CAP.XXVIII Vicario parroquial en la Valla

Transcripción

CAP.XXVIII Vicario parroquial en la Valla
CAPITULO XXVIII.- MARCELINO CHAMPAGNAT VICARIO PARROQUIAL
EN LA VALLA
Pocas semanas después de la ordenación (22 de julio de 1816) y de la consagración a Nuestra
Señora los promotores de la Sociedad de María recibieron su nombramiento pastoral,
distribuidos
por
la
inmensa
arquidiócesis
de
Lyon.
Juan Claudio Courveille, que pasaba como Superior de los Maristas, fue nombrado vicario
parroquial en Verrières (Loire).El seminario menor, en donde Marcelino estudió desde 1805 a
1813,daba renombre al pueblo y era atendido por la Sociedad de la Cruz de Jesús, fundada el 11
de junio de 1816.Se diría que el nombramiento fue con "segundas intenciones". El Vicario
General Bochard esperaba poder así incrementar su sociedad con Courveille y sus Maristas.
Pedro Colin, anteriormente en Coutouvre, resultó nombrado párroco de Cerdon (Aine) en julio
de 1816,ayudado por su hermano Juan Claudio. Remplazaba a Leonardo Furnion, miembro éste
de
la
Sociedad
de
la
Cruz
de
Jesús.
Esteban Déclas, primer confidente de Courveille, será vicario parroquial en Saint-Igny-de-Vers
(Rhône)
a
partir
del
1
de
agosto.
Esteban Terraillon fue enviado a Corbenod (Aine) el 10 de agosto. Juan Claudio Gillibert,
ayudante en el seminario menor de L'Argentière. Felipe Janvier, futuro confidente del Beato
Marcelino, salió como misionero para Luisiana (Estados Unidos).Juan Bautista Seyve se ocupó
como vicario parroquial en Tarentaise, que limita con La Valla cuyo vicario era desde el 12 de
agosto de 1816 Marcelino Champagnat.
1.- LLEGADA A LA VALLA.
Recibido su nombramiento y previendo la próxima fiesta de la Asunción, el padre Champagnat
salió inmediatamente para su destino. Al divisar el campanario se postró de rodillas, poniendo la
parroquia
al
amparo
de
Jesús
y
de
María.
Se levantó y quedó admirado del espléndido y romántico paisaje. El pueblecito se veía como
refugiado, a 700 metros de altura, en las faldas de un barranco y circundado por las majestuosas
cimas rocosas, praderas y los cuadros de sombríos bosques del macizo del Pilat. En el fondo
murmuraban el Ban y el Gier que, muy cerca, se precipitaban en cascada impresionante de 33
metros. No se encuentra terreno plano que mida 10 metros cuadrados. Los numerosos caseríos
semejan encaramados nidos de águila en las incontables laderas. Hacia el sur, se contemplan las
ruinas del castillo Le Thoil. El manto vegetal pobre, solamente en el fondo de las cañadas,
llegaba a 50 ó 60 centímetros. Como industria manufacturera únicamente existía un molino para
seda, instalado en el siglo XVIII por un italiano de Bolonia, en la parte alta del caserío Luzernod.
La parroquia de La Valla, debido al Concordato de Napoleón I (1803),era muy amplia;
comprendía, en aquella época, los actuales municipios de La Valla y de Bessat.
El joven sacerdote se detuvo en la iglesia para orar. Era pobre, pequeña y vieja, pues se
remontaba al año 1005.Las tres campanas se salvaron, no se sabe cómo, del vandalismo
revolucionario. Databan de 1532,1535 y 1584,o sea de la época del Renacimiento cuando
reinaban Francisco I y Enrique III. Las inscripciones eran casi invisibles, y el local sucio y
descuidado,
desgraciadamente.
La casa parroquial, muy próxima a la iglesia, la ocupaba desde el 5 de febrero de 1812 Juan
Bautista Rebod, natural de Saint-Just-les-Velay (Haute Loire) que actualmente se denomina
Saint-Just-Malmont. El padre Champagnat llamó a la puerta y apareció el señor cura, joven de 38
años.
La penosa impresión de negligencia que repugnó a Champagnat en el interior de la iglesia, subió
de punto en la casa parroquial: botellas de vino enmohecidas rodaban por todos los rincones. El
párroco Rebod se las echaba de poeta y alimentaba su vocabulario poético con frases
estrambóticas. Además era tartamudo. El vicario se percató muy pronto de que el señor cura no
podía predicar; se contentaba con dar, mal que bien, algunos avisos a sus feligreses en las misas
de
los
domingos.
Se notaba a ojos vistas que el presbítero Rebod pertenecía a la generación de sacerdotes formada
