Año XXXVIII, No 76. Lima-Boston, 2do Semestre de 2012, pp. 509

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Año XXXVIII, No 76. Lima-Boston, 2do Semestre de 2012, pp. 509
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
Año XXXVIII, No 76. Lima-Boston, 2do Semestre de 2012, pp. 509-535
RESEÑAS
Sara Castro-Klarén. The Narrow
Pass of Our Nerves: Writing,
Coloniality
and
Postcolonial
Theory. Madrid/Frankfurt am
Main: Iberoamericana/Vervuert,
2011. 529 pp.
Esta colección de ensayos de
Sara Castro-Klarén ofrece un mapa
pionero de las complejidades de la
práctica lectora en la contemporaneidad, y demuestra un compromiso sostenido con la investigación
interdisciplinaria. Vistos en conjunto, los diecisiete ensayos que constituyen The Narrow Pass of Our
Nerves: Writing, Coloniality and Postcolonial Theory (divididos en dos secciones tituladas “Writing Coloniality” y “Debating Post-Colonial Theory”) invitan a desarrollar modos
de análisis integrales, basados en la
observación meticulosa de las especificidades sociales e históricas bajo
las cuales se producen determinados objetos culturales; a la vez, proponen formas igualitarias y políticamente productivas de compartir
dichos análisis. Para cumplir con
este propósito, Castro-Klarén despliega un extenso conocimiento
teórico y filosófico que reflexiona
acerca de las corrientes académicas
de la actualidad postcolonial, y las
tendencias intelectuales que las
produjeron, para sugerir posibles
avenidas futuras para el campo de
los estudios latinoamericanos dentro del ámbito mayor de los estudios culturales. En este contexto, la
selección de temas de investigación
y las inquietudes teóricas suscitadas
resaltan la naturaleza interdisciplinaria de estos estudios, lo cual se
revela en la capacidad excepcional
de Castro-Klarén de exponer los
intersticios históricos, etnográficos
y literarios comunes dentro de un
vasto panorama de productos culturales hispanoamericanos.
El amplio espectro de The Narrow Pass of Our Nerves se evidencia
en la selección de los objetos que
generan, y que a la vez son formados por el debate colonial y postcolonial. Éstos son los mismos “textos” analizados por Castro-Klarén a
lo largo de estos ensayos, pero es
importante resaltar la perspectiva
abierta que ofrece Castro-Klarén en
cuanto a lo que merece un estatus
textual en la deliberación (post)colonial. Uno de los casos textuales
que examina en el capítulo titulado
“Dancing and the Sacred in the
Andes: From the Taqui-Oncoy to
Rasu Ñiti” es el culto religioso y la
danza ritual del Taqui-Oncoy, cuyos practicantes intentaban poner
fin al dominio español en el Perú
de la época de la colonia. La propuesta de Castro-Klarén del Taqui-
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RESEÑAS, Nº 76
Oncoy como un sistema semiótico
cuya performance ofrece la posibilidad de comunicar mensajes corporalizados entre un público lector
disimilar al sobreentendido dentro
del discurso occidental provee así
un acercamiento a una escritura
andina autóctona. De una forma
paralela a la tradición escritural occidental, Castro-Klarén demuestra
cómo ciertas prácticas corporalizadas toman conciencia de condiciones sociales contemporáneas y hacen visibles tradiciones culturales aún cuando éstas hayan sido suprimidas. Castro-Klarén demuestra
cómo la performance de tradiciones
corporales también está presente en
el relato “La agonía de Rasu Ñiti”
de José María Arguedas, lo cual nos
pone cara a cara con el vaivén de la
colonialidad y la existencia de épocas históricas múltiples y contradictorias, pero todas evocadas por las
prácticas vivas de la escritura alternativa de la historia comunal.
En este sentido, al cuestionar el
mismo concepto de la escritura,
Castro-Klarén cuestiona los sistemas del conocimiento occidentales,
lo que sirve para problematizar
nuestra comprensión de la época de
la colonia y nos invita a considerar
la empresa de la Conquista desde la
perspectiva de los llamados “conquistados”. Por eso, los ensayos de
este volumen dialogan de una manera consistente con los estudios
subalternos, manifestando cómo el
conocimiento precolombino, reprimido en la Conquista, sigue vigente después del enfrentamiento
con los conquistadores y sus aparatos de estructuración social. Para
ello, Castro-Klarén demuestra cómo intelectuales como el Inca Gar-
cilaso y Guamán Poma de Ayala
–figuras que reaparecen a lo largo
del tomo– fusionan información
“tradicional” del mundo andino,
codificada en el quipu, con los nuevos sistemas de conocimiento y
creencias traídos por los europeos.
Son precisamente estas fusiones las
que sirven para remarcar la complejidad del entorno de la post-conquista y hacen posible que CastroKlarén pueda leer la colonialidad
latinoamericana contra un discurso
eurocéntrico que está, paradójicamente, todavía latente en la teoría
subalterna.
En el ensayo “Mimicry Revisited: Latin America, Postcolonial
Theory, and the Location of
Knowledge”, dialogando con el
trabajo innovador de los teóricos
de la subalternidad en el sur asiático, Castro-Klarén demuestra una
consciente auto-reflexividad en su
empleo del discurso teórico. Esta
conciencia crítica conduce a la reflexión sobre un problema recurrente: “both the claims made generally by postmodern and postcolonial theory for Latin American
letters are gestures which simply reinscribe Latin America’s elites’ cultural dependence on outside theorists” (334). Sin embargo, el reconocimiento de Castro-Klarén de
esta paradoja neocolonial ofrece
una posibilidad de re-pensar el estudio de América Latina desde
América Latina. Para este tipo de
análisis, Castro-Klarén considera
esencial el compromiso con los saberes locales. Esta propuesta asume
una relevancia particular cuando es
percibida desde la óptica de los estudios literarios en español en las
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instituciones académicas de los Estados Unidos.
En el ensayo “Interrupting the
Text of Latin American Literature:
Problems of (Mis)Recognition”,
Castro-Klarén indaga acerca de la
manera en que la academia estadounidense transforma narrativas
latinoamericanas heterogéneas en
obras de “literatura”, tomando por
caso la adopción del testimonio de
Rigoberta Menchú como una obligatoria lectura literaria universitaria.
Apunta Castro-Klarén que la inclusión de cualquier obra en el canon
literario corre el riesgo potencial de
divorciar ese texto de sus condiciones históricas de producción, atribuyéndole un estatus canónico para
así forzar que el texto cumpla con
conceptos foráneos de forma y
unidad. Pese a ello, en el caso de
Menchú, Castro-Klarén prefiere ver
una posibilidad para el avance de
los estudios culturales, ya que un
texto de esta complejidad requiere
un acercamiento socio-histórico
más expansivo del que puede ser
suscitado por un análisis estético, lo
que logra que el lector acoja un paradigma más amplio de herramientas de análisis cultural. Y en el reconocimiento de una necesidad
básica del acercamiento interdisciplinario al estudio de América Latina, Castro-Klarén enfatiza la importancia que los estudios latinoamericanos deberían tener en la vida
de la academia estadounidense.
La totalidad de este volumen
muestra lo que los estudios latinoamericanos, entendidos como
una práctica interdisciplinaria, pueden hacer para proveer interpretaciones más sofisticadas de América
Latina, en contraste con investiga-
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ciones arraigadas en disciplinas individuales. Por ende, el campo de
los estudios latinoamericanos ofrece las condiciones ideales para el
avance del proyecto de la descolonización del conocimiento. En los
ensayos que constituyen este tomo,
Castro-Klarén ofrece modelos ejemplares de esta descolonización
del saber y nos muestra las posibilidades de fusión entre las prácticas
que conforman el campo de los estudios latinoamericanos. Como nos
recuerda a lo largo de The Narrow
Pass of Our Nerves, la condición
postcolonial no es simplemente una
condición de resistencia a fuerzas
hegemónicas, sino también de creatividad. Y creatividad es lo que se
encuentra en estos ensayos: nuevas
formas de romper las barreras que
intentarían separar el pasado del
presente; formas innovadoras de
escuchar las voces que han sido
perpetuamente silenciadas; y maneras sugerentes de cuestionar nuestras prácticas en nuestros campos
individuales. Por todas estas razones, The Narrow Pass of Our Nerves es
un tomo provocador y sugestivo.
Matthew Bush
Lehigh University
Fina García Marruz. ¿De qué,
silencio, eres tú silencio? Edición
e introducción de Carmen Ruiz
Barrionuevo. Selección de Fina
García Marruz. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca; Madrid: Patrimonio Nacional, 2011. 304 pp.
Interrogar lo aparente para hacer despertar sus potencias ocultas,
incluso a riesgo de que, a primera
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vista, tal interrogación parezca redundante (cuando no lo es, en absoluto): esta es la cifra poética que
se resume en ¿De qué, silencio, eres tú
silencio?, el título de la antología de
la poesía de Fina García Marruz
que ha editado Carmen Ruiz Barrionuevo, y de uno de los poemas
de la autora, contenido en el libro
Visitaciones (1970). Antes habían
aparecido otras antologías de Fina
García Marruz [FGM]; cabe mencionar, por ejemplo, Antología poética
(México: Fondo de Cultura Económica, 2002), preparada y prologada por Jorge Luis Arcos; El instante raro (Antología poética) (Valencia:
Pre-textos, 2010), a cargo de Milena
Rodríguez Gutiérrez, también autora del prólogo; y el que es, hasta el
momento, el compendio más completo de la poesía de la autora cubana, Obra poética (2 tomos, La Habana: Letras Cubanas, 2008), realizado y prologado por Enrique
Saínz. Arcos y Saínz son los dos
estudiosos más constantes, no sólo
de la poesía de la ganadora del XX
Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011, sino de Orígenes como grupo y de algunos de
sus integrantes (Cintio Vitier, Eliseo Diego…). A Arcos se debe el
único libro dedicado íntegramente
hasta hoy a la obra de FGM, En
torno a la obra poética de Fina García
Marruz (La Habana: Ediciones
Unión, 1990).
