“La Adelita”, símbolo musical de la Revolución, nació en Culiacán
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“La Adelita”, símbolo musical de la Revolución, nació en Culiacán
Las reformas y adiciones al Artículo 6° Constitucional, relativo al Derecho a la Información, replantean la exigencia de actualizar las bases jurídicas y reglamentarias para la operación archivística, y de poner a la disposición ciudadana la información y documentación que genera el Ayuntamiento Aguilar Barraza No. 62 Pte. Col. Almada Tel. 7126102 Www.lacronica.culiacan.gob.mx [email protected] Adrián García Cortés Director-Cronista Oficial Miguel Ángel González Córdova Editor Responsable Gladys Aydeé Gálvez Rivas Diseño Culiacán Rosales,Sinaloa No. 190 Miércoles 19 de Noviembre de 2008 Sucedió en noviembre A sangre y fuego fue la toma de Culiacán En la tarde del miércoles 5 de noviembre de 1913, el general Álvaro Obregón emprendió la marcha sobre Culiacán, llevando dos trenes militares a cuyos flancos marchaba un gran contingente de caballería e infantería. El jueves 6 envió el siguiente mensaje al agente consular de los Estados Unidos en Culiacán: Me permito notificar a usted, suplicándole que a su vez lo haga con todos sus nacionales y, si es posible, con los demás extranjeros residentes en esa capital, que deberán salir de ella en un plazo de 24 horas, contadas desde el recibo de éste... en el concepto de que cualquier perjuicio que reciban al ser atacada esa plaza, no siendo en sus personas, estamos dispuestos a repararlo. Asimismo, dirigió otra nota al comandante federal de la plaza invitándolo a que permitiera la salida de las familias y personas que no participaran en la defensa. Ninguno de los mensajes fue contestado. Los contingentes que Obregón había enviado por delante, al mando de los jefes Ramón F. Iturbe, Manuel M. Diéguez y José de la Luz Blanco, se apoderaron de los poblados y villorrios. Que encontraban al paso, limpiando el campo, y el miércoles 8 de noviembre todas las fuerzas de obregón se juntaron a la vista de la ciudad de Culiacán. Esta plaza registraba entonces una población de 14 mil habitantes y estaba defendida por el comandante Miguel Rodríguez al frente de un mil 200 soldados, entre infantería, caballería y artillería. El brigadier Miguel Armienta sintetizó en un parte las acciones que siguieron: “Al acercarse a las primeras casas del lugar se inició un durísimo combate. Los federales se habían fortificado en San Miguel y en La Lomita, impidiendo que nuestras fuerzas lanzaran un ataque masivo que decidiera la acción; la lucha, en algunos sectores, llegó a ser cuerpo a cuerpo y casa por casa. Se estaban preparando las tropas para el asalto definitivo cuando, como a las diez de la noche el general Lucio Blanco llegó con la noticia de que venía un barco federal con intenciones de desembarcar tropas en Altata. Se anuló la orden de ataque y nos preparamos para rechazar al enemigo que, pensamos, ya estaría desembarcando, pero lo cierto es que no había ningún navío, ni algún movimiento sospechoso que anunciase un posible desembarco en aquella zona. Evidentemente se había tratado de una noticia falsa infiltrada por los federales para distraer nuestras acciones en Culiacán. Después de esa dilación, se inició un combate sin cuartel que duró tres días de enconadas acciones hasta que el viernes 14 de noviembre, después de haber perdido el bastión que era la capilla de Guadalupe y otros sitios estratégicos, se produjo la evacuación por parte de las fuerzas federales que, prácticamente, huyeron hacia Mazatlán, dejando abandonados en los hospitales de Culiacán a no pocos de sus heridos, así como escaso armamento, pues, al parecer el parque se había agotado. Muerte de un valiente en el campo de batalla Durante la toma de Culiacán, por parte de las tropas constitucionalistas que mandaba el general Álvaro Obregón, al frente de uno de los batallones avanzaba con pie resuelto un joven militar que ostentaba el grado de teniente coronel revolucionario. El valor que lo caracterizaba lo convirtió en blanco del enemigo. Avanzó unos minutos a la vanguardia de sus hombres cuando cayó con