“La Adelita”, símbolo musical de la Revolución, nació en Culiacán

Transcripción

“La Adelita”, símbolo musical de la Revolución, nació en Culiacán
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Gladys Aydeé Gálvez Rivas
Diseño
Culiacán Rosales,Sinaloa
No. 190
Miércoles 19 de Noviembre de 2008
Sucedió en noviembre
A sangre y fuego fue
la toma de Culiacán
En la tarde del miércoles 5 de noviembre de 1913, el general Álvaro
Obregón emprendió la marcha sobre Culiacán, llevando dos trenes
militares a cuyos flancos marchaba un gran contingente de caballería
e infantería. El jueves 6 envió el siguiente mensaje al agente consular
de los Estados Unidos en Culiacán:
Me permito notificar a usted, suplicándole que a su vez lo haga con
todos sus nacionales y, si es posible, con los demás extranjeros
residentes en esa capital, que deberán salir de ella en un plazo de 24
horas, contadas desde el recibo de éste... en el concepto de que
cualquier perjuicio que reciban al ser atacada esa plaza, no siendo en
sus personas, estamos dispuestos a repararlo.
Asimismo, dirigió otra nota al comandante federal de la plaza
invitándolo a que permitiera la salida de las familias y personas que
no participaran en la defensa.
Ninguno de los mensajes fue contestado. Los contingentes que
Obregón había enviado por delante, al mando de los jefes Ramón F.
Iturbe, Manuel M. Diéguez y José de la Luz Blanco, se apoderaron de
los poblados y villorrios.
Que encontraban al paso, limpiando el campo, y el miércoles 8 de
noviembre todas las fuerzas de obregón se juntaron a la vista de la
ciudad de Culiacán.
Esta plaza registraba entonces una población de 14 mil habitantes
y estaba defendida por el comandante Miguel Rodríguez al frente de
un mil 200 soldados, entre infantería, caballería y artillería.
El brigadier Miguel Armienta sintetizó en un parte las acciones que
siguieron: “Al acercarse a las primeras casas del lugar se inició un
durísimo combate. Los federales se habían fortificado en San Miguel
y en La Lomita, impidiendo que nuestras fuerzas lanzaran un ataque
masivo que decidiera la acción; la lucha, en algunos sectores, llegó a
ser cuerpo a cuerpo y casa por casa.
Se estaban preparando las tropas para el asalto definitivo cuando,
como a las diez de la noche el general Lucio Blanco llegó con la
noticia de que venía un barco federal con intenciones de
desembarcar tropas en Altata.
Se anuló la orden de ataque y nos preparamos para rechazar al
enemigo que, pensamos, ya estaría desembarcando, pero lo cierto
es que no había ningún navío, ni algún movimiento sospechoso que
anunciase un posible desembarco en aquella zona. Evidentemente
se había tratado de una noticia falsa infiltrada por los federales para
distraer nuestras acciones en Culiacán.
Después de esa dilación, se inició un combate sin cuartel que duró
tres días de enconadas acciones hasta que el viernes 14 de
noviembre, después de haber perdido el bastión que era la capilla de
Guadalupe y otros sitios estratégicos, se produjo la evacuación por
parte de las fuerzas federales que, prácticamente, huyeron hacia
Mazatlán, dejando abandonados en los hospitales de Culiacán a no
pocos de sus heridos, así como escaso armamento, pues, al parecer
el parque se había agotado.
Muerte de un valiente
en el campo de batalla
Durante la toma de Culiacán, por parte de las tropas
constitucionalistas que mandaba el general Álvaro Obregón, al
frente de uno de los batallones avanzaba con pie resuelto un joven
militar que ostentaba el grado de teniente coronel revolucionario. El
valor que lo caracterizaba lo convirtió en blanco del enemigo.
Avanzó unos minutos a la vanguardia de sus hombres cuando cayó
con una pierna destrozada por una bala expansiva.
Sus compañeros lo retiraron del lugar, al tiempo que el herido se
desangraba copiosamente con la arteria femoral partida en dos. Sin
embargo, fue vano el intento de llevarlo hasta el tren militar en donde
estaban los servicios médicos, pues era imposible atravesar por
aquel infierno de metralla. También resultaron infructuosos los
Talsevez
bajo
esfuerzos por detener la hemorragia. La vida
extinguía
en este
aquel
cuerpo, y pronto la muerte llegó en medio de la batalla.
