que el conocimiento del campo sugería considerar otros aspectos
inicialmente no contemplados (anexo I.D).
Como producto de estas tarea se elaboró una ficha (anexo I.E) de cada uno de los
clubes y bares de copas visitados —también de algunos bares africanos—, que contiene
datos textuales y visuales de ubicación, identificación e información de sus características
espaciales y ambientales, así como de los objetos presentes y su disposición en sus
estancias principales. Además elaboré diferentes directrices para entrevistar trabajadoras
(anexo I.A), empresarios (anexo I.B) y clientes (anexo I.C) que utilicé en la realización de
entrevistas. Sus elementos básicos fueron tenidos en cuenta también en la orientación de
las conversaciones informales cuando el contexto lo permitió.
170
Los tiempos
Para el diseño de la investigación se redactó un breve proyecto previo que ayudó a
la organización de las tareas en general, la selección previa de una buena parte de la
bibliografía y de los medios materiales e instrumentos que se iban a necesitar, así como la
temporización de las diferentes tareas que requería la estructuración de todo el proceso,
incluida la fase del trabajo de campo.
Cuadro nº 4. Secuencia en la ejecución de la investigación
Planificación
T. 1º
Documentación y
Trabajo
Confección de guías
Orientación
Revisión
de
Análisis
Revisiones
Bibliográfica
Campo
Redacción
Planificación
T. 2º
Espacios etnificados
Observación Participante
y Conversación Informal
2011
Análisis D. de C.
T. 3º
T. 4º
T. 1º
Reorientación de objetivos
T. 2º
Re-planificación
2012
T. 3º
Mapa del T. Sexual
T. 4º
Confección de Guías
Resto de la provincia
T. 1º
T. 2º
Revisión Trabajo de Campo
2013
Observación Participante
T. 3º
T. 4º
y Entrevistas
Revisión Trabajo de Campo
T. 1º
2014
Análisis
Conversación Informal
T. 2º
Revisión Trabajo de Campo
T. 3º
Análisis;
Redacción de la
Etnografía
Preparación lectura
Fuente: Elaboración propia.
Como ocurre habitualmente en el quehacer etnográfico, ese plan fue revisado
periódicamente a la luz de las exigencias de la investigación.
Las visitas al campo, en sus periodos intensivos, se realizaron entre los meses de
enero a julio de 2011 y desde julio de 2012 hasta la finalización de esta Tesis. El intervalo
intermedio sirvió para precisar la reorientaciones teóricas y metodológicas necesarias a
consecuencia de la ampliación del objeto de estudio y del ensanchamiento del espacio
geográfico donde se despliega; así como para algunas incursiones exploratorias al campo.
171
1.3.5 Sobre la ética y otros aspectos de la investigación
En este subcapítulo abordaré algunas cuestiones que han estado presentes durante
todo el proceso de investigación y particularmente en la realización del trabajo de campo.
Aunque pueda parecer una obviedad, “el objetivo de la etnografía debía ser la
producción de conocimiento” (Hammersley y Atkinson, 2004: 283); sin embargo, este
objetivo en sí mismo puede tener consecuencias de carácter político y de carácter ético.
Respecto a las relaciones de la etnografía con los procesos políticos y el cambio
social, Velasco y Díaz de Rada señalan algunos ámbitos de aplicación de la etnografía. En
primer lugar por su utilidad, por sus potencialidades para contribuir al esclarecimiento de
las realidades socioculturales sobre las que desarrollar la intervención social. Un segundo
aspecto tendría que ver con la intencionalidad de sus pretensiones epistemológicas, al
aportar otras perspectivas gnoseológicas referentes a fenómenos ya enfocados mediante
‘procedimientos monológicos’. Otra función relevante de la etnografía consiste en su
capacidad mediadora al permitir documentar ante agentes sociales expertos la mirada y los
puntos de vista que los sujetos tienen de los problemas. Por fin, la plasmación de la
diversidad cultural, que forma parte de la genética etnográfica, habilita su carácter
transformador mediante los aportes que realiza acerca de la variedad de modos de vida y
experiencias humanas (Bartolomé, 2003; Velasco y Díaz de Rada, 2004).
Cuando el objeto de nuestra investigación trata sobre aspectos relacionados con el
trabajo sexual, parece clara la relevancia —por otra parte reiterada a lo largo de este
estudio— de un abordaje desde la Antropología y, en particular, mediante un complejo
metodológico como la etnografía. Pero, aún teniendo en cuenta estas potencialidades de la
investigación antropológica en relación al cambio sociopolítico, mi personal posición me
inclina a rehusar que los objetivos de transformación social puedan formar parte de la
lógica interna de la investigación, es decir de la trama argumental, de los aportes teóricos
en los que se insertan y/o de los principios epistemológicos que la sustentan.
Una ojeada a la historia contemporánea europea puede darnos suficientes pistas de
cómo los objetivos políticos, cuando forman parte intrínseca de la investigación, pueden
llegar a elaborar las peores perversidades sociales y los mayores fraudes científicos. Otra
cuestión es el uso que expertos y autoridades —incluso el propio investigador o los sujetos
que formaron parte de la investigación— puedan hacer de los productos de la actividad
172
académica sobre los que la experiencia de los dos últimos siglos nos aporta variados
ejemplos. Desgraciadamente, en el terreno del trabajo sexual, no parece que nuestras
autoridades políticas, ni un sector del entramado social organizado, revisen el silencio
vertido sobre los resultados arrojados por los estudios socio-antropológicos realizados en
los últimos años sobre la materia. En relación a mi actitud al respecto, no desdeciré mis
preferencias acerca del tipo de orientación socio-política en diferentes aspectos
relacionados con el ejercicio de esa profesión; ni negaré que, como investigador, no haya
podido desprenderme en términos absolutos de mis predilecciones ideológicas al respecto;
no obstante, he intentado a lo largo de la elaboración de esta Tesis que permanezcan
visibles pero alejados de los procesos internos de argumentación, o al menos
suficientemente controlados para que la contaminación no llegue a ser relevante.
El segundo aspecto de interés, al que me refiero a continuación, trata de los
aspectos éticos de la investigación, es decir, de aquello relacionado con el comportamiento
del investigador y sus consecuencias para la gente que estudia. Este problema se presenta
desde la convicción, asentada a través de la experiencia etnográfica, de que podemos
producir perjuicios y molestias a las personas con las que interaccionamos. Un indicio de
lo referido se pone de manifiesto en los manuales sobre metodología cualitativa y/o
etnografía donde se suele tratar este aspecto habitualmente, incluso puede aparecer un
epígrafe dedicado expresamente a estas cuestiones (Angrosino, 2012; Banks, 2010;
Hammrsley y Atkinson, 2004; Kvale, 2011). De estos problemas puede verse una
discusión pormenorizada en Hammersley y Atkinson (2004) o en Steinar Kavale (2011),
para el caso de las entrevista, y sus implicaciones metodológicas.
En general los problemas éticos relacionados con la investigación suelen referirse a
alguna de estas cuestiones:
o
Sobre el consentimiento informado. Es decir, sobre el grado de conocimiento que
los sujetos que han participado en el trabajo de campo tienen de su papel en el estudio y de
los objetivos que se pretenden. El criterio adoptado en esta Tesis ha sido el de que todos
los sujetos participantes, bien a través de entrevistas, bien a través de conversaciones
informales, todas aquellas personas cuyas revelaciones se han grabado o con las que se ha
generado algún registro específico resultado de la interacción con ellas, han sido
informados de mis intenciones al respecto; también del alcance de su participación así
173
como el destino de la investigación de forma aproximada. En el resto de los casos se ha
obviado esta cuestión, ya que o bien no ha habido registro de datos personales, o se trataba
de interacciones casuales y esporádicas en espacios de acceso público: clubes, bares, calle,
arcenes de carretera, etc.
o
Referente a la confidencialidad. Dado el peso del estigma que recae sobre buena
parte de los agentes que desempeñan labores en este sector, el problema de la privacidad
está presente en todo el proceso del estudio. Los miedos expresados al respecto por los
diferentes sujetos, tienen que ver con el desconocimiento que la familia suele tener de sus
roles en este sector, especialmente en el caso de la trabajadora y el cliente; asimismo sobre
la información que puedan transmitir de terceras personas, en particular la trabajadora de
sus clientes, cuando son identificables, en lo relativo a las preferencias sexuales en los
servicios contratados u otros aspectos de la interacción con ellos. Otras áreas de
preocupación vienen dadas por determinadas confidencias acerca de prácticas relacionadas
con el consumo de sustancias estupefacientes, o sobre sus estrategias de captación de
clientes por temor a la competencia de otras chicas. En el caso de esta investigación, he
adoptado criterios dispares: en las pesquisas no he obviado ningún tipo de pregunta por
privada y escabrosa que pudiera resultar a las personas, dejando que ellas decidieran en
cada situación si facilitar o no esa clase de información. En lo que respecta al texto final,
he seguido los procedimientos adecuados para que la información suministrada no pudiera
ser vinculada a personas concretas; para ello, adopté cambios de nombre o deslocalización
de lugares y acontecimientos, cuando éstos no fueran públicos o fehacientemente
reconocibles. Como podrá apreciarse en los capítulos que siguen, seguí el criterio de no
expresar el país de origen de ningún agente, salvo en el caso de los autóctonos.
o
Sobre la explotación del texto producido. Este aspecto tiene que ver habitualmente
con la retórica de la exposición del texto y los juicios que pueda contener. No obstante, el
destino y carácter académico de este escrito no debe plantear problemas en tal ámbito de
preocupaciones. Otra cuestión es la explotación posterior mediante artículos u otras formas
de publicación. A ese respecto, conviene tener presente un problema que puede presentarse
cuando se hacen estudios centrados en un determinado sector social, donde la focalización
de los resultados puede dar a entender que prácticas o problemas que les son contingentes,
puedan esencializarse como propios de las personas que forman parte de ese grupo, o
inherentes a sus formas de vida. Este fenómeno suele manifestarse a través de los medios
174
de comunicación mediante la naturalización de acontecimientos presentados en una
investigación como componentes constitutivos de un grupo social, presentándose
descontextualizados y encarnados de forma naturalizada en los miembros de ese colectivo.
Si bien el investigador suele ser ajeno a esta distorsión de sus resultados, debe al menos ser
consciente de ello e intentar evitarlo en la medida de sus posibilidades a la hora de hacer
públicas sus conclusiones.
o
Otros aspectos. Tienen que ver con variadas facetas del trabajo de campo, como la
comentada al tratar los roles en el epígrafe correspondiente. Actuar en consecuencia con
los roles que nos han autorizado a desempeñar los sujetos que participaron en la
investigación, debe ser un factor en presencia permanente. Especialmente cuando se trata
de una investigación en la que la intimidad y el contacto corporal están presentes en
diversas situaciones y en variada intensidad. Mantener una congruencia entre el rol que se
adopta en una escena y los comportamientos que los actores esperan del investigador en
relación al papel que en ese momento se le asigna o reconoce, requieren de un celo
escrupuloso, aún admitiendo que la segregación de roles en una persona no puede
producirse a voluntad propia ni de forma absoluta.
En definitiva, tanto los problemas políticos como los éticos de la etnográfía, deben
formar parte de las preocupaciones en todo el proceso de investigación; pero también debe
quedar reflejado, como un aporte de reflexividad en el texto final, la forma en que se han
abordado y los medios empleados para afrontarlos.
175
176
SEGUNDA PARTE. ETNOGRAFÍA
177
178
2
TRAMAS ETNOGRÁFICAS
En esta parte del texto, desarrollo la etnografía construida a partir del trabajo de
campo realizado en el proceso de investigación. En ella abordo la descripción y el análisis
de la industria del sexo en la provincia de Almería en los sectores que conforman el objeto
de la investigación: el trabajo sexual femenino que se realiza cara a cara, con contacto
físico en diferente intensidad con los propios clientes finales, hombres, excluyendo los
segmentos de lujo. Tal pretensión encuentra su fundamento en los planteamientos de
diferentes autores que he reflejado en el sub-capítulo 1.2.2; tal cimentación es puesta de
manifiesto en forma contundente por Lean: “el comercio sexual no se refiere a las
características sociales o psicológicas de una clase de mujeres sino a una actividad que
genera ingresos o a una forma de empleo para muchas mujeres (y hombres)” (Lean, 2004:
73).
Abordo el estudio como un sector comercial específico, que se desarrolla en un
ámbito histórico social determinado. Para ello introduzco, en primer lugar, el análisis del
contexto ecológico-cultural concreto donde se inserta. También considero el tipo de
regulaciones legales y sociales peculiares a las que está sometido ese segmento de la
industria del sexo.
A continuación se examinan los componentes diferenciales más característicos del
ramo: la organización del trabajo, los establecimientos donde se desarrolla, el tipo de
intercambios que se establecen y los agentes que intervienen en las diferentes tareas y
funciones. Asimismo, indago sobre las motivaciones para la oferta y la demanda, y las
relaciones sociables que se articulan alrededor del trabajo sexual en los diversos espacios y
formas en los que se desarrolla, especialmente en el ejercicio del alterne.
Finalmente, dedico un sub-capítulo a diversas cuestiones referentes a los vínculos
sociales que se establecen en torno al sector por los distintos partícipes en ese comercio;
también analizo el papel que desempeña el trabajo sexual en ellas. Especial relevancia doy
a la visión que aportan los agentes involucrados en la contribución de los clientes al
establecimiento de tales vínculos.
A lo largo de las tramas argumentales que se desarrollan en toda esta parte, iré
realizando diversos ejercicios comparativos con otros estudios realizados en contextos más
o menos parecidos, con el fin de ir desvelando tanto los rasgos contingentes como aquellos
179
que se perciben constitutivos del trabajo sexual. Ello permitirá avanzar en la
caracterización de esta actividad, aportándole sustento teórico, empírico y contrastándola
con los aportes provenientes de diferentes constructos doctrinales que la analizan, y que
hoy se manifiestan hegemónicos en determinados ámbitos políticos, sociales o académicos.
Esas mismas tramas facilitarán la emergencia de las miradas que los diferentes
agentes proyectan de ellos mismos y de los demás. Especial relevancia tendrán las de las
trabajadoras sexuales; a través de ellas, especialmente, iremos construyendo una
perspectiva sobre los clientes, que los materiales emic, aportados por ellas mediante sus
relatos, nos permitirán elicitar.
180
2.1
EL CONTEXTO ECOLÓGICO-CULTURAL
Desde su aparición, el hombre se ha venido adaptando, a la vez que lo modifica, al
medio físico en el que se desenvuelve, a través de sus actividades vitales.
El espacio geográfico se convierte así en un producto social. “El espacio geográfico
es un sistema complejo de relaciones entre cosas, hechos naturales, hechos sociales y
hechos de comportamiento de los individuos; en definitiva, entre todo aquello que
compone la vida misma y tiene una manifestación territorial” (Zárate y Rubio, 2005: 4).
Los entornos urbanos, las ciudades, son espacios materiales, resultantes de la
acción combinada de los agentes sociales y las fuerzas productivas sobre los espacios
‘heredados’ en que se asientan las poblaciones. Sus elementos, caracterizados por el uso
diferencial que se les asigna, están en constante cambio. Pero, además de este aspecto
‘objetivo’, la ciudad se configura como un territorio ‘vivido’ y ‘percibido’
emocionalmente, un ámbito de sentimientos, cargado de simbolismo, que condiciona la
acción de sus pobladores y sus preferencias residenciales (Zárate y Rubio, 2005). En
definitiva, “la ciudad no es simplemente un mecanismo físico y una construcción artificial:
está implicada en los procesos vitales de las gentes que la forman; es un producto de la
naturaleza y, en particular, de la naturaleza humana” (Park, 1999: 49).
Los usos del suelo, las actividades económicas en el territorio, las necesidades y
características de la población, así como de procesos de diferenciación urbana a partir de la
configuración de este enclave socioeconómico que se inscribe en la provincia de Almería,
pueden interpretarse a partir de los supuestos de la Nueva Ecología Humana que inauguró
Hawley (1950). En este modelo, ampliado posteriormente, la disposición de un espacio
socioeconómico es el resultado de la interacción de cuatro variables: población (P),
organización social (O), entorno o medio físico (E) y tecnología (T). La población se
definiría como el agregado de los miembros individuales de una comunidad; la
organización aludiría a corporaciones, empresas, industrias y otras unidades de operación;
el entorno vendría dado por los factores físicos y los recursos que aporta el lugar; y la
cuarta variable vendría fijada por las diferentes unidades de herramientas tecnológicas
disponibles. Este modelo se reconoce con el acrónimo formado por las iniciales de las
cuatro variables —POET—que se combinan para configurar el ecosistema en el que actúan
(Checa, Arjona y Checa, 2007). No entraré empero a ajustar el análisis del contexto en el
181
que se sitúa el presente trabajo a éste u otro modelo explicativo82, ya que no es el objeto de
la presente investigación; no obstante, sí que lo tomaré como referencia para la exposición
de los diferentes elementos que integran el entorno donde se desarrolla la presente
investigación.
2.1.1 El complejo agro-industrial
“Un hecho diferencial de Almería es la gran incidencia que tiene la agricultura
sobre el conjunto de la economía provincial hasta el punto de que, durante años, la
evolución de la renta y el empleo provincial ha estado determinada por la marcha
de la campaña hortícola. Hablar de agricultura en la provincia de Almería es hablar
de la producción hortícola en cultivos intensivos, lo que popularmente se conoce
como los invernaderos ya que, como veremos más adelante, la mayoría de la
producción final agraria la aporta este subgrupo de productos. Esta particularidad
del desarrollo almeriense cuestiona uno de los tradicionales paradigmas de la
economía clásica y que vinculaba las posibilidades de desarrollo de un territorio a
la industrialización, siendo el componente agrario un lastre y un síntoma de
subdesarrollo. En Almería ha sido el sector primario el que ha logrado, en el último
tercio del siglo XX, sacar a la provincia de una prolongada situación de pobreza”
(Instituto de Estudios de Cajamar, 2004: 4).
Antecedentes
La provincia de Almería se sitúa en el sudeste peninsular, con un litoral al mar
Mediterráneo. Siguiendo a Andrés Sánchez Picón (2005), podemos apreciar en su territorio
tres rasgos físicos a considerar. En primer lugar la aridez, consecuencia de los bajos
índices pluviométricos, que impidió una agricultura de regadío más allá de las vegas de los
ríos. En segundo lugar, la presencia de diferentes cadenas montañosas que impulsaron la
compartimentación del territorio, las dificultades para su articulación y su aislamiento del
resto del territorio andaluz y peninsular. Por último, unas llanuras litorales que facilitaron
82
A este respecto cabe recordar las diferentes revisiones que posteriormente se hicieron al modelo POET de
Duncan aún dentro del paradigma ecológico: POETS —al añadir Lenski la variable ‘Surpluses’
(excedentes)—, el modelo AGIL —Adaptación, satisfacción de objetivos (Goal gratification), Integración y
dirección de modelo Latente— formulado por Talcott Parsons; etc. (Eberts, 1998).
182
enclaves para el desarrollo de la agricultura tradicional, como las vegas de los ríos —Adra,
Andarax y Almanzora— o extensas llanuras litorales —Campo de Dalías y de Níjar—.
Sánchez caracteriza la situación sociopolítica y económica de Almería, desde la conquista
castellana hasta el final del primer tercio del S. XX, como una ‘sociedad de frontera’
(Sánchez, 2005: 49), precisamente por estas marcas de aislamiento y de desconexión en
diferentes órdenes.
Tras la caída del sector minero a principios del siglo pasado, la economía
almeriense estuvo dominada hasta el inicio del último tercio por una agricultura que, a
pesar de su peso en la economía del territorio, adolecía de un atraso considerable; los
rasgos de esta tara vendrían dados por el exceso de fuerza de trabajo, la baja productividad
de las explotaciones y el escaso aporte tecnológico, entre otros. Problemas que no resolvió
el incremento en la producción de uva y de naranja como muestran José Ángel Aznar y
David Uclés (1997).
Por otro lado, la sangría poblacional consecuencia de diferentes olas migratorias
supuso la prevalencia de acusados saldos migratorios negativos durante prácticamente todo
el S. XX, que sólo cambiarían de signo durante la década de 1980. Pero a este problema se
añadiría la desigual distribución poblacional que se iría forjando desde la década de 1950
con el progresivo abandono de las comarcas interiores a favor de la capital y los
municipios costeros (Aznar y Uclés, 1997; Aznar, 2005).
Este panorama general cambiará a partir de la década de 1970 gracias a la
concurrencia de diferentes iniciativas, especialmente las canalizadas a través del Instituto
Nacional de Colonización (en adelante INC), que pondría en marcha un proceso de
colonización y explotación de tierras 83 . También la transición política y la nueva
estructuración del Estado que impulsaron planes de articulación del territorio andaluz, así
como la inserción de nuestra economía en los circuitos internacionales, fueron factores que
confluyeron en el nuevo escenario que configuró la provincia de Almería a lo largo del
último cuarto del S. XX. y que supuso un claro proceso de convergencia con el resto de
Andalucía y del conjunto del Estado. Esas tendencias se prolongarán unos años hasta
finales del primer decenio del siglo actual cuando se produzca el inicio de la crisis
económica cuyas manifestaciones siguen estando presentes en la actualidad.
83
Puede encontrarse una aproximación a este proceso en Checa (1995).
183
El Entorno
La provincia de Almería constituye un territorio de 8.774 Kilómetros cuadrados, y
está situada en el extremo meridional de la Península Ibérica.
Una serie de cadenas montañosas, distribuidas de sur a norte, ha impulsado el
asentamiento de las poblaciones a lo largo de estrechos valles y ha orientado las
comunicaciones preferentemente en dirección este-oeste.
Estos condicionantes del medio físico expresados por Sánchez (2005), son
igualmente apuntados en el mismo sentido por Juan García (2005), quien señala de la
misma manera la importancia de los valles como corredores donde se asienta la población
y emergen actividades agrícolas; así también nos indica la importancia de las llanuras
costeras como espacios de asentamiento y actividad económica (mapa 1).
Mapa nº 1. Geomorfología de la provincia de Almería
Fuente: García (2009). Elaboración propia.
El clima es mediterráneo, dominando la variedad sub-desértica en el litoral y la
continental en buena parte del interior. Integrado en el llamado sureste árido, el régimen
184
pluviométrico es de lluvias escasas y alta insolación, aunque con diferencias de unas zonas
a otras.
La Organización
El modelo que se desarrolla en la provincia de Almería, a partir de la década de los
años setenta, se basa en el impulso de la economía agraria de carácter intensivo. Este
aspecto es tan distintivo que rompe la tradición explicativa de que los grandes procesos de
cambio económico provenían del desarrollo en el sector industrial. Molina (2005) explica
esta peculiaridad en el desarrollo de Almería y lo desglosa en tres rasgos. El primero sería
el rápido e intenso desarrollo de una actividad económica prácticamente inexistente hasta
entonces. El segundo rasgo consistiría en el carácter sostenido de su crecimiento. Y, el
tercero, la peculiaridad de que esta actividad pertenezca a un sector, el primario, que sigue
una intensa evolución en sentido inverso a la que se produce en el conjunto del territorio
estatal.
Respecto al primer elemento, se considera la conjunción de varios factores: un
proyecto institucional al que ya he aludido, bajo la dirección del INC, el aprovechamiento
de la alta insolación, la existencia de aguas subterráneas y la disponibilidad de tierras libres
con escaso valor económico. A ello hay que unir la disponibilidad de fuerza de trabajo por
el aporte poblacional, que las comarcas del interior y limítrofes realizarían, gracias a los
procesos migratorios, en curso desde la década de 1960, que afectaron a buena parte de
Andalucía. Por fin, el arranque de este proceso no necesitó de elevados aportes financieros
para la puesta en explotación de las tierras. Será el factor trabajo el que determine el
modelo, basado en gran medida en un tipo de explotación mayoritariamente familiar; este
aspecto es también resaltado por Serafín Mateo: “la familia, al constituir el núcleo laboral
y organizativo de todo el fenómeno de la agricultura intensiva almeriense, fue en su
despegue, en especial, y en lo que se refiere a la producción, la institución y organización
base del modelo Almería” (Mateo, 2013: 140).
En cuanto al segundo rasgo —continúo siguiendo a Molina (2005)—, la clave
estaría en un continuo aporte de tecnología de bajo perfil y la mejora de los instrumentos
de comercialización; y también en la continua evolución de las estructuras de producción y
las técnicas de cultivo.
Por fin, las líneas interpretativas acerca de la tercera cuestión vendrían dadas por
tres contribuciones. La primera por su carácter intensivo “en la dotación de trabajo y de
capital, y que demanda muchos ‘inputs’ y es muy permeable a la incorporación de
185
tecnologías en el proceso de producción”; la segunda por su orientación al mercado “por lo
que necesita incorporar valor añadido y servicios para la distribución y venta”; la tercera
por la generación de “actividades y empleos complementarios a los de la agricultura”
(Molina, 2005: 20).
Este sector económico estaría complementado por otros, como el turístico o el de la
extracción, transformación y comercialización del mármol, en la zona interior del Alto
Almanzora principalmente. Ni que decir tiene que el desarrollo de la construcción ha
seguido aproximadamente similares pautas que en otros territorios de Andalucía o del
Estado español, vinculado a la expansión del turismo residencial, los bajos tipos de interés
o el escaso atractivo de los mercados de valores (Molina, 2005).
La Tecnología
El modelo agrícola almeriense se ha caracterizado por un proceso continuo e
intenso de incorporación de tecnología de bajo perfil a los procesos productivos. Algunos
de esos aportes tecnológicos no fueron nuevos aunque con el paso de tiempo se
perfeccionan; es el caso del enarenado para formar los suelos de labor, las estructuras de
invernadero a partir de las del parral que ya se venían usando en el cultivo de la uva, la
evolución de los plásticos que constituyen la cubierta, o las técnicas de extracción de aguas
subterráneas y las redes para su distribución. Tal y como expresa Molina:
“La incorporación de tecnología que realiza la agricultura, aunque muy intensa en
nuestra provincia, es inferior a la de los procesos industriales; las ramas de los
servicios que más peso tiene en la provincia (turismo y comercio), tampoco
incorporan mucha tecnología, como tampoco lo hace la construcción (...) La escasa
presencia del componente tecnológico en nuestro modelo de desarrollo es, sin duda,
la principal debilidad del mismo. Esta debilidad también tiene efectos sobre el
ahorro público, esencial para el futuro, ya que la escasa cualificación del empleo
produce unas reducidas cuotas a las Seguridad Social” (Molina, 2005: 23)
La Población
Un rasgo a destacar en el contexto ecológico de Almería ha sido el comportamiento
de su variabilidad poblacional a todo lo largo del S. XX y principios del actual. Como nos
muestra Aznar (2005) la población del conjunto provincial alcanzó un incremento del 58%
186
entre 1900 y 2004, respecto al inicio de ese intervalo, mientras que en Andalucía
representó un incremento del 216% y en el conjunto estatal el 229%, para el mismo
periodo. No obstante buena parte del desarrollo poblacional de Almería se concentró en los
últimos 25 años de ese periodo. De tal manera que entre 1981 y 2004 el acusado
crecimiento de la población provincial “ha hecho que su participación en el conjunto
nacional haya pasado del 1,09 por 100 en 1981 al 1,34 por 100 en 2004, y del 6,38 por 100
del total andaluz al 7,55 por 100, respectivamente” (Aznar, 2005: 126).
Otro elemento de interés tiene que ver con la desigual distribución de los
incrementos poblacionales por comarcas. Una revisión del mapa 2 nos muestra cómo los
aumentos poblacionales se concentran en las comarcas del litoral, coincidentes con
aquellas donde el desarrollo de la agricultura intensiva se dio con mayor profusión, en
particular los municipios orientales del Poniente de Almería, el de Níjar y en menor
medida en los del Bajo Almanzora.
Mapa nº 2. Comarcas de mayor densidad poblacional
Fuente: García (2005).
Este proceso se verá reforzado en la década de final de siglo XX con los aportes de
población inmigrada que establece su residencia en las comarcas agrícolas del litoral.
187
Respecto a la estructura poblacional provincial, se detecta un cambio en la forma de
la pirámide de edad pasando de una base preeminente —entre cero y 20 años– en 1981, a
una distribución donde los segmentos de mayor aporte demográfico estarían entre los
veinte y cuarenta años de edad.
Tal cambio no se explica sólo por el efecto del paso del tiempo en las cohortes que
en 1981 eran más numerosas; se trataría de otro fenómeno asociado a ese periodo: la
llegada de personas que inmigraron a nuestro país. Sobre ello incidiré más adelante.
En definitiva, podemos decir con Aznar (2011) que:
“La horticultura de invernadero de Almería es una agricultura intensiva en
consumos intermedios de distinta naturaleza, lo que propicia un complejo sistema
de interrelaciones industriales y de servicios a su alrededor. Así, con el paso del
tiempo se ha ido generando en su entorno una gran diversidad de actividades
industriales y de servicios que han acabado constituyendo un 'cluster'
agroindustrial” (Aznar, 2011: 212).
Sin embargo, este desarrollo del ‘modelo almeriense’ no se reparte de manera
uniforme por el conjunto del territorio. En realidad se da más profusamente en los
municipios de dos de las comarcas ya señaladas: el Poniente de Almería —Campo de
Dalías especialmente— y el vasto municipio de Níjar, junto con los del Bajo Andarax,
precisamente por este orden según podemos ver en el gráfico 1.
Gráfico nº 1. Municipios con mayor superficie invernada
Fuente: García (2009).
Tanto el territorio del Campo de Dalías –municipios de El Ejido, Roquetas de Mar,
La Mojonera, Vícar y la pedanía virgitana de Balanegra— como el del Campo de Níjar, en
188
menor medida, conforman dos enclaves con características propias debido a que diferentes
fenómenos, ya expresados en este sub-capítulo, se reproducen con especial intensidad
conformando una geografía física y humana de la mayor relevancia para los intereses de
esta Tesis. Estos territorios han venido siendo caracterizados en base a distintos modelos
aplicados a estas comarcas o zonas concretas de ellas. Así, Ubaldo Martínez (2001)
encuadra a El Ejido como un ‘distrito agro-industrial’; Pablo Pumares (2003) los identifica
como ‘espacios de agricultura intensiva en el trabajo’; por su parte Francisco José Ferraro
y José Ángel Aznar (2008) y Aznar (2011), se inclinan por el término ‘cluster’ para
caracterizar al conjunto de actividades industriales y de servicios surgidas en torno a la
agricultura intensiva en Almería.
Sea como fuere, el caso es que nos encontramos ante dos espacios que se han
conformado con características socio-económicas bien precisas, pero también como dos
espacios demográfico-residenciales claramente definidos.
La inmigración
El proceso de aportes humanos, que han dado lugar a la actual estructura de la
población en la provincia de Almería, podemos dividirlo en dos fases, en relación con la
agricultura intensiva y los espacios donde se ha desarrollado con mayor intensidad. En la
primera, la contribución poblacional, para la colonización emprendida por el Estado,
vendrá dada por la inmigración interior; los primeros colonos proceden de Las Alpujarras y
otras comarcas próximas, así como de las provincias circundantes, ante la posibilidad de
“hacerse con una extensión de tierra, lo que, unido a la rápida amortización, facilitó el
acceso a la propiedad de la tierra y, por ende, el pase de jornaleros a propietarios” (Checa
et al., 2007: 81-82). Posteriormente, a partir de la década de los 90, se producirá un
segundo aporte cuando comience la llegada de inmigrantes extranjeros especialmente
africanos y de Europa central que pasarán a engrosar el contingente de jornaleros en la
comarca. Francisco Checa analiza el efecto atractor que la agricultura bajo plástico ejerce
sobre los migrantes africanos, poniendo de relieve su relevante papel en el proyecto
migratorio de estas personas (Checa, 1995). Analizaremos, a continuación, los aspectos
demográficos y residenciales de estos territorios.
Los efectos que la inmigración ha tenido en la estructura poblacional han sido
múltiples. Me centraré en varios rasgos de la población actual que poseen relevancia para
la presente investigación.
189
En primer lugar, se constata un fuerte componente de población nacida en el
extranjero, en el conjunto del territorio provincial, con una significativa contribución al
total por los inmigrados procedentes de África. Los aportes de extranjeros pueden provenir
de la inmigración económica o de población procedente de la Europa Comunitaria
asentada especialmente en el Alto y Bajo Almanzora o en zonas costeras de turismo
residencial (tabla 5).
Tabla nº 5. Población empadronada en la provincia y porcentajes por grupos
Provincia de
Almería
Total Población
% Nacidos
en España
% Nacidos
en el Extranjero
% Nacidos en
África
Ambos sexos
699.329
78,6
21,4
7,2
% Hombres
50,9
49,7
55
66,9
% Mujeres
49,1
50,3
45
33,1
Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia.
Esta presencia extranjera —y africana en particular— se manifiesta de forma
especialmente intensa en los municipios donde la agricultura intensiva se desarrolla con
mayor profusión. La tabla 6 nos muestra este rasgo, para los tres municipios más poblados.
Tabla nº 6. Población empadronada y porcentajes por grupos
Municipio de Níjar
Ambos
sexos
%
%
Hombres Mujeres
Municipio de El Ejido
Ambos
sexos
%
%
Hombres Mujeres
Municipio de Roquetas
Ambos
sexos
%
%
Hombres Mujeres
Población
Total
28.245
54,6
45,4
82.983
52,57
47,43
87.868
51,7
48,3
% Nacidos en
España
63,7
51,3
48,7
70,34
50,11
49,89
71,09
50,24
49,76
% Nacidos en
el extranjero
36,3
60,5
39,5
29,66
58,40
41,60
28,91
55,3
44,7
% Nacidos en
África
21,7
69,1
30,9
17,00
66,24
33,76
9,63
72,58
27,42
% Padrón continuo
2
Fuente: INE.
16 de enero3 de 2013. Elaboración propia.
Nacidos en
África
1,7
9,1
0,9
Se trata de un aporte humano que destaca por su volumen, y porque que se produjo
en un intervalo temporal relativamente corto, contribuyendo de esta forma al rápido
190
aumento de la población en el conjunto de la provincia. El gráfico 2, y los que siguen,
reflejan estos aspectos.
Gráfico nº 2. Aportes al crecimiento poblacional. Total provincial
Fuente: INE. Elaboración propia84.
Gráfico nº 3. Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Níjar
Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia.
84
El INE no dispone de datos de 1997; los que aparecen en la tabla resultan de la interpolación de los de los
dos años adyacentes. Esta técnica consiste en un procedimiento matemático para obtener valores numéricos
asignables a un conjunto de ellos, que no se pueden conocer por deducción directa o de forma empírica. En
este caso los datos de 1997 se obtuvieron de la media aritmética entre los de los años 1996 y 1998.
191
Gráfico nº 4. Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Roquetas de Mar
Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia.
Cuando descendemos a nivel municipal en el análisis de la composición residencial
y su evolución, se hace entonces más patente esta relevante aportación que realizan los
inmigrados a la población del conjunto de la provincia de Almería, especialmente en
determinadas zonas ligadas a los espacios de agricultura intensiva, como vemos en los
datos de los tres municipios de mayor población en esos ámbitos.
Gráfico nº 5. Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de El Ejido
Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia.
Esta inmigración trajo también consigo un apresurado desarrollo de la diversidad
cultural en el conjunto de la provincia, especialmente en las comarcas de mayor afluencia
192
migratoria, donde se hizo más visible su presencia. No en vano ya a finales de la década de
1990 era frecuente escuchar expresiones como ‘la avalancha’ o el ‘efecto llamada’, que
formó parte del argumentario de diversos sectores sociales llegando a contaminar los
discursos, cuando no las acciones, de buena parte del cuerpo social e institucional
almeriense.
Por fin, podemos observar un último rasgo de enorme importancia para los
intereses de esta Tesis; se trata de la notable masculinización de la composición
poblacional, especialmente significativa entre los extranjeros procedentes de África
(gráfico 6).
Gráfico nº 6. Composición por sexo y grupos en la provincia de Almería
Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia.
Más acusadamente se percibe esta masculinización poblacional cuando
descendemos en el tamaño de las unidades de análisis; como ocurre al examinar los
efectivos demográficos residentes en los municipios, en función de su lugar de nacimiento
y sexo. Presento a continuación las distribuciones correspondientes a Níjar, Roquetas y El
Ejido en los gráficos 7, 8 y 9.
Como puede apreciarse en los tres gráficos, estamos ante una distribución de
población claramente desequilibrada en su composición por sexo, si bien se muestran
diferencias entre unos municipios y otros. Esta descompensación procede de la población
extranjera empadronada en los respectivos municipios.
193
Gráfico nº 7. Composición por sexo y grupos en el municipio de Níjar
Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia.
Pero lo que, con más nitidez, se refleja es la desequilibrada presencia de población
—joven— masculina procedente de África.
Esta presencia masculina de población africana joven, en las plazas, los caminos,
las paradas de autobús, los comercios, los centros de salud, etc., tendrá importante
transcendencia simbólica que se tornará patente en los momentos en que los conflictos
étnicos se vuelven explícitos, actuando como elemento justificativo85.
Gráfico nº 8. Composición por sexo y grupos en el municipio de Roquetas
Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia.
85
El caso del conflicto étnico de El Ejido en el año 2000 fue un ejemplo paradigmático de ello. Diferentes
elementos interpretativos de interés, al respecto, pueden verse en Checa (2001).
194
Gráfico nº 9. Composición por sexo y grupos en el municipio de El Ejido
Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia.
Sobre este rasgo poblacional apenas si se adoptaron iniciativas por parte de las
instituciones, en lo que se refiere a sus requerimientos específicos —lugares de ocio y
entretenimiento compartidos con la sociedad de acogida, por ejemplo—, o a la
contemplación de la transcendencia simbólica de sus costumbres más visibles —
agrupamientos de hombres solos en lugares públicos: esquinas, etc.86—.
Lo cierto es que la persistencia de actitudes xenófobas y discriminatorias 87
acentuaron la segregación residencial y social, contribuyendo a la constitución de redes
alternativas propias de diverso carácter con el fin de afrontar aquellas deficiencias: tiendas
de productos propios, locutorios, negocios para la transferencia de dinero, casas de
comidas, bares, etc. (Arjona et al., 2005; Majuelos, 2011).
Ambos factores, ausencia espacios de sociabilidad compartida y una acusada
masculinización de la población inmigrada, se mostrarán relevantes durante el trabajo de
campo y ayudarán a entender cómo se configura el contexto para la proliferación de
negocios que, entre otros productos, facilitan actividades de ocio y ofrecen servicios
sexuales a los habitantes extranjeros, en particular los de origen africano.
86
Este aspecto está suficientemente documentado. Puede consultarse el trabajo colectivo de Francisco
Majuelos, Juan Carlos Checa, Montserrat Monserrat y Santiago López (2014) referido al caso de los
marroquíes.
87
Es de interés a este respecto el trabajo de Gonzalo Herranz (2008), al analizar los vínculos entre la
xenofobia y la densidad demográficade la población inmigrada.
195
El contexto laboral
La provincia de Almería, y en particular la comarca de El Poniente, podemos
encuadrarla en lo que Pumares (2003) caracteriza como ‘espacios de agricultura intensiva
en el trabajo’. Dichos espacios surgen como consecuencia de la intensificación de los
fenómenos relacionados con lo que se viene denominando como globalización, y de los
cambios geopolíticos registrados en Europa en las últimas décadas. Los rasgos que
predominan en ellos son el incremento de la producción ante la apertura de nuevos
mercados, baja calidad de las condiciones laborales en un sector poco regulado y
predominio de la mano de obra extranjera.
Estos rasgos se funden con otros, producto de la confluencia de aquellos con
diferentes factores relacionados con las políticas migratorias: temporalidad, inestabilidad,
dificultades de los pequeños empresarios para programar sus necesidades de mano de obra,
falta de alojamientos, especialmente en los momentos de campaña. La conjunción de todos
esos vectores ha dado lugar a una mayor dificultad de los inmigrantes para estabilizarse y
asentarse, ha favorecido la marginalidad y la infravivienda, y les ha obligado a vincularse
inexorablemente a los trabajos posibles en ese segmento productivo.
“De este modo, el sector, y las provincias especializadas en él, se ven sujetas a una
intensa circulación de trabajadores extranjeros que siempre van dejando huecos, los
peores, para nuevos llegados, los que más desesperadamente necesitan trabajar.
Esto supone la llegada continua de nuevos inmigrantes que están en peores
condiciones de integración (…) lo que unido a la precariedad laboral y residencial
favorece la aparición de conflictos” (Pumares, 2003: 11).
Los residentes extranjeros en la provincia de Almería encuentran empleo
preferentemente en actividades del régimen agrario88, del régimen general —construcción
y servicios—, autónomos y servicio doméstico. No obstante, es entre los de origen no
comunitario donde esas tendencias se muestran más acusadamente, consecuencia
combinada de su ubicación territorial y el nicho laboral en el que se insertan.
Estos aspectos aparecen reflejados de forma sintética en el gráfico 10.
88
Arjona (2000) muestra la importancia del trabajo femenino en la agricultura almeriense.
196
Gráfico nº 10. Extranjeros Afiliados, ocupados, a la S.S. por régimen. Provincia de Almería
Fuente: Ministerio de Empleo y S.S. Marzo 2014. Elaboración propia.
En otro sentido, si analizamos los datos por sexo, podemos observar la desigual
presencia de mujeres en el mercado laboral, según se trate de residentes no comunitarias o
comunitarias, en el conjunto del territorio almeriense (gráfico 11).
Gráfico nº 11. Extranjeros afiliados, ocupados, a la S.S. por sexo. Provincia de Almería
Fuente: Ministerio de Empleo y S.S. Marzo 2014. Elaboración propia.
Ahora bien, al margen de ese mercado formal que es el que aparece en las fuentes
estadísticas oficiales, encontramos en esta zona un importante mercado de trabajo
secundario —que incluye un significativo sector de economía étnica— en el que se
insertan muchas personas inmigradas y en especial las mujeres (Arjona et al., 2005). Ese
sector incluiría comercios de productos propios del país de origen, locutorios, tiendas de
197
telefonía, peluquerías, transporte, venta ambulante, despacho de comida, bares y oferta de
servicios sexuales, entre otros.
“Algunas mujeres han encontrado una estrategia laboral a partir del ejercicio de la
prostitución, aprovechando los nichos que este segmento deja vacíos (…) Los
negocios de mujeres subsaharianas donde se trabaja en prostitución conforman una
realidad compleja que tiene cierta coherencia con el modelo de empresa refugio de
propiedad y/o control étnicos en el sector informal” (Arjona et al., 2005: 135).
El contexto residencial
La vivienda es una necesidad básica de todo ser humano y, como se viene
apuntando, es uno de los tres elementos fundamentales de la inserción de las personas
inmigradas. Siguiendo a Checa y Arjona (2006) y a Checa (2007), podemos considerar dos
aspectos fundamentales: su localización en el espacio y el estado de dichas residencias.
Respecto al primer aspecto, en el terreno de las migraciones internacionales, es
prácticamente una constante histórica la existencia de una segregación residencial basada
en criterios étnicos y raciales. Respecto del segundo, se parte del concepto de residencia
digna, entendida como aquella que posibilita el desarrollo normal y adecuado de sus
moradores y que, asimismo, cumple con una serie de requisitos:
-
Estabilidad, o posibilidad de uso y disfrute a largo plazo.
-
Adecuación, que consiste en permitir cumplir un uso normalizado y autónomo.
Viene determinado por el acceso, las características, el equipamiento del entorno, el
hacinamiento la separación de los habitáculos y el grado de satisfacción.
-
La habitabilidad, que hace referencia a los niveles mínimos de construcción,
servicios, infraestructura y equipamiento residencial.
-
La accesibilidad, se refiere a que la ocupación y disfrute de la vivienda no afecte a
la satisfacción de las demás necesidades básicas.
En este contexto, la llegada de nuevos inmigrantes para ocupar los trabajos en la
agricultura de invernadero ha supuesto una inserción residencial claramente insatisfactoria,
caracterizada por altas tasas de segregación étnica y deficientes condiciones de residencia
y servicios, que acentúan las desigualdades entre diferentes colectivos. Los inmigrantes se
198
ubican en núcleos urbanos —en pedanías del núcleo principal—, pero también en
diseminados; localizando en éstos cortijos tradicionales o restos de ellos, almacenes para
aperos, autoconstrucciones, chabolas, edificaciones de cualquier tipo abandonadas, etc.,
que se encuentran dispersos por el campo o en intersticios sin edificar dentro de la zona
urbana.
No obstante, hay que reseñar las diferencias entre ese conjunto residencial disperso
que se da típicamente en el campo de Dalías —con múltiples cortijos individuales
diseminados por todo el territorio— y el Campo de Níjar, donde la presencia de estos
cortijos es menos intensa, pero en cambio podemos localizar diversas agrupaciones de
mayor o menor tamaño formando unidades residenciales que localmente se denominan
‘cortijadas’ (APDHA, 2005).
Respecto de las viviendas de inmigrantes en las zonas urbanas, podemos decir que
fueron ocupadas una vez que las de diseminado se fueron agotando, que se sitúan en áreas
degradadas y que persiste la segregación espacial de sus ocupantes. Asimismo se
caracteriza a los inmigrantes africanos como los que mayores cifras de segregación
presentan.
“La segregación residencial de los inmigrados en la provincia de Almería muestra
un marcado carácter racial y étnico. Esto es, la población procedente de África,
principalmente negros y musulmanes, vive más segregada que las comunidades de
otros países (…) Los inmigrados africanos viven en cortijos dispersos por todos los
términos y en la periferia de las ciudades, y no tanto en los centros antiguos de las
ciudades” (Checa y Arjona, 2006: 89).
Las causas explicativas de esta segregación residencial tendrían que ver con la
discriminación89 por parte de la población autóctona, su menor capacidad económica —
relacionada también de la misma discriminación étnica—, el menor conocimiento del
entorno y la asimilación a él, y las preferencias residenciales de las propias personas
inmigradas, principalmente como forma de protección ante los enfrentamientos
interétnicos (Checa y Arjona, 2006). En esta línea, Rio (2002) mantiene como causa de los
conflictos étnicos de El Ejido las fracturas o grietas que, a medida que se produce una
89
Una aproximación a los enfoques explicativos de la discriminación hacia los inmigrados la aporta Cristina
Blanco (1999).
199
“avalancha” de inmigrantes, estaban apareciendo en el modelo de segregación étnica
multidimensional que prevalecía en el municipio.
En definitiva, estamos hablando de la configuración en distintas zonas del territorio
de Almería de enclaves de inserción residencial muy deficientes, segregados
espacialmente, y afectados de una alta especialización laboral consecuencia de la
fragmentación étnica del mercado de trabajo; todo ello unido a un fuerte discriminación de
carácter étnico. Estos rasgos se presentan claramente problemáticos para la integración
social de los inmigrados, debiendo éstos construir sus propios espacios y redes relacionales
–a veces comerciales también— al margen de la sociedad de acogida. Esto tendrá
implicaciones de importancia en relación con el objeto de esta Tesis, al segregar
étnicamente las redes de sociabilidad y fragmentar el mercado sexual creando a menudo
sus propios circuitos de ocio y entretenimiento, que satisfagan sus requerimientos afectivosexuales (Arjona et al., 2005; Majuelos, 2011).
2.1.2 El marco jurídico-político-ideológico
El hecho constatado de que la gran mayoría de mujeres que se dedican al comercio
sexual en los ámbitos que estudiamos sean de procedencia extranjera, hace que sus
condiciones de vida y acceso al mercado laboral se vean doblemente supeditadas; en
primer lugar, por la condición de inmigradas90 y, en segundo, por su ubicación como
trabajadoras sexuales en un sector estigmatizado. Todo ello me ha animado a dedicar un
breve epígrafe que permita contextualizar ambos aspectos desde un enfoque jurídico,
político e ideológico; se trata, en lo que afecta al objeto de esta Tesis, de dos cuerpos
relacionados entre sí: por un lado lo que se podría denominar el complejo jurídicoadministrativo de la extranjería y, de otro, los marcos ideológicos que han orientado las
políticas y la legislación respecto de la prostitución.
El complejo jurídico-administrativo de la extranjería
Respecto a éste, cabe incluir en él las sucesivas leyes de extranjería y sus
correspondientes reglamentos, así como la política de gestión de fronteras, que tanto han
condicionado la integración social de los inmigrantes en todo el territorio del Estado
90
Diversos aspectos de interés acerca de la inmigración femenina son tratados en la obra colectiva ‘Mujeres
en el camino. El fenómeno de la migración femenina en España’ (Checa, 2005).
200
español. A ello hay que añadir las normas emanadas de la Unión Europea y la necesaria
adaptación a ellas de nuestro orden legislativo. No obstante, y como reconoce Ana María
López, “la construcción de la política española de la inmigración ha respondido a multitud
de intereses, en ocasiones en conflicto” (López, 2007: 24).
Siguiendo a Torres (2011), podemos distinguir entre aquellas políticas que
gestionan el flujo y el stock de extranjeros — ‘políticas de extranjería’— y las que orientan
los recursos de inclusión social y la diversidad cultural —‘políticas de integración’—.
“Dos pares interrelacionados, aunque con lógicas contradictorias” (Torres, 2011: 228).
Por su interés para esta Tesis me detendré en las primeras, reseñando dos rasgos
relevantes.
En primer lugar, el obsesivo énfasis en el control de entradas (Blanco, 2002;
Torres, 2011) especialmente en la frontera sur que, empero su minoritario peso cuantitativo
respecto al conjunto de entradas totales a través de nuestras fronteras, ha constituido un
foco de manifiesta repercusión mediática, valor simbólico y fuente de sufrimiento y
tragedias, como reflejan los sucesivos informes realizados por la APDHA91.
En segundo término, las condiciones de acceso y residencia, respecto de las cuales
conviene reseñar al menos tres características de nuestro ordenamiento jurídico.
Por un lado la configuración de un sistema jerárquico para los extranjeros al
reconocer distintos derechos según se trate de extranjeros comunitarios, extranjeros con
permiso de residencia o inmigrados irregulares.
De otro lado, el carácter laboral que la legislación de extranjería confiere a la
inmigración “tanto por lo que hace al acceso (...) como en lo referente al estatuto de
residencia del trabajador o la trabajadora extranjero en nuestro país” (Torres, 2011: 233).
El procedimiento de entrada, el llamado ´Régimen General’, estaría basado en los
principios de ‘contratación en origen’ y ‘de acuerdo con las necesidades de la situación
nacional de empleo’. A él se añadiría un segundo procedimiento, el del ‘contingente’ que
permitiría el acceso, mediante cupo anual, a puestos de trabajo de sectores específicos del
mercado laboral, en particular, agricultura, construcción y servicio doméstico. Sectores
para los que tales mecanismos, especialmente el de cupos, se ha mostrado harto ineficaz a
91
‘Derechos Humanos en la Frontera Sur’, APDHA (2007; 2011; 2014), por citar algunos.
201
no ser que lo valoremos desde el pragmatismo benefactor, dado que sirvió como un
subterfugio para la regularización de inmigrados sin ‘papeles’ que ya estaban entre
nosotros. Así lo expresa el informe del Consejo Económico y Social (en adelante CES)
cuando se refiere al periodo 1993-1999 de aplicación del contingente: “la fijación de un
‘cupo’ de trabajadores extranjeros para cubrir las demandas no atendidas por el mercado
nacional (...) representó en la práctica una vía para la normalización de relaciones laborales
preexistentes” (CES, 2004: 94).
Un tercer aspecto tendría que ver con la volatilidad del estatus de residencia, ya que
la obtención de tal permiso —con el de trabajo— no supone una posición consolidada sino
después de sucesivas renovaciones, dándose la situación de que personas con permiso de
residencia, han vuelto a la situación de irregularidad al no poder conseguir el contrato de
trabajo exigido para su renovación.
Estas dificultades, introducidas por el sistema de acceso, van unidas al carácter
desregulado de la agricultura intensiva y la prevalencia de importantes bolsas de economía
sumergida, que apenas exigen cualificación a los trabajadores que necesitan. Tal
conjunción de factores dificulta el acogimiento a los dos recursos fundamentales de acceso
al mercado de trabajo, favoreciendo la temporalidad y realimentando la economía
sumergida. Y, entre otras consecuencias, podemos apuntar una alta rotación laboral y
residencial así como la pervivencia de una abundante bolsa de personas sin documentación
y con enormes dificultades de integración (Martínez, 2001; Pumares, 2003).
De especial relevancia para el territorio almeriense ha sido la política de control de
la fronteras con el norte de África. Si bien “la gestión de la inmigración irregular ha
constituido y constituye un tema central en los debates sobre inmigración” (Torres, 2011:
247), determinados acontecimientos, como la llegada a la costa almeriense de pateras a lo
largo de varios años, supusieron la omnipresencia en los medios creadores de opinión de
visiones que presentaban la inmigración como problema y amenaza92. Estas percepciones,
presentes en el ámbito estatal, adquieren especial virulencia en el contexto local almeriense
como prueban los contenidos de la prensa local de los últimos años del siglo XX y
principios del XXI. Su relevancia, a los efectos de esta Tesis, viene dada por el hecho que
expresa Olga Cruz: “se asume que el discurso periodístico es parte y reflejo de un orden
social y que, como tal, es susceptible de revelar puntos de vista determinados sobre la
realidad que difunde” (Cruz, 2011: 229).
92
Diferentes aspectos acerca de las representaciones de la inmigración pueden verse en Checa (2008).
202
La legislación española sobre prostitución
Un segundo componente del contexto jurídico-político, en relación con las personas
inmigradas que se dedican al trabajo sexual, tiene que ver con el estatus jurídico que la
legislación española concede a la prostitución. Es habitual en la literatura social,
caracterizar tres marcos jurídicos en los que se sitúa la prostitución: el ‘prohibicionista’, el
abolicionista y el ‘reglamentarista’ (Wijers, 2004). Los tres comparten la condena moral de
la prostitución, que es contemplada, respectivamente, como un mal social que debe
erradicarse, como un mal inevitable, o como un mal necesario que conviene controlar
(Wijers, 2004). Recientemente, se puede considerar un marco más: el laboral o de los
derechos. Sin embargo, respecto al debate teórico y político son los modelos abolicionistas
y pro-legalización, quienes monopolizan la disputa (Rubio, 2008: 76). Siguiendo a Wijers
(2004) se pueden caracterizar dichos marcos jurídicos:
o
El modelo prohibicionista: condena totalmente la prostitución, así como las
actividades con ella relacionadas y actúa contra todas las partes implicadas en tal práctica.
El efecto más destacable de su aplicación no ha sido la eliminación de la prostitución, sino
una mayor dependencia da las prostitutas de terceras personas u organizaciones, al no
contar con protección legal alguna.
o
El modelo abolicionista, tradicionalmente arraigado en el feminismo, adopta una
perspectiva victimista de la prostituta, considerando tal actividad fruto de la existencia de
un poder patriarcal, y a la prostituta como objetivo de reinserción. Por consiguiente, los
objetos penales son los proxenetas y los clientes. La consecuencia más relevante, a los
efectos de este trabajo, es la consideración de la prostituta como una persona sin capacidad
de decisión por sí misma, la desconsideración de la posibilidad de la existencia del trabajo
sexual como una actividad libremente elegida —y, por tanto, no susceptible de ser
normalizada laboralmente— y la persecución de facto, de cualquier actor social
relacionado con la prostituta.
o
El modelo ‘reglamentarista’, considera el comercio sexual moralmente reprobable y
socialmente peligroso —para el orden, la salud y la moral—, pero a la vez inevitable. La
prostitución no se considera delito, pero se adoptan medidas reglamentarias en diversos
órdenes, y no se reconocen derechos a las prostitutas. Los efectos más importantes son su
influencia sobre el estigma de las mujeres que trabajan en el sector, la ausencia de
derechos laborales, y la permanente intromisión del estado en diferentes ámbitos de sus
vidas.
203
o
El modelo laboral, de incipiente desarrollo, se sitúa en la perspectiva de las propias
trabajadoras —y trabajadores— del sexo. Sus defensores parten de la reivindicación del
trabajo sexual como una actividad legítima, una actividad laboral normalizada, regulada
por la legislación del trabajo, y la no intromisión de los Estados en la regulación de la
moral sexual. Las ventajas que las propias prostitutas reconocen a este modelo estarían en
su mayor protección frente a la explotación, los abusos y la violencia, y el disfrute de
derechos pasivos, al igual que en otras profesiones.
En cualquier caso, el valor de estos modelos está en su carácter histórico
referencial, aunque a veces resulten difícilmente discernibles, constatándose que sea
habitual que en cada país encontremos aspectos asociables a varios de los citados modelos
(Weijers, 2004), fenómeno al que no es ajena la situación jurídica en el Estado español.
La prostitución está presente en la legislación española en el código penal, y su
tratamiento va unido al del tráfico y la trata. Sea como fuere, interesa poner de manifiesto
que ha habido varios impulsos legisladores en el periodo democrático que han marcado la
consideración legal de diversos aspectos relacionados con la prostitución y las políticas de
intervención en el terreno del trabajo sexual, y que tienen interés para la presente
investigación.
La legislación del franquismo, desde finales de los años 50, se puede considerar
como claramente abolicionista. El tratamiento dado a la prostitución podemos enmarcarlo
en unos pocos hitos legislativos. Así, en el código penal de 1973 el bien jurídico protegido
quedaba indefinido, no se tenía en cuenta el consentimiento de la mujer y se perseguía al
proxeneta93 —quien reclutara, retuviese contra su voluntad, quien facilitara, o a quien
viviera de la prostitución—. Con la reforma del Código Penal en 1989, el bien jurídico
protegido pasó a ser la libertad sexual de cada cual. El Código Penal de 1995 ponía el
acento en la libertad sexual como bien jurídico protegido, tratando los delitos relativos a la
prostitución como delitos contra la libertad sexual, marcando los límites de la punibilidad
en la ausencia de consentimiento, y situando el objeto penal en todos los actores
relacionados con la prostitución cuando ésta se ejerciera contra la voluntad de la persona.
Este aspecto será clave, en la medida en que marca la frontera legal de las políticas
93
El proxeneta es la persona que se beneficia de la relación sexual remunerada, sin embargo su estatus es
contingente, en la medida de que depende de su consideración penal en cada momento. Frecuentemente se le
suele asociar a la figura de chulo tradicional, figura que aún pervive en el imaginario social (Acién y
Majuelos, 2003).
204
abolicionistas de las que no lo son (Mestre, 2004). Con la Ley Orgánica 11/1999, de 30 de
abril, se introdujo una modificación en el art. 188.1 del Código Penal de 1995, al añadir
una nueva modalidad de proxenetismo: ‘la situación de vulnerabilidad de la víctima’
(Poyatos, 2008). Pero fue con la reforma de 2003, cuando el delito de proxenetismo sufrió
una nueva ampliación de mayor calado, al quedar tipificado como delito, aún en el caso del
ejercicio voluntario por parte de la presunta víctima, quedando redactado el artículo 188.1
en su párrafo primero así:
“El que determine, empleando violencia intimidación o engaño, o abusando de una
situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la víctima, a persona
mayor de edad a ejercer la prostitución o a mantenerse en ella, será castigado con
las penas de prisión de dos a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses. En
la misma pena incurrirá el que se lucre explotando la prostitución de otra persona,
aún con el consentimiento de la misma” (Ley Orgánica 11/2003: 35402).
Esta modificación supuso la vuelta a la penalización de la explotación de la
prostitución voluntaria, que se había eliminado en el Código Penal de 1995. Tales cambios,
al margen de sus efectos penales y laborales, en la medida en que suponen un muro
insalvable para el reconocimiento del trabajo sexual como actividad laboral, revelan la
batalla ideológica de fondo y las presiones del movimiento abolicionista por eliminar las
fronteras entre la prostitución voluntariamente elegida y la realizada bajo coacción, nudo
gordiano de sus concepciones sobre la sexualidad, la libertad personal y el trabajo sexual
(Maqueda, 2009; Mestre, 2004; Poyatos, 2008).
Procede reseñar, también, en relación a esta modificación, que la legislación en
materia de prostitución se ha ido desarrollando a la vez que la regulación penal del tráfico
y la trata de seres humanos. No en vano, ya en la reforma de 1999 al código penal de 1995,
en el punto 2 del art. 188 se añadía una nueva modalidad de proxenetismo, esta vez
relacionándolo con el movimiento internacional de personas hacia nuestro país (Poyatos,
2008).
“Será castigado con las mismas penas el que directamente o indirectamente
favorezca la entrada, estancia o salida del territorio nacional de personas, con el
propósito de su explotación sexual, empleando violencia, intimidación o engaño, o
205
abusando de una situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la
víctima” (Ley Orgánica 10/1995: art. 188.2).
Estamos, por tanto, ante una doble tipificación, una doble causa de persecución, en
la medida en que con aquella redacción se establecen:
“Dos momentos diferentes y dos delitos distintos cuando se trata de mujeres
extranjeras: si una mujer es introducida por una red de tráfico con el propósito de
explotación sexual (art. 188.2) es víctima de tráfico (…) Si, una vez en el estado, es
obligada a ejercer la prostitución por esa red o por otra, es víctima de un delito
relativo a la prostitución, y ambos son delitos contra su libertad sexual” (Mestre,
2004: 254).
Esta ‘indiferenciación’ entre tráfico y trata, cuando el objetivo es realizar trabajo
sexual, también ha sido puesta de manifiesto por Maqueda (2009: 148). Por su parte, Acién
y Checa (2011) nos ofrecen un atinado acercamiento a esa confusa identificación, a
propósito de sus reflexiones sobre ‘El plan integral, contra la trata de seres humanos con
fines de explotación sexual (2008-2012)’.
Con la ausencia de frontera entre voluntariedad y no voluntariedad, tanto en el
ejercicio de la prostitución como en el uso de las redes de inmigración, nos encontramos
con un problema de extrema vulnerabilidad de las mujeres extranjeras que se dedican al
trabajo sexual, así como de todo su entorno social, al encontrarse en el punto de mira de
una legislación que no reconoce autonomía a las mujeres en ambas esferas de su itinerario
vital: “actualmente cualquier tipo de red es sancionada y perseguida, extorsione o no,
porque el consentimiento de la persona supuestamente traficada es irrelevante” (Mestre,
2004: 255).
Ciertamente, estos cambios no son ajenos a la influencia con que el abolicionismo
ha ido permeando los medios de opinión y diversas instituciones públicas y privadas. Así,
ya a finales de junio de 2000 la consejera de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid,
Pilar Martínez, afirmaba que “España tiene que revisar su legislación y ser más dura con
las que explotan a las personas humanas” (Serrano, 2000). Esta declaración se producía a
raíz de un encuentro que, patrocinado por la Comunidad de Madrid, reunió a destacadas
figuras internacionales del abolicionismo. En parecida línea, en Junio del año 2002 se
celebraron en Fuenlabrada unas Jornadas sobre Prostitución, organizadas por la Federación
206
Española de Municipios y Provincias (en adelante FEMP). Pues bien, en el documento de
conclusiones reconocen que quedan temas esenciales pendientes de discutir; reconocen la
necesidad de abordar la prostitución desde diferentes enfoques; proponen crear espacios de
sensibilización y debates; etc. A pesar de ello realizan dos propuestas de carácter
legislativo concretas: penalización de los proxenetas y penalización para los
clientes/consumidores (FEMP, 2002). Y el mismo año del cambio en el código penal, unos
meses antes de que saliera publicada en el BOE la nueva reforma, el diario El País
publicaba el 8 de febrero de 2003 un anuncio publicitario a media página con un
‘manifiesto político por la abolición de la prostitución’ en cuya cabecera titular rezaba:
“Regular la PROSTITUCIÓN es legitimar la VIOLENCIA contra las MUJERES”; el
documento, publicado a iniciativa de la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres
por la Abolición de la Prostitución (2003), aparece firmado por diversas entidades y
asociaciones. No abundaré más en estos aspectos que están a la orden del día, mediante
campañas, anuncios publicitarios y declaraciones públicas. Todas ellas revelan una ingente
tarea de construcción ideológica cuya genealogía y desarrollo puede verse en Maqueda
(2009).
En cualquier caso, la condena del proxenetismo, que el artículo 188 del Código
Penal prevé, lleva a diferentes opciones para sortearla de cara al establecimiento de una
posible regulación. Así, para una parte de empresarios, este es un punto crucial dado que
pretenden eludir la existencia de una posible relación laboral, pero también es un serio
obstáculo para las propias mujeres en su pretensión de que se le reconozcan derechos
laborales. Así, podemos encontrar diferentes situaciones y formas de afrontar esa cuestión.
En primer lugar, que la trabajadora lo haga de forma autónoma; es la vía que
exploró Poyatos al inscribirse en el registro de actividades como tal (Poyatos, 2009). Esta
opción ya tenía cierto sustento jurídico en la sentencia de la Sala de lo Social de la
Audiencia Nacional de 23 de diciembre de 2003, “en la que se reconoce la plena licitud, en
estos momentos, de la prostitución ejercida por cuenta propia” (Gala, 2008). Si bien “con
respecto a la prostitución no forzada (...) cabe destacar que los tribunales laborales se han
pronunciado al respecto en pocas ocasiones y lo han hecho de una forma un tanto tímida”
(Gala, 2008), existiendo diferencias doctrinales entre unas y otras.
Mientras diversas formas de trabajo sexual no estén reguladas legalmente, el
ejercicio en sí mismo de lo que comúnmente se suele designar por prostitución está exento
de sanción penal y asimismo la compra de servicios sexuales, salvo en el espacio público
en numerosas ciudades como más adelante veremos.
207
La segunda opción, vinculada a la anterior, consiste en agruparse mediante la
constitución de cooperativas de trabajo asociado (Francino, 2014) y de la cual hay muy
recientes experiencias (Rivas y Mumbrú, 2014).
La tercera estrategia para evitar la sanción penal consiste en sortear la relación
laboral entre el empresario y la trabajadora mediante el sistema de plaza, que presupone a
la trabajadora como autónoma —esté de alta o no en la Seguridad Social— y
convirtiéndola a su vez en ‘cliente’ del hotel en el que utiliza el salón o la cafetería anexa
como espacio de captación de clientes. Esta opción consiste en que la trabajadora ‘alquila’
una habitación en un hotel durante un periodo de tiempo determinado pudiendo hacer un
uso libre de ella, de tal manera que puede utilizarla para la prestación de servicios sexuales
bajo su hipotética y exclusiva responsabilidad. Los clientes serían captados en la cafetería,
restaurante o salones del hotel; estos serían de libre acceso al público y en ellos clientes y
trabajadoras pueden concertar sus ofertas y demandas. De tal manera que el dueño del
hotel no recibe compensación alguna por el servicio realizado, procediendo sus beneficios
exclusivamente del negocio residencial, mediante el alquiler de habitaciones a las
mujeres94. Similar estrategia de simulación utilizan algunas casas de citas en la ciudad de
Lugo (López, 2010).
La cuarta opción consiste en vincular la relación entre el dueño del local y la
trabajadora exclusivamente a través del ‘alterne’. En este caso la trabajadora acude al local
abierto al público y establece un acuerdo con el dueño por el cual recibe una cantidad por
las consumiciones que realiza. Esta consumición se realiza mediante invitación por el
cliente y, de ella, la trabajadora percibe un porcentaje del valor total del precio de la copa,
una vez detraída una cantidad que el empresario percibe como costo del producto. Si bien
hubo unos años en los que en Almería proliferaron los locales de alterne, hoy apenas
quedan cuatro que claramente puedan catalogarse como tales. El elemento diferenciador
que los caracterizaría consiste en la ausencia de habitaciones privadas para la realización
de los servicios; en cambio sí que poseen reservados95, más o menos ocultos que, dotados
94
En el trabajo de campo hemos podido detectar cómo los empresarios manejan esta estrategia para sortear
una relación que los colocaría como objeto de una posible sanción por proxenetismo. Volveremos a ello más
adelante.
95
Me referiré a un ‘reservado’ como aquel espacio destinado al alterne que permite hacerlo en condiciones
de privacidad. Aunque a veces se utiliza este término para denominar también a las habitaciones privadas, en
lo sucesivo emplearé la expresión ‘privado’ para aludir —en su contexto– a las estancias privadas destinadas
a la prestación de servicios sexuales de carácter íntimo.
208
habitualmente de sofás, permiten una interacción en mayor intimidad, pudiendo a veces
sustituir las propias habitaciones y convertirse en espacios donde establecer contactos
sexuales completos. Asimismo, determinados servicios pueden realizarse fuera del local,
en hoteles o domicilios privados, convirtiéndose el local en el lugar de encuentro y
contacto donde negociar —habitualmente con la mediación del encargado o personal
responsable del negocio— los servicios que se prestarán fuera del establecimiento: hotel,
domicilio particular, etc. No obstante, es corriente que el sistema de plazas y el de alterne
coexistan, sobre todo en clubes de carretera, hoteles o grandes complejos dedicados al
comercio sexual.
En cualquier caso:
“El alterne es admitido como lícito por los tribunales laborales, pudiendo ser
considerado como un trabajo por cuenta ajena sometido a un contrato de trabajo y
regido por el Estatuto de los Trabajadores, o bien como un trabajo por cuenta
propia regulado por el reciente Estatuto del Trabajo Autónomo” (Gala, 2008).
Por otro lado, la Asociación Nacional de Locales de Alterne (en adelante ANELA)
defiende que tal relación laboral no existe en ningún caso y que tanto el alterne como
cualquier otro trabajo sexual son ejercidos de forma independiente por las mujeres;
consecuentemente, su estatus legal debería constituirse a través del reconocimiento como
trabajadoras autónomas (ANELA, 2008). Los empresarios de esta asociación argumentan
que de formalizar contratos — aunque sea para la actividad de alterne— estarían en peligro
de ser acusados de proxenetismo, dado que casi la totalidad de las trabajadoras que realizan
esa actividad también prestan servicios sexuales asociados a la prostitución. De hecho,
antes de la reforma del Código penal en 2003, diferentes asociaciones de empresarios se
atrevieron a solicitar trabajadoras a través del Cupo anual al INEM (Agencia EFE, 2002;
Navarrete, 2002) lo que despertó el recelo y, sobre todo, el escándalo de buena parte de la
sociedad almeriense (Navarrete, 2002; Torregrosa, 2002) y en algunos medios de creación
de opinión de ámbito estatal (Cerdán, 2002).
El cliente en la legislación española.
No obstante lo apuntado anteriormente, se viene produciendo un impulso normativo
por parte de las corporaciones municipales especialmente intenso en los últimos años. Se
trata de la persecución del ejercicio del trabajo sexual en los espacios públicos. Si
209
Barcelona fue la pionera aprobando su normativa a finales del 2005, han sido numerosas
las ciudades que han acometido la tarea de expulsar de sus calles no ya el ejercicio de la
prostitución sino simplemente la presencia de trabajadoras en los diferentes espacios
públicos urbanos. Y ha sido en este contexto en el que el cliente se convierte en centro de
señalamiento legal y sujeto de actividades punibles.
En la actualidad, buena parte de las grandes ciudades tienen algún tipo de
normativa; siguiendo la estela de la corporación de Barcelona, numerosas ciudades de todo
el Estado ya han promulgado sus respectivas ordenanzas o han modificado las existentes
para incorporar el trabajo sexual. Es el caso de Sevilla, Bilbao, Valencia, Granada,
Alicante, Málaga, etc. En Madrid está en trámite desde el año pasado, sin embargo, desde
abril de 2004 el Ayuntamiento ya puso en marcha su ‘Plan contra la esclavitud sexual’ que
pretendía acabar con la prostitución en las calles de la ciudad. En Almería, el
Ayuntamiento tiene aparcada la suya desde el 2008, precisamente por no existir consenso
entre los diferentes grupos del consistorio sobre la cuestión (González, 2012; Uroz, 2011).
Lo cual no quiere decir que no exista hostigamiento por parte de la Policía, la Local
especialmente, como se ha puesto de relieve durante el trabajo de campo.
La mayoría de estas reglamentaciones forman parte de ordenanzas que abordan
diferentes aspectos de la vida social y regulan múltiples actividades, comerciales o no,
dentro de los ámbitos de competencia municipal. Así, la mendicidad, los aparcacoches, los
músicos callejeros, el botellón, los mercadillos, etc. suelen convivir con mayor o menor
diferenciación con el trabajo sexual en esas normativas. Carolina Villacampa y Nuria
Torres expresan claramente el carácter de estas ordenanzas:
“Ha sido fundamentalmente a través de las ordenanzas cívicas u ordenanzas de
convivencia cívica como, en aras a una supuesta preservación del espacio público
como ámbito de convivencia y civismo, con el objeto de evitar las conductas que
puedan perturbar la convivencia, evitar la visión de trabajadores sexuales a los
menores o para evitar el entorpecimiento del tráfico vial, se prohíbe tanto el
ofrecimiento, cuanto la solicitud, la negociación y la aceptación de servicios
sexuales en la vía pública, lo mismo que la práctica de relaciones sexuales en el
espacio público” (Villacampa y Torres, 2013: 4).
Estas normativas castigan tanto a las trabajadoras —con alguna excepción como
veremos— como a los clientes, y en algunos casos a los intermediarios.
210
En realidad, las ordenanzas municipales han tenido el claro objetivo de impedir la
visibilización del trabajo y de las propias trabajadoras y, sobre todo, “el barrido de los
trabajadores sexuales de las calles y vías públicas” (Villacampa y Torres, 2013: 36);
frecuentemente a requerimiento de diferentes sectores sociales, para quienes la presencia
de las trabajadoras suponía una molestia (20minutos.es, 2013) o un inconveniente para sus
intereses comerciales o inmobiliarios.
En nuestras ciudades no debe resultarnos extraña la existencia de conflictos a causa
de la competencia por el espacio público, lo que sí amerita es que, salvo casos esporádicos,
las corporaciones municipales no reconozcan a las trabajadoras sexuales capacidad de
agencia; haciendo de ellas el único actor en la disputa al que las administraciones
municipales nieguen audiencia y capacidad de negociación alguna cuando se trata de un
claro conflicto de intereses entre partes (España, 2011).
La aplicación de estas ordenanzas, independientemente del rigor con que se
ejecuten, son usadas más como medio de contención de protestas, ante insatisfacciones
ciudadanas diversas, que como mecanismo de resolución de conflictos, dado que una parte
no es reconocida y los efectos reales lejos de solventarse se trasladan o se agravan; en ese
sentido, su carácter electoralista parece claro, como denuncia la Asamblea de Mujeres de
Granada, en su ponencia a las Jornadas Feministas Estatales de Granada (Asamblea de
Mujeres de Granada et al, 2009).
En lo que se refiere a la prostitución, el contenido de estas normas adolece de una
escasa vinculación entre los bienes que declara preservar, y los objetivos concretos que
dice perseguir, con los medios empleados en ello. A esta débil fundamentación, hay que
unir una patente circularidad en los razonamientos esgrimidos. En otro sentido, estos
preceptos suelen presentar unas considerables dosis de discrecionalidad administrativa y
arbitrariedad policial (RTVE, 2014), “traspasando las fronteras del Derecho administrativo
sancionador municipal” (Villacampa y Torres, 2013: 37).
Si bien, el conjunto de Ordenanzas en vigor muestra un aire de familia común:
reproducen con mayor o menor literalidad el articulado de la Ordenanza Municipal de
Barcelona, incluyen la prostitución como una actividad nociva que hay que erradicar del
ámbito urbano y comparten las características explicadas más arriba; conviene destacar, no
obstante, algunos rasgos diferenciales en dos de ellas. Se trata de las ordenanzas de Sevilla
y la más reciente de Valencia. Ambas constituyen normas que se refieren específicamente
a ‘luchar contra la prostitución y la trata con fines de explotación sexual en la ciudad de
211
Sevilla’, en el primer caso, y ‘sobre el ejercicio de la prostitución en la vía pública’ en el
caso de la valenciana. Ambas tienen en común, a diferencia de las demás, que no penalizan
a la trabajadora.
El caso de la normativa hispalense merece una particular atención por el tipo de
fundamentación que soporta su articulado. En ella el bien a preservar es “el espacio
público como un lugar de convivencia, civismo e igualdad, evitando actividades de
explotación sexual que difunden una imagen del ser humano, muy especialmente de la
mujer, como mero objeto sexual y perturban la convivencia social” (Ordenanza, 2011: 19).
Tal bien parte de la idea de que:
“La mujer en situación de prostitución ha de tener la consideración de víctima, ya
que la prostitución es una forma extrema de violencia de género. Es en este
contexto donde hay que considerar como beneficiarios de la explotación sexual
tanto al proxeneta como al cliente” (Ordenanza, 2011: 20).
