La Alfombra Beduina

Transcripción

La Alfombra Beduina
LA ALFOMBRA BEDUINA
Por Pilar Guerrero G.
1
Al principio no podía entender en dónde estaba.
Tampoco sabía cómo llegó ahí. Se vio de pie en
una esquina de algo que parecía una carpa hecha
de cuero oscuro, avanzó hacia la entrada y al
mirar hacia afuera se dio cuenta que estaba en el
desierto: dunas extensas, camellos, gente
vestida con atuendos largos y turbantes… A la
derecha vio unas montañas rocosas que se
entibiaban con los últimos rayos del sol, que
frente a esas paredes azuladas se hundía lentamente en el horizonte. Esos momentos
contemplando el atardecer más anaranjado que había visto no supo de tiempo ni espacio,
hasta que el sol se ocultó completamente.
Al costado de la tienda vio un camello blanco y algunas ovejas en un corral. Una voz que vino
desde el interior de la carpa la sacó de su asombro y la sumergió en un a mezcla exquisita de
olores que venían de una fuente metálica puesta sobre una mesa baja. El anfitrión servía
platos abundantes a los turistas invitados quienes se sentaron en alfombras y moquetas que
cubrían el suelo, se acomodaron en cojines hechos a mano como las alfombras y se
dispusieron a comer y escuchar historias del pueblo nómade. Después que cenaron, el
mismo hombre que los invitó les sirvió té de hierbas, y otro más joven comenzó a contar una
historia en un inglés bastante claro. Era el relato de una muchacha y un joven egipcio que se
enamoraron mientras viajaban en una caravana, y, aunque el relato tenía absortos a los
turistas, a ella la cautivó una voz femenina que se oía en otra parte de la carpa. Se acercó un
poco y vio a una mujer que se lamentaba y caminaba ansiosa de lado a lado mientras otras
mujeres no sabían qué decirle.
El ruido estruendoso de una alarma la despertó de golpe. Era la vecina que no lograba quitar
la alarma al auto recién comprado. Entonces se dio cuenta que durmió sobre la alfombra
que le habían regalado el día anterior. Se incorporó algo asustada y comentó:
- ¡Qué sueño tan extraño! ¿Hay camellos blancos y carpas negras en el desierto?
- Y un hombre mayor que le sirve té a los huéspedes – dijo la alfombra.
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- ¡Cierto! Preparaban el té en una tetera de bronce – dijo Jenny con entusiasmo – ¿Cómo
sabes eso? – preguntó extrañada, buscando en la cama la voz que le hablaba.
- Es el campamento donde me hicieron – le explicó la alfombra. Te quedaste dormida y
soñaste mi sueño.
- ¡Pero lo que vi no es el mercado de Petra! ¿Dónde te fabricaron?
- En el desierto de Jordania. La mujer que viste en tu sueño fue quien me fabricó. Quería
darme como regalo a su sobrina, pero su cuñado me tomó por equivocación y me llevó al
mercado.
- Creo que empiezo a entender – le respondió Jenny pensando en la mujer del campamento.
Se dio cuenta de la hora y corrió al baño para alcanzar a lavar la ropa esa misma tarde.
Programó la lavadora y fue a la cocina a prepararse un buen tazón de té.
- ¿Qué es ese ruido? – preguntó la alfombra
- Es la lavadora, una máquina.
- ¿Qué está haciendo esa máquina?
- Se está llenando de agua, tiene la ropa, el detergente, se agita y da vueltas para que la
ropa se lave…
- ¿Agua, me dijiste? ¡Se llena de agua! – exclamó la alfombra llena de asombro.
Jenny no alcanzó a contestarle cuando escuchó al timbre de la puerta. Abrió y vio a
Alejandra, su socia en la tienda. “Vengo a dejarte la carpeta,” le dijo y Jenny la hizo entrar..
- Pasa Ale, siéntate un ratito. Estoy preparando té negro con limoncillo, te sirvo?
- Qué amorosa eres. Te acepto una taza.
