Bajar la revista completa en pdf - Instituto Nacional de Antropología

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Bajar la revista completa en pdf - Instituto Nacional de Antropología
1852-1002
ISSN 0570-8346
PRESIDENCIA DE LA NACIÓN
SECRETARÍA DE CULTURA
DEL INSTITUTO
NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA
Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO
21
BUENOS AIRES, ARGENTINA
2006 - 2007
AUTORIDADES
PRESIDENTA DE LA NACIÓN
Cristina Fernández
VICEPRESIDENTE DE LA NACIÓN
Julio César Cobos
SECRETARIO DE CULTURA
José Nun
SUBSECRETARIO DE GESTIÓN
Pablo Wisznia
DIRECTORA NACIONAL DE PATRIMONIO Y MUSEOS
María de las Nieves Arias Incolla
DIRECTORA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO
Diana Susana Rolandi
COMITÉ HONORARIO
Dra. Tania Andrade Lima (Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil)
Dr. Antonio A Arantes (Universidade Estadual de Campinas, San Pablo, Brasil)
Dr. Leopoldo Bartolomé (Universidad Nacional de Misiones, Argentina)
Dr. Lewis Binford (Southern Methodist University, Texas, EEUU)
Dr. George Marcus (Rice University, Texas, EEUU)
COMITÉ EDITORIAL
Silvia García, Ana Gabriela Guráieb, Diana Rolandi
SECRETARIA EDITORIAL
Concepción Sierra
EVALUADORES DEL PRESENTE VOLUMEN
Alejandro Balazote (CONICET/UBA), Leopoldo Bartolomé (Universidad Nacional de Misiones), Cristina Bayón
(Universidad Nacional del Sur), Cristina Bellelli (CONICET/ UBA), Pilar Luna Erreguerena (INAH, México), Pablo
Fernández (CONICET/INAPL), Pedro Funari (Unicamp, Brasil), Gastón Gordillo (UBA/CONICET), María Gutiérrez
(CONICET/Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires), Cecilia Hidalgo (UBA), Alicia Martín
(UBA/INAPL), Lidia Nacuzzi (CONICET/UBA), Axel Nielsen (CONICET/INAPL), Gabriela Novaro (UBA), Ruben
George Oliven (Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil), Cecilia Pérez de Micou (CONICET/UBA), Mercedes
Podestá (INAPL), Juan Carlos Radovich (CONICET/UBA), Ana Ramos (UBA), Mario Sánchez Proaño (Área Camélidos,
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación), Vivian Scheinsohn (CONICET/UBA), Alejandra
Siffredi (CONICET).
CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas
INAPL: Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano
UBA: Universidad de Buenos Aires
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano es una publicación del Instituto Nacional
de Antropología y Pensamiento Latinoamericano de frecuencia bienal. Números atrasados solicitar por canje a inapl@
inapl.gov.ar. Los autores son responsables de las ideas expuestas en sus respectivos trabajos.
1852-1002
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Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
PRESENTACIÓN
Diana S. Rolandi
Con este número de Cuadernos hemos logrado
restablecer la periodicidad que nos propusiéramos
de publicación bienal; y esperamos que este logro sea
permanente. La convocatoria para la presentación de
trabajos fue amplia y con una excelente respuesta. Se
presentaron cuarenta trabajos, veintitrés de antropología social y diecisiete de arqueología. Una ardua tarea
tuvieron los evaluadores a quienes agradecemos su
labor así como la del comité honorario y al comité y
secretaría editorial, quienes seleccionaron los trabajos
que se publican: once de arqueología y nueve de antropología social.
Durante estos dos años el Instituto con el apoyo
invalorable de su Asociación Amigos ha editado el Boletín Novedades de Antropología, en forma cuatrimestral
y de distribución en todo el país; en formato digital
Miradas, una selección de los trabajos de las V Jornadas
de Jóvenes Investigadores en Ciencias Antropológicas;
Entre Pasados y Presentes, trabajos de las VI Jornadas
de Jóvenes Investigadores; el libro Tramas en el Monte
Catamarqueño. Arte Textil de Belén y Tinogasta, con el
apoyo de la UNESCO; Tramas en la Piedra en conjunto
con la Sociedad Argentina de Antropología y World
Archaeological Congress.
Recibimos una importante donación de libros de la
Embajada del Perú y hemos continuado con la suscripción de las siguientes revistas extranjeras financiadas
por el AINA: Anthropological Theory; American Antiquity; Journal of Archaeological Method & Theory; Social
Anthropology; Journal of American Folklore; American
Anthropologist; Current Anthropology y Annual Review
of Anthropology.
Se llevaron a cabo las VII Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Antropológicas con la asistencia
de más de trescientas personas y la exposición de ciento
cuarenta trabajos científicos. Se realizaron las VII Jornadas de Estudio de la Narrativa Folclórica e ISFNR Interim Conference conjuntamente con la Subsecretaría de
Cultura y Comunicación de la provincia de La Pampa.
Se presentaron noventa trabajos de folcloristas de nuestro
país, América Latina, África, Asia y Europa.
Iniciamos un programa de Comunicación Pública del
Conocimiento y el Patrimonio Antropológico y Arqueológico. Y en forma paralela se organizó Los Antiguos y
Presentes, un programa radial sobre las investigaciones
científicas que se realizan en el Instituto. Hasta la fecha
se produjeron ciento veinte micros, conformados en
torno a ejes temáticos, de una duración entre cinco y siete
minutos, son transmitidos y retransmitidos por Radio
Nacional y Radio Folclórica, por una red de alrededor de
ochocientas emisoras AM y FM, y por emisoras digitales
(CLACSO, Señal Gaucha).
El Museo Nacional del Hombre realizó siete exposiciones temporarias y su Muestra Permanente fue visitada cada año por alrededor de trece mil personas. Ganó
el Concurso de Subsidios de Museos organizado por la
Secretaría de Cultura de la Nación.
Durante los años 2006-2007 se llevaron a cabo la XVI
y XVII Muestra Nacional de Cine y Video Documental Antropológico, con la participación de realizadores
argentinos y de Chile, Nicaragua, Cuba, Ecuador, Brasil,
México, Perú, Estados Unidos y España. La videoteca
acrecentó sus videos teniendo actualmente un patrimonio de dos mil doscientos cincuenta filmaciones.
En este período se llevaron a cabo cincuenta proyectos de investigación, la mayoría de los cuales continúan,
en arqueología, antropología social, folklore y lingüística,
los cuales produjeron ciento noventa y tres publicaciones
y cuyos resultados se expusieron en ciento cuarenta y tres
reuniones científicas con la participación de doscientas
cuatro ponencias. Para la realización de estos proyectos
se recibieron varios subsidios otorgados por UNESCO,
CONICET, Agencia Nacional de Promoción Científica y
Tecnológica, Agencia Española de Cooperación Internacional, Embajada Real de los Países Bajos, Administración
de Parques Nacionales, Wenner Gren Foundation y Faculty
Research Progamm del Canadá.
El Registro Nacional encargado de cumplir la ley
25.743 realizó un esfuerzo considerable para difundirla y
todo lo relacionado con el tráfico ilícito de bienes arqueológicos, a través de la comunicación y la capacitación
llevadas a cabo a las distintas fuerzas de seguridad, a las
provincias y a las universidades. Se contó con el apoyo
de UPCN con quien la Secretaría de Cultura firmó un
convenio con el objetivo de capacitar recursos humanos
para el cumplimiento efectivo y la concientización en la
comunidad en general de la mencionada ley.
Lamentamos el fallecimiento de nuestro compañero Rubén Jorge Pérez Bugallo acaecido en febrero de
2007. Licenciado en Ciencias Antropológicas y Profesor
Superior de Folclore supo conjugar esta formación en
sus líneas de investigación dirigidas fundamentalmente
hacia la etnomusicología, iniciándose como investigador
en el Instituto Nacional de Musicología de la Secretaría
de Cultura de la Nación. En 1983 ingresa como Investigador en el CONICET, con lugar de trabajo en nuestro
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CUADERNOS 21
Instituto. Llevó a cabo investigaciones en las comunidades chiriguano-chané de Salta y Jujuy, en las comunidades mapuche del Neuquén, en las comunidades mbyá de
Misiones, y en la música criolla de Santiago del Estero y
de la provincia de Buenos Aires.
Fue fundamentalmente un investigador de campo
como pocos los hay, recorrió nuestro país, se adentró
en sus tradiciones musicales y compartió con sus informantes poesía y música. Muchas de estas melodías las
transmitió a través del grupo Antigal que él creó y dirigió
interpretándolas a través de sus instrumentos musicales
ya que ejecutaba más de treinta instrumentos etnográficos y criollos.
Sus interpretaciones, sus charlas y sus narrativas sobre
la vida de las distintas comunidades en que trabajó perdurarán en nuestro recuerdo y simplemente podemos
decir que acompañará la historia de este Instituto.
Finalmente queremos expresar nuestra satisfacción
por el ingreso a los equipos de trabajo de este Instituto
de nuevos investigadores y becarios del CONICET, de la
Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica
y de la UBA, así como también por la participación y el
entusiasmo que han prestado los casi noventa jóvenes
participantes del programa de Entrenamiento Laboral.
Como siempre hemos contado con el apoyo invalorable
de la Secretaría de Cultura de la Nación.
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Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL
UN ABORDAJE A LOS ESPACIOS NO PROYECTADOS POR LA CORONA ESPAÑOLA EN FLORIDABLANCA
(COSTA PATAGÓNICA, SIGLO XVIII)
Marcia Bianchi Villelli*
RESUMEN
La “Nueva Población y Fuerte de Floridablanca” (actual Puerto San Julián, provincia de Santa Cruz, Argentina) fue
uno de los enclaves fundados a fines del Siglo XVIII con el fin de reafirmar la presencia española en el Atlántico Sur.
Abordamos aquí espacios no proyectados por la Corona española dentro de este modelo de orden social, y discutimos
la posibilidad que sean escenarios de transformación social. Indagamos qué preguntas son necesarias para comprender
el cambio social desde las prácticas cotidianas de Floridablanca.
PALABRAS CLAVE
Arqueología histórica, Ilustración española, discursos, cultura material
ABSTRACT
By the end of the 18th Century, the Spanish expansion on the patagonian coast established the “Nueva Población y
Fuerte de Floridablanca” (Puerto San Julián, provincia de Santa Cruz, Argentina) with the aim to defend its sovereignty
over the South Atlantic. In this paper, we present our approach to those spaces not planified by the Crown, to discuss
them as stages for social change. We inquire which questions are neccesary to understand social change in everyday
practice at Floridablanca.
KEYWORDS
Historical Archaeology, Spanish Enlightment, discourses, material culture
INTRODUCCIÓN
El contexto de conformación de la sociedad moderna
de fines del siglo XVIII es comúnmente entendido como
un período de complejo cambio social en el que las relaciones entre las personas y de estas con el mundo fueron
modificadas (Johnson 1996; Leone y Potter 1988). Aunque
la expansión de la sociedad moderna se entienda relacionada a un sistema total –el capitalismo– (Orser 1996) no
implica que no tenga variaciones en el tiempo y espacio
por lo que no debe ser vista como monolítica (Senatore
y Zarankin 2002; Hall y Silliman 2006). Nuestro interés
es atender tanto a sus características globales como a la
diversidad de los contextos específicos en que devino.
En particular, nos interesa abordar la ocupación española de fines de siglo XVIII en la costa patagónica, área
definida como marginal a los centros coloniales (Senatore
2002). El contexto ideológico e histórico para la creación
del Virreinato del Río de la Plata y de los establecimientos
patagónicos, es el de la Ilustración española y el proceso
de modernización del Estado relacionado a las políticas
de Carlos III y las reformas borbónicas (Defourneaux
1960; Palacio Atard 1960).
Las ideas ilustradas se enfrentaron a los problemas
estructurales de la sociedad española relativos a los privilegios estamentales y a la concentración de la propiedad de la tierra; buscaban así, reformar el orden vigente
para darle a España “plenitud de poder y riquezas”. Como
parte del plan de poblamiento patagónico se establecieron sobre la costa una serie de asentamientos que tenían
la función de incorporar sus puertos al sistema de intercambio colonial. Uno de ellos fue la “Nueva Población y
Fuerte de Floridablanca”, ubicada en la actual Bahía de
San Julián –provincia de Santa Cruz–.
En el marco del proyecto de investigación
“Arqueología e Historia en la Colonia Española de
Floridablanca”1discutimos las estrategias de establecimiento del orden colonial atendiendo a los ejes que
determinaron un ordenamiento en la estructura social
del poblado de Floridablanca (Buscaglia 2003; Marschoff
2004; Senatore 2004; Bianchi Villelli 2006a; Senatore et al.
2006). Nuestra perspectiva consiste en discutir cómo se
estructura la población de Floridablanca considerando la
interacción entre las prácticas de los individuos y el ordenamiento establecido desde la Corona española.
∗ ICA-UBA y DIPA-IMHICIHU-CONICET, bianchi.marcia@
gmail.com
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Bajo la dirección de la Dra. María Ximena Senatore.
CUADERNOS 21
En este trabajo abordamos un escenario social particular, un conjunto de construcciones que no fueron proyectadas por la Corona española sino que fueron edificadas
por individuos del poblado por su propia cuenta. Su particularidad reside en que el conocimiento de su existencia
fue posible a través de las intervenciones arqueológicas en
Floridablanca y de unos pocos documentos –en su mayoría, posteriores al abandono del poblado– ya que fueron
omitidas en los informes oficiales donde se daba parte del
crecimiento del poblado.
Esta omisión en las narrativas oficiales constituye el
punto de partida de nuestro análisis para comprender en
qué medida las estructuras no proyectadas por la Corona
pueden ser entendidas como espacios de cambio social.
Nuestro interrogante principal es si la creación de estos
espacios puede ser concebida en términos del concepto
de “acontecimiento”, definido como la producción y
emergencia de nuevos sentidos sociales (Foucault 1970).
Nos preguntamos qué significa, en el marco de los ejes de
ordenamiento planteados anteriormente, la construcción,
existencia y uso, el habitar estas edificaciones. ¿Pueden ser
pensadas como un espacio para que se desarrollen prácticas alternativas al modelo de orden social de la Corona?,
¿el desarrollo de estas prácticas puede ser pensado como
espacio de transformación social?
A continuación introducimos los lineamientos del
plan de poblamiento patagónico en el marco de la Ilustración española y las características del modelo de orden
social que se buscó establecer en Floridablanca, para luego
presentar los distintos ejes analíticos con que abordamos
los espacios no proyectadas por la Corona.
EL CONTEXTO HISTÓRICO: LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA
Los objetivos principales de las reformas ilustradas en
España fueron la búsqueda de un nuevo ordenamiento
económico y la reorganización administrativa para la
optimización de las rentas reales (Sarrailh 1984). El primero, apoyado en la supremacía de la agricultura, consistió en la racionalización del sector agrario y artesanal. Así
la redistribución de las tierras fue la base para el aumento
de la productividad, del rendimiento de la tierra, de la
comercialización y en consecuencia de las rentas reales. La
reorganización administrativa consistió en la racionalización del aparato burocrático, del sistema fiscal y devino
también en la reestructuración del sistema administrativo
colonial, implicando una reorganización de los territorios
y poblaciones (Chartier 1995) así como la reubicación
de las mercancías de procedencia española en América
(Defourneaux 1960; Palacio Atard 1960; Martín 2000).
En este marco, el plan de poblamiento patagónico se
caracterizó por su diseño y distintos niveles de proyección relacionados principalmente a la salvaguarda de la
soberanía española en el Atlántico Sur, la utilidad económica de los establecimientos y el diseño específico del
proyecto y conformación de las colonias en la actual Patagonia argentina. Más allá de su carácter defensivo, pueden
definirse los establecimientos como conformados a partir
del traslado de familias de labradores, garantizando el
desarrollo agrícola. En España firmaban una contrata por
la cual eran llevadas a los destinos de Costa Patagónica
a cambio de tierras, semillas, herramientas y habitación,
con el fin de que conformasen la población estable de las
colonias. En otras palabras, en ellos iba a descansar el sustento de las poblaciones en Patagonia (Senatore 2004).
La “Nueva Población y Fuerte de Floridablanca” funcionó de 1780 a 1784 como parte de este plan. Para ello se
trasladaron más de ciento cincuenta personas entre familias
de labradores, artesanos, hombres de tropa y presidiarios.
La colonia no fue establecida sobre la costa, como era de
esperar para un asentamiento defensivo, sino que se ubicó
a aproximadamente diez kilómetros cerca de una fuente de
agua dulce para los futuros campos de cultivos; es decir,
el carácter agrícola determinó su lugar de emplazamiento
(Senatore 2004). La duración de la ocupación fue breve,
dado que a los cuatro años de funcionamiento debió ser
abandonado por Orden Real, atendiendo a las opiniones
del virrey Vértiz, quien argumentaba que la población no
podía subsistir por sus propios medios (Burucúa 1984).
DISCURSOS COLONIALES EN FLORIDABLANCA
Desde la historiografía, la Ilustración española fue
entendida en primer lugar, como un conjunto de doctrinas homogéneas y monolíticas; en segundo lugar, estas
ideas fueron difundidas al resto de la sociedad, resultando
en la unidireccionalidad de los cambios ocurridos a fines
del siglo XVIII (Chartier 1995, Mestre Sachis 1982, 1988).
El carácter particular de la Ilustración española reside
justamente en que los reformistas se identificaron con la
monarquía para llevar adelante las reformas en el marco
del respeto al poder público organizado; esto fue el denominado “despotismo ilustrado” (Sánchez Agesta 1953).
Así, la idea de ilustración se construyó sobre la oposición
de los ilustrados y el resto de la sociedad. A su vez, esta
oposición implicaba una idea de cambio “desde arriba”;
es decir, la creación de las transformaciones y su difusión
a las prácticas sociales del resto de la sociedad.
Sin embargo, la ideología ilustrada presentó diferencias internas y contradicciones en lo que definían como
problemas así como en las soluciones. No debe asumirse
la homogeneidad interna del conjunto de ideas ilustradas
sino que es necesario comprender las transformaciones
sociales y culturales de fines de siglo XVIII desde las discordancias entre las ideas de reforma y la multiplicidad de
prácticas sociales que resultaron (Chartier 1995).
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REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL
En consecuencia, los proyectos coloniales pueden ser
entendidos a partir de los discursos que los llevan a cabo.
Estos son parte de los procesos económicos y sociales, de
relaciones institucionales y sistemas de clasificaciones;
son en definitiva, prácticas que constituyen sistemáticamente los objetos de los que hablan (Foucault 1970). Este
concepto implica que son parte de la infraestructura de
prácticas ordenadoras en una sociedad y no solo sistemas referenciales (Foucault 1980, Goldman 1989). “[Un
discurso] no es el conjunto de enunciados que describen
un objeto, sino el conjunto de prácticas que lo producen: sujetos, objetos y la relación entre sujetos y objetos”
(Lewcowicz 1999:5).
Desde nuestra perspectiva observamos en particular
qué discursos son producidos en momentos y lugares
específicos y en función de qué normas y reglas están
siendo construidos (Goldman 1989, Johnson 1996; Hall
2000). En la planificación de estos asentamientos encontramos el diseño de un modelo de orden social que estableció las pautas de interacción social en el poblado a
través del ordenamiento de los individuos y las relaciones
entre ellos; son proyectos sociales que buscaron establecer
un orden social y garantizar su reproducción (Senatore
2004). Este modelo de orden social implícito en el plan de
poblamiento puede ser entendido como formación discursiva (Pecheux 1975) ya que como parte del contexto
ideológico determina lo que puede ser o no dicho en condiciones de producción específicas (Goldman 1989).
En el caso de Floridablanca, definimos ejes de ordenamiento a través del estudio del proyecto social implícito
en el plan de poblamiento (Senatore 2004); considerando
las estrategias de ordenamiento, de producción de clasificaciones y exclusiones, nos preguntamos a quiénes
se ordenó, para qué y cómo. Buscamos comprender las
reglas que gobiernan la producción de los documentos y
relacionar esas reglas del discurso con el mundo material
(Senatore 2002). Este análisis, sintetizado a continuación,
constituye nuestro punto de partida para discutir el orden
social en Floridablanca y sus transformaciones.
EJES DE ORDENAMIENTO SOCIAL EN FLORIDABLANCA
El estudio de las construcciones narrativas y materiales se realizó a partir de los listados de los individuos,
de la organización espacial de la población y de las prácticas sociales de los individuos (Senatore 2004; Marschoff 2004; Bianchi Villelli 2006a). Encontramos que la
composición de la población fue definida y organizada
en función de categorías sociales determinadas cada una
con su funcionalidad específica y lógica interna particular
(Senatore 2004). Esto implicó un orden en términos de
los grupos de sexo y edad: la población en general consistía solamente en los hombres adultos de la tropa, los fun-
cionarios, los artesanos, los presidiarios y una parte de la
tripulación de las embarcaciones. En cambio, las familias
de labradores fueron caracterizadas como unidades discretas e independientes entre sí, definidas como núcleos
conyugales: el hombre –padre– como cabeza de familia,
seguido de la mujer y los hijos.
Dado que no existieron asentamientos coloniales
anteriores en el lugar, el establecimiento del poblado
implicó que la organización del espacio fuese parte del
plan de poblamiento. La totalidad de las construcciones
fueron diseñadas, organizadas y llevadas a cabo por la
Corona, desde su concepción y diseño –i.e. las casas–,
la logística de su edificación –se trasladaron recursos
materiales y humanos totalmente sujetos a los planes de
la Corona– (figura 1). Observamos que los espacios de
habitación también se diferenciaron según las categorías
sociales (Senatore 2004). A cada familia le correspondía
una de las casas de adobe construidas fuera del Fuerte,
las cuales eran regulares en forma, tamaño y organización de los espacios internos. Estas características de
homogeneidad interna se contraponen con la heterogeneidad del Fuerte, compuesto de espacios de habitación
variables en forma y tamaño. Esta variación responde
a las categorías sociales: su diferenciación –los grupos
no se mezclaban– y su jerarquización –los funcionarios
tenían más metros cuadrados por individuo seguidos de
la maestranza, luego la tropa y finalmente los presidiarios–. Las edificaciones restantes eran los espacios productivos de la Corona: el hospital, la herrería, panadería,
corrales y horno para tejas. Todos presentaban espacios
de habitación incorporados, unificando los espacios productivos con los domésticos.
Por último, si examinamos cuál era la proyección de
crecimiento de la colonia, encontramos que se planificó
un desarrollo específico del poblado. Por un lado, se regularon los tiempos de permanencia en el asentamiento en
función de cada categoría social: regímenes de relevos
para la población en general, mientras que las familias
pobladoras estaban sujetas a destino (Senatore 2004). Por
otro, el crecimiento como población agrícola se proyectó
a partir del anexo de más familias pobladoras, para lo cual
la ampliación del establecimiento consistiría en la construcción de nuevas casas para más familias, repitiendo la
organización espacial antes mencionada.
En síntesis, consideramos que el orden social y material fue establecido definiendo, de manera recurrente,
jerarquías en la propia estructura social. Se destaca la
múltiple definición de la familia nuclear conyugal como la
“unidad elemental de reproducción social”, como unidad
doméstica –ya que cada una cohabitaba una casa–; como
unidad productiva –la producción agrícola se organizaba
alrededor de ella– y unidad de consumo –dado que el
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CUADERNOS 21
consumo de bienes se articulaba alrededor de cada cabeza
de familia– (Senatore 2004; Bianchi Villelli 2006a).
El análisis de estas condiciones y su proyección a futuro
siguiendo las mismas pautas puede ser entendido como
trayecto temático en tanto “dispone en estado de dispersión enunciados producidos en lugares, tiempos y géneros
distintos (…)” (Zoppi-Fontana 2003: 249). El modelo
implícito de orden social tenía a la familia nuclear conyugal
como la “unidad elemental de reproducción social”, sobre
la cual se proyectaba el funcionamiento y también el crecimiento de la población (Senatore 2004). Quedaron establecidas condiciones iniciales de equidad para las familias,
la producción agrícola como sustento para la población y
su proyección a futuro siguiendo las mismas pautas.
No obstante, ¿implica la definición de estos ejes de
ordenamiento que la población de Floridablanca se desarrolló tal cual fue proyectada? Como ya mencionamos, no
nos limitamos a estudiar el funcionamiento del poblado
desde las categorías externas relacionadas con la definición del orden colonial, sino que buscamos una perspectiva desde las prácticas sociales. En tanto los ideales en los
que se enmarcó el proyecto no fueron instrumentados de
manera homogénea (Senatore et al 2006; Bianchi Villelli y Buscaglia 2006), los espacios no proyectados por la
Corona cobran importancia para discutir la reproducción
y transformación del orden social. A continuación sintetizamos nuestro abordaje a las construcciones narrativas
y materiales de estos espacios para luego adentrarnos en
cómo pensar el cambio social.
DISCURSOS Y CULTURA MATERIAL
Nuestro punto de partida metodológico consiste en
una perspectiva interdisciplinaria, la integración entre el
Análisis del Discurso y los estudios de cultura material
desarrollados en Arqueología. Específicamente, vinculamos las construcciones narrativas y materiales de los
espacios no proyectados por la Corona. El corpus con el
que trabajamos comprendió documentación histórica e
información arqueológica, considerando las características de cada una de las fuentes o soportes así como su diferente materialidad y condiciones de producción (Orlandi
1992; Johnson 1996; Morris 1997; Hall 2000).
Por un lado, trabajamos sobre la evidencia documental
atendiendo tanto al contenido como a la estructura de los
documentos; así, buscamos dar cuenta de qué significaban
estas edificaciones en términos de la documentación oficial
del poblado. Por otro lado, abordamos prácticas sociales de
los individuos que habitaron estos espacios por medio de
nuestras intervenciones arqueológicas en el sitio. Aquí enfatizamos el rol activo y la significación del mundo material.
La integración de las construcciones narrativas y materiales
permitirá definir los contextos de significación de los espa-
cios no proyectados e indagar el carácter alternativo de las
prácticas desarrolladas en este escenario en particular.
CONSTRUCCIONES NARRATIVAS: EL POBLADO DESDE LA
DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA
La documentación histórica sobre el funcionamiento
de Floridablanca conservada en el Archivo General de la
Nación2 y el Archivo General de Indias3 es toda documentación oficial y administrativa. Consiste en su mayoría en informes oficiales, listados de los individuos, cartas,
expedientes judiciales, planos de la población y el Diario
del Superintendente Antonio de Viedma (Viedma [1783]
1972). El estado de avance de la población en sus cuatro
años de vida es detallado en dos informes oficiales enviados al Río de la Plata.
Toda esta documentación no son solo fuentes de
información sino también artefactos de una forma de
administración que por lo tanto, expresan y manifiestan
una forma de poder. Son formas de ordenar el mundo
en tanto dividen, dispersan y reorganizan el mundo
moderno (Johnson 1996). Esto significa que no son objetivos, sino que representan intereses y formas de poder,
estableciendo complejas redes de relaciones económicas,
políticas, sociales y simbólicas (Beaudry 1988; Ginzburg
2001; Johnson 1996; Morris 1997; Senatore 2002). Estas
formas de ordenamiento son prácticas que apuntan a la
administración de los espacios y de las poblaciones, y sus
mecanismos intelectuales e institucionales imponen una
profunda reorganización de los sistemas de percepción y
ordenamiento del mundo social (Chartier 1995).
Es importante destacar que en la documentación
señalada no hay mención de los “edificios construidos
por los particulares” con excepción de tres referencias. En
dos de ellas estas construcciones son mencionadas secundariamente y sin detalle. Un ejemplo es parte del relato
de Félix Iriarte, el Superintendente responsable del abandono de la colonia a principios de 1784. (…) “A las 12 de
la pasada noche se prendió fuego según previene el dicho
oficio de S E al fuerte de madera, Hospital, panadería,
Herrería, Atahona, Casas de Pobladores y todas las demás
que varios Individuos de predicho establecimiento habían
levantado a su costa y mención, incluyendo en el incendio
de ellas todo lo que era de poca utilidad, lo que participo
a VS en cumplimiento de mi obligación”4.
2
3
4
10
AGN. Sección Colonia. División Gobierno. Sala IX. Legajos 16-3-5 al 12; Legajo 16-5-10; Sala XIII. Legajos 33-10-5,
34-10-5 y 6.
AGI. Buenos Aires 358; Mapas y Planos, Buenos Aires 138.
AGN, IX 16-4-1. Carta de Félix de Iriarte a Francisco de Paula
Sanz, San Julián, 29-I-1784. En esta carta se documenta el
abandono efectivo del Floridablanca.
REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL
La única documentación que se ocupa de aquellas es
un largo expediente promovido por particulares reclamando el pago compensatorio por las construcciones
realizadas por ellos mismos y destruidas por orden de la
Corona al abandonar Floridablanca. A continuación trabajamos sobre este expediente5 teniendo en cuenta tres
aspectos: 1) qué lugar ocupan dentro del relato oficial
de crecimiento del poblado estas edificaciones no proyectadas; 2) las formas de denominación y definición de
categorías sociales en el proceso judicial y 3) el análisis
de las prácticas sociales de estos individuos en función
de quiénes eran, qué construyeron y qué tipo de elecciones adoptaron. Los dos primeros puntos abordan la
documentación desde su estructura, sus mecanismos de
ordenamiento. El tercer punto, desarrolla el contenido.
Los informes oficiales: el crecimiento del poblado
Los informes oficiales que dan cuenta del crecimiento
del poblado fueron enviados por el Superintendente Antonio de Viedma en dos ocasiones: en enero6 y mayo de
1782.7 A estos registros se suma el Diario del Superintendente Viedma (Viedma [1783] 1972) que relata la misma
información sobre los avances de la colonia. En estos documentos encontramos el relato detallado de la secuencia
constructiva y las características de los edificios construidos. En primer lugar se detalla el primer edificio construido
a mediados de 1781, el Fuerte, de madera y de cincuenta
metros de lado. Luego se construyeron la herrería y panadería y un hospital; estos edificios ya fueron levantados en
adobe crudo y techos de tejas. Posteriormente se construyó
el primer frente de cuadra para nueve casas de los pobladores, de los mismos materiales. Para mayo de 1782 este
primer frente se había concluido y estaba habitado por las
familias. La siguiente obra en el poblado fue el segundo
frente de cuadra levantado parcialmente en noviembre de
1783, un mes antes del abandono del poblado. Este último
edificio no llegó a formar parte de ningún informe oficial.
En la descripción de la evolución del poblado encontramos que, en primer lugar, se destaca la secuencia crono5
6
7
AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobladores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785.
AGN, IX 16-3-9 “Relación que manifiesta el estado que tiene
en el día de la fecha la Población de la Bahía de San Julián en
la Costa Patagónica con expresión de los individuos que la
componen, sus frutos y aumento de las obras” Firmada por
Antonio Viedma. 31-I-1782.
AGN, IX 16-3-10 “Relación que manifiesta el estado que tiene
en el día de la fecha la Población de la Bahía de San Julián en
la Costa Patagónica con expresión de los individuos que la
componen, sus frutos y aumento de obras” Antonio Viedma,
San Julián, 10-V-1782.
lógica. El orden en que se describen los edificios es acorde
a cómo se iban edificando; es decir, hay una continuidad
temporal construida a partir de los informes. En segundo
lugar, solo se mencionan las construcciones de la Corona.
Las obras oficiales se describen en detalle: sus dimensiones, características constructivas, materiales utilizados y
ubicación espacial –distancia entre los distintos edificios–.
Es interesante observar cómo estas descripciones se corresponden con lo efectivamente construido, creando una
imagen de semejanza de la colonia (Senatore et al. 2006).
Sin embargo esta imagen precisa y detallada del
“poblado oficial” omite la información sobre las construcciones no proyectadas como si no hubiesen sido parte
del poblado. Durante el tiempo de funcionamiento de
Floridablanca, el relato oficial no ofrece imágenes de un
crecimiento gradual de estas construcciones, sino que las
presenta en un evento único, en un instante previo a ser
destruidas y abandonadas. De este modo, su presencia es
ambigua durante el desarrollo del Floridablanca e irrumpe
después del abandono, sin formar parte de la continuidad
temporal representada en los Informes Oficiales. Recién
en el expediente judicial sobre su destrucción se describen
minuciosamente lo que se destruye –dimensiones, técnicas
constructivas, asignación funcional de los espacios internos– y se tasan los valores de cada una presentando también a sus propietarios por su nombre8.
Ahora en términos espaciales, como mencionamos los
Informes describen las construcciones de la Corona en detalle, estableciendo relaciones entre los distintos edificios. Por
ejemplo, “A la izquierda del Fuerte está la Panadería Horno
y Herrería (…), a la derecha de Fuerte al igual terreno de la
Panadería esta el Hospital, de veinte y cuatro varas de largo
y seis de ancho (…). Siguiendo el Hospital por el costado
de la playa con el intermedio de once varas de calle están
las nueve casas cada con ocho varas de largo y seis de ancho
(…)”9. De este modo, se va construyendo una continuidad
espacial; se define un área correspondiente al poblado integrada de distintos edificios relacionados entre sí.
En cambio cuando se describen las construcciones
no proyectadas, no hay un orden definido; solo se menciona la ubicación de la primera construcción en relación
al Fuerte, “El carpintero José López una casa al Norte del
8
9
11
La ausencia de referencias sobre su ubicación en el espacio
puede relacionarse con el destino que ya tenían estas construcciones, la destrucción.
AGN, IX 16-3-10 “Relación que manifiesta el estado que tiene
en el día de la fecha la Población de la Bahía de San Julián en
la Costa Patagónica con expresión de los individuos que la
componen, sus frutos y aumento de obras” Antonio Viedma,
San Julián, 10-V-1782.
CUADERNOS 21
Fuerte con 17 varas de frente (…)”.10 Se continúan las
otras estructuras sin referencia, quebrando la continuidad
espacial ¿Cuál es la ubicación precisa de las edificaciones?,
¿están cerca o lejos?, ¿forman parte, continúan o están
fuera del poblado? Ya no encontramos la construcción de
un área del poblado, sino edificaciones sin referencia de
tiempo y espacio.
Ahora bien, ¿a qué se puede deber esta omisión? Si
“todo decir tiene una relación fundamental con el no-decir” (Orlandi 1995:12), esta omisión es parte del proceso
de significación. Los Informes dan a conocer una imagen
de Floridablanca que responde a la representación material de modelo de orden social. Es una imagen de orden y
coherencia donde todo ocurre según lo pautado, prescindiendo de lo no planificado. “El orden del discurso está
dotado de eficacia: instaura divisiones y dominaciones,
es el instrumento de violencia simbólica y por su fuerza,
hace ser a lo que designa” (Chartier 1995:8).
Si la regularidad de las series discursivas es naturalizada, los silencios nos ayudan a ver donde se quiebran,
evidenciando lo regular y lo irregular. Pueden entenderse
como el proceso por el cual no se deja al sentido ser
elaborado históricamente “para que no adquiera fuerza
identitaria, realidad social” (Orlandi 1995: 176). Esto nos
muestra entonces, que las edificaciones no proyectadas
no están “por fuera” sino que son parte constitutiva de
este mismo orden.
Las “categorías” de la Corona: formas de denominación en
el proceso judicial
Como ya mencionamos, el expediente más detallado
comprende una causa judicial iniciada a partir de los pedidos de tres individuos por la compensación de la destrucción de las casas levantadas por sus propios medios11. La
Junta Superior de la Real Hacienda solicita los Informes
de los Superintendentes,12 al Guardalmacén y al Capitán
del Regimiento de Infantería de Buenos Aires. El expediente muestra la tensión entre la posición del Fiscal de
la Real Hacienda por un lado, y los demandantes y autoridades del establecimiento por otro. La fiscalía –junto
con el Tribunal Superior– reitera una y otra vez, el criterio de diferenciar a las familias labradoras del resto de
los demandantes. Solo los labradores son quienes pueden
hacer el reclamo; al resto de los individuos no solo se los
inhibe de hacerlo sino que se los acusa de distintos ilícitos
como obtener algún lucro por lo que quedan rechazados
como demandantes.
Tanto los alegatos personales de los demandantes
como los Informes del Superintendente, el Guardalmacén y del Capitán del Regimiento de Infantería de Buenos
Aires responden aclarando las confusiones y explicando
que el objetivo último de estas construcciones era fomentar el desarrollo de la población. A su vez, todos mencionan que las construcciones se llevaron a cabo siguiendo
un acuerdo con las autoridades quienes explicitan claramente las condiciones del arreglo –con beneficios para
la Corona13–, el listado de precios de materias primas y
mano de obra pautado previamente.
Es interesante destacar que, frente a las acusaciones,
tanto los demandantes como las autoridades unifican
a todos los individuos en un solo grupo, con igual legitimidad en sus reclamos. Las autoridades virreinales se
remiten a la distinción entre familias legitimadas por
la contrata y el resto; las autoridades del poblado y los
demandantes, unifican el grupo en función de las intenciones y acciones –bienintencionadas– de estos individuos. Una y otra vez, la Corona responde en términos
del mismo ordenamiento, repitiendo el mismo trayecto
temático que habíamos definido previamente.
Es posible pensar esta tensión en términos de la diferencia entre la noción de grupos y categorías. Definimos
los primeros por las relaciones internas entre sus miembros, mientras que lo que caracteriza a las categorías es su
definición externa, no necesariamente reconocida por sus
miembros (Jenkins 1996). En el caso de la categorización
entendemos que no existe relación entre categorizador y
categorizado; de hecho, las categorías son más significativas
para el primero que para el segundo. Es así como se introducen las relaciones de poder en el seno de la constitución
de las identidades: entendemos que la categorización social
está relacionada con la objetivación de las relaciones sociales y un control sobre estas (Jenkins 1996).
13 El acuerdo consistía en que los individuos iban a extraer made-
ras y clavazón de la Fragata El Carmen, naufragada en la Bahía
en 1780. A cambio de este permiso, la colonia se quedaba con
un tercio de lo obtenido, teniendo prioridad en la elección. Este
ingreso de materiales era significativo porque la colonia estaba
sufriendo desabastecimiento. Este acuerdo figura con detalle
en los Informes de Viedma e Iriarte dentro del expediente,
incluyendo una lista de precios pautada tanto de la mano obra
como de los materiales necesarios para la construcción. AGI,
Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobladores
y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento
de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785.
10 AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobla-
dores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785.
11 AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobladores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785.
12
Desde 1780 hasta Junio de 1782, el Superintendente fue Antonio de Viedma; desde esa fecha hasta el abandono (enero de
1784), Don Félix de Iriarte tuvo el cargo interino.
12
REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL
Es importante mencionar que en general las categorías
definidas históricamente se aceptan como dadas y constituyen marcos a priori para la designación, clasificación e
interpretación. Sin embargo, no son definiciones objetivas
de la estructura social sino que se constituyen en formas de
ordenamiento en tanto dividen, dispersan y reorganizan el
mundo moderno (Foucault 1970). Esto significa que representan intereses y relaciones de poder, estableciendo complejas redes de relaciones económicas, políticas, sociales y
simbólicas (Morris 1997; Funari et al. 1999; Zoppi-Fontana
1999; Senatore 2004; Bianchi Villelli 2006a). A partir de esa
asimetría de poder se hacen las definiciones y clasificaciones sociales, ellas permiten “no solo homogeneizar sino
también jerarquizar, excluir, criminalizar, hegemonizar o
marginalizar prácticas sociales” (Sewell 1999: 56).
Prácticas sociales: “las edificaciones levantadas por los
particulares”
Como ya mencionamos, el inicio de este procedimiento legal14 fue previo a la destrucción de las edificaciones, por lo que fueron descriptas y tasadas por la
maestranza del establecimiento. A continuación presentamos la información de esta documentación, indagando
quiénes eran los que edificaron, qué construyeron y qué
tipo de elecciones adoptaron.
En total, las edificaciones fueron trece (13); seis (6)
casas, cuatro (4) ranchos15 y dos (2) pulperías16 con habitaciones de alquiler. Se suman dos (2) cocinas colectivas,
de la tropa y de las familias de labradores que habitaban
las casas construidas por la Corona. En la figura 2 presentamos esquemas de las plantas arquitectónicas en función
de la descripción hallada en la documentación histórica,
con los datos de quiénes y qué construyeron.
14 AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobla-
dores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785.
15 “Rancho: Lugar, o sitio desembarazado para pasar, o transitar
la gente, o hacer otras cosas (…)”. Academia usual 1780. Diccionario de la Real Academia Española, http://ntlle.rae.es/ntlle/
SrvltGUILoginNtlle. En el caso de Floridablanca estas edificaciones parecen ser espacios de habitación, sin embargo, no
podemos definir con exactitud en qué diferían de las otras edificaciones denominadas “casa”. No observamos diferencias ni
en sus características arquitectónicas ni en su funcionalidad.
16 “Pulpería: Tienda en las Indias donde se venden diferentes
géneros para el abasto; como son vino, aguardiente y otros
licores, géneros pertenecientes a droguería, buhonería, mercería y otros; pero no paños, lienzos ni otros tejidos.” Academia
usual 1780. Diccionario de la Real Academia Española. http://
ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle. Más allá de esta información sobre la existencia de dos pulperías en Floridablanca,
no hay evidencias de su abastecimiento ni funcionamiento.
Los individuos que edificaron pertenecen a diversas
categorías sociales. Hay familias de labradores y nuevas
familias conformadas en San Julián –son labradores, pero
también hay un matrimonio nuevo de la tropa–. Encontramos también individuos solos de la maestranza, la
tropa y presidiarios; por último, construcciones colectivas. En el plan de la Corona, la única población estable
eran las familias a quienes se les entregaba habitación;
sin embargo, en este caso encontramos individuos que
debían regresar al Río de la Plata y estaban, en cambio,
invirtiendo tiempo y recursos en Floridablanca.
De este modo, de la segmentación de categorías sociales en los espacios construidos por la Corona pasamos a
estas edificaciones con una heterogeneidad de categorías
sociales, es decir, la posibilidad de otras formas de agrupamiento y socialización. Del mismo modo, encontramos
usos parecidos a los ya existentes pero también otros no
incorporados al plan: espacios de habitación para estas
“nuevas familias” –de no labradores– y de individuos
destinados a espacios grupales. Espacios de socialización
y servicios como las pulperías y las cocinas colectivas, formas de co-habitación y usos no previstos por la Corona.
En la figura 2 podemos observar una diversidad
importante en las formas y dimensiones de las edificaciones. En primer lugar, las formas generales varían aunque
son todas plantas arquitectónicas simples: construcciones individuales, subdivididas en recintos internos; en
general cada uno de estos recintos tiene una función
específica y única –i.e. salas, aposentos, cocinas, pulpería–. En segundo lugar, hay una variación considerable
en cuanto a la superficie total de cada una de las edificaciones –entre 251,12 y 17,68 metros cuadrados; sin
embargo, si consideramos los tamaños solo de los recintos cubiertos el rango de variación disminuye –entre 77,4
y 17,68 metros cuadrados –.
En tercer lugar, de las construcciones utilizadas
como espacios de habitación encontramos que no
aumentan de tamaño en función del número de individuos sino que parece variar en función de las elecciones
individuales –la mayor de todas fue construida por un
individuo soltero, mientras que las familias con hijos
construyeron casas de menor tamaño–. A su vez, en la
distribución interna del espacio, las dimensiones de los
recintos varían más bien de acuerdo a la funcionalidad
que a la cantidad de individuos.
Con respecto al proceso de construcción, las obras
fueron realizadas por la maestranza de la población, por
lo que los materiales utilizados son similares a las construcciones de la Corona; pero fueron financiadas por cada
uno de los individuos así que cada uno decidió la forma
y tamaño así como la organización interna del espacio. Es
importante recordar que los precios de los materiales y la
13
CUADERNOS 21
mano de obra estuvieron pautados con las autoridades
del poblado. Por último, cada uno de los individuos pagó
al personal de maestranza por los materiales y la mano de
obra. No hay que pasar por alto este punto ya que llevó a
la generación de otras funciones, a una nueva circulación
de bienes y trabajo por fuera de las esferas centralizadas
por la Corona –como ser la preparación de adobes, la
obtención de maderas y clavos, entre otros–.
En la apropiación de estos espacios no proyectados
encontramos distintos niveles de toma de decisiones
individuales. Aparecen nuevas unidades sociales –nuevas
familias no labradoras, individuos solos y grupos–, nuevos usos sociales –casas para individuos solos, espacio de
socialización y comercio, espacios colectivos–, nuevos
lugares –casas, pulperías y cocinas– y nuevas esferas de
circulación de bienes y servicios. Es importante mencionar que por “nuevo” no queremos decir original o único,
sino formas sociales no previstas en el plan; de este modo,
son posibles desplazamientos del lugar social y material
asignado desde el plan.
De este modo, el modelo de orden social define un
contexto que significa tanto lo que se explicita como lo
que queda al margen. Se observa la intención de imponer
un “orden” de forma pasiva con las omisiones y de forma
más activa con la designación y reiteración de los ejes
de categorización social; son zonas más definidas o más
difusas. No obstante, desde la perspectiva de las prácticas
mismas comenzamos a distinguir estos otros espacios no
definidos ni explicitados desde el modelo de orden social.
A continuación, presentamos una breve caracterización
de estos espacios desde su materialidad.
CONSTRUCCIONES MATERIALES: LOS ESPACIOS NO PROYECTADOS
CORONA
Ahora bien ¿cómo abordar este carácter alternativo
desde la materialidad? Concebimos la organización del
espacio proyectado por la Corona como marco de referencia inicial para la construcción y organización material del
orden social. Esta concepción social del espacio implica
que el mundo material, la arquitectura, el movimiento a
través de los espacios y sus límites, pueden tanto mantener la estabilidad como producir cambios en las normas
y reglas que gobiernan las relaciones sociales, actúa ordenando y es ordenado a su vez (Barrett 1988; Beaudry et al.
1991; Miller 1994; Johnson 1996; Mrozowski et al. 2000).
El espacio es reconceptualizado variando desde una
dimensión objetiva a un objeto construido culturalmente
en tanto determina e influencia los comportamientos
cotidianos de los individuos (Delle 1998).
De este modo, el espacio construido en Floridablanca
fue parte de los procesos de representación social; es decir,
de “la producción de clasificaciones y exclusiones que cons-
POR LA
tituyen lo social” (Senatore 2002:89). Tomando al plano
oficial del asentamiento como una representación material
del modelo de orden social, es decir como una imagen del
discurso oficial, abordamos el estudio del espacio no proyectado por la Corona como la materialización de prácticas
sociales alternativas en la población de Floridablanca.
En este sentido, retomamos la proyección a futuro de
la Corona basada en el anexo de más familias y la construcción de más unidades domésticas similares a las ya
construidas, reiterando la organización ya mencionada. Es
decir, no se planificó el desarrollo de otros grupos sociales
–todos tenían regulado su tiempo de permanencia–, ni
de otro tipo de actividades –como ser el comercio o la
producción artesanal de bienes como ser bebidas alcohólicas, derivados lácteos, industria textil–. Por último,
tampoco se proyectaron otras edificaciones que no sean
más espacios de habitación. Sin embargo, sí hubo otras
construcciones.
Nuestro interés fue evaluar si la ampliación del espacio
construido más allá de lo proyectado es un replanteo de
la organización general del poblado o no; es decir, en qué
medida estos espacios indican una extensión o proyección
de los ejes definidos. ¿Las estructuras no proyectadas están
integradas al núcleo poblacional o no?, ¿cómo se da esa
integración?, ¿se reformulan de alguna manera los límites establecidos del poblado? Si la precisa definición de la
organización del espacio en el poblado fue proyectada en
términos de qué sería construido, cómo y para qué usos,
para su reformulación material se esperaría la producción
de una mayor diversidad en las formas y usos del espacio.
La figura 1 muestra el plano arqueológico de Floridablanca diferenciando las construcciones oficiales de las no
proyectadas por la Corona. Observamos que las estructuras se ubican a continuación de las edificaciones proyectadas, alineadas con el poblado formando líneas paralelas y
manteniendo la disposición alrededor de la plaza y extendiendo el área del poblado hacia el sector noroeste. Dada
la secuencia constructiva, la relación entre los espacios
oficiales y los no proyectados muestra que el proyecto
constructivo –y social– de la Corona fue respetado en esta
extensión del poblado. En consecuencia, podemos afirmar
que los límites físicos del poblado fueron extendidos a la
vez que la diagramación del poblado fue respetada.
¿Es posible que al no estar regulados los usos y formas,
exista un margen para su diversificación y transformación? Las estructuras no proyectadas respetan con exactitud la orientación del plano oficial y se alinean entre sí
previendo espacios de circulación, es decir se evidencia
una organización interna de este sector. Sin embargo,
estas construcciones presentan alta diversidad de formas y
tamaños. Mientras que los frentes de cuadra oficiales son
un solo edificio dividido en unidades iguales de treinta
14
REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL
metros cuadrados cada una, las no proyectadas son unidades discretas, independientes entre sí y con una heterogeneidad de formas y tamaños –desde dieciocho hasta
doscientos diez metros cuadrados–. Por último, más allá
de los distintos usos que hayan tenido cada una de estas
edificaciones, contrasta la segmentación del espacio y la
regularidad de forma y tamaños de las casas construidas
para las familias con la heterogeneidad morfológica de las
no proyectadas. En este sentido, las edificaciones evidencian el crecimiento del poblado por medio de la ocupación y creación de otros espacios.
Ahora bien, las construcciones en sí mismas no significan nada sino que sus significados sociales emergen al ser
contenedores de prácticas situadas. Por lo tanto, en otro
trabajo (Bianchi Villelli 2006b) estudiamos las regularidades y variaciones de sus características arquitectónicas,
comparando los espacios proyectados por la Corona y los
edificados por los individuos. ¿Cómo se organizaron estos
dos espacios?, ¿se mantuvieron las mismas características
arquitectónicas? Y al interior de las edificaciones no proyectadas, ¿cómo se construyeron?, ¿qué materiales y técnicas se utilizaron?, ¿cómo es el arreglo interno del espacio?
Como resultado de este análisis observamos que era
distinto habitar una de las edificaciones no proyectadas
por la Corona. El análisis comparativo entre ambas viviendas permitió establecer diferencias en la segmentación y
arreglo del espacio interno, los rasgos arquitectónicos y
estéticos, como así también en la calidad de los materiales
constructivos. Estas diferencias dan cuenta de la posibilidad
de apropiación, elección y diferenciación en el espacio de
las estructuras no proyectadas. Asimismo, la forma en que
se construyeron –en términos de obtención de materiales
y mano de obra tal como se desprende de las narrativas–
implicó la participación en esferas de circulación de bienes
y servicios más allá de lo pautado por la Corona. En este
sentido, el análisis permitió observar que era distinto habitar una de las edificaciones no proyectadas por la Corona.
Ahora bien, ¿qué implicaba ese margen de acción en
términos de negociación social? La existencia de estas
edificaciones permite discutir el margen de acción existente e indagar cómo y de qué forma surgen esas prácticas
sociales alternativas. Lo observamos en su integración al
poblado, la construcción diferente dada por las elecciones
en las formas y por las esferas de circulación de bienes,
recursos disponibles y mano de obra. De este modo, tanto
el proceso constructivo como el habitar estos espacios
participan de una serie de relaciones específicas que son
también generadoras de sentido, es decir, son parte del
proceso de significación.
Partimos del interjuego de discursos y prácticas para
analizar ejes de ordenamiento y prácticas sociales a través del estudio del proyecto social implícito en el plan de
poblamiento colonial. Los discursos subyacentes al proyecto social definen e intervienen activamente ordenando
a los individuos, su interacción y los espacios; pero las
prácticas sociales emergen desde la materialidad.
¿ACONTECIMIENTOS MATERIALES?
¿Cómo pensar estas prácticas cotidianas en tanto
espacios de reproducción y transformación social? Volvemos sobre la noción de cambio social. Nuestro punto
de partida es la estructuración social entendida como
la interacción de los principios estructurales de una
sociedad y las prácticas sociales de los individuos que la
constituyen (Giddens 1984). Remarcamos cuatro puntos
importantes: primero, la relación entre la sociedad y sus
individuos no reside ni en la estructura social ni en la
subjetividad individual, sino en la interdependencia entre
ambas; no hay una sin la otra (Giddens 1984). Segundo,
esto es posible a través de lo que Bourdieu (1977) llama
habitus, un sistema adquirido de disposiciones durables y
transferibles, de conocimientos, prácticas y percepciones;
serían esquemas históricos de clasificación que orientan
las prácticas. El habitus opera bajo una lógica práctica; no
es externo al individuo sino que es formado y da forma
a las prácticas sociales (Jones 1999). Tercero, estructura
social y prácticas sociales solo tienen existencia en el contexto en que se practica la creación de su propia historia,
la producción diaria de sus condiciones materiales de
existencia (Bourdieu 1977). Cuarto y último, las prácticas sociales se hacen a sí mismas en relación a ciertas
condiciones estructurales y al hacerlo, también reproducen y transforman estas condiciones. Este mecanismo
es el espacio mismo de reformulación del orden social
(Giddens 1984, Bourdieu 1977).
De esta forma, en el hacer y rehacer de las prácticas
surge el cambio social. Entonces, ¿qué preguntas son
necesarias para poder comprender el cambio social desde
las prácticas cotidianas? Volvemos sobre la recurrencia de
ejes de ordenamiento en distintas esferas sociales, sobre la
noción de discurso definido como la regularidad en una
práctica (Foucault 1970). Para discutir el surgimiento de
algo nuevo que pueda transformar el orden social nos
preguntamos ¿cómo pensar que rompe esa regularidad?
El concepto de acontecimiento (Foucault 1980) es
entendido como una irrupción de sentidos que quiebran
las series de reiteraciones discursivas para abrir el espacio
a nuevos procesos de significación. Permite abordar los
procesos por los que se produce como efecto lo regular, se
construye lo natural y la verdad. Permite retomar lo anterior –como condiciones de producción o posibilidad– a la
vez que produce rupturas en las serie de repeticiones dando
lugar a nuevas formas de sujeto (Zoppi-Fontana 2004). En
otras palabras, es una concepción del cambio social.
15
CUADERNOS 21
En el caso de Floridablanca, desde las prácticas emerge
una serie nueva como acontecimiento, creando nuevos
sentidos y relaciones sociales que fueron omitidas de los
relatos oficiales de crecimiento del poblado, no informadas. Frente a las prácticas de designación, segmentación y
ordenamiento en categorías sociales, encontramos individuos que rehicieron su lugar en el poblado, formando
nuevas familias y nuevas formas de población estable.
Surgieron actividades que no habían sido contempladas
para Floridablanca, las cuales implican nuevos actores
sociales y nuevas esferas de circulación de bienes y servicios por fuera del control de la Corona. Son nuevas formas
de significación que dan espacio a nuevos sujetos, grupos,
roles, redes, lugares, bienes y servicios. Son prácticas que
se jugaron en el plano material, en la apropiación y reorganización de la vida cotidiana.
Ahora bien, en nuestra discusión es necesario evaluar la posibilidad de que estas prácticas sean extensiones, ampliaciones de la puesta en práctica del proyecto
y no reformulaciones del orden social. Entendemos que
el crecimiento del poblado dentro de los mismos ejes de
ordenamiento estaría en el orden de lo complementario,
es decir, de la adición sin transformación. Recordemos
las expectativas del crecimiento del plan, repitiendo las
pautas de organización: familias mononucleares como
unidades sociales y productivas discretas y similares. En
cambio, el acontecimiento remite al sentido excedentario
respecto de los significados posibles, altera la esencia de
la situación previa modificando las condiciones de producción (Lewkowicz 1999). En este sentido, lo “nuevo”
puede o bien no ser útil, o producir una reorganización
que modifique las condiciones materiales en que se dan
los procesos de resignificación.
Consideramos que los espacios no proyectados
están dando lugar a sentidos sociales que desde el plan
de poblamiento no fueron planificados ni permitidos.
Se alteró la composición de la población, sus formas de
interacción, la intervención de la Corona en ellas; en definitiva, se abrieron otros espacios de proyección a futuro
del poblado. Estos espacios conforman una esfera que se
desprende del funcionamiento del poblado. Como tal,
generan un margen alternativo para las prácticas y decisiones cotidianas.
Es importante aclarar que el carácter de acontecimiento no implica que sean formas nunca antes utilizadas,
probablemente sean prácticas comunes. Lo importante es
remarcar que estas prácticas son alternativas solo en relación a los ejes de ordenamiento social. En este sentido,
en nuestro análisis no reificamos las prácticas sociales, no
implican cambio en sí mismas sino en sus procesos de
significación. Es en el contexto de sus condiciones materiales de producción que pueden pensarse como transfor-
maciones del orden social. Son las series lo que permiten
circunscribir el lugar de aparición del acontecimiento
(Goldman 1989). “(…) es a nivel de la materialidad que
cobra siempre efecto el acontecimiento, y como ese efecto
tiene su sitio, y consiste en la relación, la coexistencia, la
dispersión, la intersección, la acumulación, la selección
de elementos materiales; se produce como efecto de y en
una dispersión material” (Foucault 1980:47).
Para finalizar, nos interesa señalar que en este trabajo
buscamos por medio de la integración de las prácticas
narrativas y materiales, articular el orden colonial con
prácticas alternativas que de hecho, fueron omitidas por
él. Entendemos que es necesario abordar ambos niveles
para indagar en la estructuración social de la Colonia.
La historia de Floridablanca no es solo la historia oficial
del proyecto colonial; desde las diversas miradas leemos
distintas historias.
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a la Dra. Mónica Zoppi-Fontana.
Este trabajo es resultado de un Seminario de Doctorado
dictado por ella. También a Silvana Buscaglia, Horacio
Paradela y Graciela Bianchi que me ayudaron a pensarlo,
escribirlo y reescribirlo. De todas maneras, lo escrito aquí
es de mi exclusiva responsabilidad.
FUENTES DOCUMENTALES
Archivo General de la Nación (AGN). Sección Colonia. División Gobierno. Sala IX. Legajos 16-3-5 al 12;
16-4-1 y 16-5-10; Sala XIII. Legajo 34-10-5 y 6.
Archivo General de Indias (AGI). Buenos Aires, 358.
“Expediente promovido por los pobladores y demás
individuos que tenían sus casas en el establecimiento
de San Julián en la Costa Patagónica…”. Buenos Aires,
1784-1785.
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18
REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL
Figura 1 - Plano del espacio efectivamente construido de Floridablanca, diferenciando las estructuras oficiales de las
no proyectadas -hay dos estructuras más que quedan fuera del plano. Se referencian con números las edificaciones
construidas por la Corona: 1-Hospital; 2-Fuerte; 3-Corrales, panadería y herrería; 4- Casas de labradores; 5- Plaza
Central; 6- Casas de labradores. Las edificaciones no proyectadas figuran como “A”.
19
CUADERNOS 21
Figura 2 - Esquema de las edificaciones levantadas por los particulares en función de la información histórica. Detallamos
las referencias de quiénes fueron, a qué categoría social correspondían, cantidad de individuos en la unidad doméstica y
qué construyeron. 1) José López, carpintero, solo, una casa. 2) Manuel García, panadero poblador, casado y con una hija,
una casa. 3) Benito Pérez, labrador, casado y con un hijo, una casa. 4) Francisco Alonso, labrador, casado y con una hija,
una casa.5) Manuel Pérez, labrador, casado y convive con un agregado, una casa. 6) Don José de la Serna, presidiario,
soltero, una pulpería. 7) Destacamento de Infantería de Buenos Aires, dos cocinas. 8) Juan Lorenzo, soldado, casado
convive con su esposa, dos ranchos. 9) Don Martín Chichilla, presidiario y criado del contador, soltero, dos ranchos. 10)
Juan Antonio Aizpurúa, carpintero-presidiario, solo, una pulpería con habitación de alquiler.
20
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
SINCRETISMO MÁGICO-RELIGIOSO ENTRE LOS QOM (TOBAS)
Margot Bigot* y Héctor Vázquez**
RESUMEN
A partir de un análisis etnolingüístico, en este trabajo se cuestiona la aplicación de la dicotomía sagrado/profano
a sociedades animistas en las que estas nociones no tienen expresión lingüística y se analiza la incorporación del concepto “sagrado” en grupos qom.
PALABRAS CLAVE
Sincretismo religioso - creencias ancestrales - poder - sagrado
ABSTRACT
On the grounds of an ethnolinguistic analysis, this paper questions the use of the sacred-profane dichotomy when
analyzing animistic societies where these notions have no linguistic expression. The incorporation of the concept of
“sacred” in Qom groups is also analyzed.
KEY WORDS
Religious syncretism - ancestral beliefs - power – sacred
CREENCIAS ANCESTRALES Y RELIGIOSIDAD
En el análisis de las tradiciones culturales extraeuropeas, la “racionalidad discursiva” de occidente ha sido
muchas veces incapaz de controlar su propio etnocentrismo. Ha extrapolado, en consecuencia, conceptos
y categorías válidos para el análisis de sus sociedades a
dominios de vida cualitativamente diferentes.
