Hace mucho, los romanos asentados en Barcino y Tarraco

Transcripción

Hace mucho, los romanos asentados en Barcino y Tarraco
La vendimia a
mano es una
opción que
muchos productores de cava siguen
prefiriendo, ya que
mantiene la uva
intacta y no
maltrata la vid
Tierra
de cava
Hace mucho, los romanos asentados
en Barcino y Tarraco descubrieron
las especiales aptitudes de esta zona
para el cultivo de la vid. Aquellos
viñedos pasarían muchas vicisitudes,
guerras, saqueos o la terrible filoxera.
Pero la tenacidad de unos cuantos
payeses, el buen hacer y la tradición
consiguieron que siglos después la
uva siga siendo la protagonista en
estos paisajes. Y de este reportaje
texto kris ubach l fotografías Ricardo De la Riva
tierra de cava
tierra de cava
Arriba, a la Izquierda Josep Maria Pujol-Busquets es el fundador de las cavas Alta Alella, pioneros en la elaboración de cavas ecológicos Derecha La uva recién recogida se introduce en una prensa neumática para obtener el mosto flor
“C
allad, callad que empieza”. Todos preparados. Ojos fijos en el televisor.
Las doce uvas en la mano. “¡Que nadie se
equivoque con los cuartos!”. Dong, dong,
dong... ¡Feliz Año Nuevo! En ese justo
instante y durante los escasos diez minutos siguientes se
destapan a la vez varios miles de botellas del que será el
protagonista de esta historia. Para llegar a ese momento, a
esos precisos minutos, esa botella de un cava que es pura
artesanía ha pasado por muchas manos, ha superado análisis y controles, ha estado en rima, en pupitres, en estantes;
ha vivido bajo tierra, a oscuras, ha recorrido líneas de envasado y encajado... Y ahí está. Encima de la mesa rodeada
de serpentinas y matasuegras sin que muchos aprecien su
contenido más allá de la efusividad que produce el descorche. Pero en Cataluña y algunas localidades de Aragón, la
tradición del cava es algo que va más allá de la clásica fiesta
de fin de año. Para empezar, un dato: en el 2012 el consumo
de cava en las comunidades catalana y aragonesa correspondió a un 47% del total del Estado. Y es que en estas regiones
hay muchos que acompañan el asado, la paella o la carn
d’olla de los domingos con un cava bien fresquito, haya o
no celebración de por medio. La tradición del cava como
producto más gastronómico que festivo coincide también
con las zonas de las que procede. Sin ir más lejos, la región
determinada del cava comprende los vinos espumosos
elaborados en 132 municipios de Cataluña frente a los 27
municipios de otras provincias españolas –La Rioja, Álava,
Navarra, Zaragoza, Badajoz y Valencia–, que también quedan bajo el paraguas de la denominación de origen.
Para empezar a conocer los secretos de tan exquisito producto nos hemos acercado hasta Alella, uno de esos municipios catalanes que en el año 1986 quedó dentro de la delimitación territorial de la D. O. Cava. Alella, cuya tradición
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vitivinícola se remonta a los tiempos de la Barcino romana,
está a tan sólo 15 kilómetros de la Ciudad Condal y se la conoce como “la bodega de Barcelona”. Allí nos recibe Josep
Maria Pujol-Busquets, fundador y propietario de las cavas
Alta Alella, a quien hemos querido conocer por ser uno de
los pioneros dentro de la producción de algo que ahora está
muy en boga: el cava ecológico. Su finca, enclavada en pleno Parque Natural de la Serralada de Marina, se distribuye
en terrazas y costers tapizados por viñedos desde los que
se contempla perfectamente Collserola, el Tibidabo y hasta
la playa de la Barceloneta. “Cuando en 1991 plantamos
las primeras viñas ya nos regimos por los principios del
cultivo ecológico”, nos cuenta, “y hace seis años sacamos al
mercado el primer cava sin sulfitos”. Pero aún queda mucho por aprender. “No nos vamos a cansar de evolucionar
y profundizar en la agricultura ecológica”, dice Josep Maria
orgulloso, “el camino de la bodega para conseguir vinos sin
rastro de carga química es imparable”.
