A mis pequeños colaboradores: Pablo, Laura y Miguel

Transcripción

A mis pequeños colaboradores: Pablo, Laura y Miguel
Clínica y Análisis Grupal - 1987 - Nº 45
Vol. 9 (3) Págs. 349-370
 Grupo Quipú de Psicoterapia
ISSN 0210-0657
De la madre irracional a la constitución del padre. Esos
lugares donde matar es posible 1
Isabel Sanfeliu 2
A mis pequeños colaboradores: Pablo, Laura y Miguel
Terapeuta depositario, barro modelado por el paciente. El barro cobra
vida, crece y estalla, impone su presencia, está ahí, con su vida que le es
propia. Avalancha de nuevas sensaciones, nuevos recuerdos, nuevas
depositaciones. Pero una y otra vez el barro, descarado, hace más y más
patente que algo late independientemente en él. Son nueve meses de especial
intensidad en el tratamiento. Durante este tiempo, el juego transferenciacontratransferencia cobra un ritmo vertiginoso, impregnado continuamente
el relato del paciente.
Durante mi último embarazo, tenía en tratamiento a trece pacientes. Para
ellos supuso la inclusión de un potente catalizador que provocó las
manifestaciones que recojo en este trabajo. El hecho de tratarse de mi tercer
hijo, me ayudó a distanciarme de mis sensaciones internas, a instrumentarlas,
para mejor “escuchar” al paciente. Dejó más libre mi atención flotante.
Un embarazo posee la inexorable irracionalidad que se resume en la
intrusión de un objeto no previamente pactado en el contrato y que, sin
embargo, es una futura historia y, a la vez, el representante más arcaico que
imaginarse pueda en una sesión analítica. Un nuevo tercero, real e
imaginario, impuso su presencia entre nosotros, y con él despertaron viejos y
olvidados fantasmas cobrando renovada vigencia las grandes pasiones, los
grandes mitos d la humanidad.
La figura del terapeuta nos remite en alguna medida al animal totémico:
sagrado, tabú, espíritu protector, envidiado y deseado, todopoderoso,
omnipotente e inaccesible desde el momento en que se aceptan sus leyes,
con sucesivas significaciones a lo largo del tratamiento, como Dios y como
1
Trabajo presentado en el IV Simposio Internacional ISBN SINA COLLOMB
(Túnez, Abril 87)
2
Sanfeliu, I.: Príncipe de Vergara, 35 28001 - Madrid
Isabel Sanfeliu
víctima. Surgirán tabús para proteger y preservar la relación terapéutica.
Reemplazado el parentesco de sangre por el totémico, se impone el tabú del
incesto (impulso natural que “necesita” ser prohibido por la ley). Este surge
como transacción entre tendencias en conflicto, “frente al acto prohibido a
cuya realización impulsa una enérgica tendencia localizada en el
inconsciente” 3. El terapeuta es más sagrado que nunca si recordamos con
Freud que “lo sacro es el resultado de reprimir la posible libertad para con el
otro y de anular las conductas perversas”, como diría a su amigo Fliess.
Cuanto mayor sea la ambivalencia, mayor fuerza tendrá el tabú. Nunca
habrá tabús en la divalencia, en este caso, lo omiso provoca el pánico y lo
amable la apoteosis del placer, en dos historias que nunca se articulan entre
sí, por eso el delirio, por eso la angustia psicótica.
Dos posibilidades se abren ante el manto sagrado que encubre la lucha
irracional de las pulsiones cuando el paciente se enfrenta al feto intruso que
es, a la vez, excrecencia simbiótica del terapeuta: ser observado por un niño,
ser desplazado por un niño, un niño como expresión del desdoblamiento
entre lo arcaico y lo actual del paciente. Estas posibles fantasías darán origen
a dos tipos de tendencias en los pacientes: una más arcaica, más angustiante,
más regresiva, en la que el feto, como “alter ego”sufre los avatares que aquel
desea y teme para sí; es la construcción preedípica propia del psicótico o de
aquel paciente que en un estado avanzado del análisis, o merced a la fuerza
que aporta la escena de la preñez, ha regresado a esas condiciones fundantes
de su personalidad.
El otro gran supuesto, es la negación de aquellos aspectos desvalidos de
él mismo que le permitirían el reencuentro con lo preedípico; en este caso, la
identificación se realiza a expensas de sujetos intermediarios: fantasías de
“embarazar a la terapeuta”, de “estar embarazada-embarazado como ella”.
Es la versión edípica elaborada con las ansiedades que antes vimos en estado
más puro. En este último caso, un otro intangible fue el autor del embarazo,
y la fantasía bascula entre la identificación y el sometimiento a él, ser padre
o recibir la simiente del padre.
No presento historias clínicas, sino los fragmentos de psicoterapia o
psicoanálisis (una u otro en función de la indicación) más directamente
relacionados con el tema que pretendemos analizar. Esto, restando
perspectiva a cada caso, permite preservar en mayor medida el anonimato.
Veamos la casuística:
Adolescentes
Señalo algunos aspectos globales:
3
S. Freud: “Tótem y tabú”
De la madre irracional a la construcción del padre
-
-
-
-
El embarazo puede ser utilizado como objeto intermediario para
llegar al oculto mundo de la terapeuta. Voyerismo: mi sexualidad
práctica frente a sus frustraciones (todos son vírgenes).
- Fantasías de paternidad desde el empuje de sus pulsiones y
crecimiento de defensas.
Su cuerpo también se está transformando y cuesta percibir los
cambios del otro.
Renacen los celos con los hermanos. Cuando me vivía, en alguna
medida, en exclusiva, surge, ¡también ahí!, el rival. En la diada se
incluye el tercero y se agudiza el problema edípico, ya de por sí
acentuado en la adolescencia.
En lo manifiesto surge la complicidad; es como si yo les hubiera
abierto una página de mi intimidad y me lo agradecieran con nuevas
confidencias.
Identificación conmigo, identificación con la pareja, o me hacen
objeto de identificación con la propia madre.
Caso 1
S.S. Varón de catorce años. Una hermana de doce. Lleva siete meses en
psicoterapia cuando se produce mi embarazo. Acude a consulta por los
problemas que causa su hermetismo y agresividad incontrolada en casa.