Si el carácter simbólico de lo sobrenatural, lo sobrenatural mismo, son resultado de una construcción histórico-socio-cultural, la noción de lo trascendente y de
lo trascendental resulta ajena a las tradiciones culturales
animistas. En estas organizaciones sociales las representaciones mentales y las prácticas sociales orientadas
a la acción se encuentran enmarcadas por una concepción instrumentalista, indispensable para sobrellevar,
con éxito relativo, las condiciones de una muy difícil
cotidianeidad.
Como ha expresado Mircea Eliade en “Lo sagrado y
lo profano”, el hombre religioso no concibe un espacio
homogéneo, sino escindido en “sagrado” y “profano”, en
el que lo sagrado está vinculado al cielo (lo trascendente),
por lo tanto la adjudicación de la noción de sagrado –ya
compleja y problemática dentro del cristianismo (J. A.
Vázquez 1985)– a sociedades animistas que, dominadas
por lo mágico, han elaborado una noción extrahumana
* CIUNR - Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, [email protected]
** CIUNR-CONICET- Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, [email protected]
y aun extranatural de poder, pero que sin embargo no
poseen términos para designar lo sagrado, parece consecuencia directa de la proyección acrítica de la dicotomía
sagrado / profano.
Desde una perspectiva lingüística el uso de la palabra “sagrado” –cuya denotación conceptual más general
es “perteneciente a, o manifestación de la divinidad”– en
relación a sociedades animistas para las que el cosmos está
saturado de poderes, no resulta adecuada, ya que en tanto
signo lingüístico “sagrado” no tendría el mismo valor que
el que tiene en contextos en los que se opone a “profano”.
Según E. Miller (1979) los términos tobas referidos al
poder establecen una vinculación entre los chamanes, sus
espíritus compañeros, la organización social y el universo
fenoménico. El mapa cosmográfico toba construye tres niveles y cinco estratos, cada uno de estos estratos está asociado
con figuras dotadas de poder. En el nivel I, primer estrato,
cielos piguem, habitados por seres celestes (sol, luna, constelaciones de estrellas); segundo estrato l’oc /l’at (atmósfera,
nubes y vientos). En el nivel II, alhual’ec (seres terrenales),
tercer estrato lauat na’alhua, faz de la tierra (humanos,
animales, y no’ouet, ser poderoso terrenal), cuarto estrato,
pa’aguiñi na alhua, interior de la tierra (víboras, sapos,
seres poderosos mitad hombres, mitad animales). Nivel III,
ne’etaxaalec (seres acuáticos), quinto estrato, ne’etaxat,
agua (caimanes, combinaciones de animales marinos y de
formas de vida de otros niveles superiores).
Es nuestra impresión que la cosmovisión ancestral
qom (toba) se articulaba mediante una organización
jerárquica de “poderes” cuyo equilibrio aseguraba el
21
CUADERNOS 21
mantenimiento de un sistema ecológico que involucraba
a hombres, animales, vegetales, y fenómenos atmosféricos, que podríamos definir como un sistema de cratofanías (κρατoς “poder", φαινειν “mostrar”) más que de
hierofanías (manifestaciones de lo sagrado).
La ambivalencia bien/mal referida a los integrantes de
este sistema tiene, sobre todo, una función ecológica respecto de él. El orden normativo derivado de esta cosmovisión parece definirse en términos mágicos (antes que
religiosos) estableciendo patrones de comportamiento
social ligados al chamanismo. La oposición sagrado /profano no parece propia del sistema de creencias toba, sino
más bien producto de la conquista y colonización.
El mapa cosmográfico toba ha sido profundamente
alterado por el proceso de colonización. La introducción
del cristianismo, especialmente bajo sus manifestaciones
pentecostales ha reorganizado –en planos cualitativos
muy diferenciados– la cosmovisión toba.
Como lo sostiene E. Miller (1987) a los poderes ligados al chamanismo (curar o matar) y al de la brujería
(matar) debe agregarse el poder de curar de los curanderos, adoptado durante el período colonial, y el de los
pastores (líderes religiosos) de más reciente aceptación.
Las migraciones de los aborígenes tobas desde distintas zonas del Chaco hacia las grandes ciudades se
1
acrecentaron en las últimas décadas . Resistencia, Rosario, Buenos Aires y La Plata son las ciudades que han
recibido un mayor número de migrantes tobas. La crisis
de las economías regionales y las persistentes inundaciones contribuyeron a acrecentar las migraciones, de
este modo se han constituido diferentes campos de
interacción socio-étnica. El estudio de dichos campos
demanda el análisis de las sistematizaciones simbólicas de los grupos indígenas subalternos, de los modos,
niveles, y grados de penetración de los sistemas de ideas
dominantes de las sociedades regionales/nacionales,
de los matices diferenciales de los conflictos existentes
entre las parcialidades étnicas subalternas y los segmentos de la sociedad regional con los que interactúan, y de
las estrategias de resistencia étnica que desarrollan los
grupos indígenas tobas (G. Rodríguez 1988, M. Bigot, G.
Rodríguez, H. Vázquez 1992).
Las familias tobas asentadas en diversos barrios periféricos de las grandes ciudades continúan vinculadas, de
diferentes modos, a las distintas localidades de origen. Si
1
Los indígenas tobas argentinos, emparentados lingüística y
culturalmente con los tobas bolivianos y paraguayos, constituyen una de las variantes de las culturas cazadoras-recolectoras
del gran chaco. Su hábitat original se extendía desde el norte
de la provincia de Santa Fe (Argentina) hasta el Paraguay, y
desde los ríos Paraná y Paraguay hasta la precordillera.
el antiguo líder toba asumía funciones políticas y chamánicas, los profundos cambios introducidos, afectan
tanto la concepción de poder como la de los liderazgos. Actualmente una de las modalidades de liderazgo
se encuentra estrechamente ligada a un prestigio cuyo
carisma se conecta al conocimiento del sentido de las
palabras bíblicas y al de los mitos y leyendas ancestrales
que son reinterpretados de formas diversas por la memoria colectiva de los diferentes grupos, según su particular
experiencia histórico-socio-cultural (M. Bigot, G. Rodríguez, H. Vázquez 1995). Es posible encontrar, dentro del
mismo asentamiento, diferencias notables en el dominio
de las representaciones simbólicas entre los distintos grupos de familias que los conforman. Los migrantes rurales,
provenientes del monte chaqueño poseen un simbolismo
mágico– religioso sustentado sobre lo ancestral. Algunos
seres poderosos como n’owet –señor de la superficie terrestre– se yuxtaponen con personajes cristianos. En algunos
casos el Espíritu Santo se asimila a n’owet. Entre los que
han migrado de barrios periféricos de otras ciudades, los
seres y símbolos ancestrales tienden a desdibujarse.
Los procesos de sincretismo de lo simbólico en sus
distintos dominios, incluido el simbolismo mágicoreligioso tienen particularidades específicas y tienden a
la diversidad. No obstante el cristianismo, predominantemente bajo sus manifestaciones pentecostalistas, se ha
hecho hegemónico. Aun entre los tobas el pentecostalismo adopta el aspecto de lo que Max Weber denominó
“religión profética de salvación”.
En nuestros días es, de un modo general, válida la
afirmación que, desde esta perspectiva los tobas reinterpretan la noción de “poder” y asumen el concepto de lo
“sagrado”.
EXPRESIONES LINGÜÍSTICAS DEL CONCEPTO “SAGRADO”
Los grupos qom (toba) con los que hemos traba2
jado , que mayoritariamente adhieren al cristianismo
evangélico, han internalizado el concepto de lo sagrado
con peculiaridades derivadas de interferencias entre las
nociones de “poder” y de “sagrado” inherentes respectivamente a la “visión mítica ancestral” y a la “visión religiosa
pentecostal”, en sus diversas variantes.
La flexibilidad con que se interpretan los textos bíblicos
en el culto pentecostal es uno de los factores que favorece
el encabalgamiento y la coexistencia de rasgos de ambas
visiones del mundo, constitutivos del actual sincretismo.
2
22
Se ha trabajado con informantes que residen en los asentamientos de la periferia de la ciudad de Rosario (Villa Banana,
Empalme Graneros, Los Pumitas); y en la provincia del
Chaco, Barrio Toba de Resistencia, Barrio Cacique Pelayo de
Fontana, Miraflores.
SINCRETISMO MÁGICO-RELIGIOSO ENTRE LOS QOM (TOBAS)
Paralelamente a los cambios operados en la experiencia histórico-socio-cultural, la lengua qom se ha ido adaptado a las nuevas necesidades de expresión mediante la
incorporación de préstamos del español o bien mediante
procedimientos intralingüísticos (innovaciones léxicas y
extensión semántica) (M. Bigot 1993 -1996).
Aunque en la dinámica del proceso de sincretismo
mágico-religioso coexisten oscilaciones y hasta contradicciones en la conceptualización de los referentes, la tendencia recurrente liga lo “sagrado” al mantenimiento de
la salud, del bienestar, la salvación.
3
El lexema verbal saqajetapek cuyo significado literal es “no se puede reiteradamente” recubre la noción
toba de “sagrado”. Esta palabra es traducida al español
por los informantes de las siguientes formas: “sagrado”,
“no se puede transgredir”, “se debe respetar, obedecer,
cuidar”.
Otras palabras traducidas al español por “sagrado”,
aunque de menor frecuencia de uso son: qajwe’elek cuyo
significado es “se protege”, “se ejerce protección sobre” y
saqaj’aaanapek con el significado “no se juega”.
Las palabras saqajwe’elek “no se lo protege o defiende”
y saqajpi’ja “no se le tiene confianza o fe” extienden su
significado a lo “no-sagrado”, categoría que involucra la
intencionalidad maléfica.
•
•
•
PROYECCIONES ACTUALES DEL CONCEPTO “SAGRADO”
Desde la actual perspectiva sincretista, los indígenas
tobas proyectan su peculiar concepto de lo sagrado hacia
diversos ámbitos de la cultura ancestral: seres sobrenaturales y humanos, animales, vegetales y objetos. Exponemos algunos ejemplos relevantes por su recurrencia en
los grupos con los que hemos trabajado.
ÁMBITO DE LOS SERES SOBRENATURALES
• abjaalek: personaje del monte con figuración
humana. Otorga poder a ciertas personas para ver a
distancia y predecir acontecimientos futuros. También confiere poder a algunos chamanes.
• alwalae': son dos personajes del interior de la tierra.
Aparecen en forma humana con medio cuerpo fuera
de la tierra. Se pueden transformar en seres invisibles,
de esta manera logran una gran movilidad que les
permite informar al chamán lo que ocurre en lugares
distantes, transmitir mensajes de familiares alejados o
3
•
La transcripción fonológica es la siguiente: oclusivas /p/, /t/,
/k/, /q/, /’/; fricativas sordas /s/, //, /x/, /h/; fricativas sonoras
//, //, //; africada /t/; nasales /m/, /n/, //; laterales /l/, //;
vibrante /r/; semivocales /w/, /j/; vocales: anterior cerrada /i/;
anterior abierta /e/; posterior cerrada /o/; posterior abierta
/a/. Préstamo del español /b/.
23
difuntos. Actualmente también se los invoca para que
ayuden en trámites burocráticos.
n’owet: de gran importancia para el contexto de la
cacería, ejerce su dominio sobre la superficie terrestre,
tiene contacto con los protectores –padres y madres–
de las especies animales. Concede poder a los chamanes. Adquiere diversas figuraciones: espíritu invisible,
forma humana o animal. Transfigurado en tigre, con
el nombre saltaro se constituye en protector de esa
especie. No es posible matarlo con armas blancas o de
fuego ya que aunque el cazador logre despedazarlo los
restos se unen nuevamente.
Con el nombre welan lta’a (padre del welan) dirige el
rito de tránsito de los chamanes.
Sus poderes para el bien y el mal son fuente de actuales controversias, algunos lo consideran “demonio”
mientras que para otros converge con el Espíritu
Santo o con Jesucristo.
De esta manera la expresión n’owet con un significado
en el que los semas se reducen a “ser+poder” deja
de ser un nombre propio que denota directamente
un referente, para designar tanto a n’owet (contexto
mítico qom) como a Jesucristo, al Espíritu Santo, al
Demonio (contexto cristiano) y aun el concepto
mismo de poder, ej: “tiene n’owet”.
qarta’a: “nuestro padre” donde /qar/ proposesor de
primera persona del plural y /ta’a/ padre, designa al
dios cristiano, que también recibe los siguientes nombres: ñi dios (préstamo del español); enawaqna “dueño
de todo” ; imatalekna “apoderado de todo”.
Acerca del significado de las dos últimas palabras es
posible que se haya producido un desplazamiento
semántico si se considera la existencia de un alto dios
entre los antiguos qom. E. Cordeu expresa: “....si bien el
tema del alto dios fue conocido en otras épocas, independientemente de las influencias cristianas, en ningún
caso jugó en la vida religiosa un papel parangonable a
las entidades animalísticas...” (E. Cordeu, 1969: 118).
Y E. Miller (1979) expone la forma imata’a na (dueño
o soberano de todo) personaje del cual dice que varios
informantes afirmaron que era objeto de plegarias
para los antiguos tobas.
qomoonalo: gran serpiente que habita bajo tierra y
aparece en el cielo en forma de arco iris. Castiga con
lluvias, tornados y terremotos las transgresiones a
las reglas de cacería. Especialmente las prohibiciones
referidas al puerperio y menstruación, durante estos
períodos las mujeres deben observar ciertas reglas
alimentarias y no alejarse de sus viviendas. Dichas
prohibiciones afectan también a los hombres que
habitan la casa quienes deben suspender, durante esos
períodos, la cacería.
CUADERNOS 21
ÁMBITO HUMANO
• ‘enaanaajk: burlador de hechizos, persona con capacidad para anular el efecto de un hechizo realizado
por un brujo. Esta tarea qaj’in significa literalmente
“se burla” (raíz /’in ∼ 'en/ "burla") Se destaca que el
brujo konnaanaajk no es considerado sagrado por
utilizar su poder con fines exclusivamente maléficos.
• nanojkenajk: especie de mago con poder dependiente
de abjaalek (señor del monte) para hacer aparecer,
desaparecer y transformar objetos.
• ojkjaajk: persona con poder emanado de n’owet
(señor de la superficie terrestre) o abjaalek para ver a
distancia o en el interior de algo, y predecir acontecimientos futuros.
• pjoonaq: shamán, con poder (napiiik) conferido
por n’owet, por los padres y madres de los animales u
otros seres sobrenaturales que actúan como espíritu
compañero (najawa) y le trasmiten un canto propio
(lalak) para realizar las curaciones (npate). El shamán además sopla (ipete’elek) y chupa (napiolek)
para extraer el objeto (lajnaanaat) que, a manera
de proyectil, causa la enfermedad. Estos objetos pueden ser pequeños gusanos, trozos de vidrio, astillas de
carandá o palo santo. Una vez fuera del cuerpo (l’ek)
estos objetos aumentan el poder del shamán, y pueden
ser introducidos, como dadores de poder, en futuros
shamanes. También en el culto pentecostal se realizan
oraciones y cantos para hacer salir al “demonio” del
cuerpo del enfermo, en los que se repite l’ek qawen
(afuera mal).
• qowaawenajk: pastor o misionero que tiene poder,
otorgado por el Espíritu Santo, para curar mediante
oraciones.
Destacamos que el curandero tannaanaajk, que
utiliza prácticas curativas criollas, así como los médicos
“blancos” no son considerados sagrados por no tener
“poder” para saber quién hizo el daño, ni para curar
invariablemente.
ÁMBITO ANIMAL
Lo sagrado animalístico está ligado al plexo chamánico. Los “padres y madres” de los animales, a los que se
relacionan prácticas chamánicas, protegen sus respectivas
especies castigando la depredación y regulando la cacería
a fin de asegurar su perdurabilidad. Algunos animales proporcionan preciados recursos alimentarios y terapéuticos.
También en la confección de amuletos se utilizan partes de
ciertos animales. Estos usos están estrictamente normalizados e incluso los desechos animales son objeto de cuidados
especiales, se los debe enterrar o arrojar al agua.
• walikjaaj late'e : “madre del carpincho”. Cuando las
persecuciones son excesivas traslada los carpinchos a
otro lugar, y castiga la matanza indiscriminada con
enfermedades y muerte de los cazadores.
• maik lta'a: “padre del avestruz”. Se trata de un ejemplar de mayor tamaño, si el cazador hace un disparo y
el animal no cae se considera un indicio para dejar de
perseguirlo, si no lo hace y logra matarlo el “padre del
avestruz” lo hace enfermar y morir.
• njaq late’e: “madre del pez”. Es una suerte de sirena,
tiene cuerpo de mujer en la parte superior y cola de
pez. Su función es la de regular la pesca.
Las enfermedades producidas por los protectores
de los animales pueden ser “curadas” con prácticas
chamánicas.
La terapia basada en elementos animales tiene vigencia aún entre los indígenas de los asentamientos urbanos,
quienes se procuran estos “remedios” en sus lugares de
origen. Por ejemplo la grasa de carpincho walikjaaj lteta
sirve para parar hemorragias de boca y nariz. La “grasa
de avestruz” maik lteta se utiliza para frotar el cuerpo
por su efecto antitérmico. La carne de carancho kaaai
lapat se hace secar y se come un trozo como antídoto para
las picaduras de serpiente.
Algunos animales como el mono carayá woim o la
liebre lerma no deben ser molestados. Las mujeres embarazadas no pueden mirar los ojos de la liebre, si lo hacen
sus hijos nacen con defectos. También algunas aves son
consideradas “sagradas” por ser capaces de transmitir
mensajes a los shamanes.
Actualmente, tanto en zonas rurales como urbanas, la
“grasa de tigre” kioq lteta es una sustancia protectora
que se utiliza con cuidados extremos y autorización del
chamán ante graves amenazas para el grupo.
ÁMBITO VEGETAL
El carácter “sagrado” de los vegetales deviene de su
valor alimentario, terapéutico y protector enlazado con
lo mítico. De la misma manera que los animales, los vegetales no deben ser depredados. Algunos ejemplos:
• mapik (prosopis alba) “algarrobo” tiene un lugar relevante en la mitología “qom” por ser el único árbol que
quedó luego del “gran incendio” que asoló la tierra. La
maduración de sus frutos amap, que constituían uno
de los principales alimentos de los antiguos “qom”,
marcaba el comienzo del año.
• torolkik (eschinus molle) “molle” se utiliza para curar
afecciones de garganta y bronquios en forma de infusión
(con las hojas quemadas) o mascando las hojas verdes.
• rabjoo'nole (drostenia brasiliensis) “higuerilla” sirve
para confeccionar un amuleto en forma de collar que
tiene por fin proteger de enfermedades a los niños
menores de un año. Antes de cortar las hojas la madre
o la abuela del niño debe dirigir una plegaria a la
24
SINCRETISMO MÁGICO-RELIGIOSO ENTRE LOS QOM (TOBAS)
planta para lograr que el amuleto sea eficaz. (M. Bigot
y H. Vázquez 1993, M. Bigot 2004).
CONCLUSIÓN
Si la producción de las representaciones simbólicas
(mitos, leyendas, etc.) expresa el esfuerzo de los miembros
de una colectividad para preservar su existencia física y
social (C. Meillassoux 1979) entonces, sus diferentes
modos de expresión deben ligarse a las transformaciones
histórico-socio-culturales. En este sentido, la “memoria”
asumida por la tradición oral se muestra como una transfiguración del pasado desde el presente etno-histórico.
De modo que la “tradición” resulta de un proceso de
reelaboración del pasado operado a través de complejas mediaciones: relaciones de dominio/sometimiento,
migraciones, procesos de aculturación, sincretismos religiosos, interferencias lingüístico-culturales, etc. que producen profundas modificaciones en la estructura social y
en la visión del mundo de un grupo o parcialidad étnica.
Es en este contexto que el concepto “sagrado” adquiere
sus significaciones actuales entre los qom (tobas).
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25
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
ESQUINA DE HUAJRA (TUM 10, DPTO. TUMBAYA, JUJUY) Y EL POBLAMIENTO PREHISPÁNICO
TARDÍO EN EL SUR DE LA QUEBRADA DE HUMAHUACA
María Beatriz Cremonte, Sebastián Matías Peralta* y Agustina Scaro**
RESUMEN
En este trabajo se presentan los avances de investigación realizados hasta el momento en el asentamiento Esquina
de Huajra. Debido a la abundancia y variedad de las cerámicas Humahuaca con rasgos típicamente incaicos y de vajilla
no local, así como los objetos en metal, en hueso y los artefactos líticos que integran los contextos arqueológicos recuperados, planteamos hipótesis e interrogantes sobre la funcionalidad de este asentamiento cronológicamente ubicado
entre la Fase Humahuaca Inca y la Humahuaca Colonial.
PALABRAS CLAVE
Noroeste de Argentina - Quebrada de Humahuaca – Esquina de Huajra – contextos Humahuaca Inca
ABSTRACT
In this paper research advances obtained at the moment in Esquina de Huajra archaeological settlement are presented. Due the abundance and variety of Humahuaca vessels with typically Inca style attributes, the non local pottery, the
metallic and bone objects, and the lithic artefacts which conform the archaeological contexts dated within Humahuaca
Inca and Humahuaca Colonial Phases, hypotheses and questions about Esquina de Huajra functionality are stated.
KEY WORDS
Northwestern Argentina - Quebrada de Humahuaca – Esquina de Huajra – Humahuaca Inca contexts.
Esquina de Huajra (Tum 10) es un eslabón sumamente importante en la cadena de sucesos que han conformado la historia ocupacional prehispánica del sur
de la Quebrada de Humahuaca. Su importancia radica
en las razones de su emplazamiento como respuesta a
estrategias de control generadas durante el Incario, en la
abundancia y variedad de la cultura material recuperada,
y en la posibilidad de contar con datos bioarqueológicos
y de prácticas mortuorias. Esquina de Huajra es un asentamiento Humahuaca Inca que no ha sido emplazado
sobre ocupaciones preexistentes. Las dataciones cronométricas calibradas se encuadran en las de los contextos
del Periodo Inca fechados en distintos sitios de la región
(Nielsen 2001: 217 tabla 6) y aunque algunas podrían
quedar incluidas en el Periodo Hispano-Indígena o
Fase Humahuaca Colonial, no hemos registrado hasta el
momento ningún elemento español.
En estas páginas comentaremos los resultados que se
están obteniendo del análisis de los contextos excavados
en Tum 10 a partir de las tareas de rescate realizadas a
fines del año 2001, debido al impacto producido al ensan∗ CONICET (IDGYM-UNJu) - FHyCS (UNJU), cremonte@
idgym.unju.edu.ar, [email protected]
∗∗Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (UNJu), teye29@
hotmail.com
char la Ruta Nº 9 como un tramo del “Paso Vial Ruta de
Jama” (Garay de Fumagalli et al. 2002).
Las excavaciones permitieron recuperar un registro
arqueológico de características relevantes para el sector sur
de la Quebrada de Humahuaca que está siendo estudiado
por un equipo de especialistas. En este trabajo si bien se pone
énfasis en la alfarería (más de seis mil fragmentos, algunas
vasijas enteras y parcialmente fragmentadas) comentaremos
los resultados obtenidos de los diversos análisis llevados a
cabo. En este sentido Angiorama (CONICET-UNT) ha realizado el estudio composicional de once artefactos metálicos
mediante MEB-EDS en la CNEA; Mengoni Goñalons y sus
colaboradores están llevando a cabo el análisis arqueofaunístico (CONICET-UBA); Chaparro (CONICET- UNCPBA)
realizó la clasificación tecno-tipológica de cien elementos
líticos (instrumentos, núcleos, desechos y adornos) y Gheggi (ICA-UBA) realizó la clasificación e identificación de los
restos óseos humanos procedentes de los cuatro enterratorios excavados que se comentan en este trabajo.
CARACTERIZACIÓN DE ESQUINA DE HUAJRA (TUM 10)
El asentamiento arqueológico Esquina de Huajra se
encuentra en el departamento de Tumbaya, en los faldeos
medios e inferiores de un cerro ubicado en la curva de
Huajra, a 1.990 msnm, 23° 53,3’ 65” lat S y 65° 26,91’16”
long O. Esquina de Huajra quedó emplazado entre el pueblo
27
CUADERNOS 21
actual de Tumbaya (dos kilómetros hacia el sur) y el Pukara
de Volcán (cinco kilómetros hacia el norte) frente a la entrada
de la quebrada de Huajra, uno de los accesos directos más
importantes hacia los valles orientales (figura 1 a.).
Las observaciones en el terreno y el relevamiento
planialtimétrico de Tum 10 (figura 1b), mostraron la
existencia de arquitectura en piedra pero poco visible en
superficie. El emplazamiento en pendiente de las construcciones y el acarreo y depositación de los sedimentos
a lo largo de aquella cubrieron las estructuras, lo que
favoreció la preservación del sitio debido a su baja perceptibilidad arqueológica, desalentando la realización de
excavaciones o huaqueos intensivos pero también por otro
lado, esto dificulta conocer la superficie total construida
así como su configuración espacial. No obstante estimamos un área edificada aproximada de ocho mil metros
cuadrados, a la que debe sumarse algunas construcciones
aisladas registradas hacia el norte, en los niveles inferiores
de la ladera, muy disturbadas por derrumbes y por una
densa vegetación de churquis.
En el sector sur del sitio las construcciones visibles son muy escasas (un recinto rectangular pequeño
[huaqueado], tramos de las paredes de otros probables
recintos así como de muros de contención). En el sector
central solo registramos tramos de muros, mientras que
el sector norte sería el más densamente ocupado. Este
asentamiento se extiende desde la base hasta la cima del
cerro, alcanzando una altura de ochenta y cinco metros
desde el fondo del valle del río Grande y las estructuras se
adecuan a la topografía del terreno.
Los muros de Esquina de Huajra tienen un espesor
que varía entre 0,50 y 0,90 m. Son muros dobles conformados por bloques de cuarcitas y filitas de formas y
tamaños variados, con sus caras externas naturalmente
aplanadas y en algunos casos canteadas. Los bloques
fueron fijados con barro y guijarros pequeños. Todos
los recintos de vivienda así como dos de las tumbas
excavadas, son de planta rectangular con ángulos rectos
bien marcados. En su mayoría, los muros de Tum 10 se
escalonan a lo largo de la pendiente marcando las curvas
de nivel en superficies horizontalizadas, es decir que el
espacio ocupado fue intencionalmente aterrazado.
Podemos caracterizar a Esquina de Huajra como una
instalación Humahuaca Inca ubicada cronológicamente
entre la Fase Inca y los inicios de la Humahuaca Colonial
(Nielsen 1997: 114 y 115) tal como hasta ahora lo indican
los fechados obtenidos (ver tabla 1).
CONTEXTOS EXCAVADOS
Durante los veinte días otorgados para efectuar los
trabajos de rescate arqueológico, se realizaron excavaciones en el faldeo inferior del sector norte de Tum 10, ya que
sería el más afectado por los trabajos de ampliación de la
Ruta Nº 9. Se excavaron doscientos diez metros cuadrados a lo largo de tres niveles aterrazados artificialmente
que se escalonan en este sector de la ladera y que hemos
denominado Terraza 1, Terraza 2 y Terraza 3, desde la
inferior a la superior (figura 2).
Contexto doméstico de la Terraza 1
En la Terraza 1 (inferior) se descubrieron las paredes externas de una probable vivienda; su altura desde
el piso de ocupación era de dos metros promedio. Estas
paredes cierran en ángulo recto y sobre la que da hacia el
sur, se descubrió un pequeño vano rectangular de 0,45 x
0,40 x 0,30 m. Este vano o “ventanita” presenta a ambos
lados dos bloques sub-cuadrangulares sobre los que
apoya una laja plana como dintel. El gran muro externo
de diez metros de largo fue construido con bloques no
uniformes, varios de ellos y especialmente los que están
por debajo de la “ventanita” son grandes y rectangulares,
alineados verticalmente.
La superficie excavada correspondería a un sector
del patio de una probable unidad doméstica. Varios de
los artefactos y ecofactos diseminados sobre la superficie de ocupación indicarían algunas de las actividades
realizadas. En la Cuadrícula 25 Se encontró un fogón,
delimitado por cinco bloques de caras planas y puestos de canto que encierran un espacio irregular de
aproximadamente 0,40 m de diámetro. De su interior
se extrajeron escasas lentes de carbón y algo de ceniza
con algunos fragmentos cerámicos y óseos de camélidos. Fragmentos de cuerpos de vasijas cerámicas de
diferentes tipos y tamaños se descubrieron alrededor de
esta estructura. Un metro hacia el sur se encontró una
pecana de aproximadamente 0,40 m de ancho por 1 m
de largo, la mano se halló a medio metro de distancia.
Una piedra plana de 0,36 m x 0,20 m de ancho máximo
con rastros de pigmento rojo estaba sobre el piso (a dos
metros del instrumento de molienda), junto a una gran
concentración de fragmentos cerámicos. Del piso de
esta Terraza se obtuvo la muestra de carbón sobre la que
se realizó el fechado Beta 193319 (340 ± 50 años AP).
El carbón fue recuperado de una pequeña estructura de
combustión no delimitada por bloques pero asociada a
pequeños morteros, a una olla ordinaria con pie (fragmentada) y a dos cuellos de aribaloides, uno rosado
pulido de pasta fina y otro grande ordinario (figura 3).
De este piso también se recuperó abundante cerámica
y huesos animales (mamíferos y aves), así como una
espátula fragmentada y una aguja (ambos de hueso). El
único objeto de metal corresponde a un cincel de bronce
estañífero (Angiorama 2004) procedente de la limpieza
del muro en el sector que cierra en ángulo recto.
28
ESQUINA DE HUAJRA
Figura 1 - Sitio Esquina de Huajra (Tum 10). a) Localización en el sector sur de la Quebrada de Humahuaca;
b) Relevamiento planialtimétrico del sitio y vista ampliada del sector excavado.
Tabla1 - Dataciones cronométricas de Esquina de Huajra (Tum10) calibradas con el programa
Oxcal (Ramsey 2007); se utilizó la curva del hemisferio Sur.
PROCEDENCIA
14
C AÑOS AP
CAL. 1 DC
CAL. 2 DC
MUESTRA
MATERIAL
Terraza 1 piso
340 ± 50
1502-1645
1455-1796
BETA 193319
carbón
Tumba 1
550 ± 40
1401-1446
1338-1463
UGA 16.200
óseo humano
Tumba 2
450 ± 50
1437-1616
1419-1627
6X 32577
óseo humano
Tumba 3
280 ± 50
1514-1799
1496-1952
BETA 206919
carbón
Tumba 3
320 ± 50
1502-1661
1460-1799
6X 32576
óseo humano
Figura 2 - Vista del área excavada en el sitio Esquina de Huajra, correspondiente a los niveles aterrazados:
Terraza I, Terraza II y Terraza III
29
CUADERNOS 21
En el conjunto cerámico están claramente representadas las formas incaicas más típicas de las provincias del
imperio (Bray 2003: 109): ollas de cocina con pie, platitos,
platos y cántaros vinculados al consumo de chicha (aríbalos). Las vasijas decoradas muestran la combinación del
estilo Humahuaca pintadas en Negro sobre Rojo con la
incorporación de motivos o formas incaicas. En la cuadricula 24, correspondiente al sector de la esquina del muro
y del pequeño vano, se encontró un vasito hilandero con
huellas en su base interna, dejadas por la presión del huso.
El vasito es Ordinario rojizo y el tortero fue realizado a
partir de un fragmento de vasija con reticulado en Negro
sobre Rojo, allí también se encontró un platito Marrón
Alisado muy pequeño (63 mm de diámetro, 40 mm de
altura). De la cuadrícula 25 se ensambló parte de una
vasija Ordinaria del tipo vaso o “balde” de 520 mm de
diámetro máximo y 350 mm de altura. Las cerámicas
comentadas están asociadas a otras de manufactura no
local procedentes de las tierras altas, tales como fragmentos de pucos o escudillas Yavi/Chicha, un fragmento Inca
Pacajes (procedente de los niveles de relleno), sectores de
vasijas restringidas Casabindo Pintado o Queta Policromo
(Albeck 2001, Albeck y Ruiz 2003) y de Pucos Bruñidos
(Cremonte y Solís 1998; Cremonte et al. 2006).
Los treinta y dos elementos líticos recuperados
corresponden a doce instrumentos (tres puntas de proyectil), dieciocho desechos de talla y dos núcleos. En su
casi totalidad fueron confeccionados en obsidiana, otros
muy escasos en arenisca silicificada. (Chaparro 2004). Las
Puntas de Proyectil son triangulares, apedunculadas de
base cóncava y de tamaños pequeños. Dos de ellas son de
obsidiana y la otra es de arenisca silicificada rosada, todas
se encontraron fracturadas. La casi totalidad de los desechos de talla y los dos núcleos son también de obsidiana;
estos núcleos estarían indicando que en la Terraza 1 se
llevaron a cabo tareas de reducción para la obtención de
formas base (Chaparro y Ávalos 2005).
Los resultados preliminares aportados por los restos
arqueofaunísticos del piso de la Terraza 1 analizados por
Mengoni Goñalons son muy interesantes. Se recuperaron cuatrocientos veintisiete restos óseos de los cuales el
65% que pudo ser identificado corresponde fundamentalmente a camélidos y a algunos cérvidos (Hipocamelus
antisensis - taruca). De los camélidos están presentes sobre
todo las partes medias y distales de las patas y las costillas;
mientras que de los cérvidos los huesos del cráneo y de los
miembros. Por su tamaño, el 68% de los huesos de camélido entran en la categoría de guanacos y llamas, los otros
en los de vicuñas. Surge también como dato relevante la
presencia de individuos que caerían dentro del tamaño de
llamas grandes, es decir “cargueras”. Otros restos corresponden a aves. No son abundantes pero muestran una
gama variada de sus partes anatómicas, indicando que
pudieron formar parte de la dieta o ser utilizadas para
la obtención de plumas (pudo identificarse un cráneo
de pato). También se identificaron roedores (ratones de
campo) pero estos ingresaron al registro arqueológico
por procesos tafonómicos (Mengoni Goñalons 2005a).
Probable área de circulación en la Terraza 2
En la Terraza 2 (media) solo se registraron algunos
muros de contención, este sector habría funcionado
como un espacio de circulación interna de unos cuatro
metros de ancho. Su excavación no permitió identificar
un claro piso de ocupación, y de los niveles de relleno se
recuperó abundante cerámica (correspondiente a vasijas
muy fragmentadas), material lítico y restos faunísticos
probablemente de camélidos que hasta el momento no
han sido analizados.
El conjunto cerámico está integrado por mil cuatrocientos cincuenta y cuatro fragmentos clasificados, en su
mayoría Ordinarios (818 = 56,26%) correspondientes
a cuerpos de ollas y de vasijas tipo jarrón medianas y
grandes (de cuellos evertidos y contorno inflexionado).
Algunos fragmentos Angosto Chico Inciso (15 = 1,03%)
pertenecieron al menos a dos ollas medianas con incisiones arrastradas horizontales en sus cuellos y a otra ollita
con incisiones pequeñas y circulares de tipo “punteado”
y se recuperó un solo fragmento con decoración corrugada. Por otro lado catorce fragmentos muy Micáceos
pertenecieron al cuerpo de unas cinco vasijas pequeñas
de formas no determinables.
Se recuperaron fragmentos de vasijas con engobe rojo
y morado, de superficies alisadas y sin motivos pintados
(82 = 5,64%), treinta y tres de estos fragmentos presentan
engobe rojo muy poco adherido a las paredes. Las formas
corresponden a vasijas cerradas, pucos y cuencos. Los
fragmentos de pucos con Interior Negro Pulido y de probables platos, pucos y escudillas pulidos lisos con paredes
grises, negras, marrones, rosadas y moradas están bien
representados en la muestra (114 = 7,84%).
En cuanto a las vasijas abiertas y cerradas decoradas en
Negro sobre Rojo (373 = 25,65%), setenta y tres fragmentos muestran una de las superficies pulida (en su mayoría
es la superficie interna de escudillas). Los motivos más
frecuentes son las bandas horizontales o verticales reticuladas en red. También son comunes las espirales o círculos concéntricos de trazos finos y medios en la superficie
interna de escudillas y los semicírculos concéntricos en
los bordes internos de vasijas cerradas; siguen en abundancia los triángulos y banderines negros, siendo escasos
los motivos en “damero” y de bandas cruzadas.
Como ejemplos de vasijas no locales, se recuperaron
once fragmentos de probables escudillas Yavi/Chicha
30
ESQUINA DE HUAJRA
Figura 3 - Cerámica de la Terraza I: olla ordinaria con pie, plato rojo pulido, fragmento de plato Inca Pakajes,
vasija ordinaria tipo balde, tortero decorado en negro/rojo y cuello de aribaloide ordinario grande
Figura 4 - Planta correspondiente al piso de ocupación del área excavada en Terraza III (Tum 10, Esquina de Huajra)
31
CUADERNOS 21
(rosadas lisas o con diseños en negro desleído sobre ante).
Así como fragmentos de seis Pucos Bruñidos (rojos y castaños, uno gris externo y rojo interno, y otro morado con
línea negra en el labio).
El conjunto lítico está integrado por once instrumentos, un núcleo y treinta y tres desechos de talla, todos ellos
en obsidiana. Los instrumentos corresponden a artefactos
y fragmentos de artefactos no diferenciados, con excepción de una punta de proyectil pequeña y triangular,
apedunculada de base cóncava. Se encuentra fracturada y
presenta retoque bifacial extendido (Chaparro 2004). En
esta Terraza no se encontraron morteros ni otros elementos de molienda.
Uso del espacio en la Terraza 3
En la Terraza 3 (la más alta) se ubicaron áreas residenciales y enterratorios (figura 4 en página anterior). Los
cuatro enterratorios excavados muestran variaciones en
las técnicas constructivas, en las modalidades de inhumación y en los ajuares fúnebres.
La Tumba 1 (figura 5a) es de planta cuadrangular
(1,10 m x 0,55 m). Las paredes (0,30 m de espesor) son
dobles y los bloques fueron unidos con barro batido y
pequeños guijarros. Una de estas paredes (la ubicada hacia
el oeste) era parte de un muro de contención, con refuerzo
en banqueta. De este enterratorio secundario se exhumaron veinticuatro elementos óseos correspondientes a cinco
individuos: dos hombres adultos de aproximadamente
1,60 m de estatura viva, dos mujeres adultas de 1,52 m a
1,54 m de estatura viva y un perinato de treinta y ocho/
cuarenta semanas de gestación (Gheggi 2005: 49-54).
El ajuar fúnebre estaba compuesto por un vasito
Ordinario gris y por fragmentos también ordinarios de
una o dos vasijas, un pequeño terrón de pigmento rojo
(hematita), una placa aplanada y alisada de esquisto, una
punta de hueso confeccionada a partir de un metapodio
de camélido y un tubo también de hueso con incisiones
lineales que pudo ser utilizado para inhalar alucinógenos.
La Tumba 1 está ubicada seis metros al sur del conjunto
formado por las Tumbas 2, 3 y 4, las cuales están muy
próximas entre sí. Su distanciamiento y la “pobreza”
del ajuar (teniendo en cuenta el número de individuos
inhumados) así como la presencia de la punta de hueso
(que podría ser considerada un artefacto diagnóstico del
período Hispano-Indígena), nos hizo suponer que se trataría de un contexto mortuorio más tardío. Sin embargo,
el fechado de 550 ± 0 años AP (UGA 16.200) es, paradójicamente, el más temprano obtenido hasta ahora,
ubicándonos en una época incaica plena. Sin embargo,
debe tenerse en cuenta que este fechado corresponde al
del húmero derecho de uno de los adultos femeninos, y
que estamos ante un enterratorio secundario (tipo osa-
rio) representado por muy pocos elementos esqueletales.
No sabemos si todos los individuos inhumados en esta
tumba fueron contemporáneos, podría ser que se re-ubicaran restos de diferentes generaciones, quizás pertenecientes a una misma familia. Hipótesis que solo podrían
testearse fechando a los otros individuos de la Tumba 1 y
realizando análisis de ADN.
El segundo enterratorio, Tumba 2 apareció en el interior de un recinto rectangular de 2,50 m x 1,50 m con
una entrada de 0,40 m de ancho (figura 5b). El recinto es
sumamente particular, ya que no se trata de una habitación donde se haya efectuado un enterratorio por debajo
del piso, como es lo usual en los sitios de la región. Parece
ser una estructura previamente construida y luego reutilizada para tal fin. El enterratorio se halló entre los 0,25 m a
0,45 m por debajo del nivel actual del terreno, por encima
se determinó un estrato estéril y otro de relleno.
Los muros del recinto son dobles (0,25 m a 0,30 m
de espesor), rellenos con guijarros pequeños y medianos.
Las caras externas e internas de los bloques se encuentran
aplanadas naturalmente o a veces canteadas. En el interior
de la estructura se realizó el entierro secundario de siete
individuos representados por 34 elementos óseos totalmente desarticulados. Un adulto masculino de veintiocho
a treinta y cinco años de edad, dos adultos femeninos de
1,58 m y 1,54 m de estatura viva aproximada (la mandíbula probablemente de uno de ellos correspondería a una
mujer de unos sesenta años) y cuatro subadultos de tres,
cinco, seis y diez años de edad aproximada al momento
de morir. (Gheggi 2004, 2005:57-59). Entre los restos se
encontró casi un centenar de cuentas de collar, ochenta
y tres de las cuales (de 0,5 mm de diámetro y 1 mm de
espesor promedio) fueron hechas en hueso como pudo
determinarse mediante MEB-EDS, mientras que otra es
de turquesa de muy buena calidad, dos trapezoidales de
roca carbonática y una muy pequeña cilíndrica de lutita
negra (Botto com. pers.). También acompañaban a los
restos óseos fragmentos de una pinza de depilar y de
un probable colgante de bronce estañífero (Angiorama
2004), pequeños panes de pigmento azul (azurita), amarillo y verde (atacamita); dos cráneos de patos criollos
(Cairina Moschata s. p.) determinados por el Dr. Tonni
(com. pers.) y una pequeña lasca de obsidiana.
Formaron parte del ajuar cerámico un platito fragmentado Humahuaca Negro sobre Rojo decorado con haces de
líneas oblicuas paralelas próximas al borde y numerosos
fragmentos de al menos catorce vasijas locales y no locales:
Ordinarias, Alisadas con engobe rojo y morado, un puco
con Interior Negro Pulido, fragmentos negros y castaños
pulidos, un fragmento Casabindo Pintado, tres fragmentos de diferentes formas abiertas pequeñas Chicha/Yavi
lisas, un fragmento marrón micáceo y nueve fragmentos
32
ESQUINA DE HUAJRA
Figura 5 - Fotos de las tumbas excavadas en la Terraza III (Tum 10, Esquina de Huajra):
a) Tumba 1; b) Tumba 2; c) Tumba 3
33
CUADERNOS 21
Humahuaca y Humahuaca Inca decorados en Negro sobre
Rojo, con motivos de líneas finas, líneas medias paralelas y
bandas reticuladas de línea media en red.
La Tumba 3 es de planta semicircular (1,25 m de largo
x 0,70 m de ancho) y estaba adosada al muro de un recinto
(figura 5c). Las paredes eran simples, formadas por una
hilera de lajas puestas de canto y fijadas con barro batido.
Esta estructura alojaba el entierro de una mujer de unos 40
años y de aproximadamente 1,56 m de estatura; junto a sus
restos se encontró polvo compactado de color naranja. El
ajuar estaba integrado por un platito negro pulido entero
(123 mm de diámetro y 20 mm de altura), algunos huesos
de camélido y treinta y ocho fragmentos: Ordinarios, Alisados con engobe morado, grises, castaños y rojos pulidos;
un fragmento Yavi/Chicha del cuello de una vasija pequeña
restringida, otro Casabindo Pintado y seis Humahuaca y
Humahuaca Inca decorados con bandas reticuladas, espirales concéntricas de líneas finas y banderines negros. Por
lo menos unas seis vasijas cerámicas habrían integrado el
ajuar fúnebre de esta mujer, pero también dos topos metal,
uno de ellos confeccionado con una aleación de plata y
cobre. Según Angiorama este adorno quizás provenga de
otra región, ya que los objetos realizados con esta aleación
son muy escasos en el NOA (Angiorama 2003).
La Tumba 4 corresponde a un entierro primario en
urna, ubicado por debajo del piso de un recinto doméstico (figura 6a). En el interior de la urna se hallaron los
restos de un niño de siete años de edad al momento de
morir y de un perinato de treinta y ocho/cuarenta semanas de gestación. Se utilizó como urna una vasija grande
Marrón Alisada sin cuello (430 mm de diámetro máximo,
570 mm de altura y 280 mm de diámetro de abertura). El
cuello habría sido extraído para facilitar la ubicación de
los niños y del ajuar en su interior. Este último compuesto
por dos cinceles y fragmentos de una pinza de depilar,
todos ellos de bronce estañífero; dos aribaloides Rosados
Pulidos Lisos, uno entero y el otro fragmentado y con
carbón en su interior (donde probablemente se quemó
alguna ofrenda) de dimensiones similares (150 mm de
diámetro máximo aproximado, 200 mm de altura: aproximada); dos platos Humahuaca Inca (134 mm de diámetro máximo, 40 mm de altura) y una vasija incompleta
decorada en Negro sobre Rojo con banderines verticales
(figura 6b). Además, fragmentos Ordinarios, Alisados con
engobe rojo y morado, fragmentos de una olla Angosto
Chico Inciso, Morados pulidos y un Marrón Micáceo. Por
lo menos ocho vasijas cerámicas integraban este ajuar.
Entre las Tumbas 2; 3 y 4 y al nivel del piso (figura 6
a), se encontró un cuchillo de bronce estañífero, una
pieza de cobre nativo de forma no identificable, cinco
fragmentos de mineral de cobre y abundante cerámica
en sectores más o menos concentrados. Estas cerámicas
son de los mismos tipos encontrados en las Terrazas 1
y 2 y corresponden fundamentalmente a vasijas Ordinarias grandes, probablemente de almacenaje, algunas
rojas lisas pulidas, otras Casabindo Pintado, Humahuaca Inca, y platos decorados en negro sobre rojo. El
material lítico recuperado en este sector de la Terraza
3 está representado por doce desechos de talla, quince
instrumentos y tres probables adornos. Entre los instrumentos encontramos dos artefactos de formatización
sumaria, una punta entre muescas, un artefacto compuesto, un lito modificado, fragmentos de artefactos no
diferenciados y una punta de proyectil triangular, apedunculada de base cóncava. Esta última es de arenisca
silicificada rosada, está entera y es pequeña.
Los probables adornos mencionados corresponden a
dos fragmentos de mica con un orificio central cada uno,
el primero de forma subcuadrangular (34 mm x 30 mm
x 1 mm) y el segundo rectangular (35 mm x 19 mm x 5
mm). A partir del análisis del material lítico, Chaparro
(2004) nota una leve diferenciación entre las actividades
que se habrían realizado en la Terraza 1 (reducción de
núcleos para formas base) respecto de la Terraza 3, infiriendo para esta última la práctica de actividades destinadas a la formatización de instrumentos.
La abundancia de cerámica encontrada y los datos
aportados por los estudios líticos, estarían indicando la
existencia de una superficie de ocupación doméstica en
el nivel aterrazado superior excavado y donde al mismo
tiempo o posteriormente se habrían efectuado los enterratorios. Lamentablemente no se detectaron estructuras
que permitieran identificar unidades de habitación. Tampoco se localizaron muros delimitando el espacio ocupado por los enterratorios, a modo de cementerio, aunque
estos últimos pudieron desaparecer ya que este sector del
sitio (sobre la barranca noreste del cerro) actualmente se
encuentra completamente derrumbado.
DISCUSIÓN
Esquina de Huajra y el Pukara de Volcán sobre el eje
del río Grande, así como los enclaves productivos y de
frontera en las Yungas orientales como los del sistema AP1
(Garay de Fumagalli 2003a) y El Cucho de Ocloyas (Garay
de Fumagalli 2003b, Cremonte et al. 2005), habrían llevado a cabo la política económica incaica establecida para
esta zona meridional de la Quebarada de Humahuaca. De
todos ellos, Esquina de Huajra parece haber sido el asentamiento de mayor jerarquía y, por su ubicación estratégica (frente al camino hacia los territorios orientales),
pudo tener un rol importante en el control de la mano
de obra aportada por la población del Pukara de Volcán,
en la explotación y distribución de los bienes procedentes de las Yungas y quizás también en la estructuración y
34
ESQUINA DE HUAJRA
sostenimiento de la frontera oriental (Cremonte 2005).
Las particularidades que presenta Esquina de Huajra y los
resultados que estamos obteniendo de su investigación
están contribuyendo significativamente a la comprensión
del rol y la relevancia que habría tenido el sector sur de la
Quebrada de Humahuaca y sus zonas orientales a partir
del período Inca, a la vez que surgen nuevos interrogantes
como los que comentaremos a continuación.
En primer lugar debemos referirnos a la cuestión cronológica. Los tres fechados obtenidos hasta el momento
reflejan un lapso de ocupación desde el 550 ± 50 años AP
al 280 ± 50 años AP y las calibraciones de estas dataciones
cubren un rango aproximado desde la segunda mitad del
siglo XV hasta mediados del siglo XVII. Por esta razón y
hasta la llegada de otros nuevos fechados, tentativamente
ubicamos a Esquina de Huajra en un momento entre las
Fases Humahuaca Inca y Humahuaca Colonial connotándolo culturalmente como un sitio incaico tardío. Esquina
de Huajra pudo estar funcionando plenamente en los finales del siglo XVI lo que nos ubica en lo que tradicionalmente consideramos Hispano-Indígena, sin embargo aquí
no hay evidencias materiales de contacto con el español. Su
cultura material reflejaría entonces la continuación de un
modo de vida establecido bajo la administración incaica,
sin alteraciones notorias, y la vigencia de las redes de interacción preexistentes. Situación que no debería llamar la
atención si tenemos en cuenta que las primeras encomiendas y haciendas españolas se instalaron efectivamente en
la Quebrada de Humahuaca tardíamente, debido a que
durante sesenta años se resistió duramente a la conquista
Figura 6 - a) foto de la Tumba 4 y material cerámico de piso (Terraza 3);
b) foto del ajuar funerario de la Tumba 4 (Terraza 3)
35
CUADERNOS 21
española (Sánchez y Sica 1990, Sánchez 1996). Es por eso
que el Período Hispano-Indígena, por lo menos en la quebrada de Humahuaca, además de ser prácticamente desconocido, debe ser redefinido como una etapa de contacto
más o menos directo con el español.
Una segunda cuestión tiene que ver con las prácticas
mortuorias. Los entierros de Esquina de Huajra no están
en cámaras sepulcrales cilíndricas de piedra con tapa de
laja como las del Pukara de Volcán (Gatto 1946, Suetta
1969) o Ciénaga Grande (Salas 1945), ni tampoco son
como los del cementerio de La Falda, del tipo pozo con
cámara lateral y ajuares que muestran el arribo de elementos europeos (Mendonça et al. 1997). Además, no hay un
patrón uniforme de enterratorios en Esquina de Huajra,
probablemente porque corresponden a distintos momentos. La mayoría de los entierros excavados son secundarios, dos de ellos de tipo osario en estructuras de planta
cuadrangular y uno dentro de un recinto aparentemente
re-utilizado; otro es también secundario pero en una
estructura casi circular y el último, directo dentro de una
vasija. No se mantiene el patrón de inhumar por debajo
del piso de habitaciones y tampoco parecen formar parte
de un cementerio. También los ajuares son variados y aún
queda mucho por indagar para comprender el significado
simbólico de muchos de sus elementos, como por ejemplo
los pigmentos de colores, especialmente el azul (turquesa
molida) y los cráneos de patos de la Tumba 2.
Un tercer tema está referido al consumo de carne y
por ende al manejo de la producción ganadera. En cuanto
a la edad de muerte y a la utilidad económica de las partes anatómicas presentes, Mengoni Goñalons y su equipo
han podido determinar que el sacrificio de los animales
para su consumo se concentró primordialmente en individuos jóvenes y adultos-jóvenes, es decir que se contaba
con un excedente de individuos en edad reproductiva del
que se podía disponer para consumo de productos primarios (carne, grasa y médula).
El consumo se habría centrado en las partes que
poseen solo carne, solo médula y con poca carne. La
mayoría de las partes habrían entrado como carne fresca y
solo unas pocas en forma de carne seca (charqui). Pero en
casi todos los casos fueron individuos jóvenes o adultos
jóvenes, aun en los silvestres como cérvidos y probables
vicuñas. Por otro lado, debido al escasísimo número de
huesos quemados, Mengoni Goñalons infiere el consumo
mediante hervido, la manera más eficaz de aprovechar el
rendimiento de las partes anatómicas presentes.
Por último, los análisis de la cerámica también están
aportando datos valiosos. En Esquina de Huajra la vajilla cerámica es más abundante y variada que en el gran
poblado cercano Pukara de Volcán. En Volcán, el Basurero
Tum1B2 (cal. 1.540 dc), está próximo a un gran montí-
culo artificial y a un espacio público o plaza. La cerámica
es muy parecida a la de Esquina de Huajra aunque está
ausente el Casabindo Pintado y casi no hay cerámica
Chicha/Yavi y tampoco ollas con pie, pero sí comparten
los Pucos Bruñidos, la cerámica con motivos Inca Paya,
y los tipos Humahuaca Inca pintados con trazos finos y
con superficies pulidas. El contexto cerámico incaico de
Tum1B2, si bien eminentemente local, refleja el consumo
de una vajilla preferencial a diferencia de lo que sucede
en los otros basureros excavados del sitio (Cremonte y
Solís 1998). El Basurero 2 podría estar relacionado con
ceremonias de hospitalidad o rituales llevados a cabo en
Volcán pero en las que predominarían las vasijas locales,
aunque de fina manufactura. Mientras que en Esquina
de Huajra fue más común el consumo tanto doméstico
como simbólico (mortuorio) de vasijas con formas típicamente incaicas (aríbalos, platitos, ollas con pie) y de
manufactura no local.
Los estudios petrográficos de las pastas cerámicas de
Esquina de Huajra que estamos realizando muestran una
gran variedad de tipos. Además de la variación interna
en vasijas locales Humahuaca y Humahuaca Inca (con
abundancia de filitas y pizarras de la Formación Puncoviscana), otro conjunto presenta vulcanitas, remitiéndonos a
ambientes con predominio de rocas volcánicas, diferente al
de la Quebrada de Humahuaca. Es así que registramos traquitas en los fragmentos Inca Pacajes, dacitas en los pucos
bruñidos y en una vasijita con motivo Inca Paya, y la pasta
de la olla ordinaria con pie tiene riolitas, andesitas e ignimbritas, estas últimas muy comunes en la puna jujeña y salteña. Es decir que en Esquina de Huajra, a diferencia del
vecino Pukara de Volcán, durante el Incaico y sus postrimerías fue importante el consumo de vasija no locales, preferentemente provenientes de las Tierras Altas, a lo que se
agrega una presencia mucho mayor de vasijas Yavi/Chicha
y Casabindo Pintado con inclusiones blancas en sus pastas,
similares a las anteriores. Sin embargo, esto no significa que
los contactos se hubieran restringido a ciertos grupos de las
Tierras Altas, ya que la presencia de vasijas Angosto Chico
Inciso, Corrugadas, algunas Ordinarias y Marrones Alisadas, presentan abundante granito o inclusiones de basalto
porfírico y tiesto molido, componentes registrados en sitios
de las yungas orientales como El Cucho de Ocloyas y en los
valles meridionales como Tacanas en el río Capillas.
Desde el Pukara de Volcán, Esquina de Huajra, La
Silleta (sitio emplazado en la boca de la quebrada de
Huajra) y los grupos de construcciones rectangulares con
recintos circulares y cuadrangulares internos (ubicados
en las inmediaciones del Pukara de Volcán), se habría
ejecutado la política de control y explotación económica
generada por el incario, en un proceso que aún debe ser
conocido en su amplitud, complejidad y duración. Las
36
ESQUINA DE HUAJRA
características particulares de Esquina de Huajra permiten plantear como hipótesis de trabajo su papel protagónico en el proceso aludido y su utilidad para comprender
las modalidades de la ocupación prehispánica muy tardía
no solo en el contexto de la arqueología del sur de la Quebrada de Humahuaca sino a nivel regional.
AGRADECIMIENTOS
Al Dr. E. Tonni y al Dr. A. Cione (CONICET- Div.
Vertebrados de la FCNyM-UNLP) por la identificación
de los restos de aves. A los alumnos que colaboraron con
el registro cerámico (G. Nieva, A. Villarroel, F. Castellanos
y M. Arjona) así como a los demás alumnos de la Carrera
de Antropología de la FHYCS-UNJU y miembros de la
Comunidad Aborigen de Tumbaya que participaron en
los trabajos de campo. Al director de campo Luis Laguna y
a la codirectora de los trabajos de rescate, Mercedes Garay
de Fumagalli. A la Secretaría de Turismo y Cultura de la
Pcia. de Jujuy por sus gestiones ante la Empresa Benito
Roggio e Hijos. Para esta investigación se contó con el
apoyo de los subsidios otorgados al PIP - CONICET 2670
y Proyecto Secter - UNJu C-122 (dirigidos por M.B. Cremonte) y PICT 04-14425 (dirigido por V. Williams).
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ISSN 0570-8346
POLÍTICAS DE LA MEMORIA:
PROCESOS DE ETNIFICACIÓN, EXPERIENCIAS Y TRADICIONES ÉTNICAS EN LA
PATAGONIA ARGENTINA
1
Carolina Crespo*
RESUMEN
En este artículo se examina la compleja articulación entre procesos de etnificación impulsados a través de las
políticas diseñadas desde las agencias multilaterales así como organismos estatales y las modalidades de organización
sociopolítica, memorias y tradicionalizaciones que en la interacción, operativizan y actualizan aquellas comunidades
indígenas sobre las que se intenta aplicar estas políticas en la localidad de Caiza, Norpatagonia Argentina.
PALABRAS CLAVES
Procesos de etnificación - Organismos Multilaterales - Comunidades Mapuches - Modalidades de organización y
tradicionalizaciones
ABSTRACT
This article examines the complex articulation between ethnifications processes drawed from the politics of multilaterals and state agencies and the ways of sociopolitical organization, memories and traditionalizations that, in the
interaction, functionalize and actualize those indigenous communities in which these policies are being applied at
Caiza, Norpatagonia Argentina.
KEY WORDS
Ethnification Process - Multilateral Agencies - Mapuche Community - Ways of organization and
traditionalizations
3
INTRODUCCIÓN
des Mapuches de la localidad de Caiza, en Norpatagonia Argentina, excede a una problemática propia adjudicada al linaje Cuyen y forma parte del sentido común de
varios pobladores locales. Asimismo, atraviesa directa o
indirectamente las políticas actuales vinculadas con la
cuestión étnica elaboradas tanto por los agentes estatales como por los organismos multilaterales, e incide
en las modalidades de configuración de las identidades
étnicas. Algunos académicos que abordaron la dimensión indígena en Patagonia han recurrido incluso a este
recurso de definir al “otro” a partir de las pérdidas y las
2
“A los ochenta y dos años [Federico] es el patriarca
de un linaje quebrado, sin memoria. […] Quizá la
única certeza del cacique sea que esos “nada” definen su
situación y la de su gente. Ya no son mapuches, perdida la
cultura ancestral. Tampoco son huincas, refractados por
una sociedad inconfesadamente racista que sólo admite
indios en sus márgenes. Viven en un eterno presente,
despojados de historia y de futuro.”
Revista Nueva2, 1993.
1
La apelación a una falta de memoria de las comunida-
3
* CONICET- INAPL - UBA, [email protected]
1
2
Por razones de ética profesional, los nombres de las personas, comunidades mapuches, ciudades y provincias que serán
analizados, han sido modificados o desdibujados para preservar el anonimato de los protagonistas.
Se trata de una revista distribuida en el interior del país que
acompaña todos los domingos al diario Clarín, el periódico
de mayor tirada en la Argentina.
39
Bajo el término “comunidad” no nos estamos refiriendo a
comunidades homogéneas, históricas, aisladas, basadas en
relaciones solidarias entre sus miembros. Es decir, no apelamos al sentido más romántico del término con el que usualmente suele caracterizarse desde el sentido común y ordenarse
en los últimos años desde la normativa institucional oficial, a
los pueblos originarios. A lo largo de todo el artículo utilizamos esta designación, tal como lo hace Radovich (2003),
para remitir a un espacio geográfico en el que se asienta la
población con la que se estudia, y donde se ponen en juego
diversos tipos de relaciones.
CUADERNOS 21
ausencias. A decir verdad, no se trata de una concepción
totalmente novedosa. Eric Wolf ha realizado interesantes aportes al debate en torno a la histórica definición
de los Pueblos Indígenas como “pueblos sin historia”
(1993). Sin embargo, esta invocación constante al olvido
adquiere hoy una significación peculiar a la luz de los
procesos sociohistóricos, de la actual retórica multiculturalista y del contexto social presente; y constituye uno
de los dispositivos nodales de las políticas dirigidas diferencialmente hacia los Pueblos Indígenas.