Como vemos, ambos párrafos sintetizan en unas pocas líneas los elementos básicos
de la doctrina del feminismo abolicionista. Pero esta norma va más allá, arrogándose la
persecución de los clientes en la vía pública, en franco paralelismo y natural complemento
al trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado que “centran su lucha contra los
explotadores sexuales en los establecimientos cerrados” (Ordenanza, 2011: 20). Las
conductas objeto de prohibición serían aquellas que consisten en “solicitar, negociar, o
aceptar, directa o indirectamente, servicios sexuales retribuidos” en diferentes espacios
públicos o privados. Asimismo son objeto de persecución las conductas ‘favorecedoras’ —
acercar a los clientes a donde están las ‘mujeres en situación de prostitución’— o que
‘promuevan’ —cualquier medio de contacto entre clientes y trabajadoras, es decir la
publicidad—. Por último, se les reconoce a los ‘agentes de la autoridad’ y al “personal
municipal autorizado’ la facultad para “investigar, inspeccionar, reconocer y denunciar
todo tipo de actos tipificados como infracción en la presente Ordenanza” (Ordenanza,
2011: 23). Como vemos se trata de todo un programa prohibicionista que, dotado de una
discrecionalidad palmaria, concede a los agentes municipales sevillanos —y no sólo a la
Policía Municipal— instrumentos que fácilmente pueden derivar en hostigamiento (RTVE,
2014). Obviamente, en coherencia con el ideario abolicionista importado de Suecia, la
trabajadora quedaría exenta de sanción y los objetos de persecución serían el cliente y los
múltiples mediadores.
212
La normativa Valenciana está más próxima en su articulado al conjunto de
ordenamientos genéricos, no contiene una elaboración ideológica tan perfilada como la
sevillana, si bien coincide con ella en la no penalización de las mujeres.
El resto de las ordenanzas consultadas copian el argumentario de la norma
barcelonesa, sancionando tanto a la mujer como al cliente en su obsesiva pretensión de
erradicar la presencia de la trabajadora sexual del espacio público y, por ende, degradar su
estatus de ciudadanía y de agente social reconocible.
En definitiva, nos encontramos en una ola prohibicionista respecto del trabajo
sexual visible en las calles, junto con un complejo y, en cierto modo, ambiguo tratamiento,
cuando se trata de locales cerrados. Los efectos de este conjunto disperso de normas en
medio de la alegalidad jurídica, la ambigüedad doctrinal y la arbitrariedad administrativa,
enfrentan a los diferentes actores implicados en una posición difícil de sostener,
especialmente a las mujeres, dejándolos la intemperie del hostigamiento de caprichosas
decisiones políticas y de discriminatorias intervenciones policiales. De hecho, en el caso de
las Ordenanzas de Lleida “el único efecto claramente detectado con la aplicación de la
ordenanza, pues, ha sido el represor” (Villacampa y Torres, 2013: 37). Y respecto a su
efectividad estas autoras son claras:
“Los resultados arrojados por la investigación muestran que la aplicación de
políticas prohibicionistas, aunque sean en una versión suave como la que se adopta
en nuestro país, constituyen fundamentalmente un agente que precariza todavía más
las condiciones de desempeño de la actividad de trabajadores sexuales y que, por
tanto, los victimiza, lejos de abolir, como supuestamente se pretende, el ejercicio de
dicha actividad” (Villacampa y Torres, 2013: 35).
En los momentos de redacción de esta Tesis, el gobierno central tiene ya propuesta
para una nueva ‘Ley de seguridad ciudadana’ que abordaría el tratamiento del trabajo
sexual y la presencia de las mujeres en las calles en forma similar a las ordenanzas cívicas.
En ella está previsto multar a trabajadoras y clientes en términos parecidos a las
normativas municipales, si bien a las numerosas críticas ya recibidas desde diferentes
sectores sociales se une la resolución de la Comisión de Igualdad del Parlamento Europeo,
que recomienda no multar a las trabajadoras (Resolución del Parlamento Europeo, 2014)
en línea con el ‘modelo nórdico’ de penalización del cliente.
213
214
2.2
PANORAMA DEL TRABAJO SEXUAL EN LA PROVINCIA DE ALMERÍA
El trabajo sexual, en los segmentos que son objeto de esta Tesis, florece en Almería
al calor del desarrollo de la agricultura intensiva, pero sobre todo en los años de despegue
económico incentivado por la construcción y el sector inmobiliario. Ello, conjugado con
una inmigración autónoma femenina, establece las bases para la proliferación de locales de
alterne, especialmente en El Poniente de la provincia. Así, a principios del presente siglo
llegó a constituirse una asociación de empresarios que reunían 40 locales de ese tipo en la
provincia de Almería (Crónica, 2002). Pero junto con esos locales estándar, en las zonas de
agricultura invernada, se fue produciendo una concentración de inmigrados africanos que,
como hemos visto en epígrafes anteriores, configuraron diversos enclaves de población,
notablemente masculinizada, que ni eran bien recibida en los bares y otros locales de ocio
de la zona, ni tenía capacidad económica para acceder a los clubes y bares de alterne de los
nacionales. De esta manera se fue desarrollando una red de establecimientos de economía
étnica entre los que se encontraban casas particulares, casas-bar y bares que surten a los
inmigrados, africanos especialmente, de espacios de ocio y diversión, en cuya oferta
incluyen también servicios afectivo-sexuales. Esto no quiere decir que personas inmigradas
no acudan a clubes o pisos de contactos; de hecho lo hacen cuando se trata de personas con
recursos suficientes. Lo que distingue a un grupo de establecimientos de los otros es el
hecho de que en los locales africanos se da un tipo de sociabilidad más intensa y
representan prácticamente los únicos espacios de ocio y recreo habituales para los
inmigrados con menores recursos; por otro lado, la clientela no presenta prevención alguna
sobre su estancia en estos locales mostrando ausencia de discreción al respecto96.
Por otro lado, con la irrupción de la crisis, los niveles de consumo descendieron y la
afluencia de clientes a los clubes se redujo considerablemente. Sin embargo, los precios de
los servicios se mantuvieron por lo general casi constantes. Ello produjo que las mujeres
fueran dejando de trabajar en estos locales, muchos de los cuales cerraron, aunque se ha
podido observar un relativo movimiento de cierres y re-aperturas de establecimientos con
nombres o gestores diferentes. La cuestión es que los clubes que han resistido la crisis han
perdido clientela y han reducido considerablemente el número de mujeres que ofrecen sus
servicios en ellos. Todo lo cual ha provocado la creación de un flujo de trabajadoras desde
96
Una descripción más detallada de estos locales y del tipo de sociabilidad que en ellos se desarrolla puede
verse en Majuelos (2011 y 2012).
215
los clubes hacia los pisos de contactos, ofreciendo una gama de servicios que incluyen
desde los estándar hasta los más económicos. De esta forma, la función selectiva de la
clientela que el precio representaba se ha deteriorado apreciablemente, llegando algunas
casas y pisos de contactos a especializarse en inmigrantes de pocos recursos y personas
mayores, con servicios que pueden costar sólo 10 €. Pero este flujo no es único, pues
algunas mujeres expresaron su intención de marcharse a otros países europeos. Además,
durante el trabajo de campo, he podido comprobar cómo mujeres que se empleaban por su
cuenta, en sus domicilios o en clubes estándar de poca categoría, se desplazaron hacia
locales africanos, en el Poniente de Almería, coadyuvando, junto con otros factores, a un
apreciable cambio en la conformación de esta red de establecimientos de economía étnica
donde se ofrecen servicios afectivo-sexuales (Majuelos, 2014). Por supuesto, la crisis ha
incorporado al sector del sexo a mujeres que nunca habían trabajado en él, tanto
inmigradas como nacionales.
Abordo a continuación un panorama sincrónico del trabajo sexual en la provincia
de Almería, desde el punto de vista de su consideración como un sector económico más;
considerando los espacios y establecimientos donde se realiza, describiendo los contenidos
con los que se comercia, identificando los agentes que participan y mostrando las
condiciones en las que desempeñan sus tareas. Asimismo, abordaré las relaciones sociables
y los vínculos sociales que se articulan mediante el trabajo sexual.
2.2.1 El trabajo y los espacios donde se ejerce
A continuación se presentan algunas características de estos espacios donde las
trabajadoras sexuales realizan su labor. La clasificación atiende fundamentalmente a sus
diferencias en la organización del trabajo y a las condiciones en que se desarrolla.
Asimismo, se pondrán de manifiesto las características diferenciales de cada tipo, en
atención a otros rasgos que se han ido percibiendo como relevantes durante la
investigación. También se analizarán someramente sus ubicaciones tanto respecto a la
trama urbana como en el conjunto de la geografía provincial. Como ya adelanté en el
capítulo ‘Recursos metodológicos’ he clasificado los espacios en cuatro grupos: espacios
públicos abiertos; viviendas particulares y pisos de contactos; casas de citas y casas-bar; y
clubes, bares de alterne y bares africanos. El número de ellos se refiere al conjunto de los
que he visitado con mayor o menor frecuencia. En algún caso esas cifras abarcan el
conjunto de todos los existentes, como ocurre con los espacios abiertos o los clubes
216
normalizados; o se aproxima bastante al total, si se trata de los bares africanos en las
comarcas de El Poniente o Níjar; en los otros dos grupos es muy difícil realizar un
recuento exhaustivo, por tratarse de espacios privados. No obstante, este inconveniente no
afecta a los resultados de la presente investigación, dado que las muestras obtenidas son
suficientemente representativas del conjunto de negocios adscritos a sendas categoría; y
también de acuerdo con el carácter cualitativo que ha guiado el trabajo de campo para esta
Tesis.
El trabajo sexual en la calle
Lo que de forma común, y a veces despreciativamente, se conoce como
prostitución callejera, ha sido detectada en Almería ciudad y su entorno en cuatro lugares
concretos del espacio público. Consideraré en este grupo aquella forma de comercio sexual
que no posee ningún lugar o espacio cerrado donde se desarrolle cualquiera de las fases o
aspectos que lo componen. Así, el contacto, la negociación y la ejecución del servicio cara
a cara, se realizan en la calle, en arcenes o parques, salvo quizá la prestación, que puede
realizarse en un coche o en cualquier otro lugar próximo, pero nunca en el domicilio de la
mujer o en un local de acceso público. Esta distinción tiene el sentido de diferenciarlo de
aquellos casos donde las chicas trabajan habitualmente en su propio domicilio o en un bar
pero pueden bajar a las calles cercanas del entorno a captar clientela. En cualquier caso,
estamos hablando de una forma de trabajo sexual que podemos considerar residual, habida
cuenta de lo minoritario de su número en relación con el conjunto capitalino.
En Almería, durante el trabajo de campo, se han detectado cuatro puntos.
o
La zona del Ingenio. Se trata de un área mixta de grupos de bloques residenciales
cerrados al exterior por una valla, unas cuantas casas unifamiliares y naves comerciales,
sin apenas tránsito peatonal fuera de las horas comerciales.
o
La carretera de Sierra Alhamilla. Se sitúa contigua a la anterior; es una calle que
corre paralela a la vía del tren, y que se encuentra delimitada, por un lado, por una tapia
que la separa de aquella, desconectándola del resto de la ciudad; en el otro lateral, se
encuentra un área industrial-comercial inhóspita y degradada. Fuera de las horas
comerciales, una gasolinera es la única señal de actividad humana que se percibe, junto
con el tránsito de vehículos que circulan por la zona.
o
La recta de Pescadería. Está ubicada en la salida de la ciudad por el Oeste; se trata
de una zona acotada por naves comerciales en un lateral —donde las chicas se sitúan en el
217
sentido de salida de la ciudad— y por una valla que la separa de las instalaciones
portuarias en el otro lado. Este es un lugar tradicional pues desde antes de su ocupación por
mujeres extranjeras, algunas nacionales ya captaban sus clientes en esa zona.
o
La rotonda de Bayyana. Se trata de un tramo de unos 100 metros de la carretera
nacional, que absorbe el tráfico entre Almería y Aguadulce, comprendido entre una
rotonda y un túnel. Frente a la rotonda hay una gasolinera que aporta la única fuente de luz
que ilumina ese área. Las chicas se sitúan en el lado de la circulación hacia Almería, para
llamar la atención de los clientes aprovechando la frenada que impone la rotonda anterior
al tramo de carretera en el que se ubican. Suelen ser mujeres jóvenes, generalmente
rumanas en los últimos tiempos.
Como vemos en el mapa 3 —en trazo negro—, las cuatro zonas son de tránsito, con
escasa presencia de entramado urbano residencial.
Mapa nº 3. Espacios abiertos donde se ejerce trabajo sexual en la ciudad de Almería
F
Fuente: Google maps. Elaboración propia.
En ellas, las chicas permanecen a la intemperie, suelen realizar los servicios en las
proximidades, en el vehículo del cliente, o al resguardo bajo el dintel de alguna puerta, etc.
El número de mujeres es pequeño, no superando la cifra de tres o cuatro en cada uno de las
218
áreas descritas. Suelen ser jóvenes rumanas o africanas salvo en el Ingenio, donde he
encontrado mujeres autóctonas de más edad.
En estos espacios, especialmente cuando están próximos a zonas residenciales, se
reproducen fenómenos de apropiación y uso por parte de las chicas que pueden originar
conflictos, dando lugar a una apreciable presencia policial con claro propósito de
hostigamiento sobre las trabajadoras sexuales. Así ha ocurrido en la carretera de Sierra
Alhamilla o en la zona de El Zapillo y, en menor medida, en el entorno de Oliveros —en
trazo azul en el mapa 3—, donde algunas mujeres que trabajan en sus viviendas salen a las
inmediaciones a captar clientes. Así me lo han transmitido las propias trabajadoras en
numerosas ocasiones y lo he podido comprobar directamente mediante observación.
Esta modalidad en el trabajo representa peores condiciones para las mujeres, tanto
ambientales —viento y frío, especialmente en invierno— y de salubridad —ausencia de
servicios en las proximidades, siendo la ‘toallita’ el producto higiénico por excelencia—,
como de seguridad —poca luz, dependientes de dónde el cliente las lleve y sin nadie a
quien recurrir en caso de necesidad—.
Juana es una trabajadora que durante un tiempo ejerció en la calle, cuando le
pregunté si había sufrido maltrato en el desempeño de su ocupación me contestó:
“Sí, cuando trabajaba en la carretera (...) Te metías en el coche con el primero que
venía y si era bueno salía bien, pero si era de esos que te quieren quitar el dinero o
te quieren pegar... Muchas veces [me ocurrió]” (Juana, trabajadora sexual).
También los clientes expresan inseguridad —ante una posible presencia policial—
o desconfianza, cuando no conocen de antemano a la chica.
Así lo reflejaba un cliente en un foro, refiriéndose a las mujeres que trabajan en la
calle en una de las zonas aludidas más arriba. Como se puede apreciar sus expresiones no
están exentas de prejuicios:
“A las de la rotonda de la gasolinera de la carretera de Aguadulce las puedes catar
despreocupado..., todas las demás..., ‘cuidadín’ (...) Cuando digo ‘cuidadín’ me
refiero a robos, estado de salud de la chica y movidas derivadas de tías que están
relacionadas con el sexo sin goma y la drogadicción” (Extraído del Diario de
campo).
219
Los precios suelen oscilar en los niveles inferiores de las tarifas habituales en otras
modalidades. Así, las condiciones que manifiesta una chica española, con la que simulé
estar buscando sexo, son similares a las que expresaron en el resto de los lugares al aire
libre:
“¿Cuánto cobras? Veinte completo y diez chupar, pero trabajo bien.
¿Con goma o sin goma? ¿chupar o completo? Follar, follo con goma y chupar sin
goma, si quieres, pero vale más.
¿A cuánto cobras eso? A quince.
¿Esto dónde lo hacéis? Lo hacemos aquí [indicándome la zona circundante] pero si
no estás tranquilo, porque te crees que van conmigo los chicos [grupo próximo de
jóvenes], nos vamos más lejos y lo vamos a hacer, para que estés tranquilo, si es
por eso” (Extraído del Diario de campo).
Como es natural, en este tipo de espacios los niveles de sociabilidad intergénero
son escasos, limitándose a la prestación y disfrute del servicio. La desconfianza del cliente
la mantiene con cierta dosis de tensión, consecuencia de los prejuicios que sobre esta
forma de desarrollar la actividad están extendidos. No obstante entre las trabajadoras se
manifiestan múltiples muestras de interacción y colaboración mutua, especialmente en
casos en que perciban peligro para alguna de ellas. Este aspecto detectado en mi trabajo de
campo también lo encontró Corbalán (2012).
Fotografía nº 1. Trabajadora sexual en la zona de El Ingenio
Fuente: Francisco Majuelos.
220
Los pisos de contactos
Esta es una variedad donde las mujeres ejercen por cuenta propia, agrupadas o
individualmente; en viviendas que son a su vez su residencia habitual o, en otros casos, se
trata de pisos alquilados que utilizan ex-profeso como espacio de trabajo, como estrategia
de discreción para alejarse de sus espacios familiares o vitales habituales, o de la presión
del vecindario. Su número es muy difícil de cuantificar dada la movilidad de las mujeres, y
la discreción con la que suelen comportarse. Su existencia se detecta mediante los anuncios
en prensa y en páginas web. También los contactos pueden circular en foros específicos
donde clientes o clientes y trabajadoras comparten impresiones e información. Si bien ya
Solana (2003) reconocía que el número de chicas que trabajaban en ellos era inferior —en
Córdoba– al de las que lo hacían en los clubes, su número ha ido aumentando en Almería
en los últimos años, a consecuencia de la crisis; ésta produjo un acusado descenso de la
clientela en otros tipos de establecimientos, especialmente en clubes y bares de copas.
Están repartidos por toda la ciudad y en diversas poblaciones de la provincia.
En algunos estudios e investigaciones se suelen referir a ellos para indicar que no
son locales de acceso público o semi-público y que el contacto se realiza telefónicamente.
Este es el caso de López (2010: 214 y ss.) que, aún observando las mismas tres
modalidades de espacios —las viviendas particulares, los pisos compartidos y los pisos
organizados con estructura jerárquica, también considerados en el presente capítulo de esta
Tesis—, el citado autor los acoge bajo la denominación global de ‘pisos de contactos’. Ese
mismo criterio —el contacto a través de teléfono publicitado mediante anuncios en
prensa— utiliza Solana (2003), al analizar los pisos y casas de contactos en la provincia de
Córdoba. Igualmente Fernández (2011) acoge a todos esos establecimientos bajo la
categoría de ‘pisos’.
En mi opinión, y de lo que se infiere a través del trabajo de campo realizado en
Almería, es que el rasgo diferenciador principal no está en la forma de contacto y acceso,
ni en el número de mujeres que trabajan en cada piso, o los horarios de funcionamiento,
sino en la ausencia o no de intermediario alguno en el trabajo; en los pisos de contactos
todo el proceso de trabajo es gestionado por la chica —o las chicas en forma más o menos
colaborativa—sin que medie tercera persona alguna, desde la captación hasta el contacto
final con el cliente, pasando por la gestión de la publicidad cuando la hay. Este tipo de
gestión autónoma es lo que los distinguiría de las ‘casas de citas’ con las que a veces
aparecen indiferenciados. En el resto de los atributos, las divisiones no se muestran
221
estancas pudiendo observarse, incluso, situaciones mixtas en lo que se refiere a los horarios
de trabajo, tiempos de estancia, el régimen económico, etc.
El acceso a estos espacios se realiza habitualmente mediante contacto telefónico,
bien porque se conozca de otras ocasiones, bien a través de otros clientes o mediante
anuncios en prensa o en páginas web. Sólo cuando un cliente es reincidente, habitual,
conoce la ubicación de la casa, aún así puede requerir una cita previa por teléfono; y si es
la primera vez, es frecuente que deba hacer más de una llamada: la primera para contactar
e indicarle la zona donde se ubica el piso y en la segunda ya se da la dirección completa.
Este procedimiento suelen usarlo como filtro para evitar ‘curiosos’ o gente molesta.
En los pisos de contactos, las mujeres suelen tener cada una sus propios clientes y
pueden negociar los precios directamente sin intermediarios, facilitándose así la selección
y/o fidelización de los usuarios en función de sus necesidades y/o preferencias; además, en
los pisos se confiere mayor discreción a la relación, especialmente importante para los
clientes que prefieren acudir a un lugar sin indicaciones externas de la actividad que allí se
realiza, libre de señalamientos y de reconocimiento por su entorno vital.
En estos establecimientos, los beneficios son exclusivamente para la trabajadora,
más aún si realiza el trabajo en su mismo domicilio, lo que no la obliga a dedicar parte de
sus ganancias al alquiler de una habitación o apartamento específico para el desempeño de
sus tareas profesionales.
Durante el trabajo de campo, prácticamente todas las mujeres que he conocido
decían poder rechazar clientes si lo estimaban oportuno por cualquier motivo,
desembarazarse de ellos es más fácil en la propia vivienda, cuando se trata de personas que
muestran signos de estar bebidos, de suciedad manifiesta o que esperan servicios o precios
que no interesan a la chica; la comunicación telefónica permite un filtro previo antes del
contacto cara a cara. Si bien el riesgo, cuando se trabaja sola, aumenta una vez el cliente
está dentro del piso. En este sentido, las mujeres actúan con extrema cautela cuando el
cliente es nuevo.
Por otro lado, en esta modalidad, las mujeres pueden decidir horarios de trabajo,
pudiendo seguir con su vida cotidiana en los tiempos en que no realizan servicios.
222
“A mí me sienta bien [trabajar] en la casa, porque en tu casa ya trabajas por tu
cuenta y tienes tu horario, trabajas cuando quieres, cuando te da la gana, por el día;
la noche es muy fea, [en un club] puede que te sientes toda la noche para no pillar
nada ¿sabes? hasta las cinco o las seis [y] puede que hagas una entrada” (Farah,
trabajadora sexual).
En otro sentido, el tiempo entre el contacto telefónico y la llegada del cliente
permite a la mujer cambiarse de atuendo y prepararse para atender las especificidades que
cada cliente, cuando es conocido, le va a solicitar. No es raro que en casos particulares, el
cliente, si es muy habitual y de confianza, llame con antelación suficiente para garantizarse
que la chica estará preparada o que se reserve para una hora determinada.
En cualquier caso, la autogestión —obviamente de marcado carácter femenino— de
su trabajo permite decidir con mayor autonomía sobre los servicios que se prestan, y las
actividades que se realizan en la casa: si hay más o menos prolegómenos, si se toman
copas o no, si se charla o no fuera del tiempo computable del servicio, etc.
Fotografía nº 2. Chicas apostadas en la puerta de un bar africano
Fuente: Francisco Majuelos.
223
Como ya anticipé, he detectado que hay mujeres que realizan la captación
en bares o en las calles próximas a su vivienda. En Almería ciudad he conocido dos zonas,
ya tradicionales, donde las trabajadoras abordan con mayor o menor discreción a sus
potenciales clientes. Se trata de la zona de Artés de Arcos y de algunas esquinas del barrio
de El Zapillo, próximo al paseo marítimo (ver mapa 3).
En ambos emplazamientos las mujeres se apostan en esquinas o deambulan con
tranquilidad por las calles adyacentes ofreciéndose a los hombres que pasan; cuando su
vivienda tiene acceso directo a la calle, suelen mantenerla abierta, quedando ellas a la
vista. Estas estrategias de reclamo y captación las justifican por la crisis y el descenso de la
demanda de servicios.
“Hablas en la calle ‘hola, hola; ¿cómo estás?, ¿quieres?’; y si quiere, vamos y ya
está” (Sonia, trabajadora sexual).
Esta forma de captación, que es minoritaria en la ciudad, se puede detectar con
mayor profusión en zonas de diseminado de El Poniente o en barrios etnificados como el
de ‘Las doscientas viviendas’ en Roquetas, donde las chicas se muestran de pie en los
quicios de las puertas, o merodeando por los caminos adyacentes a las viviendas o
establecimientos donde prestan sus servicios.
La modalidad de trabajo en pisos de contactos también está relacionada con la
pérdida de competitividad de mujeres que van acumulando años y tampoco conservan
energías para trabajar en un club o en una casa de citas.
“Yo ahora con 44 años ¿me voy a sentar en bar de copas con chicas jóvenes?, [entre
risas] yo parezco la madre para las chicas; y no quiero ahora trabajar, a mí no me
gusta este trabajo, no me gusta, no me gusta” (Sonia, trabajadora sexual).
El número de mujeres que trabajan bajo esta modalidad es difícil de cuantificar por
diferentes motivos: ellas mismas o las casas donde trabajan se publicitan en medios
diversos —prensa, páginas web, etc.— y con múltiples referencias —nombres distintos,
teléfonos diferentes o poblaciones varias a la vez—, o por la movilidad de las propias
mujeres —cambio de zona o de piso—.
224
Las casas de citas
Aunque este nombre ofrece reminiscencias de tiempos pasados, lo he tomado de
una chica que así lo denominó para referirse a un establecimiento de ese tipo en el que
trabajó durante un tiempo. Pueden ubicarse en pisos, casas o chalets. En realidad, lo que
me interesa resaltar es la existencia en estos locales de un agente que se ocupa de la
organización general del negocio, corre con los gastos generales y, además, realiza labores
de mediación, a cambio de beneficiarse de una parte de lo que la chica recauda de los
servicios. Entre las funciones de la dueña-encargada están la de suministrar el material
necesario para el desarrollo del trabajo, proveer la ropa de cama y dotar de productos de
higiene; también se ocupa de la publicidad, atender en primera instancia los clientes,
contestar el teléfono, etc. Así se refería una chica a la titular de una casa de citas:
“Tienen que pensar mucho, eso cuesta mucho trabajo ¿sabes? (...) Organizar la
casa, buscar chicas, poner anuncios, contestar los teléfonos, eso es muchísimo más
trabajo, más difícil; más difícil que venir a una casa que ya está alquilada, ahí entra
alguien, abres las piernas, follas, coges el dinero y te vas” (Pasha, trabajadora
sexual).
Las encargadas suelen ser mujeres que ejercieron anteriormente y que con el
tiempo decidieron dejarlo pero manteniéndose en el sector, como forma de ganarse la vida
en un ámbito que conocen bien. Para referirse a ellas se suelen utilizar términos como
encargada, jefa, mami —en las casa-bar africanas—, etc.; son las proxenetas a las que se
refiere De Paula (2002) y que en la actualidad aún serían objeto de persecución penal por
aprovecharse de los beneficios de la prostitución ajena. Incluso cuando el dueño o titular
del establecimiento es un hombre, suele elegir a una mujer para regentar el negocio y
desempeñar las funciones de encargada.
Este tipo de establecimientos ya no funcionan, en general, como aquél que fue
magníficamente retratado —para la España de la posguerra— en la película La Colmena97,
y que se corresponde con los burdeles clásicos. En la actualidad, los niveles de sociabilidad
en ellos son muy variados siendo habitual que no existan zonas comunes donde realizar
servicios complementarios, como tomar una copa o consumir tiempo y conversación de
forma colectiva.
97
Ágata Films (Productora), Dibildos, J. L. (Guión) y Camus, M. (Director) (1982).
225
“El piso [refiriéndose a una casa de citas] es mejor porque no tienes que hablar
mucho con el cliente, no tienes que hablar” (Ania, trabajadora sexual).
De hecho, la gestión del tiempo es bastante estricta por parte de la dueña o
encargada, no dejando margen a la trabajadora para negociar aspecto alguno de su
desempeño, a excepción de algún servicio especial, pero siempre dentro del tiempo
previamente contratado por el cliente.
“Él llega, el cliente elige entre cuatro o cinco chicas, te elige a tí; luego tu ya vas
entrando en la conversación con él cuando estás en la habitación, si tienes tiempo
[enfatizando], porque si pagas media hora no tienes tiempo, es llegar, paga y tira”
(Jovita, trabajadora sexual).
El régimen económico habitual en estos establecimientos suele venir dado mediante
un porcentaje. Los ingresos para la persona titular suelen consistir en el 50% de lo que la
trabajadora obtiene por los servicios prestados a sus clientes. Aunque con la crisis se dé la
circunstancia de que haya casas que pueden ofrecer mejores condiciones a las chicas con el
fin de fidelizarlas. En algunas ocasiones el negocio puede funcionar mediante el sistema de
‘plaza’98, pero en Almería es excepcional en este tipo de negocios; lo más frecuente es que
rija el sistema de porcentaje.
Respecto al horario laboral he encontrado situaciones heterogéneas, donde una
parte de las chicas trabajan a tiempo completo —residiendo en la misma casa, sea por el
sistema de plaza o de porcentaje— y otras con horario pactado, bien por preferencias
laborales, bien por necesidades familiares —atención a hijos, por ejemplo—; en alguna
casa he observado un régimen de turnos —mañana-tarde y tarde-noche—.
Parte de estos locales también poseen una función residencial, tanto para las chicas
como para el resto de los empleados —si las dimensiones del local lo permiten—
especialmente los que se organizan bajo el sistema de ‘plaza’.
98
El sistema ‘de plaza’ se refiere al régimen económico que rige las relaciones entre los dueños del
establecimiento y las trabajadoras. Consiste en pagar una cantidad fija al día en concepto de manutención y
residencia, quedándose la chica con el total de lo cobrado por los servicios prestados.
226
La opinión de las mujeres respecto a su situación suele ser ambivalente dado que a
las ventajas de seguridad y clientela más seleccionada, suelen contraponer el inconveniente
de una jornada más prolongada —hay casas que exigen disponibilidad las 24 horas— y,
sobre todo, lo excesivo de la comisión que se lleva el titular del establecimiento. Algunas
trabajadoras han expresado su disconformidad con el ambiente cerrado de estos
establecimientos y el agobiante control por parte de las encargadas.
Respecto del acceso, el sistema es generalmente similar al de los pisos de contactos,
aunque en algunas ocasiones las viviendas pueden tener algún discreto indicador para su
localización por los clientes. En estos locales el contacto se realiza primordialmente a
través de la dueña-encargada, que es quien atiende el teléfono. En determinadas casas de
citas, además de la publicidad propia del establecimiento, las chicas pueden anunciarse
simultáneamente de manera individual también. Por ello, no es extraño ver toda una
parafernalia de teléfonos móviles en las zonas comunes donde permanecen las chicas en
los tiempos de asueto o de espera.
La atención al cliente suele realizarse por la encargada o alguna chica de su
confianza que la sustituye en su ausencia. Ella recibe al usuario, a veces presenta al resto
de mujeres y le acompaña durante el ‘pase’, otras veces ellas mismas se presentan:
“En una habitación está el hombre, después las chicas pasan, una a una, yo voy y
me presento: ‘hola soy Ania’; salgo yo y entra la otra, entra la otra...” (Ania,
trabajadora sexual).
Una vez realizada la elección, el cliente pasa con ella a la habitación donde se
presta el servicio.
Para los hombres, al igual que en los pisos de contactos, estos establecimientos les
garantizan mayor discreción99, cierta garantía de selección de las chicas y posibilidad de
elección. Por otro lado, la movilidad de las mujeres facilita la circulación y renovación de
la oferta, con la consiguiente variedad a lo largo del tiempo, que permite la fidelización del
cliente a la casa.
99
Como veremos más detalladamente una divisa con la que estos locales se publicitan es la ‘discreción’.
227
Para algunos hombres, especialmente los que buscan sólo sexo y no les apetece
alternar, estos establecimientos junto con los pisos de contactos gozan de su preferencia.
“Prefiero ir a las casas porque no es lo mismo llegar a las casas que llegar a un club,
a la barra, te sientas, tómate algo, que vengan las chicas, paseando allí delante, toda
la gente te ve; a mí eso, a mí no me gusta, por eso prefiero ir a las casas. Porque
llegas, entras con la chica que has quedado, entras al cuarto, haces tu servicio, pum
pum, pagas, ‘hasta luego’, te vas, y andando. Lo veo más..., lo otro es demasiado”
(Quintín, cliente habitual).
Fotografía nº 3. Habitación en una casa de citas
Fuente: Francisco Majuelos.
En cualquier caso, procede subrayar el carácter femenino de la gerencia y
organización de estos negocios; este aspecto, que también ha sido puesto de manifiesto por
López (2010) y por De Paula (2002), se compadece mal con la pretensión criminalizadora
que sobre los clientes y proxenetas —por hombres— se propone por el abolicionismo
instalado en el entramado asociativo e institucional en nuestro país.
Especial relevancia cobra esta observación si tenemos en cuenta que una parte de la
clientela de estos locales suele estar fidelizada, constituyendo el conjunto de lo que se
suele denominar como ‘amigos de la casa’ o ‘clientes de la casa’, por las particulares
relaciones de confianza, asiduidad o familiaridad que han establecido con las trabajadoras
o la encargada.
228
Los clubes100
Representan los espacios de acceso público más típicos donde se pueden obtener
servicios sexuales. Se trata de una diversidad de establecimientos que ofrecen tomar una
copa, charlar, ver algún espectáculo erótico o adquirir servicios sexuales en la más estricta
intimidad.
Al no existir una regulación específica para este tipo de locales, su situación
administrativa está condicionada al tipo de negocio al que se asimilen específicamente
cada uno de ellos: bar con música, discoteca, cafetería, etc. Aquellos que funcionan con
sistema de ‘plaza’ requieren, además, declarar de forma separada el negocio residencial:
pensión, hostal, hotel, etc. Otros pueden añadir diferenciadamente el negocio de
restauración.
Responden, por lo general, a una organización más compleja que las casas de citas
y, desde luego, que los pisos de contactos; requieren de diferentes personas con funciones
concretas: seguridad, transporte de las chicas, suministradores varios, camareros,
cocineros, gestión de la publicidad, etc. Aunque, en función de su tamaño, los hay desde
aquellos en los que un camarero puede hacer las veces también de encargado y asumir la
seguridad y el transporte de las chicas, hasta aquellos donde se necesitan personas
específicas que atiendan cada una de las tareas.
También encontramos diferentes modelos de funcionamiento; así, por ejemplo,
pueden consistir en clubes de alterne, donde el espacio principal es una sala con mostrador,
y tal vez una barra americana, y donde no existen habitaciones privadas, acaso pequeños
espacios reservados en lugares específicos de la sala o fuera de ella, aislados por cortinas o
diferenciados por diferente luminosidad o decoración, etc.
Estos espacios suelen disponer de sofá y mesita y su función consiste recrear un
espacio de intimidad y aislamiento —físico o ambiental—respecto del resto del conjunto.
La estancia en ellos va asociada a la invitación a la chica por parte del cliente y el tiempo
de permanencia es limitado y estandarizado, pudiendo estar controlado por la propia
100
Me referiré en lo sucesivo con este nombre, salvo indicación expresa o que el contexto lo deje claro, tanto
a clubes —o bares— de alterne, como a clubes —u hoteles— en régimen de plaza —real o simulada—, y
también a clubes convencionales —con porcentaje—, de manera indistinta; asimismo esta categoría incluirá
lo que vengo denominando bares africanos.
229
trabajadora, por la camarera o desde el control de la videovigilancia del local, si lo hay. En
otros casos, una luz, cuyo encendido se controla desde la barra, indica que el tiempo
expiró.
Fotografía nº 4. Reservado en la sala principal de un club
Fuente: Francisco Majuelos.
A veces veces nos hallamos ante locales más complejos, que combinan espacios de
alterne con servicios de restauración y residenciales, como suele ocurrir en clubes u hoteles
de plaza101. En este caso, la chica paga una cantidad diaria en concepto de ‘plaza’, que le
da derecho al uso tanto residencial como laboral de la habitación; de esta forma, los
ingresos obtenidos por los servicios prestados suelen estar libres de comisión; también
obtendrá ingresos por las invitaciones a copas que reciba de los clientes, al porcentaje
establecido.
En el trabajo de campo he podido detectar cómo la crisis y los problemas para
fidelizar las chicas han difuminado el ‘sistema de plaza’, de tal manera que me he
encontrado con diferentes situaciones; algún club que funciona con el sistema de plaza
típico; en otros la plaza se paga sólo si la chica ha trabajado —incluso haciendo uso
residencial de la habitación—, detrayéndosele el importe del primer o dos primeros
servicios; en otros casos el sistema de plaza sólo implica una pequeña cantidad en
101
Una descripción detallada de esta modalidad en su forma ‘tipica’ nos la ofrece Solana (2003: 49 y ss.) en
el caso de un club de plaza de Córdoba.
230
concepto de manutención si la chica pernocta en el establecimiento, funcionando, por lo
demás, en régimen de porcentaje.
“Melek me explica que vive allí ‘con otra chica rumana’ y que el precio de la plaza
es de 65 €, mientras trabaje, ‘si no trabajo no pago, y al día siguiente borrón y
cuenta nueva” (Extraído del Diario de campo).
En Almería no existen grandes complejos como los que pueden encontrarse en
otras ciudades donde existe una pléyade de negocios satélites que se alimentan de las
propias trabajadoras y clientes del local.
Cuando el establecimiento no funciona bajo el régimen de plaza, lo habitual es que
la organización se quede con un porcentaje del precio de cada servicio —típicamente entre
un 20 y un 30%— y un 50% del precio de la consumición a la que el cliente invita a la
chica. Los servicios, como en el resto de establecimientos, están tasados por tiempo. En
cualquier caso, el precio lleva incluido el ‘kit’, un lote que puede incluir sábanas, toalla y
preservativo, desechables. Y se entregan en el momento de realizar el pago del servicio
que se va a realizar, en un punto discreto de la barra, o en un lugar específico de la sala
destinado a ello.
En ocasiones, encontramos locales de diferente tamaño con algunas habitaciones
privadas que permiten el alterne y otros servicios cara a cara que requieren mayor
intimidad; algunos conservan aún claros signos en su decoración y estilo de lo que fueron:
antiguas güisquerías o ‘night club’. Además, solemos localizar en ellos toda una serie de
complementos de importancia para el desarrollo de la actividad. Se trata de máquinas
musicales, de juegos, futbolín o billar, de chucherías, etc.
“Sí, a veces sí, a veces sí; porque ves uno que juega ahí [en la máquina] y tu te
acercas para mirar o... ¿no? y ya sacas conversación y tal; y ya, a lo mejor ya, te lo
follas y te lo llevas” (Eugenia, trabajadora sexual).
Estos artefactos y mobiliario forman parte del ambiente y del negocio; favorecen el
consumo de tiempo y sirven de entretenimiento a clientes y trabajadoras, a la vez que de
excusa para fomentar la interacción.
231
Fotografía nº 5. Sala principal en un club
Fuente: Youtube (MyGuillermo1965, 2011). Elaboración propia.
De manera habitual, este conjunto de negocios ofertan una multiplicidad de
servicios erótico sexuales, de ocio y de consumo de mayor diversidad. Poseen una clientela
más dispar y sus formas de gestión son más variadas, según se trate de clubes, bares de
copas, hoteles de plaza..., etc.
También pueden ofrecer espectáculos de barra americana, donde una bailarina
despliega un baile erótico-sensual que acaba en un striptease.
Suelen tener portero y algún sistema de seguridad con mayor o menor complejidad.
Estas medidas de seguridad pueden extenderse —especialmente en los clubes grandes— a
las habitaciones privadas donde un timbre sirve de alarma para alertar a los miembros de
seguridad en el caso de que la trabajadora perciba algún tipo de peligro.
Respecto de la gerencia, encontramos diferencias con las casas de citas y pisos de
contactos. Así, del conjunto de clubes estándar existentes en la provincia de Almería,
podemos decir que la titularidad o la dirección suelen estar mayoritariamente en manos de
hombres; lo cual no es óbice para haber localizado algunos establecimientos que tenían a
una mujer por titular.
En cualquier caso, se trata de establecimientos legalmente regulados, abiertos al
público, con indicación exterior claramente identificadora de los servicios que allí se
ofrecen —luminosos— y con aparato publicitario más o menos agresivo.
232
En cuanto a su volatilidad, no conviene despreciarla; aunque es difícil decidir
cuánto de ello responde a su propia dinámica empresarial y cuánto depende de la crisis, lo
cierto es que durante el trabajo de campo he podido verificar numerosos cambios de
titularidad —y de nombre—, nuevas aperturas de establecimientos que permanecían
cerrados y cierres de otros que estaban en funcionamiento cuando inicié la investigación.
La categoría y calidad de las instalaciones suelen exhibir una variada gama en
cuanto a limpieza, higiene, atractivo, complementos, etc. Todo ello, a pesar de una tangible
homogeneidad en los precios de las bebidas y de los servicios sexuales habituales. Los
horarios de funcionamiento también son variados; aquellos que prolongan su apertura más
horas pueden establecer turnos, generalmente flexibles, a las chicas.
Su ubicación es, igualmente, variada. Así, podemos encontrar pequeños locales en
el entramado urbano de los centros de las poblaciones.
Fotografía nº 6. Club en la ciudad de Almería
Fuente: Francisco Majuelos.
En otras ocasiones los localizamos cercanos o dentro de algún polígono industrial,
aprovechando, de esta manera, su proximidad a alguna población, la numerosa
concurrencia de potenciales clientes, así como sus habituales buenas comunicaciones. Es
frecuente, entonces, que utilicen las estructuras propias de las construcciones de ese tipo de
complejos, lo cual no les detrae funcionalidad ni menoscaba su decoración interior ni el
atractivo externo.
233
Fotografía nº 7. Club en el polígono de Sta. Mª del Águila
Fuente: Google maps. Elaboración propia.
Asimismo, a lo largo de la red de tránsito, o en entroques de comunicaciones,
encontramos los típicos clubes de carretera.
Fotografía nº 8. Club de carretera
Fuente: Francisco Majuelos.
Generalmente, el aspecto exterior ya nos muestra indicaciones aproximadas del
nivel general del establecimiento. No obstante, y en cualquier caso, su ubicación no
predetermina necesariamente ni las características del negocio, ni la calidad de las
instalaciones o el nivel de sus prestaciones, su salubridad, etc.
234
Diferente
percepción
obtenemos
de
las
versiones
africanas
de
estos
establecimientos a los que venimos haciendo referencia a lo largo de esta investigación.
Podemos encontrarlos mayormente en zonas de diseminado de El Poniente y —en mucha
menor medida— del Campo de Níjar.
Fotografía nº 9. Autoconstrucción en un bar africano
Fuente: Google maps. Elaboración propia.
Las configuraciones que presentan son muy variadas, pero albergan espacios,
elementos y organización funcionalmente similares a los de los locales homólogos
estándar.
Sus instalaciones son apreciablemente más precarias, aprovechando en ocasiones
construcciones inicialmente destinadas a uso residencial, pudiendo a veces anexarle
estancias mediante autoconstrucción (Acién, 2010; Majuelos 2012).
Respecto a las condiciones de higiene, se muestran, en general, bastante más
deficientes; asimismo, tanto la calidad de las bebidas como sus precios son sensiblemente
inferiores a los de los locales normalizados que hemos presentado en este epígrafe.
Las fotografías 9 y 10 exhiben, respectivamente, una sala común y una habitación
privada, habituales de estos establecimientos.
235
Fotografía nº 10. Interior de un bar africano
Fuente: Francisco Majuelos.
Podemos observar en la siguiente foto el sistema de división de espacios usual.
Fotografía nº 11. Habitación privada en un bar africano
Fuente. Francisco Majuelos.
236
El mapa 4 muestra las zonas de ubicación del conjunto de clubes en el territorio
almeriense. Las cifras que los acompañan se refieren al número de ellos que he visitado
durante el trabajo de campo. Tanto en el caso de los establecimientos estándar como en el
de sus análogos africanos, tales números han reflejado exhaustivamente la totalidad de los
existentes en los espacios indicados durante los respectivos periodos de trabajo de campo
intensivo.
Mapa nº 4. Zonas de ubicación de clubes en la provincia de Almería
Fuente: Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. Elaboración propia.
237
2.2.2 El trabajo y cómo se ejerce. Las condiciones laborales de estas mujeres
Como se estableció en el capítulo 1.2, la consideración de la labor que realizan las
trabajadoras sexuales como trabajo tiene un fundamento de carácter teórico y también
pragmático. Esta caracterización de las tareas que desarrollan tales mujeres se ha puesto de
manifiesto de manera taxativa durante el trabajo de campo realizado para esta Tesis. Las
chicas se refieren continuamente al desempeño de sus quehaceres con expresiones como ‘ir
al trabajo’, ‘este trabajo’, ‘trabajo’, ‘no hay trabajo’ o ’ mañana no trabajo’, etc. En otro
sentido, la idea de que ellas cobran por un servicio que prestan al cliente mediante el
empleo de sus atributos físicos, sus habilidades psicológicas y sus recursos sociables está
presente tanto en sus comportamientos observables, como en las conversaciones
mantenidas con ellas. En similares términos se refieren a su actividad el resto de agentes.
Finalmente, esta dedicación aparece en sus relatos como una manera rutinaria de ganarse la
vida, una estrategia para alcanzar objetivos económicos precisos en diferentes momentos
de su continuo vital. De tal manera que la consideración laboral del trabajo sexual está
suficientemente justificada empíricamente. Solana y López (2012) abundan en similar
fundamentación al respecto.
Por otro lado, el trabajo sexual no posee regulación laboral alguna. En
consecuencia, las condiciones en que se desarrolla tienen que ver con el espacio y tipo de
establecimiento donde se realiza, así como los usos y costumbres instaurados en el sector
en la provincia de Almería; cualquier acuerdo se adopta de forma verbal y bajo el supuesto
de confianza entre las partes. Aunque todo lo relacionado con esa actividad puede ser a la
vez complejo, cambiante y dinámico, podemos reconocer cuatro elementos constituyentes
en el proceso de trabajo, aun aceptando que las fronteras pueden a menudo mostrarse
difusas y/o volátiles.
La captación o contacto
Consiste en la forma en que se produce el primer encuentro cara a cara o mediado,
telefónicamente por ejemplo; se trata del primer contacto que el cliente tiene con la
trabajadora o algún intermediario suyo para la gestión de los servicios. Puede darse a
iniciativa de la trabajadora —ofreciéndose en la calle, acercándose en un club, etc.— o del
cliente —dirigiéndose a la chica desde su coche, llamando a un piso de contactos, etc.—.
238
La publicidad forma parte de ese proceso, pero no lo considero una forma de
contacto ya que no hay una relación bidireccional que permita algún tipo de interacción
por sí misma. Cada espacio tiene sus códigos y cada mujer posee sus propios recursos y
estrategias. Así, en la calle, la iniciativa puede partir del cliente, cuando en un vehículo se
dirige a una zona de tránsito rodado donde las mujeres se ubican, el ceremonial suele ser
similar: paras, bajas la ventanilla y la chica se acerca:
“Hola guapo. Hola.
¿Cómo estás? Bien.
Pues nada, aquí estoy que acabo de llegar a la oficina, que me acaban de invitar a
una cervecita, como soy buena... [acaba de bajarse de un coche y lleva una botella
de cerveza en la mano]. Muy bien.
¿Hacemos el amor?” (Interacción entre trabajadora e investigador en la zona de El
Ingenio).
En espacios peatonales, suelen ser ellas quienes toman la iniciativa, aunque no es
norma general:
“¿No sabes?, nosotras buscamos al cliente; hay gente que nos buscan a nosotras,
entonces nosotras buscamos a ellos. Y la policía nos busca a todos” (Farah,
trabajadora sexual).
En los clubes el ritual es iterativo, cada chica prueba cuando la anterior se retira:
“Vienes, te presentas, te acercas al cliente, le preguntas ‘hola ¿cómo te llamas?, no
sé qué...’ un ratito y ya está; [si] te invitan a una copa, bien, [si] no te invitan,
también bien, y ya está, corto” (Ania, trabajadora sexual).
“Pasados unos minutos se me acerca la otra chica (…) El ritual de acercamiento es
el habitual, se ha sentado frente a mí, con nuestras rodillas en contacto (…) La
chica marroquí me ha acariciado, me ha dado algún beso en la mejilla, en el cuello,
incluso se me ha echado sobre mí como abrazándome (…) En un momento dado
me preguntó: ¿me he ganado una copa?, accediendo a invitarla y preparándola ella
misma” (Extraído del Diario de campo).
239
Como ya apunté anteriormente, en las casas de citas el contacto está mediado por la
encargada o dueña del local. Ella recibe al cliente, lo pasa a la estancia destinada a tal fin,
llama a las chicas y las presenta al cliente o ellas mismas lo hacen, etc.
“Hola, hola, me llamo así así’, y me voy; y luego otra chica viene: ’hola hola, me
llamo así’, [y] me voy, y [la chica] se va. Luego viene la dueña y le dice ‘¿qué
chica te gustó? ¿Sabes?, así” (Pasha, trabajadora sexual).
La negociación
Reside en la exposición aproximada o completa de servicios que se ofrecen y sus
precios, o los requerimientos de prestaciones y el costo que se está dispuesto a pagar por
ellas. Entre la captación y la negociación no existe un corte claro, se trata de una forma de
aproximación, de tanteo para hacerse cada actor cierta idea de lo que puede esperar del
otro y desplegar, especialmente la chica, sus diferentes recursos persuasivos, su ‘capital
erótico’102.
En cada tipo de espacio la negociación adquiere formas específicas y requiere la
puesta en juego de estrategias diferentes; así, en un una casa de citas, a esta fase del trabajo
se le dedica menos tiempo que en un club, por ejemplo, aunque requiera su propio ritual.
En un piso de contactos este lapso es menor aún y, como expone López (2010) más formal;
ambos aspectos los he podido comprobar en el trabajo de campo.
En cualquier caso, no se trata de una simple y mecánica exposición de servicios,
precios o virtudes erótico-sexuales de quienes los ofrecen; todo se desarrolla de una forma
aproximativa donde la sensualidad se pone al servicio de la persuasión a fin de proyectar
un catálogo de sensaciones y satisfacciones eróticas diversas que la chica va revelando al
cliente en el transcurso de la interacción.
“La primera chica que se me acercó dijo llamarse Renata, una mujer joven rumana,
de 1.70 de altura, aproximadamente. Tras la presentación inicial, ritual: ¿hola,
102
He tomado este concepto de Catherine Hakim, quien lo define como “una mezcla nebulosa pero
determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen y aptitudes sociales, una amalgama de
atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los
miembros de su sociedad, especialmente los del sexo opuesto” (Hakim 2012: 9).
240
¿cómo te llamas?... etc., ha continuado con cierta insistencia, su actitud ha sido más
bien agresiva: se me acercaba recurrentemente –la música estaba muy alta— y
mientras me hablaba al oído me rozaba con su cuerpo, con su mejilla, con sus
labios, besándome el cuello..., sugiriéndome subir directamente a la habitación”
(Extraído del Diario de campo).
En el alterne, la conquista de una invitación —a una copa, por ejemplo— no agota
la interacción, el despliegue de estímulos continúa para lograr vencer las resistencias del
cliente y conseguir prestarle nuevos servicios. Este momento es de vital importancia
porque cuando no se hace bien, no se explicita con claridad o no se respeta lo pactado,
suele ser fuente de conflictos, a veces graves. Así me lo han revelado en numerosas
ocasiones diferentes agentes, y de esta forma lo expresa Ania, una trabajadora de Europa
del Este:
“¿Y te han obligado a hacer algún servicio que tú no hayas querido? Nunca, esas
cosas mejor hablarlas fuera, antes de entrar, para no tener problemas, mejor así”
(Ania, trabajadora sexual).
No obstante, la negociación no se establece de una vez, sino que se constituye una
componente recurrente durante el proceso de interacción entre la trabajadora y su cliente y
es raro que quede cerrada completamente antes de ‘entrar’; usualmente es necesaria para la
prolongación del servicio, bien a iniciativa del cliente, bien como consecuencia de alguna
estratagema de la chica para alargar el tiempo del servicio, o de ambas cosas combinadas.
De Paula (2002) también apunta este extremo en su investigación.
Como es habitual, cada establecimiento tiene sus normas respecto a sus
prestaciones, mostrándose más o menos rígidos en el cumplimiento de los tiempos, en los
precios, en el servicio mínimo que se ofrece, etc. Con la crisis, es fácil encontrar locales
que permiten cierta discrecionalidad a la chica a la hora de negociar el precio del servicio.
“El precio es lo que tú le veas al cliente, si el cliente es pequeñito de dinero y a ti te
gusta el cliente o lo necesitas, tragas y dices ‘bueno pues tanto por tanto, si no
tienes más’ (...) Si tú ves que le puedes pedir más, le pides más” (Juana, trabajadora
sexual).
241
Las mujeres mismas, dependiendo del momento, pueden decidir: si fue un día de
poco trabajo, a última hora se puede regatear más el precio, pues es preferible llevarse
poco dinero a casa que irse de vacío. Algún testimonio interesante referido a esta misma
circunstancia nos aporta Tapia (2010).
A veces estas prestaciones no exigen una negociación explícita, porque forman
parte de la ‘cultura’ o normas del lugar. Así, por ejemplo, durante el trabajo de campo
nunca negocié el tiempo de conversación con ninguna chica, pues se suponía que una
invitación lleva aparejado un tiempo de charla e interacción cuya duración dependerá del
desarrollo del encuentro, y las habilidades de la chica para recabar nuevos servicios, o de la
firmeza del cliente para prolongar el encuentro sin romper la interacción; incluso en
diversas ocasiones me pasé charlando largo tiempo con una mujer sin que mediara
invitación alguna; se trataba de momentos o días de poca afluencia de clientes, entonces las
chicas no están sometidas a la presión de las normas establecidas y pueden manejar los
tiempos con mayor libertad, a su conveniencia y gusto. Por ello, el interés y la capacidad
de empatía entre trabajadora y cliente facilita la prolongación de los tiempos de
interacción, siempre que no perturbe demasiado los intereses de cada una de las partes.
En cualquier caso, una vez realizado el contacto, el desenlace de la negociación es
imprevisible, porque depende de múltiples factores, algunos de ellos contingentes y
momentáneos, como se infiere de los testimonios obtenidos en el trabajo de campo. Este
carácter imprevisible de la negociación es revelado también por Cortés (2009).
La prestación del servicio
Estriba en la ejecución de los requerimientos acordados. Que pueden ser de
diferente índole como veremos, con más detalle, más adelante. Su contenido puede ser
estrictamente sexual o no; con diferente intensidad de contacto físico y con más o menos
presencia de componentes emocionales y afectivos.
Como hemos visto anteriormente, la prestación del servicio se puede realizar en
distintos espacios. Bien en la calle —en el coche— o bien en las habitaciones privadas
destinadas a ello en cada establecimiento.
Es corriente que algunas mujeres accedan a realizar el servicio en hoteles o en los
domicilios de los clientes. Ahora bien, sobre estas prestaciones no hay un criterio único por
parte de las chicas, dándose una casuística muy amplia.
242
Las hay que no lo aceptan nunca o casi nunca; otras acceden a ello a requerimiento
del cliente; están las que lo exponen como parte de sus ofertas de servicios; a menudo lo
hacen selectivamente, dependiendo de la confianza que le inspira cada cliente en
particular. Este es el caso de algunas mujeres que se desplazan a la vivienda de ‘amigos’
con los que mantienen una relación especial; a ellos se refiere también López (2010). En
los bares de alterne típicos, la ausencia de habitaciones privadas, obliga a la salida fuera
del establecimiento para la prestación de servicios íntimos.
Fotografía nº 12. Suite privada en un club
Fuente: Francisco Majuelos.
En cualquier caso, es frecuente que las mujeres consideren esta modalidad de
prestar servicios como arriesgada.
“Yo lo que le temía también, a pesar de todo, era a salir a la calle con nadie, porque
siempre he tenido miedo a eso. No, que le tengo miedo; nunca he salido a la calle a
verme con ningún hombre porque me da miedo” (Sacramento, trabajadora sexual).
Durante el trabajo de campo algunas mujeres me han narrado malas experiencias al
respecto. Se trata, en esas ocasiones, de conductas violentas generalmente vinculadas a la
ingesta de alcohol o al consumo de drogas por parte del cliente; o a su pretensión de recibir
prestaciones que no habían sido convenidas previamente. De nuevo, López (2010)
confirma también diferentes reservas por parte de las chicas para realizar salidas.
243
La gestión del trabajo
Me refiero con ello al control de todo lo relacionado con la prestación de los
servicios: qué hacer, cuánto hacer, a qué precios, en qué lugares, bajo qué condiciones, etc.
Así, una mujer que trabaja en su propio domicilio posee un control absoluto de su
desempeño. No ocurre lo mismo en una casa de citas o en un club, donde los precios de los
servicios, o el tiempo dedicado en ellos depende de las condiciones que impone la dueña,
la ‘mami’ o la encargada del establecimiento, aunque a veces las chicas puedan tener un
cierto margen de negociación que la crisis ha tendido a normalizar. De tal manera que, en
un club o en una casa de citas, la trabajadora ha de cumplir, con más o menos rigor, un
horario de estancia establecido, unos procedimientos y determinadas normas respecto al
local y a los clientes; incluso qué servicios se realizan, pueden estar bajo cierto control o
presión de la dirección del negocio, de acuerdo con el principio de ‘satisfacción del
cliente’, por ejemplo.
“Cuando estaba en el club X sí me obligaban, porque a las 7 menos cuarto, cuando
nos íbamos todas, a las 7 se cerraba la sala, y a esa hora es cuando venía un cliente
con muchos billetes que siempre elegía tres mujeres. Elegía sólo una y esa una tenía
que elegir dos más” (Juana, trabajadora sexual).
En esta línea nos revela Briseida G. Olvera cómo los responsables de los ‘table
dance’ de Guadalajara (México), eligen las tareas que debe realizar cada chica que trabaja
en esos establecimientos. Así, en ese tipo de locales, que ella analiza, “para poder subir al
escenario los gerentes quieren que las mujeres sean delgadas y de preferencia con el
cuerpo bien formado, las que no cumplen con ese requisito se dedican a las otras
actividades” (Olvera, 2006: 330).
En base a estos aspectos, podemos discernir qué diferencias se constituyen entre
unas y otras modalidades de ejercer el trabajo, en los distintos tipos de locales,
caracterizándolos por la confluencia de esos rasgos; reiterando de nuevo el carácter
indicativo y no exhaustivo que presentan y entre los que no suelen detectarse fronteras
rígidas. Estimo de interés elaborar asignación de indicadores porque tal ejercicio pone de
manifiesto el aspecto comercial del sector del sexo así como el carácter laboral de la
actividad y las relaciones que despliegan en su desempeño.
244
En el siguiente cuadro resumimos los cuatro componentes del trabajo en función
del tipo de espacio o establecimiento considerado.
Cuadro nº 5. Organización del trabajo sexual por tipo de espacios en los que se desarrolla
Captación
del cliente
Negociación
del servicio
Prestación
del servicio
Gestión
del proceso
Calle
Calle
Calle
Autónoma
Piso de Contactos
Telefónica
Telefónica/ Piso
Piso particular
Autónoma
Casa de Citas
Telefónica
Casa
Casa
Dependiente
Club
Club
Club
Dependiente
Calle
Club
Fuente: Elaboración propia.
En los casos en que hay una tercera persona o entidad que media entre la
trabajadora y sus clientes, los pactos siempre son verbales y sujetos a las ‘costumbres’ del
establecimiento o de la zona donde esté ubicado; ello supone un continuo tira y afloja
respecto de diferentes aspectos implicados en el quehacer de las chicas; una continua renegociación de determinadas condiciones y, en última instancia, la libertad del empresario
o de la trabajadora de dar por finalizada la relación establecida.
Entre los aspectos organizativos, remarcados más profusamente por las trabajadoras
respecto a sus condiciones de trabajo, están los relacionados con normas o con
características vinculadas a cada establecimiento. Un aspecto puede ser el control de los
tiempos de cada servicio.
“Pues que no se tarde en la habitación, que no se tarde en las copas de los clientes”
(Ginebra, trabajadora sexual).
Así, por ejemplo, los horarios prolongados suelen ser causa de insatisfacciones,
siendo en ocasiones determinantes en la elección del establecimiento dónde trabajar. Así lo
expresaba una chica, en referencia al trabajo en una casa de citas:
“¿Ahí qué horarios hay de trabajo? Las 24 horas.
¿Entonces tenéis que estar allí casi permanentemente? Sí.
¿Y os vais turnando o algo así...? No [con énfasis].
245
¿Entonces si alguien llega y pide estar con Ania? Pues te despiertan y ya [risas], sí”
(Ania, trabajadora sexual).
O esta otra mujer, refiriéndose a los clubes:
“A veces, hay jefes que son conscientes y que solamente tú le echas sus ocho horas.
Pero hay gente que son inconscientes, que hay que estar ahí hasta que haya gente. Y
encuentro que no debe de ser así, porque debe ser un horario fijo, un horario para
entrar, debe haber un horario fijo para salir” (Sacramento, trabajadora sexual).
De igual manera, se refieren al rigor en el control del trabajo; en esta ocasión
respecto de una casa de citas donde trabaja la chica:
“Aquí me siento como en la cárcel ¿sabes? encerrada; y por eso muchas veces me
dan nervios, no me dejan salir. Allí [en el club] hay muchas chicas, música, hablas
con una, hablas con otra, tomando copas tranquilamente ¿sabes? Y aquí todo
cerrado, todo controlado, todo...” (Pasha, trabajadora sexual).
También señalan determinadas restricciones derivadas del temor de los dueños de
los clubes a que las mujeres utilicen el local como medio de captación de clientes para
realizar los servicios fuera de ellos; de tal manera que se ejerce cierto control sobre
determinados comportamientos de las chicas:
“¿Ayer por qué no querías que te vieran llegar, que yo te llevara? ¿Dónde?
Al club. Porque no quiero que vean que tomo los clientes de ahí” (Andrea,
trabajadora sexual. Extraído del Diario de campo).
En este mismo sentido los dueños o encargados procuran controlar la utilización del
teléfono móvil. La generalización en el uso de este artefacto ha sido, tal vez, una de las
mayores fuentes de autonomía en el trabajo para las chicas, ya que supone un medio fácil y
discreto para el contacto independiente con los clientes.
“Les tengo prohibido, por ejemplo, que cojan el teléfono, aunque puede ser
inevitable, porque si se suben arriba, yo no estoy con ellas. Evidentemente si le dan
246
el teléfono y queda con él [cliente] fuera, ese negocio lo hacen ellas, tú no”
(Reinaldo, dueño de un club).
En cada establecimiento hay un sistema de control de los servicios; en los clubes se
realiza usualmente mediante anotación en un cuaderno por la camarera u otro agente
encargado de ello; las invitaciones se contabilizan también mediante la entrega de fichas o
vales que serán presentadas al encargado al final de la jornada, ya que la liquidación es
diaria.
“La camarera le sirve una copita típica de cóctel y le coloca al lado un cartoncito
oscuro: me explica que se trata de una ficha: ‘luego cuando llega la hora de cobrar
sabemos cuántas copas hemos tomado” (Extraído del Diario de campo).
Sin embargo, algunas mujeres han expresado cómo determinados encargados han
intentado engañarlas al ajustar las cuentas, aprovechándose de su cansancio o de cierto
estado de embriaguez al final de la jornada. Así lo expresa una chica refiriéndose a un
incidente en un club donde trabajó:
“Porque las chicas antes beben mucho, porque las invitan a alcohol y entonces dice
[refiriéndose a los dueños, cuando las chicas le reclaman] ‘tú no puedes decir esa
cosa porque estás borracha’ [pero] yo [puedo] estar borracha pero no estoy
gilipollas ni loca; ese es mi trabajo y yo lo sé, tengo un papel, tengo mis tickets, sé
todo” (Olga, trabajadora sexual).
Respecto del atuendo, las chicas suelen expresar la ausencia de presiones para
portar determinado tipo de indumentaria; no obstante parece obvio que, dadas las
características del trabajo y la imagen visual de sí mismas que tratan de transmitir, tiendan
a adoptar prendas y calzado llamativos, que dejen al descubierto buena parte de su cuerpo,
remarcando sus atributos físicos para mostrar su corporeidad con la que atraer a su
clientela. Este aspecto del proceder de las chicas coincide con las apreciaciones que nos
ofrece Juliano (2002).
Así, los pantalones muy ceñidos, las faldas muy cortas y ajustadas, o las blusas y
suéteres muy escotados o de malla escasamente tupida, forman parte del atrezo habitual.
De tal forma que el vestuario se emplea como un instrumental erótico más. La existencia
247
de vendedores ambulantes, que visitan periódicamente los establecimientos, facilitan la
adquisición de este tipo de vestimenta, así como de calzado, abalorios o perfumes.
“La chica vestía un mono negro de una pieza, imitando piel, muy ajustado, que
cerraba una cremallera en el centro de la parte delantera, no llevaba sujetador; con
esta cremallera ha jugado, bajándola, y subiéndola, insinuando más o menos sus
senos” (Extraído del Diario de campo).
Fotografía nº 13. Trabajadora sexual en un club
Fuente: Francisco Majuelos.
También los zapatos, vistosos y llamativos, con pronunciados tacones, forman parte
de la indumentaria habitual. En alguna ocasión, y en relación a años atrás, alguna chica me
ha referido que le imponían ciertos criterios a la hora de vestir.
“Faldita corta, hay vestidos especiales para eso, que vienen gente y te lo venden ahí
[en el club] o tú vas a la tienda y te lo pides” (Eugenia, trabajadora sexual).
248
Aunque no es frecuente, en algún club he podido observar a camareras sin cubrir el
torso, dejando sus pechos descubiertos mientras sirven bebidas detrás del mostrador.
Resulta llamativo el hecho de que el desempeño de las chicas está sujeto
exclusivamente a acuerdos verbales y contingentes; las condiciones de trabajo en el
establecimiento, con los dueños, con las encargadas, etc., la regulación de los pormenores
de los servicios y las condiciones en que se ofrecen a los clientes se realiza de palabra y sin
mayores negociaciones. Desde luego, no existen derechos laborales, activos ni pasivos,
dado el carácter alegal de la actividad y la administración sólo se relaciona con ellas
cuando les piden la documentación en la calle o en los clubes. Nuevamente la
identificación como trabajo de esta actividad queda desvelada, en particular en su carácter
informal, en los términos que los plantean Martínez (2004) y Narotzky (2004).
Un tema recurrente en los estudios sobre trabajo sexual consiste en exponer el
régimen de sanciones ante el quebrantamiento de las normas (Fernández, 2004). En mi
trabajo de campo, cuando he abordado este asunto, los distintos agentes han aludido a
reiterados incumplimientos que han impedido el normal desarrollo del trabajo o la
imposibilidad de convivencia dentro del establecimiento —discusiones o peleas con
clientes o entre las propias chicas—. En estos casos la solución ha consistido en el
abandono temporal o indefinido del establecimiento por parte de la trabajadora. Este
aspecto es apuntado por López (2010) para el caso de las casas de citas y pisos de
contactos en la ciudad de Lugo. No obstante, he de señalar que tanto los incumplimientos
como las decisiones resolutivas pueden partir tanto de la trabajadora como de la persona
responsable del establecimiento, tal y como he podido descubrir en este trabajo de campo.
La higiene
Una fuente recurrente de insatisfacciones entre las chicas, en relación a su trabajo,
tiene que ver con la higiene con la que los clientes acuden a los establecimientos. Es claro
que cuanto mayor contacto físico e intimidad requiere un servicio, más importancia
adquiere este factor.
“Si te digo que me han pasado montones de cosas...; entre los españoles hay unos
que se cuidan mucho, que vienen muy..., me refiero a limpieza, a su higiene, que
vienen de puta madre, como decimos; que te encanta hasta el perfume que llevan y
249
todo. Y vienen algunos que se te revuelve el estómago (...) Que hay tíos que no se
cuidan sus partes, que en el momento que... te sale una peste... y tienen ahí una cosa
que parece que no se ha lavado en meses. Yo me quedo...” (Eugenia, trabajadora
sexual).
Así, éste aspecto suele utilizarse como un criterio para aceptar o rechazar
determinados servicios.
“Tengo que ver una persona, para decidir; si es muy fea para mí, y huele mal, y está
sin duchar o algo” (Pasha, trabajadora sexual).
Y aún más, el estado de limpieza puede constituirse en una manera frecuente de
calificar a los clientes: ‘guarros’, ‘sucios’, ‘limpios’, ‘que huelen’, etc. como he podido
escuchar de forma recurrente.
En este sentido, el ‘lavado” del cliente forma parte de las rutinas habituales en la
prestación de servicios por las mujeres. Al respecto, Cortés (2009) nos brinda diversos
relatos acerca de la higiene de los hombres por parte de las trabajadoras; y De Paula (2002)
muestra cómo algunas mujeres lo utilizaban como forma de excitar a los clientes para que
el servicio se prolongara durante menos tiempo.
“Subimos, primero, los lavamos, con mi toalla; a mí me gusta lavar los hombres,
me gusta que los hombres se laven, porque muchos hombres.... Me gusta lavarlos
yo (...) Si vamos a estar un tiempo largo, sí los duchamos” (Imán, trabajadora
sexual).
De hecho, en la propia gestión de los clubes, ya se consideran estos aspectos y
exhiben la pulcritud de las chicas como una ventaja respecto de otro tipo de locales o
modalidades de ejercer el trabajo, particularmente en contraposición al trabajo que se
realiza en la calle.
“En los clubes [las mujeres] están limpias, saneadas porque tienen sus aseos, sus
jabones, sus toallas bien puestas, sus duchas, están aseadas” (Felipe, encargado de
un club).
250
Para determinados servicios, cuando suponen un tiempo de permanencia largo con
la chica, hay habitaciones dotadas de ducha, bañera o yacusi.
“La habitación pequeña tenía sólo el bidé, la habitación de media hora sí tenía
ducha, el bidé y todo lo necesario; y la de una hora, pues ya tenía el yacusi”
(Eugenia, trabajadora sexual).
Pero esta consideración de la limpieza suele ser recíproca y las propias chicas
consideran que la pulcritud en ellas debe formar parte de las prestaciones de sus servicios.
“Cuando termino me limpio con jabón que compro del DIA” (Amal, trabajadora
sexual).
Las propias trabajadoras muestran desconsideración con aquellas que no guardan
determinados niveles de higiene.
“Trabajaban dos (...) A una de ellas el cliente la sacó de la habitación porque decía
que olía mal, que apestaba, a sudor, a…¡qué vergüenza de verdad!” (Eugenia,
trabajadora sexual)
Durante la realización del trabajo de campo he visitado establecimientos muy
diversos. A pesar de las diferencias apreciables entre distintos locales, nunca he tenido la
sensación de especial falta de higiene en ninguno de ellos en los aspectos básicos al menos;
si bien he de reconocer que en clubes de menor categoría, especialmente los orientados a
clientela de inmigrados, las sábanas no se cambian de un servicio a otro; siendo las chicas
las que se encargan de llevarlas, lavarlas en sus propios domicilios y reemplazarlas cada
día que van a trabajar.
Respecto de los aseos comunes, está generalizada la poca atención que se les presta
y el deteriorado estado del escaso equipamiento que poseen, si exceptuamos los negocios
de mayor nivel y precios; sin embargo, en este aspecto, no se aprecian llamativas
diferencias con el estado general de los servicios en otros negocios de ocio y restauración,
como los bares de la ciudad, por ejemplo.
En cuanto a las mujeres, nunca percibí ausencia de higiene en ninguna de las
numerosas trabajadoras con las que interaccioné. Sólo en una ocasión sentí cierta repulsión
251
por una de ellas, por su forma de besarme el cuello, dado el descuidado aspecto de su
dentadura.
Tal vez la crisis y la subsiguiente política de ahorro en gastos, común en estos
tiempos en diferentes sectores económicos, permitan interpretar el deterioro generalizado
que se aprecia en diversos establecimientos que en otros tiempos lucían mejores
infraestructuras y equipamientos.
La salud
A pesar de que los datos disponibles revelan que no son las mujeres los agentes
principales en el contagio de enfermedades de transmisión sexual, la creencia extendida al
respecto es que hay que tener cuidado con ellas. En realidad, salvo alguna rara excepción,
las mujeres son muy conscientes del riesgo que corren y se muestran constantes en sus
pautas preventivas. No obstante, ello no supone que, en ocasiones, no hagan cálculos poco
exigentes con la valoración del riesgo, ni que acepten cierto margen si eso les va a permitir
prestar algún servicio que consideran rentable; sobre todo en momentos de crisis como los
que estamos viviendo. En otro sentido, los bulos que entre ellas mismas hacen circular,
sobre sus compañeras de trabajo de otras nacionalidades, hay que tomarlos con precaución
y no considerarlos más allá del contexto en el que se producen de competencia y de
autoafirmación.
“Porque las hijas de puta follan sin goma con la gente; mira las rumanas; muchas
marroquinas follan sin goma” (Eufemia, encargada de una casa de citas).
“Ahí [en ese club] trabajan dominicanas, latinoamericanas; y esas chicas casi todas
trabajan sin goma y por eso yo no podía [competir con ellas]” (Nadia, trabajadora
sexual)
En realidad, en diferentes ocasiones, los ofrecimiento y las estrategias competitivas
que ponen en marcha numerosas chicas tienen que ver con argucias para llevarse a los
clientes y no tanto porque se trate de usos habituales en el ejercicio de sus tareas. Aspecto
este que también apunta López (2010).
Cuando mejor se puede percibir el grado de exigencias propia respecto a sus niveles
de protección es en las conversaciones con las chicas respecto a los límites que ponen a los
252
servicios que prestan y sobre los trucos que utilizan para sortear determinados
requerimientos de los clientes.
Rara vez una trabajadora me ha ofertado un servicio que incluyera una penetración
sin protección. En cambio sí han sido frecuentes las chicas que me han ofrecido, o han
reconocido ofrecer, un ‘francés’ natural —es decir, sin goma—. Durante mi trabajo de
campo he escuchado reiteradamente de las propias trabajadoras que determinados
prestaciones tenían un sobreprecio si se realizaba sin condón. Si bien parece claro que uno
de los motivos para trabajar sin protección sea el que se paga más por los servicios, Pisani
(2012) nos revela, de datos obtenidos en investigaciones en Indonesia, que la conciencia
del riesgo —que tengan más que perder— provoca mayores ingresos en las mujeres que se
niegan a trabajar sin profiláctico que en las que lo hacen sin él.
Más generalizado está el testimonio, como problema precisamente, de la presión
que determinados clientes ejercen sobre ellas para realizar servicios sin protección.
“Unos vienen que quieren solo un polvito; otros vienen que quieren hacerlo natural,
sin goma, pero tú te la pones; otros vienen que empiezas a chupar y te dicen ‘¡ay,
no, no, fuera goma!’; otros vienen que quieren hacer el amor sin goma” (Pasha,
trabajadora sexual).
Las escenas que narran conflictos a causa de este tipo de requerimientos desvelan
que la práctica sexual sin protección está lejos de ser un hábito generalizado.
En el ejercicio de mis labores como mediador, siempre las mujeres me han
demandado preservativos y, así como algunas de ellas han despreciado otros productos
profilácticos —como preservativos femeninos o lubricantes—, los condones son
demandados con exigencia. Es habitual que se provean de ellos también en circuitos
comerciales habituales.
No obstante, algunas mujeres me han revelado en sus relatos problemas de salud
relacionados con sus hábitos cotidianos vinculados al desempeño del trabajo; en particular
por sus problemas de cansancio, con el sueño —especialmente cuando trabajan en
clubes—, inadecuada alimentación o por la ausencia de ejercicio físico. Algunos de estos
aspectos han sido confirmados asimismo por Fernández (2004 y 2011).
“Riesgos hay muchos. De hecho este trabajo cansa mucho” (Eugenia, trabajadora
sexual).
253
El tiempo
Como hemos adelantado arriba, el tiempo es un elemento primordial en la gestión
del trabajo y la prestación de los servicios. En realidad es la magnitud que mide el
intercambio, como en cualquier otra actividad remunerada por horas: servicio doméstico,
servicios de taller mecánico, o alquiler de cualquier otro bien de forma temporal.
“Alquilo tiempo, claro, alquilo tiempo; porque el tiempo ahí es oro (...) Si te pagan
media hora y tú no bajas, luego tienes tú que pagar más dinero, entonces el tiempo
ahí es oro” (Sacramento, trabajadora sexual).
Esta observación revela el mecanismo de la transacción: cuando una chica entra en
un privado a prestar un servicio lo que hace es realquilar al cliente el tiempo que ella ha
pagado al dueño del club, y que ella misma debe gestionar para su beneficio.
“Esto es trabajo, tú compras mi tiempo pero no compras ni mi alma ni mi corazón,
es mi vida” (Lila, encargada en una casa de citas).
Así, el precio de las prestaciones ‘normales’ está determinado por el tiempo que la
chica permanece con el cliente en las habitaciones privadas. Puede haber servicios que
impliquen un coste añadido, pero frecuentemente éste se determina en unidades de tiempo.
