Fray Luis de Bolaños, Misionero y Catequista
Transcripción
Fray Luis de Bolaños, Misionero y Catequista
D í a de l C a t e q ui s t a Fray Luis de Bolaños MISIONERO CATEQUISTA P a r r o q u i a I n m a c u l a d a M o n t e G r a n d e - C o n c e p c i ó n 2 0 1 0 Fray Luis de Bolaños “La memoria histórica —dice Benedicto XVI— es verdaderamente una ‘marcha más’ en la vida, porque sin memoria no hay futuro. Una vez se decía que la historia es maestra de la vida. La actual cultura consumista tiende en cambio a aplanar al hombre en el presente, a hacer que pierda el sentido del pasado, de la historia; pero actuando así le priva también de la capacidad de comprenderse a sí mismo, de percibir los problemas y de construir el mañana”. Y dirigiéndose especialmente a los jóvenes les dice: “el cristiano es alguien que tiene buena memoria, que ama la historia y procura conocerla” (L‘Obs. Rom. Nº 28, 11.VII.2010). En este espíritu y al celebrar el día del catequista, deseo que evoquemos, en el marco del Bicentenario, al que bien podríamos llamar Padre y Modelo de los catequistas rioplatenses: Fray Luis de Bolaños, al que definió Ricardo Rojas diciendo que: “hombres como el padre BOLAÑOS redimieron la conquista de la barbarie feudal y dieron a la colonización española, en sus orígenes, la fuerza espiritual necesaria para sobrevivir a la historia”. Contemporáneo a nosotros, el gran historiador argentino, el doctor Rómulo de Carbia decía de nuestro Fraile Catequista: “Es difícil, para no decir imposible, determinar, puntualizar detalles sobre los numerosos sucesos de su vida: exhibir, así mismo, toda la magnitud de su tarea apostólica sobre una extensión que abarcó más de la mitad de América”. Bolaños nació en 1539 en Santa Eulalia de Marchena, en Sevilla, Andalucía. Allí vistió el hábito de san Francisco. Durante el tiempo de su estudio ya mostraba tanta amabilidad, una dulzura y trato tan cordial con sus compañeros que bien pronto atrajo la mirada y la atención de profesores y alumnos. Su hogar fue muy modesto. Sus tiempos libres los empleaba en visitar las librerías y bibliotecas, no sólo de los conventos, habiendo quedado semanas enteras, con la licencia de sus Superiores, en la célebre Universidad de Salamanca. A pesar de su pasión por el estudio, se notaba en él esa viva preocupación por los pobres. Una vez cumplidos todos los trámites: licencia de sus Superiores, voluntad expresa de sus padres, Bolaños se alistó en la expedición presidida por el Adelantado Juan Ortiz de Zárate, rumbo al Paraguay, el 17 de Octubre de 1572, en compañía de otros religiosos franciscanos. Fray Bolaños llegó al Río de la Plata como diácono, y en Asunción recibió el orden sacerdotal de manos del nuevo obispo fray Alonso Guerra. El célebre Convento Grande de Nuestra Señora de los Ángeles del Paraguay, fundado en 1580 y terminado en 1587, fue casa de Estudios Superiores y Noviciado en la Provincia Franciscana. “De aquí —escribe el historiador Argañarás (S. XIX)— es desde donde partieron nuestros heroicos apóstoles minoristas a llevar la paz evangélica a los bárbaros de la comarca de Asunción...extendiéndose rápidamente a los Tupies y Guaraníes del Tapí y de las Provincias de Vera a los del Guairá y Antigua Villarica, y sucesivamente a los de Yuty, Caazapá, Yaguarón, Ypané, Atyrá” (No todos fundados por Bolaños, pero todos llevan huellas franciscanas). Este convento, siguiendo al mismo Argañarás, fue el faro luminoso del Paraguay. Fue el Primer Seminario, la primera Universidad que dio a la misión franciscana de América, doctos y virtuosos misioneros para la conquista espiritual de América. La vida y obra evangelizadora de Bolaños, está vinculada en el hecho documental comprobado de cincuenta y cuatro años de apostolado tesonero y sin descanso, consagrado por entero en el beneficio espiritual y material de las numerosas tribus del Paraguay, Paraná y el Plata. “Él sólo, dijo el sabio y apostólico Juan de la Torre, había trabajado y hecho más frutos que muchos sacerdotes de este Obispado”. Fray Luis de Bolaños escribió la primera gramática guaraní y un vocabulario. Posteriormente tradujo el catecismo al guaraní con la ayuda de sus compañeros de faena misionera y de un soldado diestro conocedor de ambas lenguas. El Primer Sínodo del Río de la Plata a) Su celebración fue de verdad todo un acontecimiento para la vida religiosa del Río de la Plata. Han “estado estas tierras tan incultas en lo espiritual hasta agora —lamentaría el Obispo en carta al Rey el 3 de mayo de 1605—, que en cincuenta años jamás se hizo