De manera que, en este artículo, se pretende examinar –al menos en forma preliminar– cómo se articulan
aquellas políticas enmarcadas en propuestas que asocian tópicos tales como “desarrollo”, “memoria étnica” y
“pobreza”, diseñadas desde y por agencias multilaterales
como el Banco Mundial –y mediadas por organismos
gubernamentales, no gubernamentales y profesionales
independientes a estos– para Pueblos Originarios, y las
modalidades de organización sociopolítica, memorias y
tradicionalizaciones que en la interacción, operativizan y
actualizan aquellas comunidades indígenas sobre las que
se intenta aplicar estas políticas. Más precisamente, me
propongo analizar un estudio de caso que permite echar
luz acerca de estos complejos fenómenos en los que se
4
imbrican procesos de etnificación impulsados desde los
sectores hegemónicos y sentidos de pertenencia étnica
configurados en una comunidad Mapuche –Peumayen–
asentada en la zona de Caiza. La finalidad que se persigue
es reflexionar en torno a algunas paradojas, mecanismos
ideológicos, tensiones y relaciones de fuerza que se ponen
en juego en estas políticas de marcación étnica. Pero también se procura demostrar, que la forma en que se reconfigura la memoria y sentidos de pertenencia étnica no
surgen como simples efectos lineales de los proyectos de
organismos multilaterales. Por el contrario, se inscriben
en un entramado más complejo en el que confluyen –y
se articulan con– experiencias históricas y cotidianas de
relaciones intraétnicas e interétnicas asimétricas de más
larga data que en el trayecto se han ido redefiniendo.
Un recorrido por las concepciones sobre las que se edifican las políticas implementadas y las estrategias de resistencia y reacomodamiento que se gestan en el campo de estas
relaciones de fuerza, servirá a los fines de este examen.
3
fican o atenúan las fronteras entre “nosotros-otros” (Spicer 1961). En los últimos años, dichas fronteras parecen
no tanto disiparse sino más bien reafirmarse. Y es que, tal
como lo sostiene Vila, “la fragmentación de la experiencia
cotidiana que caracteriza a la posmodernidad puede llevar
al reforzamiento de fronteras en lugar de invitar a cruzarlas” (2000: 101). En esta dirección, operan de hecho ciertas directrices impartidas desde los sectores de capital, así
como también desde las agencias estatales y los organismos multilaterales como por ejemplo el Banco Mundial
5
(BM) . En este sentido, una multiplicidad de discursos y
prácticas concretas emanadas desde el mismo campo de
ejercicio del poder, se nutren de una retórica que lejos de
censurar y denegar la diferencia y la dimensión étnica, la
promueven e intensifican bajo determinadas formas.
En el caso específico del Banco Mundial, se trata
de una entidad que no solo presta recursos financieros
sino que además se encarga de diseñar “políticas de base
para inversiones y desarrollo en los países tomadores de
préstamos” (Mastrángelo 2004: 3). Su plan de acción de
desarrollo rural en América Latina y el Caribe se centra
6
en la “misión” de “reducir la pobreza” . Para ello, elabora
un paradigma que toma como principios el “respeto a la
diferencia cultural”, el “desarrollo sustentable”, la conformación de “capital social”, el “empoderamiento” y la
7
“participación comunitaria” :
“los programas de desarrollo deben fomentar la inclusión
social, desarrollar capital social y respetar la diversidad cultural y las preferencias de los grupos minoritarios y étnicos,
quienes llevan sobre sus hombros una carga desproporcionada
de pobreza rural” [...] “El Banco puede recurrir al enfoque
de empoderamiento comunitario en la región, que es idóneo
para trabajar con estas comunidades” (BM 2002: XVI, 25)
A través de las políticas, los sujetos son categorizados
y configurados en determinados status y roles a la vez que
ordenados. La clasificación y definición reiterada de los
4
5
6
5
6
PROCESOS DE ETNIFICACIÓN: ORDENAMIENTO DEL MUNDO SOCIAL
DE LOS ORGANISMOS MULTILATERALES
En los procesos de dominación se establecen, intensi4
Denominamos etnificación a “las segmentaciones y rotulaciones étnicas que los [sectores hegemónicos] han ido imponiendo como resultado de relaciones asimétricas y en el marco
de sistemas de dominación” (De Jong y Rodríguez 2005:10).
7
40
Fundado en 1944, el Banco Mundial es una de las instituciones principales que rigen el sistema económico internacional
(cf. Stiglitz 2002 en Mastrángelo 2004).
Nótese el carácter polisémico e ideológico que presenta esta
frase. Puede demarcar tanto el interés por disminuir la cantidad de “pobres” como por ubicarlos en una situación menos
pauperizada –esto es, pensar en términos de cualidad de vida–
de la que actualmente se encuentran. Cualquiera sea el sentido,
“reducir la pobreza” o “aliviarla”, no implica subvertir las condiciones de existencia. Esto se actualiza en la forma misma en
que se explica la pobreza. Como lo señalan Benedetti, Morey y
Carenzo (comunicación personal), este organismo la reifica y
naturaliza al explicarla tautológicamente como consecuencia
de la desigualdad: “La elevada y creciente desigualdad ha sido
una causa fundamental de la pobreza” (BM 2002: 5)
Véase el informe del Banco Mundial 2002.
POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN
Pueblos Indígenas como “los más pobres entre los pobres”
en los documentos del Banco Mundial, y la propuesta de
alcanzar su “bienestar” por medio de un enfoque que contemple “sus fuertes tradiciones comunitarias y valores culturales”, se funda en una visión reificada y simplificada tanto
de lo indígena como de la pobreza. En sus diagnósticos, los
académicos responsables de elaborar estos documentos,
construyen a los indígenas a partir de la ausencia, esto es, la
escasez de recursos sociales y económicos –falta de educación, salud, bienes– y de la presencia y aseveración de una
diferencia radical que los conforma como una comunidad
homogénea de intereses y valores discretos –tradiciones
comunes y divergentes respecto del “nosotros”– al tiempo
que los ubica principalmente en un espacio definido como
lo es el ámbito rural. En líneas generales, combinan un
neoliberalismo económico, un liberalismo político y un
comunitarismo redefinido a la luz de su yuxtaposición con
los primeros. El ordenamiento del mundo social se sustenta
así en la imposibilidad de pensar en términos de ambivalencias y ambigüedades (Bernand 2001), de conflictos y
dominación, y de visualizar la heterogeneidad presente al
interior de un colectivo social.
Las diferencias culturales y la situación de pobreza
son encapsuladas en límites claramente estables y definidos, y descriptas como producto de factores intrínsecos
y no estructurales. Asimismo, objetivan las decisiones
adoptadas manifestando una ilusión de moralidad
mientras oscurecen su actuación y agencia en el proceso.
Las estrategias propuestas para el desarrollo se reducen
entonces al ámbito de lo local o comunitario; esto es,
a incorporar la “participación de la comunidad” en la
dirección de los proyectos en función de las prioridades
8
locales, para crear “capital social” y “empoderamiento” .
El Banco se construye, al menos en el discurso, como
el garante generoso y tutor condescendiente en “preservar” las culturas locales y fomentar su crecimiento, “sin
–retomando una idea de Žižek– echar raíces en ninguna
cultura en particular” (2005: 172).
“El fortalecimiento del capital social y las intervenciones
dirigidas que se adapten mejor a las preferencias y valores
culturales de los grupos étnicos, continuarán siendo una
línea de acción importante para el Banco” [...] “El Banco
puede sacar provecho de su pericia internacional para ayu7
8
Si bien no me detendré en esto, es interesante notar –retomando lo planteado por Hyatt (1997)– cómo la pobreza se
configura en el contexto del liberalismo avanzado y los discursos multiculturalistas del Banco Mundial asociados, no
como “problema social” sino como una nueva posibilidad
para los pobres de experimentar el empoderamiento a través
de la actualización de su autoconducción, lo que los ubica en
una posición más precaria.
dar a los gobiernos y otras partes interesadas a diseñar y
financiar redes de protección social sensibles y eficaces en
función de los costos” (BM op. Cit.: 25-26)
La inclusión de la dimensión étnica como variable
a afirmar en estas políticas presenta varias contradicciones y paradojas. Por un lado, aquella que surge de
equiparar relaciones de fuerza desiguales ente sí, como
lo es el Estado, los sectores privados y la sociedad civil
–incluidos a los Pueblos Indígenas–, en la construcción e
implementación de las políticas de desarrollo (Benedetti,
Morey y Carenzo, comunicación personal). Por otro, la
omisión del posicionamiento y rol del propio organismo
como representante de los grandes intereses del capital
transnacional y como agente configurador de la forma
legítima y dominante de clasificar el mundo social y las
acciones a seguir. Finalmente, la ausencia de los procesos
sociohistóricos y los determinantes socioeconómicos y
políticos que a nivel regional, nacional y global contribuyeron, hasta la actualidad, a la dominación, los conflictos
y al establecimiento de mecanismos de diferenciación e
identificación (Boccara 2004).
Términos y tópicos surgidos en ámbitos intelectuales
precisos o como producto de prácticas y reclamos de los
sujetos –”Pueblos Indígenas”, “participación comunitaria”,
“capital social y humano”, “empoderamiento”– que han
sido cargados con otro signo ideológico, son reapropiados
bajo formas deshistorizadas, vinculados con otros –“creación de un mercado laboral flexible y dinámico para reducir la desigualdad de ingresos”, “mayor participación del
sector privado como motor para el crecimiento”– que le
imprimen un sentido diferente en el marco de una narrativa que, con un tono impersonal, aparentemente “neutral”
y fuertemente descriptiva, se impone como marco universal. Parafraseando a Bourdieu y Wacquant (1999), operan
como términos con los cuales argumentar pero sobre los
cuales no se argumenta su genealogía. Despolitizados los
problemas sociales y vaciados de toda referencia a la dominación, legitiman y al mismo tiempo instalan las relaciones
sociales de poder imperante en el contexto actual.
Lo que sigue a continuación, pretende así profundizar sobre las relaciones entre las nociones de “memoria”,
“etnicidad” y “pobreza” propuestas por los programas
sociales financiados por el Banco Mundial, mostrando la
manera en que se concretan en un proyecto implementado en la comunidad mapuche Peumayen, de la localidad de Caiza.
POBREZA Y MEMORIA COMO PRINCIPIOS PARA UNA POLÍTICA DE
DESARROLLO
Tal como sucede en muchas zonas de nuestro país,
en el área regional donde se inserta la localidad de Caiza,
existen varios proyectos vinculados con la “promoción”
41
CUADERNOS 21
del “desarrollo local” que están siendo financiados por
distintos organismos multilaterales. Algunos de ellos se
encuentran recién en sus inicios, como por ejemplo aquellos que cuentan con subsidios provenientes del Banco
9
Interamericano de Desarrollo (BID) . Otros, en cambio,
–como el que se describirá en estas páginas–, financiados
por el Banco Mundial pero mediados por el Ministerio de
Desarrollo de la Nación y organismos no gubernamentales se iniciaron hace ya un tiempo atrás. Me refiero al
proyecto denominado “Hábitat Aborigen”, enmarcado
dentro de un programa social para la vivienda de “autoconstrucción y ayuda mutua” para Pueblos Originarios,
que fue presentado y propuesto en 2004 a la comunidad
10
Mapuche Peumayen de Caiza.
El proyecto tenía como objetivo fortalecer el “hábitat
aborigen” para el desarrollo de la cultura e identidad indígena. El “hábitat” era definido como “el espacio cultural en
el que se desarrollan las comunidades [...] compuesto por
sus viviendas como por ámbitos significativos y funcionales
11
que caracterizan su identidad como grupo social” . En este
sentido, contemplaba la autoconstrucción de tres tipos de
“obras”: viviendas familiares, equipamiento comunitario
para espacios de culto, plazas, etc., y proyectos ecológicos
o de turismo ecocultural –viviendas para alojamientos
temporarios, talleres de artesanías, desarrollo de energías
alternativas, etc.–. En todos los casos, se apelaba al principio de la solidaridad entre los involucrados, al aprendizaje
en lo constructivo y organizativo, a la participación de la
12
comunidad y a la capacitación . Esto último era considerado un eje fundamental del proyecto. A través de este se
esperaba: “optimizar la relación bioambiental de las comu8
9
10
11
9
Respecto a estos proyectos financiados por el BID en esta
región, que tienen como foco la exhibición turística de sitios
con arte rupestre, es interesante anotar las contradicciones
presentes en las políticas desarrolladas por un mismo organismo multilateral (Crespo 2006).
10 Este mismo proyecto fue presentado también en otra comunidad mapuche que reside en Caiza. Las relaciones que se
entablaron con esta comunidad siguieron un curso diferente
y el proyecto está actualmente en ejecución. Si bien no me
detendré en analizar el devenir del programa en ella, sugiero
a modo de hipótesis, que el accionar diferencial transitado
por ambas comunidades obedece a las dispares condiciones
sociohistóricas y presentes de relacionamiento intraétnico e
interétnico que a nivel local y nacional las han mantenido.
11 Extraído del Proyecto “Hábitat Aborigen”. Coordinación de
programas sociales para la vivienda. Autoconstrucción y Ayuda
Mutua, Ministerio de Desarrollo Social, Secretaría de Políticas
Sociales, Dirección nacional de Fortalecimiento Social.
12 Este término ha sido muy criticado por algunas organizaciones políticas Mapuches pues sugiere como contrapartida la
idea de una incapacidad de los sujetos. De ahí que se prefiera
el uso del término “formación” antes que “capacitación”.
nidades, capacitar y brindar asistencia técnica a los equipos
locales, incorporar el uso de tecnologías autóctonas y dejar
instaladas capacidades en las Comunidades Aborígenes que
permitieran la resolución de objetivos comunitarios”. Para
ello se incorporaba un equipo técnico local –una asistente
social y un profesional de la construcción– que “capacitara, controlara y siguiera el proceso de trabajo”.
En el caso de Caiza, se eligió como modalidad la construcción de viviendas familiares. El programa estaba focalizado en la elaboración de cinco residencias destinadas
a aquellos que la comunidad indígena considerara más
13
“vulnerables” o “de mayor riesgo social” . El relevamiento
realizado en la comunidad de Peumayen documentaba la
existencia –hasta esa fecha– de treinta y dos familias, de las
cuales dieciséis vivían en condiciones de hacinamiento y
ninguna tenía servicio de agua potable, ni cloacas, ni baño
14
en el interior de su vivienda . De esas dieciséis familias, se
eligieron solo cinco beneficiarios en función de la cantidad
de personas que alojaban y el grado de deterioro que presentaban las paredes y techo de sus hogares.
Por otro lado, en la medida en que desde el programa
se concebía a las viviendas como producto sociocultural
que transmite y expresa formas de vida de la comunidad,
el proyecto ponía especial cuidado –en sintonía con las
políticas formuladas por el Banco Mundial– en respetar
el uso de tecnología y materiales autóctonos, el entorno
ambiental de la zona y las pautas culturales y modos de
construcción “típicos” de la comunidad. La memoria y la
tradición indígena debían cumplir así un rol esencial en el
diseño de estos hogares. En este sentido, en tanto se trataba
de una casa para Mapuches, el equipo técnico de Nación
“recuperaba” como base para el diseño de la casa la ubicación de la ruca Mapuche hacia el este y la confección de un
hogar en el centro. Esto es, seleccionaba y recurría a aquello considerado como arquetípico del pueblo Mapuche y a
una memoria prístina ubicada en un tiempo anterior. Asimismo, recortaba también otras “tradiciones” consideradas
indígenas vinculadas con pautas organizativas comunitarias, centradas en la solidaridad y apoyo mutuo, y modalidades de comportamiento basadas en el respeto ecológico.
Todas estas tradiciones eran estipuladas como preceptos
y prácticas propias de la identidad Mapuche pero contra12
13
13 En
el texto del proyecto se incluía diez viviendas pero solo
cinco serían construidas en Peumayen. El criterio para definir
estas nociones de “vulnerabilidad” y “riesgo” debía ser consensuado con las comunidades.
14 Extraído de la descripción del proyecto elaborado por la
asistente social que acompañó a la Comunidad en el proceso.
Dicho proyecto, se diferencia de aquel que había enviado el
Ministerio de Desarrollo. Consistía en la elaboración de un
diagnóstico acerca de la situación en la que se encontraba la
comunidad beneficiaria de las viviendas.
42
POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN
dictoriamente, a su vez, se designaban en el texto como
patrones sobre los cuales se los debía capacitar. Es decir,
como en toda política, en esta se codificaban las normas
sociales, valores y principios bajo los cuales debía organizarse la comunidad y se establecían de manera implícita o
explícita, los modelos de sociedad autorizados.
A decir verdad, se trata de un fenómeno complejo que
no se reduce simplemente a imponer condiciones desde
afuera sino que incide en la forma en que los sujetos se
construyen a sí mismos, las normas de comportamiento
que deben seguir y las relaciones sociales que entablan,
combinando una sujeción externa con una subjetivización
interna (Shore y Wright 1997). De ahí que la propuesta
se sostuviera edificada sobre “prácticas comunitarias
preexistentes” pero a la vez formulara como objetivo
fundamental “instalar capacidades en las Comunidades
Aborígenes para resolver objetivos comunitarios”. Al
determinar de antemano y de manera homogénea aquello
que se distingue como parte de su tradición y convenir la
necesidad de su aprendizaje, el programa ponía de relieve
antiguos prejuicios centrados en la clasificación de los
Pueblos Indígenas a partir de sus “carencias”, “ausencias”
o “pobrezas de la memoria” y habilitaba determinadas
maneras de “ser”, “estar” y “actuar o accionar”.
Los condicionamientos de la propuesta y las interacciones que de ahí en más se gestaron, representaron
para la comunidad de Peumayen un punto de inflexión
que impregnó fuertemente su memoria. Activó selectivamente ciertos patrones de comportamiento y de relaciones, al tiempo que se puso en debate no solo el presente
y el futuro de la comunidad sino el pasado y las pautas
concebidas como tradicionales por el grupo, reelaborando sentidos de pertenencia e identificación étnica.
Numerosos autores han señalado ya la importancia de la
selección del pasado para construir hegemonía (Hobsbawn 1989, Foster 1991, Brow 2002, entre otros) pero
también, para desafiar o reproducir el orden hegemónico cuando se lo hace desde y por sectores subalternos
(Williams 1997, Briones 1994). Mientras en la ejecución
del programa se ponía de manifiesto los límites que en
las propuestas hegemónicas dirigidas hacia los sectores
subalternos suele tener el concepto de “participación” –y
en este caso también de “memoria indígena”– y los subsecuentes alcances que le otorgan al de “capacitación”; la
comunidad Peumayen activa su memoria y redefine sus
relaciones “internas” y con algunos agentes “externos”,
especialmente respecto a las agencias estatales, desde un
lugar que, en parte se asemeja, pero también se distancia
y contrapone al formulado por estos organismos. Estos
procesos de constitución y reconstitución de la memoria
social actualizados de distintas maneras por parte de la
comunidad, nos lleva a indagar acerca de las condicio-
nes sociales de producción del pasado y las experiencias
15
transmitidas o vividas .
14
LA COMUNIDAD PEUMAYEN Y EL PROGRAMA DE VIVIENDAS
Asentada desde principios del siglo XX –luego de
las campañas militares realizadas en la Patagonia–, la
comunidad Peumayen se ubica aproximadamente a diez
kilómetros del centro de Caiza, sobre el faldeo oeste del
cerro Colorado. Muchos de sus miembros recuerdan que
sus abuelos, procedentes del otro lado de la Cordillera de
los Andes, se afincan allí buscando un espacio tranquilo
donde poder criar a sus animales y vivir de las tareas
rurales. Más que una frontera entre naciones que dividía espacios escindidos –Argentina y Chile–, la cordillera
funcionó durante años como un espacio de tránsito además de una zona de refugio.
Hoy, la mayor parte de la comunidad tiene empleos
temporarios o estables en otras estancias, en el ámbito
de la construcción o, en menor medida, como empleadas domésticas. Algunos crían animales o tienen pequeñas plantaciones para autoconsumo. En general, suelen
aprovechar estacionalmente la recolección de frutos silvestres para la venta, extraen la madera del bosque que se
encuentra en su interior y pocas familias logran vender
sus producciones que son siempre en pequeña escala.
Finalmente, algunos tienen pensiones y otros pocos
16
cuentan con planes sociales .
La discriminación, desigualdad y estigmatización que
ha operado en la interacción con los Mapuches en Patagonia desde fines de siglo XIX, su subordinación en las relaciones de clase, la imputación de una identidad nacional
extranjera y los dispositivos de nacionalización establecidos desde la primera mitad del siglo XX en la zona, han
incidido en las formas variables en las que los miembros
de esta comunidad se han comportado, así como en las
modalidades que reviste su autoreconocimiento y definición de sí mismos. Esto es, sus normas de adscripción e
identificación étnica han estado condicionadas por estas
relaciones asimétricas interétnicas e intraétnicas más que
por rasgos culturales primordiales (Bari 2004).
A diferencia de otras comunidades Mapuches de la
localidad que se encuentran territorialmente dispersas, la
comunidad Peumayen reside en un mismo espacio geo15
15 Coincido con la definición que Briones (1994) propone res-
pecto de la “tradición” como una construcción social, históricamente constituida y “reinventada” desde un presente
local y posicionado.
16 Estos datos fueron extraídos del relevamiento realizado por
la asistente social que participó del proyecto “Hábitat Aborigen” en la comunidad de Peumayen y de mi propio trabajo de
campo.
43
CUADERNOS 21
gráfico y posee el título comunitario de la tierra que ancestralmente ocupa. Esta situación, además de su apellido y
el hecho de pertenecer a un mismo linaje, los clasificó
indiscutiblemente para el afuera como “la” comunidad
Mapuche de la localidad. Pero la falta de conocimiento
17
de la lengua y de ciertas prácticas culturales visibles y
arquetípicas concebidas como marcadoras de esta identidad atribuida, los ubicó a la par en un espacio de cierta
ambigüedad e imprecisión étnica.
Ahora bien, frente a las modalidades impuestas en el
diseño de las viviendas, varios miembros de la comunidad
se resistieron en aquel entonces a ejecutarlas de la manera
exigida y reclamaron desempeñar un rol más activo de
participación en el proyecto.
“Porque no es que no se le dé importancia [a lo cultural]
pero, digamos, la cuestión por ahí, no sé, cultural, es algo
nuestro 18, digamos, no es una... no va a ser un caballito de
batalla para... Hoy [...] la cuestión cultural, o sea, no interesa que el gobierno sepa si hablamos o no la lengua o si...
¿para qué queremos ese espacio? O sea, la cuestión cultural
se realiza en ese espacio digamos, pero es una de las actividades más que hacen a la forma de vida que uno lleva, ¿no?
[...] esto de la vivienda que medio querían hacer tenía que
ver con eso. Quizás había bibliografía que hacía referencia
a esas cosas y bueno, y el rescate y que sé yo (sonríe irónicamente) [...] pero lo importante, o sea, lo que planteábamos
era que en el diseño de la casa la gente participe” (Miembro
B del Consejo de Peumayen, marzo 2006).
La reacción fue considerada por los agentes estatales
como parte de estas pérdidas de memoria indígena que
ya circulaban desde hacía mucho tiempo en la localidad y
los posicionaba continuamente en una situación de liminaridad. Me refiero a aquellos “nada”, “ni mapuches ... ni
huincas “ –tal como reza el artículo de la revista “Nueva”,
transcripto aquí a modo de epígrafe– que, en el sentido
común y desde diversos ámbitos, los describían:
“si vos hablás con la gente de este programa de Nación,
dice que –o por lo menos en ese momento lo que plantearon
algunos es que– no tenían nada, que habían perdido todos
los valores de la comunidad, o sea, de la cultura mapuche”
(Asistente Social de Caiza que acompañó el proyecto,
marzo 2006).
Sin embargo, los olvidos que se le adjudicaban a la
comunidad Peumayen coincidían, paradójicamente, con
un momento en que esta estaba recreando sentidos de
pertenencia colectivos y reflexionando acerca de sus rela16
17
17 Hay
un miembro de la comunidad que habla la lengua, pero
en los relatos circulantes de la zona no es tenido en cuenta por
no haber nacido en esta.
18 El énfasis dado por el entrevistado se destaca con letras en
“redonda”.
ciones presentes, pasadas y futuras. Esto es, la comunidad
comenzaba a reorganizarse sociopolíticamente, conformando en su interior un Consejo, que puso en debate la
memoria del grupo.
EL CONSEJO DE PEUMAYEN
En efecto, el Consejo se constituye en septiembre de
2004, luego de la primera reunión en la que una ONG
presenta a la comunidad el programa de autoconstrucción de viviendas. El Consejo se conforma con un representante masculino de cada uno de los seis hermanos
–hoy fallecidos– que desde principios de siglo XX, ocupó
y administró el espacio territorial que actualmente les
19
pertenece . A través de esta forma de organización, gran
parte de la comunidad pone freno a algunas directivas
establecidas desde el programa. Si bien no se opone a
la propuesta, deja asentado que las decisiones sobre el
diseño de la construcción de las casas, a quiénes y por qué
realizarlas y el equipo técnico implicado serían tomadas
por la comunidad. Pero más allá de esto, fija de ahí en
adelante que cualquier iniciativa debe ser previamente
consultada y consensuada por el Consejo.
“Cuando se armó el Consejo se llamó a toda la comunidad. A toda la comunidad. ¿Cómo nace este Consejo?
Viene un subsidio, un proyecto de un subsidio para viviendas. Entonces yo digo: ‘No. Acá lo que la comunidad necesita es armar un Consejo’. No necesitábamos la vivienda.
Necesitábamos organizarnos como comunidad. Entonces,
de esas reuniones nació el Consejo. Para nosotros era primero organizar y después lo que pueda venir de ayuda
[...] Hay un conflicto, primero el Consejo y después las
instituciones” (Miembro D de la comunidad Peumayen,
marzo 2006)
La comunidad Peumayen adolece del reconocimiento
del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (I.N.A.I.) y
tampoco se interesó hasta la fecha en obtenerlo. Al carecer de la personería jurídica otorgada por el I.N.A.I., la
20
ONG debía administrar los fondos provenientes de
18
19
19 A
decir verdad, se trataba de siete hermanos pero todavía
no se ha elegido quien representará al último. La elección de
cada uno de los miembros se realizó por medio de una votación al interior de cada familia y dentro de dicho Consejo se
eligió como uno de los integrantes a quien venía ejerciendo
el liderazgo interno. Queda pendiente para futuros trabajos
reflexionar acerca de la exclusividad del género masculino en
la elección de su conformación.
20 Durante el neoliberalismo, los organismos no gubernamentales se multiplican y llevan adelante las políticas que otrora formaban parte de la intervención del Estado. En este sentido, un
eje interesante para examinar, es la diversidad de agentes con
intereses heterogéneos involucrados en estas políticas sociales
financiadas por el Banco Mundial y las implicancias que esto
44
POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN
Nación y ser mediadora entre el gobierno nacional y la
comunidad. La ONG que presenta la propuesta estaba
recién en proceso de conformación y pertenecía a un partido político opositor al del Municipio. El partido oficial
ha tenido una fuerte injerencia en la comunidad. Posiblemente, la propuesta de las viviendas traída por esta ONG
tuviera –entre otras cosas– un propósito partidario.
Sin embargo, no fueron razones partidarias las que
impulsaron la conformación del Consejo, aunque sí
generaron una serie de conflictos con distintos agentes
que, con intereses contrapuestos, comienzan a intervenir
en el proyecto. Me refiero principalmente al Municipio,
que comienza a inmiscuirse en el proceso. Pero también
ciertas tensiones internas que surgieron como producto
de la intención de instalar una modalidad organizativa
colectiva que difiere de la forma de liderazgo unipersonal
vigente. La intervención del Consejo comienza a trascender el caso puntual de las viviendas y a atravesar todas
las relaciones e instituciones con las que la comunidad
interactúa: el Municipio, la Fundación, el Servicio Forestal Andino, etc.
“Fuimos a hablar con el Intendente un día ocho personas y le dijimos: ‘Ustedes como Estado van a tener que
tener un vínculo con nosotros por una cuestión lógica, pero
de la tranquera para adentro, nosotros queremos resolver
nosotros’ [...] Y de a poco, o sea, de a poco. Yo estoy contento
porque se dio un giro importante, viste” (Miembro B del
Consejo de Peumayen, marzo 2006)
El evento se recuerda con cierto orgullo por parte de
algunos miembros del Consejo, que suelen reiterarlo en
algunas entrevistas como una marca de “re-nacimiento”
de la comunidad como tal. La política neoliberal contribuyó a modificar muchas formas de vida y de la organización interna de la comunidad. Desde fines de los años
80 hasta la fecha, el clientelismo político y los planes
asistenciales dirigidos solo a algunos de sus miembros
fueron fragmentándola y generando fuertes recelos, conflictos y tensiones internas. Como sostiene Hirsch (2000),
la cooptación política permitió desarticular liderazgos
y organizaciones comunales restándoles en autonomía
tiene en la modalidad final que termina adquiriendo la ejecución de las propuestas. En el caso particular de Peumayen, la
falta de implementación del proyecto impide seguir examinando –más allá de lo aquí descripto– los intereses de todos
estos agentes y la modalidad de concreción del programa. Esta
falta de implementación obedece a varios factores, entre los
cuales no es menor la importancia que la comunidad le otorgó
a la reorganización de las relaciones y toma de decisiones en
ella. Más allá de esto, para profundizar acerca del papel que
en las políticas sociales de la sociedad neoliberal adquieren los
organismos del tercer sector y la heterogeneidad de intereses e
ideologías en las que se inscriben, véase Estela Grassi (2003).
y capacidad de movilización. El partido político oficial
de la localidad intervenía discrecionalmente intercambiando bienes o servicios a cambio de favores políticos
sin considerar los intereses colectivos. Esto fue gestando
en algunos, la percepción de una especie de muerte simbólica de la comunidad como tal, que se correspondía
paralelamente con la muerte física de quién, al menos
ciertos miembros de la comunidad o del Consejo, habían
21
reconocido hasta aquella fecha como cabecilla :
“88/89... en ese año más o menos deja de ser comunidad.
Porque en ese momento todavía se consultaba todo. De ahí
hasta ahora, que recién empieza de nuevo, dos años. O sea
que fueron más o menos quince o veinte años que se manejó
al antojo de los políticos y de los blancos” (Miembro D de la
comunidad Peumayen, marzo 2006).
“Una de las cosas que nosotros tenemos que tener en
cuenta es que el día de mañana, llegue un subsidio o lo que
sea, que sea para todos [...] Y antes se manejaba así, venían
para dos o tres ¿y los demás? Y por ahí empezaban los roces”
(Miembro A del Consejo de Peumayen, marzo 2006).
Ahora bien, estos últimos años vieron emerger en el
ámbito público un sentido de pertenencia mapuche en la
región más amplia donde se inserta Caiza. La conforma22
ción de organizaciones políticas mapuches , la reforma
23
de la Constitución provincial y nacional , la distinción
de la “particularidad indígena” en las agendas internacionales, los proyectos de desarrollo de diversas agencias y
las presiones del capital en las tierras, que elevan la renta
inmobiliaria de los espacios territoriales que les pertene24
cen , sumados a una historia de negación, subordinación,
20
21
22
23
21 Respecto
de la existencia de un cabecilla en el pasado, los
entrevistados muestran diferencias. Algunos sugieren que
nunca lo hubo mientras otros afirman su existencia en épocas
anteriores.
22 Acerca del proceso de constitución de los movimientos políticos mapuches y las distintas estrategias políticas de estas
organizaciones, véase Valverde (2004).
23 Es importante de todas formas destacar el doble juego realizado por parte del Estado que, si bien mediante su Constitución Nacional y Provincial legisla una serie de derechos de los
Pueblos Originarios, continúa aún sin efectivizarlos.
24 En esta zona geográfica, espacios territoriales que luego de
la “campaña al desierto” no fueron valorados por el capital y
fueron ocupados –en varios casos– sin títulos de propiedad
por familias indígenas para el desarrollo de una economía
de subsistencia, comienzan a ser fuente de interés mercantil
para proyectos de turismo de alto nivel y de deportes extremos y para la explotación forestal y la construcción de obras
de infraestructura tales como rutas internacionales. Todas
estas iniciativas trajeron como consecuencia la elevación de
la renta inmobiliaria. Los dispositivos de estatalidad que avalan el avance de esta nueva valorización del territorio junto al
movimiento de reproducción del capital, producen identida-
45
CUADERNOS 21
estigmatización y discriminación vivida, trajo aparejado
un proceso de redefinición identitaria y de conformación
de varias “comunidades mapuches” en la zona que, seguramente, junto a los conflictos en la representación política,
repercutieron directa o indirectamente en la comunidad de
Peumayen y en la decisión de constituir el Consejo.
Entre los propósitos del Consejo de Peumayen, se
encuentra así, fortalecer los lazos comunitarios, conservar
y administrar el espacio territorial y sus recursos naturales
en forma pareja e igualitaria, limitar el accionar externo
sin previo consentimiento de la comunidad, romper con
el clientelismo político, intervenir en las decisiones de
manera colectiva y consensuada, trabajar en conjunto y
reestablecer los encuentros entre sus miembros. Algunos le
agregan también, activar cuando esta así lo considere, ciertas prácticas visibles vinculadas con la identidad mapuche.
“El Consejo se conforma por una idea de proponerse a
empezar a ser comunidad de vuelta [...] Van a tener que
afrontarse a la comunidad cinco o seis personas que van a
manejar la comunidad y de a poco van a ir viendo que ellos
dependen de todos ellos, de un conjunto de personas [...]
por ejemplo, dentro de un año o dos dice: ‘Bueno, el Consejo
ha decidido que a partir de tal fecha se va a empezar a hacer
eh, no sé, nos vamos a empezar a juntar todos una vez por
mes’ [...] Hasta que un buen día digan: ‘Bueno, como Consejo vamos a hacer una rogativa’ Y también con el Consejo,
se ha empezado por ejemplo a manejar la comunidad más
pareja... más... que empieza a ser comunidad para todos
[...] Que sean todas las cosas en común” (Miembro D de la
comunidad Peumayen, marzo 2006).
El Consejo se propone funcionar como una forma
de reorganización de las relaciones internas, creando
una unidad que trascienda las diferencias; pero también
como una manera de regular las interacciones mantenidas con las instituciones. Si bien con dificultades, ha
logrado poner al menos ciertos límites al avasallamiento
exterior y ejercer cierto control.
MEMORIAS DE EXPERIENCIAS Y EXPERIENCIAS DE MEMORIAS
A pesar de que el Consejo haya sido el emergente de la
propuesta formulada desde el Banco Mundial, su constitución no se inscribe en una relación lineal de causa-efecto.
La experiencia de estos últimos años de neoliberalismo
y el proyecto del Banco Mundial, reformuló y puso en
discusión una memoria de más larga data construida de
y por la comunidad a partir de las interacciones mantenidas en un contexto de desigualdades. Se trata de eventos situados históricamente en los que se activan y crean
memorias, historias, prácticas y relaciones sociales y “que
des sociales propias y formas de diferenciación social, étnica,
política y cultural para responder a la dominación.
poseen a su vez una historia que dirige y transforma usos
subsecuentes de esa forma” (Tilly 2000: 14).
En los relatos acerca del curso de conformación del
Consejo, gran parte de la comunidad de Peumayen, principalmente aquellos que adhieren a esta modalidad organizativa, rememoran con cierta nostalgia aquellas épocas
en que sus miembros operaban en situaciones cotidianas
o no de manera colectiva y establecen así cierta continuidad con el pasado:
“Mi papá... trabajaban juntos ellos. Con mi viejo y unos
tíos míos también. [...] los cuidábamos [a los animales] en
conjunto, ¿vio? En conjunto” (Miembro C del Consejo de
Peumayen, marzo 2006).
El Consejo se constituye y legitima de esta manera
sobre la selección de pautas de interrelación comunitarias
que reconocen un anclaje en el pasado, aunque ese pasado
adquiere connotaciones diversas. Para algunos miembros,
estas prácticas no se alimentan de visiones románticas
que podrían llevar a frustrar su posibilidad de concreción, ni se sostienen invariables a través del tiempo. En
estos casos, se señalan las modificaciones operadas como
consecuencia de las relaciones de subordinación establecidas con diferentes agentes –estatales, privados, etc.– y se
advierte también la existencia de diferencias y conflictos
en el pasado pese a los cuales, en determinadas instancias,
los “viejos” contribuían entre sí y se aliaban, aportando
soluciones favorables para el conjunto.
“los viejos por ahí se peleaban porque los animales les
cruzaban el cerco pero sabían que tenían un espacio que era
de todos y lo usaban todos. Y cuando hubo un enemigo que
quiso afectar el espacio como fue el alambrado este (se refiere
a un problema de tierras con un estanciero que terminó
en el asesinato de un miembro de la comunidad), se juntaron y lo resolvieron... No fue mi abuelo ni fue Federico solo,
digamos, era un problema que... y todos se dieron cuenta que
en realidad era una cuestión de todos. [...] porque era típico
que se colaborara. Con el campesino podrán pelearse algunas
veces pero siempre se trataba de dar una mano sin necesidad
de que te den un mango o alguna cuestión así de prestarse
los bueyes o de darle una mano en esto o en aquello [...]
...cuando había un problema así que los afectaba a todos, se
juntaban. Y no había ninguna organización externa ni nada,
viste, era una cuestión de ellos, ¿no?. Y obviamente, de esos
años a ahora han cambiando un montón de cosas, porque
hay un montón de cosas que han variado, ¿no?” (Miembro B
del Consejo de Peumayen, marzo 2006).
Como sugiere Tilly (op. cit.), los modelos de acción
dependen de relaciones y prácticas sociales preexistentes y
de las pautas conocidas de reclamos dentro de los límites
impuestos por las instituciones. Combinan y se elaboran a
partir de continuidades y discontinuidades, de repeticiones
e innovaciones, de libretos históricos e improvisaciones. El
46
POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN
entrelazamiento entre la dimensión étnica y la experiencia
de clase que se desprende del relato recién transcripto, ha
configurado la narrativa desde la que se autodefine y posiciona uno de los movimientos etnopolíticos de la región
en la que se emplaza Caiza, frente a las prácticas de control y dominación operadas por los sectores hegemónicos
25
(Cf. Valverde 2004) . Desde el ámbito oficial, esas formas
de dominación se han ido edificando a partir de diversas
modalidades de categorización de lo étnico. Dichas clasificaciones han incluido –con distintos acentos en cada
etapa– desde la histórica racialización de la “alteridad indígena” hasta su adscripción en tanto pequeño productor
rural y ciertas formas de etnicización, que hoy adquieren
un papel preponderante como forma de lograr ser acredi26
tados y obtener ciertos recursos . Sin ir más lejos, el “Consejo de Ancianos” y la elección de un lonko (cacique) y un
werken (mensajero), es la forma de ordenamiento social y
político que desde el I.N.A.I. se imparte en los últimos años
para que una comunidad indígena Mapuche sea reconocida como tal. Más allá de que la comunidad Peumayen no
está interesada hasta la fecha en responder a estas demandas institucionales, algunos otros miembros ligados a la
organización del Consejo, lo consideran una redefinición
del “Consejo de Ancianos” vinculado con un origen y tradición Mapuche perdurable en el tiempo:
“Pero eso fue, digamos, la tradición de siempre de la
comunidad [...] ese Consejo ya lo tenían los viejos [...] Antes
en una comunidad indígena se tenía un Consejo de Ancianos, donde a esos ancianos se les consultó todo y sin orden
de ellos no se hacía nada. Como ancianos ahora ya no nos
quedó ninguno, ¿entonces qué se hizo? Se eligió más o menos
a uno de la familia [...] Entonces ahí es como que se formó
el Consejo, es como que de AHI, de nuevo va a empezar a
nacer la comunidad” (Miembro A de la comunidad Peumayen, marzo 2006).
No obstante, se haga inteligible al Consejo bajo una
figura sociopolítica inmanente mediante la cual el I.N.A.I.
24
25
25 Uno
de los integrantes del Consejo pertenece justamente a
este movimiento.
26 Retomando a Briones (1998), mientras la racialización de la
“alteridad étnica” opera estableciendo divisiones entre grupos a partir de un criterio centrado en la naturaleza física o
biológica, la etnicización lo hace focalizando exclusivamente
en la cultura. Estas formas de clasificación implican políticas
de subordinación y han tenido mayor o menor peso cada una
según el momento histórico; pero aun en aquellos períodos
en los que no se hace explícita alguna de estas modalidades,
funciona de todas formas de manera latente. Para dar un
ejemplo concreto que ofrece esta misma autora, las ideologías
hegemónicas del blanqueamiento y del mestizaje en nuestro
país, que no son explícitamente raciales, contienen formas
racializadas de construir la alteridad.
27
“ordena” a las comunidades indígenas o vinculándolo
con una trayectoria de clase y étnica cambiante, la mayor
parte de los miembros de la comunidad Peumayen articula y legitima a esta modalidad político-organizativa con
pautas concebidas como tradiciones ejecutadas por los
mayores de la comunidad entre sí y con el “blanco” y las
instituciones. Se trata de la configuración de memorias
heterogéneas de experiencias que son actualizadas como
experiencias de memorias y que moldean la conformación y el accionar de la organización del Consejo a la par
que son moldeadas por este.
Ahora bien, en este proceso de reorganización de liderazgos internos y ejercicios de control, legados y memorias se confrontan, demarcando y autorizando las formas
de conducción sociopolítica en danza en la comunidad.
Quienes gestan la iniciativa de la organización del Consejo legitiman su accionar como producto de un legado
transmitido por quien hasta no hace tantos años tenía,
para ellos, la última palabra en las decisiones de la comu28
nidad, así como por la fuerza de ciertas señales o sueños
recortadas como parte de tradiciones mapuches consideradas del orden de lo sagrado:
“...dos días antes de que fallezca mi suegro [Federico],
cuando me pide que ‘hay que luchar mucho acá por esta
comunidad’, como que algo en mí ya le cumplió [...] Era
como que en ese momento (se refiere al día en que se
reunió la comunidad) se sintió la presencia [de Federico]
y una paz, una paz en esa reunión que todos entendieron,
todos se hablaron... como que no había ni una indiferencia.
Se pusieron todos de acuerdo”.
“...es como que los mismos espíritus te eligen. Te eligen
para que vos puedas transmitir eso [...]” (Miembro A de la
comunidad Peumayen, marzo 2006).
Paralelamente, el referente político local despliega su
autoridad invocando su conocimiento sobre la memoria
de la comunidad. Se presenta y posiciona no solo como
testigo ocular sino principalmente, como actor protagónico de dicha historia, esto es, de la lucha por la posesión
de la tierra y la recuperación victoriosa de la porción
expropiada en el pasado “por los vecinos ricos”, de la ins26
27
27 Las
comillas ilustran el carácter polisémico de la palabra. En
este caso, me refiero a la noción de ordenar en tanto organizar
la comunidad pero también como forma de imposición.
28 Sobre este tema de los sueños y el rol que adquieren en estos
procesos de reconfiguración de liderazgos mapuches, han
sido muy enriquecedoras las comunicaciones personales
mantenidas con Ana Ramos, quién analizó estas cuestiones
en la Colonia Pastoril Cushamen, en la provincia del Chubut.
A ella le debo este señalamiento de la estrecha relación existente entre estas tradiciones y los procesos de redefiniciones
de los liderazgos de las comunidades.
47
CUADERNOS 21
talación –más reciente– de la escuela en su interior y de
otras luchas entabladas. Asimismo, legitima su rol apelando al legado que su propio padre ya enfermo le dejó
para encabezar aquella tarea.
En efecto, se trata de un fenómeno complejo en el que la
memoria se pone en debate y confronta en función de cier29
tos “horizontes de expectativas” . La iniciativa del Consejo
y la voz del referente político se nutren diferencialmente,
por un lado, de la forma –e incidencia– en que desde los
años 90 en adelante, vienen siendo delineadas las acciones de las instituciones estatales, los políticos locales y los
subsidios financieros de organismos multilaterales para el
desarrollo en la comunidad y de las organizaciones políticas mapuches que se fueron conformando, pero también de
un proceso de más largo alcance, es decir, de una dinámica
de relaciones asimétricas interétnicas y estigmatizaciones
articuladas con tradiciones y experiencias intraétnicas de
más larga data que en el transcurso van reformulándose.
Las citas del pasado entextualizadas por los miembros de la
comunidad, expresan formas de autorizar relaciones, crear
afectos y solidaridades pero también manifiestan y vehiculizan tensiones sociales, ejercen presiones y fijan límites.
28
A MODO DE CONCLUSIÓN
De qué manera “incorporar” a los Pueblos Originarios
ha sido una problemática que atravesó diferentes diseños
de políticas por parte de los sectores hegemónicos. Resuelto
a lo largo del tiempo de diversas maneras y recurriendo a
distintos mecanismos –más o menos sutiles y, en ocasiones,
superpuestos y combinados– se han ido creando formas
de identificación, categorización, estigmatización y subalternización de lo étnico que fueron limitadas, desafiadas,
recreadas o readecuadas por los propios sujetos sobre los
que se proponían estos ejercicios de control, en el marco de
relaciones de fuerza desiguales.
En la actualidad, “pobreza”, “memoria indígena” y
“comunidad”, se constituyen en la piedra angular de
las políticas del Banco Mundial dirigidas a los Pueblos
Indígenas. Estas políticas, mediadas por distintos agentes –estatales, ONG, profesionales, etc.– con intereses
contrapuestos y atravesadas por cuestiones partidarias,
de clase y étnicas, se constituyen hoy en campos de producción de etnicidad y de determinadas relaciones sociales. Se trata de una tecnología de poder que crea sujetos
diferentes subalternos mediante dispositivos que más
que operar a través de la negación y la represión –como
sugiere Foucault (1999)– operan, aunque no sin ciertas
ambigüedades y paradojas, desde lo positivo y la afirmación; esto es, a partir de la confirmación de lo étnico.
Durante años, los Pueblos Indígenas fueron considerados
sin historia ni cambios. Pueblos atrapados en un tiempo
que debía ser superado mediante políticas dirigidas hacia
el “otorgamiento” de aquel “futuro universal civilizado”.
Paradójicamente hoy, se intenta que vuelvan a ese tiempo
anterior, ocultar sus marcas de “civilización”, “pristinizarlos” y (re)marcarlos, pronunciando aquello que los torna
eternamente un “otro cultural particular”.
Pero en la misma afirmación de la dimensión étnica se
actualiza la negación y la carencia. Y es que en estas disquisiciones sale a la luz que, a la pobreza de recursos socioeconómicos bajo la cual se define a los Pueblos Indígenas, se
le agrega ahora su vulnerabilidad en términos culturales.
En este marco, en el que se les atribuye una “pobreza de
memoria”, los organismos multilaterales se constituyen hoy,
en constituyentes, detentadores y al mismo tiempo dadores de un pasado. En la implementación de sus programas,
establecen e intentan imponer una memoria prefijada que
30
debe ser internalizada en forma de habitus .
No se trata simplemente de la conservadora idea de
preservar el pasado, tal como aparece en numerosos discursos, sino de crear y subjetivizar memorias impuestas
que construyan hoy la diferencia cultural ubicándola en
una situación de subalternidad. Se persuade y obliga a
vivir y sentir como propia, una memoria que se origina
más allá de ellos mismos, vinculada con otros momentos
históricos y con manifestaciones consideradas “puras” del
“grupo beneficiario”.
La afirmación de la dimensión étnica y sus tradiciones, y simultáneamente, la negación de su memoria, no
deben ser leídas en términos de oposición sino como
caras de una misma política de poder. El “desarrollo” se
traza entonces por pronunciar la diferencia sociocultural
y regularla mediante la internalización de ciertas memorias o tradiciones específicas al interior de cada comunidad indígena o, mejor aún, como parte de la creación
de “comunidades indígenas”. La “autonomía”, “participación” y “empoderamiento” de los sujetos se configuran
como modalidades de control. Enlazadas en otra red
discursiva, sus sentidos varían, quedan sujetos a aquello
que se considera moralmente aceptable y técnicamente
útil (cf. Foucault 1999). Así, la autonomía queda supeditada a la subsunción en el mercado y sujeta a una noción
particular de “comunidad”, mientras las organizaciones
mapuches vienen reclamando, aunque con matices diferentes y en debate, su reconocimiento como “pueblo”.
29
30 Me refiero con habitus al concepto que Bourdieu define como
“sistema de disposiciones y esquemas adquiridos, socialmente
constituidos [...] que funcionan en estado práctico como categorías de percepción o de apreciación o como principios de clasificación al mismo tiempo que como organizadores de la acción”
(1996:25-26).
29 Retomo aquí una noción de Koselleck (1993).
48
POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN
Empero, los proyectos de desarrollo y el financiamiento del Banco Mundial condicionan pero no impiden
la elaboración de acciones que se bifurcan del tránsito
esperado o establecido por estos organismos. Las relaciones que emergen no son producto de un evento aislado
sino de un proceso de resistencias, luchas, reacomodamientos en el que los sujetos se van constituyendo y
variando en el marco de relaciones de fuerza desiguales.
De ahí la importancia de revisar no simplemente el producto sino el proceso de producción de estas interacciones a la luz de los procesos hegemónicos, factor vital para
comprender la forma en la que en la confrontación se
ponen de manifiesto los límites existentes.
La comunidad de Peumayen recrea, pero también discute y desplaza algunas coordenadas, acentos y órdenes
sociales que se intentan imponer respecto a la memoria
e identidad Mapuche y a la noción de comunidad; y en el
trayecto, se propone revertir ciertas dinámicas de poder
vigentes. Las modalidades de organización y de acción
que en esta se activan y disputan entre sí, se configuran
a partir de una experiencia de interacciones conflictivas,
más o menos cotidianas, en la que se inscriben continuidades y discontinuidades dentro de un contexto de
dominación. Es esa trayectoria la que marca hoy al Consejo como una institución que, para algunos miembros,
les permite “re-nacer” como comunidad y redefine sentidos de pertenencia y devenir desde una instancia política mientras para otros puede resultar desafiante. En el
marco de este proceso de reorganización sociopolítica,
la comunidad activa memorias en tensión. Lejos de estar
vacía o dislocada, la memoria de la comunidad se resignifica reafirmando sentidos de pertenencia e identificación étnica y formas de liderazgos diferenciales entre sí,
desde prácticas y saberes situados históricamente y no
totalmente previstos por el discurso oficial.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco muy especialmente algunas indicaciones
bibliográficas y debates teóricos formulados por Elena
Achilli y Guillaume Boccara durante el seminario doctoral
que cada uno dictara en la Facultad de Filosofía y Letras de
la UBA. También los señalamientos por demás orportunos
de Ana Ramos, Cecilia Benedetti y Lorena Rodríguez. Todos
ellos han sido de gran aporte para analizar los fenómenos
políticos aquí descriptos. De todas formas, cabe aclarar que
este escrito es de mi entera responsabilidad.
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Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
EL INFIERNO DE LOS MARINOS
DISTRIBUCIONES DE NAUFRAGIOS EN EL RÍO DE LA PLATA (SIGLOS XVI-XX)
Lic. Juan Pablo Guagliardo*
RESUMEN
Combinamos aquí diferentes líneas de evidencia para integrar el ambiente acuático al estudio del ser humano en
los paisajes. Utilizamos como caso de estudio la distribución espacio-temporal de naufragios en el Río de la Plata para
expandir el rango de paisajes considerados al estudiar el comportamiento humano en el pasado.
1
PALABRAS CLAVE
Paisaje arqueológico - distribuciones - naufragios - Río de la Plata.
ABSTRACT
We combine evidence from different sources with the purpose of integrating aquatic environments to the study of
people and landscapes. We studied the temporal and spatial distributions of shipwrecks in the Río de la Plata in order
to expand the range of landscapes considered when researching past human behavior.
KEY WORDS
Archaeological landscape - distributions - shipwrecks - Río de la Plata.
INTRODUCCIÓN
Los espacios acuáticos no deberían pensarse solo
como obstáculos o barreras para la expansión de las
poblaciones en diferentes tiempos y lugares. En verdad,
creemos que constituyen un desafío a la capacidad del ser
humano para poner en práctica distintas estrategias ante
situaciones de riesgo e incertidumbre, tomar decisiones
creativas y desarrollar nuevas tecnologías; dicho de otra
manera, conviene profundizar su estudio porque es una
oportunidad para investigar cómo el ser humano, busca
solucionar los problemas que un medio ambiente variable y diferente le plantea (Guagliardo 2006).
Desde la arqueología subacuática y calibrando diferentes
líneas de evidencia abordadas desde enfoques teórico-metodológicos vigentes en la arqueología actual (arqueología
del paisaje, distribucional y arqueología de momentos históricos), trabajamos la idea de ver al ambiente acuático como
un paisaje arqueológico analizando en espacio y tiempo las
distribuciones de naufragios en el Río de la Plata, convencidos de que contribuiríamos al estudio del comportamiento
humano en los paisajes al postular una utilización total del
espacio geográfico en el cual nuestra especie vive.
Tomamos como caso de estudio la región del Río de
la Plata, entendiéndolo como un espacio con límites acotados y, en consecuencia, abordable arqueológicamente.
Definimos como tal al cuerpo de agua situado en la costa
* Programa de Arqueología Subacuática del INAPL, jpglibre@
gmail.com
este de Sudamérica, entre los 34º/36º 10’ S y los 55º/58º
10’ O, comprendido entre las costas argentina y uruguaya
desde la desembocadura de los ríos Uruguay y Paraná
hasta la línea imaginaria que une el Cabo San Antonio y
Punta del Este (conocido como “límite exterior del Río de
la Plata”), agregando la franja costera atlántica del departamento de Maldonado, Uruguay.
Asimismo nos interesó estudiar las maneras en que este
paisaje acuático fue utilizado por el ser humano entre los
siglos XVI y XX, durante el proceso de expansión global
europea que se inició con la conquista de América y cuyos
efectos no perdieron vigencia hasta la actualidad. Desde
una escala arqueológica, se trató del proceso expansivo más
reciente; no obstante, recordemos que este, a nivel global,
se remite a la salida del hombre de África (Gamble 1993).
Con estos objetivos en mente, formulamos un modelo
y pusimos a prueba hipótesis que explicaran el cambio en la
distribución de los naufragios en el río abordándolos entre
sí y en relación con otros elementos del paisaje (las formas
geológicas y las ciudades), aplicando la metodología del
análisis espacial y el modelado cartográfico (Manzi 1999a)
para evaluar qué aspectos del medio natural y social tuvieron un papel relevante en las distribuciones artefactuales
–en este caso naufragios (sensu Elkin 2002)–, durante la
expansión de la ideología del capitalismo a escala global.
METODOLOGÍA
Seguimos la lógica distribucional que plantea una
continuidad espacial del registro arqueológico. Supo51
CUADERNOS 21
nemos que el paisaje acuático no fue utilizado al azar
por el ser humano (sensu Manzi 1999b), sino que
estaría jerarquizado en función de su heterogeneidad
ambiental (sensu Stafford 1995). Nuestro primer paso
consistió entonces en definir la estructura y configuración del paisaje (figura 1), considerando las siguientes
unidades de análisis:
1) Desde una perspectiva cultural, el artefacto, definido como cualquier cosa que tenga atributos como
consecuencia de la actividad humana (Dunnell y
Dancey 1983);
2) Desde una perspectiva ambiental, las unidades morfológicas (geoformas) presentes en el Río de la Plata,
que son áreas con rasgos particulares dentro de un
ambiente heterogéneo (López Laborde 1998).
Debido al marco cronológico de nuestra investigación y a las fuentes que utilizamos, resultó necesario
reflexionar acerca de la relación que existe entre registro arqueológico e histórico: a nuestro parecer, ambos
son productos materiales de las sociedades en el pasado,
de carácter independiente. A partir de su cruce, podemos ofrecer explicaciones coherentes a los problemas
que necesitamos resolver. Como resultado, propusimos
tratarlos dialécticamente: reconocer su materialidad
individual requiere su procesamiento, combinación y
síntesis. Un tratamiento arqueológico del registro histórico se dirige a detectar lo que otros no siempre se
propusieron dejar como evidencia. Nuestro método se
asemeja a una búsqueda estratigráfica de los artefactos
que han quedado registrados en las fuentes para armar
explicaciones, siempre desde un registro que es material y, en consecuencia, arqueológico. Para el estudio del
comportamiento, los documentos tienen mucho que
aportar porque contienen pistas materiales que ofrecen la posibilidad de generar una explicación desde la
Arqueología, la cual podrá contraponerse o respaldar
a la historia previa, pero sugerirá siempre una revisión
crítica.
Para nuestro caso de estudio, la utilización crítica y
búsqueda exhaustiva de fuentes y documentos históricos
fue indispensable para construir la base de datos. Tomamos como punto de partida la base de datos de naufragios
del Río de la Plata elaborada por Elkin (2002), conformada por alrededor de 1.500 naufragios; posteriormente
armamos una base nueva, derivada de la anterior, que nos
permitió establecer un mínimo número de 1.099 naufragios (Guagliardo 2006). La nueva base de datos se articuló gráficamente con mapas temáticos en acuerdo con la
línea del modelado cartográfico, que utiliza la tecnología
SIG (Sistemas de Información Geográfica) para permitir una visualización rápida de la información asociada
(Manzi 1999b), (figura 1).
HIPÓTESIS
Las hipótesis formaron parte de un modelo compuesto
por tres estrategias (exploración, colonización y ocupación
efectiva) que no funcionaron como entidades estáticas,
sino como formas dinámicas de abordar la explicación
desde un punto de vista ecológico evolutivo.
A. Hipótesis nula (H0): la distribución espacial de los naufragios registrados entre el siglo XVI y la actualidad en
la región del Río de la Plata, es producto del azar.
B. Hipótesis alternativa (Ha): en conjunto, la distribución
espacial de los naufragios registrados entre el siglo XVI
y la actualidad en la región del Río de la Plata es causa
directa o indirecta del comportamiento humano.
B1. Factores naturales
Hipótesis derivada (H1): los naufragios se distribuyen diferencialmente en el espacio. De acuerdo
con sus características naturales, algunas geoformas agruparán naufragios y otras no tendrán
representación.
Hipótesis derivada (H2): los fenómenos meteorológicos predominantes (concretamente sudestadas y
pamperos), han incidido en la distribución de los
naufragios.
B2. Factures culturales
Hipótesis derivada (H3): hay una disposición
agrupada de los naufragios en torno a los puertos
naturales y las ciudades ribereñas.
Hipótesis derivada (H4): las condiciones históricas
del desarrollo de las ciudades ribereñas y las circunstancias políticas han incidido en la distribución de los naufragios, (figura 2).
RESULTADOS
Tras haber dado el primer vistazo al mapa modelado (figura 2) desistimos de aplicar un test estadístico
para poner a prueba la aleatoriedad o no de la distribución, porque hubiera sido redundante: la concentración
de naufragios nos permite rechazar la hipótesis nula y
comenzar a trabajar con las hipótesis derivadas.
Cuando nos enfocamos en el análisis de la variable
tiempo también encontramos una distribución desigual de los naufragios, lo que reafirmaba que la azarosidad debía descartarse de plano: baja proporción de
naufragios registrados durante la etapa que caracteriza
la estrategia de exploración del Río, alcanzando un
20,3% al llevarse a cabo la colonización y presentando
una polarización (cerca del 80%) en los momentos más
recientes (tabla 1).
Conviene ser cautos y considerar que no existe la misma
probabilidad de obtener datos para todas las épocas porque
la disponibilidad de fuentes y documentos históricos ha
sido diferente; no obstante, nuestro trabajo de síntesis fue
52
EL INFIERNO DE LOS MARINOS
Figura 1
Tabla 1 - Porcentajes y tasas de naufragios según las estrategias
Estrategia
Exploración
Colonización
Ocupación efectiva
Total
Duración
1516-1775
1776-1861
1862-1999
Naufragios
28
223
848
1.099
Figura 2
53
Años transcurridos
260
86
138
484
Tasa anual
0,108
2,593
6,145
2,271
Porcentaje
2,55
20,29
77,16
100
CUADERNOS 21
exhaustivo (Guagliardo 2006), por lo que trabajamos con
un número mínimo de naufragios altamente confiable.
Asimismo, en la investigación que dio origen a este artículo (Guagliardo 2006) los resultados fueron presentados
por separado, tratando cada hipótesis en forma independiente. Para esta ocasión encontramos más adecuado intercalar el análisis de datos según trabajáramos la incidencia
de los factores naturales o culturales en la distribución de
los naufragios, articulando en cada caso las dimensiones
tiempo y espacio para ir encauzando la conclusión.
Cruce de factores naturales: geología y meteorología
El enunciado de la hipótesis 1 planteó que los naufragios se agrupaban en torno a geoformas específicas mientras que el de la segunda apuntó a medir el impacto de los
fenómenos meteorológicos (sudestadas y pamperos).