“Si te pasas te tocan, [te dicen] ‘oye, que se ha acabado el tiempo ¿quieres más?’ Y
entonces o pagas más o si no, hay que salir” (Bernabé, encargado).
Igualmente ocurre con las invitaciones que se realizan a las chicas, que están
tasadas en tiempo de compañía e interacción.
“Las chicas hablan con un cliente ‘mínimo 10 minutos, 20 minutos’. Si el cliente no
la invita, que en diez minutos o veinte minutos el cliente no quiere nada, la chica se
quita tan normal, y va otra, y va otra, y va otra, hasta que ya llega una que sí o a lo
mejor el cliente no quiere nada con ninguna” (Ximena, empresaria).
Si bien, en el caso de consumiciones en sala, la chica puede tener más flexibilidad
dependiendo de los criterios de la dirección del establecimiento.
254
“Imán me ha explicado que el problema no era el dinero, sino que le controlan los
tiempos y le puede generar problemas; es decir, que si está conmigo mucho tiempo
y ven que no consumo o no consume ella, entonces le llaman la atención” (Extraído
del Diario de campo).
El acentuado descenso de la clientela en clubes y bares a causa de la crisis ha
provocado, en algunos establecimientos, una bajada en la tensión por el control los tiempos
dando más autonomía a la chica para decidir al respecto.
De similar forma se controla la estancia en los reservados, donde se suele disponer
de un mecanismo de aviso que se controla desde el mostrador por las camareras; pudiendo
ser las directrices de los establecimientos más o menos rigurosas en el cumplimiento de los
tiempos.
“Estando en el reservado, en un momento se enciende de forma intermitente una
bombilla: ‘ya nos avisan, y eso que ha estado generosa, tenemos que salir’; me
explica la chica que el tiempo de ocupación del reservado es de 15 minutos”
(Extraído del Diario de campo).
Aunque puede haber pequeñas diferencias entre establecimientos, los precios están
estandarizados, salvo en los bares africanos donde, como ya he comentado, se rigen por
tarifas diferentes y son sensiblemente más bajos.
“No, esto está establecido en todo el mundo, eso ya es normal en todo el mundo,
que las entradas duren 20 minutos, 30 minutos...” (Ximena, empresaria).
Así pues, el tiempo es el elemento común a cualquier consumo que se realiza en
todos estos establecimientos; y afecta, por tanto, a las pautas relacionales que se establecen
entre las trabajadoras y sus clientes. Aunque los habituales conocen estas normas y juegan
con ella, a veces expresan malestar si no responden a sus expectativas, como he podido
comprobar en algunos casos.
“Percibí cierta inquietud en Sheyla: uno de los dos clientes se quejaba de que estaba
conmigo, habiéndole él pagado una copa anteriormente. La encargada, en voz alta
255
le espetaba ‘¿crees que porque le has pagado una copa, la chica va a estar contigo
toda la noche?’, y él le contestaba refunfuñando” (Extraído del Diario de campo).
A veces una mala previsión o una inadecuada gestión del tiempo puede suponer una
fuente de conflictos.
“Porque claro, como no ha llegado a tener orgasmo, porque se ha acabado el tiempo
y el tío quería seguir y seguir y seguir, y no podía ser así. Porque como yo siempre
les he dicho, ‘yo no tengo ningún problema, tú eres el que tiene el problema; yo te
he ofrecido los 20 minutos, la media hora, o la hora que he estado contigo, y ahí
hemos estado en eso, pero si tú tienes un problema, si tú no puedes, ¿qué culpa
tengo yo, vamos a ver?” (Eugenia, trabajadora sexual).
Precisamente este problema que revela Eugenia es bastante común y forma parte de
las quejas frecuentes por parte de las chicas que trabajan con marroquíes, usuarios
habituales de servicios rápidos. No descubro nada excepcional si advierto que, como en
toda transacción comercial, también se dan situaciones de picaresca; o dicho de otra
manera, se ponen en juego dinámicas para vender más; y, como se trata de tiempo, algunas
chicas me han descrito cómo pueden utilizar estrategias que alarguen el tiempo de estancia
e interacción con el cliente.
“Hay trucos para entretener al hombre, y para que pague más tiempo, pero todo eso
si tú ves que realmente el hombre tiene; pero si tú no le ves que tiene, tienes que
mandarlo para abajo, porque luego el tiempo te lo cobran a ti” (Sacramento,
trabajadora sexual).
La existencia de estas argucias parece conocida por los empresarios, pues algún
encargado me ha revelado la colocación de relojes en las habitaciones privadas para que el
cliente pudiera controlar el tiempo adquirido para el servicio.
“Antes, normalmente, había máquinas de contar dentro de la habitación; cuando se
entraba por la puerta a la habitación echabas un euro en la máquina y ahí te ponía el
tiempo (...) Tú mirabas, tú lo controlabas, porque te podían robar el tiempo. Tu has
dicho ‘pago una hora’ pero como tú estás ahí, dale que te pego, pues no miras el
256
reloj; te pueden decir ‘eh, el tiempo’, y te pueden robar lentamente, unos diez o
quince minutos, que son listas (...) O se puede hacer chanchullo entre la chica y la
que está ahí apuntando” (Bernabé, encargado).
Como he indicado anteriormente, la crisis ha afectado al volumen de negocio en el
sector, manifestándose tanto por un descenso en el consumo de servicios, como de
afluencia de clientes, claramente perceptible en los clubes. Sin embargo, ha sido curiosa la
manera de afrontar este problema, dado que los precios medidos en tiempos no han
descendido, tal y como reconocen la mayoría de los agentes con los que he hablado.
Una
estrategia generalizada ha consistido en reducir la duración de las
prestaciones; de tal manera que en la actualidad podemos leer publicidad que ofrece
servicios por veinte minutos, presentándose acompañada en ocasiones de ‘ofertas’ de dos
chicas por el precio de una, por ejemplo.
Ese tipo de prestaciones como la oferta de servicios por menos de media hora era
poco frecuente encontrarla hace unos años, al menos en los establecimientos estándar. Se
trata de una práctica a la que clubes y casas de citas de mayor nivel se están resistiendo y
que se ha generalizado en los pisos de contactos y en casas particulares.
Además, abundan establecimientos que se han especializado en trabajo con
jóvenes africanos, fraccionando el servicio hasta diez, ocho o cinco minutos, pagándose
comúnmente a diez euros. Paradójicamente, estas prestaciones pueden resultar más caras si
calculamos el costo de cada minuto empleado por la chica con el cliente.
Esta estrategia de fragmentación de los tiempos de servicio nos la describe con
claridad la encargada de un establecimiento, cuyos clientes son mayoritariamente
inmigrados de origen africano.
“Aquí los hemos fraccionado: de los 40 €, que suele costar normalmente la media
hora, la hemos fraccionado a 10 €, siete minutos, 20 € quince minutos y 40 € la
media hora (...) No han cambiado [los precios], se han fraccionado [los servicios]”
(Delgadina, encargada de un club).
El precio
Como se ha expuesto en apartado anterior, el precio de los servicios viene tasado
fundamentalmente por el tiempo. Es este parámetro el que determina el coste de los
257
servicios más comunes. No pretendo ahora hacer una carta de precios del sector en la
provincia de Almería, pero sí presentar una breve aproximación y acotación de lo que
podríamos llamar ‘la tarifa’.
Si lanzamos una mirada a los anuncios, sea en prensa o internet, podemos llevarnos
la impresión de que los servicios poseen unos precios muy variados y que será muy difícil
acotarlos. Tampoco la tarifa de las consumiciones en los establecimientos estándar son
uniformes. No obstante podemos mostrar ciertas regularidades.
-
En los clubes, bares de copas y establecimientos de plaza, las consumiciones de los
clientes oscilan casi sin excepción entre lo 5 y los 10 euros.
-
Las invitaciones a las chicas son típicamente de 20 €, aunque excepcionalmente,
algunos establecimientos de inferior nivel tienen la variedad de ‘copa sin alcohol’
que puede dejar este precio en una cantidad inferior.
-
Las invitaciones a las chicas cuestan 30 €, si las toman en reservado, pudiendo
encontrarse establecimientos que admiten bajar ese precio a 20 € en la ‘copa sin
alcohol’. En cualquier caso, el tiempo de estancia en el reservado suele ser de 15
minutos de forma aproximada.
-
Entre los servicios sexuales ofertados mediante anuncios, nunca encontré alguno de
menos de 20 €, aunque sin especificar el tiempo.
-
Los precios de los servicios en los clubes oscilan, a lo más, entre 30 € y 120 €, para
los 20 minutos y la hora, respectivamente. Estos son los límites mínimos y
máximos que he encontrado en un club.
-
En los establecimientos destinados a inmigrados de bajos recursos, el precio
inferior que he encontrado es el de 10 €, y su duración no supera los 5 minutos.
Un sencillo cálculo nos sitúa los extremos de la tarifa, para los servicios cara a cara
con la chica y con posibilidad de contacto íntimo, en 2 € por minuto para el extremo
superior y 1 € por minuto para el extremo inferior. De tal manera que, a nivel indiciario,
caracterizaría el segmento medio del comercio sexual, en contraposición con los estratos
más altos: ‘escorts’, servicios de lujo, etc.
Este intervalo desvela también que los servicios cuyo precio ‘total’ es más elevado,
no son los mayormente tasados. En realidad un inmigrado marroquí o un jubilado español
de bajos ingresos paga el servicio a 2 € por minuto en muchos casos. Yo mismo he
cronometrado, en diferentes oportunidades y establecimientos, los tiempos transcurridos
258
entre la entrada y la salida al reservado, ocurriendo que en la mayoría de las ocasiones no
superaban los cinco minutos.
Obviamente, no entran en consideración aquellos servicios especiales o aquellas
consumiciones que, por extraordinarias, es necesario negociar a parte con la chica.
Tampoco están contemplados los sobreprecios por salidas, o el pago del hotel o la pensión.
Este rango de precios concuerda a grandes rasgos con los que ofrecen López y
Baringo (2006), Pinedo (2008), López (2010) y Fernández (2011). En cambio, la
investigación de Sanchís y Serra (2011), al no contemplar la variable tiempo, no permite
una comparación adecuada, aunque los precios que nos desvelan se aproximan en buena
parte a los obtenidos mediante el trabajo de campo en Almería. En el caso del Informe
ESCODE (Malgesini, 2006) no es posible la comparación.
Donde sí se manifiesta un elevado grado de coincidencia es en que el precio de los
servicios es inferior cuando se realiza en la calle, al menos, en comparación a los locales
estándar.
En otro sentido, este rango de precios que he expuesto para la provincia de
Almería, nos apunta una pista interpretativa de interés acerca de la preferencia del trabajo
sexual como estrategia económica frente a otras opciones; especialmente si comparamos
los precios de la hora trabajada con los de otros sectores productivos a los que las mujeres
tendrían acceso, como han puesto de manifiesto Rodríguez y Lahbabi (2002), Acién y
Majuelos (2003) y Oso y Parella (2012) entre otros.
La publicidad
Como he descrito anteriormente, por parte de las trabajadoras se desarrollan
diferentes estrategias de atracción o contacto de sus clientes. Una parte de la gestión de los
negocios tiene que ver precisamente con la captación de los consumidores de los servicios
que se ofrecen. Para poder difundir la oferta, trabajadoras y empresarios acuden a
diferentes fórmulas que hagan visibles tanto los propios los establecimientos como los
servicios que se ofrecen en ellos.
En estas técnicas publicitarias, lo que se ve supone un factor de primer orden,
mostrando imágenes evocadoras que se manifiestan en los distintos instrumentos: folletos,
luminosos, fotos, etc.; y que revelan el cambio de tendencia que ya Corbin (1988)
anunciara, acerca del sentido humano primordial en burdeles y casas de tolerancia, a
259
finales del siglo XIX, en favor del sentido de la vista en detrimento del olfativo; y
asimismo, el reflejo en la industria del sexo de la universal presencia de lo visual en
múltiples ámbitos de las sociedades occidentales en la actualidad (Banks, 2010).
Por su parte, Guereña señala a la publicidad en la prensa y via Internet como un
“buen indicador de la importancia del mercado sexual” (2003a: 444) en el Estado español.
Cuando se trata del trabajo sexual en la calle, la exposición directa en zonas de
tránsito peatonal o rodado de las mujeres, de sus cuerpos, hacen de éste el principal
reclamo para darse a conocer y manifestar la oferta de servicios (fotografía 14). Asimismo,
hemos podido comprobar que tal forma de exposición también la utilizan algunas chicas
que trabajan en pisos de contactos o en establecimientos de economía étnica en
determinadas zonas de concentración de inmigrados africanos.
Fotografía nº 14. Trabajadoras sexuales en Bayyana
Fuente: Francisco Majuelos.
Estamos pues, ante un claro ejemplo de utilización del propio cuerpo como forma
de publicidad; del manejo de la imagen corporal para diferenciarse de las demás mujeres y
exhibir sus encantos: ‘su exceso de corporeidad’ al que se refiere Juliano (2002) o la
expresión de su ‘capital erótico’ al que se refiere Hakim (2012). También De Paula (2002)
nos muestra cómo las mujeres que trabajaban en las calles de Barcelona, utilizaban
distintas indumentarias según los espacios en que realicen sus ofrecimientos. En los
260
espacios de tráfico rodado, y con menos luz, los tiempos de exposición ante la vista de los
posibles clientes es menor. Tal vez eso permita interpretar, al menos en parte, por qué en
esas zonas las mujeres se exhiben con menos ropa, que en zonas peatonales. Es lo que he
podido comprobar en mi trabajo de campo y ocurre en la zona de Bayyana en la ciudad de
Almería. Parecidas observaciones nos transmite Corbalán (2012) cuando nos describe el
trabajo en la calle en diferentes zonas de Madrid.
En otros ámbitos, la oferta de servicios sexuales acude a distintos medios y
procedimientos. Así, es habitual encontrarse propaganda en la sección de anuncios
clasificados en los medios de prensa escrita.
Imagen nº 2. Publicidad en un diario de Almería
Fuente: La Voz de Almería.
En los tres diarios que se editan en la actualidad en Almería, podemos encontrar
anuncios con oferta de servicios sexuales de forma muy desigual.
Así, en el diario Ideal los hallamos en un número bastante irregular pero en
cualquier caso pequeño; a veces no superan la media docena; se muestran todos en formato
de texto y el contacto se expone siempre mediante un número de teléfono móvil.
El siguiente diario en volumen de anuncios es el Diario de Almería que, aunque en
número exhibe cifras del orden de las del periódico anterior, podemos encontrar en él
anuncios más sofisticados, de mayor tamaño y, a veces, con imágenes.
Finalmente, en La Voz de Almería, los clasificados en la sección de relax ocupan
entre cuatro y seis columnas de las siete posibles. En la actualidad, los anuncios en este
261
diario se editan en color, dando mayor realce visual al reclamo103 y destacando sobre el
conjunto de la información adyacente.
A esta forma de propaganda recurren chicas que ofrecen sus servicios por cuenta
propia, pisos de contactos, casas de citas y algunos clubes.
La importancia de la prensa como forma de publicitarse los pisos de contactos y
casas de citas, salvando las peculiaridades locales de cada ciudad, es puesta de manifiesto
por López (2010: 232 y ss.). En ese mismo sentido, Solana (2003) nos señala el volumen
de económico que este tipo de publicidad produce y su carácter normalizado como negocio
editorial, convirtiéndose los periódicos en claros intermediaros y facilitadores104 de la
relación sexual en contraposición con el carácter del objeto anunciado —estigmatizado y
desregulado—.
En la actualidad diversos recursos a través de Internet suponen una seria
competencia para aquel medio escrito, no sólo por su difusión, sus menores costos —
algunas webs admiten anuncios gratuitos— sino por la plena autonomía en su gestión por
parte de las propias trabajadoras, como he podido observar durante la realización del
trabajo de campo.
Otra modalidad publicitaria, usada con menor profusión, desde luego, consiste en la
edición de propaganda portable, por lo general editada en papel con tamaño entre DIN A7
y DIN A5. Podemos disponer de estos folletos en los propios establecimientos,
encontrarlos en los parabrisas de los vehículos o recibirlos por distribución directa en mano
de alguna persona vinculada al negocio que se publicita.
Los impresos de este tipo que aparecen en estas páginas los obtuve mientras
realizaba trabajo de campo.
En la imagen 3 podemos observar un folleto difundiendo los servicios de una casa
de citas que visité. Este impreso lo obtuve directamente de un colaborador de ese
establecimiento que me lo ofreció en mano mientras transitaba la zona donde se ubicaba el
103
No deben sorprendernos estas diferencias relativas ya que, si observamos las cifras del Estudio General de
Medios —segunda ola— del año 2012, el diario La Voz de Almería es el periódico local de mayor tirada:
86.000 lectores, frente a los 13.000 del Diario de Almería o los 16.000 del diario Ideal (Ruiz, 2012)
104
En consecuencia, no es de extrañar que el abolicionismo haya convertido a los anuncios de prensa,
también, en objetivo de sus propuestas de acción prohibidora. Su presión influyó en el gobierno de J. L.
Rodríguez Zapatero que hizo amagos de prohibir la publicidad de servicios sexuales (Agencia EFE, 2010).
262
local. El de la imagen 4, lo obtuve en una de mis visitas a un club que frecuenté durante la
investigación.
Pueden componerse simplemente mediante diferentes tipografías, pero también
combinar texto y figuras, y a veces pueden incorporar imágenes fotográficas; en su
elaboración se utiliza desde un solo color sobre un fondo de contraste, a composiciones
mediante imágenes y textos en varios colores.
En forma similar a la publicidad en cualquier otro sector, sus productos suelen
contener alguno de los siguientes elementos: el precio de los servicios, el tipo o
características de los productos que se ofertan, las condiciones en que se prestan y algún
rasgo de la persona que lo realiza, o del establecimiento en que se brinda; y, también, la
dirección —si el establecimiento es público— o la forma de contacto.
Imagen nº 3. Publicidad de una casa de citas
Fuente: Casa de citas anónima. Elaboración propia.
Estas referencias, literales o simbólicas, se presentan en términos que expresan
diversión, ocio, expectativas emocionales y/o sensuales, etc.: ‘estallido de sensaciones’,
‘compañía’, ‘confortable’, ‘fiesta’, ‘relax’, ‘horas felices’...; también pueden contener
263
elementos que se proponen como excepcionales: ‘novedad’, ‘nuevo’, ‘oferta’, etc.; todos
ellos recursos propios del lenguaje publicitario.
Cada tipo de negocio resalta obviamente los aspectos más relevantes de la oferta
que realizan. Así, mientras que los clubes suelen reflejar en sus folletos y anuncios
aspectos de ocio en grupo —despedidas de solteros, fiestas, eventos, etc.— incluyendo la
localización del establecimiento, las casas de citas reflejan la ‘discreción’ o el carácter
‘selecto’ del establecimiento como elemento relevante en su oferta de servicios.
Imagen nº 4. Publicidad de un club
Fuente: Club El Edén. Elaboración propia.
Otro medio publicitario, generalizado en los últimos años, proviene de Internet. Se
trata de diferentes espacios virtuales, especialmente los que adoptan el formato de páginas
web; gratuitos o de pago, acogen a un gran número de ofertas de diferente tipo y con
información más explícita.
Durante el trabajo de campo he tenido acceso a varias webs, donde chicas que han
participado en él ubican sus anuncios; en algunas ocasiones ellas mismas me han guiado
264
hasta localizar su propia publicidad. Entre las páginas más utilizadas se encuentran
‘Milanuncios.com’, en su modalidad gratuita o de pago; también ‘RelaxAlmeria.com’,
Almería69.com’ o Mileróticos.com, etc.
Imagen nº 5. Publicidad en una web de anuncios clasificados
Fuente. Milanuncios.com. Elaboración propia.
Aunque podemos encontrar anuncios de clubes, casas de citas, pisos de contactos y
otros tipos de servicios, este medio promociona fundamentalmente a las chicas, trabajen
por cuenta propia o de manera agrupada en cualquiera de las modalidades de
establecimientos donde se ofertan servicios sexuales.
Así, los reclamos suelen estar cargados de atributos de las trabajadoras. Aparte de
alusiones a su edad o a su nacionalidad, encontramos rasgos del tipo de: ‘fiesteras’,
‘viciosas’, ‘multiorgásmica’, ‘amiguitas’, ‘cariñosa’, ‘caliente’, ‘hermosa’, ‘sabrosona’,
‘viciosa’, ‘amante’, etc.
También se exhiben las cualidades de los servicios que prestan: ‘placer’, [servicios]
‘completísimos’, [francés] ‘natural’, ‘agradable’, [mamadas] ‘profundas’, ‘puro’ [sexo],
[sexo] ‘sin límites’. etc.
Tanto las chicas de manera individual como los establecimientos, pueden
publicitarse mediante páginas web propias, sin necesidad de alojamiento en web ajenas.
De esta clase podemos visitar la de un club, Indalo Night Club:
http://www.nightclubindalo.com/
O la de una trabajadora, Marcela Tetona:
http://escorts.nexo2.com/webUser/servicios.php?nom=marcela
265
Algunas de ellas incorporan su propio foro, donde sus clientes y ellas mismas
intercambian opiniones. Es el caso de la web ‘Almería Erótica’, cuya titular responde al
nombre de Marta: http://www.almeriaerotica.com/
Imagen nº 6. Publicidad en una web de contactos
Fuente: Mileróticos.com. Elaboración propia.
Los anuncios soportados a través de Internet, no están exentos de engaños y fraudes
acerca de la edad de las chicas, de los servicios que se ofertan y también en las imágenes
que se publican.
“Yo pongo en el anuncio que lo hago todo, pero lo hago para que venga la gente
¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual).
En ocasiones se trata de una táctica para llamar la atención, con la esperanza de que
en el contacto telefónico o, directamente, en el piso se pueda negociar con mayor
concreción los precios y los servicios, con la esperanza de que, una vez el cliente acude al
establecimiento, seguirá adelante con la contratación del servicio que pretende.
“Le comento a Farah por los anuncios y nos va enseñando varios, a la vez que hace
comentarios jocosos. Nos enseña el suyo, donde se ve un poco del rostro y el
266
cuerpo entero de lado y con el culo en primer plano. Dice que ‘a los hombres les
gusta esta postura, el culo así’. Pero realmente no es su cuerpo ni su cara y que eso
no importa. Le pregunto qué ha ocurrido cuando los hombres descubren que no es
realmente la que aparece en la fotografía, a lo que me contesta que ‘no se nota la
diferencia’. Y que ‘algunos se pierden’ [refiriéndose a los clientes] pero que lo
normal es que ‘otros se quedan’ (Extraído del Diario de campo).
Otras veces estas prácticas constituyen sencillamente una forma de evitar la
identificación personal.
“Yo pongo las fotos, pero no pongo mi cara, y las retoco un poco; pongo las mías
pero las retoco un poco (...) Porque yo tengo marcas, entonces como yo tengo
marcas..., entonces las retoco un poquito” (Jovita, trabajadora sexual).
Finalmente, citaré como medio de publicidad los carteles fluorescentes de diverso
colorido que se colocan en las inmediaciones o en el propio edificio donde se hallan los
establecimientos, cuando son públicos. Se trata de los clásicos luminosos intermitentes
cuyas imágenes sugieren ambientes de copas, siluetas de mujer o símbolos de exotismo
asociado al ocio y al placer, que vemos de vez en cuando en las carreteras de mayor
tránsito de nuestro país. Su tamaño y luminosidad dependen de la categoría del local, pero
también de la ubicación en la que se encuentren.
Fotografía nº 15. Anuncio luminoso de un club de un polígono
Fuente: Francisco Majuelos.
267
Así, los establecimientos situados en polígonos o en vías de comunicación
importantes suelen lucir grandes y fulgurantes anuncios que pretenden hacerse visibles
desde cientos de metros. Advirtiéndonos de su existencia con sus colores de neón.
En cambio, dentro de las ciudades podemos encontrar pequeños luminosos,
especialmente cuando se ubican en los centros urbanos o en zonas residenciales, donde el
anuncio de su presencia se debe compatibilizar con la necesaria discreción para no generar
inquietud entre los vecinos.
Fotografía nº 16. Anuncio luminoso de un club en el centro de Almería
Fuente: Francisco Majuelos.
En cualquier caso, los reconocemos porque imitan, con sus coloridos tubos
fluorescentes, imágenes que simbolizan diversos aspectos relacionados con el sexo, el ocio
o la bebida; o iconos relacionados con el nombre del establecimiento o los servicios que se
pueden esperar encontrar en ellos.
Obviamente
las
versiones
africanas
de
estos
espacios,
al
tratarse
de
establecimientos no legalizados, que pertenecen a la economía sumergida y ubicados en
inmuebles originalmente destinados a viviendas u otros usos, no presentan elementos
268
específicos, de esta naturaleza, que los identifiquen (Acién, 2010; Arjona et al., 2005;
Majuelos, 2012).
En resumen, podemos decir que los anuncios buscan un contenido de alto impacto
visual y exhiben la oferta erótica y de ocio que, tanto trabajadoras de forma individual
como negocios, ofrecen a sus potenciales clientes. Pero también el contenido publicitario
expresa aquellas expectativas que en materia afectivo-sexual presuponen en los posibles
consumidores; constituyen, por tanto, un medio de conocimiento de primera mano acerca
las expectativas que sus parroquianos buscan satisfacer cuando adquieren sus servicios.
2.2.3 El trabajo y los servicios que se ofrecen. Las relaciones en el desempeño
En cualquier tipo de comercio el elemento central es el producto que se
intercambia, sea por dinero, sea por otros bienes. En el caso del sector del sexo son los
servicios que se demandan por parte de la clientela los objetos de intercambio, ya sea por
dinero o por otros recursos; regalos, atenciones, favores, etc.
Un lugar común, en determinados análisis sobre prostitución, consiste en hacer
recuento de estos servicios tasados en cada establecimiento tanto en lo que corresponde a
los consumos de bebida como los que tienen que ver con el sexo explícito (López y
Baringo, 2006; Malgesini, 2006; Sanchís y Serra, 2011). Como he podido comprobar en el
trabajo de campo, estos servicios constituyen sólo una parte de las demandas que las
mujeres han de satisfacer, tratándose, en muchos casos, del envoltorio con el que se
disfrazan otros aspectos que se deben retribuir: cariño, efecto, escucha, etc., difíciles de
concretar y de medir. A la postre, como ya he comentado anteriormente, la tarifa viene
dada por los tiempos de ocupación de la chica más que por el contenido del servicio en el
que se ocupa. Me referiré brevemente a varios de los más comunes, entre los de contenido
explícitamente sexual, y a diversos aspectos de interés relacionados con ellos.
Los límites
Muchas mujeres han expresado límites en el tipo de servicios que realizan,
prefiriendo acotar sus prestaciones a lo que muchas llaman ‘sexo normal’105: follar y
chupar, con protección; es decir, con preservativo. El resto de prestaciones suelen
105
El concepto ‘normal’ no es unívoco. Tiefer (1996) nos muestra cinco acepciones de este término en
relación a la sexualidad.
269
considerarlas cosas ‘extras’, ‘raras’ y frecuentemente conllevan un costo añadido al precio
de las prestaciones habituales.
Cuando las chicas se publicitan, en la prensa, en folletos o mediante distintos
espacios a través de Internet, suelen declarar qué servicios realizan; sin embargo, como
hemos advertido en anterior epígrafe, esta publicidad no garantiza que todo lo que se
expone responda a la realidad.
Imagen nº 7. Servicios ofertados en un auncio
Fuente: Marcela Tetona, web personal. Elaboración propia.
En cualquier caso, la relación de las mujeres con las prestaciones que ofrecen y las
limitaciones que se autoimponen está mediada por diversos factores.
El primero tiene que ver con sus propias concepciones sobre la sexualidad, la
higiene, etc., propias de la cultura de procedencia donde fue socializada en su infancia y
juventud (Tiefer, 1996); y por su posterior proceso de aprendizaje y experiencias en el
sector —de su proceso de profesionalización o de su socialización secundaria, en términos
de Berger y Luckmann (2006)—.
Corbalán (2012) muestra en su trabajo de campo este tipo de razones al extrañarse
algunas chicas de que a los españoles les guste ‘follar por el culo’.
Este aspecto queda reflejado también en las consideraciones que me explicitó una
chica con respecto al sexo anal.
“Me he negado porque creo que eso no se hizo para eso, se hizo pues para otra
cosa; me he negado porque la verdad que eso es para negarse” (Sacramento,
trabajadora sexual).
270
El caso de Eugenia es también revelador; sus primeras experiencias de trabajo
sexual las había tenido en Turquía. Al cabo de unos años de no ejercer, llegó a nuestro país
y volvió a trabajar en el sector. Su primera experiencia de trabajo consistió en practicar una
felación a un cliente, servicio que para ella era absolutamente novedoso.
“Aquí te piden el sexo oral como algo muy, muy natural aquí. Aquí es muy natural,
o sea que no es nada que digas ‘¡uy madre mía!’. Cuando yo vine de allí [de
Turquía] yo decía madre mía eso es muy fuerte (...) Me encuentro como que me
dicen ‘mira yo no quiero el sexo normal, yo quiero un francés natural pero hasta
terminar, hasta eyacular’; digo ‘¡madre mía!, ¿de qué estás hablando?” (Eugenia,
trabajadora sexual).
El segundo factor está relacionado con la gestión de sus riesgos, expectativas y
oportunidades. En las conversaciones que he tenido con estas mujeres se advierte cómo las
fronteras que ellas marcan entre el sexo normal y el sexo ‘raro’, suelen desvanecerse con
relativa facilidad cuando el cliente genera confianza, futuras expectativas y el sobreprecio
que está dispuesto a pagar lo merece. Estamos ante una estrategia que podríamos llamar de
gestión oportunista de los recursos y las expectativas; mediante ella, la trabajadora toma
decisiones de forma inductiva en función de circunstancias puntuales que se le presentan,
no respondiendo a una planificación precisa de sus perspectivas más menos inmediatas.
“Tengo que ver una persona, para decidir (...) Si está borracho o drogado y quiere
cosas, por ejemplo griego..., o muchas cosas, algunas sí puedo hacer; por ejemplo,
con otra puedo hacer griego tranquilamente, depende del cliente, él tiene que estar
muy tranquilo ¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual).
“¿Pero eso [trabajar sin goma] lo haces con todos? Con todos no (...) Si me pagan
bien; si no, con goma (Amal, trabajadora sexual).
“Sí, he hecho muchos servicios, no porque me lo haya impuesto el dueño del club,
sino por el querer alcanzar algo; el querer mandarle un sustento a mis hijos, el
querer mandarle a mi madre que es una mujer enferma; eso te obliga a ti a hacer a
veces ciertas cosas que tu no quieres hacer y eso es lo que pasa” (Sacramento,
trabajadora sexual).
271
En relación a este factor, Lopes (2011) se refiere también a tal distinción entre sexo
‘normal’ y sexo ‘completo’, según excluya o no la penetración anal; de tal manera que en
el comercio sexual la realización o no de esa práctica —es decir, la ruptura o no de los
límites simbólicos de los usos de su cuerpo— por las mujeres vendría marcada por el
bolsillo del cliente.
Un tercer factor, sea cual fuese la motivación de la chica en cada caso, tiene que ver
con que la limitación de servicios provoca a priori una menor capacidad de oferta, situando
a la trabajadora en peor posición ante la competencia de otras mujeres. En esta línea, De
Paula (2002) nos relata la introducción de la felación en las prácticas habituales de las
trabajadoras barcelonesas, ante la evidencia de que ese servicio proporcionaba mayor
número de clientes a las chicas francesas que trabajaban en los mismos ambientes. Ello
también ayuda a explicar que algunas trabajadoras rompan los límites que ellas mismas se
habían impuesto previamente, respecto a qué hacer o no hacer, especialmente cuando
trabajan en un mismo espacio en concurrencia con otras que pueden competir con ellas.
Esa es precisamente la interpretación que me ofreció una mujer, ante su negativa a besar en
la boca a los hombres en el trabajo.
“Y yo creo que por eso yo ganaba poco dinero ahí, porque a ellos les gustan que los
morreen y a mi no me gusta morrear a nadie” (Sacramento, trabajadora sexual).
En realidad, esta queja, relacionada con el papel que determinados servicios o
prácticas introducen en la competencia entre trabajadoras, se expresa de forma recurrente
por las chicas; unas señalan a otras de diferente nacionalidad tal y como me han referido
algunas mujeres y otros actores en mis visitas a los clubes; una causa frecuente de estas
acusaciones recíprocas reside en la realización de determinados servicios sin usar
preservativos, por ejemplo.
En ocasiones, el espacio en que se desenvuelve la prestación del servicio puede
resultar en sí misma limitante de los que se pueden ejecutar, como es el caso del trabajo en
la calle.
Otras veces se trata simplemente de causas fisiológicas particulares. Es el caso de
una chica que me explicó que ella no hacía el sexo anal ‘porque tengo almorranas’.
O puede deberse a otras causas, como cierta repulsión ante alguna práctica precisa.
272
“Una cubana sí; unas veces lo he hecho pero tampoco es que... Porque no me gusta
ahí meterla [la polla] entre las tetas, como que no” (Ginebra, trabajadora sexual).
En realidad, los precios de los servicios están estandarizados en función del tiempo
que se emplea. En el hipotético caso en que se realicen servicios no ‘normales’, o que
comporten situaciones de riesgo, el valor del sobreprecio está tasado de acuerdo con los
usos y costumbres locales. Un precio usual para la ‘lluvia dorada’ puede estar en 150 €; el
relacionado con la ‘coprofilia’ suele establecerse entre 200 y 250 €.
La demanda de servicios está relacionada con los consumos de bebidas o de sexo
sólo de forma aproximativa. En multitud de ocasiones, los hombres que acuden a un local
del tipo de los que nos estamos refiriendo no lo hacen pensando en consumir una bebida
concreta o en disfrutar tal o cual prestación sexual específica.
“¿Y esta vez que consumiste servicios sexuales [íntimos] en qué circunstancias
fuiste? Fui sólo.
¿Tuviste algún motivo especial por ir? No, ninguno, salió así, no fue premeditado”
(Alonso, cliente habitual).
Esta indefinición previa de las motivaciones, para acudir a un establecimiento
donde se ofrezca sexo de pago, ha sido documentada por investigaciones específicas a las
que alude Agustín (2009). Lo que desvela el trabajo de campo realizado durante mi
investigación, es que cuando los clientes acuden a un club no lo hacen pensando en
consumos precisos; sus motivaciones son más difusas y responden a necesidades menos
concretas, no estando el consumo de sexo explícito necesariamente presente.
Esa visión del sexo comercial concebida como una actividad puramente mecánica,
basada en el ejercicio del taladrado carnal en los inmaculados orificios de la mujer y la
invasión contaminante de fluidos masculinos sobre el cuerpo femenino (Barahona, 2003),
sólo está en la mente de quien concibe la sexualidad como algo sucio y repugnante,
producto de una visión de la persona donde mente y cuerpo pueden disociarse; o de una
sexualidad vinculada al amor romántico o puramente reproductora y/o como acto de
dominación por parte del género masculino sobre la mujer.
Volveremos sobre esta misma cuestión, de interés para esta Tesis, en epígrafes
posteriores.
273
En los espacios que estamos analizando, el sexo está presente con menor o mayor
intensidad y en diferentes formas: desde conversaciones cargadas de sensualidad a
relaciones con penetración en la intimidad, pasando por diversos comportamientos
erotizados. Pero también se encuentran en la interacción otros elementos como la
emotividad, el puro entretenimiento, la conversación, etc. En definitiva, podemos decir que
la interacción entre los diferentes actores está claramente articulada por algún tipo de
contacto erótico-sexual demandado por los clientes, pero su contenido es mucho más
variado y complejo.
“La mayoría vienen para eso [tener sexo] claro” (Ania, trabajadora sexual).
“Normalmente quien paga quiere sexo también” (Mirella, trabajadora sexual).
El peso de cada uno de estos componentes interactivos depende fundamentalmente
de los intérpretes directos —el equipo de trabajadoras y el de los clientes— y viene
facilitado por las normas y características de cada establecimiento.
La obtención de sexo mediante servicios de profesionales viene dada por diferentes
motivaciones que de forma habitual no se manifiestan aisladamente. Estas razones están
presentes reiteradamente en las narrativas de las mujeres con las que he conversado y son
expuestas con diferente expresividad en cada caso.
Es el caso de personas que viven solas.
“Hay hombres que no tienen mujeres” (Mirella, trabajadora sexual).
Un motivo reiteradamente expresado por las chicas se refiere a que no tienen
relaciones que puedan satisfacerlos sexualmente, o ha decaído el interés por la que tienen.
Así lo expresa Eugenia, una trabajadora sexual.
“Tú sabes que es tu mujer, la respetas, es la madre de tus hijos, pero ya en el sexo,
ya ha llegado que ya cada vez se lo haces menos. Esos días te quedas con esa gana
de sentirte vivo, como ... y vas y buscas ahí” (Eugenia, trabajadora sexual).
Y también Melek, una trabajadora sexual que conocí en un club y con la que
mantuve una prolongada conversación.
274
“Porque su mujer ‘no les da chocho en quince días” (Extraído del Diario de
campo).
También muestran argumentos relacionados con que la pareja del cliente resida
lejos por cualquier circunstancia, como viajes, etc.
“Yo creo que los que no tienen pareja; me ha pasado mucho, son los que viajan
mucho, de camioneros...” (Eugenia, trabajadora sexual).
Este tipo de motivaciones para justificar la demanda de servicios sexuales podemos
englobarlos en lo que Hakin (2012) llama el ‘déficit sexual masculino’.
En otras ocasiones, la visita al club en busca de prácticas de sexo íntimo tiene que
ver con el que los hombres requieren cambios en su vida sexual, novedades, o
‘especialidades’ concretas (Hakim, 2012).
Meneses (2010), al estudiar las motivaciones de los hombres para recurrir al sexo
de pago, encontró que el primer grupo de motivos englobaba ‘compañía con experiencia’,
‘variedad de prácticas sexuales’ y ‘atracción por lo prohibido’. Y de forma similar lo
desvelan diferentes agentes, especialmente las trabajadoras, que participaron en mi
investigación.
“Hay hombres que están aburridos de las mujeres, que buscan algo nuevo”
(Mirella, trabajadora sexual).
“A los hombres también les gusta mucho cambiar, les gusta cambiar. Estar
comiendo sopa todos los días y que un día que te den de comer pescado, pues se lo
comen todo y ese es el problema” (Sacramento, trabajadora sexual).
En esta línea, es recurrente atribuir el requerimiento de determinados servicios al
hecho de que las parejas sexuales habituales de los clientes no den respuesta a sus fantasías
eróticas, o a determinados actos sexuales que desean experimentar.
“Hay muchos hombres que vienen por eso, porque les da cosa pedirle [a su mujer]
lo que nos pide a nosotras” (Jovita, trabajadora sexual).
275
“Al que viene sólo por el sexo le gusta cambiar. Quiere probar como es una, como
es otra; lo que hace una, lo que hace otra; según como le cae el día que viene y la
hora que elige... eso es...” (Eugenia, trabajadora sexual).
Nos encontramos, por tanto, ante una variada gama de motivaciones que ayudan a
interpretar la búsqueda de sexo de pago por los hombres. A pesar de la obstinación por
obtener perfiles, psicológicos o de otro tipo, que caractericen a los clientes del comercio
sexual, parece claro que no existe ni una motivación determinante ni un perfil grupal que
los distinga (Agustín, 2009). Así, entre los inmigrados varones, jóvenes sin pareja o que
dejaron la esposa en su país de origen, podemos encontrar clientes habituales de diferentes
establecimientos, en función de su poder adquisitivo.
Trabajadoras y clientes coinciden en parecidas apreciaciones al respecto de esa
particular motivación.
“Algunos si su mujer lo llama de África, la echa de menos” (Amal, trabajadora
sexual).
“Yo ahora en febrero que viene voy a cumplir tres años sin ir a mi país ¿y tu
piensas que yo puedo quedar tres años sin tener relación con mujer? ¿Y si no
hubiera esos bares, qué hago yo?” (Domingo, cliente de bares africanos).
En el caso de los bares africanos, se trata de un recurso no sólo para la satisfacción
sexual de los hombres inmigrados, sino de verdaderos espacios para la comunicación
étnica, la sociabilidad y el consumo de ocio, ante la dificultad de acceder a los
establecimientos estándar, bien por discriminación, bien por insuficiencia económica. Este
extremo está suficientemente documentado (Acién, 2007; Arjona et al., 2005; Majuelos,
2011) para el caso de Almería.
El sexo ‘raro’
Parece claro que la realización de actos ‘exóticos’ o ‘prohibidos’ son motivaciones
que ayudan a interpretar algunas peticiones sexuales que van más allá del sexo ‘normal’, al
que reiteradamente se refieren las mujeres y sobre las que una parte de ellas suelen mostrar
reticencias para satisfacerlas. Se trata de sexo ‘raro’, el prohibido o el socialmente
reprobable dentro de un grupo cultural o comunidad moral determinada (De Paula, 2002).
276
“Yo estaba sentada aquí [en el salón de su casa, donde trabaja] y me habla que
quiere ir al servicio; se va al servicio, y mira lo que se ha puesto: una peluca,
maquillaje...; me ha entrado un macho al servicio y me ha salido una mujer, con
peluca roja, maquillaje... [carcajadas]. Quería que yo lo folle, el ‘hijoputa’ me ha
traído el material, la polla esa que se pone aquí [señalando el ano] (...) El hombre se
puso a llorar, pues para un árabe eso es muy duro, es muy grande; porque el
hombre era francés, pero era argelino” (Farah, trabajadora sexual).
También algunas mujeres quedan sorprendidas de que haya hombres que pidan ser
penetrados analmente. Es el caso de Eugenia, que me narra su experiencia con un cliente.
“Esta vez era un marroquí; pero claro, un marroquí que se veía no del montón, sino
un poquito de más nivel; sí, por su forma de ser, de hablar, por su forma de vestir,
de todo. Se veía que tenía estudios, se veía; hablaba francés, prácticamente muchos
de ellos lo hablan ¿no? Se me acercó, me pagó una copa y me dijo ‘nos vamos para
adentro, ¿cómo va la cosa?’ Le dije yo los precios y me dijo ‘vale te voy a pagar
una hora ¿está bien?’ En la habitación de una hora había un yacusi, donde el tío se
ha duchado, nos hemos duchado y todo y luego dice ‘¿me quieres dar un masaje?’;
y le digo ‘sí, ¿por qué no?, si con una hora ya hay de sobra’. Y nada, ya me di
cuenta que el tío era como medio maricón, que le gustaba que le dieran por el culo;
pero claro, yo no estaba preparada para eso, que yo no tenía prácticamente nada
para ofrecerle. Y ya está, que le di el masaje, y cuando le tocaba el culo ¡se ponía el
tío...!” (Eugenia, trabajadora sexual).
En cambio, otras mencionan que se trata de una solicitud bastante común entre sus
clientes.
Así, por ejemplo, se manifestaban en una casa de citas durante una conversación
informal, en la que participé aprovechando que no había clientes.
“Eufemia nos habló de los gustos de los hombres; ‘casi no quedan ya’ refiriéndose
a que buena parte de sus clientes les solicitan servicios que contienen actos
atribuidos a prácticas homosexuales: ‘meter por el culo’. Carla, que ya se ha
incorporado a la conversación, dice que tendrá que comprarse un ‘cinturón con
277
polla’ —no recuerda su nombre específico
106
—. Eufemia, interviniendo
nuevamente, comentando que se comprará una ‘máquina’, aludiendo a un aparato
para masaje erótico-sexual, de entre los múltiples que existen en el mercado”
(Extraído del Diario de campo).
El griego
Así, entre los servicios ‘raros’ que diversas mujeres excluyen a priori de sus
servicios habituales, podemos incluir ’el griego’ o penetración anal de la mujer.
“Yo, por ejemplo, no follo por el culo, y nadie puede obligarme” (Yenia,
trabajadora sexual).
“A mí que no me venga un cliente diciendo hazme esto sin goma o hazme un
griego, porque yo eso no lo hago” (Jovita, trabajadora sexual).
Numerosas mujeres describen esta petición como ejemplo de los servicios que no
realizan. López (2010) remarca este aspecto tras la encuesta que al respecto realizó con 63
trabajadoras sexuales en Lugo. No obstante, el hecho de que se trate de un servicio cuyo
precio puede incrementarse, respecto de los servicios más convencionales, al negociarlo
directamente la chica con el cliente, lo convierte en atractivo para ella.
“Hay chicas que follan por el culo, haciendo muchas cosas para cobrar su dinero”
(Amal, trabajadora sexual).
Algunas mujeres reconocen que la primera vez que se lo pidieron no sabían de qué
se trataba.
“Antes fui a trabajar a una casa, en internet estaban mis fotos; viene un hombre y
dice ‘un griego’ [entre risas]. Yo no sabía lo que era eso. Yo fui como una niña
pequeña, preguntando a la dueña de la casa ‘¿qué es esto?” (Yenia, trabajadora
sexual).
106
Arnés.
278
Resulta curioso que, en las conversaciones habituales, las chicas no se refieran a ese
tipo de servicios por tal nombre, utilizando expresiones más directas. Así lo hace Melek.
“Yo no follo por el culo [en mi vida privada] pero si a un hombre le gusta yo lo
hago, porque aquí estoy trabajando” (Extraído del Diario de campo).
La lluvia dorada
Es otra de las peticiones ‘raras’ que numerosas mujeres manifiestan excluir de sus
servicios. Unas se refieren a una imposibilidad mental de realizarlo y ni siquiera
consideraron realizar el servicio alguna vez.
“¡Ah! esto sí, esto sí que me lo han pedido; esto a mí me parece muy raro, pero
quien lo pueda hacer que lo haga, pero yo nunca. Hay un hombre que viene al club
que siempre me dice ‘¿cuando me vas a hacer tú esto?’ ‘¡Nunca!, si no puedo, no
puedo’ [risas]. Esto no, porque es cosa de una. Las otras me dicen: ‘tú sí, inténtalo,
inténtalo’. No puedo, me da así como que no sé, no puedo” (Ania, trabajadora
sexual).
Otras lo intentaron pero resultó una experiencia fallida, tal vez por inexperiencia o
tal vez por bloqueo mental.
“Aquí, en el club éste, un español, que lo vi bastante bien; me acerqué una o dos
veces, no quiso nada, pero luego claro, como mi trabajo era eso, acercarme a la
gente, me acerqué y me dijo ‘vamos adentro’; dije ‘vale’; me dejó sorprendida, algo
raro había en él que no... pero bueno, me pagó mi media hora, me pagó una copa.
Antes de que se acabara la media hora me dijo, ‘yo voy a pagarte media hora más si
me haces una cosa’; digo ‘¿qué cosa?’; dijo ‘quiero que me mees encima’ o sea, ‘en
la cara, en el pecho’. Digo ‘uf, yo no sé, la verdad...’; dice ‘lo vamos a intentar’;
digo ‘sí, pero luego no me digas que, que yo..., que si no puedo es que no puedo’. Y
efectivamente yo claro, no pude hacerlo, no pude. Él se enfadó un poco, porque
claro, porque ya había pagado una hora” (Eugenia, trabajadora sexual).
De esta manera describía sucintamente una trabajadora sexual este servicio.
279
“Después se ha tumbado en la bañera y él se ha hecho una paja con la mano y me
ha dicho: ‘mea encima mío’; y yo me he meado encima de él, y yo meando y él se
ha corrido. Ya que ha acabado, nos vestimos y bajamos” (Imán, trabajadora
sexual).
No obstante, alguna mujer se ha referido a él no tanto como rareza sino como una
actividad penosa, en el sentido del esfuerzo que le suponía hacerlo.
“Y también, tenía yo un cliente que él no era español, era de [se para a recordar]
Inglaterra, que venía cada mes; pero que él no hacía nada, a él no le gustaba ni que
le tocara; a él lo que le gustaba era más que meterse en la bañera y que yo le mease,
y el beberse los ‘meaos’ míos; y ya con eso te pagaba él a ti dos horas. O sea que él
me llamaba a mí, y yo cogía botellas de agua e iba tomando agua, antes de que él
viniera, porque eso era lo único que él hacía; él no hacía nada más (...) El se
cansaba, él fumaba puros y se sentaba en la cama y se fumaba un puro, pero no le
gustaba ni que le tocaran. El iba a lo que iba y ya está; se fumaba el puro, mandaba
por champán y se quedaba ahí; y otra vez tenía yo que cargar y comenzar a tomar
agua para eso” (Sacramento, trabajadora sexual).
Como ya apuntamos al inicio de este sub-capítulo, la actitud de cada chica acerca
de la prestación de determinados servicios suele venir afectada por tres factores: el
relacionado con su socialización primaria en materia sexual, el vinculado al manejo de los
límites en la utilización de su cuerpo como herramienta de trabajo, y un tercero asociado a
la gestión de la competencia con sus compañeras. Así pues, no debemos esperar una
respuesta uniforme de las mujeres a este tipo de servicios, tal y como he podido comprobar
en mi experiencia como investigador de campo.
La coprofilia
Se trata de la atracción fetichista por los excrementos y puede consistir en defecar
sobre el cuerpo del hombre, incluso en la misma boca de él. Sobre este servicio se pueden
hacer consideraciones similares a las que se han anotado sobre la ‘lluvia dorada’.
“A mí me llamó el otro día uno que quería, ¿como se dice?, que cagara en su boca,
yo le dije ‘ay, eso no, imposible” (Eufemia, trabajadora sexual).
280
La mayoría de las mujeres con las que he tratado muestran reservas de diferente
carácter sobre este tipo de trabajos.
“Sí, yo es que primero hay que mirar, para hacer estos servicios, con quien entras,
porque puedes buscarte problemas dentro. Esos los que te piden, los que les gusta el
sado, los que le gusta la lluvia dorada [rie como avergonzada y tengo que animarla
y ayudarle a expresar el nombre de esos servicios], esos que quieren... [hacer
esfínteres para ellos] sí, sí. Y lo he hecho, yo lo he hecho una vez y digo yo ‘mira,
si salí yo peor...” (Jovita, trabajadora sexual).
E igualmente, aunque no se tenga intención de hacerlo, un buen precio puede hacer
vencer las resistencia y facilitar el cambio de opinión.
“No, no, no puedo [riéndose]. No lo sé, a lo mejor sí puedo, si me paga 500 €, a lo
mejor que sí” (Pasha, trabajadora sexual).
El sexo rápido
El sexo rápido siempre se ha practicado, más acusadamente en los bares africanos o
en cualquier otro establecimiento que admitiera servicios a precios económicos. No
obstante, con la llegada de la crisis, algunos establecimientos han bajado los tiempos del
servicio y, por tanto, su costo.
“¿Cuanto es lo mínimo que cobras? A un marroquí quince euros, cinco minutos (...)
Rápido, porque el marroquí no folla en dos meses más y cuando viene [se corre]
rápido; si tarda paga más, es otra cosa” (Farah, trabajadora sexual).
En bares africanos y otros establecimientos que frecuentan inmigrados u hombres
mayores de bajo nivel adquisitivo se prestan estos servicios que consisten, como bien
indica su nombre, en echar un polvo de forma rápida; y cuya duración apenas supera los
cinco minutos.
“Moros, negros, sólo sexo, ni hablar; y muy rápido” (Lila, encargada en una casa de
citas).
281
“Hay chicas que prefieren no estar al club porque con cinco minutos cobran diez
euros; pero con cinco minutos, ni se quitan la ropa ni nada” (Jovita, trabajadora
sexual).
Familiarmente las chicas suelen referirse a ellos con otras denominaciones más o
menos expresivas:
“Aquí es rápido: el ‘sube y baja” (Jovita, trabajadora sexual).
Con la crisis algunos establecimientos han comenzado a admitir personas de
escasos ingresos, llegando a constituirse en la clientela casi exclusiva, en muchos casos; de
tal manera, que los usuarios que la componen son, casi exclusivamente, pensionistas de
edad avanzada y hombres inmigrados, generalmente jóvenes, de origen marroquí o de otras
zonas de África.
“Diez es lo mínimo, también rápido; porque los clientes de aquí son moros, son
negros, que lo hacen rápido, en cinco minutos” (Yenia, trabajadora sexual).
“Depende de las personas; por ejemplo, si entras con marroquí cobras 15 €, si
entras con español cobras 30 €; porque el marroquí termina en cinco minutos y el
español en media hora” (Nadia, trabajadora sexual)
Algunas trabajadoras reconocen que adoptan estrategias específicas para que el
cliente termine pronto y se acorte el tiempo del servicio.
“Si, a los negros les gusta que le toquen las tetas; es tocarles las tetas y correrse
rápido” (Amal, trabajadora sexual).
Las fantasías
Muchos de los servicios demandados por clientes tienen que ver con deseos no
cumplidos, experiencias sin realizar o fantasías que anidan en su cabeza.
En las experiencias de su trabajo que las chicas relatan, descubrimos que una parte
de los requerimientos de los clientes tienen que ver con estos antojos.
282
“A unos les gustan locuras, a otros les gusta nada más lo que es mirarte y tocarte a
ti...; hay mucha gente, mucha fantasía” (Jovita, trabajadora sexual).
Tal vez por deseos de imitar imágenes o secuencias observadas.
“Sí, he tenido muchos, bastantes; he tenido gente que iban en ese tiempo, e iban por
verme desnuda solamente, sí. Yo tenía un cliente que iba y me pagaba seis o siete
horas, solamente para verme desnuda y que yo le posara (...) Y ya echarme
champán por arriba para él tomárselo; por aquí debajo [señalando el pubis], y ya
está (...) Se ponía a contarme historias, se ponía a contarme cosas de su familia, y
ahí pasábamos el tiempo” (Sacramento, trabajadora sexual).
A veces se trata de fantasías inocentes de los clientes que no se atreven a solicitar a
su compañera sexual habitual. Aunque pueda parecer extraño, este tipo de inhibiciones
parecen persistir todavía en las relaciones de pareja convencionales.
“Un muchacho cuando yo estaba en tal club, que yo tenía unos 26 años ó 27. Era un
muchacho un poquito más joven que yo. Y me preguntó los precios y dice ‘te voy a
dar una hora’ y digo ‘bueno, vale’. Pero luego, dentro de la habitación, me dijo
‘mira no quiero que te saques la ropa, no quiero nada, nada, nada. Lo único que
quiero es que, yo tengo mi pareja, no quiero ser infiel a mi pareja, pero hay cosas...;
yo tengo una fantasía, yo tengo una cosa que yo quiero hacer, y no puedo decírselo
a ella porque no sé cómo va a reaccionar; y digo ‘¿qué cosa? [enfatizando], dice
‘mira, yo quiero chuparte los dedos de los pies’, digo ‘pues nada, si ese es tu deseo,
pues nada, vamos a lavarnos los pies’; pues eso, y ya está. Y efectivamente no
quiso sexo para nada, o sea ni hizo falta sacarme la ropa. El tío era..., que tenía eso
y ya está” (Eugenia, trabajadora sexual).
En otras ocasiones, descubrimos en los clientes pretensiones de voyeur; sólo ver,
observar el cuerpo de la chica.
“Porque hay que hacer cosas, a veces, [que] tú nunca las has hecho, solamente por
ganarse algo de dinero para llevarlo a tu casa; como hacer striptease, que nunca yo
lo he hecho, pero había uno para el que había que hacerlo; que iba y había que
283
hacer eso, en su habitación, en el privado, había que hacer eso” (Sacramento,
trabajadora sexual).
O relaciones fetichistas con algún objeto o prenda de la chica, al solicitar
interaccionar con la trabajadora mediante ellos.
“Hay uno que es muy bueno que sólo quiere que me ponga las medias y no me toca
ni nada, sólo toca la media él; y yo con mi pié toco a él con la media y así, ya está,
tres horas me paga” (Basma, trabajadora sexual).
Presenciar o participar en sesiones de sexo lésbico también es una petición
recurrente.
“Muchos hombres quieren acostarse con dos mujeres, con dos mujeres juntas a la
vez, acostarse con dos mujeres. No sé qué esperan, por qué pagar tanto, porque no
hacen nada” (Lila, encargada en una casa de citas).
La variedad y la imaginación no parecen presentar límites.
“Eufemia se ha referido a un cliente de una amiga suya que trabaja en tal ciudad. El
cliente la llama con antelación y le dice que se prepare; entonces ella saca el
uniforme de criada, con su cofia, el plumero, etc. Y cuando va el cliente, él se pone
el uniforme y limpia la casa. Y le paga encima la hora de limpieza a precio de
polvo” (Extraído del Diario de campo).
“Una vez uno lo encuentro en la calle, me dice que se quiere correr aquí, en el pelo”
(Farah, trabajadora sexual).
“Hay clientes que piensan que las chicas somos sus mujeres” (Basma, trabajadora
sexual).
“Hay muchos que quieren que sea su novia, fíjate; que te dicen ‘cariño, quiero que
seas mi novia un rato’; te dan besitos, hacen cariñitos, te abrazan, te dan la mano,
pasean por la casa, como si fueran novios. Y nunca follan, dicen ‘no, la primera vez
284
no follamos ¿vale cariño?, la próxima cita’, como los novios. Y cuando vengan a la
próxima cita, ‘vamos a follar como si fuera un novio’. Eso son fantasías que están
en su cabeza” (Eufemia, trabajadora sexual).
Esta componente de las fantasías, como aspiración idealista respecto al
establecimiento de algún tipo particular de relaciones, es puesta de manifiesto con total
claridad por Hakim: “hasta cierto punto, lo que compran los hombres es en realidad la
fantasía de la compañera perfecta a quien gustas y que te acepta tal como eres...” (Hakim,
2012: 171).
La compañía
Ofrecer compañía parece parte integrante del trabajo sexual. Este aspecto no es
nuevo como elemento constituyente de esta actividad; así, el colectivo IOÉ (2001) nos
remite al conjunto de necesidades humanas de cuidado, atención y reconocimiento, para
obtener bienestar afectivo-emocional, sensual-corporal y erótico-sexual en forma de un
continuo de difícil escisión.
Igualmente, Agustín se refiere a determinados espacios en el territorio español
donde clientes de diferente tipo “pueden pasar horas bebiendo, conversando o mirando sin
comprar nada de sexo...” (Agustín, 2009: 97).
Tanto por mi observación en el trabajo de campo, como de las revelaciones que
diferentes agentes me han realizado, podemos decir que una de las motivaciones para
acudir a establecimientos donde se vende sexo consiste en la búsqueda de compañía, el
estar acompañado compartiendo charla y ocio.
“Hay hombres que yo nunca los vi entrando [al privado], hombres de los que van
ahí, yo nunca los vi entrando; iban, se tomaban su copa, invitaban a las chicas a una
copa, y hablaban con las chicas y se iban para su casa. Y eran muchas chicas, y
nunca entraban, nunca” (Sacramento, trabajadora sexual).
“Hay un hombre que nunca sube; viene a tomar copas y se va. Hay otra pareja de
maricones (...) que van a hablar, invitar, porque con las chicas llevan mucho tiempo
y los conocen, tienen confianza con ellas” (Imán, trabajadora sexual).
285
“Pues la mayoría yo pienso que buscan afecto ¿no?, porque si fuera sexo, yo pienso
que se acostarían con su mujer o tendrían otra clase de relación con otra persona
¿no? —no sé si me entiendes— una amante o otra persona; yo pienso que ahí en los
clubes la mayoría lo que buscan es afecto” (Ximena, empresaria).
“Un día estaba con un español, cuando termina empieza a llorar [ella imita su lloro
en forma de lamento]; me dice que ‘me falta cariño’, y le dije ‘pensaba que estabas
llorando por tener que dejarme los cincuenta euros’ [entre carcajadas]” (Farah,
trabajadora sexual).
También Solana (2003) incide en la componente comunicatica de la compañía, a
partir de las narrativas de las trabajadoras entrevistadas en clubes de Córdoba. En este
aspecto, los bares africanos representan espacios de relación y consumo de tiempo que, al
margen de la venta de servicios sexuales, se convierten en sus exclusivos espacios de
sociabilidad alternativa para muchos jóvenes inmigrados (Majuelos, 2011).
“Si alguno está aburrido viene ahí a echar un rato con sus paisanos, solo hablar,
beber. Algunos no tienen tele en los cortijos, vienen a mirar película, futbol. Así, si
alguno no quiere dormir por la noche, porque no tiene trabajo, todo el día
descansado, viene a romper un poco el sueño” (Amal, trabajadora sexual).
La escucha
El tipo de interacción que se da en los establecimientos donde se ofrecen servicios
sexuales se nos va revelando, conforme avanzo en el trabajo de campo y acumulo
testimonios, cada vez menos dependiente de motivaciones sexuales directas o de carácter
explícito. López (2013) plantea con claridad este aspecto cuestionando el estereotipo
‘coitocéntrico’ del trabajo sexual. También lo indica Solana (2003). Quienes pasan más
tiempo con ellos, en público o en la intimidad, nos lo revelan de manera profusa.
“Sí, hay muchos hombres que les gusta subir contigo a la habitación sin mirar, sin
meter, sin hacerte; que no les gusta el sexo ni nada, que le gusta hablar y contarte
cosas, quieren hablarte y que tú lo escuches” (Imán, trabajadora sexual).
286
“La soledad es un mal común en el siglo veintiuno, hay gente que se siente sola y
prefiere hablar con alguien ¿no? Hablar con alguna chica, por dinero, un rato”
(Felipe, camarero y encargado de club).
No se trata sólo de escuchar; la índole de la conversación que un cliente puede
establecer con una chica tiene que ver, en cierto sentido, con la revelación, con cierta
exigencia de confidencialidad y de distancia a la vez. Se trata de confesar algo a alguien
que sabes que no te va a pedir cuentas por ello. Vip (2009) trata este tema, a partir de su
propia experiencia profesional, expresándolo con claridad meridiana: se trata de “la
completa disposición de la otra persona, a ser receptora de secretos inconfesables...” (Vip,
2009: 136).
“A veces es mejor hablar con alguien que no conoces que con un familiar; y sí,
ellos tienen confianza en mí, conociéndome un poco...” (Oleñka, trabajadora
sexual).
“No sé, yo por lo menos hablo por mi misma y son muchas como yo; que viene a lo
mejor no por el sexo, sino para darnos un poco de cariño, para conversar, para
alguno contar sus cosas; sí, porque hay muchos que están aguantando cosas que no
le cuentan ni a su pareja si tiene, o ni a su mejor amigo” (Eugenia, trabajadora
sexual).
No creo que sea aventurado afirmar que determinadas conversaciones están
mantenidas bajo un claro clima interactivo inequívocamente terapéutico, donde la
trabajadora debe exhibir recursos y potencialidades específicas aquilatadas durante su
ejercicio profesional.
De nuevo Vip (2009) nos muestra estos rasgos del trabajo sexual mediante
determinados calificativos que ella misma atribuye a su trabajo: ‘confesoras’, ‘sanadoras
de almas’, etc. Igualmente lo expresan trabajadoras a las que entrevisté.
“Unos venían por buscar más cariño que nada; querían un poco de compañía, de
cariño; querían que fuese cariñosa, que le hablara, que se desahogara; había mucha
gente así, que viene de una relación que no le va bien, a lo mejor, o en su casa no
recibe lo que él quiere, y viene y lo busca ahí” (Eugenia, trabajadora sexual).
287
“Después de tanto tiempo trabajando puedo llegar a esa conclusión, de que buscan
precisamente afecto” (Toña, trabajadora sexual).
Este aspecto específico, que reside en el ejercicio de su labor, se deja translucir en
las propias manifestaciones de las trabajadoras. No se trata de una respuesta intuitiva que
puede dar cualquiera, requiere cierto saber y ellas tienen consciencia de ello; una
convicción de que esa componente forma parte de su ejercicio profesional. De Paula
(2002) apunta este rasgo del trabajo sexual, por el cual las mismas mujeres se consideran
‘psicólogas’ de sus clientes. También López (2010) reseña este aspecto y observa cómo las
mujeres lo presentan como un rasgo de profesionalidad.
“Eso sí, también tienes que escuchar, tienes que saber qué tienes que contestar;
tienes que saber escuchar, no sólo escuchar” (Pasha, trabajadora sexual).
“Muchos que han venido sólo necesitan cariño y que tú escuches; cuenta su vida
entera, cuenta sus cosas, cuenta sus fantasías, todo. Nosotros somos psicólogas para
ellos ¿vale? Ellos vienen aquí, hablan lo que quieren y saben que no decimos nada
de esto, que nosotras nos nos metemos en su vida particular” (Eufemia,
trabajadoras sexual).
Las narrativas de las trabajadoras, cuando se refieren a estos aspectos, no se
presentan como simples relatos ingenuos de experiencias más o menos curiosas o
gratificantes. Revelan juicios y posicionamientos claros y a veces comprometidos con sus
clientes o con su trabajo.
“Y si me interesa un hombre [que] me dice `mi mujer se porta mal conmigo’, yo
digo ‘mira, ¿qué has hecho tú, para que tu mujer, tal, tal, tal, contigo? Porque yo
soy mujer, y entiendo a la mujer, mejor que tú’. Y muchas veces les he aconsejado.
Digo ‘mira, tienes que poner esta noche una cena, antes de estar con ella; compra
bombones, pones las velas, haz..., para tu mujer” (Lila, encargada en una casa de
citas).
Y no dejan de recordarnos que no se trata de un entretenimiento mutuo, sino de un
trabajo que requiere esfuerzo y concentración, y por el que van a ser juzgadas y evaluadas
288
en función del grado de satisfacción que el cliente considere que ha recibido, cuando ha
adquirido sus servicios.
“Lo peor en este trabajo es que tienes que aguantar, dar tu opinión como psicólogo;
pero un psicólogo trata la mentalidad de la persona, pero no trata a la persona
practicando [sexo] con ella. Pero estudiar la mentalidad de la persona cuando tienes
que atender a una persona haciendo sexo sin confianza, sin conocerlo sin nada, eso
es lo peor (...) [Tengo que] manejarlo, entenderlo; si no lo entiendes no va a
buscarte nadie más” (Imán, trabajadora sexual).
El espectáculo
En los establecimientos de mayor envergadura, o en los de más afluencia de
público, es habitual que se ofrezcan espectáculos, de diferente tipo, de manera regular o
discrecional.
Imagen nº 8. Folleto publicitario de un club
Fuente: El Lío. Elaboración propia.
289
El número más recurrente es el del baile sobre una barra vertical con striptease
final, la ‘barra americana’ que identificó a numerosos establecimientos durante las últimas
décadas del S. XX. En la actualidad se constituye, habitualmente, como un servicio
complementario que el establecimiento ofrece de forma eventual o periódica a lo largo del
horario de apertura o en los momentos de mayor presencia de clientes.
Algunos locales lo publicitan como parte integrante de sus servicios habituales
aunque la realidad de lo ofertado pueda verse devaluada o restringida a determinados días,
horarios o condicionado al volumen de presencia de la clientela.
En realidad, la barra forma parte de la identidad de este tipo de establecimientos; a
veces, sólo está como objeto decorativo, ya que nunca se realizaron espectáculos en ella.
Las bailarinas pueden ser trabajadoras habituales del local, que cumplen esa tarea
de forma ocasional, a demanda del cliente o del establecimiento; en otras ocasiones suelen
ser profesionales que acuerdan la prestación de esos servicios con la dirección del local,
directamente ellas o a través de los representantes que las chicas puedan tener.
Imagen nº 9. Bailarina de barra americana en una actuación
Fuente: Indalo Night Club, web del establecimiento. Elaboración propia.
Complementariamente, en los intervalos de descanso pueden practicar el alterne o
prestar servicios más íntimos como cualquier otra trabajadora del establecimiento.
“Me comentó que era la bailarina, y que por eso había sido contratada, pero que ella
‘después’ puede hacer lo que quiera, puede tomar copas y entrar con los clientes si
le apetece y quiere” (Extraído del Diario de campo).
290
Este aspecto multifuncional de la trabajadora sexual es constatado también por
Olvera (2006), al analizar el desempeño en los ‘table dance’107 del área metropolitana de
Guadalajara (Mexico). En ellos se reproducen diferentes tareas reconocibles en nuestros
clubes y bares de alterne con espectáculo de baile o sin él. Y supone un ejemplo indiciario
de que el comercio sexual se configura más un complejo de trabajos sexuales y no en el
sentido de ‘estado’ o ‘situación’ de prostitución.
Las actuaciones suelen tener una corta duración, entre tres y cinco minutos, y
deviene en un acontecimiento especial que trata de volcar la atención sobre todo el
auditorio presente en la sala, compuesto, en este caso, por los clientes y el resto del
personal: trabajadoras sexuales, camareras, etc.
Durante mi estancia en diferentes establecimientos, realizando trabajo de campo, he
podido presenciar, en diversas ocasiones, estos espectáculos que se suelen desarrollar en
escenarios específicos dispuestos en zonas del local, fuera o dentro del recinto que delimita
el mostrador.
“Cada actuación ha podido durar entre 3 y 5 minutos y en todas ellas se ha
combinado acrobacia, exhibicionismo y finalmente striptease. En todos los casos,
iniciaron la actuación con una ritualizada limpieza de la barra, mediante gel y
toallitas, para después encaramarse a ella y realizar ejercicios de acrobacia y
sensualidad creciente. A veces, los movimientos son atrevidos, violentando el
equilibrio y, a la vez, acentuando las formas del cuerpo que expresan contenido
erótico. La barra no sólo es el soporte físico sobre el que se desarrolla la actuación,
también es un complemento, un instrumento, que transmite a la concurrencia una
impresión fálica, y con la que el cuerpo de la bailarina interacciona, mediante
gestos y movimientos rítmicos con el objetivo de elevar el tono sexual y sensual del
espectáculo. Las bailarinas recurren a un lenguaje corporal que mezcla equilibrismo
y erotismo, componentes que en ese orden se van sucediendo y evolucionando en
intensidad, el segundo a expensas del primero, para terminar en un striptease. Al
finalizar, aplausos de los clientes y las propias trabajadoras” (Extraído del Diario de
campo).
107
Literalmente ‘baile en la mesa’, pero puede ejecutarse sobre el mostrador o una plataforma, que
frecuentemente llevan incorporada una barra vertical.
291
En esta línea, Gloria Patricia Díaz Barrero expresa con claridad el trabajo de la
striper:
“El baile exótico requiere la movilización de la sexualidad de la bailarina para
crear, en términos de Diane Megan, la ilusión de una invitación sexual, un
melodrama que envuelve relaciones de género, raza y sexualidades, una
presentación particular del cuerpo femenino” (Díaz, 2005: 147).
Una parte importante de este espectáculo lo constituye, obviamente, la música; no
se trata de un mero acompañamiento, sino que en las diferentes actuaciones he podido
percibir cómo la música, su cadencia y su ritmo, constituyen la guía sobre la que la chica
secuencia sus ejercicios.
Otro elemento que suele acompañar estas actuaciones es el chorro de humo que
inunda el escenario y parte de la sala, incorporando al ambiente un ingrediente de exotismo
y misterio durante la representación.
Uno de los locales visitados era un bar de copas un tanto particular; los precios eran
los propios de cualquier pub y, allí las chicas bailaban a demanda del cliente, mediante
invitación —sin sobreprecio— y de manera discrecional, ya que era el único reclamo
erótico-sexual que ofertaban. Había diferentes barras sobre el mostrador y las chicas subían
y realizaban sus bailes de claro de contenido sensual, pero no hacían striptease. Aún así, el
juego erótico de las bailarinas era tan intenso que pude presenciar la experiencia de dos
clientes —sin duda era la primera vez que visitaban ese establecimiento— de unos treinta
años que resultaron extremadamente sorprendidos con lo que estaban viendo.
“Los dos chicos recién llegados, me hacen un gesto de complicidad, así que
aprovecho para acercarme, realizando algunos comentarios; están sorprendidos por
el espectáculo: ‘es que aquí las tienes... ¡mira cómo las tienes! (...) Por ver esto no
me importa pagar lo que sea” (Extraído del Diario de campo).
El alterne
Esta actividad constituye en sí misma una forma de ocio que los clientes buscan en
numerosos locales: clubes, hoteles de plaza, bares de alterne, bares africanos, etc.
292
Obviamente requiere de un consumo de bebida cuyo precio puede oscilar dependiendo de
la categoría del negocio. Aunque en la actualidad es difícil distinguirlos, en Almería hubo
en los primeros años del S. XX numerosos clubes y bares que se autodefinían ‘de alterne’;
se creó, como ya he apuntado, una asociación de empresarios dueños de esos locales, y
numerosas mujeres vinieron de los países de Europa del Este, especialmente de la extinta
Unión Soviética, para trabajar en estos establecimientos.
La característica diferencial de estos negocios consiste en la inexistencia de
espacios privados específicamente destinados la prestación de servicios sexuales
explícitos, íntimos o completos. Obviamente eso no excluye que las mujeres no realizaran
esos servicios, pues el establecimiento también ofrece ‘salidas’ a domicilios o a
establecimientos hosteleros, en ocasiones anejos y vinculados, formando sociedad108. No
obstante, la mayoría de clubes y bares de alterne disponen de reservados que, si están
ubicados convenientemente, si son suficientemente discretos, pueden facilitar prestaciones
que habitualmente se dan en las habitaciones privadas y no requieran desnudarse
completamente: masturbaciones, felaciones, eyaculaciones sobre el cuerpo de la chica, etc.
“Me explica que donde estamos no hay reservados; ‘esto es un club no es un bar de
copas’ y añadió ‘eso, ahí en frente’; ‘todo se hace en los reservados’ refiriéndose un
establecimiento que está en la misma calle” (Interacción con una trabajadora en un
club. Extraído del Diario de campo).
“Mira, es que ‘la cosa como funciona es que tú pagas el alquiler del reservado por
treinta euros, y te invitan a una copa para la chica” (Explicaciones de una camarera.
Extraído del Diario de campo).
Sea como fuere, lo que se infiere del trabajo de campo es que estas distinciones se
manifiestan bastante volátiles, en la medida de que es la voluntad de la chica la que
determina, en alto grado y en cada caso, si realiza servicios sexuales de carácter íntimo o
no, además de los propios del alterne. También, Barrientos et al. (2009) nos lo muestran al
describirnos el funcionamiento de unos típicos establecimientos en una zona minera del
108
Es el caso de los negocios vinculados a ANELA, que describe Solana (2003).
293
norte de Chile. Se trata de las ‘shoperías’109. En ellas, a pesar de que las normas explícitas
impiden una conversación prolongada entre hombres y mujeres, o que éstas consuman
alcohol o compartan mesa con los clientes, los autores nos desvelan todo un juego de
seducción con la finalidad de obtener citas en el exterior del local, fuera de las horas de
trabajo.
En el caso de los clubes de Almería —más aún en momentos de crisis, donde la
bajada de la demanda dificulta la especialización de los establecimientos— también
depende de la orientación que el dueño quiera dar a su negocio; por ejemplo, disponiendo
el mobiliario de forma que facilite o no prestaciones de carácter más íntimo. Así, mientras
hay locales donde el reservado se limita a un sofá y una mesita en la sala principal, en otros
establecimientos varios de ellos comparten un espacio común cerrado dentro una sala
específica o limitado por un ambiente distinto; también puede tratarse de pequeños
espacios cerrados, generalmente mediante cortinas opacas, donde nadie ajeno puede ver lo
que ocurre dentro de él. Este aspecto lo he podido constatar mediante observación pero
también por las narrativas de los diferentes agentes con los que he interaccionado.
“Cuando [el dueño del club] me enseñaba el local iba describiendo brevemente los
usos de cada espacio. Mientras recorríamos la sala principal me llamó la atención
su comentario sobre los reservados: ‘los asientos son así, bajos, para que la chica y
el cliente estén a la vista y no se hagan otras cosas (Extraído del Diario de campo)”.
Pero también depende de la trabajadora, según dónde sitúe ella los límites en cada
servicio, en la intensidad de la interacción con el cliente, o en el cálculo de beneficios en el
ejercicio de su trabajo, tal y como podemos inferir del comportamiento de una trabajadora
sexual en un club, a la que invité a una copa en un reservado.
“Sheyla, ante mi negativa a entrar a la habitación estaba decidida a realizar el
servicio allí mismo y que me quedara satisfecho con sus prestaciones, estaba
empeñada en masturbarme y que eyaculara allí, entre sus pechos, o en su boca”
(Extraído del Diario de campo).
109
Establecimientos con variada configuración de esparcimiento masculino donde se sirve cerveza en
contextos erotizados.
294
Aunque también fui testigo de declaraciones más directas de esos límites.
“La chica española andaba de allá para acá y en un momento comenzó a jugar con
el joven que estaba al final de la barra; en el juego éste la agarró por detrás y le
cogió los pechos, ella le advirtió: ‘¡para tocar hay que pagar!” (Extraído del Diario
de campo).
