Le Capital / El director El nuevo revolucionario de la escena
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Le Capital / El director El nuevo revolucionario de la escena
Le Capital / El director El nuevo revolucionario de la escena francesa De la cosecha del 82, joven y ambicioso, de barba suave, adornado de una media melena, Sylvain Creuzevault podría ser un revolucionario del siglo XIX que observara, curioso y reflexivo, el mundo desde detrás de sus gafitas redondas. Hijo de un arquitecto y de una psicoanalista de Ivry-sur-Seine, en el cinturón rojo de París, con sólo 20 años fundó, junto a tres amigos del Conservatorio Nacional de Arte Dramático y de la escuela internacional de Jacques Lecoq, la compañía D'Ores et dejà. Creuzevault, que está acostumbrado a ver su nombre escrito en el neón de los teatros públicos franceses, está considerado como el nuevo enfant terrible de la escena gala. Un creador que vive al margen y que se toma con calma la creación de cada uno de sus montajes. “El teatro es un espacio político y no estético”, defiende y recuerda los orígenes de su compañía: “Al principio, trabajábamos textos de Brecht pero, desde 2006, nos hemos centrado en la creación colectiva y rechazamos las jerarquías que diferencian entre autor, director y actores”. Los miembros de la compañía improvisan durante los ensayos y construyen la obra a partir de una escritura viva, que les permite funcionar de una manera más democrática. Aunque se ha dejado ver como actor de cine (en Les amants réguliers, de Philippe Garrel, cuyo hijo, Louis, es uno de los fundadores de D'Ores et dejà) y ha dirigido para el teatro textos de Mark Ravenhill, Howard Baker y Marius von Mayenburg, Creuzevault atraviesa una etapa en la que prefiere sumergirse en determinados periodos de la historia de Francia y utilizarlos para reflexionar sobre la actualidad: “Las obras se inspiran en hechos reales pero no pretenden ser históricas; analizan cómo las personas están a punto de construir la realidad. Sin héroes, ni protagonistas, sumando esfuerzos a la hora de movilizarse”. Partiendo de la creación colectiva, Le pere tralalère giraba en torno a la familia y a la destrucción de la figura paterna; mientras que Notre terreur, por la que fue nominado al premio Molière como mejor actor revelación, se plantea como una aproximación a la Revolución Francesa y cuestiona si, en el marco de un aparato político, un ideal de justicia social puede sobrevivir a los intereses parlamentarios. Meticuloso y defensor de que el teatro tiene que estar vivo y atento a las reacciones del público, Creuzevault busca la distancia y la forma precisas para explicar qué nos sucede, aunque para conseguirlo tenga que desmenuzar un texto como El Capital, de Karl Marx y superar lo que muchos pensarían que es una tarea titánica para convertirlo en una obra de teatro.