Entrevista a Agustí Nieto Galán

Transcripción

Entrevista a Agustí Nieto Galán
Entrevista a Agustí Nieto Galán autor de Los públicos de la ciencia: expertos y
profanos a través de la historia
“El tema puede ser complicado porque, de hecho, se trata de que nosotros somos las dos
cosas al mismo tiempo. Experto y profano va a depender del papel que uno juega en la
sociedad. [...] En la misma persona se van jugando los mismos papeles de expertos/profanos
y los jugamos cada día pero también a lo largo de la vida.”
Agustí Nieto-Galan
Recientemente, el 2 de marzo de 2011, fue presentado en el Institut d’Estudis Catalans (IEC)
el libro Los públicos de la ciencia: Expertos y profanos a través de la historia de Agustí NietoGalan. El autor es ingeniero químico, licenicado y doctor en Historia, e historiador de la
ciencia de profesión. Ha publicado numerosos artículos de investigación y ha sido editor y
autor de varios libros. Actualmente es investigador ICREA-Acadèmia, profesor titular de
historia de la ciencia y coodinador del Máster Interuniversitario en Historia de la Ciencia:
Ciencia, Historia y Sociedad.
Aunque Los públicos de la ciencia aún no ha sido publicado, está prevista su aparición en
2011 en la colección “Ambos Mundos” de la Editorial Marcial Pons. El libro presenta un
trabajo académico sólido y riguroso que tomó muchos años (1994-2010) y fue motivado
luego de que el autor realizara estudios postdoctorales en Oxford (1994). El trabajo presenta
una amplia historiografía, influenciada por autores clásicos y contemporáneos. En síntesis,
el autor propone a sus lectores que “otra cultura científica es posible”.
¿Podría explicarnos a qué se refiere con el título del primer capítulo, El malestar de la cultura
científica?
ANG – El malestar significa que a lo largo del siglo XX, sobre todo después de la II Guerra
Mundial ha habido un esfuerzo muy grande – desde el punto de vista económico, intelectual,
institucional – en integrar la ciencia en la cultura para extender el conocimiento científico a la
población en general, cuyo resultado ha sido más bien cuestionable. El resultado no parece
ideal. Es que seguimos creyendo que “bueno, la gente no sabe de ciencia” , “es que
tenemos que promocionar la cultura científica”, en cierta manera integrada a la cultura. Ese
malestar es como un lamento, por eso el título del capítulo. Es un intento de identificar que
hay un problema y el espíritu del libro es intentar utilizar la historia, no para solucionar este
problema sino, para ayudarnos a pensarlo.
NGM - ¿A qué tipo de audiencia va dirigido su libro y cómo esto influenció la estructura del
libro?
ANG - El libro intenta llegar a una audiencia amplia. Espero, primero, como historiador de la
ciencia, poder dialogar con otras disciplinas humanísticas ya que el libro integra buena parte
de los debates de historia cultural. No descartaría a los científicos profesionales. Me interesa
intentar un diálogo con los divulgadores de la ciencia, entrevistadores, periodistas
científicos, historiadores de la ciencia, los profesores de ciencias. Es decir, aquellas
personas cuyo trabajo fundamental está precisamente en transmitir conocimiento científico.
NGM - ¿Se había realizado este tipo de esfuerzo anteriormente?
ANG – A nivel de síntesis, no. Para públicos de habla castellana, menos. Uno de los
objetivos del libro es precisamente presentar el problema de la historia de la divulgación o el
problema de la comunicación científica en clave histórica, integrando debates
internacionales que se están desatando en el mundo anglosajón. De hecho, es un intento
riguroso de sintetizar ideas que se han desarrollado entre los últimos veinte o treinta años en
los Estados Unidos y el Reino Unido, algunas en Francia y Alemania, e integrarlas en
castellano para que pueda ser leída por muchas personas.
NGM – ¿Cuál es la hipótesis y la propuesta en general?
ANG – La hipótesis es que ese supuesto malestar de la cultura científica – que se insinúa en
la introducción – lo hemos heredado en la segunda mitad del siglo XX, como una manera de
plantear la comunicación científica que no acaba de funcionar. Esa manera tradicional,
conocida como el “modelo del déficit”, que parte de la idea de que unos pocos expertos
están siempre en superioridad epistemológica hacia el resto de la población; y que ellos
deciden qué se divulga y qué no, en qué medida y cómo. De hecho, la historia – tal como lo
muestra el libro – lo que nos enseña es que este malestar está vinculado con una manera de
divulgación de ciencia que ha sido errónea y desenfocada. Por eso el libro intenta revisar el
pasado y mostrar numerosos ejemplos en los que vemos que esta separación que se ha
pensado tan rígida entre “expertos y profanos” o esta distancia epistemológica, entre los
que saben y los que no saben, no es tan evidente.
Las lecciones que podríamos sacar es que miremos la historia para darnos cuenta que el
conocimiento científico se ha construido a partir de negociaciones, en las que personas
aparentemente insignificantes o irrelevantes, han tenido un papel importante. A partir de las
nuevas miradas que se ha realizado de la historia podemos proponer una manera nueva de
comunicar la ciencia; una forma mucho más horizontal, más democrática y más
participativa. De hecho el libro comienza explicando el “modelo del deficit”, y culmina con la
propuesta del “modelo participativo”.
NGM – Mencionó que cierra el libro con el “modelo participativo”, ¿Qué es el modelo
participativo?
ANG – Es una interpretación que algunos considerarán polémica y otros excesivamente
optimista; pero, la idea sería que si se analizan temas actuales como, por ejemplo, el cambio