El alterne se desarrolla fundamentalmente en la sala principal de los
establecimientos y en los reservados situados en, o adyacentes a, ella, cuando los tienen. Se
trata de un consumo de tiempo y de compañía en los términos que el cliente elija, que los
precios del establecimiento impongan y que la habilidad persuasiva de la chica consiga. O
en otros términos, que la debilidad del cliente facilite y el volumen de su cartera permita.
“Puedes estar simplemente tomándote una copa y mirar el ambiente y no hablar con
nadie o no invitar a nadie, estar simplemente pasando el rato y disfrutar del
momento; o puedes invitar a una chica, o puedes hablar con un cliente, o con el
jefe, o puedes hablar con una camarera. No hay ninguna obligación ni sobre los
clientes ni sobre las chicas” (Alonso, cliente habitual).
Tanto mediante la observación participante, como de las narrativas obtenidas de los
diferentes agentes, con los que he tratado en el decurso del trabajo de campo, parece claro
que el alterne puede considerarse como un proceso de interacción previo, un prolegómeno
antes de acceder a prácticas sexuales de carácter más íntimo, y como una actividad en sí
misma, consistente en el consumo de tiempo y bebida en compañía de una chica.
El primer aspecto queda expresado por diferentes agentes.
“Si es un club, pues tu vas a tomarte una cerveza, si no te apetece estar con una
chica pues le dices ‘oiga que no te puedo invitar’, siempre tienes una salida si no te
agrada; y si te agrada le invitas a una copita y te descargas hablando con ella, y te
relajas; y ya ahí puedes subir o no subir” (Salvador, cliente habitual).
“Puedes hablar antes de entrar, él te invita a una copa o dos o tres, lo que quiera; y
puedes hablar con él tranquilamente, qué te gusta, qué no te gusta, hablas más con
él, a lo mejor qué no te gusta ¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual).
295
En el segundo caso, el alterne representa un ejercicio de ocio y entretenimiento, de
consumo de tiempo, de compañía, etc. Se trata de prácticas de sociabilidad, en el sentido
simmeliano (Simmel, 2002b), en un contexto erótico sensual que puede incluir contacto
sexual en diferente intensidad; en un espacio ataviado de un ambiente musical y refulgente,
especialmente diseñado para el divertimento y la emergencia de las sensaciones.
En definitiva, estamos hablando de una sociabilidad practicada en espacios
erotizados donde el contacto sexual explícito, e íntimo en mayor o menor medida, puede
ser una posibilidad, tal y como lo muestran (Barrientos et al., 2009; Clement, 2005;
Guereña, 2003c; Réal, 2008; Silva, 2008). En esos establecimientos la combinación de
ocio y placer dan cabida a un conjunto de relaciones de carácter sociable y transitorio
(Vivas et al., 2009), en los que la palabra adquiere una relevancia primordial, tal y como
Maffesoli (1990) lo expresa.
A este respecto los testimonios de las trabajadoras y demás agentes no dejan lugar a
dudas.
“No todos los clientes van a hacer sexo ¿tú me entiendes?; a lo mejor van... y no
todos entran; hay gente que le gusta tener sexo y gente que le gusta irse a tomar una
copa. A mi negocio, a veces, van matrimonios; los sábados va gente a bailar, como
es discoteca, pues van a bailar” (Ximena, empresaria en el sector).
“Mientras estoy hablando con una chica, observo que hay un cliente mayor, de unos
sesenta años, que va y viene, se acerca y aleja de las chicas, juega a las máquinas
tragaperras, a cuyo alrededor acuden una o varias chicas. Él bebe, pero no invita.
Después quedan dos con él, con las que habla, ríe y se tocan; parecen divertirse y
ellas le siguen el juego” (Extraído del Diario de campo).
“Dana, la trabajadora sexual con la que hablo, me comenta señalando con la mirada
‘ese que está ahí al final de la barra, viene todos los días, se toma algo y charla con
la camarera, pero fuera de aquí no tienen ninguna relación” (Extraído del Diario de
campo).
“Me atrae mucho la cantidad de personas que son abiertas, que te hablan de tu vida,
cosa que no veo yo en otros ambientes normales, [donde] las mujeres en concreto
las veo más distantes” (Alonso, cliente habitual).
296
Conviene poner de manifiesto que esta forma de ocio puede disfrutarse de manera
individual o grupal, tal y como he podido observar reiteradamente en diferentes
establecimientos que he visitado.
“Al principio de la barra dos chicos hablan prolongadamente de manera animosa y
con dos chicas. En otro grupo, las chicas atienden a tres chicos jóvenes —de unos
treinta años— y las conversaciones están todas aderezadas con leves caricias en
pelo o cintura” (Extraído del Diario de campo).
“Había de todo: gente que hablaba, otro cerca de mí, acariciaba a una chica, le
acariciaba la espalda e intentaba besarla por diferentes partes de su cuerpo; en la
esquina dos chicos bailaban con dos chicas, mientras tomaban copas. Había
actitudes variadas” (Extraído del Diario de campo).
“Que me he juntado con algún amigo, con un compañero y pues hemos dicho
‘hombre, vamos a tomar una copa a tal sitio, que hay un ambiente de chicas”
(Salvador, cliente habitual).
“A mi derecha hay un grupo de tres hombres de entre 30 y 40 años, están con una
chica, joven también, con cara infantil, usa gafas y de complexión robusta. Hablan
con mucha familiaridad; en la parte opuesta hay también arremolinados varios
hombres de esa o menor edad y varias chicas que van y vienen donde están ellos”
(Extraído del Diario de campo).
En el alterne, entre los objetivos del negocio y de la chica está animar al cliente en
el consumo de bebidas utilizando sus atractivos sexuales (Poyatos, 2009). La intensidad en
la relaciones entre las tres variables: consumo de alcohol, sexo y sociabilidad puede ser
diversa según los casos y el tipo de establecimiento, no obstante la constante consiste en la
utilización del cuerpo y su imagen como herramienta principal que articula las tres
componentes. Apoyadas sobre el cliente, bailando entre sus piernas, gesticulando e
invitando a responder a sus carantoñas, halagos y ofrecimientos. De tal manera que
expresiones como ‘sí, toca, toca’, ‘puedes tocar, no pasa nada’, ‘me has puesto caliente,
tengo los pezones duros’ o ‘pasar un rato feliz’, forman parte sustancial de la ejecutoria
durante el rito interactivo.
297
“A partir de un momento, Yesy ha comenzado a insinuarme, cada vez con mayor
insistencia y claridad, que ‘echemos un polvo’, a lo que he respondido con mi
habitual excusa: ‘no estoy en situación’; la respuesta suya fue: ‘la situación la
pongo yo, que para eso estoy aquí” (Extraído del Diario de campo).
Este tipo de comportamientos muestra la conciencia y convencimiento de la chica
de que es depositaria de cierto tipo de conocimientos propios de su condición profesional.
A la vez que revela diversos aspectos que caracterizan el trabajo sexual: la condición del
desempeño de la chica como un trabajo, que responde a intereses económicos propios y del
establecimiento donde trabaja; y al presupuesto básico de sus obligaciones con el cliente:
ofrecerle placer (Agustín, 2004a; Davis, 1937).
La sala principal de un club, de un bar de copas o de cualquier bar africano, se
constituyen como espacios de interacción que facilitan la sociabilidad; una sociabilidad
mediada por múltiples referencias eróticas y articulada a través de la venta de servicios
sensuales y sexuales, como define Rodríguez (2007) a la industria del sexo.
“En un momento me sugiere que ‘pasemos un rato’, que ‘hagamos el amor’, que
‘estoy cachonda y muy..., mira’, me dice llevándome la mano sobre sus pechos”
(Extraído del Diario de campo).
Podemos decir que “tomar copas, escuchar música y coquetear en un entorno no
familiar o es suficiente o importa igual que los minutos de sexo concreto” (Agustín, 2004a:
100). Por su parte Hakim (2012) nos llama la atención de cómo este tipo de interacciones
que se dan en el alterne —flirteo, juegos de seducción, actuaciones de bailarinas, etc.—
eximen al hombre de otros cumplimientos sexuales con mayor implicación por su parte y,
sin embargo, puede aún recibir atenciones sensuales y halagos con los que se siente
aceptado y deseado.
Aunque la interacción con las chicas suele construirse cara a cara configurando un
cuadro relativamente aislado del resto de la sala; algunas chicas pueden saltarse esta norma
y provocar la interacción a distancia, enviando señales, haciendo gestos más o menos
discretos o directamente, interpelándote a cierta distancia. Esto mostraría el carácter
cooperativo que caracteriza las rutinas que elaboran el conjunto de actores en un espacio
298
de interacción, así como la capacidad de cada uno de ellos de crear un encuentro social
(Goffman, 1982).
“Sigo tomando notas en la barra y en un momento dado una chica me llama la
atención gesticulando y gritándome ‘¡vamos a follar!’ En ese momento en la sala
hay unas diez o doce mujeres” (Extraído del Diario de campo).
En cualquier caso, en el alterne se muestra la importancia de la geometría de la
interacción, en sentido simmeliano, a la que se refiere Beriaín (2000).
También es frecuente contemplar máquinas de juegos, billares o futbolines que, en
zonas más o menos centrales de la sala, sirven como soporte a la interacción mediante
actividades que facilitan el encuentro prolongando, el consumo de tiempo y de ocio en el
local.
La conversación, las caricias, los roces, el movimiento sensual de la mujer sobre el
cuerpo del hombre componen un ejercicio interpretativo, en el que se representa un cuadro
dramatúrgico en sentido goffmaniano.
“La chica ha jugado perfectamente un rol de mujer atrevida, juguetona; ha jugado
con el calor, con los sudores: ‘tengo el coño mojado de sudor’, mientras con la
mano imitaba el gesto de abanicarse entre las piernas” (Extraído del Diario de
campo).
Adoptando la terminología de Goffman (2009), podemos decir que la sala principal
de estos locales se convierte en un escenario donde un equipo de trabajadoras del
establecimiento cooperan en una determinada rutina. Los camareros y las chicas se
convierten en actuantes que van interpretando los sucesivos papeles de una representación,
fácil de observar en la sala principal de cualquier club.
Aspectos dramatúrgicos del trabajo sexual
En lo que sigue, abordaré brevemente esta cuestión tal y como la he percibido en el
trabajo de campo, teniendo en cuenta lo observado, mis propias experiencias de interacción
y lo que algunos agentes me han desvelado en el decurso del trabajo de campo.
299
A pesar de que el trabajo sexual se pueda realizar en diferentes espacios y
establecimientos, en diferentes estancias dentro de un local, etc. su ejercicio, en cualquier
caso, puede analizarse como una representación dramatúrgica en el sentido en que
Goffman (2009) la contempla.
Ahora considero pertinente una advertencia previa que tiene que ver con la
concepción dramatúrgica de la vida cotidiana: se trata del sentido con el que debemos
utilizar conceptos como sinceridad, falsedad, artificialidad, naturalidad, tratándolos con las
pertinentes reservas para no concebirlos con las caracterizaciones absolutas y esencialistas
que a veces le atribuimos en nuestras elaboraciones intelectuales o morales. La acusación
de que muchas chicas simulan placer u orgasmos, no puede interpretarse en términos muy
diferentes a los de los recursos que se utilizan en otras profesiones: la pulcritud técnica
discursiva del abogado en un juicio; la gravedad del sacerdote en una homilía; la confianza
que proyecta el agente de banca con el que se negocia un crédito o el forzado afecto
expresado por la cuidadora hacia la persona que atiende (Agustín 2009). Precisamente
porque en la gestión y desarrollo de nuestros afanes cotidianos, solemos desarrollar cierta
interpretación de roles y mostramos ‘fachadas’ que nosotros mismos tratamos de construir
y reconstruir a tales efectos, unas veces más conscientemente y otras menos. Y en
cualquier caso utilizamos atributos propios que son funcionales a los intereses
dramatúrgicos en cada momento: no se trata de proyectar nuestra propia personalidad sino
las características del rol que hemos adoptado de nosotros mismos durante la
representación (Goffman, 2009).
En este sentido, la simulación de las chicas forma parte de los cálculos necesarios
que exige el mantenimiento de la fachada durante la actuación, con la que se ha presentado
al cliente y que él espera de ella (Goffman, 2009). La trabajadora simula un orgasmo
porque es lo que el cliente espera de ella y desea obtener. Este aspecto es explícitamente
resaltado por Cortés (2009).
El análisis, de la representación en la interacción que pretendo realizar, se puede
extender a todos los espacios donde se desarrollan diferentes formas de comercio de sexo;
también a las distintas estancias destinadas a tal fin que encontramos en los diversos
establecimientos. No obstante, me centraré en la práctica del alterne en las salas principales
de los clubes, en cualquiera de sus variadas configuraciones.
Como he venido exponiendo, en los diferentes locales podemos encontrar múltiples
estancias: una sala principal, con un mostrador donde se sirven consumiciones y con algún
300
tipo de escenario para espectáculos de barra americana, striptease, etc.; reservados más o
menos aislados y habitaciones privadas para la prestación de servicios con mayor
intimidad; también encontramos aseos, vestuarios para las chicas, almacenes, etc. No todos
estos elementos se encuentran en cada establecimiento, pero sí en la mayoría, pudiendo en
algún caso carecer de uno o varios de ellos; tampoco los encontraremos igualmente
distribuidos por el espacio del local.
En las salas podemos contemplar máquinas tragaperras, musicales, billar, futbolín,
etc. Y también diverso mobiliario: banquetas, veladores en alto, sillones o sofás.
En el establecimiento que utilizo para este análisis pude observar la existencia de
un reservado, al fondo del local; una serie corrida de asientos que utilizan las chicas para
estar cuando no tienen clientes y conversar entre sí.
“Las chicas están sentadas en la hilera de asientos que hay en la pared de la
izquierda conforme se entra en el local, con respaldos almohadillados en forma de
corazón” (Extraído del Diario de campo).
El mostrador encierra dentro de su perímetro un escenario elevado con barra
americana, de tal forma que los camareros se mueven por el ancho pasillo que delimitan
ambos elementos. Al resto de estancias se accede desde la sala, tal y como,
aproximadamente, refleja el croquis de la imagen 10 (Extraído del Diario de campo).
En esa imagen pretendo reproducir esquemáticamente un orden de interacción que
ocurrió realmente y en el que participé como cliente durante el trabajo de campo. He
representado a diferentes trabajadoras mediante un círculo verde, un cliente mediante un
triángulo rojo, a la camarera y al portero mediante un cuadrado. Y también algunas
trayectorias recorridas por algunos de estos actores —el número representa un orden de
ocurrencia— en su desenvolvimiento por el espacio del local.
Cuando el cliente entra, es probable que los trabajadores que no estén ocupados en
ese momento se pongan en estado de alerta, tanto las chicas como los camareros; el
conjunto de todos ellos componen un equipo del cual el nuevo cliente —o el grupo de
clientes, si entraron varios juntos—, junto con el resto que ya estaban allí, componen su
auditorio.
301
Imagen nº 10. Esquema de interacción en un club
Fuente: Diario de campo. Elaboración propia.
Todos los elementos de la sala representan un escenario potencial configurado por
los diversos elementos del mobiliario, máquinas, luces, música, etc. que definen su
ambiente.
“Al acceder a la sala percibo cambios desde mi última estancia: hay bastantes
chicas, jóvenes buena parte de ellas” (Extraído del Diario de campo).
“Conforme avanzo hacia el fondo creo reconocer a una chica que más tarde
saludaré; sigo y me instalo en una banqueta al fondo del local; inmediatamente
302
llega la camarera y le pido una cerveza (...) Hay movimiento de chicas, algunas se
desplazan por la sala con los móviles; las que permanecen en los asientos laterales
hablan entre ellas, bromean y ríen; unas muestran algo de sus teléfonos a otras”
(Extraído del Diario de campo).
Una vez que el cliente se sitúa en un lugar del mostrador, es atendido por el
camarero, o se le acerca una chica; produciéndose lo que Goffman llama una segregación
de auditorios, mudando a un nuevo nivel de interacción.
“Pasados unos minutos se acerca una chica delgada, de tez morena y que viste un
vestido corto, de tirantes y de una sola pieza” (Extraído del Diario de campo).
Ahora el equipo actuante lo compone una sóla trabajadora, el auditorio lo
constituye su cliente y el ambiente queda limitado por el mobiliario más próximo, luces,
sonidos, etc.; y el resto de las trabajadoras que no acudieron, junto con la camarera,
quedarían en la región posterior, en segundo plano. La chica, al acercarse al cliente,
presenta su fachada: muestra sus encantos y revela sus modales —despliega su ‘capital
erótico’ Hakim (2012)—, desarrolla un rol; comenzando, de esta forma la representación
de su rutina.
“Se me acerca, me saluda besándome; dice llamarse Mari y es Dominicana”
(Extraído del Diario de campo).
Así, lo habitual es presentarse, besar al cliente y esperar que él la bese, comunicar
su nombre y establecer una determinada relación física con él, que suele incluir algún tipo
de contacto que se irá desplegando durante el tiempo de interacción.
Por lo demás, cada chica suele adoptar un rol en la interacción: la mujer seria, la
simpática, la que anda un poco loca; ellas mismas suelen auto definirse y expresan rasgos
acordes a su identidad.
Para ello, hace uso, también, de los elementos del ambiente a su alcance en el
escenario; por ejemplo, acercando una banqueta o aproximándose a la misma donde está
sentado el cliente y situándose en posición conveniente o apoyándose de una determinada
manera en el mostrador.
El siguiente extracto en muy gráfico al respecto:
303
“Mientras me pregunta qué me trae por aquí y me cuenta (...) Se mueve entre mis
piernas, con su vientre muy pegado al mío; me rodea el brazo por el cuello y me
abraza besándomelo (...) Me pregunta si me apetece hacer ‘chiqui, chiqui”
(Extraído del Diario de campo).
Estando conversando con la chica nos interrumpió el portero.
“En un momento el portero se me dirige preguntándome si el coche ‘de tal marca’
que hay frente a la puerta es mío: al parecer me he dejado las luces encendidas; le
respondo que sí y salgo; ‘te espero aquí’ me dice la chica” (Extraído del Diario de
campo).
Esta intervención del portero podríamos considerarla un caso de disrupción, se
trataría de la intervención de un tercer actor que, por determinados motivos, interviene en
la escena; aunque alejado de ella, está en cierta manera ‘pendiente’ de lo que pueda ocurrir
en la sala. Si bien interacciones como ésta no son frecuentes, sí que lo es— aunque no se
dio ese día, sí me ha sucedido en otras ocasiones— el caso de que la camarera, consciente
de que no está consumiendo la chica, interrumpa la escena para sugerirle al cliente que la
invite. Estaríamos aquí ante un caso claro de co-actuación; se trataría de la incorporación
de un nuevo actor, en esta ocasión con el papel de director, en la medida que pretende
regular la actuación de otros actores. Este papel de director es frecuente que lo
protagonicen los encargados o, en su defecto, la camarera; he observado actuaciones de
este tipo cuando estando las chicas distraídas algún cliente ha permanecido más tiempo del
habitual sin que ninguna trabajadora se le acerque ofreciéndole conversación.
“Finalizada la conversación y a la vista de que rehusé invitarla y entrar al privado
con ella, nos despedimos finalmente. Aprovecho que quedo solo de nuevo para
tomar unas notas en el teléfono” (Extraído del Diario de campo).
“Pasados unos cinco minutos se acerca otra chica. Yo me hago el despistado con el
teléfono y ella se me acerca y me toca el hombro (...) Me saludó con el intercambio
habitual de besos (...) Lleva un vestido similar a la anterior, corto, ajustado y de una
sóla pieza. Nada más empezamos a hablar me dice ‘voy a sentarme’ y arrastra una
banqueta sentándose de frente a mí pero cruzándo su cuerpo conmigo (...).
304
Apoyamos respectivamente nuestros brazos en la pierna del otro. Me pregunta qué
me apetece hacer, a lo que respondo que no tenía pensado hacer nada, que me
apetecía tomar una copa y que por eso fui (...) Sugiere hacerme un masaje y
cualquier cosa más. Me muestro receloso ante esa posibilidad. Me indica dónde
está el acceso a las habitaciones —una puerta en la pared que da a la fachada, al
lado del aseo de hombres—, me indica, asimismo, que la sala que hay detrás de
nosotros es un reservado, donde se distinguen, aún con luces menos intensas, un
sofá y una pequeño mostrador (...) Después de unos minutos le comento que voy a
marchar; le pregunto por el aseo de hombres y nos despedimos ‘hasta otra vez’ y
me dirijo hacia la puerta” (Extraído del Diario de campo).
De no haberme marchado, esta rutina se podría haber reiterado varias veces más,
con trabajadoras diferentes. Y constituiría un buen ejemplo de la segregación sucesiva de
escenarios y auditorios. En el momento de abandonar la chica mi proximidad, me vuelvo a
convertir en auditorio de todas las demás, capto su atención y el escenario que constituía
mi banqueta, la de la chica y el pequeño tramo de mostrador se desvanece, quedando mi
actuación situada en el conjunto de la sala y cambiando de nivel de interacción.
Mientras no quede cliente alguno libre, ni se produzcan cambios en el auditorio
total, las chicas permanecen en la región posterior, zona alejada de los escenarios y donde
actores que no interaccionan pueden descansar, reponerse o mostrarse sus confidencias,
quedando ahora como observadores. Un espacio típico y permanente sería, por ejemplo, el
vestuario o cualquier otra estancia a la que ningún cliente puede tener acceso; pero como
he referido, es frecuente que un lugar se transforme secuencialmente en distintas regiones;
así la fila de asientos donde las chicas suelen ubicarse en este club, se convierte
recurrentemente de región posterior al escenario —o región anterior— y viceversa. Otro
espacio que suele transformarse con asiduidad en otros clubes es un extremo de la barra
donde, en ausencia de clientes, las chicas se arremolinan para charlar, mirar páginas web
en Internet o ver fotografías, películas, etc. Una vez que hay cambios en el local el grupo
se disuelve y esa zona queda libre como posible escenario posterior de interacción
trabajadora-cliente.
En el ejemplo al que me estoy refiriendo, de haber entrado con la chica al reservado
a tomar algo con ella o a una habitación privada para realizar algún servicio o simplemente
pasar el rato, se hubiera producido otro cambio de escenario, donde la trabajadora —y yo
305
mismo también— es posible que hubiéramos renovado nuestra fachada, con el fin de llevar
a cabo rutinas diferentes con distintas intensidades de interacción.
Otro ejemplo muy típico, y que nos revela con bastante claridad ese carácter de
representación con el que podemos analizar la interacción en el trabajo sexual, se produce
en la presentación de las trabajadoras al cliente en una casa de citas, en el pase, tal y como
lo hemos referido ya en otro momento de este capítulo.
Si en conjunto, la rutina de todos los actores está dirigida a la obtención de
beneficios colectivos, de acuerdo con los intereses del establecimiento, dando lugar a una
representación colectiva; la rutina desarrollada por la chica, que en este caso he
identificado como de segundo nivel, estaría orientada más a los beneficios particulares de
la chica.
He de advertir que la posición de actor y auditorio es relativa y recíproca; situados
desde la perspectiva opuesta podríamos analizar la actuación del cliente respeto de la
chica, su auditorio en esta ocasión. De hecho, en diferentes establecimientos he mostrado
fachadas diferentes: cliente novato, amigo del dueño, investigador, etc.; comportandose las
chicas de manera diferente en cada caso, presentando fachadas que, sin obviar sus
intereses, respetasen lo que yo esperaba de ellas en cada caso. De este modo, el proceso
básico de interacción que se da a través del trabajo sexual entre trabajadora y cliente, en
cualquiera de los espacios en que se desarrolla, ha quedado representado en los párrafos
anteriores.
2.2.4 Articulaciones del trabajo sexual
Como en cualquier otro ámbito profesional, el trabajo sexual no se agota con el fin
de la jornada laboral. Su desempeño alcanza múltiples y diferentes aspectos de la vida que
vienen articulados a través de él. Sin ánimo de ser exhaustivo abordaré brevemente
algunos de esos aspectos, entre los más controvertidos o de mayor relevancia para los
diferentes agentes que intervienen en el sector.
Lo que sigue, pues, son algunos tópicos que he considerado de interés tratarlos
diferenciadamente de la mirada estrictamente laboral, aunque en absoluto están
desconectados del trabajo que realizan las mujeres con los clientes; su relevancia viene
dada por la transcendencia que proyectan en múltiples ámbitos de la vida de esos agentes.
306
Las adicciones
Es lugar común relacionar drogas y prostitución; siendo múltiples las explicaciones
acerca de la naturaleza de ese vínculo (Meneses 2010).
No es objeto de la presente investigación un análisis exhaustivo de esa relación,
pero sí exponer cómo se articula el consumo de estupefacientes a través del trabajo sexual
en los contextos locales donde he realizado trabajo de campo. Además atenderé la
trascendencia que alcanza para las mujeres, tanto en su vida laboral como en la personal.
A finales de los años ochenta y principios de los noventa algunas trabajadoras
sexuales buscaban a sus clientes en la recta de Pescadería de Almería para pagar el ‘pico’
de heroína o la ‘raya’ de cocaína, propia o de algún familiar cercano: hijo, marido, etc. No
fueron pocos los conflictos con los vecinos del barrio porque ‘los clientes confunden a
nuestras mujeres cuando bajan a tirar la basura con ellas’, como de forma más o menos
literal recuerdo que me argumentó un destacado dirigente vecinal.
Sea como fuere, la implantación del programa de metadona por parte de la
administración sanitaria andaluza parece que surtió efectos, tal vez no contemplados
inicialmente, haciendo desaparecer aquellas mujeres de ese entorno (Acién y Majuelos,
2003). Tal consecuencia de los programas sustitutivos con metadona también lo evidencia
Corbalán (2012) en el caso de Madrid.
Esta entrada en la prostitución, para obtener ingresos que mantuviesen el consumo
de droga, me ha sido referida por Juana, una trabajadora sexual que ya trabajaba en la calle
en esos años. Salvo ese caso, entre las mujeres que hayan comenzado a ejercer más tarde,
generalmente inmigradas, no me he encontrado con ninguna que manifestara adicción a
sustancia estupefaciente alguna.
Al tratarse de productos psicotrópicos cuyo consumo es ilegal, en particular la
cocaína, estos productos no forman parte de la oferta explícita de los establecimientos en
los que se ofrece sexo de pago. Sin embargo, parece evidente que los clientes suelen
consumirla en los reservados y habitaciones privadas que existen en esos establecimientos.
Lo que sugieren las revelaciones de los distintos sujetos que participan en estos
negocios es que, independientemente de que en algunos locales se pueda vender droga, su
consumo no es algo excepcional en la generalidad de los establecimientos. Si bien
cualquier sujeto relacionado con el comercio sexual puede consumir drogas en su vida
privada, de la misma manera que lo hace con el alcohol o con otras sustancias; el interés
307
aquí reside en que, cuando el cliente va a consumirlas a un club o a un establecimiento
similar, afecta al trabajo de la chica y esta debe adoptar determinadas decisiones al
respecto; normalmente cuando el cliente la consume, prefiere hacerlo acompañado y, en
ocasiones, disfrutando alguna prestación erótica, afectiva o explícitamente sexual; suele
consumirla previamente a la solicitud de algún servicio o como acompañamiento a los
requerimientos contratados. Si abordo esta contingencia aquí es porque afecta a cómo las
chicas gestionan sus relaciones, a la prestación de sus servicios con el cliente y a la
competencia entre trabajadoras de un mismo establecimiento.
“[Consumen] tanto los clientes como las mujeres. Sí, porque en esos clubes hay
muchas tías que la consumen, muchas. No te voy a decir que a lo mejor vas a un
club y están todas, pero a lo mejor de 20 una sí lo consume” (Vicente, antiguo
vendedor de cocaína en clubes).
“Ahí viene gente con droga, quiere tomar droga; y te obliga a tomar con él si
quieres pasar con él más rato, para ganar dinero. Y te dice ‘¿vamos a la habitación a
tomar conmigo la coca y todo eso y quedamos una hora y media o dos horas’; y
entonces la chica piensa que va a ganar más dinero y se toma eso” (Aixa,
trabajadora sexual).
“Es gente que viene para tomar droga, para coca ¿sabes? quiere una chica desnuda
delante de él y ya está” (Farah, trabajadora sexual).
Lo que los dueños y encargados declaran es que el establecimiento, como tal, se
considera simplemente ajeno a esa práctica.
“Si en un reservado ha entrado un cliente y ha consumido yo no puedo hacer nada,
eso es privado. Pero en la barra, ni vender, ni comprar ni nada, [soy] enemigo total
de la droga” (Wladimiro, dueño de un club).
Aunque se pueden percibir actitudes más o menos beligerantes al respecto.
“Hombre, claro, una vez que entre dentro y eso; lo que se haga dentro, yo [soy]
ajeno” (Rolando, dueño de un club).
308
“Aquí ha habido gente que nada más entrar en el parking a aparcar ya se está
metiendo rayas de coca en el coche y han ido los vigilantes y no los han dejado
entrar, los han echado fuera del local” (Lucas, dueño de un club).
No obstante, alguna mujer ha reconocido que en un establecimiento, donde trabajó
durante un tiempo, la encargada ofrecía droga.
“Antes la dueña vendía para las chicas, y una chica la denunció, y por eso lo
cerraron” (Sonia, trabajadora sexual).
Respecto al consumo de cocaína no hay una pauta única por parte de las
trabajadoras.
“Eso depende, hay algunas que ni la han tocado y no quieren saber y algunas que sí,
que se la toman” (Bernabé, portero, encargado).
Lo que revelan las mujeres es que el consumo de cocaína parece ser algo frecuente
en las habitaciones privadas de los establecimientos y que las trabajadoras afrontan su
consumo como una condición vinculada la prestación de servicios.
“Sí, he tomado pero no mucho, he tomado por dinero, muchas veces” (Imán,
trabajadora sexual).
Parece claro pues, que tomar droga, uniéndose al cliente en el consumo, supone una
motivación añadida para el requerimiento de un servicio, aunque consista simplemente en
el acompañamiento en el consumo.
“Te preguntaba, ‘¿tú quieres?’ y claro, una que no consume droga dice ‘no’ y otra
que consume dice ‘sí’. Pero claro, se enredan más con las que toman que con las
que no toman” (Eugenia, trabajadora sexual, camarera).
Y las actitudes de las chicas al respecto son variadas, adoptando criterios que van
desde la inflexibilidad de los principios al pragmatismo en los beneficios, pasando por la
simulación.
309
“¡Hombre! he tenido clientes que han ido de eso, pero se lo he puesto en
conocimiento, que yo..., que eso no me gusta, que si yo se la puedo preparar para
que se la tome, pues sí, preparársela, pero yo jamás en la vida [la tomé]”
(Sacramento, trabajadora sexual).
“Yo antes aprendí un truco [para no tomarla] pero cuando te pagan te vigilan y no
hay manera; yo cojo un papel higiénico [gesticula haciendo una bola] y lo meto en
mi nariz, me tomo la droga y mientras el cliente habla conmigo yo hago así [gira el
cuello y simula expulsar el aire del orifico nasal por donde penetró la cocaína] y se
tira, y ya está” (Imán, trabajadora sexual).
Lo cierto es que, a pesar de los inconvenientes que puede presentar el consumo de
drogas durante en desempeño del trabajo, la cocaína puede convertirse en una aliada de la
chica, al facilitar sus objetivos económicos mediante la prolongación del tiempo contratado
por el cliente.
“¡Hombre! El mejor cliente que hay en la vida es el hombre que toma droga [risas].
Porque se queda con ganas el cerebro pero el cuerpo no funciona y entonces estás
trabajando toda la noche ganando dinero [risas]” (Imán, trabajadora sexual).
Esta apreciación aparece confirmada también en el trabajo de Meneses (2010):
concluye que las mujeres que tomaban cocaína contaban con un número mayor de clientes
y gozaban de más ingresos que las que no lo hacían. Este hecho se muestra como un factor
más de competencia entre trabajadoras, y justificaría las estrategias simuladoras del
consumo para no adoptar una posición manifiestamente negativa ante ellas, con la
consiguiente pérdida de clientes y beneficios.
En el decurso del trabajo de campo he recibido opiniones y he escuchado
testimonios acerca del consumo de drogas, pero nunca ninguna chica me reveló que fuera
drogodependiente en ese periodo de su vida. Aunque sí conocí a un proveedor de cocaína
que durante algunos años abasteció a clientes y, en menor medida a trabajadoras, de
diferentes clubes, que reconocieron haberlas consumido alguna vez. En cualquier caso, la
investigación realizada por Fernández (2011) revela una baja prevalencia del consumo de
drogas por parte de las trabajadoras sexuales; esta investigación coincide en tal conclusión.
310
Por tanto, podemos decir que la droga —vale decir la cocaína— forma parte en
cierta medida del ambiente laboral en el que trabajan las chicas, y que su consumo viene de
la mano fundamentalmente de los propios clientes; cabe no descartar el consumo
esporádico por parte de las mujeres por su propia iniciativa. Similares conclusiones revela
López (2010) al respecto, cuando analiza el trabajo sexual en los pisos de contactos donde
trabajan mujeres colombianas y brasileñas en la ciudad de Lugo.
Tampoco se debe desechar la promoción y venta a iniciativa de encargados de
establecimientos, sobre los que no he indagado más allá de los testimonios de las chicas.
Contrariamente, sí que pude conocer algunas mujeres que en mayor o menor
medida habían sufrido dependencia del alcohol. En los casos que traté, tal adicción había
sido provocada para vencer el pudor, tal y como nos desvelan Yenia y Lobna a través de
sus biografías. No obstante, otras chicas relataban también cómo algunas mujeres de países
del Este europeo, que empezaron a trabajar en los años dorados del alterne, tuvieron que
consumir mucho alcohol en el ejercicio de su labor, acompañando a los clientes, con el fin
de poder cumplir con sus aspiraciones económicas. Esta vinculación entre el consumo de
alcohol y el alterne también ha sido puesta de manifiesto por Olvera (2006) al referirse a la
‘fichada’110 —equivalente en México del alterne— donde, al igual que en Almería, el logro
de invitaciones a copas es una de las fuentes de ingresos de las trabajadoras.
A ese respecto, he podido observar cómo en la mayoría de los clubes la copa —
pagada a las chicas— suele ser más pequeña y de menor contenido alcohólico que las
comunes a los clientes, adoptando la forma de un cóctel de baja graduación. Tal práctica
está, además, inequívocamente relacionada con el interés de los dueños de locales de que
la chica no se embriague, se convierta en fuente de conflictos y genere problemas al
negocio.
El placer
En el comercio sexual el placer forma parte del producto que la trabajadora ofrece
al cliente a cambio de un beneficio económico. Por tanto, ante cualquier consideración
acerca de su trabajo, las chicas manifiestan esta posición suya en el intercambio comercial,
sea de manera explícita o implícita. En este mismo sentido se expresa De Paula (2002); y
110
Su nombre hace alusión a la ficha que recibe la trabajadora por cada invitación que obtiene de sus
clientes y que intercambiará al final de la noche por la comisión estipulada.
311
se constata para Almería de manera reiterada, tanto en la interacción con las trabajadoras
como en sus propias narrativas.
“Cuando le pregunté si a ella le gustaba lo que hacía con los hombres, si sentía
placer, me dijo que a veces sí, pero que ‘es el hombre el que viene a disfrutar y él
debe decir qué cosas quiere hacer” (Conversación con una trabajadora en un club.
Extraído del Diario de campo).
No obstante, y dada la naturaleza de la interacción entre chica y cliente, muchas de
ellas reconocen haber sentido placer mientras trabajaban, con mayor o menor frecuencia y
en mayor o menor intensidad. Esta misma conclusión ofrece López (2010) mediante los
cuestionarios administrados a distintas trabajadoras en su trabajo de campo; similar
resultado señala De Paula (2002) al respecto; ambos revelan, además, que las mujeres
transmiten estas experiencias acompañadas de cierto sentimiento de vergüenza; sin
embargo, no ha sido esa mi experiencia durante el trabajo de campo —tanto si han tenido
orgasmos como si reconocieron haberlos fingido a fin de satisfacer las expectativas del
cliente—, aunque no negaré que, en ocasiones, hablar de estas intimidades les produzca
cierto rubor.
Como se podrá comprobar en las biografías que presento en la ‘Tercera parte’, las
condiciones y la actitud ante el placer sexual durante el desempeño del trabajo responden a
múltiples y variados factores.
Así, las narrativas de las chicas nos remiten a la actitud de la mujer y a su
capacidad de dominio mental la posibilidad de experimentar o no orgasmos.
“Es que eso, eso depende de la mujer; si se deja siente, si no se deja no siente”
(Oleñka, trabajadora sexual).
Igualmente, refieren que el placer es algo que pertenece al cliente en la transacción;
no obstante reconocen haber tenido orgasmos en el ejercicio de su desempeño, pero
parecen vincular ello a la actitud y capacidades del cliente.
“Hombre orgasmos alguna vez, sin querer a lo mejor sí [he tenido]. Porque tú
imagínate, porque tú lo que tienes que hacer es que el hombre ¿no? llegue él al
312
orgasmo, porque para eso... [es tu trabajo]; pero claro, hay tios que saben hacerlo de
aquella manera que sin querer consiguen [que la chica pueda] llegar a tenerlo”
(Eugenia, trabajadora sexual).
Alguna remite a una ausencia de intencionalidad en la obtención de placer sexual
durante la interacción con el cliente.
“Es como el cuerpo te pille, como el cuerpo te pille; porque hay momentos que tu
tienes un orgasmo con una persona que tu ni te imaginas que lo vas tener; pero esto
es porque tienes el cuerpo que te pilla así, y normalmente lo tienes” (Sacramento,
trabajadora sexual).
Más matizada es la opinión siguiente, que parece atribuir a la capacidad de
seducción del hombre la posibilidad de obtener placer en el trabajo.
“¡Hombre! [entre carcajadas] ¡por favor! Hay un chico que aquí viene, es un tío de
guapo y huele muy bien, si ese fuera puto..., es guapísimo y sabe hacer la cosa... De
cada diez hay alguno” (Eufemia, titular de una casa de citas).
También Basma, una trabajadora sexual, reconoce que cuando lleva tiempo sin
‘hacer el amor’, es normal que disfrute y tenga orgasmos en el trabajo.
En cualquier caso, tanto las mujeres que declararon haber sentido placer sexual
durante el desempeño de sus tareas, como las que no lo hicieron, no problematizaron el
correspondiente hecho. Y las que dijeron haber tenido orgasmos me transmitieron una
sensación satisfactoria y sin ningún tipo de juicio moral.
El amor
En general, trabajar para dar placer a otros parece que tiene consecuencias en la
vida afectiva y sexual de las chicas, aunque en diferentes sentidos e intensidades. Es
frecuente que las trabajadoras que entablan relaciones afectivas, con propósito de
estabilidad, con personas que son o han sido clientes suyos, suelen abandonar el trabajo
durante el periodo que dura ese vínculo. Otras mujeres mantienen su desempeño con
conocimiento o no de sus compañeros sentimentales.
313
En algunos casos se produce, al inicio de las relaciones con alguien que desconoce
la índole de su trabajo, que cuando descubre el tipo de actividad que desempeña la chica,
los celos aparezcan, siendo frecuente que entorpezcan la continuidad del vínculo, cuando
no sea que lleguen a truncarlo.
“La verdad es que yo no le he contado a él la verdad y cuando se ha enterado lo
pasamos muy mal, peleamos, cada uno su parte (...) Él no lo aceptó hasta ahora. Él
me dice ‘tú aquí busca un trabajo’. Todos los días tenemos ese problema, anteayer
peleaos... Yo le dije ‘mira que tú tienes tu vida y yo tengo la mía. Si tú quieres
vamos ahí tomamos un café, tomamos una cerveza, o algo, pero cada uno por su
camino’; pero él no lo ha aceptado. Le sienta mal, peleamos, chillamos (...) pero él
no lo acepta” (Lobna, trabajadora sexual).
De todas maneras, parece que la separación afectiva de los ámbitos domésticos y
laborales suele estar clara.
“Trabajo es trabajo, sentimiento es sentimiento” (Lila, encargada en una casa de
citas)
“No, [El] novio es otra cosa, Paco, [es] otra cosa, otra cosa; con [el] novio te
sientes una mujer, con el trabajo no” (Farah, trabajadora sexual).
Y en similares términos se refiere la misma mujer al sexo:
“No, [con mi novio es] otra cosa, lo sientes” (Farah, trabajadora sexual).
En otras ocasiones, las chicas admiten que sus relaciones afectivas no se ven
afectadas por el trabajo.
De esta manera lo manifiesta esta chica, al referirse al tiempo en que tuvo un novio
español, a la vez que trabajaba.
“Pues si te digo la verdad yo no sé si le afectaba mucho, porque cuando estábamos
juntos inclusive había gente que conocíamos los dos y se no mezclaban...[las
cosas]” (Ginebra, trabajadora sexual).
314
Tampoco se resienten las relaciones sexuales, salvo en lo que respecta al cansancio
que con el que llegan a casa, tal y como expresa Pasha.
“Cuando pasa una semana, o dos semanas, que no has hecho nada con tu novio,
claro que da la gana, pero no tanto como antes, cuando no trabajaba”.
Con mayor claridad se manifiesta Delgadina.
“Yo fuera cuando estoy con otra persona, con mi pareja, trato de olvidar mi trabajo
y olvidar que..., trato de no mezclar”.
De Paula (2002) muestra cómo algunas trabajadoras confiesan su temor a
enamorarse en el trabajo, ante la perspectiva de que, por la situación familiar del cliente,
vislumbre pocas posibilidades de entablar una relación con él; también Vip (2009) se
refiere a ese mismo temor. Asimismo, manifestaciones al respecto de ese problema las he
encontrado en mi investigación, si bien la chica aducía motivos más vinculados a su modo
de vida.
“En el hilo de la conversación hemos hablado de la posibilidad de que tanto ella
como el cliente se enamoren, pero ella ha mantenido una posición sensata: ‘yo no
quiero enamorarme porque no sé dónde voy a estar mañana (...) aunque cuando el
corazón hace puf’ [realizando un gesto, juntando las yemas de los dedos y
abriéndolos bruscamente]...” (Interacción con Malek, trabajadora sexual en un club.
Extraído del Diario de campo).
No obstante diferentes trabajadoras sexuales que han participado en esta
investigación, me han narrado cómo se enamoraron de sus clientes alguna vez.
“Vine a trabajar dos meses, gané mucho dinero, aquí en el ‘tal’ [nombre del club] y
ya conocí al fulano [por el hombre que fue pareja suya un tiempo] y me he
enamorado totalmente” (Imán, trabajadora sexual).
Otras personas vinculadas al comercio sexual como porteros, encargados o clientes
me han comentado también estos hechos. En próximos epígrafes veremos cómo las
315
narrativas de esos agentes revelan que ese tipo de conexiones afectivas se suceden con
relativa frecuencia.
“Algunas se han enamorado en serio con el cliente y están viviendo, y se han
casado con él; más de una” (Bernabé, portero y encargado).
“Clientes que se enamoran de chicas, y chicas que se enamoran de clientes” (Lucas,
empresario).
Esta escueta sentencia de Lucas, también aparece corroborada por López (2010) a
través de los testimonios de trabajadoras sexuales en Lugo.
Más matizada es la apreciación de esta empresaria.
“Yo sé, particularmente, que algunas chicas suelen enamorarse mucho y reciben
muchos palos” (Delgadina, encargada).
En general, los clientes entrevistados niegan haberse enamorado, pero admiten que
eso sea posible, tanto en ellos como en la chica, especialmente si son asiduos y adquieren
confianza mutua.
Así Juana, en sus narrativas, muestra cómo un cliente se enamoró de ella.
Igualmente, Lobna atestigua de clientes suyos que se enamoraron de ella misma.
Otras, en cambio, muestran un acusado descreimiento acerca de la probabilidad de
que algún hombre pueda enamorarse de una trabajadora sexual.
“Yo pienso, me pongo en el lugar de mi pareja y digo qué sentirá ese hombre por
mí, cuando el sabe que estoy acostándome con otro; me querrá o simplemente
porque, yo qué sé, me ve fuera de mi trabajo, como yo soy, con mi carácter, con
mi… Algo tendrá; nunca, nunca un hombre que esté con una mujer que esté en la
prostitución, puede llegar a quererla, a amarla como se puede amar, con ese
sentimiento puro de decir ‘estoy enamorado locamente de esta mujer’. No, por que
ese hombre siempre tendrá, aunque te quiera, algo que lo enfríe mucho” (Eugenia,
trabajadora sexual).
316
Esta desconfianza hacia el amor ‘romántico’ la achacan López y Baringo (2006) a
la dureza de las biografías de muchas de estas mujeres. No obstante he conocido historias
tanto o más duras que las de Eugenia que contradicen este extremo, como es el caso de la
de Juana. Empezó a trabajar en el sector a raíz de que se separó de su marido; durante un
tiempo estuvo trabajando en la calle y durmiendo en ella, dependiendo de la droga. Tuvo
varias parejas sentimentales y nos refiere de esta forma acerca de una de ellas.
“Yo lo conocía dos años antes pero de ir a invitarme. Era un hombre al que le
gustaba..., que se veía bueno, muy enamorado; yo creo que estaba enamorado de
que ver cómo trabajaba. Yo estaba trabajando en la habitación y me tocaba en la
puerta loco perdío [de celos]” (Juana, trabajadora sexual).
En el caso Eugenia, ella misma reconoce, a veces, haber tenido hombres que en
algún momento se enamoraron de ella.
En cualquier caso, conceptos como ‘amor’, ‘querer’, ‘amistad’, ‘afecto’, etc. que,
en general, cada trabajadora suele diferenciar, se refieren a experiencias que sólo adquieren
sentido específico en las historias particulares de cada persona, mostrándose muy
escurridizos a la hora de establecer comparaciones y pautas generales, que permitan
generalizar juicios concluyentes en esos términos.
El estigma
El estigma, que afecta a determinados trabajos de la industria del sexo, en particular
a las mujeres que lo ejercen en los espacios y segmentos que han sido objeto de esta Tesis,
está sobradamente documentado a nivel teórico (Goffman, 2008; Garaizábal, 2004 y 2007;
Juliano, 2002; Pheterson, 2000).
Su origen viene asociado a la consideración social instituida acerca del trabajo que
realizan las chicas. Lo que me propongo en este breve apartado es mostrar cómo las
personas que han participado en la presente investigación manifiestan ese estigma, cómo
afecta a sus vidas, y a las de quienes las rodean.
Pero el hecho de que el estigma afecte a todas las chicas, y en menor medida a otros
actores del comercio sexual, no implica que todas ellas tengan una consideración negativa
de su desempeño; así, encontramos en este sector desde quienes niegan que sus ingresos
económicos provengan de forma continuada del negocio sexual, hasta las que asumen su
317
trabajo con orgullo, pasando por las que se autojustifican, utilizando diferentes estrategias
victimizadoras (Garaizábal, 2004).
En cualquier caso no debemos olvidar que, en los primeros momentos del ejercicio
del trabajo sexual, es cuando las mujeres que se inician en él deben confrontar su identidad
personal —adquirida en su proceso de socialización primaria— con la identidad atribuida
(Goffman, 2008) que de forma repentina adquieren —socialización secundaria—; ambas
identidades estarán presentes y pugnarán a lo largo de su vida.
La vergüenza es el sentimiento más frecuente que expresará esa tensión que dicen
las chicas haber experimentado respecto del ejercicio de su trabajo.
Es el caso siguiente, que a pesar de los años que lleva en su desempeño confiesa
seguir sintiéndola.
“Vergüenza, mucha, de lo que hago. A mí me cuesta mucho, ante mí misma, y
todavía” (Juana, trabajadora sexual).
Salvo alguna excepción, todas las mujeres recuerdan su primer servicio y cómo lo
vivieron. En general no lo describen como una mala experiencia —curiosamente suelen
referirse de forma generalizada al buen comportamiento de los clientes—, pero sí con la
angustia de enfrentarse a algo nuevo para lo que no estaban preparadas: dificultades del
idioma111 , desconocimiento del desempeño profesional —como le ocurrió a Ginebra o a
Ania—, o al pudor, como le sucedió a Eugenia; y que en los casos de Yenia y de Lobna fue
combatido mediante la ingesta previa de alcohol.
En ocasiones, ciertos sentimientos —que pueden convivir con aquellos— se
muestran más perdurables, vinculados a la culpa en relación al incumplimiento de los
mandatos religiosos —como es el caso Eugenia, Basma, o de Aixa—, de las prescripciones
sociales —como encontramos en Imán cuando refiere su sensación de fracaso—; o a la
inadecuación del trabajo a la construcción previa de su identidad sexual, como en el caso
que sigue.
111
No puedo dejar de referir cómo en una de mis últimas salidas al campo, me encontré en un club con una
chica recién llegada de un país del Este de Europa, que pretendía ‘alternar’ conmigo; como ni en castellano ni
en inglés nos conseguíamos entender, la chica sacó de su bolso una hoja con diversas frases escritas en su
idioma y su correspondiente traducción en castellano, con expresiones como: ‘hola’, ‘¿cómo te llamas?’, ‘mi
nombre es tal’, etc.
318
“Cuando yo me metí en este mundo yo lloraba y lloraba y lloraba porque yo soy de
un sólo hombre” (Sacramento, trabajadora sexual).
Otras mujeres desvelan ausencia de culpa o vergüenza; así lo manifiesta Lila, que
dice no haber sentido nunca vergüenza en el desempeño de su trabajo. También encuadra
aquí Toña o Nadia, tal y como muestran sus narrativas.
Por todo ello, Goffman (2008) nos remite al control de la información, sobre su
identidad y su biografía, que cada persona procura, para ocultar o desdibujar el estigma. A
este respecto son de sobra conocidos recursos bastante comunes entre las trabajadoras,
como adoptar un nombre específico para el ámbito laboral, ocultar el rostro en los
anuncios, o ser poco precisa al informar dónde se reside. Así lo expresa Ania en sus
narrativas; también el siguiente testimonio.
“Claro, porque no quiero que la gente sabe [sepa] mi nombre (...) Porque si me ven
por la calle no quiero que griten mi nombre, que mi abuela o alguien... [se entere]”
(Alexandra, trabajadora sexual).
Otro recurso común reside en la ‘compartimentización” (Juliano, 2002), por el cual
la trabajadora escinde diferentes espacios de su vida cotidiana —normalizados— de los
laborales —estigmatizados—.
De esta forma, a muchas trabajadoras inmigradas, cuyas familias permanecen en su
país de origen o en lugares geográficamente distantes, les resulta fácil ocultar que trabajan
en el comercio sexual. Así Lobna me indica que su familia más cercana vive fuera de
Andalucía y eso le da tranquilidad. Igualmente otras, cuya familia reside en su país de
origen y desconoce en qué consiste su actual trabajo.
“A mi madre yo le digo que trabajo de limpieza en casa de mi amiga” (Yenia,
trabajadora sexual).
No obstante, a veces puede no resultar suficiente, tal y como le sucedió a Eugenia
cuando un vecino suyo la reconoció en un club donde acudió como cliente, con los
consiguientes sorpresa y disgusto. A esta estrategia responde también el hecho de que
muchas chicas que ejercen en pisos de contactos, prefieran los situados fuera del barrio
319
donde residen. Similar criterio utilizan mujeres españolas que procuran trasladarse a
trabajar a localidades alejadas de las de su residencia habitual.
Lo que parece común es que, salvo alguna excepción, el ejercicio de la profesión
disipa estos sentimientos en mayor o menor medida. Así lo revelan explícitamente Pasha,
Oleñka, y otras. Esta pérdida de intensidad o desvanecimiento está relacionada con una
serie de mecanismos que las personas estigmatizadas suelen poner en funcionamiento en
su proceso de profesionalización, re-socialización o socialización secundaria —en
términos Berger y Luckmann (2006)—, conforme desarrolla el ejercicio del trabajo sexual,
con el objetivo de sobreponerse al estigma.
Como afirma Juliano, “los seres humanos somos capaces de realizar enormes
sacrificios con tal de obtener la aprobación social” (Juliano, 2002: 67), de tal manera que
también las trabajadoras sexuales recurren a estrategias de atenuación y superación del
estigma.
Así, Eugenia, Amal o Sacramento autolegitiman su trabajo en base a sus
obligaciones familiares; por su parte, Alexandra lo hace recurriendo a la imposibilidad de
encontrar trabajo como consecuencia de la crisis económica actual; Ginebra apela a la
ausencia de perspectivas en su país. Se trata de procesos discursivos que elevan a
insuperables determinadas contingencias de sus respectivos itinerarios vitales.
Otras mujeres tratan de destacar logros y éxitos que se presentan como valiosos e
inherentes al desempeño de su profesión; así, Farah apela al mundo de relaciones que
supone el ambiente del trabajo sexual y a las libertades que a una mujer ofrece nuestro
país; Ginebra resalta que ha podido encauzar su vida y criar a su hijo; y Ania se
enorgullece de sus ahorros y haberse podido comprar piso en su ciudad de origen.
Algunos recursos consisten en subrayar aspectos, presentes en el ejercicio de su
profesión, que resultan carismáticos o prestigiosos en otras esferas laborales o sociales
donde el estigma está ausente. De esta forma, las trabajadoras recurren a fuentes de
empoderamiento y autoestima a partir del orgullo por las habilidades y conocimientos que
destila el ejercicio de su trabajo (Juliano, 2002). Así, Eufemia se refiere a que en su
ocupación ejerce de ‘psicóloga’ de sus clientes, similar título concede Imán a la ejecutoria
en su desempeño laboral.
320
En definitiva, estamos ante un fenómeno que representa enormes dificultades para
las mujeres que ejercen este oficio; y que, lejos de atenuarse, las campañas de corte
abolicionista de inspiración sueca, no hacen sino complicar más el problema, añadiendo
elevadas dosis de victimización y menoscabando de su capacidad de agencia; también,
añadiendo nuevos objetivos a la tarea estigmatizadora: los clientes, nuevas dianas de las
políticas para las buenas costumbres.
Tanto en los análisis teóricos como en diferentes estudios basados en las narrativas
de las mujeres, podemos encontrar este fenómeno omnipresente en diferentes aspectos de
su vida cotidiana (Arjona, Checa, Acién y Majuelos, (s. f.); López, 2010; Majuelos, 2014;
Solana y López, 2012). Igualmente lo ponen de manifiesto las autobiografías publicadas de
algunas trabajadoras (Neira, 2012).
Particularmente llamativo es el trabajo sexual desarrollado en la calle en alguno de
sus componentes. Al estigma y los prejuicios que están presentes habitualmente hay que
añadir, en estos casos, que el ejercicio del trabajo supone una ocupación y apropiación del
espacio público dando lugar a conflictos diversos con el vecindario (Asamblea de mujeres
de Granada, 2009; Garaizábal, 2004), en términos similares a los que se producen con
otros colectivos afectados de prejuicios sociales (Torres, 2005b); su presencia en los
medios informativos —no sin variadas dosis de sensacionalismo— es frecuente, tanto en
los de carácter local como en los de ámbito estatal.
La endogamia relacional
Presento este apartado no porque considere que la endogamia se da en este sector
laboral en mayor medida que en otros; apenas dispongo de datos que permitan la
comparación112, ni es ésta una pretensión de la presente Tesis; pero creo conveniente la
advertencia, para no caer en la trampa de que al subrayar una cualidad común en un
determinado segmento social, pueda aparecer como una característica esencial y
diferencial de ese grupo respecto de otros.
He introducido este aspecto por la importancia que, para muchas mujeres,
representan aquellos hombres que en algún momento fueron clientes suyos; y que, siendo
conscientes del trabajo que ellas desempeñan, mantienen relaciones de diferente carácter
112
La endogamia relacional existe, con diferente intensidad, en casi todas las profesiones. Disponemos de un
estudio al respecto, en el caso del magisterio docente en España, realizado por Teresa García Gómez (2007).
321
pero indudablemente útiles y valiosas para ambos durante periodos más o menos
prolongados de sus respectivos itinerarios vitales.
Lo que trato de reseñar es cómo el trabajo sexual no sólo articula marcos de
sociabilidad en determinados espacios donde se dispensan servicios sexuales, sino que
dicha actividad estructura, y es fuente también, de relaciones sociales colaborativas de
diverso carácter entre las personas que desempeñan diferentes roles en el sector objeto de
esta Tesis. López (2010) abunda en este tipo de vínculos.
Se trata de parejas de ‘conveniencia’, clientes ‘especiales’, amigos, etc.; pero
también de lazos sentimentales, proyectos vitales comunes, incluido el mismo matrimonio.
Las mismas personas cuyas biografías he presentado, junto con otras que en menor
medida han participado en esta investigación, son buenos ejemplos de lo que refiero.
A modo de ejemplo incluyo en la figura 4 un diagrama con las relaciones de
parentesco que vinculan a dos trabajadoras que han participado en esta investigación, como
muestra de la endogamia relacional que podemos advertir en el sector del sexo en la
provincia de Almería.
Figura nº 4. Vínculos de parentesco entre dos trabajadoras
Fuente. Diario de Campo. Elaboración propia.
Aunque tal vez se trate de un caso un tanto particular, tiene interés porque todos los
individuos representados nacieron en el extranjero a excepción del hombre que se unió a la
322
madre del padre de Alexandra —su abuela paterna en la expresión folk de nuestro sistema
de parentesco—. Este hecho nos induce a pensar cómo las cadenas migratorias hilvanadas
a través la consanguinidad y las alianzas articuladas mediante el trabajo sexual se
combinan para trenzar redes relacionales sobre las que se construyen los proyectos vitales
de todas estas personas.
No presentaré testimonios porque ya aparecen incrustados en las tramas
argumentales de diferentes epígrafes del texto, aun así expongo brevemente algunos
ejemplos de relaciones mantenidas por los diferentes actores, cuyas biografías aparecen en
capítulos próximos, a modo de resumen anticipado.
Las relaciones entre trabajadoras y clientes son numerosas y presentan variados
contenidos: económicos, sentimentales, sexuales —con o sin matrimonio—, etc.
Así, Sacramento habla con nostalgia de una relación que trabó con un cliente que se
convirtió en su pareja durante varios años.
Por su parte, Jovita, mantiene en la actualidad un vínculo con un cliente suyo; un
hombre mayor que le ayuda económicamente;
Nadia conoció a su novio como cliente, ella sigue trabajando y él le dota de
seguridad económica.
Farah sostiene actualmente una relación especial con un cliente suyo que le duplica
la edad, un hombre ’que me cuida bien y me trata bien’.
En el caso de Imán, el romance resultó fallido pero durante unos meses convivió
con un hombre que fue cliente suyo; posteriormente ha tenido relaciones de amistad fuera
del trabajo con algún cliente.
De forma similar, Ania tuvo un novio que conoció a través del trabajo, sosteniendo
en la actualidad especiales relaciones amistosas con varios clientes suyos.
También Pasha, que vive con su novio, un hombre que fue cliente de ella; si bien en
el momento de realizar la entrevista desconocía que ella continúa teniendo la misma
ocupación.
Juana tuvo varias parejas sentimentales a lo largo de su vida, que conoció en el
ejercicio del trabajo sexual.
En ocasiones, de este tipo de vínculos surgieron hijos, lo que da idea de una cierta
disposición a la construcción de proyectos comunes y duraderos.
323
Así, Eufemia mantuvo relaciones sentimentales con un cliente, con el que trabajó
en un club, como encargada ella y como propietario él. De esa unión tuvieron un hijo.
Yenia tiene descendencia de una relación que duró diez años, con un hombre
mucho mayor que ella; a pesar de haberse separado de él, me confeso que ‘sigo queriendo
a ese hombre’. Y achaca su separación a la intromisión en la relación de la familia de él.
Ginebra vive con su hijo, de un hombre que fue su cliente y con el que aún
comparte responsabilidades respecto al crío.
Lobna tiene dos hijos cada uno producto de sendas relaciones con clientes suyos.
Uno de ellos sigue le sigue ayudando en la manutención de su descendencia.
El carácter de las relaciones establecidas es variado, desde lazos sentimentales
como los relatados en líneas anteriores, a relaciones colaborativas que buscan hacer la vida
más fácil, con proyectos más o menos prolongados.
Es el caso de Sonia, que tiene actualmente un novio, un hombre al que prestó sus
servicios sexuales; además desde hace tiempo está casada con un señor mayor, un cliente
al que pidió que se casara con ella para poder arreglar los papeles.
De forma no muy diferente, Eugenia ha tenido varias relaciones duraderas con
hombres que fueron clientes suyos; también mantuvo en Turquía una relación colaborativa
con un joven con el que compartía la casa y que incluía relaciones sexuales. En la
actualidad, convive con un hombre con el que coincidió en un club donde trabajaban
ambos.
Toña no tuvo relaciones sentimentales con usuario alguno de sus servicios, pero
reconoce clientes especiales con los que se trataba fuera del trabajo porque la ayudaban
económicamente.
Entre los hombres que han participado en la investigación, y que desempeñan
diferentes roles o funciones en el escenario del comercio sexual, encontramos también una
variada gama de vínculos.
Así, son numerosos los establecidos entre empresarios o encargados con mujeres
que trabajaron en sus establecimientos.
Lucas, empresario, tuvo una relación con una trabajadora que acabó en
matrimonio.
Wladimiro ha mantenido diversas relaciones con trabajadoras suyas, y de la
primera conserva un hijo.
324
También Reinaldo, que está casado con la camarera del club que dirige, una chica
con la que aparenta una apreciable diferencia de edad.
Otro hombre, Bernabé, mantiene una relación de pareja con una mujer con la que
coincidió en uno de los clubes donde concurrieron en el trabajo.
Entre los clientes, Teodoro sostiene una relación sentimental, de pareja, con la
mami de un bar africano en el poniente de Almería. La relación es conocida por su
comunidad.
Por su parte, Alonso mantiene intensas relaciones de amistad con varias chicas que
trabajan en diferentes clubes de Almería.
Como se puede apreciar, es difícil establecer consideraciones que naturalicen un
conflicto esencial, per se, entre las trabajadoras sexuales y sus clientes, en virtud del
carácter explotador y de dominio de las relaciones entre ambos tipos de actores; o en
términos que puedan llegar hasta la sanción penal, como proponen quienes consideran al
cliente, por encima de todo, un maltratador o un proxeneta.
Mucho menos se pueden despreciar el cúmulo de relaciones que se construyen
entre personas que desarrollan esos roles habitualmente. Dichos nexos forman parte
sustancial del modo de abordar su existencia, están presentes en sus rutinas cotidianas y
representan opciones libres, viables y oportunas para gestionar sus expectativas vitales; en
particular representan una forma de promoción y ascenso social, tal y como apunta Oso
(2005), para el caso de mujeres inmigradas colombianas y ecuatorianas. Pero también
forman parte de nuevas tendencias sociales en la medida en que “el mercado penetra sin
pudor en la gestión de nuestra sexualidad y nuestros afectos, situación que está influyendo
definitivamente en los modos de las relaciones interpersonales” (Holgado, 2008: 140). En
términos similares se refiere Oso (2008) respecto a la mercantilización del intercambio
sexual.
Siguiendo esa estela, me atrevo a insistir, a la luz de mi trabajo de campo, en la
observación que realiza López (2010) acerca de cómo el sector del sexo podría estar
convirtiéndose en un espacio para el acceso al mercado matrimonial113 por parte de los
diferentes agentes que intervienen en él, especialmente para las trabajadores y los clientes.
113
Elizabeht Jelin (2006), habla de la especial situación de las mujeres jóvenes en el mercado matrimonial,
dado que son buscadas por hombres de todas las edades. Por su parte Alejandra Piscitelli (2008) analiza este
mercado transnacional en el caso de las brasileñas en Italia a través del turismo sexual.
325
Tal posibilidad, además de apuntada por las relaciones establecidas que he constatado,
puede inferirse de algunas apreciaciones que realizan las chicas.
De forma explícita, el siguiente testimonio apunta a que la posibilidad de encontrar
pareja en el sector formaba parte de las proyecciones elaboradas por algunas mujeres, tras
la decisión de dedicarse al trabajo sexual.
“¿Es verdad que muchas mujeres encuentran pareja entre sus clientes, que se
pueden casar? Sí, y salen bueno, porque son mujeres que desde que entran buscan
algo estable” (Sacramento, trabajadora sexual).
La siguiente expresión abunda en esa faceta, en relación a los hombres mayores con
los que entablan relaciones formales algunas chicas.
“Algunas mujeres vienen de su país buscando la vida aquí; y cuando no pueden
encontrar a un hombre que no se la puede dar a su edad, entonces la tiene en un
intercambio, intercambia su juventud con este hombre mayor, pero con dinero, que
puede cuidarla, puede tener...” (Lila, encargada en una casa de citas)
Esta última apreciación entronca con otro rasgo de interés de las relaciones sociales
en el ámbito del mercado sexual, que a continuación detallo.
Las relaciones con personas mayores
Especialmente ilustrativos son aquellos casos en los que los clientes son personas
mayores, a veces ya jubilados; en definitiva, personas que mantienen notables diferencias
de edad con las chicas con las que cultivan relaciones o trato de diferente carácter,
intensidad y duración.
Es habitual verlos en clubes, alternando con ellas, o acudiendo a casas de citas y
pisos de contactos donde se prestan servicios a precios económicos.
También están presentes en relaciones que desbordan las estrictamente
profesionales para transformarse en vínculos de especial familiaridad, amistad o mutua
protección, cuando no de cariño explícitamente declarado. En estos casos se revelan con
mayor claridad relaciones colaborativas que no pueden despacharse simplemente con su
caracterización como ‘interesadas’, ‘engañosas’ o ‘falsas’.
326
De nuevo, las biografías presentadas componen un elenco de testimonios que dejan
escasas dudas de lo que vengo sosteniendo en este apartado al respecto de los vínculos
entre trabajadoras y clientes de más edad.
Sólo una perspectiva etnocentrada en determinadas concepciones folk presentes en
nuestra sociedad, que pretenda fundamentar las relaciones sexuales ‘verdaderas’ en lazos
amorosos de carácter romántico, exentos de cualquier clase de interés mundanal, puede
despreciar esas conexiones que cotidianamente van trabando hombres y mujeres a partir de
que se conocen a través del trabajo sexual (Agustín, 2004b). En coherencia con la
perspectiva epistemológica adoptada en esta investigación tales vínculos adquieren sentido
mediante la intersubjetividad, en el significado que Schutz le atribuye: en la reciprocidad
de perspectivas que emergen de la vida cotidiana de esas personas, pues es ahí donde se
elaboran los significados con los que se construye la realidad social (Hernández y Galindo,
2007).
Entre los numerosos ejemplos que nuestros personajes autobiografiados nos
ofrecen, los casos de Yenia y de Sonia son paradigmáticos.
“Yenia me cuenta que vivía en casa de su marido con su hija y el hermano de él,
que todo iba bien salvo con su cuñado (...) También me dice que quiere mucho a su
marido, que ‘es un buen hombre’, aunque sus conocidas le recriminan que es feo y
que ‘no vale’. Ella me confiesa que le gustaría volver a vivir con él” (Extraído del
Diario de campo).
Sonia mantiene una relación sentimental con su novio, un hombre más joven que
ella. Ve con regularidad a su marido —un señor notablemente mayor que ella— con el que
sigue casada en la actualidad; lo visita, salen juntos a comer y lo atiende una vez a la
semana; él le costea el piso donde ella vive y trabaja. Ambos hombres se conocen y
aceptan las respectivas relaciones del otro.
“Cuando a él lo operaron yo estuve sentada con él, porque él no tiene ni niños, ni
mujer de antes, la única persona que tiene soy yo. Mi marido es como un gran
amigo para mí” (Sonia, trabajadora sexual).
Basma también reconoce una relación con un hombre mayor que ella, que nunca
fue cliente suyo; un amigo con el que sale y que, a veces, le paga la compra.
327
Pero estos ejemplos no agotan la casuística. Alba, una mujer española que conocí
en un club y con la que hablé en varias ocasiones, me narraba después de las fiestas de fin
de año cómo las había pasado.
“Me comenta que pasó la Nochevieja con sus hijos, con su ‘viejito’ y en el bar de
un amigo. ‘Luego mandé al viejo con las niñas a casa y yo me volví (...) Pasé muy
buena noche y me pegué una ‘hartá’ de follar’. De ésta forma me explicó que vive
con un señor mayor, que es quien la mantiene” (Extraído del Diario de campo).
En parecidos términos se refiere Jovita a su relación actual. Un día al finalizar una
sesión de entrevista me dice que va a hacer la compra a una gran superficie. Me ofrecí para
llevarla pero me respondió:
“No, me lleva este hombre que es cliente, que me va a pagar la comida que voy a
comprar (...) Con este hombre, todavía no he hecho nada con él, no he hecho nada,
nada; nada, con él; lo hace por hablar conmigo” (Extraído del Diario de campo).
Nos encontramos, pues, ante un conjunto de formas de vinculación que podríamos
tildar de mutualistas, y que vuelven a presentarnos al trabajo sexual como articulador de
relaciones en la frontera de las pautas culturalmente instituidas como ‘normales’ o
‘deseables’; o tal vez, simplemente como ‘inadecuadas’ por quienes nos señalan los
caminos de la corrección política, social o moral. Estas personas mayores aparecen,
frecuentemente, en diversas investigaciones y testimonios de trabajadoras, con la cariñosa
denominación de ‘viejitos’. Carla Corso confiesa que entre sus compañeras la
denominaban ‘la de los viejecitos’, y entre amables descripciones de ellos, resalta la de
aquel ferroviario jubilado que la trataba ‘como si fuese mi novio’ (Corso y Landi, 2000:
144 y ss.). Y con el término ‘viejitos’ se refieren a ellos algunas mujeres en los testimonios
que aporta López (2010); también Neira (2012) los llama así.
No deja de sorprenderme este paralelismo en la representación supuestamente
marginal de las manifestaciones de los aspectos pragmáticos de las relaciones sociales y la
de aquellos comportamientos eróticos-sexuales ‘raros’ expresados mediante el sexo de
pago. Consecuentemente, esta separación normal/marginal adquiere más relevancia moral
entre quienes comparten determinadas concepciones prestigiadas en nuestra sociedad, que
entre los propios sujetos que construyen tales relaciones.
328
La historia de Eugenia muestra el decurso de proyectos vitales ambivalentes, en los
que los objetivos básicos se van cumpliendo, pero a costa de enormes sacrificios y
renuncias. Muestra las dificultades ante las limitaciones propias: idioma, relaciones,
soledad, miedos, etc.; y las que estructuralmente le constriñen cada día: comportamientos
de las redes, prácticas policiales, obstáculos administrativos, etc. Y, sobre todo,
dificultades para traspasar las fronteras invisibles de un entorno —el de la industria del
sexo— que, como tantos otros, parece conformarse como autosuficiente y de donde las
mujeres se abastecen, no solamente del dinero que necesitan para vivir, sino de buena parte
de sus espacios de relación, de sus amistades, de sus vínculos personales —
matrimoniales—, de sus recursos laborales —contratos de trabajo—, administrativos —
empadronamientos—, financieros — préstamos para diversos fines—, etc.
329
330
TERCERA PARTE. NARRATIVAS
331
332
3
NARRATIVAS BIOGRÁFICAS
Este bloque aborda los aspectos básicos del itinerario migratorio —cuando ha sido
el caso— y laboral de los sujetos que han participado con mayor profusión en esta Tesis.
Hablaré de ellos y aportaré breves biografías de diferentes personas cuando ha sido posible
construirlas114. Su confección la realicé a partir de sus propios relatos grabados, que se
complementaron con otras conversaciones o datos de la observación; también he utilizado
información cruzada procedente de otros agentes o de apreciaciones que emergieron
durante la interacción con ellos en el trabajo de campo y reflejadas mediante las
anotaciones correspondientes en el Diario.
Podemos, por consiguiente, decir con Marsal (1977) que estas biografías han
surgido como subproducto propio de la investigación etnográfica. Su sentido y fundamento
se incrementa si consideramos que aportan esa visión procesual de la persona y su mundo a
la que se refiere G. Mead (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978); pero también porque se
sitúa en la posición metodológica del interaccionismo simbólico a la que nos emplaza
Blumer (1982): la posición de la gente.
He procurado mantener cierta uniformidad en su estructura y contenido. Y me ha
guiado la pretensión de exponer, aunque sea brevemente, el itinerario vital y laboral de los
sujetos en cuyas narrativas me he apoyado para la realización de la presente investigación;
de tal forma que nos muestren una miscelánea impresionista, tal vez puntillista, de la
complejidad y variedad de situaciones y contingencias que componen el sector del sexo en
Almería, en los segmentos que hemos estudiado. En otro sentido, estas construcciones
biográficas, en forma sucinta, han permitido incluirlas en el conjunto del informe que
compone la presente Tesis, sin el inconveniente de dimensionar excesivamente el texto
final.
Como podrá apreciarse, es bastante habitual que muchos de los sujetos cuyas
narrativas se exponen, hayan realizado diferentes funciones dentro del sector. Ello es una
114
El criterio para decidir qué biografía construir, y cual no, ha sido el de disponer una entrevista grabada,
con autorización expresa —con las diferentes reservas de confidencialidad que cada persona ha puesto—,
que en sus relatos se cubrieran los aspectos básicos de la guía de entrevista que para cada sujeto he dispuesto
y que hubiera habido interacción con el sujeto respectivo durante el periodo de trabajo de campo. De este
modo, del conjunto de personas con las que he mantenido relación durante todo ese periodo, he construido 37
relatos biográficos.
333
prueba más de la volatilidad de los encasillamientos laborales y de la pluralidad de tareas
que se pueden desempeñar a lo largo de la vida profesional en la industria del sexo; incluso
cuando los sujetos estén empleados en establecimientos donde el trabajo sexual, cara a cara
y con contacto íntimo, sea una posibilidad que forme parte de lo habitual; asimismo, es
recurrente que estas tareas aparezcan de manera indiferenciada, en un mismo intervalo de
tiempo, o en un determinado contexto. Por tanto, no parece adecuado, que en las
expresiones comunes que usamos para referirnos a diferentes realidades —trabajos, tareas,
funciones, relaciones, etc.— que se manifiestan dentro de sector del comercio sexual,
pongamos límite conceptuales rigurosos e inamovibles, que no estén previamente fijados
por el contexto en el que emergen (Agustín, 2004a).
He de advertir que las personas se han agrupado en función de la tarea primordial,
la más frecuentemente desempeñada, o la que resultó una fuente más fructífera de datos
primarios. De esta manera, se presentan cuatro bloques: el de aquellos sujetos cuyas
labores están relacionadas con la gerencia y la organización; el de las trabajadoras sexuales
que apenas si desarrollaron otras tareas en forma significativa; los clientes; y por último
aquellas personas que desempeñan diversos quehaceres sin preeminencia especial de
ninguno de ellos o que resultaron ejemplos significativos de esa multifuncionalidad en el
sector. No obstante, he de reconocer que este encuadramiento no está exento de cierta
arbitrariedad, en la medida en que buena parte de los participantes poseen un itinerario
laboral diverso y que sólo en los propósitos analíticos de esta Tesis encuentran su sentido
tales agrupamientos.
Por último, procede señalar que, en consecuencia con los objetivos de la
investigación, la percepción emic que de los clientes he obtenido a través de los relatos de
diferentes agentes, ha sido central para esta Tesis. Dado que la unidad de análisis más
amplia ha sido un determinado segmento de esta industria en la provincia de Almería, el
conjunto de personas que han participado, en mayor o menor medida, han sido fuente de
información primaria privilegiada, y no solo la que transmitieron los propios clientes,
como cabría considerar en una primera apreciación.
En esa estela, las muestras de la sociabilidad practicada y las relaciones sociales
inter-género, establecidas entre diferentes agentes, que han emergido de las múltiples
narrativas, han permitido elicitar innumerables aspectos de interés acerca de ellos, en
especial de la figura del cliente.
334
3.1
LAS PERSONAS QUE GESTIONAN
He agrupado en este apartado a varias personas, que en algún momento de su vida
laboral realizaron tareas relacionadas con aspectos de gestión y/o de organización en algún
establecimiento, fuesen o no titulares de ellos.
