Aunque la literatura clásica sobre la zarzuela

Transcripción

Aunque la literatura clásica sobre la zarzuela
TEXTO PARA LA VOZ “ZARZUELA” DEL DICCIONARIO DEL CINE
IBEROAMERICANO . ESPAÑA. PORTUGAL Y AMÉRICA
SGAE FUNDACIÓN AUTOR – ICCMU (2011)
Zarzuela. Aunque la literatura clásica sobre la zarzuela circunscribe los orígenes de
este género musical al entorno cortesano y aristocrático, apodándole “teatro nacido
entre zarzas” y por derivación, zarzuela, es necesario considerarlo como fruto del rico
folklore musical español, puesto que se pueden encontrar tanto ritmos, cadencias y
melodías, canciones y bailes en todas sus obras. El uso de la lengua vernácula, la
representación de personajes, estereotipos sociales que integran el imaginario de las
obras de zarzuela, son otros elementos a considerar por lo que se refiere a la defensa
de la zarzuela como eminentemente popular. Este género, popular y centenario, que
había sobrevivido a pesar de las trabas surgidas a lo largo de su historia, unas veces a
causa de la falta de apoyo institucional y otras por la censura, continuaba siendo el
que gozaba de mayor favor del público a finales del siglo XIX, justo cuando irrumpió
a escena un nuevo y fascinador espectáculo: el cine. Los entretenimientos favoritos
del público español eran, en aquella época, especialmente, los innumerables
espectáculos pre-cinematográficos, el circo, los espectáculos cómicos, el ilusionismo,
la magia y la prestidigitación, los toros, las variedades, las zarzuelas... y el incipiente
cinematógrafo.
A pesar de que se ha tenido por cierto que con la llegada del cine, el teatro en general
y el más popular de ellos, la zarzuela, se vio perjudicado, se puede afirmar que
sucedió todo lo contrario. Los dos espectáculos desarrollaron una interacción muy
interesante que beneficiaría a ambos: al teatro lírico, la zarzuela, porqué vería llevados
a la pantalla un número muy importante de obras de su repertorio; al cine porque
tendría a su abasto argumentos sencillos y conocidos. Después de ofrecer al público
las primeras filmaciones sobre temas locales, las vistas, y todo tipo de reportajes, el
cine encontró en la zarzuela un excelente filón de donde sacar nuevas ideas para sus
filmes. El favor del público hacia la zarzuela, determinó la elección de temas
netamente populares. Todo eran ventajas: la corta duración de las cintas era suficiente
para el rodaje de una romanza o escena de zarzuela; la posibilidad de tener a mano
decorados y vestuario de las propias compañías teatrales que representaban por las
mismas fechas las zarzuelas, la facilidad que ofrecía que sus orquestas acompañasen
en directo las filmes, o que los cantantes y músicos pudiesen grabar, por diversos
procedimientos, la música. No es de extrañar, pues, que los filmes de zarzuela ocupen
una parte tan significativa de la filmografía del cine español.
La zarzuela incorporó a su repertorio, como base de sus argumentos, todo tipo de
descubrimientos científicos: la electricidad, el teléfono, la fotografía, el fonógrafo, la
linterna mágica... y el cinematógrafo, como lo demuestran El fonógrafo (1885)1, La
1
La fecha indicada corresponde al año de estreno de la zarzuela.
1
linterna mágica (1893), Fotografías animadas o El arca de Noé (1897), ¡¡Al cine!!,
¡¡Al cine!! (1907), entre muchas. Pero además, algunas zarzuelas fueron escritas
contando con la inclusión de escenas filmadas ex profeso para alguna de sus escenas:
El amigo del alma (1905), de Francisco de Torres y Carlos Cruselles, música de
Jerónimo Jiménez, con una escena de playa, Trampa y cartrón (1912) con varias
escenas de carácter cómico, Los cascabeles (1915) de Agustín Mundet y Jaume
Firmat Noguera, música de J. Ferrer-Vidal, con una película del sueño delirante del
protagonista, Las aventuras de Max y Mino o ¡Qué tontos son los sabios! (1904)... La
barraqueta del Nano (1921) de Paco Barchino, con una película rodada en la playa
del Grao, demuestran el aprecio hacia este tipo de zarzuelas hasta tiempo después de
mayor consolidación del cine.
