Alberto Martínez-Márquez
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Alberto Martínez-Márquez
LE RAS SALVAJES Revista de Literatura, Arte y Pensamiento de alta velocidad Editor: Alberto Martínez-Márquez Nueva época, número 4 (número doble) junio-julio 2011 Ilustración de portada: ―Doble abstracción‖ (1964) de la artista estadounidense Mabel Álvarez (1891-1985) Composición, tipografía y diseño: Alberto Martínez-Márquez Cuidado de la edición: Alberto Martínez- Márquez Diseño del logo: Iván Figueroa Luciano Esta revista puede ser reproducida, almacenada en un sistema de informática o transmitida de cualquier forma o a través de cualquier medio electrónico, mecánico, copia fotostática, grabación u otros métodos que permitan su libre difusión y consumo. Esta revista no recibe subvención alguna de individuos ni de agencias públicas o privadas. LE RAS SALVAJES es una publicación sin fines de lucro, que se rige por la libre economía de la koinonía. Copyleft 2011 Favor de dirigir sus colaboraciones al correo-e: [email protected] Para envío de libros, revistas, cd-roms, dvds o cualquier otro material apalabrado o audiovisual favor de escribir a la siguiente dirección: Alberto Martínez-Márquez, Editor Letras Salvajes P.O. Box 250425 Aguadilla, Puerto Rico 00604-0425 COLABORADORES/AS DE ESTE NÚMERO QUE SEGURAMENTE NO OLVIDARÁS Adriana Menéndez Narrativa Antonio Arroyo Silva Poesía Walter J. Mucher Fotografía Ileana Garma-Estrella Ensayo Yoko Ono Poesía Ivonne Denis Rosario Narrativa Magali Alabau Poesía Lee Krasner Arte José Mañoso Flores Ensayo JuLIÁN PÉREZ Poesía Adalberto Correa Negrón Narrativa Martín MoUreu Poesía Alberto Martínez-Márquez Fotografía Susan Sontag Ensayo María José Mures Poesía Andreu Navarra Ordoño George Reyes Narrativa Poesía Utada Akihiro Ensayo Héctor Zabala Narrativa Liliana Ramos Collado Respuesta al sondeo Alberto Martínez-Márquez Reseñas Grabado de una escena del Paraíso Perdido de Milton, en una edición de 1866 ilustrada por el artista francés Gustave Doré (1823-1883). ADRIANA MENÉNDEZ REGLA DE ORO Tenía una regla de oro: mataba sólo los domingos. No todos; pero nunca otro día. A la primera la recordaba con más cariño, por supuesto. Después de todo, era la que sin querer le había dado la solución. Más de una vez había escuchado que la mejor manera de sostener un matrimonio durante años era conseguirse una amante cada tanto. Él, gracias a ella, descubrió que la mejor manera de sostener una vida durante años era conseguirse una muerte cada tanto. A ella le debía también que el psicólogo lo encontrara lo suficientemente estable como para permitirle abandonar su terapia. No le contó cómo había logrado resolver su angustia, el tipo era despreciable pero no tanto como para confiar en él. Aquella tarde, esa primera vez, le resultó tan fácil e increíble. No fue nada planeado, simplemente cruzaba la plaza para tomar el colectivo que lo llevaba a la cancha. Caminaba despacio entre jubilados que jugaban al ajedrez, chicos que corrían palomas y artesanos de rigor. Se le apareció sola en un banco al sol, leyendo un libro. Usaba anteojos y el libro era viejo, casi seguro comprado de segunda mano. Bonita, delgada, perfecta, con ese aire de autosuficiencia que siempre detectaba en todas las chicas de veintipico, que tanto lo atraía y exasperaba al mismo tiempo. Apenas la vio se olvidó del partido de fútbol. Se sentó con paciencia, no dijo nada. La esperó. Ni siquiera la miró. Diez minutos después se estiró como bostezando y a propósito sin querer, le golpeó el hombro. -Uy, disculpame. -No, por favor, no es nada. Vuelta el silencio y a cerrar los ojos. No podía creer su suerte. Dios se puso de su lado y a ella se le cayeron unas hojas de adentro del libro. Él las levantó y, antes de entregárselas, con cara de mucho interés, dijo: -¿Estudiás cine? -Sí. -A mí me gustó mucho esa película de Kar-wai. Aunque me parece que 2046 es superior. Su habilidad para entablar una conversación de la nada estaba intacta. Unas pocas palabras corteses más y ya todo fue imparable. Reforzaba su teoría de que a las mujeres lo que les faltaba era un hombre como los de antes. La cortejó, la sedujo, le dijo exactamente las cosas que ella quería escuchar. Media hora después, lo invitaba a su departamento a buscar unos apuntes de la facultad que, según ella, a él le iban a interesar. En realidad, matarla no fue su primer objetivo. Pero una vez en el departamento y mientras ella hablaba y hablaba sobre cine y sobre su trabajo, se enamoró. Y eso no se lo podía permitir. Esa chica era demasiado perfecta y, por ende, merecía morir. La miró en silencio, estudiándola como un antropólogo. Por un instante, sintió el recuerdo de una duda que le llegaba desde su infancia. De todas las noches en que la mamá le decía: ―no te vayas a la cama sin darme un beso, y dámelo de buena gana, porque no sabés si mañana me vas a ver‖. Pero no era de los que dudaban por pura satisfacción. Buscó su silencio con un beso romántico al que ella no se resistió. Por el contrario, cuando volvió a abrir los ojos, vio que sonreía. Tomó una punta de la bufanda e hizo como que iba a sacársela para besarle el cuello pero le dio otra vuelta. -Sabés, lamentablemente no es algo que ni vos ni yo podamos evitar. No se puede decir que no haya luchado. Pataleó, manoteó, se sacudió. Pero su cuerpo de apenas cincuenta kilos no pudo ni siquiera acercarse al de él. Cuando hubo terminado, la desnudó, la acostó en el sillón y la olfateó. Completa, con los ojos cerrados. Empezó por la cabeza y el pelo, los diferentes perfumes que lo iban atontando. El del shampú, el del cuello, el desodorante de las axilas, las distintas cremas con las que había emulsionado su cuerpo. Llegó a los pies y volvió a la vagina, donde se detuvo unos minutos. Olfateó con placer, como un ciego frente a un mar. Se paró, se masturbó, limpió todo y se fue. Llegó a ver casi todo el segundo tiempo. Desde aquella primera vez, habían pasado cinco años y ocho muertes. Es fácil matar en la gran ciudad. Siempre mujeres jóvenes, prometedoras, con esa frescura que te humilla más que la bofetada que tu madre te daba en público. De esas que usan palabras largas que duelen. Y siempre las olía para ver si se iban limpias. Eso era un alivio. Si consideraba que no, enfurecía y se ensañaba un poco. Les dejaba una mano inconclusa, por ejemplo. O desviaba una interminable hilera de hormigas hasta el cuerpo. Distintas formas, distintos lugares pero, como en un fondo indefinido, no resuelto, casi ninguna tenía rostro. Todas eran una sola, egoístas, crueles; el horror al vacío era insoportable. Con el tiempo, la sofisticación lo llevó a perfeccionar el método. Disfrutaba haciendo girar esos cuerpos como antiguos discos rayados de pasta, que dieran vueltas y vueltas como calesitas en torno a ese puño que él decidiría cuándo retirar. Someter la mente y que los cuerpos siguieran aguantando. Era extraño y embriagador el placer que le daba poder suspender tanto la vida como la muerte en una nube de silencio. Y después, que el tormento diera paso a la ternura de su nariz.\ Hubo un momento en que barajó la posibilidad de eliminar una de las dos vidas que llevaba. Pero como no pudo decidirse siguió con las dos. Después de todo, no hay retorno de los nichos, ni de un tipo ni del otro. La última fue hace quince días. Otra vez la coartada de la cancha. En realidad, no la buscó. De nuevo, ella lo encontró a él. Cuando puso la llave en la cerradura de su casa, aún tenía la última imagen detenida en su cabeza, tratando de que no se le borrara antes de tiempo ese momento tan lamentablemente irrepetible. No se sentía tan pleno. No había podido masturbarse. Hacía mucho que se le negaban los placeres carnales. Entró y la primero que llegó a recibirlo fue la nena. -¿Cómo te fue en la cancha, papá? -Sabés que no fui, no pude entrar, no conseguí entradas. -Hace rato que no conseguís nada vos – se escuchó desde la cocina la voz de su mujer, que asomándose agregó – sobre todo trabajo. -Está un poco de mal humor, papi, no le hagas caso. -Sabés, lamentablemente no es algo que ni vos ni yo podamos evitar. Adriana Menéndez nace en Buenos Aires, Argentina, en 1965. Es traductora de inglés y hasta el momento ha publicado tres libros de cuentos: Un poquito de smog (2001), Maquiavelos y estafados ( 2004) y Huracán en la garganta (2008). Su blog es http://adrianamenendez.blogspot.com. ANTONIO ARROYO SILVA LAS PALABRAS Las palabras no vuelven al poema, el poema regresa a ser incendio. Y una sed que me inunda tenuemente como lluvia verbal que ha de partir lleva sombra de nube en los zapatos de aurora fugaz que sueña ríos. Las palabras respiran mis pulmones y dan aire al no-ser que me suplanta. Extranjero del gesto de mi boca, me descubro en el gesto del lenguaje y me extraña sentirme cual gorrión en la jaula atrapado por el canto. Mas no-ser es el árbol que yo ansío. Ser la ausencia ilumina el pensamiento: respirar en el aire de las cosas es ser yo con la forma y las raíces de ese árbol sagaz que es horizonte, de ese árbol mental que me descubre. Las palabras que engañan al poema, como al ojo el final del laberinto, son palabras que llueven de la asfixia y que apagan la llama que transforma la mirada en un acto de la mente, la mirada en el canto que me habita. EL PRINCIPIO ¿De dónde viene el hábito mordaz de morderte la lengua en el instante del recuerdo? ¿De dónde la escollera que le sigue al olvido cuando pisas la evidencia de ser tu propio hálito? No calles aunque duela decir lluvia. aunque caves la tumba del lenguaje, llegará otro lenguaje de otra lluvia. Y si cavas en ti saldrás tú mismo a sembrar tu agujero de luciérnagas. ¿De dónde viene el hábito mordaz de cegar tu mirada con palabras? FUE UN INSTANTE Fue un instante. Extraño parece que haya pasado delante de mí y se haya vuelto a mirar mi codicia reflejada en la fruta. Quedarse en suspenso con la miel rodando de las pestañas y el chapoteo del rictus en el pie eriza el amaranto, bulle en la garganta con ese silbido que viene lejano a callar el rubor del presentimiento. El tiempo es un durazno: va a remontar nacientes. La redondez del néctar no es dulzura, llega a la desazón de haber mordido una sombra agazapada en la voz del escarabajo. Un instante del tiempo, un instante es todo el tiempo de morder la acidez de la fruta. Su discurso es un delta remontando los mares a vivir capturado delante de mis ojos mirándome pasar derramado en mi sed. TIENEN costra de años y de pájaros las ciudades del odio. Tienen nieve desteñida en sus pétalos azules. Mustio desasosiego: no hay noche en la mirada dulce de los álamos ni en la parada triste hacia el olvido. No hay día en los semáforos del liquen. Hay un residuo viejo, una cáscara de soledad mordida por la luz. Tienen costra de cóncavo aleteo los cristales ajados de la aurora. Tienen máscara encima del vacío. Fue casi por instinto el irse los girasoles al temblor Fue casi radiante el gesto Cóncava la doblez del torso Sagrada ingenuidad por las hojas No más no fue más que morir DE LA OQUEDAD DEL ÁRBOL manan las orejas. Escuchar el silencio tras el zumbido. La ondulación viene de adentro de donde la herida bulle debajo de la cáscara. Orejas del habla aleteen al níspero viértanse en el diente de la naranja y escuchen el silencio detrás del huracán NO TE QUEDES EL MIEDO. Recibe los hachazos como una bendición. No te corta la mano furtiva, te abre la hondonada que le urge a la boca para callar al lobo con un beso de sangre. El miedo no es país, no una almendra mirando la oquedad de la flor ajada por el fruto. Un espejo en el fondo, la avenida más larga donde nadie te espera…Los semáforos ígneos parecen azucenas que dejaste a los náufragos. El miedo es el zapato que olvidaste en mi vientre No te engañen auroras con sus alas domésticas de encender los rescoldos que le quedan al miedo. ¿Eres tú el que sabe ser un pez sin celada en un mar de aguas quietas? No es amor lo que incita a ignorar el anzuelo. Tejedor Leocadio entre la jauría de lobos sin banderas A buscar esa sombra de un aullido el aceite de los barcos celestes en el lomo se posa del concierto inconcluso a la sazón bajando como abejas del tímpano a una desolación de bárbaros andamios sobre la yerba impura Esta vez el noray ignoró una bandada en espera el vuelo incesante de las amapolas y el engaño azul de la infiel benzedrina Esta vez no quisiste dormir otro sueño más allá de aquel que no existe con las alas truncadas por marasmos de perros callejeros Su estertor de cabinas y alféizares que incitan muchedumbre de peces fue cazar al cetáceo que aloja tu ausencia milenaria No encontraste el declive del oro sobre los muros del muelle La muerte fue una efímera senda que huyó de los calendarios y una noche en el párpado que encendía pespuntes en la infancia de Gelman El llamado del mar en tetra brik vacío va dejando cartones impresos en las uvas del labio transcendido a una voz que le teme a la lluvia de sí Antonio Arroyo Silva nace en Santa cruz de La Palma, isla de La Palma, Canarias, España, en 1957. Ha sido colaborador de revistas en papel, como Artymaña, La menstrua Alba (de Canarias), Zurgai (de Bilbao) y de revistas digitales como la de la Sociedad de Escritores de Chile, Cinosargo, etc. Ha publicado tres libros de poemas: Las metamorfosis (1991), Esquina Paradise (2008) y Caballo de la luz (2010). Sin editar tiene Symphonia, Marzo, Fila Cero, El roce de la memoria, Poética de Esther Hughes y Casi luz. Ha participado en una antología de prosa poética, Pincelada de relatos (2010) Actualmente es secretario general de la Asociación Canaria de Escritores. Su blog: http://esquinaparadise.blogspot.com. WALTER MUCHER Árbol Callejón Capilla Sendero Walter Mucher nace en Santurce, Puerto Rico, en 1964. Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, crítico literario, artista, fotógrafo y profesor universitario. En 2004 publica su libro de cuentos Cuerpos sin delito. También ha publicado en la muestra de poesía El ojo de la perdiz (1991) y en El límite volcado: antología de la Generación de Poetas de los Ochenta (2002). La antología Expresiones, publicada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2004, recoge un monólogo teatral y un cuento de su autoría. Sus ensayos de investigación literaria han sido publicados en prestigiosas revistas académicas. Su más reciente poemario, intitulado Preludios, recoge su poesía escrita entre 1989 y 1996. ILEANA GARMA-ESTRELLA LOS INDÍGENAS EN LA CIUDAD DE MÉXICO: TRES VIAJES HACIA LA IDENTIDAD* Avatar de una joven chinanteca Cuando nací, en San Antonio Analco todos hablábamos chinanteco. Es una comunidad muy pequeña donde la tierra se trabaja y se alimentan animales para después consumirlos. Desde temprano se hacen tortillas y se prepara una olla grande de café que bebemos durante todo el día, en las mañanas calientito y más tarde, algo fresco, con la familia, debajo de un techo de adobe. En la primaria todos hablábamos chinanteco y los profesores también hablaban nuestra lengua, pero trataban que aprendiéramos español, decían que nos serviría en el futuro y si no querías, mandaban llamar a tus papás. Cuando tenía ocho años, el español no me interesaba. Yo salía en las mañanas a barrer el solar y alimentar a los pollitos; los árboles estaban despiertos sobre mí, creando sombras y los días eran tan claros que corría sobre ellos, descalza, sin entender la palabra futuro. Cuando algún maestro me preguntaba algo, siempre les contestaba en chinanteco. Ellos me regañaban, pero yo les decía: ―Maestro, para qué quiere que hable español si aquí me voy a quedar, aquí me voy a casar y voy a tener muchos hijos, y la verdad creo que no necesito el español, así que no se esfuerce en ponerles más recados a mis papás porque no lo voy a hacer, no lo necesito‖. Al terminar la primaria, ya sabía lo que podía esperar: quedarme en casa a ayudar a mi madre en las labores del hogar y el campo, o irme a vivir a otro pueblo llamado Usila, que quedaba a cinco horas de mi pueblo por desgajadas veredas, donde la gente hablaba otra variante del chinanteco y se rumoraba que los maestros no eran buenos. Tenía muchas ganas de seguir estudiando, pero no veía la manera. En esos días nos visitó una tía que residía en la Ciudad de México. Sabía que mi padre no estaría de acuerdo, pero la idea de salir y enfrentarme con algo que me haría mejor no me dejaba tranquila, así que decidí decírselo a mi padre. Él, como lo esperaba, se enfureció mucho, recuerdo que estábamos cenando y el frijol estaba en una olla de barro junto a mi papá, cuando le dije lo que quería empujó la olla y me regañó, y hasta se quemó el brazo, pero ni cuenta se dio. Dijo que nunca me dejaría ir y que lo mejor era que me quedara en casa, porque él no me ayudaría en nada y no vería ningún centavo de él. Mi mamá reaccionó de diferente manera. Durante esas noches no podía dormir, pensaba que sería capaz de todo, hasta de escaparme, pero me daba rabia no poder hablar claro, de frente y que me comprendieran. Una de esas noches mi mamá me llevó una bolsa negra con dinero, me dijo que eran sus ahorros, que si quería estudiar y salir adelante, que me fuera, que ella me daba permiso. Mi tía no quería llevarme, pero le supliqué tanto que accedió. Le rogó a mi papá que le entregara mis papeles y me llevó a la ciudad, pero me dejó muy claro que ella no podría hacerse cargo de mí porque trabajaba como doméstica en una casa. Me colocó como sirvienta en una casa de la ciudad donde había varias señoras con el mismo trabajo, entonces empecé a sentirme mal, no era posible que hubiera hecho el viaje para terminar lavando trastos, yo quería estudiar. Se lo comenté a una de las señoras de la casa, pero me dijo que para personas como yo no había escuelas, que yo era diferente y que no existía un lugar para mí. A pesar de todo tuve suerte, o tal vez no se trata de suerte, sino que había luchado tanto por estudiar, que tenía que lograrlo. Otra señora escuchó sobre mis deseos y me sacó de esa casa para llevarme con una familia oaxaqueña. En esa nueva casa tuve la oportunidad de estudiar la secundaria y la familia me recibió como si fuera una más de sus integrantes. Les dije claramente que no quería que me pagaran ni un centavo, que les lavaría y les plancharía, pero que me dejaran estudiar. El director de la secundaria me aceptó en la escuela; me dijo que no iba a responder por todo lo que me pasara ahí. Decía que mis compañeros se iban a burlar mucho de mí por mi manera de hablar. Dicho y hecho, la secundaria fue la peor etapa de mi vida. Llegaba feliz y regresaba llorando, eso fue durante los tres años de estudio. Aunque era una de las mejores, estaba becada y con regularidad salía en el cuadro de honor, mis compañeros no estaban orgullosos de que yo fuera parte de su grupo. Me llamaban india y me decían que me regresara a mi pueblo. Yo no podía hablar español, no sabía contestar. No comprendo cómo podía leer en español y entender lo que me decían, sin hablarlo. Sabía decir sí y no y de esa manera avanzaba cada día, a pesar de ser insultada, de que me pegaban chicle en el cabello o que me mancharan la falda. Mis maestros siempre me apoyaron. Una maestra de español me ayudó y me enseñó a hablar español, a formar oraciones, responder y exponer mis ideas. Hay cosas de todo esto que se han quedado dentro de mí y a veces, sola, las recuerdo, cuando es de noche o hace frío, y unas me dan risa y otras, ganas de llorar. La primera comida que tuve frente a mí fue un plato con huevos estrellados y un vaso de leche. A pesar de que estuve a punto de vomitar, tuve que comer. No comprendía por qué comían el embrión de los pollitos, nosotros en la comunidad los criábamos para comer después, cuando fueran carne. Tampoco entendía eso de tomar leche, si no somos becerros. La señora con la que viví y sus hijos me enseñaron los detalles de la vida en la ciudad y me apoyaron. Tuve mucho acompañamiento de su parte. Eva, su hija, se quedaba hasta tarde conmigo para ayudarme a terminar la tarea, a pronunciar bien las palabras, a escribir mejor. A veces, cuando terminaba el día, cuando tenía el estómago lleno y un lugar para dormir, me sentía triste y sola. ¿Por qué no podía desvelarme por aprender a escribir en chinanteco? ¿Por qué no podía tener discusiones sobre química o geografía en chinanteco? Entonces pensaba en un poema de José Emilio Pacheco llamado ―Indeseable‖: No me deja pasar el guardia. He traspasado el límite de edad. Provengo de un país que ya no existe. Mis papeles no están en orden. Me falta un sello. Necesito otra firma. No hablo el idioma. No tengo cuenta en el banco. Reprobé el examen de admisión. Cancelaron mi puesto en la gran fábrica. Me desemplearon hoy y para siempre. Carezco por completo de influencias. Llevo aquí en este mundo largo tiempo. Y nuestros amos dicen que ya es hora De callarme y hundirme en la basura. Esto es todo lo que hay qué decir. Cada vez que tengo oportunidad voy al pueblo y le digo a mi gente que le eche ganas, que sí se puede. Lo creo cuando veo a los niños con los que trabajo y les trasmito mi cultura. La educación está más allá de las escuelas, la educación somos todos, pero si no hay respeto, lo único que podemos construir es ignorancia. La interculturalidad para una joven náhuatl A veces pienso que todo se debe al miedo. En casa todos hablábamos náhuatl y muy rara vez escuchaba a mi papá decir algo en español, generalmente hacía eso cuando hablaba con nosotros, sus hijos. Él tenía miedo de que no pudiéramos salir adelante sólo con la lengua materna. Cuando entré a la escuela tuve un sentimiento de extrañeza. ¿Por qué estábamos aprendiendo a escribir en español si nuestra lengua era otra? ¿Quién me iba a enseñar a escribir en náhuatl? No supe qué sentí, si discriminación o qué. Yo lo que tenía era miedo porque debía hablar español, y sólo me sentía en confianza hablando mi lengua. Los maestros me veían como si fuera tonta, que no sabía, no sé. Yo me creía forzada a hablar en español. Con mi mamá y mis hermanos hablaba mi lengua, pero cuando me miraban los maestros hablaba en español con mi mamá, aunque ella me respondiera en su lengua. Sentía que me veían mal y mis compañeros hacían lo mismo. Teníamos miedo a ser distintos a los maestros, ellos tenían miedo a que nosotros fuéramos distintos a ellos. Supongo que les parecía que la mejor manera de controlarnos es que todos fuéramos iguales, como las salchichas, en serie. Mamá siempre nos decía que debemos salir adelante y que no podíamos quedarnos ahí. Sentía muy rechazada mi cultura y quería ser mejor, ayudar a mi gente. Entonces terminé la secundaria, pero ya no podía estudiar la preparatoria porque no había dónde. Y mis papás ya no tenían posibilidad de conseguir recursos y mandarme a un pueblo. Me trasladé