Como puse de manifiesto en apartados anteriores, la diversidad y complejidad de
los negocios es muy variable. Del trabajo de campo he podido inferir que no es igual la
organización de un club de plaza típico, como el de Lucas, donde puede haber hasta veinte
personas trabajando, incluso en tiempos de crisis, que una casa de citas que apenas ocupa a
seis personas, como ocurre con frecuencia; buen ejemplo de ellas es el establecimiento
donde trabaja Pasha o el que regenta Lila. Las tareas se pueden desempeñar de forma muy
diferente y las relaciones laborales pueden presentarse de forma muy variada. En el caso de
los clubes, el trato del titular con el resto de trabajadoras se manifiesta de manera más
distante —especialmente si el dueño no trabaja presencialmente en él—y menos intensa
que en el caso de la casa de citas —que generalmente dirige una mujer—, donde se exige
una asistencia más continuada de la titular y su participación de forma directa en la
atención de los clientes y otras tareas organizativas.
La crisis ha provocado que las tareas auxiliares se concentren en pocas manos: la
menor actividad y el descenso de beneficios ha obligado a muchos dueños de locales a
asumir tareas y prescindir del personal específico del que disponían para atender esos
quehaceres; de tal manera que, en ocasiones, una misma persona reúne en sí misma la
labor de seguridad, de camarero y de encargado. Así ocurrió con Reinaldo y Rolando
quienes en mis últimas visitas ya habían prescindido de la camarera y atendían ellos
mismos directamente el servicio de copas en la barra.
También tuve ocasión de observar cómo funciones de gestión empresarial y
organizativas pueden ser desempeñadas indistintamente por hombres o por mujeres que
aparecen como titulares en los diferentes establecimientos del sector. Similarmente a otros
ramos de actividad económica, se pueden presentar historiales de ascenso o promoción
hacia dedicaciones más rentables, más acordes con la situación personal o familiar, con las
aptitudes, con las necesidades u oportunidades coyunturales en un determinado momento,
o con las aspiraciones que cada sujeto pueda proyectar a lo largo de su vida laboral.
335
En tal sentido, las narrativas de los diferentes agentes nos ofrecen ejemplos claros
de movilidad ascendente en el sector. Así, las casas de citas han supuesto un espacio de
promoción para mujeres que prestaron servicios sexuales en diversos establecimientos y
que ahora, con el paso de los años, no les apetece o, simplemente, no pueden competir con
las chicas más jóvenes que van renovando la oferta en los diferentes negocios donde se
emplean. Algunas de ellas continúan atendiendo a sus ‘clientes de toda la vida’ con los que
mantienen lazos especiales. Ocurrencias de este tipo las encontramos en Lila o Eufemia;
también López (2010) nos presenta diferentes casos de mujeres latinas en los pisos de
contactos en Galicia. Pero igualmente los encontramos vinculados a otros modelos de
negocios: Delgadina o Ximena llevan tiempo ya como titulares de sus propios clubes.
Otros ejemplos de ascenso los tenemos en Rolando, también en Reinaldo y, especialmente,
en Lucas que expresa su trayectoria en el sector como una carrera de éxito. Estefanía Acién
(2010) nos muestra estas trayectorias ascendentes en mujeres nigerianas que regentan
locales africanos, donde se prestan servicios sexuales, en la comarca de El Poniente en
Almería.
Del conjunto de inquietudes que he podido ir desvelando en mi relación con los
diferentes sujetos que participaron en el trabajo de campo, puedo destacar dos grupos.
En primer lugar, aquellas dificultades que tienen que ver con la crisis y los
problemas derivados de ella: la disminución del volumen de negocio, con el subsiguiente
decaimiento de los beneficios; problemas para fijar a las chicas en el establecimiento, dado
el acentuado incremento de la movilidad en busca de locales con mayor actividad; etc.
En segundo lugar, especialmente en los locales abiertos al público, las
preocupaciones derivadas de su ambigua posición legal como intermediarios entre la
trabajadora y los clientes, ante el tratamiento jurídico de la prostitución. La consideración
general, es que son tratados injustamente al estar en el punto de mira de la policía como
sospechosos de explotación sexual o de trata de mujeres. Por eso, suelen mostrar ciertas
reservas a la hora de tratar los temas de trabajo de las chicas: los porcentajes, los horarios,
las normas o los traslados; evitando exhibir vínculos laborales con ellas. Y procuran estar
atentos a determinadas contingencias que pudieran producirse en sus establecimientos: que
alguna trabajadora no tengan papeles, que se introduzcan drogas, que la chica sea menor de
edad, etc.
336
Lucas, empresario
Lucas es dueño de un club en Almería. Su primer contacto con el sector del sexo se
produjo como vigilante en uno de estos establecimientos. Después trabajó como encargado
de otros locales hasta que consiguió adquirir uno.
En su primer trabajo conoció a una chica con la que formaría pareja y con la que se
casaría.
“Allí conocí a una chica, me casé con ella y me enseñó todo este mundo de la
prostitución (...) Ella era trabajadora sexual”.
Reconoce que, al principio, le costó aceptar el trabajo de ella.
“¡Hombre! yo al principio no lo entendía, pero luego cuando conoces desde dentro
todo pues ves que son personas iguales, que son personas con estudios, que son
personas que tienen cultura; lo que pasa es que por h o por b, en sus países no hay
oportunidades y muchas tienen que cuidar de sus hijos o su familia, que están
enfermos o lo que sea y que se dedican a esto porque no tienen otra salida en su
país”.
También tuvo que lidiar con su familia por incomprensiones.
“Pues reaccionaron mal, reaccionaron mal. Pues toda mi familia son policías, lo que
pasa es que a poco a poco de compañeros suyos que son contra el crimen
organizado y todo esto, pues me habían hecho redadas y tal y se lo dijeron: que
ojalá todos los dueños de clubes tuvieran como yo todas las cosas [así de] bien de
arregladas”.
No presenta una visión idealizada del sector.
“Se mezclan armas, se mezclan drogas, se mezcla trata de seres humanos, se
mezclan muchas cosas, lo que pasa es que uno decide de hacer o de no hacer; yo
me dedico a la prostitución y ya está; o sea, es lo que hay: hacer locales de
prostitución”.
337
Su establecimiento funciona en régimen de plaza, con la salvedad de que los días en
los que la chica no realiza ningún servicio, no paga plaza. De tal manera que el precio de la
habitación lo liquida detrayéndoselo de los dos primeros servicios.
“Es un precio fijo que hay; si no trabajas no pagas nada; si haces una habitación
pagas treinta euros, si haces una segunda habitación pagas otros 30 €, que son los
60 € y a partir de ahí todo es para ella”.
Legalmente funciona como un conjunto de negocios regidos por la normativa
común de establecimientos de restauración: hotel, restaurante y discoteca. Tanto las
trabajadoras que ofrecen servicios sexuales como sus clientes, son usuarios del alguno de
sus negocios. Tiene contratados vigilantes, personal de mantenimiento, camareras y
cocineros. Todos ellos, al igual que las bailarinas, están asegurados.
“Nosotros tenemos un ambiente de discoteca, nosotros lo que queremos [es que]
cuando se hacen espectáculos que la gente se sienta como en la discoteca, como si
estuviese en una discoteca con una chica que le gusta y acceden y ellos tienen un
acuerdo”.
El tipo de conocimiento necesario para gestionar esta clase de negocios lo entiende
de manera artesanal y adquirido a través de la experiencia.
“En todos los puestos de trabajo que yo puedo tener aquí he estado yo, entonces
pues les enseño, les doy una formación y bueno pues ahí vas aprendiendo”.
En la administración de su local incluye la selección de los clientes, mediante el
pago de entrada con derecho a consumición, caso único en toda Almería. La gestión de las
máquinas recreativas, de la música, etc. la realiza a través de empresas que se dedican a
ello, mediante un sistema de porcentajes. También le da importancia a la difusión, tejiendo
una red publicitaria en la zona donde se ubica su establecimiento para la captación de
clientes.
“Mira sí, tenemos muchos por el turismo (...) Y aparte, nosotros lo que hacemos es
[que] a los taxistas le damos10 € por cada viaje que nos traen; tenemos nuestro
338
marketing, vamos a los hoteles, a las recepciones, les damos tarjetas, les damos un
VIP, para todos los recepcionistas y el director del hotel; nos hacemos conocer; y
luego, aparte claro, los clientes también hablan”.
Respecto al reclutamiento de las chicas, niega que tenga que buscarlas; el tiempo
que lleva en el negocio y las relaciones establecidas facilitan que las mismas mujeres le
llamen para pedir plaza en su establecimiento. Además, funciona el boca a boca de las
trabajadoras sexuales entre sí, aprovechando la red de relaciones y amistades que tejen en
el trabajo.
“Van viniendo ellas solas, es que es verdad, no vamos a buscar a nadie; no somos el
típico dueño que va a los clubes a ver si puedo engañar a alguna para traérmela (...)
Entre ellas siempre se van llamando, ‘pues mira ven aquí que aquí se gana dinero,
nos tratan bien...”.
Y no considera que las chicas tengan, con sus clientes, relación alguna más allá de
la estrictamente profesional.
“Les interesa el dinero y ya está, no les interesa nada más de sus clientes. Sí que
con unos tienen más afectos o menos, que les cae más bien o mejor, pero de
momento yo lo que he visto [es una relación] profesional”.
En cuanto a los hombres que acuden al sexo de pago, considera que lo hacen por
razones diversas, aunque los encuadra en tres categorías.
“Gente que se acaba de divorciar, que lo está pasando mal y viene por hablar (...)
Gente que, por lo natural, pues no lo tienen en casa y lo vienen a hacer aquí. Y
luego, pues gente enferma, gente que es minusválido o que tiene deficiencias”.
No obstante, reconoce que en los últimos años ha aumentado el número de jóvenes
que acuden a este tipo locales.
En lo referente a las relaciones personales y afectivas admite cierta endogamia
dentro del sector.
339
“Tengo muchas amigas que están casadas con clientes, o con compañeros de
trabajo; yo mismo era vigilante de seguridad, era un trabajador; y casi todos los
trabajadores que están en los clubes se acaban liando con alguna chica; porque es
normal, el roce hace el cariño”.
Lucas se muestra muy determinante y combativo con el consumo de drogas en su
local.
“Yo quiero una limpieza sobre todo esto; a mí las drogas no me han gustado nunca,
ni las quiero, ni...; me dan asco, así de claro”.
Expresa indignación, tanto por ello, como por el tráfico y la trata de mujeres.
“Si queremos podemos luchar: una cosa es el tráfico humano y otra es la
prostitución libre (...) Estar a favor de la prostitución no es estar a favor de las
mafias que controlan mucha parte del mundo”.
Hace gala de pulcritud en la legalidad de la gestión de su establecimiento, por la
que ha recibido la felicitación de la Guardia Civil.
“Todo esto es un orgullo, es un orgullo, a nivel profesional es un orgullo todo esto”.
También muestra satisfacción por su éxito profesional en el sector y no expresa
reservas porque la gente ni su familia conozcan su profesión.
“Para nada, soy abierto y orgulloso de lo que hago”.
Ximena, empresaria
Ximena es una mujer de origen latinoamericano; procede de una familia muy
humilde. En la actualidad supera ya los 50 años.
“Me fui muy niña, muy joven, con 16 o 17 años. Me fui a rodar el mundo ¡tío!
porque no había nada”.
340
Pero desde muy joven se formó como bailarina, trabajando en varios países
latinoamericanos.
“Yo salí de mi tierra y me metí con una gente que eran profesores y me enseñaron a
bailar y yo me puse a bailar”.
Estando en uno de ellos, la contrataron para actuar en España y aquí se quedó desde
entonces.
“Éramos bailarinas; vino una cantante, una panameña cantante; yo, que era
bailarina, y otra muchacha ‘stripteasera’, que era bailarina ‘stripteasera’ también;
pero yo sólo bailaba”.
Tenía sus propios representantes y trabajaba en salas de fiestas. Recuerda cómo
eran esos locales y su relación con el trabajo sexual.
“No había eso de habitaciones ni nada; eran salas de fiestas con reservados (...)
Hacían sus cosas en los sofás, no había habitaciones privadas; pero era lo mismo
porque había reservados con cortina y uno lo tenía que hacer ahí (...)Yo tomaba
copas nada más, yo bailaba y ganaba mi sueldo ¿para qué [iba a hacer eso]?”.
Reconoce la dependencia que su familia ha tenido siempre de ella y se refiere a eso
con orgullo manifiesto.
“Yo, cuando empecé a trabajar en España, le compré su primera casita a mi madre.
Yo he sido la que he sacado a toda mi familia adelante; a todos los he enterrado yo,
yo”.
Cuando dejó el baile, se introdujo en el ramo de la restauración, que no le fue muy
bien. Después se introdujo en en el sector del comercio sexual, ya como empresaria, y
empezó a dirigir sus propios locales.
“Yo ahorré, me monté un negocio y dije ‘ya no voy a trabajar’. Me monté un bar y
de un bar cayó otra cosa, y otra cosa; yo tenía que trabajar en algo ¿no?”.
341
Ha dirigido varios negocios en un sector en el que lleva alrededor de treinta años.
En la actualidad dirige un club que le traspasaron en buenas condiciones y que funciona
bajo licencia de discoteca. Ella misma realiza las múltiples tareas que requiere el normal
funcionamiento del establecimiento.
“Yo organizo, yo hago de camarera, hago de todo; yo soy la camarera, yo sirvo
copas, yo hago de todo”.
Respecto al reclutamiento de mujeres.
“Ellas vienen solas. No hace falta que tú las llames ni nada de eso; las mujeres hoy
en día vienen solas, por su cuenta. Nadie busca mujeres”.
Las tarifas de copas y servicios son las usuales de clubes, bares de copas y otros
locales estándar. No obstante, a causa de la crisis, admite que los precios son negociables
en función de la capacidad del cliente.
Mantiene una actitud protectora hacia las chicas.
“A mi me quieren las chicas mucho. Yo les ayudo. Ahorita les acabo de comprar un
microondas para que hagan café, leche y todo”.
Y dice no tener normas expresas respecto al trabajo. Con todo, les suele aconsejar
sobre presencia y comportamientos.
“No, no, no, las chicas trabajan como les da la gana; a mí me gusta que trabajen
bonito, ‘sexis’, bonitas, guapas, bien maquilladitas, bien peinaditas ¿me entiendes?
Porque es lógico, para que gusten a los hombres, eso es lógico, es ley de vida”.
Sus clientes son de la zona, empresarios, dueños de negocios, trabajadores de
polígonos o alhóndigas próximas, de hoteles cercanos, etc. Y que acuden a su
establecimiento por diferentes motivos: reuniones de negocios, despedidas de soltero,
hombres que se sienten solos, etc. Con ellos dice mantener una relación cordial pero
distante.
342
“Los hombres vienen a desahogar sus penas y a contarte sus problemas con sus
mujeres. Todos, todos a mí me lo cuentan todo. El uno porque no hace el amor con
su mujer, el otro porque la quiere tanto y su mujer le pega...”.
Los hay que son jóvenes y mayores y no encuentra diferencias en sus
comportamientos ni gustos.
“Mayores; también vienen jóvenes ¡hombre! también vienen jóvenes; jóvenes
atletas y entran con las chicas mayores ¡vaya!”.
Incluso, a veces, vienen mujeres con su pareja.
“Yo he tenido ahí mujeres tomando una copas con sus maridos. Van con sus
maridos a tomar copas y bailan en la pista y todo”.
Ximena tiene familia aquí en Almería y dice sentirse bien; está contenta por cómo
le va este negocio, pero se reconoce cansada.
“¿Sabes lo que me gustaría ya? Tener mi edad, jubilarme ya, descansar; estoy
cansada, te lo juro; estoy cansada de la noche, pero no hay otra cosa en qué trabajar,
y tengo que trabajar, tengo que comer”.
Delgadina, encargada
Delgadina, es originaria de América Latina. Su edad está próxima a los cuarenta
años y lleva en España desde finales del siglo pasado.
Se quedó sin trabajo y con hijos, así que decidió venirse a España. Para ello, utilizó
una red, que ella misma buscó. Y, desde el primer momento, su familia más próxima lo
supo.
“Porque al ser de familia humilde, al no tener nada ni siquiera para sacar pasaporte,
pues ellos te lo facilitan todo. Desde la compra del pasaporte, la maleta..., todo te lo
consiguen”.
343
Desde el primer momento supo que venía a trabajar en el sector del sexo.
“Ellos te avisan lo que hay; yo siempre he dicho que nadie viene engañado. Habrá
quien venga engañado, no es mi caso y siempre he dicho que no vine engañada. Yo
sabía a lo que venía”.
También conocía las condiciones en que vendría y cómo saldaría su deuda.
“No, ellos en ningún momento me exigen nada, yo ya sabía a lo que venía, sabía
que venía a internarme en un club ahí en Ciudad Real, y que tenía que pagar el
contrato de la deuda y cuando la tuviera pagada pues ya podía irme donde quisiera
y ya está; mientras debiera dinero tenía que estar en los clubes de esta gente”.
La deuda equivalía a 6.000 € y tardó en pagarla dos meses y medio. Obviamente en
aquellos momento el volumen de trabajo en el sector era notablemente más alto que en la
actualidad.
Trabajó en diferentes clubes de plaza de distintas ciudades y en otros clubes
‘normales’ más tarde.
Recuerda cómo fue su primera vez.
“Muy triste, muy lamentable. Lloraba en los hombros de los clientes una y otra vez
(...) Vengo de una familia muy pobre pero muy, muy, muy criada a la antigua (...)
Nunca fui capaz de dedicarme a esto en mi país”.
Pero niega haberse sentido culpable. Sólo el remordimiento por haber dejado a sus
hijos.
“Yo no me sentía culpable, porque realmente no lo estaba haciendo porque
quisiera, sino porque realmente era una cosa que ya no tenía otra opción, ya no
tenía otra opción, ya no”.
Asimismo, manifiesta cierto sentimiento de haber defraudado a su madre, que no
entendía su decisión.
344
“Me sentía así como culpable de haberla defraudado pero se lo explicaba de una y
de mil formas”.
En la actualidad regenta un establecimiento con varias chicas de distintas
nacionalidades trabajando para ella; aunque todavía sigue prestando servicios de manera
discrecional. Entre sus clientes se encuentran hombres de diferentes nacionalidades pero
son mayoría los marroquíes. El que entre ellos los haya de poco poder adquisitivo, le ha
hecho fraccionar los tiempos de los servicios, facilitando que algunos puedan tener sexo
rápido por 10 €.
Tuvo negocios en otros sectores, pero no en España.
Con los clientes mantiene una relación correcta pero distante, nunca estableció
relaciones de amistad. Aunque admite relaciones un tanto afables con los clientes
habituales.
“Trato de ser amiga de todos”.
Y no posee una consideración definida sobre ellos, pero los categoriza de manera
binaria, por su actitud y comportamiento.
“Tienes el típico cliente que te comprende, que sabe que estás ahí por la situación
económica, porque tienes familia, por todo eso; hasta el típico desgraciado que te
page lo que te pague ya sean 20 €, 40 €, 50 €, y se piensa que eres su esclava y que
vale, que ‘yo te he pagado y por cojones tienes que hacer esto’. Entonces hay de
todo, no se puede generalizar”.
Nunca tuvo relaciones afectivas con los clientes, ni cuando ejercía sólo como
trabajadora sexual ni desde que regenta un establecimiento con chicas a su cargo.
“Sentimientos no creo que haya, digamos [que hay] relación así de atenderlos
mejor, de que ya como son clientes pues ya hay más confianza, como ya que entras
más en confianza con ellos”.
No obstante, reconoce que puede ocurrir, tanto a hombres como a mujeres.
345
“Yo creo que en los hombres es muy normal que ellos se enamoren o te cuenten la
historia de que están enamorados. Pero yo sé, particularmente, algunas chicas que
suelen enamorarse mucho y reciben muchos palos”.
Su opinión del trabajo sexual es ambivalente, por su doble condición de trabajadora
y de jefa.
“Yo, cada vez que tengo la oportunidad, a todas mis mujeres les digo igual, desde
el punto de vista del ser humano se lo digo: ‘en cuanto puedas retírate o ponte a
trabajar, ten tu familia y ten una vida normal y corriente’; desde el punto de vista
como jefa yo le digo: ‘no te vayas nunca de aquí, quédate aquí trabajando toda la
vida conmigo’. ¿Qué quieres? es lo que hay ¿no? Pero siempre ante todo..., ante
todo somos personas antes que jefes”.
Rolando, empresario
Rolando es un hombre, andaluz, maduro, que ya superó los 50 años. Estudió hasta
los catorce años. Tiene mujer e hijos y sus relaciones sociales están vinculadas a la vida
familiar. Manifiesta que mantiene escasas relaciones dentro del sector salvo las necesarias
para llevar su negocio.
“Es una actitud mía, que yo me dedico a mi negocio y estoy en él, y todo lo demás
no me importa”.
Trabajar en este ramo no le afecta a sus relaciones sociales.
“Una vez que salgo de aquí, cambio de rol totalmente; esto lo dejo aparte,
apartado”.
Se introdujo en el negocio como encargado, desempeñando esa tarea durante casi
una década. Después le ofrecieron un traspaso y se hizo cargo de la titularidad del negocio.
Como es habitual en otros dueños, es renuente a hablar de los precios y los
porcentajes de los servicios que realizan las chicas; manifiesta que los precios son cosa de
las chicas, que los ponen ellas.
346
“Yo me llevo solamente lo que es por mantenimiento del reservado, claro (...) Lo
que pidan ellas, eso es de ellas”.
No tiene normas específicas para sus trabajadoras, salvo en lo que se refiere a su
relación con los clientes, ni respecto a horarios, ni por el uso del móvil, ni respecto a los
tiempos de ocupación en copas y servicios.
“Lo único eso, que se comporten con los clientes bien y nada más. Y que no haya
problemas”.
Tampoco necesita estrategia alguna para la captación de chicas.
No se mete en la vida de las chicas fuera del negocio, pero reconoce que algunas de
ellas llegan a establecer amistades con algún cliente, si se conocen de tiempo; otras salen
con clientes por el día, a comer, a hablar...
“Hombre, beneficiar no beneficia [al negocio], pero que está así la cosa y no puedes
hacer nada”.
Respecto de los clientes no mantiene norma alguna de selección.
“No, aquí entran todos siempre y cuando vengan bien; si vienen mal, no”.
Proceden de los alrededores ‘de la comarca’ y del polígono próximo y suelen tener
una edad de cuarenta años para arriba.
“Ahora quizás algo mas jóvenes pero minoría, poca cosa (...) Muchos separados y
solteros y casados también”.
Reconoce que una parte de ellos vienen sólo a alternar, a pasar el rato y además los
que desean solamente hablar.
“Conversación, a estar un rato hablando con las chicas y pasar el rato y marcharse
(...) La verdad es que hay muchos que entran por entrar [al privado] y a lo mejor
tirarse todo el tiempo que estén, hablando con la chica”.
347
No detecta demandas específicas de sus clientes aunque reconoce que, en diferentes
ocasiones, le han solicitado chicas más jóvenes.
“Hay clientes que sí, que preguntan si vienen chicas más jóvenes; hay lo que hay”.
Lamenta que la crisis le haya afectado notablemente. En el número de clientes, en
la frecuencia con que acuden, en el dinero que se gastan, etc.
“Ha cambiado el negocio y ha cambiado el trabajo y la forma de trabajar por parte
de las chicas. Más o menos, el trabajo de ellas viene a ser igual pero ha bajado
muchísimo; no es lo que hace cuatro o cinco años”.
También se nota el cambio en la capacidad adquisitiva de los que vienen.
“Porque antes los clientes que venían era gente pudiente, ahora viene gente que se
toman la copa y se va”.
Incluso, los fines de semana han dejado de ser especialmente profusos en el trabajo.
La última vez que hablé con él estaba más animado, había más chicas trabajando y
me comentó que observaba un ligero repunte en la actividad, pero que la cosa seguía mal,
que tenía ya ganas de jubilarse.
Wladimiro, empresario
Wladimiro es un hombre andaluz, con los 60 años ya cumplidos; es una persona
culta, tuvo que abandonar la universidad para atender a sus padres.
Se introdujo en el sector del sexo ya con casi cuarenta años, cuando transformó los
locales de negocios familiares que heredó en establecimientos de comercio sexual; en una
época en la que aún apenas trabajaban mujeres extranjeras en el sector.
En la actualidad no tiene pareja. Aunque, me ha reconocido haber convivido en
varios periodos de su vida con mujeres que han trabajado con él. A la primera de ellas se
refiere como ‘su mujer’.
Ha regentado varios negocios del ramo y me narra recuerdos de su primer club con
una mezcla de nostalgia y orgullo.
348
“Ahí había doce mujeres, en aquellos tiempos todas españolas (...) Trabajaban por
necesidad, para sus hijos, para su casa, por alimento (...) Eran de aquí de Almería;
venían algunas de Madrid, otras de Alicante, de Valencia, de León, de Zamora”.
Durante las diversas conversaciones que hemos mantenido, siempre ha destacado la
voluntariedad de las mujeres en el ejercicio de su trabajo y el buen trato que él les ha
prodigado.
“Ella está trabajando, todas las noches se le paga, se lleva su dinero; y, sobre la
explotación sexual, la trata de blancas, y todo eso, pues sí puede haber hechos
aislados, pero en la inmensa mayoría ellas están trabajando para ellas y nadie las
está explotando”.
Sobre su reclutamiento, reitera lo que otros agentes sociales han manifestado en las
conversaciones con ellos.
“Ellas venían a pedirme un trabajo; pedían trabajo, venían una noche y hacían, por
ejemplo, cuando eran pesetas, quince o veinte o treinta, cuarenta, cincuenta mil
pesetas, pues eso lo cobraban por noche”115.
Se muestra combativo con el consumo de drogas, tal vez acorde con el discurso
político de fondo —achacando a los políticos actuales y a causas estructurales,
consustanciales al capitalismo, los males de la humanidad— sobre el que teje sus
narraciones justificativas del trabajo sexual.
“Y yo, en los locales que he tenido, no he tenido cocaína, ni hachís, ni nada; no he
dejado fumar nada.”
Me habla de su último negocio, de sus clientes, de las mujeres y de cómo lo tenía
organizado.
Sobre los clientes no tiene un perfil identificativo; clasificándolos mediante una
taxonomía moral bastante simple.
115
Equivalente a entre 100 € y 300 €.
349
“Pues hay gente muy buena, y gente regular y gente muy mala (...) Había gente que
se portaba bien, bastante humana y con mucha conciencia, y otros que eran
terriblemente malos (...) Gente que busca reírse de sus semejantes y sentirse
superior”.
Sobre su procedencia y nivel económico.
“Agricultores la mayoría; de la zona; otros, empresarios, gente de dinero (...) Los
marroquíes eran jóvenes, los españoles eran ya de más edad, a partir de los
cuarenta”.
Las motivaciones para acudir a estos establecimientos con sexo de pago están en
línea con las expresadas por otras personas a las que he entrevistado.
“Yo creo que la mayoría tenían desencanto familiar con la mujer; posiblemente, la
mujer y él no tuvieran ya muchas relaciones e iban al club buscando esa relación”.
Reconoce, como fenómeno común, el establecimiento de relaciones afectivas
formales entre trabajadoras y clientes.
“También ha habidos algunos que se han arreglado con marroquíes, lituanas, rusas,
y han dejado a su mujer, y están viviendo con ellas y les va bien”.
Considera que hay un desconocimiento errado de este negocio y de las mujeres que
trabajan en él.
“La sociedad está totalmente equivocada con las mujeres de los clubes. Son
criaturas igual que las otras, ni mejores ni peores, una más”.
Muestra buena opinión de las trabajadoras, tamizada por un discurso bien
elaborado.
“Es buena gente (...) Mujeres que tienen sentimientos; y son nobles y cariñosas; que
la vida es muy dura y las empuja a la prostitución. Y yo creo que la culpabilidad no
350
la tengan ellas, que la tengan los sistemas, la falta de economía y la falta de reparto
social”.
Considera que entre ellas se dan relaciones colaborativas, aunque en sus
expresiones aparecen los tópicos asociados a los diferentes países de origen.
“Yo las he visto buenas, se han ayudado las unas a las otras: las únicas que se han
llevado mal han sido las rumanas y las rusas; las rumanas y las rusas tenían una
‘guerra civil’ (...) No sé por qué, yo creo que por tanto que beben, tanto beben las
unas como las otras, beben demasiado”.
Además, pone de manifiesto las tensiones entre ellas a causa de la competencia y
los celos en el trabajo.
“Cuando beben mucho, se pelean por un cliente: ‘esta noche estoy trabajando aquí
con el cliente y tú lo has mirado’, ¡Oh! ya es una ‘guerra civil’, ya es un conflicto;
un conflicto para el portero, para el que lleva el club y para los clientes”.
En el momento de redactar de esta Tesis, Wladimiro está recién jubilado aunque
mantiene cierto contacto con ese mundo que conoce bien.
Edgar, empresario
Edgar es andaluz, natural de Almería. Realizó estudios primarios. Su edad ya
superó los cincuenta años.
“[Estudié] por mi edad, y el barrio en el que nací y tal, y la situación económica de
mi familia, hasta los once años”.
Desde muy joven comenzó a trabajar en diferentes ocupaciones.
Su familia estuvo vinculada a la industria del ocio, regentando diferentes
establecimientos, entre ellos algún club. Si bien él entró en el negocio del sexo
relativamente mayor. Lleva una vida familiar bastante normalizada, tiene esposa e hijos. Y
me confiesa que su dedicación no le afecta en sus relaciones familiares ni sociales.
351
Ha regentado diferentes establecimientos a lo largo de más de 20 años. El negocio
que dirige actualmente es de su propiedad y legalmente está registrado como una cafetería.
Está situado en un polígono industrial, próximo una vía importante de comunicación.
Dicha ubicación fue un factor relevante para elegir la situación del local. Me ofrece una
visión de la relación con su trabajo muy artesanal.
“Por la noche aquí; si tengo que barrer la calle, la barro; y si tengo que servir en la
barra, sirvo; yo no soy de esos que tienen dos o tres matones en la puerta y tienen
tres o cuatro camareros, no tres o cuatro no, diez o doce camareros; yo aquí tengo
que trabajar y yo el primero”.
Sobre el reclutamiento de las chicas me ofrece una versión bastante común entre
empresarios e igualmente entre otros agentes.
“Ellas vienen. Yo nunca he ido en busca de mujeres ni por medio de nadie”.
Sobre las exigencias que tiene establecidas, me refiere principalmente la situación
legal de la chica.
“¡Hombre!, lo primero es los papeles, que estén en regla, que no sea menor de edad
y todas esas cosas”.
Tampoco impone obligaciones respecto de los clientes.
“Aquí las chicas son libres y pueden entrar con quien quieran o con quien ellas no
quieran; aquí no se les dice ‘oye tú, ve y te acercas a este’ o ‘ve y entra con él”.
Y también lo que se refiere a la asistencia; que en caso de no venir, que avisen.
“Normalmente ellas te avisan; ‘oye tal que estoy mala, que no puedo ir”.
Me explica cómo aproximadamente la mitad de las chicas que trabajan con él lo
hacen desde hace varios años; y me lo refiere como prueba de confianza hacia él y del
buen trato que reciben por su parte.
352
De los clientes me comenta que no hay de una tipología particular, ni en lo
referente a su ocupación, ni a su edad o estado civil, ni a su nivel económico.
“De todas las clases; a lo mejor camioneros, o agricultores, o gente de aquí de la
zona; mayormente de aquí de la zona, gente conocida (...) Vienen de todo, casados,
solteros, chavales jóvenes”.
“La verdad es que marroquíes vienen pocos, de vez en cuando viene alguno, pero la
verdad es que son pocos. Rumanos son lo que más vienen”.
“Viene de todo; viene el pobre que trabaja, se toma una ‘copilla’ y se pega ahí dos
horas con la copa; otros que vienen que están un ‘poquillo’ mejor económicamente
y se pueden gastar un ‘poquillo’ más, se toman una ‘copilla’, invitan a una chavala
a una copa y entran con ella”.
En lo que concierne a los horarios, sí que observa algunas diferencias entre las
personas que acuden al establecimiento.
“A primera hora viene más bien viene gente un poco mayor, bien será por llegar a
su casa temprano, a lo mejor porque venga a traer a la alhóndiga el género del
invernadero y se pega una escapada; y luego durante la noche viene de todo, viene
gente joven, viene gente mayor, vienen de todas las edades”.
Respecto a sus motivaciones y preferencias de consumo no precisa un perfil
definido para su clientela.
“Unos días vienen y consumen y otros días vienen a mirar (...) Normalmente
¡hombre! el que entra algo toma”.
Durante la entrevista que le hice, Edgar mostraba cierta prevención a manifestar
relación laboral alguna con las chicas mientras me explicaba los pormenores del negocio.
“Lo único que cobramos nosotros es las copas, porque eso ya es de bebida, eso sí,
porque lo tiqueamos”.
353
“Nosotros dineros no cogemos de ellas nada. Ella, si llega un cliente ‘oye que
quiero entrar contigo’, ’60 euros’; ella coge sus sesenta euros y da si son diez, once
o doce euros para la casa, los da y ella [mete] su dinero al bolso”.
En otro sentido, revela ciertas insatisfacciones en relación al tratamiento legal que
debería establecerse para el trabajo en este tipo de locales.
“Pues esto, lo que pasa es que esto aquí hay una..., que ni lo legalizan ni no lo
legalizan (...) La fórmula sería que ellas pagaran los autónomos ¿cómo voy a dar de
alta aquí a una mujer que a lo mejor hoy está aquí, a lo mejor viene una semana,
mañana no viene, pasado está en Murcia, al otro día se viene aquí, de aquí se va
allí. Yo creo que la fórmula sería unos autónomos ¿no?; y con esos autónomos
tener siempre el último recibo, en el bolso, pagado y que pudiera ir donde ella
quisiera”.
También por lo que considera un injusto y arbitrario tratamiento policial.
“Hay mucha hipocresía, ¡muchas equivocaciones!; la policía actúa muchas veces de
muy mala fe, por ponerse medallas o por conseguir cosas que ellos quieren; como
el caso de llegar y ofrecerles papeles a las mujeres ‘pues venga declara esto y esto’,
y ellos son los que les dicen”.
Por las reiteradas peticiones de documentación que considera absurdas.
“Vienen cada dos meses o así; ya tuve que decirles ‘¡coño, si la licencia no
caduca!’; vienen cada dos meses y me piden siempre lo mismo: licencia de
apertura, el aforo —de la Junta de Andalucía—, extintores...”
Respecto a la marcha del negocio, muestra cierta resignación por los efectos de la
crisis y la pérdida de negocio.
“En el 2010 pues ya pegó un bajón; y ya ha ido a menos, a menos, y hay días... Yo
el lunes hice trescientos euros de caja (...) que eso lo hace cualquier cafetería de
desayunos”.
354
Y expresa su deseo de cambiar de ocupación.
“Yo lo que quiero es vivir, que coman mis hijos, pagar lo que debo y, cuanto antes,
a ver si puedo vender esto y montar una cafetería”.
Reinaldo, empresario
Reinaldo es un hombre andaluz de mediana edad, es el dueño de un club. Ha
trabajado en este sector, además de como empresario, también como camarero en alguno
de ellos. Igualmente, ha frecuentado los clubes como cliente o como empresario, pero
afirma no haber tenido acceso a servicios sexuales de carácter íntimo.
Desde muy joven ha ejercido como autónomo en diversos sectores productivos:
industrial, restauración, ocio, etc.
En el momento de la primera conversación con él, dijo tener en su local casi una
decena de mujeres, aunque yo vi siempre menos.
Tanto en la entrevista inicial, como en nuestras conversaciones posteriores, hace
referencias continuas a su particular percepción de ese negocio, dotándolo de normalidad,
pero sobre el que existe un desconocimiento generalizado que conlleva opiniones
equivocadas: sobre la droga, sobre las mafias, sobre la relación del dueño con las chicas,
etc. Me presenta una visión muy profesional del sector y una actitud paternalista, por un
lado, pero de mutuo beneficio, por otro, para las chicas y él.
Me insiste en la limpieza de las instalaciones y la funcionalidad para las
trabajadoras y su trabajo.
Entre los problemas que, como empresario, se le presentan hay dos que suelen ser
recurrentes en las conversaciones con él.
En primer lugar está la cuestión relacionada con la vinculación laboral de las chicas
al club, que supondría una posible imputación por proxenetismo. Ese aspecto intenta
sortearlo mediante ficciones en los acuerdos trabajadora-club. Así, en mi primera
conversación con él negó tener relación laboral alguna con las chicas, salvo con la
camarera. Respecto de las tarifas me comentó:
355
“¿Aquí tarifas? Bueno yo [no tengo] ninguna. La tienen las chicas. Aquí la gente
paga 65 media hora y 110 una hora (...) Eso es todo para ella; ellas ponen sus
precios (...) Yo de eso no me llevo nada; yo me llevo [lo que sirvo en] mi barra y
me llevo de mis copas y de las copas de las chicas; las que las invitan a ellas, que
son a medias”.
Me aseguró que funcionaba bajo el sistema de plaza.
“Yo tengo habitaciones, yo lo que cobro es por la plaza (...) Estoy cobrando 40
euros por la plaza con sus correspondientes comidas, correspondientes desayuno,
almuerzo y cena (...) Y la que no vive da igual, igualmente igual. En vez de vivir
aquí, viven en su casa pero igualmente pagan su plaza (...) Es como si estuvieran en
un hotel. Ellas hacen aquí su comida si quieren. Las que viven fuera, si quieren lo
hacen y si no, lo hacen en su casa. Son las mismas condiciones para todas. Ellas
dicen si prefieren..., aunque paguen la plaza, pero prefieren vivir fuera”.
Ello le obliga a declarar dos negocios; por un lado el residencial, el hostal; y, por
otro, el club. Al no haber regulación de este tipo de locales, el club está de alta como ‘bar
con música’, lo que le permite disponer de horarios de apertura más amplios116.
El segundo problema que le inquieta radica en la dificultad para fijar las chicas en
el local ante la intensa movilidad de las trabajadoras por la ausencia de clientes.
Este aspecto me lo ha puesto de manifiesto en reiteradas situaciones en las que
hemos conversado. Comentándome en alguna ocasión haber tenido que salir a poner
publicidad para captar chicas.
Otra vez, me comentó que había eliminado el sistema de plaza por el de comisión
por servicio, para dar mayor margen a las chicas.
Me explica que la situación es complicada en ese aspecto:
“Es como si vas al McDonald y no tienen hamburguesas”.
116
Más tarde podré comprobar que esta estratagema, de simular el sistema de plaza, está generalizada en
diferentes establecimientos. Ha sido la crisis la que ha motivado devaluar este criterio, ya que no todas las
chicas podrían garantizar pagar cada noche la plaza.
356
En las últimas oportunidades que tuve de hablar con él me comentó que estaba
pensando abrir otro local, un club de carretera que había cerrado recientemente y con cuyo
dueño está tratando de llegar a un acuerdo. Eso le facilitaría diversificar el negocio.
En cuanto al manejo del ambiente: la música, la luz, los juegos, etc. no le da
especial importancia.
“Aquí no te creas tú que tienen mucha importancia [esas cosas]; aquí no tiene
mucha importancia el tema de la música, aunque la iluminación, sin embargo, sí; a
las chicas les gusta trabajar con poca iluminación por el hecho de que no se les vea
tanto, por discreción, no quieren que haya tanta iluminación en la sala, por ejemplo,
y te lo piden. Pero cuando damos espectáculo sí se pone iluminación, pero sólo en
la zona donde está la bailarina”.
Manifiesta con rotundidad no tener problemas con el vecindario ni con la policía.
“Ningún tipo de problema”.
Y sus relaciones con las trabajadoras afirma que son excelentes, más allá de las
laborales.
“Aparte de trabajar ya formamos como una pequeña familia. Date cuenta de que, al
fin y al cabo, son gente normal y corriente como uno nosotros; y fuera de aquí
tienen una vida..., te cuentan sus problemas; al final se comparten sus problemas y
los tuyos, y los de los clientes”.
Eufemia, titular de una casa de citas
Eufemia es una mujer procedente de un país latinoamericano. Supera ya los
cuarenta años y entré en contacto con ella a través de una chica conocida que trabajó
durante un tiempo en la casa que ella regentaba.
En su país llevaba una vida bastante normalizada, tenía un buen trabajo, vida
independiente y relaciones sociales de cierto nivel económico y de estatus. Sin embargo,
repentinamente, perdió el trabajo como consecuencia de la depresión económica que se
produjo en aquellos tiempos.
357
“Nunca me había faltado para mi piso, hacer mis viajes; me vi sin trabajo, sola, y
entonces me dije ‘¿y ahora cómo pago las cosas?”.
Conocía a una amiga de la infancia que era travesti y que trabajaba en la calle.
Consiguió vencer sus reticencias iniciales y, a través suya, se puso a trabajar en la misma
zona que ella.
“Había mujeres en la calle que tenían chicas trabajando para ellas (...) Les cobraban
una comisión. Y entonces lo hicimos como si yo trabajara para ella, para que no me
tocaran a mí, que era muy peligroso”.
Al principio no se atrevía, se pasó días sin subir a ningún coche. Recuerda la
primera vez, gracias a una compañera suya que le estimuló. Su cliente percibió su bisoñez
y él mismo la animó.
“Hazlo como si fuera tu novio, no pasa nada’. Y él me pagó, me pagó el dinero y
fuimos a un hotelito. Y me dije ¡hombre, qué fácil, como si fuera mi novio!’. El
primer coche (...) y después el segundo, el tercero; desde ahí gané mucho dinero”.
Perdió el contacto con sus amistades, y nadie, salvo su hermana, conocía su nuevo
trabajo.
“Yo no quería salir más; dinero, y dinero y dinero y dinero; ahí enganchada a esta
porquería, todos los días dinero, cada vez quería más, y más y más”.
Conoció a un cliente suyo, con el que entabló una relación formal, y se convirtieron
en socios de un club, dejando de trabajar en la calle. Tuvo una hija con él pero las
relaciones se le complicaron.
“Un día una mujer de esas como chulas117, me dijo que si quería venirme a España.
Tenía miedo y me eché un novio que era un hijo de puta y, para quitármelo de mi
vida, decidí venirme”.
117
Trabajadoras sexuales en la calle que tenían otras ejerciendo para ellas.
358
Reconoce que le explicaron con claridad las condiciones del acuerdo con la red y
que ella las aceptó libremente.
“Mira, te voy a decir una cosa a ti: tu no vienes engañada, tu sabes lo que hay y tú
tienes que pagar ese dinero (...) La mujer te ha dicho ‘esto, esto y esto ¿tú quieres
ir?’ Y yo he dicho ‘sí, quiero”.
Eufemia tenía planes para volver, había dejado a su hija con un familiar, que la
cuidaba y administraba sus pagos. Aquí le había ido bien, había ganado mucho dinero.
“Yo mandaba dinero todas las semanas; dinero, dinero, dinero; para comprar un
coche, pagar mi casa y montar un negocio”.
Sin embargo, al volver se encontró que habían abusado de su confianza, se habían
quedado con el dinero y que su hija estaba mal atendida, que no tenía nada. De tal manera
que regresó a España.
Al poco tiempo de volver conoció al que sería el padre de su segunda hija.
“Entonces empecé a tener vida, luego me quedé embarazada... Me pedí un
préstamo y traje mi niña para acá, me quedé muy tranquila, una vida muy tranquila
con él”.
Reconoce su culpabilidad en el decaimiento de esa relación, que terminó por
romperse; aunque mantienen vínculos de amistad y cooperación por su hija, sin que él
conozca exactamente a qué se dedica.
Desde su vuelta a nuestro país, ha trabajado en diferentes ciudades, ejerciendo en
clubes de plaza. En la actualidad regenta su propia casa de citas, aunque sigue ofreciendo
servicios esporádicamente a sus clientes.
“Te dices ‘¿por qué tengo que trabajar para las demás si puedo trabajar para mí
misma?”.
Nunca sintió culpabilidad por desempeñar trabajo sexual.
359
“No, no; no porque yo siempre sé decidir mis cosas, lo que voy a hacer y no me
arrepiento ¿me entiendes?”.
Tiene claros límites en su trabajo: no lo hace sin goma, y practica el ‘griego’ si se
lo pagan bien. Reconoce que en los establecimientos como el suyo acude gente conocida
que requiere discreción. A su establecimiento llegan personas de todo tipo, pero admite
tener clientes con dinero que piden toda clase de servicios.
“Un tío trabajador normal (...) viene, echa su ‘kiki’ de media horita y se larga (...) Y
la gente que tiene dinero echa su copa para su fiesta, para sus guarrerías, para hacer
cosas guarras, para hacer su paraíso. Eso sí, muy elegantes”.
No considera que quienes compran sexo sean personas de un tipo especial.
“Hay de todo, de todo, de todo. Hay normal, hay los guarros, hay los falsos; yo los
veo por ahí, por la calle con moralismos (...) Hay todo eso”.
Sobre las causas para comprar sexo por los hombres, revela motivaciones muy
distintas en cada persona.
“Muchos que quieren tumbarse conmigo en la cama, muchos que quieren que sea
su novia (...) Y hay otros que cuando entran tú tienes que cerrar la casa, porque
todas las chicas de la casa son para él”.
Considera que este trabajo engancha por el dinero.
“Muchas mujeres no buscan trabajo fuera, no quieren, no tienen novio, no tienen
marido, no tienen de nada, ya se han acostumbrado a esto”.
No muestra apego a su trabajo; ni tampoco le condiciona en el resto de facetas de
su vida.
“Yo entro con los clientes, hago lo que tengo que hacer y cuando se va ya está
alejado de mi cabeza”.
360
En la actualidad compagina el negocio con otros trabajos y atiende a sus hijos, que
permanecen con su marido el resto del tiempo, durante los fines de semana.
“Las niñas están con él (...) Están en su escuela; yo las cojo los fines de semana, las
llevo de paseo; y él nunca se entera de aquí (...) Es un tío que me quiere
muchísimo; lo que pasa es que no tiene dinero, es un trabajador normal”.
361
362
3.2
MUJERES QUE PRESTAN SERVICIOS
Constituyen los sujetos centrales de los negocios que estamos analizando. Como se
puede apreciar, ellas articulan, con su trabajo, el conjunto de actividades y de relaciones
que se constituyen en los diferentes establecimientos y entre los diversos actores que
concurren en ellos. Aunque es frecuente que acumulen un variado currículo laboral en el
sector, también las hay que siempre trabajaron de forma profesional ofreciendo servicios
sexuales exclusivamente. Sus itinerarios vitales suelen ser muy dispares, así como sus
motivaciones para entrar en el sector. Asimismo, son diversas sus historias de éxitos y
fracasos.
Se suele dar por establecido que son motivaciones de carácter económico las que
impulsan a ejercer esta profesión a muchas de ellas (Lean, 1998; Meneses, 2003
Skrobanek, Boonpakdi y Janthakeero, 1999); como expresan la mujeres mismas, no es
menos cierto que suelen pesar en la decisión factores diversos que, por lo demás, no se
presentan de manera aislada. Salvo para Jovita y Juana —que son andaluzas—, trabajar en
la industria del sexo estuvo vinculado, en un momento u otro, a sus respectivos proyectos
migratorios. Así, la falta de expectativas vitales son las que impulsaron a Ginebra, Ania,
Alexandra, Olga o Farah. En otras mujeres pesaron más motivos relacionadas con el sostén
familiar, como ocurrió a Sacramento, Basma, o Lobna. A veces se trata de deudas que
requieren un aporte importante y para el que no se tienen recursos; es el caso de Aixa, que
necesitaba pagar la deuda por el precio de su matrimonio —que compró para conseguir los
papeles—; de Oleñka, que tuvo que afrontar una hipoteca que no podían soportar. También
la curiosidad y las ganas de conocer mundo pueden ser un motivo, como expresa Sonia.
Por su parte, Pasha, Jovita, Imán y Amal vinculan sus inicios en el trabajo a proyectos
personales que se truncaron por diferentes motivos en un momento determinado de sus
respectivos recorridos personales.
En relación a la variedad de motivaciones, Neira (2012) narra su sorpresa conforme
comenzó a conocer a trabajadoras que no tenían necesidad vital alguna y que gozaban de
buena posición económica. También López (2010) relativiza y complejiza el
‘monocausalismo’ economicista de la pobreza como determinante para la elección del
trabajo sexual como medio de vida. De igual manera, Rodríguez y Lahbabi (2004)
cuestionan ese enfoque, dándole importancia a factores individuales y contingentes.
363
Otra cuestión diferente son las motivaciones que incentivan la permanencia o
dificultan el abandono del desempeño. Este es un terreno menos investigado y que
requeriría de estudios diacrónicos. Sobre ello, hay variadas expresiones por parte de las
propias mujeres que he entrevistado, si bien expresado de forma difusa y a veces
contradictoria. Así, Sacramento vincula la permanencia a las preferencias personales y
sexuales; Farah lo atribuye a la dependencia que les genera el nivel de ingresos que
obtienen; otras consideran que no terminaron de realizar sus proyectos aún, como Ania o
Alexandra; Oleñka no se plantea dejarlo por ahora; Aixa, Eugenia, Ginebra, Iman y Sonia
desean dejarlo, pero dicen no tener alternativa fuera del sector.
En cualquier caso, y a tenor de sus propias revelaciones, lo cierto es que el trabajo
sexual supone para estas mujeres una estrategia eficiente en la gestión oportunista de sus
expectativas, en diferentes momentos de su vida. Por su parte, Oso (2000 y 2008) concluye
de forma similar, al presentar este tipo de estrategias de inmigrantes latinoamericanas que
han migrado a diferentes territorios del Estado español.
Sea porque ganaron mucho dinero, sea porque culminaron modestos proyectos más
o menos difusos inicialmente —como hacerse una casa, cubrir gastos y deudas, mejorar a
la familia o capitalizar un negocio— o porque fueron capaces de aprovechar oportunidades
y reorientar su proyecto vital mediante matrimonios ‘sinceros’ o de ‘conveniencia’, parece
que, con distintas reservas en cada caso, presentan como exitoso su proceso vital y su
itinerario laboral.
Las narrativas de las trabajadoras que participaron en esta Tesis lo revelan de
múltiples maneras, acentuándose su valor si consideramos el contexto de crisis que afecta
al sector, con una notable caída de la demanda que atenúa las expectativas de beneficio.
Así, Nadia sigue con su proyecto abierto, al igual que Oleñka; Sonia afirma haber
conseguido mantener a su familia; Farah construyó su casa en su país de origen; Ginebra
considera haber encauzado su vida y la de su hijo; Lobna da por cumplidos sus objetivos
aunque ahora, con sus hijos aquí, el proyecto quedó obsoleto.
Sus inquietudes laborales vienen marcadas por un objetivo básico: ganar dinero. No
obstante, nos desvelan claramente preocupación por su salud, factor que modula y limita
sus prácticas profesionales y que está en el centro de sus preocupaciones.
Por último, y como ya abordé en el capítulo anterior, podemos apreciar con cierta
claridad cómo el estigma asociado al trabajo sexual supone una barrera enorme en los
364
primeros momentos de inserción en ese sector laboral. Aspectos como la religión, las
tradiciones en sus comunidades de origen o la educación en valores en su entorno familiar,
afectan claramente al normal desenvolvimiento de las chicas, al menos en los primeros
momentos de desempeño de su trabajo, tal y como han hecho constar en sus testimonios.
En el caso de las españolas, una cierta separación física voluntaria de su entorno vital
atenúa las consecuencias del estigma en la práctica de esta actividad.
Alexandra, trabajadora sexual
Alexandra es un chica joven que apenas rebasa los veinte años de edad. Procede de
un país del Este de Europa. Vino con su padre por medio de un familiar que vive en
Almería; él se volvió, pero ella se quedó y comenzó a trabajar desempeñando diferentes
labores: servicio doméstico, restauración, etc.
“Yo aquí vine a trabajar; cuando vine a España, vine con mi padre; estaba viviendo
con mi abuela ¿me entiendes?, y de ahí ya me quería buscar trabajo”.
Cuando perdió su último trabajo, y viendo que no le salía ninguno nuevo, decidió
dedicarse al trabajo sexual.
Un día se acercó a unas chicas que captaban a sus clientes en la calle y empezó a
trabajar con ellas.
“Me estaba faltando el dinero y quería trabajar y como no lo he encontrado, como
ahí estaban las chicas que estaban trabajando, vale, vine a hablar y ‘no sé qué...’ y
ya vine a trabajar ahí”.
Ha ido a visitar a su familia varias veces y habla con ella casi a diario. Y admite
que no conocen el trabajo que desempeña.
“Yo no quiero que se entere la familia y todo esto. Porque esto es una vergüenza,
porque no es algo tan bueno”.
Reconoce que al principio sentía vergüenza y miedo, ‘porque no había hecho esta
cosa nunca en mi vida...’.
365
“La primera vez yo no sabía mucho, mucho; así, claro, muy diferente. Porque vas a
trabajar con más gente, gente que son muy malos, [otra] gente que son
tranquilos...”.
Alexandra trabaja casi exclusivamente con jóvenes inmigrados.
Realiza los servicios en su vivienda particular, aunque suele salir a la calle para
facilitar la captación.
“Son los marroquíes que sólo pagan diez euros; como no tienen dinero...”.
Revela las dificultades que encuentra en su trabajo, las precauciones que toma y los
criterios de selección que adopta.
“La primera vez hace falta hablar con ellos, si veo en su cara que está tranquilo, sí
[entro con él]; porque hay gente que son peligrosos y claro que con esos no voy a
entrar”.
El tipo de servicios que realiza se limita a chupar y a follar, siempre con goma. Ni
besa, ni se desnuda para desempeñar su trabajo. Si le piden otra cosa ella no lo hace,
aunque pierda clientes.
“Hay algunos que vienen y dicen ‘yo quiero besar la boca’ y yo le digo que no
quiero y ya se va, claro. Porque yo no quiero besar a la gente con la boca y luego
me ponga enferma ¿entiendes?”.
Nunca disfrutó sexualmente en su trabajo.
“Sí, yo sé que algunas chicas sí, pero yo no. Eso es porque a algunas le gusta follar
con ellos, pero a mi no me gusta”.
Vive sola y no tiene relaciones sociales fuera de su entorno laboral más cercano.
De su trabajo no tiene buena opinión; lo realiza porque no hay otro y no le
importaría desempeñar cualquier otra labor aunque ganara menos dinero.
366
“De este trabajo no me gusta nada, sólo que trabajo porque me hace falta dinero,
porque no puedo trabajar en otra cosa”.
Lo mejor de esta labor es “que trabajas y ganas dinero”.
De sus clientes tiene un percepción dual, clasificándolos en función de su
comportamiento.
“Hay gente tranquila, hay gente muy malos; cuando llegan los malos... ¡madre mía!
Porque quieren alguna cosa que no puedo hacer”.
Declara que nunca recibió maltrato o golpes, pero sí insultos.
“No, de pegar no, pero palabras malas sí que dicen con la boca; pero así de
haberme pegado no”.
No reconoce relaciones de competencia con las demás chicas que trabajan en su
vecindad. Tampoco conflicto, salvo los propios de la gestión de la casa cuando la
compartía con otras.
“A mi no me importa esto, si ellas trabajan más que yo o yo más que ellas, me da
igual”.
Alexandra tiene planes bien definidos: comprarse una casa en la ciudad donde vive
su familia. A pesar de ello, envía dinero cuando se lo solicitan.
“No lo mando así siempre, sólo cuando les hace falta; si les hace falta cincuenta
euros, cien euros... claro, son mi familia. Pero yo mi dinero lo guardo”.
De su historia de migración no se arrepiente, considera que ha sido algo positivo
pero que tendrá fecha de caducidad.
“Yo creo que me voy a quedar un año... o un año y pico, y ya creo que me voy a
ir”.
367
Sacramento, trabajadora sexual.
Sacramento es una mujer latinoamericana que supera ya los cincuenta años; llegó a
nuestro país con un contrato de trabajo para la agricultura que le gestionó una amiga suya.
La conocí en un club aproximadamente hacia el año 2008 y desde entonces hemos
mantenido contactos esporádicos pero continuados; he conocido a su familia y visitado su
casa; hemos salido a comer o de copas y nos hemos felicitado en las fiestas.
“Vengo de familia pobre, tengo 4 hijos y tengo una nieta y una madre enferma,
pues me veo en la obligación de ganarme la vida en la noche”.
“Yo trabajaba vendiendo productos, porque mi padre y mi madre se separaron y
luego ya tuve yo que ponerme a negociar por mi cuenta; vendía productos de línea
buenos y más o menos me defendía, pero no ganaba lo suficiente para darle una
mejor vida a mis hijos”.
El viaje se lo pagó su madre. Y desde el principio tuvo claro que el trabajo sexual
podía ser una opción, pues la persona que le gestionó el contrato ya trabajaba en el sector.
“Yo vengo de una familia pobre, que no es una familia poderosa, o sea que tenía
que tener el cuerpo al agua, aunque mi amiga con la que vine, no me hubiese dicho
a qué venía. Por lo menos yo sabía a qué me atengo, porque hay muchas noticias, y
yo leo muchos libros, y yo me empapo de las cosas que pasan en el mundo”.
Trabajó exclusivamente en clubes, alternando el trabajo con otros de la economía
formal, o con alguna relación estable que le permitió vivir sin trabajar durante unos años.
“Me encontré un hombre muy bueno; muy bueno, muy bueno, muy bueno, y esa
fue una experiencia muy bonita, porque vivimos momentos muy agradables,
inolvidables”.
Sólo una hermana suya conoce su trabajo y, aunque se siente mal por eso, es
comprensiva con ella y lo admite.
Es consciente de que ser inmigrante y poseer rasgos fenotípicos diferentes remarca
el estigma:
368
“A veces tú sales a la calle y te preguntan ¿cuánto cobras?; entonces yo me
cabreo”.
Tiene una valoración ambivalente de su proceso migratorio, con pérdidas y logros:
“Yo perdí mi marido y mis hijos crecieron y no los vi [crecer]; mi nieto no vi, su
crecimiento no vi, y esas son cosas que tú te pierdes (...) Me compré una casa (...)
Yo entonces pude costear la enfermedad de la que murió mi padre”.
Respecto a su trabajo, manifiesta que tiene diferentes ventajas en diversos órdenes,
especialmente en el económico:
“La ventaja de que tu hoy puedes no tener y mañana tienes. Y de que tú no tienes
que esperar un mes para cobrar. Esa es la diferencia. Y que tú hoy te vas sin nada,
pero que mañana te puedes ir con mil euros, si tienes suerte”.
“Yo no he tenido malas experiencias (...) Al contrario, tengo más experiencia, he
madurado más. Sé más defenderme, porque esto enseña mucho a uno”.
Considera que este trabajo puede ser una opción para encontrar pareja.
“Yo conozco mujeres que todavía en el tiempo que llevan aquí en este mundo, son
mujeres que están casadas, mujeres que son dueñas de pisos, que ya han encontrado
un hombre y así sucesivamente”.
Reconoce, como aspectos negativos de su oficio, el trabajo nocturno, las relaciones
de competencia, y cierto carácter adictivo de su desempeño:
“[Lo peor es] la noche. La noche es que es..., la noche es para dormir, se hizo para
dormir”.
“Yo conozco mujeres que sí quieren salirse y también conozco mujeres que en esto,
es como una adicción, que todavía tienen la posibilidad de estar en un trabajo
[diferente] y no pueden [por adicción]”.
369
“En este mundo de la noche hay mucho, mucho egoísmo, mucha falsedad, hay
muchas caras (...) Hay competencia, hay competencia..., pero creo que hay más
egoísmo que competencia (...) Eso es la noche, que lo que te pone es más arrugas
que otra cosa”.
No tiene opinión específica, en general, de los clientes.
“Los clientes, pues..., hay a veces mucha relación estrecha, donde hay clientes
buenos, y hay relaciones que todavía, todavía, de los años, de los primeros años que
yo me metí, todavía tengo amistades ahí. Uno hace muchas amistades, pues qué te
digo yo...., qué te digo yo, a mitad de buena y a mitad de malo, porque hay gente
buena y gente...”.
Como podemos apreciar, independientemente de sus consideraciones sobre los
clientes, el trabajo sexual lo considera como una fuente de vínculos sociables que van
mucho más allá de la estricta relación laboral. En otro sentido, estos nexos muestran un
carácter marcadamente endogámico en torno a los diferentes ámbitos donde se desempeña
el sexo comercial.
El último club donde trabajó empezó a ir mal con la crisis y tras un tiempo en él,
sin apenas clientela, decidió dejar esa labor. Ahora vive de ayudas públicas, de la familia y
de trabajos esporádicos que le surgen en sectores informales de la economía.
Jovita, trabajadora sexual
Jovita es una mujer andaluza, que sobrepasó ya la treintena y a la que conocí hace
aproximadamente seis años.
Casada muy joven, su marido la obligó a trabajar siendo ella aún menor de edad.
“Tomaba droga, se metía mucha cocaína y heroína, y entonces yo era una niña, una
niña (...) A mí no me dejaban hablar con las chicas; y lo primero que me dijeron es
que ‘tú te llamas fulanita, fulanita y tienes estos años’ (...) Yo no veía un duro, no
veía un duro, que yo no veía ni un duro (...) Cuando yo salía del club, me llevaban a
la habitación del hotel y allí me llevaban la comida; yo no salía para nada,
solamente de la habitación al club”.
370
Poco después de parir su último hijo, su marido la dejó, después de vender todos
los muebles y electrodomésticos de la casa. A partir de ese momento, ya comenzó a
trabajar por su propia iniciativa.
Ejerció por su cuenta con salidas a domicilios, en hoteles de plaza, en clubes y
casas de citas; también durante un periodo de tiempo ejerció en la calle. Eso sí, siempre
alejada de su entorno familiar que se hizo cargo de sus hijos.
Recuerda su primera experiencia sexual calificándola de horrible.
“Un viejo de 68 ó 70, o por ahí (...) Lo pasé muy mal, lo pasé muy mal; porque a mí
me vino un hombre, un hombre viejo... y me pidió que hiciese cosas que yo no
había hecho (...) Lo que era el sexo oral, que le hiciera cosas que yo no había
hecho. Lo había hecho con mi familia pero con la gente no, con la gente ni hablar,
¡hombre!”.
Expresa una buena opinión de los clientes.
“Yo, con los clientes que yo he tenido, mantengo buena relación hoy en día con
ellos; no he tenido ningún percance con ninguno, sea marroquí, sea moreno o sea
español”.
No obstante, muestra reticencias con los de algunas nacionalidades, en particular
con los de países del Este de Europa.
“Porque son muy agresivos, son muy agresivos; y una vez estuve con un rumano, y
es el único problema que he tenido, quería quitarse la goma y me hizo moratones
por aquí; lo que pasa [es] que el chico donde trabajaba, en el piso que trabajaba,
pegó una patada en la puerta y lo sacó afuera, para abajo, sin ropa y sin nada; pero
[fue] el único [caso]”.
Pone límites a sus servicios, tanto por la prestación en sí como, más aún, por los
clientes que los solicitan; aunque me confiesa que los ha realizado casi todos, pero de
manera muy ocasional,
Con sus compañeras reconoce haber mantenido buenas relaciones, sin embargo
revela problemas de competencia que considera normales.
371
“Yo con ellas bien (...) En este trabajo las mujeres somos celosas, somos
envidiosas, no puedo decir otra cosa”.
Me confiesa haber disfrutado mientras trabajaba, haber sentido placer sexual
durante la prestación de los servicios.
“Algunas veces que sí, algunas veces que sí; unas veces no, otras veces sí (...) Si el
hombre te trabaja bien, que también hay de todo, de verdad, a veces... [he
disfrutado] (...) Y me ha tocado, a lo mejor, con una persona que de vista tú te
dices..., ‘a mí ¿cómo me ha pasado esto a mí, cómo me ha pasado esto a mí, sí...’?
Pero no me siento culpable..., porque si hoy he disfrutado esto que me llevo”.
Con el tiempo fue conjugando el trabajo sexual con otras dedicaciones, recurriendo
a él de manera coyuntural.
“Cuando lo he ido necesitando, lo he ido haciendo. Y hoy en día pues si tengo que
hacerlo lo hago, si necesito algo (...) Sí, yo tengo todavía algunos contactos; les doy
un toque, les doy un toque y si quieren me llaman y si no quieren pues no me
llaman”.
Ahora regenta un pequeño establecimiento de restauración, ajeno al sector, con el
que trata de salir adelante.
“Yo ya estoy medio retirada, porque yo ahora, como has visto, tengo un pequeño
negocio; si lo hago es por una necesidad, no es siempre”.
Y tiene pareja, que desconoce su dedicación.
“Él sabe que antes yo he trabajado en esto, que he llevado una vida mala, una vida
dura; él no me lo echa en cara ni nada”.
No obstante, si ni el trabajo suyo ni el de su pareja resultan suficientes para
satisfacer sus necesidades económicas coyunturales o imprevistas, entonces no duda en
acudir al trabajo sexual para obtener recursos extras.
372
“Pero si yo necesito, por ejemplo, para comprar los libros del colegio de mi niño o
algo que necesitan mis niños, que no me lo da el negocio y mi pareja no me lo da
porque no tiene (...) entonces yo ya acudo a mis clientes”.
Basma, trabajadora sexual
Basma es una mujer originaria de un país africano que ronda ya los treinta años de
edad. La conocí trabajando en un club. Se muestra orgullosa de su origen, por haber nacido
en una de las grandes ciudades de su país.
Cuando inició su itinerario migratorio ya tenía familia en España y recibió su ayuda
en los primeros momentos. Sus motivaciones para emigrar las manifiesta como obvias.
“¿No sabes porqué? porque la gente tiene que trabajar, pagar alquiler. Porque
estando en mi país, ganaba 180, no es igual. Para eso me vine, para trabajar, vida
mejor, puedes comprar una casa, tener colegio para tus hijos...”
Ha vivido en diferentes ciudades, con su familia. Nada más llegar a Almería
conoció a un compatriota suyo con el que se casó, eso le permitió obtener papeles
enseguida.
“Mi marido lo conocí en el trabajo (...) Nosotros nos conocimos un mes nada más y
ya arreglamos papeles para casarnos. Así de rápido”.
Su matrimonio duró poco, se separó y empezó a buscar trabajo en el sector del sexo
por primera vez.
“Nunca había trabajado ¡no puedes! Cuando estás casada no puedes marchar con
otro. El Dios no quiere de esta manera”.
Reconoce que se ha sentido mal por el desempeño de este trabajo.
“Primero por Dios y luego por mi. Tengo mucho miedo de Dios; no solo para la
vida; si no tienes para comer le pides a la gente, pero no abras las piernas, pides
373
ayuda (...) ¿Pero qué haces? También tenía vergüenza de pedir; cada uno habla una
cosa: uno quería, otro no quería, otro estaba enfadado..., otro habla mal”.
Nunca pasó miedo: “Miedo no, vergüenza”.
Tampoco tuvo problemas con sus clientes, aunque siempre estuvo alerta de su
salud, no realizando trabajos sin preservativos y tampoco besando en la boca.
“Nunca en la vida, no ¿por cuarenta o treinta euros yo me voy a jugar mi vida?”.
Y me confiesa que nunca tuvo que realizar servicio alguno que no quisiera.
Su clientela es variada, propia de un club situado en una importante vía de
comunicación cerca de una gran población.
“Hay de muchos sitios; Málaga, Murcia, gente que viene de viaje. Aquí entran
muchos, más que de Almería”.
Admite que todos sus clientes le piden de todo; no obstante, reconoce diferentes
motivaciones para ir.
“Todos los clientes que he tenido me han pedido tonterías. Unos quieren chupar,
follar (...) Hay gente que va, toma una copita y hablan con las chicas y ya está (...)
Uno viene y sólo me pide bailar (...) Cada uno tiene su cosa”.
No tiene una opinión generalizada sobre ellos.
“Hay malos y buenos clientes”.
Tampoco desvela problemas importantes con ellos, salvo incidentes verbales con
algún desconsiderado.
“Un cliente, español me ha dicho ‘¿qué haces aquí, por qué vendes tu cuerpo?’ Yo
le he dicho ‘¿y a ti qué te importa? ¿y por qué tu vienes aquí?’ (...) ‘Que nosotras
vendemos para comer, pero tu mujer lo hace gratis”.
374
Reconoce que a veces disfruta con el sexo en el trabajo.
“Todas no; porque sólo piensas en trabajar para ganar dinero (...) Si entra uno
bueno, sí, no pasa nada; (...) Yo no quería pero no lo había hecho desde hace mucho
tiempo (...) Cuando llevo mucho tiempo de hacer el amor, él paga y yo me corro”.
Basma desempeña esta labor por temporadas, según le van los empleos y las
necesidades. En realidad lleva poco tiempo desempeñando este oficio y lo compagina con
la ayuda de alguna amistad, algún amigo que le resuelve lo inmediato en momentos de
carencias. Admite que los hombres con los que establece este tipo de relaciones
desconocen que se dedique al trabajo sexual.
Nadia, trabajadora sexual
Nadia es originaria de un país de Europa del Este donde trabajaba de camarera.
Lleva ya en España casi diez años. Se vino con 30 años y aduce que fueron los motivos
económicos los que la empujaron para iniciar su recorrido migratorio.
“Para ganar dinero; porque allí tenía una situación un poco mal y faltaba dinero (...)
Y tengo a mi padre también enfermo de cáncer y hace falta mucho dinero”.
Vino mediante un contrato gestionado en origen por ‘una empresa que mandaba
chicas’ a diferentes países europeos. Por todas las gestiones le cobraron mil euros.
“Tardé un mes en devolver ese dinero”.
“Allí me han dicho, cuando me mandaron de una empresa, me han dicho que me
mandan a un bar de copas; que iba va a beber copas; así, como mujer de
compañía”.
Realmente ella comenzó a trabajar, tal y como le informaron, en un bar de copas,
en un local de alterne de los numerosos que había a principios de la década del 2000.
“Yo sé que algunas chicas sólo hacían copas... Sí, yo sólo hacía copas, pero es
dinero que no era bastante para pagar deudas, porque cada día tener que pagar casa,
375
comprar comida (...) Y como vi que no ganaba nada, dejé el bar de copas y marché
al club”.
Trabajó en diferentes clubes de Almería, hasta que decidió establecerse por su
cuenta, trabajando de forma autónoma, en su propio piso. Los motivos que le impulsaron a
ello tuvieron que ver con su inadaptación al tipo de desempeño que se desarrolla en ese
tipo de establecimientos, poco compatible con sus preferencias en el plano relacional y
laboral.
“A mí no me gusta mucho hablar con la gente (...) y a muchos clientes les gusta así
hablar mucho tiempo; y al final te cogen o no te cogen, te pagan o no te pagan
[risas]; sólo pierdes el tiempo, no me gusta”.
También reconoce dificultades para competir con otras chicas dados los límites que
establece en los servicios que presta.
“Yo no chupo sin goma, yo no follo sin goma, yo no follo por el culo. Entonces
¿que hago yo en el club? ¡Yo no puedo hacer ahí nada!
Nadia trabaja en la actualidad en su propio domicilio. Capta su clientela a través de
anuncios o sale a las calles circundantes en busca de ellos.
“Para mí mejor trabajar aquí, trabajar en mi casa; [Tengo clientes] por Internet, o
busco gente de la calle”.
Y manifiesta diversas ventajas de esta modalidad de desempeño respecto al que
debe desarrollar en un club.
“Aquí más tranquilo, porque no tengo horario de trabajo; si no tengo ganas no
trabajo”.
Nunca se ha sentido obligada a realizar servicios que no haya querido; pero admite
que sí ha tenido problemas con algunos clientes, dándose esa circunstancia con más
habitualidad en el club.
376
“Sí, como todas las chicas he tenido problemas (...) Si está borracho y no puede
terminar, pasa el tiempo, y no quiere pagar más, no quiere salir”.
Como criterio de selección sólo reconoce el de presentar un estado y un
comportamiento adecuados.
“Si están borrachos, si están drogados (...) Si alguna mala palabra mal, yo no voy a
entrar nunca con él”.
Niega tener una opinión sobre los clientes. Y considera que la ausencia de pareja
sexual es la principal motivación para acudir a sus servicios.
“Algunos que no tienen familia, que no tienen mujer; algunos que no se encuentran
muy bien con su mujer [silencio], así”.
Tampoco ha mantenido, ni mantiene, relaciones con los clientes fuera del lugar de
trabajo, ni profesionales ni personales. No obstante, reconoce que su actual pareja, su
‘amigo’, lo conoció por ser cliente suyo. También manifiesta que conoce a muchas chicas
que encontraron pareja entre sus clientes.
“Tengo amigas que están casadas, y de mucho tiempo. Y algunas que dejan de
trabajar, [otras] que no dejan de trabajar, que siguen trabajando”.
Cuando le pregunté si disfrutaba con su trabajo, me dio una respuesta contundente:
“No, yo disfruto con el dinero [entre risas] nada más”.
Niega sentir vergüenza por el desempeño de esta ocupación.
“¿Vergüenza?, no tengo vergüenza; primero porque yo no robo nada, no engaño a
nadie, no obligo a nadie a entrar conmigo, por eso no tengo”.
No tiene conflictos con los vecinos. Y tiene relaciones sociales tanto fuera del
ámbito laboral como con compañeras de trabajo.
377
En la actualidad Nadia sigue obligada a enviar dinero cada mes a su país para su
hija. Eso le impele a no plantearse dejar este trabajo aún, de tal manera que su itinerario
migratorio permanece abierto. En cualquier caso, señala aspectos positivos de su
trayectoria.
“Que puedo sin problemas marchar a mi país, volver aquí; arreglar cosas en mi
país, que me faltaba arreglar de la casa, que [puede] estar estudiando mi hija”.
No obstante, reconoce pérdidas.
“Que mi hija está lejos de mi, eso he perdido”.
Aixa, trabajadora sexual
Aixa es una mujer joven, su edad no llega a los 30 años, originaria de un país
africano. Lleva en España siete años. Nada más llegar se casó con un español, lo que le
permitió arreglar sus papeles y obtener permiso de residencia.
Admite que arreglar sus papeles le costó muy caro, pero que dos meses de trabajo
en clubes le permitieron recuperarlo. Después, se empleó en almacenes y de camarera. Más
tarde volvió al trabajo sexual, haciéndolo por su cuenta en un piso de contactos.
“El primer año sí he trabajado [en esto] porque he pagado los papeles y luego he
parado. He trabajado de camarera”.
Nadie en su familia conoce su ocupación, excepto sus hermanas. Y reconoce haber
pasado vergüenza al principio de realizar este trabajo.
“Al principio siempre me daba vergüenza, pero luego ya me acostumbré”.
Las causas que aduce tienen que ver con las condiciones higiénicas y el
comportamiento de los clientes.
“En esto tienes que aguantar todo, los sucios, la gente buena, la gente mala ¿no?
Todo tipo de gente”.
378
Pero también por sus convicciones religiosas.
“Mi religión tiene prohibido hacer esto”.
Niega haber tomado droga trabajando, y cuando se ha visto comprometida, ha
simulado hacerlo.
“No, nunca. Siempre he puesto un papel aquí [taponando la nariz]. Porque la gente
viene drogada y no se da ni cuenta”.
Considera que los motivos, por los que los hombres pagan para tener sexo, son
variados.
“A disfrutar, para follar (...) Algunos tienen problemas, con la bebida, (...) Para
cambiar un poco, si tiene problemas con la mujer o con la novia (...) Para olvidar”.
Y confiesa que nunca tuvo que realizar servicio alguno obligada, aunque reconoce
problemas con algunos clientes por las condiciones que le pretendían imponer.
“Muchas veces te quedabas en la cama con uno, que lo quería hacer por el culo, que
lo quiere hacer sin goma, que te la quita por la fuerza”.
En la actualidad trabaja en su propio domicilio.
“Yo lo hago en mi casa, yo compro güisqui, por si alguien quiere entrar una hora;
lo invito a una copa y paga cien euros y yo lo invito (...) Y así el cliente viene más,
está más a gusto, se toma copas, y habla y disfruta y escucha música; mejor así,
como un rato agradable; a mí me gusta eso, pero es muy pocas veces cuando me lo
piden”.
A veces sale a la calle a buscar clientes.
“Hay algunos que tienen mis teléfonos, hay los que conocemos en la calle, en la
cafetería, en el bar..., así. La mayoría los encontramos en la calle, ahí hablamos”.
379
La mayor parte de los hombres a quienes presta sus servicios son inmigrados
africanos: ‘trabajos rápidos’, como expresa utilizando el argot propio del gremio.
“Mínimo veinte euros, mínimo, veinte euros; rápido, diez minutos (...) La mayoría
tenemos muchos clientes extranjeros; muy pocos entran por 50 € o por 100 €. (...)
La mayoría [lo] quiere así [rápido]. Está la cosa muy mal, la gente no paga”.
Trabaja con discreción, lo que le permite evitar conflictos con los vecinos; tampoco
revela problemas con sus compañeras de trabajo.
“Cada una tiene su forma de trabajo, cada una tiene sus clientes, y ya está”.