La diversidad en los viñedos es también la marca de
la casa. En sus 50 hectáreas de terreno Josep Maria tiene
variedades de uva para todos los gustos. Por supuesto, las
propias del cava –el xarel·lo, el macabeu y el parellada–,
pero también otras menos conocidas e igualmente autóctonas, como por ejemplo la uva mataró (o monestrell), una
variedad que no se había plantado en Alella desde que la
terrible plaga de la filoxera arrasara los viñedos catalanes
en 1878. “En un viaje por América Latina nos enteramos
por casualidad de que a la uva monestrell, una variedad
que abunda mucho en las D. O. de Jumilla y Alicante, la
llamaban mataró precisamente por proceder de Mataró, la
capital de la comarca del Maresme a la que pertenece Alella. Y así decidimos recuperarla aquí, en la tierra a la que
un día perteneció”. Hoy, con esta variedad, con la genuina
mataró, elaboran en Alta Alella un cava rosado, el Laietà
La tradición vitivinícola
de Alella se remonta
a los tiempos de la
Barcino romana
En las bodegas de Alta Alella, la primera fermentación
se realiza en barricas de roble, algo que es toda una
excepción en la industria del cava, en la que se suelen
utilizar depósitos de acero inoxidable
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tierra de cava
tierra de cava
Sobre estas líneas, A la izquierda Pere Ventura posa en su finca de Can Bas, un lugar por el que hace miles de años pasaba la Vía Augusta romana a la derecha El conjunto monumental de Sant Martí Sarroca es una buena atalaya sobre la región vitivinícola del Penedès
Rosé, que si bien no es uno de sus vinos más premiados,
sí es quizá el que mejor representa, en el Maresme, aquello
que los franceses acuñaron como terroir.
D
Queríamos ver si el modo de hacer cava ha
cambiado mucho con los años. En algunas
fases, como en la vendimia a mano, hay
quien sigue trabajando como hace siglos
En las 450 hectáreas que Juvé y Camps posee en el Penedès, la vendimia sigue realizándose a mano, tal y como se ha hecho
desde los inicios del negocio familiar, hace más de doscientos años
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esde la pequeña población de Alella nos trasladamos hasta la gran ciudad del
cava, el epicentro del negocio de las burbujas
en Cataluña: la localidad barcelonesa de Sant
Sadurní d’Anoia, en la comarca vitícola del
Penedès. Un lugar de clima privilegiado a medio camino
entre Montserrat y la costa de Sitges, donde unas ochenta
casas productoras elaboran más del 90% del cava del Estado. No está mal. Con tales credenciales no es de extrañar
que Sant Sadurní sea como un parque temático dedicado
al espumoso elixir: desde las tiendas especializadas, el
centro de interpretación del cava o el despliegue enoturístico que ofrecen las bodegas locales hasta las fiestas
de la población, que se dedican ni más ni menos que a la
mismísima filoxera. Todo empezó a mediados del siglo
XIX, cuando varias familias del pueblo –grandes visionarios, cabe decir– trajeron hasta este lugar de histórica
tradición vitivinícola un invento que procedía de Francia
y que triunfaba en toda Europa como producto de gran
prestigio. Así, en 1872, nacía en Sant Sadurní el primer
cava que por aquel entonces se comercializó como “vino
de Champagne”. Desde aquellas primeras 3.000 botellas
que el pionero Josep Raventós de Can Codorniu sacó al
mercado, hasta los aproximadamente 250 millones de
botellas que se vendieron el pasado 2012 no ha llovido
tanto, de hecho han pasado apenas 140 años.
Para conocer de cerca el proceso de elaboración y ver
hasta qué punto el paso del tiempo ha cambiado (o no) el
modo de hacer cava, visitamos uno de los grandes productores en Sant Sadurní: las bodegas Segura Viudas. Allí
nos recibe Gabriel Suberviola; navarro, enólogo, hijo de
viticultores y, desde los años 80, uno de los pesos pesados dentro de esta casa.
