La Decimotercera Candela
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La Decimotercera Candela
JUSTIFICACION Usted se preguntará qué es eso de La decimotercera c a nd e la . Pu e s b ie n ; és e p re te n d e s e r e l tí tu l o l ó gico que responda a lo que estoy haciendo. Porque lo que e s to y h ac ie ndo e s tr at ar de "encen der u n a vela", lo cual es infinitamente mejor que "maldecir la oscuridad". Este es mi decimotercer libro y espero que sea mi candela decimotercera. Quizás usted crea que es una velita muy pequeña, de esas que se ponen en las tortas de cumpleaños. Sin embargo, nunca he tenido ninguna cl ase de tortas con velas; ¡ni siquiera tuve jamás una torta de c u mp l e añ o s ! De m an e r a q u e ah o r a , c o n mi d ie t a residual baja de no más de mil calorías, que me restringe la ingestión de azúcar, ya es demasiado tarde para que me preocupe. Así, pues, pido disculpas; hagamos como si ésta fuese La decimotercera candela, aun cuan do sea pequeñita como la de la torta de cumpleaños de una muñeca. CAPITULO I La señora Marta Mac Goolioogly se dirigió res ue lta mente y- a grandes trancos hacia la puerta de la coc i na , l l e v a n d o a f e r r a d o e n s u m a n o r e g or d e t a u n ajado trozo de diario. Ya fuera, en el reseco terreno cubierto de maleza que servía de "jardín posterior", se detuvo y echó una mirada furibunda en derredor, c o m o u n t o r o embravecido que en época de celo esperase la llegada de rivales. Satisfecha —o disgustada— de que no hubiese a la vista adversarios con q uienes ha bérsela s, se precip it ó hacia la derruida cerca que demarcaba los lindes del jardín. Apoyando cómodamente su más que exuberante busto en un poste carcomido, cerró los ojos y abrió la boca. — ¡Eh, Ma ud ! —bra m ó hac ia el otr o lad o d e los jardines contiguos, y el paredón de la fábrica cercana r e f l e j ó e l e c o d e s u v o z — . ¡ E h , M a u d ! ¿ D ó n d e estás? C e r r ó l a b o c a , a b r i ó l o s o j o s y s e q u e d ó a g u a r dando. De la dirección de la casa siguiente a la más próxima llegó el ruido de un plato que se rompe al caer; desp ué s, la puerta de la coc ina de aquella casa se abrió, y salió con albor otado í m p e t u u n a m u j e r pequeña y enjuta, secándose las manos en su pringoso delantal. — ¡Vaya! —rezongó ásperamente—. ¿Qué quieres? 11 LOBSANG RAMPA — ¡Mir a , Ma ud ! ¿Ha s v is t o e s t o ? — r e s p ond i óle Ma r t a a v oz e n c ue llo, a git a nd o p or e nc im a d e s u cabeza el ajado trozo de papel de diario. ¿Cómo quieres que sepa si lo he visto si primero no lo v e o? — b uf ó Ma ud— . A lo m e jor lo v i; p er o, a lo mejor, no. Bueno, ¿qué pasa? ¿Algún otro escándalo pasional? L a s e ñ o r a M a c G o o h o o g l y b u s c ó a t i e n t a s e n e l bolsillo de su delantal y extrajo unos grandes anteojos de armadura de asta profusamente tachonada de piedrecillas. Antes de ponérselos, limpió con cuidado los cristale s con el rued o de s u falda y s e alis ó los cabellos detrás de las orejas. Después se frotó ruidosamente la nariz con el revés de la manga y vociferó: Es del Dominio; me lo mandó mi sobrino. ¿Del Dominio? ¿Qué negocio es ése? ¿Están li q ui d a nd o ? — gr it ó Ma ud , m o s t r a nd o i nt e r é s p or primera vez. Molesta, Marta tuvo un arrebato de cólera. — ¡No! —chilló exasperada —. Pero, ¿no sabes n ad a? El D o m i n i o , ¡ e n t i é n d e l o ! , e l C a n a d á . E l Dominio del Canadá. Me lo mandó mi sobrino. Espera un momento, que voy para allá. Descolgó su busto del poste y, guardando los anteoj os e n e l b ols i llo d e l d e la nt a l, a t r a v es ó a p r is a e l fragoso jardín y el camino de los fondos. Maud susp i r ó c o n r e s i g n a c i ó n y f u e l e n t a m e n t e a s u e n cuentro. — ¡Mira esto! —aulló Marta, no bien se encontrar o n e n e l c a m i n o , j u n t o a l p o r t ó n d e l j a r d í n , d e l lado desocupado entre las casas de ambas—. ¡Fíjate la est upid ez que es cribe n ahora! ¡El alma! ¡Qué v a a haber semejante cosa! Cuando estás muerta, estás muerta. Así: ¡Puf! Con el rostro encendido, sacudió el papel delante de la nariz larga y afilada de la pobre Maud y dijo encolerizada: 12 LA DECIMOTERCERA CANDELA —No e nt ie ndo cóm o p ued en s alirse c on la s uya. M or ir s e e s c om o s op la r una v e la ; d e s p ué s no ha y nada. Mi p obre ma rido —que s u alma descanse en Dios— decía siempre, antes de morir, que sería un gran aliv io sab er que no v olv ería a enc ontrarse de nuevo con sus viejos conocidos. Ante este mero pensamiento se puso a gimotear. Maud O' Haggis miraba a los lados d e s u nariz y esperaba pacientemente a que su compinche se calm a s e . P o r f i n e n c o n t r ó u n a o p o r t u n i d a d y l e p r e guntó: — P e r o ¿q u é a r t íc u l o e s é s e , q u e t e ha a lt e r a d o tanto? Sin poder hablar, Marta le extendió el fragmento ajad o d e diario q ue le había causado t oda esa con moción. —No, querida, —le dijo de pronto, cuando recobró la voz—. Estás leyendo el lado del revés. Maud dio vuelta el papel y comenzó a leer nuevamente. Mientras lo hacía, con los labios pronunciaba silenciosamente las palabras, — ¡Vaya! —exclamó—. ¡Nunca me había enterado de nada parecido! Marta sonrió con radiante satisfacción. —Es algo extra ño, ¿e h? , que se pub liq ue n tales tonterías. ¿Qué piensas tú? Maud volvió varias veces la página de un lado y de otro y comenzó a leer nuevamente el lado contrario. Al cabo, dijo: — ¡Ah; ya s é! He le n Hensba um nos lo exp licará; s a b e d e t o d o s o b r e e s t a s c o s a s . C o m o q u e l e e l i bros... — ¡Oh! No soporto a esa mujer —replicó Marta—. ¿Sa b e s q u é m e d ij o e l ot r o d ía ? " D i os n o p e r m i t a que se le hinche el v ientre, señora MacGoohoogly". E s o e s l o q u e m e d i j o , ¿ t e d a s c u e n t a ? ¡ L a m u y descarada! ¡Bah! 13 LOBSANG RAMPA —P er o e s tá e nter ad a; sa be un m ont ón d e c osa s sobre todo esto, y, si queremos llegar al fondo de la cuestión —dijo agitando bruscamente la dichosa hoja de papel—, tenemos que hacerle el juego y adularla. Anda, vamos a verla. Marta señaló hacia el camino y dijo: — A l l á e s t á , t e n d i e n d o s u r o p a i n t e r i o r . B u e n a pieza es. Fíjate en esas panty hose nuevas; debe de c o n s e g u i r l a s e n a l g ú n s i t i o e s p e c i a l . P a r a m í , y o tengo de sobra con las buenas bombachas de antes. —Levantóse las faldas para mostrarlas y agregó—: Te tienen más abrigada cuando no se tiene ningún hombre, ¿no? Soltó una risa vulgar y ambas se echaron a andar tranquilamente por el camino en dirección de Helen Hensbaum y de su ropa lavada. En el preciso instante en que estaban para entrar en el jardín de aquélla, el estrépito de un portazo las detuvo. Del jardín vecino surgió un par de hot pants despampanantes. Atónitas, desmesuradamente los las ojos y, dos mujeres lentas, sus abrieron miradas fueron subiendo hasta abarcar la trasparente blusa y el rostro pintado, insulso. — ¡Casi nada! - masculló Maud O'Haggis—. ¡Todavía se ven cosas en el pueblo! E n s i l e n c i o , s e q u e d a r o n m i r a n d o c o n l o s o j o s bien abiertos mientras la muchacha de los hot pants se contoneaba levantando los talones a una altura superior a su decoro. —Te hace sentir vieja, ¿no? —dijo Marta. Y, sin agregar una palabra más, entraron en la propiedad, donde encontraron a la señora Hensbaum, que atisbaba el andar acompasado de la muchacha. —Buenos días, señora Hensbaum —saludó Marta—. A lo que parece, hay vistas al cabo de la calle, ¿eh? —agregó con risa contenida. 14 LA DECIMOTERCERA CANDELA Helen He nsba um frunció e l ce ño c on más feroc i dad todavía. —¡Aj! ¡Esa! —exclamó—. ¡Tendría que haber muerto, antes, en las entrañas de su madre! —Suspiró y se irguió hasta la alta cuerda de colgar la ropa, poniendo en evidencia que e f e c t i v a m e n t e u s a b a panty hose. — S e ñ o r a H e n s b a u m — c o m e n z ó M a u d — : c o m o sabemos que usted es muy leída y que sabe de todo, he m o s v e n id o a c on s u lt a r la . — S e d e t uv o y He le n Hensbaum repuso sonriendo: B i e n , s e ñ o r a s . E n t o n c e s , p a s e n y l e s p r e p a r a r é una taza de té. La mañana está fría. Nos hará bien descansar tu? rato. Volvióse y se encaminó hacia su bien cuidada casa que, p or lo or d enad a y p ulcra, t e nía e l nombr e d e "Pequeña Alemania". La tetera hervía, y el té humeaba. La señora Hensbaum ofreció bizcochos dulces y dijo: Bien, ¿en qué puedo serles útil? Maud señaló con un gesto a Marta. E l l a h a r e c i b i d o d e l C a n a d á o d e n o s é d ó n d e , una n o t i c i a e x t r a ñ a . P o r m i p a r t e , y o n o s é q u é pensar. Que le cuente ella. Marta se enderezó más en su asiento. — E s e s t o ; m ír e l o . M e l o m a nd ó m i s o b r i n o . S e met ió e n un em br ollo c on una m ujer c as ad a, s í, y salió disparado a un lugar llamado Montreal, en el Dominio. A veces escribe, y justamente envió esto en una carta. Yo no creo en semejante tontería —dijo alcanzándole el trozo de papel ajado, que ahora estaba mucho peor por el mal trato que le habían dado. La señora Helen Hensbaum tomó cuidadosamente lo que da ba d e é l y lo e xte nd ió s obre una hoja de papel limpio. — ¡Ah, vaya! - aulló en su entusiasmo, olvidando 15 q ue LOBSANG RAMPA por completo su inglés habitualmente correcto—. Ist gut, no? ¿Nos lo podría leer, claramente y decirnos qué le parece? —pidió Maud. La señora Hensbaum se aclaró la garganta, bebió un sorbo de té y comenzó: Es del Montreal Star. Lunes, 31 de mayo de 1971. ¡Qué interesante! Yo estuve en esa ciudad. —Hizo una breve pausa y leyó—: SE VIO CUANDO SE DESPRENDIA DE SU PROPIO CUERPO. UN ENFERMO CARDIACO EXPLICA LA SENSACION DE LA MUERTE. Canadian Press. Toronto. Un vecino de Toronto que el año pasado sufrió un ataque cardíaco, dice que se vio cuando se desprendía de su propio cuerpo y que experimentó extrañas y apacibles sensaciones durante el período crítico en que su corazón se detuvo. B. Leslie Sharpe, de 68 años, dice que en el lapso en que su corazón no latió, pudo verse a sí mismo, "frente a frente". El señor Sharp explica el suceso en la edición corriente de la revista de la Canadian Mediad Association, en una parte del artículo que firman los doctores R. L. MacMillan y K. W. G. Brown, codirectores de la unidad coronaria del Hospital General de Toronto. En ese artículo, los médicos mencionados dicen:"Quizás esto haya sido lo que se entiende por separación del alma del cuerpo". El señor Sharpe fue trasladado al hospital cuando, por el dolor que sentía en el brazo izquierdo el médico de la familia le diagnosticó un ataque cardíaco. Dice Sharpe que, a la mañana siguiente, recuerda que estaba mirando su reloj mientras se hallaba tendido en la cama, con los alambres del cardiógrafo y los tubos intravenosos conectados. "En ese preciso instante exhalé un suspiro muy, muy hondo, y mi cabeza se ladeó hacia la derecha. `;Por qué se habrá ladeado mi cabeza? ' —pensé—. 'Yo no la he movido. Debo de estar para dormirme . "Luego, me encontré mirando mi propio cuerpo, de la cintura para arriba, frente a frente, como si se tratara de un espejo en el cual yo parecía estar en el ángulo inferior izquierdo. Casi inmediatamente me vi a mí mismo aban- 16 LA DECIMOTERCERA CANDELA donar mi cuerpo, saliendo por la cabeza y por los hombros, pero no vi mis miembros inferiores. "El cuerpo que se desprendía de mí no era lo que se dice vaporoso, pero pareció expandirse muy ligeramente una vez que estuvo fuera." —comentó el señor Sharpe. "De pronto me encontré sentado en un objeto muy pequeño y viajando a gran velocidad, hacia afuera y a lo alto, por un cielo azul grisáceo apagado, en ángulo de cuarenta y cinco grados. "Más abajo de donde yo estaba, hacia la izquierda, divisé una sustancia brumosa de color blanco puro, que también ascendía en una línea que debía interceptar mi rumbo. "Era de forma perfectamente rectangular, pero llena de agujeros, como una esponja. "La sensación que siguió fue la de hallarme flotando en una luz amarillo claro brillante —sensación sumamente deliciosa. "Estaba flotando y disfrutando de la más hermosa y apacible de las sensaciones, cuando sentí unos mazazos en el costado izquierdo. En realidad, no me causaban ningún dolor, pero me sacudían de tal manera que apenas podía conservar el equilibrio. Comencé a contarlos, y cuando llegué a seis grité: `¿Qué... me están haciendo? ', y abrí los ojos." Dijo que reconoció a los médicos y enfermeras que rodeaban su lecho, las cuales le informaron que había sufrido un paro cardíaco y que lo habían sometido a una desfibrilación, es decir, a una aplicación de impulsos eléctricos para que su corazón comenzara a latir normalmente. Los médicos comentaron que no es habitual que el paciente que ha experimentado un ataque cardíaco recuerde lo ocurrido en el trascurso de éste, y que lo común es que haya un período de amnesia de varias horas antes y después. Terminada la lectura, Helen Hensbaum se echó hacia atrás y, mirando a las dos mujeres, volvió a exclamar: — ¡Vaya! Es muy interesante. Marta hizo un gesto de afectada suficiencia por haberle hecho ver a "la extranjera" algo que ella no conocía. 17 LOBSANG RAMPA - ¡Qué b ue no! ¿e h? --dijo s onriente—. Una sandez de cabo a rabo, ¿eh? Helen Hensbaum sonrió a su vez con cierto dejo zumbón. —De modo que a usted esto le parece raro, ¿no? Le parece — ¿cómo dijo? —, una sandez. No, señoras; esto es corriente. Esperen; ya verán. —Se puso de pie d e un s a lt o y s e d ir igi ó a ot r a ha b it a c ión. Al lí, e n una estantería muy elegante, había libros; muchos más de los que Marta había visto jamás en casa alguna. Helen Hensbaum fue hacia ellos y tomó algunos. — ¡ V e a n ! - - e x c l a m ó , h a c i e n d o p a s a r l a s h o j a s c om o q u ie n a c a r i c ia a v i e j o s y a m a d o s a m i g os — . Miren; aquí está impreso todo eso y mucho más. La Verdad. La Verdad rev elada por un hombre que ha sido p erseguid o y cast igad o p or decir la Ver dad. Y ahora, simplemente porque un vulgar periodista escribe un artículo, a la gente le es posible pensar que es verdad. La señora MacGoohoogly miró los títulos con curiosidad. — El te rc er o jo , El mé d ic o d e T íb e t, El c o rd ó n d e plata —musitó antes de repasar los demás. Luego, v o l v i é n d o s e , e x c l a m ó — : N o creerá usted en todo esto, ¿no es cier to ? ¡Car ay! U sted m e a s o m b r a . ¡Esto es pura ficción! Helen Hensbaum rió estruendosamente. — ¿ F ic c i ón ? — p r e g u nt ó al f i n, ja d e a nd o — . ¿Ficción? He e s t u d i a d o e s t o s l i b r o s y s é q u e d i c e n l a v erdad. Desde que le í Us ted y l a eternid ad, yo también puedo realizar el viaje astral. Marta estaba pálida. "Pobre ingenua" —pensó—; "está m e z c l a n d o e l a l e m á n c o n e l i n g l é s . ¿ V i a j e astral? ¿Qué será eso? ¿Alguna nueva línea aérea o algo por el estilo? " Por su parte, Maud permanecía c on l a b oc a a b ie r t a . T o d o e s o e x c e d ía c on m u c ho sus alcances, pues lo más que le gustaba leer era el 18 LA DECIMOTERCERA CANDELA Sunday Supplement, con los últimos crímenes pasionales. —Ese v iaje us tral, as tril o lo que fuere, ¿qué es? — i nq u ir i ó Ma r t a — . ¿T ie n e a l g o d e c i e r t o ? Qu i e r e decir que mi viejo, que está muerto y enterrado —y q u e s u a l m a d e s c a n s e e n D i o s — , ¿ p o d r í a v e n i r a verme y decirme dónde ocultaba el dinero antes de estirar la pata? —Sí, claro que sí; podría ocurrir si hubiera alguna verdadera razón para eso. Si fuera por el bien de los demás, sí. — ¡Caracoles! —prorrumpió agitadamente Marta—. A h o r a v o y a t e n e r m i e d o d e d o r m i r e s t a n o c h e , p or q u e a m i v i e jo s e l e p u e d e o c ur r ir v o lv e r p a r a ap arecérseme y c ome nzar de nuev o con las suyas. — Me n e ó t r is t e m e nt e la c a b e z a m ie nt r a s s e d e c ía : " S i e m p r e f u e u n t i p o e x t r a o r d i n a r i o e n e l d o r m i torio". Helen Hensbaum volvió a servir té. Entre -tanto, Marta hojeaba los libros. —Dígame, señora Hensbaum —preguntó ésta—, ¿no me prestaría usted alguno? —No —replicó sonriendo aquélla—. Nunca presto mis libros, porque los escritores deben viv ir de las míseras sumas q ue se llaman "d erec hos de a utor", que son un siete por ciento, me parece. Por eso, si p r e s t o l i b r o s , p r iv o a l os a ut or e s d e s u s us t e nt ó. —Reflexionó un instante en silencio y luego excla2mó—: Le diré qué v oy a hacer. Compraré algunos y se los regalaré, así podrá enterarse de la Verdad por usted misma. ¿Está bien? —Bueno; no sé.. —repuso Marta moviendo la cabeza dubitativamente—. La verdad es que no sé... No me gusta la idea de que cuando ya una se ha deshecho perfectamente de un cadáver, digamos, lo ha atornillado en el cajón y lo ha enterrado, pueda 19 LOBSANG RAMPA volver como un fantasma a aterrorizar los días de los vivos. Maud, que se sentía bastante ajena al tema, pensó que ya era hora de aportar su granito de arena. —Sí —dijo vacilante—; pero cuando se los hace salir convertidos en humo pringoso por la chimenea del crematorio, entonces todo eso debe de acabarse... —Sin embargo —interrumpió Marta, echándole una sev era mirada—, si, como usted dice, hay v ida después de la muerte, ¿cómo es que- no hay pruebas? Se han ido, y eso es lo último que sabemos de ellos. Que se han ido; porque, si realmente siguieran viviend o , s e p o n d r í a n e n c o m u n i c a c i ó n c o n n o s o t r o s , ¡Dios nos libre! Por un m omento. la s eñora He nsba um permane c i ó s e n t a d a e n s il e nc i o; d e s p ué s s e le v a n t ó y f ue hacia un pequeño escritorio. —Miren —dijo, volviendo con una fotografía en la mano—. Fíjense. Es una foto de mi hermano gemelo. Lo tienen prisionero los rusos, en Siberia. Sabemos q ue e s t á v iv o p or q ue a s í no s lo ha he c h o s a b e r la Cruz Roja suiza. Sin embargo, no nos es posible recibir noticias directas de él. Yo soy su hermana melliza y sé que está vivo. —Marta se sentó y observó la f o t o g r a f ía , d á n d o l e v u e l t a s y m á s v u e l t a s e n s u s manos—. Mi madre está en Alemania, en Alemania Oriental —prosiguió la señora Hensbaum—. También está viva, pero no podemos comunicarnos. Es decir, que ambos todav ía están en esta tierra, entre nosotr os. Y s up onga m os que ust e d t uv iera una am iga, digamos, en Australia, y quis iera hablarle p or telé fono. Aunque tuv iera su número, tendría que tener en cuenta, además, las diferencias de horario y debería utilizar determinados aparatos mecánicos y eléct r i c os . P e r o, c o n t o d o, p od r ía s e r q u e n o p u d i e s e hablar con ella, pues quizá ocurriese que estuviera en el trabajo o que hubiese salido. Y eso que sólo se 20 LA DECIMOTERCERA CANDELA t r a t a r ía d e l ot r o la d o d e e s t e m u nd o. ¡ I m a g í n e s e , entonces, las dificultades que puede haber para telefonear al otro lado de esta vida! Marta se echó a reír. — ¡Ay, querida, querida! ¡Qué origina l es us ted, señora Hensbaum! —exclamó tratando de contenerse—. ¡Un teléfono, dice, al otro lado de la vida! — ¡Eh, un m ome nt o! — e xc lam ó re p e nt ina me nt e Maud, e x a l t a d í s i m a — . ¡ S í ; c la r o q u e h a y a l g o d e eso! Mi hijo, que trabaja en electrónica en la B.B.C., nos contó —ya saben ustedes cómo hablan los muchachos— de un viejo que inventó un teléfono así y q ue f un c i on ó. So n m ic r of r e c ue n c ia s o a l g o p or e l estilo, pero después todo quedó en secreto. Me parece que en esto intervino la Iglesia. La señora Hensbaum asintió con una sonrisa a lo que decía Maud y agregó: —Sí; es absolutamente cierto. El autor del cual les he hablado sabe mucho sobre 1 materia. El aparato no prosperó por falta de dinero para perfeccionarlo, me parece. Pero, sea como fuere, mensajes llegan. La muerte no existe. — ¡Bien que lo prueba usted! —exclamó Marta bruscamente. —No puedo probárselo exactamente de ese modo —le repuso con suavidad la señora Hensbaum—; pero considérelo de esta manera: tome un trozo de hielo y supongamos que representa al cuerpo. El hielo se derrite, lo cual significa la descomposición del cuerp o, y e nt onc e s q ued a a gua, q ue e s e l a lma q ue s e separa. — ¡ D i s p a r a t e s ! — e x c l a m ó M a r t a — . E l a g u a s e puede ver, pero ¡muéstreme el alma! —Me ha interrumpido usted, señora MacGoohoogly —repuso su interlocutora—. El agua se evapora y s e t r a n s f o r m a e n v a p o r i n v i s i b l e ; y es o e s l o q u e representa la etapa de la vida posterior a la muerte. 21 LOBSANG RAMPA Maud, que se estaba impacientando porque la conversación la iba dejando a la zaga, dijo después de unos instantes de vacilación: —Me parece, señora Hensbaum, que, si una quiere ponerse en comunicación con el ausente amado, una va a una sesión y allí la ponen en contacto con los espíritus. — ¡Oh, no, querida! —rió Marta, manteniéndose firmemente en su actitud—. Si quieres espíritus, te v a s a l a t a b e r n a y t o m a s u n p o c o d e w h i s k y . L a madre Knickerwhacker tiene fama de buena médium,. p e r o t a m b i é n l e g u s t a l a o t r a c la s e d e e s p í r i t u s . ¿Estuvo usted alguna vez en una sesión, señora Hensbaum? Helen Hensbaum movió la cabeza con desazón. —N o, se ñor a s. Y o no a s is t o a e sa s s e sione s. N o creo en ellas. Muchos de los que concurren están sinceramente convencidos; pero, ¡ay! , ¡en qué gran error están! —Miró el reloj y se levantó de pronto s ob r e s a lt a d a — . M ein l ieb er G o tt! — e x c la m ó— . ¡Y a te ndr ía que e star ter m ina nd o el alm uerz o para mi m a r id o! — P e r o, r e c ob r a nd o s u c om p os t ur a , p r os i guió con más calma—: Si les interesa, vuelvan esta t a r d e a la s t r e s y ha b la r e m os u n r a t o m á s ; p e r o, ahora, debo atender a mis deberes hogareños. Marta y Maud s e pus ier on d e pie y se e ncamina ron hacia la puerta. —Sí —dijo la primera, en nombre de ambas—; vendremos de nuevo a las tres, como usted dice. Atrav esaron juntas el jardín posterior y se pusieron en marcha camino abajo. Marta sólo habló una vez, en el momento en que se despedían. — ¡Vaya ! No sé —comentó—. En _rea lida d, no sé... Pero e n c o n t r é m o n o s a q u í , a l a s t r e s m e n o s diez. Hasta luego —dijo, y entró en su casa, en tanto q ue Ma ud pr os e guía a nd a nd o p or e l cam ino e n d irección de la suya. 22 LA DECIMOTERCERA CANDELA En casa de los Hensbaum, la señora Helen trajinaba de un lado a otro con la impetuosidad propia de la bien mesurada eficiencia germánica, murmurando para su coleto extrañas palabras y arrojando platos y cubiertos sobre la mesa con infalible precisión, como si fuese una eximia malabarista de algún music hall berlinés. Cuando el portón del frente se abrió y los pasos de su esposo, con su rítmico andar, llegaron a la p uer ta, ya t od o e s ta ba pr epa rad o y e l alm uer z o servido. El sol había traspuesto ya el punto más alto y se inclinaba hacia el poniente, cuando Maud apareció en la puerta de su casa y se dirigió con paso lento y garboso hacia la de su amiga. Su aspecto era el de una m a gníf ic a a p a r ic ión, c on s u v e s t id o d e f lor e s estampadas que sugería demasiado el baratillo próximo a Wapping Steps. — iluju, Marta! —llamó desde la puerta del jardín de ésta. Marta abrió y parpadeó deslumbrada. — ¡V a ya , m e e nc a nd ila s ! —e xc l a m ó c on t on o d e e s p a n t o — . ¿ E s u n a p u e s t a d e s o l c o n h u e v o s r e vueltos? Maud.se encrespó. ¿Y tú, con esa s fa lda s ta n a justa da s, Mar ta ? Se te t r a s p a r e n t a n l a f a j a y l a s b o m b a c h a s . ¡ V a y a , quién habla! Y, de veras, Marta estaba un poco llamativa, con s u t r a je gr i s p e r la d e d os p ie z a s , c a s i ind e c or os a mente ceñido. Un estudiante de anatomía no habría tenido dificultad alguna para localizar las zonas topográficas e, incluso, la línea alba. Tan desmesurados e r a n s u s t a c o n e s a l t o s , q u e n o p o d í a m e n o s q u e contonearse, de suerte que su altura totalmente antinatural la obligaba a menear y sacudir las caderas. Además, con las considerables prendas que en materia de busto la adornaban, debía adoptar una postura pomposa, como soldado en parada militar. 23 LOBSANG RAMPA Así, pues, salieron a desfilar juntas por el camino y entraron en el jardín posterior de los Hensbaum. Al primer toque, la dueña de casa abrió la puerta y las hizo pasar. — ¡ Q u é v e o , s e ñ o r a H e n s b a u m ! — p r o r r u m p i ó Maud con cierto asombro, a tiempo que entraban—. ¿Se ha metido a vender libros? — ¡Oh, no, señora O'Haggis! —sonrió la alemana—. Como he visto que les interesaban mucho las ciencias psíquicas, he comprado para ustedes algunos libros de Rampa, que les traigo como obsequio. — ¡Oh! —musitó Marta, hojeando uno de ellos—. ¡Qué v eje te extraño! ¿No es c iert o? ¿De v eras que tiene un gato que le sale de la cabeza así? La señora Hensbaum se echó a reír con todas las ganas, hasta ponerse roja. — ¡No; q ué id ea! —e xc lamó—. Lo q ue suced e e s q ue los ed it or e s s e t om a n amp lias lib ert ad e s par a hacer las tapas de los libros, y en eso los autores no t i e n e n a r t e n i p a r t e . E s p e r e n; l e s m o s t r a r é a l g o . —Subió rápidamente las escaleras y regresó en seguida, un tanto agitada, con una pequeña fotografía—. V e a n c ó m o e s e l a u t o r . L e e s c r i b í y a v u e l t a d e correo recibí su contestación y esta foto, que conservo como un tesoro. —Pero, señora Hensbaum —sostuvo Marta con cierta exasperación, cuando 'se sentaron para continuar c o n v e r s a n d o — . U s t e d n o t ie n e p r u e b as d e na d a . Todo es ficción. Señora está usted MacGoohoogly totalmente —replicó equiv ocada. Hay aquélla—; pruebas; pero pruebas que es preciso experimentar, vivir. Una vez referí a una amiga mía, la señorita Rhoda Carr, que m i he r m a no, q ue e s t á e n m a nos d e lo s r us o s , m e había v isitad o e n e l p lano astral y me había dicho que estaba en una prisión llamada Dnepropetrovsk. Añadió que se trataba de un enorme establecimiento 24 LA DECIMOTERCERA CANDELA carcelario de Siberia. Yo nunca había oído hablar de é s t e . E n a q u e l m om e n t o, R h o d a C a r r no d i j o u na s ola palabra; pero algunas s emanas más tarde me e s c r ib ió y m e lo c onf i r m ó. C om o e s t á r e la c i ona d a con no sé qué organización, tuvo la oportunidad de efectuar averiguaciones por medio de algunos amigos rusos que actúan clandestinamente. Pero —lo cual es muy interesante— me comentó que mucha gente le había contado cosas semejantes acerca de los parientes que tienen en Rusia, y todas ellas —me dijo— se habían enterado por medios ocultos. Maud, que estaba sentada con la boca abierta, se enderezó y dijo: — M i m a d r e m e c o n t ó q u e u n a v e z f u e a u n a se sión donde le dijeron c osas muy ciertas. T odo lo q u e o y ó r e s u l t ó c i e r t o . E n t o n c e s , ¿ p o r q u é d i c e usted que esas sesiones no son buenas, señora Hensbaum? —No; yo no dije que todo cuanto se refiere a ellas sea malo. Lo que dije es que no creo. Del otro lado de la Muerte hay entidades dañinas que pueden leer nue stros pensamient os y que jue gan con la ge nte. Después de leer los pensamientos trasmiten mensajes c o n e l p r op ó s it o d e q u e s e c r e a q ue p r ov i e ne n d e a lg ú n G u ía H in d ú o de a l g ún Am a d o A us e nt e . La mayoría de tales mensajes son intrascendentes, vacíos, si bien algunas veces, por casualidad, algo resulta ser exacto. — D e b e n d e p on e r s e u n p o c o c o lor a d os c ua nd o leen mis pensamientos —comentó Marta sonriendo maliciosamente—. Nunca fui una santurrona. La señora —La que Hensbaum ge nt e han mucho hecho que d e s e a nd o e s tá sonrió m uy el hacer; c o nt e s t a r Tránsito no a su eq uiv ocad a se al lo p r e gunt a s Otro pasan y Lado. prosiguió: de Allí ociosos t ont a s . cumplir sus tareas. ¿Le gustaría a usted, señora 25 vez re sp e c t o los tienen esperando, T ien en qu e LOBSANG RAMPA O'Haggis, recibir alguna llamada telefónica impertinente cuando está sumamente atareada y el tiempo urge? Y a usted, señora MacGoohoogly, ¿le agradaría que alguna persona pesada la entretuv iese a la puerta cuando se le hace tarde para ir a jugar a la lotería? — ¡Bah! Tiene razón, claro —gruñó entre dientes Marta, y añadió: — P e r o u s t e d h a b l ó d e l o s G u í a s H i n d ú e s . L o s conozco de oídas. ¿Por qué tienen que ser hindúes? No preste atención a esas fábulas, señora M a c Goohoogly —rep us o la interpelada—. La gente imagina guías hindúes, imagina guías tibetanos, etcétera. Piense, simplemente, que aquí, en esta vida, se considera muchas veces a los hindúes, a los tibetanos o a los chinos c om o p obr e s nat iv os d e c olor, m e ne st e r os os , q ue no m e r e c e n q ue na d ie r e p a r e e n e llo s . Entonces, ¿cómo es posible, de pronto, considerarlos genios del psiquismo, no bien pasan al Otro Lado? No; muchísima gente ignorante "adopta" a un Guía Hindú porque eso es más misterioso. Pero, en realidad, nuestro único guía es el propio Superyó. ¡Oh! Las cosas que usted dice no están a nuest r o a l c a nc e , s e ñ or a He n s b a um . N os ha he c h o u n enredo de palabras. Riendo, la señora Hensbaum replicó: —Quizás ocurra lo mismo con los libros que lean al principio, comenzando por El tercer ojo. Si me permite ¿podríamos un atrevimiento, venir a hablar con usted otra vez? —inquirió Maud. —Sí, por s upuest o que p ued en. Para mí será un placer — repuso la señora Hensbaum, demostrando su hospitalidad—. ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo para encontrarnos aquí, a esta hora, dentro de una semana? Y así, minutos más tarde, las dos mujeres se pusieron a andar nuevamente por el camino, llevando 26 LA DECIMOTERCERA CANDELA cada cual los libros que les había regalado la señora Helen Hensbaum. —Me gustaría que hubiera hablado un poco más sobre lo q ue pasa cuand o uno se muere — e xpres ó Maud pensativamente. — ¡Bah! Pronto sabrás bastante si la sigues viendo —replicóle Marta. Tanto en la casa de MacGoohoogly como en la de O'Haggis, las luces permanecieron largamente encendidas. Muy entrada la noche, a través de las celosías rojas del dormitorio de Marta se veía brillar una luz macilenta. Por momentos, alguna ráfaga aislada de v iento entreabría las pesadas cortinas v erdes de la sala de 11.4aud y permitía distinguir su figura inclinada e n u na s i lla a lt a , c on un l i b r o f ue r t e m e nt e a s i d o entre sus manos. El último autobús pasó rugiendo, con su pasaje de limpiadores nocturnos que regresaban a sus hogares. A lo lejos, un tren chirriaba majestuosamente, con su pesada ringlera de vagones de carga balanceándose y rechinando sobre los rieles de una playa de maniobras. Después, el ulular de una sirena, tal vez de la policía o de alguna ambulancia. Nada perturbaba a Maud, enfrascada profundamente, como estaba, en la le c t ura. La s ca mpa nas d e l re loj de l a yunt am ie nt o comenzaron a sonar, y el tañido de las horas anunció la proxim idad d e la m añana. Finalme nte, la luz se apagó en el dormitorio de Marta. A poco, también se e xt in gui ó la d e la s a la d e l p is o b a jo d e la c a s a d e Maud, y durante un momento se v io un resplandor en su dormitorio. El alboroto del lechero madrugador quebró la paz d e la e s ce na, y a c ont inua c ión ap are c ier on los ba rrenderos con sus camiones con rodillos y su estrépito metálico. Los ómnibus se echaron a rodar por l a s c a l l e s , p a r a l l e v a r a b o r d o a l o s t r a b a j a d o r e s mañaneros y conducirlos bostezando a sus ocupacio- 27 LOBSANG RAMPA nes. Innumerables chimeneas comenzaron a humear, en tanto que las puertas se abrían y se cerraban con premura a medida que la gente se lanzaba 'a la diaria carrera con el tiempo y los ferrocarriles. F i n a l m e n t e , l a c e l o s í a r o j a d e l d o r m i t o r i o d e Marta se levantó con tal violencia, que las borlas de los cordones quedaron bamboleándose. Con el espant o r e f l e j a d o e n s u r o s t r o e m b o t a d o por el sueño, Marta echó una vacua mirada a ese mundo indiferente. Sus cabellos, sujetos por los rizadores, le daban u n a s p e c t o d e s a l i ñ a d o y o r d i n a r i o , a l p a r q u e e l enorme camisón de franela acentuaba sus grandes dimensiones y sus más que abultadas dotes. A l c a b o d e u n r a t o , l a p u e r t a d e l a c a s a d e O' Haggis s e abrió lentame nte y un brazo s e alargó para recoger la botella de leche del umbral. Trascur r id o un la r go int e r v a lo, la p ue r t a s e a b r ió nue v a mente y apareció Maud, vestida con una casaca listada. A g ot a d a y b o s t e z a nd o e s t r e p i t os a m e nt e , se puso a sacudir dos felpudos, y luego volvió a recluirse en el interior de su casa. Un gat o s olitario s urgió de q uién sabe qué pasa dizo secreto y atisbó cautelosamente las inmediaciones, antes de aventurarse a enfilar parsimoniosamente hacia la calle. Cuando llegó exactamente al centro de la calzada, se detuvo, se sentó a asearse la cara, las orejas, las patas y la cola, y luego se marchó contoneándose hacia algún otro lugar misterioso, en busca del desayuno. 28 CAPITULO II — ¡Timón! ¡Timón! La voz era chillona, despavorida, con esa desgarrad o r a e n t o n a c i ó n q u e h a c e e s t r e m e c e r y p o n e l o s nervios en tensión. — ¡Timón, despierta! ¡Tu padre se muere! Lentamente, el muchachito retornó de las profundidades de su total inconsciencia y comenzó a esforz a r s e , p o c o a p o c o , e n m e d i o d e l a s b r u m a s d e l sueño, por abrir sus pesados párpados. — ¡ T im ó n, t i e n e s q ue d e s p e r t a r t e ! ¡ T u p a d r e s e está muriendo! U n a m a n o l o a s i ó d e l o s c a b e l l o s y l o s a c u d i ó bruscamente. Timón abrió los ojos. D e p r o n t o p e r c i b i ó u n r u i d o e x t r a ñ o , r o n c o , "como si algún yac se estuv iera ahogando", pensó. Picado por la curiosidad, se incorporó en el lecho y v olv ió la c a b e z a d e un la d o y d e ot r o, p r oc ur a nd o ver a través de la penumbra del exiguo cuarto. Sobre una pequeña repisa había un plato de piedra e n e l c u a l u n t r o z o d e s e b o f l o t a b a e n s u p r o p i o aceite derretido. La tira de tela ordinaria que atraves a b a e l t r oz o d e s e b o le s e r v ía d e im p r ov is a d o p a bilo. En ese momento, la llama chisporroteaba, aviv á nd o s e y a t e n uá n d os e a lt e r na t iv a m e nt e , p r o ye c t a n d o s o m b r a s t e m b l o r o s a s e n l a s p a r e d e s . U n a esporádica ráfaga de aire hiz o que la me cha se su mergiera durante un instante; luego, chisporroteando, 29 LOBSANG RAMPA salpicó algunas gotas, y la débil llama se tornó aun más tenue. En se guida, sat urada otra v ez por una nueva inmersión, volvió a relumbrar diseminando el hollín de sus lenguas fumosas por toda la habitación. — ¡ T i m ó n ! ¡ T u p a d r e s e m u e r e ; v e c o r r i e n d o a buscar al lama! —gimió desesperadamente su madre. Despaciosamente, todavía amodorrado por el s u e ño, T im ón s e p us o t r a b a jos a m e nt e d e p ie y s e envolvió con su única prenda de vestir. El ronquido s e aceleraba, se t ornaba más le nto, y retomaba s u ritmo desapacible, monótono. Timón se aproximó al bulto informe a cuyo lado estaba inclinada su madre. Miró hacia abajo temeroso y sintió que el horror lo paralizaba ante la vista del rostro de su padre, que la vacilante llama de la lámpara de sebo mostraba aun más lívido. Azul, estaba azul; y su mirada era dura y fría. Az ul, a ca usa de l ata q ue de ins uf ic ie nc ia car díaca; y tenso, debido a los signos de la rigidez cadavérica, si bien todavía estaba con vida. — ¡T im ó n ! — r e p i t i ó la m a d r e — . ¡V e a b u s c a r a l l a m a , o t u p a d r e m o r i r á s i n n a d i e q u e l o g u í e ! ¡Corre, corre! Timón gir ó sobre sus talone s y se lanz ó hacia la puerta. Fuera, las estrellas fulguraban, metálicas e impasibles, en la cerrazón que precede al alba, hora en que el Hombre está más propenso a decaer y vacilar. El viento cortante, enfriado por las masas de niebla que se destacaban en la ladera de la montaña, se arremolinaba haciendo rodar las 'piedras pequeñas y levantando nubes de polvo. El chiquillo, de apenas diez años de edad, se detuv o t ir it a nd o m ie nt r a s t r a t a b a d e e s c ud r iñ a r e n la osc uridad, una oscuridad lev emente hollada por el d é b il r e s p l a n d or d e la s e s t r e l la s . A ll í, c ua n d o n o había luna, era la mala época del mes. Las montañas 30 LA DECIMOTERCERA CANDELA se tomaban inhóspitas y sombrías, sólo se percibía un desvaído tinte purpúreo que señalaba sus límites y el com ienz o d el cie lo. En el punt o en que la pálida coloración púrpura descendía hacia el río de escasa f os f or e s c e n c i a , u na manchita de luz a m a r il l e n t a , d i m i n u t a y t i t i l a n t e , e r a l a q u e r e f u l g í a c o n m á s intensidad en medio de aquella lobreguez que todo l o e n v o l v í a . E l c h i q u i l l o s e p u s o r á p i d a m e n t e e n m ov i m i e n t o , c or r i e n d o , s a l t a n d o y s o r t e a n d o l a s rocas esparcidas por el suelo, en su irrefrenable ansiedad por alcanzar el santuario que denunciaba aquella luz. Las malhadadas piedras se escurrían debajo de sus pies descalzos y lo herían. Los cantos rodados, remane nt e s t a l v e z d e l le c h o d e a lgún m a r a nt iguo, s e d e s liz aba n ar t eram e nt e a s u pa s o. Los pe dr e jone s surgían de manera alarmante en la cerrazón de la madrugada, produciéndole magulladuras cuando los rozaba en su carrera a la cual el miedo ponía alas. A lo lejos, aque lla luz era un llamado. Detrás de él, su padre yacía agonizante, sin un lama que guiase los p as os ind e c is os d e s u alm a. Se a pr es ur ó má s. Pronto, su respiración se tornó jadeante con el aire e n r a r e c i d o d e l a m o n t a ñ a , y a p o c o l o a s a l t ó u n d o l o r e n e l c o s t a d o , p r o d u c i é n d o l e e s a p u n z a d a angustiosa que padecen todos los que se esfuerzan e x c e s iv a m e nt e e n la c a r r e r a . E l d o l or s e hi z o t a n punzante que resultaba insoportable. Retorciéndose y gimiendo mientras trataba de aspirar más aire, no pudo menos de aminorar la carrera y andar al trote rápido, hasta que, a los pocos pasos, se vio precisado a caminar renqueando. La luz lo atraía como un faro de esperanza en un océano de abatimiento. ¿Qué sería ahora de ellos? ¿C óm o c om e r ía n? ¿Qu ié n v e la r ía p or e llos ; q u ié n l o s p r o t e g e r í a ? S u - o r a z ó n l a t í a v i o l e n t a m e n t e , hasta el extremo de que temió que pudiera salírsele 31 LOBSANG RAMPA del pecho. El sudor se le helaba inmediatamente en el cuerpo al contacto con el aire frío. Su vestidura, raída y mustia, casi no lo protegía contra los elementos. Eran pobres, extremadamente pobres; y ahora lo serían más aún con la pérdida del padre, el único que trabajaba. La luz seguía llamándolo como un refugio en un océano 'de temores. Lo llamaba, trémula, debilitándose y volviéndose a avivar, como para recordar al atribulado chiquillo que la vida de su padre se estaba extinguiendo, pero que volvería a brillar allende los confines de este mundo mezquino. Volvió, pues, a lanzarse en desenfrenada carrera, apretando los codos contra sus flancos y con la boca bien abierta, tratando de que cada músculo le sirviera por unos pocos segundos. La luz ya era más grande, como una estrella que le diese la bienvenida a su hogar. A su vera, el Río Feliz se deslizaba sonriente, como si jugara con las piedrecillas que había arrastrado desde las cumbres de la montaña donde tenía sus vertientes. A la débil luz de las estrellas, el río tenía un pálido fulgor argentado. Ahora, frente a él, el muchacho podía discernir vagamente el bulto más oscuro del pequeño lamasterio que se levantaba entre el río y la falda de la montaña. Por mirar la luz y el río, se distrajo, y su tobillo cedió bajo su peso, dando con él por tierra violentamente y haciendo que se raspase las manos, las rodillas y el rostro. Gimiendo de dolor y frustración, se levantó penosamente y se puso a cojear. De improviso, frente a él, apareció una figura. —¿Quién anda ahí fuera, rondando nuestros muros? —inquirió una voz profunda de anciano—. ¡Ah! ¿Qué es lo que te trae a nuestras puertas a esta hora de la mañana? —continuó aquella voz. 32 LA DECIMOTERCERA CANDELA A través de sus párpados inflamados por el llanto, T im ó n v io f r e nt e a s í a un m onje a nc ia n o y e nc or vado. — ¡ O h ; e s t á s h e r i d o ! — p r o s i g u i ó l a v o z — . V e n adentro y veré qué tienes. Volvióse pausadamente el anciano y se encaminó al interior del pequeño lamasterio. Timón se detuvo, parpadeando a causa de la luz repentina de alguna lámpara de s ebo que parec ía muy br illante compa rada con la oscuridad exterior. La atmósfera estaba pesada por el olor a incienso. Timón permanec ió un mome nt o c on un nudo en la garganta hasta que por fin habló: — ¡Mi padre se muere! Mi madre me ha mandado v o la n d o a b u s c a r a u x i li o p a r a q ue t e n ga q u i e n l o guíe en su tránsito. ¡Se muere! El pobre chiquillo se dejó caer al suelo y se cubrió los anegados ojos con las manos. El anciano monje s a l i ó y a p o c o s e p u d o o í r q u e c o n v e r s a b a q u e d a mente en otra habitación. Timón se sentó en el suelo llorando en un rapto de consternación y pavor. Un momento después vino a infundirle ánimos una voz dulce que le dijo: — ¡ H i j o , h i j o m í o ! ¡ O h , p e r o s i e s e l j o v e n T i món! ¡Sí; te conozco, hijo mío! Con una respetuosa reverencia, Timón se puso de pie lentamente y se secó los ojos con un extremo de la t única, tizná ndose e l rostro lloros o c on el p olv o acumulado en el camino. — C u é n t a m e , h i j o m í o — d i j o e l l a m a , a q u i e n Timón había ya reconocido. Una vez más, éste refirió lo que ocurría, y, cuando hubo finalizado, habló el lama. —Ven, iremos juntos. Te prestaré un pon y. Pero, a ntes, b e be este té y come un p oc o de ts a mp a, hambriento, y la jornada será larga y dura. 33 por que has de estar LOBSANG RAMPA El anc iano monje se ade la ntó con las v ia ndas, y Timón sentóse a comerla, en el suelo, en tanto que el lama se retiraba a hacer sus preparativos. Al p oc o r a t o s e oy ó r uid o d e c a b a llos , y e l la m a regresó a la habitación. — ¡Ah! Ya has concluido. Bien, entonces partamos —dijo, y se volvió, seguido por Timón. Ahora, sobre los lejanos bordes de la montaña que r od e a la p la n ic i e d e L ha s a , s e v e ía n a p a r e c e r l o s primeros y débiles rayos de luz dorada que anunciaban el nacimiento del nuevo día. De pronto, un destello de luz brilló a través de un paso de la alta mont a ñ a y p o r u n m o m e n t o t o c ó l a c a s a p a t e r n a d e Timón, situada en el lejano extremo del camino. — Ha s t a e l d ía m ue r e , hij o — c om e nt ó e l la m a — ; P e r o a l a s p o c a s h o r a s r e n a c e c o n v e r t i d o e n u n nuevo día. Así ocurre con todo cuanto existe. A la puerta los aguardaban tres briosos caballitos, a c u y o c a r g o n o m u y f ir m e s e h a l l a b a u n a c ó l i t o apenas mayor que Timón. —Tenemos que cabalgar en estas cosas —susurróle a és te e l acólito— . Si no q uiere d ete nerse, tá pale los ojos con las manos. —Y agregó patéticamente—: Si así tampoco para, tírate. El lama montó inmediatamente. El joven acólito le e xt e nd ió una mano a T im ón y lue go, c on un f orm idable brinco, saltó sobre su cabalgadura y se echó a andar tras las otras dos, que ya se esfumaban en la oscuridad que aún cubría la tierra. Dorados rayos de luz aparecían entre los picos de la montaña a medida que el b orde s uperior del s ol ga na b a e l hor iz o nt e . L a hum e d a d c on ge la d a e n e l aire frío reflejaba una gran variedad de colores y, al incidir en los prismas del hielo, la luz se refractaba mostrando todo el espectro. Sombras gigantescas se proyectaban en el suelo a medida que las tinieblas de la noche cedían al incontenible avance del naciente 34 LA DECIMOTERCERA CANDELA día. Los tres viajeros solitarios, meras partículas de polv o en la inmensidad de la tierra yerma, cabalgaban a través de los campos sembrados de guijarros, eludiendo peñascos y hondonadas con mayor facilidad según la claridad iba en paulatino aumento. Pronto se alcanzó a divisar, de pie junto a una casa aislada, la figura señera de una mujer, que con las manos sobre los ojos a modo de visera, oteaba angustiosamente el camino esperando el auxilio que tanto parecía demorar. Los tres cabalgaban tomando por los senderos más seguros entre el ripio. —No sé cómo te las has compuesto tan bien, muchacho — l e d i j o e l l a m a a T i m ó n — . D e b e d e haber sido un trayecto terrible. Pero el pobre Timón estaba demasiado asustado y por demás extenuado como para responder. En ese momento, incluso, iba tambaleándose y durmiéndose sobre el lomo del pony. Así, pues, los tres prosiguieron la marcha en silencio. A la p ue r t a d e s u c a s a, la m uje r s e r e t or c ía la s manos y sacudía la cabeza con cierta turbación en su a c t it u d d e r e s p e t o. E l la m a s e a p e ó d e l c a b a l l o y a v anz ó hac ia la a tr ib ula da m ujer. P or s u par te, e l jov e n a c ólit o s e d e s liz ó d e s u p on y para a c ud ir e n ayuda de Timón, pero ya era demasiado tarde: éste se había caído tan pronto como se detuv o su cabalgadura. —Venerable lama —prorrumpió con voz trémula la mujer—; mi esp os o ya ca si no e xis te. Lo he mant e nid o c onscient e, per o me temo que sea muy tarde. ¡Oh! ¿Qué haremos? —Vamos; indíqueme el camino —ordenó el lama, siguiendo a la mujer, la cual inmediatamente lo condujo al interior. La casa era oscura. Los vanos se hallaban cubiertos con hule traído de la India remota, pues, como allí no existía el vidrio, servía para suplirlo, si bien deja- 35 LOBSANG RAMPA ba pasar una luz extraña a la vez que exhalaba una fragancia peculiar. Una fragancia en que se mezclaba el olor a aceite seco con el del hollín de la siempre humeante lámpara de sebo. El piso era de tierra bien apisonada, en tanto que las paredes estaban hechas de gruesas piedras unidas entre sí con estiércol de yac. En el centro de la habitación ardía un débil fuego, alimentado también con heces de yac, del cual se desprendía un humo que, a veces, acertaba a escapar por un agujero practicado en el techo con ese propósito. Contra la pared del f ond o, opue sta a la entrada, y a c í a u n b u l t o q u e , a l p r i m e r g o l p e d e v i s t a , s e pod ía t om ar p or un ata d o d e tra p os e c had os a un lado; pero esa impresión se disipaba debido al rumor que provenía de él. Eran los ronquidos agónicos de un hombre que luchaba por seguir v iv iendo, los estertores de quien se halla in extremis. El lama s e apr oxim ó y ob ser v ó a tr av é s de la p e numbra el cuerpo que yacía en el suelo, un hombre maduro, delgado, marcado por los padecimientos de la vida; un hombre que había vivido conforme a las creencias de sus antepasados, sin tener un solo pensamiento egoísta. Y ahora estaba allí, jadeando, con el rostro pálido por la falta de oxígeno. Yacía exhalando sus últimos suspiros, luchando por conservar un vestigio de lucidez, porque su fe y las creencias tradicionales decían que su tránsito al otro mundo lo haría mejor con la guía de algún lama experimentado. M i r ó h a c i a a r r i b a y c i e r t o d e j o d e s a t i s f a c c i ó n —cierta expresión fugaz— cruzó por su pálido semb la nt e a l notar q ue ya e l lam a e sta ba a llí. Es t e s e i nc l in ó a l la d o d e l m or ib u n d o y c ol o c ó la s m a n o s sobre sus sienes mientras le decía palabras de cons ue lo. Detr ás d e él, e l jov e n a c ólit o e xtra jo pre s ta mente los sahumadores y tomó un poco de incienso 36 LA DECIMOTERCERA CANDELA de un paque te. Luego, sacando mec ha, pederna l y eslabón de un bolsillo, prendió fuego y sopló hasta p r od uc ir lla m a , d e m od o q ue p ud ie r a e nc e nd e r e l incienso en el momento oportuno. Aunque más sencillo, no aceptaba el irrev erente sistema de acercar el incienso a la ya goteante lám para de sebo, cosa que habría significado desconsid e r a c ión ha c ia e l i nc ie ns o, f a lt a d e r e s p e t o p or e l ritual. El incienso debía encenderlo a la manera tradicional, porque él, ese jov encito inquieto, tenía la gran ambición de llegar a ser lama. El la m a , s e nt a d o en la p os ic i ón del l ot o al la d o d el moribundo que yacía en el sue lo, hizo un mov im ie nt o d e c a b e z a a l a c ól it o, e l c u a l d e i nm e d i a t o ence ndió la prim era ramita de inc ie ns o de manera q ue la ll a m a t o c a r a s ól o l a p u nt a d e e s a p r im e r a vara, y después, cuando se puso roja, la sopló y dejó que ahumara. El lama movió ligeramente las manos para colocarlas en difer e nte p os ición s obr e la ca be za de aq ue l hombre, y dijo: — ¡Oh, Espíritu que estás por abandonar ésta, tu envoltura corporal: encendemos la primera vara de incienso para poder llamar tu atención, para poder guiarte, para que puedas seguir la senda mejor entre los peligros que tu desprevenida imaginación te coloque delante! En el rostro del moribundo asomó una extraordinaria paz. Estaba bañado en sudor, con una tenue capa de humedad; el sudor de la muerte próxima. El lama le tomó firmemente la cabeza e hizo una leve indicación a su acólito. Este volvió a inclinarse y encendió la segunda rama de incienso; luego sopló hasta extinguir la llama y la dejó que echara humo. — ¡Oh, Espíritu pronto a partir hacia la Gran Realida d, ha c ia la Ver da d era V ida p ost er ior a é sta , e l momento de tu liberación ha llegado! ¡Prepárate a 37 LOBSANG RAMPA mantener tu atención firmemente puesta en mí, aun en el momento de dejar este tu presente cuerpo, porque es mucho cuanto debo decirte! ¡Escucha! El lama volvió a inclinarse y le puso sus dedos entrecruzados sobre la coronilla. La respiración estertorosa del mor ibund o resonó más fuerte y br onca. Su pecho se dilató y volvió a contraerse, y de pronto e x h a l ó un suspiro corto, pr ofundo, casi com o si tosiera, y su cuerpo se arqueó hacia arriba hasta apoyarse solamente en la nuca y los talones. Durante un momento que pareció interminable permaneció así, hecho un arco rígido de carne y hueso. Luego, repentinamente, el cuerpo se sacudió, se sacudió hacia arriba hasta quedar a una pulgada, o quizás a dos, del suelo. Después se desplomó, se aflojó como un saco de trigo semivacío que alguien hubiese arrojado a un la d o s in m ira mie nt os. El últim o há lit o d es e s perado brotó de sus pulmones y luego el cuerpo se crispó y quedó rígido, pero desde su interior llegó el gorgoteo de los líquidos, el rumor de los órganos y el del aflojamiento de las articulaciones. El lama hiz o un nuev o mov imient o de cab eza al a c ólit o, y éste p r e nd ió inm e d ia t a m e nt e f ue go a la tercera rama de incienso y la hizo humear sin llama en el tercer incensario. —Espíritu que ahora te has liberado de tu sufriente cuerpo, escucha antes de emprender tu travesía; presta atención, porque por tu imperfecto saber, por tus equiv ocados conceptos, has creado asechanzas q ue p u e d e n p e r t ur b a r e l s os i e g o d e e s t e t u v ia j e . Es c u c ha , p or q ue v oy a e n um e r a r t e l os p a s o s q ue debes dar y el Camino que debes seguir. Escucha. Fuera de la pequeña habitación, la brisa matinal comenzaba a levantarse a medida que el escaso calor de los rayos solares que asomaban sobre la cumbre de la montaña empezaba a alterar el frío de la larga noche; de tal manera, ese débil calor de los primeros 38 LA..DECIMOTERCERA CANDELA rayos hacía que se originaran corrientes de aire prov e n i e n t e s d e l o s l u g a r e s f r í o s y q u e s e f or m a r a n peq ue ños r em olinos d e t ierra que gira ba n y golp e aban contra las cortinas de hule de las aberturas del cuarto, hasta que en la azorada mujer, que observaba desde el vano de la puerta, se producía casi la impres ión d e q ue los De m o nios e s t uv ie s e n g olp e a nd o y quisieran llevarse a su marido que ahora yacía muerto frente a ella. Pensó en la atrocidad de lo que ocurría. Hasta un momento antes había estado casada con un hombre vivo, un hombre que durante años había velado segur idad com o por ella, que le había brindado una n un c a p od r ía ha b e r e n s u v id a , p e r o a l m om e n t o s iguient e es e hom bre ya estaba m uerto, m uer to, y yacía ante ella en el piso de tierra de su habitación. Y s e p r e gunt ó q ué s e r ía a hor a d e e lla . Y a na da le quedaba sino un hijo demasiado pequeño para trabajar, demasiado pequeño para ganar dinero, en tanto que ella padecía de una dolencia que a veces se presenta en las mujeres que no han recibido asistencia en el momento de dar a luz. Durante todos los años tra s c urr id os de s d e e l na c im ie nt o d e s u hijo hab ía tenido que andar arrastrándose. De rodillas en el suelo, el lama cerró los ojos del cadáver y le puso piedrecillas sobre los párpados para m a n t e n e r l o s c e r r a d o s . L u e g o l e c o l o c ó u n a c i n t a debajo de la barbilla y la anudó sobre la cabeza para que el maxilar quedase firme y la boca permaneciera cerrada. Hecho esto, a una señal suya se encendió la c ua r t a r a ma d e inc ie ns o q ue f ue c u id a d os a m e nt e depositada en su braserillo. Ahora ya había cuatro ramas de incienso cuyo humo ascendía casi como si h u b i e r a s i d o t r a z a d o c o n t i z a a z u l g r i s á c e o , t a n re cta s era n s us c olum nas d e ntr o d e la hab ita c ión poco menos que falta de ventilación y de tiro. El lama prosiguió: 39 LOBSANG RAMPA — ¡Oh, Espíritu desprendido del cuerpo que está ante nosotros; ya ha sido encendida la cuarta rama de incienso para atraer tu atención y retenerte aquí mientras hablo, mientras te digo aquello con lo cual has de encontrarte! ¡Oh, Espíritu a punto de extraviarte, atiende a mis palabras para que tus desvíos puedan ser corregidos! El la m a , p e ns a nd o e n la in s t r uc c ió n q ue ha b ía recibido, miró el cadáver con pesar. Pensaba en que era telépata, e n s u facultad de oír lo inaud ib le, en q u e p od ía v e r la a ur e o la d e l c ue r p o h um a n o, e s a e xtra ña flama c olor ea da, m ult ic olor, q ue gira y s e entreteje en torno al cuerpo viviente. Ahora, contemplando ese cuerpo muerto, podía ver la flama casi e xt ing uid a . En lu ga r d e los c ol or e s d e l a r c o ir is y aun muchos más, sólo había un remolino azul grisáceo que se oscurecía cada vez más. Empero, al fluir del cuerpo, el azul grisáceo se elev aba aproximadamente sesenta centímetros sobre el cadáv er. Había allí una gran activ idad, un intenso bullir, y parecía como si una multitud de luciérnagas se lanzasen en derredor, luciérnagas que hubiesen sido adiestradas posiciones como soldados y que estuvieran tratando de ocupar prefijadas. Las diminutas partículas luminosas se movían, se arremolinaban y se entrecruzaban, hasta que al cabo, ante los ojos del lama, ante su tercer ojo, apareció una réplica del cadáver, pero b a j o e l a s p e c t o d e u n h o m b r e v i v o , d e u n j o v e n . Todav ía era sutil y flotaba desnuda a más o menos sesenta centímetros sobre el cuerpo. Luego, subió y bajó levemente, quizá dos o tres pulgadas en cada mov imiento. Volv ió a subir y bajar, retomó su posic ión y ba jó y s ub ió otra v ez, y pa ula t inam e nt e los d e t a l l e s s e f u e r o n t o r na n d o m á s c l a r o s , e l t e n u e c ue r p o f u e f o r m á n d o s e y a d q u i r i e n d o m a y o r s u s tancia. El lama se sentó y aguardó a que la luz azul grisácea del cuerpo yacente se tornara más oscura, pero 40 LA DECIMOTERCERA CANDELA entretanto la luz multicolor del cuerpo situado más arriba v o l v i ó s e m á s f u e r t e , m á s s u s t a n c i a l , m á s vívida. Al fin, tras una súbita ondulación y una sacud id a , e l c u e r p o " f a n t a s m a " s e e n d e r e z ó c o n la c a beza hacia arriba y los pies hacia abajo. Desapareció la ligera unión entre la carne yace nte y e l es píritu v i v o , y é s t e q u e d ó y a f o r m a d o y l i b r e d e s u e x envoltura corporal. Inmediatamente, el cuartucho se l l e n ó d e l o l o r d e l a m u e r t e , e l o l o r e x t r a ñ o , p e n e trante, del cuerpo que comienza a descomponerse, un olor desagradable que penetraba por la nariz y la colmaba hasta la altura de los ojos. El joven acólito, sentado detrás de las humeantes ramas de incienso, levantóse prudentemente y se dirigió hacia la puerta. Allí saludó con una ceremoniosa r e v e r e n c i a a l a v i u d a y a s u h i j o T i m ó n , y g e n t i l mente hizo que se retirasen de la habitación. Cerró la p uerta y permaneció de espa ldas c ontra ella un instante, al cabo del cual exclamó para su adentros: " ¡Puf! ¡Qué atmósfera! " Después, se dirigió pausadam e nte a la v enta na c ub ier ta d e hule y a flojó un e x t r e m o p a r a q u e e n t r a r a a i r e p u r o . P e r o l o q u e entró fue una formidable ráfaga de viento cargada de arena, que lo dejó escupiendo y tosiendo. — ¡Cierra esa v entana! —exclamó el lama en v oz baja aunque furioso. C on los ojos ca s i c erra d os, e l a c ólit o m a not e ó a ciegas la cortina que se agitaba de un lado a otro y t r a t ó d e a j u s t a r l a nuevamente contra el marco. " ¡Vaya! ¡Al m enos he respirado un poco de aire pur o, m ejor que este hedor ! ", p e n s ó , y v o l v i ó a sentarse en su lugar, detrás de las cuatro ramas de incienso. El cuerpo yacía inerte en el suelo. En ese momento, de él llegó el gorgoteo de los humores que deja- 41 LOBSANG RAMPA b a n d e f l u i r y q u e y a e n c o n t r a b a n s u s n i v e l e s . También s e percib ieron e l r umor y los q ue jid os de l o s ó r g a n o s q u e i b a n d e j a n d o d e v i v ir , p or q u e e l cuerpo no muere inmediatamente, sino por etapas, órgano por órgano. Primero sobreviene la muerte de lo s c e nt r os s up e r ior e s d e l c e r e b r o, y d e s p ué s , e n or d e na da s uce s ión, la d e los d emá s ór ga nos, q ue, pr iv a d os de l c ontr ol c ere bra l, d e ja n d e f unc ionar, dejan de elaborar las secreciones o de producir las sustancias necesarias para la supervivencia de ese complejo mecanismo al cual denominamos cuerpo. A medida que la energía vital se retira, va dejando los confines del cuerpo y reuniéndose en el exterior, formand o una masa am orfa exactame nte s obre él. Allí se queda suspendida por la atracción magnética en tanto queda aún un resto de vida, mientras todavía hay algún fluir de partículas vitales que van dejando su anterior envoltura. Paulatinamente, a medida que los órganos se van desprendiendo unos tras o t r o s d e l a e n e r g í a v i t a l, l a f o r m a s u t i l q u e f l o t a sobre la envoltura carnal va adquiriendo cada vez un mayor parecid o a ésta. Al cab o, cua ndo ya el pare cido es total, la atracción magnética cesa, y el "cuerpo espiritual" flota en libertad, listo para su próxima travesía. A h or a , e l e s p ír i t u e s t a b a c o m p l e t o y u n id o t a n sólo por un hilo sumamente débil al cuerpo inerte. Flotaba, confundido y asustado. Nacer a la vida en la t ie r r a e s una e xp e r ie nc ia t r a um á t ic a . Signif ic a m o r i r p a r a o t r a f o r m a d e e x i s t e n c i a . M o r i r e n l a tierra significa que el cuerpo espiritual nace de nuevo en otro mundo, en el mundo espiritual, o en uno de e llos. En e s os insta nt es , la f orma d uda ba, f lotab a más arriba y descendía; flotaba y aguardaba las inst r uc c ione s t e le p á t ic a s d e l la m a , c uya v id a e s t a b a dedicada por entero a auxiliar a los que dejaban la tierra. 