La necesidad de la música para ilustrar las películas silentes propició que muchas
salas, además de contar con la música en directo de un pianista, un violinista u otras
formas de conjuntos musicales, dependiendo de la capacidad económica del
empresario, halló en la reproducción mediante el gramófono y los cilindros de cera, y
otros sistemas, un aliado. Los salones anunciaban como reclamo del público la
existencia de un fonógrafo o gramófono con el que el qué podían escuchar música de
diversa tipología, que frecuentemente eran romanzas, dúos de zarzuela y arias de
ópera. No es la casualidad sino la vinculación de teatro lírico y cine que propicia que
en el Teatro de Novedades de Barcelona el 26 de noviembre de 1896, dónde actuaba
la compañía de zarzuela de Miguel Cepillo, se anunciase la presentación del
cinematógrafo. Muchas fueron las romanzas y dúos filmados y grabados para ser
vistos y oídos al mismo tiempo, según se anunciaba en la prensa de las grandes
capitales: El grumete (1853) de Antonio García Gutiérrez, música de Emilio Arrieta 2;
El anillo de hierro (1878), de Marcos Zapata y Pere Miquel Marqués; El Rey que
rabió(1891) de Vital Aza y La revoltosa (1897) de López Silva, con música ambas de
Ruperto Chapí; La balada de la luz (1900), de Eugeni Sellés y Amadeu Vives;
Certamen Nacional (1888) de Guillermo Perrín y Manuel de Palacios, y Manuel
Nieto; El juicio oral (1901), de Guillermo Perrín, Manuel de Palacios y Ángel Rubio;
¡Viva mi niña! (1889) de Gil y Romea y Joaquín Valverde; El año pasado por agua
(1889) de Ricardo de la Vega y Federico Chueca; El dúo de la Africana (1893) y La
Viejecita (1897) de Miguel de Echegaray y Manuel Fernández Caballero y La risa del
conejo (1887) de Eduardo Jackson Cortés y Tomás Gómez... todas ellas, realizadas el
1900 por Ángel Sáez de la Corona.
A medida que el cinematógrafo adquiría mejor técnica y recursos, se diversificó el
repertorio de filmaciones, de manera que no solo se filmaron números cerrados de
zarzuelas, sino que se abordó el rodaje de la obra al completo, debidamente resumida.
Los pioneros del cine dispusieron de un gran número de zarzuelas como motivo para
sus filmes. Durante la primera década del s. XX, se ruedan un número muy elevado de
ellas: Ricard de Baños, el 1905, Bohemios, de Guillermo Perrín y Miguel de
2
A partir de ahora, en primer lugar irá el autor/es del libreto, seguido del de la música.
2
Palacios, y Amadeu Vives, El dúo de la Africana, de Miguel de Echegaray y Manuel
Fernández Caballero, La gatita blanca, de José Jackson Veyán y Jacinto Capella, y
Jerónimo Giménez; en 1910, Baixant de la Font del Gat, de Moreno Pal·li y Cordón
Soler. Segundo de Chomón rueda al mismo año Los Guapos o Gente brava, de
Carlos Arniches y José Jackson Veyán, y Jerónimo Giménez; en 1906 Amor gitano,
de Antonio Fernández Arreo y Teodoro San José, que fue acusada de plagio de
Carceleras. En 1910, Carceleras, de Ricardo Rodríguez Florez, y Vicente Díez
Peydró; La expiación o El esclavo, de Luis de Eguilaz, y Martín Sánchez Allú, y Luis
Cepeda; El Pobre Valbuena, de Carlos Arniches y Enrique García Álvarez, Joaquín
Valverde (hijo) y Tomás López Torregrosa; El puñao de rosas, de Carlos Arniches y
Asensio Mas, y Ruperto Chapí; La Tempranica, de Julián Romea y Jerónimo
Giménez; Las tentaciones de San Antonio, de Andrés Ruesga y Enrique Prieto, y
Ruperto Chapí. Fructuós Gelabert en 1908, La Dolores, de Josep Feliu i Codina, y
Tomás Bretón, y Juanito Tenorio, de Salvador Granés y Manuel Nieto. Josep Gaspar
Serra, en 1909, Flors de cingle, de Ignasi Iglesias y Cassià Casademunt. El mismo
año, Julio Roesset y José Buchs impresionan El regalo de Reyes, de Carlos Arniches
y José Serrano. Desgraciadamente, muchas de esas filmaciones se dan hoy por hoy
por desaparecidas.