Es tiempo de vendimia en el Penedès y una larga hilera
de tractores cargados con racimos de un dorado perfecto
esperan pacientemente su turno frente a la entrada de la
heredad. Gabriel nos constata algo que ya sospechábamos:
que ésta es casa de grandes cifras. “En esta época llegan
aquí aproximadamente un millón de kilos de uva al día”,
afirma, “y trabajan para nosotros unos 900 payeses”. Estos
agricultores tienen que cumplir una serie de requisitos,
entre ellos el de realizar la vendimia a mano y el de utilizar cajas de un máximo de 25 kilos para transportar la
fruta sin chafarla. Una vez en la bodega, la uva se muestrea
para controlar su calidad y para determinar el precio que
cobrará el payés. Aquella que pase el examen se prensará
inmediatamente para extraer el mosto flor –que es la base
de todos los cavas y vinos– y comenzará el proceso de vinificación con el añadido de las levaduras para su fermentación. “La levadura es determinante para definir el aroma
y el sabor del vino. Hay marcas que utilizan levaduras
comerciales, pero nosotros cultivamos nuestras propias cepas”, nos explica Gabriel mostrándonos un tubo de ensayo
en el laboratorio. “Si en el cava hay artesanía, ésta está en
el proceso de hacer tu propia levadura”.
Tras la primera fermentación, y la elección del coupage,
viene la segunda fermentación ya en la botella, recipiente
donde el preciado líquido dorado deberá permanecer un
mínimo de nueve meses. Las botellas estarán en rima –posición horizontal para los profanos–, protegidas de la luz y
a una temperatura constante que no sobrepase los 15 ºC. De
ese preciso lugar, de ese reposo en sótanos o bodegas, nació
justamente el nombre “vino de cava”, apellido que a partir
de 1971 llevarían todos los vinos espumosos que hasta la feNoviembre 2013 Lonely Planet Traveller
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tierra de cava
tierra de cava
Las botellas se colocan en rima,
protegidas de la luz y a una temperatura
constante que no sobrepase los 15 ⁰C
Gabriel Suberviola, de Segura Viudas, examina una botella de cava en las bodegas que la firma posee
en la localidad de Sant Sadurní d’Anoia
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tierra de cava
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El subsuelo del municipio de
Sant Sadurní d’Anoia es como un
inmenso hormiguero de cavas
ARRIBA, A LA IZQUIERDA Botellas en la planta envasadora de la Cooperativa Vinícola de Sarral DERECHA En 1991 Carles Andreu fundó
sus propias cavas en la Conca de Barberà, toda una excepción en una comarca con muchos viñedos y pocas bodegas
cha se conocían como “vinos de champagne”. Sólo hay que
buscarlo en el diccionario para entenderlo: Cava 1. f. Cueva
donde se elabora cierto vino espumoso, al estilo del que se
fabrica en Champaña, región del norte de Francia.
Una vez hecha la crianza, y para eliminar los sedimentos
de la segunda fermentación, hay que colocar las botellas inclinadas y boca abajo en pupitres, lugar en el que se remueven a diario para que los sedimentos se vayan depositando
gradualmente en el fondo. Una fase más y terminamos: el
degüelle, que consiste en destapar la botella para eliminar
esos sedimentos acumulados y volverla a taponar inmediatamente, esta vez sí, con el consabido tapón de corcho. Y de
ahí al encapsulado, etiquetado, empaquetado y traslado a su
punto de venta. Queríamos ver si el modo de hacer cava ha
cambiado mucho con los años, y en algunas fases, como en
la vendimia a mano, hay quien sigue trabajando como hace
siglos. En otras, por supuesto, no. “Ya nadie pisa la uva para
prensarla. De hecho, el cava tuvo varias revoluciones: el
automatizado del degüelle o la aparición en los años 70 de
la máquina giro-pallet, que nos permite remover unas 500
botellas de cava de una sola tacada y en segundos”, concluye Gabriel Suberviola.