42 LA DECIMOTERCERA CANDELA El lama miró atentamente, apelando a sus sentidos telepáticos pa ra calc ular la capa cidad del esp íritu recién liberado y a su tercer ojo para ver realmente su forma. Luego, quebró el silencio con su enseñanza telepática. — ¡Oh, Espíritu recién liberado! —dijo—. ¡Presta ate nc ión a mis p e ns am ient os para q ue t u trá ns it o p ue da as í fa c ilit ars e ! Re para e n la s instr uc c ione s que voy a darte para que tu camino se allane, pues m i l l o n e s h a n a n d a d o e s e c a m i n o a n t e s q u e t ú y millones lo andarán. Aq u e l la e n t id a d v a p or o s a , q u e ha s t a m u y p o c o antes había sido en la tierra un hombre sumamente av isado, se t urbó ligerament e y un t int e v erdos o y oscuro cubrió su ser. Una leve agitación la recorrió en toda su extensión y luego se apaciguó hasta qued a r s e q u i e t a . N o h a b í a , e m p e r o , n i n g ú n i n d i c i o , aunque fuese vago, de que esa entidad estuviese ya en vísperas de despertar del coma del tránsito de la muerte terre nal al nacim iento e n el p lano del e sp íritu. El la ma ob s erv a ba es t udia nd o, c a lc ula nd o, e st im a n d o . A l f i n , v o l v i ó a h a b l a r t e l e p á t i c a m e n t e y dijo: — ¡Oh, Espíritu recién liberado de las ataduras de la carne, escúchame! Encendemos la quinta rama de incienso para atraer tu atención que divaga, a fin de poder guiarte. El joven acólito había estado rumiando el problema de cómo hacer para largarse a jugar. Hacía un tiempo excelente para remontar cometas. Y si otros andaban por ahí, ¿por qué no él? ¿Por qué tenía él que... ? Pe r o en e s e m om e nt o v olv ió a pr e st ar at e nción rápidamente y encendió con premura la quinta rama de incienso, soplando la llama con tal fuerza que, en seguida , la v ara comenz ó a llamear nuev amente. 43 LOBSANG RAMPA El humo ascendió serpenteando y entretejió sus tenues hilos en torno a la figura suavemente ondulante del espíritu que flotaba por encima del cuerpo muerto. El muchachito volvió a sumirse en sus pensamientos respecto del vuelo de las cometas. "Si le pusiera e l c or d e l un p o c o m á s a t r á s " — c o n je t ur a b a — , " le d a r ía un m a yor á ngu lo d e a t a q ue c ont r a e l a ir e y subiría más rápido. Pero, si hago eso...". Mas sus reflexiones se vieron nuevamente interrumpidas por las palabras del lama. — ¡Oh, Espíritu liberado —entonaba éste—, que tu a l m a e s t é a l e r t a ! M u c h o t i e m p o h a c e q u e t e h a s agostado bajo el peso de las supersticiones propias del ignaro. Te traigo sapiencia. Encendemos la sexta rama de incienso para darte sabiduría, pues debes saber que estás por emprender tu viaje. E l a c ó l it o r e b us c ó f r e né t i c a m e n t e e n e l o s c ur o piso de tierra la rama que acababa de sacar y masculló uná exclamación de las que no se enseñan en el lamasterio cuando sus dedos se encontraron con la mecha encendida, detrás de la cual se hallaba la vara. A toda prisa le prendió fuego y la metió en el incensario. E l l a m a l e e c h ó u n a m i r a d a d e r e c o n v e n c i ó n y prosiguió instruyendo al Difunto Espíritu. —Tu v ida, de sde la cuna al sep ulcr o, se ha enre d a d o c o n s up e r s t ic i one s y f a ls os t e m o r e s . Ha s d e saber que muchas de tus creencias no tienen fundame nt o. Ha s d e sa b er q ue m uc hos de los de m onios q ue teme s que se te aparezcan s on frut o de tu propia fantasía. La séptima rama de incienso se enciende para obligarte a que te quedes aquí, de modo de poder instruirte y prepararte adecuadamente para el viaje que tienes por delante. Como el acólito estaba ya preparado con el incienso encendido y humeante, el lama continuó con sus exhortaciones y sus enseñanzas. 44 LA DECIMOTERCERA CANDELA —No somos más que muñecos del Unico que está en lo Alto, puestos sobre la tierra para que El pueda experimentar las cosas de la tierra. Percibimos confusamente nuestra naturaleza inmortal, nuestros vínculos eternos, y al percibirlos tan oscuramente la imaginación trabaja, tememos y buscamos explicaciones. Ca lló y obs erv ó la v ap or osa y s ile nt e f igura q ue te nía ante sí. Miró y v io el grad ual desp ertar, el re surgir de la conc ie ncia. Sintió e l pánic o, la incerti dumbre, experimentó la dimensión del choque espantoso del que es arrancado violentamente de en medio de las cosas y lugares familiares. Sintió y comprendió. E l e s p í r i t u s e i n c l i n ó y o n d u l ó , l u e g o , e l l a m a continuó: —Habla con tu pensamiento. Yo captaré esos pens am ie nt os s i t e re c up era s d el e s t up or d e l c hoque. Piensa que puedes hablarme. La forma latió y vaciló; las ondas se mecieron a lo lar go de e lla y luego, c om o e l a pa ga d o p ia r inic ia l del pájaro que acaba de salir del cascarón, se oyó el lamento de un alma amedrentada. —Estoy perdido en el yermo —dijo—. Tengo miedo de los demonios que me acosan. Temo que quieran arrastrarme a las regiones profundas y quemarme o congelarme por toda la eternidad. El lama cloqueó con lástima. —P or na da t e a tr ib ula s, Es p írit u. ¡Es c úc ham e ! Aparta de ti esos vanos temores y escúchame. Préstame atenc ión para que pueda guiarte y prop orcionarte alivio. —Te escucho, santo lama —replicó la forma—, porque tus palabras habrán de serme de provecho. El lama hiz o una ind ica c ión d e cab e za a s u a c ólito, y éste tomó al punto una ramita de incienso. 45 LOBSANG RAMPA — ¡Oh, de s pav or id o Es p ír it u! — sa lm od ió aq ué l. La octava rama de incienso encendemos para poder guiarte. El acólito arrimó presuroso la mecha al incienso y, satisfecho del resultado, lo introdujo en el sahumad o r y p r e p a r ó o t r o p a r a c a r g a r l o e n e l m o m e n t o oportuno. — E l h o m b r e e s e n l a t i e r r a u n s e r i r r e f l e x i v o —prosiguió el lama— que se entrega. a creer lo que no es en lugar de lo que es. El hombre está sumamente entregado a la superstición y a las falsas creencias. Tú, Espíritu, temes que los demonios te cerquen. Sin embargo, los demonios no existen, salvo aquellos que ha creado t u fantas ía y que se desv ane cerán c omo una bocanada de humo al viento cuando comprendas la verdad. En torno a ti hay sombras insustanciales y c a r e nt e s de s e nt id o q ue s ól o r e f le ja n t us a t e r r or i z a d o s p e n s a m i e n t o s c o m o u n a t r a n q u i l a f u e n t e podría reflejar tus facciones si te asomaras a ella. Son sombras engañosas, apenas criaturas de un momento, como son las reflexiones del hombre alcoholizado. No temas; nada hay que pueda dañarte. El espíritu gimió de terror y dijo, telepáticamente: Sin que embargo, veo demonios; veo monstruos parlotean, que alargan sus garras hacia mí. Quieren devorarme. Veo los rasgos de aquellos a quienes en vida he agraviado . y que ahora vienen a pagarme con la misma moneda.' El lama elevó sus manos para bendecir. — ¡Escúchame, oh Espíritu! —dijo—. Mira atentamente al peor de tus supuestos agresores. Míralo sev eramente y haz un esfuerzo mental para que se ale je. Ima gína lo esf umá nd os e en una nube c illa d e humo y así se desvanecerá, porque sólo existe en tu afiebrada imaginación. Piénsalo ya. ¡Te lo ordeno! 46 LA DECIMOTERCERA CANDELA El e sp ír it u s e e lev ó ba la nc eá nd os e. Sus c olor e s refulgieron con toda la gama del espectro y al punto llegó la triunfante exclamación telepática: — ¡Se fue! ¡Se han ido! La forma onduló expandiéndose y contrayéndose varias veces, como podría hacerlo un ser terrenal que jadease luego de un gran esfuerzo. Nada hay de temer, salvo el temor —dijo el lama—. Si nada temes, nada puede vulnerarte. Ahora t e h a b l a r é d e l o q u e v i e n e a c o n t i n u a c i ó n ; l u e g o deberás emprender la prolongada etapa de tu travesía hacia la Luz. El espíritu resplandecía ahora con nuevos colores; v e ía s e q ue ha b ía t oma d o c onf ia nza y q ue e l t em or había desaparecido. Así, pues, aguardaba enterarse de lo que aún debía afrontar. —Ya es el momento —dijo el lama— de que prosiga s t u v i a j e . C ua n d o t e ha ya d e ja d o, s e n t ir á s u n poderoso impulso de flotar a la ventura. No te resistas. Las corrientes de la Vida te llevarán a través de torbellinos de niebla. Hórridos rostros te observarán desde la oscuridad, mas no les temas: a una orden tuya se irán. Conserva puros tus pensamientos, calmo tu semblante. Pronto llegarás a un delicioso prado, d ond e ha b r á s d e e xp e r im e nt a r la a le gr ía d e v iv ir . Acudirán a ti fraternales asistentes que te darán la b ie nv e nid a . N o t e m a s . R e s p ó nd e le s . p ue s a na d i e encontrarás allí que quiera hacerte daño. La forma se mecía suavemente mientras escuchaba las Salón las advertencias. —Luego te conducirán amistosamente al de Memorias —prosiguió el lama—, lugar éste que c o n s t i t u y e e l r e p o s i t o r i o d e t o d o c o n o c i m i e n t o , d ond e t o d o a c t o, b ue n o o m a lo, e je c ut a d o p or la s personas, queda registrado. Entrarás en el Salón de las Memorias y sólo tú verás tu v ida tal como fue y tal como debería haber sido. Tú, y nadie más que 47 LOBSANG RAMPA tú, juzgarás del acierto o desacierto de tus acciones. N o ha y ning ún ot r o j uic i o, a s í c om o t a m p oc o ha y infierno, salvo el que puedan imponerte tus remordimientos. No hay condenación eterna ni tormentos. Si t u v id a h a s id o e q u iv oc a d a , t ú, t ú s ól o p o d r á s d e c id ir t u p ost er ior ret or no a la v ida t err e na para realizar un nuevo intento. Calló el lama e hizo una indicación al acólito, el cual de inmediato tomó la última rama de incienso. — ¡Oh, Espíritu que ya has sido aleccionado! — c o n t i n u ó — . ¡ E m p r e n d e t u t r á n s i t o ! ¡ V i a j a e n paz! Viaja sabiendo que nada tienes que temer que no sea al temor mismo. ¡Anda! L e n t a m e n t e , e l e s p í r i t u s e e l e v ó ; s e d e t uv o u n momento para echar una última mirada a la habitac i ó n y l u e g o a t r a v e s ó e l c i e l o r a s o h a s t a q u e s e esfumó. El lama y su acólito se pusieron de pie, y, cuando hubieron recogido sus elementos, abandonaron a su vez el cuarto. Más tarde, cuando el sol alcanzaba ya el cenit, una figura harapienta se aproximó a la casucha y entró. A poco v olv ió a salir llev ando sobre los hombros la forma cubierta de vendajes que constituía los despoj o s m o r t a l e s d e l p a d r e d e T i m ó n . L u e g o , s e e n c a minó por el sendero pedregoso para trasportar aquel cuerpo al lugar en que debían desmembrarlo y seccionarlo de modo que los buitres pudieran dev orar sus restos y, con el trascurrir del tiempo, retornasen trasformados a la Madre Tierra. 48 CAPITULO III — ¡Ja, ja, ja! La estruendosa carcajada resonó en la habitación, y e l j o v e n d e l g a d o , i n c l i n a d o e n s u a s i e n t o y d e espaldas a quien así se reía, dio un repullo como si le hubiesen dado un empellón. — ¡E h, J us s ! — gr uñó a q ue l la v oz — . ¿Ha s le íd o esto? J us t in T owne c ubr ió c uid ad osam e nte e l ór gano portátil que estaba pulsando con tanta suavidad, y se puso de pie. ¿Si leí qué? —preguntó disgustado. Con una amplia sonrisa, Dennis Dollywogga agitó un libro sobre su cabeza. — ¡Toma! homosexuales —exclamó—. somos Este enfermos. tipo Dice piensa que que tenemos todos los trastornos glandulares y que somos una mezcla de hombre y mujer. ¡Ja, ja, ja! J u s t i n s e a c e r c ó p a r s im o n i o s a m e n t e y t om ó e l libro que le extendía su amigo. Estaba abierto en la p á g i n a n o v e n t a y n u e v e y d e b i d o a q u e a q u é l l o había doblado excesivamente en su arranque de hilaridad, la unión del lomo se había roto. D e n n i s o b s e r v ó p o r e n c i m a d e l h o m b r o d e s u compañero y con un d edo largo y afilado s e ñaló el pasaje exacto. — ¡Ahí! —dijo—. Empieza ahí. Léelo en v oz alta, Juss; el tipo éste debe de ser un perfecto ingenuo. 49 LOBSANG RAMPA Se acercó a una poltrona y se echó muellemente con un brazo apoyado al descuido en el respaldo. Justin limpió los cristales de sus anteojos, se los volvió a calar y, luego de doblar el pañuelo y ponérselo en la manga, tomó el libro y leyó: En el trasiego que supone el paso del mundo astral a este otro que llamamos Tierra, se producen confusiones. Nacer es una experiencia traumática, un acontecimiento sumamente brusco; de manera que es fácil que algún mecanismo muy delicado se altere. Por ejemplo: un niño debe nacer, pero como durante la gestación la madre no se ha preocupado mucho por su alimentación ni por sus actividades el niño no ha recibido lo que podríamos llamar un aporte químico balanceado. Es decir, el niño puede estar falto de algún componente químico y de este modo haberse desarrollado defectuosamente ciertas glándulas. Digamos que la criatura debía nacer mujer, pero, por la carencia de determinados factores químicos, nace varón; varón con inclinaciones femeninas. Los padres, al advertir que han dado vida a una pobre criaturita afeminada y que la han expuesto a excesivos mimos o cosa parecida, tal vez deseen inculcarle cierto discernimiento para que, de un modo o de otro, se vuelva más varonil; pero de nada servirá. Si las glándulas funcionan mal, a pesar de los atributos masculinos, el nuevo ser seguirá siendo mujer en cuerpo de varón. En la pubertad, es posible que el joven no se desarrolle normalmente o que continúe desarrollándose en el aspecto exterior. Pero, ya en la escuela, bien puede evidenciarse como un flojo, sin que al pobre le sea posible evitarlo. Al alcanzar la edad adulta, se encuentra con que no puede "hacer las cosas que vienen naturalmente" y que, en cambio, lo atraen los muchachos, los hombres. Esto sucede, evidentemente, porque todos sus deseos son los deseos propios de la mujer. Su psique en sí misma es femenina, aun cuando por una desdichada serie de circunstancias esa femineidad haya sido provista con atributos masculinos, que no le sirven de mucho, pero que están a la vista. En consecuencia, el varón se trasforma entonces en lo que solía llamarse "ninfo", y tiene tendencias homosexuales. Cuanto más femenina es su psique, más fuertes son esas inclinaciones. 50 LA DECIMOTERCERA CANDELA Si una mujer tiene psique masculina, no le interesan l o s h om b r e s s i n o la s m u j e r e s , p or q ue e s a p s i q u e , q u e e s t á más próxima al Superyó que el cuerpo físico, retrasmite m e n s a je s c onf u s os a e s e S up e r y ó, e l c ua l d e v ue lv e la or d e n: " Ma n os a la ob r a ; ha z l o q u e t e c or r e s p o nd e " . E s a p o b r e y d e s v e nt ur a d a p s iq u e m a s c ul i na s i e nt e r e p u l s i ó n, p or s up u e s t o, s ól o d e p e ns a r e n " ha c e r l o q ue le c or r e s p on d e " c on un ho m b r e , d e s u e r t e q u e t o d o s u i nt e r é s s e c on c e n t r a e n la m u je r ; y a s í n os e nc o n t r a m os c o n e l espectáculo de una mujer que le hace el amor a otra y a la c u a l d e n om ina m o s l e s b ia na , c a l if ic a t iv o t om a d o d e u na i s la gr i e ga d o n d e e s o s o l ía s e r u n h e c h o c om ún. C a r e c e t ot a lm e nt e d e s e nt i d o c o nd e na r a l o s ho m o s e x ua le s , p ue s n o s e t r a t a d e b r i b o n e s ; ha y q u e c on s id e r a r los, en cambio, como gente enferma, como personas que p a d e c e n t r a s t or n o s g la nd u la r e s . De m a n e r a q u e , s i la m e d i c ina y l o s m é d i c o s s e t om a r a n m á s in t e r é s , p od r ía n ha c e r a lg o r e s p e c t o d e t a l e s d e f ic i e n c ia s . D e s p ué s d e m i s ú lt im a s e xp e r ie n c ia s p e r s o na le s , c a d a v e z m e c o nv e nz o m á s d e q u e lo s m é d i c os o c c i d e nt a l e s s on un despreciable hatajo de anormales a quienes sólo inter e s a ha c e r s e r á p i da m e n t e d e d in e r o. P e r o, p or i ne na r r a b l e m e nt e d e p l or a b l e s q u e ha ya n s id o e s a s e x p e r i e n c ia s m ía s , n o e s t o y h a b la nd o a ho r a d e m í s in o d e lo s ho m o s e x ua le s . S i una l e s b ia na (m uj e r ) o u n h om os e x ua l (v a r ó n) a c ie r t a a e n c o nt r a r im m é d ic o c on s c i e nt e , é s t e p u e d e r e c e t a r le e x t r a c t o s d e g lá n d u la s q u e c i e r t a m e n t e m e jor a n m u c h o e s os e s t a d o s y t or na n l le v a d e r a l a v id a ; p e r o, p or d e s gr a c i a , c o n la a c t ua l a b u n d a n c ia d e m é d i c os q u e s ól o p a r e c e n d is p ue s t o s a ha c e r d i n e r o, h oy e s p r e c i s o b u s c a r m uc h o p a r a ha l la r u n o h ue l l o. P e r o e s i n út i l q u e s e c o nd e ne a l o s h om o s e x ua l e s , p or q u e la c ul p a n o e s d e e l l os . E s g e n t e muy desdichada que vive en estado de confusión, que no s a b e q ué p ud o ha b e r le s uc e d id o y q u e n o p u e d e s us t r a e r s e d e l o q u e , e n d e f i n it iv a , e s e l im p u ls o m á s p o d e r os o d e l h om b r e y la m uj e r : e l in s t i nt o d e la r e p r od u c c i ó n. L o s a t r of ia d or e s d e l c e r e b r o, a l ia s p s ic ó l o go s , n o s ir v e n r e a lm e nt e d e m uc h o, p ue s le s l l e v a a ñ os ha c e r l o q ue c ua l q u ie r p e r s o na c or r ie nt e p od r ía h a c e r e n u n os p oc o s d ía s . S i s e e xp li c a c la r a m e n t e a l o s h o m o s e x ua le s q u e l o q u e t i e n e n e s u n d e s e q u i li b r io g la n d u la r , p or lo ge n e r a l l o gr a n r e g u la r l o. P or e s o, la s l e ye s v ie n e n m od if ic á n d os e p a r a a d a p t a r la s a t a le s c a s o s , e n l ug a r d e a l e nt a r q u e s e l o s s om e t a a u na d e s p ia d a d a p e r s e c uc i ó n y a e n c a r c e l a m i e nt o p or lo q u e e n r i g or d e v a r e : 1 nd e s u na e nf e r m e d a d . 51 LOBSANG RAMPA Hay varias maneras de prestar asistencia a esa gente. La pr im era c onsis t e e n q ue a lguna p er s ona m uy e nt e nd id a y bastante mayor, d e prof und os se ntim ie ntos caritativ os por e l q ue s ufr e, le e xp liq ue c on e xa ct it ud de q ué s e tr ata. L a s e gu nd a e s igua l q u e la a nt e r ior , p e r o c on e l a gr e ga d o d e que a l pa c ie nt e hay q ue s um inis trar le a lgún me d icam e nt o q u e s up r im a la n e c e s id a d , e l d e s e o s e x ua l. L a t e r c e r a r e quiere, también, que se e xp liquen las c osas y que un b ue n mé d ic o re c e te las inye c c ione s de horm ona s o t e st os ter on a que le p erm ita n a lc anzar d ef init iv am e nte a l or ga nis m o s u acomodación sexual. Lo fundamental es que nunca, se debe condena r a l hom os e xua l, p ue s t o q ue e s ino c e nt e . Se lo c a s t i ga p or a l g o q u e no ha he c h o, p or un e r r or d e la n a t ur a le z a ; p or q ue q uiz á s u m a d r e t uv o una d i e t a ina d e c ua d a , o p or que tal v ez madre e hijo eran químicamente incompatible s. C om o q uiera q ue s ea, y d e c ua lq uier m od o q ue se lo considere, sólo es p osible hacer algo por los hom ose xuale s s i s e l o s t r a t a c o n v e r d a d e r a c o m p r e n s i ó n y s i m p a t í a y, posiblemente, con una medicación adecuada. Concluida la lectura, Justin preguntó: —¿Qué libro es éste? —Luego, cerrando de golpe la tapa, leyó—: Lobsang Rampa, Avivando la llama. —Y agregó ásperamente—: ¡Vaya si avivará la llama si nos ataca! —¿Y, Juss? ¿Qué te perece? —preguntó Dennis a ns i o s a m e n t e — ¿ Ha y a l g o e n t od o e s o o s ó l o s o n c o s a s d e u n t i p o q u e h a b l a p o r q u e n o s d e t e s t a ? ¿Qué piensas tú, eh, Juss? Justin se alisó prolijamente el labio superior donde el bigote brillaba por su ausencia, y respondió en voz un tanto alta: — D i g o y o, e s t e t ip o, ¿ n o e s u n e x m o nj e o a lg o por el estilo? Quizá no c onoz ca s iquiera la difere n cia que existe entre un hombre y una mujer. Se sentaron juntos en la poltrona y se pusieron a repasar las páginas del libro. —Sin embargo, muchas de las cosas que dice aquí parecen acertadas — reflexionó Justin Towne. 52 LA DECIMOTERCERA CANDELA — E nt o nc e s , ¿c óm o e s q u e e s t á t a n e q u iv oc a d o acerca de nosotros? —inquirió Dermis Dollywogga. Pero, en ese momento, éste tuvo una idea verdaderamente brillante que le iluminó el rostro. —¿Por qué no le escribes y le dices que está totalmente equivocado? A ver; ¿figura su dirección en el lib r o ? ¿ N o? Ent onc e s m e im a gino q ue s e le p od r á escribir a la dirección de la editorial. Escribámosle, Juss, ¿eh? Así, pues, vino a acontecer que, cuando el tiempo e s t u v o e n s a z ó n — c o m o s e d i c e e n l o s m e j o r e s ambientes—, el autor R a m p a r e c i b i ó c a r t a d e u n caballero que le aseguraba que él no sabía un ápice de homosexuales. De manera que, luego de analizar punto por punto las duras manifestaciones acerca de su sano juicio, de sus ideas, etcétera, el autor envió a su corresponsal la siguiente invitación: "Le concedo q ue e s p oc o lo q ue c onozc o re sp e ct o d e r e la c iones sexuales, a pesar de lo cual insisto en la exactitud de mis observaciones; sin embargo, env íeme usted su opinión referente a la homosexualidad y veré que mi editor, siempre que se atrev a y lo tenga a bien, me permita publica r su carta o artículo en mi decimotercer libro". Al recibir la carta, dos cabezas se juntaron y cuatro ojos se posaron áv idamente sobre ella. — ¡Cáspita! —resolló Dennis Dollywogga, atónito—. El tipo nos ha dev uelto la pelota. Y, ahora, ¿qué hacemos? Justin Towne tomó aliento y contrajo el estómago. —¿Qué hacemos? —preguntó con v oz trémula—. La respuesta se la escribirás tú; eso es lo que harás, ya que la idea ha sido tuya. Hubo un momento de silencio. Al fin, ambos partieron hacia lo que debía ser su ocupación, si bien 53 LOBSANG RAMPA en la práctica se convirtió en un devanarse los sesos en horas de trabajo. Las manecillas del reloj giraban lentamente entorno a la esfera, hasta que finalmente llegó el momento de abandonar el trabajo y volver a la brega. El primero en llegar a su casa fue Dennis, seguido a poco por Justin. — ¡Juss! —musitó aquél mientras mascaba el últim o b o c a d o de ha m b ur g ue s a — . Juss; en n ue s t r a unión, tú eres la inteligencia y yo la fuerza. ¿Qué te p a r e c e s i e s c r i b e s a l g o t ú ? ¡ C a r a m b a ! H e e s t a d o pensando en esto todo el día y no he podido trazar una sola línea. De modo, pues, que Justin se sentó a la máquina y en un abrir y cerrar de ojos escribió la respuesta. — ¡Ma-ra-vi-llo-so! —exclamó Dennis paladeando cada sílaba, después de leerla detenidamente—. ¡Qué te pare c e ! — Y, lue go que hub ier on d oblad o las hoja s c on c uid ad o, sa lió a d es pa c ha r la car ta p or c orreo. Los servicios postales del Canadá jamás 'habrían logrado establecer una marca de v eloc idad, ya s ea por los paros, las huelgas de brazos caídos, el trabajo a desgano o el trabajo a reglamento, pero de todas maneras, antes que el papel criara moho, el autor se encontró un día con el envío en su apartado postal, junto con otras sesenta y nueve cartas. Revisándolas, d i o f i na lm e nt e c on e s a p i e z a e s p e c ia l c u y o s o b r e rasgó para ponerse a leer de inmediato su contenido-; al c abo, lanzó una interjección que puede interpretarse como: "Bien; publicaré todo, carta y artículo, para -que la gente conozca el problema directamente por boca del interesado". M á s t a r d e , e l a u t or l e y ó d e n u e v o l a c a r t a y e l a r t íc u l o, y v olv ié nd o s e a M i s s C l e op a t r a , s u ga t a siamesa, comentó: 54 LA DECIMOTERCERA CANDELA —Y bien, Cleo. En mi opinión, esto justifica absolutamente lo que escribí antes. A ti, ¿qué te parece? —Pero Miss Cleopatra tenía la cabeza en otra parte; pensaba en comer. De manera que el autor se concretó a preparxr la carta y el artículo para entregárselos al editor, y he aquí el contenido de ambos, para que lo leáis. Estimado Dr. Rampa: Al enviarle un trabajo sin terminar, quiebro, por decirlo así, una costumbre mía. Con ello quiero significarle que se trata de mi primer escrito, fruto de mi pensamiento. No responde exactamente a lo que he querido decir, pero por alguna razón me parece importante que se lo envíe. Cuando usted vea que no sé expresarme y que conozco poca gramática, tal vez lo tire disgustado; pero no le reprocharía nada por eso ni me enojaría. No siempre digo bien lo que he querido hacer entender, y, si bien pensé que, si hubiera tenido tiempo, lo habría corregido y vuelto a escribir una y otra vez hasta dejarlo lo mejor posible, tal vez pueda servir de algo tal como está. Algunas de las cosas que quise verdaderamente decir son: que muchos homosexuales no son los mariquitas que se ven por las calles, no son los que médicos y psiquíatras analizan en sus escritos, porque ésos son los emocionalmente perturbados. Como buscavida he trabajado en ciudades, en granjas, en rodeos, etc., y conozco homosexuales en todas partes que son tan normales como las medialunas, por decirlo así. O sea, que pueden ser muy varoniles, que pueden pensar y obrar como hombres y que no piensan ni actúan como mujeres ni tienen ninguno de los caracteres femeninos que tantos heterosexuales parecen pensar que tienen. Quise poner de relieve el hogar, el papel importante que el homosexual podría desempeñar en el mundo si se lo quitara de encima y no lo lamentara. Yo no creo en ciertas cosas como esa "alegre liberación" que todos los jóvenes de hoy piensan que hay que considerar importante, sino en seguir adelante y hacer bien lo que a uno le corresponde, con las herramientas que se tienen (o sea con sus propias dotes, etc.). Traté de señalar también que en mi caso yo provengo de un hogar perfectamente normal, sin dependencias que me hicieran un perturbado emocional; y que realmente 55 LOBSANG RAMPA nadie sabe ni supone que yo sea un "alegre", a menos que yo quiera decirlo... No me avergüenzo de ello en modo alguno ni me parece que a nadie debe importarle más que si soy demócrata o republicano, cristiano u hotentote. También sé que tengo más suerte que muchos porque toda la gente en seguida quiere abrirme su corazón y de ese modo he aprendido mucho, muchísimo sobre los sentimientos de las personas. Ahora bien, en cuanto a la publicación, puede usted disponer de la totalidad o de cualquiera de las partes de este artículo que usted desee; puede redactar, cambiar, corregir o suprimir a su criterio, o puede tirarlo al cesto si no le sirve, que n me ofenderé. Si le hace falta un nombre, puede poner "Justin"; y si por una REMOTA casualidad (porque no me hago ilusiones al respecto) quisiera usted utilizar TODO O PARTE DE ESTO, Y SI TUVIERA (perdón por las mayúsculas) que dar mis señas a alguien que honradamente quisiera plantearme algo en favor o en contra, no tendría inconveniente en escribirle, pero, como no tengo número de casilla de correo particular, tendría que poder escribirle yo primero. Siempre parece que sin responsabilidad de -mi parte, como por predestinación, la gente me encontrase de pronto y fuera como si yo tuviera la misión de ayudar... Incluso ahora, estoy ayudando a una cantidad de personas, pero no de mi misma clase, por decirlo así. Bien; me parece que nada más... Me gustaría escribir algún día un libro sobre mi vida, lo mismo que les gustaría hacer a tantos otros, porque eso parece estimular a mucha gente a juzgar con más rigor; pero quizás lo haga cuando tenga más años. En la actualidad estoy muy ocupado atendiendo un trabajo, una casa y haciendo muchas cosas agradables, la jardinería, por ejemplo, me gusta mucho. Tenemos un lugarcito de terreno con espacios agrestes y mucho trabajo. Me gustaría que pudiera usted visitarlo; creo que le agradaría. Con los mejores deseos para usted y sus proyectos, salúdalo sinceramente JUSTIN. Todo el mundo sabe que las características de cada individuo respecto de las de los demás son tan variadas como las estrellas del firmamento o las arenas de la playa. Nadie duda, creo, que eso es lo que hace que el mundo sea lo que es, lo que hace que haya hombres admirables y hombres insignificantes, lo que produce la grandeza y el 56 LA DECIMOTERCERA CANDELA derrumbe de las naciones y lo que ge nera la atracc ión y la r e p u ls i ó n e nt r e u na p e r s o na y o t r a . P a r a m a y or c la r id a d convengamos en que las características del mundo abarcan tod os los rasgos, maneras, v alore s y deb ilidades ind iv idua les, los d efe c t os, la s v ir t ude s y, e n ge ne ra l, la s uma t ota l d e l o q ue ha c e q u e c a d a i nd iv id u o s e a d if e r e nt e d e t od o s los d e m á s i nd iv id u os . Al gun a s d e e s a s c a r a c t e r ís t ic a s la s traemos e n e l m omento de nacer, ya sea porq ue las hemos a d q uir id o e n v i d a s a n t e r i or e s o p or ha b e r la s e le g id o p or necesarias para auxiliamos en esta vida a fin de llegar a ser una pers ona más c ompleta. De manera que, también, algu nas de tales características han sid o adquiridas en el tras curso de esta vida. Se gú n la s é p oc a s y l uga r e s , la s s oc ie d a d e s c ons id e r a n b ue na s o m a la s d is t int a s c a r a c t e r ís t ic a s , e s d e c ir, c onv enie nt e s o p e r ju d ic ia le s o m e r a m e nt e d e m a s ia d o c om une s c o m o p a r a t e n e r l a s e n c u e n t a , c o nf o r m e a l o s p u n t o s d e v is t a y n e c e s i d a d e s p a r t i c u la r e s d e c a d a s o c ie d a d e s p e c í f ic a . P e r o n o no s o c up e m os d e la s s o c i e d a d e s e n p a r t i c u la r ; f i jé m o n o s e n c a m b i o e n la s e n s e ña nz a s d e t o d a s la s grandes re ligiones, e st o es, e n que cada hombre v ie ne a la t i e r r a e x p r e s a m e n t e p a r a a p r e n d e r y e x p e r im e n t a r d e t e r minadas cosas, que viene a la tierra y elige deliberadamente aquellas características que sólo él necesita para su p r op io d e s e nv olv im ie nt o. Es t e e nf oq ue n os p e r m it e m ir a r a l o s h o m b r e s c o n m a y o r c om p r e n s i ó n , c o n m á s t o l e r a nc i a , y le confiere más significación a la sentencia: No juzgues, si no quieres ser juzgado. Est o no quiere d ecir que la vida del hombr e esté enteramente predestinada, p orq ue s u a lb e dr ío p ue de r e b asar e l p od er d e s us car ac t e rísticas indiv iduales innatas y optar por utilizar o desdeñar a voluntad esas condiciones connaturales. De la s muc has caract eríst ica s que e l hombre p os ee, las d e na t ur a le z a e m o t iv a p a r e c e n s e r p or l o c om ú n la s m á s p od er osa s. Entr e é st as se c ue nt an, en p art e, s us gus t os y aversiones, sus deseos y sus afectos, etc. De ellos, sus afect os, o se a, e sa r e la ción em oc iona l q ue s e pr od uc e p or s us a m or e s y s us od io s y p or q uie ne s lo r od e a n, d e s e m p e ña n un p a p e l e xt r e m a d a m e nt e im p or t a nt e e n s u d e s a r r oll o e n tod os los demás as pect os de su ev olución. Por e jemp lo, un hom bre puede amar el trabajo que ha elegido hasta tal extremo que todas las demás experiencias de la vida queden a un lado. Puede am ar a su fam ilia a tal punto que sa cr if iq ue s u pr op ia ev oluc ión a f in d e a s e gurar le s us deseos y necesidades. Por el mismo impulso afectivo, el 57 LOBSANG RAMPA h om b r e p u e d e od ia r h a s t a e l e x t r e m o d e c o ns um ir t o d a s sus energía s e n procura de eliminar lo q ue od ia, olv idand o p or c omp let o t od o aq ue llo q ue t e nía la m is ión d e re alizar. Ahora bien, esto es particularmente cierto en cuanto a sus a m or e s y s us od i o s ha c ía ot r o i nd iv id u o; p e r o, c ua n d o a e s t a s c a r a c t e r ís t ic a s e m oc io n a le s s e a gr e ga la más p e r judicial de todas, la del miedo, pueden ocurrir todos los e stra gos, p ued e p er d ers e e l r ac ioc inio y p ued e s obr ev e nir un desastr e total. Por ejemplo, un amante descubr e de pronto que su amada tiene evidentemente otro pretendiente que al parecer está ganando la batalla. Su amor por ella se torna repentinamente aún más intenso, su temor de p e r d e r la m a g n if i c a s u a v e r s i ó n ha c i a e l c o m p e t id or y, s i no se domina, puede hasta olv idar su lucha por conquistar e l am or d e e lla y c onc e ntr ars e s ola me nt e e n e lim inar a s u antagonista por la calumnia, el engaño y por muchos ot r os r e c ur s os t od a v ía m á s te r m ina nt e s . O p ue d e s e r q ue a c um ule y ga s t e t od a s s us e ne r gía s e n c om p a d e c e r s e a s í m is m o, s i n q u e c o n e ll o d e j e d e v o l c a r s e c r e t a m e nt e s us te m or es y s us od ios c ontra s u a dv er sar io, lo c ua l a s u v e z le insum e todas sus ener gías, de suer te que m uy a m enudo se resienten su trabajo, su salud, su felicidad y generalmente se altera todo su desarrollo. De ma nera, p ue s, q ue e l am or y e l t em or, y s us c ontra p a r t id a s , e l od i o y e l e nt e n d i m ie n t o (p or q u e n o ha y h om bre que tema lo que compr ende perfectamente), son las más fuertes de todas las características humanas. Nunca se manifiestan con más fuerza que en las creencias religiosas, la s c onv ic c ione s p olít ica s y e n los a fe c t os p er s ona le s. L as culturas, los gobiernos, las ciudades, las poblaciones y. los pe q ue ños gr up os, t od os s e guía n y s e r ige n p or s us ac t it udes respecto de estas características predominantes. C o n s i d e r e m o s l o q u e e s p a r t i c ula r m e nt e c a r o e im p or tante para casi todos los seres humanos: Su amor personal hacia otra persona y sus efectos sobre los demás. El amor es ciego, En amor, todos los gustos son buenos y El amor todo lo puede son sentencias muy válidas... J ua n y M a r ía s e e na m or a n y s e c a s a n c o n t r a la v ol u n t a d de sus familias y de esta manera cada miembro de ellas pued e ha cer que t oda la v ida sea de des dic has y antagonismos. Per o no nos oc upe m os de ca s os ind iv id ua le s s ino d e u na d if e r e n c ia un iv e r s a l y m á s n o t a b le . T om e m o s la d if e rencia entre el heterosexual y el homosexual. El heterosexual (varón o hembra) nace en un mundo que parece desenvolverse por pura necesidad de manera hetero- 58 LA DECIMOTERCERA CANDELA s e x u a l . . . D e m á s e s t á d e c i r q u e é s t a e s l a f or m a n o r m a l para la procreación, etc. Por ello, el heterosexual no alca nza a ent e nd er la m a ner a d e r az onar d e l hom ose xua l. Hay quienes piensan que éste es un ser degenerado, l a s c i v o , i n c a p a z d e d o m i na r s u s a p e t i t o s ; o t r o s l o c o n s i der a n un e nf erm o, e tc. Exist e n ce nt e nar es d e libr os s obr e la materia, la mayor parte escr itos por psiquíatras que opinan que los homose xua les son d isminuid os me ntale s, o por médicos que estiman que habría que cambiarles c i e r t o s s i s t e m a s o a p li c a r le s c oa d y uv a n t e s m é d ic o s p a r a modificarlos; y unas pocas obras escritas por homo-. s e xua les q ue tra ta n d e d ef e nder s e d e s es p era dam e nt e y d e justificar algo su a v eces desdichada existencia. Por desgra cia, debido a que las susceptibilidades se propagan grandem e nt e e nt r e la ma yor ía d e los he t e r os e xua le s ign or a nt e s , no puede haber una nómina de quién es quién en el m u n d o d e l h o m o s e x u a l . . . E m p e r o, p a r a q u i e n e s t á i n f or mado, la lista es sumamente extensa. Com o ocurre con todos los conjuntos de personas, podemos subdiv idir y clasificar a los homosexuales en tres grupos principales. El p r i m e r o c o m p r e n d e a l o s q u e s e m e n c i o n a n e n Avivando l a l l a ma , e s d e c i r a l o s q u e p o r u n a c o n t i n g e n c i a e n e l nacimiento resultan ser como son. El segundo abarca a los q u e d e s p u é s d e na c e r t i e ne n in t e n s os p r o b le m a s e m o c i ona le s y se v ue lca n a la hom os e xua lid ad par a r es olv er los o mit igar los. Es t os s on los gr up os s obr e los c ua le s e s cr ib e n los m édicos y los psiquíatras. Sin embar go, am bos son muy p eq ue ños c on re lac ión a l ter c er o y e l m ás imp or ta nte d e e l l os . E n e s t e gr up o s e e nc u e nt r a n l o s i nd iv i d u os q u e p o s ib le m e nt e n o p o d r í a n a p r e n d e r t od o l o q u e d e b e n s i n ser homosexuales. En otras palabras, son los que optan por venir a este mundo, en esta vida, como homosexuales. Ant e s d e e nt r a r e n e s t o, r e pa r e m os e n e l he c ho d e q ue en el mundo hay millones de hom osexuales, hombr es y m u j e r e s , y q u e a l g u n o s d e lo s m á s p r e c la r o s t a m b i é n l o han sido.. . No obstante, el com ún de la gente no tiene idea de q ue entre s us amigos , héroe s y líd eres haya tantos que no tienen la misma manera de pensar que ella. En ciertas ciudades del Oeste el porcentaje se eleva al diez por ciento, e incluso hay estadísticas que arrojan cifras m á s a lt a s . En la s z ona s r ur a le s , e l p or c e nt a je p a r e c e s e r m e n or , d e b i d o, p or lo g e ne r a l, a q ue , c om o la m uj e r o e l hombre homosexual joven deben buscar al de su misma condición y todo el m undo se conoce per fectamente en las comunidades pequeñas, a la persona le resulta violento 59 LOBSANG RAMPA permanecer e n una región hostil. El c om ún de la s persona s cree que p ued e d ist inguir en c ualq uier mome nt o y e n cualq uier lugar al homos exual, pero no es v erdad; ni s iquiera e s v erdad entre los hom ose xuale s. Hay m iles de hombre s y mujeres casados y felice s, con muy lind os hijos , que s on homos exuales y que p ued en o no "e jerc er" activ amente, c omo les gusta decir a los ps iquíatras. Tam bié n es falso q ue el hom os exual no pueda te ner relac ione s con el s exo op uest o (si b ie n t oda regla tie ne s iempre s us e x ce p cion es ). El homose xua l no tiene ge neralme nt e contact os con e l s exo op ues to porque no exist e atracción ni int erés, sino que se sient e más bie n c omo hermano, o hermana, respe ct o de ést e... o, lisa y llaname nte, am igo. Poc os homos exuales encontrará usted que no hayan tenid o contact os c on e l se xo c ontrario, porque durante e l crecimiento atrav iesan p or un gran atollader o al aceptar el hec ho de que d eciden s er lo q ue son. ..; de m od o q ue sie nte n la nece sidad d e proba rse, al menos, que p odrían si lo d esearan... y al mism o tie mpo dem ostrarse que está n e n lo c iert o en lo que hace n... Físicame nte, p ued e se r agradable; pero s in esa "re ctitud" em oc ional es d esacer tado y const it uye una pérd ida de t iempo, lo mism o que e s perder el t iemp o jugar al fútb ol s i a uno no le gusta. Entre los hom ose xuale s ha y muc hos ind iv iduos m uy suscep tib les, q ue sue le n te ner un rígid o se nt ido d e la m oralidad y q ue no andan d e una cama a otra (e xce pto cua nd o jóv ene s, lo c ua l también s e aplica al mund o d e los het eros exuales...). Por lo contrario, se hallan en la et erna búsqueda de un a ma nt e permanent e... Una v ez hallad o, la v ida de la pareja no es diferent e de la de los heter osexua les. ¿Por q ué p ued e ocurrir que alguien opt e por nacer hom ose xual? P orque, c ontrar iament e a lo que s uce de c on los otros grup os, puede n aprenders e ciertas c osa s. Si uno decide na cer ne gro en un pa ís de bla nc os, o bla nc o en una pob lación negra, pue de apre nder cóm o es s ent irse e n un grup o minoritario y saber y e xperimentar cosas, etc., que no podría sab er ni e xp erimentar como indiv id uo p er tenec ient e a las masas de e sos conglom erados. Lo m ismo pa sa con e l hom ose xual, sa lv o q ue éste tie ne una ser ie t ota lment e diferent e de prob lemas que r esolv er... Por ejemplo, puede n meterlo e n la cárc el (e n a lgunas parte s) por el mero hec ho de ser c omo e s, pued e perder su emp le o, pue den echarlo de la ciudad y p ue de v erse e xp ues to a t oda una cant idad d e sit uaciones de sagradables 60 LA DECIMOTERCERA CANDELA d e b id o a la gr a n i gn or a nc ia d e l m und o he t e r os e x ua l. E s e torpe mundo heterosexual estima que es justo porque para él ta l pers ona ate nta c ontra las leyes de los hombre s y contra la ley de Dios... Sin embargo, permítaseme decir aquí muy categóricam ente que: 1) si fuera por voluntad de Dios que él sea como es, ¿cómo puede ser c on t r a S u v o lu n t a d ? ; 2 ) c o nt r a r ia m e n t e a l o q u e c r e e l a mayor ía, ningún hom bre p ue de hacerse hom ose xua l s i no lo es, así como tampoco ningún hombre puede trasformarse en heterosexual si no lo es. En verdad, todo hombre o mujer puede intentar cualquier cosa... Incluso pued e ha cerlo d urante un bre v e lapso, com o lo ev ide nc ian e l b us c a v id a s y la s p r os t it ut a s q ue ha c e n c ua lq u ie r c os a p o r diner o, per o no es de éstos de quienes estam os hab la nd o. . . N i n gu na m a d r e ni n in g ú n p a d r e t ie n e n p or q u é te mer q ue s u hijo o s u hija v aya n a c onv ert ir s e d e pr ont o en otra cosa... Yo, que llevo mucho tiempo vivido y cuya e xis tencia es la de hom ose xual, he pasad o gran part e d e e s t a v id a inv e s t iga nd o e s t e v e r d a d er o p r ob le m a c on e l n ov i c i o. P e r o m á s t od a v í a d e s p ué s . . . S i n e m b a r g o, ja m á s he visto ninguna conversión feliz ni permanente de una c o s a e n l a o t r a . S i n o e x i s t e e l " m i l a gr o " q u e a t r a e a u n ser humano hac ia otro, nad ie pued e ha cer que s urja. Si se pudiera, no habría casi homosexuales en el mundo, porq u e e l t o r m e n t o p o r e l c u a l a t r a v i e s a n d ur a n t e s u e v o l u ción e s tan inte ns o, que darían cua lquier cosa para que s e produjese ese milagro. No obstante, hay en todo eso un lado mucho más feliz, y es que el homosexual puede a p r e nd e r , e v o l u c i o na r y r e a l iz a r c o s a s q u e p o s ib l e m e nt e no podría aprender de otra manera. P a r a e l hom os e x ua l c or r ie nt e , una v e z q ue s e a c e p t a a s í m i s m o c o n p l e n a c o n c i e n c i a , e l m a y or d o n q u e r e c i b e e s la c om pr e nsión... Ha ad q uir id o a trav é s d e s us pr op ias experieficias v itales una profunda sensibilidad respecto de los sentimientos de los demás y habitualmente tiene un s e nt i d o m or a l m uy e s t r ic t o d e b i d o a l e x t r a or d in a r i o e s p í rit u inda ga d or q ue s e ne c e s ita par a ac e pt ars e a s í mism o en tales condiciones. De esa manera le es posible hacer muc ho bie n e n e s te m und o p orq ue ha a pr e nd id o la nec e s i d a d d e l a d i s c r e c i ó n , la n e c e s i d a d d e la v e r d a d , l a n e c esidad de tener una mente vivaz, la capacidad de captar r ápida y exactam ente a la gente y de com pr ender inmediatamente una situación. En últim o análisis, su vida entera ha depe nd ido d e esa c apacidad. As í, pues, los gran des líderes, guerreros, hombres de negocios, médicos y 61 LOBSANG RAMPA todos los campos de actividad de la tierra cuentan con el concurso de los dones del homosexual. El homosexual suele poseer grandes dotes o aptitudes artísticas y estéticas, en cuyo caso resultan ser escritores, músicos, artistas. Por lo general son personas compasivas, de acendrado amor hacia toda la gente, por lo cual su acción reconfortante es notable. Como consecuencia de t 'as estas ventajas, más el hecho de ser (si así lo desean) indescubribles, pueden viajar por el mundo como cualquier otra persona, y hacer mucho bien, sin impedimentos, como tal•vez podría tenerlos un hombre con algún defecto físico o mental de nacimiento, que podría hacer que la gente le rehuyese. Es decir; si el homosexual quiere, puede trazarse muchos objetivos en su camino. En cuanto a la crónica, también, la tasa de delincuencia entre los homosexuales es muy baja, pues son tolerantes y no tienen propensión a la violencia física, de modo que es muy raro oír hablar de violaciones dentro de su mundo. De seducción, quizá; pero, aun así, eso es raro en comparación con el mundo de los heterosexuales, sobre todo porque el homosexual tiene una gran necesidad de amar y ser amado, lo cual no cuenta en la violación ni en la seducción forzada. En general, el homosexual no es el ruin libertino que tantos heterosexuales desavisados creen que es. Ello ocurre, muy a menudo, sólo porque éstos no pueden concebir que alguien pueda amar a otra persona de su mismo sexo. Sin embargo, podemos enfocar esto de otra manera. En algunas encarnaciones es necesario nacer como mujer para aprender ciertas cosas, y la vez siguiente se puede nacer varón. Es decir, lo que cuenta es la persona y no el cuerpo físico que ocupa. Bien sabido es que los sentidos físicos hacen comúnmente que haya atracción entre los sexos opuestos a fin de que la población del m und o no sufr a una de tención brus ca; pero, por los mismos medios, solemos sentirnos atraídos hacia las gentes que constituyen el complemento de nuestra personalidad y que percibimos que podrán ayudarnos en el camino de la vida del mismo modo que nosotros podremos prestarles nuestro apoyo... Y eso es lo que hace el homosexual. Quizá, si le refiero sucintamente algo acerca de mí mismo, pueda usted apreciar más fácilmente este punto de vista. 