a México y me puse a trabajar. Fue como si llegara a otro país, con otra raza, a otro planeta. Las personas eran distintas, hablaban distinto, se vestían distintos. Todo era difícil y opaco, era como si estuviera transitando por un túnel, donde la salida fuese sólo un presentimiento. Las diferencias más notables eran en la comida. Aquí todo me sabía tan simple. Entre tanta gente, ¿quién era yo?, ¿de verdad existía? Entre tanta gente que hablaba español, los letreros en español, los menús en español, la vida en español. ¿De verdad existía el náhuatl? Es como si las otras lenguas de México no vivieran, como si en la ciudad no hubiera indígenas. Empecé a trabajar como sirvienta, fue cuando conocí la palabra india. La señora de la casa definía a los indios como seres que no saben prender una estufa, que no conocen las alacenas y que nunca han visto un horno de microondas. La señora de la casa no imaginaba que existen lugares donde tener un microondas resulta imposible por la falta de electricidad y que hay diversas maneras de guardar los trastos. Supongo que creía que en China también se comen romeritos en navidad y que en Inglaterra hablan español. Fue muy desagradable vivir eso, cada persona cree que su mundo es el mundo. ¿Hasta dónde nuestra educación monolingüe es responsable de ello? Estudio la licenciatura en Educación Indígena para que los niños no sufran lo que yo viví. Mi trabajo es compartir mis conocimientos y aprender la cultura de ellos. Estoy en Xochimilco donde hay mazahuas y nahuas, y cada uno tiene su propio conocimiento. Educar es compartir. Quisiera que nadie se sienta rechazado por ser mazahua, mixe o nahua. Como pueblos originarios no pueden tomarnos como historia que ya pasamos. Seguimos, todo va cambiando, pero estamos aquí, totalmente ricos en cultura y debemos ofrecerla al mundo. En busca de la palabra perdida Todavía era pequeña cuando emigramos a la Ciudad de México. Nunca había escuchado el español; mi única lengua, mi manera de ser, parte de mi familia y de mi pueblo era hablar el zapoteco. Había neblina cuando nos despedimos del abuelo, y hasta los pájaros estaban dormidos. Sólo los árboles nos olfateaban como perros de caza, como la lluvia olfatea a los abandonados. La primera palabra en español que entendí con cabalidad fue vergüenza. La maestra que tuve en los dos primeros años de primaria hacía que sintiera eso, vergüenza por lo que yo era, por mi pasado de animales pastando, de roja tierra, de gallos en el amanecer. Siempre me trataba mal y mandó a buscar a mi mamá para decirle que estaba obligada a lograr que yo dejara de hablar mi lengua, porque así nunca aprendería. Yo hablaba mi lengua en la primaria y la maestra de plano decía: ―No, a ésta no la queremos‖. Los demás chicos no querían ser amigos de alguien que no era aceptada ni por la profesora, me dejaban a un lado en todas las actividades y los juegos. Mi mamá iba a la escuela a traducir lo que la maestra me pedía, porque yo no sabía nada de español. Fue muy difícil, me sentía ignorada. Yo no sabía qué decían todos junto a mí, yo no entendía nada y en lo único que pensaba durante todas las pesadas horas que tenía que estar en la escuela era en mi pueblo, en la humedad, en las aves y los oscuros zopilotes. No podía tener amigos porque la mayoría me humillaba. Entendí el español como a los ocho años y quise olvidar mi lengua porque me tachaban de india. Quise parecerme a ellos, mutar. Era como si quisiera matar a mi familia, por eso me resistí, pero no sabía cómo ser yo, y al mismo tiempo moverme con ellos. La base de la educación tiene que ser la tolerancia, porque salimos de nuestros pueblos buscando una mejor calidad de vida, donde lo fundamental sea el respeto, la cooperación, la apertura y las oportunidades sin importar cómo te veas, cómo hables, de dónde seas. Cuando se rompan esas trabas ideológicas podremos hablar de calidad de vida, que poco tiene que ver con lustrados edificios, corbatas o automóviles. Nota Relatos recreados a partir de entrevistas que realicé a tres mujeres indígenas: Alicia Gregorio Velasco, chinanteca, originaria de San Antonio Analco, de la sierra norte de Oaxaca; Dominga Cruz Reyes, náhuatl, originaria de la comunidad de Siete Palmas en la región huasteca de Veracruz, y Yanet Luna Robles, zapoteca, originaria de San Pedro Cojonos, de la sierra norte de Oaxaca, las tres viven actualmente en el Distrito Federal. Ileana Garma-Estrella nace en Mérida, Yucatán, México en 1985. Becaria en el 2005 del Programa de Fomento a la Creación y Desarrollo Artístico de Yucatán. Diplomada en Literatura, Protocolo y Periodismo por la editorial Santillana 2006. Egresada de la escuela de Creación Literaria de la Sociedad General de Escritores Mexicanos 2007-2009. Premio Estatal de Poesía Jorge Lara 2005. Premio Estatal de Poesía José Díaz Bolio 2005 del Patronato Pro Historia Peninsular (PROHISPEN). Premio Nacional de Poesía Charles Bukowski 2008. Premio Nacional de Poesía Francisco Javier Estrada 2008. En 2006 publica el poemario Itinerario del agonizante y la plaquette de poesía Y el estado de sitio. YOKO ONO DE INSTRUCCIONES* (Traducción de Nicole Cecilia Delgado) PIEZA EMBRIAGANTE PARA ORQUESTA Imagina que un pez puede cruzar nadando el cielo. Deja que nade desde Occidente hasta Oriente. Bebe un litro de agua. Imagina que un pez puede cruzar nadando el cielo. Deja que nade desde Oriente hasta Occidente. PIEZA PARA GRABAR II Pieza de habitación Captura el sonido del cuarto respirando. 1) al amanecer 2) en la mañana 3) en la tarde 4) en la noche 5) de madrugada De una vez, embotella el olor del cuarto durante esas horas. PIEZA DE RELOJ Roba todos los relojes y alarmas del mundo. Destrúyelos. PIEZA DE CAMINAR Camina sobre las huellas de la persona en frente. 1. 2. 3. 4. 5. en la tierra en el lodo en la nieve sobre hielo en el agua Intenta no hacer ruido. PINTURA PARA EL VIENTO Corta un agujero en una bolsa con semillas de cualquier especie y coloca la bolsa donde haya viento. PINTURA PARA MARTILLAR UN CLAVO Martilla un clavo en el centro de un pedazo de vidrio. Envía cada fragmento a una dirección al azar. PIEZA PAPALOTE I Toma prestada la Mona Lisa de la galería. Haz un papalote con el cuadro y vuela. Vuela tan alto que desaparezca la sonrisa de la Mona Lisa. (a) Vuela tan alto que desaparezca el rostro de la Mona Lisa. (b) Vuela tan alto que se vuelva un punto. (c) PINTURA PARA VESTIR Recorta abrigos o vestidos de pinturas adquiridas, como Da Vinci, Rafael, De Kooning. Puedes ponerte el lado pintado hacia adentro o hacia afuera. También puedes hacer ropa interior con ellas. RETRATO DE MARÍA Envía un lienzo a una María en cualquier país y pídele que pegue su fotografía. Pídele que envíe el lienzo a otra María, en otro país, para que haga lo mismo. Cuando el lienzo esté lleno de retratos de Marías, se debe enviar de regreso al remitente original. El nombre no tiene que ser María. También puede ser un nombre inventado, en cuyo caso la lona se enviará a distintos países hasta que se encuentre a una persona con ese nombre. El objeto que se pegará sobre el lienzo tampoco tiene que ser una fotografía. Puede ser una figura numérica, un insecto o una huella digital. PIEZA DE HULE Imagina que tu cuerpo se esparce rápidamente por todo el mundo como tejido delgado. Imagina que cortas una parte del tejido. Corta un pedazo de hule del mismo tamaño y cuélgalo en la pared junto a tu cama. PIEZA DE CAÑÓN Pega tu nombre en la ventana. Pide prestado un cañón. Toma distancia y dispara contra tu nombre. El nombre puede ser un nombre o un número tomado al azar del directorio telefónico. Si no hay un cañón disponible, puedes usar pistolas automáticas, flechas, piedras, escupir, orinar, sofocar, o cualquier otro método. Si no hay nada disponible, ve y observa hasta que el nombre se vuelva irreconocible en el atardecer. Puedes usar telescopios para observar. PIEZA DE AMANECER Toma la primera palabra que cruce tu mente. Repite la palabra hasta el amanecer. PIEZA PARA CAER Sal fuera de tu cuerpo. Mírate caminando por la calle. Hazte tropezar con una piedra y caer. Mírate. Mira a otra gente mirarte. Observa cuidadosamente cómo te caes. Cuánto dura la caída y cómo es el ritmo. Observa como si miraras en cámara lenta. DOS TELEGRAMAS 1) ME VENGO ESTA MAÑANA CON AIRES DE PRIMAVERA AMOR 2) NO PUEDO CREER TU ESTUPIDEZ CREER QUE DE VERDAD PODRÍA IR STOP SABES QUE NO TENGO UN CENTAVO STOP VENIR SIGNIFICA VENIR COMO EN LA CAMA STOP NO VUELVAS A LLAMAR CON CARGO REVERTIDO LA CUENTA DE TELÉFONO DEMASIADO ALTA * Estos poemas pertenecen al libro Grapefruit, A book of instruction and drawings, publicado por primera vez en 1964 en Tokio, en edición limitada de 500 ejemplares, por Wunternaum Press. La poeta puertorriqueña radicada en México, Nicole Cecilia Delgado, los ha traducido bajo el título de Instrucciones, para una edición bilingüe que sale publicada próximamente bajo el sello editorial Kuxtitali Kartonera, en Chiapas, México. Yoko Ono artista estadounidense de origen japonés, nacida en Tokio en 1933. En 1952 se trasladó con sus padres a Nueva York. A comienzos de su carrera artística, Yoko Ono organizó happenings, como por ejemplo una exposición de lienzos sin pintar en Tokio. Formó parte del movimiento vanguardista de los años de 1960. Era integrante del grupo Fluxus. Fue adepta del arte conceptual, en el cual las ideas son el motor y la esencia de la obra de arte, pudiendo llegar a ser incluso más importantes que su forma física y el empleo de técnicas de realización. A finales de la década de 1960 realizó películas experimentales como Bottoms (1967), Rape (1969) y Fly (1970). Nicole Cecilia Delgado nace en Puerto Rico en 1980. Poeta, traductora y organizadora cultural. Ha trabajado como facilitadora de talleres de creación literaria, poesía, periodismo, encuadernación y libro objeto en Puerto Rico, Nueva York y México. Es una de las fundadoras del colectivo de escritoras Las Poetas del Megáfono. Actualmente, desarrolla junto a Xavier Valcárcel, el proyecto editorial Atarraya Cartonera de Puerto Rico. Ha publicado los poemarios: Inventario secreto de recetas para enrolar las greñas con cilindros de colores (2004), Secretos familiares (2006), Intemperie (2007), Nueve sueños (2008), Violencias cotidianas (2009), Desierta (2010) y Añosluz (2010). Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, catalán y portugués. Reside en México desde 2007. YVONNE DENIS ROSARIO ÉL REGRESÓ Cuarenta y un años de matrimonio sostenido, hasta que decidió regresar. Cuando se acostó en su cama, al lado del hombre que toda la vida había estado con ella, tenía miedo, no lo conocía. Por primera vez en mucho tiempo quiso abrazarlo, pero ya entre ellos eso no ocurría. Había un pacto y en ése no estaba incluido las demostraciones de afecto y protección. Era un espacio frío entre ambos, como el que ella sentía en ese momento. No existía cobija que cubriera su piel helada. Suprimía sentires lejanos. Sin embargo, su marido, el profesor universitario, dormía como siempre lo hizo, no se movía, como si estuviese muerto. Era ella la que estrujaba las sábanas moviéndose de un lado a otro toda la noche hasta la madrugada. —¿Estás despierto? —no escuchaba lo que decía. —¿Qué pasa? —parecía decir. —Tengo frío. —ninguna respuesta. Este era su tercer esposo. Fueron muchos sus amantes, entre tantos, que ya olvidaba sus nombres. Algunos ya fallecidos, otros aún vivos. Cada cierto tiempo le escribían, recordándole aquellos momentos que no volverían. Ella, muy diestra en esos menesteres, los trataba con cariño y los dejaba pensar que nunca serían olvidados en su memoria y en su corazón. Ese detalle los calmaba un poco y se retiraban satisfechos, hasta la próxima ocasión en que sintieran nostalgia por ella y continuaría con el ciclo. Por alguna, razón eso la hacia sentir la más amada por todos, aunque no quisiera ver a esos otros que pasaron por su vida, nunca más. ** Vivíamos en un edificio de condominios con una estructura vieja, construido en concreto armado en su totalidad. Las paredes eran fuertes, no se escucha sonido alguno de ninguna parte. Dimas Aragunde y su esposa, vivían allí desde que se entregaron las primeras unidades. El arquitecto que lo diseñó era hijo de ellos, y el lugar más espacioso de todos lo tenían sus padres. Cada cual vivía privadamente. Yo, justo al lado de ellos. Mis horarios como periodista del Canal BBC eran irregulares, pero siempre los veía. Coincidía una que otra vez, con sus entradas o salidas. Las oficinas centrales de la BBC me quedaban cerca y en ocasiones, cuando no deseaba almorzar o cenar con nadie, cualquiera fuese el caso, me iba a mi apartamento. Doña Obsidiana y yo, la esposa de Aragunde, éramos las únicas negras residentes en ese edificio de lujo, ubicado en la Avenida Ashford en el Condado. Un lugar privilegiado para algunos. Ella siempre se mostró cariñosa conmigo. Desde el mismo día en que nos mudamos a ese lugar. Recuerdo cuando compré el apartamento. Semanas después de la mudanza, tuve que entregar copia de las escrituras a la administradora del condominio, donde se acreditaba que era la dueña del inmueble. Aunque me presenté como lo requería la educación que recibí de mis padres, la señora me miró de arriba abajo y hasta me dijo que si estaba segura, si no me había equivocado de lugar. Una vez leyó la copia de la Escritura de Compraventa no tuvo otro remedio que disculparse. Ya eran comunes para mí las demostraciones de escepticismo de la gente en algunos lugares, e ignoré su comentario. Ese día alguien escuchaba la conversación, era doña Obsidiana. De inmediato se presentó como mi vecina inmediata. Desde entonces, ella me manifestaba su afecto. Con el pasar del tiempo, fueron muchas las ocasiones en que me acorralaba en el pasillo y preguntaba por mi trabajo de periodista. Cuando podía la invitaba a entrar a tomar café y hablábamos largo rato. Don Dimas estaba siempre ocupado, leyendo, decía ella. Así fue que me narró su historia, cómo lo conoció a él y cómo su familia se opuso a que se casara con un hombre blanco. Querían, decía ella, que no sufriera de discrímenes, que en su tiempo eran tan crueles como ahora, alegaba. Hasta comenzó a decir, y luego guardó silencio, que su familia tuvo algo de razón, que era víctima de los prejuicios de su esposo, pero era algo que estaba atado a la crianza que él tuvo, así lo justificaba. Cuando quise indagar, no dijo más. Su comentario no guardaba relación con la manera en que hablaba de él, le profesaba mucho amor. Sus primeras preguntas, recuerdo, iban dirigidas a saber cómo había llegado al puesto que tenía actualmente en la BBC. Así fue que le hice toda la historia de mi primer trabajo antes de graduarme, como practicante, en la emisora de radio de la misma universidad, Radio Activa. Recordé con ella algunas de mis vivencias cuando me asignaban a cubrir sucesos de tránsito, protestas, huelgas… todo lo que se presentara. Hasta llegó a indagar, si había ganado algún premio por mis labores investigativas. No entendí a lo que se refería y sólo le contesté que algunos premios, adjudicados al equipo de trabajo. Entonces, en ese su ahondar de mi pasado, me hizo recordar la época en que recibía ayuda económica para estudiar comunicaciones en la Universidad del Sagrado Corazón. Ella entendía a lo que me refería, cuando le hablaba del esfuerzo, de los sacrificios, de las veces en que ponían en duda mis capacidades. Doña Obsidiana, pues, se convirtió en una asertiva consejera, cuando le hablaba de mi trabajo en el Canal. Estimulándome siempre, animándome como si fuese su hija. También supe, que era una antropóloga, profesora retirada de la Universidad de Puerto Rico en el Departamento de Ciencias Sociales. Fueron muchas las conversaciones que tuvimos, mediante las cuales me demostró a cabalidad la mujer inteligente que era. Escuché sus historias, y ella las mías. Hablábamos de todos los temas inimaginables. Entonces la amistad se afianzaba. De Don Dimas hablaba lo necesario, a él nunca lo veía, pero sí me parecía escucharlo. Era un matrimonio muy unido, así se expresaba de el. Tenían un carro módico, un Toyota, ella siempre guiaba, lo usaba cuando salía hacer las compras. En las ocasiones en que la veía cargando paquetes yo la ayudaba. Cuando llegábamos frente a su puerta, me decía que me fuera, que no me preocupara que Dimas la ayudaba con el resto. Algunas veces le insistía, pero me persuadía y lo llamaba a él y le gritaba: Ven a ayudarme que llegué. Entonces no me quedaba más opción que retirarme, a sus súplicas de: Vete, vete tranquila. Ella era una anciana, pero su edad nunca la revelaba, era indescifrable. Se veía sana y fuerte. Siempre estaba impecablemente vestida, su color constante era el blanco. Vivían de sus respectivas pensiones, y de todo el dinero que habían acumulado en inversiones y ahorros de toda su vida. El hijo les ayudaba económicamente para calmar su consciencia, porque jamás los visitaba. Regularmente, cuando regresaba de compras, eran tantos los empaques plásticos, que no cabían en el ascensor de carga. En ocasiones, el personal de seguridad la ayudaba y subían las restantes. Una de esas tardes en que decidí almorzar sola, tocaron a mi puerta. Era doña Obsidiana. Le dije que pasara. Y me dijo que casualmente estaba pensando en invitarme a una ceremonia que podía interesarme como periodista y hacer un reportaje. Me dijo que se trataba de una ceremonia de santería, un toque para celebrar el que una persona se había hecho el santo de una deidad de la religión Yoruba. Le pregunté: ¿Qué Orisha? Para que supiera que sabía perfectamente de lo que hablaba y sin pensarlo demasiado le dije que sí. Y contestó: De Yabó. Quedamos en encontrarnos en el vestíbulo a las 6:00 de la tarde e irnos en su carro. Me vestí de blanco, como ella, respetando estas instancias religiosas. Cuando bajé, como acordamos doña Obsidiana me esperaba. Me explicó dónde era el lugar y nos encaminamos. Era un poco retirado del área metropolitana, pero de fácil localización. El lugar ya estaba lleno de gente, la mayoría vestidos igual que yo. Era una reunión grande de santeros. Busqué donde estacionarme y nos bajamos. Al acercarnos a la entrada de la casa, vinieron varias personas a saludar a doña Obsidiana, pero la saludaban tirándose en el piso. Todos los que venían hacia ella hacían el mismo ritual. De inmediato entendí que ella era la santera de mayor edad y por eso era obligatorio ese saludo. Ella se inclinaba y respondía dándoles a cada uno de ellos, dos palmadas en la espalda, entonces se levantaban. Fue entonces que me percaté de sus collares amarillos y blancos, alusivos a su orisha Oshún. Me dediqué a observar detenidamente todo el lugar, con mi cámara cerca y la grabadora encendida, porque era lo único que podía utilizar para no faltarle el respeto a los presentes. Lo primero que me llamó la atención fue el trono donde estaba sentada la que había recibido el santo de Yabó. Estaba hermosamente cubierto con todo tipo de antifaces de colores brillantes, con plumajes diversos, estilos que solo cubrían la cuenca de los ojos, o la mitad del rostro. Creaban un universo de destellos y color. Entonces cuando Obsidiana entró, la Yabó, como ya le decían, se postró al piso. A mí me indicaron que la saludara tocando el piso con las dos manos frente a mis pies. Desde ese nivel, al levantar mi vista me percaté de lo elaborado de su vestido, tan espectacular como el lugar donde estaba confinada, porque no podía moverse de allí, desde ese espacio enmarcado en una alfombra de pajilla entretejida. Tenía la cara marcada con un brillante tono rojo y un sombrero de juglar. Después del rito del saludo, salí donde se aglomeraba el gentío, que escuchaba los toques de música a los santos. Eran los hombres quienes más pululaban con sus pulseras alusivas a su Orisha. Era como un distintivo, que los identificaba como superiores a los que no colgaban tan importante prenda en su mano. Hasta una niña al lado de su padre mostraba en su brazo flaco. El dueño de la casa, era hijo del santo Obatalá, vestía de blanco y su brazalete con los tonos rosados que le correspondían se movían a ritmo. La gente era de todos los niveles sociales, era una mezcla de raza, género y clase. En una esquina de la inmensa marquesina, estaba el altar. Repleto de toda clase de artefactos, comida, velas, máscaras, contrastando su colorido con el blanco de los presentes. Allí habían hojas playeras, jarrones con seis tipos de flores: rojas, violetas, blancas, verdes, rosa y amarillas. Platos de comida con berenjena, pan, arroz y habichuelas, galletas, dulces de harina y en envolturas; era un bufé del cual nadie podía participar, sólo unos Seres que nadie veía, pero que todos sentíamos. Un plato con plumas quemadas humeaba en el altar. Velones rosa, amarillo, morado, azul, blanco, brown y verde. El toque de música, lo habían iniciado en el trono de la Yabó por largo rato. Hasta que la iniciada sintió que su santo entraba en ella, la montaba y bailó hasta que tuvieron que agarrarla y dejar de tocar por la fuerza de los movimientos. Uno de los músicos decía: Si le tocamos un poco más llega hasta el altar. La música es un elemento provocador y una manera de honrar a los Orishas. Cada tonada que iniciaban, tocando el tambor, se refería a un santo particular y cada iniciado en ese al cual honraban, debía bailar a ese ritmo. Tocan a Eleguá, pues sus hijos bailan, tocan a Yemayá era igual. Algunos depositan un dólar en la bandeja frente a los músicos y bailan. Y el ritmo posee algunos elegidos y bajan a través de ellos esos espíritus indomables a traer mensajes a algunos de los presentes, que ávidos procuran escuchar lo que esperan. Ese que ejerce como mediador no es dueño de su cuerpo y se transforma: su rostro, sus movimientos, su caminar y hasta la voz. Algunos corren, por la fuerza que los domina y que controlarán. Todos miran de un lado a otro, buscando entre los que bailan, como todos lo que estamos bailando, ese mensajero desconocido del otro lado. Un malestar estomacal se apodera de mí, como si un inminente vómito saldría. En ese arqueo secreto que confluye, contrarrestando con mi oficio periodístico, se acerca una mujer poseída y de frente me grita: ese muerto que te sigue no te dejará en paz. Y se va bailando en círculos, hasta que cae al suelo. El tambor dejó de sonar y vierten agua a su alrededor. Todos los presentes mojan sus dedos y hacen la señal de la cruz a la misma vez que se retiran. Doña Obsidiana, a quién había visto bailar y moverse entre todos y servir como intérprete no me habló nada de regreso. Cuando llegamos, al salir del ascensor ella fue hacia su puerta y justo cuando iba a entrar me dijo: Ven quiero presentarte a alguien. Yo dudé moverme, porque a esa hora de la noche, no