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S
in salir de Sant Sadurní, cuyo subsuelo
es como un inmenso hormiguero de cavas, nos
acercamos hasta las bodegas Pere Ventura, más
modestas en tamaño pero que desde su fundación
en 1992 han conseguido situar su producto entre
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los nombres propios del cava de alta gama. El propio Pere
Ventura nos recibe junto a una capilla románica situada
en medio de un viñedo, con la mesa puesta, dos copas de
cristal y una botella de cava en la cubitera. Pere es todo un
dandi moderno, una persona que plasma sus valores y su
fuerte personalidad en su producto; incluso la etiqueta de
sus vinos lleva impresa la huella de su mano: “La mano es
un símbolo de compromiso y de confianza, pongo los cinco
sentidos para lograr la mayor calidad y servicio”, asegura.
“Hay quien idolatra a sus vides, en cambio yo venero a mi
equipo de trabajo, a los agricultores que trabajan para mí, a
los empleados, a los socios y, por supuesto, al cliente. Las
personas son el mayor activo de esta empresa”. Pere Ventura
–que también aúna en su planta los más tradicionales métodos de trabajo con las más innovadoras tecnologías– dedica
la mayor parte de su producción al mercado exterior. El 85%
de sus glamuroso producto se va fuera, una tendencia al alza
en el mercado global del cava, que el pasado 2012 exportó
161 millones de botellas del total de 250 millones que se expidieron desde toda la D. O. “En Europa el principal cliente
es Alemania, seguido del Reino Unido y Bélgica, y después
vienen Estados Unidos y Japón, aunque también llegamos a
otros países como Australia, Vietnam e incluso Ghana”.
Pero aún hay bodegueros que mantienen a su principal
clientela dentro de nuestras fronteras. Es el caso de Juvé
y Camps, una de las grandes familias catalanas del cava
que vende el 85% de su producción al mercado nacional.
“Nuestro producto es de muy alta gama, y tener un pre-
La Cooperativa Agrícola
de l’Espluga de Francolí
fue una de las primeras
bodegas modernistas de Cataluña. Fue
proyectada por el arquitecto Pere Domènech
i Roura, hijo de Lluís
Domènech i Montaner
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tierra de cava
tierra de cava
A la industria del cava le debemos que el
paisaje de esta zona se haya mantenido igual
desde los tiempos de nuestros bisabuelos
En el interior del monasterio de Poblet se conservan las tumbas de ocho reyes de Cataluña y Aragón, de seis reinas consortes y de varios
infantes reales. En el claustro del monasterio se observan viñas labradas en uno de sus capiteles
La vid forma parte del
paisaje que rodea el
monasterio de Poblet
desde el siglo XII.
Situado en la Conca de
Barberà, es uno de los
nueve monumentos
patrimonio de la humanidad por la Unesco que
tiene Cataluña
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cio elevado complica la exportación. Fuera enseguida te
comparan con el champagne”, nos cuenta Meritxell Juvé,
quien, con sus 28 años, representa la quinta generación
de este negocio familiar centenario. La pequeña de la saga
Juvé, que ha pasado a ser la mano derecha de su padre,
Joan, es consciente del privilegio y a la vez la responsabilidad que recae sobre sus espaldas. “No es sólo el hecho de
continuar adelante con el negocio que iniciaron tus tatarabuelos, es también una cuestión de compromiso con el
entorno”, dice mirando los viñedos que se extienden más
allá del horizonte. “A la industria del cava le debemos que
el paisaje de esta zona se haya mantenido igual desde los
tiempos de nuestros bisabuelos”. Desde sus comienzos, la
casa Juvé y Camps ha basado su actividad en las uvas obtenidas en sus propias viñas. Filosofía que, transmitida de
generación en generación, ha estimulado la adquisición de
viñedos desde la fundación de la bodega, a principios del
siglo XX. “Casi podemos decir de qué vid procede cada botella”, y eso es algo de lo que pueden estar orgullosos, sobre
todo teniendo en cuenta que bajo las calles de Sant Sadurní
sus cavas atesoran aproximadamente doce millones de botellas. “Nuestra apuesta de futuro, tanto de la marca como
de este territorio que tanto amamos, es la reconversión de
nuestros campos a cultivo orgánico”, nos cuenta Meritxell.