sínodo (sino el que yo hice el año pasado)” de 1603. El nivel general de la ciencia y cultura eclesiástica de aquella época era muy deficiente en la provincia. “Lo que más me lastima —exponía el Obispo en la misma carta— es no haber eclesiásticos doctos que puedan ayudar”; y daba la razón de esta situación: “como los curatos y doctrinas son tan tenues, no hay ninguno que quiera asistir aquí”. No obstante, la diócesis contaba ya con un discreto número de eclesiásticos de ambos cleros, muy beneméritos y que dieron lustre y vida a este primer sínodo. Participaron en él, con el Obispo y el Gobernador, dos figuras salientes de la evangelización del Paraguay y del Río de la Plata: Roque González de Santa Cruz y Fray Luis de Bolaños. b) El objeto del sínodo era “poner en orden muchas cosas convenientes y necesarias, para la buena enseñanza de la doctrina cristiana de los naturales y reforma de las costumbres”. El tema que obstaculizaba la catequesis eran las lenguas que son “muchas y muy dificultosas” en toda la provincia. Se solucionó el problema cuando se ordenó “que la doctrina y catecismo, que se ha de enseñar a los indios, (sea) en lengua guaraní, por ser más Estatua de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo Madera policromada. 165 x 67 x 67 cm. clara y hablarse casi Iglesia Arzobispal Castrense. Madrid (España) generalmente en todas estas provincias”. Para ello los curas de indios debían tener “la doctrina y el catecismo que hizo el padre fray Luis de Bolaños (…), el cual sepan de memoria” (Sinodal de 1603). Este catecismo breve o menor fue aprobado y aceptado ampliamente en el tercer Concilio Provincial de Lima (Perú), presidido por Santo Toribio de Mogrovejo el año 1583. Luego fue aprobado por el Sínodo Diocesano de Asunción, celebrado, como dijimos, entre el 6 de octubre y el 2 de noviembre de 1603, presidido y organizado por Fray Martín de Loyola, al que asistió personalmente fray Luis de Bolaños. De nuevo fue calurosamente aprobado y ampliamente difundido en el Segundo Sínodo Diocesano de Asunción bajo la dirección del Obispo Cristóbal de Aresti en el año 1631. Este catecismo fue el manual obligado para todos los misioneros y párrocos, y fue después ampliado por el p. Antonio Ruiz de Montoya S.J., y san Roque González de Santa Cruz. Este gran aporte de fray Luis de Bolaños llevó al padre Diego de Torres, Provincial de la Compañía de Jesús, a declarar que: “Bolaños es la persona a quien se debe más en la enseñanza de la lengua de los indios por ser el que primero ha traducido el arte y vocabulario y traducir en ella la doctrina, confesiones y sermones”. Bolaños, taumaturgo y candidato al episcopado A nuestro misionero-catequista se le atribuyen muchos milagros durante su vida, sólo mencionaré uno por recordarnos a un famoso lago paraguayo: hacia el 1600, las aguas del río Tapaicuá inundaron el valle en el que se encontraban, formando un inmenso lago que crecía sin cesar. Acudió fray Bolaños, quien ordenó a las aguas detenerse y las aguas le obedecieron... formando el lago Ypacaraí. El nombre de Ypacaraí viene del mismo hecho milagroso. Significa: “agua contenida al conjuro de la bendición”. Manuel Frías, procurador general del Río de la Plata y Paraguay, presentó en Madrid al Real Consejo, un Memorial, en el que dice: “Otrosí suplica a Vuestra Majestad que cuando se dividiese el dicho obispado, siendo posible, se nombren para él obispos de Orden de San Francisco, por el particular amor y respeto que los indios tienen a los religiosos de la dicha Orden que los doctrinaron, y que han trabajado mucho en defenderlos y ampararlos y en su conversión, que esto será de grandes efectos para que se reduzcan a doctrina y se pacifiquen”. Y concluía Frías refiriéndose a “lo que tienen escrito a Vuestra Majestad los gobernadores Diego Martín y Hernando Arias de Saavedra, sobre cuan conveniente serán para estos obispados el padre fray Baltasar Navarro y el padre Luis de Bolaños, que son dos santos religiosos que han trabajado mucho en aquellas provincias”. Página del Catecismo Breve ampliado por el p. Antonio Ruiz de Montoya A la izquierda observamos la escritura en guaraní y a la derecha su correspondencia con la lengua castellana. Abundan los elogios de los Reyes y Gobernadores: “De la abundante correspondencia de Hernandarias, extraigo —dice Rómulo de Carbia—, cinco cartas de distintos años y hallo en ellas denuncias claras del alto concepto que le merecía Bolaños”. Las cartas en cuestión son las siguientes: 6 y 7 de mayo de 1607, 12 de mayo de 1609, 3 de mayo de 1610 