Volumen 1, 2013, ISSN (en trámite) - Euro

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Volumen 1, 2013, ISSN (en trámite) - Euro
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
1
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres, volumen 1, 2013
Web: nevada.ual.es:81/raudem
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Presentación
Raudem, Revista de la Asociación Universitaria de Estudios de las Mujeres, es
una publicación científica que se edita en formato digital con periodicidad anual. Se
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Índice
RAUDEM
REVISTA DE ESTUDIOS DE LAS MUJERES
ISSN: 2340-9630
VOL. 1, 2013
ÍNDICE
ARTÍCULOS
NOTES ABOUT THE WIVES OF CHRIST (SPONSAE CHRISTI) AND THE MARRIED
WOMEN IN DE HABITU VIRGINUM OF CYPRIAN OF CARTHAGE
Rosa Mentxaka
8-30
LA
REPRESENTACIÓN
DEL
PODER
EN
LAS
COMUNIDADES
PROTOHISTÓRICAS DEL NOROESTE PENINSULAR. EXCELENCIA MASCULINA
Y COTIDIANIDAD FEMENINA
Mónica González Santana
31-49
ANÁLISIS HISTÓRICO DE LA SITUACIÓN DE LAS ENFERMERAS Y MATRONAS
EN ESPAÑA. UNA PERSPECTIVA GLOBAL
Carmen González Canalejo
50-65
LA RECEPCIÓN DEL POSITIVISMO Y DEL EVOLUCIONISMO EN ESPAÑA Y “EL
PROBLEMA DE LA MUJER”
María José Tacoronte Domínguez
EL LIDERAZGO
EXPLICACIÓN
POLÍTICO
66-85
FEMENINO:
LA
DIFICULTAD
DE
Paloma Román Marugán y Jaime Ferri Durá
UNA
86-109
MIEDOS MASCULINOS Y MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA
José Martín Amenabar Beitia
110-130
LOS MENTORES EN EL DESARROLLO PROFESIONAL DE LAS MUJERES.
ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO
Ramona Ortega-Liston, Mª Esther Morales Fajardo y Cecilia Cadena Inostroza
131-152
AMERICAN WOMEN AND LEISURE IN THE 1920S
Isabel María García Conesa y Antonio Daniel Juan Rubio
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153-166
5
Índice
DESARROLLO DE LAS DETECTIVES EN LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA
Socorro Suárez Lafuente
167-182
“WOMEN RELINQUISH ALL PERSONAL RIGHTS IN FRONT OF A MAN”:
ANALYZING SEXUAL VIOLENCE IN NTOZAKE SHANGE’S FOR COLORED GIRLS
Maika Aira Gallardo
183-200
“GOOD EVENING TO YOU, LADY OF THE HOUSE”: CONSIDERACIONES SOBRE
EL PRINCIPIO DE CORTESÍA EN EL TEATRO DE J. M. SYNGE
Encarnación Hidalgo Tenorio
201-236
“THE TIES THAT BIND US TO EACH OTHER”: MASCULINITY IN SARAH
HARRIET BURNEY’S OEUVRE
Carmen María Fernández Rodríguez
237-257
HOMENAJE A DORIS LESSING
DORIS LESSING’S THE GRASS IS SINGING: AN APOLOGY OF THE RHODHESIAN
SOCIETY AS A POSTCOLONIAL PSYCHO-SOCIAL DRAMA
Juan José Varela Tembra
258-269
ENTRE RETICENCIA E INSISTENCIA: LA REVOLUCIÓN SEXUAL INACABADA
DE DORIS LESSING EN THE GOLDEN NOTEBOOK
Francisco José Cortés Vieco
270-291
ENTREVISTAS
ENTREVISTA A LUCÍA MARTÍNEZ ODRIOZOLA,
ASOCIACIÓN VASCA DE PERIODISTAS
PRESIDENTA DE LA
Diana Rivero Santamarina
292-304
LITERATURA ESCRITA POR MUJERES
POESÍA
SIX POEMS BY MARY O’DONNELL: “DUBLIN, “AN IRISH LEXICON”, “CELTS”,
“MÁTHAIR MO CHROÍ”, “MISE LE MEAS” AND “REBUKE TO IDEOLOGICAL
FEMINISTS”
Mary O‟Donnell
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
305-314
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Índice
RELATO CORTO
DETRÁS DE SU MIRADA, UN MUNDO
María Teresa Arias Bautista
315-318
LA RIBELLE DEL BALATON
Adriana Assini
319-333
ENSAYO
TUNISIAN WOMEN, AT THE VANGUARD OF RESISTANCE
Cécile Oumhani
334-341
RESEÑAS
RESEÑA: DISCURSO DE GÉNERO Y DIDÁCTICA. RELATO DE UNA INQUIETUD.
FÉLIX SAN VICENTE Y Mª LUISA CALERO VAQUERA
Carmen F. Blanco Valdés
342-347
RESEÑA: VIRGINA WOOLF Y EL HELENISMO, 1897-1925. LUCÍA P. ROMERO
MARISCAL
Pedro Jesús Molina Muñoz
348-350
RESEÑA: POSTOCONIAL ECOLOGIES. LITERATURES OF THE ENVIRONMENT.
ELIZABETH DELOUGHREY AND GEORGE B. HANDLEY
Bibian Pérez Ruiz
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
351-355
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Rosa Mentxaka
Notes about the Wives of Christ 8-30
NOTES ABOUT THE WIVES OF CHRIST (SPONSAE
CHRISTI) AND THE MARRIED WOMEN IN DE HABITU
VIRGINUM OF CYPRIAN OF CARTHAGE1
Rosa Mentxaka2
Abstract: Following a brief introduction, this paper will then focus on Cyprian‟s comments
regarding the behaviour of Virgins in De Habitu Virginum. Cyprian of Carthage argues with the
adulterium, a category of Roman criminal law which was particularly important in
contemporary society, in order to justify the requirement for Virgins to adopt a way of life and
behaviour that would be described today as “well-behaved and discreet”. Although fully aware
that married women had a different way of life to sponsae Christi, he was inclined to impose the
same rules on allChristian Women.
Key words: Cyprian of Carthage, the Dress of Virgins, sponsae Christi, adulterium, Virgins,
Christian women.
Título en español: Nota mínima sobre las esposas de Cristo (Sponsae Christi) y las mujeres
casadas en el De habitu virginum de Cipriano de Cartago
Resumen: El trabajo, tras una primera parte introductoria, se centra en el comentario de algunos
párrafos dedicados al comportamiento de las vírgenes. Cipriano no pudo resistir la tentación de
argumentar con una categoría jurídica penal romana, particularmente grave en la sociedad laica
de la época, el adulterium, para justificar la necesidad de que las vírgenes adoptaran una forma
de vivir, de estar en sociedad, que podríamos calificar de recatada y discreta; tampoco dudó en
extender estas pautas a todas las mujeres cristianas, si bien fue plenamente consciente de que las
mujeres casadas desarrollaron formas de vida distintas de las vírgenes.
Palabras clave: Cipriano de Cartago, De habitu virginum, sponsae Christi, adulterium,
vírgenes, mujeres cristianas.
1
Date of reception: 02/09/2013
Date of acceptance: 17/11/2013
These pages should be inserted in the project of research I + D: DER 2010-18019 /JURI as well as in the
activity carried out by the Research Group of the EHU13/06: Cristianismo y Derecho Romano and I
would like to dedicate to Prof. Dr. Olga Tellegen.
2
Professor of Roman Law, Departamento de Derecho Romano y Eclesiástico, Universidad del País
Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, Spain;  [email protected].
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
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Rosa Mentxaka
Notes about the Wives of Christ 8-30
1. Introduction
The interest of this article resides in expounding on various references that we
find in a work of Cyprian of Carthage dedicated to the outer clothing of the virgins and
the behavior expected of them (De habitu virginum) and about the marriage of the wives
of Christ. As we will have the opportunity to appreciate in the fifth section of the paper
(the previous four are introductory and will be devoted to conceptualization of the topic,
discussion of the author, his work and virginity in early Christianity), Cyprian has no
theoretical problem in differentiating enforceable behaviors in society for Christian
women, depending on whether they are virgins or whether they are wives of mortal
men; he advocates the same guidelines for living for all because, ultimately, the work
formally addressed to the virgins reflects his vision for the behavior required of all
Christian women in society.
The Carthaginian Bishop, as a superb rhetor, demonstrates a great command of
language and in these pages I will try to analyze: a. first, the technique of argument used
in the construction of his speech in order to “persuade” and convince the virgins to
follow his prescribed patterns of life; b. second, the lexicon used for this, in which we
find a particularly severe roman criminal legal category from the secular society of the
time: the adulterium. The father of the Church cannot resist the temptation to use such a
crime to refer to the virgins who develop a style of life that, according to him, is
reprehensible and incompatible with their status and therefore to substantiate the need to
change it and introduce a pattern of behavior which we could describe as demure,
humble and discreet.
2. Virginity in early Christianity3
In Schollgen‟s (2001: 547 ss.) opinion, since its origins, Christianity embraced
the demand of virginity4 linked to the prohibition of sexual relations outside marriage,
3
I have discussed the subject in detail in Mentxaka 2010: 27 ss. and in Mentxaka 2013: 75-80.
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
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Rosa Mentxaka
Notes about the Wives of Christ 8-30
because in some writings of the New Testament5, valuation of sexual abstinence for
both sexes was already present6. However, in the first two centuries there are no great
testimonies of people who proclaim themselves celibates7; the reason for this, it is said,
is that the primitive Christian communities were constituted by people who, having
converted to Christianity, were usually already married or had had sexual relations; thus
resulting, in practice, in a greatly restricted number of celibates.
Without claiming to be exhaustive in the exposure of the specific positions of the
various Christian Fathers (vid. Mentxaka 2010: 39 ss.), who basically advocated the
abstinence of sexual intercourse8, I will refer briefly to the approach another African
Church Father had on this issue, Tertullian (ca. 160 – ca. 225)
9
who, as it is known,
developed his pastoral activity in the same city as our Bishop and constituted a clear
point of reference for him.
Tertullian is thought to be the first author who, in the work devoted to the veil of
the virgins10, expressly proposed that women could be incorporated in a state of
virginity11. However, according to experts12 and despite the role played in his writings,
4
On the meaning that the term virginity had for both men and women in early Christianity, how it evolved
and the consequences of its practice see Brown 1985: 427 ss.; also of great interest the synthesis of
Castelli 1986: 373 ss.
5
See Martínez 1913: 19-38; Vizmanos 1949 = reedition 2009: 12 ss.; Giesen 1996: 1097; Guillén 2000:
321, and Ramis 1990: 18 ss., where he exposes the virgins and widows‟ references in the New Testament.
6
Note that Paul professes celibacy and therefore, he invites all people to live this kind of life in the first
letter to the Corinthians: 7, 7-9; traditionally their words have been considered as a recommendation of
Paul to stay chaste as it constitutes a state superior to marriage; on this and other Pauline passages
referring to virginity, see, for example, Dauvillier 1970: 353-354; McNamara1976: 151; Brown 1993: 75
ss.; MacDonad 1996: 127 ss.; Ramis 1990: 19 ss.; and Vizmanos 1949 = reedition 2009: 32 ss.
7
See, for example, Brown 1993: 104 ss.; Schöllgen 201: 548 ss. and Dauvillier 1970: 355-357 which
alludes to the existence of virgins dedicated to the affairs of the Lord from Early Apostolic times without
specifying details.
8
In this regard, see, for example, Radford Ruether 1974: 165 ss.
9
About his life, see for example the references I give in 2010: 47 n. 130.
10
About De Virginibus velandis, see the cited bibliography in Mentxaka 2010: 48 n. 131.
11
De Virg. Vel. 9, 1, ss.; see for example: Martínez 1913: 73-90 and Ramos Lissón 2009: 147 according to
whom, the African Father emphasizes the value of perfect chastity in various works: a. - in Apol. 9, 19,
where he argues the superior status of Christians with regard to the corrupt pagan society; b. - in Exh.
Cast. I, 45, that, along the lines of what was done in the Apostolic Tradition (10, 12) to establish the
hierarchy of states of life, placed the virgins first, then widows and finally married people and c. - in De
Virg. Vel. 1, 2-3, where he emphasizes the greater merit of the celibacy of men compared to women.
12
See sources and bibliography in Schöllgen 2001: 554.
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
10
Rosa Mentxaka
Notes about the Wives of Christ 8-30
a theology evolved of virginity is still not encountered, although some of its elements
had already begun to appear; it is remarkable, by the reference that we will find in our
text, that Tertullian was the first Christian writer who used the metaphor of marriage as
an element of union between the virgins and Christ; he considered that the virgin was
united in marriage with Christ and therefore spoke of her as sponsa Christi13.
With this precedent, it should not surprise us that, in the light of the remarkable
growth and extension of virginity in the Christian society of his time, Cyprian of
Carthage was, particularly in his work De habitu virginum, the first who treated virgins
as a separate category within the Christian Church14. It is probably necessary to relate
the voluntary renunciation of marriage to the parusia 15; the hope for the second coming
of Christ and the imminent end of the world that explained the justification for
foregoing procreation and giving extension to continence in the bosom of Christianity.
As related to women, in the middle of the 3rd century A. D., it seems that the decision to
remain a virgin was not accompanied by a public act of consecration or public
demonstration of the vote of chastity16; in Ramis‟ opinion (1990: 23 ss., in special page
29)” we will have to wait to the last years of the fourth century to have news of a
“consecration of virgins” and of the institutionalization of the ordo viginum17.
13
About this expression as used by the Fathers see, for example, García Villoslada 1978: 617; Testard
1981: 181-183; and Vizmanos 1949 = reedition 2009: 151 ss.
14
See Brown 1993: 269 ss. On the other hand, Keenan (1958: 25-26) supports only as probable that this is
one of the first treatises of this nature found in Christian literature.
15
McNamara (1979: 584) highlights the impact that the idea of the parusia had in primitive Christianity;
Tibiletti (1979: 432 ss.) exposes this aspect in regards to Cyprian; for both Tertullian and Cyprian, the
rule of continence is not something personal but collective; both Fathers invite mankind to adapt its
behavior to the coming of Christ, as being virgins in this life, have already been advanced towards
theglory of the resurrection; according to Tibiletti, the teaching of Cyprian is not the result of a doctrinal
basis but of his own experience. In Spanish literature it is necessary to mention Pedregal Rodríguez 2007:
420-421 and Viciano 2006: 572.
16
In this sense: Keenan 1958: 27. On the evolution of the vote see Vizmanos 1949 = reedition 2009: 142147.
17
In the opinion of some specialists, in the 4th century, in the triumphant Christian Church, there were
families in which virginity was valued in particular; this facilitated considerably the process of its
institutionalization, as we have seen, of the first steps that had been taken in previous centuries. At this
historic moment, we find the virgins‟ group (ordo virginum) within the Church regulated with criteria for
acceptance and rules of behavior in accordance with the religious provisions and still with very varied
forms of life: from life secluded in the monastery to the secular life in the family home. In this regard, for
example, see Krawiec 2002: 121 ss. with the corresponding notes on pages 223 ss.; Castelli 1986: 78 ss.;
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Rosa Mentxaka
Notes about the Wives of Christ 8-30
3. The work: De habitu virginum (On the dress of the virgins)
The literary activity of Cyprian of Carthage18, according to Quasten (2001:
639)19, was provoked by particular circumstances and responded to practical purposes20;
his treatises and letters were widely distributed and were much appreciated in the
churches of the West21; the first to bring these works together was his deacon
biographer Pontio, who has allowed us to preserve his work almost in full22. His
writings are usually classified into three sections: a. treaties; b. collections of letters and
c. the Appendix containing the Apocrypha. Amongst the treaties is a subgroup that refers
and Vizmanos 1949 = reedition 2009: 469 ss.; Clarke (1987: 19, 115 ss.) exposes the enthusiasm for
asceticism within Christianity during the 4th and the beginning of the 5th centuries; the women who
joined this movement were usually aristocrats willing to renounce the wealth and social respect attached
to their origins. Page 29 1994 = reprint 2004: 25 ss., analyzes the development of ascetic ideas in Asia
Minor and Egypt, in Christian society as the Fathers of the Church formed a certain theology in this
regard, particularly from the 4th century. Cameron (1991: 171-180) develops this topic in Christian
literature of the 4th century.
18
Cyprian was born, probably in Carthage, around the year 205 in a fairly affluent family that gave him,
in accordance with his status, a good education for his time: studies in literature and rhetoric. Before
converting to Christianity we find him in his hometown as a reputed rhetor, and from the hand of the
priest Cecilian (apparently in the year 246) joined the community of Carthage. With some opposition he
was elected successor to Bishop Donatus sometime in 248 or 249. Shortly after his election took place the
persecution of Decius (249-251) led him to be absent from his headquarters and to return only at the end
of the same; back in Carthage he was quiet until, owing to the Edict issued in August of the 257 by
Valerian, was exiled. When he learned of the possible measures to be taken by Valerian and Gallienus, on
the occasion of the second Edict of persecution, he returned to Carthage, where he was arrested and died
after conviction on 14 September 258. A major bibliography on his person, his work and their
transmission, as well as its meaning and influence can be found in Mentxaka 2010: 15-22 and Johnson
2009: 145-148.
19
Also Dell‟Osso (2006: 19) emphasizes that his work is not the reflection of a scholastic or a theologian
but the action of a believer, bishop and pastor of souls.
20
Fernández Ubiña (1981: 220) also stresses that the Bishop devoted all his attention to the internal
organization of communities, trying to solve the problems posed by schisms and heresies and thus
contributed to the development of a hierarchical regulatory scaffolding that came to support for the
Church as a quasi-state organization within the State.
21
In this sense: Campos 1964: 35.
22
Campos (1964: 35) thinks that some letters have been lost, as well as some sermons and a stenographic
dictionary that became known in the Renaissance. According to a persistent tradition, the Bishop of
Carthage re-stated the tironians notes, completing and adapting them for use by Christians.
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Rosa Mentxaka
Notes about the Wives of Christ 8-30
to disciplinary writings which include the work I am going to mention and briefly
comment on in the following paragraphs: De habitu virginum23.
We have before us a brief work24 in which, according to Schöllgen (2001: 555
followed by Viciano 2006: 573), Cyprian directed, first and foremost, to wealthy
women of the Carthaginian community who, despite having opted for virginity, were
not willing to change their lifestyle; clearly in this writing the Bishop tries to convince
them to change it because they do not demonstrate the appropriate patterns of life in
accordance with the status of Christian virgins25.
It is not the first time that a father of the Carthaginian Church had approached
the women of elevated economic standing. Tertullian had already earmarked some of
his writings for, e. g. De cultu feminarum or De virginibus velandis, this group (Guillén
2000: 321; Schöllgen 1984: 203-207 and Viciano 2006: 573-577) 26. It seems clear that
the Christian community of the African capital had a group of women who belonged to
higher social groups in a broad sense27 and could afford to include in their attire
expensive objects, refined jewelry, elegant clothes, pearls, etc. At the time of Cyprian,
in light of the claims that we find in parts of the work, it seems certain that these
affluent women continued to have a presence in the community and the Bishop, to
develop his pastoral work, aimed especially at them and tried to “persuade” them
23
Dell‟Osso 2006: 21-22; Gülzow – Wlosok 1997: 560-561; Quasten 2001: 643; and Vizmanos 1949 =
reedition 2009: 90.
24
Watson (1920-1921: 361) says that we are in front of a homily. Bernard Donna (1946: 399-407) speaks
about the influence that this work of Cyprian had on the work De Virginitate (addressed to the nuns at
Barking) of the British writer of the 7th century, Aldhelm.
25
In this sense: Stahlmann 1997: 199.
26
Viciano highlights the dependence of Cyprian on two treatises of Tertullian: De virginibus velandis and
De Cultu feminarum and of the Greco-Roman, Jewish, and Christian anthropology according to which the
woman was a lower human being, a fact that leads him to conclude to Tertullian that women should be
excluded from the functions of Church Government. Keenan (1958: 29) highlights the dependence of
Tertullian not only respect these two cited works but also of De pudicitia and De Exhortatione castitatis.
About this question: Bernard Donna (1946: 399 n. 1) cites the doctoral dissertation dedicated to this issue,
of sister Angela Elisabeth Keenan 1932: 10-27, that I have not read.
27
Watson (1920-1921: 365), based on the content of this work, argues that already before Constantine in
the Christian communities there could be people of great economic capacity. Along the same lines:
Schöllgen (1984: 175) accepts as quite probable that women from the Senatorial Order formed part of the
Carthaginian community; on page 205, it also states that there could be women belonging to the
Decurional Order and believed that, no doubt outside of these groups, women from higher social groups
existed in Carthage, in the broad sense.
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through the letter-sermon of the need to accept ecclesiastical discipline28, a form of
behavior, in which simplicity, humility, obedience and sexual abstinence constituted its
referential elements.
We do not know exactly when Cyprian wrote this work; the fact that there is no
mention of persecutions has led specialists to argue that it might have been produced in
the early period; therefore, usually it is put in relation to the Council of 249 and
therefore drafted before 25029, although at the time I pointed out an interpretive
alternative proposal to this, resulting from relating certain aspects of this work with the
fourth letter of Cyprian's correspondence, a letter which, in my opinion, is at the
earliest, mid-May of 25330.
4. The virgins as “wives” of Christ
The metaphor of the virgin as the wife of Christ played a very important role in
the construction of the theology of virginity. As we will have the opportunity to
appreciate, the Carthaginian Bishop at various points of his work (see Mentxaka 2010:
61 ss.), and in particular in this now discussed, qualifies the virgins as “wives” of
Christ. Yet, as I have already said31, this metaphor was not original of Cyprian, but
Tertullian, who was the first Christian writer to use it; according to him, the virgin was
united in marriage with Christ: was the sponsa Christi. However, curious in this regard,
if we accept what Gerlitz (1989: 116) says, is that this image was not a creation of
28
Highlighting the approach to this work as a result of the pastoral work of the Bishop, see Dunn 2005 a:
205, 208 and idem 2005 b: 295.
29
This work has usually been located at the beginning of the episcopate; see, for example, Deléani 2007:
96; Guillén 2000: 319; Gülzow - Wlosok 1997: 561; Viciano 2006: 571 ss. and Watson 1920-1921: 361
ss.
30
I (2010: 26, 71-77) interpret that if we put in relation De habitu virginum and the fourth letter of the
correspondence of Cyprian (that in my interpretative hypotheses could have written from mid-May of the
year 253 until the end of August of 257) its drafting probably could have been delayed. If on the contrary,
we believe that no such relationship exists, or if it does exist, this does not necessarily imply a
simultaneity in the drafting of both writings. It could be accepted that the writing could date from the
first part of his episcopate while the fourth letter could be from a later stage.
31
See note 13.
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Tertullian but was taken from the pagan world; in Roman society, the vestal virgin was
already considered, on the one hand, the incarnation of the goddess and, on the other,
the wife or woman of God.
In the development of the theology of virginity, the forms of the consecration of
virgins did nothing more than transpose the behavior characteristic of wives and apply
them to the relationship between the virgin and Christ, the parameters of behavior that
existed between husband and the wife in an earthly marriage. The sign signifying that
the virgin was the wife of Christ, according to Vizmanos (1949 = reedition 2009: 159161) and Ramis (1990: 194 ss.), was the veil which was imposed on the day of
consecration: velatio virginis was the same as velatio sponsae, although with another
significance.
5. Some references to the behavior required of the “wives” of Christ and, by
extension, of all married Christian women
As I have already said, with this booklet the Carthaginian Father seeks to
educate the Christian virgins whilst warning them of the precautions that should be
taken against the many temptations that will be found during their daily lives,
temptations he specifies for example: to flaunt goods32, to comb to draw attention33, to
32
Paragraph 7: Sed sunt aliquae divites et facultatum ubertate locupletes, quae opes suas praeferant et se
bonis suis uti debere contendant. …. . Ceterum, quaecumque terrena sunt in saeculo accepta et hic cum
saeculo remansura, tam contemni debent quam mundus ipse contemnitur, cuius pompis et deliciis iam
tunc renuntiavimus cum meliore transgressu ad Deum venimus…= “But there are some women who are
wealthy and rich in the abundance of their possessions, who display their riches and who argue that they
ought to use the blessings that are theirs…. But the things that are earthly, that have been acquired in the
world and will remain here with the world, should be despised just as the world itself is despised, whose
pomps and pleasures we already renounced at the time that we came to God by passing to a better way”
(translation of Keenan 1958: 37).
33
Paragraph 9: Ceterum, si tu te sumptuosius comas, et per publicum notabiliter incedas, oculos in te
iuventutis illicias, suspiria adolescentium post te trahas, concupiscendi libidinem nutrias, suspirandi
fomenta succendas, ut etsi ipsa non pereas, alios tamen perdas, et velut gladium te et venenum videntibus
praebeas, excusari non potes quasi mente casta sis et pudica. = “But if you adorn yourself too elaborately
and appear conspicuous in public, if you attract to yourself the eyes of the youth, draw alter you the sighs
of young men, foster the desire of concupiscence, enkindle the fire of hope, so that, without perhaps
losing your own soul, you neverthless ruin others and offer yourself a sword and poison, as it were to
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wear ostentatious clothes34, to adorn35, to paint the face and dye hair36, attending
weddings and banquets37; to go to the baths38, etc.; Cyprian informs such women that if
with discipline they shy away from such temptations39 and if they are faithful to their
only husband, Christ, they will receive glory as a reward.
those who behold you, you cannot be excuse don the ground that your mind is chaste and pure”
(translation of Keenan 1957: 39).
34
Paragraph 12: Ornamentorum ac vestium insignia et lenocinia formarum non nisi prostitutis et
impudicis feminis congruunt, …. = “Showy adornments and clothing and the allurements of beauty are
not becoming in any except prostitutes and shameless women…. ”; Paragrafo 13: Seticum et purpuram
indutae Christum induere non possunt… = “Having put on silk and purple, they cannot put on Christ…”
(translation of Keenan 1957: 41-42).
35
Paragraph 5: Continentia vero et pudicitia non in sola carnis integritate consistit, sed etiam in cultus et
ornatus honore pariter ac pudore, ut, secundum Apostolum quae innupta est sancta sit et corpore et
spiritu. = “But continent and chastity consist not alone in the purity of the body, but also in dignity as
well as in modesty of dress and adornment, so that, as the Apostle says, she who is unmarried may be
holy both in body and in spirit”. Paragraph 12: Fugiant castae virgins et pudciae incestarum cultus,
habitus impudicarum, lupanarium insignia, ornamentameretricum. = “Let chaste and modest virgins shun
the attire of the unchaste, the clothing of the immodest, the insignia of brothels, the adornments of
harlots” (translation of Keenan 1957: 35).
36
Paragraph 14: Illi (paccatores et apostatae angeli) et oculos circumducto nigrore fucare et genas
mendacio ruboris inficere et mutare adulterinis coloribus crinem et expugnare omnem oris et capitis
veritatem corruptelae suae impugnatione docuerunt. = “They also taught how to paint the eyes by
spreading a black substance around them, and to tinge the cheeks with a counterfeit blush, and to change
the hair by false colors, and to drive out all truth from the countenance and head by the assault of their
corruption” (translation of Keenan 1957: 43-44).
37
Paragraph 18: Quasdam non pudet nubentibus interesse, et in illa lascivientium libertate sermonum
colloquia incesta miscere, audire quod non licet dicere, observari et esse praesentes inter verba turpia et
temulenta convivia, quibus libidinum fomes accenditur, sponsa ad patientiam stupri, ad audaciam
sponsus animatur. Quis illi in nuptiis locus est cui animus ad nuptias non est, aut voluntaria illic et laeta
esse quae possunt ubi et studia et vota diversa sunt? = “Some are non ashamed to attend weddings and, in
the freedom of the wanton discourse there, to take part in the unchaste conversation, to hear what is
unbecoming, to say what is not allowed, to look on and to be present in the midst of disgraceful talk and
drunken feasts, by which the flame of passion is enkindled, and the bride is incited to tolerate and
thebridegroom to become emboldened in lust. What place is there at weddings for one who has no
thought of marriage, or what can be pleasant and enjoyable in those occasions wherein desires and
interests are so different?” (translation of Keenan 1957: 46-47).
38
Paragraph 19: Quid vero quae promiscuas balneas adeunt, quaeque oculis ad libidinem curiosis pudori
ac pudicitiae corpora dicata prostituunt?. . . . Sorditat lavatio, ista, non abluit, nec emundat membra, sed
maculat. = “But what is to be said of those who go to the common baths and who prostitute to eyes than
are devoted to lust bodies consecrated to chastity and modesty?. . . Such a bath sullies; it does not purify
and it does not cleanse the limbs, but stains them” (translation of Keenan 1957: 47). On the permanence
of this prohibition to go to the baths in the later Fathers who write for the virgins (for example Jerome),
see Radford Ruether 1974: 170 ss. as well as the careful study of Schöllgen 1995: 182-194, where he
informs us about the care provided by the Church Fathers to the fact on the basis of his analysis of the
Syrian Didascalia (work of the first half of the 3rd century written in Greek but which referred to his
subsequent Syrian translation). This same author (based on Bowen 1992: 125-147) points out that the
sources credited all kinds of women (and not only the prostitutes) were usually visit the mixed baths, fact
which was not well seen by some sectors of the Roman society who saw in it a decadent manifestation of
the culture of luxury.
39
Watson (1920-1921: 363, 366) believes that the sense of loss of reality that we find in the Cyprians‟
Work, the exaggerated behaviour of the virgins that he questions, should both frame on a lack of
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Through an analysis of such characteristics designed to convince virgins that
they must adopt certain behavior patterns, I want to highlight some express references
made to the institution of marriage without exposing all the differences between Roman
and Christian marriage. At no time in Cyprian‟s work does the Roman marriage become
an element of confrontation, debate or criticism, a fact that at first sight can surprise. In
fact, one might think that Cyprian could take the opportunity to defend Christian
marriage and criticize the secular conception of the matrimonial legislation of Augustus
(Lex Iulia de maritandis ordinibus and Lex Papia Poppaea), which refers to the
separation, divorce and subsequent marriages of divorced spouses who, as Roman
citizens, were required to have a number of children to avoid sanctions, the implications
of which were not only patrimonial (see Nörr 1977: 307-334; Ferrero Raditsa 1980: 278
ss. and Astolfi 2006: 191ss.), but in fact also a check on celibacy. However, if we
assume that Cyprian is not writing to adversus paganos but to a very specific group of
the faithful within his community, it seems natural only to speak about Christian
marriage, with references inserted applying as much to the behavior expected of earthly
married Christian women as to the virgins married to Christ. His writing aims to
“persuade” the Christian virgins and convince them to follow a pattern of life distinct
from married Christian women and pagan women. For this reason, I will give attention
both to what he tells them as well as how he argues to substantiate and justify his
message.
I begin the texts‟ exposure by reproducing some paragraphs referring to the
“wives” of Christ; after having defined virgins40 in the fifth paragraph, with the support
experience of Cyprian as Bishop (and this would play to consider that we are facing one of his first
works and therefore it still lacks sufficient pastoral experience) as on an artificial development of the
issue following a style already present in the rhetorical classics, such as for example in Seneca the Elder.
On the same line by setting in the treaties of the 4th century, Cameron (1991: 171-180), who exposed the
“discourse of virginity” in the bosom of Christianity in a chapter which, curiously, title as “the rhetoric of
paradox”. Clark (1995: 38 ss.) says that women who refused to look attractive made a drastic renunciation
of identity as women and it implied the renouncing a clear social identity determined by gender.
40
Paragraph 3: “Flos est ille eccesiastici germinis, decus atque ornamentum gratiae spiritalis, laeta
indoles, laudis et honoris opus integrum atque incorrumptum, Dei imago respondens ad sanctimoniam
Domini, illustrior portio gregis Christi”. = “they are the flower of the tree that is the Church, the beauty
and adornment of spiritual grace, the image of God reflecting the holiness of the Lord, the more
illustrious part of Christ‟s flock” (translation of Keenan 1958: 33). Bloch (1987: 23, note 43) stresses the
importance of the concept of virginity for the study of misogyny; instead, Guillén (2000: 324) focuses on
the theological key to this definition highlighting its charismatic and human aspects.
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of a quote from a letter of Paul to the Corinthians, the Carthaginian Bishop justifies the
requirement for a different behavior for a person that has remained celibate –who is
called upon to “please God” –over another who has married, aimed to please her
husband. Based on the authority of the Apostle, he speaks to the virgin in the following
manner:
Paragraph 5: . . . . Virgo non esse tantum sed et intellegi debet et credi. Nemo cum
virginem viderit, dubitet an virgo sit. Parem se integritas in omnibus praestet, nec
bonum mentis corporis cultus infamet. Quid ornata, quid compta procedit, quasi
maritum aut habeat aut quaerat?. Timeat potius placere, si virgo est, nec
periculum sui appetat quae ad meliora et divina se servat. Quae virum non habet,
cui placere se simulet, integre et pure non tantum corpore, sed etiam et
sipiritaliter perseveret. Neque enim fas et virginem ad speciem formae suae comi
aut de carne et de eius pulcritudine gloriari, cum nulla sit illi magis quam
adversus carnem colluctatio et vincendi corporis ac domandi obstinata certatio
(Campos 1964: 128). = A virgin should not only be a virgin, but she ought to be
known and considered as such. No one on seeing a virgin, should doubt whether
she is one. Let her innocence manifest itself equally in all things, and her dress
not dishonor the sanctity of her body. Why does she go forth in public adorned,
why with her hair dressed, as if she either had a husband or were seeking one?.
Let her rather fear to be attractive, if she is a virgin, and not desire her own ruin
who is keeping herself for higher and divine things. She who has not a husband
whom she may pretend to please should persevere in innocence and purity of
mind as well as of body. And in truth it is not right for a virgin to adorn herself to
set off her charms, nor to glory in her body and its beauty, since there is no
struggle greater for such maidens than that against the flesh, and no battle more
obstinate than that of conquering and subduing the body. (Translation of Keenan
1958: 35)
We see in the text differentiation between several situations in which women can
find themselves: the women seeking a husband, the earthly married and the virgins
married with God. With regard to these, the pattern of behavior is quite clear: the virgin
must shun ostentation and luxury; she should dress in such a way so you do not notice
her fine figure or the beauty of her body41, “as having or seeking husband”, words that
in a derogatory way seem to describe a pattern of behavior of women when they are
looking for a husband: to adorn herself, to set off her charms, etc.; in short, highlighting
her beauty to be attractive is not acceptable. According to him, the Christian virgins
41
Bloch (1987: 9 ss.) analyzes the misogynistic content of these statements embedded in a wider
exposure, which includes other types of sources of the 4th century and after not only in the Christian
literature (but omitting Cyprian) and highlights the meaning of hostility towards women and the horror of
the body.
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cannot follow these forms of conduct; they are not permitted to show off their figure,
and this, arguing to the contrary, one might assume is accepted when referring to
married Christian women seeking to please their husbands; however, this interpretation
is wrong because as we shall see, Cyprian also calls this into question in regard to
earthly married women.
And the idea that Christian virgins should be shy and modest and must reject
adornment is repeated not only in multiple places42, but Cyprian also extends the model
of virginal life to Christian women in general, as it can be seen in the text that follows:
Paragraph 8: Locupletem te dicis et divitem. Sed divitiis tuis Paulus occurrit, et ad
cultum atque ornatum tuum iusto fine moderandum sua voce praescribit: “Sint,
inquit, mulieres cum verecundia et pudicitia componentes se, non in tortis crinibus,
neque auro, neque margaritis, aut veste pretiosa, sed ut decet mulieres
promittentes castitatem per bonam conversationem” (1 Tim 2, 9-10). Item Petrus
ad haec eadem praecepta consentit et dicit: “Sit in muliere non exterior ornamenti
aut auri aut vestis cultus sed cultus cordis” (1 Pet. 3, 3-4). Quodsi illi mulieres
quoque admonent coercendas et ad ecclesiasticam disciplinam religiosa
observatione moderandas quae excusare cultus suos soleant per maritum, quanto
id magis observare virginem fas est, cui nulla ornatus sui competat venia, nec
derivari in alterum possit mendacium culpae, sed sola ipsa remaneat in crimine
(Campos 1964: 129). = You say that you are wealthy and rich. But Paul objects to
your wealth, and with his own voice gives directions for keeping your apparel and
adornments within right limits: “Let women, he says, array themselves with
modesty and sobriety, not with plaited hair, nor gold, nor pearls, nor costly attire,
but as it becometh women professing chastity in good conversation” (1 Tim. 2, 910). Peter also agrees with these same precepts and says: “let there be in woman
not the outward wearing of ornament or gold or the putting on of apparel, but the
ornamentation of the heart” (1 Pet. 3, 3-4). But if Paul advises that married women
also, who are accustomed to make their husbands the excuse for their costly attire,
should be restrained and kept within bounds by a scrupulous observance of church
discipline, how much greater is the obligation of a virgin to render such obedience,
who may claim no forbearance for her adornment, and who cannot attribute to
another the deception in her fault, but remains herself alone accountable.
(Translation of Keenan 1958: 38)
Again in this section Cyprian returns to take into account the distinction between
the behavior of married women and virgins. Once more he repeats the alleged argument
by Christian married women –who do not support the Carthaginian Father– that they are
justified ornaments for the purpose of pleasing their husbands. He, to rebut this
42
See notes 38 ss.
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argument and criticize this behavior that he does not consider compliant with Christian
discipline, responds with two quotes of Peter and Paul concerning Christian women in
abstract (without specifying if single, married, widowed or virgin) quotations which
condemned ornamentation, opulence, flaunting of beauty, and lack of modesty. The
consequence of this discourse, of employment of this argumentative deductive logic is
clear: If beforehand the Apostles had already condemned this way of life in society with
respect to Christian women, how could one not condemn it when practiced by such a
specific group of women as the virgins. By definition, they cannot claim the necessity
of pleasing their earthly husbands to justify the way they behave in society; they have to
please to Christ, and he dislikes ornamentation, lack of modesty and flamboyant attire.
In short, if all Christian women of rich heritage or at least sufficient wealth to allow the
use of precious objects in their attire, should follow the guidelines of the Apostles and
practice reasonable moderation in their dress and ornamentation, it is only logical that
such discipline should be expected from the virgins as well given that they also form a
part of this group43.
Similarly, with regard to the exemplary behavior said to be required by not only
by those committed by their vows but to all Christian women (virgins, widows, married,
single looking for husband) it must be mentioned:
Paragraph 15: Et quidem isto in loco pro timore quem nobis fides suggerit, pro
dilectione quam fraternitas exigit, non virgines tantum aut viudas, sed et nuptas
puto et omnes omnino feminas admonendas quod opus Dei et factura eius et
plastica adulterari nullo modo debeat adhibito flauo colore vel nigro pulvere vel
rubore aut quolibet denique liniamenta nativa corrumpente medicamine. …Ut enim
impudica circa homines et incesta fucis lenocinantibus non sis, corruptis
violatisque quae Dei sunt, peior adultera detineris. Quod ornari te putas, quod
putas comi, impugnatio est ista divini operis, praevaricatio est veritatis (Campos
1964: 134). = And indeed at this point in my address, because of the fear of God
which faith excites in me, and the affection which brotherhood demands, I think
that not only virgins and widows but married women also, and all women in
general should be warned that the work of God and His creature and image should
43
As it is well known, deduction is a form of argument consistent to move from a general framework - in
the case of all Christian women - one individual group- the virgins- in such a way that for Cyprian applies
this overwhelming logic to condemn the virgins and subsume them within the group that has previously
received the general condemnation. In respect of this way of argumentation by the Roman jurists see, for
example, de Churruca - Mentxaka: 2007: 174, and Horak 1969: 77 ss.
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in no way be falsified by employing yellow coloring or black powder or rouge, or
finally, any cosmetic at all that spoils the natural features . . . Although you may
not be immodest toward men and unchaste through your alluring cosmetics, in
corrupting and dishonoring the things that are God‟s you are counted a worse
adulteress! As for your thinking that you are adorned, that you are beautifully
dressed, this is an assault upon the divine work, a violation of the truth.
(Translation of Keenan 1958: 44)
In my opinion, this extract clearly demonstrates Cyprian‟s draconian and punitive
attitude to Christian women who decide to transgress the moral code that he advocates.
Whilst Cyprian acknowledges the view point of the common Christian or lay man;
namely that jewelry does not lead women into sin yet, he argues that when women
abuse ornamentation, they subvert God‟s divine work and commit the worst form of
adultery. This is because any manipulation of the Lord‟s natural creation is considered
fundamentally corrupt by Cyprian44. The mere act of painting, decorating and sprucing
is to deface the work of God, it is for him an act which makes the author not only into
an adulteress but, into the worst kind of adulteress. Obviously, with such a strong
statement, Cyprian is making an extremely negative assessment of the Christian woman
who chooses to adorn herself, which does not condescend but is relentless in calling her
for her use of cosmetics45 not only impudica46 and incesta47 but adultera (peior adultera
detineris). It is clear that any woman of the time would understand the message
perfectly given that Cyprian delivers it in such a pejorative manner. Equally in his
manner of describing and presenting his views of society so negatively, Cyprian casts
upon them a burden so heavy that few would dare to try to cope with it; if the woman
dares to adorn herself, she will be considered and evaluated by the authorities of their
religious creed, playing with the polysemy of the term adulterare, as the worst possible
44
As it is well known, adulterare in addition to being a technical term used to refer to commit adultery,
also has the sense of to corrupt, debase or pervert, to mix, to falsify, etc.; on these meanings see for
example: Oxford Latin Dictionary 1982: 59. It examines the presence of this idea already in Tertullian
and what this means as well as their subsequent settlement in medieval literature (Bloch 1987: 12-13).
45
Keep in account that uses lenocinor to refer to this. On the senses of the term, see Oxford Latin
Dictionary 1982: 1016.
46
On the senses of the term as immoral, having no sense of shame, etc., see for example: Oxford Latin
Dictionary 1982: 853.
47
With the meanings of: impure, unrighteous, guilty of incest, etc. vid. for example: Oxford Latin
Dictionary 1982: 865.
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adulteress48. Therefore, if Christian women and virgins want to be consistent with the
doctrine established by their religion, they must renounce any kind of ornament, they
must reject care of the body; in the event this is not done, Cyprian ensures that she will
be blamed, denigrated and, consequently, condemned.
Yet, this idea of considering as adulterous the virgins who do not act in
accordance with the discipline but are adorned and therefore corrupt is not a statement
that we find by chance in this paragraph. Indeed, it gives the impression that Cyprian
has a very clear idea that he repeats in another place in which, always with the same
dismissive and pejorative rhetorical style, reiterates that these behaviors are
reprehensible, and considers transforming them into widows before they are married
and as adulteresses, not in respect to their husbands, but to Christ.
Paragraph 20: Sic ergo frequenter Ecclesia virgines suas plangit, sic ad infames
earum ac detestabiles fabulas ingemiscit, sic flos virginum exstinguitur, honor
continentiae ac pudor caeditur, gloria omnis ac dignitas profanatur¡. Sic se
expugnator inimicus per artes suas inserit; sic insidiis per se occulta fallentibus
diabolus obrepit, sic, dum ordinari cultius, dum liberius evagari virgines volunt,
esse virgines desinunt, furtituo dedecore corruptae, viduae antequeam nuptae, non
mariti sed Christi adulterae… (Campos 1964: 137-138)
Thus, we see how the Church frequently bewails her virgins; hence, she groans
over the notorious and detestable gossip about them; hence the flower of virginity
is destroyed, the honor and modesty of continence are killed, all glory and dignity
are profaned. Hence the conquering enemy insinuates himself by his wiles; hence
by snares that deceive through secret ways the devil creeps in; hence virgins in
desiring to be adorned more elegantly, to go about more freely, cease to be virgins,
being corrupted by a hidden shame, widows before they are brides, adulteresses not
to a husband but to Christ. (Translation of Keenan 1958: 48)
Curiously, on both occasions the Carthaginian Bishop does not use the term
adulteress to describe in a technical sense a criminal act that deserves punishment, for
example in the fourth letter, in which the cohabitation of a virgin with a deacon is
considered as such, which to some extent was legal in accordance with Roman law if we
accept the fiction established by Cyprian that the virgin was not a maiden49 but was a
48
Radford Ruether (1974: 163) notes that in the Church Fathers basically have three images of women:
woman as whore, woman as wife and woman as virgin.
49
It must be borne in mind that the relationship with a virgin is expressly qualified in legal sources as
stuprum and not adultery: Dig. 48, 5, 6, 1 (Papin. Adult. 1): . . . Lex stuprum et adultuerium promiscue. . .
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woman married with Christ, and, consequently, to join with a male she was committing
adultery with respect to her husband who was Christ.
In the two paragraphs above, it seems obvious that the terms adultera-adulterare
are not used with the legal meaning that typifies criminally prosecutable behavior under
Roman law but he uses it to describe what he considers unworthy, outside the
established discipline and moral practice expected a modest woman; such behavior
takes place if the virgin is adorned, if she goes about freely, in short if she practices a
form of lifestyle far removed from the guidelines requiring Christian discipline, even if
she by no means has relations with men, according to Cyprian's view she becomes a
woman impudica and incesta and deserves at least, at minimum to be considered an
adulteress50. In my opinion, the Carthaginian father makes fully conscious use of these
terms loaded with meaning and legally linked to sexual behavior subject to prosecution
in Roman society (impudica, incesta, lenocinor, adultera) to justify them, based on the
need to condemn the behavior of the virgins; however this condemnation could be
described as religious and moral because as we will see in the next paragraph is not
fully developed into a specific sanction, although it is aimed at expulsion from the ordo.
The African Father is probably aware of the difficulty of imposing this coy,
austere, humble and moderate behavior on all Christian women and, perhaps for this
reason, does not dare to take the step of condemning all Christians women to continue
practicing it; therefore, in another paragraph of the letter, he redirects his claims and
apellat; sed proprie adulterium in nupta committitur; …stuprum vero in virginem viuduamve committitur
= “The law refers to stuprum and adultery indiscriminately…. . but properly speaking adultery is
committed with a married woman, …. . stuprum however, is committed against a virgin or a widow”
(translation of Watson 1985: 805). See, for example, Pfaff 1931: 423-424; Molè 1971: 582-586;
Rizzelli1997: 171 ss.; Botta 2004; and Puliatti 2007: 4498-4519.
50
To appreciate the condemnation that has been given this institution it is interesting to see the example
included in Cyprian, Epist., 55, 26, 1 describing punishable conduct accompanying Novatian, which (as it
is well known Cyprian had a serious confrontation with him on the readmission within the Church of
apostates (lapsi) fallen as a result of non-compliance with the Edict of the Emperor Decius (249-250?) )
for Cyprian‟s view it was excessively rigorist, says: “let him separate defrauders and adulterers from his
side and from his company since the case of an adulterer is much more serious and much worse than that
of the one who has received a certificate since the latter sinned under duress; the former, of his free will;
the latter, thinking that it was enough for him that he did not sacrifice, has been deceived by error; the
former, the destroyer of the marriage of another or the one, having entered a house of ill repute in the
sewer and muddy whirlpool, has violated wit base impurities a body sanctified and a temple of God, […]”
(translation of Bernard Donna 1964: 151).
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
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Rosa Mentxaka
Notes about the Wives of Christ 8-30
acknowledges that he is addressing the virgins for which he already directs a sanction
and abandons to their fate the married women that adorn themselves with a desire to
please their spouses. This text reads as follows:
Paragraph 17: Non metuis, oro, quae talis es, ne cum resurrectionis dies venerit,
artifex tuus non recognoscat, ad sua proemia et promissa venientem removeat et
excludat et increpans vigore censoris et iudicis dicat: “Opus hoc menum non est,
nec imago nostra est”. Cutem falso medicamine polluisti, crimen adultero colore
mutasti, expugnata est mendacio facies, figura corrupta est, vultus alienus est.
Deum videre non poteris, quando oculi tibi non sunt quos Deus fecit, sed quod
dibolus infecit……Viderint quid sibi nuptae per placendi studium de coniugum
solatio blandiantur; quos dum in excusationem suam proferunt, ad societatem
criminosae consennis asciscunt. Virgines certe, quibus hic sermo nunc consulit,
quae se ieusmodi artibus compserint, inter virgines non putem debere numerari,
sed tanquam contactas oves et morbidas pecudes a saucio et puro grege
virginitatis arceri, ne contagio suo cetereas polluant dum simul degunt, ne perdant
alias quaecumque perierunt (Campos 1964: 135-136) = Do you not fear, I ask,
being such as you are, that when the day of resurrection comes, your Maker may
not recognize you, that He may set you aside when you come for His rewards and
promises, and may exclude you and, reproving you with the severity of a censor
and judge, may say: “This work is not mine nor is this our image”. You have
defiled your skin with lying cosmetics; you have changed your hair with an
adulterous color; your face is overcome by falsehoods; your appearance is
corrupted; your countenance is that of another. You cannot see God since your eyes
are not those which God has made, but which the devil has infected . . . Married
women should consider to what extent they are deceiving themselves with regard
to the comfort that they give to their husbands through their efforts to please them;
for in putting them forward as their excuse, they are making them cooperate in a
guilty agreement. Assuredly, virgins, to whom this does not pertain, who have
adorned themselves by devices of this sort, should not be numbered among virgins,
in my opinion, but, like tainted sheep and diseased cattle, they should be kept apart
from the pure and holy flock of virgins, lest while they are together they corrupt
others by their contact, lest they who have themselves perished ruin others.
(Translation of Keenan 1958: 45-46)
Cyprian has to end up accepting that it is impossible to require the same forms of
life for all Christian women. All of them, if they are painted and decorated, are in
danger of being reprimanded on the day of resurrection when they are told that they
have defaced their skin or have dyed their hair51. To avoid being recriminated, he
recommends to the virgins that are adorned; if there are virgins who do so, advocates
51
I wish to stress that Cyprian goes once again to the term adulterare (crimen adultero colore mutasti) to
refer to the case, which although understandable given their meanings, from my point of view, implies an
additional negative charge.
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Rosa Mentxaka
Notes about the Wives of Christ 8-30
that they are not considered true virgins and the separate assertion which, to some
extent, already includes the idea that they should be punished with the loss of status,
although still does not specify under what conditions52. In contrast to them are the
married women that if they do not follow his advice and adorn themselves (and again
emerges the oft repeated argument put forward for married women such as we have
seen in previous texts: they follow the customs in order to please their husbands) they
will have to fend for themselves and risk the consequences of their actions.
6. Final synthesis
I think that what I have exposed permits making the following conclusions:
a. The great importance that Cyprian gives to virginity, insofar as he makes
virgins the target of one of his works, reminds us of the wide dissemination of this way
of life in Carthage in the mid-3rd century Christian society, particularly among women
of a certain economic capacity such that they are accustomed to the usual patterns of life
practiced by their high social standing.
b. For the North African Bishop, virginity does not only mean staying chaste but
maintaining a demure and austere lifestyle; therefore, he condemns the use of perfumes,
luxury in dress, ornamentation, etc.; he also is opposed to visits to the baths as well as
women's body care: a beautiful body that is adorned is more attractive than one that is
not and subjects their owners to greater sexual temptations that at any given time can
make them abandon their chastity.
c. He has no doubt either in trying to extend these guidelines - supposedly
addressed only to the virgins - to all Christian women, although fully aware that married
52
The idea of penalizing some of these behaviors gelled as it is evident from Schöllgen (1995: 190) who
collects the sanctions laid down from the 4th century in the bosom of the Church not only for ascetics
who come to the baths against prohibition (which lost its status) but also of the laity or clergy (who are
excommunicates). The sanctions came to secular legislation and the Emperor Justinian in CJ 5, 17, 11, 2
allowed the repudiation, with loss of women‟s dowry, if bathing with another man.
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women develop different habits; because, for example, it is usual for them to take care
of their body and ornament themselves, Cyprian believes that if they are in truth
Christian they should not do these things. To condemn this behavior he argues,
sometimes deductively, relying on biblical writings of the New Testament, specifically
of the Apostles Peter and Paul, in such a way that these quotations and the authority
they convey help to justify the message that he hopes to transmit.
d. In addition to these argumentative resources, he uses a lexicon in which terms
such as impudica, incesta, lenocinor or adultera are present (although the last is not
used in its legal technical sense), words that are loaded with profound negative sense;
serving his purpose is that the recipients of his writings have knowledge of all the
meanings of this terminology and this makes them acknowledge the condemnation that
accompanies their behavior and constructed though his use of the doctrine of sin and
punishment, moral though still aimed at removing the status of virgin from those that do
not adhere to the discipline set by the Church must receive.
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30
Mónica González Santana
La representación del poder en las comunidades 31-49
LA REPRESENTACIÓN DEL PODER EN LAS COMUNIDADES
PROTOHISTÓRICAS DEL NOROESTE PENINSULAR.
EXCELENCIA MASCULINA Y COTIDIANIDAD FEMENINA1
Mónica González Santana2
Resumen: dentro de las estrategias de acceso al poder de las élites masculinas, la articulación y
dominio de los espacios de representación servirían de garantía tanto a la legitimación como a la
consolidación de las desigualdades sociales. Una garantía que se apoyaba en el control de las
armas, los rituales y la autoridad. En ese sentido, el estudio, como parte del lenguaje simbólico
del poder, de los espacios y materiales rescatados nos ayuda a entender cómo se construyeron
las diferencias de género y con ellas las desigualdades entre hombres y mujeres.
Palabras clave: protohistoria, arqueología, espacios, género, poder, patriarcado, excelencia y
cotidianidad.
Title in English: The Representation of Power in the Northwest Peninsular Protohistoric
Communities. Masculine Excellence and Feminine Cotidianity
Abstract: In the power strategies of masculine elites, the articulation and domination of
representational spaces would serve to guarantee their legitimacy, but they would also
consolidate social inequalities. Masculine power, shored up by development of defensive
weaponry, was organised through control of weapons, rules and rituals. This study of spaces
and materials will assist in understanding how such societies, through this symbolic language of
power, constructed gender differences and thereby created inequalities between men and
women.
Key words: protohistory, archaeology, spaces, gender, power, patriarchy, excellence and
cotidianity.
Las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años en Galicia han supuesto
un claro avance en cuanto a la identificación y análisis de los patrones de asentamiento
1
Fecha de recepción: 28/08/2013
Fecha de aceptación: 17/11/2013
Doctora en Historia, integrante del Grupo de Investigación Deméter, Universidad de Oviedo, España;
 [email protected].
2
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
31
Mónica González Santana
La representación del poder en las comunidades 31-49
de las comunidades del Bronce3. En ese sentido, se han observado una serie de pautas
comunes que indican cierto carácter regulador en las dinámicas de ocupación espacial.
De esta forma, la demarcación, uso y abandono cíclico de las distintas partes del
territorio, sugieren la conformación de modelos más o menos estables definidos a través
de los usos funerarios y cultuales (Ayán y Parcero 2007: 7). De ahí la imperceptibilidad
de los espacios domésticos y su carácter estacional. Así pues, y en principio, se podría
apuntar cómo en la construcción del territorio, dos espacios, el funerario y el cultual,
servirían a la visibilización y monumentalización del discurso que justificaría y
legitimaría su uso y control. Estamos ante una exhibición pública del poder territorial
estructurada fuera del ámbito habitacional. Ahora bien, partiendo de estas
consideraciones, qué explicaciones podemos dar a los procesos de monumentalización y
consolidación doméstica que comienzan a acentuarse a finales del Bronce, y por tanto,
qué respuestas podemos ofrecer a formulación de nuevas estrategias de exhibición
pública del poder territorial a nivel funerario, cultual y habitacional.
La reutilización, durante el Bronce, de túmulos como los de Aizibita y Carracadia,
ambos en Navarra, Ausokoi I en Guipúzcoa o Cabritos 1 en Amarante (Oporto), vendría
a confirmar la larga pervivencia que tuvieron este tipo de soluciones constructivas. De
igual modo, la fundación ex novo de monumentos como los de Piedrafita (Túmulo V) o
Monte Deva V (Gijón, Asturias), refutarían su trascendencia temporal y lo que parece
una
preferencia,
a
diferencia
de
periodos
anteriores,
por
las
soluciones
“paramegalíticas” y las sepulturas individualizadas (de Blas 2006). A este panorama, se
sumarían los enterramientos en cuevas
como
prácticas “heredadas” a las que se
añadirían los levantamientos de cairns, cistas y fosas (Fábregas y Bradley 1995a). En
ese sentido, yacimientos como los de Agro de Nogueira o Mandón, en Galicia, señalan
como durante el Bronce Inicial se observa la existencia y convivencia tanto de distintos
ambientes, como de tratamientos funerarios “incluyendo cremación e inhumación, cistas
o fosas, acompañadas de escaso o nulo ajuar” (Fábregas y Bradley 1995a: 155).
Teniendo en cuenta esta gran variabilidad, lo que interesa destacar es, por un lado, la
3
Avances, en su mayoría, favorecidos por los trabajos de seguimiento, control e impacto arqueológico de
autovías, redes de gasificación y parques eólicos evaluados por el Laboratorio de Arqueoloxía e Formas
Culturais da Univerdidades de Santiago de Compostela y publicados en la serie TAPA.
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
32
Mónica González Santana
La representación del poder en las comunidades 31-49
voluntad de generar cierta continuidad mediante la vinculación o generación de espacios
monumentales, y por otro lado, la invisibilización que, a priori, se busca en los usos no
monumentalizados4. Estamos, por tanto, ante una práctica social, el tratamiento de la
muerte, que ha generado dos productos sociales diferenciados en función, entre otras
cosas, de la monumentalización, la vinculación al pasado, la inversión colectiva y el
beneficio individualizado, con un efecto social como es la creación de un uso noigualitario y por tanto privilegiado del espacio (Criado 1993). Por todo ello, se plantea
la existencia de un sector o grupo social que utilizaría determinadas prácticas funerarias
como estrategia de diferenciación. Prácticas que, decíamos, servían a la definición y
demarcación del espacio humanizado, formando parte del discurso de un poder, el
territorial, basado, entre otras cosas, en la legitimidad que otorgaban los antepasados. Si
esto es así, podemos aventurar que ese grupo social consiguió apropiarse de la
vinculación al pasado mediante la reutilización y reinterpretación de los espacios
funerarios monumentalizados. De esta forma,
la fórmula
legitimadora territorio-
antepasados-colectividad pasaba a un segundo plano desplazada por la creación de un
modelo
sectorial
en el que la instauración de genealogías míticas facilitaba y/o
justificaba el acceso a la autoridad: antepasados-grupo privilegiado (Polignac 1989). Se
reelaboraba así el pasado como “reserva de imágenes, de símbolos, de modelos de
acción que permiten emplear una historia idealizada, construida y reconstruida según las
necesidades y al servicio del poder” (Balandier 1994: 19). Cabe ahora preguntarse, qué
otras medidas complementaron este acceso al poder y por tanto, averiguar qué
estrategias se destinaron a solventar las resistencias que la instauración de desigualdades
hubo de generar.
Las exigencias que la creación, mantenimiento y explotación de un territorio
plantea a cualquier grupo humano pasan, entre otras medidas, por la justificación
(acumulación de capital simbólico) y consolidación (defensa y control)5. El
perfeccionamiento que implica una mejora en la explotación y mantenimiento territorial
4
Con respecto a la reutilización del pasado, Pierre Bourdieu plantea cómo las formas sociales son
reproducidas, apropiadas, desplazadas y transformadas desde el presente, en las prácticas y las
interacciones de la cotidianidad social (1977).
5
Utilizo la terminología propuesta por Pierre Bourdieu (1986) “capital simbólico” como aquel capital que
legitima al resto: social, económico y cultural.
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
33
Mónica González Santana
La representación del poder en las comunidades 31-49
hubo de generar una mayor especialización en la defensa y control. Por ello, no parece
desacertado pensar que la usurpación del pasado colectivo corrió de la mano de la
creación de un sector social especializado, cuyo discurso de vinculación directa con el
territorio (antepasados) no solo justificaba su cohesión como grupo sino el
establecimiento, como decíamos, de determinados privilegios en función de la puesta en
escena de esa vinculación. Y es en esa teatralización donde cobran sentido los espacios
funerarios, pero también, y dado que el territorio necesitaba, para consolidarse, tanto de
la defensa mágico-religiosa (control ritual) como de la protección armada (control
bélico), los llamados espacios cultuales que, como apuntaba al principio, ayudarían a la
definición de los modelos territoriales. Estamos, por tanto, ante la manifestación
espacial del entramado discursivo que daría legitimidad a la formación de grupos
sociales empoderados en función de su especialización. Por ello se hace necesario
avanzar, para profundizar en este desarrollo, sobre dos cuestiones que considero
fundamentales: la simbología y la ubicación de estos “centros” cultuales.
Son numerosos los grabados en los que aparecen armas (puñales, alabardas, etc.),
agrupaciones que, en el caso gallego, parecen asociarse “con los límites superiores de
las áreas de asentamiento” (Bradley y Fábregas 1999: 105), situándose, de esta forma,
en posiciones que ejercen gran control visual sobre el entorno. Resulta curiosa, además,
la asociación que se establece, en determinados emplazamientos, entre este tipo de
representaciones y la aparición de depósitos de armas ritualizados. Como señalan
Ramón Fábregas y Richard Bradley:
podríamos incluso observar algunas semejanzas entre depósitos y petroglifos
respecto a la ergología metálica presente: así en el Ayuntamiento de Rianxo (La
Coruña) aparecen muy próximos entre sí una piedra con grabados (Foxa da Vella)
y el depósito de Monte Lioira, encontrándose en ambos yacimientos alabardas y
puñales. Aún más revelador, en ciertas estaciones como la de O Rarnallal
(Campolameiro, Pontevedra), las armas representadas (aquí solo puñales) parecen
estar dispuestos en posición de almacenaje. (1995a: 155)
Al hilo de lo expuesto, merecen especial mención los casos asturianos del
conocido como “Ídolo de Peña Tú” (Sierra Plana de la Borbolla, Llanes) y de las figuras
del
“Abrigo
del
Ganado”
(Fresnéu,
Teverga),
ambos
ejemplos
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contienen
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La representación del poder en las comunidades 31-49
representaciones de guerreros (de Blas 2003). En general, y sin meternos en estilos o la
existencia de otras representaciones (zoomórficas, geométricas, etc.) lo que me interesa
destacar es, por un lado, la conexión que se establece entre la demarcación-control
territorial, ciertos monumentos naturales, las rocas insculturadas y las armas, y por otro,
la posibilidad de observar, en palabras de Jose Manuel Vázquez Varela, “la existencia
de especialistas religiosos que en el transcurso de un rito graban” (1999: 79)
determinados símbolos, dotando de poder mágico-religioso el espacio utilizado para el
ritual. Teniendo esto en cuenta, Blanca Fernández- Albalat (1990) y el propio Jose
Manuel Vázquez Varela (1999), plantean la existencia de ciertas similitudes entre las
cofradías de guerreros descritas para el mundo indoeuropeo y los grupos de especialistas
en la defensa del territorio que hemos venido manejando:
Grupos autónomos o integrados en la tribu que a menudo tienen un carácter marginal
y practican la caza y la guerra. Esta suele ser de pillaje y ostentación para adquirir
estatus. Están vinculados con una divinidad guerrera a la que ofrecen sacrificios, a
veces en lugares sagrados específicos como grandes rocas en zonas marginales, en la
tierra de nadie, en los límites de las comunidades dónde se celebran asambleas, fiestas
religiosas, ritos iniciáticos y, a veces, reuniones sociales, administrativas, jurídicas y
económicas. (Varela 1999: 77)
En su momento Edmund Leach (1993) elaboró un esquema con lo que
consideraba las características básicas de un rito de paso atribuibles a un gran número
de sociedades y que irían desde el abandono, por parte del iniciado, de su existencia
anterior, pasando por la separación y segregación de lo cotidiano hasta su reintegración
en la vida social. En ese sentido Diodoro de Sicilia destaca que:
Una práctica peculiar tiene lugar entre los iberos y especialmente entre los
lusitanos. Cuando sus jóvenes alcanzan la plenitud de su fuerza física, aquellos que
son los más pobres entre ellos en bienes materiales pero son excelentes por su vigor
y audacia, se equipan sólo con su valor y sus brazos y se retiran a las montañas.
Allí forman bandas de considerable tamaño con las que bajan hasta Iberia
reuniendo riquezas mediante el pillaje. (Biblioteca Histórica, V, 34, 6)
Soy consciente de las críticas que la inclusión de este texto puede suscitar, tanto
en su contextualización como en la intencionalidad puesta en lo escrito. Pese a esa carga
ideológica y la homogeneidad que supone la creación de un relato de “autoafirmación
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La representación del poder en las comunidades 31-49
cultural” donde la incorporación del mito y la “retórica de la alteridad”, como medios
de comparación entre lo civilizado y lo bárbaro, son una constante en la definición de
“el otro”, considero que los autores grecolatinos, más que mentir, utilizaron la
exageración y/o selección de ciertos datos en detrimento de otros con la clara intención
de ofrecer un relato ajustado a sus propósitos (González Santana 2010). Un ejemplo de
esa manipulación serían las noticias vertidas por Estrabón en su Geografía, y en
concreto, el discurso que establece desde el modelo ideal greco-latino de hombre y
mujer: hombre/civilizado/público-mujer/naturaleza/privado. De esta forma, en la
descripción de los “montañeses” destacaría aquellos rasgos que a ojos del “civilizado”
supondrían una clara inversión de roles. Que las mujeres trabajaran el campo era y es
algo habitual a lo largo del mundo, pero no es el ideal y menos cuando señalas que los
hombres únicamente se dedican a la guerra, lo que resaltaría la incapacidad de éstos
para compatibilizar ambas labores. En definitiva, no se trata tanto de mentir como de
inferir a la par que obviar ciertos datos. Siguiendo con el tema de las cofradías guerreras
se puede observar:
Tabla I. Espacios cultuales
Espacios cultuales cofradías guerreas (Vázquez
Varela, 1999)
Grandes rocas
Espacios cultuales Noroeste peninsular
Grandes rocas al estilo Peña Tú o Chao Samartín.
Zonas marginales, tierra de nadie.
Áreas marginales no productivas
Límites de las comunidades
zonas de paso
Celebración de asambleas, rituales, etc.
Celebraciones rituales, etc.
Fuente: Mónica González Santana (2012)
Resulta arriesgado, claro está, establecer analogías entre una descripción, la de las
cofradías guerreras pertenecientes al Hierro Europeo Occidental, y la de las estaciones
rupestres o petroglifos con armas grabadas, en su mayoría, pertenecientes al Bronce.
Ahora bien, si como apuntábamos, en los procesos de monumentalización habitacional,
los grupos especialistas en el control y la defensa territorial habían reutilizado y
reinterpretado los espacios funerarios monumentalizados, no parece tan desatinado
pensar que hubieran hecho uso, en esa misma línea y como señala Manuel Santos
Estévez (2008), de espacios con una larga tradición de ocupación cultual. De esta forma,
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la temporalidad del contenido simbólico no se limitaría al momento de su ejecución
contando, pues, con una larga biografía (García Quintela y Seoane-Veiga 2011: 244).
En ese sentido, la famosa roca situada en la llamada “acrópolis” del Chao Samartin
(Grandas de Salime, Asturias), podría responder a este tipo de consideraciones pese a
que no presenta manifestaciones artísticas. De su relación con el mundo cultual dan
cuenta las excavaciones realizadas en esta zona, cuya ocupación se fecha entre el 801 y
el 778 a. C. Se describió la existencia de un área delimitada por un cierre perimetral, en
cuyo acceso apareció una cista en la que se depositó una calota craneal posiblemente
femenina. Se documentaron también los restos de una hoguera en la base de la roca y de
una gran cabaña que albergaba un ajuar realmente singular relacionado con los
banquetes rituales (Villa 2003). Ejemplos similares al del Chao los encontramos en
asentamientos gallegos como Pequeno de Neixón, Torroso, Coto da Pena, A Lanzada,
Campa Torres y posiblemente Llagú, éstos dos últimos en Asturias. En ese mismo orden
de cosas, resulta revelador observar el número de castros en los que aparecen rocas
insculturadas formando parte de las construcciones, bien ocultas bajo la cimentación,
bien reutilizadas como paramentos. De igual modo, se documentan numerosos
petroglifos que conservan su posición original y que forman parte destacada del paisaje
tanto en el interior como en el exterior de los recintos. De esta serie de ejemplos
podemos inferir el sobrado interés que los habitantes de estos parajes pusieron en la
incorporación de tales representaciones al día a día de las comunidades (Alfayé 2009)6.
Con lo expuesto, se puede apuntar hacia la conexión que se establece entre ciertos
espacios que, pudiendo haber partido de tradiciones anteriores, fueron adoptados y
reinterpretados bajo las nuevas necesidades sociales, lo que me llevaría relacionar esa
6
Dentro de esa incorporación o integración se pueden observar tres actitudes o maneras de considerar al
objeto (las grandes rocas y los motivos insculturados). Como protector y benefactor a nivel familiar. El
famoso Castro de Santa Tegra (A Guarda, Pontevedra) aportó numerosa información al respecto,
documentándose varios grabados formando parte de la cimentación de algunas unidades domésticas
(Alfayé 2009). Como protector y benefactor a nivel comunitario, formando parte del entramado de las
murallas. Un buen ejemplo lo tenemos en Castro Rupario (Rois, Brión, A Coruña). Como hito
relacionado con la perceptibilidad y monumentalización del espacio cultual que, probablemente, podamos
emparentar con el citado caso del Chao Samartin. En el conocido como “Castrino de Conxo” (Santiago de
Compostela, A Coruña), se localiza una roca en la parte más elevada del castro, en la que aparecen
insculturadas un grupo de alabardas, puñales y/o espadas cortas, así como un conjunto de figuras
interpretadas como posibles máscaras o escudos, entre otros (Peña y Vázquez Varela 1979).
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La representación del poder en las comunidades 31-49
“adopción” con los procesos de normalización del poder del grupo directamente
relacionado con la protección y defensa del territorio. La diferencia, entiendo, con
respecto al pasado está en la integración o separación de los espacios rituales del ámbito
poblacional y en el papel que los defensores jugaron en este proceso. De esta forma,
observamos cómo se pasa de una clara segregación de ambientes –espacios rituales
relacionados con la defensa, por un lado,
y recintos habitacionales no-
monumentalizados, por otro– a su integración en la estructura del poblado o, en su
defecto, a que el poblado crezca al amparo de su presencia, eso sí, claramente
diferenciado. El discurso simbólico, ahora, trata de establecer una normalización que
provoque la incorporación a la vida “cívica” –no en el sentido clásico, sino en el de
comunidad– de los escenarios del poder. Agregar estos espacios al mundo cotidiano
produciría una clara exhibición del poder, pero también la percepción de una mayor
“cercanía”. A lo excepcionalidad y la segregación se unía, ahora, una nueva
preocupación basada en la obligatoriedad de crear un producto codificado a través de lo
ordinario que diera cobertura a las relaciones sociales gestadas al calor de la
consolidación de estos grupos de especialistas. Unas relaciones en las que el
mantenimiento de privilegios, vía grupo-linaje, hubo de jugar un papel fundamental, de
ahí la necesidad de trasladar ciertos escenarios del poder a los ambientes fronterizos del
día a día de las familias privilegiadas. De esta forma, la simbología del poder territorial
se incorporaba, vía apropiación, al entramado familiar añadiendo, así mismo, un
elemento nuevo que facilitaría esa vinculación: la monumentalización de los recintos
habitacionales a través de los sistemas defensivos. En ese sentido, conseguían, además,
ocultar las políticas de consolidación familiar dado que el esfuerzo monumentalizador
recaía en la defensa del recinto cultual, símbolo del Territorio, y no en las propias
unidades domésticas que, a ojos de la colectividad, “disfrutaban” de ese espacio en
calidad de garantes de la geografía comunitaria. En mi opinión, el carácter igualitario de
la arquitectura doméstica respondería, precisamente, a la necesidad de disimular la
consolidación de los sistemas de acceso al poder y, por tanto, a la obligatoriedad de
crear un modelo de “ficción comunal” (Martínez y Afonso 2003: 84) que diera salida a
las tensiones y resistencias sociales generadas.
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La representación del poder en las comunidades 31-49
En definitiva, hemos estado hablando de un grupo que se había hecho con el
dominio y la autoridad obteniendo una serie de privilegios en función, entre otras cosas,
de su especialización y la capacidad de legitimarse mediante el control del tiempo
(pasado
mítico)
y
el
espacio
(Territorio).
Un
control
proyectado
en
la
monumentalización y visibilización de los espacios de representación, lo que me llevaba
a plantear que en la propia monumentalización de algunos recintos habitacionales
podemos ver su asimilación con el poder7. Es decir, su actuación como centros de
autoridad y dominio territorial8. Ahora bien, en ese escenario social vertebrado desde
las tensiones que implica toda relación de poder, en contadas ocasiones se incluye el
género como categoría de análisis y, por tanto, pocas veces se profundiza en la
correspondencia que hombres y mujeres establecieron con el ordenamiento y gestión del
espacio y el tiempo (Hernando 2000). En ese sentido, cabría cuestionarnos si en los
ámbitos de representación, hombres y mujeres compartirían un mismo grado de
reconocimiento, prestigio y excelencia (Amorós 1994).
Apuntaba, anteriormente, la singularidad de los objetos recuperados en la gran
cabaña del Chao Samartín (Asturias). El juego de piezas se corresponde con fragmentos
de cerámica hecha a mano, de factura tosca y pastas porosas de gran ligereza, con una
gran muestra de materiales de bronce: fragmentos de un gran disco de 1, 15m de
diámetro, con alma de madera, planchas y tiras circulares de metal, restos de calderos de
remaches y sítulas, objetos, éstos últimos ampliamente reconocidos y relacionados con
7
Un ejemplo de lo que quiero decir lo encontramos en el caso descrito por Xúlio Carballo para la
Comarca de Trasdeza en Pontevedra. En dicha zona, la posición estratégica de cada uno de los espacios
habitacionales dibujaría un mapa de “visibilidad solidaria” destinado a ejercer un mayor control sobre el
territorio, lo que posibilitaría “comunicacions ópticas entre os castros da comarca, e destas coas veciñas,
a través de sinais nocturnos de lume ou diurnos de fume…estas transmisións, realizadas de forma
temporal, estan testemuñadas no mundo antigo polas fontes clásicas” (Carballo 1986: 66). Los modelos
propuestos por Pastor Fábrega para la comarca de Ortegal (Coruña) apuntan también a la singularidad de
ciertos castros; en este caso el de Ladrido (Ría de Ortigueria), del que el autor habla como un poblado con
una funcionalidad “no tanto orientada a su propia defensa (accesibilidad media-baja; Modelo dos) como a
la integración y control del grupo (visibilidad) así como la formalización de un referente del mismo
(altitud relativa y visibilización) (2005: 145). Ver también los trabajos de César Parcero Oubiña sobre
poblamiento y espacio social (en bibliografía).
8
En ese sentido planteamientos como los de Alfonso Fanjul señalan que “parece materialmente imposible
que en la Asturias de la Edad del Hierro se viviese solo en castros” (2004: 47). El mismo autor basa sus
consideraciones en la probada existencia “de fuertes tradiciones materiales y económicas anteriores,
provenientes de la Edad del Bronce, donde el poblamiento era mucho más extenso, incluyendo áreas que
hoy carecen de castros” (2004: 48). En ese mismo sentido, Xavier Peñalver (2001) analiza las estrategias
y variabilidad de poblamiento en Euskadi.
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La representación del poder en las comunidades 31-49
el consumo cárnico ritual (Bradley 2005). En general, los contextos en los que aparecen
este tipo de ajuares:
Nos sugieren la existencia de ceremonias de clara connotación ritual, que tendrían
lugar en cuevas y quizás asociadas a momentos iniciáticos. En paralelo, las grandes
cabañas podrían actuar como lugar de reunión y banquete de grupos amplios, con
motivos muy distintos que irían desde la exhibición de riqueza y el reforzamiento
de los lazos de clientela hasta las ceremonias de guerra o los actos de hospitalidad.
(Aranda y Esquivel 2008)
En las sociedades del momento existía, sin duda, una vinculación relevante entre
la ideología de la guerra y los banquetes, que podrían relacionarse también con la
movilización de fuerza de trabajo (Armada 2008: 153) 9. De ahí podemos extraer que el
rol jugado por esta clase de objetos excedía lo cotidiano, atesorando, por tanto, un gran
valor social que se hacía ya patente en el momento de su elaboración, ya que ésta:
Requería una inversión de tiempo y esfuerzo muy superior a la que observamos en
otros objetos del período, como hachas, lanzas o espada. Estas piezas serían
creaciones de artesanos con habilidades superiores a las del broncista común,
actuando la complejidad tecnológica como una componente fundamental del rol
social del objeto. (Armada 2008: 139)
Se puede señalar, por tanto, que existe una clara vinculación entre la creación de
determinados espacios, los restos materiales allí encontrados y el mundo ritual de los
banquetes y la guerra. En esa misma línea, los famosos bronces sacrificiales del
Instituto de Valencia de Don Juan, del Museo Arqueológico Nacional o el depositado en
el Museo de Pontevedra, entre otros, nos trasladan, mediante su iconografía, a un
mundo ritualizado en el que se funden los elementos anteriormente expuestos10. De
9
Cabe hacer espacial énfasis en el hecho de que la mayoría de los hallazgos de calderos peninsulares,
aparecen en contextos poblacionales, siendo su estado fragmentario lo que podía responder a un troceado
intencional bien como chatarra, bien para su reciclado. De todas formas, parece clara su vinculación con
espacios rituales, así un fragmento de caldero con remaches, proveniente del poblado de Satinha (Amares,
Braga, Portugal), se localizó en una cabaña siendo interpretada ésta última como un espacio de carácter
ritual. De la misma manera los fragmentos hallados en Hío (Cangas do Morrazo, Pontevedra)
correspondiente a un depósito ritual, o el famoso caldero de Cabárceno sugieren esa vinculación entre
objeto y ritualización. Sobre el carácter ritual de éstos y otros objetos como los asadores o los ganchos de
carne vid., entre otros, los trabajos de Richard Bradley (2005), Xose-Lois Armada (2008) o Alfredo
González Rubial (2007).
10
Sobre los bronces rituales vid. Xose Lois Armada y Óscar García (2003).
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La representación del poder en las comunidades 31-49
igual modo, la conocida como “Diadema de Moñes” (Piloña, Asturias), al margen de los
debates cronológicos que pueda plantear, recoge un escenario único para el
conocimiento de estas comunidades. Por ello se hace necesario una relectura de la
misma, a través del género, para observar en qué medida podemos hablar de una
masculinización del poder.
De modo muy general, se puede observar en los fragmentos conservados, una
ambientación acuática con representación de distintos animales (fig. 2) y una serie de
personajes cuyas características, indumentaria y objetos que los acompañan sugieren la
representación de lo que parece un grupo de hombres claramente diferenciados en
función de su pertenencia a la caballería, infantería o sacerdocio -dirigen y controlan
cultos, rituales y sacrificios– (fig. 3). Estamos, pues, ante una escenografía en la que se
aúna el mundo de la guerra –formación y destino del guerrero– con la representación de
su apoteosis a través del ritual de la muerte. En ese sentido, tanto Marco Simón (1994)
como M. Virgilio García Quintela (1999), señalan ese tránsito al Más Allá que se
asemejaría al recogido en el famoso “Caldero de Gundestrup” (Dinamarca). Ahora bien,
estando totalmente de acuerdo con esta interpretación, me gustaría añadir, además, la
posibilidad de observar en esta proyección, el rito de paso masculino a la vida adulta,
cuando el infante pasa a caballero. De esta forma, la muerte del niño supone el
verdadero nacimiento como hombre, ya no a través del canal de parto materno, sino
mediante la ingesta (o el baño según la representación contenida en Gundestrup) del
caldo contenido en los calderos, y por tanto vía masculina. En ese “renacer”
paternogenético, la muerte no supone el fin, sino el tránsito de lo físico a lo espiritual.
De ahí que en el fragmento conservado en Saint Germain-en-Laye (Francia), aparezcan,
en esa ambientación de tránsito acuático, una serie de personajes y de posibles cabezas
impresas en el extremo distal, lo que podría sugerir una conexión con la concepción
céltica de la cabeza como depositaria del espíritu y la entrada en el Más Allá (Markale
1992):
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La representación del poder en las comunidades 31-49
Tabla II. Diagrama con la interpretación acerca de la ambientación faunística contenida en la “Diadema de Moñes”
Équidos
Cánidos
Psicopompo.
Caza, curación, mundo ctónico.
Aves acuáticas
Fondo acuático
Simbolismo solar, ascensión, tránsito y
Mundo cíclico,
Teleósteos (probablemente salmón).
Ascensión y conocimiento
unión.
espacio de tránsito.
Fuentes: Mónica González Santana, 2012.
Tabla III. Personajes de la “Diadema de Moñes”.
CABALLERÍA
Indumentaria y
equipamiento
Caetra
Morfología
Rostro ornitomorfo
Composición a la
derecha
Venablo
PERSONAJES
INFANTERÍA
Indumentaria
y
Morfología
equipamiento
Rostro
Caetra
ornitomorfo
Lanzas
Penacho curvo
Espada corta o
puñal
Casco de triple
cornamenta
Cinturón
Torques
¿Desnudez?
Composición
a la derecha
SACERDOTES
Indumentaria
y
Morfología
equipamiento
Rostro
Cinturón
ornitomorfo
Cabello
¿Desnudez?
recogido en
cola
Composición
hacia la
izquierda.
Casco de triple
cornamenta
¿Desnudez?
Fuentes: Mónica González Santana, 2012.
La concepción del Más Allá, la inmortalidad, el poder o la guerra que
observamos, tanto en la iconografía de la diadema como en la decoración presente un
una amplia mayoría de estelas consideradas como vadinienses u orgenomescas (pueblos
prerromanos de la zona oriental del actual territorio asturiano): caballos, ciervos,
torques o medias lunas, árboles, tetrapétalas, etc.; nos permiten alcanzar un mayor
acercamiento al desarrollo ideológico e identitario de estas comunidades. De nuevo soy
consciente del inconveniente que supone hablar de identidades, mentalidades,
ideologías, etc. cuando nos enfrentamos a sociedades ágrafas, no obstante insisto en la
necesidad de acercarnos al objeto para aventurarnos en posibles interpretaciones ya que
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La representación del poder en las comunidades 31-49
como señala Mª José Bóveda “o seu valor histórico trascende a propia peza
converténdoa nun vehículo de comunicación directa co mundo antiguo” (1999: 12). En
ese sentido, hemos de averiguar en qué medida podemos trasladar el discurso presente
en nuestra diadema, a la realidad social de unas comunidades que, repetidamente, han
sido y son consideradas como de base igualitaria11.
Atendiendo a la descripción de Marco Simón la existencia de grupos guerreros se
observa como un hecho, siendo las diademas “la expresión del prestigio de una élite
principesca, del tipo de la reflejada en la estela de Pedreira (Vegadeo)” (Simón 1994:
327). Ahora bien, cabe la posibilidad de plantearnos si éste es un fenómeno aislado que,
de ninguna manera, se constituye en espejo de la realidad social con la que se relacionó
o si, por el contrario, y pese su excepcionalidad, podemos hallar paralelos en otro tipo
de representaciones y soportes. En ese sentido, la aparición de otras “diademas” a lo
largo del Noroeste, así como torques, cascos, brazaletes, pendientes, etc. ponen de
manifiesto la importancia, difusión y desarrollo de un artesanado especializado en la
realización de un tipo de bienes suntuarios directamente relacionados con la
acumulación de capital simbólico. Una acumulación que, si tenemos en cuenta las
argumentaciones de Francisco J. Sánchez Palencia (1983) hubo de recaer en la
capacidad de un sector, grupo o familia para hacerse con el control de estos bienes.
