Convento de San Nicolás Tolentino Actopan Convento de San

Transcripción

Convento de San Nicolás Tolentino Actopan Convento de San
Convento de
San Nicolás
Tolentino
Actopan
k
Convento de
San Miguel
Arcángel
Ixmiquilpan
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Luis Corrales Vivar-Cravioto
Luis Corrales Vivar-Cravioto
Estudió Arquitectura en la unam titulándose en 1972.
Es Miembro Fundador del Centro Hidalguense de Investigaciones Históricas a.c. (1972). Es Miembro del
Colegio de Arquitectos del Estado. Es Miembro de
Número de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística adonde ingresó en 1989. Fue Presidente de la
Sección Correspondiente en el Estado de Hidalgo de
la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística del
2000 a 2008. Es Miembro de Número de la Academia
Hidalguense de la Historia.
Ha escrito mas de 200 artículos periodísticos en
diarios y semanarios de Pachuca. Ha escrito y publicado lo siguientes libros: Presencia de Alfonso Cravioto, El
Reloj de Pachuca, Hidalgo, Voz del Paisaje, Joyas Arquitectónicas de Hidalgo, Lo que se ve, sí se Juzga y Diálogos
Hidalguenses.
Desde años recientes y en la actualidad es columnista del diario “El Sol de Hidalgo” en donde publica
semanalmente. Recibió en el 2002 el Premio Paul Harris que lo nombró “Arquitecto del Año”, premio otorgado por los clubes Rotarios de la ciudad a propuesta
del Colegio de Arquitectos del Estado. En 2003 recibió el Premio anual de Periodismo otorgado por la
Fundación Latinoamericana en el género Artículo de
Fondo.
Ha realizado, publicado y editado en forma digital
los siguientes trabajos de investigación: “El Reloj de
Pachuca”, “Historia Gráfica de Pachuca”, “El Convento del Siglo xvi en Actopan Hgo”. “El Convento
de Itzmiquilpan Hgo”, “Paisaje y Letras de Hidalgo”,
“El Convento Franciscano de Zempoala Hgo.” y “Los
Arcos del Padre Tembleque”, “Mineros Ingleses en Pachuca y Real del Monte” e “Historia de la Plaza Constitución de Pachuca”.
Portada: Pila bautismal en el convento
de San Nicolás Tolentino, Actopan.
Contraportada: Murales en el convento
de San Miguel Arcángel, Ixmiquilpan.
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Conventos
Agustinos en
Hidalgo
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Conventos
Agustinos en
Hidalgo
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GOBIERNO DEL ESTADO DE HIDALGO
COLECCIÓN HIDALGUENSE núm. 7
Libros para ser leídos.
Conventos Agustinos en Hidalgo
Convento de San Nicolás Tolentino
Actopan
Convento de San Miguel Arcángel
Ixmiquilpan
Investigación y textos:
Luis Corrales Vivar-Cravioto
Fotografía:
Javier A. Rodríguez Padilla
Lectura de pruebas y enlace institucional:
Magaly Cruz de Nicolás
Proyecto, edición y diseño:
Pablo Mayans
Primera Edición 2012.
Una producción de Mina Editorial para la
Dirección General de Publicaciones e Impresos
del Gobierno del Estado de Hidalgo.
Francisco P. Mariel #100
esquina con Vicente Segura. Col. Revolución
Pachuca, Hidalgo
©2012 Dirección General de Publicaciones e Impresos
del Gobierno del Estado de Hidalgo.
d.r. © De las imágenes del patrimonio de la nación mexicana, bajo
custodia del inah: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Córdoba #45, Col. Roma, Del. Cuauhtémoc, Cp. 06700, México, D.F.
De los textos: De las fotografías: ©Luis Corrales Vivar-Cravioto
©Javier A. Rodríguez Padilla
Todos los textos son responsabilidad exclusiva de sus autores.
Queda prohibida la reproducción parcial o total directa o indirecta del contenido de la presente obra,
sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en terminos de la Ley
Federal del Derecho de Autor y en su caso de los tratados internacionales aplicables, la persona que
infrinja esta disposición, se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes.
La reproducción, uso aprovechamiento por cualquier medio de las imágenes pertenecientes al patrimonio cultural de la nación mexicana contenidas en esta obra está limitada conforme a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos y la Ley del Derecho de Autor.
Su reproducción debe ser aprobada por el inah y el titular del Derecho Patrimonial.
Impreso en México
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índice
Convento de
San Nicolás
Tolentino
Convento de
San Miguel
Arcángel
Actopan
Ixmiquilpan
Presentación
9
Prólogo
Historia
El conjunto
La volumetría exterior
La fachada
El programa arquitectónico
El portal de peregrinos
La capilla abierta
El templo
La sacristía
El gran claustro
Las celdas de los frailes
El refectorio
La sala “de profundis”
Los frescos y el cubo de la escalera
Servicios
Conclusión
Bibliografía
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43
49
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57
Prólogo
Historia
El convento
La portada
El templo
El claustro
Murales en el templo
Bibliografía
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Agradecimientos
Directorio
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159
169
207
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69
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103
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Portal de peregrinos. Convento
de San Nicolás Tolentino.
Dibujo de Justino Fernández,
tomado del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado
de Hidalgo.
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PRESENTACIÓN
El Valle del Mezquital es una extensa región del Estado de
Hidalgo caracterizada por su paisaje repleto de mezquites,
de donde deriva su nombre. Conserva entre sus llanuras
vestigios de los primeros pobladores de América, así como
majestuosos testimonios de la arquitectura conventual de
la temprana época colonial. Dos de ellos destacan en esta
zona: el Convento de San Nicolás Tolentino, en Actopan,
y el Convento de San Miguel Arcángel, ubicado a no más
de 40 kilómetros del primero, en el corazón de la ciudad de
Ixmiquilpan.
Ambos monasterios son de la autoría de Fray Andrés de
Mata, fraile agustino que, como se aprecia en sus obras, era
un extraordinario arquitecto y artista con clara influencia renacentista. En el Convento de Actopan, con su imponente
aspecto de fortaleza, resaltan la monumental Capilla Abierta
y sus murales, así como los interiores bellamente decorados
del templo y el claustro. El conjunto conventual de San Nicolás Tolentino en Actopan es uno de los ejemplos de arquitectura religiosa más notable de los agustinos, y una de las
obras más destacadas en el centro de nuestro país.
Por su parte, el convento de San Miguel Arcángel, en Ixmiquilpan, sobresale no sólo por su majestuosa arquitectura;
además, su templo posee una de las manifestaciones murales
de tipo pagano y de influencia indígena prehispánica más
importantes en México, que lo hacen único en nuestro país
y en el mundo.
En este libro, queremos presentar a los hidalguenses y al
mundo estos dos espléndidos monumentos, que son gloria
y orgullo de los habitantes de estas dos ciudades. Pobladores
que destacan por su trabajo y su participación en los asuntos
públicos y culturales del Valle del Mezquital, región progresista de nuestro Estado de Hidalgo, que es tierra de trabajo.
Lic. José Francisco Olvera Ruiz
Gobernador Constitucional del Estado de Hidalgo
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Plano del arzobispado de México
Anónimo
Siglo xviii
Óleo sobre tela
120.5 x 171 cm.
no. Inv. 10-54050
Colección del Museo Nacional del
Virreinato–inah
Reproducción autorizada por el
Instituto Nacional de Antropología
e Historia.
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La escena de la crucifixión que
contempla conmovido San Nicolás
Tolentino con su hábito lleno de
estrellas.
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Convento de
San Nicolás
Tolentino
Actopan
Investigación y texto:
Luis Corrales Vivar-Cravioto
Fotografía:
Javier A. Rodríguez Padilla
Proyecto, edición y diseño:
Pablo Mayans
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arriba:
Fuertes contrastes de luz sobre
los elementos arquitectónicos del
portal de peregrinos.
página siguiente:
Torre del campanario vista a través
del patio del claustro, sus arcos en
primer plano.
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páginas anteriores:
La solidez de los contrafuertes del
templo y el atrio vistos desde la
capilla abierta.
arriba:
Los remates almenados que coronan los muros del templo del
convento contrastan con los paramentos.
página siguiente:
El campanario con su majestuosa
torre coronada con arcos y almenas.
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PRÓLOGO
página anterior:
Aspecto de la fachada lateral
coronada con almenas de estilo
mudéjar.
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Actopan es su gente, su historia, su cultura, su tierra, es
un pequeño trozo de este maravilloso estado que lleva el
nombre de aquel personaje que dio su vida porque tuviéramos patria y libertad, Hidalgo.
Los actopenses con gran beneplácito podremos disfrutar y saborear, de esta obra Convento agustino de San Nicolás de Tolentino en Actopan Hidalgo. Joya arquitectónica
del siglo xvi, orgullo y patrimonio de los actopenses.
La presente obra que pone en tus manos el Arq. Luis A.
Corrales Vivar-Cravioto, profesionista de la arquitectura
que, mezclada con su pasión por la historia, lo convierte
en un experto conocedor del ex monasterio agustino. Varios años de investigación dan como resultado un libro en
cuyas páginas podrás recorrer la vida de Actopan en los
siglos xvi, xvii y xviii pero también hallarás en la finura
de su pluma y sus conocimientos, la descripción de cada
uno de los elementos arquitectónicos que conforman esta
majestuosa obra, lo que contribuirá a fortalecer nuestra
identidad cultural e histórica.
Actopan cuenta con uno de los conventos agustinos más
grandes en cuanto a tamaño, con una enorme cantidad de
pintura mural, lo cual lo hace único. Cuando leas este libro te darás cuenta de la impresionante arquitectura y arte
colonial que nos legaron nuestros antepasados dirigidos
por Fray Andrés de Mata. Una gran herencia de la época
colonial; gracias a ello es que podemos admirar y disfrutar de la capilla abierta más grande de América, decorada
con pintura mural inspirada en “La Divina Comedia” la
cual ayudo a consolidar la conquista espiritual, cada uno
de estos detalles y elementos son analizados y explicados
por el Arq. Corrales quien además describe algunos de los
personajes que formaron parte de este contexto histórico.
Muy interesante es la descripción que hace del interior
de este convento donde escribe sobre los distintos estilos
arquitectónicos así como la pintura mural, que es totalmente diferente, ya que esta dirigida a los frailes que estuvieron en este importante espacio.
Con una gran precisión y de una manera muy sencilla
describe lo que es la fachada de este monumento, su torre mudéjar, portal de peregrinos, refectorio, sala de profundis y claustro entre otras partes de este gran conjunto
arquitectónico.
Por ello te invito a que disfrutes de la obra que tienes
en tus manos, para así poder comprender y valorar el patrimonio arquitectónico y cultural que tenemos; orgullo
de todos los actopenses; tomando muy en cuenta que fue
elaborado por manos mexicanas, por lo tanto, los mexicanos somos quienes tenemos la obligación de cuidarlo y
protegerlo.
página siguiente:
Fachada del convento de Actopan
con su portada, su torre y el portal
de peregrinos.
El que no conoce la historia, está condenado a repetirla.
Prof. Sergio A. Chávez Álvarez
Cronista del Municipio de Actopan Hidalgo
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El marco aplanado y resaltado de
la ventana circular en la fachada
lateral, imponente y señorial.
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HISTORIA
Glifo de la población, tomado
del Catálogo de Construcciones
Religiosas del Estado de Hidalgo.
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Miembros de las órdenes de San Agustín y de San Francisco llegaron para evangelizar a la Nueva España en 1533 y
1524, respectivamente. Con ayuda de los indígenas, estas
órdenes levantaron grandes conjuntos conventuales en los
que el pueblo recibía doctrina y educación, en talleres artesanales y de otros oficios.
La arquitectura monástica del Estado de Hidalgo es un
reflejo del encuentro cultural que hubo entre españoles
e indígenas, durante el siglo xvi. Los frailes agustinos
construyeron los conventos de Ixmiquilpan, Metztitlán,
Epazoyucan, Atotonilco el Grande, Molango, Huejutla y
Actopan, entre otros. Es éste último al que está dedicado
este volumen.
Los conventos poseen ciertos elementos que los unifican estilística e históricamente, como la monumentalidad
de sus muros y contrafuertes, lo sobrio de sus fachadas
renacentistas o platerescas, los amplios atrios, el uso de capillas abiertas y de grandes arcos y columnas que delimitaban los claustros que rodeaban grandes patios centrales,
con pinturas murales realizadas al temple.
En el siglo xvi dio inicio la conquista de México, y el
territorio del ahora estado de Hidalgo, fue objeto de un
protagonismo importante en la conquista militar y en la
conquista espiritual, debido a su localización geográfica,
en el centro de la Nueva España.
Por eso, este Estado es rico en aportaciones arquitectónicas de la época de la Colonia. Como sabemos, los primeros misioneros en llegar a la nueva tierra fueron los
franciscanos a los que siguieron un poco después los agustinos. A esta última orden le correspondió la evangelización de buena parte del territorio hidalguense. Se dieron,
en esta misión, casos verdaderamente heroicos y sublimes.
Muchos agustinos son incomparables colonizadores, además de constructores, maestros y verdaderos santos del
izquierda:
Capilla abierta vista desde el atrio.
derecha:
Pintura al fresco dentro de la
capilla abierta.
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izquierda:
Los gruesos arcos del portal de
peregrinos.
derecha:
Frescos en los muros interiores del
portal de peregrinos.
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cristianismo, que amén de dejar su casa, su país y su familia, por venir a la tarea evangelizadora, aquí desarrollaron
un sorprendente trabajo en todos los órdenes. Sus construcciones, como testigos de su grandeza, han permanecido en pie y aún son difíciles de igualar. El convento de
Actopan es uno de estos casos. Causa gran admiración su
arquitectura, por la calidad artística de su diseño y por el
funcionamiento de sus elementos.
Este convento está situado en el municipio de Actopan, Hidalgo, a 28 kilómetros de la ciudad de Pachuca,
siguiendo la carretera a Laredo. Esta población se encuentra en los umbrales del Valle del Mezquital, asiento de la
cultura Otomí, quizá una de las expresiones sociales más
humanas de la época prehispánica.
De acuerdo con el libro La Pintura Mural del Convento de
Actopan, del Dr. Víctor Ballesteros García, su historia es la
siguiente: “Los agustinos fundaron el convento de Actopan
en 1550, durante el periodo en que fue vicario provincial
por segunda vez fray Alonso de la Veracruz (1548-1551).
Según Grijalva, Actopan… era un pueblo de muchísima
gente, el cielo de los mejores de la Nueva España, falto de
agua, pero tan fértil y gruesa la tierra, que con poca le basta,
y para la bebida suple mucho el agua miel que es bebida
usual, sana y de buen gusto, el temple es frio y seco.
Fray Juan de Medina Rincón, prior del convento en
1571, dio una opinión pesimista del lugar; dijo que por
falta de lluvias, sus habitantes eran gente otomí muy pobre y se sustentaban del “zumo del maguey de que abundan en estos secadales”.
Algunas fuentes históricas aseguran que la fundación
tuvo lugar en 1548, y que la construcción del convento
se inició en 1550. Las crónicas atribuyen esta portentosa
construcción al prior fray Andrés de Mata, quien hacia
1548 había ido a vivir y servir a Atotonilco el Grande.
Pasó luego a Actopan y años más tarde a Itzmiquilpan, en
1571, donde Grijalva afirma que “por solo eso merecía ser
Alegoría en medallón pintada al
fresco en honor de María.
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Fray Martín de Acevedo (Asebeido), don Juan Inica Atocpa y
don Pedro Izcuicuitlapilco, indios
principales del pueblo que fueron
recordados por su aportación para
la construcción del convento.
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eterna su fama”. Continúa Ballesteros: “Según la relación
del Arzobispado de México, de 1571, los dos pueblos de
mayor importancia en esa época fueron Actopan (que tenía 7,500 vecinos en su jurisdicción) e Ixcuincuitlapilco
(aledaño a Pachuca, 4000 vecinos) para atender esta doctrina residían en Actopan seis frailes.
La misma fuente, al referirse al convento, dice que “…
está de tal manera situado que es mojón y término de los
dos pueblos: la mitad de la iglesia cae en los términos del
uno, y la otra mitad en los términos del otro”.
El capítulo o junta general de la provincia agustina se
celebró dos veces en Actopan. En 1578 se eligió como
provincial a fray Martín de Perea, y en 1578 salió electo
fray Pedro Suárez de Escobar. En 1605 el convento era
una de las casas de estudio de la orden en la Provincia del
Santísimo Nombre de Jesús, y vivían en él, treinta frailes.
Como parte de la política de la corona española encaminada a disminuir la importancia de las órdenes religiosas
en todo el imperio, el templo y el convento de Actopan
fueron entregados al clero secular el 16 de noviembre de
1750. Su primer cura clérigo fue don Juan Barrerra. A
finales del siglo xviii y principios del xix, la iglesia se llenó
de altares neoclásicos. El edificio comenzó a sufrir modificaciones, además del deterioro causado por los elementos naturales. Por ejemplo, a mediados de mayo de 1898,
durante un aguacero, cayó un rayo en la Iglesia e hizo
estragos en la fachada y destruyó un altar. Con anterioridad a esa fecha, el enorme atrio había sido invadido por
construcciones particulares a raíz de las leyes de desamortización de los bienes eclesiásticos. Los portales del frente
de ese atrio fueron ocupados por comercios, y su destrucción fue paulatina, pero constante. La monumental capilla abierta (uno de los espacios abovedados de mayores
dimensiones en el mundo hispano de su momento) fue
vendida a un particular, quien la convirtió en una fragua
o taller. La Huerta se fraccionó y se vendió, y el convento
arriba:
En esta parte de los frescos del cubo
de la escalera están: un “obispo”
cuyo nombre no se alcanza a leer;
al centro, “Gregorio de Animino”
y a la derecha el “Doctor Pablo
Veneto”.
página siguiente:
La zona de los servicios vista a través del arco del lado del convento.
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quedó en el abandono. La iglesia fue la única sección que
siguió usándose públicamente.
Según Don Pablo de Gante en su libro La Arquitectura
de México en el Siglo xvi, la construcción del convento se
inició en 1550 bajo la dirección de Fray Andrés de Mata
con la subvención de don Juan Mica Atocpa y don Pedro
Ixcuinquitlapilco, indios principales del pueblo. Existen
dudas acerca de si estos personajes subvencionaron la
obra. Sin embargo, el Lic. Menes Llaguno, comenta en su
libro Actopan: “correspondió a la orden Agustina, llegada
a estas tierras en el 1533, la labor evangelizadora de la
región y particularmente a Fray Andrés de Mata la fábrica del Monasterio, que comenzó dos años después de la
llegada de los Mendicantes Agustinos a Actopan, es decir
en 1548”.