Cumpliéndose el tercer mes de la gestación se agudiza su crisis,
exteriorizando más su angustia, lo que va unido a una mayor colaboración e
interés por las sesiones. Poco a poco va remontando, y más relajado al cabo
de dos meses y medio, me plantea: “... ahora tengo otro rollo con la ropa, no
le doy tanto valor... por cierto, ¿de cuánto estás? ... me pareció que llevabas
trajes anchos, no lo imaginaba, te creía más joven, con 23 ó 24 años, la
carrera acabada hace 2 ó 3, no madre de familia... “subyace la fantasía sexual
conmigo negando mi papel de madre. Perseguir a la madre evitando el tabú;
yo joven, puedo ser su pareja, si me desea a mí “vieja”, desea a la madre.
Intenta evitar lo sagrado. Se despierta una ambivalencia; se siente más
contenido por mí como madre al vivirme más fuerte, pero pierde a la
compañera que sentía más accesible.
Surgen más temas cotidianos que antes le costaba traer. En casa mejoran
las cosas. ¿Traslada a sesión los conflictos afectivos?
“... ¿de cuántos meses? Mi perra tiene seis...” En un nuevo intento de
acercamiento menos comprometido, se identifica conmigo, él tiene su bebé.
Sigue a mejoría después del parto, sin embargo este paciente genera
después defensas obsesivas. Existe reactivamente idéntico mal amanejo de la
agresión. Acto obsesivo como reproducción de lo prohibido.
Caso 2
Isabel Sanfeliu
I.B. Varón de 15 años. Segundo de tres hermanas y un hermano. Cuatro
meses en psicoterapia. Motivo de consulta: problemas psicosomáticos, asma,
alergias, dispepsias...
Al cuarto mes de embarazo, cuando salimos de sesión, con el deseo de
que el tema no sea tratado en profundidad, pregunta señalando ¿el traje o mi
tripa?” ...¿y esto?...” Confirmado el embarazo, me da unos golpecitos en la
espalda diciendo “Que vaya todo bien...”
La rivalidad y los celos que le despierta, los maneja con humor y
desenfado “...¿qué tal el cacharro ese? ¡Huy! El cacharro...” (Alusión al
pene. Identificación con el varón preñador). Otro día “¿Qué tal el «asunto»?
... a mi madre la ví con «asunto» tres veces, yo tenía dos años y medio, seis y
nueve. Yo quería un hermano, tanta mujer...”
La agresión se transparenta a través de reparaciones: “Que no te pase
nada, claro, que no tiene por qué pasar...” Siente peligrar su puesto conmigo:
“Siempre se siente predilección por el último... ¡aunque nos quieren igual!”
Huellas preedípicas que han sufrido traducción.
En verano está especialmente mimoso con el padre. Ligera regresión en
la que opta por una figura más segura ¡no hay riesgo de que surjan
“asuntos”! Conmigo parece optar por hacerse mayor, mi “colega”. “...¿tienes
régimen? Creí que se tomaba comida especial” –semen-. “Es el mismo mes
que nació mi hermano. Se llevará 8 años y 3 semanas con él...” lo que le
remite al momento de la concepción, después de obviar que él, a su ves, se
lleva 8 años con el hermano (desplazamiento). Escena primaria: “Así que
hecho en febrero... A veces hay sentimientos que no se controlan...” ¿Los
suyos hacía mí, o los míos por haberme permitido quedar embarazada? Ya
no soy pura y él puede permitirse transgresiones. “...Asco depende de qué y
cómo (alusión a los aspectos pregenitales). Casado no da asco “Asco
equivalente a pecado, deseo de ser “asqueroso” –en el sentido etimológico
de la palabra-, si la ley lo permite. Tentación de la masturbación prohibida
por el fantasma edípico culpabilizante que comporta.
“Me sientan fatal las manzanas desde hace 6 ó 7 años”. Pecado original le
he mostrado que no soy pura. “Del discurso de mi padre 4 hace 8 años y eso
tiene siete meses y medio...” Angustia de castración simbólica, revive la
prohibición de incesto. “A los 9 empecé a llevar gafas, ataque de alergia a la
mañana siguiente...” Posibilidad de ver mejor y miedo a lo que ve.
Hace juegos de palabras entre “parto”, “partir” y “parida-tontería”.
Banaliza con el humor la ansiedad de mi partida y la degrada a la condición
4
Se defendió de un chaval mayor que en los lavabos quiso abusar sexualmente
de él, y le rompió la nariz. El padre, sin saber la causa de esta respuesta agresiva,
hizo un gran alegato a la no violencia. Así se desencadenó una larga historia de
represiones y somatizaciones.
De la madre irracional a la construcción del padre
de “parida” y no de tragedia. Como dice R.A. Heinlein 5, “Los seres
humanos se ríen porque algo lastima... porque es el único medio para
interrumpir el dolor que sufren”, gran victoria narcisista, los traumas
externos no afectan al Yo. “Es el triunfo del principio del placer” (S. Freud:
“Humor”. T.3, Biblioteca Nueva). Después del parto, podrá exteriorizar –con
humor-, sus fantasías sobre mi sexualidad en ejercicio.
Caso 3
J. R. Varón de 16 años. Una hermana de 20. Dieciséis meses en
tratamiento que inició a raíz de un primer brote de esquizofrenia paranoide.
Madre sobreprotectora, abuela materna muy dominante y padre pasivo con el
que desearía identificarse, pero hacia el que siente una mezcla de desprecio y
agresión, única manera de hacerlo presente, ya que es su ausencia una de las
causas del dominio matriarcal.
Consigue aprobar todo el curso en junio; la flexibilidad y lo espontáneo
va ocupando el lugar de la rigidez a la que sus crisis le habían llevado.
Desde su diagnóstico, me propongo aprovechar la ocasión que nos brinda
mi preñez para trabajar aspectos como el terror a su propio sadismo, reforzar
su mundo simbólico,... enfocando la oralidad como relación estructurante
privilegiada que le permitirá la introyección de nuevas situaciones. Se acerca
el verano. A pesar de ser patente mi estado, no ha comentado nada al
respecto. No considero conveniente su marcha de vacaciones con un
“equipaje” tan cargado de negación, de manera que, tras la euforia por el
triunfo en los exámenes, le comento un día:
“Me sorprende que no hayas notado nada en mí...”
- (Hace un gesto con la mano, dibujando sobre sí mismo la curva del
embarazo) “¡enhorabuena! lo había notado ya, pero me parecía
indiscreto meterme en tu vida...” No “meterla”, sino “meterse”, se
traslucen fantasías de retorno al seno materno.
