Paulino María Iñigo, o la filosofía del absurdo

Transcripción

Paulino María Iñigo, o la filosofía del absurdo
El Club de la Razon
Paulino María Iñigo, o la filosofía del absurdo
autor Germán Buela
miércoles, 12 de julio de 2006
Modificado el miércoles, 12 de julio de 2006
Paulino María Iñigo, o la filosofía del absurdo Jugando con las palabras y defendiendo lo indefendible
Descubrimos un personaje muy curioso. Recientemente el pensador español Paulino María Iñigo envió
espontáneamente a ASALUP un texto bajo el título "Tópico sobre la racionalidad del escepticista" (que posteriormente
publicó en forma resumida en su foro). Allí parecía decir, por lo menos a primera vista, algo interesante.
Se refiere a la incredulidad ciega y la negación absoluta de Dios como formas de fe equiparables a la del creyente. En su
forma de ver el mundo, todo está "polarizado", y en este caso estaríamos hablando de la misma cosa (fe) en sus
manifestaciones opuestas: positiva y negativa. Extremos opuestos que en esencia son lo mismo, con distinto signo:
como el Polo Norte, que es "tan polo" como el Polo Sur; el ultraderechista, que es tan fanático como el ultraizquierdista;
y así. En el caso sobre el que se explaya Paulino, lo que tienen en común los opuestos es el de basarse en su fe o
sentimientos, de poseer "voluntad embrionaria" y "obedecer a sus instintos viscerales ciegamente". Ambos carecen de
criterios racionales e interpretan los hechos o evidencias favoreciendo sus tesis sentimentales.
Pero le apunta al cura y le pega al campanario, porque adjudica esta "fe negativa" al escepticismo. Si bien puede haber
acepciones de escepticismo que difieren levemente, el término alude a la duda inquisitoria. ¿Quién debe darse por
aludido cuando Paulino habla del escéptico? ASALUP es lo que convencionalmente (y en buena medida, formalmente)
se llama una "organización escéptica". Como receptores del trabajo, no podemos menos que darnos por aludidos, por lo
que ni cortos ni perezosos salimos a poner las cosas en su lugar: escepticismo no es incredulidad acérrima. Esta
última podría ser una degeneración del escepticismo, y es asunto de cada escéptico evaluar sus propias actitudes con el
mayor sentido crítico para evitar llegar a eso.
De sus palabras también se desprende que el escéptico es inherentemente ateo. Esto no es así. El escepticismo se
identifica más bien con la postura agnóstica, porque negar toda posibilidad de dioses implicaría rechazar cualquier
eventual demostración de su existencia. En general los escépticos coinciden en que parece muy improbable que haya
algún dios. Algunos se plantan cómodamente en el agnosticismo; otros se llaman ateos, porque no tienen ningún dios
personal y porque consideran razonable descartar toda idea de dioses hasta tanto se demuestre su existencia. En el
fondo, es una forma de agnosticismo, y no difiere de la actitud escéptica ante lo sobrenatural: no hay por qué creer sin
pruebas. Y existen también los escépticos teístas, de los cuales un ejemplo destacado es Martin Gardner. Así acabamos
con otro mito: escepticismo no implica ateísmo. Y en muchos casos, ateísmo no implica negación ciega de toda posibilidad
de dioses.
Ante estas aclaraciones, Paulino nos dice que "desde el momento en que no hay razones suficientes para no creer ni
creer y alguien se decanta hacia una u otra postura con mayor o menor intensidad a favor o en contra, está
demostrando ser un creyente". Si es así como vamos a definir al "creyente", de acuerdo. El punto es que difícilmente uno
encuentre alguna cosa para la que no haya razones suficientes para tomar postura (aunque sea provisoria). Cuando un
escéptico considera la evidencia disponible (o la falta de evidencia) y aplica el pensamiento crítico, llega a conclusiones
con "razones suficientes", y a esto sería más justo llamarlo conocimiento que creencia. Naturalmente puede caer en
errores, pero así como la ciencia depura sus errores, el escéptico corrige sus ideas ante la evidencia en contrario.
