No. 2 - Revolución y Cultura
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No. 2 - Revolución y Cultura
4 De nube en nube con senel paz Elizabeth Mirabal Llorens y Carlos Velazco Fernández | Entrevista con el reconocido escritor y nuevo vicepresidente de la UNEAC, a raíz de la publicación de su última novela, En el cielo con diamantes. 1 2 Esposas criollas para nobles titulados en la Isla de Cuba. siglos xviii al xix Lohania Aruca Alonso | Cómo los matrimonios de la nobleza criolla producen el surgimiento de un grupo social de élite, y qué papel desempeñan las mujeres en este proceso, han sido temas poco o nada abordados por nuestra historiografía. 1 9 La marginalidad como concepto histórico María del Carmen Barcia | La autora enfatiza en la necesidad de que las ciencias sociales cubanas empleen una categoría capaz de definir a los grupos que, a lo largo de la historia de Cuba, han actuado al margen de las costumbres y las leyes. No. 2 marzo-abril, 2008|Época V| Año 50 de la Revolución| La Habana, Cuba PORTADA y CONTRAPORTADA: Iyabó y Rumba de cajón. Fotos de Guillermo 2 4 Teatro Principal de Marianao, ¿sombra de olvido? Raquel Jacomino | Algunos se preguntan cuál será el destino definitivo de este Fernández López Junqué (Chinolope) REVERSO DE PORTADA: José Luis Cuevas. Animales impuros VII . 35 x 29 x 34 cm, 1997. Foto: Cortesía del Departamento de Artes Plásticas de la Casa de las Américas. sitio en ruinas,objeto de la desidia total durante muchos años. Y no faltan los que ven como conclusión inevitable su demolición. Sin embargo, no son pocos los que desconocen la historia que este rincón polvoriento encierra. 3 0 Lo nuevo con lo familiar Chinolope | El destacado fotógrafo reflexiona en unas pocas líneas sobre la creación y las nuevas tecnologías, sobre La Habana y la misión del fotógrafo. Y por supuesto, argumenta con su mejor arma: la fotografía. 3 2 LA REVERSO DE CONTRAPORTADA: Mariano Rodríguez. Búcaro, Gouache sobre papel marrón; 64,5 x 51,4 cm, 1945 MÁSCARA NUESTRA DE CADA DÍA Amalina Bomnin | Con José Luis Lorenzo, pintor pinareño, la autora nos lleva a desentrañar las claves de un discurso plástico aleccionador, donde lo humano se torna animal o viceversa, y cuyo propósito es encarar las flaquezas que por siempre nos acompañarán. 3 6 INSTRUCCIONES PARA ALIMENTARSE Teresa Melo | La poeta santiaguera acompaña en estas páginas a su coterráneo Calé. Poco antes este artista expuso en nuestra galería Espacio Abierto. 3 9 Cuevas en la Casa Adelaida de Juan | La muestra antológica que, del gran artista mexicano, organizara la Casa de las Américas, despierta estas lúcidas reflexiones. Directora Luisa Campuzano Subdirector editorial José León Díaz Consejo asesor Graziella Pogolotti, Ambrosio Fornet y Antón Ar rufat Jefa de redacción Conchita Díaz-Páez Administrador Iván Barrera Redacción Jaime Sarusky, Amado del Pino e Israel Castellanos Corrección Surelys Álvarez Diseño, realización y edición digital Luis Augusto González Pastrana Relaciones públicas Rosario Parodi Composición Maritza Alonso Redacción y Oficinas Calle 4 # 205, e/ Línea y 11,Vedado, Plaza de la Revolución Telf: 830-3665 E-mail: ryc@cubar te.cult.cu Web site: www.r yc.cult.cu Precio del ejemplar: $ 5.00 atrasado: 5.50 Fotomecánica e Impresión: Poligráfico ENPSES 4 1 Mariano: el artista todo el tiempo Jaime Sarusky | El autor nos hace recordar y compartir algunas vivencias de uno de los grandes maestros de la pintura cubana. 4 7 Capicúa: una expo que gana por partida doble Elvia Rosa Castro | Desde las obras de Richter y Beuys expuestas en muchas estaciones de metro de Berlín hasta el surgimiento de la orientación antropológica dentro del arte cubano de los ochenta, la autora se detiene en la exposición ZEN Sentido de Carlos Montes de Oca. 5 1 LAS ASOCIACIONES DE RECREO DEL TIPO «YA CHT CLUB» Y SU PAPEL EN EL TRAZADO SOCIOLA HABANA (1920-1958) Maikel Fariñas Borrego | En el origen de algunas de las actuales diferencias socio-urbanísticas de La Habana, qué papel desempeñaron los clubes de recreo del tipo «yacht club» y cuál fue su relación con algunas firmas urbanizadoras. URBANÍSTICO DE 5 8 Alegre pensamiento Amado del Pino | Sobre un reencuentro con el dramaturgo José Sanchis Sinisterra, unas conferencias suyas en Murcia y el recuerdo de otras en La Habana 6 1 VISTAZOS Permiso 81279/143. Publicación financiada por el FONCE 6 3 ESPACIO ABIERTO 6 4 A TIEMPO Cada trabajo expresa la opinión de su autor. Guillén el periodista | Jaime Sarusky || Desde el banco del amor | Amado del Pino || Ghostposter o viendo la película al revés | José León Díaz || Revelación en el Salón Nacional de premiados | Israel Castellanos León 3 Revolución y Cultura De nube en nube con Senel Paz Elizabeth Mirabal Llorens y Carlos Velazco Fernández e Senel Paz podrían hacerse casi tantas historias como las que él mismo inventa. Intimida, no por su agresividad, sino por una candidez que sólo conservan algunos «muchachos de provincia» y que trastoca las preguntas de abogado del diablo en otras mucho más cálidas y complacientes. Como no le gusta conceder entrevistas si antes no ha escrito algo por lo que merezca la pena pasar los malos ratos que para él representan las presentaciones de libros y los encuentros con periodistas, ha sido preciso esperar hasta ahora. Difícilmente una entrega posterior podría lograr lo que consigue En el cielo con diamantes : mostrar los cuentos con vocación de novelas que le antecedieron como meros avances, como pequeñas piezas de un Libro Mayor. Esta vez, Senel Paz enfrenta a sus creaciones anteriores imágenes abarcadoras que mantienen su complejidad sin que el lector se percate, por fortuna, de las huellas de la experimentación literaria. En medio de novísimos volúmenes que son publicados en tanto más crípticos y cansones, En el cielo con diamantes es uno de esos casos curiosos en que un complejo juego con los tiempos y los narradores no significa que la novela sea sólo para entendidos. Precedido por el apabullante éxito del cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo, que como acontecimiento sobrepasó el hecho artístico, el autor ha podido restablecer al fin su relación natural y tranquila con el escribir y el publicar, y trae para probarlo, según su propio concepto, una novela que constituye una unidad de tiempo, de estado de ánimo y de lenguaje. Senel Paz reflexiona sobre el oficio de escribir y la importancia de la literatura en la vida. Como uno de sus personajes, cruza el umbral entre la fantasía y lo posible, lo imaginado y lo verídico, y esa capacidad le permite sentirse más pleno y dichoso. Ascender a un trasatlántico para contemplar las estrellas de cerca y ver el mundo desde la posición cósmica del narrador; ser uno, dos y hasta tres a un tiempo, son añoranzas sólo realizables en los predios del infinito, fantasmal y misterioso reino de las palabras. Y esa gran verdad, ese gran descubrimiento, patentizado por tantos escritores a lo largo de la historia de la creación, Senel Paz nos lo entrega desde el espacio aquilatado de su propia juventud. ¿De qué depende su relación natural y tranquila con la posibilidad de escribir y publicar? Escribir requiere concentración, estar un poco aislado de la realidad. Es un estado de ánimo especial Estudiantes de cuar to año de Periodismo en la Universidad de La Habana. Juntos han obtenido el Premio especial de Periodismo cultural Monchy Font (2006), de la UNEAC y el Premio Nacional de Periodismo cultural Rubén Mar tínez Villena (2007), de la Asociación Hermanos Saíz. Revolución y Cultura 40 4 que necesita dedicación y tiempo para que suceda, y cuanto más se pueda alargar, mejor, sobre todo cuando se trata de una novela. Las novelas son etapas en la vida en las que se tiene un gusto por las palabras, un modo de pensar y un conjunto de ideas sobre las cosas que, si dejas de escribir, cuando lo retomas todo ha cambiado. Nada es exactamente igual, puede que no gusten las mismas palabras y hay que recomenzar. Para el novelista, la novela ha de ser un período, aunque largo, ininterrumpido, porque sólo así puedes lograr un estado de coherencia para toda una etapa. En mi caso, cuando escribo, voy abandonando las otras tareas. Esa es la razón fundamental por la que dejé el periodismo, que exige un grado de alerta y de conexión permanente con la realidad inmediata. Escribir es un proceso mental y emocional por el que se llega a la realidad a través de la desconexión de ella, de la evocación, de eso que a veces llamamos inspiración, un estado de ánimo y de excitación que no puede ser permanente. Lo cual me sitúa en una contradicción entre el querer dedicarme a mi obra, pero a la vez querer participar en los problemas sociales y gremiales de mi medio. Y en cuanto a la publicación, soy un escritor más interesado en escribir que en publicar; necesito sentir que el texto está terminado, y como a mí me gusta más la escritura y su arreglo, tiendo a no publicar, porque una vez que la obra aparece, supuestamente ya no puedes seguirla trabajando. Me gusta muc ho rescribir, incluso mientras veo mis películas voy cambiando los diálogos. Cuando publico el texto no es exactamente igual a la versión de la edición anterior, porque lo he retocado o cambiado. Al principio pensaba que no era correcto, pero con el tiempo he cambiado de opinión: mantengo una actitud interactiva con mis textos, similar al teatro, donde ninguna representación es igual a la siguiente, se modifica a medida que se confronta con el público. ¿Y cómo fue esa interacción con El lobo, el bosque y el hombre nuevo tras su publicación? Como mi relación con ese texto se mantenía viva, e incluso tuve la experiencia de las puestas en escena teatrales, fui conociendo cada vez mejor y más a los personajes y reflexionando con más detenimiento sobre el tema, de modo que cuando llegó el momento de reescribirlo para el cine, me pareció que no tenía sentido mantenerme fiel a la primera versión, cuando sabía menos de todo el asunto. Si publicara ahora Un rey en el jardín seguro lo modifico. Siento mucha indiferencia con el libro impreso, para mí no tiene mucho significado. Incluso el mismo éxito tampoco, no estoy diseñado para disfrutarlo, y me da un poco de rabia que sea así. Ahora con el lanzamiento de la novela, paso un mal rato. Antes de Fresa y Chocolate, mi relación natural con escribir era algo personal, íntimo, aunque mis textos siempre habían sido acog idos con afecto. Yo no soy de un primer plano, soy del fondo, y aquello me descolocó un poco. El público se hace ciertas expectativas y quiere, predetermina y espera cosas concretas. Uno tiene que independizarse de eso, no puedes escribir con la idea de que tu obra guste o no, responda o no a las expectativas de la gente, porque terminas escribiendo esa obra que la gente desea y no la que tú proyectabas, y eso es una afectación de tu libertad. Muchos querían que continuara la historia de Fresa y Chocolate, y a otros les molestaba que lo hiciera y esperaban que abandonara por completo los personajes, cuando yo los tengo que continuar o abandonar según mis necesidades internas. Es un grado de independencia personal que tienes que lograr, y que es algo m uy diferente de tener en cuenta al lector cuando escribes, pues esto último es un problema de comunicación. La consecuencia hermosa que tiene publicar es que finalmente compartes tu texto con los demás y te das cuenta de que puede ser agradable e interesante para otra gente. Los libros, aunque estén escritos por otros, lo hacen a uno reflexionar sobre sus propios asuntos. Un libro es una experiencia íntima y puede llegar a ser muy rica, y provocarla como autor es estimulante, es una manera más plena para acercarte a la gente que andar con la gente misma. ¿Por qué, desde una posición de respeto, reniega del periodismo? Hay que ver también el tipo de periodismo que pude hacer. Me gradué en La Habana en 1973 y me mandar on para Camagüey, que para mí era como el extranjero, porque nunca había pasado al este de Sancti Spíritus. Realicé a gusto un periodismo de reportero y tuve la oportunidad de aprender y hacer de todo en un periódico, una ventaja que te da la provincia: sin ocupar los cargos, realicé tareas de jefe de redacción, jefe de turno , corrector, redactor de noticias. Pero allí, en aquel momento, no tenía la posibilidad de hacer un gran periodismo, o al menos yo no la encontré, pero sí la de tener un buen entrenamiento. El periodista tiene una necesidad de información, de lecturas de actualidad, que no va con mi personalidad, y encima yo tampoco soy muy curioso, puedo tener la noticia del siglo y leérmela pasado mañana. Existe un periodismo que me gusta, el cultural y la edición de revistas, pero editar una revista cultural implica también estar al tanto de todo lo que sucede, y yo me paso demasiado tiempo en tierra de nadie porque es la vocación de mi mente. Por otra parte y para decirlo más directamente, no me gusta el periodismo que se hace en Cuba. Creo que el problema de nuestro periodismo es en realidad más grave que «libertad de expresión» y «censura»; nos enfrentamos a un concepto de periodismo viejo e inadecuado para los tiempos que corren, muy cercano a la agitación y propaganda heredado de los antiguos partidos comunistas y socialistas, incapaz de comunicar, de reflejar la realidad y la propia Revolución y en particular de lograr una empatía con la juventud. Ese concepto trascendido y obsoleto, además, es cerrado, no está en discusión. Llevamos veinte años quejándonos de él y nunca se ha encontrado recepción a la crítica, disposición a proceder a un análisis frontal de la cuestión. En alguna parte, ese es el periodismo que desean que tengamos. ¿Cómo supo que sus meditaciones acerca de su entorno podrían interesarle a los demás? No tenía esa conciencia. Mi manera de escribir va más por los personajes y por no actuar como intermediario entre ellos y el lector. Por ejemplo, Diego llegó a mí por su propia v oluntad, no porque yo saliera a buscarlo, ni siquiera porque deseara su llegada. Mi tarea consistió en acogerlo y expresarlo luego, que saliera de mí sin mi censura, por eso era tan importante captar su lenguaje. En un primer momento, no soy responsable de lo que el personaje dice, dejo que diga lo que quiera. Después, en etapas posteriores, estudio su discurso y lo perfecciono en cuanto a coherencia con él y sus intenciones, reflexiono sobre el asunto, porque suelen hablar sobre cosas que ellos conocen y yo no, o las conocen mejor, por experiencias, mientras que yo tengo que ponerme a estudiar el problema. No escribo por temas sino por personajes, y ellos me hacen meditar y observar sus vidas, aportan el tema que sea y que yo debo aceptar. Eso de un tiempo para acá, porque antes no tenía ni idea de los temas de los que hablaban, en tanto que ahora me meto un poco buscando expresar mejor el asunto y los argumentos. El personaje por sí mismo contiene una historia y esta normalmente encierra un tema. Todo eso está ahí y uno lo toma. Sucede lo mismo con las personas: mientras más tiempo pases junto a alguien y en la medida en que lo observes con más detenimiento y te detengas a meditar en sus problemas, más lo comprendes y mejor lo podrías escribir y expresar. Algo que le tengo que agradecer al cine es su exigencia en cuanto a lo que es tema y subtema, trama y subtrama, lo cual contribuyó a agudizar mi capacidad para no perder de vista a los personajes. Soy un observador y un estudioso de mis personajes y su mundo. 05 Revolución y Cultura Portada de la edición española Ediciones B. Los críticos coinciden en que sus libros, junto a los de otros autores, introdujeron a mediados de los setenta una nueva mirada al pasar de la épica al intimismo, del adulto al niño o el adolescente, del campo de batalla a las residencias de estudiantes, las «becas». ¿A qué atribuye ese cam bio de perspectiva? No tengo mucha idea. Hay fenómenos que se dan espontáneamente y de los que uno forma parte coherente sin estar consciente. La Revolución fue un hecho que se convirtió en referencia para distintas generaciones. Fue de tanto significado, por un lado, histórico, social, político, y por otro, tan atractivo como acción en sí, que ordenó el punto de vista y el sistema para analizar el país. Para mí generación, la Revolución fue primero como función de circo y luego una fiesta, una cosa extraordinaria y maravillosa que ocurre delante de tus ojos, donde había tiros como en las películas, bombardeos, mil y una emociones, y luego vienen los barbudos de la Sierra y se empiezan a abrir posibilidades que para nuestro grupo social no existían: íbamos a la escuela, viajábamos a La Habana, nos bañábamos en la playa a la que antes no se podía entrar. Comienza el Revolución y Cultura 60 6 deslumbramiento, porque lo que cayó para nosotros no fue Batista, sino la Revolución, que vino del cielo, y cambió nuestras vidas. Por eso escribimos desde el niño, porque vimos y vivimos ese suceso desde esa circunstancia que no comprendíamos, pero que estaba transformando nuestras vidas. Mi grupo, más que protagonizar, participó del remolino que sobrevino, se subió a ese carro y se sumó a lo que pasaba: las escuelas, los trabajos voluntarios, el vete para acá y vete para allá. Estabas inmerso en un movimiento que no habías provocado, sino que habías recibido, que te habían puesto en las manos. Los conflictos eran otros. Nuestra ubicación en ese plano histórico, desde el punto de vista literario, es muy cómoda, muy ventajosa, y funciona como una bisagra: tenemos una cercanía con el hermano mayor que vivió la Revolución durante su juventud, pero también con los que vinieron después, aquellos que cuando abrieron los ojos, ya la Revolución estaba allí, y que no tenían vivencia emocional con ella, y que muy pronto empezaron a tener una mirada crítica y más libre. La mirada y la relación con la Revolución de la generación posterior nos fue muy útil, porque nosotros sentíamos la gratitud y ello impedía o condicionaba el juicio crítico. Los más jóvenes nos permitieron incorporar la crítica como un acto de amor y de pertenencia que nos costó un poco de trabajo asumir y desarrollar, y que fue una combinación que no siempre se dio en ellos, los más jóvenes y por eso les digo que como generación tenemos una ubicación privilegiada, abierta fácilmente al amor y a la crítica. ¿Ese desplazamiento de la épica al intimismo no es también un ansia por la privacidad? Probablemente. Durante los años sesenta la vida fue heroica y al propio tiempo colectiva, grupal; las pequeñas cosas, las pequeñas historias individuales y familiares, se perdían en esa corriente mayor, como consecuencia de vivir en un país excitado permanentemente desde el punto de vista político. Y en ese protagonismo de la acción y de lo político, lo íntimo pasó a un segundo y tercer plano, pero naturalmente no por ello dejó de ocurrir y de tener una gran influencia, de ir construyendo otra línea de historia. El empuje del torrente de la Revolución arrastró y se llevó cosas aparentemente menores, y poco a poco, se fueron acumulando los deseos de contar esa vida de aparente menos trascendencia, pero tan histórica y tan real como la otra. Se han tenido en cuenta excesivamente los planos macropolíticos y macrosociales, sin detenernos mucho en los efectos secundarios y menores en las relaciones individuales y familiares. Que la educación llegase a todos, fue y es un gran logro, pero la manera en que esto afectó a la familia cubana, al implicar la separación de hijos y padres en todos los casos y la reducción de la vida en el hogar, trajo nuevos problemas, al igual que la convivencia grupal en internados, de forma especial para los caracteres que no van en la gran corriente. El relato de esas experiencias lo percibo testimonio de la intimidad en conflicto, porque una Revolución también se compone de las pequeñas revoluciones individuales, con sus logros y fracasos, como en la grande. Se advierte en su novela, más que la crítica al peso histórico de una generación por cumplir con determinados parámetros, su propia visión del hombre nuevo. Como todo concepto, el del hombre nuevo evoluciona y se enriquece con el tiempo. Nosotros conocimos el presupuesto de hombre nuevo en su nacimiento, durante una etapa heroica en la que había un predominio de la acción y un intento de liberación en nuestro continente. En aquella definición inicial pesaba mucho lo político, y aunque la teoría del Che es amplia e integral, entonces la exigencia de revolucionario-para-hacer-r evolución, revolucionario-para-cambiar-el-mundo, hombre-revolucionario-marxista-leninista-ateo-heterosexual, era predominante. Pienso que el Che hizo un primer esbozo de ese concepto que hoy se nutre de valores más espirituales, pero tan importantes como aquellos, y sobre todo, que empieza a admitir la pluralidad y complejidad del ser humano. El hombre nuevo abriga una aspiración de siempre: que en la persona predominen las virtudes, y tenga un dominio de sí misma a favor del bien y de lo constructivo. Todo ser humano tiene la posibilidad de convertirse en hombre nuevo, a pesar de ser una tarea muy difícil, porque es moldear un material tan contradictorio como el hombre, pero por otro lado con un ansia permanente de perfección y totalidad. ¿Por qué para demostrar los criterios y las posiciones encontradas dentro de la Revolución utilizó a un homosexual? No utilizo a los personajes, sino que ellos me utilizan a mí. Me llegó este personaje, y la dificultad principal fue captar su lenguaje. Hay que recordar que Diego no habla directamente sino por mediación de David, del recuerdo de este. Aceptarlo tal como era, implicaba comprender sus puntos de vista y servirle para que los expresara. Suelo meditar sobre lo escrito pasado algún tiempo, y gracias a eso he descubierto que en mi literatura el humor, además de ser una manifestación espontánea de mi persona y de mi historia familiar, funciona como un mecanismo de comunicación, porque actúa siempr e como Caballo de Troya. Si no tienes en cuenta los prejuicios del lector, los bloqueos y la disposición y capacidad de abrirse a los argumentos que propongas y te pasas de la raya y lo irritas, se cierra la comunicación. En ese sentido, me esfuerzo por llevar al interlocutor al borde de sus posibilidades, de su tolerancia, pero nunca pasarme de ahí, y partiendo de esta idea el personaje de Diego me fue muy útil, porque la gente comenzaba a leer y como era gracioso y un maricón un poco payaso, no lo tomaban en consideración, no se despertaban las aprehensiones acerca de los contenidos que exponía, y cuando ya empezaba a pasarse de castaño a oscuro, a decir «malacrianzas», había una empatía y simpatía y la comunicación permanecía pasando de un nivel a otro. Sin esa estrategia, muchos nunca hubieran dialogado con Diego. En nuestra literatura, y sobre todo en los temas políticos e históricos, se ha ganado la posibilidad de decir en contra, pero se ha perdido la de decir a favor, o viceversa, y cuando vas a contar una historia, inevitablemente tienes que pasar por en contras y a favores, y admitirlos más allá de tu propia opinión. No encuentro ningún interés especial en un personaje homosexual, puede ser tan atractivo o no como cualquier otro; en lo que sí encuentro riqueza y atractivo es en el uso del lenguaje por parte de ciertos homosexuales. ¿Le pesó en algún momento que su obra se apreciara más como un hecho social que como un acontecimiento artístico? No lo siento así, porque mi primer libro, El niño aquel, me proporcionó un recibimiento muy afectuoso en la comunidad intelectual. Recuerdo con cariño mis primeros encuentros con escritores muy importantes: Onelio, Guillén, Barnet, Pablo Armando. En el caso de El lobo… es cierto que ha tenido una trascendencia social y política muy particular. Que r esultara así no fue una intención mía, un acto de inteligencia de mi parte, sino que sencillamente ocurrió porque abordaba un tema que estaba maduro y por explotar. Siempre hubo un reconocimiento del valor del texto como tal. El cuento fue la culminación afortunada de un proceso, y digo culminación porque es como cuando muchos intentan abrir un pomo y finalmente llega el que lo logra, beneficiándose del esfuerzo anterior. El tema de la homosexualidad y de cuestionamientos a ciertos hechos o políticas de la Revolución, ya había tenido varias aproximaciones desde la literatura, el teatro, la plástica y el cine. Estaban las condiciones creadas para que apareciera un texto de este tipo. Algunos sucesos infelices, como lo ocurrido con la película Alicia en el pueblo de las maravillas, y el desgaste de la censura y el dogmatismo en el país, también contribuyeron a que surgiera y circulara sin problemas una obra crítica pero escrita desde una pertenencia explícita a la cultura cubana, solo que anteriormente una y otra cosa a algunos le parecían incompatibles. Había una presión sobre mí, que no tenía ninguna disposición de acoger, para que en la siguiente obra apretase más que en El lobo…, como si yo escribiera para buscar esos fenómenos y no dejar dormir a los funcionarios. Me tuve que liberar de eso, porque me perturbaba, y hasta que no encontré la absoluta libertad y el tono que deseaba, no logré escribir En el cielo con diamantes . ¿Por qué cree que En el cielo con diamantes le ha devuelto el placer de contar como lo hacía antes, cuando no se preocupaba por el lenguaje ni por lo qué decía? Mucha gente admite que escribo bien o bastante bien, como con gracia o fluidez, (esa cosa que tiene García Márquez, pero también Corín Tellado), pero que no soy un escritor de mucha potencia de lenguaje ni de los que andan en búsquedas formales. La generación de escritores posterior a la nuestra le ha dado un subrayado, una gran importancia, a la experimentación, al no contar, a la ausencia de argu07 Revolución y Cultura mento, al lenguaje y los diseños estructurales como protagonistas del texto. Yo, efectivamente, no tengo tendencias innovadoras, no es algo que me inquiete de modo particular, porque para mí lo fundamental son los personajes y la búsqueda de formas o diseños narrativos que me hagan sentir libre en el acto de narrar en que me encuentre, y en este sentido no desdeño las maneras tradicionales, creo que cuando lo mejor sea presentación, nudo y desenlace con tercera persona, no hay que rechazarlo, y si lleva cosas raras, tampoco. Es decir, trato de tener una actitud creadora ante la escritura y esto pudiera llevarme a formas atractivas aunque no experimentales y siempre en función de la narración, pero no tengo una inclinación experimental y no puedo imponérmela. Ser tradicional o experimental no es bueno o malo, y lo mismo lo contrario. Como lector, aprecio y gusto del tipo de texto novedoso, y como escritor tolero y disfruto muy bien su existencia y los defiendo, contrario a lo que suele suceder con los experimentales, que terminarán obligándonos a crear una Asociación de Defensa al Escritor de Tendencias Tradicionales. Otro aspecto que yo aprecio como escritor es que el diseño narrativo, por muy complejo que sea, no dificulte la apropiación del texto por parte del lector, y que sea invisible. Me parece que algunos de mis textos, y sobre todo En el cielo con diamantes, tienen un diseño más complejo de lo que parece, o al menos a mí me ha costado esfuerzos como si lo fuera. Me siento muy libre con el tipo de narrador que utilizo en la novela, poco comprometido con el espacio y el tiempo; llega un momento en que todo es posible, porque es a la vez una conversación o confesión; quien cuenta ve la época desde no se sabe exactamente dónde, tiene cierta conciencia de que está narrando sin ser un gran escritor, no está obligado por la técnica y es un poco bromista, y puede hablar o citar cosas o circunstancias imposibles de apreciar desde donde parece estar ubicado, y la oralidad, la fluidez, lo aparentemente testimonial, permiten que esto no esté en primer plano. En fin, no son asuntos de los que sé hablar. ¿Qué permanece de ese «momento histórico principal» en el que se sitúa su última obra que le permite conversar con el lector desde la actualidad? Se mantienen las ideas de corrientes fundacionales más allá de la experiencia que hemos vivido. Ha quedado demostrado que hay proyectos sociales en que las metas son a muy largo plazo, que no se ven en una vida, que se dan pasos hacia adelante y hacia atrás. Perdura el amor por nuestro país, nuestra cultura y ese sentido de pertenencia que tenemos los cubanos, incluso los que se marchan del país. Escribo desde el gozo y la angustia por lo cubano, y es algo que me interesa compartir con los demás: una alegría y un orgullo creciente, casi un enamoramiento, unido a una preocupación mezclada con fe. ¿Cuáles son las posibilidades que le ha dado la ruptura temporal del marco de los años setenta? Para mí fue un hallazgo, un recurso que me permite mucha libertad, y que nace de un defecto. Soy incapaz de tener memoria histórica, de recordar datos con exactitud, de ubicar fechas y sucesos en el tiemRevolución y Cultura 80 8 po. La historia, el pasado, los veo como un bulto, debo acudir a referencias si quiero ser estricto en un dato, y por esa dificultad llegué a la conclusión de que todavía a la Revolución se le ve también como un bulto, una época, un todo. Muchos problemas de los años sesenta y setenta siguen siendo actuales, porque a veces son problemáticas eternas, como el hecho de ser adolescente y volv erte hombre o mujer. La cronología no me interesa, pero sí el espíritu de un tiempo, y en cada etapa ocurren sucesos adelantados y otros tardíos, pero que pertenecen a un mismo período desde el punto de vista emocional. Destaca la necesidad de un amigo y una novia como condiciones indispensables para el héroe literario. ¿Qué importancia le concede en su vida al hallazgo de la amistad y el amor? Le doy la máxima importancia. Para mí son los dos presupuestos para intentar una vida interesante. El Quijote antes de salir a tratar de arreglar el mundo, necesita estar enamorado, necesita la compañía de la mujer y la del amigo, y sólo cuando lo consigue se siente en condiciones de intentar un proyecto social y luchar por la felicidad personal. Ese pensamiento, tan simple, sostiene mi novela. La compañía de la mujer como otro género, como otra sensibilidad, es enriquecedora, por la novedad y la contraposición. En gran medida, el hombre pierde a la mujer cuando no le deja espacio más allá del sexo, en cambio, ellas sí logran disfrutarlo a él también desde el plano de lo intelectual, de lo espiritual. Nadie puede avanzar mucho solo, ni aún los solitarios, es mejor hacerlo con el par de compañeros que te pone la vida delante: el hombre y la mujer, representados por el amigo y el amor. En mi novela hay una defensa de las mujeres, y una inconformidad con la propuesta machista predominante en nuestra sociedad. ¿Intenta pasar cuentas literarias? Diría que más bien en el plano de la política cultural es donde hay tirones de orejas. Había una frase que omití luego: «Es más fácil olvidar para el que dio la galleta que para el que la recibió». Sobre la gente que menciono, siempre es por cariño, incluso cuando me burlo, o sobre todo cuando me burlo, porque solo me atrevería a utilizar bromas con gente querida y respetada. Quienes han leído En el cielo con diamantes se han referido a ella como una novela de la iniciación sexual en la capital deslumbrante, pero la obra trasciende esos límites y se convierte en una revelación desde la cotidianeidad, el espacio familiar, y de los amigos, de la Revolución como proceso histórico. Creo que es más como ustedes dicen. La novela es lo que llamamos una novela de formación, de crecimiento, pero más importancia que el aprendizaje amoroso y biológico tiene el espiritual e ideológico. Estos muchachos, tras un tránsito, terminan adquiriendo una mirada crítica. Es un texto que ahonda en cómo nacen y se acomodan los sentimientos en la vida privada y en la experiencia social y hasta patriótica de un individuo, cómo se conforma un modo de ser (el cubano) desde el punto de vista sentimental y espiritual, y también desde el ideológico, que visto en un sentido amplio incluiría lo primero. ¿Cómo delimitó entre el gran homenaje literario que rinde a varios autores, tanto vivos como muertos, y la renovación propia que hace de muchos de los recursos utilizados por ellos? Lo fundamental es componer mi familia literaria, porque sin todos esos escritores yo no existiera, y por eso los traigo a colación a través de mí. Una persona que no conozca y no identifique los textos ajenos los toma como míos, porque se requiere ser un conocedor para detectar que entró otra voz. Son como interferencias. Se utiliza un lenguaje, un tono, una lógica, que en realidad están en la atmósfera y que se van recogiendo. El escritor se apropia de ellos y los convierte en literatura, pero pertenecen a mucha gente, a tu oído, a tu experiencia, a tus lecturas. En eso consiste mi homenaje: una composición generacional. Cuando la maestra asiste a la entrada de los rebeldes a La Habana, incorporo el verso de Orta Ruiz, porque viene como anillo al dedo, es decir, yo mismo lo podría haber escrito si no hubiese existido. Es un recurso que utilizo en El lobo… pero que ahora amplío mucho más: en sí no es una cita, pero tampoco algo intertextual exactamente, sino una apropiación un poco curiosa. ¿Cuáles son los orígenes de su devoción por Lezama Lima? Llegó primero como el mito del que siempre estás oyendo y como las referencias a su obra sin habértelas leído aún, porque sucede una cosa muy curiosa con Lezama: aunque no lo hayas visto ni oído, la gente hace tantos cuentos de él, que se convierte en alguien conocido que uno puede evocar de manera personal. Lezama es un mito vivo, y yo puedo recordar su voz a pesar de que no lo escuché hablar n unca. Tanta gente lo imita que se termina componiendo un recuerdo que parece propio. Me demoré en poder leer Paradiso, porque es una novela que exige una preparación, una disposición y un entrenamiento con el lenguaje. Finalmente cuando lo logré, resultó uno de los grandes acontecimientos de mi vida. Lezama es un hombre importantísimo en la formación y continuidad de la cubanía, y yo me empapé de mi propio país y de mis propias direcciones leyéndolo, tanto por el magma sustancioso de su obra como por su trabajo con la palabra. ¿Por qué cree que Cabrera Infante lo haya recibido? Me parece, y son elucubraciones mías porque a todas estas tuve un único encuentro con él, y no puedo decir que lo conocí, que le resultaba muy cansona la gente que lo quería utilizar para ganar méritos políticos. Me refiero a quienes de repente se desligaban de la Revolución y buscaban enseguida identificarse con lo más contrarrevolucionario, y entonces lo tomaban como un símbolo. Le molestaban particularmente aquellos con pasado revolucionario, de pronto conversos. Por otra parte, en medio de esa irritación política suya, se acumulaba una gran añoranza por Cuba y una gran curiosidad por saber qué estaba pasando, sobre todo en la literatura. Deseaba un encuentro dentro de la normalidad, al margen de la política, con alguien de aquí que le pudiese contar la parte que él desconocía, que había dejado de vivir. Supongo que al leer El lobo… me admitió como escritor, y por el contenido crítico del cuento advirtió una persona de ideas propias. Eso como que le entusiasmó a conocerme. Hubo empatía entre nosotros, una intuición de que el encuentro podía funcionar, porque si bien a él le era incómodo recibirme, a mí me era incómodo visitarlo. Aunque no tuviéramos una actitud prejuiciada, no sabíamos si el otro sí tendría un comportamiento de este tipo. Para mí, su historia estaba llena de exabruptos y temía que la visita fuese desagradable; por ejemplo, que dijera cosas ácidas de amigos queridos. Pero tenía muchas ganas de conocerlo en el plano afectivo y de admiración como escritor. El traductor Peter Busch arregló el encuentro, y hubo una especie de acuerdo: ambos fingimos que nada más podíamos vernos media hora, por si la cosa no funcionaba, una regla de educación que nos sirviera para despedirnos. No obstante, desde que nos vimos fue como el encuentro de dos viejos amigos y la visita duró varias horas. Me preguntó por muchísima gente, indagó sobre varios temas literarios y habló de música con Rebeca, mi esposa, que no hacía tanto había filmado el documental de Chano Pozo, y él era un gran conocedor de la música cubana. También conversamos de cine, y tuvo la amabilidad y el cuidado de no mencionar ideas políticas a no ser como sobrentendidos, y yo tampoco. No comentó nada del hecho de que yo viviera en