62 LA DECIMOTERCERA CANDELA Na cí e n una p eq ue ña p ob lac ión de Ca lif or nia, d e padres perfectos. Eramos sumamente pobres, es verdad; pero nuestra extraordinaria madre, cristiana devota, jamás permitió que nos sintiéramos ni nos imagináramos ser "pobres". Eramos ricos y muy afortunados, porque, en resumidas cuentas, cuando llovía, ¿quién podía echar a navegar barquitos por el piso del cuarto de estar mientras la madre leía emocionantes historias marinas? ¿Quién tenía un padre que saliese con su rifle al anochecer y al cabo de una hora trajese a su casa un conejo fresco, en lugar de tener que comer carne común comprada en la carnicería? Eramos unos niños afortunados, los tres, además de felices. Educada en una escuela mixta de misioneros, el deseo más ferviente de mi madre era que alguno de nosotros entrara en una orden religiosa. Hacia los cinco años de e dad, me di cue nt a de que mi hermano y yo teníamos ideas diferentes sobre la importancia de las chicas. Dos años más tarde supe que nada me resultaba más atractiv o y agradable que estar en c ompa ñía de muchachos y de hombres. La belleza física del varón me maravillaba y, ya a esa edad, erá importante para mí mirar a los muchachos, y eso que era uno más entre ellos (quiero decir que participaba en sus correrías y me unía a ellos); pero siempre me daba cuenta de que la razón que yo tenía para que me gustaran era distinta de la que tenían ellos para que les agradara yo. Para ellos, yo sólo era uno más; para mí, ellos eran algo muy especial, aun cuando no estaba del todo seguro por qué... Comprendía que las chicas se deshicieran por ellos, pero las compadecía porque nunca podrían ser un muchacho como yo y ser ellas al mismo tiempo. Jamás quise ser una chica. Naturalmente, como jóvenes que éramos, experimentábamos con nuestras cosas, una vez que supimos que había algo más de lo que originariamente saltaba a la vista. Así noté nuevamente que yo era distinto debido a la manera cn que me "sentía" acerca de eso. Y aun entonces siempre me sentía disgustado al saber que para el otro muchacho la experiencia no significaba nada..., porque, para mí, era algo tan espiritual como la religión. Eso me preocupaba porque tanto las queridas y santas monjas como la Iglesia enseñaban que todo eso era muy malo, sin duda; de suerte que yo ofrecía misas, plegarias, velas, obras y toda clase de cosas, pidiendo ser como los demás. No porque yo lo quisiera, pero tantas personas me habían dicho que estaba equivocado... No con tantas palabras, 63 LOBSANG RAMPA por supuesto, porque yo sabía que no podía atreverme a decirles realmente cómo me sentía. Siempre he sabido escuchar a los demás, de manera que podía entenderlos mejor, y yo sabía. A los trece arios me aceptaron en un monasterio, donde yo pensaba dar gusto a mi madre haciéndome monje. Sin embargo, me di cuenta de que estaba equivocado y al cabo de un año y medio me fui. Me vi entonces abandonado a mi propia suerte, porque mi familia me hizo saber que no podía mantenerme. Eso fue desalentador. Significaba que no tendría que ir a la escuela a menos que yo quisiera, porque debería trabajar, y como, por supuesto, yo era un muchacho de salud normal, no quería concurrir al colegio (de todos modos nunca había sido demasiado bueno en él). Cuando salí de la gran urbe para buscar fortuna, por un momento estuve a punto de ser marinero y echarme a navegar por los siete mares, incluso llegué a introducirme como polizón en un barco, pero el sentido común (o el miedo) me obligó a salir antes que zarpara. Entonces se me ocurrió por un instante que podía ir a Arizona a pelear contra los indios y los forajidos. Me gustaban los caballos y me daba maña con ellos, de modo que podía servir en la partida; pero la idea de cazar hombres con quienes podía simpatizar me apartó de llevar a cabo tal empresa. Como tenía un temperamento aventurero, estaba en constante movimiento, en la búsqueda de algún amigo especial y de nuevos descubrimientos. Al llegar a los dieciséis años había aprendido tres cosas muy importantes. Primero, todos los hombres, mujeres y niños se sentían de alguna manera atraídos hacia mí. Además, todos contaban conmigo y me hacían su confidente, y así yo era como una estación receptora y debía reconfortar a casi todos aquellos con los que me encontraba. Esto me llevó a casi todas las clases sociales, por lo cual entre mis amigos (algunos de los cuales todavía lo son) había adinerados, pobres, ladrones y sacerdotes. En segundo lugar, me enteré de que era homosexual. Traté de obligarme a llevar una vida heterosexual, pero eso siempre me parecía impuro, mientras que con los de mi misma índole era de lo más espiritual y digno que se pudiera pedir. Tercero, supe lo afortunado que era y todo lo obligado que estaba hacia los demás debido a que era fuerte, seguro, normal, aventurero y porque me necesitaban. Sin embargo, eso me planteaba un serio problema. Me impo- 64 LA DECIMOTERCERA CANDELA nía obligac iones para las cua les no estaba preparado, obli gaciones hacia los sentimientos de las personas. Me di cuenta de que yo, como cualquiera, podía herir muchís i m o a l a g e n t e s i n o m e c u i d a b a . A d v e r t í, t a m b i é n, q u e muc hos m uc ha c hos d e m i e d ad, p oc o má s o m e nos, lucha b a n t a n t e na z m e nt e a l s a b e r q ue e r a n hom os e xua le s , q ue todo se les estaba trastr ocando, por lo cual algunos se volcaban hacia la delincuencia para demostrarse a sí mismos que eran hombres, otros se abandonaban y se c om p or t a b a n c om o c hic a s, y ot r os s e hund ía n e n la s m á s ne gra s pr of und id ad e s. C ompr e nd í q ue, de a lgún m od o, yo p o d í a a y u d a r l o s . L a ú n i c a m a n e r a q u e y o c o n o c í a e r a la de hacerme am igo de toda la gente que pudiera y dejar q u e m e p i d i e r a n a y u d a . C om o t e n í a p r e d i l e c c i ó n p o r l o s barr ios de ma la v ida, pa s é b as ta nt e t iemp o e n los sa lone s d e b illa r e s y e n lo s p a r a d or e s . Sin e m b a r go, c om o ne c e s itaba también de la estab ilida d de lo más prósp ero, pasaba igua lm e nte a lgún tiem p o e n la par te a lta d e la c iuda d. Mi t r a b a j o m e l l e v ó h a c i a l a f o t o g r a f ía y l a s a r t e s c o m o m e dio d e v ida, si bie n c ualq uier a que fues e la ocupa ción q ue me tocara des empe ñar era para mí atractiv a, en particular s i a nte s no la ha b ía llev ad o a ca b o nunca. L le gó la guerra y m e a l i s t é e n la a r m a d a . C u a nd o m e d i e r o n d e b a ja , tr a b a j é e n c a m p o s p a r a la j uv e nt u d y e n e s c u e la s d e r e e d u cación; pero eso no tenía la misma significación que cuando por casualidad m e encontraba con alguien que r e a lm e nt e m e ne c e s it a b a . . . P e r m ít a s e m e d e c ir , t a m b ié n, q u e e n m i v i d a h a h a b i d o m á s h e t e r o s e x u a l e s q u e h o m osexuales y que nunca les dejé traslucir mis gustos, no porque me avergonzara de ellos, sino porque muchos p od ía n p e r d e r s u c onf ia nz a e n m í e n c a s o d e no c om p r e nder. A comienzos de la década del cincuenta tenía yo t r e in t a a r i os y ha c ía m uc h o t i e m p o q u e p e ns a b a q u e e r a hora de ocuparme de mí mismo..., es decir, de ir a la e s c u e l a . P e r o, c o m o n o h a b í a c u r s a d o l a s e c u n d a r ia , d e cidí ir a Europa, donde podría aprender lo que quisiera sin tener que concurrir primero a ella y estar obligado, después, a cursar todas las demás asignaturas que hay que pasar en nuestros colleges y que son ajenas a la profesión q ue s e e li ge . Ah or r é c ua t r oc i e nt os d óla r e s y m e m a r c hé a Europa. donde pasé casi diez años y me encontré con m u c ha g e nt e q ue n e c e s i t a b a d e m i a m i s t a d , a u n c ua nd o y o n o d om i na b a b ie n l os i d i om a s . Al v o lv e r , a c om ie nz o s de los años sesenta, me fui a vivir en pleno corazón del 65 LOBSANG RAMPA famoso barrio de los altos de Asburry. Creo que fue allí d ond e a p r e nd í lo p r inc ip a l y lo m á s ind e le b le . . . P or q ue a los p oc os a ñ os s e c o nv ir t ió, d e un l uga r a d ond e la juv e n t u d i n q u i e t a v e n ía a e n c o n t r a r l a v e r d a d , e n u n s i t i o a l cual iba a refugiarse de la v ida... Pero en los primeros años aprendí bastante y mi edad y experiencia ayudan muc ho a los d emá s. C om o t e nía un de par ta me nt o am p lio, hice de él un hogar para los que no lo tenían. De esa m a ne r a c onoc í ge nt e d e t od a c la s e d ur a nt e a q ué l p e r íod o de tres años. Ahora tengo cincuenta y trabajo en un m edio humano totalm ente distinto, aun cuando pienso que a la postre los resultados son casi los mismos. JUSTIN. 66 CAPITULO IV El autor se sentó en su despacho y sonrió disimuladamente con una mueca de gran comprensión. Aquello no era en realidad un "despacho", sino una cama de metal sin alsticos y de lo más incómoda, de esas q u e s e le v a nt a n y s e b a ja n a p r e t a nd o un b o t ón y que, cuando están arriba, se produce algún corte de energía. Empero, ése era el único lugar de que disponía, de manera que se sentó en él, tal como estaba, con una sonrisa de verdadera satisfacción. La radio del Canadá estaba informando que el ex Primer Ministro inglés, Mr. Harold Wilson, "se había expedido" acerca de la prensa. Según él, si la prensa podía enterarse de algo, lo distorsionaba; y, si no le era posible saberlo, lo inventaba. ¡E xa c t a m e nt e ! Es o e r a lo q ue e l a ut or v e nía d i ciendo desde hacía años, pero era como si una v oz solitaria pred ica se en el desierto. La pre nsa, e n la opinión del autor, es algo sucio. 'Nunca había podido explicarse cómo se les podía ocurrir que fuesen algo "especial". Hasta hace apenas unos años, a la gente c h is m o s a la t ir a b a n a l e s t a nq ue d e l o s p a t o s d e l pueblo. Hoy, si una persona tiene afición a la carroña, se mete de reportero en el periodismo. El autor, debido a su amarga experiencia con la prensa, creía a pie juntillas que esa caterva era en la actualidad la fuerza más dañina de la tierra, responsable de todas las guerras y revueltas. Sin embargo, lo que es verdad 67 LOBSANG RAMPA respecto de la prensa no lo es en cuanto a los editores, puesto que al no haber impedimentos, esa mala hierba medra sin coto. El autor, pues, se sentó en su despacho —la susodicha cama— y miró a su rededor: una deteriorada mesa de cama adquirida de centésima mano en algún hospital local, una aporreada y antigua máquina de escribir japonesa y él mismo, el autor, aún más aporreado y viejo y cayéndose de puro arrugado. Sobre el lecho se hallaban esparcidas alrededor de setenta cartas. La gorda Taddy, la gata siamesa, se r ev olc aba e ntr e e lla s y a rat o s s e rev olv ía s obre el lomo y agitaba las patas en el aire. " C a m a r o n e s , camarones", refunfuñaba, "¿Por qué no hay camaron e s , e h ? ¡ E s o e s l o q u e y o q u i s i e r a s a b e r ! " L a hermosa Cleopatra, su hermana, estaba echada junto al autor, con sus patas replegadas y con una enigmática sonrisa en la cara. " ¡Patrón! ", dijo de pronto lev antándose y sac udié ndose de la c ola una imagi naria mota de polvo. "Patrón, ¿por qué no se sienta e n s u silla d e rue da s y nos v am os a m ir ar los b ar cos? Uno se embota aquí dentro, ¿no? " Justo frente a la ventana, el buque polaco Stefan Batory se disponía a zarpar. El gallardete de partida, es decir la bandera azul con un cuadrado blanco en e l c e ntr o, a ca ba ba d e se r iza d o y una m ult it ud se a golp aba c omo oc urre s iem pr e q ue un b uq ue e stá para hacers e a la mar. Durante unos ins tant es, el a u t o r s e s i n t i ó t e n t a d o . " ¡ O h ! ¿ P o r q u é , n o ? " , p ensó; per o otra v ez se impus o la cord ura —por lo demás, sentía un nuevo dolor en ese momento—, de modo que musitó: "No, Cleo, tenemos que trabajar; debernos escribir algunas cuartillas para poder pagar esos camarones por los cuales tanto suspira Taddy." Miss Cleo bostezó, saltó ágilmente al suelo y se alejó parsimoniosamente. Miss Taddy pataleó, dio una voltereta final y la siguió. 68 LA DECIMOTERCERA CANDELA El autor lanzó un suspiro que por poco hace volar t od a s la s c a r t a s d e la c a m a y t om ó u n p uña d o d e és ta s. Abr ió una y le yó: " ¿C óm o — tr ona ba e l r em itente— se atreve usted a decir que no contestará ninguna carta a menos que se incluya el dinero para el franqueo? ¿No sabe que la gente le dispensa un h o n or al g a s t a r d i n e r o y t i e m p o e n e s c r i b i r l e ? ¡Tiene usted el deber de contestar todas las cartas y de dar toda la información que se le solicita! " " ¡ T a t e , t a t e ! " , p e n s ó e l a u t o r . " H e a q u í u n a mocita que se va a recibir una sorpresa." La máquina de escribir era un cascajo v iejo y pesado que molía la s rod illa s c uand o s e la ap oya ba e n e llas un rat o d e m a s i a d o l a r g o ; p e r o e l a u t o r n o t e n í a l a c o m plexión de una sílfide, pues, si bien había rebajado de sus modestos ciento veintiséis kilos, no bajaba del límite de los noventa y siete aun cuando siguiese su dieta de mil calorías diarias. El problema era, pues, otro: o su barriga era demasiado abultada o excesivamente cortos sus brazos. En cuanto a tener secretar i o . . . alguno, No, porque señor; no, solamente los señor a. autores No tenía que secretario escriben cosas pornográficas ganan lo suficiente para poder pagárselo. De manera, pues, que nuestro autor tomó displic e n t e m e n t e a q ue l v i l c a s c a j o q u e e r a s u a n t ig u a máquina de escribir y lo arrastró hasta sus rodillas. "Estimada señorita Buggsbottom —resonaron las teclas—: Su carta ha sido recibida, aunque no bien recibida. ¿Me permite que aproveche la oportunidad p a r a ' p o ne r la e n c la r o' o ' p o n e r l a a l t a n t o' , c om o suele decirse? Mi correspondencia v iene a u m e n tando, señorita Buggsbottom, y también aumentan las tarifas postales. Ahora bien, el costo en tiempo y material se calcula que, en la actualidad, es de más de tres dólares por cada carta de una sola página que se envía. Contrariamente a lo que usted supone, yo 69 LOBSANG RAMPA no percibo un dólar por libro que se v ende. Recibo e n t r e e l s i e t e y e l d i e z p o r c i e n t o d e l p r e c i o m á s bajo del país donde se edita la obra." E l a u t o r r e s o l l ó y e s t a l l ó i n d i g n a d o : " D e e s o , puede que tenga que abonar a los primeros editores e l ciento... ¡y no me pregunte por qué! cincuenta Además, por hay otras comisiones que pagar, pérdidas en la c onv ersión de m one da e i mpues tos . De modo, señorita Buggsbottom, que en verdad no tiene u s t e d l a m e n o r i d e a d e l o q u e d i c e . ¡ A h ! Y , además, los escritores también tienen que comer, por si no lo sabe." — Ha lle ga d o el c or re o — d ijo Ra'a b, e nt ra nd o—. Hoy s on solament e ses enta y tres. Deb en de es tar demoradas en algún lado. Luego recordó al maltrecho autor otra carta que había dejado aparte. Este hurgó en la primera pila y extrajo una hoja de p apel de color anaranjado chi llón con unas flores inverosímiles estampadas en los márgenes. — ¡Ah! —exclamó—. Aquí está. L ue go, e xt e nd ié nd ola , le yó: " Dic e ust e d q ue e s monje. ¿Cómo es, entonces, que existe una 'señora'? ¡Qué monje! , ¿eh? ¿Cómo se explica eso? " El pobre autor suspiró otra vez, irritado. " ¡Vaya, qué cosa extraordinaria es la gente! ", pensó, si bien la contestación, una vez mecanografiada, podría ser que le sirviese a alguien. Señoras y señores: ¿Habéis oído hablar alguna vez de un convento donde haya habido algún sacerdote? ¿Habéis oído hablar alguna vez de una orden en que el hombre pueda vivir con una mujer, con mujeres? Porque no cabe pensar siempre que éstos se lo pasen ha cie nd o t od o lo que e l c onc up is c e nt e s e ima gina que pueden hacer. ¿Habéis oído hablar alguna vez de una prisión (por ejemplo) que enfermera? Y pensad: ¿Habéis oído hablar alguna vez de que hu- 70 tuviese LA DECIMOTERCERA CANDELA biese una sola enfermera nocturna en el pabellón de hombres? ¡Pensad, pensad! En las mejores comunid a d e s , los hombres y las m u j e r e s n o s e l o p a s a n siempre metiéndose juntos en la cama. ¡Ah, perv erso, perverso! ¡Qué pensamientos tiene la gente! El estimado corresponsal (eso de "estimado" debe i n t e r p r e t a r s e a l c o n t r a r i o ) s e g u í a d i c i e n d o : " . . . y ¿por qué usa barba? ¿Para oc ultar, acas o, una expresión taimada? " El gran público se asombraría si s upie s e la s sa nde c e s q ue es cr ib en los q ue f or man parte de él. Veamos una muestra auténtica, absolutamente cierta y textual, tomada de una carta remitida por cierto personaje original: "Estimado señor: Necesito ser libre; libre para v iv ir mi v ida sin que nadie me mande. Debo ser libre o mi espíritu sucumbirá. Env íem e un m illón de d ólar e s a v ue lta d e c orr e o". Luego venía una firma, y agregaba: "P. S., Gracias anticipadas". L ue go d e m e c a no gr a f ia r lo a nt e r ior , e l a ut or s e puso a darle vueltas y más vueltas entre sus manos al original. ¡Vaya si algunas cartas eran... originales! Su s p ir ó u na v e z m á s , p r o b a b l e m e n t e d e b i d o a la falta de oxígeno del aire enrarecido de la ciudad, y t ir ó la c a r t a a l t a c ho d e la b a s ur a . ¡P ua f ! " P ue d e s d e c ir lo ot r a v e z " , m us it ó la gor d a T a d d y e nt r a nd o con su andar cansino. Pero la vida y las cartas siguen f luye nd o. ¿Má s t odav ía a cer ca de hom os e xua le s ? Per o, ¡qué furor! Algunas ge ntes contrarias a ellos p odr ía n a guar le s c omp leta me nt e la f ie sta c on sus i n s i d i a s . P e r o v e a m o s a l g o d e e s t o e n c u a n t o a l aspecto femenino. El bar subterráneo, situado en los suburbios de Soho, e n Londre s, donde t odo t ie ne s u asient o, se hallaba casi vacío. El tabernero, con su traza de asesino, estaba recostado contra la pared del fondo de sus dominios, mondándose los dientes al descuido y con la mente en blanco. En un rincón apartado, sen- 71 LOBSANG RAMPA tadas en altos taburetes, dos personas conversaban q u e d a m e n t e d e t e m a s p r o f u n d o s . . . , e s d e c i r d e cintura para abajo. Una de ellas, Lotta Bull, era el epítome de la mujer masculina, desprovista solamente de ciertos aditamentos esenciales para hacer de ella un hombre a ut é nt ic o. T e nía e l ca b e llo c or t o, c as i a la usa nz a m il it a r , y una e xp r e s ió n s e v e r a q ue p od ía p r es t a r r e a l c e a l a f a c h e n d a d e c u a l q u i e r s a r g e n t o . S u atuendo era de lo más unisex que imaginar se pueda y, s u v oz, gr av e c om o la de los bar c os de l trus t na viero de Londres. Observaba con mirada posesiva a la muchacha que tenía ante sí. La otra, Rosie Hipps, era enteramente femenina, suave, frívola y casi sin un solo pensamiento en su c a b e z a r u b ia y h ue c a . C o n s u s o j o s a z u l e s y s u s bucles de muñeca de porcelana, daba una impresión de recatada inocencia. El cuerpo de Rosie Hipps era ondulado, tan Delicadame nte, curvilíneo R os ie como c oloc ó recto un era c igarrillo el en de Lotta una Bull. b oq uilla de sm e s ura da; p or s u p art e, L ott a s e p us o a ma s car la p un t a de un pe q ueño c iga rr o d e hoja. Un parroquiano entró en el bar y por un moment o s e q u e d ó m i r a n d o e n d e r r e d o r . A l d e s c u b r i r a Ros ie Hipp s, e nf iló hac ia e lla, p er o, c om o v iera la furibunda mirada de Lotta Bull, cambió bruscamente de d ir e c c ión a m itad d e ca m ino y s e d ir igió d is cr etamente hacia el cantinero que lavaba las copas. —No te metas con esa fulana —le susurró el cantinero—, o su "pareja" te dará una buena. Esa Lotta Bull es una fiera. ¿Qué vas a tomar? Lotta resopló: — ¡Hombres! No piensan más que en esas cosas. Si alguno se me acercara con intenciones torcidas, lo mataría. Lo que a mí me interesa son las mujeres, y 72 LA DECIMOTERCERA CANDELA nada más. Nada más. ¿Has tenido alguna vez relación con un hombre, Rosie? Rosie sonrió. Luego, impulsada por sus pensamientos íntimos, se echó a reír abiertamente. —Vamos a otra parte —dijo—; éste no es sitio para hablar. —Apuraron sus copas y salieron a la calle—. Tomemos un taxi. C o n u n r á p i d o a d e m á n, L o t t a B ul l h iz o q u e u n taxi girara en redondo y fuera a detenerse ante ellas. Mientras subían, el conductor les echó una ojeada; lue go b a jó la ba nd era , y c ua nd o L ott a le ind ic ó la dirección de una sórdida calle de Paddington, situada exactamente detrás del hospital, hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Para Londres, a esa hora de la n o c h e e l t r á f i c o e r a l i v i a n o . L o s o f i c i n i s t a s y a s e habían retirado a sus casas, los comercios estaban cerrados y para que las mult it ude s afluyeran a los cines y teatros aún era demasiado temprano. El taxi avanzaba rápidamente, sorteando los pesados ómnibus rojos, pasando a los v ehículos familiares de la Green Line que también circulaban velozmente atravesando la ciudad en su recorrido hacia la campaña y de ella. Al cab o, al lle gar a una esq uina dob ló y se d e t uv o s ua v e m e nt e . L ot t a B ul l m ir ó e l t a xím e t r o, buscó a tientas en su bolsillo y abonó el importe. —Muchas gracias, señor —dijo el conductor—. Que lo pase bien. —Y con la soltura propia de su larga e xp er ie nc ia, m ov ió la p a la nc a de los c am bios y s e lanzó presurosamente por la calle en busca de otro viaje. Impasiblemente, Lotta Bull atravesó la acera seguida por Rosie Hipps, que sobre sus altísimos tacones c im b r a b a d e m a n e r a q u e t o d o s e le m e n e a b a y le brincaba en los sitios correspondientes. En la calle, varios hombres de distintas edades volvieron la cabeza y silbaron de asombro, ante la mirada gélida de Lotta. 73 LOBSANG RAMPA La llave chirrió en la cerradura y, con un clic casi inaudible, la puerta se abrió. Lotta buscó a tientas el interruptor y al momento la habitación de entrada se inund ó de luz. Una v ez en el interior, la puert a se cerró tras ellas. — ¡Ah! —respiró Rosie Hipps, desplomándose placenteramente en una silla baja y despojándose de sus zapatos—. ¡Estos pies me están matando! L ot t a e nt r ó e n la c oc ina y e nc huf ó la p a v a e lé c trica. — D e l o q u e t e n g o a n s i a s e s d e u n a t a z a d e t é —dijo—. Estoy más seco que un esparto. El t é e s t a b a c a lie nt e ; lo s b iz c oc h os , d e l ic i os os . Luego se sentaron juntas en una dormilona de estilo antiguo, frente a una mesa baja. —Me ibas a hablar, Rosie, del primer hombre que conociste —dijo Lotta, alargando un pie para hacer a u n l a d o l a m e s a . D e s p u é s s e d e s c a l z ó e h i z o q u e Rosie se echara a su lado en el diván del amor. Rosie rió y dijo: —Fue algo bastante repugnante, por cierto. Ocurrió hac e algunos años. En ese t iemp o yo no sab ía qué diferencia había entre un muchacho y una chica. N i s iq uiera sa b ía q ue hub ies e alguna d if er e nc ia... Mamá era muy estricta. De manera qüe, en aquella ép oca, yo c onc urría a la d octrina d ominical. T enía alrededor de dieciséis años. El maestro era un tipo joven, como de veinte años, que me demostraba una a m is t a d ha la ga d or a . C om o t e n ía u n b o ni t o c o c h e V a u x ha ll d e l o s c h ic o s , y o p e n s a b a , a d e m á s , q ue d e b ía d e s e r d e b ue na p os ic ión. — Se d e t uv o p a r a e n c e n d e r u n c i g a r r i l l o y e c h ó u n a b o c a n a d a d e humo—. Muchas veces, después de la doctrina domin i c a l , q u e r í a l l e v a r m e a casa, pero yo siempre le d e c ía q u e n o p or l o m u y s e v e r a q u e e r a m a m á . Entonces me sugirió llevarme y dejarme en la esquina. Le dije que sí y subí al auto. El coche era todo 74 LA DECIMOTERCERA CANDELA verde y muy lindo, además. Bueno; me llev ó a casa v a r i a s v e c e s y u n a d e e l l a s n o s d e t u v i m o s e n e l Parque. En ese entonces vivíamos en , Wandsworth. Parecía que no podía respirar bien o algo así, porque y o n o le e nt e n d ía ni jo t a l o q u e d e c ía ; p e r o c om o manoteaba tanto, pensé que lo que andaba buscando era pe lea o a lgo p or e l e s t ilo. ¡Qué t ont a era ! P er o e n e s e m om e nt o a p a r e c ió d ob la nd o la e s q uin a un p olicía a ca ba llo y e l tip o p us o inm e d ia tam e nt e e l coche en marcha y salimos como conejos espantados. Juguet eó con e l c igarrillo y lo aplas tó en e l c enicero. Luego hubo unos instantes de silencio, que al fin quebró Lotta Bull para decir: Bueno, ¿y después? Rosie Hipps exhaló tal suspiro que por poco sale disparada. Mamá era tan mojigata —continuó--. Jamás entraba un hombre en casa. Papá había muerto en un accidente a poco de nacer yo. No tenía absolutamente ningún pariente del sexo masculino, ni animales domésticos ni nada. Me estaba vedado, pues, el saber nada acerca del sexo. En la escuela, claro está, dábamos vueltas a las cosas entre nosotras, como les gus t a ha c e r a la s c hi c a s . E xp lor á b a m os t o d os l os caminos, como dicen los políticos; pero, de muchachos, nada. Algo se hablaba acerca de ellos, pero lo .que se decía estaba totalmente más allá de mi comp r e ns ión. Sa b ía q ue ha b ía c r is t ia nos y q ue ha b ía judíos, y pensaba que la diferencia entre los muchachos y las chicas era casi la misma: era cosa de ir a distinto templo o a distinta escuela, o algo así. Se detuvo para encender un nuevo cigarrillo que le provocó un acceso de tos al aspirar en el momento in op or t un o. L ot t a B ull s e inc or p or ó p a r a s e rv ir s e o t r a t a z a d e t é y s e z a m p ó e l t i b i o b r e b a j e d e u n p o d e r o s o s or b o. L u e g o v o lv i ó a e c ha r s e y r o d e ó a Rosie con sus brazos. 75 LOBSANG RAMPA ¿Y? —requirió, deslizando sus manos de arriba a abajo como si estuviese tocando el violín. — ¡Bueno! ¿Te parece que puedo hablar si haces eso? Si deseas enterarte, espera a que te cuente. ¿O es que quieres ponerle música al bizcocho? L o t t a a b r a z ó n u e v a m e nt e la c i nt ur a d e R os i e y replicó: — ¡Bah, otra vez con tus ingenuidades! ¡Habla! —Bueno —prosiguió Rosie—; no volví a verlo para liada hasta la clase del domingo siguiente. Parecía un p o c o t e m e r o s o d e m í y m e p r e g u n t ó e n v o z b a ja : "¿Le has contado a tu madre? " Le dije que no, por supuesto, que no le había dicho absolutamente nada. Páreció aliviarse y luego continuó enseñándonos las E s c r i t u r a s . Después dijo que un individuo de la Congregación de Abstinentes quería hablarnos porque teníamos que hacer votos para ser unas buenas abstinentes o algo por el estilo. Eso no tenía sentido para mí, porque yo jamás había probado una gota. E n e s e m o m e n t o s e o y ó u n f o r m i d a b l e r u i d o a lata producido por dos autos al chocar. Lotta Bull se incorporó con tanta brusquedad que la pobre Rosie s e c a y ó a l s ue l o, y c or r ió a la v e nt a na p a r a ver la e s c e na q ue s e d e s a r r olla b a a b a jo: tr a ns e únt e s b o- quiabiertos, dos conductores insultándose a gritos y, después, la policía. — ¡Esbirros! —dijo torvamente—. Jamás los pude t r a ga r. Sie m p r e lo c om p lic a n t od o. Va m os , R os ie ; sigamos. Volvieron a ocupar sus lugares en el tan adecuadamente llamado diván del amor, y Rosie continuó: Luego de la clase dominical me iba a casa cuand o s e m e a c e r c ó y a b r i ó l a p o r t e z u e l a d e l c o c h e . Entré y fuimos a Putney, donde permanecimos sentados dentro del auto al lado del río. Como había 76 LA DECIMOTERCERA CANDELA gente alrededor, tuvimos que quedarnos sentados, conversando. Allí me dijo una cantidad de cosas que no pude comprender... en aquel momento. Me dijo que era una tonta porque me llevaba siempre de lo q u e m i m a d r e m e d e c í a . " V e n t e c o nm i go, e l s á b a d o q u e v i e n e , a M a i d e n h e a d " , m e d i j o . " D i a t u madre que v as a salir c on una amiga. Yo sé de un lindo lugarcito donde pasaremos un buen rato." Le d ije q ue t e nía q ue p e ns a r lo y e nt on c e s m e lle v ó a casa después de convenir en que me vendría a buscar el viernes a la salida de la escuela. Aquella semana mamá estuvo de lo más insoportable. Me preguntaba continuamente: "¿Qué te pasa, Rosie? " En la escuel a t o d o m e i b a m a l . M i a m i g a M o l l y C o d d l e m e tomó inquina repentinamente —ya sabes, esas cosas q u e l e s d a n a l a s c h i c a s — y l a v i d a s e m e v o lv i ó amarga al extrem o. C omo yo era ce lador a, la dire c tora m e p us o c om o un tra p o p or no hab er le c om un i c a d o v a r ia s c o s a s d e la s q u e n i m e ha b ía d a d o cuenta, y cuando le dije que no las había visto, me c ont es t ó q ue no serv ía p ara es as ta re as. ¡Oh, q ué semana espantosa fue! —La pobre Rosie se detuvo, s of oc a d a p o r la i nd ig na c i ón q u e l e p r od uc ía n l o s recuerdos que afluían a su mente—. Después, la directora me preguntó si tenía algún problema o qué me pasaba. Le dije que nada, que sólo tenía el problema que ella me estaba creando. Entonces se puso colorada y me respondió que hablaría con mi madre respecto de mis modales insolentes. ¡Oh, Señor! Pe ns é q ue a q ue llo era e l a c ab ose . Pe r o la se ma na todavía .no había terminado. ¡Qué iba a terminar! Lotta Bull sacudió la cabeza comprensivamente. —Echamos un trago, ¿eh, Rosie? —sugirió levantánd os e y yendo hac ia e l bar emp otrado en un r in c ón d e la ha b it a c ió n— . ¿Qu é v a s a t om ar ? ¿W hisky? ¿Gin con tónica? ¿Vodka? 77 LOBSANG RAMPA —No. Hoy estoy cursi. Dame una Watneys —dijo Rosie —. Ahora sie nt o una gran amargura, así que dame una cerveza.* Se sentaron juntas en el diván del amor, Lotta con su whisky con hielo y Rosie con su Watneys. — ¡Je sús! ¡Est o me está interesa nd o! — e xclam ó Lotta—. ¿Quieres contarme el resto? —Pues bien. El viernes por la mañana, antes de ir a la escuela —prosiguió Rosie—, mamá recibió una carta de la directora — ¡vieja bestia! — y, a medida q ue la le ía , s e f ue p oni e nd o hor r ib le m e nt e e nr o je c i d a . " R o s i e " , v o c i f e r ó c u a n d o t e r m i n ó d e l e e r l a ( ¡debe de haber sido tremenda! ); "Rosie, espera a que re gr es e s de la es c ue la. ¡Ya v e rás c ua nd o te levante la falda y te dé una tunda en las asentaderas, so... so...! ", me dijo jad eando y tartajeand o de tal manera que le faltaroii las palabras. Salí huyendo. Aquel día, e n la e s cue la, me se ntí mal de sde el comienzo hasta la salida. Todo el mundo parecía estar l í v i d o c o n t r a m í . — H i z o u n a p a u s a p a r a b e b e r y ordenar sus pensamientos—. El me estaba esperando a las mismísimas puertas de la e s c u e l a . ¡ V a y a ; jamás me había sentido tan contenta de verlo! Corrí hacia el auto y subí. Salimos al escape y estaciona mos más adelante —ya conoces aquella plazoleta—, y a l l í l e c o n t é t o d o l o que me pasaba. Le dije que tenía mied o d e ir a casa. Al fin, m e d i j o : " M i r a ; escríbele una nota a tu madre, que yo buscaré a un chico para enviársela. Dile que vas a pasar la noche c o n t u a m iga Moll y c ua de rno y C od d l e " . garra pat e é Ar r anq ué , la nota. p ue s , —L ott a una hoja mov ió la de mi cabeza ansiosamente—. No bien encontró un chico en bicicleta para enviarla, nos lanzamos por el camino hacia Maidenhead. En las afueras había un lindo lugar, ya sabes, con habitaciones... y una El autor realiza un juego de palabras con bier (féretro) y beer (cerveza), fundándose en su etimología y valor fonético, imposible de expresar en castellano. (N. del T ) 78 LA DECIMOTERCERA CANDELA e s p e c ie d e r e s t a ur a nt e , t a m bié n. T om ó una p ie z a p ara los d os y e ntram os par a c om er. Y a era hora, p or ot r a p a r t e , p or q ue e s t a b a m ue r t a d e ha m b r e. Mamá se hab ía p uest o d e tal ma nera conmigo que y o, ¡ b ue n o ! , m e ha b ía t e ni d o q ue p e r d e r e l d e s a yun o para escapar del ja le o. P or q ue es im p os ib le c om e r c ua nd o a l gui e n t e e s t á c hi lla nd o. Ad e m á s , sabes bien cómo es la comida que te dan en la escuela. Los comedores escolares más vale perderlos que encontrarlos. —De sólo pensarlo meneó la cabeza y frunció la nariz. — ¡Sí —m ur m ur ó agriam e nt e L ot ta B ull—; per o deberías haber visto lo que nos daban a nosotras en el reformatorio! No importa; continúa. —De manera, pues, que estaba verdaderamente hambrienta — prosiguió Rosie Hipps—. Comí todo lo que pude, y, aunque él no paraba de hablar, yo no le es c uc hab a, p ue s e s tab a d ema s iad o oc upad a c om i e n d o . M e p a r e c i ó q u e q u e r í a j u g a r . " ¿ Y b i e n ? ¿Qué im porta? ", pensé, "eso es lo que hacem os M o ll y C o d d l e y y o. ¿ Q u é t ie n e q u e v e r q ue é l s e a d i s t i n t o d e m í d e alguna manera inexplicable? ¿Acaso no pueden estimarse u n c r i s t i a n o y u n judío? " ¡Oh, qué idiota ignorante era yo! — Echóse ha c ia a t r á s y r i ó t r is t e m e nt e a l a c or d a r s e . L u e g o tomó un sorbo de cerveza y continuó su narración—. Pues bien; había comido y bebido abundantemente —el té... ya sabes— y me puse a mirar hacia todos lados buscando el baño para damas, pero como no lo encontré le dije que fuéramos a la habitación. Pasamos por la playa de estacionamiento y nos dirigimos a la pieza que habíamos reservado. Al llegar, vi que la puerta del baño estaba abierta y le dije que tenía q ue ir. B ue no; e ntre una c osa y la otra e s t uv e un rato más bien prolongado, al cabo del cual terminé y volví al dormitorio luego de apagar la luz. —Se detuvo y prorrumpió en una risa breve y áspera. Lotta 79 LOBS ANG RAMPA Bull permanecía sentada, con la boca desmesuradamente abierta. Luego de tomar un trago, Rosie cont i n u ó — : M e v o l v í y m e topé con él. ¡Dios mío! ¡Nunca había experimentado una conmoción semej a n t e e n m i v i d a ! A l l í e s t a b a é l , d e s n u d o c o m o c u a n d o v i n o a l m u n d o . P e r o , ¡ o h , m i D i o s ! E r a todo peludo y tenía como una excrecencia espantosa. "Está canceroso", pensé; pero en ese momento se m e a p r o xim ó y e n t on c e s m e c a í a l s u e l o d e s v a ne cida. Deb í de dar con la cabeza c ontra el b orde de alguna silla o algo así, porque realmen te me quedé sin sentido. —Lotta Bull palpitaba de emoción y la expresión de sus %os comenzaba a tornarse fiera—. De sp ué s d e lo q ue de b ió de s er un la ps o m uy pr olongado, volví a tener noción de las cosas. Me parecía tener sobre mí un peso tremendo que me estaba v a p u l e a n d o . " ¡ O h , m i D i o s ! " , p e n s é c o m o e n sueños, "se me ha sentado encima un elefante". Abrí los ojos y lancé un grito de terror. El yacía sobre mí y yo también estaba desnuda. Me estaba lastimando, te imaginas. Entonces dio un salto y cayó de rodillas y se puso a suplicarme insistentemente. En ese mom e n t o s e o y e r o n p a s o s a l a c a r r e r a , u n a l l a v e S e introdujo en la cerradura y dos hombres irrumpieron en la ha b it a c ión. ¡Y t od o c ua nt o m e c ub r ía e r a e l r u b o r d e m i b o c h o r n o ! — L o t t a B u l l s e a c o m o d ó contra el respaldo con los ojos entornados, como si estuviese entreviendo la escena. Rosie prosiguió—: Uno de los indiv iduos me observó de arriba a abajo y d i jo: " L a oím os gr it a r , s e ñor it a ; ¿ha q ue r id o v io larla? " Sin agregar ninguna palabra más, ambos se abalanzaron sobre el maestro de doctrina y le dieron una serie de formidables puntapiés por todas partes. Este sólo atinaba a pedir clemencia a gritos. "Mejor será que se vista, señorita", me dijo uno de aquellos hom b r e s , " p o r q ue lla m a r e m os a la p olic ía " . " ¡Ay, Dios mío! ", pensé; "¿Qué irá a pasar ahora? " Me 80 LA DECIMOTERCERA CANDELA precipité hacia mi ropa y me asusté al ver que tenía mucha sangre en las piernas; pero tenía que vestirme. —Y ¿qué pasó después? ¿Llamaron a la policía? —inquirió Lotta Bull. — ¡Por supuesto! —respondió Rosie—. Mejor todav ía q ue e n la te le. Al m om e nt o llegó un c oc he p olic ia l e inm e d iat am e nt e de trá s un t ip o d e un d iar io que me echó una mirada maliciosa y que, mientras abría su libreta de apuntes, se veía que paladeaba la desgracia ajena. Pero uno de los policías lo detuv o diciéndole "déjela; debe ser menor de edad". Entonc e s e l t i p o d e l d i a r i o l e e c h ó e l o j o a l m a e s t r o d e d oc tr ina q ue s eguía a llí, d e pie, c om o una ba na na pe lada, p orque los hombr e s aq ue llos no lo ha b ía n dejado vestir mientras no llegase la policía. ¡A esas alt ura s yo ya s ab ía la d if er e nc ia q ue ha y e ntr e un hombre y una mujer! D e s d e f u e r a l l e g a b a e l p r e g ó n d e u n d i a r i e r o : " ¡Extra! ¡El crimen del siglo! ¡Eeextra! " —Eso es lo que hacen —dijo Lotta Bull—. El periodismo se apodera de cualquier pequeño incidente y hace de él un asunto descomunal. Pero, ¿qué ocurrió después? —B ie n — c ont inuó R os ie Hipp s—; la p olic ía hiz o muchas preguntas. ¡Caray, qué barullo hubo! Me preguntaron un montón de cosas... Si había ido con él a la habitación por propia voluntad. Les dije que sí, pero que en ese momento no sabía qué pretendía él. Y agregué que no conocía la d iferenc ia q ue hay entre un hombre y una mujer. Al oír eso, se rieron como descosidos y el periodista se puso a escribir febrilmente. "Ahora lo sé", añadí, y él volvió a escribir. De pronto, el maestro de doctrina se soltó, cayó de rodillas y comenzó a balbucear ruegos como un t orr e nt e. De sp ué s, ¡s a nt os cie los ! , s e irguió y m e acusó a mí de inducirlo a eso. ¡Jamás en mi vida me sentí tan humillada! 81 LOBSANG RAMPA —¿Te llevaron a la comisaría? —Sí. Me pusieron en el automóvil policial junto al conductor y al otro policía. El maestro de doctrina ocupó la parte de atrás y partimos hacia la comisaría de Maidenhead. Los periodistas, que en ese momento ya eran siete, nos venían pisando los talones. En la c om i s a r ía m e e m p u ja r on a u na ha b it a c i ó n d o nd e había un médico y una empleada de policía que me hicieron quitar toda la ropa. Luego me separaron las piernas — ¡Dios, qué vergüenza! — y me examinaron. El médico iba señalando las marcas, las magulladuras y tod o lo que enc ontraba, y la mujer anotaba. Des p ués m e c oloc ó un ob je t o t ub ular y m e ac la r ó q ue estaba tomando una muestra para ver si había sido v i o l a d a . ¡ D i o s ! ¿ C u á n t a s c o s a s p e n s a r í a que me habían pasado? —Se detuv o y tomó el v aso que L ot t a a c a b a b a d e lle na r una v e z má s . B e b ió la r gamente, como para ahuyentar los malos recuerdos, y continuó—: Después de lo que me parecieron horas y hor a s d e e s p e r a , un e m p le a d o y una e m p le a d a d e policía me llevaron a casa. Mamá estaba pálida y tartamudeaba de ira agitando un diario en el que, con grandes titulares, decía: "Una colegiala seduce a un destacado maestro de doctrina". Mamá, que estaba lívida, pero lo que se dice lívida, le dijo a la policía q ue m e l l e v a r a n a d on d e q ui s ie r a n, p e r o q u e e l la había terminado conmigo... y dio un tremendo portazo. Los dos p olic ías se miraron. La mujer me c o n d u j o d e n u e v o a l c o c h e y e l h o m b r e s e q u e d ó llamando a la puerta. —Se interrumpió para encender un cigarrillo y continuó—: Al fin, el agente regresó y d i j o q u e m a m á m e h a b í a c e r r a d o l a p u e r t a p a r a siempre. Me miró con cierta compasión y me comunicó que tendrían que llevarme al Hogar de Mujeres d e l Salvación. ¡A mí! Bueno, para Ejército de a b r e v ia r : p a r a p a s a r la n oc h e m e a l o ja r on e n e s e espantoso edificio que tú conoces de sobra. 82 LA DECIMOTERCERA CANDELA Lotta Bull resopló con desdén. — ¡V a ya s i lo c on oz c o ! — a d m it ió a gr ia m e nt e— . Allí fue donde apre ndí t odo lo refere nte a las c ue s tiones sexuales. Pero cuéntame el resto de lo que te ocurrió. Rosie Hipps la miró casi complacida por su inquebrantable interés y retomó el hilo de su relato. — A q u e l l a n o c h e a p r e n d í t o d o l o r e f e r e n t e a l a v ida. T od o lo q ue ata ñe al s e xo. ¡V a ya, v a ya! Algu nas de aquellas muchachas estaban locas. ¡Completamente loc as ! ¡Qué c osas que hacía n entre ellas! Sin embargo, aquella noche infernal e interminable también pasó y a la mañana me dieron el desayuno, que no pude probar, y después me llevaron al juzgad o. . . ¡q u e n o e r a p r e c is a me n te e l B u c k i n g h a m P a -lace! —Guardó silencio unos instantes para poner en ord e n s us am ar gos p e nsam ie nt os y e nc e nde r otr o cigarrillo. Luego continuó—: La empleada de policía q u e v i n o a p o r m í m e t r a t ó c o m o s i y o f u e r a u n a peligrosa delincuente. Sin duda me tenía fastidio. Le d ije q ue la ofe ndida era yo, p er o me r e plic ó: " ¡N o me digas! " Después de mucho esperar, me metieron en la s a la de a ud ie nc ia s . ¡Oh, f ue e s p a nt os o! Al lí estaba la prensa. Mamá me miraba enojada desde su asiento. Después trajeron al maestro de doctrina y lo sentaron en el banquillo. Yo tuve que contarlo todo. Algunos hombres acezaban. Luego me preguntaron si yo h a b ía i d o c on é l v o l un t a r ia m e n t e . D ij e q u e s í, p e r o q ue n o s a b í a q ué e r a lo q ue é l q ue r ía . Tod os s olt a r on la c a r c a ja d a . ¡Oh; t od a v ía no p ue d o c a s i soportar acordarme de eso! —Calló para enjugarse los ojos con un trocito de cinta—. No obstante, dijeron que de cualquier manera yo estaba en edad de consentir, con más de dieciséis años. Entonces, un periodista que había hecho una descripción cabal de nuestra escuela, se apresuró a decir Atte él me había visto correr hacia el auto y entrar en él. Y agregó 83 LOBSANG RAMPA q ue n o ha b ía m e d ia d o u s o d e f ue r z a . En s ínt e s is , dejaron en libertad al maestro, con la advertencia de que en lo futuro debía portarse bien. ¡Caray, cómo salió corriend o de aquel juz gado! — Se de tuv o para a p a g a r el cigarrillo y tomar un trago—. D e s p u é s empezaron conmigo. Yo era una chica mala, desagradecida, perversa. Hasta mi pobre madre, viuda y suf r i d a , q u e s e h a b í a deshecho las manos por m í durante dieciséis arios, había caído enferma por mi culpa y me había ec hado, me había desprec iad o, y no quería saber más nada de mí. De manera, pues, que el tribunal tenía que tomar alguna medida al respecto para salvar mi alma. Entonces, una delegada de l i b e r t a d v i g i l a d a , o l o q u e f u e r e , s e p a r ó r u i d o s a mente sobre sus patas traseras y echó un discursb. El vejete que entendía en los casos jugueteaba con sus ante ojos, c ons ultó uno o dos libros y de sp ués d ijo que te nían que env iarme d os años a la Escuela de Niñas Descarriadas. —Lotta Bull meneó la cabeza con muda conmiseración—. Eso me destrozó totalmente. P o r q u e y o n o h a b í a h e c h o a b s o l u t a m e n t e n a d a . Entonc es les dije lo que me p arecía, pero c on toda la ca lma que p ud e p or q ue q uer ía ma nt e ne r lim p io mi prontuario. El vejestorio me contestó que yo era una chica grosera y de lo más desagradecida. Luego dijo "el caso siguiente", y me llevaron a empellones a una celda. Hubo un tipejo que me puso un empa redado entre mis manos temblorosas y otro que me ala rgó un jarro grande y rústico de té frío. Ni decir que no pude probar nada de eso. — I g u a l q u e c u a n d o m e a g a r r a r o n a m í — d i j o Lotta--. Pero, sigue. Rosie respiró profundamente y continuó: —Al rato vino una mujer que me dijo que ese día n o p o d r í a i r a l a E s c u e l a y q u e d e b e r í a p a s a r L i noche en la prisión de Holloway. ¡Imagínate, yo en H o l l o w a y , y s i n h a b e r h e c h o n a d a d e veras! No 84 LA DECIMOTERCERA CANDELA obstante, allá me llevaron en camión celular. ¡Qué espanto! Jamás me sentí tan sola en mi vida. —Se detuvo y se estremeció. Luego agregó—: Y eso es todo lo que me pasó. Lotta Bull movió un almohadón y un libro cayó al suelo produciendo un ruido sordo. Alargó el brazo para levantarlo y Rosie reparó en la tapa esbozando una sonrisa en la cual se notaba su interés. —Es un libro muy bueno —comentó aquélla—. Espera un momento. — Pasó las páginas y dijo—: Lee esto. Escribe mucho sobre homosexuales y lesbianas. Debes leerlo. Yo coincido con él en todo. Rosie Hipps se echó a reír con gran simpatía. ¿ L e e r l o ? — p r e g u n t ó — . P e r o s i y o t e n g o t o d o s los libros que ha escrito y sé que todos son sinceros. Le escribo, ¿sabes? Lotta sonrió. ¿ A h , s í ? ¡ C u e n t a ! P e r o s i e s e l m á s e r m i t a ñ o de todos los ermitaños. ¿Cómo has hecho para conocerlo? En el rostro de Rosie se dibujó una misteriosa sonrisa. —Me ha ayudado mucho. Me ayudó cuando creí volverme loca. ¡Por eso lo conozco! —Hurgó en su cartera hasta que al fin extrajo una carta—. Es de él —explicó extendiéndosela a Lotta. Esta la leyó y asintió con la cabeza. —Dime, ¿cómo es él? —inquirió. ¡ O h ! E s m á s b i e n a n t i c u a d o — r e p u s o R o s i e — . No bebe ni fuma y, en cuanto a la mujer, sólo existe como concepto abstracto para él. Y, además, porque tiene el mismo sex appeal que una pasa de uva —agregó—. No; piensa que si las mujeres se quedaran en casa y cuidaran de sus hijos, el mundo sería mejor. Ya sabes, muerto el perro se acabó la rabia. Lotta Bull frunció el ceño pensativamente. 85 LOBSANG RAMPA A s í q u e . . . n a d a d e m u j e r e s , ¿ e h ? acaso... como nosotras: homosexual? ¿ S e r á , Rosie Hipps se echó hacia atrás y se puso a reír hasta saltársele las lágrimas. — ¡No; por Dios! —exclamó—. ¡Qué mal lo has i nt e r p r e t a d o ! — Y a gr e g ó c o ns t e r na d a — : E l p ob r e hombre se lo pasa ahora entre la cama y la silla de ruedas. — ¡Vaya, me gustaría verlo! —Pues, pierde las esperanzas. Ya no recibe a nadie. Le han tocado ciertos periodistas execrables que tramaron una verdadera sarta de mentiras acerca de él y que tergiversaron todo cuanto había dicho y hecho. Ahora, el periodismo es para él la fuerza más dañina del mundo. Por mi parte, yo sé que la prensa ha sido la causante de que yo fuese a parar a un correccional —agregó reflexivamente. Bien —concluyó Lotta poniéndose C r e o que ya es hora de ir bajando para tomar el expreso. 86 de pie—. CAPITULO V Una suave llovizna comenzó a derramarse como enviada a la tierra por alguna compasiva Diosa de la Mis e r ic or d ia , ha c ie nd o r e na c e r la v id a e n la z ona árida. La mollina, tenue como el rocío, vacilaba y se m e c í a c o m o d u d o s a d e s u d e s t i n o , h a s t a q u e , a l tocar el suelo reseco, se producía un lánguido rumor y el agua de saparecía en las prof und idade s. En la t ie r r a, la s r a ic illa s r e b ull ía n e n s u s e m ile t a r go a l c o n t a c t o c o n e l l í q u i d o e l e m e n t o , v o lv í a n e n s í y absorbían áv idamente el agua v iv ificante. Como tocadas por una varita mágica, las primeras y menudas m a t a s d e v e r d or c om e nza r on a a p a r e c e r a f lor d e tierra, leves briznas verdes que iban creciendo y espesándose a medida que la lluvia arreciaba. Ya la lluvia se había convertido en una precipitación torrencial y caían grandes gotas que levantaban diminutas partículas de tierra, manchando de barro las reverdecidas plantas. Aquí y allá surgían los primeros brotes minúsculos. En aquella desolada región, la Naturaleza estaba preparada para obrar con prontitud y hacer crecer la vegetación al primer signo de hum eda d. L os p eq u e ños inse c t os c orr ía n afa nosa m e nt e u na p l a n t a a ot r a y s a l t a b a n d e p i e d r a e n piedra. De una c e r c a na d e p r e s i ón d e l t e r r e n o l le g ó u n murmullo débil, extraño, seguido de gorgoteos y del traquetear de guijarros. En seguida aparecieron las 87 LOBSANG RAMPA primeras aguas bulliciosas de un arroyo, arrastrando terrones t od av ía sec os, ins ect os a hogad os y los s e dient os des ec hos de una comarca priv ada de agua durante largo tiempo. Las nubes descendieron más aún. La estación de los monzones de la India se abatía sobre los montes Himalaya y derramaba torrentes de agua de las turbulentas y densamente cargadas nubes. El relámpago fulguraba y las laderas de las montañas devolvían el e c o d e l r e s t a lla r d e l t r ue n o. Aq uí y a l lá e l r a yo s e descargaba con saña contra algún pico elevado, haciéndolo todo añicos y levantando una nube de polvo y piedras que se despeñaban por las escarpadas pendientes de la montaña e iban a dar pesadamente, con un ruido sordo, contra el suelo anegado de la falda. Las piedras se precipitaban y chocaban con un chasquido en los lagunajos, arrasando plantas y salpicando totalmente de fango los peñascos. En plena creciente, el río se salía de madre y, en s us a f lue nt e s , la c or r ie nt e s e m ov ía e n s e nt id o in verso. Las aguas cubrían ya completamente el tronco de los sauces, en cuyas ramas superiores los desamparados pájaros se acurrucaban, demasiado mojados c o m o p a r a p o d e r v o l a r y t e m i é n d o s e e l f i n d e l mund o. La lluv ia caía. Los pa ntanos se c onv ertían en lagos. Los lagos se trasformaban en mares interiores. El trueno estallaba y bramaba en los valles, con los inacabables y absurdos ecos mil veces repetidos q u e f o r m a b a n u n a e n l o q u e c e d o r a m e z c o l a n z a d e ruidos. El día se oscur eció y se puso negr o com o una n oche sin l u n a . L a l l u v i a c a í a c o m o u n a e s p e s a cort ina. Y a no s e p od ía dis t inguir e l c ur s o de l r ío, pues la tierra entera parecía cubierta por las turbulentas aguas. Se había levantado un viento ululante que azotaba la superficie de las tierras inundadas y producía en ella una espuma blanca. 