entendía quien podría presentarme. Pensé en su hijo, el que nunca veía. Pero no era a él a quien quería presentarme, era a Don Dimas Arangunde, el que nunca había visto y solo creía haber escuchado. Me acerqué entonces y ella me hizo señales para que entrara. En el recibidor del majestuoso y último apartamento del condominio Laguna, estaba él, sonriente extendiéndome su mano. *** No podías explicarle a nadie, que ese hombre que acababas de conocer y al cual le extendías la mano, estaba muerto, lo habías asesinado hacía mucho tiempo y permanecía su cuerpo vagando preservado en otros. Ese que te miraba insistentemente está muerto. Habías visto esos ojos. Eran los mismos gestos, la mirada inquisitiva, la mueca y lo que validaba el hallazgo fue al escucharlo. Su voz era idéntica. El miedo se apoderó de tus extremidades y un escalofrío confirmó lo que temías. Se detuvo todo en tu reloj memorial. Era imposible volver a ver esa mirada. creería, si lo dijeras. Mejor guardar silencio. Nadie te Yvonne Denis Rosario nace en San Juan, Puerto Rico, en 1967. Es narradora y poeta. Posee un grado de Maestría en Creación Literaria con concentración en narrativa de la Universidad del Sagrado Corazón en Puerto Rico. Ha publicado sus cuentos en varias revistas literarias Tonguas, El Cuervo, Revista Cayey y Revista Identidad. Sus poemas han sido publicados por la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Revista Guajana virtual, Periódico Claridad y Letras del Centro de Estudios Puertorriqueños en Nueva York. Varios de sus poemas también han formado parte de antologías en Brasil e Italia, donde han sido traducidos. Ha sido una de las poetas invitadas en todas las ediciones del Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico. Ha sido galardonada en varios certámenes literarios nacionales. Su primer libro de cuentos: Capá Prieto (2009) es el ganador del V Premio Internacional de Periodismo y Literatura sobre Puerto Rico "José Ramón Piñeiro León" en Madrid, España. Capá Prieto, ya en su segunda edición (2010) acaba de ser traducido y publicado en inglés por la Editorial Isla Negra. Su primera novela saldrá próximamente. Tiene una bitácora virtual: yvonnedenis.wordpress.com. (Foto por Alberto Martínez-Márquez) MAGALI ALABAU LA SALIDA Tres ajustadores un par de zapatos una saya o pantalón una blusa, un corpiño un par de medias de señora o señorita un par de calcetines y más nada, un pañuelo. Transcurrieron unos cuarenta y cuatro años para que de repente limpiando el piso tan limpio este exilio ulterior el autoimpuesto --porque de nada vale hablar sino se ensaya en carne propia, en esas tareas diarias, aburridas separadas del mundo, de iglesias de amigos exposiciones ensayadas al infinitum con olor a extrañeza y el suspiro de ¿cuándo se acaba todo esto? En tu patio de nieve ves el océano nadado frio ahora congelado pero es ése, el mismo, sólo, acaramelado con un azul brillante lapislázuli, turquesa mar cálido reposando mientras peces inusitados de oro brillan elaborando tus meditaciones. No te recuerdo como tierra o isla sino un mar extenso, azul claro, perfumado de algas que aletean a ese mirar tan fijo. Hay mesas interminables donde todos tus antepasados examinan nombres, todo es nombre diga todos los santos lo que hizo a su madre rimar el verso de su nombre su abuelo con todo su apellido de las ferreterías el Parco con su traje de tres piezas oscuro moviéndose despacio así pensando qué hago en estas filas repitiendo mi apellido de traidor a la República. Abuela en la otra mesa con su perro azafrán verborrea adelantando emblemas de cómo se va una sin más ropa qué de quejas que fui educada en las parroquias de las monjas que puedo enseñar esas fotos de Bielsa el fotógrafo famoso de mi pueblo con esa sonrisa sin sonrisa con ese traje blanco sin las ganas de mi cuerpo o mis axilas. Su nombre es ¿Águeda o Francisca? y yo queriendo decir lo que usted quiera No tengo nombre ni ahora ni después ni antes del diluvio ni del tiempo y el nombre revolotea en ese lánguido librito, paso doble de gris, institución genuina que nos hace pasar de un lado a otro. Y su apellido, ¿es con u o con ó? ¿Usted por casualidad es pariente circunspecta su ahijada atemorizada sobrina terrorista pan de leche de hija de los Trelles? No, que va, soy Pérez, Pérez de la tribu judía una de las tribus, señor, ¿estoy en dónde? ¿En el laguito donde tiraron tantos muertos asesinados por Ventura? ¿por Trotamundos? ¿por Batista? Sé la historia del barquito y sus cangrejos muertos y desaparecidos Siempre pendiente de Bohemia y su cámbrica página roja con sus fotos genuinas, ¿quién fue aquel tipo que causó conmoción en mi espíritu que imaginé medio fistula medio partido en dos o en cuatro en porciones cuaternarias o en debates del recuerdo? Y mientras veo el piso secarse en este charco de agua, la escoba, la creolina, la limpieza diaria como ahora, el mismo gesto produzco el mismo asombro de tirar el agua igual que en Troya cuando ardía igual que en esos edificios destruidos sin techos, arruinados donde cualquiera mira con desvarío. Aquí yo. No pienses que no te abro mi corazón. Mis venas se quedaron guindando en algún poste de esos que descubres diariamente perdido en el horizonte. Sucumbo como tú a este abismo que es tu piso sin muros, tinta. Cuando derribado el cristal primero cuando la zafra se anuncia como hipérbole de una nueva necesidad y desequilibrio miro como tú el paisaje con límites marcados para que ni tú ni yo podamos encontrarnos. Te quedaste allá, detrás de los cuartuchos pulsando cada día, pensando si vale la pena levantarse, mirando los huecos de paredes y paredes silenciosas, dibujadas por el tiempo abandonadas. Pusiste un pie primero y el otro mío después y decidiste seguir hasta cuándo. Todo lo dejé. Dejé mi disfraz para adquirir otro dejé mi pesimismo para crecer en otro ese cuerpo viajante joven plenitud vida de alguien que no sabe si ha vivido si quiere vivir si puede vivir Exilio con esa palabra Ex Ex Ex X xilio ilio hilo el hilo cortado Es ésto: coger la perra ciega entre tus brazos apenas oye acompañarla en su rutina diaria querer a alguien de lejos, enviar telegramas diciendo yo te quiero, sin atreverme a decir yo te deseo porque el hilo está cortado como si fuera tu médula, tu concilio. Cualquier palabra esperanzada quedó allá. Ahora el idioma es mucho más suave, más chic, más necesario Y ex hilo es decir con voz llena de entusiasmo estoy dispuesta estoy lista estoy abierta a cambiar esta vida que tenía un idioma que tuvo una manera de decir te quiero que decía y hablaba más o menos balbuceaba tengo miedo y ahora no lo tengo pero me arrancaron los recuerdos, las cuerdas vocales los hemisferios del plátano las hecatombes de las frutas cayendo a pedradas las guayabas los mangos mamoncillos en balde buscar en el supermercado Siempre me digo los aguacates de allá eran más grandes y siempre las comparaciones El mamey que no encuentro, el tamarindo o la guanábana o el batido que tiene un nombre nuevo el nombre de Morir Soñando. Y aunque no lo confieses cuando vas a New Jersey es como un soplido de aquel lugar que dejaste bayetas pastelitos de carne de guayaba y todo ese armario, teatro ofuscado, genuino que se reprime porque detrás de cualquier mostrador de la vigilia de un negociante detrás de los detalles de traer la caña a algún punto del mapa en algún punto del mapa nos reuniremos en ese pasado inquietante que no puede devolverse que no tiene intercambios que no puedes pagar en dólares ni puedes cambiar en pesos. Ahora ya soy la exilada del mundo la petrificada en su cubo de agua. La que no quiere oír la música de Troya ni admirar las bellas danzarinas de los mudos. La que renunció a ese acento peculiar alfiler incrustado en la piel que desangra a ese abrupto aparecer de las palabras que insultan pues allí se decían las verdades, se gritaban. Aquí todo es tan educado tan perfumado, tan tolerado que el recuerdo o el no-recuerdo la sensación y el elefante buscan la traducción exacta. Yo vine en un barco yo vine en un pozo yo vine en la maleta en el cuadro de aquella pintora tan famosa. Yo vine en esas balsas atravesando los tiburones sintiendo las dentelladas acurrucada en un bote. Vine en casualidades y en terciopelos de mentira, en dispárense como puedan. Y a ti te hablo y a ti te digo que tú allá y yo acá nos hemos quedado en espacios que desconocemos Cada labor, cada entrevista cada resumé, cada desborde cada ir al baño cada pastilla ha sido no ser, no saber dónde vivo. Naces en una lengua que tiene modulaciones dientes, nariz y cuello. De repente te condenas tú misma a la fragancia sideral de tu destino a ponerla en un pedazo de papel cualquiera, de algo donde escribes me cortaron la lengua. Mis amigos del welfare de Miami, de la pequeña Habana la velaron por unos cuantos días mis locos parientes mandaron unas flores marchitas y extrañamente casi alegre con cara de mongol comencé a decir bajito y en crescendo yesyesyesyesyesyesyesyesyesyes Magali Alabau nace en Cienfuegos, Cuba, en 1945. Desde 1967 reside en Nueva York, donde ha participado activamente en el movimiento teatral hispano. Ha publicado Electra, Climtemnestra (1986), La extremaunción diaria (1986), Ras (1987), Hemos llegado a Ilión (1991), Hermana/Sister (1992) y Liebe (1993). Ganó el Primer Premio de poesía de la Revista Lyra en 1988 y obtuvo la Beca Cintas en 1990. Recientemente publicó poemas inéditos de su libro Dos mujeres en la antología Cinco poetas cubanas en New York (2010). (Foto Gladys Triana) Letras Salvajes te invita a conocer el impresionante mundo del panorama literario Uruguayo. A través del portal Letras de Uruguay en http://letras-uruguay.espaciolatino.com. Podrás conocer los exponentes más importantes de su cultura escrita de este país sudamericano. La Editorial Isla Negra te introduce al fascinante mundo de la creación caribeña y otros ámbitos de la literatura mundial. Visita nuestra página: www.editorialislanegra.com y comienza tu ruta hacia los mundos posibles que sólo nos revela la palabra. LEE KRASNER Palingénesis (1971) Night Creatures (1965) Listen (1957) Portrait in Green (1960) Lee Krasner nacen en Brooklyn, Nueva York, en 1908, en el seno de una familia de inmigrantes judíos que vinieron de Rusia. Su verdadero nombre es Lena Krasner. Fue una de las más importantes exponentes de la tendencia del expresionismo abstracto estadounidense en la segunda mitad del siglo XX. En 1945 contrae matrimonio con el afamado pintor Jackson Pollack. Vivió por un tiempo bajo la sombra de su esposa. No obstante, tras la muerte de éste en 1956, Krasner tuvo un renacimiento. Entre 1965 y 1973 se realizaron varias retrospectivas de su obra en Inglaterra y los Estados Unidos. A partir de ese momento, su nombre quedó registrado en la historia del arte de su país. Krasner fallece en 1984, a la edad de 75 años. JOSÉ MAÑOSO FLORES BROSSA Y EL ESPEJISMO Brossa, para mí, era un personaje oscuro, le había oído nombrar, pero nunca referencias concretas, ni en los cursos de poesía comparada catalana-francesa de los que fui asiduo durante una buena temporada. Por fin comencé a conocer algo de su obra a raíz de mi interés por la poesía visual, en la que empecé a moverme con cierto deleite, y en la que a través de las opiniones de otros poetas visuales, como Claudia Quade, y de obras excelentes, como las de Chema Madoz, llegué a los poemas visuales de Brossa. Pues bien, cuando inicio mi conocimiento sobre Brossa acudo a los libros buscando referencias sobre su poesía visual y me sorprende el encontrar que era un prolífico dramaturgo. Su obra teatral es extensa, unas 380 piezas, editadas en seis volúmenes, pues bien, aunque está absolutamente reconocido en el pequeño ámbito de la poesía experimental, es apenas considerado en un territorio como el teatral, explorado por el autor desde su heterodoxia, que le lleva a plasmar el teatro del absurdo, con diálogos irrelevantes y situaciones grotescas, alejadas del gusto por encontrar la sorpresa inteligente y lo sublime en la representación. Como ejemplo citaré un caso, en diciembre de 1960 se puso en escena su obra titulada ―La jugada,‖ de ella dice Martí Farreras: ―Una inacabable y vulgar situación melodramática, que nada exigía ni reclamaba, y que desemboca en la aparición de un demiurgo tremendista, que dice algunas cosas atrevidas, otras pueriles y otras, bastantes, que no debían ser para comprender‖. Son desde luego muchos volúmenes, mucho peso al kilo, pero escasas representaciones, que se han llevado al escenario bien en el Teatre Lliure, bien en el Espai Brossa, y probablemente alguno más que por su provincianismo se escapa de los anales. Probablemente el derroche editorial no llegue a colmar nuestro limitado conocimiento y vaya dirigido a esas generaciones que, dentro de un siglo, sabrán apreciar este genio dramático en toda su dimensión. Al entrar en el campo de la poesía vanguardista, en la que inicialmente se insertaría Brossa hay que tener presente que ya había cierta tradición catalana sobre el caligrama, el primer caligrama catalán fue publicado en 1917 y pertenece a Papasseit, poeta autodidacto deudor de Apollinaire, pero los autores catalanes fueron vanguardistas transitoriamente, muchos volvieron a la poesía tradicional. La vanguardia catalana se integró dentro del movimiento noucentista, por lo que nunca fue una vanguardia rupturista, como pudo ser el caso de Francia. Brossa, en 1941, después de hacer el servicio militar en Salamanca, regresó a Cataluña y conoció a Foix. Vicenç Foix era un investigador de la poesía, para el que todas las libertades de la vanguardia estaban condicionadas a ser primero un buen compositor de sonetos, como diría uno de mis maestros, con cierto deje parnasiano, primero demuestra que sabes hacer sonetos y luego haz lo que te de la gana. Era por lo tanto un poeta más completo, más complejo de lo que Brossa hubiera necesitado, y como no le dijo a Brossa, lo que me dijo mi maestro, éste pensó que lo de las reglas era para otros, por lo que tiene mucha cotidianidad en el lenguaje, muy pocas imágenes, es muy prosaico y habitualmente se salta las reglas poéticas, seguramente más por falta de interés en ahondar en el conocimiento de la praxis poética que por innovación personal. Esta falta de interés se traduce en desconocimiento, ya que su formación literaria no fue académica, y así encontramos algunas incongruencias, que cualquier poeta con cierta vocación tiene por ciertas, ―si vas a rimar respeta la rima, si no vas a rimar que no rime nada‖. Brossa cuando no quiere rimar no tiene en cuenta las asonancias y claro, sensu estricto, rima y cuando quiere rimar se va de caña pues no respeta el número de sílabas o no tiene en cuenta los ritmos, con lo cual, desde un punto de vista formal, su obra goza de una notable mediocridad, que para sus fans, lejos de ser defecto es la gracia que le da carta de naturaleza, pero claro, lo que en casa suele disculparse los ajenos juzgan con cierto criterio económico, no se trata de perder el tiempo, que tiene un valor en alza. Quizá por estas razones se entienda que su obra literaria, de grandes dimensiones, siga siendo casi desconocida incluso en ambientes internacionales que valoran a Brossa como artista plástico de referencia. Por lo tanto, su ataque a la poesía convencional, al juego formal, su repudio al vocablo noble, poco corriente y erudito, escudándose en que lo fundamental debe ser el contenido nos recuerda la máxima, infinitamente trillada, antes el fondo que la forma, pero cuando el fondo está totalmente politizado, con claros impulsos nacionalistas, nos remiten a un contenido tan reiterativo como panfletario, y como las sensibilidades del lector son de todo tipo y sobre nacionalismos cada uno tiene el suyo, no sólo no despierta el interés sino que aquellos que buscan en la literatura algo más elevado y profundo para la reflexión y la introspección personal se encuentran perplejos ante una poesía engagé con muchas carencias. Lo mejor que se puede decir de su obra poética es que escapa a toda clasificación, ya que no se adscribe a ninguna corriente literaria y que destaca por su independencia intelectual, que es no decir nada pero queda muy bien, o como él diría en una entrevista en 1968 sobre sus poemas: ―unos hechos con medios literarios no poéticos y otros con medios poéticos no literarios‖, en este segundo grupo posiblemente se refiera a la poesía visual. En los años sesenta se publicaron dos antologías excelentes de poesía catalana moderna: Poesía catalana del segle XX, de Castellet y Molas, y Nova antología de la poesía catalana. De Maragall als nostres dies, de Joan Triadú. En ninguna de las dos figura Brossa. Si hay algo que se puede adivinar, es que Brossa siempre quiso tener una gran trascendencia intelectual en el campo literario, sin embargo, para Dolors Ollé su falta de educación formal le impide atisbar sus limitaciones, por lo que le incapacita para obtener una poesía de alta calidad. Esas limitaciones le agotaban y necesitaba desconectar, lo que hacía a través de varios amigos, así se encontró con que a su estudio de la calle Travesera iba a visitarle Joan Miró, con quien experimentaba en el campo de la plástica. Un día, su amigo Miró salió al balcón y observó que unos paletas se habían dejado un saco, le gustó y se lo llevó para hacerlo servir después. Esto cautivó a Brossa, no había que complicarse intelectualmente, ni reglas, ni correcciones, ni horas en busca de la perfección formal, ni mucho menos perder el tiempo estudiando concienzudamente para saber y entender el fenómeno poético o dramático. La inmediatez, lo que estaba a mano, lo que cualquier hijo de vecino puede encontrar por sorpresa en la calle, en un rincón, sea del género que sea, era una mina a la que se podía dar una utilidad conceptual, no quedarse sólo con la mirada sino extraer la evocación de lo que se mira, esto era lo que realmente había estado buscando, pero para esto debía hacer, yo diría, una entrenamiento más que un aprendizaje, y ese entrenamiento lo hizo al lado de personajes como Tàpies o Miró, es decir, que entre lo que intuyó, posiblemente a través de los jeroglíficos de las páginas de pasatiempos de los periódicos (ver su ―Oda a Marx‖), y lo que practicó con una soltura hija de la libertad, sin las constricciones intelectuales del arte poético o del arte dramático, alcanzó el auténtico camino en el que se encontraba cómodo. Tocó muchos palos hasta que dio con el que realmente expresaba sus ideas de forma económica y rápida, y que por lo tanto ha sabido transmitir con tanta contundencia, pues se trata de un lenguaje universal, asequible a todas las culturas y por tanto totalmente desligado del idioma y del nacionalismo. Según el Dr. Roberto Dossantos cedió todos los derechos sobre su obra a las autoridades catalanas a cambio de una pequeña pensión con la que iba viviendo. Nunca tuvo nada y murió pobre mientras otros se enriquecían a su costa. Las instituciones públicas, depositarias de la obra de Brossa, vieron en las galerías de arte un mercado inmejorable que podía competir con el panorama europeo, de modo que se dedicaron a proyectar su obra haciendo que ésta subiera su valor, por eso su obra gráfica ha adquirido la proyección internacional de la que hoy goza. Desde 1986 sus Exposiciones antológicas, compuestas por poesía visual, poemas objeto e instalaciones, han recorrido muchos países, sin embargo su producción no antológica ha limitado su exhibición a Cataluña, principalmente en Barcelona, aunque sin demasiado éxito, así Maria Lluïsa Borràs, en su artículo titulado El espíritu de Brossa, una constante en el arte catalán de su tiempo, se lamentaba en estos términos: ―...he de decir que lamento profundamente tener que decir públicamente que la exposición en la Fundación Miró llevada a cabo con tanta ilusión y esfuerzo, con tan buena voluntad, me consta, ha sido un rotundo fracaso respecto a la consolidación de Brossa como artista relevante de su tiempo, más allá de las fronteras catalanas...