Cuba y regresara para acá, pero a la vez se lo hice saber de inmediato. Se aclararon así las posiciones políticas: «Usted es un hombre que vive aquí, yo soy un hombre que vive allá, y bueno, yo lo admiro mucho y tengo muc has ganas de conocerlo». Tenía un pastel guardado para si le caíamos bien, y fue una visita encantadora. Me preguntó mucho por Antón y sobre 09 Revolución y Cultura personajes de La Habana de cuando yo no soñaba ni con venir para acá. Hubo un momento en que no lo pude acompañar en su recuerdo. ¿Le pareció que se mantenía al tanto de la literatura que se hacía en Cuba? No, no se mantenía al tanto, pero tenía una gran curiosidad y daba por sentado que en el país tenía que seguir habiendo escritores. Al final me regaló un libro y me preguntó: «Bueno, ¿esto te lo dedico, no te lo dedico?, porque si tiene una dedicatoria mía no te lo van a dejar entrar en la aduana». Mantenía muchos prejuicios y a la vez estaba informado de otros muchos procesos. No vio en mí una persona política, ni se comportó él como tal, y el encuentro transcurrió en términos literarios y humanos realmente afectuosos e inolvidables. ¿Qué impacto tuvo su inserción en la ciudad en el ámbito de la literatura? No me ha impactado mucho, y todavía no estoy seguro de si me he acabado de insertar en ella. A mí lo que me gustó de la ciudad fue la posibilidad de pasar inadvertido, porque a veces es más fácil estar solo aquí que en el campo. El diluirme en grandes multitudes, en grandes colectivos, fue lo que más me agradó, pero demoré en ganar sentido de pertenencia y cariño por La Habana, diría que más que mi propia experiencia vital, empecé a quererla a través del arte, de sus pintores, de la literatura, de algunos habaneros. Francamente, no soy una persona urbana, y aunque me gusta la ciudad y no creo que pueda ya vivir en otro sitio, la disfruto poco, y como paisaje, para mí sigue teniendo un peso muy grande mi experiencia rural, pueblerina y hasta marina más que la citadina. En la novela reaparecen hechos a los que ya se había referido, sufren variaciones y adquieren otros matices. ¿Cuál es su última versión?, ¿ambas? Parto de que David no es sólo un personaje, es también una persona que está escribiendo, a veces haciendo cuentos, a veces recordándolos, y como suele ocurrir, en ocasiones los transforma justamente para ocultar la verdad y alejar la atención de lo que realmente sucedió, pero ya todo esto es un juego literario donde está implicado el «Autor». Trato de abrir otras posibilidades, desdecirme, no escribir la última palabra sobre la versión real de un hecho cualquiera. No juego a establecer, sino a buscar. Veo Una novia para David y no sé si esa historia, de la que más que yo es autor David, está trampeada; si él no las ha contado de una manera que le permite ocultar o variar los hechos, o está jugando con el lector para que al final sea imposible una versión definitiva. ¿Por qué esa fidelidad a personajes de otras épocas? Voy componiendo un cuadro único que se va iluminando por zonas y del que me voy enterando poco a poco, no siempre por las mejores pistas, de ahí que desmienta algunas cosas cuando me entero mejor de los sucesos o conozco mejor a los personajes. Siempre he escrito a través del personaje de David, y ahora empiezo a diversificar. En algún momento crearé una historia en la que él pase por la tangente o no tenga nada que ver, pero este personaje todavía me lleva a otros, y será así hasta que asuma con los nuevos una Revolución y Cultura 10 relación directa y algunos de ellos me lleven a terceros, librándome así de la subordinación inicial respecto a David. Me parece que todas mis obras se complementan, (claro, al paso lento que lo hago la gente va a demorar en darse cuenta), que están unidas por una época, un tiempo, una cultura. Entonces, ¿David es su alterego o lo trae consigo como uno de esos personajes vitales e intensos surgidos durante su juventud? Es alterego en la esencia pero no en las anécdotas, en los argumentos. David sería el alterego de muchísima gente, como lo puede ser Arnaldo. Hago un juego con mi propia biografía. En mi familia nos burlamos, porque de acuerdo a como he contado las cosas, ya nos tenemos que reunir todos para acordarnos de cómo ocurrieron exactamente. ¿El diálogo constante que la novela mantiene con el cine es una manera de dejar claro que su trabajo como guionista se inserta también con dignidad en su universo creativo? Absolutamente. Invito al lector a que imagine lo que lee y vaya armándose una película. Es una manera natural de dar entrada a juegos narrativos y formales por medio de otro ejercicio creativo que tengo y a partir del conocimiento del lector, que sin dudas es también espectador. Lo único que he hecho en el cine es narrar, escribir, que puede no ser tan importante en cuanto a lenguaje, pero sí como experiencia imaginativa. ¿De qué se protege al abstenerse de leer a autores cubanos mientras escribe? A veces te encuentras a creadores que están buscando soluciones con el mismo instrumental que tú a problemas similares. A mí no me gusta ser jurado, porque puedes leer una historia muy parecida a otra que estás imaginando. He tenido que renunciar a ideas porque, al toparme con un cuento semejante, aunque piense darle otro matiz, ya no puedo escribirlo: parecería robado. Esa es la razón por la cual sólo leo, en momentos de creación, a aquellos autores o textos que la novela o los personajes que escribo me piden o necesitan. Usted piensa que las cosas desagradables no se resuelven con sólo olvidarse de ellas. Más allá de su sentido de pertenencia con un determinado universo, ¿se mantiene escribiendo desde una época con la intención de traerla de nuevo al debate en aras de contribuir a su definitivo destierro? Intento en la novela, aunque esté hablando desde una época, hacer referencia a problemas y asuntos permanentes. He utilizado el marco epocal más para la anécdota que para los temas, preocupaciones y reflexiones que son absolutamente actuales. ¿Se ha superado aquella creencia de que el artista lleva consigo un pecado original? Creo que sí. No estoy en condiciones de valorar la frase, tendría que estudiarla de nuevo a la luz de lo vivido y aprendido en estos años, pero les diría que la historia ha demostrado que los intelectuales pueden ser estupendos ciudadanos, como también que el funcionario no lleva dentro necesariamente el pecado original de la corrupción y el dogma. Esa aseveración en gran medida está sustentada sobre un prejuicio del Che. Por mucho que lo admiro y lo quiero, no tengo por qué no decirlo, pues me parece que si una persona hubiera sido crítico permanente de su propio pensamiento y experiencia, sería el Che. Sabemos que murió extremadamente joven y vivió en una época convulsa y extrema, donde existían contradicciones muy fuertes. La Revolución se ha beneficiado con el paso del tiempo, este pone las cosas en su justo lugar, permite ver los fenómenos en una proyección más extensa y cambiar conclusiones y juicios. ¿Considera que las correcciones de los intelectuales y dirigentes cubanos a situaciones de inhibición creadora y de censura han exorcizado para siempre los tonos oscuros de la cultura cubana? Para siempre no. No hay soluciones definitivas y me parece que es un proceso cíclico, si uno revisa la historia de Cuba, descubre una lucha de contrarios entre la vanguardia y los retrógrados, y distintas coyunturas que dan prominencia a unos o a otros. Aún subsisten muchos prejuicios, muchos dogmas se sumergen pero no se solucionan definitivamente, y a la larga, en nuevas épocas vuelven a florecer, y más cuando entre nosotros muchos problemas no se hablan sino que se apartan, se ponen a un lado. En términos generales, la política cultural cubana se ha trazado bajo principios muy definidos y definitivos. Las coordenadas actuales están más proyectadas hacia el futuro y enriquecidas por la experiencia histórica, tanto del lado positivo como del negati vo. Todo suceso ha contribuido, a veces más para los políticos que para la misma gente del arte, a identificar y comprender los elementos culturales cubanos. ¿A qué salones no le gusta entrar y a qué puertas no le gusta acudir? Para mí las puertas cerradas son las de la deshonestidad, y de alguna manera, las de la política como ejercicio cotidiano, porque aunque la respeto y me parece que es algo complejo y apasionante, me pasa como con el periodismo: no tengo talento para ello, no tengo nada que buscar en ese salón. Mi modo de intentar aportar algo como ciudadano a mi país no pasa por la política. Lo que no debe interpretarse como una actitud despectiva, al contrario, es dichoso el país que tiene buenos, muchos y capaces políticos. Pienso que un político es muy importante en una sociedad, pero a mí en particular, no se me da para nada. ¿Le interesa cumplir con esa misión que le imponen en algún momento a David de escribir la novela que recoja el espíritu de su generación? No escribo con esos propósitos. Me interesa que la novela cuente historias y se compartan reflexiones y sentimientos, y subrayo los sentimientos, que ponga al lector en contacto con las personas que son los personajes. Aspiro a compartir una experiencia y una emoción. Parecería que estoy dando una respuesta modesta, pero no se trata de eso. Uno no puede concebir un texto que sea representativo o no para los demás, lo que está al alcance es la sinceridad, la honestidad y la franqueza. Escribo una novela ante la imposibilidad de evitarla, pero mi objetivo fundamental es pasarla bien mientras lo hago. Eso es lo que me preocupa, y que cuando la gente la lea sienta que tiene entre las manos una novela. Portada de la Editorial Oriente. ¿Qué expectativas tiene con la publicación en Cuba de En el cielo con diamantes? Pienso que la novela puede ser interesante para mi generación y la gente cercana, por lo que tiene de celebración, crítica y festejo de una experiencia colectiva. Y por otro lado, para mí repr esenta la oportunidad de reactualizarme, y tratar, a partir de ahora, de lograr unos encuentros más regulares del lector con mi mundo y mis personajes. Yo con esta novela estoy tratando de resucitar (lo cual es más difícil que nacer) y de revitalizar mi relación con el lector más que con el público. Hay dos preguntas en la novela que se aconseja evitar en las entrevistas. ¿Para qué escribe? Es una necesidad personal, una compulsión, una serie de inquietudes desatadas en el interior que sólo encuentran solución por esa vía, es la oportunidad de expresar mis sentimientos y compartirlos con otras personas: la liberación de un fantasma. ¿Y vale la pena ser escritor? Ser escritor es un privilegio, un encanto, y a la vez una circunstancia de la que se es víctima. La diferencia que hay entre el que escribe y el que no lo hace, no radica en que el primero tenga más sensibilidad, ni pensamientos más acabados, ni mayor capacidad de imaginar. Todos imaginamos, todos inventamos y todos nos armamos historias en la cabeza y sentimos ganas de decir. Lo que distingue al escritor está dado por la posibilidad de expresar ese deseo y esa necesidad a través del lenguaje. Son ficciones, nada existe, pero es una manera intensa de vivir y revivir a través de un ejercicio mental y espiritual por el espacio y el tiempo. Puede resultar agradable y doloroso, porque escribir también es angustioso, dañino hasta para la salud del escritor, per o proporciona ese aliciente: la cercanía con los seres humanos y sus problemas por medio de la palabra. 11 Revolución y Cultura Esposas criollas para nobles titulados en la Isla de Cuba Siglos XVIII al XIX* Lohania Aruca Alonso emos llegado al siglo XXI con un conocimiento relativamente escaso de la historia de la mujer en Cuba. En verdad puede decirse que este padecimiento lo sufre en general la Historia social de Cuba. Sin embargo, valiéndonos de la especificidad del tema de la mujer podemos obtener algunos avances interesantes en el campo más amplio de lo social. En este trabajo se expondrá solamente una visión panorámica de la situación de la mujer dentro de un grupo social élite: la nobleza criolla titulada , de la cual, muy poco se ha investigado y escrito por parte de los historiadores cubanos. Por tal motivo me veré obligada a explicar algunos detalles de la circunstancia histórica bajo la que aparece el mencionado grupo social, y a definir algunos de los rasgos más comunes que permiten identificarlo y diferenciarlo claramente del resto de la oligarquía colonia. El grupo de esposas criollas de los nobles titulados se describirá atendiendo principalmente a su significación social (posición económica y social, reproducción de ésta mediante la formación de una familia y su descendencia); y cultural (patrones de comportamiento de diversos tipos que se derivan de la peculiar participación femenina directa en la vida en sociedad). 1. ORÍGENES DE LA NOBLEZA CRIOLLA TITULADA EN CUBA El cambio de dinastía gobernante en el reino de España (la casa Borbón, de origen e influencia francesa) trajo como consecuencia, a partir de 1701, nuevas estrategias, nuevos contenidos políticos, económicos, sociales y militares (las denominadas «reformas borbónicas»), que se extendieron hasta las colonias americanas. El empeño metropolitano destinado a ampliar sus ganancias económicas y garantizar la defensa militar de las grandes regiones dominadas, produjo algunos beneficios colaterales a los criollos americanos descendientes de familias inmigrantes –que procedían de distintas regiones de la península ibera, incluidas entre ellas, indebidamente, las Islas Canarias. La ciudad de San Cristóbal de La Habana lejos de perder su situación jerarquizada y priorizada sobre la red urbana fundada en el país por los conquistadores, ciudades, villas y pueblos, confirmó su protagonismo histórico precisamente durante el Especialista en Urbanismo y en Estudios Latinoamericanos y Caribeños. Miembro del Seminario Permanente Hispano-cubano de Familia, Identidad Cultural y Cambio Social. Revolución y Cultura 12 setecientos. La organización, producción e integración de la agricultura comercial colonial a gran escala, en los escenarios del comercio internacional, benefició con tal situación a La Habana.1 Primero tuvo lugar la revalorización de la hoja de tabaco cubano, su manufactura y comercialización a través de la propia metrópoli. Se puso en marcha el estanco del tabaco (oficialmente en 1717), lo cual influyó en el aumento de su siembra y cosecha, a lo largo de toda la isla, con destino a la Real Fábrica de Sevilla. Después, la fundación de una Factoría de este ramo en La Habana (1760), posibilitó un acercamiento de la materia prima a la manufactura. En estos hechos participaron, se enriquecieron, y hasta ennoblecieron, algunas familias de funcionarios peninsulares, civiles o militares asentadas en esta capital. Por último, el comercio casi libre con colonias extranjeras (principalmente inglesas y francesas) del Caribe y del continente norteamericano, con posterioridad al 13 de agosto de 1762, capitulación de La Habana ante los ingleses, unido a las anteriores circunstancias y a la explosión revolucionaria de una parte de Santo Domingo francés (Haití), indujeron, alrededor de 1790 en adelante, el auge del cultivo y procesamiento de la caña de azúcar en ingenios de propietarios criollos. A la par de esos cambios estructurales, acelerados por la situación histórica y productiva de la colonia, por su avance tecnológico, tuvieron lugar otras transformaciones, específicamente en el puerto de La Habana –en relación con el Arsenal, Apostadero naval, e Intendencia de la Marina– que, vistas en conjunto, causaron un crecimiento económico concentrado en la parte occidental de la isla de Cuba.2 Naturalmente, todo ello repercutió en el fortalecimiento militar de la capitanía general. El grupo social de los nobles criollos titulados en Cuba emergió, al principio lentamente, desde la segunda década siglo XVIII, bajo el gobierno de Felipe V, y su tendencia al crecimiento se acentuó en las últimas décadas de la misma centuria, durante los reinados de Carlos III y Carlos IV. Comprendió a veinte beneficiarios criollos de títulos de Castilla desde 1713 hasta 1808. Ellos nacieron y se radicaron, mayoritariamente, en la ciudad de San Cristóbal de La Habana.3 Solamente uno fue natural de la villa de San Salvador de Bayamo: el marqués de San José de Guisa (erigido en 1774).4 Mientras que los otros diecinueve titulares fueron naturales de La Habana y residieron permanentemente en dicha ciudad. 5 La diferencia entre este grupo social de élite y el resto de la oligarquía colonial, tanto de la parte criolla, como de la compuesta por naturales de otras regiones del reino de España residentes o avecindados en la Isla, se fundamentó eminentemente en los privilegios otorgados por el rey o reina en razón de la posesión y uso del referido título nobiliario, y en los comportamientos sociales que acompañaban a la persona y a su familia en tal situación. La riqueza, el primero de los requisitos imprescindibles para aspirar a estos títulos de nobleza castellanos, se había logrado por las vías de la explotación directa de esclavos dedicados a producir mercancías en esta colonia española, principalmente hoja de tabaco y azúcar de caña, o la indirecta del casamiento del primer beneficiario con una esposa criolla perteneciente a una familia rica, que en ciertos casos ya había obtenido un título nobiliario. Debe destacarse que, a diferencia de otras colonias hispanas de América en donde existió una nobleza colonial titulada, por ejemplo en el Virr einato de Nueva España (México), o en la ciudad de Quito,6 los nobles criollos titulados en Cuba (primeros beneficiarios de tal distinción en el caso de cada uno de los nombrados) constituyeron la parte mayor, o subgrupo, del grupo mayor, integrado por la totalidad de los nobles titulados que residían en la colonia. Este último estuvo compuesto por veintiocho titulares, hasta la fecha límite de nuestro estudio. Aunque en ciertos casos la población de las familias nobles era mayor, pues, además del cónyuge, incluía a los hijos, quienes, hacia 1808, se extendían a veces por más de una generación de herederos o sucesores, y mediante nuevos matrimonios aumentaban el número de sus distinciones. El grupo originario de la nobleza colonial en Cuba, abarcó a los naturales de diversas regiones de la península ibérica –por lo regular como funcionarios reales– que habían recibido tal honor con posterioridad a su arribo a La Habana, y a algunos extranjeros (de origen irlandés católicos) que poseyeron un título de Castilla, en similares condiciones, debido a funciones militares realizadas en Cuba, (condado de O´Reilly, creado en 1772). Ellos constituyeron la minoría de la nobleza colonial titulada en la Isla hasta 1808. Me referiré a estas personas cuando mencione sus matrimonios con mujeres criollas. 2. LA CREACIÓN DE LOS LINAJES CRIOLLOS La participación determinante de la mujer criolla, nacida en la Isla de Cuba, en los casamientos con nobles titulados marcó pautas en las acciones de ese grupo social. Se refleja en los siguientes aspectos: 1º en la importancia que adquiere la legitimidad y exclusividad de la esposa (cónyuge femenino), y madre de los hijos o sucesores legítimos; 2º en la permanencia y reproducción del esposo (cónyuge masculino) en la Isla; y 3º en la conformación de relaciones de parentesco entre las familias pertenecientes a la nobleza criolla titulada. Se fortaleció, notablemente, el poder económico, político y hasta militar de dichas familias criollas nobles a través de los matrimonios, mayorazgos instituidos y herencias. Retrato de Teresa Beltrán de Santa Cruz. Podemos citar como un paradigma de aquel tiempo a la familia Beltrán de Santa Cruz, y Santa Cruz (con apellido acortado desde 1796, pero descendientes directos de la anterior), cuyo poder en La Habana se originó y consolidó paulatinamente, a través de estrategias matrimoniales que fueron desplegadas ininterrumpidamente durante cuatro generaciones. Ello les permitió relacionar, y ampliar su patrimonio, con el de otras muchas familias más antiguas o, más recientes que la suya; por mencionar algunas citaré a los Calvo de la Puerta, Castellón, Cárdenas-Vélez de Guevara, Montalvo, y los O´Farrill, las cuales, al igual que los Beltrán de Santa Cruz, poseían cantidades considerables de tierras e ingenios y eran fundadoras de nuevos pueblos con o sin señoríos (anexos al título nobiliario) en el hinterland habanero hacia el final del siglo XVIII. 3. L OS MATRIMONIOS Y SU DESCENDENCIA. La permanencia del noble de procedencia peninsular, y su familia, particularmente en territorio habanero, se logró y consolidó por distintas vías. Pero la más importante y efectiva, en cuanto a la transmisión de fortunas y patrones culturales criollos, se desarrolló a través de los matrimonios llevados a cabo con habaneras. (Ver Tabla 1, Anexo único.) Es el caso del matrimonio de Catalina Gertrudis Bayona y Chacón en 1637 con el marqués de Torres-Ayala, titulado en La Habana, según Real decreto de 1708; de los cuatro casamientos con criollas en la ciudad antes mencionada del marqués del Real Agrado, el guipuzcoano Domingo Lizundia y Odria, tesorero de las rentas reales del tabaco; de las habaneras Mariana Bruñón de Vertiz y Teresa Ambulodi y Arriola, esposas del primer y segundo matrimonios, respectivamente, del conde de Macuriges. Quienes fueron las madres de sus primogénitos: el primero sucesor y II conde del mismo título, anteriormente citado, y el segundo el I conde de Casa Montalvo, distinguido fundador de la Sociedad Económica de Amigos del País y compañero de viaje por las Antillas de Francisco de Arango y Parreño. 13 Revolución y Cultura Acerca de las casadas con criollos, en algunos casos las esposas ya eran miembros de familias de la nobleza colonial titulada, y, a veces, hasta parientes cercanas del esposo, marqués o conde. Generalmente el matrimonio se había efectuado con anterioridad a que el primer beneficiario (cónyuge masculino) hubiera recibido el título de Castilla. De un total de treinta y siete mujeres casadas con nobles titulados, cinco (cinco) no eran nacidas en la Isla, las esposas del marqués de Villa Burriel (criollo), del marqués de San Felipe y Santiago, del conde de Re villa-Gigedo, del conde de O´Reilly, y del marqués de Arcos (criollo) dos fueron hijas de Bayamo y treinta y una fueron novias habaneras que contrajeron nupcias con diecisiete habaneros, quienes serían, o eran ya, nobles criollos titulados. Del universo inicial de diecinueve varones nacidos en La Habana, en el siglo XVIII, (no se incluye al bayamés marqués de Guisa), hubo un soltero, el marqués de Jústiz de Santa Ana, Juan José Jústiz Umpierre. Solamente dos fueron casados con jovenes de otra parte del reino, la excepción de la regla, el marqués de Villa Burriel (mencionado como antecedente de los nobles criollos, titulado post mortem, en1652), e Ignacio Rafael Peñalver Angulo y Cárdenas Vélez de Guevara, creado primer marqués de Arcos en 1794, quien tomó por esposa en La Habana (1759) a María Antonia Navarrete y Lanz, Bajanda y de la Rocha, natural de Cartagena de Indias. Revolución y Cultura 14 El I marqués de Guisa, casó dos veces con mujeres bayamesas, la primera fue Angela Aguilera y Tamayo y la segunda, prima de la anterior, fue Antonia Tamayo y Aguilera. No tuvo hijos varones en ninguno de los dos matrimonios por lo cual su hija, Francisca Antonia del Rosario Silva y Ramírez de Arellano, fue la heredera y sucesora del título nobiliario y de sus prerrogativas como Señora y Justicia del señorío de San José de Guisa. 4. NOBLEZA Y CULTURA ARISTOCRÁTICA El poder de la familia noble , su linaje, fue reconocido por la sociedad y la política. Su notable riqueza material y su compromiso con el rey o la reina o vasallaje influyeron de cierta manera en el desarrollo cultural de la colonia. El reconocimiento de su identidad local, de su peculiar origen americano, fue una aspiración necesaria que irremediablemente los vinculaba con el lugar de donde manaba su origen y riqueza, y en el que se establecieron regularmente sus relaciones sociales. Los símbolos que exteriorizaban el poder de la nobleza colonial ante el resto de la sociedad eran esencialmente los que le suministraba la heráldica –armas y escudo– que debían formar parte de la imagen de su residencia urbana y rural, de sus vehículos particulares, sobres y papeles de correspondencia, vajillas, y otros tipos de ajuares que eran marcados con el sello personal y familiar, correspondiente con su dignidad nobiliaria. Su estilo de vida ostentoso, el lujo manifestado de todas las maneras posibles, en todas las ocasiones de la vida privada y pública; inclusive la esposa elegida, y aprobada oficialmente, por lo común formaban parte del boato con que se rodeaban. Todo ello distinguía sin duda al noble y a su familia del resto de la población plebeya. 5. L ONGEVIDAD FEMENINA Y VIUDEZ Los datos que hemos podido compilar hasta el momento acerca de las esposas criollas casadas con nobles titulados, indican un total de veinticinco casadas con nobles criollos titulados (alrededor del 67,56%), nos dan algunos indicios de la vida de aquellas mujeres. La edad de casamiento o matrimonio oscilaba entre menos y poco más de veinte años. Muy pocas (dos) se casaron después de los treinta, y un caso único: Catalina Josefa Morales Oquendo, la segunda esposa del I marqués de la Real Proclamación que se casó con él a los cuarenta y cuatro años. Las solteras o solteronas, por lo general se internaban en alguna institución religiosa o se destinaban al cuidado de algún pariente, o parientes. Sin embargo, los hombres contraían matrimonio a cualquier edad, desde su adolescencia hasta la vejez avanzada. La viudez, como estado civil, planteaba grandes diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres. Entre los viudos es normal un segundo y hasta un tercer o cuarto matrimonio (por ejemplo, existe el caso del I conde de Barreto con cuatro matrimonios). Hay la excepción de el I marqués de Casa Calvo, que mantiene su estado en solitario. Las viudas casi siempre se mantuvieron solas. Algunas por muchos años, son ejemplos: María Micaela Jústiz Zayas Bazán y Umpierre que sobrevivió por veintidos años a su esposo. También es notable la viudez de Teresa Rosa Beltrán de Santa Cruz y Cervellón, quien enviudó en 1772, convir- tiéndose en sucesora y cabeza de familia del condado de San Juan de Jaruco, II condesa, Señora y Justicia del correspondiente señorío hasta su muerte, en 1804, cuando contaba ochenta y tres años. Aunque tales casos fueron minoritarios (dos del total computado), el resto falleció en edades superiores a los cincuenta años. 6. MEMORIA DE LAS SEÑORAS DE L A HABANA A CARLOS III ACERCA DE LA TOMA DE LA HABANA POR LOS INGLESES EN 1762. Las actividades en la vida pública de algunas de las criollas que integran el grupo de estudio son variadas; ejercieron directamente como titulares sus funciones de señora y justicia en sus respectivos condado y marquesado, las sucesoras antes mencionadas, II condesa de San Juan de Jaruco, Teresa Beltrán de Santa Cruz y Calvo de la Puerta (viuda), y la hija del I marqués de Guisa y II marquesa. Inclusive se destacan como precursoras, las que incursionaron directamente en labores de tipo intelectual: Teresa Beltrán de Santa Cruz, reconocida por la literatura española, a pesar de que su «Oda a la restauración de Fernando VII, aún no se ha encontrado publicada, y la marquesa de Jústiz.7 Precisamente, uno de los primeros documentos de corte político del cual tenemos noticia cierta,8 de autoría al parecer colectiva y firmas femeninas, fue elaborado en la ciudad de La Habana. Se trata de la carta denuncia o Memorial acerca de la toma y ocupación de La Habana por los ingleses, dirigida a Carlos III, que está fechada en agosto 29 de 1762, tan sólo dieciséis días después de haberse acordado la capitulación de la ciudad. (No me atrevo a afirmar rotundamente que este sea el primer documento del tipo referido, escrito por criollas, porque no he llevado a cabo una pesquisa exhaustiva en tal sentido, pero sí afirmo que dicha carta posee una gran importancia histórica, al menos para la historia del siglo XVIII, dada la envergadura del hecho al cual se refiere y vincula. La repercusión de la derrota española trascendió la categoría de lo local para convertirse en un suceso histórico mundial, debido a las potencias militares que involucró o por sus trascendentales consecuencias, como nos advierte Gustavo Placer Cervera en Los defensores del Morro.9) Las firmantes son nueve damas habaneras, pertenecientes a la más rancia aristocracia de la capital de la Isla; según el orden en que aparecen sus rúbricas al final del documento ellas son: Da. Isabel Josepha de Arrate, Da. María Santa Cruz, Da. Lusiana J. Castellón, Da. Ana de Sayas, Da. Maria Luisa de Cárdenas, Da. María Antonia de Navarrete, Da. Catalina de Santa Cruz, Da. Manuela de Coca y Da. Theresa de Santa Cruz . 10 (Tres de ellas, destacadas por la autora en letras cursivas, se relacionan directamente con la familia Beltrán de Santa Cruz, así se confirma una vez más la alta posición de la familia, su influencia y vocación de liderato político dentro de la sociedad aristocrática habanera.) La carta o memoria trata tres cuestiones básicas: Primera, una invocación al rey para la protección y consuelo de las que se dirigen a él, exponiendo los motivos que las mueven para ello: Adonde recurriran ntros corazs. Penetrados del mas vivo tierno dolor, sino alos pies de V. M. en donde reside despues de Dios el poder para confortarnos en tan grande tribulación. La Habana nuestr a Patria, aquella ciudad que V. M. ha ilustrado con tantas honras, aquella, que desde su cuna tiene por timbre el blason de la fidelidad, aquella que en sus moradores engendra nobles espiritus de amor, y rendimiento á V. M. yace sepultadas sus glorias baxo del dominio del Rey Británico, entregada por capitular. El valor, que tuviéramos para veer corr er la sangre toda de ntros immediatos en sacrificio á Dios y á V. M. nos falta para experimentar atrazos en ntra católica Religión á imperio de un Principe Protestante con la amargura de ver á V.M. desposeído de una Plaza tan importante á Su corona. Sabe Dios que deceamos dar á V.M. un informe ageno de artificio de quanto a deducido á esta desgracia. Segunda, la relación pormenorizada de los hechos ocurridos desde el seis de junio hasta el trece de agosto de mil setecientos sesenta y dos, cuando la ciudad capituló: «Duro el sitio dos meses y seis dias...», afirman en este verdadero testimonio las Señoras, con una visión crítica hacia la actitud y las decisiones con que los máximos responsables de la plaza enfrentaron e hicieron dejación de sus responsabilidades militares. Tercera, reiteran su fidelidad al rey, solicitando que él recobre el dominio de la ciudad: Esta es Señor la funesta tragedia, que lloramos las Habaneras fidelisimas Vasallas de V. M. cuyo poder, mediante Dios impetramos para que por paz o por guerra en el recobro de sus dominios logremos veer en breve fixado aquí el estandarte de V. M. Esa sola esperanza nos alienta para no abandonar desde luego la Patria y bienes, estimando en mas el Suave yugo del Vasallaje en que nacimos. El motivo principal por el que ellas tomaron tal iniciativa en lugar de los varones se explica en el propio texto, no es otro que la represión que en esos momentos se ejerce contra cualquier posible sublevación contra el mando inglés. A MODO DE CONCLUSIONES La Historia de Cuba, tradicionalmente no ha considerado a los nobles titulados como personajes propios de una etapa de su evolución económica, política, social y cultural. Se llegó a afirmar que la nobleza radicada en la Isla desde el siglo XVIII era en su totalidad de origen peninsular directo, negando de plano su posible, y real, mestizaje con sangre autóctona, o de origen africano, símbolo de lo criollo. Ciertamente, la posibilidad del linaje «peninsular puro» dentro del grupo social de los nobles titulados existió en otras partes de las colonias españolas de América, sobre todo cuando los beneficiarios eran funcionarios metropolitanos, nacidos en alguna región de España, y sus casamientos se realizaban con mujeres nacidas también en la península ibérica, o en otra parte de Europa occidental. Sin embargo, he demostrado que en este país una minoría de criollos y criollas, cuyos antepasados nacidos en España se asentaron en Cuba, a veces hasta con un siglo de antelación (y más, como ocurrió en la familia Recio, o la Beltrán de Santa Cruz, reciente, siglo XVII), casaron con criollas y formaron la mayor parte del grupo elite, poseyeron fortuna y títulos nobiliarios conferidos a ellos por los reyes durante el siglo XVIII. Por lo tanto, son sujetos y actores históricos vinculados con la población, sociedad y cultura criollas, mestizas, en transición a cubanas en ese período de la época colonial. 15 Revolución y Cultura Es evidente el importante rol que en este proceso de diferenciación económico-social y cultural, tuvieron las primeras mujeres criollas que coadyuvaron a la formación y consolidación de la aristocracia criolla. En el desempeño de su importante rol de elite social se destacaron también en funciones públicas, extrahogareñas, en especial de tipo intelectual. Así, como se casaban jóvenes con una función eminentemente reproductora, en algunos casos, las que sobrevivieron a los esposos, ya titulados como primeros beneficiarios, tuvieron la oportunidad de llevar a cabo acciones por sí mismas, de forma independiente, o teniendo en cuenta las limitaciones que por entonces imponían las leyes y costumbres. Ese fue el caso de las que hicieron el Memorial de las Señoras de La Habana dirigido al rey Carlos III, expresando su inconformidad acerca de lo ocurrido en la ciudad durante el sitio y la toma de ésta por los ingleses durante once meses (1762-1763), al tiempo que ratificaban su fidelidad a la Corona española. También es posible que la debatida donación de las joyas de habaneras anónimas para contribuir a las últimas batallas por la independencia de las trece colonias inglesas de Norteamérica en 1791, se compruebe en próximas investigaciones, y en un futuro cercano pase a formar parte de la historia de las mujeres cubanas como otro hecho singular y propio. Bibliografía consultada General: Ramiro Guerra Sánchez, Manual de Historia de Cuba, 1938, La Habana. Fernando Portuondo del Prado, Historia de Cuba, 1974, La Habana. Leví Marrero, Cuba: Economía y Sociedad, 1974, Madrid, Tomos 2, 3 al 6. Instituto de Historia de Cuba, La Colonia, evolución socioeconómica y formación nacional. De los orígenes hasta 1867, 1994, La Habana. Específica sobre el tema: Francisco Xavier Santa Cruz Mallén, Historia de Familias Cubanas, 1938, La Habana, Tomos I al V. Fer nando Suárez del Tangil, Nobiliario Cubano , 1950, La Habana. Rafael Nieto Cortadellas, Dignidades Nobiliarias en Cuba, 1954, Madrid. Julio Atienza, Nobiliario Español, Diccionario Heráldico de Apellidos y de Títulos Nobiliarios,1954, Madrid. Placer Cervera, Gustavo, Los defensores del Morro, 2003, La Habana, Ediciones Uniòn. Historia Española de los Títulos concedidos en Indias, 1994, Madrid. Verónica Zárate Toscano, Los nobles ante la muerte en México. Actitudes, ceremonias y memorias (1750 –1850), 2000, El Colegio de México, Instituto Mora. Cap.2 La nobleza titulada en México del siglo XVIII al XIX. Artículos y ponencias especializados: Lohania J. Aruca Alonso, «Acercamiento a los orígenes de la nobleza criolla titulada en Cuba: su vinculación con la región histórica de La Habana, durante el siglo XVIII y hasta 1808», en: Her nán Venegas Delgado y José Alfredo Castellanos Suàrez (Coordinadores) IV Taller Internacional de Problemas Teóricos y Prácticos de la Historia Regional y Local (La Habana, Cuba), 2002, p. 115 – 135. ______, «Ciudades condales y marquesados en La Habana del siglo XVIII: su importancia para la identidad regional», Taller Inter nacional Asentamientos Ibéricos en América, Historia, Patrimonio y Turismo, Trinidad, 1998. Ponencia seleccionada para la Memoria del evento (inédita). Valentina Ayrolo, «El matrimonio como inversión. El caso de los Mendeville-Sánchez», 1999, en : Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, Tomo LVI, pp.147 a 171. Pierre Bordieu, «Strategies de Reproduction et Modes de Domination», 1994, Actes de la Herence en Sciences Sociales, 105, Decembre, pp.3 a 11. Christian Buschges, «Linaje, patrimonio y prestigio. La nobleza titulada de la ciudad de Quito en el siglo XVIII.» 