88 LA DECIMOTERCERA CANDELA El ulula r d e l v ie nt o, s e t om ó más int e ns o ha sta conv ertirse en un agudo silbido que destrozaba los nervios y hacía pensar en las almas en pena. Después h u b o u n v ív i d o d e s t e l l o , c o m o s i e l s o l e s t u v i e s e e s t a l la n d o, y e l e s t r ue n d os o f r a g or d e l t r u e n o; a l punto, la lluvia cesó como si se hubiera cerrado una canilla. Un rayo de sol se abrió paso a trav és de la oscuridad, se ocultó un momento, y al fin las nubes retrocedieron v encidas para que la claridad del día brillase nuevamente sobre el anegado mundo. En las tierras altas, donde aún había ciertos visos de solidez, se hallaban dispersas unas masas de color gris oscuro del tamaño de rocas, las cuales de pronto se irguieron sobre sus robustas patas, cobraron el aspecto de yaques monolíticos de cuyos lomos enormes de empapada pelambre manaban ríos de agua, y se sacudieron como aletargadas, salpicándolo todo a s u r e d e d or . Sa t i s f e c h o s d e v e r s e l i b r e s d e l a g ua , comenzaron a hozar las partes más secas del suelo, en su eterna búsqueda de alimento. Debajo rocosa del surgió aparecie ndo c on t r a las precario un resguardo nervioso algunas figura s i nc l e m e n c ia s del de parloteo. que enorm e saliente Gradualment e una f ueron la nz a b a n tiempo y que, im p r e c a c i o ne s sin dejar de rezongar, se quitaron la ropa mojada, la estrujaron para secarla y volvieron a ponérsela. A poco, la gente y los animales comenzaron a despedir tenues vapores a medida que la tem peratura ascendente del día contribuía a secarlos. U n j ov e n s e a p a r t ó d e l gr u p o y e c hó a c or r e r a campo traviesa, saltando de lugar seco en lugar seco lo mejor que podía. Junto a él, un gran mastín iba ladrando y haciendo cabriolas. Con gritos y ladridos, entre ambos hicieron que los yaques fueran en direcc ión d e lo s ot r os , y u na v e z he c ho e s t o, h om b r e y m a s t ín s a lie r on a m a nt e ne r a los p on ies r e unid os contra un distante muro de roca. 89 LOBSANG RAMPA Un camino abrupto conducía, entre peñascos desprendidos, a un espacio abierto al pie de la montaña; des de a llí, e l cam ino s e de sv ia ba y a s ce nd ía unos cien metros y terminaba en una roca plana, donde crecía un arbusto raquítico de aproximadamente un metro ochenta de altura. Más allá del arbusto, la superficie de la roca mostraba una abertura: la entrada d e una c a v e r na m á s b i e n a m p l ia , que f i na lm e nt e conducía a los túneles de un volcán extinguido largo tiempo atrás. A ll í, e l o b s e r v a d or a t e nt o p o d ía d is t in g u ir u na mancha de color, es decir... dos manchas de color. A la entrada de la caverna se hallaban sentados un lama y su acólito, ambos secos y a sus anchas, mir a nd o la vasta p la ni c ie de L ha s a y ob s e r v a nd o e l rápido retroceso de las aguas que hasta ese momento inundaban la tierra. El inesperado aguacero había dejado el aire aún más límpido que de costumbre y los d os c ont em pla ba n aq ue l pa isa je q ue les er a fa miliar. Desde lejos, los techos dorados del Potala se veían relumbrar con enceguecedores destellos al reflejarse el sol en sus múltiples facetas y ángulos. El frente recién pintado del edificio despedía un fulgor ocre, y las Banderas de Oración se sacudían y ondeaban con el fuerte viento. Los edificios de la Escuela de Medicina, en la Montaña de Hierro, tenían un aspecto e xtra ñam e nte fr es c o y limp io, y los d e la a ld ea d e Shii relumbraban. Se podían v er claramente el Templo y el Lago de la Ser p ie nt e , y ta mb ié n, e n las a guas, los sa uc e s, cuyas copas se balanceaban como en muda señal de aprobación. Por algunas débiles manchitas de color podíase inferir que los monjes y los lamas se encaminaban a sus tareas cotidianas. Asimismo distinguíase una pequeña columna de peregrinos que recorrían el Camino Interior del Circuito de los Peregrinos, en su 90 LA DECIMOTERCERA CANDELA marcha de Acto de Fe desde la Catedral de Lhasa al Potala y regreso. La Puerta Occidental brillaba a la luz de l s ol y se c olum bra ba un gr up o d es ord e na d o d e mercaderes que pasaban entre el Pargo Kaling y el pequeño convento de enfrente. . A b a j o, a l p ie d e la m o nt a ñ a , l o s m e r c a d e r e s ha bían logrado cargar sus yaques y montar sus ponies y, en ese momento, entre gritos y chanzas, habían emprendido su lenta marcha hacia el paso que desc i e n d e , d e s c i e n d e , y l l e v a a l a s t i e r r a s b a j a s d e l Tíbet... y de la China. Poco a poco, el mugir de los yaques, los ladridos d e l o s p e r r o s y e l v o c e r í o d e l a g e n t e s e f u e r o n extinguiendo y la paz y el silencio volvieron a reinar. El lama y el acólito contemplaban la escena que se desarrollaba ante ellos. A lo lejos, a la izquierda d e Chakp or i, se v eía al botero en su bot e de cuer o inflado, que hundía frenéticamente una larga vara procurando hacer fondo en el río y ev itar así el ser arrastrado por las turgentes olas del desbordado torrente. Se inclinó hacia afuera con desesperación y s o n d e ó l a profundidad. El bote se ladeó bajo su peso, se bamboleó y s a l i ó d e s p e d i d o , d e j a n d o a l botero luchando y ahogándose en medio de la riada. Alige r a d o ya d e s u p e s o y lle v a d o p or la r a ud a c orre nt ad a, e l b ot e s e de s liz ó v elozm e nt e fav or e c id o aún más su impulso por la brisa. La larga pértiga s ob r e na d a b a a la d e r iv a e n los b a jíos q ue ir óni c a mente habían estado tan cercanos, en tanto que el botero flotaba boca abajo hacia ellos. A l l á e n l o a l t o , l o s b u i t r e s s e c a l a b a n y r e v o l o teaban en busca de alimento, escudriñando., con su penetrante mirada la presencia de algún ser humano u otra criatura viviente en aprietos. Uno de ellos se p r e c i p i t ó s o b r e e l b o t e r o a h o g a d o y a ú l t i m o m o mento v iró observando atentamente. Al ver que no se movía, el ave volvió a lanzarse sobre su presa y se 91 LOBSANG RAMPA pos ó e n la e spalda d el muer to. Allí p ermanec ió un m om e nt o c om p onié nd ose e l pluma je, has ta q ue a l fin miró en 'torno con actitud desafiante y comenzó su faena en el cuello de aquel hombre. — Ma ña na nos d is p o nd r e m os p a r a ir a v is it a r a nuestra gente —dijo el lama al acólito- . Por hoy nos quedaremos a descansar y relajarnos, lo cual nos vendrá muy bien para conservar nuestras energías. El viaje será largo y difícil. —Se puso de pie y señaló—: Al lado de aquellas rocas veo que hay algunas ramas m oja d a s . V e a r e c oge r la s p a r a ha c e r t é y ts amp a . —Sonrió levemente y añadió— : Después te daré algunas lecciones elementales de relajación y respiración, cosas ambas en las cuales son notorias tus deficiencias. Ahora, anda y recoge esas ramas. D i c h o e s t o , v o l v i ó s e y e n t r ó e n l a c a v e r n a . E l muc hachit o se puso pre stament e de pie y tom ó un t r o z o d e c u e r d a q u e ha b ía a u n c os t a d o, s e l o e n roll ó a la c int ur a y e n t or no a los hom b r os , y a s í, con grave riesgo de ahorcarse, se deslizó por el sendero hacia el llano del valle. Iba ya a dirigirse hacia el otro lado de un gran peñasco, cuando de pronto se detuvo. Allí estaba, echado, un enorme pájaro, componiéndose y secándose las plumas mojadas por el reciente aguacero. E l a c ó l i t o s e q u e d ó p e n s a n d o q u é l e c o n v e n í a hac er. Si e sp era ba a q ue e l av e oc ult as e la ca b eza bajo el ala, podría acercársele a hurtadillas y asestarl e u n g o l p e q u e l a d e j a r a bien aturdida. Si, en cambio, se le aproximaba reptando, podría agarrarla de una pata. Ev identemente, la primera idea era la mejor. Se escurrió, pues, de costado, conteniendo la respiración y av anzando lentamente hasta ponerse bien arrimado a la roca. El pájaro se escarbaba, se arreglaba las plumas y batía las alas. Después, satisfecho de su limpieza, se acomodó a sus anchas sobre la roca y metió la cabe- 92 LA DECIMOTERCERA CANDELA za bajo el ala. Extasiado, el chico se apresuró, pero tr op e z ó c on una p iedr a y s e ca yó d e cab e za. El pá jaro despertó súbitamente sobresaltado y reaccionó como suelen hacerlo todas las aves, soltando sobre el r o s t r o d e l p e q u e ñ o u n r e p u g n a n t e " r e g a l i t o " y r e montando el vuelo pesadamente. El muchacho luchó desesperadamente, con los ojos que de pronto parecía tener pegados como con cola, y desde la entrada de la caverna llegó el rumor de una risa apagada. Al fin, el acólito pudo arrancarse de la cara y de los ojos esa masa pringosa y hedionda, y se dirigió a u n p e q ue ño c h a r c o f or m a d o e n una c a v id a d d e la r oc a e n d ond e , s um a m e nt e a s q ue a d o, m e t ió la c abeza en el agua helada y se frotó hasta quedar perfectament e limp io. De sde a rriba llegó una e xhorta c i ó n : " ¡ N o t e o l v i d e s d e l a l e ñ a ! " E l m u c h a c h o , que ya no se acordaba más de ella, dio un respingo y, girando sobre sus talones, salió a todo correr por el sendero pedregoso. S i n e m b a r g o , l a t e n t a c i ó n e s a l g o q u e s i e m p r e tiende celadas a los niños. Sobre una gran roca plana oscilaba un inmenso peñasco que, por algún capricho de la naturaleza, había caído en una posición que hacía que se balancease con toda exactitud. Al v er que se mecía de un lado a otro, al joven acólito se le iluminó el rostro y corrió hacia él. Apoyó sus manos s ob r e u na d e la s c a r a s d e la p ie d r a y e m p ujó c on fuerza; luego la soltó esperando a que retrocediese, y v olv ió a empujarla. Así, gradualm ent e, logr ó impri mirle una oscilación cada vez mayor, hasta que al fin la piedra se. movió fuera de su centro de gravedad y se v ino abajo c on un es trépit o q ue hiz o temblar la tierra. El muchacho hizo un gesto de satisfacción y émprendió la marcha de regreso a la caverna. A mitad d e camino, emp ero, s acud ióse s obresa l tado al recibir un perentorio mensaje telepático que casi le destroza el cráneo. " ¡Leña! ", le ordenaba 93 LOBSANG RAMPA aquel me nsaje, " ¡leña, leñ a! " Volv ió a girar sobre sus talones y lanzóse nuevamente a la carrera por el s e nd e r o, c on a q ue l a p r e m ia nt e " ¡le ña , l eñ a! " g ol peándole el cerebro. Al fin, reunida ya una buena cantidad de leña, el jov en acólito formó un haz y lo ató con un extremo de la cuerda. La otra punta la aseguró alrededor de su cintura y de esa manera, arrastrándolo y con grandes esfuerzos, se ingenió para llevar el fardo hasta la b o c a d e l a c a v e r n a . E l l a m a q u e l o e s t a b a a g u a r dando c on cierta impacienc ia, lo a yudó a c ortar la leña en trozos e inmediatamente el fuego ya se hallaba encendido. —Tu estad o es dep lorable —le dijo e l lama—, de m od o q ue te ndr em os q ue ha c er a lgo al re s p ec t o o acabarás como esos occidentales que he visto cuando estuv e en la India. Antes de empezar con los ejercicios res piratorios v oy a e nse ñarte uno que en est e momento viene muy al caso. —Sonrió y le indicó al n i ñ o que se lev antase—. Se trata de un ejercicio sumamente v igorizador para quienes acostumbran estar sentados mucho tiempo... y tú estás sentado casi siempre. Además, es muy bueno para reducir las gr a s a s d e l a b d om e n. T ie n e u n b on i t o n om b r e : s e llam a " e jer c ic io d e l le ñad or " , p orq ue a l hac er lo s e obtienen resultados similares a los que produce la acción d e c ortar leña. Bien; ahora, ponte dere cho. —Hizo que el chico tomara una posición erguida—. Imagina que estás cortando leña; imagina que tienes entre las manos una hacha muy pesada, una de esas hachas muy buenas, que acaban de traer los mercad e r e s d e A h or a , manténte f ir m e , muy firme, y pon los Da r j e e li n g. pies bien separados. Después junta la s manos com o s i s ost uv iera s el mango de esa p e sada hacha. Imagina que la pala del hacha está en el suelo, as í q ue as pira prof undamente y lev anta las manos con la supuesta hacha por encima de tu cabe- 94 LA DECIMOTERCERA CANDELA za, hasta que tu cuerpo alcance la posición opuesta y ya no esté inclinado hacia adelante sino hacia atrás. Debes tener presente que estás levantando una hacha muy pesada; por tanto, haz que tus músculos aparenten que... estás levantando una hacha muy pesada. Después, sin dejar de sostener esa pesada hacha por e nc im a d e t u c ab ez a, c ont é n un m om e nt o la r es p iración y luego expulsa con fuerza el aire por la boca y c on un m ov im ie nt o m uy e nér gic o v ué lv e te ha cia a b a jo c on el ha c ha im a gina r ia c om o si e s t uv ie r a s c or t a nd o u n t r o n c o gr a nd e , gr a n d e , d e á r b o l . N o de b es , p or s up ues t o, de t e ner t e c on e l im pa ct o d e l hac ha e n la madera, sino q ue d ebe s dejar que t us brazos desciendan hasta quedar exactamente entre tus piernas; es d ecir que tiene s que hacer que tus brazos bajen de manera que tus manos queden en la misma línea que tus pies. Debes mantener derechos los brazos, lo mismo que la espina dorsal. El ejercicio tienes que repetirlo varias veces. Bien; empieza ya, hijo, y hazlo c on bríos. Al me nos con el mism o brío que has puesto para derribar aquella piedra. El muchachito acometió, pues, el ejercicio, hasta que al fin se detuvo jadeando y refunfuñando por el esfuerzo realizado. — ¡Ay, venerable lama! —dijo, falto de aliento—. L a v e r da d e s q ue e s t os e je r c ic i os p ue d e n m a t a r a cualquier persona, a menos que se tenga una salud de hierro. ¡Yo me siento casi deshecho! — ¡Per o, c r i a t u r a ! — r e p l i c ó l e e l l a m a , u n p o c o enfadado—. Este ejercicio no puede hacer sino bien, a m e n o s q u e s e t r a t e d e u n a p e r s o n a d e c o r a z ó n débil o de mujeres aquejadas por alguna indisposic ión fem e nina. No cr e o q ue pad e zc as de l c ora z ón, p er o p or la f or ma , c om o pr ote s ta s y gime s e s muy p os ib l e q ue s e a s una v ie ja y, p or lo t a nt o, q ue ya hayas pasado el tiempo de padecer de los trastornos 95 LOBSANG RAMPA femeninos a que me referí. Vamos; haz de nuevo los ejercicios. El jovencito se echó al suelo y se sentó encorvado, frotándose los pies. Pero el lama, que había perman e c i d o d e p i e j u n t o a l m u r o d e p i e d r a , m i r a n d o hacia el Valle de Lhasa, se volvió repentinamente y le dijo: —¿Por qué estás encorvado de esa manera? ¿Estás enfermo? ¿Te duele algo? El joven acólito se puso pálido un instante y luego repuso: — ¿ E nf e r m o ? ¿ Q u ié n ? ¿ E nf e r m o, y o? ¿ Y o ? El lama gruñó y aproximóse. — ¡ S í , e n f e r m o ! ¡ T ú ! ¡ S e n t a d o a h í c o m o u n a v ieja con juanetes y callos! ¡Como las v iejas que se sientan en los alrededores del mercado para oír el c hism or re o d e los me rc ad e re s! ¿Te s ie nt e s ma l d e los pies? —Se puso de rodillas para revisarle los pies;. pero, al comprobar satisfecho que no tenía nada, se lev ant ó—. ¡Muc hacho, p onte de pie ! —le orde nó—. Ya verás cómo tienes que hacer para relajar los pies. Porque supongo que los sientes cansados después de h a b e r q u e r i d o a p o r r e a r a q u é l p á j a r o y p o r h a b e r t um bad o aq ue lla p ie dra q ue , p or c ier t o, no te ca usaba mal alguno. Ese es el motivo de que ahora estés cansado. Yo te enseñaré la forma de relajar tus pies. —Tomó al muchacho por los hombros e hizo que se p a r a s e d e r e c h o — . A h o r a v e r á s c ó m o t e c i r c u la r á m e j o r l a s a n g r e . P á r a t e e n u n p i e , p r i m e r o e n e l izq uie rd o. L ue go lev a nt a e l p ie d er e c ho y m uév e lo d e l t ob i l lo p a r a a b a j o. No m ue v a s toda la p i e r na , recuérdalo, pues estamos trabajando con tus pies. Muévelo. Deja quieta la pierna y sacude fuertemente el pie desde el tobillo para abajo. Sacúdelo durante tres minutos hasta que empieces a sentir un hormigueo. Después pon ese pie en el suelo, levanta la otra pierna y sacude el pie tres minutos seguidos. Haz 96 LA DECIMOTERCERA CANDELA e st o tr e s v e c es . T e s erv irá c ua nd o s ienta s los p ie s helados y cuando hayas caminado mucho o permanec id o de p ie largo tiem p o. T e v endrá b ie n, a d e más, cuando hayas estado derribando piedras movedizas. —Sonrióse un instante y agregó—: Haz siempre los ejercicios descalzo, nunca con las sandalias puestas. Surte mejor efecto tener los pies en contacto directo con el suelo. El pobre muchacho lanzó un quejido y exclamó: — ¡ Ay venerable la m a ! A h or a me s i e nt o mucho más c a ns a d o p a r á nd om e d e e s t a m a ne r a , y t od os estos ejercicios han hecho que el cuerpo íntegro me d ue la d e c a n s a nc i o. ¿N o p u e d o d e s c a n s a r un m o mento? El lama ocultó su sonrisa. —As í que me q uieres e ngañar , ¿no e s cierto? Lo que ocurre es que te has cansado haciendo lo que no d e b í a s ; d e m o d o q u e , s i a h o r a t e e n s e ñ o l o q u e debes hacer podrás evitar cansarte cuando hagas lo que no d eb e s. Ahor a v am os a pr oc urar e lim inar e l cansancio de la parte superior del cuerpo, por medio de un ejercicio muy elemental que nuestros amigos, los chinos, denominan "relajación del tronco". — ¡Per o, v enerable lama! —prote stó el jov en ac ólit o al b orde del d esmayo—. Yo creía q ue íbam os a hacer ejercicios de respiración y no estas cosas horribles. El lama hizo un movimiento de desaprobación con la cabeza. —Estos son, precisamente, los ejercicios previos a los de respiración, hijo. Bien; préstame ahora mucha atención, porque est ejercicio particular debe aprenderse, más bien, como una serie de cuatro ejercicios. Su acción está dirigida al cuello, a los hombros, al centro de la espalda y finalmente a todo el cuerpo, desde donde las piernas se juntan con el tronco hasta donde la cabeza se une al cuello. Primero debes pa- 97 LOBS ANG RAMPA rarte así. —Se inclinó y apartó los pies del muchacho unos sesenta centímetros—. Párate siempre con los pies bien separados y deja que tu cabeza quede colgando hacia adelante como si tus músculos hubieran perdido la fuerza. Con la cabeza colgando libremente, imprímele un movimiento de rotación lento, una vez, en el sentido de las agujas del reloj. Los brazos deben estar colgando sueltamente. Después de eso, deja que tu cabeza quede otra vez colgando inánime hacia adelante, pero ahora debes dejar que tus hombros caigan como si no tuv ieras músculos. Es decir que tanto tu cabeza como tus hombros y tus brazos est á n c olga nd o libr em e nt e. De sp ué s haz gira r tus hombros en el sentido de las agujas del reloj, pero cuidando que la cabeza y los brazos estén fláccidos y n o s e m u e v a n . U n a v e z h e c h o e s t o , h a z e l m o v i miento inverso. El desventurado muchacho, hecho una verdadera lástima, comenzó los ejercicios, exhaus to. pero No al terminarlos obsta nte, el se lama sint ió hizo comp letam ente sonar los dedos inmediatamente para llamarle la atención, y le dijo: —Ahora, deja el tórax inclinado hacia adelante e im pr ím e le e s e mov im ie nt o c ir c ular a t oda la par te superior del cuerpo. Debes hacer rotar todo lo de la parte superior del cuerpo, desde la cintura para arriba. De sp ué s d e hac er lo e n un s e nt id o, ha zlo e n e l otro. El mucha cho permanec ía de pie con las piernas bien separadas y con un aspecto de tanto agotamiento que daba la impresión de estar a punto de caerse d e c a r a . S i n e m b a r g o , h i z o r o t a r l a c a b e z a y l o s hombros en una dirección, y después, lentamente, en la otra. —Ahora —dijo el lama— tienes que poner los pies mucho más separados para tener una buena base de sustentación; deja que de la cintura para arriba todo 98 LA DECIMOTERCERA CANDELA esté perfectamente laxo, y luego, curvando la cintura, describe un círculo tan amplio como te sea posible sin que te caigas. Haz un gran círculo en el sentido de las agujas del reloj, de manera que en cierto modo te sientas a punto de perder el equilibrio. Continúa describiendo esos círculos, pero haciéndolos cada vez más pequeños hasta que-llegue un momento en que estés inmóvil. Luego comienza a moverte de nuev o e n s e nt id o c ontrar io, de s cr ib ie nd o c írc ulos cada vez más amplios hasta que estés nuevamente en peligro de perder el equilibrio. Al concluir esto, repítelo una vez más. Después haz rotar los hombros en un sentido y luego en otro. Hecho esto, haz rotar en l a m i s m a f o r m a l a c a b e z a . ¡ Y a ! — d i j o e l l a m a — . ¿No te sientes en realidad mucho mejor? E l j o v e n a c ó l i t o m i r ó c o n a s t u c i a a l l a m a y r e puso: — S í , v e n e r a b l e l a m a ; d e b o r e c o n o c e r q u e r e a l mente me siento mucho mejor después de esto. Pero estoy seguro de que me sentiría mejor aún si pudiera descansar después de hacerlo, porque, como usted ha dicho, mañana nos espera una larga y difícil travesía y m e t e m o q ue e s t os e je r c ic i os m e f a t igue n in út il mente. —De acuerdo —repuso el lama con una sonrisa—; por el momento no haremos más nada; pero durante el trayecto hacia las tierras bajas deberás aprender otros ejercicios. Tendrás que aprender algo de respiración, porque nuestro andar no se reduce tan sólo a rec orrer la t ierra: tene mos q ue abarcar también el saber. Cuanto más aprendas ahora, menos tendrás q ue apre nder desp ués; y así has ta que alc ances e l nivel de conocimientos de que, cuanto más se sabe, más es lo q ue res ta saber. Bie n; por ahora pue des irte. De pronto, el joven acólito recobró totalmente sus energías y salió corriendo por el sendero en busca de 99 LOBSANG RAMPA cualquier av entura que se le pudiese presentar. El l a m a v o l v i ó a s e n t a r s e a l b o r d e d e l f a r a l l ó n y s e que d ó c ont em pla nd o a que l amad o V alle d e L ha sa, donde en ese momento el sol comenzaba a ocultarse y las sombras se hacían ca da v ez más largas e n la tierra rodeada de rocas. Las sombras tomaron un profundo tinte purpúreo y se extendieron con mayor rapidez por las oscuras t ie r r a s d e l v a l le . E l m a c iz o oc c id e nt a l d e l c or d ó n m o n t a ñ o s o e s t a b a y a e n p e n u m b r a y a q u í y a l l á podían verse tenues puntos de luz como de llamas mortecinas. El Potala, mansión del Recóndito, irradiaba destellos como en escamas de oro. Detrás de la Montaña d e H i e r r o , e l R í o F e l i z r e f u l g í a c o m o u n c a m i n o luminoso en un abismo de tinieblas. I n m e d i a t a m e n t e , e l s o l s e o c u l t ó d e t r á s d e l a s montañas y la oscuridad de la noche pareció elevarse c om o se elev a n la s a gua s e n ép oca de av enida. El m a c iz o or ie nt a l d e la c or d il le r a s e f ue hund ie nd o cada vez más profundamente en la naciente noche, y a p o c o s ó l o q u e d ó e l t i n t e m ú r i c e d e é s t a y u n a suave brisa que trasportaba, incluso a esa distancia, un hálito de incienso y de sebo rancio. A mile s d e metr os más arriba, las cumbre s más elevadas conservaban un último reflejo de sol y una l í n e a d o r a d a s e e x t e n d í a c o m o u n a b a n d e r a l l a meante en los confines superiores, demorándose más tiempo en los puntos más altos, hasta que éstos también se apagaron y se sumieron en la oscuridad total. El tie mpo trascurría le ntament e. La gente noctám bula comenzó sus actividades. Se oyó el reclamo de una av e noc t ur na y d e s p ué s d e un m ome nt o lle gó desde lejos la respuesta. Un ratón solitario chilló y e n s e g uid a s e p e r c ib i ó e l r um or d e una r e fr ie ga y otro chillido que cesó abruptamente. 100 LA DECIMOTERCERA CANDELA L a noc he a v a nz a b a. La s e s t r e lla s b r illa b a n c on t odo s u esplend or en e l aire frío y lím pid o. Con s u relumbrar de colores nunca vistos desde las tierras bajas, parecían parpadear y hacer guiños como si part icipase n de algo mist erioso q ue e st uv iese muy fuera del alcance del entendimiento de los mortales. Lentamente, un fantasmal resplandor plateado pobló de brumas el le jano horiz onte, y majest uosament e apar e c ió la e sf era de la luna, c on s us m onta ña s y cráteres, de aspecto llano a simple vista. La luminiscencia se derramó blandamente por el v alle , ha c ie nd o b rillar los b lanc os p ic os he la d os y arrancando rutilantes destellos de las techumbres del Potala. El Río Feliz se tornó como de plata fundida y las aguas del lago de los sauces convirtiéronse en un espejo perfecto. La luz de la luna se acentuó y la inmóvil sombra del lama, sentado cerca del arbusto al bor de del f a r a l l ó n , s e r e c o r t ó c l a r a m e n t e . U n escrutador hilo de luz se introdujo por la boca de la ca v e r na y p us o a l d e s c ub ie r t o e l c ue r p o d e l jov e n a c ó lit o, q u e ya c ía b oc a a b a jo d ur m ie nd o e l s ue ñ o que sólo pueden disfrutar los pequeñuelos. Des de muy lejos llegó e l imp e tuos o retumbar de un repentino desprendimiento de rocas, seguido después de un intervalo por el seco golpeteo de enormes pedrejones que se precipitan contra el suelo luego de haber permanecido en su lugar durante decenas de miles de años; y, como si inopinadamente el sacudimiento del suelo fuese causa suficiente de alarma, se oyó también el graznido de terror de un pájaro. La noche av anzaba. La luna surcó majestuosa el cielo y se ocultó serenamente detrás de la protectora cadena montañosa, y las estrellas se fueron esfumando a medida que se aproximaba la claridad del nuevo día. El cielo se llenó de colores. De uno a otro horizonte s e e xt e ndía n fra nja s d e luz q ue s e t or nab a n cada vez más radiantes. Las aves nocturnas graznaron 101 LOBSANG RAMPA de sueño y se fueron en busca de sus refugios diurn o s a l a m p a r o d e l á s gr i e t a s d e la s l a d e r a s d e l a montaña. Las criaturas de la noc he s e apres taban para pasar otro día durmiendo. E l v i e n t o n o c t u r n o a m i n o r ó ; d u r a n t e u n l a p s o apreciable reinó una calma chicha y luego comenzó a soplar una brisa ligera en sentido contrario. Los seres que viven de día comenzaban a moverse. De p r ont o, e l jov e n a c ól it o s e inc or p or ó, s e r e st r e g ó l o s ojos y se lanzó fuera de la cav erna. Un nuevo día había comenzado. Acabar con el ayuno que impone el descanso nocturno era algo sencillo. Tant o el de sayuno c omo el almuerzo, la merienda y la cena, todas las comidas, llámense como se las llame, son idénticas para los sacerdotes del T íbe t: té y ts a mp a. El té, de la peor calidad y el menos refinado de todos, procede de la China y viene prensado especialmente. Y tsampa. Y e s o e s t od o. A m b os m a nja r e s s um inis t r a n t od o l o ne ce sa rio p ara la c ons erv a c ión de la s a lud y d e la vida. Luego de desayunar rápidamente, el lama se volvió hacia el acólito y le preguntó: —¿Qué es lo que tenemos que hacer ahora? El muchacho bajó la vista esperanzado y repuso: —¿No podemos descansar un rato, honorable lama? Sé d e u n s i t i o e n d o n d e h a y u n n i d o d e buitres con huevos. ¿Vamos a verlos? El lama suspiró. —No —replicó—; debemos pensar en quienes han de v enir después de nosotros. Tenemos e s p a r c ir en el a r e na s ue l o que lim p ia , higieniz a r c u id a r la que c a v e r na , esté bien p r ov is t a d e l e ña , p or q u e l o s próximos viajeros que lleguen aquí pueden tener imp er ios a ne ce s id ad d e c ontar c on f ue go, co n ca lor. Debemos tener presente que, si a nosotros nos hubie- 102 LA DECIMOTERCERA CANDELA ra gustado tener leña, debemos hacer lo que a nosotros nos habría agradado. El muchacho salió y nuevamente descendió por el empinad o send ero, dando puntap iés al pasar a las piedras que encontraba mientras trotaba por la pendiente, hasta que dío con una que no estaba suelta, sino bien enclavada en el suelo. Durante algunos instantes estuvo saltando en una pierna, lanzando alaridos extraordinarios y asiéndose con ambas manos el pie lastim ado. Pero en e se mome nt o algo atrajo su atención: una pluma que bajaba ondulando desde el cielo. En su entusiasmo por mirar aquella gran pluma de buitre se olv id ó p or c omple to del pie y se lanzó tras ella. Al v er que se trataba de una pluma sucia que e l v ie nt o ha b ía arra s trad o ha s ta a llí, la t ir ó y continuó su interrumpida marcha en busca de leña. A l c a b o d e u n r a t o l a c a v e r n a q u e d ó l i m p i a y barrida con ramas secas, y con un montón de leña apilada contra un muro interior, preparada ya para los próximos viandantes. Entonces, ambos se sentaron juntos en el borde de la roca. — T i e n e s q u e a p r e n d e r u n p o c o d e r e s p i r a c i ó n ---dijo el lama—. El ruid o q ue hace s a l resp irar es c om o e l d e la s a la s d e l b uit r e e n e l a ir e . V e a m os; ¿cómo tienes que sentarte para hacer los ejercicios respiratorios? El joven acólito prestó atención inmediatamente y e n se guida s e sent ó e n una P os ic ión de l L ot o de lo más exagerada. Colocó las palmas de las manos en el regazo y en su rostro se dibujó una expresión perfectamente tonta y fría, a la v ez que ponía los ojos de una manera /particular, como si estuviese mirando hacia algún lugar imaginario situado a pocos centímetros más arriba y frente a él. El lama rió de buena gana. — ¡N o, no! — e xc lam ó—. T ú no te s ie nt as d e es e modo. Respirar es algo natural. Tú te sientas y te 103 LOBSANG RAMPA estás de pie de cualquier forma que te resulte convenie nt e y cóm oda. Por las ideas que tiene acerca de los ejercicios respiratorios muchísima gente parece estar tocada. Creen que tienen que adoptar las poses más extravagantes y antinaturales, y que estos ejercicios no pueden beneficiar si no constituyen también un gran sacrificio. Mira, muchacho —continuó—; siéntate o ponte de pie de cualquier modo que te sientas cómodo. derecho, pero —y Puedes sentarte esto es lo único importante— la columna vertebral debes mant e ne r la e r guid a e n la m e d id a e n q u e t e r e s ult e c ó modo. La manera más fácil es imaginar que la espina dorsal es un poste clavado en el suelo y que el resto del cuerpo pende libremente de él. Mantén derecha la columna, que así no te sentirás cansado después. —El lama, que ya se había sentado en posición erguida y con las manos juntas sobre el regazo, miró al jov encito—. Relájate, relájate —le dijo—, debes relajarte. No se trata de padecer tortura ni de servir de modelo para una de esas imágenes nuestras de cera. Estás aprendiendo a respirar. Relájate, pues; siéntate con naturalidad y pon derecha la columna. —El muchac ho se se nt ó c on más s olt ura y el lama aprobó c o n l a cabeza-7. ¡Ah! Así es mejor, mucho mejor. Ah or a a s p ir a le n t a m e nt e . Ha z q ue e l a ir e ll e ne la parte inferior de tus pulm ones, e xactamente c omo las sombras del crepúsculo colman primero la parte baja del valle. Después aumenta la cantidad de aire hasta llenar la porción media y superior de tus pulm o n e s . Puedes p e r c i b i r l o, v erdaderamente. Pero hazlo en forma p a r e j a . — S e d e t u v o y s o n r i ó — . Cuando las sombras de la noche anuncian la extin ción del día —continuó—, comienzan por arrastrarse a ras del suelo; luego, la oscuridad va aumentando constantemente, con suavidad y en forma uniforme, sin que su ritmo se altere, sin empellones. Así debes respirar tú. Es decir, el aire tiene que ir aumentando 104 LA DECIMOTERCERA CANDELA y llenándote los pulmones, de la misma manera en que, por la noche, las sombras se acentúan y la oscuridad invade el valle. Pero, a medida que el aire entre en tus pulmones, echa las costillas hacia afuera; imagínate que se trata de un día muy caluroso y que la ropa se te pega. Aparta, pues, la ropa de tus flancos. Bien; echa entonces las costillas hacia afuera de esa maner a y ya v erá s c óm o p ued e s insp ira r ca da v e z más y más aire. —Miró para verificar si el muchacho seguía puntualmente las instrucciones, y satisfecho de que así fuera, prosiguió—: Escucha los latidos de t u c or az ón; p or em pe zar, p ue s, haz q ue e l a ire p e ne t r e p or e s p a c i o d e c u a t r o la t id o s . V e r á s q u e e l cuerpo se expande durante el período de inspiración y que s e c ontra e al e s p irar. Deb e s e xa gerar ligera mente la natural expansión y contracción del tórax. — D e p r on t o , e l l a m a l e a d v ir t i ó c o n s e v e r i d a d — : ¡No, no, m uc ha c ho! ¡De ningún m od o! T ie ne s q ue mantener la boca < --cerrada mientras respiras. ¿O es q ue q u ie r e s t r a ga r t e a lguna m os c a ? —El p e q ue ño cerró la boca c on un sonoro c hasquid o—. El v erdad e r o f in d e e s t e e j e r c i c i o — c on t i n u ó e l la m a — e s h a c e r q u e e l a i r e p e n e t r e p o r l a s f o s a s n a s a l e s y circule por los espacios aéreos del cuerpo, para ser expelido nuev amente a trav és de las fosas nasales. Cuando quiera que respires por la boca te lo diré. Al principio, mientras no tengas mucha experiencia en esto, debes practicar durante quince minutos aproximadamente, e ir aumentando después hasta treinta. El m uc ha c ho se se nt ó y c om e nz ó a r e sp ir ar, e n ta nto q ue el lama lev antaba lentament e una mano para marcarle el ritmo correcto de la respiración. —Bien; por ahora ya es suficiente —díjole al fin—. Vamos a trabajar. Se p us o d e pie y se sac udió la arena del mant o, actit ud que imit ó el m ucha cho. Desp ué s asegurarse de que no se habían 105 inspe cc ionaron la caverna para LOBSANG RAMPA o lv id a d o d e n a d a , y j u nt o s d e s c e n d i e r on ha c ia e l v a lle p o r e l s e nd e r o, e n c uy o e xt r e m o e l la m a d isp us o a lguna s p iedr a s d e maner a q ue se ña las e n e l camino hacia la cueva. — V e a b u s c a r l o s p o n i es — d ij o , v o l v i é n d o s e a l muchacho. De mala gana, el acólito se alejó en busca de algún ra str o d e los ca ba llos y, a l ca b o, tr ep á nd os e a un gran peñasco, los divisó como a unos cuatrocientos metros. Cautelosamente se fue deslizando de roca en roca hasta llegar muy cerca de ellos. Advertidos, los caballos se miraron entre sí y luego miraron al joven a c ó l i t o ; p e r o, a m e d i d a q ue é s t e c a m i n a b a h a c i a ellos, los animales se alejaban exactamente al mismo compás. El muchacho cambió de dirección y procuró tomarlos de frente, pero los dos caballos, imperturb a b l e m e n t e , a c e l e r a r o n u n p o c o l a m a r c h a y s e mant uv ier on a la m ism a dis ta nc ia. A t od o e st o, e l pequeño ya se sentía bastante acalorado y jadeaba. E s o s cabía duda a l g u n a — t e nía n en animales la cara —para una él no e xpr e s ión c ínic am ent e s oc a rrona. Al fin, el jov en acólito ya no pudo más y regresó a donde el lama se hallaba aguardándolo. — ¡Ay, honorable lama! —se lamentó algo irritado por la frustración—. Esos caballos no se dejan agarrar. Se burlan de mí. E l la m a m ir ó a la p o b r e c r ia t ur a y u na s onr i s a juguetona se le insinuó en la comisura de los labios. —¿Conque es así? —inquirió tiernamente—. Veamos entonces si vienen por mí. Se ade lant ó y golp eó las manos. Los ponies , que ya se habían puesto a pastar nuevamente, levantaron la cabeza con las orejas bien enhiestas. El lama volv ió a golpe ar las ma nos y los llam ó. Ent once s, los caballos se miraron, volvieron la cabeza hacia el lama, se miraron de nuevo entre sí y comenzaron a 106 LA DECIMOTERCERA CANDELA trotar hacia él. Este fue a su encuentro, les dio unas p a l m a d i t a s y c o l o c ó s u e q u i p a j e s o b r e e l l o m o del más grande. El más pequeño de los ponies le echó una ojeada al joven acólito pero cuando éste quiso aproximársele se apartó; y así, al cabo de un momento, el muchacho se encontraba corriendo en pos del caballo, que h u í a en círculo. F a s t i d ia d o y a de la j u g a r r e t a , e l lama amonestó severamente al animal que al instante s e d e t uv o c on d o c ilid a d . E l m uc ha c ho a p r ov e c hó, e n t o n c e s , p a r a a c e r c á r s e l e y e c h a r l e s u f a r d o a l cuello, cuidándose muy bien de mantenerse a distancia de sus cascos. E l l a m a h i z o u n g e s t o c o n l a c a b e z a , m o n t ó a caballo y se quedó aguardando. El muchacho dio un salto excesivamente grande para tomar desprevenida a s u c a b a lga d ur a , p er o e l a nim a l hiz o un le v e m ov im ie nt o y e l c h iq u il l o p a s ó p or e n c i m a d e l l o m o y fue a aterrizar estrepitosamente en la arena. — ¡ A y, q u e r i d o, q ue r id o ! — s e l a m e nt ó e l la m a , suspirando resignadamente mientras se le acercaba—. Tod os los día s la misma his toria. Pero e s que t ene mos prisa... —Se inclinó para levantar al muchacho y lo depositó sin contemplaciones sobre el lomo del pony—. ¡Andando! —ordenó--. Ya hemos perdido bastante tiempo. Tenemos que apresurarnos, o perderemos otro día más. Am b os e q uinos s e e c har on a andar a la v e z, ev i tando las rocas. El lama marchaba un poco adelante, en tant o q ue el c hic o se esf orzaba por mante nerse d e t r á s d e é l, y, s i b ie n nunc a s e ha b ía d e s t a c a d o como buen jinete, cosa que jamás llegaría a ser, trataba de cabalgar lo mejor que podía. Mientras marchaban, el lama iba montado cómodamente erguido, descansado y tranquilo. El muchacho, en cambio, sobre su pequeño pon y, cabalgaba doblado como una bolsa de cebada, pero a diferencia 107 LOBSANG RAMPA de ésta, a medida que trascurría el tiempo se sentía más dolorido. Finalmente, después de tres o cuatro horas de marcha, el lama se detuvo. —Descansaremos un rato aquí —dijo—. Puedes desmontar. T od o c ua nt o t uv o q ue hac er e l jov e n a c ólit o f ue dejar de seguir suspendido de las crines del caballo y dejarse caer al suelo como un bulto informe. El caballo se apartó algunos pasos. 108 CAPITULO VI En los lind e s d el v a lle d e Lhas a, d ond e e l hollad o s e nder o de s c iend e y se int er na p r ofundam e nt e en dirección a las abrasadoras tierras bajas e incluso hacia la China, el lama y su joven acólito se echaron a d escansar en e l s ue lo de tierra firmemente a sen ta da. A p oc os me tr os d e d ist a nc ia , ma ne a d os , los caballos erraban en busca de matas de pasto. En lo alto, un enorme pájaro revoloteaba pesadamente en círculos, atrayendo las miradas no muy interesadas del muchacho, cuya verdadera preocupación eran los dolores y penurias que debía soportar cada vez que montaba a caballo. En aquellos momentos se hallaba e c h a d o b o c a abajo y de vez en cuando volvía la cabeza de un lado y de otro para contemplar el vuelo del ave. Al fin, amodorrado, se durmió. También en otras partes del mundo había gente descansando. En una fábrica de radios situada en la parte occidental del globo, los obreros se hallaban en uno de esos innumerables "descansos" que rompen la monotonía de la v ida de taller. De pronto, Rusty Nales, el carpintero, prorrumpió en carcajadas y arrojó de s pr ec ia t iv am e nt e al s ue lo un libr o f orra d o de azul. — E s t e t i p o d e b e d e e s t a r t o c a d o — v o c i f e r ó — . ¡Papanatas! ¡Qué cantidad de gente inconsciente se sale con la suya con los libros! 109 LOBSANG RAMPA —¿Qué te pasa, hombre? —preguntóle suavemente Isad ore Shutt, el jud ío more no, agac hánd os e para recoger el libro causante del disgusto. Rusty Nales escupió su desagrado y, secándose la boca con el dorso de la mano, exclamó: — ¡Ah! ¡Qué perfecta idiotez es todo eso! Iv án Aus t in, e l cam ioner o, le arre ba t ó e l libr o a Isadore Shutt y se puso a mirarlo. —Avivando la llama, por Lobsang Rampa —leyó, y luego e x c l a m ó c o n f a s t i d i o — : ¡ A h , é s t e ! P e r o , ¿habrá alguien que le crea? —preguntó sin dirigirse a nadie e n partic ular, y cont inuó—: ¡Este t ip o es un necio! ¡Eso es lo que es: un necio! Shirley May, la telefonista, montó en cólera. — ¡Es o es lo que t ú t e cre es! — prorrumpió fur iosa—. No tie nes cabeza para nada b ue no, ¡b ocaza! —Se encogió de hombros y miró con enojo al pobre Iván Austin. — ¡Cállate la boca, mocosa estúpida! —gritó éste, e x a s p e r a d o — . S i t ú t a m p o c o c r e e s e n e s t a s . . . estas... —v acilaba buscand o la palabra adecuada— estas mentiras. Este tipo es un... E n e s e m o m e nt o s e a b r i ó l a p u e r t a y e nt r ó m e neándose Candy Hayter, una de las mecanógrafas. — ¡Vaya manera de gritar la de ustedes! —observ ó— . P e r o y o s é q u e e s v e r d a d l o q ue d i c e n e s t os libros. Su autor ha sido acusado, juzgado y sentenciado por la prensa corrompida, sin que se le diera ninguna oportunidad para defenderse. Para ustedes, eso es periodismo; . y los incautos como ustedes son ta n e st úp id os — c lav ó la v is ta e n R ust y Na le s y e n Iv án Aust in— que cree n a pie junt illas t odo lo que dicen los diarios. ¡Bah! —Sí, señora; está bien —intervino Bill Collector, de la sección contaduría—. Pero oiga lo que escribe este a norma l. — B us c ó una pá gina de l libr o, lim p ió los anteojos y echó una mirada a su auditorio antes de 110 LA DECIMOTERCERA CANDELA com enzar a leer—: Avivand o l a l l a ma, p or Lob sang Rampa, página 23, último párrafo. Dice así: "Es perfectamente p o s i b l e h a c e r u n a p a r a t o q ue n o s p e r m it a c om unic a r nos p or t e lé f on o c on e l m und o astral. En realidad, esto ya se ha .hecho..." S u v o z s e e s f u m ó y p o r u n m o m e n t o h u b o u n silencio, quebrado al fin por Iván Austin para decir: ¿ V e n , l o q u e y o d i g o ? E s t á l o c o . . . E l t i p o debe de haber estado muy drogado cuando escribió eso. Ernest Truman, jefe del Departamento de Investigación, frunció los labios y se levantó para dirigirse a su oficina. Al cabo de un momento regresó con una revista abierta en una determinada página. A h o r a v o y a e n t r a r e n l a d i s c u s i ó n — d i j o — . E s c u c he n. Voy a le er le s algunos p as aje s d e una de la s revistas británicas más importantes. S e d e t u v o p a r a r e p a s a r la p á g i n a , p e r o e n e s e m om e n t o v olv i ó a a b r ir s e la p u e r t a y e nt r ó R . U. Crisp, gerente del establecimiento. ¿Qué pasa? —preguntó bruscamente—. ¿Creen u s t e d e s q u e l e s p a g o p a r a q u e s e l o p a s e n d e reunión? A v e r , ¡ m u é v a n s e , v a m o s , a t r a b a j a r ! ¡Ligero, váyanse, rápido! —Señor Crisp —arriesgó Ernest Truman—. Le pido un momento, señor, por el bien de la evolución del c onoc imie nt o téc nico c on la cual tal v ez te ngam os que enfrentarnos después. Quisiera leer a esta gente, y a usted, unos pocos párrafos. R. U. Crisp pensó un instante y al cabo tomó una decisión. Muy bien —dijo—. Sé de su formal voluntad de m a nt e ne r nos i nf or m a d os a t od os , d e m a ne r a q ue l l a m e a m i s e c r e t a r i a , A l i c e M a y C l i n g , p a r a q u e tome la versión de eso al pie de la letra. La secretaria Cling se hizo presente sin pérdida de tiempo, acompañada de Sherry Wines, la cantinera; y 111 LOBSANG RAMPA cuando Ernest Truenan comenzó a hablar, sus palabras suscitaron la más absoluta atención de los pres e nt e s. P or que, de s p ués d e t od o, s e le s e s tab a p agando por escuchar, lo cual era mucho más cómodo que armar aparatos de radio. — S e ha d e ni gr a d o y p ue s t o en t e la d e j u ic i o a l escritor Lobsang Rampa por atreverse a decir lo que, en realidad, constituye una posibilidad científica —pontificó—. Mucho es lo que se lo ha escarnecido por sus sugerencias y por sus exactas aseveraciones. Veamos. La gran revista británica de radio Wireless W o r l d , e n s u e d i c i ó n d e j u n i o d e 1 9 7 1 , t r a e u n artículo, en la página 312, cuyo título es "¿Comunicación electrónica con los muertos? " Voy a leerles algunos pasajes; pero, si desean leer todo el artículo, pued en c onsultar la publicac ión que les he dic ho. —Se detuvo un momento, atisbó por encima de sus anteojos, se pasó el pañuelo por la nariz y se aclaró la garganta. Luego comenzó a leer—: Los comentarios de Free Gr id acerca de las ondas IP m o d i f i c a d a s (v é a s e p á g i n a 2 1 2 d e l n ú m e r o d e a b r i l ) , m e hicieron recordar un curioso episodio que me sucedió ha c e a lg u n o s a ñ o s y p a r a e l c ua l n un c a he p od id o ha l la r una explicación racional. Cuando tenía catorce años apro- ximadamente, encontré abandonado en un desván un viejo r e c e p t o r d e r a d i o d e a q u e l l o s q u e e n l o s a ñ o s v e i n t e s e conocían, según me parece, con el nombre de "det-2 1.f.". ( . . . ) Ar r e g l é , p u e s , a q u e l l a p ie z a d e m u s e o y, q u e r i e n d o a v e r i g u a r s u c a p a c i d a d D X , t o m é p o r c o s t u m b r e , d u rant e la s v a ca c ione s e sc olare s, p oner e l d es p ert ad or para q u e sonara a las dos de la mañana y buscar estaciones radiofónicas estadounidenses para escucharlas con los auriculares. Y a h o r a v i e n e l o e x t r a o r d i na r i o . E n d o s o t r e s o p o r t u nid a d e s , e n e l la p s o d e v a r ias s e m a na s , e n lo s m om e nt os e n q ue ya hab ía re t ira d o la b ob ina r em p laza b le de la a nte na para cambiar de longit ud de onda (lo c ual s ignifica que 112 LA DECIMOTERCERA CANDELA v e z ; p e r o r e c ue r d o q ue m e q ue d é e s p e r a nd o a lr e d e d or d e una h or a p a r a t r a t ar d e oír a lgo m á s , s i n c ons e gu ir lo. L a mayor ía de las emisoras eur opeas hacía ya rato que habían dejado de trasmitir, y yo estaba lejos de las radiodifusoras comerciales de gran potencia y tampoco había aficionados que operasen en el área. Ya m e había olv idado de todo aquello, cuando m e lo hizo recor dar la hipótesis de Free Gird. Después, de la manera inopinada en que siempre suceden las cosas, di con un libro de publicación reciente, titulado Breakthrough, que muy esp ec ialme nte les rec omie nd o. Su a utor s ost ie ne q ue, s i s e c onec ta u n gra ba d or ma gne t of ónic o d e los comunes y se lo deja andar solo, al pasar la cinta p ue d e a dv ert ir s e q ue re pr od uc e v oce s pr ov e nie nt es d e lo s muertos. Y, ahora, unas pocas palabras que impresionan más que e l "espiritism o", cuya sola m ención levanta vehementes op i n i on e s e n f a v or y e n c on t r a . De m a n e r a q ue , s i u s t e d e stá e n c ontra y p ie ns a: "P e ro, ¡t odav ía m ás s up er cher ía s s ob r e v i b r a c i o n e s y e c t op la s m a ! " , l e p id o q ue s e s of r e ne y me tenga paciencia unos minutos más. Yo, personalmente, por el momento soy neutral. Sólo sé lo que he leído. El doctor Raudive, su autor, no se de d ica a la e lec tr ónica, per o apar e nt em e nte ha re gis tra d o alreded or de set enta y d os mil de esas v oce s, de las cua les s e ha t r a s la d a d o a l d is c o u n a se le c c i ón q ue s e e nc ue nt r a en venta. Lo que es más im portante aún desde nuestr o punto de vista, es que ha reunido una gran cantidad de op in ion e s im p a r c ia le s , inc lu s o la s d e f ís ic os e in ge n ie r o s e le c tr ónic os d e pr imer a línea , t od os los c ua le s c orr ob or a n la a f ir m a c i ó n d e q u e la s v o c e s a p a r e c e n v e r d a d e r a m e nt e en la c inta, a pesar de que no tod os ellos está n se gur os d e que prov engan de los muertos. Nadie es capaz de formula r ning una t e or ía q ue p e r m it a c onc ilia r la s le yes na t ura le s c onoc ida s c on e st e fe nóm eno . Los inge nier os e lec tr ónic os h a n s o m e t i d o a e x p e r im e n t a c i ó n e s t a m i s t e r i o s a p r o d u c c ión d e v oc e s , p or m e d io d e s us e q uip os e s p e c ia l e s , y la s han hec ho más not orias c on div ersos circ uitos cread os p or e llos (e n es t e libr o s e pr op or c iona n los gr áf ic os c orre s p on dientes), los cuales son más adelantados respecto del aparato original d e Raudiv e. Entre parénte sis, se d ice que e l video tape p od r ía s er uno d e los m e d ios , p a r a lle v ar a cabo futuras tareas de perfeccionamiento. (...) En cuanto a las voces en sí, se dice que "mencionan su propia identidad, que nos nombran y nos dicen 113 LOBSANG RAMPA c osa s c oher e nt e s (o q ue, a v e ce s, nos d es c onc ie rta n); s on voces que no se originan acústicamente, y los nombres que da n c orr e sp ond e n a p ers ona s q ue sa b em os q ue ya no están en el m und o d e los v iv os. Las v oc es se hallln en una c i n t a q ue s e p u e d e o ír y q u e c ua lq u i e r a p u e d e e s c uc ha r . Los físicos no aciertan a explicar el fenómeno; y, en cuanto a los ps ic ólogos, tampoc o ést os logran dar ninguna exp licación. Las pr uebas c ie ntíficas han d emos trado (en la j a u l a d e F a r a d a y , p or e j e m p l o ) q u e t a l e s v o c e s s e p r o d u cen fuera del experim entador y que no se relacionan ni con la autosugestión ni con la telepatía. También han e s t ud ia d o e l f e n óm e n o l os f i l ó l og o s , q u ie n e s ha n t e s t i m o nia d o q ue s i b ie n s on a ud ib l e s y s e e nt ie nd e n, las voces no se producen por medios acústicos, tienen el doble de la rapidez de la palabra humana y son de un ritmo peculiar idéntico en los setenta y dos mil ejemplos examinados hasta ahora". (El subrayado es mío). Parece, tambié n, que las fras es tie ne n un est ilo te le grá f ic o y q u e , c u a n d o e l e xp e r i m e n t a d or d om i na v a r io s i d i o mas, e l le ngua je es a v e ce s p oliglot o — una p alabr a p ue d e ser en sueco, la siguiente en alemán, la otra en inglés, et c ét er a. C om o los m ensa je s s e pr op one n e ma nar d e f ue nte s f ís ica s c onv e nciona le s, el ace nt o par e c e p oners e en e l reconocimiento de los amigos y familiares desaparecidos. La honestidad del libro par ece incuestionable, y sus ca s i c ie n pá gina s d e a p énd ic e s pr op or c iona n m uc hos d et a ll e s t é c n ic o s d e l a p a r a t o u t i li z a d o a s í c om o la s h ip ót e s i s referentes a la causa del fenómeno. (. . . ) Ent r e é s t a s últ im a s no f a lt a n la s t e or ía s f und a d a s en la relatividad y en la antimateria. (...) Una cosa es indudable, y es que el pr oblema del or ige n d e e s a s " v oc e s " e s t á p id ie nd o a gr it os q ue s e i nv e s t igue . Y o s é , c om o us t e d e s , q ue t od o e s t o s ue na a im p os ible. ¿Cómo puede ser que de un micrófono mudo surjan palabras? Sin embargo, no nos olvidemos que, en 1901, era teóricamente imposible que las ondas radiales pudieran atrav esar el Atlánt ic o, pues nadie sabía de la e xiste nc ia de la i o n os f e r a . E s t o p e r m i t e a f ir m a r q u e , in d ud a b l e m e nt e , hay una cant idad de cosas re lativ as a la el ectr ónica, s obre las cuales no sabemos nada hasta el presente. Ernest Truman concluyó de leer; cerró despaciosamente la revista, se quitó los anteojos y se enjugó el rostro con un gran pañuelo blanco. Luego se caló de 114 LA DECIMOTERCERA CANDELA nuevo sus anteojos y miró en torno para observar el efecto que había causado su lectura. Por un momento, en todos aquellos rostros que lo r od ea ba n s e p ud o adv er t ir una e xpr es ión at ónit a. I v á n A u s t i n s e h a b í a q u e d a d o d e p i e c o n l a b o c a abierta, y Alice May Cling estaba colgada del brazo de su amiga. En cuanto a Rusty Nales, respiró prof u n d a m e n t e y d e j ó e s c a p a r u n a e x p r e s i ó n d e asombro: — ¡Caray! ¿Qué les parece? Eva Brick, la muchacha empaquetadora de válvulas, se volvió hacia su amiga Ivy Covrd y sonriendo con suficiencia le dijo: — ¡Vaya, v aya! Así q ue una v e z más Lobsang Rampa ha d e m o s t r a d o q u e t i e n e r a z ó n . . . ¡ C ó m o me alegra! - Empero, la última palabra fue de. R. U. Crisp. — ¡A trabajar, señores, ya se han divertido bastant e ! ¡A trabajar! ¡Esto cues ta dinero! Y así, de uno y de dos, el personal se dirigió a sus tar ea s lo m ás le nta me nt e p osib le, c om e nt and o en forma atropellada todo lo referente al tema. En los lindes del valle de Lhasa, donde el sendero desciende hacia las tierras bajas y donde el lama y su acólito se incorporaban ya para prepararse a continuar su travesía en los reluctantes ponies, el descanso había llegado también a su fin. Una vez m of á nd os e más los caballos e v id e nt e m e nt e de se él apartaron y del muchac ho, m a nt e nié n d o s e a una d i s t a n c i a j u s t a , p r e c i s a , p a r a q u e n o pudiese alcanzarlos, y eludiendo hasta sus más enérgicas arremetidas para sujetarlos. Al fin, el lama tuvo q ue ad e la nt ars e nuev am e nte y e nt onc e s los pon ies fueron 'mansamente a su encuentro. Luego, ambos 115 LOBSANG RAMPA tomaron sus bultos, montaron y se echaron a andar camino abajo. Detrás del lama., que marchaba a la cabeza, y a más o menos cincuenta metros de distancia, iba el acólito cuyo pony, afortunadamente, seguía por su propia voluntad a su congénere, porque él no ejercía casi ningún control sobre su cabalgadura. El camino, que se internaba entre elevadas rocas y en las profundidades de inmensos precipicios, los iba acercand o gr ad ualme nt e a l R ío F eliz. En es e p unt o, e l r ío recibe el nombre de Yaluzangbujiang; pero, después de abandonar el Tíbet y de describir una curva muy cerrada en forma de horquilla entre las montañas, se trasforma en el caudalos o Brahmaputra —cuyo v olumen y fuerza aumentan hasta que va a precipitarse en la Bahía de Bengala—, que constituye uno de los m á s im p or t a nt e s r íos d e la I nd ia . P or e l m om e nt o era e l río f e liz, c on s us tr e s v ert ie nte s en e l T íbe t, todas ellas reunidas en Lhasa —en el valle de Lhasa—, y alimentado por incontables corrientes tributarias dentro del mismo valle. Innúmeros manantiales brotab a n a l p ie d e la M ont a ña d e Hie r r o y d e l P ot a la y formaban el Lago del Templo de la Serpiente, el Lago de los Sauces y los fangales, para ir a desaguar suavemente en e l Río F eliz. Allí, en los dec liv es q ue c ontinúan al valle de Lhasa, el río se tornaba más ancho y torrentoso. Durante tres, o tal -vez cuatro días, el lama y su acólito continuaron la marcha. En aquellas comarcas, d ond e e l t ie m p o c a r e c e d e im p or t a nc ia , d ond e no hay r e loje s ni nad a q ue s e ña le e l tra sc urr ir de los d ía s y los m e se s, sa lv o la t ra yec t or ia d e l Sol y la s fases de la Luna, uno pierde la cuenta de los días. De las elevadas mesetas descendieron a las tierras bajas, donde el rododendro alcanza grandes dimensiones y a v eces lle ga a tener una alt ura de s iet e a nueve metros; y donde las flores —cada una de ellas 116 LA DECIMOTERCERA CANDELA del tamaño de un repollo— forman un tapiz de exultantes colores. El lugar estaba poblado, también, de gran div ersidad de plantas y árboles. La atmósfera e r a d e n s a , b r u m o s a , c á l i d a , d e b i d o a q u e e l a i r e quedaba encerrado en un desfiladero rocoso, en una p r of und a gr ie t a . P or un la d o s e ha lla b a un f r e nt e rocoso y, por el otro, a mano derecha, se precipitaba e l r ío, bram a nd o y rugie nd o e n las a bra s y d es p lomándose una y otra vez desde una altura de treinta metros, sobre picos rocosos, para luego continuar volcándose, más abajo, en profundas hoyas. M u c h a s v e c e s , e l l a m a y s u a c ó l i t o t e n í a n q u e cruzar y recruzar el río por precarios puentes construidos con maderos suspendidos de bejucos o largos t a llos d e p la nt a s t r e p a d o r a s, t a llos e s t os q ue s on flexibles como la maroma y fuertes como la madera; y c a d a v e z q ue e s t o oc ur r ía t e nía n q ue v e nd a r los ojos a los ponies y conducirlos cuidadosamente por a q ue ll os p ue nt e s , p ue s d e ot r a m a ne r a no ha b r ía habid o pon y ni caballo alguno que se hub ie se atre vido a atravesar tan riesgosas estructuras. Al c r uzar uno de es os p u e nt e s, el jov e n a c ólit o, que marchaba tambaleándose y frotándose quejosamente las nalgas, se dolió: — ¡Ay, honorable lama ! De sp ués de cabalgar durante todos estos días, comprendo perfectamente por q ué l os m e r c a d e r e s q ue v a n y v ue lv e n d e la I nd ia tienen ese modo tan peculiar de andar. Finalmente, al cabo de tres o cuatro días más, con sus reservas de alcacer exhaustas y padeciendo los t orment os de l ha mbre, alcanzaron a d iv isar un pe q ue ñ o la m a s t e r io e n c la v a d o e n lo p r of und o d e un valle. A sus espaldas, una cascada vertía sus aguas de sd e una e s carp a, la s c uale s pa sa ba n a l la d o d e aquel pequeño lamasterio en su impetuoso y prolongado curso én dirección a la Bahía de Bengala. 