Reconoce que prefiere el trabajo en su casa al del club, especialmente por
cuestiones de seguridad.
“En el club siempre hay miedo del jefe, no puedes hablar, no puedes decir nada ni
nada. En tu casa, él [el cliente] sabe que tú eres la dueña de la casa, no puede hacer
nada. Si él se pone chulo, haces una llamada y viene la policía directamente”.
Se expresa con escepticismo respecto al trabajo; le gustaría dejar el que desempeña
actualmente, pero la situación de crisis no le permite otras opciones.
“¿Pero qué voy a hacer?, ¿me quedo en la casa? No hay trabajo, donde vas te dicen
‘luego, luego, apúntate; luego te llamo; apúntate, luego te llamo”.
Olga, trabajadora sexual
Olga es una mujer procedente de Europa del Este, de mediana edad, que ya ronda
los cuarenta. Cuando la conocí trabajaba en una casa cuyos clientes habituales son jóvenes
africanos u hombres mayores que buscan un servicio rápido. Tiene —probablemente—un
problema de alcoholismo, como he podido comprobar en alguna ocasión de las que he
hablado con ella, y me han confirmado compañeras suyas de trabajo.
Llegó a España sobre el 2008 acompañada de su hijo. Dice no quedarle ya familia
en su país y que, en cambio, en España tiene amigas.
380
Entró en el territorio español con su pasaporte en regla, pero desde entonces no ha
podido normalizar su situación administrativa.
“Cuando yo vine, no tenía ni idioma..., nada; a mí no me ayudó nadie. Yo cogí un
libro para estudiar, poco a poco hablé con gente, a mí me explican bien y ya está”.
En su país natal trabajó en diferentes fábricas como enfermera ‘médica’. Y cuando
decidió iniciar su proyecto migratorio, ya sabía qué trabajo realizaría y en qué condiciones
lo desempeñaría.
“Yo cuando vine sabía todo ¡claro! Sabía todo, todo, todo”.
Se ha dedicado al trabajo sexual en diversos establecimientos, en distintas ciudades
del territorio de español. Trabajó en clubes y sobre todo en casas de citas. También estuvo
empleada en el servicio doméstico, cuidando niños y personas mayores.
“Guardar niños, guardo niños; estar con viejo, guardo viejo; pero luego murió. Pero
es poco dinero, es poco dinero; nada”.
Dice preferir el trabajo en las casas de citas al de los clubes.
“En clubes tú dependes de los dueños, dependes de la gente; engañan mucho a las
chicas por dinero ¿me entiendes?”.
Tal vez ese juicio esté relacionado por sus propias experiencias con la ingesta
habitual alcohol:
“Porque las chicas antes beben mucho, porque las invitan a alcohol y entonces dice
[refiriéndose a los dueños, cuando las chicas le reclaman] ‘tú no puedes decir esa
cosa porque estás borracha’; yo [puedo] estar borracha pero no estoy gilipollas ni
loca; ese es mi trabajo y yo lo sé, tengo un papel, tengo mis tiques, sé todo”.
También considera que las casas son establecimientos más idóneos para los
clientes.
381
“Los clientes tienen familia, mujer, niños y no salen todos los días; y el club es
sucio, es un sitio sucio ¿entiendes?; por ejemplo, tu estás en un puticlub y te puede
ver tu vecino, y bla, bla, bla, hablarlo con tu mujer, con tu familia”.
Respecto de los clientes tiene una consideración positiva, y responsabiliza de la
situación a las mujeres de ellos.
“La culpa la tiene la mujer del español. Si de una familia de cliente, su mujer puede
hacer todo para su marido, ningún hombre vendría para estar con otra chica, con
otra mujer. Eso es culpa de la mujer española”.
Opinión tal vez vinculada a la percepción de la búsqueda del afecto y el cariño por
parte de sus clientes. O a la discriminación de distintos comportamientos sexuales entre las
mujeres de su país y las del nuestro.
“No buscan sexo, buscan a alguien que pueda entenderlos, escuchar”.
En relación a los límites en la prestación de los servicios muestra prevenciones
similares a otras mujeres: ni besa, ni trabaja sin condón; tampoco hace lésbico. No
obstante, participa de un criterio habitual en el sector:
“[El griego] sí puedo, por dinero. Porque ese es dinero mío, aparte; no para el
dueño, es mío aparte, mío”.
Olga vivió directamente, estando aquí en Almería, una típica intervención policial
en busca de la trata. A pesar de que la policía conocía dónde trabajaba, la detuvo en la
calle, la llevó a comisaría y le ofrecieron papeles a cambio de denunciar a la dueña del
local en el que trabajaba, a lo que se negó rotundamente.
Como le dieron varios días para ‘reflexionar’ y llevarles el pasaporte a comisaría,
aprovechó — presa del miedo— para escaparse y poner tierra por medio, desapareciendo
de Almería.
En la actualidad vive fuera de la capital y trabaja prestando servicios sexuales, de
forma autónoma, en la nueva ciudad donde reside.
382
Sonia, trabajadora sexual
Conozco a Sonia, desde que comenzó a trabajar por cuenta propia en un piso, hace
unos siete años; me la presentaron otras chicas de su mismo país. Desde entonces, trabaja
en pisos de contactos y ahora en su propio domicilio.
Es originaria de una gran ciudad de Europa del Este y llegó por primera vez en el
año 2002. Entonces estaba divorciada y con una hija.
La historia que cuenta sobre su viaje es algo rocambolesca; afirma que vino de
turismo pero que la estafaron en la agencia de viajes de su ciudad y que llegó a Almería
con la ayuda de una familia española que encontró en el aeropuerto de Barcelona.
Tras un amor fallido en Almería y varias idas y venidas a su país de origen, decidió
quedarse para trabajar en un bar de copas con otras chicas que había conocido, dejando allí
a su hija.
Sufrió en una ocasión una deportación a su país, pero al poco tiempo volvió con un
pasaporte nuevo.
“Me volví a casar rápido; pagué 30 € a mi vecino, un vecino borracho. Me casé un
día y al otro ya estaba divorciada. En mi país puedes hacer lo que quieras: me casé,
cambié el pasaporte, renové mi visado y al día siguiente, por 200 tales [ya estaba]
divorciada”.
Los primeros años estuvo ejerciendo en bares de copas y después en clubes.
Reconoce que esa época fue la mejor, porque se ganaba mucho y pudo ahorrar bastante
para su hija.
“Desde el año 2003 hasta el 2007, ahí cada día dinero, cada día dinero, y mucho,
mucho, mucho”.
Ahora trabaja en su casa. Sus clientes habituales son marroquíes, ‘africanos’ y
españoles. Cobra 10 € por un servicio rápido; y las demás prestaciones, dependiendo del
tiempo que emplee. La captación la realiza en las calles próximas a su domicilio, o a través
de Internet.
383
“Yo estoy registrada en una web de relaciones personales, pongo mi foto y cuando
los hombres preguntan ‘¿tú quieres casarte o amistad?’ yo contesto ‘quiero trabajo’
o ‘me busco la vida’; aunque no todos entienden [lo que quiero decir]”.
Su carta de servicios es escueta.
“Yo sólo hago, hablando correcto, chupar y follar; estos son mis servicios: ni culo,
ni sin goma, ni nada, nunca, nunca; mi salud es muy importante”.
No le gusta este trabajo, menos aún ahora que mantiene una relación estable, que
tiene novio. Para ella, trabajar con hombres no tiene nada bueno. Aún así, reconoce que se
ha acomodado a esta dedicación que justifica con la ausencia de otras alternativas
laborales.
“Me he acostumbrado mucho. No hay otro trabajo y este trabajo no es difícil
¿sabes?”
Considera que lo mejor del trabajo sexual es el dinero.
“El dinero, nada más”.
Manifiesta que ha sentido vergüenza por la dedicación que tiene; por las miradas en
la calle; por haberla reconocido clientes suyos cuando sale a comer con su marido, o en el
mismo ejercicio de su trabajo.
“Siempre yo decía que ‘esta es la primera vez’; que ‘yo, no trabajaba antes en esto,
perdóname’. Pero para al cliente le daba igual que yo hubiera trabajado, o que yo
no hubiera trabajado antes”.
Me confiesa que, ya antes de dedicarse a este trabajo, sentía cierta aversión por esta
ocupación.
“Toda mi vida, antes de venir de mi país, yo no podía mirar a las chicas ni a las
mujeres que trabajan en esto; hasta angustia sentía ¿sabes?”.
384
Con los hombres mantiene relación estrictamente profesional. No obstante, conoció
a su actual marido como cliente, con el que se casó para obtener los papeles. Muestra
mucho cariño y agradecimiento hacia él. Él le paga el piso, le ayuda en diferentes aspectos
y ella lo visita una vez a la semana para atenderlo.
“Yo ahora cada semana voy por allí, para limpiar la casa, preparar la comida, salir a
comer con él (...) Él no tiene ni niños, ni mujer de antes, la única persona que tiene
soy yo”.
Su marido conoce la relación afectiva que mantiene desde hace varios años con otro
hombre, su ‘novio’, con el que vive.
“Yo tengo novio y es muy importante para mí mi novio (...) Porque él [su marido]
dice que viva con quien quiera, él me ayuda a todo, él paga mi casa, él sabe que yo
vivo con mi novio”.
Las relaciones con los vecinos son buenas, también con la dueña de su vivienda. Y
conocen en qué trabajan.
“Antes todos los vecinos me miraban mal. Y ahora todo bien, el presidente siempre
me pregunta ‘¿cómo está el negocio Sonia?”.
Sobre su proceso migratorio se muestra ambivalente. Nunca tuvo grandes
proyectos, sino que quería cambiar de vida y asegurar el futuro a su familia.
“Paco, sueños no, sueños no; quería trabajar por mi hija y comprar piso a mi hija en
mi país, para disfrutar. Ahora todo está bien para mi hija y para mí. Un piso grande
muy bonito. Toda la vida la doy para ella”.
Su hija finalizó sus estudios en la universidad, tiene trabajo y ha formado una
familia.
Aunque el trabajo no está igual que antes, y no gana tanto dinero, sí que le da para
ahorrar ‘un poquito’. Su futuro no lo tiene claro, pero sí reconoce que no quiere volver a su
país, a pesar de que echa de menos a sus padres y a su hija.
385
“En mi país ahora hay mucho trabajo; yo puedo marchar otra vez y trabajar en el
barco [de camarera] y ganar más que aquí; pero no quiero. Estoy acostumbrada
aquí; antes en mi país otra gente, otra manera, mucha envidia...; no quiero; y yo
aquí no quiero gente de mi país”.
Farah, trabajadora sexual
Farah es una mujer africana. Llegó a España sobre el 2003 con un pasaporte falso
que le compró un novio suyo de su país.
Cuando salió de su país era menor de edad pero como aparentaba más desarrollo
pudo pasar la frontera.
Trabajó durante un breve periodo en Francia en empleos ajenos al sector del sexo
comercial hasta que, por conocidos de su novio, consiguió un contrato de trabajo y pudo
regularizar su situación en España.
Una vez con papeles rompió con su novio y se dedicó al trabajo sexual. Ha
trabajado en varios clubes de toda la provincia y desde hace unos años lo realiza en su
propio domicilio.
Es la mayor de todos los hermanos; manda regularmente dinero a su país y ha
conseguido hacerse una casa, a la que se refiere como un logro por su trabajo.
Confiesa que nunca pensó en realizar este trabajo, que su idea era dedicarse a algo
‘normal’. No obstante reconoce que no se arrepiente de haber venido porque aquí hay
libertad.
“Por ejemplo, aquí hay mucho derecho para la mujer, sus cosas buenas ¿No? [Ríe]
que no hay en mi país”.
Para ella el trabajo en los clubes es muy duro por tener que pasar muchas horas allí,
tener que soportar gente borracha, o que te soba y luego no solicita servicio alguno. En
ellos tienes menos margen de negociación, mientras que en la casa ella pone los límites.
“A mí me sienta bien [trabajar] en la casa, porque en tu casa ya trabajas por tu
cuenta y tienes tu horario; trabajas cuando quieres, cuando te da la gana, por el día;
la noche es muy fea, puede que te sientes toda la noche para no pillar nada ¿sabes?
hasta las cinco o las seis y puede que no hagas ni una entrada”.
386
“En el club, encuentro el club muy difícil para mí, porque te entras con media hora
[y] hay que terminar en media hora con ellos, es mucho trabajo; en la casa no
porque [no entran] gente borrachos y acaban bien”.
Cuando grababa la segunda sesión con ella me comentaba que tenía un novio que
casi le duplicaba la edad.
“Eso antes no me gustaba, pero como me cuida bien, me trata [bien], no me importa
la edad; no, no, no, en el amor no hay edad, no; ¿sí o no? [intentando
comprometerme en la respuesta]”.
Cuando habla de su actividad se refiere a ella como un trabajo del que muestra una
valoración ambivalente. En un momento dice no encontrarle ninguna ventaja, pero que le
permite ganar mucho dinero en poco tiempo y que hace que te enganches a él.
“Primero te sientes bien porque entra dinero y todo [eso], pero con el tiempo ya te
sientes mal, porque pierdes años trabajando en esto; ya te enganchas en eso, ¿has
entendido? te enganchas; este trabajo es como droga”.
Además, este trabajo le ha dado experiencia y le ha permitido conocer mundo.
“Puedes encontrar mucha gente, saber muchas cosas, en este [trabajo] te encuentras
mucha personalidad [por: personajes o personalidades], con mucha clase de gente;
sabes mucho del mundo, de la vida (...) Este trabajo es también como una escuela,
[conoces] muchas mentalidades, cómo piensa uno, como habla uno, otro, otro,
¿sabes?”.
No tiene un horario específico de trabajo.
“Desde las diez de la mañana, las once, hasta las ocho o las nueve [de la tarde]; a
veces hasta las diez, depende; no tenemos... [horario]”.
No hace un juicio concreto de sus clientes, reconoce que hay de todo y que depende
de cada cual.
387
“Hay clientes buenos, te juro, hay clientes que te respetan, [que] te tratan con
mucho cariño ¿sabes?; hay otros [que] no; otros que... ¡es como una tienda! a una
tienda viene gente mala, uno que habla bien, otros ... [que no], es igual, puedes
coger de todo, como [en un] taxi, como... [en cualquier lado]”.
Tampoco mantiene una clientela específica.
“[Hay] de todo (...) Cada una tiene sus clientes”.
Respecto de sus compañeras de trabajo no posee una visión singular, aunque
predomina la competencia como factor generador de conflictos.
“A veces peleamos, a veces bien; a veces yo cojo a un cliente le digo ‘cuarenta’; se
baja ella: ‘treinta’; otra: ‘veinte’. Mucho problema por el precio; él se va con la más
barata; y nosotras ‘¿por qué he dicho yo cuarenta?; ‘¿y tú por qué...? [respondiendo
la otra]; ‘yo trabajo como quiero’; ‘yo como me da la gana’; ‘yo pongo gratis mi
chocho’; esas cosas...”.
Igualmente, no transmite una idea específica acerca del vecindario y de su relación
con ellos:
“Hay gente que sabiendo que trabajas en eso te trata bien, te saluda..., hay gente
que no, gente que te mira con otra... [cara], ¿me has entendido?”
Sobre su relación con el trabajo y perspectivas respecto a otras opciones es
pesimista, aunque clara.
“Mira, para mí, este trabajo es como un enganche para muchas mujeres; empiezas
la prostitución y luego ya es un enganche a este trabajo, una droga. Puedes
encontrar un hombre que te quite de esto, haces niños y vida y así, sí (...)
Encuentras muchos, yo he encontrado muchos pero ya está, vamos a hacer: [él te
dice] ‘tengo dos mil, dos mil euros, ¿cuánto te falta?, vivimos con dos mil’; ya no
quiero, porque dos mil euros para mí...[no es suficiente] (...) Mira Paco, tú estás
cobrando cuatro mil euros, por ejemplo, estás cobrado cuatro mil euros, ¿sí?,
388
viviendo bien, de vivir bien, tu casa... , todo, y luego te bajas a cobrar mil
quinientos, ¿no quieres no?”.
Ginebra, trabajadora sexual
Ginebra es una mujer europea que procede de un país del Este y que apenas
sobrepasa los 30 años de edad. Nos conocemos desde hace ya casi 8 años.
Apenas tiene relación con su familia: con su madre se lleva mal y de su padre son
escasos los recuerdos que le quedan, pues se desentendió de ella desde muy pequeña. Ha
vivido con su abuela durante buena parte de su vida.
La mala calidad del trabajo, y lo poco que daba de sí lo que ganaba, sirvieron de
acicate para decidirse a iniciar su proyecto migratorio.
“Cuando terminé la básica ¿no? me fui a la ciudad para continuar con los estudios,
para empezar bachillerato; y ahí estuve [viviendo] con mi madre; no me llevé bien
con ella, empezamos a pelearnos fuerte y tal... y entonces dejé de estudiar...; a lo
mejor me iba al campo a trabajar, o sea a recoger maíz o a recoger uva, dos o tres
días, o..., yo qué sé..., poquita cosa (...) Yo no me lo pensé poco, pero no tenía
otra...; o sea, allí si no tienes a alguien para empujarte un poquito...; y te ves muy
sola, y que no tienes... vamos...; no es una cosa como decir así no tenías para comer
(...) No era eso, eran otras cosas, no sé: un pantalón, un vaquero, unas zapatillas...”.
Vino a través de una red con un amigo que se convertiría en su pareja. A pesar de
disponer de un pasaporte en regla, hicieron un viaje rocambolesco a través de varios
países, utilizando diversos medios de transporte.
“Era un amigo que lo conocí allí en mi país, entre amigas, fuimos a una discoteca y
tal y allí nos conocimos. Me lo propuso y ya nos vinimos (...) Tuve que pedir
prestado dinero y después devolverlo”.
Era consciente del trabajo que podría realizar, si bien no tenía una idea clara de
cómo podría ser su desempeño.
“Sí, la que se venía de allí venía a eso (...) Yo sí. Yo por lo menos sí”.
389
Ha trabajado en invernadero, en casas por horas y en diferentes clubes, en distintas
ciudades; también trabajó en un piso para clientes africanos en la zona de El Poniente.
Aunque durante el periodo de gestación y lactancia de su hijo no ejerció empleo alguno.
Recuerda los sentimientos que afloraban las primeras veces que ejerció el comercio
sexual.
“Muchos, muchos nervios, muchos nervios, me temblaba todo (...) me entró de
todo”.
Le cuesta convivir con el estigma y aún hoy sigue sintiendo vergüenza por el
trabajo que realiza. Teme por su hijo si la reconocen por la calle y la saludan clientes
suyos. Su estrategia consiste en trabajar alejada de los lugares donde reside, fuera de su
entorno vital. Esa norma la cumple hasta tal extremo que le ha supuesto romper relaciones
de amistad con compañeras de trabajo con las que vivía desde hacía mucho tiempo.
“[Siento vergüenza] ante Dios, ante la familia, ante mí misma”.
No obstante, admite que algunas personas cercanas, de su familia, conocen su
dedicación.
En cambio, no percibió que el desempeño del trabajo afectara a su vida en pareja ni
a sus relaciones sexuales.
Nunca realizó servicio que no quisiera; y marca los límites de las prácticas que
realiza en el trabajo: sin preservativo y el sexo anal; si bien por criterios profesionales y
económicos puede aceptarlos.
“Porque son precios muy pequeños, y no...; es bajarnos mucho la autoestima y no
quiero (...) Si hay un cliente y te paga un poquito más, y te pasas más tiempo en la
habitación con él, pues a lo mejor..., pues sí, ¿por qué no?”.
Tampoco considera que fuese agredida ni maltratada por sus clientes.
“Agredida no, pero decirme tonterías así de alguna palabra que se le escapa, a lo
mejor, pero sólo eso”.
390
Concede que, en ocasiones, disfruta y obtiene placer en el desempeño de su trabajo.
“Si llegas con un cliente y lo conoces de mucho tiempo y te acostumbras más o
menos a él y te gusta, no del todo pero ahí un poquito, puede pasar (...) ¡Pero no te
imagines que estoy ahora cada día por las nubes!”.
Con sus compañeras manifiesta que tiene relaciones de compañerismo y hasta de
amistad, pero que la competencia siempre está presente durante el trabajo.
Respecto de los clientes, conviene que hay de todo y que van a todo; y que, en
general, se requiere manejarlos convenientemente; aún así no tiene mala opinión de ellos,
aunque prefiere a los españoles.
“¡Hombre! no es que tenga mala opinión ¿por qué?, no tengo por qué; cada uno
puede ir donde quiera, a gastarse el dinero como quiera, con quién quiera”.
Considera que lo mejor de su trabajo es el ambiente de compañerismo entre las
mujeres, la convivencia en el club entre ellas.
Lo peor tiene que ver con las incertidumbres que le provoca no saber con quién vas
a realizar los servicios en la habitación.
En cuanto al balance de su itinerario vital desde que está aquí, se siente conforme
pero sin entusiasmo.
“Arrepentirme no lo siento, porque si he venido pues me he buscado la vida, he
conocido al padre de mi niño, tengo al niño conmigo ¿qué balance te hago? pues
nada, me ha ido bien, me ha ido mal... Eso es la vida misma, la realidad (...) He
ganado a mi niño, ya está (...) Tengo a mi abuelita ahí [en mi país] y hace
muchísimo tiempo que no la veo, y eso es lo que he perdido”.
Ania, trabajadora sexual
Ania es una mujer europea del Este, supera los 30 años de edad y lleva en España
ya diez años. En su país dejó padres, hermano e hijo, donde desempeñó diversos trabajos:
operaria de una fábrica, dependienta, camarera, etc.
391
Se vino con una amiga que ya estaba trabajando aquí en el sector del sexo, y fue
consciente desde los primeros momentos del tipo de trabajo que realizaría.
“Fue idea mía. Porque mi amiga siempre venía tres meses, venía otra vez, se
quedaba un mes [en mi país], venía..., y así; yo lo pensé, yo le estaba dando vueltas,
vueltas, y yo pensando, ‘¿qué voy a hacer? ¿voy a ir?, ¿no voy a ir? Lo pensé
mucho, pero mucho”.
“Ella me prestó el dinero y después se lo devolví, cuando trabajé se lo devolví y ya
está”.
Trabajó en varias ciudades en grandes complejos bajo el sistema de plaza. Hasta
que llegó a Almería y aquí se quedó. Ha trabajado en diferentes clubes y en diferentes
casas de citas.
Recuerda el primer servicio; entonces apenas hablaba castellano, se sintió rara por
realizar un trabajo que no es ‘normal’. Su percepción de él en esos primeros momentos la
presenta como ambivalente.
“Que era un trabajo, malo, pero que era un trabajo”.
Sobre él expresa una opinión mediada por los efectos de la crisis.
“Pues antes sí, porque ganabas mucho dinero, te podías permitir mandar mucho
dinero, comprarte algo en tu país, piso o algo, con tanto dinero; ahora no, porque
ahora vives sólo para pagar el alquiler, para comer, para comprarte algo y...
también mandar, pero muy poco, muy poco”.
Nadie de su familia conoce a qué se dedica.
Respecto de los clientes confiesa no haber tenido malas experiencias. Reconoce que
nunca tuvo problemas con ninguno, que ha tenido siempre buenas relaciones con ellos,
salvo alguna vez con los ‘marroquinos’, por culpa del alcohol o por no respetar los tiempos
pactados.
392
No tiene una opinión definida sobre ellos en conjunto.
“Hay de todo, hombres que engañan a sus mujeres, hombres que no están casados,
jóvenes que no tienen novia...”.
“Vienen por el sexo, algunos vienen, así, para hablar, algunos vienen porque les
gusto yo, depende, algunos no me soportan, también”.
Acepta que con algunos clientes tiene relación de amistad y que a veces salen de
paseo o a tomar algo, sin mediar relaciones profesionales con ellos.
De los servicios tiene claro cuales presta y cuáles no. Pero nunca tuvo que realizar
alguno que no quisiera.
“Pues yo no follo por el culo, no follo sin goma, no chupo sin goma, y ya está; el
resto sí, no pasa nada”.
De sus compañeras tampoco mantiene una opinión uniforme, ni de sus relaciones
con ellas.
“Con algunas bien, con algunas mal”.
Pero reconoce la existencia de competencia en el trabajo.
“Casi en todos lados hay competencia, pero con la mayoría bien”.
Admite que su trabajo ha afectado a sus relaciones sentimentales: por él perdió dos
novios; el primero era de su país y no acepto el trabajo que realizaba cuando se enteró de
ello; el segundo era andaluz y la relación decayó cuando comprobó que ella no dejaría el
trabajo.
Sin embargo, manifiesta que su sexualidad no se vio afectada por el tipo de
desempeño que desarrolla.
“El trabajo es el trabajo y cuando sales afuera es otra cosa”.
393
Y admite haber disfrutado sexualmente, en ocasiones, con algunos clientes.
“Algunas veces, depende; que puede gustarte uno, que venga y que te guste y ya
está (...) Te sientes rara también, muy rara ¿no? un trabajo así, para hacer esto y
mira lo que ocurre [sentir placer]”.
Sobre su proyecto migratorio no tiene dudas de que ha merecido la pena y de que
volvería a realizarlo, incluso con el mismo trabajo. Reconoce que ha ganado mucho con
haberse venido de su país.
“Yo, por ejemplo, al principio yo al principio me compré un piso, lo amueblé y
todo; yo tengo mi piso aparte (...) Tengo algún dinero ahorrado también”.
Y desde luego, no expresa arrepentimiento alguno por su recorrido migratorio.
“No, porque por lo menos gané algo; en mi país no hacía nada”.
No obstante, confiesa con rotundidad que quiere volver a su país.
“Sólo sé que me voy a ir a mi país, y ya está; no voy a volver [aquí]; voy a estar
con mi hijo y con mi familia, y ya está”.
Imán, trabajadora sexual
Imán es una mujer joven que supera ya los treinta años. La conocí durante el
trabajo de campo en un club de Almería y desde entonces mantenemos una relación
amistosa sincera y fluida. Procede de una gran ciudad de un país africano, donde se crió en
un ambiente muy masculinizado pues su familia es numerosa y ella es la única hembra, tal
y como revela con una expresión típicamente andaluza.
“Yo, la niña chica de la familia”.
Fue la única de su familia que estudió, hasta la secundaria. Ambas circunstancias,
unidas a su carácter firme y decidido, motivaron unas relaciones conflictivas con su
394
entorno familiar. Sus comportamientos no se ajustaban a lo que los demás miembros de la
familia esperaban de una mujer, tal y como prescribía el entorno cultural en el que vivían.
“Ellos pensaban que el estudio le da a la persona más libertad, que entiendes más
cosas no correctas, (...) muchas cosas que están contra la familia, contra la religión,
contra muchas cosas”.
Los conflictos y conocer a su primera pareja, a través de una amiga cercana, la
sacaron de su casa con algo más de 20 años.
“Cuando conocí al padre de mi hija fue otra cosa”.
Él era un español mayor que ella que, en aquellos momentos, casi le duplicaba la
edad. Se quedó embarazada y se escapó con él a España. Tuvo un hijo sin que sus padres
supieran nada de ella.
Cuando el padre de su hijo murió, sobrevivió con ayudas de amigos, en particular
de un marroquí con el que entablaría una corta relación. Obtuvo algunos trabajos que no
duraron mucho, también se le caducaron los papeles y perdió el permiso de residencia. Así
que decidió venirse a Almería.
“Vine aquí, a Almería, con una amiga que trabajaba en un club. Vine a trabajar dos
meses, gané mucho dinero, aquí en este club”.
Vino consciente del tipo de trabajo que realizaría. Sin embargo sus inicios en el
sector no fueron afortunados, por su falta de conocimiento del desempeño.
“Yo lo sabía [en qué consistía el trabajo], yo lo sabía. El problema era cómo lo
practico. Yo de primeras, los primeros quince días, no gané ni un céntimo y me
estaba manteniendo con mi dinero del banco; gastaba mi dinero para comer, para
tabaco, y para todo lo mío; y llorando día y noche, sin nadie que tener cerca, y
muchas cosas”.
No obstante, recuerda con agrado su primera experiencia con un cliente.
395
“Me he sentido muy bien, porque es él quien que me ha elegido a mí; [era] muy
guapo (...) Me acuerdo [de que] con él muy bien, no he sentido con él nada extraño,
ni [parecía] cliente, y he sentido mucha confianza más que con ninguno”.
No le gusta el trabajo que realiza. No siente vergüenza por realizar este trabajo pero
sí expresa cierta sensación de fracaso.
“No siento nada, pero siento vergüenza de mí, siento vergüenza de que yo esté
obligada a hacer cosas que no me gustan; a mí me encanta el sexo, pero no me
gusta hacerlo de la manera que lo hago”.
No tiene una opinión definida sobre los clientes, pero no le gustan los casados —
siempre están escondiéndose de su mujer y pendientes de volver a su casa— ni los jóvenes.
“Así, si un hombre no es mayor que yo no subo con él (...) Si es un cliente y no es
mayor que yo de edad, no subo con él”.
Y expresa con vehemencia que en su trabajo no siente placer.
“Yo en el trabajo no, ¡hombre! Trabajo para vivir y ya está. Yo si no amo a una
persona no tengo placer, eso [es] claro. Con este chico, el abogado, sí; y con otro
hombre también; pero no ha llegado a placer, placer; acabamos a gusto, pero placer,
placer, no”.
Reconoce que ha tenido algún mal encuentro con clientes, pero que nunca estuvo
obligada a hacer nada que no quisiera. Suele aclarar bien los límites de sus servicios.
“Desde el principio, tu hablas con él claro y seria: ‘eso que me gusta, eso que te
hago, eso que no te hago’, ya está; yo no te engaño, ni tú no me pides a mí más”.
En lo que concierne a los límites que establece en el ejercicio de su trabajo,
confiesa que no practica el sexo anal, pero admite haber realizado la lluvia dorada y el
sado; en cambio, muestra cierta predilección por los hombres a los que les gusta ser
penetrados analmente.
396
“Los maricones me encantan, porque los controlo a mi antojo”.
Respecto de las drogas admite que las ha tomado alguna vez por dinero, pero que
tiene trucos para evitar hacerlo.
Para ella, lo peor de este trabajo es tener que tratar psicológicamente con los
clientes, hacer de ‘psicóloga’ mientras prestas servicios sexuales.
“Sí, cada uno con su mentalidad; y como luego hay sexo, tengo que manejarlo,
entenderlo”.
Sobre lo mejor tampoco duda.
“El dinero [entre risas], nada más; ya no pido nada más, ya está”.
Con sus compañeras refleja buenas relaciones, aunque reconoce competencia y
celos; procura alejarse de sus compatriotas, por el control que pretenden tener de su trabajo
y su vida.
“Normal, como una mujer con otra mujer sin guerra ¿me entiendes? (...) Yo respeto
las chicas cuando están con un hombre, y ellas me respetan a mí”.
Imán vive actualmente con su hijo en Almería, después de una fracasada
experiencia de pareja durante unos meses con un cliente. Sigue trabajando en un club y
desearía dejar este trabajo.
“Yo prefiero trabajar de limpiadora ocho horas que trabajar en este trabajo; hasta
con ochocientos euros al mes y digo ‘de maravilla’, pero ¿dónde?, ¿dónde está este
trabajo normal?”.
Con su familia no tiene relación y siguen sin conocer qué es de su vida ni cómo se
la gana.
“Si lo saben me matan (...) Llevan seis años sin hablar conmigo; y ya ahora lo que
quiera que yo haga...”.
397
Lobna, trabajadora sexual
Lobna es una mujer cuya edad está alrededor de los 30 años; llegó a España cuando
tenía 16. Procede de un país africano.
“Primero estuve trabajando en casas, limpiando casas, cuidando los niños, la gente
mayor también; trabajando en varias casas”.
Y comenzó a trabajar en el sector del sexo desde los 18 años.
“Tú sabes que la vida en mi país es muy dura y necesitaba dinero para mandar a mi
familia. Y el dinero que cobraba yo de las casas era muy poco, 150 o 200 €. Y ahí
yo empecé a pensar en trabajar en los clubes”.
Estuvo entrando y saliendo del trabajo conforme conoció sucesivamente a dos
hombres, clientes suyos, que le dejaron un hijo cada uno. Cuando consiguió sus papeles,
dejó a su hija pequeña con sus padres y mantuvo la mayor con ella, desplazándose a vivir a
Almería. Ha trabajado en diferentes casas de citas, en distintas ciudades andaluzas en las
que ha tenido experiencias diversas. En la actualidad trabaja en una casa de citas.
No tiene mal recuerdo de su primera experiencia de trabajo, una salida a un hotel
con el cliente del primer club en el que trabajó.
“No lo pasé mal, me gustó; yo también estaba borracha, la primera vez que me
emborrachaba y me lo pasé bien, de verdad, no miento. Tampoco el chico me
maltrató, no se puso mal conmigo ni nada, me pagó bien”.
No recuerda tampoco sentimiento de vergüenza o temor en aquella ocasión.
“Si estás borracha y drogada ¿qué vas a sentir? nada; si estás en otro mundo ya
[entre risas] ¿qué dices, qué dices? ya no hay ni vergüenza ni nada”.
No obstante, desvela un sentimiento muy fuerte de pudor en los primeros meses.
“Yo trabajé con pantalón cerca de ocho meses; yo no pude trabajar con falda o
vestidos así, ‘sexis’, o cualquier cosa; eso a mí me daba vergüenza en ese tiempo.
398
Ya, pasado el primer año o el segundo, me da igual; pero el tiempo que antes que
he estado en un club, siempre me emborrachaba, nunca entré normal, nunca”.
Su familia nunca supo acerca de su trabajo.
“Yo cada día hago una mentira para ellos. Yo no tengo ninguna familia aquí; por
España, tengo, pero no aquí, por Andalucía no, por el norte”.
De los clientes no tiene una opinión formada, y tampoco reconoce problemas
especiales con ellos, salvados los relacionados con la higiene con la que se presentan.
“Cada persona es como es, no son lo mismo (...) Unos sucios, unos limpios; cuando
yo trabajaba en El Ejido venía la gente sucia: africanos, que hay que aguantarles el
olor de las personas y tal, y sufrir un poquito”.
Manifiesta que ha debido consumir droga en algunas ocasiones, para no perder
oportunidades de trabajo y porque quienes la consumen suelen ser buenos clientes, que
contratan servicios de varias horas.
“Un cliente que toma y tú no la tomas con él, no llegaríamos ni a tomar una copa.
La gente que toma es muy pesadita; si tú tomas con él ya da igual, tú lo dejas a su
bola, tú puedes aguantar muchas horas [con él]”.
Respecto de los servicios que realiza, mantiene nítidos los límites que pone en el
desempeño de su trabajo. Y los declara especialmente motivados por razones de higiene y
salud.
“Hago todo, menos griego; el culo yo no lo hago. Y ese francés natural que una
persona se corre hasta el final en la boca, esa cosa yo no la hago”.
Reconoce que le gusta practicar el sado, sintiendo que, ahí, se siente con poder.
“Eso sí; eso es especialidad mía que yo hago. Cuando hago ese trabajo me siento
muy bien”.
399
Por otro lado, admite que nunca disfrutó con su trabajo, ni en el terreno afectivo ni
en el sexual.
“Con una persona que yo me meto una hora o unos minutos dentro de mi cabeza,
¡qué voy a disfrutar con esa persona!”.
En cambio concede que ha tenido relaciones de amistad fuera del trabajo con
algunos clientes.
Asimismo, admite que con las mujeres, con las que ha trabajado, ha mantenido
buena relación, salvados algunos episodios conflictivos.
“Nunca he tenido problemas, ellas su trabajo y yo el mío”.
De su dedicación reconoce que lo mejor es el dinero, pero no le atribuye nada
bueno más;
Le afecta especialmente no saber nada acerca del estado de salud de sus clientes,
ese aspecto le genera mucha inquietud.
Además, confiesa que su trabajo le ha dificultado sus relaciones sentimentales,
particularmente la que mantiene en la actualidad.
“La verdad es que yo no le conté a él la verdad y cuando se ha enterado lo pasamos
muy mal, peleamos (...) Todos los días tenemos ese problema”.
Nunca se planteó un proyecto de futuro.
“Yo antes he ganado muchísimo dinero y lo he perdido. Yo bajo a mi país con tres,
cuatro o cinco mil euros y en quince o veinte días lo gasto todo y me quedo sin
nada”.
Le gustaría volver a su país donde tiene su piso y podría, con sus ahorros, montar
un negocio y dejar este trabajo.
“Pero ahora no es por mí, es por mis hijas, que las dos han nacido aquí y no tienen
nada que ver con mi vida de mi país”.
400
Pasha, trabajadora sexual
Pasha es una mujer procedente de Europa del Este. La conocí trabajando en una
casa de citas de las que visité y, desde el primer momento, se mostró colaboradora.
Pasha ya superó los treinta años. En su país se dedicó al trabajo sexual. Dejó madre
e hijos en la ciudad donde vivía y decidió venir porque un familiar suyo estaba en España y
vino a ‘probar’.
“Me dije: ‘voy a ver; aquí siempre hablan de que la gente cuando van, luego
vuelven con mucho dinero’ ¿sabes? Así piensan en Rusia, en Lituania, que en
Inglaterra o en España cuando te vas luego vuelves con mucho dinero; digo ‘voy a
ver’. Pero luego cuando vine, muy mal”.
Como la relación con su familiar se deterioró enseguida, tuvo que ganarse la vida y
comenzó a trabajar en un invernadero. Duró poco y empezó a realizar trabajo sexual, labor
que ya conocía antes de venir.
“También trabajaba en lo mismo (...) en club no, pero en el barco; que vienen
filipinos, italianos, españoles; que vienen en un barco grande; en el piso también,
ponía en el periódico un anuncio...”.
Su inicio en el sector comenzó a los quince años ejerciendo de chica de compañía
de empresarios ‘como mafiosos’; al principio de manera ocasional.
Su madre tiene conocimiento del tipo de trabajo que realiza, lo conoce desde que
vivía en su país.
“Mi madre sabe, porque ella antes también sabía que yo hacía esto desde hacía
muchos años, pero no puede cambiar nada”.
En Almería ha trabajado en diferentes clubes; ahora en una casa de citas, cuya
dueña se queda con el 40% de lo que cobra por los servicios. No está satisfecha con este
establecimiento, por sus características y por el férreo control que de todo lleva la dueña.
“Aquí todo cerrado, todo controlado, todo...”.
401
Su actual pareja cree que ella ya dejó el trabajo y tiene que mentirle al respecto,
diciéndole que está empleada cuidando personas mayores.
Reconoce estar cansada de esta dedicación y que lo dejaría si encuentra un trabajo
‘bueno’, pero admite dificultades para ello por la situación de crisis actual.
“Ya tienes costumbre, tantos años (...) Y así puedes encontrar más fácil dinero, más
rápido ¿sabes? Claro que no es muy fácil (...) Porque viene gente diferente y tienes
que aguantar a cada uno... ¿sabes?”.
Y no expresa en la actualidad sentimiento de culpa o de vergüenza por dedicarse al
trabajo sexual.
“Pues no lo sé, con tantos años ya no. Porque antes sí he tenido, pero ahora como
veo que la vida es así...; ahora tampoco en España, como hay muchas chicas,
muchos clubes, muchos...”.
De los clientes no tiene una opinión general, pero manifiesta con rotundidad qué
tipos no le gustan:
“Que estén borrachos, drogados, que piensan que si entran con una puta pueden
hacer lo que quieran”.
Rigiéndose, en su trabajo, por el criterio de reciprocidad:
“Depende como se lleven ellos conmigo, se porten conmigo (...) Hay gente
diferente ¿sabes?”.
Admite haber disfrutado sexualmente mientras desempeñaba su trabajo, aunque con
poca frecuencia. También revela que no le gusta disimular placer con el cliente.
Tampoco recuerda haberse sentido obligada a realizar ningún servicio que no haya
querido.
No obstante, reconoce que, dependiendo de las necesidades, ha realizado servicios
que no deseaba, o ha entrado con hombres que le provocaban asco.
402
Manifiesta que su trabajo no ha influido en su sexualidad, aunque admite que sí le
provoca desgana y apatía por el sexo en su vida privada.
“Claro que yo puedo ir como siempre, como antes, pero el sexo no me da tanta
gana como antes, porque estoy cansada ¿sabes?; vengo cansada del trabajo y quiero
dormir, no quiero nada”.
Lo mejor para ella del trabajo sexual es la rapidez con la que puedes ganar dinero,
pero le pesa el estigma y que la reconozcan en público.
“El dinero lo puedes ganar más rápido, y más fácil; algunas veces, no siempre (...)
Cuando voy por la calle ¿sabes?, mucha gente va con el coche y me va a llamar, me
siento un poquito mal porque me conozcan como una chica de compañía”.
Pasha no hace un balance de su proceso migratorio, a pesar de lo dicharachera que
se muestra; se remite primordialmente a su situación actual, el futuro apenas aparece en su
relato. Pero, ciertamente, se plantea dejar el trabajo si encuentra alguno más normalizado,
o alquilar un piso y abrir su propio negocio.
“Porque estoy cansada ¿sabes? ¿Para qué tengo que trabajar para alguna persona si
yo puedo también abrir un piso y trabajar?; y si quiero yo trabajar, yo trabajo para
mí misma y todo el dinero para mí (...) También puedo alquilar un piso y trabajar
con chicas, que si hay chicas que quieren trabajar conmigo... Porque ya no estoy tan
joven ¿sabes? y no puedo entrar con tantos clientes como antes”.
Oleñka, trabajadora sexual
Oleñka es una chica europea del Este, próxima a los treinta años de edad. Terminó
sus estudios de secundaria pero no llegó a ingresar en la universidad. Antes de venir a
España trabajó en la hostelería. Cuando llegó, con algo más de veinte años, ya estaba
casada en su país y tenían una hipoteca para la que no les llegaba el dinero. Una amiga que
trabajaba en España le sugirió venir. Su marido quedó en su país trabajando y se visitan
una vez al año.
Cuando decidió venirse no tenía una idea exacta acerca de cómo se ganaría la vida.
403
“Bueno no sabía exactamente en qué [trabajaría], pero bueno siempre me pongo en
lo peor”.
Su marido no supo en qué trabajaba aquí hasta vino a visitarla. Encajó mal la
noticia pero no tuvo consecuencias.
Siempre ha trabajado en clubes de plaza, y no le gusta salir a trabajar fuera del
local.
“He escuchado muchas cosas y he visto muchas cosas y prefiero el club”.
No le gusta su trabajo.
“Porque no me gusta hacerlo con gente que no conozco, con gente mayor, y hay de
todo: borrachos, drogatas, mal educados...”.
Considera que lo peor es tener que alquilar tu cuerpo y además tener que trabajar
con la mente mientras lo haces con el cuerpo. Pero admite que después de tanto tiempo, lo
sobrelleva; porque, además, le gusta el contacto social, el trato con clientes, la amabilidad,
hacer que se sientan contentos; aunque este mundo le exige mucha implicación. Aun así,
cuando trabaja prefiere implicarse.
“Yo prefiero poner totalmente mi personalidad”.
Tal vez esta implicación le hace considerar el papel de los clientes respecto a la
valoración de su trabajo.
“Hay personas que te lo hacen difícil, hay personas que te lo hacen más fácil”.
Oleñka manifiesta el estigma mediante la expresión del sentimiento de culpabilidad
que identifica en ella.
“Culpabilidad de que tenga que estar haciendo eso por dinero, [por] eso sí lo paso
mal muchas veces, me siento mal, sí”.
404
Intentó superarlo, sobreponerse a él, venciendo el ‘asco’ que sentía por realizar esa
actividad: por ofrecer sexo a cambio de dinero.
“En un momento decidí que si no domino yo, no puedo adelantar”.
En cualquier caso, no comparte la victimización que habitualmente recae sobre las
trabajadoras sexuales.
“La única cosa que no me gusta, cuando la gente habla de este mundo, es cuando la
gente nos pone de víctimas; que al final no somos víctimas, es nuestra vida, porque
como he dicho: fue mi decisión y nadie me obligó; si alguien me obligara, sí”.
Entre los logros, muestra cierto sentimiento de orgullo por lo aprendido, por su
proceso de maduración. Lo mejor para ella de su trabajo es lo que aprendió.
“Sí, aprendes mucho, pero te cambia”.
No expresa una valoración de los clientes, pero manifiesta cierta dicotomía al
referirse a sus actitudes.
“Los clientes que van sólo por sexo, no les importa cómo eres ni quien eres; si son
clientes que miran a otra parte [miran otras cosas]...
¿Y tú cual prefieres de los dos?
El que mira a otra parte, que me ve a mí no como una máquina de follar.”
Respecto a su proyecto migratorio, no revela planes concretos. No obstante, expone
con claridad que desea permanecer aquí, que no tiene previsto regresar a su país, que se ha
acostumbrado ya al modo de vida y ambiente del nuestro..
En lo que tiene que ver con su continuidad en el ejercicio del trabajo actual,
tampoco testimonia que tenga una decisión tomada, ni manifiesta proyecto alguno con
claridad.
“Nunca se sabe; normalmente no me pongo [metas]... Bueno, es evidente que no....
pero estoy segura, cuando esté preparada lo veré”.
405
Amal, trabajadora sexual
Amal es una mujer que roza ya los cuarenta años. Cuando la conocí, a finales del
2010, trabajaba en un bar africano, en El Poniente de Almería.
Lleva en nuestro país desde el 2003, a donde llegó con su prole para agruparse con
su marido. Reconoce que sus motivaciones fueron más bien difusas, ‘cosas de jóvenes’.
Comenzó a realizar trabajo sexual sobre el 2009, cuando se separó de su marido.
Desde entonces, encontró empleo en una ocasión en un restaurante, pero el resto del
tiempo estuvo trabajando en diferentes bares africanos y en algún club de carretera.
“Bueno, cobraba la ayuda. Con mi marido en prisión yo no podía pagar. Mi familia
me ayudaba, desde luego, pero me decía ‘tienes que buscar trabajo’; y yo buscar,
buscar, no hay nada; y ya vine a buscar ahí. Unos marroquíes me decían que hay
muchas marroquíes que trabajan ahí, encuentras algo para comer, mientras que se
termina la crisis”.
Durante su jornada laboral, un familiar suyo se encarga de atender a sus hijos.
Su familia, a la que envía dinero de forma regular, conoce la actividad en se ocupa
y la acepta como salida a su situación económica.
“Ellos dicen que no quieren que yo trabaje, pero qué le vamos a hacer, si no, no se
puede gastar (...) Si no hay otra cosa, no sé dónde voy a trabajar para tres niños”.
La relación con sus compañeras suele ser conflictiva por su forma de abordar a los
clientes, pues suele ser muy agresiva a la hora de captarlos; ello produce recelo en el resto
de las trabajadoras, que lo interpretan como intención de acaparamiento de la clientela.
“En todos sitios ninguna quería eso. Yo sólo intentaba pagar la casa y tener dinero
(...) Aquí no es igual que en el bar de los españoles, cuando el chico entra pide su
copa, mira y si le gusta chica la llama, habla con ella y si le gusta entra; aquí hay
que buscar al cliente, aquí si no tienes piernas fuertes, pechos fuertes, no ganas
nada. Estamos en una guerra”.
406
Su consideración del trabajo sexual está basada en su utilidad económica, en su
eficiencia como medio de subsistencia.
“La verdad es que ese trabajo está muy mal pero ayuda un poco; la mayoría de la
gente tiene niños y la mujer se preocupa para no dejar a sus hijos en la calle”.
Además, dentro de sus expectativas laborales, representa una opción de mayor
provecho.
“Para nosotras diez euros [precio usual actualmente del servicio en un bar africano]
con ese tiempo, diez euros está bien; cinco personas, cincuenta. Está mejor, que el
trabajo del invernadero. Como yo he trabajado en un almacén antes, yo sé que
hemos ganado en el almacén 45 euros, en ocho horas; para mí 50 euros está más
mejor, igual que trabajando en almacén. Sí, mejor”.
Declara no haber disfrutado nunca con el sexo durante el desempeño de su trabajo.
“¿Cómo voy a querer a cada minuto, cada vez con uno diferente?”
Ni le interesan las relaciones que no sean profesionales con sus clientes.
“Yo no, yo no tengo tiempo para explicarle mi vida, ¿para qué? Viene... ‘hola
¿cómo estás?’, ‘bien’; ‘vamos a follar’, ‘no’; ‘hasta luego”.
Las prevenciones que presenta acerca de sus clientes vienen dadas por sus
comportamientos y las expresa vinculadas a sus respectivos orígenes nacionales. Así, los
marroquíes y ‘negros’ aparecen como ‘salvajes’; los españoles le resultan ‘más cariñosos’.
Recuerda las primeras veces que prestó sus servicios, y cómo se adaptó al
desempeño de su trabajo.
“Bueno, la primera vez pasé un poco de miedo, sí, miedo, porque yo no sé cómo va
el trabajo, qué tenía que hacer la chica; porque yo nunca había trabajado en eso.
Luego, pasado un poco tiempo, yo sé que hay política, aquí hay cosas que se tienen
407
que hacer, hay cosas que no se tienen que hacer; cómo hacer con hombre para que
no dé problemas..., cosas así”.
Amal no hace una valoración de su recorrido migratorio; no obstante, reconoce que
las cosas no son como ella las imaginaba y muestra cierta acomodación a la realidad que le
ha tocado vivir. Como en otras tantas mujeres, el peso de la crisis forma parte de las
apreciaciones acerca de su proceso vital desde que llegó a nuestro país.
“Bueno, pensaba que sería otro mundo (...) La verdad que España era muy buena
pero de momento... [Aunque] no muy mal, porque gracias a que todavía estamos
comiendo aquí”.
408
3.3
LOS CLIENTES
Es habitual, en la literatura sobre trabajo sexual, dar por establecido que son los
hombres, los clientes, los que generan la demanda. En este apartado aporto cinco breves
biografías construidas con los relatos de hombres que, con mayor o menor frecuencia,
acuden a establecimientos donde se ofrecen servicios sexuales de diferente carácter.
En realidad, el acceso al conocimiento sobre los clientes en esta Tesis viene dado
no sólo por lo que ellos nos muestran, desvelan o dicen de sí mismos. En toda la
investigación que nos ocupa, el análisis de su comportamiento, motivaciones y papel que
desempeñan en el sector, ha sido objeto de pesquisas en cualquier circunstancia y ante
cualquier actor. Tiene sentido analizar el contenido ‘émico’ de determinado grupo de
sujetos desde las múltiples perspectivas ofrecidas por diversos agentes.
En lógica comercial, los clientes son los sujetos que compran determinados
servicios sexuales; pero también adquieren, con ellos, toda una serie de requerimientos,
para satisfacer sus demandas de sociabilidad, afectividad y ocio, en los diferentes
establecimientos en los que el trabajo sexual articula todos esos ingredientes..
Las narrativas de los clientes entrevistados muestran esta variedad de motivaciones.
De este modo, Adel, Teodoro y Quintín dicen buscar sexo íntimo en sus visitas a los
establecimientos que acuden; serían ejemplos de demanda a causa del déficit sexual
masculino, al que se refiere Hakim (2012). Por su parte, Salvador, sin restarle componente
sexual, muestra sus preferencias actuales por la actividad del alterne de forma grupal,
cuando acude a los clubes. Alonso está interesado también en el alterne, pero
específicamente con mujeres que proceden de países del Este europeo, porque las
encuentra más abiertas y desprejuiciadas que las españolas. También Adel y Teodoro
visitan los bares africanos para departir con paisanos y pasar ratos de ocio, o los utilizan
como puntos de encuentro para diversos fines. Este tipo de motivaciones de carácter
sociable en un ambiente sexualizado también está presente en los relatos del resto de
agentes que he entrevistado, así como en la observación realizada en mis reiteradas visitas
a los diferentes establecimientos donde se ofrece sexo de pago.
Conviene poner de manifiesto que las propias prácticas erótico-sexuales, del tipo
que sean, forman parte del armazón sociable que emerge en los establecimientos en los que
se ofrecen servicios sexuales y donde acuden los clientes para consumir ocio y tiempo. Se
409
manifiesten como actos de sexualidad explícita, como realización de fantasías diversas, o
como interacción de baja intensidad erótica, los hombres (y algunas mujeres) acuden a
estos establecimientos a completar el marco de expectativas generadas socialmente
mediante mecanismos diversos; elaborándose formas de sociabilidad, ocio y satisfacción
de deseos sin interés social alguno —en sentido simmeliano—. Laura Agustín, basándose
en diversos estudios de campo, nos ofrece una mirada caleidoscópica acerca de las
motivaciones de los hombres para acudir a los servicios de una profesional (Agustín, 2009;
114 y ss.)
Este aspecto es más evidente, si cabe, cuando se trata de prácticas conversacionales
de variado carácter, como las que se dan en el alterne y que tienen como elementos
comunes, por un lado, el estar articuladas a través de interacciones de diferente intensidad
erótica-sensual-sexual y, por otro, por su carácter pecuniario. Factor éste que impregna
cualquier actividad social en el tiempo y espacio en que nos ha tocado vivir. Garaizábal
(2007) alude a esta mercantilización de la sociedad y, en particular, a cómo ello ha
afectado a determinados servicios —especialmente los que tienen que ver con la atención y
cuidado personales— que antes se desarrollaban en el marco de estructuras comunitarias y
familiares. También recoge esta tendencia Ruth Mestre (2005b).
Especial relieve adquiere este carácter sociable cuando se desarrolla de forma
colectiva tal y como nos muestran las revelaciones que, en ese sentido, nos ofrecen los
clientes entrevistados. Planteo la cuestión en este momento para subrayar que la
satisfacción del deseo erótico sexual no puede concebirse como ajena al resto de las pautas
culturales de que nos dotamos en nuestros procesos de socialización. El sexo no es una
excrecencia de nuestra anatomía maquinal ávida de pulsiones y secreciones orgánicas,
como afirma el abolicionismo (Solana y López, 2012); se trata de complejos mecanismos
antropológicos que se elaboran en el contexto ecológico cultural en que nos
desenvolvemos y cuya satisfacción es tan legítima y afectada de constricciones —puede
leerse morales o sociales— como cualquier otra tarea cultural que los humanos
construimos y desarrollamos individualmente o de forma colectiva en cada contexto
cultural (Nieto, 2003).
Tal vez la justificación tradicional del sexo de pago como válvula de escape social,
pueda transformarse en una versión, vinculada a las experiencias de la diversidad, que
proponga los establecimientos donde se comercia con él como espacios frontera en los que
se desarrollan actividades sociables situadas en los márgenes de la norma moral, religiosa
410
o política socialmente instituida como correcta por la normalidad estadística o la doctrina
hegemónica. Dichas actividades estarían reguladas por las pautas y mecanismos culturales
normalizados en nuestras sociedades modernas y occidentales; y, entre otras, por las leyes
del mercado, de la oferta y la demanda tasadas por él. De Paula (2002) desvela este aspecto
vinculándolo a los problemas que crea a los hombres la organización de su sexualidad, en
discordancia con las normas represivas establecidas por la sociedad. Así, el cliente
buscaría en determinados espacios, un tipo de sexo alejado de las buenas costumbres
marcadas por las normas sociales y morales dominantes.
Consecuentemente, los establecimientos de trabajo sexual se constituirían es
espacios ‘liberados’, donde resarcir aquellos derechos de ciudadanía que sufren una merma
a consecuencia de la apropiación institucional de los significados culturales del sexo, que
vendrían a ser puestos bajo la lente estigmatizadora de la norma sexual erigida como
correcta. Esta cuestión tendría que ver con la frecuente solicitud de hombres que compran
sexo porque desean ser penetrados analmente, mediante objetos eróticos, por parte de la
trabajadora, como nos muestran las chicas en sus testimonios; o por la recurrente petición
de servicios ‘raros’ que no requerirían a sus compañeras sentimentales. De Paula (2002) se
refiere a él como ‘el sexo inconfesable’. En esta perspectiva se puede considerar también la
práctica de ‘sexo interracial’ que analiza Clement (2005) en los clubes de Hell’s Kitchen.
O los bares africanos, a los que reiteradamente me he referido en este texto, al configurarse
como espacios alternativos de sociabilidad para el endogrupo.
Otro aspecto que queda al descubierto por los propios clientes, así como otros
agentes vinculados al trabajo sexual, es que no podemos hablar de una tipología que
caracterice a los demandantes de servicios sexuales. Las propias mujeres manejan
adjetivos bastante comunes sin apenas valor categorizador: ‘gente buena’, ‘gente mala’,
‘hay de todo’, ‘tranquilos’, etc. En realidad las inquietudes de las mujeres al respecto se
suelen referir a cuestiones que tienen que ver con aspectos contingentes de su
comportamiento: ‘borrachos’, drogados’, ‘pesados’; o relacionados con sus hábitos de
higiene: ‘sucios’, ‘guarros’, ‘limpios’.
Las mismas relaciones, que las trabajadoras dicen establecer con sus clientes en el
trabajo, muestran el desacierto de considerar al cliente como el protagonista de la violencia
intrínseca al trabajo sexual hacia la mujer (López, 2011; Solana y López, 2012). El carácter
colaborativo que se manifiesta en los diversos vínculos sociables y sociales que se
establecen entre las chicas y sus clientes, nos alejan de esa visión que, como victimario,
411
nos presenta el abolicionismo en relación a la trabajadora sexual. Como muestran los
relatos que presentamos en esta Tesis, son frecuentes las relaciones de amistad, de apoyo
y/o sentimentales que clientes y chicas establecen en diferentes momentos de sus vidas; en
numerosas ocasiones terminan en relaciones estables, tienen hijos de esas uniones y
gestionan proyectos comunes y duraderos en el tiempo. En ese sentido apunta también
López (2013).
Parece claro que, independientemente de las finalidades de cada uno de tales
proyectos, su destino no puede encajar con una naturalizada perversión en el carácter
constitutivo del cliente. Esta caracterización, marcadamente maquinal y violenta del
comportamiento sexual del cliente, es puesta en cuestión por Garaizábal (2007) que
relaciona tal visión como un prejuicio sobre los hombres y su sexualidad por parte de la
ideología del abolicionismo. También Solana y López (2012) cuestionan esta visión de la
‘dogmática abolicionista’, que extiende sus ataques a dueños y empresarios de
establecimientos de comercio sexual.
Salvador, cliente habitual.
Salvador es un empresario de Almería que ronda los sesenta años de edad. Ha
estado casado hasta hace un año aproximadamente y sus hijos son ya mayores y con
autonomía. En la actualidad vive solo. Ha regentado diversos negocios relacionados con la
industria alimentaria, la restauración y otros sectores.
El rol fundamental que ha justificado su participación es el de cliente de clubes y
bares de alterne, que inició en su juventud y que, con mucha menor intensidad, ha
mantenido hasta ahora.
Recuerda que la primera vez que fue tenía 16 ó 18 años.
“Terminaba de trabajar rendido vivo [y] con un ‘amiguillo’ que otro [decía] `vamos
a ir a tomar una copa’, que era cuando empezábamos a ver a las mujeres, que en
aquellos entonces a lo mejor tocar una teta ya era una alegría para uno”.
Su relación con la industria del sexo ha sido fundamentalmente la de usuario de
clubes, manifestando una utilización recreativa y de ocio de su visita a ellos, donde
412
practicaba el alterne con amigos. Solía visitar esos establecimientos “cada treinta o
cuarenta días”.
“Si es un club, pues tú vas a tomarte una cerveza, si no te apetece estar con una
chica pues le dices ‘oiga que no te puedo invitar’, siempre tienes una salida si no te
agrada; y si te agrada le invitas a una copita y te descargas hablando con ella, y te
relajas; y ya ahí puedes subir o no subir”.
“En pisos particulares no he estado nunca, nunca; porque ya pisos particulares, no
es disfrutar, no es disfrutar de una mujer; para mí no es disfrutar, porque vas a
entrar como tipo animal, a echar el sexo y salir corriendo”.
Aunque reconoce que algunas veces sí que contrató servicios carnales, en particular
en su adolescencia.
“Uno de joven, que estaba uno con ganas de marcha, como se suele decir, y lo hacía
y todo te parecía poco”.
No declara prejuicio alguno respecto de las mujeres que trabajan en este sector.
Mostrando una actitud comprensiva y tolerante, que oscila entre liberal y paternalista, con
el conjunto de ellas.
“Las chicas estas son profesionales, y lo normal es, pues, que se acerquen a un
hombre a que le invite a una copa. Yo siempre por cortesía y por entender de que
en el fondo están ganándose la vida también, siempre me ha gustado invitarlas a
una ‘copica’, siempre me ha gustado, siempre me ha gustado”.
“Para mí son mujeres muy normales, muy normales; que unas trabajan por una
necesidad y otras pues porque quieren ganar dinero fácil”.
Reconoce que podría establecer relaciones normales con cualquier trabajadora
sexual, como con cualquier otra mujer:
“como amiga, como trabajadora mía...”.
413
Incluso que podría entablar relaciones afectivas con alguna de ellas.
“A mí no me importa que una mujer sea de un club o de algo, siempre y cuando yo
la vea que es una mujer seria y que es formal, que es limpia, que es curiosa, que es
educada, que respeta, que no es alcohólica, que no es...; a mí no me importa tenerla,
incluso, como pareja”.
Respecto de los clientes no los considera un grupo uniforme. Tiene una opinión
benigna de las “personas que han ido lo mismo que yo, a tomar una copa y a echar un rato
de relajamiento”. Aunque discrimina los que van por diversión, de los que acuden a
‘afogar’ problemas.
“Todo el mundo tiene falta de estar relajado y olvidarse de los problemas durante
una hora o dos horas; pero que luego hay otro mundo de personas, de personas con
problemas que vienen con el problemas a tratar de afogarlo a este tipo de negocios,
por eso no es tan fácil la cosa, de eso también hay mucho”.
Advierte que este segundo tipo de clientes obliga a las mujeres a tratar con ellos y
con sus problemas: halagándolos, aconsejándoles, calmándoles..., etc.
En los últimos tiempos Salvador ha iniciado una nueva experiencia como
empresario en el sector del sexo. Está intentando poner en marcha un establecimiento con
chicas y copas. Sin embargo, la crisis le está dificultando hacerse de una clientela estable.
Por otro lado, la escasez de demanda obliga a las trabajadoras a moverse continuamente
dificultando estabilizar un grupo con el que sacar adelante el negocio. Este problema,
perceptiblemente generalizado en la actualidad en el sector, me lo expresó con claridad en
alguna de nuestras conversaciones. Al comentarme sobre ello, apareció su visión
empresarial culpando en cierto modo a las mujeres, en vez de a su impericia por
embarcarse en una empresa en un momento a todas luces inoportuno.
“Te podría decir, por ejemplo, que en el caso mío, en el caso de lo que yo estoy
viviendo, a las mujeres es difícil de entenderlas; como empresario, con ellas es muy
difícil. Porque, en el fondo, son mujeres que quieren ganar más y cada vez más; y
en los tiempos en que estamos no se gana dinero en ningún lado, y entonces están a
414
disgusto; están siempre con el oído abierto de alguna compañera o de alguna amiga
que le diga ‘pues mira en tal sitio están trabajando mejor’ y entonces se van y no te
dicen ni adiós”.
Aunque me ha hablado de ello de manera indirecta, también mantiene relaciones
afectivas con una trabajadora suya que tiene empleada en su nuevo negocio, lo que no
parece entrar en contradicción con la concepción tradicional que de la familia ha venido
expresando en sucesivas conversaciones.
En cualquier caso, manifiesta bastante incertidumbre sobre la viabilidad de su
nuevo negocio, objeto recurrente de conversación cada vez que nos vemos.
Adel, cliente habitual
Conocí a Adel en 2014. Me lo presentaron mientras tomaba una cerveza en un bar
africano; desde entonces, hemos visitado juntos algunos locales de este tipo donde hemos
departido con algunas chicas.
Camina ya hacia los cuarenta años de edad y es originario de un país de África,
donde permanece buena parte de su familia, tanto la de orientación como la de
procreación. Y llegó a nuestro país con el cambio de siglo. Las motivaciones para dejar su
tierra las expone intentando marcar distancias de determinados tópicos.
“Vine aquí para mejorar la vida; para poder..., por ejemplo: comprar coche, poder
comprar casa, mejorar la vida, ¿sabes?; que no venimos por hambre u otra cosa, que
no. Los de mi país venimos para mejorar la vida, para poder tener dinero, que
nosotros no venimos por hambre, que no somos como otros países; ni tenemos
guerra tampoco”.
Ha desempeñado diferentes trabajos, aunque en la actualidad está parado y hace,
como autónomo, diferentes chapuzas y servicios a la gente de su comunidad.
“Pues he trabajado en el campo, en la seguridad; he trabajado en el campo y antes
trabajaba en la obra, y tengo un diploma de la seguridad, he trabajado con varias
empresas”.
415
En su tiempo libre, suele visitar diferentes establecimientos buscando ocio y sexo.
Pero también acude por motivos de trabajo ya que en ellos puede encontrar quien le haga
algún encargo.
“Pues a los bares de copas, a los bares de baile; y hay bares también, especial de
prostitución (...) Esos bares son ilegales, porque no tienen licencia”.
“Si me gusta alguna [chica] yo entro, sí; si hay alguna nueva así, guapa y sana sí
entro; si no, paso”.
Muestra conocimiento detallado de esos bares y de las chicas que allí trabajan. Y
considera que los motivos por los que la gente va a esos establecimientos son de ocio y
consumo de sexo, principalmente.
“Hay unos que van a pasar el rato y otros van a follar. Algunos vienen a pasar el
rato y apenas si pinchan algo (...) hacen conversaciones y ya está; se conocen y ya
está..., gastando el tiempo (...) Porque no hay otro sitio”.
También porque que son más baratos.
“Por eso la gente así se junta en los bares ilegales, por las chicas y por [el precio de]
la consumición de la bebida, más barata”.
Admite que hay chicas que ponen límites a los servicios que prestan, por eso él
prefiere hacer cosas que le gusten a la chica.
“Si sólo le gusta hacerlo por dinero, no lo quiero porque no me siento bien. Y si a
ella le gusta, si a ella le gusta sí; pero yo no la obligo, no hay obligaciones
¿sabes?”.
Consume sexo con cierta regularidad.
“Eso depende de las ganas, eso depende de las ganas, que no tengo siempre, eso
depende de las ganas. Pero no puedo aguantar más de tres semanas”.
416
En determinadas ocasiones, cuando desea servicios de forma más relajada acude a
una casa de citas de la que es cliente habitual. Allí suele encontrar mujeres jóvenes
españolas, por las que muestra preferencia en diversos sentidos.
“Ellas hacen lo que hay en el anuncio. Más serias ¿sabes?”
Reconoce que se le plantean problemas morales por la asistencia a esos bares, en la
medida en que en ellos se produce consumo de sexo. Esta contradicción, entre el deseo
sexual y los mandatos religiosos, los resuelve de forma pragmática.
“Yo no voy a mentir; yo no tengo miedo contigo ni con Dios, pero yo no la practico
[la religión]. Ya sabes que nuestra religión no lo permite [el sexo]”.
Su percepción del trato que reciben las mujeres y del comportamiento de los
clientes, en los diferentes establecimientos que frecuenta, no presenta diferencias con
respecto a la expresada por otros agentes.
“Hay algunos buenos y algunos malos, no todos buenos ni todos malos. Lo que
pasa es que la gente o los clientes, cuando se emborrachan, se pelean y se pasa a
pelear (...) Las chicas si ven un hombre muy borracho ya no entran con él”.
En su opinión, las motivaciones de las mujeres para dedicarse a este trabajo son de
carácter económico.
“Para conseguir dinero [enfatizando], para conseguir bastante dinero, porque en la
prostitución se saca dinero (...) La chica que busca dinero, busca dinero de esta
forma o de esta manera. Yo conozco chicas que tienen trabajo, pero no quieren
trabajar porque a lo mejor sacan cuarenta o cincuenta euros en una jornada de 8 o
10 horas; ellas prefieren sacarlas en dos horas, así es más fácil. Pueden sacar 100 €
en dos o tres horas, entonces, fíjate”.
Esta mediación del dinero está en la base de la opinión que Adel tiene de las
trabajadoras. Considera que la búsqueda del dinero les hace ver a todos los hombres
iguales y como fuente de recursos.
417
“Para ella, le parecen todos los hombres igual y no busca otra cosa nada más que
dinero. No busca cariño ni nada, busca dinero”.
Por este motivo, duda de que puedan establecerse relaciones afectivas sinceras
entre un hombre y una mujer que trabaje en este sector.
“Las mujeres que trabajan en este sector [lo hacen] para tener novio para dos cosas:
para el interés y para defender por ella”.
Él, en particular, no establecería una relación formal con una mujer que hubiera
trabajado en el comercio sexual —aunque reconoce que las tiene como amigas—; las
razones que aduce no dejan lugar a dudas.
“Yo no puedo casarme con una chica de esta clase; porque la chica que ha probado
muchos hombres ella sabe el gusto de uno a otro; cuando se case, un día el marido
no está en casa o no está con ella y ella pilla alguno que le da cien euros, puede
follar y yo no quiero una cosa así”.
Teodoro, cliente habitual
Teodoro es un hombre maduro, próximo a los cincuenta años. Procede de África y
posee un profundo conocimiento de los establecimientos africanos donde se ofrecen
servicios sexuales, además de un buen entendimiento de una parte de El Poniente de
Almería. Entre la población inmigrada, en particular la africana, posee una contrastada
autoridad moral.
Durante la entrevista que le grabé muestra mucha preocupación por la situación
sobrevenida desde que se inició la crisis, tanto en lo que respecta al trabajo sexual, como al
conjunto de la vida social de los inmigrados de la zona donde reside.
Me habla de la función social que cumplen los bares de africanos para el conjunto
de inmigrados en la zona: como espacios de ocio.
“El bar para nosotros hace una función muy importante, porque el único sitio donde
nosotros podemos disfrutar es ahí; y gastar también el dinero nosotros, es ahí”.
418
Porque los precios son más económicos y adaptados a la economía de las personas
inmigradas.
“Los españoles solteros se van al bar con chicas, invitando y esas cosas, pero yo no
tengo 30 €, 40 €, 50 € para gastar en un Pub; si yo tengo 20 € puedo ir a un bar, a
través de 20 € puedo conseguir chica y tener cambio [sobrarme] ahí, muy
económico”.
También como espacio alternativo de sociabilidad, por la discriminación a que se
les somete por parte de la sociedad receptora.
“Porque en los bares de los blancos vas a entrar y pone ‘el socio, para el socio’, tu
no puedes entrar ahí (...) En los bares de blancos, en montones, no dejan a la gente
entrar ahí”
O como espacio de relación y contacto; donde quedar, para contratar, lugares para
negociar, etc.
“Tú puedes conseguir un trabajo en un bar, porque digo, yo puedo entrar en un bar,
yo puedo conocer un amigo, yo le dejo mi numero de teléfono, [que] cuando su jefe
necesita un trabajador, pueda llamarme”.
Estos espacios también presentan la ventaja de que están pensados para ellos,
adecuados a sus hábitos y costumbres.
“Porque nosotros tenemos otras costumbres: hablar fuerte, hacer eso, y en bar de
blancos eso molesta, preferimos estar ahí en el bar”.
Reconoce la importancia que tienen los bares para satisfacer los deseos sexuales de
la población masculina inmigrada.
“Y el hombre que conoce esa mujer, el hombre que está casado que está viviendo
aquí, que no tiene su mujer aquí, no tiene nada; no puede soportar un mes, dos
meses sin tener relación con mujeres; eso también lo permiten los bares”.
419
Sobre los efectos de la crisis, narra cómo ha afectado al trabajo, a la capacidad de
compra, a las pautas de consumo habituales, en particular al que se produce en los bares
donde se ofrecen servicios sexuales.
“A veces las chicas que están en el bar no consiguen entrar con un hombre en todo
el día; porque algunos chicos van al bar, se sienta ahí comprándose un poco
comida, se la come, toma su Fanta, su Coca Cola, o una cerveza y luego se va.
Porque, en el tiempo en que están los hombres trabajando, el bar ha tenido mucho
movimiento, ahora nadie tiene de comer ¿cómo va a tener para acostar con las
chicas?”
También manifiesta cómo ha cambiado el origen nacional de las chicas que
trabajaban en los bares, a causa de la crisis.
“Algunas marroquíes trabajaban en pub, en clubes grandes; esos bares están
cerrados ahora y ellas no tienen salida ahí; entonces ellas se han juntado con las
demás en los bares [africanos]”.
También se refiere al cambio en las pautas residenciales de las chicas nigerianas,
que antes vivían en los bares y ahora sólo van allí a trabajar, o directamente han dejado de
trabajaren ellos. Teodoro lo considera un efecto de la obsesiva persecución de que son
objeto por parte de la policía especialmente las ‘mamis’ nigerianas.
“Las nigerianas casi todas están dejando los bares, mira el bar de ahí arriba que
llaman T, las nigerianas lo han dejado ahí, [ahora] lo llevan una pareja de
ecuatorianos; y el bar de S [que] ya lo ha dejado, lo está llevando otra gente”.
Igualmente muestra preocupación por las chicas que salen a la calle a buscar
clientes, como ocurre en alguna zona de las Doscientas Viviendas, un barrio de Roquetas
de Mar.
“Porque para mí, estoy en contra de que las chicas estén paradas en la calle
llamando hombres; yo prefiero que las chicas estén dentro trabajando en el bar, en
vez de estar en la calle llamando hombres”.
420
En general, muestra mucha preocupación por los efectos de la crisis sobre el
conjunto de inmigrados; en la actualidad participa en iniciativas solidarias con el fin de
atenuar los efectos que la situación económica está teniendo sobre sus paisanos,
especialmente los niños.
Alonso, cliente habitual
Alonso es un hombre andaluz, que superó ya los cuarenta años. Tiene un trabajo
estable en una empresa solvente. Inició estudios universitarios aunque no los concluyó.
Vive solo, no tiene pareja. Tiene hermanos y sus padres viven aún.
Nos conocemos desde hace algunos años; en ocasiones se dirigió a mí para realizar
diferentes consultas sobre cuestiones legales relacionadas con asuntos de extranjería, con
motivo de realizar trámites administrativos para chicas que trabajaban en clubes y que él
conocía.
Es cliente habitual de clubes y locales de alterne. De manera enfática separa
claramente el alterne de la prostitución, aunque reconoce que suelen darse mezclados en
los mismos establecimientos. Y también que las mismas chicas realizan ambas actividades
habitualmente.
“En los mismos garitos, se mezclan dos ambientes, la prostitución y el alterne,
entendido solamente como una compañía a cambio de una copa”.
La primera vez que acudió a un local de este tipo fue en la mili.
“Con 20 años más o menos. Estaba con unos amigos, en la mili, estábamos de fiesta
(...) entramos a tomar una copa”.
Alonso acude preferentemente a tomar algo y charlar con las chicas; aunque
reconoce haber comprado sexo explícito en alguna ocasión, nunca fue intencionadamente a
ello.
“Fui sólo.
¿Tuviste algún motivo especial por ir? No, ninguno, salió así, no fue premeditado.
¿Saliste satisfecho? Sí”.
421
Su interés por esa clase de locales tiene que ver con el tipo de mujeres que puede
encontrar allí.
“Sí, sin prejuicios, ni de lo que digas, ni de lo que piensas. Y eso no me ocurre a
mí, normalmente, en una cafetería, ni en una discoteca, ni siquiera en el trabajo”.
“Me atrae mucho la cantidad de personas que son abiertas, que te hablan de tu vida,
cosa que no veo yo en otros ambientes normales, [donde] las mujeres en concreto
las veo más distantes”.
“[Son] más libres, más liberalizadas, con menos prejuicios, y eso me atrae mucho,
eso me llama mucho; digamos que esa es la razón principal por la que voy. No voy
ni a buscar amistades, ni a echarme novias ni nada de eso; me interesa la clase de
relaciones que se producen en estos sitios y no se producen en sitios normales, ahí
sí; me llama mucho la atención”.
Afirma tener una vida normalizada, y con relaciones sociales estándar, no se trata
de que tenga problemas de relación o cosas así.
“No voy allí a echarme novia ni pareja. No estoy atado a estos sitios, tengo otros
ámbitos de relación en las que hay mujeres también”.
Tanto su familia como sus amistades conocen que frecuenta esos locales sin que les
suponga problema alguno. Aunque reconoce los prejuicios que sobre ello existe en
personas que desconocen el ambiente.
“Es una parte, conocida por mis amigos y mi familia (...) Mis amistades y mis
padres lo ven bien. Mis conocidos no lo ven bien, se asustan, piensan que estoy
embrutecido, metido en ambientes de prostitución (...) Para mi es una cosa normal
de mi vida”.