- Qué linda la alfombra, Jenny – exclamó Alejandra con sorpresa, mientras examinaba la
confección beduina. – ¡Qué lindos colores! Se ve que es hecha a mano
- El tío Ángel anduvo en Medio Oriente y me dijo que al pasar por el Mercado de Petra se
acordó que de niña le pedí una alfombra Persa.
- ¡Apuesto que pensabas que podías volar!
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- En la familia de mi madre nos gusta el desierto, sus costumbres, atuendos… no sé por qué,
como que nos viene en la sangre.
- ¿Qué me dijiste que le echaste al té? ¡Te quedó exquisito! – le comentó Alejandra al
momento que dejaba sobre la mesa una carpeta con documentos. – Aquí está lo que me
pediste. Me voy antes que se haga tarde.
- Gracias, Ale. Te acompaño a la puerta.
- Bien bonita la alfombra, podrías echarla a la lavadora, tal vez esos colores se aclararían…
- No sé si se puede lavar a máquina, no lo creo…
Apenas se fue Alejandra, la alfombra le pidió con una súplica casi ahogada:
- ¡NO ME TIRES A LA LAVADORA! ¡Quiero volver al campamento!
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- ¡Tío Ángel! ¡Pase! ¡Qué agrado verlo! – exclamó al abrir la puerta con los ojos brillantes de
alegría.
- ¡Qué gusto verte, hija! ¿cómo estás? – dijo el tío y abrazó cálidamente a Jenny.
Pasaron a la cocina. Jenny preparó té con hojas de lima y anís, mientras escuchaba atenta las
historias de su tío que la llevaban a viajar por la capital de Jordania. Jenny reía al imaginar las
peripecias de su tío que ya entrado en años recorría países exóticos y regateaba precios en
los mercados.
Cuando terminó su taza de té, el tío Ángel abrió su maleta y sacó de ella una alfombra hecha
a mano, de color rojo oscuro, con pequeños rectángulos blanco y café, y flequillos cortos en
los extremos. Jenny tomó la alfombra con ambas manos y le pareció sentir el calor del hogar
en donde fue hecha.
- ¿De dónde viene esta alfombra?
- La compré en el mercado de Petra, pero no sé bien en donde la hicieron, pero tal vez
podría averiguar. ¿Por qué?
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- Tal vez podría importar alfombras tejidas como esta…
- ¿En serio? ¿Y las venderías aquí?
- En la tienda que tenemos con Alejandra, ¿ya lo olvidaste?
- Al parecer sí…
- ¡Pero tío! ¡Tenemos que ir a la tienda entonces antes que te vayas!
- ¡Te pareces tanto a tu abuelo, Jenny! Y eso que no se conocieron…
- ¿Lo dices por lo aventurera?
- No tanto por eso… es más bien en ese amor que sientes por el desierto y su gente, aunque
no los conoces.
Y se sirvieron otra taza de té para hablar de Jacques Roudergue, quien había viajado mucho
antes de casarse y finalmente su corazón errante fue atrapado por una francesa residente en
Chile. Era un hombre muy rubio, severo, que contaba con gracias sus aventuras y
desventuras en los mares o en tierra extrañas.
- Mi padre murió queriendo volver al desierto de Jordania, quería andar a pie pues decía que
no había alfombra más bella que la arena del desierto al atardecer.
- ¿De ahí nos vendrá el amor al desierto y su gente, entonces? ¿Qué crees tú, tío?
- Es probable. Si a través de los genes se heredan rasgos físicos y sicológicos, imagino que se
heredan sueños, también.
- Sabes? Tengo otro sueño que me gustaría realizar, de alguna manera ya lo estoy
realizando…
- ¿En serio? – dijo Ángel con sorpresa – ¡Cuéntame!
Jenny comenzó a describirle el proyecto de la tienda de artesanía en lanas, cómo se habían
conocido con Alejandra y la forma de ver que tienen al mirar cada chaleco o alfombra como
la prolongación de la cultura y la tradición que las familias de la zona han mantenido por
décadas. Ángel escuchaba con atención a su sobrina que le decía lo importante que le
resultaba la idea de apoyar la cultura y el mantenimiento de las tradiciones.
