ENTRAMOS EN LA CASA IBICENCA DE RENATA JACOBS, LA

Transcripción

ENTRAMOS EN LA CASA IBICENCA DE RENATA JACOBS, LA
ENTRAMOS EN LA CASA IBICENCA DE
RENATA JACOBS, LA AUTÉNTICA DUEÑA
DE «LA FÁBRICA DE CHOCOLATE»
Salida como de un sueño, tal y
como lo dice su nombre, la
propiedad guarda un estilo único, en el que pueden apreciarse distintos estilos arquitectónicos, tales como el Santa Fe y
el Modernismo catalán. El jardín, inspirado en el desierto de
Arizona, le aporta un toque original a la casa y nos transporta
a un mundo mágico. Haciendo
un guiño a la inolvidable película de Tim Burton protagonizada
por Johnny Depp, podríamos
decir que en vez de Charlie,
Renata (derecha) nos ha recibido en su «fábrica de chocolate»
Protagonista de una vida
de película, es la mayor
productora mundial de cacao y dirige el imperio que
creó su marido, Klaus
Jacobs, «el rey del chocolate», con marcas como
Suchard, Toblerone y Milka
E
N su primera carta al Emperador Carlos V,
Hernán Cortés mencionó al cacao como una
de las más valiosas joyas del Imperio azteca y uno
de los principales obsequios que el conquistador
envió al Emperador español —junto con hermosísimas esmeraldas de gran tamaño—. Con el
paso del tiempo, el cacao obtuvo enorme popularidad en el Viejo Continente, donde se perfeccionó su manufactura y donde, a día de hoy, se fabrican los mejores chocolates del planeta. Uno de
los grandes artífices de esta transformación fue el
magnate suizo-alemán Klaus Jacobs, que, en
1970, heredó el imperio cafetalero Jacobs para
crear, doce años más tarde, Jacobs Suchard, lo
que le posicionaría como el principal productor
de café y de chocolates de toda Europa.
Dueño de un olfato único para los negocios,
en poco tiempo logró que sus principales productos —Toblerone, Milka y los turrones Suchard— revolucionaran la industria, coronándose, de esa forma, como el «rey del chocolate». En
1990, Klaus decidió diversificarse y fundó Barry
Callebaut (nombre que surge de la fusión de la
compañía francesa Cacao Barry y la belga Calle(SIGUE)
«Klaus me adentró en el mundo de los caballos de carreras cuando
me regaló 25 ejemplares en uno de nuestros aniversarios.
Desde entonces, he ganado varios premios, entre ellos, Ascot»
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baut), para dedicarse de lleno a la explotación y distribución de cacao. Por
supuesto, el éxito no tardó en llegar, y
en poco tiempo se catapultó como el
mayor productor del mundo.
A su lado siempre estuvieron su
mujer, Renata, y sus hijos, Lavinia, Nicolas, Philippe y Nathalie, que fueron
su mayor apoyo cuando enfermó de
cáncer. Desde su muerte, en 2008, Renata se convirtió en celosa guardiana
de su legado y una figura clave dentro
de un imperio que, en el último año,
produjo cerca de dos millones de toneladas de cacao y que cuenta con
53 fábricas alrededor del planeta.
HEREDERA DE ADECCO
Pero la protagonista de esta historia no solamente ha estado presente
en el mundo del chocolate, sino que
también se convirtió en la heredera
de Adecco, la compañía de recursos
humanos más grande del planeta,
con más de cinco mil sucursales en 60
países. Y lo más importante, se ha encargado de continuar con el legado
filantrópico de su marido, un hombre
para el que siempre fue muy importante ayudar a los demás, hasta el
punto de convertirse en uno de los
benefactores más respetados de su
(SIGUE)
En la otra página, arriba, el salón, presidido por una gran chimenea. A la
izquierda puede apreciarse un gran
costal de granos de cacao, parte fundamental de la historia de la familia
Jacobs. El salón exterior (abajo) fue
construido en forma redonda para
poder disfrutar del calor de la chimenea. Sobre estas líneas, con un diseño de Óscar de la Renta y con la casa
destinada para huéspedes detrás, la
viuda de Klaus Jacobs posa sobre el
pequeño muelle que mandó construir
a un costado de la piscina
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Renata, que como un guiño a España eligió
este vestido de volantes rojo para la foto,
posa junto a la mesa del comedor. Derecha
arriba, la cocina, pintada en azul y damasco, está equipada con muebles elaborados
con madera de la zona y azulejos de cerámica. El suelo está revestido con pequeñas
piedras de mar. Abajo, por supuesto, el bar
no podía faltar en la casa de los Jacobs.