Comienza a buscar nombres para el pequeño, su propio nombre, aprender
a ser quien es a través del futuro bebé; es la identificación masiva. Yo le he
dado cuenta de un “misterio”, y él, confiado, acepta compartirlo conmigo
aunque desde la condición infantil. Hace una condensación sí mismo-madre
y todos los nombres que me sugiere son femeninos (el mío, el de su
hermana...) evitando la competencia más directa y proyectando su idea de
que se comprende más al hijo del propio sexo “si yo tuviera un hijo, querría
un niño...”, varón que no le invada su espacio...
“Uno de mi clase va a tener un hijo...”, comenta en un alarde de
omnipotencia. Su miedo el abandono lo reviste de una forzada madurez:
5
“Forastero en tierra extraña”. T.I., Biblioteca de Ciencia Ficción, Ed. Orbis.
Isabel Sanfeliu
“¿Qué tal? ¿te molesta? ...¿para cuándo es? ...me apetece desenvolverme
sin necesidad de nadie. Necesito depender de mí mismo”. Miedo a ser
tragado por mí, a quien teme y desea, recordemos sus experiencias negativas
con la madre-abuela.
Ahora pasa a cuidarme él a mí: “tendrás que hacer ejercicios. Te voy a
regalar un cuadro para el bebé”. Se identifica conmigo, es la manera de tener
un hijo paralelamente. Darme un cuadro es, sincréticamente, tener un hijo y
tenerlo conmigo.
Al hablar de la angustia que le levanta esta nueva etapa, utiliza la
denegación: “...no quiero angustiarte a tí...”
Caso 4
A.A. Mujer de 16 años. Dos hermanos varones de 10 y 12, de los que ella
se ocupa desde que murió el padre hace dos años. La madre fue ingresada
por alcoholismo y adición a barbitúricos poco después de su último parto,
desde entonces sólo puede encargarse de ellos durante cortos períodos de
tiempo. Veamos distintos aspectos que confluyen:
Siempre estuvo rodeada de inestabilidad: cambios de colegios cada
dos años, distintas casas, distintos tíos que ocasionalmente se hacen
cargo de los tres hermanos...
- Seis meses antes de mi embarazo, un hermano del padre la trae a
consulta alegando problemas de estudios.
- Al finalizar el curso, se impone por primera vez la separación de
los tres hermanos.
Por último, nuestro espacio terapéutico, que vivía como algo propio
y estable, también se modifica. En el quinto mes de embarazo no ha
planteado nada sobre él y opto por abordarlo yo al valorarlo como
una nueva intrusión y distorsión de su espacio imaginario, que esta
vez necesitaría ser analizado.
“¡Qué alegría! Si es verdad, se te nota...” Es quizás la primera vez que se
siente informada de acontecimientos que la añaden directamente.
“Siempre he pensado que yo nunca seré madre, me da mucho miedo, no
aguanto el dolor, ni que me quiten una muela...” Reacciona identificándose
conmigo.
“Me hubiese gustado tener más hermanos, una gran familia, un hermano
mayor y otra de quince”. Sigue reservándose el lugar de la hermana mayor,
adjudicándose las responsabilidades que desearía ceder otorgándome el
papel de (su) madre. “Una madre psicóloga da más confianza, sobre todo a
una chica...”
“Cuando veo algún embarazo, pienso si será el primero, el segundo..” En
su familia, los lugares están muy definidos: la mayor se hace cargo de la
responsabilidad, el segundo de la faceta intelectual y el pequeño de la lúdica.
De la madre irracional a la construcción del padre
Hacia su madre siempre tuvo una actitud muy protectora, y contra el
pronóstico de los médicos que la atienden, siempre espera “poderla sacar de
allí y que se ponga mejor...” Bordea peligrosamente el papel de madre sin
haber aprendido el de hija. “De los embarazos de mi madre no me acuerdo
de nada, con J. tuvo que ingresar un mes antes del parto y yo me fui con mi
tía” (denegación).
En octubre, fecha de mi parto, se efectúa el cambio de hogar, ahora ella
es la pequeña, su prima es mayor y tiene novio. Va adaptándose a esta nueva
familia en que “me tratan con afecto, es la primera vez que no me tienen
lástima...”
Esta reubicación marca el final de la psicoterapia.
Abordemos ahora otro extremo de la vida...
Las “abuelas”
Observo, en general, poca movilización.
Caso 5
S.P. Mujer de 62 años. Cuatro en análisis. Histeria. Tres hijos con los que
se siente frustrada, dos nietos que le despiertan grandes ambivalencias.
Antes de “nombrar” mi embarazo, comenta “la cantidad de veces que he
soñado con un bebé al que no atendía..” Probable expresión de temor a que
deje de atenderla a ella por atender a mi bebé. “Mi hija no se casará, ni vivirá
conmigo por vivir con su amiga, no tienen ganas de novio, no estoy contenta
de que no tenga hijos...”, de que no le de el nieto que yo podría darle...
En el sexto mes de embarazo, pregunta:
“¿Estás esperando?... ¡enhorabuena!...” Es fundamentalmente su
identificación conmigo y los problemas de su maternidad lo que provoca el
conflicto ante la visión del nuevo hijo.
En esta época, tiene sueños con su primer novio y dice arrepentirse de
haberse casado con su marido. Es una evocación de fantasías eróticas.
Al terminar las sesiones, más sonriente, siempre preguntará por el
embarazo; durante las mismas le resultaría más doloroso por lo que de
irreversible tienen los aspectos que podría evocarla.
Caso 6
C.M. Mujer de 59 años. Un año de psicoterapia que se inició por una
crisis depresiva al abandonarla el marido a los 34 años de matrimonio. Son
tres hermanos, tiene dos hijas y tres nietos.
Ya al principio del cuarto mes, me pregunta si espero un bebé. “Yo tengo
muy buenos recuerdos, nacieron muy bien en casa...
Desde su maternidad cumplida, hay más protección y serenidad que
envidia.
Isabel Sanfeliu
Neurosis en hombres
Maternidad como encrucijada interpretativa. ¿Es el embarazo hecho por
el propio paciente a la terapeuta? Perversión-seducción desde la
identificación-rivalidad con el varón preñador, ¿o es el cumplimiento de una
fantasía perversa – Edipo-¿ Identificación-rivalidad con el hijo. Ambas
posturas no son excluyentes, la elección pasa por distintos momentos, se ama
a la madre nutricia y al hombre protector.
Para Ferenczi, la transferencia pasa por la relación maternal. Es más una
relación diádica en la que la seducción ocupa un lugar privilegiado. En Freud
observamos, sin embargo, como lo transferencial discurre por la ley del
padre, es el reinado de la fantasía y de la relación triádica.