No obstante confiesa que, aún sin mostrar prejuicio sobre las trabajadoras sexuales,
hace distingos entre las ‘chicas de compañía’ —las que sólo se dedican al alterne— y las
que son prostitutas —las que ofrecen servicios sexuales explícitos—.
422
“Por supuesto, la prostitución es respetable. Tú me has preguntado si yo me llegaría
a enamorar de una chica relacionada con la prostitución y la respuesta es no, no lo
haría nunca, pondría límite a eso”.
Me ha referido en reiteradas ocasiones haber trabado amistad con las mujeres, al
margen de las relaciones profesionales que hayan sostenido en los establecimientos donde
ellas trabajan.
“He salido con mujeres pero sin ninguna clase de dinero [de relación comercial], yo
no les he pagado nada; la he invitado a comer, he paseado con ellas, cosas
normales, tomar un café, comer, hacer fotos”.
En otras ocasiones, se ha interesado por sus problemas, por sus papeles, etc.
“Sí, les he ayudado”.
También con otros clientes ha establecido relaciones, aunque no es frecuente si no
se va en grupo o se conocen con antelación.
“Normalmente no [se relacionan], pero cuando los clientes son asiduos, y se dan
cuenta de que son siempre los mismos, llegan a hablar entre ellos; incluso pueden
surgir amistades o solamente pueden ser conocidos. Yo he tenido amigos que he
conocido en esos sitios.”
Quintín, cliente habitual
Quintín es un andaluz joven, con los treinta años ya superados. Tiene estudios
secundarios y trabaja de forma autónoma en la agricultura. Mantiene relaciones habituales
con el resto de su familia. En la actualidad vive solo y no tiene pareja. Es cliente habitual
de establecimientos donde se vende sexo desde que tenía veinticinco años.
“Cuando estoy solo, que no estoy con nadie, que no tengo relaciones con nadie; y
más cuando se ha encartado que he salido de marcha y después, antes de ir a
acostarse, te has pasado por algún sitio de esos”.
423
Su motivaciones para acudir a esos locales derivan principalmente del consumo de
ocio y de servicios sexuales íntimos.
“Por pasar un rato, que no es ni por a lo mejor como otra gente que se desahoga
contando problemas o rollos de esos; no, se trata de ir y tener una relación, tener
sexo”.
Y los ha visitado solo o acompañado.
“A lo mejor te has juntado con un amigo que hacemos más o menos lo mismo. Y
visitas pues lo que te digo, que lo mismo vas o no vas y te tiras seis meses sin ir
otra vez”.
El tipo de locales que ha frecuentado más fueron los pisos de contactos y casas de
citas.
“De las que he estado, suelen ser así, o un piso donde está, hay unas muchachas
solas o bien que están, tres o cuatro viviendo ellas solas y son las que viven ahí en
la casa, que tienen la casa alquilada o el piso alquilado y se dedican a eso, ¿sabes?,
que ponen el teléfono en el periódico”.
No le atraen las ‘rarezas’, ni hace peticiones especiales al demandar un servicio.
“No soy raro para eso. Las veces que he estado..., una relación normal, vamos”.
Según su experiencia, el peso de la relación y la calidad del servicio recae en la
trabajadora.
“Ella es la que da pie a que sea más fría la cosa, que sea más tal o cual; eso depende
de ella”.
En cualquier caso, considera importante la profesionalidad de la chica, cómo realiza
su trabajo y cómo se implica en él. Este aspecto es el que él valora para quedar satisfecho
del servicio.
424
“Estar a gusto; es que yo vea una persona que se nota que se dedica a eso..., que
está claro que está trabajando; que tu ahí no vas a enamorar a nadie, pero por lo
menos que se note que tú estás con una persona..., que estás a gusto; si no hay eso
me da igual que haga esta cosa, que haga la otra”.
No obstante admite que el comportamiento y actitud del cliente también afecta al
desarrollo de la interacción.
“[Depende] si ella también, imagino, esté más a gusto o esté menos a gusto. Pero
que llegue cualquiera que sea una persona que sea desagradable, que hable
malamente, o tal, ‘porque te estoy pagando’, pues no va a estar la muchacha... Es
muy distinto”.
Desde su punto de vista los sentimientos afectivos y el sexo de pago están
disociados, salvo situaciones que expresa con meridiana claridad.
“Para que afloren sentimientos, o es una persona que no tiene muy claro dónde va
desde el principio, y es un enamoradizo, o no sé qué; o alguien que llegue a hacerse
cliente habitual de una persona y entonces puede; imagino, que podrán llegar a
aflorar sentimientos, pero porque tu vayas una vez con una chica no”.
Sin embargo, reconoce haberse sentido atraído por alguna trabajadora con la que ha
estado en alguna ocasión, más allá de haber disfrutado sexualmente con ella.
“Yo alguna vez, con alguna chica con la que estado, sí me ha gustado más; cuando
me he ido a mi casa, digo ‘esta chica aparte de ser lo que sea, es que me ha
gustado”.
Y admite el hecho de que el desempeño de este trabajo por alguna mujer, no le
supone un inconveniente para poder “entablar una relación con una chica” en un
determinado momento.
“No me importa lo que haya hecho una persona con su vida, me da igual; a mí lo
que me importa es lo que haga la persona a partir de que esté conmigo”.
425
Entre sus amistades es frecuente que hayan requerido alguna vez sexo de pago,
aunque con experiencias dispares en cuanto a satisfacción”.
“Con amigos, conocidos y de todo eso, tengo de toda la opinión”.
En cualquier, caso mantienen opiniones positivas respecto de las mujeres que
desarrollan esa actividad.
“Yo, con la gente que conozco, no tienen mala opinión”.
Respecto de las relaciones con las chicas, más allá de las estrictamente
profesionales, dice no tener ninguna; aunque a veces, si durante servicio contratado le ha
dado tiempo, ha conversado algo con la chica y ha podido conocer algunos aspectos de su
vida. No obstante conoce personas que sí las tuvieron.
“Un amigo mío está casado con una, que la conoció ya de prostituta y están
casados”.
426
3.4
AGENTES CON DIVERSOS ROLES
Este grupo de relatos podría haberse distribuido en las otras agrupaciones
realizadas. No obstante, lo he presentado de forma diferenciada con el fin de resaltar la
variedad de tareas y maneras de insertarse en este sector de la industria del sexo. Y
también para poner de manifiesto los múltiples vericuetos que marcan las trayectorias
vitales y laborales dentro de esta rama de actividad.
Asimismo, permite realzar el valor de unas biografías acusadamente variadas entre
ellas y enormemente ricas en sí mismas.
Por ejemplo, traer y llevar las chicas, desde puntos de encuentro a los respectivos
establecimientos donde trabajan, es una actividad comúnmente asociada a prácticas
mafiosas y trafiquistas. En realidad, esa tarea forma parte de las condiciones de trabajo de
las chicas que están sujetas a la negociación habitual con los dueños de los
establecimientos donde trabajan. Obviamente, la organización del local deberá tener esto
presente y disponer de alguna persona que se encargue de esa labor. Todo ello queda
recogido en la biografía de Nicolás.
Haber desempeñado este trabajo, en ámbitos culturales con diferentes prácticas
sexuales a las instituidas en las culturas de origen, nos ilustra sobre las dificultades de los
procesos de profesionalización en labores socialmente estigmatizadas. El caso de Eugenia
es ejemplarizante de los reiterados ajustes que las trabajadoras deben realizar en su
identidad sexual.
También las narrativas de las diferentes mujeres, y de otros agentes, muestran la
acusada movilidad en el sector del sexo y, en particular, el carácter transnacional que se
manifiesta en múltiples facetas (Agustín 2009; Oso, 2000), especialmente para el
desempeño de la profesión. Así lo revela Eugenia, que trabajó en Turquía y en varias
ciudades del territorio andaluz; también Yenia, que desempeñó su trabajo en varios países
europeos antes de instalarse en Almería.
En similar forma, itinerarios laborales de largo recorrido temporal nos ofrecen
panorámicas sobre los cambios en las formas y los usos en el comercio sexual o en las
formas de ocio y sociabilidad articuladas a través del trabajo afectivo-sexual. Así Juana
427
presenta en sus relatos un breve recorrido por el comercio del sexo en dos épocas muy
diferentes, ya que empezó a desempeñarlo cuando aún apenas las trabajadoras extranjeras
formaban parte de la oferta erótica y de ocio en la ciudad.
En otro sentido, el desempeño de funciones diversas permite una mejor
ponderación de los significados que los agentes atribuyen a sus prácticas profesionales; en
particular, cuando se trata de un sector acusadamente marcado por los prejuicios y los
estereotipos, presentes también en su interior. Por este motivo me llamó la atención el caso
de Bernabé, al reproducir entre sus inquietudes y problemas con las chicas —derivados de
su función como encargado—, planteamientos y percepciones que ellas mismas sitúan
habitualmente en sus relaciones con los clientes en el desempeño de sus cometidos
profesionales. Así lo desvela al calificar una de sus tareas como de ‘psicólogo’ para con las
chicas.
Por último, veremos cómo hasta tres trabajos, que pueden desarrollarse
simultáneamente en un mismo espacio, Yenia los concibe claramente diferenciados.
Situados en contextos disjuntos tendrán una consideración social distinta cada uno; no
obstante, encarnados en una misma persona parecen conformar una única actividad.
Nicolás, cliente, encargado de traer y llevar chicas
Nicolás es un hombre andaluz que ya superó los cuarenta años. Proviene de una
familia muy modesta con la que mantiene buena relación. Tiene varios hijos de su primera
esposa. Ha desempeñado diferentes ocupaciones, en otros sectores, y en la actualidad está
parado realizando trabajos esporádicos “en lo que sale”.
“Yo estaba trabajando en la tierra. Luego me pegué a los negocios y ahora no tengo
nada”.
Su relación con el sector del sexo ha sido variada. Ha visitado los clubes como
cliente.
“Sí, he ido alguna vez a algún sitios de esos, me he tomado una copa, he invitado a
la chica pero lo que es... entrar con ella, no”.
428
Ha trabajado en algunos establecimientos recogiendo las chicas a la entrada y salida
de su turno de trabajo.
“A mí a lo mejor me dice el tío [dueño] ‘tu me traes a 4 o 5 mujeres pues te doy 40
o te doy 60, o te doy...’ Como un taxista, vaya”.
Y, además, durante un tiempo trabajó como proveedor.
“Los visitaba mucho, porque era un trabajo que yo tenía, digamos por la noche;
entonces iba a los club, que tenía clientes, tanto de chicos como de chicas”.
No atribuye carácter diferencial alguno a las mujeres que trabajan en este sector.
“Yo veo que es una mujer normal igual que otra, es su trabajo, punto. Que ella
valora ese su trabajo así, y la otra valora su trabajo de otra manera... Cada una a su
trabajo le da su valor. Yo no desquito ni a una ni a otra, para mí son todas iguales”.
Su familia y amistades conocen que ha desempeñado tareas relacionados con la
industria del sexo. Y también que su actual pareja estuvo dedicada al trabajo sexual.
“Amigos, familia, mis padres, mi madre, mis hermanos (...) Nunca me han dicho
nada”.
Entre los clientes reconoce que hay quien va a pasar el rato, a hablar; otros que van
a desahogarse de sus problemas; y están los que van sólo buscando sexo explícito.
“Hay mucha gente que va así, a no hacer servicios, sino solamente a tomarse su
copa a hablar un poco con la chica y a irse (...) A veces la gente, el hombre, pues a
lo mejor tiene problemas con su mujer, van a reflexionar la mente ¿no? (...) Pero
hay otros que van gustosamente, dicen ‘no, voy a lo que voy’ [tener sexo]”.
De sus comportamientos admite que son variados. Y sitúa los fastidios en el trabajo
por parte de las mujeres precisamente en la conducta de los hombres respecto de las chicas.
E igualmente por el estado de aseo con el que acuden.
429
“Aguantar la paciencia con el hombre, los insultos del hombre. Digamos el
malestar del hombre”.
Atribuye a la gente joven, sobre todo cuando van en grupo, comportamientos poco
respetuosos con las trabajadoras.
“A lo mejor un grupo de amigos que va y se junta y dice ‘bueno vamos a un bar que
ahí estamos tontamente; vamos allí nos tomamos cuatro cubatas y nos estamos
riendo de las chicas”.
Aunque las mujeres pueden rechazar a sus clientes, por regla general, el interés
económico suele primar.
“Tienen derecho a rechazar, pero si de mí se ganan 50 y del que está, por ejemplo,
mal vestido, se ganan otros cincuenta, son cien. No puedes solamente decir que sí al
que está bien vestido, o que está bien perfumando. Ese es el tema de ellas”.
Nicolás describe cómo este aspecto está presente en los consumos de droga, por
ejemplo; que lo utilizan también como estrategia de competencia para la captación de
clientes en determinados establecimientos.
“No es que ella sea viciosa, que a lo mejor ella sale de ahí y no consume, muchas
hay así; pero normalmente entra el tío y le dice ‘¿qué? ¿vamos para arriba a ver si
nos metemos una raya?’ y a lo mejor la tía le dice ‘no, yo no tomo de eso’; entonces
ya el cliente se va, ya se va. Entonces va a otra [que le dice] ‘pues sí, venga
subamos”.
Reconoce que es frecuente que clientes y trabajadoras mantengan relaciones fuera
del club, más allá de las estrictamente profesionales.
“De eso hay mucho. No quiere decir que tu vas esta noche al local, conoces a esa
chica y después va a salir contigo. No, tienes que conocerla muy bien, y ella tiene
que conocerte muy bien, a lo mejor a través de un año o año y pico de conocerla ahí
dentro, entonces sales fuera”.
430
Se han llegado a formar parejas estables entre trabajadoras y clientes que se
conocieron en un club.
“Sí, sí, hay muchas mujeres que se han casado con los clientes, muchas, muchas”
En la actualidad Nicolás no frecuenta los clubes. Realiza trabajos esporádicos,
cuando lo llaman y continúa viviendo con su pareja: una ex-trabajadora sexual con la que
coincidió trabajando en un club.
Juana, trabajadora sexual y encargada de un establecimiento
Juana es una mujer andaluza. Ya supera los cincuenta años y cuando la conocí aún
trabajaba en un club. Ha ejercido diferentes oficios y, dentro del sector del sexo, ha
desempeñado tareas como encargada y como trabajadora en clubes y también, durante un
periodo, en la calle.
Tuvo varias parejas sentimentales a lo largo de su vida de las que le quedaron
varios hijos que ha criado con ella. Salvo su primera relación, a todas las conoció en el
ejercicio de su trabajo, como clientes suyos.
Tras la separación de su primera pareja, ya con casi treinta años, comenzó a trabajar
en locales siguiendo la estela de alguna amiga suya que ya lo hacía.
“Yo tenía varias vecinas, entre ellas una que estaba en la prostitución, con la cual,
estando casada, muchas veces, estando en la peluquería me decía —porque mi
nombre de nacionalidad es tal— me decía: ‘Tal acércame’ (...) Me dio la vuelta la
cabeza y dije: ‘me voy con mi amiga a trabajar’“.
Un tiempo más tarde conoció a su segunda pareja estable, con la que convivió
varios años, el tren de vida que llevaron la obligó a volver a trabajar en el sector; en este
periodo desempeñó como trabajadora y a la vez de encargada en un local.
“Puse mi negocio, estuve un poco tiempo, ya estaba yo otra vez enganchándome a
la droga; hasta que un día estaba durmiendo debajo unos cartones debajo de El
Ingenio”.
431
Al adquirir dependencia del consumo de la droga volvió a trabajar, ejerciendo en la
calle durante un tiempo.
“Fue cuando nos enganchamos ahí a fondo, a fondo, a fondo; que claro, todo era
ganar dinero e ir por droga, ganar dinero e ir por droga”.
No obstante consiguió desengancharse y obtuvo un trabajo normalizado. Sin
embargo, por necesidades económicas volvió a trabajar, esta vez en diferentes clubes de
Almería.
Con su familia mantuvo una relación conflictiva por motivos económicos,
manifestando claras insatisfacciones al respecto.
Se considera una buena trabajadora sexual, tal vez por su peculiar forma de
desempeño.
“Cuando entraban los clientes, la tías corriendo ‘pom’, ‘pom’, ‘pom’, [hacia el
cliente]; yo me ponía en la pared de enfrente, en una silla; yo no me acercaba a
nadie, les decía, ‘llama a tus amigos, llama a tus amigos’, ahora que luego, los
desplumaba vivos”.
Sobre los clientes expresa una perspectiva claramente pragmática. Declara que
nunca tuvo que realizar servicios que no quisiera, aunque, en ocasiones, transigió por
atender clientes especiales del club, o por los beneficios que reportaban.
“Hay gente que no nos gusta, pero sabemos que llevan mucho dinero y se lo gastan,
sabes que llevan dinero en la cartera y que se lo dejan; si no se lo dejan pues no te
acercas, para qué lo quieres”.
Nunca tuvo problemas en el desempeño de su trabajo, aunque reconoce que
mientras trabajó en la calle los riesgos fueron muy altos y sufrió maltrato.
“Te metías en el coche con el primero que venía y si era bueno salía bien, pero si
era de esos que te quieren quitar el dinero o te quieren pegar...; muchas veces [me
ocurrió]”.
432
En la actualidad ya no ejerce en el sector del sexo y trabaja contratada en una
empresa de servicios. Aunque vuelve esporádicamente a él cuando las necesidades
económicas le agobian.
Yenia, trabajadora sexual, bailarina, ‘peep show’
Yenia es una mujer europea, del Este, que ya supero los cuarenta años de edad. En
su país estaba casada, tenía familia y desempeñó diferentes empleos.
“Yo trabajaba de distribuidora, también de modelo y también en un almacén de
muebles”.
Dificultades familiares, a causa de problemas con su marido, le impelieron a salir al
extranjero a trabajar. Realizando diferentes labores en el sector del sexo en diversos países
de Europa.
“En Chipre y en Grecia striptease, en Rusia show; aquí prostitución y a veces
striptease; en Austria striptease y ‘peep show”118.
Estuvo viviendo en pareja con un hombre de aquí, durante diez años, durante los
que no trabajó. Fruto de esa relación tiene una hija. Cuando se separó de él volvió a
trabajar en varias casas de citas; en una de ellas —en la que la conocí—, sus clientes solían
ser españoles mayores y jóvenes inmigrados de escaso poder adquisitivo. En otras la
clientela es más diversa.
Reconoce preferir esta modalidad de negocio para el trabajo, especialmente por
motivos de seguridad.
“Aquí es mucho más mejor. Porque aquí siempre alguien está cerca. En un bar de
copas si, por ejemplo, tú vas a salir con un hombre nadie sabe como te va a ir (...)
Nadie cuida de ti, tú cuidas de ti misma (...) Aquí hay chicas, si pasa algo, pueden
ayudarme”.
118
Se trata de una representación erótica por parte de una chica, usualmente en una cabina, que el cliente
puede visionar de manera individual mediante el pago por monedas. Aunque entre el cliente y la trabajadora
no puede haber contacto físico, el objetivo consiste en que el hombre se excite pudiendo autosatisfacerse
mediante masturbación en su cubículo de observador.
433
Aparte de las salidas, que ya no hace, reconoce también, como fuente de problemas
con los clientes, el consumo de alcohol o de estupefacientes. Tal vez su propia
dependencia del alcohol le haga más prevenida al respecto.
“Cuando los clientes están drogados, claro que peleamos nosotros”.
Pone sus límites en el ejercicio de sus labores.
“Yo, por ejemplo, no follo por el culo (...) Sin preservativos no lo quiero”.
No sintiéndose presionada por la competencia.
“Por ejemplo, si me dice ‘¿quieres hacer tal cosa conmigo?’ y yo digo ‘no’; si a él
le da igual, entramos; si no, él dice ‘OK, yo cojo otra chica’. ‘¡Vale! coge otra
chica”.
No tiene buena opinión de los clientes, de los hombres, en general. Aunque
reconoce en ellos diferentes comportamientos.
“Hay personas normales y hay cabrones (...) Es su carácter normal. Porque muchos
de estos clientes, son personas normales con corazón y no dañan”.
Incluso ha tenido amistades fuera de ámbito laboral.
“Sí, pero salgo sólo a tomar café, sin hacer nada, sin hacer sexo”.
Refiere que muchas chicas han mantenido amistades con clientes suyos, llegando a
formalizar relaciones sentimentales.
“Sí, muchas, yo las conozco. Se juntan con su cliente, vive con él, tienen hijos,
tienen familia (...) Y él mucho mayor que ella”.
Admite que ha sentido vergüenza por realizar este tipo de trabajo, especialmente al
principio. Y que ello le ha llevado al consumo de alcohol.
434
“Cuando mi primera vez, cuando mi primer contrato; fue al quitarme el sujetador,
yo estaba llorando, fue mi primer vaso de Vodka así [imitando tomarlo de un solo
trago]; a mí me gusta el vodka pero así sólo para quitar eso; después hacía falta
quitarme las braguitas; también ¡uy! qué vergüenza...”.
Para Yenia, lo mejor de su trabajo es ‘el dinero’. Lo peor es la cantidad de hombres
que pasan por ella cada día.
“Que no me gusta cambiar un montón de hombres cada día, no me gusta”.
Su familia desconoce a qué se dedica.
“Ahora de esto no, de ‘stripper’ sí; de esto no (...) A mi madre yo le digo que
trabajo de limpieza en casa de mi amiga”.
En la actualidad, Yenia trabaja en una casa de citas que dirige una mujer de origen
latinoamericano. Como es habitual en este tipo de establecimientos, capta sus clientes a
través de anuncios por internet, donde la he podido reconocer. En esta casa trabaja a turnos
y con el sistema de porcentaje.
“Más españoles que de otra clase; ningún africano puede estar; ‘marroquinos’ casi
nada (...) Jóvenes y mayores”.
Y explica que sus motivaciones para acudir a ese establecimiento son muy
diferentes.
“Muchos también vienen para hablar; como problemas con su mujer, con sus niños,
todo, todo ‘bla, bla, bla’. Pero otros, sólo abres la puerta ¡madre mía! muy rápido,
desde la puerta directamente a la cama”.
Yenia está separada del padre de su hija; y dado que no formalizaron matrimonio,
se encuentra preocupada por obtener la potestad sobre su niña, que vive con su padre. Sin
embargo, su dependencia del alcohol y su inestable situación administrativa le dificultan
alcanzar ese objetivo.
435
Eugenia, trabajadora sexual y camarera en un club
Eugenia es una mujer que procede de un país de Europa del Este, y que supera ya
los treinta años.
“Yo venía de una familia muy humilde, más bien pobre. Mi madre se separó de mi
padre cuando yo tenía 5 años”.
Dejó el colegio con 16 años; edad con la que inició una relación formal, fruto de la
cual concibió dos hijos aún muy joven. Con su pareja rompió para siempre siendo su
segunda hija un bebé aún.
“Yo a los 16 años me junté con este chaval y ya me quedé preñada, llegó la primera
niña, y luego a los 3 años llegó la otra”.
Toma su primera decisión de emigrar sabiendo que llevaba implícito el trabajo
sexual. Lo hizo utilizando una red.
“A Turquía me fui con 19 años (...) Una amiga me dijo que ‘mira te vienes conmigo
pero el viaje te lo va a pagar un chaval' (...) Él me facilitaba el dinero y le pagaba
(...) El visado era de dos meses y esos dos meses yo tenía que hacer la mitad con él,
era un acuerdo (...) Era de palabra, y ya está”.
Estuvo trabajando en Estambul apenas diez días, pues, en una redada, fue detenida
por la policía y expulsada del país. Volvió a su ciudad, a casa de su amiga y allí hicieron
planes. Ni siquiera fue a visitar a su familia. Volvieron a ponerse en contacto con sus
intermediarios y regresaron, pero ya no seguirían pagándoles más, consideraron que las
cuentas estaban saldadas y que ya no les debían nada.
A los ocho meses, volvió a su país.
“Mi madre lo pasó muy mal, cuando me fui para Turquía, mi madre cogió una
depresión muy fuerte (...) Cuando me vieron ¿qué me iban a decir? (...) Llegué a la
puerta de mi casa con un taxi, porque llevaba una maleta inmensa llena de ropa
para todo el mundo”.
436
Durante unos tres años, estaría yendo y viniendo. Su relación con la familia estaba
más normalizada. Ella enviaba dinero e iba combinando periodos de trabajo y de descanso.
Hasta que la volvieron a coger con el visado caducado. Entonces Eugenia se quedó en su
país, con sus hijos y con su madre, aproximadamente cinco años. Empezó a trabajar en un
almacén agrícola; para ella el trabajo era duro, muy duro, y el salario era escaso. Por aquel
tiempo empezó a activarse el flujo de migración hacia Europa desde su país. Esta vez sería
un familiar suyo quien intervendría como enlace, quien le facilitaría el dinero y la
orientaría.
“Yo no llegué aquí con el pensamiento de empezar otra vez en la prostitución (...).
Llego aquí, y nada, que no podía trabajar sin papeles, que nadie te cogía (...) Y
claro, la única manera que había era la prostitución”.
Eugenia recuerda haber vivido mal su reencuentro con el trabajo sexual, porque su
primer cliente en España le pidió una felación; no obstante, reconoce ya una acomodación
al trabajo.
“La primera vez que lo hice aquí, ya no me daba tanta vergüenza, desnudarme
delante de alguien que no fuera mi pareja, o alguien cercano, me he desnudado con
más facilidad”.
Ha trabajado en diferentes establecimientos —como camarera y como trabajadora
sexual—, desde clubes de plaza hasta en pisos de contactos; desde locales de buen nivel
hasta en pisos especializados en clientes africanos, donde los servicios se pagan a 10 €.
Pero también ha intercalado periodos de trabajo en otros sectores como la restauración.
Respecto a los clientes manifiesta una consideración clara.
“Yo he tenido clientes buenos; clientes buenos, me refiero en todo, que me pagaba
bien, que me trataba bien; y clientes que venían y repetían conmigo y seguían
conmigo; y clientes que si la primera vez veo que me tratan mal, no los trato más”.
En lo que se refiere a su trato con las demás trabajadoras reconoce que la
competencia atraviesa todas las relaciones.
437
“Una vez que se entra por la puerta del trabajo y se trata del dinero ahí ya no hay
amistad”.
Considera que su trabajo afecta a sus relaciones sentimentales ofreciendo una
visión netamente pesimista al respecto.
“Yo estoy convencida de que ni mi actual pareja ni los que hubo antes, en verdad,
en verdad, me quisieran (...) Que ya se les ha ido el amor y ven a una muchacha
más joven, que les hace sentir la vida más... no se qué. Pero yo creo que amor, amor
de verdad, no”.
Revela que su trabajo no influye en su sexualidad.
“Dentro del trabajo es una cosa y fuera del trabajo es otra cosa”.
Aunque el cansancio sí puede afectarle.
“A veces, cuando yo llego muy cansada de trabajar, ya no estoy dispuesta para
tener relaciones”.
Y admite que en ocasiones disfrutó del sexo mientras trabajaba.
“¡Hombre! sí pasó, sin querer pasa (...) El mismo cuerpo, tantas veces que lo haces
que el cuerpo reacciona, aunque tú no quieras”.
En la actualidad, Eugenia ya no trabaja en ese sector, tiene pareja, y sus hijos
siguen dependiendo de ella.
Toña, trabajadora sexual, encargada en un local
Toña es una mujer latinoamericana de mediana edad. Lleva en nuestro país desde el
año 2000, aproximadamente.
Su proyecto migratorio fue financiado por su familia, gracias al dinero que le envió
un familiar suyo que vino unos meses antes, aprovechando que a los ciudadanos de su país
no se les exigía visado.
438
Decidió su proyecto sabiendo a qué se iba a dedicar, dejando pareja, hijos y demás
familia en su país.
“Digamos que España era el ‘boom’ ¿no?; todas las chicas por aquel entonces
venían para acá a trabajar en esto. Había una facilidad, no había visa y ya me vine
yo”.
Aunque no conocía los pormenores del trabajo, no lo vivió mal, ni siquiera en sus
inicios. Ni sufrió, ni padeció ni lloró. Tampoco ha sentido el peso de la culpa por dedicarse
a este trabajo.
“No, no, no, para nada. Yo asumí muy bien lo que hice”.
Tanto su familia como su círculo de relaciones conocen la actividad que ejerce, sin
que le suponga problema alguno.
“Yo directamente hablo las cosas como son (...) No siento vergüenza de sentarme a
hablar de ello porque es mi trabajo, y lo hago bien, y lo veo como algo normal”.
Desde el tiempo que lleva aquí se ha empleado ocasionalmente en trabajos de
cuidado y en el servicio doméstico o en la restauración. Respecto del sector del sexo ha
ejercido de diferentes maneras: como camarera, de encargada y directamente, realizando
trabajo sexual con los clientes. Ante esa diversidad de desempeños, no encuentra
diferencias entre las distintas ocupaciones que ha tenido, aunque reconoce que ésta última
conlleva alguna ventaja.
“Pues económicamente, le veo ventajas a lo que yo hago, pero, en general, todos
los hago tan bien como hago éste y todo lo veo como un trabajo”.
Para Toña, lo mejor de su trabajo es el aspecto económico.
“Gano dinero y aparte, digamos, que lo gano más rápido”.
Lo peor es el desgaste físico y moral. Y también los riesgos sanitarios.
439
No expresa carga especialmente inculpatoria sobre los clientes, aunque apunta
cierta incomprensión con los hombres que, teniendo mujer en casa, buscan sexo fuera.
Distingue entre aquellos que tratan a las chicas como prostitutas y los que lo hacen como a
una mujer cualquiera.
“Te tratan mal, te hablan mal, son físicamente un poco bruscos y ahí es donde yo
me siento como una prostituta”.
Y esta distinción afecta igualmente a la forma en que realiza su trabajo, a cómo se
implica en él. Con aquellos que se siente bien tratada no tiene una simple relación
trabajadora-cliente, se establece una vinculación entre iguales, lo trata ‘como a una
persona’ y sus percepciones respecto al propio trabajo también se modifican.
“No es que me guste, sino que estoy haciendo algo bien, aunque sea que esté
trabajando en la prostitución. Pero si estoy haciendo mi trabajo bien y hago lo que
quieren ellos, entonces encuentran lo que van a buscar”.
No obstante señala como problemáticos a los marroquíes, por los continuos
desacuerdos en las prestaciones de los servicios.
Considera que los hombres que van a los clubes, fundamentalmente, buscan
afectos. Reconoce haber tenido relaciones sociales con hombres, fuera de su trabajo, pero
de carácter muy particular; algo así como acuerdos de carácter económico.
“Sí, he tenido digamos relaciones, pero han sido como que económicamente me
han ayudado y yo les he tenido aprecio, cariño (...) Digamos que ha sido como un
intercambio”.
Tiene puestos claros límites a los servicios que ofrece, y nunca prestó alguno que
no quisiera.
“Pues sin preservativo no hago absolutamente nada. Generalmente la boca no la
uso. Hombre, digamos que para hacer una felación a un hombre sí, pero que él me
lo haga a mí o que le llegue a dar un beso en la boca, no”.
440
Ha trabajado en diferentes clubes de Almería, tanto en locales convencionales
como en otros, especialmente en los últimos años, donde la clientela comprende
mayoritariamente personas inmigradas de bajo poder adquisitivo.
Con las otras trabajadoras admite que la competencia siempre está presente, aunque
no haya peleas o, incluso, las relaciones puedan ser tranquilas. En cualquier caso, no suele
tener mucho trato por lo reservada que dice ser. Aunque a veces le toque estar al cargo de
ellas.
Y con los dueños de los clubes el trato se limitó siempre a lo estrictamente
profesional.
Aunque revela no tener una valoración de su proceso migratorio, sí que manifiesta
algunos aspectos negativos.
“No lo sé, todavía no lo sé. Pero supongo que muchos años perdidos ¿no?, tan lejos
de su familia...; no compensa tantos años para acá en un país que no es el tuyo”.
En la actualidad Toña trabaja en un club cuya clientela está mayormente compuesta
por inmigrados de bajo nivel adquisitivo; algunas de sus compañeras de trabajo se conocen
entre sí desde hace tiempo, y comparte con ellas itinerario laboral en los últimos años.
Periódicamente, por temporadas, realiza las funciones de encargada, sustituyendo a la
dueña. Aunque desempeña esta labor, no la muestra como especialmente importante en su
experiencia vital.
Bernabé, portero y encargado en clubes
Bernabé procede de un país de Europa del Este. Su edad ronda los 40 años y llegó a
nuestro país con el cambio de siglo. Su itinerario migratorio se inició de forma fortuita.
“No fue por el dinero fue por la rabia; que un primo mío se fue para Italia y se
estaba riendo de mí: ‘no te vas a ningún lado’; y yo le he dicho ‘bueno, entonces yo
también me voy’. Y me libré de la mili”.
Mantiene relaciones con su familia en su país de origen y también con los que tiene en
España.
441
Se ocupó en diferentes trabajos. Después de pasar por la agricultura fue empleado
en una empresa de vigilancia. A través de ésta se introdujo en el sector del sexo, donde
realizó labores de portero en diversos establecimientos.
“De portero hay que no dejar alguna gente entrar, ver cómo está la cosa, que no se
peleen, que no molesten a las chicas, que todo vaya bien”.
Respecto de los dueños, revela que el trato era bastante circunstancial, dependía de
los avatares del trabajo, de cada día.
“A ellos lo que le interesa es el dinero; ellos te ven ahí como un perro al lado de la
oveja suya”.
Con las chicas se trataba poco mientras fue portero, porque algunos dueños no
querían que los vigilantes se relacionaran con las chicas; pero igualmente porque podría ser
una fuente de conflictos.
“Es mejor no tener amistad con las chicas”.
Sus relaciones con los clientes estaban mediadas por su función. Los problemas con
ellos estaban relacionados con los conflictos generados por los desacuerdos con las
trabajadoras sobre la prestación de algún servicio, o sobre el trato recibido. También por el
estado de embriaguez que algunos exhibían.
“Pues alguno no quería pagar (...) no estaba contento con la chica en cómo le hizo
el trabajo (...) Los que más te ponían la cosa difícil eran los que estaban muy
tomados”.
Con el tiempo, y por su conocimiento del medio, llegó a trabajar como encargado
de algún establecimiento del ramo. Ese trabajo le requería tareas de aprovisionamiento y
supervisión que explica con fluidez.
“Es una persona que la pones tú como encargado (...) Que tiene que mirar si falta
gel de ducha, si las sábanas están limpias, si hay que ir a comprar bebida, qué es lo
442
que falta de bebida; encargarse del hielo, de los limpiadores, si han limpiado bien,
de las bebidas, de la comida, de todo (...) Tienes que relacionarte con las chicas,
tienes que ver cómo están; algunas tienen sus problemas, todas te los cuentan a ti y
te vuelves loco”.
De su trato con las trabajadoras muestra una opinión ambivalente; reconoce la
fortaleza de las chicas pero de igual manera las ve como un colectivo que considera
complicado y con dificultades para gestionar.
“Son mujeres fuertes, son mujeres duras”.
“También tenías que estar ahí como psicólogo; y cuando terminaba la cabeza te
volvía loco. Todas tienen problemas, todas; y parece que el mismo día vienen todas
con problemas: una ‘me duele la muela’, otra ‘me duele la espalda’, otra ‘me duele
el chocho’, otra ... Es que siempre, siempre...”
También pone de manifiesto los conflictos por celos y competencia en el trabajo.
En otro sentido, reconoce que no había apenas controles sobre las chicas. Así sobre
la vestimenta no existían imposiciones:
“Cada una anda como quiere; con falda, con tanga; sin sujetador, con sujetador”.
Sobre los horarios era habitual la exigencia de avisar con antelación, en caso de
tardanza o de ausencia.
“Había horario, ‘de esta hora a tal hora hay que estar trabajando’, porque si tú
venías una hora o dos horas más tarde, normalmente se te pone multa; no es que te
obliguen, pero tu tienes que decir antes, con antelación, ‘oye no puedo venir luego,
me pasó esto o esto”.
Respecto a las motivaciones y hábitos de los clientes reconoce variedad. No
expresa pautas generalizadas, pero me ofrece una miscelánea de comportamientos muy
diversos.
443
“Ese tío entraba con seis o siete mujeres y pedía copas y copas y copas y copas y
copas”.
“Esta gente viene sólo para estar ahí, acompañado de una tía, y venga, venga; no
follan, si follan es muy poco; sólo para meter, meter [cocaína], tener compañía y
nada más”.
“Hay alguno que la invita a copa, está enamorado y ni la toca; le paga una hora para
estar solo con ella”.
Bernabé muestra orgullo y transmite cierta nostalgia por su trabajo de vigilante. Me
explica cómo era su uniforme y me muestra una de sus prendas, que me invita a
fotografiar. También comenta cómo la crisis ha afectado al empleo en ese sector y cómo a
él de forma particular.
“Estaba en esos últimos tiempos de allá para acá, no estaba fijo”.
En la actualidad regenta un modesto negocio: un bar africano, orientado a una
clientela de inmigrados de bajo poder adquisitivo, donde también se ofrecen servicios
sexuales.
Felipe, camarero y encargado en clubes
Conocí a Felipe a través de un conocido que solía frecuentar clubes y bares de
alterne. Felipe es de Almería y camina ya para los cuarenta años. Trabajó en algunos
establecimientos dedicados a la venta de servicios sexuales de forma temporal. Ha estado
empleado también en diferentes ramos: restauración, hostelería y otros sectores laborales.
Las relaciones sociales que mantiene se sitúan fuera del ámbito del sector del sexo.
Su trabajo consistió en servir copas, aunque circunstancialmente, como ocurre de
forma habitual, sobre todo en los clubes pequeños, pudo realizar labores de supervisión o
de control, propia de un encargado.
“Revisar las habitaciones y todas esas cosas, que estén bien de papel, de jabón; que
estén limpias y ordenadas...”
444
Revela que la clientela que ha visitado los establecimientos en los que trabajó, es
variada y responde a lo que existe en el entorno donde se ubicaban los locales.
“Hay gente de todo, lo mismo hay empresarios, que hay banqueros, que hay
agricultores, que hay ganaderos (...) A todo el mundo le gusta tomarse una copa y
no sé..., estar con una mujer”.
Y que en los negocios donde él ha trabajado nunca se impidió el acceso a ninguna
persona por su origen. Aunque admite que hay establecimientos que sí tienen instituida
esta norma.
“Los hay que no dejan pasar marroquíes, o no dejan pasar negros...”
También el tipo de entorno influye en los momentos de más o menos afluencia de
clientes al establecimiento.
“Evidentemente la gente sale de trabajar y tal, y a esas horas sí suele haber más”.
Le cogió trabajando la llegada de la crisis, de tal manera que recuerda los cambios
y los manifiesta con claridad.
“Antes se gastaba la gente más, ahora con la crisis pues todo el mundo se gasta
poco, van a la copa y si pueden pues hacen un servicio con la chica, pero nada del
otro mundo”.
Esto no sólo ha afectado al consumo en los establecimientos y al empleo en
general, sino que ha intensificado los desplazamientos de las trabajadoras, aportando
inestabilidad a todo el sector en diferentes órdenes.
“Claro, si no hay dinero ellas van a buscarse la vida donde sea y muchas han
emigrado a Alemania y a otros sitios”.
Por el último establecimiento donde trabajó se produjo bastante circulación de
mujeres.
445
“Lo mismo había rumanas, que polacas, que dominicanas, que colombianas, que...
Alguna española también siempre ha habido por ahí; o sea un poquito de todo”.
Y recuerda que en ese mismo local no existían normas específicas sobre las
condiciones de trabajo; los requerimientos a las chicas sólo existían en lo que afectaba al
cumplimiento de los horarios.
“A la hora de abrir el negocio que todas estén ahí, que no haya variedad en el
horario”.
Aunque revela que nunca tuvo mucha relación con las chicas, sí recuerda que al
principio se interesaba más por ellas, entablando conversaciones y preguntándoles por los
motivos de su elección de este trabajo.
“Me decían que porque ganaban mucho dinero, porque trabajando de camareras o
limpiando casas a lo mejor ganan 900 €, y a lo mejor hay algunas que se llevan tres
o cuatro mil euros o cinco mil euros todos los meses; y el dinero fácil le gusta a
todo el mundo”.
Con los clientes tampoco estableció relaciones que no fuesen las estrictamente
profesionales, salvo alguna excepción, como la que facilitó que nos conociéramos.
“Laboral, claro, yo trabajaba allí, y ellos iban y bueno, nos conocemos, como
también conozco a este hombre [refiriéndose al camarero del bar donde realizamos
la entrevista] que es camarero aquí, pero nada más allá”.
Respecto a sus motivaciones para comprar sexo, expresa una concepción
tradicional naturalizada.
“Pues porque toda la vida, desde que el mundo es mundo, siempre han existido los
negocios de mujeres, y el hombre siempre tira para el monte ¿no?; porque a todos
los hombres les gustan las mujeres, salvo a los que les gustan los hombres”.
Matiza, no obstante, cuando entra en la narración más detallada.
446
“Algunos buscan compañía, simplemente conversación (...) En esta vida no todo es
follar”.
La última vez que, casualmente, vi a Felipe estaba empleado en una cafetería. Nos
saludamos y quedamos en intentar volver a vernos para comentar cómo me iba el trabajo.
Él me confesó que ya no le atraía el trabajo de la noche, donde había que echar demasiadas
horas y le resultaba muy pesado.
Lila, encargada en una casa de citas, trabajadora sexual
Lila es una mujer originaria de un país del Este europeo. Ya superó los cuarenta
años de edad. Tiene formación universitaria y en su país tenía su propio negocio familiar,
ajeno a la industria del sexo.
Inició su itinerario migratorio por su interés de viajar y conocer otros países y
culturas. Vino invitada por una amiga cuando ya estaba separada, con hijos, partiendo con
sus propios recursos.
“Me gustaba España mucho, me interesaban, digamos, otras culturas, otras gentes,
otros idiomas; entonces yo vine a España y me gustaba. Luego después, vine otra
vez, empecé a aprender idiomas, conocer gente...”.
Comenzó como trabajadora sexual a través de las amigas que hizo aquí, que fueron
introduciéndola en el ambiente. De esa manera estuvo trabajando un tiempo en su propio
domicilio, captando sus cliente mediante anuncios en el periódico.
“A mí me llamaban por teléfono, yo les explico lo que hago, pero les hablaba
siempre tan amable que siempre venían (...) Digamos que cuando yo me dedicaba,
trabajaba de otra manera, yo trabajaba en mi casa, para mí, con mis clientes”.
Tenía establecidos sus límites en el trabajo en lo que llama ‘sexo normal’,
refiriéndose a que no practicaba la penetración anal por los clientes.
“Yo la chupo con goma; si quieres sexo, normal: arriba, abajo, cambiamos posturas
y ya está”.
447
Con los clientes reconoce buena relación.
“Yo lo trato como persona, no como un cliente; si hay que acostarse con él, bien,
pues bien, como persona, es lo que importa”.
Manifiesta que tuvo clientes que no buscaban sexo.
“Yo tenía algunos clientes que venían a mi casa, simplemente para hablar conmigo,
a hablar, porque necesitan alguien como psicólogo ¿sabes?; alguien que te escucha,
como que te da un poco de caricia, un poco como ‘cariño no te preocupes, todo va
bien, todo...”.
Afirma con convicción que nunca experimentó placer sexual en el trabajo.
“No. Trabajo es trabajo, sentimiento es sentimiento”.
Tuvo pareja; un autóctono del que se separo pasado un tiempo. Después pasó un
periodo de tiempo con idas y venidas entre su país y Almería. Cuando volvió a
establecerse de nuevo, ya definitivamente en Almería, organizó su propio negocio: un piso
que ella regenta y donde otras chicas trabajan a porcentaje y le entregan el 50% de lo que
recaudan por cada servicio.
Destaca diferencias entre su ocupación actual y la anterior, cuando trabajaba
directamente con los clientes, aunque el énfasis lo pone en la crisis. En los locales ‘donde
los precios están más altos, no hay clientes’.
“Ahora aquí, clientes extranjeros, vienen, van, vienen, van; claro que es distinto, los
precios son otros, el mundo es otro”.
A su establecimiento acuden con mayor profusión, personas extranjeras y hombres
españoles de más edad: jubilados de bajo poder adquisitivo.
“Solteros y jóvenes solteros, o pensionistas, muchas personas mayores que no
tienen dinero para pagar club o casas donde cobran mucho —60 € media hora
448
cobran en otras casas—, y entonces vienen aquí porque saben que aquí los precios
son muy bajos”.
Considera que lo peor del trabajo sexual es cuando lo haces con mucha profusión.
“Porque hacer sexo es intercambio de energía, y cuando tu cargas su karma mucho,
ahí sí que te pierdes tú misma. Es eso lo más grave, otras cosas no”.
Cuando le pregunté qué era lo mejor de ese trabajo me respondió enfatizando:
“¿Lo mejor?, el dinero”.
Confiesa que nunca sintió pudor o vergüenza por el trabajo que realizaba. El juicio
que realiza nada tiene que ver con el trabajo sexual en sí mismo sino con las motivaciones,
el uso del dinero, etc.
“No, no, porque antes de, por ejemplo —no lo digo solamente por mí sino para
muchas chicas—, si ellas trabajan así, de esta manera, para comer, para dar comida
a hijo, para operar a sus padres, no voy a hablar de mal; pero si las chicas ganan
para emborracharse, para marchar toda la noche con la droga, eso sí que..., eso no
debe ser”.
En la actualidad, Lila continúa regentando su establecimiento. Mantiene una
relación fluida con su familia visitándose con relativa frecuencia y conservando los lazos
con su país. No muestra interés ni proyectos para volverse.
449
450
EPÍTOME
451
452
APORTES, LÍMITES Y PROYECCIONES
Cuando inicié esta investigación me propuse documentar, describir y analizar el
panorama del trabajo sexual en la provincia de Almería —en los segmentos estándar de
este sector comercial—. En particular, cómo su desempeño articula relaciones de
sociabilidad en los espacios en que se desarrolla; así como otros aspectos de la vida
cotidiana de las personas que participan en él más allá del ámbito laboral. Mi pretensión
incluía mostrar una perspectiva fundamentada en la visión que las trabajadoras poseen de
su propia actividad y de la de los demás agentes que participan de ella; de tal manera que
suministrara argumentos para el cuestionamiento de las visiones hegemónicas que
contaminan el entramado social e institucional interesado en el trabajo sexual. Asimismo
pretendía una aproximación al cliente desde una perspectiva emic; es decir, una mirada a
las personas que compran sexo desde las percepciones, juicios y consideraciones que ellos
mismos y el resto de los agentes, que participan en el comercio sexual, proyectan sobre los
hombres con los que comercian.
He adoptado una perspectiva epistemológica fundamentada en el interpretativismo,
especialmente en dos de sus cristalizaciones contemporáneas: el constructivismo social
(Berger y Luckmann, 2006) y el interaccionismo simbólico (Blumer, 1982). Y, a partir de
ellas, he analizado los aspectos interaccionales que se dan en el trabajo sexual como
elementos fundamentales en el análisis del sector.
Esta elección ha consistido en orientar mi investigación hacia la dotación de aportes
que ayuden a construir una visión del trabajo sexual más desprejuiciada, analizada como
un fenómeno social en sí mismo y dotada de la autoridad intelectual que le confieren las
consideraciones y testimonios que los propios protagonistas nos han revelado, en línea con
las posiciones de la etnometodología (Garfinkel, 2006). He asumido la indicación
weberiana sobre la función de la ciencia, extrañándola de los ideales y las normas (Weber,
2009), reeditada en la de Pons (2004), relativa a la necesaria separación entre las opciones
morales y la labor investigadora, y las de Díaz de Rada (2010) acerca del valor del
relativismo metodológico para facilitar esa separación de esferas. De esta manera, me he
centrado, especialmente, en las relaciones sociables y los vínculos sociales que se articulan
mediante el trabajo sexual, convirtiendo determinados establecimientos donde se desarrolla
en espacios de sociabilidad transitoria y de consumo de ocio y tiempo erotizado, de
453
emociones y de fantasías. Además, he tomado de Goffman (2009) el carácter dramatúrgico
de las interacciones cara a cara, para describir y analizar las relaciones que se dan en esos
espacios durante la relación.
En mi trabajo de campo adopté métodos etnográficos propios de la Antropología,
en los que la observación participante permitiera empaparme del contexto propio de los
ambientes en que se desarrolla ese comercio; y donde los relatos de los sujetos
suministraran la otra fuente básica de información y análisis, contribuyendo así al
contenido emic de la investigación. Esto me ha permitido, no sólo el examen descriptivo
de los espacios y de la interacción que en ellos se desarrolla, sino también la construcción
biográfica de los itinerarios vitales de los sujetos que han participado en la investigación
con mayor profusión; entroncando así la etnografía con la tradición biográfica de la
investigación en las ciencias sociales (Marsal, 1977). Además, he incorporado
procedimientos y productos propios de la antropología visual. De tal manera que, con todo
ese conjunto de materiales, he podido aproximarme, en clave interpretativa, a diferentes
aspectos del trabajo sexual: los espacios donde se localiza, los factores organizativos y
laborales de los diferentes establecimientos donde se desarrolla, el carácter de la mercancía
con que se comercia, las relaciones que se establecen entre los diferentes protagonistas,
etc. Asimismo, he indagado en algunos aspectos de la vida cotidiana de las personas que
participan en ese sector: sociabilidad, relaciones sociales, vínculos afectivos, gestión de la
sexualidad, etc. Asuntos que vienen articulados a través del desempeño de las múltiples
tareas que se desarrollan en ese sector. Pero, también, he tratado de desvelar cómo el
trabajo sexual se convierte en una estrategia de oportunidad, mediante la cual los diferentes
sujetos hilvanan sus propias trayectorias personales, hacen frente a las adversidades y
remueven los obstáculos de carácter laboral, económico, administrativo, etc., de forma
similar a cómo cada cual afrontamos los afanes que encaramos en nuestra vida cotidiana.
Con estas mimbres, considero que la investigación ha cumplido con los objetivos
básicos que me propuse en el inicio de esta Tesis.
En primer lugar, la presente investigación realiza una contribución al estudio del
trabajo sexual, como un hecho social per se; como una actividad económica legítima que
se rige por mecanismos similares al de cualquier otra forma de comercio; admitiendo sus
especificidades vinculadas al estigma social que la rodea. En particular, he aportado un
454
panorama bastante aproximado de la industria del sexo en la provincia de Almería en
determinados segmentos: el trabajo sexual que se desarrolla en espacios estándar —calle,
pisos de contactos, casas de citas y clubes de diferente carácter— así como en los locales
africanos de configuración análoga a ellos.
Se han analizado comparativamente los diferentes establecimientos, y escudriñado
en diferentes aspectos de ese comercio, así como del desempeño del trabajo sexual en cada
uno de ellos: las tareas, los agentes que la realizan y cómo las efectúan, lo que se compra y
se vende, los precios, etc. Particular énfasis he puesto en desvelar cómo los
establecimientos donde se desarrolla el trabajo sexual se organizan en sus aspectos básicos
como cualquier otro negocio de los múltiples sectores de la economía, tal y como ya
pusieron de manifiesto otros estudios (Agustín, 2002 y 2009; Arjona et al., 2005; Lean,
1998 y 2004; López, 2010; Majuelos 2012; Solana, 2003, 2005 y 2012; Solana y López,
2012), entre otros.
En segundo término, me he detenido en los diferentes actores que participan en este
sector, sus tareas y roles en el negocio. Quienes participan en el segmento analizado de la
industria del sexo, especialmente las trabajadoras, evidencian, a través de sus testimonios y
narrativas, la insostenibilidad empírica de los enfoques trafiquista, abolicionista o que
‘esencializan’ el trabajo sexual como violencia de género.
Del trabajo de campo realizado se infiere claramente que las mujeres se introducen
en él por diferentes, y a veces difusos, motivos, vinculados a contingencias diversas de su
historial personal, corroborando argumentos presentados al respecto por Meneses (2003),
Solana (2003 y 2011), López (2010 y 2011), Tapia (2010) o Solana y López (2012). En
definitiva, se trata de un medio que articula múltiples estrategias mediante las que dan
salida a sus expectativas vitales, proyectos personales o familiares, problemas particulares
o simplemente deseo de cambios en sus vidas. Las narrativas que aporta esta Tesis reflejan
toda esa variedad de circunstancias. En cualquier caso y salvo alguna excepción, todas
entraron en el sector de forma voluntaria y con aproximado conocimiento del ámbito
laboral en que se introducían.
Respecto a los clientes, no es menor la panoplia de motivos por los que acuden a
estos establecimientos, siendo la demanda de sexo cara a cara y explícito sólo una de sus
razones, entre otras diferentes y diversas. Como ellos mismos nos indican, y las
trabajadoras y otros agentes revelan, la cartografía motivacional es extensa y tiene tanto o
más que ver con aspectos sociables, afectivos o relacionales, que con los puramente
455
sexuales. De ese conjunto de relatos se obtienen conclusiones al respecto ya apuntadas en
otros estudios de diverso carácter (Agustín, 2009; López y Baringo, 2006; López, 2010;
Meneses, 2010). Entre las demandas más explícitamente sexuales están las que se asocian
a la realización de determinadas fantasías, o la obtención de placer mediante prácticas
situadas en los márgenes de las normas regulatorias de la corrección sexual, en un claro
ejemplo de gestión clandestina de su identidad sexual (De Paula, 2002; Hakim, 2012)
El carácter alegal de este tipo actividad, así como la sanción penal a que está
sometido su ejercicio, cuando se realiza con la mediación de terceros, impone enormes
dificultades y resta capacidad de agencia a las trabajadoras para poder negociar sus
condiciones laborales, dificultándoles su trabajo y otros aspectos de su vida cotidiana;
asimismo sitúa a los dueños y encargados de los negocios en el punto de mira de su
incriminación penal.
En tercer término, esta Tesis realiza un modesto aporte al análisis de la demanda y
de la oferta, tal y como sugiere Pons (2004), concretamente en sus aspectos cualitativos.
Específicamente, añade un rasgo generalmente ausente, al menos como objeto de
investigación explícito, de los estudios sobre el comercio del sexo cara acara en el Estado
español: la sociabilidad. Me refiero con ello al análisis de las relaciones sociables de ocio y
entretenimiento que articula el trabajo sexual a través de su desempeño mediante la
interacción entre trabajadoras y clientes. Tal juntura convierte los establecimientos
dedicados a la venta de servicios sexuales en espacios de sociabilidad y de ocio con
marcado acento erótico y sensual, tal y como apunta Agustín (2004b) y de manera similar
a otros contexto culturales aparentemente diferentes Lopes (2011).
La presente Tesis ha puesto de manifiesto cómo los establecimientos, donde se
ofrece sexo de pago, se configuran como espacios de sociabilidad transitoria a semejanza
de otros lugares coetáneos donde el componente erótico-sensual forma parte del contexto y
del propio intercambio comercial, como en los cafés con piernas que analiza Silva (2008);
en las pulquerías que describen Barrientos et al. (2009); o en los contextos de emergencia
económica con notable presencia masculina de las investigaciones de Meza et al. (s.f.).
El trabajo de campo realizado hace presentes otros elementos igualmente
relevantes, como el afectivo o el terapéutico que se articulan mediante el trabajo sexual.
Todos estos aspectos han sido apuntados por Rodríguez y Lahbabi (2004), también por
Agustín (2007), en algunos contextos de prostitución en el estado español; asimismo López
(2010 y 2013) en los pisos de contactos de la ciudad de Lugo. Y, sin duda, por las propias
456
trabajadoras que han comenzado a escribir sus propias autobiografías tanto en nuestro país:
Tasso (2004), Peiró (2009), Vip (2009), Neira (2012), como en países diferentes al nuestro:
Corso y Landi (2000), Kimball (2007) o Real (2008), etc.
En mi trabajo de campo he percibido una parte de este ‘mundo de servicios’, al que
se refiere Agustín (2007), en el que se funde el comercio sexual con el de prestaciones de
atención y de cuidados y el de ocio (IOÉ, 2001). Todos ellos se han manifestado
articulados a través del trabajo sexual y en respuesta a determinadas motivaciones, que
pueden variar de acuerdo con los contextos locales y temporales. Tal es el caso del carácter
étnico de estos servicios que he detectado en las comarcas del Campo de Níjar y de El
Poniente de Almería, donde los bares africanos se nos revelan como espacios de
sociabilidad alternativa, tal y como muestran específicamente Acién y Majuelos (2003),
Arjona, et al., (2005), Acién (2010) o Majuelos (2011), ante un contexto notablemente
masculinizado y de manifiesta discriminación étnica. En trabajos anteriores (Majuelos,
2011) ya avancé que esta sociabilidad adquiere características específicas en contextos
notablemente masculinizados y etnificados, marcados por una relevante segregación y
discriminación de personas inmigradas. Espero haber reflejado ese aspecto en la presente
investigación. Tal vez sea de interés continuar esta línea de análisis de la sociabilidad en
ambientes sexuados, en otros territorios o contextos de relevante presencia masculina, que
permitan establecer su alcance como elemento constitutivo del comercio sexual,
especialmente en nuestro país.
En cuarto lugar, se ha mostrado fehacientemente cómo el trabajo sexual articula
múltiples relaciones colaborativas no exentas de afectividad o cariño; de tal manera, que
las trabajadoras no sólo encuentran en los beneficios de su desempeño el medio de resolver
problemas económicos, sino que también obtienen otros benéficos con los que dar
satisfacción a sus expectativas: contratos que les facilitan los papeles, novios que les
apoyan o maridos que ‘las retiran del trabajo’, temporal o definitivamente; configurándose
así un sistema relacional notablemente endogámico, tal y como sugiere López (2010).
Los casos relatados —relaciones colaborativas entre clientes y trabajadoras—
suponen un serio cuestionamiento de las prescripciones políticas e ideológicas dominantes
en la administración, en sus diversos niveles. Las narrativas de los diferentes agentes nos
indican que el comercio sexual es para las trabajadoras una forma más de confeccionar
estrategias económicas (Oso, 2000 y 2008). Y, tanto para las chicas, como para sus clientes
se trata de vías alternativas de carácter relacional, afectivas y de cuidados (Corso y Landi,
457
2000; Holgado, 2008; López, 2010; Neira, 2012) para afrontar las contingencias de la vida,
nada diferente de otros sectores sociales en el mundo actual. Este tipo de relaciones
trababadas entre los diferentes actores, especialmente trabajadoras y clientes, nos dibuja
una perspectiva de éstos bastante más compleja y rica que la de simples demandantes de
sexo.
En el terreno metodológico, esta investigación realiza aportes novedosos y
escasamente utilizados en el estado español para el análisis del trabajo sexual. Es cierto
que comparte métodos vinculados a la etnografía, así como determinados elementos de los
métodos biográficos, con otras investigaciones realizadas en nuestro país. No obstante, su
carácter multisituado, y con inmersión específica en diferentes contextos para realizar
observación participante, apenas se ha utilizado, ha emergido con escasa profusión o no se
ha manifestado en los informes de investigación de forma clara. Aunque este aspecto es
difícil de evaluar, sí que podemos afirmar que el carácter participante de la observación
apenas aparece en trabajos de esta índole en el territorio del Estado español. Si
exceptuamos algunas investigaciones, como la de López (2010) y, quizás, las de Acién
(2007), López y Baringo (2006) o las de Solana (2003 y 2012), la participación en la
observación está ausente en los informes de investigación sobre trabajo sexual en nuestro
país.
Algunas importantes aportaciones al estudio de la industria del sexo en el Estado
español tal vez adolezcan de un sustento metodológico constreñido a determinados ámbitos
geográficos, en lo que al trabajo de campo se refiere. Es el caso de las aportaciones de De
Paula (2002) acerca de la prostitución de calle en la ciudad de Barcelona; de Solana (2003,
2012) sobre la prostitución en Córdoba y Jaén, respectivamente; la de Acién y Majuelos
(2003) en una comarca de la provincia de Almería; el trabajo de López y Baringo (2006)
en la ciudad de Zaragoza; el de López (2010) referido al trabajo sexual de colombianas y
brasileñas en pisos de contactos en la ciudad de Lugo; también la Tesis de Corbalán (2012)
sobre trabajo sexual en las calles de Madrid. Ciertamente, esta misma observación podría
atribuirse a esta investigación. Soy consciente de que el contexto ecológico-cultural
impone condiciones locales cuyo alcance es difícil de precisar en cada caso. No obstante,
he tratado de reflejar tales singularidades a lo largo de esta Tesis, con el fin de contribuir al
discernimiento, entre los resultados, de aquellos de validez general más allá de la provincia
de Almería y de los contextos particulares en los que se realizó el trabajo de campo.
458
He de manifestar que la crisis ha impuesto pautas y condicionantes que, al menos,
han modificado la intensidad con la que se manifiestan algunos aspectos de la industria del
sexo, afectando de diferente manera a los diversos actores que participan de este comercio
(Majuelos, 2014). No obstante, sería difícil determinar si los fenómenos vinculables a la
crisis son una aislada y particular consecuencia de ella o se trata de cambios de intensidad
en la manifestación de elementos constitutivos del sector a consecuencia de fluctuaciones
económicas en los contextos donde se producen.
Otro aspecto que esta Tesis no ha abordado específicamente se refiere a
determinados segmentos del trabajo sexual, como el de las ‘escorts’ de lujo que no he
contemplado en mi investigación, al igual que la prostitución de travestis o transexuales.
No me he recreado en el escaso número de episodios que, de manera directa o
indirecta, conozco relacionados con el tráfico o la trata, dado que los he dejado fuera de la
consideración de trabajo sexual, como sugiere Maqueda (2009).
En esa línea, he descartado un análisis cuantitativo de determinados aspectos del
comercio sexual, que tal vez puedan ser considerados de interés para el objeto de esta
investigación a futuro.
A pesar de estas ausencias, la comparación con otros estudios, publicados en
diferentes poblaciones o territorios del Estado, y aún en otras latitudes, muestra pautas
comunes y prácticas y estrategias semejantes en los distintos actores que participan de este
comercio. Tampoco las mujeres, cuya habitual movilidad les ha llevado a trabajar en
diferentes ciudades y tipos de negocios, revelan diferencias significativas por la ubicación
geográfica de los establecimientos; las trabajadoras suelen expresar las distinciones y
preferencias en los modos de gestión y negociación de las condiciones laborales, o en su
capacidad para la elección de clientes, así como en la libertad de decisión acerca los
servicios que prestan.
Al margen de todo ello, considero que esta Tesis suma una nueva aportación al
caudal de investigaciones socio-antropológicas que se ocupan de diferentes aspectos
relacionados con el trabajo sexual, tal como he indicado anteriormente, y de las que, en
buena medida, dan cuenta también Solana y López (2012).
Algunos temas apuntados por la presente investigación requerirán de nuevos
contrastes, tanto metodológicos como contextuales, que los perfilen. En particular, los que
se refieren a diferentes articulaciones de carácter social del trabajo sexual apuntadas en
459
esta Tesis. Por ejemplo, la gestión de las identidades sexuales por parte de los clientes,
exigirá mayor verificación empírica.
Igualmente, la endogamia relacional tal vez requiera de más aportes, tanto
cualitativos como cuantitativos, para poder mostrar su semejanza o diferencias con otros
sectores profesionales.
También el comercio sexual, como vía de acceso al mercado matrimonial por parte
de trabajadoras y clientes, exige mayores referencias procedentes de otros entornos
culturales.
Quizás tengamos que plantearnos un marco referencial —más general— que
aborde todo ese aglomerado de fenómenos: la expresión del pluralismo sexual que los
procesos de individualización han desplegado al abrigo de la modernidad, y que parece que
las instituciones actuales no son capaces de gestionar sin convocar procesos
estigmatizadores que tantos sufrimientos están causando.
En el terreno metodológico, no estaría de más explorar respuestas a esta ausencia
de la participación durante el proceso de investigación en los estudios sobre trabajo sexual.
En principio, se adivina difícil de precisar y puede deberse a diferentes factores que dejan
ausente la sexualidad del trabajo de campo (Nieto, 2003). O tal vez se trate de
constricciones relacionadas con la posibilidad de que el mundo académico no esté exento
de contaminación por los prejuicios vinculados al estigma que afecta al sector del sexo, o
por la propia influencia de las campañas criminalizadoras.
En definitiva, considero que la presente investigación es deudora de, y a la vez
supone un aporte al, ya fructífero patrimonio de estudios socio-antropológicos que,
distanciándose en mayor o menor medida de aquella visión hegemónica acerca del trabajo
sexual que lo mantiene en el taxón de los problemas sociales, considera a sus protagonistas
fuentes privilegiadas de información y de autoridad en las investigaciones en las que
participan. Entre ellas y sin ánimo de ser exhaustivo y como reconocimiento a sus autores:
De Paula (2002), Juliano (2002), Agustín (2002 y 2007), Solana (2003, 2005, 2012 y
2013), Acién y Majuelos (2003), Rodríguez y Lahbabi (2004), Holgado (2008), Acién
(2009), López (2010), Solana y López (2012), etc.
Este acervo permitirá, si nuevos trabajos se incorporan a él, la consolidación de una
línea investigadora que mediante la comparación antropológica facilite un acercamiento
460
más atinado al trabajo sexual, en general y en nuestro país en particular, y actualice las
claves interpretativas que le dan sentido.
Para finalizar, procede apuntar que esta especie de recapitulación no soslaya el
hecho de que a lo largo del texto se han ido incorporando, en diferentes momentos,
múltiples aportes concluyentes sobre diferentes elementos, que forman parte de los
objetivos de la Tesis. El carácter etnográfico que ha presidido todo el proceso de
investigación ha permitido que germinen esas contribuciones que, a modo de conjunción
de hitos, dotan de significación y valor científico al trabajo realizado.
461
462
REFERENCIAS
463
464
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Abellán, J. (2009). Estudio preliminar. En J. Abellán (ed.), Max Weber. La ‘objetividad’
del conocimiento en la ciencia social y en la política social (pp. 7-60). Madrid:
Alianza Editorial.
Abellán, J. (2010). Estudio preliminar. En J. Abellán (ed.), Max Weber. Conceptos
sociológicos fundamentales (pp. 9-61). Madrid: Alianza Editorial.
Acién, E. (2007). Mujeres inmigradas trabajando en la prostitución en el poniente
almeriense: perspectivas de acercamiento y experiencias en el trabajo. En M. Briz y
C. Garaizábal (coords.), La prostitución a debate (pp. 78-92). Madrid: Talasa.
Acién, E. (2008). Migrantes y trabajo sexual: estereotipos e intervención social. En J. L.
Solana, y E. Acién (eds.), Los retos de la prostitución (pp. 59-74). Granada:
Comares.
Acién, E. (2009) Sexualidad, prostitución y migrantes. Concepciones, posiciones y
realidad. En F. Checa, J. C. Checa y Á. Arjona (eds.), Las migraciones en el
mundo. Desafíos y esperanzas (pp. 251-272). Barcelona: Icaria.
Acién, E. (2010). Una experiencia de investigación etnográfica en el Poniente almeriense.
Nigerianas en el trabajo sexual. Página Abierta, 206, 20-25.
Acién, E. (2012). Ethnography and Human Rights: the experience APDHA with Nigerian
sex workers in Andalusia. En P. Nyers and K. Rygiel (eds.), Citizenship, Migrant
Activism and the Politics of Movement (pp. 92-108). New York: Routledge.
Acién, E. y Checa, F. (2011). La actualidad del abordaje de la trata de personas para la
prostitución forzada en España. El Plan Integral y sus implicaciones para
trabajadoras del sexo inmigradas. Gazeta de Antropología, 27(1), artículo 8.
Recuperado de http://www.gazeta-antropologia.es/?cat=122
465
Acién E. y Majuelos, F. (2003). De la exclusión al estigma. Almería: APDHA.
Agencia EFE (2002, 14 de febrero). Los empresarios de alterne piden ‘chicas’ en el cupo
de inmigrantes. Diario El País. Recuperado de http://elpais.com/diario/2002/02/14/
espana/1013641220_850215.html
Agencia EFE (2010, 16 de julio). Los editores piden que se prohíba la prostitución si se
prohíben los anuncios. Público.es. Recuperado de http://www.publico.es/espana/
328166/los-editores-piden-que-se-prohiba-la-prostitucion-si-prohiben-los–anuncios
Agulhon, M. (1977). Le cercle dans la France bourgeoise 1810-1848. Étude d’une
mutation de la sociabilité. París: Armand Colin.
Agustín, L. (2003). Trabajadoras migrantes en la industria del sexo. En L. Elkartea
(comp.), Tráfico y prostitución: experiencias de mujeres africanas (pp. 7-20).
Bilbao: Likiniano Elkartea.
Agustín, L. (2004a). Trabajar en la industria del sexo, y otros tópicos migratorios.
Donostia: Gakoa.
Agustín, L (2004b). Lo no hablado: deseos, sentimientos y la búsqueda de ‘pasárselo bien’.
En R. Osborne (ed.), Trabajador@s del sexo (pp. 181-191). Barcelona: Bellaterra.
Agustín, L. (2009). Sexo y marginalidad. Emigración, marginalidad e industria del
rescate. Madrid: Editorial Popular.
Álvarez, J. F., Teira, D. y Zamora, J. (2005). Filosofía de las ciencias sociales. Madrid:
UNED.
ANELA (2008). Trabajando por cuenta propia. ANELA Actualidad, 20, 4-6. Recuperado
de http://www.anela.es/noticias-general/revista-anela
Angrosino, M. (2012). Etnografía y observación participante en Investigación Cualitativa.
Madrid: Morata.
466
APDHA (2005). Informe sobre la situación de las cortijadas y sus habitantes en Níjar
(Almería). Recuperado de http://www.apdha.org/webanterior/index.php?option=co
m_content&tas=view&id=235&Itemid=45
APDHA (2007). Derechos Humanos en la Frontera Sur 2007. Recuperado de http://www.
apdha.org/media/informeinmigra07.pdf
APDHA (2011). Derechos Humanos en la Frontera Sur 2010/2011. Recuperado de http:
//www.apdha.org/media/Informe_FS2010-11.pdf
APDHA (2014). Derechos Humanos en la Frontera Sur 2014. Recuperado de: http://www.
apdha.org/derechos-humanos-en-la-frontera-sur-2014/
Ardévol, E. (1994). La mirada antropológica o la antropología de la mirada; el uso de la
cámara de video en la investigación etnográfica. Tesis doctoral, UAB. Versión
electrónica recuperada de http://eardevol.wordpress.com/textos/
Arjona, Á. (2000). La importancia de la mujer en el proceso de envasado hortofrutícola en
el poniente almeriense. Narria, 91(12), 37-43.
Arjona, Á. (2005). La economía étnica en el mercado de trabajo almeriense. Granada:
Dirección General de Políticas Migratorias. Consejería de Gobernación. Junta de
Andalucía.
Arjona, Á. (2006). Los colores del escaparate. Emprendedores inmigrados en Almería.
Barcelona: Icaria.
Arjona, Á. y Checa, J. C. (1998). Las historias de vida como método de acercamiento a la
realidad social. Gazeta de Antropología, 14, artículo 10. recuperado de http://www.
gazeta-antropologia.es/?p=3490
Arjona, Á. y Checa, J. C. (2008). Viajando juntos, sentados aparte. Un caso de
etnolocalización en espacios cotidianos de interacción. Papeles de Población, 58,
183-207. Descargado de http://papelesdepoblacion.uaemex.mx/pp58/pp58.html
467
Arjona, Á., Checa, J. C. y Acién, E. (2005). Economía étnica y espacios alternativos de
ocio. Estrategia económica de mujeres. En F. Checa (dir.), Mujeres en el camino
(pp. 117-138). Barcelona: Icaria.
Arjona, A., Checa, J. C., Acién, E. y Majuelos, F. (s. f.). Migration, sex work and stigma.
An analysis in biographic code. En P. Domínguez, R. Benmayor and M. E.
Cardenal (eds.), Memory, Subjectivities, and Representation: Approaches to Oral
History in Spain, Portugal, and Latin America (en prensa). New York: Palgrave
Macmilan.
Asamblea de Mujeres de Granada (2009). Ordenanzas municipales. Una visión crítica.
Ponencia, Jornadas Feministas Estatales, Granada. Recuperado de http://
www.feministas.org/ordenanzas-municipales-una-vision.html
ASKABIDE (2008). Perfil de clientes de la prostitución en Bizkaia. Bilbao: Ediciones
Mensajero.
Asociación Mujer Emancipada (1998). La prostitución de la mujer en Málaga. Recuperado
de http://pabloguerra.tripod.com/Prostmalag.pdf
Ayuntamiento de Sevilla (2008). ¿Tampoco vales que tienes que pagar? [cartel de
campaña]. Recuperado de http://www.sevilla.org/ayuntamiento/areas/area-de-famili
a-asuntos-sociales-y-zonas-de-especial-actuacion/a-mujer/campanas-de-sensi biliza
cion/campanas-de-sensibilizacion-en-materia-de-violencia-de-genero-1/23-septiem
bre-campana-contra-prostitucion/23-septiembre-campana-prostitucion
Ayuntamiento de Sevilla (s.f.). Educando en Igualdad. Cuadernillo de Prevención de la
Violencia de Género en el Alumnado. Guía didáctica para el profesorado. Sevilla:
Ayuntamiento de Sevilla. Descargado de: http://www.sevilla.org/ ayuntamiento/
areas/area-de-familia-asuntos-sociales-y-zonas-de-especial-actuacion/a-mujer/viole
ncia-de-genero/educar-enigua ldad/guia-didactica-para-el-profesorado
468
Aznar, J. A. (2005). Dinamicidad demográfica, estructura de la población y movimientos
migratorios. En J. Molina (dir.), La economía de la provincia de Almería (pp. 123150). Almería: Caja Rural Intermediterránea.
Aznar, J. A. (2011). El clúster agroindustrial de la horticultura intensiva de Almería:
surgimiento, dinámica y perspectivas. Cuadernos de Estudios Agroalimentarios, 2,
199-217. Recuperado de http://www.publicacionescajamar.es/pdf/publicaciones-per
iodicas/cuadernos-de-estudios-agroalimentarios-cea/2/2-533.pdf
Aznar, J. A. y Uclés, D. (1997). Desarrollo desigual y redistribución de la población en la
provincia de Almería. Ponencia, I Congreso de Ciencia Regional de Andalucía en
el umbral del siglo XXI, Cádiz. Recuperado de http://www2.uca.es/escuela/emp_ je
/investigacion/congreso
Banks, M. (2010). Los datos visuales en investigación cualitativa. Madrid: Morata.
Barahona, M. J. (2003). Comparecencia 10 de marzo de 2003. Comisión Especial sobre la
prostitución. Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado, 428, 1-11.
Barahona M. J. y García L. M. (2003). Una aproximación al perfil del cliente de
prostitución femenina en la Comunidad de Madrid. Madrid: Dirección General de
la Mujer.
Barfield, T. (ed.). (2001). Diccionario de Antropología. Barcelona: Bellaterra.
Barrientos, J., Salinas, P., Rojas, P. y Meza, P. (2009). Minería, género y cultura. Una
aproximación etnográfica a espacios de esparcimiento y diversión masculina en el
norte de Chile. Revista de Antropología Iberoamericana, 4(3), 385-408.
Recuperado de http://www.aibr.org/antropologia/04v03/
Bartolomé, M. A. (2003). En defensa de la etnografía. El papel contemporáneo de la
investigación intercultural. Revista de Antropología Social, 12, 199-222.
Recuperado de http://revistas.ucm.es/index.php/RASO/issue/view/RASO030311/sh
owToc
469
Bautista, L. (2012). Los cambios en la web 2.0: una nueva sociabilidad. Estudios sobre el
mensaje periodístico, 18 (Especial octubre), 121-128. recuperado de http://revistas.
ucm.es/index.php/ESMP/issue/view/2336/showToc
Bergalli, R. (1980). Origen de las teorías de la reacción social. Papers: Revista de
Sociología, 13, 49-96. Recuperado de http://papers.uab.cat/issue/view/v13
Berger, P. L. y Luckmann, T. (2006). La construcción social de la realidad. Buenos Aires:
Amorrortu.
Beriaín, J. (2000). Presentación. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 89, 934.
Bertaux, D. (2005). Los relatos de vida. Perspectiva etnosociológica. Barcelona:
Bellaterra.
Blanco, M. (1995). El inmigrante como sujeto marginado. Claves interpretativas. En J. P.
Alvite (coord.), Racismo, antiracismo e inmigración (pp. 31-60). Donostia: Gakoa.
Blanco, C. (2002). La gestión de los flujos migratorios. Algunas cuestiones previas al caso
español.