Dejando a un lado la importancia de este tipo de bienes suntuarios, y volviendo a la
iconografía presente en la diadema, probablemente podamos decir que no es un caso
aislado. En ese sentido, estatuas de guerreros han aparecido en Capeludos, Quintela,
Lezenho, Sao Juliao, Sanfins o Meixedo, todos ellos en el Conventus Bracarensis. No
voy a entrar en la polémica suscitada por la cronología de tales manifestaciones,
11
Esta teoría vendría a basarse tanto en el registro arqueológico como en la compilación de los materiales
epigráficos y la lectura de las fuentes clásicas. Estas dos últimas fuentes de información incorporarían a
su vez el elemento femenino al mundo castreño, incidiendo en la importancia del mismo en función de un
pasado matriarcal que el tiempo iría desarticulando, pero que sería rastreable a través de los usos
matrilinealistas de estas comunidades. De la interpretación de las poblaciones castreñas como
comunidades campesinas de base igualitaria, destacan, entre otros, los trabajos de Mª Dolores Fernández
Posse (1997, 1998) e Inés Sastre Prats (2001). Especial mención merecen al respecto las consideraciones
de Alfredo González Rubial, cuando se cuestiona si realmente existen sociedades igualitarias, asumiendo
que “probablemente no. Incluso en las sociedades isonómicas se constatan diferencias entre sus
miembros, fundamentalmente por razones de género. Cuando hablamos de sociedades igualitarias
debemos ser conscientes (…) de que estamos omitiendo una forma de desigualdad que afecta a la mitad
de la población humana” (2003: 90).
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La representación del poder en las comunidades 31-49
simplemente traigo a colación su existencia en función de la simbología que las
acompaña: el poder y los guerreros. En esa misma línea, la cerámica de Cogotas, o la de
Numancia, por poner algunos ejemplos, nos muestran también un mundo con claras
similitudes iconográficas con la diadema de Moñes (tocados de triple cornamenta,
figuras ornitomorfas, caballos etc.), en el que quedan asociados lo masculino y la
guerra. Por otro lado, e independientemente del soporte utilizado, se puede apuntar
hacia un propósito final, común a la ejecución de este tipo de manifestaciones artísticas,
la transmisión y difusión de un sistema de valores en el que prima la guerra y las
actividades bélicas como fórmulas de acceso al poder. En ese sentido, la cerámica
griega constituye un magnífico ejemplo de la transmisión y difusión de ideas, con una
temática más que recurrente y un mensaje fácilmente reconocible: la división social
entre hombres-guerreros y mujeres-madres12.
De igual modo la epigrafía del Noroeste revela la existencia de una serie de
personajes-hombres con el cargo de princeps que nos muestran la presencia, al menos
en época romana, de una serie de individuos con un poder real sobre la población.
Véase el caso de Vecius (CIL II 2585), de Doviderus (HEp 7, 1997, 380) de Nicer (AE
1946, 121) o el nombrado como precepto, Cornelius Maternus (HEp. 2, 1990: 449).
Hemos de tener en cuenta que, como señala Inés Sastre, en “la epigrafía latina las
inscripciones no estaban pensadas para ser leídas o, tal vez mejor dicho, no estaban
pensadas solo para ser leídas” (Sastre 2004: 15). En necesario partir de la base de que,
entre los objetivos de los textos epigráficos, el que fueran efectivamente leídos y
entendidos era una cuestión secundaria. La comprensión del texto propiamente dicho
daba lugar a un nivel de comunicación que no era el único ni el más importante,
convirtiéndose en fundamentales también otras cuestiones como su inserción en la
monumentalización de los espacios públicos y en los programas iconográficos
destinados a cargar de contenido simbólico la propia existencia de la pieza. De este
modo, lo escrito formaba parte de la representación política de los grupos dominantes.
12
El hecho de que estemos ante sociedades ágrafas fomenta el uso de otros recursos como medios
capaces de difundir determinada ideología. En este caso, la que establece unos privilegios en función del
hecho de ser varón y guerrero. Sobre la división de funciones en función del sexo y el rol social de
madres al que las mujeres griegas se veían abocadas, vid. los trabajos de Ana Iriarte (2002) o Nicole
Loraux (2004) entre otros.
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Mónica González Santana
La representación del poder en las comunidades 31-49
Cabe recordar, también, la eficaz organización de la que dieron notable muestra los
habitantes de estos lugares, a la hora de enfrentarse con el invasor, en este caso el
Imperio Romano. Teniendo en cuenta estas circunstancias, todo parece apuntar hacia la
posibilidad de que la epigrafía nos esté remitiendo a la existencia prerromana de una
serie de personajes o grupos con un poder fáctico sobre la población. Situación que
Roma sabría aprovechar, a la hora de poner en marcha sus propios intereses estratégicos
y administrativos (pactos, traiciones, comercio o explotación minera), antes y después
de la conquista armada (Rodríguez Neila, 1998).
Con lo expuesto, parece más que evidente que la asociación que se da entre ciertos
espacios –su factura, funcionalidad y carácter simbólico– y los objetos hallados en los
mismos, nos traslada a una escenificación de ciertas actividades masculinas que vemos
retratadas en textos como los de Estrabón; es decir, la celebración de banquetes o
reuniones que consagrarían determinados actos sociales13. Podemos hablar, a modo de
hipótesis, de verdaderas élites masculinas formadas al calor de la acción bélica, la
defensa territorial y el control del ritual. Esas élites que, como decía, parecen venir
gestándose desde el bronce y que buscarían la reafirmación de su posición social
mediante la vinculación a un pasado mitificado14. Estaríamos señalando la existencia de
posibles jefaturas con un dominio real sobre la población. Un poder que buscará su
legitimación, entre otros, en el discurso espacial, reproduciendo determinados ámbitos
de escenificación pública en los que el grupo de los privilegiados se vería ampliamente
representado y visibilizado. De esta forma, en la convergencia entre lo material y lo
simbólico se puede observar como en los usos tradicionales se procede a la
interpretación y reinterpretación de la realidad en favor de unos determinados intereses.
De ahí la incorporación, como venimos señalando, al entramado habitacional de
elementos materiales y/o naturales con una dilatada biografía social directamente
relacionada con el control del territorio y la conformación de un grupo social que se
13
“Este recinto no muestra indicio alguno de uso residencial. Si en principio, su localización en altura
justificó el uso del término acrópolis en una acepción estrictamente topográfica, con el avance de las
excavaciones y la documentación de una ambiente ajeno a todo uso doméstico, esta denominación se ha
ido aproximando a la acepción clásica de temenos o espacio de carácter sacro” (Villa 2003: 31).
14
En palabras de Almudena Hernando “la legitimación tiene que ser ideológica, habiendo tomado en la
mayor parte de los procesos históricos la forma de sistemas religiosos organizados y/o „ideologías
heroicas‟” (2002: 149).
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Mónica González Santana
La representación del poder en las comunidades 31-49
asociaría directamente con la autoridad derivada del dominio del ritual y las armas. En
esa misma línea actuarían los espacios cultuales integrados a una cotidianidad ahora
monumentalizada. En general, se había procedido a conectar los espacios de
representación masculina y el lenguaje simbólico del poder (Balandier 1994). Estamos,
pues, ante un escenario social patriarcal que articularía distintos modelos de
representación en función del género: la excelencia masculina y la cotidianidad
femenina, la monumentalización masculina y la invisibilización femenina.
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Carmen González Canalejo
Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
ANÁLISIS HISTÓRICO DE LA SITUACIÓN DE LAS
ENFERMERAS Y MATRONAS EN ESPAÑA. UNA
PERSPECTIVA GLOBAL1
Carmen González Canalejo2
Resumen: Al ser la enfermería y la matronería profesiones ejercidas mayoritariamente por
mujeres en todos los países del mundo, nos hemos centrado en el análisis histórico de su
práctica, poniendo el foco en los factores que han influido en la desigualdad de oportunidades
para optar a puestos de gestión sanitaria y, en un menor reconocimiento científico de su
práctica. Conocer la seña de identidad femenina y feminista de las que optaron por estas
profesiones, valorar su estatus laboral y analizar las reminiscencias patriarcales que hoy día se
mantienen en el ámbito de la salud, es el objeto de este estudio.
Palabras clave: Enfermeras, matronas, invisibilidad, cuidados de salud, androcentrismo,
sistema sanitario.
Title in English: Historical Analysis of the Situation of Nurses and Midwives in Spain. A
Global Perspective
Abstract: Globally, nursing and midwifery are professions carried out mainly by women. This
historical analysis of the praxis of nurses and midwives focuses on the factors that contribute to
discrimination against them, both in terms of opportunities to attain health management jobs,
and in terms of scientific recognition for their praxis. The goals of this study are, therefore, to
determine the female identity traits and the feminist ideas of those who opt for these
professions, to evaluate their work status, and to analyse the patriarchal traditions that still
prevail nowadays in the area of health.
Key words: Nurses, midwives, health care, invisibility, androcentricity, health system.
1. Origen y antecedentes
Los estudios historiográficos sobre género señalan que la práctica de los
“cuidados de salud”3 no es algo nuevo, pues la sanación y la promoción de la vida han
1
Fecha de recepción: 30/09/2013
Fecha de aceptación: 02/12/2013
Profesora Titular de Universidad, Departamento de Enfermería, Fisioterapia y Medicina, Universidad de
Almería, España;  [email protected].
3
Este término ha sido adoptado por las teóricas de la enfermería para definir la naturaleza de su práctica
así como el fundamento científico que la sustenta. Tanto las mujeres que accedieron al título de
2
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
50
Carmen González Canalejo
Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
sido ejercidas, tanto por varones como por mujeres, desde los tiempos más remotos
(Colliére 1993: 5 y ss.). Sin embargo, en el ámbito privado y doméstico han sido
principalmente las mujeres quienes han llevado a cabo el arte de partear y el cuidado,
quedándose a su cargo los enfermos del grupo familiar (Santo-Tomás 1995: 3-129).
Entre otros factores, porque las mujeres siempre han preferido a la hora del parto ser
atendidas por especialistas femeninas.
De acuerdo con los estudios que mantienen el incremento de la participación
laboral femenina a raíz de la industrialización (Borderías et al. 1994: 54-59), existen tres
factores determinantes para que el Estado Contemporáneo institucionalizase a las
matronas y enfermeras a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Dichos factores se
concretan en la necesidad de las naciones de incorporar a las mujeres al mundo
productivo, en general. Pero, desde principios del siglo XX, también cabe citar el deseo
de una independencia económica y personal al que aspiraban las mujeres. Por último,
hubo necesidad, por parte de la Institución Benéfico-asistencial del último cuarto del
siglo XIX y primer tercio del XX, de contratar a un mayor número de mujeres sanitarias
para dar respuesta al grave problema de salud materno-infantil derivada de la pobreza
social (González 2007).
Para comprender el contexto en el que se desarrolla el trabajo de las matronas y
enfermeras contemporáneas es necesario situarnos en el marco de su práctica, basada en
el cuidado de salud y la promoción de la vida. Actividades que las mujeres han
realizado bien de modo informal, a través de la atención a los enfermos en el ámbito
privado, bien de modo “oficial” en el ámbito público, a través de la asistencia benéfica o
por iniciativa particular (Alberdi 1998: 63-73). En el año 1857 la Ley Moyano dio
acceso a las mujeres a los estudios de matrona, convirtiéndose en las primeras españolas
que pisaron las facultades de medicina restringidas hasta entonces a los varones.
Teniendo en cuenta el peso que representaban los roles sexuales como obstáculo en el
acceso a la educación de la mujer, no es de extrañar que la postura más generalizada en
el orden patriarcal de aquella época fuera considerar, a los estudios de matrona, más
enfermera, como al de matrona, han tenido en el devenir histórico una trayectoria común en cuanto a la
variable género se refiere, si bien la práctica del cuidado es genuina y difiere en cada caso.
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Carmen González Canalejo
Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
“adecuados” al sexo femenino (Martínez y Ortiz 1998: 603) igual que ocurriría con los
de enfermería. Desde la década de los años setenta del siglo XIX se documentan
numerosos proyectos educativos promovidos por mujeres, quienes impulsaron el acceso
femenino a estas profesiones con el rasgo característico de que no les fue reconocida la
autoría de tales proyectos.
En el año 1896 se creó la primera escuela de enfermeras profesionales en
España, tras la reforma planteada por Concepción Arenal unos años antes (Siles 1995:
169 y ss.). Hasta la segunda década del siglo XX, al menos hubo dos proyectos más de
creación de escuelas para los estudios de matrona y, como mínimo, tres escuelas más de
enfermería. Sin embargo, algunos de estos proyectos fracasaron por las enormes trabas
y dificultades impuestas a las mujeres. El mundo sanitario era el reflejo de una sociedad
patriarcal donde médicos del orden conservador y años más tarde, los practicantes, se
opusieron de forma contundente a que las mujeres ocuparan las aulas en las facultades
de medicina y cobraran protagonismo científico en el ámbito sanitario (González 2006).
Muchos facultativos percibieron tal acontecimiento como un desafío ya que la
mujer no era considerada sujeto de derechos. Veían en ellas a unas competidoras, a la
vez que estaban convencidos de que cierto status profesional pertenecía exclusivamente
a los varones. En opinión de otros, la cuestión no debía preocupar, al comprobar el
escaso éxito que el acceso educativo de las primeras aspirantes al título de matrona
había tenido en España (Álvarez 1988: 171).
Hasta el año 1904, fecha en la que hubo un proyecto de reforma sanitaria, las
mujeres no pudieron entrar en las facultades para estudiar la carrera de “practicante”.
Estudios que, por cierto, tuvieron una corta existencia para las mujeres al desaparecer en
la primera etapa del franquismo. Sin embargo, cabe destacar que hubo intentos por parte
de ellas de acceder a la profesión de practicante, al menos desde el año 1900. Capel
apunta que en esta fecha ya hubo algunas aspirantes matriculadas de forma “oficiosa”, a
pesar de que legalmente no les estaba permitido. De modo que sus títulos no fueron
legalizados hasta varios años después (Capel 1982: 435 y ss).
Un aspecto característico del debate mantenido en los años de cambio de siglo
sobre lo que llegó a denominarse “la cuestión de la mujer” era si al incorporarse estas al
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Carmen González Canalejo
Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
mundo productivo, olvidarían “las labores propias de su sexo”. El trabajo doméstico, el
cuidado familiar, incluidos los ancianos del grupo y la educación de los hijos eran el
imperativo predominante en la vida de las que optaron por el mundo laboral
remunerado. La condición que emanaba de esta premisa era que las mujeres se
incorporarían a la esfera productiva, siempre y cuando no olvidaran la función
doméstica y de maternidad que el orden social les había asignado (Blanco et al. 2002).
A pesar del freno que puso el sector sanitario conservador y la propia Iglesia, el número
de aspirantes al título fue en ascenso a partir de la segunda década del siglo XX. Aún
así, tanto enfermeras como matronas representaban una ínfima minoría con respecto a
un panorama sanitario mayoritariamente masculino, hasta la llegada de la Segunda
República que impulsó a la cotidianeidad del mundo del trabajo a las mujeres
(Domínguez 1986).
No obstante, una cosa era la incorporación al mundo laboral y, otra muy distinta,
el reconocimiento de la igualdad de derechos. El discurso androcéntrico predominante
en el campo de la salud desde finales del siglo XIX cuyas reminiscencias alcanzan hasta
nuestros días, ha tenido como característica la desautorización del conocimiento de
quienes ejercen estas profesiones al considerarlas “auxiliares” respecto a la medicina,
cuya práctica ha sido ejercida hasta hace escasamente cinco años por varones,
predominantemente.
2. La inestimable contribución a la salud de la ciudadanía
El eje principal de la práctica enfermera continúa actualmente siendo los
cuidados. Definir qué es el “cuidado” no es tarea fácil dado que reviste un sin fin de
actividades encaminadas al mantenimiento de la salud y la preservación de la vida. En
los años cincuenta del pasado siglo, Virginia Henderson, una de las máximas
exponentes que ha dado el campo de la enfermeríaindica en su obra, Textbook of the
Principles and Practise of Nursing, la variedad y complejidad del trabajo de las
enfermeras (Harmer y Henderson 1955: 10). En la citada obra, distintos informes
revelan que las enfermeras llevan a la práctica más de 500 actividades distintas en la
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
asistencia hospitalaria, domiciliaria, industrial y privada. Características que pueden
extenderse al campo de la matronería, donde la práctica no se limita a la mera asistencia
técnica del parto, sino a una multitud de actividades que giran en torno a las mujeres
asistidas y los neonatos.
De modo que tanto la enfermería como la matronería son prácticas complejas. Se
trata en ambos casos de actividades tremendamente minuciosas que implican
operaciones de análisis razonado, de habilidades técnicas, afectivas y de comunicación.
Aspectos estos que forman un difícil entramado y que se conjugan en cada una de las
tareas que tratan de cubrir las necesidades de un paciente y van más allá de la asistencia
en la enfermedad. La característica esencial estriba en una atención holística y
humanizada a la persona asistida cuyas necesidades de salud no son estáticas sino
impredecibles que, a veces, requieren urgencia y experiencia en la atención. Se trata
sobre todo, de combinar la observación y el conocimiento con una relación humana,
directa con la persona atendida, llegando a convertirse en una relación “cuerpo a
cuerpo”, entre las cuidadoras y los asistidos. Según Henderson para una persona sana,
la respiración, por ejemplo, no requiere esfuerzos. La enfermera que coloca al paciente
con una fractura de costillas en una postura cómoda que le permita una respiración de
calidad o la que trabaja con un paciente conectado a un respirador, está ejecutando
funciones complejas. Porque no se trata mecánicamente de conectar a la persona
afectada a una máquina o canalizarle una vena que emigre desde el brazo hasta la
aurícula del corazón, lo cual también requiere destreza y conocimiento. Se trata
esencialmente de que el paciente acepte la máquina, la tolere y sea compatible con la
vida y la dignidad humana, pues la enfermera estará pendiente de que el sufrimiento no
prive a la persona de su dignidad como ser humano que es.
Y este abanico de actividades del día a día dirigidas de manera permanente hacia
las personas con requerimientos de cuidados de salud, no es sencillo cuando hay que
ajustarlo a las demandas individuales. Trabajo que no está lo suficientemente valorado
ni aún en los países occidentalizados donde existe un déficit de enfermeras, pues la
mayoría abandona el empleo tras apenas una década después de obtener el título en la
Universidad. Un caso significativo es el de EEUU donde las asociaciones enfermeras,
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
llevan años concienciando al gobierno norteamericano de la necesidad de un mayor
esfuerzo hacia la revalorización social de este colectivo. Inglaterra, Suecia y Francia
ante el déficit de enfermeras autóctonas, están importando a jóvenes titulados de otros
países cuya cantera, mayoritariamente femenina, proviene de España. A ello también
favorece la amplia formación con la que se capacita al alumnado español, al avanzado
sistema de salud pública y al desempleo que la crisis económica ha provocado en los
últimos años en el seno de la sanidad española (González 2012: 3).
Estudios publicados desde finales de los años ochenta han venido mostrando con
indicadores cuali-cuantitativos, la elevada presencia de mujeres que trabajan en los
sistemas sanitarios en más de una treintena de países de todo el mundo, siendo éstas la
base de la pirámide en la que se sostiene el sistema mundial de la salud (García 1988;
Pizurki 1988; Domínguez 1993: 223). Por otra parte, fuentes del Ministerio de
Educación y Ciencia señalan que el ingreso femenino en las carreras del campo de la
salud en el año 2002 era de un 71%, porcentaje que siguió en los sucesivos años en
aumento y que se mantiene actualmente por encima de la media de los países del
entorno europeo.
En Europa se está prestando una mayor atención a la profesión de enfermería y
la matronería por ser este colectivo un número muy representativo de mujeres quienes
las ejercen. A escala mundial, según informes de la OMS, el 87% del colectivo
enfermero está formado por mujeres y, en el caso de la matronería, la estadística raya
prácticamente en el 98% de los casos (Pizurki 1988: 63).
Sin embargo, esta representación tan numerosa contrasta con la invisibilidad de
la autoridad femenina, del saber científico que encierra su práctica. Estudios de género
de investigadoras especializadas en el tema sanitario han puesto en evidencia el
androcentrismo que ha impregnado, desde tiempos históricos, el campo de la salud y
cómo el saber científico de las mujeres se ha obviado en la investigación sanitaria.
Enfermeras, matronas, sanadoras, y las médicas también, han escrito libros y tratados
con rigurosidad científica desde épocas muy antiguas los cuales, con frecuencia, fueron
copiados con autoría masculina (Ortiz 2006; Miqueo et al. 2003: 195-216). Ellas han
sido testimonios directos del allanamiento de sus funciones en el ejercicio profesional y
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
del cuestionamiento de su capacidad para el ejercicio sanitario, cuestiones que han sido
denunciadas de forma abierta y explícita por las primeras que accedieron al trabajo en
los domicilios, en los dispensarios y en las salas de hospital. Líderes universalmente
reconocidas como Florence Nightingale y también las matronas, enfermeras y
practicantas locales han propuesto intervenciones reparadoras de la tremenda
desigualdad social que han sido recogidas en testimonios directos, escritos y orales
(González 2006).
Hay estudios que han demostrado que la supervivencia profesional de las que
optan por las carreras sanitarias puede resultar difícil con independencia de su categoría
profesional, porque las jefaturas de los servicios médico-quirúrgicos, principalmente de
los hospitales y determinados espacios sanitarios, han sido ocupadas tradicionalmente
por varones. Un ejemplo bastante significativo es el que concierne a las especialidades
quirúrgicas, donde los informes de la propia Confederación Estatal de Sindicatos
Médicos, muestra que las cirujanas españolas no suman más del 10% en algunas
especialidades quirúrgicas, a la vez que éstas describen los quirófanos como lugares
emblemáticamente masculinizados a los que señalan como “espacios altamente
competitivos y rudos” (Ceballos 2002: 8).
En definitiva,
la mayoritaria proporción,
participación
y demostrada
contribución social de las mujeres en los sistemas sanitarios de los distintos países a lo
largo del tiempo, no ha sido suficiente para que éstas estén presentes en puestos de
relevancia en la gestión y administración sanitarias, en las mismas condiciones que los
varones.
3. La transformación4
El cambio social más significativo en los colectivos de enfermeras y matronas
fue la ruptura del discurso “doméstico” de los cuidados producto de un patriarcado en el
4
Para este punto partimos de fuentes primarias existentes en los Colegios Oficiales profesionales, el INE,
la Delegación de Sanidad y, el Anuario Estadístico de España.
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ámbito de la salud que adscribía a las que eligieron estas profesiones, a una práctica
meramente técnica, carente de razonamiento y de análisis crítico. Coincidiendo con la
reivindicación feminista de autodeterminación en la etapa política de la Transición las
enfermeras decidieron, a partir del año 1977, rechazar actividades de subordinación y
ayuda al médico para centrarse en su auténtica actividad: la ayuda y cuidado a la
ciudadanía. Esta reivindicación fue femenina y feminista, pues los ATS varones no
secundaron la huelga producida en aquellos años cuyo sello llevaba implícito el anhelo
de la autodeterminación (Vigil 1996: 40). El logro de aquel entonces se vio
retroalimentado por el empuje democrático que favoreció un “despegue” en el campo
del conocimiento propio de estas profesiones y ha repercutido en un notable aumento de
la calidad sanitaria que hoy día ha sido reconocida internacionalmente. La
reivindicación explícita, tal y como hemos venido indicando, estriba en que sus
protagonistas no querían ser tutorizadas por los médicos, ni realizar actividades
delegadas de los mismos, sino colaborativas e interdisciplinares. El derecho a ejercer
lejos del control médico ha sido un antiguo anhelo desde que se configuraron las
primeras asociaciones femeninas matronales, en los años veinte del pasado siglo y se
acusó aún más durante el franquismo. A partir del año 1985, la aspirada autonomía se
ha venido justificando razonadamente desde los campos asistencial y educativo. En esta
última fecha, la mayoría de las escuelas donde se cursaban estos estudios estaban bajo el
control de los médicos. Mientras tanto, en Francia, Inglaterra y otros países del entorno
el aspecto académico y del conocimiento era gestionado mayoritariamente por las
propias enfermeras o matronas desde hacía varias décadas.
El derecho de autogestión de las matronas y enfermeras no solo se ha debatido
en el ámbito académico. También ha marcado amplias discusiones en los servicios
hospitalarios de la sanidad pública, en centros de salud, las consultas domiciliarias, las
de atención a pacientes crónicos, servicios de atención a las gestantes, consulta del niño
sano y de autogestión de las competencias de las recién creadas enfermeras de enlace5.
5
La enfermera de enlace es una figura reciente, pues ha sido creada en el año 2004 en los sistemas de
salud de algunas comunidades autonómicas como es el caso de Andalucía. La complejidad del entramado
sanitario ha hecho necesario la puesta en marcha de esta figura creada para ayudar al usuario a acceder al
sistema, según las necesidades de salud del paciente.
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
Sin embargo, para conseguir la igualdad de oportunidades en los cargos de gestión
sanitaria, todavía falta camino por recorrer. El camino allanado durante décadas ha dado
como resultado el hecho de que un sustancial número de servicios de salud esté siendo
gestionado satisfactoriamente por matronas y enfermeras. Ahora bien, todavía queda
camino por recorrer para conseguir plena igualdad en el plano de la realidad. Si bien es
verdad que actualmente no se cuestiona la capacidad de las mujeres para ejercer en
cualquiera de las disciplinas sanitarias y los derechos laborales están garantizados por
ley, se puede constatar que la gestión de los servicios de salud se ha convertido en un
estatus de tradicional arraigo masculino a cuyos miembros no les ha importado que las
mujeres sanitarias accedan a puestos intermedios, dado que en los niveles más elevados
siguen estando mayoritariamente ocupados por los varones de la sanidad. Los mejor
pagados y con mayor prestigio continúan siendo quienes desempeñan la medicina o
algunas de sus ramas, a la vez que mantienen el control de los espacios más
tradicionales como los hospitales y los puestos de alta gestión, donde se toman las
últimas decisiones en materia de salud pública (Lillo 2002: 56).
El hecho de que en España el cargo de máxima autoridad sanitaria lo ostente una
mujer ministra no significa en modo alguno que el poder esté repartido de forma
igualitaria entre los hombres y mujeres de este campo. Al contrario de lo que cabría
imaginar, tal y como se desprende del análisis de los datos obtenidos para este estudio, a
pesar de que las mujeres sobrepasan en número al de los varones, en la mayoría de las
ramas sanitarias, éstas no participan en las cotas más altas de poder donde el panorama
refleja una realidad bien distinta. A este respecto, son bastante ilustrativos los datos de
fuentes oficiales provenientes de los colegios profesionales andaluces donde los cargos
presidenciales de los colegios de medicina, odontología, fisioterapia, farmacia y en
menor caso, enfermería, son ocupados mayoritariamente por varones6. Si ascendemos
en la escala en los puestos de gestión pública, en relación a los delegados provinciales
6
En el caso de Andalucía, en el año 2004, el 80%, de los cargos eran ocupados por varones, a pesar de ser
una de las autonomías que más se ha esforzado en los últimos años en la consecución de la igualdad de
oportunidades. A excepción de los colegios de enfermería y matronería donde se observa mayor grado de
paridad, los miembros que presidían en esta fecha los Colegios de farmacéuticos, estomatólogos,
fisioterapeutas y medicos corresponde a varones, en la mayoría de las provincias. Fuente: Colegios
Oficiales provinciales de médicos, estomatólogos, enfermería, farmacéuticos y fisioterapia de Andalucía,
accesible a través de las webs de los correspondientes colegios.
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
de salud, asesores y consejeros, la casi totalidad han sido varones hasta el año 2004. A
partir de esta fecha que marca el inicio de la política de igualdad en los cargos públicos,
los equipos provinciales y autonómicos cada vez fueron integrando a un mayor número
de mujeres en Andalucía. En cuanto a las direcciones de enfermería hospitalaria, se
produce lo que se denomina el “efecto de la pirámide invertida”, dato que llama, si cabe,
aún más la atención al ser éste un sector mayoritariamente femenino donde de cada
cinco direcciones, cuatro son ocupadas por enfermeros y sólo una es enfermera. Sin
embargo, en la Atención Primaria los cargos de mayor responsabilidad están más
repartidos entre hombres y mujeres que en las áreas hospitalarias. En este caso, existe
un reparto más paritario. Aquí el organigrama sanitario no está tan estratificado como en
los hospitales, existiendo solamente dos figuras: Directores/as y Coordinadores/as y
están repartidos entre varones y mujeres sin distinción de categorías profesionales, es
decir, los ocupan tanto médicos/as como enfermeras/os, en torno al 50%7.
En definitiva, los datos revelan que las mayores cotas de poder en el ámbito de
la sanidad pública se concentran en los espacios hospitalarios y en los puestos de mayor
representación, estatus social y, nivel económico y que dichas cotas están todavía
representadas mayoritariamente por varones. Concretamente, en la cúpula de la
medicina, enfermería-matronería, farmacéuticos, fisioterapeutas y odontólogos, las
mujeres, a pesar de ser quienes mayoritariamente ostentan el trabajo sanitario, están
lejos, todavía, de alcanzar los puestos de gestión de alto nivel en cada una de estas
ramas. Sin embargo, desde el impulso de la Ley de Igualdad de Oportunidades del año
2004 y el hecho de que una mayoría de mujeres ejerza como médicas de familia,
además de la marcada existencia de enfermeras en los espacios de Atención Primaria ha
contribuido, en el caso concreto de Andalucía, en favor de la paridad en la gestión
concretamente en éste área de atención pero no en el área hospitalaria tradicional, donde
el peso del fenómeno androcentrico está todavía muy presente.
7
Dada la ausencia de estadísticas oficiales en relación a las direcciones de enfermería hospitalaria y de
Atención Primaria, para ilustrar este aspecto hemos recurrido a fuentes orales colegiadas a nivel
autonómico andaluz.
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
4. Conciencia y estrategia de cambio
El trabajo de algunas historiadoras sobre el tardío acceso de las mujeres de
Europa, en general, al mundo de la educación es bastante ilustrativo (Capel 1982;
Ballarín 2001). Dentro de lo tardío que fue este acceso en España, la historiografía de
género señala que las matronas fue el colectivo femenino de las disciplinas sanitarias
que más tempranamente accedieron a la Universidad, en el año 1857 (González 2006:
26). Después, las siguieron las primeras aspirantes a medicina matriculándose en un
grupo de alumnas la Facultad de Barcelona quienes acabarían como médicas a
principios de 1880 (Flecha 2001: 217). Ya en los años finiseculares, se incorporaron las
enfermeras a raíz de la creación de la primera escuela profesionalizada en Madrid, al
calor de la Institución Libre de Enseñanza, en el año 1896 (Domínguez 1986: 315).
Lo que podría ser una efemérides no lo es. A día de hoy, son más del 73% las
mujeres que acceden a los estudios de las Ciencias de la Salud, es decir, es una
presencia “abrumadora”, tal y como ya se ha señalado (De la Rica y Brinduesa 2010:
25). Efectivamente, nunca antes en la historia, las mujeres que han ejercido en este
sector han estado tan preparadas para acceder al conocimiento, pero a pesar de la
“abrumadora” mayoría de las que han finalizado los estudios de matronería y/o de
enfermería, tienen serias dificultades para acceder a los estudios de doctorado, dentro de
su propio campo disciplinar. Entre otros factores, debido al escaso tiempo transcurrido
desde que estas carreras pasaran de la Diplomatura al Grado gracias a la Convergencia
con Europa. Ello significa que apenas exista una media docena de programas de tercer
ciclo específicos de estos estudios en España a los que ellas puedan acceder, y muy
pocas las enfermeras docentes con sexenios homologados que puedan dirigir tesis
doctorales por las duras dificultades a las que las investigadoras se han tenido que
sobreponer en el mundo académico. Se da la circunstancia de que en las últimas
décadas, los gobiernos ya sean de izquierdas o de derechas han negado los estudios de
tercer ciclo en estas titulaciones donde la proporción de alumnas es cinco veces superior
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
al número de varones matriculados. Fenómeno que cabe interpretarlo en clave de
género. La situación de discriminación tanto en la promoción laboral de las que eligen
estas carreras como en el ámbito académico es alarmante. Al hilo de lo planteado, a
pesar de ser la licenciatura y doctorado en enfermería y matronería una de las
reivindicaciones históricas de quienes ejercen estas profesiones, las expectativas que
actualmente se vislumbran están, si cabe, más ensombrecidas. Si se cumplen los
acuerdos de homologación establecidos desde el inicio del proceso de la Convergencia
con Europa, se habrá podido salvar esta discriminación histórica, cuya desigual
oportunidad afecta a sectores profesionales y académicos ocupados mayoritariamente
por mujeres, no solo en España8, sino en todos los países de la Unión Europea.
Otra de las dificultades de las que se ha tomado conciencia es el desarrollo de lo
que hoy día se considera calidad de vida profesional. Dichas dificultades son comunes a
las que plantea la incorporación laboral de las mujeres en general, y se basa en cómo
éstas compaginan la vida laboral y la vida familiar. Ya sean médicas, matronas,
enfermeras o farmacéuticas, da igual la categoría profesional ejercida, las mujeres
sanitarias han desarrollado estrategias para poder compaginar el trabajo con la vida
familiar. Camino que continúa lleno de dificultades al ser los varones españoles los que
dedican menos horas al trabajo familiar, cuya cifra es significativamente inferior al resto
de los países del entorno (Ramos y Romo 1998).
Para vencer estas dificultades, las profesionales de la sanidad se valen de
estrategias como cambiar los turnos de trabajo para combinar la jornada laboral con las
gestiones familiares de urgencia (cuidar a un hijo o familiar enfermo, trámites o
gestiones del hogar, etc.); preferencia de turnos de “noches fijas” que les permiten
continuar con las actividades domésticas durante el día. En otras ocasiones buscan redes
de apoyo familiares. Suelen acudir principalmente a madres, hermanas o amigas para
que les recojan a los hijos del colegio o les ayuden en las tareas domésticas. Todo ello
8
En lo que a España se refiere, según fuentes informatizadas de los propios centros, más de la mitad de
las 97 facultades de enfermería dependientes de las universidades públicas que se encuentran repartidas
por el territorio español, 29 de ellas tienen a la cabeza una directora, 14 están dirigidas por varones y del
resto, no se muestra ningún dato.
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
sin olvidar que la mujer-enfermera o sanitaria, en general, que trabaja en la esfera
pública, también ejerce esta cualificación en el seno familiar a la que todos los
miembros: madre, tíos, abuelos, hermanos, hijos o sobrinos, la designan como “idónea”
para atender y cuidar al resto de los componentes. A menudo, el entorno familiar se
convierte en una continuación de la vida laboral, donde se suma, a las cargas de trabajo,
el cuidado de salud del resto de los miembros de la familia. Ello ha favorecido, según
las estadísticas de salud laboral en el ramo sanitario, que las enfermeras sufran estrés en
mayor medida que el resto de los grupos sanitarios profesionales (Moreno 2002: 18).
Un último problema del que se ha tomado conciencia colectiva deriva de los
estereotipos hacia las enfermeras derivados de la ideología de género. De todas las
profesiones sujetas a dichos estereotipos, la de enfermería aparece como una de las más
afectadas, pues según los clichés derivados de la mentalidad patriarcal las enfermeras,
en general, han sido consideradas como un elemento secundario dependiente de los
médicos. Al papel subordinado hay que sumar el hecho de que a menudo se las
contempla como un objeto sexual al que ha contribuido un determinado tipo de cine,
series televisivas y algunos medios de comunicación que han derivado en mostrar una
imagen de mujer carente de conocimientos y de análisis crítico. Las protagonistas de
estos prototipos desarrollan un rol de auxiliadoras de los médicos, en lugar de cuidadora
de los pacientes y, raramente, se las muestra desempeñando un papel social como
integrante de un equipo con unas señas de identidad, criterio científico y autonomía
profesional propia.
No obstante, cabe añadir que la conciencia de esta situación está articulando
medidas de “resolución” entre las enfermeras. Existe un debate actual en el mundo
occidental donde se está haciendo un mayor hincapié en ir modificando esta imagen
negativa. A este respecto, en informes presentados al Congreso Internacional de
Enfermería (CIE) celebrado en Ginebra en el año 2003, es significativa la política activa
que los países del Norte de Europa, EE. UU y en menor medida en España, están
llevando a cabo para neutralizar la imagen estereotipada de las enfermeras (CIE 2003).
La puesta en marcha de programas para apoyar la igualdad de oportunidades e
incentivar la motivación y visibilidad de las mismas en el ámbito sanitario y académico,
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tiene como fin difundir las aportaciones de las mujeres a este campo y garantizar su
permanencia y promoción profesional. Así pues, el verdadero desafío en el presente
tiene dos vertientes paralelas. Una, depende del proceso de autonomía, entendida como
la capacidad de autogestión en la toma de decisiones propias de la disciplina del
cuidado, basada en la participación paritaria de hombres y mujeres. La otra vertiente de
actuación estriba en recordar el papel social que han realizado las matronas y
enfermeras en beneficio de la salud pública a lo largo de la historia. A este respecto, las
hemerotecas y los archivos hablan por sí solos sobre la actividad divulgativa y
profiláctica de quienes han ejercido estas profesiones y que se siguen llevando a cabo en
las políticas de salud a escala mundial.
A modo de conclusión cabe señalar que, a la hora de valorar los cambios
significativos de las que ejercen la enfermería y matronería en los últimos treinta años y
de las repercusiones favorables derivadas de la Ley de Igualdad promulgada en el año
2004, a día de hoy se mantienen desigualdades en relación con tres aspectos,
principalmente. El primer aspecto está relacionado con el escaso reconocimiento
científico de las que ejercen estas profesiones, en su mayoría mujeres cuya población
laboral asciende a más de un 80% tanto en España como en Europa; el segundo aspecto
es el relacionado con el difícil acceso a los estudios de tercer ciclo y desarrollo
académico dentro de su propia área disciplinar y, por último, señalar que existe una
menor representatividad en los puestos de mayor responsabilidad laboral, dentro de la
institución sanitaria y en la esfera pública.
Al hilo del carácter androcéntrico analizado que ha prevalecido en el ámbito de
la salud desde tiempos históricos, cabe resaltar aspiraciones y estrategias por parte de
las mujeres que han desarrollado estas profesiones. Dichas estrategias han favorecido el
mantenimiento de su seña de identidad como cuidadoras de la salud de un sistema
público sanitario, cuya base mayoritaria se nutre de su práctica y experiencia, donde se
sustenta la calidad de dicho sistema, uno de los logros más emblemáticos de nuestra
democracia.
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Análisis histórico de la situación de las enfermeras 50-65
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María José Tacoronte Domínguez
La recepción del positivismo y del evolucionismo 66-85
LA RECEPCIÓN DEL POSITIVISMO Y DEL EVOLUCIONISMO
EN ESPAÑA Y “EL PROBLEMA DE LA MUJER”1
María José Tacoronte Domínguez2
Resumen: “La cuestión de la mujer” toma mayor relevancia tras la recepción del positivismo y
el evolucionismo en las ciencias médicas y biológicas españolas, sobre todo a finales del siglo
XIX y los inicios del Siglo XX. La finalidad de estas teorías, en un contexto donde la ciencia
gozaba de gran autoridad, era justificar la inferioridad mental y biológica de las mujeres. El
presente artículo trata de mostrar las consideraciones de los médicos españoles acerca de la
naturaleza inferior femenina, tras la influencia de los científicos europeos, y de mostrar, a su
vez, las voces disidentes de las pensadoras que se opusieron a las mismas.
Palabras clave: Ciencia, Positivismo, Inferioridad, Mujer y Feminismo.
Title in English: The Reception of Positivism and Evolutionism in Spain and “The Woman
Question”
Abstract: “The Woman Question” acquires major significance in the wake of the influence of
positivism and evolutionism on Spanish medical and biological sciences, particularly in the latenineteenth and early-twentieth centuries. In the context of the overriding authority of science,
the objective of these theories was to justify a biological and mental inferiority of women. This
paper will attempt to show the mindset of the Spanish scientists who, influenced by European
theories, viewed women‟s nature as inferior. It will also reflect on the dissenting voices of
thinkers who took an opposite view on the same subject.
Keywords: Science, Positivism, Inferiority, Women and Feminism.
Los caracteres tipológicos y fisiológicos del hombre
Adulto normal, prueban que la mujer es un organismo
retenido en un estado de permanente infantilización.
Roberto Novoa Santos.
(La mujer nuestro sexto sentido y otros esbozos, 1929)
1
Fecha de recepción: 29/07/10
Fecha de aceptación: 06/10/2013
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación, Política de la ciencia,
institucionalización y epistemología en la constitución de un contrato social para la ciencia en España,
1900-1968. Año: 2013-2015. FFI2012-33998.
2
Becaria de Investigación, Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el
Lenguaje, Universidad de La Laguna, España;  [email protected].
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La recepción del positivismo y del evolucionismo 66-85
La España de finales del siglo XIX e inicios del XX estuvo dominada por el
debate intelectual que supuso la recepción de ciertas corrientes científicas y filosóficas.
Entre ellas destacó la recepción del evolucionismo y el positivismo, que cuestionaban
tanto al liberalismo metafísico de los krausistas como al pensamiento católico. Estas
corrientes tuvieron un considerable componente progresista que, sin embargo, se
quebraba en lo referente al tratamiento de la que se denominó “la cuestión de las
mujeres”. Esta cuestión se traducía en el intento de desarrollar una fundamentación
cientifista de los estereotipos de género utilizando como recurso legitimador la
inferioridad de la naturaleza femenina. El debate acerca de la naturaleza femenina, que
se venía desarrollando en otros países europeos, supuso un difícil reto para las tesis
igualitaristas y especialmente para el incipiente pensamiento feminista español que,
además de tener que contender con el pensamiento conservador y religioso, vio como se
le abría un nuevo frente desde la ciencia.
El objetivo de este artículo es mostrar el importante papel ideológico que
tuvieron el positivismo y el evolucionismo como recursos que fundamentaron los
estereotipos de género, cuál fue la recepción de este programa en España y cómo lo
encaró el incipiente pensamiento feminista español.
1. La Misoginia Científica
A finales del siglo XIX se planteó en España el denominado “problema de la
mujer” en el contexto de la recepción del evolucionismo y positivismo por las élites
científicas e intelectuales. A esta cuestión se dedicaron muchos escritos, artículos y
libros, en los que se expusieron diferentes hechos del cuerpo, su biología y anatomía
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La recepción del positivismo y del evolucionismo 66-85
que, a juicio de los científicos, “demostraban” la inferioridad femenina3. Este
“problema” siguió debatiéndose a lo largo del siglo XX y ha llegado hasta nuestro
presente bajo diferentes formulaciones.
La recepción del positivismo en España estuvo marcada por dos impulsos claros:
de un lado, el ansia imperante de progresar, abriéndose a las corrientes de pensamiento
europeas y, de otro, la voluntad de apoyarse en los nuevos planteamientos “positivos”
en la búsqueda de soluciones para los problemas apremiantes del país. El creciente auge
del recurso al método científico en el estudio de la sociedad influyó en la idea de que
todo problema debía ser tratado “científicamente” y, por tanto, también “el problema de
la mujer”. En este sentido, las tesis evolucionistas fascinaban a los científicos y parecían
capaces de explicar científicamente la evolución humana y las diferencias entre sexos,
clases sociales y razas.
Los estudios que se venían realizando sobre la naturaleza femenina se basaban
en la observación sistemática, los registros, las clasificaciones, las comparaciones y la
inducción, a partir de los datos4. La concepción de la mujer que estaba operando en el
trasfondo de estos estudios seguía siendo básicamente la que había dominado en la
cultura occidental, ahora reformulada desde una óptica científica, y cientifista, que
pretendía explicar los hechos naturales que determinaban la inferioridad de las mujeres
a partir precisamente de “su naturaleza diferente”. A grandes rasgos, la mujer tenía una
naturaleza diferente a la del hombre y esta diferencia se entendió y justificó como
inferioridad física, intelectual e, incluso, moral. La teoría de la evolución explicaba por
qué las mujeres eran menos evolucionadas que los hombres y por qué había
evolucionado sólo hasta estadios inferiores, igual que las razas no blancas. Esta
explicación se basó en las funciones naturales de la mujer, para las que no era necesario
un mayor desarrollo de la hembra humana, al contrario de lo que ocurría con los
hombres. La adaptación al medio de las mujeres no requería de un desarrollo de sus
capacidades mentales y físicas en el mismo grado que en el caso de los hombres. El
3
A modo de ejemplo, véase: Alarcón y Meléndez (1908); Novoa Santos (1908); Gimeno de Flaquer
(conferencia: “El problema Feminista”); González Blanco (1905); Nuestro Tiempo 61, Vol. III.: 12-35;
De la Revilla (1879); Revista Contemporánea. Año III-IV. Tomo XVIII.: 447-463.
4
A modo de ejemplo: Gall (1810-1819) y Spencer (1850).
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modelo de evolución era claramente el hombre, el varón de la especie, culminando la
perfección evolutiva en el varón caucásico occidental.
La mujer en España había sido concebida por la ortodoxia católica como
portadora de cualidades morales y emocionales, propias de su sexo, que eran entendidas
y propuestas, inclusive, como superiores a las del hombre. La mujer era la encargada de
guiar el ámbito privado y cuidar a la prole. Por ello, la tradición católica le atribuía una
alta moral de entrega y sacrificio de la que carecían los varones. Las mujeres quedaban
recluidas en el ámbito familiar y privado que les era propio, mientras la esfera pública
era en exclusiva el terreno de los varones.
El viraje procedente de la instauración de la ciencia como fuente privilegiada de
legitimación de las relaciones entre los sexos, y de determinación del ámbito que les era
propio por naturaleza, vino a ratificar la división entre los sexos de la esfera privada y
pública y a naturalizar las cualidades femeninas que la religión había otorgado a las
mujeres. Las mujeres eran ahora recluidas en el entorno privado por la ciencia, que se
limitaba a mostrar científicamente los hechos que hacían inferiores a las mujeres y que
les impedía acceder al conocimiento, el trabajo o el gobierno.
2. La mujer según el positivismo y el evolucionismo español
El enfoque científico de la inferioridad de las mujeres se introdujo en España a
través de la recepción de los trabajos de importante científicos europeos, sobre todo
médicos, como Moebius, Max Nordau, Lombroso, Otto Weiniger, o Spencer. Todos
ellos compartían la idea de que las diferencias anatómicas, fisiológicas, biológicas y,
por tanto, evolutivas, entre hombres y mujeres eran claves para explicar la inferioridad
de la mujer. Estas tesis encontraron en España dos férreos seguidores, que siguieron al
pie de la letra las teorías evolucionistas y el enfoque positivista imperante en las
ciencias del momento: los médicos Roberto Novoa Santos y Edmundo González
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Blanco5. Para ambos científicos la mujer había sido mal representada en los textos y en
la conciencia colectiva, porque “puede decirse que la mujer aparece en la filosofía de
todos los pueblos, no como es en realidad, sino tal como se le figura a un entusiasta
enamorado” (Nordau, en Novoa Santos 1908: 116). Contra esta idea generalizada entre
los hombres de ciencia, los trabajos de estos médicos se encaminaban a demostrar,
mediante los hechos y los datos, la indigencia espiritual y mental de las mujeres.
Novoa y González Blanco fueron grandes conocedores de los estudios realizados
en Europa por los frenólogos que se encargaban de recopilar y comparar datos sobre el
cráneo y el peso, volumen y circunvalaciones del cerebro en investigaciones racistas y
sexistas6. Ambos se apropiaron de los argumentos de antropólogos físicos, frenólogos y
psicólogos diferenciales en contra de la igualdad entre hombres y mujeres. Roberto
Novoa Santos comentaba que: “Parece, pues, que con independencia del estado social
de los distintos pueblos, la capacidad de la cápsula craneal de la hembra es siempre
inferior a la del macho” (Novoa Santos 1908: 38). Estaba de acuerdo, pues, con los
trabajos de Retzius y Broca acerca del volumen y peso del cerebro. El peso medio del
cerebro del varón se estableció en unos 1425 gramos, y el correlativo de la mujer en
1222 gramos. De esta diferencia de 200 gramos se derivaba la superioridad intelectual
de los hombres. Por otro lado, ambos médicos aceptaban que el cerebro era el órgano de
la mente y que las facultades mentales estaban situadas en órganos cerebrales
específicos. Por tanto, el peso y volumen del cerebro indicaban el grado en que se
poseían tales facultades.
A estos argumentos se sumaron los de tipo fisiológico y anatómico. Cualquier
dato era interpretado y establecido como prueba de la inferioridad femenina. La
menstruación no escapó a los análisis de muchos misóginos de la ciencia. Novoa
Santos, entre otros, defendía que el flujo menstrual de la mujer la inhabilitaba para
desarrollar muchas actividades, como por ejemplo estudiar, ejercer como juez, ministro,
etc., ya que su estado anímico es muy voluble y no le permite atender con claridad a las
cuestiones de rigor y de gran interés que requieren estas actividades, véase Mariscal y
5
Como muestra véase: Novoa Santos (1908) y González Blanco (1905).
Como decíamos, eran seguidores de las teorías de Gall, su discípulo Johann Spurzheim, Max Nordau,
Cesare Lombroso, Otto Weininger, entre otros.
6
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García (1898). Novoa defendió además que la mujer tenía mayor sensibilidad táctil que
el hombre y, por ende, tenía menor poder para inhibir el dolor, lo cual la hacía más
vulnerable al entorno y dependiente de éste (Novoa Santos 1908: Cap. III). Con este
planteamiento, Novoa invertía los términos de la argumentación del científico italiano
Lombroso para llegar a la misma conclusión. Para Lombroso las mujeres estaban
constituidas por una sensibilidad ruda y vulgar, estandarizada y similar a la de los
animales; en cambio, el hombre era más sutil en sus percepciones sensitivas, rasgos
indiscutibles de su superioridad evolutiva y de su adaptación, cada vez mejor, al medio
que lo rodeaba. Esta discrepancia revela cómo se reformulaban las tesis, y cómo se
usaban datos contrapuestos para fundamentar la inferioridad de las mujeres. En
definitiva, las cualidades físicas se redefinían de acuerdo a criterios interesados acerca
de aquéllas7.
En este contexto se trajo a colación la relación entre la función sexual y la
actividad cerebral. El aparato genital representaba una función primordial (y
determinista) en el organismo femenino. De hecho, su naturaleza estaba encaminada a la
concepción y a la reproducción de la especie. Médicos y evolucionistas coincidían en
afirmar que la energía femenina tenía como objetivo la reproducción y crianza del
debido número de niños sanos: “Spencer consideraba que si las mujeres desarrollaban
cualidades mentales superiores provocarían la desaparición de la sociedad; en cuanto
dejasen de emplear toda su energía en la que es su función natural (la procreación), la
especie se resentiría, degeneraría y perdería parte de sus más altos logros evolutivos”
(Gómez Rodríguez 2004: 56). Esta función básica de la mujer disminuiría si sus
esfuerzos se orientaban a la educación o al trabajo, y no a su destino biológico-natural,
como señalaban una y otra vez los evolucionistas y sus seguidores españoles. Novoa
Santos ponía el ejemplo de una mujer joven que estudiaba y que perdió el flujo
periódico a consecuencia de ello; bastó con quitarle sus libros y novelas para que se
7
En este punto la endocrinología y la bioquímica, además de la influencia de las teorías evolucionistas,
dieron lugar a mayores cotas de inferioridad. El estudio del tiroides y de los principios arsenicales,
justificó la idea de que el organismo humano tenía una cantidad limitada de energía, que en la mujer se
emplea en los procesos menstruales y de reproducción, mientras que en el hombre influían en la actividad
cerebral, remarcando la diferencia de la teoría de las dos esferas, público/ privado, tal como la conocemos
hoy día.
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restableciera el ciclo menstrual. La mujer, concluye Novoa, no es para el estudio,
porque su descendencia será pobre, física y psíquicamente (Novoa Santos1908: 173).
Este hecho se explicaba a partir de la teoría del antagonismo cerebro-sexo. Este
antagonismo estribaría en la glándula del tiroides y, específicamente, en el compuesto
arsenical que produce esta glándula. Según Novoa, este principio químico circulaba por
el organismo nutriendo principalmente al cerebro y al aparato reproductor de forma
ambivalente, es decir, cuando nutría a uno, el otro quedaba empobrecido, llegando
incluso a atrofiarse, de ahí que Novoa afirmara: “existe como una especie de
compensación entre el desarrollo de las funciones cerebrales y el de las funciones
sexuales, y que todo lo que se hace a favor de uno de ambos factores, es en detrimento
del otro” (Novoa Santos 1908: 112). Este tipo de supuestos y teorías hacía confiar al
autor en que el desarrollo de la química fisiológica, aún en fase inicial en esos
momentos, ofrecería argumentos indiscutibles para sentar y probar las diferencias entre
los sexos.
Siguiendo los trabajos de P. J. Moebius, el catedrático de patología general y
autor famoso del libro La inferioridad mental de la mujer, publicado en 19008, y las
tesis de los evolucionistas, Novoa Santos también sentenció que la pobreza mental de la
mujer no era sólo un hecho real, sino necesario: “la pobre mentalidad de la mujer es un
hecho psico-fisiológico dependiente de la función perpetuadora de la especie” (Novoa
Santos 1908: 114). Novoa encontraba un buen ejemplo de su tesis en las diferencias
anatómicas entre las mujeres del campo y las mujeres de la ciudad. Las primeras tenían
unas mamas más desarrolladas, en comparación con las mujeres de la ciudad. Esto se
debía a que la mujer de ciudad, sobre todo de clase media, consagraba su juventud al
estudio, favoreciendo su desarrollo cerebral en detrimento de su aparato genital. En esto
coincide con Moebius, quien afirmaba que la difusión de la cultura estaba en relación
8
Como señala la traductora de esta obra, Franca Ongaro Basaglia, en la introducción ( XII-XIII), la obra
hay que situarla en el contexto social y político en el que se desarrolla el trabajo de Moebius: a partir de la
segunda mitad del siglo XIX las mujeres entran masivamente en el mercado de trabajo; más explotadas
que los hombres, comienzan a luchar por la igualdad salarial, el acceso a la instrucción y por el sufragio:
la conquista de los derechos negados. Stuart Mill, las sufragistas, las luchas de obreras, las ligas de
braceras, voces femeninas diversas incitan a la lucha y a la conquista de los propios derechos. Una nueva
conciencia política se está formando entre las mujeres. En este contexto se insertan las voces de Moebius
y Lombroso para oponerse a la insubordinación de la mujer (Moebius 1900).
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con el decrecimiento de la fecundidad, y admitía el antagonismo entre la función
cerebral y sexual estableciendo que “el mayor vuelo de cualquiera de ellas se hace en
detrimento de la actividad de la otra” (Novoa Santos 1908: 114). Por tanto, tanto
Moebius como Novoa Santos concluyen que el fin natural de la mujer es perpetuar la
especie dada su condición biológica.
Los evolucionistas coincidían claramente en estas tesis y abordaron el
denominado problema de la mujer desde la teoría de la recapitulación, según la cual la
ontogénesis recapitula la filogénesis, es decir, cada individuo en su crecimiento y
desarrollo pasaría por las diferentes etapas por las que había evolucionada la especie. O
dicho de otra forma, cada organismo individual reproduciría durante su vida la historia
de su especie. Esta teoría tuvo nefastas consecuencias en las argumentaciones acerca de
la inferioridad evolutiva de las mujeres, ya que fueron presentadas desde la ontogenia
como eternas niñas, y desde la filogenia como el eslabón anterior al desarrollo del
hombre blanco. Las mujeres estaban para los evolucionistas más cerca de las
civilizaciones anteriores que de la propia. Los conceptos de atavismo y degeneración
fueron asociados a la inferioridad femenina. El psiquiatra francés Moret (cit. en Aresti
2001: 56 y ss) postuló que la naturaleza podía fallar en su hacer y reproducción de la
historia de la especie, generando individuos no acordes con su tiempo, esto es,
desfasados, correspondientes a momentos históricos diferentes. La naturaleza, pues,
también se podía equivocar, dando lugar a seres atávicos o degenerados, como era
claramente el caso de las mujeres. La escala evolutiva mostraba y daba cuenta del
avance hacia formas superiores: las mujeres llegaban a un techo evolutivo, eran más
genéricas y, por tanto, estaban emparentadas con escalafones evolutivos inferiores,
antepasados, otras razas menos desarrolladas eincluso los primates9. Las mujeres que no
cumplían con las expectativas científicas eran tachadas de degeneradas o atávicas. Y
teniendo en cuenta que la naturaleza es un amo inflexible que castiga con penas duras a
sus infractores, las mujeres que renegaban de su destino se masculinizaban y
9
La teoría de la recapitulación se inicia con la teoría de la evolución de Darwin, aunque es mayormente
desarrollada por E. Haeckel. Asimismo los términos de atavismo y degeneración se incorporaron a estos
postulados gracias al psiquiatra B. Moret. Para un desarrollo pormenorizado de esta cuestión véase,
(Gómez Rodríguez 2004) y Gómez Rodríguez, Amparo (2003: 28-46).
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degeneraban. En consecuencia, como sentenciaba Roberto Novoa: “la originalidad,
siempre morbosa, de la hembra, supone una desventaja, en tanto que ella es la
encargada de nutrir al nuevo ser. La originalidad femenina perjudica la conservación, la
belleza y el vigor de la especie” (Novoa Santos 1908: 120).
En todos estos estudios el modus operandi de la ciencia decimonónica se basó en
tres aspectos: a) toda hipótesis acerca de la inferioridad se fundamentaba en una
estimable base empírica; b) existía una enorme variabilidad de ideas científicas que
podían usarse para justificar argumentos totalmente opuestos, y c) las evidencias
cotidianas se convirtieron también en recursos que se sumaban a la autoridad de la
ciencia para justificar la indigencia mental y física de las mujeres 10. Tres son las causas
señaladas por Nerea Aresti (2001: 35) para justificar el viraje que se produjo hacia
posiciones más conservadoras y tajantes en el contexto de implosión científica: en
primer lugar, los prejuicios sexistas de los científicos; en un segundo plano, los temores
masculinos ante una desestabilización del orden sexual establecido y, finalmente, la
lógica del discurso positivista y la importancia otorgada al avance científico y a la
ciencia.
La ciencia, como recurso ideológico, ayudó a configurar un panorama negro
para las mujeres de la época. El filtro misógino-cientifista depuró el ideal de mujer por
medio de una óptica sexista que reformuló en un lenguaje científico meros prejuicios
sexistas. Ello constituyó un núcleo duro, difícil de rebatir, aún a pesar de los esfuerzos
de varios y varias intelectuales del momento.
3. La respuesta feminista
Algunas autoras españolas ofrecieron respuestas a la concepción de la mujer
como ser atávico, desviado, incompleto, determinado biológicamente y, en
10
A modo de ejemplo, el albinismo se consideraba una tara, signo de flaqueza femenina, ya que las
diferencias cromáticas expresaban el poder y perfeccionamiento masculino (cit. en Aresti 2001: 56).
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consecuencia, evolutivamente inferior. Aunque en España las reacciones contra la
fundamentación cientifista de la inferioridad femenina no fueron abundantes, cabe
destacar las respuestas de intelectuales que desarrollaban un pensamiento igualitario y
un incipiente pensamiento feminista, como Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal 11.
La primera realizó una crítica del evolucionismo, mientras que la segunda se centró en
contrarrestar y mostrar las inconsistencias de las teorías fisiológicas sobre la
inferioridad de la mujer.
En su ensayo “Reflexiones científicas contra el darwinismo”, publicado en 1877,
Pardo Bazán planteaba críticas al arraigado pensamiento evolucionista o transformista
que incide de forma directa sobre la concepción de la mujer, especialmente a las
posiciones de Spencer, cuyo sello lamarkiano era evidente. Su crítica se basaba en
rechazar la teoría de la evolución desde planteamientos católicos. Así, Pardo Bazán
rechazaba la idea evolucionista de que la especie humana evoluciona desde formas
inferiores hacia formas superiores, y en esa evolución los humanos se diferencian en sus
funciones y actuaciones, dando lugar a individuos más evolucionados, lo cual conforma
la escala evolutiva basada en la selección natural del más fuerte y apto. Pardo Bazán no
compartía la equiparación del hombre a las demás especies animales, puesto que el
hombre “ya se cubra con la librea de la civilización, ya pinte en sus desnudas carnes los
jeroglíficos del salvaje, es siempre un ser aparte de todos los demás seres” (Pardo Bazán
1973: 552)12. No compartía pues, la autora, la idea de un antepasado común para el
surgimiento de los antropoides: para ella, el hombre no se asemejaba en nada a los
11
Emilia Pardo Bazán (1851-1921), prolífica escritora y novelista gallega, precursora en las
reivindicaciones por la igualdad de los sexos, fue la encargada de introducir el naturalismo en España.
Además, fue la primera mujer que llegó a la dirección del Ateneo de Madrid en 1906 y, diez años
después, la primera en ocupar una cátedra de literaturas neolatinas en la Universidad Central de Madrid,
con la que no tuvo mucho éxito entre sus estudiantes, educados en una cultura androcéntrica e incapaz de
contemplar a una mujer como docente. Asimismo, fue rechazada su candidatura para formar parte de la
Real Academia de la Lengua en tres ocasiones. A Concepción Arenal (1820-1893) se la puede considerar
la voz que clama en el desierto, al igual que el título de una de sus obras. Heterodoxa e inagotable
ensayista, su pensamiento se orientó a una finalidad clara en lo que a la libertad de la mujer respecta,
teorizó y reivindicó para la mujer la necesidad de participar en la educación e instrucción que le
permitiera el acceso a un trabajo lucrativo, y le facilitara ser autosuficiente, demandando también la
igualdad jurídica, social, salarial y educativa, porque, según sus palabras: “[…] si la mujer tiene deberes
que cumplir, derechos que reclamar, benevolencia que ejercer, nos parece que entre su educación y la del
hombre no debe haber diferencias” (Arenal 1974: 62). Véase a este respecto, para más información:
Cabrera Bosch (2007), Díaz Marcos (2012) y Lacalzada de Mateo (1994).
12
La primera edición de este artículo data de 1877.
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animales superiores. No existiría, por tanto, un antepasado común e intermedio entre el
hombre y los monos superiores. De hecho, según Pardo Bazán, no se habrían
encontrado vestigios de este antepasado común, ni ningún tipo de rastro: “Con añadir
que en todo el globo no se encuentra rastro, despojo o indicio de este ser, no menos
soñado que el hipogrifo, el centauro y la quimera, sobrará cualquier comentario” (Pardo
Bazán 1973: 558). Para Pardo Bazán, el evolucionismo era un conjunto de hipótesis y
sistemas dependientes de cada pensador que se creía darwinista, con unas enormes
pretensiones de explicarlo todo: “La gravitación no dejó nunca los dominios de la física
para entrarse por los de la metafísica; el darwinismo, más ambicioso, todo lo invade y
pretende explicarlo todo” (Pardo Bazán 1973: 538).
Pardo Bazán se oponía al supuesto del darwinismo social tan apreciado por
Spencer (de naturaleza malthusiana), que aseguraba la conservación del individuo más
fuerte y mejor, descartando al más débil, y pretendía rebatirlo desde la afirmación
constatable de que, aún a pesar de darse una selección continua, los resultados no
revelaban que se perpetuase lo mejor, sino más bien lo que se puede. Argüía, en este
sentido, el ejemplo de los pequeños organismos que subsisten en condiciones y espacios
inaccesibles para los organismos superiores y destacaba cómo estos organismos más
evolucionados tienen unas condiciones menos favorecedoras: enfermedades varias,
fecundidad escasa, difícil alumbramiento, etc. Asimismo, la ayuda de la selección
artificial a manos del hombre tampoco ayudaría a solventar sus vicisitudes: “puede el
hombre llevar ventaja en su lucha contra los grandes carniceros y hacer, por medio de la
domesticidad, que una especie selvática y feroz, como el perro, llegue a ser su más fiel
aliado; pero su destreza es inútil para eliminar o modificar seres más ínfimos” (Pardo
Bazán 1973: 547). De esta manera, Pardo Bazán incidía en la contradicción de que si la
evolución tendía a lo mejor, y lo mejor era el hombre y su inteligencia, ¿cómo era
entonces posible que continuasen existiendo aquellos parásitos y especies inferiores que
entorpecían el perfeccionamiento incesante del ser más evolucionado?: “Enfadosos
parásitos se albergan en el cuerpo humano; voraces larvas devoran los frutos que el
hombre cultiva; la triquina roe nuestras vísceras; la filoxera
devasta
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nuestras
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cosechas, y a pesar de muchas e inteligentes precauciones, no acabamos con estos
liliputienses enemigos” (Pardo Bazán 1973: 546-547).
La selección artificial, al igual que la natural, por tanto, sería tan poderosa para
suprimir organismos superiores como impotente para erradicar los de menor cuantía que
frenaban la escala evolutiva. La continuidad y el perfeccionamiento se repelerían desde
la visión de Pardo Bazán: “la marcha de la naturaleza se asemeja a la labor de Penélope
o al castigo de Sísifo” (Pardo Bazán 1973: 548). La teoría evolucionista, según la
autora, hacía de su interés e imaginación fuente de hechos supuestamente constatables y
“conforme a las consecuencias que necesitaba sacar el darwinismo” (Pardo Bazán 1973:
552). Así pues, si la herencia era una aliada del progreso, perpetuando lo mejor, no se
entendía, según Pardo Bazán, cómo se perpetuaban y heredaban en muchas ocasiones
predisposiciones molestas que no ayudaban al perfeccionamiento. En este sentido, ponía
el ejemplo de la ceguera o de las enfermedades del hígado, que, a pesar de la evolución,
continuaban perpetuándose entre generaciones. La adaptación al medio también era
puesta en entredicho desde el propio postulado del progreso. Para nuestra pensadora la
facultad de ponerse en armonía con el medio no era síntoma de progreso, sino más bien
de conservación y estabilidad, porque lo que hacía era equilibrar las condiciones de los
organismos con el medio exterior. Esto podía ser considerado un progreso relativo, ya
que si las condiciones externas cambiasen, la adaptación previa del organismo sería
perjudicial. Más que progreso, Pardo Bazán entendía por “adaptación al medio” la
sujeción a la necesidad y la lidia con las circunstancias. Y, por todo ello, consideraba
que: “la adaptación, lejos de modificar para perfeccionar, sólo modifica para conservar:
conclusión bien diversa de la que sostiene el transformismo” (Pardo Bazán 1973: 552).
En esta misma línea, la ley biogenética,13 que gozó de gran popularidad e importancia
en las esferas científicas, también recibió comentarios de la condesa. A grandes rasgos,
puede resumirse esta ley en la idea, antes señalada, de que la ontogenia recapitula la
filogenia, es decir, cada individuo repite en su historia particular la historia de la
13
Tesis desarrollada por Haeckel en 1866. De gran éxito en su momento, y de la que cabe resaltar la idea
de que la naturaleza de la mujer era menos específica y más uniforme, la ontogénesis mostraba que las
mujeres estaban más cerca de los antepasados de la especie –primates–, mientras que en la filogénesis,
tanto mujeres como salvajes ocupaban el rol del niño. Eran ejemplo de las etapas previas al desarrollo que
alcanza el hombre blanco.
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evolución de su especie. Para Pardo Bazán, esta formulación de Haeckel no tenía apoyo
científico claro y distinto, era más bien una presunción aventurada que explicaba lo
conocido por lo ignorado sin que existiesen pruebas empíricas en la naturaleza que
corroborasen las tesis de una evolución filogenética. Estos postulados eran expuestos
por Pardo Bazán como saltos y libertades en las deducciones, lo que suponía un
proceder funesto para el desarrollo de la ciencia (Pardo Bazán 1973: 554).
Con este escrito nuestra autora manifestaba su rechazo a los supuestos ad hoc
que los hombres de ciencia presentaban, sobre todo en el caso del darwinismo y las tesis
de Haeckel. En este sentido, afirmaba que no hay reproche más grave para una teoría
científica, que se pretende rigurosamente experimental, que aquel que señala que
mantiene supuestos gratuitos prescindiendo de los hechos y desatendiendo el propio
método positivo, como ocurría en el caso del evolucionismo. Como se puede observar
tras el acercamiento a los postulados de esta autora, no está haciendo una crítica
únicamente desde su sentir cristiano, sino también como mujer intelectual que se
encontraba al corriente de los desarrollos y teorías científicas del momento. Finalmente,
merece destacarse de este ensayo la postura antirracista de la autora. Si el transformismo
equiparaba a la mujer a los pueblos bárbaros y menos desarrollados, todo ello era
producto de la visión que de sí mismos tenían los hombres de ciencia, los cuales,
“debemos recordar (…) suelen tomarse a sí por tipo superior, y declarar inferiores las
que del suyo apartan” (Pardo Bazán 1973: 561).
La segunda autora que analizamos en este apartado, Concepción Arenal, fue una
pensadora y escritora muy prolífica que mantuvo ideas modernas y progresistas respecto
a la educación de ambos sexos. Arenal afirmaba que la educación era la mejor arma
para combatir las desigualdades sociales del pobre, del obrero, de la mujer y de los
presos. Su pensamiento, profundamente reformista, resulta difícil de encasillar
políticamente, quizá por la variedad de los temas que trató, así como por el escaso perfil
político que presentaba. Sea como fuere, su pensamiento ecléctico se orientaba a una
finalidad clara en lo que a la libertad de la mujer se refiere: teorizó y reivindicó para la
mujer la participación en la educación e instrucción que le permitiera el acceso a un
trabajo lucrativo y le facilitara ser autosuficiente. Demandó también la igualdad
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jurídica, social, salarial y educativa porque, según sus palabras: “ […] si la mujer tiene
deberes que cumplir, derechos que reclamar, benevolencia que ejercer, nos parece que
entre su educación y la del hombre no debe haber diferencias” (Arenal 1974: 62)14.
Asimismo, cabe destacar que Arenal fue una ferviente católica, lo cual no la
frenó a la hora de criticar la pasividad y contemplación que se reservaba a la mujer en
las Sagradas Escrituras, y también desde el clero de la Iglesia. De hecho, se la considera
una heterodoxa dentro de la tradición católica española, aunque paradójicamente fue
propuesta por el padre Julio Alarcón y Meléndez como la mejor representante de un
feminismo aceptable y, por ende, católico, que luchaba contra los feminismos sin Dios
que pretendían instaurar los krausistas como Fernando de Castro (Alarcón y Meléndez,
1908: 35).
Arenal fue también una ferviente defensora de la igualdad fisiológica, física y
mental de la mujer frente a las ideas positivistas y las teorías evolucionistas que se
fueron introduciendo con virulencia en el contexto español, como se ha comentado. El
ordensexual impuesto erapartidario de la dicotomía hombre/mujer, reforzándose con la
idea de que la mujer era diferente al hombre y esta diferencia la hacía inferior debido a
su destino natural de madre de la especie. El progreso científico no traía aparejado un
desarrollo social; era conservador en cuanto a la organización de los sexos, perpetuaba
la tradicional y arraigada concepción de la mujer como ángel del hogar. Por todo ello,
Arenal sentenciaba: “Es tal la fuerza de la costumbre, que saludamos todas estas
injusticias con el nombre de derecho” (Arenal 1974: 105). En el caso concreto de la
respuesta a la antropología física, y más concretamente centrándose en la fisiología,
Arenal realizaba una crítica directa y concreta, mostrando las contradicciones de la
teoría de J. F. Gall, en su escrito “Inferioridad de la mujer, cuestión fisiológica”,
publicado en 1861 (Arenal 1974: 106).
14
Concepción Arenal presentó el texto. La emancipación de la mujer en España en el Congreso
Pedagógico de 1892, Sección 5ª. Para un desarrollo de esta cuestión, véase: Capel (1986) y Durán y
Capel (1986). Esta obra de Arenal, póstumamente compilada, y a la que se hace referencia en este
trabajo, presenta varios escritos de diferentes épocas.
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J. F. Gall instauró el estudio de las bases materiales del cráneo para, a partir de
ellas, saltar a los rasgos psicológicos de los individuos. El cerebro era el órgano de la
mente compuesto por diferentes facultades. El tamaño del cerebro de la mujer era
inferior al del hombre, y desde aquí se daba un salto cualitativo respecto a las funciones
intelectuales de éstas. Según Gall, “El cerebro de la mujer está generalmente menos
desarrollado en su parte anterior-superior, y por eso, por lo común, las mujeres tienen la
frente más estrecha y menos elevada que los hombres” (Arenal 1974: 107). Asimismo,
este fisiólogo sentenciaba que las mujeres tenían una irritabilidad superior a la del
hombre, eran más sensibles a la información derivada de los sentidos, y su sistema
nervioso era más activo. Hasta este punto, el discurso es muy similar a los tópicos
científicos del momento, pero Gall argumenta además a favor del ejercicio como
requisito indispensable para poder combinar ideas, objetos, y desarrollar así el
pensamiento perfecto del hombre. En este sentido, apelaba al volumen relativo de la
masa cerebral, entrando en contradicción consigo mismo. Como señala Arenal, Gall
defendía la importancia, no del volumen absoluto del cerebro (cuestión que sí era
importante en el estudio de las mujeres), sino la importancia del volumen relativo, dado
que si lo que importaba era el tamaño real del cerebro, “el elefante y muchos otros
cetáceos serían más inteligentes que el hombre” (Arenal 1974: 110). Arenal señalaba
certeramente la contradicción
en que incurría Gall, pues si la mujer era menos
inteligente que el hombre por tener un cerebro menos voluminoso, no resultaba lógico
que para hablar de la inteligencia del varón sí se tuviera en cuenta el volumen relativo
de la masa cerebral. En este sentido, resulta especialmente atinado el comentario de
Arenal sobre la calidad de la masa cerebral y no a la cantidad: “Apreciando, pues, como
se debe, el volumen de la cabeza de la mujer, no de una manera absoluta, sino relativa,
¿resultará menor que la del hombre? Si su cuerpo es menor, ¿no ha de serlo la masa
cerebral? (Arenal 1974: 110).
La irritabilidad, como se indicó, se atribuyó a la mujer como característica
principal de su activo sistema nervioso, y por tanto, característica también de su
inferioridad. En este punto, Arenal volvía a poner de relieve otra aporía del fisiólogo
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Gall. El cerebro necesitaría de la energía de sus funciones para combinar ideas y para
llevar a cabo su ejercicio. Según el propio Gall, “La energía de las funciones (del
cerebro) no depende solamente del tamaño de los órganos, sino también de su
irritabilidad” (Arenal 1974: 108). Por ello, Arenal nuevamente se preguntaba si tal
irritabilidad del sistema nervioso de las mujeres no sería sintomática de una actividad
cerebral similar a la del hombre, aún a pesar de poseer un cerebro más pequeño. O,
dicho de otra manera, si se presuponía que el sistema nervioso femenino era más
irritable, ello indicaría que tenía más actividad y, por tanto, “¿no podría hacer el mismo
trabajo intelectual (la mujer) con menor volumen?” (Arenal 1974: 109). Por todo ello,
Arenal defendía que la diferencia entre mujeres y hombres no era natural, no era
orgánica, como querían demostrar científicamente los fisiólogos, antropólogos físicos y
frenólogos. Las diferencias intelectivas entre hombres y mujeres no serían diferentes
entre las personas que vivían en el campo, ni en aquellos que tenían una educación
similar o simplemente carecían de ella; al igual sucedía con los niños y las niñas, que,
sin nociones de aritmética, no sabrían contar los unos mejor que las otras. La única
diferencia existente entre los sexos era la relativa a la educación, “en la mayor parte de
las facultades la mujer es igual al hombre, la diferencia intelectual sólo empieza donde
empieza la de la educación” (Arenal 1974: 110).
Las consideraciones y argumentaciones de Concepción Arenal, al igual que las
de Pardo Bazán, son sintomáticas de una época marcada por el cientifismo que asfixiaba
cualquier intento de contradecir lo que desde la ciencia se afirmaba. Los y las
intelectuales del momento, partidarios de la ciencia y del progreso, a la vez que
defendían la igualdad educativa y social entre hombres y mujeres, se encontraron en una
difícil situación que a su vez activó la crítica y la argumentación en contra del
reduccionismo biológico.
4. A modo de epílogo: ¿Una cierta resignación?
El pensamiento feminista en sus diversas vertientes tuvo que hacer frente a los
retos planteados por las verdades científicas, que avanzaban con gran autoridad
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haciendo tambalear el pensamiento igualitarista. La acción combinada del moderno
determinismo biológico y los prejuicios anti-femeninos tradicionales, consolidaron una
situación comprometida para las pensadoras que apoyaban la causa feminista. En
definitiva, la exclusión de las mujeres del terreno científico, y su valoración como ser
humano inferior fue intrínseco al proyecto cientificista desde sus inicios.
La resistencia a compartir el status de ser racional se ha de interpretar en el
marco de las relaciones de género, que como se ha venido diciendo, mantuvo el status
quo sexual. La fuerza de los principios, las contra argumentaciones y la demanda de
coherencia en las tesis postuladas por parte de las feministas citadas, no constituyeron
pruebas de peso para aplacar la impronta positivista. El contexto socio-cultural del
momento, marcado férreamente por esta ideología, frenó las pocas voces disidentes.
Concepción Arenal constituye un ejemplo de la dificultad de escapar a la presión
de tan asfixiante contexto. En 1881, justo dos décadas después de rebatir las tesis
fisiológicas de Gall sobre la inferioridad mental de la mujer, concedía que:
(…) no albergamos hoy aquel íntimo convencimiento en la igualdad de la
inteligencia de los dos sexos manifestado en La mujer del porvenir. Nuevos hechos
observados y una reflexión más detenida nos han inspirado dudas que sinceramente
exponemos: la infalibilidad no es cosa que razonablemente nadie deba conceder a
otro ni reclamar para sí. (Arenal 1974: 269)
De hecho, ante las irrebatibles verdades de la ciencia, Arenal parecía renunciar a
sus aspiraciones de igualdad a favor de alguna forma de reconocimiento:
¿Será la mujer más espontánea y menos reflexiva, adivinará más y observará
menos; su acción será más extensa y menos intensa, más perseverante y menos
fogosa, con más facultades receptivas y menos poder creador, y tendrá, en fin, una
inteligencia que, todo bien apreciado, sea equivalente, pero no igual a la del
hombre? (Arenal 1974: 269)
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La recepción del positivismo y del evolucionismo 66-85
Carmen de Burgos, Colombine15, constituye otro ejemplo de la contradicción en
que se movían las feministas del momento. Tras traducir al castellano y prologar la obra
de Moebius, adoptaba una actitud resignada ante las tesis inferiorizantes que el libro
defendía (Moebius 1900). Resultaba muy difícil para una mujer progresista oponerse a la
ciencia, incluso a costa de la subvaloración personal.
El positivismo y el evolucionismo dibujaban un panorama oscuro para las
mujeres. La ciencia se erigió como instancia privilegiada para diferenciar lo verdadero
de lo falso, también respecto a la superioridad masculina e inferioridad femenina. La
ciencia marcó una fractura irreconciliable entre los géneros. La mujer era un individuo
de segundo orden que debía ser guiada por la inteligencia y vigor masculinos. Los
partidarios de la igualdad no abrieron fisuras en estas ideas con sus críticas, por lo que
las pensadoras feministas no constituyeron un rival de interés para los planteamientos
cientifistas.
Así pues, la emancipación del pensamiento religioso que suponía la
ciencia, indicio de modernidad, no incluyó a las mujeres, cuya naturaleza las supeditaba
a la superioridad masculina. Las ideas feministas y sus propuestas de cambio para las
mujeres no cristalizaron hasta muy tardíamente, con la Segunda República, varias
décadas después del periodo en el que se centra este artículo.
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15
Carmen de Burgos Seguí (1867-1932), periodista, traductora, escritora y primera mujer española en ser
corresponsal de guerra (Marruecos, 1909), de orientación feminista y republicana, abogó por el papel
cultural y social de las mujeres. Fue maestra de Primera Enseñanza desde junio de 1895, luego maestra de
Primera Enseñanza Superior desde 1898, y en 1901 obtuvo, por oposición, plaza en la Escuela Normal de
Guadalajara, y, finalmente en 1911, en la Normal de Madrid. Publicó y escribió numerosos artículos,
libros y novelas, y además colaboró en varios periódicos como El País y ABC; además de ser redactora
en El Heraldo de Madrid y en el Nuevo Mundo de Madrid. Para una aproximación véase, Castillo Martín
(2003).
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EL LIDERAZGO POLÍTICO FEMENINO: LA DIFICULTAD DE
UNA EXPLICACIÓN1
Paloma Román Marugán y Jaime Ferri Durá2
Resumen: El incremento de mujeres en los puestos de liderazgo político en las democracias
contemporáneas lleva a un replanteamiento de los diferentes enfoques y categorías de análisis
que explican el fenómeno. En el caso del liderazgo femenino, se trata de un problema
especialmente relevante, sobre todo en el espacio de la política, ya que su análisis específico es
un terreno prácticamente ignoto. Este trabajo explóralos marcos teóricos del liderazgo y de
género para ver la dificultad de los modelos utilizados en el análisis del fenómeno. No sólo
explora la presencia y ausencia delos paradigmas tradicionales, sino también prueba con los
modelos explicativos de otras culturas alternativas y del mundo del desarrollo.
Palabras clave: Liderazgo, Mujeres, Sistemas Políticos, Género.
Title in English: Female Political Leadership: Explanatory Difficulties
Abstract: The increasing number of women in leadership roles in contemporary democracies
demands reconsideration of the different analytical approaches and categories previously used
to explain the development. The issue is especially relevant for political leadership as the
analysis of female political leadership is at an embryonic stage. This paper aims to explore
theoretical frameworks of leadership and gender, and to reveal both the lack and limitations of
existing models for study of the phenomenon. The examination will include analysis of nonWestern leadership examples.
Key Words: Leadership, Women, Political Systems, Gender.
1. Introducción
La presencia de mujeres en el escenario político ha ido creciendo en los últimos
años, en los regímenes democráticos con mayor pujanza e intensidad; e incluso se asiste
a un incremento, más tímido, en los sistemas no democráticos. Bien sea, porque hay que
dar su lugar a la mitad de la población de un país para respetar un índice de
1
Fecha recepción: 30/08/2013
Fecha de aceptación: 07/11/2013
Profesores Titulares de Universidad, Departamento de Ciencia Política y de la Administración II,
Universidad Complutense de Madrid, España;  [email protected] y [email protected].
2
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representación apropiado, o bien por mantener una retórica acompañada de mínimas
acciones que sirvan para dar un toque de modernidad y de cumplimiento de estándares,
que faciliten los marchamos democráticos de determinados sistemas políticos.
El caso es que este aumento de la presencia y una mayor visibilidad de las
mujeres, en el ámbito político, sigue siendo escaso en términos cuantitativos en relación
con la proporción de habitantes, por cada uno de los sexos; y además cualitativamente
también resulta insuficiente porque la presencia de mujeres, en los puestos de poder, se
circunscribe primordialmente en el campo de la política deliberativa, cuyo lugar por
excelencia serían los parlamentos, mientras que en el terreno ejecutivo y decisional, aún
son muy pocas. Tanto es así que, ese número reducidísimo de casos, nos lleva a dos
afirmaciones básicas de este trabajo; una, que se trata siempre de excepciones, y dos,
que por tanto se ha de trabajar con un número tan pequeño de casos (n pequeño) 3, que
resulta imposible trabajar con metodologías estadísticas, y casi resta únicamente acudir
al método comparado, y por supuesto al inefable estudio de caso. Cuando se trata, como
se sabe, de algo más de la mitad de la población mundial; si en la actualidad somos más
de 7. 000 millones de personas4, lo que significa que son mujeres en torno a 3. 600
millones y que de acuerdo con lo que se sostiene, cuando tienen que ser estudiadas en
relación con el poder político, se ha de atender a casos particulares, o como mucho, ver
su situación en unos u otros lugares. No se puede observar por ejemplo el número de
mujeres al frente de gobiernos, porque es irrelevante; sólo se pueden citar algunas
excepciones en una y otra parte.