La fundación española de Actopan se ubica el 8 de Julio de 1546 y según el Arq. Luis McGregor, precursor
del estudio de este monasterio, el convento se inicia en
arriba:
El escudo agustino del corazón
traspasado por tres flechas y con
moldura circular, en los muros
laterales.
página siguiente:
El refectorio con su bóveda de
cañón encasetonada, lo que le proporciona la maravillosa acústica
que es admirada hasta ahora.
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1548. Después de su construcción, se celebraron varios
Capítulos Generales de la Orden Agustina, en 1573 y en
1578, dada la importancia del Monasterio en el siglo xvi.
­Después de su secularización, el convento empezó a depender del Arzobispado de México y, al crearse el Obispado de Tulancingo en enero de 1862, pasó a ser dependencia de esa Diócesis, con la categoría de Vicaría Foránea.
Para los autores del Catálogo de Construcciones Religiosas del estado de Hidalgo, Luis Azcué y Mancera, Manuel
Toussaint y Don Justino Fernández,
página siguiente:
Gruesos volúmenes del templo y la
barda almenada.
La evangelización de la región estuvo a cargo de
los frailes agustinos lo que principiaron su labor
con la fundación española en el año de 1546,
pero la iglesia y convento anexo de nombre San
Nicolás o San Agustín Actopan se fundaron
como tales, principiándose la construcción en
1550 a cargo de Fray Andrés de Mata y siendo
provincial de la orden, Fray Alonso de la Veracruz. Ya para 1548 había sido erigido en priorato a casa prioral de voto de la Provincia del
Dulce Nombre de Jesús, de esa orden agustina
con la división eclesiástica señalada al hablar de
la Alcaldía Mayor. Desde su fundación y periódicamente se celebraban en el Convento, los
Capítulos Generales de la orden, y así tenemos
que en el acontecido en 1573 sale electo Provincial Fray Juan Medina Rincón; en 1578 Fray
Martín de Perea, y el 9 de Septiembre de 1581,
Fray Pedro de Suárez; habiéndose celebrado este
último capítulo en Actopan por la muerte de
Fray Antonio de Mendoza, acaecida en Julio de
ese año y que había sido electo provincial en
el capítulo habido en México el 22 de Abril de
ese propio año. La secularización tuvo lugar el
16 de Noviembre de 1750 como dependencia
del Arzobispado de México y siendo su primer
cura clérigo el Señor Don Juan Barrera. A la
creación del Obispado de Tulancingo, pasó a
ser dependencia de esa diócesis, erigiéndose en
vicaría foránea el 29 de Agosto de 1832 y su primer beneficiado fue el presbítero Don Marcos
Cárdenas.
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EL CONJUNTO
página anterior arriba:
Tres vistas de los detalles exteriores
que nos afirman la influencia
mudéjar del edificio.
página anterior abajo:
Desde una esquina del corredor
del claustro aparece el fondo del
templo.
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Haremos un recorrido por sus elementos arquitectónicos
con descripción sencilla y apegada a los estilos artísticos
que ostenta.
Destacan en el conjunto, la volumetría, la fachada, el
bautisterio y la sacristía; la pintura mural de la escalera, la
capilla abierta, la torre mudéjar, el portal de peregrinos,
la sala de profundis, el interior del templo, el refectorio
con su extraordinaria acústica, y el claustro con sus arcos
góticos y románicos.
Para valorar y disfrutar esta joya de la arquitectura monumental que diseñaron los agustinos y que pertenece al
patrimonio histórico del estado de Hidalgo, es necesario
visitar el convento.
Sobre su construcción, nos atenemos a la guía del convento, editada por el Instituto Nacional de Antropología
e Historia (inah) en 1973:
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página anterior:
Planta arquitectónica baja del
templo, el claustro, la portería, el
refectorio, la sacristía, el portal de
peregrinos y la sala de profundis,
tomada del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado
de Hidalgo.
abajo:
Detalles del techo del pasillo del
claustro y del acceso a la torre.
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Construcción
La parte constructiva de los edificios del convento, puede sintetizarse así: cimientos y muros de mampostería de piedras irregulares, con
argamasa de cal y arena; bóvedas nervadas con
dovelas de piedra aparejada; plementos y bóvedas de cañón con materiales aglomerados con
mortero de cal; elementos ornamentales, marcos de puertas y ventanas, columnas, repisones
y paramentos de las partes nobles ejecutadas
con piedra de talla; pavimentos embaldosados o
revestidos con hormigón pulido; algunos t­ echos
de madera; cubiertas revestidas con entortados
de hormigón. Casi todos los materiales empleados son originarios del Valle de Actopan y de
sus cercanías.
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LA VOLUMETRÍA
EXTERIOR
página anterior:
La gran torre del convento, con su
claristorio, sus almenas y su reloj.
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Los volúmenes de los contrafuertes acentúan la riqueza
exterior del diseño y sus remates con almenas de tipo
mudéjar dan al conjunto una excepcional belleza. Es de
notarse la diferencia conceptual de lo austero y recio de
los volúmenes del conjunto con la delicada ornamentación de la fachada. Aporta dos elementos principales: el
frontispicio y la torre. Ésta tiene vanos que acentúan su
volumen y está rematada por almenas y cuatro arcos por
lado que forman un claristorio, necesario para hacer llegar
a varias leguas el sonido de las campanas, único medio de
comunicación en los siglos de su construcción y operación como convento. La torre de Actopan es monumental, su altura domina la planicie sobre la que se asienta la
ciudad: puerta al inicio del Valle del Mezquital.
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LA FACHADA
página anterior:
La portada de acceso, con sus pares
de columnas flanqueando la puerta y
su arco de casetones.
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La fachada del convento de Actopan es sobria, elegante y
muy armónica. El frontispicio es llano y sólo cuenta con
la portada plateresca que enmarca la puerta y que se describe más adelante. La ventana del coro está flanqueada
con dos pequeñas columnas y rematada con una cornisa.
Arriba, un frontón simple con almenas, sirve como remate general.
En la portada destaca el exquisito diseño del marco de
la puerta principal. Dos pares de esbeltas columnas estriadas sobre peanas entableradas, sostienen una cornisa
con friso apoyado en platabandas, decorado y con dos
ménsulas centrales. En el intercolumnio, arcos abocinados con casetones y tímpano mudo le dan elegancia al
acceso. Estos arcos descansan sobre un marco menor que
tiene dos pares de columnas con capiteles corintios y cornisas con friso decorado. El arco de la puerta es también
de casetones. El conjunto de ornamentación de la portada
es plateresco.
La pequeña columna de la ventana del coro en la fachada principal, nos da una clara idea de la precisión del
diseño, de la seriedad con que se hicieron las fachadas y
del apego firme a los cánones de la arquitectura formal, en
un diseño claramente académico.
Elisa Vargas Lugo, hidalguense doctora en arte colonial,
dice así sobre el convento:
abajo:
Detalle del relieve en los muros de
la portada.
página siguiente:
La puerta con su friso, sus columnas estriadas y sus medallones en
las enjutas.
El Monasterio de Actopan, atribuido a Fray
Andrés de la Mata, es el monumento colonial
máximo del Estado de Hidalgo. Su fachada es
una obra de primer orden por su grandiosidad,
elegancia y riqueza formales. La puerta es también un vano de medio punto con medallones
en las enjutas y con las jambas y la arquivuelta
ornamentadas con casetones; flanqueado por
pares de medias cañas estriadas entre las que
aparecen dos nichos de pequeñas dimensiones.
Las pilastras tienen capiteles corintios sobre los
que corre un friso ornamentado con querubines
de donde arranca un gran tímpano abocinado
cubierto totalmente por casetones cuadrangulares. Esta composición está flanqueada a su vez
por otros pares de altísimas medias cañas estriadas entre las que se ven cuatro nichos pequeños;
sobre los capiteles de estas pilastras corre otro
entablamento con un friso ornamentado; en
las enjutas formadas por el tímpano, hay otros
medallones; encima de esta segunda parte de la
fachada aparece una ventana cuadrangular que
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por sus ­columnillas platerescas, recuerda a la de
Acolman. El paramento termina en triángulo,
rematado por almenas. En el uso de nichos pequeños y vacios y de casetones radica el importante juego de luces y sombras que se han señalado como característica de esta obra, que por los
elementos y proporciones que emplea es una de
las portadas que podría considerarse dentro de la
corriente manierista.
abajo:
Angelitos en los casetones del arco
de la puerta principal.
página siguiente:
Las columnas que enmarcan la
puerta se asientan sobre peanas
cuadradas y entableradas sobre
bases lisas.
En el Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de
Hidalgo, dice respecto a la fachada: “Toda la piedra labrada (que) ocupa gran parte del imafronte, es de estilo
Plateresco”. Para Don Pablo de Gante autor de La Arquitectura de México en el Siglo xvi, la portada es “de espíritu
renacimiento purista”.
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48
EL PROGRAMA
ARQUITECTÓNICO
página anterior:
En el interior del templo, la bóveda
de cañón está pintada con motivos
geométricos.
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Las plantas arquitectónicas de estos inmuebles manifiestan un verdadero conocimiento por parte de los religiosos
de la arquitectura monástica. El conjunto consta de los
siguientes elementos: a la izquierda, el templo, generalmente con la puerta orientada al poniente para darle al
altar mayor la luz del levante. A los lados del templo, aparecen capillas adosadas y a la derecha, el claustro o patio
de la casa conventual, cuyos corredores muestran en líneas
punteadas las bóvedas de crucería que los techan. Junto
al altar mayor, a la derecha, la sala capitular y la sacristía
que también tiene bóveda de nervaduras. Abajo, del lado
derecho, el portal de peregrinos y la portería, a su derecha
la sala de profundis.
En la planta alta del espacio conventual, llama la atención el doble pasillo que rodea al patio del claustro. Este
corredor interior llamado también doméstico, comunica
a las habitaciones de los frailes, y a las dependencias privadas del convento, incluyendo las de los visitantes y las del
Prior de la orden.
A la izquierda se localiza el cubo de la escalera que es un
portento por su techumbre y sus pinturas y que trataremos más adelante con la importancia que merecen.
Hay una comunicación en el grueso muro de la nave
que colinda con el claustro, formando la puerta para el
coro y la azotea. Abajo en la esquina noroeste destacan los
robustos muros de la característica torre del convento, con
su puerta para subir desde la planta alta al campanario.
Planta de conjunto del convento: Al norte, la capilla
abierta con su extenso atrio, al centro, la nave del templo,
el claustro y casa conventual con su acceso por el portal
de peregrinos. A la derecha, o sea al sur, un gran espacio
abierto que era la huerta del convento. Al fondo, los servicios como caballerías, almacenes y establos.
abajo:
Desde todo el valle se admira la torre
mudéjar del convento.
página siguiente:
Jardines con añosos árboles rodean la
parte interior del inmueble.
50
51
52
EL PORTAL
DE PEREGRINOS
página anterior:
Se hacen resaltar los arcos del portal
de peregrinos por su anchura y su
decorado de estrías y casetones.
Del lado derecho de la fachada se encuentra el llamado
portal de peregrinos. una de las áreas más importantes,
ya que era un espacio cubierto, aunque sin puertas, para
que los fieles que venían de visita, pudieran pernoctar.
De ahí lo bajo de la altura de los arcos. En el portal de
Actopan vemos tres arcos un poco rebajados, con dovelas
­encasetonadas y columnas anchas. Sobresalen las columnas adosadas con tablero rectangular, que se apoyan en
plintos cuadrados y de tableros. Una cornisa remata y une
los capiteles y el pretil alto da lugar a los escudos de la orden y a una cruz sobre venera. Es de notar lo pesado de los
arcos, únicos entre los conventos agustinos de Hidalgo.
El Lic. Menes Llaguno comenta en su libro Actopan:
Las tres secciones del pretil ostentan al centro
sobrerrelieves de diverso motivo, el de en me-
53
dio es una cruz sobre una calavera colocada
arriba de una concha y las de los costados, el
blasón agustino, circundado por una corona de
­follajes, agregándose al norte el corazón con las
flechas de San Agustín y al del sur, las perdices
de San Nicolás Tolentino. En la parte superior
de este bello conjunto arquitectónico, se encuentra ‘La Loggia’ construída tiempo después
de haberse concluido la fábrica del monasterio;
su estructura es totalmente discorde con el resto
del paramento exterior, lo que puede notarse a
simple vista. Su composición es a base de tres
arcos apoyados sobre cuatro columnillas, cuyos
capiteles y basas iguales, son piezas sobrantes
de cantera labrada para las basas de las columnas del claustro alto. Los fustes son cortos y el
pretil sube a más de la mitad de su altura… El
interior del portal de peregrinos es de estructura rectangular techado con bóveda de medio
cañón, adornado con lacerías multicolores que
dan paso a una serie de medallones donde se
encuentran pintados S. Ramón Confesor, S.
Paulino Obispo, S. Prístico Mártir, S. Germán
Obispo, S. Raymundo, S. Columbano Confesor, S. Idoco Rey y S. Antonio Rey; en la línea
de las claves al centro la Virgen y el Niño, en la
misma línea al norte S. Fulgencio y S. Guillermo, en el tercio de este S. Esteban Martín, Sto.
Tomás de Villanueva, del otro lado se encuentran Sta. Felicitas Virgen, Sta. Mater Mónica
(Madre de San Agustín el fundador de la orden)
y Sta. Clara de Montefalco.
En el paramento sur existe una pintura al
fresco muy deteriorada, en la que puede notarse
una barca que conduce San Agustín, acompañado de varios santos. La proa apunta hacia la
figura de un Cristo crucificado en una palmera
y del costado de la imagen mana sangre que va
a caer a una fuente, en la que se encuentran dos
frailes; arriba de esa imagen se halla la figura del
Padre Eterno entre nubes, llevando en la mano
izquierda un mundo coronado por una cruz y
con la derecha imparte la bendición. Completa
la Trinidad la figura de una paloma representativa del Espíritu Santo y abajo, delante de la nave,
puede observarse una fila de frailes con hábitos
54
página anterior:
Detalle con la imagen de Santa
Mónica en el portal de peregrinos.
abajo izquierda:
Detalle con la imagen de Santa
Clara de Montefalco en el portal de
peregrinos.
abajo derecha:
Las pinturas en el portal de peregrinos, en algunas partes ya muy
deterioradas.
55
diferentes y otra de individuos en diversa actitud; adelante, un fraile sentado, imparte con
una mano la bendición a una persona, en tanto
que con la otra castiga a un individuo. Creemos
que el conjunto representa la labor de evangelización realizada por los agustinos en tierras del
nuevo continente.
En la pared del lado norte, la composición
pictórica representa a San Agustín cobijando
bajo su manto a diversos santos, frailes y monjas. El que fuera Obispo de Hipona lleva en la
mano derecha a la Iglesia y en la izquierda un
libro; dos ángeles levantan la capa del santo.
Una cenefa de grutescos que enmarcan diversas
pinturas de imágenes de santos y santas, recorre
todo el recinto a la altura del desplante de la
bóveda.
56
LA CAPILLA ABIERTA
página anterior:
Pinturas de la bóveda y de una parte
de los muros decorados de la capilla
abierta.
57
Los frailes construyeron capillas abiertas que daban a un
gran atrio para la evangelización de los catecúmenos que,
mientras no fueran bautizados, no podían entrar al templo. Eran usadas también para celebraciones multitudinarias. La de Actopan es espléndida y monumental. Es una
de las más notables de la Nueva España, y tiene una gran
presencia. En sus muros interiores se encuentran pinturas
al fresco con escenas bíblicas que servían para la enseñanza del catecismo. En la clave del arco está el corazón traspasado por tres flechas, escudo de la orden agustina. La
distancia de ahí al piso es de más de 17 metros.
En la capilla abierta de Actopan se encuentra representado el Edén, con el árbol del bien y el mal. Adán y Eva
están comiendo del fruto prohibido. Escenas como ésta
causaban gran impacto entre los indígenas evangelizados.
Eran estas pinturas el instrumento visual de los frailes
para dar a conocer los pasajes de la Escritura. Los frescos
están muy deterioradas y no tienen un programa adecuado de conservación.
El Dr. Ballesteros, estudioso de estas pinturas. explica
en su libro La Pintura Mural del Convento de Actopan:
página siguiente:
En el muro oriente de la capilla
abierta entre otras escenas están
Adán y Eva en el paraíso y el pecado
original.
El intradós de la bóveda está decorado con casetones derivados de los diseños que publicó
Sebastián Serlio en el libro tercero de su Regole generali di architecttura, aparecido en Toledo
en 1565. Estos diseños aparecen también en
las bóvedas de varias construcciones agustinas,
como en la iglesia de Ixmiquilpan y en las capillas posas de Villa de Tezontepec. Según informa Serlio, el diseño en cuestión deriva a su
vez de uno encontrado en el templo de Baco en
las afueras de Roma, que luego estuvo dedicado
a Santa Inés; parte del dibujo estaba hecho de
mosaico.
Al respecto de escenas pintadas en la capilla abierta de
Actopan, como la del Paraíso con Adán y Eva nos dice:
Eva comiendo el fruto del árbol prohibido y lo
convida a Adán. Adán y Eva vestidos con pieles
de animales. Adán está entre plantas y trabaja la
tierra con una larga herramienta de madera, y
Eva al fondo, sentada sobre una roca, amamanta a su hijo Caín. El significado es claro: ambos
sufren la condena pronunciada por Yahvé; el
hijo representa los dolores del parto; y el trabajo
simboliza la manera de ganarse el pan con el
sudor de la frente, pues según la escritura ‘… la
tierra producirá espinas y abrojos…’ Su atuendo también deriva del pasaje escriturístico que
dice: “E hizo Yahvé Dios túnicas de piel para
Adán y su mujer.
La escena antes descrita se funde con otra al extremo
derecho, que comienza con unas enormes fauces con
grandes y agudos colmillos, de donde salen dos jinetes
armados y amenazantes: sus famélicas cabalgaduras se
abalanzan sobre un grupo de hombres que, aterrorizados,
58
postrados y atónitos, observan a sus atacantes. Hay que
recordar que, por el pecado, Adán perdió los dones que
Yahvé le había concedido, entre otros, la inmortalidad y
la vida sin sufrimiento. Al ser Adán cabeza de la raza humana, su pecado significó la pérdida de aquellos dones
para todos los hombres. La enfermedad y la muerte aparecieron sobre el género humano y, para representarlas en
la pintura, se recurrió a los jinetes del Apocalipsis, a los
que se “dio potestad para matar con hambre y con peste”.