climático, otras controversias medioambientales, el debate sobre los alimentos
transgénicos, cuestiones sanitarias, de enfermedades o de salud, el sida, o la epidemia del
gripe A y toda la controversia del año pasado alrededor de las vacunas; analizando estos
temas es imposible realmente anclar la autoridad científica en unos cuantos expertos. Es
decir, sí hay un debate mucho más amplio en la sociedad, las decisiones que se toman para
luchar, para corregir, o para orientar estos problemas más contemporáneos, siempre
incluyen a protagonistas que van más allá de los supuestos expertos.
Nunca un informe científico, de un experto, es suficiente para explicar como se toman las
decisiones. Eso sería el modelo participativo. Tomar en cuenta los diferentes sectores de la
sociedad; observar que existe una multiplicidad de protagonistas que deben ser tomados en
cuenta. Si no integramos todos estos protagonistas, nunca vamos a entender porque se
toman las decisiones en un sentido u otro. Por ejemplo, ahora mismo es muy díficil entender
el tema del cambio climático y porqué no se ponen de acuerdo.
En síntesis, otro tipo de cultura científica es posible. Esa nueva cultura científica tiene que
integrar epistemológicamente la opinión de los supuestos profanos de una determinada
materia – por ejemplo ciudadanos, ecologistas, otros sectores similares – y se debe
entender que contribuyen a la propia construcción del conocimiento. Por ejemplo antes de
abrir una línea de investigación nueva se debe discutir con actores que hasta ahora no
habían sido tomados en cuenta, o que quizás se han contado pero sólo para informar.
NGM – Tal como menciona, el tema de los supuestos expertos y profanos es constante en
su libro y explica que es algo complejo ¿podría explicar esta complejidad?
ANG – Expertos y profanos serían como dos polos, uno alejado del otro. A través de los
ejemplos históricos prácticamente resulta difícil identificar donde empieza y donde termina
el uno o el otro. Por ejemplo en la Ilustración, pues, hubo unos filósofos naturales que
hacían experimentos de electricidad. Al final del experimento, el público que lo presenciaba
les hacía preguntas sobre que pasaba realmente ahí; y en principio eran personas de un
buen nivel cultural pero totalmente ignorantes o “profanos”. Posteriormente, en el siglo XIX,
en muchos actos de comunicación científica se observa como personajes aparentemente
insignificantes – desde el punto de vista epistemológico – contribuían al debate. Por
ejemplo, en el caso de la química, hubo estudiantes en el siglo XIX, que participaban y
comentaban sobre los experimentos. A raíz de eso el profesor modificaba su libro de texto.
El tema puede ser complicado porque, de hecho, se trata de que nosotros somos las dos
cosas al mismo tiempo. Experto y profano va a depender del papel que uno juega en la
sociedad. Es decir, yo puedo hacer el papel de profesor en la universidad y ahí soy un
experto; pero si me voy a una conferencia de nanotecnología, en la cual no tengo
experiencia, allá paso a ser un profano, pero mi conocimiento interacciona con la del
experto. En la misma persona se van jugando los mismos papeles de expertos/profanos y
los jugamos cada día pero también a lo largo de la vida. Se debe tomar en cuenta, además,
la idea de retroalimentación positiva entre los expertos y profanos. Por eso, la construcción
del conocimiento es una negociación y un intercambio de conocimiento continuo entre
diversas personas.
NGM – ¿Cómo debemos repensar el conocimiento científico?
ANG – La idea es que lo pensemos de una forma mucho más dinámica, mas de interacción
mutua y que tenemos más protagonistas de lo que tendemos a pensar. Debemos extender
la lista de protagonistas a los que estamos acostumbrados a acudir. En la historia de la
ciencia parece que el conocimiento se hubiese construido por unos grandes nombres.
Quizás después se le añaden otros; pero, siempre son complementarios. Según la visión
tradicional, los grandes nombres son los supuestos depositarios de los grandes
paradigmas, teorías y descubrimientos. Por eso propongo que la historia de la ciencia tiene
que enriquecerse de aproximaciones como la historia cultural, la sociología, la antropología.
Tiene que beber también de otras fuentes para enriquecer su propio discurso disciplinario.
El capitulo final titulado “La ciencia democrática” explica por qué es imprescindible avanzar
hacia una construcción del conocimiento más democrático, para que se pueda integrar más
voces en su propio desarrollo. Parece claro que la autoridad de expertos – esta idea un
poco ingenua del siglo XX de que el científico es el depositario de la “verdad”, la
“objetividad”, que además es “neutral”, que no tienen ningún tipo de responsabilidad sobre
acontecimientos humanos, que se reflejó de alguna manera en la Guerra Fría y en la II
Guerra Mundial – actualmente no funciona. Por eso debemos intentar desarrollar un nuevo
modelo en el que seamos capaces de integrar más voces. Eso sí, siempre tomando
decisiones. No significa que todo vale. Cualquier voz no es igual de relevante. En cada caso
habrá competencias y disputas. Sin embargo, a pesar de que eso seguirá existiendo,
tenemos que integrar a más protagonistas. En síntesis, el conocimiento circula y hay que
tener en cuenta a sus múltiples emisores.
Entrevista realizada por: Nahomi Galindo Malavé
La autora de la entrevista tiene estudios graduados en Historia de la Universidad de Puerto
Rico. Actualmente investiga y estudia Historia de la Ciencia en Barcelona. Desea agradecer a
Matiana Gónzalez las sugerencias en la preparación de la entrevista.

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