Viajo, busco, encuentro, escribo: El Equilibrio de los Hemisferios de

Transcripción

Viajo, busco, encuentro, escribo: El Equilibrio de los Hemisferios de
Viajo, busco, encuentro, escribo:
El Equilibrio de los Hemisferios de Gorka Lasa
por
“Mi alma navega desde siempre.
Pero náufraga de siglos.”
GLT
0.
La poesía es la voz primera.
Los antropólogos, pero también
los mismos escritores, lo recuerdan a
menudo. Da fe de ello Octavio Paz en
El arco y la lira y Pablo Neruda en Confieso que he vivido. Se trata –por decirlo técnicamente- del primer género o modo
literario de decir.
Palabra primordial lanzada al
viento desde los orígenes de nuestra
especie, la poesía ha estado vinculada
desde el inicio al yo que la pronuncia,
al comienzo fundido con la comunidad y, luego, emancipado en hablante
individual por complejos procesos de
secularización que van destejiendo los
vínculos sagrados que sustentan (sobre)
naturalmente al hombre.
La poesía en su versión primigenia
está vinculada a dos realidades humanas: una estético/sensorial y espiritual/
trascendente. Entiéndase: la música y la
religión. Ambas son manifestaciones de
lo humano que asedian y expresan el
sentido de la existencia, en el intento
inclaudicable de hacer digno y hermoso nuestro caminar sobre la tierra.
Así, en El equilibrio de los hemisferios
de Gorka Lasa hay huellas del ritmo
musical original que caracterizaba el
discurso poético en los inicios de su
cultivo. De esta manera música y voz
amalgamadas, daban cuenta del ritmo
universal. En el caso del poemario de
Gorka, las repeticiones de iguales esquemas de versificación, mayoritariamente en arte menor, permiten asociarlo a esta musicalidad, como también a
los mantras orientales que en la repetición de sonidos convergentes y similares abren puertas a la conexión del
cantor con una realidad que supera lo
evidente.
Sin embargo, no es en la relación
palabra/ritmo donde reside el valor del
poemario de Lasa. Lo meritorio de los
30-33 poemas (según se haga la cuenta)
que arman el libro reside en su espesor espiritual. Por eso, al inicio de esta
comunicación aludí al hecho religioso.
Entendiendo por tal, los modos culturales y existenciales mediante los cuales
el hombre personal y colectivamente,
desde el origen hasta hoy, se liga con la
Trascendencia. Ámbito de lo Sagrado
que asume a veces un Rostro personal,
como es el caso del judeocristianismo, o
en el caso de la espiritualidad del poemario se expresa en una Realidad otra,
una “Claridad” a la que el hombre accede no sin una larga y ardua búsqueda
interior.
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Erasto Espino Barahona
Ocurre así en El equilibrio de los hemisferios: Más allá de las religiones monoteístas sociológicamente establecidas,
pervive en la poética de Gorka un nítido
vínculo con lo Absoluto. Es éste vínculo
el que quisiera rastrear mostrando en él
una de las novedades más significativas
del poemario. No sólo como “artefacto
estético” individual, como diría Mukarovsky, sino en su carácter de jugada,
de apuesta estética dentro del campo
literario nacional, para usar la ya consagrada terminología de Bourdieu.
Orestes Nieto, en las lúcidas palabras que rematan como contraportada
el libro de Gorka, lo deja manifiesto, al
señalar que este poemario representa
una novedad en nuestras letras. Orestes
lo define bellamente como “Una profundidad en el mar desplegado del ser
humano”, como “Una combinación redonda de evocaciones, arcanos, cofres
herméticos y viajes cósmicos. Misticismo sin hipotecas y con libertad para
adentrarse a la llaga de la memoria y a
los ritos”. El maestro Nieto sigue delineando la poética de Gorka al describir
que el poeta “navega, (…) en un plasma
poético en expansión, al unísono con el
universo, de gran belleza interior y de
lenguaje depurado, con el idioma del
poema eterno”. Y remata, afirmando
lo que cualquier lector ilustrado advertirá desde los primeros versos: “Su obra
constituye una novedad singular en el
panorama literario del país; pocas veces en nuestra poesía un oficiante de la
palabra proyecta sus intereses supremos
con tanta identidad y desplazamiento;
aún lo hermético es evidente, aún la incorporación de mitos de tantos tiempos
y del no-tiempo, nos hablan de nuestras
raíces”.