Para poner a prueba estas hipótesis, analizamos la distribución de naufragios según las geoformas mayores y
menores en las que se ubicaron, agregando el impacto de
los temporales (tabla 2). Las formas menores fueron definidas operativamente siguiendo las ubicaciones aproximadas que las fuentes y documentos históricos revelaron
acerca de dónde se habían producido los naufragios.
Esperábamos que ciertas geoformas actuaran como
polos de concentración de naufragios (por ejemplo los
bancos de arena, por ser formas emergentes), mientras que
las de mayor profundidad (los canales) fueran el contraste,
básicamente por tratarse de zonas aptas para la navegación.
Contrariamente a ello, la distribución estaba concentrada
en la geoforma canal oriental la cual constituye un antiguo
valle fluvial con características aptas para la circulación y es
considerada la ruta más favorable para el ingreso y egreso
de las embarcaciones al Río de la Plata. Aun habiendo previsto hallar una mayor cantidad de naufragios en las regiones más transitadas, la evidente desproporción general en
el espacio regional nos obligaba a indagar nuevas causas,
no asociadas con la profundidad.
Al intercalar en la explicación el impacto de los temporales, detectamos que el 93% se agrupaba en el canal
oriental, lo cual hace más llamativo aún que dicha geoforma se esgrima frecuentemente como la más apta para
la navegación de todo el Río de la Plata. La bahía de Montevideo concentra un 74% de los naufragios causados por
factores meteorológicos y la de Maldonado, con una cifra
del orden del 15%, se mantiene como un área también
riesgosa. En conjunto, hay un 88,6% de naufragios provocados por cuestiones meteorológicas concentrados solamente en estas dos geoformas menores; paradójicamente
(insistimos), estas bahías fueron por muchos años consideradas las áreas de condiciones portuarias naturales más
favorables del río para fondear. Tras haber analizado los
datos, observamos que los naufragios se producían cuando
los barcos estaban anclados en los puertos: eran destruidos
por los temporales aunque estuvieran fuertemente amarrados. Consecuentemente, el canal oriental podría ser el
más apto para navegar pero, sin un puerto que brindara
una infraestructura segura, sus bahías deberían haberse
considerado las más riesgosas para anclar de acuerdo con
lo que revela el registro material.
Veamos a continuación cómo funciona la variable
tiempo: durante la etapa exploratoria (1516-1775), un
11% de los naufragios se produjo por cuestiones meteorológicas (tabla 3).
La expectativa que habíamos generado respecto de
que los temporales serían la principal causa de los naufragios en los primeros momentos analizados no tuvo su
correlato material, quedando entonces relegada a pesar
de que la naturaleza de los registros nos obligasen a no
descartarla de plano. De todas maneras, la exploración
implica adentrarse en un espacio nuevo, desconocido;
por ello, en el proceso de conocimiento geográfico y cartográfico, la geomorfología del Río pudo por cierto haber
sido determinante entre las causas de los naufragios. Al
respecto, se confirma la tendencia a la concentración de
naufragios en el canal oriental, que agrupa al 35,71% del
total. La tasa anual de naufragios en aquella geoforma se
eleva a 0,0385 naufragio/año (lo que equivale a decir que,
en promedio, se produjo un naufragio cada veintiséis
años). En Playa Honda, la geoforma que recibe la descarga
de sedimentos del río Paraná en la boca del Río de la Plata
modificando aceleradamente la fisonomía de la costa al
implicar un crecimiento del frente deltaico, encontramos
que se agrupa un 28,57% de la distribución. No es ilógico
entonces asignar una mayor incidencia a los factores geológicos que a los meteorológicos (propusimos antes que
las formas emergentes actuarían como polos concentradores de naufragios, como el banco inglés, que agrupa más
del 30% de la distribución), pero nuestra impresión es
que faltan datos para sostener estas ideas.
Existe una fuerte polarización de la distribución
(96,43%) en solo tres sectores del espacio durante la
etapa exploratoria, lo cual pone en evidencia una utilización del Río de la Plata como un lugar de tránsito hacia
otras regiones.
La estrategia de colonización pone de manifiesto que
el 81,17% de los naufragios se da en el canal oriental,
que agrupa también al 90% de los provocados por temporales (tabla 4).
En todo el canal oriental hubo ciento ochenta y un
naufragios. De cada dos acaecidos por año, uno era provocado por motivos meteorológicos. Casi un 50% de los
naufragios del canal acontecieron en la bahía de Montevideo y un 37% en la de Maldonado, marcando un cambio
en las proporciones entre estas dos geoformas en compa54
EL INFIERNO DE LOS MARINOS
Tabla 2 - Cruce de factores naturales
Geoformas
mayores
Geoformas
Causados por
Cantidad
Porcentaje
menores
temporales
Costa norte de Buenos Aires
12
1
8,33
Isla Martín García
2
1
50,00
Playa Honda
Banco de la Playa Honda
60
2
3,33
Accesos y puerto de Bs. As.
36
9
25,00
Canales al río Uruguay
14
1
7,14
Sistema fluvial norte
Costa oeste de Colonia
11
Isla Juncal
8
Banco Grande de Ortiz
Banco Grande de Ortiz
7
Canal intermedio
14
Gran hoya del canal intermedio
Banco Chico
8
Banco Magdalena
1
Banco Jesús María
1
Canal norte
Canal de San Gabriel (este de Colonia)
9
1
11,00
Bahía de Montevideo
477
202
42,35
Banco Santa Lucía
6
Bahía de Maldonado e Isla Gorriti
156
39
25,00
Canal oriental
Costa este de Montevideo hasta
60
8
13,00
Piriápolis, incluyendo la Isla de Flores
Costa atlántica de Maldonado
24
3
13,00
Isla de Lobos
39
1
3,00
Barra del Indio y frente marítimo
Canal Punta Indio
9
1
11,00
Bajíos de Samborombón
4
Franja costera sur
Costa baja entre Avellaneda y La Plata
24
Banco Arquímedes
2
Alto marítimo
Banco Inglés
111
3
3,00
Banco Rouen
1
Canal marítimo y umbral de Samborombón
Bahía de Samborombón
3
Total región
1.099
272
24,75
Tabla 3 - Número mínimo de naufragios durante la etapa exploratoria
Estrategia de exploración (1516-1775)
Geoforma mayor
Naufragios
%
Afectados por temporales
Bahía de Maldonado
5
17,86
1
Bahía de Montevideo
3
10,71
Costa atlántica de Maldonado
2
7,14
Alto marítimo
Banco Inglés
9
32,14
Sistema fluvial norte
Costa oeste de Colonia
1
3,57
Isla Martín García
1
3,57
Accesos y puerto de Buenos Aires
7
25,00
Total general
28
100
Canal oriental
Playa Honda
Geoforma menor
55
1
1
3
CUADERNOS 21
ración con el momento anterior, lo que indica una disminución del uso de Maldonado a favor de Montevideo.
En ambas bahías el impacto de los temporales se acerca
al 50% sobre los naufragios producidos en aquel tiempo
a escala local, aunque en verdad los efectos de los fenómenos de mal tiempo también impactan fuertemente en
Buenos Aires (47% de los naufragios responden a causas meteorológicas). Entre 1776 y 1861 en Montevideo
se registró un promedio de 1,023 naufragios por año:
la mitad de los naufragios, prácticamente, encontraban
su causa en factores meteorológicos. En Maldonado la
relación es similar. Entre ambos puntos, el 32% de los
naufragios que se producían se asignaba a causas meteorológicas. En síntesis, se prioriza la circulación por la geoforma canal oriental y se observa una concentración en el
uso de sus bahías. Esto no quiere decir que la navegación
haya estado circunscripta solamente al canal oriental,
sino que su tránsito fue el más intenso del río.
La aparición de naufragios en geoformas mayores y
menores antes no representadas (franja costera sur entre
las primeras, isla Juncal y banco de la Playa Honda entre las
segundas) está indicando un uso más amplio del espacio, al
tiempo que marca la utilización de rutas no óptimas para la
navegación. Mientras tanto, la recurrencia de naufragios en
otros elementos del paisaje (canal oriental, alto marítimo,
sistema fluvial norte y Playa Honda), reafirma el tránsito
por las rutas naturales u óptimas de navegación, las que
consideramos un indicador de los espacios más utilizados.
En la etapa de ocupación efectiva (1862-1999) la distribución da un vuelco notable.
Se esperaba una recurrencia en la utilización de los
sectores óptimos aunque debería observarse también una
utilización del espacio en toda su extensión (tabla 5). A la
vez que casi todas las geoformas mayores presentan naufragios, existen áreas que no muestran representación, lo
cual nos lleva a la lectura de que se trata de sectores de muy
baja circulación.
Un importante cambio en la distribución se produce
dentro de la geoforma Playa Honda: el banco homónimo se
destaca como una forma menor con alta representatividad
a nivel regional. La circulación por ese banco constituye
una ruta no óptima y altamente peligrosa para las embarcaciones que la transitan, debido a la naturaleza cambiante
de los sedimentos y a la baja maniobrabilidad ante circunstancias meteorológicas desfavorables. La geoforma alto
marítimo vuelve a tener un lugar relevante en la distribución según la cantidad de naufragios detectados, pero sigue
siendo el banco Inglés el que los agrupa. El Banco Grande
de Ortiz presenta naufragios por primera vez. Es curioso
el hecho de que una geoforma de tales dimensiones tenga
tan baja representatividad. Parece haber sido uno de los
elementos naturales clave tenidos en cuenta para organizar
el espacio, no operando en consecuencia como “trampa”,
sino favoreciendo la selección de rutas óptimas.
En el canal oriental, la distancia entre las bahías de Montevideo y Maldonado se acentúa, reafirmando la tendencia
proyectada para la etapa de colonización. La bahía de Maldonado refleja una violenta caída de registros asignables a
factores meteorológicos (un 4% contra un 34% que alcanzaba previamente). Entretanto, en la bahía de Montevideo
hubo ciento sesenta naufragios por temporales; el último
de ellos fue registrado en 1951 (tabla 6). En líneas generales, el impacto de los temporales sobre la distribución
evidencia (gracias a la apertura por intervalos que hemos
realizado) una fuerte disminución a través del tiempo, fundamentalmente durante los últimos treinta años.
En conjunto, las variables tiempo y espacio, cruzadas,
muestran que estamos frente a un ambiente altamente
jerarquizado. Hay zonas de tránsito y uso del espacio
fuertemente opuestas: la costa sur presenta una extensa
sección de la ribera subrepresentada (franja costera sur),
mientras que la ribera norte es su antítesis. Completaremos el análisis de los datos recurriendo a la evaluación
del impacto de los factores culturales en la distribución
de los naufragios del Río de la Plata.
Cruce de factores culturales: política, economía y sociedad
Las hipótesis culturales fueron también trabajadas en
dos dimensiones: espacio y tiempo. La hipótesis 3 postulaba que los naufragios se concentraban en las cercanías
de las ciudades-puerto y la última medía la influencia de
los fenómenos sociopolíticos en la distribución. Comenzamos rastreando la fecha en que las ciudades-puerto
fueron fundadas y asociamos el mínimo de naufragios
que se produjeron en sus cercanías inmediatas (tabla 7).
Cabe destacar que el total representa un 64,87% del universo de casos (eran mil noventa y nueve). Es interesante
notar que solo en Maldonado se registra un naufragio antes
de que se produjera la fundación de la ciudad (tabla 8).
La bahía de Maldonado había sido descubierta por
Juan Díaz de Solís en 1516, quien la había denominado
“Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria” y tomado
posesión en nombre de la Corona (Díaz de Guerra 1988).
De ahora en adelante, el propósito es detectar a través del
tiempo y el espacio cómo pudieron haber influido los factores culturales en la distribución de los naufragios.
Durante la etapa exploratoria (1516-1775) el 57%
de los naufragios se relaciona con áreas cercanas a las
ciudades-puerto. De los dieciséis casos, el 43,8% se adscribe a la ciudad de Buenos Aires y alrededores (tabla 9),
evidenciando su predominio por un período prolongado
(entre 1516 y 1723), lo cual muestra a nivel material una
actividad ininterrumpida a pesar de que regía la prohibición de operar por su puerto, que había sido decretada a
56
EL INFIERNO DE LOS MARINOS
Tabla 4 - Número mínimo de naufragios durante la etapa colonizadora
Estrategia de colonización (1776-1861)
Geoforma mayor
Canal oriental
Alto marítimo
Sistema fluvial norte
Playa Honda
Franja costera sur
Geoforma menor
Bahía de Maldonado
Bahía de Montevideo
Costa atlántica de Maldonado
Costa entre Montevideo y Piriápolis
Isla de Lobos
Banco Inglés
Costa oeste de Colonia
Canales al Río Uruguay
Isla Juncal
Isla Martín García
Banco de la Playa Honda
Accesos y puerto de Buenos Aires
Costa baja e/ Avellaneda y La Plata
Total general
Naufragios
%
67
88
5
19
2
5
5
1
3
1
2
19
6
223
30,04
39,46
2,24
8,52
0,90
2,24
2,24
0,45
1,35
0,45
0,90
8,52
2,69
100
Afectados por
Impacto
temporales
31
46%
42
48%
1
20%
6
32%
1
20%
9
47%
90
40%
Tabla 5 - Número mínimo de naufragios ocurridos durante la etapa de ocupación efectiva
Estrategia de ocupación efectiva (1862-1999)
Geoforma mayor
Geoforma menor
Canal oriental
Bahía de Maldonado
Bahía de Montevideo
Banco de Santa Lucía
Costa atlántica de Maldonado
Costa entre Montevideo y Pirlápolis
Isla de Lobos
Alto marítimo
Banco Inglés
Banco Arquímedes
Banco Rouen
Banco Grande de Ortiz
Banco Grande de Ortiz
Gran Hoya del Canal Intermedio
Canal intermedio
Banco Chico
Banco Magdalena
Sistema fluvial norte
Costa oeste de Colonia
Canales al Río Uruguay
Isla Juncal
Canal marítimo y umbral de Samborombón Bahía de Samborombón
Barra del Indio y frente marítimo
Canal Punta Indio
Canal norte
Canal de San Gabriel (este de Colonia)
Banco Jesús María
Playa Honda
Costa norte de Bs. As.
Banco de la Playa Honda
Accesos y puerto de Buenos Aires
Franja costera sur
Costa baja entre Avellaneda y La Plata
Bajíos de Samborombón
Total general
57
Cant.
84
386
6
17
41
37
97
2
1
7
14
8
1
5
13
5
3
9
9
1
12
58
10
18
4
848
Afectados por
Impacto
temporales
9,91
7
8%
45,52
160
41%
0,71
2,00
1
6%
4,83
2
5%
4,36
1
3%
11,44
2
2%
0,24
0,12
0,83
1,65
0,94
0,12
0,59
1,53
1
8%
0,59
0,35
1,06
1
11%
1,06
1
11%
0,12
1,42
1
8%
6,84
2
3%
1,18
2,12
0,47
100
179
21%
%
CUADERNOS 21
finales del siglo XVI (esta disposición forzaba a adquirir
manufacturas europeas en Lima, sobrevaluadas).
En la primera fundación de Buenos Aires (1536), se
reportaban condiciones de vida miserables: hambre, pestes y hostilidades frecuentes, lo cual condujo a su abandono. Tras la refundación encarada por Juan de Garay
(1580), dicha situación no variaba: hacia fines del siglo
XVI el desapego de la metrópoli peninsular para con
Buenos Aires era evidente. Esta última debió subsistir
recurriendo sistemáticamente al contrabando masivo
(Puiggrós 1973). Durante la etapa colonial (luego de la
segunda fundación), la plata altoperuana se fugaba por
Buenos Aires ante el estímulo del comercio. Este metal
atrajo la irrupción de piratas de varias nacionalidades
(Luqui Lagleyze 1999) y la población de la ciudad vivía
alerta, temerosa de sus intrusiones (tabla 10).
La agrupación de naufragios en torno a Maldonado
(31,3%) se explica en virtud de su posición en la boca de
ingreso al Río de la Plata desde ultramar: la amplitud de su
bahía constituía un punto de reunión y reabastecimiento
clave para los navegantes. La Ensenada de Barragán no
presenta naufragios, lo cual nos resulta llamativo porque
esperábamos tuviera un correlato material la versión de la
historia que afirma su aprovechamiento recurrente como
puerto natural desde 1629 (Scarfo 1998).
Hacia el siglo XVII la importancia del comercio de
cueros vacunos daría comienzo al desarrollo de la actividad ganadera rioplatense; de hecho, los portugueses
fundaron la Colonia del Sacramento en 1680 para controlar su tráfico sin mediación del aparato fiscalizador
español, cuya intervención había limitado las exportaciones desde el puerto de Buenos Aires. Con dicha
fundación se reactivó la actividad porteña, dado que
sus comerciantes establecieron un sistema de intercambio por barcazas que intercomunicaba ambas ciudades
(Moutoukias 1999).
Montevideo fue fundada por los españoles (1726) para
recuperar su control del comercio en el Río de la Plata. La
ciudad fortificada fue consolidándose como base naval
y adquiriendo una preeminencia en el tráfico marítimo
difícil de superar (Silva 2001). Al tiempo que Montevideo
se había transformado en el principal puerto del Río en
cuanto a su importante actividad mercantil, Buenos Aires
mantenía un lugar central en la toma de decisiones (era la
sede del gobierno provincial), hecho que se reforzó cuando
Carlos III, rey de España hasta 1788, dispone hacia 1770
una política radical de control del contrabando y ordena
la toma por la fuerza de los focos clave del movimiento
ilegal: la Colonia, Santa Catarina y las Malvinas (Puiggrós
1973). En 1776, considerando la importancia estratégica
de las ciudades del Plata para controlar el tráfico marítimo del Atlántico Sur y asegurar la llegada de metálico
hacia España una vez perdida la ruta del caribe, se crea el
Virreinato del Río de la Plata.
La etapa de colonización (tabla 11) se desarrollaba en
el marco de la gestación de las identidades nacionales de
ambas márgenes del río. Su raíz aparece en verdad durante
los últimos momentos de la etapa exploratoria, básicamente porque la pretensión de los españoles durante los
últimos años de su dominio del Plata y del Atlántico Sur
fue fomentar el establecimiento de poblaciones estables
(a diferencia de la etapa anterior) y controlar los vastos
territorios de la corona que, en decadencia, lidiaba contra
las potencias industrializadas de Europa por el dominio
de los mares, de los mercados y de los recursos provenientes de las colonias de ultramar. El desgaste de la autoridad
central española desencadenaría en la región un período
de disputas bélicas y procesos revolucionarios.
El registro material mostró una alta concentración
de los naufragios en las cercanías de las ciudades-puerto,
implicando un cambio importante en el uso del espacio: el
resto de la región pasó de representar un 43% en la etapa
exploratoria a solo el 17% entre 1776 y 1861. Respecto
del momento anterior, se incrementó notablemente la
distancia entre Montevideo (47,6% de la distribución) y
Buenos Aires (10,3%), lo cual pone de manifiesto el crecimiento de la primera a instancias de la segunda, aunque
ambas fueron consolidándose como cabeceras regionales.
El hito revolucionario de 1810 había devuelto el predominio de la actividad comercial a Buenos Aires en perjuicio
de Montevideo (Silva 2001); allí se habían refugiado los
monopolistas españoles y desde allí se organizaría la reacción: bloqueo de Buenos Aires en agosto de 1810 –que fue
liberado por la intervención británica–, otorgamiento de
licencias para la operaciones corsarias, sitio de Montevideo
entre 1812 y 1813 por los ejércitos patriotas (Goyret 2000)
y bloqueo de esa ciudad hacia 1814 (Silva 2001). Mientras
tanto Maldonado (36,2% de la distribución), no pierde
relevancia regional: desde el año 1790 la Real Compañía
Marítima había comenzado a “explotar la pesca, la caza de
ballenas y la cura de cueros de lobos marinos y focas en
todo el Atlántico Sur” (Castells & Castells 1997: 4).
Después de la crisis de autoridad que se generó en
las colonias, dada la ocupación de España por parte de
las tropas napoleónicas, las invasiones de los ingleses en
1806 y 1807 implicaron la toma de Montevideo y el bloqueo de Buenos Aires. La segunda invasión fue planificada desde Montevideo y el desembarco se produjo en la
Ensenada de Barragán, que presenta solo seis naufragios
en el período. Esto estaría reforzando su nivel secundario
a escala regional, aunque a la vez revela su papel específico
en el área, como puente fluvial con Buenos Aires. A su vez,
operó como base naval alternativa a Montevideo durante
la etapa colonial y fue utilizada como puerto exportador
58
EL INFIERNO DE LOS MARINOS
Tabla 6 - Naufragios en la Bahía de Montevideo entre 1862 y 1999
Frecuencia
total
51
53
84
32
40
74
33
14
3
384
Años transcurridos
1862-1871
1872-1881
1882-1891
1892-1901
1902-1911
1912-1921
1922-1931
1932-1941
1942-1951
Total
Porcentaje de
naufragios
13%
14%
22%
8%
10%
19%
9%
4%
1%
100%
Afectados por
temporales
32
26
55
9
16
15
6
0
1
160
Impacto de
temporales
62,75%
49,06%
65,48%
28,13%
40,00%
20,27%
18,18%
0,00%
33,00%
41,67%
Porcentaje
temporales
20,00
16,25
34,38
5,63
10,00
9,38
3,75
0,00
0,60
100
Tercios
70,63%
25,00%
4,38%
100%
Tabla 7 - Ciudades principales y puertos naturales del Río de la Plata
Ciudades y puertos
Buenos Aires
Fundación
Cant.
%
1536 y 1580
36
5,05
Accesos y puerto de Buenos Aires
1680
20
2,81
Costa oeste de Colonia y canal de San Gabriel
24
3,37
Costa entre Avellaneda y La Plata
Colonia
Ensenada*
1736
La Plata
1882
Geoformas incluidas
Maldonado
1755
156
21,88
Bahía de Maldonado e isla Gorriti
Montevideo
1726
477
66,90
Bahía de Montevideo
713
100
Total
Fuentes: Díaz de Guerra 1988, Halperín Donghi 2000, Moutoukias 1999 y Scarfo 1998.
* Fecha de construcción del fuerte. Oficialmente el partido de Ensenada fue creado en 1801.
Tabla 8 - Primeros registros de naufragios cercanos a las ciudades-puerto
Ciudades
Año
Nombre del barco
Fuente
Buenos Aires
1538
Marañona
Luqui Lagleyze 1999: 37
Colonia
1763
Lord Clive
Destéfani 1982: 17,
Lussich 1982: 221
Ensenada
1827
Independencia
Vale 2000: 197
La Plata
1915
Felice M.
DNCP - Dirección Nacional de
Construcciones Portuarias
Observaciones
Nave al mando de Alonso de Cabrera,
propiedad de Cristóbal Frías Marañón.
Llevaba sesenta y cuatro cañones. Uno
de los buques que formaron parte de la
invasión inglesa a Colonia, en 1763.
Ex “Harmony”. Varó durante el combate
de Monte Santiago. Fue abatida por los
brasileños.
Hundido en el puerto de La Plata, seis
millas al este de los malecones.
Maldonado
1531
Capitana
Destéfani 1967: 30
Era una de las cinco naves (dos naos, un
galeón y dos carabelas) que integraba la
expedición de Martín Alfonso de Souza,
quien había zarpado de Lisboa en 1520
con destino a Brasil.
Montevideo
1752
Nuestra Sra. de la Luz
Lussich 1982: 221,
Castells & Castells 1997: 3
Había zarpado de Buenos Aires. Fue sorprendido por un ‘Pampero’ en Montevideo, estando anclado.
59
CUADERNOS 21
directo de los derivados de la industria ganadera por unos
pocos hacendados, además de que sirvió como apostadero
naval de las escuadrillas argentinas en varias oportunidades durante la época independiente. Lo mismo sucede con
la Colonia; su baja representación revela su papel como
satélite de Buenos Aires y Montevideo.
El proceso independentista se desarrolló entre 1810
y 1825 (Halperín Donghi 2000); en esos tiempos nacía
el movimiento Federalista enérgicamente en contra de
las prácticas unilaterales de los porteños (que sostenían a
Buenos Aires como puerto único para beneficiarse con las
rentas aduaneras). Para combatir esa política las provincias del interior recurrieron a Montevideo, buscando una
salida para sus productos, pero la invasión portuguesa de
1821 cortó el circuito de raíz. En ese marco, es interesante
destacar que detectamos naufragios en el resto de la región
que marcan un uso del espacio diferencial asociado con
las acciones bélicas que se produjeron entre 1825 y 1828,
enfrentando a las Provincias del Río de la Plata y Brasil:
notamos el uso de sectores del río que no se condicen
con los movimientos a través de las rutas naturales, como
venían produciéndose hasta el momento. La Armada Imperial bloquea Buenos Aires y la actividad de los corsarios con
patente de las Provincias Unidas se multiplica.
La política de Rosas se orientó a fomentar el aislamiento de Buenos Aires respecto de las provincias y a obligar al interior a buscar contacto directo con el comercio
extranjero, lo cual condujo a las provincias a recurrir otra
vez a Montevideo, plaza comercial dominada por ingleses y
franceses que una vez más rivalizaba con Buenos Aires por
el control del comercio. Como consecuencia, Buenos Aires
abrió hostilidades económicas arancelarias contra Montevideo e inevitablemente contra Francia, dado que los
ingleses habían sido favorecidos antes, al pactar en 1825 un
trato diferencial (Puiggrós 1973). Entre 1838 y 1840 la flota
francesa del Plata bloqueó el puerto de Buenos Aires, provocando una profunda crisis en la economía. Poco después
Rosas prohibió la circulación por los ríos Paraná y Uruguay
y dispuso el sitio de Montevideo por tierra en 1843, el cual
se extendió por nueve años y se reforzó con el bloqueo del
puerto, hecho que desencadenó la enemistad de franceses e
ingleses, quienes desarticularon el bloqueo de Montevideo
y bloquearon el puerto de Buenos Aires hasta 1850 (Rocca
1996). Tras estos acontecimientos se lograría la unificación
nacional: Mitre derrotaría a Urquiza (en Pavón, 1861),
revirtiendo su caída de 1859 en la batalla de Cepeda.
La estrategia de ocupación efectiva generaba la expectativa de un uso generalizado de la región, por lo cual la
distribución debería estar más dispersa.
La lectura de la tabla 12 muestra que el 60% de la distribución se agrupa en áreas relacionadas con la actividad
de las ciudades. De mostrar una clara tendencia al predo-
minio de las concentraciones de naufragios en las cercanías
de las ciudades durante la etapa anterior, la distribución
comienza a reducir en forma sensible dicha situación desde
comienzos del siglo XX. Esto se explica porque la infraestructura portuaria empieza a levantarse en las diferentes
ciudades a fines de siglo XIX y principios del siglo XX.
Así, los naufragios que antes se producían sistemáticamente en las áreas portuarias (carentes de infraestructura,
excepto por muelles de madera o espigones construidos
con rocas), dejan de producirse. En 1897 se inaugura el
“Puerto Madero” en Buenos Aires (Luqui Lagleyze 1999);
el “Puerto Nuevo”, en tanto, es finalizado en 1919. En 1833
(apenas lograda la independencia de la Banda Oriental), se
encarga la construcción del primer puerto de Montevideo
(Pedemonte 1999), pero las evidencias indican un fuerte
descenso de los naufragios en el área recién después de la
modernización del puerto, llevada a cabo entre 1901 y 1909
(Trier 2004). La ciudad de La Plata se fundó en 1882 y su
crecimiento estuvo vinculado estrechamente con la oleada
inmigratoria extranjera. El puerto fue construido en 1890 y
la aparición de naufragios está vinculada con su actividad,
dado que la Ensenada de Barragán había perdido relevancia local y regional (Scarfo 1998).
Durante el período estudiado, Maldonado pierde
relevancia a favor de Montevideo en forma acentuada;
comienza a posicionarse como la cabeza de playa de la actividad turística en el Uruguay desde 1890 (Betancur 2005),
reemplazando a la industria pesquera, que había sido predominante desde fines del siglo XVIII. Antes vinculada con
el contrabando, la influencia del tráfico turístico-recreativo,
siendo ahora su actividad principal, mantiene a Colonia
del Sacramento con una representatividad del 2,7%.
De acuerdo con nuestra lectura del registro material,
el uso del espacio en esta etapa, tal como esperábamos, es
generalizado. Habiendo casi un 40% de naufragios distribuidos en el resto de la región queda claro que toda ella
está siendo utilizada. Esto marca un cambio en el patrón
de uso, evidenciando un ordenamiento vinculado a la
consolidación de los Estados argentino y uruguayo.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
La vinculación de los factores naturales y culturales provee una explicación vasta del por qué de la distribución de
los naufragios en el Río de la Plata a través del tiempo. Los
tres grandes momentos analizados tienen su propia dinámica y en cada uno de ellos la distribución se comporta de
manera diferente, lo cual resulta congruente con la historia
regional. Además, cada estrategia evidencia un uso diferencial del espacio y su consecuente jerarquización.
Para la etapa de exploración observamos que se priorizan los sectores de mejor circulación naviera; estos
son lo que hemos definido como rutas óptimas, que
60
EL INFIERNO DE LOS MARINOS
Tabla 9 - Mínimo número de naufragios a intervalos regulares. Exploración (1516-1775)
Ciudades-puerto
Buenos Aires
Colonia
Ensenada
Maldonado
Montevideo
Subtotal
Resto de la región
Total
1516-1567
2
1568-1619
1
1
1
3
1
4
2
1
3
1620-1671
2
1672-1723
1
2
1
2
1
1724-1775
1
1
3
3
8
10
18
Total
7
1
0
5
3
16
12
28
%
43,80
6,30
0,00
31,30
18,80
57,10
42,90
100
Tabla 10 - Naufragios relacionados con la piratería en la región
Nombre
del barco
Año del
naufragio
Observaciones
Francis
1582
Pequeña embarcación de la escuadrilla del pirata Edward Fendon
que naufragó en las cercanías de la isla Martín García. Juan Drake,
sobrino de Francis Drake, huyó en una canoa, fue apresado en Buenos Aires y juzgado en Lima por la Inquisición.
ZZ
1607
ZZ
1658
ZZ
1658
Fuentes
Nave volada por piratas franceses, que capturaron en la misma ocasión a la nave “Nuestra Señora del Buen Viaje”. Referencia geográfica: puerto de Buenos Aires.
Primera nave del pirata francés Timoleón de Osmat, quien intentó
tomar Buenos Aires y perdió la vida. Fue destruida por la “Santa
Agueda” y dos aliadas holandesas.
Segunda nave del pirata francés Timoleón de Osmat.
Arguindeguy 1984: 107,
Luqui Lagleyze 1999: 38;
Puigróss 1973: 28,
Seijo 1945: 193
Luqui Lagleyze 1999: 39
Luqui Lagleyze 1999: 39
Luqui Lagleyze 1999: 39
Nota: la denominación “ZZ” corresponde a casos en los que el nombre del barco no estaba consignado.
Tabla 11 - Mínimo número de naufragios a intervalos. Colonización (1776-1861)
Ciudades-puerto
Buenos Aires
Colonia
Ensenada
Maldonado
Montevideo
Subtotal
Resto de la región
Total
1776-1818
12
18
28
58
22
80
1819-1861
7
5
6
49
60
127
16
143
Total
19
5
6
67
88
185
38
223
Porcentaje
10,3
2,70
3,20
36,20
47,60
83,00
17,00
100
Tabla 12 - Mínimo número de naufragios a intervalos. Ocupación efectiva (1862-1999)
Ciudades-puerto
Buenos Aires
Colonia
Ensenada y La Plata
Maldonado
Montevideo
Subtotal
Resto de la región
Total
1862-1907
2
4
60
237
303
123
426
1908-1953
4
6
11
24
147
192
142
334
61
1954-1999
4
4
7
0
2
17
71
88
Total
10
14
18
84
386
512
336
848
%
2,00
2,70
3,50
16,40
75,40
60,40
39,60
100
CUADERNOS 21
están caracterizadas por los canales naturales. A su vez,
se observa una concentración de naufragios en torno de
las ciudades-puerto, sobre todo de Montevideo y Buenos
Aires, aunque el registro de esta última es especialmente
interesante, por ser la más antigua de la región, tener las
peores condiciones portuarias y haber crecido en la clandestinidad, mucho de lo cual debe al flujo del metálico
que provenía del Alto Perú.
A medida que fue pasando el tiempo, las ciudadespuerto que habían funcionado como bases secundarias
(Ensenada, Montevideo, Maldonado) actuando como
soporte de la principal (Buenos Aires) y desempeñando
actividades específicas íntimamente relacionadas con
el control militar del espacio y los recursos, tendrían
diferentes desarrollos. Solo una de las secundarias pudo
adquirir el rango de urbe (Montevideo) y cuestionar el
predominio regional de Buenos Aires.
Hacia fines del siglo XVIII (colonización) se estabilizan las poblaciones y empiezan a aparecer como
tentadores mercados para las potencias ultramarinas
europeas, que intercambiaban desde tiempo atrás sus
productos manufacturados por la plata altoperuana en
las costas rioplatenses.
La figura 3 muestra la incidencia combinada de los
factores naturales y culturales a escala regional para el
intervalo comprendido entre 1776 y 1818, mientras que
la figura 4 lo hace para el intervalo 1819-1861.
Apuntando a las causas de los naufragios, podemos
referir que tanto los temporales como los conflictos armados, provocan los picos más pronunciados. En la categoría
“otras causas”, englobamos los naufragios producidos por
incendios, choques, guerras, explosiones, varaduras, etc.,
incluyendo los indeterminados. La tensión a nivel regional y la competencia por el espacio que veníamos reflejando se traduce en una serie inacabable de problemas
políticos y bélicos que se producen en este momento: la
caída del Virreinato del Río de la Plata por el colapso de la
autoridad central, el proceso independentista avanzando
a escala continental, las invasiones inglesas, la guerra entre
las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil, bloqueos de
los puertos, bombardeos de las ciudades, etc.
Las ciudades agrupan la mayor concentración de
naufragios durante esta etapa y los hechos históricos han
tenido una fuerte incidencia en la distribución. Se observa
una tendencia a utilizar rutas no óptimas para navegar en
momentos de crisis, como ha pasado durante la guerra con
el Brasil en función de los condicionamientos operativos
que el bloqueo de los navíos imperiales imponía a Buenos
Aires. A su vez, observamos una notable falta de control de
los factores de riesgo meteorológico (los temporales hacen
estragos con las embarcaciones apostadas en los puertos).
Finalmente, al hablar de la etapa de ocupación efectiva,
observamos una intensificación del tránsito en general a
lo largo y a lo ancho del Río de la Plata.
En la figura 5 (período 1862-1907), empieza a notarse
la tendencia a la disminución del efecto de los temporales
sobre la distribución, lo cual se relaciona con la modernización de la infraestructura portuaria, evidenciando una
preocupación por el control progresivo de los factores de
riesgo. El mejoramiento de rutas óptimas y no óptimas a
través de la canalización artificial hacia finales del siglo
XIX y a lo largo del siglo XX permitió la inauguración de
nuevos circuitos de navegación y la adecuación de los más
aptos en el marco de la delimitación de las soberanías,
implicando esto un acto simbólicamente equiparable con
la defensa de las fronteras territoriales.
De acuerdo con nuestro modelo, el uso del Río de la
Plata fue mutando a través de los diferentes momentos:
ha pasado de ser un espacio de tránsito a uno de disputa
(de competencia, de poder) y, en esta última etapa, se ha
destacado como un espacio física y simbólicamente constituido, en el que las naciones no solo harían valer sus
soberanías, sino también a partir del cual consensuarían
su uso mediante tratados internacionales.
En efecto, el Río de la Plata fue un ambiente social y
naturalmente complejo. A partir de la evidencia material
de los naufragios fuimos rastreando cómo a través del
tiempo el comportamiento del ser humano iba generando
respuestas diferentes ante problemas diversos. Estudiamos
cómo fueron adoptándose distintas estrategias, cómo
ante determinados problemas se planificaron soluciones
alternativas, cómo se fueron controlando los factores de
riesgo e incertidumbre a medida que se fue ampliando
el conocimiento de la geomorfología y la meteorología, y
cómo estuvo integrado este ambiente acuático al desarrollo sociocultural de la región. En síntesis, esa dinámica de
cambio en la concepción, uso, ocupación y organización
del espacio a partir del análisis de la posición de los naufragios ha decantado en lo que nosotros propusimos considerar un paisaje arqueológico.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco la revisión crítica realizada por Dolores
Elkin, Rafael Goñi y María Marschoff.
62
EL INFIERNO DE LOS MARINOS
20
Invasiones inglesas
15
10
Época del virreinato: estricto
control de la circulación en el
río por parte de la Corona
Revolución de Mayo:
guerra por la
Independencia
5
0
1776
1781
1786
1791
Naufragios
1796
1801
Temporales
1806
1811
1816
Otras causas
Figura 3 - Naufragios en la región entre 1776 y 1818 (estrategia de Colonización)
20
15
Impacto cíclico de
temporales
Guerra con
Época de bloqueos en ambas
márgenes y conflictos navales
10
5
0
1819
1824
1829
Naufragios
1834
1839
1844
Temporales
1849
1854
1859
Otras causas
Figura 4 - Naufragios en la región entre 1819 y 1861 (estrategia de Colonización)
63
CUADERNOS 21
50
40
Último tercio: control de los
factores de riesgo meteorológico
montando una verdadera
infraestructura portuaria.
Impacto cíclico de temporales
30
20
10
0
1862
1867
1872
1877
1882
Naufragios
1887
Temporales
1892
1897
1902
1907
Otras causas
Figura 5 - Naufragios en la región entre 1862 y 1907 (estrategia de Ocupación Efectiva)
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ISSN 0570-8346
LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA DE UN CONTEXTO DE DESCARTE URBANO
Y SU RELACIÓN CON LA SALUBRIDAD DE BUENOS AIRES DEL SIGLO XIX
Sandra A. Guillermo*
RESUMEN
En el estudio presentado en este artículo nos proponemos discutir algunas cuestiones relacionadas con el estado
de salubridad en Buenos Aires del siglo XIX, a partir del análisis de las marcas de roedores presentes en una muestra
arqueofaunística proveniente de un contexto de descarte urbano.
PALABRAS CLAVE
Salubridad - roedores - arqueología - descarte
ABSTRACT
In this paper our purpose is to discuss some questions related to the state of the salubrity in Buenos Aires city of
the 19th century, taking into consideration the analysis of the rodent’s marks in an archaeological bone assemblage
recovered from an urban discard structure.
KEYS WORDS
Salubrity - rodents - archaeology - urban
Si entendemos a la salubridad como un conjunto de
“características que no son perjudiciales para la salud” y
que hacen referencia al estado general de la salud pública
de un lugar determinado, podemos decir que a lo largo
del siglo XIX la ciudad de Buenos Aires presentaba características contrarias a la salud e higiene públicas. (Diccionario Enciclopédico Labor 1967:440; Diccionario Real
Academia Española).
Estas características consideradas como insalubres
estuvieron presentes, según diversos relatos y bandos de
distintas épocas, desde que la ciudad se constituye como
tal (Brailovsky 1997; Luqui Lagleyze 1986; Latzina et al.
1889; Prignano 1998). Sin embargo, es a lo largo del siglo
XIX donde se van incrementando notablemente hasta el
punto en que fue necesario que las autoridades y diversos
organismos tomen medidas mucho más estrictas para
poder resolver de cierta forma dicha cuestión.
Este incremento y proliferación de la insalubridad a lo
largo del mencionado siglo puede ser vinculado sintéticamente a distintos factores urbanos de tipo macro que van
afectando a la ciudad. El considerable aumento de población que se da a partir de los años 1840/1850 con la llegada
de las grandes oleadas inmigratorias al país (Di Pace et al.
1992) y que se prolonga hasta finales de siglo, provoca a
su vez un aumento del espacio ocupado, reduciendo así
notablemente los zonas libres de construcciones.
* INAPL, [email protected]
La diversidad de formas y de lugares para deshacerse
de la basura a la que estaba acostumbrada la población,
(problema al cual no habían podido darle solución las
autoridades desde el siglo XVIII), junto con la ausencia
de un sistema de limpieza y recolección de residuos en un
primer momento y posteriormente la discontinuidad que
este presentaba (Guillermo 2002), hacía que la ciudad de
Buenos Aires no tuviese las mejores condiciones de salubridad e higiene pública. De hecho, es durante el siglo
XIX cuando las epidemias habituales cobran intensidad,
tal como sucedió con la de cólera en el año 1867 y con la
de fiebre amarilla en el año 1871 (Recalde 1993:18-21).
En la mayoría de los casos, la información y los datos
disponibles acerca de estas diferentes cuestiones provienen de fuentes históricas, médicas y de estadísticas. En
este artículo nos proponemos presentar un estudio que
apunte a comenzar a explorar dicha temática desde el
registro arqueológico. Para ello, nuestro objetivo es evaluar y discutir cuestiones vinculadas al estado de salubridad que presentaba un sector de la ciudad de Buenos
Aires en el siglo XIX, a partir de los resultados del análisis
de las marcas de roedores presentes en una muestra de
restos arqueofaunísticos proveniente de un contexto de
descarte. Conjuntamente con ello se tendrán en cuenta
también las características del tipo de contexto de depósito en el que cual fueron recuperados los restos óseos.
Partiendo de la enumeración y explicación de las principales transformaciones que va sufriendo Buenos Aires a
medida que avanza el siglo (edilicias, poblacionales, etc.)
67
CUADERNOS 21
haremos hincapié, dado nuestro objetivo, en analizar lo que
sucede en cuanto al depósito de restos descartados por los
habitantes, continuando posteriormente con la descripción
de la evidencia arqueofaunística recuperada y de los resultados obtenidos a partir de su análisis. Finalmente, los discutiremos en relación con la restante información presentada.
BUENOS AIRES EN EL SIGLO XIX: TIEMPO DE TRANSFORMACIONES
Dar cuenta de la totalidad de los cambios y transformaciones que sufrió una ciudad que estaba en pleno
desarrollo y crecimiento como la ciudad de Buenos Aires
en el siglo XIX es una tarea poco necesaria para este trabajo, dado que su finalidad es abrir un área de estudio
a partir de la generación de ciertos interrogantes. Solo
mencionaremos las transformaciones más relevantes que
permitirán contextualizar la evidencia arqueofaunística
y entender las cuestiones tratadas. Como las intensidades de los cambios no fueron iguales a lo largo de todo el
siglo, se lo segmentó en tres lapsos.
Años 1800-1852
Hasta comienzos del siglo XIX Buenos Aires mantuvo su perfil de ciudad de casas bajas y de características
humildes, con apenas algunos rasgos singulares de arquitectura institucional o eclesiástica (Gutiérrez 2000:43). El
crecimiento de la población era el resultado de la combinación de un incremento natural y de la inmigración,
tanto interna como externa, proveniente en su mayor
parte de Europa (Guillermo 2002:8).
Entre los años 1829 y 1852, la ciudad se modificó
notablemente. No tanto el tejido urbano, que aún mantenía su trazado y estructura de ciudad colonial, sino porque se construyeron nuevos edificios de mejor calidad y
de mayor altura (Gutiérrez 2000:43).
Años 1852-1880
En estos años se da un notorio aumento de la actividad
comercial y un fomento de la inmigración mediante políticas de poblamiento que eran promovidas por la nueva
constitución del año 1853 como una forma de impulsar
la modernización del estado (Guillermo 2002:8). Esto
influyó notablemente en el desarrollo y crecimiento de
la ciudad (Gutiérrez 2000:44). Sin embargo, este crecimiento no era homogéneo para todas las zonas. El Censo
Nacional de Población realizado en el año 1869 menciona
que el 80 % de la población se encontraba aún radicada
dentro del sector delimitado por la traza original de Garay
(Gutiérrez 2000:44).
Después del año 1852 comienza un lento movimiento
poblacional en el interior de la misma ciudad de Buenos
Aires. Las familias acaudaladas que vivían en el barrio al
sur de la Plaza de Mayo empiezan a emigrar hacía el lado
norte de aquella. Este movimiento tuvo varias razones.
Por un lado las familias adineradas buscaban modificar
sus residencias y veían en la mudanza y construcción de
una nueva vivienda una mejor opción que la de remodelar la ya existente (ver discusión en Aliata s/f; Gutiérrez
2000). Otra razón son las reiteradas epidemias, tanto de
cólera como de fiebre amarilla, que van azotando a la
zona sur desde mediados de siglo. Con la gran epidemia
del año 1871 (Scenna: 1974:81-82) se produce el alejamiento definitivo del antiguo barrio y un cambio en la
composición poblacional de la zona. Las casas en las que
habían vivido las familias adineradas, quienes seguían
siendo sus propietarios, se destinaron a la renta. Para
ello, las viviendas se modificaron pasando entonces a
tener por lo general locales en la planta baja y habitaciones de alquiler en la planta alta. Muchas de ellas se
convirtieron en conventillos al destinarse la totalidad de
la casa a piezas de alquiler. En ellos los inmigrantes y los
sectores con bajos ingresos vivían de manera hacinada
(Gutiérrez 2000:44).
En consecuencia se produjo un aumento de la cantidad de personas que habitaban cada propiedad (Latzina
et al. 1889:64-71) y por otro lado, las modificaciones
mínimas que se le realizaban a la vivienda para poder
acondicionarlas para rentar sus habitaciones y en algunos
casos crear los locales de alquiler, aumentaba el espacio
ocupado reduciendo de esta manera las zonas libres de
construcciones en los distintos predios.
Años 1880-1900
Durante este lapso se empiezan a realizar y a observarse las verdaderas y grandes modificaciones urbanas.
La ciudad tiene ahora, más que nunca, como rasgos
destacado el cosmopolitismo, resultado de la continua
llegada de inmigrantes al país. El espacio urbano se reorganiza descomponiéndose en un mosaico de barrios con
predominio de distintas nacionalidades.
Dicha reorganización también se observa en el espacio
privado con una diferenciación funcional que multiplica
habitaciones, mobiliarios y enseres domésticos. Continúa
la proliferación de los conventillos, fenómeno iniciado en
años anteriores.
En este período se realizan los grandes cambios urbanos a nivel de la ciudad promovidos por la idea que modernizar implica demoler los signos coloniales antiguos. Se
demuele la recova, se construyen importantes edificios
como la Casa de Gobierno, la Aduana, etc. Se finalizan las
tareas del puerto y se abren las dos diagonales del centro
de la ciudad (diagonal norte y diagonal sur). Se realiza la
apertura de la Avenida de Mayo, “con cuya expropiación
culmina el éxodo, iniciado dos décadas antes, de la vieja
aristocracia criolla, debido a la adopción de nuevos mode68
LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA DE UN CONTEXTO DE DESCARTE URBANO
los culturales y a la baja calidad de vida que ofrecía el sur
azotado por las epidemias” (Aslan et al. 1992:20-23).
El constante aumento de la población y el hacinamiento
en lugares reducidos generaba un cúmulo de restos producto de sus actividades diarias que debía ser descartado
o eliminado. ¿Qué hacían los habitantes de Buenos Aires
frente a esta situación con los restos que debían descartar?
LAS FORMAS Y LUGARES DE DEPÓSITO DE LOS RESTOS
DESCARTADOS
Las investigaciones reseñadas en trabajos anteriores,
centradas en el análisis diacrónico de los contextos de depósito de Buenos Aires desde el siglo XVI hasta el siglo XX
(Guillermo 2002, 2004) han puesto de manifiesto algunas
tendencias generales evidenciables a lo largo del siglo XIX.
Durante ese siglo, la ciudad presenta el máximo de utilización, en cuanto a cantidad y variabilidad, de contextos
para el depósito de restos descartados. Para ese momento
se ha podido registrar la utilización simultánea como lugares de depósito de los siguientes contextos: las calles, los
pozos en los fondos de las construcciones habitacionales,
los arroyos que atravesaban la ciudad, los zanjones y sus
desembocaduras, los llamados “huecos”, las márgenes de
los dos grandes ríos que rodean a Buenos Aires (como son
el Riachuelo en el sur de la ciudad y el Río de La Plata hacía
el este), la zona baja al sureste de la ciudad, las márgenes del
ferrocarril que transportaba los restos desde los vaciaderos
hacía otros lugares de depósito y las diversas quemas. Dicha
situación se veía acentuada además por la ausencia, hasta
casi mediados de siglo, de un sistema de limpieza y recolección de restos eficaz y continuo que removiera y alejara
a los desperdicios fuera del núcleo poblacional (Guillermo
2002:18; Prignano 1998:90-91).
LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA
La evidencia arqueológica analizada fue recuperada
de un lote ubicado sobre la actual calle Moreno nº 314,
dentro del radio antiguo de la ciudad de Buenos Aires.
Este predio se localiza a dos cuadras hacia el sur de la
Plaza de Mayo, punto central en torno al cual convergieron desde los inicios de la ciudad, las actividades cívicas,
políticas y administrativas. En esta zona se constituyó,
desde los comienzos del desarrollo urbano hasta el año
1850 aproximadamente, el barrio aristocrático de Buenos
Aires (Lafuente Machain 1968:13). En relación con el
tema tratado –la salubridad– la muestra resulta relevante
ya que proviene de la zona en que se dan los cambios
edilicios y poblacionales que hemos mencionado, siendo
además la zona más afectada por las epidemias y con la
mayor densidad de población para la época.
La evidencia arqueológica ha sido obtenida mediante
tareas de rescate llevadas a cabo por profesionales de
diversas instituciones en el año 1998 (Acosta 1998).
Debido a diversas razones ajenas a los profesionales que
efectuaron las tareas, tales como el escaso tiempo para
la recuperación, problemas con el propietario, etc. no se
pudo recuperar la totalidad de restos allí presentes. Por
lo tanto, la evidencia arqueológica y la estructura que
los contenía no presentan un registro estratigráfico riguroso. Estos datos fueron reconstruidos indirectamente
y de forma aproximada con la escasa información que
pudieron brindar y registrar en el momento del rescate.
Por esta razón, los restos arqueológicos recuperados en
dicho predio son considerados una muestra del total de
los objetos y vestigios que probablemente fueron allí descartados y finalmente depositados.
En cuanto a la información referida a los aspectos
cronológicos, también fue inferida mediante la consideración de restos tomados como diagnósticos y de los
datos cronológicos vinculados con el tipo de contexto de
depósito. De esta manera, hemos podido determinar su
adscripción al siglo XIX dada su asociación con material
perteneciente a dicha época, tal como la loza y el vidrio,
y al contexto de depósito en el cual se hallaron, un pozo
de basura en la parte trasera del predio. Este hecho hace
asimismo que pueda ser adscripta hasta la primera mitad
del siglo, ya que la utilización de estos pozos comienza
a decrecer en la zona hacía aproximadamente mediados
del siglo XIX, cuando una ordenanza prohíbe su uso en el
año 1857 (Guillermo 2002:24; Prignano 1998:89).
Asimismo, otros estudios entorno a la misma muestra
arqueofaunística, con la finalidad entre otros propósitos
de determinar el agente productor de las marcas antrópicas observables macroscópicamente en la superficie
de los restos óseos (Guillermo 2006), nos han brindado
además información de índole cronológica que apoya
dicha adscripción temporal. Los restos han evidenciado
una ausencia de marcas antrópicas realizadas con sierras
eléctricas, lo cual nos estaría refiriendo a un momento
anterior a su uso, hecho recién producido en Buenos
Aires a comienzos del siglo XX.
LA MUESTRA ARQUEOFAUNÍSTICA
Del lote intervenido se recuperaron un total de cinco
mil quinientos setenta y ocho restos óseos provenientes de una estructura subterránea de aproximadamente
seis metros de profundidad, ubicada en su parte trasera
(Acosta 1998).
Se ha podido determinar, de acuerdo con información obtenida en otros trabajos realizados en el área y en
relación con la evidencia (Guillermo 2002, 2004, 2005)
que los restos allí depositados son producto del descarte
realizado en un pozo de basura realizado en el propio
sedimento, sin ninguna estructura reconocible de con69
CUADERNOS 21
tención. Estos tipos de contexto de depósito eran comunes en Buenos Aires por lo menos en lo que constituye
el radio antiguo de la ciudad, hasta mediados del siglo
XIX. Se trata de contextos enterrados que no superan en
ningún caso el nivel de la superficie (Guillermo 2002:24;
Prignano 1998: 89).
La muestra arqueofaunística recuperada de este predio está compuesta por especimenes óseos de: Bos taurus
(vaca) [n: 1967], Equus caballus (caballo) [n: 3], Sus scrofa
(cerdo) [n: 4], Ovis aries (oveja) [n: 616], Rattus sp. (rata)
[n: 36], Felis cattus (gato) [n: 9], peces [n: 150] y aves
[n: 251] (Acosta 1998).
ANÁLISIS DE LOS RESTOS ARQUEOFAUNÍSTICOS
Para este estudio hemos analizado los restos pertenecientes a la especie/género que predomina en la muestra, el Bos taurus (vaca) y a la especie/género Ovis aries
(oveja). De un total de mil seiscientos cincuenta y nueve
restos pertenecientes a la especie/género Bos Taurus (vaca)
hemos analizado un 21% del total (n: 412), en tanto que
con respecto a la otra especie considerada tomaremos
los datos del total de la muestra (n: 616) estudiados por
Acosta (1998) [ver tabla 1]. Las otras especies no se han
considerado para este trabajo porque aún no han sido
analizadas más allá de su determinación anatómica y
taxonómica (Acosta op. cit.).
Tabla 1 - Valores de NISP para los taxones analizados
Taxón
NISP
Bos taurus (vaca)
412
Ovis aries (oveja)
616
Dado que nuestro propósito es discutir aspectos
vinculados con el estado de salubridad en un punto
de la ciudad de Buenos Aires, nos preguntamos que
variable considerar que nos permita desde el registro
arqueofaunístico poder indagar esta cuestión. La muestra fue obtenida de un contexto de descarte, y partiendo
del supuesto que estos lugares en un medio urbano
constituyen “locis” favorables a la presencia de ciertos
roedores, dada sus características “antihigiénicas”, nos
pareció pertinente registrar las frecuencias de marcas de
roedores presentes en los restos óseos. Uno de los roedores cuya presencia es numéricamente alta en este tipo
de medio son las ratas. Estas se han dispersado por todo
el mundo (Proyecto Sierra de Baza 2005) y han estado
presentes en la ciudad de Buenos Aires desde época
colonial. Se trata de un roedor muy común en áreas
urbanas (Davis 1989:195) acostumbrado a estar en relación estrecha con el hombre y a ser un gran transmisor
de enfermedades (Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires: s/f). Tomamos a dichas marcas como indicador
de condiciones de insalubridad porque esta especie
para que pueda reproducirse necesita la existencia de
ciertas características físico-ambientales, tales como, la
presencia de espacios reducidos, de acumulaciones de
residuos y de desperdicios alimenticios, etc. (Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires: s/f; Proyecto Sierra de
Baza 2005) contrarias a las condiciones de higiene y de
salud esperables. Es decir, necesitan de la existencia de
ámbitos que poseen características consideradas como
insalubres. Precisamente dichas características son las
que empiezan a ser comunes en el sector sur de la ciudad
a partir de los cambios urbanísticos y de población que
se empiezan a suceder intensamente en el siglo XIX.
Es por esta razón que esperamos que la muestra
presente un alto porcentaje de restos con evidencias de
marcas de roedores. Partiendo de esta expectativa, procedimos a discriminar en el análisis arqueofaunístico
aquellos restos que presentaban dichas marcas. Se tomó
en consideración ambas especies dado que presentan
tamaños diferentes lo cual puede incidir en el acceso que
los roedores hayan tenido a dichos especimenes.
Para la especie/género Bos taurus (vaca), del total
analizado, veinticuatro presentan marcas de roedores.
Es decir, el 5,82% de la muestra. Las costillas son las
partes anatómicas identificadas que presentan la mayor
cantidad de evidencias, seguidas por las vértebras, los
radios y finalmente los cúbitos, fémures y húmeros.
(ver tabla 2).
Tabla 2 - Partes anatómicas identificadas de Bos taurus
(vaca) con evidencias de marcas de roedores
Bos taurus (vaca)
Partes anatómicas
Frecuencia de
identificadas con presencia
marcas de roedores
de marcas de roedores
Vértebra
4
Costilla
14
Radio
2
Cúbito
2
Húmero
1
Fémur
1
Total
24
En tanto que para la especie/género Ovis aries (oveja),
cuarenta y un restos presentan evidencias de marcas de
roedores, es decir el 6,65 % del total, siendo los húmeros y los metacarpos los que poseen la mayor cantidad
de marcas, seguidos por los radios, cúbitos, tibias y los
metatarsos (ver tabla 3).
70
LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA DE UN CONTEXTO DE DESCARTE URBANO
Tabla 3 - Partes anatómicas identificadas de Ovis aries
(oveja) con evidencias de marcas de roedores
Ovis aries (oveja)
Partes anatómicas identificadas
con presencia de marcas de
roedores
Radio cúbito
Frecuencia de
marcas de
roedores
4
Radio
5
Cúbito
4
Húmero
13
Fémur
3
Tibia
3
Metacarpo
8
Metatarso
1
Total
41
Si bien consideramos que simplemente el análisis de
las marcas de roedores presentes en los restos óseos no
pueden constituir por sí mismos indicadores inequívocos
que nos permitan hablar sobre aspectos relacionados con
la salubridad de un período cronológico dado, creemos
que es una vía analítica inicial para empezar a generar
nuevos interrogantes acerca de la temática. Deberán en el
futuro llevarse a cabo otras investigaciones que al ampliar
el tamaño de la muestra puedan modificar o no esta tendencia general observada.
Podemos decir que los resultados del análisis realizado
en la muestra arqueofaunística han dejado en evidencia
que los roedores no han sido un agente postdepositacional importante dentro del contexto de depósito. Esta
baja frecuencia de marcas no coincide con la expectativa
planteada. En consecuencia, postularemos seguidamente
algunas de las razones que pensamos pueden llegar a
explicar la discrepancia existente entre nuestra expectativa y los resultados alcanzados. Las que nos ayudarán a
discutir asimismo cuestiones relacionadas estrechamente
con las condiciones de salubridad.
DISCUSIÓN
Los datos históricos dejan en evidencia que la ciudad
de Buenos Aires para el siglo XIX presentaba marcadas
condiciones de insalubridad debido a la presencia de una
gran cantidad de lugares de depósito de restos descartados por sus pobladores, tanto en el ámbito cotidiano
como público, y a un importante incremento de la población que habitaba la ciudad. Este incremento poblacional
produjo un consiguiente aumento del espacio ocupado,
provocando una reducción de los lugares libres de construcciones y un incremento en la cantidad de personas
que habitaban en cada vivienda. En consecuencia, se
produjeron una serie de modificaciones de las características físico-ambientales que favorecieron el desarrollo
de locis propicios para la reproducción y expansión de
determinados roedores, tales como las ratas. La propiedad de Moreno nº 314 según datos catastrales y censales (Lima González Bonorino 2005) no estuvo exenta de
estas transformaciones del espacio, las construcciones del
predio redujeron sus espacios libres.
Sin embargo, los resultados del análisis de la evidencia
arqueofaunística proveniente de un pozo de basura ubicado en la parte trasera de ese predio, sugiere que dicho
contexto de depósito, no presenta algunas de las características de insalubridad que esperábamos, es decir, una
alta frecuencia de marcas de roedores en los restos óseos.
Sus bajos porcentajes en los restos arqueofaunísticos
tanto de la especie/género Bos Taurus (vaca), 5,82 %,
como para la especie/género Ovis aries (oveja), 6,65 %,
provenientes de dicho contexto de depósito, nos hace
debatir algunas cuestiones vinculadas a las posibles razones de tan bajos índices.
Una de las respuestas viables podría ser que estos pozos
de basura presentes en las propiedades no constituirían
ambientes propicios para la reproducción de dicho roedor.
Estos contextos de depósito aparentemente habrían sido
lugares más “higiénicos” de lo que se supone. Posiblemente
el empleo de técnicas tradicionales como el llamado mantillo (alternado de basura y delgadas capas de tierra que la
cubren), así como la presencia de animales domésticos, por
ejemplo gatos, en sus proximidades, inhibirían el acercamiento de los roedores en busca de alimentos e impedirían
que utilizaran dicho ámbito para reproducirse.
Por otro lado, podría pensarse también que la muestra
arqueofaunística analizada correspondería, de acuerdo
con lo mencionado a comienzos del artículo, a momentos
cronológicos de comienzos del siglo XIX, cuando aún las
grandes transformaciones ocupacionales de la zona no se
habían producido y por lo tanto el ambiente habitacional
no era favorable para la proliferación numérica de dichos
roedores, ya que existían espacios abiertos tanto dentro
como fuera de las propiedades.
Se puede pensar también, que si bien no se sabe específicamente cuando las ratas llegaron a Buenos Aires,
probablemente en alguno de los buques que arribaban al
puerto, suponemos que aquellas habrían estado presentes desde los comienzos del desarrollo de la ciudad. Sin
embargo, consideramos que no fue sino hasta mediados
del siglo XIX cuando se dan las condiciones necesarias
que favorecen su rápida reproducción y expansión. El
peligro latente que dicho crecimiento conllevaría quedó
manifestado con la primera epidemia de peste bubónica
que se desarrolló en Buenos Aires en el año 1900 (Laval
71
CUADERNOS 21
s/f). Su desarrollo epidémico necesitó de un agente portador-transmisor que ya habría estado presente muchos
años antes en el interior de la ciudad.
