caracterizadas por el detalle y la cotidianeidad, cada foto

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caracterizadas por el detalle y la cotidianeidad, cada foto
A R T I S T A
D E L
M E S
NÚM. 13 | F EBR ER O | 2013
MANUEL ÁLVAREZ BRAVO
EL 4 DE FEBRERO ES EL ANIVERSARIO DE LOS 111 AÑOS DEL NATALICIO DEL FOTÓGRAFO MEXICANO. LO RECORDAMOS A PARTIR DE SU ÚNICA OBRA EN EL ACERVO
DEL MUSEO NACIONAL DE ARTE, EL RETRATO DE MARÍA ASÚNSOLO.
Víctor T. Rodríguez Rangel
E
n marzo de 2002, el Museo
Nacional de Arte se vistió
de gala al recibir a una grata personalidad, se trató del maestro don Manuel Álvarez Bravo, fotógrafo y cine-fotógrafo quien con
cien longevos y productivos años
de edad, vino a formar parte del
protocolo inaugural de su propia
exposición: Manuel Álvarez Bravo: parábolas ópticas muestra de
la cual pervive un digno catálogo
en el Munal.
En aquel temprano año del siglo xxi, el conaculta/inba, junto con
la Subdirección de Exhibición del
Munal, Fundación Televisa y el The
J. Paul Getty Museum de Los Ángeles, resolvieron que el Museo Nacional de Arte fuese la sede para montar un Homenaje Nacional sobre el
legado fotográfico de Álvarez Bravo
y -con buen tino- recibirlo en vida,
ya que por desgracia falleció un semestre después de la inauguración.
La magna exposición conjuntó 104
obras del centenario capitalino,
provenientes de diversas colecciones institucionales y particulares de
México y del extranjero. Las piezas
eran en su contenido una crónica
fotográfica integral del alma de México, a través del lente que eternizó
el concepto estético, social y luminoso de Álvarez Bravo a partir de
la realidad misma. Porque hablar de
la fotografía en México en el siglo
xx y de las máximas glorias en esta
disciplina es mencionarlo a él; su
nombre figura en la historiografía
de la fotografía nacional a la par de
connotados artistas locales y foráneos, como su esposa Lola Álvarez
Bravo, Héctor García, Tina Modotti,
Katy Horna, Hugo Brehme, Edward
Weston, Paul Strand y Leo Matiz.
En aquella exposición, el público se deleitó con las plateadas imágenes de vibrante claroscuro capturadas por Álvarez Bravo, con su
intensa y sugestiva gama de grises
en el rango entre el tono negro y
el blanco. Son tomas resueltas que
exploran una reinvención estética
de México a partir de sus paisajes
y su gente, a lo largo de varias décadas de redescubrimiento de los
signos arquetípicos de una nación
diversa que se rehízo a partir de un
largo conflicto bélico denominado
como la Revolución Mexicana -sucesos que vinieron a cimbrar las estructuras sociales y que motivaron
movimientos intelectuales que enarbolaron nuevos y valorativos entendimientos culturalistas del mestizo
país, definiéndonos ante la otredad
internacional.
Ante tan rico contingente fotográfico que se conjunto en 2002,
lamento que en las colecciones del
Munal sólo tengamos una obra de Álvarez Bravo, por lo que será motivo
de reflexión para los futuros comités
de Adquisición y Donación del inba
suministrarnos de piezas que nos
permitan tener una mayor representación del fotógrafo. Respecto a nuestra única foto en el acervo, el Retrato
de María Asúlsolo, la exponemos con
dignidad en la sala 30 de nuestro recorrido permanente. La pertinencia
de la magna obra en esta sala es porque se conjuga con una serie de producciones pictóricas, de diversos y
celebres pinceles, que retrataron con
múltiples resoluciones estilísticas a la
bella Asúnsolo, promotora y musa de
las artes en México entre la década
de los treinta y hasta su muerte, en
1999. María, justo antes de su deceso
-el amor platónico de muchos intelectuales y artistas por su dulce carácter,
amplio intelecto y luminosa bellezaefectuó una importante donación al
Munal que incluyó la presente expresión fotográfica.
En esta pequeña obra, la figura recortada de una juvenil María
Asúnsolo soñadora se encuentra
descansada sobre un sillón, a la
manera de la goyesca Maja vestida. Su contorneada silueta se manifiesta sensual con un ceñido vestido que deja entrever uno de sus
senos sin sostén. La íntima alcoba
presenta obscuridad en su primer
plano, misma que se vislumbra por
la cascada de luz que ingresa por
el ventanal y baña el costado de la
modelo. El espíritu de la imagen,
es la nitidez de la atmosfera que se
descubre en cada uno de sus planos –y como cada objeto habita en
los mismos- con la luz mística propia de Álvarez Bravo.
Icono femenino de la cultura
mexicana en el siglo xx, la galerista
María Asúnsolo fue más que digna
para ser la modelo de una de las
reconocidas fotografías de Álvarez
Bravo, quien manifestó una madurez creadora en su trayectoria, misma que se argumenta se cimentó en
un inicio autodidacta al ser motivado, a principio de la década de los
veinte, por la influencia del fotógrafo alemán Hugo Brehme a comprar
su primera cámara.
Del catálogo de la exposición
de 2002 en el Munal, recojo estas
analíticas líneas:
“CARACTERIZADAS POR EL DETALLE
Y LA COTIDIANEIDAD, CADA FOTOGRAFÍA DE DON MANUEL ÁLVAREZ
BRAVO ES UN DIMINUTO MUNDO
CON VIDA PROPIA: UNA PARÁBOLA
ÓPTICA QUE NOS ENSEÑA QUE LA
MIRADA ES INCAPAZ DE CAPTURAR
TODAS LAS MANIFESTACIONES QUE
FORMAN PARTE DE NUESTRO ENTORNO” (SAÚL JUÁREZ).
La fotografía tiene un extra de lujo
en su superficie, ya que presenta
una inscripción a lápiz, en el ángulo
inferior derecho, del puño y letra de
la misma María Asúnsolo: Recuerdo
con cariño de María.
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