una pierna destrozada por una bala expansiva. Sus compañeros lo retiraron del lugar, al tiempo que el herido se desangraba copiosamente con la arteria femoral partida en dos. Sin embargo, fue vano el intento de llevarlo hasta el tren militar en donde estaban los servicios médicos, pues era imposible atravesar por aquel infierno de metralla. También resultaron infructuosos los Talsevez bajo esfuerzos por detener la hemorragia. La vida extinguía en este aquel cuerpo, y pronto la muerte llegó en medio de la batalla. -¡Quién es este teniente coronel tan valiente que así muere? preguntó un soldado. Es el teniente coronel Gustavo Garmendia contestó alguien. El cadáver de Gustavo Garmendia fue conducido al cuartel general y ahí se le hicieron guardias. A la mañana siguiente fue trasladado a Navolato, donde se le dio sepultura con los honores correspondientes. Edificio La Lonja en 1910 Tal vez estas soldaderas hayan conocido a la enigmática Adelita. “La Adelita”, símbolo musical de la Revolución, nació en Culiacán - Aquí fue instrumentada mediante la versión melódica silbada por un soldado - De no haberse rescatado formalmente, se hubiera apagado entre vivaques Es indudable que uno de los corridos y cantos que se conocen en torno a los personajes, hechos y escenarios de la Revolución Mexicana, uno de los más conocidos es el de “La Adelita”, inspirado en una de las jóvenes que se enrolaron en aquel movimiento, bien para acompañar a sus hombres, o por rebeldía en contra de las injusticias. Ancestralmente, alguna composición musical ha sido motivo de identificación de etapas o capítulos vivenciales en nuestra historia, tal se aprecia en el caso de “Mamá Carlota” y la intervención francesa. La referencia viene a colación no solamente porque mañana se conmemora el 197 aniversario de la iniciación del movimiento revolucionario en México, sino por el hecho de que “La Adelita” nació oficial y musicalmente en Culiacán, en septiembre de 1913, de acuerdo con la cita que de ello hace Armando de María y Campos en su libreo “La Revolución Mexicana a través de los corridos populares”, y del cual se entresacan los siguientes párrafos: Después de haber tomado la ciudad de Durango tremolando la bandera del constitucionalismo, Domingo Arrieta dispuso que su hermano Mariano, al mando de la Tercera Brigada de Caballería de su división, marchara en a participar en la campaña de Sinaloa, y en la toma de Culiacán, por las fuerzas de los generales Álvaro Obregón y Ramón F. Iturbe. Como director de la banda de música de la brigada Arrieta iba el profesor Julián S. Reyes, quien, estando ya en Culiacán, en plática amena con los amigos,la hablaba de lasde canciones regionales, y un quiosco quedó sangre Ayapín señor apellidado Amezcua le silbó “La Adelita” al tiempo de identificarla como una de las expresiones costeras que cobraba popularidad en la región, y cuya música databa de una época muy cercana al maderismo, más o menos hacia 1909. Después de tomar el dictado musical que Amezcua le indicó mediante silbidos, el maestro Reyes lo instrumentó para banda y lo incorporó a su repertorio como número preferente. Así lo fue tocando por todos los sitios de su tránsito, con la particularidad de que los propios músicos de su banda alternaban la ejecución instrumental con el canto del texto. En diciembre de ese mismo año, la brigada regresó triunfante a Durango. El día 12 de ese mes el general Mariano dispuso que la banda fuera a tocar al santuario de Guadalupe, en aquella ciudad, con la intención de agradecer a la Virgen que les hubiera permitido regresar sanos, salvos y triunfadores; en esa audición tocaron y cantaron “La Adelita”, y después la repitieron en muchas ocasiones en las serenatas que semanariamente ofrecían en los parques citadinos, con lo cual la canción se popularizó pronto “La Adelita” fue interpretada también para celebrar los triunfos militares alcanzados por la División, y pronto se convirtió en himno de las fuerzas de los generales Domingo y Mariano Arrieta, a cuyos integrantes se les designó por eso con el sobrenombre de “Los Adelitos” La División Arrieta concurrió a la toma de Zacatecas, y