-¡Quién es este teniente coronel tan valiente que así muere?
preguntó un soldado. Es el teniente coronel Gustavo Garmendia
contestó alguien.
El cadáver de Gustavo Garmendia fue conducido al cuartel
general y ahí se le hicieron guardias. A la mañana siguiente fue
trasladado a Navolato, donde se le dio sepultura con los honores
correspondientes.
Edificio La Lonja en 1910
Tal vez estas soldaderas hayan conocido a la enigmática Adelita.
“La Adelita”, símbolo musical de
la Revolución, nació en Culiacán
- Aquí fue instrumentada mediante la versión melódica silbada por un soldado
- De no haberse rescatado formalmente, se hubiera apagado entre vivaques
Es indudable que uno de los corridos y cantos que se conocen
en torno a los personajes, hechos y escenarios de la
Revolución Mexicana, uno de los más conocidos es el de “La
Adelita”, inspirado en una de las jóvenes que se enrolaron en
aquel movimiento, bien para acompañar a sus hombres, o por
rebeldía en contra de las injusticias.
Ancestralmente, alguna composición musical ha sido
motivo de identificación de etapas o capítulos vivenciales en
nuestra historia, tal se aprecia en el caso de “Mamá Carlota” y
la intervención francesa.
La referencia viene a colación no solamente porque mañana
se conmemora el 197 aniversario de la iniciación del
movimiento revolucionario en México, sino por el hecho de
que “La Adelita” nació oficial y musicalmente en Culiacán, en
septiembre de 1913, de acuerdo con la cita que de ello hace
Armando de María y Campos en su libreo “La Revolución
Mexicana a través de los corridos populares”, y del cual se
entresacan los siguientes párrafos:
Después de haber tomado la ciudad de Durango tremolando la
bandera del constitucionalismo, Domingo Arrieta dispuso que su
hermano Mariano, al mando de la Tercera Brigada de Caballería de
su división, marchara en a participar en la campaña de Sinaloa, y en
la toma de Culiacán, por las fuerzas de los generales Álvaro
Obregón y Ramón F. Iturbe.
Como director de la banda de música de la brigada Arrieta iba el
profesor Julián S. Reyes, quien, estando ya en Culiacán, en plática
amena con los
amigos,la
hablaba
de lasde
canciones
regionales, y un
quiosco
quedó
sangre
Ayapín
señor apellidado Amezcua le silbó “La Adelita” al tiempo de
identificarla como una de las expresiones costeras que cobraba
popularidad en la región, y cuya música databa de una época muy
cercana al maderismo, más o menos hacia 1909.
Después de tomar el dictado musical que Amezcua le indicó
mediante silbidos, el maestro Reyes lo instrumentó para banda y lo
incorporó a su repertorio como número preferente. Así lo fue
tocando por todos los sitios de su tránsito, con la particularidad de
que los propios músicos de su banda alternaban la ejecución
instrumental con el canto del texto.
En diciembre de ese mismo año, la brigada regresó triunfante a
Durango. El día 12 de ese mes el general Mariano dispuso que la
banda fuera a tocar al santuario de Guadalupe, en aquella ciudad,
con la intención de agradecer a la Virgen que les hubiera permitido
regresar sanos, salvos y triunfadores; en esa audición tocaron y
cantaron “La Adelita”, y después la repitieron en muchas ocasiones
en las serenatas que semanariamente ofrecían en los parques
citadinos, con lo cual la canción se popularizó pronto
“La Adelita” fue interpretada también para celebrar los triunfos
militares alcanzados por la División, y pronto se convirtió en himno
de las fuerzas de los generales Domingo y Mariano Arrieta, a cuyos
integrantes se les designó por eso con el sobrenombre de “Los
Adelitos”
La División Arrieta concurrió a la toma de Zacatecas, y después
continuó la marcha hasta entrar a la ciudad de México, de modo que
“La Adelita” fue difundida en todo el país por la banda del maestro
Reyes.