1999, en: Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, Tomo LVI, pp. 123 a 144. Mercedes García Rodríguez, «El tránsito de las haciendas ganaderas a una estructura agraria para la exportación», en: Lohania J. Aruca Alonso, Reinaldo Revolución y Cultura 16 Funes Monzote y Roberto Díaz Martín (Coordinadores) Expediciones, Exploraciones y Viajeros en el Caribe. La Real Comisión de Guantánamo en la isla de Cuba 1797-1802, Conferencia Científica por el Bicentenario, La Habana, Ediciones Unios, 2003, pp. 17-29. Agustín Rodríguez González, «La Armada española y la Habana en el siglo XIX», en: Agustín Guimerá y Fernando Monge, (coord.), La Habana, Puerto colonial, Siglos XVIII-XIX, Fundación Portuaria, Madrid, 2000. Carlos Venegas Fornias, «La fundación de la ciudad de Nueva Paz, señorío del conde de Jaruco y Mopox», en: Lohania J. Aruca Alonso, Reinaldo Funes Monzote y Roberto Díaz Martín (Coordinadores) Expediciones, Exploraciones y Viajeros en el Caribe. La Real Comisión de Guantánamo en la isla de Cuba 1797-1802, Conferencia Científica por el Bicentenario, La Habana, Ediciones Unión, 2003, pp. 127-134. Notas Este artículo tiene como precedente una ponencia homónima presentada al IV Taller Internacional «Mujeres en el siglo XXI», patrocinado por la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana y celebrado en La Habana el 24 de octubre de 2001. La autora ha publicado algunos trabajos acerca del tema de la nobleza criolla titulada, donde ha definido este término con anterioridad: Lohania J. Aruca Alonso,«Acercamiento a los orígenes de la nobleza criolla titulada en Cuba: su vinculación con la región histórica de La Habana durante el siglo XVIII y XIX hasta 1808», (Ver Bibliografía.);«La familia Beltrán de Santa Cruz: su origen y e volución histórica en Cuba hasta finales del siglo XIX», I Jornada Nacional de Historia de Familia y Oralidad, CIDCC» Juan Marinello», La Habana, mayo 2000. «Región y regionalismo habaneros. Avance de investigación en desarrollo», ponencia presentada al V Taller Internacional de Problemas Teóricos y Prácticos de la Historia Regional y Local, Instituto de Historia, La Habana, 22 al 24 de abril de 2002. Fue transformada en artículo y publicada en: Regiones y Desarrollo Sustentable, Publicación Semestral de El Colegio de Tlaxcala (México), A.C., Año 11, Enero-Junio de 2002, pp. 167-181; «La crisis familiar de los Santa Cruz-Montalvo(1802-1808)», Revolución y Cultura, no. 2, abril–mayo-junio de 2005, época V, La Habana, pp. 19-23. * 1 Mercedes García Rodríguez ha explicado este proceso en varios de sus trabajos, específicamente me referiré a: «El tránsito de las haciendas ganaderas a una estructura agraria para la exportación», 2003, pp. 27-28, ver Bibliografía. 2 Agustín Rodríguez González, 2000, pp. 175-193, ver Bibliografía. 3 Estas afirmaciones se fundamentan en los trabajos, consultados y procesados por la autora, de Rafael Nieto Cortadellas, Francisco Xavier Santa Cruz Mallén –genealogistas cubanos, cuyas obras han sido reconocidas y citadas como fuentes bibliográficas internacionalmente–, y del Conde de Vallellano. Ver Bibliografía. 4 Las ciudades y villas señoriales, o bajo la jurisdicción o señorío de un noble titulado, en Cuba fueron seis solamente. Se otorgaron estos privilegios unidos a los respectivos títulos de nobleza a los siguientes beneficiarios: marqués de San Felipe y Santiago de Bejucal (1713), conde de Casa Bayona (1733), conde de San Juan de Jaruco (1770), marqués de Cárdenas de Monte-Hermoso y conde de Santa Cruz de Mopox (1804). Estas cinco se hallaban sujetas también a la jurisdicción de San Cristóbal de La Habana siendo dichas ciudades o villas sufragáneas de aquella. El marquesado de San José de Guisa estaba confiado al marquesado del mismo nombre y era sufragáneo de San Salvador de Bayamo. Ver Bibliografía. 5 Los nobles integrantes del grupo criollo fueron, en orden según el año del Real decreto que ponía en vigor el nombramiento, y los efectos de éste en la práctica social: marqués de San Felipe y Santiago (1730), marqués de Casa Bayona (1733), marqués de Jústiz de Santa Ana(1761), marqués de la Real Proclamación (1763), conde de Gibacoa (1765), marqués de Cárdenas de Monte-Hermoso (1765), conde de Buena- Vista (1766), conde de San Juan de Jaruco (1770), conde de Vallellano (1774), conde de Lagunillas (1775), conde de Casa-Montalvo (1780), conde de Casa-Calvo (1786), conde de Santa María de Loreto (1787), conde de Casa-Barreto (1787), marqués de Prado Ameno (1788), marqués de Casa-Peñalver (1790), marqués de Arcos (1792), conde de Santa Cruz de Mopox (1796), conde del Castillo, con grandeza de España (1807). 6 Zárate Toscano, Verónica, ver Bibliografía. 7 En la historia de la literatura cubana se reconoce a la «marquesa de Jústiz de Santana», sin especificar el número de orden, atribuyéndole el Memorial al cual nos referimos más adelante, «y la Dolorosa y métrica expresión (…), poema inspirado en el mismo acontecimiento, la toma de La Habana por los ingleses…» (ILL, 2002, p. 28, ver Bibliografía). 8 Archivo General de Indias (AGI), Santo Domingo no. 1588, 29 de agosto de 1762, fotocopia. 9 Placer Cervera, Gusta vo, Los defensores del Mor ro, p. 7 (Ver Bibliografía). 10 La autora ha respetado la ortografía del documento original. 17 Revolución y Cultura Revolución y Cultura 18 La marginalidad como concepto histórico María del Carmen Barcia unque no cabe duda alguna de que los conceptos son, para cualquier ciencia, instrumentos teóricos fundamentales que facilitan la comprensión de los fenómenos a partir de la abstracción de sus características fundamentales, a la vez que posibilitan el uso de un lenguaje María del Carmen Barcia común en un sentido generalizador e instrumental, facilitan la identificación de un problema y propician su comparación, no todas las ciencias los han usado con igual prolijidad. La ciencia histórica en especial, ha sido particularmente moderada en la creación de conceptos y frecuentemente ha preferido servirse de algunos establecidos por la sociología, la antropología o la lingüística, en lugar de producir l os suyos. Algo de esto ocurre con el concepto de marginalidad que ha sido abordado a partir de las particularidades que construyen el fenómeno y no de su generalización. CUBA: LA SITUACIÓN DE LA MARGINALIDAD EN UN LARGO TIEMPO HISTÓRICO El concepto de marginalidad es relativamente reciente, proviene de la sociología y sirve para definir a los que viven en los límites sociales y actúan fuera de la norma, pero individuos con esas características existieron siempre, aunque fueron denominados de otras maneras, con vocablos menos eufemísticos.1 Vagos, ociosos y malentretenidos, fueron algunos de los términos utilizados desde el siglo XVI por la legislación colonial española y con esos términos fueron caracterizados, incluso, muchos de los sujetos que emigraron al Nuevo Mundo. Desde esos años, los denominados «vagabundos», individuos que iban errantes de un lugar a otro, fueron asimilados en las Leyes de Indias con sectores tradicionales de la sociedad del sur de la Península, caracterizados por su nomadismo, como los gitanos, por ejemplo, que fueron considerados como el prototipo cultural de una vida errante, licenciosa y libertina, que debía ser particularmente dominada y sometida. Para el control de ese grupo y sus similares, aparecieron en Sevilla formas de control que con posterioridad fueron trasladadas a América con el propósito de dominar a otros grupos subalternos, como el de los africanos por ejemplo. Ese fue el origen de los denominados Cabildos de Nación. Un grupo también marginal fue el de los denominados «negros curros», que eran libres y ladinos. Su estereotipo provenía de la región andaluza y reproducía simbólicamente un imaginario gitano que contribuyó a darles nombre, desde luego que también había blancos con estas características a los cuales se les designaba, por lo general, bajo el nombre de guapos o ternejales.2 Ambos constituían un tipo propio de la ciudad habanera y proliferaban en barrios pobres, como el Manglar, Carraguao, Los Sitios, El Horcón, y Jesús María, en los cuales se fue concentrando la población de escasos recursos.3 La insalubridad del paisaje se colmó con los aserraderos del Arsenal, las tasajerías y los corrales de reses. Aquella fue una zona urbana donde se mezclaron la mala vida y la pobreza, y que dio refugio a innumerables formas delictivas.4 Los curros fueron definidos por Fernando Ortiz5 como portadores de una jerga exhibicionista, matones, reverteros, ostentosos y asesinos: «(…) de una fisonomía peculiar: sus largos mechones de pasas trenzadas, cayéndoles sobre el rostro y cuello a manera de mancaperros; sus dientes cortados a la usanza «carabalí», la camisa de estopilla bordada de «candeleros», sus calzones blancos casi siempre, ó de listados de colores, angostos por la cintura y anchísimos de pierna, el zapato de cañamazo, de corte bajo con hebilla de plata, la chupa de holancito de cortos y puntiagudos faldones, el sombrero de paja afarolado con luengas, colgantes, y negras borlas de seda, y las gruesas argollas de oro que llevan Catedrática de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana. Obtuvo el premio Casa de las Américas con un libro sobre la familia esclava. Realiza sus investigaciones en el campo de la historia socio-cultural. 19 Revolución y Cultura Los negros curros, de Víctor Patricio Landaluce en las orejas, de donde cuelgan corazones y candados del mismo metal, forman el arreo que solo ellos usan (…) por la inflexión singular que dan a su voz, por su locución viciosa, y por el idioma particular que hablan tan «físico» y disparatado (…) a veces no se les entiende (…). 6 Cirilo Villa verde, los califica como sujetos «sin oficio ni beneficio», camorristas, y ladrones. A los más guapos, que frecuentemente ostentaban el cargo de jefes, se les denominaba «cheches» y algunos fueron apadrinados por los integrantes de grupos de poder. Es decir, que los curros pueden ser considerados como el prototipo de los que más tarde se denominarían marginales. También pertenecieron a esos sectores subalternos y contestatarios las prostitutas, éstas comenzaron a ejercer su profesión en la Habana, especialmente, cuando la ciudad se tornó el asiento habitual de las flotas de Nueva España y Tierra Firme y era invadida, periódicamente, por una población flotante, esencialmente masculina. Desde entonces han reaparecido en todas las épocas de pauperización . Con la eclosión de una modernidad, que algunos califican de segunda, expresada en el Iluminismo, se inició una política de segregación de estos sectores conflictivos, pues era necesario sanear la sociedad. Los Capitanes Generales promulgaron, desde finales del siglo XVIII, bandos para controlar, reglamentar, limitar y circunscribir los espacios y la vida de las capas populares en general y de los negros en particular. 7 Hegemonía y subalternidad fueron los dos polos antagónicos cuya forzada relación de poder-subordinación se manifestaba en esos edictos. Esas disposiciones fueron formalizadas tras el fin de la ocupación inglesa en 1763 por el conde de Ricla, quien promulgó un Reglamento de Policía Urbana y Rural, que sirvió de base a los Bandos publicados por Revolución y Cultura 20 sus sucesores. Tres años más tarde el Capitán General Antonio María de Bucarely perfilaba el control de la población8 y en 1783, bajo el gobierno de Don Luis de Unzaga y Amézaga, se publicaba un Bando Legislación, que entre otros asuntos reglamentaba la ubicación de los cabildos de negros.9 La difusión de estos edictos continuó durante la primera mitad del siglo XIX, destacándose los de Don Luis de las Casas, el Conde de Santa Clara, el Marqués de Someruelos, Don Manuel Cajigal, Don Dionisio Vives y Don Gerónimo Valdés. El Bando de Buen Gobierno promulgado bajo el autoridad del Gobernador Las Casas, puede servir de ejemplo para mostrar el control ejercido desde el poder político. La atención se concentró en el saneamiento social y en la persecución y prevención de la vagancia, porque este fenómeno afectaba tanto la esfera de la producción como la de los servicios.10 Paralelamente incidió en alguna de sus causas y consecuencias, como eran la rehabilitación de la gente sin oficio y el control sobre el juego y la mendicidad. Los vagos fueron confinados, tal y como estipulaba la legislación española, al servicio de las armas y a las obras públicas.11 pero insatisfecho con esto, el Capitán General reunió todas las disposiciones previstas en las Reales Órdenes y Pragmáticas españolas vigentes 12 y definió el perfil de los denominados vagos instruyendo a los jueces para ejecutar las penas y los procedimientos establecidos. Tampoco se perdió de vista otr as formas de prevención social, por lo cual en esos años aparecieron la Casa de Recogidas, como un primer recurso para controlar la prostitución y el Hospital de San Juan de Dios, para curar a los pobres que se enfermaban. Después surgió la Casa de Beneficencia, para que las niñas aprendieran a trabajar y cumplieran el papel prediseñado de sirvientas, esposas y madres, verdaderos «ángeles del hogar». También se construyó el Hospital de Paula, para internar a las mujeres pobres que se enfermaban, portadoras muchas de ellas de dolencias sexualmente transmisibles, y una casa para depositar a las que pretendían divorciarse, de la que poco o nada se ha dicho. Todas esas acciones «reparadoras», r espondían a las doctrinas en boga durante esa época, que comparaban a la sociedad con el físico humano, por lo cual las acciones sociales emanadas desde los sectores hegemónicos debían estar dirigidas a sanear y a curar el cuerpo social enfermo. Otros factores se fueron añadiendo para hacer la situación más compleja. A partir de los años veinte del siglo XIX, bajo los gobiernos de Vives primero y de Ricafort después, se agudizaron los problemas sociales, porque ambos se mostraron excesivamente tolerantes con el juego y la vagancia, la corrupción y el relajamiento de las costumbres fueron formas de «dominar» la desobediencia política. 13 Los vagos y los tahúres eran tolerados y sus espacios eran compartidos por algunos individuos de las élites. En esos años se fomentó la creación de escuelas de baile, plazas de toros, vallas de gallos y casas de juego, entre las que se destacaban las de naipes y los billares.14 A partir de 1820 la trata pasó a ser ilegal y aunque continuaron entrando esclavos su precio se elevó, lo cual evidenció lo insólito de un fenómeno como el ocio en el marco de las capas pobres, un individuo sin recursos, que no trabajaba y lograba vivir al margen de las actividades productivas, era un vago y todos los menesterosos, blancos o negros, en libertad o en cautiv erio, debían trabajar. Los presidiarios, por ejemplo, fueron utilizados como mano de obra y la Sociedad Económica de Amigos del País, convocó a los intelectuales –cada época tiene sus formas de utilizar a los «tanques pensantes»–, para escribir Memorias que propusieran soluciones para eliminar la «vagancia» en Cuba. José Antonio Saco fue el más famoso de los premiados.15 El ocio de los pobres se convirtió en uno de los delitos más perseguidos. En momentos de conflictos políticos, la categoría de vagos, al igual que la de ñáñigos, fue utilizada como pretexto para reprimir conductas que afectaban al poder político colonial. Unos y otros fueron a los presidios de Ceuta, Mahon, Fernando Po o Melilla, durante las tres guerras que se sucedieron entre 1868 y 1895. También fueron deportados otros individuos conceptuados como»vagos» a la Isla de Pinos. La prostitución fue menos perseguida, porque se reglamentó; con lo cual su ejercicio pasaba a ser legal.16 Muchos factores contribuyeron a incrementarla a lo largo del siglo XIX y durante los primeras seis décadas del XX. Las situaciones más contemporáneas constituyen otra historia. Entre los elementos que la aumentaron, pueden considerarse los altos índices de masculinidad, potenciados por la emigración masiva de españoles, entre 1880 y 1930; las sucesivas guerras y las intervenciones norteamericanas, que trajeron al territorio militares y marines, y la miseria permanente en amplios sectores femeninos de las capas populares, con menos posibilidades laborales que los hombres. NECESIDAD Y UTILIDAD: DEFINICIÓN DE LA CATEGORÍA DE MARGINAL Ni en el viejo, ni en el nuevo mundo, fue utilizado, durante esa larga duración que se extiende desde el medioevo hasta la primera mitad del siglo XX, un concepto para caracterizar los diferentes fenómenos que hemos relacionado someramente. Su dispersión y diversidad, muestran, sin embargo, la necesidad, utilidad e importancia que debe tener la utilización de una categoría capaz de definirlos si queremos estudiar y precisar las características de este un fenómeno histórico, político o social. El término «marginal» ha sido escasamente utilizado en la historia, en general, con anterioridad a los años sesenta, momento en que fue establecido para definir un fenómeno característico del sistema capitalista. Precisamente en esos años comenzó a ser utilizado por algunos historiadores, sobre todo en el marco de la historia social. En ese contexto destacamos el uso que se le ha dado en la historiografía francesa, muy inclinada a trabajar la historia medieval, para la cual posee fuentes de indudable utilidad. Desde los años sesenta comenzaron a editarse trabajos 17 entre los cuales se destacan la obra pionera de Michel Foucault, Histoire de la folie a l´áge classique;18 Y su reconocido libro Sourvilleir et punir. Naissance de la prision19, así como muchos otros de gran interés, como La Société et les pauvres, Lyon, XVIII siècle, de J. P. Gutton,20 y Les margineaux aux XIVe et XVe siècles, de Bronislaw Geremek, sobre vagabundos, hechiceros, leprosos, locos o criminales21. En este contexto pudiera ser también incluida la conocida obra de E. J. Hobsbawm. Les Primitifs de la revolte dans l‘Europe moderne22, y la no menos famosa obra de C. Ginzburg, Il Fromaggio e i vermi, il cosmo di un mugnàio del 50023. Todos estos trabajos muestran un interés por los sectores pauperizados o relegados de la población. Debe recordarse que en Cuba se publicó, hace diez años, un artículo de Jean Claude Schmidt, titulado La Historia de los marginales.24 También en la historiografía en lengua española se han producido algunos estudios regionales que abordan cuestiones similares. En este contexto destacamos un corto pero interesante trabajo de Clara E. Lida, profesora de El Colegio de México, titulado «Qué son las clases populares? Los modelos europeos frente al caso español en el siglo XIX».25 En la historiografía cubana, este tema fue iniciado, en la primera decena del siglo XX por Fernando Ortíz,26 también en esos años se editaron algunos trabajos como los de Rafael Roche Montegudo,27 más sociológicos y con un corte criminalístico, en tanto desde finales del siglo XIX aparecían los relacionados con el bandidismo y su héroe local,28 Manuel García. Esta temática fue retomada por María Poumier29 en los años sesenta y ha sido continuada por historiadores cubanos30 y foráneos , 31 interesados en el tema y, sobre todo, por algunos historiadores locales, en particular de la región matancera. También en los años sesenta se publicaron los trabajos de Juan Pérez de la Riva y de Pedro Deschamps Chapeaux,32 cuyos personajes centrales eran la gente sin historia. Debe destacarse que el concepto de marginal no aparece en estos estudios. Una confusión subyace en la forma en que se ha definido a esta población relegada, pues al concepto de marginal se ha sumado, por lo general con un signo de igualdad, el de marginado. Clara Lida, por ejemplo, lo hace de esta forma, y en las otras obras citadas, ocurre lo mismo. En mi libro Modernidad y Capas Populares. Cuba 1880-1930, 33 un libro en el cual propongo un criterio diferenciador entre ambas categorías, pues considero que existe una distinción esencial entre ambas, que no permite homologarlas como una simple derivación lingüística, ya que existen limitaciones esenciales entre los marginales y los marginados y un signo de igualdad entre ambos términos mezcla elementos diversos y dificulta el análisis consecuente de significantes portadores de diversas realidades y conductas, aun cuando ambas definan a sectores que pueden interrelacionarse en espacios públicos y compartir similares espacios privados. Las diferencias conceptuales entre ambos grupos pueden ser resumidas de manera precisa: la categoría de marginal aglutina a aquellos individuos que se caracterizan por vivir y actuar fuera de normas sociales comúnmente admitidas o convenidas, y por su incapacidad para convertirse en agentes esenciales de una verdadera acción pública, civil y ciudadana. Actúan solos o en redes establecidas que pueden llegar a tener mucho poder, y aunque la pobreza constituye un caldo de cultivo para su proliferación, son capaces de llegar a alcanzar un considerable poder económico. Un ejemplo de esto lo constituyen las poderosas mafias que llegan, inclusive, a rebasar los límites de un país. 21 Revolución y Cultura La categoría de marginado, por su parte, agrupa a aquellos sujetos que son soslayados o ignorados por otros, por razones disímiles –culturales, políticas o sociales–, que frecuentemente son coyunturales. En este caso, la acción elusiva, el rechazo, parte de fuera, y no tiene como causa el desacato del sujeto a las leyes y conductas consensualmente establecidas. Un número apreciable de individuos integrantes de las capas populares, incluso sectores de éstas, pueden resultar, en momentos coyunturales , marginados del espacio social que ocupan. Despidos, huelgas, rebeliones, inclusive enfermedades, pueden provocar una situación límite que los excluya. También pueden ser relegados por motivos culturales de diverso tipo, incluyendo los religiosos o étnicos. Estas circunstancias no los convierten en marginales. A su favor operan, por lo general las redes de solidaridad obrera, gremial, comarcal o religiosa, representadas en sociedades de minorías culturales, de socorros mutuos o de beneficencia. Michel Focault, por ejemplo, no está de acuerdo cuando se separa al proletariado o a los marginados, ni cuando se engloba en estos últimos a los presos, delincuentes o enfermos mentales. Considera que existe un corte entre el proletariado, que en muchas ocasiones resulta relegado, y la plebe que él denomina extra-proletaria –y que pudiera homologarse a la tradicional categoría de lumpenproletariado utilizada por Carlos Marx y por Federico Engels–. Considera Foucault que entre esos estamentos hay una ruptura y que las instituciones policíacas, penales, y judiciales, son precisamente medios aprovechados por el poder para profundizar esa separación necesaria al capitalismo. 34 Diferenciar a ambas categorías sociales también resulta importante, porque aunque por lo general se desenvolvían en los mismos espacios públicos –barrios o zonas humildes–, y privados –cuartos de solares y cuarterías–, en momentos puntuales podían coincidir en determinadas acciones: –hubo meretrices que ayudaron a obreros en huelga,35 y periodistas que respaldaron intereses de prostitutas.36 Aunque usuarios de similares locaciones, ambos grupos también se diferencian por sus formas de vida, modos de lograr cierta movilidad social, utilización de los espacios públicos y privados, y formas de recurrir a la violencia. En este contexto es preciso subrayar que existe una diferencia de los espacios ocupados por marginados y marginales, en la sociedad cubana anterior a los años treinta, donde ambos habitaban, esencialmente, en solares y ciudadelas. En esta dirección, para evidenciar esa obligada forma de compartir, cito un testimonio utilizado por Lázara Menéndez en su interesante estudio Rodar el Coco, en el que refiere lo dicho por Eva Menéndez: «Yo oigo mucho a la gente por la calle decir que en los solares na´má viven negros, y chusmas y delincuentes. Y eso es mentir a, yo vi ví en solares antes de la Revolución y vivían los pobres, los más pobres, negros y blancos». 37 La creación de los barrios marginales es posterior, aparecieron cuando las limitaciones económicas de los más pobres, y las urgencias de una migración rural que inundaba las ciudades, saturó el entramado citadino. Fue entonces que surgieron los llaRevolución y Cultura 22 mados «barrios de indigentes», es decir, de pobres, y por lo tanto ubicados en los espacios menos demandados, al margen de los ocupados racionalmente, zonas carentes de urbanización –calles, aceras, agua, luz, electricidad–, como Las Yaguas, Llega y Pon y otros similares. En estos se construían viviendas provisionales, con todo tipo de materiales perecederos, que se convirtieron en permanentes. En estos lugares las redes de solidaridad funcionaban de forma muy particular y se establecía lo que pudiéramos denominar como «protección reciprocada», entre los integr antes de ambos sectores, urbanos depauperizados e inmigrantes rurales. Quisiera insistir de nuevo en que el concepto de marginal, debe ser muy preciso, que no debe definirse ni por el barrio en que el individuo viva, ni por el vestuario que lleve, ni por la religión que practique, ni por el nivel educacional que posea, esas son características secundarias que tienden a conformar una falsa imagen, y un concepto equívoco. La categoría de marginal se construye para definir a los individuos o grupos que manifiestan su desacato a la convivencia ciudadana, normada y establecida en las leyes esenciales que presiden las diferentes sociedades. Se debe concluir que, como toda categoría, es útil y necesaria para el trabajo científico. Notas: La licenciada Janina Santizo Lescaille, defendió bajo mi tutoría el trabajo de diploma titulado Vagancia y control social. La Habana: 1792-1840, que profundiza en aspectos que en este trabajo se mencionan. 2 «Anécdotas y cuentos sobre bandoleros y guapos en la Habana [17901834]», Biblioteca Nacional «José Martí», Sala Cubana, Manuscrito de Escoto, No. 245, pp. 1-2 3 Julio Le Riverend, La Habana (Biografía de una provincia). La Habana, Imprenta «El Siglo XX», 1960, p. 169. 4 Felicia Chateloin, La Habana de Tacón. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1989, pp. 23-24. Habla de una forma de crecimiento de «manchas de aceite». 5 «Los negros curros» se publicó originalmente en la revista Archivos del Folklore Cubano, en varios números que vieron la luz entre 1926 y 1928. Puede consultarse en su totalidad en: Banet, Miguel y Angel L. Fernández (selecc.) Ensayos Etnográficos. Fernando Ortíz. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales,1984. pp.79-162. 6 Ibídem, p. 316. 7 Los Bandos de los Capitanes Generales estaban destinados a regular las particularidades de sus territorios ya que estas no podían ser contempladas por la legislación general de la metrópolis. El primero en establecerlos, para la Isla de Cuba, fue Güemes de Horcasitas, quien gobernó la Isla desde 1734 hasta 1746 pero a partir del dictado por Ricla en 1763, este procedimiento se mantuvo con cier ta regularidad: Bucareli en 1766, el marqués de la Tor re en 1772, Diego José Navarro en 1777 y Luis de las Casas en 1792. Estas disposiciones fueron copiadas y también enriquecidas por los Capitanes Generales que gobernaron la Isla en la primera mitad del siglo XIX. 8 Bando de Buen Gobierno del Excmo. Señor Don Antonio María de Bucareli y Ursúa, Habana, s/e, 1766 9 Bando Legislación del Excmo. Señor Don Antono María de Bucareli y Ursúa, Habana, s/e, 1783. 10 Don Luis de Las Casas publicó además una Instr ucción de Vagos. 11 Este fue el caso de Miguel de Soto, moreno libre, miliciano del Batallón de Morenos, quien «ha dejado de presentarse en él por dos años y ha sido remitido preso por el Tte. a Guerra de Matanzas, por haber llegado sin la correspondiente licencia, por vago y malentretenido, ha sido condenado por 4 años a ración y sin sueldo a los trabajos de esa ciudad, con arreglo a lo dispuesto en el Bando de 27 de junio 1776. En AGI, Fondo Papeles de Cuba. Decretos expedidos sobre varios asuntos. Legajo 1197. 12 Recogidas en la Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias. 13 Vidal Morales y Morales, Iniciadores y primeros mártires de la Revolución Cubana. Habana, Imprenta Avisador Comercial, 1901, p. 17. 14 Esta fue la situación que encontró Miguel Tacón, quien la refleja en su Relación del Gobierno Superior y Capitanía General de la Isla de Cuba. Habana, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, 1838. Para controlar los problemas de este tipo elaboró un Bando contra los vagos y mal entretenidos y un Reglamento de Policía sobre vagos. 1 15 Saco, José Antonio. «Memoria sobre la vagancia en la isla de Cuba», en: Papeles sobre Cuba, La Habana: Dirección General de Cultura, 1960, I, pp 177- 229. Se debe destacar que este premio se mantuvo desierto desde 1829 hasta 1831, año en que José Antonio Saco ganó el certamen. 16 Barcia, María del Carmen. «Entre el poder y la crisis. Las prostitutas se defienden«. Luisa Campuzano (ed.) Mujeres Latinoamericanas: Historia y Cultura, siglos XVI al XIX, La Habana-México: Casa de las Américas/UAM-I, 1997, I, pag. 263-274. En este trabajo se habla de la revista La Cebolla, editada por un grupo de meretrices, y de las leyes que se aprobaron para reglamentar la prostitución. También se cita la bibliografía de época, es decir, de finales del siglo XIX, sobre el tema. 17 Aunque los trabajos que se relacionan tienen todos ediciones en español, los citamos en sus primeras publicaciones no por pedantería, sino para que se tenga una idea del momento histórico en que se produce el viraje a que hacemos referencia. 18 Foucault, Michel. Histoire de la folie à l´âge classique, París: Plon, 1961. 19 Foucault, Michel. Sur veiller et punir. Naissance de la prison, París: Gallimard, 1975. 20 Gutton, J. P. La Société et les pauvres, Lyon, XVIII siècle, París: Éditions Les Belles Lettres, 1970. 21 Geremek, Bronislaw, Les margineaux aux XIVe et XVe siècles, París: Flammarion, 1976. 22 Hobsbawm, E.J. Les Primitifs de la révolte dans l‘Europe moderne, Fayard, París, 1966. 23 Ginzburg,G. Il Formaggio e i vermi, il cosmo di un mugnaio del ‘500. Serge Livr y, 1976. 24 Schmidt, Jean Claude. «La historia de los marginales», en: Varios. La Historia y el oficio de historiador, La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1996. 25 Revista de Historia Social, no. 27, Valencia, 1997, pp. 3-21. 26 Ortiz, Fernando. Hampa Afrocubana. Los negros brujos (apuntes para un estudio de etnología criminal). Madrid: Editorial América, 1917. Para «Los negros curros», ver nota 1. 27 Roche y Monteagudo, Rafael. La policía y sus misterios en Cuba. Habana: La Moderna Poesía, Pi y Mangall, 1925. Hay un trabajo anterior, con el mismo título pero diferente contenido, publicado en 1912. 28 Trujillo y Monagas, José. Los criminales de Cuba y D. José Trujillo; nar ración de los ser vicios prestados en el cuer po de la policía de la Habana por D. José Trujillo y Monagas y La Historia de los criminales pr esos por él, en las diferentes épocas de los distintos empleos que ha desempeñado hasta el 31 de diciembre de 1881. Barcelona: Establecimiento Tipográfico De F. Giró, 1882. Varela Zequeira, Eduardo y Antonio Mora. Los Bandoleros de Cuba. La Habana: Establecimiento Tipográfico de la lucha. O’Relly núm. 9, 1891. Sánchez Varona, Ramón. Bandolerismo, Colección de Cartas Abiertas para su Persecución en Cuba. La Habana: Impr. Del Diario del Ejército, 1892. Gelpi y Fer ro, Gil: Los Criminales de Cuba y el Inspector Tr ujillo, Habana: La Propaganda Literaria, 1881. Gómez Nuñez y Schmid, Elizondo: El Bandolerismo en Cuba, Habana: Tipografía de la Gaceta de Cuba Oficial, 1890. Cabrera, Francisco de A: Bandolerismo y Guardia Civil, La Habana: Impr. Mercantil de los sucesos de S.S Spencer, 1890. 29 Desde los años sesenta María Poumier trabajó esta temática, con posterioridad culminó su doctorado con un excelente trabajo sobre Manuel García, el Rey de los Campos de Cuba. 30 Balboa, Imilcy. «Bandidos y bandidos. La protesta rural entre 1878–1895.» En: Diez Nuevas Miradas de historia de Cuba. José A. Piqueras Arenas (ed), España, 1998. Pp 115-151. 31 Pérez, Louis A. Lords of the Mountain. Social Banditry and the Peasant Protest in Cuba, 1878-1918. Pittsburgh: The University of Pittsburgh Press, 1989. Paz Sánchez, Manuel de, José Fernández Fernández y Nelson López Novegil: El Bandolerismo en Cuba (1800-1893), Santa Cr uz de Tenerife: Centro de Cultura Popular Canaria, 1994, I. 32 Deschamps, Chapeux y Pedro, Juan Pérez de la Riva: Contribución a la historia de la gente sin historia, La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1974. 33 Capas Populares y Modernidad, Cuba 1880-1930. La Habana, Editorial La Fuente Viva, Fundación Fernando Ortiz, 2004 34 Focault, Michel. Mesa redonda «Normalización y control social», en: Estrategias de Poder. Obras Esenciales. Barcelona: Editorial Paidós, IV, 1999, pp. 136-137. 35 ut supra, n. 3. 36 Victorino Reynieri, editor del periódico La Cebolla, financiado por un grupo de meretrices, también escribía en el periódico independentista El Machete. Antes había colaborado con el periódico El Pueblo Soberano, era un joven periodista santanderino, probablemente anarquista, que defendía las causas populares. Para más elementos ver: Barcia, María del Carmen. «El caso Victorino Reineri. Una página del periodismo colonial». La Siempreviva, La Habana, no. 2, 2007. pp. 3-9. 37 Menéndez, Lázara. Rodar el Coco. Proceso de cambio en la santería. La Habana: Editorial La Fuente Viva, 2003, p. 74. 