Aparecen aquí, el caballo blanco, cuyo jinete hiere a un
hombre con su lanza, detrás, el caballo “pálido”, montado
por la muerte. Así lo entendían los agustinos del siglo xvi,
pues explicaban que del pecado de Adán procedían “la
triste hambre y sed, y cansancio y todas las diferencias de
tristeza y enfermedad que con muerte acaba el mundo”.
Hay, en la capilla abierta de Actopan, escenas dantescas
del infierno y el purgatorio que, por su impacto pictórico,
eran usadas para evangelizar a los indios. Proclamaban los
59
castigos a los que se sujetaría al hombre que no siguiera
los mandatos de la escritura y la revelación. Para los frailes, estas escenas eran muy valiosas. Durante el periodo
de la evangelización, la pintura mural fue el único medio
para comunicar emociones. De ahí que la pintura al fresco fuera usada también por los antepasados indígenas en
tiempos prehispánicos, para contar hazañas y comunicar
enseñanzas. Ballesteros afirma que
el orden cronológico en la lectura de las pinturas conduce a los muros laterales de la capilla
abierta, que muestran las penas del infierno.
Están distribuidas en dos grandes bandas horizontales subdivididas en recuadros menores,
y en la parte superior rematan con una cenefa
con medallones de santos, pero ya no es posible
identificarlos por el deterioro del estuco.
En la guía del inah, Ballesteros se refiere a la capilla
abierta con sencillez, planteando:
Conocida como “Bóveda de Actopan”, tuvo
su entrada hacia el poniente y el presbiterio al
oriente. Como su denominación lo indica, es
una gran bóveda de cañón con pinturas en el
intradós. En el arco de entrada, en la clave, está
esculpido un disco con el escudo agustino. Al
frente hay un cementerio limitado, en parte,
por una cerca con almenas.
El cementerio al que se refiere ya no existe. En el siglo
xx, este camposanto se convirtió en una gran explanada
que ahora da acceso a esta parte del Convento.
Se percibe una sensación muy notable al caminar del
inicio de la plaza hacia la capilla. A medida que uno avanza, parece como si la bóveda de la capilla se elevara y aumentara la grandiosidad de su altura y su cobijo.
60
EL TEMPLO
Desde el arco triunfal, el interior del templo de Actopan
tiene cubierta de crucería en dos bóvedas de pañuelo, y de
nervaduras sobre el altar, reposando sobre el ábside poligonal. El resto de la cubierta es de bóveda de cañón corrido. Ambas se encuentran divididas por el arco triunfal.
La monumentalidad exterior se refleja en el espacio de
la nave del templo, que ostenta altares neoclásicos en los
muros laterales y en el presbiterio, levantados tres siglos
después de la construcción del templo.
Destaca en esta imagen del interior del templo, con vista hacia la puerta, la estructura que sostiene el coro con un
arco muy rebajado y largo, a todo lo ancho de la nave. Un
barandal de madera protege el espacio y un órgano grande de tubos se encuentra hacia un costado. A la izquierda, del lado de la Epístola, se halla un característico altar
neoclásico, posterior al templo. En muchos casos, fueron
61
construidos a finales del siglo xix. Una bóveda de cañón
corrido decorada con adornos al fresco cubre el templo
desde la puerta hasta el arco triunfal.
Menes Llaguno, en su trabajo, dice sobre el templo:
…es de una sola nave, rematada hacia el oriente
con un ábside poligonal, que da forma a una
hermosa bóveda hemihexagonal de nervadura
con tres gajos de terceletes entre los que otros
nervios secundarios, dibujan tres corazones.
Símbolo, dice Mac Gregor, del emblema de San
Agustín, los dos tramos siguientes son bóvedas
estrelladas también a base de nervadura, ambos
de distinta amplitud. El resto de la nave es un
impecable medio cañón. Para destacar la primera sección del templo del resto de la nave un
arco triunfal delimita la bóveda de crucería de la
de medio cañón, las columnas de este arco, son
claramente renacentistas, los fustes estriados se
coronan con capiteles de orden plateresco, cuyo
eje principal se encuentra adornado con dos cabezas de leones que muerden listones de los que
penden tarjas que se proyectan en los extremos
de las diagonales. Las columnas se encuentran
semi-empotradas en pilastras que a su vez se
adosan a los muros.
En el acceso, por la portada principal, se encuentra el coro y sotacoro. La cubierta de este
último es una magnífica bóveda rebajada, estrellada con terceletes y una tracería circular alrededor de la clave central. El coro a media altura
de la nave, recibe luz a través de una ventana de
buenas proporciones.
arriba:
El interior del templo de oriente a
poniente, al fondo el coro.
página siguiente:
Interior del templo: al fondo su altar
neoclásico, bóveda de nervadura desde el arco triunfal y de cañón corrido
desde el acceso.
En la guía del Instituto de Nacional de Antropología e
Historia, se lee:
Como ya se dijo, su advocación es a San Nicolás
Tolentino. Constituye una importante mole que
se traduce como una amplia nave en el interior,
rematada hacia el oriente con un ábside poligonal. Entre los contrafuertes del lado del convento, quedan alojadas algunas capillas. El techo es
abovedado con crucería en el p
­ resbiterio y en
62
63
los dos tramos inmediatos. Aquí es visible fácilmente la mezcla de los estilos arquitectónicos de
la época ojival y del renacimiento.
La cubierta del sotacoro es un entramado de
nervios que dibujan una bóveda rebajada, estrellada, con terceletes y tracería circular alrededor
de la clave central.
La construcción está llena de enigmas derivados de las varias reformas que ha sufrido.
Nada particular puede decirse en cuanto a los
altares. Son extraños, en cierto modo, a los costados del presbiterio, dos ambones profusamente desgarrados con rocallas Luis xv.
En el coro pueden verse algunas pinturas murales y, especialmente por el interior, el original
dibujo del encuadramiento del vano de acceso.
abajo:
Uno de los detalles (el del lado
izquierdo) de la entrada hacia el
ábside en el presbiterio.
página siguiente izquierda:
Bóveda de nervaduras de estilo eminentemente gótico en el templo.
página siguiente derecha:
Combinación de bóvedas en el techo
del templo, de nervaduras y de cañón
corrido decorada al fresco.
página siguiente abajo:
El púlpito y los altares laterales
neoclásicos, de factura posterior, en el
interior del templo.
64
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66
página anterior:
Vista de la bóveda del coro sostenida
por nervaduras que reconocen la
columna adosada.
arriba:
Jesús después de la terrible flagelación, con corona de espinas y su cetro
de caña, pintura de caballete.
izquierda:
La anunciación en pinturas en el
interior del templo.
derecha:
La natividad en el interior del
templo, pintura de caballete.
67
68
LA SACRISTÍA
página anterior:
El baptisterio, con su pila de piedra
con tapa de madera redondeada, San
Juan Bautista la corona, un pinjante
recoge las nervaduras en la esquina
iluminada.
69
En la sacristía se encuentra también el baptisterio, cuya
pila es ejemplo del arte monástico. Consta de un depósito
de piedra redondo, sobre un par de escalones circulares
y una cubierta de madera de forma semiesférica coronada por una escultura de San Juan Bautista, con su indumentaria de piel de camello, como se menciona en los
­Evangelios.
Al fondo se ve la arcada triple que divide esta habitación
de la antesacristía, con sus arcos de dovelas redondeadas
como las columnas. El baptisterio tiene una hermosa bóveda de crucería cuyo arranque en pinjante vemos en cada
una de las esquinas.
Según el inah: “Anexo al presbiterio de la iglesia, con
planta aproximadamente cuadrada, puede verse uno de
los sitios más llamativos de este convento: la sacristía que
es a la vez bautisterio. Su aspecto original cambió merced
a reformas que fueron ejecutadas en el mismo siglo xvi.
Está unida a la antesacristía por dos arcos rebajados que
se forman con triples roscas de secciones sensiblemente
elípticas que son prolongación de las columnas que las
sostienen.
El local está cubierto con una hermosa bóveda de crucería con terceletes en cuyos plementos hay, pintados a
varios colores, motivos vegetales.
En las paredes, igualmente, se ven pinturas muy deterioradas por el tiempo, pero, especialmente, por las reformas que allí se ejecutaron.
En el centro de la sacristía descansa una gran pila bautismal que completa el atractivo aspecto del conjunto.
En opinión del cronista Menes Llaguno, la Sacristía:
abajo:
Detalle de nervaduras en la sacristía.
se trata de un recinto de planta cuadrada que
se une a la antesacristía a través de una arcada.
Todo el local está cubierto con una bóveda de
crucería con terceletes en cuyos elementos hay
ornamentaciones de varios colores con motivos
vegetales, en las paredes también se encuentran
pinturas, por desgracia sumamente deterioradas
por el tiempo y las reformas realizadas a este lugar, posiblemente a finales del siglo xvi.
Al centro resalta, sobre una plataforma con
tres gradas, la fuente bautismal, cuya cubierta
de madera, culmina magníficamente la forma
bulbosa del vaso, todo el conjunto se remata con una escultura de San Juan Bautista. Al
parecer la pila fue trabajada en piedra de una
sola pieza, finalmente, una ventana mixtilínea,
da luz a este recinto que aún así permanece en
penumbra.
70
EL GRAN CLAUSTRO
Desde el claustro de Actopan vemos los volúmenes de los
contrafuertes y de la torre con sus almenas de estilo mudéjar, que también coronan la nave del templo. Las almenas
y la torre están repelladas, es decir, recubiertas con aplanados de cal y arena. En cambio, el cuerpo del edificio
del templo tiene mampostería aparente, lo que crea un
atractivo contraste de materiales.
Estos elementos gruesos contrastan con la ligereza y
el movimiento de los arcos del claustro, ofreciendo una
perspectiva asombrosa.
El claustro alto tiene arcos de medio punto con un ritmo atractivo por su constancia y sencillez. Las impostas
destacan al dividir los arcos de las columnas, que se separan en dos partes por una orla o filete liso. Las dovelas
del arco están molduradas en forma de platabandas, en
cuatro partes.
71
El claustro es un gran patio de dos niveles, con arcos
de piedra labrados que sostienen el techo de las galerías.
Los arcos de los claustros eran distintos en cada convento.
Eran motivo de creación original y de gran aporte estético. En Actopan, los arcos de la planta baja son ojivales,
de estilo gótico. Los del piso superior son románicos, de
medio punto. Un ritmo ligero se percibe en la parte de
arriba y una sensación de seguridad en la arcada inferior.
Entre los arcos de la planta baja se colocaron contrafuertes
para absorber las cargas laterales.
El claustro cuenta con corredores perimetrales en las
plantas baja y alta. Vemos el pasillo o corredor de la planta baja con su bóveda de crucerías, y las nervaduras muy
sobresaltadas con los pinjantes a la vista. El ritmo de los
apoyos de la bóveda coincide armoniosamente con las columnas que sostienen la galería. El espacio está brillantemente iluminado. Los frailes orientaron la posición de los
patios del claustro hacia el sur del conjunto para obtener
muchas más horas de sol al día. En el tímpano del arco del
fondo, hay pinturas al fresco con motivos religiosos. Un
rodapié o guardapolvo decorado rodea completamente el
cuadrángulo.
En la planta alta existe un doble corredor, que da directamente al patio. Es la galería con arcos que conforma el
claustro típico, sin embargo, detrás de éste se encuentra
otro corredor de circulación privada, sin acceso a los ajenos, que comunica a las habitaciones de los frailes llamadas
también celdas o claustros. Esta circulación interior está
iluminada por puertas y por ventanas abiertas en las esquinas, que dan a la parte posterior. Tiene cubierta con bóveda de cañón corrido, decorada con pinturas para asemejar
una bóveda de nervaduras. En las esquinas presenta bóvedas de crucería sobre nervaduras apoyadas en pinjantes. La
parte superior de los muros está decorada con una cenefa
grande con motivos ornamentales y con un guardapolvo
en la parte inferior. El piso es de baldosas, que por el uso
están casi lisas. Cuenta con puertas tablereadas y gruesas de
dos hojas, de uso común en la época colonial. En el documento realizado por el inah se dice del claustro:
página siguiente:
El claustro es un gran patio de dos
niveles, con arcos de piedra labrada.
Arriba arcos románicos de medio
punto, abajo arcos apuntados, del
gótico.
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73
Los claustros se distribuyen en dos pisos con
corredores en los cuatro lados. El cuerpo inferior, de bastante altura, está estructurado con
arcos apuntados de ascendencia ojival, pero con
molduración renacentista. El piso alto muestra
arcos de medio punto. Los corredores de abajo
están techados con bóvedas nervadas; los altos van cubiertos con entramados de madera.
En los ángulos hay plafones artesonados. Por
las paredes corren pinturas en frisos y franjas.
Otros dibujos policromados pueden verse en
las bóvedas y en los tímpanos de los arcos sobre
las paredes. Algunos de los batientes de madera en puertas y ventanas son los originales del
siglo xvi adornados con pergaminos o paños
plegados esculpidos en los tableros. Desde los
claustros se llega a diversas dependencias. En la
planta baja: a la portería; a la sala “de profundis”;
al refectorio; a la sala capitular; a la sacristía; a la
escalera y a otros servicios. Los corredores altos
llevan a las antiguas oficinas parroquiales y a los
pasillos interiores que sirven a lo que fueron habitaciones de los frailes.
izquierda:
Las impostas de los arcos son cuadradas y salientes.
arriba:
San Miguel Arcángel en detalle en
el claustro.
página siguiente:
El claustro visto desde el corredor de
la planta baja.
74
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76
página anterior:
Corredor del claustro en su planta
alta, ritmo constante en la arcada.
arriba:
Cristo Rey del Mundo, a su lado
los apóstoles y abajo el purgatorio.
77
78
LAS CELDAS
DE LOS FRAILES
página anterior:
Celda típica de un fraile, austera y
de escasas dimensiones.
79
A lo largo de estos andenes, de acuerdo con la descripción
del libro del inah, están las celdas. Una de ellas, considerada como típica, mide alrededor de cuatro metros de
longitud por tres de anchura. La cubierta consiste en una
bóveda de cañón con el eje perpendicular a la fachada.
Los muros están enlucidos con mortero de cal bruñida.
No hay guardapolvo. El pavimento es de hormigón rojo
de cal. A la altura del arranque de la bóveda se desenvuelve
un friso con motivos simbólicos.
“Tres de las celdas tienen delineados sendos calvarios
que apenas se distinguen. Estas pequeñas habitaciones
tienen, para su iluminación y ventilación, pequeñas ventanas con apoyo y descanso para el pie”.
Según la tradición, algunos frailes agustinos como Fray
Antonio de Roa, de quien se dice que casi nunca estaba
sedente, rechazaban cualquier comodidad en sus asuntos
domésticos, de ahí la gran austeridad de las celdas de los
religiosos.
En la guía mencionada se dice sobre los pasillos del
claustro:
Paralelos a los corredores oriente, sur y poniente del
claustro alto, corren pasillos que distribuyen a las celdas.
Todos estos andenes están techados con bóveda de cañón. Las intersecciones se resuelven con graciosas bovedillas estructuradas con nervios. Los muros de los pasillos
muestran decoraciones pintadas. En las cabeceras de estas
circulaciones se pueden ver ilustraciones de asuntos religiosos especialmente relacionadas con la vida de Cristo.
abajo:
Corredor interior del claustro que
comunica las celdas o dormitorios de
los agustinos.
80
EL REFECTORIO
En el refectorio o comedor del convento de Actopan, los
agustinos nos dieron una lección de acústica. A la hora de
los alimentos un lector repasaba los pasajes de la Biblia, las
Laudes o las Vísperas, por lo que era necesario contar con
una excelente acústica, cuestión que resolvieron de manera asombrosa. Cuando alguien se ubica al extremo de la
sala hablando en voz baja, al fondo se le escucha perfectamente. Esto se debe al uso de la bóveda de cañón corrido con trazo rebajado y a los casetones con huecos como
bocinas, que reproducen la voz y la hacen perfectamente
audible a los interlocutores situados en los extremos.
Cito a Menes Llaguno sobre el refectorio:
Es digno de mencionarse en esta sección, la
existencia de una tribuna, destinado con toda
seguridad, a la lectura de pasajes bíblicos o del
81
martirologio romano, mientras se tomaban los
alimentos. El púlpito es un prisma hexagonal
de cantera apoyado en una peana bulbosa, todo
esto empotrado en un vano al que se llega por
un pasadizo con escaleras que tiene entrada
por la parte exterior del refectorio. La bóveda
­encasetonada culmina hacia el oriente con la
rosca de un arco, que en su sección prolonga la
forma oval de las medias columnas que le sirven de apoyo a través de un capitel dórico con
collarín. Tanto los fustes como la rosca del arco
tienen generatrices verticales y la basa de las columnas es de poco espesor. La bóveda en este
punto prolonga el cañón de todo el recinto. En
la pared sur existen tres claros de medio punto
que comunican con la huerta, teniendo en el
primero de los arcos una puerta con cerramiento platabanda que comunica con la sala capitular. En el muro norte existen dos inscripciones;
la primera señala: a mayor gloria de pio vi
papa romano. en sena m.l. marzo 9 de 1799
y otra más en la que se lee en gratitud alonso
el… arzobispo… su familiar m.l.g. marzo
9 de 1799.
abajo:
Una pila de agua bendita labrada
en piedra.
página siguiente:
La bóveda de cañón encasetonada
del refectorio en el costado sur del
claustro, planta baja.
82
83
84
LA SALA
“DE PROFUNDIS”
página anterior:
Muros gruesos, combinación de arcos
aplanados rústicos y misticismo en el
interior del convento de Actopan.
Se dice que era una sala anterior al refectorio, en la que se
rezaban los salmos empezando con el salmo 129 que inicia “De profundis…” (De lo profundo clamo a ti Señor).
Esta sala tiene varias pinturas, pero destaca una en que
los agustinos de Actopan presentan una alegoría sobre la
historia de la orden. En blanco y negro, con algunas zonas
cromáticas, expresan una agradable sencillez. Recuerdan a
los santos de la orden y las peripecias que sufrieron para
empezar la evangelización. Se complementa con escenas
de ermitaños, anacoretas y doctores. Los caminos abruptos de las misiones están presentes también.