Surgen las fantasías de infidelidad. Como decíamos, de alguna manera se
ha roto un tabú. Se intenta imponer al analista la regla de abstinencia exterior
desde el interior del espacio terapéutico. “Si conmigo no puede ser, con
ninguno”. Evoca algunas prohibiciones religiosas que, careciendo de
fundamento, solo parecen tener sentido para los que viven bajo su imperio.
Yo, como tótem, debo permanecer pura, al violar la ley, cosa que ellos no se
permitieron, nace el deseo de “castigarme”, lo que les permitiría –en lo
imaginario-, cometer el mismo acto impuro en forma encubierta. Pero al
tótem no se le debe agredir, y la existencia previa de este tabú, provocará
eventuales sensaciones de culpabilidad, conciencia de culpa basada en
impulsos y sentimientos jamás actuados; realidad psíquica que se impone
desde la neurosis.
Caso 7
P.P. Varón de 44 años, cuatro de análisis. Patología muy cronificada (N.
de angustia límite). Hijo único , los padres siempre durmieron en distintas
habitaciones, compartiendo el paciente la cama con la madre hasta los diez
años. El padre murió hace 12, conflictiva edípica en toda su desnudez.
Siempre rechazó las interpretaciones transferenciales, no reconociendo
nunca fantasías de ningún tipo conmigo.
En mayo recojo los siguientes comentarios: “Tuve un sueño en el que
coinciden dos pacientes a la misma hora” ¿el bebé con el que debe compartir
la sesión?
“Si me caso, tendría un hijo, como no estaré enamorado, así tendré algo,
y si no le va bien, al psicólogo. De querer a alguien, sólo podría ser a un hijo
mío”. Yo no puedo quererle a él si no es mi hijo. Se siente engañado,
abandonado, pero insiste en la ausencia de fantasías sobre mí, negando
afectos de cualquier signo” ...nada, qué voy a sentir, yo hablo de mi vida
mientras los demás...”: él habla, yo actúo. Lo que sí admite, es estar “más
tenso y agresivo que nunca...”
“Contigo ya estoy resignado a no ser el único, pero sigo cabreado”.
Referencias a mi futura maternidad, nunca nombrada directamente. “La
De la madre irracional a la construcción del padre
paternidad no me da envidia, ¡vaya hijos iban a salir!...”Contradiciéndose
con lo que recogimos anteriormente.
Acariciando una ruedecita de mi mesa con la que siempre juguetea: “Lo
único que me es fiel...” Fetiche que le protege frente a mi amenaza de
castración. “Me encariño con las cosas” Las personas no ofrecen fidelidad
incondicional. “Todas sois unas putas...” su madre , yo...
A la vuelta del verano, consigue por primera vez en once años dejar la
medicación, aunque se ve sumiso y le molesta. “El año que te organicé
follones estaba mejor...” Es como un niño enrabietado, es consciente de ello,
pero “quiero la juventud que no viví, no quiero crecer... me siento infantil”
No tengo ganas de estar con mi madre, me trata como un crío, pero sin ella
me angustio...” Es lo mismo que le ocurre conmigo, “Me siento desvalido y
voy con quien me protege, pero cuando dejo de someterme se arma...” Tiene
grandes explosiones de agresividad de las que él mismo se asusta, buscando
contenedores de la misma.
“Es posible que traigas un desgraciado al mundo, lo veo desde mi
prisma... si yo no hubiera nacido...” Ahora se identifica con el hijo.
Diez días antes de que yo lo haga y retorna a su madre que sí le es fiel.
Volverá a raíz de una gran crisis de angustia al cabo de año y medio,
momento en el que, al fin, puede exteriorizar los impulsos prohibidos,
encubiertos antes por los hostiles y sádicos.
Caso 8
A. F. Varón de 32 años, dos en análisis. Un hermano cuatro años mayor.
Hipocondría.
“Me sorprendió verte de pre-mamá, tendrás más gente para atender,
menos a mí... todo el mundo folla, sexo por todos lados...” Sin negar ni
confirmar mi estado, le dejo jugar con la fantasía...
Cuando la evidencia no deja ya lugar a duda., “Enhorabuena, me da
envidia. Te veo la víctima, entregas más de lo que recibes. Yo vengo y me
tienes que aguantar”. Envidia y se identifica con el padre (identificación con
el agresor), personaje “frío y chulo” en su versión.
Otro día: “Estás guapa, te va la maternidad. Soñé contigo un sueño –s-,
creo que me lo pides tú”. Es su primer sueño sexual conmigo; mi actividad
sexual plasmada en este embarazo, afloja las defensas de sus fantasías
transferenciales.
“A mi madre la mataría por puta, me abraza a mí, pero se encama con mi
padre...” Tras un señalamiento mío, en un doble juego de desplazamientos,
expresa su agresividad hacia mí: “...darte una patada en la tripa...”,
asustándose y rectificando inmediatamente “es una expresión muy mía, es
que me jode que todas estéis pensando en lo mismo, bueno, menos mi
madre...” a la que hace “víctima” (de ahí que a mí me percibiera también
como a tal) del padre para preservarla pura.
Isabel Sanfeliu
“nunca estuve con una tía para que yo fuera el primero, no quería
sentirme culpable, siempre lo ví como un delito”
A la vuelta del verano llega tarde (media hora) a sesión por primera vez.
¿Posible respuesta a mi abandono? Plantea:
“Estás muy guapa, atractiva. Reacciono como un animal cuando veo la
entrega de mi novia”. Idealiza en mí la maternidad volcando en su pareja
toda la agresividad contenida.
Refiriéndose a mi ausencia por el parto, racionaliza: “Esto es un deber
(sagrado), en vacaciones era irte de cachondeo. Me cabrean los veranos, tú a
divertirte y yo jodido. Este año es distinto, lo vivo como consecuencia de
una relación estable (insiste en su necesidad de “justificarme”). Me da
envidia, a mi niño no podría decirle que yo era el único, por donde él salió,
entraron otros tíos...” (escisión y represión).
Neurosis en mujeres
Son los dos psicoanálisis en los que menos se elaboró el embarazo.
Veremos un doble juego de identificaciones conmigo y con el feto, primando
la primera por el fantasma de sus propias vivencias (dos hijos cada una de
ellas).
En los dos casos que presento, hay una sensación de maternidad no
concluida, lo que hace despertar hacia mí sentimientos de envidia. Envida
que veríamos con Lacan como arquetipo de los sentimientos sociales, “la
genèse même de la socilité” 6. De la segregación surge la fraternidad,
volcando la agresión hacia el objeto envidiado, puede permitirse un mayor
despliegue de amor en su entorno, como veremos más adelante.