Una de las características que
hace atractiva y única la antología a
cargo de Ruiz Barrionuevo es que
los poemas incluidos han sido seleccionados por García Marruz. Es
decir, los textos escogidos son, en
toda regla y en cada una de sus realizaciones específicas, una declara-
ción metapoética por parte de la
integrante del grupo origenista. Sería provechoso, a mi juicio, reflexionar sobre las distintas operaciones de selección y postergación,
legitimación y olvido, que se visibilizan en un proyecto de esta naturaleza (por ejemplo, la no inclusión
de textos de Viaje a Nicaragua
[1987], si bien una posible respuesta pase por la coautoría con Cintio
Vitier; o sobre la ausencia puntual
de determinados textos); pero no es
lugar aquí para ello. De cualquier
manera, y a grandes rasgos, es visible que ¿De qué, silencio, eres tú silencio?, a la vista del momento en el
que se encuentra su vida y su dedicación a la literatura, supone para
FGM un autorretrato casi definitivo de su quehacer poético –un gesto autoconsciente con algo de legado y algo de conclusivo–.
El libro incluye, como parte de
sus paratextos críticos, un prólogo
de Ruiz Barrionuevo, en el que la
estudiosa lleva a cabo una exégesis
de los más importantes poemas de
FGM, incluso de aquéllos que no
están contenidos en la antología
presente. En este prólogo quedan
expuestos los principales rasgos
que, a juicio de la estudiosa, caracterizan la obra de la poeta cubana.
Para ello, Ruiz Barrionuevo dialoga
críticamente con algunos de los
ensayos sobre FGM, como los de
Arcos y Rodríguez Gutiérrez, mencionados antes, y los de Emilio de
Armas, Robert Lesman, Katherine
M. Hedeen, entre otros. Dentro de
esos rasgos, la estudiosa destaca el
tema de la pobreza (concepto que
para FGM tiene un valor religioso y
estético); la memoria; lo religioso
ligado al tema de la trascendencia;
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la atención hacia los seres, objetos y
zonas de lo real considerados nimios o minúsculos, no grandiosos,
y, sobre todo, lo que podríamos
llamar una poética de lo relacional.
Es decir, el entendimiento de que
“las cosas no se pueden imaginar
‘fuera de su relación con nosotros,
fuera de nuestra vida y de nuestra
muerte’, porque sólo hay dos cosas
‘absolutamente exteriores a la imagen que de ellas tenemos o nos hacemos: nosotros mismos y Dios’”
(Ruiz Barrionuevo 25). Esto apunta
a una actitud preponderante en los
hablantes líricos de los poemas de
FGM: la empatía con el mundo, o
la compasión; en otras palabras, un
deseo de reducir las distancias que
separan al sujeto lírico de lo cognoscible. Las citas internas en este
fragmento del prólogo corresponden a “Lo exterior en la poesía”, de
la propia FGM, ensayo ampliamente reconocido como uno de los más
importantes para comprender la
escritura de la autora, pues desde su
centro reflexivo emanan buena parte de las concepciones sobre la
poesía articuladas en el discurso de
la escritora.
Igualmente, la obra de FGM
tiene como centro de indagación la
cuestión de la poesía como conocimiento y así lo ha reconocido
Ruiz Barrionuevo. Arcos ha aludido a la “solución unitiva, opuesta a
todo dualismo; un conocimiento de
lo desconocido a partir de lo conocido… ‘una nueva objetividad’ o
‘una exterioridad mucho más profunda’, basada en una concepción
religiosa y trascendente de la realidad” (Ruiz Barrionuevo 25; citas
internas de FGM). En este sentido,
el discurso poético de la única mu-
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jer integrante de Orígenes se relaciona estrechamente con los principales núcleos de ideas del grupo,
y con las poéticas de la mayoría de
sus miembros. Por ejemplo, un
poema como “El bello niño”, de
Las miradas perdidas (1951), se espejea en “Silente niño” o “Magnolias
para Betina”, de Gastón Baquero,
en cuya obra es central la figura del
inocente –visiones adánicas sobre el
niño como alguien especialmente
dotado para encontrar la visión
trascendente de lo real–. El niño es
“un sujeto primigenio, alejado de
cualquier automatismo perceptivo;
un sujeto de lo fundacional, limpio
de convenciones y rituales” (Dorta
Sánchez, Walfrido. Gastón Baquero:
el testigo y su lámpara. Para un relato de
la poesía como conocimiento en Gastón
Baquero. La Habana: Ediciones Unión, 2001, 57), cuya relación con el
mundo es la que posibilita la poesía
como conocimiento. Más relaciones de esta naturaleza podrían trazarse entre la poética de FGM y
Baquero.
Quisiera volver al prólogo de
Ruiz Barrionuevo para observar
una cuestión específica. La estudiosa dedica algunas páginas a reflexionar sobre la relación de la obra
de FGM con la Revolución cubana;
en otras palabras, a hablar sobre la
posición de la obra de la poeta en el
campo literario cubano y las diferentes valencias que ésta ha tenido,
en función de las configuraciones
sucesivas de ese campo. En este
sentido, Ruiz Barrionuevo alude a
que para FGM “comienza [con la
Revolución]… una producción
marcada por los nuevos tiempos,
una época en que los origenistas
tuvieron que defender su postura”
514
RESEÑAS, Nº 76
(53). Tal novedad se hace visible,
por ejemplo, en esa acentuación de
la poética de lo cotidiano que ciertamente está presente en la poesía
de la autora de antes de 1959, pero
que adquiere resonancias más circunstanciales en las nuevas coordenadas sociales y políticas del país.
Es muy arriesgado determinar dónde comienza, en la obra de un/a
autor/a, la zona de producción
marcada por imperativos políticos
de configuración del campo literario, y dónde comienza la zona donde estos imperativos se “naturalizan”, y son leídos en consonancia,
como “evolución” inevitable o simbiosis naturalista con los nuevos
campos discursivos, es algo muy
arriesgado para determinarse. En
todo caso, no es pertinente asumir
este riesgo de determinación como
imposibilidad para conjeturar ciertos hechos. Por ejemplo, el enorme
lapso (en términos de producción
literaria) de 27 años que va de Visitaciones (1970) a Habana del centro
(1997) de FGM, no se debe únicamente a la consabida resistencia a la
publicación que caracteriza a la autora. Para provocar ese vacío, incidieron realizaciones y tendencias
muy localizadas del campo literario
cubano de los años 70 y 80, tema
sobre el cual se ha escrito desde
diferentes perspectivas, y sobre el
cual se podía haber profundizado
más en el prólogo de la antología
comentada.
El aparato crítico del libro se
completa con una siempre útil bibliografía de y sobre FGM, recopilada con la colaboración de Catalina
García García-Herreros, y una cronología realizada con la colaboración de Ioannis Antzus Ramos. Re-
cibiéndonos, en la portada del libro,
desde esa “luz verdosa/ de fantasmal marina” (García Marruz 174),
el retrato que Fidelio Ponce de
León, el pintor cubano, hiciera a la
joven poeta y que a su vez da lugar
a la composición “El retrato de
Ponce”, de Visitaciones. Aguardándonos, como detalle del colofón del
volumen, nos espera “El ángel de la
jiribilla”, imaginado por José Luis
Fariñas, e invocado por Lezama
Lima en “Se muestra ahora el ángel
de la jiribilla”, un texto de 1959 citado en el colofón de la antología.
Suelo regresar periódicamente a
la poesía de FGM. Una obra que
para Arcos “posee, como pocas, el
don de la entrevisión. Esa que
permite mirar las cosas de la realidad desde una radical extrañeza…
[que] nos las devuelve siempre en
su irrepetible y, de esta forma, nunca traicionada intimidad” (12), y
que para Saínz alberga “una necesidad de saberse y de reconocerse
entre las realidades cercanas y distantes… de romper los límites que
el ser de las cosas nos impone…
una avidez por lo abierto que no
encontramos en muchos autores de
la poesía cubana, una avidez por lo
distante y lo inmenso” (7). Regreso
con la poesía de FGM, por poner
sólo dos ejemplos, al ansia por fijar
lo que huye, desde la dolorosa distancia, de “Una dulce nevada está
cayendo” (Las miradas perdidas). Y
vuelvo a la desolada, pero a la vez
tierna confesión de “Ya yo también
estoy entre los otros” (Visitaciones).
Podría señalar otros regresos a los
que me he visto entregado en la
lectura de la poesía de FGM, gracias a ¿De qué, silencio, eres tú silencio?
Prefiero por ahora concluir resal-
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tando la agradable novedad que
supone un libro como éste, el cual
reúne, como decía en otro momento, un excelente aparato crítico, incluido el detenido y eficaz ensayo
introductorio de Ruiz Barrionuevo,
y, por supuesto, la propia obra de
FGM, seleccionada por ella misma
para la ocasión. Cualquier empresa
editorial de esta naturaleza dedicada
a la poesía de la autora cubana, será
siempre un gesto bienvenido.
Walfrido Dorta Sánchez
Graduate Center,
City University of New York
Judith Podlubne. Escritores de
Sur. Los inicios literarios de José
Bianco y Silvina Ocampo. Rosario: Beatriz Viterbo-UNR, 2012.
363 pp.
Hacia fines de 2009 Judith Podlubne dictó en la Universidad Nacional del Litoral un seminario de
posgrado que anticipaba los núcleos centrales de este libro. Allí
decía, entre otras cosas, que la teoría literaria importa por la conversación crítica que es capaz de generar. Escritores de Sur. Los inicios literarios de José Bianco y Silvina Ocampo,
una de las manifestaciones más elocuentes de la crítica literaria de los
últimos años, pone en acción dicha
tesis. Se trata de una interlocución
con cuatro conjuntos de actores
hilvanada por una narrativa comparable a la de Claudia Gilman en Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas
del escritor revolucionario en América
Latina. En ambos ensayos la densidad del análisis y la cantidad de datos se imbrican de modo tal que
incitan al lector a continuar leyendo
515
para saber cómo sigue la historia,
cómo se desarrolla el cuento que se
cuenta.
En primer lugar, interesa destacar los dos espacios en los que el
ensayo interviene y que se anticipan
en el título. En la primera parte,
Podlubne relee el proyecto intelectual de la revista Sur a partir de la
interrogación de su moral literaria.