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- Tal vez sea tu tiempo de importar alfombras beduinas, Jenny. ¡En el mercado de Petra hay
tantas!
- ¿Podrías ayudarme con los trámites, tío?
- ¡Por supuesto! – dijo Ángel con tono resuelto – tu abuelo estaría orgulloso de ti.
- Llegó el momento de ir a la tienda. Vamos!
Bajaron a paso ligero por Walker Martínez hasta Santa Rosa, compartiendo detalles de la
tienda y del mercado, con la cordillera y el lago al fondo. Doblaron en Santa Rosa hasta la
plaza, tras una casona alemana hay una galería de tiendas artesanales. En uno de esos
locales les espera Alejandra.
El tío Ángel y Alejandra se saludaron como si se conocieran de toda la vida y conversaron
sobre el proyecto como si no se hubieran visto en meses. Rápidamente se armaron los
planes para hacer las averiguaciones sobre importaciones, pasaporte, y los pasajes a Petra.
Casi no podían creerlo, alfombras hechas por pueblos nómades era lo más inverosímil que
podían imaginar. Alejandra quedó en pasar al otro día en la tarde para dejarle la carpeta con
documentos, ver la alfombra y tomar un té.
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El dormitorio de Jenny estaba ordenado, el calor de la tarde tenia tibio el ambiente y la
alarma del auto nuevo de la vecina llevaba sonando más de cinco minutos. La alfombra
beduina estaba estirada a los pies de la cama. Se oyeron ruidos en la puerta de entrada.
- ¡Me voy a Jordania! – dijo la joven con regocijo al entrar al dormitorio.
- ¿Cuándo te vas? – inquirió la alfombra.
- En una semana, ya tengo casi todo listo – le dijo y encendió la televisión para ver noticias.
- ¿A qué parte de Jordania vas? ¿A Petra?
- ¡Así es! Estaré en Petra y también conoceré el campamento donde te fabricaron. Mi tío
demoró un poco, pero ya hizo los contactos – le dijo a la alfombra mirándola con cariño.
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- ¿Por qué quieres ir al campamento beduino? – preguntó con curiosidad.
- Queremos importar alfombras como las que ellos fabrican y venderlas en la tienda.
- ¿Quieres hacerte rica? – le dijo con desconfianza
- No es el punto, aunque tampoco es mala idea. Queremos fomentar el intercambio de
tradiciones en la fabricación de alfombras…
- Te entiendo. ¿Cuál es el nombre de tu familia?
- Almendral. Me llamo Jenny Almendral – y la miró como esperando su comentario.
- La generosidad de tu corazón hace honor al nombre de tu familia. Serás apreciada en el
campamento – le dijo la alfombra en tono solemne.
Jenny no tuvo tiempo de reflexionar sobre el halago, una noticia de último minuto le llamó la
atención. Se había desatado una guerra civil en la zona del desierto de Jordania y las
fronteras estaban cerradas para visitantes. Jenny quedó perpleja y se sentó en la cama,
inmóvil.
- ¿Qué te pasa? Quedaste más blanca de lo que eres - dijo la alfombra sin ánimo de
ofender.
- Hay guerra en medio oriente, al parecer no se puede viajar…
- ¿Cómo? ¿Hay guerra? ¿Pero por qué? – se quejó la alfombra.
- No sé mayores detalles, esto es noticia de último minuto.
- Pero Jenny Almendral, si tú no puedes viajar, ¿quién me llevará de vuelta al campamento?
¿Cuándo podré llegar a alegrar el corazón de la joven que me espera?
Jenny no supe qué contestar, miró la alfombra, recordó el sueño que tuvo en el
campamento y sólo entonces comprendió todo. Tomó la alfombra con cuidado y la dobló tal
como la vio la primera vez.
- Yo te llevaré. Esperaremos a que pase el tumulto. Siempre has sido parte importante de
este proyecto.
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