¿Cómo se despliega este “plasma
poético” de Gorka? Quizás baste para
ello, seguir esta clave hermenéutica de
lectura como búsqueda espiritual de
horizontes y desvelamiento de raíces
intemporales, pero no por ello menos
intensamente humanas. En el deseo de
evidenciar esta lectura, seguiré la factura misma del texto, de modo que vayamos recorriendo juntos los hitos –a mi
juicio- fundamentales del poemario.
El título de El equilibrio de los hemisferios anuncia ya lo que podría ser tanto
la intentio opera como la cifra secreta de
su autor: la búsqueda del equilibrio, la
conquista y obtención de la compensación total de las fuerzas y de los elementos plurales y diversos que nos componen… al sujeto, a la sociedad, al Universo. La mándala que como ícono y
símbolo de Gorka Lasa campea serena
y estable en la portada, refuerza e ilustra esta idea de la pesquisa y encuentro
de un “centro” vital; anhelo existencial
de la ecuanimidad, de la mesura y de
la armonía.
Este leitmotiv no aparece en Gorka como una operación limitada o encerrada en las fronteras del individuo.
La dedicatoria (simbólica) del poemario manifiesta la presencia de un pensamiento relacional. La escritura poética
como metáfora de la vida se explica en
relación con un Otro, con un Algo o Alguien más allá. Un ente que nos supera
pero no nos anula. Esta otredad se reconoce en la dedicatoria del poemario
–transcrita en cursiva tipográfica:
la existencia como exilio. Destierro del
que son protagonistas los primeros vivientes que fueron separados del Origen, pero que aún mantienen viva su
memoria:
A la Aurora,
A su Astro,
A su Ley.
El texto prosigue con un epígrafe
de Séneca, en los que el filósofo estoico
profetiza y nos dice que:
«Vendrán en los años tardíos del mundo
ciertos tiempos en los cuales
el océano aflorará los atamientos de las cosas
y se abrirá una gran tierra.
Y un nuevo navegante,
como aquel que fue guía de Jasón
y que tuvo por nombre Tiphys,
descubrirá un nuevo mundo,
y ya no será la isla de Thule
la postrera de las tierras»
Uno puede leer aquí la advertencia presente en las más varias y diversas
visiones culturales y religiosas de que
el tiempo histórico tendrá un fin o una
trasmutación universal que nos llevará
como especie, más allá. Un más allá
que estará ligado –como la gesta de los
argonautas- a espacios, tiempos y luchas dignos del hombre y de la mujer.
Tiempos justos, éticamente superiores,
territorios posibles que abrirán en consecuencia nuevos y mejores horizontes.
I.
El poemario se abre en tres cantos,
denominados “Poiesis”. En el primer
apartado –Poiesis prima- se canta la orfandad del hombre que en vez de beber
del “Lago de luz” se extravía de su Origen, echando raíces en una suerte de no
lugar, donde vive “prisionero de imperios solares, añorando de las estrellas el
retorno”. Esta visión se evidencia desde
el primer poema, “Viejos espíritus” que
transmite de modo circular la idea de
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Viejos espíritus
Solo los viejos espíritus beben su dolor a gotas,
Ellos cayeron primero,
Ellos saben de derrotas.
Por eso escancian la esencia.
Por eso cuentan las eras.
El elixir está vivo,
El gozo, la llama,
También la copa.
Un viejo dragón custodia los escenarios del
alma,
Regenta miles de mundos,
Racionándoles la calma.
Solo los viejos espíritus hacen del dolor la
noria,
Así cruzan universos,
Maestros de sus historias.
Solo los viejos espíritus beben su dolor a solas,
Ellos cayeron primero,
Ellos saben de derrotas.