Para ello reconstruye las innumerables disputas que, bajo la forma de
diferentes manifestaciones, recalaban siempre en el mismo fondo de
los supuestos humanistas. Brevemente repaso: la discrepancia de
Filippo Marinetti respecto del uso
del concepto common reader por Victoria Ocampo durante el Congreso
de los Pen Club de 1934, la contienda acerca de los ejes del arte
narrativo por venir (un enfrentamiento entre Eduardo Mallea, por
un lado, y Jorge Luis Borges y
Adolfo Bioy Casares, por el otro,
con sus respectivas defensas de los
personajes o de la trama en la hechura de la novela), el “desagravio a
Borges” cuando El jardín de senderos
que se bifurcan no obtiene el Premio
Nacional de Literatura correspondiente al periodo 1939-1941, el debate “Moral y literatura” organizado por la revista en 1945, entre
otros episodios. Podlubne trabaja
exhaustivamente sobre cada una de
las piezas de una argumentación
que le permite contrafirmar: la nada
sencilla revisión de parte de las tesis
fundacionales de María Teresa Gramuglio y de John King sobre Sur o
la sutil desarticulación de los puntos de mayor consenso crítico sobre sus escritores se logra a partir
de un complejo ensamble de datos
leídos con finísimo detalle (prueba
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RESEÑAS, Nº 76
de ello es el arduo trabajo de archivo del que dan cuenta, en especial,
las notas al pie y los condensados
envíos bibliográficos). Por ejemplo,
a partir de la discusión sobre “Moral y literatura”, Podlubne desmantela una tesis extendida de King
“sobre la falta de normas estéticas
explícitas en la primera época de
Sur” (153).
En la segunda parte, Podlubne
retoma las conclusiones de la primera para exponer una lectura de
los comienzos literarios de José
Bianco y de Silvina Ocampo en
clave de respuesta a las “intimaciones de las morales literarias de la
revista” (25). Con elegancia y agudeza repasa los textos más importantes de la crítica entre los que se
destacan los de Daniel Balderston,
Sylvia Molloy y Enrique Pezzoni.
Pero también aquellos textos que,
desde el corazón de Sur, ejercían el
trabajo crítico que no sólo mediaba
la circulación de la obra del escritor
en cuestión, sino también su futura
producción literaria: desde este lugar expone y visibiliza las prerrogativas de Victoria Ocampo, de Adolfo Bioy Casares y de Jorge Luis
Borges. La firmeza y claridad de sus
interpretaciones se advierte en las
tesis que anticipa sobre el “impulso
centrífugo” (25) de la narrativa de
Silvina Ocampo. Su lectura de los
vaivenes en la escritura de Ocampo, producidos al compás de la sordera versus la internalización de la
moral literaria de Sur, la confirma
en el lugar asignado por Nelly Richard como una de las más afinadas
críticas de Argentina. Si bien no hay
en su trabajo una militancia de género ni una adscripción teórica explícita en esa línea, el análisis de la
construcción institucional lograda
por Victoria Ocampo, de sus alianzas y disputas, de los mandatos sobre su hermana y las vacilaciones
estéticas de ésta con las consecuentes derivas en su producción discute, otra vez, los núcleos de los consensos críticos mientras aporta una
lectura sobre la representación y la
acción de las mujeres en y desde la
escritura en la Buenos Aires de los
años 40. Sus notas sobre el primer
libro de Silvina, escritas entre la beligerancia, la ocurrencia deslumbrante y la opción por una política
de la exhumación, son un ejemplo
evidente.
La tercera conversación que
Podlubne mantiene es con la teoría.
El aparato conceptual que arma
articula categorías de Maurice Blanchot y de Roland Barthes con otras
de Edward Said, Pierre Bourdieu,
Giorgio Agamben, Gilles Deleuze y
Jacques Derrida. Una conversación
que inscribe las particularidades de
la apropiación categorial que se realiza desde Argentina. Y allí el diálogo se entabla con Beatriz Sarlo, Enrique Pezzoni, Jorge Panesi, Alberto Giordano, Josefina Ludmer,
Adriana Astutti, María Celia Vázquez, Nora Avaro y Martín Prieto.
Podlubne hace de Sur una revista otra al descubrirla en perfiles
antes no entrevistos, al de(s)velar
matices insospechados en la escritura de Bianco y en la de Silvina,
pero también en la de Victoria
Ocampo, en la de Jorge Luis Borges y en las del repertorio completo
de la crítica que se había ocupado
de ellos. Pero además lo hace desde
una dicción que despliega, como
pocas veces he encontrado en la
crítica literaria argentina, una narra-
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tiva. Una doble inscripción a la que
se agregan las condiciones de productividad, tramadas entre los afectos, los amigos y el trabajo de enseñar, entre los compañeros de la
universidad y la ardua tarea de concluir un doctorado. Algo de esto se
desliza en el agradecimiento a Emilia, su hija, “que durante meses jugó
a que sus Barbies trabajaban de ‘hacer la tesis’” (10); también en la cifrada dedicatoria (“A Giordano, en
Salta y Ovidio Lagos, a las cinco de
la tarde” [7]). Una conjunción de
encuentros posibilitadores de los
diálogos que Escritores de Sur ofrece
mientras invita a otra “conversación infinita”.
Analía Gerbaudo
Universidad Nacional del Litoral /
CONICET
María Helena Rueda. La violencia y sus huellas, una mirada
desde la narrativa colombiana.
Madrid: Iberoamericana, 2011.
198 pp.
La violencia y sus huellas, una mirada desde la narrativa colombiana ofrece
una revisión inteligente, crítica y
original de las narrativas colombianas que durante el último siglo se
han ocupado de la violencia en este
país. Rueda no sólo hace un análisis
textual de los relatos que narran la
violencia, sino que además explora
la permeabilidad que existe entre
los hechos atroces y la manera en
que éstos han sido narrados. También pone en primer plano la compleja y polémica relación entre escritura, ética y violencia en Colombia. La noción de continuum desarrollada por Scheper-Hughes y Bour-
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gois en la introducción de Violence
in War and Peace (2004) resulta entonces de gran utilidad para la autora. Este concepto le exige abordar
los actos de agresión, las circunstancias que los hacen posibles, sus
derivaciones personales, sociales y
políticas, y las narrativas que intentan comprenderlos y contarlos desde una perspectiva de reciprocidad
y relacionalidad.
Uno de lo más grandes aciertos
de La violencia y sus huellas es la exploración de la permeabilidad entre
la realidad y sus discursos que apelan a formulaciones amplias y afirmativas de lo ético. En este sentido,
Rueda sigue las reflexiones de Alain
Badiou sobre estos temas. Su énfasis puesto en la comunicación y la
porosidad arma el texto y le permite a Rueda indagar en la capacidad
que la literatura tiene para desnaturalizar situaciones, (re)presentar diferentes perspectivas, plantear diversos cursos de acción y, en general, señalar las estructuras y circunstancias que (re)producen y exacerban la violencia. El libro está dividido en cinco capítulos, cada uno
de los cuales se centra en un periodo y una etapa de esta indagación.
El primero de ellos, “La Vorágine y sus rupturas”, introduce uno
de los ejes del libro: el espectro tenaz de la mitificación. En su carta a
Luis Trigueros, José Eustasio Rivera expone el temor de haber agravado la situación de los caucheros
con su novela, que Rueda considera
la novela fundacional de la violencia colombiana. Esta aprehensión
habrá de acompañar a los escritores
que le siguen: ¿no se empeora la
situación de violencia, despojo y
desplazamiento de ciertas pobla-
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RESEÑAS, Nº 76
ciones al hacer de sus cruentas historias objetos estéticos de consumo
y disfrute? ¿Cómo no monumentalizar, erotizar o mitificar la violencia
que se narra? Este carácter reflexivo y autoconsciente del texto de
Rivera es para Rueda lo que diferencia La Vorágine de otras novelas
de su tiempo, y es también el lugar
en el que radica la transcendencia
de su indagación ética.
En el segundo capítulo, “La
Violencia: ¿Qué hay en un nombre?”, la mayúscula que Rivera usara en la primera línea de su texto se
vuelve la equívoca nominación de
una época específica en la historia
de Colombia: los conflictos bipartidistas que azotaron el país desde la
década de 1940 hasta comienzos de
los años 60. Rueda resalta la ambigüedad de esa denominación y centra su capítulo en las implicaciones
de usar un término tan huidizo para
nombrar un periodo histórico y un
conjunto de obras muy amplio y
diverso. Dentro de éste, Rueda se
enfoca en el trabajo de Hernando
Téllez y Eduardo Caballero Calderón y propone que en sus textos
hay una reflexión ética que se pregunta por el (sin)sentido mismo de
la violencia y la justicia más allá de
las filiaciones partidistas. De Téllez
se rescata el carácter universal de su
colección de relatos Cenizas para el
viento (1950), pues en ésta se exploran situaciones límite en las que
salen a la superficie conflictos éticos inherentes al ser humano. De la
obra de Eduardo Caballero Calderón se recalca el giro hacia una
perspectiva sociológica crítica de sí
misma que se esforzó por alejarse
de las concepciones moralistas y
ofrecer explicaciones alternativas de
la realidad nacional.
El tercer capítulo, “Violencia,
olvido y justicia en Gabriel García
Márquez”, aborda el trabajo del
mítico escritor colombiano en algunos de su más destacados textos
periodísticos y en sus primeras novelas (La hojarasca [1955], El coronel
no tiene quien le escriba [1961] y La
mala hora [1962]). En respuesta al
hastío narrativo producido por las
macabras y explícitas descripciones
que caracterizaron la narrativa inmediatamente anterior, García Márquez representa comunidades donde la violencia y sus efectos están
por todas partes, pero que narrativamente permanecen tan elusivos y
ambiguos como lo son en la mayoría de las vidas diarias de quienes
los padecen. Con esto, el texto literario se constituye en un mecanismo de restitución simbólica capaz
de proyectar la especificidad de una
situación al ámbito universal sin
restarle complejidad. La escritura
de García Márquez es un punto de
inflexión clave al señalar la urgencia
de una exploración ética que se
pregunte también por las múltiples
consecuencias de la violencia en las
comunidades y en la vida cotidiana
de miles de personas.
El cuarto capítulo hace un paneo por la historia, la polémica y la
importancia del género testimonial
y analiza el trabajo de Alfredo Molano (Los años del tropel, 1985), Alonso Salazar Jaramillo (No nacimos pa’
semilla, 1990), Patricia Lara (Las mujeres en la guerra, 2000) y Guillermo
González Uribe (Los niños de la guerra, 2002). Rueda se centra en los
vacíos y elipsis presentes en todos
los textos para señalar que éstos no
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responden a preocupaciones estéticas, sino a amenazas concretas a las
que la voz narrativa está expuesta.
