BLOODY SUNDAY de Paul Greengrass
Transcripción
BLOODY SUNDAY de Paul Greengrass
BLOODY SUNDAY de Paul Greengrass (Regne Unit – Irlanda, 2002) Toda reconstrucción cinematográfica de un hecho histórico comporta una reinterpretación de ese mismo hecho. Bloody Sunday, prolija recreación del tristemente célebre Domingo Sangriento de Derry, en Irlanda del Norte, no es ninguna excepción a este respecto. La película describe las circunstancias que se conjugaron en ese día fatal de invierno de 1972 en el que una manifestación pacífica en pro de los derechos civiles se saldó con trece muertos y catorce heridos a manos del Ejército inglés. Pero es evidente que Paul Greengrass, su director, mira hacia atrás con ira, no puede permanecer indiferente ante la revisión de un pasado que le afecta y cuyas heridas parecen todavía bastante lejos de cicatrizar. Sin embargo, esta actitud de fondo del cineasta, de una subjetividad a todas luces legítima, se advierte perfectamente compatible con el matiz, con una restitución un tanto caleidoscópica de la realidad que otorga la voz y la palabra a todas las partes implicadas y posibilita que el filme se aleje del maniqueísmo. Periodista, escritor, cineasta, realizador televisivo y productor de documentales, Greengrass vuelca todo este bagaje profesional en el seno de su película, y lo hace con la suficiente habilidad como para lograr algo aparentemente contradictorio: integrar en un todo armónico una unidad de estilo y un dispositivo narrativo que avance por debajo de las apariencias y que aglutine la urgencia testimonial con un incipiente tono melodramático. A fin de plasmar tal propósito Greengrass se aferra, de entrada, a los modos y maneras de ese cine que se reclama fronterizo entre el documental y la ficción y que lleva camino de convertirse en una suerte de subgénero: cámara al hombro, fotografía casi monocromática y nada esteticista, encuadres vacilantes, montaje sincopado... La ausencia de música que intensifique artificialmente la dramatización de las situaciones se inscribe en esta misma línea de austeridad, de búsqueda de eso que podríamos denominar como el “efecto de realidad”. En una aparente demostración de equidad que no es sino una prueba de la sagacidad de su dispositivo, el filme otorga idéntico tratamiento visual a sus diferentes espacios y personajes, ya se trate de los manifestantes, de los miembros del Ejército o del centro de mando en el que se deciden las acciones represivas. Instalado este “efecto de realidad” como decorado permanente de cualquier movimiento, en donde verdaderamente se dilucida la naturaleza última del filme es en su utilización del montaje. Bloody Sunday juega de principio a fin con un montaje alterno que compagina la ilustración de las peripecias de los manifestantes con el seguimiento de las llamadas fuerzas del orden en sus tareas de estudio estratégico y de despliegue logístico. El conflicto se plantea, pues, en su más cristalina esencia: dos mundos, dos polos opuestos que se mueven por separado pero que están destinados a chocar entre sí. Greengrass recurre al uso más canónico del montaje alterno: una aceleración progresiva, una disminución paulatina del tiempo destinado a cada secuencia a medida que la hora de la verdad se aproxima. Y la pretensión de esta táctica narrativa no es otra que la de llevar a término, bajo el disfraz del documento, un ejercicio de puro suspense cinematográfico. Conforme crece esta intensidad dramática y se incrementa la velocidad con que se suceden los planos, el espectador se ve cada vez más involucrado en la acción, más vinculado a los mecanismos de identificación tradicionales, quedando sumergido en el corazón de la batalla. Muy sintomáticas son esas imágenes casi subjetivas que hacen del espectador testigo privilegiado de la violencia, como si, inmerso en aquel infierno, suplantara a un reportero televisivo. Porque ahí, en primera línea de juego, la perspectiva se resquebraja, el ojo distingue a la víctima y la película expone al fin su verdadero aliento reivindicativo. Más que a un cine mestizo, híbrido de documental y ficción, Bloody Sunday pertenece a esa raza de filmes que, partiendo de raíces temáticas tan antiguas como la humanidad, se centra en el retrato solapadamente elegíaco de un drama a la vez colectivo e íntimo –no es casual el énfasis en algunos personajes concretos, convertidos en protagonistas más o menos oblicuos de la narración-. Sólo que, por esta vez, dicho retrato se representa elaborado a través de las formas usuales en cierto cine contemporáneo que persigue el compromiso con lo real. Unas formas, por cierto, seguramente necesarias si no se quiere caer en la tentación de embellecer la desgracia, si de veras se aspira a anteponer la credibilidad a la complacencia. De esta manera, aunando la voluntad de identificación y de rescate de la memoria con un envoltorio parco en retórica, sí es posible asistir a la superación de aquello que se dio en llamar tradicionalmente “cine político”, aquel cine discursivo, explícito y demostrativo del que Costa-Gavras, Elio Petri o Francesco Rosi fueron fervientes cultivadores* y con el que cimentaron casi todo su prestigio. Basta fijarse, en cambio, en esos abundantes fundidos en negro con que se clausura buena parte de las secuencias de Bloody Sunday para darse cuenta de la mayor efectividad de una estética de la desnudez, sobria y, al fin, naturalista. Con dichos fundidos, Paul Greengrass no denuncia exactamente aquello que registra la cámara, sino que, sobre todo, se denuncia a sí mismo en tanto que manipulador de imágenes, se autodelata como cineasta que interrumpe el flujo de sus planos arbitrariamente, cuando lo juzga oportuno, cuando cree que ya ha mostrado lo suficiente, que ya ha apuntado el detalle significativo. La reconstrucción histórica se configura entonces como eso, como “re-construcción”, como concatenación de fragmentos de verdad extraídos, aunque pueda parecer paradójico, de la mente de la ficción. Como reinterpretación, en suma. *En aquest context cal remarcar que Paul Greengrass ha manifestat explícitament la seva admiració per La batalla d’Alger (1966), de Gillo Pontecorvo, si bé ha especificat que “mentre que aquella és la història d’una victoria de l’idealisme, la nostra [Bloody Sunday] és la història d’una derrota”. (N. de C.C.S.). “Sumergidos en el corazón del conflicto”, Enric Alberich La Vanguardia - Culturas, 19-9-03 FITXA TÈCNICA Direcció i guió Productor Productors executius Coproductors Fotografia Direcció artística Muntatge Música So Direcció de càsting Vestuari Maquillatge Paul Greengrass Mark Redhead Pippa Cross, Arthur Lappin, Jim Sheridan, Paul Trijbits, Tristan Whalley, Rod Stoneman Don Mullan, Paul Myler Ivan Strasburg John Paul Kelly Clare Douglas Dominic Muldoon Albert Bailey, Pat Boxshall, Jennie Evans, Danny Longhurst John i Ros Hubbard Dinah Collin Morna Ferguson FITXA ARTÍSTICA Ivan Cooper General de divisió Ford General de brigada Comissari de policia Frances Kathy Gerry Donaghy Soldat 027 James Nesbitt Tim Piggot-Smith Mac Lellan Nicholas Farrell Gerard McSorley Kiera Clarke Declan Duddy Mike Edwards Ós d’Or a la Millor Pel·lícula del FESTIVAL DE BERLÍN, 2002 Premi a la Millor Pel·lícula del FESTIVAL DE SUNDANCE, 2002