Dime cómo andas y te diré qué te pasa

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Dime cómo andas y te diré qué te pasa
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I salud I agrupació
Dime cómo andas y
te diré qué te pasa
Los humanos caminamos unos 10.000 pasos cada día. Esto significa que a lo
largo de nuestra vida recorreremos unos 240.000 kilómetros, la misma distancia
que si hubiéramos dado la vuelta al mundo 6 veces.
¿Nos olvidaremos de cuidar lo que nos permite llevar a cabo esta proeza?
A
pesar de ser los pilares que
sustentan nuestro cuerpo,
a menudo descuidamos la salud
de nuestros pies. No les dedicamos la atención que merecen,
no visitamos al podólogo si la
situación no es extrema y no
ahondamos en las causas
profundas de los problemas de
nuestros pies: callos, verrugas,
juanetes, hongos... Pero ¿los
conocemos bien? Será mejor
que vayamos paso a paso.
El primer paso
Si observáramos los pies detalladamente, veríamos que son un
instrumento único. A diferencia
de muchos animales, los seres
humanos somos bípedos y
caminamos erguidos. Nuestros
pies fueron creados para correr
y deambular por entornos naturales. El calzado nació como una
necesidad de protección frente al
medio, las heridas, el frío, el calor,
etc., sin embargo, la aparición de
los terrenos urbanos y homogéneos conllevó la aparición de
otros problemas para los que el
pie no estaba diseñado.
A lo largo de los siglos, además,
la servidumbre a las distintas
modas también ha sido una
fuente de graves problemas.
Un estudio anatómico mostraría como nuestros pies están
diseñados originalmente para
caminar, correr y saltar. Las
zapatillas se inventaron para
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¿Sabes qué pie calzas?
El pie es una de las partes más complejas del cuerpo. Cada pie consta
de 26 huesos, 33 articulaciones y más de 100 tendones, músculos y
ligamentos. Todo este engranaje lo hace propenso a sufrir tensión
y dolor, inflamación o lesiones que, a su vez, limitan la movilidad.
Conocer el tipo de pie que tenemos es imprescindible para escoger
el calzado más apropiado y saber qué cuidado requiere.
Pie egipcio. Lo más probable es que tengas el
dedo gordo más largo y el resto de los dedos vayan
menguando en perfecto orden. Este tipo de pie se
llama egipcio, ya que emula el ideal de belleza que
tenían los artistas en el Antiguo Egipto. Tres cuartas
partes de la población mundial lo poseen. Puede
ocurrir que el dedo gordo sea demasiado largo en
comparación con el resto del pie, por lo que debes
elegir el calzado de acuerdo con estas características,
aunque al ser el más frecuente, la mayoría de los
zapatos se han adaptado más a este tipo.
Pie polinesio o cuadrado. Si cuando miras tu pie,
llegas a la certeza de que todos los dedos tienen
casi el mismo tamaño y están a la misma altura,
excepto el dedo pequeño, no lo dudes: eres de
pie polinesio o cuadrado. Aunque no sea la clase
más común de pie, estás entre la cuarta parte de
la población mundial. Este pie puede limitar el uso
ciertos zapatos, pero no es muy problemático.
Pie griego. Si el segundo dedo de tu pie, el que
está al lado del gordo, es el más largo, la conclusión
es clara: tienes un pie griego y perteneces a un
grupo muy reducido de la población. También puede
haber una separación más grande de lo normal entre
el primer y el segundo dedo que puede conllevar
problemas y dolores. Las personas que tienen este
tipo de pie deben tener cuidado con la longitud del
calzado para evitar que este segundo dedo roce o
se deforme y produzca dolor.
suplir con ingenio humano los
límites de nuestros pies. Ahora
bien, ¿somos conscientes de lo
que deberíamos tener en cuenta
cuando elegimos el calzado?
Los zapatos cómodos pueden
prevenir muchos problemas.
Antes de comprarlos, es impor-
tante recordar que la talla de los
pies puede cambiar a medida
que envejecemos y que el mejor
momento para medirlos es al
final del día, cuando los pies son
más grandes. Debemos tener en
cuenta también que la mayoría de
las personas no tenemos los dos
pies iguales y que los zapatos
que compremos deben calzar
bien al pie más grande y asegurar
que el calzado no nos apriete y
respete la forma de nuestro pie.
Aunque la talla de los zapatos
puede variar dependiendo de la
clase, la marca o el estilo, hay
algunas recomendaciones aptas
para cualquier modelo, como evitar las suelas muy deslizantes, los
tacones de más de tres centímetros y los calzados puntiagudos,
que pueden dañar nuestros pies.