‖. No hay que dejarse llevar por los espejismos. Hace algún tiempo, fue objeto de comentario cultural una serie de pinturas hechas por un elefante, cuyo cuidador había ocultado la identidad del mamífero a fin de dar tiempo y espacio a diversos críticos y entendidos en pintura para que dieran su opinión, en general la crítica fue muy buena y destacaron desde la libertad en el trazo hasta el atrevimiento del color, además de muchos otros tecnicismos. La verdad era que los trazos y los colores estaban allí, pero la construcción intelectual, la interpretación, de lo que había pintado no la había hecho el elefante sino alguien que tenía un bagaje intelectual suficientemente amplio como para encontrar analogías e innovaciones, que lógicamente, no tenía ni el autor ni la obra fruto de la casualidad. Otro aspecto a tener en cuenta es que muchos poetas se niegan a leer poesía traducida, porque hay dos motivos claros que justifican la posibilidad del espejismo, que el traductor sepa poco del idioma y del autor a traducir, con lo cual el resultado desvirtúa seriamente el original, o en caso contrario, que el traductor sea un excelente poeta y conocedor del idioma, y de una obra mediocre presente un trabajo magistral, que obviamente también desvirtúa seriamente el original, recordando otra frase que ha hecho fortuna en pintura podríamos decir que más vale una buena copia que un mal original. Brossa ha tenido la suerte de que Gloria Bordons se haya fijado en su obra, pero claro el bagaje intelectual de esta excelente filóloga nada tiene que ver con el del autor. Sus vastos conocimientos sobre el idioma catalán y sobre historia del arte le llevan a hacer un constructo de múltiples referencias artísticas, de pulidos recovecos semánticos, de teorías vanguardistas en investigación, de múltiples tecnicismos que obviamente no estaban en la mente de Brossa, están en el intelecto de Bordons, y he aquí el espejismo, nos encontramos ante un autor que, según las referencias literarias actuales, pareció tener en cuenta todo, cuando la realidad es que, por sus limitaciones, no pudo tener en cuenta nada, de tal manera que el Brossa actual tiene más de Bordons que del mismo Brossa. Al terminar este artículo me asalta la duda sobre cuál habría sido la proyección de Brossa en el caso de no haber cedido sus derechos de autor y pienso que posiblemente estaría formando parte de la nómina de autores que duermen el silencio profundo de los archivos. José Mañoso Flores nace en Barcelona en 1956. Es poeta, ensayista y pintor. Tiene a su haber Poesía urbana para un territorio (1995) y Poesía metafísica frente a la Madona de Port lligat (2004). Ha sido incluido en las antologías Tejedores de Palabras (2005) y Nueva poesía Hispanoamericana (2006). Artículos sobre literatura y drogas publicados en las revistas digitales Paradoja, Aquelees y Claustro Poético. Discípulo del pintor Joan Ferrer cultiva la pintura matérica, su obra se encuentra dispersa en varias colecciones particulares, miembro activo de la AAVC hasta 2004, participó en el Manifiesto "Els drets d'autor dels artistes visuals" (2001), su última exposición individual fue en la sala Arnau (Barcelona, 2005). Mañoso ha asistido a eventos internacionales, como el Congreso Internacional arte en la Era Electrónica-Perspectivas de una nueva estética (Barcelona, 1997) y el Simposio De la televisión a la telemática-Las nuevas tecnologías y el futuro del arte audiovisual (Pamplona, 1997). JULIÁN PÉREZ PRÓLOGO-CONFESIÓN Las imágenes de los Sueños se han cansado de esperarme en un punto enemigo. Esta historia de mi Yo se agota con un vagido irreconocible. Las tiranías de la Razón quieren imponerse sobre la Intuición de los Deseos aplazados. Desterrado de mis Instintos, la Palabra está blanca y vacía y siento asco de su pureza. Pero la fuerza del Amor me arrastra a esta Comunicación desesperada: una Necesidad dulce como el suave delirio de una borrachera que se avergüenza de si misma porque me hace falta el alcohol o la Locura para decir mi Verdad. En esta crisis, mi moral es la defensa última ante el Futuro que llama. El Tiempo se agota y me afiebra y veo desdoblados los instantes en los espejos de la agonía, donde el Enemigo triunfante se arranca las Máscaras una a una. Tengo la certidumbre de que en el fondo no hay Tema: el Tema, con el Significado que lo acompaña, se ha hecho imposible; esta Confesión es el último refugio antes de caer anulado por mi Fantasía, agotado en mi Creación, como una madre después de dar a luz al ver que ha parido demonios. La Lógica me desdibuja en la trampa de su Verdad: un hombre no puede ser su Identidad más allá de su Sueño. Es esa Identidad precisamente la que nos enferma, ese cambio obligado de Pronombres lo que nos duele, ese Deseo por Descifrar algo, lo que esos Pronombres quieren Ser en la Fantasía atormentada de los que desesperan día a día sin llegar a ser lo que son, sin alcanzar ese Futuro que se detiene en el Presente y los condena a la cámara del Tiempo, incapaces de hallar una salida, porque toda esta Cultura se transforma en un Laberinto laborioso de Palabras donde lo único que deseamos es la Muerte. HISTORIA DE LAS PALABRAS En la boca se mecen, hueso mío, las palabras, fonemas bondadosos, los viejos y los míos, los sonidos uterinos que manejan la clave del sentido en el signo acartonado que se pierde, alma verde, en un mar de leguleyos y soldados clamando por su pan ensangrentado, ¡facta est!, est siendo el mismo ser que habita en la hermosura, sin Dios, pero riendo… Y después la lengua campesina… desarrollándose entre bárbaros que ignoran el placer de que gozaban las señoras en las villas romanas, rosae alba; en el feudo, el castillo, la leyenda de la cruz consolada por tanta canalla arrodillada para facer una copla a la serrana y jugaban en las bocas, se bebían como pájaros la saliva de las encías y saltaban esos pneumas del molar a la lengua con sus trinos, descubrimiento del mundo, sol del hombre. ¡Y la lengua moderna! El español de Cervantes, la figura del lenguaje levantada, gesto en el aire la voz cansada, el imperio de Dios se está cayendo y la lengua imperial hecha de nada, como la historia, naufraga en las costas del Atlántico y enseña a los Indios el milagro de la esclavitud. ¡Producción, están ciegos los campos, pero mira esa máquina cómo respira, cómo bufa, vapor bramando, todo el poder que resucita su energía! ¡Qué lenguaje de técnica y silencio, qué maravillas desprende la vida del canino al molar, llevan historia las palabras! Estas palabras no se suicidan, hechas de sudor y sangre, de ruedas y de lanzas, de espadas y molinos de viento que transportan el átomo invisible con su explosión de vida; estas palabras han crecido, siguen creciendo, llevando en ellas contenidas la emoción de los hombres y los hombres, la luz de los objetos, los colores y los objetos. ¡Oh milagro de síntesis en estas suaves ondulaciones transparentes…! Viene de muy adentro una ráfaga de aire cálido, vibran las cuerdas de las guitarras vocales y salen las palabras, formas exactas, repetidas, conteniendo la historia de la vida, la historia de los hombres y los hombres, cada hombre, cada flor, cada sueño, cada herida. EL TEATRO DE LA LOCURA Sobre los conos celestes vacila una luz sin música, los volúmenes proyectan sombras azuladas, varios planos inclinados se insertan en los conos. Un hombre camina por uno de los planos, está de espaldas, recortado sobre un fondo negro. La tinta de la muerte crece y el hombre pierde, poco a poco, su contorno y su forma. Una mujer va a buscarlo, ve como la mancha devora paulatinamente al hombre; se ata los senos y su vientre ríe con voz y llanto entremezclados. La mujer mastica navajas y sus senos crecen y crecen, son dos serpientes blandas inútiles, les nacen hojas verdes. Llora y el rímel resbala por sus párpados y sus mejillas. La enredadera de sus pechos se abraza a su cuerpo. Cierro el telón del teatro imaginario; detrás de todo ese espectáculo sospecho un gran vacío. Un manto de luz filtrándose como agua de corpúsculos vibrantes que hormiguean cubre la ventana de la gran sala; ahora, dentro de mi casa y sólo en ella se pone el sol. Salgo de la casa en el bosque que la rodea escucho maderas golpeando contra cuerdas y ecos atemporales que conocen un círculo sin centro que es la perfección sagrada; los rayos de luz son rectos y sin noche, sin muerte. ¿Cómo explicarse a ese hombre imaginario que desaparece en una mancha de tinta, y a esa mujer fantástica devorada lentamente por su pasión, máscara de arcilla blanda decolorándose, mientras la enredadera-serpiente de sus pechos crece en el teatro de la casa de sueño que es tal vez ya inhabitable para el Amor, mientras yo, aquí afuera, en esta pesadilla de luz, pierdo totalmente la conciencia del tiempo y del espacio, y hasta de mi inocente yo? Julián Pérez es un poeta y crítico literario argentino radicado en los Estados Unidos. Es autor de Imaginación literaria y pensamiento (2006), Los dilemas políticos de la cultura letrada (2002), Modernismo, Vanguardias, Postmodernidad (1995), La poética de Rubén Darío. Crisis post-romántico y modelos literarios modernistas (1992) y Poética de la prosa de J. L. Borges (1986). Actualmente es profesor de literatura argentina e hispanoamericana en la Universidad de Texas Tech, en Lubbock. Junto a María Fernanda Pampín, dirige la prestigiosa colección Nueva Crítica Hispanoamericana para Ediciones Corregidor. ADALBERTO CORREA NEGRÓN NACIMIENTO Me fueron a buscar en carro público. Mi madre sólo dijo llévame a Arecibo sin añadirme en ningún momento a la conversación. Mi padre se resignó al verme, un viejito recién nacido con piel azul le gustaba decir. Tenía tres días de vida. Sé que los vecinos, al enterarse de mi llegada, buscaron entre sus pertenencias lo que podría ser mío. Así aparecieron biberones, zapatitos, camisitas, sabanitas y todas esas cositas que un bebé necesita. Excepto una cuna. Mi primera cuna fue un sillón reclinable gigantesco, de cuero marrón. Cuenta mi madre que lloré tres días corridos en protesta. Al tercer día, tal como suele suceder en los milagros, mi padre fue a la mueblería del pueblo y se trajo una cuna fiá. Él mismo, con sus manos callosas de obrero de fábrica, me acostó en la nueva cuna. No sin antes advertirme que más valiera que me gustara. Me dormí casi inmediatamente. Supongo que los días pasaban como todos los días, uno tras otro, mi madre cosiendo interminablemente y mi padre rompiendo la noche en la fábrica y el día con sus lechones. Imagino a los vecinos dándose una vuelta para beber café y hablar de mí con mi madre. Sé que todos se alegraron cuando mi piel se desprendió de sus arrugas azules y mostré mi mulatería tan disonante entre tantos ojos azules. Y yo sonreía como bebé mimado. Sólo existe una fotografía del bebé que fui. En ella sonrío mientras señalo con el dedo índice a la cámara. Llevo una camisa a rayas y el pelo ordenadamente revuelto en un cuasi moño de lo más mono. Un detenido análisis revela el pulgar de una mano izquierda que sujeta mi cuerpecito. Ignoro a quién pertenece, pero me da la impresión de que es de mujer. En mi boca se asoman cuatro dientes. Calculo unos cinco a seis meses de edad. Mi madre me mostró una vez la cicatriz que esos cuatro dientes dejaron en su seno. Unos surcos truncados por el hambre. No tengo más evidencias de esa época, sólo conjeturas. Por ejemplo: supongo que dormía la siesta con mi padre, acostados ambos en medio de la sala. Supongo también que mi madre me cosía la ropa de los trapos que le sobraban de sus trabajos. Supongo que mi padre traía la leche y las viandas todos los días e insistía en que sólo comiera gallina del país. Que mi madre cocinaba todos los días; que mi padre fumaba cada vez más. ¿Cómo equivocarme si la cabra siempre tira pal monte? De esos días no conservo memoria. Sólo algunas anécdotas y un par de asunciones, pero nunca me faltaron los quizáses. DELIRIOS DE SALOMÉ En el medio del camino se dibuja una figura antigua a paso de serpiente. Sé que debo temerle. No importa. Sé que debo tenerle. Un aroma de frutas le precede. Se forma el cosquilleo ventral, las uñas en la espalda, el sudor y el gemido. En medio del camino una fruta mordida cede. TRAS LA RUMBA Tembandumba camina lento por la acera, tratando de ignorar los charcos de nieve derretida que amenazan tragarse su bastón de palo de escoba. Llega a la esquina y espera sin esperanza que la silueta iluminada se apiade de su cojera. Los autos ladran con rabia. Tembandumba llega a la tiendita del extrajero (como ella, pero del otro lado) que le mira impasible su figura gastada en tantos inviernos. Un carro pasa muy despacito por la avenida, con más música que ganas de millas. Tembandumba levanta la mirada y por un momento arde en sus ojos el recuerdo de esa noche, de esas caras y esa calle que tan pronto se reduce tras el residuo cuadrineumático de un eco. Un destello de nostalgia comparten los extranjeros. Pero ya acaba. El rugido del tráfico se traga el instante. Tembandumba escoge para el hacha, el fuego, la rumbería extinta. Regresa al cajón gris que la digiere, sube seis pisos, abre. Sobre el dintel Santa Bárbara la recibe. Sin candombe. Sin bámbula. ATRAPADOS Cae la última pieza de ropa. En el suelo se acompañan los trapos semi sudados siguiendo el orden único del grito. El gemido levita cercano. Es la conocida escena de siempre. Sólo nos sorprende que ocurra. ¿Qué detalle cautivará la memoria? Porque el resto, sin duda, será tragado por el Olvido. Debe ser este aire de mañana que promueve la imagen inconclusa. Como el hambre segregada. Volvamos a la última pieza. Cae. Pero no importa. Ya el sudor engalana esta convención de poros, estos roces en desespero. La cama se ha convertido en un corral empequeñecido, dos cuerpos que se humedecen en el acto. El gemido se aferra a la ventana. La última pieza continúa su caída. No desconocemos el final. Un par de gritos alargados, un par de caras descompuestas, apretados los dedos de los pies. Abandonemos este instante. Sólo nos interesa esa última pieza de ropa. Y su caída. Sabemos a dónde llegará, nos imaginamos de dónde viene, ni hablar del golpeteo rítmico que la acompaña. ¿Qué miramos entonces? Dejémonos atrapar por esa última pieza de ropa, por su caída ya camino al Olvido. Entonces vendrá la pregunta inevitable, ¿Quién llegará primero? Porque compartimos el mismo Destino, aunque nos aferremos a otro cuerpo por un instante, tal como el trapo se aferra (inútil mente) a su caída. MAGIA IRREDENTA El viejo hechicero posó su vara sobre la mesa cubierta de papiros y pergaminos. Rascóse su nívea barba eterna y murmuró con tono de cansancio y fastidio la Palabra arcana de su frustración. Tomó entre sus dedos de árbol añejo un pergamino cualquiera y recitó de memoria mil más. Vencido, sentóse en su sillón, tan viejo como él, y revivió su vida en un recuerdo fugaz. Sus años de mago aprendiz, su maestro que le legara su búsqueda de siglos frustrada, desde ese mismo sillón en que hoy recuerda, ya entonces antiguo, como su búsqueda tantas veces heredada. Repasó con vista de impotencia los ingredientes alquimios dispersos por su guarida: el interior de la caja de Pandora, el pezón de una sirena desencantada, una pluma de Ícaro, la huella de un unicornio moribundo, un pedazo de espuma marina, los ojos de Edipo. Sobre un estante descansaba su último componente. Contenido en un jarro de barro, inscrito de runas proscritas por la eternidad, el líquido escarlata palpitaba aún con el ritmo del corazón que una vez lo contuviera. Un dolor de bestia con alma humana, o un olor de hombre sin nombre. Apartó su vista del adefesio al recuerdo del grito del minotauro desangrándose bajo su hechizo. Con sumo esfuerzo levantóse del sillón y encaminó sus pasos hacia la puerta sellada hacía mil años. Mientras escupía una Palabra de despecho masculló una maldición con toda la fuerza de su rabia, mirando el sol que por vez primera en siglos hería cada surco de su faz. Y el céfiro de la tarde llevó su última Palabra entre sus dedos: poesía. CRONÓSTICO Sé que llegaba la hora por la erección puntual. Vuelvo el cuerpo hacia la ventana con el ánimo concentrado en mi mano soñolienta y un quizás despertado. Sin duda, hubiera deseado empujar la mañana al oficio de sombra. 1. Repaso la sonrisa, algunas onzas de menta artificiada. 2. Amordazo colores a mi piel. 3. Reclamo consuetudinarios. el camino con varios buenos días 4. Llego. El rugido del aire zarandea la rutina cúbica. Una tras otra las ideas se deslizan hacia el olvido acompañadas por cierto rigor esperanzado. O sea, patético. Se emprende el regreso. Los mismos pasos (buenos días extintos) componen la audiencia en solidaria mudez. ¡Cuántas historias invernadas se inconcluyen con la mirada! Desamordazo la piel. No hay elección. Apago la luz. Con duda. Sólo habrá de ese hado: empujarla. Mañana de vuelta al orificio de sombra. Adalberto Correa Negrón es extranjero profesional. Algunos aseguran que le sigue los pasos a Montesa. Otros, más generosos y menos lucrativos, dicen que se le perdió la sombra. La verdad es que nunca ha podido con los pisos 5. Recién se le ha visto rondando las costas escandinavas, buscando un trasplante de tinta. Sus ánimos pueden seguirse a través de Jurutungo Press Release. Su libro electrónico Sueños de vida y de muerte puede leerse en http://www.bookrix.com/_mybook-medallero_1292500939.6542670727. 80grados es posible con el apoyo de cursos de redacción periodística de la Escuela de Comunicación, Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, en alianza con Prensa Comunitaria, una entidad sin fines de lucro que se dedica a promover el periodismo ciudadano. El grupo que colabora se define por lo siguiente: Somos, antes que nada, una comunidad que comparte el gusto por la cultura, el pensamiento y la información. La revista que proponemos es un experimento que aspira a juntar en un mismo espacio varias tradiciones o prácticas: el periodismo profesional, tan volcado hacia la actualidad y los sucesos; la revista intelectual, por lo general vinculada a la filosofía, las artes y la política, y el periodismo ciudadano, un esfuerzo muy reciente por reconducir el diálogo público a un nivel más trascendente y humano. Todo esto, aspiramos, en un ambiente cooperativo y solidario. GRUPO EDITORIAL EJECUTIVO Luis Fernando Coss, Luis García Vázquez, Laura Moscoso Candelas, Gabriela Cruz, Juan Álvarez y Valeria Collazo. JUNTA ASESORA Magali García Ramis, José Castrodad, Laura Candelas, Reinaldo Millán, Félix Jiménez, Mario Roche, César Colón Montijo, Lilliam Irizarry, Sandra Rodríguez Cotto, Dayani Centeno y Jessabet Vivas Capó. COLUMNISTAS Anayra Santory Jorge, Argeo Quiñones, Bernat Tort, Carla Minet, César Colón Montijo, Dalila Rodríguez Saavedra, Ed Morales, Francisco José Ramos, Juan Duchesne, Gary Gutiérrez, Gil Blasini, Graciela Rodríguez Martinó, Hiram Meléndez Juarbe, Hiram Guadalupe-Pérez, Iván Chaar-López, Javier Colón Morera, Jocelyn Géliga, Juan Lara, Juan Otero, Luis Avilés, Luis José Torres Asencio, Manolo Coss, Mara Negrón, Marcos Pérez, Margarita Mergal, Mariana Reyes, Rafael Bernabe, Rubén Ríos Ávila, Tato Rivera Santana, Tito Otero y Vivien Mattei. www.80grados.net MARTÍN MOUREU a Cristo mi precursor Cuando la Tierra era plana como el mapa de la llanura pampeana y la historia antigua descontaba sus años, los átomos que me componen andaban dispersos por ahí. ¿No te tocó un chicle bazooka anunciando mi advenimiento? Echada la cuenta de los planetas los entonces y las caras, en esta anatomía mis átomos se complicaron. Que salten las alarmas de los autos, que los celulares se queden sin señal. Incontenible. Inalcanzable. Allá del planisferio y los relojes y de los espejos, soy el desconocido que chau a tu pasar. No vengo a tocar timbre los domingos a la mañana, redimirlos de ese odioso dios es el mandado que tengo. Levanto los puchos tirados y le doy una pitada, así voy siguiéndole el rastro. Con tal de un probar de ajenos secretos también supe empinarme su vino divino y en el fondo si Cristo le hubiese visto la cara a cara a Dios, jamás habría ido a la Cruz. Desconocido pero inconfundible soy algo más que el número de átomos míos. Mi nombre completa los crucigramas. No hay mapa que me pueda contener ni los cronómetros pueden alcanzarme los espejos no pueden reconocerme los espejos. Dios está en todas partes no puede huirme. DE TRASNOCHE El tiempo seria serie/ que causa efecto causa efecto causa/ de quedado y silencio hace una pausa/ Tras de noche c/ cheno a la intemperie/ efecto causa efecto causa excusas/ inquietas como migas en la cama/ Célebre mendigo ayacuchense Es la noche tras noche que te llama/ con su oscuro lenguaje de lechuzas/ Solo por una calle cuyo nombre/ pero nista se borra con el barro/ solo pero tan solo como un hombre/ Juan Pablo Martín Moureu bajo la cruz del sur San Andrés/ de Giles sin un cigarro/ 2 de Abril del 2003/ LUNES DE LUNA ALUNADA Ojo mañana malparida. Según los pronósticos el día será como un dios tuerto mitad horas de luz/ mitad horas ciegas. Guarda confundir yoga con yogur, el buda y el budín. Lluvia al maíz y al remis. Ideal para tomar mate solo o decisiones de a dos. Ojo el semáforo -tricíclope en griegovigía con su rojo ojo. Desde las avenidas tránsito pesado a los intestinos. Hágase pan con su compañera, las migas para los amigos. En el amor nada mejor que desatar el perro aullador. Así le anula la luna Elisa. AJEDRÁGORAS Juego del ajedrez, máscara auténtica del alma migratoria de Pitágoras. Allí, como en un diálogo de ágoras, cada cosa a espectral número idéntica. La tremenda batalla, mera táctica; el campo, un cuadrilátero teórico. Dentro del crucigrama pitagórico, ni siquiera un lugar para la práctica. Lo mismo que antes, cuando su depósito un cuerpo humano y humana su otra cáscara, hoy entre cándidos vándalos, y tétricos, Pitágoras tenaz en un propósito, el propósito propio de una máscara para sus geométricos escándalos. SINTÁCTICAS Patria para firmar pactos de sangre además la atracción que ejerce un cuerpo en la naturaleza de otro cuerpo, las ganas de rimar sangre con sangre. ¿Los callejeros nombres de qué barrio abrevian todo el tiempo de la patria? Hoy encontraron dos cuerpos en mi barrio, también dieron su sangre por la patria. Leer el cosmos tal como un libro el cosmos cuando es fácil en una vuelta al tiempo leer como un libro el cosmos como un libro. Y sin más (sin más pérdida de tiempo) en sangre cuerpo barrio patria cosmos la fórmula resuelta de este libro. NO VIDENTE Nunca te animaste abrir los ojos abajo del agua. Nunca te animaste a cojer con la luz prendida. Nunca te animaste, nunca te animaste. PRETEXTO La lectura y escritura como tomar mate solo. O sea, si el mate no es más que un pretexto para el diálogo, en el hecho de tomar mate solo se da esa paradójica conjunción de elementos que, en mi caso, conforman la experiencia literaria: el lenguaje y la soledad. Así, entre uno y uno mismo, la comunicación está pero incompleta y a la vez cumplida. En ese contexto, mi escritura podrá ser entendida como una mancha más de mate que se me cayó en la hoja. PERDER EL CONTROL En el cajón de la mesa de luz del aparador la cómoda placard el botiquín del baño el placard de la última pieza alacena 1 estaba mirando tvr la repisa fui a la cocina fui al baño o en el baño no anduve? el ropero viejo abajo de la mesa o de la mesada alacena 2 abajo de la cama en los bolsillos de la campera y no está. ¿Qué lo habré hecho si recién recién lo tenía en la mano? En el cajón del aparador la mesa de luz de la cómoda decí que no es el celular si no lo haría hacer sonar el placard botiquín el cajón de la naftalina en el bajomesada revuelvo y vuelvo el aparador en el cajón la alacena abajo del sillón de la otra cama en la campera de jeans y nada. ¿Pero qué hago con la puerta de la heladera abierta mirando la botella de agua fría mirándola? PARTICULARES Pensar que Benítez José, Capricornio, Pastor de la Iglesia Universal, dejó a su mujer e hijos y se juntó con una paraguayita de la ruta 29, el mismo año que la rolinga fue elegida por unanimidad Presidenta del Club de Fans de Ricky Martin. Después se quejaban del gordo Gonzalo que dejó los philips por los particulares para no tener que convidarle a nadie. Martín Moureu es un poeta argentino nacido en Ayacucho signado por Capricornio. Es autor del best seller Cómo golpear a una mujer sin dejar marcas. Una tarea escolar dio origen a su primer cuento El Bicho Pateta, que marcaría un antes y un después en la historia de la pornografía infantil de la Escuela N º 1, Domingo Faustino Sarmiento. De esa etapa data su policial ¿Quién me usó el cepillo de dientes? A esta obra siguieron: ¿Dónde se escuende el duende? (trama policial infantil) y Sapolán versus El Hombre Lombriz (historieta antisocial). En su adolescencia lideró la banda heavy metal “Esqueletor”, de escasa repercusión. Entre sus éxitos deportivos cabe señalar que llegó a jugar de 8 en Juventud Unida y que le pegaba con las dos. Su polémico Ensalada rusa entre otras recetas hubiera merecido la censura de la última dictadura militar. Con “La malcogida” (zamba de doble sentido) incursionó exitosamente en el folcklore. Pero la consagración definitiva le llegó de la mano de Foucault y su verdad de milanesa, iracunda diatriba donde refuta al autor de Las palabras y las cosas, sin haberlo leído. A su fértil imaginación le debemos los siguientes títulos (que nunca llegaron a concretarse): Góngora