Dejemos que el Maestro Menes Llaguno la describa:
Actualmente el acceso al claustro se hace por la
puerta ubicada en el costado norte del interior
del portal de peregrinos, quedando intermedia
85
entre ambas secciones del monasterio, una crujía de regular tamaño, que posiblemente se haya
ocupado como Sala de Profundis. De acuerdo
con las descripciones del siglo xvi, estos lugares
estaban destinados a las reuniones de la congregación ­religiosa.
La actual puerta de acceso a este lugar ubicada en la portería de peregrinos, se abrió mucho
tiempo después, teniendo en principio como
única entrada la que comunica al claustro bajo.
En aquel entonces, como ya se ha dicho, el acceso al claustro se realizaba por la puerta ubicada en el costado sur del interior del portal de
peregrinos.
Muchas cosas inclinan a creer que era este lugar la sala de profundis, entre otras, el tema de las
decoraciones pintadas, su estructura arquitectónica y desde luego su ubicación, aunque a este
respecto la mayoría de las salas de su género se
ubicaban inmediatamente después del refectorio
y en el caso de Actopan se encuentra como intermedio entre ambos la cocina del monasterio.
Se trata de un rectángulo, techado con bóveda de medio cañón, sin más pozo de luz que
las puertas de acceso. Las pinturas de la bóveda
remedan ser nervios, que van a morir a una cenefa que recorre todo el recinto de las paredes
laterales.
En el testero sur, está dibujado un calvario
con tres cruces sin figura, enmarcado por unas
pilastras renacentistas en las que se apoya un
arco que contiene una inscripción.
En la cabecera norte, ocupando toda la pared,
se encuentra un espléndido mural que relata la
vida de los eremitas o anacoretas; he aquí una
magnífica descripción de esta pintura, realizada
por el Arq. Luis Mac Gregor: “En el cuadro hay
tres zonas bien marcadas. Sus límites comunes
verticales van: a la izquierda, desde los pies de
un ángel descendente hasta un recodo del arroyo en la parte baja pasando por los troncos de
tres arbolillos; y, a la derecha, un gran peral, con
gruesos frutos. En la zona central rige la escena
del Padre Eterno en lo alto. En el medio de la
composición está el santo padre Agustín y, más
abajo, agobiado por pesados bagajes, asciende.
página siguiente:
Pintura al fresco en la sala de profundis, con la llamada “Tebaida” de
los agustinos, que narra su origen y
desarrollo a través del tiempo.
86
87
En la zona de la izquierda las representaciones
son de un carácter ­particular, hay santos, hay
cenobitas cubiertos con vestiduras blancas, no
hay animales. En la región de la derecha se
ven algunas parejas de monjes, hay fieles peregrinos, animales domesticados y pacíficos y el
conjunto sugiere una idea de paz, de tranquilidad, de meta alcanzada. Tal es la descripción
de esta “tebaida” como también se le llama en
remembranza de los primeros eremitas surgidos
en ­Tebas, al norte de Africa.
abajo:
Detalle en friso pintado con grutescos
renacentistas.
página siguiente izquierda:
San Agustín lava los pies de Cristo
que lo bendice. Sala de profundis.
página siguiente derecha:
En una cueva, un agustino se flagela
y lee la escritura. Sala de profundis.
De esta sala y de su gran pintura mural dice el Dr. Víctor
Manuel Ballesteros:
Muy útil sería reconstruir la inscripción que está
al pie del mural, donde hay tres palabras distribuidas con cierta simetría, que pueden corresponder a los tres segmentos en que se dividió
la pintura: eremite, cenobio y anachoritecv,
que parecen designar a eremitas, cenobitas y
anacoretas pintados ahí. Los eremitas o ermitaños y anacoretas viven en lugares solitarios, dedicados a la contemplación y a la penitencia. El
cenobita profesa la vida monástica; cenobio es
sinónimo de monasterio. En la sección izquierda
del mural está la vida eremítica de San Agustín;
en la sección central, la fundación de la orden,
es decir, el nacimiento de los cenobios; y en la
sección derecha la vida solitaria de los agustinos
como verdaderos anacoretas. Aquí surgen otras
posibles lecturas: el mural quiso ilustrar el desarrollo de la orden en esas tres etapas. Si el mural
refleja lo que dicen las crónicas, no es remoto
que inspirara también a las crónicas mismas. El
ideal eremítico estaba presente y se expresaba en
la literatura y en la pintura.
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90
LOS FRESCOS Y EL
CUBO DE LA ESCALERA
página anterior:
La bóveda de pañuelo, con nervaduras del cubo de la escalera. La bóveda
recrea un entramado de piedra en
lajas.
91
Otra contribución al esplendor del conjunto de Actopan
son sus frescos. En varios conventos, los artistas religiosos
decoraron muros y elementos de ornato con frescos que
contenían profundos mensajes religiosos de gran valor artístico, y con un carácter renacentista.
Como ejemplo, el Cristo en el viacrucis, en donde, con
líneas definidas, el artista muestra una gran expresión
plástica. Con los frescos del claustro se remataba la visual
profunda de los pasillos, en este caso con pasajes de la vida
y la pasión de Cristo.
El cubo de la escalera tiene una bóveda de crucería muy
notable y es famoso por sus frescos. Las pinturas se dividieron, primero por orientación de los muros y luego por
niveles: pinturas en los tímpanos de la bóveda, pinturas
en zona alta, en zona intermedia y finalmente en la zona
baja. Los niveles aparentes se dan con frisos, cornisas y
arcos, cuyas enjutas, arquivoltas y columnas son también
simulados por la pintura.
Estos frescos recuerdan a los fundadores de la orden, a
los doctores de la iglesia y a los pensadores paganos. En el
cubo de la escalera de Actopan los frailes dejaron testimonio de un gran dominio de la figura y la armonía.
En este mural del cubo, se encuentran sedentes Fray Pablo de Roma, Fray Ocobe Ubertino, Arzobispo de Nápoles, y el Doctor y Obispo Fray Bartolomé de Urbino. Destacan en color rojo detalles como la Biblia que ostenta el
tercer personaje y el corazón flechado, escudo de la orden
agustina. El resto del fresco es como los demás del cubo de
la escalera: una grisalla, en tonos monocromáticos.
En su libro Las Pinturas Murales del Convento de Actopan, Víctor Ballesteros, el investigador incansable, nos
dice en un extraordinario estudio que:
abajo:
A la izquierda Fray Jerónimo de
Nápoles, que tradujo la Escritura
al griego y el latín, al centro, Fray
Alonso de Toledo y a la derecha Fray
Guillermo de Vechio, en las pinturas
del cubo de la escalera.
Los muros del cubo de la escalera se cubrieron
con excelentes pinturas que representan a los
santos, santas, beatos y prelados agustinos más
conspicuos. Los libros de donde se copiaron las
cenefas fueron identificados por Santiago Sebastián. La decoloración para dos de las cenefas
92
abajo:
Otros dignatarios de la orden de San
Agustín en el cubo de la escalera.
93
que dividen el mural, así como las columnas
abalaustradas que aparecen en medio, fueron
copiadas del opúsculo de fray Bartolomé de
las Casas “Brevísima relación de la destrucción
de las indias”, editado en Sevilla por Sebastián
Trujillo en 1552. De su portada se copiaron los
motivos de cuadrúpedos zoofitomorfos que flaquean los escudos de san Agustín y de san Nicolás de Tolentino y las cornucopias del penúltimo nivel. La misma portada de la Brevísima
relación... se empleo para la crónica general de
España de Florián de Ocampo, cronista de Carlos V, que publicó su obra en 1542. Los agustinos de Actopan contaron con cualquiera de
estos dos libros al momento de pintar los muros
de la escalera.
De la obra de Alonso de Orozco “Crónica del
glorioso padre y doctor de la iglesia Sant Agustín y de los santos y beatos y de los Doctores
de su Orden”, impresa en Sevilla en 1551 por
Gregorio de la Torre, se tomaron los cuatro modelos para pintar a santa Mónica, san Nicolás de
Tolentino y san Agustín.
Sus textos aclaran, en alguna medida, la
identidad de los personajes aquí representados. Los datos del texto de Orozco, la crónica
de ­Jerónimo Román y las noticias biográficas
de los agustinos más sobresalientes y conocidos
permiten identificar a cada uno de los religiosos
representados en Actopan. La distribución de
las pinturas se hizo en recuadros homogéneos
en forma de retícula, y solo se modifica ahí donde la arquitectura lo demanda.
izquierda:
Sentado, otro doctor agustino en el
cubo de le escalera.
derecha:
“Frai Aretable de Saioferrato, doctor
general y cardenal”.
Después, describe una a una las partes de los murales de la
escalera e identifica a los personajes que aparecen en él, la
mayoría de la orden. Se apoya en interpretaciones de Luis
MacGregor, de Ana Luisa Shon y de Santiago Sebastián
López. Dice también que:
En la parte inferior de los recuadros 8.15 y
8.23, está la inscripción que explica la intención
del programa pictórico de la escalera: isti svnt
viri sa[n]cti qvos elegit d [omi]n[v]s. in
charitate non ficta q° rx doctrina fvlgit
eccl [es]ia vt sol et lvn[a]. Traducida dice:
94
izquierda:
Obispo Gregorio de Arimino general
y doctor de la orden.
derecha:
Fray Ocobe Ubertino, arzobispo de
Nápoles destacado agustino entre los
frailes del cubo de la escalera.
“Estos son los santos varones que el señor eligió
por su caridad nunca falsa, sino también por su
palabra resplandeciente en la iglesia como el sol
y la luna”.
El Dr. Ballesteros en su interpretación del programa pictórico, advierte:
La escalera es un sitio al que se ha otorgado importancia simbólica especial en los conventos
agustinos. Ahí se pintaron escenas alegóricas en
relación con las virtudes que debían desarrollar
los frailes. En Actopan y en Atotonilco el grande, la pintura de la mujer de Job es una síntesis
alegórica sobre la paciencia, la humildad y la
obediencia. En Metztitlán las pinturas sobre los
triunfos de las virtudes se refieren a la castidad,
la esperanza y la paciencia.
La decoración mural de la escalera de Actopan es una obra de gran valor estético y que
95
exalta la importancia de los estudios entre los
agustinos, con valiosos datos para conocer los
antecedentes de la tradición intelectual Agustiniana. Con base en el análisis de las fechas en
que vivieron estos religiosos, se encuentra que
hay ocho personajes del siglo xiv; siete son del
siglo v; seis del siglo xv; dos del siglo xii; dos del
siglo xiii; dos del siglo xvi; y uno del siglo I. Los
personajes que no fue posible identificar suman
cuatro y cinco son los registros que no poseen
inscripción; 19 de los identificados vivieron entre los siglos xiii y xvi, periodo en que la orden
se creó, decayó y después surgió reformada tras
la crisis del siglo xiv por la peste negra, entre los
siglos v y xii no se identificó ningún personaje,
lo que significa que las ordenes que participaron
en la Gran Unión de 1256 no mantuvieron ningún tipo de nexos ni continuidad con los cenobitas que existieron en tiempos de San Agustín.
La historia legendaria de la orden, ilustrada en
parte en el mural de la portería de Actopan, es
una leyenda adoptada por los agustinos medievales y que conservaban los agustinos novohispanos. De haber existido alguna congregación
de afiliación agustiniana durante la alta Edad
Media, algunos varones ilustres estarían aquí
representados.
Finalmente diremos que las pinturas del convento obedecen a varios motivos de tipo religioso. Las de la capilla
abierta, son para la evangelización de los naturales; los
de la sala de Profundis nos explican las peripecias de los
Agustinos en sus varios siglos de trabajo evangelizador por
todo el mundo y tal vez en las nuevas tierras americanas;
en el claustro, para la oración cotidiana de los frailes, el
santo Rosario y otras preces habituales; en el cubo de la
escalera hay una clara referencia a la historia de la Orden
y estas pinturas van dirigidas a los frailes, para concientizarlos sobre la importancia y trascendencia de la orden y
de sus principales superiores en el transcurso del tiempo.
Independientemente de la calidad artística de los frescos,
hay una intención especial en cada mural, de ahí la importancia de esta obra renacentista y religiosa.
96
97
98
SERVICIOS
En la parte posterior del inmueble se encuentran los servicios, parte integral del conjunto, aunque no fueron construidos en la misma época. No tienen la detallada arquitectura ni ornamentación del resto del convento, pero son
también edificios con arcos, escaleras y pasillos, hechos
con maestría y solidez. La huerta es el espacio que une los
servicios con el convento. Como es usual en México, este
espacio ha sido utilizado por los gobiernos civiles como
cuartel y oficinas públicas, provocando su destrucción y
deterioro.
Menes Llaguno advierte respecto a los servicios:
Es conveniente señalar que todas estas construcciones ubicadas en la huerta son posteriores a
la fábrica primitiva y mucho dejan que desear
si se les compara con las descritas dentro del
­monasterio.
La huerta es amplia y bien cuidada en la actualidad; hay debajo de la loggia unas enormes piletas que guardan agua para regar la v­ egetación
de los jardines. La huerta tiene su propio acceso
a la calle, su fachada no requiere mayor descripción que la de los arcos invertidos que la
coronan.
99
100
CONCLUSIÓN
El convento es una joya de la arquitectura monástica
de Hidalgo. Son necesarios un mantenimiento minucioso
y un cuidado adecuado. No se puede entregar este monumento al criterio de ninguna persona civil o r­eligiosa.
Debe crearse un Comité o Consejo especializado, que
autorice restauraciones, modificaciones e intervenciones,
por simples que parezcan. Afortunadamente, no se ha
perdido la gran majestuosidad de este edificio, aún cuando presenta un gran deterioro en algunas pinturas y en
relieves de piedra. Para los estudiosos e interesados en el
convento, esta somera relación de sus partes debe servir
para dar al inmueble, el respeto que merece.
101
102
BIBLIOGRAFÍA
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de Hidalgo. Secretaría de Hacienda y Crédito Público,
1940.
Ballesteros García, Víctor Manuel. La Pintura Mural del
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Kubler, George. La Arquitectura Novo Hispana del Siglo xvi.
Biblioteca de Cooperación Universitaria, México, 1975.
Martínez Marín, Carlos. Gilda Cubillo, Irasema , Franceschi. y Gabriel Colín. Conventos del Siglo xvi en el Estado
de Hidalgo. Gobierno del Estado de Hidalgo 1981-87.
Menes Llaguno, Juan Manuel. Actopan. Gobierno del Estado de Hidalgo, 1987.
Vargas Lugo, Elisa. Las Portadas Religiosas en México. iie,
unam, 1969.
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Convento de
San Miguel
Arcángel
Ixmiquilpan
Investigación y texto:
Luis Corrales Vivar-Cravioto
Fotografía:
Javier A. Rodríguez Padilla
Proyecto, edición y diseño:
Pablo Mayans
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PRÓLOGO
página anterior:
Cruz atrial del convento de San
Miguel Arcángel en Ixmiquilpan.
107
Frente al convento Agustino de San Miguel Arcángel de
Ixmiquilpan pasé todos los días cuando de niño, caminaba rumbo a la escuela. Se convirtió en un paisaje cotidiano y se volvió parte de mi esencia personal y seguro
estoy que es posesión intangible de todos quienes somos
originarios de Ixmiquilpan.
No lo relacionábamos con el carácter religioso que éste
monumento representa, más bien con la certeza de que
contamos con historia, identidad y cultura.
Conocer a detalle su origen, arquitectura y valor artístico es un privilegio y alimento para el espíritu. Quizá Fray
Andrés de Mata el arquitecto que concibió esta majestuosa construcción nunca imaginó que 450 años después su
obra causara tanto interés y orgullo a los descendientes
de aquella generación del siglo xvi que piedra a piedra
levantó este edificio.
Por esta razón es de trascendencia la investigación que
ha realizado Luis Corrales Vivar, un arquitecto hidalguense con vocación de historiador. El Convento Agustino de Ixmiquilpan interesa y emociona no solo a los
­hidalguenses que lo sentimos profundamente propio sino
a cualquier persona sensible a las obras del hombre que
trasciende en los siglos. Pero además el autor de este volumen nos explica, con el valor agregado de su experiencia
profesional como arquitecto, de las dimensiones y estética
de esta mole de piedra y cal que aún en esta época de la
ingeniería contemporánea sería difícil de ejecutar.
Luis Corrales ha dedicado muchos años a investigar e
interpretar cómo la arquitectura es un arte que tiene una
relación filial con la sociedad y su tiempo y por lo tanto
las paredes, torres o bóvedas tienen algo que decirnos. Son
la expresión de una época, un estilo o en el caso del convento Agustino de Ixmiquilpan nos dice claramente como
fue el proceso de evangelización y el sincretismo entre lo
católico español y la cultura indígena. El convento entonces es una representación legítima de esta nueva Nación
que es México.
Es de especial atención en este libro el capítulo dedicado a los murales de Ixmiquilpan que ha desconcertado
hasta a los más sabios estudiosos del arte y de la historia
de México. Es sin duda una incógnita sobre el significado
de estas pinturas pero que estoy seguro, al menos esta es
nuestra interpretación, se trata de un grito indígena dentro del templo católico, aceptado o quizá promovido por
los propios frailes. Todo esto en un símbolo de tolerancia
y armonía.
El gobierno del estado de Hidalgo acierta al editar y difundir este memorable trabajo de Luis Corrales que acrecienta nuestra cultura y enaltece nuestro orgullo como
hidalguenses.
página siguiente:
Preside el ámbito de la portada
principal, la cruz atrial festonada.
página 108:
Espacios abiertos, sencillez en
la decoración y grandeza en la
dimensión.
página 109:
El imafronte decorado en el estilo
renacimiento.
Roberto Pedraza Martinez
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110
111
Apunte general del convento, por
José Antonio Rodríguez (1930).
Tomado del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado
de Hidalgo.
página siguiente:
Glifo de la población. Tomado
del Catálogo de Construcciones
Religiosas del Estado de Hidalgo.
112
HISTORIA
La arquitectura monástica del actual territorio del E
­ stado
de Hidalgo, fue construída por dos de las órdenes r­ eligiosas
que llevaron a cabo la evangelización en el siglo xvi.
