Enlace 31 - Asociación Colombiana de Psiquiatría
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Artículo Principal Depresión y enfermedad cerebrovascular Nancy Catherine Colimon Ardila1 Aunque está demostrado que existe comorbilidad entre la enfermedad cerebrovascular (ECV) y la depresión, después de casi 30 años de estudio esta asociación todavía no es del todo clara, ya que se plantea una relación en doble vía, donde la depresión en sí misma puede predisponer a eventos cardiovasculares por mecanismos biológicos complejos o por incumplimiento de prescripciones para el control de patologías como la hipertensión, las coronariopatías o la diabetes. A su vez, las enfermedades vasculares parecen ser la causa de algunas depresiones. Este artículo pretende revisar los hallazgos más contundentes de los últimos años tendientes a esclarecer estos postulados. Depresión asociada a enfermedad cerebrovascular (ECV) Las ECV constituyen la tercera causa de morbilidad en el mundo, con una prevalencia alrededor de 5 a 8 x 1.000; no obstante, gracias a los avances en su diagnóstico e intervención temprana, la mortalidad por esta causa se ha reducido significativamente. Por desgracia, las personas que sobreviven a estos eventos presentan, en general, como secuela, discapacidades físicas y mentales, lo cual se traduce en limitación en el desempeño de sus actividades básicas cotidianas (ABC). Se ha postulado que entre el 18% y el 61% de los pacientes desarrollan síntomas depresivos en los primeros dos años luego de una ECV de tipo isquémico. El amplio rango probablemente se debe a los problemas metodológicos en los estudios, ya que la definición estricta de los factores de riesgo vascular se hace difícil y éstos se convierten en elementos de confusión. Además, numerosos agentes pueden dificultar el diagnóstico de depresión, como los problemas de comunicación, los daños en la expresión facial o emocional, los trastornos en las funciones vegetativas y la presencia de fenómenos neurológicos, como la apatía, que se puede confundir con síntomas depresivos. Fujikawa, en 1993, describió infartos silentes en el 94% de los pacientes deprimidos en ausencia de estresores psicosociales y de historia familiar. Cummings propone que los trastornos emocionales asociados a lesiones focales se pueden conceptualizar como: (i) déficits en las funciones instrumentales, que pueden producir daños en la comprensión de las emociones en los dominios verbales y no verbales; (ii) lesiones que 1 Médica psiquiatra, Universidad Nacional de Colombia. Fellow en Neuropsiquiatría, University of Illinois. Docente de prácticas en la Pontificia Universidad Javeriana.Correo electrónico: [email protected] 3 alteran funciones fundamentales, que pueden producir trastornos en la experiencia emocional, y (iii) lesiones que alteran las funciones ejecutivas/integrativas, que pueden producir daños en el control y la expresión emocional. Dos factores que parecen ser determinantes para que se presente depresión después de una ECV son el tiempo y la localización de la lesión. Algunos estudios han reportado que las lesiones ubicadas en el hemisferio izquierdo se relacionan con mayor frecuencia de aparición y de gravedad de la depresión. Estudios más recientes muestran que los infartos que afectan el globo pálido se relacionan más estrechamente con la incidencia de depresión. Este hallazgo concuerda con los reportes de disforia cuando se insertan electrodos que estimulan esta área. En un metaanálisis de 25 estudios recientes que buscaban correlación anatómica, 14 no encontraron diferencia entre el hemisferio derecho y el izquierdo, 8 relacionaron los síntomas depresivos con lesiones en el izquierdo, y 3 en el derecho. En cuanto al tiempo de evolución, el riesgo parece elevarse luego de los seis primeros meses y permanecer alto aun después del primer año y hasta el tercero después del evento isquémico. Se ha observado que 50% de los pacientes con estenosis carotídea que presentan AIT desarrollan depresión en el primer año posterior al evento. En concordancia con el postulado de que la relación es bidireccional, en un estudio de seguimiento a 13 años como parte del estudio The Baltimore Epidemiologic Catchment Area Study (ECA) encontraron que el 6,9% de los pacientes con depresión desarrollaron ECV al igual que el 3,7% de los pacientes con distimia, en quienes aumentaban el riesgo después de los 44 años de edad. Larson y Owens, en 2001, concluyeron que la historia de depresión a