117 LOBSANG RAMPA A la entrada del lamasterio se hallaban reunidos unos cincuenta o sesenta monjes que miraban hacia arriba con las manos puestas sobre los ojos, a modo de v isera, para protegerse del sol, y, cuando la alta f i gu r a d e l la m a e s t uv o a l a lc a nc e d e s u v is t a , pr orrumpieron en expresiones de bienvenida mientras el abad corría hacia él gritando de alegría. Inmediatamente, los monjes sujetaron a los ponies y ayudaron a desmontar al lama y al acólito. El j ov e n a c ól it o c om e nz ó a r e c om p one r s e e n s e guida, porq ue ¿acas o no era él uno de los acólit os del Potala, de la Sagrada Lhasa? ¿No pertenecía a la flor ac om pa ña ba, a ca s o, al instrucciones a lamasterio? ese y na ta de la é lit e ? ¿N o Venerable Gran Lama para impartir Era natural, entonces, que mereciese e l m a y o r r e s p e t o , q u e f u e s e a c r e e d o r d e l r e s p e t o debido a un lama en cierne, cuando menos. Por eso se componía y se pavoneaba, hasta que de pronto se acordó de que tenía hambre. En esos momentos, el abad se encontraba conversando animadamente con el lama —con aquel lama que venía del centro principal de estudios lamaístasy de improviso se lanzaron como impulsados por un resorte hacia el lamasterio, donde ya se había preparado té y ts a mp a calie nt es. Allí se ha llaba e l jov en acólito, que había tomado un gran sorbo y se sentía m or ir , t os ie nd o, b a lb uc e a nd o y s a lp ic a nd o t é p or todas partes. — ¡Ay, venerable lama! —exclamó aterrorizado—. ¡Rápido, auxílieme! El lama fue hacia él rápidamente y le dijo: — N o t e nga s m ie d o, q ue no e s na d a . P ie ns a q ue aquí estamos en un lugar mucho más bajo y que la temperatura del té es por eso más elevada. Ya te he e xp li c a d o q ue e l p unt o d e e b ulli c ió n d e l a gua , e n Lhas a, es t ib io c om para d o c on e l de aq uí; p or e s o hay que esperar un poco y no beber con tanto apre- 118 LA DECIMOTERCERA CANDELA suramiento. A ver, pruébalo de nuevo, que ya ha de haber bajado la temperatura. —Dicho esto, el lama r et or nó s onr ie nt e a s u c onv er sa c ión c on e l a bad y con algunos de los lamas del lugar. El acólito, que todavía se sentía algo atolondrado, lev ant ó recelosame nte el taz ón y c on tod o c uidad o bebió un sorbo de té. La infusión, por cierto, estaba todavía caliente, y más para el muchacho que en su v i d a ha b ía p r o b a d o na d a a t a n a lt a t e m p e r a t ur a , pero aun así era deliciosa. Después, la atención del c h i c o s e s i nt i ó a t r a íd a p or e l ts a mp a , p u e s e r a la primera vez que lo comía caliente. Ma s, ya lle ga ba el c la ngor d e la s tr omp e ta s y e l r e s onar d e la s cara c ola s. P or la p uer ta de l te mp lo em ergía n nubes de hum o de incienso y d esd e muy c er ca se oía el grav e r um or de la s v oc e s la ma ís ta s que se ñalaban el com ie nzo del of icio v espertino, a cargo de monjes y lamas, y al cual se disponían ya a asistir el Gran Lama y su acólito. E s a n o c he s e ha b l ó m u c ho. Se ha b l ó d e l o q u e s uc e día e n Lhas a, d e lo q ue los m er cad er e s pr oc e dentes de la India contaban a los lamas acerca de los monjes, y así la conversación de los lamas y acólitos a l c a n z ó animación en aquel pequeño lamasterio. Además, se contaron sucesos referentes a los cultiv a d or e s d e t é d e As s a m , e p i s od i os t o c a nt e s a l os mercaderes de Bhutan y, por supuesto, las inevitables hist or ias a ce rc a d e los c hinos y s us v ile za s, d e s u perfidia, y de que, con el correr de los años, habrían de invadir aquellas tierras. La conversación, pues, se tor naba interminable. En ese lugar, el sol se ponía temprano y la más profunda oscuridad cubría aquella negra hondonada del valle. La noche, en el lugar, no era tan silenciosa, con los pájaros y demás animales que con mayor profusión que en las inmediaciones de Lhasa lo habitaban. 119 LOBSANG RAMPA Allí, como las tierras eran bajas, al joven acólito le costaba trabajo respirar debido a la atmósfera demasiado húmeda, excesivamente densa. Le parecía que el aire lo ahogaba y andaba de un lado a otro, desvelado, pues le resultaba totalmente imposible dormir entre las cuatro paredes del dormitorio colectivo de los monjes. Fuera, al aire libre, se sentía el exquisito aroma de la s f lor e s que f lot a b a e n la f r ía b r is a d e la noc he . Los animales hacían oír sus reclamos, y las aves nocturnas pasaban batiendo sus alas, negras sombras en la oscuridad del cielo. A su izquierda, el Río Feliz se precipitaba sobre una saliente rocosa esparciendo su espuma blanca y bajaba impet u o s o y a r r a s trando pedruscos y guijarros en su alocada carrera en dirección al mar. El chiquillo, sentado en una roca a un la d o d e la c a s c a d a, p e ns a b a e n tod o c ua nt o le había sucedido, en su vida en Chakpori, en el Potala, y en que ahora, al día siguiente, tendría que seguir las clases de respiración que le daría su amado lama. Repentinamente, la noche se tornó aún más oscura y el viento sopló gélido, produciendo la impresión de penetrar hasta los huesos debido a su humedad. E l p e q u e ñ o s e l e v a n t ó t i r i t a n d o y a t o d a p r i s a s e dirigió al lamasterio para ir a dormir. L a luz d e l d ía d e m or a b a m uc ho m á s e n ll e ga r a aquel lamasterio diminuto oculto en el abrigado valle r od ead o p or t oda s par te s d e e norm es r oca s d e nsa mente cubiertas de vegetación subtropical (debido a que, por lo compacto de la atmósfera, la temperatur a s ub e r á p id a m e nt e ), d a d o q ue l os r a yos s ol a r e s eran interceptados casi hasta promediar la mañana, p or lo cua l t od o p e r m a ne c ía e n p e num b r a e n una vaporosa lobreguez. En lo alto, el cielo era de una diáfana luminiscenc ia c on e l a d v e nim ie nt o d e l n ue v o d ía . Y a ha b ía n dejado de brillar las estrellas y los rayos de la luna. 120 LA DECIMOTERCERA CANDELA T od o er a c larida d, pe r o t odav ía, e n a q ue l v a lle, e l joven acólito se sentía realidad oprimido, ocurría. sofocado, Se l e v a nt ó pletórico y sa lió de del aire... como d orm it orio en para dirigir s e a l de s cam pa d o, hacia lo que para él era la pálida luz del día. Palidez que se filtraba a trav és de la bruma o de la niebla. Palidez acentuada por el rocío que, debido a la oscuridad, carecía de iridiscencia. El jov en acólito se sintió s olo en medio de aquel m u n d o s um i d o e n e l s u e ñ o, y p e n s ó l o p e r e z os o s que eran en ese tranquilo remanso de la fe. Buscó, pues, un sitio donde sentarse a la vera de la cascada, y se hundió en sus meditaciones acerca de algunas d e las c osas que había aprend id o e n el Potala y en Chakpori, de las cosas que sabía respecto de la respiración. Y, como también pensaba que ese día iba a aprender más aún sobre el particular, resolvió hacer en esos momentos algunos ejercicios. Sentóse en posición erguida, con la columna vertebral derecha, y comenzó a aspirar y espirar profund a m e n t e u na v e z t r a s ot r a . Y l o h iz o c o n a h ín c o, con v erdadero ahínco. Pero súbitamente sintió que se le iba el alma del cuerpo y experimentó una sensación s umament e partic ular. Cuand o recup eró la noción de las cosas se halló tendido en el suelo y vio al Gran Lama agachado a su lado. — ¡Hij o! — d e c ía la v oz d e l la m a — . ¿T e ha s olv i dado de todo cuanto te he dicho? Aquí, recuérdalo bien, el aire es más fuerte que aquél a que tú estás acostumbrado. ¿No ves que has estado ejercitándote en este ámbito y tú mismo te has embriagado por el exceso de oxígeno? L u e g o l e r o c i ó l a c a r a y l a c a b e z a r a p a d a , y e l chico se estremeció espantado. Y a t e h e a d v e r t i d o — p r o s i g u i ó e l l a m a — q u e n o hay q ue e xt r e m a r la r e s p ir a c ión p r of und a a l p r in cipio. Aunque te parezca bueno no la exageres Y 121 LOBSANG RAMPA p or a ña d i d ur a , t ú lo ha s he c h o a s p ir a n d o a t od o p ulmón este aire tan fuerte... Te he v isto desde la ventana. Tus pulmones se expandían y se contraían c omo fuelles... Pero he llegad o jus to a tiemp o, por que, de no ser así, te hubieras desbarrancado y ya no habría tenido a nadie para divertir a los ponies. . . Ven; ponte de pie y volvamos al lamasterio. Inclinándose, el lama ayudó al muchacho a levantarse y juntos se encaminaron hacia el templo, donde y a s e h a b í a p r e p a r a d o t é y t s a m p a . A l v e r l o s , e l chico se sintió infinitamente mejor; pero cobró aún más ánimo al advertir que había otras cosas, algo así como unos frutos que para él eran desconocidos. — ¡Oh! —comentó con otro mozo próximo a él—. En L ha s a n o t e ne m os na d a d e e s t o. Sólo h a y t é y tsampa, y nada más. El muchacho sonrió y repuso: — ¡Oh! Aq uí no lo pa sa m os ta n m al. —Y a gr e gó c on c ier ta afe ct ac ión—: T ú s ab e s: a q uí v ie ne n los campesinos a solicitar nuestros servicios. Nosotros v amos, e c ha m os una o d os be nd icione s y nos da n frutas y hortalizas. Con esto se hace más llevadero el eterno ts amp a. A mí, personalmente, me gusta más estar aquí que en Lhasa. La vida es mucho más tranquila. Se sentaron en el suelo con las piernas cruzadas, frente a unas mesas bajas, y se sirvieron té y tsampa en tazones. Por un rato todo fue silencio, interrumpido s olame nte por la v oz de un Lect or que, desde un sitial elevado desde el cual se dominaba todo el recinto del comedor, solía leer los Libros Sagrados durante las com idas p or c onsiderarse c onv enie nte que los monjes no prestasen demasiada atención a las viandas. —Ten cuidado cuando comas esas frutas —le dijo por lo bajo al jov en acólito el muchacho con quien a n t e s aquél—. Porque, si comes 122 había hablado LA DECIMOTERCERA CANDELA mucha, ya verás lo que sentirás por dentro. Cuando se las come, no se siente nada, pero después vienen las consecuencias. — ¡Ay! —exclamó el pequeño acólito sintiéndose d e s f a l l e c e r — . ¡ A b u e n a h o r a ! Y a m e h e c o m i d o c inc o. Ahora, que me lo d ices, me sie nto algo raro por dentro. Su int er loc ut or s e rió y . t om ó otra fr uta. Al fin, todos concluyeron de comer y el lector suspendió la lectura. Luego, el abad se incorporó y anunció que, e n esa oportunidad, el H o n o r a b l e G r a n L a m a d e Lhasa, del Santuario de los Santuarios, el Potala, se había trasladado hasta allí especialmente para dictar cursos sobre la respiración y la salud, y que quienquiera que tuviese algún problema de salud quedaba invitado a conversar posteriormente con él sobre el particular. Inmediatamente, todos se levantaron y se t r a s l a d a r o n a l t e m p l o p r o p ia m e n t e d i c h o , d on d e había más espacio. Una vez allí, el lama los invitó a que se sentaran c óm odament e. L os niños s e s it uaron de lante, má s a t r á s l o s m o n j e s j ó v e n e s y p o r ú l t i m o l o s l a m a s , Iodos sentados en perfectas hileras. El lama comenzó por dar algunas someras instrucciones y después expresó: — D e b o r e c a l c a r , u n a v e z m á s , q u e d e n i n g ú n modo es imprescindible que os sentéis en la posición d e l loto ni en n i n g u n a o t r a q u e n o s e a c ó m o d a . Siempre debéis sentaros de la manera más agradable, en una posición en que vuestra columna vertebral se halle derecha, porque solamente así es posible obtener el máxim o de be neficios. Recordad, asim ismo, que durante el día hay que sentarse con las palmas de la mano vueltas hacia arriba para poder absorber la benéfica influencia del sol; pero que, cuando los ejercicios se hacen después de la puesta del sol, hay que poner las palmas hacia abajo, porque en ese 123 LOBSANG RAMPA moment o estamos bajo la influencia d e la luna. Y, ahora, permítaseme repetir que es preciso tomar el pulso. Para ello debéis colocar vuestros dedos sobre la muñeca izquierda, para llevar la cuenta de las pulsaciones y así poder determinar el tiempo en que se debe a spirar y esp irar. El promedio d ebe ser: uno, dos, tres, cuatro (para la aspiración); uno, dos, tres, cuatro (para la espiración). Repetidlo en voz alta seis o siete veces hasta que vuestra verdadera pulsación se os grabe perfectamente e n la me nte, de modo q ue, aun cuando no os toméis el pulso, podáis percibir el r it m o d e v ue s t r os la t id os . Es t o os l le v a r á a lgunos días de práctica, pero después veréis que os es posible llevar la cuenta de vuestro pulso a través de una vibración interna del cuerpo, sin necesidad de tener q u e t o m a r l o n u n c a m á s . L o " p r i m e r o d e t o d o e s aspirar, siempre, por supuesto, con la boca cerrada. A s p i r a d p r o f u n d a m e n t e m i e n t r a s c o n t á i s h a s t a cuatro, pero es de vital importancia que inspiréis con toda suavidad y no a borbotones. Los principiantes t i e nd e n a a s p ir a r a l c ont a r c ua t r o, y e s o e s p e r ju d i c i a l ; s e d e b e r e s p i r a r s u a v e m e n t e m i e n t r a s s e cuenta mentalmente hasta cuatro. Así, una vez que hayáis contado hasta cuatro tendréis vuestros pulmones llenos; lue go deb éis e xhalar contand o también cuatro pulsaciones. Haced esto durante un tiempo y a l c a b o d e v a r i os d ía s e s t a r é is e n c on d ic i o ne s d e absorber aire per espacio de más de cuatro pulsos, quizá durante seis u ocho. Pero nunca debéis esforzaron. Hacedlo siempre de manera que esté perfectamente dentro de vuestras posibilidades. El lama miró en torno y pasó revista a los niños, m o nje s y la m a s q ue s e ha lla b a n s e nt a d os c on la s palmas de las manos hacia arriba y respirando según e l ritm o de ca da uno. Mov ió la ca be za en s igno d e aprobación y levantó una mano para que todos interr,umpieran el ejercicio. 124 LA DECIMOTERCERA CANDELA —Ahora —dijo— pasaremos a la segunda etapa, en l a cual h a r é i s e x a c t a m e n t e l o m i s m o q u e h a b é i s v e n id o ha c i e n d o ha s t a e s t e m om e nt o, p e r o c o nt e nie ndo la resp iración de sp ués de haber inspirad o. Primero, entonces, aspiramos durante cuatro pulsaciones. Luego retenemos el aire por espacio de dos latidos, y después lo expelemos durante otros cuatro. El propósito de este ejercicio especial, de esta forma particular de respirar, es el de purificar la sangre. Sirv e ta mb ién para p erf e c c ionar e l b ue n func iona m ie nt o d e l e s t óm a go y d e l h íga d o, y c ua nd o s e l o lleva a cabo correctamente fortalece el sistema nerv ios o. T e ned pre s e nt e, tam b ié n, q ue nos ot r os par timos de una base: cuatro, dos, cuatro. Empero, ésta representa sólo un promedio, de suerte que no tenéis por qué ser esclavos de ella. Bien puede ser que vuestro promedio sea de seis, tres, seis, o de cinco, tres, cinco. Este debe ser exactamente el más adecuado y el que menos esfuerzo os exija. Se detuvo y observó a los concurrentes, los cuales, según las instrucciones, realizaban ya diez, ya veinte o veinticinco veces el ejercicio. Después, aprobó nuevamente con un gesto y volvió a levantar una mano. —Bien; avancemos un paso más. He. visto que, particularmente entre los jóvenes, hay quienes adoptan post uras inadec uadas. Se trata de jóv enes y niños que caminan encorvados. Pues bien, eso es perjudicial para la salud. Al caminar debéis seguir vuestro ritmo de pulsaciones y de respiración. Practiquemos de esta manera: primero debéis estar de pie, en posición erecta, sin inc linaros hacia ad elante ni tam p oc o e c ha r os ha c ia atrás, es d e c ir , e r guid o s , c on v u e s t r o s p i e s j u n t o s y l a c o l u m n a d e r e c h a . Ante todo, esp irad cuanto podáis, expulsando t od os los v e s t i gi o s d e a ir e d e l o s p u lm o ne s . E n s e g u id a c o menzad a caminar y, al mismo tiempo, aspirad muy profundamente. No tiene importancia que comencéis 125 LOBSANG RAMPA con e l p ie izquierd o o c on el derec ho; p ero, e so s í, tenéis que ins pirar en forma v erdaderamente muy pr ofunda. A la v ez, llev ad un pas o le nto y rítmic o. Debéis marchar al compás de los latidos de vuestro corazón. Tenéis que aspirar durante cuatro latidos, de modo que en ese lapso, pues, daréis cuatro pasos. Pero luego tendréis que dar cuatro pasos más durante los c uatr o la t id os q ue d ema nda e xha la r el a ir e. Haced esto en seis serles consecutivas de cuatro, pero recordad con sumo cuidado que vuestra respiración de b e s er a b s olut a me nte par e ja, q ue no d e b e v er if ic a r s e a l c om p á s d e l os p a s os ; e s d e c ir , no d e b é is bombear el aire en cuatro etapas o pasos según vais marchando, sino que debéis inspirar de la manera más uniforme que os sea posible. Viendo a los niños, monjes y lamas moverse de un lado a otro mientras 'realizaban los ejercicios respiratorios, el Gran Lama de Lhasa tuvo que contenerse para no dejar traslucir la sonrisa de íntimo regocijo que aquello le provocaba. En cambio, complacido de que lo hicieran bien, prosiguió: —Recordemos ahora que hay muchos sistemas de respiración y que, según sea la tarea específica que se deba realizar, hay una manera de respirar que nos permite llevarla a cabo, porque respirar es algo más que lle nar de aire los pulm ones. La respirac ión c o rrecta nos vivifica y tonifica auténticamente nuestros ór ganos. La forma de respirar que hem os v ist o, se c on oc e c om o s is t e m a de r e s p ir a c ión c om p le t o. Se trata de un sistema que purifica la sangre y que es bueno para el estómago y otros órganos. También es apr op iad o par a c urar los r esf ríos. — Se d et uv o un m o m e n t o y m i r ó a l o s q u e s o r b í a n p o r l a n a r i z . Luego continuó—: En estas tierras bajas del Tíbet, los resfríos son habituales, y no parece que se haya hecho nada por evitarlos. Si correctamente el sistema de respiración que acabo de enseñaros, 126 seguís LA DECIMOTERCERA CANDELA podréis curaros los resfríos. Ahora veamos otro sistema con el cual es posible llegar a contener la respiración durante más tiempo que el normal. Sentaos, p or fav or, c on la c olum na v er te bra l der e c ha, per o dejad el resto del cuerpo relajado. —Esperó unos instantes a que los circunstantes se acomodaran nuevamente, arreglasen sus mantos y se sentaran con las palmas de las manos hacia arriba, y luego explicó—: Ante todo, debéis realizar una inspiración completa, es decir, lo mismo que hemos venido haciendo hasta ahora. Luego retened el aire cuanto os sea posible, pero sin esforzaros. Hecho esto, expulsado enérgicamente el aire por la boca como si tuviese mal gusto, como si deseaseis expelerlo con todas las fuerzas de que sois capaces. Probemos otra vez: primero inspiráis durante cuatro latidos; luego retenéis el aire que acabáis de inspirar durante todo el tiempo posible, pero sin que eso os cause molestia alguna; y, finalmente, expeléis el aire con la mayor fuerza posible a través de la boca. Ya veréis que, luego de hacer esto varias veces, vuestra salud mejora notablemente. De t úv os e de n ue v o para v e r if ic ar q ue s us d is c í pulos realizaran correctamente los ejercicios, y, al advertir que un hombre mayor se iba poniendo azulado, se apresuró a indicarle: —No, hermano; os habéis esforzado excesivamente. Estos ejercicios deben hacerse en forma natural? tranq uila . N o ha y q ue e je r c e r v iole nc ia ni d e b e n r e a lizarse esfuerzos. Respirar es algo natural, de manera que, si nos esforzamos o ejercemos violencia, nada bueno sacaremos de esta forma de respiración. Vos, hermano, estáis siguiendo un ritmo equivocado. Os e s t á is e s f or z a nd o p or a s pir a r m á s a ir e q ue e l q ue p u e d e n c o n t e n e r l o s p u l m o n e s d e l a s personas mayores. Tened violencia, y os sentiréis mejor. 127 cuidado, hacedlo tranquilamente, sin LOBSANG RAMPA A l f i n, d e s p u é s q u e l os n iñ o s , l os m o n je s y l o s lamas hicieron durante aquella mañana sus ejercicios r e sp ira t or ios, pa ra d e lic ia de l jov en a c ólit o la s le c c i o ne s l l e ga r o n a s u t é r m i n o y, t a n t o é l c om o l os d e m á s , q u e d a r o n e n l i b e r t a d p a r a s a l i r a c a m p o abierto, donde ya el sol del mediodía se derramaba sobre el v alle disipand o las tiniebla s, aun c uand o, también, aumentando desdichadamente el calor. Los insect os zumba ban ob stinadam ente en t orno, ob ligando al infeliz acólito, que no estaba acostumbrado a ellos, a saltar y saltar continuamente para eludir los ataques que le inferían en las partes más vulnerables de su anatomía. 128 CAPITULO VII L a d y S t . J o h n d e T a w f e - N a us e , d e l H e l l z a p o p p i n Hall, sentóse en mayestática soledad a la cabecera de la inmensa mesa del salón comedor. Contrariada, j ug ue t e a b a c on una p e q u e ña r e b a na d a d e p a n d e centeno tostada que tenía ante sí. Tomó con delica deza la taza de té y la llevó hasta sus bien delineados l a b i o s ; pero i n m e d i a t a m e n t e , r e s p o n d i e n d o a u n impulso, la depositó en el platillo y se dirigió presur os a a s u e s c r it or i o la b r a d o. Es c ogi ó una h oja d e p a p e l d e c a r t a q ue t e n ía im p r e s o e l t im b r e d e un famoso antepasado Gui lla um e ! ), (concedido por normando f or m a d o ser él p or ( un también ¡en realidad, c uc lil lo un poco c a lv o se llam a b a rampante cuclillo y porque andaba siempre arriesgándose), y c om e nz ó a e s cr ibir c on una pluma q ue hab ía s id o sustraída a uno de los lacayos del Duque de Wellington, el cual, a su vez, la había sustraído en una posada de Fleet Street. " De m a ne r a q ue e s us t e d e l a ut or d e El T er c er O jo... ", e scr ib ió. " P ue s b ie n, d es e o v erlo. V e nga a mi club, pero no olv ide presentarse con el atuendo propio del occidental civilizado. Debo tener en cuenta mi posición...". Bertie E. Cutzem, uno de los más conspicuos cirujanos de Inglaterra, integrante de la mayor parte de las sociedades culturales, miembro de infinidad de 129 LOBSANG RAMPA agrupaciones, bon vivant, clubista y defensor de los derechos de las clases privilegiadas, sentóse en su despacho con la barbilla ap oyada en el puño. Al cab o de un rato, y después de hondas cogitaciones, tomó u na li o ja d e p a p e l s o b r ia m e nt e a d or n a d a c on u n monograma, y escribió: " A c a b o d e l e e r E l T e r c e r O j o y c o n s i d e r o q u e todo cuanto usted dice en él es auténtico. Mi hijo ha ma nif es ta d o p ode re s oc ult o s y sab e p or otr os c ond u c t o s q u e u s t e d e s t á e n l o c i e r t o . M e a g r a d a r í a mantener una entrevista con usted, pero le ruego que me devuelva esta carta, porque mis amigos podrían burlarse de mí...". El acaudalado cineasta californiano tomó asiento en su fastuosa oficina, rodeado de odaliscas semidesnudas. El nombre de Sylva Skreen era ya conocido. Años antes había llegado a los Estados Unidos proced e nt e de Gr e c ia, de d onde ha b ía sa lid o c om o man teca en plancha caliente, huyendo de lo que lo aguard a b a s i s e q u e d a b a e n s u p a í s . L a p o l i c í a q u e r í a ponerlo "a la sombra". Por eso se había precipitado a América, donde fue a establecerse en San Francisco con los fondillos y las suelas de los zapatos agujereados. En cuanto a su conciencia, ésta no se hallaba tampoco en muy buen estado. E n a q u e l m o m e n t o , e s e g r a n h o m b r e , S y l v a Skreen, se encontraba sentado en su despacho y se disponía a escribir una carta que, esta vez, no mecanografiaría su secretaria. Con toda parsimonia desenroscó su estilográfica de oro macizo —la tachonada d e b r i l l a n t e s , c o n u n e n o r m e r u b í e n e l e x t r e m o opuesto a la pluma—, hizo una mueca, hurgó en su mente algunas palabras de su maltrecho y fragmentario inglés, y al fin, cuando ya el suspenso se tornaba fatigoso, estiró un brazo, tomó una llamativa hoja de papel y comenzó a escribir. 130 LA DECIMOTERCERA CANDELA En la carta, en realidad, aquel gran dios griego de la pantalla plateada* requería la presencia del autor de El Tercer Ojo para que éste le hiciese conocer su suerte y tal vez pudiese aun acrecentársela. En ella incluía el importe para el pasaje de regreso por v ía aérea. Con todo el dolor de su alma extendió un cheque y lo coloc ó en el s obre que, con la mayor presteza, llevó al correo un dependiente. Sylv a Sk r e e n se q ue d ó c a v ila nd o en su of ic i na . Cierto desas os iego le carcom ía el lad o del b olsillo. " ¿Q ué he he c ho ? " , e xc la m ó. " He t ir a d o e l d i ne r o . ¡ M e e s t o y v o l v i e n d o l o c o ! P e r o n o i m p o r t a : y a l o arreglaré." Lev antó su abultado abdomen para apoyarlo en el lujoso escritorio y sin pérdida de tiempo l l a m ó a s u s e c r e t a r i a y l e d i c t ó : " A l a u t o r d e E l T e rc er O jo : U s t e d t i e ne d i n e r o m ío. A u s t e d n o l o preciso. Quiero mi plata. Y, si no me la devuelve inmediatame nte, informo a la pre nsa que me la ha sustraído. De modo que envíeme en seguida mi dinero. ¿Enterado? " Al punto se presentó un funcionario que actuó a t od o c or r e r p a r a q ue s e d e s p a c ha s e a l in s t a nt e la m is iv a d ir igida a l Aut or. De s uert e q ue, a l tiem p o —dada la cachaza de los correos—, Sylva Skreen, el Griego, pudo acariciar con sus pringosas manos el dinero que se le devolvía. E s t a n d o e n e l le ja n o Ur ug u a y, e l Au t or r e c ib i ó una carta proveniente de Seattle, E.U.A. La enviaba un individuo sumamente acaudalado, que decía: "Me he enterado de que quiere usted regresar a América del Norte, pero que no dispone de dinero para viajar. Le hago, pues, una proposición muy ventajosa. Me * El autor recurre a un juego de palabras al denominar Sylva Skreen a su personaje, nombre que, con pequeñas variantes, equivale a ,,ilver s c r e e n p a n t a l l a p l a t e a d a p a r a p r o y e c c i o n e s c i n e m a t o g r á f i c a s . (N. del T.) 131 LOBSANG RAMPA ofrezco para costear su viaje a Seattle y mantenerlo durante el resto de su vida. Tendrá usted habitación y comida. Sé que no le interesará tener demasiada ropa. En pago deberá cederme todo cuanto posea y trasferirme legalmente todos los derechos de autor. Yo me ocuparé de comercializar sus libros y tomaré sus derechos como retribución por mantenerlo." El Autor pronunció una palabra indecible de una manera indecible acerca de este personaje indecible. La puerta retumbó debido a los potentes golpes, los cuales se repitieron al no acudir nadie a abrirla instantáneamente. Después, pasos presurosos y el ruido de la puerta al abrirse. —Ver un momento, ¿no? —dijo una voz gutural p r of u nd a — . S e ñ o r la m a v e n g o v e r . ¿ Ad e nt r o d e j a p a s a r , s í ? — R u m o r d e v o c e s y u n a d e e l la s c u y o tono se hace más alto—. —Am ig o, e lla dice ir, dice. Dice us ted a l lama quiere v er, d i c e . N o m u e v e d e l um b r a l c o nm ig o y espera todav ía. Dice a él está Vilhemina Cherman, ¿eh? Medianoche en Montreal. A los lados del río, las luces de los rascacielos de Drapeau's Dream se reflejaban en las apacibles aguas del puerto. Inmóviles, los barcos anclados reposaban plácidamente esperando la llegada del nuevo día. A la izquierda, donde la dársena de Windmill sirve para amarrar los remolcadores, las aguas se agitaron de pronto al paso de una p e q ue ña e m b a r c a c ión q u e s e d ir igía ha c ia un c a r guero que acababa de llegar. En la cima del edificio más a lt o, un faro giraba he nd iendo c on s us haces luminos os el c ie lo noct urno. Un av ión de reacc ión pasó s ilb a nd o s ob r e la c i ud a d , lu e go d e d e s p e ga r desde el fondo del Aeropuerto Internacional. 132 LA DECIMOTERCERA CANDELA Medianoche en Montreal. La casa se hallaba entregada al reposo. A un reposo que repentinamente se vio interrumpido por el insistente sonar de la campanilla de entrada. Vestirse y abrir la puerta todo fue uno. Sólo alguna grave urgencia podía j u s t i f i c a r aquella perentoria manera de llamar a hora tan intempestiva. — ¿ R a m p a ? — p r e g u n t ó u n a b r o n c a v o z f r a n c o canadiense—. ¿Vive aquí el doctor Rampa? Dos individuos corpulentos se abrieron paso hacia el interior y, una v ez dentro, se detuv ieron escudriñándolo todo. —P olic ía. Se c ción Defr a ud ac iones — d ijo p or f in uno de ellos. — ¿ Q u i é n e s e s e t a l d o c t o r R a m p a ? ¿ E n q u é s e ocupa? ¿Dónde está? —inquirió el otro. Preguntas, preguntas y más preguntas. Pero, al cabo, la contrapregunta: —¿Qué desean? ¿Para qUé han venido? L os p oli c ía s s e m ir a r on c onf und id os . Sin p e d ir p erm is o s iq uiera, e l ma yor de los d os t om ó e l t elé fono y marcó un número. A continuación se sucedió un rápido intercambio de fuego graneado en lengua francesa, pero en su versión francocanadiense, hasta que al cabo el policía colgó el tubo y dijo: — ¡Bah! Nos llamaron al coche policial y nos dijer o n q u e viniésemos aquí. No nos in f o r m a r o n por qué. Acaba de d e c i r m e e l j e f e q u e u n h o m b r e l o llamó desde Alabama y le pidió que le mandara decir al d oc t or Ram pa q ue lo lla mas e ur ge nt em e nte. Es urgente. ¡Llámelo ya! I nc óm od o s , a m b os p ol ic í a s p e r m a ne c ía n m ir á ndose, descansando ora en una pierna ora en la otra. Por último, el de más edad dijo: Bueno. Nosotros nos vamos. Pero hable en seguida. ¿eh? 133 LOBSANG RAMPA Se v olv ier on y sa lier on de la hab it ac ión. A p oc o oyóse el rugir del automóvil que partía y se lanzaba p or e l c a m ino a ma yor v e loc id a d q ue la p e r m it id a por las ord enanza s. En esos ins tante s sonó el te lé fono. —Hab la el inspe ctor de p olicía. ¿Ha telef oneado ya? La persona me dijo que es urgente, cuestión de vida o muerte. —Se oyó un "clic" y la comunicación se cortó. Aquella carta había llegado junto con otras setent a a p r oxim a d a m e nt e . El s ob r e e r a d e c olor m a lv a adornado con flores inverosímiles por todas partes. El papel también era de ese tinte espantoso, agravad o p o r l a p r e s e n c ia d e u n a s g u i r n a ld a s d e f l o r e s entrelazadas en torno a las márgenes. En un confalón situado en la parte superior decía " ¡Dios es Amor! " El Autor frunció la nariz por el hedor que se desprend ía de la carta. El "perfum e" ut ilizad o, pens ó, debía de provenir de algún zorrino enfermo, muerto al acabar de comer. La carta decía: "Soy la Vieja Macassar, que echa la suerte y hace mucho bien. (Cinco dólares por cada pregunta o un buen donativo.) He leído sus libros y deseo que sea usted mi Guía. Eso me dará un gran poder en mi propaganda. Envíeme rápido una carta de consentimiento, porque quiero darla a conocer." Otra car ta d ec ía: " Ram pa s e ha c om er c ia liz ad o. Ya veo que usted es un falsario, porque se mete en n e g o c i o s y hace dinero." El desdichado Autor se recostó en su lecho y trató d e e n t e n d e r es o . ¿ E s decir que toda la gente que se ocupa en negocios es f a ls a r ia ? ¿C óm o e s e s o? " B ie n; lo a na l iz a r é e n m i próximo libro", pensó. Se ñ or a s y s e ñ or e s , n i ñ os , f e l i no s d e t o d o ja e z , escuchad este aserto, proclama y declaración: Yo, 134 LA DECIMOTERCERA CANDELA M a r t e s L o b s a n g R a m p a , e n u s o d e m i s n o m b r e s propios, legales y únicos, digo: Que no tengo intereses comerciales. Que no me dedico a actividad alguna q ue no s e a la d e e s c r it or . Qu e n o a v a lo ningún in cienso, a ninguna empresa de v entas por correo ni nada. Ciertas personas vienen utilizando denominac i o n e s c o m o , p o r e j e m p l o , " E l T e r c e r O j o " : y o h e es crit o un libro con ese t ítulo, pero no he fundad o ninguna c om pa ñía d e v e nta s p or c orr e o. De m od o que no tengo nada que ver con ella. Señoras y señores, niños, felinos de todo jaez. Yo no tengo discípulos, estudiantes representantes, seguidores, alumnos, intereses comerciales ni agentes, except o mis agent es liter ar ios . Tampoc o he e scrit o ningún libro "rechazado por los editores debido a su contenido ilícito". Puede haber alguien que pretenda d e sp ojar os de l diner o q ue t a nt o tra ba jo os c ue sta ga na r ( ¡oja lá p ud i e r a ga na r lo yo! ). De m od o q ue estáis advertidos... y por mí. El Autor se echó hacia atrás y se puso a pensar en los inc onv e nie nt e s q ue tra e s er e s crit or. " N o d eb e emplear usted la palabra 'piojoso', pues es una expresión vulgar", escribía uno. "No tiene que emplear el ` yo' , p or q ue e s o ha c e q ue s us l e c t or e s s e id e nt if i que n d ema s ia d o c on ust e d. ¡Es o e s tá mal! " , es cr ib í a o t r o . " N o d e b e u s t e d l l a m a r s e ' A n c i a n o ' . M e molesta cuando lo leo", protestaba una tercera persona. Y así, una carta tras otra. El Autor, como ya s e ha d ic ho, s e e c h ó ha c ia a t r á s ( ( : ,q ué ot r a c os a p o d í a h a c e r ? ) y s e p u s o a p e n s a r e n e l p a s a d o , quizás inquieto sin razón por su futuro. Le faltaba salud, le faltaba todo... La puerta se abrió con un empujoncito y apareció una hermosa silue ta, cub ierta d e p ieles, q ue salt ó ágilmente sobre la cama donde el Autor yacía recordando el pasado. " ¡Hola, Guv! " dijo con su mejor 135 LOBSANG RAMPA voz telepática de gata siamesa. "¿Cómo va ese libro q ue d ic e s e s t a r e s c r ib ie nd o ? ¡V a ya ! N u nc a lo a c a barás si sigues pensando en todas esas boberías, en los amigos ocasionales. ¡Olvídate de ellos! ", le ordenó severamente. La gorda Taddy entró con aire remolón y se sentó al abrigo d e un déb il rayo de s ol. "¿C omida? ", preg u n t ó . " ¿ Q u i é n n o m b r ó l a c o mi d a ? " E l A u t o r l e s s o nr ió. " B ue n o, ga t a s . T e ne m os q ue t e r m ina r e s e libro y contestar algunas de las preguntas que nos llega n. ¡Pr e gunta s, pr e gunta s, p regun tas ! Emp e ce m os." T om ó la m áq uina d e e s cr ibir c on la "i" pe ga da y. la atrajo hacia sí.. Lo malo es que así como la gente engendra gente, las respuestas generan preguntas. Parecería que, cuantas más preguntas se responden, más preguntas se suscitan. Veamos esta pregunta que al parecer preoc upa a gran cant idad de pers ona s: ¿Qué es el Sup e r y ó ? ¿ P o r q u é m e h a c e s u f r ir t a n t o ? ¿ C ó m o e s posible que sea justo que deba padecer así, sin saber e l p orqué? Es a lgo que no tiene se nt ido, q ue mina m i f e e n l a r e l i g i ó n , q u e d e s t r u y e m i f e e n D i o s . ¿Puede usted explicármelo? E l A u t o r s e e c h ó h a c i a a t r á s y m i r ó p a s a r u n barco. Nuevamente arribaba un barco trayendo todo género de especies desde el Japón, pero eso no compa ginab a c on e l libr o... El Aut or, p ue s, v olv ió c on reluctancia a su trabajo y prosiguió. N a t ur a lm e nt e , tal p r e gunt a t ie ne su r e s p ue s t a ; pero previamente tenemos que ponernos de acuerdo con respecto a ciertos puntos de referencia, porque, si no, es lo mismo que conversar con los peces que habitan en las profundidades de los océanos acerca de la manera de pensar y de las reacciones de los cosmonautas que giran en órbita lunar. ¿Cómo hacer para explicar a un pez que siempre ha v iv ido en el fondo del mar, cómo es la vida en la superficie? 136 LA DECIMOTERCERA CANDELA ¿Cómo hacer para explicar la vida en Londres, Montreal, Tokio e incluso en Nueva York, donde todavía hay tantos peces estrambóticos? Y más aún, ¿cómo podríamos hacer para explicarle a ese pez de las profundidades del océano qué ocurre con una nave espacial que gira imposible, ¿no en es tor no a la verdad? Luna? De modo Sería perfectam ent e que partamos de un supuesto, imaginemos algo distinto. S u p o n g a m o s q u e e l S u p e r yó n o e s e l S u p e r y ó , sino un cerebro cualquiera. Tenemos, así, que hay una cantidad de cerebros flotando en alguna parte, hasta que al fin uno de ellos resuelve conocer, exper im e nt a r algo m á s q ue e l p ur o p e ns a r . P or " p ur o" p e ns ar q ue re m os s ignificar q ue e l p e ns am ie nt o e s algo inma t er ia l, s in r efe rirnos c on e llo a lo p ur o o impuro en el sentido moral de la expresión. A e s e c e r e b r o d e t e r m ina d o, p ue s , lo a n im a una voluntad: Desea enterarse de las cosas, quiere saber cómo son en la tierra, si quema más la decimotercera cande la q ue la d uodéc ima. Y, además, qué es lo "caliente", qué es una candela. Es decir que ese cerebro aspira a descubrir cosas y, por ende, busca un cuerpo. Olvidad por el momento que el cerebro debe nacer primer ; el hec ho es q ue este cerebr o se v a a instalar en el interior de una caja craneana, en un espeso receptáculo óseo en el cual flota en un líquido especial que evita que sufra perturbaciones mecánicas, que lo mantiene húmedo y que contribuye a su nutr ición. Es decir que ya te nem os es e cerebro dentro de su caja ósea. Por otra parte, el cerebro es totalmente insensible; o sea, que, si el cirujano debe operarlo, sólo tiene que dar anestesia local en la parte e x t e r n a d e l a c a j a c r a n e a n a y e f e c t u a r l u e g o l a incisión en torno a la cabeza. Después se vale de una sierra para aserrar la parte superior del cráneo y de e s e m o d o p o d e r d e s t a p a r l o c o m o s i l e q u i t a r a l a cáscara a un huevo duro. Es importante recordar que 137 LOBSANG RAMPA sólo sentimos dolor en la piel, la carne y los huesos. El cerebro no es sensible al dolor. Por eso, una vez que el cirujano le ha quitado la tapa, por decir así, puede hurgar, explorar y cortar sin tener que anestesiarlo. N u e s t r o c e r e b r o e s c o m o e l S u p e r y ó . N o t i e n e sensibilidad por sí mismo. Pero volvamos al cerebro dentro de su caja, en procura de experiencias. Debemos tener presente, sin embargo, que hacemos una comparación entre el cerebro y el Superyó, pues éste e s u n e l e m e n t o m u l t i d i m e n s i o n a l d i f í c i l d e c o m prender. El cerebro quiere saber cómo son las sensaciones. Pero este cerebro es ciego, sordo e incapaz de percibir los olores y el tacto. Por eso tenemos una cantidad de marionetas. Un par de estas marionetas son l o s cerebro nacido ojos, que al abrirse permiten que el reciba impresiones. Como todos sabemos, el recién no comprende qué son esas impresiones. And a a tie nta s y e s ev id e nt e q ue no c om pr end e lo que ve; pero, con la experiencia, las impresiones que recibe a trav és de los ojos adquieren algún sentido para el cerebro. Esto se perfecciona inmediatamente. Deseamos, así, tener algo más que un panorama visual. Podemos ver, pero también queremos saber cómo son las cosas al tacto, qué olor tienen y cuál es su sonido. Entran, pues, en activ idad otras marionetas que se denominan oídos, que captan vibraciones de frecuencia más baja que los ojos. Se trata aún de vibraciones que se p erc ib e n d e l m ism o mod o q ue p er c ib e la v is ta. Es d e c ir , los o íd os c a p t a n e s a s v ib r a c ione s y, c on la práctica, el cerebro es capaz de comprender que significan algo, ya sea música agradable, música desapacible, palabras, cualquier forma de comunicación. Pero, después de haber visto y oído, falta todavía saber qué olor tiene las cosas. Para ello, lo mejor es 138 LA DECIMOTERCERA CANDELA manejar marionetas que sirvan de órgano olfatorio. De este modo, al desdichado Superyó —al que aquí denominamos cerebro— quizás a veces le resultase más desear que no existiera sentido alguno del olfat o . . . ¡ p o r q u e a v e c e s l a s m u j e r e s u s a n u n o s p e r fumes... ! Mas prosigamos. ¿Cóm o s on las cosa s al tact o? Puesto que no nos es posible saber qué quieren decir los términos "dur o" y "bland o", a menos que tengamos tacto, el Superyó —o, en nuestro caso, el cerebro— hace intervenir más marionetas: brazos, manos, d e d o s . C o n e l p u l g a r y e l í n d i c e p o d e m o s t o m a r algún objeto pequeño. Además, podemos aplicar los dedos sobre un objeto para saber si se lo puede comprimir con facilidad o si no es compresible, es decir, para saber si es blando o duro. También por medio de los dedos podemos saber si es romo o afilado. A veces las cosas dañan. Tocamos un objeto y nos produce una sensación muy desagradable, ya sea porque es caliente o frío, puntiagudo o áspero. Esas sens a c i o n e s p r o d u c e n d o l o r , y e l d o l o r n o s p r e v i e n e para que nos cuidemos de tales cosas en lo sucesivo. Pero ¿cómo es posible que los dedos puedan dañarse o dañar a algún dios al cumplir meramente su función particular, su función táctil? E l a lb a ñ i l t i e ne d e d os b a s t os p or q u e m a n ip u la ladrillos. El cirujano, en cambio, tiene dedos sensi bles debido a la imprescindible delicadeza de tacto que re q uie re s u pr of e sión. As í c om o a l c ir uja no la albañilería puede perjudicarle los dedos, al albañil le r e s u l t a r í a difícil la c i r u g í a e n r a z ó n d e q u e s u s dedos son más rudos por las tareas que realiza. Todos los órganos tienen que pasar por experiencias, tienen que soportar algo. Hay ruidos muy fuertes que ofenden al oído y hay olores particularmente desagradables que molestan al olfato, pero los órganos correspondientes están hechos de tal manera que 139 LOBSANG RAMPA pueden soportar esos embates. Si uno se quema un dedo, éste se cura, pero ya estamos advertidos para la próxima vez. N ue s tr o c er ebr o ar c hiv a t od a la inf orma c ión, la cual queda guardada en los nueve décimos del subconsc ie nte. N ues tro s ist ema nerv ios o inv oluntario r e a c c i o na así con a r r e gl o a la i nf or m a c i ón q ue le suministra el subconsciente para prevenirnos respecto de algo que puede causarnos grav e daño. Por ejemplo, si a alguien se le ocurre caminar por la cornisa de un edificio alto sentirá temor, que es la manera como el subconsciente comunica al sistema nervioso involuntario que debe volcar ciertas secreciones en la sangre para que demos un salto atrás. Es t o e s lo q ue oc urr e e n el m er o as p ec t o f ís ic o; pero pensad en una dimensión mucho más elevada y v eré is q ue e l Sup er yó no tie ne m a ner a d e c onoc er nada acerca del mundo si no envía marionetas a la tierra. Tales marionetas son los seres humanos, individuos pasibles de sufrir quemaduras, cortes, golpes y todo cuanto puede ocurrir a las personas. Todas esas sensaciones e impresiones se trasmiten al Superyó por conducto del Cordón de Plata, del mismo modo que las impresiones que reciben los dedos se trasmiten al cerebro a través de los nervios, de los nervios sensorios. De manera que se justifica que nos denominemos prolongaciones de ese Superyó que, por estar tan extremadamente purificado, tan grandemente aislado, tan enormemente ev olucionado, tiene que depender de nosotros para recoger impresiones de lo que sucede en esta tierra. Si hacemos algo que está mal, sentimos como si nos dieran un puntapié matafísico en los fondillos. No es ninguna divinidad demoníaca la que nos tortura, nos asedia y nos tienta. Es nuestra crasa est upidez. Hay ge nte q ue toca una c osa y, a pesar de saber que hacerlo la lastima, vuelve a tocar- 140 LA DECIMOTERCERA CANDELA la para v er por q ué lastima, y aun la t oca otra v ez para saber cómo se puede hacer para curar la herida o para evitarla. E, inclusive, tal vez la toque nuevamente a fin de comprobar si ya ha superado el problema. Puede darse el caso de que usted se encuentre con una excelente persona que padece lo indecible; proba b le me nt e us t ed — el obs erv a d or — p ie ns e q ue es injusto que tal persona tenga que sufrir, o que quizás esa persona esté pagando un Karma excesivamente duro, pues tal vez haya sido un malvado en su vida anterior. Empero, es posible que esté usted equivocado. ¿C óm o sa be us t ed q ue e sa per s ona no e s tá s oportand o es e dolor y padeciend o para v er c ómo se puede eliminar la pena y el sufrimiento para bien de q u i e ne s v e n ga n d e s p ué s ? N o ha y q u e p e ns a r q u e siempre se paga un Karma. Es posible que esté acumulando un buen Karma. Sabemos que Dios existe, que es bueno, inmaculado. Pero, por supuesto, Dios no es igual que el ser humano, de m od o q ue es inútil tratar de ente nder qué es Dios cuando la mayoría de la gente no puede comprender siquiera a su propio Superyó. Así como u s t e d n o p u e d e e n t e n d e r a s u S u p e r y ó , t a m p o c o puede entender al Dios de su Superyó. He aquí una pregunta que ya ha sido contestada en libros anteriores, no obstante lo cual continúa llegando regularmente, con monótona insistencia, por cierto. La gente desea informarse acerca de su Guía, de s u Mae s tr o, de s u Guar d iá n, de s u Ange l de la G u a r d a , e t c . A l g u i e n m e h a e s c r i t o : " T e n g o p o r Guía a un v ie jo p ie l r oja. Quis iera p o der v er lo. Sé q ue e s un p ie l r oja , p or q ue e s m uy s a ga z . ¿C óm o podría hacer para verlo? " E n c a r e m o s e s t o d i r e c t a m e n t e d e u n a v e z p o r todas: Nadie tiene Guías pieles rojas, pieles blancas, pieles negras ni tibetanos, ni muertos ni v iv os. En realidad, no alcanzarían todos los tibetanos por 141 LOBSANG RAMPA ejemplo, para ocuparse de eso. Es como si t odos d ije r an : " ¡Oh, yo fui Cleopatra en m i v ida anterior! " No hay una sola p a l a b r a d e c i e r t o e n t o d o eso. Aunque se pretenda tener un guía, solamente el Sup er yó e s r ea lm e nt e nues tr o Guía. Oc urr e c om o cuando uno se sienta al v olante del auto: uno es el Superyó del coche. Usted aprieta el pedal y, si tiene la suerte de que no sea uno de los nuevos automóviles norteamericanos, éste anda. Aprieta otro pedal, y el coche se detiene. Y, si tira de cierta pieza y se fija en lo que hace, no chocará con nada. Nadie más que usted conduce el coche. De la misma manera, usted se gobierna a sí mismo, usted y su Superyó. Mucha gente se imagina que los que se han ido de este mundo se lo pasan dando vueltas entusiasmados hasta que logran sentarse en los hombros de alguien para guiarlo todos los días de su existencia, ev itar que caiga e n alguna z anja del cam ino, decir le qué debe hacer y una serie de cosas más. Basta pensar un momento: usted tiene vecinos con los cuales se lleva bien, o no; pero, como quiera que sea, suponga que llega un momento en que tiene que mudarse al otro extremo del mundo. Si usted vive en Inglaterra, digamos que debe trasladarse a Australia; si está en los Est ad os Unid os , s up ongam os q ue s e v a a Sib er ia. Pues bien, se marcha usted y se halla ocupado con la mudanza, ocupado instalándose en su nuev o domic i l i o , o c u p a d o e n s u n u e v o t r a b a j o e n e s e s i t i o nuevo, ocupado haciéndose de nuevas relaciones. ¿Se detiene usted, en realidad, a hablar por teléfono con f ula n o, m e nga no, z ut a n o o p e r e nga no? C la r o q ue no. Usted ni se acuerda de ellos. Lo mismo hacen los que se van al Otro Lado. Los que han dejado este mundo no están instala dos en nube s toca ndo el arpa ni arrancánd ose las plumas de las alas, ni nada de eso. Tienen una tarea que realizar: dejan esta tierra, pasan por un período 142 LA DECIMOTERCERA CANDELA de recuperación y luego se ocupan en algo. Si hemos de ser francos, no tienen tiempo para ser espíritus guías ni ninguna de esas tonterías. Hay entidades extrahumanas que muchas veces interceptan los pensamientos de algún ser humano y, en determinadas circunstancias, dan la impresión de ser un Espíritu Guía. Veamos lo que ocurre con las sesiones de espiritismo. Tenemos, por ejemplo un grupo de personas que espera comunicarse con seres difuntos. Se trata de un c on ju nt o de p e r s ona s q ue p ie ns a n t od a s d e la misma manera. No es una sola persona la que piensa al acaso, sino que es un conjunto de individuos que concurren a un lugar especial con un propósito partic ula r , y t od os d e s e a n s ub c o ns c i e nt e m e nt e q ue s e produzca algún mensaje. Por otra parte, en el mundo astral existen formas errantes que pueden ser formas pe nsa nt es o mer am e nt e e nt id ad es q ue nunca ha n sido humanas y que jamás lo serán. No son más que masas de energía que responden a determinados estímulos. E s a s e n t i d a d e s , c u a l q u i e r a q u e s e a s u o r i g e n —aunque, por supuesto, no son humanas— andan rondando y no tardan en gravitar hacia alguna fuente que las atrae. Si hay personas que se hallan pensando empeñosamente en recibir algún mensaje de un difunto, esas entidades rev olotean en son atraídas torno a él y automáticamente emiten por seud ó p o d o s el grupo, que, por s u p u e s t o , s o n c o m o m a n o s y dedos compuestos de energía, hasta que tocan algún cerebro o una porción de éste, o alguna mejilla, de suerte que la persona que percibe ese contacto queda persuadida de que hay un espíritu que la ha tocado, debido a que los seudópodos que emiten esas formas son similares a los que produce 'el ectoplasma. Esa s e nt ida d e s s ue le n s er da ñina s despiertas, en el mismo sentido en que son des- 143 y m uy, p er o muy LOBSANG RAMPA piertos los monos. Andan flotando por todas partes, salta nd o d e cerebro en cerebr o, y c uand o dan c on alguna buena fuente de información irradiada en ese momento por un cerebro cualquiera, pueden sensibiliz a r —es lo q ue oc ur r e c on t od o m é d ium ge nu in o— para hacer hablar. Trasmiten de ese modo un mensaje que cuando menos una persona reconoce como auténtico, por hallarse en el nivel consciente de tal p e r s ona , p e r o na d ie p a r e c e p e ns a r q ue e s a f or m a pensante se halle rondando los cerebros. Es preciso dejar perfectamente aclarado que no todas estas manifestaciones son genuinas. T o d o s s a b e m o s q u é s u c e d e e l d í a d e T o d o s l o s Sa nt o s, c ua nd o los niños se d isfraz a n y se p onen caretas para remedar a alguien. Eso mismo es lo que hacen esas formas pensantes, esas entidades. Son, verdaderamente, elementos de inteligencia limitada y, a no d ud a r , p ar á s it os . Se nut r e n d e q uie n q uie r a creer en ellos. En determinadas circunstancias, alguien puede percibir cosas que cree que son manifestaciones. Puede p e r s u a d ir s e d e q ue a n d e r o nd a nd o e l e s p ír it u d e alguna vieja tía, que, al caer rodando por la escalera, se rompió una pierna y después murió, para comunicarse con él debido al cargo de conciencia que tiene por la manera com o lo ignor ó cua nd o estaba e n la t i e r r a . P e r o , e n r e a l i d a d , n o h a y n a d a d e e s o . E s posib le que durante la se sión la pers ona haya emitido imágenes de esa tía y de su pierna fracturada, pensando a la vez en el mal carácter que tenía esa cacatúa, y de ese modo la perversa entidad puede acomodarse a ello y pueda alterar un poco las cosas al respecto para que parezcan absolutamente factib l e s y p o s i b i l i t a r q u e l a t í a " s e a p a r e z c a " b a j o e l aspecto de una persona arrepentida de haber sido tan odiosa para su buen sobrino y desee quedarse con él eternamente para protegerlo. 