Se trata de las órdenes mendicantes de San Agustín —que
data del año 1256 y que llegó a la Nueva España en 1533—,
y de San Francisco —orden que ha predicado el Evangelio
desde 1209, y que arribó a México en 1524. Desde su llegada, durante la primera mitad del siglo xvi, se dedicaron
con humildad y gran empeño a evangelizar el territorio
que les fue señalado.
En 1527, al celebrarse Capítulo en la ciudad de Dueñas,
para cumplimentar la orden papal que dispuso su agrupación en sólo dos provincias, la de Castilla y la de Andalucía, fray Juan de Gallegos, aprovechó la reunión para
entusiasmar a muchos religiosos a emprender una misión
en la recién descubierta Nueva España, a donde habían
113
sido invitados por fray Bernardino de Minaya, hombre
preocupado por el intenso trabajo evangelizador que se
requería en estas tierras, apenas atendidas por Franciscanos y Dominicos.
Debido a la muerte de fray Juan de Gallegos en 1531,
la expedición fue pospuesta hasta 1533, año en que fue
nombrado responsable de la misión fray Juan de la Cruz,
quien designó a los frailes que debían acompañarle, siendo
éstos Jerónimo Jiménez, Juan Baptista, Alonso de Borja,
Agustín de Gormas (después de Coruña), Jorge de Ávila y
Juan Oceguera. Llegaron el 22 de mayo de ese año a San
Juan de Ulúa y emprendieron inmediatamente camino a
la capital de éste virreinato, a pie, predicando por donde
pasaban. Dos semanas después, el 7 de junio, fueron recibidos y alojados en la ciudad de México por los dominicos, encabezados su fundador, el venerable fray Domingo
de Betanzos.
Fray Francisco de la Cruz, que venía en calidad de vicario provincial, decidió establecer el primer convento de la
orden en la ciudad de México, y así, contar con un centro
para establecer la estrategia evangelizadora de la orden.
Para la fundación de ulteriores monasterios
página siguiente:
Cristo Rey del Mundo en los
frescos del acceso al claustro.
los agustinos pidieron algunas de las regiones
no evangelizadas y así vemos como su dispersión, aparece como ritmo impreciso y caprichoso, pues tuvieron que ceñirse a un territorio que
quedaba libre en forma de lagunas.
Tres direcciones seguía la orden agustina: una hacia el sur
con rumbo este del actual Estado de Guerrero, donde sus
casas quedaron unidas a México por medio del suroeste
de Puebla y del sur de Morelos. Otra hacia el norte dirigida a la región otomí de Hidalgo. Sus fundaciones en esta
zona se enfilan a la Huaxteca en donde se difunden con
toda amplitud. Aquí las casas agustinas se localizan entre
las misiones franciscanas de Tula, Tepetitlán y Zempoala Tepeapulco. Finalmente una ruta con dirección oeste
en el territorio michoacano, donde construyeron diversos conventos como en Yuririapundaro, Charo y ­Tiripitío
114
115
­ubicados en medio de grupos franciscanos. Estas fundaciones se unen con la ciudad de México por medio de
aquellas de la región de Toluca, localidad ubicada en un
punto intermedio.
Al este se encontraba el grupo dominico de Morelos y
al oeste, los dominicos y franciscanos de Puebla, así como
las casas dominicas de la Mixteca.
De esta forma el profesor Raúl Guerrero y Guerrero y
Juan Manuel Menes Llaguno comentan en su libro: Los
murales de Ixmiquilpan,
Las misiones agustinas en el mundo
son recreadas en el acceso.
la primera mitad del quinientos, habían establecido los conventos de México, Chilapa, Santa Fe, Tlapa, Yecapixtla, Molango, Ocuitlan,
Malinalco, Epazoyucan, Zempoala, Huexotla
(Huejutla), Puebla, Tepecuacuilco, Tacámbaro,
etc. Al mediar el siglo fundaron entre otros, los
de Cuitzeo, Morelia, Chiautla, Zacoalpan, Xilitla, Actopan e Itzmiquilpan.
116
La flagelación en un medallón en los
frescos del convento.
117
Los religiosos construyeron, con la ayuda de los indígenas, grandes conventos en los que además de un templo
y una casa conventual, fueron diseñados otros elementos
con el fin de atender al pueblo que recibía la doctrina y
educación para mejorar sus niveles de vida en talleres artesanales y de otros oficios. Estos conventos tenían también
el objetivo de concentrar a la dispersa población indígena,
uno de los grandes problemas para evangelizar a la Nueva
España, por lo que la creación de Monasterios propiciaba
“la congregación” de los pueblos indígenas.
Dentro de la riqueza arquitectónica de estos magnos
conjuntos Agustinos, destacan los construidos en el ahora Estado de Hidalgo, Actopan, Ixmiquilpan, Metztitlán,
Epazoyucan, Atotonilco el Grande, Molango y Huejutla.
En este documento analizamos el de Ixmiquilpan, situado
en el corazón mismo del Valle del Mezquital, convento
cercano y hermanado en autoría, estilo y belleza con el de
Actopan.
118
119
Fue también en el siglo xvi, al arribo de las órdenes
r­ eligiosas al centro del país cuando los Agustinos empezaron
la construcción del Convento de San Miguel Arcángel de
Itzmiquilpan. (El ilustre maestro Raúl Guerrero Guerrero
con base en el nombre original y en su etimología del náhuatl, siempre pugnó porque se llamara Itzmiquilpan en
vez de Ixmiquilpan). Al mismo tiempo que se edificaba su
análogo, el convento de Actopan, los otomíes del Valle del
Mezquital ayudaban a los frailes agustinos a construir este en
Ixmiquilpan, bajo la dirección del fraile-arquitecto Andrés de
Mata, quien seguramente estudió arquitectura en los libros
renacentistas, en alguna universidad europea antes de venir a
entregar su vida a la evangelización, y a dejar su permanente recuerdo en los conventos de Actopan e Ixmiquilpan. La
distancia entre ambas ciudades es de apenas 40 kilómetros,
de tal manera que los mismos frailes podían atender las obras
y supervisar los trabajos. Esto explica que hayan sido construidos en la misma ­época y por el mismo fraile-arquitecto.
páginas 116-117:
Entre la vegetación de la fértil
ciudad de Ixmiquilpan aparece
la monumentalidad conventual.
arriba:
El claustro, sobrio y eterno.
página siguiente:
Los vanos de tamaño reducido en
el parámetro lateral del inmueble.
120
121
Ixmiquilpan es un poblado situado en medio del gran
Valle del Mezquital, en la parte suroeste del Estado de
Hidalgo. El origen de sus pobladores es otomí o hñahñú.
Llegaron de Copilco y Cuicuilco al sur de la actual Ciudad de México, huyendo de la erupción del volcán Xitle.
Después de vivir como seminómadas, se establecieron en
el Valle del Mezquital fundando algunos pueblos, como
Ixmiquilpan, al que nombraron Zutkkani y que después
cambiaron los nahuas por el que actualmente se conoce.
Estos pueblos fueron parte del dominio tolteca y en su
etapa de decadencia estuvieron dominados por los aztecas
o nahuas quienes impusieron sus costumbres, deidades y
lengua a todos los pueblos sojuzgados.
En la Guía del Instituto Nacional de Antropología e
historia, inah, realizada por el Mtro. Abelardo Carrillo y
Gariel, dice con respecto al origen de la población:
página siguiente:
“Tomás no seas incrédulo, mete tu
mano en mi costado”.
El poblado llamado Zecteccani por los otomíes,
recibió el nombre nahoa de Ixmiquilpan; la voz
se forma de itztli, navaja; milli, tierra cultivada; yerba comestible (de forma semejante a la
navaja o tecpatl) y pan, sobre; por tanto su traducción, según Peñafiel cita, sería “donde crece
o abunda el quelite”. Estuvo encomendado primero en Pedro Rodríguez de Escobar, después
se le dividió en dos fracciones, la una llamada
Tlacintla, con dos estancias, perteneció a la
corona y la de Ixmiquilpan, con otras dos, fue
encomienda de Juan Bello y posteriormente de
su yerno Gil González; estaba tasada en trigo,
maíz, mantillas y otras cosas, valiendo la parte
del encomendero mil ciento sesenta y seis pesos.
Así que, consumada la conquista y después de la caída
de Tenochtitlan en 1521, los españoles se dispersaron por
todos los dominios mexicas. Uno de los conquistadores de
Hernán Cortés, de nombre Pedro Rodríguez de Escobar,
buscando otras tierras llegó a Itzmiquilpan, y se apoderó
pacíficamente de la zona en 1530. Como su encomienda, reconocida al poco tiempo de su llegada, le parecía
pobre, se la heredó al español Juan Vello, marchándose a
122
123
­ uatemala. Juan Vello a su vez heredó la encomienda a su
G
yerno Gil González de Ávila, hijo del conquistador homónimo, quien la usufructuó. Por otra parte, al poco tiempo
de la conquista se descubrieron minas de plata y plomo en
El Cardonal, poblado muy cercano a Ixmiquilpan. Alonso
de Villaseca, un minero español, se enriqueció con ellas y
tuvo una gran influencia en la región.
En 1548 llegaron a Ixmiquilpan los Frailes Agustinos,
comenzando, desde luego, su tarea de evangelización. Vivieron en una humilde casa mientras iniciaban la edificación de una sede más digna. En 1550, el 29 de Septiembre, día de San Miguel Arcángel iniciaron la construcción
del convento y un poco después del templo. Se piensa que
ambos edificios fueron realizadas en 10 años, por lo que
se supone, ya que no hay documentos que lo verifiquen,
que para 1560 ya estaban terminados. El Fraile Andrés
de Mata fue el diseñador y constructor de esta magna
obra, además de ser quien venía al frente de los hermanos
Alegorías respecto a la vida de los
primeros agustinos. Aquí se recrea
la agonía de Jesús en el huerto.
páginas 123, 124-125:
Dibujos del convento hechos por
Manuel Adán Hernández, tomados del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de
Hidalgo.
124
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127
a­ gustinos al llegar a Ixmiquilpan. Los Agustinos, orden
religiosa de origen tan remoto como su fundador San
Agustín de Hipona, se reunió como orden mendicante en
1256 cuando el Papa Alejandro IV los invitó a trabajar en
misiones y no sólo a estar enclaustrados. Después destacaron en Universidades y Cátedras en Europa. Recién descubierta América, vinieron a colaborar en la Evangelización,
habiéndoles sido encomendada una región al norte de la
ciudad de México, que incluye varias regiones del ahora
Estado de Hidalgo entre ellas Ixmiquilpan y Actopan.
Los Agustinos tuvieron hombres muy notables en el trabajo evangelizador, en las poblaciones de Hidalgo. Destacan Fray Alonso de la Veracruz, insigne filósofo y catedrático que impartió clases en Salamanca, España, y que al llegar
a América se unió a los Agustinos, habiendo vivido y enseñado tanto en Atotonilco el Grande como en Ixmiquilpan;
también Fray Antonio de Roa, humilde y extraordinario
misionero y constructor, autor del C
­ onvento de Molango
y de muchas capillas en la Sierra Alta a quien los indígenas
llamaban “El Santo Roa.” Otros insignes frailes Agustinos
en Nueva España, fueron Fray Alonso de Borja, Fray Juan
de Sevilla, Fray Juan de Grijalva, Fray Juan de la Magdalena, Fray Francisco de la Cruz y otros santos varones más.
La fundación del convento de Ixmiquilpan fue dispuesta por fray Alonso de la Veracruz al gobernar por segunda
vez la provincia. A juzgar por el número de habitantes que
tenían estos pueblos, debió ser muy ardua la labor de los
catequistas, pues en la memoria firmada por fray Andrés
de Mata el 15 de febrero de 1571, se lee:
página siguiente:
Imágenes de los santos ilustran la
vida de los frailes en los interiores
de sus habitaciones.
Hay en el monasterio de Izmiquilpa, para la
administración y doctrina de los naturales, quatro rreligiosos. El prior que soy yo y de menos
quenta, se la lengua otomi y mexicana y con ella
ayudo a los naturales, y mas a los otomis que
son todos los que ay por aqui: tengo en mi compañia vn rreligioso que se llama fray Joan de la
Madalena, antiguo en la religión, y frayle de
calidad, lengua mexicana en la qual c­ onfiesa y
predica: el otro se llama fray Francisco de Cantos, theologo y predicador y confesor, ­lengua
128
129
otomi y mexicana, confiesa a los naturales y
predica: el otro (quarto) rreligioso se llama fray
Joan de Astorga; no es de missa.
página siguiente:
El altar mayor, de orden y estilo
neoclásico de fábrica posterior al
convento.
Del Paso y Troncoso anota que fray Juan de la Magdalena había ido antes al Perú con don Antonio de Mendoza
cuando allá pasó por virrey el año 1550.
En mayo de 1572 la Orden celebró en Ixmiquilpan
el capítulo en que resultó electo provincial fray Juan
­Adriano. El cronista Grijalva dice que “en edificio y rentas
—este convento— corre parejo con el de Actopan.”
Por estar vinculado con este pueblo, no está de más aclarar que el llamado Cristo de Ixmiquilpan no procede aquí,
sino del Real de Minas de Plomo Pobre, por cuyo municipio también llevaba el nombre de Cristo del Cardonal. La
historia de esta imagen comienza en el año 1545, en que
se la hace llegar de España, siendo en realidad mexicana.
Cuenta la leyenda que en tiempos posteriores, estimando
que la efigie había padecido deterioro irremediable, se intentó incinerarla, pero como resultó infructuoso, la enterraron. Años después, al ser sacada, se notó que no había
sufrido daño, por lo cual, y en espera de otra providencia,
se la abandonó en un rincón donde milagrosamente se
renovó el 19 de mayo de 1621.
El arzobispo Juan Pérez de la Serna la trasladó a su oratorio particular en la ciudad de México, donde estuvo esta
efigie hasta el año de 1624, pues al marchar el prelado a
España la colocó en una capilla del convento de San José
de carmelitas descalzas, llamado popularmente Santa Teresa la Antigua. Desde entonces quedó la imagen ligada a
las vicisitudes de dicha casa y es por ello que el Cristo de
Ixmiquilpan es conocido en nuestros días con el nombre
de Señor de Santa Teresa.
El convento y templo de San Miguel Arcángel de Ixmiquilpan estuvo a cargo de la orden Agustina casi 200 años
hasta que, por falta de frailes, fue entregado a la Arquidiócesis de México a mediados del siglo xviii. En 1754 tuvo
su primer clérigo secular. Más tarde, en 1818 fue elevada
a Vicaría Foránea bajo la jurisdicción del ­Obispado de
130
131
Tulancingo. Después pasó a la Diócesis de Tula, de quien
depende hasta la fecha. Así lo manifiestan también el Profr. Raúl Guerrero y el Cronista Menes Llaguno en su libro
Murales de Ixmiquilpan, cuando afirman: “A lo largo de
dos siglos, la orden agustina, tuvo a su cargo la impartición de los servicios religiosos, sin embargo el número
de frailes disminuyó de tal manera a mediados del siglo
xviii, que obligó a la congregación a entregar templo y
monasterio al clero secular, que tomó posesión de las instalaciones el 16 de noviembre de 1754, siendo su primer
cura clérigo el Padre José Cea. Años después el 1° de enero
de 1818, la iglesia sería elevada a la categoría de vicaría
foránea bajo la administración del presbítero Celedonio
Salogo, contando con el beneficio y subordinación de las
parroquias de El Cardonal y Zimapán, así como la vicaría
fija de Mapethé, quedando más tarde dentro de la jurisdicción del Arzobispado de Tulancingo y posteriormente
de la de Tula a la que pertenece actualmente.”
El escudo del papado, con la tiara
de San Pedro y las llaves del reino,
en el claustro.
132
EL CONVENTO
El estilo mudéjar está presente en la volumetría del convento. Abunda el uso de torres y almenas, comunes en
todos los conventos agustinos, con ese sabor tan característico de la arquitectura árabe, tan reciente en la España de esos años. Los conventos eran ubicados en sitios
estratégicos, para dominar los valles y obtener una gran
presencia desde la distancia. La Torre ostenta un remate
octogonal en tres pisos, con jarrones y un remate final en
cruz sobre una esfera.
El conjunto tiene en su planta arquitectónica varios elementos: Nave localizada del lado izquierdo, la entrada al
templo orientada hacia el poniente, capillas adosadas con
acceso desde el templo, capilla abierta al lado derecho. El
Claustro a la derecha con la casa conventual, las accesorias
y los servicios. Al frente a la derecha, el Portal de Peregrinos y la portería. Este convento tiene la particularidad
133
de ostentar una capilla más grande en el templo del lado
del evangelio que es posterior a la fábrica original. Es de
llamar la atención lo grueso de los muros, sobre todo los
que rodean en forma de medio hexágono al presbiterio.
El cubo de la escalera está del lado izquierdo del claustro
junto al muro del templo, en este cubo probablemente
hay que rescatar pinturas que ahora están encaladas. En
la parte posterior, otra escalera menor que comunica a los
servicios y saliendo del cuerpo del edificio los servicios sanitarios. La gran apertura del patio central proporcionaba
luz y ventilación suficiente a estas habitaciones de la casa
conventual.
abajo:
Bóveda nervada apoyada en pinjantes en las áreas accesorias del
templo.
página siguiente:
La escalera de piedra con barandal
cerrado que sube al claustro alto.
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136
página anterior:
La crucifixión con María y San
Juan a los pies de Cristo, en los
frescos del claustro.
arriba:
Pinjante que detiene una orilla
de la bóveda entre una cenefa de
grutescos.
137
arriba:
Celda típica de un fraile en el
claustro.
página siguiente:
Las pinturas que simulan elementos arquitectónicos son comunes en
los conventos agustinos.
138
139
arriba:
A un lado del templo se encuentra
el bautisterio.
página siguiente:
Sólo la cenefa superior adorna la
sobriedad de las partes adyacentes
al templo.
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página anterior:
Arcos y bóveda de cañón así como
frescos en los plafones distinguen
estos espacios del convento.
arriba:
En el templo, la Virgen de los
Dolores.
143
izquierda:
Angelitos y flores en la archivolta
de los arcos de la portada.
derecha:
Nichos vacíos pero con bases decoradas en la portada.
144
LA PORTADA
Vemos una fachada lisa con torre alta y campanario, coronada por una cúpula adornada con jarrones, a manera
de tibores chinos. Como en todos los conventos agustinos
que estamos admirando, se destacan la portada y los relieves que hacen marco a la puerta principal del templo.
Muy interesante resulta también el marco de la ventana
del coro, que es más elegante que aquellos de Metztitlán
y de Actopan. La fachada está rematada por un pretil con
derrames tocado por almenas.