lo largo de la vida está asociada con un riesgo de 2 a 3 veces de incidencia de ECV, y observaron que esta alta probabilidad es independiente de la historia de diabetes, hipertensión, problemazas cardiacos, el uso del tabaco y el uso de medicamentos psicotrópicos 4 Fisiopatología La agregación plaquetaria parece desempeñar un papel en la fisiopatología de la depresión asociada a los eventos isquémicos cerebrales. Se ha demostrado que la activación plaquetaria se normaliza después de 6 semanas de tratamiento con antidepresivos. Además, los pacientes deprimidos tienen mayor actividad adrenocortical, que es un factor de riesgo para arteriosclerosis y también para la ECV. En los pacientes deprimidos también se ha encontrado daño endotelial y alteración en el metabolismo del folato y de la homocisteína. Adicionalmente, se ha propuesto que las alteraciones psicosociales y de adaptación a las limitaciones en el desempeño de su ABC participan activamente en la génesis de la enfermedad; los pacientes pueden perder la capacidad neurológica para procesar esas pérdidas y la isquemia puede afectar directamente las áreas cerebrales involucradas en el control de las emociones. Factores de riesgo Se han considerado como factores de riesgo la historia personal o familiar de depresión, hipertensión, diabetes, ECV previas, bajas concentraciones de colesterol HDL, género femenino, altos niveles de escolaridad, presencia de estresores vitales y gravedad de la discapacidad después del evento. Depresión vascular Se le conocía como depresión arteriosclerótca, y es la asociada con los cambios isquémicos crónicos en el cerebro. Desde 1905, a partir de las descripciones anatomopatológicas, se planteó la correlación y se pudo demostrar in vivo con el advenimiento de la resonancia magnética. La expresión depresión vascular fue acuñada por Alexopoulos, en 1997. En su hipótesis la describió como la depresión de inicio posterior a los 65 años o con cambios en el curso de la enfermedad si había comenzado antes, de síntomas persistentes y con asociación temporal entre ésta y la enfermedad vascular o sus factores de riesgo o lesiones vasculares cerebrales multifocales. Sustentó su postulado en la alta incidencia de depresión en pacientes con hipertensión arterial (HTA), diabetes y coronariopatías, después de una ECV y la frecuencia de ECV silentes asociadas con depresión. Fisopatología El hallazgo fundamental en esta patología son las hiperintensidades subcorticales periventriculares. Muchos autores han sugerido que el origen de estas lesiones es isquémico y que estratégicamente localizadas pueden interrumpir los circuitos que conectan el lóbulo frontal con los ganglios basales, lo cual resulta en alteraciones cognoscitivas, especialmente en las funciones ejecutivas, en la atención, en el estado de ánimo, en las respuestas autonómicas y en retardo psicomotor. El mismo resultado puede producirse por la sumatoria de pequeñas lesiones difusas que en presencia de un estresor podrían resultar en la expresión de síntomas depresivos. 5 Factores de riesgo La asociación no es tan clara como en la ECV, aunque algunos estudios han descrito como factores de riesgo el género, el hábito de fumar y las concentraciones de colesterol y la hipertensión arterial. Esta falta de evidencia se puede deber a que la depresión en el anciano es muy heterogénea. Cuadro clínico Se ha propuesto que la presentación del cuadro es diferente en pacientes con depresión de inicio temprano que en los pacientes con depresión de inicio tardío, la cual parece ser de origen vascular. La siguiente tabla resume las diferencias clínicas fundamentales entre las dos formas de presentación de la depresión. Tabla 1 Diferencias entre depresiones de inicio temprano y tardío Depresión de inicio temprano Depresión de inicio tardío Menor asociación con enfermedades físicas. Mayor asociación con condiciones médicas generales. Enlentecimiento en pruebas neuropsicológicas Alteración cognoscitiva Fuerte historia genética. Ausencia de historia familiar. No hay indicios de ECV. Presencia de enf. de la sustancia blanca: leucoaraiosis. Menor componente somático. Frecuente componente somático. Mayores indicios de ideas de culpa, apatía e ideación suicida. Letargia, hipocondriasis, apatía. La depresión vascular parece no estar limitada al paciente anciano; algunos estudios en población joven han reportado isquemias cardiacas en pacientes con previa historia de depresión. Esta asociación persiste a pesar de