“Desde la temporada pasada en nuestras fincas no se utilizan ni insecticidas, ni herbicidas, ni fertilizantes químicos
de síntesis, y en dos o tres años podremos etiquetar nuestros primeros cavas ecológicos”. Ojalá sea cierto ese futuro
que vaticina Meritxell y que estos parajes se mantengan
verdes por unas cuantas generaciones más.
A
ntes de abandonar esta comarca
echamos un último vistazo a estos horizontes tapizados de viñedos desde lo alto
del conjunto monumental de Sant Martí
Sarroca, lugar donde una vez vivieron
los señores de estas tierras. Fue en el siglo XI, cuando
el noble Mir Geribert construyó aquí su castillo y se
autoproclamó príncipe del Penedès con la intención
de crear un condado independiente de Barcelona. La
iglesia del conjunto sería restaurada, ya en el siglo
XX, por un insigne arquitecto que contribuiría en gran
medida al mundo del cava: Josep Puig i Cadafalch,
autor de las bodegas Codorniu. Él, junto con otros
arquitectos estrella del momento, como Domènech i
Roura (hijo de Domènech i Montaner) o Cèsar Martinell, serían los artífices de lo que el poeta Àngel Guimerà bautizó como las Catedrales del Vino, una serie
de bodegas monumentales que a principios de siglo se
levantarían siguiendo la moda del momento: el modernismo. Para conocerlas cambiamos de comarca y
de provincia, y nos vamos hasta la Conca de Barberà,
ya en Tarragona, otra de esas regiones donde la viña
forma parte del paisaje desde hace mucho tiempo.
Allí visitamos la Cooperativa Agrícola de l’Espluga
de Francolí, donde nos recibe Isidre Rossell, el presidente de la cooperativa, quien sin más dilación nos
conduce al interior de un edificio que ya desde fuera
percibimos especial. Grandes tinas de ladrillo y hormigón se alinean en tres naves abovedadas que nadie
diría que puedan seguir en uso. Pero siguen. “Ésta es
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tierra de cava
tierra de cava
hazlo realidad
Tierra de cava
La vendimia a
mano es una
opción que
muchos productores de cava siguen
prefiriendo, ya que
mantiene la uva
intacta y no
maltrata la vid
Tierra
de cava
Hace mucho, los romanos asentados
en Barcino y Tarraco descubrieron
las especiales aptitudes de esta zona
para el cultivo de la vid. Aquellos
viñedos pasarían muchas vicisitudes,
guerras, saqueos o la terrible filoxera.
Pero la tenacidad de unos cuantos
payeses, el buen hacer y la tradición
consiguieron que siglos después la
uva siga siendo la protagonista en
estos paisajes. Y de este reportaje
TEXTO KRIS UBACH l FOTOGRAFÍAS RICARDO DE LA RIVA
DE UTILIDAD
Sobre estas líneas La población medieval de Montblanc A LA DERECHA Las cuevas de L’Espluga de Francolí estuvieron habitadas por
el hombre desde el Paleolítico inferior. Ya en el siglo XX sirvieron como bodega al desaparecido Champagne Francolí
la sociedad cooperativa más antigua de Cataluña”,
dice Isidre. “Levantaron esta catedral en tan sólo seis
meses, y se hizo en un momento de gran crisis en un
sector que aún no se había recuperado de la plaga de
la filoxera”. El fundador de esta cooperativa agrícola
en 1902, Josep Maria Rendé, vislumbró el futuro de la
comarca. Entendió que los agricultores debían unirse
para afrontar las penurias y luchó para que los payeses
de la zona tuvieran este lugar. Después de esta bodega
cooperativa vendrían muchas otras, no sólo en la Conca de Barberà, también en comarcas vecinas como el
Alt Camp o el Priorat. “En aquel entonces tenían muy
claro que se llega más lejos cooperando que compitiendo”, dice Isidre, quien se lamenta de que ahora los
intereses personales desvirtúan mucho el mundo del
cooperativismo.