Estos “espíritus” vienen a ser una
constante trans-histórica en el mundo
posible y factual de Gorka. Son figuras
poéticas que se corresponden en los diversos “Maestros” espirituales que marcan el camino de la humanidad. Seres
deseantes de eternidad que, como dice
en el poema “Los ahnelantes”,
Se entregan a sí mismos por este daño
irreparable,
Por esta humanidad perdida,
Por estos templos rotos,
Por esta cruel angustia.
Los anhelantes se rinden desde siempre a la
llama,
Por los que duermen en el miedo,
Por los ciegos de la Luz,
Por todos los demás.
Esta entrega sacrificial se ve correspondida al menos por algunos.
Aquellos que no se conforman con el
orden imperante, y buscan y se interrogan cómo sanar esta herida existencial
que la literatura universal ha significado en el tópico de la “expulsión del
paraíso”:
Ahora, en este universo,
¿Cómo regresar?
¿Cómo torcer el símbolo?
¿Cómo unir lo roto?
De ello se hace eco el hablante
poético cuando plantea la necesidad
de recuperar una realidad esencial,
una pieza clave, un eje necesario, significado en el triple símbolo de la “La
Amada, [la] Daena única, El sueño de
cristal”.
El poema “La entrega” indica el
camino para recuperar esta herencia
perdida. Éste pasa a través de redescubrir la dimensión de lo sacro y así “saltar fuera de la rueda de los días”:
Los peregrinos soñamos cantos sagrados,
Nos aferramos a antiguos conjuros,
Para sanar la herida del silencio.
Hay también otras vías para volver a traspasar el umbral y reencontrarnos. Una es la contemplación de la
Naturaleza como ejercicio interior y no
como evasión paisajística. La otra tiene
que ver con asumir o traspasar el dolor
inevitable. Ambos aparecen cuando el
poeta declara en una imagen de gran
belleza:
He quedado en silencio después de la
tormenta,
Híbrido azul,
De lágrimas y mundos.
Esta conexión con la otredad lo
hace consciente de que habita “En este
desierto de lotos y espinas”. Que su deber es recuperar el “Altar de dioses olvidados”. Pero para ello, hay que pagar
el precio del sacrificio, como
La estrella que se priva,
[del] El canto de sus lunas.
El poeta sabe que vale la pena,
pues sólo así podrá asir lo verdadero
(“Esto es lo real. / Esto es lo que aún
arde”). Y por tanto, nos advierte y sentencia:
¿Cómo entrarás al Reino si no recuerdas la
señal?
¿Perdió acaso tu sangre, aquello que heredó
de las edades?
de los días,
La eternidad borró su recuerdo con la arena de
los tiempos.
Pero en la roca más alta, olvidados, aún
danzan.
Como se ve, el hablante reitera la existencia de 2 órdenes uno que
parecer dominar y que cierra la puerta hacia la Verdad o la Trascendencia
(“el invierno”)y otro que continuamente emerge y que resiste a desaparecer
justamente como testigo de esa Verdad
(“los símbolos arcanos” y “el circulo de
fuego”). Diciente la coincidencia con
Pablo Neruda cuando dice “Amo lo tenaz que aún sobrevive en mis ojos”. La
conclusión es obvia: lo genuinamente
humano, lo que nos corresponde como
especie puede erosionarse pero no desaparece.
Quien descubre esta cifra esencial
de lo que somos se duele con la Creación que subyace incomprendida para
el común de los mortales. Y por eso,
Gorka lo declara con innegables acentos borgeanos:
Me duele la geometría del cosmos,
¿Lo he dicho acaso, antes?
(…)
Despierta caminante,
El ilusorio tiempo,
Se termina.
II.
La Poiesis II inicia con las siguientes palabras liminares:
Trazó un círculo de fuego para atrapar a la
noche.
Dibujó en la roca más alta los símbolos
arcanos,
Y contempló como danzaban frente a sus ojos.
El invierno cubrió su cuerpo con la escarcha
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Este dolor es acicate para la búsqueda. En dicha búsqueda el ser humano no está sólo –como se sugería en el
poema “Los Anhelantes”. El buscador
está acompañado por una presencia
primigenia que el poeta denomina “Los
Antiguos”. Presencia, sujetos o maestros que volverán inexorablemente:
Cuando las naciones perecían en la sombra de
su miedo,
En el agónico horizonte de una edad perdida.