Durante esos años, no se escriben partituras adaptadas escritas ex profeso para esos
filmes. La música que acompañaba a la proyección consistía en la interpretación de la
reducción a piano de la obra original, o con algún instrumento añadido de la plantilla,
pero algunas de ellas fueron acompañadas con orquesta al completo, como Flors de
cingle, que contó, además, con un coro para su parte coral.
Durante la década siguiente, Ricard de Baños filma el 1912 El amigo del alma, de
Francisco de Torres y Carlos Cruselles, Amadeu Vives y Jerónimo Giménez; en 1913,
Amor andaluz, de Ricardo Rodríguez Florez y Vicente Díez Peydró, idéntica a
Carceleras; en 1915, Los cascabeles, de Agustí Mundet Álvarez y Agustí Firmat
Nogueras, y Josep Ferrer Vidal, así como una versión con el nombre El judío polaco;
en 1918, Los arlequines de seda y oro, de Josep Amich Bert “Amichatis”, Josep M.
Castellví y Armand Ontiveros, música de Isidre Rosselló y Joan Aulí Padrós. Albert
Marro, La Chavala, de José López Silva y Carlos Fernández Shaw, y Ruperto Chapí;
Diego Corrientes, de José María Gutiérrez de Alba y Ramón de Souza, ambas en
1914. Josep de Togores, en 1915, El pollo Tejada, de Carlos Arniches y Enrique
García Álvarez, música de Joaquín Valverde (hijo) y José Serrano. Julio Roesset, en
1915, la verbena de la Paloma, de Ricardo de la Vega y Tomás Bretón; en 1916,
Margot, de G. Martínez Sierra y Joaquín Turina; en 1917, ¡De los cuarenta
p’arriba...!, de José Mª de Granada y Ernesto Rosillo y en 1919, La mesonera del
Tormes, versión de la Dolores, de los mismos autores.
La segunda década del s. XX, verá llevadas zarzuelas a la pantalla con el aliciente
añadido del acompañamiento musical con orquestras al completo y cantantes
actuando en directo, como en La Dolores o Carceleras, cuyos autores musicales,
3
Bretón y Serrano realizaron adaptaciones de su partitura original, aunque la mayoría
continuará aprovechando la preceptiva reducción a piano o el pequeño grupo
instrumental. Muchas de esas películas serán ilustradas con filmaciones añadidas del
entorno dónde se rodaron, en un deseo de los realizadores de dotar de mayor atractivo
sus producciones, alcanzando un valor documental añadido. Hasta fechas próximas a
la llegada del cine sonoro, se ruedan todo tipo de zarzuelas, siendo sus libretos a veces
modificados o alargados en función del film, dándose el caso que algunos
ultrapasaron la duración de la propia obra para incluir todo tipo de escenas filmadas
hasta extremos increíbles, como fue el caso de Moros y cristianos, en 1926, de
Maximiliano Thous, cuyo exceso de rodaje hizo fracasar la producción, no pudiendo
ser estrenada la película por su excesivo costo.
