Emilio Méndez Cuevas

Transcripción

Emilio Méndez Cuevas
Emilio Méndez Cuevas
Hombre bueno a carta cabal, es hijo de sus propios méritos, desde niño demostró su gran
afición a la mecánica. Trabajó como amanuense de don Paulino Viveros, en su botica,;
alternaba sus ocupaciones con sus bromas y sus tocadas de violín, pues era según me dicen ,
un eximio violinista de oído. Prestó el violín a don Tomás y... hasta ahora no lo recupera.
Colaboró inteligentemente con Paulino, su cuñado. Pero dicen que una vez, en lugar de dar a
un cliente, un líquido para el dolor de riñones, le dio aceite de castor y... calcúlese el resultado,
pues la porción doble la que le dio al penitente.
Varios años de juventud fundió allí en la botica, pero salió a trabajar y a combatir con la
vida, a trompón limpio; tuvo la buenísima ocurrencia de casarse con la activa, inteligente y gran
mujer para el negocio que tienen de artículos eléctricos, señora Armida Sáez A. cuando nadie
quería hacerse cargo del naciente Teatro Municipal, ya que había dejado pérdidas a sus
concesionarios, Emilio Méndez, con la colaboración de su capacitada esposa, lo levantaron y,
si no ha ganado mucha plata, por lo menos han ofrecido al pueblo espectáculos agradables,
otras veces, sobre todo hace años daban películas baratas y no cuadraban al exigente público;
pero es que, según ellos, no les compensaba los sacrificios por la carestía de las cosas.
Como técnico de cine y radio, Emilio ha ganado plata, le buscan al negocio por donde ven
puede ser; compró un pedazo de terreno colindante con la Escuela de Hombres y levantaron
su casa de dos pisos, en la cual mantienen su gran almacén de radio, venta de artículos
eléctricos, libros y novelas y otros artículos de venta en ese pueblo. Se sacrifican de la mañana
a la nochey ahora ya cuentan con la gran colaboración de su hijita, que es primor, la Gabriela
(Gaby, como todos cariñosamente le dicen); también tienen Agencia de Revistas y Diarios y su
seriedad y capacidad de trabajo, ya son de fama en toda la provincia de Arauco.
Conoce a toda la gente de su pueblo y no le gusta salir de Cañete, sino para sus diligencias
urgentes a Concepción, Angol, o a ver a su gran amigo (el autor de estas líneas) a Los
Ángeles.
Yo le bauticé allá como “el andarín de Cañete”, porque entra y sale de su casa; va a arreglar
las películas; reparte sus programas, y generalmente en cada pasada frente a su negocio de
un señor Juan Beratto se coloca un cañoncito de blanco o de tinto; a veces, su maltita o
pilsener.
Todos los que conocen a Emilio Méndez, lo quieren, por su alma blanca dentro de su moreno
cuerpo.
Es bueno para celebrar los chistes y él inventa varios y se los cuelga a otros. No sé porqué a
un señor le cambió el apellido por Montalva.
Cooperador en obras de su pueblo, no niega su óbolo; dicen que muchos le buscan para el
nuevo teatro que ha levantado con Daniel Jana Levy; pero quiere dedicarse a su negocio de
electricidad.
Emilio Méndez es un ejemplo de actividad, tesón y seriedad; puede exhibirse como un
hombre que, gracias a su inteligencia y esfuerzo, va por sus propias obras meritorias,
haciéndose una vejez apacible y sin sobresaltos de fortuna.
Ojalá hubiese muchos que siguieran su ejemplo de vida honorable y modesta.
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