De todos modos, la tesis fundamental de este trabajo se centra sobre todo en un
problema teórico de difícil resolución. En síntesis, cuando nos enfrentamos a la
explicación del liderazgo femenino, topamos con un inconveniente previo, de gran
calado metodológico: la construcción de un marco teórico apropiado (Sabino 1996: 6790) que nos guíe adecuadamente en nuestra investigación. La mayoría de los marcos
explicativos del liderazgo político en particular, y el liderazgo en general, se construyen
3
El problema habitual de la política comparada: su dificultad por trabajar con un reducido número de
casos, n pequeño. Véase Laiz y Román (2003: 5).
4
De acuerdo con las estimaciones realizadas por los más reconocidos contadores, como http: //www.
census. gov/main/www/popclock. html o http: //populationmatters. org/, visitadas el 20 de mayo de 2012.
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pensando en los modelos masculinos, como si se tratase de una trayectoria propia de
una identificación de género. Por eso, esta cuestión también aparece como uno de los
ingredientes fundamentales de toda esta problemática.
El hecho de que tradicionalmente se asocien los rasgos socialmente aceptados
como propios de un líder a las cualidades habituales de la construcción social de la
masculinidad, complican e inundan este concepto, de forma y manera, que empezamos
sosteniendo la tesis de la imposibilidad de acudir a un diseño; no por supuesto
femenino, sino neutral del liderazgo político, que resulte válido para explicar los pocos
casos que la realidad nos brinda sobre este fenómeno.
Sin embargo, en términos concretos, es esencial que haya más mujeres en la
política porque, cuando son pocas, se tiende a verlas como “mujeres” y les cuesta
mucho que se reconozcan sus derechos y la valía de sus políticas. Y si tienen éxito, se
ironiza con que parecen hombres. Si no tienen éxito, se achaca a que son mujeres y se
las neutraliza políticamente, lo que no suele ocurrir con los hombres que se dedican a la
política. Sumamente interesante en esta primera aproximación es el trabajo de
D‟Adamo, García Beaudoux, Ferrari y Slavinsky (2008) en el que plantean el peso de
los estereotipos que penden sobre las mujeres candidatas a puestos políticos de gran
relevancia política–concretamente abordan la cuestión de las mujeres candidatas a las
elecciones presidenciales en Argentina-. Estos autores enfatizan el papel de los
estereotipos y sus dimensiones tanto la descriptiva como la prescriptiva, valorando la
especial exageración que se produce de este fenómeno en la política: las mujeres se
enfrentan a muchos más problemas de imagen que los candidatos hombres, ya que
aparecen como políticamente inexpertas, carentes de conocimiento, débiles de carácter y
faltas de autonomía5.
5
En este punto, se recuerda también el trabajo de Uriarte y Ruiz (1999: 207- 232) donde analizando elites
deliberativas –no ejecutivas- plantean también esa diferente óptica de apreciación sobre el trabajo de
hombres y mujeres en política, cuando señalan que el liderazgo de las mujeres es más interactivo,
participativo, menos agresivo y más integrador con respecto a sus subordinados.
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2. El liderazgo político
Este trabajo versa como ya se ha especificado claramente sobre mujeres líderes.
Dando por supuesto que no hay que explicar el sustantivo, sí está claro que se precisa
trabajar con el adjetivo. Por tanto, se debe comenzar clarificando qué es el liderazgo
político6. En primer lugar, hay que reconocer que se trata de uno de los conceptos
fundamentales del análisis político, pero no tiene una definición rotunda e incontestada.
Salvando como lógico, los enfoques que pueda haber, los detalles y los matices
con los que se quiera afrontar el fenómeno, el tratamiento que se va a utilizar en este
trabajo es el más propio del análisis político empírico. Por tanto, se trata de identificar
una relación; el liderazgo es un fenómeno relacional. Plantea pues la existencia de dos
partes: el líder y los seguidores, absolutamente imprescindibles para que se produzca el
fenómeno, más el añadido que sin duda aportan nuevas visiones sobre el liderazgo (Nye
2010), pero que tampoco ha sido ignorado por las anteriores, como Tucker (1976): la
importancia del contexto.
2. 1. El líder
Para comenzar con claridad, y siguiendo a Nye, ¿qué es un líder político?, o
incluso mejor ¿qué hace un líder político? de acuerdo con su reflexión de que un líder
no es tanto lo es que es, sino lo que hace. La respuesta es clara: el líder es aquel que
ayuda a un grupo de personas a formular y a conseguir objetivos comunes.
6
Un ejemplo de síntesis en el abordaje de este complejo concepto se puede encontrar también en Delgado
Fernández (2004). En el mencionado trabajo el autor deja patente las dificultades del concepto, trabaja
fundamentalmente con la idea del liderazgo como un proceso, y recomienda (2004: 18) un enfoque propio
y ecléctico especial para este fenómeno en el ámbito político. De todos modos, las principales sugerencias
de Delgado se basan en el trabajo seminal de Antonio Natera Peral (2001).
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Idea clara que encierra una enorme dificultad porque entraña conceptos complejos
y de difícil o distinta interpretación. El liderazgo político es la función directiva por
excelencia; siguiendo la perspectiva funcionalista que fue hegemónica hace tiempo en
ciencias sociales, pero que aún es válida desde una visión de eclecticismo clásico de
enfoques en ciencia política, si bien todas las actividades sociales tienen sus élites
rectoras (Keller 1974). La función estratégica que cumplen las elites políticas se debe a
su función primordial en el sostenimiento de la sociedad; por tanto, se trata de aquellas
personas capaces de diagnosticar, diseñar y llevar a cabo un proyecto colectivo de una
sociedad dada.
Las elites políticas llevan a cabo su función a través del control del poder político,
entendido como el instrumento nuclear para hacer cumplir las decisiones que se toman
para el arbitrio social y la puesta en práctica del proyecto diseñado. De ahí, la
vinculación estrecha y, a veces, entendida como sinónima, entre liderazgo político y
poder. Como en este trabajo no se entra en enfoques psicosociológicos, no se hará, pero
es evidente que el atractivo del poder en sí mismo, como gran recurso, anima a
determinadas personas a alcanzar puestos de decisión por sí mismo. Es ilustrativo
recordar al sociólogo alemán Max Weber (2004: 156-157) cuando escribe:
Aunque el poder es el medio ineludible de la política o, más exactamente,
precisamente porque lo es, y el ansia de poder es una de las fuerzas que la
impulsan, no hay deformación más perniciosa de la fuerza política que el
baladronear de poder como un advenedizo o complacerse vanidosamente en el
sentimiento de poder puro en cuanto tal.
Por eso, no es de extrañar que se hable de los poderosos como aquellos que
ejercen el liderazgo político, aunque también es verdad que no todos los poderosos son
líderes políticos. Estos lo son en la medida en que el sistema les surte de privilegios y
recursos para cumplir sus funciones, pero en términos relativos puede que no sean ni los
únicos, ni los que tienen una mayor capacidad de influencia. Entre otras cosas, porque el
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liderazgo político, al menos de la cúspide es muy visible, y depende –en los sistemas
democráticos- de los electores, con lo cual por mucho margen de maniobra que puedan
tener en función el entramado institucional, o de la dinámica política del lugar, siempre
hay un momento de la verdad: de rendición de cuentas, de la accountability, que les
lleva a ser expuestos, criticados, recompensados o castigados; mientras que otros
colectivos poderosos no están sujetos a una visibilidad, a una responsabilidad, y a una
centralidad, tanto jurídico-política como mediática, que favorece la opacidad de sus
decisiones.
Pero no sólo se han estipulado las funciones del liderazgo político, a través de su
anclaje en la dirección política, expresión en la que podemos englobar la definición de
Nye antes expuesta. Muchos autores han hecho hincapié en los datos propios de la
personalidad del líder, aun dentro de la concepción del liderazgo como una relación.
Existe una de las tradiciones más rancias en la explicación del liderazgo, desde
luego más anclada en el ámbito mitológico y literario más que politológico, como es el
enfoque heroico. Se trata de aquella visión en que el líder es –fundamentalmente– un
héroe épico, en general, de trayectoria militar y fraguado en numerosas batallas,
caracterizado por llevar a cabo gestas cuyo resultado se premia más en alcanzar la gloria
imperecedera y menos el bienestar de sus subordinados. Obra clásica de este enfoque
sería el trabajo de Thomas Carlyle (1986).
Si abordamos el plano de la filosofía política, se puede viajar en el tiempo, y a
modo de citas eruditas, empezar con la contribución de Platón, y su visión idealista y
moral del liderazgo a través del concepto del rey filósofo. Y como no recordar, en este
punto, la conocidísima obra de Nicolás Maquiavelo, Il Principe, donde
el autor
florentino aconseja como debe actuar un gobernante que quiere serlo y continuar en el
empeño. Esta obra clásica, no deja de ser un modelo o hito por muchísimas razones: una
por ser un espejo para Lorenzo de Médicis, a través de la figura del Rey Fernando de
Aragón; y luego hay que recordar asimismo el interés que tiene la versión glosada, nada
más y nada menos, que por el propio Napoleón Bonaparte como alumno aventajado; y
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sin olvidar una última razón, y muy humana, como que Maquiavelo la escribe buscando
la gracia del señor que le facilite la salida de prisión.
No vamos a ir más allá en el recuerdo de retratos o perfiles de Príncipes que, por
otro lado, fueron abundantes a lo largo de la historia; sobre todo porque corresponden a
contextos no democráticos, donde el líder aparece en el vértice de la pirámide y emana
órdenes
y
decisiones
de
arriba
abajo,
prácticamente,
sin
posibilidad
de
retroalimentación; salvo a través del magnicidio o tiranicidio, generalmente, vinculado a
un recambio de la elite del poder.
En el ámbito de la sociología política lo que sí resulta imprescindible, en este
retrato teórico acerca del liderazgo, es la aportación de Max Weber. Su contribución
impregna con una importante variedad de conceptos el complejo fenómeno del
liderazgo. Dentro de su gran apartado genérico de la Sociología de la dominación,
aparecen los tipos ideales de legitimidad; donde ésta se convierte en un concepto capital
para explicar la obediencia que arranca del poder, pero sin resistencia; luego aquí hay
un componente clave: la otra cara de la moneda del poder. Todo líder que se precie
sueña con una base confortable de legitimidad que le permita que sus decisiones sean
acatadas, rápidamente, y al menor coste posible. La combinación que en los casos reales
tiene la legitimidad tradicional, la legal-racional y la carismática, ha supuesto una ayuda
inestimable en la observación y el análisis de los liderazgos políticos, no sólo desde el
punto de vista personal, sino también relacional, que como se ha dicho ya varias veces,
es el que nos resulta más operativo y con mayor capacidad explicativa para nuestros
objetivos.
Aun así, también merece atención en esta breve construcción del perfil del líder,
las cualidades y los defectos que un excelente observador como M. Weber nos
proporciona. Seguimos insistiendo en que aunque se trate de cualidades personales
resultan fundamentales para entender el liderazgo como una relación. Sin abordar todo
su repertorio, el propio Weber en 1919 (2004) facilita en un texto relativamente menor
como es su conferencia (luego pulida para su publicación): La política como vocación.
Desde su dicotomía: se vive de la política o se vive para la política, planteando el
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problema de la remuneración y, en definitiva, el de la profesionalización que está hoy en
día en el centro del debate. La transformación de la política como una empresa, y sus
consecuencias, y la figura del político profesional y el funcionario de partido.
La parcialidad, la lucha y la pasión diferencian al político del funcionario (sine ira
et studio). La disciplina de partido como característica de un tipo gregario de política, la
de los partidos, protagonistas por otra parte de la escena política del Estado.
Las cualidades deseables en un político son pasión –al servicio de una causa-,
sentido de la responsabilidad y mesura –guardando distancia–. Como defecto, y
principal amenaza, Weber cita la vanidad.
Y como no recordar dos citas claves más: La diferenciación y sus consecuencias
entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad; y la importancia de la
dignidad en la política, como no puede ser de otra manera, y en cualquier actividad que
tenga la categoría de humana. Además del convincente final del texto, cuando proclama
que aquel político, que tiene verdadera vocación, es quien a pesar de todas las
dificultades de su misión, dice: sin embargo.
Otras aportaciones en el ámbito del enfoque en la personalidad del líder, que
podrían ser tomadas en consideración, son el de macho alfa, que identifica al líder como
aquel a quien sigue la manada, con rasgos estereotipados muy masculinos, con la
espectacularidad de las proezas físicas, y en continuo litigio con los aspirantes a
destronarle.
2. 2. Los seguidores
El otro elemento necesario de la relación de liderazgo, como ya se apuntó, son
los seguidores. Sin ellos no hay líder, por mucho empeño que tenga la potente vanidad
humana. Tanto es así que, en este apartado, vamos a señalar dos conceptos
fundamentales en la explicación del liderazgo, y uno de ellos, quizá sorprenda verlo en
este epígrafe: el carisma; el otro, muy vinculado, el estado de necesidad. En el siguiente
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epígrafe, se trata un punto clave y muy relacionado con éste, la autonomía de los
seguidores.
La naturaleza relacional del liderazgo conlleva necesariamente la existencia de
dos partes: el líder y los seguidores. La fe, la confianza, o bien, la parsimonia o la
dejadez ante la ausencia de alternativas, o cualquiera otra razón que arrastre en pos de
un líder lo hemos dado en llamar carisma. Este concepto es tan famoso en ciencia
política como poco manejable. Su eufonía y su halo simbólico ejercen un efecto de
brillo que acaba oscureciendo su semántica. ¿Qué es el carisma? No es fácil ni de
responder, y mucho menos de operacionalizar este concepto. Ya en 1976, la
publicación del trabajo clásico de R. Tucker sobre la cuestión, ayuda a poner en claro
algunas de las cuestiones que nos interesan: a) el carácter –asimismo– relacional del
carisma, es decir que se trata de una percepción, y b) la aparición de un líder carismático
depende el estado de necesidad (de la angustia) de una sociedad, comunidad, colectivo
o grupo de seguidores. Es lo que este autor denomina el peso de la desgracia.
Basándonos en ellos, tomamos como referencia en este sentido, su definición de
líder carismático: “es la persona en quien, por virtud de cualidades personales insólitas,
parece encarnarse la promesa o esperanza de salvación” (Tucker 1976: 109). Luego
aclara más que la percepción de dicho carisma puede ser situacional o puro,
dependiendo ahí de un equilibrio entre la persona concreta y el momento de angustia
colectiva.
2. 3. El contexto
Desde este punto, resulta sencillo enlazar con el tercero de los elementos
señalados al principio en la disección de los elementos del liderazgo: el contexto. Así, se
acaba de perfilar un marco, muy especial, el vinculado a la percepción de carisma; por
tanto se trata de un contexto de crisis. Pero aunque el conflicto y la tensión sean
consustanciales a la política, se pueden identificar otros marcos, que también resultan
útiles en la explicación del liderazgo: trátese de los contextos institucionales, sociales,
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económicos, partidistas, internacionales, etc. que influyen tanto en la definición como
en las funciones del liderazgo.
Asimismo en este punto, hay que anotar cuestiones cruciales en el análisis
político de hoy día, como es que los seguidores no son un “rebaño de ovejas
obedientes” como pudiera parecer, como tópico, sino que existe una probada autonomía
de los seguidores; y que su concurso es fundamental para el papel del líder, sobre todo
en contextos democráticos, o en colectivos de ingreso libre como, por ejemplo, los
partidos políticos7. Y otro dato más, de importancia, el poder del líder depende de los
objetivos expresados (o consentidos) por los seguidores conforme a su cultura (Nye
2010: 43). Por tanto, la cultura política aparece como variable fundamental en el estudio
y el análisis del liderazgo.
2. 4. Los estilos de liderazgo
Pero además de estos rasgos de la personalidad, y siguiendo en línea con la
propuesta de Nye, de que el liderazgo no es lo que es sino lo que se hace, ampliemos
con los nuevos conceptos que se aportan en torno al liderazgo.
Hablar de estilos de liderazgo, supone escribir sobre los rasgos de los modelos
complejos en los que se puede combinar esa relación que supone el liderazgo político.
En los estilos de liderazgo, pues, encontramos al líder y sus capacidades y sus
aprendizajes, las necesidades y pautas culturales de los seguidores, y la relación que se
establece a través de las pautas de interacción de unos y otros. De esa manera, siguiendo
a Nye, habrá que citar la diferencia entre Hard y Soft power, y su combinación perfecta,
llamada Smart power.
Todo ello para diferenciar el liderazgo transformativo y el liderazgo
transaccional. El primero es aquel modelo de liderazgo que responsabiliza y exalta a
los propios seguidores, explorando el conflicto y la crisis para conocerla y
7
Véase Panebianco (1990).
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transformarla. Este tipo de liderazgo induce a los seguidores a trascender los intereses
particulares; el carisma es un aspecto más (Nye 2010: 73).
El liderazgo transaccional apela a los intereses particulares de lo seguidores,
dependiendo más del castigo y la recompensa. El mismo líder debe ser capaz de crear
incentivos y definir las reglas de su obtención (Nye 2010. 74).
Los dos estilos se han de combinar con recursos Hard y Soft, dependiendo del
contexto (el tercer vértice de la relación). Sin poder agotar en este espacio, los rasgos
característicos de las dos formas de poder, hay que recordar que los recursos propios del
Soft power son: habilidad comunicativa, carisma, inteligencia emotiva, persuasión,
capacidad de visión. En el perfil del modelo Hard, sin embargo hay que hablar de
habilidad organizativa, y habilidad política, entendida como la capacidad de acumular
capital político para negociar continuamente (Nye 2010: 95). La combinación adecuada
de los dos tipos de recursos, configura el llamado Smart Power, caracterizado por la
concurrencia de inteligencia contextual: “el liderazgo es un arte interactivo en el que el
sujeto „baila‟ con el contexto, el problema, las facciones y el objetivo” (Nye 2010: 102),
la comprensión del contexto cultural, el manejo adecuado de las crisis y la noción de
urgencia, y el control del flujo de información.
De modo panorámico, también cumple añadir que, las importantes
transformaciones sociales de los últimos años, como la revolución tecnológica, la
extensión de la democratización, no sólo política sino social, la globalización que nos
lleva a no encontrar fronteras, en el sentido de poder conocer en cualquier momento y
lugar lo que ocurre en la otra punta del mundo, y por tanto a conocer y a reconocer otras
culturas, están modelando un mundo menos jerárquico, más reticular; esa circunstancia
va imponiendo un modelo de liderazgo menos vertical y mucho más horizontal; se
busca más un coordinador que un director dando órdenes. Se precisa más una persona
comunicativa, participativa e integradora, que un jefe con bastón y silbato que ahora
resulta menos eficaz.
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A este nuevo estilo de liderazgo, que tiene unos rasgos más amables y
contemporizadores, se le ha dado en llamar incluso estilo femenino de liderazgo, frente
al modelo masculino ligado a la verticalidad y a la orden. Esta cuestión no deja de ser
un estereotipo más. Es cierto que las condiciones de vida de las mujeres, en casi todas
las sociedades incluidas las occidentales, presentan unas barreras de oportunidad frente
a los hombres, que impiden correr con ellos en igualdad de condiciones. Pero no por eso
se debe caer en el estereotipo de la amabilidad de la mujer frente al modelo masculino,
próximo al estilo heroico o de machos alfa, antes mencionados8.
Esta desigualdad en la estructura de oportunidades en las carreras políticas de las
mujeres, junto a las pautas culturales que las complementan, ayudando a ese
menoscabo, ha dado origen a una expresión ya famosa, la de techo de cristal para
denominar esa frontera invisible pero real que impide a las mujeres subir más arriba,
incluso en las sociedades democráticas donde teóricamente los derechos
y las
obligaciones de ambos sexos son las mismas. Esa expresión está cambiando en los
últimos tiempos, quizá por otra más adecuada a los nuevos tiempos, la de laberinto de
cristal (Barberá, Ramos y Candela, 2011), poniendo de manifiesto la posibilidad de
perderse en los caminos intrincados de un lugar metafórico que tiene una entrada pero
una complicadísima salida.
3. Los liderazgos femeninos
En el apartado anterior, se ha intentado hacer un bosquejo breve y ecléctico
acerca de la comprensión teórica con que trabajamos en la ciencia política sobre el
fenómeno del liderazgo.
8
Desde la Psicología social refiriéndose a contextos organizacionales, en general, no políticos, se han
explorado estas cuestiones, con resultados no definitivos, pero interesantes, véase: Cuadrado (2004: 270275), Cuadrado, Molero y Navas (2003: 115-119), y de Ayestarán (2003: 315-319) sobre todo la pregunta
que lanza a Isabel Cuadrado al final de su artículo.
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Como se sostenía en la introducción de este trabajo, el escaso número de casos
de liderazgo femenino impide tratar este fenómeno de forma categorial, y por tanto, la
mayor parte de las veces, hay que reducirlo a excepciones. Esta singularidad produce
dos consecuencias metodológicas: una, que la mayoría de los pocos casos son vistos a la
luz de los modelos fundamentalmente masculinos, y por tanto mimetizan los casos
dados en función de esos rasgos; y dos, no hay explicación para aquellos casos que no
siguen esas pautas.
De todos modos, antes que nada, cumple hacer una distinción interesante en
nuestra disquisición, que también fue apuntada en la introducción: si bien la presencia
femenina en el ámbito político es creciente tanto en los sistemas democráticos como en
los no democráticos, es conveniente matizar lo siguiente: hay un diferencia considerable
en todos los países del mundo entre la presencia de mujeres en los espacios
deliberativos (parlamentos, asambleas, consejos, comisiones, etc. …), y la existencia de
puestos de carácter ejecutivo desempeñados por mujeres; este sigue siendo un terreno
casi exclusivo de los hombres.
Esta situación supone dos circunstancias (que a la vez funcionan como causa y
consecuencia): la mayor relevancia social y de visibilidad tanto por prestigio, privilegio
como por importancia en la dirección política de los Estados de la que gozan los puestos
ejecutivos; condiciones a la que se une, una más, y no menos importante: su escasez,
entendida lógicamente como ingrediente de valor.
Los espacios de carácter deliberativo sí están constituyendo el escenario al que
se suben más mujeres; tampoco se puede hablar ni de un gran número, ni de una gran
velocidad9, pero es un indicador que está sirviendo para observar, medir e interpretar el
avance político de las mujeres10.
9
Veáse www.ipu.org/wmn-e/world.htm. Corresponde a la página web de InterparlamentaryUnion, en su
apartado Women in Parliaments.
10
Conviene señalar en este punto un interesante estudio sobre el caso español elaborado por Tania Verge
(2006) sobre las estrategias desarrolladas por los partidos políticos para incrementar la presencia de la
mujer en las instituciones. Sus conclusiones hablan de avance (en el terreno legislativo, no tanto en el
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Además, en este punto, hay que recordar, el impulso añadido que supone para
aquellos datos, la aplicación de los resultados del tercero de los Objetivos de Desarrollo
del Milenio (ODM), aprobados en la Cumbre de las Naciones Unidas del mismo
nombre celebrada en 2000. Dicho objetivo reza: “Promover la igualdad de género y el
empoderamiento de las mujeres”11, entre los indicadores12 de medición y seguimiento
del objetivo está la proporción de escaños ocupados por mujeres en el Parlamento
nacional. En este punto y a la luz de los datos, se puede observar un crecimiento
sustantivo en la mayoría de los casos debido a la implementación de medidas de
discriminación positiva como las cuotas13, y de ahí podemos encontrar un número
importante de datos que recogen este ascenso, tanto en la página web ya mencionada de
la Interparlamentary Union, como en los distintos informes anuales de cumplimiento de
los ODM14.
De manera muy resumida –consultar cuadro nº 1–, nos encontramos con un
ascenso pero no demasiado significativo con respecto a las metas previstas en torno a
lograr la paridad. También se comprueba que la presencia creciente, es a la vez muy
ejecutivo), y es digna de mención su alusión al Círculo virtuoso que se ha dado en España por la
competición entre los dos grandes partidos en la carrera de quien presenta más mujeres. El estudio abarca
hasta el año 2004, por lo que no puede entrar en el avance más claro en los puestos ejecutivos
(ministerios) que se va a operar con el presidente Rodríguez Zapatero, consiguiéndose gobiernos
paritarios. Situación que acabará en 2011 con el triunfo del PP.
11
El empoderamiento consiste en un proceso de otorgamiento de poderes a las mujeres para que se hagan
más presentes, y por tanto visibles, allí donde su existencia y su importancia no están a la altura de los
niveles de toma de decisiones que sí les afectan. El empoderamiento enfatiza la visibilidad y un mayor
protagonismo activo de las propias vidas de las mujeres (Román Marugán y Ferri Durá, 2008: 79). Hay
que recordar en este punto que la estrategia del empoderamiento surge entre las mujeres del Sur y tiene su
antecedente, más remoto, en la relación entre el feminismo y la educación popular en América Latina
(Hainard y Verschuur 2002: 197 y ss; y Batliwala 1997: 187-211).
12
Los demás indicadores vinculados al tercer objetivo son los siguientes: Relación entre niños y niñas en
la educación primaria, secundaria y superior; relación entre las tasas de alfabetización de las mujeres y los
hombres de edades comprendidas entre los 15 y 24 años; y proporción de mujeres en empleos asalariados
en el sector no agrícola.
13
Véase entre muchos los magníficos trabajos de Ojeda Rivera (2006) y de Llanos y Simple (2008).
14
Véase Naciones Unidas 2011: 27, 2012: 26 y 2013: 22.
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dispar. No existe un crecimiento compensado, la cita literal15 de los Informes de
Naciones Unidas, sobre el cumplimiento de los ODM, es muy clara:
A principios de 2011, las mujeres representaban el 30% o más de los integrantes
parlamentarios (en parlamentos unicamerales o en la cámara baja) en 25 países, lo
cual incluye los siete países donde ocupaban el 40% o más de los escaños. Algunos
países han logrado altos niveles de representación de las mujeres en ambas
cámaras: Rwanda (56, 3%), Suecia (45, 0%), Sudáfrica (44, 5%) y Cuba (43, 2%).
Por el contrario, 48 países tienen menos de un 10% de mujeres en la cámara baja o
en parlamentos unicamerales. Nueve países (Arabia Saudita, Belice, los Estados
Federados de Micronesia, las Islas Salomón, Nauru, Omán, Palau, Qatar y Tuvalu)
no tienen ni una mujer parlamentaria.
De esta manera, se puede comprobar, aun a vista de pájaro, la situación del avance
–numérico– de las mujeres en los puestos políticos deliberativos. No podemos entrar
por razón de espacio, ni de capacidad en una valoración cualitativa de esa presencia;
pero habida cuenta de los siglos de invisibilidad, no se puede negar un avance
sustantivo de la participación de la mujer en el ámbito político, y su consecuencia más
relevante: la posibilidad real de que sus puntos de vista, sus reivindicaciones y sus
propuestas de solución a los problemas de la sociedad, sean tenidos en cuenta. Pues con
más mujeres en la política, es más fácil apreciar que los problemas de las mujeres no
son sólo de ellas –la violencia de género, por ejemplo–; son de todos.
Porque la diferencia fundamental en política no es el género; es la exclusión. En el
caso aquí analizado, la exclusión (¿sistemática?) de las mujeres de los puestos y
espacios de poder/responsabilidad política. Y es obvio que a la hora de buscar
soluciones, por ejemplo, frente a la violencia contra las mujeres, es más difícil acertar si
no se hace desde la perspectiva de la mujer, desde la perspectiva de género, tanto en los
parlamentos, como en las policías, la justicia o el sistema de asistencia. Y de la misma
manera, una sola mujer en un tribunal, aunque esté en minoría, sin duda influirá en la
perspectiva de sus compañeros varones por su capacidad para aportar la visión desde
esa importante parte, al menos cuantitativamente, de la sociedad.
15
Véase Naciones Unidas 2011: 22.
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Pero, volviendo sobre el argumento, queda por comentar la otra dimensión: la
presencia de la mujer en los puestos políticos ejecutivos. Como ya se ha especificado, la
cuestión cambia radicalmente. Para dar el paso a este fenómeno, hay que recordar la
siguiente cita correspondiente al Informe de los ODM del año 2011 (2012: 22). En este
párrafo se pone de manifiesto que aunque sí se comprueba un avance en la presencia en
los órganos de representación y deliberación (e incluso un tímido avance en sus
presidencias), el gran abismo se sitúa en los principales puestos de dirección política
(Jefaturas del Estado y Jefaturas de Gobierno).
14
Los sistemas de cupos y las medidas tomadas por los partidos políticos siguen
siendo claves para lograr mejoras representativas. Los cupos determinados por ley o
establecidos por los propios partidos políticos se han puesto en práctica para el 67% de
las 43 cámaras bajas que cuentan con un 30% o más de integrantes mujeres. En cuanto a
puestos de liderazgo, por primera vez dos parlamentos eligieron mujeres para
presidirlos: el de Mozambique y el de la República Unida de Tanzania. En todo el
mundo, las mujeres ocupan actualmente solo el 13, 4% de las presidencias
parlamentarias. En enero de 2011, solo 10 países tenían a mujeres como jefas de Estado,
y en 13 países había mujeres como jefas de gobierno.
Así es, y aún se pueden dar más datos que ayudan a proporcionar una idea más
acorde con la dimensión del problema, Nye ( 2010: 60-61) cita un estudio que muestra
que sólo el 5% de los puestos directivos de las grandes empresas son desempeñados por
mujeres; que en las Asambleas legislativas electas, el número oscila entre el 45% de
Suecia y el 16% en Estados Unidos. Pero lo más significativo son los datos que aporta
sobre el siglo XX, en el que se han contabilizado 1941 Jefes de Estado en países
independientes; de ellos sólo 27 han sido mujeres; la mitad de las cuales han llegado al
poder como viudas e hijas de un gobernante masculino, en otras palabras, las mujeres
que accedieron al poder con sus propios medios han sido menos del 1% de los Jefes de
Estado del siglo pasado:
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Gráfica 1.
Fuente: Informe 2011 Objetivos de Desarrollo del Milenio, Naciones Unidas
La cita anterior nos sirve para plantear cuestiones claves de los interrogantes de
este trabajo. Y esa vinculación explicativa entre los liderazgos en general y los
masculinos. Sólo un 1 % de los líderes políticos máximos de los Estados independientes
del mundo durante el siglo XX han sido mujeres que han alcanzado el poder como la
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mayoría de los hombres líderes, siguiendo una carrera política exitosa. El resto de los
pocos casos de mujeres lideresas, lo han sido como parte de una familia, de un carisma,
o de una carrera política exitosa prestada. No significa en absoluto que dichas mujeres
careciesen de talento o habilidad16, pero seguro que de no estar rodeadas de esas
circunstancias familiares y sociales, no habrían ocupado sus cargos.
Estos hechos ponen de manifiesto, cuestiones relevantes en el estudio del
liderazgo, concretamente con la cuestión del carisma. Se trata del fenómeno de la
“rutinización” y la “despersonalización” del carisma. Tanto Max Weber, como Robert
Tucker, en su intento de hacer más operativo el concepto de carisma sostienen que la
relación carismática puede transformarse desde una relación personal y extraordinaria a
otra; por ejemplo, de un líder a otro, de acuerdo con las reglas de sucesión establecidas
(designación, cooptación, elección, etc. …). Tucker (1976: 123) escribe: en el proceso
de “despersonalización”, el carisma evoluciona pasando a ser un carisma hereditario o
“familiar”.
Esta observación certera sobre el carisma, nos lleva a analizar el fenómeno
antedicho, donde son mujeres líderes porque en ellas continua el carisma de su padre, o
esposo, o incluso madre. Ejemplos bien conocidos: Indira Gandhi, era la hija de Nehru,
Benazir Butto, fue la hija de Zulfikar Alí Butto, Aung San Suu Kyi es hija del héroe
nacional birmano Aung San. Chandrika Kumaratunga, presidenta que fue de Sri Lanka,
es la hija de la legendaria Sirimavo Bandaranaike, la primera mujer asiática en gobernar
un país independiente17. En el panorama actual está Marine Le Pen, Hillary Clinton, o
16
Al contrario, si seguimos a García-Retamero y a López-Zafra (2008: 12), en las organizaciones –
empresas por lo general- que estudian se observa que: a pesar de quelas mujeres tengan menos
oportunidades que los hombres a la hora de obtener un cargo donde deban desempeñar el rol de líder,
éstas presentan ciertas característicasque las hacen líderes más eficaces en las organizaciones
contemporáneas. Concretamente, las líderes mujeres son menos jerárquicasy más cooperativas y con
frecuencia incrementan la autoconfianza de susseguidores en mayor medida que los líderes hombres. Es
más, las mujeres muestran un estilo más transformacional de liderazgo que los hombres. Los líderes
quemuestran este estilo de liderazgo ganan la confianza de sus seguidores, estableciéndosecomo modelos
en el grupo. Todo lo que agudizaría la tesis que aquí se defiende, haciéndola aún más paradójica.
17
Para afrontar un breve recuerdo a estas mujeres pioneras en el desempeño de tareas políticas ejecutivas
de máximo nivel, se pueden consultar las obras de Genovese (1997) y de Segura Graiño (1998).
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Cristina Fernández. Entre los pocos casos que podemos encontrar rebuscando en el
primer modelo, está Angela Merkel, Dilma Roussef o Ellen Johnson-Sirleaf, y en el ya
pasado mediato, Golda Meir; si bien entre estas también debiera tenerse en cuenta que
algunas fueron nominadas por sus antecesores, varones, por lo que puede decirse que,
en parte, “han heredado” el puesto.
Gráfica 2. Jefes de Estado de países independientes en el siglo XX
Jefes de Estado varones
Jefas de Estado familiares de un gobernante masculino
Jefas de Estado
Fuente: elaboración propia a partir de los datos suministrados por A. Ludwig (2002: 22-23)
Hoy día, se puede esgrimir el ejemplo latinoamericano para poner de manifiesto
el predominio de la mujer en política, pero se trata de un espejismo que se desvela a
poco que se investigue. Hasta 1999, la nicaragüense Violeta Chamarro era la única
mujer elegida para ocupar la presidencia de un país de Latinoamérica. Argentina,
Bolivia habían tenido presidentas, pero ninguna llegó a ocupar ese cargo como resultado
de un proceso electoral. Desde entonces se ha visto una ola de mandatarias
aparentemente cada vez más poderosas: Mireya Moscoso de Panamá, Michelle Bachelet
de Chile, Cristina Fernández de Kirchner de Argentina, Laura Chinchilla de Costa Rica
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y Dilma Rousseff de Brasil18. En pocos años, una región conocida por su secular
machismo parece que se ha convertido en la vanguardia de la igualdad entre sexos, por
lo menos en la cúspide del poder político. Pero sería un error confundir la disposición
del electorado a votar por una mujer con una verdadera y profunda expansión de la
libertad y la igualdad de género. Pues la igualdad implica mucho más que sólo
conseguir ellas los puestos de mandatarias. También tiene que tomarse en cuenta a qué
tipo de mujeres acepta el pueblo como líderes, cómo llegan al poder (obsérvese que
todas las citadas fueron designadas, más o menos, directamente por sus predecesores,
hombres), qué tipo de comportamiento se espera de ellas en su cargo y cuáles políticas
de gobierno pueden aplicar.
Y el otro aditamento sobre el carisma que merece la pena remarcar, es que como
es una percepción por parte de los seguidores de que determinada persona es el mejor
líder posible, e incidiendo en la importancia del contexto – y el estado de necesidad–, es
lógico que esa percepción se amolde de manera adecuada a los patrones culturales de
esa sociedad. Si por regla general, las sociedades responden a pautas patriarcales, donde
el hombre es el protagonista por excelencia, es difícil que pueda surgir una lideresa
carismática, sus posibilidades casi estadísticas son prácticamente inexistentes.
4. Conclusiones
De manera sintética, se van a reseñar los principales argumentos esgrimidos a la
largo de esta reflexión:
1. La función de liderazgo político es fundamental para el sostenimiento de las
sociedades. Dentro de la etiqueta de liderazgo político, se puede distinguir entre
liderazgo político en ámbitos deliberativos (Asambleas, Parlamentos, Consejos,
Comisiones, etc.), y liderazgo político en ámbitos ejecutivos, es decir de
dirección política.
18
Véase, ForeignAffairs Latinoamérica (2011), monográfico dedicado a “Mujeres y política pública”.
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2. Las mujeres suponen la mitad de la población mundial en términos cuantitativos
y sin embargo, su participación política en los distintos niveles de liderazgo es
insuficiente en proporción a su presencia. Resulta ser sin duda alguna, la mayor
de las minorías del planeta.
3. En los últimos tiempos, la presencia de las mujeres en los puestos de poder, ha
mejorado gracias en primer lugar al reconocimiento del problema y por tanto a
las acciones paliativas acometidas: programas activos, y la utilización de
instrumentos de discriminación positiva, concretándose sobre todo en los
puestos de liderazgo en el ámbito deliberativo, lo que resulta ser un logro al
poder incorporar el punto de vista femenino para visibilizar problemas y
soluciones. Véase el cuadro nº 1.
4. En los puestos de poder de ámbito ejecutivo queda muchísimo más por hacer. El
retraso es proverbial, y las posibilidades de crecimiento de la presencia de la
mujeres en este escenario tiene que ver también con la propia transformación
social en cuanto a las relaciones de género, la formación, la conciliación y la
igualdad de oportunidades para dedicarse a la función política. Por las
aportaciones de los estudiosos en el tema, y en este ámbito, se pueden encontrar
dos tipos de mujeres lideresas, por ejemplo a lo largo del siglo XX: a) aquellas
que heredan el carisma/puesto de un familiar y b) las capaces de generar y
triunfar por sus propios medios. Contabilizándose la suma de ambos casos en
una cifra minúscula, todavía las primeras constituyen más casos que las
segundas.
5. La situación actual mezcla de progreso, pero también de retórica, lleva incluso a
casos perversos, en de cara a la imagen o los cálculos electorales, se precisa un
liderazgo femenino, que se fabrica sin demasiado fuste, contribuyendo
negativamente a la verdadera presencia femenina en los puestos de poder. Como
ejemplo de estas palabras, sirva el caso de Sarah Palin, excelentemente retratado
en la película Game Change (2012) dirigida por Jay Roach.
6. La tesis defendida en este trabajo se basa en todos los puntos anteriores
entendidos como preliminares: es difícil buscar una explicación teórica del
liderazgo político femenino debido a que, ni siquiera existe una teoría sobre el
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liderazgo político neutral, sino que los enfoques y todo el material analítico se
basa en los casos mayoritarios que son masculinos.
7. Esta última afirmación se comprueba con facilidad al descender algunos
detalles, que aquí, sin más profundización, sirvan tan sólo como ejemplo. La
proliferación de enfoques explicativos como el heroico, o el del macho alfa, o el
propio concepto de carisma, tan utilizado como complejo, pero que
prácticamente descarta a las mujeres en el establecimiento de perfiles, porque
como es lógico depende de los patrones de cultura política de cada sociedad;
todo ello sin entrar en otras variables sustantivas del carisma que también se ven
afectadas en este sentido.
8. En los últimos estudios sobre estilos de liderazgo, tal como la distinción por
ejemplo entre liderazgo transformativo y liderazgo transaccional, aparece de
forma más nítida un modelo que se tilda incluso de femenino como sería el
transformativo, caracterizado por utilizar recursos Soft, frente a la contundencia
de los Hard. Pero esta identificación no deja de ser un estereotipo más. Es
vincular un modo de hacer las cosas a una serie de características asignadas
culturalmente a las mujeres a través de las relaciones de género, por lo que
tampoco se puede mostrar satisfacción por ello.
9. En definitiva, lo que queda sobre la mesa, es la necesidad de seguir buscando
mejores patrones explicativos para un fenómeno de crecimiento lento pero
imparable, que tiene que ver con las mejoras en los sistemas de representación y
de gobernación democráticas. De alguna manera se está instalado en un círculo
vicioso porque no hay casos, y por eso no hay fenómenos de estudio en un
número realmente significativo para que deje de ser una excepción.
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MIEDOS MASCULINOS Y MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA1
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Resumen: El presente trabajo constituye una aproximación psicológica a la mutilación genital
femenina, dándose a conocer las motivaciones, expectativas y fantasías que la sustentan y que,
por cierto, ponen de relieve como elemento medular el miedo del hombre ante la sexualidad
femenina. El análisis del mito de la vagina dentada es muy ilustrativo al respecto. Por otra parte,
como ejemplificación de la problemática abordada, se toma en consideración el relato aportado
por una mujer sobre la mutilación genital padecida siendo niña y el gran sufrimiento que ello le
causó. Y, por último, se incorporan ciertas reflexiones que inspiraron este artículo.
Palabras clave: Mutilación genital femenina, clitoridectomía, infibulación, miedo a la mujer,
mitología, vagina dentada, sexualidad femenina.
Title in English: Male fears and female genital mutilation
Abstract: This paper takes a psychological approach to genital feminine mutilation, showing
the motivations, expectations and fantasies that sustain it, and which demonstrate that men‟s fear
of feminine sexuality is a fundamental element underpinning the practice. Analysis of the myth
of the toothed vagina is illustrative and pertinent. It must be viewed alongside a woman‟s
evidence concerning her genital mutilation in infancy, and her ongoing resultant suffering. In
conclusion, mention will be made of some reflections that prompted this paper.
Key words: Genital feminine mutilation, clitoridectomy, infibulation, fear of the woman,
mythology, toothed vagina, feminine sexuality.
1. Introducción
La sexualidad es parte constitutiva del ser humano. Somos seres sexuados y
sexuales que, a través de la estimulación corporal, estamos en condiciones de obtener
placer, en solitario y en compañía, de una y mil maneras. Las posibilidades de
satisfacción y expresión sexual pueden ser muy diversas, nuestra forma de vivir y de
1
Fecha de recepción: 30/07/2013
Fecha de aceptación: 06/10/2013
Profesor Colaborador, Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico,
Universidad del País Vasco, San Sebastián, España,  josemartin. [email protected].
2
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relacionarnos sexualmente y de definirnos al respecto también, en función de nuestro
desarrollo psicosexual y de los avatares de la vida, dependiendo de las significaciones
individuales y colectivas que se vayan gestando. Pero independientemente de las
diferentes prácticas que se puedan plantear o llevar a cabo, tendríamos que considerar
que cada ser humano como sujeto sexuado y sexual que es, desde su peculiaridad
personal, debería tener la oportunidad y la libertad de desarrollarse y expresarse
sexualmente de acuerdo con lo que sienta y desee, y que su placer tan solo tenga como
límite la libertad y el deseo del otro. No obstante, en no pocas ocasiones, en distintos
lugares y tiempos históricos, se han ideado rígidos dispositivos socioculturales para
normativizar las prácticas, los roles y las identidades sexuales, llegándose incluso a
intervenir por mandato o presión sobre la corporalidad, tal como ocurre con la
“propuesta” de la extirpación o mutilación parcial o total de los órganos genitales por
razones no terapéuticas.
El tema de la mutilación genital femenina, una práctica que se halla
profundamente arraigada en ciertas sociedades desde hace mucho tiempo, desde antes
de la aparición del Islam y del Cristianismo, puede afectar gravemente, causando gran
sufrimiento físico y emocional, a lo largo de su vida (sexual) a la mujer. Un sufrimiento
que atenta contra la libertad y los derechos humanos, y que resulta tanto más dramático
si cabe cuando las víctimas son niñas y han sido conducidas, bajo seducciones y
ocultamientos, a participar en un rito que les marcará en el cuerpo y en el alma, con la
idea sostenida colectivamente de que es “por su propio bien”, para favorecer y propiciar
la integración en una comunidad que les reconocerá en adelante como “verdaderas”
mujeres, mujeres limpias.
Este artículo lo he escrito con la intención de sensibilizar al lector en el
sufrimiento físico y emocional causado a muchas niñas y mujeres por motivaciones
rituales, al mismo tiempo que trato de llamar la atención sobre las motivaciones,
expectativas y fantasías que sustentan tal forma de intervención y control sobre el
cuerpo (y la sexualidad). La tesis que planteo en el artículo se inspira en la labor de una
psicoanalista pionera, Karen Horney (1932), quien tuvo la audacia de contemplar la
sexualidad femenina desde una vertiente genuinamente femenina y no como una falta o
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falla de lo masculino, además de sostener que ciertas conductas varoniles encubren por
compensación un gran temor a la mujer.
Para llevar adelante los objetivos de mi artículo me ha parecido conveniente
apoyarme en el testimonio de alguna mujer que haya padecido en su infancia el drama
de la mutilación genital por motivos rituales. Cualquiera que se adentre en Internet y en
la consulta bibliográfica puede encontrar muchos casos ilustrativos que nos sirvan como
ejemplificación de las consecuencias físicas y psicológicas de la mutilación genital así
como de las causas socioculturales, racionalizaciones y justificaciones que operan en su
mantenimiento. Hemos de estar muy agradecidos a las mujeres que han roto las barreras
del silencio y han decidido ofrecernos su testimonio, pues con su valentía están
ayudando a señalar el problema, para que lo conozcamos y reconozcamos, y así
podamos luchar eficazmente por su erradicación. Cada testimonio de mutilación genital
(yo me he basado en varios extractos del relato que refiere Waris Dirie, una famosa
modelo somalí que padeció esta intervención cuando apenas contaba con cinco años de
edad) nos sirve para crear conciencia y sensibilizar al respecto así como para reflexionar
sobre sus causas y poder pensar en propuestas de solución.
2. El rito de la mutilación genital
La mutilación genital femenina se lleva a cabo en la mayoría de los casos durante
la infancia, a veces a edades muy tempranas, entre los 4 y los 8 años, o incluso antes, en
determinadas comunidades pocos días después del nacimiento, extendiéndose
generalmente hasta los 14 ó 15 años; ocasionalmente se lleva a cabo en la etapa adulta.
Como lo recuerda la propia Waris Dirie:
[…] todas las chicas somalíes aguardan expectantes la ceremonia que las
transformará de niñas en mujeres. (Dirie 1998: 49).
La noche antes de mi ablación, mi madre me dijo que no bebiera demasiada agua o
leche, para que no tuviera que hacer mucho pis […]. Aquella noche, la familia me
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mimó más y me dio más de cenar que de costumbre. Ésa era la tradición que había
observado a lo largo de los años y que me hacía sentir celos de mis hermanas
mayores. (Dirie 1998: 52-53)
La niña puede estar muy ilusionada por participar en la ceremonia de su
“conversión” en mujer, que ha podido estar esperando y anhelando como un gran
objetivo en su vida, como algo muy especial y atractivo, por la nueva consideración
social que supone en su vida y por su asociación con regalos y mimos. Unas atenciones
especiales que, según Tractenberg, además de dispensársele como muestra de
celebración de su aceptación o reconocimiento público, constituyen la ocultación
maníaca mediante la cual el yo guarda obediencia “a los mandatos destructivos del
superyó” (Tractenberg 1972: 59).
La práctica tradicional de la mutilación genital femenina forma parte de un
proceso de socialización e inserción en la comunidad, por el que se fija la identidad de
género y se generan mayores posibilidades para contraer matrimonio y formar una
familia. Porque mientras no se pasa por este rito, o para quienes no lo transitan, hay
dificultades, cuando no marginación o total rechazo. De hecho, hay hombres que no
quieren casarse con una mujer que no ha sido sometida a la mutilación genital, por
considerarla, dicen, impura o poco femenina: “En Somalia se cree que entre las piernas
de las chicas existe algo malo, partes del cuerpo con las que nacemos, pero que no son
limpias. Estas cosas tienen que extirparse” (Dirie 1998: 49):
Mamá cogió un trozo de raíz de un viejo árbol […]; se sentó detrás de mí y puso
mi cabeza sobre su pecho; sus piernas me rodearon y yo le rodeé los muslos con
los brazos. Mi madre me puso la raíz entre los dientes. –Muérdela […]. Mamá se
inclinó sobre mí y me susurró: –Sabes que no puedo sostenerte. Estoy sola, así que
trata de ser una buena chica, nena. Sé valiente para tu mamá, y será rápido. (Dirie
1998: 53-54)
Miré entre mis piernas y vi que la gitana se estaba preparando […]. Clavé mi
mirada en ella, porque quería saber con qué iba a cortarme […] y extrajo una
cuchilla de navaja, rota. La hizo girar y la examinó. El sol acababa de salir y la luz
permitía distinguir los colores, pero no los detalles; sin embargo, noté sangre seca
en su filo desigual. La gitana escupió en ella y se la secó en el vestido. Mientras
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ella la limpiaba, mi mundo se oscureció, pues mi madre me había vendado los ojos
con un pañuelo. (Dirie 1998: 54)
Lo siguiente que percibí fue cómo me cortó la carne, los genitales. Sentí la hoja
embotada atravesar mi piel, de arriba abajo, serrándola […]. Es como si alguien te
rebanara el muslo o te cortara el brazo, sólo que lo están haciendo en la parte más
sensible de tu cuerpo. Sin embargo, no me moví ni un centímetro, […] quería que
mamá se sintiera orgullosa de mí. Permanecí sentada, como hecha de piedra,
diciéndome que cuanto más me moviera, tanto más duraría la tortura. Por
desgracia, mis piernas empezaron a estremecerse, a temblar sin control, y recé,
Dios, por favor, que acabe pronto. Y así fue, porque me desmayé. (Dirie 1998: 5455)
Cuando volví en mí creí que habíamos terminado, pero apenas había comenzado lo
peor. Me habían quitado la venda y a su lado la Asesina había apilado un montón
de espinas de acacia; las usó para perforarme la piel y luego pasó un fuerte hilo
blanco por los agujeros y me cosió. Mis piernas estaban totalmente entumecidas,
pero el dolor entre ellas era tan intenso que deseé morir. (Dirie 1998: 55)
Creí que el tormento había acabado, hasta que tuve que orinar, y entonces entendí
el consejo de mi madre de que no bebiera demasiada agua o leche […]. La primera
gota me escoció como si un ácido me estuviese corroyendo la piel. (Dirie 1998: 5556)
Las palabras de Waris Dirie son altamente emotivas e impactantes, nos trasladan a
una ceremonia tremendamente dolorosa y traumática, con consecuencias negativas a
corto y largo plazo, practicada por tradición y costumbre sobre unas personas que, por
su edad y situación de vulnerabilidad, se ven imposibilitadas para defenderse o escapar
del destino que les aguarda. Una vivencia ocupadora del cuerpo y del alma. De hecho,
muchas mujeres nunca llegan a recuperarse del trauma que representó en su vida la
mutilación genital. Aunque la herida física haya cicatrizado, no lo ha hecho la herida
psíquica. Llevan grabado, con una marca imborrable en sus cuerpos, y en sus mentes, el
acontecimiento traumático, padeciendo y reviviendo un sufrimiento inextinguible. Hay
mujeres que se sienten incompletas. O como bichos raros en comparación con otras
mujeres que no han pasado por tal pesadilla. Y que por ello se sienten humilladas.
Impotentes. Con rabia. ¿Acaso les informaron de las consecuencias que la mutilación
genital podía suponerles? ¿Acaso podían negarse a que les practicaran tal intervención?
¿Acaso quienes organizaron y les practicaron la mutilación genital pensaron en el
sufrimiento que causaban?
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Hay mujeres a quienes muchos años después les sigue asaltando el recuerdo de la
mutilación genital con sus vívidas imágenes traumáticas, reviviendo la sensación de
impotencia e indefensión en que se encontraron, la incomprensión experimentada por lo
que estaba aconteciendo, o el sonido del instrumento empleado cortando sus partes
íntimas. Un tremendo sufrimiento, un calvario, un horror, que además se ve acrecentado
cuando resulta prácticamente imposible hablarlo o compartirlo con la gente, como si
fuera un tema tabú que tenga que quedar en el espacio de la intimidad personal. Resulta
llamativo que las mujeres no sometidas a la ablación se enfrentan en estas comunidades
al drama de la exclusión social, con lo que de una manera u otra, pasando o sin pasar
por la mutilación genital, para todas las mujeres parece inevitable el sufrimiento
traumático vinculado con la sexualidad:
Después de que me cosiera la gitana, la orina y la sangre de la menstruación sólo
podían salir por un minúsculo agujero del diámetro de una cerilla. (Dirie 1998: 56)
Mantuvieron mis piernas atadas durante más de un mes, a fin de que la herida
cicatrizara. (Dirie 1998: 57)
Cada semana mi madre comprobaba si la herida cicatrizaba como era debido.
Cuando me quitaron las ataduras pude mirarme por primera vez. Descubrí un trozo
de piel totalmente lisa, excepto por una cicatriz en medio, como una cremallera, y
esa cremallera estaba definitivamente cerrada. (Dirie 1998: 57-58)
Waris Dirie padeció una forma de mutilación genital extrema, la infibulación,
también conocida como circuncisión faraónica, debido a que este tipo de mutilación
genital, según se desprende del análisis de algunas momias, se efectuaba en el antiguo
Egipto. Puesto que el orificio resultante para que fluya la orina y la sangre menstrual es
diminuto, el día de la boda, con objeto de poder consumar el acto sexual, o más adelante
durante el parto, suele practicarse la desinfibulación, a veces mediante un cuchillo.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mutilación genital
femenina puede diferenciarse, según el grado de intervención corporal, en los siguientes
grupos:
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1) “Clitoridectomía: resección parcial o total del clítoris (órgano pequeño, sensible y
eréctil de los genitales femeninos) y, en casos muy infrecuentes, solo del prepucio
(pliegue de piel que rodea el clítoris)” (OMS 2012). Este tipo de mutilación
genital femenina lo contemplan algunos como similar o equivalente a la
circuncisión masculina. Pero si nos atenemos al significado del término
circuncidar, que, según la Real Academia Española, consiste en “Cortar
circularmente una porción del prepucio a alguien”, se aplicaría en todo caso a la
clitoridectomía menos grave, cuando se interviene exclusivamente en el pliegue de
piel que rodea el clítoris.
2) “Excisión: resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin
excisión de los labios mayores” (OMS 2012).
3) “Infibulación: estrechamiento de la abertura vaginal para crear un sello mediante
el corte y la recolocación de los labios menores o mayores, con o sin resección del
clítoris” (OMS 2012).
4) “Otros: todos los demás procedimientos lesivos de los genitales externos con fines
no médicos, tales como la perforación, incisión, raspado o cauterización de la zona
genital” (OMS 2012).
Adentrémonos nuevamente en el relato de Waris Dirie. Ella dice lo siguiente:
Aunque sufrí como resultado de la ablación, tuve suerte. Podría haberme ido
mucho peor, como les ocurría a menudo a otras chicas. En nuestro recorrido por
Somalia conocíamos a otras familias y yo jugaba con sus hijas. Cuando los
visitábamos de nuevo las chicas habían desaparecido. Nadie decía la verdad acerca
de su ausencia y ni siquiera las mencionaban. Morían como resultado de la
mutilación: desangradas, por la conmoción, por una infección o por el tétanos.
(Dirie 1998: 58)
Apenas recuerdo a mi hermana Halemo. Tendría yo unos tres años cuando estaba
con nosotros y al día siguiente ya no. Pero no entendía qué le había sucedido. Más
tarde supe que, llegado su “momento especial”, cuando la gitana la circuncidó,
murió desangrada. (Dirie 1998: 58)
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La mutilación genital femenina suele realizarse con utensilios (tijeras, navaja,
cuchilla, pedazo de cristal, tapa de una lata, etc.) y en condiciones higiénicas y sanitarias
que dejan mucho que desear, lo que puede ocasionar infecciones, hemorragias y otras
complicaciones, o la muerte, pues no todas las niñas sobreviven a la mutilación genital,
tal como le sucedió a una de las hermanas de Waris Dirie.
La OMS (2012) informa que la mutilación genital femenina no es saludable,
perjudicando a las niñas y mujeres de diversas maneras. Entre las consecuencias
inmediatas que pueden darse se encuentran las siguientes: dolor intenso, hemorragias,
sepsis, retención de orina, llagas abiertas en la región genital y lesiones de los tejidos
genitales vecinos. Las consecuencias a largo plazo pueden consistir en infecciones
vesicales y urinarias recurrentes, quistes, esterilidad, aumento del riesgo de
complicaciones del parto y muerte del recién nacido, o necesidad de intervenciones
quirúrgicas, por ejemplo, para corregir el procedimiento de sellado o estrechamiento de
la abertura vaginal con objeto de permitir las relaciones sexuales y el parto.
3. Proceso de inserción social y control sobre la sexualidad femenina
Los padres que someten a sus hijas a la mutilación genital, siguiendo tradiciones
ancestrales, lo hacen pensando que es por el bien de estas, con objeto de favorecer la
adaptación o inserción social. Con la idea de que puedan llegar a ser todo lo que pueden
llegar a ser en la sociedad a la que pertenecen. A este respecto son significativas las
siguientes palabras de Waris Dirie:
[…] mi madre quería lo mejor para mí. Lo sé, yo misma soy madre. Todas las
madres quieren lo mejor para sus hijos. Ella pensaba que con la mutilación me
convertirían en una mujer, que propiciarían mi acceso a la sociedad de los
adultos, que me darían la oportunidad de encontrar un marido, porque en nuestra
sociedad no eres nadie sin marido. (Dirie 2005: 218)
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En determinadas sociedades suele afirmarse que todo ser humano tiene, en el
momento de nacer, por naturaleza, un cierto grado de bisexualidad, que en el caso del
niño se reflejaría en la existencia del prepucio y en el caso de la niña en su clítoris.
Partiendo de la idea de que el clítoris es la parte genital masculina en el cuerpo de la
mujer, un atributo corporal del otro sexo, su mutilación o extirpación es considerada
como la vía por la cual la mujer llegaría a ser completamente o solamente femenina. La
mutilación genital, dentro de esta concepción, se ve como la intervención necesaria para
lograr la correspondencia total del cuerpo con el sexo, eliminándose así las supuestas
impurezas o imperfecciones. Se entiende como el tránsito de una etapa con un
organismo insuficientemente diferenciado en su masculinidad/feminidad a una etapa en
que se habría accedido a la plena diferenciación sexual, para evitar confusiones
identitarias y conductuales entre las personas. Tengamos en cuenta que en aquellas
sociedades en que tradicionalmente las mujeres son sometidas a la ablación genital, los
hombres son circuncidados. Al hombre se le extirparía el prepucio (considerado como
labio vaginal, como componente femenino) y a la mujer el clítoris (contemplado como
un pequeño pene, como componente masculino). Mitología de diferenciación nítida de
género y funciones, con unos roles específicos a desempeñar en la sociedad. Rito de
paso, por el cual se pretende exhibir la limpieza o pureza (de sexo). Y ser reconocido
socialmente, “convertido” en un ser deseable. Porque mientras tanto, o hasta entonces,
el repudio puede estar presente, y padecerse, en la cotidianeidad de las relaciones
interpersonales. Por ejemplo, tal como comenta Waris Dirie:
Un amigo de mi padre –y su familia– viajaba siempre con nosotros. Era un viejo
malhumorado, y cuando yo o mi hermana menor le incordiábamos, nos alejaba con
un gesto de la mano, como espantando moscas, y para provocarnos decía: –
Apartaos de mí, chiquillas antihigiénicas, criaturas inmundas. ¡Ni siquiera os han
circundado todavía! (Dirie 1998: 52)
La mutilación genital femenina, si bien es cierto que constituye una práctica
favorecedora de la adaptación o inserción de la niña en su comunidad, para concretar su
condición de género y otorgarle un reconocimiento social que le permita ser candidata
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al matrimonio y desarrollar los roles (femeninos) acordes con su cultura, por otra parte
constituye una forma de control para doblegarla o silenciarla sexualmente,
concediéndosele al hombre el papel dominante, el poder para conducir y administrar
unilateralmente los tiempos y las acciones durante las relaciones sexuales.
En un estudio (El-Mouelhy y Johansen 2010) realizado en tres comunidades de
Egipto acerca de las percepciones de hombres y mujeres con respecto a la mutilación
genital femenina, se ha encontrado la creencia de que esta práctica resulta una vía
necesaria y efectiva para asegurar la virtud de la mujer. Los informantes del estudio
manifestaron que el deseo sexual de la mujer reside en el clítoris y que amputándolo
decrecería tal deseo, con lo que se favorecería tanto la virginidad prematrimonial como
la fidelidad matrimonial. La visión de películas pornográficas, particularmente
populares entre los hombres jóvenes, habría reforzado la creencia de que la ausencia de
mutilación genital conduce a las mujeres a la promiscuidad y a una sexualidad
insaciable. Si bien es cierto que se piensa que la mutilación genital reduce el deseo
sexual, no se cree que tenga un efecto negativo en el placer sexual de la mujer ni
tampoco en la felicidad conyugal. La cuestión es que no se ha atribuido importancia al
deseo sexual de la mujer, puesto que el deseo sexual y el inicio de las relaciones
sexuales se consideran cosas del hombre. Además, hombres y mujeres utilizan la
satisfacción y el placer sexual masculino como el principal criterio para juzgar que la
vida sexual matrimonial es satisfactoria para la pareja. De todas maneras, las mujeres se
sienten contentas con su vida sexual, poco relacionada con su experiencia de placer
sexual mientras que aparece más relacionada con la pasión, el afecto, el trato amable y
la ausencia de violencia doméstica, así como con factores socioeconómicos, tales como
la seguridad económica. Algunas mujeres experimentan una considerable incomodidad
durante las relaciones sexuales; no obstante, en raras ocasiones interpretan esto como
consecuencia de la mutilación genital sino más bien con otras experiencias,
especialmente con embarazos múltiples o con la debilidad del sistema inmunitario. Por
otra parte, la mayoría de los hombres considera la felicidad sexual como una parte
esencial de la felicidad matrimonial, y temen que la mutilación genital femenina
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reduzca su propio placer sexual, no sintiéndose preocupados de que pueda reducirse el
placer en las mujeres.
Como se detecta en el estudio anterior, en las comunidades que se realiza algún
tipo de mutilación genital femenina se cree que ello sirve para atemperar o debilitar el
deseo sexual de la mujer, lo que a su vez serviría:
1) Para intentar salvaguardar la virginidad prematrimonial, algo que puede constituir
un indicador valiosísimo a la hora de mantener el honor familiar. La infibulación,
una especie de cinturón corporal de castidad, ofrecería, en este sentido, las
máximas garantías. Como refiere Waris Dirie al hablar sobre sí misma: “Con esta
brillante estrategia, se aseguraban de que no practicara el sexo hasta después de
casarme y de que mi marido supiera que se casaba con una virgen” (Dirie 1998:
56), “Mis genitales se hallaban sellados, como un muro de piedra que ningún
hombre podría penetrar hasta la noche de mi boda, cuando mi marido me rajaría
con un cuchillo o me penetraría a la fuerza” (Dirie 1998: 58). Resulta
estremecedor imaginar el intenso dolor, además del grado de humillación, que
puede suponer la realización de la desinfibulación.
2) Para favorecer la fidelidad a su esposo o pareja, como una forma de prevenir la
promiscuidad, desconfiándose que lo pueda hacer como prueba de amor o por
decisión propia. A este respecto son llamativas las palabras de un imán, quien
refiere lo siguiente:
Las mujeres no sometidas a ablación sienten la necesidad de yacer siempre con un
hombre. Cuando el marido se va a trabajar, tienen que irse a la cama con algún otro
porque no pueden resistirse. Nuestras mujeres, en cambio, son fieles y reservadas.
Conviven con frecuencia en familias muy numerosas, pero ya puede haber diez
hombres en la casa que ellas permanecerán fieles porque están circuncidadas.
(Dirie 2005: 192)
3) Con la idea de que el esposo no se vea desbordado por las demandas sexuales de la
mujer, especialmente cuando hablamos de culturas en que el hombre tiene derecho
a la poligamia y se ve en la tesitura de tener que satisfacer sexualmente a varias
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esposas, además de tener que sostenerlas económicamente: “Los antropólogos han
observado que entre los jíbaros de la cuenca alta del Amazonas, se creía que la
escisión del clítoris podía mitigar la excesiva pasión sexual de las mujeres y dar a
sus maridos un merecido descanso” (Blackledge 2003: 139).
Es sabido que actualmente la mutilación genital constituye una práctica habitual
en numerosas sociedades o comunidades de más de veinte países de África y en varios
países de Asia, y que en los países occidentales se ha detectado entre algunos
inmigrantes aferrados a la cultura de origen, aunque, también es cierto que, en
determinada época, tuvo lugar en Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania, en
este caso como una propuesta médica y no como costumbre social o comunitaria:
En la segunda mitad del siglo XIX, durante un período de más de diez años, el
cirujano británico Isaac Baker Brown llevó a cabo clitoridectomías –ablaciones de
clítoris– en su clínica […]. La ciencia legitimaba estas operaciones con el
argumento de que eliminar el clítoris podía sanar trastornos tan variados como la
incontinencia, las hemorragias uterinas, la histeria y la manía masturbatoria. Brown
tuvo tanto éxito con sus prácticas, que en 1865 resultó elegido presidente del
Colegio de Médicos de Londres. Durante el siguiente año escribió un libro en el
que defendía la ablación del clítoris: On the Curability of Certain Forms of
Insanity, Epilepsy and Hysteria in Females. (Blackledge 2003: 136)
La afición decimonónica a la extirpación quirúrgica de tejido genital para corregir
lo que se consideran trastornos propios de la mujer (pero que eran rasgos normales
de la sexualidad femenina) no se limitó a la escisión del clítoris o los labios de la
vulva: los ovarios también cayeron bajo el escalpelo. Tan solo en el año 1855, en
Gran Bretaña se practicaron más de doscientas ovariotomías, con un índice de
mortalidad cercano al 50 por 100. (Blackledge 2003: 136)
En Estados Unidos, Francia y Alemania también se practicaba “die castration der
Frauen”. Fue tal el ansia mutiladora, que en 1866 un médico escribía lo siguiente
en un diario británico: “Pronto se hará difícil encontrar alguna mujer que conserve
la totalidad de sus órganos sexuales”. (Blackledge 2003: 137)
Los párrafos anteriores ilustran que la justificación médica de la ablación genital
venía a ser una persecución disfrazada o camuflada de la sexualidad femenina, en un
intento por apartar definitivamente, de manera drástica, a las mujeres del hábito de la
masturbación y explicando y diagnosticando gran número de males como resultado de
tendencias o prácticas sexuales desviadas. Así pues, podemos observar que en diversas
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épocas históricas y comunidades se ha intervenido y se interviene de manera traumática
sobre el cuerpo de la mujer por intereses de control sexual.
4. El clítoris y la vagina dentada
El análisis de los mitos nos ayuda a entender la forma en que el ser humano se
aproxima a determinadas problemáticas y los procesos defensivos que utiliza para
ocultar sus inquietudes y angustias. Llegado a este punto del artículo, quisiera comentar
que el discurso justificador de la mutilación genital se ampara en argumentaciones
estéticas, higiénicas e identitarias que no dejan de ser elementos encubridores de
motivos inconscientes. Partamos de la mitología de los dogon, quienes sostienen que el
ser humano nace con dos almas: “Mientras conserva el prepucio o el clítoris, soportes
del principio de sexo contrario en el sexo aparente, masculinidad y feminidad tienen la
misma fuerza” (Griaule 1966: 150), y en esas circunstancias no se sentiría interés por la
procreación. El clítoris le impediría a la mujer aparearse con un hombre: “De la misma
forma que Dios vio levantarse ante sí el órgano de la tierra, de la misma manera sería
„pinchado‟ el hombre que se uniera a una mujer sin excisión y discutida su presencia
por el órgano que pretendería ser su igual” (Griaule 1966: 150).
En la cosmogonía de los dogon la tierra es un cuerpo femenino, cuya vagina es un
hormiguero y su clítoris un termitero. Dios, que estaba solo, quiso unirse a la tierra, pero
en el momento en que se encontraba próximo a ella, se alzó su termitero, impidiéndole
el paso y mostrándole el sexo masculino. “No obstante, Dios es todopoderoso. Abate el
termitero rebelde y se une a la Tierra sometida a la excisión” (Griaule 1966: 22).
Los dogon creen que la dualidad sexual supone la imposibilidad del apareamiento.
Su mitología ilustra el miedo de los hombres a no poder consumar la relación. Su
mitología expresaría la angustia que provoca en ciertos hombres el reconocimiento de
todo aquello que puedan percibir de carácter fálico o masculino en las mujeres, por
ejemplo, el clítoris. Y es por tal motivo que, sintiéndose amenazados por determinados
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aspectos (del cuerpo) de las mujeres, contemplan su modificación (corporal) como la
solución para relacionarse con ellas sin problemas.
El clítoris, un órgano con infinidad de terminaciones nerviosas y que mediante su
estimulación brinda a la mujer la posibilidad de experimentar gran placer sexual y llegar
al orgasmo, ha sido demonizado en determinadas sociedades, considerándosele como un
órgano peligroso cuyo contacto puede resultar fatal. Así, de acuerdo con ciertas
creencias culturales, si durante el parto el clítoris toca la cabeza del niño este puede
morir o quedar afectado con trastornos mentales. También se sostiene que el clítoris (un
dardo según los bambara) puede dañar gravemente al hombre durante el momento del
coito o incluso producirle la muerte. Cabe destacar que estas consideraciones acerca del
clítoris (o las creencias de los dogon) remiten al mito de la vagina dentada. Con diversas
derivaciones o variantes, en este mito que está extendido entre comunidades de todo el
planeta, a lo largo y ancho de África, en América del Norte y del Sur, en Europa y en la
India, se habla de mujeres o seres femeninos que poseen una vagina poblada o dotada
con dientes, con capacidad para atrapar y devorar el pene, por lo que, el héroe de turno,
se lanza a la labor de derribarlos o extirparlos, con la finalidad de conjurar la amenaza
castradora de la vagina y pasar así a la posición de dominador en la relación (sexual).
Veamos unos ejemplos:
En un relato toba-pilagá incluido por Lévi-Strauss […] en Lo crudo y lo cocido, se
habla de las mujeres de vagina dentada que bajan del cielo y roban carne a los
cazadores. En otro mito de los matako (habitantes del Chaco), el héroe Carancho,
valiéndose de una piedra, quitó la letal dentadura vaginal a estos seres, haciendo
posible que los hombres pudieran copular. En la versión mítica del origen de las
mujeres pilagá registrada por Newbery […] se indica que comían por la boca “y
entre las piernas”; el águila enseñaría a desdentarlas (con una piedra, según ha
dicho) para que nacieran los primeros pilagá. (Báez-Jorge 2000: 113)
En el mito de la vagina dentada el héroe se acerca a la sexualidad como a un
campo de batalla, y no de intercambio amoroso, donde su propósito radica en conseguir
pleno gobierno sobre la figura femenina, hasta entonces dominadora de la relación:
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En una versión hindú se relata la historia de la hija de un Rakshaa (demonio) que
tenía alargados y afilados dientes en su vagina. La presencia de un hombre la movía
a convertirse en una bella y cautivadora doncella, para así seducirlo, cortarle el
pene y comérselo lanzando posteriormente el resto del cuerpo a los tigres. En una
oportunidad, en la densidad de la selva, conoció a siete hermanos […].
Transcurrido un tiempo prudente sedujo al hermano mayor en un lecho cercano a la
morada de los tigres, le mutiló el pene al joven, y arrojó su cuerpo como pábulo de
felinos. De la misma forma procedió con los demás hermanos hasta que solo
quedaba el benjamín. Sin embargo, cuando llegó el turno de este los dioses le
ayudaron enviándole un sueño: si te vas con la joven lleva un tubo de hierro y en
vez de hacer el amor con ella, introdúceselo en la vagina y destrúyele los dientes.
Eso hizo el hermano menor, poniendo bajo su control a la hija de Rakshaa.
(Capriles 1979)
Podemos afirmar que en los relatos mitológicos acerca de la vagina dentada el
clítoris vendría a ser el diente que sobrevive o persiste incólume después de que los
otros hubieran sido extirpados o arrancados. El mito de la vagina dentada representa la
angustia del hombre de quedar atrapado y ser devorado durante el acto sexual con la
mujer, por lo que, siguiendo con esta formulación metafórica, lo más seguro para él
sería relacionarse con una mujer vaginalmente desdentada, sin ningún diente, esto es sin
clítoris, completamente inofensiva y dócil. En este sentido, la ablación del clítoris se
presenta como el mecanismo por el cual el hombre afectado por un gran complejo de
castración intentaría hacer desaparecer el carácter amenazador del aparato genital
femenino para convertirlo, en un cruel ejercicio de domesticación, en un espacio
habitable o gobernable para el pene. Pero en el fondo, todos los intentos del hombre por
dominar (sexualmente) a la mujer encubren su gran temor de no poder responder
adecuadamente ante ella, de no estar a la altura de ella, de verse disminuido o quedar
cuestionado en su virilidad, en su potencia sexual, en su masculinidad u hombría. Es por
eso que, cuando en una sociedad se defiende la ablación del clítoris, tendría que
preguntarse por los miedos del hombre, por el temor inconsciente que ese órgano
genital (y, por consiguiente, la relación con la mujer) le infunde.
Por otra parte, podemos considerar que el complejo de castración no se
circunscribe al ámbito específico de la sexualidad sino que además se extiende a otros
ámbitos de la cotidianeidad. El temor a la mujer puede derivar en impotencia como
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también en su negación, en una masculinidad exacerbada o en afán de dominación.
Hablamos de unos hombres que necesitan que las mujeres sean sumisas, dóciles,
serviles, dependientes de ellos, para así sentirse poderosos y dominantes. La posibilidad
de que ellas se manifiesten o desempeñen con suficiencia, poder y libertad les descoloca
y desubica, les precipita al abismo de sus miedos masculinos de impotencia sexual y
relacional. Lo que no ven o no quieren ver los hombres dominantes para con las mujeres
es que las diferencias sexuales, el hecho de ser diferentes, no tiene que suponer
desigualdad relacional ni ejercicio de poder de nadie sobre nadie. Creen o temen que las
mujeres libres e independientes los devoren, los trastornen, los anulen, los dejen en
evidencia o los conviertan en impotentes.
5. Conclusiones
Como hemos visto en este artículo, el objetivo principal de la mutilación genital
femenina responde al deseo de controlar y dominar la capacidad sexual de la mujer. Un
afán de control o dominación que denota un gran temor: que la mujer no mutilada
genitalmente pueda sentirse insatisfecha con el grado de placer que obtiene y/o con el
número de relaciones sexuales que mantiene con su esposo, o que el hombre quede
devorado o subsumido por la capacidad sexual de la mujer. Un afán de dominación que
remite a la inseguridad del hombre en su propia capacidad amatoria para con la mujer.
Es evidente que en las sociedades temerosas de la sexualidad (femenina) se idean
diversos dispositivos orientados a la represión o reducción del apetito sexual. El clítoris
es visto como un órgano de voluptuosidad cuyo tocamiento podría conducirle a la mujer
a una sexualidad desbordante, desenfrenada, inmoral, en lugar de verse como un órgano
por el cual poder disfrutar libremente y sin complejos del placer sexual. En estas
sociedades no se contempla la gratificación sexual de la mujer al margen del propósito
de la reproducción o de la satisfacción al hombre, como si el placer por el placer en la
mujer fuera peligroso o subversivo para la estructuración social. Se pretende, exige y
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espera que el desempeño de la mujer en el área sexual lo sea desde la mera receptividad
o pasividad. Mujer dócil, sumisa, obediente. Y complaciente. No demandante ni
autónoma, pues a la mujer que busca la satisfacción libre de su sexualidad, saltándose
las normas estrictas y asfixiantes de la sociedad, se le acusa de perversa o prostituta,
como mala mujer. Dicho de otra manera, cuando en determinadas sociedades y/o épocas
históricas la aceptación y adaptación de la mujer pasa por el control de su sexualidad,
bajo la consideración de evaluaciones dicotómicas rígidas (mujer santa o pura versus
mujer lasciva), ello es revelador del miedo del hombre a la mujer.
De todos modos, aunque no se llegue a practicar la mutilación genital, Wilhelm
Reich nos advierte que las sociedades patriarcales desarrollan formas refinadas y
eficaces de control sexual (mediante prohibiciones y estrictas medidas morales), cuyo
resultado es un daño temprano en la capacidad de expresión sexual del ser humano, “en
el sentido de la impotencia orgástica, no sin colgarse del cuello, al mismo tiempo, las
neurosis, las perversiones y los delitos sexuales” (Reich 1932: 75). Teniendo en cuenta
esta tesis, quisiera manifestar lo siguiente: todo afán de dominación (sexual) supone una
respuesta patológica en el manejo de los temores con respeto a la persona con la que se
desea mantener o ya se mantiene una relación mientras que la capacidad y oportunidad
de participar en relaciones (sexuales) consensuadas, en busca de la satisfacción de todos
sus participantes, redunda en el desarrollo personal y en las posibilidades de disfrutar y
ser felices.
6. Ideas para una propuesta preventiva
Cuando abordamos el tema de la sexualidad en una determinada sociedad, hemos
de tener en cuenta que las valoraciones y significaciones colectivas tienen gran
repercusión en los individuos y en sus formas de expresión sexual. En este sentido, hay
sociedades que se guían o conducen desde el respeto a las minorías sexuales y en
defensa de las relaciones igualitarias entre hombres y mujeres mientras que otras
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sociedades en su conjunto, o en determinados subgrupos, se conducen mediante
actitudes persecutorias, discriminatorias y gravemente limitadoras de la capacidad de
expresión de sus integrantes en general o de determinados sujetos. En lo que respecta al
tema que nos ocupa, el de la mutilación genital femenina, constituye un gran reto tratar
de desarticular el discurso alienador que lo sustenta y que en determinadas grupos o
comunidades puede estar fuerte e históricamente arraigado, siendo necesario un
abordaje multidisciplinar e integral, que tendría que desarrollarse en diferentes
vertientes (legal, sanitaria, educativa, sociocultural) y dirigirse a profesores, padres y
madres, profesionales de la salud, políticos y líderes religiosos, periodistas, etc.
Es importante desarrollar actividades encaminadas a sensibilizar acerca del
sufrimiento físico y psicológico de las niñas y mujeres que son víctimas de la
mutilación genital, dando a conocer las graves limitaciones y dificultades que ello les
puede generar a lo largo de sus vidas.
Se debe luchar contra todo tipo de mutilación genital realizado por razones no
terapéuticas a las niñas y contra la que es forzosa para la población femenina adulta.
Otra cuestión diferente es que entre mujeres adultas algunas de ellas decidan libremente
someterse a una mutilación genital por motivos rituales o socioculturales, de manera
semejante a como proceden ciertas mujeres de las sociedades occidentales que se
someten a diversas cirugías (como son la vaginoplastia y la implantación de prótesis
mamarias) con el objetivo de adecuarse a unos determinados cánones de belleza y
sentirse sexual o corporalmente atractivas. O como cuando en las relaciones
sadomasoquistas, en función del juego erótico de dominación-sumisión, y de manera
consensuada, se busca o plantea el daño mental y/o físico, pudiendo llegar a concretarse
mutilaciones corporales diversas.
Sabido es que la educación puede tener un papel conformador y transformador de
conciencias y que, desarrollada desde la primera infancia, debe fomentar actitudes
igualitarias, tolerantes y respetuosas para con el otro. Tratando de erradicar todas las
formas de maltrato que, a veces, por el arraigo cultural, pueden pasar desapercibidas
para bastantes personas. Por eso, si se desea llevar a cabo una intervención terapéutica
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y/o preventiva con estas personas, es necesario disponer de capacidad y talante para
adentrarse empáticamente en sus propuestas y planteamientos ante la existencia,
tratando de conocer cómo está estructurado su imaginario social. Y a este respecto la
mitología y los ritos ofrecen información sumamente valiosa. Como sugiere Adriana
Kaplan en diferentes artículos (véase, por ejemplo, Bedoya y Kaplan 2004, Kaplan y
colaboradores 2006) debería realizarse un acercamiento antropológico a la realidad de
los grupos en que se practica la mutilación genital, para así poder ser reconocidos como
mediadores y poder trabajar eficientemente con sus integrantes las problemáticas que
les afectan. En el tema que nos ocupa, una posibilidad de trabajo es preguntándose por
los mitos y miedos sobre lavida sexual, ayudando a entender a la gente que la
sexualidad es consustancial al ser humano y que todos y cada uno de nosotros tenemos
derecho a vivirla en función de nuestros afectos y deseos y desde el respeto a nuestra
integridad corporal y nuestra voluntad.
Uno de los motivos referidos por los defensores de la mutilación genital femenina
es que dicha práctica favorece en la mujer su fidelidad y comportamiento virtuoso. De
todos modos, habría que cuestionar tal forma de proceder, violatoria de los derechos
humanos, además de poner de relieve que la fidelidad dependiente de la utilización de
“un cinturón corporal de castidad” dista de ser una fidelidad auténtica.
Es sumamente interesante y útil plantear talleres sobre salud sexual, que pueden
resultar de gran alcance terapéutico y preventivo, en los cuales hombres y/o mujeres
puedan hablar libremente sobre sus inquietudes, miedos, inseguridades, deseos y
fantasías con respecto a las personas del otro sexo. En los talleres a realizar con
hombres una cuestión importante a abordar sería el temor a la figura femenina (Horney
1932), que si es reconocido y elaborado psíquicamente les ayudará a conocerse mejor, a
explorar en sus recursos personales y a aproximarse respetuosa y empáticamente a las
mujeres.
En los talleres sobre salud sexual habría que informar que toda persona,
independientemente de su sexo, tiene derecho al placer y que el control del cuerpo (y la
sexualidad) de la mujer afecta, obviamente, en la capacidad de expresarse y disfrutar de
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la mujer, y de manera secundaria también al hombre, puesto que la capacidad de gozo
en la mujer no es limitadora sino acrecentadora de su capacidad de placer. Además, se
debe tener en cuenta que la actitud controladora y dominadora del hombre sobre la
sexualidad de la mujer constituye por sí misma una actitud neurótica en su capacidad de
interacción.
Por último, considero importante realizar encuestas y entrevistas sobre actitudes y
pensamientos con los grupos de hombres y mujeres con quienes se desarrollan tareas
educativas, terapéuticas y/o preventivas, también con la población en general, para saber
en qué medida se mantienen y modifican o evolucionan las formas de entender las
relaciones interpersonales.
7. Referencias bibliográficas
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José Martín Amenabar Beitia
Miedos masculinos y mutilación genital femenina 110-130
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Los mentores en el desarrollo profesional 131-152
LOS MENTORES EN EL DESARROLLO PROFESIONAL DE LAS
MUJERES. ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO1
Ramona Ortega-Liston, María Esther Morales Fajardo y Cecilia Cadena
Inostroza2
Resumen: Dificultades de las mujeres para acceder a educación y puestos de trabajo comprende
no solo sexismo, sino raza e identidad étnica. Se examinan los casos en la inserción laboral de
mujeres profesionales afroamericanas y árabes que viven en Estados Unidos y de mujeres
mexicanas en su país. Se revisan dificultades en su educación y carrera profesional, las
estrategias para superarlas, principalmente el papel de los mentores/tutores. La principal
conclusión es el papel determinante de los tutores en la trayectoria educativa y profesional de
las mujeres y las que han sido apoyadas por éstos generalmente se convierten en mentoras.
Palabras clave: Mentores/tutores, trayectorias de mujeres, narrativa.
Title in English: Mentors in the Development of Professional Women. United States and
Mexico
Abstract: Impediments to women‟s access to education and jobs include not only sexism, but
race and ethnicity. This paper examines the work placement experiences of Afro-American and
Arab professional women living in the USA, and of Mexican women in their own country.