Julio Roesset rueda en 1920 ¡A la orden, mi coronel!, de Narciso Díaz de Escobar y
Ramón A. Urbano, música de José Cabas Galván. José Buchs, uno de los directores
que mayor número de zarzuelas llevará a la pantalla, en 1921 filma La verbena de la
Paloma, de R. De la Vega y Tomás Bretón; el 1922, Carceleras, de R. Rodríguez
Florez y V. Díez Peydró; La reina mora, de Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, y
José Serrano; el 1923, Curro Vargas, de Manuel Paso y Joaquín Dicenta, y Ruperto
Chapí; El pobre Valbuena, de Carlos Arniches y Enrique García Álvarez, y Joaquín
Valverde (hijo) y Tomás López Torregrosa y Rosario, la cortijera, de José Dicenta y
Manuel Paso, y Ruperto Chapí; en 1924, Doloretes, de Carlos Arniches y R. Asensio
Mas, música de Amadeu Vives y Manuel Quisland; el 1927, Los aparecidos, de
Carlos Arniches y Celso Lucio, y Manuel Fernández Caballero; el 1928, Pepe-Hillo,
de Ricardo Puente Brañas y Guillermo Cereceda; el 1929, rozando la entrada del
sonoro, El Rey que rabió, de Miguel Ramos Carrión y Vital Aza, música de Ruperto
Chapí. Elena Cortesina, dirige en 1922 Flor de España, de José Mª de Granada y
Mario Bretón. Manuel Noriega, en 1923, Alma de Dios, de Carlos Arniches y
Enrique García Álvarez, y José Serrano. José Pitarch, en 1923, Amor de campesino,
de Ricardo y Carlos Díaz de Castro, y Rafael Ortega Luna.
Maximiliano Thous, otro director muy vinculado a la zarzuela, en 1923 lleva a la
pantalla La bruja, de Miguel Ramos Carrión y Ruperto Chapí; en 1924, La Dolores,
de Feliu i Codina y Bretón; en 1925, La alegría del batallón, de C. Arniches y Félix
Quintana, José Serrano y Nit d’albaes, de José Guzmán Guallar, música de José
Giner; en 1926, Moros y cristianos, del mismo director y Cerdá, música de José
Serrano. Manuel Noriega, en 1923, otra versión de Los guapos o Gente Brava, de
Arniches, Jackson Veyán y Giménez.; en 1925, Madrid en el año 2000, de Guillermo
Perrín y Miguel de Palacios, y Manuel Nieto y Ángel Rubio. Rafael Salvador, otra
versión de El puñao de rosas, de C. Arniches y A. Mas, y R. Chapí; el 1927, la
segunda parte de ‘Carceleras’, Rejas y votos, de los mismos autores. Florián Rey,
otro director que llevará al cine un gran número de zarzuelas, inaugura su
aproximación a ese género con el film La chavala, de López Silva, Fernández Shaw y
Chapí el 1925; el mismo año, Los chicos de la escuela, de Carlos Arniches y José
Jackson Veyán, Joaquín Valverde (hijo) y Tomás López Torregrosa y otra versión de
4
La revoltosa, de López Silva, Fernández Shaw y Chapí; el 1926, la exitosa Gigantes y
cabezudos, de Miguel Echegaray y Manuel Fernández Caballero; el 1926, Nobleza
baturra, de Joaquín Dicenta (hijo) y Pablo Luna.
Fernando Delgado y Manuel Noriega realizan en 1925 Los granujas, de Carlos
Arniches y José Jackson Veyán, Joaquín Valverde (hijo) y Tomás López Torregrosa.
Joan Andreu, el mismo año, La Trapera, de Luis de Larra y Manuel Fernández
Caballero. El 1924 Henry Vorins hará su versión cinematográfica de Maruxa, de
Luis Pascual Frutos y Amadeu Vives. Mario Roncoroni, el 1925 hará Les barraques
o Una tragedia de la huerta, de Eduard Escalante y Vicent Díez Peydró; el 1926, Los
gorriones del patio, de Luis Cocat, Heliodoro Criado y Eugenio Contreras; el mismo
año, hará La Virgen del Mar, de Federico Jaques Aguado, música de Chuan García
Catalá y Ángel Rubio.
Manuel Noriega, el 1926 llevará a termino, en solitario, la primera versión de Don
Quintín, el amargao o Quién siembra vientos... de Carlos Arniches y Antonio
Estremera, y Jacinto Guerrero. Federico Nin de Cardona, el mismo año, hará otra
versión basada en el tema de ‘La verbena de la Paloma’, La fea del olé o El querer de
la Paloma, de Luis de Larra y Antonio Fernández Lepina, y Vicent Lleó. En 1926 otra
zarzuela de larga duración fue llevada al cine por Eusebio Fernández Ardavín, La
Bejarana, de su hermano Luis Fernández Ardavín, música de José Serrano y
Francisco Alonso. Carlos Luis Monzón filma el 1927 la zarzuela La hija del Mestre,
con letra y música de Santiago Tejera Ossavarry, ambientada en Canarias. León
Artola rueda La Del Soto del Parral, de Luis Fernández Sevilla y Anselmo C.