Retornan,
Cabalga la feroz tropa de los primeros,
Retumba en la lejanía un canto primordial.
¡Míralos!
No hay en sus rostros temor,
Los Antiguos.
He de señalar que con este poema y más adelante con “Los visitantes”
Gorka remata la presencia de seres que
acompañan el camino del hombre y
apuntala con coherencia el mundo posible de su obra. Gorka lo ata con el de
su narrativa y funda una mitología que
tiene raíces en las tradiciones orientales, herméticas y prehispánicas.
III.
El canto último de El equilibrio de
los hemisferios –la tercera Poiesis- profundiza la dimensión ascética del peregrino, del caminante que atraviesa y
asume el desgarro de la tensión entre lo
Absoluto que anhela y el hoy que vive.
Es una llamada a la paciencia, al realismo y la esperanza.
Trazó un mapa con las coordenadas de su
dolor,
Lanzándolo a las tormentas de un océano de
estrellas.
Aguardó por eones la respuesta del tiempo,
Mientras las distancias ahogaban la clave de
su destino.
Hoy aguarda taciturno el retorno de los soles.
Solitario navegante, perdido en un mar eterno.
De los diez poemas que lo componen quiero señalar cómo emerge
ahora la dimensión personal del poeta
como peregrino. En este tercer canto
aparece varias veces la mención del yo
en relación con el rol fundamental del
caminante que es el eje de sentido del
poemario.
Este caminante cuenta su relación
dialógica con la Otredad que anhela en
“Nacer al tiempo”:
del que ha querido hacernos participe
el poeta.
Nacer al tiempo,
Desde el no-tiempo.
En esta pradera y Sol,
Junto a este bosque increado,
Hilaré mi canto de eras,
Libaré mi rito sagrado.
Unificado,
En cíclica luminosidad.
Detendré las rotaciones,
Dejaré pasar las noches.
Esa voz sin sombra,
Me miró y dijo:
Desnudo de toda norma,
Avivaré lo olvidado.
Se aquél que muta,
En la Luz.
Qué más da,
Lunas o milenios.
Uno diría incluso, que con el cierre de esta tercera “Poiesis” asistimos
a la totalidad de poemario como un
viaje del mismo Gorka autor/poeta/
personaje. En dicho viaje se da cuenta
de una perspectiva profunda sobre el
individuo, el mundo y la historia. Esta
perspectiva es una poética en Lasa, pero
también una ética pues forma parte de
su propio itinerario personal (viajo, busco, encuentro, escribo). Itinerario que
el poeta muestra con una transparencia
asombrosa y valiente, pues se atreve a
mostrarse a sí mismo en su búsqueda
existencial, en su sistema de creencias
y en sus afinidades literarias. Ello es lo
que lo hace un auténtico lirico, creador
de un discurso donde campea la subjetividad más íntima. Vemos, entonces al
poeta que busca un encuentro con un
otro personal –lector, cómplice o amigoque comprenda su apuesta creadora.
Quiero terminar con la lectura
del que considero el poema cumbre
de todo el poemario, “Pradera y sol”.
Clásico en su cadencia y universal en su
mensaje, pienso resuma en sí -como el
Aleph de Borges- el universo de sentido
Qué más da,
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Parias o guerreros,
Cruces o luceros
Solo poetas,
Solo viajeros.
[Gracias, Gorka por el regalo de
esta metáfora, con la que nos invitas a tu poesía y a tu viaje].
ERASTO ESPINO BARAHONA (Panamá, 1970) Ensayista, crítico literario y docente universitario. Egresado del Colegio Javier y Licenciado
en Humanidades con especialización en Español de la Universidad
de Panamá. Magíster en Literatura
Hispanoamericana del Seminario
Andrés Bello. Magíster en Educación
(Pontificia Universidad Javeriana).
Autor del libro Panamá en la memoria
de los mares o la escritura de la identidad
(2003). Ejerce la investigación literaria y pedagógica en publicaciones especializadas.

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