The educational and professional career struggles are reviewed; the strategies for success, and
the role of mentors, are also examined. The conclusion is that the role of mentors is decisive in
the career education of women, and that those women often become mentors in their turn.
Key words: Mentors, women‟s career, narrative.
1. Introducción
El propósito de este trabajo es entender un fenómeno social a través de una
discusión de los asuntos que tienen que ver con diversas mujeres que intentan alcanzar
puestos profesionales, tanto en Estados Unidos como en México. En este primer país las
mujeres de color que ocupan puestos profesionales han señalado la existencia de
1
Fecha de recepción: 20/07/2013
Fecha de aceptación: 14/10/2013
Las autoras agradecen a Nimbe Gallegos Estrada su invaluable apoyo en la traducción de los escritos en
inglés.
2
Profesora asociada, Departamento de Universidad Pública, Universidad de Akron, Ohio, Estados Unidos;
 [email protected]. Investigadora a tiempo completo del CRIM-UNAM, México; 
[email protected]. Profesora-investigadora a tiempo completo de El Colegio Mexiquense,
A. C., México;  [email protected]. mx.
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Los mentores en el desarrollo profesional 131-152
segregación y la marginación, argumentos que se han visto apoyados por distintos
estudios basados en resultados de encuestas. Sin embargo, la mayoría de estas
investigaciones no incluyen las experiencias e interacciones en el ambiente de trabajo y
existe poca discusión acerca de los vínculos con contextos sociales más amplios.
Mujeres de diferentes culturas aún experimentan la doble opresión de racismo y
sexismo en el ámbito educativo. Por lo que respecta a México, la falta de empleo, la
inseguridad, la violencia y la discriminación son los principales problemas que
enfrentan las mujeres (Conapred 2011). En los últimos treinta años, la participación de
la mujer mexicana en el mercado laboral ha crecido de manera importante, pero, aún
así, tiene que afrontar diversos retos laborales que van desde la difícil conciliación entre
su empleo mal remunerado sin seguridad social o sin intereses gremiales con el trabajo
no remunerado en el hogar. Además, algunas mujeres que logran un empleo ven
truncado su crecimiento profesional por no poderlo compatibilizar con el cuidado de los
hijos (Delgado 2007).
Con una metodología basada en la encuesta narrativa, este trabajo ofrece un marco
conceptual sobre el cual se asigna significado y aplicación práctica tanto para mujeres
afro-americanas y árabes que viven en Estados Unidos, como para mujeres mexicanas
en su propio país. Ambos casos cuentan con antecedentes diversos respecto a la
marginación en su intento por acceder a niveles educativos superiores y más tarde a
puestos laborales.En primera instancia, las autoras muestran la importancia de los
tutores/mentores en el desarrollo y ascenso en una carrera. En la siguiente sección se
expone la metodología para este trabajo: la encuesta narrativa y se presentan las cuatro
voces de las mujeres. Luego se hace una breve reflexión sobre la necesidad de apoyo y
guía en la trayectoria educativa y profesional de las mujeres. Finalmente, se proponen
las conclusiones del documento.
2. Tutoría
Numerosos estudios se han llevado a cabo acerca de la importancia de los tutores
para los jóvenes profesionistas e indican que son de vital importancia para lograr una
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Los mentores en el desarrollo profesional 131-152
carrera exitosa entre hombres blancos (Taussing y Joslyn 1932; Warner y Abegglen
1955; Ortega 1998). El estudio de Taussig y Joslyn (1932) que analizó la carrera de 15,
000 hombres de negocios americanos, fue uno de los más amplios de este tipo que se
hayan completado. Warner y Abegglen (1955b), también se enfocaron en hombres
blancos, aunque en una escala más pequeña- La razón más importante a la hora de elegir
hombres blancos es que dominaban el campo de trabajo, mientras que las mujeres, los
hombres de color y los hispanos todavían no aparecían en la escena. No fue sino hasta la
década de los ochenta y de los noventa que las carreras de las mujeres y las personas de
color empezaron a ser estudiadas más de cerca y los resultados aparecieron en revistas
profesionales. Entre otras cosas, Taussing y Joslyn concluyeron que los hijos de los
hombres de negocios generalmente seguían los pasos de sus padres, de esta manera, los
hijos de los hombres de negocios se reclutaban más frecuentemente que los hijos de
granjeros y de otro tipo de trabajadores. Esto sugiere una ventaja en el mercado laboral.
Con conclusiones similares Warner y Abegglen reportaron:
Para aquellos que nacen en la cima es más fácil tener éxito y tener ventajas que
aquellos que nacieron en niveles inferiores. No hay libertad completa de
competencia; el sistema esta aún sujeto a condiciones de trabajo que brindan
ventajas considerables a quienes han nacido en posiciones más altas. (1955: 36)
Lo mismo podría decirse de las mujeres de color que no tienen las mismas
ventajas y que encuentran su camino sólo hacia la cima en sus carreras.
2. 1. La influencia de los tutores
Otros autores que han realizado estudios de este tipo son Roche (1979) y Knouse
et al. (1992) quienes estudiaron la relación entre el tutor y el ascenso en la carrera. Un
mentor se define como un sujeto comúnmente mayor y establecido en una organización,
que aconseja a los empleados más jóvenes, que funge como entrenador (coach), brinda
apoyo social y sirve como tutor. De este modo, las condiciones de la carrera de un
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protegido se mejoran porque se convierte en un miembro respetado dentro de la
corporación (Collins 1983; Fagenson 1988; Forbers y Piercy 1991; Greenhaus 1987;
Knouse et al. 1992; Ragings 1989). El mentor también se define como un guía, una
persona con valores y con interés en transmitir sus conocimientos y experiencias a
aquellos que desean aprender. Por tanto, la tutoría es el:
establecimiento deliberado de una relación igualitaria entre una persona más capaz,
más experimentada con otra menos capacitada y menos experimentada,
fundamentada en un acuerdo mutuo para la consecución de un logro determinado,
cuya consecuencia será el crecimiento de la persona menos capacitada y el
desarrollo de aptitudes específicas. (Murray 1998, en Granillo 2007: 7)
Un tutor puede recomendar a su protegido para un ascenso o identificar
oportunidades que lo conduzcan hacia esa meta. Los resultados de Roche (1979) sobre
los gerentes de alto nivel subrayan el rol que los tutores pueden desempeñar. Los
gerentes, en este estudio, reportaron haber tenido tutores que los ayudaron en su carrera.
Con ejemplos recientes de mujeres en posiciones de liderazgo se puede aprender mucho
del papel desempeñado por la mentoría. Los tutores se revelan un medio efectivo para
identificar y promover el talento en todo tipo de organizaciones (Merts 1990). Casey
(2006) concluyó, tras entrevistar a presidentas de universidades, que los tutores a todos
los niveles tienen un papel importante. Muy pocas mujeres tuvieron la ocasión de
encontrar a hombres como tutores y, por ello, hablaron de la importancia de que existan
programas de liderazgo que sirvan para guiarlas en su camino a la cima. Además de la
eventualidad de encontrarse con un hombre mentor, varias mujeres aseguraron que junto
a sus tutores, el apoyo de los esposos, familias y amigos fueron determinantes (Shultz
1997). Robertson et al. (1995) sugiere que las mujeres en la administración y
supervisión deberían contar con un plan para tener tutores (1995). Muchas mujeres con
puestos importantes en universidades reportaron que tener mentores no significa sólo
tener un guía y consejero, sino que también ayuda para lidiar con los procedimientos y
políticas de un puesto (Hubbart 1998). Muchas de ellas revelaron la preferencia hacia
mujeres como tutoras en sus planes de carrera. Brown (2005) descubrió que 91
presidentas universitarias consideran a los tutores y a los programas de desarrollo
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Los mentores en el desarrollo profesional 131-152
profesional importantes para el reclutamiento y preparación. Más del cincuenta por
ciento de las mujeres entrevistadas refirieron haber tenido más de un tutor. Este
argumento se evidencia en los cuatros casos que se presentan en este artículo. Como se
podrá observar, los mentores que impulsan a las cuatro voces son hombres.
Un estudio que examina específicamente a los hispanos es el Mentoring Process
for Hispanics (Knouse et al. 1992), el cual describe las ventajas y desventajas de
hispanos como tutores de otros hispanos, así como las ventajas y desventajas de
británicos como tutores de hispanos. Una ventaja de tutores hispanos de otros hispanos
es que existe una identificación cultural, conciencia de necesidades específicas, sirven
como modelos y asisten en el proceso de socialización. Una desventaja es que se les
percibe como menos poderosos debido a que acaban de acceder a puestos de alto rango;
los nuevos gerentes tienen menos influencia y prestigio que compartir. Junto a este
problema se encuentra la realidad de que los hispanos que tienen el perfil son
ampliamente requeridos para ser tutores. Un gran número de profesionales de grupos
minoritarios necesitan tutores, por esta razón se convierte en todo un reto para las
organizaciones, por ejemplo las que trabajan para crear programas de mentores en línea.
Una ventaja de las relaciones de tutor anglo/hispanas incluye la percepción de que
los anglos son más poderosos: este tipo de gerentes están en una posición de socializar
con los recién ingresados modelando el comportamiento aceptado, y suelen tener una
red de relaciones para compartir de muy alto perfil, gracias a la reputación que han
ganado. Las desventajas tienen que ver con su dificultad para relacionarse con los
hispanos y empleados de color, así como problemas para dar el primer paso para iniciar
una relación como tutor. Algunas compañías pioneras en los programas de tutores
hispanos son AT&T, Johnson & Johnson, Merrill Lynch, Federal Express, la compañía
Ore-Ida, el FBI y el servicio tributario del gobierno estadounidense (Knouse et al. 1992;
Ortega 2000).
En México y en América Latina existen algunos trabajos que se refieren al papel
de los tutores en el desarrollo profesional de las personas. Los estudios que analizan la
figura de los mentores han sido abundantes en el tema de las tutorías académicas, como
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guías para desarrollo educativo de los estudiantes a nivel medio superior y universitario.
Particularmente para el desarrollo profesional de las mujeres se han realizado diversos
análisis en Argentina, España, México y Venezuela. Rábago et al. (2004), analizan los
factores personales que motivan la intención emprendedora de las mujeres, las
necesidades de logro, la autoeficacia, las capacidades creativas y/o actitud proactiva.
Para este grupo de autoras dentro de la actitud emprendedora se localizan la función de
los mentores en los ámbitos psicosocial y de carrera3.
Este estudio también reveló que los hombres son quienes han fungido como
mentores para la carrera de las mujeres emprendedoras. A su vez, el 85% de ellas actúan
como mentoras de otras personas que trabajan en su misma organización (la mayoría de
los discípulos son mujeres de la misma edad o más jóvenes). La conclusión a la que
llegan las autoras es que la afiliación a mentores vinculados a la carrera profesional y al
aspecto psicosocial indica que las mujeres emprendedoras tienden a “imitar” modelos
de comportamiento diseñados y desarrollados por los individuos con quienes ellas se
identifican, además de que aplican un “aprendizaje delegado” a sus propios discípulos.
Por su parte, Chinchilla et al. (2006) analizan los inhibidores e impulsores en la
carrera profesional de las mujeres directivas4. Los resultados del análisis muestran que
se evalúa a los mentores personales como un factor de desarrollo profesional de las
mujeres directivas, mientras que, por el contrario, es un elemento con menor valor para
el caso de las empresarias. El principal apoyo de la mujer directiva proviene del marido.
A partir de las lecciones aprendidas en estos primeros estudios, se recomienda a
los jóvenes profesionales que busquen un tutor que pueda ayudarlos y guiarlos. Los
estudios sugieren que, para el caso estadounidense, vale la pena identificar un hombre
blanco que sirva como tutor. Por otro lado, si mujeres con éxito de color, latinas, áraboamericanas o mexicanas están disponibles y dispuestas a ser tutores, entonces su ayuda
3
El primer ámbito es la ayuda en cuanto al modelo de roles y el acceso a las redes sociales, mientras que
el segundo se refiere a compartir la información y los conocimientos técnicos, al patrocinio y a los
recursos públicos.
4
Se aplicó una encuesta a 145 mujeres que ocupaban puestos directivos.
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debería aceptarse puesto que se identifican mejor con las luchas y retos que tienen que
enfrentar los grupos minoritarios ya que comparten antecedentes.
3. Encuesta narrativa
La encuesta narrativa es un proceso de recopilación de información con el
propósito de investigar a través del relato de historias de vida. Connelly y Clandinin
(1998) y Clandinin y Connelly (1994, 200) están entre los primeros en atraer el enfoque
experimental a la investigación educacional. Connelly y Clandinin (1994) sugieren que
los seres humanos son organismos narradores de historias que, individual o
colectivamente, llevan una vida documentada y que la narrativa es el estudio de las
muchas maneras en que los seres humanos experimentan el mundo. En otras palabras, la
vida de las personas está conformada por historias. Su narración es una práctica
reflexiva que tiene la posibilidad de ofrecer a las experiencias diarias un significado
educativo, social y cultural. Muchas mujeres que se encuentran en la cumbre de su
carrera profesional tienen historias excepcionales y lecciones que enseñar. Para este
trabajo se seleccionaron de forma intencional cuatro casos, dos que corresponden a la
realidad norteamericana y dos a la mexicana. En la siguiente sección las voces de
“Brandy”, “Leila, “Karina” y “Andrea” se usan como casos narrativos de estudio, en los
cuales mujeres profesionales de color, de distinta raza y condición socioeconómica
diversa, describen su experiencia de marginación en el ámbito profesional
estadounidense y mexicano. La presentación de los casos sigue esta secuencia: primero
se expone una experiencia general de vida y el primer contacto con el tutor; en segundo
lugar, el contexto de la situación socioeconómica; en tercer lugar, se presenta una
trayectoria educativa; por último, las oportunidades de empleo. En los cuatro casos se
enfatiza la presencia del mentor en las trayectorias laborales. Es necesario aclarar que la
exposición de los casos combina los testimonios de las voces de las mujeres con ideas y
reflexiones basadas en la literatura del apartado uno de este documento.
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3. 1. Brandy
Brandy reflexiona sobre sus años en preescolar y primaria: “a temprana edad
aprendí sobre la importancia del discurso y la gramática para cualquier tipo de éxito”.
Con el tiempo, Brandy recuerda las siguientes experiencias, como su introducción al
proceso informal de tener un tutor: escuchó la voz de su padre cambiar cada vez que
contestaba el teléfono, su tono era diferente y sus palabras elocuentes. Con el paso del
tiempo vio a sus tías negociar y regatear cuando visitaban las tiendas, ellas consciente y
deliberadamente ajustaban su tono de voz como si fueran oradores en una ceremonia.
3.1.1 Situación económica
El padre de Brandy trabajaba muchas horas –ella entendería más tarde lo que era
el tiempo extra–, su madre era ama de casa. Sus padres eran dueños de su casa, lo cual
no era algo muy común en la comunidad afro-americana donde vivían; las casas eran
pequeñas con el césped bien cuidado. La mayoría de las familias usaban cupones del
gobierno para ayuda alimenticia y muchos de ellos no tenían automóvil. Aunque Brandy
creció con más comodidades que la mayoría de sus compañeros de juego, más tarde
descubrió que el nivel económico de su familia era menor que el ingreso medio del país
y que podía ser considerado como pobreza. El padre de Brandy trabajaba mucho y no
desperdiciaba ninguna oportunidad para seguirse preparando, moldeó una fuerte ética de
trabajo; persistente y con ganas de seguir aprendiendo, con el tiempo obtuvo el
certificado de preparatoria.
3. 1. 2. Educación
En la secundaria a Brandy la llamaron a la oficina del consejero, querían que se
graduara dadas sus altas calificaciones y encaminarla a estudiar matemáticas y ciencias.
En la preparatoria algunos de sus profesores continuaron motivándola a estudiar
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ciencias y ella se graduó siendo una de las diez mejores de su generación de 363
estudiantes, fue presidente de la sociedad nacional de honor, miembro del cónsul
ejecutivo (una organización estudiantil que ayudaba con políticas y procedimientos) y
recibió el premio “Womanhood” en la preparatoria. Su padre, un consejero educativo,
dos maestros y una maestra la encaminaron y motivaron a continuar con sus estudios.
Brandy recibió una pequeña beca y obtuvo el certificado de técnico en radiología
y mientras trabajaba en este campo pudo continuar su educación con el apoyo
económico de su jefe. “Estar casada, tener un hijo y trabajar no era el perfil de la
mayoría de las estudiantes universitarias”, dice Brandy. Tuvo que hacer varios cursos a
la vez, un supervisor se convirtió en su tutor y la motivó para que estudiara el
doctorado. En el posgrado una vez escuchó a algunos de sus compañeros que habían
sido invitados por sus profesores para hacer presentaciones y participar con
publicaciones escolares, pero este tipo de oportunidades nunca se presentaron para ella
que ahora tiene un doctorado en educación secundaria. Aunque es la única de seis
hermanos que tiene un título, su ejemplo ha inspirado a dos de sus hermanas para
continuar estudiando. Las oportunidades de trabajo que se le han presentado están
directamente relacionadas con los títulos que ha obtenido.
3. 1. 3. Oportunidades de empleo
Brandy tomó la decisión de cambiar del campo de la medicina al campo de la
educación y para ello recibió apoyo de su esposo, familia y amigos. Pasó de tener un
trabajo a tiempo parcial como coordinadora de educación a ser asistente del decano con
responsabilidades docentes. Continúa su historia diciendo, “como asistente graduado,
mi supervisor y tutor fue uno de los miembros del comité que me entrevistó para
obtener mi primer trabajo real en el ámbito educativo; él habló de mis capacidades
como el liderazgo y ética profesional. Como resultado conseguí otro tutor junto con mi
primer trabajo. Este caballero era un tipo caucásico que modelaba el liderazgo y el
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compromiso con el servicio, era innovador y apoyaba mis ideas, lo que ayudó a
aumentar mi confianza para buscar puestos de mayor responsabilidad”.
Ahora, como coordinadora y profesora de un programa de administración de la
educación, Brandy reflexiona sobre los avances en su carrera: “hubo varios hombres
afro-americanos y caucásicos que fueron mis tutores a lo largo de mis estudios y mi
carrera profesional. En ese momento no noté que había muy pocas mujeres con el rol de
tutoras, esto me motivó a buscar mujeres jóvenes en general y, específicamente, de
color que estuvieran buscando una carrera en educación y en liderazgo educativo”.
Brandy comenta que su educación y persistencia para buscar puestos de liderazgo la han
llevado a muchos lugares. Ha llevado a cabo presentaciones acerca de las mujeres por
todo Estados Unidos, Inglaterra, Australia y China. Aunque cree que continuará
influyendo en muchas más mujeres alrededor del mundo, nos trae un mensaje muy
simple pero profundo: “nada sustituye al trabajo duro, los tutores son esenciales y el
apoyo de la familia no tiene precio”.
3. 2. Leila
La historia de Leila comienza cuando un colega de trabajo se refirió a ella como
una mujer de color y ella declara de que se sorprendió mucho al escuchar que alguien se
refería a ella de esa manera ya que siempre se había considerado a sí misma como
“blanca” y la gente asumía que era italiana o griega por su piel clara y sus ojos y cabello
oscuros. Ella los corregía sin sospechar que su error era un asalto de identidad. Se
preguntaba cuándo se daría cuenta la gente de la diferencia, sin saber si su identidad y la
de otras mujeres árabo-americanas se encontraban amenazadas por lo poco notorio que
era este error. Leila aceptaba su situación actual y no sentía la necesidad de cambiarla,
sin pensar que su raza había sido marginada y su cultura estigmatizada, sin aceptar
tampoco que ellas fueron, y aún son, las receptoras de la discriminación por parte de la
sociedad y las instituciones.
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Con apenas 30 años empezó a usar el hijab, la cabeza y el cuerpo cubiertos como
recomienda su religión, el Islam. La gente se interesó por su cambio y ella se convirtió
en alguien con quien entablar conversaciones acerca de teología y sobre los derechos de
las mujeres. Pero después del 11 de septiembre de 2011 se transformó en alguien a
quien se miraba sospechosamente y a quien se cuestionaba sobre su lealtad. Se sintió
segregada en el trabajo, enseñaba en una universidad cuyo cuerpo de estudiantes era
predominantemente del este de Europa, con antecedentes cristianos y tenía muy poco
contacto con otro tipo de personas. Respondía diplomáticamente a los cuestionamientos
de los alumnos acerca de sus creencias y decisiones, se decía a sí misma que ella era la
maestra. Trataba de contestar con gracia a sus colegas y supervisores, pero le resultaba
difícil porque esperaba que ellos demostraran más conocimiento y respeto por otras
costumbres, ideas, valores y creencias. En su búsqueda de respuestas, reflexionó acerca
de sus propios pensamientos sobre sí misma y se dio cuenta de que compartía muchos
estereotipos con la gente. Le resultaba difícil decidir que era más triste: el ser marginada
por la sociedad o sentirse marginada por si misma. Sus profesores se convirtieron en sus
primeros mentores al influir en su carrera profesional.
3. 2. 1. Educación
Leila creció en un suburbio de clase media. Siendo libanesa-americana se sentía
segura en una sociedad que parecía aceptarla y estaba lista para ser un adulto
productivo. Asistió a una primaria y secundaria católicas y obtuvo un título en una
universidad jesuita, sus profesores estaban impresionados con su potencial y se
interesaron por sus metas. Discutían acerca de sus oportunidades para continuar con su
formación educativa y profesional. Gracias a este impulso, años después, ella pudo
obtener un doctorado en educación que le permitió acceder a un puesto en una
universidad estatal y trabajar profesionalmente. Pero el conocimiento de sí misma, lo
que ella llama “la educación real”, lo obtuvo mientras vivía y trabajaba enseñando. Fue
entonces cuando entendió lo que significa pertenecer a una minoría que lucha contra la
discriminación religiosa, el racismo y el sexismo.
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3. 2. 2. Identidad
Leila se ve a sí misma como representante de la relación entre raza, género y
religión: “soy una mujer musulmana de color y creo que pertenezco al que hoy es el
grupo minoritario más pequeño”. Está consciente de la confusión que su personalidad
parece causarle a otros. Para el observador insular, ella parece muy diferente, para los
multiculturales, ella representa diversidad y parece que no encuentra un discurso
predeterminado o práctica para entenderla. Esto le pesa y se pregunta acerca del
significado de su diversidad en una sociedad en donde ella considera a todos a su
alrededor tan diversos como ella, pero clama por un mejor mañana en el que su
diversidad sea mejor recibida.
3. 2. 3. Oportunidades de empleo
Leila es profesora en una universidad estatal. No acusaría a ninguno de sus
colegas o supervisores de discriminación, simplemente siente indiferencia por parte de
algunos de ellos. No ha sido invitada a participar en proyectos, no ha recibido
oportunidades de ascenso, se sintió muy enojada cuando un colega cuestionó su
efectividad como líder educativo a partir de una discusión acerca de su forma de vestir,
requisito de su religión. A pesar de que invierte muchas horas en su trabajo, se siente
poco productiva, desearía que sus colegas y supervisores entendieran que hace
contribuciones en su campo, se da cuenta de que es una responsabilidad compartida y
esto hace que se enganche en conversaciones con ellos. Trata de involucrarse con
aquellos que parecen más receptivos y se ha dado cuenta de que una vez que se acerca,
las mujeres de la facultad están más dispuestas a construir relaciones de tutor con ella.
Leila agrega que estas relaciones son una fuente de apoyo. Le brindan no sólo la
oportunidad de participar en un discurso académico significativo, sino también de tener
diálogos más personales. Afirma que sus experiencias la han hecho más consciente de
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los problemas con que las mujeres de grupos minoritarios se enfrentan en la educación
superior y han conseguido que esté más decidida a servir como mentor para sus
estudiantes, especialmente para los de color que, desde su punto de vista, se enfrentan
con una cultura establecida que los margina.
3. 3. Karina
Karina comprendió que la educación es el camino que le ha permitido consolidar
su situación personal y profesional. Reconoce que “con el grado de Doctor no importa si
eres hombre o mujer, ya que el sueldo es el mismo”. Sin embargo, su padre que, a pesar
de comenzar su carrera en condiciones muy humildes, llegó a obtener recursos y
prestigio político, no apoyó a Karina para realizar sus estudios. Fue su madre, a quien
Karina reconoce como su primera mentora, la que, con muchas dificultades, la apoyó y
empujó para que realizara sus estudios profesionales, lo que le permitió ser reconocida
por otros mentores que la apoyaron hasta obtener el doctorado en Inglaterra. Estas son
las tribulaciones por las que pasó Karina.
3. 3. 1. Situación socioeconómica
Karina es hija de un matrimonio con padres de origen muy humilde y que fueron
maestros rurales del estado de Oaxaca. El matrimonio, con dos hijas, se separó cuando
Karina todavía era muy pequeña. Sus padres emigraron a la ciudad de México en busca
de mejores oportunidades de vida. El padre logró ingresar a la universidad y
desenvolverse en el ambiente político. Karina permaneció al lado de su madre, a pesar
de que su padre podía haberle brindado una vida económicamente más cómoda. Es
entonces que su madre se convirtió en la primera mentora que tuvo, ya que fue el único
apoyo económico para realizar sus estudios; de hecho, gracias a su madre, ella nunca
tuvo que trabajar y en los estudios se distinguió por ser una alumna de elevado
rendimiento académico para finalizar su licenciatura.
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3. 3. 2. Educación
Antes de finalizar sus estudios universitarios, Karina tuvo la oportunidad de
ingresar en uno de los institutos de investigación más reconocidos, donde trabajó
durante tres años. Sin embargo, a ella le interesaba titularse para poder continuar con su
formación en estudios de posgrado, por lo que renunció a su primer puesto laboral para
conseguir su título. Una vez titulada tuvo la oportunidad de ingresar como asistente de
investigación en una institución pública de alto reconocimiento. En este centro de
investigación fue apoyada por dos de sus mentores para conseguir una beca de estudios
en el extranjero, donde realizaría sus estudios de Maestría y Doctorado. Paralelamente a
su formación doctoral, Karina siguió trabajando al lado de su mentor, a través de
proyectos de investigación y publicaciones. El director de tesis de sus estudios
doctorales se convirtió en un mentor para la formación profesional de Karina.
3. 3. 3. Oportunidades de empleo
En el último año de la universidad, uno de sus profesores se convirtió en su primer
mentor laboral y académico. Este profesor la invitó a participar como investigadora y
fue nombrada jefa de departamento. Un segundo ascenso profesional ocurrió cuando
Karina fue aceptada como asistente de investigación en una institución pública. Este
puesto laboral fue muy importante puesto que fue ahí donde conoció a uno de sus
mentores fundamentales para su trayectoria profesional. De la mano de este segundo
mentor, Karina aprendió a hacer investigación.
Al finalizar sus estudios de doctorado, Karina regresó su país. A su regreso se
incorporó a la administración pública y luego ingresó en una universidad pública estatal.
Esta mujer investigadora aprendió que el ámbito académico es el más horizontal en
términos de salario entre hombres y mujeres; como ella misma lo dice “con el grado de
Doctor no importa si eres hombre o mujer, ya que el sueldo es el mismo”. Pero donde
no es horizontal el sistema es en la dinámica de una organización tan grande, como la
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universidad pública, ya que prevalece la idea de la preeminencia de los hombres en el
rango de funcionarios de más alto nivel dentro de la administración central de la
institución. A pesar de que algunos de estos puestos los ejercen mujeres, ellas no tienen
injerencia sustantiva en la toma de decisiones.
3. 4. Andrea
Andrea es un caso en que, por ser una de las hijas preferidas de su padre, sufrió
discriminación y maltrato por parte de su madre. Hija de una familia de siete hombres y
tres mujeres, de extracción humilde, donde los hombres tenían todos los privilegios,
Andrea soportó la indiferencia para iniciar la escuela desde muy temprana edad. Pero
por sus capacidades aprendió a leer de forma autodidacta y, por eso, logró ingresar en la
escuela primaria. Más tarde, gracias al impulso de un profesor, obtuvo su formación de
maestra de educación básica, aunque eso y su complicada vida profesional y familiar,
no mermaron su deseo de continuar estudiando hasta llegar a obtener una maestría.
Andrea trabaja en la educación y se ha convertido en mentora de muchas estudiantes
que, como ella, se enfrentan a obstáculos para continuar su desarrollo profesional.
3. 4. 1. Situación socioeconómica
De origen humilde y otomí; su familia estaba compuesta por siete hombres y tres
mujeres y por fortuna o mala suerte, relata Andrea, “mi padre emigró a la ciudad
contratado por una familia adinerada”. En su infancia fue una niña maltratada por su
madre; la violencia, comenta Andrea “quizá era causada por el vacío que provocaba la
ausencia de mi padre y por ser yo la favorita de mi papá”.
Andrea también sufrió de la discriminación en su propio hogar, puesto que se
incentivó la formación educativa de los hombres. La entrevistada nunca recibió la
educación preescolar, mientras que los hermanos antes y después de ella sí recibieron
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apoyo para la formación preescolar. A pesar de ello, Andrea aprendió a leer de manera
autodidacta, lo que le permitió entrar a los 6 años en la escuela primaria. Y, aún sin
tener el antecedente formal del preescolar, siempre destacó por su aprovechamiento
académico, desde la primaria, la secundaria, la preparatoria e incluso hasta el posgrado.
3. 4. 2. Educación
Andrea es licenciada en educación y su formación como docente empezó al
concluir los estudios de nivel de preparatoria. Andrea estudió en una escuela
preparatoria particular puesto que era la única opción para continuar su formación
debido a que, al mismo tiempo, tenía que trabajar. Para cubrir esta etapa tuvo que
conseguir y mantener una beca. Una vez finalizada la fase media superior, Andrea tenía
intenciones de continuar sus estudios universitarios; tenía aspiraciones de estudiar
ingeniería y para ello se presentó a los exámenes de ingreso que aprobó sin mayores
contrariedades.
No obstante, de nuevo, la situación económica fue el obstáculo para continuar con
esta fase. Su padre se encontraba desempleado y se necesitaba dinero para cubrir la
inscripción de la escuela. Entonces, como dice ella misma, “me di por vencida y tomé la
decisión de no ingresar a los estudios de ingeniería”. Su idea era trabajar por algún
tiempo y después comenzar sus estudios. Pero la vida le tenía preparada otro camino: se
casó y a los 19 años tuvo la oportunidad de trabajar como maestra interina con los niños
en una primaria de su pueblo.
Su primer mentor fue uno de sus profesores de la secundaria, quien fomentó en
ella el amor por las ciencias y quien, años más tarde, la “descubrió” como maestra
interina, sin tener la profesión. Este profesor la empujó a que estudiara para poder
ejercer esta profesión adecuadamente. Su formación como profesora normalista se dio
bajo la modalidad semi-escolarizada. De esta forma, Andrea compaginó el trabajo como
maestra y su formación como docente. Para completar su formación profesional, Andrea
estudiaba los fines de semana y durante el periodo vacacional alrededor de 12 horas al
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día. Además de combinar su trabajo y los estudios, Andrea era también madre, por lo
que se acostumbró a las largas jornadas laborales y familiares.
3. 4. 3. Oportunidades de empleo
Andrea ha trabajado durante 17 años como docente, 15 de esos años en el nivel de
primaria, pero su objetivo siempre fue ejercer de profesora y orientadora de las escuelas
secundarias o preparatorias debido a que su formación profesional le otorga un título de
licenciatura y no únicamente como profesora normalista. También los incentivos para
crecer profesional y económicamente son más limitados para una docente de nivel de
primaria.
Andrea cuenta el día de hoy con un puntaje similar al de un profesor con una
trayectoria de 30 años de servicio (casi 10 años más de los que ella tiene). Este elevado
puntaje ha sido producto de la constante preparación y formación que ha adquirido, no
sólo como docente, sino brindando asesorías en centros de preparación para profesores
que realizan exámenes nacionales, haciendo cursos de actualización de magisterio y los
estudios de posgrado que realizó una vez finalizada su formación como docente.
Desde su primer lugar de trabajo, Andrea se encontró con diversas barreras para
su superación profesional.
5
Regularmente, los docentes de nivel de primaria se
capacitan a través de cursos que les incentivan al desarrollo de las habilidades manuales,
una habilidad que nuestra entrevistada reconoce no tener. A pesar de esta limitación,
Andrea aprovechó otras potencialidades como la realización de estudios de posgrado,
una fase poco común para los profesores que sólo cuentan con la instrucción de la
Escuela Magisterial. El ingreso al posgrado significó el comienzo de diversos conflictos
con las compañeras de trabajo, quienes saboteaban sus proyectos e incitaban a las
5
El sistema educativo mexicano se distingue por su rigidez para la promoción de los individuos por
escalafones, Es un sistema caracterizado por la fuerte presencia y control del Sindicato, además de
contener cierta dosis de clientelismo en cuanto a la asignación y ocupación de plazas magisteriales. El
desempeño de los docentes se evalúa al final de cada ciclo escolar, con lo cual se le asigna al profesor un
puntaje escalafonario que toma en consideración la antigüedad, la experiencia y la preparación constante.
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madres de familia en contra de ella. Por fortuna, Andrea pudo finalizar el posgrado,
pero el ambiente laboral no era el óptimo para la realización de su trabajo.
Recientemente, después de varios intentos, Andrea logró insertarse en la
educación de nivel de secundaria en un puesto administrativo. Esta meta la consiguió
mediante el concurso por escalafones, sin ningún tipo de apoyo clientelar o prebendas.
En la actualidad Andrea cuenta con el apoyo del director de esta escuela secundaria, a
quien ella señala como uno de sus mentores, en primer lugar porque el director defendió
el concurso para la asignación de este puesto, sin la intervención de ninguna persona o
favoritismos especiales; en segundo lugar, porque a pesar de ser un puesto
administrativo, el director la incentiva para que regrese a su trayectoria docente.
Por otro lado, Andrea también está comenzando a trabajar como mentora de otras
mujeres que ocupan posiciones secretariales. Por supuesto, la oportunidad de
desarrollarse como docente también la ha colocado en el camino de la mentoría, como
dice ella: “ser maestra es una de las ocupaciones más grandes…porque vas dejando
muchas, muchas huellas”.
4. Lidiar y sobrevivir en puestos profesionales
Las experiencias de estas mujeres representan las de muchas otras conocidas y
desconocidas y sugieren la necesidad de programas de tutores para mujeres jóvenes
desde la secundaria y preparatoria para poder asegurar así que éstas tengan un sentido
de auto eficacia y que entiendan la importancia de la motivación personal. También es
necesario que los programas universitarios y de desarrollo profesional ayuden a los
miembros de grupos minoritarios sobre la importancia de los tutores. De hecho, cuando
estas mujeres cuentan sus historias hablan de los pros y los contras de ser mujer en
sociedades contemporáneas dominadas por el sexo masculino. Sus voces muestran
fuerza, resistencia nacida de la necesidad, la confianza que las ayudó a tener éxito y
capacidad para adaptarse a diversas situaciones. En sus entrevistas coinciden en que las
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mujeres necesitan a otras como tutoras, así como desarrollar mejores mecanismos para
socializar, promover y mantener su presencia en posiciones de liderazgo.
Es posible observar en los casos presentados que una consecuencia de la
trayectoria personal y profesional de estas mujeres las ha llevado a convertirse también
ellas en tutoras de otras mujeres jóvenes, estudiantes universitarias y jóvenes
profesionales. Las mujeres que aspiran a ser líderes se deben centrar en sus habilidades
personales para enfrentar, lidiar y superar las barreras y, de esta manera, lograr sus
objetivos. Es crucial que las mujeres jóvenes con antecedentes distintos entiendan el
valor de conocerse a sí mismo y la importancia de mantenerse proactivo en busca de
oportunidades. Las estudiantes de secundaria y preparatoria necesitan programas de
tutores formales e informales, mientras que a las universitarias y, en general, a las que
acceden a niveles más altos, les vendría bien unirse a un tutor o a grupos de apoyo
personal que puedan ayudarlas a superar el estrés, por ejemplo. Los países podrían estar
perdiendo futuros líderes, especialmente mujeres de color o de condición social baja, a
causa de una falta de entrenamiento.
5. Conclusiones
En este trabajo se sugiere que la “supervivencia” de las mujeres en el ámbito
educativo y laboral depende de varios factores, entre ellos la construcción de una red de
apoyo –familia, amigos y colegas confiables– que les puede servir de guía y consejo a
lo largo de su carrera, ya sea pública o académica. Se recomienda que las mujeres de
color busquen a alguien dispuesto a servirles de tutor y que consideren la posibilidad de
tener un hombre blanco como tutor, en el caso estadounidense. Los estudios al respecto
sugieren que ellos acceden mejor a posiciones de poder y lo hacen durante más tiempo
y, por tanto, están mejor posicionados para identificar oportunidades que los miembros
de grupos minoritarios como los hispanos. Encontrar un miembro de su propio grupo
étnico es valioso porque pueden relacionarse a nivel personal y entender los retos que se
enfrentan en la carrera. Junto a esto, las mujeres de color deben formar parte del sistema
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de apoyo profesional establecido y beneficiarse de éste. En el caso de los Estados
Unidos, entre las conclusiones que se derivan de la experiencia de las dos mujeres es
que aquellas que tienen habilidades de liderazgo cuando acceden al empleo, incluso en
niveles bajos, representan mejores y mayores oportunidades de empleo.
En el caso de México, la condición de discriminación más frecuente es la de ser
pobre y mujer. No se puede sostener que las mujeres van a ayudar necesariamente mejor
a las de su propio sexo porque las motivaciones para hacerlo pueden ir en diversos
sentidos, como se ha observado en los dos casos mencionados. Cuando un miembro de
la familia está dispuesto a apoyar, el camino será menos sinuoso. Pero cuando ése no es
el caso, cualquier contacto con el exterior, aunque parezca fortuito, puede ayudar a que
alguien reconozca capacidades que los más cercanos no han advertido. Para las mujeres
mexicanas con actitud emprendedora el papel de los mentores es crucial porque es quien
les permitirá superar la marginación y discriminación en los espacios laborales. En este
caso el mentor puede ser un hombre que haya sobresalido en el ambiente laboral, o bien,
como lo han demostrado las encuestas citadas en el artículo, el marido. En cualquier
caso, el papel de mentoras que las propias mujeres con éxito puedan desempeñar será
una manera de cambiar paulatinamente los patrones de marginación y discriminación
hacia las mujeres en el ámbito laboral.
La importancia de la educación es evidente en las cuatro historias y se apoya en la
literatura de desarrollo de la carrera profesional (Roche, 1979; Knouse et al. 1992).
Finalmente, se debe considerar la forma de desnvolverse como tutores de adolescentes y
jóvenes mujeres estudiantes de la universidad y, con referencia a los cuatro casos, si las
mujeres con éxito están dispuestas a convertirse en tutoras, será un factor positivo para
que los grupos marginados se enfrenten a luchas y a retos a partir de un antecedente que
les sirva de modelo.
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I. García Conesa y A. Juan Rubio
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AMERICAN WOMEN AND LEISURE IN THE 1920S1
Isabel María García Conesa y Antonio Daniel Juan Rubio2
Abstract: Traditionally, the role of women was confined to taking care of the family, and they
had little or no voice outside that sphere. The intention was that they would bring up children,
keep the home, and look after their husbands who were usually the bread-winners.
Consequently, a thorough examination of life in the 1920s will provide a degree of perspective
on how women could handle and manage the social advances of the times with regard to their
free time activities. We will clearly focus on the efforts of such a group of women in order to
get their own leisure activities in society. Therefore, what we should explore throughout this
paper is the continuous struggle of women in the United States in the 1920s and the following
steps they had to take over. By merely skimming through this article, the reader should gain an
accurate and concise notion of what these women had to go through in that awkward period in
the United States.
Keywords: the new woman, flapper rebellion, social rebellion, spare time, modern woman,
status of women.
Título en español: Norteamericanas y ocio en la década de 1920
Resumen: Tradicionalmente, el papel de la mujer en la sociedad se ha visto reducido al cuidado
de la familia con escasa o ninguna repercusión fuera del ámbito doméstico. Se suponía que su
papel correspondía al cuidado de los hijos y de sus maridos, y a mantener el hogar familiar. Sin
embargo, un cuidadoso estudio de la vida en los años veinte nos proporcionará una amplia
perspectiva sobre la manera en la que las mujeres manejaron los avances sociales de la época.
Intentaremos dar un claro enfoque sobre los esfuerzos de dichas mujeres por obtener su
reconocimiento social. Lo que se intentará demostrar será la continua batalla de las mujeres en
los Estados Unidos en los años veinte, y todas las dificultades que tuvieron que sortear.
Simplemente ojeando este artículo, el publico lector podrá obtener una visión concreta y precisa
de la lucha de estas mujeres en esa época desenfrenada en la historia de los Estados Unidos.
Palabras clave: la nueva mujer, la rebelión “flapper”, la rebelión social, tiempo libre y ocio, la
mujer moderna, el estatus de la mujer.
1
Date of reception: 15/07/2013
Date of acceptance: 14/10/2013
Lecturers, Departamento de Integración, Centro Universitario de la Defensa San Javier – UPCT, Murcia,
Spain; [email protected] and [email protected].
2
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1. Introduction
The decade known as “The Roaring Twenties”3 hide behind that magnificent
name a time of great social and cultural change in the United States. The presidential
elections of 1920 gave office to the Republican candidate Warren Harding, and in this
decade the latter presidents Calvin Coolidge and Herbert Hoover will also follow the
former, all belonging to the Republican Party, the one in power along this period.
This decade, so crucial in the history of the United States, is marked by such
major social events as the rebellion of women, the concept of the new “flapper” woman,
and the fight against racism and corruption. Technological advances also propelled the
supposed economic prosperity of the period. As the American author Judith S.
Baughman wrote: “In such a golden decade, in which apparently almost anything was
permitted, women began to explore certain domains which had previously been vetoed
to them” (Baughman 1996: 159).
However, this time of apparent economic boom ended with the stock market
crash of 1929 and the further collapse of both the Wall Street market and the US
financial system alike. This fact spread panic among the American people and plunged
the country into the worst economic depression in its entire history. The so-called “jazz
age” marked a period in American history characterized by a change in social values.
As the American historian Paul Johnson put it: “In the twenties, America had many
things to be horrified, captivated, or fascinated, but mostly had jazz” (Johnson 1997:
155).
With the passage of the 19th Amendment to the Constitution in 19204, women
finally won the right to vote, something for which they had been fighting for so long.
3
The Roaring Twenties is a term sometimes used to refer to the 1920s, characterizing the decade's
distinctive cultural edge during a period of sustained economic prosperity. “Normalcy” returned to
politics in the wake of hyper-emotional patriotism during World War I, jazz music blossomed, the flapper
redefined modern womanhood, and Art Deco peaked. Economically, the era saw the large-scale diffusion
and use of automobiles, telephones, motion pictures, and electricity, unprecedented industrial growth,
accelerated consumer demand and aspirations, and significant changes in lifestyle and culture.
4
The Nineteenth Amendment (Amendment XIX) to the United States Constitution prohibits any United
States citizen to be denied the right to vote based on sex. It was ratified on August 18, 1920. The
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Thus, a generational gap began to form between the new woman of the twenties and the
older generations of women who were constrained by rigid social norms. Less enclosed
by the rigid conventions of bizarre Victorian standards, the new woman had a greater
freedom to obtain public recognition in various fields as we shall examine in the article.
The new woman of the 1920s openly challenged conventional gender roles and
consequently faced the hostility from men who refused not only the public presence of
women in society, but also the alleged decline of morality. This new woman,
accordingly, represented the trend of young girls expressing themselves with certain
autonomy. Nevertheless, the powerful conservative forces of society did already
vehemently oppose to the new role of women in society. Many of them were alarmed
by what the phenomenon of the new woman meant. Even in popular magazines of the
times, the writers asked for a return to the old moral codes of behaviour that had
previously repressed the younger generation of women.
The concept of the new woman also had a number of sexual connotations,
reflecting a change of ideas about the female sexuality. Led by young girls, mostly
coming from a middle-class background, but also including women from all social
levels, a new sexual revolution was beginning to take shape in the American society.
However, the new woman embodied an emblem of change and a source of strong
controversy among their contemporaries who were threatened by new liberal attitudes to
gender. A gender battle was then settled down amongst both factions of society in
which the new social trends were just beginning to flourish.
2. The new woman of the twenties
The issue under questioning is where the social status of the new woman was
exactly put forward in the twenties. The most prominent change was her increased
presence in public life. Whilst the lives of women in previous generations revolved
Constitution allows the states to determine the qualifications for voting, and until the 1910s most states
disenfranchised women. The amendment was the culmination of the women's suffrage movement in the
United States, which fought at both state and national levels to achieve the vote.
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around the family home, the new woman ventured into different professions which had
traditionally been regarded as male-owned. However, they did not equal men at odds as
they were still economically and politically dependent on them at the beginning of the
century. Yet, unlike their Victorian contemporaries, they did not sit idly by. They
struggled to find their own place in society instead. Unsurprisingly, certain pressure
groups, like the Ku Klux Klan (K. K. K.)5, strongly opposed the new role of women.
The unambiguous answer to these social changes came in the form of a
“flapper” upheaval on the part of women. It is in this social context in which the term
had its underlying principle. The lifestyle of young women of the twenties surprised
their elders. Young people looked for answers in places that were once considered
unthinkable, both morally and physically, by society.
After World War I, women were as eager as men to avoid returning to the
traditional social code and roles prior to the war. This generation of young women
broke with the old traditional value system. Quoting the American Professor George H.
Douglas: “They devoted themselves just to happily enjoy life and the abundant free time
of the period” (Douglas 1986: 87). Various prestigious authors such as F. Scott
Fitzgerald or Anita Loos, and renowned artists as John Held Jr., Russell Patterson, Ethel
Hays or Faith Burrows used the term “flapper” for the first time in the United States.
Along their works and creations, they half created or half reproduced the image and
style that these loose girls reflected.
The famous novelist F. Scott Fitzgerald described the ideal “flapper” with the
following definition: “A lovely girl, expensive, and about nineteen” (Hatton 2000: 145).
The artist John Held Jr. created an image of these young women by drawing girls who
were wearing high-heeled shoes with laces that made a loud noise when walking. The
so-called “flapper culture” reflected significant changes in the lives of American
women. An open-minded lifestyle suggested new approaches for women, mostly
5
The Ku Klux Klan (KKK), informally known as the Klan, is the name of three distinct past and present
far-right organizations in the United States, which have advocated extremist reactionary currents such as
white supremacy, white nationalism, and anti-immigration, historically expressed through terrorism.
Since the mid-20th century, the KKK has also been anti-communist.
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neglected, and in constant search of pleasure. Many young girls were then able to follow
an independent lifestyle.
Quoting the author Ellie Laubner: “The term flapper of the twenties refers to a
specific kind of woman wearing skirts, cutting her hair to the male style, listening to
jazz, and displaying a disdain for what they considered it was a misguided behaviour”
(Laubner 2000: 78). Although many scholars have attempted to properly define the
concept of “flapper”, perhaps one of the most accurate definitions is the one offered by
social critic and editor Henry L. Mencken: “A little silly girl, full of wild guesses, and
inclined to rebel against the precepts and admonitions of their elders” (Andrist 1970:
130).
The so-called “flapper girls” even had their own jargon. Their dialect reflected
both their promiscuity and their drinking habits. This dialect also mirrored their main
worries since they had many different ways to express approval or refusal. In fact, many
of the terms that are still used in modern American slang actually originated in the
twenties. The author Kathleen Gourley gathered together in 2007 a complete list of the
most common slang words of the twenties.
For the very first time, these women flaunted about the excessive use of makeup. Cosmetic products, which had not been previously accepted in American society for
their connection with prostitution, became extremely popular in the everyday lives of
these women. In addition, they drove fast sport cars at high speed ahead the newly
constructed highways across the nation, disobeying the social and sexual codes.
Therefore, they were considered reckless by society. Accordingly, these girls smoked
when only men had done it before. But smoking was not the most outrageous action of
these rebel girls. In their spare time, besides smoking, they drank alcohol in a time when
the United States had banned alcohol by means of the 18th Amendment6.
With legal cabarets closed, speakeasies became rather prolific and popular at the
time. The discrepancy between the respect for the law and the actual consumption of
6
The Eighteenth Amendment of the United States Constitution established prohibition of alcoholic
beverages in the United States. The Amendment was the first to set a time delay before it would take
effect following ratification, and the first to set a time limit for its ratification by the states.
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alcohol everywhere led to a widespread disdain for authority, another characteristic
image of the twenties. Young girls, especially, headed a sexual release by talking about
sex naturally. Many of the ideas that drove this change in sexual behaviour were already
latent in the intellectual circles of New York before World War I, with the works of
writers such as Sigmund Freud, Havelook Ellis, and Ellen Key.
The great thinkers of the time held the opinion that sex was not only central to
the human experience but also that “women were sexual beings with human impulses
and desires just like men, and to restrain those impulses was self-destructive” (Woloch
2002: 202), an opinion shared by the Professor of American Studies, Nancy Woloch.
During the twenties, these ideas had deeply rooted into the American society.
Although they were often labelled as misguided, superficial, and vacuous, the
truth is that many of them were young educated women who were simply coping with
the disappointment of the society of the time whilst trying, at the same time, to forge
their own steps into the new society. As the historian Frederick L. Allen wrote: “They
were imbued into a spirit of eating, drinking, and being merry for tomorrow they shall
die” (Allen 1931: 94). Immortalised in movies, the most famous actresses of the decade
identified themselves with the “flapper lifestyle”. Among them, we can mention the
following as the most representative actresses: Olive Borden, Clara Bow, Louise
Brooks, Joan Crawford, Norma Shearer, Norma Tallmadge, Olive Thomas, and Alice
White.
Despite its enormous popularity, the “flapper” lifestyle that characterised the
period could not survive the stock market crash and the following Great Depression7. Its
lively hedonist attitude could not find a place amid the economic hardships of the
thirties. More specifically, this new decade brought out a conservative reaction and a
religious revival which set out to eradicate the liberal lifestyle and attitudes of the
Roaring Twenties.
7
The Great Depression was a severe worldwide economic depression in the decade preceding World War
II. The timing of the Great Depression varied across nations, but in the US it started in 1930 and lasted
until the late 1930s or middle 1940s. It was the longest, most widespread, and deepest depression of the
20th century.
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3. The modern woman and the new leisure activities
What we have been analysing insofar was also mirrored by the disdain shown
towards social attitudes and conventions. Such disregard resulted into the active
participation of women in the recreation and leisure activities of the decade that, until
then, had been vetoed to them. We shall refer along this section to such leisure activities
as crafts, sports, music and dance, and fashion.
Regarding the field of crafts, they were logically passed on from mother to
daughter and became a very popular leisure activity in the 1920s. This was particularly
significant, as the Professor of American History Alice Kessler-Harris correctly states:
“This craft was meant to be used as a profitable employment, especially in the long,
cold winter nights” (Kessler-Harris 2003: 338).
From the traditional crafts of sewing such as knitting, crocheting, quilting, or
embroidering, women could get a bonus income to the family in addition to that of their
husbands. Besides, there were also a number of other popular activities for them such as
beads and stained glass. Yet the real significance of this traditional craft in the decade is
that, beyond being a usual and common leisure activity, it meant that women obtained a
regular economic salary. Needless to say, this profit was done with the subsequent
initial reluctance of men who had previously been the only regular bread-winners at
home.
However, once surpassed, it was felt that the money earned from this new
activity served mainly to satisfy their whims rather than to cover certain basic needs.
But as the American historian Dorothy M. Brown reflected: “It was still unimaginable
to society that women yielded the economic support of the family” (Brown 1987: 160).
On the field of sport, spectator sports attracted huge audiences of public in the
twenties, exceedingly stressing the massive influx of women to these events. The whole
country longed for sport heroes in an increasingly impersonal society, and sports
provided such entertainment. Although team sports (baseball, American football, and
basketball) quickly flourished at those times, citizens turned their attention to the
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individual stars of each sport8. These were athletes whose talents made them stand out
from the rest and whose qualities many young girls hurriedly encouraged to emulate.
The massive turnout of spectators to the various shows made possible the growth
of a completely novel professional sports industry that, until then, was in its early
stages. In the twenties, people had money to buy tickets for various sporting events and,
above all, to buy the clothing of their favourite teams or players. The direct
consequences of this massive attendance of women to the assorted sporting events that
were held throughout the entire country were the active participation of women in
certain individual sports such as tennis or golf on the one hand, and the rapid and huge
growth of the parallel sport industry on the other.
Not only the first female tennis and golf schools quickly flourished, but also the
sport industry saw an incredible opportunity to do business by means of launching new
lines of casual women‟s clothing. This new attitude even got to the cover page of some
mass media means, as the American Professor Carolyn Kitch reflected in 2001. This
phenomenon had its social relevance in the 1920s because, up to then, the presence of
women in sports had been nothing but symbolic. Thus, the public image of a woman
attending a sporting event or playing on a golf or tennis court became usual later on this
decade, which meant a revolution for a society in a constant state of change.
As for the areas of music and dancing, if the so-called “flapper girls” provided
with some of the most typical images of the era, jazz music was the keynote. Both in
speakeasies and in nightclubs, its syncopated rhythms articulated the spirit of rebellion
which characterised so much the image of the twenties. The jazz age saw the nationwide
growth of this type of music coming directly from the African-American culture. As the
American author Joy Hakim expressed: “The jazz music was commonly associated with
everything that looked like modern, sophisticated, and decadent” (Hakim 1995: 84).
This music was very different from any other type of music that had been heard before.
8
In the world of sports, the names of five famous athletes from the 1920s are legendary: Babe Ruth
(baseball), Red Grange (football), Jack Dempsey (boxing), Bill Tilden (tennis), and Bobby Jones (golf).
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Jazz was considered as an evil influence on the American youth with its
conventional rhythms and strange melodies. However, despite all the common negative
shared opinions it had, jazz became wildly popular in the decade, proliferating in dance
halls across the entire nation. A new generation of dancers, freed from the constraints of
tight corsets and long dresses that had characterised the earlier Victorian era, swayed to
the new rhythms of music. The new styles of dance were an important part of any
worthy social entertainment activity or party. New dancing schools also flourished
across the country in order to teach young girls to dance while, at the same time, some
churches used the new dance to attract them. Dancing was a new popular social activity,
especially among young women.
The reasonable result of this recent interest was the fact that dance marathons
were organised every weekend across the country. Young girls introduced their own
styles of fashion with short hair, short skirts, and tight hats. The new dance began to
actively use the upper part of the body for the first time since the young girls began to
shake their hips in a novel dance called the “shimmy”. Young girls jumped into a wild
dancing without restrictions and started to move or use more parts of their body. Yet the
dance that typically symbolised the 1920s was the “Charleston”, which was presented
to the public in 1923 and, even nowadays, it remains as a symbol of the jazz age. As the
historian Angela Latham wrote: “The flapper girls with their knees together and folded
hands were the best ones that staged this original kind of dance” (Latham 2000: 57).
Finally, the field where more significant advances were seen and where the
social and cultural rebellion had more reflection on the new woman was in the field of
fashion. Fashion had always been influenced by the mode of transport that people
normally used to move to work, the architecture of the time, and the customs of people.
And so it obviously happened in the twenties, although with some variations as we shall
explain. The reflection of this lifestyle had its immediate effect on the young women‟s
fashion of the twenties that was as much a trend as a social statement, breaking with the
rigid Victorian conventions of the previous generation. These rebellious young girls
stuffed into dresses reaching to their knees, and making a conspicuous showing of arms
and legs. In line with the progress in other areas of leisure, clothing developed into a
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much closer relationship with the art of the decade, which was reflected in a greater
sense of freedom, and resulting in simple yet elegant designs with carefully selected
fabrics as well as with the intelligent use of the right colour.
The so-called “flapper style” was not just a female fashion style but it also
introduced several significant changes in the perception of women in society. They were
the splendid women of a new era exercising their newly gained voting freedom, staying
up all night, and frequenting clubs and parties. Haute couture, until the twenties, had
almost exclusively been aimed at the wealthiest women in society. But since the design
of the new dresses began to be much less complicated than the ones used and worn in
earlier fashions and decades, women were much more successful making costumes at
home.
As a consequence, the women‟s clothing became looser, the bust was
suppressed, the waist disappeared and the shape of the shoulders widened. The new
silhouette emphasised a flattened chest which accordingly eliminated the feminine
curves. From this time forth, the female characteristic fashion in the twenties consisted
of beautiful costumes combined with various decorative accessories. Hats, shoes, socks,
bags, dresses and jewellery joined in harmony so as to create a unique and elegant
feminine style. Fashion for women underwent dramatic changes along this decade for
some sections of the society. New and colourful fabrics echoed the joy felt by a
population tired of the war after the end of hostilities.
The garments were shorter, lighter and brighter than ever. Both shoes and
stockings claimed right now their importance on being visible for the very first time.
Silk stockings were designed from all the colours of the rainbow to match them with the
clothes of women who had their own distinctive style. Fashion designers now played
with fabric colours, textures and patterns in order to create a totally new style. The great
fashion designer of the twenties was Gabrielle “Coco” Chanel9. The silhouette of her
clothing designs came to epitomize the characteristic style of the twenties. The work of
9
Gabrielle “Coco” Bonheur Chanel (1883-1971) was a French fashion designer and founder of the Chanel
brand. She was the only fashion designer to appear on Time magazine's list of the 100 most influential
people of the 20th century. Along with Paul Poiret, Chanel was credited with liberating women from the
constraints of the “corseted silhouette” and popularizing the acceptance of a sportive, casual chic as the
feminine standard in the post-World War I era.
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other famous designers of the period, as compared to hers, looked outdated and oldfashioned. “Coco” Chanel promoted the fashion styles that are still today commonly
associated with the “flapper fashion”. She worked in neutral tones of beige, cream,
navy, and black in soft fabrics cut with simple shapes that did not require corsetry or
waist definition. Clothes were made for easy comfort and ease of use, making them
revolutionary and quite modern at those times.
As a result, new sewing courses proliferated for the women who followed the
new fashion trends and did not want to pay retail prices. Many women turned to fashion
as a vocation to financially support their families, or to earn some extra money with
which to meet the new luxuries of the time. Trouser suits, hats and canes gave women a
sleek look avoiding the vagaries of fashion. Consequently, undergarments of women
changed because of this new move towards the practical clothing corsets, which were
smaller and more flexible, leading finally to the panties. Without the restriction of the
old-fashioned corsets, young girls wore simple bras with the purpose of holding their
bust while dancing.
The new high-cut dresses gave women more confidence in themselves and in the
shape of their body, allowing them to move freely around the dance floor and just
exposing the right amount of skin in order to attract the attention of men. Immediately,
the first fasteners designed to flatten and reduce the appearance of the bust began to be
sold, configuring the image of the modern woman. The first clips of the twenties were
white cotton handmade and were little more than bras with additional clearance for the
bust. When it was finally recognised that women had different bra cup sizes, the sales of
bras doubled with the new and exotic designs.
The “flapper girls”, who were fashionable in the decade, wore dresses getting
shorter with a straight loose silhouette. By 1927, the seams had already been raised
above the knees, leaving some parts of the legs in sight. The flat chested slender body
and the bronzed face of a young girl became the desired silhouette by many young girls
of the twenties. Health and beauty clubs helped women refine their silhouettes all along
the decade.
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I. García Conesa y A. Juan Rubio
American Women and Leisure in the 1920s 153-166
These trends both in clothing and in accessories were also reflected in the
different hairstyles of the time. For the first time in the United States, the “Bob”
hairstyle was introduced by Louise Brooks in 1920. Hairstyles of the Hollywood stars
were copied by women all around the world, and several women‟s magazines published
articles on how to achieve that look. The particular way in which women wore their hair
styles determined not only the fashion but also the cutting method. In this decade, male
hair styles became fashionable also for women, as in the case of the so-called “Shingle
Bob”. And the author that best reflected all these trends in hairstyle was Professor of Art
Whitney Chadwick in 2003. The public image of the new woman consisted of drastic
and surprising changes in both their clothes and hair. Almost all women‟s wear was
shortened and lightened in order to facilitate their movement around. The new dances of
the time also required that women were able to move freely all over the dance floor.
4. Conclusions
The economic boom of the twenties made possible the appearance of a taste for
new free time activities that were commonplace at this time. Among these activities,
going to movies, dancing at parties, attending sporting events, or dressing in the latest
fashion were the favourites. The characteristic feature of this decade was the rebellion
of the new woman and the change in social habits that totally transformed the American
society.
This decade, so crucial in the history of the United States, is marked by such
major events as the rebellion of young women, the concept of the new “flapper”
woman, the fight against racism and corruption, and the technological advances which
propelled the alleged economic prosperity of the period. Women got the right to vote
along this decade and fought against the repression and the conservatism that
constrained them. They wanted a greater social equality and even though they seemed to
get it, they were still far behind men in many areas.
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Although many women participated in the expansion of their public role, they
accepted the change in many different ways. The symbol of the new woman was an
accumulation of different aspects of women across the country. Amidst them, we can
find dancers, athletes, musicians, and professionals in almost all sectors of society.
Thus, the Roaring Twenties redefined the status of women and their new attitude
towards leisure activities and towards society itself. A new woman evolved, for whom it
was more socially acceptable to smoke and drink in public. On the other hand, it was
also increasingly accepted that they would fall down into wild dancing, they would have
a much shorter hair style, or they would make excessive use of make-up when until then
it had almost been vetoed.
The new woman of the twenties challenged conventional roles of gender and
faced the open hostility of men who refused both the public presence of women in
society on the one hand, as well as the alleged decline of morality on the other. This
new woman represented the trend of many young girls expressing certain personal
autonomy.
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Socorro Suárez Lafuente
Desarrollo de las detectives en la literatura contemporánea 167- 182
DESARROLLO DE LAS DETECTIVES EN LA LITERATURA
CONTEMPORÁNEA1
Socorro Suárez Lafuente2
Resumen: La novela de detectives es el marco idóneo para el desarrollo de las características
arquetípicas de las mujeres. Tradicionalmente, se las ha culpado de ser curiosiosas, de estar
siempre atentas a lo que acontece en la vida de los demás; se les desea silenciosas y capaces de
aguantar sin perder la calma los rigores de confinamientos prolongados. Paciencia, quietud y
curiosidad son las cualidades que debe poseer la perfecta detective, capaz de observar a los
sospechosos en las circunstancias más adversas. En Inglaterra, donde surgieron las primeras
detectives literarias, éstas han nacido prácticamente a la vez que el género policiaco. En este
artículo se analiza su devenir con referencia a las autoras más significativas a lo largo de la
historia.
Palabras clave: mujeres, detectives, novela inglesa, novela nórdica, novela española.
Title in English: Development of Women Detectives in Contemporary Literature
Abstract: Taking into account the archetypal characteristics attributed to women, the role of
detective appears to be eminently suited to them: women were traditionally considered as
gossips; moreover, for centuries, men have wanted women to be quiet, calm and somewhat
confined. That combination of patience, calm and curiosity makes for the perfect detective,
capable of surveillance of suspects even in difficult circumstances. Women detectives surfaced
in English Literature from the outset of the genre. This paper outlines their evolution and also
refers to the most famous women crime writers and their fictional detectives.
Key words: women, detectives, English novels, Nordic novels, Spanish novels.
Quería un personaje que fuera mujer y que tuviera
protagonismo. Porque la mujer en la novela negra
o es la víctima, que aparece muerta en la primera
página, o es la ayudante de alguien.
Alicia Giménez Bartlett (in Kingery 2013: 15)
1
Fecha de recepción: 04/09/2013
Fecha de aceptación: 20/11/ 2013
Catedrática de Filología Inglesa, Departamento de Filología Anglogermánica y Francesa, Universidad de
Oviedo;  [email protected].
2
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La novela de detectives es el marco idóneo para el desarrollo de las características
arquetípicas de las mujeres, no en cuanto que entes pasivos y angelicales o malvadas
espías dobles o femmes fatales, sino en su faceta de mujeres “normales” y corrientes.
Tradicionalmente, las mujeres han sido culpadas de curiosidad morbosa, atentas a los
movimientos del vecindario e interesadas en la vida de los demás; a la vez, se desea que
sean silenciosas y que mantengan su capacidad de organización sin perder la calma en
situación de confinamientos prolongados, bien sea por el hecho físico de la maternidad,
bien porque las prácticas culturales del momento exijan que no se las vea fuera de la
casa familiar con más frecuencia de la exigida por la compra diaria y el cuidado de los
hijos. Paciencia, quietud y curiosidad unidas constituyen la base de la perfecta detective,
capaz de observar durante el tiempo necesario y en las circunstancias más adversas a
quienes se considera sospechosos. Por estas razones, y dado el desarrollo de la historia
de las mujeres en la sociedad inglesa, que es donde surgieron las primeras detectives
literarias, no debe sorprendernos que éstas hayan nacido prácticamente a la vez que el
género policiaco.
Tampoco es de extrañar que la novela de detectives se haya convertido en la
lectura favorita del mundo occidental contemporáneo. Es un tipo de literatura que
entretiene, mantiene en todo momento el interés por la lectura, ejercita la mente y arroja
luz sobre aspectos de la sociedad que trata; de esta manera cumple los dos preceptos
clásicos de la literatura: instruir y divertir. En las últimas décadas del siglo XX,
aparecen en la literatura policiaca las diferencias sexuales y étnicas, ampliando así las
posibilidades temáticas del género y multiplicando su aspecto social a la par que el
geográfico. Más aun, la novela de detectives da por asumido que la política y las leyes
son un todo establecido que hay que defender y al que se hay que ajustarse, asimismo,
acepta como verdad universal que el orden patriarcal3 es la norma de la sociedad,
convirtiéndose así en lectura canónica al gusto también de los varones. Con estas
premisas, la definición más elemental de la novela de detectives podría bien ser “el
3
Respecto a la detective y el orden patriarcal, Kathleen Gregory Klein hace una reflexión interesante en
la que vincula criminal y detective en tanto que son seres que habitan los márgenes: “Like the criminal,
she is a member of society who does not conform to the status quo. Her presence pushes off-centre the
whole male/female, public/private, intellect/emotion, physical strength/weakness dichonotmy. Therefore,
her façade of normal respectability –like the criminal‟s– must be stripped away” (1995: 4-5).
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descubrimiento, por parte de un investigador profesional o amateur, de cómo, por qué y
quién cometió un crimen” (Shaw 1984: 118). Cuando se da respuesta a estas preguntas,
siempre a la luz de la “verdad” anteriormente citada, se equilibra de nuevo el orden
establecido, establecido para tranquilidad del grupo social dominante.
Este tipo de novelas suele presentar un grupo razonable de personas
sospechosas, a menudo reunidas en un mismo entorno, como en las obras de Agatha
Christie, mientras que la sospecha va recayendo en una u otra a través de la
investigación, en un juego literario muy gratificante admitido por escritor/a y lectores.
Hay también en las novelas diferentes testigos, cada uno con su versión “mediatizada
por sus emociones, creencias o prejuicios” (Shaw 1984: 121). Esto confiere interés a la
trama y, a la vez, traza retratos psicológicos de la sociedad, aunque no debemos perder
de vista que lo que pretende la novela de detectives es “estimular el intelecto, no
despertar las emociones de quien lee” (Shaw 1984: 126). Estas características se han
mantenido a través del siglo y medio que lleva el género desarrollándose, si bien, con el
advenimiento del postmodernismo, en las últimas tres décadas se ha dado paso a la
estética literaria como un juego de detección en sí misma. En la estructura tradicional de
la novela de detectives se sigue buscando que la trama sea exacta y sucinta hasta donde
lo permita el desarrollo de la investigación; es decir, no se debe olvidar que lo que
importa no es el crimen en sí, sino el proceso de detección. Patricia Shaw resume
magistralmente los elementos estructurales de este género:
La novela de detectives debe reflejar los progresos de quien investiga, las claves
que va descubriendo, los testimonios que recoge, las impresiones que le dejan
testigos y personas sospechosas, los hechos que descubre del pasado y de las
circunstancias que pudieron llevar al crimen y cómo va resolviendo sus
elucidaciones y las verificaciones de éstas. (Shaw 1984: 129)
Porque otro punto importante de la novela de detectives es que se trata de una
novela en presente: el presente en que se lleva a cabo la investigación.
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Puede decirse que el género, como tal, fue creado por Edgar Allan Poe, de quien
se celebraron en 2009 los 200 años de su nacimiento, con su detective de salón Auguste
Dupin (armchair detective) y su acompañante narrador (and I). Le sigue de cerca,
Wilkie Collins (1824-89) con el primer detective de la literatura inglesa, el sargento
Cuff, que aparece en una magnífica novela, La piedra lunar (1868). Este mismo autor
escribe otra famosa obra detectivesca, La mujer de blanco (1860), en la que inscribe a la
primera mujer que practica la investigación policial, Anne Rodway. En referencia a los
inicios de la novela policiaca, no podemos dejar de mencionar a Sir Arthur Conan
Doyle, quien inaugura en 1887 la serie de Sherlock Holmes y Dr. Watson, de la que
tanto se ha escrito, con Study in Scarlet. Otro hito lo constituye la presentación en
Londres, en 1891, de la Strand Magazine, que, a la manera del periódico semanal
español El Caso (1952-1987), va a tener una importancia decisiva en el desarrollo del
género. Strand tiene muchísimos lectores: llega a tirar hasta 300.000 ejemplares y se
puede adquirir en la calle con facilidad. Si bien sus compradores son mayoritariamente
hombres, la revista llega a las casas y a las manos de las mujeres. Esta revista publicó
muchísimas narraciones cortas detectivescas que alcanzaron un éxito muy notable, lo
que fomentó a medio plazo la escritura de este tipo de historias, tanto por hombres
como por mujeres; era una manera cómoda de ver la propia obra publicada rápidamente,
de apreciar la reacción pública y de ganar dinero de un manera relativamente cómoda y
anónima.
No obstante, como pone de relieve la crítica Birgitta Berglund, “si el detective
clásico presentaba las características de un héroe: fuerte, inteligente, de decisiones
rápidas, un caballero andante en lucha con el mal… ¿cómo iban las mujeres a conjugar
este ideal con el tradicional código femenino e inscribir una detective creíble?”
(Berglund 2000: 139). Lo cierto es que lo consiguieron, en parte debido a que en las
últimas décadas del siglo XIX había surgido en Inglaterra la “New Woman”, concepto
que se aplica a aquellas mujeres que se oponen a las normas victorianas de feminidad.
Mujeres que pueden prepararse, estudiar, que se sienten independientes, y física y
sexualmente liberadas. Quieren moverse libremente por las calles, y convertirse en
flâneuse, quieren elegir su futuro y, por tanto, a su pareja, como describe George
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Gissing en su novela The Odd Women (1893), y no ven problema alguno en elegir la
soltería como opción vital. Lois Cayley, en la novela de Grant Allen Miss Cayley‟s
Adventures (1899), constituye un estupendo modelo literario de Nueva Mujer. El
paulatino acceso de las mujeres a la universidad, su entrada oficial en la abogacía, que
en el Reino Unido se consiguió en 1919, y la experiencia política adquirida en la lucha
en la calle y en el estrado durante el movimiento sufragista propiciaron la normalización
de las mujeres detectives, al menos en la literatura.
Hasta llegar a la conocidísima Miss Jane Marple, detective de Agatha Christie,
“nacida” en 1930, tenemos en la literatura inglesa una amplia nómina de “detectivas”.
En una primera época, que va de mediados del siglo XIX hasta el final de la I Guerra
Mundial, nos encontramos con Mrs Paschal en la obra “Revelations of a Lady
Detective” (1860) de W. S. Hayward. Y, a partir de 1864, Andrew Forrester inscribió a
Mrs G., una detective protagonista de siete narraciones breves bajo el título The Female
Detective. Mrs G. nos deja el primer alegato en defensa de las mujeres detectives:
si hay una demanda de hombres detectives, también puede haberla de mujeres
detectives de la policía… quien lee entenderá fácilmente que una mujer detective
tiene muchas más oportunidades que un hombre para entrar en los espacios más
íntimos, para observar aspectos de la vida en los cuales un hombre nunca podría
hacerse el despistado sin llamar la atención. (Knight 2004: 34-35)
Los editores sabían que por esta época ya existía un número importante de
mujeres aficionadas a leer historias policiacas, por lo que se animaron a intentar lo que
parecía un desafío abocado al fracaso:
los creadores de las primeras novelas con mujeres detectives querían ofrecer un
punto de vista diferente y una posición inherentemente subversiva a la hora de
llevar a cabo la investigación de un crimen – si bien sabían que iban a
contracorriente de las revistas para hombres y también de la actitud social
dominante. (Knight 2004: 80)
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El hecho de que alrededor de 1888 sucedieran los asesinatos de Jack the Ripper
sin duda ayudó a popularizar el género literario, y a que se multiplicaran las novelas y
narraciones cortas, escritas tanto por hombres como por mujeres y con detectives de uno
u otro sexo. En el mismo año de1888, Leonard Merrick publica Mr Bazalgette´s Agent,
en la que Miriam Lea, detective, inaugura una nueva era para las detectives mujeres, ya
que muestra una actitud profesional, no se amedrenta ante nada y viaja sola a cualquier
parte del mundo a iniciativa propia (Kestner 2003: 31).
Catherine Louisa Pirkis y su “detectiva” Loveday Brooke, en activo desde 1893,
Beatrice Heron-Maxwell con la detective Mollie Delamere, Emmuska Orczy con Lady
Molly of Scotland Yard (1910), Richard Marsh y su “detectiva” Judith Lee, publicada en
Strand entre 1911 y 1912, y Marie Belloc Lowndes con su “detectiva” amateur Ellen
Bunting, en 1911, constituyen ejemplos de novelas influenciadas por el movimiento
sufragista y mantienen la opinión de que las mujeres tienen que unirse para tener fuerza
social (Kestner 2003: 95). Asimismo demuestran que las mujeres no son sólo ángeles
custodios que solucionan problemas, pues en varias historias aparecen asesinas,
estafadoras y ladronas. Si bien las mujeres ejercían la labor de policías para atender a
presas y detenidas desde 1880, no tuvieron estatus de Metropolitan Police hasta 1918.
Aun así, hasta 1922 no hubo mujeres en el CID (Criminal Investigation Deparment);
Lilian Wyles fue la primera inspectora y Louisa Pelling la primera mujer detective del
cuerpo de policía. Dada la polémica que suscitó la entrada de mujeres en la policía, no
es de extrañar que las fechas se dilaten tanto en el tiempo. Un contemporáneo, William
Rawlings, lo recuerda así:
Se rumoreó que las mujeres podrían entrar en el cuerpo de policía. Como se puede
imaginar hubo muchísimo debate sobre el tema, la mayoría de nosotros hicimos un
frente sólido contra la invasión de lo que considerábamos un espacio masculino por
excelencia. Pero las mujeres de aquella época estaban imbuidas del espíritu
pionero: se empeñaron y salieron con la suya. (Kestner 2003: 6)
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Con las mujeres ya integradas en las instancias oficiales contra el crimen, la
novela de detectives sigue en auge y entra en una fase que bien pudiéramos denominar
“Christie y sus hermanas”. Sin duda, aunque hoy sus obras nos puedan parecer
ingenuas, Agatha Christie fue una influencia importantísima para todas las personas que
escribían y leían este tipo de novelas. Señalan Patricia Craig and Mary Cadogan que
esta autora introdujo en el género una novedad interesante: “Christy was not so much a
novelist as the inventor of a novelty, a peculiarly intricate and entertaining kind of
puzzle” (Craig and Cadogan 1986: 166).
A partir de Christie, la novela policiaca no dejó de fluir y desarrollarse, y, con
ella, un público lector muy numeroso y entendido. Curiosamente, desde este momento y
considerando pioneras a las muchas autoras del género y a las detectives precedentes,
las obras pueden agruparse, cronológicamente, en las tres fases (femenina, feminista y
female) que postula Elaine Showalter en su libro A Literature of Their Own (1977) para
organizar el devenir de la cada vez más abundante literatura escrita por mujeres.
Showalter lo define así:
Primero hay una fase prolongada de imitación de los modelos que prevalecen en la
tradición dominante, así como de internalización de los estandards artísticos y de
su aceptación social. Después hay una fase de protesta contra estos estandards y
sus valores y se defienden los derechos y valores de las mujeres, incluyendo la
exigencia de libertad y autonomía. Por fin hay una tercera fase de autodescubrimiento, una mirada hacia una misma, libre de rastros de dependencia u
oposición – es la búsqueda de la propia identidad. (1982: 13)
En la fase femenina, que cuenta con un antecedente notable: The Circular
Staircase (1908) de Mary Roberts Rinehart, se encuentra la obra de Agatha Christie y su
detective Miss Marple, Amanda Cross con su detective Kate Fansler, y Dorothy Sayers,
Josephine Tey y Margery Allingham, por nombrar a las más conocidas. Se trata de
mujeres que llevan a cabo la detección desde casa, no salen a buscar pruebas, sólo
recogen aquellas que se cruzan en su camino y desentrañan el misterio por deducción
lógica, en lo que Freeman Wills Croft denomina “una exhibición de gimnasia mental”.
Son entrometidas e ingenuas y no trabajan por dinero sino por amistad o curiosidad:
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“Trabajan en entornos amables, en ambientes ajenos al crimen, donde casi nadie se
inmuta ante la investigación excepto el asesino, por contraposición a las novelas en que
las detectives son profesionales y todos los personajes parecen tener algo que ocultar”
(Suárez Lafuente 1994: 71).
La detective más conocida, Miss Marple, constituye una vuelta atrás respecto a
sus antecesoras, lo que se explica porque 1930, año en que el personaje fue creado, es
un periodo difícil de entreguerras con muchos problemas laborales y sociales y una
agudísima crisis financiera mundial. Esas circunstancias siempre fueron terreno
abonado para asustar a la ciudadanía con el apocalipsis y provocar un retroceso en la
situación de las mujeres, como si su pecado de emancipación hubiera atraído sobre la
sociedad la maldición de los dioses. Así que Miss Marple resuelve los casos desde el
sillón de su casa, mientras hace ganchillo “para aprovechar el tiempo”, y lo hace
aplicando la analogía, es decir, comparando su restringida experiencia social con las
posibles motivaciones de los asesinos. A la vez, enseña a sus lectoras las bondades de
una vida discreta y retirada, y la admiración que una mujer “de su casa” puede llegar a
despertar.
Cuando las detectives se profesionalizan podemos hablar ya de la fase feminista.
Ruth Rendell, P. D. James con su detective Cordelia Gray o la estadounidense Sue
Grafton con Kinsey Millhone son buenos exponentes de la teoría de Showalter. Las
detectives no tienen cargas familiares, ni amigos íntimos, pueden arrostrar cualquier
peligro sin más consideración que la autopreservación; llevan pistola, si bien
únicamente para impresionar, ya que casi nunca hacen uso de ella, viven en una sola
habitación, lo que les permite, con una simple ojeada, tener la certeza de que no hay
intrusos en casa, y pueden sobrevivir en un coche el tiempo que sea necesario. Tienen
paciencia para escuchar y decisión para actuar y se mueven por normas y preceptos
heredados de personas que admiraban. Son, además, sobradamente articuladas para
defender su derecho a ser detectives; en An Unsuitable Job for a Woman de P. D.
James, Cordelia Gray habla con un profesor de Cambridge y, ante las dudas de éste
sobre lo oportuno de que las mujeres se dediquen a profesión tan peligrosa, le contesta
apuntando directamente a la visión arquetípica que fundamenta el argumento de aquél:
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“En absoluto, este es un trabajo totalmente apropiado para una mujer, ya que requiere
una curiosidad infinita, gran capacidad de sufrimiento y una tendencia natural a meterse
en la vida de los demás” (1989: 39). Es evidente que estamos en la fase feminista: las
mujeres ya saben manejar sobrados argumentos para debatir y alcanzar su
independencia y un puesto activo en la sociedad. Hay una apostilla acertada y
humorística de Sue Grafton a las palabras anteriores de James, y es que los hombres
tienen una única ventaja sobre nosotras, ya que pueden orinar sin salir del coche,
evitándose así uno de los problemas más urgentes y embarazosos de las largas
vigilancias en las que hay que pasar desapercibida.
En 1993 el British Council inauguró una exposición bajo el título “The Art of
Murder: British Crime Fiction”, que constituyó un reconocimiento oficial para la novela
de detectives, relegada hasta entonces a ser una literatura de quiosco, de importancia
menor, si bien las autoras de esta época tienen una categoría literaria reconocida. Esta
exposición dio al género un impulso semejante al que la obra de Stieg Larson ha
supuesto para la novela policiaca contemporánea. Sin duda, marcó un punto de inflexión
en la suerte de este género literario y dio paso a una notoria multiplicación de autores y
público lector que llevó la narrativa de detectives a su siguiente momento de desarrollo.
La fase female, palabra de difícil traducción al español, la protagonizan una serie
de mujeres, de cierta relevancia social, que tienen plena conciencia de su importancia,
luchan por mejorar la situación del resto de las congéneres de su entorno y no reconocen
fronteras a su curiosidad ni a su actancia (agency). Las detectives inglesas
contemporáneas se mueven con normalidad en los guetos étnicos, como Frances Fyfield
y su detective Helen West, Stella Duffycon Saz Martin en los ambientes lesbianos
(Calendar Girl, 1994), Ann Granger conFran Varady, en el Londres de la comunidad
húngara, y Lindsey Davis, autora que elige la Roma antigua para situar sus crímenes.
De la amplísima nómina de autoras actuales, sólo mencionaré ya a Judith Cutler y sus
dos series de novelas, denominadas según su “detectiva”: Serie de Sophie Rivers, desde
1995, y Serie de Kate Power, desde 1998. Son novelas que incorporan a sus tramas el
elemento étnico, regional, de clase social y de género, y que hablan también,
explícitamente, del deseo sexual de las mujeres. Cutler tiene “un sentido muy
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desarrollado de los problemas derivados de la desindustralización y del cierre de las
minas, así como de los problemas urbanos que acontecen en las grandes ciudades por
todo el mundo” (Sauerberg 2001: 178).
No puedo dar por terminado el capítulo anglosajón sin mencionar a una
divertidísima detective africana, Precious Ramotswe, alma fundadora de la serie de
novelas “The No. 1 Ladies‟ Detective Agency”, de Alexander McCall Smith, un autor
blanco de origen escocés nacido en Zimbabwe, que ha inscrito una protagonista vital,
simpática, involucrada en su propia cultura y dispuesta a vivir decentemente
enmendando entuertos:
[H]ow fortunate I am in this life [to be] a private detective, exactly the sort of job at
which a woman could be expected to excel. That was because women watched, and
tried to understand what was going on in people´s minds. Of course there were
some men who could do this […] more like a woman, in many ways, with his
advice to study people´s clothing carefully. (2002: 17)
Si bien Mma Ramotswe comparte características con sus colegas occidentales, es
una mujer con sobrepeso, de “constitución tradicional”, amante de los pasteles,
orgullosa de su genealogía africana y empoderada en el ámbito de su oficina, de su
trabajo y de su comunidad. En el devenir de los casos a resolver, esta detective africana
deja constancia de los problemas sociales de su entorno, al igual que hace la narrativa
policiaca occidental.
Las novelas populares étnico-policiacas gozaron de una amplia resonancia en el
mundo editorial en los primeros años del siglo presente y su público lector estaba
creciendo de manera significativa, posiblemente porque unen al entretenimiento la
ilusión de que, con su lectura, estamos aprendiendo a conocer otros lugares y otras
culturas. Esta corriente étnica ha sido eclipsada por el éxito arrollador de la novela
negra nórdica, debido en gran medida a la trilogía Millenium (2005, 2006 y 2009), de
Stieg Larsson.