144 LA DECIMOTERCERA CANDELA Es verdaderamente sorprendente que la gente, que más bien desprec ia al hombre de p ie l c obriza, que siente repulsión por el indio, y que a veces es proclive a poner en duda la autoridad de los lamas tibetanos, tan pronto como muere alguno de éstos, cambie de idea y suponga que quienes han sido denigrados de ese modo puedan volver para acomodarse en sus h om b r o s y g u ia r l o s e n e l c a m i n o d e la v i d a , p a r a protegerlos de todos los peligros del diario vivir. Pero l o q u e s e c o n s i g u e e s o t r a c o s a . T o d o c u a n t o s e logra, como ya se ha dicho, es que algún íncubo de los que andan rondando simule ser algo totalmente diferente. ¿Cuántas veces tenéis contacto con vuestros amigos desaparecidos? ¿Los ayudáis a menudo? ¿Cuántas veces los habéis ayudado cuando estaban entre vosotros? Pensad, entonces, que, si alguien muere y v osotros ni siquiera os habíais enterado de su existencia en la tierra, francamente, ¿cómo se os puede ocurrir que de pronto pueda tener semejante interés p or v o s ot r os ? ¿P or q u é p e n s á i s q u e a a l g ún la m a t i b e t a n o o a a l g ú n c a c i q u e p i e l r o j a s e l e p u e d a cruza r p or la ima gina c ión d e jar t od o c ua nt o t ie ne que hacer en el Otro Lado para volar a quedarse con v osotros por el resto de la existencia? Y, por añadidura, tal vez se trate de alguien a quien habéis despreciado cuando estuvo en la tierra o, lo más seguro, de quien no habéis tenido siquiera noticias de que existía. Es nec e sar io q ue m ir em os la s c os as c on lógica . Mucha gente cree que tiene un Espíritu Guía porque se siente insegura, porque se siente sola, porque está persuadida de que no puede hacer nada sin ayuda. De esta manera inventa, en parte, algún ente paternal o maternal que siempre la acompaña para protegerla de sus propios desvíos y de la malevolencia ajena. 145 LOBSANG RAMPA O t r a d e l a s r a z o n e s p o r l a s c u a l e s e x i s t e e s t a c r e e nc ia e n un Es p ír it u Gu ía s e d e b e a l h e c ho d e que a veces la gente oye o cree oír alguna voz mister ios a q ue le ha b la . Lo q ue oye , r e a lm e nt e , e s una e s p e c ie d e c o nv e r s a c i ón t e le f ó n ic a c o n s u p r o p i o Superyó, que se trasmite por medio del C ordón de P lata, amp lif ica e l et ér e o y, a v ec e s, e l a ura r e pr oduce en forma de vibraciones. Asimismo, hay casos en que se siente una palpitación en la frente, exactame nt e e ntr e los ojos , pe r o un p oq uit o más arriba. Esto ocurre cuando se establece una conversación entre el subconsciente de la persona que está en la tierra y el Superyó, y el décimo consciente trata de oír, aunque sin lograrlo; recibe, en cambio, unas pulsaciones como si la telefonista le dijese que el número está ocupado. Tenemos que valernos por nosotros mismos, todos y c a d a u n o d e n o s o t r o s . N o e s t á b i e n h a c e r u n a mezc la de c ult os, ge ntes y c harlatanismo. C uando dejamos esta tierra, debemos comparecer solos en el Salón de las Memorias. De nada vale que vayamos a donde deberemos autojuzgarnos y le digamos a nuestro Sup eryó: " ¡Oh! El se cretario de la Sociedad de las Salchichas Calientes me dijo que hiciese esto y q ue no hic ie se aq ue llo". Te nem os q ue es tar s olos, p o r q ue , s i e l Hom b r e d e b e ha c e r s e Hom b r e , t ie ne que estar solo. Si nos constituimos en grupos, pandillas o c ultos, es o s up ondrá dar v arios pasos hac ia atrás, porque, al adherirnos a algún grupo, culto o sociedad, nos vemos constreñidos a avanzar al ritmo del socio más lento. El individualista, el que desea progresar, el ser evolucionado marcha solo... siempre. A propósito: hace dos días llegó una carta interesante. Decía: "Durante cuarenta y cuatro años formé p a r t e d e E . . . ] y d e b o c o n f e s a r q u e e n t o d o e s e tiempo no he aprendido tanto como aprendí a través de uno de sus libros." 146 CAPITULO VIII El Autor yacía en su lecho, al lado de la ventana, c ontemp land o el casi desierto p uerto d e Montreal. L o s b a r c o s n o l l e g a b a n y a c o n tanta frecuencia. Tantas huelgas, robos y otros sucesos desagradables se habían producido, que los buques pasaban de largo. Contemplaba el escas o m ov imie nt o fluv ia l, pero también observaba el intenso tráfico del camino que conduce al Hombre y Su Mundo, lugar que no sentía deseo alguno de visitar. El sol brillaba; Miss Cleopatra, la gata joven, que descansaba sobre las piernas del Autor con las patas plegadas, se volvió hacia éste y sonriendo como el prov erbial gato de Cheshire le dijo: — G uv , ¿ p or q u é l o s h um a n o s n o c r e e n q ue l o s animales puedan hablar? —Pues, verás, Cleo —repuso el Autor—. Los humanos necesitan tener pruebas de todo. Necesitan tener las cosas entre sus febriles manecillas para reducirlas a p o l v o y p o d e r l u e g o d e c i r : " B i e n , t a l v e z e s t o antes func ionara, pero lo qüe es ahora...". Pero tú y y o s a b e m o s q ue l os ga t o s ha b la n, d e m o d o q ue ¿por qué preocuparse de que nadie lo crea? Por un momento, Miss Cleopatra se quedó dando vueltas a esa respuesta en su cabeza. Luego sacudió las orejas y se lamió delicadamente una de las zarpas. —Guv —dijo al cabo—,. ¿por qué los humanos no piensan que los sordos son ellos? Todos los animales hablan por telepatía. ¿Por qué no los humanos? 147 LOBSANG RAMPA Responder a eso era bastante difícil, de suerte que el Autor dudó antes de atreverse a contestar. — Mira, Cle o —r ep us o a l f in—; los hum a nos s on distintos respecto a que jamás aceptan nada confiadam e nte . T ú y yo sab e mos que la t e lepa t ía e xist e; pero, si los demás por alguna razón no la conocen, nada hay qué podamos hacer nosotros para convencerlos. ¿Entiendes? El Autor se recostó sonriendo cariñosamente a la gatita, su tan asidua compañera. M i s s C l e o p a t r a , e m p e r o, l o m i r ó f i j a m e n t e y l e espetó: — ¡Oh, pero hay un modo, claro que hay un modo! ¡Acabas de leer algo sobre eso! As ombrado, e l Aut or lev ant ó t anto las ce jas q ue cas i parec ió que le hubiese crec ido el cabe llo en el cráneo, lo cual no dejaba de ser un cambio estupendo después de tantos arios de calvicie. Entonces se acordó que había leído un libro acerca de ciertos experimentos. Al parecer hubo dos investigadores —los esposos R. Allen y Beatrice Gardner—, de la Universidad de Nevada, q ue t r a b a ja nd o e n e q uip o s e d e d i c a r on a estudiar todos los problemas relativos a la forma de enseñarles a hablar a los animales, intrigados por la aparente imposibilidad de lograrlo. Cuanto más pensaban en eso, más enigmático les parecía. Re s ulta ev ide nt e, no ob st ant e , que p as ar on p or alto la razón más elemental, que es la de que los anim a l e s n o t i e n e n e l a p a r a t o n e c e s a r i o p a r a p o d e r ha b la r e n inglé s , e n e s p a ñol o e n f r a nc é s . Ta l v e z puedan gruñir, como algunos alemanes de mal talante. ..; pero esto de los alemanes, perversos o buenos, es otra cosa. Los Gardner —marido y mujer— enfocaron el problema de distinta manera. Se dieron cuenta de que los chimpancés se ingeniaban para hacerse entender 148 LA DECIMOTERCERA CANDELA entre ellos, y en cons ec ue ncia se d edicaron a e stu diarlos durante un tiempo. De esta manera llegaron a la conclusión de que muchos chimpancés conversaban por medio de señas similares a las que emplean los mudos de nacimiento. Tomaron, pues, un chimpancé y lo dejaron andar suelto por la casa, tratándolo casi como si fuera un s e r h u m a n o , o t a l v e z u n p o c o m e j o r , p u e s h a y muchos seres humanos que no tratan demasiado bien a sus congéneres, ¿no e s c iert o? Per o no nos v ayamos del tema. El hecho es que trataron al chimpancé como si fuera verdaderamente de la familia, le dieron juguetes, le prodigaron cariño y aun le proporcionaron algo más. Frente a la chimpancé (era una hembra), la gente hablaba solamente por medio de señas. Al cabo de algunos meses, pues, estuvo en condiciones de darse a entender sin mayores inconvenientes. La enseñanza prosiguió durante dos años, aproximadamente, en los cuales la mona aprendió a hacer señas para referirse al sombrero, los zapatos y otras prendas de vestir, así como a muchas otras palabras. Consiguió, asimismo, hacerse entender cuando quería algo dulce o cuando deseaba beber. El experimento parece haber sido todo un éxito. Empero, todavía no ha concluido, en manera alguna, a pesar de que los animales carecen del aparato de fonación necesario para hablar como los seres humanos. Podría ser que tuvieran inconvenientes para el análisis gramatical y para emplear los tiempos verbales que corresponden; pero siendo los hombres, como son, tan torpes para lograr com unicarse p or te le patía, no cabe d uda de q ue los a nim a le s d e b e r á n c onv e r s a r p or m e d io d e señas. Es un hecho patente, absolutamente demostrable, que tanto Miss Cleopatra como Miss Tadalinka son capaces de dar a entender sus deseos y apetencias inclusive a quienes carecen de facultades telepá- 149 LOBSANG RAMPA ticas. Con el Autor, por supuesto, la comunicación es total, pues él y sus gatas siamesas pueden conversar con más facilidad probablemente que la que se pone de manifiesto entre dos seres humanos no telepáticos. ¿Están hablando de comida? —preguntó M i s s Tadalinka, entrando con paso cansino. No, Tads —respondióle Miss Cleopatra—. H a b l á bamos de la manera de conversar con los seres humanos. Verdaderamente es una gran suerte que tengamos a Guv para comunicarle nuestros deseos y ev itarnos la molestia de tener que emplear el lenguaje cifrado. —Miró al Autor y añadió—: Deberías salir, me parece. Hace varias semanas que no sales. ¿Por qué no te s ie ntas en t u s illón y bajas un poco? Es un día tranquilo; no hay mucha gente... El Autor miró a trav és de la ventana. Era un día soleado y no hacía demasiado viento; pero de pronto r ep ar ó e n la má q uina de e scr ib ir y en la s bla nc as h o ja s de p a p e l, y con u na im p r e c a c i ón c on t e n id a abandonó trabajosamente el lecho para sentarse en su sillón de ruedas de tracción eléctrica. Es cierto que resulta bastante difícil trasladarse a lo largo de un corredor, abrir la puerta y meterse en el ascensor cuando se necesitan las manos para manej a r u n s i l l ó n d e r u e d a s e l é c t r i c o , pero de todos m od os no es im p os ib le. El Aut or, p ue s, de s c e nd ió desde el noveno piso hasta la planta baja, y una vez allí decidió internarse a través de los terrenos para permanecer algunos instantes a la grilla del río. Cruzó la calle, descendió por la rampa que conduce al parque de estacionamiento de automotores, y, luego de atravesarlo, bajó por otra rampa más pequeña ha c ia la a ce ra. Est a s e ha llaba c om p le tam e nte desierta. Una vez allí palanca, y el sillón se echó a andar lentamente. 150 movió suavemente una LA DECIMOTERCERA CANDELA De improviso se oyó el rugir del motor de un coche lanzado a la carrera, y un gran automóvil apareció a contramano por la calzada. — ¡Alto! —gritó una voz áspera. Un tanto sorprendido, el Autor miró en torno de sí; p er o e ntr e ta nt o ya se a pe aba n de l v e híc ulo un sar ge nt o y un de t ec t iv e, m ie nt ra s e l c ond uct or s e q u e d a b a a l v o la nt e c on m e d i o c u e r p o f ue r a d e la ventanilla. " ¡Vá lgame Dios ! ", e xc lamó el Aut or para s us adentros, d e t e n ie nd o la m a r c ha d e l s i l l ó n. " ¿ Q ué pasa ahora? " L o s p o l i c í a s l l e g a r o n c o r r i e nd o y s e p l a n t a r o n frente a él. ¿Es usted el escritor ése? —preguntó el sargento, mirá nd olo t orv am e nt e c on los braz os e n jarr as . —Sí. El sargento mir ó al dete ctiv e, y éste d ijo brus ca mente: N o d e b e r í a s a l i r s o l o . T i e n e u s t e d u n a s p e c t o que da la impresión de que se fuera a morir en cualquier momento. Ante semejante observación, saludo tan inusitado, el Aut or s e s or pre nd ió un p oc o, nat ura lm e nt e. N o obstante, repuso con calma: ¿Morirme? Por supuesto, todos nos vamos a morir alguna vez. Pero yo me siento perfectamente. ¡Estoy en terreno privado! Y no molesto a nadie... No me interesa cómo se sienta usted —respondió c oléric o e l sar ge nt o, m irá nd olo m ás c e ñudam e nte t odav ía — . L o que le d igo e s q ue no t ie ne q ue s alir solo. No está usted seguro. Allá arriba me han dicho — e xp l ic ó s e ña la nd o e l e d if i c i o — q ue l e ha n d a d o poc o tiempo de v ida. ¡Y yo no quiero que se muera usted en la calle estando yo de servicio! Verdaderamente pasmado, el Autor no alcanzaba a comprender semejante tratamiento. En efecto, no se 151 LOBSANG RAMPA hallaba bien —d e otr o mod o no se v ería ob ligado a andar en un sillón de ruedas—; pero de ahí a pretender que alguie n lo acompañara cada v ez que s alía, era algo que rayaba en lo absurdo. Por otra parte, en casa había cosas que hacer, muchas cosas que hacer; y, además, el Autor des eaba conserv ar su ind epe ndencia. —Pero estoy en propiedad privada— replicó. —No nos interesa si está o no en propiedad privada —intervino el detective—. Lo que importa es que parece que se fuera a morir en cualquier momento. Ust e d no nos p re oc upa: p e nsam os e n la ge nt e. De modo que vuélvase a su casa. Yo iré detrás de usted. —T omó el sillón por las agarraderas y lo hizo girar en redondo con extrema rudeza, con tanta violencia q ue e l d e s d ic ha d o A ut or p or p oc o s a le d e s p e d id o. Luego le dio un empellón de mala manera, ordenándole—: ¡Vamos! Al pasar, la gente observaba desde los coches con una sonrisa sarcástica al ver a un hombre en apuros con la policía —un hombre en su silla de ruedas—; per o, p or s up ue st o, s ólo s e trat ab a de c ur ios os, y cuando la gente sale a andar y ver, todo le parece s e n s a c i o n a l . N o o b s t a n t e , p a r a e l A u t o r s i e m p r e había sido algo asombroso que cada vez que salía en su sillón de tracción eléctrica no dejara de haber una h o r d a d e m a c a c o s b u r l o n e s q u e , a l p a s a r e n s u s grandes automóviles norteamericanos, metiesen bulla como si ese fuera el espectáculo más div ertido que im a gi na r s e p u e d a . N o a lc a n z a b a a e nt e n d e r q ué podía tener de gracioso el ver a un anciano baldado que vive su vida sin molestar demasiado a los demás. Una nueva sacudida v iolenta de la silla y aquella áspera orden de " ¡Vamos! " le obligaron a acelerar el motor y retomar el camino de regreso a través del parque de estac ionamient o de v ehíc ulos, asce nder por la rampa y llegar hasta la calle privada, con el 152 LA DECIMOTERCERA CANDELA irritante detective siempre a sus espaldas. Ya a las puertas del ascensor éste se detuvo. —La próxima vez que v uelva a salir solo, procederem os c ontr a ust e d — e sp e t ó; y m ie ntra s s e v olv ía para dirigirse al coche policial, que lo había seguido, e x c l a m ó e n t r e d i e n t e s — : ¡ V i e j o i d i o t a ! ¡ C o n m á s de ochenta años...! E l A u t or e n t r ó e n e l a s c e ns or , s ub i ó a l n ov e n o piso y desapareció con la silla de ruedas en su departamento. Otra puerta se acababa de cerrar para él. P or lo v is t o, a h or a le estaba p r o h ib id o s a l ir s o l o. Tendrían que llevarlo poco menos que con una cadena, como a los monos, o con una correa, como a los perros. Miss Cleopatra fue a su encuentro, y saltando sobre sus rodillas, dijo: — ¡Qué infinitamente necios son esos humanos! ¿No es cierto? Pero el trabajo debía continuar. Había que escribir un libro y cartas por contestar. El Autor echó menta lm e nte a l a ir e una mone da para d et erm inar q ué haría primero, y la suerte se puso del lado de la correspondencia. Tomó, pues, una carta que resultó ser de un joven brasileño, de un muchacho de extraño sentido común que le formulaba preguntas muy sensatas. Veamos la carta q ue había escr ito y, a cont inua ción, la respuesta. Río de Janeiro. Estimado Dr. T. Lobsang Rampa: Ya he leído todo de sus libros y tengo mucho interés en estudiar a fondo todo lo que nos ha dicho. Pero, como todo estudiante tiene algunas preguntas, me gustaría que me conteste las preguntas que le haré. Lo siento porque no escribo (ni hablo) el inglaterro bien pues todavía lo estoy aprendiendo en el colegio y muchas de las palabras las veo en el diccionario. Así, allí están las preguntas: 1. Si muero, encontraré muchas personas que he conocido. Las veré como las veía en la tierra. Pero, ¿cuál es mi 153 LOBSANG RAMPA v erdadero aspecto si ya he sido muchas personas en mi ciclo de existencias? ¿Cómo me vería la persona que yo he conocido en el ciclo anterior? 2. ¿Por qué precisamente ahora, un anciano del Tíbet, como usted, viene a contarnos todo lo de la sabiduría oriental? ¿Por qué precisamente andra? 3. ¿Cómo podría ver el Registro Ascásico en el astral? 4. ¿Cuál es la mejor posición para meditar? Yo yo puedo sentarme en la Posición del Loto y no puedo sentarme con la columna derecha. Si us te d c ons id er a q ue a lgunas pr e gunt as no t ie ne q ue contes tarlas, no la s c ont est e, porque yo e nc ontraré las re s p u e s t a s p or m e d i o d e la m e d i t a c i ó n (a s í l o e s p e r o), c o m o ya he hallado la mayoría de ellas pensando por mí mismo. Verdaderamente e s ust ed una v ela en la osc uridad y yo le estoy muy agradecido por todo. Muchas gracias, Dr. Rampa. FABIO SERRA. Estimado Fabio Serra: ¡Ay, q ue r id o ! Me ha e nv ia d o us t e d a lg una p r e gunt a s q u e merecen ser contestadas en el libro que estoy escribiend o en estos mom entos, y que llevará el título de La decimotercera candela. C om o me p r op ongo ut iliz ar s us pr e gunta s e n es e libr o, v oy . a r e p e t ir la s p a r a d a r a c on t i n ua c ió n la s r e s p ue s t a s . Son éstas: 1. Cuando me muera encontraré a mucha gente que he conocido. La veré com o la he visto en la tierra. Per o ¿c uá l s e r á m i a s p e c t o v e r d a d e r o s i n o e s e l q u e t e n g o e n la tierra? ¿Cómo podrán reconocerme las personas que me conocieron antes? Bien; para responder a esto digamos que, cuando alguie n muere, lo prim ero q ue hace es aba ndonar es ta tierra para ir a lo q ue m uc has re ligiones de nom inan 'Purgat orio'. Es te 'P urgat orio' e s e l sit io d ond e s e p urga n c iertas c osas . Sup o nga m os q ue ha e s t a d o u s t e d t r a b a ja nd o e n e l ja r d ín y se ha salpicado un poco de barro la cara y el cabello ( ¡siem pr e que tenga usted cabello...! ). Después entra p a r a c om e r y p a r a e s c uc ha r la r a d io. ¿ Q ué e s l o p r im e r o que hace? Lo pr imer o que hace es ir al 'Pur gator io'; en otra s pa la bra s, v a a l lugar d onde le es p os ib le lav ar se la s manos, lavarse la cara y quitarse el polvo y todo cuanto no debe tener usted encima. 154 LA DECIMOTERCERA CANDELA Muchas religiones representan al 'Purgatorio' como algo terrible. Por mi parte, yo prefiero considerarlo como un b a ñ o c e l e s t i a l d o n d e u n o l a v a s u a s t r a l , p o r d e c i r l o a s í, para p od er pr es e ntar se a nte s us c onoc id os p erf e ct am e nt e i nt a c t o. T e n ga e n c u e nt a q u e c u a n d o e s t é e n e l a s t r a l s e v erá su aura, y que si en su aura hay muchas 'manchas sucias' todos las v erán. El Purgatorio, además, es un lugar d e l a s t r a l d o n d e u n o e s r e c i b i d o p or s us a m i g o s y nu n c a por sus enem igos, porque cuando se pasa al Otro Lado s ól o e s p os ib le r e unir s e c o n q uie ne s s e e s c om p a t ib le . Es de c ir q ue c ua nd o s e ab a nd ona e st e m und o s e p ie nsa en s í mism o, en el aspecto que uno tiene, lo mismo que si se estuv iese en la tierra, y esa es la form a en que uno se manifiesta en el astral, precisamente como se ha sido en la tierr a. P orq ue la ge nt e q ue s e e nc ue ntra allí d e se a q ue s e la re c onoz ca, d e ma nera q ue t amb ié n s e nos a par e c e e xa c tamente como se la ha conocido en la tierra. Muc ha s v e c e s s e e xp e r im e nt a e s a m is m a s e ns a c i ón e n este mundo. Sucede, a veces, que vemos a una persona q ue s a b e m os q ue t i e ne un l una r e n la m e jil la iz q uie r d a y alguien nos dice: 'No; se lo ha eliminado hace aproximadam ente un año'. Dicho de otra m anera, sólo v em os lo que queremos ver, lo que esperamos ver; de modo que c ua nd o v am os a l Otr o La d o v em os a la s p ers onas q ue q ue remos ver y con la forma y color que estamos acostumbrados a percibir en ellas. Veamos un ejemplo: supong a m o s q u e t i e n e u s t e d u n a m i g o n e g r o , e s d e c ir q u e e s a persona era negra en la t ierra cuand o us ted la c onoc ió. Si e n e l Otr o La d o es b lanc a, c ua nd o s e le a c erq ue no p odr á reconocerla, ¿no es cierto? Pues bien, entonces se le presentará como negra. A med ida que us ted s e v a perfeccionando su aparienc ia cambia. Es lo mismo que podría ocurrir con un salv aje lleno , d e pe lo y d e die nt es s uc ios, e t c. Si ha c em os q ue t al salv aje s e lav e, se afe ite, se corte el cab ello y se ponga un traje moder no t endrá un asp e cto d ist int o, ¿no es v erdad? D e m a n e r a s im i l a r , p u e s , a l l le g a r a l O t r o L a d o y p e r f e cc ionar nos, s e v e q ue nues tr o as p ec t o s e tra sf orma. .. p ara mejor. Veamos ahora la segunda parte de la pregunta. Por s up ue s t o, la d a m a q ue us t e d d ic e lo v e r á c ua nd o e s t é e n e l Otro Lado tal cual usted se imagina que es. Lo v erá com o era e n la tierra y ust ed, a su v ez, la v erá a e lla en la misma f orm a. Si no f uera as í (y v a lga la r e it era c ión) no la reconocería. 155 LOBSANG RAMPA 2. ¿Cómo es posible que un viejo tibetano, como yo, l e s h a b l e a l o s o c c i d e n t a l e s a c e r c a d e e s t a s c o s a s ? ¿ P or qué he aparecido precisamente en esta época? E s é s t a u na p r e g un t a m u y a p r op ia d a , d e m o d o q ue le daré la respuesta. Ante s la ge nte s olía v is it ar e l Or ie nt e; p er o los occ id e ntales tienen mentalidad materialista. Viv en el pre sente, se desviven por el diner o, por los bienes materiales y sólo piensan en el poderío y en dominar a los demás. Esto form a p art e d e la c ult ura oc c id e nta l. P or e s o, c ua nd o v a n al Or ie nte y adv ier te n q ue m uc ha s d e las me nt es má s pre claras tienen un aspecto exterior enferm izo y visten pobremente o con harapos, no lo pueden entender; y lo mism o s uc ed e c on la s v ie ja s e ns e ña nza s, p ue s a l no es tar dotados para dominar las lenguas ni para comprender esas culturas, distorsionan esas antiguas enseñanzas y les dan el sentido que ellos (los occidentales) creen adecuado. De este modo, muchos traductores, etcétera, le hacen un magr o fav or a la huma nida d al pr e s e nta r inter pr et ac ione s falaces que tergiversan los auténticos credos religiosos. A mí me ha llev ado mucho tiempo prepararme. Me ha sid o c onced ida la facultad d e compre nder a l Occ ide nte sin d e ja r p or e ll o d e s e r or i e n t a l . He a d q u ir id o la c a p a c id a d de escribir y trasmit ir claramente mi p ensam iento a quien es merecedor de conocer las respuestas. He sufrido más de lo que persona alguna puede padecer, pero eso me ha d a d o u n a m a y o r p e n e t r a c i ó n d e l a s c o s a s , m e ha p r o p o r cionado una capacidad de expresión y de entendimiento m á s a m p l ia y m e ha p e r m i t i d o c om p r e nd e r la m a n e r a d e v e r oc c id e nt a l, a l p ar q ue m e ha c onf e r id o ha b ilid a d p a r a im b uir a m is p a la b r a s d e l c a r iz c onv e nie nt e p a r a c om u nicar el genuino sentido esotérico al lector occidental. Es tamos en la Era de Kali, e n la Era de la De strucción, de l Cam b io, e n q ue la huma nid ad s e e nc ue ntra v e rda d era mente en la encrucijada de tener que optar entre evolucionar o entrar en una fase regresiva, de ascender o de degradarse al nivel del chim pancé. He venido, pues, en esta época, en la Era de Kali, para tratar de inf undir c i e r t a c o m p r e n s i ó n y , q u i z á , p a r a i n f l u i r e n la v o l u n t a d de l hom bre y la mujer occ id e nta le s a fin d e d e q ue s e d e n c ue nt a d e q u e e s m e j or e s t u d ia r y e l e v a r s e q u e q u e d a r s e inactivos y hundirse en la desesperanza. En la t er ce ra pr e gunt a inq uie re us t ed c óm o d eb e hac er para v er el Registro Ascásico cuando esté en el astral. Veamos: 156 LA DECIMOTERCERA CANDELA Cuando entre en el plano astral después de dejar esta vida, irá, por supuesto, al Salón de las Memorias y verá todo cuanto le ha sucedido, no ya solamente en la vida que acaba de dejar, sino también en las demás que ha vivido anteriormente. Después determinará —probablemente con el asesoramiento de consejeros— qué desea hacer para adelantar en su evolución. Podría ser que le interesase ayudar a los que llegan de la tierra. En tal caso, si fuera verdaderamente conveniente que usted viese el Registro Ascásico para poder ayudar mejor a los demás, entonces se le autorizará a ello. No obstante, debo advertirle que nadie puede verlo por mera curiosidad. En la actualidad, en Occidente existen personas que anuncian que por medio de una paga pueden viajar al astral (incluso con un cartapacio, supongo) para consultar el Registro Aseas" ico y regresar con toda la información que se desee. Naturalmente, esto es absolutamente falso. No es cierto que consulten el Registro Ascásico, e incluso dudo de que se trasladen conscientemente al astral. Los únicos espíritus que consultan son los que vienen en botella. De manera que le repito que no es posible ver el Registro Ascásico de otra persona a menos que de ello resulte algún beneficio auténtico para esa otra persona. La cuarta pregunta es también muy atinada, y me place contestarla por la cantidad de gente que suele formulármela, preocupada por el problema. Pregunta usted: ¿Cuál es la mejor posición para meditar? Yo no puedo sentarme en la Posición del Loto y tampoco con la espina dorsal erecta. Permítame que le diga lo siguiente: Cuando usted respira no se le ocurre adoptar ninguna posición especial, ¿no es cierto? Para leer un diario o un libro tampoco tiene por qué adoptar ninguna posición particular. Cuando se dispone a leer, usted adopta la postura que le resulta cómoda. No interesa que se siente en un sofá o que se acueste. Cuanto más cómodo se encuentre, más disfrutará y más asimilará lo que lee. Lo mismo cuenta para la meditación. De modo que entienda bien esto: No interesa en lo más mínimo cómo se siente usted. Siéntese como más le plazca. Si le parece mejor, acuéstese. E, incluso, si quiere acostarse enroscado, hágalo. Lo que se procura al reposar es poder liberarse de toda tensión. Para meditar adecuadamente debe usted liberarse de las tensiones y no distraerse. Por tanto, cualquier postura que para usted sea adecuada, es adecuada para la meditación. 157 LOBSANG RAMPA Ya t ie ne ust e d s us re s p ues ta s, d e ma ne ra q ue s ólo m e resta desear que le sean de utilidad." El Aut or se ec hó hacia atrás con la satisfac ción del deber cumplido. " ¡Qué cantidad enorme de conce pt os eq uiv oc ad os y d e err or e s de int er pr et ac ión e x i s t e ! " , p e n s ó m i e n t r a s a l a r g a b a l a m a n o p a r a t omar otra car ta, es ta v ez pr oc ed e nt e d el Ir án. He aquí una pregunta en particular que viene al caso: "¿Qué se logra durmiendo en la Posición del Loto? Aparte de mortificar el cuerpo, ¿hace algún bien? " Ver da der am e nt e e s te es un tema d e lo má s e nojos o. En realidad, no int eresa en m od o alguno que uno se siente en la Posición del Loto o que se acueste echado de espaldas. Lo único que importa es que uno e s t é c óm od o; p orq ue s i no s e e stá c óm od o, la ca nt ida d d e es f ue rz os y de t e ns iones q ue ha y que soportar perturban el descanso y distraen de la meditación. Veamos esto un poco más a fondo. En Occidente la gente se sienta en sillas. Cuando se va a acostar, se echa en un artefacto mullido provisto de resortes o de alguna otra cosa que permite que las distintas porciones de la anatomía se hundan, de manera que si (para ser mordaces) nuestra parte traser a e s a lgo a b ulta d a, el c olc hón o los r es or t e s hacen que esa parte se hunda y de ese modo el peso se distribuya de manera más pareja. Lo cierto es que, e n e l m und o oc c id e nt a l, la ge nt e t i e ne u n s is t e m a propio, su sistema, el sistema para el cual ha nacido. Además, cuando el occidental desea sentarse, lo hace habitualmente en una especie de plataforma apoyada sobre cuatro patas y provista de un sustentáculo posterior que sirve para impedir caerse de espaldas. Es decir que, virtualmente desde que nace está condicionado para pensar que es necesario tener la columna vertebral apoyada en algo, por lo cual los músculos q ue nor m a lm e nt e d e b e r ía n m a nt e ne r e r e c t a la co lumna no se desarrollan o se atrofian. 158 LA DECIMOTERCERA CANDELA Lo mismo ocurre con las piernas, las articulaciones, etc. El occidental está condicionado para mantener sus piernas separadas y dobladas en cierto ángulo desde las rodillas hacia abajo, por lo cual si adopta otra posición se siente, naturalmente incómodo. Veamos ahora qué sucede en Oriente, comenzando por Japón. En el Japón, antes de entrar en una casa, la gente se quita los zapatos, y, una v ez dentro, se sienta en el suelo. La única manera posible de sentars e c ó m o d a m e n t e e n e l s u e l o e s h a c e r l o c o n l a s piernas cruzadas, una de cuyas variantes es la llamada Posición del Loto. A lo largo de muchos años d e ev olución, el japon é s s e h a d a d o c u e n t a d e q u e t o m á n d o s e d e l o s t ob i ll o s y ha c i e n d o p o c o m e n os q ue u n n u d o c o n sus piernas, se siente muy cómodo y apoyado en una base muy firme. Y, como ha sido condicionado para esto desde su nacimiento, para él no es forzado, no es incómodo ni desagradable. De esta manera, también, su columna vertebral permanece naturalmente erecta, lo cual resulta inevitable debido a la postura. Invite usted a un japonés que no haya visto jamás los enseres occidentales a sentarse en una silla y el desdichado se sentirá enormemente incómodo. Sentirá que le duele todo el cuerpo, y no bien su corrección se lo permita se levantará de la silla para sentarse en el suelo en la posición que él acostumbra. Si, por lo contrario, tomamos a un occidental y lo trasladamos a una comunidad japonesa, de modo que tenga que sentarse en el suelo con las piernas cruzadas, sufrirá lo indecible. Como sus articulaciones no han sido condicionadas para adoptar esa particular postura, lo primero que piensa es que se va a descoyuntar, y má s ta rde , llegad o e l m om e nt o d e lev a ntar se, p or lo ge nera l no p ued e ha c er lo. V er da der a mente es un espectáculo divertido presenciar cuando un alemán gordo pretende levantarse después de 159 LOBSANG RAMPA haber estado sentado con las piernas cruzadas. Generalmente se cae de bruces, si bien se salva apoyándose en las manos. Después, entre grandes quejidos, logra sostenerse sobre sus rodillas, y entre crujidos dolorosos, jadeos y exclamaciones guturales se pone de pie tomándose las nalgas con la más angustiosa de las expresiones reflejada en el rostro. En el Lejano Oriente, sentarse con las piernas cruzadas es algo de todos los días. En el Occidente, la cultura se ha orientado hacia la riqueza y los bienes materiales. Los occidentales piensan más en el presente, piensan más en acumular bienes terrenales, por c uya r a z ón t od o c ua nt o c ons t it uya un s í m b olo d e status resulta apetecible. En tiempos de los antiguos re yes, emperad ores, faraones y t oda aquella ge nte q ue s o lía s e nt a r s e e n un t r o no, e l h om b r e c om ún tomaba unos trozos de madera, les daba forma y los u s a b a c om o t r o n o s e n m i nia t ur a o s i l la s . S i Mr s . Smith deseaba tener una silla mejor que la de Mrs. Br own, le ba st ab a c on p oner a la s uya una b onit a f und a ; p e r o, c omo Mr s . J one s q ue r ía t od av ía a lgo mejor —pues siendo, como era, huesuda, le daba la s e ns a c ió n d e e s t a r s e nt a d a c o nt i n ua m e n t e s ob r e huesos—, se le ocurrió rellenar de lana la funda y de esa manera fue la primera en tener una silla tapizada. En el Lejano Oriente, la gente no estaba tan pendie nt e d e l diner o ni de lo q ue p ose ía. Se oc upab a, en c a m b io, de a c um ula r b ie ne s e n e l c ie lo o e n e l equiv alente local de ese lugar, y la gente se conformaba con sentarse en el suelo. Es decir, que desde los comienzos se han acostumbrado a sentarse de tal manera, por lo cual sus articulaciones son más flexibles, y sus músculos ya están preparados para eso. En la India, el sabio se sienta debajo de los árboles en la Posición del Loto. Debe hacerlo así porque c a r e c e d e s illa s , d e l m is m o m od o q ue e s p r ob a b l e que desconozca qué pueda ser un revólver. 160 LA DECIMOTERCERA CANDELA Cuando los occidentales ven a algún anciano sentado bajo un árbol piensan que debe de tratarse de algún sabio, pues confunden la postura con la sabiduría en sí misma. Además, nunca falta algún estúpid o q ue ta l v ez p or hab er v is t o una f ot ograf ía d e la India o algo por el estilo, se pone a escribir un libro acerca del yoga v alié nd os e d e lo que le ha contad o algún amigo o de lo que ha v isto por telev isión. (El A u t o r n o t i e n e t e l e v i s o r ; n u n c a p r o f e s ó l a f e d e l Aparato Idiota.) Hay autores que le han hecho un mal incalculable a las auténticas doctrinas metafísicas. Esos autores, p or car e c er de l de b id o c onocim ie nt o d e la s c osa s, han copiado con algunas modificaciones obras ajenas de modo de no infringir la legislación referente a la propiedad intelectual. Además, hay muchos autores q u e s e s i e n t e n m o l e s t o s c u a n d o a p a r e c e a l g u n o nuevo que realmente conoce su tarea por experiencia propia. Esos aut ores —los que c op ian s in saber lo que hacen— son culpables de dar una información t ot a lm e nt e fa lsa b ajo la d e nom ina c ión d e " yoga" u otra s im ilar. Muc hos cr e e n q ue b as ta c on t e ner la habilidad de colocar Sri ante sus nombres. Esto equivale a colocar Mr. cuando se vive en una comunidad oriental. Si tales escritores y simuladores supieran a l g o a c e r c a d e t od o e s t o, n o s e r ía n t a n r e m a t a d a m e n t e t o n t o s c o m o p a r a c o p i a r v o c a b l o s q u e l e s son totalmente desconocidos. Son muchos los intérpretes y traductores que han querido verter al inglés, al francés o al alemán libros del Le jano Orient e, lo c ual no deja de ser muy rie s goso si el traductor no tiene un conocimiento sumamente profundo de ambas lenguas y de los concept o s m e t a f í s i c o s . P o r e j e m p l o , m u c h o s c o n c e p t o s orientales son precisamente eso: conceptos. Se trata de objetos abstractos que no pueden ser traducidos 161 LOBSANG RAMPA en términos concretos, a menos que la persona haya vivido en ambas culturas. P e r o v olv a m os a la P os ic i ón d e l L ot o. E s t a p os i ción es una postura sedante que para el hindú, .el ja p oné s o e l t ib e t a no r e s ult a a d e c ua d a y c óm od a . Para éstos, las sillas no son tan confortables, razón por la cual no las usan. Del mismo modo, el occidental no se siente bien en la Posición del Loto, porque para él esa postura no es natural. La ge nte de c ir c o s ab e p erf e ct am e nt e q ue, par a contar con buenos acróbatas, hay que adiestrarlos casi desde que nacen. Es necesario educar los miembros del cuerpo para que puedan doblarse más de lo normal, porque los mov imientos de los hues os del común de los occidentales son de una amplitud limitada. El oriental, según suele decirse, es "de articulación doble". Para decirlo más exactamente, el oriental está más acostumbrado a mover los huesos. Para el occidental en general, o tal vez para el de mediana edad, es sumamente peligroso hacer los ejercicios que para el oriental son perfectamente corrientes. Es absolutamente aventurado para el occidental sentarse e n la Posic ión d el L ot o' c uand o las articulaciones, etc., ya se han endurecido. La persona que me formula esta pregunta es del I r á n y m e c o n s u l t a a s i m i s m o a c e r c a d e l H o T a i , como símbolo del Bien Vivir. El Ho Tai, por supuesto, es sólo una de las formas de los Mil Budas. En el Lejano Oriente hay conceptos en lugar d e t érminos concret os. No se v eneran íd olos, no se adora imagen alguna de Buda. Las imágenes obran sólo como estímulos para ciertas líneas de pensamiento. Por ejemplo, el Ho Tai es un anciano de aspecto agradable y v oluminoso abdomen, sentado en la Posición del Loto. Pero esto no quiere decir q ue de ba us t ed s e nt ars e tam b ié n e n e sa p os ic ión. Sólo significa que ese anciano agradable del volumi- 162 LA DECIMOTERCERA CANDELA noso abdomen carecía de sillas, aun cuando de haber c o nt a d o c on e l la s t a m p oc o la s h ub ie s e u t i l iz a d o, pues para él habrían sido incómodas. Por ese motivo solía sentarse en la postura que más convenía a las costumbre s que había adquir ido s u anat omía: con las piernas cruzadas, o sea en la Posición del Loto. E l H o T a i , p u e s , f o r m a p a r t e d e u n g r u p o d e imágenes, estatuas, cuadros o representaciones de las diversas fases del hombre. Puede decirse que alcanzar la budidad está a la mano de todos, pues para ello no c ue nta q ue s e s ea r ey o p leb e yo, ni la p os ic ión q ue se t enga en la v ida, ni la circ uns tanc ia de ser r ic o o p ob r e . Se p u e d e a s p ir a r a la b ud id a d c ua l quiera que sea el rango que se tenga. Lo único que hay que seguir es... Pero, ¿cómo vive usted?- ¿Vive c on arreglo al Camino Medio; v iv e según la norma que dice que debemos comportarnos como quisiéramos que se comportasen los demás con nosotros? Si así es, está usted en camino de alcanzar la budidad. A m e n u d o l a g e n t e e n t i e n d e m a l l o r e f e r e n t e a Buda, lo mismo que lo t oca nte a yoga, yogui, loto, etc. El Buda fue Gautama. Gautama era su nombre. Quizá puede entenderse esto algo mejor si lo trasladamos a términos cristianos: Jesús fue el Hombre, pero, en otro sentido, fue "el Cristo". Se puede partic ipar d e la c ond ic ión d e Cr ist o, p er o no d e la d e Jesús, ¿no es verdad? En el mismo sentido, Buda es un e s t a d o, un r a ngo, una c ond i c ió n, e l r e s ult a d o final. Aquello a lo cual aspiraba Gautama y hacia lo cual Gautama evolucionó. Es, en realidad, un grado de evolución, y todas esas imágenes diferentes que mucha gente poco informada denomina "ídolos", no lo son en modo alguno. Son meras representaciones, m e r o s r e m e d o s , l o c ua l n o e x c lu y e q ue s i u n o e s austero (el Buda Sereno) o una persona jovial (el Ho Tai) pueda alcanzarse inc lus o la budidad, siempre que se viva con arreglo a la verdadera devoción que 163 LOBSANG RAMPA constituye el Camino Medio y que nos comportemos con los demás como quisiéramos que los demás se comportasen con nosotros. Ex ha us t o p or e l e s f u e r z o r e a liz a d o, e l Aut or s e reclinó. Su salud venía decayendo progresivamente a partir de aquel incidente con la policía, de resultas del cual se le había cerrado una nueva puerta hacia la lib erta d e n e st a t ierra. Se s e ntía fa t iga d o de e s cribir. Enc e nd i ó, p ue s , e l v ie jo r e c e p t or Ed d ys t one d e onda corta, y durante un rato se dedicó a escuchar l a s n o t i c i a s d e t o d o e l m u n d o : d e l a I n d i a , d e l a China, del Japón y de Rusia. Parecía como si todo el mundo estuviese diciendo cosas desagradables de los demás. — ¡ A h ! — d i j o d i r i g i é n d o s e a M i s s C l e o p a t r a — . ¡Menos mal que no tenemos aparato de televisión y no podemos ver los horrores de las escenas de violencia occidental y todas esas sandeces! No me explico por qué no pasan buenas noticias por telev isión en vez de esas escenas de sexo, sadismo y toda clase de desviaciones. M i s s C l e o p a t r a l e d ir i g i ó u n a m i r a d a d i s c r e t a . Luego bajó la vista y delicadamente comenzó a higienizarse de nuevo, no obstante estar más limpia que casi todos los seres humanos. —Guv —dijo, al fin, con cierta timidez—. Guv, ¿no te has olvidado de nada? Sobresaltado, el Autor se quedó pensativ o rebusc a n d o c o n gr a n a z or a m i e nt o q u é p od ía ha b é r s e le olvidado. ¿Por qué esa reticencia de Miss Cleopatra? —Pues, mira — repuso fina lmente—; creo que no, que no me he olv idado de nada. .. Pero si a ti te parece que sí, dímelo y veremos qué podemos hacer. Miss Cleopatra se levantó, echóse a andar por encima del Autor y fue a sentarse en el pecho de éste 164 LA DECIMOTERCERA CANDELA como solía hacerlo de preferencia cada vez que tenía que susurrarle algo al oído. —Guv —comenzó—: en este mismo capítulo, al ref e r ir t e a la forma de hablar de los animales, has dicho algo acerca de l o s c h i m p a n c é s . A n t e s , s i n embargo, me habías dicho que nunca debe tomarse ninguna cita de un libro ajeno sin mencionar el títul o completo y el autor. ¿No te has olvidado de hacerlo? El Autor habría enrojecido si la v irtud de ruborizarse no hubiese estado fuera de su alcance. —Sí, Cleo —replicó, inclinándose hacia la gatita—. T i e ne s t od a l a r a z ó n d e l m un d o. I nm e d ia t a m e n t e rectificaré esa omisión. N o s h e m os r e f e r i d o a l m a t r im o ni o d e i nv e s t i ga dores, los Gardner, quienes le enseñaron a un chimpancé a hablar por medio de señas. La información fue tomada de las páginas 170 y 171 del libro tit ulado Body Language [Expres ión corporal], de Julius Fast, editado por M. Evans & Co. Inc., New York. M i s s C l e o s e i n c o r p o r ó c o n t o d a p a r s i m o n i a , bostezó, dio media vuelta, y meneando suavemente la punta del rabo emprendió el camino de regreso a lo largo d e l Aut or y se ec hó d e tr av é s s obr e s us t ob illos. No cabía duda alguna de que sentía una gran satisfacción por haber desempeñado su parte para que se mencionara lo que era un deber mencionar. Por eso, después de cumplir con su misión, se acurrucó plácidamente y se durmió. A ratos, los bigotes se le movían y le temblaban al compás de sus deleitosos sueños, puros e inocentes. 165 CAPITULO IX Sentada al abrigo de las rocas, la anciana sollozaba su inf or t uni o, a git á nd os e y a r r ojá nd os e c o nt in ua m e nt e a l s u e l o. T e n ía l os o j o s e nr o je c id o s e i nf la mados, y en sus arrugadas mejillas se notaban los s urc os q ue de jab an la s lá gr imas mez c la da s c on e l p olv o. C om o pr oc e de nt e d e ot r o m und o, la luz de l sol proyectaba profundas sombras a la entrada de la cueva, densas vallas que parecían aprisionar su alma. M á s a l l á d e l a b o c a d e l a c a v e r n a , e l r í o Y a l u s e guía s u e t e r no c ur s o d e s d e la s t ie r r a s a lt a s d e l Tibet, a trav és de la India, para formar al sagrado Ganges y proseguir luego su rumbo hacia la inmens i d a d d e l o s o c é a n o s , c o m o s i c a d a g o t a d e a g u a fuese un alma camino de la eternidad. Las rugientes aguas se estrellaban contra las abigarradas rompientes y a través de las gargantas se desplomaban en balsas profundísimas para más adelante dispersarse y discurrir tumultuosas. Ent r e la f a ld a d e la m o nt a ña y la im p e t u os a c o rriente se extendía un sendero llano, que a través de cientos de años había desbrozado y asentado el paso de los viandantes. Al observador occidental, el tinte castaño rojizo d el s ue lo p od ía sugerirle la idea .de una barra de chocolate, tan castaño y liso como era. A los lados del sendero se hallaban diseminadas al acaso enormes piedras que también mostraban una c o l o r a c i ó n c a s t a ñ o r o j i z a , q u e e s el matiz que 167 LOBSANG RAMPA adquieren cuando son ricas en minerales ferrosos. En una tranquila rebalsa alimentada por un tenue hilo de agua que se deslizaba por la ladera de la montaña, se veían brillar pepitas de oro. El oro del corazón de las montañas. El hombre y el chiquillo cabalgaban serenamente p or el s i n u o s o c a m i n o, p or a q u e l c a m in o q ue s e r peaba junto a las laderas rocosas de la montaña. Los pequeños ponies estaban fatigados después de andar durante todo el día el camino de regreso desde aquel diminuto lamasterio que todavía allá a lo lejos, hacia el Oeste, reflejaba los rayos solares. El hombre, vestido con el manto azafranado a la usanza de los lamas, miraba de un lado y de otro bus cand o algún lugar apropiado donde acampar. A p oc o, a trav és d e las flores de un rod od endr o, pudo distinguir confusamente la entrada de una cav e r na. Hiz o un ge s t o y s e a p e ó. E l p on y q ue v e nía detrás se detuvo, a su vez, junto a su compañero, y e l jov e n a c ólit o, d e s p r e v e nid o , s e d e s liz ó a l s ue l o s o b r e la c a b e z a d e l a n im a l. D e s p u é s d e t o m a r s u equipaje, el lama se dirigió al paso hacia la caverna. Allí, la anciana lloraba en un rapto de dolor, balanceándose convulsiva. —¿Qué os aflige, buena mujer? —preguntóle afectuosamente el lama. Con un grito de terror la anciana s e i nc or p or ó, p e r o a l v e r l o s e e c h ó d e b r u c e s . Este se inclinó y la ayudó a ponerse de pie—. Buena mujer —le dijo—, sentaos a mi lado y decidme qué es lo que tanto os aflige. Quizá pueda ayudaros. Todav ía aturdido, el jov en acólito irrumpió en la cueva con su fardo a cuestas, pero al entrar tropezó c o n u na s a li e nt e r oc o s a d e l s u e l o y s e c a y ó c ua n largo era. La anciana levantó la vista y no pudo contener una explosión de risa. —Acamparemos en otra parte. Ve a cuidar de los ponies —le dijo el lama al muchacho. Y volviéndose 168 LA DECIMOTERCERA CANDELA hacia la anciana, prosiguió—; Decidme ahora qué es lo que tanto os atribula. — ¡Oh, venerable lama, escuchad mi historia y s o c o r r e d m e ! — e x c l a m ó l a a n c i a n a j u n t a n d o l a s manos en actitud de súplica— . Sólo vos podéis decirme qué debo hacer. Sentándose a su lado, el lama asintió con un movimiento de cabeza. —Sí, b ue na mujer, quizá pue da prestaros algún auxilio, pero para ello debéis decirme qué os angustia —la alentó—. Mas... No sois del país, ¿v erdad? ¿Venís, acaso, del país del té? —Sí —asintió la anciana—, nos establecimos en el Tibet. Solíamos trabajar en una de las plantaciones d e t é , p e r o n o n o s agradaba por la mala manera como nos trataban algunos occidentales. Debíamos re coge r mucho t é y s iempre nos d e cían que es taba l l e n o d e p a l i l l o s ; p o r e s o n o s v i n i m o s a q u í y n o s quedamos a vivir a la orilla del camino. El lama la observó pensativo y luego le dijo: — M a s d e c i d m e q u é e s l o q u e o s a f l i g e e n e s t e momento. La anciana juntaba y separaba las manos, dando la Impresión de estar desesperadamente indecisa. —Mi esposo y mis dos hijos vivían aquí, conmigo —explicó, al fin—. Nos arreglábamos muy bien ayudando a los mercaderes a vadear el río un poco más abajo, pues conocíamos con exactitud el lugar donde se encuentran las piedras para poder atravesarlo, ya que las habíamos colocado de tal manera que sabíamos perfec tamente cuál era la mejor forma de que pasaran por ellas los mercaderes sin peligro de caer y ser arrastrados a través de la hondonada. Pero ayer, mis dos hijos y mi esposo subieron al risco. Queríamos huevos y aprovechamos porque era la época de la postura. —Se detuvo presa de un nuevo acceso de congoja. El lama le rodeó los hombros con un brazo 169 LOBSANG RAMPA a fin de calmarla, y la pobre mujer le oprimió lev e mente la mano que pendía junto a su cuello. Inmed ia t a m e nt e s us s oll oz os c e s a r on y p r os igu ió e l r e lato—. Ya habían recogido una buena cantidad y los t r a í a n e n u n p e q u e ñ o b o l s o d e c u e r o , c u a n d o a l parecer — aunque no sé exactamente qué pasó—, mi esposo perdió pie, una piedra se movió debajo de él y s e c a y ó d e s d e l o a l t o d e la r o c a . — V olv i ó a in t e r r um p ir s e a n e ga d a e n lla n t o; p e r o s a c ud i e nd o la cabeza como para alejar los malos recuerdos, prosiguió—: Durante la ca ída mi es poso se d io v ue lta y fue a golpear con la cabeza contra las rocas de abajo. ¡Pobrecito —prorrumpió—, siempre había sido ése su punto más débil! Se oyó un espantoso crujido y un golpe así: ¡plaf! , y -luego un ruido como si alguien pisara un fardo de ramas. —El lama movió la cabeza con un ge st o de conmis eración y alent ó a la mujer para que continuase—. Arriba, en el borde del acantilado, mis hijos también se encontraban en peligro. Uno de ellos trat ó d e asir el b ols o de manos de s u padre, y al hacerlo también trastabilló. Mi segundo hijo procuró agarrar el bolso o a su hermano, nó lo sé b ie n, pero tambié n se cayó prov oca nd o un d eslizamiento de piedras. Los dos muchachos se cayeron y fueron a dar contra las rocas de aquí abajo... ¡plaf, p laf! —La m ujer prorrumpió e n una risa casi his té rica que durante un buen rato no pudo refrenar, a pesar de los esfuerzos del lama por serenarla. Al fin, no obs ta nte, logr ó c ont inuar s u na rra c ión—. ¡Qué m od o d e g o lp e a r s e ! ¡ J a m á s l o p o d r é b or r a r d e m i m e nte ! Pr im er o, aq ue l c has q uid o; lue go, e l cr ujir, a q u e l r u i d o d e a l g o q u e s e t r i t u r a . . . y y a h a b í a p e r d i d o a m i m a r i d o y m i s d o s h i j o s ; y h a s t a l o s huev os que habían recogido se hicieron trizas. ¡No s é q u é h a c e r , y a ! ¡ Q u é d i f í c i l m e r e s u l t a t o d o aquí! —Se sorbió la nariz y emitió un quejido lleno de angustia—. Un mercader que pasaba —continuó- 170 LA DECIMOTERCERA CANDELA me ayudó a recoger sus despojos, lo cual fue bastante difícil pues se hallaban convertidos en una masa informe que b ie n se hub ie se p odid o e nrollar com o ropa v ieja. Se guram e nte no le s ha b ía q ued ad o un s ó l o h u e s o s a no e n e l c u e r p o. De s p u é s , m ie n t r a s t odav ía permane cía mos allí e l mercader y yo, bajó una bandada de buitres que, ante nuestras miradas horrorizadas, se abalanzaron sobre ellos. En menos t i e m p o d e l q ue s e p u e d e s up o ne r , ya n o q u e d a b a nada de mi esposo y mis hijos, excepto sus huesos, fracturados de manera increíble. Como la mujer estaba al borde de otro ataque de histeria, el lama le tomó suavemente la nuca y se la presionó ligeramente. La reacción no se hizo esperar: l a m u j e r s e i r g u i ó y l o s c o l o r e s l e v o l v i e r o n a la s mejillas. — Y a m e h a b é i s d i c h o b a s t a n t e — i n t e r v i n o e l lama—. No os angustiéis. —No, v enerable lama; quisiera decíroslo todo, si me lo permitís. — Mu y b ie n, s i é s e e s v u e s t r a d e s e o. . . De c i d m e todo cuanto queráis, que yo os escucharé —repuso el lama. — E l m e r c a d e r y y o n o s q u e d a m o s a l l í , n o s é cuánto tiempo, horrorizados, llenos de espanto, mirando cómo los pájaros dejaban pelados aquellos despedazados huesos. Después, como no los podíamos dejar esparcidos por el sendero, ¿no es cierto? , los recogimos en una canasta y los arrojamos en el río, donde desaparecieron dando tumbos a trav és de la ga r ga n t a . A h or a ya no tengo e s p o s o, ya no t e n go hijos, ya no tengo nada. V o s o t r o s , l o s t i b e t a n o s , tenéis fe en las Tierras Puras; nosotros tenemos fe en el Nirvana. Pero yo estoy profundamente desgarrada, estoy aterrada. Yo también quisiera Tengo miedo. 