Los últimos meses de mi embarazo, coincidirán con episodios de bulimia
(pseudoembarazos) en las dos pacientes. El hecho de que ambas tuvieran
abortos espontáneos previos a su maternidad y, en uno de los casos otros dos
posteriores, me lleva a pensar que las fantasías de muerte del feto debieron
estar presentes, aunque nunca fueron verbalizadas. La bulimia como acto de
devorar.
Caso 9
Ch. P. Mujer de 30 años, 16 meses en análisis. Un hermano mayor y dos
hijas. Separada, sin pareja en esta época. Un aborto espontáneo y dos
provocados. Personalidad explosivo-bloqueada.
Me sorprende la rapidez con que capta mi nuevo estado, en el tercer mes
“¿todo bien...?” “Ver amigas embarazadas me moviliza... recuerdo mis
cesáreas, tengo ganas de tener un parto «normal»...” parecería que su vagina
es un lugar de muerte, la vida no pasa a su través... “Amigas”: vemos una
vez más como la mostración de datos sobre la intimidad de la analista, es
6
J. Lacan “Le séminaire”. Livre XX. Encore. Seuil, 1975. Pg. 46.
De la madre irracional a la construcción del padre
utilizada para intentar una aproximación personal hacia ella. Al terminar las
sesiones, siempre hace alguna referencia sobre el tema: “tenemos que hablar,
me mueve cosas...”, pero cuando se lo señalo en su análisis solo lo roza
superficialmente “me gustaría tener un hijo varón, es un reto...”
Hasta el séptimo mes, su evolución es bastante favorable, se muestra más
sociable y relajada en sus relaciones. Será la llegada de su madre de
Argentina, lo que reavive escenas infantiles que, unidas al material evocado
y reprimido ante mi preñe, provoquen en ella una ligera regresión y un
episodio de bulimia para el que me pide (siendo en principio contraria a
cualquier tipo de medicación), “pastillas”; pastilla, que debería recetarle mi
pareja, médico y varón fértil. ¿Qué nos pide, ser inseminada o ser protegida
contra una inseminación con las “pastillas”? En cualquier caso, no veo
oportuno medicarla y la bulimia desaparecerá una vez analizada, siendo
sucedida por un hecho al que ella no dará ninguna importancia (se afeita el
pubis), considerándolo como algo cómodo y natural, en estas circunstancias,
no puedo por menos de unirlo al afeitado que suele preceder a los partos y a
su deseo de volver a la condición infantil.
Caso 10
H.P. Mujer de 31 años. 19 meses en análisis. Hija única. Padre
desconocido, su madre ejerció la prostitución. Casada, dos hijos precedidos
por un aborto espontáneo. Núcleo confusional; personalidad fóbica. Mala
relación con la madre, a la que se aferra como único referente familiar,
obstinánfdose en crear una relación imposible.
La incidencia de mi embarazo en la evolución del tratamiento me parece
clara, pero nunca fue verbalizada directamente. El super-yo se va a relajar,
aunque un día dirá: “No puedo imaginar a una mujer fina en la cama, por
ejemplo a tí, tu imagen se iría al tacho...” es un gran alarde de negación, mi
estado evidencia que, o yo soy tan puta como ella, o ella es menos puta de lo
que cree. Pero una vez elaborado el duelo por la pérdida del objeto ideal, e
internalizado volcará su amor a otros objetos externos, percibiéndose con
claridad un crecimiento que le permitirá expresar “empiezo a tener cosas
mías...”
Lo pasa mal en los momentos en los que se identifica conmigo, vive
situaciones de envidia y “me regocijo en estar mal, engordo y como más...”
Por el contrario, cuando me deja el papel de madre protectora –la percibo
contratransferencialmente como un gran bebé-, se siente más protegida y
segura, tomando fuerzas para, entre otras cosas, llevar adelante una historia
afectiva a la que anteriormente hubiera renunciado.
Un caso limite y dos psicosis
Regresión, como diría Ferenczi, como experiencia emocional correctiva a
la ternura materna. Para Freud sería algo que tiene lugar en la cura analítica
Isabel Sanfeliu
sin la participación activa del terapeuta, en este caso, mi participación,
aunque involuntaria, es evidente.
Surgirán fantasías de retorno al seno materno (hacer con el cuerpo lo que
no se puede con el pene); así, M.C. (C. 13) nos dirá cómo le “parece pecado
tocar la barriga, me gustaría quedarme dentro...” Con dos de estos pacientes,
abordo ocasionalmente un nuevo elemento en el análisis: el tacto. El tacto,
indefectiblemente unido al proceso de individuación, en este caso (M.C.) al
servicio de lo Real, rompiendo el alejamiento autista al que le hacía dirigirse
su narcisismo. Con M.J. (C.11) será distinto, el hecho de “tocar la tripa”
tiene que ver más con la recuperación de huellas mnémicas ante el estímulo,
ya que tiene un sí mismo corporal bien establecido. Desvelamos el deseo
infantil (tocar el vientre materno) junto con las fantasías que ocultaba
(regresiones tópica y temporal respectivamente).
Caso 11
M. J. Mujer de 31 años. Nueve hermanos de los que ella ocupa el tercer
lugar. Llegó a mí diagnosticada de histeria, pero pronto se vio que era la
superestructura defensiva que, desde un y muy débil, la permitía mantenerse
conectada con el exterior.
Después de una primera etapa de un año, en la que trabajamos
fundamentalmente con transferencia negativa, se interrumpe el análisis
durante dos años, al cabo de los cuales vuelve con una mezcla de ilusión y
miedo ante la sensación de que su cuerpo va despertando, su cuerpo al que
siempre vivió como independiente de sí misma y con el que ahora se
identifica.
Recomenzamos en el segundo mes de embarazo mientras surgen
insistentemente los emergentes corporales:
“Mi cuerpo me está dando asco últimamente... me da miedo tocarme, ante
me angustiaba, era distinto... no me electriza nada, soy una masa informe...”
Poco a poco, toda la aversión y el temor que le producen sus nuevas
vivencias se van transformando: “Me descubrí una coquetería inusitada...”
Ya en el sexto mes de embarazo, se suman a sus propias sensaciones las
despertadas por mi cuerpo en evolución.