o el antílope, Lo que se va por el agujero del trapo de piso, Cada mes es una boleta de la luz, Frases para ALMANAQUE 2005 (selección inconclusa). Actualmente se encuentra preparando una traducción de Poe denominada Del latido delator y de más relatos. ALBERTO MARTÍNEZ-MÁRQUEZ Puente sobre el Embalse Luchetti en Yauco, Puerto Rico Desechos marinos en Camuy, Puerto Rico Mangle en medio del Restaurante Boquemar, Ponce, Puerto Rico Ruinas de San Antonio de la Tuna, Isabela, Puerto Rico Vista del Embalse Luchetti, Yauco, Puerto Rico Alberto Martínez-Márquez, natural de Bayamón, Puerto Rico, es el editor de Letras Salvajes. Actualmente vive secretamente en Aguadilla, Puerto Rico, desde donde puede ver el mar todos los días y beber cerveza cuando le place. Sus últimos dos libros son Contramundos (cuentos, 2010) y Contigo he aprendido a conocer la noche (poesía, 2011). Algún día se dedicará a la música. Por eso ya se encuentra practicando en los kareokes locales. SUSAN SONTAG GODARD (fragmento) He argüido que una consecuencia del desdén de Godard por la norma estética en virtud de la cual hay que tener un punto de vista fijo, consiste en que borra la diferencia entre la narración en primera y en tercera persona. Pero quizás habría sido más correcto decir que Godard propone una nueva concepción del punto de vista y que así delimita la posibilidad de filmar películas en primera persona. Con esto no quiero dar a entender simplemente que sus películas son subjetivas o personales: también lo son las de muchos otros directores, sobre todo del cine de vanguardia y underground. Me refiero a algo más específico, que puede denotar la naturaleza original de su logro: a saber, La manera en que Godard ha forjado, especialmente en sus últimas películas, una presencia narrativa, la del director, que es el pivote estructural de la narración cinematográfica. El director que interviene en primera persona no es un personaje concreto de la película. O sea que no se le debe ver en la pantalla (excepto en el episodio de Far from Vietnam, que sólo muestra a Godard hablando ante la cámara, con intercalaciones de fragmentos de La chinoise), aunque se le oye esporádicamente y el espectador nota cada vez más su presencia justo enoff. Pero esta persona enoff no es una inteligencia lúcida, propia del autor, como la figura del observador no comprometido que aparece en muchas novelas escritas en primera persona. La primera persona paradigmática de las películas de Godard, su versión particular del realizador, es la persona responsable de la película que permanece fuera de ésta en su condición de mente acosada por preocupaciones más complejas y fluctuantes que las que puede representar o encarnar cualquier película aislada. El mayor dramatismo de las películas de Godard brota del choque entre esta conciencia inquieta y más amplia del director, por un lado, y el argumento concreto y limitado de la película específica que está empeñado en filmar, por otro. De manera que cada película es, simultáneamente, una actividad creadora y otra destructora. El director agota virtualmente sus modelos, sus fuentes, sus ideas, sus entusiasmos morales y artísticos más recientes, y la configuración de la película es el producto de los diversos medios empleados para hacer saber al público lo que sucede. Esta dialéctica ha llegado al punto culminante de su evolución en Deux ou trois choses, que es, entre todas las películas que ha dirigido Godard, la que se ciñe más drásticamente a los lineamientos de la primera persona. La ventaja que reviste para el cine la técnica de la primera persona estriba, presumiblemente, en el hecho de que aumenta considerablemente la libertad del director, al mismo tiempo que suministra estímulos para un mayor rigor formal, objetivos éstos que coinciden con los que abrazaron todos los posnovelistas importantes de este siglo. Así es como Gide se cuida de que Édouard, el autor-protagonista de Les fauxmonnayeurs, condene todas las novelas anteriores en razón de que sus contornos son «nítidos», de modo que, por muy perfectas que sean, lo que contienen está «cautivo y exánime». Édouard quería escribir una novela que «fluyera libremente» porque había optado por «no prever sus meandros». Pero resultó que la liberación de la novela consistía en escribir una novela sobre el hecho de escribir una novela: en presentar la «literatura» dentro de la literatura. En otro contexto, Brecht descubrió el «teatro» dentro del teatro. Godard ha descubierto el «cine» dentro del cine. Aunque sus películas parezcan muy desenvueltas, espontáneas o trasmisoras de sentimientos personales, lo que se debe valorar es que Godard sustenta una concepción de su arte drásticamente alienada: un cine que devora el cine. Cada película es un acontecimiento ambiguo que hay que promulgar y, simultáneamente, destruir. El aserto más explícito de Godard sobre este tema es el doloroso monólogo donde se interroga a sí mismo en su aporte a Far from Vietnam. Y quizá el más ingenioso es una escena de Les carabiniers(parecida al final de una antigua película de Mack Sennett en dos rollos, Mabel's Dramatic Career) donde Miguel Angel sale con permiso durante la guerra para visitar un cine, aparentemente por primera vez, porque reacciona como lo hacía el público sesenta años atrás cuando se proyectaban las primeras películas. Sigue con todo el cuerpo los movimientos de los actores en la pantalla, se esconde bajo la butaca cuando aparece un tren y, al fin, enloquecido por la imagen de una joven que se baña en la película incluida dentro de la película, salta de su asiento y sube corriendo al escenario. Primero se pone de puntillas e intenta ver lo que hay dentro de la bañera; después palpa cautelosamente la superficie de la pantalla en busca de la muchacha, y por fin intenta asirla... circunstancia en la cual desgarra parte de la pantalla que hay dentro de la pantalla y revela que la muchacha y el cuarto de baño eran una proyección sobre una sucia pared. El cine, como dice Godard en «Le grand escroc», «es el fraude más hermoso del mundo». Aunque todos sus recursos característicos estén al servicio del objetivo fundamental de quebrar la narración o variar la perspectiva, Godard no aspira a una variación sistemática de los puntos de vista. Es cierto que a veces elabora una vigorosa concepción plástica, como en las intrincadas configuraciones visuales de los acoplamientos de Charlotte con su amante y su marido en Une femme mariée, y en la brillante metáfora formal de la fotografía monocromática en tres «colores políticos» de Anticipation. Sin embargo, la obra de Godard se caracteriza por carecer de rigor formal, cualidad ésta que predomina en toda la obra de Bresson y Jean-Marie Straub y en las mejores películas de Welles y Resnais. Los cortes súbitos de A bout de souffle, por ejemplo, no forman parte de un estricto esquema rítmico general, y Godard confirma esta observación cuando explica su razón de ser: «En A Bout de souffle descubrí que cuando una discusión entre dos personas se volvía aburrida y tediosa, lo mejor que podía hacer era interrumpirla con un corte. Lo intenté una vez, y salió muy bien, de modo que seguí haciéndolo a lo largo de toda la película». Es posible que Godard exagere la naturalidad con que actuó en el laboratorio de montaje, pero es harto conocida la confianza que deposita en su intuición cuando se halla en el estudio. Porque ninguna película tiene un guión completo que haya sido preparado con antelación, y muchas de ellas han sido improvisadas día a día en largos tramos de la filmación. En las películas más recientes, rodadas con sonido directo, Godard ha hecho que los actores se inserten pequeños auriculares para poder hablar en privado con cada uno de ellos mientras están en cámara: así les dicta parlamentos o les formula preguntas que deben contestar (entrevistas directas en cámara). Y aunque generalmente utiliza actores profesionales, Godard se muestra cada vez más dispuesto a incorporar presencias fortuitas. (Ejemplos: en Deux ou trois choses, Godard, enoff entrevista a una joven que trabajaba en el salón de belleza que él había ocupado para una jornada de filmación; Samuel Fuller conversa, interpretándose a sí mismo, con Ferdinand, interpretado por Belmondo, en una fiesta que se celebra en el comienzo de Pierrot le fou, y ello porque Fuller, un director norteamericano que Godard admira, se hallaba casualmente en París en aquella época y fue a visitar a Godard en el estudio). Cuando utiliza sonido directo, Godard conserva por lo general los ruidos naturales y aleatorios que quedan grabados en la banda sonora, aunque sean ajenos a la acción. Si bien los frutos de esta liberalidad no son siempre interesantes, algunos de los efectos más felices de Godard han sido ocurrencias de último momento o productos del azar. Las campanas de iglesia que doblan cuando Nana muere en Vivre sa vie sonaron por pura casualidad, para sorpresa de todos, durante la filmación. La asombrosa escena en negativo de Alphaville salió así porque Coutard le informó a última hora a Godard que no había equipos apropiados para iluminar correctamente la escena (era de noche), y Godard resolvió seguir adelante de todos modos. Godard ha explicado que el final espectacular de Pierrot le fou, o sea la autoinmolación de Ferdinand con dinamita, «lo ideamos allí mismo, a diferencia del comienzo, que estuvo organizado. Éste es una suerte de happening, pero controlado y dominado. Dos días antes de empezar no tenía nada, absolutamente nada. Oh, claro, tenía el libro. Y algunos exteriores». Su convicción de que es posible aprovechar el azar, y utilizarlo como herramienta adicional para desarrollar nuevas estructuras, no se circunscribe a la política de realizar sólo los preparativos mínimos para la filmación y de rodar en condiciones que después se puedan adaptar a las necesidades del montaje. «A veces cuento con tomas que se filmaron mal por falta de tiempo o dinero», ha dicho Godard. «Cuando se empalman, producen una impresión distinta. Esto no lo rechazo, sino que por el contrario procuro hacer todo lo que está a mi alcance para sacar a flote la nueva idea. » La predilección de Godard por filmar fuera de estudios apuntala su actitud desprejuiciada ante el milagro aleatorio. De toda su obra—largometrajes, cortos y episodios, en conjunto—sólo su tercer largometraje, Une femme est une femme, se filmó en un estudio; el resto se rodó en ambientes «encontrados». (La pequeña habitación de hotel donde transcurre Charlotte et son Jules era la misma en que se alojaba Godard; el apartamento de Deux on trois choses era el de un amigo; y el de La chinoise es el que Godard ocupa actualmente.) En verdad, uno de los detalles más brillantes e inquietantes de las fábulas de ciencia ficción de Godard el episodio «Le nouveau monde», de RoGoPag (1962); Alphaville y Anticipation—consiste en que fueron filmadas íntegramente en lugares y edificios sin retocar que existían alrededor del París de mediados de los años sesenta, como el aeropuerto de Orly, el hotel Scribe y el nuevo edificio de la compañía de electricidad. Por supuesto, esto refleja precisamente el pensamiento de Godard. Las fábulas acerca del futuro son al mismo tiempo ensayos sobre el presente. El dechado de la verdad documental siempre matiza la veta de fantasía cinematográfica que discurre con fuerza por toda su obra. De la propensión de Godard a improvisar, a incorporar hechos fortuitos y a filmar fuera de estudios se podría deducir un parentesco con la estética neorrealista que se hizo famosa gracias a las películas italianas de los últimos veinticinco años, estética que se inició con Ossessione y La terra trema y que llegó a su apogeo con las películas de posguerra de Rossellini o con la reciente aparición de Olmi. Pero Godard, si bien es un ferviente admirador de Rossellini, no es ni siquiera un neo-neorrealista, y tampoco se propone expulsar la artificialidad del arte. Lo que pretende es fusionar las polaridades tradicionales del pensamiento móvil espontáneo y la obra acabada, del apunte formal y el aserto plenamente premeditado. La espontaneidad, la naturalidad, la verosimilitud no son valores por sí mismos para Godard, a quien le interesa más la convergencia de la espontaneidad con la disciplina emocional de la abstracción (la disolución del «tema central»). Lógicamente, los resultados distan de ser pulcros. Aunque Godard sentó muy rápidamente las bases de su estilo característico (hacia 1958), su temperamento inquieto y su voracidad intelectual lo empujan a adoptar una actitud esencialmente exploratoria respecto del cine, en virtud de la cual es posible que para elucidar un problema que se planteó pero no se resolvió en una película, empiece a filmar otra. De todas maneras, si se la valora globalmente, la obra de Godard se parece mucho más, por su problemática y su envergadura, a la de un purista y formalista radical del cine como Bresson, que a la de los neorrealistas, aunque la relación con Bresson también se deba encarar fundamentalmente en términos de contrastes. El estilo de Bresson maduró asimismo con gran rapidez, aunque toda su carrera haya consistido en una suma de obras concienzudamente meditadas e independientes, concebidas dentro de los límites de su estética personal hecha de concisión e intensidad. (Bresson, que nació en 1910, ha filmado ocho largometrajes, el primero en 1943 y el más reciente en 1967.) Su arte se caracteriza por una cualidad lírica y pura, por un tono innatamente elevado y por una unidad minuciosamente estructurada. Bresson ha dicho, en una entrevista que le hizo Godard (Cahiers du Cinéma, número 178, mayo de 1966), que para él «la improvisación es la base de la creación cinematográfica». Pero ciertamente cualquier película de Bresson es, por su aspecto, la antítesis de la improvisación. En la película acabada, cada toma debe ser al mismo tiempo autónoma y necesaria, lo cual significa que sólo existe una manera ideal y correcta de componerla (aunque se la encuentre intuitivamente) y de ensamblarlas a todas en una narración. No obstante su tremenda energía, las películas de Bresson dan la impresión de ser deliberadamente formales, de haber sido organizadas sobre la base de un ritmo implacable sutilmente calculado, que obligó a amputarles todo lo que no fuera esencial. Dada la estética austera de Bresson, parece lógico que su tema característico sea el de una persona literalmente prisionera o cautiva de un dilema atroz. En verdad, si se admite que la unidad narrativa y tonal es un patrón fundamental del cine, el ascetismo de Bresson el aprovechamiento máximo de materiales mínimos, la cualidad reflexiva y «cerrada» de sus películas— parece ser el único procedimiento auténticamente riguroso. La obra de Godard refleja una estética (y, sin duda, un temperamento y una sensibilidad) opuesta a la de Bresson. La energía moral que nutre el cine de Godard, si bien no es menos poderosa que la de Bresson, desemboca en un ascetismo muy diferente: el esfuerzo de una introspección constante, que se convierte en una parte constitutiva de la obra de arte. «Con cada nueva película me parece cada vez más», dijo en 1965, «que el mayor problema de la filmación consiste en resolver por dónde y por qué empezar una toma y por qué terminarla.» Lo importante es que a Godard sólo se le ocurren soluciones arbitrarias para este problema. Mientras cada toma sea autónoma, no habrá reflexión que pueda hacerla necesaria. Puesto que para Godard las películas son sobre todo estructuras abiertas, la distinción entre lo que es esencial y lo que no lo es en cualquiera de ellas se convierte en un dilema desprovisto de sentido. Así como no se pueden descubrir normas absolutas e inmanentes para determinar la composición, duración y localización de una toma, tampoco puede haber razones verdaderamente sólidas para excluir algo de una película. Detrás de las caracterizaciones aparentemente fáciles que Godard ha hecho de muchas de sus películas recientes, se oculta esta teoría de la película como montaje más que como unidad. «Pierrot le fou no es realmente una película, sino una tentativa de hacer cine. » Acerca de Deux ou trois choses: «En síntesis, no es una película, es una tentativa de hacer una película y se presenta como tal». Los títulos de Une femme describen como: mariée la «Fragmentos de una película rodada en 1964»; y La chinoise lleva el siguiente subtítulo: «Película en proceso de realización». Cuando Godard proclama que sólo exhibe «esfuerzos» o «tentativas», reconoce que su obra es una estructura abierta o arbitraria. Cada película continúa siendo un fragmento en el sentido de que jamás se pueden agotar sus posibilidades de elaboración. Una vez que se da por sentado que el método de yuxtaposición («Prefiero colocar sencillamente unas cosas junto a otras»)—que reúne elementos antagónicos sin conciliarlos entre sí—es aceptable, e incluso deseable, en verdad una película de Godard ya no puede tener un final intrínsecamente necesario, como lo tiene una de Bresson. Cada película debe parecer bruscamente interrumpida o debe terminar arbitrariamente, a menudo con la muerte violenta, en el último rollo, de uno o más protagonistas, tal como sucede en A bout de souffe, Le petit soldat, Vivre sa vie, Les carabiniers, Le mépris, Masculin féminin y Pierrot le fou. Como era presumible, para apuntalar estas ideas (Godard ha puesto énfasis en la relación (más que en la distinción) entre «arte» y «vida». Godard afirma que mientras trabajaba nunca experimentó la sensación, que a su juicio debe experimentar el novelista, «de que estoy diferenciando la vida de la creación». Vuelve a colocarse en el ya conocido terreno mítico: «El cine está en algún punto comprendido entre el arte y la vida». Godard ha escrito, refiriéndose a Pierrot le fou : «La vida es el tema, con el Cinemascope y el color por atributos... La vida por sí misma, tal como me gustaría captarla, utilizando panorámicas para la naturaleza, plans fixes para la muerte, tomas breves, tomas prolongadas, sonidos suaves y estridentes, los movimientos de Anna y Jean-Paul. En síntesis, que la vida llene la pantalla como un grifo llena una bañera que se vacía simultáneamente a la misma velocidad». En esto, explica Godard, es en lo que se diferencia de Bresson, quien, cuando filma, tiene «una idea del mundo» que «intenta trasladar a la pantalla o, lo que es lo mismo, una idea del cine» que intenta «aplicar al mundo». Para un director como Bresson, «el cine y el mundo son moldes que hay que llenar, en tanto que en Pierrot no hay molde ni materia». Por supuesto, las películas de Godard tampoco son bañeras, y Godard alimenta sus sentimientos complejos acerca del mundo y su arte en la misma medida y más o menos en las mismas condiciones que Bresson. Pero no obstante la caída de Godard en una retórica taimada, el contraste con Bresson sigue en pie. Para Bresson, que al principio fue pintor, son la austeridad y el rigor de los medios cinematográficos los que hacen valioso este arte (aunque muy pocas películas). Para Godard, las películas, incluidas muchas de calidad inferior, deben su autoridad y su naturaleza promisoria al hecho de que el cine es un medio flexible, promiscuo y acomodaticio. El cine puede mezclar las formas, las técnicas, los puntos de vista, y no es posible identificarlo con ningún ingrediente más destacado. En verdad, lo que debe demostrar el director es que no se excluye nada. «En una película se puede meter todo», dice Godard. «En una película se debe meter todo.» La película se concibe como si fuera un organismo vivo: no tanto como un objeto sino más bien como una presencia o un encuentro... como un acontecimiento plenamente histórico o contemporáneo, cuyo destino consiste en que lo trasciendan los acontecimientos futuros. Con la intención de crear un cine implantado en el presente auténtico, Godard intercala constantemente en sus películas referencias a las crisis políticas actuales: Argelia, la política interior de De Gaulle, Angola, la guerra de Vietnam. (Cada uno de sus cuatro últimos largometrajes incluye una escena en la cual los protagonistas denuncian la agresión norteamericana en Vietnam, y Godard ha manifestado que mientras dure la guerra introducirá una secuencia análoga en cada película que filme.) Las películas pueden incluir referencias aun más informales y alusiones improvisadas: una pulla a André Malraux; un elogio a Henri Langlois, director de la Cinémathèque Française; un ataque a los exhibidores irresponsables que proyectan películas de fotograma clásico (1/1,66) en pantalla panorámica; o la propaganda encubierta de la película de un colega y amigo. Godard acoge con agrado la oportunidad de utilizar el cine con fines temáticos, «periodísticos». Mediante entrevistas del tipo de las del cinéma-vérité y de los documentales de televisión, puede pedir a los personajes sus opiniones sobre la píldora anticonceptiva o sobre Bob Dylan. El periodismo puede proporcionarle la base para una película: Godard, que escribe los guiones de todas sus películas, cita «Documentación de 0ú en est la prostitution?, de Marcel Sacote» como fuente de Vivre sa vie; el argumento se lo sugirió un de Deux ou trois choses artículo de Le Nouvel Observateur sobre las amas de casa de los nuevos bloques de apartamentos baratos que se dedicaban a la prostitución, en sus ratos libres, para aumentar los ingresos de la familia. El cine ha sido siempre un arte que, como la fotografía, registra la temporalidad, pero hasta ahora éste ha sido un aspecto de los largometrajes de ficción que pasaba inadvertido. Godard es el primer director importante que incorpora algunos elementos contingentes del momento social específico cuando filma una película, y que a veces los convierte en el encuadre de ésta. Por ejemplo, el encuadre de Masculin féminin es un informe sobre la situación de la juventud francesa durante los tres meses críticos, en lo político, del invierno de 1965, entre el primer turno de la elección presidencial y su desenlace; y La chinoise analiza la facción estudiantil comunista de París que actuaba inspirada por la revolución cultural maoísta, en el verano de 1967. Pero, desde luego, Godard no se propone suministrar datos en un sentido liberal, o sea en el sentido que niega la importancia de la imaginación y la fantasía. Según su criterio, «se puede empezar con la ficción o el documento. Peto tanto si se empieza con la primera como si se empieza con el segundo, se tropezará inevitablemente con la parte que falta». Quizás el fruto más interesante de su idea no son las películas con configuración de reportaje sino las películas con configuración de fábula. La guerra universal e intemporal que constituye el tema de Les carabiniers es ilustrada con