Finalmente, podemos decir a partir de este estudio que
la condiciones de insalubridad que presentaba Buenos Aires
se encontraban mayormente, por lo menos al comienzo del
siglo XIX, en al ámbito público es decir, en la ciudad, en lo
externo, más que dentro del ámbito doméstico. Podemos
concluir preguntándonos entonces si los pozos de basura,
apreciados como focos de infección, habrían sido tan antihigiénicos como comúnmente son considerados.
CONSIDERACIONES FINALES
Dado que en una ciudad intervienen una gran cantidad de factores a distintas escalas que se interrelacionan
entre sí continua y dinámicamente, no creemos que simplemente el análisis de las marcas de roedores presentes en
los restos arqueofaunísticos pueda constituir por sí solo
datos consistentes que permitan establecer conclusiones
inequívocas acerca del estado de salubridad existente en
un determinado período cronológico.
Nos parece, sin embargo, que constituye una línea de
análisis viable para encarar un estudio acerca del estado de
salubridad desde el registro arqueológico, siempre y cuando
dicho estudio considere y tenga en cuenta las características del ámbito urbano del cual dicho registro forma parte.
La evidencia analizada en torno a la presencia de marcas de roedores, consideradas como uno de los indicadores de condiciones de salud pública, constituyó en este
estudio el inicio de una vía de investigación a continuar
explorando en trabajos posteriores. Por el momento decidimos empezar a indagar el tema desde las cuestiones que
parecían ser las más obvias y cuyos resultados alcanzados han demostrado no ser tan así. En estudios futuros
la consideración de otras variables será fundamental par
poder profundizar acerca de la higiene pública y privada,
cuestiones que en este estudio apenas fueron esbozadas.
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ISSN 0570-8346
INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES
(ANTOFAGASTA DE LA SIERRA, CATAMARCA)
S.Hocsman* y P. S. Escola**
RESUMEN
Se aborda la variabilidad tecnológica de artefactos formatizados de los sitios agro-pastoriles Casa Chávez Montículos y Punta de la Peña 9 a través de la estimación de la inversión de trabajo en su manufactura, aplicando la categoría
analítica “clase técnica”. Asimismo, se discute su relación con el concepto de “diseño utilitario”.
PALABRAS CLAVE
Inversión de trabajo - clase técnica - diseño utilitario - contextos agro-pastoriles puneños
ABSTRACT
Technological variability of retouched tools from agro-pastoralists sites Casa Chávez Montículos and Punta de la
Peña 9, is analyzed. An estimation of the work investment implied in their manufacture is done applying the analytical
category of “technical class”. Likewise, its relation with the concept of “utilitary design”, is discussed.
KEY WORDS
Work investment - technical class - utilitary design - agro-pastoralist context of the Puna
INTRODUCCIÓN
De acuerdo con Torrence (2001), la tecnología comprende las acciones físicas realizadas por actores instruidos
quienes usan materiales cuidadosamente seleccionados
para producir un resultado deseado. Dicho producto surge
de objetivos identificados por los individuos y los grupos
y no implican necesariamente la maximización de alguna
propiedad como la energía o el éxito reproductivo. Este
resultado deseado, definido por los usuarios, es el factor
más importante en la elección de instrumentos y acciones,
si bien la tecnología debe ajustarse también a los objetivos y constreñimientos que compiten entre sí planteados
por el ambiente físico y social. En suma, la producción
de formas específicas implica una elección resultante de
la combinación de lo que, en palabras de Bradley y Giria
(1996), son las necesidades funcionales y tecnológicas,
mediatizadas por el contexto social.
En este marco, una manera posible de encarar el análisis de artefactos líticos tallados es a través de la perspectiva organizativa de la tecnología que plantea “el estudio
de la selección e integración de estrategias para hacer,
usar, transportar y descartar instrumentos y los materiales
* CONICET, Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de
Tucumán, [email protected]
** CONICET, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de
Catamarca, [email protected]
necesarios para su manufactura y mantenimiento” (Nelson 1991: 57). Esta concepción le otorga a la tecnología
misma y a sus productos –los artefactos– un rol dinámico
dentro de los sistemas culturales. Este dinamismo implica
tomar en consideración las estrategias tecnológicas las
cuales son vistas como respuestas a condiciones ambientales como así también a variables económicas y sociales.
De este modo, estas decisiones, que guían el componente
tecnológico del comportamiento humano, deben ajustarse o ser la variable de ajuste de otros aspectos del comportamiento (subsistencia, movilidad, estrategias sociales,
etc.) ante necesidades y prioridades particulares. Este es el
camino que lleva a explorar y comprender la variabilidad
tecnológica, su naturaleza y sus factores condicionantes.
En términos generales, se puede decir que los conjuntos de artefactos líticos tallados presentan una importante
variabilidad interna. De particular importancia dentro de
esta última es el tratamiento tecnológico diferencial que
se le da a los artefactos que constituyen dichos conjuntos.
Así, una forma de abordar dicha variabilidad tecnológica es a través de la estimación de la inversión de trabajo implicada en la manufactura de las distintas clases
de artefactos que constituyen las muestras arqueológicas
(Bousman 1993). Al respecto, está ampliamente difundido el hecho de que algunos instrumentos pueden ser
producidos con muy poco esfuerzo mientras que otros
requieren de un gran esfuerzo de producción. Más aún,
algunos arqueólogos han definido tipos de instrumentos
75
CUADERNOS 21
sobre la base de la cantidad de trabajo invertido (Kelly
1988; Andrefsky 1994). En este sentido, aquellos artefactos que requieren una elevada inversión de tiempo y
energía en su producción son considerados resultado, en
general, de una estrategia de conservación. Por su parte,
se asume que los instrumentos vinculados a una estrategia de expeditividad son aquellos que poseen una baja
inversión de trabajo en su producción.
Ahora bien, en la mayoría de los trabajos, esta estimación de la inversión de trabajo o de tiempo y energía
resulta de una evaluación global basada en la aplicación
de conocimientos generales prácticos acerca de la talla
lítica. Un ejemplo de ello es la propuesta de Parry y Kelly
(1987). Estos autores miden el esfuerzo de producción
en varios tipos de artefactos. Así, ellos consideran que
los instrumentos con formatización en las caras (facial
retouch) implican una mayor dificultad y una inversión
mayor de tiempo que aquellos que solo tienen retoque
marginal o ningún retoque en absoluto. De este modo,
puntas de proyectil, bifaces y unifaces serían casos de
artefactos con retoque en las caras mientras que las lascas
no modificadas con rastros de uso y aquellas con retoque
marginal serían artefactos sin retoque en las caras.
Siguiendo esta línea de investigación, Aschero y
Hocsman (2004) proponen la categoría analítica clase
técnica como una vía metodológica posible para abordar, de manera menos ambigua que las aproximaciones
comentadas previamente, la estimación de la inversión de
trabajo en la manufactura de artefactos líticos tallados.
Al respecto, este trabajo tiene como objetivo el análisis
de conjuntos de artefactos formatizados agro-pastoriles
(ca.2200-1400 años AP) aplicando la categoría analítica
señalada. Específicamente, se trata de materiales recuperados en estratigrafía procedentes de los sitios Casa
Chávez Montículos (Montículo 1) y Punta de la Peña 9
(sector I, recinto 3 y sector III, recinto 2), localizados en
la microrregión de Antofagasta de la Sierra, en la Puna
Meridional argentina. Asimismo, sobre la base de la inversión de trabajo estimada en estos conjuntos, se discute la
relación con la variable de diseño aplicando el concepto
de diseño utilitario (Escola 2004a) para los casos de baja
inversión de trabajo en la formatización, desarrollándose
categorías analíticas complementarias.
LA CATEGORÍA ANALÍTICA DE LA CLASE TÉCNICA
La clase técnica, de acuerdo con Aschero y Hocsman
(2004), distingue grados de trabajo invertido en la producción de artefactos de piedra tallada ya sean núcleos,
artefactos formatizados, desechos de talla o artefactos
con filos naturales con rastros complementarios. Esta
inversión de trabajo se mide, en los productos finales, a
través de la superposición de lascados que cubren total
o parcialmente la superficie de una u otra cara del artefacto, entrecruzándose o no en el eje medio de la pieza.
Estos lascados son la consecuencia material de distintas
operaciones técnicas –fundamentalmente percusión o
presión– implementadas para rebajar el espesor de la
forma-base elegida. De este modo, estas operaciones de
rebaje –con su plus de trabajo invertido– pueden obedecer a la búsqueda de productos finales diferentes.
Ahora bien, en lo que respecta a los artefactos formatizados, se pueden distinguir las siguientes clases técnicas en función de una inversión de trabajo decreciente
(Aschero y Hocsman 2004, Hocsman 2006): artefactos
con adelgazamiento bifacial, artefactos con reducción
bifacial, artefactos con adelgazamiento unifacial, artefactos con reducción unifacial, artefactos con trabajo
no invasivo bifacial, artefactos con trabajo no invasivo
unifacial, artefactos con trabajo no invasivo alternante
y artefactos con trabajo bipolar. Cabe señalar que estas
categorías requieren distintos costos de formatización a
la vez que implican, durante el proceso de manufactura,
distinto grado de conocimientos prácticos, experiencia
y destreza manual. En este sentido, se puede decir que
hay un continuum en la morfología de los artefactos que
va desde aquellos que pueden ser producidos con muy
poco esfuerzo tecnológico hasta los que comprenden un
mayor esfuerzo de producción. Se destaca que, de todas
las categorías de artefactos, los que presentan adelgazamiento bifacial son los que han sido relacionados con la
mayor inversión de trabajo en su manufactura (Andrefsky 1994; Hayden et al. 1996) diferenciándose de aquellas piezas que poseen un simple retoque marginal o no
invasivo unifacial.
Siguiendo estos conceptos, las clases técnicas consideradas se diferencian en (figura 1):
- Artefactos con adelgazamiento bifacial. Corresponden
a piezas en las que hay una intencionalidad en rebajar el espesor del artefacto, con la menor afectación
posible del ancho, y generar una sección determinada
regular, generalmente biconvexa, por medio de lascados bifaciales que afectan proporcionalmente más las
caras que los bordes (figura 1.a).
Cabe destacar que se espera que las piezas con adelgazamiento, ya sea bifacial o unifacial, presenten: a)
lascados que se extiendan desde el borde hasta un
poco más allá del centro del artefacto y, b) que estos
contacten o se superpongan con negativos provenientes del margen opuesto.
- Artefactos con reducción bifacial. Constituida por
artefactos confeccionados por lascados bifaciales que
afectan proporcionalmente más las caras que los bordes, pudiendo presentar una reducción de su espesor
como resultado no intencional (figura 1.b).
76
INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES
Figura 1 - a) Artefacto con adelgazamiento bifacial; b) Artefacto con reducción bifacial;
c) Artefacto con adelgazamiento unifacial; d) Artefacto con reducción unifacial;
e) Artefacto con trabajo no invasivo bifacial; f) artefacto con trabajo no invasivo unifacial
(modificado de Aschero y Hocsman 2004)
77
CUADERNOS 21
-
-
-
-
-
Se puede señalar que en el caso de la reducción –ya
sea bifacial o unifacial– donde el espesor no es un
factor clave, si bien los negativos pueden llegar al
centro de la cara la tendencia es que: a) no alcancen a
cubrir el centro de la cara o, en el caso de alcanzarlo,
b) que no se superpongan con los lascados procedentes del otro borde.
Asimismo, es importante tener en cuenta que, en el
caso de los artefactos formatizados, la reducción bifacial o unifacial apunta a imponer una cierta forma
geométrica –simétrica o asimétrica– al artefacto. Es
decir que, en estos casos, el énfasis de la reducción
está puesto en la búsqueda de conformaciones específicas de contornos.
Artefactos con adelgazamiento unifacial. Se trata de
instrumentos que ven reducidos su espesor por lascados que cubren una sola de sus caras. En esta clase
de artefactos hay una búsqueda de espesores y secciones específicos, pero en el marco del trabajo unifacial
(figura 1.c). El adelgazamiento unifacial se puede
presentar, por ejemplo, en situaciones donde una cara
se presenta abultada respecto de la otra, siendo esta
última más plana.
Artefactos con reducción unifacial. Corresponden
a piezas en las que la formatización unifacial afecta
proporcionalmente más la cara que el borde. Por otro
lado, responden a la búsqueda de contornos y secciones específicas (figura 1.d).
Artefactos con trabajo no invasivo bifacial. Se trata de
instrumentos donde el énfasis está puesto en la búsqueda de una morfología de filo particular basada en
la extracción de lascas en ambas caras. En estos casos,
los lascados afectan más los bordes que las caras de la
pieza en función de requerimientos en cuanto a bisel
o contorno (figura 1.e).
Cabe destacar que tanto en el caso de artefactos
bifaciales como unifaciales los lascados afectan los
bordes de la pieza sin alcanzar las zonas centrales,
siendo marginales al cubrir menos del 50% de la
cara, de acuerdo con a lo especificado por Aschero
(1975) en cuanto a la extensión de los lascados sobre
las caras de la pieza.
Artefactos con trabajo no invasivo unifacial. Constituyen piezas donde el énfasis está puesto en la búsqueda
de una morfología de filo particular a partir de lascados en una sola de las caras que afectan más el borde
que la cara de la pieza (figura 1.f).
Artefactos con trabajo no invasivo alternante. En estos
instrumentos interesa obtener un determinado tipo
de filo sin afectar las caras de la pieza, por medio de
series de lascados que se alternan en una y otra cara
sobre un mismo borde.
-
Artefactos con trabajo bipolar. En estos, la intención es
producir filos. Se destaca el escaso control sobre los
productos en el marco de una bajísima inversión de
tiempo y esfuerzo de manufactura.
EL ÁREA DE ESTUDIO Y LOS SITIOS ANALIZADOS
La Puna de Atacama, sector más austral del altiplano
andino, constituye un desierto de altura con altitudes
medias que oscilan entre los 3.600 y 3.800 msnm. La
porción correspondiente a la Puna argentina se divide
en un sector Septentrional y en uno Meridional (Feruglio 1946). Cabe destacar que Antofagasta de la Sierra se
localiza dentro de este último sector Meridional.
En líneas generales, todo el espacio puneño se caracteriza por poseer un clima árido y frío, una intensa radiación solar debida a la altitud, una gran amplitud térmica
diaria, una marcada estacionalidad con precipitaciones
estivales pobres y una baja presión atmosférica. Más allá
de estas características puntuales, es importante tener
en cuenta que la Puna es un ambiente heterogéneo y de
gran inestabilidad. El régimen de lluvias es sumamente
irregular pudiendo provocar sequías impredecibles que
afectan drásticamente la disponibilidad de los recursos.
Asimismo, la aparición de heladas, nevadas y vientos
fuertes es poco predecible. Por otra parte, la distribución
de los recursos no es homogénea distinguiéndose áreas de
alta concentración de nutrientes frente a otras de recursos muy dispersos o casi inexistentes (Yacobaccio 1998,
Olivera 1998). En efecto, son los microambientes de fondos de cuenca y quebradas protegidas los sectores donde
se concentran en virtud de una disponibilidad de agua
relativamente estable. Esto redunda en una localización
espacial de los recursos altamente predecible, hecho que
no puede hacerse extensivo a su abundancia dado que el
ambiente es extremadamente variable en el corto plazo
(Yacobaccio et al. 1994).
Ahora bien, la microrregión de Antofagasta de la Sierra
se sitúa en el ángulo noroeste de la provincia de Catamarca.
Esta incluye una diversidad de geoformas y un mosaico de
recursos y microambientes que permiten acotar un área de
investigación representativa de lo que ofrece ambientalmente la Puna. Existen varios cursos de agua permanente
cuya variación de caudal a lo largo del año no es significativa (Tchilinguirian y Olivera 2000). La cuenca misma
de Antofagasta de la Sierra comprende el sistema hídrico
de los ríos Calalaste-Toconquis-Punilla/Antofagasta y sus
afluentes, dentro de los cuales se destacan los ríos Las Pitas
y Miriguaca –por margen derecha– y el río Los Colorados
–por margen izquierda– (figura 2). Cabe destacar que se
trata de una cuenca endorreica con drenaje a una laguna
terminal, la laguna de Antofagasta, que se localiza al pie de
los volcanes Antofagasta y Alumbrera.
78
INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES
Figura 2 - Mapa de Antofagasta de la Sierra con sitios considerados incluidos
79
CUADERNOS 21
En tal ámbito geográfico, los sitios considerados en este
trabajo son Casa Chávez Montículos (CChM) y Punta de la
Peña 9 (PP9). El primero de estos es un sitio a cielo abierto,
que se encuentra sobre la margen izquierda del río Punilla,
a 3.450 msnm (figura 2). Se trata de un conjunto de diez
estructuras monticulares, de dimensiones variables, dispuestas en dos grupos alrededor de un espacio deprimido
central. Estudios realizados sobre procesos de formación
del sitio han permitido asignar un origen fundamentalmente artificial para los montículos, con aporte menor de
sedimentación natural (Olivera y Nasti 1993).
Los registros de excavación provienen de los Montículos 1 y 4. En ambos montículos se detectaron estratigráficamente restos de diferentes tipos de estructuras
(habitacionales, basurales, estructuras de cavado artificial,
fogones), evidencias de manufactura de cerámica, indicadores de actividades agrícolas y vestigios de procesamiento
y consumo de camélidos (Lama glama y Lama vicugna). Se
destaca la presencia dominante de neonatos y juveniles lo
cual indicaría una cierta selectividad en el manejo de los
animales. Así, sobre la base de estas evidencias, el sitio fue
definido como una base residencial de actividades múltiples con alto grado de sedentarismo (Olivera 1992).
Los fechados radiocarbónicos disponibles permiten
situar las ocupaciones del sitio entre 2120 y 1530 años
AP. Pero si se contemplan estas dataciones y dos sigmas es
posible hablar de un lapso probable de ocupación de más
de ochocientos cincuenta años dado que el fechado más
temprano se encuentra por encima de la base de la ocupación (Nivel X). No se pretende sostener, con esta afirmación, una ocupación continuada del sitio a lo largo de
dicho lapso, de hecho existen evidencias de una desocupación temporaria y no debe haber sido la única (Nasti 1991,
1992). Al respecto, se pudo constatar en el Montículo 1 un
importante episodio de desocupación entre los niveles V y
VI de la estratigrafía, estimado en más de quince años por
controles de tafonomía (Olivera y Nasti 1993).
Cabe destacar que ciertas evidencias del registro
recuperadas en el Montículo 1, fundamentalmente ligadas a la cerámica, sugieren la existencia de dos componentes ergológicos cuya separación coincidiría con el
episodio de desocupación mencionado anteriormente.
El componente inferior (ca.2200-1800 años AP) comprendería un momento con marcadas relaciones con el
norte de Chile, especialmente San Pedro de Atacama y
región del Loa Superior. Por su parte, el componente
superior (ca.1800-1400 años AP) mostraría un significativo aumento en la intensidad de las relaciones con los
valles mesotermales del Noroeste Argentino, en particular Hualfín y Abaucán (Olivera 1992).
Se deja constancia que los materiales líticos analizados
en este trabajo corresponden al Montículo 1 (CChM1).
El sitio Punta de la Peña 9 (PP9) es un sitio a cielo
abierto que se encuentra emplazado en la localidad
arqueológica de Punta de la Peña, en la cuenca media
del río Las Pitas, a una altitud de 3.590 msnm (figura 2).
Corresponde a una ocupación agro-pastoril plena.
Interesan en este caso dos sectores: el Sector I, compuesto
por unidades subcirculares y elípticas simples dispersas en
la terraza alta del río Las Pitas (Babot et al.2006), y el Sector III, correspondiente a un conjunto de cinco estructuras
arquitectónicas simples y compuestas ubicadas próximas
a un gran farallón de ignimbritas (López Campeny 2001a,
2001b). Las estructuras arquitectónicas visibles en superficie presentan forma predominantemente circular.
El recinto 3 del Sector I posee dos dataciones cercanas
a 1450 años AP y corresponde a una habitación con registro de actividades múltiples de tipo doméstico evidenciadas, entre otros aspectos, por presencia de estructuras de
combustión, cocción o almacenamiento de sustancias y
posible uso de mordientes en la tinción de lanas, regularización y reactivación de artefactos líticos (Babot et al.
2006; Babot 2004). Evidencia al menos tres episodios de
ocupación intramuro diferenciados que se encuentran
estratificados en un perfil de 0,70 m de potencia promedio (Babot et al. 2006).
Por su parte, el recinto 2 del Sector III presenta una
serie de dataciones que documentan una serie de ocupaciones recurrentes entre ca.2000 y 500 años AP. Con respecto a las características de la estratigrafía arqueológica
del recinto, López Campeny (2001a) ha identificado un
total de tres capas y de seis niveles ocupacionales en el
espacio circunscrito por unos bloques y un muro pircado,
y tres niveles de ocupación para un sector de pasillo de
circulación o de acceso al recinto. Se destaca que los conjuntos líticos analizados de este sector III provienen de
un espacio doméstico de habitación fechado entre 1500 y
1100 años AP (niveles 4 y 5) y de un nivel de corral datado
hacia los 2000 años AP (nivel 6).
CLASES TÉCNICAS Y ARTEFACTOS FORMATIZADOS
(2200-1400 AÑOS AP)
Para la clasificación de los artefactos formatizados por
clase técnica se utilizó el total de instrumentos recuperados en estratigrafía correspondientes al Montículo 1 y a
los Sectores I (recinto 3) y III (recinto 2 –niveles 4 a 6–) de
Punta de la Peña 9. En la tabla 1 se presenta un detalle de
la distribución de grupos tipológicos considerados (sensu
Aschero 1975, 1983; Aschero y Hocsman 2004; Hocsman
2006). Al respecto, se deben señalar dos cuestiones. Por
un lado, la frecuencia de las palas o azadas consideradas
en CChM1 no se corresponde con el total artefactual de
dicho grupo tipológico (N= 211) sino con la estimación
de un número mínimo de piezas. Esto se debe a que su
80
INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES
Tabla 1 - Distribución de grupos tipológicos en artefactos formatizados. CChM1 - PP9
(Sector 1, Recinto 3 y Sector 3, Recinto 2)
Grupo tipológico
Palas o azadas
Raspadores
Filo unifacial de arista sinuosa
Filo bifacial de arista sinuosa
Artef. bisel asim. microretoque ultramarginal
Raederas
Raederas de módulo grandísimo (subgrupo)
Artefacto mediano pequeño/muy pequeño retoque en bisel oblicuo
Cuchillos de filo retocado
Cortantes
Muescas retocadas y de lascado simple
Denticulados
Puntas entre muescas
Artefactos burilantes
Perforadores
Escoplo
Puntas de proyectil y preformas
Filo formatizado pasivo
Choppers
Bifaces
Artefactos de formatización sumaria
Filo no diferenciado de artefacto formatizado
Fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados
Totales
CChM1
Cantidad
%
62
18,60
10
3,00
6
1,80
27
8,10
9
2,70
13
3,90
2
0,60
6
1,80
24
7,20
10
3,00
2
0,60
7
2,10
3
0,90
52
15,70
2
0,60
1
0,30
23
6,90
74
22,20
333
100
PP9
Cantidad
3
1
2
3
4
2
1
1
7
2
1
2
1
1
2
1
3
4
2
43
%
7,10
2,30
4,60
7,10
9,30
4,60
2,30
2,30
16,40
4,60
2,30
4,60
2,30
2,30
4,60
2,30
7,10
9,30
4,60
100
Tabla 2 - Distribución de clases técnicas en artefactos formatizados por sitio
Clase técnica
Sitio
Adelg.
bif.
Red.
bif.
Adelg.
unif.
Red.
unif.
Trab. no
inv. bif.
Trab. no
inv. unif.
Trab. no
inv. alter.
Trab.
bip.
Total
CChM1
0
53
20,50%
0
-
0
-
69
26,60%
137
52,90%
0
-
0
-
259
100
PP9
0
-
3
7,30%
0
-
0
-
7
17,10%
31
75,60%
0
-
0
-
41
100
Referencias: Adelg. bif.: adelgazamiento bifacial; Red. bif.: reducción bifacial; Adelg. unif.: adelgazamiento unifacial;
Red. unif.: reducción unifacial; Trab. no inv. bif.: trabajo no invasivo bifacial;
Trab. no inv. unif.: trabajo no invasivo unifacial; Trab. no inv. alter.: Trabajo no invasivo alternante;
Trab. bip.: trabajo bipolar
81
CUADERNOS 21
índice de fragmentación alcanza el 99,10% (Pérez 2003)
de modo tal que la tabulación del total artefactual mostraría una sobrerrepresentación de la frecuencia real.
Para evitar dicho efecto, y a modo de número mínimo de
piezas, se tomaron en cuenta solo las piezas enteras, las
preformas y los fragmentos diferenciados (los cuales, se
aclara, no remontan) dejando de lado los fragmentos no
diferenciados con filos, los fragmentos no diferenciados
sin filos y los fragmentos indiferenciados (Pérez 2003).
Por otro lado, respecto de los materiales de PP9, dado el
reducido número de piezas de las muestras de los Sectores I y III, estas se tomaron en conjunto. Cabe destacar
que ambos contextos son relativamente sincrónicos.
La tabla 2 muestra los resultados obtenidos en la clasificación de los artefactos formatizados por clases técnicas.
Un punto importante a considerar es que en esta estimación de la inversión de trabajo no se tienen en cuenta los
costos de obtención de la materia prima (en función de la
distancia, por ejemplo) ni los costos de extracción o selección de las formas-base, sino solo los de la formatización.
Asimismo, se deja constancia que para esta clasificación no
se tomaron en consideración los Fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados registrados en la tabla 1.
En primera instancia, se puede señalar en ambos sitios
la coexistencia de algunas alternativas tecnológicas con
distinto grado de inversión de trabajo, a saber: reducción
bifacial, trabajo no invasivo bifacial y trabajo no invasivo
unifacial. Sin embargo, dichas opciones tecnológicas
muestran frecuencias diferenciadas, destacándose en primer lugar, el trabajo no invasivo unifacial con porcentajes
de 52,90% para CChM1 y 75,60% para PP9. Le siguen en
orden decreciente el trabajo no invasivo bifacial -26,60%
para CChM1 y 17,10% para PP9, y la reducción bifacial
con 20,50% para CChM1 y 7,30% para PP9.
Es pertinente aclarar que la reducción bifacial se corresponde, prácticamente en su totalidad, con la presencia de
preformas y puntas de proyectil con limbo triangular de
tipo isósceles, pedúnculo diferenciado y aletas entrantes (sensu Aschero 1975, 1983) (figura 3.a). Únicamente,
se agrega a estas un biface en CChM1, el cual no ha sido
elaborado por procedimientos de adelgazamiento bifacial
observándose simplemente en las caras de la pieza retoques parcialmente extendidos (Escola 2004b). Asimismo,
en el caso del trabajo no invasivo bifacial, las palas o azadas
comprenden el 90% de la frecuencia registrada en CChM1
y el 43% de la correspondiente a PP9 (figura 3b).
Ahora bien, en una investigación reciente, Hocsman
(2006) analizó las variaciones en la inversión de trabajo
en la manufactura de artefactos líticos tallados para el
lapso 5500-1500 AP en Antofagasta de la Sierra. Para ello,
se basa en conjuntos de artefactos formatizados de distintos sitios distribuidos en tres grupos cronológicos, el GC1
(5490-4350 años AP), el GC 2 (4150-3430 años AP) y el
GC3 (2180-1340 años AP). Cabe destacar que los sitios
considerados en el GC3 corresponden a los analizados en
este trabajo. Al respecto, tal como se aprecia en la figura 4,
este autor observa los siguientes puntos:
- hay una tendencia a un marcado decrecimiento en los
artefactos formatizados confeccionados por adelgazamiento bifacial, que involucra la desaparición de esta
clase técnica hacia los 2000 años AP.
- en el caso de los instrumentos producidos por reducción bifacial se observa que permanecen constantes al
pasar del GC1 al GC2 para, posteriormente, aumentar
considerablemente en el GC3.
- en concordancia con el adelgazamiento bifacial, en
los artefactos formatizados, literalmente, desaparecen
el adelgazamiento y la reducción unifacial hacia los
3500 años AP. Esto se observa también en el trabajo
no invasivo alternante y en el bipolar.
- en el trabajo no invasivo bifacial se registra una disminución en la frecuencia de esta clase técnica a lo largo
del tiempo, siendo mucho más importante del GC1 al
GC2 (17,95% al 11,82%) que del GC2 al GC3 (11,82%
al 7,91%). Sin embargo, es de notar que en los conteos
de piezas del GC3 no se contabilizaron las palas o azadas, instrumento que solo se confecciona mediante
esta operación técnica. Por lo cual, hay que pensar que
su aparición en este momento cronológico implicaría
un incremento importante en la frecuencia del trabajo
no invasivo bifacial con posterioridad al 2000 AP. Esto
queda demostrado en las frecuencias registradas en este
trabajo (tabla 2 supra) ya que esta clase técnica involucra porcentajes del orden del 26,60% y 17,10%.
- en cuanto al trabajo no invasivo unifacial, se evidencia un destacado incremento tanto al pasar del GC1
al GC2 (49,57% al 62,68%) como del CG2 al CG3
(62,68% al 77,97%). En este sentido, es destacable
que para el 2000 AP prácticamente todo el repertorio
de artefactos formatizados se confeccionaba de esta
manera, quedando exceptuadas las puntas de proyectil y las palas o azadas.
En suma, el trabajo no invasivo unifacial, como se vio
previamente, ve acrecentada su importancia relativa con
el paso del tiempo, ante la disminución de las frecuencias
de artefactos formatizados confeccionados por adelgazamiento y reducción –con excepción de la reducción bifacial– e, inclusive del trabajo no invasivo bifacial, es decir,
se habría potenciado a expensas de estos últimos. En este
sentido, es destacable que para el 2000 AP prácticamente
todo el repertorio de artefactos formatizados se confeccionaba de esta manera, quedando exceptuadas las puntas
de proyectil y las palas o azadas. Por otra parte, desaparecen al iniciar el GC3 una serie de alternativas tecnológicas
82
INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES
Figura 3 - a) Punta de proyectil; b) Pala o azada; c) Raedera de módulo grandísimo
83
CUADERNOS 21
que implican tanto destacada como escasa inversión de
trabajo –adelgazamiento y reducción unifacial versus trabajo no invasivo alternante y trabajo bipolar–. De hecho,
en los GC 1 y 2 se contaban con la posibilidad de confeccionar instrumentos de ocho formas distintas, mientras
que en el GC3 este número se restringió a tan solo tres.
Estas tendencias son interesantes pero se vuelven aún
más atractivas si se pudieran analizar las variaciones en la
inversión de trabajo dentro del mismo GC3. En principio,
la expectativa principal sería la de observar el incremento
del trabajo no invasivo unifacial en detrimento del trabajo no invasivo bifacial y de la reducción bifacial.
Al respecto, el registro de CChM1, con sus dos componentes ergológicos, puede brindar la posibilidad de
profundizar en las tendencias temporales de las clases
técnicas dentro del lapso mencionado. De este modo,
sobre la base de la distribución de artefactos formatizados por componente se procedió a su clasificación por
clase técnica (tabla 3). Cabe aclarar nuevamente que, para
esta clasificación, no se han tomado en consideración los
Fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados.
Como se puede apreciar en la figura 5, durante el
lapso 2200-1400 años AP se mantiene la coexistencia
en los dos componentes señalados de las tres opciones
tecnológicas en ciernes. Sin embargo, ellas presentan
variaciones importantes en frecuencia con el correr del
tiempo. De esta forma, el trabajo no invasivo unifacial
se ve incrementado, mientras que el trabajo no invasivo
bifacial y la reducción bifacial disminuyen. Pero no solo
eso, las diferencias en las frecuencias entre las distintas
clases técnicas se ven aumentadas en el componente
superior, en relación con las frecuencias más equitativas
del componente superior.
INVERSIÓN DE TRABAJO, DISEÑO UTILITARIO Y CLASES TÉCNICAS
Distintos autores han señalado la relación, por un
lado, entre baja inversión de trabajo y contextos sedentarios (Parry y Kelly 1987, Cowan 1999) y, por el otro lado,
entre escasa inversión de tiempo y energía y bajos riesgos de subsistencia de corto plazo (Torrence 1989). En
los contextos agro-pastoriles plenos abordados, que presentan tales características, las tendencias muestran justamente lo señalado, dada la predominancia del trabajo
no invasivo. Sin embargo, al mismo tiempo, se registra
la ocurrencia de una alternativa tecnológica, la reducción
bifacial, que implica una mayor inversión de trabajo.
De acuerdo con Escola (2004a), un diseño utilitario
involucra la utilización o formatización de determinados
biseles, ángulos de filo y contornos de borde que permiten
enfrentar necesidades variadas, con una mínima inversión
de trabajo en su producción. Esto incluye no solo formas de
filos simples que pueden ajustarse a un espectro funcio-
nal relativamente amplio sino también configuraciones
discretas de borde (concavidades, dentados, festoneados,
puntas destacadas, etc.). Tales diseños caracterizarían una
estrategia expeditiva (Nelson 1991), en la cual las actividades de manufactura, uso y descarte tienen lugar en el
contexto de uso, siendo muy poco frecuentes las tareas
de mantenimiento y reparación. Por lo tanto, el diseño
utilitario responde a necesidades predecibles y de corto
plazo, con un escaso esfuerzo tecnológico.
Al combinar las nociones de diseño utilitario y de clase
técnica, resulta que las clases técnicas de las muestras de
instrumentos de CChM1 y PP9 que se adecuan a la definición de diseño utilitario son el trabajo no invasivo bifacial y
el unifacial. Sin embargo, dos tipos de artefactos formatizados, uno, confeccionado por trabajo no invasivo unifacial
–el caso de las palas o azadas (figura 3.b)– y otro, manufacturado por trabajo no invasivo unifacial –las raederas
de módulo grandísimo (figura 3.c)–, no se corresponden
con diseños utilitarios, ya que se enmarcan en una estrategia de conservación. Por ejemplo, presentan manufactura
anticipada, formas estandarizadas y han sido sometidos a
mantenimiento o reciclaje (Bamforth 1986, Odell 1996).
Por otra parte, si bien tales instrumentos, desde el
punto de vista de la clase técnica, cuentan con una baja
inversión de trabajo y requieren mínima destreza técnica
en su formatización, al mismo tiempo presentan una considerable inversión de tiempo y energía en otros aspectos,
como los requerimientos de esfuerzo y destreza técnica
en la extracción de las formas-base (raederas de módulo
grandísimo) o dadas las características morfológicas de
las formas-base (palas o azadas), como se verá a continuación. Así, la clase técnica, tal como fue definida, se limita
a dar cuenta de parte de la inversión de trabajo en juego,
estando referida a un aspecto muy concreto como es la
formatización, por lo que es necesario una aproximación
que considere mayor número de variables.
Se considera, entonces, que, para una diferenciación
adecuada de los diseños utilitarios se deben emplear las
siguientes categorías analíticas, tomadas en conjunto: a)
clase técnica + b) requerimientos de extracción de la forma-base + c) requerimientos de formatización de la forma-base + d) requerimientos de imposición de forma.
Dado que la categoría a) ya fue desarrollada previamente, se procede a definir las variables restantes.
b) Requerimientos de extracción de la forma-base: en
el sentido de la búsqueda o no de una pieza con
morfología o tamaños específicos para su posterior
formatización.
Se discrimina entre:
- Percusión dirigida: casos donde hay una búsqueda de
un tipo de artefacto en particular, con requerimientos
morfológicos y dimensionales.
84
INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES
Figura 4 - Tendencias temporales de clases técnicas en artefactos formatizados en
Antofagasta de la Sierra –5500-1500 AP–
(tomado de Hocsman 2006: 223)
Tabla 3 - Distribución de clases técnicas en artefactos formatizados por componente. CChM1
Clase técnica
Trab.
Trab.
Red.
no
no
unif.
inv. bif.
inv.
Sitio
Adelg.
bif.
Red.
bif.
Adelg.
unif.
Componente superior
(1800-1400 AP)
0
-
28
16,70%
0
-
0
-
41
24,40%
Componente inferior
(1800-2200 AP)
0
-
25
27,80%
0
-
0
-
27
30,00%
Trab.
no
inv.
Trab.
bip.
Total
99
58,90%
0
-
0
-
168
100
38
42,20%
0
-
0
-
90
100
Referencias: Adelg. bif.: adelgazamiento bifacial; Red. bif.: reducción bifacial; Adelg. unif.: adelgazamiento unifacial;
Red. unif.: reducción unifacial; Trab. no inv. bif.: trabajo no invasivo bifacial;
Trab. no inv. unif.: trabajo no invasivo unifacial; Trab. no inv. alter.: Trabajo no invasivo alternante;
Trab. bip.: trabajo bipolar
85
CUADERNOS 21
-
Percusión no dirigida: no se requiere obtener una forma-base con atributos morfológicos y dimensionales
muy específicos.
Cabe destacar que en ambos casos hay una intencionalidad de buscar una pieza adecuada; sin embargo,
mientras que en la primera opción la direccionalidad a la obtención de un producto concreto es muy
marcada, en la segunda opción hay una amplia gama
de productos que pueden ser utilizados, ya que la
selección de las formas-base no es tan exhaustiva. La
búsqueda de matrices laminares para la confección de
láminas retocadas (Aschero 1975) sería un ejemplo del
primer caso. En cuanto al segundo caso, por ejemplo,
implicaría la realización de actividades de extracción
sobre núcleos poliédricos (Aschero 1983), que conllevan la obtención de lascas de diferentes tamaños
y formas, realizándose la elección de las formas-base
sobre la base de ciertos requerimientos mínimos. Evidentemente, la inversión de trabajo va a ser mayor en
la percusión dirigida respecto de la no dirigida.
c) Requerimientos de formatización de la forma-base:
alude a la presencia de características particulares de
la forma-base que inciden sobre la inversión de trabajo. Un ejemplo de esto sería la utilización de clastos
de morfología tabular en los que es necesario generar
una arista.
La estimación de esta variable se realiza como
presencia/ausencia.
d) Requerimientos de imposición de forma: ciertos artefactos, por las características de su diseño, involucran
una mayor inversión de trabajo, sea por la cantidad de
partes diferenciadas, con requerimientos de trabajo
sobre cada parte, o en función de atributos tales como
la forma y dirección de los lascados de formatización
(Aschero 1983), que aluden a morfologías específicas
de negativos de lascado sobre las caras de los instrumentos. Un ejemplo, en ambos sentidos, son las puntas de proyectil, ya que constan de una serie de partes
diferenciadas (ápice, limbo, pedúnculo, aletas, etc.) y
a que pueden ser finiquitadas empleando, entre otras,
extracciones paralelas diagonales u oblicuas, paralelas
en chevron o colaterales, implicando importantes cuotas de inversión de trabajo y destreza técnica.
Esta variable, sobre la base de los dos atributos
mencionados, se denota empleando la dicotomía
presencia/ausencia.
Ahora bien, al emplear las categorías mencionadas a
los artefactos formatizados de CChM1 y PP9 se observa
una mejora substancial en la caracterización de la inversión de trabajo en ellos (tabla 4).
Así, las puntas de proyectil características de los
contextos analizados, que presentan la mayor inversión
de trabajo de las muestras en cuanto a clase técnica, se
discriminan del resto por poseer una serie de partes distintas en relación a los requerimientos de imposición de
forma. Destaca, asimismo, que el patrón de lascados de
regularización final no reviste característica particular
alguna (Escola 1987) y que las formas-base no involucran
requerimientos de extracción –ya que, al no haber una
búsqueda sistemática de una lasca en particular, se trata
de percusión no dirigida–, ni de formatización.
Pasando a las palas o azadas, no hay una gran inversión
de trabajo al considerar la clase técnica, ya que se afectan
bifacialmente solo los bordes. Sin embargo, cuentan con
requerimientos de imposición de forma, al diferenciar
un limbo de un pedúnculo, y con requerimientos de formatización de la forma-base, ya que los nódulos (sensu
Aschero 1975) seleccionados son unos clastos tabulares
en los que es necesario rebajar sus bordes naturales de
modo de generar una arista. Al respecto, Escola (2000)
señala la importancia de la selección y recolección de formas-base adecuadas (largo, ancho y espesor) en función
de los costos de manufactura, ya que la inversión de trabajo requerido en la reducción del tamaño de las “lajas”
como de sus bordes tabulares es grande. Finalmente, no
presentan requerimientos de extracción de la forma-base,
debido, sencillamente, a que se trata de un clasto.
En cuanto a las raederas de módulo grandísimo, al
igual que en el caso anterior, en función de la clase técnica,
no hay una gran inversión de trabajo, sino todo lo contrario; pero esta perspectiva se ve modificada al considerar
los requerimientos de extracción de la forma-base, ya que
se trata de matrices muy grandes, de 20 cm de ancho por
15 cm de largo, aproximadamente, que implican una percusión dirigida y considerable esfuerzo de extracción y
destreza técnica.
Finalmente, el “resto del instrumental”, que involucra
diversos grupos tipológicos, como cuchillos de filo retocado, raspadores, raederas, muescas, artefactos burilantes,
etc., presentan una baja inversión de trabajo tanto en clase
técnica como en requerimientos de extracción y de formatización de la forma-base, y de imposición de forma.
Tales características permiten sostener que los artefactos
formatizados incluidos en esta categoría son los únicos
que pueden calificarse como diseños utilitarios.
CONSIDERACIONES FINALES
La diferenciación de los componentes superior e
inferior en CChM1 permitió abordar los cambios en
la inversión de trabajo dentro del lapso 2200-1400 AP,
brindando la posibilidad de trabajar con una mayor
resolución cronológica. De esta forma, sobre la base de
la utilización de la noción de clase técnica, se pudo establecer que las tres opciones tecnológicas actuantes en los
86
INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES
e técnicas en artefactos formatizados. CChM1
Figura 5 - Tendencias temporales de clases
Tabla 4 - Características de los artefactos formalizados
Req. impos. forma
Clase técnica
Req. extrac.
F-B
Req. format.
F-B
Reducción
bifacial
Percusión no
dirigida
Palas o azadas
Trabajo no
invasivo bifacial
Raederas de módulo
grandísimo
Instrumento
Puntas de proyectil
Resto del instrumental
Cantidad de
partes
Forma y dir.
lascados
Ausente
Presente
Ausente
-
Presente
Presente
Ausente
Trabajo no
invasivo unifacial
Percusión
dirigida
Ausente
Trabajos no
invasivos uni y
bifaciales
Percusión no
dirigida
Ausente
Ausente
Ausente
Ausente
Ausente
Referencias: Rec. extrac. F-B: requerimientos de extracción de la forma-base;
Req. format. F-B: requerimientos de formatización de la F-B; Req. impos. forma: requerimientos de imposición de forma;
Forma y dir. lascados: forma y dirección de los lascados.
87
CUADERNOS 21
contextos agro-pastoriles plenos –reducción bifacial, trabajo no invasivo unifacial y bifacial– se mantuvieron a lo
largo del lapso considerado; asimismo, que presentaban
variaciones importantes en frecuencia con el correr del
tiempo, incrementándose considerablemente el trabajo
no invasivo unifacial y disminuyendo las dos clases técnicas restantes. A partir de esto, podría sostenerse una
disminución progresiva en la inversión de trabajo entre
los 2200 y los 1400 años AP.
Ahora bien, al combinar las nociones de clase técnica
y de diseño utilitario se comprobó que no había relación
directa entre clases con baja inversión de trabajo y esta
categoría de diseño, y que esto era resultado del hecho
de que las clases técnicas referían solo a los costos de
producción durante la formatización y no a los costos
de extracción o formatización de la forma-base, o a los
requerimientos de imposición de forma. Por tal motivo,
la utilización del conjunto de categorías analíticas aquí
presentado, que incluyen estos aspectos, suministra una
visión más ajustada y precisa de la inversión de trabajo
en la confección de artefactos formatizados, pudiéndose
diferenciar claramente al instrumental que responde a un
diseño utilitario, a partir de la inversión de trabajo.
Sobre la base de lo expresado, los diseños utilitarios
constituyen el 52,10% de los artefactos formatizados de
CChM1 (N= 259), mientras que los instrumentos con
un plus de trabajo y destreza técnica, el 47,90%. Destaca
este último valor, ya que contrasta con las tendencias
definidas a partir de la diferenciación de clases técnicas
exclusivamente. Inclusive, contrasta con la tendencia
general a asociar baja inversión de trabajo y contextos
sedentarios (Parry y Kelly 1987). Entonces, a partir
de esto, puede sostenerse que la inversión de trabajo
sí estuvo presente y en una cuota importante. ¿Cómo
explicar esta situación en contextos en donde se relaciona una escasa inversión de tiempo y energía y bajos
riesgos de subsistencia de corto plazo?
Al respecto, no es casual que los artefactos con mayor
inversión de trabajo se relacionen con ciertas actividades de subsistencia. Es el caso de las puntas de proyectil
–20,50%–, enmarcadas en prácticas extractivas, de las
palas o azadas –23,90%– y de las raederas de módulo
grandísimo –3,50%–, vinculadas con prácticas productivas (Escola 2000 y Babot et al. 2005, respectivamente).
En síntesis, resulta interesante advertir que la especificidad funcional de estos tres artefactos formatizados
tiene estrecha relación tanto con las nuevas necesidades
agro-pastoriles, especialmente la agricultura, como con la
adaptación de las actividades predadoras a las demandas
del entorno económico vigente. Cabe destacar que este
nuevo entorno económico si bien ha visto reducido los
riesgos de corto plazo sufre riesgos de mediano y largo
plazo como son los riesgos de producción y los riesgos de
trabajo (Escola 1996).
Tanto la incorporación de la agricultura a un modo
de vida pastoril como la caza constituyen estrategias de
diversificación orientadas a la flexibilización, reducción y
redistribución de los riesgos mencionados. En el caso de
las puntas de proyectil y, por ende, de la caza de camélidos
silvestres habrían actuado como estrategia de reaseguro del
rebaño domesticado para reducir las consecuencias adversas del riesgo productivo (Escola 2002). En el caso de las
palas o azadas y de las raederas de módulo grandísimo, la
tecnología, con una mayor inversión de tiempo focalizada
en artefactos especializados, se vincularía con la amortiguación de los riesgos de largo plazo (Escola 2000).
AGRADECIMIENTOS
A Luis G. Babot (h.) por el tratamiento digital de las
imágenes. Este trabajo se desarrolló en el marco de los
proyectos PIP-CONICET Nº 3041 y FONCYT/PICT Nº
0988, dirigidos por Carlos Aschero, y PID-CONICET
3-44700 y 3406, dirigidos por Daniel Olivera.
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ISSN 0570-8346
APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO:
EN TORNO A PROGRAMAS SOCIALES DE EMPLEO Y SUJETOS POLÍTICOS COLECTIVOS1
Valeria Iñigo Carrera*
RESUMEN
El presente trabajo propone una reflexión en torno a la potencialidad explicativa del concepto de clientelismo
político. Para ello, se centra en la instrumentación local de los programas sociales de empleo, en relación con la configuración de sujetos políticos colectivos, entre grupos tobas del este de Formosa (Argentina).
PALABRAS CLAVE
Clientelismo - movimientos sociales - políticas sociales - pueblos originarios
ABSTRACT
The purpose of this article is to think about the explanatory power of the concept of political clientelism. It focuses
on the local instrumentation of social programs for the unemployed, in relation to the configuration of collective
political subjects, within indigenous Toba people of eastern Formosa (Argentina).
KEY WORDS
Clientelism - social movements - social policy - indigenous people
INTRODUCCIÓN
El término clientelismo se ha vuelto recurrente tanto
en las expresiones de políticos y funcionarios gubernamentales de diverso tinte partidario, como en el discurso
periodístico de los medios masivos de comunicación.
Entendido en los términos aparentes e inmediatos de un
“intercambio de favores por votos”, aparece explicando
las más diversas prácticas políticas. Surge con fuerza, por
ejemplo, a la hora de dar cuenta de la forma que adopta la
instrumentación de los programas sociales de asistencia
oficial. Y con una connotación abstractamente negativa:
se lo opone a la transparencia, al igualitarismo, al universalismo, a la democracia, al trabajo, a la producción.
Pero esto no es nuevo. Moore ya nos decía en la década
de los 70 que “el nuevo ‘ismo’ ” parece estar en todas partes. Se nos dice que “da forma” a los sistemas políticos, que
explica quién logra qué en la política, cómo se asignan los
bienes, y, (…), qué define las auténticas unidades políticas que subyacen a los partidos políticos y a los grupos de
interés”. En fin, “se hace consistir la política en un juego de
redes patrono-cliente” (1986:227). En la misma dirección,
Gilsenan apuntaba que el clientelismo “se ha convertido
* CONICET, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de
Filosofía y Letras, UBA, [email protected]
1
El presente trabajo constituye una versión modificada y
ampliada de la ponencia presentada en las 7as Jornadas Rosarinas de Antropología Sociocultural, realizadas en la Facultad
de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario los días 21 y 22 de octubre de 2004.
en un concepto que sirve para todo, que se aplica casi universalmente a una multitud de relaciones en formaciones
sociales y económicas muy distintas” (1986:154).
En fin, recurrentemente se ha señalado la omnipresencia y la polisemia del clientelismo, así como el empleo
abusivo de los términos patrón y cliente en tanto etiquetas descriptivas que operan una suerte de mistificación
y obstruyen el verdadero contenido de una relación en
la que se encuentran implicadas clases sociales (Gilsenan
1986; Peters 1986; Scott 1986).
Sospechado entonces de relación política ilícita e
ilegítima, muchas veces aparece de manera igualmente
abstracta en la producción teórica, al constituirse en una
categoría analítica ambigua, en la que quedan borradas
múltiples y necesarias determinaciones, y que termina
por oscurecer más que echar luz sobre la complejidad de
los procesos sociales.
Ahora bien, ¿es posible pensar el clientelismo a partir de las relaciones de intercambio? O, puesto en otros
términos, ¿de qué manera los intercambios producen y
reproducen relaciones sociales? Y, ¿cómo dar cuenta de
esos intercambios en sí mismos, y más allá de sí mismos?
Entendiendo que no se trata de un abstracto problema metodológico, sino que, por el contrario, tiene
implicancias claramente políticas, intentamos un primer
avance sobre la potencialidad explicativa del concepto
del clientelismo a partir de esos interrogantes. Para ello,
partimos de la observación de un concreto inmediato: la
implementación generalizada (y hasta naturalizada) de
una serie de programas sociales de asistencia a la pobreza
91
CUADERNOS 21
y al desempleo (entre ellos, claro está, el Plan Jefes y Jefas
de Hogar Desocupados) entre los tobas de la Colonia
Aborigen de Misión Tacaaglé (noreste de la provincia de
Formosa), y su relación con la configuración de acciones
de movilización y protesta. Desplegamos seguidamente
los mecanismos del dar y el recibir: qué se intercambia,
entre quiénes, de qué manera, qué sentidos guían esos
intercambios. Esto, pensando que el estudio empírico de
las relaciones de intercambio es clave para determinar
los puntos centrales de toda discusión teórica sobre su
potencialidad en el análisis de las relaciones sociales.
SOBRE LA (RE) PRODUCCIÓN SOCIAL DE LA EXISTENCIA
Cada vez más, los pueblos originarios de la Argentina
están siendo objeto, en términos generales, de un proceso
de deterioro de sus condiciones materiales de existencia.
Proceso que, tras las variadas formas concretas inmediatas en las que se expresa, esconde una única determinación general: su constitución como parte de la porción de
la población trabajadora que ve acentuada la pérdida del
ejercicio de su capacidad para garantizar la propia reproducción social, al ser expulsada de manera inmediata del
proceso de la producción como parte de la dinámica de
acumulación capitalista.
Ahora bien, ¿cómo se realiza esta determinación
general entre los tobas de Misión Tacaaglé (una colonia
rural adyacente a la localidad del mismo nombre, ubicada
a unos doscientos cuarenta kilómetros al noroeste de la
2
capital provincial, en el Departamento Pilagás)?
Históricamente, los grupos tobas del Chaco han sido
objeto de un proceso de desposesión de las condiciones
1
2
Formosa, ubicada en la región nordeste de la Argentina, se
encuentra entre las provincias de menor grado de desarrollo
relativo de las fuerzas productivas materiales de la sociedad.
Algunos de los elementos entre los que caracterizan a este
espacio provincial que nos interesa subrayar aquí, en tanto
se revelan propios de las poblaciones que estamos considerando, son los que siguen: 1) históricamente, ha constituido
un ámbito de relativa marginalidad en términos de inversiones directas de capital (al igual que ocurre con la formación
social de fronteras del Chaco central en su conjunto) (Trinchero 2000); 2) en la actualidad, es objeto de un proceso de
concentración y centralización propio de la organización
capitalista de la producción social sobre la base de la venta de
grandes extensiones de tierras para la radicación de empresas
agroindustriales de gran tamaño y el despliegue de proyectos
y programas de desarrollo vehiculizados por distintos grupos
de inversores locales y extralocales (así como por los Estados
nacional y provincial) (De la Cruz 2004); 3) como contrapartida, se deterioran progresivamente las capacidades productivas y las condiciones de vida de las poblaciones (indígenas o
campesinas criollas) involucradas directa o indirectamente.
materiales de existencia originarias, al reducirse sus campos de caza y al verse limitado su acceso a los ríos. Esto,
como consecuencia de la progresiva ocupación y apropiación privada individual de las tierras, como condición de
posibilidad de los sistemas productivos que se desarrollaron en la región. En la actualidad, las unidades domésticas
que conforman la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé
organizan la reproducción social de su existencia sobre la
base de una variada gama de actividades productivas.
A diferencia de lo que es la situación general entre los
pequeños productores del campo formoseño, los tobas de
esta colonia rural poseen la propiedad desde mediados
de los 80, y bajo la forma de un título comunitario, de las
tierras que ocupan. Unas cuatrocientas cuarenta y ocho
hectáreas (de las cuarenta mil que ocupaba la misión
franciscana a principios del siglo XX) para unas ciento
ochenta familias que suman una población total de setecientos dieciséis personas (SIEMPRO-SISFAM, 2000).
Cada unidad doméstica ocupa entonces parcelas cuya
superficie es menor, en promedio, a las cinco hectáreas,
dedicadas a la producción de algodón como principal, si
no único, cultivo comercial. Esta producción se realiza
con el trabajo directo de la familia, con la utilización de
herramientas precarias y de tracción animal, sin la posibilidad de efectuar tratamientos fitosanitarios, y procediéndose a la venta al “bolichero” (pequeño acopiador).
La producción predial destinada al mercado puede extenderse a otros cultivos (zapallo, calabaza, maíz), aunque
su desarrollo es de carácter muy irregular y se encuentra
supeditada a los precios del mercado.
A esta forma de producción mercantil se le asocia una
producción de chacra para la autosubsistencia: siembra
de mandioca, batata, lechuga, cebolla, zanahoria, etc., y la
cría de animales domésticos (aves de corral, fundamentalmente), tanto para su comercialización como para su
consumo al interior de la misma unidad doméstica.
A la vez, una parte significativa de la dinámica económica de estos grupos domésticos la constituye el trabajo
asalariado fuera de la propia parcela, en predios correspondientes a capitales de mayor monto. La estacionalidad
de los procesos de trabajo agrícola en los que se incorpora
el trabajo doméstico incide en cierta forma en la regularidad de otras dos actividades productivas: la producción
de artesanías, para su comercialización en localidades
cercanas o a través de compradores que periódicamente
se acercan a la colonia, y la práctica de la “marisca” (caza
de pequeños animales del monte, pesca, recolección de
frutos silvestres y miel), tanto para consumo al interior
de la propia unidad doméstica como para la venta de
subproductos (cueros, pieles y plumas). Práctica, esta
última, que tiene un menor rendimiento en relación a
momentos anteriores, como consecuencia de la mencio92
APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO
nada apropiación privada individual de los campos y la
degradación del medio ambiente, entre otros factores.
Siendo entonces unidades que no se encuentran ajenas
o por fuera de los circuitos mercantiles, ya que la posibilidad misma de su reproducción reposa en el acceso a y en
la venta de bienes y servicios que circulan como valores de
cambio, no todas las relaciones sociales están plenamente
mercantilizadas al interior de y entre las unidades económicas. Es así como continúan teniendo lugar una serie de
relaciones que no tienen a la mercancía por forma, sino
que se basan en relaciones directas de interdependencia
personal. Por caso, la cooperación al interior de la propia
unidad doméstica, en la que se moviliza fuerza de trabajo
no pagada de aquella explotación para la realización de
determinadas tareas productivas. O también la cooperación entre distintas unidades domésticas, en la que, en
instancias en que se produce una demanda de mano de
obra que excede la capacidad de la fuerza laboral de la
unidad doméstica (por caso, para las tareas de carpida
y cosecha en la producción de algodón), se recurre a la
movilización de mano de obra ajena a la propia unidad
doméstica. Y se lo hace a través de mecanismos de intercambio no mercantiles, o no plenamente mercantiles,
como ser las relaciones sociales de parentesco, vecindad
o amistad, que implican la conformación de un sistema
de prestaciones y contraprestaciones en trabajo sobre la
base del establecimiento de relaciones de reciprocidad
3
con otros grupos domésticos .
Sin embargo, en su condición de pequeños productores mercantiles agrarios semiproletarizados, es cada vez
más significativo el deterioro de las condiciones materiales de existencia. Una de las expresiones de este proceso
que aparece como más inmediata es la progresiva limita4
ción en la participación en el cultivo del algodón .
Asimismo, el creciente cercenamiento de los atributos
productivos de la fuerza de trabajo indígena encuentra su
contracara en la necesidad de la también creciente recurrencia al Estado al momento de obtener los medios de
damentalmente bajo la forma de la ocupación estacional de
contingentes de braceros, que de esa manera completaban los
ingresos de su unidad doméstica vendiendo su fuerza de trabajo a medianos y grandes productores. Y señalemos que la
magnitud de esta absorción se ha visto determinada, por un
lado, por la mecanización de la cosecha. La cual, sin embargo,
no ha sido realmente significativa en la provincia, habiendo
encontrado la incorporación de la maquinaria un límite
capitalista específico: dados los muy bajos salarios, el trabajo
muerto que se suma al valor de la mercancía por el consumo
de la maquinaria no es menor al trabajo vivo pago que se
ahorra. Y, por otro lado, la magnitud de aquella absorción
se ha visto determinada por los sucesivos movimientos de
vaivén propios de la producción algodonera, intercalándose
momentos de fuerte expansión con otros de contracción.
En los últimos años, el volumen sembrado y cosechado ha
sufrido una fuerte reducción, habiendo disminuido la rentabilidad de los predios algodoneros debido a la caída de los
precios y al aumento de los costos de producción, y habiéndose producido la progresiva descapitalización y salida de
la producción de los agentes de menor tamaño, y la consecuente progresiva concentración y centralización del capital
en la producción algodonera. Esto ha afectado a las unidades
domésticas indígenas en un doble sentido.
En primer término, lo ha hecho en tanto explotaciones agrícolas minifundistas de tipo familiar, en la medida en que solo
pueden mantenerse en actividad a expensas de reducir la
superficie sembrada con algodón (siendo así sujetos de una
progresiva subocupación), orientándose hacia las labores
hortícolas para cubrir su subsistencia directa y hacia ocupaciones no agrarias. Es de notar que, a pesar de haberse incrementado la superficie sembrada de algodón en la Colonia
Aborigen de Misión Tacaaglé en los últimos años (cincuenta
y dos hectáreas en la campaña 2000-2001, once hectáreas en
2001-2002, ciento seis hectáreas en 2002-2003, ciento setenta
y siete hectáreas en 2003-2004), esto no quiere decir que sean
los pequeños productores de la colonia los que se mantengan
en producción, habiéndose constituido en una práctica generalizada entre estos, el arrendamiento de sus parcelas de tierra
a terceros (agentes externos de mayor tamaño) por la falta de
herramientas y de insumos para ponerla a producción, y su
posterior asalaramiento como carpidores y cosecheros en sus
propias tierras.
Por otro lado, dichas transformaciones han afectado a las
unidades domésticas indígenas en tanto vendedoras año tras
año de su fuerza de trabajo de forma estacional en predios
de mayor tamaño para la carpida y la cosecha del algodón,
en la medida en que la demanda de trabajadores transitorios
se ve constantemente amenazada, de manera más o menos
inmediata, como resultado del desarrollo de la capacidad
productiva del trabajo.