y 25 de mayo de 1616. Todas estas cartas contienen informaciones precisas acerca de las tareas apostólicas de los misioneros. Al referirse a Bolaños, Hernandarias se expresaba siempre con elogios, llamándole: “santo religioso o santo viejo”, “de quien V. Majestad dí relación”. Mayor y mejor juicio ha merecido Bolaños de los historiadores y cronistas jesuitas del Paraguay. Entre mucho podemos extraer el juicio del P. Juan Romero S.J., que cita Rómulo de Carbia. Este gran cronista jesuita, hablando de Fray Alonso de san Buenaventura y Fray Luis de Bolaños, afirma que: “ambos estaban llenos del Espíritu Santo, vivían en continua oración y ardían en celo de la salvación de las almas, de las cuales convirtieron muchas a su creador y levantaron iglesias, tomando posesión del terreno en nombre del Señor Crucificado”. Medallón conmemorativo del 284º aniversario de la muerte de fray Luis de Bolaños En un lado se lee: Fr. Luis de Bolaños – 1629 – XI Octubre – 1913. En el otro podemos leer: Evangelizó en Asunción, Itá, Yaguarón, Atirá, Itapé, Caa-Zapá, Yuty, Ipacaray, El Guairá, Itaty, Baradero y Buenos Aires – Convento Franciscano – Buenos Aires. Últimos días del Padre Fray Luis de Bolaños Ya muy anciano, el santo fraile arraigó en Baradero por casi siete años, hasta que “viejísimo y acabado”, según informaba el síndico Juan de Vergara, el 20 de setiembre de 1625, se retiró a Buenos Aires, donde moría, de setenta y nueve años de edad, con fama y prodigios de santo, el 11 de octubre de 1629. Muchas y diversas regiones y ciudades se desplazaron rumbo a Buenos Aires. Vinieron caravanas de devotos fieles y amigos desde Tucumán, Lima, Asunción, familias procedentes de Guayrá, Chile, etc. Fue al principio un luto nacional, para convertirse luego en luto continental. Mausoleo con los restos de fray Luis de Bolaños en la Basílica de san Francisco de Buenos Aires (Alsina 380) En la urna se lee: Venerable padre fray Luis de Bolaños – Apóstol del Paraguay y Río de la Plata. Durante varias semanas no se pudo dar sepultura al glorioso cuerpo del gran misionero-catequista, pues tantas fueron las caravanas de gente que pidieron ver el rostro y cuerpo del venerable misionero. Y todas aquellas personas comprobaron cómo se conservaba sin corrupción el santo cuerpo, y “con un olor celestial y hermoso y tratable”. Sus restos descansan en la Basílica de san Francisco en la ciudad de Buenos Aires. Fray Luis de Bolaños murió con las manos puestas en las manseras del arado, amado de Dios y de los hombres. Reflexión final La catequesis, como bien lo expresa el Cardenal Jean Danielou, “es la comunión viva del depósito de la fe en los nuevos miembros que se agregan a la Iglesia. Constituye, pues, un aspecto particular del ejercicio del Magisterio (…). En realidad es proclamación de la Palabra de Dios y, como tal, parte integrante de la tradición, de la que es elemento constitutivo (…). Es, ante todo, una exposición completa y elemental del misterio cristiano. Debido a su carácter completo, se diferencia del Kerigma. Una vez despierta la fe. Hay que instruir en todo su contenido al catecumenado que se prepara al bautismo. Y por su carácter elemental, la catequesis se distingue de la homilía. No se ocupa de responder a interrogantes difíciles ni se extiende en detalles de exégesis. Va a lo esencial, da la sustancia misma de la fe, dejando a un lado la profundización espiritual y especulativa” («La catequesis en los primeros siglos»). Es así, que ella trasmite en toda su integridad el depósito de la fe y los artículos esenciales de este depósito, contenidos en el Sínodo de los Apóstoles o Credo. Es nuestra responsabilidad, hoy, la conservación viviente de este “conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de la actitud básica que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan” (Documento de Puebla, Nº 444), lo que les ha permitido a los pueblos de América mantener, a través de los avatares y vicisitudes de nuestra historia, la fe y el espíritu de su propia cultura. P. Roberto Juan González Raeta 21- VIII- 2010 G. in D. Bibliografía Bruno, Cayetano. S.D.B. - “Historia de la Iglesia en la Argentina”, T. II. Ed. Don Bosco - Bs. As. 1967. Carbia, Rómulo D. - Fray Luis Bolaños. Danielou, Jean - “La catequesis en los primeros siglos” Ed. Studium. Madrid, 1975. Duran, Juan Guillermo - “El Catecismo del III Concilio Provincial de Lima y sus complementos Pastorales (1584-1585)”. Ed. El derecho. Bs. As. 1982. Ríos, Francisco P. - “La Obra Franciscana en América y Paraguay”. Asunción – Paraguay, 1979.