23 Revolución y Cultura Teatro Principal de Marianao, ¿sombra de olvido? Raquel Jacomino ¿Pero es que acaso el teatro cubano posee muchas historias? Rine Leal uchos se siguen deteniendo cada día en la céntrica esquina que forman las calles 51 y 128, antiguas Real y Torrecilla, en el municipio de Marianao. Observan, entre curiosos y consternados, el edificio que a despecho del olvido y el abandono aún mantiene parte de su estructura en pie, mostrando la altivez de líneas y los restos de la sobria elegancia que ostentaba hace mucho tiempo atrás el Teatro Principal. Algunos se preguntan cuál será el destino definitivo de este sitio en ruinas, objeto de la desidia total durante muchos años. Y no faltan los que ven como conclusión inevitable su demolición, para dedicar el espacio a otros fines. (Actualmente su vestíbulo es empleado como punto de venta de flores). Sin embargo, no son pocos los que desconocen la historia que este rincón polvoriento encierra, pequeño jalón del devenir escénico y artístico cubano, nacido a mediados del siglo XIX, cuando Marianao era sólo un modesto poblado, animado esporádicamente por las visitas de los veraneantes llegados de la todavía lejana villa de San Cristóbal de la Habana. MARIANAO, PROVINCIANISMO Y MODERNIDAD En los inicios de la segunda mitad del siglo XIX se comenzaba a imponer internacionalmente, con el auge del capitalismo industrial y la aparición del ferrocarril como nuevo tipo de transporte, la moda del veraneo. El nacimiento de lugares de gran exclusividad junto a modestos sitios de alojamiento o a la sencilla excursión popular, según las posibilidades económicas y el estatus social de los veraneantes, constituirían los albores de lo que sería una de las industrias más florecientes del siglo XX: el turismo. Comienzan a darse a conocer en Europa centros de descanso y balnearios para el ocio, el disfrute de vacaciones o las curas y tratamientos de determinados padecimientos gracias a las propiedades medicinales de las aguas o el entorno de determinados lugares ubicados en playas, lagos o Profesora e investigadora del Departamento de Estudios Cubanos del Instituto Superior de Arte. Foto de la fachada del antiguo teatro Concha, después llamado Teatro Principal, en la esquina formada por las calles 51 y 128, en Marianao. Revolución y Cultura 24 zonas montañosas. Unos tomaron renombre más allá de sus fronteras, convirtiéndose en puntos de reunión de la alta burguesía y la sobreviviente nobleza europea, otros no salieron de la simplicidad rural, amenizados por las sencillas excursiones domingueras y los paseos por las playas de los miembros de la pequeña y mediana burguesía. Esta nueva práctica también fue asumida por las clases privilegiadas en las tierras del lado de acá del Atlántico. En la Cuba colonial el poblado de Marianao había sufrido una reducción de su producción agrícola a mediados de la primera década del siglo XIX, con las consiguientes afectaciones que dieron lugar a la emigración de parte de sus pobladores. Ya bien entrado el siglo, sin grandes recursos y una no muy numerosa población, los círculos más pudientes y poderosos de la zona comenzaron a buscar nuevas alternativas de crecimiento económico. Marianao poseía excelentes condiciones para asumir, en la sociedad criolla de mediados del siglo XIX, el papel de pueblo de veraneo, a tono con un tipo de práctica burguesa que se imponía internacionalmente y que estaban asumiendo también otros sitios de la región occidental del país. Su relativa cercanía a la villa de San Cristóbal, el bello paisaje campestre donde se ubicaba el poblado, la presencia del río Marianao, la fuente medicinal de El Pocito, descubierta en la década del treinta y la construcción de la nueva calzada que facilitaría el traslado de los habitantes de la capital hasta el pueblo, lo convertían en una opción para la recreación y el descanso de aquellos sectores de la sociedad colonial que podían acceder a esos privilegios.1 Pero un pueblo con fines turísticos demandaba determinadas exigencias para el éxito de esta incipiente práctica de la burguesía criolla. La búsqueda de opciones recreativas y atractivas para los veraneantes y al mismo tiempo demostrativas de cierto lustre y modernidad, a semejanza de La Habana, fueron del interés de estos sectores económicamente encumbrados de Marianao. Ya desde la primera mitad del siglo XIX en numerosos pueblos y ciudades de todo el país comenzaron a aparecer los teatros, las retretas, las sociedades filarmónicas. La clase aristocrática marianense, encabezada por Salvador Samá, uno de los comerciantes españoles más prominentes del período, estrechamente vinculado al gobierno colonial y quien llegaría a obtener el título de marqués de Marianao, 2 comienza a trazarse un proyecto que convierte a Marianao, como poblado de veraneo, en un negocio en expansión al mismo tiempo que lo prestigiaba como clase culta, abierta a la modernidad. En este sentido la fundación de teatros y espacios de carácter cultural se convierte en condición indispensable para esta burguesía colonial. En el año 1848 se inaugura en Marianao el servicio de diligencias, otra medida favorable para atraer a los veraneantes; en julio de 1863 comenzaría a funcionar el ferrocarril Habana-Marianao, un año después se trazaría la calzada que conducía a la playa y en 1881 se construye el Hipódromo, signos de la entrada, tímida aún pero con resultados palpables, de una dinámica urbanística y citadina que acrecienta la importancia del provinciano poblado con respecto a la capital, dándole una fisonomía e identidad propias desde su proyección como sitio de veraneo que irá con el tiempo desplazando a otros sitios habaneros con fines semejantes. Este es el contexto donde la plaza teatral más importante de los marianenses entra a desempeñar un papel cultural destacado. NACIMIENT O Y AUGE DEL CONCHA El maestro Rine Leal se ha referido a la existencia en Marianao de un circo ecuestre en 1841, ubicado en la calle del Prado, y a un teatro perteneciente a un ciudadano nombrado Eugenio Gutiérrez, donde se llevaron a escena, por actores aficionados las obras de José Agustín Millán Los primeros amores, Apuros de carnaval y El hombre de la culebra. Estas funciones tenían como objetivo obtener recaudaciones para abrir una nueva calle que condujera a los baños. 3 Con toda seguridad este debió ser un escenario sumamente modesto y limitado, fruto de un esfuerzo debido más a las ansias de hacer y ver teatro y de resolver contingencias más utilitarias, que a las posibilidades reales de llevar la empresa a cabo. Nuevamente observemos los intereses prácticos de quienes auspiciaban estas propuestas culturales con la finalidad de conformar una ciudad turística, rural y periférica, pero ya en ciernes. Así veremos cómo en el área que hoy ocupan los restos del Principal se había inaugurado el 24 de junio de 1848 una glorieta, justo frente a la calzada y en una zona que crecía con la construcción de casas quintas y otras edificaciones de mayor lujo y calidad que las anteriormente existentes, síntoma indiscutible de los beneficios económicos y el prestigio que estaba alcanzando Marianao como sitio de temporada. A finales de 1851 se construye en el espacio que ocupaba la glorieta un escenario, inaugurado el 2 de octubre con un grupo de actores que trabajaban en aquellos momentos en El Cano. En el mismo se llevó a escena el drama en cuatro actos La Trenza de mis cabellos y el juguete cómico en un acto Mi cafetal. 4 Las autoridades les impusieron a partir de ese momento a las compañías que allí actuaban la obligación de realizar funciones benéficas para recaudar fondos que sufragaran los gastos de las obras públicas, medida que eviden- temente nos demuestra los intereses económicos y pragmáticos que se movían como parte de un proyecto de crecimiento urbano en Marianao. En 1857 fueron demolidos la glorieta y el escenario, y en su lugar se construyó el teatro Concha, inaugurado el 17 de junio del año siguiente, y dedicado, como su nombre lo indica, al Capitán General del momento: José Gutiérrez de la Concha, marqués de la Habana. Este acto de servilismo no era una acción aislada, el empresario Francisco Marty había bautizado el fastuoso edificio que inauguró en 1838 con el nombre de Tacón, plaza teatral que dio inicio a una verdadera fiebre de edificaciones de este tipo en todo el país. Los constructores del Concha, como otros, siguieron el ejemplo. Tengamos en cuenta que tanto Pancho Marty como Salvador Samá eran españoles, fidelísimos súbditos de la corona y rendían homenaje a la más alta autoridad colonial, salvaguarda también de sus intereses. Samá, a semejanza de su homólogo radicado en la Habana, funda también un teatro que lo prestigie, aunque con mayor espíritu ahorrativo. El teatro era de madera, de excelente acústica y se dice que tenía grandes dimensiones para ser un teatro pueblerino, por supuesto; poseía una platea con seiscientos asientos, veintiún palcos, cuatro grillés y una tertulia en forma de herradura.5 Los decorados fueron realizados por el cubano José Baturone, uno de los mejores decoradores de la época.6 Así el Concha será para los marianenses lo que el Tacón para los habaneros. En menor escala se reproducirá en la modesta sala teatral pueblerina el sistema de códigos y comportamientos sociales del gran y lujoso coliseo habanero, espacio para exhibir el estatus socioeconómico y la distinción de los asistentes, quienes alternan entre los miembros de su propia clase y a quienes están reservadas las mejores localidades.7 A los miembros de la Sociedad de Fomento de Marianao se les ocurrió también la idea de trasladar la valla de gallos, una práctica sumamente común y gustada en la sociedad colonial, de la zona del poblado donde se encontraba, hacia un costado del teatro. No nos cabe duda de que se amenizaría extraordinariamente el lugar y a los ciudadanos de la época nos les parecería inadecuado, evidentemente, ubicar juntas dos edificaciones con finalidades tan diferentes. Teatro y valla de gallos, dos espacios contrapuestos en el diseño social de la ciudad de nuestros días, convivían y armonizaban en un mismo entorno, una especie de binomio civilización barbarie, rezago colonial que forcejea y se equipara al afán de modernidad en el Marianao de transición. La función de inauguración en el Teatro Concha fue llevada a cabo con la actuación de la compañía de los Martínez Casado, una de las dos grandes estirpes del quehacer escénico cubano. A esta primera función asistieron residentes y veraneantes «luciendo trajes adecuados a la estación y pueblos de temporada, los hombres con levitas de lienzo y sombreros de jipijapa y las mujeres con vestido de muselina blanca o de color». Se representaron las obras Un clavo saca otro clavo y Maruja. 8 En el Concha no se dejaron tampoco de realizar los tan gustados bailes de temporada, costumbre colonial para la que los del Tacón fueron lo más sonado, por su fastuosidad y cantidad y distinción de sus asistentes. En la modesta plaza teatral marianense, 25 Revolución y Cultura Estado actual de la planta baja del Teatro Principal de Marianao. infaltables además en un pueblo de veraneo, dieron mucho que hablar los dedicados a los capitanes generales Concha y Lersundi. El primer baile del Concha se realizó el domingo 25 de junio, justo ocho días después de la inauguración, y fue amenizado por la orquesta «Delicias de Colón» El Capitán General no dejó de asistir junto a su familia al teatro que llevaba su nombre y por ello estuvo presente en la función de homenaje a la actriz del Villanueva Salvadora Martínez Casado, el 7 de septiembre de 1858. En esta ocasión se representó La hija de las flores, de la Avellaneda. El historiador marianense Fernando Inclán Lavastida se refiere a la actuación del maestro Brindis de Salas en Marianao. Aunque no menciona el nombre de la sala teatral a la que asistió, pues solo dice que fue «en el teatro», suponemos que con toda probabilidad se refiere al Concha. Este hecho debe de haber ocurrido en 1863, varios días después del 25 de octubre, pues tampoco señala una fecha exacta9. La compañía de los Robreño se presentó en el Concha a mediados del siglo, como otras compañías y grupos cultivadores del teatro vernáculo, entre ellos los Habaneros, muy populares en la época, quienes actuaron en el teatro de Marianao en julio de 1868.10 En su escenario se escuchó una voz de la talla de Adelina Patti y muy probablemente fue aquí donde actuó la gran actriz italiana Adelaida Ristori en 1868. También en el Concha se presentaron algunas de las reconocidas compañías de ópera y zarzuela que por esos años trabajaron en las salas habaneras.11 Inclán Lavastida nos habla de la temporada de 1880, concluida la guerra de los diez años, como un período de resurgimiento de la vida social marianense y del teatro, del que nos afirma que tuvo ’’magníficas representaciones, como la ofrecida en la noche del 25 de junio en honor de la máxima autoridad de la isla’’.12 El Concha también fue escenario de importantes acontecimientos políticos, y testigo de las contiendas y los enfrentamientos del período de la Tregua Fecunda. El ocho de julio de 1878 se reunió en él la junta que abogaría ante el gobierno colonial por la constitución de Marianao como municipio, con Revolución y Cultura 26 ayuntamiento propio, pues hasta ese momento el pueblo dependía de la jurisdicción de La Habana. Esta gestión resultó exitosa y el 3 de septiembre de ese año le fue otorgada a Marianao la condición de municipio y el visto bueno para constituir el ayuntamiento. En este mismo año se conformó en el Concha el comité directivo del Partido Liberal Autonomista de Marianao, el 1 de septiembre, que contó con la intervención del brillante intelectual y líder autonomista Rafael Montoro. En fecha posterior, el 24 de noviembr e de 1878, en mitin celebrado en el teatro al que asistió junto a Eliseo Giberga, otra de las figuras más importantes del autonomismo, se produjo un incidente a partir de la reacción violenta de un integrista ante el discurso de Montoro.13 Concluida la contienda del 95, el recinto teatral marianense fue el lugar escogido para rendir homenaje la noche del 23 de febrero de 1899 al generalísimo Máximo Gómez, quien procedente de Remedios, hacía escala en Marianao antes de continuar rumbo a La Habana. En este pueblo tuvo el generalísimo el recibimiento apoteósico que le brindaron todos los cubanos a lo largo del país.14 P ERMANENCIA Y DECADENCIA DEL PRINCIP AL. Con altas y bajas arribó el Concha a los primeros años de la vida republicana. Tomó el socorrido e inocuo nombre de Principal, pues no era cosa de seguir llamándolo con el patronímico de un gobernante de la colonia,15 y pasó a ocupar las funciones de sala cinematográfica, aunque sin renunciar a la presencia de compañías teatrales y de zarzuela, así como a conmemoraciones y actividades de la más diversa índole, como sucedió con tantos otros, incluyendo el Tacón. Funciones y figuras inolvidables, otras mediocres e insignificantes, son referidas aún por los más viejos pobladores de Marianao. Queda memoria de un actor nombrado Saturnino Bracho, que en una lejana función de 1905 sacó a escena un íreme o diablito abakuá, en una obra titulada Un día de reyes, y de un actor negro protagonizando a Otelo, también a comienzos del pasado siglo XX.16 En el Principal se apreciaron las extraordinarias dotes del transformista italiano Leopoldo Frégoli, Fregolino como se le decía popularmente, del que sabemos que actuaba en La Habana ya a finales del siglo XIX. Hasta tal punto impactó al público este actor que se hizo popular la frase «pareces o eres un fregolino», para referirse a una persona aficionada al exhibicionismo o al gusto por cambiarse frecuentemente de vestuario. La fregolimanía se puso de moda, incorporándose por aquellos años el estilo y el carisma de este gran actor al imaginario colectivo de los cubanos de la época.17 El Principal tampoco estuvo ajeno a los vaivenes de la política republicana, también como escenario de las habituales componendas entre liberales y conservadores. Un número del periódico marianense El Sol incluye en septiembre de 1926, poco antes de derrumbarse el viejo teatro, una carta de protesta de un ciudadano nombrado Manuel Fernández, vecino de Buenavista, ante lo que consideraba indiferencia de este órgano de prensa, aunque El Sol ya había publicado una nota al respecto, sobre el escándalo ocurrido en el teatro el 27 de agosto de ese año, cuando un grupo de individuos intentaron boicotear un mitin donde la Juventud Conservadora presentaba a los candidatos, el general Ernesto Asbert, veterano de la guerra de independencia, político y hombre fuerte de la época, muy influyente en el Marianao de entonces, como representante del Partido Liberal para el gobierno provincial, y al coronel Miguel Parrado, a la alcaldía de Marianao. Aunque el autor de la protesta se refiere a los protagonistas del desorden como simples maleantes, los llama «la tralla», con lo que al parecer el vocablo es más viejo de lo que suponemos. No sabemos si fue como se nos cuenta, o si los autores del desorden fueron ciudadanos hartos de las manipulaciones de la politiquería republicana o luchadores activos contra el régimen.18 Bajo los fuertes vientos del ciclón del 26 el ya bastante deteriorado edificio, aunque había sufrido con anterioridad algunas reparaciones, se vino abajo, junto a la vieja valla de gallos.19 Rápidamente se construyó sobre las ruinas del anterior el que hoy conocemos y que tomaría el nombre de su dueño: René Berndes, para ser el Brene, como le llamaban muchos. Tiempo después volvería a tomar el nombre de Principal. Fue inaugurado el 20 de mayo de 1927. La prensa de la época nos informa de las características de la nueva plaza escénica: «De líneas severas y elegantes ocupa su construcción una superficie de 962 metros cuadrados y tiene una altura de 14 metros, lo que hace del local un lugar ventilado y fresco. Cuenta con 994 lunetas, 12 palcos y 200 lunetas de preferencia, y la tertulia tiene cabida para 700 personas.» 20 El Principal estuvo a cargo de los empresarios Jacobo y Constantino Re y, quienes se hicieron car go del mismo a partir de 1915, todo parece indicar que hasta su derrumbe con el ciclón del 26 o hasta un período muy cercano a esa fecha, en la que fue edificado el nuevo teatro por René Berndes. El viejo edificio comenzó como cine, proyectando películas de Francesca Bertini, Rodolfo Valentino, Tom Mix y el resto de las estrellas cinematográficas de aquellos años, junto a filmes cubanos del período, lamentablemente perdidos casi en su totalidad, para luego dar paso al cine parlante con la introducción del sistema Vitaphone en junio de 1930. El nuevo teatro construido después del ciclón también funcionaría como sala teatral y cinematográfica. Es interesante el comentario de la periodista María M. Garrett que nos demuestra que el Principal como cine no estaba a la zaga de las más importantes salas cinematográficas de la época, aun cuando se encontraba en el viejo edificio que se derrumbaría con el ciclón del 26: «Marianao es el único pueblo de la Isla que brinda sus estr enos inmediatamente después del Teatro propietario de la película» 21. Resulta curioso el gancho comercial que los empresarios utilizaron con el auge de los filmes españoles, mexicanos y argentinos, ya avanzado el siglo. Cuando se proyecta- ban películas exitosas se contrataban actores de las mismas que en esos momentos se encontraban en el país, y estos irrumpían en escena en el momento climático del filme. El público tenía la oportunidad de ver en vivo a los personajes de la historia que transcurría en la pantalla. Así, estuvieron en el Principal, entre otros, el actor español José Crespo, protagonista de La mujer X; Miguel Ligero, actor del filme español Nobleza baturra y la mexicana Esperanza Iris junto a su marido, el barítono Paco Sierra, cuando se proyectó el melodrama Mater Nostra. 22 El Principal fue escenario además de encuentros y veladas de la más diversa índole, y como teatro que nunca pudo perder su perfil provinciano frente a salas citadinas de mayor alcance, debió acudir a todo lo que pudiera garantizar su sostenimiento económico. Aún así continuaba siendo la sala teatral más importante de la zona de la ciudad donde se encuentra enclavada. A pesar de que se fundaron ya en el siglo XX otras salas teatrales y cinematográficas y del crecimiento urbano acelerado entre La Habana y Marianao, ninguna tuvo la importancia en esta zona que tenía el Principal. Esto contribuyó a que fuera sitio escogido de los políticos de la seudorrepública para asambleas y mítines, algunos de los cuales terminaron en sonados incidentes, como el que reseñamos con anterioridad. La década del veinte y parte de la del treinta fue la etapa más importante del teatro Principal, con posterioridad a la edificación de la nueva sala. Allí estuvieron también los actores del Alhambra encabezados por Regino López; Amalia Sorg, Sergio Acebal, Eloísa Trías, Adolfo Otero; Roberto Gutiérrez (Bolito), la compañía del importante actor y dramaturgo del género vernáculo Arquímedes Pous con la presentación de la obra La resurrección de Papá Montero 23 y los pertenecientes a la generación posterior de actores del vernáculo, Candita Quintana y Enrique Arredondo.24 Sumamente gustado era Ramón Espígul, el rey del chiflido, que en varias ocasiones actuó con su compañía en Marianao. De este célebre actor nos ha llegado la referencia de su actuación el 10 de mayo de 1927 con su Compañía de Zarzuelas y Revistas Cubanas, con las obras Los efectos del ciclón y Delirio de Charleston. 25 Otras obras in- Restos del escenario del Teatro Principal. 27 Revolución y Cultura Pared lateral derecha y par te del techo. Interiores. terpretadas por Espígul fueron Un toque en el Trigémino que aprovechaba el éxito popular de una pieza musical de la época, y Marianao en el año 2000, entre otras. 26 Ramón Gaínza y Pío Luis Machado, estudiosos de la historia de Marianao, nos hablan, entre muchos de los datos que nos aportan, de la actuación de la orquesta de los hermanos Palau, la inolvidable voz de Pablo Quevedo con la orquesta de Cheo Belén Puig, de los cantantes y bailarines del cabaret Sans Souci, entre los que estaba el trío Matamoros. En esos años actuaron en el Principal Rita Montaner, cuya presentación no satisfizo a los concurrentes al teatro por su brevedad, la legendaria comediante Alicia Rico, María Cervantes y la compañía de Mendoza Muñoz con artistas provenientes del teatro Martí, Hortensia Coalla y Tomasita Núñez, acompañadas por Ernesto Lecuona, la declamadora Eusebia Cosme y la soprano Zoila Gálvez, figuras casi totalmente olvidadas a pesar de ser nombres claves de nuestra cultura. 27 La comentarista María M. Garrett nos reporta una información sumamente interesante, la realización en Marianao de una película documental estrenada en el teatro Principal el 31 de mayo de 1922. En el artículo se nos da el nombre del director, Abelardo Domingo. La filmación, dedicada a dejar registrados los festejos del 20 de mayo de 1922 en la localidad, constituiría un material de altísimo valor histórico, lamentablemente no parece haberse conservado. 28 Sabemos de la realización en el teatro marianense de fiestas, concursos y conciertos de la Sociedad de Instrucción, Recreo y Fomento de Marianao, El Porvenir de Marianao, Sol de Occidente y otras cuya ejecutoria como organizaciones sociales y culturales constituyen un capítulo fundamental del devenir histórico de este municipio habanero aún lamentable y no suficientemente estudiado; de «peleas de boxeo celebradas en el Principal; (…) fiestas anuales del colegio La Encarnación –organizadas con el objetivo de regalar ropa, juguetes y golosinas a los niños pobres– en los que las propias alumnas actuaban y cantaban; (…) reuniones de partidos…»29, entre otros diversos sucesos, lo que nos demuestra la Revolución y Cultura 28 evolución de un teatro venido a menos, cuyos patrocinadores se ven obligados a alquilar el local o sostenerlo con funciones baratas y espectáculos menores, destino del que no escaparon otras salas teatrales de mayor categoría y renombre en la urbe habanera. Con el paso de los años el Principal fue siendo gradualmente abandonado. Le cupo el destino del barrio donde se encuentra, humilde y marginado, uno de tantos en una esquina de la periferia de la ciudad, como Marianao, que dejó de ser una ciudad en sí misma para convertirse en un municipio habanero. Con muy pocas y esporádicas funciones teatrales importantes, como la actuación de Paco Alfonso y su Teatro Popular, con la puesta en escena de Sabanimar30 ya en la segunda década del siglo, quedó convertido en un pobre cine de barrio, hasta que fue cerrado en la década de los ochenta. Del Principal quedan en pie sus paredes exteriores, la fachada y el vestíbulo. Aún así este edificio gris y ruinoso sigue siendo para los habaneros de esta zona de la ciudad su teatro. Como lo han sido otros, el Principal es digno de rescate y revalorización. Forma parte de esas pequeñas historias que integran también la historia mayor de la cultura y la nación cubanas. Esperamos v erlo renacer, no como teatro de grandes pretensiones, propósito que nunca persiguió, ni éste que conocemos ni su antecesor, pero sí como centro cultur al, necesario, indispensable para todos. Notas 1 Inclán Lavastida, Fernando: Historia de Marianao, 2da ed, Marianao: Editorial El Sol, 1952. Este título ha sido una de las fuentes fundamentales para la realización de este trabajo. Como textos de referencia sobre los pueblos de temporada en el período colonial y en especial Marianao, y el veraneo como práctica de la burguesía criolla decimonónica, recomendamos Costumbristas cubanos del siglo XIX, (Selección, prólogo, cronología y bibliografía de Salvador Bueno), Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1985, y en especial, los artículos de Cirilo Villaverde: «Estaciones del año», p. 175-177 y de Antonio Bachiller y Morales «Las temporadas», p. 139-144. 2 Iglesia Alvaro de la: Tradiciones cubanas, La Habana: Instituto del Libro, 1969, p. 124-125. «Desde los tiempos de Tacón, él (se r efiere a Pancho Marty) y don Salvador Samá figuraban como personas de gran valimiento y representación en las altas esferas coloniales. Eran elementos enriquecidos en el comercio y por lo tanto por la tradición de la colonia, árbitros de la cosa pública cuya labor empezaba a abrir aquella honda zanja que años después habría de separar para siempre en dos bandos irreconciliables a españoles y cubanos». 3 Leal, Rine: La selva oscura, T-I, La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1975, p. 380. 4 Inclán Lavastida, Fernando: Ob.Cit. p. 41.Este autor no menciona a los autores de estas piezas. Rine Leal, Op Cit. p. 405, habla de una pieza titulada La trenza de sus cabellos, de Tomás Rodríguez Rubí. Es muy probable que se trate de la misma obra. 5 Inclán Lavastida, Fernando: Ob. Cit, p.42. 6 José Baturone, nacido en 1817. Destacado decorador, pintor y litógrafo cubano del siglo XIX. Estudió en San Alejandro. Vinculado al Liceo Artístico y Literario de La Habana, fue allí profesor de dibujo. Colaboró con importantes publicaciones y artistas de la época. Fue uno de los pintores que trabajaron en la restauración del recinto interior y telones del Tacón en 1858. Es uno de los autores, junto a Augusto Ferrán, de una de las obras litográficas más importantes del siglo XIX, el Álbum californiano, aparecido en 1848. Fue uno de los realizadores de la serie de dibujos editada en 1851 «Invasión de Narciso López a la ciudad de Cárdenas en 1850 y su ejecución en la explanada de la Punta, en La Habana», junto a Víctor Patricio Landaluce y Francisco Louis Marquier. Rine Leal (Ob.Cit p. 422) se refiere a Baturone entre los decoradores de teatro de la segunda mitad del siglo XIX como «el más aplaudido». Recomendamos la consulta de la excelente edición de Zoila Lapique Becali: La memoria en las piedras, La Habana: Ediciones Boloña, 2002 y de Guillermo Sánchez y Martínez: Diccionario Biográfico de Artistas Plásticos Cubanos, A-B (inédita), Sala de Arte, Biblioteca Nacional José Martí. 7 Rine Leal incluye en su importante investigación antes citada un dato interesante. En 1860 los teatros fueron clasificados según su categoría para establecer la tarifa de pagos por derechos de autor. El Tacón fue clasificado como teatro de primera clase, al Concha, de Marianao, se le dio una categoría de cuarta, junto a los de Guanabacoa, Regla, Remedios, Sancti Spíritus y Villaclara. Después se establecía una última categoría, Ob. cit I, p. 382. Unos años después, en la década de los setenta, en una nueva clasificación realizada el Concha quedó como teatro de 6ta categoría, Ob. cit II, p. 92. 8 Inclán Lavastida, Fernando: Ob.cit, p. 41-42. El historiador no registra el nombre del autor o los autores de las obras. Suponemos que estas sean dos de los sainetes que tan en boga estaban en la época, género teatral heredero de la tradición que estableció en nuestra escena el teatro vernáculo y el gran actor y autor cubano Francisco Covarrubias. 9 Inclán Lavastida, Fernando: «Apuntes para una Historia de Marianao», El Sol –Periódico– Marianao, 17 de mayo de 1941, p. 1, 3. Esta referencia requiere aún esclarecimiento. Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido nació en La Habana, el 4 de agosto de 1852. Aunque actuaba desde edad muy temprana, en 1863 solo contaba once años de edad. En 1869 parte hacia París y regresa a Cuba en 1877, año en que realiza una gira triunfal por todo el país que concluye en Santiago de Cuba en enero de 1878. Nos resulta llamativa la no inclusión de este dato acerca de su actuación en Marianao por parte de Inclán Lavastida en su Historia de Marianao. En el artículo periodístico que citamos, Lavastida dice textualmente: «Días después (se refiere a una fecha posterior al 25 de octubre de 1863), actuaría en dicho Teatro el gran Brindis de Salas, que alguien llamó certeramente el ‘Napoleón de los violinistas’, cuya función fue auspiciada por elementos representativos de la Habana y Marianao». Armando Toledo Selección, introducción y notas de Presencia y vigencia de Brindis de Salas, La Habana: Letras Cubanas, 1981. 10 Para obtener información sobre las características e integrantes de esta compañía teatral del XIX, ver Leal, Rine, Ob. Cit, II, p. 28-29, Quien también menciona a la Compañía de tipos provinciales, entre otras agrupaciones y actores de la época, cultivadores del teatro vernáculo, que actuaran en el Concha. 11 Declaraciones de Ramón Gaínza, Historiador de Marianao, entrevista realizada el 23 de enero de 2006. Adelina Patti nació el 19 de febrero de 1843, actuó en el Tacón por primera vez en abril de 1856 con solo trece años, regresó a Cuba en 1857 acompañada por el importante compositor y pianista norteamericano Luis Moreau Gottschalk, con quien actuó a lo largo de tres meses por el interior del país. Es probable que como parte de esta gira haya sido incluida la actuación de estos dos relevantes artistas en Marianao. En 1860 la Patti visitaría nuestro país nuevamente. Ver : Francisco Echever ría Saumell: El debut de Adelina Patti en La Habana, (ponencia mecanografiada), Sala de Música, Biblioteca Nacional José Martí. La gran actriz trágica italiana Adelaida Ristori actuó en Cuba entre febrero y abril de 1868. Rine Leal nos dice: «En Matanzas se llegó a pagar cien pesos por un palco y hasta Guanabacoa, Cárdenas y Marianao lloraron con la trágica italiana». Rine Leal: Ob Cit, I, p. 419.Pensamos que la Ristori debe de haber actuado en el Concha como todos los demás artistas de renombre que se presentaron por esta época en Marianao pues ¿con qué otra sala o lugar de mayor prestigio y condiciones contaba Marianao a solo diez años de haber sido fundado este teatro? 12 Inclán Lavastida, Fernando: Ob. Cit, p. 66. En este momento el Capitán General de la isla era Ramón Blanco y Erenas, marqués de Peña Plata, quien gobernó Cuba del 17 de abril de 1879 al 21 de noviembre de 1881. Pensamos que haya asistido al homenaje que en el Concha se le ofreció, sobre todo teniendo en cuenta que había establecido su residencia de verano, según Inclán Lavastida, en Marianao. 13 Inclán Lavastida, Fernando: Ob. Cit, p. 57-60. 14 Inclán Lavastida, Fernando: Ob.Cit. p. 130. «En horas de la noche fué (sic) obsequiado con un banquete y baile en el Teatro, danzando el general una mazurca con la bellísima Lucía Echarte y un zapateo con la adorable vecinita de Guatao, Marina González.» 15 Para el estudio del proceso de reemplazo o cambio de nombres que sufrieron innumerables instituciones, calles, parques y sitios dedicados a los más diversos fines, a partir de la derrota de España y la instauración de la República neocolonial en Cuba, como estrategia de adaptación al nuevo contexto político, remitimos al lector a la excelente investigación: Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902, de Marial Iglesias Utset. 16 Todas las citas de Ramón Gaínza provienen de la misma fuente. Sobre el Concha en este período se cuenta con una reseña periodística que se refiere a la asistencia en 1905 de la hija del presidente Teodoro Roosevelt a una función que en su honor se ofreció con la compañía de la actriz Esperanza Pastor y una obra de muy curioso título: La peseta enferma. Material de prensa fotocopiado perteneciente al Centro de Documentación del Museo Municipal de Marianao. (Sin identificar). Incluimos esta información como un interesante dato que necesita aún esclarecimiento. 17 Tenemos referencias de más de una actuación de Fregoli en Marianao. El Sol, 7 de septiembre de 1913; 7 de noviembre de 1920. María Cristina Valle Valle, El periódico El Sol como reflejo del ámbito político y sociocultural del municipio Marianao, entre 1908 y 1933. (Investigación inédita). p. 78. 18 EL Sol, Marianao, 28 de Agosto de 1926, pp.1; 4 de septiembre de 1926, p.1, 4. 19 La articulista María M. Garrett, (Maria Isabel Martínez), colaboradora de importantes publicaciones periódicas de la época y considerada la primera mujer cronista de cine en Cuba, era la encargada de escribir la sección «Apuntes del cinema» en el periódico El Sol. Tres años antes del derrumbe del teatro escribe. «Desde luego que el Teatro Principal, tuvo en la época de los millones su brillante temporada en que para poder ir a ver una película había que pedir el palco con dos o tres días de anticipación, pero, en esa época fue (sic) cuando Rey (se refiere al empresario Constantino Rey) lo reedificó, y gastó bastante dinero para poner nuevo todo el maderamen que se encontraba en mal estado y hacer más presentable el Teatro en general. Luego reedificó toda la fachada, y hoy luce muy bien este Teatro nuestro que tiene el aspecto pretencioso de un gran Teatro en sus días de gala, dado que su construcción es al estilo de los Teatros de escena legítima, y no simplemente salón de cinema». Acto seguido se lamenta de que aún así las familias de Marianao preferían los cines de La Habana. El Sol, 5 de agosto de 1923, p. 3. 20 El Sol, 21 de mayo de 1927, p. 3 21 María M. Garrett: «Apuntes del cinema» El Sol, 31 de julio de 1921, p. 8. 22 Declaraciones de Ramón Gaínza. 23 Declaraciones de Ramón Gaínza. El semanario El Sol, anuncia la actuación de los actores del Alhambra Sergio Acebal, Eloísa Trías y Robreño (no incluye el nombre) para la función del 9 de mayo de 1922, aunque no aparece ninguna reseña o artículo en números posteriores que nos informe acerca de la realización de la función anunciada. En el mes de agosto de 1929 el semanario sí reseña la actuación de estos artistas junto a Pancho Bas, Hortensia Valerón, Amalia Sorg, Dulce María Mola, un actor o actriz de apellido Sevilla y la presencia del dramaturgo Federico Villoch; y se anuncian para septiembre los estrenos de El ner vio trigémino, La Habana sin Rudo, La carretera central y El Día del loco. Adolfo Otero actuó en el Principal en agosto de 1923. Ver El Sol, 19 de agosto 1923, p.8. La compañía de Arquímedes Pous ofreció varias funciones en el mes de octubre de 1924. Ver El Sol, 19 de octubre de 1924, p. 4. María Cristina Valle Valle: El periódico El Sol como reflejo del ámbito político y sociocultural del municipio Marianao, entre 1908 y 1933. S/F (Investigación inédita). p. 79. 24 Declaraciones de Ramón Gaínza. 25 Valle Valle, María Cristina: Ob. Cit .p.79. Ramón Gaínza, fuente antes citada. 26 Declaraciones de Ramón Gaínza. 27 Declaraciones de Ramón Gaínza y Pío Luis Machado en entrevista anteriormente citada. Rita Montaner actuó en el Teatro Principal el 6 de diciembre de 1928. Unos días antes el 8 de noviembre se presentó con un rotundo éxito la actriz Alicia Rico. Del maestro Lecuona con letra de Gustavo Sánchez Galarraga se llevó a escena en esta sala la zarzuela El Cafetal , en el mes de mayo de 1930; y María Cervantes se presentó junto a los artistas del Martí, en los meses de abril y septiembre de 1932. Ver : María Cristina Valle Valle. Ob.Cit., p. 79. 28 Garrett, María M: «Marianao a través del lente cinematográfico». El Sol, 4 de junio de 1922. Abelardo Domingo (padre) fue uno de los camarógrafos y realizadores cubanos más importantes del período. Estableció en La Habana su propio laboratorio cinematográfico. En él se procesaron muchas producciones del momento, entre ellas un filme documental realizado como propaganda del régimen de Gerardo Machado, en 1925. Colaboró con importantes realizadores como Ramón Peón y el norteamericano Richard Har lam. Ver : Arturo Agramonte: Cronología del cine cubano, La Habana: Ediciones ICAIC, 1966; Raúl Rodríguez: El cine silente en Cuba, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1992; Arturo Agramonte y Luciano Castillo: Ramón Peón. El hombre de los glóbulos negros, La Habana: Ciencias Sociales, 2003. No hemos encontrado referencia en estos textos a este filme realizado en Marianao por Abelardo Domingo. La investigadora María Cristina Valle Valle en su investigación citada nos informa: «Desconocemos su destino, ya que según se nos ha dicho en el ICAIC no se conserva.» p. 82. 29 Valle Valle, María Cristina: Ob.Cit. p. 80 30 Ramón Gaínza. No se ha podido precisar con exactitud la fecha en la que actuaron en el Principal. 