Si se ocultan nombres de personas
y lugares no es para crear un ambiente narrativo particular, sino para proteger a los protagonistas del
relato de posibles venganzas de
agentes violentos aún activos y poderosos. Esta eliminación –literaria
y literal– de la identidad es representativa de la extrema vulnerabilidad de miles de personas que no
son protegidas por las instituciones
que se supone deberían garantizar
su seguridad. Sin embargo, nombrar la violencia desde el anonimato
es también una manera de convocar el poder de la palabra para, en
un futuro, proteger las identidades
y comunidades que en el presente
enunciativo no pueden ser siquiera
nombradas. El silencio en estos relatos es parte constitutiva de la enunciación de la violencia. Si ante la
violencia el lenguaje y el sentido se
quiebran, el esfuerzo narrativo de
los hablantes es una manera de revitalizarlo, de reapropiárselo para
configurar nuevos significados.
“Los varios sentidos del desarraigo”, el quinto y último capítulo, gira en torno a la pregunta por
la posibilidad de una apuesta literaria ética en el marco de la tensión
existente entre situaciones de violencia locales que reclaman ser contadas y la presión de un rentable
mercado global sediento de cruentas y exóticas historias. Novelas
como La virgen de los sicarios (1994)
de Fernando Vallejo, Cartas cruzadas
(1995) de Darío Jaramillo Agudelo,
Rosario tijeras (1999) de Jorge Franco, La multitud errante (2002) de
Laura Restrepo, y El síndrome de Uli-
519
ses (2005) de Santiago Gamboa son
analizadas a la luz de los muchos
desplazamientos y resignificaciones
que conforman el sistema de (re)producción y circulación de los relatos que se ocupan de la violencia
hoy en día, y de la posibilidad –o
imposibilidad– de un espacio ético
en medio de éstos. Con frecuencia
estas novelas hacen uso de una
prosa que erotiza la violencia, lo
que hace que situaciones específicas
y altamente perturbadoras sean fácilmente traducibles a los códigos
de consumo del mercado global.
Sin embargo, Rueda propone la
noción de una “ética ansiosa” para
explicar cómo si bien estas novelas
navegan exitosamente las lógicas
del consumo, logran no obstante
salvar su esfuerzo ético mediante el
recurso a lo local.
Por todo lo anterior, La violencia
y sus huellas es un valioso aporte a la
reflexión crítica sobre la relación
porosa y ambigua entre violencia,
escritura y ética; una aguda exploración de la pregunta –siempre incómoda y urgente– por la responsabilidad que tenemos ante nuestra situación y ante las narrativas que le
dan sentido.
Juliana Martínez
American University
Carlos Fernández y Valentino
Gianuzzi. César Vallejo en Madrid en 1931: itinerario documental. Madrid: Del Centro Editores, 2012. 164 pp.
La crítica vallejiana se viene configurando tradicionalmente desde
dos puntos de vista complementarios: el fundado por críticos como
520
RESEÑAS, Nº 76
Luis Monguió, André Coyné o Juan
Espejo Asturrizaga, centrado desde
los años 50 y 60 en recuperar todo
tipo de documentos para establecer
una bio-bibliografía definitiva del
poeta; y el que, desde los años 70
aproximadamente, con críticos como Julio Ortega, Jean Franco o
Américo Ferrari, trata de establecer
una teoría literaria sobre la obra de
César Vallejo, explicando las principales dificultades de su lectura a
través de influencias y corrientes
que pudieron ser afines al poeta.
En los últimos años, se han enriquecido estos dos puntos de vista
con estudios inscritos en ambas
vertientes. Como ejemplo del primero, Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi ofrecen datos muy
concretos sobre la estadía de Vallejo en España durante el año 1931.
Esta investigación se enmarca en
un proyecto mayor desarrollado
por Fernández y Gianuzzi, que llevan años estableciendo accesos a
unas fuentes usualmente olvidadas,
desconocidas o inéditas, para reconstruir la biografía de César Vallejo, tantas veces tergiversada y
olvidada por la crítica. Ya su libro
César Vallejo. Textos rescatados (Lima:
Universidad Ricardo Palma, 2009),
ofrecía varios textos inéditos descubiertos durante sus investigaciones en archivos peruanos y europeos, exponiendo siempre las primeras fuentes y acercando una biografía con tantas carencias al lector
interesado en Vallejo. El último
estudio publicado por Fernández y
Gianuzzi, titulado César Vallejo en
Madrid en 1931: itinerario documental,
se centra en el periodo más largo
que el poeta pasó en España, como
consecuencia del decreto de expul-
sión promulgado por el gobierno
francés, en que se le obligó a salir
del país a finales de 1930. Vallejo
estuvo en la península ibérica, según acotan Fernández y Gianuzzi,
desde el 30 de diciembre de 1930
hasta el 12 de febrero de 1932, con
viajes esporádicos a Rusia y París.
En este breve estudio, los autores recorren el itinerario biográfico
del poeta durante ese año, contrastando las pocas fuentes que existen
del periodo y, como es costumbre
en ellos, desconfiando de testimonios escritos demasiado alejados en
el tiempo o por amigos del poeta
que inevitablemente impregnan los
textos de comentarios parciales o
equívocos. Así, por ejemplo, se ha
repetido muchas veces que Vallejo
recibió la proclamación de la II República española con escaso entusiasmo, pero pocos críticos citan
los comentarios de Armando Bazán
o Juan Domingo Córdoba, con
quienes Vallejo convivió en Madrid
y según los cuales el poeta fue uno
de los más entusiastas con el nuevo
régimen republicano.
Como señalan los autores, Vallejo no permaneció todo ese año en
Madrid. Además de visitar otras
ciudades españolas como León o
Astorga, el poeta viajó a Rusia durante 1931, seguramente entre principios de octubre y algún momento
indeterminado del mes de noviembre, con una breve parada en París.
De los datos inéditos que ofrecen
Fernández y Gianuzzi cabe destacar
la firma de Vallejo en dos protestas
políticas aparecidas en periódicos
madrileños: una en El Heraldo de
Madrid, del 1 de octubre de 1931,
“contra la amenaza de fusilamientos de los súbditos suizos, miem-
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
bros de la Secretaría Sindical Panpacífica” y otra en el periódico Luz,
en agosto de 1932, “contra los crímenes que realiza en el Perú el comandante Sánchez Cerro”. Este
último documento posee gran interés, en tanto que denuncia también
al partido aprista, liderado por el
amigo de juventud de Vallejo, Víctor Raúl Haya de la Torre, por colaborar con el régimen autoritario
de Sánchez Cerro.
Además del itinerario biográfico,
el libro de Fernández y Gianuzzi se
completa con un recorrido literario,
donde rescatan datos sobre la publicación y recepción de las obras
de Vallejo durante su estancia en
España. Se ofrece información sobre el único autógrafo que se conserva del poeta, quien supuestamente regaló al estudiante peruano
Arturo Pastor Boggiano una copia
de su poema XVI de Trilce, bajo el
título “Requisitoria del individuo”;
y sobre la presencia en la prensa
(tanto española como francesa) de
la segunda edición de Trilce, aparecida en Madrid, en julio de 1930,
unos meses antes de la llegada a
España de Vallejo.
Una de las características más
destacables del texto es el modo en
que los autores contextualizan cada
cita y cada referencia, pues no se
trata sólo del recorrido de Vallejo,
sino de quiénes rodearon al poeta,
cuáles eran sus amigos y enemigos,
quiénes lo leían, con cuánto interés,
de qué manera. Por ejemplo, al hablar de la recepción de Trilce, se
menciona la comparación que hizo
el periodista Jaime Torres Bodet
entre Vallejo y Neruda, en su reseña publicada en La Gaceta Literaria
(enero de 1931). Fernández y
521
Gianuzzi ofrecen la reacción de
Neruda a través de su correspondencia, donde vemos que se hizo
con un ejemplar del poemario para
después tildarlo de “seco y espantoso”, “cruel, literario y estéril”.
Entre otros documentos inéditos o parcialmente editados, los
autores publican la reseña completa
(en facsímil del periódico francés y
traducida por ellos al castellano)
que Pierre Lagarde escribió para el
diario Comoedia (París, 12/07/
1931), titulada “Trilce o le Dadaïsme
au Pérou”, con motivo de la segunda edición del poemario; también
presentan el anuncio publicitario
que apareció en el periódico Crisol
sobre la publicación de Rusia en
1931, así como la reseña que hizo
del libro el crítico Jenaro Artines,
publicada en el mismo periódico el
día 24 de junio de 1931; por último,
los autores descubren una nota
desconocida, que apareció en El
Imparcial de Madrid (16/3/1932),
sobre la redacción de Rusia ante el
segundo plan quinquenal, libro que Vallejo no pudo publicar en vida, pues
su primera edición se hizo en Lima,
en 1965.
Fernández y Gianuzzi reconstruyen, además, el proceso de creación de El tungsteno, novela publicada por la editorial Cenit (1931), según las diferentes versiones que
existen de Juan Larrea y la viuda del
poeta, Georgette de Vallejo. Y por
último, ofrecen datos sobre dos
artículos periodísticos que el poeta
escribió en ese año de estancia en
Madrid, ambos políticamente muy
comprometidos con la causa marxista. Uno de ellos fue incluido en
su exitoso libro Rusia en 1931, publicado en Madrid por la editorial
522
RESEÑAS, Nº 76
Ulises y muy reseñado en los diarios españoles.
Este estudio, que llama la atención por su pulcritud y rigor, en la
línea que viene caracterizando a los
autores, ofrece además un apéndice
con los facsímiles de los documentos, así como una bibliografía de
todo lo publicado por y sobre Vallejo entre 1930 y 1932; todo ello
sirve para completar la biografía de
Vallejo durante su estancia en España. Este periodo fue sin duda el
más productivo del poeta en cuanto
a publicaciones en Europa, tal y
como señalan Fernández y Gianuzzi, a quienes debemos agradecer
siempre su incansable labor de archivo. Este libro se enmarca en un
proyecto más grande de investigación vallejiana, y esperamos que
tenga pronto una continuación y
que los autores sigan enriqueciendo, de manera tan rigurosa, la biografía desconocida del poeta peruano.
Marta Ortiz Canseco
Investigadora independiente
Kim Beauchesne y Alessandra
Santos, editoras. The Utopian
Impulse in Latin America. New
York: Palgrave Macmillan, 2011.
308 pp.