Posteriormente, Rufino Quiñones, subdirector de la banda de
música del maestro Reyes, se dio de baja y se fue a trabajar a El
Paso, Texas, acompañándole los músicos de la misma banda: Alejo
Ríos, Juan Flores y Toribio Correa, y allá popularizaron “Las Adelita”
como canción revolucionaria, lo cual determinó que se grabara en
discos fonográficos, siendo éste un nuevo motivo para contribuir a su
difusión.
Antes de que se hiciesen del conocimiento público los detalles
aquí narrados, la señora Adela Maldonado se hizo pasar como
inspiradora de la canción , por haber acompañado a las fuerzas
de los Arrieta en sus campañas revolucionarias. Dicha señora
murió asesinada por una rival en la ciudad de Durango, en
agosto de 1934
Una promesa amorosa definió la toma de Culiacán
El día en que Garmendia
salvó
al presidente Madero
En sus Memorias (1961) el general Jacinto B. Treviño se
En agosto de 1966, el general Ramón F. Iturbe produjo un
testimonio viviente del que aquí se reproduce la vena
romántica que latía en medio del fragor revolucionario y de
las convicciones políticas de los participantes. :
refiere a Gustavo Garmendia en relación con el siguiente
caso:
Garmendia fue uno de los alumnos más fuertes y vigorosos de su
época en el Colegio Militar de Chapultepec. La Revolución perdía
en él a uno de los oficiales más destacados y valientes conque
contaba en esos momentos.
En honor a este ilustre compañero y amigo debo recordar que,
formando parte conmigo del Estado Mayor Presidencial, el 18 de
febrero de 1913, en el salón de acuerdos del Palacio Nacional,
Garmendia defendió al presidente Madero cuando, arteramente,
fue atacado por soldados del 29 Batallón que mandaba Aureliano
Blanquet.
El entonces mayor de artillería Gustavo Garmendia, cuando los
jefes de aquella tropa conminaron a Madero a rendirse, junto con
todas las personas que lo acompañaban, sin intimidarse un solo
momento hizo uso de su arma, abatiendo al punto a los tenientes
coroneles Riverol e Izquierdo que dirigían el atentado.
Los soldados del 29 respondieron con algunos balazos, pero en
ese momento, ni Madero ni el vicepresidente José María Pino
Suárez resultaron heridos, aunque mi primo hermano, ingeniero
Marcos Hernández, que era ajeno a los acontecimientos políticos y
estaba casualmente en el lugar, se desplomó sin vida.
Garmendia acompañó al presidente Madero, en el elevador,
hasta el piso bajo donde Blanquet aguardaba, pero ya nadie hizo en
ese momento algún intento de atentar contra la vida de los altos
funcionarios. Por lo pronto, el bravo militar sinaloense, aun cuando
por un efímero plazo, había salvado la vida del presidente Madero.
Con Obregón estuve en el sitio y toma de Culiacán. Obregón era
el general en jefe y yo su segundo como jefe de operaciones.
Después de varios días de sitio a la ciudad, Obregón me dijo:
-Ordene levantar el sitio; nos replegaremos rumbo a Sonora
-Por favor, no, mi general contesté.
-Se nos acaba el parque y no ha podido pasar nada por
Nogales - me respondió.
-Un último esfuerzo, mi general, deme 24 horas insistí-, si no
tomamos la plaza no salgo vivo.
-Bueno dijo finalmente Obregón, un tanto molesto- ¡Bajo su
Responsabilidad!
-Sí mi general contesté, alejándome mientras pensaba cómo
hacer para tomar la plaza en 24 horas.
A las seis de la mañana del día 14 de noviembre de 1913
entramos a Culiacán, diez horas antes de que se venciera el
plazo que yo le había pedido a Obregón.
-¿Por qué insistió tanto, comprometiendo inclusive su vida?
me preguntaron después.
-Por una promesa a la novia respondí.
Ramón F. Iturbe y su clarín de órdenes.
Y era verdad. Yo le había ofrecido a mi novia que tomaríamos
Culiacán. Tanta era mi decisión que si los federales no se
hubieran retirado, yo hubiese lanzado un ataque suicida como
lo había hecho en Topolobampo.
Nos movían las convicciones, es verdad, pero, como jóvenes
que éramos, también nos sentíamos románticos y resueltos. En
todo esto obra el destino.

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