Mediterráneo
Económico,
1,
225-246.
Almería:
Caja
Rural
Intermediterránea. Cajamar.
Blanco, C. (2007). Transnacionalismo. Emergencia y fundamentos de una nueva
perspectiva migratoria. Papers, 85, 13-29. Recuperado de http://ddd.uab.cat/search?
cc=papers&f=issue&p=02102862n85&rg=100&sf=fpage&so=a&ln=es
Blumer, H. (1982). El interaccionismo simbólico: perspectiva y método. Barcelona: Hora.
Bonelli E. y Ulloa, M. (2001). Tráfico e inmigración de mujeres en España. Colombianas
y ecuatorianas en los sercicios domésticos y sexuales. Madrid: Acsur-Las Segovias.
Recuperado de www.acsur.org
470
Bottomore, T. y Frisby, D. (eds.). (1978). Introducción a la traducción de George Simmel
de The Philosophy of money (1907). Londres: Routledge y Kegan Paul.
Bouamama, S. (2004). L’homme en question. Le processus du devenir-client de la
prostitution. Paris: Mouvement du Nid. Recuperado de: http://www.mouvementdu
nid.org/IMG/pdf/HommeEnQuestion.pdf
Bosque, I. (2012). Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer. Recuperado de http://ww
w.rae.es/sites/default/files/Sexismo_linguistico_y_visibilidad_de_la_mujer_0.pdf
Brufao, P. (2008). Prostitución y políticas públicas: entre la reglamentación, la
legalización y la abolición. Madrid: Fundación Alternativas.
Brufao, P. (2011). Las miserias del sexo. Prostitución y políticas públicas. Madrid: Libros
de la Catarata y Fundación Alternativas.
Bruyn, S. T. (1966). The Human Perspective in Sociology: The Methodology of
Participant Observation. Englewood Cliffs, N. J. : Prentice-Hall.
Caballero, J. J. (1991). Etnometodología: una explicación de la construcción social de la
realidad. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 56, 83-114.
Recuperado de http://www.reis.cis.es/REIS/jsp/REIS.jsp?opcion=revistas&numero
=56
Caballero, J. J. (1998). La interacción social en Goffman. Revista Española de
Investigaciones Sociológicas, 83, 121-149. Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/
servlet/ejemplar?codigo=40086
Calsamiglia, H. y Tusón, A. (2002). Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso.
Barcelona: Ariel.
Canal, J. (1992). La sociabilidad en los estudios sobre la España contemporánea. Historia
Contemporánea, 7, 183-205. Recuperado de http://hc.aztertu.com/includes /pdf/07_
10.pdf
471
Carabaña, J. y Lamo de Espinosa, E. (1978). La teoría social del interaccionismo
simbólico: análisis y valoración crítica. Revista Española de Investigaciones
Sociológicas, 1, 159-203. Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/ejemplar?
codigo=75328
Carbonell, J. (2003). Aportaciones al estudio de la sociabilidad coral en la España
contemporánea. Hispania, 214, 485-504. Recuperado de http://hispania.revistas.csi
c.es/index.php/hispania/issue/view/21
Carboneres, M. (1876). Picaronas y alcahuetes ó la mancebía de Valencia. Valencia:
Imprenta de El Mercantil.
Carmona, S. (2000). Inmigración y prostitución: el caso del Raval (Barcelona). Papers, 60,
343-354. Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/ejemplar?codigo=5130
Carracedo, R. y Vicente, S. (2002). La prostitución no es un fenómeno social legalizable.
Ponencia, XVI Congreso Estatal de Mujeres Abogadas. Recuperado de http:// www
.redfeminista.org/nueva/uploads/PONENCIA%20CONGRESO%20
ABOGADAS.pdf
Cea D’Ancona, M. A. (2001). Metodología cuantitativa. Estrategias y técnicas de
investigación social. Madrid: Síntesis.
Cerdán, E. (2002, 27 de noviembre). Sexo de alterne. Diario el País. Recuperado de http:
//elpais.com/diario/2002/11/27/cvalenciana/1038428310_850215.html
CES (2004). La inmigración y el mercado de trabajo en España. Madrid: Consejo
Económico y Social.
Chalmers A. F. (1991). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?. Madrid: Siglo XXI.
Checa, F. (1995). Oportunidades socioeconómicas en el proceso migratorio de los
inmigrantes africanos en Almería. Agricultura y sociedad, 77, 41-82. Recuperado
de: http://dialnet.unirioja.es/servlet/ejemplar?codigo =8484
472
Checa, F. (2001). Introducción: ¿Qué ha pasado en El Ejido?. En F. Checa (ed.), El Ejido:
la ciudad-cortijo. Claves socioeconómicas del conflicto étnico (pp. 11-29).
Barcelona: Icaria.
Checa, F. (ed.). (2005). Mujeres en el Camino. El fenómeno de la migración femenina en
España. Barcelona: Icaria.
Checa, F. (ed.). (2008). La inmigración sale a la calle. Comunicación y discursos políticos
sobre el fenómeno migratorio. Barcelona: Icaria.
Checa, J. C. (2007). Viviendo juntos aparte. La segregación espacial de los africanos en
Almería. Barcelona: Icaria.
Checa, J. C. y Arjona, Á. (2006). Segregación espacial y condiciones residenciales de los
inmigrados africanos en Almería. Migraciones internacionales, 3(3), 81-106.
Checa, J. C., Arjona, Á, y Checa, F. (2007). Ecosistema de Campo de Dalías (1950-2004).
Almería: Universidad de Almería.
CIMTM (2003). Informe sobre el tráfico de mujeres y la prostitución en la Comunidad de
Madrid. Recuperado el 26 05 2024 de http://www.redfeminista. org/doc/prosti %20
21-10-03%20cubierta.pdf
CIMTM (2008). El cliente de la prostitución. De invisible a responsable. Recuperado de
www.malostratos.org
Clement, E. (2005). From Sociability to Spectacle: Interracial Sexuality and the
Ideological Uses of Space in New York City, 1900-1930. Journal of International
Women's Studies, 6(2), 24-43. Recuperado de http://vc.bridgew.edu/jiws/vol6/iss2/
Colectivo IOÉ (2001). Mujer, inmigración y trabajo. Madrid: Imserso.
473
Corbalán M. F. (2012). Prostitutas de calle en Madrid en los inicios del nuevo milenio:
discursos y realidades sobre prostitución en el marco de las perspectiva de género.
Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid.
Corbetta, P. (2003). Metodología y técnicas de investigación social. Madrid: McGraw-Hill.
Corbin, A. (1988). La prostituta en la Francia del siglo XIX. Debats, 24, 4-9.
Corso, C. y Landi, S. (2000). Retratos de intensos colores. Madrid: Talasa.
Cortés, C. J. (2009). La identidad de colombianas inmigrantes que ejercen la prostitución
en España. Tesis doctoral. Universidad de Salamanca.
Coulon, A. (2005). Etnometodología. Madrid: Cátedra.
Covre, P. (2004). ¿De prostitutas a ‘sex workers’?. En R. Osborne (ed.), Trabajador@s del
sexo (pp. 237-244). Barcelona: Bellaterra.
Crónica (2002, 1 de diciembre). La otra industria de Almería. El ‘magnate’ del alterne.
Suplemento semanal del diario El Mundo. Recuperado de http://www.elmundo
.es/cronica/2002/372/1038818038.html
Cruces, F. (2003). Etnografías sin final feliz. Sobre las condiciones de posibilidad del
trabajo de campo urbano en contextos globalizados. Revista de Dialectología y
Tradiciones Populares, 58 (2), 161-178.
Cruces, F. (2010). Símbolos de la ciudad. lecturas de antropología urbana. Madrid:
UNED.
Cruz, O. (2011). La inmigración en la prensa almeriense del siglo XXI: actitudes
sociosemióticas y estrategias discursivas antes y después de la crisis. En F. J.
García y N. Kressova. (coords.). Actas del I Congreso Internacional sobre
Migraciones en Andalucía (pp. 229-237). Granada: Instituto de Migraciones.
474
Cucó, J. (2008a). Antropología Urbana. Barcelona: Ariel.
Cucó, J. (2008b). Sociabilidades urbanas. Ankulegui, 12, 65-82. Recuperado de http://www
.fonevol.net/TEXTOS/J.Cuco.pdf
Davis, F. (2013). La comunicación no verbal. Barcelona: Alianza.
Davis, K. (1937). The Sociology of Prostitution. American Sociological Review, 5(2), 744755. Recuperado de http://www.jstor.org/discover/10.2307/2083827?uid=3737952
& uid=2&uid=4&sid=21104701652893
De León, M. E. (2012). Las ocultas. Una experiencia de la prostitución. Madrid: Turner.
De Paula, R. (1996). Aquí te pillo aquí te mato. Construcción cultural de las relaciones
sexuales en el mundo de la prostitución. Tesis doctoral. Universitat Rovira y
Virgili, Tarragona.
De Paula, R. (2002). Hablan las putas. Barcelona: Virus.
Defensor del Pueblo Andaluz (2002). La prostitución: realidad y políticas de intervención
pública en Andalucía. Recuperado de http://www.juntadeanda lucia.es/export/dru
paljda/Violencia_Genero_Ficheros_INFORME_DE_LA_PROSTITUCION.DEFE
NSOR_DEL_PUEBLO_ANDALUZ.pdf
Deutscher, I. (1973). What We Say/What We Do: Sentiments and Acts. Glenview, Ill: Scott
Foresman.
Díaz de Rada, A. (2010). Cultura, antropología y otras tonterías. Madrid: Trotta.
Díaz, E. J. (2009). Prostitución y violencia de género. El Viejo Topo, 262, 29-31.
Díaz, G. P. (2005). Stripers, bailarinas exóticas, eróticas: identidad e inmigración en la
construcción del Estado canadiense. Cuadernos pagu, 25, 129-152. Recuperado de
http://dx.doi.org/10.1590/S0104-83332005000200006
475
Doezema, J. (2004). ¡A crecer! La infantilización de las mujeres en los debates sobre
‘trafico de mujeres’. En R. Osborne (ed.), Trabajador@s del sexo (pp. 151-163).
Barcelona: Bellaterra.
Dreher, J. (2012). Fenomenología: Alfred Schtuz y Thomas Luckmann. Recuperado de:
http://www.socialsciencesmeditationnews.org/weblog/wp-content/uploads/20/13/08
/Fenomenologia-y-Sociologia-Drecher.pdf
Durkheim, E. (1950). The Rules of Sociological Method. Chicago: Free Press.
Durkheim, E. y Mauss, M. (1996). Sobre algunas formas primitivas de clasificación. En E.
Durkheim, Clasificaciones primitivas (y otros ensayos de sociología positiva) (pp.
23-103). Barcelona: Ariel.
Eberts, P. R. (1998). POETS-PACS-LEDD. From Paradigm to Theory to Policy in Human
Ecological Perspective. En M. Micklin and D. L. Poston, Jr. (eds.), Continuities in
Sociological Human Ecology (pp. 67-83). New York: Plenum Press.
Escalera J. (1999). La Sevilla festiva. Narria, 88(12), 66-71.
España, S. (2011, 7 de Noviembre). Prostitutas ‘hartas’ de multas. Diario El País.
Recuperado de http://elpais.com/diario/2011/11/07/madrid/1320668655_850215.ht
ml
Farley, M., Bindel, J. y Golding, J. M. (2009). Men who buy sex. Who they buy and what
they know. London: Eaves. Recuperado de http://www.sm.ee/sites/default/files/con
tent-editors/eesmargid_ja_tegevused/Sooline_vordoiguslikkus/Inimkaubandus_ja_p
rostitusioon/men_who_buy_sex.pdf
Farley, M., Schuckman, E., Golding, J. M., Houser, K., Jarret, L., Qualliotine, P. y
Decker, M. (2011). Comparing Sex Buyers with Men Who Don’t Buy Sex. Papers,
Psychologists for Social Responsibility Annual Meeting, 2011. Boston,
Massachusetts july 15, 2011. Recuperado de http://www.prostitutionresearch.com/
pdfs/Farleyetal2011Com paringSexBuyers.pdf
476
FEMP (2002). Conclusiones de los grupos de reflexión. Jornadas sobre Prostitución:
debate y propuestas para la intervención municipal. Fuenlabrada, 12 y 13 de Junio.
Documento mimeografiado.
Fernández, N. (2004). Temas de etnología regional. Madrid: UNED.
Fernández, M. J. (2004). Prostitución, inmigración y salud. Perfíl de las trabajadoras
sexuales de Avilés (Asturias). Oviedo: Consejería de Vivienda y Bienestar Social.
Gobierno del Principado de Asturias.
Fernández, M. J. (2011). Calidad de vida y salud de las mujeres que ejercen la
prostitución. Tesis doctoral. Universidad de Oviedo.
Ferraro, F. J. y Aznar, J. A. (2008). El distrito agroindustrial de Almería: un caso atípico.
Mediterráneo Económico, 13, 353-382.
Ferrater, J. (2009). Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel.
Flick, U. (2012). Introducción a la investigación cualitativa. Madrid: Morata y Fundación
Paideia Galiza.
Frank, K. (2005). Exploring the Motivations and Fantasies of Strip Club Customers in
Relation to legal Regulations. Archives of sexual Behavior, 35(5), 487-504.
Recuperado de http://www.hawaii.edu/hivandaids/Exploring_the_Motivations_and
_Fantasies_of_Strip_Club_Customers_in_Relation_to_Legal_Regulations.pdf
Frank, K. (2007). Thinking Critically about Strip Club Research. Sexualities, 10(4), 501–
517. Recuperado de http://sexualities.sagepub.com/content/10/4.toc
Fundación Solidaridad Democrática (1988). La prostitución de las mujeres. Madrid:
Ministerio de Cultura.
Gala, C. (2008). Una aproximación, desde la perspectiva jurídico-laboral, a la regulación
de la prostitución. Página Abierta, 191: 39-43.
477
Garaizábal, C. (2004). ONG y derechos humanos: la experiencia de Hetaira. En R.
Osborne (ed.), Trabajador@s del sexo (pp. 85-95). Barcelona: Bellaterra.
Garaizábal, C. (2007). El estigma de la prostitución. En En M. Briz y C. Garaizábal
(coords.), La prostitución a debate (pp. 43-55). Madrid: Talasa.
Garaizábal, C. (2008). Por los derechos de las trabajadoras del sexo. En J. L. Solana y E.
Acién (eds.), Los retos de la prostituciós (pp. 18-29). Granada: Comares.
García T. (2007). La endogamia profesional en el ámbito del magisterio docente en
España. Revista Internacional de Sociología, 48: 147-171. Recuperado de http://
revintsociologia.revistas.csic.es/index.php/revintsociologia/issue/view/6
García, A. (dir.). (2009). Atlas Geográfico de la Provincia de Almería. Almería: Instituto
de Estudios Almerienses.
García, A. N. (2011). ¿Distinción social o sociabilidad pura? El impulso civilizador en los
salones aristocráticos y burgueses, según Elías y Simmel. Papers, 96(2), 389-408.
Recuperado de http://papers.uab.cat/article/view/v96-n2-garcia
García, J. (2005). La conformación geográfica de la provincia de Almería. Dimensiones
espaciales de la población y la economía. En J. Molina (dir.), La economía de la
provincia de Almería (pp. 87-102). Almería: Caja Rural Intermediterránea.
García, P. (2006). Sociabilidad festera: retradicionalización selectiva y producción de
sacralidades en la modernidad avanzada. Revista Andaluza de Ciencias Sociales
Anduli, 6, 77-91. Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/ejemplar?codigo=
181636
Garfinkel, H. (2006). Estudios en etnometodología. Barcelona: Anthropos.
Garfinkel, H. y Sacks, H. (1970). On formal Structures of Practical Actions. En J. C.
Mckinney y E. R. Tiryakian (eds.), Theorical Sociology, Perspectives and
Developements (pp. 337-366). Nueva York: Appleton-Century Crofts.
478
Geertz, C. (2003). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.
GENERA (2011). Manual de profesionalización. Barcelona: GENERA.
Gergen, K. J. y Gergen, M. (2011). Reflexiones sobre la construcción social. Madrid:
Paidós.
Giner, S., Lamo de Espinosa, E. y Torres, C. (2001). Diccionario de Sociología. Madrid:
Alianza Editorial.
Goffman, E. (1979). Relaciones en público. Madrid: Alianza Editorial.
Goffman, E. (1982). Interaction Ritual. New York: Pantheon Books.
Goffman, E. (2006). Frame Analysis. Los marcos de la experiencia. Madrid: CIS.
Goffman, E. (2008). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu.
Goffman, E. (2009). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires:
Amorrortu.
Gómez A. y Pérez, S. (2009). Prostitución: clientes e outros homes. Vigo: Edicións Xerais
de Galicia.
González, A. (1990). Etnografía y comparación. La investigación intercultural en
antropología. Barcelona: Bellaterra.
González, A. (2009). La dicotomía emic/etic. Historia de una confusión. Barcelona:
Anthropos.
González, E. (2008). Percepción y uso de los espacios públicos madrileños. Tesis doctoral.
Universidad Complutense, Madrid.
479
González, L. (2012, 4 de noviembre). El ayuntamiento eliminará de la ordenanza cívica la
prostitución, Diario La Voz de Almería. Recuperado de http://www.lavozdealme
ria.es/vernoticia.asp?IdNoticia=34323&IdSeccion=2
Gualda, E. (2014). El uso de los métodos audiovisuales para el diagnóstico y la
intervención social a través del estudio de dos ciudades en España y Camerún.
Portularia, 14(1), 3-14. Recuperado de http://recyt.fecyt.es/index.php/PORT
Gualda, E. y Ruiz, M. (2004). Migración femenina de Europa del Este y mercado de
trabajo agrícola en la provincia de Huelva. Migraciones Internacionales, 2(4), 3665. Recuperado de http://www.uhu.es/publicaciones/ojs/index.php/trabajo/article/v
iew/124/204
Gualda, E. y Ruiz, M. (2005). Procesos de sustitución étnica e inserción sociolaboral de
mujeres extranjeras en Huelva. Trabajo, 15, 177-193. Recuperado de http://www.
uhu.es/publicaciones/ojs/index.php/trabaj o/article/view/124/204
Guardia Civil (2000). Tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual. Informe
2000. Recuperado el 02 04 2014 de: http://www.aboliciondelaprostitucion.org/pdf/
guardcivil_TSH2000.pdf
Guardia Civil (2008). Tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual. Año 2008.
Recuperado el 02 04 2014 de http://www.aboliciondelaprostitucion.org/pdf/guard
civilTSH2008.pdf
Guereña, J. L. (2003a). La prostitución en la España contemporánea. Madrid: Marcial
Pons.
Guereña J. L. (2003b). Espacios y formas de sociabilidad en la España Contemporánea.
Hispania, 214, 409-414. http://hispania.revistas.csic.es/index.php/hispania/issue/vi
ew/21
Guereña, J. L. (2003c). El burdel como espacio de sociabilidad. Hispania, 214, 551-570.
Recuperado de http://hispania.revistas.csic.es/index.php/hispania/issue/vi ew/21
480
Guereña, J. L. (2011). Prostitución, sociabilidad, pornografía e imágenes socio-culturales.
San José de Costa Rica: Sociedad Editora Alquimia 2000.
Hakim, C. (2012). Capital Erótico. Barcelona: Debate.
Hammersley, M. y Atkinson, P. (2004). Etnografía. Barcelona: Paidós.
Harris, M (1982). Materialismo Cultural. Madrid: Alianza.
Harris, M. (1996). Introducción a la antropología general. Madrid: Alianza.
Harris, M. (2003). El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de
la cultura. Madrid: Siglo XXI.
Hawking, S. y Mlodinow, L. (2010). El gran diseño. Barcelona: Crítica.
Hawley, A. H. (1950). Human ecology: a theory of community structure. New York:
Ronald.
Heller, Á. (1994). Sociología de la vida cotidiana. Barcelona: Península.
Hernández, Y. y Galindo, R. V. (2007). El concepto de intersubjetividad en Alfred Schutz.
Espacios Públicos, 10(20), 228-240. Recuperado de http://www.redalyc.org/articul
o.oa?id=67602012
Herranz, G. (2008). Xenofobia y multiculturalidad. Valencia: Tirant lo Blanch.
Herrera, M. y Soriano, R. M. (2004). La teoría de la acción social en Erving Goffman.
Papers: Revista de Sociología, 73, 59-79. Recuperado de http://ddd.uab.cat/pub/pa
pers/02102862n73/02102862n73p59.pdf
HETAIRA (2001). Una mirada feminista a la prostitución. En Asamblea de Mujeres de
Córdoba Yerbabuena (comp.), Jornadas ‘feminismo. Es... y será’. Ponencias,
mesas redondas y exposiciones’. (pp. 33-42). Córdoba: Universidad de Córdoba.
481
Holgado, I. (2001). Las nuevas retóricas de la inmigración femenina: la prostitución en las
calles de Barcelona. Scripta Nova, 94 (100). Recuperado de http://www.ub.edu/geo
crit/sn-94-100.htm
Holgado, I. (2008). ‘El que paga por pecar’. Hombres-clientes de sexo de pago. En I.
Holgado (ed.), Prostituciones. Diálogos sobre el sexo de pago (pp. 139-157).
Barcelona: Icaria.
Imbert, C. (1991). Tráfico de mujeres: visión de una nación exportadora. República
Dominicana: Centro de Solidaridad para el Desarrollo de la Mujer.
INE (2003). Encuesta de salud y hábitos sexuales 2003. Recuperado de http://www.ine.es
/ss/Satellite?param1=PYSDetalleGratuitas&c=INEPublicacion_C&p=1254735110
672&pagename=ProductosYServicios%2FPYSLayout&cid=1259931856701&L=0
Instituto de Estudios de Cajamar (2004). El modelo Económico de Almería basado en la
agricultura intensiva. Almería: Caja Rural Intermediterranea.
Instituto Vasco de la Mujer (2002). La prostitución ejercida por las mujeres en la C.A.P.V.
Recuperado de http://www.emakunde.euskadi.net/conte nidos/informacion/pub_ inf
ormes/es_emakunde/adjuntos/informe.18.prostitucion.mujeres.capv.cas.pdf
Jelin, E. (2006). Pan y afectos. La transformación de las familias. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica.
Juliano, D. (2002). La prostitución: el espejo oscuro. Barcelona: Icaria.
Juliano, D. (2008). Sobre trabajo y degradaciones. En J. L. Solana y E. Acién. (eds.), Los
retos de la prostitución (pp. 11-15). Granada: Comares.
Juliano, D. (2010). Excluidas y marginales. Madrid: Cátedra.
482
Kaplan, D. y Manners, R (2004). La relación entre la teoría etnológica y el hecho
etnográfico. En N. Fernández (comp.), Lecturas de etnología: Una introducción a
la comparación en Antropología (pp. 335-356). Madrid: UNED.
Kimball, N. (2007). Memorias de una madame americana. Madrid: Sexto Piso.
Kvale, S. (2011). Las entrevistas en Investigación Cualitativa. Madrid: Morata.
Lean, L. (1998). The Sex Sector: The Economic and Social Bases of Prostitution in
Southeast Asia. Geneva: ILO.
Lean, L. (2004). El sector del sexo: la contribución económica de una industria. En R.
Osborne (ed.), Trabajador@s del sexo (pp. 57-83). Barcelona: Bellaterra.
Legardinier, C. y Bouamama, S. (2006). Clients de la prostitution: motivations et
déterminants. Recuperado de: http://sisyphe.org/spip.php?article2318
Ley Orgánica 10/1995, de 23 de Noviembre, del Código Penal. Boletín Oficial del Estado,
281, 24 de Noviembre, pp. 33987-34058.
Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, de medidas concretas en materia de seguridad
ciudadana, violencia doméstica e integración social de los extranjeros. Boletín
Oficial del Estado, 234, 30 de septiembre, pp. 35398-35404.
Lisón, J. C. (1999). Una propuesta para iniciarse en la Antropología visual. Revista de
Antropología Social, 8, 15-35. Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/ejem
plar?codigo=15878
Lisón, J. C. (2005). Investigando con fotografías en Antropología Social. En A. Cea, C.
Ortiz y C. Sánchez-Carretero (eds.), Maneras de Mirar. Lecturas antropológicas de
la fotografía (pp. 15-30). Madrid: CSIC.
483
Lombard, J. (2004). Contenido y objetivos de la etnología: etnología, etnografía,
antropología. En N. Fernández (comp.), Lecturas de etnología: Una introducción a
la comparación en Antropología (pp. 35-41). Madrid: UNED.
Lopes, F. (2011). Etnografía dos usos sociais do corpo da garota de programa. Revista
Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, 7, 07-16.
Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/ejemplar?codigo=293496
López, A. M. (2007). La política española de inmigración en las dos últimas décadas: del
asombro migratorio a la política en frontera y la integración. En Fundación Pedro
García Cabrera (comp.), Inmigración en Canarias. Contexto, tendencias y retos
(pp. 23-37). Recuperada de http://digital.csic.es/bitstream/10261/11920/1/Art%C3
%ADculo%20Pedro%20Garc%C3%ADa%20Cabrera.pdf
López, J. (2010). Inmigración colombiana y brasileña y prostitución femenina en la ciudad
de Lugo: historias de vida de mujeres que ejercen la prostitución en pisos de
contactos. Tesis doctoral. UNED, Madrid.
López, J. (2011). La criminalización de la industria del sexo, una apuesta políticamente
correcta. Gazeta de Antropología, 27(2), artículo 24. Recuperado de http://www
.gazeta- antropologia.es/?cat=162
López, J. (2012). Una aproximación etnográfica a la prostitución: cuando las trabajadoras
sexuales hablan de los clientes. Revista Española de Sociología, 18, 31-62.
Recuperado de http://www.fes-web.org/res/sumarios/018.php
López, J. (2013). Redescubriendo la dimensión erótico-afectiva del trabajo sexual.
Comunicación, XI Congreso Español de Sociología, Madrid, 2013. Recuperado de
http://www.fes-web.org/congresos/11/ponencias/748
López, R. y Baringo, D. (2006). Nadie va de putas. El hombre y la prostitución femenina.
Zaragoza: Edición de los autores.
484
Lozano, B. (2003). En el aniversario de Erving Goffman (1922-1982). Revista Española de
Investigaciones Sociológicas, 102, 47-61. Recuperado de http://www.reis.cis.es/
REIS/jsp/REIS.jsp?opcion=revistas&numero=102
Luengo, J. (2006). Tazas calientes manchadas de carmín. Mujeres de cafés en la
bipolaridad moral del espacio público (1890-1936). Asparkia, 17, 81-105.
Recuperado de http://www.e-revistes.uji.es/index.php/asparkia/article/view/494
Maffesoli, M. (1990). La prostitución como forma de socialidad. Nueva Sociedad, 109,
106-115. Recuperado de http://www.nuso.org/revista.php?n=109
Majuelos, F. (2008). Acción social e investigación etnográfica: una elección metodológica
desde la APDHA. En J. L. Solana y E. Acién (eds.), Los retos de la prostitución
(pp.173-176). Granada: Comares.
Majuelos, F. (2011). Prostitución y sociabilidad. El trabajo sexual de las mujeres
africanas en el Poniente de Almería. Trabajo Fin de Master. Universidad de
Almería.
Majuelos, F. (2012). Trabajo sexual y economía inmigrante. Los bares africanos en el
Poniente almeriense. Revista Internacional de Estudios Migratorios, 2(1), 55-76.
Recuperado de http://www.riem.es/espanol/seccion.php?idseccion=4
Majuelos, F. (2014). Trabajadoras sexuales africanas: entre el estigma y la crisis. Gazeta
de Antropología, 30(2), (en prensa).
Majuelos, F., Checa, J. C., Monserrat, M. y López, S. (2014). Sociabilidad y espacios de
interacción. El caso de los marroquíes en Andalucía. En F. Checa (dir.), Los
inmigrados marroquíes en Andalucía. Una investigación necesaria (pp.165-187).
Almería: Centro de Estudio de las Migraciones y las Relaciones Interculturales.
Malgesini, G. (2006). Impacto de una posible normalización profesional de la prostitución
en la viabilidad y sostenibilidad futura del sistema de pensiones de protección
485
social. Recuperado de http://www.seg-social.es/prdi00/groups/public/documents/bi
nario/51873.pdf
Malinowski, B. (1995). Los argonautas del Pacífico Occidental. Barcelona: Península.
Mâmsson, S. A. (2011). Les pratiques des hommes "clients" de la prostitution: influences
et orientations pour le travail social. Recuperado de http://sisyphe.org/article.php3?
id_article=1707
Maqueda, M. L. (2009). Prostitución, feminismos y derecho penal. Granada: Comares.
Marín, J. J. (2001). Perspectivas y problemas para una Historia Social de la Prostitución.
Cuadernos Digitales, 13, 1-48. Recuperado de http://historia.fcs.ucr.ac.cr/cuaderno
s/c13-his.htm
Marsal, F. (1977). Historias de vida y ciencias sociales. En J. Balan (comp.), Las historias
de vida en ciencias sociales. Teoría y técnica (pp. 43-63). Buenos Aires: Nueva
visión.
Martín, L. P. (2003). Las logias masónicas. Una sociabilidad pluriformal. Hispania, 214,
523-550.
Martínez J. E. (2003). Los McDonald’s: homogeneización y sociabilidad. Un estudio
antropológico. Gazeta de Antropología, 19, artículo 04. Recuperado de http://digib
ug.ugr.es/handle/10481/7319#.U_pY6SiAc6w
Martínez, U. (2001). El Ejido. Discriminación, exclusión social y racismo. Madrid: Los
libros de la Catarata.
Martínez, U. (2004). El otro desempleo: el sector informal. En P. Moreno (comp.), Entre
las Gracias y el Molino Satánico: Lecturas de antropología económica (pp. 411462). Madrid: UNED.
486
Mateo, S. (2013). El modelo de horticultura intensiva de Almería ante la crisis actual.
Almería: Cajamar Caja Rural.
Mayans, J. (2002). Género chat. O cómo la etnografía puso un pie en el ciberespacio.
Barcelona: Gedisa.
Médicos del Mundo (2001). VI Informe de Exclusión Social. htttp://www.medicosdelmun
do.org
Mehan, H. (1978). Structuring School Structure. Harvard Educational Review, 48(1), 3264.
Mehan, H. y Wood, H. (1975). The Reality of Ethnomethodology. N. York: Wiley.
Meneses, C. (2003). Perfil de la prostitución callejera. Madrid: Universidad Pontificia
Comillas.
Meneses, C. (2010). Factores motivacionales en una muestra de hombres españoles que
pagan
por
servicios
sexuales.
Revista de la Asociación Española de
Neuropsiquiatrría, 107, 393-407. Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/
ejemplar?codigo=248440
Mercado, A. y Zaragoza, L. (2011). La interacción social en el pensamiento sociológico de
Erving Goffman. Espacios Públicos, 14(31), 158-175. Recuperado de http://www.
redalyc.org/articulo.oa?id=67621192009
Mestre, R. (2004). Las caras de la prostitución en el Estado español: entre la Ley de
Extranjería y el Código Penal. En R. Osborne (ed.), Trabajador@s del sexo (pp.
209-221). Barcelona: Bellaterra.
Mestre, R. (2005a). Hilando fino: migraciones autónomas de mujeres para trabajar en la
industria del sexo. En M. Hernandez y A. Pedreño (coords.), La condición
inmigrante (pp. 313-325). Murcia: Universidad de Murcia.
487
Mestre, R. M. (2005b). Trabajadoras de cuidado. Las mujeres de la Ley de Extranjería. En
F. Checa (ed.), Mujeres en el camino.El fenómeno de la migración femenina en
España (pp. 139-167). Barcelona: Icaria.
Meza, P., Barrientos, J. y Salinas, P. (s. f.). Juego de hombres, mujeres y cervezas.
Etnografía en un Night Club de la ciudad minera de Antofagasta en Chile.
Recuperado de http://www.redmasculinidades.com/resource/images/BookCatalog/
D oc/00083.pdf
Mills, C. W. (1964). Hablemos Claro sobre la Prostitución. En I.L. Horowwitz (comp.), C.
Wright Mills. Poder, Política, Pueblo (pp. 252-256). México, Fondo de Cultura
Económica.
Molina, J. (2005). Claves para la interpretación del modelo económico de la provincia de
Almería. En J. Molina (dir.), La economía de la provincia de Almería (pp. 13-41).
Almería: Caja Rural Intermediterránea.
Morales, M. (2006). Un espacio propio. Sociabilidad e identidad obrera en Andalucía.
Historia Social, 56, 53-70.
Morcillo, S. (2012). La idea de trabajo como táctica. Ponencia, VII Jornadas de Sociología
de la Universidad nacional de La Plata. Recuperado de http://jornadassociologia.
fahce.unlp.edu.ar
Moreno, A. y Vázquez, F. (1997). Prostitución y racionalidad política en la España
contemporánea: un continente por descubrir. Historia Contemporánea, 16, 67-88.
recuperado de http://www.ehu.es/p200-content/eu/contenidos/boletin_revista/00021
_revista_hc16/es_revista/indice.html
Moreno, A. y Vázquez, F. (2004). Historia de la prostitución en Andalucía. Sevilla:
Fundación José Manuel Lara.
Moreno, I. (1985). Hermandades y Cofradías andaluzas. Sevilla: Editoriales Andaluzas
Unidas.
488
Motilla, X. (2012). Bases bibliográficas para una historia de la sociabilidad, el
asociacionismo y la educación en la España contemporánea. Historia de la
educación, 31, 339-358. Recuperado de http://campus.usal.es/~revistas_trabajo/ind
ex.php/0212-0267/issue/view/643
Narotzky, S. (2004). El afecto y el trabajo: la nueva economía, entre la reciprocidad y el
capital social. En P. Moreno (comp.), Entre las Gracias y el Molino Satánico:
Lecturas de antropología económica (pp. 405-409). Madrid: UNED.
Navarrete, M. (2002, 26 de noviembre). El INEM rechaza la petición de empresarios
almerienses que querían 600 extranjeras para clubes de alterne. Diario ABC de
Sevilla. Recuperado de http://www.elmundo.es/cronica/2002/372/1038818038.html
Navarro, J. (2003). Mundo obrero, cultura y asociacionismo: algunas reflexiones sobre
modelos y pervivencias formales. Hispania 214, 467-484. Recuperado de http://his
pania.revistas.csic.es/index.php/hispania/issue/view/21
Navarro, V. (dir.) (2001). Anàlisi de la prostitució femenina a Catalunya: propostes
executives i legislatives per amillorar una situació problemàtica. Recuperado el 26
05 2014 de http://anticapitalistes.net/IMG/pdf_Navarro_ICD_prostitucio 2001.pdf
Negarville, M. (coord.). (2002). Proyecto casa, trabajo, educación, salud. Torino: OTTO
Editore. Recuperado de www.cles.formazione80.it/esp/pdf
Negré, P. (1986). De los relatos de vida al estudio de casos sobre prostitución. Revista
Internacional de Sociología, 44 (3), 375-400.
Neira, M. (2012). Una mala mujer. La prostitución al descubierto. Barcelona: Plataforma
Editorial.
Nieto, J. A. (2003). Reflexiones en torno al resurgir de la antropología de la sexualidad. En
J. A. Nieto (ed.) Antropología de la sexualidad y diversidad cultural (pp. 15-51).
Madrid: Talasa.
489
Nieto, J. A. (2011). Sociodiversidad y sexualidad. Madrid: Talasa.
OIT (1998). La industria del sexo: los incentivos económicos y la penuria alimentan el
crecimiento. Revista Trabajo, 26, 10-14. Recuperado de http://www.ilo.org/global/
lang--es/index.htm
Olvera, B. S. (2006). Bailando noche tras noche alrededor del tubo: Algunas características
de las condiciones de trabajo en los table dance de la zona metropolitana de
Guadalajara. Revista de Estudios de Género. La ventana, 24, 320-342. Recuperado
de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=88402412
Ordenanza 2011, de 12 de mayo, para luchar contra la prostitución y la trata con fines de
explotación sexual en la ciudad de Sevilla. Boletín Oficial de la provincia de
Sevilla, 119, 26 de mayo, pp. 19-25.
Osborne, R. (1988). Debates actuales en torno a la pornografía y la prostitución. Papers,
30, 97-105. Recuperado de http://ddd.uab.cat/search?cc=papers&f=issue&p=02102
862n30&rg=100&sf=fpage&so=a&ln=es
Osborne, R. (1991). Las prostitutas: una voz propia. Barcelona: Icaria.
Oso, L. (2000). Estrategias migratorias de las de mujeres ecuatorianas y colombianas en
situación irregular: servicio doméstico y prostitución en Galicia y Pamplona.
Ponencia, II Congreso sobre la migración en España. Madrid, 2000. Recuperado el
02 04 2014 de http://www.rigys.org/estudio/0015.pdf
Oso, L. (2005). Las jefas de hogar en un contexto migratorio. Modelos y Rupturas. En F.
Checa (ed.), Mujeres en el camino. El fenómeno de la migración femenina en
España (pp. 85-115). Barcelona: Icaria.
Oso, L. (2008). Mujeres latinoamericanas en España y trabajo sexual: un laberinto circular.
En G. Herrera y J. Ramírez (eds.), América Latina migrante: Estado, familias,
identidades (pp. 223-239). Quito: FLACSO y Ministerio de Cultura del Ecuador.
490
Oso, L. y Parella, S. (2012). Inmigración, género y Mercado de trabajo: una panorámica de
la investigación sobre la inserción laboral de las mujeres inmigrantes en España.
Cuadernos de Relaciones Laborales, 30(1), 11-44. Recuperado de http://ddd.uab.
cat/ pub/artpub/2012/34783/cuarellab_a2012m5v30n1p11.pdf
Padrón, J. (2007). Tendencias epistemológicas de la investigación científica en el siglo
XXI. Cinta de Moebio 28, 1-28. Recuperado de http://www.facso.uchile.cl/publica
ciones/moebio/28/padron.html
Parent-Duchâtelet, A. (1836). De la prostitution dans la ville de Paris. Paris: J. B.
Bailliere.
Park, R. E. (1999). La ciudad y otros ensayos de ecología urbana. Barcelona: Ediciones
del Serbal.
Peiró, J. (2009). La Sra. Rius de moral distraída. Barcelona: Comanegra.
Pelto, P. J. y Pelto, G.H. (1999). Anttropological reserach. The estructure of inquiry.
Cambridge: Cambrigde University Press.
Penrose, R. (2006). El camino a la realidad. Una guía completa de las leyes del universo.
Madrid: Debate.
Pérez, M. A. (2001). Espacios y prácticas de sociabilidad en el siglo XVIII: tertulias,
refrescos y cafés de Barcelona. Cuadernos de Historia Moderna, 26, 11-55.
Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/ejemplar?codigo=24653
Pheterson, G. (1992). Nosotras las putas. Madrid: Talasa.
Pheterson, G. (2000). El prisma de la prostitución. Madrid: Talasa.
Pike, K. L. (1971). Language in Relation to a Unified Theory of the Structure of Human
Behavoir. La Haya: Mouton.
491
Pinedo, R. (2008). Características psicosociales, calidad de vida y necesidades de las
personas que ejercen prostitución. Tesis doctoral. Universidad de Salamanca.
Pisani, E. (2012). La sabiduría de las putas. Burócratas, burdeles y el negocio del SIDA.
Madrid: Sexto Piso.
Piscitelli, A. (2008). Industria del sexo y mercado matrimonial: La migración brasileña
hacia Italia en el marco del “turismo sexual” internacional. En G. Herrera y J.
Ramírez (eds.), América Latina migrante: Estado, familias, identidades, (pp. 179199). Quito: FLACSO y Ministerio de Cultura del Ecuador.
Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución
(2003). Manifiesto político por la abolición de la prostitución. Recuperado de http://
www.aboliciondelaprostitucion.org/porque.htm
Polanyi, C. (2009). El sustento del hombre. Madrid: Capitán Swing.
Pons, I. (1993). La cara oculta de la luna. Condiciones de vida de las prostitutas en
Asturias. Tesis doctoral. Universitat de Barcelona.
Pons, I. (2004). Más allá de los moralismos: prostitución y ciencias sociales. En R.
Osborne (ed.), Trabajador@s del sexo (pp. 113-120). Barcelona, Bellaterra.
Portes, A., Guarnizo, L. y Landolt, P. (2003). El estudio del transnacionalismo: peligros
latentes y promesas de un campo de investigación emergent. En A. Portes, L.
Guarnizo y P. Landolt (Coords.), La globalización desde abajo: Transnacionalismo
inmigrante y desarrollo (pp. 15-44). México: Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales.
Poyatos, G. (2008). La prostitución como trabajo autónomo. Ponencia, XIX Jornadas
Catalanas de Derecho Social ‘La delimitación del trabajo por cuenta ajena y sus
fronteras’. Barcelona, 2008. Recuperado de: http://www.jpdsocial.org/Articles/5.2
PoyatosMataPonencia.pdf
492
Poyatos, G. (2009). La prostitución como trabajo autónomo. Barcelona: Bosch.
Pujadas, X. y Santacana, C. (2003). El club deportivo como marco de sociabilidad en
España. Una visión histórica (1850-1975). Hispania, 214, 505-522. Recuperado de
http://hispania.revistas.csic.es/index.php/hispania/issue/view/21
Pumares, P. (2003). La inmigración en España: perspectivas desde el territorio. En G.
Aubarell (dir.), Perspectivas de la inmigración en España (pp. 177-204).
Barcelona: Icaria.
Quilis, A., Hernández, C. y García de la Concha, V. (1973). Lengua española. Valladolid:
Edición de los autores.
Quintero, P. (2005). Naturaleza, cultura y sociedad. Hacia una propuesta teórica sobre la
noción de sociabilidad. Gazeta de Antropología, 21, artículo 21. Recuperado de
http://www.ugr.es/~pwlac/Welcome2005.html
Radcliffe-Brown, A. R. (1982). Introducción. En A. R. Radcliffe-Brown y D. Forde (eds.),
Sistemas africanos de parentesco y matrimonio (pp. 11-97). Barcelona: Anagrama.
Radcliffe-Brown, A. R. (2004). Antropología social: I Definición. II La formación de la
antropología social. En N. Fernández (comp.), Lecturas de etnología: Una
introducción a la comparación en Antropología (pp. 43-49). Madrid: UNED.
Rago, M. (1993). Prazer e Sociabilidade no Mundo da Prostituçao em Sao Paulo, 18901930. Luso-Brazilian Review, 30(1), 35-46. Recuperado de http://www.jstor.org/st
able/3514195
Ramírez, E. (2009). Evolución, cultura y complejidad. La humanidad que se hace a sí
misma. Madrid: Editorial universitaria Ramón Areces.
Rapley, T. (2014). Los análisis de conversación, del discurso y de documentos en
Investigación Cualitativa. Madrid: Morata.
493
Réal, G. (2008). El negro es un color. Barcelona: Bellaterra.
Resolución del Parlamento Europeo 2014, de 26 de febrero, sobre explotación sexual y su
impacto en la igualdad de género. Recuperado de http://www.europarl.europa
.eu/sides/getDoc.do?type=TA&reference=P7-TA-2014-0162&language=ES&ring=
A-2014-0071
Reyneri, E. (1996). Sociologia del mercato del lavoro. Bolonia: Il Mulino.
Rio, M. A. (2002). El disturbio de El Ejido y la segregación de los inmigrantes. Revista
Andaluza de Ciencias Sociales Anduli, 1, 79-107. Recuperado de http://www.pu
blius.us.es/anduli/indice_contenidos/num_1
Ritzer, G. (1993a). Teoría sociológica clásica. Madrid: McGraw-Hill.
Ritzer, G. (1993b). Teoría sociológica contemporánea. Madrid: McGraw-Hill.
Rivas, L. y Mumbrú, J. (2014, 18 de febrero). El cooperativismo abre la puerta a la
regulación de las prostitutas. Diario El País. Recuperado de http://sociedad.elpa
is.com/sociedad/2014/01/17/actualidad/1389971410_329609.html
Rizo, M. (2006). George Simmel, sociabilidad e interacción. Aportes a la ciencia de la
comunicación. Cinta de Moebio, 27, 43-60. Recuperado de http://www.facso.uchile
.cl/publicaciones/moebio/27/rizo.html
Rodríguez, E. (1921). Historia de la prostitución en España y América. Madrid: Biblioteca
Nueva.
Rodríguez, J. E. (1989). La perspectiva sociológica: Historia teoría y método. Madrid:
Taurus.
Rodriguez, P. (2007). Mujeres con capacidad de agencia. En M. Briz y C. Garaizábal
(coords.), La prostitución a debate (pp. 71-77). Madrid: Talasa.
494
Rodríguez, P. (2008). Género, migración y trabajo sexual en las sociedades posmodernas.
En I. Holgado (ed.), Prostituciones. Diálogos sobre el sexo de pago (pp. 41-53).
Barcelona: Icaria.
Rodríguez, P. y Lahbabi, F. (2002). Intervención social con mujeres migrantes: el caso de
las mujeres marroquíes que trabajan en la industria del sexo en Almería. Portularia,
2, 213-230. Recuperado de http://rabida.uhu.es/dspace/bitstream/handle/10272/135/
b1215197x.pdf?sequence=1
Rodríguez P. y Lahbabi, F. (2004). Migrantes y trabajadoras del sexo. León: Del Blanco
Editores.
Rossi, S. (2009). Fucking Berlin. Estudiante o prostituta. Barcelona: Ámbar.
Rubio, A. (2008). La teoría abolicionista de la prostitución desde un punto de vista
feminista. En I. Holgado (ed.), Prostituciones. Diálogos sobre sexo de pago (pp.
73-94). Barcelona: Icaria.
Ruiz, E. (2012, 5 de julio). 2ª ola de 2012 del EGM en Almería: “La Voz de Almería” se
dispara, “Ideal” sube y “Diario de Almería” se mantiene. La Opinión de Almería.
Recuperado de http://www.laopiniondealmeria.com/2012/07/2-ola-de-2012-del-eg
m-en-almeria-la-voz.html
Sahlins, M. (1988). Cultura y razón práctica. Barcelona: Gedisa.
Sánchez, A. (2005). De frontera a milagro. En J. Molina (dir.), La economía de la
provincia de Almería (pp. 43-84). Almería: Caja Rural Intermediterránea.
Sánchez, R. (2005). Mandar a traer. Antropología, migraciones y transnacionalismo:
salvadoreños en Washington. Madrid: Univérsitas.
Sánchez de la Yncera, I. (1991). Interdependencia y comunicación. Notas para leer a G. H.
Mead. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 55, 133-164. Recuperado
495
de http://www.reis.cis.es/REIS/jsp/REIS.jsp?opcion=revistas&numero=55&lang=g
l
Sanchís, E. y Serra, I. (2011). El mercado de la prostitución femenina. Una aproximación
desde el caso valenciano. Política y Sociedad, 48(1), 175-192. Recuperado de http:
//dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3644066
Sanmartín, R. (2003). Observar, escuchar, comparar, escribir. La práctica de la
investigación cualitativa. Barcelona: Ariel.
Sarabia, B. (2006). Erving Goffman. Frame Análysis. Los marcos de la experiencia.
Revista Española de Sociología, 8, 275-277. Recuperado de http://www.fes-web.
org/res/sumarios/008.php
Sennett, R. (2013). Artesanía, tecnología y nuevas formas de trabajo. Madrid: Katz.
Sereñana y Partagás, P. (1882). La prostitución en la ciudad de Barcelona. Barcelona,
Imprenta de los Sucesores de Ramírez y Cía.
Serrano, P. (2000). Los expertos reunidos en Madrid ven la prostitución como una forma
de esclavitud. La Semana que vivimos, 165. Recuperado de http://www.lasemana.es
/archivo/antiguos/165/s.html
Silva, D. (2008). Masculinidad y café con piernas. ¿Crisis, reacomodo o auge de una
‘nueva’ masculinidad? Revista de estudios de género. La ventana, 27, 231-247.
Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_issuetoc&pid=1405
-943620080001 &lng=es&nrm=iso
Simmel, G. (1976). Filosofía del dinero. Madrid: Instituto de Estudios Políticos.
Simmel G. (2002a). Cuestiones fundamentales de sociología. Barcelona: Gedisa.
Simmel, G. (2002b). Sobre la individualidad de las formas sociales. Buenos Aires:
Universidad de Quilmes.
496
Skrobanek S., Boonpakdi, N. y Janthakeero, Ch. (1999). Tráfico de mujeres. Realidades
humanas en el negocio internacional del sexo. Madrid: Narcea.
Solaeche, M. C. (1995). La controversia entre L. Kronecker y G. Cantor acerca del
Infinito. Divulgaciones matemáticas, 3(1/2), 115-120. Recuperado de http://www.
emis.de/journals/DM/v3/art6.pdf
Solana, J. L. (2003). Prostitución, tráfico e inmigración de mujeres. Granada: Comares.
Solana J. L. (2005). Mujer inmigrante y prostitución: falencias y realidades. En F. Checa
(ed.), Mujeres en el camino. El fenómeno de la inmigración femenina en España
(pp. 221-257). Barcelona: Icaria.
Solana, J. L. (2008). El informe de la ponencia para el estudio de la situación actual de la
prostitución en España: Análisis, comentarios y evaluación. En J. L. Solana y E.
Acién (eds.), Los retos de la prostitución (pp. 77-149). Granada: Comares.
Solana, J. L. (2011). La trata de seres humanos con fines de explotación sexual: análisis
conceptual e histórico En F. J. García y N. Kressova (coords.), Actas del I
Congreso Internacional sobre Migraciones en Andalucía (pp. 915-923). Granada:
Instituto de Migraciones.
Solana J. L. (2012). Trabajadoras inmigrantes en el mercado de los servicios sexuales de la
provincia de Jaén. Algunos resultados de una investigación en curso, ilustrados con
siete relatos de vida. Gazeta de Antropología, 28(1), artículo 17. Recuperado de
http://hdl.handle.net/10481/21532
Solana, J. L. y López, J. (2012). Trabajando en la prostitución: doce relatos de vida.
Granada: Comares.
Sorfleet, A. (comp.). (2007). Sex Workers’ Rights. Report of the European Conference on
Sex Work, Human Rights, Labour and Migration, Brussels (2005). Recuperado de
http://walnet.org/csis/groups/icrse/brussels-2005/SexWorkers Rights.pdf
497
Tabet, P. (1987). Du don au tarif. Les relations sexuelles impliquant une compensation,
Les temps modernes, 490, 1-53.
Tapia, J. (2010). Lo que queda en el armario: las condiciones de la voluntariedad en la
prostitución femenina. Tesis doctoral. Universidad de Barcelona.
Tasso, V. (2004). Diario de una ninfómana. Barcelona: Debols!llo.
Tasso, V. (2012). Diario de una mujer pública. Barcelona: Debols!llo.
Taylor S. J. y Bogdan, R. (2008). Introducción a los métodos cualitativos de investigación.
Barcelona: Paidós.
Téllez, A. (2003). Relaciones de sociabilidad en contextos urbanos deportivos. Zainak, 23,
567-585. Recuperado de http://www.eusko-ikaskuntza.org/es/publicaciones/colecci
ones/ cuadernos/publicacion.php?o=1183
Tiefer, L. (1996). El sexo no es un acto natural y otros ensayos. Madrid: Talasa.
Torregrosa, A. (2002, 26 de Noviembre). Una asociación de clubes pide al Inem camareras
extranjeras. Diario El país. Recuperado de http://elpais.com/diario/2002/11/26/and
alucia/1038266523_850215.html
Torres, F. (2005a). Los espacios públicos en la sociedad multicultural. Cuadernos del
observatorio de las Migraciones y de la Convivencia Intercultural de la ciudad de
Madrid, 1, 33-49. Recuperado de http://www.madrid.es/UnidadesDescentralizadas
/Inmigracion/EspInformativos/MadridConvive/Observatorio/Publicaciones/Publica
ciones%20anteriores/Puntos%20de%20Vista/pvista_1.pdf
Torres, F. (2005b). La sociabilidad en los espacios públicos. En M. Hernandez y A.
Pedreño (coords.), La condición inmigrante (pp. 241-254). Murcia: Universidad de
Murcia.
498
Torres, F. (2011). La inserción de los migrantes. Luces y sombras de un proceso. Madrid:
Talasa.
UNODOC (2012). Informe mundial sobre la trata de personas. Resumen ejecutivo.
Recuperado de http://www.unodc.org/documents/data-andanalysis/glotip/Executive
_Summar_Spanish.pdf
Urban Institut (2014). Estimating the Size and Structure of the Underground Commercial
Sex Economy in Eight Major US Cities. Recuperado de http://www. urban.org/
Uría, J. (2003). La taberna. Un espacio multifuncional de sociabilidad popular en la
Restauración Española. Hispania, 214, 571-604. Recuperado de http://hispania.re vi
stas.csic.es/index.php/hispania/issue/view/21
Uría, J. (2008). Sociabilidad informal y semiótica de los espacios. Algunas reflexiones de
método. Studia histórica: Historia Contemporánea, 26, 177-212. Recuperado de htt
p://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3157392
Uroz, M.J. (2011, 5 de octubre). Prostitutas de Bayyana, con reflectantes en las botas para
ser visibles en la oscuridad. Diario El Almería.es. Recuperado de http://www.
elalmeria.es/article/almeria/1080524/prostitutas/bayyana/con/reflectantes/las/botas/
para/ser/visibles/la/oscuridad.html
Valcárcel, A., Sau, V., Amorós, C., Gisbert, T., Cobo, R., Montalbán, I. y Miyares, A.
(2007). ¿La prostitución es un modo de vida deseable? El País Digital, 21 mayo.
Recuperado de http://elpais.com/diario/2007/05/21/opinion/1179698404_850215.ht
ml
Varela, J. (1995). La prostitución, el oficio más moderno. Archipiélago, 21, 52-70.
Vázquez, A. (2008). Ciberantropología: cultura 2.0. Barcelona: UOC.
Vazquez, F. (1998). Historia de la prostitución. Problemas metodológicos y niveles del
fenómeno. Fuentes y modelos de análisis. En F. Vázquez (coord.), El mar menor.
499
Políticas y representaciones de la prostitución. Siglos XVI-XX. (pp. 13-45). Cádiz:
Universidad de Cádiz.
Velasco, H. (2005). Hablar y pensar, tareas culturales. Madrid: UNED.
Velasco H. y Díaz de Rada A. (2004). La lógica de la investigación etnográfica. Madrid:
Trotta.
Vendrell, J. (2004). El debate esencialismo-constructivismo en la cuestión sexual. En G.
Careaga y S. Cruz (Coords.), Sexualidades diversas (pp.35-64). Mexico: UNAM.
Villacampa, C. y Torres, N. (2013). Políticas criminalizadoras de la prostitución en
España. Efectos sobre las trabajadoras sexuales. Revista Electrónica de Ciencia
Penal y Criminología, 15, art. 06. Recuperado de http://criminet.ugr.es/recpc/15/rec
pc15-06.pdf
Villacorta F. (2003). Los ateneos liberales: política, cultura y sociabilidad intelectual.
Hispania, 214, 415-442. Recuperado de http://hispania.revistas.csic.es/index.php/hi
spania /issue /view/21
Vip, P. (2009). El Blog de Paula. Madrid: Edición de la Autora.
Vivas, P., Ribera, R. y López, O. (2009). Nuevas tecnologías y espacios urbanos. Espacios
de sociabilidad transitoria en Barcelona. Zainak, 32, 817-832. Recuperado de http://
www.euskomedia.org/PDFAnlt/zainak/32/3208170832.pdf
Weber, M. (1947). The Theory of Social and Economic Organitatión. New York: Oxford
University Press.
Weber, M. (2009). La ‘objetividad’ del conocimiento en la ciencia social y en la política
social. En J. Abellán (ed.), Max Weber. La ‘objetividad’ del conocimiento en la
ciencia social y en la política social (pp. 63-195). Madrid: Alianza Editorial.
Weeks, J. (1993). El malestar de la sexualidad. Madrid: Talasa.
500
Welzer-Lang, D. (2002). Prostitution et travail sexuel: le client. Toulouse: Universite de
Toulouse Le Mirail. Recuperado de: http://www.multisexualites-et-sida.org/yapas q
ue/client.html
Wijers, M. (2004). Delicuente, víctima, mal social o mujer trabajadora: perspectivas
legales sobre la prostitución. En R. Osborne (ed.), Trabajador@s del sexo (pp. 209221). Barcelona: Bellaterra.
Zárate, M. A. y Rubio, M. T. (2005). Geografía Humana. Sociedad, Economía y
Territorio. Madrid: Ramón Areces.
Zuckerman, S. (1932). The Social Life of Monkeys and Apes. N. York: Harcourt.
501
REFERENCIAS AUDIOVISUALES
20minutos.es (comp.) (2013, 9 de agosto). Hartos de tropezarse con las prostitutas [vídeo
en línea]. 20minutos.es. Recuperado de http://www.20minutos.tv/video/jklMU134hartos-de-tropezarse-con-las-prostitutas/0/
Ágata Films (productora), Dibildos, J. L. (guión) y Camus, M. (dir.) (1982). La colmena
[película de cine]. España. Ágata Films.
Francino, C. (dir.) (2014, 14 de enero). La Ventana [programa de radio]. Madrid: Cadena
Ser. Accesible en http://www.cadenaser.com/espana/audios/gloria-poyatos-propon
go-prostitutas-autogestionen-servicio/csrcsrpor/20140114csrcsrna c52/Aes/
INDOORS (productora) (s.f.). Igualdad de derechos [película de video]. Recuperado de
http://www.colectivohetaira.org/web/videoclips.html
MyGuillermo1965 (2011). Cotton Club, El Ejido [secuencia de fotos]. Recuperado de
http://www.youtube.com/watch?v=kVGDlT5rfzc
RTVE (comp.) (2014, 19 de mayo). Telediario [Programa de Televisión]. Madrid: RTVE.
Accesible en http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/policia-municipal-persi
gue-prostitucion-ciudades-espanolas/2571523/
502
REFERENCIAS WEB
Almería Erótica. http://www.almeriaerotica.com/
Almería69.com. http://www.almeria69.com/
Google maps. https://maps.google.es/
Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. http://www.juntadeandalucia.es/institu
todeestadisticaycartografia/
Instituto Nacional de Estadística. http://www.ine.es/
Indalo Night Club. http://www.nightclubindalo.com/
Marcela Tetona. http://escorts.nexo2.com/webUser/servicios.php?nom=marcela
Milanuncios.com. http://www.milanuncios.com/contactos-mujeres-en-almeria/
Mileróticos.com. http://www.mileroticos.com/anuncios-almeria/almeria/
Ministerio de Empleo y Seguridad Social. http://www.empleo.gob.es/index.htm
PortalesMedicos.com. http://www.portalesmedicos.com/diccionariomedico/index.php/Ane
stro
Putalocura.com. Foro de Almería. http://foro.putalocura.com/foro/putas/showthread.php?
46810-Consultas-Almer%EDa
RelaxAlmeria.com.http://relaxalmeria.com/l/chicas/
503
WEBGRAFÍA CONSULTADA
Almería69.com. http://www.almeria69.com/anuncios/almeria/
Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía. http://www.apdha.org/
Blog de Montse Neira. http://prostitucion-visionobjetiva.blogspot.com.es/
Diario El Mundo. http://www.elmundo.es/
Diario El País. http://elpais.com/
Diario El público. http://www.publico.es/
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. http://www.rae.es/
Diccionario de sinónimos y antónimos WorReference. http://www.wordreference. com/
Escortime. Compañía femenina profesional. http://www.escortime.com/
EscortsAlmería.com. http://www.escortsalmeria.com/
Google Académico. http://scholar.google.es/
HETAIRA. http://www.colectivohetaira.org/web/index.php
Mapas de Google. https://maps.google.es/
MundoSexAnuncio.com. http://www.mundosexanuncio.com/site/buscar/page:1?query=bue
na&provinciaID=4
Paula Vip.com. http://www.paulavip.com/
504
Pensamiento Crítico. http://www.pensamientocritico.org/
Prostitución diferentes realidades. http://prostitucion-diferentesrealidades.blogspot.com.es/
RelaxAlmería.com. http://relaxalmeria.com/
Sexo de pego. http://sexodepego.blogspot.com.es/?zx=4034fe5da93559fc
Sexoyrelax.com. http://www.sexoyrelax.com/anuncios-escorts/almeria/
Sustitutas.com. http://www.sustitutas.com/chicas/putas-en-almeria
Traductor de Google. https://translate.google.es/?hl=es&eotf=1&sl=en&tl=es
505
506
ANEXOS
507
508
ANEXO I.
GUÍAS DE ENTREVISTAS, OBSERVACIÓN Y REGISTRO
509
I.A. GUÍA DE CONVERSACIÓN/ENTREVISTA A TRABAJADORAS SEXUALES
1
Indicación de fecha y lugar de la realización de la entrevista; nombre (figurado).
Sugerencia de que cuente su itinerario migratorio y laboral.
2
Datos sociodemográficos y familiares en origen. El ambiente familiar y social.
3
Itinerario migratorio
La decisión de emigrar. Por qué lo hizo, cómo lo hizo, con qué recursos contó. Qué
deseaba dejar, qué quería obtener. Acontecimientos durante el viaje. Etapas y lugares de
residencia.
4
El trabajo sexual (1)119
Por qué lo decidió, cómo lo decidió, para qué lo decidió; qué representaba en su proyecto
migratorio/vital. Relación viaje-trabajo sexual.
5
Itinerario laboral (2) (Arrancar aquí sobre el itinerario de trabajo y continuar en la
parte laboral de la encuesta).
6
La primera vez (3): el estigma y la culpa
Quién lo sabe. Con quién lo hablas. Qué le parece.
7
Otras experiencias en el trabajo sexual
¿Se imaginó que podía trabajar en eso?, ¿fue forzada?, ¿engañada?, ¿por quién?, ¿sufrió
agresiones?, ¿consumió droga?.
8
Relación con los clientes y mediadores
Valoración, opinión, calificación, de los clientes. Las relaciones con los clientes
119
Los números entre paréntesis se refieren a cuestiones que se pueden tratar de manera recurrente en
diferentes momentos y oportunidades durante la entrevista, o intentar que lo exprese en la recapitulación
final.
510
Relación con las otras trabajadoras. Relación con los mediadores: dueños de locales,
patronos, vigilantes, policía.
Servicios que realiza/no realiza. ¿Disfruta con su trabajo? ¿Cómo te sientes?
9
La prostitución y la vida. El papel de la prostitución
En sus relaciones sociales Con los vecinos. En sus relaciones familiares. En sus relaciones
afectivas. Respecto a su sexualidad
Relaciones fuera del trabajo. Relaciones sociales con los clientes
10
Balance del trabajo sexual
Ventajas. Inconvenientes.
Perspectivas de futuro.
¿Cree que debe ser una actividad legal? El porqué.
11
La singularidad de su trayectoria laboral: lo que opina de otras experiencias
12
Balance de la migración
¿Qué ha ganado? ¿Qué perdió en este viaje?
Lo que consiguió. Lo que dejó. Lo que no obtuvo.
13
El trabajo sexual en el balance migratorio
Valoración de su itinerario migratorio. Valoración de su experiencia en el trabajo sexual
14
Costos y beneficios del proyecto migratorio tal y como se ha producido. Motivos
Cómo imaginaba que sería su vida aquí, y cómo ha sido. ¿Cómo piensa que será en el
futuro?
15
¿Quieres decir alguna cosa más? (Volver a sugerirle que revise su itinerario
migratorio y laboral)
Reintroducir estos aspectos cuando sea posible si no quedaron reflejados en su momento.
(1) Sobre el Viaje
Tipo de viaje que realiza (locomoción, organización, etc.).
Costos del viaje. Dependencias en el viaje (financiación, relaciones, etc.).
511
Itinerarios (diversidad de itinerarios, qué tienen en común, de qué depende el itinerario que
realizan/eligen).
Cómo surgió, quién lo pagó, cómo fue… Acontecimientos durante el viaje (embarazos,
incidencias, enfermedades, trabajo en las estancias prolongadas, etc.).
(2) Recapitulación de la experiencia laboral
En origen. Aquí en España.
¿Has trabajado en clubes? ¿En qué otros locales has trabajado?
¿Cómo era el trabajo en esos locales? Condiciones laborales -servicios, obligaciones y
derechos- y económicas. Pautas de relación con los clientes.
(3) A vueltas con la culpa y el estigma
¿Conoce alguien de su familia ese trabajo?
¿Les plantea problemas morales?
¿Cómo afecta a su sexualidad?
¿Qué relación tiene con los clientes?
¿Qué opinión le merecen?
¿Qué relación mantiene con la comunidad de su país?
512
I.B. GUÍA DE ENTREVISTA A TITULARES DE NEGOCIOS Y OTROS AGENTES
1
Identificación. Indicación de fecha, lugar y nombre (figurado).
Sugerencia de que cuente cómo entró en el sector y sus funciones y cometidos.
Sexo, edad, nivel de estudios. Sector laboral del que proviene.
Relaciones familiares: pareja, hijos, etc. Relaciones sociales.
2
Trabajo como empresario, encargado, camarero, etc.
Tiempo que lleva en el sector; forma de acceso; historia laboral.
Sobre el club: régimen de tenencia, licencias que requiere.
Función que realiza él.
3
Características del local
Dimensiones y espacios específicos.
Tipo: bar de copas, club, de plaza, otro...
Régimen de las chicas y condiciones.
Tarifas de los servicios. Tarifas de las consumiciones
Atracciones
4
Características de los clientes
Laborales, económicas, familiares, procedencia.
Horarios, nivel consumo, demanda de servicios y otros requerimientos.
5
Relaciones que se establecen
Con los clientes, las chicas y otros agentes.
513
I.C. GUÍA DE CONVERSACIÓN/ENTREVISTA CON CLIENTES120
1
Identificación. Indicación de fecha, lugar y nombre (figurado).
Edad, estudios y otros datos sociodemográficos.
Sector en el que trabaja. Categoria.
Familia viva. Familia con la que convive. ¿Tiene pareja? Relaciones sociales.
2
Relación con el sexo de pago
Razones por las que compra servicios sexuales.
Desde cuando va (edad inicial, motivación inicial).
Circunstancias en la que acude; a qué tipo de locales, motivaciones.
Precios que suele pagar, frecuencia. Qué servicios prefiere/no quiere.
Con quien va.
3
Relaciones e interacción
Qué hace con la trabajadora: antes, durante y después del tiempo contratado.
Qué hace donde va (qué cosas además de sexo). Tiene preferencias respecto de la mujer?
Qué espera de la mujer.
Mantiene relaciones de algún tipo fuera de los locales? Qué sabe de cada mujer con la que
ha estado.
4
Concepciones morales e ideacionales
Opinión sobre los diferentes agentes; actitud ante la trabajadora.
¿Tendría relaciones sociales fuera del ámbito comercial, de qué tipo? ¿Podría tenerla como
amiga, como novia, como pareja? ¿Podría enamorarse de ella?
5
Socialización de su papel como cliente
¿Hablas a tus amistades de ello? ¿Quienes lo saben? ¿Qué opinan de ello? ¿Y de las
prostitutas, de los clientes, de la prostitución?
¿Comparte actividad ¿Con quién? ¿Conoce a más clientes?
Opiniones sobre ello de las personas de su entorno (si no lo saben)
120
Si es extranjero incorporar itinerario migratorio y laboral, similar al de las trabajadoras.
514
I.D. GUÍA DE OBSERVACIÓN DE LOCALES
1
Datos de ubicación, acceso y entorno
Espacio donde se ubica. Acceso, comunicaciones y servicios.
Actividades del entorno: económicas, sociales, etc.
2
Descripción física
Configuración y distribución del espacio físico.
Elementos del mobiliario y uso que se hace de él.
¿Existen elementos diferenciables con función explícitamente sexual? Otros no
contemplados.
3
Descripción ambiental
La luz y su distribución.
La música: volumen, tipo, quién la pone, quién decide lo que se pone.
Elementos de señalización, rutinas o normas. Otros elementos: perfumes, ambientadores.
Otros no contemplados.
4
Cotejo de datos numéricos
Clientes, trabajadoras, trabajadores auxiliares (nacionalidad, edad y rasgos físicos
destacables). Procedencia de los clientes. Servicios y precios. Otros no contemplados.
5
Agrupamientos que se establecen
Entre clientes. Entre trabajadoras. Entre ambos.
Centros de atención. Otros no contemplados.
6
Relaciones de jerarquía que se observen
Entre los clientes. Entre las trabajadoras. Con otros participantes. Otros no contemplados.
7
Pautas relacionales observables
En la presentación. En el consumo. En la interacción. Específicos de la interacción sexual.
Otros no contemplados
515
I.E. TABLA PARA REGISTRO DE OBSERVACIONES, EN LOCALES PÚBLICOS
Nombre del
local
Tipo
Localización
Dueño: h/m
Nº de mujeres
/
País de origen
Servicios
Precios
%
Para la
chica
Contactos
Clientes
%
Para la
chica
Contactos
Nº y tipo
de clientes
País de
origen
Datos de observación
Datos de
evolución
Fechas y
horas de
visitas
Nº de
mujeres
/
País de origen
Servicios
Precios
* Los cuadros sombreados se refieren a los datos obtenidos, antes de la visita y aportados por clientes,
agentes sociales, trabajadoras, etc. O, en su defecto, en la primera visita.
Ampliar cuantas filas se necesiten.
Adjuntar plano de localización.
Adjuntar croquis del local.
516
ANEXO II.
RELACIÓN DE PARTICIPANTES
517
DATOS BÁSICOS DE LAS PERSONAS BIOGRAFIADAS
Nº
Nombre
(figurado)
Sexo
Intervalo
de edad
Desempeños principales
en el sector del sexo
País o Región de
procedencia
1
Lucas
Hombre
[31,40]
Empresario
España
2
Ximena
Mujer
[51,60]
Empresaria
América Latina
3
Delgadina
Mujer
[31,40]
Encargada
América Latina
4
Rolando
Hombre
[51,60]
Empresario
España
5
Wladimiro
Hombre
[61,70]
Empresario
España
6
Edgar
Hombre
[51,60]
Empresario
España
7
Reinaldo
Hombre
[31,40]
Empresario
España
8
Eufemia
Mujer
[41,50]
Encargada
América Latina
9
Alexandra
Mujer
[21,30]
Trabajadora sexual
Europa del Este
10
Sacramento
Mujer
[51,60]
Trabajadora sexual
América Latina
11
Jovita
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
España
12
Basma
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
África
13
Nadia
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
Europa del Este
14
Aixa
Mujer
[21,30]
Trabajadora sexual
África
15
Olga
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
Europa del Este
16
Sonia
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
Europa del Este
17
Farah
Mujer
[[21,30]
Trabajadora sexual
África
18
Ginebra
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
Europa del Este
19
Ania
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
Europa del Este
20
Imán
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
África
21
Lobna
Mujer
[21,30]
Trabajadora sexual
África
22
Pasha
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
Europa del Este
23
Oleñka
Mujer
[21,30]
Trabajadora sexual
Europa del Este
24
Amal
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual
África
25
Salvador
Hombre
[51,60]
Cliente
España
26
Adel
Hombre
[[31,40]
Cliente
África
27
Teodoro
Hombre
[41,50]
Cliente
África
28
Alonso
Hombre
[41,50]
Cliente
España
29
Quintín
Hombre
[31,40]
Cliente
España
30
Nicolás
Hombre
[41,50]
Cliente, traer y llevar chicas
España
31
Juana
Mujer
[51,60]
Trabajadora sexual, Encargada
España
32
Yenia
Mujer
[41,50]
Trabajadora sexual, Bailarina
Europa del Este
33
Eugenia
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual, Camarera
Europa del Este
34
Toña
Mujer
[31,40]
Trabajadora sexual, Encargada
América Latina
35
Bernabé
Hombre
[31,40]
Portero, encargado
Europa del Este
36
Felipe
Hombre
[31,40]
Camarero, encargado
España
37
Lila
Mujer
[41,50]
Encargada, trabajadora sexual
Europa del Este
518
ANEXO III
ÍNDICES DE CUADROS, FIGURAS, FOTOGRAFÍAS, GRÁFICOS, IMÁGENES,
MAPAS Y TABLAS
519
III.A. ÍNDICE DE CUADROS
Cuadro
Título
Página
Cuadro nº 1
Caracterización diacrónica de los enfoques epistemológicos
29
Cuadro nº 2
Caracterización mediante tres ejes de los paradigmas básicos de investigación
30
Cuadro nº 3
Formas de intercambio en las relaciones afectivas-sexuales
75
Cuadro nº 4
Secuencia en la ejecución de la investigación
171
Cuadro nº 5
Organización del trabajo sexual por tipo de espacios en los que se desarrolla
245
520
III.B. ÍNDICE DE FIGURAS
Figura
Título
Página
Figura nº 1
Relaciones entre capítulos
20
Figura nº 2
Los tres ejes del proceso de investigación
125
Figura nº 3
Rango de la participación en la observación
132
Figura nº 4
Vínculos de parentesco entre dos trabajadoras
322
521
III.C. ÍNDICE DE FOTOGRAFÍAS
Fotografías
Título
Página
Fotografía nº 1
Trabajadora sexual en la zona de El Ingenio
220
Fotografía nº 2
Chicas apostadas en la puerta de un bar africano
223
Fotografía nº 3
Habitación en una casa de citas
228
Fotografía nº 4
Reservado en la sala principal en un club
230
Fotografía nº 5
Sala principal en un club
232
Fotografía nº 6
Club en la ciudad de Almería
233
Fotografía nº 7
Club en el polígono de Sta. Mª del Águila
234
Fotografía nº 8
Club de carretera
234
Fotografía nº 9
Autoconstrucción en un bar africano
235
Fotografía nº 10
Interior de un bar africano
236
Fotografía nº 11
Habitación privada en bar africano
236
Fotografía nº 12
Suite privada en un club
243
Fotografía nº 13
Trabajadora sexual en un club
248
Fotografía nº 14
Trabajadoras sexuales en Bayyana
260
Fotografía nº 15
Anuncio luminoso de un club en un polígono
267
Fotografía nº 16
Anuncio luminoso de un club en el centro de Almería
268
522
III.D. ÍNDICE DE GRÁFICOS
Gráfico
Título
Página
Gráfico nº 1
Municipios con mayor superficie invernada
188
Gráfico nº 2
Aporte al crecimiento poblacional. Total provincial
191
Gráfico nº 3
Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Níjar
191
Gráfico nº 4
Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Roquetas de Mar
192
Gráfico nº 5
Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de El Ejido
192
Gráfcio nº 6
Composición por sexo y grupos en la provincia de Almería
193
Gráfico nº 7
Composición por sexo y grupos en el municipio de Níjar
194
Gráfico nº 8
Composición por sexo y grupos en el municipio de Roquetas
194
Gráfico nº 9
Composición por sexo y grupos en el municipio de El Ejido
195
Gráfico nº 10
Extranjeros Afiliados, ocupados, a la S.S. por régimen. Provincia de Almería
197
Gráfico nº 11
Extranjeros afiliados, ocupados, a la S.S. por sexo. Provincia de Almería
197
523
III.E. ÍNDICE DE IMÁGENES
Imágen
Título
Página
Imagen nº 1
Cartel publicitario de campaña municipal
109
Imagen nº 2
Publicidad en un diario de Almería
261
Imagen nº 3
Publicidad de una casa de citas
263
Imagen nº 4
Publicidad de un club
264
Imagen nº 5
Publicidad en una web de anuncios clasificados
265
Imagen nº 6
Publicidad en una web de contactos
266
Imagen nº 7
Servicios ofertados en un anuncio
270
Imagen nº 8
Folleto publicitario de un club
289
Imagen nº 9
Bailarina ante la barra americana en una actuación
290
Imágen nº 10
Esquema de interacción en un club
302
524
III.F. ÍNDICE DE MAPAS
Mapas
Título
Página
Mapa nº 1
Geomorfología de la provincia de Almería
184
Mapa nº 2
Comarcas de mayor densidad poblacional
187
Mapa nº 3
Espacios abiertos donde se ejerce trabajo sexual en la ciudad de Almería
218
Mapa nº 4
Zonas de ubicación de clubes en la provincia de Almería
237
525
III.G. ÍNDICE DE TABLAS
Tabla
Título
Página
Tabla nº 1
Número de trabajadores sexuales por ámbito de trabajo en el territorio español
104
Tabla nº 2
Locales visitados por tipologías generales
147
Tabla nº 3
Función principal de los agentes entrevistados
149
Tabla nº 4
Procedencia de las personas entrevistadas
154
Tabla nº 5
Población empadronada en la provincia de Almería
190
Tabla nº 6
Población empadronada y porcentajes por grupos y por sexo
190
526
527

Documentos relacionados