En la actualidad hay cooperativas que se han unido
entre sí y que comparten una misma marca en el mercado
–como es el caso de la de L’Espluga, que, junto con otras
ocho cooperativas, comercializa su producto bajo la etiqueta Castell d’Or– y hay otras que van por libre. Sin salir de
la comarca nos acercamos hasta una de ellas, la Cooperativa Vinícola de Sarral, otro de esos cellers modernistas que
lleva un siglo adaptándose a las exigencias que el mundo
del cava ha ido imponiendo con los años. Lo cierto es que
sorprende ver tan puntera tecnología bajo esos techos de
madera y ladrillo originales. La de Sarral tiene unos 300
viticultores asociados y entre todos son el primer productor mundial de uva trepat, una de las nueve variedades de
acreditada aptitud enológica para la elaboración de cava.
“Aquí no tenemos xarel·lo, que es una de las principales
variedades para el cava, ya que el xarel·lo necesita ver el
mar”, nos cuenta Joan Torné, gerente de la Cooperativa de
Sarral, “pero tenemos el trepat, que es una uva autóctona
que se usa para el cava rosado, y que es uno de los mayo96
Lonely Planet Traveller Noviembre 2013
res elementos distintivos de esta comarca tarraconense”.
Con ella la cooperativa elabora su niña bonita, el Cava
Sublim de Portell, un Brut Nature rosado que exportan
incluso a Nigeria.
En nuestro periplo por la Conca de Barberà topamos
con otro entusiasta de la uva trepat, Carles Andreu, propietario de una pequeña bodega familiar situada en la escueta población de Pira. Los Andreu, dedicados al vino
desde hace más de 250 años, transformaron los corrales
de ovejas de su masía en unas modernas instalaciones
bodegueras. “Antes siempre llevábamos la uva a las
cooperativas, eso es lo que hacen la mayoría de payeses
en esta comarca. Aquí hay mucho viñedo y poca bodega, justo lo contrario de lo que pasa en el Penedès”, nos
cuenta. “Nosotros decidimos fundar unas cavas propias,
algo que es una rareza en esta zona, y en la actualidad
un tercio de nuestra cosecha lo destinamos a elaborar
nuestro propio vino”. Desde su inauguración en 1991, la
bodega de Carles Andreu no ha cesado de recibir visitantes. “Hace 22 años nadie hablaba de enoturismo”, dice.
“Éste no es un pueblo turístico, y quien venía hasta aquí
lo hacía para conocernos y por ello siempre abrimos la
puerta a quienes estaban interesados en nuestro trabajo”.
El viaje llega a su fin y desde ese desconocido pueblo
de Pira recorremos apenas siete kilómetros para plantarnos en el centro de otra localidad más acostumbrada
a ser fotografiada: la medieval Montblanc. En una plaza
porticada, sentados en una terraza, después de una intensa semana visitando bodegas y viñedos, no dudamos
sobre qué pedir al camarero: “Un cava, rosado, que sea
de la comarca, por favor”. Después de conocer toda la
artesanía que esconde ese transparente burbujeo, quizá
lo adoptemos a partir de ahora cuando salgamos a tomar
algo. Y además, una copa de cava tiene setenta calorías y
un gin-tonic, doscientas cincuenta. LP
Cómo llegar
En avión: Vueling tiene
vuelos directos a Barcelona
desde numerosas ciudades
españolas (vueling.com).
En tren: El AVE cubre la
distancia entre Madrid y
Barcelona en unas tres
horas. Otra opción es parar
en la estación de Camp de
Tarragona, más cercana a
la comarca de la Conca de
Barberà; en tal caso el
trayecto se cubre en dos
horas y media (renfe.com).
Cómo moverse
La mejor opción para
moverse por la zona es
en coche, el único modo
de poder acceder a las
poblaciones más remotas y
a las bodegas, que a
menudo se ubican en
entornos rurales. Existen
numerosas opciones de
alquiler en el mismo
aeropuerto de Barcelona o
en las estaciones de tren de
Sants o Camp de
Tarragona. Avis (avis.es),
National (nationalcar.es) o
Hertz (hertz.es), entre otros.
Cuándo ir
El clima es mediterráneo,
con inviernos suaves y
temperaturas que no suelen
bajar de los 0 ⁰C. Para visitar
los viñedos la mejor época es
entre agosto y noviembre,
cuando se lleva a cabo la
mayor parte de la vendimia.