filmaciones documentales de la II Guerra Mundial, y la miseria en que viven sus personajes míticos (Miguel Angel, Ulises, Cleopatra, Venus) es concretamente la de la Francia actual. Alphaville es, para decirlo con las palabras de Godard, «una fábula sobre terreno realista», porque la ciudad intergaláctica también es, literalmente, el París de hoy. Susan Sontag nace en Nueva York en 1933. Su verdadero nombre era Susan Rosenbblatt. Está considerada como una de las figuras intelectuales más influyentes de la escena intelectual del siglo XX. De su vasta obra se detacan: The Benefactor, Death Kit, Against Interpretation, On Photography, The Volcano Lover, Ilness as Metaphor, Where the Stress Falls, In America, I, Etcetera, entre otras. Como cineasta, dirigió los filmes Duel for Cannibals (1969), Brother Carl (1971)—ambas producidas en Suecia—, Promised Lands (1974, filmada en Israel) y Unguided Tour (1983, hecha en Italia). Sontag fue galardonada con el Premio Jerusalem de Literatura en 2001. Igualmente ha sido recipiente del Premio Príncipe de Asturias y del Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán. Sontag fallece en 2004 y sus restos descansan en el cementerio de Montparnasse en París. MARÍA JOSÉ MURES GODIVA I Dos noches desnuda una fantasía dos noches la palabra sirve de llave no hubo. La caricia sirve de llave hube de… hacerme círculo, cual golpe de canto en la piel del mar, estelas excéntricas eléctricas me arroyo como río. Melodía a medianoche volumen elevado a ritmo lento. II Quiero estar sola para estar contigo para que este vacío seas tú como Lady Godiva iría a tu encuentro y en espejo galoparía sin fin. III No es mejor mi mano que las hormigas trashumantes que comen libido. IV Cuando vuelvas no me recuerdes que yo te amo. No tiene sentido si no fuera sentido. PRINCIPIO SIN ARQUÍMEDES Dame una palabra de apoyo y moveré la Tierra. Dame ADN y que se caiga el mundo. Dame el rincón donde tus piernas apuntalan la noche. UNIÓN DE LATIDOS Cuando los que aman se reúnen, la forma es otra. Con el vino del amor, la ebriedad es otra. RŪMĪ Rompió el vino las copas o mi copa acercando nuestros labios o mi labio se aceleró la lenta caricia o mi caricia mi cómplice vino, llegó, me hice crápula de ti o de nadie, unión de latidos. ÉXTASIS MUDO En la noche me deshago me vuelvo humana salvajemente no sé qué azar reaparece cuando sin buscarte llegas justo en éxtasis mudo. Es mía la mano de mi pecho es mía la de mi sexo es la fuerza que se inculca y se encuentra en una espiral con sentido destensando mis preocupaciones y agotando todo en una tensión. Tu mejilla en mi vientre cuando inspiras y quedo sin aliento, desnuda. BESOS SUELTOS PARA UN OÍDO Cae se deshace La belleza nunca se pierde El silencio no da tranquilidad hoy Aguanto la cabeza con dolor Es lo que no digo el agua calentó mi piel y el silencio continuaba su eco Nos vamos deshojando nos vamos perdiendo poco a poco ahogándonos Cuando todo se agota y quedan vestigios es la agonía un regalo Los días como pétalos en mi mano están qué hacer con tanta muerte… QUIERO AMARTE Quiero amarte, decir más es estropearlo llegar a ti como tú imaginas. Metida en mí pero fuera de sí así quiero amarte con el gemido del más valiente. CON TU MANO Lento pero no por el cansancio O fue un sueño… ser Venus en el país de Peter Pan donde, de los sueños, volver no quiero, estar contigo en todas las vidas planeando en tu cuerpo que sin batir las alas me hace volar como ave. Enredo con sentido de cuerpos Hacia el vértice de tus muslos. Y quedar así, con tu mano en mi pecho. María José Mures nace en Fernán Núñez, Córdoba, en 1970. Fue directora adjunta de Revista de Feria de su localidad durante dos años y después formó parte del grupo de redacción. Sus versos aparecen en Revistas Literarias como Alhucema, Baquiana, Arique de Cuba, La pájara pinta, Caños Dorados, Pan de Trigo, y otras de soporte digital. Tiene publicados tres libros: Antes del Amor, Zahorí y Cambalache, este último prologado por Aimée G. Bolaños. Está incluida en la Antología de poetas de Fernán Núñez (2006). Ha sido colaboradora en la edición del Libro de Romances y canciones de Amor II (2006), de la Diputación Provincial de Ciudad Real. En ese mismo año el Ateneo de Almagro la nombra Socia de Honor. Fue merecedora del segundo Premio de Poesía en Alfafar, Valencia, con su poemario Zahira y en 2007 fue premiado su poemario Entre la espada y tú, amor en el V Concurso Nacional de Poesía “Caños Dorados”. ANDREU NAVARRA ORDOÑO UNA FIEBRE I La mujer con la que almuerza es una antigua compañera de estudios, una mujer siempre triunfadora y de carácter arrollador. Lleva una falda plisada y una blusa blanca muy decente. Jorge va sin afeitar, con unos vaqueros sucios y arrugados y unos zapatos que rezuman agua por todas partes. Le acaba de proponer un trabajo. Como sabía que estabas en paro, ha dicho ella. Él, por supuesto, ha aceptado. Se trata de organizar una exposición sobre Carmen Laforet, en la sede del Instituto Cervantes. Jorge odia la obra de Carmen Laforet, pero debe aceptar el encargo por razones crematísticas. Cree que volverá a leer Nada y cree que le gustará y que le encontrará nuevos elementos que despierten su interés; más bien confía en que el instinto de su enflaquecido cuerpo le ayudará a poder llegar a paladear esa novela y de algún modo lo forzará a digerirla como una promesa de futuros panes. De hecho, no tiene más remedio que provocar o por lo menos fomentar que suceda esa benevolencia. Jorge acompaña a Anaís a su flamante despacho, con vistas al Palacio de Correos y al inquietante Cuartel General de las Fuerzas Armadas. El contrato que formaliza es esperanzador, tanto como nunca pensó que podría serlo un contrato. No hay cláusula alguna que regule su trabajo. Tendrá entera libertad. Sé que tienes talento, aunque lo desperdicies, dice Anaís con un semitono maternal y amargo. Sé que me harás un buen trabajo. Con diez años menos Jorge y Anaís estuvieron a un plis de irse a la cama en algunas fiestas alcohólicas, pero al final prevalecieron las prevenciones de clase y prefirieron seguir siendo amigos. Jorge se encoge de hombros y se sube las gafitas sobre la nariz. Pareces cansado, le dice ella. Pero él no aparta la mirada de la ventana. Le gusta la luz blanca de la mañana en Madrid. Al terminar la carrera, Anaís obtuvo una beca para irse a Estados Unidos y Jorge entró a trabajar de administrativo en un despacho de seguros. Perdieron por entero el contacto. Jorge volvió a su buhardilla pensativo, con la funda del contrato bajo el brazo. Pensó en el dinero providencial que le llovería al cabo de seis meses. Al llegar a su casa rebuscó entre los volúmenes los libros de Carmen Laforet que poseía, que eran básicamente tres. Los libros daban pena de ver. Jorge recordó haber escrito diez años antes una violenta diatriba contra Carmen Laforet, a quien comparaba con Max Aub para concluir que la literatura peninsular de los cuarenta era una basura si la comparábamos con la del exilio. No estaba seguro de seguir opinando lo mismo. De hecho, en la actualidad le daba igual todo aquello. Hacía más de dos meses que no cogía un libro, y los últimos habían sido volúmenes argentinos de autoayuda psicológica. Durante las últimas tres semanas no había hecho otra cosa que pasear febrilmente por el centro, alimentarse de sándwiches mixtos y masturbarse con unos vídeos que le había prestado un amigo. El artículo había permanecido inédito, era un mecanoscrito de treinta folios olvidado en una carpeta que hoy era pasto de unos extraños bichos parecidos a las cucarachas pero de color plateado y aspecto aseado, cuyo diseño Jorge admiraba con sinceridad. Las pilas de carpetas coronadas de tazas vacías se acumulaban en todos los rincones de la buhardilla de Jorge. Estuvo leyendo Nada toda la noche, con la funda del contrato situada a escasos centímetros de su brazo derecho, y tuvo que confesarse que, por acción irradiadora del providencial papel o, por qué no, debido al talento natural de la escritora, la lectura logró despertar su atención hasta que se hizo de día. Comprendió que algunas trazas de goticismo se le habían escapado de su primera lectura. Hasta se dejó enamoriscar un poco por la tonta de Andrea. Tras desayunar un té con galletas empezó otro libro, La llamada. Luego se fue a otro sofá y releyó su poema predilecto, uno de Juan Ramón Jiménez, titulado Mar, nada, y publicado en 1930. Quince años antes lo había copiado en una hoja de papel, amarillenta ya, de la que jamás se desprendía, y que descansaba permanentemente sobre su escritorio pisada por una taza. Jorge permanecía siempre sentado en uno de los múltiples sofás desvencijados que había logrado arrastrar hasta su casa, para lograr dormir en caso de que leyera o escribiese. Rumiando su poema predilecto comprendió que su exposición nunca podría ser una colección de fotografías, objetos personales de la autora y libros viejos. Una colección más de fotografías idealizantes, paneles encomiásticos, ditirámbicos escritos murales en paredes lisas, y un catálogo con las cuatro o cinco opiniones autorizadas. Creyó que podría hacer algo más personal. Abrió un cajón y sacó una hoja de papel corriente y un carboncillo. Decidió dibujar a Angustias, y lo hizo francamente mal. Cuatro trazos como cara, una peineta funeral presidiendo el amasijo y unas manos cruzadas sobre el regazo. Tardó cinco minutos. Empezó a transpirar. Encendió un cigarrillo. Arrugó el papel. Lo desarrugó y lo clavó en la pared con una chincheta. Luego dibujó a Román, con la misma técnica del inacabado. Sonrió. Se rascó los testículos vigilando no hacerse daño con la cremallera de los vaqueros. Se sintió en tensión. Dibujó al bebé de Juan, la pobre criatura sucia, hambrienta. Una enorme boca torcida, como una vagina desdichada, sin dientes ni esperanza. Luego una silueta macrocéfala, sólo insinuada. Empezó a comprender de qué iba todo aquello, y la novela, y su odio. Encendió el ordenador y se bajó la película de Edgar Neville. Disfrutó un rato viéndola y, de todas las escenas, seleccionó la del ataque de furia de Román. A continuación dibujó una navaja de afeitar rodeada de machas de sangre. El efecto, conseguido con el alma de un bolígrafo barato, le hizo sonreír. A continuación llamo a Claudia, su ex, y le pidió que viniera a verlo. Hacía un año que habían cortado toda clase de contacto. Lo suyo se había arrastrado durante siete años, pero Jorge tenía un carácter difícil de soportar, entre taciturno y autoritario. A continuación se masturbó en el retrete. A continuación llamó a Pedro, un amigo tan bohemio como él que había estudiado Historia y era experto en estrategia militar, y le pidió un informe detallado sobre el avance de los frentes de la guerra civil. Luego encendió otro cigarrillo. Claudia llegó a eso de las once de la mañana. También estaba en el paro, se le notaba en la mirada. Se saludaron extrañados por la situación. Claudia manifestó sin hablar bastante asco por tener que entrar en aquella pocilga. La pequeña Claudia. Los ojazos de niña asustada, el timbre trágico de la mirada, los brazos escurridos como una toalla retorcida, quebradiza como el cristal. Se sentó en uno de los sofás con aire cansado. Dejó el bolso de lana a su lado y luego miró a Jorge con curiosidad. Constató que había adelgazado. Jorge se levantó y preparó café en la cocina. Luego se hicieron las preguntas de rigor. Cómo te va, y eso. Pobre niña proletaria, huesudas costuras. Jorge sonríe y le enseña sus dibujos. Le cuenta lo del contrato del Instituto Cervantes, pero no le dice que lo ha fichado Anaís. Claudia siempre sintió celos fundados de Anaís. Jorge no estuvo nunca seguro de querer a Claudia hasta que se separaron. Entonces notó que se agobiaba solo (lo atribuyó a la falta de sexo) y se notó permanentemente nervioso, incapaz de descansar. Anaís ya se había ido a Boston. De repente, no tenía a nadie. Empezó a padecer insomnio, y a dejar de leer. Únicamente le interesaba el periódico, que leía en algún bar de Atocha o del centro, si se atrevía a caminar más. Luego se iba a las casetas de libros y compraba algún saldo, aturdido por el ruido del tráfico. Los celos de Claudia eran lacerantes, colindantes con un nihilismo destructor. Celos de proletaria vaporosa, que se convertía en un enorme insecto cuando la invadía la furia interna. Claudia tenía mal carácter, siempre estaba en tensión, aunque también había sabido ser dulce, sobre todo después de follar. Jorge sabía que, aunque no fuera una profesional, su ex sabía pintar bastante bien, y que era una persona creativa. Le encargó retratos de todos los personajes de la novela, y le dijo que le pagaría quinientos euros del total de dos mil que iba a cobrar por la faena. Pero le pidió que, por nada del mundo, dibujara a Andrea, la protagonista. ¿Y los materiales? ¿Quién me los paga? Jorge reconoció no haber pensado en eso. Lo del material lo arreglaré yo, no te preocupes, le dijo. También le hizo un curioso encargo totalmente improvisado. Un cuadro titulado ―Renacer‖, cuyo tema y ejecución dejaba a su libre albedrío. Claudia levantó la ceja izquierda (lados del espectador) pero no pudo hacer más que aceptar. Una vez sólo, Jorge se atusó la barba y notó una calentura envolvente. Pronto debería descansar. Le picaban los ojos. Abrió una ventana para ventilar la buhardilla. Se metió vestido en la cama. Se levantó. Encendió el televisor. Se cocinó unos huevos fritos con beicon. Se los comió en un sofá acompañados de una lata de cerveza, la penúltima que había en a nevera. Luego se cambió y volvió a meterse en la cama. Volvió a levantarse y paseó por el comedor, fumando. Al cabo de un rato, y en un gesto nervioso, cogió un viejo mapamundi, le dio la vuelta y, en el reverso blanco, marcó una línea recta negra con un rotulador que salía del extremo derecho del lienzo y terminaba hacia el centro del rectángulo (derecha e izquierda del espectador). Procuró que el trazo de la línea fuera pueril e irregular. Luego recorrió la línea con tinta roja y la inflamó con un lápiz de color naranja. Luego repitió la misma línea cortante, pero en el extremo sur del lienzo y partiendo del lado opuesto. Decidió titularlo ―La llama cauterizante‖. II Al día siguiente fue a ver a su tío, que era pìntor, a su estudio en la villa de Vallecas. Bajó al metro en Menéndez Pelayo y salió a la superficie en el Puente de Vallecas. Le pidió que le prestara entablamentos y lienzos. El buen hombre no cabía en sí de asombro, y Jorge le tuvo que explicar lo del encargo del Instituto Cervantes. Tapearon por el barrio y se despidieron con un abrazo hacia las cinco de la tarde. Jorge aún se demoró por el barrio comprando botes de pintura acrílica de diversos colores, los que le parecieron más atractivos: rojo chillón, verde alienígena, amarillo limón y, finalmente, blanco y negro. No quiso ni mirar hasta dónde ascendía su derrama en el ticket de compra. Al volver a casa cargado con los listones, lo botes y las tablas, encontró en el buzón el encargo que le había hecho a Pedro, el experto en estrategia militar. Abrió la puerta de su buhadilla, huyeron algunos insectos reptantes, dejó a un lado su cargamento junto a otros trastos y abrió el sobre. Sobre un rudimentario mapa de España que parecía una hamburguesa mordisqueada se especificaban, en lápiz rojo, los paulatinos avances del ejército nacional hasta alcanzar la batalla del Ebro. Las líneas venían acompañadas de las principales fechas en la zona del norte, en Teruel, en Extremadura y Castellón. Jorge memorizó todo el esquema, de pie, sin quitarse el abrigo, sudando copiosamente. Extendió un lienzo sobre la cama de matrimonio en que dormía, aunque siempre había vivido solo, y trató de dibujar con alguna exactitud el perfil de la península Ibérica. Extendió un manchurrón negro por toda la zona portuguesa, como indicando que quedaba fuera del juego y además, tal vez, que allí ya estaba todo decidido por Salazar. Con la muestra de Pedro en la mano izquierda, fue trazando las distintas líneas en gruesos brochazos rojos. El conjunto parecía así como una composición del expresionismo abstracto, o tal vez una vulgar firma callejera, pero si uno se fijaba bien advertía el proceso y la delimitación hispánica que le servía de marco. En ese momento, el ruido de la cerradura de la entrada al abrirse le sobresaltó. La figura de Caudia se destacó en el salón comedor. Jorge no pudo menos que sentirse perplejo. Aquello no ocurría desde hacía dos años. Pero nunca se le había ocurrido pedirle a Claudia su llave del piso, la llave que utilizaba para sus pasadas sorpresas eróticas y para prepararle las fiestas sorpresa mientras él trabajaba. Qué coño estás haciendo, dijo. Jorge tardó en contestar. Pinto, creo, pasa, mira. Ponte cómoda. Solo me queda una cerveza, dijo. Claudia dio unos pasos hacia delante y se sentó en uno de los sofás, pero como de forma provisional, con el torso ladeado y apoyando todo su escaso peso sobre la punta de las posaderas. Te has pringado todo, dijo. Y, en efecto, Jorge comprobó que llevaba todo el abrigo manchado de rojo, y que también había puesto perdida la colcha. Hasta relucían en la montura de sus gafas algunas gotitas de pintura acrílica. Pero aquellas cosas nunca le habían interesado demasiado, y Claudia lo sabía bien. ¿No quieres nada? ¿Ya me echas de menos tan rápido? He pintado el cuadro que me encargaste, el que se tenía que titular ―Renacer‖. Los otros los tengo esbozados. Entonces Jorge se fijó en el rollo de papel que Claudia había traído bajo el brazo. Claudia lo extendió en el suelo. Jorge se aproximó y miró el dibujo. La composición era violenta y oblicua, de ambiente curvilíneo y orgánico. Tardó un poco en comprender que se trataba de una pareja de seres humanos copulando desesperadamente, con la cabeza situada abajo a la izquierda (lados del espectador) y los cuatro pies arriba a la derecha. Se puso rojo y trató de simular o engañarse fingiendo un súbito y renovado interés en la tela que se traía entre manos. Se la explicó a Claudia, pero le contó que no estaba acabada. Falta el toque final, dijo, y fue a buscar una vieja caja de cartón donde guardaba los soldaditos de plástico con que había jugado durante toda su infancia y parte de adolescencia. Ante el asombro de Claudia, los derritió con un mechero deformándoles todos los rasgos, pero no hasta el punto de que dejaran de parecer soldados, y los pegó con cola blanca a un y otro lado de la España destrozada que había esbozado. Con un pincel grueso escribió en verde limón los nombres ―Juan‖ y ―Román‖, sin cuidarse de que la pintura se escurriera hacia abajo y hacia los lados. El conjunto, que colgó de la ventana, era impactante y ridículo a la vez, desconcertante quizás. Luego encendió el televisor y charló con apatía con Claudia, comentándole la impresión agradable que le había causado su cuadro sobre el Renacer. Vieron juntos una película de piratas, un concurso con preguntas semicultas y un programa de bromas con cámara oculta. En algunos momentos llegaron a reírse con cierta intensidad. Jorge constató que la furia masoquista el pasado se había disipado. ¿Te estás medicando?, preguntó. Cenaron una tortilla precocinada y la lata de cerveza. Luego hicieron el amor con cierta inercia, como sorprendidos. De repente, Jorge se vio a sí mismo acariciando los exangües senos de Claudia. Comprenderse sin pantalones y copular fue cuestión de muy pocos minutos. Pero media cerveza no podía habérseles subido a la cabeza. Todo un año anhelando algún tipo de contacto carnal, y la ocasión se presentaba tan poco solemne, tan (¡cómo decirlo!) fácil, pero en ningún caso prosaica. Follaron con cierta brutalidad, dejándose llevar, como consumados pero nobles inexpertos. Jorge sueña que es una niña holandesa y que está cogiendo flores en un prado. Una pequeña niña con un vestido azul en un prado cuyos límites no alcanza la vista. Es un sueño recurrente en él. Jorge cree que algún día debe viajar a un lugar llamado Marken que ha visto en algunas fotos que le enseñó un amigo. Cuando se agobia piensa en esas fotos, en ese viaje que debe realizar. Relaciona el sueño con este deseo, un deseo relacionado con cierta idea heterodoxa de pureza. Por la mañana, tras marcharse Claudia, llama Anaís. Pregunta cómo va el encargo, y Jorge responde que viento en popa, que fliparía con todas sus propuestas, y le detalla su intención de no preparar una exposición corriente. III Se había citado con Anaís en el café Gijón, cerca de donde trabajaba ella, a las seis de la tarde. Ella acudió puntual, maquillada y con jersey de lana ligeramente escotado. Con botas, medias de lana y una falda corta estaba verdaderamente guapa. Jorge le mostró las fotografías de todos sus trabajos, y los de Claudia que hizo pasar como suyos, y esperó la reacción de su actual jefa. Anaís pasó del desconcierto inicial al entusiasmo. Tú estás loco, dijo, pero lo veo. Y además te voy a decir dónde vamos a montar todo esto. Nada del vestíbulo de la sede del Instituto, hay que buscar algo mucho mejor. Mira, conozco a una amiga que tiene una galería, una antigua nave industrial, cerca de la Abadía. Allí montaremos todo esto, me hará un precio especial. Eres un genio, Jorge, vaya tela. Me has dejado a cuadros, te lo confieso. No sabía que tú pintaras. Ya sabía yo que podía confiar en ti, que tú harías algo creativo. Ahora mismo voy a llamar al director, no creo que ponga problemas. Anaís le dio un beso en la mejilla y se fue a cenar con su novio, dijo, emocionadísima con el proyecto. Jorge se quedó un rato más en el café tomándose un carajillo tras otro (luego el ardor de estómago o le dejaba dormir) y saboreando su éxito. A dos días de la inauguración, Jorge aún reunió suficiente entereza como para preparar su particular retrato de Andrea. Buscó una vieja revista entre su caótica hemeroteca personal. Recortó una fotografía que le había quedado grabada en la conciencia unos meses antes, una fotografía en que aparecía un skin-head alemán aplastándole la cabeza a un muchacho turco en una calle de Berlín con una enorme bota militar. Jorge recortó la fotografía, la arrugó, y a continuación la pegó en uno de los lienzos blancos que le había prestado su tío. A continuación se atusó la barba y se subió las gafitas sobre la nariz. Debajo garabateó, bien grande y sangrante, el nombre de Andrea. Satisfecho, secó la composición con un secador del pelo propiedad de Claudia, la fotografió con su diminuta cámara digital y arrinconó su obra junto a las demás que formaban el conjunto dedicado a la exposición sobre Carmen Laforet. El día de la inauguración fue una apoteosis de fiebre y nerviosismo. Anaís se quedó muy sorprendida de ver a Jorge y a Claudia otra vez juntos. Besó a su antigua compañera de estudios