Carreño, y Juan Vert y Reveriano Soutullo.
La llegada del sonoro supone una prueba de fuego para la continuidad de las zarzuelas
llevadas a la pantalla que, hasta ese momento, habían persistido en cartel gozando del
favor de un público que veía con agrado tanto la obra en el teatro como en el cine. Si
embargo, la escasa previsión de la industria cinematográfica española, que tenía como
rival una oferta potente y variada de los musicales norteamericanos, trunca muchos
proyectos. Otros, como la extraordinaria obra musical Doña Francisquita, de Romero,
Fernández Shaw y Vives, se graba en el Reino Unido, por no disponer en España de
tecnología adecuada para la grabación de la voz. Durante los primeros años del cine
sonoro, se lleva a término el rodaje de muchas zarzuelas, con resultados desiguales.
Varias serán las formas que adoptan los directores para continuar rodando zarzuelas,
dándoles un aire nuevo. Desde la versión cantada, en la forma de zarzuela filmada,
como El Rey que rabió a excelentes musicales, como La verbena de la Paloma, de
Benito Perojo, u otra versión de Don Quintín, el amargao, de Luis Buñuel y Luis
Marquina, con escasísimos números musicales, dándole un tono melodramático,
alejado del esquema lírico. Desde el año 1930, durante la etapa republicana hasta la
caída de la República, se ruedan un número importante de zarzuelas.
5
José Buchs rueda el 1932 la versión sonora de Carceleras, en los Estudios Orphea
Films, de Barcelona, la primera película sonora rodada en el Estado español. El 1933,
hará otra versión de ‘La verbena de la Paloma’, Una morena y una rubia, de
Concepción Geijo, Luis Calvo y Francisco Prada, música de Fernando Díaz Giles.
Jean Grémillon lleva a cabo el rodaje el 1933 de la Dolorosa, de Juan José Lorente y
José Serrano. Hans Benhrendt emprende el rodaje de Doña Francisquita, el 1934, de
Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, y Amadeu Vives. Francisco
Gargallo, el 1934, Sor Angélica, de Luis Linares Becerra y Javier de Burgos, Nieto y
Candela. Santiago Ontañón y El año 1935 fueron rodadas varias zarzuelas: Eusebio
Fernández Ardavín, harán Los Claveles, de Luis Fernández de Sevilla y Anselmo C.
Carreño, y José Serrano, con un argumento muy actual. Luis Marquina y Luis
Buñuel haran su versión cinematográfica de Don Quintín el amargao, de Arniches,
Estremera y Guerrero. Rosario Pi, El Gato Montés, libro y música de Manuel
Penella Moreno, obra más conocida únicamente por su pasodoble. León Artola,
Rosario, la cortijera, de José Dicenta y Manuel Paso, y Ruperto Chapí. Benito
Perojo aborda el rodaje de un film modélico que deja entrever lo que habría podido
dar de sí el género cinematográfico con producción musical autóctona: La verbena de
la Paloma, de De la Vega y Bretón.