Con catorce ensayos y una introducción, The Utopian Impulse in
Latin America, editado por Kim
Beauchesne y Alessandra Santos, se
constituye como la más reciente y,
además, sólida contribución de importantes académicos para los estudios utópicos en la región. Con
esta publicación se articulan una
serie de lecturas que intentan llenar
un espacio fundamental para nuestro continente: cómo la utopía se
erige en constitutiva en diversos
momentos de la historia y la cultura, y verificar qué tipo de alternativa
propone ésta para las sociedades
coloniales y postcoloniales en América (Latina).
Beauchesne y Santos han reunido una serie de ensayos que engloban el llamado “impulso utópico”,
término extraído de El principio esperanza (Das Prinzip Hoffnug, en el original, o The Principle of Hope), del
pensador alemán Ernst Bloch, en
torno a aquel sentido primordial
que se encuentra potencialmente en
todas las cosas y que es capaz de
determinar una vida mejor. Ambas
editoras pasan revista brevemente a
los exponentes del pensamiento
utópico: Platón, Tomás Moro, el
propio Bloch, Edward Said, Frederic Jameson y Ruth Levitas, en diálogo con las tradiciones filosóficas
más saltantes de la modernidad europea. Para el caso latinoamericano,
citan, entre otros, a Beatriz Pastor
(contribuyente en el presente volumen), quien en El jardín y el peregrino nos recuerda que la utopía y su
lado oscuro, la distopía, van de la
mano en la forja de la América colonial. Esta alternancia de positividades y negatividades sería una
constante en el paso del impulso
utópico por este continente: de los
intentos indígenas a la integración
del criollismo panamericano, del
mestizaje (y sus diversas máscaras,
como transculturación, hibridez o
sincretismo) hasta las revoluciones
de los 60 y 70; y finalmente el rol
que ocupa el abanico de opciones
del pensamiento utópico para enfrentar las diferentes crisis –eco-
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
lógicas, económicas, políticas y sociales‒ de nuestra era.
Los catorce ensayos, agrupados
en seis partes, dan cuenta de dicha
alternancia enfatizando en el hecho
de que con el descubrimiento de
América se materializaría una práctica utópica que no ha cesado de
estar presente entre nosotros. La
primera parte, “Foundational Utopias”, reúne dos artículos pertenecientes a Beatriz Pastor y José Antonio Mazzotti. El primero, “Utopia in Latin America. Cartographies
and Paradigms”, trata de la relación
de Cristóbal Colón y Hernán Cortés con los oficios cartográficos: a
partir de la búsqueda del paraíso
terrenal (Colón) y la inclusión de
Tenochtitlán en el imaginario europeo (Cortés), se iniciaría una tradición que consiste en fijar el impulso
utópico en la urbe latinoamericana
(Sarmiento, García Márquez y
Monsiváis). Mazzotti, por su parte,
propone una mirada transatlántica
en su artículo “Barataria from the
Perspective of Latin American ‘Colonial’ Studies”, en el que, formulando una relectura de Utopía y contrautopía en El Quijote, de José Antonio Maravall, analiza el episodio
de la isla de Barataria: Sancho Panza, convertido en gobernante, aplica nociones de “buen gobierno”,
parodiando así al erasmismo y al
maquiavelismo. La alegoría de Barataria serviría también para criticar
a la conquista y el régimen colonial,
además de su “producto” más logrado: los conquistadores.
La segunda parte (“Utopia and
Modernity”) se inicia con un texto
de Alejandra Uslenghi, “Remnants
of a Dream World”, en el que analiza las estructuras de hierro y vi-
523
drio de los pabellones latinoamericanos durante la Exposición Universal de París de 1889, pero sobre
todo el tipo de rastros utópicos que
usaron estos países ‒México y Argentina‒ para legitimarse frente a la
mirada del otro colonial. A su vez,
Odile Cisneros, en “Ecocannibalism. The Greening of Antropofagia”, se sitúa en la época de Oswald
de Andrade para resaltar el vanguardismo de “Manifesto da Poesia
Pau-Brasil” (1925) y “Manifesto
Antropófago” (1928) como formas
de toma de conciencia, no sólo
como práctica cultural, sino como
anticipación a toda la preocupación
ecológica y aun ecocrítica a partir
de un retorno a la naturaleza. En
tanto, Justin Read investiga la figura
de “Eulalia in Utopia”, en dos textos donde se hace presente Eulalia,
aunque distantes temporalmente,
como lo son Prosas profanas (1896/
1901), del nicaragüense Rubén Darío, y Cartas de um sedutor (1991), de
la brasileña Hilda Hilst. Luego de
explorar la relación de la prostituta
y el jugador con la nocturnidad
(Benjamin), Read cuestiona la viabilidad de la utopía a partir de su contraste con la realidad urbana contemporánea.
El texto de Gisela Heffes abre la
tercera sección del volumen, “Feminist Utopias”. En “Southern
Displacements in Flora Tristan’s
Pérégrinations d’une Parie”, Heffes
compara la trayectoria de los viajeros con el desplazamiento tanto
interior como exterior de Tristán.
Su destino, el Perú, sería el comienzo de una educación sentimental en
la que se haría más consciente el
deseo de apoyar a los desfavorecidos en Francia. A su turno, Wanda
524
RESEÑAS, Nº 76
Rivera-Rivera examina en “Revolution Interrumpted. The ‘Women of
April’ and the Utopia of National
Liberation” la “guerra de abril” de
1965 y cómo este movimiento popular dio a luz a una serie de testimonios, principalmente de mujeres
que lucharon y que problematizan
el canon ‒político y estético‒ de la
República Dominicana, como Mujeres de abril (1985), compilación de
Margarita Cordero.
La contracultura brasileña es
abordada por Christopher Dunn y
Elena Shtromberg en la cuarta parte, “Utopia and Counterculture”.
En el artículo “Jorge Mautner and
Countercultural Utopia in Brazil”,
Dunn realiza un retrato de Mautner, un precursor del movimiento
tropicalista, aunque, como el título
indica, desde el underground musical
opuesto al régimen militar. A mediados de los años 70, Mautner
desarrolla una faceta narrativa de
creyente en las posibilidades del
Brasil del futuro. Por su parte,
Shtromberg se detiene en “Spatial
Effects. Navigating the City in Cildo Meireles’s Arte Física” entre dos
utopías: una autoritaria, la creación
de la ciudad de Brasilia, y su parodia, el Arte Física: Caixas de Brasilia/Clareira, en que Meireles traduce
la experiencia cotidiana de vivir y
sobrevivir en esta metrópolis.
Juan Pablo Dabove inaugura la
quinta parte, “Revolutionary Utopias and the Politics of Memory”,
con una contribución acerca de la
obra de Jorge Amado, “Dangerous
Illusions and Shining Utopias”, en
la que explora los claroscuros de su
narrativa, su rol como líder del Partido Comunista Brasileño y la caracterización del cangaceiro como
personaje tragicómico. Para Diana
Sorensen, autora de “Utopia and
Politics of Memory”, la utopía no
se asocia con el totalitarismo, sino,
por el contrario, con el compromiso de América Latina en la lucha
revolucionaria de los 60, punto de
partida para una reflexión más
abierta sobre el lugar de la memoria
en nuestros días. “The Innocent
Eye” se denomina el trabajo de Rita
de Grandis sobre la mirada infantil
en tres películas acerca de las dictaduras militares que asolaron Brasil,
Chile y Argentina (respectivamente)
entre fines de los 60 y comienzos
de los 70: O Ano en que Meus Pais
Saíram de Férias (2006), Machuca
(2004) y Kamchatka (2002).
En la sexta y última parte,
“Utopia and Ethnicity in the
Twenty-First Century”, Carla Beatriz Melo (“Urgent (Anti)spectacles
of Critical Hope”) se aproxima a
los movimientos que emergen del
Foro Social Mundial, como el Frente 3 de Fevereiro, Amazon Watch y
Rainforest Network, los cuales intentan crear una conciencia social,
tanto de protección al ecosistema
como de reivindicación de los derechos civiles. En tanto, Juan Zevallos-Aguilar (“Recent Peruvian
Quechua Poetry”) argumenta que la
poesía de Odi Gonzales, Freddy
Roncalla y Ch’aska Anka Ninawaman, siguiendo las líneas de José
María Arguedas, desplaza la utopía
andina (Flores Galindo) a un espacio post-utópico, donde ya no se
produce el retorno del inca, sino
que más bien pretende afianzar el
lugar del “yo” poético en un mundo globalizado.
The Utopian Impulse in Latin America contribuye de manera funda-
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
mental a la elaboración de alternativas sociales y artísticas en el continente. Queda demostrado que el
pensamiento utópico posee un impulso inusual en América Latina, y
es fuente de creatividad y reflexión
permanentes. Desde la portada
(“Arriba el Sur”), cuadro perteneciente al pintor argentino Nicolás
García Uriburu –en el que se establece un nexo que atraviesa espacio
y tiempo con la “América invertida”, del uruguayo Joaquín Torres
García, al igual que con “Continens
Paradisi”, de Antonio de León Pinelo– podríamos afirmar que toda
América está habitada por la utopía.
Giancarlo Stagnaro
Tulane University
Camilo Fernández Cozman. César Moro, ¿un antropófago de la
cultura? Lima: Revuelta Editores, 2012. 102 pp.
El 10 de enero de 1956, coincidiendo con el año de la caída del
dictador Manuel A. Odría, falleció
en Lima César Moro, el poeta peruano más próximo al Surrealismo
fundado por André Breton y Louis
Aragón. Aparte de los intelectuales
y amigos que lo estimaron, su deceso concitó una atención más bien
escasa por parte de la crítica literaria de entonces. Luego de una vida
intensa, fulgurante como varios de
sus mejores poemas de La tortuga
ecuestre, murió en medio del olvido y
la indiferencia de la mayoría, y así
permaneció por mucho tiempo.
Recién en los últimos años, la
crítica especializada ha comenzado
a dedicar estudios íntegros que han
permitido recuperar la valiosa obra
525
del autor de El castillo de Grisú y
anexarla con vigor a la tradición
poética peruana. César Moro, ¿un
antropófago de la cultura?, de Camilo
Fernández, constituye un estudio
original y notable sobre la obra
poética y el trabajo intelectual de
César Moro. El libro resulta polémico desde el título: Moro, el
afrancesado, el cosmopolita, es interpelado y asumido como un caníbal simbólico, un devorador sudamericano de la cultura europea
que, supuestamente, lo fascinó.