En la fachada principal vemos la limpieza de trazo que
ostenta el diseño. Realmente se compone de un gran paño
liso que está solamente decorado en el marco de la puerta
principal para destacar el acceso a la casa de Dios. Es de
notarse la elegancia de la ventanita superior a la puerta,
que ilumina el coro. La torre tiene un remate de tres pisos
y adornos romanos. A la derecha con aparejo aparente, el
145
portal de peregrinos y la capilla abierta con dovelas, aparentes también. Arriba de estos elementos, en la parte de
atrás, se encuentra la casa conventual.
Dos pares de columnas flanquean la entrada. Los capiteles son corintios y el friso debajo de la cornisa está
profusamente labrado. Los intercolumnios tienen nichos
vacantes. Candelabros altos sirven de remate a las columnas después de la cornisa.
La Dra. Vargas Lugo expresa sobre esta portada, “las
columnas de recuerdo corintio, la doble arquivolta con
casetones en los que lucen querubines, flores y fruteros,
todo ello trabajado con gran finura, le dan importante
categoría al edificio.” Cita
Por su parte, el marco de la ventana del coro es muy
atractivo. Consta de dos columnitas altas y esbeltas adosadas al paramento, que reposan sobre ménsulas. Su entablamento y cornisa se rematan con un piñón recto y
con dentículos que ostentan adornos de pebeteros en los
tres vértices. A ambos lados hay escudos colgados de lazos
que sostienen cabezas felinas. Representan las provincias
de Castilla y Andalucía de donde provenían los primeros
frailes. A izquierda y derecha de las bases de las columnitas
hay frondas de adorno que amplían la visual de la base.
Doble arquivolta con jambas tablereadas y columnas
sobre peanas altas protegen la puerta. En los tableros o
dovelas de los arcos, hay figuras alternadas de fruteros con
angelitos (superior) y de angelitos con flores (inferior). La
puerta es un portento de carpintería, toda de tableros con
casetones con relieves en pirámide. La forma de presentar
el acceso e invitación al templo se logra con el efecto de
un arco atrás y el otro más al frente, abocinados, al estilo
del románico. El color de la piedra empleada es especial
ya que su cantera no es clara sino ocre. Varias veces fue
pintada y se ha limpiado. Los ácidos de la pintura han
obrado su reacción cromática sobre la piedra que sin embargo conserva su señorío y prestancia.
Los capiteles de las columnas son inspirados en el corintio, es decir, manifiestan fastuosidad. Un arquitrabe simulada en tres platabandas soporta un friso muy decorado,
página siguiente:
Los claroscuros que consigue al
estar labrado en diferentes paños,
prestan una mayor plasticidad a la
portada.
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que antecede a la cornisa, con caballos alados y angelitos.
En las enjutas del arco que rodea la puerta, hay sendos
escudos de la orden Agustina: el corazón atravesado por
tres flechas timbrado con los signos arzobispales. Todo el
conjunto pertenece al estilo plateresco aun cuando presenta una clara tendencia renacentista.
Las columnas se prolongan después de la cornisa a través de candelabros flameantes, altos y elegantes. Bajo la
puerta se aprecia más la volumetría del conjunto escultórico de la fachada. Los claroscuros que consigue al estar los labrados en diferentes paños, prestan una mayor
plasticidad a la portada. El intradós de ambos arcos está
también labrado.
Menes Llaguno, en el libro Murales de Ixmiquilpan, describe así la portada in comento:
página siguiente:
Es de notarse la elegancia de la
ventanita superior a la puerta que
ilumina al coro.
Todo este conjunto soporta un entablamento
cuyo friso se encuentra ornamentado con motivos de flora y caballos alados, destacando al
centro un escudo de la orden agustina que presenta un corazón atravesado por tres flechas y,
simétricamente dispuestos dos más de San Nicolás Tolentino. En la porción superior de las
enjutas del arco mayor, se repite nuevamente
el escudo de la orden religiosa. Sobre la cornisa
volada del entablamento, la decoración continúa en cuatro semicolumnas que concluyen en
calderos flamígeros que proporcionan espacio a
una gran ventana que da luz al coro, la que se
enmarca por columnillas cuyas bases se apoyan
en ménsulas que soportan un piñón denticulado con tres flores en sus vértices, sobre la cornisa de su entablamento.…En la parte superior
de la fachada principal se destaca una cornisa a
manera de frontón, cuyo perfil almenado delinea el aspecto fortaleza de la construcción.
148
149
arriba:
Hasta en las fachadas secundarias
hay atención y diseño como en esta
que se corona con una cruz.
página siguiente:
El portal de peregrinos con sus
­arcos apuntados y la capilla abierta con su arco amplio y relajado.
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EL TEMPLO
página anterior:
En el interior del convento, la nave
es elegante y monumental.
153
En Ixmiquilpan el espacio conseguido para la nave es amplio y vertical techado con bóveda de cañón corrido desde
el coro hasta el arco triunfal. A partir de ahí, se cubre con
bóveda de pañuelo. El altar mayor con media bóveda a
manera de nicho con crucería de nervaduras apoyadas por
arcos sin columnas pero con ménsulas pinjantes. Lo más
importante del interior del templo son las pinturas de los
muros laterales en que los indígenas dejaron su huella.
Estos murales muy coloridos son únicos en el mundo.
Adelante los veremos a detalle.
La bóveda entre la nave y el presbiterio, que despunta
sobre pinjantes con ménsulas y que se alza imponente en
el entramado de sus nervaduras de cantera, nos presenta
así una reminiscencia del gótico que se había usado en
Europa. Recibe el nombre de bóveda de pañuelo, cuando
las cuatro esquinas de soporte se prolongan hacia abajo
estirando los apoyos para proporcionar más altura.
Sobre el presbiterio de ábside poligonal también construyeron bóveda de crucería apoyada en cuatro pinjantes. Tanto la bóveda como el friso alto están decorados al
fresco con motivos geométricos y grutescos. La presencia
de las bóvedas nervadas es imponente y proporciona elegancia a la nave. El altar mayor es muy fastuoso, realizado
en el típico estilo neoclásico del siglo xix, dista mucho
del espacio original, pero que a la época de su fábrica
constituía algo muy lujoso y de actualidad. Hay además
varios altares laterales también de tipo neoclásico. El arco
triunfal tiene columnas lisas con capiteles corintios y es
de medio punto, quizá un poco peraltado; curiosamente,
este arco triunfal no está al inicio del presbiterio sino que
parece dividir la nave del templo en dos mitades, ya que
aún después de haber pasado el arco, no se encuentra uno
en el presbiterio. La nave tiene ventanas altas de diferentes
desplantes, rematadas en medio punto que iluminan el
interior sin ser suficientes en su función. Hay una puerta
lateral en medio del templo, que comunica a la zona del
lado izquierdo en donde se amplía el atrio. Es para dar
salida a los fieles cuando el espacio se colma. En general,
la nave del templo es elegante y monumental, su altura y
espacioso interior nos sorprende al ingresar desde la puerta principal.
La descripción en el libro Murales de Ixmiquilpan por
los mencionados autores nos dice respecto al templo:
página siguiente:
Bóvedas nervadas con geometría
que recuerda al gótico que precedió
al renacimiento.
En el acceso principal, se encuentra el coro soportado por una bóveda de pañuelo con nervaduras, que se desplantan sobre pilastras. El sotocoro está limitado al frente por un arco adintelado; en el muro sur se encuentra el bautisterio…
El conjunto tiene cierta semejanza al altar del
templo de la Profesa de la Ciudad de México,
construido por Manuel Tolsá, introductor del
neoclásico en tierras Novohispanas. Los altares
menores, adosados en ambos muros del templo,
siguen la misma particularidad, aunque es de
lamentar que la construcción destruyera parte
de las pinturas murales de confección indígena… En el muro del costado sur, se abren tres
154
155
g­ randes arcos de medio punto que dan acceso
a otras tantas capillas ­cubiertas con bóveda de
cañón. Más adelante, cerca del presbiterio se
encuentra la tribuna que permitía asistir a los
oficios desde la sacristía. La antesacristía tiene
tres puertas, una hacia la nave, otra a la sacristía
y la tercera a la escalera del convento. La sacristía es de buen, tamaño, cubierta por una bóveda
nervada e iluminada por dos ventanas, una al
oriente y otra al sur. Además del paso principal,
tiene dos puertas, una conduce al monasterio y
otra a la escalera de servicio.
Tratamiento especial requiere la capilla del
Señor de Jalpan, anexa al templo por el lado
sur, inmediatamente antes del presbiterio a la
que se llega por un arco abierto en el muro norte. Su cubierta es de cañón seguido, dividido
en su parte central por un arco asentado sobre
pilastras, todo el espacio de esta pequeña nave
es apenas iluminada por una ventana dispuesta
en el muro poniente. Una curiosa leyenda señala que la escultura del Señor de Jalpan, llegó a
Ixmiquilpan procedente del poblado de Jalpan
ubicado en la sierra gorda por el lado del hoy
Estado de Querétaro, a principios del siglo xvii,
depositada provisionalmente en el templo agustino. Sucedió que al intentar reiniciar su traslado, el peso de la Imagen fue tal, que no hubo
poder humano que la pudiese mover, lo que fue
interpretado como milagrosa señal de que la efigie quería permanecer en Ixmiquilpan, debido
a lo cual, fue edificada la capilla descrita hacia la
segunda década del siglo xviii; tanto Abelardo
Carrillo y Gariel como los autores del Catálogo
de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo, confunden esta imagen con la del Señor de
Mapethé (conocido indistintamente también
como Cristo del Plomo o Cristo de Santa Teresa) que se refiere a otra escultura diferente, ligada también con Ixmiquilpan y con el convento.
arriba:
Al fondo la luminosidad de la
puerta de acceso y de la ventana
del coro vistas desde el altar mayor.
página siguiente:
Friso muy adornado en el altar
mayor, bóveda nervada de pañuelo
que antecede al presbiterio y los
órdenes clásicos, corintio y jónico
en los elementos del altar.
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EL CLAUSTRO
página anterior:
Arcos góticos en planta baja y de
medio punto en la superior en el
claustro.
página 158:
Corredores de la planta baja del
claustro con sus bóvedas nervadas
apoyadas en pijantes entre los
arcos.
página 159:
Las sombras reproducen la forma
de los arcos de la planta alta del
claustro.
159
El patio del claustro de Ixmiquilpan tiene dos hermosas
arquerías. En la planta baja tiene arcos ojivales o apuntados, iguales en dimensiones con excepción de los de en
medio, que son más anchos. Ostenta unos contrafuertes
que aparte de apoyar la estructura, sirven como elementos
de composición. En la planta alta los arcos son de medio
punto, sencillos y tienen barandal o rodapié de cantera
del mismo material de los arcos y de los demás elementos.
Al fondo se asoman la parte superior de la nave del templo y la torre del campanario. Estos elementos están aplanados y encalados. El pretil de la azotea con sus almenas,
cual fortaleza mudéjar, y la línea inclinada de la escalera
para subir al techo, que sirve también de contrafuerte en
arco, están presentes. En primer plano los arcos de medio
punto, de la planta alta del patio del claustro. Sus barandales de cantera son sólidos y remetidos, lisos y con pasamanos como remate.
160
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Los arcos de la planta baja son góticos y constan de tres
por lado, mientras que los de la planta alta son románicos
y cuatro por lado. Las dovelas de los arcos altos están molduradas en forma sencilla pero elegante. Remata el pretil
de los arcos una pequeña cornisa con gárgolas que vacían
en el patio.
El ritmo de la arcada superior del claustro es más ligero
que el de la planta baja; en ella, los arcos ojivales tienen un
mayor claro en el del medio. Los cuatrocientos cincuenta
años de antigüedad de estos paramentos conservan aún
los aparejos cuadrados que dan solidez y firmeza a estas
arcadas.
En la planta baja del claustro los corredores o pasillos
tienen techo de bóveda de crucería, con la bóveda pintada
de aparejos simulados, lo que le da un hermoso aspecto.
También hay pinturas en el friso y en los muros donde
se simulan arcos. Del lado del patio, hay un barandal de
cantera sobre el que desplantan columnas.
En la planta alta, los corredores tienen bóvedas decoradas de cañón corrido y esquinas de crucería. Llama la
atención en el tímpano del arco del fondo, el escudo pontificio con la tiara papal y las llaves del reino, y a los lados,
escudos del rey y la reina de España, con coronas sobre
la columna, con la clásica divisa plus ultra. La puerta
tiene jambas y un dintel con filetes. La bóveda de crucería
descansa sobre ménsulas pinjantes.
En la Planta Alta o piso superior se tiene también, como
en el convento de Actopan, un corredor abierto que da directamente al patio y que es de circulación principal. También ostenta atrás, adjunto, un pasillo doméstico que es el
que comunica a las celdas, o habitaciones de los f­railes.
Casi todas las dependencias de la planta baja del claustro, así como las de la planta superior, están cubiertas
con bóveda de cañón corrido. El ala sur está ocupada por
la despensa, cocina, refectorio y la sala De profundis. En
la misma planta tenemos el refectorio o comedor, con su
bóveda plena de pinturas al fresco, simulando casetones.
El muro del fondo también está decorado, al igual que los
frisos superiores.
página siguiente:
Bóveda de nervaduras que manda sus refuerzos a los apoyos sin
­columna.
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En el opúsculo del inah se dice del claustro:
El claustro bajo del convento tiene arcos apuntados y los corredores que lo cercan se cubren con
bóvedas cuyas nervaduras se apoyan en ménsulas; el claustro alto muestra arcos de medio punto y bóvedas de cañón, excepto en los ángulos
donde son nervadas y descansan en repisas.
La versión de Menes y Guerrero dice:
El claustro es de dos plantas, la inferior, análoga
al de Actopan se realiza a base de arcos ojivales en
número de tres por lado; el central ligeramente
más obtuso en razón de ser el vano más amplio,
en los entre-tramos, se estructuran pilastras reforzadas de machones que toman forma circular
en los cuatro ángulos del patio. En el segundo
piso, la arquería es de medio punto sobre pies
derechos en lugar de columnas. La cubierta del
claustro bajo, se realizó a través de una bóveda
de arista que en los ángulos de confluencia del
corredor adopta forma de nervadura; arriba el
deambulatorio es cubierto con bóveda de cañón
seguido y nervadura en los vértices del pasillo.
El cubo de la escalera que une las dos plantas del
convenio es espacioso aunque de sencilla traza y
ornamentación
Las celdas se encuentran en la parte superior,
resguardadas por un deambulatorio interior. Su
techumbre es de bóveda de cañón, el acceso a
ellas se hace por una pequeña puerta, y todas
están dotadas con ventanas de adecuadas proporciones, en las que se dispone de un asiento
de mampostería para lectura. (1) Mismo caso
que la cita grande, anterior. Extrañamente
tiene un indicador de cita.
arriba:
Atrás de los arcos del claustro, otros
dibujados en las paredes.
página siguiente:
Aspectos de la decoración a base
de frescos y pinjantes reales en la
planta alta del claustro.
página 164:
Al fondo tras los arcos del claustro
se asoman las almenas que coronan
los muros de la nave.
página 165:
Contrafuertes sólidos sostienen
los empujes de la bóveda sobre el
ábside del templo.
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MURALES EN
EL TEMPLO
página anterior:
Estos murales indígenas en el
interior del recinto mantienen una
permanente controversia entre los
expertos. Una guerra en el interior
de un templo católico.
169
La interpretación de estos murales ha sido tema de ­muchos
autores. El Profesor Raúl Guerrero Guerrero, experto en
estudios antropológicos, autor de muchos textos sobre
cultura indígena y especialista en la cultura Hñahñú, hizo
un amplio estudio sobre estos murales en su libro Murales de Ixmiquilpan. Realmente estos obras son objeto de
innumerables estudios y opiniones, ya que tienen la particularidad de contener escenas de batallas con personajes
indígenas. Lo inexplicable, es que no representan ninguna
imagen cristiana o bíblica y que están dentro del templo,
siendo completamente paganas.
Abelardo Carrillo Gariel, fue un ameritado investigador.
De él hemos aprendido y considerado muchas opiniones
en cuanto a los conventos hidalguenses. Su vida y obra
corrió a la par de la formación y consolidación de nuestras
instituciones culturales. Ejerció su carrera en distintas instituciones: bajo la transformada Academia de San Carlos;
arriba:
Escudos, espadas, macanas, pegasos, penachos y una gran sensación
de violencia decora el templo.
página siguiente:
Caídos que gritan, escudos reflejantes, monstruos y otras maravillas plásticas con gran colorido en
los muros interiores del templo.
170
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en la Universidad Nacional Autónoma de México; en la
Dirección de Monumentos Coloniales; y en el Instituto
Nacional de Antropología e Historia, por citar algunas.
En lo que respecta a su labor como restaurador, sus
preocupaciones fueron varias, pero, y tal vez debido a su
formación como pintor dentro de la Academia, los tópicos de pintura fueron siempre sus predilectos. Esto ya se
advierte cuando en 1928, en medio de los difíciles años
pasados en San Carlos, aceptó realizar la restauración de
los murales de la capilla del Palacio de Minería, obra de
Rafael Ximeno y Planes, sin duda, su primer trabajo de
importancia en ese campo. Esta vocación, junto a su cercanía con las colecciones de la Antigua Academia, al haber
sido nombrado conservador y restaurador de los cuadros
de sus galerías de pintura (1927), se reafirmaría al aceptar
el nombramiento de Jefe de Restauradores de la Dirección
de Monumentos Coloniales (1931).
Ya con el cargo de jefe, su permanencia en la oficina
de Monumentos Coloniales le dio la oportunidad de
conocer a profundidad varias de las principales colecciones de pintura colonial. Ahí realizó inventarios detallados de múltiples iglesias y museos, en diversas partes
de la república. Así, entre muchos otros, se conservan en
su archivo copias mecanografiadas de los inventarios de
las obras artísticas existentes en el templo de la Merced
de las Huertas, la parroquia de San Gabriel, San Cosme,
San Juan de Dios, la Purísima Concepción, Santa Veracruz, la Candelaria, Loreto, San Fernando, la Profesa, El
Carmen de San Angel, Xochimilco, los conventos de San
Francisco de Querétaro y Guadalupe de Zacatecas entre
muchos otros. Práctica cotidiana que acercó al especialista
a la obra de arte y le llevó a perfeccionar diversas metodologías, que culminarían en lo que él mismo denominó la crítica-técnica de la pintura, sobre la que escribió.