Es importante tratar el calzado
como lo haríamos con el resto
de prendas de vestir, ¿nos pondríamos un pantalón, una camisa
o una chaqueta estrechos que
limitaran nuestros movimientos?
Cuando algo no anda bien
«Cuando alguien no se acuerda
de que tiene pies, las cosas van
por buen camino», reflexiona el
podólogo Josep Maria Carnero,
pero si aparecen dolores persistentes, duricias o cualquier otro
trastorno, debemos preguntarnos
qué pasa, qué hay detrás de la
dolencia. Ahondar en las causas
de las dolencias es la especialidad de los podólogos que, como
Carnero, son conscientes de que
los problemas de los pies pueden
ser la primera señal de afecciones médicas más serias, como
las deformidades congénitas
o adquiridas, las artropatías, la
diabetes o los trastornos neurológicos o circulatorios. Estas
dolencias, además, suelen alterar
nuestra manera de andar porque
huimos del dolor y ello suele provocar nuevos problemas. Pero no
todas las afecciones podológicas
son igual de graves ni son la
consecuencia de malos hábitos.
Para entenderlas mejor podemos
fijarnos en su origen y dividirlas
en dos categorías: las dermatológicas y las mecánicas.
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Pasos en la
dirección correcta
Cuidar bien los pies es revisarlos a
menudo. Usemos, si es necesario, un
espejo para ver el estado de nuestras
plantas, examinar si existen
heridas, duricias, ampollas o
uñas encarnadas. Cuidarlos
es también acordarse de
elevarlos cuando estamos
sentados, hacer
estiramientos, caminar,
masajearlos y
asegurarnos de que
están secos antes
de ponernos los
zapatos. Además
de estas pautas
–recuerda Josep
Maria Carnero–,
si se detecta
cualquier problema
es importante acudir
al podólogo, el único
especialista capaz de
hacer un buen diagnóstico
y proponer el tratamiento
más apropiado.
Afecciones dermatológicas
o de las uñas
Los problemas más frecuentes
de este grupo de dolencias son
los hongos (el más conocido
es el llamado pie de atleta), la
infección de hongos en las uñas,
las uñas incarnatas (técnicamente llamadas onicocriptosis), las
verrugas (papilomas víricos), las
heridas, las alergias y los callos
(heloma o tiloma). Cuando aparecen los callos –explica el doctor
Carnero–, es más importante
descubrir por qué han salido
que tratarlos. «Limitarse a quitar
las callosidades es una solución
transitoria», aclara el doctor,
«porque un callo es un infarto de
la piel que proviene de un exceso
de apoyo o de roce y suele ser
el primer aviso de un problema
más grave».
Las verrugas y el pie de atleta,
por otro lado, son muy contagiosos, explica el doctor, por esto
es recomendable protegerse los
pies en los espacios públicos, no
prestar el calzado ni cambiarlo
a menudo.
Se recomienda
una revisión
podológica anual,
aunque en
pacientes con
diabetis debe ser
cada tres meses.
Afecciones mecánicas
Este tipo de problemas tienen su
origen en la deformidad de los
pies y suelen ser distintos en los
niños, los adultos y los deportistas. En los más pequeños, por
ejemplo, son frecuentes los pies
plano-valgos y valgo-laxos; en
los adultos, los pies planos y planos esenciales, los pies cavo-varos, las metatarsalgias, los dedos
martillo o garra, los dedos cuello
de cisne, los dedos rígidos, los
juanetes y los quintos varos (o
juanetes de sastre). Las afecciones top ten de los deportistas,
en cambio, son otras: la inflamación (o fascitis), que puede ser
entescitis o tendinosis en función
de la zona inflamada y la rigidez
del primer dedo. Según Carnero,
a menudo los tratamientos de los
problemas mecánicos se basan
en plantillas hechas a medida,
aunque en ciertas deformidades
de los dedos la solución debe
ser quirúrgica. Un dato poco conocido, apunta Carnero, es que
muchas patologías de la espalda
y desequilibrios del cuerpo son
fruto de la forma de nuestro pie,
como el pie plano o el pie con
puente excesivo.
El pie diabético
Un punto y aparte es el pie
diabético, según el doctor.
Las personas diabéticas y con
problemas neurovasculares
tienen que prestar una especial
atención a los pies: detectar si
pierden sensibilidad, examinarse la planta diariamente y estar
alerta a cualquier herida o callosidad. La revisión podológica para
estas personas debe ser cada
tres meses (y no cada año como
es recomendable para el resto
de población). «La prevención
en pacientes diabéticos es más
importante que el tratamiento»,
afirma Carnero.

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