23
-3
3
4
Habiendo caracterizado históricamente la distribución del
producto social entre las antiguas bandas de cazadoresrecolectores (conjuntamente con el carácter colectivo de la
apropiación de los principales medios de producción), las
formas recíprocas permiten, aún hoy, garantizar parte de la
reproducción de los grupos domésticos tobas. No obstante,
las modalidades recíprocas entre los tobas del este formoseño
se ven sometidas a restricciones a partir de la consolidación
de los grupos domésticos como unidades productivas con
mayor autonomía relativa y la mercantilización de algunas
actividades de subsistencia como la agricultura. Lo cual no
implica que la reciprocidad continúe erigiéndose a la vez en
un marcador de identidad étnica (Gordillo 2006).
No nos detendremos aquí en cómo ha sido el proceso histórico de incorporación de la población indígena en el sector algodonero. Solo señalemos que las tareas de carpida y
recolección de los capullos de algodón han absorbido históricamente gran cantidad de fuerza de trabajo indígena, fun-
93
CUADERNOS 21
vida. A diferencia de lo que ocurre en otras comunidades rurales del interior (fundamentalmente, aquellas del
oeste provincial) y en comunidades asentadas en el medio
urbano, en las que la adquisición de un empleo público
constituye una situación generalizada, son relativamente
pocos los empleados del Estado en la Colonia Aborigen
de Misión Tacaaglé (delegados y empleados administrativos del Instituto de Comunidades Aborígenes –ICA–,
maestros especiales en modalidad aborigen –MEMA–,
agentes sanitarios).
Por el contrario, sí es claramente generalizada la
implementación de programas sociales de asistencia
a la pobreza y al desempleo (nacionales, provinciales o
con crédito externo y contraparte nacional, provincial y
municipal). Los distintos miembros de la unidad doméstica se han constituido en beneficiarios de una sumatoria de estos programas sociales. Entre ellos: Plan Jefes y
Jefas de Hogar Desocupados, Plan de Empleo Comunitario, Plan Nacional de Seguridad Alimentaria, Programa
Materno Infantil y Nutrición (PROMIN), Plan Mayores,
Programa de Apoyo Nacional de Acciones Humanitarias para las Poblaciones Indígenas (ANAHI), Programa
Federal de Salud, Seguro de Salud, Programa Nacional
de Becas Estudiantiles, Programa Nacional 700 Escuelas,
Programa Nacional de Educación Intercultural Bilingüe,
Fondo Nacional de la Vivienda (FONAVI), Programa de
Provisión de Agua Potable, Ayuda Social y Saneamiento
Básico (PROPASA), Programa de Desarrollo Social en
Áreas Fronterizas del Noroeste y Noreste Argentinos
con NBI (PROSOFA), Proyecto de Desarrollo Rural de
las Provincias del Noreste Argentino (PRODERNEA),
Programa Agrícola de Autoconsumo, Por Nuestra Gente
Todo, Atención de Pensiones No Contributivas. Programas que, en gran parte, se orientan a la provisión directa
de servicios y medios de vida con vistas a sostener niveles mínimos (que rozan la mera subsistencia física) de
reproducción material de la fuerza de trabajo de grupos
considerados como biológica y socialmente vulnerables:
ayudas económicas no remunerativas, pensiones asistenciales no contributivas, becas de estudio, ayuda alimenta5
ria directa, medicamentos, guardapolvos, semillas .
4
5
SOBRE LA (RE) PRODUCCIÓN POLÍTICA DE LA ACCIÓN Y LA
CONCIENCIA
Ahora bien, ¿qué forma adopta la instrumentación
local de los programas sociales de empleo para la emergencia ocupacional?
El actual Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados
(central en la política social de asistencia al desempleo)
comienza a implementarse en el año 2002, una vez declarada la emergencia ocupacional nacional. El organismo a
cargo de esta implementación es el Ministerio de Trabajo,
Empleo y Seguridad Social de la Nación, contando con
co-financiamiento de organismos multilaterales de crédito. El objeto del plan es brindar una ayuda económica
no remunerativa (ciento cincuenta pesos mensuales) a
cambio de una contraprestación en trabajo a los jefes/as
de hogar desocupados con hijos menores de dieciocho
años o discapacitados a cargo, “con el fin de propender
a la protección integral de la familia, asegurando la concurrencia escolar de los hijos así como el control de salud
de los mismos, y propiciar, en su caso, la incorporación
de los jefes o jefas de hogar desocupados, a la educación
formal o su participación en cursos de capacitación que
coadyuven a su futura reinserción laboral, prioritariamente en proyectos productivos de impacto ponderable
como beneficios comunitarios” (Decreto 565/02). Su ejecución se opera “de manera descentralizada”, buscándose
la “activa participación de los actores sociales de cada una
de las jurisdicciones [provincia y municipios]” y la “participación de las organizaciones sociales en la evaluación y
monitoreo de los proyectos” con vistas a “garantizar la eficiencia y transparencia de los mismos” (Decreto 565/02).
Numerosas son las agencias estatales implicadas en
la coordinación, ejecución y fiscalización del programa:
desde la Gerencia de Empleo y Capacitación Laboral del
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social a nivel nacional,
pasando por la Subsecretaría de Empleo de la provincia,
hasta la Municipalidad de Misión Tacaaglé a nivel local.
Paralelamente a la estructura estatal, e imbricándose en
ella, numerosas son también las “organizaciones de la
sociedad civil” implicadas en esa instrumentación (en
los términos y según los lineamientos en que los organismos multilaterales de crédito promueven la participación
Lejos de implicar únicamente a la población indígena de la
provincia, los asalariados y pequeños productores agrarios
criollos que protagonizan las formas del movimiento social
que miraremos más adelante (en términos generales, descendientes de migrantes de provincias vecinas como Chaco y
Corrientes y del Paraguay, asentados en la región como colonos dedicados a la cría de ganado y a la agricultura –Sapkus
2000-2002–), también enfrentan en la actualidad condiciones
materiales de existencia crecientemente deterioradas. Esto
encuentra una clara expresión si, sobre la base de los datos
de la encuesta realizada para la implementación del Proyecto
de Desarrollo Rural de las Provincias del Nordeste Argentino
(PRODERNEA), se considera la situación tipo correspondiente a una unidad de explotación agropecuaria familiar de
menos de veinticinco hectáreas, uno de cuyos miembros es
beneficiario de un programa de empleo, y que, por encontrarse consecuentemente por debajo de la línea de indigencia,
recibe la ayuda gubernamental promedio para tal situación.
En este caso, la suma del ingreso equivalente proveniente del
conjunto de los planes y programas representa el 36% del
ingreso neto promedio anual de la unidad.
94
APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO
comunitaria). Lo están, tanto en las etapas de diseño y
ejecución de las acciones (formulando e inscribiendo proyectos para la incorporación de beneficiarios) como en las
etapas de seguimiento y evaluación (integrando, junto con
representantes de los trabajadores, de los empresarios, de
las organizaciones confesionales, de las comunidades indígenas –cuando correspondiera– y de los distintos niveles de
gobierno, los consejos consultivos para el monitoreo de las
acciones). Más aún, las organizaciones sociales se han consolidado, en gran medida, como administradoras directas
de los planes, frente a las gestiones individuales (personales
y sin intermediarios, según los deseos hechos explícitos
en la documentación referida al programa) ante el Estado
como modo de acceso y permanencia en la condición de
beneficiario del programa. Esto es así, a partir de haber
tomado en sus manos la confección de la lista de beneficiarios, la determinación del tipo de contraprestación laboral
6
a realizar y el registro diario de su realización .
Más aún, el manejo de los recursos involucrados en
los programas de empleo se constituye en una de las
demandas en torno a las que estas organizaciones aglutinan sus formas de acción política, permitiendo al mismo
tiempo su sostenimiento económico inmediato. A la vez
que el constituirse en beneficiario (o bien la posibilidad
de serlo en un futuro próximo) se erige en un mecanismo
generalizado de incorporación a las mismas.
Miremos la forma que adopta la incorporación de los
tobas de Misión Tacaaglé a un movimiento campesino
que está adquiriendo creciente visibilidad en el contexto
político provincial y nacional.
Surgido a fines de los 90 con la denominación de
Organización Campesina de General Belgrano y Misión
Tacaaglé, y como escisión del Movimiento Agrario Formoseño (MAF), el Movimiento Campesino de Formosa
(MOCAFOR) se reconoce heredero de las movilizaciones agraristas de los 70 protagonizadas por la Unión de
55
6
No obstante haberse incrementado, en apariencia, los espacios
para la participación de las “organizaciones de la sociedad civil”
en los procesos de formulación, gestión y control de los programas sociales de asistencia, Grassi nos alerta sobre la “superficialidad del llamado a la participación de los beneficiarios,
limitada a la ejecución de las tareas previstas para la implementación de los planes y programas sociales” (2003:155). Una
participación entonces superflua que se corresponde con unas
contraprestaciones laborales y capacitaciones también superfluas e inocuas en cuanto al desarrollo de prácticas sociales
productivas y planteadas como requisito de la asistencia (de las
transferencias monetarias). Todo lo cual va de la mano, a su
vez, con la concepción de sujeto de las intervenciones estatales
(o “cliente de la asistencia estatal”, en los términos de Grassi),
identificado alternativamente como pobre, careciente, marginal, vulnerable, necesitado de asistencia.
Ligas Campesinas Formoseñas (ULiCaF) (Sapkus 2002).
Desde mediados del año 2004, la exigencia de “soluciones urgentes y efectivas para los reclamos de agricultores,
indígenas y desocupados de la provincia” (parte de prensa
del MOCAFOR, 15 de junio de 2004; subrayado en el
original) se ha constituido en eje de movilizaciones, concentraciones y cortes de ruta. Por mencionar una acción
ampliamente difundida en los medios de comunicación
locales, en los meses de julio y agosto de 2005, los integrantes de este movimiento campesino recorrieron a pie
los aproximadamente doscientos sesenta kilómetros que
separan la localidad de General Belgrano (Departamento
Patiño) de la ciudad capital de Formosa, con el propósito de hacer públicamente visible una serie de reclamos
contenidos en un petitorio a ser entregado al gobierno
provincial. Entre ellos: subsidios compensatorios de quinientos pesos por hectárea para los pequeños productores algodoneros; apoyo tecnológico y precios justos para
los productos campesinos; trabajo para los desocupados,
mediante la agroindustria; agua potable y energía eléctrica para las comunidades; becas para estudiantes de
escasos recursos; más presupuesto e inversión en salud y
educación pública; regulación de las producciones transgénicas; devolución de las tierras expropiadas a las comunidades indígenas; tierra para trabajar para las familias
campesinas sin tierra; defensa de los recursos naturales
(tierra, agua, monte, fauna, petróleo) ante la extrema
concentración, extranjerización y destrucción (parte de
prensa del MOCAFOR, 20 de julio de 2005). Esto, en una
provincia que, encabezando desde hace varias décadas el
mapa de la pobreza del país, y gobernada desde el retorno
democrático de 1983 por el Partido Justicialista (el cual
gobierna asimismo todas las comunas del interior provincial, a excepción de una que se encuentra en manos de
la Unión Cívica Radical), aparece como teniendo un protagonismo relativamente poco significativo en las luchas
populares que han tenido lugar en la última década en la
Argentina (en cuanto a cantidad de hechos de protesta)
(Iñigo Carrera y Cotarelo 1998; PIMSA 2006).
Ahora bien, ¿cuál ha sido la trayectoria de la incorporación de las reivindicaciones particulares de los “indígenas” de manera visiblemente significativa al conjunto de
las demandas de las “familias campesinas”?
“El trabajo con el sector aborigen empezó más sistemáticamente hace tres o cuatro años [en el año 2000]. Pero anteriormente ya se realizaban algún tipo de reunión, convocada
por la hermana Ana Laura [religiosa católica que, desde
mediados de los 80, promovió proyectos de microemprendimientos tanto entre los indígenas como entre los
campesinos criollos con el financiamiento de la fundación
católica Obra Kolping], en las que yo era invitado. Después
se empezaron a incorporar más a partir de los planes Jefes
95
CUADERNOS 21
de Hogar. Cuando solo la Municipalidad manejaba los planes no les daba nada. Cuando el MOCAFOR [Movimiento
Campesino de Formosa] comenzó a manejar les fue dando
cupo [vacantes para beneficiarios del plan]. Los fuimos invitando a las reuniones en [el pueblo de] Tacaaglé. Y después
fueron organizando reuniones en la propia colonia [Aborigen]” (coordinador del MOCAFOR en Misión Tacaaglé).
“Conocí a los campesinos hace tres años. Llegaron a través
de los planes Jefes, con veintitrés cupos. A través de Benigno
[máxima figura del movimiento] estamos cobrando. Y a
partir de ahí nos invitaron a participar. Nosotros fuimos
cobrando mediante el MOCAFOR. El intendente que pasó,
cada vez que viene algún programa, el aborigen no tiene
nada que ver. Ustedes no tienen nada que ver, ustedes están
dentro de la ICA. Al principio, inscribieron solo blancos, la
mayoría que hicieron los trámites. Dejó atrás a los aborígenes. Ahora estamos comprendiendo que el voto mismo castiga. Por eso perdió el señor que estaba al mando. Nosotros
queremos cambio. El intendente, el aborigen nada que ver. Y
cuando viene la elección nosotros somos argentinos y votamos
a los peronistas. Por eso él [Benigno] tiene seguidores ahora,
mediante los campesinos nosotros cobramos. Benigno es nuestro dirigente, por eso le hacemos caso y lo respetamos. Por eso
Benigno tiene muchos seguidores, porque él está ayudando
a los pobres, tanto aborígenes como blancos. Y mediante él
estamos cobrando los Jefes de Hogar. Y él viene porque, por
supuesto, que los campesinos siempre se necesita más gente”
7
(poblador de la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé) .
Misión Tacaaglé es un municipio que reúne unos dos
mil habitantes y que fuera originariamente una misión
católica franciscana dedicada a encarnar uno de los
pilares del proyecto “civilizatorio”: la transformación de
cazadores-recolectores en trabajadores verdaderamente
productivos para el capital (es decir, productores de plusvalía). Al tiempo que se erige en un bastión histórico de
la organización campesina en cuanto a la capacidad para
movilizar a la gente, constituye la punta de lanza de la
incorporación de población indígena a las filas de la organización. Sin duda, aquella temprana transformación en
la subjetividad productiva de los tobas del este dejó su
semilla para la posibilidad de la articulación actual con
los campesinos criollos. Articulación que no ha sido lo
frecuente a lo largo de la historia de acciones de movili66
7
zación y protesta en la región, habiendo primado, antes
bien, la singularidad étnica en las respuestas dadas a las
condiciones que impone el capital (Iñigo Carrera 2001).
Lo que en los testimonios anteriores aparece como
poniéndose más inmediatamente en juego al momento
de aquella articulación son, por un lado, el acceso a un
ingreso por una ocupación transitoria en alguna actividad productiva o de servicio y, por otro, la participación
en actividades organizadas por el movimiento (ferias de
venta de productos, asambleas, encuentros, movilizaciones, cortes de ruta). “Es obligación ir a la reunión del
MOCAFOR, los que son socios” constituye una expresión
frecuente que evidencia una suerte de mecanismo de
arranque que crea “seguidores”, en el marco de la reafirmación de las organizaciones sociales en torno al manejo
de los recursos involucrados en los programas sociales
como parte de procesos de organización autogestionaria.
Un mecanismo de arranque que deviene “trabajo”: “tengo
trabajo con el MOCAFOR; tengo plan”, en los términos de
uno de los pobladores aborígenes que “lleva” una de las
planillas de beneficiarios de la organización y atiende uno
de los comedores que la misma posee en la colonia.
Pero la reciprocidad así expresada constituye solo la
punta de un iceberg. Por debajo, se despliega un entramado de otras reciprocidades que implican prestaciones
y contraprestaciones inscriptas muchas veces en redes
de reciprocidades ya existentes (al interior de un mismo
grupo doméstico y entre distintos grupos domésticos), y
que producen y reproducen relaciones sociales fuertemente
personalizadas, expresadas en el vocabulario del parentesco
o la amistad (que tiende a opacar cualquier elemento de
asimetría que pudiera existir en la relación, producto de las
trayectorias individuales y sociales particulares). Todo lo
cual adquiere, más allá de su expresión general, una expresión que le es específica dada por la singularidad étnica que
atraviesa la experiencia de clase (formulada en los términos
de una distinción entre “sector aborigen” y “sector blanco”
8
hecha al interior del movimiento) .
7
8
Esta cita da cuenta de las múltiples aristas de la subjetividad
política de los tobas del este de la provincia de Formosa en
su imbricación en el proceso de lucha de campesinos: “aborigen”, “argentino”, “pobre”, “peronista”, “campesino”. Siendo
que el eje de este trabajo pasa centralmente por lo que denominamos como mercantilización de la subjetividad política,
no nos adentraremos aquí en profundidad sino sólo tangencialmente en aquella multiplicidad.
96
Mucho se ha escrito en la literatura antropológica en general,
y del clientelismo en particular, sobre la “moral de la reciprocidad”. Su contenido es descrito como una serie de obligaciones
(derechos y deberes) extensibles a los denominados patrones
y clientes y percibidas por unos y otros como equivalentes
(Lázzari 1993). En otras palabras, el carácter recíproco de la
relación es entendido como el balance entre los bienes y servicios que se recibe y los que se otorga. Esta norma de intercambios equivalentes, desencadenante de sentimientos de deuda,
gratitud y lealtad, aparece como un sentimiento moral compartido entre los participantes de la relación. Sin embargo, es
una equivalencia que no implica necesariamente igualdad ni
ausencia de coerción (actual o potencial), sino que remite a
una homogénea valoración de los términos del intercambio,
APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO
Debemos tener cuidado, no obstante, en explicar
mecánicamente la incorporación al movimiento sólo a
partir de constituirse en beneficiario del plan (a pesar
de que muchas veces el “corte del plan” conlleve el alejamiento de la organización). En este sentido, y en el
marco de una movilización a la ciudad capital de Formosa, un poblador de la colonia nos decía: “yo no tengo
plan todavía, pero no pierdo la esperanza. Y vine porque
me gusta lo que plantean. Algunos se apartan porque no
consiguieron el plan, pero yo no”. Y en este mismo sentido, otro poblador de la colonia participa de las acciones
organizadas por el movimiento (erigiéndose incluso en
“dirigente” de la organización al interior de la colonia)
a pesar de haber obtenido el plan a través de la Municipalidad de Misión Tacaaglé. A la vez que la participación
no redunda únicamente en el beneficio del plan, sino que
implica el acceso a distintas instancias de capacitación
y formación, la posibilidad del “acompañamiento” en la
gestión de demandas ante el ICA, alimentando (y alimentándose de), en definitiva, experiencias de protesta
cotidiana que se despliegan a nivel local:
“En enero de este año nos fuimos a la Municipalidad.
Habían prometido, antes de las elecciones, preparar el suelo
y dar trabajo. Y no cumplió [el intendente]. Fuimos a dialogar y a esperarlo en la puerta de la Municipalidad. Se
hicieron las seis de la tarde. Y no salía. Cantidad de gente.
Al final salió. Pidió disculpas. Y ahora nos preparó el suelo
para autoconsumo. A todo el que quisiera. Ahora la gente se
anima más a reclamar. Por la experiencia de los campesinos. Así logran por lo menos una ayudita” (poblador de la
Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé).
“Al lunes siguiente [un lunes de principios de febrero
de 2005] a las cuatro de la mañana empezamos el corte [de
la ruta Nº 86, a la altura de la Colonia Aborigen La Primavera]. Unas trescientas personas, y en un momento llegaron
a ser seiscientas. Muchos decían que a los tres días íbamos
a estar de vuelta en la casa. Pero no fue así. Nos identifica
nuestra fuerza como aborígenes de poder soportar el sol. Y
hubo mucha gente, vecinos, acompañando y apoyando con lo
que podía. El MOCAFOR estuvo acompañando, con gente y
con mercadería. Salimos a la ruta sin divisiones de partidos
políticos ni de iglesias, con una sola bandera: la necesidad”
(pobladora de la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé).
En definitiva, opera una suerte de resignificación de
los términos en que es planteada la implementación de los
programas de empleo (y, más específicamente, la participación de las organizaciones sociales), constituyéndose
en un eje de movilización política y de configuración y
visualización de sujetos políticos colectivos.
Esta operación nos muestra una doble cara. Por un
lado, los recursos que provee el Estado dejan de ser vistos
en los términos de favores otorgados para constituirse en
derechos adquiridos a través de la acción colectiva. En
este sentido, un delegado del MOCAFOR argumentaba:
“en la colonia están repartiendo [la Municipalidad] colchón y frazada. Aceptemos pero no nos casemos. Además,
nos corresponde. Es nuestro derecho”. Por otro lado, no
dejan de atribuírsele, sin embargo, visos clientelistas. Y
esto, en los términos corrientes de un intercambio recíproco y personalizado de favores, bienes y servicios por
apoyo político y votos entre masas y élites (Auyero 1998).
Así, un alto funcionario de la Municipalidad de Misión
Tacaaglé (en torno a la cual se constituye la estructura de
poder local), nos decía:
“Piqueteros. Hay. Pedían educación gratuita, viviendas.
Un poco pesaditos. Van mucho más allá. Le usan [a la gente]
por la ignorancia y la necesidad. Hay un trasfondo político.
Extorsionaban a la gente con los planes. Amenazaban a la
gente que le iban a sacar el plan. Les decían a cada uno
que les querían ver la cara allá [en la movilización y corte
de ruta llevados a cabo en Formosa capital en el mes de
julio de 2004, que convocó cerca de cinco mil personas], y
que así iban a reconocer a quién darle y a quién no. Que la
familia donde están cobrando dos planes iban a avisar para
que les cortaran. Los engañan con palabras. A la gente que
fue a Formosa les dijeron que ya estaba todo arreglado con
el gobierno, que volvían enseguida. La gente se quería volver
y no los dejaban salir. Encima les hacen pagar su pasaje. Y a
cambio de los planes les dicen que no hay que trabajar”.
Este testimonio, y otros que, en igual tono de crítica,
florecen en los medios de comunicación locales los días
previos a todo acto de movilización, resulta notable en
tanto Formosa constituye una provincia que suele ser
reconocida por la generalización y hasta institucionalización en las altas esferas de la gestión política de los
8
compromisos interpersonales . Y contiene una crítica
explícita a la forma en que los planes son utilizados por la
organización campesina para movilizar a la gente. Crítica
que muchas veces es compartida por cierta producción
académica; aquella que habla de programas “de corte
netamente clientelar” y de población “vulnerable” a la que
8
y que resulta en la legitimidad o legitimación de la relación y
en la posibilidad de su continuidad en el tiempo.
97
No se trata aquí de señalar víctimas y victimarios en la producción de prácticas clientelares, operando una suerte de
culpabilización de los sujetos. Antes bien, “sólo nos referimos
a las personas en cuanto personificación de categorías económicas, como representantes de determinados intereses y relaciones
de clase. Quien como yo concibe el desarrollo de la formación
económica de la sociedad como un proceso histórico-natural,
no puede hacer al individuo responsable de la existencia de
relaciones de que él es socialmente criatura, aunque subjetivamente se considere muy por encima de ellas” (Marx 2001:xv).
CUADERNOS 21
solo le queda ser objeto de un manejo clientelar al carecer
no solo de recursos económicos, sino fundamentalmente
de recursos de poder (Golbert 2002, entre otros).
Pero, (o, a la vez), y desde aquella organización, se
señala repetidamente que:
“No estoy dispuesto a caer en el clientelismo. Primero
hay que movilizar a la gente y después se habla del tema de
los planes. El plan es para movilizar y no puede ser un fin es
sí mismo. Permiten el autofinanciamiento. Pero el fin es el
trabajo y la producción” (presidente del MOCAFOR).
Más allá de la manera en que esto le aparece idealmente
a los diversos sujetos implicados, esto es, más allá del nivel
deíctico o declarativo de la subjetividad (Piqueras 2003a),
no debemos dejar de considerar que lo que se pone en
juego, en un espacio político que desde la formación estatal busca reducirse cada vez más a una esfera de gestión o
administración de “lo dado” (Piqueras, 2003b), es la propia
personalidad política de los sujetos (junto con los recursos
involucrados en los distintos programas y la consiguiente
reproducción inmediata de la vida de la población).
En otras palabras, siendo su participación actual en
la producción social cada vez menos bajo la forma de la
producción de mercancías o de un salario (ni qué decir
ya sobre la base del recostarse en sus condiciones materiales de existencia originarias –caza, pesca y recolección
de frutos silvestres y miel–), y cada vez más bajo la forma
del ser destinatarios de medios de vida de manera directa
(fundamentalmente, a través de la implementación de
los programas sociales de asistencia al desempleo y a
la pobreza), es la propia subjetividad política la que se
constituye en mercancía. Al tiempo que el “venderse” o
“comercializarse” por mercaderías o por un “sueldo” aparece como una práctica que, más allá de ser general, se
encuentra acentuada entre una población, la indígena,
que suele ser reconocida por todos como objeto privilegiado del “manoseo y manejo políticos”: “los aborígenes
no saben nada; son como gallinas, con un poco de arroz
enseguida vienen. ¿Qué necesitás? Pasaje …”, nos decía
un poblador de la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé
10
dando cuenta de una fuerte cuestión estigmatizante . Se
trata de un “privilegio” resultante de las formas económicas y políticas particulares, fuertemente revestidas de
relaciones de dependencia (y, más aún, dominación) personal, en que se expresó el proceso histórico de expansión
de las relaciones capitalistas de producción.
En síntesis, bajo la apariencia de una relación de
dependencia personal (como la clientelar), se pone en
juego la voluntad política de individuos libres (en el doble
sentido de no encontrarse sometidos al dominio personal
de nadie y de encontrarse separados de los medios de
producción necesarios para producir mercancías por su
cuenta) e iguales (en el sentido de constituirse en personificaciones de mercancías que intercambian equivalentes), implicados en una relación de ciudadanía.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Siendo nuestro propósito dar cuenta del movimiento
de lo real mediante el pensamiento, tomamos como punto
de partida la observación de un concreto inmediato: la
instrumentación de los programas sociales de empleo
y su relación con la configuración de sujetos políticos
colectivos entre los tobas del este formoseño. En tanto
este concreto adquiere su carácter de tal por ser la “síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad
de lo diverso” (Marx 1971:21), procuramos entonces ir en
busca de esas determinaciones más simples y preguntarnos, por un lado, por la necesidad de las formas políticas
(en este caso, las llamadas clientelares), y por otro, por la
potencialidad de una forma de conocimiento que subyace
a la operación de encerrar múltiples determinaciones en
un único concepto “paraguas”.
día de la votación, a la “compra” de sus votos con la entrega
de mercaderías (fideos, arroz, azúcar, yerba, etc.), dinero y
promesas o bien la amenaza directa de cortarles la energía
eléctrica y el suministro de agua para el consumo familiar, y a
su traslado a los centros de votación. Sin embargo, el manejo
de los hilos de la política local no se restringe a los momentos
electorales. El “Chilu” es definido como un “miniempresario”
de la zona por los pobladores aborígenes: alquila tierras de su
colonia, los emplea como carpidores y cosecheros, acopia su
producción predial de algodón, y es dueño de la maquinaria que realiza la preparación del suelo de sus parcelas (esto
último, por un arreglo con el ICA, que se encarga de proveer
las semillas de algodón, maíz y zapallo, los insecticidas y el
combustible para el funcionamiento de la maquinaria). De
ahí que el “Chilu” recorra diariamente los cuatro kilómetros
que separan al pueblo de la Colonia Aborigen de Tacaaglé,
cuya población representa el 26,5% del total de la población
del municipio de Misión Tacaaglé (superando ampliamente a
las restantes colonias rurales sobre las que tiene jurisdicción
el municipio). Esto nos habla del papel jugado por la población indígena en la política local; explicándolo en parte.
9
10 El
“manoseo y manejo políticos” de los tobas de Misión Tacaaglé ganó notoriedad pública en ocasión de las elecciones
legislativas de octubre de 2005. En estas elecciones, el justicialismo (a través de los distintos sublemas) se alzó con el
92% de los votos en Tacaaglé, quedándose con las dos bancas
a ser renovadas en el Concejo Deliberante (La Mañana, 27
de octubre de 2005). Un informe periodístico de un medio
nacional difundió imágenes en las que se mostraba a “punteros políticos”, entre ellos el “Chilu” (marido de la ex intendenta de la localidad que respondía a la línea oficialista del
actual gobernador Gildo Insfrán), procediendo al secuestro
de los documentos cívicos de pobladores aborígenes hasta el
98
APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO
Nuestro desarrollo no contiene juicio moral alguno
sobre las prácticas definidas como de clientelismo político
(en tanto forma de organizar la reproducción social de la
vida y forma de acción política). Lejos estamos entonces de
demonizarlas y de verlas, por caso, como teniendo consecuencias negativas sobre la plena vigencia de los derechos
ciudadanos, constituyéndose en un fenómeno que necesita
ser erradicado o desmantelado para construir una ciudadanía más autónoma y activa (Golbert 2002; O’Donnell
2002; Tenti Fanfani 2002; Torres 2002; entre otros). Les
reconocemos, en cambio, su implicación en la apertura
de espacios de participación política y en la producción
de sujetos políticos colectivos. Sin embargo, buscamos no
caer en la operación extrema consistente en atribuirles una
potencialidad política que no tienen (en relación con una
acción transformadora de la realidad). En este sentido, las
revisiones críticas que en la actualidad se despliegan sobre
la noción de clientelismo insisten en la necesidad de considerar la posibilidad de la concurrencia de clientelismo y
acción colectiva o protesta (esto es, de dispositivos de control del conflicto social –basados en vínculos verticalistas y
personalistas– y de expresiones del descontento –fundadas
en solidaridades horizontales–) (Escobar 1997; Farinetti
1998; Auyero 2002; entre otros). Pero, al momento de
avanzar sobre las condiciones de dicha posibilidad, el análisis queda trunco. Y esto, ¿en qué sentido?
Si el punto de partida es la relación política misma,
más allá (y más acá) de las condiciones sociales y económicas generales, el clientelismo aparece teniéndose por
fundamento a sí mismo, perdiendo así de vista el terreno
en el que se despliegan esas relaciones, es decir, perdiendo
su anclaje. Podríamos preguntarnos si la explicación de
las formas políticas por las formas políticas mismas no
deriva en una suerte de naturalización de esas relaciones
en contraposición con las relaciones sociales y económicas.
En contraposición a este ver al clientelismo en sí mismo y
abstraído de la materialidad del proceso de producción de
la vida social, es que sostenemos la necesidad de desplegar
los mecanismos del dar y el recibir como la forma concreta
necesaria con que se realizan las relaciones económicas. Y,
en este sentido, no debemos perder de vista que las prácticas definidas como de clientelismo político son el producto
de específicas e históricas relaciones de producción.
Si, por último, el objeto de la producción de conocimiento es la acción (transformadora) sobre los concretos
reales, debemos preguntarnos por el alcance de aquellas
representaciones teóricas que resultan en la construcción
de categorías y conceptos que tienen una existencia puramente ideal y son puestos en una relación externa entre
sí. El objeto de nuestro desarrollo fue entonces desplegar,
antes que afirmaciones acabadas, algunas líneas de análisis a seguir profundizando en futuros trabajos.
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1852-1002
ISSN 0570-8346
ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE, PROVINCIA DE BUENOS AIRES:
IDENTIFICACIÓN DE PROCESOS DE FORMACIÓN Y TRANSFORMACIÓN NATURALES
Matilde Lanza*
RESUMEN
A partir del análisis zooarqueológico, diferenciamos del conjunto faunístico aquellos restos óseos que ingresaron al
registro arqueológico por causa de agentes no antrópicos y contribuimos a la identificación de agentes de formación y
transformación a través del análisis de marcas y otros tipos de modificaciones en un sitio de Tandilia1.
PALABRAS CLAVE
Registro arqueofaunístico - procesos de formación y transformación - agentes naturales
ABSTRACT
With regard to the bone remains, we can differentiate –within the fauna assemblage– those that became part of the
archaeological record by non human agents. We also contribute to the identification of formation and transformation
agents of the site through the analysis of bone modification and other types of changes in Tandilia site.
KEY WORDS
Archaeological-fauna record - formation and transformation processes - natural agents
INTRODUCCIÓN
En este artículo presentamos los avances y resultados,
hasta ahora obtenidos, en relación con los procesos de formación y transformación naturales del sitio arqueológico
Siempre Verde (en adelante SV) ubicado en el partido de
Juárez, provincia de Buenos Aires; principalmente a través
del análisis de los restos arqueofaunísticos recuperados.
Este estudio se inserta dentro de un programa universitario (PROARHEP UNLu) y se vincula con varios
proyectos de investigación dirigidos por Mariano Ramos.
La investigación constituyó parte de una Beca de Investigación que abarcó el período 2004-2006 (categoría Iniciación) y estuvo radicada dentro del Departamento de
Ciencias Sociales (UNLu). El objetivo general de nuestro
estudio contempló estudiar los conjuntos arqueofaunísticos hallados en sitios de Buenos Aires, urbanos (ciudad
de Buenos Aires) y rurales (sierras de Tandilia) durante
los períodos Colonial y de Independencia Nacional. El
análisis zooarqueológico se centró en la identificación
taxonómica y anatómica, la determinación de las modalidades de explotación de las especies correspondientes y
la comparación del aprovechamiento de los taxones iden* PROARHEP (Programa de Arqueología Histórica y Estudios
Pluridisciplinarios). Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Luján. [email protected]
1 Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el IV
Congreso de Arqueología de la Región Pampeana Argentina
(2004), Bahía Blanca.
tificados en cada zona y entre ambas zonas –contextos
rurales y urbanos– (Lanza 2004, 2005a y b, 2006 a, b y c).
En este caso presentamos los resultados obtenidos en relación a dos objetivos particulares de nuestra
investigación:
a) Diferenciar dentro del conjunto arqueofaunístico
aquellos restos óseos que eventualmente hubieran
ingresado al registro arqueológico por causa de agentes no antrópicos.
b) Contribuir a identificar agentes de formación y transformación de los sitios a través del análisis de marcas
y otros tipos de modificaciones (acción de raíces, animales cavadores, meteorización, etc.) no antrópicas
en los restos óseos hallados en los sitios en estudio.
En relación a estos objetivos particulares nuestras
hipótesis de partida consideraban: a) La ausencia o la presencia de ciertas partes esqueletarias y de algunos taxones
en el registro arqueofaunístico podría deberse a la acción
de agentes y procesos taxonómicos; b) En zonas rurales
de las sierras de Tandilia existirían algunas áreas con acumulaciones de determinados restos óseos –por ejemplo,
mamíferos dentro de los que se incluyen cánidos– que
serían producto de comportamientos de predadores.
La identificación de procesos de formación y transformación naturales se efectuará a partir del registro y
análisis de marcas en los restos óseos, la aplicación de
la técnica de ensamblaje y la consulta de las libretas de
campo (protocolos) a partir de cuyos datos, construimos
nuestras propias bases.
101
CUADERNOS 21
MARCO TEÓRICO Y METODOLÓGICO
Consideramos a nuestra investigación dentro del
ámbito de lo que de manera amplia reconocemos como
arqueología histórica (ver síntesis en Ramos 2000, 2002).
Este ámbito lo consideramos dentro de la clasificación
que Orser y Fagan (1995) hicieran acerca de las modalidades con las que se abordan los estudios vinculados a
la temática, es decir, como un método de investigación
(Orser y Fagan 1995). Entonces, por arqueología histórica entendemos:
“... al ámbito de las ciencias que aborda problemas del
pasado humano ubicados en tiempos históricos y que puede
utilizar para su resolución, como mínimo, información proveniente del registro arqueológico y de documentos escritos.
Los datos que provienen, principalmente aunque no de
manera excluyente, de la composición del registro arqueológico y de las fuentes históricas directas e indirectas, pueden
resultar convergentes y orientarse a responder una misma
pregunta.” (Ramos 2002: 645).
Metodología
En nuestro estudio zooarqueológico nos basamos en
los conceptos y criterios comúnmente utilizados en la
arqueología para los análisis de fauna de sitios prehistóricos (Grayson 1984; Binford 1981; Davis 1989; Mengoni
Goñalons 1988a; Lyman 1994) e históricos (Landon 1996,
Silveira 1995, 1996).
Es imprescindible en todo estudio zooarqueológico
identificar aquellos agentes no humanos que contribuyeron a la acumulación, alteración o distribución del registro
arqueofaunístico. También los procesos postdepositacionales que puedan haber actuado alterando, agregando,
borrando, alterando (física y químicamente) y modificando la ubicación espacial de los vestigios arqueológicos –procesos naturales– (Nash y Petraglia 1987, Schiffer
1976, 1987). La acción de agentes y procesos tafonómicos
que actúan sobre el registro arqueofaunístico pueden
modificarlo, alterarlo, destruirlo de diferentes maneras e
intensidades (Muñoz 2001).
Por lo tanto, como parte del análisis del conjunto
arqueofaunístico del sitio Siempre Verde se identificaron
marcas y se aplicó la técnica de ensamblaje. Esta información se cruzó con los datos de las libretas de campo y con
otros obtenidos del estado de preservación de los huesos
(grados de meteorización, integridad de los restos óseos,
etc.), lo cual nos permitió detectar procesos postdepositacionales e identificar agentes o procesos tafonómicos.
Marcas
En nuestro análisis distinguimos entre huellas y marcas. Las huellas son rasgos producidos en los huesos por la
actividad humana; mientras que las marcas son aquellos
rastros o rasgos que son producto de agentes no antrópicos (Silveira y Fernández 1988; Silveira y Lanza 1989,
1999). Obviamente, aquí solo presentaremos el análisis
referido a la presencia de las marcas.
La identificación de marcas en el conjunto
arqueofaunístico analizado se hizo a partir de un acercamiento macroscópico. Este tipo de estudio no solo nos
permitió confirmar la presencia de marcas en la superficie de los restos óseos; también nos permitió realizar una
primera aproximación a la identificación de los agentes
productores (Mengoni Goñalons 1988b). Sin embargo,
tenemos previsto para futuros trabajos un análisis de las
marcas identificadas macroscópicamente a partir de un
acercamiento microscópico y aplicación de la técnica del
microanálisis con bajos aumentos.
Existe abundante bibliografía sobre identificación,
análisis, experimentación e interpretación de marcas,
y también de huellas, en restos arqueofaunísticos; pero
principalmente de sitios prehistóricos (Binford 1981,
Bunn 1981, Potts y Shipman 1981, Shipman 1984, Casals
1986, Silveira y Fernández 1988, Mengoni Goñalons
1988b, Politis y Madrid 1988, Mameli y Estévez Escalera
2004, Quintana 2005); mientras que en sitios de momentos históricos o de la denominada arqueología histórica
son casi inexistentes (Acosta y Rodríguez 1998); si hay
algunos pocos trabajos referidos únicamente a estudios
de huellas (Landon 1996, Seijas y Cereda 1999).
Hemos seguido la vía analítica propuesta por varios de
los autores mencionados. Es necesario tener en cuenta una
serie de rasgos. Los más frecuentemente observados en las
marcas sobre los huesos son: las características formales
macro y microscópicas de las marcas (en nuestro análisis
sólo tuvimos en cuenta las primeras); la posición sobre el
hueso; su frecuencia; su distribución y orientación; y los
atributos asociados (Mengoni Goñalons 1988b: 18).
En la identificación de presencia de marcas en los
huesos seguimos el siguiente procedimiento: aquellos
huesos en los que durante la identificación anatómica y
taxonómica, se detectó presencia de marcas, fueron separados para un análisis posterior, detallado, de cada una
de las marcas. Para el análisis de las marcas hemos tenido
en cuenta criterios de tipo interpretativos y descriptivos.
Como mencionamos anteriormente existe abundante
bibliografía y discusiones que nos permiten inferir a
priori según su descripción, morfología y características macroscópicas, el agente productor de las marcas.
En aquellos casos dudosos se realizó su descripción sin
determinar el agente productor.
En el análisis de las marcas hemos considerado la
cantidad de conjuntos, las características macroscópicas
(tipo y descripción), posición en el hueso, orientación
en relación al eje mayor del hueso, profundidad, longi102
ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE
tud (en mm), frecuencia relativa y absoluta, distribución
en la superficie ósea y atributos asociados. Todos estos
datos más la consulta de la bibliografía especializada nos
ha permitido inferir el tipo de marca y el posible agente
productor.
A partir de la bibliografía consultada (Binford 1981,
Casals 1986, Miotti 1998, Chaix y Méniel 2005) podemos
agrupar los tipos de marcas más comúnmente halladas en
huesos de sitios arqueológicos en:
1) Marcas producidas por la acción de animales (carnívoros, roedores, lagomorfos, herbívoros).
2) Marcas producidas por la acción de agentes físicos y
químicos (ácidos estomacales, ácidos húmicos, raíces,
sedimento, sales minerales, etc.).
3) Marcas producidas por la acción de otros tipos de
fenómenos (pisoteo, presión de los sedimentos, etc.).
Ensamblaje óseo
En nuestro estudio aplicamos la técnica de ensamblaje siguiendo los criterios propuestos por Ramos
(1993), que consiste en establecer dentro de un conjunto
arqueofaunístico, posibles reparaciones, remontajes y
rearticulaciones entre los restos óseos. El uso de esta técnica se aplica en la arqueología hace varias décadas principalmente en restos líticos (Cahen 1980, 1987, Cahen et al.
1980, Hofman 1981, Villa 1982, Cziesla et al. 1990, Ramos
y Merenzon 2004, entre otros); también para restos óseos
(David 1972, Bunn et al. 1980, Isaac 1984, Villa et al. 1985,
2
Enloe y David 1989, 1992; Enloe 1995 entre otros) .
En nuestro estudio hemos aplicado las de técnicas de
reparación y rearticulación. La reparación es la recolocación de las partes de un hueso que se fracturó por causas
que podrían ser accidentales o tafonómicas; también por
su procesamiento. La rearticulación sería la reconstrucción o reconstitución esqueletaria de los elementos óseos
que originalmente se conectaban por medio de las zonas
articulares y por lo tanto rearman el esqueleto del animal
en forma total o parcial (Ramos 1993).
En el caso de la reparación, los resultados de su aplicación nos permitieron la reconstitución de la totalidad
o parte de la unidad ósea a través de algunos fragmentos
que fueron separados principalmente por fracturas, en
1
2
No es objetivo de este trabajo extenderse en la historia del
ensamblaje, ni discutir los motivos de su aplicación en los
diferentes estudios arqueológicos nacionales e internacionales. La bibliografía que refiere a la aplicación de esta técnica, principalmente en sitios prehistóricos es abundante en
referencia al ensamblaje lítico y en menor medida al material
óseo. En este último caso se puede consultar una publicación
de Hofman y Enloe (1992) que reúne trabajos sobre la aplicación de esta técnica en restos óseos.
algunos casos por acción de agentes post-depositacionales
como veremos más adelante en este trabajo. La rearticulación nos permitió controlar los desplazamientos verticales u horizontales de los restos óseos; es decir, permite
constituir relaciones espaciales entre distintas unidades
halladas en localizaciones distantes, nos referimos principalmente a diferentes niveles estratigráficos y sectores
dentro de las unidades de excavación –cuadrículas–; y
como veremos, muchas de estas ubicaciones son producto de agentes postdepositacionales o tafonómicos.
Libretas de campo (protocolos)
La consulta de las libretas de campo nos ha permitido
acceder a todos aquellos datos y observaciones registrados durante la excavación del sitio que hagan referencia a
procesos de formación o transformación, tafonómicos y
agentes perturbadores del registro arqueológico en general y el faunístico en particular. Por ejemplo: presencia
de raíces, cuevas de roedores, posición y asociación en la
que aparecen los restos óseos y otros vestigios del registro
arqueológico, características del sedimento (tipo, dureza,
color, etc.), así como cualquier otra información relevante
para los objetivos planteados.
EL SITIO ARQUEOLÓGICO
El sitio Siempre Verde está ubicado dentro de la estancia La Siempre Verde, en el partido de Juárez, cerca de la
localidad de Barker, provincia de Buenos Aires, al pie de
la ladera noroeste del cerro Los Angelitos, en una pendiente variable que no supera los siete grados en sentido
sur-norte (Ramos 1997).
Es una estructura de piedra de grandes dimensiones, de
planta compuesta cuadrada –rectangular– absidal, es decir
formada por dos subestructuras intercomunicadas con un
eje longitudinal orientado de este a oeste. La Subestructura
1 de planta cuadrangular, tiene treinta y ocho metros de
lado aproximadamente y se ubica del lado oeste. La Subestructura 2 adosada a la anterior es de planta rectangular con
la pared del lado este en forma de ábside y las otras paredes
unidas formando ángulos rectos, mide aproximadamente
sesenta y tres metros de largo por cuarenta y nueve metros
de ancho (Ramos 1996, 1999).
Las tareas arqueológicas de campo realizadas en el
sitio incluyeron relevamientos, sondeos y excavaciones
microestratigráficas por niveles naturales (desde 1997
hasta 2004). Se excavaron cinco cuadrículas (I, XIII, XL,
MM y MMI) distribuidas en los ángulos internos de la
estructura, paralelos o en contacto con las paredes, tanto
en la parte interior y exterior de las estructuras y externa
a la estructura sin contacto con ella. Las superficies de
excavación alcanzaron aproximadamente los cincuenta y
dos metros cuadrados.
103
CUADERNOS 21
En general los hallazgos hallados en estas cuadrículas
han sido principalmente restos de fauna, lítico, vidrio; en
menor proporción cerámica, gres, loza y metal. Además
se han hallado dos estructuras de combustión con restos
óseos termoalterados.
La cronología del sitio ha sido realizada por fechados
radiocarbónicos y a través de algunos objetos hallados en
el registro arqueológico. Los fechados radiocarbónicos
(Laboratorio INGEIS – Conicet): uno sobre colágeno de
huesos de Ovis aries el que brindó 175 ± 65 años AP; otro
sobre una muestra de carbón vegetal del fogón de la cuadrícula XL que dio una cifra de 310 ± 60 años AP y otro
fechado en discusión (Cordero y Ramos 2003). Entre los
objetos recuperados hay fragmentos de botellas de ginebra de la marca Hoytema & Co. (cuyo modelo de pico
se fabrica poco antes de 1842) y de vino del siglo XIX.
También se halló en el sitio un revólver de fabricación
francesa del tipo Lafucheaux; su ingreso al país está estimado en 1860 (Ramos 1999).
Características principales del registro arqueológico
A continuación presentamos una síntesis del registro
arqueológico de acuerdo con las unidades de excavación
planteadas en el sitio:
Cuadrícula XIII: ubicada en la parte interior de la subestructura 1 desde el ángulo noroeste y paralela a la pared
norte, de un metro de ancho por dos metros de largo, con
una superficie de excavación de dos metros cuadrados. Su
registro arqueológico estaba compuesto principalmente por
una dispersión semicircular de guijarros que contenía restos faunísticos, también presentaba en el sedimento manchas de carbón disperso. Probablemente se trataría de una
estructura de combustión pero que fue alterada por agentes
post-depositacionales. Los hallazgos fueron restos de fauna,
lítico, vidrio, cerámica y metal (restos de alambrado).
Cuadrícula XL: localizada en la subestructura 2 en el
ángulo interno noroeste, (tres sectores de un metro por
un metro) superficie excavada tres metros cuadrados.
El registro arqueológico consistía en una estructura de
combustión importante sobre cuyos carbones se obtuvo
uno de los fechados. Entre los hallazgos tenemos restos de
fauna (muchos termoalterados), lítico, vidrio, gres, cerámica, loza y metal (alambre).
Cuadrícula MM: se planteó paralela a la pared norte
de la subestructura 2, en la parte externa (cerca del desagüe). Inicialmente fue parte de una trinchera estratigráfica (sectores 8 y 5) en la parte interna como externa de
la subestructura 2. Esta cuadrícula alcanzó una superficie de excavación de trece metros cuadrados. Su registro
arqueológico estaba compuesto por una estructura de
combustión con abundantes huesos termoalterados. Los
hallazgos incluían fauna, lítico, vidrio y metal (alambre).
Cuadrícula MMI: se planteó en el bosque, a unos 40 m
al este de la subestructura 2, es decir externa y sin contacto
con la estructura. La superficie de excavación alcanzó los
9 m2. Los hallazgos se componen de restos líticos y de
fauna únicamente dentro de una estructura constituida
por grandes bloques de piedra. Todas las cuadrículas
están divididas en sectores de un metro cuadrado.
En síntesis, los conjuntos arqueofaunísticos del registro arqueológico del sitio Siempre Verde se han hallado
in situ en concentraciones, articulados, dispersos y
formando parte de estructuras de combustión. Tanto
dentro como fuera de la estructura, en contacto con ella
o en las zonas aledañas. Para mayores detalles sobre el
sitio se pueden consultar los trabajos de Ramos (1995,
1997, 1999, 2001 y 2004).
LOS RESTOS ARQUEOFAUNÍSTICOS
En trabajos anteriores hemos presentado los análisis y
resultados en detalle del estudio zooarqueológico de este
sitio (Lanza 2004, 2005 a, 2006 a, b y c); a continuación
desarrollaremos una breve síntesis general al respecto
para después centrarnos en aquellos aspectos del análisis
de los restos faunísticos en relación con la identificación
de procesos de formación y transformación (actividad de
agentes postdepositacionales naturales y tafonómicos).
En SV se examinaron un total de diecisiete mil ochocientos noventa y seis restos óseos (enteros, fragmentados,
fragmentos y astillas) correspondientes a las cuadrículas
XIII, XL, MM y MMI (Lanza 2005a, 2006 a, b, c). De este
conjunto arqueofaunístico se han podido reconocer a diferentes niveles taxonómicos, un total de dos mil novecientos
setenta y siete especímenes óseos (17%), mientras que los
restantes catorce mil novecientos diecinueve (83%), debido
a su tamaño (menor que cinco centímetros) y por no presentar zonas diagnósticas, no han podido ser reconocidos
ni anatómica ni taxonómicamente, quedando como fragmentos indeterminados o no reconocidos (figura 1). Los
resultados de la identificación taxonómica se detallan en
la tabla 1.Dentro del grupo de los Mammalia indeterminados hemos diferenciado de acuerdo con el tamaño en
mamíferos grande (porte de caballo o vacuno), mediano
(porte de ovino o perro), chico (porte de peludo o roedor
pequeño) e indefinido (cuando no se puede diferenciar
entre un mamífero grande y uno mediano). Los mamíferos grandes son los más representados en general en todo
el sitio (631 = 42%) y en cada una de las cuadrículas; le
siguen en segundo término los mamíferos medianos (487
= 32%) y en los casos de mamíferos chicos e indefinidos
la frecuencia de presencia es menor en general en todo el
sitio (entre 8% y 18%) como en cada una de las cuadrículas (un promedio entre los quince y cincuenta restos
aproximadamente). Una sola excepción son los mamífe104
ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE
Figura 1 - Mapa de la provincia de Buenos Aires donde se indica la zona de las Sierras de Tandilia (debajo ampliada) y la
localización del sitio Siempre Verde. Fotografía aérea donde se observa la estructura de piedra (1 y 2 las subestructuras);
en números romanos se indica la ubicación de las cuadrículas de excavación estratigráfica
Figura 2 - Cuadro de barras donde se puede observar la cantidad de
restos óseos identificados y no identificados taxonómicamente por cuadrícula
105
CUADERNOS 21
ros pequeños en la cuadrícula MM que suman un total de
ciento sesenta y tres restos óseos.
En las cuadrículas XL, MM y MMI se han recuperado
una gran cantidad de fragmentos indeterminados, los
cuales representan más del 50% de los restos hallados. En
cuadrícula XL alcanzan el 93% mientras que en la MM
el 46% y en la MMI el 74%. En las cuadrículas XL y MM
la mayor parte de estos restos óseos formaban parte de
estructuras de combustión e incluso es muy probable que
hayan sido utilizados como combustible. Los restos óseos
que se encontraron en los fogones presentaban diferentes
grados de termoalteración (quemados y calcinados). Entre
los fragmentos indeterminados de la cuadrícula XL el 85%
(cinco mil seiscientos ochenta y nueve) están termoalterados (quemados y calcinados), en la cuadrícula MM el 40%
(cuatrocientos noventa y dos) de los fragmentos indeterminados están termoalterados (quemados y calcinados).
En cambio en la cuadrícula MMI, el 74% de fragmentos
indeterminados se debería al hecho de que hayan formado
parte de estructuras de combustión. Los restos óseos recuperados en esta cuadrícula presentan un alto grado de
meteorización, como consecuencia del cual muchos huesos
se fragmentaron y desintegraron; por lo tanto se encontraron gran cantidad de fragmentos y astillas indeterminadas.
Esto último se debería a su tamaño y la no presencia de
zonas diagnósticas. En algunos casos se han podido realizar ensamblajes (reparaciones) en gabinete y durante la
excavación. En el campo se levantaron varios fragmentos
que pertenecían a un único elemento óseo, pero en el laboratorio por su avanzado estado de meteorización (estadios
entre 4 y 5 sensu Beherensmeyer 1978), no se pudieron
reparar los distintos elementos óseos; en estos casos fueron
definidos como “parte de un mismo hueso” y se los incluyó
en el grupo de los fragmentos identificados.
En rasgos generales, el estado de preservación de
los restos óseos identificados taxonómicamente de las
cuadrículas XIII, XL y MM es bueno (83%), teniendo
un bajo porcentaje de huesos meteorizados (10%) y
con algún grado de termoalteración (7%). Del total,
solo un 10% presenta manchas o adherencias de óxido
de hierro (hay un único caso de mancha de cobre). En
cambio los restos óseos hallados en la cuadrícula MMI,
en general se encuentran en un mal estado de preservación; aproximadamente el 70% de los restos óseos presentan un estadio de meteorización entre 4 y 5 (sensu
Beherensmeyer 1978); no se han observado manchas o
adherencias de óxido u otros materiales y solo el 8%
está termoalterado (quemado).
Los taxones más representados son en primer término Bos taurus –vaca– y Ovis aries –oveja–; su presencia en el sitio se explicaría como producto del consumo
alimenticio. Los restos de Sus scrofa –cerdo– como los de
Chaetophractus villosus –peludo– podrían también haber
sido consumidos. Los restos de Canis familiares –perro–
probablemente hallan sido “mascotas” o perros cimarrones
(Cabrera 1932). Los animales más representados del sitio
están enteros (Bos taurus –vaca– y Ovis aries –oveja–).
Tenemos prácticamente la totalidad de las partes esqueletarias; en ambos taxones (Bos taurus y Ovis aries) los
más representados son el esqueleto apendicular (67% a
73%) y en menor frecuencia el axial (27% a 33%). De
estos taxones, además de haber sido aprovechados para
consumo alimenticio, sus huesos han sido usados como
combustible para los fogones (Lanza 2005a, 2006 a, b, c).
LOS PROCESOS DE FORMACIÓN Y TRANSFORMACIÓN NATURALES
Los resultados obtenidos en la identificación de procesos de formación y transformación naturales a través
del registro arqueofaunístico a partir de la identificación
de marcas, aplicación de la técnica de ensamblaje óseo y
la consulta de las libretas de campo serán presentados y
desarrollados a continuación.
Información de las libretas de campo
La lectura de las libretas de campo nos permitió obtener la siguiente información: la matriz general del sitio
presenta una superficie con cubierta vegetal (pasto corto,
gramíneas), algunos cardos pequeños, árboles en bosque
en sectores aledaños a la estructura (fueron plantados a
principios del siglo XX), cuevas de roedores (cuises pampeanos) y la presencia de cuises pampeanos (Cavia aperea)
viviendo en la zona y entre los bloques de la estructura.
La matriz está compuesta por un sedimento negro de
humus compacto, abundantes raíces (de la cubierta
vegetal), lombrices, hormigueros y piedras de diferentes
tamaños de la estructura, producto de derrumbes.
En cada una de las cuadrículas hemos consignado los
siguientes datos:
Cuadrícula XIII: en la capa A1 abundantes raíces y
lombrices, hallazgos concentrados en el sector 1. En la
capa A4 los hallazgos siguen concentrados en el sector 1;
se registró una mancha carbonosa (probablemente una
estructura de combustión) y una dispersión anular de
guijarros con restos óseos.
Cuadrícula XL: en la superficie se detectaron dos
entradas de cueva de roedor. En el resto de los niveles
estratigráficos no se registraron perturbaciones durante
las excavaciones. Los restos arqueológicos se presentaban
en concentraciones. En esta cuadrícula se descubrió una
estructura de combustión con abundantes restos óseos
termoalterados.
Cuadrícula MM: en la capa A1 el sedimento era humus
negro, homogéneo y compacto presentando abundantes
raíces, las cuales se fueron incrementando a lo largo de
106
ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE
Tabla 1 - Identificación taxonómica de los restos arqueofaunísticos con su correspondiente
NISP (número de especímenes óseos) por cada una de las cuadrículas del sitio Siempre Verde
Taxón
Nombre común
Cuadrículas
XL
MM
11
16
26
41
_
_
37
222
1
15
XIII
Equus caballus
Bos taurus
Lama guanicoe
Ovis aries
Sus scrofa
Caballo
Vaca
Guanaco
Oveja
Cerdo
7
10
1
27
_
Canis familiaris
Perro
_
_
119
MMI
88
264
_
7
_
NISP
Total
122
341
1
293
16
_
119
Chaetophractus villosus
Peludo
_
103
438
_
541
Cavia aperea
Cuis pampeano
_
1
_
_
1
Galea sp.
Caviidae
Cricetidae
Rodentia
Ave
Cuis
Cuises
Cuises
Roedores
Aves
_
_
_
1
1
3
11
2
_
_
1
21
18
_
_
_
_
1
1
1
4
33
27
Mammalia indeterminados
1
6
Mamíferos indeterminados
Subtotal fragmentos identificados
Subtotal fragmentos indeterminados
Total
68
321
585
503
1.523
120
30
150
518
6.760
7.278
1.476
5733
7209
863
2.396
3.259
2.977
14.919
17.896
Tabla 2 - Tabla con la cantidad de elementos óseos que ensamblan en relación al total de restos óseos
identificados taxonómicamente por cuadrícula. Cantidad de casos de ensamblajes óseos,
tipos de ensamblaje y cantidad de elementos óseos por cuadrícula.
Cuadrícula
XIII
XL
MM
MMI
Total
Total de restos
faunísticos
identificados
120
Cantidad total
Porcentaje
2
1,6
518
22
4,2
1.476
108
7,3
863
2.977
477
609
57,4
100,0
Elementos ensamblados
107
Casos de
ensamblaje
Tipo de
ensamblaje
1
8
1
34
5
12
2
62
Reparación
Reparación
Rearticulación
Reparación
Rearticulación
Reparación
Rearticulación
Elementos ensamblados
Cantidad
Combinan
2
20
2
76
13
41
8
162
2
2 // 4
2
2 // 3 // 8
2 // 4
2/3/5/6/12
2 // 6
CUADERNOS 21
la extracción de esta capa y nivel de extracción. En las
capas A2, A3 y A4 se registraron varias cuevas de roedores
(figura 3 a); o lo que probablemente sería parte de una
misma y única cueva. Una de estas perturba de manera
importante la estructura de combustión hallada (A2 en
el sector 14), literalmente la atraviesa en varias partes. En
la capa A2 se observan concentraciones óseas; en A4 los
restos arqueológicos en general están dispersos y se registraron dos concentraciones de restos óseos.
En la capa A5 cambia el sedimento haciéndose más
suelto en gránulos por la actividad de las lombrices. Continúa parte de la cueva. En la capa A7 se registró la entrada
de una cueva cercana a la pared de la estructura.
Cuadrícula MMI: compuesta por un sedimento de
humus negro homogéneo y fácil de extraer; no se han
detectado durante la excavación ningún tipo de perturbación. Las primeras unidades de extracción de la capa
A presentaban raíces abundantes de la cubierta vegetal y
algunas de los árboles (recordemos que esta cuadrícula
se planteó en el bosque a cuarenta metros de la estructura). No hay registros en el protocolo de algún tipo de
perturbación a excepción de un caño moderno de agua
que atravesaba la cuadrícula por tres de sus nueve sectores (sin embargo, no está próximo a la concentración de
huesos y lascas de granito, por lo que no la afectó).
ENSAMBLAJES ÓSEOS
La aplicación de la técnica de ensamblaje nos permitió establecer casos de reparaciones y rearticulaciones
óseas. Los resultados obtenidos en relación a la cantidad
de ensamblajes, tipos y cantidad de elementos óseos que
ensamblaron en los conjuntos faunísticos analizados por
cada cuadrícula se encuentran sintetizados en la tabla 2.
En la cuadrícula XIII hemos registrado una única
reparación; se trata de una escápula de Ovis aries en buen
estado de preservación. Intervienen dos elementos óseos,
ambos fragmentos se localizaban en la misma capa, unidad de extracción y sector.
En la cuadrícula XL tenemos una rearticulación ósea
(pieza dentaría en hemimandíbula de Ovis aries) y ocho
reparaciones óseas. Estos últimos se dan en huesos de
Equus caballus (tercera falange), Bos taurus (vértebra
cervical y calcáneo) y en Mammalia indeterminada (costillas y vértebras). Tanto en las rearticulaciones como las
reparaciones los huesos que remontan se localizaban en
la misma capa, unidad de extracción y sector.