“Necesitaba decirte que me ayudes, lo pensaba pero te clavaba un puñal
aquí (señala el esternón), y sé que no lo haría. Estás embarazada, ¿no?... A
veces hablar es como atravesar una plancha negra, pensé salir de tu tripa...”
Contratransferencialmente, yo en alguna medida, también sentía haberla
dado a luz. Se cortó el cordón umbilical y comenzó a alimentarse del afuera.
Continúa... “A mi madre también le quería clavar un puñal, quería que me
dijera algo, pero ella se reía de mí... me hacia ilusión verla con tripa, me
hubiera encantado tocarla, ver cómo se mueve (¡en presente!), pero era tan
De la madre irracional a la construcción del padre
antipática... Una vez que mi padre estaba de viaje teniendo ella “bombo”,
rifamos su cama entre los hermanos, pero no me tocó...”
Recogí más adelante este material y la animé a tocarme la tripa en una
sesión. El pequeño estuvo oportuno y la obsequió con una buena serie de
patadas. A partir de aquí, se abrieron paso las asociaciones sobre su propia
maternidad. Al ofrecerle mi vientre la muestro confianza, esto permite que se
disipen los temores que le provoca su agresividad; es como si siempre
hubiera percibido su violencia más auténtica que su ternura y ahora
hubiéramos conseguido desmitificar aquella. Se reconcilia consigo misma y
puede, entonces, identificarse conmigo, lo que supone una movilización
general de toda su estructura, nuevos desplazamientos del deseo...
“Qué ilusión, una personita dentro... siempre me ponía barrigas y
amamantaba muñecos de pequeña...” Y surge inevitablemente el miedo: “¿le
destrozaría fuera? Le encerraría para que nadie le influyera, que no le
hicieran daño..”
Una vez trabajada la envidia (simbolizada en ese puñal que me
clava”saldría el niño ¡qué vergüenza!”) y el abandono (“necesitarás meses
para recuperarte...” ríe mientras fantasea un terapeuta masculino que me
sustituiría –el padre- ... repetición en su fantasía de la madre abandónica),
aparece lo afectivo (“escucharme es quererme...”), precipitando en cascada
una serie de progresos. Va afirmándose (“no querría tener un hijo ahora,
pero no abandono la idea de tenerlo algún día...”, ganando seguridad (“por
primera vez trato con la gente...”, separándose de mí (“por primera vez me
hablé a mí misma, antes te hablaba a tí al pensar...”) y recuperándome como
alguien exterior a ella (“siento que te vayas en agosto...”), lo mismo que a su
madre (“nos llevamos mucho mejor...”). Llegó el verano, al despedirse me
abrazó diciendo. “¿puedo tocar? (la tripa)...
Siete días después de que yo diera a luz, dejó a la secretaria una breve
carta para mí:
“querida Isabel: lo primero, quiero darte la enhorabuena, espero que
estarás bien, sinceramente. También quiero decirte una cosa, necesito
contárselo a alguien, ya tengo todas las piezas. Todo parece un sueño.
Gracias y recuerdos”.
Nos vimos todavía unos meses para elaborar mi parto y nuestra
separación, después de lo cual, se integró en un grupo terapéutico en el que
continúa su proceso de crecimiento.
Caso 12
M. A. Varón. Esquizofrenia paranoide. Comienza la terapia en mi tercer
mes de embarazo. Huérfano de madre desde los cuatro años, ocho hermanos
internos hasta la pubertad, de los que el padre apenas se ocupa y una abuela
que se fue de casa. Estudios: formación profesional. Crece en un ambiente
Isabel Sanfeliu
sexualizado y agresivo, en el que tendrán lugar las perversiones por las que
más tarde se sentirá perseguido.
En un mes de tratamiento, desaparecen los síntomas más floridos “...las
voces ya no me dominan... se me han ido los golpes, ahora estoy cansado,
frustrado por no trabajar...” “Me aburro más que antes que tenía más dolores
y estaba más somnoliento...” Se patentiza el vacío que la sintomatología
trataba de cubrir.
Un mes más y me pregunta “¿estás embarazada?” ante mi respuesta
afirmativa, fantasea” ...tendré que cambiar de terapeuta, contar otra vez mi
rollo ¡me muero!... o si no, das a luz, y cuando el niño necesite menos
lactancia, que tome biberones, vuelvo a venir”. Me sorprende con este
pragmatismo que señala mi abandono, real pero temporal.
En la siguiente sesión, me plantea que no ha desayunado, “para no
engordar”.
Vuelve de nuevo a sentir que otra persona se revela dentro de él con
pensamientos obscenos, sin duda reavivados por lo que mi preñez implica.
Pero no quiere abordar directamente el tema, aunque habla de sueños bonitos
en los que él es el héroe.
Le percibo triste, me lo confirma y añade “es verdad, hace mucho que no
hablo con la gente, no planteo cosas... estoy muy vacío desde que se fueron
las voces... otros hablan de cosas obscenas sin problemas, para mí sería malo
porque he vivido muchas obscenidades...” (“Me siento un inútil, no he
nacido para vivir sino para lo que me manden. Veo a la gente superior a mí,
tienen estudios...”) y lo más bello de sí mismo (“Hay algo en mí fuerte y
grande, sale en mis sueños, en ellos patino muy bien...”)
Es demasiado lo que moviliza y resurgirán con fuerza sus defensas
esquizoides “No salgo satisfecho de aquí, pero no te voy a exigir...”
acompañadas de la sintomatología que le trajo a la terapia “...de nuevo los
tirones como castigo. Recuerdan que hay que ir por el camino estrecho”. Ya
no vuelve a permitir que penetremos en su mundo interior, lo único que
conseguimos es instrumentalizar las defensas de manera que le permitan
desarrollar sus actividades con una “ficticia” normalidad, aunque, eso sí,
parece que llega el “inicio de mi imaginación”. Parece que tuvo éxito la
siembra, antes no tenía voluntad”.
Siento como si el niño que llega hubiera actuado de catalizador,
obligándole a madurar con excesiva rapidez. Se aferra a su mejoría, “...todo
arreglado, ahora lo que tengo son ganas de trabajar, como todo parado...”,
dejándome con una cierta frustración y el temor de que los cimientos sobre
los que hemos edificado sean demasiado débiles y no soporten mucho
tiempo esta aparente mejoría.
La “casualidad” hace que el curso de electricidad que piensa realizar
comience un mes antes de mi parto y le sirva de pretexto para abandonar el
tratamiento. En la última sesión me trajo la siguiente “pesadilla que me
De la madre irracional a la construcción del padre
preparé para contártela: iba en un coche y metía primera, segunda, tercera,
cuarta... entonces me paró un guardia. Era la primera vez que conducía...