con cierta frialdad y fue dedicándose a presentar a Jorge a diversas personalidades del pequeño Madrid del arte y las letras: tres coordinadores del Instituto Cervantes, los promotores de la Exposición, dos homosexuales acicalados, un escritor famoso y una legión indescriptible de escritorcillos jóvenes muy repeinados. Claudia ha conseguido que Jorge se afeite, e incluso le ha comprado una camisa azul. Los asistentes jóvenes se alejan rápidamente de él, tras dirigirle las preguntas de rigor sobre su trabajo, al ver que no está muy dispuesto a charlar ni a responder nada. Un periodista le hace una entrevista que graba en un pequeño aparatito plateado. Pronto, Claudia y Jorge se aíslan en una mesa y empiezan a hacer manitas. En realidad él sopesa la posibilidad de preguntarle a Anaís cuándo va a recibir el dinero. Desde el ángulo donde se ha sentado, Jorge observa todo el conjunto de la exposición. El ámbito, una antigua vaquería y lechería acondicionada, es ideal para esta clase de eventos. Atraviesan el techo de ladrillos abovedados una serie de vigas de hierro pintadas de negro de donde cuelgan los cuadros. En una pared blanca de la izquierda, su izquierda, cuelgan como abandonados los primeros retratos inacabados de los personajes de la novela. En el centro, como enormes sábanas tendidas, rajadas y escupidas de esputos sanguinolentos, cuelgan los impactantes trabajos de Claudia. Claudia se ha inspirado en las Meninas de Picasso y ha ofrecido una imagen retorcida de todas las mujeres de la obra. En un rincón algo apartado, fuertemente iluminado, cuelga el retrato de Andrea. Los jovencitos pajareantes se han reído al verlo, y el periodista le ha hecho una foto. Los demás han torcido el gesto y han hecho una mueca de incredulidad. Renacer se ha colocado en el vestíbulo, para abrir las visitas. Y todo lo preside el lienzo de la España cruzada de líneas rojas. Los gritos de la escena de Román salen constantemente de unos amplificadores camuflados en las vigas, inyectando como pesadilla al recinto. Anaís va de un lado a otro ocupándose de todo, llena copas, atiende a los escritorzuelos, se ríe con todos, negocia con unos marchantes, tiene los dientes muy brillantes. El primer día reservan ya para la venta tres de los cuadros. Al cabo de dos días, aparece en El País una crítica muy favorable. Jorge cree ver la influencia de Anaís en todo aquello. Durante la primera semana se venden algunos lienzos más. Tres o cuatro tipos taciturnos vagarean como vacas cansadas siempre por la galería. La web del Instituto anuncia la exposición a bombo y platillo. Jorge empieza a recibir llamadas de periódicos. Nuevas reseñas aparecen en El Mundo y ABC. Todos elogian la muestra. Lo invitan a la radio a dar una charla sobre Carmen Laforet, y él habla de Max Aub. Anaís no cabe en sí de gozo. Durante el año siguiente, le encarga a Jorge dos exposiciones más, una sobre Valle-Inclán y otra sobre Francisco Ayala, y le paga el doble. Jorge acepta sólo si le deja luego hacer una sobre Max Aub. Su viejo mecanoscrito ha visto la luz en un semanario postmoderno, dirigido por un tipo que leva zapatillas de jugar al golf. Además, Anaís le ha conseguido un intermediario que le busca galerías en las provincias, con muy buena comisión. Por esas fechas Claudia y Jorge ya se han ido a vivir a Benidorm. Ella ha conseguido un trabajo de camarera nocturna en un bar de copas. Él se dedica a hacer el vago, dibujar estupideces y escribir algo en los bares y merenderos de la playa. Los veranos los pasan en Madrid. Pronto publicará un libro de versos en una editorial de Alicante. Ya nunca discuten. Follan mucho. No ahorran ni un solo euro ningún mes. Andreu Navarra Ordoño nace en Barcelona en 1981. Ha publicado los poemarios Suicidio Súbito (2006) y Fiebre y ciudad (2009), éste último editado en formato de libro objeto con fotografías de Isabel Huete. In, su primera novela, está prevista para la primavera de 2010. Ha coordinado y prologado la antología Domicilio de Nadie. Muestra de una nueva poesía barcelonesa (2008). GEORGE REYES ESPIANDO TU MIRADA ...Sigue el diluvio impenitente solo de solo mudo... Se penetra en la rendija de este sueño arrodillado que cabe intenso en tu mirada: "¡El frote de tus manos en esas sombras construye arco iluminado...!". PERO ESA LINEAL MIRADA Aquí ____clavan _____________circular _____________mirada _____________________voluble _____________________ eco _________________________ ensordeciendo ______________________________________pasos... Cayendo _________despacio ________________en sienes ________________de ensueños __________________________horizontal __________________________mirada _________________________________ hace _________________________________ tocar _____________________________________ los dedos ________________________________________ el horizonte... POR UN RESPIRO DE ROSAL CON MARIPOSA Implorarán lo eterno esas tardes solitarias en aquel día: rosal revoloteando mil colores Será promesa poesía lírica o quizás un sueño de regreso a la alborada de la vida. EN CANCION DE LOS TURPIALES Marchará en la amanecida verdeante fronda de turpiales a imitar su sinfonía en voces clarinadas: Es el himno arrodillado que arrulla tu mirada. George Reyes nace en Ecuador en 1961. Es ensayista, crítico literario, poeta y teólogo evangélico. Actualmente reside en México. Ha publicado en varias revistas de poesía virtuales y de papel hispanoamericanas. También ha hecho carrera en varias revistas latinoamericanas de teología. Tiene en su haber varias obras inéditas como Signo XXI, Filosofía risueña, En vertical contacto y El árbol del bien y del mal. UTADA AKIHIRO EL MERCADO EXCEPCIONAL DEL E-LIBRO EN JAPÓN: DEL MANGA DE LA TELEFONÍA MÓVIL AL FUTURO DEL CONSUMO LITERARIO En el año 2009 el mercado de libros digitales en Japón era mucho más prolífico que en los Estados Unidos. Según el EBook Marketing Report, publicado por Impress R &D, el valor del mercado japonés del libro en 2009 era de ¥57.4 billones (equivalente a unos $692 millones). Mientras el mercado estadounidense rondaba cerca de los $313 millones para este mismo período, de acuerdo con los datos provistos por la empresa Management Practice, Inc., y publicados por la Asociación de Editores Americanos (Association of American Publishers). Estas cifras sugieren un mercado de publicaciones japonés equivalente a más del doble del tamaño del mercado del libro en los Estados Unidos. Sin embargo, hay varios factores que deben tomarse en cuenta. Para empezar, el total del 89% de la venta de libros japoneses está dirigido a la telefonía móvil. Los llamados comics o dibujos animados comportan el peso mayor de ese mercado. Los géneros más populares en este renglón son los denominados ―amor de chicos‖—basado en el afecto entre adolescentes varones (adquiridos sobre todo por una audiencia de mujeres jóvenes)—y ―amor de adolescentes‖—que gira en torno al romance juvenil. En lo que se refiere a otras publicaciones distintas del comic, la mitad del total de las ventas recae sobre las colecciones fotográficas. Esto hace que la situación en Japón sea muy distinta de la que prevalece en los Estados Unidos, donde las ediciones digitales de libros regulares han sido el garante de esa empresa en los últimos años. El mercado del libro digital en Japón está literalmente dirigido por las descargas computadorizadas de contenidos levemente comprometedores, que las jóvenes niponas no desean adquirir en presencia de un vendedor de libros. Aún reconociendo la posición desproporcionada que ostenta el género de manga en el mercado del libro japonés, visto como un todo, es difícil desasirse del perfil que el país del sol naciente posee en el negocio de los e-libros. Una de las razones que asume la forma en que opera ese mercado es la disponibilidad limitada de terminales digitales que sean amigables al lector. A esto, debe añadírsele la temprana difusión de funciones avanzadas en los aparatos celulares en el país, y la creciente popularidad, especialmente en la joven generación, de subscripciones a planes de tarifa fija que permiten la transmisión ilimitada de datos por un coste mensual. Además, algunos títulos conocidos se encuentran disponibles digitalmente casi al mismo tiempo en que los mismos salen de la imprenta. Los editores japoneses están preocupados por la aparente amenaza de los libros digitales de destruir el mercado del libro impreso. Hasta la fecha, los esfuerzos de digitalización de estos editores han tendido a enfatizar mayormente los tipos de publicaciones que más atrae a lectores casuales que a los amantes de libro de línea dura, quienes abarcan el grueso del mercado regular. Los contratos difieren ligeramente de caso en caso, pero con una impresión convencional una compañía publicadora sabe generalmente que puede esperar el pago de una determinada cantidad de dinero, inmediatamente después de la publicación o dentro del término de unos pocos meses, a lo sumo, una vez los libros hayan sido distribuidos a un mayorista. Con los libros digitales las cosas son distintas: el pago está basado en las ventas, y el editor no sabe cuántos ejemplares se venderán y en qué momento. Si los libros digitales en realidad destruyen el mercado de las impresiones en papel, posiblemente los textos de especialistas y otros libros con un limitado potencial de venta a corto plazo serán inasequibles. Los editores, por ende, han sido extremadamente cautelosos con los libros digitales y su potencial de canibalizar las ventas de las impresiones. A juicio de éstos, la revolución digital no sólo hace peligrar a los vendedores de libros, a los mayoristas y a otros intermediarios involucrados en este proceso, sino que, además, amenaza con imponer un modelo de ventas altamente inestable para los propios editores. Por esta razón, los editores han sido reservados con respecto a las publicaciones digitales y han dudado en lanzarse plenamente detrás de las publicaciones digitales. De acuerdo al E-Book Marketing Report, el mercado japonés de libros digitales creció en un 23.7% en el año fiscal 2009 para alcanzar unos ¥57.7 billones. A pesar de esto, las ventas de e-libros destinadas a las computadoras personales han comenzado a decaer en la actualidad, descendiendo un 11% desde el año anterior. La expansión del mercado ya está desacelerando. Las ventas a los aparatos móviles continúa en crecimiento, pero aún así ese aumento es muy lento. El incremento de año a año fue de tan sólo 28% en 2009, comparado con el 153% en el 2007 y de un 42% en el 2008. El crecimiento parece haber llegado a un detente. El E-Book Marketing Report predice que el aumento en el mercado se concentrará en las nuevas plataformas, tales como los smartphones—teléfonos móviles con mayor capacidad que un celular común—y los lectores de libros electrónicos. Las ventas de libros digitales destinadas para estas nuevas plataformas en 2009 fueron de ¥600 millones. Con todo, el informe sugiere que ―mientras progresen las condiciones de contenido y de los escenarios de las ventas durante los próximos dos o tres años, el mercado estaría inclinándose a entrar en un período de mayor expansión a partir del año fiscal de 2012… Como resultado de ello, se espera que el mercado para los libros digitales en Japón alcance un nivel de aproximadamente ¥130 billones para el 2014.‖ Esto representaría un crecimiento en el mercado de dos o tres veces su tamaño actual en los próximos años. Por supuesto, todo depende de los desarrollos futuros. Un número de tendencias han estado en camino desde el lanzamiento del iPad de Apple en mayo de 2010. Hubo una serie de anuncios de nuevas compañías y colaboradores en el mercado del libro digital en los preparativos del verano. Los medios llamaron al 2010 ―el año uno de la era digital,‖ y fuimos bombardeados con numerosas predicciones de que ―las Oscuras Naves‖ del cambio—en referencia a la flota del Comodoro Matthew Perry que marcaron el fin del aislamiento nipón en 1854—habían arribado a las costas japonesas en la forma de Amazon, Apple y Google, trayendo consigo cambios acelerados en la industria de publicaciones del país. Empero, los cambios sustanciales han sido más lentos que lo esperado. A pesar de que Amazon dio pasos para asegurar que la tercera generación del dispositivo Kindle fuera compatible con los caracteres japoneses, cuando salió al mercado el pasado mes de agosto, la compañía apenas ha comenzado a vender e-libros en idioma japonés. La explicación parece ser que Amazon ha fracasado en obtener la cooperación de los editores nipones, quienes permanecen recelosos sobre el potencial efecto destructivo que tales ventas tendrían en la estructura de precios. Lo mismo es aplicable a Apple. Los programas informáticos del lector digital de Apple no son compatibles con muchos contenidos de las protocolos de impresión japonesa, tales como la alineación vertical del texto, y tampoco Apple vende libros digitales en el idioma japonés a través de su canal de ventas al detal: el software de iBooks. (La única opción en este momento es convertir la publicación en una aplicación autónoma para dispositivos como el iPhone y el iPad y venderlos a través de una tienda Apple). Aunque el año de 2010 fue ampliamente descrito como el comienzo de la nueva era digital de los libros, durante la mayor parte de ese año el único terminal de pantalla grande ampliamente disponible para lectura era el iPad. La situación siguió así hasta noviembre pasado, cuando Docomo, la compañía de comunicaciones móviles más grande de Japón, puso en circulación Galaxy Tab, fabricado por la compañía coreana Samsung. Muchos de los participantes en el mercado le siguieron con sus propios aparatos móviles amigables al lector. En diciembre, Sharp lanzó al mercado una tableta de cristal líquido denominada Galápagos. El mismo día, Sony circuló su Reader, un aparato especializado que utiliza tecnología de papel digital de ―e-tinta.‖ Ambas compañías también lanzaron sus propias librerías digitales. Sharp, que ya se encontraba vendiendo libros digitales, se unió a Cultural Convenience Club, dueña de Tsutaya— una cadena de establecimientos de alquiler de disco compactos y DVDs— para establecer una tienda conjunta en línea que ofrece una amplia gama de artículos de entretenimiento, incluyendo videos y música, así como libros digitales. Esta movida sorprendió a muchos; aunque en realidad estaba enraizada en la experiencia y la visión previa de la compañía en que los e-libros por sí solos no serían suficiente para sostener un negocio viable. Respondiendo a esta necesidad, la compañía decidió proveer periódicos y revistas digitales, así como contenido audiovisual. Sony también ha lanzado un nuevo servicio de libro digital en colaboración con KDDI, uno de los principales competidores de Dacomo, así como Asahi Shumbun, el editor de uno de los más importantes diarios nipones, y Toppan Printing, la cual compite con Dai-Nippon Printing por el sitial de la principal editorial de Japón. Uno de las casas editoras más importantes del país, Kinokuniya, también ha estado a la cabeza de esta renovación de la presencia en línea, y ha puesto a circular una nueva tienda electrónica híbrida, a través de la cual se pueden adquirir libros digitales así como libros impresos. Google, que ya vende e-libros en Japón y en los Estados Unidos, abrirá la versión Japonesa de su portal en 2011. La compañía ha ofrecido ayudar a las librerías niponas a ajustar sus ventas digitales, y proveerá datos digitalizados de libros a los portales de librerías. Podemos esperar un incremento de tiendas de libros híbridas en un futuro. En la década pasada, el patrón para novelas y otros libros populares ha sido el de salir publicados inicialmente en carpeta dura; luego, en carpeta blanda; antes de salir en formato digital. Este modelo no ha sido suficiente para crear un mercado de masas para los libros digitales de interés general. Sin embargo, hay señales de que esto está comenzando a cambiar. A partir de la segunda mitad de 2010, varios lectores digitales y librerías virtuales han aparecido, y los escritores populares como Murakami Ryu han ido más allá de circular versiones digitales de sus últimas obras, antes que las versiones impresas de las mismas, al entrar al ruedo de ambiciosas y novedosas tentativas, como lanzar sus propias editoras digitales. Los editores tradicionales permanecen preocupados, sin embargo, y no parece que versiones digitales baratas de bestsellers y otros libros de demanda popular salgan en Japón simultáneamente con sus versiones en papel, como ya ha estado ocurriendo en los Estados Unidos. Tomará algún tiempo para conocer de forma más segura el efecto total de los cambios recientes en el mercado del e-libro nipón. Pero tal parece que la empresa editorial digital en Japón continuará su propio y distintivo rumbo en el futuro inmediato. (Este artículo salió publicado en inglés en el número 67 (Primavera 2011) de la revista Japanese Book News. Traducción al español de Alberto Martínez-Márquez) Utada Akihiro nace en 1958. Luego de haberse graduado del la Universidad de Tokyo, se unió a la editorial Seidosha. Luego de una temporada en el departamento editorial de la revista Gendhai Shiso, devino editor en jefe de Eureka. Además de su trabajo como editor y su labor como escritor, Utada Akihiro ha laborado como profesor universitario en el área de los estudios mediáticos. Sus numerosos trabajos incluyen Denshi shoseki to jidau wa hotno ni kuru no ka? (Está realmente encaminada la era digital?), Netto wa terebi o do nomkomu no ka? (Cómo la internet se tragará la televisión?) e Intannetto wa mirai o kaeru no ka? Gendai, shakai o yomotoku (Cambiará la internet el futuro? Leyendo la sociedad contemporánea). HÉCTOR ZABALA ZEUS, EL GORRIÓN Y EL PAVO REAL Porque Zeus puso a los mortales en el camino de la sabiduría cuando estableció como ley adquirirla con el sufrimiento… e incluso a quienes no lo quieren, les llega el turno de ser prudentes [...] Esquilo (Agamenón) Contaban los antiguos que una vez creados los animales volátiles, pretendió Zeus darles vestidos. Pero como era muy complaciente, no quiso imponerles moda alguna sino más bien indagar sobre sus gustos para luego proceder en consecuencia. Y así, a medida que las distintas aves iban desfilando por delante del Olimpo, a cada cual le preguntaba qué ropa le resultaría de su agrado. Casi todas pedían atuendos prácticos y – en lo posible– bonitos, pero el pavo real exigió tan vistoso y variopinto plumaje como para ser visto desde lejos y de esta forma erigirse en la envidia y admiración de todo el mundo viviente. Pero cuando el amontonador de nubes convocó al gorrión, éste le suplicó vestir el más humilde y discreto de los trajes. Y al ver la perplejidad de Zeus, se apresuró a explicar: –Oh, padre, ya que has creado tantas águilas y fieras con tales mandíbulas y admirables garras, imagino que lo más sensato será dejarle toda esa admiración al regio pavo también. Zeus, después de escuchar al gorrión, le guiñó un ojo y le otorgó, a manera de resarcimiento y premio, más graciosos y sutiles meneos todavía. Pues no dudaba que el pequeñín habría de sacarles provecho como ninguno de sus vástagos. EL LEÑO SACRO Cierto día, en su prédica por la región, llegó Profeta a una ciudad de idólatras. Y le dio pena ver a la gente dejarse caer de rodillas ante toda clase de estatuas y figuras. Y le dio pena verlos orar y agradecer en posturas ridículas a cosas aún más ridículas. Y le dio pena aún más porque bien sabía Profeta que la imagen del Creador jamás podría ser copiada por mano humana alguna. Pero consciente de que los hombres son reacios a cambiar costumbres, supo que debía hacer algo. Así que anunció a los sacerdotes su visita al templo para el día siguiente: Profeta en persona se encargaría de celebrar los ritos sacros por esta única vez. Y mientras los sacerdotes gritaban por las calles la buena nueva, él en silencio preparó con ayuda de Discípulo una reprimenda teatralizada, ceremonia siempre más amena que un odioso y pesado sermón. Al otro día se apretujaron en el templo desde el rey hasta el último mendigo, pues nadie se perdería el privilegio de escucharlo o de encandilarse con alguno de los milagros que le habían dado tanta justa fama. Hacía frío y la gran estufa, tantas veces hoguera de sacrificios, perseveraba incandescente contra la pared del costado. Con la ayuda de Discípulo, Profeta dispuso un tronco rústico, entre la muchedumbre y el altar. Enseguida lo aserró en dos partes iguales, exactas. Y luego de desechar una de las partes al azar, tomó la otra y la descortezó. Acto seguido, la fue tallando hasta obtener, ya entrada la noche, la estatua de un hombre común, no muy grande aunque sí bastante convincente. Más tarde y con igual paciencia la pintó de colores vivos a fin de volverla más hermosa y respetable. Una vez terminada, ordenó a los sacerdotes quemar todos los otros ídolos del templo en la gran estufa. Silencio. Pasada la sorpresa, la muchedumbre intuyó que debía aclamar como dios único y verdadero a esa nueva estatua, la tallada por Profeta. Entonces la aclamó entusiasta, tal como era costumbre entre ellos con cualquier ídolo que les trajeran de afuera. Sin previo aviso, los mismos servidores del templo se apresuraron a entronizarla en el altar mayor entre cánticos gozosos y oraciones solemnes. Pero no habían pasado siete minutos cuando Profeta atrajo las miradas tras un batir de palmas y subió al altar. Y sin perder más tiempo les preguntó a todos: –Amigos creyentes, a ver… ¿qué diferencia hay entre este pedazo de madera, devenido en estatua por mis humildes manos, y aquel otro, rústico y feo, caído allá abajo? Silencio. –¿Acaso, no siguen siendo dos leños triviales, cortados ambos a partir de un mismo y vulgar tronco? Silencio. Y continuando con su ya célebre sentido de la lógica, agregó sonriente mientras señalaba al leño rústico y feo: –¿Qué tal si hubiera elegido ese otro pedazo para tallarlo en lugar del que tallé? Silencio. –¿Acaso no estaría ese pedazo de tronco feo, caído y despreciable entronizado en lugar de éste? Silencio. –¿Sí, de éste que simula ser un dios hermoso? Silencio. –¿Qué tal si hubiera sido este dios hermoso el que yaciera allá abajo como un simple leño rústico y feo por no haber sido elegido para ser tallado? Silencio. Pero era evidente que algo empezaban a entender, pues toda la muchedumbre escuchaba cabizbaja las contundentes razones de Profeta. Entonces, y envalentonado por el éxito del discurso, Profeta maldijo a la hermosa estatua de madera, obra de propia artesanía, y con sus mismas manos la arrojó a la estufa con desprecio. Silencio. Nadie respiraba. Con dolor, la muchedumbre contempló cómo su flamante y postrero dios también ardía hasta ser simple