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Famosas son también una serie de escritoras nórdicas y sus respectivas
detectives. De entre todas ellas, destacan Camilla Lackberg (y su personaje escritora
Erica Falck), Asa Larsson (y su personaje abogada Rebecka Martinsson), Karin
Fossum, Mari Jungstedt, Liza Marklund o Linn Ullmann. Haré referencia tan solo a una
novela por ser paradigma de todas ellas, Sospecha (2004). Su autora, la sueca Helene
Tursten, perfila una “detectiva”, Irene Huss, satisfactoriamente casada, que tiene dos
hijas adolescentes y un perro. Su marido, chef de un restaurante importante, comprende
las exigencias del trabajo de su mujer; por eso no considera problema alguno recurrir a
canguros para el cuidado de sus hijos y del viejo perro familiar. El viernes es el día
elegido para una cena en familia, los comensales hablan, discuten y hacen planes, para,
a continuación, ir cada cual a donde le parece. La familia de Irene es un modelo de
negociación, de autodeterminación, de vivir y de dejar vivir. Todo lo cual me parece
fundamental, y un punto a favor para el género negro; razón por la que Liza Marklund
asevera que “el género negro triunfa en las democracias, no en las dictaduras”.
Nadie como Irene Huss para representar a las detectives nórdicas y su capacidad
para demostrar que “la conciliación familiar y laboral” es posible: se involucran
totalmente en su trabajo, consiguen medallas y ascensos y tienen una vida familiar
satisfactoria, una casa confortable, hijos y mascotas, de los cuales cuentan anécdotas.
Claro que para alcanzar este estado de bienestar, han demostrado ser inteligentes en la
elección de un compañero que las sabe apreciar como persona o, en su defecto, teniendo
hijos en solitario y convirtiéndose en madres solteras. No nos llamemos a engaño: su
vida es “normal” con altos y bajos, con aciertos y desaciertos, con momentos de
satisfacción que se alternan con otros de culpa. Pero todas saben concederse una
segunda oportunidad, pues comprenden su derecho a equivocarse como seres humanos;
todas tienen una vida profesional intensa e interesante que les impide enrocarse en la
cotidianeidad familiar y una vida familiar intensa e interesante que les impide enrocarse
en los aspectos más negros de su trabajo. Sin duda, constituyen un ejemplo a estudiar
con detenimiento.
En la novela Sospecha (2004), escrita por Tursten desde una perspectiva
feminista, se ofrecen varios modelos positivos de mujeres, tanto en lo individual como
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en lo social, aprovechando las características del género literario. Los personajes no
hacen grandes alardes ni profieren provocaciones evidentes, pero quien lee la novela
entiende que la vida no es un a ó b necesariamente, un “familia o trabajo”, y que las
mujeres pueden ser grandes financieras y empresarias o detectives y policías de éxito, si
lo desean y, asimismo, si son tomadas en serio y aceptadas con normalidad por su
entorno. El punto fundamental que quieren inscribir no es ser únicamente mujer, sino
ser honrada, tener conciencia social y comunitaria y no dejarse cegar por la sociedad
consumista y capitalista. Obviamente, este debiera ser el planteamiento básico, válido
tanto para hombres como para mujeres, de cualquier novela en el momento actual, en
que se hace necesario un cambio del paradigma que rige nuestra sociedad occidental.
Sospecha trata de la corrupción en el mundo de las altas finanzas, y da por
sentado, ya en 2004, que tales abusos conducirán al sistema a la ruina. Para empezar,
son las prácticas corruptas las que erosionan la amistad y diezman a un grupo de amigos
de juventud, que sólo consiguen el dudoso beneficio de un año de gastos sin control,
traducido en cosas banales y caducas, como un piso espectacular alquilado, un yate
desmesurado, una aureola de éxito muy transitoria y una histeria permanente y
colectiva. Tursten deja en Sospecha un interesantísimo capítulo intermedio, el octavo,
escrito por un personaje que es periodista de investigación, que no sólo es importante
para desentrañar la trama policiaca sino que explica el estallido de la burbuja
informática en Bolsa con varios años de antelación. Los crímenes se cometen en lugares
apartados, amparándose la mano criminal en la soledad que produce el mal tiempo, el
frio, la lluvia y la oscuridad del invierno nórdico. La investigación ha de desarrollarse
en esas mismas condiciones meteorológicas y estacionales, de ahí que detectives y
policías sean tan lacónicos, vayan abrochados hasta los dientes, con gorro calado y
bufanda, y sólo abran la boca para tomar café caliente y un sorbo de licor fuerte. La
investigación sigue los pasos tradicionales, quizás por eso a Tursten se le ha
denominado la “dama del crimen sueco” y se la ha comparado con la británica P. D.
James. Su método consiste en hurgar en el pasado para explicar el presente, lo que
produce pasajes narrativos interesantísimos, historias breves dentro de la novela y
viñetas de la vida tradicional y de la historia de Suecia.
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Sospecha recoge experiencias de inmigración europea, ya que Suecia era un país
rico en las décadas de los 1960 y 1970 y recibía a los europeos del sur que llegaban con
ansias de mejorar su situación económica, y de inmigración proveniente de Sudamérica,
ya que Suecia era un país liberal y daba asilo político a los huidos de las dictaduras.
Aborda, asimismo, temas como la introducción de diversas mafias en el país, la difícil
vida familiar de algunos adolescentes, el dinero sobrevenido fácilmente al amparo de las
nuevas expectativas que abría Internet en los años noventa.
A esta acumulación de conocimiento, que se expande por las páginas centrales de
la novela, detectives y policías tienen que aplicar el sentido común, el pensamiento
lógico, la experiencia laboral, la intuición y la tozudez, algo que resulta imprescindible.
Los casos se resuelven en un par de momentos de tensión, que incluyen golpes a la
detective y encierro u oscuridad amenazantes, y con una explicación detallada de la
totalidad proceso, en el cual participa y juega el público lector de la novela;
precisamente la resolución conjunta de la intriga hace que el género policíaco sea tan
atractivo como lectura.
España también cuenta con una nómina importante de autoras y “detectivas”.
Nombres conocidos de la literatura han escrito una o varias novelas del género, como es
el caso de Rosa Montero, Lourdes Ortiz, Maruja Torres o Carmen Posadas. Otras
autoras son conocidas fundamentalmente por sus novelas policiacas, si bien muchas han
escrito también otro tipo de narrativa, como Alicia Giménez Bartlett, Isabel Franc,
María Antonia Oliver, Rosa Ribas, Blanca Álvarez o Reyes Calderón. La detective más
conocida es, sin duda, Petra Delicado, personaje de Giménez Bartlett, no sólo por el
consistente número de novelas en que ha aparecido desde 1996, sino porque se estrenó
una serie de televisión con sus casos en trece episodios emitidos por Telecinco en el
último trimestre de 1999. Petra Delicado cumple, con su nombre emblemático, con dos
preceptos importantes para las detectives: ser dura como la piedra con los criminales y
delicada y amable con víctimas y sospechosos; es decir, el viejo refrán de la mano de
hierro en guante de seda. Si bien, la propia autora justifica que, según la teoría
detectivesca, “cuando las aguas están estancadas es necesario removerlas para que
afloren cosas a la superficie” (Serpientes en el paraíso, 2002), lo que implica dejar
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momentáneamente la delicadeza a un lado. Delicado es mesurada y resolutiva, de
mediana edad y con una amplia experiencia en cuestión de amores, lo que la hace más
fuerte a la hora de concentrarse en la resolución de los crímenes, como dijo Dorothy
Sayers: “Cuanto menos amor haya en una historia policiaca mejor, así el detective no
pierde el tiempo haciendo el tonto detrás de las jovencitas cuando lo que debiera hacer
es ocupar su mente únicamente en el trabajo de detección” (1928: 104).
P. D. James es la autora más articulada a la hora de analizar el género literario al
que se dedica y plasma su análisis en un texto de lectura obligada, Talking about
Detective Fiction (2009). También las autoras españolas han dejado frases que explican
el sentido de la novela policiaca. Para Maruja Torres, representa, fundamentalmente, “al
reporterismo periodístico”, y, siendo ella misma periodista, al igual que su personaje
Diana Dial, no le costó muchas lágrimas escribir su primera novela policiaca, Fácil de
matar (2011). Carmen Posadas, en referencia, también a su primera novela policiaca,
Invitación a un asesinato (2010), compara su escritura a hacer “un encaje de bolillos”.
La novela de “detectivas” ha sido considerada, en general, como un paso importante en
el desarrollo de la “novela psicológica criminal” (Arvas 2007: 3). Quizás esto tenga que
ver con una de las características desarrolladas por las mujeres a través de los tiempos:
la ahora llamada “inteligencia emocional”. Las mujeres han estado secularmente
encerradas en sus casas, de lo que es un buen ejemplo el “ángel del hogar” victoriano, y
han de conformarse con la observación discretísima, como bien ejemplifica Carmen
Martín Gaite en su novela Entre visillos (1957), y en su estudio Desde la ventana
(1987). Es decir, han de ver sin ser vistas y han de procesar sus hallazgos sin hacerlos
públicos. Desde el escondite de los visillos aprenden a deducir, a leer entre líneas, a
interpretar gestos faciales, miradas y pasos lentos o apresurados, a medir tiempos, a
contar intervalos… Igualmente, aprenden a mantener esa “cara de póker” que les
permite ocultar lo que sus mentes cavilan, pues entienden que el saber da poder, pero
que éste es más útil si nadie sabe que lo posees. Se trata, por tanto, de un saber
autodidacta, impuesto por las situaciones socio-históricas, transmitido de madres a hijas,
de mujer a mujer, para la propia defensa vital contra el tedio, contra el abuso, contra la
imposición patriarcal; esta actitud ha sido desarrollada hasta tal punto que puede hacer
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pensar a algunos que es parte de nuestro código genético. Pero no, es un saber
aprendido, forzado por las circunstancias, que desearíamos no haber tenido que
interiorizar. Claro que, entonces, tendríamos menos “detectivas”, aunque posiblemente
muchas más artistas, científicas, historiadoras o técnicas. En fin, ya que nos quedó la
“inteligencia emocional” en el periplo histórico ¡vamos a disfrutarlo!
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Maika Aira Gallardo
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“WOMEN RELINQUISH ALL PERSONAL RIGHTS IN FRONT OF
A MAN”: ANALYZING SEXUAL VIOLENCE IN NTOZAKE
SHANGE’S FOR COLORED GIRLS1
Maika Aira Gallardo2
Abstract: The presence of gender violence in the media has led to the misconception that it is a
social problem of the twenty-first century. However, in the literature of the last century, it can
be seen that this phenomenon has always been present. Through the analysis of the play for
colored girls, written by Ntozake Shangue, this essay will explore the situation of AfricanAmerican women in American society in the twentieth century, focusing on the constant
presence and threat of sexual violence suffered by the seven protagonists in a society where they
suffer double discrimination.
Key words: sexual violence, African American, literature, trauma.
Título en español: “Women Relinquish All Personal Rights in Front of a Man”: análisis de
la violencia sexual en For Coloured Girls de Ntozake Shange
Resumen: La presencia de violencia de género en los medios de comunicación nos ha llevado a
la idea errónea de que se trata de un problema social del siglo XXI, pero si nos sumergimos en
la literatura del siglo pasado, descubriremos que este tema siempre ha estado presente. En este
ensayo, exploraremos la situación de las mujeres afroamericanas en la sociedad estadounidense
en el siglo XX a través del análisis de la obra de teatro for colored girls de Ntozake Shangue,
centrándonos en la constante presencia y la amenaza de la violencia sexual que las siete
protagonistas padecen en una sociedad donde son doblemente discriminadas.
Palabras Clave: violencia sexual, afroamericana, literatura, trauma.
1. Introduction
The decade of the 1970s in America was very important for the improvement of
the situation of white and African American women. During this decade, the so called
second wave of Feminism, together with the Women‟s Liberation Movement, which
had started its political activism in the early 1960s and developed until the 1990s,
1
Date of reception: 15/07/2013
Date of acceptance: 13/10/2013
Research Scholar, Departamento de Filología Inglesa y Alemana, Universidad de Santiago de
Compostela, Spain; maika.aira@rai. usc.es.
2
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attacked the predominant patriarchal rule. Precisely, one of the major achievements
reached by these pro-women‟s rights‟ groups at that time was the recognition of the
abuse (especially sexual and physical) many white women had been enduring within the
privacy of their homes. However, it is important to pay attention to the adjective
“white” in the previous sentence because the situation was different for white and
African American women.
Feminism, as a political movement, did not contemplate the situation of the
African American woman, who was doubly discriminated; on the one hand, they were
racially discriminated with respect to white women and, on the other hand, they were
also sexually discriminated with respect to black and white men. In this sense, we agree
with Deshazer‟s words when she says that African American women were treated as
“displaced” persons “on the borderlands of the boundaries”:
Where […] do women of color live? Doubly displaced by institutionalized racism
as well as sexism, women of color have traditionally been marginalized on the
borderlands of the boundaries. There they have too often had to fight not only
white patriarchs but Black men and white women as well as to proclaim their
centrality in any presence. There they have become warriors raging against their
own invisibility. (Deshazer 1998: 91)
It is clear that African American women underwent violence inside and outside
their own community. Thus, during this decade, the term “black feminism” (coined
during the late nineteenth century to refer to this discriminating situation for black
women) was given special relevance. The purpose of using this term was, on the one
hand, making a consciousness raising process to call society‟s attention about black
women, and, on the other hand, highlighting the hypocrisy hidden in the precepts of
feminism, which said that if black women were oppressed they also had enough
strength to cope with it, as bell hooks explains:
That the black woman was victimized by sexist and racist oppression was seen as
insignificant, for woman‟s suffering however great could not take precedence over
male pain. Ironically, while the recent women‟s movement called attention to the
fact that black women were dually victimized by racist and sexist oppression, white
feminists tended to romanticize the black female experience rather than discuss the
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negative impact of that oppression. When feminists acknowledge in one breath that
black women are victimized and in the same breath emphasize their strength, they
imply that though black women are oppressed they manage to circumvent the
damaging impact of oppression by being strong. (hooks 1982: 6)
We can observe, thus, that the African American question, particularly the female
African American question was at stake in the society of the period. It is not strange
then, that the world of the arts also reflects this concern. In fact, the 1960s and
especially the 1970s have been considered as the two most productive decades in
African American literature and history. Not in vain, the Black Arts Movement3, which
promoted the immense talent that African American artists displayed in their works,
developed during these two decades.
The emergence of this movement was of special importance for African
American women artists. Due to their impulse, we can appreciate the efforts carried out
to find a genuine female voice “adding a gender perspective that widened and
completed the delineation established by male […] artists” (Barrios 2003: 611).
Actually, in the 1970s, theater written, produced and performed by women became a
means for searching for a “place of their own” and expressing what and how they felt in
the society that oppressed and repressed them: “African American female playwrights,
as displaced and invisible beings, made an attempt to redescribe their cultural presence
and reinscribe their human experiences in their artistic quest to find a place they could
call their own” (Barrios 2003: 613). More specifically, one of the most noticeable and
representative figures within the wide spectrum of women playwrights was Ntozake
Shange with her groundbreaking opera prima for colored girls who have considered
suicide when the rainbow is enuf4, which has been considered as the precursor of
something that could be called “black feminist theatre” (cf. Anderson 2008).
3
The Black Arts Movement was founded by Amiri Baraka as a symbol after Malcolm X Assassination.
This movement developed from the middle of the 1960s (around 1965) to the mid-1970s (1975/1976)
and its major achievement was the introduction of new ethnic visions into the mainstream white US.
4
Hereafter for colored girls.
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2. For colored girls and the topic of gender violence: The issue of sexual abuse and
African American women
Ntozake Shange is an African American writer who has always been concerned
with the black women‟s situation especially in the South. Her first play, for colored
girls, has been defined by Mar Gallego as an attempt to create images of African
American women away from typical stereotypes: “for colored girls, is basically the best
reflection of her intention to debunk old-fashioned male images about women and to
create fresh and alternative ways of redefining African American women” (Gallego
2002: 208). That is to say, Shange tries to demystify stereotypical images and views
applied to African American women since plantation times. It is important to take into
account that, for Shange, there are no differences between white and “colored” girls
when they confront sexism, among other patriarchal attitudes. The main difference
between them is that African American women are forced to confront and fight sexist
situations and racist ones.
For colored girls is a play published in 1974 after the success reached with its
performance in front of an exclusive female audience at a tavern called the Bachanal
(Berkeley, California) a year before. This play established Shange as an innovative,
even Avant garde artist, who plays with all the possibilities of exploiting the dramatic
genre with all the visual chances it offers. In fact, she creates a new dramatic mode with
this play: the choreopoem, which, as Neal A. Lester, explains serves to introduce a
genuine female African American genre that balances tradition an innovation in their
claim for self-identity and to fight oppression:
Shange developed the choreopoem form as a new genre in American theater, a
form rooted in an African tradition of movement, song, music, and emotional
catharsis. As a black person, as a black woman, as a black feminist, as a black
artist, and as a black female artist, Shange champions the woman of color
specifically and people of color generally as they move toward optimal selfconsciousness, positive self-identity and unlimited self-realization in an oppressive
and blatantly sexist and racist modern society. (Lester 1990: 718)
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In this choreopoem, Ntozake Shange portrays a group of seven anonymous
women and can only be identified by the color of the clothes they are wearing,
completing the color-scale of the rainbow plus brown, that symbolizes mother earth.
Therefore, we will find lady in green, lady in red, lady in yellow, lady in purple, lady in
blue, lady in orange and lady in brown as main characters, all equally important
situations within the main plot. That these women are anonymous is not a product of
mere chance. As Inés Cuenca explains, this trait provides the play with a sense of
collectivity, of union and female empowerment:
Las siete protagonistas de la pieza no tienen nombre, anonimato que confiere a las
experiencias individuales un carácter colectivo. […] Todos estos nombres están
escritos intencionadamente en minúsculas […] para retratar la pobreza y abuso de
la mujer de color. […] el hecho de que ningún color destaque sobre otro y de que
se complementen para formar un arco iris, apunta a los dos objetivos principales de
esta obra: el primero, renunciar a la primacía de una piel por encima de otra,
respetando las diferencias y pluralidad de voces; el segundo objetivo, potenciar la
unión entre mujeres, simbolizada en el arco iris. (Cuenca 2005: 299-300)
As we can observe in the previous quotation, this text emphasizes the strength of
union in their fight against injustice. In this choreopoem, the absolute protagonist is the
African American woman during her authentic everyday life. Thus, for example, we
will find the case of an independent, “liberated” woman who decides with whom to
sleep and who does not like men to stay the morning after; the case of a young teenager
who is starting to discover and plays with her sexuality, facing the risk of an unwanted
pregnancy (which raises the sticky topic of abortion); there is also the case of a beaten
wife who tries to protect her children from her violent husband and, of course, we find
the case of a woman who happens to be raped by a friend, an experience that the seven
“colored” girls seem to share or, at least, know about. Therefore, we can assume that
Shange proves how the African American woman continues to be an easy target for rape
even in the twentieth century. The “innovation” (if it can be considered as such) she
introduces in this play is that rape here does not happen outside the borders of the black
community, but within the community where these women were supposed to be
protected. Shange is denouncing the risky situation these African American women are
facing.
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It is our purpose in this essay to analyze sexual violence as a case of gender
violence in for colored girls. In this sense, we will be paying attention to one of the most
notable black feminist concerns, especially as we are dealing with a case of “date
rape”5‟ and the posterior isolation and abandonment the victim feels, as Lisa M.
Anderson states:
Shange covers many black feminist issues through the characters. Shange‟s
choreopoem is one of the first performance pieces to deal explicitly with what we
now call “date rape,” acknowledging in the mid-1970s that rape is most likely
experienced not as assault by a stranger, but rather as assault by an acquaintance.
(Anderson 2008: 10)
Hence, we encounter a very clear example of this type of rape within the play,
but before entering directly into the analysis, we would like to revise the literature
around gender violence, rape and the relationship that has been kept between sexual
violence and African American women throughout history.
During the decade of the 1970s, the term “domestic violence” was introduced in
the popular vocabulary, together with “gender violence”. At that time, the old
patriarchal rule which indicated that a wife was part of her husband‟s property still
prevailed. Therefore, if a husband considered that his wife deserved to be beaten up, he
had the right to do it, for the privacy of the home prevented law and order authorities
from intervening. It is precisely due to this inherent sense of privacy that the abuses
committed were either not denounced or, in the few rare cases which were, this
denunciation was omitted because the area of marriage was a place where legal
authorities should not interfere. However, in the field of the arts, especially in literature,
the denunciation of this unfair treatment for women was explicit.
According to Kathleen J. Ferraro, the term “domestic violence” is used to refer
to “a code for physical and emotional brutality within intimate relationships, usually
heterosexual” (Lawson and Shakinovsky 2002: 2) Domestic violence encompasses a
5
Sexual violence perpetrated by a friend or a person you know, not by a stranger.
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wide range of abuses usually committed against women and perpetrated by their (ex)
boyfriends, (ex) husbands, and even fathers and brothers6. Although domestic violence
does not respect social, economic, class or race boundaries, it is important to notice that
this type of violence only occurred within working-class or marginalized groups of
people, such as the African Americans. In this sense, Harne & Radford explain the
power strategies at work behind this extended conception:
Power structures constructed around „race‟ and ethnicity, economics and class, age,
disability and sexuality interact with those of patriarchy in constructing the
prejudice and discrimination in the wider culture. While, as argued above, the
occurrence of domestic violence does not respect social divisions, its nature reflects
the wider power relations and cultural norms of specific societies. In consequence,
while there are many common forms of domestic violence, some forms are
culturally specific and others impact in particular ways of minority ethnic groups of
women. (Harne & Radford 2008: 9)
As we can observe, domestic violence does not only happen within poor,
marginalized communities; the truth is that domestic abuse helps to keep the established
patriarchal social system, and it proved to be another means to discriminate black
people, especially black women. Within the label domestic violence, there are usually
three main subtypes of abuse, which are generally coexistent: physical abuse,
psychological abuse and the one we will be dealing with in this essay, sexual abuse.
Nonetheless, the use of the term domestic violence presents some problems. One
of the most important concerns is precisely the very use of the adjective “domestic”.
Many scholars who work on the topic such as, Esperanza Bosch and Victoria Ferrer,
point out that the term domestic violence was generally considered as suitable to refer to
the cases of abuse committed within the specific boundaries of the house but there were
other cases left out. Thus, in their own words: “El uso de términos como doméstico o
familiar induce a pensar en un acto privado y personal, en algo que ocurre en la intimidad del
hogar, cuando en realidad se trata de un delito, de un problema social, que, además, se ejerce
tanto dentro como fuera de la casa” (Bosh y Ferrer, 2002: 21).
6
This is a reference to the so called crimes of honor, that is to say, violence perpetrated against women by
relatives (mainly fathers and/or brothers) in order to clean the name of the family. This includes killing
the woman in cases of rape or disobedience in arranged marriages.
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So, what happened in the instances where strangers committed violence against
women? Also, what happened with cases which involved children? Thus, as has been
mentioned before, in the 1970s, the term gender violence emerges. One of the most
accurate definitions for gender violence is provided by Harne y Radford: “[Gender
violence] encompasses a wide range of human rights violations, including sexual abuse of
children, rape, domestic violence, sexual assault and harassment, trafficking of women and girls
and several harmful traditional practices” (Harne y Radford 2008: 18).
As we can read, the term gender violence incorporates domestic violence within
its wide domain and includes the victimization of children as well. Today, people tend
to use both terms synonymously. For the purpose of this essay, and taking into account
that we are going to analyze a case of rape within the friendship circle it would be more
accurate to use the most encompassing term which is gender violence, although
domestic violence is more extended in the popular vocabulary.
Hence, as mentioned above, the main focus in this essay will be sexual abuse
within the black community. However, even before we begin the analysis, we need to
define what is meant by sexual abuse, in order to clarify some of the aspects that have
linked rape and African American women since the times of slavery. When the term
“sexual abuse” comes up in the media, in real conversation or even in a literary work,
people immediately tend to think of the word rape, which is the most common form of
sexual abuse. However, we cannot forget that rape implies the use of physical and
psychological violence since:
Sexual violence is a wide term used to describe rape and the humiliating range of
unwanted, pressure and coerced sex that may be experienced in domestic violence
contexts. Sexual violence is often perpetrated immediately after a physical assault
and commonly accompanied by verbal violence. It is normalized in malestream
representations of heterosexuality, where sex was, and in some cultures still is,
represented as „duty‟ for women. (…) This difficulty with the language of rape,
together with the fact that it is an intimate and intrusive violation of the self, makes
sexual violence one of the hardest aspects of domestic violence for its victims to
talk about. (Harne & Radford 2008: 4-5)
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If we pay attention to the previous quotation, we will see that rape is one of the
most traumatic forms of domestic violence because, for women, it is very difficult to
assume that their most private, intimate self has been destroyed for good. Furthermore,
this cruel act is even more traumatic if performed by a member of the family or, as it is
the case in this study, by a close friend they trusted.
Apart from adding on to the myth of a black exaggerated sexuality, “of black
women as sexual savages” (hooks 1982: 52) who were falsely accused of initiating the
sexual intercourse, sexual violence was singularly used by the white masters with the
purpose of terrorizing and submitting black women (and black men too). According to
bell hooks:
The political aim of this categorical rape of black women by white males was to
obtain absolute allegiance and obedience to the white imperialistic order. Black
activist Angela Davis has convincingly argued that rape of black female slaves was
not, as other scholars have suggested, a case of white men satisfying their sexual
lust, but was in fact an institutionalized method of terrorism which had as its goal
the demoralization and dehumanization of black women. (hooks 1982: 27)
By sexually abusing African American slave women, the white masters deprived
the black males of their patriarchal position in society. However, although many critics
have talked about the feeling of emasculation that this act of raping “their” women
caused on black men, we favor hooks‟ opinion when she says that slavery deprived
black men from their social status, but it really did not take away their masculinity:
“Enslaved black men were stripped of the patriarchal status that had characterized their
social situation in Africa but they were not stripped of their masculinity” (hooks, 1982:
21).
The basic reason to explain hooks‟ statement about black men preserving their
masculinity is proved by the evidence that, instead of adopting the role of protectors and
rebelling against the white masters, they repeated and imitated their masters‟ attitudes.
Therefore, they kept perpetrating sexual abuse within the African American community
during and after the times of slavery, which left black women completely defenseless
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and unprotected. Consequently, these black women were despised and humiliated to the
extent that they were not even considered victims:
A devaluation of black womanhood occurred as a result of the sexual exploitation
of black women during slavery that has not altered in the course of hundreds of
years. I have previously mentioned that while many concerned citizens
sympathized with the sexual exploitation of black women both during slavery and
afterwards, like all rape victims in patriarchal society they were seen as having lost
value and worth as a result of the humiliation they endured. Annals of slavery
reveal that the same abolitionist public that condemned the rape of black women
regarded them as accomplices rather than victims. (hooks, 1982: 53)
In this quotation above, hooks describes another important aspect: the hypocritical
attitude some white people showed towards sexual abuse of black women. Thus, the
impotence black women felt about before their unfair situation silenced them and
deprived them of a sense of union and identity until writers like Zora Neale Hurston,
Sonia Sanchez, and Ntozake Shangue decided to take part and speak up. The truth is
that the same atrocities committed by both black and white males during the nineteenth
century have not disappeared. In their works, exposition and denunciation of the black
women‟s situation is the principal aim to achieve.
3. Analyzing sexual violence in for colored girls
The topic of sexual abuse is introduced very early in Shange‟s choreopoem,
proving its importance. Therefore, we can say that Shange proves how the African
American woman continues to be an easy target for rape as far as the late twentieth
century. The “innovation” she introduces is that rape does not happen outside the
boundaries of the black community, denouncing the risky situation these African
American women face within a supposedly protective environment.
Lady in red significantly introduces this touchy problem, with red symbolically
being the color of blood, by extension, the color of violence and pain. She explains: “A
rapist is always to be a stranger/ to be legitimate/ someone you never saw/ a man with
obvious problems” (Shange 1997: 17). If rape is in itself a traumatic experience, it is not
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difficult to deduce that this trauma will be greater if the rapist happens to be your friend,
someone you know, someone who comes to your house, and someone you trust.
In the quotation below, we can see the stereotype of the mental illness the rapist
allegedly suffers from. In this case, lady in red is being ironic because, in her eyes, it is
evident how easy it is for society to hide reality behind this supposed illness, in order to
forgive the perpetrator. Thus, the perpetrator‟s act is less serious if he suffers from a
mental illness. Nonetheless, lady in red‟s friend is totally sane. This type of man usually
pretends to be the perfect gentlemen, a kind and gallant man, but one who is capable of
using all his charms to achieve what he wants:
Lady in red
These men friends of ours/ who smile nice/ stay employed/ and take us to dinner
Lady in purple
Lock the door behind you
Lady in blue
Wit fist in face/ to fuck
Lady in red
Who make elaborate Mediterranean dinners/ & let the art ensemble carry all ethical
burdens/ while they invite a coupla friends over to have you/ are sufferin from
latent rapist bravado/ & we are left wit the scars
Lady in blue
Bein betrayed by men who know us
Lady in purple
& expect/ like the stranger/ we always thot waz comin. (Shange 1997: 18-19)
It looks like the African American female should be aware that the only thing men
want from her is to have sex. Shange is playing with the reputed exaggerated sexuality
black women possess. On the one hand, we could say that the myth about the black
female exaggerated sexual appetite is still propagated by the very males of the black
community. On the other hand, in this quotation, the stereotype of the rapist as an
uneducated, unemployed stranger is undermined. On the contrary, the rapist is depicted
as an upper-class man who performs the role of the gentle southern cavalier, who
“makes elaborate Mediterranean dinners”, a man who nobody would never suspect to be
a sexual aggressor. Yet, he is one.
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In addition, we also observe how these women are talking about a multiple
sexual aggression (“while they invite a coupla friends to have you”). The humiliation
they experience is, therefore, even greater since they are treated just as mere sexual
objects whose only role seems to be to supply sexual satisfaction to all the men who feel
like it. Consequently, it seems that all these women should expect to be raped, as
suggested next:
Lady in red
Women relinquish all personal rights/ in the presence of a man/ who apparently cd
be considered a rapist
Lady in purple
Especially if he has been considered a friend
Lady in blue
& is no less worthy of bein beat witin an inch of his life/ bein publicly ridiculed/
havin two fists shoved up his ass
Lady in red
Than the stranger/ we always thot it wd be
Lady in blue
Who never showed up
Lady in red
Cuz it turns out the nature of rape has changed7. (Shange 1997: 20)
As we can see, the ladies devote a great effort to describe the hoax they have been
living in, demystifying the aforementioned stereotypical rapist. What they are
explaining here is that society blames them for not having noticed that this man, their
friend, was a rapist. However, we might wonder how they could know beforehand that
this man is a rapist if he does not have “pin-ups attached to the inside of his lapels”
(Shange 1997: 17) or when they do not see “ticket stubs from porno flicks in his
pocket” (Shange 1997: 18). Again, there is a mixture of irony, anger and even selfblame about the false ideas and preconceptions regarding what kind of men can be
considered rapists. “The nature of rape has changed” precisely because they can no
longer be sure if a man is or is not a rapist. “The nature of rape has changed” from the
very moment their black community has become an unsafe place for them.
7
Emphasis mine.
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Another thorny issue about rape that Shange explores in this choreopoem is that
the “women are looking for it”. That is to say, it was (and still is) a social preconception
that, if a woman is raped, to a certain extent, she has provoked it. She may have dressed
up in a provocative way, or given some indication that she wanted to have sex:
Lady in red
If you know him/ you must have wanted it
Lady in purple
A misunderstanding
Lady in red
You know/ these things happen
Lady in blue
Are you sure/ you didn‟t suggest. (Shange 1997: 17)
The idea conveyed in this quotation is that society still denies these women the
right to be considered victims, particularly taking into account the fact that if you are
raped by a friend, it is most likely that you may have provoked him. Therefore, the
difficulties for these women increase when they have to confront society. They undergo
a lack of support that increases if they consider the option to go to the authorities since
“a friend is hard to press charge against” (Shange 1997: 17). There is a dilemma
between what they should or should not do which usually ends when they decide not to
denounce. The fear to be judged and the internal shame are some of the factors that
force women to keep silent.
Moreover, as Judith Herman explains: “the rapist often enjoys higher status than
his victim within their shared community. The people closest to the victim will not
necessarily rally to her aid; in fact, her community may be more supportive to the
offender than to her” (Herman 1997: 62). In view of this quote and the “choreopoem”
itself, this is what happens in for colored girls. We see how the community surrounding
these women supports the offender rather than the victims, blaming the latter for having
caused this heinous act to happen.
Apart from describing an actual physical rape, we can see that the question of
sexual violence is so fundamental in this choreopoem, that we can even face the
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description of a metaphorical, “mechanical” rape when a woman decides to have an
illegal abortion after an unwanted pregnancy:
Lady in blue
Tubes tables white washed windows
Grime from age wiped over once
Legs spread
Anxious
Eyes crawling up on me
Eyes rollin in my thighs
Metal horses gnawin my womb
Dead mice fall from my mouth
I really didn‟t mean to
I really didn‟t think I cd
Just one day off…
Get offa me alla this blood
Bones shattered like soft ice-cream cones. (Shange 1997: 22)
This description is much more visual perhaps than the one offered for the case of
actual rape. This body that is being assaulted by tubes, forced to keep the legs spread
out, the pain she feels while the tubes crawl up inside, making blood come out. It could
be compared to another rape scene performed by a stranger. The feelings and sensations
of the lady are the same as if she was raped by a friend. Moreover, the feeling of shame
is also present before the abortion is performed. The description of this feeling of shame
is also comparable to the one they feel after being raped:
I cdnt have people
Lookin at me
Pregnant
I cdnt have my friends see this
Dyin dangling tween my legs
& didn‟t say a thing
Not a sigh
Or a fast scream
To get
Those eyes offa me
Get them steel rods outta me
This hurts
This hurts me. (Shange 1997: 22)
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As a victim of rape, this woman cannot stand people looking at her, blaming her
for the cruel action perpetrated or feeling compassion for her, this lady cannot stand
people looking at her pregnant, which is seen as the punishment for discovering
sexuality without taking precautions. Moreover, this lady is ashamed of both outcomes:
being pregnant and having an abortion. Thus, she could not stand either the idea that
their friends know about the abortion, let alone watch the operation being performed
with all the tubes, “steel rods” and blood coming in and out of her body.
We can yet find another explicit case of sexual violence in this choreopoem,
although it is shadowed by the sad story of the protagonist who has two children with
her rapist, suffers from various episodes of wife-beating and ends up watching how her
boyfriend kills their two children by letting them fall out of a window. This girl, named
Crystal, was raped by her boyfriend at the age of thirteen: “crystal waz a no good lyin
whore/ and this after she‟d been // his girl since she waz thirteen/ when he caught her //
on the stairway” (Shange 1997: 55). As we can see, the act of rape is once again
perpetrated by a friend, more explicitly, by a boyfriend, what makes this teenager
automatically become this man‟s property.
4. Conclusión
As we have seen, sexual violence is crucial in this choreopoem, since all the
ladies experience it in one way or another. Some only face the threat of rape. Others are
actually raped and damaged forever and, in what is the most extreme case, Crystal, is
forced to live with her rapist and form a family which, eventually, is destroyed by the
perpetrator himself.
Nonetheless, throughout this text and despite the level of violence and suffering
displayed, we can observe that these women manage to raise their voices to denounce
the hypocrisy of the society they are living in, and manage to create a particular small
community for recovering and keeping themselves safe. They have been suffering a
series of repeated abuses and, instead of keeping silent as would be expected from them;
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they get together and speak up their truth. In this case, their speaking together, this
union or bonding between them can be considered as their way of recovery from the
trauma that this rape has caused, as Pineda-Hernández explains, “it is not enough to
survive a terrible violent experience, the survivor needs to regain control over her life
and become empowered by the reconnection with her family, friends and community”
(Pineda Hernández 2012: 16).
This empowerment also implies moving a step forward from victimization.
Through the union with other women, they achieve the required strength to liberate
themselves from oppression: “All women can escape their fates as victims of violence
and oppression, and that a means to reach this goal can be the strength derived from
their female bonding, from caring for each other” (Narbona-Carrión 2012: 68). In fact,
Ntozake Shange has been one of the pioneers of a group of American women
playwrights to choose this option of promoting female bonding in her plays as a method
of recovery and empowerment. Not in vain, her “colored girls” end the play performing
a kind of ritual chant: “I found god in myself/ & I loved her/ I loved her fiercely”
(Shange 1997: 63) and forming a tight circle where nobody can harm them anymore.
The sense of union, of community, of sharing a terrible experience; thus, of
mutual understanding, is necessary to get stronger and to overcome such horrible
experience. Many experts on the topic, among them Judith Herman, recognize that this
bonding mitigates the hard impact of trauma. It seems that this sense of union and
community is particularly important for the African American women since, as stated
again by Pineda-Hernández, “African American women, despite living through the
worst experiences, can overcome anything if they stay together” (Pineda Hernández
2012: 119). Therefore, through a process of bonding, of weaving different stories of
violence and suffering emulating the old “quilting bees” in which the primary material
is personal history and language, these women get both: they denounce their unfair
situation, in this case, within the 1970s society, and they manage to find their own
identity within the community which will help them to recover from the traumatic
experience of rape.
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If we wanted to be a little poetic about this special play, we could say that the
composition of different dialogues weaving different stories together alludes
metaphorically to the old precious quilts composed by African American women in
recent decades. Thus, we are supporting Lucy Lippond‟s opinion, who explains that
“since the new wave of feminist art began around 1970, the quilt has become the prime
visual metaphor for women‟s lives and for women‟s culture” (Showalter 1991: 161).
Therefore, in order to reinforce the opinion that uniting together helps to recover from
trauma, we can say that these seven colored girls emulate and pay homage to their
ancestors‟ quilting bees weaving their own personal traumas in their meetings. We
cannot forget, as Elaine Showalter affirms that, after all, “The social institutions of
quilting helped forge bonds between women” (Showalter 1991: 148).
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Encarnación Hidalgo Tenorio
“Good Evening to You, Lady of the House” 201- 236
“GOOD EVENING TO YOU, LADY OF THE HOUSE”:
CONSIDERACIONES SOBRE EL PRINCIPIO DE CORTESÍA EN
EL TEATRO DE J. M. SYNGE1
Encarnación Hidalgo Tenorio2
Resumen: En el ámbito de los estudios irlandeses se ha estudiado con profusión el inesperado fracaso del
fenómeno teatral encabezado por W. B. Yeats y en el que John Millington Synge se llevó la peor de las
partes. La subversión que sus personajes implicaban a todos los niveles explica el rechazo de los mismos
por parte del público que acudía en masa al Abbey Theatre solo para silbar y patalear durante alguna de
sus representaciones (Kilroy 1971). Un análisis detallado de la forma en la que hace que se expresen
apunta en esta dirección. La incorrección verbal es una seña característica del teatro de esta figura clave
de la literatura irlandesa. Partiendo de ahí, en el presente trabajo se aplica el principio de cortesía
lingüística (Brown y Levinson 1987) a tres de las obras más destacadas de este dramaturgo: In the
Shadow of the Glen, The Tinker‟s Wedding y The Well of the Saints. Con la intención de refutar los
resultados de trabajos anteriores (Hidalgo-Tenorio 1999) y demostrar la validez de este modelo en la
investigación de textos de ficción, se comprueba que esas mujeres, que rompen con la norma social y
conversacional una y otra vez, en casos muy excepcionales hacen un uso magistral de todas las estrategias
posibles de cortesía. Las razones son tan diversas como las que se darían en cualquier transacción
conversacional del mundo real. Este artículo se proponer desgranarlas como uno de sus objetivos.
Palabras clave: Pragmática, principio de cortesía, género, teatro irlandés, J. M. Synge.
Title
in
English:
“Good
Evening
to
You,
Lady
of
the
House”:
J. M. Synge’s theatre through the lens of politeness theory
Abstract: In the field of Irish studies, scholars have considered extensively the failure of the theatrical
experience led by W. B. Yeats and J. M. Synge, who bore the brunt of popular criticism. The subversion
embodied in Synge‟s characters explains their rejection by the public, who flocked to the Abbey Theatre
just to whistle and stamp their feet during some of his performances. One in January 1907 caused a
particularly furious reaction from the press and political nationalists (Kilroy 1971). Since verbal
impropriety (Bousfield and Locher 2008, Culpeper 2011) is their most outstanding characteristic, the
analysis of how this major literary figure makes them express themselves can shed light on a phenomenon
of much sociological relevance. Accordingly, here I apply the politeness principle (Brown and Levinson
1978, 1987) to four of his most well-known plays: The Well of the Saints, The Tinker‟s Wedding, In the
Shadow of the Glen and The Playboy of the Western World. Apart from demonstrating the validity of this
model in the exploration of fiction, I will show that those women, who regularly break social and
conversational norms, make use of all politeness strategies in very exceptional cases. The reasons are as
diverse as those articulated in any real-world transaction, and this article aims to disentangle them. Thus,
it will be easier to tackle the issue of gender role construction (Holmes 1995, Weatherall 2002, Litoselitti
2006), which is definitely one of the grounds on which Dublin‟s dismissal of the Irish Dramatic
Movement was based (Hidalgo-Tenorio 1999).
Keywords: Pragmatics, politeness theory, gender, Irish Theatre, J. M. Synge.
1
Fecha de recepción: 02/09/2013
Fecha de aceptación: 13/11/2013
Profesora Titular de Universidad, Departamento de Filologías Inglesa y Alemana, Universidad de
Granada, España;  [email protected].
2
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Encarnación Hidalgo Tenorio
“Good Evening to You, Lady of the House” 201- 236
1. Introducción
Del estudio de la conducta verbal de los personajes de J. M. Synge se puede
derivar alguna de las claves del rechazo de un movimiento cultural autodenominado
Teatro Nacional de Irlanda (Levitas 2006). En esta línea, y teniendo en cuenta que el
rasgo más sobresaliente de la gran mayoría de ellos es la descortesía en todas sus
posibles manifestaciones (Hidalgo-Tenorio 1997; 1999), nos planteamos aplicar el
modelo de Brown y Levinson (1987) a sus fracasos más estruendosos, para tratar de
entender en qué casos los patrones de uso se ven alterados. En su momento, el concepto
de lo femenino y lo masculino en la creación de este dramaturgo irlandés supuso una
enorme decepción para quienes vieron en aquellas representaciones teatrales una ruptura
absoluta con ciertas convenciones vigentes. De este punto es de donde parte el presente
artículo.
Los incidentes acontecidos en enero de 1907 con la puesta en escena de The
Playboy of the Western World de Synge son renombrados (Kilroy 1971). También lo
son los detalles de un escándalo que rebasó la frontera de lo artístico. El público dejó
constancia de su desprecio hacia lo que le parecía una provocación insolente. Una sola
explicación para un fenómeno de tal complejidad sería del todo insuficiente. En el
conjunto de hipótesis sobre las causas que motivaron la historia de la, en general,
adversa recepción del Movimiento Dramático Irlandés, se incluye un hecho de interés
manifiesto; nos referimos a la construcción de los sujetos de Synge a través del
lenguaje, o lo que es lo mismo, al particular inframundo en el que habita todo un
conjunto de criaturas marginales; todas ellas sobresalen por la inversión de muchos de
los valores aparentemente incuestionables de la idiosincrasia de la nación irlandesa
(Saddlemyer 1983; Finney 1989; Roche 1995; Harris 2010; Chang 2011), reflejo todo
ello, entre otras cosas, de su inesperada expresión verbal.
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“Good Evening to You, Lady of the House” 201- 236
La crítica más repetida vertida contra The Playboy tiene que ver con lo que se
denominó su difamación de la condición de mujer irlandesa (Casey 1988); y no les
faltaba la razón a quienes, asombrados ante un universo tan inusual, no pudieron
asimilar aquella imagen con la que difícilmente se identificaban y con la que no
deseaban identificar su concepto ancestral de virtud, asociado indefectiblemente a la
figura femenina (Stanley 1990; Harwood 2001; Brazeau 2009). Esa noción de mujer
que el público se negaba a desmontar es la que Reynolds recoge en los términos
siguientes: “[…] the sentimental, nineteenth-century notion of the Irish colleen, the
gentle modest creature, with the shawl over her head and the limpid, trusting eyes [and]
the stereotype of an older Irish woman – the benign, silver-haired lady, framed in an
archway of roses” (1983: 12).
Pero lo cierto es que todos los personajes de Synge aparecen siempre al borde de
lo establecido, en los márgenes de lo extraordinario. A causa de su condición de
excluidos sociales, instauran un orden alternativo inquietante que quebranta la
estabilidad de la falacia vital de una comunidad instalada en el mito. La observación del
comportamiento de esos personajes nos pone sobre aviso de la anormalidad de su
naturaleza. Un repaso minucioso de los intercambios conversacionales entre aquéllos
confirma lo evidente: Verbalmente, son un desafío; implican la desintegración de los
tipos idealizados a través de la refundición y reproducción continuada de la tradición a
lo largo de la historia (Solomont 1962; Frazier 1990; Hynes 2007; O‟Connor 2009);
suponen un enfrentamiento a ciertas normas morales que se manifiesta no solo en lo que
se ve en escena, sino, especialmente, en lo que se oye en boca de aquellas gentes de un
mundo de ficción.
Si nos concentramos en aquello que dicen y, sobre todo, en cómo lo dicen, todas
las criaturas de Synge emplean sin distinción el anglo-irlandés, en parte fruto de su
genio poético, y en parte resultado del sustrato gaélico perceptible en la variedad
dialectal que reproduce magistralmente. Además, en su conducta lingüística se da una
recurrencia de patrones de asimetría conversacional (Hidalgo-Tenorio 1997). Los
ejemplos sometidos a un análisis más pormenorizado resultan reveladores. Los
interlocutores participan en un proceso comunicativo desigual en el que predominan el
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incumplimiento del principio de cooperación conversacional, el empleo de recursos
cuya función es establecer una clara distancia entre los sujetos involucrados, o la
promoción de actos de habla destinados a marcar el estatus y el poder; gracias a todo
ello se impone como norma un tono siempre desafiante. Así, se repiten esquemas de
comportamiento que suponen la existencia de una relación de dominio sobre el
interlocutor, aceptada y prestigiada en ciertos contextos.
Lo referido se ajusta al modelo de interacción que Tannen (1990) define como
típicamente masculino o competitivo, frente al femenino, más cooperativo y menos
agresivo. No obstante, en la mayor parte de los casos, los interlocutores que lo ponen en
práctica no son los que se espera (Hidalgo-Tenorio 1999). Por el contrario, en el
espectáculo que Synge ofrece, el principio en torno al que gira toda la acción no es otro
que el de inversión de la norma. En la misma es esencial el papel asignado a la
protagonista femenina. Rompiendo todas las expectativas, el autor descoloca,
lingüísticamente hablando, a los personajes, y los desvincula de los modelos discursivos
tradicionalmente atribuidos a los estereotipos dimanados del concepto de cultura
irlandesa más manido. De ese modo, Synge coge por sorpresa al público y lo obliga a
desarticular y reestructurar su visión idealizada de Irlanda.
En el nuevo orden recreado por el dramaturgo las mujeres desbordan los límites
de lo permitido. Con su desentendimiento de lo convencional, se constituyen en los
nuevos instrumentos de una institución absorbida, en su versión más simplificada, por
los predecesores del Abbey Theatre, los llamados stage Irishman y wild Irish girl
(Eagleton 1995). Inicialmente, hemos de destacar el grado de superioridad con el que
las inviste; superioridad que se traduce en el uso de todo recurso que facilite el control
de la conversación. Es por eso que éstas interrumpen, preguntan y ordenan más; son
más directas; prescinden de las reglas de cortesía en más ocasiones; ignoran las reglas
de deferencia hacia sus interlocutores; propician una realidad discursiva basada en la
no-cooperación, en la ironía no compartida, en la amenaza constante sobre la imagen de
los receptores (en su mayoría) masculinos. De ese modo, construyen un modelo
comunicativo en el que suelen ser, más a menudo, la fuente de generación, y también de
disolución, de la comunicación (Mills 2003; 2005). De todos los rasgos enumerados, el
más extraordinario, debido a su impacto, es el del distanciamiento por parte de esos
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personajes del concepto de cortesía verbal, fenómeno del que se han ocupado multitud
de especialistas a partir del trabajo de 1978 de Brown y Levinson.
2. El principio de cortesía
La cortesía verbal se ha identificado con el término complementario del
principio de cooperación de Grice (1975). A grandes rasgos, se define como la serie de
estrategias orientadas al control de la imagen de los hablantes, como parte de un
contrato conversacional o como ajuste funcional. Una visión panorámica (aunque
reduccionista) de esta teoría podría partir de cuatro enfoques: los de Leech (1983),
Brown y Levinson (1978, 1987), Fraser (1990), y Meier (1995).
Con respecto a Leech, se han de destacar tres ideas: (1) El principio de cortesía
opera como fuente de equilibrio social; (2) a través de la conversación, los hablantes
persiguen tanto unos objetivos elocutivos como unos fines sociales; (3) la relación entre
ambos objetivos puede ser competitiva (p. ej. exhortar, pedir), amistosa (p. ej. ofrecer,
agradecer), colaborativa (p. ej. declarar, anunciar) y conflictiva (p. ej. amenazar,
reprender).
El planteamiento de Brown y Levinson es más complejo. Parten de la noción de
“imagen” de Goffman (1967) en su estudio de la interacción cara a cara, y postulan para
todo miembro adulto de una sociedad cualquiera la existencia de dos imágenes, o
vertientes del prestigio social: Una “imagen positiva”, que es la aspiración del hablante
a que sus deseos le resulten atractivos al oyente; y una “imagen negativa”, que es el
deseo de que no se ponga impedimento a las acciones propias (Brown y Levinson 1987:
62).
La hipótesis de base se adecua a nuestra visión del modelo conversacional de
Synge, ya que aspira a desentrañar la naturaleza de los factores contextuales que
condicionan la adopción de unos modos de interacción determinados. Aunque el interés
de todo interlocutor es el del mantenimiento de su imagen, en muchas ocasiones los
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hablantes ponen en riesgo esa imagen con los llamados “actos de amenaza” (AAs).
Brown y Levinson (1987: 68-69) distinguen cinco estrategias de realización de los
mismos:
(1) realización del AA explícitamente y sin desagravio;
(2) corrección positiva: realización del AA explícitamente, con el desagravio de la
imagen positiva de hablante u oyente;
(3) corrección negativa: realización del AA explícitamente, con el desagravio de la
imagen negativa de hablante u oyente;
(4) realización del AA de modo implícito y ambiguo;
(5) no realización del AA. (Traducción de Martínez-Cabeza 1995: 147)
El hecho de que se recurra a unas en lugar de a otras se explica en relación con la
distancia social entre hablante y oyente, su poder relativo y el grado de imposición de
un acto de agresión de la imagen en una sociedad concreta. Se supone, según esto, que,
a mayor estatus del hablante, a mayor grado de confianza con el oyente y a menor grado
de imposición, se seleccionará una estrategia más directa; mientras que, si el hablante es
o se siente inferior al oyente, los dos son desconocidos o la imposición puede resultar
excesiva, se escogerán aquellas que atenúen la amenaza.
El listado de estrategias de Brown y Levinson (1987) ha sido objeto de un número
importante de revisiones (Eelen 2001; Lakoff e Ide 2005; Fernández-Amaya et al.
2012). Los propios autores han reconocido algunas de sus limitaciones y quienes se han
apropiado de ellas han llegado a la conclusión de que la tendencia más acertada en este
terreno es la de combinarlas. El imperativo es la más frecuente para la realización de un
acto de amenaza de forma explícita. Con su empleo se puede parecer más claro, veraz e
informativo. En cuanto al resto de estrategias, que son más variadas, operan tal como
sigue.
La cortesía positiva es el desagravio dirigido a la imagen positiva del oyente e
implica intimidad. Su función es la confirmación, por parte del hablante, de la existencia
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de un tema común con el oyente; así se sobreentiende que ambos son miembros del
mismo grupo, que se procurará la realización de algún deseo del oyente, y que uno y
otro cooperarán para obtener unos objetivos determinados:
Tabla I. Estrategias lingüísticas de cortesía positiva (Brown y Levinson 1987: 102, traducción de Martínez-Cabeza
1995: 150)
Deseos del hablante
Estrategias lingüísticas
Afirmar un tema común
1. Prestar atención al oyente (sus intereses, necesidades,
bienes)
2. Exagerar
3. Aumentar el interés hacia el oyente
4. Usar marcas de identidad de grupo
5. Buscar acuerdo
6. Evitar desacuerdo
7. Presuponer/sacar/afirmar un tema común
8. Bromear
Expresar que hablante y oyente
cooperan
9. Afirmar o presuponer el conocimiento e interés del
hablante por los deseos del oyente
10. Ofrecer, prometer
11. Ser optimista
12. Incluir a hablante y oyente en la actividad
13. Dar (o pedir) razones
14. Asumir o afirmar reciprocidad
Realizar un deseo del oyente
15. Dar al oyente (bienes, comprensión, cooperación)
La cortesía negativa, por contra, es el desagravio dirigido a la imagen negativa del
oyente. Su rasgo central es el de minimizar la imposición del acto de amenaza sobre
aquél:
Tabla II. Estrategias lingüísticas de cortesía negativa (Brown y Levinson 1987: 131, traducción de Martínez-Cabeza
1995: 151)
Deseos del hablante
Estrategias lingüísticas
Ser directo
1. Ser convencionalmente indirecto. No dar por supuesto
2. Preguntar, dar rodeos
3. Ser pesimista
No obligar al oyente
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Minimizar la amenaza
4. Minimizar la imposición
5. Ser deferente
Comunicar el deseo de no imponerse al
oyente
6. Disculparse
Disociar a hablante y oyente de la
infracción
7. Impersonalizar (evitar I y You)
8. Establecer actos de amenaza como regla general
9. Nominalizar
Desagraviar otros deseos del oyente
derivados de su imagen negativa
10. Expresar que se contrae una deuda o que no existe esa
deuda
Por último, los actos de amenaza implícitos son aquellos en los que difícilmente
se puede reducir solo a una la intención comunicativa del hablante. La interpretación del
oyente es decisiva ya que ese acto llegará a tener significado gracias a las inferencias
que se hagan de la violación de alguna de las reglas del principio de cooperación:
Tabla III. Estrategias lingüísticas en los actos de amenaza implícitos (Brown y Levinson 1987: 214, traducción de
Martínez-Cabeza 1995: 152)
Deseos del hablante
Estrategias lingüísticas
Contravenir Regla de Pertinencia
1. Hacer insinuaciones
2. Dar pistas de asociación
3. Presuponer
Contravenir Regla de Cantidad
4. Exponer incompletamente
5. Exagerar
6. Usar tautologías
Contravenir Regla de Calidad
7.
8.
9.
10.
Usar contradicciones
Ser irónico
Usar metáforas
Usar preguntas retóricas
Contravenir Regla de Modo
11.
12.
13.
14.
15.
Ser ambiguo
Ser vago
Hiper-generalizar
Desplazar al oyente
Ser incompleto, usar elipsis
De 1990 data el modelo de Fraser, según el cual se entiende que la conversación
está determinada por reglas similares a las que operan en otras situaciones en las que la
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participación se estructura a modo de contrato: En el momento en que hablante y oyente
interactúan, ambos asumen una serie de derechos y deberes que predisponen lo que cada
uno puede esperar de los demás en ese contexto. Las dimensiones en las que éstos se
establecen son los siguientes: (1) La convención es raras veces negociable; (2) las
condiciones institucionales lo son menos; (3) los encuentros previos determinan unas
condiciones negociables que dependen del estatus, el poder y el papel de cada
interlocutor. En este marco, el concepto de cortesía tiene que ver con el grado de ajuste
de los términos en los que se exprese el hablante a las condiciones del contrato
conversacional establecido. Por consiguiente, no se entiende ni como marca verbal
explícita ni como una desviación de la comunicación para conseguir la máxima eficacia,
sino como la consecuencia de ser cooperativo; ello explica que Fraser no se ocupe de la
descripción de las diversas manifestaciones lingüísticas del fenómeno.
Por último, hemos de referirnos al trabajo de Meier (1995). Su noción de cortesía
está íntimamente relacionada con lo que se considera un comportamiento socialmente
aceptable. El autor asume que ésta solo se puede juzgar en relación a un contexto, unas
expectativas y una interpretación concreta, de modo que se puede llegar a ser descortés
tanto por exceso como por defecto siempre que el discurso no sea el apropiado. En el
desarrollo de su teoría, Meier formula una crítica hacia algunos de los principios de
Brown y Levinson. Así, por ejemplo, rehúsa aceptar la distinción entre actos de habla
inherentemente corteses y actos de habla inherentemente descorteses; desestima la
identificación y cuantificación de las estrategias positivas o negativas; y no toma en
consideración los factores de distancia, poder e imposición.
Es un hecho que las diferencias entre estos enfoques no son despreciables y que
aún quedan problemas por resolver. De hecho, en la última década ha surgido
precisamente la teoría de la descortesía (Bousfield y Locher 2008; Culpeper 2011). A
pesar de todo, no se puede negar la validez de este modelo, y la proliferación de
estudios a partir del artículo de Brown y Levinson así lo corrobora (Wierzbicka 1991;
Haverkate 1994; Kerbrat-Orecchioni 2004; Watts 2005).
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3. Análisis de las estrategias de cortesía en Synge
Algunos trabajos arriba mencionados (Hidalgo-Tenorio 1997; 1999) demuestran
que los intercambios conversacionales del teatro de Synge destacan por la ausencia de
todo acto de cortesía en tanto que fenómeno social; y, en consecuencia, que son muy
limitados los recursos que activen la cortesía verbal. Por norma, los interlocutores
prescinden de reglas de facilitación de la conversación y conjugan su dimensión
conductual agresiva e inflexible, con un comportamiento también amenazador e
intransigente, en otras palabras, poco apropiado y descortés. La conducta verbal de
Pegeen Mike o la viuda Quin en The Playboy of the Western World (1907), al igual que
las de Sarah Casey o Mary Byrne en The Tinker‟s Wedding 1909), o Mary Doul y Molly
Byrne en The Well of the Saints (1905), o, hasta cierto punto, el de Nora Burke en In the
Shadow of the Glen (1903) no se corresponden, en la mayor parte de las transacciones
conversacionales, con la imagen femenina que esperaba el público del Abbey Theatre;
una imagen que era ajena al concepto propuesto por Synge, construido en torno a las
ideas de desafío, desacuerdo e interrupción, y, por ello, en sí más cercano al sujeto
masculino descrito por Holmes (1995: 217) como “more direct, informational, and
action-oriented”. Con el estudio de la obra dramática de J. M. Synge, descubrimos toda
una inversión de presupuestos conductuales que permite hacer de Christy Mahon o
Shawn Keogh un perfecto ejemplo del abandono de ciertas normas de interacción
propias de su masculinidad, tales como la despreocupación por las funciones afectivas
del lenguaje, el menor esfuerzo por mantener la conversación, o la tendencia a no
atenuar la fuerza de sus actos de habla, a disculparse rara vez, o a emplear con cautela
los cumplidos y a aceptarlos aún con más prudencia. Este modelo deja paso a otro más
cooperativo en contadas ocasiones. Es a estos casos a los que prestamos en este artículo
nuestra atención por lo que tienen de excepcional.
A modo de un continuo tira y afloja parecen desarrollarse los intercambios
conversacionales analizados en The Playboy, The Tinker‟s Wedding, In the Shadow of
the Glen y The Well of the Saints. Los actos de agravio de la imagen de unos
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participantes por parte de otros se complementan con algún intento de interacción más
consensuada; éste es fruto del pacto entre los interlocutores, especialmente el femenino,
que abandona por un breve espacio de tiempo el modelo dominante y se apropia de las
estrategias de atenuación de la fuerza del acto de habla y de consolidación de los lazos
de solidaridad. De ese modo pretenden conseguir algo de alguien a quien consideran
socialmente distante (p. ej. el párroco de The Tinker‟s Wedding), cercano en ese sentido
pero desconocido (p. ej. el vagabundo de In the Shadow of the Glen), cercano y
conocido pero con mayor prestigio adquirido (p. ej. Christy en The Playboy), o
conocido y de igual estatus pero coyunturalmente desplazado de su red de relaciones (p.
ej. Martin Doul en The Well of the Saints).
3.1. The Playboy of the Western World
La historia en la que se ven envueltos Christy Mahon, Pegeen Mike, la viuda
Quin, el viejo Mahon, Shawn Keogh, Michael James y todo el Condado de Mayo en
The Playboy es, según el canon de la moral imperante, extraña e increíble; pero irrisoria
y simple, en comparación con los sucesos míticos de los que se nutre la tradición celta
y, a través de ella, la memoria colectiva irlandesa. El joven Christy se jacta ante un
pueblo ávido de emociones de un parricidio que llega a cometer tres veces. Entre tanto,
con el ensalzamiento de su figura, la forma de relacionarse con él por parte de los demás
ha sufrido una modificación apreciable (Kim 2004). Un ejemplo delicioso es el de la
charla de enamorados sostenida entre el efímero héroe y Pegeen, la rústica brabucona.
Tal como queda reflejado en la Tabla IV correspondiente a la segunda
transacción conversacional del tercer acto, los dos interlocutores tienden a recurrir a
estrategias de cortesía positiva en la mayor parte de sus intervenciones. Al sentido de
intimidad que se desprende de su uso, se une otro de atenuado recelo y recato
determinado por el empleo de otras estrategias en los actos de amenaza implícitos
mediante las que se cuestiona la validez del contenido proposicional del enunciado
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previo, no tanto por lo que de falso se crea pueda tener sino por lo inverosímil que
pueda parecer, teniendo en cuenta la distancia social que el éxito de las hazañas de
Christy ha abierto entre los dos personajes (3, 7, 11 y 15):
Tabla IV. Estrategias de cortesía entre Pegeen Mike (P) y Christy Mahon (C) (tercer acto, 1986: 95-97).
Estrategias
de cortesía
Positiva
Estrategias
de cortesía
negativa
Actos
implícitos
(1) P: Well, you‟re the lad, and you‟ll have great times from
this out when you could win that wealth of prizes, and you
sweating in the heat of noon!
2, 3, 7, 11
2, 5, 10
12
(2) C: I‟ll have great times if I win the crowning prize I‟m
seeking now, and that‟s your promise that you‟ll wed me in a
fortnight, when our banns is called. (PETICIÓN ind)
13, 3
(3) P: You‟ve right daring to go ask me that, when all
knows you‟ll be starting to some girl in your own townland,
when your father‟s rotten in four months, or five.
(RECHAZO ind)
(4) C: Starting from you, is it? I will not, then, and when the
airs is warming, in four months or five, it‟s then yourself and
me should be pacing Neifin in the dews of night, the times
sweet smells do be rising, and you‟d see a little, shiny new
moon, maybe sinking on the hills.
6, 12, 14, 10
4
8
12, 14, 10
15
(5) P: And it‟s that kind of a poacher‟s love you‟d make,
Christy Mahon, on the sides of Neifin, when the night is
down? (AA)
(6) C: It‟s little you‟ll think if my love‟s a poacher‟s, or an
earl‟s itself, when you‟ll feel my two hands stretched around
you, and I squeezing kisses on your puckered lips, till I‟d
feel a kind of pity for the Lord God is all ages sitting
lonesome in His golden chair.
10, 2
15, 3, 2, 4
Turnos
13
(7) P: That‟ll be right fun, Christy Mahon, and any girl
would walk her heart out before she‟d meet a young man
was your like for eloquence, or talk at all.
3
(8) C: Let you wait, to hear me talking, till we‟re astray in
Erris, when Good Friday‟s by, drinking a sup from a well,
and making mighty kisses with our wetted mouths, or
gaming in a gap of sunshine, with yourself stretched back
unto your necklace, in the flowers of the earth.
(9) P: I‟d be nice so, is it?
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(10) C: If the mitred bishops seen you that time, they‟d be
the like of the holy prophets, I‟m thinking, do be straining
the bars of paradise to lay eyes on the Lady Helen of Troy,
and she abroad, pacing back and forward, with a nosegay in
her golden shawl.
10, 1, 2, 3
10
(11) P: And what is it I have, Christy Mahon, to make me
fitting entertainment for the like of you, that has such poet‟s
talking, and such bravery of heart?
10, 5, 9
(12) C: Isn‟t there the light of seven heavens in your heart
alone, the way you‟ll be an angel‟s lamp to me from this out,
and I abroad in the darkness, spearing salmons in the Owen
or the Carrowmore?
(13) P: If I was your wife I‟d be along with you those
nights, Christy Mahon, the way you‟d see I was a great hand
at coaxing bailiffs, or coining funny nicknames for the stars
of night.
10, 4
(14) C: You, is it? Taking your death in the hailstones, or in
the fogs of dawn.
3
12, 11, 14
3
1, 3
(15) P: Yourself and me would shelter easy in a narrow
bush; but we‟re only talking, maybe, for this would be a
poor thatched place to hold a fine lad is the like of you.
10, 2, 9
(16) C: If I wasn‟t a good Christian, it‟s on my naked knees
I‟d be saying my prayers and paters to every jackstraw you
have roofing your head, and every stony pebble is paving the
laneway to your door.
10, 15
(17) P: If that‟s the truth I‟ll be burning candles from this
out to the miracles of God that have brought you from the
south today, and I with my gowns bought ready, the way that
I can wed you, and not wait at all.
El hecho de que Pegeen sea irónica (5) respecto del tipo de experiencia amorosa
que Christy le pone en bandeja o de la categoría de una oferta desinteresada y,
aparentemente, carente de interés para la joven es un síntoma de la contradicción que
ella representa. Como miembro destacado de la comunidad a la que pertenece, la
inocente y exaltada aseveración de Christy (4) le resulta infantil; como personaje con
aspiraciones distintas a las de una mayoría social indolente, esa propuesta es lo mejor
que le podría haber pasado; sin embargo, sería precipitado aceptarla en un contexto
como el que recrea Synge. Además, el empleo de una pregunta retórica (11), que atañe a
su falta de convicción en lo que concierne a la inadecuación de su valía a la del gran
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vencedor que es él, responde a una maniobra con doble función: Halagar al oyente,
poniendo en peligro su propia imagen positiva, y favorecer de parte de éste una
respuesta aún más favorable y más halagadora, si cabe, con la que satisfacer la imagen
positiva agraviada.
La aclamación al unísono de la gente del pueblo ha transformado a Christy en un
ser poderoso, más difícil de dominar por una Pegeen que, hasta ese momento, no ha
hecho sino valerse de todos los recursos verbales para controlarlos a él y a los demás.
La joven reconoce que el cambio de estatus del que es objeto su playboy implica una
nueva posición de éste ante el mundo, un cambio de actitud, una alternativa a su propia
manifestación de poder; por eso, hace como si dudara de la promesa tan
exageradamente laudatoria y generosa que le hace Christy (5 y 15). Ella sabe que quien
está socialmente por encima no tiene que dulcificar la fuerza de sus actos de habla; que,
por el contrario, se encuentra en las mejores condiciones para conseguir imponer su
criterio. La prudencia de la, por otra parte, imprudente y despótica Pegeen se debe a su
deseo de poner a prueba la sinceridad del ofrecimiento de su interlocutor, el cual, de
pronto, ha sido investido de una autoridad que le concede el derecho a llevar la
iniciativa (3). Por ello, Pegeen no solo hace presuposiciones sobre los deseos de
Christy, contraviniendo la regla de pertinencia (15), o emite juicios muy genéricos,
violando la regla de modo, con respecto a lo que ella considera debería de ser el
comportamiento de un hombre de la trayectoria de Christy (3 y 7); sino que, además, en
su intento de evitar el entusiasmo ante una petición de mano que le parece inmerecida y
sospechosa, adopta una estrategia de cortesía negativa (i. e. ser pesimista) con la que no
se obliga al oyente a nada (15).
Esta asimetría, asumida particularmente por la joven, se diluye tan pronto como
Christy accede a su turno. La razón es que sus palabras son la expresión de su
compromiso de cooperación con Pegeen (4, 6, 8, 10 y 16), a la que dirige su atención
insistentemente (10), desagraviando su imagen positiva, consolidando la idea de la
similitud de sus deseos, o afirmando un carácter de reciprocidad entre ambos (4 y 8) que
la realidad se encargará de desintegrar, al desvelarse el secreto de la verdad del golpe
que asestara en la cabeza a su padre. El único acto de amenaza explícito de Christy
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responde a la carga emocional de su apasionamiento (8), y es, más bien, un mecanismo
de refuerzo del tono sincero de su invitación. Para completar el marco desde el que el
joven construye su primera relación verbal auténtica con una mujer también auténtica,
superior a todas sus expectativas, la acumulación en cada uno de sus turnos de términos
cada vez más poéticos es lo bastante apreciable como para lograr imprimir a su discurso
un carácter sugerente e indirecto que encierra, en su culmen (12), la expresión de un
deseo compartido: ser el uno del otro.
En el desenvolvimiento gradual de la conversación, Christy y Pegeen van
acumulando pruebas diversas de su esfuerzo por consolidar el grado de cooperación
(verbal y social) entre ambos; la mejor de ellas es la que aporta Pegeen al concederle a
Christy lo que tanto ansía, ella misma (17). Su respuesta a una petición de mano tan
poco sofisticada es un buen punto final para este intercambio único. Su aceptación es la
manifestación de su compromiso con el desarrollo de una relación de identidad solidaria
que implique la conjugación de hechos y palabras (15) de la que ella parece desconfiar.
Tanta armonía podría haber sido más duradera. Sin embargo, la verdad desmorona
las fantasías del uno y priva de todo valor a la promesa de la otra, que vuelve a adoptar
su modelo original de comportamiento fundado en la intransigencia, la demostración
gratuita de poder y la imposición de todos sus deseos sobre cualquier oyente, con
independencia de su edad, sexo o estatus.
3.2. In the Shadow of the Glen
Cuando el vagabundo llama a la puerta y saluda a Nora Burke, ya ha sucedido
algo: Su marido, viejo y quisquilloso, yace sobre la cama como si de un cadáver se
tratara. Lo solitario del paraje y lo intempestivo de la hora han impedido que la mujer dé
la noticia entre las gentes de los alrededores, para cumplir con la tradición del velatorio.
La aparición de aquél resulta providencial; a Nora le permite, además de desahogarse,
desvelando algo de su decepcionante vida conyugal, salir para avisar a Michael Dara, un
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pequeño terrateniente con el que supuestamente guarda una relación muy estrecha; a
Dan Burke, el supuesto muerto, le sirve para exponer la trama de su muerte fingida y
urdir una reprimenda contra la esposa infiel. El descubrimiento de la treta de Dan
desencadena un desenlace sorprendente: El marido echa de su casa a la mujer, el amante
se desentiende, y el vagabundo, símbolo de un concepto de vitalidad muy atractivo para
una esposa insatisfecha, le ofrece la oportunidad de abandonarlo todo por el placer de la
inseguridad, lo natural, lo improvisado (Cairns y Richards 1987; Dogget 2000;
Richmond 2009).
Con la entrada del vagabundo, se inicia la primera transacción conversacional de
In the Shadow of the Glen. La buena disposición de la protagonista en este encuentro,
dominado por toda una suerte de actos de habla ritualizados tales como el saludo, el
agradecimiento y la jaculatoria, se traducen en un amplio despliegue de estrategias
facilitadoras de la interacción. A tenor del contenido de sus turnos, para ella es
imprescindible llegar a un acuerdo con el vagabundo, lograr su comprensión y, con ello,
su ayuda. Ése es el motivo por el que evita enfrentarse al desconocido, a pesar de los
envites con los que él sacude cada una de sus intervenciones (11, 13 y 15); por el que
privilegia todos los medios que comporten el entendimiento inmediato; por el que da
razones de más o responde con todo lujo de detalle (12, 14 y 16); y por el que procura
atender sus necesidades con la cortesía suficiente de quien va a solicitar un favor de
alguien y, previamente, ha de preparar un contexto favorable a su petición (véase Tabla
V):
Tabla V. Estrategias de cortesía entre Nora Burke (N) y el vagabundo (V) (primer acto, 1968: 8283).
Estrategias
de cortesía
Positiva
Estrategias de
cortesía
negativa
Actos
implícitos
Turnos
1, 4
(1) V: Good evening to you, lady of the house.
1, 4, 7
(2) N: Good evening kindly, stranger; it‟s a wild
night, God help you, to be out in the rain falling.
5
(3) V: It is, surely, and I walking to Brittas from the
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“Good Evening to You, Lady of the House” 201- 236
Encarnación Hidalgo Tenorio
Aughrim fair.
3, 4, 13
(4) N: Is it walking on your feet, stranger?
4, 15
(5) V: On my two feet, lady of the house, and when I
saw the light below I thought may be if you‟d a sup
of new milk and a quiet, decent corner where a man
could sleep. The Lord have mercy on us!
1, 2, 4
4, 15
(6) N: It doesn‟t matter anyway, stranger; come in
out of the rain. (AA expl: invitación)
13
(7) V: Is it departed he is?
15, 13, 4
1
(8) N: It is, stranger. He‟s after dying on me, God
forgive him, and there I am now with a hundred
sheep beyond on the hills, and no turf drawn for the
winter.
1, 4, 12
(9) V: It‟s a queer look is on him for a man that‟s
dead.
13, 4
13
(10) N: He was always queer, stranger; and I
suppose them that‟s queer and they living men will
be queer bodies after.
13
1, 10
(11) V: Isn‟t it a great wonder you‟re letting him lie
there, and he not tidied, or laid out itself?
(12) N: I was afeard, stranger, for he put a black
curse on me this morning if I‟d touch his body the
time he‟d die sudden, or let any one touch it except
his sister only, and it‟s ten miles away she lives, in
the big glen over the hill.
15, 13, 4
1, 3
(13) V: It‟s a queer story he wouldn‟t let his own
wife touch him, and he dying quiet in his bed.
13, 4
(14) N: He was an old man, and an odd man,
stranger, and it‟s always up on the hills he was,
thinking thoughts in the dark mist. Lay your hand on
him, now, and tell me if it‟s cold he is surely. (AA
expl: petición)
4
2
(15) V: Is it getting the curse on me you‟d be,
woman of the house? I wouldn‟t lay my hand on him
for the Lough Nahanagan and it filled with gold. (AA
expl: rechazo petición)
4, (6)
(16) N: Maybe cold would be no sign of death with
the like of him, for he was cold, every day since I
knew him . . . and every night, stranger; but I‟m
thinking it‟s dead he is surely, for he‟s complaining a
while back of a pain in his heart, and this morning,
the time he was going off to Brittas for three days or
four, he was taken with a sharp turn. Then he went
into his bed, and he was saying it was destroyed he
4, 13
2
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“Good Evening to You, Lady of the House” 201- 236
Encarnación Hidalgo Tenorio
was, the time the shadow was going up through the
glen, and when the sun set on the bog beyond he
made a great lep, and let a great cry out of him, and
stiffened himself out the like of a dead sheep.
15
(17) V: God rest his soul.
1, 10, 15
4, 5
3
(18) N: Maybe that would do you better than the
milk of the sweetest cow in County Wicklow.
(19) V: The Almighty God reward you and may it be
to your good health. (AA expl: agradecimiento)
2
4, 15
4, 6
(20) N: I‟ve no pipes saving his own, stranger, but
they‟re sweet pipes to smoke.
4
(21) V: Thank you kindly, lady of the house.
4
(22) N: Sit down now, stranger, and be taking your
rest. (AA expl: invitación)
Un rasgo característico de todos los diálogos de las obras de J. M. Synge es el uso de
marcas de identidad de grupo. Nora Burke, que no le pide nunca al vagabundo
información sobre quién es, se dirige siempre a él por el apelativo stranger, con el que
define el tipo de relación existente entre ambos, distante y de respeto ambiguo (2, 4, 6,
8, 10, 12, 14, 16, 20 y 22). Que no opte por un término de tratamiento se debe a la
posición marginal del vagabundo, cuya atención solo puede llamar reconociendo el
hecho que los separa, su desconocimiento mutuo. Por contra, el vagabundo emplea dos
formas alternativas al dirigirse a Nora (i. e. lady of the house y woman of the house), la
una más deferente que la otra (1, 5, 15 y 21), que predisponen hacia un tratamiento por
su parte más considerado; sin embargo, el tono inquisitivo de sus provocadores actos de
habla, que ponen en duda las aseveraciones de la esposa infeliz, modifica la percepción
de una primera interpretación en ese sentido. Aun teniendo objetivamente menos poder
que Nora, que es quien se encuentra en su casa; aun siendo él quien debería procurar
proteger la imagen negativa de su oyente, minimizando cualquier imposición de sus
actos de amenaza, o mejor, eludiéndolos; sin embargo, a este vagabundo no le preocupa
hacer comentarios relativos a lo extraño de las circunstancias en las que ha sucedido el
fallecimiento del esposo, o lo extraño, también, de las condiciones en las que parece que
se han desarrollado las horas siguientes a tal hecho (11 y 13); ni tampoco se reprime
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Encarnación Hidalgo Tenorio
“Good Evening to You, Lady of the House” 201- 236
cuando ha de contestar con una negativa (15) a la petición que le hace aquélla. Su
conducta verbal destaca por la confluencia de dos tendencias de uso encontradas: Por
una parte, emplea todos los formulismos apropiados en una situación marcada por el
principio de respeto, en ocasiones atildado en exceso (7), y, por eso, abunda en formas
diversas de expresión de la función fática y de la función expresiva en su vertiente
formulaica (1, 5, 17, 19 y 21). Por otra, no tiene reparo alguno y lanza frases lapidarias
(9, 11 y 13) que, con menos intereses cruzados, habrían supuesto la interrupción de la
conversación o el cambio de rumbo de la misma, en respuesta a lo que no es sino una
ofensa al hablante, cuya veracidad se pone en tela de juicio.
En este fragmento se verifica que existen otros condicionantes que pueden influir
en la selección de las estrategias de cortesía, además de la distancia social entre hablante
y oyente, su poder relativo o el grado de imposición del acto de amenaza. Por lo que se
desprende del mismo, también es relevante considerar en qué medida el hablante se
siente dependiente de su interlocutor. Esto explicaría que Nora insista en emplear un
estilo de cortesía positiva con indicadores de un comportamiento respetuoso derivados
de las estrategias de cortesía negativa que suponen una minimización de la amenaza (16,
18 y 20) o una comunicación del deseo de no imponerse al oyente (20). Su único acto
de amenaza explícito (14) (petición más que orden) es ignorado por el vagabundo; por
eso, cuando más tarde vuelve a proponerle algo que podría redundar en su beneficio (i.
e. que se quede con el muerto mientras ella va a buscar a Michael Dara), ella atenúa la
fuerza del acto mediante diversos mecanismos: “Maybe, if you‟re not easy afeard, you‟d
stay here a short while alone with himself” (p. 85). Unos instantes antes, el vagabundo
no se habría atrevido a tocarlo; ahora, acepta sin paliativos la exhortación camuflada de
Nora y no tarda en decir: “I would surely. A man that‟s dead can do no hurt” (ibíd.).
Para llegar a este punto, la mujer ha tenido que ofrecerle todo tipo de agasajo y ha
participado, además, en la exaltación del valor de aquél mientras ella asiente, le presta
más de la atención debida y muestra un vivo interés por sus historias. Así, demuestra
entender tanto el comportamiento humano como las estrategias que genera. La mezcla
de adulación y desafío palpable a lo largo de la conversación tiene su mejor exponente
en este ejemplo. El uso del adverbio maybe y de una oración subordinada condicional (i.
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“Good Evening to You, Lady of the House” 201- 236
e. if you‟re not easy afeard), junto a la expresión a short while, como marcadores de
cortesía negativa, son parte esencial de la negociación emprendida por la supuesta
viuda. En principio, su objetivo es conseguir que el vagabundo lleve a cabo lo que ella
quiere que haga. En vista del fracaso de su petición anterior (14), opta por ser indirecta,
por intentar no menoscabar su libertad de acción. No obstante, esta aseveración es, a la
vez, una insinuación que pretende poner a prueba a un interlocutor que se ha estado
jactando de su natural valentía, y una manera arriesgada de solicitar un compromiso por
parte del oyente, en la medida en que, con tal enunciado, el agravio de su imagen es casi
ineludible.
A pesar de la inferioridad con la que la tradición occidental define la figura del
vagabundo, el de Synge se desenvuelve con mucha soltura en un medio verbal que no es
el suyo. No es ni solícito ni deferente; al contrario, peca de directo y, sobre todo, de
indiscreto; en lugar de facilitar la comunicación, con sus actos de amenaza implícitos (9,
11 y 13) pone a la oyente en una situación delicada; le podría estar acusando de no
haberse comportado correctamente al fallecer su marido, de estar mintiéndole respecto
de lo ocurrido o de haber tenido algo que ver con el suceso. Este personaje adopta un
estilo comunicativo característico del hablante que conoce a su interlocutor y no tiene
que negociar ni los contenidos de sus mensajes ni su forma, o que, sin esa familiaridad,
puede permitirse el lujo de no negociarlos porque su estatus real o psicológico le da el
control de la conversación. Nora, por otra parte, asume en este intercambio otro más
cooperativo: Intenta evitar todo atentado contra la estima e independencia del
vagabundo, pretende establecer una relación de intimidad inexistente, quiere lograr la
identificación de los deseos de ambos. Así, el grado de cortesía de sus intervenciones,
en su mayoría invitaciones u ofrecimientos (6, 18, 20 y 22), es un hecho por sí mismo
destacable, culturalmente interesante y comprensible en la coyuntura en la que se
encuentra esta mujer.
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3.3. The Tinker‟s Wedding
El argumento de esta obra en dos actos es anecdótico; la crudeza con la que se
trata a los personajes, sorprendente. En previsión de la reacción contraria del público, no
llegó a estrenarse en su momento. La caricatura del religioso habría resultado
demasiado hiriente y la representación lingüística de la mujer habría dado lugar al
rechazo de todos los presupuestos de los que partía. Cuatro personajes (Mary Byrne,
Michael Byrne, Sarah Casey y un cura) se encuentran en un camino vecinal. Los tres
primeros, madre, hijo y compañera de este último, viven de sus trabajos de hojalatería y
alguna que otra actividad ilícita. Su existencia, regida siempre por el desorden de la vida
ambulante (Burke, 2009), se altera cuando a la bella Sarah se le ocurre cambiar su
estado civil, y, con ello, aparente y temporalmente, sus conceptos de moralidad y
autoridad. Lo que para su pareja es un capricho, para la madre de éste, un formalismo y
un derroche innecesarios, o para el cura, una aberración incoherente, para Sarah es el
deseo urgente de conformarse con la normalidad. La avaricia del cura, que por casarlos
les pide una corona, diez chelines y un bidón, está a la altura de la astucia de Mary, la
vieja borrachina. En un final más asombroso que el principio queda sin satisfacer la
primera y la segunda se muestra en su grado máximo: Los tres hojalateros lo meten en
un saco, lo arrojan al suelo, lo liberan y, a cambio, reciben de él una maldición. Para
entonces, Sarah ha descubierto la hipocresía del mundo, y ha abandonado su fugaz
sueño para reanudar su antiguo modus vivendi en libertad.
La segunda transacción conversacional del primer acto incorpora a escena dos
personajes, en principio, antagónicos: Una hojalatera y un sacerdote (véase Tabla 6).