obviar factores de confusión, como el consumo de cigarrillo, la obesidad, la historia familiar de HTA y la cantidad de actividad física. Iosifescu y Renshaw encontraron que personas jóvenes con factores de riesgo vasculares con hiperintensidades en sustancia blanca también pueden presentar depresión. Tratamiento Antidepresivos como la fluoxetina y los tricíclicos han demostrado ser superiores al placebo en el tratamiento de estas patologías, pero no se recomienda el uso de los segundos, por el riesgo de confusión como efecto adverso anticolinérgico. Otras estrategias terapéuticas incluyen terapia cognoscitivo-comportamental, estimulación magnética transcraneal y psicoestimulantes. La terapia electroconvulsiva con anestesia 6 y relajación (TECAR), en pacientes con hiperintensidades en la sustancia blanca, puede inducir delírium. Algunos autores han planteado el uso profiláctico de los antidepresivos después de una ECV, para prevenir la depresión, la discapacidad y la mortalidad (sertalina, fluoxetina, nortriptilina). Rasmussen sugiere que su uso mejora el desempeño en las actividades básicas cotidianas y que aumenta la sobrevida. Los pacientes con depresión de origen vascular tienen pobre y más lenta respuesta a los antidepresivos, disminución de la recuperación a largo plazo, aumento del riesgo de recaída y mayor discapacidad. Alexopoulos ha propuesto que el tratamiento debería incluir medicamentos agonistas del receptor de dopamina D3, inhibidores de la colinesterasa y agonistas/antagonistas del receptor de opiodes, ya que éstos son los neurotansmisores involucrados en las vías estriado-frontales. Como parte de estrategias en investigación, se ha planteado que la terapia de aumento con bloqueadores de canales de calcio como nimodipino, sumados a la terapia antidepresiva, podría reducir el daño neuronal secundario a la entrada masiva de calcio a la célula que se produce como resultado del daño vascular. El uso de antiagregantes plaquetrarios puede ser de utilidad, así como el uso de agentes como la memantina, que pueden reducir la excitotoxicidad glutamatérgica, la cual se produce como resultante del evento estresante celular. Conclusiones Aunque el mecanismo fisiopatológico no es claro aún, se ha demostrado una fuerte asociación entre la enfermedad vascular y la depresión, y esta última parece tener un comportamiento diferente cuado se trata de infartos cerebrales que cuando se trata de daños en la microvasculatura cerebral subcortical. En ambos casos, el tratamiento fundamental debería ser la prevención primaria de los factores de riesgo, como el consumo de cigarrillo y de bebidas alcohólicas en exceso, así como el tratamiento de la HTA, la diabetes y la hipercolesterolemia, lo cual disminuiría el riesgo de trastornos cognoscitivos y demencias vasculares. Como aún no es clara relación con la ubicación de la lesión en todos los pacientes con ECV y AIT, la depresión debería ser descartada. La rehabilitación funcional puede disminuir el riesgo de depresión. 7 Lecturas recomendadas 1. Aben V. A comparative study into the one year cumulative incidence of depression after stroke and myocardial infarction. J Neurol Neurosurg Psychiatry. 2003;74:581-5. 2. Anderson S, Krogstad J. Apathy and depressed mood in acquired brain damage: relationship to lesion localization and psychophysiological reactivity. Psychol Med. 1999; 29(2):447-56 3. Bhogal S, Teasell R. Lesion, location and poststroke depression systematic review of the methodological limitations in the literature. Stroke. 2004;35:794-802. 4. Bodini B, Iacoboni M. Acute stroke effects on emotions: an interpretation through the mirror system. Curr Opin Neurol. 2004;17:55-60. 5. Dam H. Depression in stroke patients 7 years following stroke. Acta Psiquiatrica Scandinava. 2001;103(4):287-93. 6. Emslie G, Judge R. Tricyclic antidepressants and selective serotonin reuptake inhibitors: use during pregnancy, in children/adolescents and in the elderly. Acta Psiquiatrica Scandinava. 2000;101s (403):26-34. 7. Farrel C. Poststroke depression in elderly patients. Dimens Crit Care Nurs. 2004;23(6):264-9. 8. Gainotti G, Marra C. Determinants and consequences of post-stroke depression. Curr Opin Neurol. 2002;15:85-9. 9. Kim J, Stewart R. Vascular risk and incident latelife depression in a Korean population. Br J Psychiatry. 2006;189:26-30. 10. Steffens D, Ranga K. Cerebrovascular Disease and evolution of depressive symptoms in the cardiovascular health study. Stroke. 2002;33:1636-44. 8