Limpia mis ojos, Señor, pon tu mano sobre mi mirada para que

Transcripción

Limpia mis ojos, Señor, pon tu mano sobre mi mirada para que
La historia de la salvación contenida en la Biblia está llena de la predilección de Dios por los
pequeños, hombres y mujeres, elegidos para grandes misiones: David, María de Nazaret (1 Sm
16,12). Con la ayuda de Dios han aprendido a realizarse como hijos de la luz (Ef 5,8) llevando
hacia delante la historia de su propia vida, como el ciego de nacimiento, testigo único de una
profunda experiencia de fe (Jn 9,38).
Limpia mis ojos, Señor,
pon tu mano sobre mi mirada para que despierte de mi ceguera.
Confundo la verdad con mis propias verdades,
tu voluntad con mis oportunos caprichos.
Quiero ver, Señor, con la misma profundidad de tus ojos,
para que aprenda a vivir
como canta el pájaro sin saber que canta
o como juega el niño sin saber que juega.
Que no me conforme con lo puramente externo
con descubrir que, cada día, me regalas la luz que necesito;
con aquello que, siendo luminoso,
no llega a clarificar mi conciencia ni mi destino.
Que contemple las maravillas del mundo
pero que lo haga con ojos agradecidos,
porque, a veces, pienso que todo lo que me rodea
es obra exclusiva de la invención del hombre
o un producto de mi propia conquista.
Quiero ver, Señor, con la misma profundidad de tus ojos,
para que aprenda a vivir
como canta el pájaro sin saber que canta
o como juega el niño sin saber que juega.
Que sepa descubrirte, Señor, como lo más importante.
Que no me falle, hoy ni nunca, la mirada de la fe
que es capaz de llegar adonde el ojo humano no alcanza,
una mirada profunda para sentirte y reconocerte como “el Señor”.
Ayúdame, Señor, a creer en Ti, a esperar en Ti
sin condiciones, sin pruebas, sin exigencias.
Ayúdame, Señor, a verte por encima de toda apariencia
y por encima de todos los engaños de mi fabricada ceguera.
Que vea, Señor, con la misma profundidad de tus ojos,
para que aprenda a vivir
como canta el pájaro sin saber que canta
o como juega el niño sin saber que juega.
¡Enséñame a ver, Señor, con la profundidad de tu mirada!

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