Sarah ha demostrado con anterioridad, en una charla con Michael, su talante despótico,
dominante, y su tendencia a hacer uso del chantaje, la amenaza y la advertencia sin
reparos. Ella desea a toda costa que el cura bendiga su unión; no le importa cuánto
pueda tener que invertir; sabe muy bien cómo imponer su voluntad; y tampoco se anda
con miramientos al expresar una opinión descalificadora, o su desaprobación, respecto
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de su interlocutor, las acciones de éste o sus palabras; su máxima preocupación es ver
hecha realidad su obsesión. Del cura, en un primer momento, solo sabemos lo que se
dice de él. Michael cuenta que “[i]t‟s often his reverence does be in there playing cards,
or drinking a sup, or singing songs, until the dawn of day” (111). Según esto, parece
estar adornado con unas aficiones nada acordes con su condición. Su caracterización,
enraizada en la tradición cómica de la farsa medieval, recuerda al monje y al fraile de
Chaucer. El encuentro entre ambos, más que una conversación, es una
transaccióncomercial con enfrentamiento incluido, propiciado por la parte socialmente
privilegiada:
Tabla VI. Estrategias de cortesía entre Sarah (S), el párroco (P) y Michael (M) (primer acto, 1968: 112113).
Estrategias
de cortesía
Positiva
Estrategias
de cortesía
negativa
Actos
implícitos
Turnos
(1) S: Good evening, your reverence. It‟s a grand fine
night, by the grace of God.
4, 5, 7, 14
(2) P: The Lord have mercy on us! What kind of a living
woman is it that you are at all? (AA expl.: petición de
información)
(3) S: It‟s Sarah Casey I am, your reverence, the Beauty
of Ballinacree, and it‟s Michael Byrne is below in the
ditch.
15, 4
13
13, 4, 2
5
4, 5, 2
8
(4) P: A holy pair surely! Let you get out of my way
(AA expl.: orden).
4
(5) S: We are wanting a little word with your reverence.
3
(6) P: I haven‟t a halfpenny at all. Leave the road, I‟m
saying (AA expl.: orden).
4, 3
(7) S: It isn‟t a halfpenny we‟re asking, holy father; but
we were thinking maybe it‟s yourself would marry us for
not a halfpenny at all; for you‟re a kind man, your
reverence, a kind man with the poor.
(8) P: Is it marry you for nothing at all? (AA expl.:
rechazo de petición).
15, 4
2, 4
(9) S: It is, your reverence; and we were thinking maybe
you‟d give us a little small bit of silver to pay for the
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ring.
(10) P: Let you hold your tongue; let you be quiet (AA
expl: orden), Sarah Casey, I‟ve no silver at all for the like
of you; and if you want to be married, let you pay your
pound (AA expl: orden). I‟d do it for a pound only, and
that‟s making it a sight cheaper than I‟d make it for one
of my own pairs is living here in the place.
4, 10
4
4
10
(11) S: Where would the like of us get a pound, your
reverence?
1, 3, 10
(12) P: Wouldn‟t you easy get it with your selling asses,
and making cans, and your stealing east and west in
Wicklow and Wexford and the county Meath? Let you
leave the road, and not be plaguing me more (AA expl.:
orden).
(13) S: Wouldn‟t you have a little mercy on us, your
reverence? Wouldn‟t you marry us for a half a sovereign,
and it a nice shiny one with a view on it of the living
king‟s mamma?
4, 5, 2
(14) P: If it‟s ten shillings you have, let you get ten more
the same way (AA expl: orden), and I‟ll marry you then.
10
4, 5, 13
3, (6)
1, 4
4
4, 13
(6)
1, 4
(15) S: It‟s two years we are getting that bit, your
reverence, with our pence and our halfpence and an odd
threepenny bit; and if you don‟t marry us now, himself
and the old woman, who has a great drouth, will be
drinking it to-morrow in the fair, and then I won‟t be
married any time, and I‟ll be saying till I‟m an old
woman: “It‟s a cruel and a wicked thing to be bred poor.
”
(16) P: Let you not be crying, Sarah Casey (AA expl:
orden). It‟s a queer woman you are to be crying at the
like of that, and you your whole life walking the roads.
1, 5
(17) S: It‟s two years we are getting the gold, your
reverence, and now you won‟t marry us for that bit, and
we hardworking poor people do be making cans in the
dark night, and blinding our eyes with the black smoke
the bits of twigs we do be burning.
13, 4
(18) P: When will you have that can done, Michael
Byrne? (AA expl.: petición de información).
15, 4, 13
(19) M: In a short space only, your reverence, for I‟m
putting the last dab of solder on the rim.
1, 4, 10
(20) P: Let you get a crown along with the ten shillings
and the gallon can (AA expl.: orden), Sarah Casey, and I
will wed you so.
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En este caso, la diferencia de las estrategias a las que recurren uno y otro
interlocutor se justifica por la diferencia de su estatus, pero también por el tipo de acto
de habla emitido por la mujer. Ella le está pidiendo al sacerdote que cumpla con una de
sus funciones, saltándose sus prejuicios de clase, desligándose de su puritanismo y
desplazando sus propios intereses a un segundo plano. Sus muchas andanzas han
avivado su ingenio, y la han instruido en el arte de alternar mecanismos discursivos
distintos dependiendo del rango del oyente y la categoría de la exigencia del hablante.
El cura, por ser hombre de Iglesia, se supone que se ha de hacer respetar; la petición de
Sarah Casey, por su parte, supera los niveles de lo razonablemente permitido, cuando de
lo que se trata es de lograr una respuesta favorable. Es por eso por lo que emplea un
número importante de estrategias lingüísticas de cortesía negativa mediante las que
procura enfatizar su reconocimiento del prestigio del interlocutor, la distancia social que
los separa, su renuncia a hacer válidos otros métodos de convicción que no sean los
verbales o su plena conformidad con lo que le conceda un oyente sobre el que no tiene
potestad alguna (5, 7, 9, 13, 15 y 17). Así, su petición, que se convierte en súplica al ser
consciente de la actitud reacia del sacerdote (13), aparece estructurada en torno al
desagravio de la imagen negativa del oyente, la deferencia, y una extremada
consideración hacia quien desprecia a la muchacha y hace caso omiso a lo que le
demanda.
El rasgo básico de las intervenciones del cura es su continua agresión a la imagen
de Sarah. Con sus actos de amenaza explícitos (2, 4, 6, 10, 12, 14, 16 y 20), deja claro
quién está en posesión del control de la conversación; o cómo la asimetría en una
relación da lugar a la participación más directa del uno y más negociada de la otra. La
situación es tan tensa que la elección por parte de Sarah de unas estrategias de
atenuación de la fuerza de sus actos de habla no es tanto una elección en sí como la
consecuencia inevitable de la demostración de poder del oyente. Un tono despectivo e
impropio acompaña cada una de las intervenciones del párroco. Su análisis evidencia la
falta de correspondencia entre los grados de cortesía de uno y otro interlocutor: A menor
imposición por parte de la joven, mayor resulta la amenaza del cura. A una petición (9)
atenuada y respetuosa (i. e. maybe, I‟m thinking, modalidad condicional, your
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reverence), le sigue una respuesta (10) que suma, a la negativa del cura a realizar lo que
se le solicita, una sugerencia sobre lo que Sarah ha de hacer si quiere llegar a lograr su
favor (i. e. if you want to be married, let you pay your pound), y el compromiso que ella
tanto ansía escuchar (i. e. I‟d do it) condicionado por la obtención de los bienes ya
señalados (i. e. a pound). A una petición más tentativa (13) le sucede una promesaultimátum (14), para finalizar respondiendo el sacerdote con otro imperativo (16) a una
súplica de la mujer (15); ésta, que concierne a un futuro mediocre junto a dos seres
insaciables, parece tanto un lamento propio del histrionismo aprendido con el oficio de
la mendicidad como una disculpa, puesto que le será imposible obedecer a un hombre
de tan dudosa piedad.
A pesar de todo, la riqueza verbal de Sarah queda patente a lo largo de esta
conversación. Mientras el repertorio del cura apenas si supera la exhortación, el suyo
incluye una variada gama de mecanismos discursivos entre los que se encuentran las
estrategias de los actos de amenaza implícitos (5, 7, 11, 15 y 17). Con tal versatilidad,
procura mantener la atención de un oyente que solo desea librarse de ella, y arremete
verbal y físicamente contra ella con una violencia insospechada. Sarah quiere hacerse
escuchar y, para ello, utiliza, dependiendo de quién sea su interlocutor, cualquier medio
a su alcance. A Michael lo vocea porque sabe que puede hacerlo:
Sarah. Let you be sitting here and keeping a great blaze, the way he can look on my
face; and let you be seem to be working, for it‟s great love the like of him have to
talk of work.
Michael. Great love, surely.
Sarah. Make a great blaze now, Michael Byrne. (112)
Al párroco tiene que llegar indirectamente. Por ello le deja inferir la intención de
su acto de habla (11), permitiéndole dominar el intercambio y haciéndolo sentirse
importante y superior; apela a la bondad que ella le presupone, para no darle la
oportunidad de adoptar un comportamiento diferente al previsto; o se sirve de la
insinuación bien dosificada (15) o con una nota de exageración final tragicómica (17),
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en un movimiento discursivo que va del toque de atención sin más (1) y la petición
cortés, servil por momentos, pero también con la gracia y el desparpajo del mendigo (9),
a la lamentación lacrimógena (13) y la generación del remordimiento (17). Tal es la
habilidad de Sarah que, al final, el cura accede a casarlos por una cantidad inferior.
Aunque su estilo conversacional aún sigue siendo estricto, ahora esta promesa queda
sellada con un lazo verbal de su buena voluntad más tersamente expresa, pero con
idéntica convicción. Ya se encargarán de romperla el capricho de Mary y la
inconstancia de Sarah.
3.4. The Well of the Saints
En tres actos contradictorios entre sí, Synge resuelve con maestría la exposición
de unos hechos de naturaleza milagrosa que encierran el planteamiento de ciertas
cuestiones universales, tales como la duplicidad del género humano, el espejismo de la
realidad tamizada por la ceguera moral o la quimera engendrada por la fantasía del
desahuciado.
La narración original en la que se basa The Well of the Saints es una farsa del
siglo XV de Andrieu de la Vigne, titulada Moralité de l‟Aveugle et le Boiteux, que
nuestro autor tuvo ocasión de conocer en las clases de Historia del Teatro Francés de
Petit de Jullaville. A tal efecto, también le fueron de utilidad las anécdotas sobre unos
pozos sagrados y un agua sanadora que menciona en su obra en prosa The Aran Islands.
Él mismo se refiere a ello tal como sigue: “A couple of miles from this village we
turned aside to look at an old ruined church of the Ceathair Aluinn […], and a holy well
near it that is famous for cures of blindness and epilepsy” (Synge 1907: 10).
La forma en que se desenvuelve toda la acción resulta peculiar. Mary y Martin
Doul están ciegos y desean salir del mundo de la oscuridad (Upton 1997; Feeney 2007).
El agua bendita de un santón que viene de lejos portando tal fuente de luz les hace
recobrar la visión; con ella, descubren que la apoteosis de tan deseado evento se queda
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en nada cuando se han de enfrentar a la cruda realidad de su propia fealdad y de la
fealdad del mundo. Al final, después de haberse despreciado mutuamente, y perdida la
vista de nuevo, marido y mujer renuncian a ella y optan por otra vida, resguardada en la
seguridad de un engaño compartido, que, aunque solo alimente la ilusión de recobrar la
esperanza otra vez, viene a ser más satisfactoria.
En la segunda transacción conversacional del tercer acto (véase Tabla VII),
marido y mujer han tenido ocasión de sufrir el escarnio por parte de cuantos los rodean,
en especial Timmy el herrero y su prometida, la voluptuosa Molly Byrne. Hasta ese
momento, tras su encuentro con el sanador, los Daul no se han dirigido la palabra
excepto para insultarse; ahora, cuando vuelven al punto donde empezó esta aventura, se
convierten en la pareja del comienzo, casi una unidad homogénea con idénticos fines e
idéntico concepto de la vida. Así se explica que, en la necesidad de no quedarse solos,
recurra el uno al otro, y verbalmente se obliguen a promover el acuerdo mutuo:
Tabla VII. Estrategias de cortesía entre Martin y Mary Doul (tercer acto, 1968, pp. 162-164).
Estrategias
de cortesía
Positiva
Estrategias
de cortesía
negativa
Actos
implícitos
Turnos
(1) Martin: What‟s that is sounding in the west?
13
15
3
(2) Mary: It‟s not the churches, for the wind‟s
blowing from the sea.
7
(3) Martin: It‟s the old Saint, I‟m thinking, ringing
his bell.
12
(4) Mary: The Lord protect us from the saints of
God! He‟s coming this road, surely.
4, 12
2, 4
5
10
15, 13, 12
11, 3, 2
(5) Martin: Will we be running off, Mary Doul?
3
(6) Mary: What place would we run?
(7) Martin: There‟s the little path going up through
the sloughs . . . If we reached the bank above, where
the elders do be growing, no person would see a sight
of us, if it was a hundred yeomen were passing itself;
but I‟m afeard after the time we were with our sight
we‟ll not find our way to it at all.
(8) Mary: You‟d find the way, surely. You‟re a grand
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man, the world knows, at finding your way winter or
summer, if there was a deep snow in it itself, or thick
grass and leaves, maybe, growing from the earth.
(9) Martin: Come a bit this way (AA expl.:
orden/suger.); it‟s here it begins. There‟s a tree pulled
into the gap, or a strange thing happened, since I was
passing it before.
12
2
4
(10) Mary: Would we have a right to be crawling in
below under the sticks?
15
3
10
(11) Martin: It‟s hard set I am to know what would be
right. And isn‟t it a poor thing to be blind when you
can‟t run off itself, and you fearing to see?
10
(12) Mary: It‟s a poor thing, God help us, and what
good‟ll our grey hairs be itself, if we have our sight,
the way we‟ll see them falling each day, and turning
dirty in the rain?
5, 12
12
3
(13) Martin: He‟s coming now, and we won‟t get off
from him at all.
2, 4
(14) Mary: Could we hide in the bit of a brier is
growing at the west butt of the church?
5, 15
(15) Martin: We‟ll try that, surely. Let you make
haste (AA expl.: orden); I hear them trampling in the
wood.
13, 4, 5
(16) Mary: It‟s the words of the young girls making a
great stir in the tress. Here‟s the brier on my left,
Martin; I‟ll go in first, I‟m the big one, and I‟m easy
to see.
2, 4
12
8
(17) Martin: It‟s easy heard you are; and will you be
holding your tongue?
(18) Mary: Come in now beside of me (AA expl.:
orden/suger.).
Reflejo de esta actitud cooperativa son su tendencia hacia las estrategias de
cortesía positiva, sobre todo las que suponen la expresión de la colaboración de ambos
en la obtención de unos bienes determinados; la concesión parcial de sus derechos en
beneficio de los de su pareja, para lo que optan por la minimización de la imposición de
todo acto de amenaza, creando un espacio de respeto violado, una y otra vez, en sus
anteriores intervenciones; una dosis moderada de algunos actos de amenaza que, en
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lugar de implicar un atentado contra las imágenes positiva y negativa de quien los
recibe, indican la confianza entre Mary y Martin, cuando han recuperado, aunque sea de
forma interesada, su tono conversacional de apoyo previo. El proceso de comunicación
interrumpido durante el intervalo de tiempo en el que han soportado la maldad de sus
convecinos y se han maltratado con su propia ingratitud se reanuda a la fuerza pero con
la misma naturalidad con la que se bloqueara gracias a que se vuelven a reconocer como
miembros de un grupo frente al resto. Se sienten solidarios consigo mismos por
proximidad; saben que la colaboración de ambos en un esfuerzo común redundará en la
mejora de su situación. Desde esta perspectiva, parece razonable el cambio observado
en la conducta de los dos invidentes. Mary consuela a Martin ante la desgracia de verse
indefenso (8); le da ánimo, transformando la adversidad de la ceguera en una ventaja
(12); hace como si le dejara el privilegio de llevar la iniciativa (10 y 14), mientras que
es ella la que realmente sugiere, propone y ordena sutilmente. Por su parte, Martin, que
ha derrochado beligerancia a raudales contra su compañera, se rinde a la evidencia de su
debilidad y opta por un estilo conversacional más tentativo debido a la sensación de
incertidumbre que supone su nuevo estado de fragilidad.
Según estas indicaciones, resulta más factible la interpretación del uso que hace
cada uno de estos personajes de las estrategias de cortesía apuntadas. Los Doul intentan
consolidar la más que deteriorada relación que los une. De nuevo, han vuelto a adoptar
el papel de esposos, que les concede ciertos derechos, pero que, sobre todo, los obliga a
alcanzar un pacto de entendimiento: Han de evitar cualquier agravio a la imagen del
oyente, han de fomentar el acuerdo (6, 12, 15 y 16) y no entrometerse en el ámbito de
control de la voluntad propia (5, 9, 10 y 14). Mary es la que se prodiga más en el
empleo de estrategias de cortesía positiva. Es optimista y exagerada (8), cuando un
enfoque menos idealista habría dado lugar a un estado de decepción insuperable. Tiende
a incluir a hablante y oyente en la actividad a la que se refiera (4, 10, 12 y 18), dando
paso a un contexto de colaboración en el que se espera reciprocidad. Da muestras del
interés que tiene por su interlocutor y por congraciarse con él (8). Favorece una
atmósfera de cordialidad basada en la prioridad de asegurar la fluidez de la
comunicación por medio de mecanismos de facilitación de la misma, como los
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intensificadores del contenido del turno previo (p. ej. surely) (8); las respuestas
puntuales, aunque imprecisas por necesidad (2), a preguntas que son más bien un signo
de sorpresa o un toque de atención (1); o las intervenciones que sirven de confirmación
de lo sugerido por el interlocutor (4, 12 y 16). Además, si bien no abusa de las marcas
de identidad de grupo, sí que emplea alguna de ellas con la discreción de quien sabe
dirigirse muy personalmente, mediante el nombre de pila, a un oyente a cuya
sensibilidad apela (16). En el resto de los casos, Mary alterna todas estas estrategias con
algunas de cortesía negativa y otras de las presentes en los actos de amenaza implícitos.
Las primeras (p. ej. preguntar, dar rodeos y minimizar la imposición) (6, 10 y 14)
podrían subsanar el estado de indefensión que ha generado en Martin la emisión
continuada de todo tipo de órdenes despreciativas por parte de sus paisanos. Las
segundas (p. ej. presuponer y usar preguntas retóricas) (2, 6 y 12) están acordes con la
tendencia de la conversación a evitar hacerse responsables de los actos de amenaza que
una situación de tal peligro inminente implicaría.
La mujer ha cambiado el tono del discurso y le concede al marido la oportunidad
de controlar la conversación. Sin embargo, son los dos, conjuntamente, los que dominan
de forma alternativa la situación comunicativa. Así, a pesar de lo respetuosamente que
Mary se comporta con Martin, él no se aprovecha de la posición de superioridad
adquirida en tales circunstancias; de hecho, sus intervenciones son igualmente
deferentes, y expresan la similitud habida entre los deseos de hablante y oyente. Por eso,
Martin tampoco impone su voluntad sobre ella (5); por eso, le consulta todos los
movimientos que cree conveniente efectuar a fin de esconderse de la gente de
Glendalough; y por eso atenúa la fuerza de sus aseveraciones y exhortaciones con
marcadores diversos (p. ej. I‟m thinking, a bit, condicionales o preguntas) (3, 5, 9 y 17).
Martin es un hombre desesperado; en esta ocasión, Mary lo acompaña discretamente.
Tomando uno de sus muchos comentarios sobre los pobladores de Aran, es
posible hacerse una idea de la mujer que domina el paisaje dramático de la obra de
Synge. Además de por su belleza, resaltada en contraste con el color rojo de sus
vestidos, las mujeres de las islas destacaban por una conducta fuera de lo normal (Synge
1907: 132). Ésa parece ser la nota dominante en su caracterización de unos personajes
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de tal fortaleza, cuya verbalización de la misma dejara impresa con gran exquisitez.
Todas ellas superan alguno de los límites que su condición de mujer (irlandesa de
finales del siglo XIX y principios del XX) llevaba consigo. Los cuatro casos apuntados
arriba son excepcionales. Sin duda, su representación lingüística fue una manifestación
de anormalidad conductual severamente castigada por el público.
4. Conclusiones
En el presente artículo, partíamos de la idea de que en las obras de J. M. Synge que
fueron objeto de la crítica más feroz por parte del público se descubre un tipo femenino
abiertamente en contradicción con el que se pretendía imponer: Dominan la escena con
todos los medios a su alcance; controlan la conversación dando pie a su
desenvolvimiento o poniéndole fin; manifiestan su voluntad con más vehemencia; en
breve, se comportan lo menos cortésmente posible que cabría esperar. El entronamiento
de aquella mujer en un medio de expresión colectiva tan influyente resultaba una
traición al ideal de la cultura y la civilización irlandesas, y constituía para muchos un
ataque frontal a sus aspiraciones de gobierno autónomo. El público no pudo soportarlo.
No obstante, el análisis de todos los intercambios conversaciones de los cuatro
textos deja entrever cuatro momentos singulares en los que casi todos los personajes se
atienen a las normas de corrección que facilitan la obtención de algún tipo de bien (ya
sea material o no). El sentimiento amoroso que comienza a nacer en Pegeen Mike y
Christy Mahon explica que ambos recurran sobre todo a estrategias de cortesía positiva
justo cuando sueñan con compartir su vida. Una es optimista, se excede en el halago, le
ofrece su comprensión, le presta atención, a la vez que lo descarga de cualquier
compromiso. El otro le hace promesas a la joven, la incluye en su universo discursivo,
procura evitar los desencuentros y espera poder obtener de ella lo mismo. Por su parte,
es la Mary Doul de The Well of the Saints quien se esfuerza para que Martin se sienta
parte de un todo en el que ambos han de cooperar, aunque sea solo para sobrevivir; por
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ello, los patrones a los que recurren se parecen en mucho a los empleados en The
Playboy: Entre otros, se piden y se dan explicaciones, se incluye a hablante y oyente en
la actividad referida, se aumenta el interés por el interlocutor, se minimiza la imposición
del acto de habla, se exponen los hechos de forma incompleta, y se juega con la ironía
compartida. En The Tinker‟s Wedding, Sarah Casey necesita un favor de un párroco
codicioso. A pesar de que la llega a maltratar verbalmente, para conseguir su propósito
la mujer emplea marcas de identidad de grupo, busca el acuerdo, presupone temas en
común, asume reciprocidad, da razones y exagera. Finalmente, la determinación de
Nora Burke de convencer a un desconocido de que se quede con su difunto esposo
mientras ella se dirige a avisar de su muerte justifica, de nuevo, la presencia del mismo
tipo de tácticas. Destacan sobremanera las fórmulas que demuestran que tiene interés
por el vagabundo, sus deseos y sus necesidades, de ahí que no dude en darle todo lo que
aquél exija.
En su momento, se desprestigió la labor del Abbey Theatre, tachándolo de
antinacional y antinacionalista. No se comprendió que personajes como los estudiados
podían ser tan aberrantes (o tan hermosos) como el propio ser humano. El presente
trabajo ha observado su lado menos cruel, más cooperativo. Que se emplee con más
frecuencia la cortesía positiva es señal de que el hablante se construye discursivamente
en relación con su interlocutor; que sea por razones más o menos pragmáticas, ya es otra
cuestión 3.
3
Mi agradecimiento a Leanne Bartley, María Martínez-Lirola y Pilar Villar-Argáiz por sus comentarios y
sugerencias.
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Carmen María Fernández Rodríguez
“The Ties That Bind Us to Each Other” 237-257
“THE TIES THAT BIND US TO EACH OTHER”: MASCULINITY
IN SARAH HARRIET BURNEY’S OEUVRE 1
Carmen María Fernández Rodríguez2
Abstract: Sarah Harriet Burney (1771-1844) was a very popular woman writer at the turn of the
nineteenth century rivalling her half-sister, the celebrated Frances Burney. This article analyses
the male protagonists in Sarah Harriet‟s oeuvre within the framework of eighteenth-century
gender studies. The authoress gives a new turn to the tradition of the feminized hero who is
often associated with the brotherly figure. Strongly resembling the heroine, Sarah Harriet‟s male
protagonists compete with the brother for feminine affection and become an instrument for
echoing discomfort and articulating a radical criticism of patriarchy.
Key words: Sarah Harriet Burney, British literature, gender studies, eighteenth century.
Título en español: “The ties that bind us to each other”: masculinidad en la obra de Sarah
Harriet Burney
Resumen: Sarah HarrietBurney (1771-1844) fue una escritora muy popular a finales del siglo
diecinueve rivalizando con su hermana, la admirada Frances Burney. Este artículo se centra en
los protagonistas masculinos en la obra de Sarah Harriet dentro del marco de los estudios de
género del siglo dieciocho. La autora reformula la tradición del héroe feminizado que
generalmente se asocia a la figura fraternal. Los protagonistas masculinos de Sarah Harriet se
parecen mucho a la heroína, compiten con el hermano por el afecto femenino y se convierte en
un instrumento para expresar el descontento y articular una crítica radical del patriarcado.
Palabras clave: Sarah Harriet Burney, literatura británica, estudios de género, siglo dieciocho.
1. Introduction
Sarah Harriet was the youngest daughter of the musicologist Dr. Charles Burney
and his second wife, Elizabeth Allen. In 1781, after her mother‟s death, she was sent to
Switzerland, where she soon became fluent in French and improved her music skills. A
lover of Italy and one-time resident of Rome and Florence, Sarah Harriet admired Maria
1
Date of reception: 26/08/2013
Date of acceptance: 12/11/2013
Researcher, Research group G000274: “Literatura y cultura inglesa moderna y contemporánea”,
Universidade da Coruña, Spain;  [email protected].
2
Raudem, Revista de Estudios de las Mujeres. Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
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Carmen María Fernández Rodríguez
“The Ties That Bind Us to Each Other” 237-257
Edgeworth and Jane Austen –she punctually received copies of Austen‟s productions
from the publisher Henry Colburn (Clark 1995: 22; Clark 1997: lxi)3– and always wrote
with an economic aim in mind and perhaps to escape from everyday life. Frances‟s halfsister also worked as a governess and companion of a young invalid (Clark 2003: 42-3);
and, apart from nursing his father in his last years, she helped him to transcribe his
manuscripts. The people who knew Sarah Harriet always remarked on her special
personality. For instance, she was befriended by the literary critic Henry Crabb
Robinson: “[…] her rather prickly personality seemed rather odd in a woman but was
appreciated by men of learning who could savour her sense of humour and provide the
intellectual stimulation that she craved” (Clark 2003: 42-3).
In the literary realm, “little Sal” –as she was familiarly called– composed five
works:4 Clarentine (1796), which was followed by the epistolary novel Geraldine
Fauconberg (1808); Traits of Nature (1812); Tales of Fancy (1816-20) –including The
Shipwreck and Country Neighbours; or The Secret– and The Romance of Private Life
(1839) –consisting of The Renunciation and The Hermitage. Despite losing the
audience‟s appeal afterwards, Sarah Harriet enjoyed as much popularity as Frances did
during the nineteenth century, and her merits cannot be underrated. Several novels by
Sarah Harriet ran to second editions, they were translated into French and German and
pirated abroad (Clark 2000: 122). Nowadays, while the Burney Studies has not stopped
growing5, it is time to turn attention to Sarah Harriet, whose productions have been
brought to light thanks to modern scholars such as Lorna J. Clark, the editor of Sarah
Harriet‟s correspondence and last volume. Yet, there is much work to do regarding this
authoress‟s discovery as a chronicler of woman‟s life in pre-Victorian Britain, and one
researcher has gone further stating that in Sarah Harriet‟s oeuvre, “there is a strong
3
Sheila Graham-Smith hints at the connection between Edgar in Clarentine and Mr. Knightley in Emma.
Austen found Clarentine “full of unnatural conduct and forced difficulties” (2009: 16), but she read the
novel three times. As for Sarah Harriet, she enjoyed Pride and Prejudice more than Emma. She admired
the originality, the plot, dialogues and characters of the former (Clark 1997: lxi; Graham-Smith 2006: 18).
4
There was possibly a sixth production, Julia (Graham-Smith 2008: 6-7).
5
They are represented by an international association (The Burney Society) with regular conferences in
Europe and America and three yearly publications (The Burney Journal, The Burney Letter and The
Burney Bulletin). For a panorama on the subject, see Fernández, 2010: 173-4. Besides, it is worth
remarking the recent publication of The Journals and Letters of Susan Burney: Music and Society in Late
Eighteenth-Century England. Ed. Philip Olleson. Burlington, VT: Ashgate, 2012.
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238
Carmen María Fernández Rodríguez
“The Ties That Bind Us to Each Other” 237-257
advocacy of a woman‟s right to love whom she will, regardless of society or the
convention which demands a woman must love only on command, which allies Sarah
Harriet Burney with Wollstonecraft and Hays” (Trabelski 2006).
Gender studies tend to focus on female protagonists while men are usually seen
as secondary in narratives by women writers. However, when authoresses represent
their world and anxieties, they are also establishing a dialogue with the opposite sex,
which is interpreted by Frantz and Rennhak as an attempt to construct their own
realities, imagining desirable alternatives from a woman‟s perspective and as significant
as their female characters (2010: 2-3). Sarah Harriet draws on two literary conventions:
like other eighteenth-century authoresses (Eliza Haywood [Miss Betsy Thoughtless
1751] or Elizabeth Inchbald [A Simple Story 1791]), she introduces the lover as father
figure, but she also recreates brotherly friendship or the close bond between brothers
and sisters with erotic overtones throughout the story, as it happens in Aphra
Behn‟sLove Letters between a Nobleman and his Sister (1683). My reading of Sarah
Harriet‟s courtship novels shows that men cannot be reduced to two contrasting literary
masculinities. Sarah Harriet‟s heroes turn into another literary device to voice her
uncomfortable positioning about patriarchy which debilitates men and women. Like
other novelists, Sarah Harriet manipulates narrative conventions to express conscious
disappointment and questions the systems of male dominance founded upon a belief in
inherent gender opposition.
2. Dupes of Insincerity: Clarentine and Geraldine Fauconberg
Both Frances‟s Camilla and Sarah Harriet‟s Clarentine appeared in 1796 though
they were not promoted in the same way (Clark 1997: lxii). In the former, the male
protagonist risks his happiness because he relies on Dr. Marchmont6 whereas in
Clarentine it is female actions that provoke the heroine‟s unhappiness. The plot has
some affinities with Evelina (1778) since the novel deals with the daughter of an
6
Marchmont was Edgar Mandlebert‟s tutor in Frances‟s Camilla. He provokes doubts on the boy and
almost makes him break up his relationship with Camilla.
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aristocrat who was disinherited by his father after marrying a French woman of good
family in one of his travels. Young Delmington left his wife and daughter in the care of
his eldest brother, and when Clarentine‟s mother dies, her cousin, Young Somerset,
compromises himself to look after her, which becomes “a sacred and irrevocable
engagement, which he meant religiously to fulfil” (Burney 1796: I, 19). Although the
girl is brought up by her relatives the Delmingtons; she feels a bit detached from the
family until she unexpectedly meets her aunt, the emigrée Madame D‟Arzele, and her
husband. As the narrative advances, two men are sexually interested in the heroine: Mr.
Etham, a young rich man in the line of Frances‟s coxcombs, and Edgar Delmington,
who confesses his love to Clarentine (Burney 1796, II: 262). The protagonists are not
united until the nature of Mrs. Hertford‟s relationship with Somerset is discovered and
Somerset finally declares his feelings in a letter explaining that her “inexplicable
coldness” prevented him from being sincere (Burney 1796, III: 185).
As feminist critics have pointed out, a broad repertoire of sentimental texts,
sermons and conduct books by James Fordyce (Sermons to Young Women [1766] or
Thomas Gisborne (An Enquiry into the Duties of the Female Sex [1797]), among others,
were available to the authoresses of this period. All of them reflected a patriarchal world
in which, as Eve K. Sedgwick has explained, feelings were sacrificed for wealth and
hierarchical relationships between men established some interdependence and solidarity
allowing them to dominate women (1985: 3). “Brother” had a distinctive meaning in
literature by women in line with the change taking place in the family structure towards
what Michael Foucault calls “an obligatory locus of affects, feelings, love” (1978: 108).
As a matter of fact, eighteenth-century fiction registered a movement from an axis of
kinship based on consanguineal ties or blood lineage to an axis based on conjugal and
affinal ties of the married couple, so the biological family to which one is born
gradually became secondary to the chosen family constructed by marriage (Perry 2004:
2).
William Somerset is a passive, irresolute hero as Clarentine is convinced of his
goodness, but also aware that he loves another woman. At the end of the novel, the
reader discovers that Somerset still wants to be more than a guardian, lover and friend
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(Burney 1796, III: 186). The protagonist faces the femme fatale Mrs. Hertford, an
improper acquaintance for a good young lady (Burney 1796, II: 12-4), who knowingly
cultivates Clarentine‟s friendship. The girl thinks Mrs. Hertford loves Somerset, and,
thanks to her manoeuvring, the lovers avoid confessing their feelings. Furthermore,
Mrs. Hertford visits Clarentine and asks her about her feelings since she has already
insinuated to Somerset that Clarentine is in love with him (Burney 1796: II: 281). From
that moment on, the lack of communication causes a great deal of suffering to the
heroine who cannot distinguish if she feels pity or brotherly fondness for Somerset:
“Why does his conduct so strangely militate against his language? and why, when his
looks are all tenderness, are his actions all duplicity? Is there either rectitude or
principle in seeking to conciliate my affection after his own is gone?” (Burney 1796, III:
13).
For Clark, fraternal regard is more important than passion in Clarentine (1997:
lviii), and Somerset‟s image as Clarentine‟s brother recurs throughout the narrative
because he aspires to be considered someone “who will act in [her] behalf with the zeal
of a brother” (Burney 1796, I: 50). Should she ever see herself as an outcast, she would
not be alone. Somerset gives Clarentine some advice and supports her with “affectionate
brother‟s kindness” (Burney 1796, II: 192) to the point that, when Eltham bothers her,
he acts in his capacity of guardian. Clark comments on Somerset and Clarentine‟s
relationship:
[…] the fraternal relationship is split: a beautiful orphan inspires an unreprocated
passion in one cousin while herself cherishing a preference for another [. . . ] lest
this fictional romance be cited as actual proof of incest (as it has been done), it is
worth remarking that the sense of warm fraternal regard is more convincingly
portrayed than the supposed passion. (1997: lviii, also Clark 2008: xii-xiii)
The hero‟s generosity towards the dispossessed French immigrants D‟Arzeles,
who represent the D‟Arblays living in rural seclusion, moves the heroine, and before his
avowal, Somerset sets out for the West Indies. He is not definitely an idealized character
and exemplifies the eighteenth-century rhetor hero who will later evolve to a quieter
man in Austen‟s style, that is, a protagonist with unspoken powers who neither says nor
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writes much. As Glen McGlish explains, “Austen very often employs the narrative
strategy of ellipsis to pass over the moments when abiding attachment is professed and
marriage plans are developed” (1965: 154). Sarah Harriet follows a similar pattern.
On the other hand, it is thanks to Mrs. Hertford that Clarentine discovers that she
is jealous and loves Somerset:
Long had she most clearly discerned what were the designs of Ms. Hertford
herself; and long had she beheld with astonishment her artful and persevering
endeavours [sic] to captivate and attach him. Floating between hope and fear;
conscious that her own heart was gone, and doubtful what would be the result of
her rival‟s schemes, it had, however, been but of late that she had seriously
apprehended that would be successful; every hour now confirmed her in this
opinion. (Burney 1796, II: 198-9)
Perfectly aware of the limits of feminine behavior, and once Somerset is in
absolute possession of his father‟s fortune, Mrs. Hertford formulates a plan which is
frustrated: “as to his [Somerset‟s] fortune only, his rank in life, and independance [sic]
she aspired, the feelings to which she might be indebted for his hand, were to her
indifferent” (Burney 1796, II: 263).
The dénouement of the story takes place when the moral narrative voice, Mrs.
Denbigh, is given some letters addressed to Somerset containing an account of Mrs.
Hertford‟s life and considerably altering his image of the lady: “To have been made the
dupe myself of her insincerity, I am vain enough to think, argues nothing to my
disparagement: sorry should I be ever to find myself a match for such consummate
duplicity” (Burney 1796, III: 146). Some sheets of the letters remained unopened, so the
truth is never revealed to readers and Somerset insists on knowing about a private
interview between Sophia Delmington and Clarentine who articulates a forceful
feminist assertion: “Are you aware, [. . . ] that by thus reminding me of your privileges
you put me upon my guard, and teach me the necessity of being cautious?” (Burney
1796, III: 262).
Geraldine Fauconberg bears a strong resemblance to Jane Austen‟s Pride and
Prejudice (1813). In spite of its success, the book was not well received by all the
Burneys: James, for instance, called it “London Milk & Water” (Letter to Charlotte
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(Francis) Barrett, 1 August 1811, cited in Clark 1997: 130). There is a dedication
addressed to Lady Crewe, the daughter of Fulke Greville, one of Charles Burney‟s
patrons, and there is also an important technical difference regarding this second
production because it is an epistolary novel with many correspondents. Fairytale-like, it
features two families, the Lesmores and the Archers, who plan their children‟s marriage
when they are born. The protagonists face two problems. On the one hand, Ferdinand
Lesmore, is, like Somerset, too cold to communicate his feelings to Geraldine, as it is
exposed in the letter opening the book. His sister Julia describes this type of men with a
quote in French: “En parlant à une personne qu‟il aime, il a l‟air vif et gai; très-froid
avec les étrangers; il traite durement ceux qu‟il méprise; n‟a rien à dire à ceux qui lui
sont indifférents, et devient tout-à-fait imbécile quand on l‟ennuie” (Burney 1808, I: 14)
and even thinks there is no love between them: “these sentiments […] they are terribly
rational and dispassionate. Not a shadow of love peeps forth from amidst their
sententious gravity. Perhaps he was too proud to confess all the regret he experiences;
or, perhaps, he looks forward, in Mrs. Neville, to a compensation for the insensibility of
Miss Fauconberg” (Burney 1808, I: 142).
Some time later, when Julia describes Ferdinand as the cold phlegmatic
philosopher, Clarentine‟s face is tinged with indignation (Burney 1808, II: 202).
Nevertheless, female decorum forbids her to be expressive, and Ferdinand is persuaded
that Clarentine is in love with Lichtmere, Ferdinand‟s rival in the novel. On the other
hand, Reverend Archibald Newenden works as a Marchmont-like influence over
Ferdinand. No matter how much Ferdinand appreciates Clarentine‟s purity, benevolence
and charming conversation; he is afraid of forming a serious attachment and needs the
Reverend‟s advice at the same time that Geraldine is jealous and afraid of behaving like
an irresponsible person. In fact, jealousy is one of the traits in Sarah Harriet‟s
protagonists. The Reverend explains: “You do Miss Fauconberg no injury, my dear
Lesmore, if, after a candid and impartial investigation of her character, you resign all
pretension to her hand. She knows not that you have been encouraged to aspire to it;
and, should you finally renounce it, need never receive the mortifying information”
(Burney 1808, I: 23).
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Misunderstandings are the key of the novel. Both the hero and the heroine are
placed in similar difficulties, which is interpreted by Clark as an attempt to envision a
more general goal: “Greater than the need for romance is her [Sarah Harriet‟s] need to
discover a family, to surround herself with kin, to confirm a sense of belonging and
construct a social persona” (Clark 2007: 49). While Ferdinand is persuaded that
Geraldine –”a mere romping, pretty girl; one whose manners and dispositions were
unformed; whose tastes were childish, and whose turn of mind, as yet dormant or
unfixed, might, when free scope was given to its display, prove itself capricious,
arrogant, or unfeeling” (Burney 1808, I: 24) – cannot be his wife, she becomes afraid of
him: “I am always acting a part in his presence, and, conscious of appearing to
disadvantage, I disgrace myself by a sort of school-girl awkwardness, an imbecile
shamefacedness, that would only be pardonable in a damsel suddenly transplanted from
the dairy to the drawing room” (Burney 1808, I: 46). In any case, Ferdinand is obsessed
with a pivotal figure in the narrative. The widow Mrs. Neville corresponds with him and
leaves the door open for a sexual liaison. However, he soon feels an object of total
indifference and realizes that it is Geraldine whom he loves. Believing that Colonel
Courtville is courting Geraldine, Ferdinand later confesses his state of mind to his
confident Julia who tells him to “Persevere in little quiet assiduities; let not her
indifference tempt you to show any impatience or ill-humour” (Burney 1808, I: 285).
Mrs. Neville is aware of Ferdinand‟s faults: “He looks with too much contempt
upon weak, frivolous and ordinary characters. This intolerance of disposition he will
conquer; his understanding is too good, and his nature too generous, to allow its
permanent root” (Burney 1808, II: 178) and requires him to be sincere and to deal with
her as a brother (Burney 1808, II: 279). The happy ending is facilitated by her
producing a letter explaining the nature of their relationship. After discovering that
Ferdinand does not love her, Mrs. Neville claims that he must be respectful to
Geraldine: “I feel assured you will be actuated by genuine principles of integrity, wholly
distinct from every other consideration” (Burney 1808, II: 284). Some time later, she
cannot understand why the couple is not yet married despite Ferdinand‟s “brotherly
interest” (Burney 1808, III: 147) towards Geraldine. The girl changes her attitude
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towards the middle of the story, when she meets a gentleman called Basil who has some
mental health disorder and passionately loved Geraldine‟s mother. He prays the heroine
not to do to Ferdinand what her mother did to him: drive him to desperation. Basil‟s
words resemble Geraldine‟s consciousness:
has your treatment of him been, upon every occasion, perfectly consistent? Have
you never raised him to the summit of all earthly felicity by your smiles, then sunk
him into an abyss of despondency by your reserve? Do you not [. . . ] owe to him
your life? Has he not endured for you equal mental and bodily torture? Is he not
bowed down to the earth by your unpitying rigour? – Oh, Geraldine! can you call
yourself wholly blameless when such are the facts to be alleged against you?
(Burney 1808, III: 269)
Geraldine confesses to Mr. Glenoswald how she fell in love with Ferdinand, and
after many vicissitudes, Ferdinand finally opens his heart and declares “the fervent
admiration, the deep-rooted, and unalterable attachment, with which [his] whole soul is
penetrated, – on which depends the fate of every future hour of [his] existence” (Burney
1808, III: 322). As Sarah Harriet wrote novels, the female world comes to the fore and
the father acquires more relevance in the narrative (Fernández 2013). However, from
Traits of Nature onwards, she will introduce a new element which will greatly
destabilise the relationship between the protagonists.
3. An Enemy at Home: Traits of Nature
Sarah Harriet‟s fiction invariably hinges on an unprovided woman who seeks
paternal recognition and, after some drawbacks, marries the man she loves. Traits of
Nature is the only story featuring a married hero and a myriad of relatives, a
consanguinal brother included. For Leonore Davidoff and Catherine Hall, the brother
and sister tie had a strong basis in the late nineteenth century: they shared economic
resources as well as family origins. The relationship was stronger from the nostalgia
surrounding common childhood experience. The late age at marriage meant that they
continued their shared life as young adults. They had lived through family crises and
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were often implicated in each others‟ courtship and career adventures (2002: 348). For
George E. Haggerty, in an age of sensibility, male relations are eroticized or
fraternalized and a sibling relation is the only conceivable male-female relationship that
is neither abusive nor victimizing (1998: 26). However, this is not the affective bond
existing between Adele and her brother Julius, but between Adele and her lover
Algernon, and it is important to remind that Sarah Harriet‟s life was marked by the
scandal of having maintained a possibly incestuous relationship with her brother,
Captain James Burney, who provided the model for the hero in some works (Burney
2008: xiii) and was described by Henry Crabb Robinson as “a fine, noble creature,
gentle with a rough exterior as became the associate of Captain Cook on his voyage
around the world, and then literary historian of all these acts of navigation” (Newman
2011: 6). Charles Burney always objected to James and Sarah Harriet‟s “improper
Attachment” and the couple even lived together for some years after James‟s separation
from his wife (Clark 2008: xii-xiii, xxxvii).
Traits of Nature deals with Adele Cleveland, who is neglected by Mr. Cleveland
believing that the girl is like her mother, the sentimental Lady Rosalvan. Adele‟s father
prohibits her wife to have any contact with Adele who has been brought up by her
grandmother and then goes to live with the Hampdems. In that household, she meets
Algernon Mordington, an orphan who unexpectedly becomes an heir and has an
unhappy marriage. At the end of the novel, Mr. Cleveland unrealistically accepts his
daughter after the mediation of a cousin who explains to the old patriarch that
Algernon‟s passion is sincere.
Childhood friendship between Adele and Algernon is reinforced by the fact that
both children were neglected by their parents. Problems begin with the appearance of
Julius, Adele‟s brother and one of Algernon‟s opponents in the novel. In eighteenthcentury fiction, only a brother could compete for the love of a woman with her husband
and arouse as powerful feelings as the hero: “a family obligation from an earlier era
increasingly honoured more in the breach than in the observance, brotherly love came to
be a conventional ideal in fiction and it was eroded in life by competing demands of
conjugal families and the cash requirements of the new economy” (Perry 2004: 144).
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Algernon describes Julius as “the most presuming, consequential and incorrigible little
varlet” (Burney 1812, I: 160) at Eton, and he will compete with the hero for Adele‟s
esteem. First, Julius accuses Adele of playing the coquette (Burney 1812, II: 195) and
he later says that he has heard Algernon condemn the offspring of divorced parents
(Burney 1812, III: 80-1). When they meet again, Adele functions as a surrogate mother
for Algernon‟s children, but cannot help being cold towards Algernon, who insists on
his passion with a metaphor:
Adele‟s mind is, to me, like a book once learnt by heart, but afterwards lost sight
of, and nearly forgotten, – every page, as I reperuse [sic] it, recurs familiarly to my
memory, and brings back the liveliest recollection not only of its own contents, but
of the time and place where they were first studied, and of the circumstances under
which they were so warmly admired. (Burney 1812, III: 239-40)
He declares his feelings (Burney 1812, IV: 132) and then wants to have an
epistolary correspondence with her and not to be engaged until a year has passed.
Letters are important elements in Sarah Harriet‟s fiction and one of Adele‟s letters is
intercepted by Mr. Cleveland, who forbids all contact between the lovers because there
has been a duel between Julius and Algernon: “it was scarcely to be expected, the hand
which has been dyed in the blood of the brother, could ever, with my approbation, be
united with that of the sister” (Burney 1812, IV: 221). As a consequence, Julius decides
to collaborate with his cousin Talbot to soften Mr. Cleveland‟s disposition towards
Algernon: “We thoughtlessly, or rather unconsciously, „weave the warp, and weave the
woof‟ of our own destiny; but, in discovering the fatal misapplication of our industry,
the stings of self-reproach constitute, perhaps, the severest portion of our wretchedness”
(Burney 1812, V: 127). Julius finally reforms and becomes Algernon‟s brother-in-law,
confirming the endogamy of the novel. In the following volume, Sarah Harriet shows
she believes in relationships on equal grounds and places characters in very similar
situations.
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4. Partnership and the power of prejudice in Tales of Fancy
The Shipwreck shares many traits with Daniel Defoe‟s Robinson Crusoe (1719).
Sarah Harriet Burney feminises the genre by introducing a romantic plot and directing
all her attention to social prejudice and female virtue. Two English ladies, Lady
Earlingford and her daughter Viola, find themselves on an island in the Indian Ocean as
the only survivors of a shipwreck and try to make a new life for themselves according to
European standards. One of their companions on the island is Fitz Aymer, regarded as
an unprincipled man. Following her mother‟s advice, Viola passes for her cousin
Edmund and soon falls in love with Fitz Aymer who gradually reveals his worth. When
Lady Earlingford dies the victim of an infectious fever, Viola and Fitz Aymer have to
rely on each other for support and eventually manage to leave the island. Back in
England, Sir William, Viola‟s father, gives his sanction so that Viola may marry Fitz
Aymer.
Viola‟s father has always hated Fitz Aymer, and the latter says that “antipathies
are to be overcome, if the individual by whom they are entertained is but willing to
combat against them” (Burney 1820, I: 109). An additional barrier between the lovers is
the costume the heroine wears, which functions as a symbol of her mother‟s prejudices.
Viola grows more and more intimate with Fitz Aymer. Like James, he tells of his
military campaigns (Burney 1820, I: 165-6) and his background, justifying his
behaviour by saying that he was a spoilt boy but not an immoral person (Burney 1820,
I: 162). Later he explains exactly why Sir William had a bad opinion about him: people
thought he had had a love affair with a married woman and that he had given her some
money (Burney 1820, I: 285-301).
Clark has repeatedly presented Sarah Harriet‟s works as family novels, which is
applied to the brother and sister relationship in the The Shipwreck, where “shared
adversity serves as a formative experience, leading Fitz Aymer to vow his love as „a
faithful and devoted brother‟” (2001: 77). This partnership manifests itself after Lady
Earlington‟s death, when Fitz Aymer impresses on Viola that they must stay together to
“participate in every sorrow, and reciprocate every alleviation” (Burney 1820, I: 206).
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After defending Viola against pirates, the hero is afraid of losing a “brother‟s place” in
her affection (Burney 1820, I: 268), and he declares his love:
our misfortunes will have united us by a thousand links; a thousand affecting
remembrances will dwell on our minds such as can never connect us with any other
individual: we shall have been partners in calamity: we shall, by innumerable good
offices, have drawn closer the ties that bind us to each other: we shall have
participated in the same hopes, the same fears, the same privations and he same
sufferings. Oh, then, beloved of my heart! at whatever period our deliverance may
be effected, let us still be participators of the same destiny! (Burney 1820, I: 269)
He is jealous of Viola‟s fiancé, Mr. Melbourne, but Beauchamps reassures him
since this will test Viola‟s love: “If she is capable of ceasing exclusively to love you
now, there can be no question that she would have been capable of the same
inconstancy had your hands been already joined” (Burney 1820, I: 339).
Elaine Showalter argues that women wish they were men and their heroes are not
so much their ideal lovers as their projected egos: “When women write, they identify
with the power and privilege of the male world, and their heroes enable them to think
out their own unrealized ambitions” (1977: 137). A limited experience of dependency,
frustration and powerlessness –in short, of womanhood– was a healthy and instructive
one for a hero (Showalter 1977: 150-2). In Sarah Harriet‟s productions, heroes and
heroines have a common feature: both suffer a lot in the narratives and both are
deprived of parental ties –Tales of Fancy is an exception: Tremayne has a mother and
Lady Earlingford is also alive. Sedgwick points out that marriage is one of the structures
for maintaining and transmitting patriarchal power (1985: 25) and, for Claude LéviStrauss, the relationship of reciprocity which is the basis of marriage is established
between men by means of women (1969: 116), just as it happens in the other narrative
in Tales of Fancy.
Country Neighbours focuses on Blanch Stavordale, the supposed daughter of
George Stavordale and Aurelia Castelli, an Italian opera singer of low extraction.
Blanch falls in love with an aristocrat, Mr. Horace Tremayne, and heir of Sir Reginald
Touberville. She instantly faces the opposition of Lady Earlsford, Horace‟s mother, who
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would prefer a wealthy heiress for her son, such as his cousin Jane Touberville. The
young couple can marry once it is discovered that Blanch is really Jocelyn Stavordale‟s
legitimate daughter. Tremayne has an accident and is rescued by Blanch. Like in Traits,
the hero temporarily disappears from the narrative and has to explain his actions to win
the heroine‟s hand. 7
When Blanch‟s mother‟s story is revealed, Tremayne still wants to conquer her
heart: “No man who heard you repeat the precepts you have just uttered, would have the
presumption to urge you to depart from your conviction of their justice: he would only
[…] redouble all his efforts to annul every obstacle which forbade him to aspire to you”
(Burney 1820, II: 354). Their love is stronger than injustice and prejudice: “[people]
cannot affect our individual happiness; they cannot disunite our hearts, nor cancel our
mutual vows” (Burney 1820, III: 195).
As Lawrence Stone explains, at the end of the eighteenth century, guardians began
to promote marriages founded on free choice because anything was preferable to
coercion. Men were supposed to make the first move in relationships, although brothers,
sisters and friends could act as go-betweens, and usually alerted a young man of the
woman's inclination (1977: 217-9). Companionate marriages gained ground over
marriages de conveniance, and Tremayne explains to the narrator, the spinster Anne
Stavordale, that Lady Earsford not only wants him to marry Jane but she also controls
him: “as a son […], I find myself unfitted to act in direct defiance of her known wishes”
(Burney 1820, III: 343). In another conversation, he says he loves Blanch, but finding
her surrounded by admirers makes him feel depressed until at a ball she surprisingly
says “Consider me as engaged to you” (Burney 1820, III: 40). Tremayne envisions his
future life with Blanch as a representation of the perfect domestic life and the preVictorian ideology of the family:
7
There are many similarities between this story and Maria Edgeworth‟sThe Absentee (Tales
ofFashionable Life, Second Series, 1812). See Fernández 2011.
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to gather round her, and to enjoy in partnership with her, the society of the friends
we mutually love; to introduce her to the acquaintance of the persons eminent for
genius and talents; to indulge with her in the delight of travelling –of making
known to her the beauties of her paternal country, and of visiting, with her, every
celebrated spot in the land that gave birth to her mother. (Burney 1820, III: 349)
Country Neighbours exemplifies how the feminocentric romance could be fused
with sensationalist elements and satire (Clark 2003: 165) and it contains some feminist
vindications. On the one hand, the heroine herself dislikes Tremayne‟s attitude and
paternalism: she finds him too cold and correct (“the very pink of courtsey” [Burney
1820, III: 23]). She objects to his behaving as “an offended but conscientious Guardian,
who, though he disdains to converse with his disgraced ward, thinks it his duty to keep
his eye upon her, and to preserve her from breaking her neck!” (Burney 1820, III: 23).
On the other hand, Anne asks Tremayne not to play with Blanch‟s heart:
Beware then that you call not its affections vainly forth! – Proceed upon certain
grounds; and hazard not, without well considering what you are about, the
dangerous experiment of awakening, perhaps only to disappoint, the sensibility of
an ardent, animated girl, whose friends confide her tranquillity of your honour; and
whose misery, should you be compelled to resign her after securing her regard, you
would be the first to detest yourself for having caused! (Burney 1820, II: 343)
Also, Anne points out to Blanch that she has been a coquette with Lord John and
is afraid that now she will reject Tremayne: “the dread of being considered as the
impediment to her lover‟s prosperity, might influence her to become the destroyer of his
and her own happiness” (Burney 1820, III: 239-40). Like in Traits of Nature, in Sarah
Harriet‟s last production the brother is also a handicap, but this time the plot is
complicated by a frustrated quest of origins and the mysterious murder of the brother.
The authoress advances towards a more direct way to represent the characters‟ thoughts,
the free indirect style, which allows us almost unlimited access to their psyche.
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5. Erasing the Brother: The Romance of Private Life
Sarah Harriet‟s tour de force saw the light eighteen years after James‟s death and
it is composed of two very different tales. The Renunciation hinges on the experiences
of Agnes Danvers, aged eleven, who is kidnapped to lead the life on the dead aristocrat
Lucy de Vere until a painful discovery forces her to leave home and support herself as
an artist in Italy. The mystery surrounding her existence is unravelled at the end of the
story: in order to keep his first wife‟s patrimony, Mr. Wharton kidnapped a girl who
could pass for the aristocrat Lucy de Vere, Mr. Wharton‟s dead stepdaughter. The
protagonists cannot get married until the mystery surrounding Georgiana, the hero‟s
half-sister, is solved and they have an uncle‟s sanction since Mr. Wharton finally
obtains Agnes‟s forgiveness and flees to America where he marries a wealthy widow.
After spending four years in London, Mr. Wharton carries Agnes to Paris and
rejoices at contemplating the growing intimacy between his son, Harry Cowley, “the
boldest of the bold” (Burney 2008: 41), and Agnes. Despite sharing pastimes, Harry
does not please Agnes: “Disdainful of others, consequential and sarcastic, the
expression of his countenance, handsome as it was, had often offended her, –and the
mistrust she had imbibed of the goodness of his temper, confirmed the prepossession
she entertained against him” (Burney 2008: 43). Harry turns out to be Agnes‟s halfbrother, and she bravely justifies her refusal when he confesses his regard and faces a
negative. The scene is followed by a detailed analysis of Harry‟s reaction by means of
free indirect speech:
“Has any part of my preceding conduct, Harry, given you cause to think I was in
love with you? […] You cannot, in justice, accuse me of having played the
coquette; neither you can, with justice, object to my exercising the right I possess
of maintaining my own independence”. (Burney 2008: 43-4, my italics)
Never had the young man received such a lesson, and never till this moment had he
been so sensible of the high value he attached to Agnes‟s favour! Had she
unhesitatingly accepted him, as he concluded would be the case, he might not have
known how absolutely she reigned in his heart; – advantages too easily obtained
are apt to lose their importance: – but now, in danger of utterly losing her, every
attraction she possessed, every emotion of tenderness she had ever inspired,
assumed a stronger colouring; in short, the man, who had proposed himself with
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the easy security of a coxcomb, quitted her, when repulse, with the impassioned
feelings of a lover. (Burney 2008: 44)
The brother‟s rival in The Renunciation is Mr. Walsingham, who is first
introduced stating that he would never marry Lucy de Vere simply because she is an
heiress (Burney 2008: 69). Agnes is very attracted to him and a family friend, Bertha,
makes her realize that she has gone too far by corresponding with Harry just because
she needed to sincerely communicate with somebody. Bertha explains the consequences
of compromising her reputation and who is behind this plan:
Mr. Wharton most particularly, has ill fulfilled, in this affair, the duties of a
guardian. He, who knowing your inexperience, ought to have been the first to
preserve you from committing any imprudence, he it is, rather than either Harry or
yourself, to whom the fault of this correspondence must be attributed. Break it off,
dearest, whilst it is yet time; unless, indeed, you think it possible that the tired
fidelity of your lover, aided by your own compassion for him, may eventually,
soften your feelings in his favour. (Burney 2008: 76)
Mr. Wharton begins to spread the news that the couple is engaged, and, after
coming across Lucy de Vere‟s letter, Agnes decides to travel to Rome with the wish to
meet a brother, the sculptor William Danvers. Following a revealing conversation with
him, she discovers that this is impossible and that the Blakes brought her up as if she
were their daughter.
Walsingham falls in love with Agnes in the Palazzo Pitti as he listens to the
explanations of St. Hubert and “a really enlightened connoisseur” on painting:
Her countenance was so intelligent, her occasional remarks were so apt and
spirited, her deference to her instructor was so affectionately respectful, and she
herself, when the old man described the essential characteristics of beauty, both as
relates to expression and form, presented so perfect an illustration of his text, that
Walsinghamfelt he had but to look at Agnes, to understand the whole dissertation.
(Burney 2008: 170)
He later praises her and compares her to a guardian angel: “it seems as if no evil
passion could harbor in that pure bosom; as if truth and meekness, and holy innocence
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had fixed their abode in the mind that animates those symmetrical and lovely features”
(Burney 2008: 183). In the spring, Walsingham‟s mysterious companion dies and the
hero discloses that her mother remarried a wealthy merchant and they had a daughter,
Georgiana, “whose entrance into life, was hailed with rejoicings as extraordinary, as if
she had been born to a throne” (Burney 2008: 210). He hates heiresses because
Georgiana monopolized everybody‟s attention and he felt displaced. Later on the lady
marries a gentleman and is happy until Walsingham‟s father and his brother in law are
left bankrupt. Shocked by the news, Georgiana falls ill and wants to reach Florence to
die there, which explains why they were travelling together (Burney 2008: 149).
The second tale in The Romance of Private Life opens with a lively conversation
in the tradition of the best novel of manners and gradually becomes a mixture of a
Gothic narrative and a detective story. The conflict is linked to an inheritance and
passion: Ella Ormond must marry her beloved Ernest de Gray if she wants Sir Everard‟s
wealth (Burney 2008: 304). However, all evidence indicates that Ernest killed
Frederick, Ella‟s brother, and the girl grows hysteric and nearly mad. Ernest‟s opponent
in The Hermitage is Mr. Sedley, a family friend who does not declare his feelings
because he notices the girl a bit cold while Ernest is aware of the situation: “Ella had
been dear to him as his own existence from her very childhood; her image had
accompanied him abroad –had dwelt underfaced in his heart during the whole of his
absence, – and still, at his return, lived there as freshly impressed as on the day of his
departure” (Burney 2008: 248).
The fraternal relationship between Frederick and Ernest is much affected when the
former receives a letter from Mrs. Ormond and Ella observes that “the blood rushed
impetuously to his face, and crimsoned his very forehead. His brown became
contracted, and his lips firmly compressed together, evinced the strongest internal
agitation” (Burney 2008: 277-8). Ella thinks that her mother has been misled by
calumnious reports and she learns from neighboring villagers that both Ernest and
Frederick were the lovers of Ruth Nelson, a girl from the parish (Burney 2008: 284).
Finally, the truth is discovered and Philip Nelson confesses the crime (Burney 2008:
355-9). Ernest is a conventional lover whose feelings are rarely revealed to readers. For
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Clark, Ernest and Ella undergo a period of suffering and self-alienation and could be
seen as “scapegoat figures, taking sins upon themselves, enacting guilt on their own
bodies” (Clark 2008: xxv).
6. Conclusion
Sarah Harriet portrays heroes as mirror-images of heroines. Both suffer isolation
and oppression and marriage does not guarantee them a happy ending. There is some
evolution in Sarah Harriet‟s imperfect heroes who have both virtues and flaws and are a
vehicle with which the author expresses her disapproval of the idealized image of the
perfect romantic hero that dominated the novels of her predecessors and
contemporaries.
Though the hero and the heroine share many similarities, this does not imply that
feminist vindications and critique are left apart. On the contrary, other “doublings” and
parallel situations also recur reinforcing the need to reform patriarchy. In this way,
novels usually contain another amorous subplot (the young couple Mary and William in
Geraldine Fauconberg, Annabel and William Hampden in Traits of Nature or the love
story of Jane and Mr. Lloyd in Country Neighbours). In this analysis it is clear that
social forces interfere with the achievement of long-term happiness. Sarah Harriet
demonstrates that models of masculinity –including family expectations, status,
education and the disposition of property– were damaging to individual men, to women
and to society as a whole.
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Juan José Varela Tembra
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DORIS LESSING’S THE GRASS IS SINGING: AN APOLOGY OF
THE RHODHESIAN SOCIETY AS A POSTCOLONIAL PSYCHOSOCIAL DRAMA1
Juan José Varela Tembra2
Abstract: Doris Lessing, one of the most significant postcolonial writers, made her debut as a
novelist with The Grass Is Singing (1950). The novel examines the relationship between Mary
Turner, a white farmer‟s wife, and her black African servant in Rhodesia (now Zimbabwe)
during the 1940s. The novel does not only deal with racial politics between whites and blacks,
but also explores feminist issues. Moreover, the description of Mary Turner merits closer
examination on account of Lessing‟s incomparable depictions of the female psyche in the midst
of restrictions imposed by gender, race and class. Core themes of the novel include a failed
marriage, the sexual obsessions mainly on the part of whites, and the fear of black power and
revenge which still pervade today while the British Colonial past is only a memory.
Key words: Rhodesia, feminism, racism, colonialism, postcolonial, social issues.
Título en Español: The Grass Is Singing de Doris Lessing: una apología de la sociedad de
Rodesia como drama postcolonial psicosocial
Resumen: Una de las escritoras poscoloniales más relevantes, Doris Lessing, comenzó su
carrera como novelista con The Grass Is Singing (1950). La novela examina la relación entre
María Turner, esposa de un granjero blanco y su sirviente negro africano en Rodesia, actual
Zimbabue, durante la década de los años 40 del pasado siglo. La novela no sólo trata de la
política racial entre blancos y negros, sino también explora temas feministas. La descripción que
Lessing nos proporciona de Mary Turner aporta una perspectiva única, un examen detenido de
la psique femenina en medio de situaciones de raza, sexo y problemática social. Los motivos
internos de la novela nos muestran una temática en torno a un matrimonio fracasado, la
obsesión por la sexualidad, mayoritariamente por parte de los blancos, y el miedo al poder negro
y a la venganza; algo todavía muy válido en la actualidad cuando el pasado colonial británico
sólo permanece como un legado.
Palabras clave: Rodesia, feminismo, racismo, colonialismo, postcolonialismo, temas sociales.
1
Date of reception: 26/08/2013
Date of acceptance: 21/11/2013
Teacher-Tutor, Departmento de Lenguas Modernas y Lingüística, Universidad Nacional de Educación a
Distancia, Centro Asociado de A Coruña, Spain;  [email protected]
2
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The plot of The Grass Is Singing is relatively simple. We are told at the
beginning that Mary Turner, the wife of a farmer, has been killed by a house boy, that
the murderer is caught, and that he admitted the crime. After extensively telling of the
distress, even nervous breakdown, of the husband, Dick, Lessing stresses the responses
of two others, Charlie Slatter, a neighbour, and Tony Masrton, an utopian twenty-yearold and recent newcomer from England who had been working in Turner plantation for
only a short time.
Following this initial chapter, Lessing goes back to Mary Turner‟s childhood,
and tells of a woman‟s gradual acceptance of an isolated, unmarried life, of her
desperate acceptance of marriage at the age of thirty, of her subsequent adjustment to
life on a desolate and unprofitable farm, her brutal treatment of natives, the complete
mental and economic deterioration both she and her husband experience, the sale of the
family business, and her final murder.
At the heart of The Grass Is Singing is the whirlwind of race, the struggle that
the female psyche of Mary Turner faces in accepting the blacks as human beings, not as
equals, but merely as human. To this end various unwritten laws of colonial Africa that
are frequently mentioned in the novel serve as convenient support for an arrogant kind
of exclusivism. So rigid were the laws regarding black-white contact that a black man
could not even ride the same car as the corpse of a white man: one could not put a black
man close to a white woman, even though she was dead, and murdered by him (1950:
28). Thus the black becomes the constant, the invariable, the epitome of crime and
violence (29); with the whites having behind them the police, the tribunals, the prisons,
all the locals can strive is some more patience. Even the black police men are not
permitted to touch a white man in the pursuit of their duties (13). As a whole, the whites
loathe [the natives] to the point of neurosis (92) which ultimately causes the murder of
the white lady, Mary.
The whites are so certain about the necessity and rightness of their treatment of
the blacks that newcomers to the country are immediately made aware of the difference
between England and Rhodesia (20-21). Tony Marston at first thought only in such
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abstractions (226), holding “the conventionally „progressive‟ ideas about colour, the
superficial progressive of the idealist that seldom survives a conflict with self-interest”
(226). Hence he frequently started discussion with established white settlers on
miscegenation, only to have his “progressiveness” deliciously flattered by this evidence
of white ruling class hypocrisy (230). Following Mary‟s murder, he “Would do his best
to forget the knowledge, for to live with colour bar in all its nuances and implications
means closing one‟s mind to many things, if one intends to remain an accepted member
of society” (30).
Tony soon realizes that “Moses would be hanged in any case, for “he had
committed a murder, that fact remained. Did he intend to go on fighting in the dark for
the sake of a principle? And if so, which principle?” (31). It is thus no surprise that
Marston is a broken man. Although we are not told what Marston‟s behaviour
henceforth is like, we can predict fairly safely, on the basis of Lessing‟s discussion on
Africa on her return visit, what is reasonable to take place:
Time again it was said to me, either jubilantly or with regret, “If you want to see
the natives badly treated, then you should see the people just out from Britain: they
are worse than anyone, much worse than the old Rhodesians.” And “We thought
that a big influx of immigrants from Britain would strengthen liberal opinion, but
not a bit of it. (95)
Thus Marston‟s understanding of the situation depicted in the novel is for him to
see:
“White civilization” fighting to defend itself … implicit in the attitude of Charlie
Slatter and the Sergeant, “white civilization” which will never, never admit that a
white person, and most particularly, a white woman, can have a human
relationship, whether for good or for evil, with a black person. For once it admits
that, it crashes and nothing can save it. (30)
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However, Mary Turner, as a native Southern Rhodesian, has none of this
analytical perspective on the racial problem. Before she came to Dick Turner‟s farm,
she had never had any direct contact with natives, but had developed a code of
behaviour toward them just as the native had toward her. This established code seems to
be a further indication of the natives‟ nature. Mary, of course, had previously known
that natives were getting rude but it meant nothing to her. Now though she is trying to
teach the natives about the dignity of work (140) she hates their physical vitality and
suggestion of raw fertility and virility.
The subjection of the feminine self starts when Mary begins fearing Moses, the
native house boy, from the outset of his stay in the house (174-75), and when gradually
but inexorably Moses becomes Mary‟s master in ways she dare not admit consciously to
herself. When she breaks down emotionally (185), she is aware of Moses‟ presence, and
before long realizes that a new relationship between them is taking place. This bizarre
subjection was so prevailing that:
She felt helplessly in his power. Yet there was no reason why she should. Never
ceasing for one moment to be conscious of his presence about the house, or
standing silently at the back against the wall in the sun, her feeling was one of a
strong and irrational fear, a deep uneasiness, and even-though this she did not
know, would have died rather than acknowledge – of some dark attraction. It was
as though the act of weeping before him had been an act of resignation of her
authority; and he had refused to hand it back. Several times the quick rebukes had
come to her lips, and she had seen him look at her deliberately, not accepting it, but
challenging her. Only once, when he had really forgotten to do something and was
in the wrong, had he worn his old attitude of black submissiveness. Then he
accepted, because he was at fault. And now she begins to avoid him. … And she
was held in balance, not knowing what this new tension was that she could not
break down. (190-91)
Moses, stands as a representative of the blacks as well as a symbol of patriarchal
society creates a horror in the feminine psyche and starts calling Mary “madame”
instead of the usual “miss”, but “almost he was never disrespectful, he forced her, now
to treat her a human being” (192). He even dares to touch her:
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He put out his hand reluctantly, loathes to touch her, the sacrosanct white woman,
and pushed her by shoulder; she felt her gently propelled across the room towards
the bedroom. It was like a nightmare where one is powerless against horror: the
touch of this black man‟s hand on her shoulder filled her with nausea; she had
never, not once in her whole life, touched the flesh of a native. (186)
A new relationship between them is born; the power this new relationship reflects
becomes increasingly malevolent, and repeatedly in the final pages of the novel, Moses‟
very presence in the house leads Charlie, Dick, and especially Tony to express fear of
Moses‟ arrogant behaviour and the possibility of violence occurring. Moses knows that
Tony is the only white with whom he must contend, for he knows Dick had been
defeated long before. Rather than to escape, though, Moses ponders the house and
Mary‟s body after the murder:
And this was his final moment of triumph, a moment so perfect and complete that
it took the urgency from thoughts of escape, leaving him indifferent. … Though
what thoughts of regret, or pity, or perhaps even wounded human affection were
compounded with the satisfaction of his compounded with satisfaction of his
completed revenge, it is impossible to say. (255-56)
Thus Moses achieves his revenge. He considers Mary as a representative of the
whites. Yet ironically while protesting the White or colonial subjection, he has
subjected somebody from the opposite sex. He dares to target a masculine partner and
Mary becomes the victim. He chooses Mary not only because she is white, but also
because she is female, supposedly the weaker sex. While doing so, Moses allows the
white in power to show him as a practical example that the black are not fit to be treated
as human, since the black man … will thieve, rape, murder, if given a half chance (29).
The very same treatment she receives from her husband makes her aware of the
failure of their relationship. She sometimes cannot tolerate him realizing that Dick
expects a great deal from her: “„You expect a lot from me, don‟t you?‟ On the brink of
disaster, she pulled herself up, but could not stop completely, and after a hesitation went
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on, „You expect such a lot! You expect me to live like a pokey little place of yours‟”
(95). Sometimes with an uncertain struggle to create her feminine individuality, she
protests like a true feminist. Failing to abide Dick, she speaks “In a new voice for her, a
voice she had never used before her life. … It was not the voice of Mary, the individual
… but the voice of the suffering female, who wanted to show her husband she just
would not be treated like that” (96).
Throughout her life Mary had been isolated, both in fact and in feeling, and this
isolation had created in her a feeling of non-involvement in the lives and feelings of
others that she calls “freedom”. This “freedom”, however, is not at all akin to the sense
in which this term is used by the feminists and the female protagonists of Lessing‟s later
fictions, for the “freedom” Mary Turner claims for herself is considerably less viable
and carefully reasoned that it is for the feminists or Lessing‟s later central characters.
Her real freedom, she believes, comes only after her parents‟ death, for then she is
unhindered from her personal pursuit, although even then her innate fear of involvement
can be seen; for although she is “free”, she is not free at this time to enter into others‟
lives.
Traditionally, marriage is considered to be the final destiny for women. Mary,
who is different from Martha in Children of Violence Series, does not experience much
parental restriction, although she is almost forced into marriage by society. She had an
unhappy and disturbing childhood because of her drunkard father who would constantly
torture her mother. She spent the most part of her girlhood in a boarding school; free
from any subservience, but then a turning point comes in her life when she overhears
her intimate friends discussing her age and marriage. She is horrified to hear them
commenting that there is “something missing somewhere” (42) in her, just because she,
not yet thirty, is still unwedded.
This little incident leaves a profound impact on Mary. She was thrown
completely off her balance because some gossiping women had said she ought to get
married (46). The tension in her life as a single woman begins here, and she is made to
search hysterically for a husband, despite her intense aversion for marriage. She comes
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across a widower of fifty-five with half-grown children. His proposal is unthinkingly
accepted by Mary, but once when that man tries to kiss her, she comes out from the
house into the night and weeps bitterly. This incident becomes the talk of the town. At
that crisis, she comes across Dick Turner, an ambitious farmer whom she meets by
chance at the cinema and decides to marry, despite their different backgrounds, tastes
and ambitions. The only common point between the two is that both of them are eager
to marry.
The marriage, however, turns out to be a failure as Mary leaves her home and
considers the life of a single woman and as a short of consequence she is not taken back
in her office as she has lost most of her attractiveness. Roberta Rubenstein rightly
observes that The Grass is Singing “concerns about social, economic and political
structures, with being female in a conventional man‟s world” (Rubenstein 1979: 17).
Dick follows Mary and takes her back to his home. However, Mary fails to return to her
independent and tension-free past which she had enjoyed before marriage.
Even after her marriage, she still attempts to emulate the vague feminism she
inherited from her mother:
The women who marry Dick learn sooner or later that there are two things they can
do: they can drive themselves mad, tear themselves into pieces in storms of futile
anger and rebellion; or they can hold themselves tight and go bitter. Mary with the
memory of her own mother recurring more and more frequently, like an older,
sardonic double of herself walking beside her, followed the course her upbringing
made inevitable. (Lessing 1950: 110)
The sarcasm of Mary‟s condition, as the prior quotation suggests, is that she
begins her exile on the firm completely embittered, only in the last years before her
death rebelling against her husband and her class and race, and finally being torn apart
as a consequence of her unwise behaviour.
Mary‟s unwillingness to enter fully into the realm of the personal is clear in her
attitude toward and reaction against sexuality. Although romantic at weddings, she
throughout her life feels a “profound distaste for sex. … There had been little privacy in
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her home and there were things that she did not care to remember; she had taken good
care to forget them years ago” (46). When she does wed Dick, she feels, following her
deflowering on the wedding night, that:
It was not so bad … when it was all over: not as bad as that. It meant nothing to
her, nothing at all. Expecting outrage and imposition, she was relieved to find she
felt nothing. She was able maternally to bestow the gift of herself on this humble
stranger, and remain untouched. Women have an extraordinary ability to withdraw
from sexual relationship, to immunize themselves against it, in such a way that
their men can be left feeling let down and insulted without having anything
tangible to complain of. Mary did not have to learn this, because it was natural to
her, and because she had expected nothing in the first place. (66-67)
But although Mary finds the idea of normal sexual relations with Dick repulsive,
both her subconscious, expressed through dreams and her psychotic state towards the
end of her life demonstrate the extent to which an abnormal or unusual sexual
manifestation is desired.
Loneliness, suffering and frustration in marriage sometimes cause disintegration
and make some women even schizophrenic as Mary in Lessing‟s The Grass is Singing.
The novel is a poignant portrayal of Mary‟s disintegration and death because of her
unhappy marriage. Mary, an independent, poised and amiable woman who disdains the
very idea of marriage, is hastened into wedlock, after the malicious remarks made by
her own friends who conform to the view that marriage is “the sole justification of her
(a woman‟s) existence” (de Beauvoir 1952: 446). In Mary‟s case, it is not the
enviousness, jealousy or cruelty of a man but mismatching which is responsible for the
tragedy. After a hurried courtship, before they could understand and know the likes and
dislikes of each other, Mary marries Dick who also needs her solely to fight his own
loneliness. Loneliness is the only common point between the two, who have otherwise
different pasts, different experiences and different backgrounds. While Mary “loved the
town, felt safe there” (Lessing 1950: 46), Dick detests the town-culture. Being a
countryman, he loves spending most of his time on his homestead. After marriage also,
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Dick remains busy in his farm work going in the morning, returning late in the evening
and retiring to bed immediately after supper.
The sexual relationship of Mary and Dick is not very satisfactory from the
beginning. While Dick unpurposely makes her a “sexual object by idealizing her, Mary
can only accept him when he approaches her passively. Then falling back to him in a
victim-like way expecting abuse and intrusion, she was comforted to find she felt
nothing” (Rubenstein 1979: 19). Thereby sex does not even draw them any closer,
rather it divides them. Mary realizes that motherhood can give her some happiness and
fulfilment, and at one stage she talks to Dick about having a child but Dick refuses on
account of his poverty, which in fact is caused largely by his own failures and
stubbornness. Now Mary tries to find meaning in her life by sewing, stitching and
mending as if “fine embroidery would save her life” (Lessing 1950: 65). The gulf
between the two, however, keeps on widening and in their lonely home “they were
stunned, unfulfilled figures” (Sarvan 1979: 537). Marriage closes doors for any career
as well. The woman who was once admired and loved by the society is disqualified
because of her sloppy appearance and unpolished manners. She comes back and
ultimately resigns herself to the traditional role of a woman.
Lessing makes her The Grass Is Singing a study of the decay of a marriage
between ill-matched couples who live on a poverty-stricken, incompetently managed
farm on the Rhodesian veldt. The sexlessness of their marriage is a parallel to the
impotence of Sir Clifford Chatterly, but it has its roots in poverty and deprivation rather
than in industrialism and false liberalism. The black houseboy who becomes the Mellors
intruding on this relationship is ambiguously regarded by the white woman. He brings
destruction instead of rebirth; it is not destruction of a cleansing Lawrentian kind, but
the violent culmination of a long, demoralizing process. Yet the peculiar compulsion
which the houseboy exerts over the white woman is intensely Lawrentian; and the scene
in which the woman accidentally comes upon him when he is washing himself is clearly
derived from Lady Chatter. The breaking of the “formal pattern of black-and-white,
mistress-and-servant” by the “personal relation” – against all the racial instincts of the
women – is also reminiscent of the way in which Mellors, simply by being what he is,
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breaks through the class barrier which Connie instinctively raises between them (Draper
1964: 172-173).
Lessing describes the book as being a “very driven book, I mean, there isn‟t
much „hope‟ in it.” She says further that there isn‟t any advance from Moses to a native
leader quoted in The Golden Notebook, Tom Mathlong: “forgive me, but why should
there be?” Similarly there is no real parallel between Mary Turner and Doris Lessing‟s
other female protagonists, all of whom do achieve a certain degree of “freedom” in their
lives, and who explore meaningfully the various “commitments” open to them in the
modern world. Mary Turner, by contrast, denies herself such commitments, thus making
of her life a sterile, empty existence, symbolized not only by her childlessness but also
by the wasteland in which she lives.
Doris Lessing‟s strength lies in the exploration of psychological conflicts within
individuals in the book. For instance, merely knowing that Moses is the murderer says
nothing about the forces at work in and on him that lead him to commit murder.
Lessing‟s inexorable chronicling of the injustices and humiliations and dehumanized
treatments received by the natives enables us to see the “why” behind the killing, just as
her persistent probing into Mary Turner‟s thinking and reactions enables us to see the
unthinking mentality of an entire way of life laid bare. Even though the whites who
survive Mary see her death as an example to support their blind thinking about the
blacks, to the reader the book takes on more of an allegorical or mythical quality, on a
very limited scale, suggesting to us that such persistent refusal to accept the blacks as
fully human only results in genocide.
That is why Lessing‟s portray of Mary Turner, may seem two-dimensional at
times, demanding a closer examination because of the unique perspective Lessing
brings to bear on the female psyche. Mary Turner is far less complicated than her
protagonists in the Children of Violence series and The Golden Notebook, but Mary
shares with them a persistent critical attitude and analysis, an obsessive concern about
female sexuality, a self-conscious concern about freedom in an essentially masculine
world, and a slight awareness, abortive though it may seem in comparison with the later
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novels, with the racial dichotomy existing in colonial Africa. As a first novel, the book
certainly contains examples of thinking and technique that a more experienced writer,
such as Lessing herself in some recent years, would prefer to change, but it is regardless
an appreciably unique first novel, particularly because it contains within itself the seeds
of ideas explored more openly and fully in the series of novels about Martha Quest and
The Golden Notebook.
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Draper, R. P. 1970. D. H. Lawrence: The Critical Heritage. London: Routledge &
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Experience in the Women‟s Movement. London: Tavistock.
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Entre reticencia e insistencia 270-291
ENTRE RETICENCIA E INSISTENCIA: LA REVOLUCIÓN
SEXUAL INACABADA DE DORIS LESSING EN
THE GOLDEN NOTEBOOK1
Francisco José Cortés Vieco2
Resumen: Entre dolor y placer, demencia y recuperación mental, The Golden Notebook de
Doris Lessing es un compendio enciclopédico y literario sobre la introspección psicológica, la
autonomía asertiva con fines reivindicativos, la despenalización ideológica y la desmitificación
artística de la sexualidad femenina en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XX. No
obstante, esta obra polifónica y poliédrica se debate entre su empuje pionero como panacea de la
Revolución Sexual en este período y su reserva al proclamar el hito histórico de la equiparación
de los derechos civiles, fisiológicos y emocionales de la mujer contemporánea con respecto a
los del hombre.
Palabras clave: sexualidad, mujer, hombre, amor, coito, liberación, dependencia, locura.
Title in English: Between Reluctance and Insistence. The Incomplete Sexual Revolution in
The Golden Notebook by Doris Lessing
Abstract: Ranging from pain to pleasure, madness to mental recovery, British writer Doris
Lessing‟s The Golden Notebook is an encyclopaedic, literary compendium regarding women‟s
psychological introspection, self-assertion, and search for validation, ideological
decriminalization and aesthetic demythologizing of female sexuality in post-war England.
Nevertheless, this polyphonic, polyhedral novel struggles between its decisive impetus towards
the 1960s Sexual Revolution, and the author‟s alleged reluctance to proclaim –by comparison
with the powerful position of men– the historical landmark of women‟s egalitarian rights in
terms of social status, bodily enjoyment, emotional fulfilment and independence.
Key words: sexuality, woman, man, love, coitus, emancipation, dependence, madness.
1
Fecha de recepción: 26/09/2013
Fecha de aceptación: 21/11/2013
Profesor Asociado, Departamento de Filología Inglesa, Universidad Autónoma de Madrid, España; 
[email protected].
2
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1. Introducción
Desde tiempos inmemoriales, la regulación de la definición ontológica, la
anatomía, la conducta y los roles sociales de la mujer, así como de sus procesos
cognitivos, mentales y afectivos, ha sido un pilar fundacional de la arquitectura
patriarcal con el fin de anestesiar y someter a la población femenina con el consiguiente
beneficio utilitario para sus instituciones y miembros masculinos. La sexualidad3 ha
sido, sin duda, la esfera de su patrimonio genético y humano más reglamentada y
ahogada por ideologías hegemónicas con intensidad misógina a lo largo de nuestra
historia. Ya en el siglo XX, existen teorías científicas que indican que la supresión de la
libido de la mujer constituye un fenómeno cultural asentado sobre dos hipótesis nulas:
su menor deseo erótico y el alto coste del coito para ella por la amenaza del embarazo 4
(Baumeistery Twenge 2002: 167). Además, ambas integrarían el discurso normativo del
hombre que encubre su inseguridad generada por la multiplicidad orgásmica de su
compañera, quien demandaría un mayor número de encuentros genitales entre ambos
(2002: 169). No obstante, la mujer también decidiría restringir su disponibilidad sexual
para obtener mayores ganancias y un mejor trato por parte de su pareja (2002: 171).