«Este es uno de mis espacios favoritos porque aquí me reúno con mis hijos y mis amigos a disfrutar de la piscina y de los fabulosos atardeceres», cuenta Renata
tiempo. Por eso, Renata, mujer de mundo y gran
empresaria, creó la Fundación Cartoneros y sus Chicos, en Argentina, una organización que ayuda a los
hijos de personas que se ganan la vida separando
basura en las calles. Una iniciativa que la llena de
orgullo y con la que ha transformado ya la vida de
cientos de personas. Ahora, y haciendo un guiño a
la inolvidable película de Tim Burton protagonizada por Johnny Depp, podríamos decir que la «señora Wonka» recibe a ¡HOLA! en su fábrica de chocolate.
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«DEBÍAN TOMARME EN SERIO»
—Su marido murió, hace ocho años, tras una larga
batalla contra el cáncer. ¿Cómo fue convertirse en la
heredera del imperio de chocolate Barry Callebaut?
—Desde antes de morir, mi marido decidió que
yo, junto con mis dos hijos, debíamos formar parte
del consejo de administración de sus empresas, lo
cual me hizo aprender muchísimas cosas y adentrarme en un mundo desconocido para mí. Después de
la muerte de Klaus, me convertí en la presidenta del
consejo familiar, y aunque me enfrenté con un trabajo titánico, comencé a amar mi nueva vida y descubrí que ser una empresaria a tiempo completo
era un trabajo fascinante. Debo reconocer que fue
un poco difícil, ya que el mundo de los negocios sigue estando dominado por hombres… y el ser rubia, llevar el pelo largo y vestir falda fue todo un desafío. Sin embargo, no tuvo que pasar mucho tiempo para que se dieran cuenta de que debían
tomarme en serio. Por suerte, hoy, mi relación con
todos los miembros de la compañía es muy buena.
«NO IBA A PARAR HASTA CONQUISTARME»
—Háblenos de Klaus.
—Estuvimos casados veinticinco años. Era un
hombre fascinante, adoraba la música y siempre estuvo muy vinculado con la filantropía. Entre las
tantas cosas que hizo, destacó la donación de doscientos cincuenta millones de dólares que otorgó a
la Universidad de Bremen, su ciudad natal, para fines docentes. También era un apasionado de los
caballos, un mundo que yo desconocía y que él me
hizo entender cuando me regaló veinticinco ejemplares de carreras en uno de nuestros aniversarios.
—Y así fue como comenzó a participar en competiciones hípicas.
—Efectivamente. En poco tiempo, mis caballos
ganaron varios premios, entre ellos, la prestigiosa ca-
rrera de Ascot. Klaus y yo nos conocimos al incorporarme a trabajar con él como su asistente personal,
pero el primer capítulo de nuestra historia de amor
comenzó cuando me invitó a salir, una situación
complicada para mí porque nunca me gustó relacionarme sentimentalmente con la gente que trabajo.
Por eso lo rechacé y me fui a vivir a Los Ángeles,
aunque eso no le importó a Klaus, porque al poco
tiempo fue a buscarme para decirme que yo era la
mujer de su vida y que no iba a parar hasta conquistarme.
«CRECER RODEADOS DE CHOCOLATE»
—Le echará mucho de menos.
—Le extraño todo el tiempo, porque, a pesar de
haber sido un hombre muy poderoso y dueño de
tres multinacionales, era muy agradecido y generoso. Tenía una presencia avasalladora: cuando entraba en un sitio, nunca pasaba desapercibido. Era brillante para los negocios, además de aficionado de
los deportes y una persona que disfrutaba cada momento de su vida al máximo. Por ejemplo, cuando
salíamos de vacaciones, todo su tiempo se lo dedicaba solamente a su familia.
(SIGUE)
«Tras la muerte de
Klaus, accedí al
mundo de los negocios, que era desconocido para mí y
que sigue dominado por hombres. El
hecho de ser rubia,
llevar el pelo largo
y vestir falda fue
todo un desafío»
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La mayoría de los cuartos de huéspedes (arriba) están decorados con
detalles y objetos típicos de la Isla Blanca. En este caso, Renata colocó
un simpático cojín en forma de gato entre las almohadas. Abajo, debajo
de la escalera de acceso a la suite principal, Renata instaló una pequeña sala de lectura en la que recibe a sus amigos más íntimos y donde
suele leer durante las tardes. La decoró con portarretratos de su familia
y sus amigos, así como con algunos de sus libros más preciados. Derecha arriba, suite principal, decorada con muebles elaborados por artesanos ibicencos, que ocupa todo el segundo piso de uno de los dos
edificios que conforman la propiedad. Abajo, baño del cuarto principal,
en azul y naranja. Decorado con piedras del lugar, tiene una vista privilegiada del Mediterráneo
—¿Cómo fue para sus cuatro
hijos crecer en un «mundo de fantasía»?
—Por supuesto que para mis hijos fue muy bonito crecer rodeados
de chocolate. Y ni hablar de sus
amigos, ¡quedaban fascinados
cuando venían a casa! Los domingos teníamos la costumbre de almorzar espaguetis y después hacíamos una degustación de chocolate,
una delicia que siempre estuvo
muy presente en mi vida y en la de
mis hijos.
