DAVID, cazador de Tycoons

Transcripción

DAVID, cazador de Tycoons
 de Ada, con cariño... DAVID, CAZADOR Se podría decir que aquellas tierras habían cambiado, pero en qué o cómo lo habían hecho y, sobre todo, desde cuándo, no se podía saber, a menos que se intentara recordar cómo era el mundo antes del cambio. La sutileza con la que, en ocasiones, suceden las cosas hace que no seamos capaces de percibir cuándo comenzaron a ser como son. He aquí la historia de alguien que acabó convertido en algo que ni él mismo hubiera concebido de no ser por los acontecimientos y transformaciones que el mundo sufrió. Era una ciudad como cualquier otra y él un joven como cualquier otro, o eso parecía a primera vista. Nada extraño hacía suponer que las cosas serían como fueron. David. Así le llamaron sus padres. No preguntéis por qué. Su única pasión eran las aves, por lo que sus amigos le dieron el apodo de “el pájaro”. Pasaba sus horas criándolas, alimentándolas, estudiando sus hábitos y costumbres; y no quería saber nada más. Nada de los hombres quería conocer pues le parecía, no sin razón, que las criaturas más viles del universo eran sus congéneres. Nunca entendió el daño por placer. David era inteligente y, aunque reservado, siempre estaba haciendo reír a los demás. Una mañana de invierno, con el frío pegado a sus huesos, salió a ver sus aves al campo donde las cuidaba y criaba. Su padre le gastaba bromas pero él, no sabía por qué, aquel día no se sentía de buen humor. Algo le oprimía el pecho. Ya en su casa de campo y, casi amaneciendo, miró hacia el cielo como buscando conocer el tiempo para hoy, sin embargo, observó en el horizonte unas nubes negras de color carbón que se acercaban para traer una tormenta de las que se dicen “diluvio universal” o “tormenta del año”. Le dio un vuelco el corazón y asustado comenzó a preparar las jaulas y todos los habitáculos de sus preciadas aves para evitar que sufrieran daños. Le llevó como una hora y, mientras trabajaba en ello, su padre le avisaba de que por la radio anunciaban grandes tormentas y que debían marcharse para casa cuanto antes. David miró de nuevo al cielo. La negrura y espesor de las nubes no eran normales, más bien se asemejaban al humo negro desprendido de un incendio. Entonces vio algo posado bajo las nubes, justo en línea vertical al centro de la tormenta, algo posado en un árbol solitario de la colina de enfrente de su casa de campo. Se apreciaba movimiento pero desde tan lejos no sabía qué era exactamente, así que, tomó la decisión de ir a verlo. Su padre se negó, pero sin hacer ningún caso, David salió corriendo hacia el árbol. Ya a unos doscientos metros divisó un ave grande y oscura posada en el árbol pelado y muerto. Las nubes tronaban y rayos gigantescos caían a lo lejos. Pero, ¿cómo podía ser? Aquel ave comenzó a moverse. No había duda, era un gran buitre, negro, completamente negro y más grande de lo que jamás David hubiera pensado. Repasó en su mente, como un flashback, todas las especies de buitres existentes. No cabía duda, no pertenecía a ninguna. Casi sentía miedo de lo grande que era aquel bicharraco, pero se armó de valor pues pensaba que aquella tormenta acabaría con la vida del buitre en cuanto comenzara el diluvio y cayeran los rayos más cerca de aquel lugar. Al acercarse, el buitre le clavó la mirada directamente a los ojos, y comenzó a mover su cuello y cabeza de lado a lado como calculando la distancia entre los dos. De repente alzó el vuelo desplegando unas grandes alas de al menos un metro de largas, negras y brillantes y, lanzándose hacia él, se posó sobre sus hombros y después en su brazo derecho como si estuviera habituado a los hombres. David estaba temblando. Aquel ave era grandísima y no entendía cómo era posible que se le hubiera acercado de esa manera pues, aunque estuviera adiestrada, no le conocía y, por supuesto, podía ser agresiva. El buitre le miró a los ojos de nuevo y David casi se cae al suelo cuando aquel ave comenzó a hablarle: ━David, dime, ¿estás preparado? ━ ¡Pero cómo es posible! Un buitre hablando. ­Y David salió corriendo a la vez que gritaba: ¡No sé de qué me hablas!, ¡no te conozco!, ¿eres un buitre? El Buitre voló detrás de él alcanzandole enseguida y gritándo desde las alturas: ­ No tengas miedo David, debemos estar juntos en esto, esta tormenta trae algo más que nubes. Debes saber que eres el elegido para luchar contra el mal que se avecina. ­ ¿Yo? ¡solo soy un niño!, ¿cómo podría luchar contra ningún mal? ­ No corras más y te lo explico todo ­dijo el buitre sobrevolando posándose delante de él. David se paró en seco. Respiraba agitado, o esto era un sueño, o una alucinación, o algo verdaderamente maligno se cernía sobre el mundo. Se quedó mirando al buitre con una cara de miedo que más bien daba pena. Entonces el buitre le dijo: ­ Mi nombre es “Bo­ horne” Y no soy de este mundo. He venido para salvar a los hombres de las viles criaturas que vienen montadas a lomos de los Tycoons, o devoradores de hombres. Sé que no sabes nada de ellos pero debes ayudarme pues tienes un don que nadie más posee. ­ ¿Un don? ¿Qué quieres decir? Soy un niño normal, nunca he hecho nada especial y menos sobrenatural. ­ Sí David, tú entiendes a los pájaros, conoces su idioma de manera natural y yo, Boh­ horne, el Dios de los pájaros, sé