La hipótesis central del trabajo
de Fernández es igualmente novedosa y controvertida: propone que
la poesía de Moro, deliberadamente
distinta a la de los surrealistas europeos, fue escrita en un francés híbrido donde se presentan las marcas innegables de un hablante cuya
lengua materna es el español. Tal
característica no constituye ningún
demérito en su obra, sino que, por
el contrario, es una clara muestra de
creatividad, de aquello que los lingüistas han bautizado como “imaginación plurilingüe”.
Fernández Cozman desarrolla su
hipótesis a lo largo de cinco capítulos. En el primero, titulado “Hablar
desde los bordes y el pensamiento
crítico”, se realiza un diálogo indispensable con la crítica sobre Moro
y se desarrollan los conceptos que
constituyen el sustento de todo el
libro. En primer lugar, se define
una palabra clave, “glotocentrismo”, desarrollada por Juan Carlos
Godenzzi y entendida como la
creencia o el prejuicio por el cual
un sujeto piensa que su lengua es
superior a las otras. Fernández asocia el concepto de glotocentrismo
con ese otro término desafortuna-
526
RESEÑAS, Nº 76
do, “etnocentrismo”. Estos dos
conceptos le permiten cuestionar
con solvencia la mirada tradicional
que, sobre Moro, han tenido y tienen aún críticos de la talla de André
Coyné y Américo Ferrari. Ambos
(quienes escriben desde la academia
europea) sostienen que, si bien valiosa, la poesía de Moro en francés
posee una serie de falencias incuestionables que resienten su calidad.
Frente a esta postura tradicional y
hegemónica, Fernández destaca el
aporte de un grupo cada vez más
consistente de jóvenes intelectuales
(curiosamente, todos latinoamericanos), que constituyen la “otra crítica”. Mariela Dreyfus, Elena Altuna, Yolanda Westphalen y Marcos
Mondoñedo, entre otros, han logrado distanciarse del glotocentrismo europeizante y han incorporado, desde una óptica multidisciplinaria, el estudio del sujeto y su lugar de la enunciación, así como un
examen minucioso de los mecanismos figurativos y de estilo presentes en la obra de Moro.
El segundo capítulo, “César Moro, ¿un antropófago de la cultura?”,
es sin duda el más importante y
ambicioso del libro. El término
“antropófago de la cultura” no es
original: ha sido tomado por Fernández del famoso “Manifiesto antropófago”, publicado en 1928 por
Oswald de Andrade. Según el poeta
brasileño, el latinoamericano está
lejos de ser un “buen salvaje”, uno
que inclina la cabeza con sumisión
y asume pasivamente las enseñanzas de sus civilizadores occidentales; por el contrario, el latinoamericano es un caníbal, en el sentido
simbólico del término, un antropófago que devora el saber occidental,
lo deglute y lo procesa a su manera
para producir una rica cultura híbrida. Fernández Cozman sustenta
su hipótesis a partir del análisis de
textos en prosa como “Biografía
peruana (la muralla de seda)”, así
como de poemas en francés como
“Piedra madre”. Se extraña, sin
embargo, un desarrollo de esta idea
en función de otro marco teórico
de gran influencia en la interpretación de las culturas latinoamericanas, el de “transculturación”.
La polémica visión de César
Moro como un antropófago de la
cultura se complementa y profundiza en el tercer capítulo, titulado
“El francés periférico de César Moro en Estos poemas (1930-1936)”.
Asumiendo un punto de vista meramente normativo, críticos de la
talla de André Coyné han afirmado
que los poemas en francés de Moro
contienen una serie de errores garrafales, propios de quien no domina la lengua de Baudelaire; sin embargo, Fernández enfatiza que no
se trata de errores, sino que estamos frente a manifestaciones voluntarias de una conciencia lúdica
que, de forma creativa, procede a
castellanizar el francés.
El cuarto capítulo, “De cómo el
pensar antropófago puede crear
una cultura”, aborda la obra escrita
en español por César Moro, en especial los poemas de La tortuga
ecuestre. Sirviéndose de los aportes
de Claude Lévi-Strauss, mejor dicho, reformulándolos, Fernández
intenta anticiparse a posibles confusiones en el lector acerca del
“pensamiento salvaje” y el “pensar
antropófago”, este último presente
en la obra de Moro. El problema
con las ideas del antropólogo fran-
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
cés, según Fernández, es que han
sido pensadas desde un eurocentrismo que tiene un limitado alcance para entender obras insólitas
como las del poeta surrealista peruano.
El último capítulo, “César Moro
y José María Arguedas, hermanos
distantes pero cercanos” es el más
breve y, sin embargo, uno de los
más ambiciosos del libro. Fernández intenta hermanar las propuestas
del poeta surrealista con las del célebre narrador indigenista. Esta intención, por cierto, pretende ser
una respuesta a un antiguo prejuicio de nuestros críticos, quienes
suelen ubicar al autor de El castillo
de Grisú y al de Todas las sangres en
las antípodas de la literatura peruana, en cuanto a compromiso e
identidad con la cultura de ese país.
Según Fernández, Moro y Arguedas, distintos en sus estéticas, comparten el hecho de haber reflexionado agudamente sobre la historia
del Perú y de haber construido un
código híbrido. En el caso de Moro, estamos ante el prototipo del
intelectual cosmopolita nacido en
Lima, ante el artista peruano que
dialoga con la cultura europea hasta
conseguir hacerla suya.
Hay un último aspecto que resulta indispensable destacar, a propósito de César Moro, ¿un antropófago
de la cultura? Este libro parece decirnos que no se trata de escribir
desde el lugar de la enunciación de
la academia europea o norteamericana; tampoco, de recibir pasivamente los aportes teóricos de Occidente, para luego aplicarlos tal
cual al análisis de nuestras obras. El
intelectual latinoamericano –parece
ser la lección que el propio Fernán-
527
dez Cozman extrae de su estudio–,
está obligado a asumir sin remordimientos el pensar antropófago: su
deber es deglutir el conocimiento
venga de donde venga, digerirlo y
devolverlo en toda su hibridez,
convertido en nuevo conocimiento.
Creo que allí radica el valor
principal de este libro de un crítico
peruano que ha dedicado lo mejor
de su labor al análisis de poetas y
escritores de Latinoamérica. César
Moro, ¿un antropófago de la cultura? es
un magnífico ejemplo de que devorar y asimilar los aportes de la cultura occidental constituye una sana
práctica que nos permite reflexionar mejor sobre nuestra propia cultura, tomando como base el principio de hibridez, una de las características fundamentales (y fundadoras) de nuestra condición de latinoamericanos.
Selenco Vega Jácome
Universidad de Lima
Gamaliel Churata. La resurrección de los muertos. Alfabeto de
lo incognoscible. Edición y estudio introductorio de Riccardo
Badini. Lima: Asamblea Nacional de Rectores, 2010. 862 pp.
La resurrección de los muertos
es el segundo volumen de la enciclopedia del conocimiento humano
de dieciocho tomos que Gamaliel
Churata (Arequipa, 1897-Lima, 1969) planeaba publicar a lo largo de
su vida. El pez de oro (1957) fue el
primer tomo que circuló cuando
Churata residía en La Paz, Bolivia.
Su proyecto intelectual tenía el título de Alfabeto de lo incognoscible y estaba constituido con otros criterios
528
RESEÑAS, Nº 76
para promover nuevas síntesis de
cuerpos de conocimientos occidentales e indígenas. Churata quería
crear una enciclopedia alternativa a
la de Denis Diderot y Jean Le Rond
D’Alembert del humanismo francés
del siglo XVIII. En los dos tomos
de su enciclopedia incorporó cosmologías, epistemologías y ontologías aymaras y quechuas junto con
el pensamiento antirracionalista
europeo (la fenomenología, el psicoanálisis, el existencialismo). Asimismo, confiaba en que la poesía y
el teatro podían comunicar conocimientos, de manera similar al ensayo o al artículo científico.
Además del estudio introductorio y edición crítica de Riccardo
Badini, Resurrección de los muertos
contiene esclarecedores prólogos
de Ricardo González Vigil y Antonio Melis. Asimismo, un colofón de
José Luis Ayala, titulado “Churata
en la cultura universal” narra detalles sobre el retorno del autor de El
pez de oro a Puno en 1964. Las mil
treinta y una notas a pie de página
de la edición crítica de Badini ayudan a entender los juicios de Churata sobre los pensamientos europeo, aymara y quechua de su región. Badini demuestra que Churata
era un lector autodidacta voraz que
leía todo material a su alcance. Estaba bien informado del proceso y
tradición filosófica y científica europea desde los griegos hasta su
época. Para aclarar ciertas nociones
e información Churata utilizaba
fuentes secundarias no académicas
como el almanaque Bristol y el
Reader’s Digest. Asimismo estaba al
tanto sobre los acontecimientos de
su época. Su referencia histórica
más tardía es el asesinato del presi-
dente norteamericano John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963
(578). Por esta referencia se puede
decir que La resurrección de los muertos
no se terminó de escribir antes de
1964, año de retorno de Churata al
Perú luego de treinta y dos de exilio
en Bolivia. También las notas a pie
de página de Badini dan luz sobre
el uso de arcaísmos del español andino, extranjerismos, aymarismos,
neologismos y quechuismos en
Churata.
En La resurrección de los muertos se
comprueba que Gamaliel Churata
es un precursor de los pensamientos postcolonial y descolonial cuando lleva a cabo una crítica de los
efectos de la colonialidad del saber
y la colonialidad del ser del eurocentrismo en la región del sur andino. Según Churata, la colonialidad del poder (racismo) de la empresa colonizadora española en los
Andes, que empezó en el siglo XVI
y fue heredada por las élites criollas
durante el periodo republicano, ha
justificado procesos de modernización excluyentes. En este sentido,
las modernizaciones capitalistas han
dejado de lado a los aymaras y quechuas del sur andino de los beneficios que podrían traer para toda la
población de esta región. Para legitimar su exclusión y explotación los
grupos de poder han considerando
que los saberes aymaras y quechuas
son inferiores al conocimiento europeo y norteamericano porque
son producidos por una raza inferior que tiene incapacidad de razonar.
Gamaliel Churata, más allá de
sus alusiones al racismo de la conquista, la colonia y la república, hace una crítica epistemológica al eu-
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
rocentrismo (193-194) esbozado
líneas arriba. Desde un lugar de
enunciación (el altiplano) da respuestas a aquellos asuntos que no
puede resolver la epistemología europea (alfabeto de lo incognoscible). Su crítica epistemológica se
opone a los esfuerzos de llevar a
cabo el epistemicidio de las culturas
aymaras y quechuas del altiplano
peruano y boliviano en la primera
mitad del siglo XX. Se sabe que el
epistemicidio tuvo dos sentidos.