A finales de otoño los
campos se tiñen de colores
rojizos y, a partir de la
primavera, de verdes, por lo
que ambas estaciones son
también muy apropiadas
para conocer la zona.
Bodegas centenarias, arquitectura
medieval, gastronomía de autor... En la
región del cava hay
atractivos suficientes para perderse
por ella, por lo menos, una semana.
Ésta es nuestra guía
Viñedos
junto al
monasterio
de Poblet
9 PASOS PARA sumergirte en esta zona vitivinícola
1
2
La última incorporación al
panorama enoturístico del
Penedès es Mas Tinell –derecha–, un hotel de lujo que
apuesta por la arquitectura
sostenible, el diseño vanguardista –el edificio representa
una serie de botellas de cava
en rima– y la gastronomía de
autor. Doce habitaciones con
vistas a los viñedos y a la vecina Vilafranca del Penedès, que
se ubican junto a las bodegas
donde la firma Mastinell elabora sus cavas (mastinell.com).
4
Los autores de la Guía
Peñín han catado y puntuado unos 9.800 vinos pertenecientes a todas las denominaciones de origen nacionales,
entre ellas, claro está, la D. O.
Cava. Es una de las guías con
mejor reputación dentro del
mundo del vino y una buena
orientación para los profanos
en la materia (guiapenin.com).
Para entrar en materia y
conocer de cerca la historia
del cava y su proceso de elaboración, es recomendable una
visita al Centro de Interpretación del Cava, enclavado en lo
que fuera una antigua destilería
de aguardiente, construida
en 1814, en el centro de Sant
Sadurní (6 € entrada; turismesantsadurni.com).
5
En las cuevas de
L’Espluga de Francolí,
un sistema de más de 3,5
kilómetros de longitud, se
hallaron vestigios humanos
de la comunidad neolítica
que la habitó en el 4.600 a.
C., además de otros restos de
épocas posteriores. A mediados del siglo XX fueron utilizadas como bodegas de cava
y hoy parte de las galerías se
han habilitado como museo
(covesdelespluga.info).
El chef Pere Massana representa a la tercera generación de una familia que,
desde los años 60, se dedica
a la restauración en Sant Pau
d’Ordal, en el corazón del
Penedès. La carta del restaurante Cal Pere del Maset
está basada en el recetario
tradicional catalán que Pere
ha reinterpretado y adaptado
a los gustos del siglo XXI
(93 899 30 28; calperedelmaset.com).
6
Castillo de Olèrdola.
Desde tiempos inmemoriales la montaña de Olèrdola fue
un enclave estratégico de primer orden, que estuvo habitado desde la Edad de Bronce
hasta bien entrado el siglo XII.
Sus sucesivos vecinos dejaron
aquí una miríada de vestigios,
entre los que se cuentan una
casa y una tintorería ibéricas,
una cisterna romana o una
iglesia prerrománica, entre
otras cosas (lunes cerrado;
2,30 €; mac.cat).
7
3
Una pareja joven, Jaume
y Mercè, se lanzaron hace
nueve años a la aventura de
recuperar un caserón del siglo
XVII, Cal Maginet, que había
pertenecido a una adinerada
familia de viticultores. Las ocho
habitaciones del alojamiento
respetan al máximo la estructura original del edificio, que,
entre otras cosas, conserva
varios arcos del gótico civil y
un antiguo lavadero público
(habitaciones dobles a partir de
70 €; calmaginet.cat).
8
Carlos y Jesús, dos jovencísimos chefs con sobrada
experiencia en locales como
El Bulli, definen la oferta de
su restaurante Art –imagen
superior– como de cocina catalana contemporánea de autor.
Entre sus especialidades más
aclamadas, el bacalao al carbón
con pimiento ecológico o el
crujiente de pulpo con crema
de romesco (artrestaurant.es).
9
La Ruta del Císter es un
sendero de Gran Recorrido (GR-175) que en sus 102
kilómetros enlaza los tres
monasterios cistercienses
más emblemáticos de Cataluña: el de Vallbona de les
Monges, el de Poblet y el de
Santes Creus. Puede hacerse
a pie o en bicicleta (larutadelcister.info).
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