Paulino no se limita a afirmar que el escéptico se mueve por fe (lo que sería imposible según lo que acabamos de
describir), sino que va más allá y dice que "tiene sus clanes, parroquias, gurús y mitos". Da la sensación de que usa
las palabras con un sentido tan amplio que pierden toda utilidad. Por ejemplo, parroquia llama a la Red Escéptica
Internacional, que no es otra cosa que un directorio en Internet de contactos de organizaciones escépticas del mundo.
Llama "religión dualista reduccionista" a lo que estas organizaciones "predican", sin advertir que la promoción del
pensamiento crítico no apela a la creencia (como la prédica) sino todo lo contrario. Pero con buena voluntad, lo que
Paulino achaca al escepticismo le cabe a cualquier otra actividad, de modo que, señores, los términos "parroquia",
"religión" y "prédica" dejan de tener connotación alguna.
Con lo de gurúes se sabe adónde apunta: personalidades como Carl Sagan, James Randi, etc. Sin embargo esa
denominación es solo un antojo de Paulino para darle al escepticismo apariencia de culto. Aunque la palabra "gurú" se
popularizó como denominación de referentes destacados de cualquier actividad, este señor pretende alegremente
insinuar que los "gurúes" del escepticismo son como los del mundo espiritual: objeto de adoración, indignos de toda
crítica, y mensajeros de verdades reveladas. Y esto es algo de lo que tampoco nos hacemos cargo, ya que no condice
con el espíritu crítico. ¿Qué clase de gurú es alguien que dice "¡no tiene por qué creerme!"? (Michael Shermer)
Su bonita concepción polarizada del mundo Ying-Yang lo lleva a jugar con el lenguaje en forma imprudente. Dice: "el
escéptico [quiso decir el ateo] tiene su propio no Dios creador de nada". Entonces se entiende que "el que tiene su dios"
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y "el que tiene su no dios" son escencialmente lo mismo pero con carga opuesta, como el positrón y el electrón (Paulino
estaría orgulloso de esta analogía). Esta apariencia se logra dando vuelta una negación para convertirla en una "afirmación
negativa", lo que es un abuso del lenguaje. La realidad es que el ateo no tiene ningún dios, de modo que si se nos
antojara hacer la analogía de las partículas, diríamos que el creyente se corresponde con un positrón, y el ateo con la
ausencia de todo positrón.
La sorpresa mayor llega cuando afirma que literalmente "no fumar es un vicio", aunque, claro, un vicio positivo, al que
llamamos virtud. La ausencia de un vicio ahora también es un vicio. Se diluye así todo significado de la palabra vicio.
Otra palabra que tiramos a la basura, y de a poco vamos destruyendo más y más a nuestra querida lengua española.
Le hicimos notar lo absurdo que sería no aceptar que alguien pueda no tener animales en su casa, para afirmar que en
cambio tiene un "no perro" al que alimenta con nada. No sabemos si lo notó.
Pero faltaba el plato fuerte. El amigo no pierde oportunidad de echar mano al experimento EPR (ver enlaces al pie), su
caballito de batalla. La paradoja EPR demuestra que la teoría cuántica está incompleta. Sin embargo para Paulino es
un fuerte indicio de que hay algo muy serio detrás de cosas como la homeopatía, la bioenergética y la telepatía; y así se
reivindicaría, gracias a un experimento científico, el mundo de la metafísica. A Paulino se le escapa un detalle
fundamental, y es que esas cosas no funcionan. Cuando decimos esto no nos basamos en fe ni en razón pura, sino en
conocimiento objetivo. Estas cosas no solo no tienen sostén teórico, sino que al ser puestas a prueba no se encuentra
nada. ¿Qué necesidad hay entonces de pretender justificarlas con el EPR? ¿Quizás una cuestión de fe? Que no se
diga...