171 dejar este mundo... LOBSANG RAMPA — S í — m u s i t ó e l l a m a c o m o s i h a b l a s e c o n s i g o mism o, lue go de suspirar—; todos quieren ir a las T ie r r a s C e le s t ia le s , p e r o na d i e d e s e a m or ir . S i a l menos la gente recordase que, aunque se transite por e l V a l l e d e l a S om b r a d e l a M u e r t e , n o s e e x p e r i menta mal alguno si no se teme al mal. —Y agregó, volviéndose hacia la anciana—: Mas, buena mujer, si t od a v ía no v a is a d e ja r e s t a t ie r r a, ¿q ué e s lo q ue tanto teméis? • — ¡De vivir! —repuso aquélla prestamente—. ¡Viv ir! ¿Para qué, v ivir? Sin un hombre que me proteja. ¿Cóm o v py a v i v i r , c ó m o v o y a c o m e r ? ¿Qué puede hacer una anciana sola en este país, una anciana como yo, una anciana en quien los hombres ya no reparan? ¿Qué puedo hacer? Quisiera morir, p e r o l e t e m o a l a m u e r t e . N o t e n g o a n a d i e , n o tengo nada. Y cuando muera, ¿qué pasará? Mi religión, que es distinta a la vuestra, me dice que cuando esté en la otra vida, si realmente existe otra vida, me reuniré con mi familia, que v olv eremos a estar todos juntos. Pero, ¿cómo puede ser de tal manera? Porque si todavía vivo algunos años, seguramente mi familia se habrá alejado ya de mí, habrá envejecido. Me siento terriblemente angustiada, tengo miedo y no s é d e q ué . T e ngo m ie d o d e v iv ir y t e ngo m ie d o d e m or ir; t engo m ied o de lo que p ue da ha b er má s a l l á d e l a m u e r t e . E s a l o d e s c o n o c i d o a l o q u e temo. —Tomó impulsivamente la mano del lama y prosiguió— ¿Podéis dec irme qué hay más allá de la m u e r t e ? — p r e g u n t ó con v oz tr ém ula—. ¿Po déis decirme por qué no me arrojo yo t a m b i é n p o r l a garganta del río para morir, como murió mi esposo, como murieron Mis hijos? ¿Podéis decirme por qué no lo ha go y m e r e ún o c o n e l los ? Er a m os p ob r e s , gente humilde, pero juntos éramos felices a nuestra m a ne r a. J a má s t uv im os lo s uf ic ie nt e p a r a c om e r, pero nos arreglábamrNs. Y ahora me veo sola, sin 172 LA DECIMOTERCERA CANDELA na d a . ¿P or q ué, oh, v e ne r a ble la m a , no p ong o t é r mino a mi sufrimiento? ¿Por qué no acudo a reunirme con m i familia ? ¿Podéis e xplicármelo, oh, v ene rable lama? —concluyó, con ojos suplicantes. El lama la miró con infinita compasión. —Sí, buena mujer —le dijo—; es muy posible que pueda prestaros alguna ayuda por medio de la debida información. Pero, antes, decidme si habéis comido y b e b i d o a l g o h o y . ¿ L o h a b é i s h e c h o ? —La mujer negó silenciosamente con la cabeza. Tenía los ojos inyectados con sangre y sus labios temblaban por la intensa emoción contenida—. Beberemos un poco de té con trampa —dijo el lama—. Después os sentiréis mucho mejor para conv ers ar, y para que p ue da yo hablaros de ciertas cosas que bien sé que son verdaderas. —Se p us o de pie y se asom ó a la boca de la pequeña caverna para llamar al acólito—. Recoge un p o c o de leña y e n c i e n d e e l f u e g o — l e i n d i c ó — . Tomaremos un poco de té con tsampa y después conversaremos tú y yo con esta buena mujer. Debemos cumplir con nuestro deber y procurarle el consuelo de la verdadera religión. El muchachito se internó entre las grandes rocas. Evidentemente la leña no escaseaba en aquel lugar, como ocurría en el v alle de Lhasa, a centenares de metros más arriba, donde le hubiese gustado poder encontrarla con tal profusión. Juntó, pues, las ramas má s s ec as q ue le f ue p os ib le e nc ontrar e hiz o una buena pila. U n p o c o m á s a l l á , e n l o a l t o d e u n a r o c a m u y escarpada, notó algo que le llamó poderosamente la a t e n c i ó n . E s c a l ó c o n s u m o c u i d a d o a p r o x i m a d a me nt e quinc e m et r os y a l lle gar a rriba ala rgó una mano para tomar aquel ob jet o e xtraño, relucie nte, provisto de unas hebras negras. Al tomarlo, el terror le hiz o da r un re sp ingo y ca yó d e slizá nd os e p or la superficie de la roca. Lo que había asido era la parte 173 LA DECIMOTERCERA CANDELA superior del cráneo de una de las v íctimas... Al deslizarse por la superficie de la roca felizmente fue a caer sobre un rododendro que amortiguó su caída. En sus manos, a pesar de eso, conservaba aún aquel objeto, compuesto por una porción de los huesos del cráneo, cabello negro y algo de piel. Dejándose caer de las ramas, echóse a correr hacia la orilla del río y una v ez allí arrojó b ie n lejos a quel objet o e n direc ción de la entrada de la garganta. Después sumergió un poco las manos en el agua para lavárselas y luego de sacudirlas volvió corriendo para recoger la leña. Con su abundante carga a cuestas, retornó a las proximidades de la entrada de la caverna, donde hizo una pila de ramas y c oloc ó un trozo d e mec ha que proc uró enc end er con e l ped ernal y e l eslab ón. N o ob s t a nt e , no l o l ogr ó, p ue s c om o ha b ía t om a d o la mecha con las manos mojadas la había humedecido. Entretanto, el lama y la anciana lo estaban mirando desde la boca de la caverna. Sonriente, el lama c o nt e m p la b a l os a f a n e s d e l j o v e n a c ól it o; p e r o la a n c i a n a , c u y o e s t ó m a g o s o n a b a d e h a m b r e , d i j o "chist, c hist, c his t", y c orrió hac ia la p eque ña p ila de leña, olvidándose por un momento de sus tribulaciones. En aquel instante v olv ió a sentirse una perf e c t a m u j e r d e h o g a r , q u e debía enseñar a aquel muchachit o c ómo hacer fu eg o. T omó i n m e d i a t a mente un trozo de su escasa provisión de mecha y la enc end ió. L ue go se arrodilló y s op ló c on t odas s us f u e r z a s h a s t a q u é é s t a s e i n f l a m ó y e n c e n d i ó l a s ramitas que estaban encima. Hecho esto, radiante de satisfacción corrió a la cueva a buscar una lata que ya había llenado de agua. El j ov e n a c ól it o la m ir a b a f a st id ia d o, p e ns a nd o p o r q u é l a s m u j e r e s t i e n e n q u e m e t e r s e s i e m p r e cuando los hombres hacen algo. ¿Por qué las mujeres tienen que meterse siempre y aprovechar los frutos de los mayores desvelos del hombre para acaparar 174 LA DECIMOTERCERA CANDELA t od o e l c r é d it o, t od o e l b ue n k a r m a ? I rr it a d o, d io un puntapié a una piedra y se fue entre las rocas a recoger un nuevo fardo de ramas. "Por las dudas que e s a v ie ja d e s c uid e la le ña " , p e ns ó p a r a s í, "m e jor será que esta vez lleve una buena cantidad". En las cerca nías de la base d e la gran roca sale d i z a , h a l l ó una e s c ud illa y una c a ja -a m ule t o. También encontró un t r o z o d e g é n e r o a j a d o . A l verlo, se dio cuenta de que era uno de los elementos del c ult o de monía c o. Pe r o al p e ns ar má s de t e nida me nt e re c or d ó q ue ha bía hab id o un r ob o, y e nt on ces la historia acudió a su mente. " ¡Oh, sí! ", pensó; "una d e las maneras con las cua les se hicier on de dinero fue robando cosas e introduciéndolas de contrabando en la India para venderlas como recuerdos a los occidentales". Guardó bajo su manto el bol, la cajaamuleto y el trozo ajado de género, y abriendo bien los brazos recogió el gran haz de leña y se echó a andar tambaleando por el camino sin poder ver por donde caminaba. La anciana se ocupaba del fuego y, como se imaginaba el pobre muchacho, seguía amontonando leña c om o si t uv iera a su dis p os ic ión un r e gim ie nt o d e monjes para que se la proveyesen. Soltó el fardo de leña detrás de la mujer, como si deseara que tropezase y se cayera al fuego para no tener que trabajar tanto. Des pués se v olv ió hacia e l la ma y extrajo el bol, la caja-amuleto y el trozo de género. — ¡Es mío, es m ío; era de mi marido! —c hilló la anciana incorporándose rápidamente como por efect o d e l a l e v i t a c i ó n — . E s l o ú n i c o q u e a h o r a m e queda de recuerdo de él —exclamó mientras le arrebataba al muchacho de las manos esos objetos y los contemplaba ávidamente. Después los guardó en el retornó al lado del fuego con los ojos llenos de lágrimas. 175 seno y LOBSANG RAMPA El jov e n a c ólit o m ir ó t orv am e nte al lama y m ur muró: — Es per o q ue t od o e s o no s e le ca iga d e ntr o d e l tsampa. Nunca me gustó el revuelto de tsampa. El lama entró en la caverna para ocultar su regocijo, que estaba amenazando con hacerle perder su gravedad. Al p oc o r a t o, e l la ma , e l a c ólit o y la a nc ia na s e hallaba n ya s enta d os s e para dam e nte, c omie nd o y b e b i e nd o, p or q ue lo s t i b e t a n o s q ue p e r t e n e c e n a órdenes sacerdotales prefieren por lo común comer s o l o s o e n c o m p a ñ í a e x c l u s i v a m e n t e d e s u s m á s íntimos allegados. Concluida aquella comida frugal, ca d a c ua l l im p i ó s u e s c u d i l la c o n a r e na f i na y la enjuagó en el río, para luego volver a guardarla entre sus ropas. Entonces dijo el lama: —A p r o ximaos, buena mujer; tomemos asiento cerca del fuego y veamos la manera de tratar y resolver vuestros problemas. —Se volvió y arrojó un puñado de ramas en la peque ña hoguera. El muchac ho miró preocupado por la rapidez con que se consumía l a l e ñ a ; p e r o , s o n r i e n t e , e l l a m a l e d i j o — : S í , e s mejor que vayas por una o dos cargas más. Vamos a necesitar tener fuego. ¡Vamos, vete! Y mientras el muchacho tornaba a buscar leña y cuanto pudiese hallar, el lama y la anciana se pusieron a hablar. —B ue na m uje r, v ue s tra r e ligión y la m ía t ie nen formas distintas —comenzó el lama—, pero todas las religione s cond uc e n al mismo sit io. No imp orta en qué creamos, ni cómo creamos, mientras creamos; p o r q u e una v erdadera religión, c on la d i s c i p l i n a m e nt a l y e s p ir it ua l q ue im p one a s us f ie le s , e s la única salvación para nuestro pueblo y para el v uestro. —Se detuvo, miró a la mujer y prosiguió—: ¿De m o d o q u e h a b é i s p e n s a d o e n m a t a r o s , e h ? B i e n ; debéis saber que ésa no es solución alguna. Si os 176 LA DECIMOTERCERA CANDELA m a t á i s , s i o s s u i c i d á i s , t o d o c u a n t o h a r é i s s e r á aumentar vuestros problemas, en vez de concluir con ellos. L a a nc ia na le v a nt ó la v is t a pa r a m ir ar a l la ma , pues éste era de elevada estatura y ella muy menuda, y retorciéndose las manos, dijo: — ¡Oh, s í; d e c id m e ! S oy i gn or a nt e , no s é na d a , no tengo absolutamente ninguna instrucción. Pero, sí; he pensado en matarme, en arrojarme en la hondonada y destrozarme contra las rocas, como se destrozaron mi esposo y mis hijos. —El s uicid io (‘ no c ond uc e a nada —c ont inuó e l l a m a — . H e m o s v e n i d o a e s t a t i e r r a c o n e l f i n d e a p r e nd e r , c on e l p r op ós it o d e d e s a r r olla r nue s t r a a lm a i nm o r t a l . H e m o s v e n i d o a e s t e m u n d o p a r a hacer frente a ciertas circunstancias, quizás a las penurias de la pobreza, quizás a las grandes tentaciones que asedian al poderoso, porque no pensemos que el dinero y las posesiones hacen que no se tengan padecimientos. El rico también muere, el rico también se e nf er ma, e l r ic o ta mb ién s ufre z oz obr as y p er s e c uciones y u na serie de d o l or e s y problemas que el pobre desconoce. Venimos a esta tierra y escogemos nuestro puesto con arreglo a la tarea que debemos cumplir, de manera que si nos suicidamos, si nos quit a m o s l a v i d a , s o m o s c o m o u n t a z ó n r o t o , y s i rompéis v uestro tazón, buena mujer, ¿cómo haréis para comer? Si rompéis vuestro pedernal y vuestro e s l a b ó n , n o h a y c h i s p a c o n l a c u a l e n c e n d e r l a m e c ha; ¿c óm o ha r é is , e nt on c e s , p a r a s ob r e v iv ir ? —La anciana aprobó silenciosamente con la cabeza y el lama prosiguió—: Al venir a esta tierra sabemos de antemano cuáles serán nuestros problemas, conocemos cuáles serán los padecimientos que deberemos s op ort ar, d e ma nera q u e s i nos s uic ida m os lo q ue hacemos es eludir los compromisos que hemos aceptado para nuestra propia elevación. 177 LOBSANG RAMPA —Pero, lama —dijo la anciana en el éxtasis de la desesperación—, tal vez en el Otro Lado sepamos qué es lo que convenimos; pero, ¿por qué no lo sabemos mientras estamos aquí, en esta tierra? Y si no sabem o s p o r q u é e s t a m o s a q u í , ¿ c ó m o s e n o s p u e d e culpar de que no hagamos lo que decimos que deberíamos haber hecho? El lama sonrió y le dijo: — ¡Oh, q ué f á c il e s r e s p ond e r a e s a pr e gunt a ! Todo el mundo pregunta lo mismo. Generalmente no sabemos qué tarea tenemos que desempeñar en esta tierra porque s i lo s up ié semos ded icaría mos todas nuestras energías a realizarla, sin importarnos las molestias que pudiéramos causar a los demás. Tenem os que rea liz ar nues tra tar ea y a l mism o t iemp o ayudar al prójimo. Debemos v iv ir siempre según el p r e c e p t o q u e d i c e : " O b r a c o m o quisieras que los de m ás obr as en c on t i g o", d e m od o q u e s i e n u n arranque de egoísmo por realizar determinada tarea avasallamos los derechos de los demás, lo que hacemos es realizar tareas distintas de las que debemos cumplir. De suerte que es mejor para la mayoría de la s p e r sona s n o c o noc e r la s c os a s q ue t ie ne n q ue hacer, no saberlo mientras están en la tierra. De pr ont o, los gr it os d e l jov e n ac ólit o int err um pieron la conversación. — ¡Miren, miren! —v enía grit ando—. ¡Mire n qué encontré! — exclamó, y al momento apareció trayendo entre sus manos una pequeña imagen de oro. No obstante, como su peso era considerable, la sostenía con mucho cuidado, temiendo que pudiera caérsele sobre un pie. E l l a m a s e i n c o r p o r ó y , a l h a c e r l o , d ir i g i ó u n a mirada a la anciana. El rostro de ésta se había puesto de una palidez verdosa; tenía la boca abierta y los ojos desencajados. Parecía la vera efigie del terror. El 178 LA DECIMOTERCERA CANDELA lama tomó la imagen de las manos del muchacho y al, volverla del revés advirtió una marca en su base. — ¡Ah! —exclamó—. Es una de las imágenes que desaparecieron de aquel pequeño lamasterio. La vez pasada entraron ladrones y ésta es una de las cosas que se llevaron —explicó; y al v olv erse notó que la anciana farfullaba asustada—. Me doy cuenta, buena mujer, de que no sabíais nada acerca de esto. Sé que sospechábais que vuestro marido y vuestros dos hijos hacían cosas que no debían hacer. Sé que, a pesar de vuestras presunciones, no estábais segura, y que no ha b é is t e nid o p a r t e a lguna e n e s t o. As í, p ue s , no t e m á is . D e ni n g ún m od o t e nd r é is q ue p ur g a r lo s pecados ajenos. —Y d i r i g i é n d o s e a l c h i q u i l l o l e dijo—: Por ahí tiene que haber más oro, y también piedras preciosas. Vamos al lugar en que has encontrado esto y busquemos para ver si aparece el resto de las cosas que se han perdido. La anciana tartamudeaba y balbucía, hasta que al fin pudo articular algunas palabras. — ¡Oh, digno y v enerable lama! Yo sabía que mi esposo y mis hijos hacían algo al pie de aquella roca — se ñaló—; per o no sab ía qué era, no lo pre gunté. Pero los vi por allá, cerca de donde cayeron. El lama mov ió la cabeza y se echó a andar junto al chiquillo. L a e n c o n t r é a l l í — e x p l i c ó e l j o v e n a c ó l i t o — . Estaba enterrada en la arena y la saqué. De rodillas, ambos se pusieron a escarbar con unas piedras chatas en el suelo arenoso, hasta que dieron con algo duro. Entonces comenzaron a escarbar con las manos y a poco apareció un voluminoso bolso de cuero en el cual, para su asombro, se hallaban las piedras preciosas y las pepitas de oro. No obstante, continuaron escarbando por si aún faltase encontrar algo más; hasta que al fin, satisfecho ya el lama de haber recuperado totalmente las cosas sustraídas, se 179 LOBSANG RAMPA pusieron de pie y retornaron al lado del fuego, donde la anciana aguardaba sentada. —Mañana —díjole el lama— llevaréis estas cosas al lamasterio. Os daré una nota para que os presentéis ante el abad, de modo que éste os entregue una suma de dinero como recompensa por devolver estas cosas. En la nota le haré saber claramente que no sois vos la culpable. De esta manera, con la suma de dinero que obtendréis, podréis tomar el camino de regreso a vuestra tierra, Assam, donde tal vez tengáis familiares o amigos con quienes poder vivir. Mas, ahora, continuemos conversando de vuestro problema, porque las cosas del espíritu deben anteponerse a las cosas terrenales. —Venerable lama —intervino el joven acólito—. ¿No podríamos tomar uñ poco más de té mientras habláis? Con todo lo que he trabajado y con estas emociones, me ha venido mucha sed. Me gustaría tomar más té. Sonriendo, el lama envió al muchacho al río a buscar más agua para hacer té nuevo. —Buena mujer --recordó el lama—, ¿qué era aquello otro que también os preocupaba tanto? Habéis dicho algo acerca de estar junto a vuestra faMilia... Apesadumbrada y temerosa, la anciana sorbió nuevamente con la nariz. —Venerable lama —dijo—. He perdido a mi esposo y a mis hijos. Pero, aunque hayau robado al templo, siguen siendo mi esposo y mis hijos; y yo quisiera saber si podré encontrarlos nuevamente en la otra vida. —Pero, por supuesto —repuso el lama—. Sin embargo, muchos conceptos equivocados hay debido a que la gente de esta tierra piensa que las cosas deben ser siempre iguales. A la gente no le gusta el cambio. No le agrada que nada sea distinto. En el Otro Lado es diferente. Aquí, en la tierra, habéis 180 LA DECIMOTERCERA CANDELA t e nid o a v ue s t r o e s p os o y lu e go a v ue s t r o hij o, e s decir, un niño. Después habéis tenido otro niño. Esas criaturas crecieron, se hicieron mayorcitas; siguieron crec iendo y se tranformaron en m oz os, y ya no fue ron idénticos; habían crecido. En la tierra sucede así porque habéis venido a ella lo mismo que vuestros f a m il ia r e s , p a r a e s t a r j u n t o s . P e r o e l q u e ha s i d o vuestro hijo en esta tierra puede no serlo en la vida siguiente. Uno viene a la tierra para vivir la parte que le corresponde, para desempeñar cierto papel, para c um p l ir u na t a r e a d e t e r m i na d a . Aq u í s o is m u je r , pero en e l Otr o Lado de la v ida podé is ser un hom bre; vuestro marido podría ser la mujer. — La anciana lo observaba aturdida. Era evidente que no comprendía absolutamente nada, que todo cuanto el lama le decía estaba más allá de su entendimiento. Pero éste, que ya lo había advertido, prosiguió—: En Assam, de peque ña, tal v ez hayáis v isto alguna de esas obras t e a t r a le s a c e r c a d e la f e r t ilid a d d e la t ie r r a , d e la Madre Naturaleza. Los actores eran personas conocidas, no obstante lo cual, cuando salían a representar sus papeles, parecían otros personas, estaban maquillados, vestidos como para parecer otros individuos, para semejar dioses o diosas, de suerte que no podías reconocer en ellos lo que en realidad eran. Subían al pequeño escenario, representaban su papel, su escena, su farsa; desaparecían y luego volvían a aparecer entre v osotros bajo el aspecto que ya os era perfectamente conocido. En ese momento ya no eran más los dioses, las diosas ni los demonios de la obra, sino que eran hombres y mujeres que os resultaban enteramente conocidos, que eran vuestros amigos, vuestros vecinos o vuestros parientes. Eso mismo ocurre aquí abajo, en la tierra. Vos estáis representando un papel, sois una actriz. Aquellos que fueron v uestro espos o e hijos, eran actores. Al fina l de la obra, al final de vuestra vida, volveréis a ser lo que erais 181 LOBSANG RAMPA antes de venir a este tinglado que llamamos tierra, y la ge nt e q ue e nc o nt r a r é is e n e l Ot r o L a d o s on la s personas que amáis, porque sólo podréis encontraros con aquellos que desean encontraros a vos y a quienes d e s e á i s v os , a vuestra vez, e n c on t r a r . S o la m e n t e podréis encontraros con aquellos a quienes amáis. Y ya no veréis a vuestros hijos como niños; los veréis como son realmente. No obstante, seréis como una familia, porque la gente llega en grupos, y ¿qué es un grupo sino una familia? 182 CAPITULO X Y a s í , u n a v e z m á s , l a s e m a n a l l e g ó a s u f i n . E l anciano Autor suspiró aliviado pensando-que ese día no habría correo, porque en Montreal los sábados no se distribuye correspondencia. De manera, pues, que en tanto que los carteros se iban a descansar a sus ca sa s d e c amp o o sa lía n de pe s ca e n s us b ote s, e l Autor se echó a descansar en su lecho pensando, no con mucho entusiasmo, en todas las preguntas que debía contestar. He a q uí u na d e la s q u e s o l ía r e c ib ir c o n m a y or frecuencia: " P a r a m í e s s um a m e nt e im p o r t a nt e s a b e r ha c ia d ónd e v oy. Af ir m a us t e d q ue , una v e z q ue e l hom bre ha nacid o, oc urre algo sim ilar a lo que s uce de con el alumbramiento, pero con respecto al Cordón de Plata, al cual sigue ligado. Asegura usted que el Superyó constituye los nuev e décimos del subconsciente del individuo o, por decir así, del hombre que permanece entre bastidores. Perfectamente; pero, ya q ue e s a s í, c ons id e r e m os e nt on c e s a l hom b r e . C o m i e n z a é s t e p o r e s t a r l im i t a d o a u n décimo de sí mismo y de tal modo anda en tinieblas la m a y o r parte de su v ida. Luego, el hombre muere (una vez cumplidas sus tareas para el Superyó) y el Cordón de Plata se separa y lo deja en libertad. Pero, ¿qué le da este Superyó a él por todo cuanto ha hecho? " 183 LOBSANG RAMPA Muy bien, consideremos esto. Evidentemente, esta es una pregunta que puede contestarse. Pero tienen ustedes que recordar que el Superyó es el verdadero us tedes , términos terrestr es — c ie go, y que s or d o es y —considerado es tá t ic o, pe r o, en p or s up ue s t o, solamente en la medida que se refiere a esta tierra. L o q ue e l Sup e r y ó d e s e a e s c on o c e r c óm o s on la s cosas en la tierra, aspira a experimentar sensaciones rápidame nte p orque, en los dominios en q ue el Superyó normalmente habita, las cosas se desarrollan con un r itm o d e mile s de a ños, o a lgo a s í, y no d e un día. Por eso, en uno de los himnos cristianos hay un pasaje acerca de los miles de años que hay en un a b r i r y c e r r a r d e o j o s . Sin em ba r go, el S uper y ó puede compararse con el cerebro d e l h o m b r e . E l Superyó da origen a un ser, o a más de un ser humano, para que lleve a cabo ciertas cosas y experimente otras, sensaciones estas que son trasmitidas al Superyó " cerebral", el cual, de es ta manera, por int ermedio de otro, disfruta o padece esas sensaciones. Enc ontram os d if ic ult ad e s, e s sa b id o, p orq ue e n esta tierra nos manejamos solamente con tres dimens i o n e s y t a n s ó l o e n tres sentidos direccionales; entonces, ¿cómo hacer para dominar los conceptos que pueden demandar nueve dimensiones? Pregunta usted cómo recompensa el Superyó al ser humano por todas las experiencias que éste ha sobrellevado, a lo cual se puede responder con otra interesante pregunta; y es ésta: ¿Cómo agradece usted a s us d e d os p or ha cer gir ar e l p ica p or te y ab rirle la puerta? ¿Cómo recompensa usted a sus pies por llevarlo de una habitación a otra, dentro de su casa, o por conducirlo hasta su automóv il o por permitirle subir las escaleras? ¿Cómo premia usted a sus ojos p or trasmit ir a su c erebro imáge ne s herm os as? Rec u e r d e : s i " u s t e d " e s e l c e r e b r o y n o o b s t a n t e depende de sus manos, sus pies, su nariz, sus ojos, 184 LA DECIMOTERCERA CANDELA también todos estos órganos dependen de usted para existir. Si usted no existiera, las manos, los pies, la nariz y los ojos tampoco existirían. Se trata, pues, de una actividad perfectamente mancomunada. Si sus dedos encienden un cigarrillo, no por eso sus dedos disfrutan del humo; quizá sea alguna otra parte de "usted", pero aunque sus dedos enciendan ese cigarrillo, no por eso los demás órganos los premian con palabras de agradecimiento ni regalos costosos como señal de reconocimiento. Y, aunque "usted" deseara r e c o m p e n s a r a s u s d e d o s , ¿ c ó m o l o h a r í a ? ¿ Q u é dar ía a e s os de d os q ue le s gus ta s e y los p rem iar a c o r n o e s d e b i d o ? Y , s i e l a u t é n t i c o " u s t e d " e s e l cer e br o, ¿c óm o p ued e ha ce r é st e, que de p e nd e de esos dedos, para recompensarlos? ¿Acaso hace usted q u e s u m a n o iz q u i e r d a le ha ga a l g ú n r e ga l o a s u m a n o d e r e c h a , y q u e l u e g o é s t a l e r e t r i b u y a a aquélla? Te nga presente siempre que los ded os de penden del cerebro para moverse; es decir, los dedos d e p e nd e n d e " us t e d " . De m a ne r a q ue no e x is t e r ecompensa alguna, porque, así como los dedos de las m a n o s y d e l os p ie s f or m a n p a r t e d e l c u e r p o, d e l mismo modo usted es parte del organismo total que f orma la s pr olonga c ione s de l Super yó. Aq uí, en la t ierr a, us t ed no es má s q ue una pr olonga c ión, un brazo extendido a través de una ventana para experimentar cosas que suceden en un cuarto contiguo, un cuarto que está más allá del alcance de su v ista. Y usted es eso. Usted lo hace por usted mismo. Todo cuanto usted hace aquí beneficia a su Superyó y, de t a l m a n e r a , t a m b i é n l o b e ne f i c ia a u s t e d , p or q u e usted es él, o parte de él. El m is m o c ons ulta nte f orm ula otra pr e gunt a d e interés, y es ésta: "Si un hombre debe reencarnarse, ¿vuelve a tener su mismo Superyó o uno nuevo? ¿Es una especie de parte permanente del Superyó? ¿Se le da al hombre, 185 LOBSANG RAMPA inmediatamente, los otros nueve décimos de su conciencia, o qué ocurre? " Para conte star est o... Bueno, en realidad lo que usted ha querido preguntar es: ¿Procede del Superyó ese mismo cuerpo o espír itu? Sup ongamos que us ted se hace un tajo en una mano. A usted no le crece una nuev a mano, ¿no e s c ier t o? La ma no o, me jor dicho, la herida, cicatriza porque es parte de usted, porque su cerebro ordena que cure, es decir que realiz a la op er ac ión de juntar los lab ios de la her ida. Los seres son entidades completas, de modo que su Superyó puede enviar a la tierra prolongaciones de sí mismo, y estas prolongaciones —los seres humanos—son algo así como los tentáculos del pulpo; córtele usted un tentáculo y volverá a crecer. ¡ A y , D i o s , D i o s ! ¡ Q u é g r a n c o n f u s i ó n e x i s t e acerca de este asunto del Superyó! Sin embargo, en una part e ant er ior de e st e libr o he m os tr ata d o d e aclarar algo la cuestión. No obstante, a fin de que se entienda mejor todavía, supongamos una gran entid a d c o n p o d e r e s q u e e n e l m o m e n t o n o p o d e m o s comprender. Esta entidad tiene la facultad de pensar y, p or e l l o, d e e m it ir p r o l o ng a c i o ne s d e s í m i s m a para extenderlas cuando desea: éstas se denominan seudópodos. De este modo, nuestro Superyó —aunque permanezca en un mismo sitio— puede emitir p r o l o n g a c i o n e s f u e r a d e s u c u e r p o p r i n c i p a l l a s cuales quedan unidas a él, en cuyos extremos existen nódulos sensoriales capaces de captar todo a través del tacto, de la vista y de la audición, es decir, son nódulos receptores que perciben en frecuencias distintas. Todo es vibración. Nada hay que no sea vibración. C u a n d o d e c i m o s q u e a l g o e s t á e n r e p o s o , e n e s e Momento se halla vibrando de una manera particular. C ua nd o a l g o s e m u e v e , e s q ue e s t á v ib r a nd o c on mayor velocidad. E, incluso cuando algo está muer- 186 LA DECIMOTERCERA CANDELA t o, s ig ue t od a v ía v ib r a nd o y d e s i nt e gr á nd os e r e a lm e n t e e n d i f e r e n t e s v i b r a c i o n e s a m e d i d a q u e e l cuerpo se descompone. Percibimos el objeto, ya sea que esté en reposo o en m ov im i e nt o. L o t o c a m os y l o s e nt im o s p or q u e tiene cierta vibración que podemos captar e interpretar por medio de uno de nuestros nódulos adaptado a ese tipo de frecuencia; es decir, en otras palabras, somos sensibles al tacto. Cuando algo vibra mucho más rápido, no podemos p e r c i b i r l o p o r medio de los dedos, pero nuestros oídos perciben esa v i b r a c i ó n , q u e d e n o m i n a m o s sonido. Es decir que vibra con una frecuencia que un nódulo receptor de mayor sensibilidad puede percibir como sonido alto, intermedio o bajo. Y más allá hay una escala de frecuencias mucho más altas que no podemos tocar, que no podemos oír, pero que unos n ó d u l o s mucho más s e n s i b l e s — l l a m a d o s o j o s — pueden percibir e interpretar dentro del cerebro con e x a c t a p r e c i s i ó n , y d e t a l m a n e r a t e n e m o s u n a n o ción de lo que constituye ese objeto. Muy s imilar es lo q ue oc urr e c on la ra d io. P ode m os e s c uc ha r e n la b a nd a d e MA , q ue c ons t it uye una vibración o frecuencia sumamente baja, o podemos utilizar las bandas de ondas cortas que son frecuencias mucho más rápidas que un receptor de MA no puede captar. E, incluso, podemos también bajar (¿, o s e r á s ub ir ? ) a la f r e c ue nc ia m od ula d a o a la ultraalta, en la cual es posible captar imágenes de televisión. El radiorreceptor para televisión no puede c a p t a r o n d a s d e M A n i o n d a s c o r t a s , d e l m i s m o modo que tampoco el receptor de éstas puede recibir imágenes de televisión. En esto, pues, tenemos un ejemplo cotidiano de la manera que a nosotros nos es dable tener prolongaciones para percibir vibraciones de una determinada frecuencia. Exactamente en la misma forma, el Superyó se vale de nódulos —seu- 187 LOBSANG RAMPA dópodos, seres humanos— para captar lo que le interesa saber. Pero hay algo que, solamente de pensarlo, espanta. Algo para ponerle carne de gallina antes de ir a acostarse. Ya hem os v ist o q ue los seres humanos hac e mos ciertos aparatos para captar ondas de radio MA, FM y ondas cortas. Ahora bien, suponiendo que su Superyó tuviese sintonizada la tierra en MA, eso no obstaría para que, además, tuviese seudópodos en frecuencias más altas, ¿no es cierto? Pues bien, por eso algunas veces se tienen pesadillas cuando al pobrecit o del Super yó s e le cr uzan las líneas y usted capta imágenes de monstruos de ojos saltones, etc. Ya se sabe que a veces pasa cada cosa... El Autor tomó otra carta y se estremeció. habido algíún. espejo, habría podido advertir q u e De haber se p o ní a p á l id o, e x t r a or d i na r ia m e nt e p á l id o. Pero no lo había. ¿Por qué palidecía de esa manera? Pues porque hay preguntas que se las traen; y, si no, veamos: "Quiero preguntarle algo, y es lo siguiente: Si un ente puede entrar ya sea en el cuerpo de un hombre o de una mujer, según qué desee aprender, ¿por qué siempre se afirma que la entidad que en vida ha sido e l Da la i L a m a d e b e e nc a r na r s e p e r m a ne nt e m e nt e como hombre? Ev identemente, inclusiv e a esa entid a d le ha r ía fa lt a c a m b ia r s i s e t r a t a d e a p r e nd e r cosas en general desde un punto de vista que no sea el puramente masculino; de manera, pues, que ¿por qué la mujer no puede aspirar jamás a la más elevada j e r a r q u í a d e l l a m a í s m o ? E n e l T í b e t , d o n d e c r e o que los hombres y las mujeres son iguales (o eran, ante s de q ue lle gar a n los c hinos ), ¿p or q ué e xis t e esta discriminación? " E s t a p r e g u n t a , t a m b i é n , p ue d e c o n t e s t a r s e e n parte por medio de otra. Veamos una que puede servir de algo: ¿Cuándo, en toda la historia, la divini- 188 LA DECIMOTERCERA CANDELA dad suprema ha sido alguna mujer? ¿Podéis vosotros, lectores, mencionar un solo caso de alguna mujer que haya sido la divinidad suprema? Es cierto que ha habido diosas, pero éstas han sido "inferiores" a los dioses. El Dalai Lama es Dios en la tierra, según la religión tibetana; de manera, pues, que por su calidad de Dios en la tierra no podría contentarse con ser "Diosa" en la tierra. Se presenta bajo la forma masculina, porque las cosas que debe hacer exigen que tome esa apariencia. Por otra parte, ¿cómo sabe usted si el Superyó del Dalai Lama no tiene, además, entidades femeninas que aprenden otras cosas? No hay duda que las tiene. No hay duda que mucho es lo que se aprende también desde la perspectiva femenina. A quien esto escribe, evidentemente, hay cosas que le hacen perder los estribos. Una de ellas es la referente a la insania del periodismo, y la otra la que concierne al denominado Movimiento de Liberación Femenina. El Autor tiene la más absoluta convicción de que a las mujeres les está reservada una misión muy importante en la vida, es decir la de acrecentar la futura población del mundo. Si las mujeres dejaran de imitar al hombre —como en realidad lo imitan, hasta el 'extremo de usar pantalones con olvido total de que su figura no ha sido hecha para eso—, el mundo sería mucho mejor. Para el Autor, las mujeres son responsables de gran parte de los problemas que aquejan al mundo por querer emanciparse y ser "libres", como erróneamente dicen, en lugar de aceptar sus responsabilidades como madres. Las mujeres dicen que quieren ser iguales, pero ¿no son, acaso, iguales? ¿Qué es más importante, el perro o el caballo? Son criaturas distintas. El hombre y la mujer son también criaturas diferentes; el hombre jamás ha podido procrear sin la participación de la mujer, pongamos por caso, pero la hembra puede parir, sin 189 LOBSANG RAMPA la intervención del macho, por partenogénesis. ¿Por qué, entonces, si el Movimiento de Liberación Femenina aspira a una rebelión, no se jacta de eso? ¿Qué mayor prueba de igualdad puede haber, e incluso de superioridad, que las mujeres desempeñen su tarea de engendrar y perfeccionar la especie humana del futur o ? La i n t e r v e n c i ó n d e l h o m b r e s e r e d u c e s ó l o a unos pocos minutos, pero la mujer debe criar a los niños hasta que estén en condiciones de valerse por s í m i s m o s , y d e l a m a n e r a c o m o l o s e d u q u e , d e l ejemplo que les dé, dependerá cómo sea la raza del futuro. Pero ahora las mujeres prefieren ir a la fábrica para hablar de cosas escandalosas, prefieren hacer de picapedreros o de cualquier otra cosa menos aceptar la responsabilidad para la cual las ha dotado tan bien la naturaleza. ¿Liberación de la mujer? Pienso que a quie ne s preconizan el Mov imie nto de L ibera c ión F e m e nina ha b r ía q ue d ar le s una t und a e n e l trasero... ¡Y fuerte! L a p r e g u n t a c o n t i n ú a i n q u i r i e n d o p o r q u é l a mujer nunca puede aspirar a la alta dignidad lamaísta. Porque la mujer es irracional, por eso; porque la mujer no p ie nsa c on c lar idad , p or e s o. P orq ue las mujere s perm ite n que la afect iv idad e nturb ie la razón, por eso. Si las mujeres no fueran tan borricas e hicieran frente a sus responsabilidades, el mundo, el universo entero, sería mejor. Las mujeres tienen la más importante de todas las misiones: la de quedarse en casa, hacer de ésta un hogar y dar el ejemplo para guía de las futuras generaciones. ¿O es que las mujeres no son lo suficientem e n t e c a p a c e s c o m o p a r a d e s e m p e ñ a r s u s f u n ciones? V e a m o s o t r a c o n s u l t a : " ¿ C u á l e s e l m e j o r i n cienso? " Esto es algo a lo cual no se puede contestar, porque es casi lo mismo que preguntar qué ropa o qué 190 LA DECIMOTERCERA CANDELA comida es mejor. No se puede decir que una cosa sea mejor que ot ra si no se c onoc e e l de stino q ue s e le piensa dar. Sin embargo, para no dar una respuesta totalmente negativa, haré algunos comentarios sintéticos. Pueden utilizarse div ersos tipos o clases de incienso, y nadie mejor que usted para saber cuál es el que le conviene para los momentos de tranquilidad, para cuand o se halla irritad o o para cuando des ea meditar. Fíjese, según las circunstancias, cuál es el que más le satisface, y tenga una buena reserva de esos tipos. El incienso debe tenerse siempre en ramas gruesas, porque las delgadas puede decirse que no sirven. Es l o m i s m o q u e o c u r r e con las notas musicales: si usted oye sim plem ente una nota f i n a , a g u d a , l e irrita, sencillamente lo pone a uno peor; pero si, en c a m b i o , s e o y e u n a n o t a b i e n m o d u l a d a , p l e n a , puede tranquilizar, servir de sedante o de estimulante. Así, pues, no pierda el tiempo nunca con el incienso en ramitas delgadas. Usarlas es gastar el dinero inútilm e n t e . P o r o t r a p a r t e , e s m e j o r u s a r r a m a s q u e polvos o piñas. En cuanto a dónde se lo puede comprar, eso es ya otra cosa. Eso sí, lo qye puedo asegur a r l e e s q u e n o e x i s t e ningún "incienso Rampa". Lobsang Rampa no recomienda ningún abastecedor en particular ni tampoco ningún incienso especial. Ha aparecido mucha gente que les hace una propa ganda desaforada a distintos productos que denomina n "Ra m pa" , per o s é pa se q ue L ob sa ng Ra mpa no tiene intereses comerciales de ningún tipo. Algunas veces se reciben consultas acerca de donde conseguir un libro o cualquier otra cosa, en cuyo caso se da el n om b r e y la d ir e c c i ón c or r e s p o n d i e nt e s ; p e r o, e n esos casos, se trata de comerciantes comunes que no tienen absolutamente ninguna relación con Lobsang Rampa. Otras firmas hay que utilizan medios publicitarios para decir que constituyeñ tal o cual cosa 191 LOBSANG RAMPA de nom inad a " Ter c er Ojo", a nunc ios é s t os q ue ob ligan a destacar nuevamente que Lobsang Rampa no garantiza a ninguna de ellas, que no las recomienda y q u e n o e s t á l iga d o d e ni n g ún m od o a n in g u na d e tales firmas. " ¡Qué cosa! ", suspiró el Autor. Se n t a d a , c o n la s or e ja s e n h i e s t a s y l o s b i g ot e s tiesos, Miss Cleo parecía la vera efigie del felino vigilante e intrigado. Sonriente, el Autor le dijo: ----Oye, Cleo; escucha esto. Hemos recibido carta de un periodista, de un reportero de no sé qué diario de qué sé yo qué ciudad. Tienes que ver lo enfadado q u e e s t á , C l e o , p o r q u e e n u n l i b r o d e R a m p a h a leído algo referente a la cobardía de los periodistas. Dice que el periodismo está inspirado por Dios; que la prensa tiene el derecho de escribir lo que le dé la gana acerca de la gente, porque se trata de una tarea d i v i n a . ¡ T a r e a d iv i n a ! ¿ T e enteras, Cleo? Y luego exige que Lobsang Rampa le diga concretamente qué mal hace la prensa. El periodismo, afirma, sólo hace bien. El periodismo podría ser un instrumento de gran p r ov e c ho, lo m is m o q ue la t e l e v is ión. P e r o a m b os exp lotan los ins tintos más bajos de la humanidad, como son el sadismo, la sensualidad, la superstición y otras muchas iniquidades. El cargo principal que se le puede formular al periodismo es. el de publicar las cosas sin estar seguro de los hechos. Cada v ez que aparece algún rumor, el periodismo lo publica inmed i a t a m e n t e c o m o h e c h o c i e r t o ; y , s i e l r u m o r e s bueno, lo distorsiona, porque el sensacionalismo y el sadismo parecen venderse mejor que las cosas buenas. L a p r e ns a ha b la d e s u l ib e r t a d — la li b e r t a d d e prensa—; pero, ¿dice algo acerca de la libertad del individuo? Si el periodismo tiene la libertad de decir todo cuanto se le ocurre, a la gente respecto de la 192 LA DECIMOTERCERA CANDELA cual se escribe se le debe dar también un espacio equivalente en las columnas de las publicaciones para que pueda refutar los infundios que en ellas aparecen. Pero, lejos de esto, cuando alguien t r ata de refutar algo, el periodismo elimina párrafos del contexto y publica lo que a la postre resulta totalmente perjudicial porque, a pesar de provenir de la persona interesada, se conv ierte en una mezcolanza de declarac ione s t oma da s al a zar... o, ta l v ez , no de l t od o a l a z a r ; q u iz á c on l a d ia b ó li c a p e r v e r s i d a d q u e s ola mente los periodistas parecen poseer. El periodismo ataca a mucha gente que no está en situación de defenderse. A Charlie Chaplin, por ejemplo, lo ha atac ado infinidad d e v eces de la mane ra más abyecta. Otro es el príncipe Felipe, a quien tambié n se lo ha atacad o s in darle los me dios para def e n d e r s e . Entonces, ¿dónde está la libertad de pre nsa ? ¿Dónd e es tá la lib ert ad para la ge nte a la cual se ataca? La prensa desata guerras y odios raciales. Porque la prensa sólo publica noticias sensacionalistas que se s up one v an a produc ir conmoc ión. Sin period ism o quizá no se hubiese producido la guerra de Vietnam. Tal vez no hubiera existido la guerra de Corea. Sin el periodismo, que levanta odios raciales, es probable que no se hubiesen producido tantos conflictos entre seres humanos de distinto color; e, incluso ahora, el g o b i e r n o d e l o s E s t a d o s U n i d o s s e e n c u e n t r a e n s er ios a pr iet os p or ca usa d e - aq ué l, q ue c ontra la v oluntad de la aut oridad se ha lanzad o a p ub licar cosas que no debieron haberse removido. Todo individuo tiene algo que desea mantener en pr iv a d o. T od o e l mund o t ie ne a lgo q ue, si b ien en familia puede ser perfectamente normal, al extraño que no conoce los hechos y circunstancias especiales puede parecerle un tanto "anormal". Algo así parece ser lo que ocurre con esos documentos del Pentá- 193 LOBSANG RAMPA gono que la prensa ha venido publicando como cosas s e ns a c i ona l is t a s , y q ue ha a f e c t a d o a l C a na d á , a Inglaterra, a Francia y a otros muchos países, sólo porque la gente que se dedica al periodismo quiere ganar unos p oc os c e ntav os más en la v enta de los diarios. El Autor tiene para sí que el periodismo es la fuerza más dañina que jamás haya existido en la tierra; y, también c onf orme a su opinión, a menos q u e h a y a v i g i l a n c i a , c o n t r o l y c e n s u r a s o b r e l a prensa, ésta puede llegar hasta a dominar el mundo y tal vez a conducirnos al comunismo. El Autor se echó hacia atrás y sonriendo le dijo a Miss Cleopatra: —B ue no, C le o; yo no s é s i e s te t ip o ind e s ea ble, reportero de ese diario de no sé qué ciudad, se tomará esto a pechos. Espero que sí. Podría ser un paso hacia su salvación, para que abandone ese trabajo periodístico y se ocupe en algo decente. Pero dejemos ya todo esto del periodismo y veamos algunas otras preguntas. Este es el cuento de nunca acabar, ¿no es cierto? Pero esta es la prueba de que es necesaria una fuente por medio de la cual se pueda contestar las preguntas, aunque sea parcialmente. Veamos algunas consultas procedentes de Inglaterra y las correspondientes respuestas. "¿Es malo suprimir a un animal cuando padece de alguna enfermedad incurable? " Como budis ta, uno no deb e disp oner de la v ida; pero hay ciertas cosas que van más allá de todas las religiones tradicionales, sea que se trate del budismo, del cristianismo, del judaísmo, del hinduismo o de cualquiera otra, y que constituyen lo que podríamos denominar un deber hacia el Súpery6. Para el Autor, es mucho más caritativo eliminar sin dolor al a n i m a l s i , s e g ú n e l estado actual de los conoci- 194 LA DECIMOTERCERA CANDELA mientos veterinarios, éste se halla afectado de alguna dolencia incurable. Si el animal está enfermo, y la ciencia veterinaria n o t i e ne m e d i o s d e a l i v ia r s u s p a d e c i m i e n t o s , e s mejor q ue algún profesional de e sa esp ecia lid ad lo elimine de la manera más indolora y rápida posible. E s o e s c o m p a s i ó n . E l A u t o r t i e n e m u c h a , p e r o muc ha e xp er ie nc ia e n ma ter ia d e s ufr im ie nt o, p or haberle tocado en suerte tener que soportar bastante má s de la c ue nta, ha sta el p unt o d e q ue le ha br ía agradado que alguna voluntad superior le hubiese evitado para siempre sus sinsabores. El suicidio es algo totalmente distinto. No se justifica. Es un enorme desatino, indudablemente, en el cual sólo piensan, en realidad, quienes tienen el equil ib r io m e nt a l a lt e r a d o p or a lg una p e na , p or a lgún dolor o por alguna otra circunstancia que trastorna su razón. La eutanasia no sería suicidio porque en ella interviene el criterio de mentes maduras directamente interesada y que, en que no son parte no están consecuencia, influidas por estados angustiosos, ni por la autoconmiseración, ni por el dolor. El suicid io, s e gún el cr it er io d e l Aut or, e s a lgo que de s de cualquier punto de vista que se lo mire está mal y a lo cual jamás debe recurrirse. Si el animal está enfermo, se lo debe liberar de su infortunio. En cuanto al ser humano enfermo, incurable, que por su avanzada edad constituye un estorbo para los demás, debería existir alguna forma de eutanasia, según ra cual se pudiera tratar el caso con q u i e n e s n o t ie n e n n i ng ú n in t e r é s p e r s ona l a l r e s pecto. La pregunta siguie nte tie ne r elac ión c on la a nte rior y dic e así: "¿Es p osible q ue el animal v uelv a a vivir con el mismo dueño? " La respuesta, naturalmente, es afirmativa, ocurriese para bien del animal. Es decir —y 195 siempre que eso LOBSANG RAMPA este, por supuesto, es un ejemplo puramente hipotético que no debe tomarse al pie de la letra— que si se elimina a un animal para ahorrarle padecimientos y és t e a ún no ha c ump lid o s u mis ión, e s pr oba b le que opte por v olv er —ya sea como gatito o perrito—con la m is ma fam ilia y v iv a e l pe ríod o d e l c ua l ha s i d o p r i v a d o a l e l i m i n á r s e l o . P u e d e o c u r r i r . N o obstante, claro está, si el animal se halla en el Otro Lado de la vida y su "propietario" tiene condiciones para realizar el viaje astral, ambos pueden encontrarse si ambos lo desean. Pasemos a la consulta siguiente: "¿Tiene aura la forma astral o solamente la posee la física? " La forma física, o sea la forma principal terrenal, posee un etérico y un aura. Ambos son reflejos de la forma vital interior. No hay mucha gente que. pueda v er el aura — la mayoría, ciertame nte, no la p ued e ver— porque está acostumbrada a ella, de la misma manera que la mayoría de las pers onas no pueden v er e l a ire e n me d io de l c ua l v iv e n; a lo s um o p ue d e n v e r e l s mo g , q u e e s p e r f e c t a m e n t e v i s i b l e e n nuestros tiempos. En el mundo astral, el aura es mucho más brillante en torno a las figuras astrales, y, cuanto mayor es el grado de evolución de esa figura, con más luminosidad brilla, titila y ondula el aura. Así, pues, debo contestar que sí, que no cabe duda de que existe un aura en torno a las figuras astrales. Pero, así como en la tierra algunas personas no pueden ver el aura, del mismo modo existen quienes en el astral inferior no pueden ver el aura astral. Esto es algo que se va c orr igie nd o a m e dida que el " no v id e nt e" adq uier e una evolución mayor. He a q uí preguntas a lg uie n interesantes. q ue , Se desde trata de I ngla t e r r a , una dama f or m ula algunas británica muy inteligente (¿se da usted cuenta, lector? ¡Estoy elogiando a una mujer! ), quien pregun- 196 LA DECIMOTERCERA CANDELA ta: "¿Sería posible utilizar datos tomados del Registro Ascásico para escribir la verdadera historia de las civilizaciones antiguas y biografías auténticas de personajes famosos? " N o , p o r q u e n o l e c r e e r í a n. L a h i s t o r i a i m p r e s a sólo coincide ocasionalmente con la historia antigua. La historia se escribe, se reescribe y se omite a v oluntad de los dictadores, etc. En nuestros días contamos c on un e jemp lo acabad o e n la hist oria de la Alemania nazi. Todo e l mund o sabe p erfectamente que la historia fue alterada en parte para presentar a Hit le r a lgo d ifer e nt e de lo q ue era e n r ea lid ad. Es sabido, también, que la historia rusa ha sido modificada a gusto y paladar de los dictadores comunistas. Es decir, en síntesis, que, si usted escribiera la verdad fundándose en el Registro Ascásico. vería que no podría creerse porque su relato diferiría enormemente de la historia oficial del correspondiente país. En cuanto a las biografías, etc., si se dice la v erdad, a menudo no se consigue public arlas; y, si se logra publicarlas, se produce después, por lo común, una form id ab le c onm oc ión, p orq ue a par ec e a lgún p e r iod is t a q ue e c ha a r od a r un r u m or s or d o y, s o plando la llama, enciende una inmensa hoguera en la cual se abrasa la verdad. Si usted aspira a la verdad auténtica, ¡tendrá que esperar hasta que vaya a vivir al astral! Lo dicho, Miss C.; ¡me ha hecho usted unas buenas preguntas! Tomo otra. Dice usted: "¿Siempre es condenable el aborto? " Le r e s p ond o q ue no; a me nud o es m uc ho m e jor ab ortar que traer a este ya superp oblad o mund o a un pobrecillo desventurado que no se desea y que tal vez tenga que sobrellevar una existencia extremadamente difícil• sin tener culpa alguna. En resumidas cuentas, ¿por qué hacerle pagar un momento de descuido de sus padres? Si el aborto se realiza inmedia- 197 LOBS ANG RAMPA tamente, la entidad todavía no ha tomado posesión del cuerpo. Entre paré ntes is, digamos a aquel le ct or que s e quejaba de los excesivos "yo", que, habiendo llegado y a a e s t a a l t u r a d e l l i b r o , p u e d o d e j a r d e s e r e l Autor para ser el Anciano, porque puedo garantizarle a u s t e d q u e u n a " A n c i a n a " n o s o y . C o n t o d o , e n mis libros trato de guardar el acento personal porque todos somos amigos, ¿no es cierto? No somos patos rellenos en pedestales. Póngase usted en un pedestal y en seguida lo echarán abajo. H e a q u í o t r a p r e g u n t a r e f e r e n t e a l e s p í r i t u : "Cuando el espír itu aband ona a una p ers ona cuya v i d a c o n t i n ú a e n f o r m a v e g e t a l, ¿ d e b e l a c i e n c i a médica mantenerlo vivo por medios puramente mecánicos? " Mi opinión personal es que no. Cuando alguien ha llegado a tal estado en que la entidad ya no lo acompaña y la v ida se mantiene exclusiv amente por medios mecánicos, es erróneo y absurdo prolongar esa e x i s t e n c i a . E n t a l e s c a s o s s e d e b e s u s p e n d e r e l e m p l e o d e r e c u r s o s m e c á n i c o s y p e r m i t i r q u e e l cuerpo muera. Esta es la manera de proceder más compasiva. Hoy día se oye hablar muy a menudo de personas que padecen de enfermedades incurables, a las cuales se les demora la muerte y se las mantiene vivas por medio de grandes tubos introducidos en su c u e r p o y c o n t o d a c l a s e d e a p a r a t o s e l e c t r ó ni c os endiablados. Pero eso no es vivir; eso es estar muerto en vida. ¿Por qué no dejarlos "partir"? "Deb id o a la e xplos ión dem ogr áfica, cada v ez se e j e r c e m a y o r p r e s i ó n s ob r e la v id a s i lv e s t r e y l o s lugares agrestes de la tierra. ¿Podrán éstos salvarse, o aniquilará el hombre su medio para siempre? " Muchos animales terrestres, aves y peces habrán de perecer y se extinguirá para siempre su especie. La humanidad es voraz e insaciable. No piensa en los 198 LA DECIMOTERCERA CANDELA s e r e s q ue ha b it a n la s r e gion e s na t ur a le s s i no e s para e char en el b ols illo algún ce ntav o más. En el mome nt o de escr ibir est o, aquí, en la prov incia d e Q ue b e c , e xi s t e u n p r o y e c t o p a r a t a la r c ie nt o s d e m i l e s d e h e c t á r e a s c o n o b j e t o d e a b a s t e c e r a l a industria pap elera, porq ue c on parte de la prod uc ción de papel se imprimen diarios, se elabora cuero artificial y muchos otros productos que por alguna razón el hombre considera indispensables en la actualidad para su existencia. Con la tala de los árboles se acabarán los insectos, los pájaros; las aves no tendrán ya dónde hacer sus n i d o s n i q u é c o m e r , y d e tal manera m o r i r á n d e hambre. El resto de los animales, carentes de refugios y de sustento, sucumbirán también. El hombre se está suicidando a la vez que aniquila su propio mundo con toda celeridad. Con la eliminación de los árboles se producirán distintas corrientes térmicas. La temperatura de aquéllos hace que el aire se eleve y se produzcan precipitaciones, de manera que sin ellos habrá un cambio climático. De suerte que, en Quebec, donde se están cortando millones de árboles, puede formarse una región desértica. Las raíces de los árboles penetran e n el s uelo y forman con éste una masa compacta. Pero cuando se talan los árboles y se quitan las raíces, nada hay que mantenga la cohesión del suelo, y los vientos levantan nubes de polvo en el aire y dejan zonas desiertas parecidas a las regiones de los vendavales de los Estados Unidos. La humanidad está devastando su propio mundo por su sed insaciable de dinero. Bastaría que la gente viviera de manera más natural, prescindiendo de algunos de los productos sintéticos, para que fuera más feliz. Tal como se presentan ahora las cosas, debido a los adelantos de la humanidad, cada vez es mayor la polución de la atmósfera, de las aguas y del suelo, 199 LOBSANG RAMPA y pronto llegaremos al e xtre mo de no p oder produ cir ya nada más cuando la tierra sea estéril e inhabitable. Muchos seres que viven en las alturas, en lugar e s f ue r a d e e s t a t ie rr a , f ue r a d e nue s t r o m und o, vienen esforzándose por influir en la humanidad para que se ponga término a esa insensata destrucción de los s i t ios d e v id a a gr e s t e , y p a r a q ue s e le d é a la naturaleza la posibilidad de restablecer el equilibrio ecológico que más convenga para la perpetuación del género humano y su evolución. Pero, ¿qué es esto? Un gran sobre de papel madera con un diario doblado y una carta. El Autor miró el diario y lo d ejó a un lado inmediatame nte, pues estaba escrito en francés, lengua que no domina. La c a r t a e s t a b a e n i n g l é s e i n f o r m a b a a c e r c a d e u n ar t íc ulo, c ont enid o e n e l p er iód ic o, e sc rit o p or un individuo que afirmaba que Lobsang Rampa estaba e nfermo y que se había retirado, y q ue él (el aut or de tal artículo) había tomado su lugar como sucesor. El autor de la carta deseaba saber quién era ese sucesor y si eso era verdad. M u c h a g e n t e h a h a b i d o q u e d i j o s e r L o b s a n g Rampa. Pero éste era el primero que lo manifestaba en un artículo periodístico. No, yo no tengo sucesores. No, no tengo discípulos ni alumnos. No tengo "herederos". Cuando muera y deje esta tierra, será porque ya habré hecho todo cuanto tenía que hacer; y, si alguien se erige en mi sucesor, mi heredero, mi representante, será sin duda un perfecto impostor. Permítaseme decir una vez más, y con mayúsculas, q u e NO TENGO SUCESORES, que NO HAY NADIE A QUI EN L E HAYA DEL EGAD O "AUTORIDAD" ALGUNA. Una de las cosas desagradables que tiene el ser un autor sumamente conocido, es la cantidad de gente q u e afirma ser él. Por e j e m p l o , n o h a c e m u c h o tiempo recibí carta de una azafata que me manifes- 200 LA DECIMOTERCERA CANDELA taba su complacencia por haberme conocido en un v ue lo recie nte, per o que a ún no hab ía recib id o los libros autografiados que le había prometido. Yo, que me veo reducido a un sillón de ruedas y a una cama, cada vez que vuelo lo hago en el astral, sin azafatas. Ha habido muchísimos casos de personas que se han hecho pasar por mí. Y, como algunas veces se han c o m p o r t a d o m a l c on l a gente, ésta me ha escrito para quejarse de mi manera de p r o c e d e r . L a m e nt a b l e , ¿ n o e s c i e r t o ? Q u i z á t o d o e s t o s e p u d i e r a evitar si todo el mundo tuviese documento de identidad , p orq ue yo he r e c ib id o c ue nta s y una ser ie de cosas a mi nombre sin comerlo ni beberlo. De modo que ya estáis advertidos. Tenéis que saber cómo soy en la actualidad, aun cuando a veces pienso que los r e t r a t o s q u e m e ha c e n e n la s t a p a s d e m i s l ib r o s debe de pintarlos algún cegato impenitente. " Ah or a , L ob sa ng R a m p a , q uisier a co noc er su opinión en ge n e r a l a c e r c a d e l c ur a nd e r i s m o. ¿ E s pr opio que una per sona que v iv e en el siglo v einte recurra a él? ¿Es necesario h a c e r l o , h o y q u e l o s médicos son tan competentes y que casi no hay nada que no esté a su alcance? Porque si se considera al hombre corriente de hoy día, si alguien le dice que puede curarle un dolor de cabeza inmediatamente sin tener que recurrir a una serie de píldoras, no le cree. Pensará que quien se lo dice es un buen candidato para el manic omio. De manera, pue s, que quis iera q ue us t e d m e d ije s e s i e s a p r op ia d o a p e la r a e s os dones curativos." No, es totalmente absurdo recurrir a los llamados dones curativ os, a menos que la persona tenga buen o s c o n o c i m i e n t o s médicos. Cuando se trata de alguien que padece alguna enfermedad terrible, muy bien pueden hacerse desaparecer los síntomas por medio de la hipnosis. No obstante, hacer desaparecer los síntomas no es curar la enfermedad, de manera 201 LOBSANG RAMPA q u e , s i la p e r s o na c on t in ú a e nf e r m a o s e a gr a v a , cuando recurra al médico ¿qué podrá hacer éste si no e nc ue ntra los s ínt oma s? De no ha b er oc urr id o e s o, e l m é d ic o ha b r ía p o d id o d ia gnos t ic a r p os ib le mente la enfermedad exacta y curarla. A menos adecuados que y matriculado, la persona trabaje nunca con la jamás se tenga conocimientos colaboración debe apelar terapéuticas porque pueden resultar f a t a le s . de a Lo médicos un médico esas actividades mismo puede d e c ir s e d e l o s c on j ur os . Cuando un núcleo de personas se reúne a orar por algo, si no conocen perfectamente la dolencia y sus circunstancias pueden invocar la ley del efecto contrario y hacer que las cosas se pongan mucho peor d e l o q u e e s t a b a n . D e m o d o q u e l o m e j o r q u e s e puede hacer es no inmiscuirse. ¡ Ay, a y, q u é c a n t i d a d d e c o s a s s ob r e e l m i s m o t ema ! Per o no im p or ta; d ed iq ué m ole s unos ins ta nt e s . La pregunta s i g u i e n t e d i c e : " ¿ P o r q u é , e n e l ca s o d e d os p er s ona s que pad e c e n la m is ma instantáneamente e nf er medad, mientras que la una otra puede curar no responde a se ningún tratamiento? " La respuesta es la misma que la anterior; es decir, en una persona hipnotizada los síntomas desaparecen y s e p i e n s a que se ha c u r a d o i n s t a n t á n e a m e n t e , mientras que la otra no es susceptible de sugestión hip nót ica y por e so no s e prod uc e ningún cam bio. Téngase e n c ue nta que digo "suges tión hip nótica", porque el curanderismo, la curación por medio de la fe, etc., s on f und a m e nt a lm e nt e d e c a r á c t er hip nó tico. Pregunta: "¿Por qué, cuando curo a los demás, se me calientan las manos, pero, cuando me trato a mí mismo, se me enfrían? " Respuesta: Cuando usted cura, o pretende curar, a otra persona, le produce una sugestión hipnótica que la hace sentir mejor; pero también está usted envian- 202 LA DECIMOTERCERA CANDELA do un exces o de prana de la que disp one, y de esa manera el paso de tal prana hace que se le calienten las manos. Usted no puede, naturalmente, darse a sí mismo su propia prana, puesto que ya la tiene, por lo cual lo que usted hace en realidad en esos casos es inv ocar la ley del efecto contrario y entonces meramente agota su propia energía y en consecuencia se le enfrían las manos. Este pretendido poder curativo es principalmente hipnótico y capaz de producir una adecuada sugestión en la persona propensa a ella. Sin embargo, el poder curativo supone también poseer una gran cantidad de la energía etérica que denominamos prana, de suerte que, si usted posee tal energía y es versado en estas cosas, puede trasmitirla a otra persona. Es lo m i s m o q u e o c u r r e c u a n d o l a m a ñ a na e s f r í a y e l auto no arranca porque la batería está baja. El coche no anda porque la batería está excesivamente baja como para que funcione el arranque del motor, por lo cual sucede que a veces hay que esperar a que aparezca otro automóvil para que su conductor descienda y conecte su batería con la descargada del coche a t a s c a d o. C o n e l l o s e l e t r a s m it e a é s t e u na gr a n c o r r i e n t e d e e n e r g í a , y e l c o c h e d e t e n i d o p u e d e arrancar. Este ejemplo puede darle a usted una idea d e l a f or m a e n q u e s e p r o d u c e l a t r a s f e r e n c i a d e energía. 