Primero, los colonialistas intentaron matar literalmente el saber andino con campañas aculturadoras
tales como la extirpación de idolatrías, evangelización, alfabetización
en castellano, etc. Segundo, consideraron el altiplano un lugar muerto desde un punto de vista epistemológico por no producir teoría
y/o conocimiento científico. Con el
título de resurrección de los muertos lo que está diciendo Churata es
que existe una cultura viva en el
altiplano. Los aymaras y quechuas
tienen capacidad de pensar. Churata es su portavoz y pone en marcha
su propuesta descolonizadora.
La crítica epistemológica de
Churata se puede llamar también
un pensamiento crítico fronterizo.
Por un lado incluye en su propuesta
descolonial saberes de aymaras y
quechuas y sus formas peculiares
de producción. Por otro lado recupera conocimientos y formas de
producción europeas que fueron
subordinadas o subalternizadas por
la epistemología dominante europea que vendría a ser el idealismo
racionalista. Para ser más precisos,
Churata considera que en su teoría
del conocimiento la producción del
saber no es individual, sino colecti-
529
va, y que la forma de producirla es
a través del diálogo verbal y no la
escritura alfabética. Por esa razón
La resurrección de los muertos tiene una
estructura teatral en la cual un personaje llamado el profesor analfabeto discute con Platón, y son interrumpidos por unas voces que pronuncian su apoyo al profesor analfabeto y también enuncian sus puntos de vista sobre los asuntos discutidos. También se encuentra el personaje Khori-Puma que hace comentarios filosóficos e introduce
sus opiniones. Por cierto, si bien
esta producción dialógica de cultura
(colectiva y verbal) ha sido practicada por los aymaras y quechuas,
occidente también la tenía con Sócrates y la mayéutica. Churata menciona al filósofo griego y su método
de hacer filosofar a sus discípulos
varias veces. Estaba tan impresionado por el método socrático que
le puso el título de Mayéutica a otro
de los tomos previstos en su enciclopedia.
Churata también se pronuncia
en contra de sujeto del conocimiento de la epistemología europea en
relación con su propia ontología y
cosmología. El sujeto de conocimiento europeo es un ser humano,
en la mayoría de los casos varón,
que se distingue de los animales y
naturaleza por su capacidad de pensar. Su adquisición de conocimientos se da a través de un proceso
racional que privilegia el sentido de
la vista, ya sea en la visión de hechos o en la lectura de documentos.
Asociada a esta capacidad humana
en la cosmología europea la concepción del tiempo es lineal. En la
dimensión temporal los seres humanos nacen, crecen y mueren. Del
530
RESEÑAS, Nº 76
mismo modo, la naturaleza y los
animales no razonan, no se comunican y no tienen sentimientos. Sobre estos puntos, Churata sostiene
desde una cosmología aymara y
quechua que la muerte no significa
cancelación, sino que los que mueren se encuentran en otro espacio.
En ciertas ocasiones y lugares se
puede entrar en contacto con ellos.
De allí que el título de su libro alude a los muertos que vuelven o coexisten con el mundo de los vivos.
Vivos y muertos no sólo piensan,
sino también sienten y conocen,
con otros sentidos, como los animales. De esta manera, Churata
reflexiona sobre el hombre que no
sólo es un animal en cuanto tiene
las mismas necesidades básicas,
sino también deviene animal cuando pone en juego sus otros sentidos. De allí que habla de conocimientos táctiles, olfativos, aurales,
que están asociados con sentimientos y emociones. Para argumentar
sobre estos puntos Churata otra
vez recurre a la mitología aymara y
quechua, inventa personajes míticos y recupera el pensamiento vitalista europeo que rescata la experiencia acumulada a través de los
sentidos no visuales.
Por último, la publicación de
Riccardo Badini de la edición crítica
de Resurrección de los muertos hace ver
la contemporaneidad del pensamiento de Churata con los precursores del pensamiento descolonial
más conocidos, como Franz Fanon
y Aimé Césaire. Definitivamente,
los tres pensadores leían las mismas
fuentes europeas en su lengua original o en traducciones. Mientras
que los lugares de enunciación de
los dos primeros se ubicaban en el
Caribe y sus reflexiones estaban
teñidas por los legados de la esclavitud de africanos, Churata lo hacía
desde el altiplano andino incorporando las historias, ontologías, epistemologías y cosmologías aymaras y
quechuas.
Juan Zevallos Aguilar
The Ohio State University
Carlos García-Bedoya M. Indagaciones heterogéneas. Estudios
sobre literatura y cultura. Lima:
Grupo Pakarina/ CELACP/
Facultad de Letras y Ciencias
Humanas de la UNMSM, 2012.
292 pp.
Carlos García-Bedoya Maguiña
ejerce su labor de investigador y
profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima,
donde se formó como uno de los
más destacados discípulos de Antonio Cornejo Polar. Es autor de
dos libros imprescindibles para el
estudio de la literatura peruana: Para una periodización de la literatura peruana (1999) y La literatura peruana en
el periodo de la estabilización colonial
(2000). A esta importante producción se suma ahora una compilación de los textos publicados durante los últimos veinte años con el
título de Indagaciones heterogéneas. Estudios sobre literatura y cultura, dividido en un breve prólogo y cuatro
secciones que incluyen veinte ensayos sobre temas fundamentalmente
relacionados con problemáticas
dentro de la denominada tradición
del pensamiento latinoamericano
autocentrado (en términos de Françoise Pérus). Forman parte de esta
tradición los planteamientos de en-
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
sayistas, estudiosos de la literatura,
filósofos, teólogos, educadores, historiadores, antropólogos y sociólogos cuyos aportes y trascendencia
son imposibles de nombrar y enumerar aquí. García-Bedoya dialoga
permanentemente con su tradición;
también lo hace con los planteamientos de los maestros sanmarquinos Tomás Escajadillo, Francisco Carrillo y Raúl Bueno y con los
planteamientos de sus maestros de
la universidad de Pittsburgh como
John Beverley y Gerald Martin. No
descuida, por supuesto, el diálogo
con sus alumnos y sus colegas latinoamericanos.
Por la propuesta de construir
un dialogismo intercutural, el libro
revela claramente su lugar de enunciación que –como dice su autor–
no es solamente geográfico, sino y
sobre todo geocultural y epistémico. La discutible distinción entre el
lugar del enunciado y el lugar de la
enunciación no se le puede aplicar
porque son uno y lo mismo en su
discurso. No obstante, este libro no
cierra su horizonte en la literatura
peruana y latinoamericana, sino que
se abre a otras “Otras indagaciones” (título de la cuarta sección) de
tradiciones literarias como la española, que García-Bedoya conoce
muy bien, y a lecturas de diferentes
zonas del mundo como se puede
desprender de un amplio dominio
de la teoría y los estudios literarios
expuestos con un orden y una claridad sencillamente paradigmáticos,
como dice Raúl Bueno en la tapa
del libro, es decir, con un lenguaje
preciso, claro y directo que se diferencia del barroquismo de libros
que haciendo alarde de todo y
usando un lenguaje críptico no ha-
531
cen nada más que repetir las ideas
de otros.
En los estudios de los procesos
de la literatura peruana y latinoamericana se evidencia su “preferente
inclinación hacia los enfoques panorámicos” (12). De hecho, en la
tercera sección denominada Indagaciones peruanas se traza un recorrido que explica muy bien el proceso de la literatura peruana sin
descuidar sus reflexiones sobre el
canon literario peruano que ha pasado, siguiendo lo planteado por
Walter Mignolo, del canon, entendido como las obras maestras o las
bellas letras al corpus, entendido
como un vasto campo de discursos
heterogéneos. La especialización de
García-Bedoya se nota claramente
en sus lúcidos ensayos sobre el discurso criollo y el discurso andino
en la literatura peruana colonial cuyas características explica al detalle;
sobre las élites andinas y el renacimiento inca donde analiza y compara El primer Nueva Corónica y Buen
Gobierno del indio aristócrata, errante y reclamador Felipe Guaman
Poma de Ayala y la Representación
verdadera y exclamación rendida y lamentable que toda la nación indiana hace a la
majestad del señor rey de las Españas y
emperador de las indias, el señor don
Fernando VI, pidiendo los atienda y
remedie, sacándolos del afrentoso vituperio
y oprobio en que están más de doscientos
años de fray Calixto Túpac Inca que
“era étnicamente mestizo, pero culturalmente un andino” (184); sobre
la conquista del Perú en dos obras
dramáticas coloniales insertadas
plenamente en el ámbito de la ciudad letrada aunque estén escritas en
quechua “por clérigos filo-indigenistas, a pedido de la aristocracia
532
RESEÑAS, Nº 76
indígena y para el consumo de ese
sector social” (210): la anónima
Tragedia del fin de Atahualpa y La conquista del Perú del fraile mercedario
Francisco del Castillo, en las que se
reconstruye y se reinterpreta la conquista del Perú.
Su interés por la literatura peruana del siglo XIX está determinado por el magisterio de Francisco
Carrillo y se manifiesta en un análisis iluminador sobre La ciudad de los
Reyes de Pedro Dávalos y Lissón.
Continúa con un ensayo sobre la
denominada novela regionalista o
novela de la tierra que entre los habitantes del área andina se manifestó como indigenismo. García-Bedoya, en su ensayo sobre Ciro Alegría, de quien Mario Vargas Llosa
ha dicho que es “nuestro primer
novelista clásico”, afirma que El
mundo es ancho y ajeno es “la novela
peruana más importante de todos
los tiempos” (233). Además, compara el clásico universal de Alegría
con una obra coetánea, similar y
representativa de la “novela del
nordeste” brasileño como es Vidas
secas (1938) de Graciliano Ramos y,
en un ámbito mayor, con la novela
del turco Yashar Kemal titulada El
halcón (1955). En este ensayo se nota claramente el magisterio de tal
vez los más destacados estudiosos
del indigenismo como lo son Tomás Escajadillo y Antonio Cornejo
Polar. Cuando expone sus ideas
sobre la trayectoria del vanguardismo peruano hace gala de su conocimiento de la complejidad del
proceso de la vanguardia en el Perú
que muchas veces es simplificado y
reducido al extremo. Para ello dialoga con el planteamiento de Octavio Paz que sostiene que nuestro
vanguardismo es al mismo tiempo
continuidad y ruptura. La propuesta de García-Bedoya explicada también al detalle contempla a) un vanguardia histórica, b) una posvanguardia y c) una neovanguardia. Finalmente nos presenta una nota
sobre la teoría de las generaciones y
su aplicación a la literatura peruana
del siglo XX.