29 Revolución y Cultura Guillermo Fernando López Junqué (Chinolope) Sus trabajos fotográficos han aparecido en publicaciones como Life, Time y Paris Match en la década del cincuenta. A partir de 1959 trabajó para las revistas Cine Cubano, La Gaceta de Cuba, Revolución y Cultura, Casa de las Américas, El Caimán Barbudo, Unión y Opus Habana. Realizador de microdocumentales y video clips. Su obra fotográfica sobre figuras destacadas de la cultura cubana, como Alicia Alonso, José Lezama Lima y Virgilio Piñera, ha sido llevada a exposiciones y a libros. Recibió en 2002 el reconocimiento del Ministerio de Cultura por su destacada contribución a la cultura nacional. Revolución y Cultura Chinolope Lo NUEVO con lo familiar oda obra es el producto de muchas obras. Muestra cómo la realidad se ha desprendido de lo que ha sido ya dicho. Pero cuando la técnica se hace innovación en sí misma, estamos frente a la decadencia; considero que las innovaciones técnicas son legítimas en la medida en que respondan a una necesidad. En la fotografía difícilmente logramos demostrar todo lo que nuestra intuición cree haber visto, es el mundo de la relatividad, desde baterías de azúcar, donde la energía se extr ae de este alimento, hasta en el mundo de las relaciones, que crea miles de necesidades: perecemos por lo mismo que nos imaginamos, que vivimos las verdades de la fotografía; vives hoy porque el mundo es inesperado, como en los rollos de película, que han tenido que ceder ante las digitales (compact flash) y trabajamos por el mundo fenoménico de otras tecnologías, esperando a la realización de una experiencia significante, lo que no es ajustarse a las limitaciones impuestas por la experiencia, sin este misterio, la realidad es inconcebible para explicarnos la necesidad de fijar lo mutable, nos aseguraba la felicidad en este mundo y la máquina fotográfica la inmortalidad del alma. 30 Estrangulado por estas vicisitudes y frente a una ciudad como La Habana, que está hecha de intersecciones, opto por las esquinas. Es el lugar donde se encuentran las coincidencias y diferencias que la integran, identifican, y donde se clasifican en un doble proceso de extrañamiento y de familiarización, las nociones de sitio y espacio. Por eso me interesaban las esquinas, no solo como espacio, sino como verdadero lugar que permanece mezclado y ambiguo… Sin imagen fotográfica no hay texto; de la realidad inmediata, perderse en una ciudad como La Habana es conocer el comportamiento de la luz; el fotógrafo con sus medios cambia las fuerzas materiales, y en el curso de hacerlo, se cambia a sí mismo. Nuestra misión como fotógrafos, de ver repetirse continuamente las mismas cosas, es que la foto se vuelva verdad, que alcance su propia novedad interna. Es cultivar la vida individual y colectiva, ¡lo que vale para el individuo, vale para el pueblo! Si no se observa atentamente el estatus del creador y su desarrollo constante, no habrá cultura posible al futuro, que permita a una nación de seres humanos seguir viviendo en un mundo de intercambio global. 31 Revolución y Cultura La máscara nuestra de cada día Amalina Bomnin l afán del hombre durante todos los tiempos por escalar peldaños dentro de la sociedad, muchas veces ha ido acompañado de las más flagrantes miserias humanas: simulación, doble moral, traición, corrupción, prostitución, por mencionar las más comunes. El campo artístico ha comentado sobre el tema desde todas sus manifestaciones y en cada una de ellas la máscara ha sido un elemento recurrente para activar la reflexión. De ella se sirve José Luis Lorenzo al armar su discurso aleccionador donde lo humano se torna animal o viceversa; y que nos sirve para encarar las flaquezas que por siempre nos acompañarán. Siempre interesado en los mitos, este artista ha acogido de manera muy especial el de la insularidad para hablar sobre temas candentes de su realidad inmediata. Es un eterno inconforme con la situación del cubano, pero su diatriba va dirigida hacia lo que frena la utopía desde dentro de ella misma: la autocensura, la dejadez, la pérdida del sentido de pertenencia, por parte de los ciudadanos que aspiran a una sociedad mejor. Constantemente nos hace jugadas de engaño. De ahí que prefiera parapetarse a través de sus personajes con máscaras para hacer comentarios de índole cultural, ecológica, social, y política. Graduado de la Escuela Profesional de Artes Plásticas «Carlos Hidalgo» en Pinar del Río, recuerdo que Crítica de arte. Especialista del Centro de Artes Visuales de Pinar del Río. Corresponsal de la revista Artnexus en Cuba. El Pensador (detalle I), de José Luis Lorenzo Díaz. Estiercol y saco de yute, dimensiones variables, 1998. Revolución Revolución yy Cultura Cultura 32 32 tanto él como Elvis Céllez eran los preferidos de la primera graduación de la institución, después que ésta reiniciara su trabajo en el año 1993. Desde entonces se proyectaba como un alumno inquieto y con una notable capacidad de trabajo. En sus inicios comenzó a mostrar sus obras incluso fuera de los habituales espacios expositivos. La fábrica de ron «El Valle» fue uno de los lugares intervenidos para exponer algunas de sus pinturas, en un intento por tornar más accesible el arte a los ojos de la gente. Esta acción llevó por título Mito y realidad. Lorenzo ha incursionado en lo pictórico, lo escultórico, lo instalativo y lo gráfico con similares resultados, aunque en el último de los géneros ha logrado depurar más su técnica, restándole sólo replantearse sus contenidos en aras de hacer más enjundioso el discurso. Todo su quehacer ha estado mar cado por un interés en subrayar el drama que implica la sobrevivencia en la isla; enfatizado a través de la zoomorfización de sus personajes y la utilización de materiales naturales, pobres y reciclados, en muchas ocasiones, de sentido escatológico. Asfaltil, sangre, estiércol de caballo, tierra, yute, tronco y tripa de palma, le sirven para movilizar la reflexión en torno a lo precario. Una de las primeras piezas del autor que causara sensación dentro del contexto pinareño fue la instalación El pensador, que luego se exhibiera en el Centr o de Arte 23 y 12 en la capital. La misma consistía en una versión monumental de la obra del mismo título realizada por Rodin. En la pieza de Lorenzo el meditador personaje lleva cabeza de equino y ha sido confeccionado y vestido con materiales pobres, como es usual en su poética a la hora de abordar los volúmenes. El estiércol de caballo colocado alrededor del personaje connota el sentido parodiador de la pieza, a la vez que recontextualiza sus significados dotando al sagrado animal de ambivalencia sígnica: poder y detritus. La omnipresencia del caballo unida a su precariedad carga de innumerables lecturas a esta propuesta. Con ella ganó varios lauros gracias a la espectacularidad de la representación. La máscara que a través de la historia ha sido usada con fines religiosos, festivos o culturales es retomada por José Luis a la usanza de la antigua cultura romana. En sus orígenes ésta era llevada por los actores en los cortejos fúnebres para que se reconociera y recordara el rostro del difunto, y luego comenzó a usarse por éstos para representar fielmente en sus obras los rostros de los personajes históricos que estaban interpretando. Con el tiempo se adoptó su uso en las fiestas saturnales en Roma, y se les comenzó a usar con carácter festivo, dando lugar a su utilización en los carnavales. En las historias de este artista los personajes aparecen con cuerpos antropomorfos y rostros de animales: de perro, gato, ave, tiburón, cocodrilo, gallo, oveja, por sólo mencionar algunos, en franco comentario sobre actitudes reprobatorias, en unos casos, y en otros como espectador cómplice sin espacio para censurar. Los primeros años en la carrera del artista han transcurrido, sobre todo, abordando la instalación y la pintura, y dentro de la primera tendencia ha conseguido resultados felices con otras tres piezas que deben resaltarse además de la mencionada: El séptimo elemento, Apología de la abundancia, y Tres banderas (Homenaje a Jasper Johns). Las dos últimas mantienen la monumentalidad que ostenta El pensador, en virtud de comentar incisivamente acerca de tópicos caros a la inmediatez del cubano y su contexto socio-político. En ambas, la herradura se constituye en elemento recurrente portador de disímiles significados. Entre ellos, uno de los más cercanos es el conjuro de la suerte, relacionado con la creencia popular de que ésta es propiciadora de buenos augurios. En Apología…Lorenzo construye un cuerno inmenso con sacos de yute y herraduras. Dentro de éste coloca un monitor de televisión a la vista de todos proyectando imágenes repetitivas de los productos usuales en la alimentación del cubano, y que constantemente se promueven en televisión: carne de cerdo, granos, viandas, vegetales, tratados con to- nalidades sepias. El primer problema diario a resolver por los cubanos es ganar el sustento, que alcanza apenas para comer. Un tema tan cercano es abordado con sarcasmo al hablar de abundancia. Para muchos puede parecer una crítica mordaz acerca de las carencias de toda índole que pueden existir en un país bloqueado e inmerso en un «período especial» donde el alimento diario del cubano está limitado en calidad y variedad; pero realmente su reproche se dirige hacia la falta de iniciativa y «responsabilidad individual» de las personas que se benefician de un «Estado Paternalista». Y en el caso de Tres banderas la herradura vuelve a adquirir protagonismo. Composición similar a la del norteamericano pero a escala monumental, y confeccionada sólo con herraduras. Fue premiada en el Salón «20 de octubre» de ese año y luego participó en el Salón de Premiados en La Habana. Constituye un homenaje a la resistencia y un conjuro a favor de la identidad cubana. Quizás las mejores propuestas de Lorenzo estén planteadas a través de la pintura. En los primeros trabajos para remarcar la lucha por la sobrevivencia hacía énfasis en el carácter grotesco de sus personajes, los cuales procedían, sobre todo, de la mitología griega, pero metamorfoseados por el artista en híbridos con cabeza de animal y cuerpos antropomorfos. De manera similar a como ocurre en el teatro les coloca a estos protagonistas sus vestuarios, aunque en ocasiones aparecen desnudos en un comentario sobre el duro bregar de la vida en sociedad. Personajes que traicionan, que dimiten, que son comprados, que se prostituyen, que profanan, que mienten por placer, abundan en las telas y toda la producción de Lorenzo. Su discurso mantiene un rasero ético desde sus primeras incursiones. Quizás ya vaya quedando agotada la propuesta que ha explotado a partir de las manifestaciones mencionadas y se imponga la búsqueda de nuevas líneas de trabajo que aporten diferentes reflexiones. Tres banderas (homenaje a Jasper Johns), de José Luis Lorenzo Díaz. herraduras, 400 x 260 cm, 2003. 33 33 Revolución Revolución yy Cultura Cultura Las feminas y el culto Priapal, grabado de José Luis Lorenzo Díaz. Experimentación gráfica, 65 x 80 cm, 1998. Varias piezas merecen ser reconocidas dentro de su creación pictórica: No nos dejes de ampar ar, Paradoja de la ausencia, Metamorfosis interrumpida, El pescador de sueños, y El difícil arte del marionetero, pertenecientes a una primera etapa de trabajo; y dentro de las más recientes cuentan: Mal tiempo y Un grano de maíz, éstas últimas con un cariz humorístico no usual en la obra del artista. Cada una de ellas tiene el mérito de la síntesis y la sutileza, además de no estar exentas de lirismo, porque quien conoce a Lorenzo puede apreciar en él a un hombre entusiasta y creyente en las utopías. Con el grabado le sucede que ha logrado esmerarse formalmente obteniendo en este sentido mejores resultados. Son piezas más limpias y con un dibujo minucioso. De manera similar se aprecian transformaciones en la pintura. Si en las primeras predominaban las tonalidades ocres, en las de ahora se advierte un apego al color que las vuelve más iluminadas. El tono crítico de los inicios se va tornando menos grave para dar paso a uno más lúdico. Otro aspecto que ha caracterizado a sus incursiones pictóricas sobre tela o yute han sido las texturas, logradas a través de la mezcla de materiales diversos, incluso extraartísticos. Su más r eciente muestra Probando fuerza, conformada por experimentaciones gráficas, en la Casa Oswaldo Guayasamín, resultó de lo más logrado dentr o del quehacer del autor, quien hizo gala aquí de un dibujo excelente y un nivel de sugestividad en los planteamientos no experimentado en exposiciones anteriores. Una serie de actitudes habituales en su contexto, que se manifiestan a través de las relaciones sociales de poder, son puestas en tela de juicio bajo el prisma pasional del cubano, dado a los extremos a la hora de actuar y v alorar. Cada trabajo escenifica una situación diferente donde los personajes compiten y se arriesgan pulsando sentimientos de todo tipo: placer, lascivia, lástima, abyección. Son personajes en situaciones límite, y Lorenzo acostumbra a erotizar las escenas recordándonos cómo el carácter voluptuoso del cubano mediatiza cada una de sus acciones, a la vez que garantiza un público para sus piezas. Revolución y Cultura 34 34 El autor, quien tiene a su favor el trabajar diariamente muchas horas, ha logrado pulir su dibujo que antes adolecía de problemas de definición en las líneas, deficiencias en los escorzos y alguna que otra pifia en las proporciones de sus personajes. Ahora se proyecta con limpieza en el trazado y con un nivel de perfeccionamiento en los efectos de valor y tono que contribuyen a potenciar el dramatismo de las escenas. Su propuesta resulta un compendio de actitudes humanas, generalmente abordadas con erotismo y humor, quizá porque son las dos posiciones más habituales en el cubano, tan acostumbrado a revertir sus conflictos en situaciones favorables. Y Lorenzo lo consigue con perspicacia, colocándose incluso él mismo como termómetro de éstas contingencias. Con su propuesta parece recordarnos: ¿Qué cubano que es no es voluptuoso? ¿Qué cubano que es no es humorista? ¿Qué ha sido la historia de la civilización sino la lucha por el poder? El poder en las relaciones interpersonales, a nivel social, cultural, político, se consigue en ocasiones por la fuerza, otras sutilmente; pero Lorenzo quiere hablarnos de la primera opción, de la más primitiva y violenta, de la que generalmente impera a pesar de que nos consideramos cultos, independientemente del contexto en que se desarrolle el ser humano. La impronta de lo pedestre y precario domina en estos planteamientos, enrumbando la reflexión alrededor de los valores humanos, puestos en tela de juicio todo el tiempo. Hay grabados que resaltan dentro de la muestra por sus contrastes tonales y de valor, aspecto que define mejor la tensión de las historias. Probando fuerza, Las féminas y el culto priapal, Sustracción, Uno y más, Divergencia de la metamorfosis y Dieciocho y más confirman la superioridad en la ejecución técnica de este género por encima del resto de su producción. No por gusto Lorenzo ha sido ganador en tres ocasiones del Premio Cubaneo que otorga anualmente la Casa-Taller P edro Pablo Oliva a las mejores propuestas de artes plásticas en la provincia, además de haber recibido varios lauros en salones provinciales y nacionales. Su obra se ha expuesto fuera de Pinar del Río en el Centro de Arte 23 y 12, Galería La Acacia, Villa Manuela, CENCREM, Centro de Desarr ollo de las Artes Visuales y otras galerías del circuito de la capital. En los últimos años su quehacer se ha estado moviendo indistintamente dentro de la pintura y el grabado, apreciándose una evolución notable tanto en lo formal como en el abordaje de los asuntos, dirigidos ahora hacia una perspectiva que rebasa lo local. Probando fuerza ha venido a consolidar su imagen de artista infatigable, hacedor de fábulas capaces de hacernos cuestionar nuestra reciedumbre ante las pruebas que nos depara el destino. CROMO El P ensador, obra de José Luis Lorenzo Díaz. Estiercol y saco de yute, dimensiones variables, 1998. Apología de la abundancia, obra de José Luis Lorenzo Díaz. Herraduras, saco de yute y equipos de TV video, dimensiones variables, 2001. 35 35 Revolución Revolución yy Cultura Cultura Instrucciones para alimentarse Carlos Carlos Leandro Teresa Melo * La fé eterna, óleo / lienzo, 2007. o en aleaciones más vulgares. Están ahí para nuestro uso como cualquier otro objeto creado por y para el ser humano en su cotidianidad, y por ese mismo destino utilitario dejamos de percibirlos. Ello hace más intenso el sobresalto al descubrir que el reflejo de un tenedor puede ser una palma, que las islas son a veces amenazadas por huracanes dentados y que es posible en cualquier fecha asistir a nacimientos espinosos y raros equilibrios. Entrar al territorio que es la poética de Carlos Suárez supone el peligro de creerlo real. No puede el espectador sentirse menos alerta porque lo que llegue a él sea sólo el vislumbre de un espacio apacible, que no supone estos metales desgastados por el uso, o brillantes en su plenitud, junto a las vasijas oxidadas que encontramos entre desechos humanos, reutilizadas sin otra bondad que no sea dejarnos creer que fueron inventadas para ser símbolos de nuestro devenir. La mar en quietud no muestra lo que esconde atr avesando sus márgenes, ni puede saberse dónde coLa tendedera, óleo/lienzo, 130 x 80cm, 2008. mienza su límite apeligrado y dón- o puede menos que ponerse en larga fila memoriosa los muchos tipos de cubiertos y vasijas metálicas que pueden utilizarse en el transcurso de una vida: en filigranas de plata N Revolución y Cultura Revolución y Cultura 36 36 somos entonces en el universo de esta isla apenas descubierta, apenas en los planisferios por un utensilio dentado? Cuál brillo sino este es el que permite que nos veamos el rostro en la superficie cóncava?. Nosotros: la mesa y el alimento a la vez. Y para completar el juego en que hemos entrado, recibimos tenues destellos de las flechas que marcan el camino. Hacia un lado, la sencillez del símbolo. Hacia el otro, la posibilidad de apropiarnos de él convertido en brújula. No sé si estos sean los únicos alimentos visibles en el menú desplegable. Tomo la palma en sombra convertida y la afianzo en la mano. Tomo las flores dentadas como único adorno de la mesa. Tomo el cuerpo de acero de la isla y comienzo a comer. * Poeta, editora de la revista Cúpulas, del Instituto Superior de Ar te y de la Editorial Oriente en Santiago de Cuba. Recibió el Premio de la Crítica en 1999. Ha publicado El libro de Estefanía, en 1988 y El vino del er ror, en 1989 y Las altas horas (2003), con el cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén. La razón del equilibrio II (díptico, detalle), óleo / lienzo, 2008. de termina el nuestro. Ramas salvadas por nueva arca anuncian la naturaleza construida desde el molinillo de café. El acero que suponemos indestructible se convierte en verde anuncio de sueños más frágiles. Con cada puerta abierta accedemos siempre a otra que debemos abrir, sin que tengamos más que la leve sospecha de que hemos entrado a un juego interminable. ¿Qué somos nosotros en el mundo amenazado? ¿Piezas por reinventar? ¿Acaso imaginería, pálpito, arenisca? ¿O padecemos el sino de lo que no se destruye aunque lo corroan siglos de salitre? Recreo ese instante ya visto en que entraré a un sitio engañosamente florecido para descubrir flores de sal y herrumbre en jarros de apagado esplendor. Se ha de apartar la cortina velada para que sea posible la visión fidedigna. Visión y fe eterna. ¿Qué La muerte de Marat, óleo /lienzo, 2008. 37 37 Revolución y Cultura Revolución y Cultura Van Gogh, 2004. Autorretrato 5, septiembre de 1997. (Dibujo hecho durante una grabación de un programa de Tv de «Mayra Saucedo, Televisa»), técnica mixta sobre papel. 51.2 x 66.2 cm. Revolución y Cultura Revolución y Cultura 38 38 Cuevas en la CASA Adelaida de Juan omo parte de la edición cuarenta y nueve del Premio de Literatura Casa de las Américas, se ha inaugurado en su Galería Latinoamericana una importante muestra de José Luis Cuevas. Grabados, dibujos y esculturas realizados entre 1991 y 2007 llenan los espacios de la Galería en una exposición representativa de la prolífica labor del mexicano, quien la tituló «A La Habana me voy». No me parece azaroso ni meramente descriptivo el título seleccionado por el artista, conocido no solo por su expresión plástica sino también por sus piezas literarias (recordemos su libro autobiográfico significativamente titulado Gato Macho, y la columna periodística Cuevario, que mantuvo durante más de dos décadas). Por escogida y formación un hombre actuante en el mundo de la cultura, ha hecho ingresar en sus variadas expresiones plásticas alusiones provenientes del acervo de diversas culturas, así como del ámbito popular de las ciudades contemporáneas, de las elaboraciones nacidas del pueblo ancestr al de su país y del mundo que permanece por lo general anónimo en las producciones culturales. En esta misma exposición, por ejemplo, conviven imágenes de los marginados, de «Las cortesanas» (aguafuertes de 2002), y, siendo Cuevas, están presentes, por supuesto, los autorretratos, a veces acompañados manifiestamente por «esperpentos» (dos dibujos hechos en Sevilla en 1991) o «autorretratos como Raskolnikov» (dibujos de 1969). Menciono así solo un aspecto de la riqueza referencial de la incesante labor del maestro mexicano, quien también incorpora modos que a la distancia permiten rastrear su ámbito en las ricas culturas precolombinas de su país (pienso sobre todo en los ocho grabados en madera realizados en Barcelona en 2005, que tituló «Sobre la vida»). Hace ahora exactamente medio siglo de la famosa carta que Cuevas, entonces de veinticuatro años de edad, escribiera a Fernando Benítez, con el expreso deseo de que la publicara en el suplemento México en la cultura que él dirigía en el periódico Novedades. La epístola como tal carecía de título: Benítez la publicó bajo el rubro «Cuevas. El niño terrible» y el texto, que salió a la luz el 8 de abril de 1958, ha venido a adquirir fama sobre todo por la frase «La cortina de nopal» allí incluida. Cuevas traza una caricatura del conformista y se pinta a sí mismo como enemigo de la vulgaridad, el adocenamiento y el lugar común. Narra la historia del joven pintor que se ha acomodado y se siente protegido «dentro de una cortina que no llamaremos de humo sino de nopal». Cuevas da voz así a una de las corrientes de la pintura mexicana contemporánea, conocidas bajo el título genérico de Ruptura, las cuales reaccionaron frente a la hegemonía y el oficialismo del muralismo del momento, en la búsqueda de estilos personales de expresión a tono con los códigos internacionales. A partir de entonces, «Cuevas, el niño terrible», no ha cesado de participar activamente en las indagaciones y la producción de obras siempre incitantes por el impacto conceptual y el uso de diversos medios expresivos. Se ha señalado la variedad de las fuentes nutricias de su incesante elaboración plástica. Provienen no solo del mundo visual y conceptual de las civilizaciones prehispánicas, que ya he apuntado, y de las artes plásticas de mayor contemporaneidad, sino también de cierta línea de la literatura mundial –he mencionado su identificación con Dostoievski–, y Kafka –que provocó un notable texto de Carpentier en 1960–, de algunos maestros de la cinematografía, y de ciertas figuras de esa línea expresiva en las artes visuales que Fernández Retamar acertadamente denominó «visceral», al inaugurar la presente muestra. No es, pues, azaroso que la mayor pieza bidimensional de la exposición sea precisamente el grabado (aguafuerte y aguatinta) de 2004, que lleva por título «Van Gogh». El rostro del gran holandés –interpretación, que no retrato tradicional– se destaca en negro contra el fondo amarillo tan reiterado en las obras de Vincent. Profesora de la Universidad de La Habana. Sus libros más recientes son: Paisaje con figuras (2005) y Abriendo ventanas 2006). Imágenes: Cor tesía del Depar tamento de Ar tes Plásticas de la Casa de Las Américas 39 39 Revolución y Cultura Revolución y Cultura Líneas de marcada fuerza ofrecen el rostro que culmina en amplio tocado. Nos provoca con sus decisivos trazos la reflexión y el recuerdo del atormentado suicida frente al campo de trigo inundado por las tonalidades gualdas. Debo señalar también de particular impacto en este manifiesto expresionismo, uno de los apuntes realizados en Sevilla en 1991. Me refiero al «Retrato al natural de moza vieja», en el cual la mirada fija de la mujer resulta alucinante en ese rostro cruelmente trabajado por el tiempo. Si considero el grabado «Van Gogh» como la pieza clave de la obra bidimensional expuesta, debo confesar que las esculturas, de 1997, se lle van gran parte de la atención admirativa de toda la exposición. Inicialmente, me vino a la mente la frase de Martí cuando r eflexionó en 1875 sobre el parisino Teatr o de la Ópera. Escribió entonces el Maestro que «Grandor no es grandeza». En efecto, los bronces expuestos por Cuevas son de pequeño formato si se ha de atender a sus dimensiones físicas. Pero la impresión a partir del inicial contacto visual, nos lleva al convencimiento de que son figuras del todo monumentales. La relación de planos, la conjugación de volúmenes, la manera de imbricar los diversos elementos de las figuras, apuntan todas al carácter majestuoso de las esculturas de gran formato. Después supe que lo exhibido son maquetas de obras ambientales de dimensiones monumentales. Están agrupadas bajo un título genérico: «Animales impuros», tema recurrente pues también se muestra un grabado al aguafuerte y aguatinta, de 2003, que reitera ese título mientras se centra en un elemento importante en la composición de una de las esculturas, «La silla». Estos bronces son todos antropomorfos y juegan, en su solidez, con el ritmo y el balance ofrecidos por la posición de las piernas que sirven de soporte. Otra característica notable en estas piezas es la atención prestada a la pátina de sus superficies. Invitan, más aún, incitan, al recorrido táctil, al contacto real, físico, con los planos curvos que las conforman. Me confió Beatriz del Carmen Cuevas, pintora y directora del Museo José Luis Cuevas, que tal característica facilitaba a los invidentes el recorrido identificador de las piezas. De hecho, esta antológica exposición permite asomarse al proceso creador de Cuevas. Del mismo modo que un grabado se centra en el elemento decisivo de una de las esculturas, como ya he mencionado, un dibujo en tinta y acuarela, de 1991, nos ofrece el boceto de la escultura monumental que recibe a los visitantes al Museo José Luis Cuevas de México: «La Giganta» que ahora podemos admirar fue esbozada en Sevilla en 1991. (De ella ha dicho el propio Cuevas que es «obra señera de la escultura mexicana del Siglo XX, desde lo alto de sus ocho metros parece mirar al infinito».) Estos atisbos, suerte de testimonios de un «work in progress» que Cuevas nos deja compartir, permiten una visión aún más comprensiva de su proceso creativo. Hemos tenido, pues, el privilegio de incorporar a nuestra apreciación enriquecedora la obra de uno de los indiscutibles maestros del arte contemporáneo. Autorretrato como Raskolnikov 2, 31/XII/ 1969, tinta y aguada de tinta sobre papel, 58.4 x 19 cm. Revolución y Cultura Revolución y Cultura Datos tomados de: Teresa del Conde, Una visita guiada. Breve historia del arte contemporáneo de México, 2003, y Museo José Luis Cuevas. Exposición conmemorativa de los xv años del museo [2007]. 40 40 Mariano: el artista todo el tiempo Jaime Sarusky n una de las sesiones de trabajo con el pintor Mariano Rodríguez, en los días cercanos a la retrospectiva de su obra, que se expuso en los primeros años de la década de los ochenta, y de la que tanto hablarían los espectadores que asistían a la Galería Haydée Santamaría de la Casa de las Américas, acudió a un ejemplo muy revelador de cómo se conjugaban en él, sabiamente, el hombre y el artista. Aquella mañana, en su apartamento de un alto edificio del Vedado que dominaba a la ciudad y al mar nuestro de cada día, se dirigió al refrigerador. Luego, nos sentamos ante una mesa, destapó las cervezas bien frías y las sirvió. La escena tenía visos de todo un ritual. Mientras a mí me servía en una jarra de barro, para él lo hacía en un vaso alto, de cristal. Tuve curiosidad por saber el por qué de tan marcada distinción y se lo pregunté. – Porque yo necesito ver los colores de la cerveza, de la espuma que crece y oscila sobre la capa dorada, y contemplar también las gotas frías prendidas o resbalando en el vaso. Me regodeo con todo eso. Lo disfruto. Verdaderamente lo disfruto . Y en ese momento se me hizo más transparente la confesión que me había hecho días antes: el pintor en él estaba activo todo el tiempo y no a ratos. Era su manera de ver las cosas, a las gentes, al mundo. Recordé que en los primeros encuentros que tuvimos me contaba los escalonados pasos que desde niño lo fueron lleva ndo a descubrir y a hacer del arte una razón de ser. En 1916, al cumplir cuatro años de edad, los padres decidieron irse de vacaciones a Islas Canarias. Pero ese verano se prolongó tanto que permanecieron en aquellas islas, de donde era oriundo el padre, durante cuatro años. Antes, al emigrar a Cuba, lejos de seguir la vieja tradición de muchos canarios de arraigarse en la agricultura, prosperó en La Habana, con un comercio en la calle Muralla y supo fundar extensa familia con su esposa cubana, también hija de español. La primera imagen que Mariano recordaba, relacionada con la pintura, era la de la madre, pincel en mano. Vestía una bata azul de pintas blancas y un gorro que le cubría los cabellos para no mancharlos. Debía tener mucha concentración frente al lienzo en blanco porque, además de Mariano, también reclamaban su atención sus cuatro hijas mayores, y Aníbal, el menor de todos. Como era de suponer, seguía los patrones de los clásicos. Menocal y Romañach habían sido sus maestros. Parece que Marianito, ya desde niño, era muy inquieto. Y uno de los antídotos más eficaces consistía en sentarlo, poner en sus manos una caja de lápices de colores y unos cartones para que se entretuvier a; es decir, para que se portara bien, allí, con el mar a la vista desde la casona familiar. Dibujaba, constantemente dibujaba y pintaba barcos y botes, veleros y algún espigón más lejano. Ya desde entonces, intuitivamente, los colores le atraían. Sólo así se explica que domingo tras domingo siguiera a los militares que iban a misa con los uniformes de gala que tanto le gustaban y que él describía así: kepis charolado con gris encima y un plumón en azules prusia que se destacaba, y las franjas en rojo o en verde, según el arma. 41 41 Revolución y Cultura Revolución y Cultura Antonio Gattorno. Mujeres junto al río, óleo sobre tela, 193 X 117 cm, 1927. En 1921 las llamadas «vacas flacas» ya presagiaban la oscura época que se abatiría sobre la economía cubana y que influiría en las estrecheces de la familia. Sin embargo, se produjo el regreso, y había que ver aquello: el padre cargado de criados, dos perros fox-terrier y cuarenta, canarios que había comprado en Barcelona. En la casa grande de La Víbora crecerían el niño, el adolescente, el joven Mariano Rodríguez. En el patio se multiplicaba la imagen que lo seguiría, al hombre y al artista, durante casi toda su vida: la del gallo, porque allí retozaban y convivían unas cincuenta o sesenta gallinas con sus gallos catalanes. Él no recordaba si fue en 1924 ó 1925 que ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza. Mientras los profesores explicaban la lección de Matemáticas o Historia, él dibujaba. Por supuesto que prefería la clase de Dibujo. Desplegaban láminas que los alumnos copiaban y él se veía envuelto en las cuerdas de su imaginación: fragatas devoradas por el fuego, tempestades que las hacían naufragar y otras inventivas. No olvidaba tampoco que las caricaturas y los retratos de las cabezas del Padre Alfonso y del Padre Damián lo divertían mucho. Desde muy temprana edad fue bastante independiente. Con diez u once años, la madre ponía en su mano unas pesetas y con su consentimiento se iba al Víbora Park a ver los juegos de pelota de los amateurs. Pero conservar esa independencia le costaba trabajo, porque el padre seguía empeñado en que fuera abogado o comerciante y siempre se opuso a que anduviera mataperreando en la calle cuando no tenía clases. Se lo llevaba entonces a su oficina y él ganaba el tiempo dibujando. Ya de regreso, le comentaba a la esposa: «Ahí estaba tu hijo pintando machangos.» Revolución y Cultura Revolución y Cultura 42 42 En las noches se escuchaba el piano en las tertulias familiares el piano: las hermanas interpretaban a Beethoven o a Bach, y a veces también a Ezequiel Cuevas, uno de los primeros guitarristas cubanos en aquel tiempo, amigo de Luis Gómez Wangüemert, primo del padr e, isleño como él. Clausurado el Instituto de segunda enseñanza en tiempos de Machado, el señor Rodríguez insiste, para que su hijo matricule en la Escuela de Comercio. Sin embargo, empieza a asistir a clases con enorme entusiasmo, y el secreto del adolescente era que se había enamorado de la profesora de inglés. La descripción estaba matizada por la visión del pintor: «Era preciosa, muy blanca, el pelo negro y muy limpio el dibujo de los ojos negros. Tenía un cuerpo breve porque no era muy alta, muy organizado, piernas muy lindas, pero sobre todo la cabeza. En esa edad los adolescentes se enamoraban más de las caras.» Tendría dieciseis o diecisiete años y nuevamente es atraído por el remolino de la plástica y la necesidad de pintar. En el Instituto era uno de los dirigentes de la Liga Juvenil y se empeñó en que allí pintaran artistas cubanos que él conocía, porque en 1934 se presentó en el Colegio de Arquitectos el I Salón de Pintura Moderna. Obras de Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Gattorno, Roldán Capá. En tanto, seguía «haciendo sus acuarelitas, cosas para mí». Matriculó en San Alejandro, pero de nada sirvió porque ni siquiera asistía a clases. Sencillamente, no le interesaba la Academia. En realidad, salía de la casa con sus creyones, cartulinas y la magra suma para el pasaje en ómnibus, se encontraba con la novia y se refugiaban con sus caricias en un parque sombreado. En 1936 toma la decisión, con el escultor Lozano, de irse a México a estudiar, influidos, sobre todo, por el muralismo de ese país y el movimiento revolucionario. Pero como no disponían de los recursos indispensables para pagarse todo el pasaje, un grupo de actores puso en escena, en un garaje del Vedado, una obra que les permitió redondear la suma necesaria para poder viajar. Mariano se dejó llevar por las influencias de la pintura mexicana, sobre todo Diego Rivera y Juan Clemente Orozco. Juan Marinello les iba a presentar a Orozco, pero les advirtió: «Hay que decirle maestr o, que en Cuba no se acostumbra. Tratarlo de usted y con mucho respeto.» Así conoció también a Diego, a los de su grupo y a Rodríguez Lozano. Higgins le enseñó la técnica del fresco, los murales. Siqueiros, no. Se iba para España. Como decían los mexicanos: para regresar vestido de general y caminar vestido así frente a la casa de Diego Rivera, porque eran enemigos de concepto y de todo. Siempre lo fueron. En México trabajaba todo el tiempo. Por las mañanas dibujaba durante tres horas. Con Lozano se iba a pie, muc has veces desde Tacubaya hasta El Zócalo a comer bocaditos, algo que los alimentara. Allí estaba la Academia San Carlos, donde estudiaban. Acudía disciplinadamente, día a día, porque el concepto de academia era muy diferente, todo medido, algo muy frío. Lo que se planteaba, primero que todo, era dibujar bien, con la sensibilidad y el temperamento de uno, y la mayor exigencia: que la figura no se cayera y que los movimientos fueran correctos. Pero el alumno tenía la libertad de darle la interpretación: hacerla larga, corta o ancha. El profesor Rodríguez Lozano le explicaba: «Mire, éste dibuja y pinta estas cosas que parecen de Durero, porque tiene origen alemán.» Decía que la sensibilidad es lo que funciona, la interpretación que le da la forma. Mariano, que había llegado a México con una bien marcada militancia política, hacía afirmaciones contundentes: Matisse era burgués y Picasso también. Pero Rodríguez Lozano se limitaba a decirle: –Siéntese aquí, dibuje una hora, luego la siguiente y después vamos a conversar. Y en el transcurso del diálogo le iba explicando, y al darle la clase, la manera de ver la pintura. –Porque en ese momento –agrega Mariano– cuando tú tienes venticuatro años, juegas con muchas cosas. Juegas, por ejemplo, con el sensualismo. Todo ello, incluso saber elegir a la modelo idónea, de formas armónicas, como una mujer fabulosa que tenían allí, La Chata, no funcionan hasta que uno se va haciendo artista de verdad. Artista en el sentido de mirar las cosas, de verlas. Tanto el profesor como ellos eran fanáticos de las corridas de toros. Los lunes, Rodríguez Lozano lo llamaba y le decía: «Vamos a conversar un poco sobre la corrida de a yer.» – Y ahí –añadía Mariano– explicaba sus teorías sobre la plástica y sobre el arte e iba dejando atrás el sectarismo que tenía. En 1937 ó 1938, al cabo de un año, regresaron a Cuba. Le vendió un cuadro a un cubano en treinta pesos mexicanos, unos diez dólares en esa época, que le sirvieron para comprar los pasajes en tercera clase en el tren a Veracruz. Pero tenían que dormir encima de las maletas, porque sino se las volatilizaban. A su arribo a La Habana, se estaba organizando el Estudio Libre de Pintura y Escultura. Eran profesores y orientadores: Abela, Ravenet y Rita Longa, entre otros. Mariano, Lozano y Portocarrero fungirían como profesores auxiliares. Lozano en escultura, la talla directa, Portocarrero las clases de pintura y Mariano las de pintura al fresco, por la experiencia que había adquirido en México. Los honorarios de cada uno ascendían a catorce pesos mensuales, que alcanzaban para gastárselos en dos o tres comidas. De cierta manera, ahí empezó a formarse un grupo generacional, porque casi todos habían nacido en 1912 o alrededor de esa fecha. Lezama, por ejemplo, nació en 1910. Fue en ese tiempo que conoció a Carlos Enríquez, a Amelia y a Ponce . Al parecer, su pintura impresionaba: «esa cosa un poco fuerte que es el cuadro Unidad de 1938: dos figuras entrelazadas con una higuera al fondo». El primer premio fue para Jorge Arche, Carlos Enríquez el segundo y Mariano el tercero. Además, era la primera vez que exhibía sus cuadros. Poco después, Víctor Manuel se le acerca y le dice: quiero ver tu pintura. Mariano lo llevó a la casa de la Víbora donde le enseñó sus obras. Un cuadro pequeño, retrato de su hermano Aníbal y Los niños en el pozo. Ambos se exhibieron en el Salón. También otro, de una mujer de pie que tenía la mano en la cabeza. A Víctor Manuel le gustaron, porque le dijo: Yo voy a hacer dos o tres cuadros y Carlos Enríquez, también. Y vamos a presentarlos, a Portocarrero y a ti, como jóvenes. La misma idea de la alternativa que le dan los toreros viejos a los jóvenes, decía Mariano. Una cosa bonita. Se expuso en el Lyceum. En Espuela de plata, una de las revistas que fundó Lezama, Portocarrero, Amelia, Lozano y Mariano tenían el propósito de pintar a Cuba y no a una cultura importada. Y claro, sin ignorar lo que se estaba creando en las artes plásticas de otros países. Afirmaba que había que trabajar en la cultura propia, pero con raíces. Y esas raíces culturales, tradicionales, las encontraban en el barroco. Yo no estaba muy de acuerdo con el concepto – decía Mariano– . Lo prueba el hecho de que nunca he sido barroco. Con ello se quería buscar lo cubano, lo nacional En esa época, los artistas trabajaban en lo que podían, su desarrollo profesional dependía solamente del esfuerzo personal. Portocarrero y él dependían de lo que pudieran v ender. Por ejemplo, a los amigos dentistas, escritores, abogados, les vendían obras a quince pesos, pero a plazos, es decir, a pagar en varios meses. La situación se modificó durante la Segunda Guerra Mundial. Los norteamericanos comenzaron a explorar el mercado de la plástica en América Latina, porque ya no tenían el europeo. Mariano Rodríguez. Figuras , óleo sobre tela, 76 X 64 cm, 1936. 