Abelardo Carrillo y Gariel nació el 20 de mayo de 1898
en la ciudad de Saltillo, Coahuila, sus padres fueron Jesús Carrillo Morales y Alicia Gariel García. Las primeras
letras las cursó desde 1906 en la escuela anexa a la Normal de Profesores de Saltillo, pero muy pronto hubo de
página siguiente:
Hombres leopardo y un gran
movimiento en los frescos del
templo que se combinan con los
grutescos seguramente copiados
de los dibujos renacentistas.
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trasladarse a la ciudad de ­México, lugar en el que muy
joven, apenas con catorce años de edad, encontró su primer trabajo en la Dirección de Monumentos Coloniales
y de la República; corría entonces el año de 1912, cuando
la inestable presidencia de Francisco I. Madero empezaba a conocer levantamientos y rebeliones, que culminarían con la “decena trágica” de febrero de 1913. Entre los
polvos de la Revolución, el 21 de septiembre de 1914, el
joven burócrata logró acomodarse como escribiente 2º de
la Dirección General de Educación Primaria en la Ciudad
de México. El año siguiente, en septiembre 6 de 1915,
recibió el nombramiento de copista de la inspección de
Solfeo y Canto Coral de las Escuelas Primarias.
En medio de aquellos años de inestabilidad, debió resultar difícil vislumbrar algún futuro promisorio en la carrera
burocrática de un Estado en constante peligro, y en el
año de 1917, Carrillo y Gariel se decide a ingresar a San
Carlos, donde menciona que tuvo por maestros a Armando García Núñez, Gonzalo Argüelles Bringas y Leandro
Izaguirre entre otros. Los trabajos de Abelardo Carrillo y
Gariel deslindan las tareas de la restauración y la crítica
de arte del saber tradicional de la esfera de la profesionalización. Cierto es que en su haber nunca hubo un título
que lo corroborara; fue su constancia en la observación
metódica y en la reflexión sobre ella el fundamento de sus
trabajos y preocupaciones. También es cierto que el tiempo descubrirá sus errores y omisiones, pero, nadie puede
negar que sus libros, son aún indispensables para quién
quiera iniciar el camino en el conocimiento del arte novohispano. En su libro Ixmiquilpan dice que:
página siguiente:
El hombre coyote dando muerte
al enemigo que se rinde pero sin
embargo está a punto de clavarle
una flecha al atacante.
Allí ha sido descubierto un largo friso con escenas donde apa­recen guerreros indígenas, siendo
esta la primera vez que encon­tramos obras de tal
índole en un edificio religioso de la Nueva España del siglo xvi. Es por ello que las hubiésemos
deseado intactas, y aunque convenimos en que
la labor de desembarazar las pin­turas fue hecha
diligentemente, hay que lamentar que este Instituto tuviese noticia de su existencia después de
174
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que algunas habían sido retocadas con exceso y
otras en forma incorrecta. La decoración a que
nos referimos, realizada con colores al tem­ple
que requieren pigmento aglutinado, se ejecutó
sobre un esmalte a la cal absolutamente seco,
mismo que ha llegado hasta nuestros días conservando gran adherencia al revoque y un buen
pulimento; es de mencionarse, por resultar extraordinario, que sobre el primer encalado que
cubría parte de este friso se hallaba una leyenda
de la segunda mitad del siglo xvi. Esto último
indica que algunas fracciones de las pinturas
originales estuvieron visibles durante cerca de
trescientos años, y que con todo y encon­trarse
bastante bajas y en un sitio donde pudieron
sufrir el dete­rioro consiguiente, sólo muestran
huella de los efectos del humo de las lámparas
y los cirios que el ceremonial y la devoción en­
cendieron. El gran friso, de cerca de dos metros
de alto a partir del guarda­polvo, se desarrolla
en las paredes de la nave sin otra interrupción
que la de las puertas y queda oculto detrás de
los altares que levantó, sin respetar el ambiente,
la funesta reacción del neoclasi­cismo. Nótase,
también, que en lo antiguo debieron ser menores los grandes arcos que hoy limitan los vanos
que dan acceso a las capillas laterales y rompen
la continuidad de la faja pictórica.
página siguiente:
Las pinturas carecen de perspectiva
y profundidad, sólo están en un
plano, pero su colorido y dibujo fiel
les dan gran belleza.
Y continúa,
La primera impresión que produce esta obra es
la de estar fuera de lugar en el ámbito de un
templo católico, dado que son guerreros que
combaten contra entes fantásticos…es el indígena que lucha contra las personificaciones del
mal y los violadores de la ley divina, pero sin
aludir a la nueva religión…resulta acertado suponer que este friso fue una lección destinada a
los feligreses indígenas…es una representación
de la batalla que en nuestro espíritu libran el
bien y el mal, los guerreros y los monstruos.
Quizá esta ausencia de símbolos haya sido deliberada, como debió serlo igualmente la de los
personajes del cielo cristiano, esto último no
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precisamente porque dudando de la competencia del pintor, se tratase de “evitar la irreverencia que causan las malas pinturas de los santos”,
como dice el precepto, sino mejor aún, por no
convenir a las escenas allí plastificadas. Sin embargo, su fuerza expresiva, ingenua si se quiere,
hace que vengan a la memoria las doctrinas cristianas expuestas en los lienzos que alcanzó a ver
Torquemada, así como las elocuentes palabras
del arzobispo Moya de Contreras al asegurar
que “como los indios no saben leer, gustan más
de la pintura que de la escritura.
página siguiente:
Bajo la bóveda del coro, un Cristo
y la pintura al fresco de un águila
con alas abiertas que nos recuerda
mitos indígenas.
A mi juicio, resulta acertado suponer que este friso fue
una lección destinada a los feligreses indígenas.
Los guerreros que en esta decoración aparecen como
vencedores tienen la misma talla que los vencidos; a menudo son caballeros tigres o llevan el copilli de los principales, como si los caciques hubiesen exigido estar allí
representados con una pieza que recordase la diadema del
Arcángel San Miguel, cuya advocación lleva el templo.
Es indudable que los distintos temas fueron dibujados
primero sobre papel y después de haberlos resuelto en
cualquier tamaño, fueron reproducidos sobre los muros.
En algunos paneles se repiten normalmente, esto es, en el
mismo sentido y en otros se invierte el calco; en ambos
casos las composiciones fueron trasladadas textualmente a
las paredes y las ligeras variantes se reflejan en la indumentaria de los personajes.
Como denotativo de la decoración procedente del siglo
xvi mexicano, los recuadros conservan elementos vegetales. Comprenden un soporte bidimensional a partir de
un cestón con frutos moldurado, que sirve lo mismo de
arranque y centro, que de separación entre ambas composiciones. Aunque ninguna de esas formas sea una verdadera novedad en la ornamentación usada en aquellos
tiempos, resultan interesantes por lo singular de la interpretación, y porque mezcladas con las formas europeas,
aparecen varas y flores que se antojan arrancadas de las
ilustraciones del Códice de Sahagún.
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Nótese que la cortina de acanto, por la desenvoltura de
su ondulado y el equilibrio de las masas, forma un tema
completo revelando la habilidad del proyectista; y es entre
esta red de verdura, y en el mismo primer término, donde
se mueven hombres y animales, destacando todo el conjunto sobre la tinta anaranjada del fondo. En estas composiciones hay casi siempre una figura detrás de otra, la
superposición de elementos es mínima; no hay segundos
planos ni lejanías que obliguen a emplear la perspectiva
lineal, sino un sentido estricto de la decoración mural,
sin ahuecamientos, ni resaltes ficticios. Agregaremos que
aunque el dibujo fue previamente solucionado, suele tener ciertas ligerezas como la de representar, en una misma
figura, las dos manos como izquierdas o derechas, según
se utilizara el patrón.
Para evitar los escorzos, siempre difíciles de resolver, las
figuras humanas, con sólo pocas excepciones, están representadas en forma convencional, de acuerdo con la mayor dimensión de los miembros; en ese sentido se llega al
extremo de dibujar la cabeza de perfil, el ojo de frente, el
pecho también de frente, las caderas de tres cuartos para
volver sin violencia los pies de perfil, lo que las asemeja
a gran número de figuras egipcias. El claroscuro, del que
carecen la mayoría de los personajes, está tímidamente
consignado en las grandes hojas y cálices del acanto, pero
en todos los casos, la forma se encuentra determinada por
perfiles negros, y en los detalles sobresalientes, por líneas
finas a pincel. En cuanto a las cabezas, hay algunas que sin
ser precisamente singulares, poseen cierto carácter; pero la
mayoría, quizá restauradas en parte, resultan inexpresivas.
Sólo la convencional vírgula, transformada aquí en una
hoja de acanto bifurcada que la hermana con la red decorativa, sale de la boca de los personajes como indicación de
que están hablando y aún en algunos parece señal de que
cantan. Son desconocidos para nosotros tanto el autor,
como la fecha de la realización de este friso. Pudo ser ejecutado por un pintor de origen indígena, pero en tal caso,
es indudable que su mentalidad era española, o que se vio
obligado a someterse al modelo que le fue i­mpuesto; sólo
página siguiente:
La pila de agua bendita guarda
con gran celo los murales que
parecen expuestos en un museo.
180
181
así se explica el acertado tratamiento de la ornamentación
vegetal, que sigue las más puras disposiciones de un arte
que era clásico en el siglo xvi, y que en México se prolonga hasta los primeros años del xvii. No de otra manera
puede justificarse la presencia del centauro creado por la
imaginación del europeo, y soluciones tales como las cabezas humanas que la fantasía hace brotar de las hojas del
acanto, sin duda, copiadas de los grabados llegados de ultramar o inspiradas en su ejemplo; pero de todos modos,
quedarían como aportación propia algunas medias figuras
y las volutas, a veces floridas. Si su autor fue un español,
para quien muchas de esas formas debieron ser familiares,
al representar al nativo parece guiado más por referencias, que por sus recuerdos personales, pues entonces ya
estaban algo lejanos los días de las guerras de conquista;
incluso, lo trata con gran cariño, lo embellece dentro del
concepto de belleza humana que tenía el europeo. Tal vez
esto explique la aparición de esa rara mezcla de elementos
que pueden verse en el deformado centauro: “calza sandalias, lleva tocado de plumas y enarbola armas indígenas
como patente de naturalización.”
Hay, la posibilidad de que ambas cosas hubiesen ocurrido, y que esta pintura sea producto de una doble intervención y de mutuas concesiones entre el inspirador español,
que pudo ser un fraile, y su intérprete indígena. Termina
la nota diciendo Carrillo Gariel que “como q­ ueda dicho,
estas pinturas han sido consideradas únicas en América.”
Otra opinión autorizada acerca de los murales in comento, es la del Maestro Wigberto Jiménez Moreno, quien
nació en León, la mayor ciudad del estado mexicano de
Guanajuato, en 1909. Fue miembro de una familia tradicionalista y de clase media. Su formación fue principalmente autodidacta, aunque fue estudiante en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y en la Universidad de Harvard. En 1945 adquirió el grado de Maes­ ntropología
tro en Etnología por la Escuela Nacional de A
e Historia (enah), de México.
Fue docente de la Escuela Normal de León. Más tarde ocupó un puesto como profesor en la Universidad
página siguiente:
Wigberto Jiménez Moreno dice
refiriéndose a esta parte de
los murales: “Palas Atenea le
da un escudo brillante para
que con él deslumbre a Gorgona,
aconsejándole que no lo vea
directamente…”
182
183
­ acional Autónoma de México (unam). A la edad de 19
N
años, recibió una invitación de Alfonso Caso para incorporarse al Instituto Nacional de Antropología e Historia
(inah), donde se desarrolló profesionalmente hasta su
muerte. Igualmente fue profesor invitado de diversas instituciones de Estados Unidos, incluyendo las universidades de Texas, de Illinois, de California en Los Ángeles y
de Minnesota. Fue miembro de la Academia Mexicana de
la Historia, siendo titular del sillón 16 de 1947 a 1985. El
Maestro sostiene respecto a estos murales que:
página siguiente:
Los colores azul y naranja y las
antorchas llameantes obedecen al
diseño de estos frescos en los muros
del convento.
Representan la leyenda griega de Perseo, hijo de
Zeus y Dánae, quien ya adulto se compromete
a destruir a Medusa, la terrible Gorgona, para lo
cual recibe ayuda de los dioses helénicos: Palas
Atenea le da un escudo brillante para que con
él deslumbre a Gorgona, aconsejándole que no
la vea directamente porque existe el peligro de
quedar petrificado sino, que para verla, aproveche el escudo brillante en donde Medusa reflejará su efigie; Hermes, que le da las sandalias
aladas para poder correr rápidamente y una alforja para alojar en ella la cabeza de Medusa
una vez cortada; Hefestos que le concede una
guadaña o una espada con diamante, y Hades,
que le otorga un yelmo para que se haga invisible y así pueda atacar a la Gorgona. La leyenda
continúa narrando que una vez que Perseo corta la cabeza de Medusa separándola del tronco, aprovechando los dones divinos, muestra la
testa a sus enemigos para convertirlos en rocas.
De esto comenta don Raúl Guerrero:
En efecto, en las pinturas itzmiquilpenses, se ve
a un personaje que lleva atada a la cintura la
cabeza del enemigo, o bien ésta aparece reflejada en la cara brillante del chimalli (escudo), lo
que hace recordar la leyenda griega del valeroso
Perseo, máxime que tal tema pletórico se repite
en varias ocasiones. Mas el personaje itzmiquilpense está vestido a la usanza india: no blande
la guadaña o la espada de diamante, sino una
184
185
macana que porta en la mano derecha, mientras
en la izquierda lleva una insignia y en el antebrazo izquierdo, el chimalli. Otros personajes
de las pinturas muestran también el chimalli, el
escudo mexicano, hecho de piel y tela o de ixtle
grueso, extraído de las pencas de maguey; pero
el personaje central, cuya efigie se repite varias
veces, seguramente que porta chimalli metálico, brillante, puesto que en él se ve reflejado un
rostro con el cabello hirsuto, como si se tratara,
de una mujer, aunque en realidad se trata de un
varón , pero el retrato aparentemente femenino,
cuyo cabello enmarañado recuerda que la Medusa llevaba serpientes en la cabeza, motivo por
el cual Jiménez Moreno insiste en que se trata
de representar la leyenda griega aludida.
página siguiente:
El águila que es atacada por
el tigre y el coyote, no tienen
representación religiosa alguna
y se encuentran en la bóveda
del coro.
Vayamos ahora con el Mtro. Francisco de la Maza y de la
Cuadra (San Luis Potosí, San Luis Potosí, 1913 - Ciudad
de México, 1972) quien fue un historiador, investigador
y académico mexicano. Se especializó en historia del arte
novohispano, pero incursionó en el estudio de algunas
otras obras o corrientes como el Art Nouveau. Realizó sus
primeros estudios en su ciudad natal y en la ciudad de
Puebla. Se trasladó a la Ciudad de México en donde ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, para
cursar la carrera de historia. Durante esta época conoció a
Justino Fernández, con quien entabló amistad, y fue discípulo de Manuel Toussaint, quien lo invitó a integrarse al
Instituto de Investigaciones Estéticas. Impartió clases en
su alma máter y en la enah. Fue miembro correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
y miembro de número de la Academia Mexicana de la
Historia, a la que ingresó en 1965, para ocupar el sillón
N° 6. Su gran obra tiene títulos publicados sobre muchos
temas de arte mexicano, como San Miguel de Allende, Las
piras funerarias en la historia y en el arte de México: grabados, litografías y documentos del siglo xvi al xix, en 1946;
La erótica homosexual en Grecia y Roma; Antínoo, el último
dios del mudo clásico, en 1966; El palacio de la Inquisición;
La ciudad de Cholula y sus iglesias, en 1959;El arte colonial
186
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en San Luis Potosí; Catalina de San Juan: princesa de la
India y visionaria de Puebla, en 1971; Sor Juana y Don
Carlos: explicación de los sonetos hasta ahora confusos, en
1970 y El guadalupanismo mexicano, en 1953.
El historiador Dr. Francisco de la Maza afirma sobre
estos murales que,
página siguiente:
Caballero jaguar, típico de los
dibujos de códices indígenas que se
combina con las frondas y capiteles
europeos.
Caballeros Tigres y Caballeros Águilas, con escudos clásicos alternan y luchan con centauros a
modo de un códice monumental ya híbrido, en
plena transculturación con los ancestrales elementos mediterráneos y prehispánicos.
En otro capítulo dedicado a Perseo, el Dr. Francisco de la
Maza escribe:
El gallardo Perseo vistiéndose las armas que le
ofrecían las antiguas deidades para el buen logro de sus empresas, dándole Vulcano su alfanje diamantino, Mercurio sus coturnos veloces,
Minerva o Palas sus arneses de cristal...Perseo
cortando la cabeza de Meduza y venciendo a las
Gorgonas.
Dice Don Raúl Guerrero acerca del Dr. de la Maza que,
Al considerar las pinturas itzmiquilpenses con
un carácter renacentista, es natural creer ver en
ellas retratos de personajes mitológicos griegos,
sólo que con ropas y armas indias, lo que les
imprime un toque local, confirmándose con
esto el sincretismo mencionado, lo que permite
suponer que el pintor o los pintores indios que
hayan sido dirigidos en su obra por uno o varios
frailes para realizar las pinturas, tuvieron que
mirar estampas europeas para poder copiar a los
centauros, los dragones, las hojas de acanto, los
grutescos, etcétera, más las ropas, las insignias y
las armas indias, seguramente que son producto
de la inspiración indígena.
De manera que nuestros hñahñú de Ixmiquilpan, no iban
a inspirarse en la cultura griega para ejecutar tal obra.
188
189
Además, es posible que los mismos frailes, gentes sencillas
y con poca cultura universal, salvo sus correspondientes
excepciones, quizá no tenían conocimiento del personaje
Perseo ni mucho menos de las deidades helénicas de Palas
Atenea, Hermes, Hefestos o Hades, a quienes el Dr. de la
Maza llama con sus nombres latinos, Minerva, Mercurio,
Vulcano. Según descripciones del Dr. de la Maza, se ve que
la figura de Perseo ha sido tratada en varios cuadros, seguramente por lo interesante del relato mitológico griego. Esto
hace pensar que también en Ixmiquilpan se haya recordado
el asunto mítico en las pinturas murales de su templo. En
un artículo titulado “Centauros con Huaraches en Itzmiquilpan”, escrito por el Dr. De la Maza dijo que:
página siguiente:
“Escenas completas de batallas con
tal fidelidad, en la representación
de vestidos, armas, estandartes,
etc… sólo se han encontrado en
Ixmiquilpan”: Raúl Guerrero
Guerrero.