que existes desde el día en que naciste. ­Pues a mí no me importan los hombres, si una plaga de esos seres malignos vienen a matarlos a todos, no es mi problema. ­ Lo sé­ dijo Boh­horne­ pero al ser el único que tiene esa capacidad en el mundo no puedes elegir. Es tu destino. David miró hacia su casa y vio a su padre montado en el coche, corrió hacia él para librarse del Buitre pero éste le siguió, volando muy cerca de él. Gritó para que su padre le recogiera, éste vino a gran velocidad con su todoterreno y cuando estuvo cerca abrió la puerta. Entonces, desde las alturas, desde las nubes negras del cielo aparecieron unos seres alados negros parecidos a vampiros (como una especie de murciélagos tan grandes como hombres) que se precipitaron sobre el coche dándole grandes golpes con sus patas y con sus cabezas. Las nubes estaban formadas de ellos. No había agua en el cielo, había nubes de vampiros de diferente tamaño y deformidades físicas pero no quedaba duda...eran seres de otro mundo. David se agachó en el suelo,tapando su cabeza con las manos y acurrucándose como un bebé. El buitre cogió al niño con sus garras y se lo llevó volando lejos de allí. Casi había perdido el conocimiento cuando el buitre lo dejó suavemente sobre la hierba de una colina alejada de las nubes oscuras. Llorando le dijo: ­¿ Qué debo hacer? ­Debes venir conmigo para avisar a todas las aves de los cielos pues entre nosotras no nos entendemos, solo tú puedes darnos órdenes. Simplemente por el hecho de poder hacerlo, debes hacerlo. Tu padre ha sido atacado y no volverás a verle. ¿Quieres que pase eso con el resto de la gente? ­Solo me importa mi padre­dijo el muchacho llevándose las manos a la cabeza pues la imagen de aquellos seres atacando el coche de su padre le hacía sentirse muy triste­¿Pero de dónde salen esos vampiros? ­ Vienen de otras dimensiones, de lugares donde los hombres jamás han estado, de espacios que están aquí cerca pero que no podéis ver y, vienen a saciar su hambre pues en su mundo ya no quedan presas para seguir comiendo, alimentándose de su sangre. ­ ¿No tengo otra opción? ­ ¿La tienes?­contestó Boh­Horne con tristeza en sus expresivos ojos negros de buitre. ­ No. Sé que no. Bien, vayamos a avisar primero a todas las rapaces. ­ De acuerdo. A lo lejos, aquellas nubes se veían como una tormenta lejana. Un sonido atronador emanaba de ella, y se acercaba poco a poco a la ciudad de David. Eso significaba que en pocas horas todos los hombres serían aniquilados presas de los Tycoons. Debían darse prisa. David montó sobre el gran buitre y recorrió todos aquellos lugares donde las aves habitaban. Las grandes rapaces enseguida obedecieron, pero no solo ellas, hasta los jilgueros, las palomas, las gaviotas e incluso los pajarillos , mascotas de las personas, querían salir de sus jaulas para seguirle. Era un ejército tan grande que parecían en el cielo un enjambre gigantesco de mangostas. Unas dos horas después, David, montado en Boh­Horne comandando aquel ejército de aves, comenzó un ataque sobre la gran nube de vampiros que ya se cernía sobre la ciudad y que andaba acechando a los hombres que andaban fuera de sus casas. Pronto aniquilarían toda vida humana. El ejército de David rodeó la gran nube de vampiros. Cada una de las aves había recibido órdenes presicsas sobre lo que debían hacer. Las rapaces atacaban como si fueran los soldados de infantería. Los grandes buhos con su visión nocturna se metieron desde abajo en el centro de la gran nube negra, pues veían perfectamente sus objetivos en la oscuridaad. Los pequeños paiarillos tenían órden de meterse por ojos , oídos y bocas de los Tycoons, causándoles graves daños en estos órganos de los sentidos, haciendo que muchos de ellos perdieran la orientación, o quedaran con lesiones que les hacían perder el equilibrio hasta caer al suelo. La gran batalla había comenzado, y en pocas horas, los Tycoons fueron exterminados. Los hombres, desde el suelo vieron aquella batalla sin comprender nada. Algunos miraban asombrados, pero la mayoría se escondieron en sus casas. Los hombres son cobardes, ya se sabe. Pero David, montado en Boh­Horne, no paró de luchar, los Tycoons caían del cielo como vacas grandes y pesadas, se estrellaban en él y morían presa de los golpes y picotazos de aves y pájaros. Ya en el suelo hasta las gallinas los seguían picoteandoles, asegurándose de que ninguno seguía vivo. Cuando todo terminó David todavía no se creía lo que acababa de ocurrir. Estaba muy nerviosos y temblaba de pies a cabeza cuando grácilmente el gran buitre lo dejó cerca de su casa de campo. ­¡Daviiid!­escuchaba la voz de su padre… La caída había sido casi mortal. David, encaramado a una escalera vio algo en el horizonte bajo la tormenta inusualmente negra que se acercaba hacia la ciudad. Era algo que parecía moverse. Quiso correr hacia allí, pero al bajar apresuradamente cayó de la escalera donde estaba encaramado aseando las jaulas de los jilgueros, y se golpeó la cabeza. Despertó en el hospital; todos creían que no saldría de esta, pero David sabía que lo que había ocurrido No era un sueño. Había visto a Boh­Horne en aquel árbol. Y supo que en otras dimensiones se libran batallas épicas que necesitan a algunos hombres elegidos, como él. FIN 

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