Bajo el paraguas del movimiento feminista para la obtención de la igualdad de
derechos sociopolíticos de la mujer en relación a los del hombre, el período histórico de
la llamada Revolución Sexual, entre la década de los sesenta y los ochenta del siglo XX
en Europa y América, abogará por la permisividad y la normalización del control y el
disfrute de la sexualidad femenina contra la ancestral extirpación quirúrgica de su deseo
erótico y su placer corporal por una medicina y una psiquiatría en manos de creadores
varones: científicos y facultativos. Michel Foucault resaltará la desaceleración en la
represión de las relaciones pre- y extramatrimoniales, a la par con la eliminación parcial
de la condena a las perversiones sexuales durante el siglo pasado (1976: 115). A su vez,
3
Sexualidad nace como vocablo en el siglo XIX y se vincula con el desarrollo de diversos campos del
conocimiento y normas sancionadas por instituciones médicas, pedagógicas, religiosas y judiciales sobre
la conducta, deberes, placeres, sentimientos, sensaciones y sueños del individuo (Foucault 1984: 3-4).
4
Para mayor fluidez del discurso, opto por traducir al castellano las citas procedentes de fuentes
secundarias. Sin embargo, aquéllas que pertenezcan a fuentes primarias permanecerán en inglés.
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amparada por la solución clínica de los métodos anticonceptivos y por la relajación de
contracturas morales y religiosas, la mujer accederá gradualmente al mundo laboral y a
la educación universitaria, lo cual favorecerá a la libre circulación de su deseo sexual,
que será manifiestamente ilustrado en una literatura con manufactura propia desde la
segunda mitad del siglo XX. Este producto cultural no sólo cuestionará la doble moral
imperante en la sociedad del momento, detectará sus incurables tumores y reflejará los
hitos paulatinamente logrados por la mujer en el curso de su interacción con la realidad
cotidiana, sino que también conectará el desorden psíquico con su cuerpo y explorará la
multiplicidad de la sexualidad más allá de la genitalidad. Sin embargo, continuará
padeciendo el influjo masculino sobre su experiencia como mujer y escritora. En el
panorama académico y literario de Reino Unido y los Estados Unidos en esta época, la
irrupción de la libido femenina será legitimada por los ensayos feministas de Simone de
Beauvoir, Betty Friedan y Kate Millett, la publicación de Lady Chatterley‟s Lover de D.
H. Lawrence tras una larga censura por sus explícitas escenas de adulterio, o la osada
prosa de Henry Miller, Vladimir Nabokov, Anaïs Nin y Doris Lessing.
2. La embrionaria proposición sexual de Doris Lessing
Sin desmerecer las tentativas artísticas de las corrientes matrilíneas y sororales de
sus predecesoras desde el siglo XIX –Kate Chopin, Edith Wharton o Virginia Woolf–,
la prosa revolucionaria y corrosiva de la escritora británica Doris Lessing (1919-2013),
Premio Nobel de Literatura en 2007, será pionera al no sólo aproximarse, sino asaltar y
poseerla narrativa de la sexualidad femenina con plenas facultades y derechos. Hasta
entonces, esta temática era un fortín artístico casi virgen, no acotado, dilatado y aún en
vías de liberación desde manos masculinas. Gracias a ella, la mujer gobernará esta
conquista y la entenderá como fenómeno global que integraría aspectos biológicos,
sociales y psicológicos de su vida, tanto en una vertiente subjetiva con ecos intimistas y
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confesionales, como en sus ramificaciones genéricas que mimetizan la experiencia del
colectivo femenino en el convulso contexto espaciotemporal de esta autora.
Nacida en la antigua Persia, de padres británicos, y criada en Rodesia, hoy
Zimbabue, Doris Lessing desembarcó con treinta años en Inglaterra en 1949 como
militante de izquierdas, mujer independiente y separada con un hijo, fruto de su segundo
matrimonio. Si bien su debut literario bajo los auspicios de Martha Quest –su heroína
autobiográfica de la pentalogía The Children of Violence– se nutre de sus vivencias en
África, sus obras posteriores de corte experimental durante los sesenta no se encerrarán
en el microcosmos de la inmigrante que choca contra la madre patria, aunque sí
sugerirán análogas sensaciones de extranjería, exclusión y beligerancia sufridas por la
mujer anglosajona en su hábitat natural. De hecho, la crónica de su evolución narrativa
en esta década –anterior y coetánea a la Revolución Sexual y la lucha feminista por la
igualdad entre sexos– indaga en la salud mental y el placer corporal de personajes
femeninos inmersos –como ella– en esta misma vorágine cultural, que es antesala del
mundo contemporáneo. Por un lado, su prosa transcurrirá en paralelo al movimiento de
la antipsiquiatría de Dr. Laing5, quien diagnosticará que la esquizofrenia es una
respuesta coherente y curativa a los complejos imperativos de la vida moderna
(Showalter 1985: 238). Por otro, dialogará con la denuncia sociológica de la activista
estadounidense Betty Friedan quien, en The Feminine Mystique (1963), asedia al
reinante mito domesticidad de la feliz ama de casa de posguerra que vive en los
suburbios de grandes urbes, digna heredera del ángel del hogar6 victoriano.
Para propiciar la erupción textual de la sexualidad desde la conciencia femenina la
pluma de Doris Lessing, analizaré su obra The Golden Notebook (1962) dentro de su
contexto histórico y el conjunto de su corpus literario7. Denominaré esta temática paracultural al situarse adyacente a la Inglaterra de posguerra como anexo periférico de
5
Con Divided Self (1960) y Sanity, Madness, and the Family (1964) de gran éxito en los sesenta, Dr. R.
D. Laing abandera la antipsiquiatría que critica las opresoras prácticas clínicas de los sanatorios mentales.
6
Término derivado del poema The Angel in the House (1854) del artista Coventry Patmore como epítome
del ideal de feminidad victoriana que asigna a la mujer preceptivos roles de domesticidad.
7
The Golden Notebook dialogaría, en especial, con The Four-Gated City (1969), último volumen de la
pentalogía The Children of Violence, que aborda la emancipación sexual de su heroína, además de
reflejar una visión apocalíptica del futuro desde la locura y sucesos sociopolíticos del presente histórico.
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embrionaria emancipación de la mujer para cruzar tabús ideológicos, lograr su plenitud
orgásmica y su integración oficial como ciudadana de primera clase en la sociedad. Sin
embargo, se encontrará todavía en tangencia con el continuismo androcentrista que
persiste impune en las relaciones asimétricas entre los dos sexos durante esta misma
época. Si bien el trastorno psicológico es el eje fundacional de esta creación literaria,
optaré por la exploración en el tratamiento –no secundario– de la sexualidad femenina.
La pluralidad estética y estilística de The Golden Notebook –(auto) biografía,
novela, sucesión de historias cortas, periodismo, documental, crítica literaria y
propaganda política– se aúna a su disgregado material enciclopédico y sinfonía coral
para diseccionar estados emocionales, preocupaciones sociopolíticas y acontecimientos
del siglo XX: la huella física y psíquica de la reciente Segunda Guerra Mundial, el
desmembramiento del comunismo y el nacimiento de la New Left, la lucha de sexos, los
conflictos entre padres e hijos, tensiones coloniales y raciales. Además sobrevolará por
el proceso literario desde su gestación hasta su recepción, pasando por el llamado
bloqueo creativo del autor. Asimismo, Doris Lessing abrirá la caja de Pandora a una
prosa en torno a la sexualidad femenina –ya incontenible y torrencial–, que distorsiona
los coletazos del aún vigente sustrato patriarcal de misoginia y puritanismo anacrónico
en el pensamiento occidental. Para ello, reflejará el aprendizaje de unas heroínas que
(sobre/con) viven con su realidad biológica, comparten sus vivencias amatorias con el
lector y amadrinan la satisfacción de su libido ante sus amantes masculinos mediante
acciones, descripciones y diálogos con explícito contenido erótico. No recurrirá a la
tradición literaria de metáforas y símbolos equívocos para referirse a esta temática que
aún se consideraba un tácito veto artístico. Por un lado, The Golden Notebook irritará a
intelectuales del Establishment porque expresaría el resentimiento sexual y social de
Doris Lessing hacia los hombres, a los que “rechaza y manipula” (Burguess 1967: 122).
Por otro, su publicación será crucial para consolidar la segunda ola de feminismo en los
sesenta (Greene 1994: 19). Será celebrada por simpatizantes que definirán esta obra
como “el primer tampax de la literatura universal” (Du Plessis 1980: 10). Pese a
convertirse en vademécum de este movimiento, la propia autora advertirá en su prefacio
que, sin dejar de apoyar esta causa ni querer perjudicarla, la locura –no la guerra entre
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sexos– es el tema principal de una novela que no debería catalogarse como “trompeta
del feminismo” (1972: 8).
El intrincado esqueleto estructural y argumental de The Golden Notebook es la
historia corta llamada “Free Women” con narradora omnisciente. Se divide en cinco
partes y está protagonizada por Anna Wulf. Con más de treinta años, esta heroína es una
mujer divorciada que emigró desde África a Inglaterra acompañada de su hija pequeña
Janet tras la Segunda Guerra Mundial. Escritora que padece el bloqueo creativo, el éxito
de su única obra publicada, Frontiers of War, garantiza su independencia económica.
Vive en Londres junto a su amiga Molly, también separada y con un hijo adolescente.
Ambas son activistas comunistas y pacientes de psicoterapia. Las cuatro primeras
secciones de este relato se fraccionan en cuatro cuadernos escritos en primera
persona8durante los años cincuenta. Abarcan facetas diferenciadas –incluso disociadas y
contradictorias– de la subjetividad y la realidad externa de Anna Wulf: el negro sobre
sus crónicas africanas y su carrera literaria en la capital británica; el rojo sobre su
afiliación y posterior desilusión con el partido comunista; el amarillo como manuscrito
de su novela no editada The Shadow of the Third en torno a las aventuras sexuales y
amorosas de Ella –su heroína autobiográfica–; y el azul sobre aspectos de su vida
cotidiana y sus propios desengaños sentimentales. Antes de finalizar la quinta parte de
su historia, reemplazará estos diarios fronterizos por otro aglutinante y de color dorado
con varios fines terapéuticos: retomar la escritura y propulsar un giro en su vida para
reunificar los fragmentos de su Yo quebrado y su experiencia dividida con anterioridad
en cuatro compartimentos. En este artículo, me limitaré a desgranar la temática de la
sexualidad femenina contenida principalmente en el diario amarillo, así como en pasajes
del azul y el relato corto dentro de The Golden Notebook.
8
La excepción será el cuaderno amarillo, el único que está escrito en tercera persona.
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3. La mujer habla de/ experimenta con el sexo
Doris Lessing retratará a Anna y Molly como paradigmas de mujeres liberadas,
aunque aún cautivas dentro de un contexto para-cultural aún poco halagüeño.
Demostrarán que existe vida tras el divorcio y que disfrutan del coito sin cumplir su
primigenia misión reproductiva. Pero ambas rivalizan con la figura oficial, inamovible y
casta de la esposa a quien sus maridos nunca abandonarán, aunque escapen furtivamente
del hogar para evacuar sus instintos eróticos gracias a deseables y disponibles sustitutas
como las dos heroínas. Si para ellas libre expresa su independencia financiera y la
elección de sus relaciones sentimentales, este término define su promiscuidad para los
hombres y les habilita a tratar a sus queridas sin respeto, honestidad ni ternura (Spencer
1973: 253). Las protagonistas de Free Women romperán tabúes y conseguirán dialogar
sobre sexo con Richard, exmarido de Molly, obsesionado por satisfacer su placer
genital: “There‟s one problema you haven‟t got –it‟s a purely physical one. How to get
an erection with a woman you‟ve been married to fifteen years?” (Lessing 1962: 48).
Hastiado por la rutina conyugal, encadenará affaires con sus jóvenes secretarias bajo el
axioma de que cuanto más numerosos y recientes sean estos escarceos, mayor goce le
proporcionarán. Anna y Molly le reprocharán su indiferencia con respecto al daño
psíquico infligido a su segunda esposa, Marion. Le definirán como egoísta porque
alentó su romance con otro hombre y después la sedujo al saber que estaba a punto de
abandonarle. Pero, ante todo, la amiga de su exmujer aprovechará esta ocasión para
burlarse con ironía de los comentarios despectivos de Richard en relación con su
aspecto físico, ya que estarían fundados en la negativa de la joven a engrosar su lista de
conquistas: “He said: Anna, you should take more care of yourself, you‟re looking ten
years older than you should, you are getting positively wizened. So I said, But Richard,
if I‟d said to you, Oh yes, do come into bed, at this very moment you‟d be saying how
beautiful I was” (1962: 60). Sin embargo, esta fortaleza dialéctica difiere de su
fragilidad emocional –a solas, con su cuaderno azul–, cuando intenta asimilar el
abandono de su amante Michael y suturar la herida psíquica abierta por éste.
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Plasmado en esta obra, el pesimismo de Doris Lessing relativo al éxito de la causa
feminista surge de su convicción de que el libre acceso y el usufructo de la mujer a su
propia sexualidad desinhibida no entrañan su emancipación del hombre y la sociedad.
Pese a la apología de la autonomía femenina, el inicial fervor comunista y la devoción
maternal de Anna, el amor heterosexual hacia un señor casado será el único motor de su
vida: “I don‟t care a damn about politics or philosophy or anything else, all I care about
is that Michael should turn in the dark and put his face against my breasts” (Lessing
1962: 271). Su pronóstico reservado será el latente peligro de la pérdida de su propia
identidad y su dependencia autodestructiva del hombre. De hecho, la autora de The
Golden Notebook diagnosticará la rabia de su heroína por no llevar una vida
convencional, y desvelará su sueño romántico: una relación monógama, no
necesariamente bendecida por una boda, con un compañero protector, cariñoso y fiel.
Pero sus relaciones amorosas amalgamarán emociones contrapuestas: desde
resentimiento, odio y pánico ante la previsible deserción de su amante, hasta idolatría,
servilismo y satisfacción sexual. Anna revelará que la primera vez que alcanzó el
orgasmo fue de la mano de Michael tras su infeliz matrimonio con Max. Con éste
último, el coito únicamente cumplió con su función tradicional de procrear y nutrió sus
temores de ser frígida por la mutua incompatibilidad entre ellos. Mediante Frontiers of
War, su best-seller en un contexto bélico, africano y autobiográfico, su heroína relata el
episodio en el que su marido conoce su infidelidad con un amigo de la pareja –plausible
causa de su fracaso conyugal– que quedará paradójicamente grabado en su memoria
como único recuerdo de sexo marital: “The only time I could remember him making
love to me with any conviction was when he knew I had just made love to someone else
[…] We never forgave each other for it… So a „sexless‟ relationship was ended finally,
by sex” (Lessing 1962: 148).
Será fundamentalmente en el cuaderno amarillo donde Doris Lessing, a través de
su ejecutora Anna Wulf, exponga el universo amoroso y erótico del álter ego de ésta
última: Ella. De este modo, desnudará zonas más íntimas –erógenas y dolorosas– de
ellas tres como mujeres reales o ficticias. Numerosas obras de la literatura femenina del
siglo XX obedecen a la confrontación de sus creadoras con traumas propios para
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esconder o exhibir tintes autobiográficos. Al acuñar el concepto de escritoterapia,
Suzette Henke señala que el acto de transcribir su propia vida contiene un potencial
curativo para su autora (2000: xv). Esta estrategia literaria actuaría como costura que
sutura fisuras originadas por traumatismos físicos y psíquicos sufridos en primera
persona. Por consiguiente, canalizaría la expresión manuscrita del sufrimiento, crisis
emocionales, episodios de transgresión y victimización verbalmente impronunciables
gracias a la máscara de la ficción, que operaría como espacio protector de repetición
para que la escritora pueda separarse de la heroína creada y del lector anónimo al que se
dirige (2000: xviii-xix). Ella, divorciada y con un hijo pequeño, trabaja en una revista
femenina y escribe una novela sobre el suicidio. Conocerá y se enamorará del psiquiatra
Paul Tanner, otro hombre casado. Pese a admitir su insensibilidad física y su caparazón
de autocontrol para evitar el dolor psíquico que prevé ante su inminente ruptura con
Michael, Anna instrumentalizará a su criatura inventada para dar rienda suelta a su
paroxismo emocional y prepararse para ser, en breve, abandonada (Brooks 1973: 105).
En un extremo, Ella personificaría su necesidad psicológica de estabilidad sentimental
con un único hombre y su fantasía romántica de hallar el amor verdadero. En el otro,
Paul deduce que su nueva conquista debe ser tan promiscua como él al pertenecer a su
misógina acepción de la mujer libre, mientras le invita a renovar una cita amatoria: “„So
you‟ll be free tonight, Ella‟. „What do you mean, free?‟ „Oh… for your other boyfriends, you‟ve been neglecting them, haven‟t you?‟” (Lessing 1962: 189). Al igual que
otros personajes masculinos adúlteros y oportunistas en la obra, este psiquiatra de
mediana edad se resiste al cambio de estado civil –casado–, y a dar una oportunidad a su
amante. Como secuela del trauma de la reciente guerra y de forma descontextualizada,
Doris Lessing enlazaría esta aparente frialdad sentimental y la común despreocupación
del hombre moderno con el miedo latente al conflicto armado de quien evita atar lazos
emocionales con el prójimo, ya que se arriesga a perder después a sus seres queridos.
De la misma manera que su creadora Anna, Ella confesará a su amiga Julia haber
experimentado por primera vez el placer sexual en brazos de Paul y nunca con su
exmarido. Durante su primer coito, llegará a superar su puritanismo y aversión hacia su
propia anatomía femenina, la cual visualiza, acepta y aprecia gracias al experto donjuán:
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“She laughed, without hurt, because the way his hand lay on her flesh told her he liked
her as she was. And she liked herself, naked. […] Often she had wanted to be different,
had longed to be larger, fuller, rounder, „more of a woman‟, but the way his hand
touched her cancelled all that and she was happy” (Lessing 1962: 182-183). Esta
sensación de plenitud física contrasta con su depresión post-coital y el perpetuo estado
de ansiedad ante cada nuevo rendez-vous con su amado. Ventrílocua de Anna y Doris
Lessing, será Ella quien articule la máxima hipocrática sobre la sexualidad femenina en
The Golden Notebook que se sustenta en una comunión indisoluble entre instinto sexual
y amor que encadena a la mujer a su dependencia emocional del hombre: “Free, we say,
yet the truth is they get erections when they‟re with a woman they don‟t give a damn
about, but we don‟t have an orgasm unless we love him. What‟s free about that?” (1962:
404). Frente a esta visión ginocentrista de continuum entre libido y sentimiento, estos
dos factores permanecen desmembrados en una versión masculina que se acercaría al
concepto de pornografía de Susan Griffin: “la conducta del hombre que cosifica a su
compañera como materia sin alma que sólo desea poseer físicamente” (1981: 3).
La novela participaría en el controvertido debate de la sexología del siglo XX
sobre el epicentro del genuino placer femenino: la vagina o el clítoris9. La narradora del
cuaderno amarillo desvela que Ella alcanza el clímax sexual mediante la penetración
durante su primer coito con Paul: “She immediately experienced orgasm. Vaginal
orgasm, that is. And she could not have experienced it if she had not loved him. It is the
orgasm that is created by the man‟s need for a woman, and his confidence in that need”
(Lessing 1962: 200). En contraposición, su amante preferirá experimentar con la
estimulación erógena de su vulva: “(He) began to rely on manipulating her externally,
on giving Ella clitoral orgasms. Very exciting. Yet there was always a part of her that
resented it. Because she felt that the fact he wanted to, was an expression of his
instinctive desire not to commit himself to her” (1962: 200). Según Judith Gardiner, la
heterosexualidad se expresa como innata y natural en esta obra, siendo el clímax vaginal
la única verdad de la biología femenina (1989: 150). La protagonista de The Shadow of
9
En los cincuenta, el sexólogo norteamericano Alfred Kinsey aseverará que el clítoris es el epicentro de
la respuesta sexual femenina, por lo que la satisfacción por vía vaginal sería sólo psicológica y una
consecuencia más de construcciones masculinas y freudianas sobre el cuerpo y la mente de la mujer.
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the Third lo celebrará al considerar que se trata de la condición sine qua non para
sentirse mujer –física y psíquicamente–, a la vez que deseada por el hombre. De este
modo, obviará que sólo es el corolario de su preceptiva aculturación a la ideología
patriarcal que defiende la superioridad del placer corporal suministrado por la vía fálica
en detrimento de variantes erógenas (auto) inducidas. Sin cotejar evidencias científicas,
Ella rechazará la excitación de sus genitals externos: “There is only one real female
orgasm and that is when a man, from the whole of his need and desire takes a woman
and wants all her response” (Lessing 1962: 200). La cópula –adictiva para mujeres
libres con ella– será la no-incógnita en su mente que resuelva la ecuación matemática
sobre la libido femenina: adicionar penetración y amor. Imprecisa, define el placer
alcanzado gracias a esta vía coital de la mano de Paul: “Emotion and nothing else… is a
dissolving in a vague, dark generalized sensation like beings wirled in a warm
whirlpool” (1962: 200). Esta nebulosidad semántica de Ella obedecería a su meditación
previa sobre la sexualidad. Mientras que se teoriza como racional, mecánica y prosaica
en una exégesis masculina, se atesoraría como joya incognoscible e ininteligible en otra
femenina, ya que residiría en el universo prelingüístico, virgen y subjetivo de la mujer:
The difficulty of writing about sex, for women, is that sex is best when not thought
about, not analysed. Women deliberately choose not to think about technical sex.
They get irritable when men talk technically, it‟s out of self-preservation: they
want to preserve the spontaneous emotion that is essential for their satisfaction. Sex
is essentially emotional for women. (1962: 199)
La manipulación y autoritarismo de Paul conseguirán anular la personalidad de
Ella, así como ahondar en su dependencia afectiva durante los cinco años que dura este
affaire. Él se mostrará tanto celoso ante la infundada amenaza de otros pretendientes
como posesivo al boicotear sus facetas como profesional y madre. Introduciéndose en
una dinámica masoquista, la heroína no sólo será el tercer vértice del triángulo amoroso
en el cual Muriel –la esposa de su amante– es la monomanía obsesiva de su mente, sino
que también ensayará con la infidelidad al acostarse con un compañero de trabajo. Sin
perseguir vengarse de Paul, pretenderá experimentar en primera persona con el sexo sin
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amor o masculino conforme a su propia nomenclatura. Concluirá que sólo disfruta de su
cuerpo cuando está enamorada de un único hombre. Aunque su infatuación inicial no se
verá perturbada con el transcurso del tiempo, el psiquiatra sí se resentirá de las
pretensiones de compromiso de la heroína tras desvanecerse la lujuria de los primeros
meses de relación ilícita: “He…delivered this blow: „But Ella, you‟re my mistress, not
my wife. Why do you want me to share all the serious business of life with you?‟ Ella
was angry. „Every night you lie in my bed and tell me everything, I am your wife‟. As
she said it, she knew she was signing the warrant for the end” (Lessing 1962: 197-198).
Por un lado, los personajes masculinos de la autora perpetúan clichés misóginos que
trazan la tradicional línea divisoria entre esposa angelical y amante diabólica. Por otro,
los femeninos persiguen hombres verdaderos en peligro de extinción, porque deben ser
románticos y caballeros a la antigua usanza, aunque simultáneamente complacientes y
deferentes con peticiones feministas contemporáneas. Sumergidos en este conflicto de
género, un salomónico Paul no sólo rechazará casarse con la heroína, sino que la
abandonará tanto a ella como a su mujer oficial cuando escapa para trabajar en Nigeria.
Como apógrafo de la desolación y el vacío de Anna tras su ruptura con Michael,
Ella se transfigurará sentimentalmente en satélite extraviado que perdió su centro
planetario y, sexualmente, padecerá la ablación de su goce sexual, sólo saciable por vía
vaginal, no onanista. Dicha insatisfacción se traduce, además, en sustracción identitaria
como mujer: “She had never, since he had left her, been able to achieve a vaginal
orgasm; she was able to reach the sharp violence of the exterior orgasm, her hand
becoming Paul‟s hand, mourning as she did so, the loss of her real self” (Lessing 1962:
277). De hecho, la novelista impondría el precepto de la heterosexualidad al declarar
que la masturbación y el lesbianismo son sus sucedáneos, cuya práctica degenera en
repugnancia y odio hacia sí misma (Wilson 1982: 65). Pese a alcanzar el orgasmo con
autonomía excitando su clítoris, el autoerotismo acentúa la aversión de la heroína hacia
los hombres como colectivo al constatar su adicción sexual a su antiguo amante. Sin
embargo, sólo recordará su engaño, nunca sensaciones placenteras vividas junto a él:
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She begins to suffer torments of sexual desire […] She cannot sleep, she
masturbates, to accompaniment of fantasies of hatred about men. Paul has vanished
completely: she has lost the warm strong man of her experience, and can only
remember a cynical betrayer. She suffers sex desire in a vacuum. She is acutely
humiliated, thinking that this means she is dependent on men for „having sex‟, for
„being serviced‟, for „being satisfied‟. (Lessing 1962: 401)
Posteriormente, Ella tendrá citas amatorias esporádicas y poco reconstituyentes
con varios individuos, que resquebrajarán su máxima hipocrática sobre la sexualidad
femenina, aunque confirmen su dependencia de Paul. Se enfurecerá consigo misma al
tomar la iniciativa de acostarse con Cy y al comprender que, sin estar enamorada, su
cuerpo responde con voluptuosidad: “When he laid his large White hand on her arm,
she felt her breast slift and sting. Her thighs were wet. But she had nothing in common
with him […]. This man was a healthy savage” (Lessing 1962: 288). Pese a ello,
cosechará exclusivamente frustración sexual debido a la eyaculación precoz de este
americano. Por otro, se indignará por todo lo contrario: su diestro amante canadiense
defenderá que los actos sexuales de calidad que le brinda deberían ser suficiente
aliciente que sustente su relación: “She realices that he really does not understand what
is the matter with what he offers her. He has a large penis; he is „good in bed‟. And
that‟s it” (1962: 403).
Durante este periplo, Ella investigará inconscientemente cuestiones sociológicas
en torno al antagonismo entre los dos sexos. Primero, su jefe abogará por una jerarquía
de género, no sólo profesional, al insinuar que si no acepta convertirse en su concubina,
él encontrará otra candidata gracias al excedente de mujeres –desde solteras a
divorciadas– que solicitan su compañía por el simple hecho de estar casado y tener una
buena posición socioeconómica. Segundo, la joven relatará a Julia que los hombres
atribuyen a las mujeres libres como ellas una absoluta disponibilidad sexual para serles
infiel a sus esposas: “It‟s enough that their wives should go away for them to change
their voices and they seem to think you‟re going to fall over yourself to get into bed”
(Lessing 1962: 398). A este diálogo se añadiría la comicidad de opinar que la erección
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masculina se materializaría al fantasear con ellas dos como lesbianas10en un ménage à
trois. Y tercero, explorará la genealogía de la traición conyugal cuando interroga a su
padre sobre su matrimonio con su madre ya fallecida. Descubrirá que, en vez de haberle
enseñado artes amatorias para satisfacer juntos sus deseos, prefirió comprar los servicios
de prostitutas. De este modo, la heroína descubrirá una nueva dimensión mercantilista
del sexo, tan utilitaria y distante como la actitud de sus amantes hacia ella misma.
Saltando al cuaderno azul, Anna concluye que su felicidad nunca será plena por la
falta de reconciliación entre sus papeles de madre y amante –dilema que vampiriza su
energía vital y resquebraja su equilibrio psíquico. La responsabilidad y cuidado de los
hijos recae exclusivamente en la mujer11. Las ineludibles atenciones hacia su hija Janet
aportan estabilidad y alejan a la heroína del trastorno mental, pero le forzarán a abortar,
muy a su pesar, encuentros sexuales con un Michael poco paciente y muy evasivo. Pese
a resignarse a que su amante nunca dejará a su esposa para casarse con ella, disfruta
mimándole y cocinando para él. Se angustiará cuando le arroja reflexiones sobre su
duradera compatibilidad carnal, que camuflan envenenados dardos que apuntan a su
progresivo distanciamiento emocional y cifran el mensaje que anunciará su inminente
ruptura: “„If we have nothing else in common, we have sex‟. Whenever he says this, …I
feel the pit of my stomach go cold; it is the total rejection of me… and there is a great
distance between us” (Lessing 1962: 302). No se sorprenderá cuando acaba su romance,
que sería tan convencional como el matrimonio al descansar ambos en la dominación
masculina y la sumisión femenina. Para luchar contra el trauma generado, Anna
intentará convencerse a sí misma de que está pagando un precio caro –aunque lógico–
por disfrutar de su emancipación sexual, pero cae igualmente en la apatía y la depresión
sin que el psicoanálisis surta los efectos balsámicos deseados. Las alternativas que se
perfilan ante ella son: el colapso mental –que dilata–, el suicidio –que no se materializa–
, y la lucha por la supervivencia que, al igual que en el caso de Ella, sólo otro hombre –
transfigurado en el amor verdadero– garantizaría. A partir de este momento, las
10
The Golden Notebook ni siquiera sugiere que Ella y Julia puedan mantener encuentros lésbicos.
Richard ilustra el prototipo de hombre que descuida sus deberes como padre, pero que responsabiliza a
su exmujer, Molly, y a su actual esposa, Marion, de la desatención y fracaso en la educación de sus hijos.
11
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confesiones de Anna concatenarán las perversiones sádicas de una legión miscelánea de
personajes masculinos acomplejados y caricaturescos12 y, sobre todo, de Saul Green.
Este escritor estadounidense se instalará como inquilino en casa de la heroína
cuando su hija deja de ser un obstáculo amatorio al empezar a estudiar en un internado.
Vivirán un tormentoso y tóxico affaire que acelerará el declive psíquico de Anna por
culpa de dos factores: enamorarse de él y los episodios psicóticos de este hombre que
infectan su ya deteriorada salud mental. Al estar soltero, su nuevo amante fracturaría el
omnipresente triángulo amoroso de la obra entre el adúltero, su esposa y la mujer libre.
Sin embargo, al sentirse encarcelada emocionalmente durante largas horas de espera, la
protagonista espiará los diarios de Saul mientras aguarda su regreso, y descubrirá que le
es igualmente infiel cuando lee su descomunal repertorio de furtivos escarceos sexuales.
Será en materia erótica donde la relación es más perjudicial para el equilibrio
psíquico de Anna. Primero, se tortura al saber que su amante no desea acostarse con
ella: “I was ashamed that I cared more for his not wanting to sleep with me…, than his
liking me” (Lessing 1962: 501). Segundo, aprenderá a practicar juntos una nueva y
destructiva modalidad del coito con el intercambio recíproco de brutalidad y odio13:
“When we quarrel, we hate each other, then sex comes out of the hate. It‟s a hard
violent sex, like nothing I‟ve known before” (1962: 502). Y tercero, se agravará su
propensión a la fragmentación de su mente con la visualización de otra mujer –sin
reconocer ser ella misma–, mientras Saul decide unilateralmente hacerle el amor tras
uno de sus frecuentes altercados: “He came into my room and made love to me. It
wasn‟t real love-making, he had decided he would make love. The creature inside me
who is the woman in love was not implicated, refused to be lied to” (1962: 491). De
hecho, la escisión patógena de su personalidad dividida entre la mujer independiente y
el ama de casa subyugada a sus irreconciliables roles de madre y amante degeneran en
alteridad esquizoide. Ofreciendo amor y sólo recibiendo dolor a cambio, Anna se
12
Al igual que Ella y Paul son los dobles de Anna y Michael, se hallaría una similar sucesión de amantes
de la primera en la vida de la segunda –la real y creadora–, aunque sean evocados con otros nombres.
13
En su definición del erotismo como la parte integrante de la sexualidad humana dotada de lenguaje y en
las antípodas de la reproducción, Georges Bataille sostiene que la violencia es su dominio (2011: 16), en
consonancia con la agresividad de Saul que infecta su relación sentimental con Anna.
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someterá a la dimensión pornográfica de la sexualidad masculina y, con ello, su
masoquismo se agudizará. Se resignará al engaño al temer la soledad. De hecho, la
presencia contendiente de Saul resultará menos insoportable que sus frecuentes
ausencias. Cuando su affaire se tambalea, este inquilino le hará daño al reconocer que
disfruta siendo hombre en una sociedad donde la mujer es considerada como ciudadana
de segunda clase, y sentencia que la heroína es una mujer tradicional debajo de su
fachada de solvencia económica y prodigalidad sexual: “You‟re a real domestic woman,
you ough tto be married to a nice settled husband somewhere” (1962: 498). Esta
afirmación encubriría el pesimismo de Lessing respecto a la no-liberación del género
femenino debido a sus persistentes fantasías monógamas ya su dependencia emocional
de hombres, aún misóginos, egoístas y déspotas.
Sin embargo, Anna iniciará su recuperación psicológica al tomar conciencia de
que su pareja es nociva para su salud mental y de que necesita desembarazarse de sus
ocupaciones indeseadas como sirvienta, camarada, confidente, terapeuta y madre –más
que amante ardiente y apetecible–, que consiente los coqueteos sexuales de Saul con
mujeres rivales. Pero será él mismo quien propicie su rehabilitación psicológica y
social. Le exhorta a no redactar en sus diarios cuánto le odia por culpa de sus
infidelidades, sino a reconstruir su personalidad y experiencia personal –antes
fragmentada y dispersa–, a través del último cuaderno: el dorado. Con anterioridad a
marcharse, alentará a la heroína a retomar su carrera literaria para superar su bloqueo
creativo. Recíprocamente, se brindarán la primera línea de sus futuras novelas. La
paradoja narrativa es que el regalo del estadounidense sea el primer párrafo de Free
Women I con el que Anna comenzó a redactar el conjunto de la obra: “The two women
were alone in the London flat” (Lessing 1962: 25), referido a ella misma y a Molly.
La última sección de esta historia corta separada en cinco partes simbolizará la
reconciliación de la protagonista con el género masculino al imaginar, desde las
enseñanzas del anterior diario dorado, su último flirt con un hombre14. Aprenderá que la
ruptura sentimental es, de nuevo, ineludible pero, esta vez, no será tan traumática.
14
Free Women V no esclarece si este hombre es el nuevo amante de Anna o el doble inventado de Saul.
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Asimismo, dicha quinta sección será el epílogo que clausure el conjunto de The Golden
Notebook: la integración de sus heroínas en la sociedad sin que, por el contrario, hayan
resuelto las tribulaciones de su vida amorosa y sexual. Molly se casará de nuevo para
asegurar su bienestar económico, mientras que Anna desterrará sueños de estabilidad
amorosa y vetará que Frontiers of War sea adaptada al cine por el Establishment.
Optará por la actividad profesional en busca de la autorrealización personal y el alivio
de la catarsis mental. En lugar de perseverar en la literatura –peligrosa por su
inclinación introspectiva–, se reinsertará al mundo laboral y se dedicará oficialmente al
prójimo –no oficiosamente a un sólo hombre– como trabajadora social que orienta a
jóvenes delincuentes y consejera matrimonial afiliada al partido laboralista.
Toda la novela enaltecerá la solidaridad femenina como terapia de grupo para
cicatrizar las heridas psicológicas infligidas por el hombre. Su última línea: “The two
women kissed and separated” (Lessing 1962: 576) demostrará que el alejamiento físico
–temporal o definitivo– de estas dos amigas al escoger rumbos distintos no entrañará el
divorcio afectivo entre ellas, en contraste con el común desenlace hostil del romance
heterosexual. Sin embargo, también aparecerán mujeres contrincantes en The Golden
Notebook. Frente a la esposa y otras jóvenes solteras, Doris Lessing no retratará a
Anna/Ella como figura paradigmática de la feminista autosuficiente y empoderada, sino
como la amante o la Otra quien, tras su fracaso matrimonial, cree erróneamente ser
soberana de su mente y cuerpo. Aunque satisfaga su libido con plenitud, supere
remordimientos puritanos al acostarse con hombres casados o sea ella misma infiel,
perpetúa el (ana) crónico arquetipo de víctima o mujer caída por culpa de su sumisión y
subordinación emocional ante un hombre que, egoístamente, tortura a su compañera con
su explotación sexual, manipulación psicológica y el castigo de su huida final. Pese a
ello, la autora monitorizará sus cambios y evolución hacia el autoconocimiento y la
aceptación de sí misma. Este proceso estará plagado de altibajos, retrocesos, descensos
en la neurosis y obsesiones del pasado, pero también de valentía para compaginar todos
sus papeles (Durán 2000: 104). En definitiva, Doris Lessing abrazaría la idea de que la
vida es una carrera de fondo donde su heroína suele perder, pero debe ganar en fortaleza
mental como requisito previo para explorar territorios nuevos hacia una futura plenitud
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sexual y emocional; no para reconquistar otros ya conocidos que pronosticarían
reincidentes reverberaciones de un pasado traumático.
4. La exploración escatológica del cuerpo femenino
Muchas lectoras reconocerán haber vivido experiencias sexuales y sensaciones
orgánicas que serían análogas a las leídas en The Golden Notebook y que, por primera
vez, se expresarán narrativamente desde un soberano punto de vista femenino: diálogos,
acciones, meditaciones y descripciones sobre la anatomía del hombre y la mujer, o
sobre encuentros eróticos satisfactorios y decepcionantes. Esta obra transgredirá,
asimismo, tabúes al reproducir aspectos biológicos y escatológicos que impactarán al
público y la crítica. Dicha dimensión fisiológica cobrará una gran envergadura dentro de
su conjunto de la narrativa de Lessing no por ser soez, coloquial y heterodoxa, amoral y
desconocida para la condición humana, sino porque nunca antes fue relatada de forma
explícita en la literatura y, aún menos, por una mujer. Para aproximarse a la intimidad
femenina, la novelista británica romperá con siglos de silencio artístico al redactar las
reflexiones de Anna en torno a la menstruación, suceso cotidiano y casi intrascendente,
aunque chocante textualmente porque, hasta entonces, sólo se había sugerido mediante
tropos y símbolos identificados por la crítica literaria feminista. Con claridad gráfica y
bajo el mismo modus operandi mensual, la heroína actúa al percibir la hemorragia del
periodo, cuya llegada imprevista considera inoportuna. Conforme al adoctrinamiento
educativo del reinante discurso científico, asocia este fenómeno natural con alteraciones
nerviosas y cambios de estado anímico: “I stuff my vagina with the tampon of
cottonwool […] If I had not noticed my period had started, I would not be feeling nearly
so irritable” (Lessing 1962: 303). No sólo admitirá la molestia física y emocional de
este trance periódico inherente a la anatomía femenina y que condiciona su vida adulta,
sino que igualmente confesará la repugnancia que le causa el olor de la sangre
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menstrual15. En cambio, preferirá sensaciones olfativas producidas por otras secreciones
orgánicas vinculadas tanto al cuerpo de la mujer como al del hombre: “I don‟t mind my
own immediate lavatory smells; I like the smell of sex, of sweat, of skin, or hair. But the
faintly dubious, essentially stale smell of menstrual blood, I hate […] Yet for two days I
have to deal with this thing from outside –a bad smell, emanating from me” (1962:
304). Según avanza The Golden Notebook, la descripción de sus genitales y las náuseas
sobrevenidas por los procesos biológicos de su sexo diagnosticarían el empeoramiento
de su cuadro clínico. Confirmarían una disociación entre su mente y sus atributos
femeninos, o, por el contrario, su cordura al rebelarse contra imposiciones naturales que,
aunque manipuladas para celebrar el cariz falocentrista de la sociedad patriarcal, coartan
su libertad personal como individuo: “I realized my body was distasteful to me […] My
wet sticky centre seemed disgusting, and when I saw my breasts all I could think of was
how they were when they were full of milk, and instead of this being pleasurable, it was
revolting” (1962: 532).
El informe detallado de los coitos, orgasmos, periodos o síntomas del trastorno
mental de Anna no ilustrarían la llamada Écriture Féminine16, focalizada en el cuerpo
de la mujer, al no contribuir a afianzar su empoderamiento, sino a su anulación a través
del lenguaje (Krouse 2006: 44). Pese a ello, la novela de Doris Lessing saltará de la
singularidad en la introspección psicológica de su heroína hasta la representatividad con
respecto a la colectividad a la hora de reflejar la conciencia y vivencias de un gran
porcentaje de población femenina en un marco espacio-temporal determinado. Estas
mujeres se sentirían identificadas, por un lado, con los personajes secundarios dela obra:
Molly y Marion. Y por otro, con Anna Wulf: sus concomitantes papeles sociales –
madre, divorciada, militante, amante o profesional–, su doble de ficción –Ella–, o sus
múltiples personalidades, fruto de su trastorno esquizoide. Mediante esta pléyade de
desafinadas voces polifónicas, Lessing sostendría que, esté soltera, casada o separada, la
situación afectiva y sexual de la mujer en la segunda mitad del siglo XX no difiere
15
Para resaltar los prejuicios patriarcales en torno a la menstruación en la historia, Bataille la define como
tabú de la sexualidad humana y manifestación de su violencia que genera una mancha (2011: 56).
16
Corriente de la teoría feminista francesa de la segunda mitad del siglo XX que aboga por la
transcripción textual del cuerpo de la mujer y sus diferencias biológicas con respecto al hombre.
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sustancialmente en relación a su estatus público, y que ésta tiende a encauzarse hacia
vías neuróticas y autodestructivas17. En consonancia, las confidencias entre Marion y
Anna delataría su envidia mutua: la primera ansía la autonomía de la segunda, mientras
que ésta última desea la seguridad y confort de la pareja de Richard. En definitiva, una y
otra no serían más figuras antagónicas, sino dos siluetas que se reflejan en un mismo
espejo, pese a su enfrentamiento ideológico, social y literario por imperativo masculino.
5. Conclusión
Para Simone de Beauvoir erradicar la dependencia económica de la mujer no es
suficiente para garantizar la igualdad de género, únicamente alcanzable mediante
cambios culturales, sociales y morales de gran calado (1949: 645). Novelista,
autobiógrafa, historiadora, periodista, filósofa, politóloga y sibila, Doris Lessing
madurará una literatura exploratoria que revele la identidad femenina. Su prosa estará
embellecida por iridiscentes tonalidades ideológicas de los años sesenta del siglo XX,
entre su renegada apología del feminismo y su pesimismo sobre la condición humana;
pero estará igualmente minada por vacilaciones y contradicciones poderosamente
artísticas y desmitificadoras. Apoyándose como escritora en estructuras formales y
temáticas posmodernas –la fragmentación, la polifonía o la heterogeneidad–,
desaparecerían también los márgenes entre realidad y ficción que separan a Doris
Lessing de sus dos criaturas de escalonada ficcionalidad: Anna y Ella. Al unísono, las
tres sugerirán que la libre experimentación con la sexualidad femenina no se
correlaciona todavía con otra más amplia, ambiciosa y placentera –la de género–, en el
contexto espaciotemporal de la Inglaterra de posguerra. Si bien una trayectoria textual
positiva dentro de su obra avanza hacia la democratización de la libido de la mujer y su
regenerativa integración social con su acceso a la vida laboral, ésta cohabita con otra
negativa. La satisfacción sexual sólo por vía coital y un romanticismo (im) propio para
17
La historia corta de Lessing “To Room Nineteen” (1963) profundiza en aspectos sexuales y afectivos
de una esposa casada, asediada como Anna Wulf por la locura y la dependencia emocional del hombre.
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militantes feministas, que degenera en victimización y sometimiento, evidenciarían el
persistente influjo de la sociedad patriarcal y la primacía masculina. No obstante, la
temática de la sexualidad femenina será un vaso comunicante con las inquietudes de
Doris Lessing, quien coronaría a The Golden Notebook como acto terapéutico o
vomipurgante para ella misma y la globalidad de la población femenina. Nuestra mirada
retrospectiva desde 2013, el año de su fallecimiento, no sólo invita al homenaje a esta
eminente escritora británica, sino también a la inequívoca conclusión de que su corpus
literario –en especial la canónica obra explorada en este artículo– contribuirá, a su pesar
o no, a la paulatina normalización de las relaciones entre ambos sexos dentro del marco
del inacabado reconocimiento de los derechos civiles de la mujer durante la segunda
mitad del siglo XX, mediante la visibilidad textual de procesos biológicos, cognitivos y
emocionales de su soma y psique (ir) reconciliadas.
6. Referencias bibliográficas
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Raudem
- Revista de Estudios de las Mujeres - Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
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Francisco José Cortés Vieco
Entre reticencia e insistencia 270-291
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- Revista de Estudios de las Mujeres - Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
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Diana Rivero Santamarina
Entrevista a Lucía Martínez Odriozola 292-304
ENTREVISTA A LUCÍA MARTÍNEZ ODRIOZOLA, PRESIDENTA
DE LA ASOCIACIÓN VASCA DE PERIODISTAS1
Diana Rivero Santamarina2
“Los medios de comunicación deberían establecer
sistemas objetivables de selección del personal”3
Lucía Martínez Odriozola, nacida en Getxo en 1958, formó parte de la primera
promoción de Periodismo de la Universidad del País Vasco en 1983. Una década
después se incorporaba a la plantilla docente del Departamento de Periodismo II, donde
imparte las asignaturas Géneros Informativos y Reporterismo. Durante dos mandatos
formó parte del equipo decanal de la Facultad de Ciencias Sociales y de la
Comunicación de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea.
Se define a sí misma como feminista y periodista. En su currículo se comprueba
cómo ambas facetas han marcado su trayectoria profesional y vital. Presidenta de la
Asociación Vasca de Periodistas desde 2006, ha realizado en su seno una ardua labor
para concienciar sobre la responsabilidad social de los medios en la construcción de la
igualdad. Comprometida con su profesión y con el principio de igualdad, ha sido
Coordinadora de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género y fue
vicepresidenta primera de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España
(FAPE), coincidiendo con la primera presidencia de una mujer en la Federación, Magis
Iglesias.
1
Fecha de recepción: 14/07/2013
Fecha de aceptación: 16/07/2013
Profesora Ayudante, Departamento de Periodismo II, Universidad del País Vasco, Bilbao, España; 
diana. [email protected].
3
El estudio sobre la situación de las periodistas en el País Vasco indica que ellas se licencian más y que
se encajan menos en el mercado laboral
2
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Diana Rivero Santamarina
Entrevista a Lucía Martínez Odriozola 292-304
Fundadora de la revista Pikara magazine. Actualmente, también imparte
conferencias en distintas Escuelas de Empoderamiento de Bizkaia y realiza
colaboraciones con el diario El Correo.
La entrevista se realiza a partir de la finalización del estudio: “La situación
profesional de las periodistas en los principales medios de comunicación del País
Vasco”. Este trabajo investigador ha consistido en recopilar datos de licenciadas y
licenciados en Periodismo por la Universidad de El País Vasco en la última década.
Posteriormente, se procedió al estudio de la composición de los tres estamentos –
redacción, mandos intermedios y órganos directivos– de los principales medios de
comunicación del País Vasco4. Una vez obtenidos los datos cuantitativos, se formaron
tres grupos de discusión para proceder al análisis y valoración de los resultados. El
primer grupo lo integraron mujeres periodistas que actualmente se encuentran fuera del
mercado laboral periodístico; el segundo, mujeres y hombres periodistas en activo, con
una trayectoria profesional superior a diez años; y el tercero, mujeres y hombres
periodistas en activo, con menos de diez años en la profesión.
Según datos del estudio referido en el párrafo anterior, el 66% de las
licenciadas en Periodismo son mujeres, sin embargo el 66% de la plantilla de las
redacción está constituida por hombres. Pese a esta realidad, ninguna persona en
los grupos de discusión mencionó la desigualdad de oportunidades como un
problema de la profesión periodística. ¿Qué se puede hacer para que la igualdad
sea percibida como una cuestión sobre la que merece la pena insistir?
Hay que contrarrestar esa idea, porque no es cierta y, además, es injusta. Hay que
preparar a las y los jóvenes estudiantes para afrontar esa situación, es decir, enseñarles a
identificarla para que puedan minimizar sus efectos.
Aquí hay dos cuestiones. Por un lado, las estudiantes de Periodismo, conscientes
de que se les requerirá algo más, continúan su formación. Quizá ellos como no tienen
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Diana Rivero Santamarina
Entrevista a Lucía Martínez Odriozola 292-304
esa conciencia de que van a encontrar obstáculos en el acceso a la profesión, no
refuerzan ni prolongan la etapa de formación.
La otra cuestión es la que se refiere a por qué ellos llegan más a las redacciones:
porque los sistemas de selección están totalmente masculinizados. Es el personal de la
propia redacción, a través de los jefes, el que establece quién accede a la redacción,
quién prospera en la jerarquía de la empresa. Y en este sentido, ellos tienen unas claves
en las que las mujeres se manejan peor. Además, ellos muestran una clara predilección
por elegirse a sí mismos.
En los tres grupos, pese a sus diferencias sociolaborales, se identificó la
maternidad como el mayor obstáculo para el acceso de las mujeres a los medios de
comunicación con vinculación contractual. ¿Cómo lo valoras?
En estos años de democracia y de lucha por la igualdad se están intentando
alcanzar cotas de mayor justicia, pero no se logran. Es más, cada año, no solo no mejora
esta situación sino que, por el contrario, empeora.
La maternidad afecta a algo que se desarrolla en el ámbito de las decisiones
personales, íntimas, ligadas a la felicidad y a la familia. Y, además, como sociedad nos
va mucho en ello, por lo tanto, lo que tenemos que hacer es implantar leyes que les
obliguen a ellos a tomarse una licencia para la crianza. Hay que legislar. Hay un
momento en el que la mujer está físicamente implicada y que pueden ser las dos últimas
semanas del embarazo, el parto y la recuperación, pero a partir de ahí la licencia para el
cuidado puede recaer sobre el padre. Estamos viendo como los países de Europa en los
que se han alcanzado mayores cotas de igualdad, las leyes obligan a los hombres a coger
su licencia.
En el caso español, en el que tiene que elegir uno de los dos progenitores, elige
mayoritariamente la mujer. Los casos en los que es el padre se acoge a la licencia de
paternidad no llegan al 5%. Debería ser obligatorio que ambos se repartiesen el tiempo
de la licencia, por ejemplo, dos meses para cada uno.
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Entrevista a Lucía Martínez Odriozola 292-304
Si uno de los dos decidiese no beneficiarse de la licencia para la crianza, ¿se
perdería o se cedería?
No se trata de perder o ceder la licencia para la crianza, porque podría haber
empresas que presionasen para provocar una renuncia a ésta. Se tiene que coger para
que no pese sobre nadie como un nubarrón, ni cierto ni incierto. Así, el miedo a perder
el empleo que experimentan algunas mujeres al quedar embarazadas estaría
injustificado.
Es un miedo que tenemos porque hemos asumido que habrá trabas a la
maternidad….
Sí, y además está teniendo unas repercusiones notables sobre el índice natalidad.
En el País Vasco, por ejemplo, actualmente no garantizamos el relevo generacional con
nuestro índice de natalidad. No nos reproducimos lo suficiente.
Algunas periodistas participantes comentaron, incluso, que cuando pedían
derechos relativos a la maternidad, se las tildaba de “feministas” como una forma
de ofender. ¿Cómo valoras que desde algunos medios de comunicación utilicen
estas técnicas?
Me parece que esto debería haberse erradicado a principios del siglo XIX. El
hecho de que alguien desprecie el feminismo es un síntoma clarísimo de machismo, a
ellos nadie les dice: “ya está el machista este con lo de siempre”. Me parece que los
sindicatos deberían tomárse este asunto muy en serio. Lo que ocurre es que la
sindicación en los medios de comunicación es muy baja y, la verdad, siempre parecen
tener prioridades más importantes que lograr la igualdad. Debería existir una corriente
dentro de las redacciones que suprimiese toda manifestación machista, porque es crucial
que los pensamientos contrarios a los derechos humanos no se expresen públicamente.
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Entrevista a Lucía Martínez Odriozola 292-304
Los datos de la investigación muestran que el número de mujeres en radio y
televisión es más equilibrado. Las y los participantes consideran que se debe a la
tiranía de la imagen, es decir, a la idea de que para triunfar hay que ser guapa.
Pero, además, esa belleza hace que se cuestione la valía de las mujeres como si su
físico fuera su único mérito. ¿Esto preocupa a la profesión?
Este sería claramente el caso de Sara Carbonero. En primer lugar, hay que dejar
claro que una mujer por muy guapa que sea no prospera si no tiene talento. Primero va
el talento, si bien es cierto que el talento se reconoce antes en aquellas mujeres que son
más bellas. En la televisión esto pasa de forma llamativa, y nos podemos encontrar que
forman equipo una mujer muy guapa con un hombre objetivamente feo.
Hay muchos hombres que si fuesen mujeres no estarían ahí…
Evidentemente, sin ninguna duda, porque no responden a los cánones de belleza.
Las periodistas en televisión tienen que tener talento y además ser bellas dentro de unos
cánones muy determinados, con un físico y una edad concretos. Una mujer tiene que ser
atractiva y joven. Estamos viendo que aquellas mujeres que no son jóvenes sólo
prosperan en las televisiones públicas. Y además sobre ellas siempre pesa la amenaza de
que “vendrá una joven y me quitará el trabajo”.
¿Qué se puede hacer para que no se produzca?
Esto es una isla en el mundo. En el resto de los países, los periodistas de
referencia suelen ser gente de edad. En España no. En la televisión estadounidense es
muy común encontrarse a personas de setenta años al frente de los informativos. Y
sucede lo mismo en los países europeos, donde no se valoran tanto ni la belleza ni la
juventud.
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En una entrevista mantenida en el marco de esta investigación, el 14 de
septiembre de 2011, con el entonces Subsecretario de Estado para la Promoción del
Empleo en Igualdad comentaba la intervención de los poderes públicos en una
cuestión tan subjetiva…
Quizá no deba producirse una intervención pública, pero sí una intervención
sindical o ciudadana.
¿La creación de un observatorio del funcionamiento interno de medios
actuaría como elemento disuasorio de estas prácticas?
Yo creo que no surtiría efecto porque tenemos una sociedad extraordinariamente
amnésica, de un día para otro se nos han olvidado cosas importantísimas. Hemos
comprobado que la autorregulación en España no ha dado resultado. Ha habido muchos
intentos de que las empresas se autorregulen, desde organismos de rango autonómico,
como el consejo audiovisual de Cataluña o de Andalucía, y han dado dudosos
resultados. Claro ejemplo de ello son las sentencias de la Comisión de Arbitraje, Quejas
y Deontología de la FAPE, que son muy interesantes pero no de obligado cumplimiento.
Las empresas, sobre todo la televisión, se mueven por unos objetivos muy
distintos a los de la profesión periodística y para conseguirlos pasan por encima de
cualquier cosa.
EITB, radiotelevisión pública vasca, publicó en su web el organigrama
directivo a principios de 2012. A pesar de tener la obligación de respetar la Ley de
Igualdad, los porcentajes mostrados eran 80% de hombres y 20% de mujeres.
¿Cómo puede producirse esta situación?
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Entrevista a Lucía Martínez Odriozola 292-304
No es el único ejemplo en el que no se cumple la ley y no pasa absolutamente
nada. La mayor parte de los casos en los que se incumple la legislación con impunidad
están relacionados con cuestiones de igualdad, pero no solo de igualdad de género,
también de igualdad entre razas. De hecho, el racismo es un delito no perseguido. Se
puede hacer apología del racismo y nadie interviene hasta que se produce un delito de
agresión.
¿Quién vela por el cumplimiento de la Ley de Igualdad?
¿A quién ponemos a cargo del almacén? Ponemos al ladrón a cargo del almacén.
Desde luego si quien tiene que vigilar el cumplimiento es el propio organismo
autonómico del cual financieramente depende pues… Además, el propio Gobierno
también incumple sistemáticamente la Ley de Igualdad. En el momento en el que
salimos del Cuadro de Consejeros, observamos que la presencia de mujeres disminuye.
Asimismo, se ha de abordar la cuestión de que en cuanto encuentran una disculpa
a que las mujeres no quieran acceder a determinados cargos, tiran la toalla. En esos
casos, se debe analizar la razón por la cual las mujeres no acceden a ellos, e incidir
sobre sus causas, en lugar de resignarse. Porque si verdaderamente tuviésemos que
resignarnos a la comisión de delitos, podríamos, por ejemplo, resignarnos a no luchar
contra el asesinato.
En definitiva, sí, podemos hacer mucho, podemos hacer cumplir la ley.
¿Qué organismo sería el más adecuado para quedarse a cargo del almacén?
Yo creo que un Gobierno está concebido para cumplir la ley. Bastaría con que la
Consejería de Cultura, en el caso del Gobierno Vasco, quisiera verdaderamente aplicar
la ley. Y, si no puede en primera instancia, que analice cuáles son las razones por las
que hay tan pocas directoras dentro de EITB e implantar los elementos correctores
pertinentes. Se necesita, sobre todo, querer hacerlo.
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Uno de los problemas para el ascenso profesional de las mujeres se deriva de
la conciliación. Y es que a las largas jornadas del estilo de vida periodístico se
suma el presencialismo. La exdirectora de Emakunde hasta el pasado enero, María
Silvestre, sugería la implantación de sistemas objetivos de medición de la
productividad. ¿Sería viable?
Los medios de comunicación deberían establecer sistemas objetivables de
selección del personal. Debería hacer públicos cuáles son exactamente los criterios por
los que se elige a una persona por encima de otra. Y no vale perpetuar esa práctica
subjetiva de “me ha causado mejor impresión”. Emakunde trabajó en una guía de
selección no discriminatoria. Yo lo que sé es que en los medios de comunicación
generalistas más importantes del País Vasco esta guía no se aplica. Si la aplicaran, lo
harían público.
Un buen procedimiento consistiría en objetivar los sistemas de selección con la
supervisión y asesoramiento de una persona experta en estas cuestiones.
En una redacción se puede saber exactamente el tiempo que cada cual dedica a
trabajar. Esto no es una cuestión de opiniones, de que alguien es mejor que alguien. Un
jefe se mete en el ordenador de la redacción y sabe la cantidad de horas que ha invertido
alguien en un texto, los cambios que ha realizado, el número de primicias que trae y
cuántas primeras páginas ha publicado. Se sabe estadísticamente cuántas noticias y de
qué extensión publica cada cual. Esto es estadística pura. Y si lo saben, ¿por qué no lo
usan con estos objetivos?
Y, ¿medidas que ayudan a la conciliación como el teletrabajo?
Cuando se produjo la alerta por la gripe A, desde las redacciones se hicieron
planes de quiénes era realmente imprescindible que acudiesen a la redacción y quiénes
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podrían trabajar en iguales condiciones desde casa. Esto permite pensar que el
teletrabajo es viable.
Otro problema para la promoción de las mujeres es el espacio de toma de
decisiones, que suelen ser espacios informales en los que ellas no están. Por ello,
planteamos a las y los participantes como posible solución la implantación del
sistema de cuotas. ¿Cuál es tu opinión sobre estas medidas?
Es una medida importante, pero no la única. Aquí el machismo y el patriarcado
han hecho muy bien su tarea. Miramos muy mal el sistema de cuotas solo cuando éstas
favorecen a la mujer. Sin embargo, nos parece normal que haya una cuota
sobredimensionada de hombres en muchos espacios. Nada nos hace sospechar que algo
debe de haber tras el hecho de que una directiva de diez personas, nueve sean hombres.
¿Qué puede haber detrás, que las mujeres no saben, no pueden, no están preparadas? A
mí francamente me cuesta muchísimo pensar que en una sociedad como la actual se
pueda sustentar la idea de que si la mujer no llega a determinados sitios es porque no
está preparada. Habrá otras razones. Ellos tienen un sistema de cuotas que llevan
practicando desde hace siglos y que les beneficia.
¿Cuáles son esas razones?
No suele haber problemas cuando la cuota no es limitada, pero cuando lo es, ellos
notan que la presencia de la mujer los desplaza, no a todos, solo a aquellos que están
menos preparados que las mujeres. La presencia de mujeres muy preparadas desplaza a
hombres no preparados. Y ese “quítate tú para ponerme yo” es una cosa que no agrada,
por ello atacan el sistema de cuotas. No tienen en cuenta que la mujer para entrar ahí
tiene que aportar un plus, que muchos de ellos no aportan casi nunca, y esto les ofende.
Por otra parte, las decisiones se toman en espacios informales donde se crean
alianzas muy importantes. Sabemos que en aquellas empresas que han sido premiadas
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por su funcionamiento, el sistema de ascenso dentro de la cadena está totalmente
objetivado. Cuando esto se aplica, ellas tienen las mismas posibilidades de ascenso que
ellos. Y está claro que cuando las mujeres encuentran ese terreno en el que la decisión
se toma con el sistema del biombo5, no solo ascienden igual que los hombres, sino que
ascienden en mayor medida.
En los grupos se intentaron analizar las consecuencias de una escasa
presencia de mujeres en los puestos de decisión. Se ha destacado la falta de visión
femenina, así como que las pocas mujeres que acceden a dichos puestos, lo hacen
empleando roles masculinizados y así nada cambia. ¿Estás de acuerdo?
La gran presencia de mujeres en las redacciones de los medios de comunicación
tendría que verse reflejada en los cuadros medios en la misma proporción y, sin
embargo, esto no se produce. Cuando una mujer avanza en una redacción es porque
asimila los códigos masculinos de ascenso. Como idea a mí me parece
extraordinariamente desasosegante el hecho de que o te comportas como ellos o no
puedes ascender. Las empresas periodísticas tienen un compromiso social clarísimo y,
además, en algunos aspectos ese compromiso lo han ejercido con una gran
responsabilidad. Estoy pensando, por ejemplo, en casos de terrorismo. No lo podemos
llevar al terreno de la igualdad. Porque ahí es cierto que no se están comportando con el
compromiso ético que sería exigible. Deberían hacer una reflexión para intentar ser
empresas que respondan a las necesidades y exigencias de su tiempo. La empresa que
está muy masculinizada y que incurre en actitudes machistas, pierde un potencial muy
importante, el que un 50% de la población puede ofrecer a esa empresa. Esto es muy
importante, no solo en relación a la sensibilidad femenina, también en relación a
cuestiones que atañen a la calidad, cuanta más gente altamente cualificada emplees,
mejor te funcionará la empresa. En la actualidad, el desaprovechar parte del potencial
1 Es un sistema utilizado en conservatorios y orquestas de música para la selección de intérpretes. La
audición se realiza tras un biombo y, así, el jurado no sabe el sexo de la persona que evalúa. Este sistema
favorece a las mujeres.
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humano de las empresas, afecta a las audiencias, que lo notan y responden. Hay
audiencias exigentes que son grandes minorías.
En ninguno de los grupos se ha mencionado la pérdida de talento. ¿A qué
puede deberse que no lo perciban?
Posiblemente porque no le dan importancia o porque se consideran ellos
extraordinariamente talentosos. Lamentablemente, no son conscientes de ello.
Desde los grupos se proponía la integración de personas que trabajen y
asesoren en igualdad dentro de los medios …
He comprobado que las empresas periodísticas y sus profesionales son
extraordinariamente remisos a formarse en otras cuestiones, sobre todo, en aquellas
hacia las que previamente hay un ambiente colectivo de desprecio, como puede ser las
relacionadas con la igualdad. Las empresas periodísticas se han dotado a sí mismas de
asesores económicos, legales o idiomáticos, por ejemplo. Sin embargo, hay otros temas
que siendo tan importantes y estando la sociedad tan sensibilizada a ellos no les
conceden importancia. Tenemos una redacción cuyo objetivo es hacer las cosas bien,
ofrecer a sus audiencias la mejor información posible. Sin embargo, hay cosas en las
que se falla reiteradamente. Y se falla una y otra vez sin reflexión previa porque no
tienen establecido un canal que les permita detectar que están cometiendo determinados
errores. Hay informaciones de primera y de segunda categoría. Hay cuestiones que les
parecen más impermeables, que no son de importancia capital.
Desde la asociación, ¿qué se puede hacer?
En el País Vasco, tradicionalmente no hay una tendencia al asociacionismo. Es
una contradicción porque la sociedad vasca, que dispone de muchos organismos, está
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muy estructurada civilmente. Sin embargo, la profesión periodística no ha demostrado
mucho interés en organizarse.
Ahora que se va a crear el Colegio Vasco de Periodistas, ¿qué repercusiones
tendrá en este tipo de cuestiones?
Un colegio es una organización pública, no un organismo privado como es una
asociación. Así que a partir de diciembre, cuando se cree el colegio, tendremos más
peso para realizar más cosas que las que se hacen actualmente.
No existe un grupo de mujeres dentro de la asociación, como ocurre en otras
comunidades…
No ha habido nunca una demanda. En otras organizaciones sí que se ha producido
ésta. Como junta tenemos dificultades para cumplir la Ley de Igualdad pero, en nuestro
caso, porque la constituimos muchas mujeres. Yo, como presidenta, y las restantes
mujeres de la junta, tenemos un compromiso claro en materia de Igualdad. También
ellos, no me cabe ninguna duda, y por eso no ha surgido la demanda.
Además, ¿puede ser que el hecho de que las mujeres periodistas reclamen
por separado refuerce la idea de que la igualdad solo las compete a ellas?
Las redes españolas de periodistas con perspectiva de género son exclusivamente
femeninas. Sin embargo, en muchas otras regiones del mundo este tipo de redes la
componen mujeres y hombres.
Hay sociedades en vías de desarrollo en las que las mujeres tienen que agruparse
para realizar ciertas reivindicaciones porque si no ellos les “comen la tostada”. Pero no
es el caso del País Vasco, donde desde 2004 tenemos una Ley de Igualdad que nos
ampara, la primera del Estado.
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Diana Rivero Santamarina
Entrevista a Lucía Martínez Odriozola 292-304
Una última recomendación como mujer comprometida y periodista
combativa…
La reivindicación de la igualdad supone una lucha larga y pacífica por los
derechos humanos y, por ello, no debería retraernos.
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
SIX POEMS BY MARY O’DONNELL: “DUBLIN, “AN IRISH LEXICON”,
“CELTS”, “MÁTHAIR MO CHROÍ”, “MISE LE MEAS” AND “REBUKE TO
IDEOLOGICAL FEMINISTS”1
Mary O‟Donnell2
Dublin
You slid your streets around my waist,
whispered riddles from the cobbles,
rose to my ear till I was dazed with your secrets,
never failed me, old boy of the black pool.
Your river offered a silken, stinking edge
to spring nights, rough braiding at low tide
when the sea rushed to consume you.
My feet have become Dublin feet,
tramping streets from Parnell to Molesworth
trodden by those who speak to presidents
of outrage, bearing banners, voices
low, the heels of our boots gritty,
as we cross O‟Connell beneath seagulls
that shriek against the regimes of people.
We speak of poverty, loss,
our candles flicker in the night streets
for the rights of those who are not safe.
Old city, you gave me room to breathe out,
breathe in, to lose myself in the peace of the crowd,
you offered gift on gift in the quayside junk-shops –
1
Date of reception: 15/07/ 2013
Date of acceptance: 16/07/2013
Poet, novelist, short-story writer, translator, essayist and critic, Mary O‟Donnell‟s fiction includes the
best-selling literary novel The Light-Makers, Virgin and the Boy and The Elysium Testament. Her fourth
novel Where They Lie will be published in 2014. Her seventh poetry collection Splitting the Difference
appears from Arc UK, also in 2014. A prolific writer, Wena Poon, writing of her poetry in the Quarterly
Literary Review, Singapore (April 2010) remarked that “The aesthetics and sensibility are quite thrilling
when played through the instrument that is a modern woman”. She is a member of the Irish artists‟
organisation Aosdana. www.maryodonnell.com;  [email protected].
2
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
an Empire photograph album bought for a pound
beneath wavering Christmas lights,
depicting an Edwardian Dubliner‟s trip
from Westland Row to Burma. This Christmas
I remain that vanished family‟s keeper, my eyes
Watch over its dead women and men,
their blonde children in high foreign fields,
with dun-faced nannies close to hand.
Your offices high and low taught me about people,
possession: one woman chained her chair to her desk
every evening, others had talismanic mugs for tea-break,
yet others lingered between partitions, overtime
for the sake of being together, not the work.
I have walked, trudged, run the pavements,
in frost and snow have angled an arm close to shop
fronts, tip-toeing along, never far from a friend.
Old gossip-shop, warm as whiskey and cloves,
impenetrable as Zanzibar, run
on the petrol of violence, alcohol, and citizens
who decry the present, like a garment
that cannot fit to their skin.
Yet there is only us, who pass through.
You slid your streets around my waist, all wiles,
whispered riddles from the cobbles,
perfumed my ear till I was dazed.
You never failed me, old boy of the black pool.
An Irish Lexicon
(A, B, C, D, E, F, G, H, I, L, M, N, O, P, R, S, T, U) 3
Twilight, and the deer are grazing in the Phoenix Park.
Someone dreams of Arkle, Beara, Drumlins, Errigal.
A poet writes of Dubh Linn, Lonndubh, Belfast,
3
The Irish language alphabet has only 18 letters.
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- Revista de Estudios de las Mujeres - Vol. 1, 2013 ISSN: 2340-9630
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
Glens of Imal, Antrim, The Downs,
Devil‟s Bit, Vinegar Hill, The Hook, Bannow,
Ships, helmets, Ogham, Newgrange,
Dawn chorus, dawn light, grave passages,
Burren limestone, dolmen, capstone, and Dowth.
In school they speak of Flight, Grammar, Imram,
Lir, Marian, Naoise, Oriel, in the Dáil it‟s Partnership,
Rights, salmon, Taoiseach/Toscairí.
Sea fog and frost are rolling in. Land holds its breath.
*
The SOMEONE, the TEACHER, the POET,
the POLITICIAN weave a dialogue of badger-bait,
bull-bait, dog-fight, and greyhound,
Cú, Cuchullan, Dun Dealgan, Eamhain Macha,
Tháinig long ó Valparaiso, tá tír na n-óg
Ag cúl an tí, tir alainn trina céile,
Mise Eire, Micheal Ó Suilleabhán,
The Long Hall, The Brazen Head, The Oliver
St. John Gogarty, The South Pole Inn, Omagh bomb,
Gugán Barra, Guests of the Nation, La Mon,
Oedipus Complex, Lough Swilly, Anna Livea,
National Museum, Síle na Gig, jigs and reels,
Riverdance, Liberty Hall, the Limerick pogrom of 1904,
the bee-loud glade, the beehive hut, Georgian Dublin,
Liberty Hall rebuilt and scaling the clouds,
Custom House, Guinness, the fighting boys of Annabelle‟s,
Fairview Park, The George, Dawn Run, the Curragh.
Wren Women, Glencree, Synagogue, Germans and Jews,
Wicklow Jail, ghosts, Kilmainham,
Dawn executions in Dublin,
the Disappeared, Jean McConville, 1994, Abercorn, poteen,
the Black Pig‟s Dyke, De Valera, Crazy Jane,
Old Croghan Man at rest in the his glass box,
clean as a newborn, renewed for viewing by MILLIONS.
Arigna, slit nipples, The Clonskeagh Mosque,
Raudem
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
laundries, the Imam, Good Shepherd Convent,
CPRSI, Bessborough, the Protestants of Cork in 1921,
Monaghan 1974, Belfast Agreement, Fish on Friday,
Good Friday Agreement, that blackbird over Emy Lough,
gold at Clontibret, ghost estates in Laois, a haunted house
in Lucan, golden apples of the sun, whatever-you-say,
oil off Cork, Daghda, the Boyne, UB-65,
September 1913, extra points for Honours Maths,
Gaelscoileanna, Bodhráns and spoons, harp-making
in Portlaoise jail, piebalds in Jobstown, free buggies
for immigrants, free curtains, money-for-old-ropesingle-mothers-of-four, Arkle, Beara, a wherewithal
for bags of coal, turf, as a wretched frost descends.
And yet we have a fabled coast, where sea-cattle plunge
into the WAVES. Inland, hill-sprites on DRUMLINS,
pismires on the bog, all CELT and tribe in South Ulster,
further north there‟s ERRIGAL, but speak not,
SAY-NOTHING, for words will never count so much as
gesture.
Flight of the Earls, O‟Neill in Rome, Michael Robartes,
Kenny in D. C., Irish artists in New York,
bringing-It-All-Over-there, the knowledge,
the Gathering, the sliver of salmon, the sucked thumb,
Fairtrade, Taltainn, free-range eggs, free-loaders,
curlews, buzzards, Lissadell.
Twilight, and the deer are grazing in the Phoenix Park.
Someone dreams of Arkle, Beara, Drumlins, Errigal.
On the Curragh, whin bushes dream, and horses
are stabled for the night. Frost bites down.
Celts
The exotic myth of origin, spread its cloak
from Eire to Scotland, Wales, Brittany, Galicia.
Even today, defies the MONGREL MIX.
Raudem
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
I‟m an Irishwoman (you‟re Irish? I love
The way you people speak!). Then part Scotwoman,
part Norman-maid, part O‟Donnell on the way home
from KINSALE, some fragment of embattled clan,
lingering in Limerick, not a Donegal gene in my bones.
IT DOES NOT MATTER, WHAT WE FORGET,
AND MYTH IS NOT EXOTIC, (in text-speak this is
SHOUTING, but to stretch the letters high,
to break the stifled code of poetries on the Island
of the Mongrel Mixture of frayed saints and devils.
Search for SCHOLARS. All gone to homes
in America‟s universities. The saying used to go,
„At least, we‟re not British‟ as the gombeen men
set up their 70s supermarket empires in ribboning
suburbs, ran despite themselves away from rural,
Catholic, the West, in denial until Robinson
hit the Presidency: how we rejoiced at her inauguration,
at the chewed-wasp faces of Lenihan and Haughey.
But in denial till then,
I AM A BECAUSE I AM NOT B. I AM IRISH
BECAUSE I AM NOT BRITISH
Máthair mo Chroí4
Front line of the defence, a line with no power
unless in the home, twisting sons into priests,
daughters to carers like themselves. Mine simmered.
EDUCATION! she cried, IT‟S CARRIED
LIGHTLY ALL YOUR LIFE, MY DAUGHTERS!
In old age, educated, with three university
degrees, her modesty comes from knowing
we know nothing when facts are put to bed,
and all that‟s left is the heart-thorn of experience,
4
Literally, “mother of my heart”, this is a common cliché derived from traditional songs and poems in
Ireland.
Raudem
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
although she does not refuse her HAUTE COUTURE,
smudge-pot colours brightening her eyes at eighty-six,
alive and equivocating to the end, but moved
by The Deer‟s Cry, The Fox-Hunt,
music from the culture dancing in her soul.
Mise Eire and O‟Riada once strung and boomed
through the house of my girlhood, between Acker Bilk
and Renata Tebaldi. Music, she said,
WAS PORTAL TO THE SOUL.
And so she taught her daughters, guiltless.
Mise le Meas5
Everybody knew the telephone girls listened in.
You had to be careful what you said, and women
having affairs around the town learned fast.
The phone was not safe, and the local MI5
custodians of half-baked morality liked to chatter.
But this was Monaghan. Nobody had affairs
in the 1960s, did they? Nobody committed suicide,
did they? Nobody was gay. Some parents
had a copy of TANTRIC SEX, beside
THE CATHOLIC MARRIAGE, secreted in the high
wardrobe, and Mary McCarthy a presence
in that east-facing bedroom, where my parents could see
foxes at play in the high field,
beyond wind-tilted knots of holly trees.
But the telephone girls, those telephone girls,
how they tattled in the town! They knew
who owed what to whom, who in HIGH POWER
was doing his secretary, and the garda known
to lightly squeeze a woman‟s breast, great paw
in through the car window as he advised her
5
The official way of signing off a Government letter, it means “Yours, respectfully” but even today is
associated with indifference, anonymity and unaccountability.
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
on traffic conditions.
Hear them, that Irish sibilance: Putting you through now. . .
Hello Clones, call for you . . . ah how are ya Elsie, not a bad day,
yesterday was pure shockin‟ . . . right now, call waiting . . .
Caller? Putting you through now . . .
Rebuke to Ideological Feminists
“I was not one of the popular feminists who knew what a sound-bite was . . . never took
the Contraceptive Train north,6 nor went to Greenham Common . . . ” (the poet, 2013)
We never moved as one, ladies, girls, women,
to suggest that it was otherwise would be a lie.
Today, some of you are CIVIL as any servant,
as IVORY-TOWERED as any ruminating scholar,
as unsmiling, grim and frightening as women would be
who thirty years ago spent time contemplating cervixes,
took classes in How Not to Smile All the Time.
Too much smiling – agreed – too much compliance
and willingness. You can be anyone you want!
Self-invent, renaissance women all!
We‟ll help you on the way to smash that glass ceiling!
(If we are to believe the weekly Elle, the woman of letters is a remarkable
Zoological species: she brings forth, pell-mell, novels and children.
We are introduced, for example, to Jacqueline Lenoir (two daughters, one novel);
Marina Grey (one son, one novel); Nicole Dutreil (two sons, four novels), etc).
But what does it mean? This: to write
is a glorious but bold activity; the writer is an „artist‟,
one recognises that he is entitled to a little bohemianism … 7
6
“The Contraceptive Train”, as it was known, was boarded in Dublin‟s Connolly Station in 1971 by a
group of feminists who then travelled to Belfast to buy contraceptives that were at that time illegal in the
Republic. They then returned that afternoon and brandished their purchased, daring the Customs Officials
to challenge them.
7
Roland Barthes. 1957. Mythologies. Paris: Editions du Seuil.
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
Even so. It does not include the ordinary women
getting on with ordinary lives, the ones who wrestle
infant feet into little shoes, who wipe up puke, wipe shitty bums,
clean the rooms where some of you work out the policies.
But make no mistake: Let no women believe
that they can take advantage of this pact without having first
submitted to the eternal statute of womanhood.
Women are on the earth to give children to men;
let them write as much as they like, let them decorate
Their condition, but above all, let them not depart from it …
Some of you never recognised that we were not so helpless,
despite biology, so victimised, or speechless,
nor saw that we were ON YOUR SIDE.
The suspicion often fell that this was how you wanted it:
you, on the band-wagon, questioning the language
(that remains a GOOD IDEA).
A careful analysis of the teacher-student relationship
at any level, inside or outside the school, reveals
its fundamentally narrative character. This relationship
involves a narrating Subject (the teacher) and patient,
listening objects (the students). 8
The sexuality, the mode d‟emploi of every bloody thing
not quite your business. Your business was – is –
JUSTICE, FAIRNESS, HUMAN RIGHTS, not
CONDESCENSION AND KNOWING WHAT WAS
BETTER FOR YOUR MINIONS.
The battle goes on – ladies, girls, women. The principle remains correct and this enquiry
asks that you get your hands dirtied in the ordinary smut, break your own networks and
move into the favellas, the country, wherever the road is twisted and UNTHINK IS IN
CHARGE, get working with the people, SEE WHERE JUSTICE IS DONE and learn
from that. Or: remember Orwell, that thing about everyone being equal, But some are
…? He got it right, all charged up with a memory of native male backsides skinned by
8
Paolo Freire. 1972. Pedagogy of the Oppressed. London: Penguin Education.
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
the bamboo rod, released from prison to impoverished wives who soothed it all with
mashed banana. M – A – S – H – E – D B – A – N – A – N - A .
*
So Unthink the Englishmen were let loose.
But to each generation its Unthinks. Unthink the Nation,
the State, the Federation, the Republic, the Monarchy,
the Commune, the Parish, the County, the GAA, League,
Union, Association, Gathering, Meeting, in every unstarry
constellation where people meet there‟s a Mr. Unthink,
partered by Ms Unthink and all the Littler Unthinkums.
All Unthinking how they need LOVE, how LOVE rules the world,
how LOVE is everything and we surely ALL LOVE one another,
thee-most-bee-ewt-iful-word in thee world! But the same one
all the same for man-woman, mother-child, child-parent,
bro and sis, covering the spectrum as if it were one colour.
It ain‟t one colour Ma‟ams: it‟s not black, it‟s not white,
it‟s all and any hut, it hides so deeply it‟s like Mars the planet,
people wondering if there ever was life, and if liquid water
ever flowed in that barren territory. That‟s what LOVE is.
And then love flows into politics. Into ideals. Into agendas.
Enter: Stage Right: The Leader of the Women‟s Forum
come to speak to the Constituency, plus the Chief Female Poets,
addressing the great iambed on cross-rhyme
and good-tempered rhyme, on Being one‟s Own Best Critic,
on Seizing Permissions.
Stampede Stage Left: the confused massing women,
all apparently worrying about window cleanliness,
toilet-bowls, children and curries.
Until: behind them,
a quieter entering: the old, the weak,
the sick, the confused, the mad, the neurotic, the demented:
such fill the stage, while behind them again serried lines
of workers, bee-women, the soft hum of labour, creased brow,
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Mary O‟Donnell
Six Poems by Mary O‟Donnell 304-314
compliant to the nature of life‟s business:
love of the task that transforms.
The only love, perhaps.
*
Twilight, and the deer are grazing in the Phoenix Park.
Someone dreams of Arkle, Beara, Drumlins, Errigal.
A poet writes of Dubh Linn, Lonndubh, Belfast,
Glens of Imal, Antrim, The Downs,
Devil‟s Bit, Vinegar Hill, The Hook, Bannow,
ships, helmets, Ogham, Newgrange,
Dawn chorus, dawn light, grave passages,
Burren limestone, dolmen, capstone, and Dowth.
Whin bushes on the Curragh toss and dream
as the wind untethers them. Horses are stabled
for the night. A fox runs close to the ditch,
beyond the steady shearing of evening cars, headlights.
Frost trembles on the air, falls firm across the land,
cooling an ardour of wintry argument.
The earth rounds in on its prayer to itself.
Raudem
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María Teresa Arias Bautista
Detrás de su mirada, un mundo 315-318
DETRÁS DE SU MIRADA, UN MUNDO1
María Teresa Arias Bautista2
Tenía los ojos chiquititos, inexplicablemente prietos. Se le habían quedado
pegados a las puntadas que las agujas, manejadas por sus diestras manos, diseñaron
sobre las telas día tras día, noche tras noche. Tenía los ojos chiquititos, encogidos por
las lágrimas derramadas aunque hiciera mucho tiempo que no lloraba porque poco a
poco le fueron faltando las horas y las ganas. Se le había secado el alma entre los hilos y
la almohada.
Un día, un raro día de confidencias, dejó volar la mirada. Sus pequeños ojos
aletearon como las alas de una mariposa perdida en la niebla. Entre la maraña de las
distancias emergió su pasado y preñada de amargura me ofreció unas pinceladas del
retrato de su vida.
De chica, de muy chica, rompía el hielo de los baldes del corral de su casa del
pueblo para poder fregar los platos. Su madre no quería estropearse las manos y ella era
la encargada de hacerlo.