Las curiosas ideas de Paulino originaron un intercambio en privado, que luego se trasladó a su propio foro público.
Habiendo profundizado en su pensamiento, lo que sospechamos en un principio llegó a ser una conclusión ineludible:
aquello que Paulino nos achacó cuando apareció de la nada, es precisamente su propio pecado: él ya decidió en qué creer
(disciplinas pseudocientíficas); luego, basándose en la autoridad de David Bohm y su propia preferencia, selecciona la
interpretación que mejor le viene; hace la vista gorda ante una elocuente ausencia de evidencias a favor de lo que
defiende; y mira para otro lado cuando se le reclama aval científico (experimentos bien diseñados que eliminan toda
subjetividad) que respalde sus afirmaciones.
Los artículos de Paulino María Iñigo están en el Portal de la Filosofía Cubana e Iberoamericana, donde entre otras
cosas encontramos un curioso y desopilante "reto" y crítica a Mario Bunge, intentando defender (sin lograrlo) a las
pseudociencias, y desde luego una vez más apelando al bendito EPR.
El escéptico John Blanton escribió un paper sobre la paradoja EPR y la realidad cuántica del que me tomo el
atrevimiento de traducir una nota final, que viene al caso:
"Para algunos, la resolución de la paradoja EPR, en la ausencia de variables ocultas, es una clase de acción a la distancia,
es decir, una especie de influencia que se propaga más velozmente que la luz está conectando a las dos partículas
separadas. Esto explicaría la correlación entre la acción de las partículas que están ampliamente separadas. El artículo de
Science de Arthur Robinson dice: "Quizás haya algunos científicos que reconocerían gratamente la existencia de esas
señales como una posible explicación para los fenómenos paranormales, como la ESP [percepción extra-sensorial]."
Continúa afirmando que los científicos entrevistados por él no consideran que estos aspectos de la mecánica
cuántica puedan formar la base para tales fenómenos. Yo agregaría que tal explicación requeriría algo más. Todos los
estudios serios y exhaustivos de tales supuestos fenómenos paranormales indican que la ESP es una conjetura en busca
de un fenómeno, lo cual es decir, los fenómenos de ESP no requieren explicación porque simplemente no existen. A las
investigaciones "científicas" con resultados positivos, como las de Harold Puthoff y Russell Targ en el Stanford Research
Institute, y mucho antes por Joseph Rhine en Duke University, les descubrieron graves fallas investigadores externos, y
en general fueron refutadas. Martin Gardner escribió un interesante relato de la investigación en el SRI. Los comentarios
de Irving Langmuir sobre la investigación de Rhine aportan un relato conciso de los problemas de Rhine con las
estadísticas."
Finalmente, preferiría que esto no sea visto como un ataque personal, sino como la exposición de un caso de mal
razonamiento. La idea es que esto sirva para mantenernos alertas ante las apariencias de erudición. Sokal demostró que
debemos tener cuidado, cuando nos encontramos con un discurso bien estructurado y pomposo (pero a la vez hueco e
ininteligible al mejor estilo Federico Klemm), ya que puede estar sustentado por la mismísima nada. Mientras tanto y
como siempre, cuando Fulanito diga que puede volar, no vamos a perder el tiempo con la explicación cuántica de por
qué tiene sentido suponer que el fenómeno es real, sino que reclamaremos que vuele. Una vez establecido eso, nos
interesará conocer la explicación. No antes.
Debo cerrar el artículo acá nomás porque mi no perro me ladra en silencio reclamándome mi indiferencia (atención
negativa).
Germán Buela
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Información adicional sobre EPR:
La paradoja Einstein-Podolsky-Rosen y el teorema de Bell por Lamberto García del Cid
La página de física cuántica de Eduardo Yvorra
La paradoja de la cuántica por Renato Iraldi
The Tangled Methods of Quantum Entanglement Experiments por Caroline H Thompson (paper)
The Transactional Interpretation of Quantum Mechanics por John G. Cramer
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