(¿?) durante la Revolución y el Imperio, época de miseria espiritual, en la que la Iglesia se vio
obligada a "hacer fuego con la mala leña que tenía". La parroquia de La Valla no carecía de cura
pero
en
realidad
estaba
abandonada.
2.- GUERRA A LOS BAILES.
El 15 de agosto de 1816 el nuevo vicario predica por primera vez. Seguramente no fue ninguna
pieza de oratoria sagrada pero sí lo hizo emocionado y sincero; nada menos que desde el púlpito,
cosa no vista desde hacía años. El auditorio celebró ese gesto lleno de celo.
Pero el 15 de agosto era fiesta nacional desde tiempos de Luis XIII, que reinó de 1610 a 1643.El
mismo Napoleón la guardaba y había fijado, expresamente para ese día, la fiesta del mítico San
Napoleón.
Ahora
bien,
para
el
pueblo
no
había
fiesta
sin
baile.
Desde la Revolución y el Imperio, los antiguos bailes regionales habían degenerado en danzas o
valses que los soldados habían copiado de Alemania. En los antiguos bailes populares, los
participantes no se tocaban; sólo ocasionalmente se tomaban de la mano. En los modernos las
parejas están estrechamente unidas y se mueven como un todo, lo cual era un gran escándalo
para los no acostumbrados de aquella época. Tanto es así que los que tenían casas de bailes
modernos se veían obligados a renunciar a ellas si querían ser absueltos en confesión; sólo se
exceptuaban
los
bailes
familiares,
por
ejemplo
en
una
boda.
No solamente el clero se oponía a semejantes bailes. El 8 de julio de 1807 el Diario de París
escribía: "Hace tiempo que los esposos, las madres y todo el mundo sensato grita contra los
bailes. No hay costumbre más propia que esas danzas para atolondrar a las mujeres y para excitar
el fuego en todos sus sentidos. J.J. Rousseau aseguraba que nunca permitiría que su hija o su
mujer tuvieran esa clase de diversiones". Al lado de los inconvenientes morales, el Diario añadía:
"Hay otro inconveniente que, tal vez, llame más la atención. Esos bailes modernos alteran las
propias facciones, cansando los miembros hasta ocasionar accidentes. La semana pasada, una
madre joven abandonó la criatura que estaba amamantando para sumarse al torbellino de la
danza. La sangre y la leche se le subieron a la cabeza y sólo tuvo tiempo para decir "Me siento
mal",y
allí
murió,
en
brazos
de
su
acompañante".
El Beato Marcelino compartía, naturalmente, las opiniones de su tiempo y por eso declaró la
guerra a los bailes en La Valla. Cuando los feligreses le notificaban que tal día habría un baile en
este o aquel caserío, anunciaba desde el púlpito su propósito de ir ese día al lugar determinado
para dar catequesis. Generalmente, eso bastaba para que se suspendiera la fiesta.
Los días de carnaval visitó los poblados por la tarde. En el primer caserío sorprendió una reunión
numerosa. El local rebosaba de público, atraído por la música y los bailes. Escuchó algunos
momentos, luego abrió la puerta y entró repentinamente. Echó un severo vistazo sin decir
palabra, lo que ocasionó el inmediato cese de canciones y danzas. Todo el mundo se preocupó en
escabullirse por puertas y ventanas. Los que no consiguieron fugarse se escondieron bajo las
mesas. Al fin, sólo la dueña de la granja se presentó ante el vicario. Con lágrimas pidió perdón,
alegando ser la primera vez. "¿Y la primera vez se ha dejado Ud. atrapar?", repuso Champagnat.
Algo por el mismo estilo sucedió en otro caserío cercano. El buen Padre regresó a casa después
de media noche, con frío, cansado por los montes y barrancos de los tortuosos caminos, y se
acostó
sin
cenar,
pensando
en
la
misa
del
día
siguiente.
Danzantes y organizadores se las arreglaron poniendo centinelas y tan pronto como el ladrido de
los perros o la señal de los vigilantes delataban la presencia del vicario, cesaba el baile y los
danzantes
desaparecían.
"Marcelino Champagnat luchó, increpó, fustigó tan vivamente desde el púlpito contra ese mal,
tomó tales medidas, instando a los jóvenes así como a los padres de familia personalmente, que
consiguió acabar con esas reuniones". Así lo dice su primer biógrafo, el Hermano Juan Bautista,
en 1856.
[Présence Mariste, Nº 141, octubre de 1979]
sur.htmsur.htm

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