Los frescos más desconcertantes de la Nueva
España, por sus temas y dimensiones, son los
descubiertos en la Iglesia de Itzmiquilpan en
1960. Es una serie de batallas sin el menor signo
religioso cristiano. Abunda el elemento precolombino pero no menos el clásico, confundido
con él.
El historiador Manuel del Castillo Negrete, quien dio su
nombre a la conocida Escuela de Restauración en la ciudad de México, en su artículo “Las decoraciones murales
en los conventos mexicanos del siglo xvi. Descubrimiento
y conservación. Epazoyucan e Ixmiquilpan”, anota:
Ixmiquilpan; es también muy rico en su decoración este convento y, aunque no iguala al de
Epazoyucan en la finura y la elegancia en ella,
presenta un gran interés por el tipo de pinturas —éstas sí realizadas en color— que fueron
ejecutadas en su iglesia. Las decoraciones en los
muros del interior del templo fueron cubiertas
con pinturas de cortinajes en colores chillantes
y la bóveda de cañón corrido con escenas de la
vida de la virgen, todas ellas pintadas al óleo,
en 1860 por el “aficionado pintor” Pedro López. Hasta la fecha no se ha descubierto nada
semejante a las decoraciones originales de la
iglesia en las que se encuentran gran cantidad
190
191
de ­motivos prehispánicos entremezclados con
elementos de decoración renacentista. Algunas
grecas prehispánicas se han encontrado en las
celdas del convento de Culhuacan, también
agustino; y en el dominico de Teitipícac en Oaxaca podemos ver a los apóstoles que llevan en
lugar de la túnica, la clásica tilma anudada al
hombro y la Santas Mujeres con los cordones
de algodón trenzados en el cabello y anudados
sobre la parte superior de la cabeza, como nos
las muestran algunos códices. Uno que otro detalle de este tipo encontramos en decoraciones
de otros conventos. Pero escenas completas de
batallas con tal fidelidad en la representación de
vestidos, armas, estandartes, etc. sólo se han encontrado en Ixmiquilpan. Ninguna explicación
de las varias que se han dado a estas escenas satisface lo que vemos y es muy posible que, de no
encontrar datos sobre éstas en alguna relación
contemporánea a las pinturas, éstas se quedan
sin ella.
página siguiente:
Un guerrero cantando, así
lo manifiestan la variedad de
vírgulas, en la cintura lleva
la cabeza de un vencido.
Y, para finalizar, veremos la opinión del Mtro. Raúl Guerrero Guerrero, de quien primero haremos una breve
semblanza: Historiador y etnomusicólogo, vivió de 1912
a 1995 Fue originario de Alfajayucan, Hidalgo. Personaje
que resalta por su legado de investigación, al que habrá que
recurrir para desentrañar secretos del pasado reciente. Es
considerado como uno de los integrantes de la primera generación de antropólogos en el país. Tras la recopilación de
datos por distintas poblaciones indígenas, se estableció en
su estado natal. Su documentación incluye la vida costumbrista de huastecos, tepehuas y otros grupos sociales, enfatizando, asimismo, sus expresiones musicales y otras más.
Uno de los aspectos de lo cotidiano era el pulque, tema
que el especialista no dejó de lado y que plasmó en
un libro en el que realza religión, cultura y folklore.
Fue fundador del Museo Regional del Estado de Hidalgo. En
la parte de arriba estaba ubicada la exposición etnográfica.
Su labor de clasificación de las piezas del Museo Nacional de
Antropología, en la Ciudad de México, fue determinante.
Por esos años también fungió como periodista, además de
192
193
haberse formado como múisco. Su aportación a la c­ ultura
de la entidad, fue resaltada por el Congreso del Estado al
serle otorgada la Medalla Miguel Hidalgo, post mortem. Fue
fundador y primer Presidente del Centro Hidalguense de
Investigaciones Históricas A.C., y a lo largo de su vida se
distinguió como profesor y conferencista. Muchas actividades de divulgación de las culturas hidalguenses las efectuó
en otros estados de la República y en varios puntos de Estados Unidos. Publicó más de una veintena de libros y colaboraciones para diarios y revistas. Dejó varios manuscritos
inéditos. Entre sus obras se encuentran: Índice analítico de
la relación del viaje de Fray Alonso Ponce a la Nueva España
en el siglo 16 (1949), El Acta de Jacala (1972), Alfajayucan,
un pueblecito otomí (1977), El Pulque, Religión, cultura y
folklores (1980), Los otomíes del Valle del Mezquital (1983),
Apuntes para la historia de Hidalgo (1983), Panorama geoétnico de las artesanías del Estado de Hidalgo (1986) y La jícara
mexicana (1990), Los Murales de Ixmiquilpan, en coautoría
con Juan Manuel Menes Llaguno (1993), entre otros.
El Profr. Raúl Guerrero Guerrero, después de estudiar
todas las opiniones, nos da su tesis sobre estas pinturas:
página siguiente:
Detalle de un medallón en los
murales del templo.
En las pinturas no se ven grandes conjuntos de
personas combatientes sino que generalmente,
sólo dos individuos que después de luchar, uno
vence al otro y cortada la cabeza del enemigo,
la cuelga de su cintura o de una de las partes
de arnés del centauro o se ve reflejada en el chimalli. Las pinturas son una representación de la
siguiente leyenda: Coatlicue, era una mujer dedicada a servir en el templo, y era madre de Coyolxauhqui que era la luna y de muchas estrellas
más. Una ocasión vio una pelotilla de plumas
coloridas en el templo y la tomó en el aire y la
puso en su seno quedando embarazada sin haber
tenido contacto con varón alguno. Esto disgustó
a sus hijas y planearon matarla, ella al saberlo,
sufría mucho. La criatura desde el seno materno
habló a su madre y le dijo que no se preocupara,
que él al nacer la protegería de estas amenazas.
Cuando Huitzilopochtli, que era el niño, nació,
traía consigo un escudo o chimalli y armas con
194
195
las que dio muerte a Coyolxauhqui y arremetió
contra las otras hijas o estrellas.
Muchas murieron y Huitzilopochtli recogió
los despojos y muchas armas de ellas. La luna
se considera Tezcatlipoca, por su relación con la
noche, que así quedó decapitada al nacimiento
de Huitzilopochtli que representa al sol. Así que
cuando sale el sol representa con sus tonos rojizos la sangre de la decapitada, mas Tezcatlipoca,
la luna, la noche, cuando se acercan las sombras
de la tarde, resucita y vuelve a tomar posesión
de su reino de la noche o la oscuridad.
página siguiente:
Detalle de las pinturas en los
muros del templo.
Por eso el maestro Guerrero considera que las pinturas de
Ixmiquilpan están basadas en esta hermosa leyenda y que
la misteriosa cabeza que se refleja en el escudo de Huitzilopochtli, motivo que se repite varias veces en los distintos
paneles decorados, no es otra cosa que el dios Tezcatlipoca, decapitado por Huitzilopochtli. Tezcatlipoca no aparece vivo, sino vencido, decapitado y con cara de muerto,
reflejado en el escudo del vencedor. En otras escenas, su
cabeza se halla atada a la cintura del personaje central y en
otros paneles aparece en el aire mostrada por el homicida
o atada a un cincho del arnés del centauro.
Al referirse a Tezcatlipoca, Sahagún dice que andaba en
todo lugar, en el cielo, en la tierra y en el infierno. Y nosotros tenemos la oración del Credo que dice que Jesús
también estuvo en la tierra, bajó a los infiernos y subió al
cielo. De manera que nuestros indios de México, al aprender esta oración en el siglo xvi, seguramente compararon
a los dos personajes e hicieron una amalgama, una fusión
que produjo una confusión.
Quedó dicho que Tezcatlipoca, no obstante haber sido
degollado por Huitzilopochtli, resultó vencedor dentro
del templo católico de Ixmiquilpan, pues vemos su rostro
en la bóveda del presbiterio, en la cabeza de la iglesia, en
un lugar conspicuo, como si desde ahí, como en un solio,
estuviera presidiendo las maravillosas decoraciones murales, sonriendo desdeñosamente con aire de triunfo.
El Dr. Alfonso Caso, en su libro La religión de los aztecas,
dice que Tezcatlipoca es un dios creador muy ­importante
196
197
con varias advocaciones, como la del telpochtli, mozo eternamente joven, que jamás envejece. Es el jefe de los guerreros jóvenes y solteros que acuden a recibir enseñanzas
en el Telpochcalli, la escuela de los plebeyos. Aún siendo
Tezcatlipoca enemigo de Huitzilopochtli, se halla conectado con esta deidad. Su nombre significa “el espejo que
humea”. El cronista Pomar CITA anota que el ídolo estaba pintado con tizne de reflejos metálicos, llamado en
lengua náhuatl tezcapoctli o sea el humo espejeante. Se le
adoraba en Tenochtitlan y en otros sitios, particularmente
en Texcoco, ciudad de los teochichimecas.
Huitzilopochtli es el cielo azul, el del día. Tezcatlipoca
es el cielo negro, oscuro, el de la noche. Al mismo tiempo,
como hechicero, inventó el fuego, aspecto que lo conecta
con Huehuetéotl, el dios viejo del fuego.
Además, los tlacuilos “dibujantes de códices”, lo pintaban poniéndole rayas negras y amarillas en la cara; es el
Tezcatlipoca del norte; Huitzilopochtli, con rayas amarillas y azules, es el Tezcatlipoca del sur; Xipe, con rayas rojas y amarillas, es el Tezcatlipoca del oriente; Quetzalcóatl,
todo blanco, es el Tezcatlipoca del poniente. Y así, en estas
deidades se encuentran los siguientes colores: primarios,
rojo, amarillo, azul; el negro, negación del color, y el blanco, la suma de todos los colores.
Dado lo arraigado de antiguas ideas religiosas en el culto a Tezcatlipoca y con las enseñanzas de la nueva fe, seguramente los indios confundieron a estos personajes. El
sincretismo religioso empezó en el siglo xvi, creando una
religión “mexicana”, verdaderamente sui géneris.
El crítico de arte Paul Westheim, en su libro La Calavera, escribe:
página siguiente:
Detalle de un guerrero en las
pinturas del templo, con escudo y
cantando según representa la vírgula que sale de su boca.
La íntima convicción del indio de que la vida es
sufrimiento, de que el sumiso y débil es víctima
de la brutalidad del fuerte, hizo que el arte religioso de México colonial adoptara con verdadera pasión y tratar en mil conmovedoras variantes el tema de Cristo martirizado, cuyo cuerpo,
fustigado por inhumanos verdugos, chorrea
sangre de mil pavorosas heridas.
198
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En efecto, particularmente en el siglo xviii, artistas indios
y criollos “anónimos”, realizan pinturas y esculturas de Jesús herido y muerto, imprimiendo en sus obras su propio
carácter y mentalidad, obras que se ven y admiran, especialmente en poblados pequeños y aislados, cuya capilla
o iglesia son pobres, pero que las conservan ­dignamente.
Tales obras son el resultado de enseñanzas pictóricas del
realismo español, recargado de sangre, terrible y espantoso,
pero con variantes creativas que dan lugar a la creación independiente, en la que se muestra la sensibilidad mexicana.
Pero estas concepciones no son exclusivas del siglo xviii.
En la actualidad contamos con una obra maestra , del pincel de un artista zacatecano de principios del siglo xx, el
maestro Francisco Goitia, su cuadro intitulado “Tata Jesucristo”, contiene parte de la mitología indígena con todo
su dramatismo. El autor expresó que “...las dos mujeres
están llorando lágrimas de nuestra raza, penas y lágrimas
nuestras, diferentes de las de los otros. Toda congoja de
México está en ellas...”
Paul Westheim concluye:
página siguiente:
Detalle de las pinturas bajo el coro.
Un jaguar en actitud de ataque,
con garras enormes.
Lo que las hace sollozar es la vida, el dolor de la
vida, la incertidumbre que es la vida del hombre en la tierra. El México antiguo no temblaba
ante Mictlantecuhtli, el dios de la muerte; temblaba ante esa incertidumbre que es la vida del
hombre...la llamaban...tezcatlipoca...!
Esta es la tesis del Profr. Raúl Guerrero Guerrero, la opinión, para nosotros, más acertada sobre los murales del
interior del templo de Ixmiquilpan, únicos no sólo en
México sino en el mundo, por su calidad, su expresión
artística y plástica, y por lo difícil de su interpretación
temática.
Evidentemente, fue una mano indígena la que pintó estos frescos, aunque hay que entender que los frailes estuvieron de acuerdo. Los dibujos son muy parecidos a los de
los códices indígenas, sin embargo, escenas tan violentas,
heridos y hasta descabezados en el interior de un templo
tan importante, en el que se realiza el sacrificio de la Misa,
200
201
es inentendible. Hacemos hincapié en su colorido y movimiento permanente.
Vemos en el mural híbrido del templo a un guerrero
vestido con piel de leopardo, sosteniendo en su mano derecha la cabeza de un enemigo. Un gran movimiento y
lucha se aprecian. El color sepia naranja, combinado con
el azul de la vegetación produce una rara belleza.
En esta escena, el guerrero está pronunciando o cantando palabras, por eso tiene una vírgula florida. En el escudo
o chimalli está la imagen reflejada de un personaje que
pudiera sea Tezcatlipoca, “el escudo humeante”.
Aquí un personaje vestido con piel de coyote, (Huitzilopochtli), arrastra de los cabellos y de una mano al enemigo vencido (Tezcatlipoca), que aparece ya como muerto,
sin embargo, tiene una extremidad superior levantada con
la que empuña una flecha.
El fondo naranja que puede representar el amanecer en
que Huitzilopochtli, el sol, aparece, después de la oscuridad nocturna, es constante y llama la atención el tratamiento azul del follaje. Se ha descubierto que los pies de
las figuras tienen un defecto de colocación. El pie derecho
está en la pierna izquierda.
Para finalizar, diremos que el misterio de lo que representan las pinturas, y la incógnita de por qué los frailes
permitieron que se realizaran dentro del templo, sin tener
ninguna representación o imagen cristiana, sigue siendo
un reto para los jóvenes investigadores que vendrán adelante. Recalcamos su expresión plástica, en escenas que
aún sin tener profundidad ni perspectiva y estar ingenuamente presentadas en un sólo plano, son evidentemente
una gran aportación al catálogo plástico y artístico de México y, por supuesto, son las pinturas murales más sorprendentes de América, por su ubicación y su contenido.
Bajo las nervaduras de la bóveda del coro a la entrada del
templo, está un mural diferente a los tratados antes, con
dos leopardos entre nopales flanqueando un escudo que
parece un glifo prehispánico. Al otro lado, un águila posando sobre un nopal, tal como si fuera un códice indígena.
Asombra aquí también la ausencia de símbolos cristianos.
página siguiente:
Detalle de las pinturas abajo del
coro en el templo, entre nervaduras
que sostienen la bóveda del coro.
202
203
Este es, en suma, el convento de Ixmiquilpan, que de
ser una joya del siglo xvi, en la actualidad es un templo
vivo, con sus funciones parroquiales en la población capital del Valle del Mezquital. En cuanto a la descripción
del templo, su historia y su arquitectura y en cuanto a los
asombrosas pinturas que están plasmadas en los muros
interiores del templo, falta una opinión, la del lector, la
del estudioso hidalguense o de otros lugares, que sólo con
la visita al templo, con tiempo y con interés, podrá disfrutar de la obra de arte que es, en su conjunto, el convento
Agustino de Ixmiquilpan, Hidalgo.
página siguiente:
Detalle de los murales del convento
en un arco arriba de un friso.
204
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206
BIBLIOGRAFÍA
Azcué y Mancera Luis, Manuel Toussaint y Justino Fernández. Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de
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de documentos de arte en el Instituto de Investigaciones
Estéticas.
207
AGRADECIMIENTOS
MUSEO NACIONAL DEL VIRREINATO
Mtra. Cecilia Genel Velasco
Directora
Ana San Vicente Charles
Subdirección Técnica
COORDINACIÓN NACIONAL DE
ASUNTOS JURÍDICOS
INAH-CONACULTA
Lic. María del Perpetuo Socorro Villareal Escárrega
Coordinadora Nacional
CENTRO INAH-HIDALGO
Mtro. Rodolfo Palma Rojo
Delegado
208
DIRECTORIO
Lic. José Francisco Olvera Ruiz
Gobernador Constitucional del Estado de Hidalgo
L.A. Fernando Q. Moctezuma Pereda
Secretario de Gobierno
Prof. Miguel Ángel Cuatepotzo Costeira
Coordinador del Despacho del Gobernador
Lic. Aunard de la Rocha Waite
Secretario de Finanzas y Administración
Lic. Juan Manuel Menes Llaguno
Secretario de Contraloría y Transparencia Gubernamental
Prof. Juan Renato Olivares Chávez
Secretario de Turismo y Cultura
Prof. Joel Guerrero Juárez
Secretario de Educación Pública
Lic. José Vergara Vergara
Director General del Consejo Estatal para la Cultura y las
Artes de Hidalgo
Dirección General de Publicaciones e Impresos
Director General
Arq. Luis A. Corrales Vivar
Subdirección Editorial
Abraham Chinchillas Terrazas
Subdirección de Producción
Javier Alejandro Rodríguez Padilla
Subdirección de Diseño
Mabel Castro Amador
Diseño
Elizabeth Flores Valdespino
Mariana Moreno Madero
Aleida Ileana Porras Vega
Ana Cristina Martínez Pérez
Coordinación Jurídica y de Inventario
Lorena Quiterio Mendoza
Asistencia de Producción
Hans Carbajal Rebollar
Jessica P. Ventura Bravo
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Conventos Agustinos en Hidalgo
se terminó de imprimir en octubre de 2012,
en los talleres de Offset Santiago, S.A. de C.V.
Rio San Joaquín, 436. Col. Ampliación Granada.
C.P. 11520 México D.F.
Para su composición se utilizaron fuentes de las familias:
Adobe Garamond Pro y Copperplate Gothic Light.
El tiraje fue de 3000 ejemplares.
El cuidado de imprenta estuvo a cargo de Samuel Sadovitch,
Javier Rodríguez y Pablo Mayans.
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