Homilía del 21 de Agosto de 2016 Nunca olvidaré el viaje de Jericó

Transcripción

Homilía del 21 de Agosto de 2016 Nunca olvidaré el viaje de Jericó
Homilía del 21 de Agosto de 2016
Nunca olvidaré el viaje de Jericó a Jerusalén hace dieciséis años. En el año 2000 Bill
Monosmith, en ese momento Director de Educación Religiosa aquí en Santa Cecilia,
organizó una peregrinación a Israel. Bill me pidió a ser el consejero espiritual de un grupo
sobre todo de Santa Cecilia. Como nuestro autobús salió de Jericó a Jerusalén–y cada
camino sube a Jerusalén–nosotros viajábamos en un solo carril con tráfico doble mano a
través de un desierto montañoso. El sólo lugar de verde que vi durante el viaje entero fue
un oasis lejos en la distancia allá un amplio desfiladero. El área fue picado con
cuevas. Esto fue el viaje del hombre que fue victimizado por los ladrones y quien el
samaritano rescató y dio cuidado. Nuestro guía nos dijo que todavía éste era un viaje
peligroso a tomar por sí solo.
Mientras nos acercamos a la ciudad de Jerusalén , espontáneamente comencé a cantar e
invité a otros a cantar conmigo.
Mi destino, Jerusalén,
Los ojos he fijado en ti.
Aunque el fin no puedo imaginar,
yo no te dejaré.
Nuestras almas listas están;
la meta es llegar a ti.
No existe soledad.
El viaje es hermandad.1
Estoy seguro de que ustedes deben estar preguntándose por qué hablo hoy de esa
peregrinación en el año 2000. Hablo de ella porque la primera lectura y el Evangelio se
centraron en Jerusalén como un lugar de destino. En el Evangelio según San Lucas, el día
después de la Transfiguración, Jesús les dijo a su discípulos, «Escuchen y recuerden lo que
ahora les digo: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.» (San
Lucas 9:44). Entonces encontramos estas palabras: «. . . Jesús emprendió resueltamente el
camino a Jerusalén» (San Lucas 9:51). Desde este punto hasta que Jesús entraba en
Jerusalén a la aclamación que celebramos como el Domingo de Ramos, el Evangelio de San
Lucas da un recuento de predicando, enseñando, y sanando de Jesús en su viaje a Jerusalén,
su lugar de destino.
Nuestra primera lectura, del profeta Isaías, también presenta a Jerusalén como un lugar de
destino. El Señor se reunirá a la gente de «las naciones de toda lengua». Enviará su
mensaje a aquellos de cada nación, incluso a «los países más lejanos», que «vendrán y
verán» la gloria del Señor. Todos, proclama Isaías, vendrán a Jerusalén, al «monte santo»
del Señor.
Tanto en el Evangelio como en la primera lectura Jerusalén es un lugar de destino, pero el
destino en cada uno es muy diferente. Jesús va a cumplir su destino–detención, torturas
1
«Mi Destino, Jerusalén», un himno de Rory Cooney, Gia publicaciones, Inc
-1-
Homilía del 21 de Agosto de 2016
crueles, burlas, y la más cruel de ejecuciones, crucifixión. Por el contrario, Isaías proclama
que todos vendrán a disfrutar un destino glorioso. En el capítulo de Isaías justo antes de
nuestra lectura de hoy, leemos:
Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo
del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán
para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la
alegría y a su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso
a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos.
El lobo y el cordero pacerán juntos, el león comerá paja como el buey . . . : No
se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, dice el Señor .
(Isaías 65:17-19, 25)
Estas palabras suenan celestiales, ¿no es verdad?
¿Qué puedan estas dos lecturas sobre dos destinos enormemente diferentes decirnos a
nosotros hoy? Jesús sabía que su lugar de destino estaba en Jerusalén. Sabía que tenía que
enfrentarse de frente a los abuso y los abusadores y sabía que no darían la bienvenida a su
enfrentamiento. Parecía seguro que sería matado.
El Padre Demetrius Dumm, un benedictino, menciona en una de sus homilías un radio
concurso en el cual el ganador recibiría vente minutos de compras gratis en un
supermercado. El ganador trataría frenéticamente de recoger tanto en su carro como posible
en esos veinte minutos. El Padre Dumm reflexiona,
Me gusta imaginar un escenario diferente en el cual el ganador concursante
pasaría esos minutos preciosos a ayudar a otros con sus necesidades de compra.
Y cuando alguien preguntó acerca de este comportamiento extraño, él contestaría
simplemente, «Oh, ¿no sabes que mi padre es dueño del supermercado y que, si
somos amables y considerados durante nuestros veinte minutos de la vida, la
tienda entera será la nuestra para siempre?2
La pregunta obvia que debe venir a todos nosotros es, ¿Qué destino nos aguarda a nosotros?
¡Qué pena y cuán triste, si sólo al final, de repente nos damos cuenta de que hemos vivido
nuestras vidas yendo en la dirección equivocada! Como comenzamos el resto de nuestros
veinte minutos de vida, que reconozcamos las dos cosas verdaderamente necesarias, amor a
Dios y amor a prójimo–amando y diariamente tratando de crecer en el amor de nuestro Dios
generoso y perdonar y amando y diariamente tratando de ser más amables y más
comprensivos y indulgentes de la gente preciosa de Dios. Entonces estaremos entre quienes
«vendrán . . . del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del
Reino de Dios».
2
Demetrius R. Dumm, O.S.B., homily for August 21, 2016, Saint Vincent Archabbey, Latrobe, PA.
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