El estallido de la Guerra Civil, aparte de la tragedia que vive el país durante tres
convulsos años, a los que seguirán otros tan dramáticos como los de la posguerra,
trunca la normal evolución de cualquier actividad artística. La vinculación de muchos
artistas de cine y teatro a la CNT o a la República, fueron motivo de la represión que
sufrirían muchos de ellos, aunque su relación con el sindicato o con las instituciones
republicanas fueran meramente laborales. Sin embargo, la zarzuela continúa gozando
del aprecio del público. Del año 1936 al 1939, se ruedan 13 películas de zarzuela,
como La reina mora (1936), nueva versión de la obra de los hermanos Quintero, y
Serrano, de Eusebio Fernández Ardavín; Bohemios (1937), de Perrín y Palacios, y
Vives, por Francisco Elías; Molinos de viento (1937), de Luis Pascual Frutos y Pablo
Luna, por la directora Rosario Pi; La alegría de la huerta (1939), de Enrique García
Álvarez y Antonio Paso, y Federico Chueca, por Ramon Quadreny; una nueva
versión de La Dolores (1939), por Edgar Neville y Florián Rey; El huésped de El
Sevillano(1939), de Juan Ignacio Luca de Tena y Jacinto Guerrero, por Enrique Del
Campo; otra versión sonora de El Rey que rabió (1939), a cargo José Buchs.
Finalizada la Guerra Civil, se origina un proceso de rápido deterioro de lo que hasta
aquel momento había sido un apreciado género popular. La imposición de la Censura,
que había iniciado sus actividades durante la guerra, se exacerba de tal manera que
zarzuelas que habían circulado por cines y teatros con todo normalidad, sufrieron
recortes y mutilaciones que comportaran una pérdida de las cualidades inherentes a su
esencia: la crítica de la sociedad y de sus estereotipos. Muchos temas que contenían
las zarzuelas dejaron de ser aptas: ni sexo, ni religión, ni instituciones... podían ser
objeto de crítica. Mediante un proceso de apropiación de lo popular, el franquismo
realiza un proceso de transformación que conduce la zarzuela a la llamada
6
“españolada”, pasando a ser vista como un prototipo de “lo español”, con un falso
tipismo de flamenco y pandereta. De esta manera, la zarzuela, despojada de su
contenido, iría perdiendo poco a poco, en un proceso imparable, el favor del público.
La coincidencia de la entrada del cine sonoro, con una frágil industria cinematográfica
española con la guerra, tiene unas consecuencias irreversibles para el género musical
autóctono. En 1940 se estrenan varios films de zarzuela, como otra versión de Alma
de Dios (1941), de Carlos Arniches y Félix Quintana, música de José Serrano, por
Ignacio F. Iquino; Sucedió en Damasco (1942), una versión de ‘El asombro de
Damasco’, que fue censurada, libro de Manuel y Joaquín Abati, y Pablo Luna; La
Patria Chica (1943), de los hermanos Quintero y Ruperto Chapí, por Fernando
Delgado, cinta donde se puede comprobar el rápido deterioro de la zarzuela y lo
esperpéntico de su contenido; La tempestad (1944), de Miguel Ramos Carrión, y
Chapí, de Javier de Rivera; La Revoltosa (1949), otra versión realizada por José
Díaz Morales.
A partir de 1950, las producciones cinematográficas de zarzuelas van perdiendo
vertiginosamente creatividad, repitiéndose las mismas obras y los mismos tópicos
“españoles” hacía la saciedad: Doña Francisquita (1952) por Ladislao Vadja; La
Reina Mora (1954), por Raúl Alonso; Sor Angélica (1954), por Joaquín Romero
Marchent; Los Claveles (1960), por Miquel Lluch; otra Revoltosa (1963), por José
Díaz Morales; nueva versión de La verbena de la Paloma (1963), por José Luis Sáez
de Heredia...
Siguieron a esas versiones una serie de zarzuelas conocidas, producida para la
Televisión Española por Juan de Orduña: Bohemios, La canción del olvido, las
golondrinas, El huésped de El Sevillano, Maruxa, La Revoltosa, El caserío, todas
ellas realizadas entre los años 1968 y 1970, que no consiguieron para el declive del
género. En 1975, Fernando Fernán Gómez lleva a la pantalla una parodia de
zarzuela, ¡Bruja, más que bruja!, con guión propio y música de Carmelo Bernaola. En
1985, se rueda La Corte de Faraón, que incluye números musicales de la zarzuela del
mismo nombre, por José Luis García Álvarez, siendo ésta la última película que se
puede considerar afín al género.
M. Encarnació Soler
Soler, M.E, La sarsuela en el cinema com a imatge del quotidià. Tesis doctoral.
Universitat de Barcelona, 2005.
7

Documentos relacionados