43 43 Revolución y Cultura Revolución y Cultura Así lo hizo el Museo de Arte Moderno de Nueva York al celebrarse en La Habana un Entretien de escritores en relación con la guerra. Tuvo por sede el Hotel Nacional. Participaron Jean Giraudoux, Jules Romains, Henry de Faucillon, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Juan Marinello, Jorge Mañach, y José María Chacón y Calvo, entre otros. La exposición de Pintura Cubana se celebró en el Capitolio y fue organizada por la Inter American Foundation, con la condición de que las obras premiadas pasaran a formar parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Allí se exhibieron tres gallos de Mariano. El premiado era uno de espaldas. Trescientos pesos, «primera vez que recibía tanto dinero por una de mis obras», contaba. Después, el MOMA auspició una exposición de Pintura Cubana y presentó un catálogo de mucho lujo. Curadores del museo estuvieron en La Habana y adquirieron dos de sus acuarelas, varias de Portocarrero y dibujos de Martínez Pedro y de Carreño. Cuando tuvo algunas posibilidades económicas, decidió viajar a Nueva York donde r esidía entonces una de sus hermanas, casada con Portela, corresponsal en ese momento de Prensa Latina en esa ciudad. En el museo le entregaron una credencial que le permitía visitarlo gratuitamente. En el sótano le mostraron su rica colección de Picassos, incluso el Guernica. Sin embargo, la experiencia que más lo impresionó fue conocer de primera mano los orig inales de Cézanne. «Toda esa temporada –dice– los pintores cubanos estábamos un poco de vedettes. Mariano fue el primero de su generación en llegar a México y luego a Nueva York.» En La Habana ya estaba buscando independizarse; sin embargo, iba por las mañanas a la casona familiar en La Víbora donde habían preparado un estudio para él. Observaba en el patio a las gallinas y a los gallos. Un día Mariano Rodríguez, Figura con gallo, óleo sobre tela, 1,27 x 1,40 cm. 1959. Revolución y Cultura Revolución y Cultura 44 44 se sentó en la terraza donde a unos pasos había un gallo catalán, muy inquieto, aunque estaba amarrado. Se movía constantemente y empezó a dibujarlo. En esos tiempos se iba apoderando del mundo de las formas. Más tarde, hizo acuarelas de gallos. Vendió los dibujos que le permitieron alquilar un estudio en la calle Empedrado, en la Habana Vieja. El gallo, además, era un motivo que lo liberaba de algún modo de la influencia mexicana y lo acercaba un poco más a lo cubano. Cuando trabajaba la figura también lo hacía con los objetos. Como los mexicanos, con muchas tierras: sienas, ocres, sienas tostadas. Del gallo decía que es muy libre de color. Lo mismo tiene un malva que un rojo o un amarillo, y a la vez, mantenía la forma y le gustaba aquel aire un poco viril. –Me dio esa libertad de color que después usé y he usado en toda mi pintura. En gran medida, con el gallo se produce la ruptur a de mi obra anterior, no sólo de color, también de forma. Una vez que lo tomó como excusa, le encontró una gran variedad de formas. Y no oculta la satisfacción cuando afirma que todos los gallos son distintos. Y describe: el ojo tiene un movimiento por aquí y la oreja tiene otra cosa que el espectador no le ve. Sí, cresta, barba, cola y espuelas, pero la mirada de Mariano atrapa, además, una serie de líneas, de dibujos, de formas, que a él le interesaban. Y decía que tuvo éxito porque era la primera vez que su pintura entraba en el tema cubano. Sin dudas, fue él quien universalizó al gallo, al descubrir sus posibilidades pictóricas y plásticas y lo despojó de toda connotación anecdótica. Abela, decía Mariano, tiene gallos y tiene galleros y el gallo era un ornamento que tenía en la mano. Carlos Enríquez también utilizó el gallo, y en lugar de espuela se sirvió de un elemento surrealista: el puñal. Él, sin embargo, lo había tomado como forma plástica: el mayor interés en un cuadro consistía en que está el gallo y todos los elementos que lo rodeaban en función del mismo. A partir de ahí, su empeño se centra en guajiros, jugadores de cartas, vendedores de café, playas. No se planteaba presencias de carácter simbólico en su producción artística. Si alguien lo advertía era por añadidura, pura especulación del espectador. Por ejemplo, un cuadro podía tener tres piñas, sin embargo, eran diferentes. Intentaba agotar las posibilidades plásticas que le veía a cada una. Puesto que no se asumía como un pintor abstracto, partía de la realidad y de su imaginación, sobre todo plástica. Concuerda con quienes lo calificaban de artista sensual. Para él las cosas tienen un lenguaje. Sensualidad de la mirada que se interrelaciona con la que posee cada objeto. Claro, hay un proceso selectivo. En algunos casos las frutas en sus obras responden a un aire tan sensual como sus figuras femeninas. Seguramente, los cuadros de las mujeres menos sensuales son mejores que los de aquellas que lo son más. A la mujer uno la mira siempre con una carga de sensualidad. Incluso, los psicólogos han hablado de que los pechos, por ejemplo, no están conformados para darle la leche a los pequeñitos porque no necesitarían esas formas enormes que tienen: tersas y llenas de colores, sino como un elemento erótico para el hombre. La naturaleza va a ofrecer una serie de fenómenos eróticos distintos en la mujer a los que tiene el animal, porque con unos pequeños senos el niño mama y ¡ya! Para que la obra sea buena, insiste, debe estar al margen de lo que representa, que se perciba la sensualidad no sólo en la m ujer, sino en general, en todo el cuadro. Como atmósfera, todo. Que por eso están las frutas, el paisaje, los matices del color. La sensualidad no es sólo un aspecto, está llena de matices y de variantes, incluso todas aquellas que hay en esa parcialidad hasta llegar al objeto mismo son los caminos sensuales para arribar al mismo. Por ejemplo, el color: «Si yo coloco un verde a plat –explica– me queda un tono bello, aunque frío para mí. Ahora, si ese mismo espacio de verde lo lleno y lleva un verde, y le coloco otro verde, y le pongo un poco de negro, estoy creando la atmósfera sensual que da el color. Tal como lo veo yo y probablemente como lo vea el espectador. Por todos esos valores que le entr an y le salen en el color. Cree que la sensualidad es la manera en que uno va apoderándose despacio de todas las formas que encuentr a. Y eso ocurre con el color. A veces pone un negro completo y se ve en sus cuadros. Pero cuando piensa que ese negro empieza a vibrar si le pone amarillo o rojo o azules, siendo negro, no se puede sustraer de ponérselo y empieza a crear la atmósfera sensual a la que aspira. En el cuadro va organizando toda una atmósfera, hasta que eso sale, a pesar de ser figurativo. Sale del mundo de lo real para dar el otro mundo que el artista crea y que es donde se participa. Precisa que la diferencia con escribir una novela consiste en que el escritor puede estar un año escribiéndola y el pintor, por lo menos esa es su experiencia, está desarrollando el mismo tema durante un buen tiempo. Hasta que siente que ya lo ha agotado. Sucede que pinta gallos y, de pronto, hace una cabeza o un vaso, o lo que se le ocurra, es decir, vienen o le llegan otra serie de temas de acuerdo con su espíritu o su desarrollo. Los dibuja y no les hace más caso. Luego insiste y a pedacitos se va dibujando hasta que esa forma se va apoderando de él completamente, y entonces ya empieza a desarrollar el otro tema. Consciente o inconscientemente. Como le dijeron los mexicanos y el propio Abela, y que parecía que era una enseñanza europea, el pintor –y debe ser lo mismo con el escritor– siempre está en pintor aunque no se de cuenta. En 1951, una vez terminada la guerra, se empieza a manifestar el proceso de desarrollo y también los Mariano Rodríguez Búcaro , 1945. Gouache sobre papel marrón, 64,5 x 51,4 cm. cambios plásticos en su obra. A veces todo con temas azules, en otros son más intelectuales. Los coleccionistas norteamericanos no se resignaban a cruzarse de brazos ante el hecho de no tener a su alcance el mercado de la pintura europea, así que insisten en el espacio por explotar de la plástica latinoamericana. Ahí están, entre otros, Mariano, Portocarrero, Víctor Manuel, Amelia, Ponce, Carreño. Expone en la galería neoyorquina de Feigl. Para él, lo más rico de esa muestra fueron los cuadros que representaban los carnavales. Nunca permanecía más de uno o dos meses en los Estados Unidos. Durante su estancia en aquel país seguía pintando como lo hacía en Cuba. Quizás sus obras respondían al gusto de los cubanos y ese aspecto era el que trataba de imponer en su relación con los norteamericanos. Incluso su última exposición, en 1951, precedió a la ruptura con el galerista cuando éste intentaba señalarle los temas a abordar en su pintura. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial se manifiesta un alza en los precios del azúcar en el mercado internacional y se hizo presente el mercado negro en la economía del país. Brotó una casta de nuevos ricos. Sus obras las adquirían los hombres acaudalados que ya consideraban su arte, y el de sus contemporáneos, como una escuela. Los hijos y los nietos de los viejos burgueses empezaban a valorar la importancia de la pintura cubana. La coleccionaban comerciantes, contratistas, arquitectos, abogados, políticos y otros profesionales que se habían enriquecido o tenían un estatus econó45 45 Revolución y Cultura Revolución y Cultura mico privilegiado. Y seguían arribando norteamericanos que adquirían pintura cubana. En cierta ocasión, Feigl le propuso a Mariano organizar una exposición en París, y después en los Estados Unidos. Usted verá que los precios suben –le dijo. Recuerda los tiempos en que pintaba pescadores. Iban en los botes y en las lanchas a la corrida del pargo. La realidad circundante, como aquellas escenas, siempre le influía. Era la inclinación del gusto por lo popular, por la fe que le tenía a pesar de las prevenciones de Rilke en El joven poeta: «Lo popular no se toque, que es lo más difícil». Él decía: –Yo no soy un pintor abstracto, porque siempre parto de una figuración, de una realidad, pero los cuadros podían parecer abstractos. Recuerdo la exposición que se presentó en el Museo de Bellas Artes de Caracas y que tuvo éxito, incluso económico. En los años sesenta preside la Sección de Artes Plásticas de la UNEAC y dirige el departamento de Artes Plásticas de Casa de las Américas. Desde marzo de 1960 hasta septiembre de 1961 fue Consejero Cultural en la embajada de Cuba en la India. En ese tiempo su pintura fue cambiando, aunque no de estilo. Todavía era algo expresionista, pero creía que debía pintar lo que estaba ocurriendo aunque sin un sentido de desgarramiento, de tragedia. Representar la vida en las trincheras aunque no Revolución y Cultura Revolución y Cultura 46 46 con tal carácter. Podía parecer un poco bucólico, porque la trinchera estaba rodeada de árboles. Ya en la India se produce una vuelta a la figuración, aunque expresionista, para poder reflejar el ambiente que lo rodeaba. Por ejemplo, el cuadro La mujer del saari blanco. Y otro de un hombr e que se desplaza con una sombrilla por el sol. Aquel espectáculo lo impresionó mucho, por las enormes llanuras que se ven en Nueva Delhi, junto al desierto de Rajastán y el cielo como el de la India, sin nubes. Y como si quisiera retar a su memoria precisa que la mujer, esa dama, era su secretaria en la embajada. No se perdía un detalle al observarla como avanzaba descalza delante de él, por la alfombra, con «sus saari blancos exquisitos», y seguramente le atraía plásticamente el contraste con su piel negra. –Yo disfrutaba de verdad esas escenas –confiesa. Muchas veces le decía: –Miss Menon, (ella era familia de Krishna Menon) puede traerme tal documento. Sólo para verla caminar. –Yo la veía que salía, delgadita como era, con una gracia, parecía un ave que iba deslizándose. Al regreso a Cuba insiste en pintar lo cotidiano, por ejemplo, el Oxford, el barco espía norteamericano que durante mucho tiempo amenazaba a la Isla, fr ente por frente a La Rampa habanera, a corta distancia del litoral. Después, aborda otros temas de la revolución. En 1967 su pintura estaba cambiando nuevamente y como coincidía con su participación en la Expo 67 en Montreal, Canadá, allá las expuso. Ya empezaba a desarrollar el tema de las frutas. De ahí, irrumpió en los desnudos, un cuadro de una mujer desnuda con una vela, como un Latour. Luego, otr a figura, también desnuda, y una más de sombrero cabaretero, lleno de plumas y por el sentido un poco juguetón con el tema del feeling. Y de ahí saltó a Tropicana. Siguió otro cuadro grande: un desnudo, un televisor, una figura, una atmósfera que recreaba lo relativo a la televisión. Más tarde desarrolló el tema de las frutas con las figur as desnudas y con el amor. En la década de los ochenta seguía trabajando las frutas. Y no eludía, al contr ario, el asunto un poco goyesco de la muerte. No trataba de dramatizar sino de buscar en la plástica, en la pintura, en aquellos tiempos ya no tan alejados de los últimos crepúsculos, los secretos y las incógnitas de ése, el más serio problema que ha inquietado a los hombres desde las primeras tinieblas de su historia. Capicúa: una expo que gana por partida doble 1 Elvia Rosa Castro Come as you are, as you were Nirvana n Berlín muchas estaciones de metro y S-bahn sorprenden al viajero con sus murales cerámicos o emplazamientos de obras de arte. Savigny Platz, en Charlotemburg, tiene expuestas, entre otros, obras de Richter y Beuys. Al aire libre, sobre las paredes de ladrillo de una casona. Como es natural, siempre pensaba en mis amigos y quería compartir aquella diaria experiencia con ellos hasta que un día me percaté de que las obras no me gustaban, visualmente hablando. Caí en la cuenta de que el mito estaba ejerciendo gran influencia sobre mí, me embelezaba el aura de estos autores. Que me había mordido el snobismo y la vanidad de lo artístico . Y desistí de tomar más fotos. Históricamente, mi relación con la obra de Beuys ha sido sospechosa o extraña. Nunca hablé con desfachatez de su trabajo pero tampoco me refería a él con frecuencia, y mucho menos con fascinación. Pensaba que no había que tomarlo tan en serio, aún sabiendo que funcionó como una suerte de gurú para el Nuevo Arte Cubano. Lógico: yo estaba juzgando su obra desde lo meramente artístico y no desde ese campo más amplio que es el de la cultura. Eso explica mi apatía, que no mi absolutismo, pues jamás me pronuncié. Y nadie puede imaginar qué sorpresa recibí al leer una entrevista realizada por Jean-François Chevrier y Catherine David a Benjamin Buchloh, uno de los teóricos del arte contemporáneo más serio y que más respeto. 1 No sólo estaba en mi cuerda (o más bien, yo en la de él), sino que me esclareció varios aspectos de la vida intelectual alemana. «Yo leí muy pronto La ideología como lenguaje de Adorno, lo que me predispuso a mantener una distancia crítica con la obra de Heidegger. He de confesar que más tarde, cuando intenté leer su obra de nuevo, no lo conseguí, del mismo modo que nunca he aprendido a escuchar a Wagner. De hecho, me pasa lo mismo con las grandes retrospectivas de la obra de Joseph Beuys, a las que siempre acudo con la intención de convencerme de que es un gran artista del período de posguerra, pero aún no he conseguido reconocer la importancia de ninguno de ellos.» En efecto, Buchloh posaba su mirada en Marcel Broodthaer y Daniel Buren, en quienes veía una fusión de conceptualismo y veta política muy atractiva. «Lo interesante es que Heudach2 percibía a Beuys de un modo muy similar, como un elemento radical de transformación social y política, y no como el productor de la nueva mitología cultural alemana.» Por supuesto, esta afirmación provocó el mismo efecto en mí que una mansa y santa anunciación. Aunque yo no hablaría en términos de «nueva». Beuys cree demasiado, como toda la tradición alemana, en la capacidad del pensamiento, en la antelación del concepto, en su vitalidad, al tiempo que exalta y subraya el genio alemán, algo que queda muy claro en Discurso sobre mi país, 1958. Se entiende así el encanto que ejerce el creador: está hablando de la racionalidad y su poder regenerativo gracias a la intuición y a la imaginación a través de gestos «irracionales» a un público que experimenta un pánico indescriptible hacia aquello que no puede ser explicado. Esa reunión de racionalismo y misticismo de base judaica, presente en el pueblo alemán y reprimida a causa del protestantismo y la Modernidad, es mostrada en acciones hasta esos momentos incalificables en el contexto, pero reveladoras de sentidos. Representan el cansancio de una tradición y la vindicación de la otra. Beuys no produce una nueva mitología: la muestra. Enseña lo que ha estado oculto, penado. Se convirtió en el Nietzsche de las artes. Su operatoria es nietzscheana y su vocación, romántica, aquella que se mueve entre Goethe y Schiller, aunque la primera ha sido omitida por los estudiosos de su obra. Crítica de arte y profesora de Teoría de la Cultura. Próximamente se presentará su libro El laboratorio de Línea. Repasos al arte cubano. Ediciones Unión. Tiene en fase de preparación Aterrizaje. Después de la crítica a la razón cínica. Obra de Beuys en la Estación Savigny Platz, en Berlín. 47 47 Revolución y Cultura Revolución y Cultura Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta , aquella acción de 1965, en la Galería Schmela, de Düsseldorf o Coyote, otro gesto producido en 1975, en la Galería Block de New York, por citar tal vez lo más ejemplos más conocidos, tienen un referente clarísimo en la conversación de Zaratustra con el áspid: «Una tarde Zaratustra se quedó dormido sobre una higuera y, como hacía calor, ocultó el rostro bajo el brazo. Se le acercó una víbora y le mordió en el cuello. Zaratustra, al sentir el dolor de la mordedura, lanzó un grito. Al separar el brazo de su rostro vio al reptil, que al reconocer los ojos de Zaratustra, quiso huir tor pemente. ‘No te vayas todavía (…), deja que te dé las gracias. A tiempo me despertaste, porque todavía tengo bastante camino que recorr er’. ‘P oco camino podrás hacer ya –dijo la víbora con tristeza–, porque mi mordedura es mortal’. Zaratustra se sonrió. ‘¿A quién oíste decir que un dragón puede morir del veneno de una serpiente? Pero toma tu veneno; no eres bastante rica para regalármelo’. Entonces saltó de nuevo la víbora a su cuello y le lamió la mordedura. Cuando Zaratustra refirió este suceso a sus discípulos, estos el preguntaron: ‘¿Cuál es la moraleja de esa fábula, Zar atustra?’ Y Zaratustra respondió: ‘Los buenos y los malos me llaman demoledor de la moral: mi historia es inmoral’.» Disculpen la extensitud de la cita pero no me imagino una comprensión del asunto sin ella. Lejos de mí, el ánimo de andar cazando referencias –acto insípido e ineficaz–, sólo trato de situar a Beuys en una tradición, como puede apreciarse además, en Obra de Imágens de la exposición de Carlos Montes de Ocab Pags: 48, 49 y 50: Fotos de la exposición de Carlos Montes de Oca en La Casona. Zen Sentido I y II. Revolución y Cultura 48 48 la nota al pie. Sustituyamos inmoral por irracional y todo se explica luego de ver ese link tan evidente: la relación creador-animal.3 La orientación antropológica del arte cubano de los ochenta no condujo, necesariamente a una praxis que se apoyara en la (inter)dependencia citada anteriormente. El halo beuysiano inundaba los recintos creativos pero era eso: fulgor e incluso dirección, concepción del arte pero a nivel morfológico el performance aún distaba mucho de convertirse en gesto sistemático: a finales de los setenta Leandro Soto4 y ya agotando los ochenta, Arte Calle5 . Si la memoria no me falla –y no tengo el libro Memoria– ninguno tuvo como co-protagonista un animal. Ya en la década que ahora a todos les ha dado por satanizar –los 90–, Tania Bruguera se viste de carnero, Lázaro Saavedra monta desnudo en un precioso caballo blanco dentro de una galería, Jorge López Pardo y Wilfredo Prieto, quienes solían trabajar a dúo al graduarse de la academia trinitaria, soltaron un cerdito en la galería Fernández Morera que tenía las medidas exigidas en el salón de pequeño formato espirituano. Ellos acotaron la piel del animalito con tiza blanca, dando fe de sus dimensiones. Mayimbe es otro de los que más ha trabajado con animales, dentro y fuera de la galería, desde una perspectiva más bien mística; y en el 2003 Ariel Orozco se pasea por toda La Habana con un pez que luego lanza a las aguas del malecón. Este joven artista se despegó del ámbito galería para exponerse a la vox populi al tiempo que los otros volvían sobre el supuesto absurdo de contaminar el sagrado espacio galerístico con un elemento traído desde fuera. Modus operandi al que hace poco recurrió Carlos Montes de Oca (Galería La Casona, junio/2007), continuando una vocación antropológica que ya está en su obra pictórica, incluso en sus instalaciones a guisa de dibujos. No obstante, contrario al resto, esta vez él no nos dejó vivir esa experiencia que va desde la mística que rodea al animal hasta lo escatológico que subyace en todo ese contacto fuera de lugar. En ZEN Sentido, título de la muestra, Montes de Oca nos privó de esa erótica trasnochada o de esa falsa nostalgia que sienten los humanos por la naturaleza y lo hizo mediante un ejercicio simple y a la vez perverso: subraya nuestra condición, mostrándola a la manera de un Ciorán, por ejemplo. Llevó un grupo de carneros, alegoría de sumisión y mansedumbre, a La Casona, los fotografió y luego mostró las fotos, mientras en la segunda sala operó de la misma manera con un hombre negro que pintaba las paredes del mismo color. Hay una burla tan pesada en ambos casos que descubren a Carlos como portador de un «peligroso sentido del humor»6. Se trata de un ensayo visual en el que la obra de la segunda sala –las fotos son el documento del hombre pintando la pared–, tiene, por un lado, el atractivo del work in progress y gracias a esta intención, más el emplazamiento de las imágenes, queda la idea más cerrada o lograda. Estamos ante una instalación con sus leyes rectoras que, sin embargo, no concluye el sentido sin las imágenes de la primera –las fotos de los carneros colgadas en la pared. En ambos casos Carlos jugó a representar la manipulación de la inocencia manipulando también, dato que sitúa a la ética en el centro de su muestra y le insufla unidad. Por otra parte, el artista vuelve sobre el tema rector de esta reseña-ensayo: vuelve sobre la relación hombre-animal sin prestar atención a los alemanes, pues no hay lección ni adiestramiento en su propuesta, más bien, una relación de sinonimia. Un ubicarnos frente al espejo. Nos encontramos ante la primera tautología. ¿El rebaño evolucionó hasta el hombr e o viceversa? Esta sería una de las tantas preguntas que pueden derivarse de ese frío e intelectual ejercicio. ¿Está hablándonos Montes de Oca de nuestro rendimiento ante el mercado, teniendo en cuenta el «objeto social» de la galería? O está afirmando lo que sabemos y no admitimos: que ese judío 7 mundo nos absorbe de la misma manera en que la política lo hace. ¿Las hece fecales de los carneros en el piso constituyen un manifiesto declarado o es tan sólo un asunto inevitable de la fisiología y el resultado es fortuito? Y, ¿dónde está el pastor? 49 49 Revolución y Cultura ¿Estaba Calor Montes de Oca recurriendo al absurdo de entrenar a un rebaño para los menesteres artísticos, algo similar a lo que hizo Beuys? Hago un coctail de obediencia y negrura, pienso en aquella frase de doña Fidelina en Lucía: «¡Qué falta de ventilación hay aquí»!, y se me acerca un verso de Manuel Sosa: «la casa está imposible»; u otro, de acercamiento más oblicuo: «estar sentado no significa participar». Si observamos el caso, los carneros están enajenados del hecho y el hombre también, trabaja por encargo sin cuestionar demasiado el propósito del artista. Sin embargo, debo admitir que le estoy aplicando buenas dosis de ZEN Sentido, pues la visualidad de las piezas nos distancia de cualquier abatimiento. La exposición es aparatosamente linda, o mejor dicho, bella. De apariencia y composición suprematista, el creador retoma una operatoria que en el 2004 nos sorprendió cuando expuso Contracción, en el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, y volvió por ella en la última edición de La Huella Múltiple: fotografiar el espacio expositivo y mostrarlo con alguna secreta intención de documentar el vacío. Exponer el exponente. Ese operar, donde el resultado visual es redundante o tautológico (nuevamente), es lo que supongo, interesa al artista. No se trata del clásico documento de sucesos, personajes, etc., etc.: Montes de Oca documenta una puesta en escena cuya existencia se da, a priori, en su pensamiento. Cosa mentale, para usar una de las sugerentes lecturas del título de la muestra8. Por su parte, la imagen resulta de su experiencia pictórica: no hay casualidad en el hedonismo y muchísimo menos en la estructura o diseño compositivo. Allí están los rusos y su formalismo con la misma intensidad en que podemos pensar a Mondrian o los líderes del conceptualismo. Y esa variante de intertexto es muy interesante, pues no se trata de homenajes ni citas directas: más bien lo intertextual se da por referencias, por background cultural. De la selección –¿aleatoria?– de las voces que oímos por todas partes. Revolución y Cultura Revolución y Cultura 50 50 Había, hay calor en La Habana y todos, el rebaño, el negro9 y los que fuimos, estamos absolutamente solos. Sentimos frío y agradecemos el gesto. Una corriente que se desvanece rauda cuando una vez traspasado el umbral aterrizamos en el «desierto de lo real». Notas 1 Benjamin Buchloh, Jean-François Chevrier, Catherine David. «El potencial político del arte 1». En Acción paralela # 4. Sin otra referencia, pues fue encontrado en internet. 2 Se refiere a Fritz Heubach, que en aquel entonces era el editor de la revista Interfunktionen , de la cual Benjamin fue también editor. 3 Estoy acudiendo solamente a la tradición alemana pero podemos irnos a la italiana. Gramsci afirmaba que todo hombre era un intelectual pero en lugar de apelar a la intuición –por cierto, muy defendida por Emmanuel Kant-, se refugia en el sentido común para explicar su afirmación. Basado en aquella y en la imaginación, Beuys lanza al mundo que todo hombre es un artista. Además de ello y pensándolo bien, en ninguno de los casos paradigmáticos: ni en él ni en Nietzsche, el hombre se animaliza, más bien da lecciones –de cualquier tipo- al animal. Demasiado alemán. Ahora mismo todo el país está pendiente de un osito polar que está en el Zoo de Berlín. Su nombre es Knut y ya hay publicados libros de humor gráfico que vuelan: nosotros nunca nos parecemos al animal, él se adecua a nosotros: Knutella, Knucci… Saltando al ámbito de las artes visuales, por la época de Beuys, en 1969, Jannis Kuonellis lleva a la galería doce caballos. 4 Según él, introdujo en el arte cubano el término de «acción plástica», fue uno de los primeros free lance de la Isla, fue el primero en tener noción del reciclaje e inventó la posmodernidad con su obra antes de que el término formara parte del argot de los críticos. ¡Afloja compadre! Al que dude, puede echarle un vistazo a la revista Artecubano 2-3/2002. 5 Deben haber más, lo sé, pero no estamos en presencia de un texto sobre arte cubano precisamente. 6 De tal modo escribió Emilio Ichikawa sobre Alexis Jardines en «Alexis Jardines y la entrada (eingang) de la filosofía clásica cubana». 7 Metáfora que uso para aludir al mundo de la especulación mercadual, tomando como referencia a Marx en sus Tesis sobre Feuerbach. 8 Otra pudiera ser aquella que apunta al sonido, ZEN Sentido puede traducirse en sin sentido, fonéticamente hablando. De eso se trata. Título para los metatrancosos y para el público lego. 9 No escribo la palabra negro en tono peyorativo. Se trata de nombrar las cosas. En Alemania, uno de los países más racistas, al menos el más demostrablemente racista, resulta políticamente incorrecto pronunciar esa palabra. No sé qué eufemismo usarán pero en todo caso es una gran ironía. Las asociaciones de recreo del tipo «yacht club» y su papel en el trazado socio-urbanístico de La Habana (1920-1958) Vista aérea del Havana Yacht Club. Maikel Fariñas Borrego n La Habana de épocas pasadas se contaban entre los pasatiempos mejor acogidos algunos eventos en los que, El malecón [llegaba a quedar] cubierto totalmente de personas, [y] resplandecía de entusiasmo. Los automóviles, en una extensión de más tres millas, con los radiadores hacia el golfo, lo ocupaban en toda su longitud. Los peatones en interminable fila(…) [invadían] la parte destinada a esta clase de pasantes. Los balcones, desde la Glorieta hasta Vista alegre, repletos también de familias, lucían hermosas colgaduras, sobresaliendo los del Unión Club, en los que pendían las banderas de los contendientes…1 La instantánea descrita pertenece a una de las tantas regatas que tomaran por escenario el malecón habanero durante la primera mitad del siglo xx. Los acontecimientos de la náutica deportiva tenían muy buena acogida de público, que solía desbordarse frente al mar para disfrutar del espectáculo. De acuerdo con las bases por las que se convocaba la competencia, los contendientes eran generalmente miembros de «clubes náuticos» o «yacht clubs». Denominadas de uno u otro modo, estas formas de sociabilidad formal han sido descritas como organizaciones de propietarios de botes de placer, que usualmente mantienen muelles y una casa club para fiestas y reuniones; así como suelen patrocinar con frecuencia competencias de navegación.2 Hasta 1958, fecha en que se inscribió la última de las sociedades de este tipo, se llegaron a fundar en La Habana cerca de cuarenta clubes que tenían las denominaciones mencionadas,3 aunque, como es de suponer, no todos persiguieron los mismos fines. L A CONFIGURACIÓN URBANÍSTICA Y LOS CLUBES Cierto es que la mayor parte de los lugares donde se ubicaron estas asociaciones en el pasado se conser- van hasta hoy como privilegiados emplazamientos en los que se han obrado magníficas urbanizaciones. Se hace necesario estudiar este proceso: ¿Cuál sería la relación posible entre los «yacht clubs» y las compañías urbanizadoras en el trazado sociourbanístico de la ciudad de La Habana? ¿Cómo podían algunos clubes de recreo, sin dejar de serlo, accionar mecanismos que surtieran efecto sobre el crecimiento de la ciudad en que se asentaban? ¿Acaso este proceso de colonización espacial y su vinculación con el urbanismo estaba relacionado con el tipo de actividad social específica a que se dedicaban algunas de estas sociedades? Los clubes sobre los que se indaga en estas páginas solían ubicarse en los perímetros exteriores de los centros urbanos, a los que de una u otra forma quedaban vinculados. Con razón puede decirse que sí estaba entre sus primeras intenciones el «marcar distancias» respecto a las aglomeraciones humanas inherentes a una ciudad. Sin duda, la caracterización del marco espacial donde se desarrolló por estos años este tipo de sociabilidad es trascendental para su estudio. De hecho, este análisis debe servir para comprender, desde la perspectiva de su lugar de establecimiento, qué debe entenderse por un «yacht club». A ojos vistas salta la obligatoriedad requerida en la proximidad relativa de estos clubes a espacios acuáticos, que pueden ser concentraciones marítimas, fluviales o lacustres. La peculiaridad de esta tipología asociativa es que su asentamiento idóneo requiere de un espacio ribereño para la interacción con lo que se supone que sea su necesidad existencial asociativa fundamental: el ambiente náutico. Concluido el primer cuarto del siglo XX, el joven Alejo Car pentier, al referirse a los repartos que se distinguían en la periferia de La Habana, explicaba Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Actualmente es investigador del Instituto de Historia de Cuba. Se ha especializado en problemáticas relativas a la Historia Social, en particular estudios de sociabilidad y asociacionismo. 