Lamentablemente sus recuerdos de infancia tenían que ver con una experiencia y
esta se alejaba con mucho del imaginario al que, generalmente, quien más y quien
menos permanece atado. Las madres ¡ay!, por más que se diga, no todas las madres son
iguales. No todas las madres se quedan sin el mejor bocado, destierran los mejores
sueños para mantenerse en vela, o destrozan sus manos en duros trabajos hasta que les
sangran o se les llenan de callos…
1
Fecha de recepción: 29/04/2013
Fecha de aceptación: 30/04/2013
Licenciada en Historia Medieval, María Teresa Arias Bautista es autora de numerosas publicaciones
sobre temas relacionados con la historia, el feminismo y la historia de las mujeres de las que podemos
destacar Violencias y mujeres en la Edad Media Castellana, y Barraganas y Concubinas en la España
Medieval. Entra en el mundo literario en 2009 con la novela La aventura ultramarina de Flora Van
Meerck a la que sigue La aventura ultramarina de Isabel Sendales;  [email protected].
2
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María Teresa Arias Bautista
Detrás de su mirada, un mundo 315-318
Por eso, en la paradoja del ser y el deber ser naufragaron sus expectativas y se
hundieron sus sueños de niña. Sus recuerdos eran ásperos y aún le hacían sufrir. Apenas
cariños, apenas mimos, atravesaban los espacios de su memoria aunque los hubiera
habido; ni juegos, ni amigas… Solo el lebrillo, la loza y el daño que le causara el agua
helada la acompañaban. Se la veía zozobrar en las remembranzas de los quehaceres de
aquella casa pegada a sus calcetines y a sus enaguas.
Contemplé silenciosa y acongojada cómo niñez y adolescencia se le apiñaban en
la cara y le estrechaban aún más la ranura de aquellos ojitos con los que percibía un
mundo que le ofreció pocos afectos. Suspiró y volvió al hilo de su relato. El siguiente
recuerdo que puso sobre la mesa era muy posterior.
La familia se trasladó a Madrid como lo hicieran tantas otras en las épocas teñidas
por la escasez y la penuria producida por el desgarro fratricida de la guerra. Como tantas
otras mujeres de formación nula o básica eligió la aguja para sustentarse. Sus ojillos
adquirieron un brillo especial al recordar los años que tal vez hubieron sido los mejores
de su vida. La juventud se inmola en el sinsentido de la brevedad de la sonrisa fácil, las
quimeras y los ensueños.
Aún no había cumplido los treinta cuando conoció a Mariano. La enamoró. Pensó,
como cualquier muchacha educada en el cuento del príncipe azul, que él redimiría su
destino con el beso del despertar. Vana ilusión. Duró poco. Pronto él se cansó de la
cotidianidad y buscó el intenso sentir provocado por la incertidumbre de lo
desconocido, de lo nuevo, de lo diferente…
Mariano trabajaba con ahínco. Mucho más de lo esperado pero sus sudores no se
derramaban sobre su casa. Sus risas, sus caricias, sus regalos no los disfrutaba su
esposa, sino mujeres que vendían los favores de sus cuerpos atrapadas en la extrema
necesidad. Ella, acuciada por las carencias, tuvo que volver a enhebrar las agujas, cortar
las telas y coser para las vecinas.
Su semblante, casi siempre pálido, se vistió de gris mientras revivía instantes
dolorosísimos que se desgranaban entre sus dientes y se despeñaban en el vacío del
silencio que nos envolvía a ambas, teñidos por la desolación y la amargura no
desterrada. La boca apretada, las manos apretadas, los ojos hincados en el quicio de la
puerta…
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Detrás de su mirada, un mundo 315-318
‒Vivíamos con la madre de Mariano… Ella nunca me apoyó. Yo me acostaba
porque no quería ni verle y ella se levantaba para prepararle la cena cuando volvía harto
de revolcarse con la puta de turno…
Su suegra, a quien también conocí, era una mujer transida por su propia desdicha.
La vida no le había dejado más que a su hijo y ella era incapaz de ver sus desidias.
Cómplice, quizás sin quererlo, disculpaba las faltas de su vástago y le cubría de
atenciones dejando a su esposa en evidencia.
La madre volcaba un cariño desmedido sobre quien no debería haber sido el único
receptor del mismo pero que, sin duda, resultaba la mejor de las pócimas contra su
propio yermo. La madre lo hacía mal. La madre apoyaba al mal marido y ella se iba
viendo asediada por un número interminable de sentimientos que se le agolpaban en el
corazón hasta dejarla sin aliento. Le apremiaba la ira, la pena, el desamparo, la angustia,
la mentira y el oprobio de compartir a su hombre con cualquiera…
Entre los hilos y las lágrimas, entre caricias obligadas en el silencio de la noche,
vaciadas de amor, cargadas de miserias y de olores a otros cuerpos, se quedó
embarazada. Con el dolor ceñido a la cintura y a su alma parió a su hijo, lo amamantó y
se perdió en las ternuras de su crianza.
Tales experiencias, por muy sublimes que fueran, no le impidieron ser presa de la
náusea en la presencia de un mal hombre. Llegó un momento en que no fue capaz de
calentar la cama de quien venía de yacer con otras sin importarle el precio o el destino
de los hijos que pudieran nacer de aquellos ilícitos acoplamientos. Sin embargo, sí se
afanaba en engendrar en ella más hijos legítimos, tal y como ordenaba el ridículo
mandamiento.
Todo se rompió. La rabia, la impotencia y el asco le dictaron los siguientes pasos.
Pasos imprudentes bajo la mirada artera de una sociedad pacata, consentidora de la
doble moral y que seguía sustentando los pilares de sus estructuras inconmovibles sobre
la cacareada devoción de las madres, el recato de las doncellas y el callado, reverente y
servil silencio de las esposas.
Un buen día cogió a su hijo en brazos y sus escasas pertenencias que cabían en
una maleta y apareció en la casa de su padre y de su madre, que no hacía tanto había
abandonado con los ojos preñados de ilusión y de esperanza.
Raudem
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Detrás de su mirada, un mundo 315-318
La recibieron con el disgusto en el semblante y el rechazo en el corazón. La
recibieron porque no había más remedio y porque no eran tan pérfidos como para llegar
a los extremos de la infamia que otros cometían al arrojar de su lado una parte de sí
mismos que se hallaba atrapada y desvalida.
Su decisión hubo de pagarla cara, se lamentó con la voz desgarrada por una
congoja interna omnipresente. Su decisión la pagó con la fuente inagotable de sus ojos
que fueron encogiendo atrapados en el pañuelo y la escasa luz bajo la que, puntada tras
puntada, daba forma de blusa, vestido o falda, a los metros interminables de las más
diversas telas.
La vida para sí misma, aquella con la que ella había soñado, acabó por cerrarse a
cualquier atisbo de posibilidad. Años y años los pasó amagada bajo el flexo, en el
chiscón exiguo de la portería que la cobijaba.
Día o noche, lo mismo le daba. Para ella el día o la noche se confundían en el
interior de un cuartucho sin ventana. Día o noche se le enredaban en el entendimiento y
en las manos cuando la apremiaban para entregar una prenda. Día o noche, que tanto
daban, trasmutaba, cual alquimista en la redoma, la labor por el sustento propio y de su
hijo, por medicinas, libros o cuadernos para el colegio, por un balón, un pantalón, unos
zapatos o una prenda de abrigo.
Poco a poco se fue arrugando. Imperceptiblemente se fue arrugando. Se le
arrugaron las manos, se le arrugaron los ojos y, sobre todo, se le arrugó el sentimiento.
Dejó de ser capaz de llorar, o de apenarse, o de mostrar la más mínima generosidad con
nadie; ni siquiera con quienes, aún a costa de su cerrazón, se prodigaron con ella. No
supo compartir al hijo, no supo disfrutar del nieto. No supo, no pudo, o no quiso
exponer el terciopelo de su corazón ajado a los posibles nuevos embates de la
existencia.
Se fue quedando sola con su amargura. Se fue quedando a oscuras en el espesor
de su desesperanza. El tiempo le pasó y no supo, no pudo, o no quiso darse una
oportunidad y dársela a quienes la rodeaban. Murió desierta, perdida en sus soledades,
con los ojos marchitos, la mirada perdida y las manos vacías.
A Matilde, un recuerdo inhóspito en mi mirada.
Raudem
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Adriana Assini
La ribelle del balaton 319-333
LA RIBELLE DEL BALATON1
Adriana Assini2
Fiore d‟inverno, ninfa sfuggente dal colorito lunare, Erzsébet Báthory, l‟altera
contessa padrona di cento castelli era la donna più potente del regno di Ungheria. Anche
adesso che era rimasta vedova.
Bella, audace, insolente, annoverava personaggi importanti tra i suoi avi, come
quel re di Polonia passato alla grande storia per aver combattuto e vinto Ivan IV di
Russia, soprannominato il Terribile. Per questo, noncurante di leggi e consuetudini,
aveva sempre mantenuto il suo cognome, anche dopo le nozze.
Educata nel rigore calvinista, Erzsi ondeggiava tra l‟estrema severità e le
improvvise stravaganze. Conosceva il latino, ne sapeva di medicina e praticava
l‟astrologia. Nonostante il lutto, vestiva spesso di rosso, facendosi notare per la
spregiudicatezza dei pensieri e il suo andare sempre controvento.
Alle sue feste, una a ogni inizio di stagione, si ballava fino a tardi e a suonare
chiamava spesso musicisti zigani, malgrado il fatto che quella razza fosse invisa agli
invitati d‟alto rango.
Ma c‟era dell‟altro: a Erzsi piaceva cavalcare sulle acque ghiacciate del Váh, bere
liquori forti, occuparsi in prima persona di politica.
1
Data di ricezione: 05/07/2013
Data di accettazione: 06/07/2013
Adriana Assini ha pubblicato il suo primo romanzo Gilles Che amava Jeanne nel 1997 e da allora non
ha smesso di scrivere: Nella foresta di Sonian, Lo scettro di seta, Il Fuoco e la creta, Il bacio del diavolo,
Le rose di Cordova, Un sorso di arsenico, Il commerciante di zucchero, I racconti dell'ombra e Sogni di
Vini. Alcuni romanzi e racconti sono stati tradotti in spagnolo. Ha ricevuto importanti premi, tra i quali: il
Pavese, il Premio Accademia Terra Award Vesuvio e il Premio Parola di donna; 
[email protected].
2
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“Onoro il drago che fiammeggia nel mio stemma” rispondeva a chi le
rimproverava di immischiarsi in affari più adatti agli uomini, come la lotta per
l‟indipendenza del suo paese, ormai da tempo sotto il giogo della Corona Asburgica.
“Se la libertà fosse un vizio, allora avreste ragione. Ma essendo una virtù, s‟addice
meglio alle donne…”.
Quel giorno di un autunno precoce, il Conte Palatino si presentò nella sua
residenza di Csejthe senza farsi preannunciare da un messo, cosa che mise subito in
guardia la Contessa, capace di fiutarne in anticipo trappole e raggiri. Da quando, infatti,
quell‟uomo dai trascorsi brillanti s‟era asservito a Vienna pur di assicurarsi prestigio,
denaro e carriera, lei lo aveva privato del rispetto e della stima. Né le importava che
Thurzó l‟additasse come una spregiudicata solo perché poteva avvalersi di una milizia
armata ed esercitava una certa influenza su molta parte della nobiltà locale.
Finora non l‟aveva mai affrontata a viso aperto, ma adesso, gettata la maschera,
s‟era deciso a farle abbassare la cresta facendo valere tutta l‟autorità che gli proveniva
dalla sua alta carica.
“Oramai, i pettegolezzi su di voi non si contano. Se fossi al posto vostro,
comincerei a temerli prima che si trasformino in terribili accuse…Purtroppo, il mondo è
crudele e basta un‟ora per infangare una reputazione costruita nei secoli” le disse
rendendo forzato omaggio al suo casato.
Erzsébet non si scompose. Sapeva badare a se stessa e di certi consigli poteva
farne a meno. Non scese a patti, non fece passi indietro.
“Alla reggia di Vienna si terrà un gran ballo per festeggiare l‟avvento
dell‟inverno” la informò l‟altro, invitandola a prendervi parte. “Stare lontana da qui per
un po‟ potrebbe aiutarvi a ritrovare la lucidità perduta”.
Abituata a dare battaglia, la Contessa respinse prontamente la proposta con una
risata ironica. “Di questi tempi, caro György, succede spesso che i miei svaghi cedano il
passo ai miei doveri” gli rispose con la solita sicumera, sottolineando che alle feste
anteponeva sempre gli interessi del Paese. “Se vi dessi retta, dovrei chiamare i sarti per
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un nuovo abito da sfoggiare a corte. Io, invece, ho già convocato gli armaioli visto che
mi sto preparando alla guerra” aggiunse minacciosa, non facendo mistero d‟essere in
attesa di una grossa fornitura di cotte di maglia, elmi e bombarde.
“Attenta! Ricordate cosa succede alle libellule quando volano verso il fuoco?
Attratte dalla luce della fiamma, non percepiscono il pericolo e si bruciano. . . ” cercò di
intimidirla György Thurzó, indispettito da tanta boria.
“Fareste bene a non dimenticare mai chi sono” fece di rimando lei, con voce
intinta nell‟aceto. “Il nome che porto è già scritto nella Storia e non permetterò a
nessuno, tanto meno a voi, di mettere in ginocchio la nostra nazione per miseri vantaggi
personal”.
Senza dargli modo di replicare, lo accusò di voler svendere la patria al re Mattia
per puro tornaconto economico e sociale. Altrimenti, non si spiegava come avesse
potuto stipulare un accordo che vedeva l‟Ungheria ridotta al ruolo di vassalla
dell‟Impero Asburgico.
“Se foste saggia quanto siete fiera non parlereste con tanta imprudenza” provò ad
azzittirla il Conte Palatino, che non si sentiva affatto un traditore, bensì un uomo
avveduto, capace di valutare le sue forze e quelle altrui. “Con la vostra esperienza e la
lungimiranza di cui andata nota, dovreste ormai saperlo che è meglio amare ciò che non
siamo in grado di combattere…”.
“L‟avidità, purtroppo, vi rende cinico e cieco”.
“Moderate le accuse se volete restare padrona in casa vostra. La mia pazienza non
è infinita…”.
Livido di collera, György interruppe l‟alterco e senza un cenno di congedo s‟avviò
verso l‟uscita, ma sul punto di varcare la soglia della grande sala degli affreschi, lanciò
un ultimo anatema contro la sua acerrima nemica.
“So di Gábor. E anche questa è una faccenda che non mi piace affatto” disse
chiamando in causa il nipote preferito della Báthory, giovane Principe della vicina
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Transilvania, col quale la nobildonna tentava di mettere a punto un‟azione comune
contro la Corona. “Non vorrei essere nei vostri panni il giorno in cui vi obbligherò a
rispondere dei vostri complotti alle mie spalle…”
Noncurante delle minacce, sicura d‟essere tuttora lei la più forte, Erzsi si limitò a
indicargli l‟uscita, poi andò a cercare Anna Darvulia, sua ancella e sua fedele
consigliera, intenta a prepararle un nuovo intruglio con la biacca.
“Vi chiedo di sopportare ancora per un giorno, poi constaterete voi stessa i prodigi
di questa polvere. Sbiancherà la vostra carnagione fino a farla sembrare più pallida della
neve” promise quella non appena la vide comparire sull‟uscio.
Ma lei, in quel momento, non aveva urgenza di fare invidia alle dee:
“Malauguratamente, ho altro a cui pensare in questo momento! Scure nuvole
minacciano i miei cieli…”
“Provo a indovinare: siete irritata perché Thurzó vi vorrebbe umile e inerme ai
suoi piedi” fece Anna, che aveva visto il Conte arrivare in pompa magna e poi
andarsene come una furia. “Ma perché amareggiarvi se non intendete obbedirgli?”
“Adesso ho la certezza che intercetta le mie lettere per conoscere i miei piani…”
si sfogò la Contessa, che da troppi giorni non riceveva più la corrispondenza. Dettaglio
inquietante, considerando che aspettava con ansia la risposta del nipote
alla sua
chiamata alle armi in difesa dell‟autonomia della nazione.
“E se invece fosse stato Gabór a voltarvi le spalle? I giovani, si sa, sono ambiziosi
quanto incostanti e lui ha dimostrato d‟esserlo più degli altri…”
Che il principe della Transilvania non fosse uno stinco di stanco, Erzsi lo sapeva
bene. Che mancasse agli appuntamenti coi suoi dignitari per trastullarsi con le donne, le
era noto. Ciononostante, non voleva credere che fosse così sprovveduto da sottovalutare
l‟importanza della posta in gioco: fermare l‟espansione di Vienna.
Fatto sta che in assenza di sue notizie, la Contessa non si decideva a prendere
alcuna iniziativa, temendo di sbagliare qualche mossa e poi doversene pentire. Alla fine,
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Anna tentò di smuoverla da quell‟immobilità che giudicava letale: con una piccola
provocazione: “Forse è preferibile una resa onorevole a una sconfitta cocente…”
“Ritengo di dover abbassare la testa soltanto davanti al Padreterno. E confesso che
neanche questo mi riesce sempre…” rispose Erzsébet con quell‟antica fierezza che non
celava nemmeno quando s‟intratteneva in conversazioni mondane tra i suoi pari. Con le
sue uscite forti, lasciava sempre tutti a bocca aperta e subito alle sue spalle piovevano i
commenti, perché anche se alcuni l‟ammiravano paragonandola a un valente
condottiero, la maggioranza dei suoi interlocutori la deplorava, definendola empia e
strafottente.
Adesso, stanca di rimestare in sterili pensieri, pregò l‟ancella di interrogare per lei
le stelle: “Questa notte stessa” disse. In base a ciò che gli astri le avrebbero predetto,
avrebbe poi deciso le prossime mosse, senza il timore di mettere un piede in fallo.
Felice di servirla, qualche ora più tardi Anna Darvulia le tradusse i segni del cielo
in presagi: “Il responso è chiaro: affinché le vostre impresse possano avere successo,
dovrete sposare la prudenza dell‟airone all‟astuzia della volpe…”
Cosa che lei fece. Il giorno dopo convocò il comandante delle guardie e fu
perentoria: “D‟ora in avanti, che il ponte levatoio resti alzato anche durante il giorno. Le
precauzioni non sono mai troppe in certi casi…”
“Il maltempo è dalla nostra parte, mia signora. Con questa neve, nessuno
s‟arrischierà a venire fin qui spingendo una bombarda…” la tranquillizzò il milite,
escludendo a priori un attacco con le micidiali palle di ferro, che avrebbe sbriciolato le
pur possenti mura del castello.
“Se il Conte dovesse attaccarmi, imparerà a sue spese che una donna sa dare
battaglia quanto e più di un uomo” ripeteva a voce alta, convinta che avrebbe vinto la
partita, forte anche degli insegnamenti militari ricevuti a suo tempo dal marito, quel
Ferenc, detto il Cavaliere Nero, tuttora considerato grande guerriero ed eroe nazionale.
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Ma le stagioni si susseguirono senza che succedesse niente. Non un solo colpo
sparato, né un agguato sventato. Di questo silenzio delle armi, lei non esultava né
perdeva la calma, sapendo che l‟attesa logora i nervi dei più deboli, non dei fini
strateghi.
Il mese di dicembre portò la neve e fu freddo del solito. Pareva quasi che anche la
natura si schierasse contro la Contessa, seppellendola assieme al borgo di Csejthe e alle
valli circostanti sotto un manto glaciale.
Eppure, in quella situazione che avrebbe fatto sentire in trappola chiunque, lei
non si scompose: imperturbabile, ripeteva ai suoi di stare tranquilli perché, a dispetto
delle apparenze, era proprio nel cuore di quella gelida stagione che potevano ritenersi in
una botte di ferro.
“Questo tempo da lupi ci mette al riparo da qualsiasi attacco. Nessuno sarà così
stolto da inoltrarsi tra i ghiacci, a meno che non intenda crepare per gli stenti! E per
quanto ci riguarda, abbiamo provviste in così tale abbondanza da poter banchettare fino
a primavera senza privarci di niente…”
Tutto ciò non l‟aveva comunque portata ad abbassare la guardia e le sue
sentinelle, nonostante le temperature basse e un vento tagliente, avevano raddoppiato i
turni sugli spalti, pronti a dare l‟allarme al primo avvistamento sospetto.
Ad interrompere l‟immobilità di quei giorni fu la visita inaspettata del tutore di
suo figlio. Doveva per forza dirle qualcosa della massima importanza se si presentava al
castello dopo che, per precauzione, lei stessa l‟aveva fatto trasferire in una residenza
segreta, lontano dagli artigli del Conte Palatino e da altre insidie.
“Vedervi qui m‟inquieta. Se avete sfidato le intemperie e gli agguati delle strade
mettendo a repentaglio la vostra sicurezza e la mia, vuol dire che siete impazzito.
Oppure, che scappate da un pericolo superiore a quello appena corso per
raggiungermi…”
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«Purtroppo o per fortuna, non sono mai stato più lucido di quanto non lo sia
adesso, mia signora! Se ho contravvenuto alle vostre disposizioni lasciando il mio
rifugio è solo perché dovevo avvertirvi subito che qui a Csejthe non siete più al
sicuro…”
“Andate al punto”.
“Thurzó ha forse rinunciato a combattervi con le armi, ma non illudetevi, è solo
un trucco per distrarvi, mentre vi attacca alle spalle in modo subdolo, seminando veleni
sul vostro conto…”
“A quale diavoleria vi riferite?”
“Ho informazioni certe sul fatto che molto presto vi trascinerà davanti ai giudici
con accuse infamanti”.
“Dimenticate che non si processa facilmente una del mio rango, soprattutto se
difende la libertà del suo Paese…”
“Lo credete così ingenuo da incorrere in un simile errore? In verità, ha aggirato
l‟ostacolo fabbricando una montagna di prove per incriminarvi su delitti che nulla hanno
a che vedere con il patriottismo e la politica”.
“Quali delitti?” domandò allora la Contessa, tesa come la corda di un arco.
“L‟argomento è imbarazzante e Dio solo sa quanto io peni a parlarvene,
ciononostante non posso fare altrimenti…”
“E allora che aspettate? Sputate il rospo senza troppi giri di parole”.
“Sostiene che avete provocato la morte di centinaia di fanciulle al vostro servizio.
Ma il peggio è che secondo lui l‟avreste fatto per potervi poi bagnare nel loro sangue, al
solo scopo di conservare la vostra bellezza più a lungo”.
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Erzsébet Báthory scoppiò a ridere come non le succedeva ormai da tempo. “Chi
volete che creda a una simile fandonia? La sua fantasia galoppa, ma l‟intelligenza non
lo sorregge…”
“Sbagliate!” la corresse il tutore, visibilmente turbato. “È ignobile e codardo, ne
convengo, ma ammetterete che l‟abilità non gli manca…Ha l‟astuzia d‟una volpe e sa
come sfruttare a suo vantaggio le maldicenze che corrono sul vostro conto”.
“Vi ascolto”.
“Ha raccolto le confidenze di quanti vi dicono ossessionata dalla paura di
invecchiare, gli stessi che diffidano dei misteriosi miscugli preparati per voi dalla vostra
devotissima ancella…A questo aggiungete il fatto inconfutabile che alle vostre corti la
servitù si ammala spesso e che altrettanto spesso muore…”
“Non credo a ciò che sento! Lo sanno anche i sassi che la gente povera è di
costituzione debole e crepa facilmente. Succede la stessa identica cosa nei castelli di
Thurzó e di altri nobili…”
“Ci sono cento testimoni pronti a giurare di avervi vista raccogliere il loro sangue,
con la complicità di Anna Darvulia…”
“Razza di ignoranti! A volte, per aiutare quelle sventurate, pratico loro dei salassi,
così come mi è stato insegnato dai migliori medici del regno”.
“Non ditelo a me, che vi sono amico, ma preparatevi a spiegarlo a chi di dovere. I
magistrati potrebbero essere inflessibili e chiedervi prove difficili da trovare”.
“Prove? Quali?”
“Sapete meglio di me quanto la legge si presti agli inganni: è più facile produrre
testimonianze a carico dell‟imputato che non a sua discolpa…Ma adesso devo andare,
se non voglio che il buio mi sorprenda lungo la strada”.
“Farò buon uso delle vostre informazioni, ve lo prometto”.
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“Se per allontanare da voi certi orribili sospetti foste costretta a rivoltare cielo e
terra, fatelo! Costi quel che costi, dovete uscire indenne da questa brutta storia che
rischia d‟infangare la vostra reputazione e quella dei vostri figli…”
Quando il tutore si rimise in cammino per Sárvár, Erzsi chiamò a sé Anna
Darvulia per metterla a parte del complotto ordito ai suoi danni.
“Non escludo che quel cane di Thurzó punti a screditarmi al solo scopo di potersi
impossessare dei miei averi. Lo sanno pure i sassi che m‟invidia le terre e che vorrebbe
per sé i miei castelli…”
“Darete fuoco al Paese piuttosto che cederglieli, non è vero?” insorse l‟altra,
sentendosi in pericolo a sua volta. “Voi siete più potente di lui e lo schiaccerete come un
verme…”
“Dovesse essere l‟ultima cosa che faccio” rispose solennemente la Contessa. “Per
nessuna ragione al mondo permetterò che io, una Báthory, venga anche soltanto
convocata dal tribunale, senza ottenere la pelle di colui che mi ci ha trascinata!”
Quel giorno finì così, fra tuoni e fulmini, imprecazioni e desideri di vendetta.
Poi arrivò il Natale e a Csejthe si pensò soltanto a fare festa.
Per l‟occasione, Erzsébet scese nelle cucine, cosa che non rientrava nelle sue
abitudini. Dettò ai cuochi la minuta per un banchetto degno degli antichi sibariti: brodo
di gallina e zuppa di pesce, cavoli farciti con riso e carne e costola di maiale fritta nel
burro. Per dolce, un rotolo di pasta ripieno di noci e uva passa.
Al momento della cena, si presentò a tavola con un abito di seta scarlatta che le
era costato quanto un anno di paga del suo contabile e che aveva indossato una volta
sola, in occasione di un gran ballo a Vienna.
Per brindare all‟indipendenza dell‟Ungheria, fece servire il tokaji, il miglior vino
conservato nelle sue cantine. Poi affidò a uno dei cortigiani il compito di declamare i
versi del Balassi, il suo poeta preferito.
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In un clima euforico, tra cibi speziati, bevande inebrianti e declamazione di rime,
nessuno dei commensali sentì la testa d‟ariete sfondare il portone, né udì il clangore
della battaglia tra chi voleva espugnare la fortezza e chi avrebbe dovuto difenderla.
A un certo punto, però, un rumore sordo fece ammutolire l‟allegro convivio e
qualche secondo dopo la porta del salone si spalancò violentemente.
Il Conte Palatino avanzò per primo, seguito da uno stuolo di soldati armati fino ai
denti.
“Avete forse dimenticato le buone maniere? Da quando entrate in casa d‟altri
senza bussare?” esordì lei, cercando di mascherare lo sconcerto con l‟ironia.
“Non è più tempo di sfide verbali, mia cara Erzsébet, e la mia pazienza è ormai al
limite. Sono venuto fin qui solo per arrestarvi”.
“Che idiozia! Avete perso il senno?” gli tenne testa la Contessa, più sprezzante del
solito. “Davvero non vorrei essere nei vostri panni quando re Mattia verrà informato di
questa scellerata incursione nella mia dimora…”
“Finitela di dettare legge, cugina mia! D‟ora in poi non potrete più seminare
zizzania in lungo e largo per il Paese, come avete sempre fatto”.
“Vi pare questo il modo di rivolgervi a una del mio rango? Denuncerò i vostri
modi barbari e vi farò cacciare come un cane”.
“Protesterete con i giudici quando vi chiameranno a rendere conto dei vostri
crimini. Ma non vi nascondo che aspetto con ansia quel momento, quando vi sentirò
balbettare la vostra versione dei fatti e poi soccombere sotto il responso della giustizia”.
“Vaneggiate? Di cosa diamine state parlando?”
“Inutile continuare la commedia! Anche le pietre sanno che le vostre mani
grondano del sangue di centinaia di vittime innocenti, che avete torturato e ucciso nel
corso degli anni, senza un accenno di pietà né un‟ombra di rimorso”.
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“Quanta immaginazione per i vostri intrighi! Tentate di spaventarmi ma io non
tremo: chi volete che creda alle vostre miserabili accuse?”
“Ci crederanno, ve lo assicuro. Forte del vostro nome, vi sentivate inattaccabile e
avete osato l‟indicibile, convinta che il pianto delle vittime non avrebbe oltrepassato le
mura dei vostri castelli e dunque, non sareste mai stata chiamata a renderne conto ad
alcuno. E invece, per vostra disdetta, quel pianto è giunto fino alle mie orecchie”.
“Orecchie impure, pronte a ricevere le peggiori infamie da persone corrotte…”
“Tutto da dimostrare. Intanto è mia facoltà, oltre che mio dovere, consegnarvi
alla giustizia terrena, affinché possiate subire la punizione che meritate. Starà poi al
Padreterno destinarvi anche alle pene dell‟inferno!”
Non volle ascoltarne la replica e l‟afferrò per un braccio trascinandola via, senza
guardarla negli occhi, mentre i suoi soldati si occupavano del resto della compagnia.
“La verità è che le mie ricchezze vi hanno sempre fatto gola e adesso vi illudete di
poterci mettere le mani sopra” gridò la nobildonna, mentre l‟altro la costringeva a
scendere precipitosamente le scale. “Sarà una sgradevole sorpresa per voi scoprire che
alla fine di tutto resterete con un pugno di mosche in mano!”
“Perché non risparmiate il fiato?”
“Malauguratamente per voi, avevo previsto le vostre mosse e mi sono affrettata
a fare testamento. Sì, caro Thurzó, avete capito bene! Non c‟è più niente che
m‟appartenga, a parte la veste che indosso. A questo punto, non vi resta che chiedervi se
è valsa la pena d‟imbastire un simile complotto per poi restare a bocca asciutta!”
La rivelazione fu un colpo basso per il Conte, che per la rabbia si mise ad insultare
la sua prigioniera.
“Aveva ragione chi disse per primo che la strada di Satana scorre sulla lingua di
Eva. . . Avreste dovuto impugnare l‟ago e imparare a ricamare anziché trastullarvi con
le spade e immischiarvi negli affari di Stato come un uomo!” le disse a bassa voce,
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trattenendosi a malapena dal metterle le mani addosso. “Credevate davvero di poter
umiliare impunemente uno con il mio prestigio? Davvero speravate che vi lasciassi
libera di continuare a gettare fango sulla mia persona?”
“Il fango ce l‟avevate già addosso, come una seconda pelle, e i vostri goffi
tentativi di camuffarlo coi damaschi e le essenze che rubate agli ottomani, sono ridicoli
oltre che vani…” gli rispose Erzsi, per niente intimorita da quanto le stava per
succedere. “Ogni giorno, per ambizione e per denaro, calpestate i diritti della terra dove
siete nato. Malgrado questo, continuate a considerarvi un uomo d‟onore, mentre non
siete che un vile pronto a vendere la patria allo straniero”.
“Che triste spettacolo vedere una nobildonna ridotta in questo stato! Ambite a
misurarvi con la politica ma apparire una povera illusa, superba quanto patetica”.
“Siete in mala fede se negate, come infatti state facendo, che ho sempre portato
avanti la mia causa osteggiando la vostra. Voi, invece, principe dei traditori, avete
aspettato la morte di mio marito prima di tendermi la trappola!”
“Una donna deve saper stare al suo posto. Voi, al contrario, avete avuto
l‟impudenza d‟infrangere quelle regole che da sempre ci governano, e di questo dovrete
pagare il pegno”.
L‟aveva in pugno, eppure, non sembrava il vincitore, dato che non riusciva a
sopportare con distacco il disprezzo che lei gli dimostrava tanto apertamente. Incapace
di condurre il duello senza che il sangue gli andasse alla testa, affidò la Contessa ai
soldati, raccomandandosi di non perderla mai di vista.
“Sapete già dove portarla” disse perentorio. Un attimo dopo sparì nel buio d‟altre
sale.
All‟indomani, Erzsébet Báthory fu murata in una stanza del suo castello di
Csejthe. Niente finestre, niente pertugi da cui filtrasse un filo di sole o di luce.
Le sembrò d‟impazzire, provò a gridare. Poi scelse il silenzio, sperando che
qualcuno, prima o poi, sposasse la sua causa e andasse a liberarla. Ma là dentro non
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sapeva più se fosse giorno oppure notte, inverno o invece estate. L‟unica anima viva con
cui aveva a che fare era lo sbirro che le passava i pasti attraverso un‟apertura alta
appena una spanna e larga mezza.
“Avvertitemi quando saremo a Natale” gli ripeteva di tanto in tanto, quasi che il
saperlo potesse cambiare lo stato delle cose.
Per più di tre anni aspettò invano il processo a suo carico, convinta di potersi
discolpare delle infamie e puntare finalmente l‟indice contro quell‟infame di Thurzó.
Ma ormai, fuori da quelle mura, nessuno si occupava più di lei e il suo nome aveva
finito per legarsi a filo doppio con quei crimini in realtà mai commessi e dei quali
nessun giudice gliene avrebbe mai chiesto conto.
“Mia bella signora, vuoi sapere come ti chiamano adesso quelli del borgo che un
tempo tu stessa strappavi alla fame in tempi di siccità e di carestia?” le chiese una
mattina d‟agosto la sentinella. A dispetto delle accuse che inchiodavano la nobildonna
in quella cella senz‟aria, lui l‟ammirava, se non altro per la dignità con cui faceva fronte
alle condizioni disumane in cui era tenuta.
Nella stanza regnava la penombra e attraverso la fessura che lo metteva in
comunicazione con la reclusa, la guardia poteva appena scorgerla.
“Prima eri la regina del Balaton. Ora sei per tutti la iena di Csejthe, la Contessa
sanguinaria, la belva dei Carpazi…” le rivelò l‟uomo, che a forza di guardarla deperire
tra la solitudine e le muffe s‟era mosso a compassione. “La gente, si sa, ha la memoria
corta e la riconoscenza ha vita breve. Però, se sei innocente, come io credo, sono sicuro
che almeno Dio ti salverà”.
Fu a quel punto che Erzsi, sentendo il filo di calore che trapelava dalla voce del
suo carceriere, lo mise a parte d‟una confidenza: “Stanotte ho fatto un sogno, terribile e
sincero. E da quel sogno ho capito che non vedrò più ingiallire le foglie in autunno, né
cadere la neve in inverno o fiorire i ciliegi al sole di maggio” disse senza tradire
emozioni. “Dovrei rabbrividire, eppure resto calma, come l‟acqua degli stagni”.
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“Mi deludi, pallida signora del castello: non è da un‟indomita guerriera della tua
tempra cedere alla rassegnazione come un‟umile donna di campagna! Perché disperare
che qualche onesto cavaliere possa prendere a cuore la tua sorte e venga a liberarti,
magari approfittando del buio della notte?”
“Chimere. Confesso che anch‟io ci ho creduto, forse troppo a lungo…Ma adesso è
tempo di guardare in faccia la realtà, pur orribile che sia. Meglio perdere ogni speranza
che coltivare inutili illusioni. Da tempo ormai il dolore mi ha raggelato l‟anima e adesso
è con uno strano sollievo che sento arrivare la mia ora”.
“Se cedi, l‟avrai data vinta a chi ti vuole morta e non potrai mai più riprenderti
l‟onore…”
“La verità, prima o poi, verrà a galla. Lo sa bene chi mi ha rinchiusa qui dentro.
Dubito che riesca a dormire sonni tranquilli!. . . Ma in fondo, cosa vuoi che conti il
passato adesso che l‟avvenire sfugge?”
Esile come un giunco, con la voce tremante, Erzsébet s‟accostò al muro, accanto
alla piccola apertura che la teneva in contatto con il suo carceriere, e ritrovando il suo
antico orgoglio gli chiese un favore: “Appena sapranno che me ne sono andata all‟altro
mondo, in tanti correranno a reclamare le mie spoglie. Allora, per la prima volta da che
m‟hanno murata in questa stanza, anche mio figlio Pál sarà autorizzato a farmi visita,
sebbene ormai sarò soltanto un algido cadavere”.
“Devo forse consegnargli qualcosa?”
“Mi hanno spogliata di ogni cosa, cosa potrei mai dargli se non la sudicia veste
che mi ricopre?. . . Ciò che ti chiedo è invece di parlargli in privato, per riferirgli quanto
io tenga che lui rispetti per filo e per segno le mie ultime volontà su questa terra”.
“Ti ascolto”.
Erzsi sospirò di stanchezza, forse anche di rimpianto. “Voglio più di ogni altra
cosa al mondo che faccia suo un comandamento che è stato mio: l‟indipendenza degli
uomini e delle nazioni, un bene irrinunciabile e supremo”.
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Adriana Assini
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“Che altro?”
Lei sorrise, poi confessò che voleva essere seppellita sotto un maestoso pioppo
bianco. E al suo interlocutore, stupito da una simile richiesta, disse sibillina: “Ha fama
d‟essere l‟albero della morte luminosa…” Poi, quasi tra sé, a bassa voce: “Strano
desiderio per una che alla luce ha sempre preferito l‟ombra…”
Quando quel mattino di agosto del milleseicentoquattordici le campane del borgo
suonarono l‟ora sesta, lei era già morta da un pezzo. Non fu suo figlio Pál a occuparsi
dei suoi miseri resti né ebbe voce in capitolo quando si trattò di decidere dove interrarli.
Di ciò che era stata Erzébet Báthory si parlò ancora a lungo, però sottovoce,
alimentando le più torbide leggende sul suo conto. Nessuno, neanche in seguito, cercò
mai di ristabilire la verità sulla sua storia, lasciando così che nel corso dei secoli il
ricordo di una donna fuori del comune, in lotta per la libertà del suo Paese, fosse
spodestato dalla fama di una creatura diabolica, assetata di sangue e di rovina.
Raudem
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Cécile Oumhani
Tunisian women, at vanguard of resistance 334-341
TUNISIAN WOMEN, AT THE VANGUARD OF RESISTANCE1
Cécile Oumhani2
In October 2011, the Tunisian people were preparing for the first free elections
after decades of dictatorship. They were still under the spell of what Western journalists
referred to as the Arab Spring. The tyrant fled the country on January 14th 2011 after
three weeks of peaceful protests that his police tried to crush with indiscriminate
violence. Shooting people carrying their dead to the cemeteries did not deter the
determination of citizens to do away with the regime. In the months that followed his
departure, a general feeling of euphoria and freedom swept across the country. Women
had been at the forefront of the revolution and many still claim in Tunisia that such a
revolution would not have been possible, if women had not played such a prominent
role from the very start.
Women in Tunisia have enjoyed the best status in the Arab world since the
independence of the country. On August 13th 1956, President Bourguiba introduced the
“Personal Status Code”, which revolutionized Tunisian society. Polygamy was
abolished, as well as unilateral repudiation. Mutual consent became necessary for a
wedding to take place. The minimum age for marrying was raised. Wives no longer had
any legal obligation of obedience to their husbands. They were now entitled to file for a
1
Date of reception: 11/09/2013
Date of acceptance: 12/09/2013
Former Senior Lecturer at the Université de Paris-Est Créteil (UPEC), Cécile Oumhani is a poet and a
novelist. Her most recent publications include award-winning novels Une odeur de henné (May 2012)
and L‟atelier des Strésor (August 2012). Tunisie, carnets d‟incertitude (October 2013) is a testimony
about the Tunisian revolution in the form of a diary. “Diary of the Tunisian revolution”, a piece also
about the Tunisian revolution, is due in Critical Muslim, issue 09, January 2014; 
[email protected].
2
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Cécile Oumhani
Tunisian women, at vanguard of resistance 334-341
divorce and the law protected them, guaranteeing alimony and housing in case their
marriage came to an end. At the same time, they were granted the right to work, to
travel, to start a company, without asking for their husbands‟ permission. They also had
access to contraception and abortion, without consulting their husbands.
In the years that followed the independence of Tunisia, women entered the
workplace and gained unprecedented visibility in all spheres of society. They became
lawyers, university professors and entered the police forces. Bourguiba personally
encouraged women to unveil, using all sorts of derogatory expressions referring to the
veil as “a miserable rag” or a “frightful shroud”. He was filmed publicly removing the
veils of a few radiant women. The role played by Bourguiba in introducing these
unheard-of laws in the Arab world is essential.
However mention should also be made of other earlier historical figures, who
paved the way for Bourguiba‟s “Personal Status Code”. In pre-colonial Tunisia, a trend
emerged for the modernization of the country as early as the 19th century. After
travelling to France, Grand Vizier Kheireddine Pacha opened the Sadiki College in
1875, a place where innovative methods were the rule: modern sciences and languages
were taught. A new elite was formed at the Sadiki College: young men thirsting for
changes in religion and later independence from the French protectorate, which began in
1881. Cheikh Mohamed Snoussi published a book advocating education for girls in
1897. At the turn of the century, Egyptian Princess Nazli Fazil (1853-1913) married a
Tunisian and had a literary salon in La Marsa, not far from Tunis. She was known to
have a correspondence with Lord Kitchener among others and she gave her support to
the budding Tunisian nationalist movement. “L‟Ecole de la Rue du Pacha”, a school for
girls was opened in 1900 thanks to the initiative of French Louise-Renée Millet. The
pupils were recruited among upper class families, which were in favour of reform and
modernity. In 1930, Tahar Haddad published a groundbreaking essay, Our Women in
the Charia and Society, which infuriated the conservatives. Although his proposals
were rejected by most in his lifetime, all of them were included twenty-five years later
in Bourguiba‟s “Personal Status Code”.
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Women themselves were not altogether absent from the public scene in this
period. In 1936, Tawhida Ben Cheikh (1909-2010), a former pupil of the “Ecole du
Pacha”, became the first Tunisian woman gynaecologist, dedicating her competence to
women. She became personally involved in the introduction of contraception in the
wake of independence. In 1936, Bchira Ben Mrad (1913-1993) founded the first
Tunisian women organization. She had not been given the possibility to attend a school
but had received a private education at home from her father and a friend of his.
Looking back at the 19th and 20th century, it is obvious that the introduction of
the “Personal Status Code” not only resulted from Bourguiba‟s action but also from a
long fight started decades ago, by a few men as well as a few women who pursued their
careers against the odds of tradition and conservatism. It could be added that Tunisia‟s
pioneering position in the Arab world is equally notable in such measures as the
abolition of slavery in January 1846, a measure unheard-of at the time in any other part
of the region. Tunisia was also the first Arab country to promulgate a declaration of the
rights of the citizen, the Fundamental Pact or Ahd el Amen in September 1857, which
guaranteed the equality of all citizens, whatever their religion or ethnic origin. It was the
first Arab country to have a written constitution in 1861. These dates have their
importance, whatever could be said about the actual implementation of all these texts in
the subsequent years. Is it a surprise that Tunisia was also the first country in the region
to start its revolution in December 2010? These moments in history reveal an
inheritance quite different from what the obscurantist discourse of religious parties
would want it to be. Present Tunisian civil society emerged from a past marked by a
deep-seated quest for reform and modernity.
In October 2011, who thought Islamist party Ennahdha would win the election
for the Constituent Assembly? In the euphoria that followed the fall of the regime, over
110 different political parties were born. None of them apparently stopped to think
about the threat represented by one party who had been conspicuously absent from the
protests in the streets. And yet Ennahdha had secretly been on the political scene for a
quarter of a century. Its militants had been jailed and persecuted. Retrospectively it is
easy to understand how they cashed in on Ben Ali‟s corruption. Among the people, they
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had the aura of those who had suffered at the hands of Ben Ali‟s police. Moreover they
were religious and for a number of voters this gave them the credit of honesty. How
could religious people rob the country as the former ruler had done for years with the
members of his family?
With over 110 different parties running, it was not difficult for them to win the
election. They obtained 41, 47 % of the votes with only 50% of the electorate casting
their ballots. Their victory put a damper on the enthusiasm that prevailed throughout the
first months of the revolution. A coalition government was formed, called the “troika”.
Over the following weeks and months, society started changing. Extremist Salafi
groups appeared on the scene, with Ennahdha claiming it had nothing to do with them,
but always giving the impression that if they were unable to control them, it was very
likely they condoned their action. These groups made their presence felt through violent
actions here and there, against bars and hotels selling alcoholic beverages, against
individuals suspected of drinking, against women not dressing according to their codes.
They perpetrated attacks against a TV channel in October 2011 for showing
Persepolis, the film based on Iranian Marjane Satrapi‟s autobiographical graphic novel.
Nabil Karoui, the head of Nessma, was tried for “insulting sacred values” and was
heavily fined, while his attackers went free. In September 2012, the Salafis attacked the
American Embassy in Tunis, causing the death of two persons. The court‟s leniency
towards them has shocked more then one.
Not only do some women feel insecure enough in some districts to wear a “hijab”,
when they never did in the past, but customary marriage is also spreading in
underprivileged areas and universities, promoted by Salafi groups. This kind of
marriage or “orfi” marriage only requires the presence of two witnesses and a pseudomarriage contract. Women are easy victims for this kind of marriage and many have
already fallen prey to false promises. Still illegal in Tunisia, it would mean a serious
retrograde move, if generalized and institutionalized. It undoubtedly reflects the impact
of Salafi ideas among young people in some parts of the country.
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It is to be noted that more and more religious kindergartens are opening all over
the country, raising serious concern about the future of education in a country where the
schooling-system had always been organized inside a secular frame. Furthermore it had
been illegal for women working in schools and administrations to wear veils. In
November 2011, very serious incidents broke out at the Faculty of Arts in La Manouba,
where Salafis demanded the right for women students to attend classes and sit exams
wearing “niqabs”. Until the revolution, such outfits were unknown in Tunisia; the
previous regime had outlawed such outfits, as well as growing Islamist beards. Habib
Kazdaghli, the Dean, courageously stood up against the Salafis and was taken to court,
falsely accused of molesting two students dressed with “niqabs”. Although petitions
and various actions were organised in his favour, the court decided he was innocent, it
may well be that students will obtain the right to wear “niqabs” on university grounds, a
serious defeat for women and the values of modernity.
Ever since Ennahdha has been in power, women have been especially attentive to
debates and decisions going on in the Constituent Assembly. They have worried about
threats against the “Personal Status Code”. And rightly so, as revealed the plan to define
woman as “man‟s complement” in the new Constitution, thus erasing the principle that
made men and women equals. When this transpired in the course of Summer 2012, the
civil society immediately took to the streets until it was decided that equality would
remain, as it is written in the 1956 Constitution.
The general situation of the country has been steadily deteriorating, marked this year
by the assassination of two leaders of the Opposition. Chokri Belaïd was shot down, as
he left his home, on February 6th 2013. Mohamed Brahmi was gunned down in front of
his children on July 25th 2013. Further plots to assassinate other leaders, among them
women, have been discovered. To this day, the assassins have not been arrested.
Tunisia is not used to such violence and people have been in a state of shock since
these tragic events. They have massively demonstrated all over the country, calling for a
general strike in both cases, to express their disgust and horror. Women have not been
among the last to voice their revolt. Chokri Belaïd‟s widow, Basma Khelfaoui went out
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into the streets of Tunis, on the morning of his death, raising her hand in the sign of
victory, becoming a symbol of courage and resistance. She was followed by thousands
of women, who broke with Tunisian tradition on February 8th 2013, the day Belaïd was
buried. It had not been done for women to attend a funeral, even for the closest family
relatives, on the grounds that females were not morally strong enough to bear such a
ceremony. It has been observed that Basma Khalfaoui and Tunisian women resolutely
rejected such segregation last February, asserting through their presence that they are
men‟s equals in all aspects of life.
When Mohamed Brahmi was assassinated, sit-ins were organised at the Bardo,
where the Constituent Assembly is based. A number of members withdrew, thus
bringing the drafting of the Constitution to a halt. They have not resumed their work
since August and have been demanding the resignation of the government. On October
6th 2013, the government announced that it would leave and promised that a new team
of technocrats would be appointed to run the country. In other words, Tunisian civil
society‟s proactive attitude has been paying and it is still too early to say that the 2011
revolution is over or that its ideals have been confiscated.
I will take another significant example to show that deep changes are still going on
inside Tunisian society. It will also illustrate how two contradictory trends are running
through the country. In March 2013, 18-year-old Amina Sboui posted on Facebook a
photo of her naked torso with a sentence written across her breasts. It read: “My body
belongs to me and it is the honour of no one”. At the time, she claimed to have joined
the Ukraine-based Femen movement, which she has since left. Her photo unleashed
hatred, the vilest insults and threats against her. Her page was hacked by Salafis. A
Salafi preacher was invited to a talk show, two days after she had spoken on the same
programme. He refused to sit on the seat assigned to him, saying the chair was impure
after she had sat there. He added that she deserved to be flogged if not lapidated.
Amina‟s photo not only infuriated fundamentalists, it also revealed how conservative
many parts of society still are. It soon transpired that even feminists and modernists
frowned upon her action and would not support her.
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On May 19th 2013, the Congress of Salafi Ansar Echcharia was to be held in
Kairouan, a holy city in the centre of the country. Amina made it known that she would
go and confront them. Film director Nadia El Fani tried to talk her out of going, saying
they would lynch her and that if she really wanted to go, she had to do it in the presence
of a few journalists. She went alone all the same, bravely determined to oppose these
extremists, carrying self-defence spray in her backpack. The police promptly arrested
her, taking her to jail for being in possession of illegal weapons and desecrating a
cemetery. It turned out that she had painted the word “Femen” on the wall separating
the street from the cemetery. Painting slogans on walls everywhere in the country had
been common practice ever since the revolution. Amina‟s arrest made it impossible for
the 18-year-old girl to sit her final secondary school exams. She was jailed in
horrendous conditions for over two months, confined in 20-square-meter cell with fortyfive other inmates. She was only released a few days after the assassination of
Mohamed Brahmiat the beginning of August and now lives in France where she is
trying to start a new life.
Interestingly enough, throughout the weeks of her imprisonment, Tunisian society
changed its attitude towards her. The feminists and modernists who had criticized her
started supporting her and asking for her liberation, widely approving the action
initiated by the committee set up for her liberation. Amina‟s act of rebellion is much
more than the anecdotal behaviour of a teen-ager. In the context of a country where
women have adopted “niqabs”, her gesture is a symbol of bravery. The sentence she
wrote across her breasts is loaded with meaning. “My body belongs to me. It is the
honour of no one else”, it said. Amina was thus asserting her right to use her body as
she wanted to. She was also claiming her own existence, as a being separate from any
group, emerging freely and independently from the straightjacket of the traditional
Mediterranean family. Amina embodies change, new lifestyles to come, as well as
resistance against the obscurantist forces at work in Tunisian society, in a process that is
bound to take a long time.
Tunisian women are concerned about their daughters‟ future and they are determined
to take any action needed to defend the status they were given in 1956. Young Amina
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embodies a new generation who saw the revolution as the promise of even further
perspectives for change. She may have been alone, as she was last March, when she
posted her photos on Facebook. Yet, it is probably no coincidence that in Egypt Aliaa el
Mahdy also posted a full picture of herself naked on her blog. Activist Lina Ben Mhenni
posted a picture of her naked back in August 2010. These young women, in different
places, at different moments, each expressed their desire to rid themselves of the past
and redefine their relationships to themselves and the outside world. This period is
certainly not an easy one, as the situation seems to be constantly fluctuating. But is this
really surprising? Revolutions have always implied the opposition of conflicting trends.
Lasting change simply cannot follow the pace of the Internet messages that brought
recent events of the so-called Arab Spring to the knowledge of the whole world. History
bides its time, while also requiring the constant vigilance of its actors.
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RESEÑA: DISCURSO DE GÉNERO Y DIDÁCTICA. RELATO DE
UNA INQUIETUD. FÉLIX SAN VICENTE Y Mª LUISA CALERO
VAQUERA1
Carmen F. Blanco Valdés2
Félix San Vicente y Mª Luisa Calero Vaquera (eds.), Discurso de género y didáctica.
Relato de una inquietud. Bologna: Cooperativa Libraria Universitaria Editrice
Bologna (CLUEB), 2012. ISBN: 978-88-491-3653-1;978-84-9927-113-2.
La Universidad de Bolonia y la Universidad de Córdoba, la colección Contesti
linguistici y el Servicio de Publicaciones se han unido para ofrecer esta magnífica
monografía, editada por los profesores Félix San Vicente y María Luisa Calero Vaquera
con el apoyo del Ministero dell‟Istruzione, dell‟Università e della Ricerca y del grupo
de Investigación, del Plan de Investigación de la Junta de Andalucía, LENGUAJES
(HUM 224).
Son datos que sirven de preámbulo para contextualizar un trabajo científico, serio
y riguroso que toma como punto de partida las reflexiones de un nutrido grupo de
especialistas sobre el discurso de género desde el enfoque de la didáctica, enfoque cuyo
punto de vista nace desde el relato de una inquietud, lo cual deja entrever, ya desde el
propio título, que no se trata sólo del análisis de las distintas perspectivas metodológicas
de estudio sino que su intención va más allá, pues la inquietud es síntoma de que, en
este campo concreto, los cambios son todavía necesarios.
El volumen se abre con un capítulo inicial, a cargo de los editores, que plantea las
bases del estado de la cuestión “Aproximación al discurso de género y su didáctica” y se
estructura a lo largo de tres capítulos, de extensión equilibrada y que revisan los
1
Fecha de recepción: 30/06/2013
Fecha de aceptación: 02/07/2013
Profesora titular de Universidad, Departamento de Traducción e Interpretación, Lenguas Romances,
Estudios Semíticos y Documentación, Universidad de Córdoba, España;  [email protected].
2
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soportes fundamentales del discurso lingüístico, centrados en los siguientes aspectos: 1)
Perspectivas y planteamientos, 2) Estereotipos e ideología en la tradición de manuales y
gramáticas y 3) Estereotipos e ideologías en la tradición del diccionario. Se cierra con
una Bibliografía dividida entre a) Fuentes y b) Bibliografía crítica.
En el prólogo “Aproximación al discurso de género y su didáctica” los editores
aclaran que el volumen pretende descifrar, “desde la percepción de la no neutralidad de
los sistemas lingüísticos, que los instrumentos para la didáctica y las instituciones que
los imponen han tenido un peso determinante en el pasado y podrán tenerlo también en
el presente y en el futuro”; de ahí que, como antes apuntábamos, este conjunto de
estudios se conciba con el relato de una inquietud. Partiendo del hecho indiscutible de
que en la lengua “los roles y estereotipos non son innatos sino que obedecen a
circunstancias históricas”, el volumen, con un criterio, a mi juicio, totalmente acertado
por parte de los editores, se aproxima al tema central desde la perspectiva histórica y
desde el análisis ideológico que pueden aportar recipientes como las gramáticas, los
manuales y diccionarios “lugares en los que particularmente se produce la inserción de
lo ideológico”; y configura en su conjunto una dimensión cronológica que en su
diacronía abarca desde los comienzos de la época moderna hasta la actualidad. La
conclusión no deja al lector indiferente: la lengua y sus usos son “reflejo de una
sociedad sesgada en lo ideológico en el tratamiento de las formas de género”.
El primer capítulo, “Perspectivas y planteamientos”, engloba un total de cinco
estudios que abordan el discurso de género desde una visión histórica. Se abre con el
artículo de María Ángeles Calero Fernández, “Visión histórica de la teorización del
género gramatical y consecuencias en su aplicación a la enseñanza de ELE”, quien,
centrándose específicamente en el morfema de género, considera que, en la enseñanza
de la lengua española para extranjeros, esta cuestión no es baladí. Tras el análisis de
este morfema en las primeras gramáticas del español, en los textos académicos, en las
gramáticas contemporáneas y en los materiales didácticos del español como lengua
extranjera, su conclusión es que, en las investigaciones sobre el género gramatical, hay
que seguir avanzando y que, justamente, los materiales de enseñanza de ELE son “un
espacio privilegiado”. “La mujer y el estudio del latín en la Europa moderna” es la
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aportación que presenta Francisca del Mar Plaza Picón que señala cómo el nuevo
contexto económico y social de la Europa Moderna trajo consigo “un mayor interés por
la educación en general y por la de las mujeres en concreto”. Su corpus de análisis se
centra en algunos tratados pedagógicos en los que se abogaba por la enseñanza del latín,
desde el siglo XVI al XVIII, para ahondar en la intención y la perspectiva desde la cual
se aconsejaba el aprendizaje del latín: como lengua de la Iglesia servía para la
formación moral y religiosa de las mujeres; pero, al tiempo, el dominio de esa lengua,
les servía como vía de acceso a la cultura. Los dos capítulos siguientes “Los idiomas en
la educación femenina en la España del siglo XVIII: Josefa Amar y Borbón y José
Isidoro Morales” y “Queridísima esposa: Mecanismos lingüísticos de intensificación en
cartas de despedida destinadas a mujeres” de María Dolores Gimeno Puyol y de
Florencio del Barrio de la Rosa abordan, respectivamente, la introducción de los
idiomas modernos en la enseñanza femenina en el Antiguo Régimen desde el distinto
enfoque con el que los textos estudiados se aproximan a la enseñanza de idiomas,
enfoque que “muestra dos concepciones distintas del papel que se adjudicaba a la mujer
entre las élites dieciochescas”; y las cartas de despedida dirigidas a las mujeres por los
condenados a muerte durante la Guerra Civil española que “suponen un corpus ideal
para el análisis de las diferencias lingüísticas entre mujeres y hombres”. Esta primera
sección de la monografía se cierra con el artículo de María Luisa Calero “El lugar de las
mujeres en la Universidad española”. Calero analiza en sus pormenores –y sobre
estadísticas reales– el papel de las mujeres desde los diferentes roles: como alumna,
como profesora y como dirigente, para terminar ofreciendo un acertado diagnóstico
sobre el futuro de este colectivo, tanto en la Universidad como fuera de ella; y una
advertencia que no debe ser, a mi juicio, menospreciada: “ante los actuales momentos
de quiebra económica hay que mantenerse alerta para que nuestros gobernantes no
consideren un lujo las conquistas habidas en materia de igualdad, que suelen ser las
primeras de las que se prescinde en situaciones de crisis”.
Sociedad, cultura, proceso educativo y uso de la lengua son las columnas sobre las
que se vertebran los estudios contenidos en el segundo capítulo: “Estereotipos e
ideología en la tradición de manuales y gramáticas”. Ideas como que el proceso
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educativo constituye un momento clave de socialización para los individuos, que la
escuela puede transmitir –y consagrar– un sistema de valores discriminatorio y sexista,
que muchos de los libros de texto, gramáticas o repertorios usados como manuales para
la enseñanza de las lenguas, además de ser, en efecto, una vía de acceso a la cultura,
recreaban situaciones de la vida cotidiana que, a su vez, respondían a culturemas en los
que la mujer asumía un rol estrictamente femenino, son algunas de las interesantes
aportaciones que podemos encontrar en este nutrido y sistematizado capítulo, con una
magnífica organización de los materiales por parte de los editores que, en todo
momento, han sabido mantener la perspectiva diacrónica. El interés radica, además, en
que el corpus estudiado analiza tanto textos pertenecientes al ámbito de la lengua
española como manuales de español para italianos. Tal es el caso de los artículos
“Análisis ideológico del discurso metalingüístico: la mujer en las gramáticas de español
para italianos del siglo XVI” de Carmen Castillo Peña que analiza en detalle los textos
de Giovan Mario Alessandri d‟Urbino (Nápoles, 1560) y de Juan de Miranda (Venecia,
1566); “La representación de la mujer en los ejemplos de Il perfetto dialoghista italiano
e spagnuolo y el Unico metodo accelerato razionale, en el que Luisa Chierichetti se
acerca con minuciosidad a estos dos métodos de español para italianos de principios del
siglo XX; y “Reflexiones en torno a contrastividad y género en la gramática de español
para italófonos” estudio en el que María Lozano Zahonero reflexiona sobre los tres
conceptos de género: gramatical, biológico y social, para plantear una pregunta ¿qué
enseñar sobre género en una gramática de español como L2 y, más concretamente, para
italianos? El capítulo se completa, en el ámbito hispano con las aportaciones de Daniel
M. Sáez Rivera y Margarita Borreguero Zuloaga “La presencia de las mujeres en los
métodos y las gramáticas de ELE (1492-1726)” que subrayan que buena parte de las
gramáticas y manuales de este periodo han transmitido una imagen de la mujer que
“refleja los estereotipos existentes, pero que en algunos casos no deja de resultar
sorprendente”; y de Dolores Azorín, José Joaquín Martínez y Antonia Martínez Linares,
los cuales en el estudio “La mujer como sujeto y objeto en los diálogos didácticos de los
siglos XVI y XVII” pretenden indagar en la imagen que de la mujer proyectan estos
diálogos, bien cuando es traída a colación como objeto, bien cuando aparece en calidad
de personaje activo. Finalmente, encontramos los artículos de Susana Rodríguez Marcia
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y de Maria Teresa Sanmarco Bande que, respectivamente, abordan el análisis de dos
textos: “El papel de los ejemplos en la construcción de estereotipos. Análisis del
Compendio de la Gramática de la Lengua Española (1931)” y “Orígenes y
adaptaciones de La bella Juanita, libro de lectura para niñas”, el primero de los cuales
concebido como una herramienta para el aprendizaje de la lengua en etapas formativas
de nivel medio y el segundo como un claro ejemplo de la orientación moralizante en la
educación infantil femenina “encaminada a reforzar el papel exclusivo de la mujer como
hija sumisa, ama de casa hacendosa y madre sacrificada”.
En el tercer y último capítulo de esta monografía: “Estereotipos e ideología en la
tradición del diccionario” se incluyen tres artículos en los que el recipiente de análisis
son los diccionarios, de tal modo que el interés se centra ahora, fundamentalmente, en el
componente léxico de las lenguas. El punto de partida se establece sobre la base de un
hecho incuestionable, reseñado por Gutiérrez Cuadrado, y que los estudiosos Carmen
Marimón Llorca y María Isabel Santamaría Pérez señalan en el artículo “El estereotipo
social femenino a través del léxico sobre las relaciones de parentesco: del Tesoro de
Covarrubias a Autoridades”: “toda obra lexicográfica es deudora de la ideología
reinante de la época en la que se produce; esto es, los diccionarios […] no son textos
neutros sino reflejo de la manera de ver el mundo por parte de una sociedad, o al menos
de los grupos sociales dominantes”. Si bien, con el paso del tiempo, los diccionario han
procurado desideologizarse, lo cierto es que en las primeras obras lexicográficas del
español detalladas en este artículo, que se centra en el análisis de los estereotipos
femeninos referidos a la familia y a las relaciones sociales, los autores no sólo se
centraban en el contenido léxico de las palabras sino que también ofrecían información
sobre el contenido semántico, de modo que “constituyen un testimonio sociocultural e
histórico fundamental que refleja claramente el pensamiento de un momento”. El
artículo “Lecturas femeninas especiales: los diccionarios médicos de divulgación de la
España decimonónica” de Bertha M. Gutiérrez Rodilla nos introduce en la corriente
conocida como “Medicina doméstica” que en España no alcanzó más que “un tímido
desarrollo”. Bajo el formato de “diccionario” se incluían una serie de manuales de
higiene y salud, inventarios de nombres de enfermedades o de síntomas cuya finalidad
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quedaba lejos de instruir a las mujeres, pues su pretensión era más bien “transmitir una
serie de ideas médicas sobre el matrimonio, la maternidad, la crianza o el cuidado del
hogar” que radicasen a la mujer en el rol que la sociedad decimonónica le había
asignado. El objeto de estudio del artículo que cierra esta monografía: “La cuestión del
género en el diccionario monolingüe de aprendizaje del español como lengua
extranjera” a cargo de Stefan Ruhstaller y Francisco Molina Díaz, es la revisión crítica
de diccionarios monolingües de español como herramienta para el aprendizaje de una
L2; y más concretamente a través de lemas representativos como hombre y mujer y
algunos de sus derivados morfológicos.
En buena lógica y dado que el libro se concibe como una monografía, el apartado
“Bibliografía” se presenta no como una suma de las distintas fuentes documentales de
cada uno de los artículos sino como una bibliografía general sobre el tema; de hecho, se
ofrece a los lectores una relación exhaustiva y actualizada que comprende más de 300
títulos y que, en mi opinión, es en sí mismo un artículo de revisión bibliográfica.
A la vista de los datos aportados, no cabe duda de que nos encontramos ante un
volumen que, de suyo, se convertirá en referencia obligada para aquellos estudiosos
interesados en abordar el tema desde el ámbito específico de los estudios de género y/o
desde la perspectiva de la didáctica o el perímetro educativo. Bien planteada y con una
buena organización de los materiales, la monografía, sin desviarse en ningún momento
del argumento tratado, combina en un perfecto equilibrio la perspectiva histórica con la
comparatista, analiza en detalle tanto gramáticas, como diccionarios, textos de carácter
educativo o manuales; y aporta igualmente interesantes reflexiones sobre cómo fue y
como debe ser la enseñanza del español como segunda lengua o la enseñanza de una
lengua extranjera en materia de género. Por lo que se refiere al lugar de edición,
considero que ha sido un acierto de los editores que esta monografía haya sido
publicada en una editorial universitaria, pues la finalidad principal de estos servicios de
publicaciones, además de ser garantes de la calidad científica de los trabajos publicados,
es precisamente la de dar visibilidad a las investigaciones que se realizan en el seno de
las universidades.
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Pedro Jesús Molina Muñoz
Reseña: Virgina Woolf y el Helenismo 348-350
RESEÑA: VIRGINA WOOLF Y EL HELENISMO, 1897-1925. LUCÍA
P. ROMERO MARISCAL1
Pedro Jesús Molina Muñoz2
Lucía P. Romero Mariscal, Virginia Woolf y el Helenismo, 1897-1925.
Valencia: Alfons el Magnànim, 2012. ISBN 978-84-7822-621-4.
La relación de Virginia Woolf con la lengua y literatura griegas ha sido poco
estudiada incluso fuera de España y es, desde luego, prácticamente desconocida para el
público hispanohablante. El primer mérito de este libro es el de haber perseguido con
detalle muy minucioso esa relación, cotidiana primero, asidua y esforzada después, de la
escritora inglesa con el griego, como lengua que da acceso a una literatura
extraordinaria, y con una particular idea de Grecia, que debe leerse sobre el trasfondo
del papel que Grecia ha jugado en la cultura inglesa desde el siglo XIX hasta nuestros
días.
Un segundo mérito del libro es el de haber puesto de relieve el alcance de la
dedicación de Virginia Woolf a una lengua que le era a la vez tan próxima y tan extraña.
En efecto, el estudio de la lengua griega era en la época de Virginia Woolf el privilegio
casi exclusivo de una elite intelectual y académica masculina, contra la que suele
arremeter la propia Woolf en su obra, de modo que su apropiación del griego no
solamente constituirá la base necesaria para cumplir, de manera similar a la de los
hombres, su propia formación como escritora, sino que es capaz de transformar ese
privilegio en un don al lector común. De este modo, leer en griego se convertirá en la
piedra angular de su formación como intelectual que aprende, además, a través de las
primeras académicas dedicadas profesionalmente a la lengua y cultura griegas, como la
famosa Jane Harrison y, sobre todo, como su profesora particular, Janet Case.
1
Fecha de recepción: 03/09/2013
Fecha de aceptación: 05/09/2013
Special Scientist, Spanish Section, Language Center, University of Cyprus, Nicosia, Cipre;  munoz.
[email protected].
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Raudem
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Pedro Jesús Molina Muñoz
Reseña: Virgina Woolf y el Helenismo 348-350
De la lectura del libro de Lucía P. Romero Mariscal (LPRM en lo sucesivo) se
desprende una conclusión que puede sorprender en principio. La lengua griega aparece
íntimamente relacionada no ya con el feminismo de Virginia Woolf, sino con el
feminismo tout court. Sus primeras lecciones las recibe del catedrático de literatura
griega del King‟s College de Londres, el profesor Warr, cuyo compromiso con la
formación académica de las mujeres fue de un extraordinario valor en su época.
También Clara Pater, la hermana del reconocido Walter Pater, contribuyó al aprendizaje
del griego de Virginia Woolf, quien la recordará no solamente en sus cartas y diarios,
sino, además, en algunas de sus obras literarias, especialmente en el relato titulado
“Momentos de Vida: Los alfileres de Slater no tienen punta”. Finalmente, la influencia
de Janet Case, la primera mujer que participó en una representación teatral de las “obras
griegas” de Cambridge y una de las primeras licenciadas del Girton College, será
extraordinaria en la escritura y la vida de Virginia Woolf.
Los capítulos de la obra siguen un orden biográfico que nos permite asistir, día a
día como si dijéramos, al proceso de aprendizaje y a la maduración de sus frutos. Este
es, en nuestra opinión, el tercer mérito de la obra, pues el resultado es una lectura muy
amena. En el primer capítulo LPRM sigue la evolución desde las primeras lecciones de
griego en 1897 hasta la consagración como escritora de Virginia Woolf en 1925. El
material consultado es muy abundante: la edición de los diarios personales, del
epistolario de la autora, de sus notas de cuadernos de lectura, así como de sus primeros
ensayos, relatos y novelas. La información que se extrae de estas fuentes primarias de
consulta, que se citan en lengua original y en traducción, es igualmente rica y reveladora
del empeño apenas sin desmayo de Virginia Woolf en hacerse con la lengua y la
literatura griegas, sobre las que vuelve constantemente con esfuerzo y devoción. LPRM
subraya que, en la mayoría de las ocasiones, la joven escritora manifiesta un cuidado
casi filológico, y hace explícita la consulta, el estudio, la lectura o las referencias a obras
y autores de la Antigüedad. En otras ocasiones, sus estrategias son más indirectas, sus
alusiones más refinadas y sutiles, también más eruditas o irónicas, hasta el punto de
pasar desapercibidas a un lector no familiarizado con la filología clásica, i. e. no tan
común como Virginia Woolf quiso hacernos creer.
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Pedro Jesús Molina Muñoz
Reseña: Virgina Woolf y el Helenismo 348-350
El segundo capítulo está dedicado a la idea de Grecia de la escritora, una idea que
incorpora al griego de cada día la experiencia del viaje a Grecia, elevado por la cultura
inglesa a la condición de iniciático. LPRM describe y analiza el primer viaje a Grecia
que Virginia realizara en 1906 en compañía de sus hermanos Thoby y Adrian, de su
hermana Vanessa y de su entrañable amiga Violet Dickinson. Este viaje encontrará sus
prefiguraciones literarias en un relato breve, probablemente escrito por esas mismas
fechas, titulado “Un diálogo en el monte Pentélico”, así como en la que será su primera
novela “modernista”, El cuarto de Jacob, publicada en 1922. En todos estos ejemplos se
contrapone la Grecia idealizada por la “inteligencia” masculina a la Grecia dividida
entre el ideal y la realidad en la visión femenina de la autora, de la voz narradora, y de
los personajes femeninos.
El tercer y último capítulo regresa a la lengua griega y la literatura escrita en esa
lengua de tan extrañas virtudes. En él son objeto de detallado estudio dos ensayos
publicados por Virginia Woolf y centrados exclusivamente en el griego: “La lengua
perfecta”, de 1917, y “Del no saber griego”, ensayo este último publicado dentro de la
colección titulada El lector común y publicada en 1925. En estos ensayos la escritora
destaca la belleza inaprehensible de la lengua griega, su irresistible atractivo incluso
para quienes, como ella, se sienten excluidas debido a sus limitaciones en una
formación no especializada. La dificultad del griego es una dificultad intrínseca, por
otra parte, a la de una lengua arcana y misteriosa como todo lo antiguo y ya perdido.
Pero esta lengua ha dado, para la escritora y lectora ávida, una literatura que está a salvo
del tiempo.
El libro de LPRM constituye a nuestro juicio una muy importante aportación a
tres campos de estudio. Es, en primer lugar, una contribución especialmente valiosa a
los conocidos como Reception Studies, aplicados a una autora excepcional cuya
vinculación a la literatura clásica ha sido con frecuencia considerada como una
inclinación curiosa, pero secundaria. Los estudios de género tienen también en el libro
una aportación a una autora emblemática y de ideas disputadas sobre la condición de la
mujer y de su oficio de escritora. Y las personas que aman la literatura de Virginia
Woolf tienen perspectivas inusitadas para mirar el mundo desde el sillón de la escritora
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Bibian Peréz Ruiz
Reseña: Postocolonial Ecologies 351-355
RESEÑA: POSTOCONIAL ECOLOGIES. LITERATURES OF THE
ENVIRONMENT. ELIZABETH DELOUGHREYAND GEORGE B.
HANDLEY1
Bibian Pérez Ruiz2
Elizabeth DeLoughrey & George B. Handley, Postcolonial Ecologies. New York:
Oxford University Press, 2011. ISBN: 978-0-19-539442-9.
El libro Postcolonial Ecologies parte de la convicción de sus autores de la
necesidad de establecer un diálogo fructífero entre los estudios postcoloniales y
ecocríticos, a la vez que reivindica la ampliación del campo de investigación de éstos en
el complejo mundo globalizado actual, dado que las preocupaciones medioambientales
no son prerrogativa exclusiva del norte privilegiado. Esta obrarechaza la
homogeneización, apostando en cambio por reconocer y visibilizar la riqueza de la
diferencia junto con las valiosísimas aportaciones del sur al imaginario ecológico, sus
debates sobre temas medioambientales así como su plenaconsciencia de la impronta del
ser humano en la naturaleza.
Tras una introducción clarificadora sobre diversas cuestiones ecocríticas y
postcoloniales, el libro se articula en torno a cuatro secciones compuestas por diversos
artículos relacionados por un hilo conductor común. El primer bloque, “cultivando el
lugar”, se centra en la cuestión de cómo la representación y connotaciones de lugares
geográficos concretos ha estado, y continúa estando, fuertemente influenciada por el
colonialismo. El estudio de Jill Didur sobre The Inheritance of Loss, de la escritora
india Kiran Desai, reconstruye el paisaje del Himalaya dotándole de tintes novedosos
(símbolo de amenazas y peligros) frente a las implicaciones habituales asociadas a las
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Fecha de recepción: 17/09/2013
Fecha de aceptación: 19/09/2013
Profesora Asociada, Departamento de Filología Inglesa, Universidad Autónoma de Madrid, España; 
purificació[email protected].
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Bibian Peréz Ruiz
Reseña: Postocolonial Ecologies 351-355
estaciones de montaña (entornos saludables, sublimes y pintorescos) a la vez que
desplegando una indómita fuerza natural que deja al descubierto la pequeñez del ser
humano frente a ésta. De este modo la narrativa de Desai rechaza y subvierte el
antropocentrismo colonial en cuanto a la representación del espacio se refiere, al
describir paisajes y habitantes altamente extraños e inquietantes. Por su parte, el artículo
de LeGrace Benson ofrece un análisis diacrónico de los significados profundos y
motivaciones que dieron lugar a las representaciones artísticas, mayoritariamente
pictóricas, del “paraíso” haitiano, las cuales aportan una visión del entorno enraizada en
la conciencia religiosa afro-criolla que personifica a sus deidades en fuerzas naturales
con entidad moral y considera a las personas como integrantes de una comunidad
extensa que trasciende el individualismo occidental. Finalmente, Elaine Savory hace
especial hincapié en la preocupación de la ecocrítica postcolonial por visibilizar la
explotación ejercida por los imperios coloniales sobre las personas y su medio natural.
Para ello se centra en las estrategias estéticas relativas al uso extensivo y variado de la
flora en la poesía del escritor caribeño Derek Walcott, galardonado con el Nobel de
Literatura en 1992.
La sección II, “narrativas del bosque”, aborda la cuestión de cómo desde diversos
ángulos se han intentado deconstruir las interpretaciones relativas a la representación,
trascendencia y funcionalidad de los bosques no occidentales derivadas de dualismos
potenciados
durante
el
colonialismo,
como
cultura/naturaleza,
blanco/negro,
hombre/mujer (24). En este sentido, el artículo de Lizabeth Paravisini-Gebert investiga
diversas manifestaciones literarias relativas a las significaciones profundas del bosque
caribeño junto con el dramático problema de la deforestación, íntimamente ligado a su
pasado colonial. Por su parte, George B. Handley vuelve su mirada hacia la literatura
latinoamericana al analizar el protagonismo de una naturaleza hermosa a la vez que
implacable y terrible en Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier. Finalmente, Jennifer
Wenzel nos acerca, mediante el análisis del relato “Dhowli” de la escritora y activista
bengalí Mahasweta Devi, a la inextricable relación entre conflictos narrativos y crisis
ecológicas característica en la obra de esta autora. Devi considera que una de las
funciones de la ecocrítica debe ser la de visibilizar las injusticias medioambientales
padecidas por los más marginados, preocupación constante en sus escritos. Lo que
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Bibian Peréz Ruiz
Reseña: Postocolonial Ecologies 351-355
resulta especialmente interesante de este artículo es su plasmación de la
mercantilización consciente que algunos de los personajes femeninos de Devi hacen de
su sexualidad, como herramienta no sólo de supervivencia sino de prosperidad
económica, sin que dichas mujeres se sientan avergonzadas por ello. En este sentido
cabría establecerse una sugestiva analogía con este mismo posicionamiento utilitarista
de la belleza y el cuerpo femenino presente en la obra de algunas escritoras africanas,
denominado por Catherine Frank “bottom power” (1987: 14-34), las nigerianas Buchi
Emecheta y Chimamanda Ngodzi Adichie, la camerunesa Calixthe Beyala o la
zimbabuense Yvonne Vera, entre otras.
El tercer bloque, “las vidas de los animales (no humanos)”, se interroga acerca del
antropocentrismo imperante en cuestiones medioambientales mediante cuatro artículos
centrados en realidades africanas, asiáticas y australianas. El trabajo de Rob Nixon pone
de manifiesto cómo las reservas de caza en Sudáfrica son percibidas de manera
diametralmente opuesta por la población blanca (riesgo, aventura, lugares para la
renovación espiritual y nostalgia de un pasado poderoso) y la negra (la naturaleza
utilizada como otra herramienta de exclusión racial), en un país donde la segregación ha
sido durante décadas una brutal realidad no sólo entre humanos y no humanos, sino
entre personas. El artículo de Jonathan Steinwand utiliza a las ballenas como hilo
conductor analizando cuatro novelas de autores tan diversos como Witi Ihimaera
(maorí), Linda Hogan (india americana), Zakes Mda (sudafricano) y Amitav Ghos
(indio). Dichas narraciones desdibujan los límites convencionales entre humanos y no
humanos, convirtiendo a los cetáceos en iconos a través de los cuales se establece una
interesante analogía entre éstos (seres amenazados, ambiguos y fronterizos) y las
poblaciones indígenas (igualmente amenazadas y en permanente negociación entre la
civilización dominante y la naturaleza), así como entre el modo de vida tradicional
frente al capitalismo postmoderno. Allison Carruth vuelve su mirada a la
transformación experimentada en la narrativa del sudafricano J. M. Coetzee, Nobel de
Literatura del 2003, quien evoluciona desde la morbosidad, violencia y preocupación
por temas raciales de etapas previas a argumentos más cómicos, cotidianos y banales en
la actualidad. Dicho artículo se centra en la novela corta The Lives of Animals, la cual
critica y parodia el antropocentrismo postcolonial generando más simpatías por las
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Bibian Peréz Ruiz
Reseña: Postocolonial Ecologies 351-355
vidas de los animales que por la historia del colonialismo político. En último lugar,
Pablo Mukherjee nos aproxima al que se considera el peor desastre ecológico industrial,
la tragedia del vertido masivo de gases tóxicos el 4 de diciembre de 1984 en Bhopal,
que afectó a más de 200.000 personas en esta ciudad india y a la cual Indra Sinha nos
acerca mediante su novela Animal´s People, metonimia de la condición cotidiana de la
existencia postcolonial.
El último bloque, “turismo militante”, se centra en la representación del sujeto
subalterno así como en la candente cuestión de quien tiene la potestad de hablar en
representación de la naturaleza. El artículo de Elizabeth DeLoughrey se sumerge en los
orígenes de los movimientos medioambientales y sostiene que, de modo sutil y
tangencial, las radiaciones nucleares con fines militares han sido precursoras del
calentamiento global y, paradójicamente, han contribuido a la concienciación de la
existencia de un ecosistema global. Por su parte, Dina El Dessousky nos presenta una
panorámica de la filosofía subyacente entre los habitantes de las islas del Pacífico en lo
relativo a sus sentimientos de responsabilidad y amor profundo por su tierra y la vida
que la habita, tanto humana como no humana: el lugar cargado de significado (lo que
Lawrence Buell denomina “place” (2005: 62-63) frente al “space” que denotaría una
abstracción geométrica y topográfica) considerado elemento consustancial a la propia
identidad de sus habitantes y, por ello, el daño profundo causado por las pruebas
nucleares llevadas a cabo en sus islas. Anthony Carrigan, a través de la novela Turtle
Nest de la escritora Chandani Lokuege, reflexiona acerca de cómo la reconstrucción de
Sri Lanka tras el devastador tsunami de diciembre del 2004 ha supuesto, en realidad,
una degradación ecológica progresiva de la isla debido al tipo de desarrollo turístico allí
implementado que ha causado desplazamientos masivos de comunidades enteras para la
construcción de hoteles, un turismo sexual infantil y la degradación costera, entre otros.
Finalmente, Byron Caminero-Santangelo reflexiona sobre los efectos dañinos del
turismo que deja de lado al medio ambiente mediante el análisis de la novela The Heart
of Redness del escritor sudafricano Zakes Mda.
Postcolonial Ecologies supone un nexo de unión necesario entre la ecocrítica y los
estudios postcoloniales al ofrecer un amplio abanico de temas, perspectivas y realidades
diversas mediante artículos seleccionados con gran criterio. Tras la lectura de estos
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Bibian Peréz Ruiz
Reseña: Postocolonial Ecologies 351-355
ensayos el lector, independientemente de su conocimiento de cuestiones académicas
ecocríticas o postcoloniales, será consciente de que el sur tiene mucho que ofrecer y de
que la creatividad artística y literaria de países con un pasado colonial es enormemente
rica y variada. Sin embargo, a pesar de que los editores de Postcolonial Ecologies
mencionan la importancia que ciertos movimientos han tenido en reivindicar una nueva
mirada sobre conceptos surgidos y heredados de la época colonial (24), en este libro se
echa en falta la presencia de algún artículo que, desde el ecofeminismo, presente un
breve recorrido diacrónico de la evolución de este movimiento3 a la vez que aborde
desde este ángulo alguna de las numerosas cuestiones candentes que las manifestaciones
literarias de los cinco continentes nos ofrecen. Nos encontramos ante un libro que
cualquier persona interesada en temas literarios, postcoloniales o enla creación artística
de países más allá de Europa y Norteamérica, encontrará revelador, enormemente
clarificador y, en ocasiones, fascinante.
Referencias bibliográficas
Buell, Lawrence. 2005. The Future of Environmental Criticism: Environmental Crisis and
Literary Imagination. Oxford& Malden: Blackwell Publishing.
Carretero González, Margarita. 2010. “Ecofeminismo y análisis literario”. Ecocríticas.
Literatura y medio ambiente. Ed. Carmen Flys Junquera, Jose Manuel Marrero Henríquez
y Julia Barella Vigal. Madrid: Iberoamericana/Vervuert. 177-189.
Frank, Catherine. 1987. “Women Without Men: The Feminist Novel in Africa”. Women in
African Literature Today. Ed. Eldred Durosimi Jones. Trenton: Africa World Press. 1434.
Rey Torrijos, Esther. 2010. “¿Por qué ellas, por qué ahora? La mujer y el medio natural:
orígenes y evolución del ecofeminismo”. Ecocríticas. Literatura y medio ambiente. Ed.
Carmen Flys Junquera, Jose Manuel Marrero Henríquez y Julia Barella Vigal. Madrid:
Iberoamericana/Vervuert. 35-166.
3
Para un recorrido exhaustivo en español de los orígenes y evolución del ecofeminismo así como de la
relación del ecofeminismo con el análisis literario, véanse los artículos de Esther Rey y Margarita
Carretero citados en la bibliografía final.
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