En la cuadrícula MM se han registrado cuatro rearticulaciones y treinta y cuatro reparaciones. En esta cuadrícula y en la MMI (que describiremos más adelante)
tenemos varios casos donde una unidad anatómica se
encuentra fragmentada en varias partes, de las que algunas partes reparan y otras no; porque están en un mal
estado de preservación. Pero todos los fragmentos pertenecen a la misma unidad anatómica fueron hallados in
situ y levantados en un bloque; luego en laboratorio se
intentó reparar la pieza, pero resultó imposible, aunque
sabemos que forman un mismo hueso. En estos casos
los consideramos que reparaban pero los denominados
“mismo hueso” (cuadrícula MM cuatro casos).
Las rearticulaciones se registraron entre cráneos y
hemimandíbulas de Canis familiares; entre hemimandíbulas y piezas dentarias en Ovis aries y un coxis con vértebra en Chaetophractus villosus. Las reparaciones se han
registrado en los siguientes taxones: Ovis aries (adulto y
juvenil), Sus scrofa, Chaetophractus villosus, Canis familiaris, Rodentia y Mammalia indeterminada. Los casos de
“mismo hueso” son un cúbito de Equus caballus, tibia y
fémur de Bos taurus y una pieza dentaria de Ovis aries.
Los elementos óseos que remontan en esta cuadrícula, en
todos los taxones registrados, se ubicaban en la misma
capa, unidad de extracción y sector.
De Canis familiares tenemos según el MNI dos individuos, uno de ellos representado por un cráneo y las
hemimandíbulas (rearticulan); fue localizado en el sector 14 durante la campaña 2004. El otro, hallado durante
la campaña del 2001, es un individuo juvenil (según suturas del cráneo), y representado en un 95% por todos los
elementos óseos del esqueleto. Hallado –en el sector 4– in
situ articulando la cabeza, las primeras vértebras y los
miembros delanteros (figura 3 b). El resto de los huesos
del esqueleto estaban desarticulados; ubicándose en los
sectores adyacentes y distribuidos por varias unidades
de extracción de la capa A. Los elementos óseos de este
cánido se distribuían de la siguiente manera: el 80% de
los huesos del esqueleto axial se ubicaron en el sector 4;
el restante 20%, en los sectores adyacentes (2 y 13); es
decir solo ocupó tres sectores (tres metros cuadrados). El
70% se localizó en la capa A3 y el resto se distribuía entre
varias unidades de extracción de la capa A (A1, A2, A4,
A5, A6 y A8). El 90% del esqueleto apendicular se ubicaba
entre los sectores 13 y 4, en la capa A4. El 10% restante
se distribuía en varios sectores (1; 2; 5 y 7). Por lo tanto,
hubo una leve dispersión horizontal y una mayor migración vertical. Estos mismos sectores estaban ocupados
por la cueva de roedor detectada durante la excavación
de la cuadrícula, según se desprende de la consulta de las
libretas de campo (protocolos). También tenemos reparaciones, las cuales se efectuaron siempre entre dos especímenes óseos que al reparar conforman el elemento óseo
completo (cuatro costillas enteras, una vértebra dorsal y
una vértebra lumbar).
La desarticulación de este cánido fue causada por la
acción de roedores pequeños, tal como lo demuestra no
solo la presencia de cuevas registradas en los protocolos
108
ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE
durante la excavación, sino las marcas identificadas – ver
más adelante– en varios de los huesos de este individuo
(Lanza 2006 a y c).
En la cuadrícula MMI tenemos 2 rearticulaciones en
Equus caballus (hemimandíbula y piezas dentarias) y en
Bos taurus (radio con cúbito); 12 reparaciones en huesos
de Bos taurus y Mammalia indeterminada (Mammalia
grande). Los casos denominamos “mismo hueso” son 25,
en donde intervienen un total de 426 elementos óseos. El
92% de estos restos presentan un alto grado de meteorización (estadio 4 y 5) provocando su deterioro y fragmentación. La mayoría fue registrado in situ durante la
excavación y retirados en bloque, sabiendo que formaban
parte de una unidad anatómica y de un taxón identificable a nivel específico. Se han registrado en los taxones
Equus caballus, Bos taurus y Mammalia indeterminada
(Mammalia grande y mediana). Al igual que en las cuadrículas anteriores los elementos óseos que remontan, en
todos los taxones registrados, se ubicaban en la misma
capa, unidad de extracción y sector.
Al comparar los datos de la tabla 2, cantidad de elementos óseos que remontan (rearticulaciones, reparaciones y “mismo hueso”) y total de restos óseos identificados
observamos que en las cuadrículas XIII, XL y MM los restos óseos remontados no superan el 10%, mientras que
en la cuadrícula MMI alcanzan un 60%.
Marcas
En las cuadrículas analizadas (XIII, XL, MM y MMI)
se han detectado huesos con marcas; principalmente de
roedor, raíces, combinación de raíces/roedor, carnívoro
indeterminado y marcas indeterminadas.
En la tabla 3 sintetizamos los resultados obtenidos en
la identificación de huesos con marcas; además se pueden observar la cantidad y el porcentaje de huesos con
marcas en relación a la cantidad total de restos óseos
identificados.
Las marcas de roedores son dejadas por los dientes
incisivos de estos animales al roer superficies duras para
desgastar sus dientes, como pueden ser los huesos. Su
morfología en general es de pequeños surcos cortos y
anchos, de fondo plano o redondeado; se caracterizan por
presentarse de a pares paralelos, aunque en algunos casos
pueden estar superpuestas (Mengoni Goñalons 1999,
Mameli y Estévez 2004, Chaix y Méniel 2005). Aunque
varios autores consideran que las marcas dejadas por los
roedores pueden presentarse con diferentes formas (Politis y Madrid 1988, Silveira y Fernández 1988).
Las marcas de roedor son las que se presentan con
mayor frecuencia (tabla 3) en casi todas las cuadrículas
del sitio a excepción de la XL. La mayor cantidad de huesos con estas marcas se ubicaron en las cuadrículas MM y
MMI. En la MM además de huesos con abundante cantidad de marcas de roedor también es la cuadrícula donde
se han registrado varias cuevas de estos animales.
Los elementos óseos que presentan este tipo de marcas
son principalmente diáfisis de huesos largos indeterminados, costillas y húmero de Mammalia indeterminados
(mamíferos grandes y medianos). También en huesos de
aves (diáfisis de húmero y tibia –ver figura 4 a–) y en Bos
taurus (radio). Es de destacar las marcas de roedor presente en metapodios y falanges del Canis familiaris de la
cuadrícula MM (figura 4 c). Estos huesos son los que no
estaban articulados, sino distribuidos por los sectores y
unidades de extracción adyacentes. Las marcas se distribuyen en las porciones mesiales de los huesos y en los
bordes son en general abundantes; en algunos casos suelen estar localizadas y cruzadas en un mismo sector del
hueso, lo que hace que se pierda una considerable superficie del especímen y queden pequeños huecos u hoyuelos.
Las marcas de raíces se ubicarían en un segundo lugar
según su frecuencia; se caracterizan por presentar un patrón
dendrítico irregular, distribuido por una amplia superficie
del hueso en forma azarosa (Mameli y Estévez 2004). En
algunos casos pueden llevar a la destrucción del hueso, provocan una alteración de la superficie que suele enmascarar
la presencia de huellas de origen antrópico (Chaix y Méniel
2005). En la muestra analizada se han detectado marcas de
este tipo en todas las cuadrículas (ver tabla 3). Los huesos
con estas marcas se ubican en la superficie, primeras capas
y unidades de extracción (A1, A2 y A3); son producto de
la acción de las raíces de la cubierta vegetal (gramíneas).
Se han registrado en una amplia variedad de elementos
óseos como vértebras, isquion, costillas, metacarpo y huesos largos; principalmente de Mammalia indeterminados
(mamíferos grandes y medianos –figura 4 b) y en menor
porcentaje en Ovis aries, Bos taurus y Ave.
Las marcas de carnívoros poseen rasgos claramente
diagnósticos, aunque el daño que puede producir sobre
los restos óseos es variado (Mengoni Goñalons 1999).
Para su descripción comúnmente se utilizan las categorías definidas por Binford (1981): “scoring” surco
producido por el arrastre de los dientes sobre el hueso
compacto; “pitting” piqueteado u hoyuelos producto del
masticado; “punctures” pozos o depresiones en forma
de agujeros de contorno redondeado, producto de la
acción de los dientes caninos; “furrowing” acanalado o
ahuecado (Mengoni Goñalons 1999: 92).
Tenemos cuatro huesos con marcas de carnívoros
únicamente en las cuadrículas XL y 2 en la MM. Se ubican
en elementos óseos como costillas, diáfisis, fragmentos de
isquion y sacro; en ejemplares de Mammalia indeterminada –mamíferos grandes y medianos– (ver figura 4 d).
El tipo de marcas identificadas a partir de su morfología
109
CUADERNOS 21
Figura 3 - Fotografías de la cuadrícula
MM durante su excavación:
a) cueva de roedor;
b) restos óseos articulados in situ
e un Canis familiares
Tabla 3 - Tabla con la cantidad de huesos con marcas en relación al total de restos óseos identificados taxonómicamente
por cuadrícula. Cantidad y tipos de marcas en cada una de las cuadrículas analizadas.
Huesos con marcas
Cuadrícula
XIII
XL
MM
MMI
Total
Marcas
Total de restos
Raíces/
faunísticos
Cantidad Porcentaje Raíces Roedor
Carnívoro Indet.
roed
identificados
120
518
1.476
863
2.977
3
7
24
11
45
2,50
1,40
2,00
1,20
7,10
1
2
6
_
9
1
10
8
19
1
1
2
4
2
_
6
1
1
5
2
9
Figura 4 - Huesos con diferentes
tipos de marcas:
a) de roedor en diáfisis de Ave; b)
de raíces en parte mesial de costilla
de Mammalia indeterminada
(mamífero grande),
c) de roedor en metapodio y
falange de Canis familiares,
d) de carnívoro en hueso largo
de Mammalia indeterminada
(mamífero grande)
110
ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE
(sensu Binford 1981) han sido marcas de piqueteado o
pequeños hoyuelos (“pitting”) principalmente ubicados
en la parte mesial de costillas y huesos largos; en segundo
término tenemos algunos surcos (“scoring”) por ejemplo
en fragmentos de isquión y sacro; por último, los pozos
o depresiones en forma de agujeros de contorno redondeado (“punctures”) en costillas y diáfisis. Hasta ahora
no hemos podido identificar el tipo/s de carnívoro/s que
han producido estas marcas, pero en todos los casos las
improntas dejadas son pequeñas y los huesos no presentan un daño muy importante. Con respecto a la presencia
de carnívoros en la región, donde se ubica el sitio en estudio, hay información histórica de la presencia de perros
cimarrones en la zona desde el período Colonial (Cabrera
1932, Montoya 1984); además en esta región están presentes otros carnívoros como zorros. El género Dusicyon
habitó las grandes llanuras de Buenos Aires desde tiempos
pampeanos (Kraglievich 1930 citado en Salemme 1987).
Tenemos una baja frecuencia de marcas indeterminadas (tabla 3), las cuales están en proceso de identificación.
Algunas presentan una morfología de forma circular
o semicircular con estrías internas; pueden ubicarse en
las superficies de los huesos en forma aisladas o en grupos (Acosta y Rodríguez 1998, Mameli y Estévez 2004,
Bonomo y Massigoge 2004, Escosteguy y González 2006).
Según la bibliografía consultada han sido definidas como
hoyos de disolución química (Gutierrez et al. 1997).
Sobre un total de dos mil novecientos setenta y siete
restos óseos analizados e identificados taxonómicamente
se registraron cuarenta y cinco huesos con alguna o varias
de estas marcas; es decir menos de un 10% del total de la
muestra analizada; lo que nos estaría indicando una baja
frecuencia en relación al total de los restos arqueofaunísticos recuperados en el sitio. Si nos detenemos en cada una
de las cuadrículas, en ninguna alcanza el 3%. Las marcas
más comunes y con mayor frecuencia son en primer término, las de roedor y le siguen las de raíces (ver tabla 3).
EVALUACIÓN GENERAL Y CONCLUSIONES
A partir del registro de marcas en los restos óseos, la aplicación de la técnica de ensamblaje y la presencia durante las
excavaciones de cuevas de roedores (consulta de las libretas
de campo), hemos podido identificar agentes de formación
y transformación naturales y alcanzado resultados relevantes en relación a los objetivos planteados sobre este tema.
En el sitio Siempre Verde, pudimos diferenciar del
conjunto arqueofaunístico los restos óseos de pequeños
roedores (especies: Cavia aperea, Galea sp. Familias:
Caviidaes y Cricetidaes) como intrusivo por razones taxonómicas; estos roedores viven actualmente en el área de la
estructura (sobre todo Cavia aperea –cuis pampeano–).
Una hemimandíbula recuperada en la cuadrícula XL en
la estructura de combustión sin presentar ningún signo
de termoalteración nos permitiría inferir que ingresó
al registro por causas tafonómicas (muerte natural)
y después de la ocupación del sitio. Entre los agentes y
perturbaciones que hemos podido identificar tenemos
en primer término la acción de roedores a través de la
presencia de cuevas, marcas en los huesos e incluso su
presencia actual en el área. La acción de estos roedores ha
producido movimientos en los restos óseos de dos tipos:
desplazamiento vertical y dispersión horizontal; además
de desarticulaciones (el Canis familiaris de la cuadrícula
MM). En otros trabajos realizados en la región pampeana
se han registrado perturbaciones en el registro arqueológico por la acción de roedores; incluso, según el tipo de
roedor, este puede esquivar o desplazar diferentes objetos según su tamaño, como por ejemplo huesos, tiestos
cerámicos, etc. (Politis y Madrid 1988). En el registro
arqueofaunístico de Siempre Verde se ha hallado peludo
(Chaetophractus villosus), que también hacen cuevas y
pueden perturbar; pero por la morfología y tamaño de las
cuevas no son de este animal sino de roedores pequeños.
Otro agente fue la acción de raíces (cubierta vegetal
formada de gramíneas que se extiende por todo el sitio);
esto se verifica en la presencia de las marcas (improntas)
dejadas en los huesos; aunque estas no han provocado un
alto grado de perturbación. Por ejemplo, no han producido desplazamientos importantes, y tampoco han llegado
a destruir ni la superficie ni la estructura o integridad del
hueso sobre todo en las cuadrículas XIII, XL y MM; en
cambio si han perturbado el conjunto arqueofaunístico
de la MMI. En rasgos generales, en todas las cuadrículas,
las raíces profundizan más allá de las primeras unidades
de extracción de la capa A.
La acción de carnívoros ha sido identificada a partir
de las marcas dejadas en los huesos, aunque no hemos
podido determinar el tipo/s de carnívoro/s que provocó las
marcas y de qué forma actuó en el registro arqueológico.
En estado de preservación de los restos óseos en general
es bueno y no han sufrido meteorización aquellos huesos
de las cuadrículas XIII, XL y MM. Aunque no sucede lo
mismo con el conjunto arqueofaunístico hallado en la cuadrícula MMI, que presenta un alto grado de meteorización.
Los restos óseos exhiben un estadio de meteorización entre
cuatro y cinco (sensu Beherensmeyer 1978) y las raíces han
perturbado los restos, provocando en algunos casos grietas
y hasta fracturas (Lanza 2006c). En relación a la perturbación por agentes como roedores, se registraron marcas
de estos en pocos huesos, pero no se detectaron cuevas
durante la excavación de la cuadrícula MMI.
Finalmente, como hemos visto, los restos que han
sido afectados en alguna forma a través de marcas, desplazamientos, desarticulaciones, etc. presentan una baja
111
CUADERNOS 21
frecuencia en relación al total de restos arqueofaunísticos recuperados e identificados en el sitio. El registro
arqueofaunístico en particular no ha sufrido modificaciones importantes, lo que nos permitiría inferir que
tampoco ha sido afectado el registro arqueológico en
general. Podríamos considerar que la integridad (sensu
Binford 1981) de los depósitos arqueológicos es alta en el
sitio Siempre Verde de la zona de Tandilia.
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114
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE Y SU TERRITORIO EN LA
MICRORREGIÓN CAFAYATE (PROVINCIA DE SALTA)
Rossana E. Ledesma*
RESUMEN
Como resultado de las tareas realizadas en Cafayate (Salta) se han registrado tres sitios con arte rupestre y quince
con ocupaciones estimadas del Período Formativo y de Desarrollos Regionales. Los emplazamientos responden a una
combinación de categorías, pero es significativa la densidad observada en el sector oeste.
PALABRAS CLAVE
Arte rupestre - territorio - Cafayate - Salta
ABSTRACT
As a result of the research done in Cafayate (Salta), three sites with rock art and fifteen sites have been registered
with estimated occupations on the Regional Development and Formative Period. The locations respond to a combination of categories, but the observed density on the west sector is significative.
WORDS KEY
Rock art - territory - Cafayate - Salta
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo cuenta con los antecedentes de
investigaciones arqueológicas efectuadas por la Universidad
Nacional de Salta en el sur del Valle Calchaquí desde el año
1997 (Lo Celso y Ledesma 2004; 2005; Ledesma 2006).
Los sitios arqueológicos (con o sin arte rupestre) y el
registro mueble e inmueble muestran una gran heterogeneidad y pocas regularidades con microrregiones vecinas.
Ello impidió inicialmente la ubicación cronológica relativa
de los hallazgos. Por este motivo se planteó analizar los
datos existentes desde una perspectiva intra e interegional.
Las investigaciones específicas sobre el arte rupestre
en sus manifestaciones de pintado y grabado han producido información de diferente carácter en las microrregiones vecinas al sur del Valle Calchaquí: Antofagasta
de la Sierra, Valle del Cajón, San Carlos, Guachipas y
Tolombón (Aschero 2000; de Hoyos 2003; Lanza et al..
2003; Rolandi et al. 2002).
La zona de investigación arqueológica ha sido denominada Microrregión Cafayate y está definida por la
confluencia de los ríos Calchaquí y Santa María, posee
diferentes paisajes, variación estacional y diversidad de
sectores de aprovisionamiento de materias primas. La
microrregión se caracteriza por la presencia de sitios
arqueológicos con y sin arte rupestre.
En este trabajo se presentan los resultados de las
prospecciones que originalmente se habían planificado
1
para la detección de sitios arqueológicos formativos y
posteriormente para la confección de una base de datos
2
de arte rupestre .
Para poder analizar los sitios y su emplazamiento en el
territorio se ha confeccionado una base de datos con los
sitios arqueológicos de la microrregión. Se han conjugado
los datos de hábitat y la proximidad con recursos locales.
METODOLOGÍA
El registro y la interpretación del arte rupestre en
Cafayate contaron con una serie de dificultades como
la ubicación cronológica, el carácter descriptivo de las
investigaciones sobre arte rupestre, la ausencia de dataciones radiocarbónicas en el sur del Valle Calchaquí y los
procesos postdepositacionales antrópicos y naturales.
Aquí se propone que los sitios (con y sin arte rupestre) deben ser pensados en una doble relación, entre ellos
y con su espacio, no solo el natural sino el espacio utilizado antrópicamente en forma cotidiana, es decir con su
territorio. Se trata del contexto del yacimiento y no solo
la zona próxima. Para poder establecerlo es necesario ver
las relaciones existentes con otros sitios, ya sean campos
de cultivos, aldeas, enterratorios, bloques con grabados,
1
2
∗ Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta,
[email protected]
115
Proyectos 702; 1086 y 1449 del Consejo de Investigación de
la Universidad Nacional de Salta bajo la dirección de M. Lo
Celso (desde el año 1997 y continúa).
Trabajo de Investigación Nº 1370 del Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta bajo la dirección de
R. Ledesma (2005-2006).
CUADERNOS 21
accesos y el fundamento de esas relaciones. Entonces es
preciso analizar la movilidad y el asentamiento de las
poblaciones en el Sur del Valle Calchaquí. Si la zona en
cuestión actuó como nexo y camino obligado desde tiempos formativos, el control de la misma debe haber jugado
un rol importante donde la delimitación era necesaria
(Tarragó 1992). No es intención tomar el arte como marcador territorial o como señales distribuidas en el Valle
Calchaquí, sino de investigar la presencia y la circulación
de los grupos humanos por esta zona. Porque de ser así,
la confluencia del Valle debería haber estado fuertemente
delimitada por marcadores gráficos.
3
Se considera al arte rupestre como la evidencia de
un espacio marcado mediante un código transmisor de
mensajes, un sistema codificador que incluye los temas
y la forma de expresarlos es mediante asociaciones reiterativas y ubicaciones normatizadas que tienen fines
variados y que, para Bueno y Balbín, actúa como sistema
de cohesión social (Bueno y Balbín 2003). Este sistema
ha sido definido por estos investigadores como símbolos
reconocibles para los que se mueven dentro del territorio,
que permitirían el uso y tránsito de los distintos nichos
ecológicos y como demarcador del terreno (Bueno Ramírez y Balbín Behrmann 2003).
Pero el arte es una evidencia más de este espacio
delimitado. Tanto el arte como los enterratorios, los
campos de cultivo y la arquitectura se presentarían
como referencias simbólicas internas y externas, como
una codificación sociológica sobre los usos del territorio
y también como marcadores étnicos (Bueno Ramírez y
Balbín Behrmann 2003; Bradley 1997, Bradley 2005).
Ello lleva a repensar sobre la supuesta funcionalidad de
varios sitios en Cafayate y en la relativa proporción de
sitios con arte y sin arte rupestre.
Para justificar la presencia y la circulación de los grupos humanos en esta zona, es adecuado analizar las preferencias en la ubicación con la consecuente valoración
de los indicadores naturales (sustratos geológicos, tipos
de suelo), cercanía a fuentes de agua, a materias primas,
caminos, accesos o zonas de paso, no solo de las áreas con
arte rupestre, sino también de las áreas de habitación y
funerarias (Bueno Ramírez 2000).
De manera específica la investigación se orientó a vincular los sitios con arte rupestre con otras áreas de actividades y analizar el sistema codificador empleado como
marcador gráfico. En el primer caso, se estimaron las preferencias en la ubicación y valoración de los distintos nichos
y su relación espacial con distintas áreas (habitación, funerarias y con arte). Para ello se siguió con la metodología
3
Bueno Ramírez y Balbín Behrmann prefieren denominarlo
grafías (Bueno Ramírez y Balbín Behrmann 2003).
llevada a cabo por Bueno Ramírez, cuyos trabajos buscan
integrar los megalitos con su territorio donde conjugó
datos de hábitat, pintura, grabados y necrópolis neolíticas
(Bueno Ramírez 2000, Bueno Ramírez et al 2005).
Como tarea prioritaria se procedió al registro exhaustivo de los sitios de la microrregión por medio de prospecciones sistemáticas. En esa primera etapa se discriminaron
los procesos que afectaban la detección superficial de los
sitios arqueológicos que son una combinación de agentes
naturales y culturales. En el primer caso se consideraron
los aludes estivales que fueron definidos en las excavaciones realizadas en La Banda de Arriba 1 (Buliubasich et al.
1991; Lo Celso 2000) y los sedimentos de arena (dunas)
depositados en las márgenes del río Santa María. Los
agente faunísticos –destructivos en su esencia– han servido
en algunos casos para la detección de material cerámico y
lítico presente en las aberturas de las cuevas de roedores.
Otro elemento que impidió la detección de sitios fue la disposición de los algarrobales y el monte xerófilo. En cambio,
la presencia de churquis y retamas sirvió para conservar
muros de piedra de la erosión hídrica.
Entre los factores de alteración “antrópicos” se señalan la remoción del terreno para construcción de barrios
sociales, barrios privados, caminos vecinales, acequias,
tendidos de red eléctrica de baja y alta tensión, aeródromo, hospital y cultivos. El desmonte indiscriminado,
los incendios forestales, el desvío de las cuencas naturales
en la construcción de represas y acequias han provocado
que los aludes dejen de ser un fenómeno para ser un proceso estival recurrente. Obviamente que los sedimentos
producidos por los fenómenos mencionados hacen que
los sitios sean paulatinamente destruidos y sepultados
por acontecimientos “naturales”. Pero los saqueos se presentan como las acciones más destructivas.
Todos estos factores han incidido fuertemente en
el momento de prospectar sistemáticamente. Como
la intención no es efectuar solamente un catálogo de
los sitios, sino integrar los mismos con su territorio, se
buscaron unidades que orienten a estimar las posibles
motivaciones para circular y asentarse en el sur del valle
Calchaquí. Estas unidades son los tipos de emplazamientos y los recursos locales.
• Emplazamientos
- quebradas
- pie de sierra (entre 1700 msnm y 2000 msnm)
- sierra (más de 2000 msnm)
- fondo de valle (entre 1600 msnm y 1700 msnm)
• Fuentes de agua
- arroyo permanente
- río permanente
- río o arroyo estival
- vertientes
116
INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE
• Recursos botánicos
- algarrobales
- pastizales de fondo de valle (ríos permanentes)
- pastizales permanentes de quebrada
- arbustos y pastizales estacionales
• Tipos de suelo
1- Complejo ígneo metamórfico de las sierras de
Quilmes. Rocas desnudas, sin sedimentos.
2- Rocas cretácicas (conglomerados, areniscas y arcillas rojas de origen continental) de las Sierras de
Santa Bárbara. Fácilmente erosionables.
3- Acumulaciones sedimentarias del cuaternario, (dunas en
cuencas de los ríos Santa María y Calchaquí).
4- Regosol éutrico/fluviales éutricos. Conos aluviales.
• Recursos minerales
- arcillas
- pigmentos minerales
- cobre
En el caso de los emplazamientos, se han incluido las
alturas en metros sobre el nivel del mar debido a la fuerte
variación topográfica del valle, y se han excluido las prospecciones en alturas superiores a los 2000 msnm. Ello
redunda indefectiblemente en una vista parcial del registro, pero se mantiene en reserva para trabajos futuros.
Las fuentes de agua están supeditadas a la variación
estacional, de todas maneras, los únicos cursos con agua
permanente son los ríos Calchaquí, Las Conchas, Colo4
rado y Yacochuya . Las quebradas laterales se presentan
como desagües naturales de los deshielos de las altas
cumbres y de las lluvias estivales. Los arroyos, como El
Alisar, tienen flujos de agua por la proximidad de los mismos con vertientes.
Los recursos botánicos de la microrregión se presentan asociados con los tipos de suelos y las fuentes de agua.
Por ejemplo, los pastizales de fondo de valle están emplazados en acumulaciones sedimentarias del cuaternario
5
y en las orillas de los ríos permanentes . Los pastizales
y arbustales de quebradas también se presentan como
lugares aptos para cultivos. Los algarrobales son montes
ubicados en las proximidades de los ríos con agua permanente (Cabrera 1976; Karlson 1988). Las fotografías
aéreas (año 1965) y las imágenes satelitales (2004) muestran el retroceso de los montes de algarrobo frente a los
campos de cultivo de vid.
4
5
Actualmente, los ríos Colorado y Yacochuya no presentan
cursos permanentes porque se han construido tomas, represas y canales para riego.
Las coordenadas geográficas de los sitios han sido omitidas
y constan en los informes de investigación presentados a la
Dirección de Patrimonio de la Provincia de Salta y al Museo
de Antropología de Salta.
La información geológica orientó la determinación de
fuentes de materias primas minerales y tipos de suelos.
Respecto a las primeras solo se han identificado depósitos de arcillas, estratos con pigmentos minerales y una
mina de cobre ubicados al este del valle. Las rocas de yeso,
cuarzo y mica se presentan en forma abundante y recurrente en las sierras y pie de sierra. Respecto a las fuentes
de materias primas líticas empleadas en la confección de
instrumental (obsidiana, cuarcita y basalto) están ubicadas fuera del Valle y se estima que provienen de la puna
y por ello no se las ha incluido en la clasificación (Galván
1981; Nadir y Chafatinos 1990; Weigert 2004).
LOS SITIOS ARQUEOLÓGICOS EN LA MICRORREGIÓN CAFAYATE
Para ubicar cronológicamente cada uno de los sitios
arqueológicos relevados en la prospección se emplearon
esencialmente dos indicadores: a) patrón de asentamiento
y b) tipología cerámica. A los fines operativos se incluye
dentro del período Formativo al registro arquitectónico
correspondiente al patrón de asentamiento “poblado
disperso” y dentro del período de Desarrollos Regionales,
al patrón de asentamiento “conglomerado con defensas,
semiconglomerado y conglomerado” (Madrazzo y Otonello 1966). En la tipología cerámica se sigue la denominación de los estilos presantamarianos, santamarianos
y los grupos de referencia para el período Formativo,
elaborados para este sector del valle (Tarragó y Scattolín
1999; Subelza y Bravo 2004).
Como resultado de las prospecciones efectuadas y la
recopilación de los antecedentes se registraron un total de
dieciocho sitios arqueológicos en la Microrregión Cafa6
yate (ver tabla 1).
La Banda de Arriba
En 1988, el Museo de Antropología de Salta realizó
un rescate arqueológico en la zona denominada La Banda
de Arriba en las afueras del pueblo de Cafayate. El sitio
arqueológico fue definido como enterratorio múltiple con acompañamiento funerario (Buliubasich et al.
1991). Se trata de un enterratorio donde se han ubicado
al menos catorce individuos, siete de ellos masculinos,
tres femeninos y cuatro de los que no se pudo identificar el sexo. La edad estimada de los individuos es de cincuenta años (uno), cuarenta años (uno), edad avanzada
(un anciano), entre veinticinco y treinta años (cuatro),
veinte años (uno), dieciocho-diecinueve (uno), menor de
quince años (uno) y cuatro sin posibilidad de estimación
(Acreche y Albeza 1991).
6
117
La identificación macrobotánica fue realizada por el Dr.
Novara (Fac. de Ciencias Naturales, UNSA) y la Srta. Luján
Bravo (Fac. Humanidades, UNSA).
CUADERNOS 21
El tipo de enterratorio es colectivo y primario. La
única excepción es el hallazgo de la Cuadrícula A donde
fue identificado un individuo masculino de veinte años.
Por las características óseas Acreche y Albeza (1991)
consideran que el joven poseía rasgos faciales particulares (latero desviación izquierda de pirámide nasal y
ángulo fronto nasal disminuido). El acompañamiento
funerario estaba compuesto por quince vasijas cerámicas pequeñas, un collar con cuentas de turquesa y un
instrumento de bronce. El ajuar estaba contenido en un
recipiente cerámico de cincuenta centímetros de altura
(ver figura 1a).
Retomadas las tareas en la zona en 1997 (Universidad
Nacional de Salta), y con miras a completar la información
en el mismo sitio del rescate, se realizaron prospecciones
sistemáticas, excavación, estudios líticos y cerámicos
(Lo Celso 2000, Ledesma, 1999a, 1999b, Ledesma y de
Hoyos 2001). En superficie no se observaron indicadores
arqueológicos, por ello se dividió la parcela en transectas
y se excavaron dos de ellas. En la transecta A se rescataron
fragmentos cerámicos dispersos de diversos tipos y no
se evidenciaron pisos de ocupación. Por las características edafológicas y la disposición de los vestigios se pudo
determinar que el material procedía del arrastre de zonas
más altas. La transecta B, mostró en gran parte similares
indicadores de alteración. En un solo sector se registró
el hallazgo de material óseo fragmentado de camélido
(llama). En este caso tampoco se pudieron estimar los
pisos de ocupación (Lo Celso 2000).
Los estilos cerámicos presentes se corresponden a Ciénaga, Candelaria y Aguada. Pero, dentro de esta definición,
Subelza y Bravo (2004) observaron una gran variabilidad
que las llevaron a conformar el grupo La Banda de Arriba.
Este grupo de referencias lo elaboraron a partir del estudio de las piezas enteras de la Banda de Arriba 1, de los
fragmentos cerámicos provenientes del rescate de 1988
y de los fragmentos cerámicos de la excavación en 1998
(Bravo et al. 2000). Ello se debería a una particularidad
tecnológica en la zona, que ya había sido propuesta para
esta zona del Valle Calchaquí por parte de Heredia (1974)
y que definió como Cultura San Carlos.
El grupo está definido según criterios morfológicos y
decorativos:
Morfología: recipientes subglobulares de base plana,
bordes evertidos, cuerpos de perfil compuesto y asas en
cinta (Subelza y Bravo 2004).
Decoración: predominan el grabado y el bruñido por
encima del inciso y el pulido; hay recurrencia en la técnica de pastillaje para representar figuras zoomorfas. Las
vasijas pintadas son escasas y se han utilizado el negro y
rojo sobre ante, rojo sobre ante y rojo sobre el color de
fondo de pasta (Subelza y Bravo 2004).
A raíz de las prospecciones efectuadas fueron definidos cuatro nuevos sitios arqueológicos próximos a la zona
de rescate de la Banda de Arriba. Se estima que se trata de
un patrón de asentamiento de poblado disperso, pero se
recuerda que los procesos de alteración son elevados para
obtener un registro completo (Ledesma 1999b). En la Banda
de Arriba se han identificado cinco sectores con indicadores
arqueológicos. La zona se encuentra actualmente parcelada
en terrenos menores a una hectárea y con huertos, caminos,
viviendas y acequias. Por ello el registro no se ha podido
efectuar en todas las propiedades y algunos vecinos manifestaron haber efectuado hallazgos pero que no han conservado el material (Lo Celso y Ledesma 2005).
La Banda de Arriba 2 (SSALCAF 2): Se registró material lítico y cerámico en superficie proveniente de alteraciones faunísticas. Los tiestos cerámicos son formativos
y tienen similares características a las piezas enteras provenientes de la excavación del año 1988 en La Banda de
Arriba 1 y de la colección Bravo relevadas por Carrara
(Ledesma 1999b; Carrara 1961)
La Banda de Arriba 3 (SSALCAF 3): Se registraron
un bloque con morteros y escasos fragmentos cerámicos
tempranos y tardíos (Ledesma 1999b).
La Banda de Arriba 4 (SSALCAF 4): Se trata de un círculo de piedras, con suelo removido que indicaría saqueo.
Material cerámico de tipo tosco fragmentado y lítico en
superficie. Alto proceso de erosión (Ledesma 1999b)
La Banda de Arriba 5 (SSALCAF 10). En 2001, el Centro Vecinal de la Banda de Arriba y la Municipalidad de
Cafayate denunciaron el hallazgo de vasijas arqueológicas.
Los restos de arquitectura son escasos en superficie y se
trata de un patrón disperso con recintos irregulares, circulares y paredes de rocas planas. (Lo Celso y Ledesma 2005).
El material arqueológico consta de: una vasija de setenta
y seis centímetros de alto (manufactura de cocción oxidante), jarra incisa gris pulida, vasija pequeña zoomorfa
(ave), puco gris/negro pulido, puco gris. En su interior se
observó la presencia de tres cuentas de un collar (turquesa
y malaquita), piezas dentales de un niño menor a tres años
de edad. Tanto por su morfología y su decoración se adjudican las piezas al período formativo y al grupo La Banda
de Arriba. (ver figura 1b).
El Divisadero
El Divisadero (SSALCAF 9) se encuentra a cuatro
kilómetros al sudoeste del centro de la localidad de Cafayate, en el sur del valle Calchaquí – provincia de Salta– en
la margen izquierda del Río Colorado (afluente del Santa
María) y a unos 1700 msnm. Se ubica sobre un cuerpo
ígneo (plutón) que está constituido por rocas graníticas
precámbricas. Sobre las mismas están emplazados –y
actúan como soporte– los aleros y cuevas con pinturas.
118
INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE
Tabla 1 - Registro de sitios arqueológicos. Microrregión Cafayate (Salta)
Sitio
Período
Tareas
Vestigios en superficie
Publicaciones e informes
La Banda de Arriba
1 (SSALCAF 1)
Formativo
inferior
Excavación
Bloques con morteros
Buliubasich et al. 1991;
Ledesma 1999b;
Lo Celso 2000;
Lo Celso y Ledesma 2005
La Banda de Arriba
2 (SSALCAF 2)
Formativo
Inferior
Registro
Fragmentos cerámicos y líticos
Ledesma 1999b;
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005.
La Banda de Arriba
3 (SSALCAF 3)
Formativo
Registro
Fragmentos cerámicos y líticos. Bloque con morteros
Ledesma 1999b;
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005
Registro
Fragmentos cerámicos y
líticos
Ledesma 1999b;
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005
La Banda de Arriba
4 (SSALCAF 4)
----
La Banda de Arriba
5 (SSALCAF 10)
Formativo
inferior
Registro
Fragmentos cerámicos y líticos. Restos de arquitectura
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005
Río Seco
(SSALCAF 5)
Formativo y
D. regionales
Registro
Rec. Superf.
Fragmentos cerámicos y
líticos
Ledesma 1999b;
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005
Molinos
(SSALCAF 7)
Formativo
inferior
Formativo y
desarrollos
regionales
Fragmentos cerámicos y líticos. Bloques con morteros
Fragmentos cerámicos y
líticos. Restos de arquitectura.
bloques con morteros
Fragmentos cerámicos y
líticos. Arquitectura.
Bloques con morteros.
Ledesma 1999b;
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005
San Luis
(SSALCAF 8)
Río Colorado
(SSALCAF 6)
Registro
Registro
Recolección
superficial
Ledesma 1999b;
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005
Ledesma 1999b
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005
Formativo
Registro
El Divisadero
(SSALCAF 9)
Formativo y
desarrollos
regionales
Recolección
superficial
Excavación
Relevamiento
arte rupestre
Fragmentos cerámicos y
líticos. Arquitectura.
Bloques con morteros.
Arte rupestre
Ambrosetti 1895;
Toscano 1898;
Quiroga 1931;
Ledesma 1999a,1999b;
Ledesma y De Hoyos 2001;
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005;
Ledesma 2004, 2005
El Alisar
(SSALCAF 11)
Formativo y
desarrollos
regionales
Registro. Rel.
arte rupestre
Fragmentos cerámicos y
líticos. Arquitectura, arte
rupestre
Lo Celso y Ledesma 2004, 2005;
Ledesma 2004
Río Negro
(SSALCAF 14)
----------
Registro
Tumbas saqueadas
Tía Jacinta
(SSALCAF 15)
-----
Registro
Fragmentos cerámicos y
líticos
Tres Cerritos
(SSALCAF 16)
-----
Chimpa
Formativo
Toroyaco
Formativo
Excavación
Las Figuritas
-----------Formativo y
Desarrollos
Regionales
------------
Yacochuya
Registro
Rel. arte
rupestre
Excavación
Recolección
superficial
Excavación
Arte rupestre
Lo Celso 2005; De Hoyos 2005
Fragmentos cerámicos
Restos de viviendas
Heredia et al. 1974
Fragmentos cerámicos y
restos de viviendas
Heredia et al. 1974
Alero con pinturas rupestres
Fragmentos cerámicos,
viviendas, campos de cultivo,
tumbas saqueadas
119
Schobinger 1985
Subelza 2003;
Subelza y Bravo 2004
CUADERNOS 21
Las primeras referencias corresponden a las efectuadas por J. B. Ambrosetti (1895), P. Toscano (1898) y A.
Quiroga (1931). Desde este último no se realizaron investigaciones hasta 1998. Estos autores solamente mencionaron a tres de los diez aleros y cuevas relevados hasta el
momento. Los sectores con arte rupestre son los siguientes: Alero del Suri Gruta de los Guanacos, Cueva del Dolmen, Cueva de los Camélidos, Alero del Suri Estilizado,
Alero con morteros, Alero de las Llamitas, Alero de las
llamas miniaturas, Cueva de los dibujos negros y blancos,
Cueva del Gato (Ledesma 2004 a; Ledesma 2004b).
En la década de 1960, M. T. Carrara (1961) dibujó una
serie de vasijas cerámicas de la Colección Bravo provenientes de El Divisadero que se corresponden a los grupos
La Banda de Arriba (Subelza y Bravo 2004) y Guachipas
Polícromo (Serrano 1958).
El Divisadero posee tres sectores claramente delimitados
topográficamente. En la parte llana (sector bajo) se ubican
estructuras arquitectónicas correspondiente a Desarrollos
Regionales (semiconglomerado) y cerámica de tipo santamariana. En el Sector medio, en la cuesta de ascenso, están
presentes muros de piedra correspondientes a campos de
cultivos, bloques con morteros y viviendas de planta irregular dispuestas entre ellas. Este tipo de patrón de poblado
disperso, disminuye a medida que se sube por la ladera
del Cerro San Isidro hasta llegar a los aleros con pinturas
rupestres que constituye el sector alto con una diferencia en
altura de doscientos cuarenta metros. El sitio es frecuentado
por turistas y hasta el momento no se ha podido implementar el plan de protección y de gestión (Ledesma 2004a). Por
cuestiones de accesibilidad, los turistas visitan los aleros
ubicados al norte, mientras que las pinturas que están en
el sur han permanecido con menores índices de alteración
antrópica (Ledesma 2004b; Lo Celso y Ledesma 2005).
De los diez aleros y cuevas con pinturas rupestres de
El Divisadero, la Cueva de los Camélidos era la única que
ofrecía suelo con potencia para poder ser excavada sistemáticamente. En la elección del sector a excavar se consideró especialmente la ubicación de las pinturas rupestres
para tratar de obtener el máximo de indicadores del contexto de producción pictórica.
En los primeros cincuenta centímetros de excavación se observaron episodios de sedimentación natural
conformada por gravas y arenas, con una alternancia
de un consolidado de coprolitos (nivel 35). Los hallazgos aislados de fragmentos cerámicos, sin ubicación en
pisos antrópicos, dan cuenta de los desplazamientos de
los vestigios. La ubicación fragmentaria y dispersa de los
pisos de ocupación durante la excavación indica saqueos.
A pesar de ello y con el control de los procesos de formación en cada una de las cuadrículas y microsectores se
ubicaron tres ocupaciones:
I: restos vegetales de paja en piso de ocupación, marlos
de maíz, maní, arcilla sin cocción, fragmentos cerámicos sin decoración, desechos de talla de cuarzo, pasta
de pintura y fragmentos óseos de roedores.
II: piso conformado por coprolitos y camadas de paja
(estipo), fragmentos cerámicos sin decoración, y
desechos de talla.
III: piso conformado por sedimento de arenas finas consolidado. En cuadrícula 8 IV d, el sedimento forma
un bloque de arena y limo consolidados de veinticinco por veinticinco centímetros con un espesor
de dos centímetros. Los vestigios arqueológicos son
fragmentos cerámicos (uno de ellos de tipo santamariano), desechos de talla y pastas de pinturas.
Los fragmentos cerámicos y desechos de talla en todos
los pisos de ocupación no brindan los elementos suficientes para determinar contextos de producción y uso de las
tecnologías cerámicas y líticas. Fuera de los contextos de
ocupación se hallaron cuentas de collar (malacológico),
una pieza dental humana, pastas de pinturas, marlos de
maíz, maní y semillas carbonizadas. Los restos botánicos
fuera de los pisos de ocupación son abundantes y están
conformados por semillas de maíz, quinoa, zapallo, poroto
7
y cebil . Por la escasez de vestigios no se pueden inferir
actividades residenciales concretas. Los vestigios arqueológicos que permitirían vincular las ocupaciones con el arte
rupestre estaban dados por las pastas de pinturas minerales
de la primera y última ocupación (Ledesma 2005).
El Alisar
El Alisar (SSALCAF 11) está conformado por andenes
de cultivo, recintos habitacionales dispersos y un alero con
pinturas denominado por los pobladores como “Los guanaquitos” o “Taco payana”. Desde el alero en que se encuentran las pinturas se puede observar el pueblo de Cafayate y
el camino aguas arriba del río Alisar (Ledesma 2004b).
Los recintos y campos de cultivo están en regular
estado de conservación en una superficie aproximada
de cinco hectáreas con un patrón de poblado disperso.
Resulta difícil establecer los límites del sitio por el desplazamiento de rocas y suelos en las márgenes de los
ríos Alisar, Colorado y su confluencia en el Lorohuasi.
Las estructuras conservadas se encuentran a más de tres
metros de altura del lecho del río. Entre los campos de
cultivo prehispánicos se han identificado estructuras
arquitectónicas en piedra y cuyas dimensiones no exceden
los cuatro metros de ancho. En superficie, en las proximi7
120
Así lo indican los procesos postdepositacionales observados
en la estratigrafía, los restos de acompañamiento funerario
deteriorado y disperso, el relleno de grava en cubeta y los
fragmentos óseos humanos.
INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE
Figura 1a - Acompañamiento funerario. La Banda de Arriba 1 y la Banda de Arriba 5 (vasijas a - j)
121
CUADERNOS 21
Figura 1a - Acompañamiento funerario. La Banda de Arriba 1 y la Banda de Arriba 5 (vasijas k - ñ)
Tabla 2 - San Luis, bloques con morteros
Cavidades
Diámetro
promedio
Profundidad
promedio
Cavidades
Diámetro
promedio
Profundidad
promedio
Los morteritos 1
8
0,21
0,14
San Luis 9
1
0,19
0,03
Los morteritos 2
1
0,17
0,03
San Luis 10
2
0,13
0,02
Los morteritos 3
1
0,17
0,03
San Luis 11
1
0,15
0,05
Los morteritos 4
4
0,18
0,10
San Luis 12
1
0,20
0,13
San Luis 1
4
0,18
0,16
San Luis 13
1
0,17
0,03
San Luis 2
1
0,90
0,32
San Luis 14
1
0,14
0,00
San Luis 3
3
0,18
0,05
San Luis 15
5
0,16
0,07
San Luis 4
1
0,17
0,03
San Luis 16
8
0,16
0,07
San Luis 5
1
0,17
0,03
San Luis 17
2
0,16
0,06
San Luis 6
1
0,17
0,03
San Luis 18
2
0,15
0,05
San Luis 7
2
0,17
0,04
San Luis 19
1
0,17
0,03
San Luis 8
2
0,17
0,06
San Luis 20
1
0,17
0,03
Bloque Nº
Bloque Nº
122
INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE
dades de las estructuras saqueadas, hay fragmentos cerámicos de tipo formativo y de desarrollos regionales.
El panel con pinturas está parcialmente destruido, un
fragmento del mismo fue extraído y permanece un sector
con la escena que se describe. Se trata de ocho camélidos
pintados en negro. Tres de ellos se encuentran esbozados con superposición de sus cabezas y vinculados a un
cuarto a través de una línea (soga). Todos están orientados hacia el norte. El panel se extiende en cincuenta centímetros por veinticinco centímetros de altura. El mayor
de los camélidos mide diecisiete centímetros y el menor,
tres centímetros. La roca que conforma el alero mide 7,7
m por 4,4 m. No tiene suelo con potencia para poder
efectuar excavaciones sistemáticas. No se encontraron ni
vestigios líticos ni cerámicos en las adyacencias del alero.
Tres Cerritos
El sitio ha sido documentado recientemente por M.
de Hoyos (2004) y por R. Ledesma (2006). No se han
observado otros indicadores arqueológicos que una serie
de bloques con grabados. Se han definido cuatro sectores:
Norte, La Salamanca, Superior y Este. La visibilidad de los
mismos es restringida. La orientación de los bloques es
hacia el oeste, en dirección a las laderas de las Sierras del
Cajón y no pueden ser observados desde los accesos naturales. Su baja visibilidad e inaccesibilidad han colaborado
para que no se produzcan alteraciones antrópicas.
San Luis
El sitio San Luis está ubicado al oeste del pueblo de
Cafayate y en la margen sur del río Chuscha. Del mismo
no se tienen informaciones de campo previas a esta
investigación (Ledesma 1999b). Los indicadores empleados para considerar su definición como sitio son principalmente los bloques de roca con cavidades circulares
talladas, fragmentos de cerámica y restos de arquitectura
en superficie. Este último indicador es parcial ya que las
rocas que conformaban los muros fueron extraídas para
construir recientemente canales de riego.
En 2005 se efectuó un registro en campo de las escasas
estructuras de superficie y de los bloques denominados
tradicionalmente como morteros comunales. Los bloques
se encuentran sin disposición u organización aparente
entre restos de estructuras tanto formativas como tardías. Los fragmentos de vasijas hallados en superficie se
corresponden principalmente a cerámicas utilitarias (sin
decoración, tamaño grande y con inclusiones gruesas),
a tipos formativos (grupo La Banda de Arriba) y tardíos
(santamarianos). Además de los saqueos, se incrementó
la alteración en el yacimiento debido a que el río Chuscha
desborda las costas en época estival.
Se registraron veinte bloques con “morteros” en San
Luis. A ello se agregan otros cuatro que se pudieron registrar
en el recorrido desde Cafayate hasta la propiedad en cuestión y se identificaron provisoriamente como Los Morteritos. Las profundidades de las cavidades son variables pero
el diámetro de las mismas es bastante regular entre quince
y dieciocho centímetros (ver tabla 2 y figura 2).
DISCUSIÓN
El empleo del arte rupestre como indicador arqueológico implicó superar la descripción estilística, que
efectuada con exclusividad, no cubría las expectativas
originales de aproximación a las ocupaciones en El Divisadero y la correlación con las pinturas rupestres. Además
de los problemas conocidos para el estudio del arte rupestre se sumaron los procesos de formación de sitio con los
deterioros (naturales y sobre todo antrópicos), las reocupaciones sucesivas y la falta de pisos con potencia en aleros y cuevas (Lo Celso y Ledesma 2005). En este sentido,
en un primer análisis de la determinación de patrones de
diseño –como uno de los indicadores arqueológicos– se
definió una variedad de cánones, patrones y temas en el
arte rupestre de la microrregión (Ledesma 2004b).
Posteriormente, con la excavación efectuada en la Cueva
de los Camélidos se definieron tres ocupaciones y algunos
elementos del contexto de producción pictórica. Las asociaciones están dadas por a) el empleo de materias primas de
origen local (yeso y cuarzo) y su registro en excavación, en
muestra de pintura de pared y en fuentes de minerales; b)
manufactura de la mezcla pigmentaria compuesta por yeso
hemihidratado (basanita) como pigmento y cuarzo como
aditivo; c) Selección de un soporte con visibilidad y accesos restringidos, y utilización de un campo visual y manual
determinados; d) tratamiento de la superficie en la ejecución de los diseños con trazos lineales y planos. Además, se
estima que las pinturas rupestres formaron parte del contexto de uso de la cueva en las sucesivas ocupaciones (II y
III), y que la primera ocupación estuvo asociada al contexto
de producción del arte parietal (vinculación mineralógica
por difracción de rayos x entre muestra de pared, fuente
de materia prima y pasta de pintura en la ocupación I).
Lamentablemente los vestigios botánicos son insuficientes
para dataciones de Carbono 14 y están perfectamente vinculados en las ocupaciones (Ledesma 2005).
En la excavación en la Cueva de los Camélidos se
buscó la relación existente entre el contexto de producción pictórica con el contexto de uso de la cueva. En la
misma se determinó que el rasgo funerario había sido
extraído con anterioridad y no se observaron indicadores
de actividades domésticas.
Aunque cada sitio es particular en su conformación, no
deja de ser un elemento discutible que no se hayan registrado elementos de las actividades cotidianas en la Cueva de
123
CUADERNOS 21
los Camélidos. Pero es preciso tener presente que El Divisadero está conformado por cuevas y aleros con arte rupestre,
campos de cultivo, rocas con morteros, recintos habitacionales y enterratorios. Entonces, no se pueden separar las
actividades rituales de las cotidianas con la mirada puesta
exclusivamente en el arte rupestre. Es necesario considerar
el sitio en su conjunto, un lugar donde la población circuló
diariamente, donde no se puede dividir en categorías el
conjunto de las actividades y manifestaciones humanas.
A través de los patrones de diseño y los temas se
puede vincular la Cueva de los Camélidos con el Alero
de las Llamitas, dispuestas en la ladera del cerro a similar
cota de altura, uno en zona norte y otro en zona sur
(Ledesma 2004b). Caso similar se presenta con el Alero
del Suri y del Suri Estilizado a menor cota y en diferentes zonas (ver figuras 3 y 4).
De acuerdo con la correlación de patrones y temas
ejecutados se plantean tentativamente cuatro momentos
diferentes de ejecución en El Divisadero pero sin que se
pueda establecer un orden cronológico:
Representaciones efectuadas en la Cueva de los
Camélidos, Alero de las Llamitas y Alero de las Llamitas
miniaturas con la ejecución de camélidos del patrón C1
y tema C.
Motivos de biomorfos, suris (S1) y figuras humanas
(F2 y F3). El tema D es representado en los Aleros del Suri
y Suri Estilizado. Por la presencia del biomorfo y de la
figura humana con máscara se lo relaciona con las representaciones del Período Formativo Superior.
Los camélidos esquemáticos del patrón C4 de la Gruta
de los Guanacos están claramente alineados (tema A). Al
contrario se observa en el Alero del Suri Estilizado donde
los motivos están agrupados (patrón C4).
Representaciones ejecutadas en el Alero del Suri Estilizado (patrón F1) y Alero con morteros (patrón F2) de
figuras escutiformes. Se estima la ejecución de elementos
básicos de los diseños de momentos tardíos tanto en arte
rupestre como en urnas funerarias.
La inclusión de motivos pertenecientes a diferentes
patrones y temas (en Cueva de los Camélidos, Alero del
Suri estilizado y Cueva de las Llamitas miniaturas) y por
la diferencia tonal observada se puede considerar la posibilidad de reutilización de los soportes en diferentes y
sucesivos oportunidades.
Indudablemente la variabilidad y el cambio están presentes a nivel intrasitio en el Divisadero e intersitio con El
Alisar y Tres Cerritos. Los tres sitios con arte rupestre generan a su vez las mismas inquietudes que el estudio de la
cerámica formativa en el sur del Valle Calchaquí: su similitud a “rasgos generales” con patrones de otras microrregiones. Los elementos de influencia Aguada son escasos en la
microrregión pero están presentes en algunos indicadores
como son los fragmentos cerámicos en superficie (estilo
Guachipas Policromo) y arte rupestre (tema D y biomorfos
felinizados). Esto, a su vez, orienta la línea de investigación
en la búsqueda de conexiones históricas diferentes, pero
sobre todo en los procesos locales de producción y reproducción social en el Sur del Valle Calchaquí.
El Alisar se caracteriza por la elevada densidad de
andenes de cultivo (cinco hectáreas) en contraparte con
las representaciones rupestres. Por su parte, El Divisadero
posee estructuras agrícolas que no superan la hectárea en
superficie y si posee diez aleros y cuevas con arte. Tres
Cerritos no está asociada con ningún otro tipo de ocupación. Las diferencias se acentúan y las recurrencias son
escasas fuera de la microrregión en lo que se refiere al arte
rupestre de estos sitios.
Bajo la premisa de integrar los sitios con y sin arte rupestre con otros indicadores de ocupación en la microrregión
se ha documentado la ubicación de los mismos según los
accesos tradicionales: a) norte por el río Calchaquí, b) sur
por el río Santa María y c) Noreste por el río Las Conchas.
En el primer caso se cita la información proporcionada
por M. de Hoyos (2003, 2005) respecto a los sitios San Carlos, San Lucas y San Antonio ubicados al norte. Se trata de
grabados y pinturas pero no se cuentan con otros datos
respecto a otros emplazamientos. En el sur la ubicación de
los sitios se encuentra hacia el oeste, en la sierra del Cajón.
En la cuenca del río Las Conchas solamente se ha documentado un solo sitio en una terraza a las orillas del río
8
(Tía Jacinta). Las Figuritas se encuentran en una quebrada
lateral próxima a Santa Bárbara (figura 6). En este caso, los
procesos antrópicos y naturales son elevados como para
poder registrar otras evidencias de ocupación.
La mayor densidad de emplazamientos de la zona oeste
de la microrregión está en la cuenca de los ríos Yacochuya
y Chuscha, con su consecuente acceso hacia el oeste (ver
figura 5). También hay sitios en un segundo acceso, ríos
Colorado y El Alisar. Ambas quebradas son vías hacia la
puna y el Valle del Cajón (Catamarca). Al este, en la Quebrada de Santa Bárbara, se han ubicado tres sitios arqueológicos tardíos (Santa Bárbara, Confluencias y Río Negro)
y es la comunicación con Pampa Grande y Guachipas.
Asimismo se han clasificado los sitios según los
emplazamientos, fuentes de agua, recursos botánicos,
tipos de suelo, recursos minerales y evidencias de ocupación. La variación entre estas categorías es significativa y
se evidencian recurrencias respecto a recursos botánicos
y tipos de suelo:
8
124
El sitio Las Figuritas (Quebrada de las Conchas) ha sido registrado recientemente y no ha finalizado el análisis de patrones
y temas, pero se lo presenta por su particular ubicación en el
acceso a la microrregión Cafayate.
INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE
Figura 2 - San Luis. Bloque 16
Figura 3 - Microrregión Cafayate. Arte Rupestre: cánones y patrones
125
CUADERNOS 21
Los sitios formativos están generalmente ubicados en
sectores con pastizales de quebrada, conos aluviales y suelos de tipo 4 y 1. Son los casos de Río Seco, Molinos, San
Luis, El Alisar, Río Colorado, El Divisadero y Yacochuya.
Los campos de cultivo y los bloques con morteros
están preferentemente asentados en suelos de tipo 4 y 1.
En estos sectores actualmente se observan pastizales de quebradas y conos aluviales.
Los enterratorios formativos están emplazados en sectores próximos a arroyos y fuentes de agua permanente.
Las pinturas rupestres se encuentran ubicadas en sectores que actualmente poseen pastizales de quebradas y
conos aluviales.
Los algarrobales (fondo de valle) y los depósitos de
arcillas que están emplazados hacia el este constituirían
motivos importantes para su control pero los sitios no
están presentes en estos sectores. Ello puede haberse
debido a las crecidas y variantes no predecibles del
cauce de los ríos en época estival para limitar la ocupación. Pero este mismo proceso se presenta como altamente destructivo en el registro arqueológico. El caso de
Chimpa se presenta como claro en este sentido porque
luego de su excavación (hace treinta años) no fue ubicado hasta el momento.
Los sitios emplazados en los accesos hacia el oeste
están preferentemente ubicados en los conos de deyección y en las proximidades de las quebradas de los ríos
Chuscha, Yacochuya y Lorohuasi. Se trata de aldeas, campos de cultivo, enterratorios con evidencias formativas y
de desarrollos regionales (ver tabla 3).
CONCLUSIONES
Con el registro de los sitios arqueológicos efectuado
se puede decir que las poblaciones formativas no tuvieron una preferencia por asentarse en el fondo de valle y
en la confluencia de ríos importantes ya que se han registrado aldeas, arte rupestre y enterratorios en pie de sierra
y quebradas. Algunos de estos emplazamientos fueron
reutilizados en el período de Desarrollos Regionales y
otros no fueron reocupados.
Los sitios con arte rupestre están ubicados en pie de
sierra pero en zonas de las sierras del Cajón que permiten
la observación al valle y en los accesos a la Puna. Pero este
arte no es visible a distancia, por su orientación es solo
observable a corta distancia y en ocasiones parece plas-
mado en los paneles con cierta intención de “invisibilidad”. Además, los cánones plasmados se corresponden en
un mínimo porcentaje a los elaborados en microrregiones vecinas, se puede decir que en general se caracterizan
por las diferencias como son los camélidos, los biomorfos
y los geométricos. La recurrencia de figuras humanas y
motivos felínicos llevan a pensar en la participación del
Sur del Valle Calchaquí en una de las esferas de interacción del Formativo Superior.
Aunque el inventario de sitios no ha sido finalizado
en el sector este de la microrregión se trabajará en una
nueva línea de trabajo que lleve a discutir si la zona
oeste del sur del Valle Calchaquí gozó de mayor control
territorial.
AGRADECIMIENTOS
El presente trabajo forma parte de la tesina presentada
para optar a la Suficiencia Investigadora del Programa de
Doctorado Hombre y Pensamiento en la Historia (Universidad de Alcalá, Madrid, España). La investigación se
realizó con el aporte efectuado por el Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta. El trabajo
de investigación tutelado ha contado con la orientación
fundamental de P. Bueno Ramírez en un tema especial del
noroeste argentino.
Los referidos aportes son institucionales pero no
quiero dejar de agradecer a las autoridades de la Facultad
de Humanidades (UNSa) que han apoyado mi formación
de posgrado: C. Buliubasich, S. Fernández y H. Rodríguez. Debo reconocer a M. Lo Celso por la posibilidad de
incorporarme al proyecto de investigación que ella dirige
e incluir mis sugerencias de trabajo.
Las tareas de campo y laboratorio han sido efectuadas
en compañía de amigos y estudiantes de la Universidad
de Salta entre los años 1997-2006: G. Buccianti, L. Bravo,
C. Subelza, E. Rodríguez, M. Ossola, C. Albistro, M. Sáenz,
M. Argüello, J. Villarreal, G. Weighert, P. Abilés, C. Macoritto y F. Gamarra. La digitalización de los mapas contó
con la colaboración de G Weigerth. Las vasijas cerámicas
de la Banda de Arriba 1 fueron dibujadas por C. Calzadilla y C. Subelza en 2001. También se ha contado con el
apoyo desinteresado de habitantes de Cafayate, pero especialmente debo agradecer al Sr. J. Ávila que desde 2003 ha
dado alojamiento al equipo de investigación durante el
trabajo de campo.