51 Revolución y Cultura que; «a pesar de todas sus magni-ficencias, el Vedado no es sino la antesala para penetrar en los verdaderos repartos, que se extienden más allá del río Almendares....»4 Se señalaba con ello el carácter urbanístico de aquellos lugares que por preferencia solían rodear a estas formas asociativas. En los terrenos costeros al otro lado de la demarcación fluvial se ubicaron muchos de los clubes que adoptaban perfiles de recreo afines a la náutica.5Sobre este aspecto el historiador de la ciudad Emilio Roig indicó que en la capital existía un tipo de edificaciones que contribuía «…a dar a la Habana su fisonomía propia…» refiriéndose a los «clubs-balnearios» que se sucedían en el litoral desde el Vedado Tennis Club hasta el Biltmore.6 Según se trasluce más adelante en el mencionado texto de Carpentier, entre ellos estaban algunos de los clubes de mayor jerarquía social en la época: Paralelamente a su vida industrial y urbana, la vida social de la Habana ha adquirido singular intensidad en estos últimos años. Como consecuencia de ello, poseemos algunas aristocráticas asociaciones y clubs, entronizadas en suntuosos palacios. Entre ellos es menester señalar en primer término al Ha vana [sic] Yacht Club, que tiene uno de los más bellos edificios del mundo, en su género. Cerca del nuevo puente del Almendares, se alza la lujosa mansión del Vedado Tennis Club... 7 Para estos grupos humanos, ante el aumento de las formas de participación de otros sectores sociales en la ciudad, se trataba de la necesidad de buscar nuevos barrios, que fuesen «...limpios, blancos…» y capaces de ofrecer a quienes los frecuentasen, o habitasen allí, «…todas las comodidades…»8 Este tipo de procesos, a los que sin dudas se refiere el arquitecto Mario Coyula, ha terminado por caracterizar a «…muchas ciudades [que] presentan aspectos opuestos coexistiendo en bolsones o capas superpuestas…» con la consiguiente diferenciación espacial de la urbe. Sobre esto último, el autor mencionado analiza «…las desigualdades sociales y su expresión territorial en una ciudad costera por donde se mueven los visitantes, y una ciudad del sur, [que él llama] La Habana profunda…»9 Fenómeno este que se relaciona evidentemente con un proceso histórico, originado, en algunos casos, hasta casi cien años atrás. De ahí que en el presente estudio se trace el propósito de descubrir el origen de algunas de las actuales diferencias socio-urbanísticas de la ciudad de La Habana. Revolución y Cultura 52 Vedado Tenis Club en los años veinte del siglo pasado. EL FUROR POR ORGANIZAR CLUBES Por lo general la forma en que han sido enfocados estos fenómenos citadinos ha violentado el orden de los sucesos. Contrario a lo que se supone, los clubes estudiados, lejos de buscar emplazamiento en lugares de privilegiada composición urbanística, fueron los que generaron esos característicos «repartos» y formaron parte consustancial de los atributos que los llevaron a ser considerados como confortables, estéticamente placenteros, higiénicos e idóneos para vivir. Hasta la fecha, el caso más conocido entre las instituciones con inclinaciones en este sentido, fue el Country Club de la Habana; pero, como se verá más adelante, no fue éste el único en servir a los intereses de las urbanizadoras.10 En 1928 el Habana Yacht Club, que había sido fundado en los tiempos de la colonia, reaccionó con síntomas de querer adaptarse al inevitable avance de la ciudad, que ahora llegaba hasta sus predios. Al decir de sus asociados, este Club «…no es ni puede ser ya el círculo restrictivo, adusto, severo, íntimo, aristocrático, intransigente, casi conventual, de hace veinte y cinco años; ocupamos un sitio que ya es casi un barrio de la Habana (…) La urbe se nos viene encima y es imposible impedirlo. Esto es ahora un sitio de actividad, de vida, de movimiento, de acción….»11 Alrededor de la segunda y tercera décadas del siglo xx comienza una nueva expansión de este fenómeno asociativo. «Se ha destapado tal furor por organizar clubs náuticos, que, de seguir por esa senda, vamos a resultar el ‘terror d’os mares’…» 12, Foto antigua del Havana Yacht Club a principios del siglo XX. aquellas costas por compañías o agentes dedicados a la venta de terrenos, quienes una vez conseguido su objetivo se han retirado, quedando los clubs sin organiza ción o a medias organizados, sin casa ni flota.15 En Cuba, el publicitado prestigio de los grandes clubes –como el Habana Yacht Club (1886), el Vedado Tennis Club (1902), o el Country Club de la Habana (1912)–, producido por de la distinción social de sus asociados, que eran los miembros más prominentes de la burguesía habanera, agenciaba la formación de una imagen de éxito que interesaría siempre al que adquiriese lotes de terrenos en estos repartos. Los clubes de este corte dieron inicio a una larga serie de imitadores que engarzaron su actividad societaria junto con la ocupación real del espacio y el posterior desarrollo urbanístico del enclave donde se asentaron. Sin embargo, debe reconocerse que los asentamientos poblacionales promovidos por las urbanizadoras en ocasiones quedaron muy estrechamente nucleados en torno a este tipo de sociabilidad. Incluso la mayor parte de las veces el club mismo llevaba el nombre de la barriada que se pretendía exaltar y desarrollar. Revisemos algunos casos: Miramar Yacht Club, 1926: Este Club recibió el beneplácito del HYC, decano de los clubes de esta clase en Cuba, al considerarlo como el único digno de crédito hasta la fecha de su fundación, 1926. «El ‘Miramar Yacht Club’ es una institución netamente criolla, nacida al calor de una necesidad verdaderamente sentida y organizada por distinguidos ele- Foto aérea del Miramar Yacht Club en la década del cincuenta. así de cían los contemporáneos de esas incidencias en la vida social. El impacto cultural de las formas de recreo que potenciaban los clubes especializados en la náutica hizo furor en la época y provocó el surgimiento de múltiples nuevos clubes y de no pocas «dependencias náuticas» en la Habana.13 Sin embargo, la nueva atracción por estas actividades ahora estaba respaldada también por el interés de ciertas empresas urbanizadoras que veían en ello un filón de oro. Con todo, es preciso señalar que la nueva moda interesó también a algunos sectores de capas populares que llegaron a fundar sus propios clubes, aunque por sus escasos recursos durasen poco o careciesen de los destellos de los grandes clubes del ramo.14 En los Estados Unidos se desarrollaba el mismo fenómeno que ocupaba el interés de las urbanizadoras, y el asunto llamaba la atención de los verdaderos yatistas: Aunque recientemente se ha hablado de la organización y constitución de muchos nuevos clubs de yachting en las costas floridanas, en su mayoría han sido iniciados con objeto de darle atractivos a determinados lugares de Entrada del Miramar Yacht Club en la década del cincuenta. 53 Revolución y Cultura mentos de la sociedad cubana.» De igual modo argüían que: «el ‘Miramar Yacht Club’, no es una empresa, no es un negocio, no encierra especulación mercantil».16 Al parecer, er a necesario aclarar esto último dado que comenzaban a surgir asociaciones que se constituían con arreglo a intereses económicos, antes que sociales. Aunque no todos los nuevos clubes surgieron bajo «…impulsos mercantilistas sino por la gestión directa de residentes estables…»,17 como ocurrió en este caso, todo parece indicar que algunas empresas supieron ganar provecho de esas iniciativas. Se trata de la Urbanizadora del Parque y Playa de Marianao que era propiedad de Carlos Miguel de Céspedes, José Manuel Cortina y Carlos Manuel de la Cruz, desde 1916. El primero de ellos era también propietario de la inmobiliaria North Havana Land Company, socio vitalicio y comodoro de este «yacht club», dueño de su buque insignia, casualmente llamado Miramar, que le había costado la friolera de $ 10, 000.00.18 Hav ana Biltmore Yacht & Country Club, 1927: «Las ciudades crecen hacia el Oeste», así rezaba el título de un anuncio publicitario en el que se promovía la venta de terrenos en el reparto residencial Biltmore. El fundamento de tal afirmación estaba dado por el sostenido crecimiento que hacia esa dirección cardinal llevaba la Habana, al menos hasta esa fecha. El Habana Biltmore constituye en estos momentos una excelente oportunidad para invertir cualquier cantidad de dinero desde $ 5,000.00 en adelante (precio de un lote de 34 x 58.95 varas) y aumentarlo con toda seguridad, en poco tiempo, y hasta duplicarlo (...) El crecimiento de la Ciudad de la Habana, hacia el Reparto Biltmore, asegura un magnífico futuro para estos terrenos privilegiados por sus playas, sus clubs (...) [que] han permitido una urbanización moderna y saludable. Foto tomada desde la pequeña playa del antiguo Havana Yacht Club en los años cincuenta. Revolución y Cultura 54 Foto de la entrada del Havana Biltmore Countr y Club. Por sus vías de comunicación, dobles vías, número de casas que se están construyendo, por ser un barrio estrictamente residencial, hacen de él una de las mejores ofertas actualmente en la Habana. 19 Utilizado como slogan para la venta de terrenos al oeste de la Ciudad, este club y su revista, de donde extrajimos el anuncio, se convirtieron en voceros del interés de la firma de Alberto G. Mendoza e Hijos, la firma propietaria del reparto. John McEntee Bowman y Charles Flyn fueron sus constructores y urbanizadores, el primero de ellos era la cabeza de la mayor cadena de hoteles en los años de 1920. La urbanización del lugar había sido aprobada desde 1944 y se conoce que en él se establecieron muchos de los norteamericanos que se avecinaron en Cuba después de la Segunda Guerra Mundial.20 La imbricación entre la Cía. Havana Biltmore Yacht & Country Club y el Club homónimo era la más estrecha en comparación con los demás casos aquí presentados. Para desempeñar cualquier cargo en la Junta Directiva de esa sociedad se requería ser socio residente o vitalicio, que a su vez fuese accionista de la Compañía. Incluso este era el único club en el que algunos de sus cargos, específicamente los de Presidente y Comodoro, eran remunerados, en los restantes clubes la totalidad de los cargos eran honoríficos y gratuitos.21 Tarará Yacht Club, 1928: Con miras a obtener jugosos dividendos fueron organizados clubes en estrecha vinculación con empresas urbanísticas. Sin embargo, el caso que nos ocupa puede ser el más representativo entre los clubes, pues, pese a haber sido concebido con fines de lucro, terminó por convertirse en una sociedad defensora de los intereses comunitarios de la misma barriada que fomentó. En 1912 el ingeniero norteamericano Royal S. Webster fundó la compañía urbanística Tarará Land Company, al inversa, en el cual algunos sectores de un asentamiento poblacional ya constituido se organizaban en una sociedad de recreo para asegurar el interés de sus vecinos y propietarios. Según el texto de su reglamento, era esta una «…sociedad organizada por los propietarios, comerciantes y vecinos de la Playa de Santa Fe…» En la redacción de los objetivos que se proponía quedaba expuesta con claridad la voluntad de promover el desarrollo local, en sentido urbanístico y económico; estos eran: 1ro Luchar por el mejoramiento de las condiciones de urbanismo de la playa… 2do Procurar levantar el estandard (sic) económico haciendo una intensiva propaganda (…), a fin de atraer al capitalista, para que invierta, procurando que el turismo la visite, solicitando la cooperación del Gobierno y Comisión del Turismo a los fines indicados.27 Lo más interesante de este caso era la flexibilidad de los involucrados pues, ante la imposibilidad de lograrlo por sí solos, acogerían con igual beneplácito tanto las inversiones privadas Foto tomada desde el mar, del Club Náutico de Marianao. como la cooperación del gobierno, o de alguno de sus programas. O, en el mejor de los casos, preferían alcanzar la doble interacción pública y privada, en aras de avanzar hacia el desarrollo local. Celimar Yacht Club , 1952: Par a el Celimar Yacht Club todo giraba en torno al negocio y la posesión, o no, de terrenos o residencias en el lugar en que se establecía. De hecho, el asunto quedaba definido desde las categorías mismas de sus asociados, por lo que estos en su mayoría se identificaban por el tipo de compromiso que formaban con el asentamiento poblacional que se pretenpropio club se reconocía haber mantenido muy buedía desarrollar. Las categorías de asociados eran las nas relaciones con las otras dos entidades con quiesiguientes: nes compartía sus desvelos por la localidad. 24 En 1. Socios Protectores: Aquellos que sus informes se expresaban ideas como la que sicontribuyeron a la creación y organización del gue: «En nuestra playa hay tres organismos: la club, con servicios o dinero. Tarará Land Company, la Asociación de Propieta2. Socios Honorarios y Diplomáticos: a) las rios y el Tarará Yacht Club, sobre los cuales descanfiguras del gobierno de la República, los sa el progreso de la Zona Residencial de Tarará.»25 propuestos por la Junta General; b) funcionarios Modos de pensamiento que descubren la significade las legaciones extranjeras en el país. ción local de entidades como las citadas y revelan 3. Socios Numerarios y Propietarios: Aquellas las necesidades, las formas de participación social, personas (naturales o jurídicas) que fueran las estrategias de que se valían los residentes para propietarios de terrenos o casas en la zona solucionar sus dificultades y allegarse una vida residencial del reparto Celimar. mejor ante el abandono del Estado. Según el análi4. Socios Numerarios Residentes: Los mayores sis del historiador Pablo Riaño, en un estudio sobre de 21 años que no fueran propietarios de terrenos las asociaciones en la antesala de la Revolución: o residencias en el reparto. «Las asociaciones cívicas se convirtieron, antes del 5. Socios No residentes: Los que tuvieran su triunfo revolucionario, en paladines contra los gradomicilio fuera de la provincia de La Habana. ves problemas que afectaban la vida cotidiana del 6. Asociados: Los jóvenes entre los 17 y los 25 ciudadano cubano…»26 años que no fueran propietarios de terrenos o Club Náutico de la Playa Santa Fe, 1939: Para algunos residencias en el reparto. de los habitantes de pequeños poblados comenzó a 7. Socios Vitalicios: Aquellos que pagaren una ser evidente que el fomento de entidades como las suma nunca menor a los $2,000.00. descritas favorecería el desarrollo de sus comuni8. Socios Tr anseúntes: Los que tengan su dades. Es decir, se trataba de un movimiento a la domicilio fuera de la provincia de La Habana, o Este de La Habana. Dieciséis años después este inmigrante desconocido para la Historia de Cuba fundó, junto a otras personas, el Tarará Yacht Club y fue, al parecer, su presidente hasta su fallecimiento, ocurrido en 1956. 22 Desde la fundación en 1928 y hasta el fin de la república neocolonial se desarrolló allí una comunidad urbana que es hoy identificable con lo que comúnmente se reconoce como un «reparto». El espacio construido –fundamentalmente desarrollado a fines de los años cuarenta, y más que todo en la década de los cincuenta– debía su evolución a la inter acción de tres entidades: la Tarará Land Compan y, la Asociación de Propietarios de Tarará y el Tarará Yacht Club, y, obviamente, a los intereses del señor Webster. A tal extremo llegó la vinculación de esta persona y las actividades a que se dedicaba con el desarrollo de la comunidad urbana que allí se creó, que, en 1947 en una asamblea general del TYC, uno de los socios afirmó «que Tarará debería llamarse en su honor ‘Ciudad Webster’.»23 Un año después, en el 55 Revolución y Cultura del país. Esta condición de socio durará un mes salvo cuando se trate de un inquilino de alguna de las propiedades radicadas en la zona. 28 Los organizadores cuidaron aún más de la prosperidad de su inversión y establecieron que el gobierno del club quedaría constituido por nueve directores, cinco de los cuales serían designados entre los socios protectores, por la Compañía Propietaria del terreno y del edificio del club. De aquellos, uno sería el representante legal del propietario del Club y los cuatro restantes serán designados por la Junta General de Socios Protectores.29 Esta asociación estaba vinculada a la Compañía Territorial Playa de Bacuranao constituida en 1949, que era una de las firmas propietarias de terrenos incluidos en la Zona Preferencial del Túnel de La Habana.30 Territorio este último que a partir de 1954 era administrado por la Compañía de fomento del Túnel de La Habana, propiedad de Fulgencio Batista, con un capital ascendente a los diez millones de pesos.31 Alamar Yacht Club, 1958: La última de las sociedades concebida en estrecha relación con el propósito de empresas urbanizadoras que se intentó crear fue el Alamar Yacht Club entre los meses de agosto a octubre de 1958, fecha en que aparece el último documento generado por la entidad. A pesar de que nunca llegó a funcionar como tal, el reglamento enviado al Negociado de Asociaciones del Gobierno Provincial recogía claramente los propósitos que una urbanizadora se trazaba por su conducto. En la definición de sobre quién recaería la dirección de la asociación propuesta quedaba siempre al descubierto la mano de los inversionistas de una empresa, que, como en este caso, ni siquiera era mencionada. La Junta de Gobierno del Alamar Yacht Club se compondrá de un número impar de directores (…) de los cuales la mitad más uno serán designados por la compañía propietaria del Club, teniendo entre ellos el que la compañía designe en carácter de representante legal del propietario del Club (…) y los restantes miembros de la Junta de Gobierno serán designados por la Junta General de Asociados… 32 Como puede constatarse el modus operandi era sospechosamente similar al de Celimar, lo cual bien podría revelar la copia del mismo modelo antes empleado, o descubría la mano de la misma persona, natural o jurídica, a cuenta de quien corrían estos asuntos. A pesar de que en los textos de la asociación no se reconozcan los vínculos con su ánima promotora, sí contamos con la información de la existencia de compañías como la Residencial Alamar, creada en 1947 y reestructurada en 1955. Esta era propietaria de los terrenos del Reparto Alamar que, como en el caso de Celimar, fue una de las empresas favorecidas o promovidas por la Compañía de fomento del Túnel de La Habana.33 Tanto el Hotel Comodoro Yacht Club como el Copacabana Yacht Club, ambos de la década de 1950, 34 parecen los precursores de los nuevos tiempos en los que la industria turística empezaba a utilizar la imagen de estos clubes para ofrecer sus productos. De hecho esta fue la nueva modalidad que, a partir de la segunda mitad del siglo xx, Revolución y Cultura 56 comprometió a estas viejas formas asociativas, ahora empaquetadas bajo los formatos de la industria del ocio. El negocio de las urbanizadoras dejó de ser una novedad, como se observa en la actualidad, es solo una de las formas registradas, es decir posibles, en que se pueden manifestar estas realidades. Con la nueva forma de interacción descrita se marcó el inicio de una nueva época en la actuación y usos de estas formas asociativas, cuyo estudio requerirá de empeños futuros. CONCLUSIONES La variedad de fondo en los propósitos o resultados de estos «yacht clubes» expresa la incidencia en La Habana de un fenómeno de alcance mundial que favoreció la creación de múltiples entidades de esta clase, así como la consecuente expansión urbanística. Sin embargo, sería un error considerar que todos los clubes surgidos de esta tipología obedecían únicamente al interés mercantil o urbanístico de algún sector. A modo de conclusión deben ser resumidas aquí las cinco variantes estudiadas que develaban el accionar de estas organizaciones citadinas y su papel en la configuración final de la urbe. 1ro El modelo de la asociación que se funda con exclusivos fines de recreo y cuya imagen y accionar es utilizado por alguna urbanizadora, para favorecer sus intereses. (MYC) 2do El modelo de la asociación que se convierte abiertamente en una prolongación de una empresa urbanizadora y vela directamente por los intereses de aquella. (HBYCC) 3ro El modelo de la asociación que se crea con posterioridad a la fundación de una empresa urbanística, de modo que es creada por esta para, discretamente, garantizar la consecución de sus propósitos. (CYC, AYC) 4to El modelo de la asociación que se funda con propósitos idénticos a los dos anteriores, pero que en su posterior evolución sí logra convertirse en un verdadero polo de interacción local en beneficio comunitario. (TYC) 5to El modelo de la asociación que se funda por los residentes de una comunidad ya establecida con miras a desarrollar su localidad, dado el éxito que ante sus ojos tuvieron algunos de los clubes antes analizados. (CNPSF) Los casos presentados señalan las formas de interacción posible entre empresas urbanizadoras y asociaciones formales. Este estudio identifica los modos de procedimiento luego repetidos hasta la saciedad, en muchos de los poblados promovidos; así como descubre la mano secreta del mercado en no pocas organizaciones de la sociedad civil. Con todo, la puesta en evidencia del trasfondo lucrativo en el origen de muchas de estas organizaciones no desmiente su papel como verdaderas sociedades de recreo. Trazar una definición estrecha que las conciba únicamente como producto de intereses de mercado reduciría enormemente las complejidades de la vida social, en ella tiene lugar la continua y dinámica imbricación de las más diversas agrupaciones humanas, cualquiera que fueren sus intereses. Por tada del folleto promocional sobre la expansión hacia el este de La Habana en 1958. «Aumento o limitación e socios. El dilema candente del Habana Yacht Club», Habana Yacht Club, Vol. VII, nº 39, sep-1928, p. 15. 12 Salitre: «Derribando», Habana Yacht Club, Vol. VI, nº 20, feb-1927, p. 22. 13 Otras tipologías asociativas, ante el éxito social de los clubes vinculados a la náutica, comenzaron a buscar espacios en estas direcciones. Fenómeno social del que participaron entidades como el Círculo Militar y Naval, el Casino Español de la Habana, la Asociación de Dependientes del Comercio de la Habana o las Hijas de Galicia. Por estos años también se crearon el Balneario de la Concha, que en verdad no se trataba de un club privado, sino de una playa pública, y el Club Náutico de Marianao, obra y propiedad de una sola persona: el empresario Carlos A. Fernández Campos. Véase: Luis de Posada: «Clubes sociales y deportivos», en: Libro de Cuba , [Talleres litog ráficos de Artes Gráficas], 1954. pp. 716, 735, 737, 739, 741; Guillermo Jiménez: Ob. Cit, p. 229; El libro de Cuba, [Impreso en los talleres del Sindicato de Artes Gráficas de la Habana], La Habana, 1925, p. 638; Julio Cesar González Pagés: Emigración de mujeres gallegas a Cuba: Las Hijas de Galicia. Ayuntamiento de Vigo: Departamento de Cultura, /s. f. /, pp. 50 y 65. 14 En este caso se encontraban el Baracoa Yacht Club (1926), el Club Náutico de la Playa de Guanabo (1929), el Río Yacht Club (1948), entre muchos otros. De hecho, otras asociaciones de este tipo, que empezaron a surgir desde el período de entre guerras mundiales, tenían propósitos muy distanciados de los aquí expuestos y su estudio debe ser examinado desde diferentes perspectivas. Véase: ANC, FRA. 15 «Yatismo mundial. Notas y noticias de todas par tes», Habana Yacht Club, Vol. II, nº 7, en-1926, p. 20. 16 Ambas citas tomadas de: Salitre: «Derribando», Habana Yacht Club, Vol. VI, nº 20, feb-1927, p. 22. 17 «Yatismo mundial. Notas y noticias de todas par tes», Habana Yacht Club, Vol. II, nº 7, en-1926, p. 20. 18 Guillermo Jiménez: La Habana: Las empresas en Cuba , Editorial de Ciencias Sociales, 2004, pp. 540-542; «El magnífico yacht Miramar…», en: Miramar Yacht Club, Año 2, nº 9, sep-1930, p. intercalada después de la 244; Ramiro Cabrera: Navegando con Céspedes. Relato enrevesado –acaso instructivo– de un recorrido por los Cayos del Sur de la Isla de Pinos, en unión del Dr. Carlos de Céspedes y Ortiz. Domingo Macías, Felo Gronlier y Manuel Gómez Valle, Imp. Avisador Comercial, Habana, 1928, pp. 14 y 15. 19 «Las ciudades crecen hacia el Oeste», en: Biltmor e, Vol. I, jun-jul-ag o de 1948, nº 3, p. 13. 20 Guillermo Jiménez: Ob. Cit, pp. 30 y 31. 21 Havana Biltmore Yacht & Country Club: Reglamento del Havana Biltmore Yacht & Country Club, La Habana: [Editorial Carbonell], 1957, pp. 31-32. 22 Guillermo Jiménez: Ob. Cit, p. 271; Véase igualmente: ANC, FRA, L-1108, E23185. 23 ANC, FRA, L-1108, E-23187, f. 69. 24 ANC, FRA, L-1108, E-23186, f. 38. 25 ANC, FRA, L-1108, E-23200, f. 24. (Marcadas en cursivas por M.F.B.) 26 Pablo A. Riaño San Marful: «Asociaciones cívicas en Cuba en la antesala de la Revolución», en: Perfiles de la nación II, Comp. de María del Pilar Díaz Castañón, La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2006, p. 149. 27 ANC, FRA, L-121, E-1549, f. 3. 28 ANC, FRA, L-447, E-14813. 29 Ibídem. 30 Guillermo Jiménez: Ob. Cit, p. 563. 31 Ibídem, pp. 258-260. 32 ANC, FRA, L-144, E-2276, fs. 16 y 17. 33 Guillermo Jiménez: Ob. Cit, pp. 519 y 520. 34 Guillermo Jiménez: Ob. Cit, p. 351. 11 Los fines perseguidos no siempre fueron alcanzados por estas entidades, dado que no todas tuvieron una existencia lo suficientemente fructífera, o duradera, como para llevar a feliz término su empeño. Sin embargo, en los casos en que sí fue alcanzado este propósito, en el modo que pretendían las urbanizadoras tras el rostro de clubes como el Miramar Yacht Club o el Tarará Yacht Club, el trazado por ellos concebido aún determina la configuración socio-urbanística de una parte importante de la ciudad. Notas 1 Comandante Mendivia: «De la par te de arriba», Habana Yacht Club, Vol. V, nº 27, sep-1927, p. 35. 2 The New Enciclopædia Britannica, Enciclopædia Britannica, U.S.A., Vol–X, (Micropædia), 1983, p. 785. 3 Solo en la provincia de la Habana, según su anterior demarcación, existieron treinta y nueve clubes que contenían estas denominaciones: «yacht» y «náuticos», esto es de acuerdo con los expedientes encontrados en el Fondo del Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de Cuba (en lo sucesivo citaré las fuentes de esta procedencia como: ANC, FRA). De incluirse otras denominaciones como «marítimas», «navales», u otras, el número de sociedades de esta tipología sería mucho mayor, producto de la amplia acogida social que recibieron las formas de sociabilidad que vinculaban a diversos grupos humanos con múltiples actividades náuticas. 4 Alejo Carpentier: «La Habana moderna», en: El libro de Cuba, La Habana: [Impreso en los talleres del Sindicato de Artes Gráficas de la Habana], 1925, p. 472. 5 Al oeste de la ciudad, una vez cruzado el río Almendares, se ubicaban entre otros, el Casino Deportivo, el Club de Ferreteros, el Club de Profesionales, el Miramar Yacht Club, el Círculo Militar y Naval, La Concha, el Habana Yacht Club, el Club Náutico de la Habana, el Habana Biltmore Yacht & Country Club. 6 Emilio Roig de Leuchsenring: La Habana. Apuntes históricos, La Habana: Editora del Consejo Nacional de Cultura, 1963, p. 315. 7 Alejo Carpentier: Ob. Cit., p. 476. 8 Ibídem, p. 474. Aunque definitivamente no estaban, como dice el autor, «…al alcance de todas las fortunas...» p. 474. 9 Mario Coyula Cowley: «La ciudad del futuro o el futuro de la ciudad», Temas, nº 48, oct-dic, 2006, pp. 49 y 52. 10 Eduardo Luis Rodríguez: «La Habana republicana: seis décadas de desarrollo urbano en la capital de Cuba», en: Temas, Nº 24 - 25, ene-jun 2001, pp. 123-131. 57 Revolución y Cultura Alegre pensamiento Amado del Pino Gozar de libertad, vivir contentos soñarse Rey vistiéndose de andrajos, comer faisanes siendo sólo ajos y poseer alegre pensamiento1 aco, un amigo murciano, me hace llegar la nota: durante dos tardes el dramaturgo José Sanchis Sinisterra hablará sobre su obra en un lugar céntrico de Murcia. Me viene el recuerdo de Sanchis –siempre dinámico y comunicativo– cierto mediodía de la arrancada de los noventa en un improvisado espacio del Centro Cultural Brecht. Bien nombrado lugar para conversar con un dramaturgo que ha interpretado y enriquecido, como pocos, el legado brechtiano. Camino a la conferencia –y con la cierta extrañeza de llegar a una sala más o menos llena de personas entre las que no hallarás ningún conocido– voy repasando la presencia del autor en nuestro ámbito. Su ya clásica ¡Ay, Carmela! fue asumida, a finales de José Sanchis Sinisterra Revolución y Cultura 58 los ochenta, por Humberto Arenal en un montaje que contó con dos figuras a las que la escena cubana debe más veneración de la que disfrutan: Miriam Learra y Pancho García. Más nítido tengo el recuerdo de la puesta de Ñaque o de piojos y actores, dirigida por Vicente Revuelta en la Casona de la calle Línea. El gran renovador y fundador del teatro cubano contemporáneo escogió este texto rico y aparentemente descoyuntado para jugar con el espacio, las sensaciones y las ideas. A unos quince años de aquel atardecer me queda la imagen trémula de los entonces bien jóvenes Leonardo de Armas y Robertico Palacios derr ochando ener gía y sensibilidad. Vale recor dar que el propio Vicente ha sido un actor tan dúctil y hondo que los intérpretes que dirige suelen impregnarse de esa mezcla de desenfado y rigor. Cuando me siento a redactar estos apuntes, este diálogo entre las ideas y el legado del ejemplar dramaturgo español y mi experiencia cubana, en La Habana acaba de estrenarse El cerco de Leningrado, otro de los textos de Sanchis que ha estado en las carteleras teatrales de varias plazas del mundo. Julio César Ramírez contó para su estreno de noviembre de 2007 con dos actrices de enjundiosa carrera: Nora Hanze y Nieves Riovalles. A los interesados en profundizar en la obra de Sanchis Sinisterra recomiendo la edición de Cátedra de 1993, rigurosamente anotada y prologada por Manuel Aznar Soler. De este libro negro y hermoso apunto algunos datos sobre el hombre de vigorosos sesenta y siete años que ahora entra a la no tan concurrida sala en la que transcurrirá el encuentro. Sanchis nació en 1940 –un año después de terminada la Guerra Civil que evocará magistralmente en ¡Ay, Carmela!, dedicada a su padre– en Valencia. Precisa Aznar Soler dos momentos esenciales en la carrera de Sanchis: su labor, a partir de 1958, como director del Teatro Español Uni versitario (TEU) en la Universidad de Valencia; la creación del Teatro Fronterizo, en 1977, y la inauguración de la sala Beckett, en la Barcelona de 1989. El especialista afirma: «la trayectoria de Sanchis Sinisterra expresa una permanente voluntad de investigación, realizada con un rigor teórico muy poco frecuente en el teatro español».2 EL DRAMATURGO FRENTE A SU PÚBLICO Además de una vasta obra como autor teatral y de sus continuas reflexiones sobre la práctica escénica, Sanchis Sinisterra cuenta con una abultada hoja de servicios como profesor de dramaturgia, entrenador de jóvenes autores en España y varios países latinoamericanos. Esta circunstancia propicia un fluido transcurrir de sus comentarios que en esta experiencia murciana cuenta con la cómplice y efectiva ayuda de la profesor a Virtudes Serrano. Queda claro desde el principio que estamos, sobre todo, ante un hombre de teatro (además de autor, director y formador de actores) para quien tan importante como enseñarnos algo, será no aburrirnos. Sanchis y Virtudes comienzan por un homenaje casi a dos voces. En la sala se encuentra Francisco Ruíz Ramón, historiador del teatro español y viejo «profe» de ambos. Me agrada la salutación y el respeto. Evoco silencioso la huella de Rine Leal en los teatrólogos cubanos formados en el último par de décadas. El dramaturgo invitado no hace historia sino que evoca una experiencia más bien reciente. A partir de 2002 –ya instalado en Madrid– se vincula con un grupo de profesores de enseñanza media que formarían una experiencia que ha sonado mucho en España a partir de esa fecha, se nombran Teatro del Común. Después de pasar por un taller con los actor es de Teatro de la Abadía y tras un entrenamiento con Eugenio Barba, «se les ocurrió llamarme a mí y no pude decirles que no». Vale aclarar que cuando entrecomillo evoco las palabras de Sanchis, pero que no fueron grabadas sino apuntadas en una pequeña libreta de notas. Algo así como la narración que hacemos a nuestro mejor amigo de la excelente película que vimos ayer. Cuando decimos «el tipo le dijo a la amante de la novia…tal cosa», puede que no sea exacto, lo que sí es seguro es que la escena nos emocionó y sentimos la necesidad de compartirla. «Les impartí mi taller de dramaturgia actoral. Trabajé con ellos durante dos meses». Precisa que se trataba de un grupo de profesores de entre treinta y ocho y sesenta años y, levantando el tono con satisfacción recuerda: «me dijeron que querían seguir trabajando conmigo y subirse al escenario. Dio la casualidad que tenía un texto: Terror y miseria en el primer franquismo, que había comenzado a escribir en la arrancada de la transición». Voy al útil tomo prepar ado por Aznar Soler y compruebo que la primera versión de este proyecto data de 1979 y no anoto para no dispersarnos las revistas en que fueron apareciendo algunas de estas esce- ¡A y, Carmela!, con Verónica Forqué y Santiago Ramos. nas. Del fondo del recuerdo llega otra parodia brechtiana –hoy olvidada en nuestro ámbito– que llevara a las tablas el grupo Teatro Político Bertolt Brecht en los primeros setenta del siglo pasado. Pero sigamos con nuestro invitado: «Me pareció inquietante el deseo de pasar página. El olvido es siempre peligroso». La conferencia transcurre en octubre de un 2007 que se despidió en momentos de acalorados y muy sensibles debates en España sobre la pertinencia de la una Ley de la Memoria Histórica. Sanchis lo sabe bien y continúa: «En el 96 –después de ganar las elecciones el PP– me percaté de que había muchos síntomas de neofranquismo y volví a aquellas obras breves. El contacto con estos actores-profesores cuajó la escritura y la montamos juntos. Las funciones se convirtieron en un elemento pedagógico para los alumnos. Lo veo como una forma de articular el teatro con la enseñanza». Virtudes Serrano rememora un libro del Sanchis más teórico y el autor sube el ritmo, galopando entre la lucidez y la agudeza. «Tal vez los genios no necesiten estudiar, pero las personas normales debemos poner los codos en la mesa. El sentido de laboratorio, el amor a la investigación son básicos para la creación; más aún en el teatro, un arte tan poderosamente social.» También Vicente Revuelta es ejemplo de investigación en nuestro ámbito. Cuando recogía los frutos –en el emblemático Teatr o Estudio– de las búsquedas basadas en el método de Stanislavski, rompe con lo hecho y funda la breve pero nutricia aventura de Los Doce. Podría agregarse la yuxtaposición 59 Revolución y Cultura de Roberto Blanco entre Brecht y la ritualidad afrocubana o llegar a Flora Lauten y su fundación a partir de diversas influencias, pero estamos en clases y seguimos la amena disertación de Sanchis. «La frontera entre dramaticidad y narratividad fue siempre una de mis preocupaciones. En ese taller me preguntaba: ¿Está el teatro condenado a lo figurativo? ¿Lo condiciona el hecho de que los actores parecen personas? ¿Cuál es la frontera a la que podemos llegar cuando el teatro se despega de lo figurativo?» Aquí me remito –aunque esta vez no acudo al libro sino a la memoria, para preservar el ritmo– a otro maestro: Mauricio Kartún. Con el argentino nunca he topado de frente, pero una amiga dramaturga de Buenos Aires, Lucía Laragione, me mandó el libro de sus reflexiones. Kartún recuerda que al teatro le tocó durante siglos la función de representar las historias que la literatura contaba desde el papel. Cuando el cine demostró hacer mejor la tarea de contar historias, el teatro se hizo menos figurativo, se ha ido convirtiendo en un baluarte, en un reservorio de la imaginación y el debate. Por esos rumbos siguen las confesiones de Sanchis Sinisterra: «Cuando empecé a escribir (a los diez añitos) comencé con la narrativa. Después el teatro me agarró, pero he seguido leyendo muchas narraciones. Tengo envidia de la novela, que nació como un hijo espurio; tuvo la suerte de que Aristóteles no la conociera y no se pronunciara sobre ella. Por eso la novela está siempre inventándose, renovándose.» Mi cabeza se va ahora hacia un lugar preciso: la calle 25 en el barrio habanero de El Vedado donde nuestro gran dramaturgo Abelardo Estorino se ha movido en similar tránsito entre lo narrativo y lo teatral. Para no perder el hilo de esta clase magistral sólo apunto que Morir del cuento –considerada por muchos como «lo máximo» en la producción de Estorino– lleva como subtítulo en su primera edición ‘Novela par a representar’. «Me propuse en el Teatro Fronterizo utilizar textos narrativos, a primera vista imposibles de plasmar escénicamente. Dentro de esas búsquedas lo más conocido es la versión de un capítulo del Ulises, de Joyce. Aquello que hicimos como experimento, se convirtió en el primer éxito del Teatro Fronterizo.» Sanchis sigue apegado a preguntas esenciales: «¿Qué queda de la teatralidad si prescindimos de algunos de sus elementos tradicionales?» DE LA MEMORIA Nuestro dramaturgo prefiere el término teatro de la memoria al de teatro histórico, porque lo histórico tiene como una valencia, un certificado de verdad, y la memoria evoca una reapropiación de la circunstancia histórica; da mayores opciones a la reivindicación y la reinterpretación. Sanchis evoca a Walter Benjamin y comparte su v ocación de rescribir la historia de los vencidos. «La memoria no es un órgano destinado a archivar los acontecimientos. Es más bien un fluido; un traductor interesado y tendencioso. La memoria ha sido campo de encarnizadas batallas entre grupos humanos.» A una antología de sus recuerdos apela también Sanchis en la segunda sesión centrada en Revolución y Cultura 60 ¡Ay, Carmela!, la más conocida de sus creaciones, sobre todo a partir de la versión cinematográfica que dirigiera Carlos Saura, –auxiliado en el guión por el formidable Rafael Azcona– y que se estrenó en Madrid el 15 de marzo de 1990. El 5 de noviembre del 87 había llegado a las tablas del Teatro Principal de Zaragoza, dirigida por José Luis Gómez y con Verónica Forqué en el rol protagónico. Forqué todavía gira en temporadas por la geografía española con este título. «Muchos suponen que el autor es un enviado de los dioses, que al escribir obedece a un dictado. Cultivo la inspiración y me dejo arrastrar por los personajes, pero también intelectualizo y controlo. Me gusta moverme en esa frontera entre el orden y el caos.» Sanchis abandona un momento la celebrada ¡Ay, Carmela! para insistir en algunas de sus obsesiones como creador. Alude a una técnica a la que ha sido fiel y a la que en ocasiones ha llamado poética de la sustracción. Comenta con vehemencia: «Hay una tradición que viene de Kafka y que alcanza otra plenitud en Beckett y en Pinter. El proceso literario de Beckett –tal vez contrastado con la explosividad y universalidad de Joyce– optan por una reducción, una contracción. Se sabe que cuando le preguntaron a Beckett por qué decidió abandonar su lengua materna y utilizar el francés, respondió: para empobrecerme más.» Ahora se acerca a la personalidad de sus protagonistas, sus dos artistas de apar ente pacotilla, el torpe Paulino y la espléndida pero candorosa Carmela. Se detiene en la construcción de los personajes… «La gran paradoja de la palabra dramática está en decir cosas hondas y graves, con personajes que se expresan como pueden. Renunciar a la palabra omnipotente del autor y acudir a la relativa pobreza del habla del personaje.» Subrayo esta idea, le pinto signos de admiración, conservo con cuidado la libretica. Habrá mucho más que decir del encuentro y volveré a leer la apasionante representación de Carmela y Paulino o el juego incandescente de Ríos y Solano en Ñaque o de piojos y actores. Las dos me servirán para pensar en mi propia obra y en grandes momentos de nuestra tradición. La rica urdimbre que se teje en Ñaque… se me emparienta con la prodigiosa mezcla de refranes, dicharachos y sentencias que Eugenio Hernández Espinosa logra en la hasta hoy casi desconocida Calixta Comité. Por el camino de estas reflexiones siguen latiendo las certezas del arte teatral que nos convoca y reúne. Notas: 1 José Sanchis Sinisterra: Ñaque o de piojos y actores, Madrid: Editorial Cátedra Letras Hispánicas 1993, p.175. El editor aclara acerca de estos versos: «Solano recita con algunas variantes el primer cuarteto de un soneto «rotulado Descripción de la vida del pícaro pobre». 