¿por qué no lleva el 80?
Este señor está cansado, lo cogí para evitar un accidente.
El guardia se puso muy pesado... ¡a que le pego!, pensé. Me cabreé, luego
unos perros me mordían...”
¿No es acaso él mismo quien se pone freno (el guardia)?
¿Seré yo el “señor cansado” (su madre murió de una embolia después de
tener ocho hijos sin descanso) al que quiere proteger? Las incógnitas que
planteó este sueño, nunca pudimos desvelarlas, me lo trajo como regalo de
despedida y no quiso que lo desenvolviéramos juntos.
Caso 13
M. C. Varón de 33 años. Dos años y medio en análisis. Esquizofrenia
paranoide. Mayor de cuatro hermanos.
En aquellos momentos estaba elaborando y reconociendo el miedo que le
provocaría el cariño del padre. Será después de una sesión en la que
exterioriza su atracción sexual hacia mí cuando me pregunta si mi vestido es
de pre-mamá. Posteriormente planteará omnipotentemente: “Un día siento
atracción hacía tí y te quedas embarazada...” Por el momento no le confirmo
mi estado, llevándole a fantasear con el tema lo que nos permitirá trabajarlo
inicialmente con más distancia...” Me angustiará que tuvieras un niño. Se me
ocurre que yo soy el padre (ese desconocido). Si lo fuera, sentiría mucha
responsabilidad, creo que N. (mi pareja), no ésta capacitado para serlo”
(actitud envidiosa). Al salir de esta sesión se masturbará en un intento
narcisístico de mostrarse a sí mismo que sí es capaz.
Unos días más tarde, comenta “...mira qué tripa tengo ... ¿qué tendré
dentro?” Su narcisismo sigue exigiéndole ser protagonista, lo que consigue
identificándose ahora conmigo. Una vez confirmado mi embarazo, habla de
lo que tenemos en nuestras “tripas”... “En la mía tengo sentimientos...
imagino que mato todo lo que tengo dentro... matar a tu niño...” Después de
calmar su temor a ser desplazado por el bebé, puede sentirme de nuevo como
madre... “Me gustaría tener un hermano, un hermano sano (los suyos tienen
todos problemas psicopatológicos). “Mi madre solo puede querer a uno y a
mí no me toca... Ser padre, hermano, incesto, qué follón... mi padre no se
ocupa de mi madre” (Siente que es obligado a ocupar su lugar...)
Una tras otra, las fantasías infantiles se van sucediendo, como esta en la
que expresa su deseo de ser él hijo que llevo dentro” ...querría que se llamase
M. (su propio nombre)... claro, que como no soy el padre...”
“He tocado techo. Quiero romper la habitación (gran útero) y salir al
exterior... ¿me encontraré con Gulliver?...” Se imagina alternativamente
Isabel Sanfeliu
fuera y dentro de mí, “bruja, te veía follando con todo el mundo...”, con
fantasías de devoración “imaginé que me tragabas...”
“En tu tripa estaría preso, oscuro... en eso, igual que con mi madre, pero
tú mandas a tus hijos buenas vibraciones...”
Divalencia siempre presente... “me das asco, pensé en tu niño, le
acariciaba, luego le daba un hachazo...” y fantasías pregenitales, asexuadas...
“como si te pudiera embarazar con la palabra. Tú eres un medio, pongo la
semilla, nace y me lo das...” Aparece la agresión que necesitó encubrir
antaño (“cuando nació mi hermano le regalé un soldaditos para hacerme el
bueno...”): “a veces, pensé que abortabas...”, lo que da paso, poco a poco, a
la reconciliación: “ahora siento que, aunque nazca, no me abandonarás...”
Ese verano, se acostó en una ocasión con una mujer... “no sentí nada...”,
hacía tres años que no tenía ninguna relación. Vuelve con mucha agresión
hacia mí.
Actúa y se siente en simbiosis conmigo... “como si fuéramos a parir los
dos al mismo tiempo...”, aferrándose a lo mágico... “te miro y te
desembarazo...”, huyendo de la realidad...” ...¿notar cómo se mueve? ¡no!,
sería sentir la vida, podría cogerle cariño (y llora)... no es un rival, pero
tengo que diferenciarlo de mi hermana...”
El bebé se va materializando “... me voy mentalizando de que ese niño
existe y te voy diferenciando de mi madre...”
Para consolidar este paso, en una sesión, le sugiero tocar la tripa y siente
moverse al pequeño...” me ayudó que me hicieras ver a tu niño como algo
concreto”. Pasa un episodio de gastritis (siempre el vientre) y comienza a
plantear algo nuevo: el parto. “Tu parto es cruel... cruel el hecho de parir, el
que yo te vea embarazada, que me abandones... como si el niño o la niña
fuera yo. Es cruel que siendo tú masculina, des a luz un niño...” Cruel que yo
le falle como figura materna...
Con omnipotencia, plantea: “Tú vas a parir un hijo, pero es como si yo te
fuera a parir a tí (y conmigo su locura)... se va mi locura, y a mi locura la
quiero...” Lo que hace que se abran paso nuevas sensaciones... “tengo miedo,
no lo conocía, antes era angustia...” Continúan perfilándose cada vez con
más claridad los contornos de los objetos que le rodean...
Periódicamente vuelven los sentimientos de simbiosis, “Es como si nos
hubiéramos embarazado mutuamente, con la presencia, la mirada...” aunque
consigue irse desembarazando de fantasmas internos”, “ayer veía a mi madre
en casa, y no dentro de mí”. Va saliendo de la “rigidez”, según sus propias
palabras, y expresándome su agresión... Si yo le abandono, “tendré que
empezar a hacer las cosas para mí, tengo que pensar solo en mí, que den por
culo a los demás... he dedicado a mi vida a joder a mi madre”. Se despega
reactivamente dándonos completamente la espalda, como si necesitara coger
fuerza de esta manera
De la madre irracional a la construcción del padre
Identificado ahora con el bebé... “¿qué miedo estar ahí dentro y salir
fuera... ¿cuándo nace? ... que sea niño”, las niñas, a las que asimila a su
hermana, le dan más miedo.
Ultima sesión, tres días antes del parto: “me ha dado angustia verte. Me
da miedo tu presencia, miedo sentir lo que siento por tí. Me da pena no verte
en unos días, que a lo mejor lo pasas un poco mal... pero tú eres valiente. Me
gustaría parir sin dolor...” (ambivalencia).
