Reseña Agujas milagrosas: Penélope en Veracruz Lilia Granillo

Transcripción

Reseña Agujas milagrosas: Penélope en Veracruz Lilia Granillo
Reseña
Agujas milagrosas: Penélope en Veracruz
Lilia Granillo Vázquez,
Universidad Autónoma Metropolitana,
Ciudad de México
..empezó su tapiz gigantesco que puntada tras puntada le permitía
pensar, punto atrás, punto de cable, punto de pluma, punto coral,
punto pequinés, cadena torcida,… .
(Beatriz Espejo, Todo lo hacemos en familia, México, Ed.
Aldus, 2001. www.aldus.com.mx)
En 1893, El Correo de Chicago y el Daily Interocean informaban de la Exposición
Colombina. En el Palacio de la Mujer, construido en la entonces llamada “Ciudad Blanca”,
numeroso público pudo “admirar el difícil y exquisito trabajo que caracteriza a las
mexicanas… pañuelos de Toluca que superan a los encajes de Chantilly, finísimos tejidos
de las indígenas de Tehuantepec”.
Las prensas al sur del Río Bravo informaban ampliamente de los afanes internacionales de
la abundancia porfiriana y la distinción de Doña Carmelita Romero Rubio –esposa virgen
del “dictador bueno”, según la historia que cuenta Sara Sefchovich en La suerte de la
consorte1 -- . Publicaba El Monitor Republicano desde la Ciudad de México: “…Los
grandes almacenes de lujo de Chicago han ido a estudiar las secciones extranjeras que
presentaban trabajos de mano en bordados… y al llegar a la de nuestro país — se han
sorprendido y han pedido al jefe de aquella sección que les diese precios y direcciones… a
fin de mandar a hacer obras tan finas y delicadas a su lugar de origen”2 . Junto a las
tradicionales labores de aguja, se exhibieron numerosas colecciones de poemas: La lira
poblana, La lira zacatecana y la célebre Antología de poetisas mexicanas, de José María
Vigil, entre otras.
Por primera vez, las “niñas mexicanas” – famosas por su discreta sumisión, eufemismo
asumido-- participaron en un acontecimiento público. Así, las “juiciosas lectoras” de los
Panoramas, Calendarios y Semanas de las Señoritas Mexicanas, destacaron ostentando
primores realizados en lo privado. Era la invasión femenina de la plaza nacional. Las
labores de aguja, la confección del vestido o la manufactura de tapices eran labores
socialmente destinadas para las mujeres, pero la literatura, la poesía, eso mostraba destrezas
un tanto insospechadas.
Un siglo más tarde, afirmaría la investigadora de género, Margarita Dalton, que desde la
sociedad griega, la destreza de la mujer alcanza rango de valor apreciado socialmente; y
que señoras y reinas, esclavas y siervas, diosas y semidiosas bordan, hilan y tejen. Del
arquetipo femenino de tejer y esperar, dice: “Esta tela, es de alguna manera, su cómplice”3 .
A principios de 2002, Beatriz Espejo presentó en el Centro de Cultura Casa Lamm –
empresa femenina-- su última pieza narrativa Todo lo hacemos en familia. Espléndido tapiz
donde se entremezclan, entretejidos y dibujados, los diversos planos donde transcurre la
vida familiar tan compleja de una casa de la provincia veracruzana. Se trata de una pintura
casi medieval que requiere ejercicios de perspectiva, y que señala, para su interpretación,
una lectura compleja de las relaciones amorosas, domésticas, regionales, de las parientas y
los parientes que, aunque no viven bajo el mismo techo, se mantienen unidos por el hilo de
la vida. Sara, una septuagenaria que borda rosas con obsesiva compulsión para ahuyentar
los remordimientos de ser rica en un país de pobres, enlaza este mosaico de cuentos
correctamente hilvanados –con la corrección estilística de la autora--. Mientras la viuda
ensarta personajes enigmáticos, de inocencia aparente, aunque de misteriosa atracción, los
personajes lo mismo venden que compran ángeles de la guarda, y las personajas
desprecian novios hasta la ignominia social y se burlan de todo, mientras preparan el
banquete para sus invitados: canónigos con cara de chango.
El desfile de bordados transita de la Capital al Puerto, por Perote y hasta La Habana; en
conventos y mansiones provincianas, teatros de revista, restoranes de postín. Identidad
caribeña, cultura internacional, anhelos terrenales, inspiraciones europeas, motivaciones
olmecas: el mosaico de vivencias veracruzanas aparece como telón de fondo de los
apasionados primos y primas que se muestran recatados y solemnes. Lo mismo deambulan
enloquecidamente por el Banco de México, que por fiestas escolares y trasatlánticos que
naufragan-- ¿quién osaban en los años treintas, embarcarse para recorrer las exóticas costas
de Brasil?— mientras hermanos y hermanas, sobrinas, tías, viudos, amigos, esposos y
novios reciben del cielo una abundancia que encadena, más allá del punto de cruz, los
imposibles hilos familiares.
Esta pluma femenina que se jacta de hilvanar desenlaces insospechados inaugura el
“realismo milagroso”: la intervención divina salva lo insalvable con potencias infinitas.
Intimista y desafiante, ostentosa e hilarante, discreta e irreverente, la prosa de la autora de
El Cantar del pecador y de Alta Costura, posee la fuerza vital que desciende a los avernos
de lo vulgar y pueblerino para ascender como una ola hasta los casticismos, sin faltar el
arroz goliardo a la vermicelli y “el delicioso calosfrío de lo coruscante”. Heredera de la
tradición nacional femenina de bordar y contar historias milagrosas para salvaguardar la
honra familiar, las espinas de esta obra maestra de la narrativa contemporánea, como las
rosas de Sara, pinchan el dedo de quien se atreva a leerla.
NOTAS:
1
México, Océano, 2002
2
Ana Elena Díaz Alejo y Ernesto Prado Velásquez, “Introducción”, Poetisas Mexicanas,
Siglos XVI, XVII, XVIII y XIX (1893), México, UNAM, 1977, p. xxxi.
3
Margarita Dalton Palomo, Mujeres, diosas y musas, tejedoras de la memoria, México,
Colegio de México, 1996, P. 96

Documentos relacionados