2 Ob.Cit., p.11. Múltiples despedidas Ásperos resultaron estos meses para nuestra cultura, pues varias de sus principalísimas figuras se despidieron, creen algunos, que definitivamente de nosotros. Por supuesto, la obra que nos legan se encarga de la desmentida. Tal es el caso de Iris Dávila, reconocida por su labor literaria y periodística, que desde muy joven descubrió en la radiodifusión un terreno fér til para encauzar sus inquietudes creadoras. Sus guiones radiales para los espacios Divorciadas y Por los caminos de la vida hicieron época por la sensibilidad con que abordó temas sociales y la condición femenina. A fines del año pasado, Ediciones Unión presentó Delirio de periodista, recopilación de textos suyos aparecidos en publicaciones periódicas. Otro de los que marcharon, con la misma humildad y recato con que vivió sus 66 años de apasionado bregar ar tístico, especialmente en el grabado, fue Antonio Canet. Según atestiguó la artista y curadora Lesbia Vent Dumois, «uno de los más prolíferos grabadores con una larga trayectoria de ar tista incansable y capaz». Son famosas sus series dedicadas a Cecilia Valdés, a la novela Lucía Jerez, de José Mar tí o la inspirada por La Historia me absolverá, titulada Fidel y el Moncada. También nos dijo adiós Federico Arístides Soto Alejo, su verdadero nombre, aunque conocido internacionalmente como Tata Güines. Uno de los percusionistas más prestigiosos del país, durante su carrera estuvo nominado en tres ocasiones al premio Grammy por su par ticipación en los discos La rumba soy yo, Lágrimas negras, de Diego el Cigala; y Cuban Odyssey, junto a Janet Bunnett Premio Nacional de la Música en 2006, la crítica lo bautizó como el rey de los tambores por su forma de tocar con las uñas ese instrumento. Con su muerte, Cuba pierde a otra de sus grandes figuras de la música tradicional. Poco antes de morir, la viuda del escritor cubano Alejo Car pentier, Lilia Esteban Hierro, agradeció a cuantos han dedicado pasiones y fer vores a la preser vación y la promoción de la obra del autor de El siglo de las luces. Desde la Fundación Alejo Car pentier, que presidió a par tir de su creación, realizó una consecuente labor para que el legado del más impor tante novelista cubano multiplicara su alcance y significación. Eusebio Leal la describió como esa «mujer que conserva en el fuego de su mirada y en su palabra, siempre breve y precisa, la memoria viva de Alejo Carpentier […] al ejercer ese oficio difícil de guardar intactos para las presentes y futuras generaciones, no sólo la palabra escrita, sino el pensamiento humanista y el sentido que la vida tuvo para Alejo». Con la muerte de Ruper to Jay Matamoros, la pintura cubana perdió a uno de los más representativos exponentes del llamado arte ingenuo o naif, quien por la calidad de su obra mereció el Premio Nacional de Artes Plásticas en el 2000. Larga fue la vida del artista, apenas le faltaban dos meses para cumplir noventa y seis años, durante la mayor parte de los cuales estuvo interesado en plasmar lo visto de cualquier manera: el paisaje, la flora, la fauna, los habitantes del campo y la imaginería popular. Cier tamente adquirió algunas nociones académicas durante esa insólita aventura que se llamó Estudio Libre de Pintura y Escultura. Pero el talento de Jay fue emergiendo como algo muy propio, en los ratos libres que le dejaban sus múltiples oficios. La eclosión llegaría después, cuando la política cultural de la Revolución, comenzó a jerarquizar los aportes de la pintura popular. El infarto lo sorprendió sin que el Premio Nacional del Cine, al que estaba nuevamente nominado, le fuera concedido. Así sucede cuando han sido tantos los que han dejado una huella significativa, trascendente, que ha ido conformando la historia de nuestra cinematografía nacional. Y no obstante la muer te no va a impedir que el maestro del cine documental cubano, Octavio Cor tázar, viva en nuestra memoria por siempre. Su inmenso documental de 1967, Por primer vez, hubiera bastado para que fuera venerado por su gente, pero este cineasta, autor de una treintena de filmes, prefirió seguir retratándonos con esa agudeza y sensibilidad que distinguieron a cada una de las propuestas que emprendía. Realizador de algunas ediciones del Noticiero ICAIC Latinoamericano, así como prestigioso director de espectáculos ar tísticos y musicales, el fundador de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños llegó a la ficción en 1977 con El brigadista, experiencia que repitió en otras dos ocasiones. Finalmente, Sergio Corrieri, una de las más destacadas personalidades de la cultura nacional, mantuvo hasta el último de sus días su compromiso con el destino de su Patria. Sergio, que nunca dejó de echar pie a tierra por sus convicciones ni de emplearse a fondo en cada una de las tareas que le encomendaron, dejó tras de sí una leyenda en el mundo de las ar tes escénicas. Estuvo entre los fundadores de Teatro Estudio, junto a Raquel y Vicente Revuelta e integró el elenco de la primera puesta en escena de la mítica agrupación: Largo viaje de un día hacia la noche, de Eugene O’Neill. En su trayectoria teatral encarnó los más diversos y exigentes personajes, y al encaminar sus pasos hacia la dirección dio pruebas de su extraordinario talento en la puesta en escena del estreno mundial en 1964 de Contigo pan y cebolla, la popular comedia de Héctor Quintero. Pero ya desde entonces, Sergio no era solamente un hombre de teatro. «La Revolución había cambiado nuestras vidas –dijo en una entrevista– y abría nuevas perspectivas para la cultura cubana. Entendíamos que había que hacer ar te con la Re volución y para la Revolución, arte de altos valores, y ser, al mismo tiempo como ciudadano, un soldado.» Esas inquietudes lo llevaron a fundar en 1968 una experiencia inédita, el Grupo Teatro Escambray, junto a su madre, Gilda Hernández. Fue aquel un gesto sin precedentes para alguien que ya estaba considerado como uno de los mejores actores del país y que contaba en su haber con el brillante desempeño en el protagónico de Memorias del subdesarrollo . En los años que siguieron, junto a su labor en el Escambray, donde actuó en puestas memorables como Ramona, El juicio y Los novios, era identificado por el público en la gran pantalla por su interpretación de Alberto Delgado en El hombre de Maisinicú, y conmovía a los cubanos con su formidable plasmación de Fernando/David en la serie televisiva En silencio ha tenido que ser. En 1985 la dirección del país le pidió que ocupara la vicepresidencia del Instituto Cubano de Radio y Televisión. En 1987 pasó a Jefe del Depar tamento de Cultura del Comité Central del Partido, y desde 1990 se desempeñó como presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. Los méritos de Corrieri fueron reconocidos con la Orden Félix Varela, la Medalla Alejo Carpentier, la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez, y el Premio Nacional de Teatro 2006. 61 Revolución y Cultura Distinguen a Álvarez Tabío con el Premio Nacional de Edición El Premio Nacional de Edición 2007 fue adjudicado a Pedro Álvarez Tabío, uno de los más experimentados y consagrados intelectuales cubanos en esa especialidad. Al frente de la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado ha desarrollado una ingente labor en el rescate y la promoción de la memoria histórica de la Revolución, en ediciones rigurosas y de notable impacto sociocultural. Una de sus más recientes contribuciones en ese campo fueron las ediciones cubanas del libro Cien horas con Fidel, la extensa e imprescindible entrevista del Comandante en Jefe con el intelectual francés de origen español Ignacio Ramonet. El jurado, integrado por los Premios Nacionales de Edición Esteban Llorach Ramos, Desiderio Navarro Pérez y Juan Valdés Montero y el escritor Alberto Edel Morales Fuentes, fue presidido por el vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, Alberto Mar rero Fernández quien destacó en sus consideraciones el ejemplo de Álvarez Tabío para las nuevas generaciones de editores y sus aportes a la cultura cubana. (Fuente: Granma Digital) Concede el Estado ruso la Medalla Pushkin a dos personalidades cubanas En un acto en la sede de la Embajada de Rusia en La Habana fue impuesta la Medalla Pushkin al conocido escritor Julio Travieso Serrano, autor entre otras obras del premiado libro El Polvo y el Oro, y a la Dra. Teresita Urra, reconocida especialista en la lengua rusa y actual jefa del Departamento de Ruso de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana. Asistieron a este acto, presidido por el Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Federación rusa en Cuba, Sr. Andrei Dimitriev y el agregado cultural de la Embajada, Sr. Alexei Polikin, destacadas personalidades de la cultura en nuestro país, entre ellas, el rector Revolución y Cultura 62 de la Universidad de La Habana, Rubén Sardolla, el presidente del Instituto Cubano del Libro, Iroel Sánchez, y el viceministro de cultura, Fernando Rojas. Esta distinción se otorga por el Estado ruso, con la aprobación de la Duna (parlamento) y mediante un decreto firmado por el presidente Vladimir Putin, a cuarenta personalidades del mundo de la política y la cultura, entre ellas, varios dirigentes de máximo nivel como Jiang Zeming, Li Peng, Vaclav Klaus y Stepan Music, además a una decena de diplomáticos, profesores y periodistas latinoamericanos, por su valiosa aportación personal a la cultura y las letras, la difusión del idioma ruso y el desarrollo de los vínculos culturales entre sus respectivos países y Rusia. En su intervención, el Embajador Andrei Dimitriev ponderó la contribución de los homenajeados cubanos al desarrollo de las relaciones entre las culturas de ambos países y destacó su aporte personal en la difusión en nuestro país de las letras rusas. Ambos condecorados por su parte, expusieron el honor que significa para ellos la condecoración recibida y abogaron por una mayor difusión de la cultura rusa en nuestro país. (Fuente: CUBARTE) Premio Casa 2008: argentinas por par tida doble Las escritoras argentinas Samanta Schweblin y Laura Yasan y el colombiano Hugo Niño conquistaron el Premio Literario Casa de las Américas 2008 en Cuento, Poesía y Ensayo históricosocial, respectivamente, según se dio a conocer en la sede de la institución. En La furia de la peste, de Schweblin, el jurado valoró «el intenso ritmo interior y el inexcusable aliento poético» de las narraciones; en el poemario La llave Marylin, de Yasan, destaca el tratamiento original de la metáfora de la ciudad moderna; mientras que el ensayo de Niño, El etnotexto: las voces del asombro, descolló por la lucidez con que aborda las raíces indígenas y afroamericanas de nuestra identidad. Entre los libros concursantes de no ficción ya editados en Brasil sobresalió La globalización de la naturaleza y la naturaleza de la globalización, de Carlos Walter Porto-Gonçalves: en tanto en la categoría de literatura antillana de expresión francesa o creole las pal- mas se las llevó el haitiano LouisPhilippe Dalember t con su novela Les dieux voyagents la nuit. Como ya es habitual, Casa de las Américas reconoció con Premios Honoríficos a destacadas producciones latinoamericanas del año anterior a la convocatoria. El denominado Ezequiel Martínez Estrada recayó en el ensayo Elogio de la diversidad, del dominicanomexicano Héctor Díaz Polanco; el José Lezama Lima en el poemario En un abrir y cerrar de ojos, del chileno Oscar Hahn; y el José María Arguedas en la novela El ejército iluminado, del mexicano David Toscana. (Fuente: Granma Digital) Tradición y genialidad artística enaltecieron Jazz Plaza 2008 Reconocidos y jóvenes promesas dentro del ámbito jazzístico internacional, gestores y continuadores del género, protagonizaron el Festival Jazz Plaza 2008. En un apretado programa de treinta y una presentaciones, el público cubano pudo disfrutar en vivo de paradigmáticos ar tistas como Javier Colina (España), Chucho Valdés (Cuba), Luis Salinas de Argentina (imagen) y Tania María (Brasil). Asimismo, la cita habanera ofreció espacio a recientes creadores del patio, entre los que se encuentran, Rolando Luna, Harold López-Nussa y Dayramir González, ganadores del Concurso Jojazz. Aruban Cuban Smooth Jazz, Jazz Tunkul, Bobby Carcassés y Afrojazz, César López y Habana Ensamble, y Tango en tres, fueron algunas de las veintiséis agrupaciones invitadas, que contó con la par ticipación de músicos de quince naciones de América, África y Europa. Y entre las sorpresas figuraron la premier de la producción discográfica a dos manos entre Chucho Valdés y Pablo Milanés, así como un homenaje especial a Tata Güines, fallecido recientemente. A la oportuna sombra del Festival se desarrolló la IV edición del Coloquio Internacional de Jazz, que en esta ocasión estuvo dedicado a José Luis Cortés (El Tosco), en el aniversario veinte de NG La Banda. El Jazz Plaza es la expresión de un proceso largo y sedimentado, de un movimiento jazzista propio, auténtico y sólido como el cubano, declaró Abel Acosta, presidente del Instituto Cubano de la Música. (Fuente: AIN) omo es sabido, la XVII Feria Internacional del Libro volvió a ser el suceso cultural más importante del país. Convocó en su sede principal de San Carlos de La Cabaña, y luego en más de cuarenta plazas a todo lo largo y ancho del país, a más ciento sesenta expositores provenientes de una treintena de países, los cuales representaban cerca de trescientas editoriales. Más de ocho millones de ejemplares y unos mil trescientos títulos circularon por toda la Isla, y los lectores también pudieron sostener encuentros con escritores, disfrutar de otras manifestaciones artísticas, acceder a publicaciones electrónicas, así como disponer de espacios caracterizados especialmente para los niños. Dedicada a homenajear a los escritores cubanos Graziella Pogolotti y Antón Arrufat, y a la cultura gallega, en su condición de invitada de honor, esta edición de la Feria contó entre las personalidades que la honraron con su presencia al poeta español Marcos Ana, el intelectual hispano-francés Ignacio Ramonet, el narrador y periodista mexicano Paco Ignacio Taibo II, el ensayista y pr ofesor italiano Claudio Magris, el escritor y político nicaragüense Omar Cabezas Lacayo, así como una nutrida y valiosa delegación artística de Galicia. Y bien, en medio de todo eso nuestra revista aportó su granito de arena con sendas presentaciones en La Cabaña y en la oriental ciudad de Holguín. El aporte residía en que nuestro primer número correspondiente a 2008, contiene un extenso dossier dedicado a la literatura escrita en lengua gallega. Dossier conformado por artículos y ensayos escritos por profesores y especialistas pertenecientes a varias instituciones académicas de España, en especial de la Universidad de Santiago de Compostela y a su cátedra Alejo Carpentier. Lo más importante, según palabras de Luisa Campuzano durante una de las presentaciones, es que «este conjunto de trabajos destacan la proeza cultural que ha sido la recuperación de la literatura gallega y su contribución al reconocimiento de una identidad marginada». En Holguín, donde coincidimos con Abel Prieto, ministro de Cultura, recogimos estas palabras suyas a la prensa: «En general, hemos percibido que la población está bastante satisfecha con las novedades. Todas las estructuras del Instituto Cubano del Libro se han mantenido realizando encuestas para medir esto y, en sentido general, ha y satisfacción». Y en relación con la presencia gallega en la Feria, destacó «el meritorio trabajo realizado por la Xunta de Galicia, su delegación trajo a escritores muy importantes como Manuel Rivas o Xeneira Vila, a la Filarmónica de Galicia, trajo a una excelente cantante gallega que trabaja las canciones tradicionales con arreglos contemporáneos. La Xunta de Galicia hizo un tremendo esfuerzo y después la derecha española, como ustedes saben, la atacó por esto. Es una vergüenza, realmente, y es que allí la derecha usa el tema Cuba como un asunto de política interna, tratando de presionar a gente maravillosa. Ellos hicieron un tremendo esfuerzo para estar con nosotros y se han comportado dignamente en todo este asunto». La convocatoria de 2009, rendirá homenaje al historiador Jorge Ibarra y a la poetisa y ensayista Fina García Marruz, Chile será el país invitado de honor, y, por primera vez, una institución será puesta de relieve de manera especial, la Casa de las Américas, que estará cumpliendo medio siglo de existencia. Nosotros, por supuesto, volveremos a estar. En nuestra edición 5/6 de 2007, a causa de un lamentable error el artículo «La arquitectura del molde o de cuando la construcción se hizo industria», de Felicia Chateloin, fue publicado con varias imágenes que no correspondían con los planteamientos de la autora. Ofrecemos nuestras excusas a ella, y en especial a nuestros lectores. En próxima edición digital, saldaremos esta equivocación. 63 Revolución y Cultura GUILLÉN, El periodista Jaime Sarusky eo y releo con marcado interés estas crónicas de ese agudo y perspicaz periodista que fue Nicolás Guillén, a propósito de la aparición del cuarto tomo de su Prosa de prisa (1929-1985), publicado por Ediciones UNION, colección de crónicas, ar tículos y otros textos, que durante años reuniera Angel Augier. Si usted se adentra en estos trabajos con la curiosidad propia del buen lector, avezado en eso de indagar sobre la vida y el pensamiento del poeta, que además es periodista, será gratificado al poder conocer, por ejemplo, como un anticipo a las memorias que redactaría después, sus juegos y correrías por las calles del Camagüey de su niñez, el de los inicios del siglo veinte. Descubrirá un inesperado e interesante texto, quizás el más extenso de este volumen, una investigación histórica sobre la influencia francesa y sus apor tes en Cuba; una inusual crónica, fechada en 1930, titulada «Vida y milagros del traje blanco»; otra acerca del «problema» del negro y la unidad nacional; o la polémica cuestión del purismo en el lenguaje, entre otras tantas, que nos permiten confir mar, ahora a través de esos textos en prosa, la urdimbre que une a la cubanía y a la universalidad del poeta. Pienso que tanto como su poesía, el periodismo de Nicolás revela su visión del mundo. Y al obser var el cuidado y la elegancia de su prosa, Revolución y Cultura 64 comprobamos que ello responde a una voluntad estética, la sólida proyección artística y literaria que nunca descuidó. Seguramente, al sentarse a redactar sus crónicas, él, periodista de sangre desde muy joven, ponía tanto empeño e interés en los valores formales de su prosa como él, el poeta, a la hora cero de su creación. Entonces, se nos hace más clara la coherencia y el orgánico entramado, hasta en los más sutiles detalles, que van tejiendo juntas vida y obra. Si no se despreocupaba al presentar públicamente un texto, igualmente se obser vaba a un Nicolás Guillén, el mismo cuya presencia, y también su personalidad, inspiraban respeto y admiración, sin que por ello renunciara nunca a su bonhomía, su imbatible sentido del humor, su risa grande como otra marca distintiva y su tan cubana manera de ser. Creo que uno de los méritos de esta obra radica en que nos permite conocer diferentes momentos de la evolución del periodista y, a la vez, entre otros temas diversos, el conocimiento desde la perspectiva social y humana, de etapas del siglo veinte en nuestro país. Aquí nos damos cuenta de su constante inquietud intelectual, la del poeta y la del periodista, las dos profesiones del autor. Todos los asuntos, históricos o de actualidad, ya se tratara de personalidades de la cultura o de otras ramas del conocimiento, los abordaba con frescura y espíritu abierto. Además, sabía ir al fondo de muchos de los problemas, ya fueran complejos, delicados o muy sencillos, con los más diversos registros, según lo exigieran el texto, el contexto o las circunstancias. A veces era franco y directo, pero también sabía aplicar la ironía, ironía en ocasiones leve, en otras, incisiva. Sin olvidar el humor, característica imprescindible en su personalidad. Veamos una muestra: explica que alguna vez escribirá un libro sobre el lugar común. Por ejemplo, cuando se habla del «poeta», «este raro ejemplar de la especie humana», el lugar común imprescindible es el de «inspirado». Ya se diga poeta, por talira, cantor. Sin embargo, precisa, no se concibe que exista inspiración en un músico, en un ingeniero o en un pintor, porque eso ha de ser cosa exclusiva de la poesía. Ahora bien, un escritor debe ser siempre «atildado», un rayo, siempre es flamígero y constantemente nos está rondando «el éxito rotundo», «la feliz coincidencia», «el profundo filósofo», «el drama sangriento», «el valor indomable», «el sagaz político» o sea, como afirma Guillén «todo un mundo de sombras verbales, de palabras momias que nada contienen…» Con sabiduría podía escribir de cualquier tema popular, digamos sobre los números, el azar y la lotería, y luego diser tar sobre un poeta español o francés del siglo XVI o XVII. Es decir, la cultura y la vida, apresar ambas y hacer de ellas fuentes de conocimiento, de disfrutes, de alegrías. Creo que esos serían los emblemas y la visión del mundo más dueños de la existencia del poeta, del periodista Nicolás Guillén. Desde el banco del amor Amado del Pino R ober to Chile cita a Martí y junta televisores. Convoca a artistas de gran reconocimiento y a otros que están arribando a la madurez creadora por diversos caminos. El banco del amo r se nombra la preciosa instalación de Fúster que uno se tropieza a la izquierda, en el primer contacto con la exposición Alas con puntas. Es un banco hermoso, simpático, entrañable; pero el creador audiovisual no nos incita a sentarnos, sino a danzar con las emociones, las sensaciones y el ritmo. Pantallas de diversas épocas y tamaños nos evocan esa tele que tuvimos en casa o que soñamos espiando la ventana del vecino de los altos. Pocas veces dialogan con tanta coherencia las diversas técnicas y el poderoso mundo de las imágenes. Choco nos presenta una torre de texturas y provoca la elegante tentación de mirar hacia arriba. Frente a sus colores de sangre y ritual, Fabelo nos ubica ante una isla de Cuba vertebrada a par tir de viejas cazuelas y cafeteras que envejecieron junto con nuestras abuelas. Pienso en Eliseo Diego, en los extraños pueblos que evocaba. Aquí el ar tista hermana lo íntimo con lo público, el cacharro arrinconado con el paradigma necesitado de nuevas acechanzas. En las pantallas suena Son de la Loma, a par tir de Fúster, chocan las fichas del dominó de Choco y el mismísimo Fabelo entona un bolero. Breves, hondas, populares y sabias a la vez son estas obras de Rober to Chile. Van más allá de lo publicitario, aunque del ingenio y la gracia de la mejor publicidad se nutren y se desentienden al mismo tiempo. Recreando la obra Primavera, de Jesús Lara, se alcanza tal vez la mayor coherencia entre la obra expuesta y su contrapunto en pantalla. El mundo raigal, mágico, trascendente de Lara fundamenta dos minutos de auténtica poesía, que arranca con la mejor de las canciones: el llanto pequeño y vigoroso de una niña recién nacida. El artista se adentra en una sobria robustez, que deja sin espacio la pretensión de que la pintura significa vejez o formalismo. Sus raíces y colores emocionan tanto como la escueta escultura de Villa o la Cuba poética y noblemente reciclada de Fabelo. Bienvenidas las pantallas múltiples, la música deliciosa y efectiva, la combinación de formas y procedimientos de esta ejemplar exposición. Confieso que me pareció estar dentro de una escenografía teatral y que salí de la fiesta de luces y conceptos amando a los personajes que habitan en las paredes, a nivel del suelo que pisan nuestras urgencias y de esos televisores que nos van acompañando a lo largo de la faena y el amor. Arriba: Rober to Chile, destacado cineasta cubano, es también un realizador de obras audiovisuales a favor de la pintura, la música y la literatura que hacen sus contemporáneos. Abajo: Roberto Chile en la exposición Alas con puntas, en el Memorial José Mar tí, por el aniversario 155 del natalicio del Apóstol. 65 Revolución y Cultura Ghostposter o viendo la película al revés José León Díaz Car tel de promoción de la exposición. Diseño: Idania del Río. Accidente. Director: Tomás Piard. Diseño: Darién Sánchez. Revolución y Cultura 66 uego de años, finalmente Agapito vio su sueño hecho realidad: en medio de la muestra de cine joven, la Galería 23 y 12 le prestó sus paredes para exponer su exposición de car teles fantasmas… No, los car teles son muy reales, lo fantasmagórico corresponde a las películas que les sir ven de motivo. Proyectos nunca realizados en la pantalla, ahora ven la luz en la obra de un grupo de diseñadores que, empleando las ya sagradas técnicas de la serigrafía, rebosan una vitalidad y perennidad (no sé si esto es contradictorio), que les permite entrar en el discutible rango de obra de ar te. Se independizan estos diseños de los frustrados guiones o proyectos cinematográficos, tocan el cielo, por así decirlo, con el único permiso que otorga la liber tad que asiste (o debe asistir) a todo creador. Al respecto, en el catálogo se afirma: Los creadores visuales que han concebido estas imágenes han disfrutado de una libertad de concepción sin precedentes en el medio. Los límites fueron los de la comunicación de una idea, por esta vez bajo su entera responsabilidad. Aunque parezcan no estar comprometidos con el hecho cinematográfico –craso error–, lo están porque lo reclaman desde el vacío, desde la nada temporal [...] Si el mapa se anticipa al territorio, entonces este deseo de hacer carteles quiere ser el preludio de hacer (y ver) filmes: pensamos que lo invisible dejará de serlo algún día, y que ese alumbramiento será algún día suceso cierto ante nuestros ojos. Pero la muestra es más. Recoge estilos y modos de hacer que ya sentaron cátedra en el cartel cubano. Recreaciones de la obra de un maestro del período prerrevolucionario como Eladio Rivadulla, o de los miembros de aquella hornada de principios de los sesenta, a la que siempre le hemos endilgado los adjetivos renovadora, paradigmática... En ese recorrido, todavía la modesta serigrafía nos sorprende y sir ve de magnífico sopor te a diseñadores ya formados en las técnicas y mundos que abre la computación. Y para el iniciador de este sueño, Agapito Mar tínez, un especialista en hallar nichos (vaya, como si en una catedral gótica se ocupara de descubrir nuevos espacios para una mínima idea, una nueva interpretación, algo que con una simpleza puede cambiar el curso de la historia del ar te), y para sus colaboradores (en especial Eduardo Marín y Maribel Rivero) llegue nuestra felicitación y nuestro deseo de que nos sorprendan con nuevos fantasmas. Inocencio Izquierdo Director: Tomás Gutiérrez Alea. Diseño: Eduardo Marín. Emporio Habana. Director: Pavel Giroud. Diseño: Jorge Rodríguez Diez. 67 Revolución y Cultura Revelación en el Salón Nacional de Premiados Israel Castellanos León n videoarte atrajo especialmente la atención de Revolución y Cultura en el XII Salón Nacional de Premiados, conformado esta vez por treinta y cuatro creaciones. Entre las pinturas, instalaciones, fotografías, audiovisuales y técnicas mixtas de cuarenta y cuatro artistas, la animación digital Digeribles, del joven villaclareño Martiel Carrillo, recibió el premio que tradicionalmente otorga la revista en este evento, donde anualmente deben concursar las obras premiadas en los salones provinciales y en el municipal de Isla de la Juventud. Tras advertir «un mayor balance cualitativo del conjunto en relación con ediciones más recientes del propio cer tamen», Revolución y Cultura destacó la obra de Mar tiel en vir tud de una «gran capacidad heurística para hacer del cuerpo humano –masculino y femenino– un sopor te de plasticidad siempre mutante, a pesar de la frontalidad de los modelos; y lograr una ingeniosa propuesta de body art». Apreció las «soluciones de continuidad conseguidas por una ágil y armónica edición digital», con la cual Mar tiel «integró diseño y pintura, valiéndose de imágenes altamente sugestivas, que incluyen tanto la cita como el homenaje» (y la parodia, se podría agregar al acta de premiación, rubricada por José León, Rosario Parodi y el autor de este reporte). Mar tiel resultó uno de los dos crea- Páginas 68, 69 y 70: Mar tiel Carrillo, Digeribles, animación digital, 2007 Fotos: Cortesía del ar tista. Revolución y Cultura 68 dores más laureados en este Salón. Fue reconocido con una mención por el jurado principal del evento y con otros galardones colaterales, otorgados por el Sello Artecubano Ediciones, del Consejo Nacional de las Artes Plásticas; la Cátedra Luis de Soto, de la Facultad de Ar tes y Letras, Universidad de La Habana; y el Fondo Cubano de Bienes Culturales. Se podría decir que «tantas miradas no pueden estar equivocadas», como rezaba el spot de un programa de la televisión cubana. Laureado anteriormente en el Salón de Artes Plásticas de Villa Clara 2006 por el audiovisual El peso de los grandes, Mar tiel pudo ser igualmente distinguido en el Salón Nacional de Premiados correspondiente al año 2007. Pero este no tuvo lugar, pues la institución sede, y habitual organizadora del evento –el Centro de Desarrollo de las Ar tes Visuales–, estaba cerrada por restauración. De cualquier modo, el 2006 fue un año pródigo para Mar tiel. Agregó a su palmarés dos reconocimientos: un segundo lugar en la categoría audiovisual, y una mención en obra impresa, en el Salón Nacional de Ar te Digital que convoca el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. Pese a dichas credenciales, este joven de veintisiete años resultó prácticamente una revelación en la reciente edición del Salón Nacional de Premiados. Y no sería totalmente extraño que Martiel fuera casi desconoci- do en la capital. Las exposiciones en que ha par ticipado –apenas dos muestras personales y algunas colectivas– se han verificado, casi todas, en Santa Clara. Su experiencia con los audio visuales es corta: solamente cinco o seis, realizados a par tir del año 2003, cuando egresó de la Escuela de Ar tes Plásticas «Leopoldo Romañach», en la capital villaclareña. Ahora bien, Mar tiel no se ha dedicado exclusivamente al «ar te de los medios» o videocreación: «He hecho también algo de obra gráfica. No grabado, sino dibujo, humor gráfico principalmente», nos explicó saber el ar tista minutos después de la premiación en el XII Salón Nacional de Premiados, el pasado 24 de enero. Se trata de una inquietud que ha reser vado para la galería. Aunque le han ofrecido opor tunidades de colaborar en la publicación humorística local Melaíto , no lo ha hecho, por dejadez. Este creador estuvo trabajando mucho la temática de la lengua y el globito del comic. «Ambos formaron par te de una exposición individual que realicé. El globo es el elemento que normalmente permite expresarse a los personajes. P ero yo lo convertí en un personaje, que sufría una metamorfosis, al igual que la lengua. Me sir vieron para discursar sobre diversas problemáticas». Por lo demás, Mar tiel es un artista que no gusta de encasillarse en una sola manifestación. Considera que para cada idea hay un lenguaje más apropiado, sea pintura, dibujo, audiovisual…, y los relaciona incluso. En Digeribles, por ejemplo, incluyó dibujos humorísticos; viñetas y globos con textos, característicos de las historietas o comics; elementos del diseño gráfico: carteles, vallas, señalizaciones, lemas o consignas, hasta citas de refranes populares… Apoyándose en la alegoría visual de la ingestión o deglución, conformó cócteles de imágenes consumidas y procesadas, para aludir al acontecer sociopolítico, económico, artísticocultural, personal… humano. Tampoco se deshizo de lo pictórico este egresado en la especialidad de pintura. «En Digeribles –señaló– pinté los cuerpos de los modelos, los fotografié, y monté cada foto sobre una pista de edición. Trato de utilizar lo menos posible la par te técnica. Me interesa ir un poco más a lo manual, a la plasticidad de la pintura como tal. Uso la herramienta digital solo para la edición y la música. Hasta ahora, nunca he usado una cámara de video. En los dibujos, empleo el dispositivo digital para imprimir, agregar colores y ese tipo de cosas. Pero siempre par to de una matriz dibujada, con algún que otro collage». Más que complicada, lenta fue la concepción de Digeribles , a la cual el ar tista prefiere llamar animación digital, atendiendo al procedimiento técnico. Es un recurso al que también había recurrido en su audiovisual Evolución y viceversa, laureado en el Salón de Arte Digital 2006, donde: «lo que hice fue escanear fotos mías. Las imprimí y entonces trabajé sobre ellas con pinturas, dibujos. Las volví a digitalizar y luego hice la animación». Al decidirse por su corto audio visual Digeribles, la revista Revolución y Cultura declaró en el acta un doble propósito: «además de distinguir a una obra o autor, estimular la calidad en el videoarte que se realiza en otros lugares del país, fuera de los circuitos hegemónicos de la capital». En Santa Clara existe apoyo institucional a la videocreación –incluido el videoar te–, aunque ha sido en los últimos dos o tres años que esa manifestación ha cobrado cierto auge, según Mar tiel. También ha surgido un evento que acoge muestras de audiovisuales, y se nombra 20-20 (¿en alusión a la agudeza visual óptima?). Consta ya de dos ediciones y lo organiza precisamente Janler Méndez: un coterráneo de Mar tiel que por su instalación Lazarillo obtuvo el lauro principal de este Salón Nacional de Premiados y otros premios colaterales. Aunque «la producción de audiovi- 69 Revolución y Cultura suales depende mucho de la tecnología, y eso golpea bastante», acota Mar tiel, «hay muchos ar tistas jóvenes interesados en ese campo. Algunos, incluso, están recién salidos de la escuela de arte. Cuando yo estudiaba allí no había sed por ese tipo Revolución y Cultura 70 de cosas. Yo sí tuve más o menos la inquietud… Ahora los muchachos de la escuela sí se pueden nutrir, porque hay gente haciendo cosas». Como él mismo, aunque no lo dice. Desde luego, lo importante no es solo llegar, sino (también) mantenerse, conforme apunta una expresión popular. Habrá, pues, que seguir la obra de Mar tiel y esperar. Alentar, sin lanzar prematuros fuegos de ar tificios.