Vuelvo a verle al cabo de un mes. “Sentí que te salían globos, los
pinchaba y estaban vacíos...”, deseo de que el niño no exista, de que todo
siga como antes, pero algo ha ocurrido y siente que “hoy me miras más
adulto...” Se siente más adulto al venir por las tardes ya que va a empezar a
trabajar... Exterioriza las fantasías de destrucción: “pensé que tu hijo había
muerto”, pero conforme surgen, van uniéndose sus partes dispersas ... “tengo
que recuperar los órganos que doné en el Alonso Vega...” (Se trata de un
hospital).
“Tienes el pecho más grande, me gustaría mamar... no tengo ganas de
agredir, estoy muerto de sentimientos de culpa.. no sé qué es ser querido, por
eso me da envidia tu hijo... me da envidia que tú hayas podido tener el niño y
yo esté todavía embarazado... “Envidia que ahora puede verbalizar sin
“actuarla”, lo que confirma su proceso de socialización en desarrollo.
Al encontrarme un día por la calle con l niño, le llevó un rato en brazos,
allí se esfumó el fantasma que compartió con nosotros la sesión durante
tantos meses.
Hay un aspecto que late en el fondo de todas las sensaciones recogidas, la
herida narcisística provocada por las rememoraciones que surgen a raíz de
mi “abandono, que implica a su vez un clivaje de la personalidad. Como dice
Ferenczi: “Si en la situación analítica el paciente se siente abandonado,
puede ponerse a jugar consigo mismo (autoclivaje narcisista). Convertido en
niño, se muestra más y más exigente, retarda la conciliación para evitar
encontrarse solo o busca provocar el castigo por nuestra parte” 7. Las
mayores muestras de sadismo, la agresividad menos censurada, viene
obviamente dirigida desde los cuadros más regresivos; a privilegiada
situación estructurante que nos brinda la oralidad nos permitirá
instrumentalizar estos sentimientos al servicio del proceso de individuación.
Desde la perspectiva que nos ofrece Winnicot está situación nos recuerda
al proceso ilusión-desilusión. En los análisis que se encontraban en etapas
más avanzadas, mi embarazo simbolizó el destete que pronto iba a tener
lugar. Algunos pacientes prolongarán la “ilusión” volcando en objetos
transicionales lo que despertaba en ellos el objeto primitivo (se refugian en
nuevos trabajos, estudios, adquisición de un piso, recuperación de una
7
S. Ferenczi: “Analyse d’enfants avec des adultes” (1931). Rev. Coq Heron. Nº
75, p. 13 (1980).
Isabel Sanfeliu
hija...); otros, sufrirán una regresión, más o menos duradera, que no siempre
nos permitirá recuperar el material analítico como potencial creador (se dan
tres precoces interrupciones del tratamiento de las que carecemos de
seguimiento).
Lo que nos brinda la inclusión de este tercero real, representante en el
análisis del tercero imaginario es, entre otras cosas, trabajar “en vivo”, más
descarnadamente, la inclusión del padre, la identificación con él, lo que
consideramos con FREUD el primer vínculo afectivo. El amor materno hace
que se reconozca el privilegio sexual del padre permitiendo el vínculo entre
los hijos. Esta peculiar situación transferencial, puede actuar incisivamente
como elemento corrector de ese Edipo mal elaborado o ayudar a forjar el
inexistente. La construcción del padre, el paso a lo simbólico, es una
empresa que depende en gran medida de la madre. Es ella la que preparando
el terreno para una feliz finalización de la simbiosis de la matriz originaria
Ello-yo-objeto, permite una individuación adecuada, en el sentido de M.
Mahler.
La sintaxis diádica, la que se establece entre la madre y el hijo es
irracional, está sumida en las raíces de lo imaginario, consta de elementos
preverbales en un diálogo entre las necesidades que provienen del
nacimiento biológico y la empatía del objeto materno. Es un diálogo
heterogéneo, alienante; el orden simbólico, el padre, es la primera salida.
La terapeuta embarazada, muestra una parte de la historia arcaica, de la
prehistoria, habría que decir y se ofrece así al paciente como una
condensación del pasado y el presente: es capaz de producir vida arcaica, de
ejemplificar en el embarazo el deseo primordial suscitando así una fuerte
envidia y a la vez, compartiendo algo de éste, mostrándolo e instaurándolo
en el orden del discurso, encarna lo instituido simbólico y coloca también al
paciente de este lado una vez que como Eneas, ha visitado previamente los
infiernos para descubrir en ellos los Campos Eliseos.
En psicoterapia de orientación psicoanalítica, así como en el mismo
psicoanálisis, el embarazo es un lugar de depositaciones de fantasmas. El
mismo acontecimiento puede ser utilizado como criterio de evolución del
momento terapéutico de los pacientes.
Como era de imaginar, también el tipo de diagnóstico está en relación con
la calidad de las fantasías que surgen. En la adolescencia, resulta
simultáneamente siniestro y atractivo. La identidad del yo, frágilmente
construida, impele frecuentemente a la negación.
En los casos de neurosis estudiados, la realidad del otro, la presencia del
padre es más patente. La presencia se hace física por el juego de
identificaciones con la terapeuta y de fantasías de transgresión. Finalmente,
en la psicosis activa los aspectos simbióticos, de identificación con el feto,
siendo difícil (salvo en la magia), construir la figura paterna.
De la madre irracional a la construcción del padre
En cualquier caso, el embarazo es un suceso felizmente incorporable en
el análisis.
Resumen
Un embarazo de la autora desencadena en sus pacientes las
manifestaciones que se recogen, analizadas en este trabajo. Cómo incide en
la relación transferencial (qué potencia, qué modifica... de qué manera
incluirlo en el análisis...) son algunas de las cuestiones que se plantean.
Summary
From a pregnancy on wards of the author, multiples manifestations
appear in her patients wich are gathered together and analysed in this work.
How they influence the transferential relationship, how to include in the
analysis... these are some of the questions that arise.
Resume
Une grossesse de l’auteur éveille en ses patients des impressions diverses
qui sont recueillies et analysées dans ce travail. Comment la grossesse
determine la relation transferentielle, coment l’inclure dans l’analyse. Voilà
quelques-unes des questions qui nous sont posées.
Palabras clave: Transferencia. Regresión. Identificación. Simbolo.
Key words: Transference. Regression. Identification. Symbol.
Mots clés: Transfert. Regression. Identification,. Symbole.

Documentos relacionados