ceniza. Por fin, y para teatralizar aún más la estupidez idolátrica, Profeta ordenó entronizar en el mismo altar al leño caído y desechado. Fue entonces cuando desde el rey hasta el último mendigo se echaron a reír al ver consagrado en el ápice del precioso altar al leño feo y deplorable, pues cosa tan ridícula nunca antes habían visto en la ciudad. Enseguida, los aplausos amenazaron desmoronar el techo. Habían entendido. Sí, por fin, habían entendido. Profeta se despidió aclamado con algarabía. Desbordante, la muchedumbre lo acompañó hasta las puertas de la ciudad, con lágrimas en los ojos le rogaban que volviera pronto, que no se olvidara de ellos. Algunos hasta porfiaban en seguir sus pasos. Él les dijo que ya no lo necesitaban pues habían entendido el mensaje. Al rato, Profeta, seguido por Discípulo, se alejaba por el camino. Su deber estaba cumplido. Por fin, todos esos hombres y mujeres habían asimilado la enseñanza. –Durante años repetirán la lección –pensó Profeta. –Y quizá hasta la escriban en pergaminos y la enseñen en otras ciudades –murmuró Discípulo, tan contento como su maestro. Y en efecto, por años y años aquellos hombres y mujeres recordarían la lección de Profeta y la irían transmitiendo a hijos y nietos, sin quitar una coma ni poner una tilde de más. Y por años también, y hasta el día de hoy, todos, absolutamente todos, desde el rey hasta el último mendigo, siguen arrodillándose ante aquel leño feo y ridículo, que tampoco ninguno de ellos quitaría nunca del altar. Héctor Zabala es un narrador y ensayista argentino nacido en Villa Ballester, Buenos Aires, en 1946. Es Jefe de Redacción de la Revista Sesam (http://www.sesamweb.com.ar/). Premio Internacional en el III Encuentro Teórico del Género Fantástico Ansible (La Habana, Cuba, 2006). Finalista en el Concurso Internacional de Minicuento Fantástico “miNatura 2006” (Madrid, España). Tres Primeros Premios Nacionales (Poetas del Encuentro 2005 y 2008, Sesam 2005). Cuatro Menciones Nacionales (SADE, Escobar 2006, OPYC 2005, Poetas del Encuentro 2006 y 2007). Más de treinta revistas literarias de diversos países han publicado, en Internet o en papel, sus cuentos premiados o reeditado algunos de sus artículos. Lilliana Ramos Collado (RESPUESTA AL SONDEO DE LETRAS SALVAJES SOBRE LOS LIBROS DEL 2010 EN PUERTO RICO) Leí con interés tu lista, y no pude evitar la tentación de analizarla como un síntoma del estado de conocimiento que nuestros escritores tienen sobre nuestro medio cultural. Aquí va mi reflexión: Pienso que, igual que la de Carmen Dolores, tu lista revela la participación de un grupo de escritores que lee poco u ocasionalmente o que, quizás, sólo lee a sus amigos o a la gente que conocen. No hay memoria de la década, y, en general, todo lo mencionado es literatura bastante reciente. Casi ninguno de los libros incluidos tiene un historial de reseñas o de buenos artículos críticos que se hayan ocupado de ellos (salvo, quizás, La belleza bruta, Los otros cuerpos y Mundo cruel), por lo que desconocemos en qué se basan estos participantes para formular su hit parade. En general, veo una predilección por libros breves, y unas ausencias alarmantes, en especial en cuanto al ensayo crítico. Por ejemplo, Nación postmortem, de Carlos Pabón, va por tres ediciones, ha sido premiado local e internacionalmente, y no lo veo mencionado aquí. Los libros de Juan Carlos Quintero Herencia y de Chuco Quintero sobre la salsa —ambos francamente fundamentales como análisis cultural de nuestro producto más importante: la salsa—, ni se asoman a esta lista. El libro de Félix Jiménez, Las prácticas de la carne, es la reflexión más seria que he leído sobre los issues del cuerpo colonizado, y ha sido pasado por alto. Igualmente, el libro de Rubén Dávila, El mall, del mundo al Paraíso, la aportación más reveladora acerca de nuestra creciente cultura del consumo, ni se menciona. El libro de Catherine Marsh sobre la Divedco, titulado Negociaciones culturales. Los intelectuales y el proyecto pedagógico muñocista, es el primer estudio serio sobre nuestra década de 1950 en la construcción de la modernidad puertorriqueña, me imagino que nadie lo ha leído de entre los que contestaron a tu lista. Tampoco se menciona el libro de Nelson Rivera, Con urgencia, ensayos sobre arte puertorriqueño contemporáneo, un libro francamente genial y lo único importante que se ha publicado en la década sobre arte contemporáneo en Puerto Rico. Los trabajos interesantísimos sobre la diáspora puertorriqueña de Jorge Duany también brillan por su ausencia. Hay muchos otros, por supuesto, igualmente importantes, y lamento las omisiones. Debe haber otros que no he leído, y lo lamento. ¡Me pregunto cuántos de los encuestados son sistemáticos al ir construyendo su biblioteca personal de libros sobre Puerto Rico! De hecho, mientras te escribo esto, estoy mirando mi biblioteca puertorriqueña, donde se encuentran casi todos los libros que mencionas en tu lista, además de los montones de otros que nadie ha mencionado, muchos de los cuales han establecido un ―before and after‖, como por ejemplo Nación postmortem. Estas cosas me preocupan mucho. Con todo el respeto, si querías hacer algo diferente de lo que hizo Carmen Dolores, hubiera valido la pena poner a tus encuestados a explicar su selección mediante un breve comentario a cada libro incluido. A fin de cuentas, la razón por la cual Carmen Dolores ocupa la posición que tanto se le critica, es porque la gente que supuestamente sabe suele guardar silencio. Quizás debiste también crear categorías, como hizo Carmen Dolores, para que cada cual supiera que no todos los libros importantes son de cuentos o de poemas. En pocos países he visto tanta indiferencia de los escritores hacia los escritores, y padecemos de todos los males de los medios literarios incipientes o infantiles: la falta de lectura, la falta de comentario, el silencio vengativo, el claquismo y la desmemoria, incluso la enajenación del macro cultural, como si lo único válido en el medio de los libros fuese la literatura. Es evidente, además que el gusto personal no es un criterio válido para hacer una lista como la que buscas. A mucha gente no le ha gustado Nación postmortem por razones políticas, pero ese ―disgusto‖ no hace que este libro sea menos importante a la luz del debate público que generó en Puerto Rico, y entre las diásporas puertorriqueñas, durante toda la década (se publicó en 2001)… Te hablo ahora de mí: como sabes, soy poeta, crítica literaria y curadora de arte, y te digo que yo no podría escribir ni poesía ni crítica responsable sin conocer los trabajos de Carlos Pabón, Jorge Duany, Félix Jiménez, Nelson Rivera, Catherine Marsh, Juan Carlos Rivera y Chuco Quintero, por mencionar unos pocos. Por eso, siento no poder entusiasmarme por tu iniciativa. De hecho, la lista de Carmen Dolores tiene dos ventajas sobre la tuya: ella guarda la memoria remota de la década completa, e incluye varias categorías de libros, además de literatura. Como respeto por el trabajo que haces, te reto a construir de nuevo esta lista, pero pidiendo a cada cual que explique su selección. Puede volver a ser deficiente, pero al menos podrás sondear no sólo los aciertos, sino los prejuicios que hay que extirpar para que nuestro medio literario finalmente muestre signos de maduración. Una lista no basta: si todo el mundo se ha puesto a analizar la lista de Carmen Dolores para detectar sus prejuicios, puedo hacer lo mismo con la tuya y afirmo que los prejuicios que revela son igualmente fáciles de detectar, y creo que son peores, pues supuestamente la gente que te respondió está interesada —y hasta ―comprometida‖— con el medio cultural puertorriqueño. Me gustaría que circularas este comentario mío. Me caerán chinches de nuevo, pero ya estoy bastante acostumbrada a vivir con las chinches que otros me lanzan. De todos modos, lo circularé en féisbuc junto con tu lista con la esperanza de que podamos debatir estos issues más allá del contenido concreto y magro de esta o de aquella lista. Con el cariño de siempre, Lilliana Ramos Collado Lilliana Ramos Collado es poeta, ensayista, crítica literaria y curadora de arte. Su poesía ha sido publicada en las revistas Casa Las Américas, Hyperion, Sin Nombre, Plaza, Bomb, Cupey y Postdata, entre otras. Ha sido traducida al inglés y al francés. Codirigió la revista Reintegro y también la revista Nómada. Asimismo, fue editora asociada de la revista ArtPremium. Dirigió la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Co-fundó y codirige la serie de libros Clásicos no tan clásicos para la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Tiene a su haber los poemarios Poemas para despabilar cándidos (1981) y Reróticas (1998). Actualmente trabaja en una colección de libros de divulgación sobre artistas y temas del arte puertorriqueño, y prepara varios textos sobre el pensamiento y la obra de Inés María Mendoza para la Fundación Luis Muñoz Marín. RECOMENDAMOS Rengifo M., Alejandra y Dolores Flores-Silva. Rosario Ferré y Mayra Montero: Entre la espada y la cruz. Ciudad Juárez, México: Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 2009. Las estudiosas Rengifo y Flores Silva elaboran un trabajo crítico comparativo de dos de las más influyentes narradoras boricuas de la llamada Generación del 70: Rosario Ferré y Mayra Montero. Este estudio contextual profundiza en los conflictos históricos y culturales que emergen de las novelas seleccionadas para análisis desde las teorías feministas y metaficcionales y los estudios del subalterno. Roig, Javier. Piélago. San Juan: Isla Negra, 2010. “Capaz en su vórtice de crear otro tiempo propio,” Piélago de Javier Roig signa de una vez por todas el fin del vicio logocéntrico de la mal llamada “Poesía Calle” y marca el retorno definitivo de una poesía textual heterográfica. Con este poemario, Roig enfila su palabra hacia un cerebralismo conceptual, cuyo imaginismo gesta una poiesis deconstructiva. El yo poético nombra la fragmentación del cosmos para luego reordenarla en esa “Activa pura forma,” a la que elude en el poema “Victoria.” Con su particular tono reflexivo y surrealizante, la poesía de Roig, rica en alusiones culturales, intenta rescatar la inmaterialidad de lo material y la incorporeidad del lenguaje para así comunicarle efectivamente al/la lector/a “La transformante operación de la palabra.” Caicedo, Andrés. Ojo al cine. Bogotá, Colombia: Norma, 2008. Muerto prematuramente a la edad de 25 años, Caicedo es uno de los grandes enigmas de la literatura colombiana. Además de ser un excelente narrador, el autor de la novela ¡Que viva la música! produjo un caudal de reseñas y artículos sobre cine en diversos periódicos y revistas de Colombia. De “Rebecca” de Alfred Hitchcock hasta “Clockwork Orange” de Stanley Kubrick, la prosa de Caicedo se mueve cómodamente por la textura laberíntica del celuloide para revela a la audiencia la emoción que transmite la imagen en movimiento. Publicado por primera vez en 1999, esta nueva edición de Ojo al cine, revisada y aumentada, consta de un prólogo por Sandro Romero Rey y Luis Ospina. Charpentier, Esteban. La poesía es un alma cansada de futuro. Buenos Aires, Argentina: Ediciones E-Charper, 2011. Sardónico, mordaz y muchas veces cínico, pero no por eso menos humano, la poesía de Charpentier es fundamentalmente una mirada crítica al mundo que nos rodea. Esta antología recoge veinticinco años de laboriosa poesía en ocho notables poemarios que fueron publicados entre los años de 1985 y 2008. El poeta se resiste a toda señal de conformismo, a toda regla que trate de regimentar su vida. Es por ello que esta poesía propende a exaltar el espíritu subversivo del ser humano, que tiene como arma su propia capacidad creadora. Es un libro muy lúcido, donde el verso deriva en una poética de lo múltiple y lo divergente. OBITUARIOS Roberto Sosa (1930-2011). Poeta hondureño. En 1968 se convierte en el primer latinoamericano en recibir el premio Adonais de Poesía de España con su obra Los pobres. Su libro Un mundo para todos divididos recibió en 1971 el premio Casa de las Américas de Cuba y, en 1990, Francia le otorgó el grado de Caballero en la Orden de las Artes y las Letras. De su extensa obra destacamos Caligramas (1966) , Mar interior (1967), Prosa armada (1981), Hasta el sol de hoy (1987), Máscara suelta (1994) y El llanto de las cosas (1995), traducidas al alemán, chino, francés, inglés, italiano, japonés y ruso. Falleció el 23 de mayo de 2011. Gonzalo Rojas (1917-2011). Poeta chileno nacido en Lebú, Arauco. Organizó a partir de 1958 los famosos Congresos de Escritores en Concepción, reuniendo lo más selecto de la literatura latinoamericana. Fue diplomático en China y Cuba. Perteneció al grupo surrealista reunido en torno a la Revista Mandrágora, 1938 - 1943. Recibió numerosos premios internacionales, entre los que se cuentan: Premio Sociedad de Escritores de Chile por «Poesía Inédita» 1946, Premio Reina Sofía de poesía de España, Premio Octavio Paz de México y José Hernández de Argentina, además del Premio Nacional de Literatura de Chile en 1992 y del Premio Cervantes de Literatura 2003. Falleció el 25 de abril de 2011. De sus libros Contra la muerte (1964), Transtierro (1979), Del relámpago (1981), Esquizotexto y otros poemas (1988), Cinco visiones (1992), Del ocio sagrado (2002), Las sílabas (2006) y Con arrimo y sin arrimo (2010). Falleció el 25 de abril de 2011. Ernesto Sábato (1911-2011). Nacido en Buenos Aires, Argentina. Uno de los más importantes novelistas argentinos de la segunda mitad del siglo XX. Publicó El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abadón el exterminador (1974). Se destacó también en el ensayo con Uno y el universo, (1945), Heterodoxias (1953), El escritor y sus fantasmas (1963) y Apologías y rechazos (1979), entre otros. En 1984 recibió el Premio Miguel de Cervantes y en 1997 le fue otorgado el Premio Menéndez y Pelayo. Fue candidato al Premio Nóbel de Literatura en 2009. Al terminar la dictadura militar en Argentina, Sábato presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Fue uno de las prominentes figuras del continente que apoyó la independencia para Puerto Rico, en la Proclama de Panamá de 2006. Muere el 30 de abril de 2011. PARTICIPACIÓN DE LOS AUTORES DE ISLA NEGRA EN LA XIV FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE SANTO DOMINGO, RD, 2011 Por Alberto Martínez-Márquez Editor y corresponsal de Letras Salvajes Bajo el lema ―¡Leer te lleva lejos,‖ del 4 al 22 de mayo se celebró con éxito la XIV edición de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, en la República Dominicana. La actividad, que tomó lugar en la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte, fue dedicada a dos distinguidos intelectuales: Monseñor Francisco J. Arnaiz y al Padre José Luis Sáez. Esta vez el invitado de honor fue la Santa Sede, al conmemorarse los 500 años de constitución de las Diócesis de Santo Domingo y La Vega. Monseñor Arnaiz, sacerdote jesuita, es un ilustre educador y un prolífico autor. Desde su columna ―Pensamiento y vida,‖ que publica en el periódico El Listín Diario, ha discursado sobre temas teológicos, filosóficos, sociales y culturales. Además, Monseñor Arnaiz es el fundador del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS). Por su parte, el Padre Sáez se ha destacado en el campo de la historia y la comunicación social, además de haber introducido el análisis cinematográfico en la República Dominicana. En términos visuales, ésta ha sido una de las ferias más deslumbrantes. Sus diversos pabellones, quioscos e instalaciones, fueron un dechado de buen gusto y estética mesurada. Aún la lluvia caída algunas tardes no evitó que miles de personas abarrotaran las calles y espacios de la feria afincados en la Plaza de la Cultura. En términos de su organización, las actividades corrieron a tiempo sin problemas. Una de las sorpresas este año fue la transformación del Pabellón de Autores Dominicanos en un espacio digno de todo el que le visitaba y participaba de las numerosas actividades que allí se efectuaron. El Café Bohemio también sorprendió por su amplitud. No obstante, contrario al Pabellón de Autores Dominicanos, que es un lugar cerrado, la atmósfera casi al fresco del Café Bohemio no fue favorable para muchas de las actividades llevadas a cabo allí, debido al ruido generado en las inmediaciones del café y pabellones adyacentes. La delegación de la Editorial Isla Negra que se allegó a esta nueva edición de la FIL 2011, contó con la participación de los escritores Rafael Acevedo, Beatriz Navia, Jaime Marzán, Dinorah Cortés, Orlando Planchart, Ivonne Denis Rosario, José Rabelo, Carmen Zeta, Hiram Lozada, Sheila Barrios, Emma J. Rodríguez, Yamil Samalot, Alberto Martínez-Márquez y, por supuesto, su fundador y director, Carlos Roberto Gómez. Para muchos, ésta fue su primera experiencia en la feria. Hiram Lozada ya había presentado su novela Los días de abril en 2008. Para Carmen Zeta y Alberto Martínez-Márquez la XIV edición marca su séptima comparecencia en la Feria del Libro de Santo Domingo. Las actividades de la editorial comenzaron el jueves 12 de mayo, a las 10:00 de la mañana, en la Sala de Conferencia de la Biblioteca Central de la Universidad Pedro Henríquez Ureña, con la presentación del 7mo número de la revista Cuadrivium, publicada por el Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico en Humacao. Los exponentes fueron: Carmen Zeta, Dinorah Cortés, Sheila Barrios, Rafael Acevedo y Alberto Martínez. Ese mismo día, a las 7:00 PM, se efectuó en el Pabellón de Autores Dominicanos un foro sobre el cuento puertorriqueño actual, con la presentación de los libros de cuentos Contramundos de Alberto Martínez por Hiram Lozada y La desaparición Jane Montgomery y otros cuentos crueles y fantásticos de Hiram Lozada por Alberto Martínez-Márquez. El coordinador del pabellón, el destacado poeta Valentín Amaro, fungió como moderador. El viernes 13 de mayo, a las 10:00 AM, los autores de Isla Negra visitaron la Oficina de Cultura del Banco Central de la República Dominicana, donde fueron recibidos afectuosamente por su director José Alcántara Almánzar. Eminente escritor y sólido intelectual, Alcántara Almánzar sostuvo una prolongada y amena charla con la delegación islanegrista y les obsequió a cada uno un paquete de libros y discos compactos publicados por la editorial del Banco Central. Más tarde, a las 3:00 PM, el público asistente del Auditorio del Museo de Arte Moderno, tuvo la ocasión de presenciar ―Notas sobre la novela puertorriqueña actual.‖ Se trata de una presentación múltiple de Las ciudades de Lucía de Beatriz Navia por José Rabelo, Mercedes de Jaime Marzán por Beatriz Navia y José Rabelo, Los sueños ajenos de José Rabelo por Beatriz Navia y El arca de la memoria de Dinorah Cortés por Yamil Samalot Rivera. Mientras tanto, a esa misma hora, en el Pabellón de Autores Dominicanos se llevó a cabo el encuentro del Taller Literario Narradores de Santo Domingo con Rafael Acevedo, quién habló sobre la literatura fantástica puertorriqueña. Uno de los espacios más concurridos de la feria, el Café Bohemio fue el escenario del coloquio sobre Tierra de Cocodrilos de la novel escritora dominicana Ibeth Guzmán. Emma J. Rodríguez y Alberto Martinez-Márquez expusieron sendas apreciaciones críticas de esta interesante colección de minicuentos. Luego, los autores de la editorial Isla Negra, enfilaron rumbo a la Librería Thesaurus, localizada en la Ave. Lincoln, para asistir a la Convocatoria del ―Premio Poeta Universitaria Miriam Beras Porrata.‖ Esta actividad fue muy emotiva y contó con la participación del Carlos Roberto Gómez y el Ingeniero César Arturo Abreu, quienes presentaron un elocuente testimonio de la vida y la obra de esta insigne poeta, socióloga y activista social dominicana. Inmediatamente después de esta convocatoria, se efectuó la presentación de La ventana al silencio: la narrativa de Hilma Contreras de la Dra. Sheila Barrios, docente del Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico en Ponce, por el profesor Héctor Santana y una joven estudiante de secundaria, quien sorprendió a los asistentes por su fluida y atinente reseña sobre este cardinal análisis de la narradora quisqueyana. La tarde del sábado 14 de mayo fue intensa para los miembros de la delegación islanegrista. A las 4:00 PM, el Pabellón de Autores Dominicanos presenció el coloquio sobre dos nouvelles del afamado escritor Rafael Acevedo, Sexo y locura y Carnada de Cangrejo (ambas publicadas en un mismo volumen). Yvonne Denis Rosario expuso las virtudes de estas narrativas, y luego, el autor reflexionó sobre sus obras. A las 6:00 PM, el Café Bohemio volvió a recibir con mucho entusiasmo a los autores de Isla Negra. Esta vez el turno le tocó a los poetas de la delegación. Dinorah Cortés, Orlando Planchart, Rafael Acevedo, Yvonne Denis Rosario, Carlos Roberto Gómez, Emma J. Rodríguez y Alberto Martínez Márquez arrancaron profusos aplausos del concurrido público que se dio cita para disfrutar de una vivaz lectura de poesía. El narrador Jaime Marzán fue el digno presentador de esta actividad. Una hora después, de vuelta en el renovado y espacioso Pabellón de Autores Dominicanos, los ávidos espectadores presenciaron ―Dos boricuas en escritura: Nuevos Clásicos del Nuevo Canon,‖ presentaciones de Capá Prieto de Yvonne Denis por Jaime Marzán y III + 3 x Z de Carmen Zeta por Lorraine Ferrand. Ésta última cautivó al público asistente con un performance en el que participó uno de sus alumnos de actuación. Los autores de Isla Negra regresaron a Puerto Rico el domingo 15 de mayo, satisfechos por haber sido partícipes de tan magnífica y exitosa jornada en una de las ferias de libros más importantes del hemisferio. También retornaron a casa cargados de renovada energía creadora, nuevas expectativas y el entusiasmo suficiente para continuar en la isla las presentaciones de sus recién publicados libros. Invitamos a los lectores a participar de las puestas en circulación de los libros, que serán oportunamente anunciados en la prensa, y les convidamos a degustar este exquisito y esmerado festín de la palabra, visitando www.editorialislanegra.com. ***** Relacionados con el recuento anterior, a continuación algunos enlaces de interés que circulan en la red: http://www.elnuevodia.com/presenteslasletrasboricuasenferiadominican a-967767.html http://www.diariolibre.com/noticias_det.php?id=290989 http://elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=241913 http://agendagraficadiaria.blogspot.com/2011/05/blog-post_2241.html http://actividadesartisticas.blogspot.com/2011/05/editorial-islanegra-convoca-al-premio.html FINIS: “As moradas filosofais” del fenecido artista portugués Mario Botas