después continuó la marcha hasta entrar a la ciudad de México, de modo que “La Adelita” fue difundida en todo el país por la banda del maestro Reyes. Posteriormente, Rufino Quiñones, subdirector de la banda de música del maestro Reyes, se dio de baja y se fue a trabajar a El Paso, Texas, acompañándole los músicos de la misma banda: Alejo Ríos, Juan Flores y Toribio Correa, y allá popularizaron “Las Adelita” como canción revolucionaria, lo cual determinó que se grabara en discos fonográficos, siendo éste un nuevo motivo para contribuir a su difusión. Antes de que se hiciesen del conocimiento público los detalles aquí narrados, la señora Adela Maldonado se hizo pasar como inspiradora de la canción , por haber acompañado a las fuerzas de los Arrieta en sus campañas revolucionarias. Dicha señora murió asesinada por una rival en la ciudad de Durango, en agosto de 1934 Una promesa amorosa definió la toma de Culiacán El día en que Garmendia salvó al presidente Madero En sus Memorias (1961) el general Jacinto B. Treviño se En agosto de 1966, el general Ramón F. Iturbe produjo un testimonio viviente del que aquí se reproduce la vena romántica que latía en medio del fragor revolucionario y de las convicciones políticas de los participantes. : refiere a Gustavo Garmendia en relación con el siguiente caso: Garmendia fue uno de los alumnos más fuertes y vigorosos de su época en el Colegio Militar de Chapultepec. La Revolución perdía en él a uno de los oficiales más destacados y valientes conque contaba en esos momentos. En honor a este ilustre compañero y amigo debo recordar que, formando parte conmigo del Estado Mayor Presidencial, el 18 de febrero de 1913, en el salón de acuerdos del Palacio Nacional, Garmendia defendió al presidente Madero cuando, arteramente, fue atacado por soldados del 29 Batallón que mandaba Aureliano Blanquet. El entonces mayor de artillería Gustavo Garmendia, cuando los jefes de aquella tropa conminaron a Madero a rendirse, junto con todas las personas que lo acompañaban, sin intimidarse un solo momento hizo uso de su arma, abatiendo al punto a los tenientes coroneles Riverol e Izquierdo que dirigían el atentado. Los soldados del 29 respondieron con algunos balazos, pero en ese momento, ni Madero ni el vicepresidente José María Pino Suárez resultaron heridos, aunque mi primo hermano, ingeniero Marcos Hernández, que era ajeno a los acontecimientos políticos y estaba casualmente en el lugar, se desplomó sin vida. Garmendia acompañó al presidente Madero, en el elevador, hasta el piso bajo donde Blanquet aguardaba, pero ya nadie hizo en ese momento algún intento de atentar contra la vida de los altos funcionarios. Por lo pronto, el bravo militar sinaloense, aun cuando por un efímero plazo, había salvado la vida del presidente Madero. Con Obregón estuve en el sitio y toma de Culiacán. Obregón era el general en jefe y yo su segundo como jefe de operaciones. Después de varios días de sitio a la ciudad, Obregón me dijo: -Ordene levantar el sitio; nos replegaremos rumbo a Sonora -Por favor, no, mi general contesté. -Se nos acaba el parque y no ha podido pasar nada por Nogales - me respondió. -Un último esfuerzo, mi general, deme 24 horas insistí-, si no tomamos la plaza no salgo vivo. -Bueno dijo finalmente Obregón, un tanto molesto- ¡Bajo su Responsabilidad! -Sí mi general contesté, alejándome mientras pensaba cómo hacer para tomar la plaza en 24 horas. A las seis de la mañana del día 14 de noviembre de 1913 entramos a Culiacán, diez horas antes de que se venciera el plazo que yo le había pedido a Obregón. -¿Por qué insistió tanto, comprometiendo inclusive su vida? me preguntaron después. -Por una promesa a la novia respondí. Ramón F. Iturbe y su clarín de órdenes. Y era verdad. Yo le había ofrecido a mi novia que tomaríamos Culiacán. Tanta era mi decisión que si los federales no se hubieran retirado, yo hubiese lanzado un ataque suicida como lo había hecho en Topolobampo. Nos movían las convicciones, es verdad, pero, como jóvenes que éramos, también nos sentíamos románticos y resueltos. En todo esto obra el destino.
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