203 CAPITULÓ XI Tenemos la impresión de ser bastante internacionales, pues hasta ahora hemos visto consultas recibidas d e s d e Af r ic a , I nd ia , I r á n, I ngla t e r r a , e t c . V ea m os ahora una procedente de un lugar más cercano, de Quebec. Esta pregunta se refiere a los niños retardados: "¿Qué fin tiene que nazcan niños retardados, e incluso tullidos o ciegos? Yo sé que nada sucede en vano, pero 'no veo qué razón puede haber para que e xistan tantos niños retardados en nuestro medio. T a l v e z l e p a r e z c a c r u e l d e m i p a r t e , p e r o ¿ c ó m o pueden aprender nada estas pobres almas? ¿No sería mejor que muriesen? " R e s p u e s t a : A l g u n o s d e e s o s n i ñ o s r e t a r d a d o s nacen en tal estado porque antes de venir al mundo ciertamente eligen esa forma de v ida para adquirir e s e t i p o d e e x p e r i e n c i a . P o r q u e , ¿ d e q u é m a n e r a pueden conocerse las sensaciones del niño retardado si uno jamás lo ha sido? Y, si nunca se ha sido un niño retardado, posteriormente recuperado, ¿cómo cree usted que se les puede prestar auxilio? Hay otros casos de niños retardados a los cuales se los puede mejorar enormemente y cuyo estado puede deberse a alguna negligencia durante el parto o sencillamente a una mala crianza, a menudo atribuible a la edad madura de los padres. Pero invariablemente, la mayoría de estos últimos casos tienen una "relación escasa" con el Superyó; por lo cual los 205 LOBSANG RAMPA mensajes no se retrasmiten correctamente. Es cierto q ue e n e l m und o ha y m u c ha ge nt e a la c ua l s e la debería enviar a "casa", de la misma manera que se envía a "casa" a un animal cuando evidentemente es incurable; pero ésta es una de las cosas que de ninguna manera podemos hacer porque la opinión pública todav ía no lo acepta. Teóricamente, lo mejor es eliminar a la persona mentalmente retardada. .., pero sólo en teoría. En realidad, sería imposible distinguir entre los que son incurables desde el punto de vista d el apre ndiza je y aq ue llos que e n v erdad no apren den más que cosas amargas. Pero aún hay algo más: e l ind iv id uo q ue hoy e s in c ur a b le y q ue p or t a nt o podría justificar que se aplicase la eutanasia, quizá se pudiese curar al otro día o la semana siguiente debido al adelanto de las ciencias. L a q u e s i gu e e s un a l i nd a p r e g u nt a q u e , e s t o y seguro, les ha de gustar: "¿Hasta qué punto debemos perd onar? La Bib lia d ice: "Ojo por ojo y d iente por diente"; pero esto es inhumano. Jesús ha dicho que debemos perdonar setenta veces siete, si bien tal cosa resulta imposible en la v ida de nuestro tiempo. Ent o n c e s , ¿ c u á l d e b e s e r e l l í m i t e d e n u e s t r a t o l e rancia? " He aquí una respuesta que quizás haga ruborizar a las v et usta s damas de ambos se xos; pero yo tengo una regla estricta en cuanto a lo que se debe soport a r . M e s é d e m e m or ia e s o d e " p o ne r la o t r a m e j i lla ", p er o e n r ea lid ad — y ust e de s lo sa b e n— , s ólo tenemos cuatro cachetes, dos en la cara y dos atrás. C ua nd o he m os s id o a b of e t e a d os e n l os c ua t r o, e s hora ya de devolv er los bofetones, mucho más fuerte, y de poner punto final al agravio de una vez por t od as, p orq ue el q ue d ars e c ont inuam ent e se nta d o con la mayor tranquilidad soportando todas las inju rias que nos quieran inferir, sólo sirve para demostrar que uno es tonto y débil y que no merece que se le 206 LA DECIMOTERCERA CANDELA tenga consideración alguna. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es uno, un hombre o un ratón? Si usted es un ratón, chille para desahogarse, pero salga corriendo a esconderse en los zócalos. Pero, si usted es un hombre, un ser humano, es absurdo que tolere a la gente cuando ésta se pasa los límites. O t r a c a r t a c o m e n z a b a d i c i e n d o : " D r . R a m p a : Usted, que puede ver el Registro Ascásico y que sabe todo cuanto sucede, dígame cuál es la verdad acerca d e S ha k e s p e a r e . ¿ E s c r i b i ó o n o S ha k e s p e a r e s u s obras? " Sí, para q uie ne s sab en c ómo se deb e y c ómo no s e lo d e be ut ilizar, el R e gistr o As cá s ic o p ue d e s er consultado, siempre que sea con fines especiales. Si bien no interesa realmente quién fue Shakespeare ni por qué hay tanto misterio en torno de eso, le diré algunas cosas incuestionables. A q u e l m u c h a c h o , h i j o d e u n a l d e a n o, q u e m á s tarde sería conocido con el nombre de Shakespeare, p os e ía un d on e xt ra or dinar io. T e nía una "fr e c ue ncia" perfectamente compatible con una entidad que nec es itaba v enir a la tierra para llev ar a cabo una misión especial, de modo que el joven Shakespeare me reció que ésta reparase en él con toda atención, c om o p o d r ía ha c e r l o u n d i l i ge nt e ja r d i n e r o a l v e r brotar una planta extraña y preciosa. En el momento o p o r t u n o s e p r o d u j e r o n c i e r t o s c a m b i o s p o r l o s cuales la entidad que a la sazón habitaba el cuerpo d e q uie n p os t e r ior m e nt e ib a a ser c on oc id o c om o Shakespeare, el dramaturgo, fue liberada de lo que ya le resultaba un tedioso cautiverio. privaciones, A él de no le manera agradaba que fue vivir fácil en la pobreza, realizar las pasar debidas diligencias para que la entidad que gobernaba a Shakespeare lo abandonara —renunciara a su dominio— y cambiase de lugar. 207 LOBSANG RAMPA La e nt id a d q ue t e n ía que ll e v a r a cabo a q u e ll a tarea especial, y que por largo tiempo había estado b us cand o algún v ehíc ulo aprop iad o —p orque para estas elevadas entidades es excesivamente dispendioso tener que bajar, volver a nacer y arriesgarse a perder m u c h o s c o n o c im i e nt o s a través de la e xp e r ie nc ia traumática de l nac imient o—, v io ya formado a es e huésped adecuado, y en el momento debido salió del cuerpo de éste la primera e inmediatamente lo ocupó la segunda. A p a r t ir d e e s e i ns t a n t e , e n e l c ue r p o d e a q u e l humilde aldeano hubo un intelecto descomunal, un intelecto formidable para el cual era sumamente difícil adaptarse a un espacio reducido, para acomodarse a las limitadas circunvoluciones de un cerebro. Por ello sobrevino un breve período de estasis durante el cual no produjo ninguna obra. Entonces, la gigantesca entidad que regía el cuerpo del aldeano se marchó a Londres, partió a explorar, para acostumbrarse a ese nuevo cuerpo y vencer sus imperfecciones. Con el correr del tiempo y a medida que se fami liarizaba cada vez más con el cuerpo y el cerebro, la e n t i d a d d i o c o m i e n z o a s u t a r e a y e s c r i b i ó o b r a s clásicas inmortales. Empero, daba la impresión de que aquellos trabajos no podían provenir de un escri= tor de la crianza que trasuntaba su aspecto exterior. Y de ese modo, con el trascurrir de los años fueron apareciend o d udas, rece los y conje turas abs urdas acerca de quién pudo haber sido Shakespeare, respecto de quién pudo haber escrito las obras de Shakespeare. ¿La respuesta? Quien escribió tales obras, por ser é s a su m i s i ó n , f u e l a e n t i d a d q u e g o b e r n a b a e l cuerpo de Shakespeare, el cual, luego de cumplir su cometido, murió dejando tras sí lo que para muchos constituye un enigma, un problema insoluble. Si al menos la humanidad quisiera oír a los que han pasa- 208 LA DECIMOTERCERA CANDELA do por experiencias similares, podría también consultar el Registro Ascásico y conocer algunas de las verdaderas maravillas en medio de las cuales vivimos. H e a q u í o t r a p r e g u n t a q u e p u e d e s e r d e a l g ú n int e r é s : " C ua nd o us t e d d ic e q ue es p r e c is o t e ne r paciencia para realizar el v iaje astral, ¿se refiere a semanas, meses o años ? ¿O ese períod o p ued e ser muy v ariable según la persona de que se trate, del tiempo que se dedique a practicar y de la capacidad potencial de cada una? " En realidad, el viaje astral lo realizamos todos. La mayor parte de la gente no tiene conciencia de esto, de modo que al despertarse por la mañana, después de pasar por esa experiencia, lo recuerda vagamente y dice que se trata de un sueño o de cosas de la imaginación. V i a j a r p o r e l a s t r a l, o m e j o r d i c h o , a p r e n d e r a viajar por el astral, es casi lo mismo que aprender a andar en bicicleta. En realidad, parece algo totalmente imposible que alguien pueda aprender a andar en dos ruedas; y no digamos nada acerca del uniciclo... N o ob s t a nt e , la ge nt e p ue d e a p r e nd e r a a nd a r e n ambos. Asimismo puede aprender a caminar sobre una cuerda tensa, sí bien no es posible predecir el tiempo que p ued e demandarle c onse guir su p ropó s it o. T od o es c ue s t ió n dé a p t it ud e s . Si us t e d c r e e que puede andar en bicicleta, usted podrá andar en bicicleta. Si usted cree que puede caminar sobre una cuerda tensa o sobre una cuerda floja, podrá hacerlo. L o m ism o oc urr e c on e l v ia je as tra l. N o es p os ib le dar una lista de los ejercicios con los cuales se logra realizar el viaje astral. ¿Cómo haría usted para enseñarle a alguien la forma de aprender a andar en bicic le t a ? ¿C óm o le e ns e ña r ía la m a ne r a d e a nd a r e n patines, salvo advirtiéndole que se coloque un almohadón en la parte trasera? Y, por si esto fuera poco, ¿cómo haría usted para enseñar la manera de respi- 209 LOBSANG RAMPA rar para vivir? Respirar es natural. Pero no siempre tene mos conciencia de q ue lo hacem os. Solament e tenemos conciencia de que respiramos cuando se nos presenta alguna dificultad para hacerlo. De la misma manera, la mayoría de nosotros tampoco tiene conciencia de que realizar el viaje astral, pues éste es tan sencillo como respirar, como andar en bicicleta. Lo fundamental consiste en que usted piense que va a realizar_ el viaje astral conscientemente. Es necesario reca lcar la expre sión "consc ie nteme nte ". Por desdicha, la palabra "imaginación" no es buena porque la gente piensa que imaginar algo es sostener lo q ue no e x is t e . Qu iz á s e a m e jor d e c ir " v is ua liz a r " . Pues bien, para comenzar el viaje astral debe usted irse a la cama. .. solo, por supuesto, y en la habitac i ó n tampoco debe haber nadie. C o l ó q u e s e e n l a posición que más le plazca, siempre y cuando le sea cómoda. Si quiere ponerse de cabeza puede hacerlo, s i d e e s a m a n e r a s e s i e nt e c óm o d o. L o m i s m o, s i desea acostarse de espalda, de costado o de frente, todo cuanto debe usted tener en cuenta es sentirse cómodo. Recostado, pues, cónfortablemente, cuide que su respiración sea completa, es decir lenta y profunda, y que se v erifique de manera natural, cómoda, y no e n forma forzada. Repos e en esa pos ic ión durante unos instantes, concentrándose en sus pensamientos. Después, con la luz apagada, visualícese a sí m i s m o c om o u n c u e r p o d e n t r o d e ot r o c ue r p o; v isualice que usted se encuentra en el cuerpo que se separa del cuerpo exterior como si fuera una mano que sale de un guante. Fórmese una representación mental de su cuerpo tal como se halla acostado. ¿Tiene puesto el pijama? Visualícelo en todos sus detalles, sus rayas, dibujos o flores. ¿Que tiene usted puesto un camisón? Visualícelo e xactame nte com o es. ¿Qué t ie ne unos lindos moñitos y encajes en el cuello? No deje de visuali- 210 LA DECIMOTERCERA CANDELA zarlos. ¿Qué es usted uno de esos espíritus intrépid os q u e d u e r m e n e n c u e r o s ? V i s ua l íc e s e t a l c ua l está. Y después prosiga visualizando para imaginar ( ¡perdone usted! Visualizar) que su forma astral es totalmente idéntica a su forma exterior. Visualice ese cuerpo que se desliza fuera de su envoltura carnal y se eleva hasta quedar a una o dos pulgadas encima del cuerpo material. Deté ngalo e n ese p unt o y conc éntr e se para v is ua liz ar c óm o es. Si es us te d una muchacha, puede verse con sus cabellos largos. . . aunque esto no es ya privativo de las damas, pues en nuestros días también los jóvenes llevan melena. No obstante, si tiene usted una larga cabellera, visualíc e la c o m o s i e s t uv ie r a c olga nd o, p e r o s i r oz a s e e l rostro del cuerpo material, levante a la forma unas c ua nta s p ulgada s. V is ua lic e a e s e c uerp o c om o s i tuviese una consistencia compacta. Obsérvelo desde arr iba, d e sd e los fla nc os y d es d e ab a jo par a t e ner una imagen total, una acabada representación de él. Y ahora, alégrese. Ya está usted fuera de su cuerpo. ¿Siente cómo el cuerpo astral se balancea levemente de arriba a ba jo? P er o t e nga c uidad o, p orq ue s i se mece por demás puede experimentar usted la desagradable sensación de caer y entonces volverá usted de golpe a su cuerpo material con un tremendo sacudón que lo echará de espaldas contra la cama. P or e l m om e nt o c o nf ór m e s e c on p e ns a r q u e s u cuerpo, su cuerpo astral, está flotando un poco por encima de su cuerpo material. Después, gradualmente visualice el cuerpo astral en la operación de penetrar en su envoltura corporal como si usted deslizara su mano dentro de un guante. Practique una o dos noches hasta que pueda sostene r firm em e nte la v is ua liza c ión, y c ua nd o lo ha ya logrado, siga. Ya está usted f uera de s u cuerp o. Está flotand o sobré su envoltura carnal. Ahora piense: ¿A dónde 211 LOBSANG RAMPA quiere ir? ¿Quiere ir a v er al doctor Armand Legge, el médico aquel que le hizo un mal diagnóstico, por ejem plo? P ues bie n; ust ed ya lo conoce. Pie ns e en él, piense en que está usted viajando, piense en que llega. Si lo consigue, le podrá hacer cosquillas en la n u c a . ¡ S e s e nt ir á d e l o m á s m o le s t o ! T a l v e z e s t é un tanto mal que yo le enseñe esta clase de tretas. ¿Desea usted pensar en su amiga? Perfectamente; también puede ir a v erla si lo desea. Pero recuerde que si pasan malos pensamientos por su mente respe ct o d e lo q ue se pr op one v er, s e enc ontrará c on que, mientras no haya adquirido una práctica formid a b le , c o n c l u ir á p or r e t or na r v io l e nt a m e n t e a s u cuerpo. Lo que sucede es lo siguiente: Usted sale de su cuerpo y piensa en ir a ver a alguna amiga suya o a una chica c on quie n des ea trabar amistad. Sab e que en ese instante se está bañando, no obstante lo c ua l, c om o d e s e a a v e r igua r s i la na t ur a le z a la ha adornado de algún lunar, llega precisamente en ese momento. Pero el aura de la joven detecta subconsciente. su presencia Entonces, su y da la consciente voz de alerta comienza a a su sentirse intranquilo y hac e q ue m ir e, d igam os, p or enc im a d e l hom b ro y que piense si acaso no habrá alguien atisbando por el ojo de la cerradura. Ella no lo verá a usted, pero su a ura lo p er c ib ir á y el s ub c ons c ie nt e s e a lzar á y le propinará tal golpe que hará que usted se olvide de c ua nt o ha v is t o y v ue lv a a e nca jars e d e ntr o de s u cuerpo de la manera más brusca que se pueda imaginar. Solamente podrá introducirse así en la vida priv a d a d e a lg u na p e r s o na s i s us p e ns a m i e n t o s s o n pur os; c onq ue, a la gente que me escr ibe para preguntarme cómo puede hacer para espiar a sus amigas en e l m om e nt o m e nos ad e c ua d o, le r es p ond o que, por su propio bien, no lo haga. Porque recibirá un tratamiento bastante rudo. 212 LA DECIMOTERCERA CANDELA Practique, pues, la visualización de la cual hablamos. Es muy fácil. Cuando sea capaz de v isualizar, podrá efectuar el viaje. Sin embargo, el tiempo que le demande poder hacerlo sólo depende de usted, de lo r áp id o q ue p er c ib a la v er da d. L a v erda d e s q ue usted puede realizar el viaje astral, aun cuando en virtud de ciertos condicionamientos de la vida civiliz a d a , e t c ., no s ie m p r e lo p ie ns e , no s ie m p r e l o r e c u e r d e ; y c u a n d o l o r e c u e r d a , l a m a y o r í a d e l a s veces lo atribuye a la imaginación, lo considera como u n s u e ñ o o c o m o u n a e x p r e s i ó n d e d e s e o s . T a n pronto como acepte la realidad del viaje astral podrá visualizar verdaderamente ese viaje. Y, cuando pueda v is ualiz ar e l v ia je a s tra l, e nt onc es, cr éam e, p odr á hacerlo, porque es mucho más sencillo que levantar una silla, mucho más fácil que levantar un libro. El viaje astral es algo elemental, es parte de la naturaleza del ser viviente, ya sea que se trate de un caballo, d e un m on o, d e un s e r hum a no o d e un ga t o. Cada cual efectúa su viaje astral. Empero, el tiempo q ue le llev e el poder hacerlo cons cie ntem ente sólo depende de usted. Cada vez hay preguntas más estupendas. La que v ie ne a hor a e s la s iguie nt e : " Dic e u s t e d q ue e n e l as tra l t od o r ie la, per o para mí t od o r íe la s ie mpr e. ¿Será porque uso anteojos? " Cuando estamos en el astral todo riela porque está lle n o d e v id a , p le t ór i c o de v i t a li d a d . Si r e a l iz a el v iaje en forma adecuada podrá advertir motitas de luz a su alrededor. Se ve como si todo estuviese en un rayo de sol. Seguramente ha estado usted alguna vez en una de esas estaciones ferroviarias llenas de hollín y ha v isto asomar un rayo de sol a través de una ventana sucia. En ese rayo de sol habrá podido observar que flotaban pequeñas partículas. Pues bien, en el astral todo es así, se está en perpetua luz solar y todo riela con vitalidad. Es lo contrario del smog. 213 LOBSANG RAMPA En e l a s t r a l, e nt r e p a r é nt e s is , no int e r e s a q u e s e t e nga m al la v is ta. N i s iq uier a im p or ta q ue s e s ea ciego. Allí se poseen todos los sentidos. Se puede oír y ver, se puede oler y se puede tocar. Y siempre con e l c ie nt o p or c ie nt o de p erf e cc ión. De ma nera q ue ¿por qué no procurar hacer el viaje astral? Es sencillo y natural. Y, por añadidura, es totalmente seguro. Nadie p uede hac erse daño, y mientras no s e t enga m ied o ningún p er juic io p ued e oca s ionar. Si ust ed t em e, t od o c ua nt o c ons igue e s d ila p id ar e ner gía s. Con eso es lo único que se consigue. Porque si usted siente temor, disipa su energía innecesariamente y aminora tanto sus vibraciones que se le torna difícil m a n t e n e r s e e n e l a s t r a l , d e l m i s m o m o d o q u e e l a v i ó n q u e p i e r d e v e l o c i d a d s e p r e c i p i t a a l s u e l o . Usted no quiere caerse, ¿no es verdad? Pues, entonces, no tenga miedo. No hay nada que temer. De esta manera, las preguntas siguen multiplicándose ad inf initu m, c omo puede apre ciarse. La v ieja máquina de escribir continúa repiqueteando y arrojando cuartillas, aunque no por ello menos meditadas. Pues, con un poco de práctica se escribe ligero. Y, así, el trabajo va tocando a su fin, lo cual supone que, a medida que más páginas se acumulan, menos posibilidades hay de nuevas preguntas. Permítasenos, entonces, responder a una consulta más en este capítulo. Veamos ésta, que es interesante: " U s t e d n os e xp r e s a q ue , c ua n d o e s t a m o s e n la tierra, somos sólo un décimo de conscientes; pero, p o r l o q u e s e a d v i e r t e e n s u s l i b r o s , p a r e c e q u e somos menos conscientes de lo que son los habitantes de otros pla ne tas. Los Jardiner os d e la T ie rra, p o r e j e m p l o , o e s t á n e n p o s e s i ó n d e l c i e n t o p o r ciento de su conciencia o deben de poseer un poder mucho mayor que los habitantes de la tierra, ¿o será que en s u estad o de ter cera dimensión p ued en s er más de un décimo de conscientes? Su intelecto y los 214 LA DECIMOTERCERA CANDELA c on oc im ie nt os t é c ni c os q ue p os e e n parecen estar muy por encima de los nuestros; aunque no solament e s u i nt e le c t o, s i n o t a m b ié n s u p ie d a d y s u c om prensión. ¿Podría usted explicar esto, por favor? " Sí, por supuesto. El planeta que habitamos es uno de los cuerpos más pequeños entre todas las partículas de polvo que componen el universo. Sabemos que e xist e n más p la ne ta s, m ás m und os que gra nos d e arena en todas las playas juntas de la tierra, y para tener una noción más aproximada todavía, podemos agregar aun toda la arena que hay en el lecho de los mares, porque la cantidad de universos que existen supera la capacidad de comprensión humana. Si mira usted a trav és del microscopio una brizna de polv o de una uña, verá que se trata de miles de partículas de polv o. Piense, entonces, en la cantidad de partículas que hay en la superficie de su cuerpo; piense asimismo, en que, cualquiera que sea el aspecto que para usted básicamente, presente por este "polvo", moléculas de está formado carbono. a Entonc e s , su vez, pobres b r i z n a s d e p o lv o d e b a j o d e u n a u ñ a , ¿cómo podemos pretender imaginar siquiera cuántas m olé c ula s — c uá nt o s m u nd os— ha y e n un c ue r p o humano? Y si esto es así, qué decir del conjunto de los cuerpos humanos, de la totalidad de los cuerpos de los animales, de los cuerpos de los otros univ ersos, etc. En este mundo somos un décimo de conscientes; per o en otros mundos, conscientes. No los sere s obstante, p ued en s er aunque v arios fueran un décimos más vigésimo de conscientes, podrían ser todavía mucho más inteligentes que los seres terrestres. L os Jar d iner os de la T ierr a no s on e xa c tam e nt e seres tridimensionales que viven en algún lugar del espacio exterior dispuestos a arrojar al astronauta o cosmonauta que ose invadirlo. Se hallan también en una dimensión diferente y, por supuesto, su capaci- 215 LOBSANC, RAMPA dad técnica e intelectual está tan por encima de la humana, que nosotros debemos de parecerles microbios infinitamente diminutos puestos en una brizna de polvo sumamente pequeña. El mayor problema estriba en que, en esta tierra, tenemos que v iv ir y manejarnos con tres d im ens io nes. Entonces, ¿cómo podemos hablar de cosas que suceden, tal vez, en nueve o más dimensiones? Así, pues, y para contestar la pregunta, digamos que sí, que en esta tierra solamente somos un décimo de conscientes. Y que sí, que somos menos conscientes que los seres que habitan los planetas superiores, aun cuando, quizás, éstos sean también nada más que un décimo de conscientes. E f e c t i v a m e n t e ; l o s J a r d i n e r os d e l a T i e r r a s o n mucho más conscientes y lo son también en muchas más dimensiones. Estos se han trazado su ruta a part i r d e l o q u e h o y s o m o s n o s o t r o s ; p e r o , a u n p o r e n c im a d e e l l o s , ha y s e r e s m á s e le v a d o s p a r a l os cuales son exactamente como nosotros les parecemos a aquéllos. No obstante, si seguimos la pauta correcta, e s d ec ir, s i ha c e mos lo q ue sa be m os q ue otr os han hecho en comparación con nosotros, entonces podremos elevarnos también nosotros en nuestro derrotero, hasta alcanzar el nivel de los Jardineros de la T i e r r a , p a r a d e s p u é s s e g u ir a v a nz a nd o. L a m e j or manera de explicar esto es hacerlo con el lema de la R.A.F.: "Por el esfuerzo, a las estrellas". 216 CAPITULO XII —No puedo entender a este escritor —dijo Henriette Bunn a su amiga, mirándola con el ceño fruncido—. Es t oy tra ta nd o de ana lizar s us libr os, p er o me e nc ue nt r o c on q ue n o ha y í nd i c e s — p r ot e s t ó— . As í, ¿ c ó m o e s p o s i b l e e n c o n t r a r n a d a otra v e z . . . ? ¿ L e y é n d o l o s t o d o s d e n u e v o ? — o b s e r v ó r e f u n f u ñando y pasando las hojas furiosa. Freda Prizner, su amiga, sonrió condescendientemente. — ¡Qué quieres que te diga, Hen! Ya sabes que, si los he leído, ha sido sólo por mero placer. Nada más q ue d e p e ns a r e n es tu d i ar m e d e p r im o; ¡l o q ue yo q uier o e s algo que me excite ! —repuso; y luego de un sus piro, a ñadió—: P ero tiene s r azón; tod os los l ib r os d e b e r ía n t e ne r índ ic e s p a r a v er lo q ue una puede pasar por alto. El desventurado Autor se revolvió gimiendo en su d ur a c a m a d e a c e r o. " P e r o, ¿q u é p r e t e n d e la ge n te ? ", se p re gunt ó. "Pr im er o, r e s ult a q ue e s tá m al q u e e m p l e e d e m a s i a d o e l y o . . . P e r o , ¿ a c a s o n o t e ng o d e r e c ho a e m p le a r u no o d o s m á s d e los c o r r ie nt e s ? ¡Ha y q ue t e ne r e n c ue nt a e l T e r c e r Oj o, también! * Y ahora hay lectores ( ¡benditos sean! ) * El autor agrega un matiz, valido de la similitud fonética entre las palabras I (yo) y eve (ojo), que no puede reproducirse en español. (N. del T.) 217 LOBSANG RAMPA ¡q ue q uier e n índ ic e s! " La a ngust ia y la fa t iga de l anciano aumentaron de sólo pensarlo. En esos momentos, no obstante, en pleno corazón d e l o s E . U . A . — d o n d e l o s b ú f a l o s h a n c e d i d o s u lu ga r a los a lc e s— una e xt r a or d ina r ia y t a le nt os a mujer ya había puesto manos a la obra. Esta señora, a p e s a r d e t e n e r q u e a t e n d e r u n m a r i d o (q u e c on uno ya e s ba sta nt e, d ic e ) y d os niños (d ema s ia d o, afirma, por ser v arones), encontró un momento, inc l u s o , p a r a c o m p i l a r u n índice. Y, así, éste llegó c om o ca íd o de l c ie lo... a unq ue, n o, e n r i g o r d e verdad. Llegó en la saca del cartero. Con toda facilidad, puesto que ya había sido abierto por la aduana c a n a d i e n s e (malísima costumbre que tienen), el Autor desenvolvió el paquete con sus torpes dedos. De ntr o, s í, d en tro ya s ab e n ust e d es q ué hab ía : ¡e l índice! La señora María Pien es una mujer espléndida, tale nt osa y ca paz. Emp er o, na d ie e s p erf e ct o; ha st a e lla t i e ne un d e f e c t o: s u le t r a e s d im i nut a , c o n l o cual la vista del Autor se cansó en seguida. Para leer lo que escribe hace falta una buena lupa. Al parecer ha errado su v ocac ión, p ues v erdaderamente t iene a p t it ud e s p a r a e s c r i b ir l ib r o s e n la c a b e z a d e un alfiler. Gracias, señora Pien, por su muy apreciada colabor a c i ó n . G r a c i a s , M i s s S e k e e t a S i a m e s e P i e n , p o r permitir que lo hiciese. Por razones de espacio, los títulos se citan por sus iniciales, de la siguiente manera: El Tercer Ojo .......................................................... TO El Médico de Tibet .................................................. MT El Cordón de Plata ................................................. CP La Caverna de los Antepasados ......................... CA Mi Vida con el Lama ............................................. VL 218 LA DECIMOTERCERA CANDELA Usted y la Eternidad ............................................ UE La Sabiduría de los Ancianos ............................. El Manto Amarillo .................................................. El Camino de la Vida ............................................. Más Allá del Décimo .............................................. Avivando la Llama ................................................. Adivinos Advertencia Alcoholismo Alma Alma animal Alma gemela Amuletos Animales Antimateria Aprendizaje Aprendizaje en sueños Asesinato Asma Astrología Atención justa Atlántida A u r a T O 9 7 , Autohipnosis SA MA CV MAD ALL ALL 53 ALL 160 MT 56; CA 195; UE 99; MAD 134; ALL 187 CA 36; SA 15 MAD 29; ALL 38, 42, 153 CV 217; ALL 197 SA 16; MAD 113 CP 43; UE 257; CV 82 ; MAD 29; ALL 153, 168 CV 56, 59 CA 57, 203; MAD 100 ALL 85 MAD 107 CV 221; MAD 136 TO 48, 91, 147; CV 215; MAD 131; ALL 99, 101 MA 77 ALL 167 1 3 8 , 2 0 2 ; M T 6 6 , 70; CP 25; CA 157, 163, 175; UE 29, 57; SA 22; MA 212; CV 223; MAD 146; ALL 205, 211 UE Lecc. 28 y 29; SA 23 Barco invisible Barcos desaparecidos Biblia Bolas de cristal CV 87 CV 65 CV 50, 242; MAD 85; ALL 38 TO 101, 150; MT 122, 1 2 8 , 133; MA 150; UE 190; CV 128 219 LOBSANG RAMPA Budismo MA 22; SA 32; ALL 103 Caída del hombre Calendario Camino Medio TO 143 TO 144 TO 161; MA 47, 82; UE 121, 153 Campos magnéticos Cápsulas del Tiempo Cara Carta de Zagreb Cav erna de los Antepasados Ciclos cronológicos ALL 63 CA 98; ALL 166 SA 36 UE 156 CA 84 TO 145; CV 62, 207; ALL 201; CP 42 CV 21 CV 39, 251 CA 89; MAD 82, 126 TO 104, 205; MT 121; CP 13; CA 47, 159; UE 173, 189; SA 41; MA 98, 148, 212; CV 129, 223 Ciclos terrestres Científicos Civilizaciones Clarividencia Codicia Colores del aura Cometas Comida Comienzo de los Tiempos Comunismo C o n c e n t r a c i ó n C o n f e s i ó n a M a a t Constipación (Estreñimiento) C o n t r o l c e r e b r a l Control de la natalidad Control de los órganos C o n t r o l m e n t a l Conv. de Constantinopla Cordón de Plata Creación Creencias Cristianismo Cuarta dimensión Cuello CV 240 CA 163; UE 35, 47; CV 224 TO 23, 174 CA 231; UE 256; SA 227; ALL 168 MT 164; CA 89, 97 MT 23; CP 175; CV 158; MAD 106 UE 120; SA 41 CV 113 MA 187; MAD 55 MT 159; MA 77; UE 201 CA 197 CV 226 MT 211 CA 191; UE 139; CV 249 T O 141; CP 35; CA 37; UE 19, 65; SA 43; CV 144; ALL 109, 188 CV 243 TO 97 CV 232; MAD 29, 102, 105 CV 81 SA 45 220 LA DECIMOTERCERA CANDELA Cultos SA 47; ALL 55 Curación SA 48 Chakras. SA 37; CV 212 Chang-Tang Chorten TO 205; MT 188 TO 131 Dar Defectos Desarrollo de las aptitudes ocultistas Diablos; demonios Diálogo de Platón Dieta Diezmo Dimensiones UE 111, 202; CV 236, 237 CV 238 D i o s T O 1 0 4 , Disciplina Dolor Dolor de muelas Dormir Drogas ALL 131 SA 55; CV 110; ALL 30 CV 89 SA 56 CV 232 SA 57; CV 39, 47, 73, 78, 81, 89 1 3 6 , 2 4 8 ; C A 6 4 ; SA 59; CV 154; ALL 21, 154 UE 234, 256; MAD 103 MT 159, 212; ALL 121, 148 MAD 146 UE 147; ALL 80 MAD 68; ALL 69, 187 Educación Efecto inv erso E l e c t r i c i d a d ALL 67 ALL 58, 64 M T 5 1 ; C A 8 0 , 1 1 5 , 1 1 9 ; UE 151, 177; CV 215; ALL 205 Elementales UE 82; SA 64; CV 132, 183, 208 Emociones UE 196; SA 66; CV 130 Encarnación TO 170; UE 107; SA 66; ALL 191 Energía nerviosa MT 209; ALL 201 E n f e r m e d a d M T 2 1 0 ; C A 2 1 1 ; U E 1 7 0 ; MAD 69, 129; ALL 148, 186, 205 Enfermedad mental ALL 187 Era de Kali CV 23, 101, 207; MAD 103, 106 Ermitaños CA 72; MA 35, 223 Escándalo CV 238 221 LOBSANG RAMPA Escuela de la Vida Escuela de la vida en la tierra Espíritus Espíritus de la Naturaleza Estado consciente E s ta d o s d e á n i m o Etérico Evolución Extremos; opuestos Facultades. extrasensorias Fantasmas Fe Flores Forma de pensamiento Fprmas de vida Fuerza de voluntad Gatos Grafología Guerra Guía del Mundo Hierbas Hipnotismo Histeria Historia de la Tierra Homosexualidad Horóscopo Humanoides Humanos CA 217 CA 207; UE 105, 146; MA 89; CV 21; ALL 128 CV 134; ALL 201 CA 20; UE 66; SA 68 UE 237; MAD 119 CA 225 UE 24; CV 225; ALL 63 SA 69; CV 134 CV 59; ALL 30 MAD 98 MT 91; CA 22, 30, 230; UE 31; SA 73 UE 167 ALL 172 CP 167; CA 69; MAD 116 CP 40 UE 208 TO 199; CP 85; CA 131; MA 15, 93, 180; VL 101, 106, 127, 149; UE 259; MAD 101; ALL 23, 36, 42, 119, 183, 209, 213 ALL 103 CA 52, 198; UE 105; ALL 35 CV 25 TO 165, 172; CP 44; MT 57, 112, 198; MA 165; MAD 61, 129, 138 TO 225; MT 96; CA 108, 114, 121; UE 237, 241, 249; SA 86; CV 130, 184; ALL 66 UE 198; ALL 64 MT 164; MAD 83 ALL 110 TO 148; CA 233; UE 233; CV 216; ALL 99 CP 41; MAD 124 CP 41; CA 229; UE 13, 136; CV 211; MAD 124 222 LA DECIMOTERCERA CANDELA Influencia sobre los demás Iniciación Insania Interpenetración Invisibilidad CA 28, 35; SA 90 MT 94; CA 193; UE 141, 207; SA 91 UE 208, 212 CA 57; MT 105; CV 110; MAD 22; ALL 21 ALL 90, 102 TO 248 CA 78; ALL 186 CV 76 TO 226; CV 87 Jardín del Edén Judíos Judo CV 1 0 3; CV 24 5 UE 126; CV 24 TO 65. 127 Karma CP 135; CA 46; UE 215; SA 99; CV 219; MAD 69; ALL 181, 187, 192, 195 CP 104; SA 103; CV 213; ALL 64 Ilusión Imaginación Imaginación controlada Infierno Kundalini Lamaísmo Lamasterios; lamaserías Lavado de cerebro Levitación Leyendas Leyendas de gatos Leyes Liberación del alma Libros Lincoln-Kennedy Luz Magnetismo Magnetismo terrestre Maldiciones "Manosantas" Mantras Manu TO 155; MA 21 TO 126;*MA 19 MT 95 TO 226; SA 109; CV 126 TO 104, 220 VL 153; ALL 44 TO 21, 76, 161; MA 91; SA 110 TO 233 CA 79, 143, 181; CV 229 ALL 92 CV 244 MT 63; UE 23; CV 63; ALL 63 MAD 117 MAD 115 ALL 182 UE 89, 169; SA 119; ALL 43, 102 CA 66; SA 120; CV .133; ALL 41, 154, 158 223 LOBSANG RAMPA Máquinas áuricas Matrimonio Médicos Meditación Médiumes Memoria Menopausia Metafísica Miedo Moisés Monje Muerte Muer te (d es tr uc c ión d e l a nimal Mujeres Mundo de la antimateria Mundo de la ilusión Mundos astrales Mundos paralelos Negros Niños Niños de genio Nirvana Numerología Obediencia Obras del hombre Ocultismo Ojos Ondas del pensamiento Ondas lumínicas Opiniones Ovariotomía MT 69; CP 25, 29; CA 172; MAD 146 CA 216; UE 135 MAD 71; ALL 182 SA 122; CV 155, 167, 177; MAD 123, 124; ALL 58 SA 123; CV 120, 132, 135; ALL 15 TO 93; SA 124; ALL 88 UE 181; MAD 62 ALL 57, 61 CA 42, 145, 149; UE 67, 81, 129; SA 126; CV 29, 129; MAD 97 MAD 68 TO 83 TO 136, 140, 233; MT 100, 103; CP 85; CA 39; UE 29, 223; SA 130; CV 141, 151; MAD 15, 22, 71; ALL 20, 139 ALL 197 MAD 103, 108 CV 60 CA 34 CV 151; MAD 19, 24; ALL 40, 149, 153 CV 38, 112 ALL 199 UE 199; ALL 67, 190, 198, 199 ALL 198 MA 82; SA 135; CV 173 SA 136 UE 108 CV 209 SA 140; CV 124 SA 141 ALL 58 UE 162 UE 258 MAD 64 224 LA DECIMOTERCERA CANDELA OVNIS TO 141; CV 63, 247; MAD 29, 68, 77, 86 País de la Luz Dorada TO 152; CP 85, 159; CV 208 MA 124 CP 26, 222, 247 SA 150 UE 68, 100, 236 UE 101; ALL 164 CV 239 CP 55, 57 MAD 127 SA 148, 223; MAD 115; ALL 32 SA 147, 217 CP 37 SA 148 TO 139; CP 162; CA 61; MA 99, 198, 202; SA 151; CV 115; ALL 66, 165 Papel Parábolas Penas Pensamiento Pensamiento controlado Perjurio Perros Petróleo Piedra de toque Piedras Planeta Zhoro Planos de la Existencia Plegaria Plegaria tibetana para la muerte Poder Poder de la mente Poder del pensamiento Poderes ocultistas Poemas herméticos Polaridad Predicciones, Probabilidades Problemas Proceder correctamente Profecías Prueba Prueba ocultista Psicometría TO 138, 183; MA 99; CA 29 SA 152 UE 200 CA 173 CA 151; SA 153; CV 125 CV 101 CV 52 TO 48, 147, 168; CA 48; CV 28, 157, 161; MAD 141; ALL 96 UE 122 MAD 97 CA 220; MAD 142 SA 155; ALL 74 ALL 74 TO 150; CA 55; UE 185, 191; SA 157; CV 240; MAD 98 Quiromancía ALL 105, 200 Recreación UE 151; SA 162 225 LOBSANG RAMPA Reencarnación Refugios R e gis t r o As k á s ic o (As c á s ic o, Ascárico, Askasi) Registro de Reglas de la Relajación Probabilidades Vida Virtuosa Relajación mental Relatividad Religión Renacer Respiración Riñones Rueda de la Existencia Rueda de la Vida Sacrificio Santo Camino Octuple Satanás Serenidad Sesión espiritista Sexo Signos del Zodíaco Sócrates Sonidos Subconsciente Sueño del Templo Sueños Sufrimiento Suicidio Superyó TO 80; SA 162; ALL 39, 92, 146, 193 MA 84 CP 179; CA 101; UE 125, 161; CV 151; MAD 39, 85, 126, 143 CV 161; MAD 39 UE 229 TO 158; UE 96; SA 163; CV 227 TO 160 CV 80 CA 60, 67, 190, 191; UE 123; MA 196, 202; CV 249; MAD 106; ALL 31, 175 TO 141; CA 41; ALL 76, 92, 146 TO 227; MT 202; UE 178; SA 163, 205 MAD 138 TO 86 TO 137 CV 237 MA 74; SA 170 ALL 30 UE 174, 199 SA 171; ALL 149 CA 185, 190, 193; CP 106; CV 174; MAD 26, 66, 70 CV 216 ALL 107 UE 47; ALL 33 UE 235; CV 44; MAD 120, 123; ALL 87 CV 185 SA 176; UE 137; ALL 82 M A 62; UE 105, 170, 218, 227; MAD 106; ALL 148, 181, 187 CP 18; CA 42, 219; ALL 71, 146 CA 36; UE 19, 65; SA 177; CV 43, 111; ALL 96, 110, 152, 196, 202 226 LA DECIMOTERCERA CANDELA Tabla Ouija Talismán Tarot Té Teléfono astral Telepatía Telepatía con animales Telescopio Teletraslado, teletrasporte, teleportación Tíbet Tiempo Tierra Trabajo Trance Tranquilidad Trasmigración Trasplante de órganos Tratamiento negativo Unidad de vida Universos Vegetarianismo Vestido Viaje astral Viaje astral (Zhoro) Vibración Vida Vida anterior al nacimiento Vidente Vuelo ALL 150 MAD 113 SA 183 MA 17 ALL 26, 75 TO 143, 225; CP 217; CA 24, 127; UE 100, 174, 185; SA 184; MAD 149 ALL 183 TO 122 SA 184; CV 81 CP 20, 174; ALL 47 CV 61, 78; ALL 133 MAD 126; ALL 173 UE 256 UE 249; SA 185; CV 183 UE 174 CP 17, 89, 161, 175, 185, 200, 237; UE 219; CV 26, 29 ALL 161 CV 220 CP 42 CP 42; CA 13 UE 257; ALL 168 MA 211; UE 141 TO 143, 225; MT 27, 90; CP 34, 38; CA 77; UE Lecc. 8, 9, 10, 11, y págs. 140, 143; SA 21; MA 105; CV 129, 1 5 0 , 1 7 3 , 1 9 7 ; M AD 2 0 , 3 5 , 39, 120, 123, 127; ALL 83, 91, 119, 131, 149 CP 37 CA 13, 22, 29, 218, 227; UE 20, 45, 226; CV 59; MAD 148 CA 13, 20, 58, 208; UE 14, 105; CP 42 ALL 76 UE 133 MT 76, 142 227 LOBSANG RAMPA Yeti Yoga TO 218 TO 227; MA 174; SA 202 Y aún hay más; 'corno añadidura, a continuación encontraréis también algunos "proverbios". Es mejor encender una Vela que maldecir la osc uridad.* ALL 8 Cuanto mayor sea tu conocimiento, mayor será tu ne ces idad de aprender. ALL 9 Esta tierra sólo es una pizca de polvo para un abrir y cerrar de ojos en lo que es el tiem po real. ALL 27 Jamás respondas a la crítica; hacerlo es debilitar tu argume nt o. ALL 29 El sendero recto se halla muy cerca, a la mano; sin embargo, la humanidad lo bus ca lejos. ALL 47 Cada uno tie ne que ser una is la en sí mismo. ALL 55 El éxito es la culminación de un gran esfuerzo y de una preparación consc ie nte y esmerada. ALL 63 El suic idio jamás se jus tifica. ALL 71 Cien hombres pueden hacer un campamento; hace falta una mujer para fundar un hogar. ALL 79 V u e s t r o c u e r p o e s e x a c t a m e n t e c o m o u n v e h í c u lo, un vehículo por medio del cual vuestro Superyó adquiere e xper iencia e n la tierra. ALL 86 Lo más valioso que puede perder el hombre es él tiemp o. ALL 97 El que agrav ia a otros, se agrav ia a sí mismo. ALL 117 Si no escalas la montaña, no podrás coAtemplar el lla no. ALL 137 Recuerda que la tortuga avanza sólo cuando estira su cue llo. ALL 157 La gema no puede ser pulida sin fricción, ni el hombre perfec cionad o s in s om eterlo a prueba. ALL 177 Estas citas —seleccionadas por el autor— se reproducen textualmente de las traducciones ya publicadas por Editorial Troquel. (N. del E.) 228 LA DECIMOTERCERA CANDELA Un hombre debe mantener mucho tiempo su b oc a a b ie r t a a nt e s q ue una p e r d iz a s a d a d e s a p a rezca por ella. ALL 195 S i u s t e d n o c r e e e n ot r os , ¿ c óm o p ue d e e s p e r a r que otros crean en usted? ALL 209 Divide al enem igo y podrás vencer lo, manténte unido y podrás derrotar a un enemigo div idido. El enemigo puede ser muy bien la indecisión, el temor y la incertidumbre. MA 91 Manteniendo pensamientos pur os evitam os los pe nsa mie nt os imp ur os, f or ta le ce m os aq ue llo a lo que volvemos cuando abandonamos el cuerpo. MA 201 Uno puede pedir comprensión, puede pedir en s us p l e ga r ia s q u e le s e a p o s i b l e a y ud a r a o t r os , porque al ayudar a otros uno se ayuda a sí mismo, a l e nse ñar a otr os s e e ns e ña a s í m ism o y a l sa lv ar a otr os s e s alv a a s í m ism o. Uno t ie ne q ue dar a nt es d e q ue p ued a r ec ib ir. T ie ne q ue dar d e s í m is m o, d e s u c o m p a s i ó n, d e s u m is e r ic or d ia . Ha s t a q ue un o p u e d e d a r d e s í m i s m o n o p ue d e recib ir de otros. N o pue de ob t ener miser ic ordia si antes no mue stra mis eric ordia, no p ued e obte ner c om pr ens ión s i a nt e s no ha c om pr e nd id o los pr oblemas de los demás. MA 202 Devolver el bien por el mal, no tem er a ningún hombre, ni a los actos de ningún hombre, pues al devolver el bien por el mal y hacer el bien en t od o m om e nt o, as c e nd em os s iem pre y no de s c e ndemos jamás. Para el puro, todas las cosas son puras. Uno es lo que cree que es. Uno puede hacer lo que cree que puede hacer. Guardad silencio y sabed que yo estoy dentro. Cuando estamos al otro lado de la muerte vivimos en armonía. Si uno se repite que va a triunfar, triunfará, pero sólo se triunfará si se repite la afirmación del triunfo y no se permite que entre la duda (la negación de la fe). 229 UE 21 UE 59 UE 87 UE 102 UE 136 UE 169 LOBSANG RAMPA De b e m os c u lt iv a r s i e m p r e la s e r e n id a d in t e r i or , cultivar la tranquilidad. L a e s e n c ia d e c ua nt o h e m os a p r e nd id o e n la T ie r r a e s lo q ue d e t e r m ina l o q u e v a m os a s e r e n la próxima vida. Ha c e o s la s ig u i e n t e p r e g u nt a : ¿Q u é im p or t a n c ia tendrá esto dentro de cincuenta o cien años? UE 177 UE 177 UE 180 Cuanto más bien se hace a otro, más se gana. UE 181 Si pensáis en la paz, tendréis paz. UE 183 Tenemos que estar en paz con nosotros mismos si hemos de progresar. UE 185 Con fe y serenidad interior se puede hacer ¡todo! UE 194 De b e m os p e r d o na r a los q ue nos a gr a v ia n, y b us car el perdón de los que agraviamos. Debemos recordar siempre que el medio más seguro de te ner un b ue n k arma e s hac e r a los d emá s lo q ue querríamos que ellos nos hiciesen. UE 220 A los ojos de Dios, tod os los hombres son iguales, y a los ojos de l Gra n Dios t od as la s cr iat ur as s o n iguales, ya sean gatos, caballos o como se las llame. UE 220 De b e r ía m o s s i e m p r e m o s t r a r gr a n c ui d a d o, gr a n int er é s, gra n c om pr e ns ión hac ia los q ue e st á n e nf e r m os o af ligid os , p ue s p od r ía s e r nue s t r o d e s t i no el mostrar tal cuidado y comprensión. UE 220 L a p e r s o na e nf e r m a p u e d e s e r m u c h o m á s e v o l ucionada que la persona sana, y al ayudar a ese enfermo uno se ayuda a sí mismo inmensamente. UE 221 El llorar ind eb idam e nte a los q ue ha n m uert o le s causa pena, pues los atrae hacia la tierra. UE 226 Así como debemos hacer lo que queremos que nos haga n, deb emos mos trar comp leta t olerancia, completa liberalidad hacia las creencias de los demás. UE 232 Como pensamos, somos. UE 196 Si vosotros dais m ue stras de te ns ión s ignif ica pos i b l e m e n t e , a u n q u e n o i n e v i t a b l e m e n t e , q u e n o p e r t e ne c é is a la m i s m a c a t egor ía m e nt a l y e s p ir itual que las otras personas. 230 UE 199 LA DECIMOTERCERA CANDELA Si trabajáis demasiado, pensaréis en el duro trabajo y no tendréis tiempo para pensar en los resultados que esperáis obtener. C onv ie ne r ec ordar d e v e z e n c ua nd o q ue e n c ua lquier combate entre la imaginación y la voluntad siempre gana la imaginación. Si se cultiva la imaginación y se la domina, se UE 200 UE 208 puede tener lo que se quiera. UE 212 Lo único que hay que temer es el miedo. UE 213 Si domináis v uestra imaginación fomentando la fe en vuestras capacidades, podéis hacer cualquier cosa. UE 213 No hay nada "imposible". UE 213 Se es según se piensa. UE 219 El fracaso sólo significa esto: ¡que no sois lo bastante fuertes en vuestras resoluciones para hacer esto o no hacer aquello! UE 253 El mendigo de hoy podría ser un príncipe mañana, y el príncipe de hoy un mendigo mañana. UE 256 En ningún caso se trata de imponer las opiniones de uno a los demás. UE 257 Los que menos hablan más escuchan. SA 39 Ella [la mente] es como una esponja que absorbe conocimientos. SA 125 La paz es la ausencia de conflictos internos y externos. SA 146 Es t e m und o, e sta v id a, [. .. ] e s e l lugar de pr ueba donde nuestr o Espíritu se purifica por el sufrimiento que supone el aprender a controlar nuestro tosco cuerpo de carne. CA 36 En una lamasería puede haber un demonio así como puede haber un santo en una prisión. CA 51 Venimos aquí para sufrir y para que nuestro Espír itu pueda ev olucionar . Las dificultades enseñ a n , los dolores enseñan; la amabilidad y la consideración, no. CA 67 El temor corroe el alma. CA 150 L a v id a s i g u e u n s e nd e r o d ur o y p e d r e g o s o, c o n muchas trampas y malas jugadas, aunque, si uno persevera, se alcanza la cúspide. CA 156 231 LOBSANU RAMPA La fuerza más grande de todas es la imaginación. CA 193 Nunca desesperes, nunca abandones, pues prevalecerá lo bueno. CA 201 No puede haber un hombre culto a menos que ese hombre sea disciplinado. Es un hecho triste el que sólo aprendamos con CA 209 dolor y sufrimiento. CA 210 Debe existir amor entre los padres si se desea engendrar el mejor tipo de niño. CA 216 Casi todas las parejas podr ían vivir juntas con éxito si aprendieran esta cuestión de dar y recibir. CA 217 No peleen ni estén en desacuerdo uno con otro, pue s un niño abs orbe las act itudes de los padre s. El hijo de padres desagradables se vuelve desagradable. CA 223 ¡El Maestro siempre llega cuando el estudiante está preparado! CA 237 E l hi e r r o m i n e r a l p ue d e c r e e r s e i ns e ns a t a m e n t e torturado en la fragua, pero cuando la templada hoja de fino acero reflexiona lo sabe mejor. CP 16 El que más escucha es el que más aprende. CP 109 La raza, el credo y el color no tienen importancia vital; la sangre es roja en todos los hombres. CP 158 La imaginación es la fuerza más grande que hay sobre la tierra. CP 170 No está bien recordar demasiado el pasado cuando tenemos por delante el futuro. MT 46 Es mejor descansar con una mente tranquila que sentarse como Buda y orar irritado. TO 75 Es lamentable que la gente condene lo que no comprende. CV 161 L os s er es huma nos — hom bre s y m ujer e s— d eb e n tratar de vivir los unos con los otros ejerciendo la tolerancia, la paciencia y la abnegación. CV 219 Existe una ley oculta precisa según la cual no podéis recibir si no estáis dispuestos a dar. 232 CV 235 LA DECIMOTERCERA CANDELA " H a y a l u z " [. . . ] s i g n i f i c a s a c a r e l a lm a d e l h o m bre de la oscuridad para que pueda percibir la grandeza de Dios. CV 244 La muerte en la tierra es el nacimiento dentro del mundo astral. MAD 22 Tod o depe nde d e v uestra pos t ura, de v uestra actitud mental, porque de la manera cómo pensáis, así sois. MAD 66 Si se piensa en forma positiva, cuanto ocurra será positivo. No e xiste pod er en la tierra ni fuera de ella capaz de a nular lo q ue ya s e ha d ic ho y hac er q ue t od o quede como si jamás se hubiese pronunciado. 233