A los teóricos (no a los estudiosos de la literatura) les suele ocurrir
que les faltan lecturas de creación
literaria, tal vez por eso prefieren
realizar lecturas de otras disciplinas
afines en las que encuentran placer.
Este no es el caso de García-Bedoya que en la segunda sección titulada “Indagaciones latinoamericanas” exhibe un vasto conocimiento de la tradición literaria de
América Latina, especialmente de la
narrativa a la que le dedica estudios
que tienen que ver con su transcurso. Siguiendo esta vez las ideas de
Gerald Martin, dice: “Sostenemos
que la Nueva Narrativa (o Nueva
Novela) y el llamado Boom no son
más que expresiones, en el campo
de la narrativa hispanoamericana,
de una secuencia literaria cuyo impacto ha sido central en toda la literatura de Occidente en el siglo XX,
es decir el Vanguardismo, lo que en
inglés se suele denominar Modernism” (82). En esta segunda sección
se evidencia un enorme interés por
colocar en su exacta dimensión los
aportes de los novelistas anteriores
al “Boom” (Miguel Ángel Asturias
y Alejo Carpentier, por ejemplo)
como antes lo había hecho con Ciro Alegría para el caso peruano.
En esta sección aparece un ensayo categórico sobre los derroteros por los que transitan los estu-
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
dios literarios latinoamericanos desde 1972 hasta 1992, donde destaca,
entre otros, los aportes de la crítica
fenomenológica de Félix Martínez
Bonati y Alberto Escobar; la historia literaria y la relación entre literatura y sociedad desarrolladas por
Antonio Cándido; la estilística, el
estructuralismo, la crítica genética y
la teoría de los actos de habla desarrollados por Ana María Barrenechea; la combinación de historia,
biografía y crítica literaria que realiza Octavio Paz; la sensibilidad estética y vasta información de Emir
Rodríguez Monegal; la deconstrucción moderada combinada con instrumentos más tradicionales provenientes de la filología y la historia
en las ideas de Roberto González
Echevarría; la crítica de inspiración
marxista de Roberto Schwarz; los
planteamientos no suficientemente
divulgados de Antonio Cornejo Polar y Ángel Rama; el desplazamiento hacia los estudios culturales de
Beatriz Sarlo; el reclamo urgente de
hacer una teoría literaria latinoamericana de Roberto Fernández Retamar; y los aportes a la teoría de
recientes latinoamericanistas como
Walter Mignolo y Luiz Costa Lima.
Una constante recorre las “Indagaciones teóricas” (título de la
primera sección del libro). Me refiero a su preocupación por el diálogo
asimétrico norte-sur y por el reto
de potenciar el diálogo sur-sur. Así
reflexiona sobre el impacto de los
Estudios Culturales en América
Latina, que si no cuestionan las relaciones de poder, entonces no sirven de mucho. En efecto, el investigador sanmarquino rescata el
planteamiento original de Raymond
Williams que sostiene que los cam-
533
bios sociales trascendentes no pueden ser sólo políticos y económicos, sino también y sobre todo
cambios culturales, es decir, cambios de mentalidades, de valores, de
ideas y de sensibilidades. Por ello,
García-Bedoya cuestiona ciertas
versiones del culturalismo posmoderno que sólo están interesadas en
los discursos, los lenguajes, los sistemas simbólicos y descuidan la
relación con prácticas o instituciones sociales (19). Es contundente el
argumento según el cual el reduccionismo en que han caído los Estudios Culturales se debe a que han
perdido el horizonte de la totalidad.
En efecto, “La totalidad sigue siendo un horizonte epistemológico
necesario para la reflexión social”
(20), especialmente en sociedades
conflictivas, contradictorias, problemáticas o heterogéneas como las
nuestras. Por eso, le parece imprescindible retomar esta categoría desde tres esferas o perspectivas distintas entre las que existen múltiples
interrelaciones: la esfera del poder
o esfera pública, la esfera de la producción o esfera económica y la
esfera cultural.
Los Estudios Culturales están
redefiniendo los campos disciplinarios y los que se inscriben dentro de
esta disciplina transdisciplinaria,
antidisciplinaria o interdisciplinaria
deben integrase a proyectos y equipos interdisciplinarios, propiciando
diálogos multidisciplinarios para
asumir una perspectiva transdisciplinaria. Esto pone el dedo en la
llaga puesto que no son serios
aquellos Estudios Culturales realizados por personas o equipos monodisciplinarios, narcisistas o ególatras que creen estar en la capacidad
534
RESEÑAS, Nº 76
de conocerlo todo o se creen con la
licencia de usar aparatos teóricos de
otras disciplinas sin rigor (25). A los
que provenimos del campo de los
estudios literarios nos hacen falta
ejercicios de “abajamiento”, una
dosis de humildad intelectual que
nos permita reconocer nuestras limitaciones disciplinarias y, paradójicamente, el reconocimiento del
saber del otro.
En todos los ensayos que conforman este libro hay un interés
manifiesto por rescatar “Categorías
latinoamericanas para una mundialización intercultural”, categorías
teóricas diseñadas desde América
Latina para dar cuenta de nuestra
compleja problemática. Así, GarcíaBedoya discute y cuestiona la división internacional del trabajo intelectual vigente, de raíz eurocéntrica,
que margina los aportes de los intelectuales de América Latina. En
efecto, en América Latina es pertinente referirse a la coexistencia
conflictiva, a las superposiciones, a
los cruces, a las hibridaciones, a las
superposiciones, a las mezclas y a
los mestizajes de una realidad a todas luces heterogénea. Pero, no por
exaltar la fragmentariedad y la diseminación debemos abandonar la
perspectiva de la totalidad como
horizonte epistemológico que nos
permita comprender las múltiples
interrelaciones que configuran la
vida social. No tomar en cuenta el
horizonte de la totalidad contradictoria implica consentir la moda intelectual posmoderna. Aparte de
evidenciar los aportes fundamentales de Ángel Rama (transculturación y ciudad letrada), Antonio
Cándido (sistemas literarios) o Néstor García Canclini (culturas híbri-
das), García-Bedoya resalta muy
especialmente el pensamiento seminal de Antonio Cornejo Polar
(heterogeneidad, totalidad contradictoria, sujeto migrante) que ha
dejado huellas en los escritos de
intelectuales como Aníbal Quijano,
David Sobrevilla, José Antonio
Mazzotti o el propio Carlos GarcíaBedoya.
Pero no crean que el profesor
sanmarquino concuerda con todos
los planteamientos de los intelectuales con los que dialoga; muchas
veces corrige y cuestiona con argumentos irrefutables los planteamientos de sus interlocutores. Ese
es el caso de Walter Mignolo, quien
en su artículo “Herencias coloniales
y teorías poscoloniales” plantea tres
tipos de experiencias coloniales: a)
colonias de asentamiento (Estados
Unidos), b) colonias de asentamiento profundo antes de 1945 (Perú) y
c) colonias de asentamiento profundo después de 1945 (India).
Mignolo sostiene que de las distintas experiencias coloniales han surgido distintas prácticas teóricas.
Así, a las colonias del primer tipo le
corresponde una teorización o razón posmoderna propia de los países centrales y a las colonias del
segundo y tercer tipo una teorización o razón poscolonial propia de
los países periféricos o del tercer
mundo. García-Bedoya cuestiona
estas “denominaciones poco afortunadas” de un latinoamericano
que trabaja en la academia norteamericana paradójicamente por no
haber tomado en cuenta la ineludible propuesta de Darcy Ribeyro,
por no aclarar a qué tipo de asentamiento y de profundidad se refiere y por homogenizar el pensa-
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
miento diverso del tercer mundo.
Pues es evidente que no es lo mismo la experiencia colonial de la India y la experiencia colonial del Perú. Mignolo posteriormente corrigió su postura diferenciando los
diferentes tipos de colonialismo del
tercer mundo y llamando “posoccidentalismo” a las prácticas teóricas
del colonialismo de asentamiento
profundo antes de 1945 y “razón
poscolonial” a las prácticas teóricas
del colonialismo de asentamiento
profundo después de 1945. El estudioso sanmarquino sostiene que
esta homogeneización tal vez explique “los intentos mecánicos de
aplicar a la experiencia colonial latinoamericana las teorizaciones elaboradas por exponentes de los estudios subalternos de la India, configurando una especie de estudios
subalternos latinoamericanos epigonales respecto a los teóricos de la
India y poco atentos a la especificidad de nuestra herencia colonial”
(54). Pero no se queda en el nivel
de la crítica no propositiva y, asumiendo la tripartición planteada
por Mignolo, propone denominar
respectivamente a los tres tipos de
colonias: a) colonias de transplantación caracterizadas por una homogeneización cultural y étnica de raíz
europea y por el casi exterminio de
los pueblos y culturas nativas, b)
colonias de implantación donde la
penetración cultural y étnica europea es muy importante, pero no al
punto de homogeneizar “el tejido
cultural y social” de modo que todavía sobreviven las culturas y las
etnias nativas que experimentan los
procesos de transculturación y c)
colonias de superposición caracterizadas por el sometimiento al do-
535
mino imperial europeo, pero que
no experimentaron una penetración
intensiva de la cultura europea.
García-Bedoya ha sumido ya
desde hace mucho tiempo una posición contraria a lo que acertadamente llama monologismo teórico
monopólico, concierto académico
globalizado u occidentocentrismo
exclusivista y excluyente que nos
convierte en productores de materia prima que luego es transformada en productos teóricos de validez
general en el hemisferio norte (el
famoso efecto Nescafé). Por eso, y
apoyado en los planteamientos de
Mijail Bajtín y de Edward Said sobre el humanismo, nos propone
una epistemología dialógica intercultural.
Por todas las razones expuestas
que no hacen más que esbozar tímidamente la riqueza y complejidad
de las propuestas de García-Bedoya, este libro resulta imprescindible
para cualquiera que esté interesado
en escuchar la propuesta de un investigador inscrito dentro de la denominada tradición del pensamiento latinoamericano autocentrado
(que delata un lugar de enunciación) y que quiera contribuir a consolidar una epistemología dialógica
intercultural.
Dorian Espezúa Salmón
Universidad Nacional Mayor
de San Marcos

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