—Ha continuado el gran legado
filantrópico de su marido, con la
creación de una fundación, en Argentina, que ayuda a las personas.
—En una visita a Buenos Aires,
me sorprendió ver tanta gente
separando cartón en las calles y
decidí visitar a los cartoneros. Así
fue como conocí a Lidia Quinteros, y quedé conmovida con su
trabajo. Desde entonces, abracé
esa causa y fundé Cartoneros y
sus Chicos, una organización que
intenta darles un mejor futuro a
los hijos de los cartoneros. Todos
los años organizo dos galas benéficas, una en Zúrich y otra en
Buenos Aires, para recaudar fondos. Y estoy muy contenta porque
hemos venido superando nuestras expectativas.
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UNA VIDA DEDICADA
A AYUDAR A LOS DEMÁS
—También trabaja con algunas
otras organizaciones benéficas.
«Los que somos privilegiados tenemos la obligación
de ayudar a aquellos que no tienen acceso a cosas
tan importantes como la salud y la educación»
—Sí. Fundé Los Chicos de San
Ramón, una organización que lleva la Fundación Jacobs y que se
encarga de darles una educación
privada a todos los hijos de los
gauchos de mi residencia en Bariloche. Es sorprendente ver cómo
algunos de estos jóvenes hoy estudian Veterinaria, Radiología o Derecho. Eso demuestra que, cuando las personas tienen oportunidades, pueden mejorar su calidad
de vida y cumplir sus metas profesionales.
—¿Por qué cree que es importante tener tanto compromiso con
los problemas sociales?
—Algunas personas tienen la
suerte de haber nacido en una
cuna de oro y otras no, por eso
creo que los que hemos sido privilegiados tenemos la obligación de
ayudar a aquellos que no tienen
acceso a cosas tan importantes
como la salud y la educación. Es
nuestra responsabilidad ayudar a
los que menos tienen y es un compromiso de cada compañía crecer
de forma sostenible y ocuparse de
su gente brindándole un salario
digno.
—Hablemos de esta casa…
—Antes de comprarla, pasábamos los veranos en Longboat
Key, Florida, y nos encantaba.
Pero cuando mis hijos crecieron,
me propusieron comprar una
casa en Europa, ya que volar hasta Estados Unidos era caro y po(SIGUE)
Renata ha continuado el legado filantrópico de su marido, uno de los
benefactores más respetados de su tiempo: «Donó 250 millones de
dólares a la Universidad de Bremen, su ciudad natal, para docencia»
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«Los amigos de mis hijos se quedaban
fascinados cuando venían a casa, porque los domingos después de almorzar
hacíamos una degustación de chocolate»
A tono con el Mediterráneo, «La casa de los sueños» ilumina la noche de azul y se prepara para una velada muy especial, organizada por Renata.
Abajo, la mesa, lista para la cena, es un reflejo del colorido y fresco estilo de la casa. Los techos de las terrazas, construidos con teja y vigas de
madera, nos recuerdan los cortijos andaluces. «Mi intención fue crear un lugar en el que mis hijos pudieran venir con sus amigos y que no estuviera tan lejos de casa —explica Renata—. La familia para mí es lo más importante y disfruto mucho estar cerca de mis hijos»
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cas veces podían invitar a sus amigos. Un día
vine a visitar a algunos amigos en Ibiza y el lugar me pareció bonito. Al poco tiempo, mi hija
vino con unas amigas y al regresar de su viaje
me dijo: «¡Mamá, tienes que comprar una casa
en Ibiza!».
—Hasta que la compró.
—Vine con mi marido a la isla en busca de
una casa, pero todo lo que veía no me gustaba,
hasta que, finalmente, y después de haber visitado alrededor de una veintena de propiedades,
llegamos a esta maravilla. Recuerdo que, en
cuanto se abrieron las rejas, le dije a Klaus:
«¡Esta es la casa que vamos a comprar!». Él se
giró para verme con los ojos desorbitados y yo le
respondí: «Yo pertenezco a este lugar. Así lo
siento».
—¿En qué se inspiró para decorarla?
—La casa fue construida por el arquitecto danés Tore Vogelberg, un hombre bohemio con
una gran imaginación, aunque yo me ocupé
personalmente de decorar todos los espacios
con objetos que Klaus y yo fuimos comprando
alrededor del mundo. Mi intención fue crear un
lugar en el que mis hijos pudieran venir con sus
amigos y que no estuviera tan lejos de casa. La
familia para mí es lo más importante y disfruto
mucho estar cerca de mis hijos. Aquí lo pasamos
fenomenal.
Realización y texto: RODOLFO VERA CALDERÓN
Fotos: ANDREA SAVINI

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