126
INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE
Figura 4 - Microrregión Cafayate. Arte Rupestre: temas.
Figura 5 - Microrregión Cafayate. Sector oeste. Distribución de sitios arqueológicos
127
CUADERNOS 21
Tabla 3 - Emplazamiento según Recursos. Microrregión Cafayate
Sitio
Emplazamientos
Fuentes
de agua
Recursos botánicos
Tipos
de suelo
Recursos
minerales
Evidencias
de ocupación
La Banda de
Arriba
fondo
de valle
arroyo
permanente
Algarrobales
4
Enterratorios,
morteros
Río Seco
fondo
de valle
arroyo estival
Pastizales de quebradas y conos aluviales
4
Aldeas
Molinos
fondo
de valle
arroyo
permanente
Pastizales de quebradas y conos aluviales
4
Morteros
San Luis
fondo
de valle
arroyo
permanente
Pastizales de quebradas y conos aluviales
4
Aldeas, campos de
cultivo, morteros,
¿enterratorios?
Río Colorado
quebradas
río permanente
Pastizales de quebradas y conos aluviales
4y1
Campos de cultivo,
morteros
4y1
El Divisadero
sierra
río permanente
El Alisar
quebradas
pie de
sierra
vertientes
Pastizales de quebradas y conos aluviales
4
Tía Jacinta
Fondo de
Valle
río permanente
arbustos y pastizales
estacionales
2
Tres
Cerritos
Pie de
sierra
río estival
arbustos y pastizales
estacionales
1
Chimpa
fondo de
valle
río permanente
pastizales de fondo
de valle
3
Arcillas
Aldea
Las
Figuritas
quebradas
río estival
pastizales de quebradas y conos aluviales
2
Pigmentos
Pinturas rupestres
Yacochuya
cañada,
pie de
sierra
arroyo
permanente
pastizales de quebradas y conos aluviales
4y1
128
Pigmentos
minerales
Campos de cultivo,
morteros, pinturas
rupestres,
¿enterratorios?
Pastizales de quebradas y conos aluviales
Campos de cultivo,
aldeas, pinturas
rupestres
Metales, arcillas, pigmentos
¿Campos de cultivos?
Grabados
Aldeas, enterratorios,
campos de cultivo
INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE
Figura 6 - Las Figuritas. Panel Sector Oeste
129
CUADERNOS 21
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ISSN 0570-8346
RETÓRICA Y PRAXIS DE LA PARTICIPACIÓN LOCAL EN LOS PROYECTOS DE MANEJO DE VICUÑAS
Gabriela Lichtenstein* y Nadine Renaudeau d’Arc**
RESUMEN
Este trabajo explora la retórica y la práctica de la participación local en proyectos de conservación y desarrollo
utilizando como estudio de caso el manejo de vicuñas por comunidades andinas. Se concluye que en la mayoría de los
casos no se contempla la participación como proceso de empoderamiento de la gente local.
PALABRAS CLAVE
Vicuña - Andes - participación - empoderamiento - manejo
ABSTRACT
This paper explores the rhetoric and praxis of local participation in conservation and development projects using
vicuna use by Andean communities as a case study. It concludes that most of the projects have failed to link participation with a process of empowerment of local people.
KEYWORDS
Vicuña - Andes - participation - empowerment - management
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas creció el reconocimiento sobre
los beneficios de transferir derechos y responsabilidades
del manejo de los recursos naturales desde los organismos
centrales a organismos locales y el término participación
local pasó a ser una palabra clave en los convenios internacionales y políticas nacionales como una estrategia
para integrar los objetivos de conservación y desarrollo
(Wells y Brandon 1993, Little 1994, Young 2005, Algotsson 2006). Este auge ha sido acompañado de numerosas
críticas alrededor del uso y abuso del término participación local y el uso de métodos participativos (Cooke y
Kothari 2001). Sin embargo, todavía existe un gran vacío
de información y falta de análisis empíricos que pongan
en evidencia los efectos de la participación en los beneficiarios de los proyectos (Cleaver 2001). En general se
mantienen ideas simplificadas acerca de la naturaleza
beneficiosa de la participación, pasando por alto si los
proyectos incluyen, protegen o aseguran los intereses de
la población beneficiaria local (Cleaver 2001).
Los organismos internacionales de crédito son uno de
los actores con mayor incidencia en la construcción de las
agendas de la participación social y ciudadana en las políticas públicas de los países en desarrollo. Estos gobiernos
tradujeron dichas agendas según sus propias concepcio-
* INAPL-CONICET, [email protected]
**School of Development Studies, University of
(UEA), [email protected]
East Anglia
nes, elaborando una retórica convergente para asegurar la
financiación deseada (Rosenfeld 2005).
Para algunos organismos de cooperación multi y
bilateral se entiende por participación al conjunto de
procesos mediante los cuales los ciudadanos, a través de
los gobiernos o directamente, ejercen influencia en los
procesos de toma de decisión. La participación ciudadana
así entendida no significa necesariamente decidir sino tener
la posibilidad de influir sobre las decisiones que deberán
ser tomadas por las instancias de autoridad establecidas en
cada caso y es considerada como un derecho fundamental
de la ciudadanía (BID 2004). Existiría un consenso respecto
a que la sostenibilidad de cualquier estrategia de desarrollo
descansa en la intervención y participación activa de los
diversos actores en los procesos de toma de decisiones
(Durston 2003).
De acuerdo a algunos autores (ej. Oakley 1991), la
participación puede ser utilizada como un medio para
conseguir objetivos específicos, mientras que otros la
consideran como un fin u objetivo en sí mismo (Nelson y
Wright 1995). En el primer caso, la participación es vista
como una herramienta para conseguir logros específicos
basada en argumentos de eficiencia. En el segundo caso, el
enfoque participativo, liderado por los gobiernos o agentes
externos, es interpretado como un proceso que fortalece
las capacidades de los actores locales para mejorar o cambiar su forma de vida basado en argumentos de equidad
y sostenibilidad. Este carácter dual de la participación es
evidente en la mayor parte de los proyectos de manejo de
133
CUADERNOS 21
recursos naturales y revela la ambigüedad de sus objetivos
(Guèye 1999, Hasler 2003).
Los actores en los proyectos de manejo de recursos
naturales incluyen a las organizaciones gubernamentales,
poblaciones locales usuarias de los recursos y organismos
externos cuyos intereses se verán afectados por los resultados o consecuencias de las decisiones de manejo tomadas
(Wyckoff-Baird y Kauss 2000). En estos proyectos, la participación local es entendida como una de las estrategias
para efectivizar el manejo de los recursos naturales. Sin
embargo, en la práctica, no hay un modelo de qué tipo ni
qué nivel de responsabilidad o autoridad debe ser transferida a nivel local (Zanetell y Knuth 2004) y el significado
operacional de participación local queda abierto a muchas
definiciones e interpretaciones (Plummer y FitzGibbon
2004) como puede verse en ejemplos de irrigación (Mosse
1997, Cleaver 1995), pesquerías (Pomeroy 1995, Sen y
Nielsen 1996) y manejo de vida silvestre (Kiss 1990).
La mayoría de las tipologías de participación cubren un
amplio espectro de arreglos entre la gente local y la autoridad
a lo largo de un gradiente (Pretty et al. 1994, Sen y Nielsen
1996). En el extremo menos participativo o instructivo la
gente es apenas informada sobre decisiones tomadas por
organismos externos; en el extremo opuesto o informativo
los pobladores comunican o informan a organismos externos decisiones tomadas. Entre ambos extremos, se ubican los
distintos grados intermedios de intervención de la población
local o participación local, representados por consultivo,
cooperativo o asesorativo (tabla 1).
Este trabajo contribuye al análisis de la retórica y
praxis de la participación local en los proyectos de conservación y desarrollo utilizando como estudio de caso el
manejo de vicuñas por comunidades andinas en Bolivia,
Argentina, Perú y Chile. El manejo de vicuña es un caso
paradigmático en la literatura de uso sostenible porque
permite (por lo menos en teoría) integrar metas de desarrollo económico de los habitantes locales con la conservación de la especie y su hábitat. La participación local es
una palabra clave dentro de todos los proyectos de manejo
de vicuñas en la región.
Antecedentes de la especie
La vicuña, Vicugna vicugna, es un camélido silvestre
adaptado a vivir en alturas superiores a los tres mil quinientos metros en las regiones de la puna y el altiplano de
la Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador. Su distribución
coincide con aquella de comunidades rurales que viven en
condiciones de extrema pobreza en un área con problemas
crecientes de desertificación, sobrepastoreo, falta de agua y
de oportunidades laborales (Lichtenstein y Vilá 2003).
Esta especie tuvo un papel fundamental para la subsistencia de las sociedades cazadoras-recolectoras del Holoceno
inferior, medio y superior en el NOA. Evidencias arqueológicas muestran un aprovechamiento integral de carne,
grasa y médula para la alimentación, huesos para fabricar
instrumentos y pieles para vestimenta (Olivera 2003).
La fibra de vicuña, perteneciente al grupo de fibras
especiales, por ser una de las más finas (alrededor de 12,5µ)
y más cotizadas del mercado internacional, ha sido utilizada por los habitantes andinos desde los tiempos precolombinos, cuando la captura de vicuñas estaba severamente
reglamentada. Se estima que a la llegada de los españoles
existían dos millones de vicuñas en Perú (Wheeler y Hoces
1997). Luego de la conquista, la caza indiscriminada con
armas de fuego provocó una disminución drástica de las
poblaciones que al ser utilizadas como un recurso de acceso
abierto fueron diezmadas, y sus pieles y cueros exportados
a Europa en grandes cantidades (Laker et al. 2006).
La alta calidad de la fibra, sumada a la ausencia de
un marco reglamentario articulado desde el nivel internacional al local, llevó a la especie al borde de la extinción
a principios de los años 1960 debido a la intensidad de
la caza. Dicha situación fue revertida gracias a esfuerzos
internacionales para la conservación. En 1969, los cinco
países vicuñeros firmaron el Convenio para la Conservación de la Vicuña, como primera medida para detener el
acceso abierto que llevó a la sobreexplotación de la especie y de este modo toda la comercialización referida a la
especie fue prohibida.
Tras una exitosa primera etapa de protección absoluta,
se involucró a las comunidades locales en los programas
de conservación y manejo. Dichas comunidades estaban
mostrando no solo desinterés hacia la especie sino cierta
animosidad por considerarla competidora de su ganado
doméstico por agua y pasturas. Así es como se buscó modificar los comportamientos y prácticas de la gente local
mediante la aplicación de incentivos económicos y sociales. En 1979 se firmó el Convenio para la Conservación
y Manejo de la Vicuña donde se promueve el aprovechamiento económico de la especie en beneficio de los pobladores andinos, quienes pasan a ser vistos como actores
clave en las políticas relacionadas con la conservación de
la especie. A partir de entonces la participación local pasa a
ser palabra clave de las experiencias de manejo de vicuñas
de todos los países de su área de distribución.
METODOLOGÍA
La investigación está basada en trabajo de campo llevado a cabo en Perú en noviembre 1998 (Lichtenstein et
al. 2002); Bolivia 2001-2003 (Renaudeau d’Arc 2005) y
la Argentina 2001-2003 (Lichtenstein 2006). La metodología empleada consistió en: 1) realización de entrevistas semi-estructuradas a informantes clave dentro de las
dependencias públicas de Perú, Bolivia y la Argentina y
134
RETÓRICA Y PRAXIS DE LA PARTICIPACIÓN LOCAL EN PROYECTOS DE MANEJO DE VICUÑAS
Tabla 1 - Tipología de arreglos coparticipativos (adaptado de Sen y Nielsen 1996)
Gobierno
lidera
Grupos locales
lideran
Comanejo
Instructivo
Manejo centralizado
en el gobierno.
Consultivo
Cooperativo
Asesorativo
Informativo
Gobierno consulta a
grupos locales pero
es el que toma las
decisiones y controla
el proceso.
Gobierno y grupos
locales cooperan en la
toma de decisiones.
Grupos locales avisan
al gobierno sobre
decisiones tomadas y
el gobierno las avala.
Grupos locales
informan el gobierno
sobre decisiones
tomadas.
Gradiente de participación local
Tabla 2 - Etapas en la implementación de manejo de vicuñas
Etapas
Actividades
Actores sociales clave
• Custodia
• Control y monitoreo
• Recolección de datos
• Censos
1. Conservación
Población local
Gobierno
Actores externos
• Diseño de planes de manejo locales y
2. Planificación
nacionales
Gobierno
Actores externos
3. Producción de la fibra
• Inversión en infraestructura
• Captura y esquila
• Certificación
• Almacenamiento
Población local
Gobierno
Actores externos
4. Comercialización de la fibra
• Licitación o venta privada
Población local
• Hilado, tejido y comercialización de
Artesanos locales, mercados
5. Procesamiento y comercialización
de productos
artesanías
Empresas textiles
• Hilado, transformación en tela y prendas (mayoritariamente europeas)
Tabla 3 - Características de los sistemas de manejo de los países de la región
Argentina
Chile
Perú
Bolivia
Sistema de
manejo
Solo cautiverio hasta
2003. Se incorpora estado
silvestre en Los Pioneros y
Laguna Blanca
Estado silvestre y
cautiverio
Cautiverio y estado
silvestre
Estado silvestre
Beneficiarios
Productores de la puna y
la quebrada
Grupos de familias de
ganaderos aimara
Comunidades
campesinas,
empresas
Comunidades
campesinas
Inversión
Privada, infraestructura
financiada por principal
exportador de fibra o
dueños de criaderos
Mixta: fondos públicos
para infraestructura
y los productores
contribuyen con mano
de obra, transporte, etc.
Fondos públicos que
deben ser devueltos
por la comunidad en
dinero o especímenes
AECI-Programa
Araucaria, y otros
financiamientos
gestionados por Estado
Nacional, Departamental
y Asociaciones
135
CUADERNOS 21
principales actores nacionales y locales involucrados en el
manejo de vicuñas; 2) realización de entrevistas semi-estructuradas a pobladores locales dentro del centro piloto
Mauri-Desaguadero (Bolivia) y observación participante
durante los eventos de captura y esquila temporada 2002
en diez comunidades manejadoras de vicuñas en Bolivia
y tres comunidades en Perú (Ayacucho); 3) realización
de entrevistas al 67% (N=10) de los dueños de criaderos
de Salta y Jujuy (Argentina); 4) consulta de las Actas de
la Convención de la Vicuña (1997-2005), y documentos
oficiales nacionales de la Argentina, Bolivia, Chile y Perú
e internacionales (e.g. FWS, CITES). La información fue
analizada e integrada usando métodos de triangulación.
Utilizamos el concepto de participación, con fines
analíticos, en sentido amplio para abarcar todo tipo
de actividad relacionada al manejo de vicuñas en que
los habitantes locales tienen la capacidad real o potencial de intervenir independientemente del grado de
intervención.
Hemos dividido el manejo de vicuñas en cinco etapas.
Las cuatro primeras corresponden a: conservación, planificación, producción y comercialización de la fibra. La
última etapa corresponde al procesamiento de la fibra y
comercialización de productos derivados (tabla 2).
El análisis seguirá el marco analítico desarrollado
por varios autores (Sen y Nielsen 1996, Ingles et al.
1999). Este marco aclara tres dimensiones de la participación: 1) ¿quiénes participan?, 2) ¿cómo participan?, y
3) ¿cuándo participan? El análisis integrado de estos tres
aspectos cualitativos de la participación permite un acercamiento a la pregunta general: ¿qué se entiende por participación local en los proyectos de manejo de vicuñas?
RESULTADOS
Los países andinos desarrollaron distintas modalidades de manejo de vicuñas de acuerdo con sus características particulares como organización social, idiosincrasia,
sistemas de producción, sistema de tenencia de la tierra y
de los recursos naturales y legislación (Lichtenstein y Vilá
2003). En el caso de Perú y Bolivia, los planes de manejo
fueron diseñados inicialmente para que comunidades
andinas hicieran uso de las vicuñas que se encontraran
en sus tierras comunales mediante capturas temporales
1
seguidas de la liberación de los animales . En Chile se
desarrolló un sistema mixto de manejo en estado silvestre
por comunidades Aymara y manejo en grandes corrales
por familias. En el caso de la Argentina, donde los núcleos
12
1
Desde 1995 en Perú se incorporó el uso en semi-cautiverio
(Lichtenstein et al. 2002) y luego el uso por productores particulares (Informe de Perú al XXIV Reunión Ordinaria del
Convenio de la Vicuña).
de producción económica son las unidades domésticas, el
INTA diseñó un sistema de manejo en cautiverio cuyos
2
beneficiarios serían pequeños productores .
En líneas generales, la lógica de los proyectos de manejo
de vicuñas es que al permitir la utilización comercial de
fibra obtenida de la esquila de animales vivos se fomentará la participación y el desarrollo de actitudes positivas
hacia la conservación de la especie. Esto resultará en una
disminución de la caza furtiva, un reemplazo de especies
domésticas por vicuñas, un aumento de la tolerancia
hacia las vicuñas en tierras comunitarias y apoyo a las
medidas de conservación. Esta lógica se basa en la premisa que la utilización comercial de la fibra de vicuñas
es una alternativa económica viable que puede contribuir
con suficientes beneficios como para remover los costos
de conservación para las comunidades locales.
La comercialización internacional de fibra o productos derivados de vicuñas (ej. artesanías) está
reglamentada por la Convención sobre el Comercio
Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora
Silvestres (CITES). Dicha Convención establece si ciertas
poblaciones de vicuñas ya no necesitan protección absoluta de uso y pueden pasar al Apéndice II, posibilitando
el comercio internacional de su fibra o productos derivados. Para que dicho cambio de Apéndice sea posible,
los países interesados deben presentar una propuesta con
elementos respaldatorios (evaluación poblacional, plan
de manejo, propuesta de uso) y ser apoyados por la Convención de Conservación y Manejo de la Vicuña. Dado
que la aprobación de CITES es el cuello de botella que
permite la obtención de beneficios económicos derivados
del uso de la especie, el desarrollo de planes de manejo
está orientado a satisfacer los requerimientos de dicha
Convención.
La tabla 2 muestra que el manejo de vicuñas (a nivel
local, provincial o regional) se puede describir como un
proceso dividido en cinco etapas: conservación, planificación, producción, comercialización de la fibra y procesamiento y comercialización de los productos derivados.
Estas etapas a su vez se pueden subdividir en actividades
que involucran distinto nivel de participación de los actores sociales que participan del manejo.
23
¿Quiénes y cómo participan?
Los actores sociales principales en el manejo de la
vicuña se pueden dividir en tres grandes grupos: los
organismos gubernamentales, los pobladores locales y los
actores externos.
2
136
A partir de 2003 se desarrollan experiencias de captura en
estado silvestre por la Cooperativa Los Pioneros en Jujuy y la
comunidad de Laguna Blanca, en Catamarca.
RETÓRICA Y PRAXIS DE LA PARTICIPACIÓN LOCAL EN PROYECTOS DE MANEJO DE VICUÑAS
Los organismos gubernamentales son las autoridades
responsables del manejo de la vicuña ante los organismos internacionales como CITES y responsables a nivel
nacional de la normativa e implementación de Programas
relativos a la conservación y manejo de la vicuña. Las autoridades nacionales en cada país son: la Dirección Nacional y Direcciones Provinciales de Fauna (de las provincias
vicuñeras) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en la Argentina; la Dirección General de
Biodiversidad, en Bolivia; la Corporación Nacional Forestal y el Servicio Agrícola Ganadero, en Chile; y el Consejo
Nacional de Camélidos Sudamericanos, en Perú.
Los pobladores locales beneficiarios pueden ser comunidades campesinas en Bolivia y Perú que suelen agruparse
en asociaciones regionales o comités para el acopio de la
fibra; familias Aymará en Chile o bien productores individuales en la Argentina que pueden producir en forma
individual o asociada. Si bien en los informes al Convenio
de la Vicuña de los cuatro países se menciona a la comunidad andina como el principal beneficiario de los proyectos
de uso de vicuñas, no queda claro en todos los casos qué
se entiende por el término comunidad, ya que dicho término es utilizado para denominar distintos grupos sociales
de acuerdo con el contexto político cultural de cada país
(Renaudeau d’Arc 2006, Stöllen et al. en prensa).
Los actores externos pueden ser agencias de financiamiento que apoyan la iniciación o implementación
de los proyectos; investigadores y ONG que apoyan a las
comunidades en la producción de fibra o bien empresas
textiles que intervienen en las etapas de transformación y
comercialización de fibra.
¿Cuándo participan?
Existen distintas actividades para cada una de las etapas de manejo, así como indica la tabla 2.
Etapa 1: conservación
La etapa de conservación es el punto de partida en el
manejo de la vicuña. El objetivo de esta etapa de acuerdo
con el Convenio para la Conservación y Manejo de la
Vicuña es la protección y recuperación de la especie hasta
cubrir la capacidad de carga de los pastos de una determinada región, zona o área. Esto se logra a través de la
custodia que ejercen las comunidades locales, el control
por parte del gobierno del cumplimiento de las normas y
procedimientos administrativos, el monitoreo técnico del
estado de las poblaciones, la recolección de datos científicos y la realización de censos de las poblaciones de vicuñas. La conservación se ve fortalecida con la creación de
reservas y parques.
La etapa de conservación de las poblaciones de vicuña,
está asociada con la prohibición del uso para aquellas
poblaciones clasificadas bajo el Apéndice I de CITES y la
prohibición absoluta de obtención de fibra de animales
muertos (caza), prohibición que regirá durante todas las
etapas de aprovechamiento.
Mientras que todas las medidas relacionadas con
la conservación son dispuestas y desarrolladas por los
gobiernos, el costo de dichas medidas es “pagado” por los
habitantes locales quienes deben permitir que las vicuñas
que viven en sus campos de pastoreo consuman parte
de los recursos forrajeros destinados al ganado doméstico (constituido principalmente por llamas y ovejas) y
compartan las aguadas. Esto es percibido como un costo
para los habitantes locales quiénes coinciden en que las
vicuñas: a) rompen alambrados, b) se enferman y contagian a las llamas y ovejas, y c) comen los mejores pastos
(Lichtenstein y Renaudeau d´Arc 2005).
Etapa 2: planificación
En esta etapa se diseñan los Planes de Manejo provinciales, regionales, o nacionales para ser presentados a
CITES de forma de permitir la comercialización de fibra o
productos derivados. Se toman decisiones clave en relación
al modelo de uso de vicuñas, la población beneficiaria, el
tipo de infraestructura y equipamiento, el financiamiento
y la proporción de inversión pública y privada.
En la mayoría de los casos, el diseño de los proyectos
se realiza de manera tecnocrática y de arriba hacia abajo
dentro del marco de las estructuras gubernamentales
existentes y sin la participación de la gente local, a quien
se invita a participar del proyecto en etapas posteriores o es convocada para avalar los planes en la etapa de
instrumentación.
Históricamente la elaboración de planes de manejo
no ha contado tampoco con la participación de investigadores independientes de la gestión pública especializados
en manejo de fauna, desarrollo rural, ni con la realización
de estudios de mercado o cadenas de comercialización.
Muchos de los planes desarrollados sin información de
base suficiente no resultaron satisfactorios para la comunidad científica internacional (ej. FWS 2002).
Un ejemplo ilustrativo de la etapa de planificación
sin la intervención de la población local es la promulgación del Reglamento Nacional para la Conservación y
Manejo de la Vicuña en Bolivia (1997). Esta normativa
fue pensada y formulada por un grupo de expertos que,
teniendo en cuenta la existencia del mercado de productos de vicuña ilegales importante en El Alto, acordaron
medidas preventivas autorizando únicamente la comercialización de fibra transformada en tela. Esta disposición
en la normativa no tuvo en cuenta la falta de tecnología
en Bolivia para procesar dicha fibra en tela. A partir del
año 2000, CITES autorizó la comercialización de fibra de
137
CUADERNOS 21
Bolivia, pero la disposición en el Reglamento impidió que
las comunidades percibieran los beneficios económicos
que les habían sido otorgados al impedirles la comercialización de la fibra en bruto. Como resultado de este
Reglamento las comunidades han trabajado en la captura
y esquila de vicuñas desde el año 1997 hasta el año 2006
sin obtener beneficios económicos.
Etapa 3: producción de la fibra
La etapa de producción de fibra, incluye la inversión
e instalación de infraestructura de captura, implementación de técnicas de captura y esquila, y por último la
certificación y almacenamiento de la fibra obtenida.
A grandes rasgos, existen dos modalidades de manejo
de vicuñas: estado silvestre y cautiverio (Vilá y Lichtenstein 2006). El manejo en estado silvestre comprende la
captura temporaria de vicuñas que se encuentran en su
hábitat natural y que son liberadas luego de la esquila. El
aprovechamiento en cautiverio comprende la esquila de
animales que se encuentran dentro de cercos permanentes donde debe realizarse control sanitario y suplemento
de agua y pasturas.
En ambos casos la producción de la fibra depende de
una inversión importante en infraestructura como corrales
de mil hectáreas en Perú o diez hectáreas en la Argentina
(Lichtenstein 2006); materiales para las mangas móviles de
captura en Bolivia (Renaudeau d’Arc 2005) o maquinarias
de esquila. Existe también, en el caso de manejo en cautiverio, una inversión importante referida al costo de oportunidad de la tierra donde se coloca el corral, área de la cual
deben ser desalojadas las especies domésticas.
Los costos de infraestructura pueden ser asumidos
por el Estado, como en Chile y Bolivia o por la gente
local, en forma comunitaria (Perú), o privada (criaderos
de la Argentina) (tabla 3). Estos últimos casos llevan a un
endeudamiento importante. En el caso de la Argentina, la
deuda es contraída con una empresa privada que financia
los corrales a cambio de comprar la fibra a un precio bajo
3
y estipulado de antemano (Lichtenstein 2006) . En el caso
de Perú, la deuda es con el Estado, y el préstamo debe ser
devuelto en dinero o vicuñas (Lichtenstein et al. 2002).
En todos los países estudiados los pobladores locales participan como mano de obra (en la mayoría de los
casos no asalariada) durante los procesos de instalación
de los cercos, captura y esquila bajo la dirección de las
entidades estatales a cargo de la ejecución de los proyec35
3
Por ejemplo, en 2006 la empresa pagó ochocientos noventa
dólares estadounidenses el kilo de vellón del INTA, mientras
que a los productores les pagó entre doscientos cincuenta y
trescientos dieciséis dólares estadounidenses según el contrato que habían firmado.
tos. Dada la falta de recursos económicos, humanos y
técnicos de dichas instituciones, las comunidades deben
ajustar la captura y esquila a la agenda de la institución
estatal encargada de proveer el apoyo técnico resultando
en oportunidades limitadas para llevar a cabo las experiencias de captura.
La falta de capacitación local para la captura y esquila
y la dependencia de terceros llevó en Perú a que se contraten a privados para la realización de las capturas a cambio
de un porcentaje importante de la fibra. El último estadio
de la producción de la fibra: la certificación, es llevado a
cabo por representantes del gobierno como una medida
para garantizar su origen legal.
Etapa 4: comercialización de la fibra
La etapa de comercialización es llevada a cabo con
distintas estrategias por los diversos países, a través de
licitación pública o venta privada.
Perú fue el primer país en acceder a la comercialización internacional de fibra en el año 1994. Hasta 2000
toda la producción nacional era vendida en bloque por
la Sociedad Nacional de la Vicuña (SNV) a un único
cliente: el Internacional Vicugna Consortium. A partir de
2000, las grandes comunidades campesinas, agrupándose
en asociaciones (empresas comunales o empresas asociativas) así como cualquier persona natural o jurídica,
pueden comercializar la fibra de vicuña directamente con
empresas internacionales o nacionales en forma individual o asociada. Las principales empresas demandantes
de fibra son de Italia, Reino Unido y Japón.
En la Argentina, se licita anualmente la fibra de
vicuña producida por el CEA INTA Abrapampa. La firma
ganadora de todas las licitaciones hasta la fecha coincide
con la empresa que financió los cercos a los productores.
Dado que la producción se hace a nivel individual, cada
productor negocia con esta empresa la entrega de entre
el 50-100% de la fibra producida, a un precio estipulado
de antemano y menor al que se paga la fibra a nivel internacional o al INTA, para saldar la deuda (Lichtenstein
2006). Usualmente el resto de lo producido es vendido
a la misma empresa en el momento de la esquila para
contar con dinero en efectivo. La Asociación Argentina
de Criadores de Vicuña no interviene en la negociación
de la venta de la fibra de los productores y tampoco lo
hace el INTA, dejando a los productores solos en la negociación con la empresa.
En el caso de Chile, toda la comercialización se lleva
a cabo a través de la Sociedad de Hecho de Surire, que
compra la fibra de las unidades productivas y la licita en
bloque. Curiosamente, la misma empresa que paga bajos
precios en la Argentina, ganó repetidamente las licitaciones en Chile ofertando cifras más altas.
138
RETÓRICA Y PRAXIS DE LA PARTICIPACIÓN LOCAL EN PROYECTOS DE MANEJO DE VICUÑAS
En el caso de Bolivia, no fue posible la comercialización de la fibra hasta el año 2006 debido a la legislación
(ver producción). Una vez soslayado este problema, será
necesario apuntalar a las comunidades dada la falta de
conocimientos, medios y capacitación para realizar licitaciones internacionales cuyo resultado les sea favorable.
Nuestra investigación sugiere que la etapa de comercialización es donde se requeriría una participación más
importante del Estado apoyando a las comunidades locales para evitar situaciones injustas, asimetría de poderes
entre vendedores y compradores, monopolios o licitaciones fraudulentas.
Etapa 5: procesamiento de la fibra y venta de productos
manufacturados
El procesamiento de la fibra puede ser realizado en
forma artesanal o industrial. La dificultad de controlar el
origen de la fibra en el caso de la producción artesanal
llevó a Perú, Chile y Bolivia a prohibir la exportación de
dichos productos. En el caso de la Argentina, una mínima
proporción de la fibra producida en forma legal es hilada
y tejida en forma artesanal. En este país existe una tradición de realizar tejidos e hilado de vicuña especialmente
en Belén (Catamarca), la capital del poncho. Además se
tejen chales, bufandas, corbatines, telas y colchas artesanales (Rolandi et al. 2006). El grueso de la fibra de la
Argentina y la totalidad de la fibra de Chile, son exportados a Europa para su industrialización.
En el caso de Perú, si bien la mayor parte de la fibra se
exporta pre-descerdada, existe tecnología para la producción de bufandas, capas y telas de vicuña, que se exportan
mayoritariamente a Estados Unidos, Japón y Alemania.
CONCLUSIONES
Algunos autores sugieren que si se quiere evaluar si
la participación corresponde a un proceso de empoderamiento de la gente local o meramente una manipulación de
aquella, hay que tener en cuenta cuándo empieza la participación local en la secuencia de pasos del proyecto (Goulet
1989), y cuáles son los roles asignados a cada uno de los
actores interesados en el proceso (Sen y Nielsen 1996).
Siguiendo esta propuesta, el análisis de la participación local en las distintas etapas del manejo de las vicuñas
de los países de la región andina sugiere que el término
participación es usado para enmascarar la extensión del
control del Estado y los actores externos sobre el proceso
de producción y comercialización de la fibra. El carácter
polisémico y ambiguo del término permite que el desarrollo de los proyectos siga siendo de arriba hacia abajo
pese a la retórica contraria.
Nuestro estudio sugiere que en la mayoría de las
experiencias existe una falta de intervención de la comu-
nidad local en los procesos de toma de decisión, diseño
y planeamiento de los proyectos. Esto sumado a la falta
de desarrollo de la capacidad local crea una relación de
dependencia entre las comunidades locales y el Estado (e
incluso empresas privadas) y refleja que la participación
como empoderamiento de la gente local no está contemplada en los proyectos.
Siguiendo los gradientes de participación (ej. Sen y
Nielsen 1996), en la mayoría de los casos estudiados la
población local es simplemente informada o consultada
sobre decisiones ya tomadas, pero no existe un proceso
de integrar a la gente dentro de las estructuras reales de
poder o toma de decisión. Es interesante notar que no
solo los habitantes locales se quedan afuera de la planificación del manejo de vicuñas, sino también la comunidad
científica. Esto sugeriría que dicha planificación obedece
más a agendas políticas o económicas que a recomendaciones técnicas o basadas en investigación científica, o a
las necesidades de la gente local.
Para los sectores históricamente postergados, la posibilidad de participar depende en buena medida de decisión
pública y privada (Manzanal 2004) o de la decisión política
del sector público provincial y nacional para constituirse
en facilitadores y promotores de estos procesos de participación. Este análisis sugiere que en el caso del manejo de la
vicuña, no existiría una decisión política al respecto.
Consideramos que si la participación en los programas de aprovechamiento de vicuñas pretende ser algo
más que una palabra vacía de contenido, los planificadores y administradores deberían definir los objetivos de la
participación a lo que los proyectos apuntan y cuáles son
los beneficiarios clave (Stöllen et al. en prensa). Entender
si la participación beneficia a la población local requiere
identificar el compromiso de las agencias de desarrollo
de promover formas más efectivas e igualitarias de involucrar a la gente local (Cleaver 1991) y enfrentarse a la
tarea de organizar la participación: identificar y movilizar
a los protagonistas sociales específicos cuya participación se procura, y crear los medios prácticos para que la
población local pueda participar en el diseño, ejecución y
monitoreo de los programas.
Este proceso requerirá que los actores locales reciban
más autoridad y poder de negociación para lo cuál la
capacitación y el fortalecimiento de organizaciones locales resulta fundamental. Solo entonces los actores locales
podrán negociar en términos de mayor igualdad y ejercer
sus derechos de ser los beneficiarios reales del uso sustentable de las vicuñas.
AGRADECIMIENTOS
La investigación fue financiada por el Proyecto
MACS, quinto programa INCO-DEV de la Unión Euro139
CUADERNOS 21
pea (ICA4-CT-2001-1004). G.L. recibió también apoyo
del CONICET. N. R d´Arc agradece a la Escuela de Desarrollo de la Universidad de East Anglia. Agradecemos a
las comunidades e informantes clave en Bolivia, Perú y
la Argentina.
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ISSN 0570-8346
EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS:
TEXTILES Y RITUAL FUNERARIO EN LA PUNA MERIDIONAL ARGENTINA
Sara M. L. López Campeny*
RESUMEN
Abordamos la participación de elementos textiles en la esfera del ritual mortuorio, a partir del análisis de tres atributos: hilado zurdo (llok’e), nudos rituales y empleo de cabello humano en prendas funerarias; elementos identificados
en piezas textiles recuperadas en dos sitios arqueológicos de Antofagasta de la Sierra, puna meridional argentina.
PALABRAS CLAVE
Textiles - prácticas funerarias - sociedades agropastoriles - Antofagasta de la Sierra
ABSTRACT
We approach the participation of the textiles elements in the sphere of the mortuary ritual, starting from the analysis of three attributes: spun left-handed (llok’e), symbolic knots and employment of human hair in funeral pieces, all
elements identified in textiles recovered in two archaeological sites of Antofagasta de la Sierra, Argentinean Southern
Puna.
KEY WORDS
Textiles - funerary practices - agro pastoral societies - Antofagasta de la Sierra
INTRODUCCIÓN
Nadie podría negar el importante rol que desempeñan
la actividad textil y sus diversos productos en las comunidades andinas actuales. Las variadas y múltiples implicancias de su actuación se conocen ampliamente, tanto
sobre la base de innumerables investigaciones antropológicas, como a partir de una extensa base documental
histórica. Esta activa participación de los textiles en las
comunidades involucra tanto actividades vinculadas con
el plano económico - productivo, variados eventos y escenarios sociales del quehacer cotidiano, así como diversas
prácticas asociadas a rituales y ceremonias de carácter
religioso o festivo. Lo relevante, desde nuestra especialidad, es que esta intervención de los textiles en múltiples
esferas de la sociedad es factible de analizarse, a lo largo
del tiempo, a través de las evidencias arqueológicas que se
han conservado hasta nuestros días.
Consideramos que este tipo particular de materialidad, que involucra una tecnología compleja y un bagaje
amplio de conocimientos, puede pensarse en términos de
artefactos multifuncionales y polisémicos, remarcando
la perspectiva de los diferentes ámbitos de su participación en las sociedades del mundo andino. Como hemos
* CONICET, Instituto de Arqueología y Museo (IAM), Facultad
de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán (UNT), [email protected]
destacado en otras ocasiones, esta amplia variabilidad de
esferas de intervención del textil, nos permite aproximarnos a su análisis desde diferentes ángulos, dependiendo
del aspecto que arbitrariamente decidamos abordar
con nuestro estudio: como vestimenta, abrigo, medio
de transporte, contenedor, unidad de medida, símbolo
identitario, atributo de poder político, religioso o de
estatus, elemento de distinción de género, bien de intercambio social, económico o simbólico, elemento ritual o
con poder mágico; solo por citar algunas de las múltiples
funciones, contextos de uso y connotaciones simbólicas
asociadas a los textiles (López Campeny 2000, 2005).
En el presente trabajo, abordamos la participación
de elementos textiles en aspectos vinculados con el ritual
mortuorio, concretamente a través del análisis de tres
atributos materiales: el hilado de torsión zurda o llok’e, los
nudos rituales y el empleo de cabello humano. Estos tres
elementos han sido identificados en piezas textiles recuperadas en diferentes contextos funerarios, procedentes
de dos sitios arqueológicos de la localidad de Antofagasta
de la Sierra: Punta de la Peña 9 y Punta de la Peña 4. La
distancia cronológica planteada entre ambos contextos
de recuperación de las prendas, sumada a la información
actual disponible, nos permite analizar la persistencia
temporal de ciertos atributos materiales, de carácter simbólico, vinculados con la participación de los textiles en
el ritual funerario de las poblaciones agropastoriles que
habitaron la puna argentina.
143
CUADERNOS 21
ASPECTOS GENERALES EN RELACIÓN A LOS CONTEXTOS Y EL
Figura 1
sas en la terraza alta del Río Las Pitas (Babot et al. 2006);
b) Sector II, integrado por grandes bloques rocosos que
presentan morteros múltiples y diversas representaciones
rupestres (Babot 2004; Aschero et al. 2006) y c) Sector
III, integrado por un conjunto de estructuras de forma
subcircular, próximas a un gran farallón de ignimbritas
que limita al sitio por el oriente (López Campeny 2001a,
2001b; Cohen 2005).
Los materiales textiles analizados en este trabajo proceden de la estructura 2 (E2) del sector III del sitio PP9,
cuyo espacio de ocupación se construyó aprovechando
dos bloques de ignimbrita de gran tamaño, a modo de
muros, a los que se anexó un tercer cerramiento conformado por un pircado. Una serie de orificios circulares en
las superficies verticales de ambos bloques atestiguan que
aquellos se habrían usado como soportes para techar el
área ocupada. Este recinto cuenta con un conjunto de
cuatro dataciones radiocarbónicas para el total de seis
niveles estratigráficos identificados durante las excavaciones. La secuencia documenta una serie de ocupaciones
recurrentes de este locus residencial, entre ca. 2000 y 500
años AP, incluyendo varios eventos domésticos de habitación y consumo, un contexto funerario –del que proceden las piezas textiles aquí referidas– y un evento de uso
del espacio con fines productivos, como corral (López
Campeny 2001a, 2001b, 2006).
El ajuar del contexto funerario incluyó, además
de las piezas textiles, un importante número de restos ecofactuales (la gran mayoría de origen no local)
y un conjunto de tecnofacturas en soportes cerámico,
vegetal, malacológico y fibra animal. Una característica destacable de este contexto es el reducido conjunto
de restos humanos –correspondientes a un individuo
infantil– que fueron recuperados. Este hecho, integrado
a otra serie de elementos contextuales y estratigráficos que hemos detallado en contribuciones anteriores,
nos permitió interpretar la existencia de un evento de
reapertura de la tumba, el retiro de la mayor parte de los
restos del individuo, la reorganización de los materiales
remanentes y su posterior reentierro. Una muestra de
semillas de chañar, proporcionó una datación de 1.460
± 40 años A.P., fecha que asociamos con el evento original de conformación de este contexto funerario (López
Campeny 2000, 2006).
El Sitio Punta de la Peña 9
El sitio Punta de la Peña 9 (en adelante PP9) constituye
un asentamiento a cielo abierto, emplazado en la localidad
arqueológica homónima, en el curso medio-inferior del
río Las Pitas, a una altitud de ca. 3600 msnm. En el sitio
se han distinguido tres sectores: a) Sector I, integrado por
un conjunto de estructuras subcirculares simples, disper-
El sitio Punta de la Peña 4
El sitio Punta de la Peña 4 (en adelante PP4) se encuentra ubicado en la proximidad del curso medio-inferior del
Río Las Pitas, a una altura aproximada de 3.650 msnm.
Es un abrigo rocoso que presenta vestigios arqueológicos
estratificados, en el que se distinguieron dos sectores de
reparo constituidos por un alero superior y uno inferior,
CONJUNTO TEXTIL
La localidad de Antofagasta de la Sierra se localiza
en el ángulo NO de la provincia de Catamarca, incluida
en el denominado sector geográfico meridional de la
puna argentina (figura 1). Su altitud media (3500 a 4200
msnm) y su biogeografía responden a las de un desierto
de altura con intensa radiación solar, precipitaciones
escasas, regímenes de lluvia altamente inestables, con largas temporadas de sequía, ocurrencia de heladas y fuertes
vientos. Sin embargo, dentro de este panorama de rigurosidad climática, debemos destacar que Antofagasta de
la Sierra constituye una sucesión de oasis en el ambiente
puneño, donde la presencia de cursos de agua de régimen
permanente –el sistema hídrico Punilla-Laguna Antofagasta y sus afluentes, dentro de los cuales se destacan
los ríos Las Pitas y Miriguaca– origina vegas y ambientes
aptos para el desarrollo de actividades pastoriles, la producción de cultivos de altura a pequeña y mediana escala,
distintas alternativas de caza y la consecuente posibilidad
del desarrollo de poblaciones sedentarias. En este sentido,
evidencias de los asentamientos humanos y las múltiples
actividades desempeñadas por estos grupos están representadas por una secuencia ocupacional de ca. diez mil
años de profundidad temporal –particularmente para la
cuenca Las Pitas-Punilla–, secuencia ocupacional destacable para el NOA, en términos de su notable extensión y
continuidad (cf. Aschero 1999, Aschero et al. 2003).
144
EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
ambos con manifestaciones de arte rupestre (Aschero
2005). El alero PP4 se sitúa en el sector superior de un
gran farallón de ignimbritas, al pie del cual se emplaza el
sitio PP9, mediando una distancia lineal de aproximadamente cien metros entre ambos sitios.
El sitio PP4 puede ser descripto como un asentamiento multicomponente, con niveles ocupacionales
que abarcan una extensa secuencia durante el Holoceno;
aunque con dos marcadas discontinuidades. La primera
discontinuidad se ubica entre ca. 8900 a 4100 años AP,
y la segunda entre ca. 3800 a 960 años AP. Se diferenciaron un total de siete unidades estratigráficas sobre
roca madre y bajo el reparo del alero, “selladas” por una
potente capa de excrementos de ovinos y camélidos que
incluye material cultural. La evidencia estratigráfica,
sumada a los datos radiocarbónicos, permitieron identificar cinco componentes principales en la secuencia de
ocupación de PP4. El denominado componente IV, al
que se asocia el hallazgo del contexto funerario aquí analizado, está integrado por las capas 3, 2 y 1. Estos niveles
de ocupación tardía fueron datados en el interior del
alero entre ca. 740 a 460 años AP y corresponden a niveles de ocupación asociados, temporalmente, a lo que se
conoce como Período de Desarrollos Regionales e Inka.
Desde el punto de vista estratigráfico, se interpreta que se
produjeron eventos de limpieza de niveles ocupacionales
expuestos, de manera que los residuos de ocupaciones
más tempranas fueron aparentemente eliminados del
sector más reparado del alero y depositados en la periferia de las ocupaciones más recientes. Una muestra de
carbón de limpieza de fogón, procedente de la porción
cumbral de una capa de residuos en la zona externa del
alero, fue datada en 960 ± 40 años AP. Es decir, la fecha
en el sector periférico del alero es algo más temprana
que en el interior, en concordancia con la interpretación
propuesta respecto de los eventos de limpieza de las ocupaciones del sector con reparo (Aschero 2005).
Asociado a este componente estratigráfico IV se
destaca el hallazgo de un cuerpo femenino adulto,
preservado por procesos de momificación natural y
envuelto con piezas textiles. El cuerpo estaba oculto
bajo la visera de un gran bloque –que sirvió también
como zona de depositación de las basuras recién referidas– y dentro de una potente lente de excrementos
de roedor, extremadamente compactada. Los bloques
de ignimbrita que delimitaban la ubicación del cuerpo
apoyaban entre las capas 3 y 5 del basural exterior. Al
no detectarse ninguna fosa, la posición estratigráfica del
cuerpo correspondería a un momento ubicado entre la
formación de las capas 3 a 5 del basural, cuya porción
cumbral mencionamos fue datada en 960 ± 40 años
AP. Sin embargo, la datación directa del cuerpo o de
las restantes capas del basural nos permitirá, a futuro,
1
precisar este momento (Aschero 2005) .
Consideraciones generales sobre los conjuntos textiles.
Abordajes previos efectuados.
El estudio integral efectuado sobre el conjunto de piezas textiles procedentes de ambos contextos funerarios
incluyó, en términos generales, un análisis tecnológicoestructural detallado y un análisis del aspecto estilístico-representativo de las prendas recuperadas (López
Campeny 2000, 2001a, 2005; López Campeny y Aschero
2006). Además, se efectuó un estudio comparativo entre
los patrones de diseño y simetría presentes en algunas
de las prendas y representaciones plasmadas en otros
soportes, específicamente en la cerámica y el arte rupestre
(López Campeny 2000; Aschero et al. 2006). Este último
abordaje nos permitió contextualizar a los textiles con
elementos complementarios a los proporcionados por las
dataciones radiocarbónicas y los correspondientes contextos de asociación locales. Debido a que los principales
resultados de estos análisis se han dado a conocer en los
trabajos previamente citados, no redundaremos aquí en
detalles no relevantes para la presente discusión. Solo
mencionaremos que, desde un punto de vista formalfuncional, ambos conjuntos textiles están integrados de
esta manera.
Las piezas recuperadas en la tumba de PP9 incluyen,
además de un importante conjunto de elementos de cordelería, una chuspa o contenedor de pequeñas dimensiones,
un unku o túnica andina, un manto, dos posibles bolsas
funerarias, una faja y doce fragmentos de tela indiferenciados de variadas dimensiones (López Campeny 2000, 2001a).
Las piezas procedentes de PP4 constituyen un conjunto
más reducido, integrado por un elemento de cordelería que
cumplía con las funciones de “amarre” del fardo funerario,
un unku o túnica andina y dos bolsas o contenedores iden2
tificados como costales (López Campeny y Aschero 2006).
1
2
145
Posteriormente a la elaboración del presente artículo pudimos
disponer de un fechado radiocarbónico asociado a este contexto funerario. Ha sido obtenido sobre una muestra de fibras
textiles, tomadas del elemento de cordelería que cumplía con
las funciones de “amarre” del fardo funerario y corresponde a
una edad radiocarbónica convencional de 570 ± 80 años AP
(LP- 1870).
Aquí debemos aclarar que otros especialistas textiles (B. Cases
y S. Hoces de la Guardia) me han sugerido la posibilidad de
que uno de estos dos contenedores haya sido originalmente
una túnica, por su estructura representativa, de acuerdo con
las características presentadas por prendas relevadas en contextos arqueológicos de la vertiente trasandina. Lo cierto es
que la prenda de PP4 se encuentra muy deteriorada y sumamente reparada, por lo que no conserva sectores de tejido que
CUADERNOS 21
Para el presente análisis, partimos del supuesto interpretativo de que todos estos elementos textiles pudieron
desempeñar algún rol como parte del ritual vinculado
con el evento de la muerte, por el hecho de constituir
artefactos que han sido recuperados formando parte de
un contexto funerario. De esta manera, y partiendo del
reconocimiento de las características inherentes a estos
materiales textiles como elementos de un ajuar mortuorio, la identificación de ciertos atributos relevados en ellos
nos permite abordar la dimensión ritual de su participación en el evento funerario.
LA PARTICIPACIÓN DE LOS ELEMENTOS TEXTILES EN EL RITO
FUNERARIO ANDINO
“En el cajón del difunto van: un segundo juego de ropa
limpia, ... una llijlla blanca o mantel para envolver y llevar
a cuesta el equipaje usual de viaje ... las insignias de su
dignidad o función...”
(Van Kessel 2001: 223)
Un importante cúmulo de información, resultado
de numerosas investigaciones antropológicas, atestigua la activa participación de los textiles en diferentes
contextos de carácter ritual/festivo. La sola presencia de
un textil (p.e. una inkuña) o ciertos elementos textiles,
puede llegar a modificar los espacios cotidianos profanos,
transformándolos en espacios rituales o sagrados. Entre
múltiples ejemplos sobre este “dinamismo funcional” de
los textiles puede citarse el frecuentemente relevado caso
de las llijllas; piezas que, además de emplearse cotidianamente como contenedores para el transporte de cargas,
adquieren un sentido diferente cuando se emplean para
revestir las mesas en los pagos a los cerros tutelares, para
cubrir y de manera simbólica proteger y multiplicar las
cosechas durante ciertas ceremonias, cuando participan
de los festejos de inauguración de un hogar, o al formar
parte del ajuar de los novios en las ceremonias de matrimonio (cf. López et al. 1992).
De la misma manera, muchos textiles de uso cotidiano
pueden adquirir un sentido ritual cuando se convierten
en ofrendas funerarias o cuando son quemados, lavados o
arrojados al río como parte de los principales ritos mortuorios (Aláez García 2001; Cáceres Chalco 2001; de Hoyos
2001; Mamaní 2001; entre otros). Algunos textiles cumplen
el papel de contenedores vinculados con el ritual funerario,
incluyan partes diagnósticas tales como orillos de urdimbre
o aberturas para el cuello y brazos. Por esto, ninguna de las
dos funciones alternativas –vestimenta o contenedor– ni el
posible reciclaje de la primera forma en la segunda, pueden
ser por el momento descartadas
en cuyo interior son resguardados elementos personales del
difunto (Van Kessel 2001) o los mismos cuerpos son “contenidos” en ellos al constituir fardos funerarios. Durante
ciertas ceremonias realizadas con posterioridad al velorio y
al entierro, como por ejemplo la paigasa, también llamada
“despedida del alma”, “conmemoración” o “la octava” –esto
último en referencia a los días transcurridos desde el entierro– la ropa colocada sobre una mesa representa simbólicamente la presencia del muerto y se acompaña de otros
efectos personales del “ausente” y ofrendas que serán posteriormente quemadas (Aláez García 2001; de Hoyos 2001;
Van Kessel 2001). También es frecuente que, durante los
ritos mortuorios, los dolientes coloquen junto al muerto
una serie de objetos que aquel usaba en vida y que le serán
necesarios en el viaje que debe emprender; implementos
entre los cuales, los textiles (bolsas, alforjas, sogas, etc.),
suelen tener una participación relevante.
Todos estos ejemplos simplemente ponen de manifiesto que las prendas textiles, como cualquier otro
artefacto, no poseen únicamente una función utilitaria,
inherente al objeto e invariable durante su trayectoria de
vida. De manera mucho más compleja y dinámica, las
connotaciones asociadas a su empleo suelen verse modificadas o complementadas por las características de cada
contexto particular de actuación a lo largo de su vida
social (Appadurai 1991).
LA EFICACIA SIMBÓLICA Y RITUAL DE LA TORSIÓN INVERSA O
HILADO LLOK’E
“Por izquierda es sólo para finaos (tata - abuelos) o
para luto ... se hace con la mano izquierda porque el finao
se murió, ya no tiene fuerza ...”
(Grebe Vicuña e Hidalgo s/f: 15)
Existen únicamente dos posibles direcciones para las
acciones sucesivas de hilado, torsión y retorsión de las
fibras durante la confección de cordelería: hacia la derecha o hacia la izquierda. En relación con esta característica tecnológica, nos parece relevante destacar los datos
sintetizados por Agüero (1994), quien documenta que la
torsión final izquierda de los hilos es un hecho raro y poco
frecuente entre los textiles documentados en el área norte
de Chile, como así también entre los hilados arqueológicos
procedentes de la costa sur peruana. En cambio, la llamada
torsión zurda o izquierda es un atributo más común en la
costa central peruana, llegando al caso de que en la costa
norte del Perú la totalidad de los hilados se tuercen hacia
la izquierda. Basándose en estos datos, la autora opina que
“… el hilar y el torcer hacia un lado u otro constituye una
elección cultural que en los Andes representa un indicador del
lugar geográfico de su manufactura” (Agüero 1994: 117).
146
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
En la concepción andina, los diferentes puntos cardinales del horizonte están cargados de significados. En este
sentido, se ha relevado en numerosas comunidades una
recurrente asociación entre la dirección E con el sentido
de lo vital y la dirección O con la esfera de lo mortuorio.
Esta percepción cardinal también influye en el sentido
dado a los movimientos en ciertas prácticas, sea que se
trate de contextos vinculados con actividades rituales,
festivas o cotidianas. Así, el movimiento circular que se
efectúa en el sentido horario (hacia el este o hacia la derecha) representa la energía positiva de la vida, haciéndose
presente con gran frecuencia en los movimientos vinculados con las danzas festivas, como así también “… en
el movimiento del huso en el hilado de la lana” (Mostny
1954: 38, en Grebe Vicuña e Hidalgo s/f: 7). El sentido
opuesto, el movimiento antihorario (hacia el oeste o
hacia la izquierda) “… representa a la carencia de energía de la muerte, usándose en el hilado de la lana para los
ajuares fúnebres” (Grebe Vicuña e Hidalgo op. cit.: 7), o
vinculándose con la orientación que deben poseer las
tumbas, o las hogueras donde se queman las pertenencias
del difunto luego del velorio.
Esta torsión de dirección inversa o hacia la izquierda
de los hilados, empleada con poca frecuencia para la confección textil en el Área Andina Meridional, recibe en quechua el nombre de llok’e y posee actualmente un sentido
vinculado con el universo mágico y ritual, de tal manera
que en algunas comunidades Aimara el yatiri es la única
persona que puede hilar llok’e (Gisbert et al. 1987).
Existen algunas referencias del poder simbólico asociado a la torsión inversa en tiempos prehispánicos, la
que se pone de manifiesto en las siguientes palabras de
Felipe Guamán Poma de Ayala (1937: 275 [1615]): “…
otros hechezeros toman un hilo torcido a lo izquierdo con
blanco y negro y ponen en los caminos y lo ponen como
lazos de los demonios por donde an de pasar sus enemigos
para que le coxa el lazo y hechisos puesto en ellos hecho sus
encantamientos…”
Actualmente, se ha registrado en algunas regiones
del norte de Argentina como en el sur del vecino país de
Bolivia, la continuidad de la tradición de confeccionar
y emplear el hilo zurdo, el que participa de una serie de
prácticas de la vida cotidiana, pero en todos los casos conservando cierta eficacia en el plano mágico-ritual (Rolandi
de Perrot y Jiménez de Pupareli 1985; Conklin 1997; Platt
2001). El hilo llok’e se utiliza en ocasiones especiales, como
por ejemplo el 1° de agosto, en el día de la Pachamama,
fecha en que se entierra como parte de las ofrendas depositadas en los pozos que se cavan en los patios de las casas
o los corrales. También para esa fecha las personas se colocan hilo llok’e en el tobillo, en la muñeca o en el cuello,
como elemento defensivo y protector “… porque la tierra
está ‘abierta’, ‘pariendo’ o ‘hambrienta’...” (García y Rolandi
2000a: 10). La concepción general vinculada con estas prácticas es que el hilo zurdo protege a las personas librándolos
de diferentes tipos de males, empleándose además para la
curación de diferentes enfermedades, tanto de personas,
como en la atención de la salud de los principales animales
domésticos (Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli 1985;
Llanke 1995). También Platt (2001) alude al poder “reparador” asociado a los hilados zurdos, en algunas comunidades
de Bolivia, ante ciertas complicaciones que pueden surgir
durante la gestación del bebé: “… si la mujer hila durante el
embarazo, el cordón puede enredarse alrededor del cuello del
feto (...) La ceremonia de romper el hilo es una técnica para
rectificar el daño. El cuerpo de la paciente se envuelve con un
hilo de lana de llama plegado a la izquierda (lluq’i q’aytu),
que después se rompe para soltar la maraña u obstrucción
adentro” (ibíd.: 139).
Las prácticas curativas asociadas al hilo zurdo permiten plantear la existencia de algún tipo de vinculación entre
el hilo llok’e y la tierra, ya sea porque el cordel se entierra
como parte de las ceremonias, porque se realiza conjuntamente alguna actividad o práctica vinculada con una
ofrenda a la tierra (por ejemplo chaya), o bien porque la
enfermedad que se trata de curar procede en muchos casos
de la “madre tierra” o Pachamama. Al respecto, Rolandi de
Perrot y Jiménez de Pupareli (1985: 285) interpretan que
“El hilado normal es un hecho cultural que transforma la
materia prima dada por la naturaleza. El hilado al revés es el
opuesto al producto humano y parece tener la propiedad de
volver al seno de la tierra, a la naturaleza misma. Su fuerza
reside justamente en eso”. En esta misma línea interpretativa,
que propone una estrecha relación entre la Pachamama,
deidad de connotaciones femeninas y el concepto de llok’e,
pueden resultar muy significativos los datos recopilados
por Müller y Müller (1984: 164), quienes documentan que
en la comunidad de Q’ero (Dpto. Cuzco, Perú) “El principio
fundamental del orden del cosmos es el dualismo asimétrico,
al que llaman ‘yanantin’. Los dos polos del ‘yanantin’ son:
el masculino, llamado ‘phaña’ que corresponde al principio
patriarcal. El femenino llamado ‘lloq’e’ que corresponde al
principio matriarcal”.
Además de su participación como elemento con efecto
curativo en el tratamiento de personas y animales, este tipo
de hilado también participa con sus propiedades protectoras en ciertos aspectos vinculados específicamente con
la actividad textil. Así, por ejemplo, el hilo zurdo suele
colocarse sobre un ovillo para que la lana no se enrosque
y a la vez sirva de elemento protector para la tela una vez
tejida y, en consecuencia, proteja también a la persona
que use la prenda. Igualmente, con un sentido de protección, el hilo torsionado hacia la izquierda suele emplearse
como elemento en las primeras pasadas de trama al tejer
147
CUADERNOS 21
una tela, “… para evitar que venga el diablo…” (Rolandi
de Perrot y Jiménez de Pupareli 1985: 281). Su poder
también se manifiesta en el hecho de que, las prendas que
participan en algunas ceremonias o rituales, se confeccionan parcialmente con hilos zurdos. De esta manera,
chuspas, inkuñas o llijllas que se suelen emplear durante la
ceremonia de la señalada pueden presentar ciertas partes
tejidas con hilo llok’e. También los cordeles usados para
florear o señalar a los animales durante esta ceremonia se
confeccionan en lana hilada llok’e (ibíd.: 283).
Un dato relevante es que, en la mayor parte de los
casos, el hilado llok’e se confecciona con cabos de lana de
colores contrastantes o hilado moliné. La combinación
más frecuente suele ser el negro con el blanco (llamado
hilo “overo”), aunque también pueden combinarse hilos
de otros colores como rojo y negro, amarillo y morado,
etc. (Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli op. cit.).
También Grebe Vicuña e Hidalgo (op. cit.: 11) exponen
la relación entre los hilos con torsión inversa y el empleo
combinado de diferentes colores para su confección, cordeles que, como queda de manifiesto en la siguiente cita,
se vinculan además con ciertos ritos fúnebres: “… la combinación del negro y blanco representa simbólicamente a los
muertos. Estos colores están presentes en el ajuar funerario
de un difunto a quien se le amarran cordones de lana natural ‘torcidos al revés”.
Para el sector de Puna argentina, Rolandi de Perrot
y Jiménez de Pupareli (op. cit.: 282), documentan que
cuando una persona fallece los parientes le confeccionan
una cuerda de color “overo”, hilada en llok’e, que atan a la
cintura del muerto. También los familiares y vecinos del
muerto se atan hilos llok’e en el cuello, muñecas o tobillos
“… para que las almas se vayan, para que no se queden
junto a ellos y para que no se enfermen” (ibíd.: 283). De esta
manera, el hilo zurdo sigue desempeñando en los contextos funerarios el rol principal de protección y rechazo
de los peligros, en este caso, de los riesgos sobrenaturales
vinculados con el evento de la muerte de algún allegado.
Por su parte, para los grupos Aimara de Tarapacá,
Van Kessel (2001) documenta –entre los parientes del
fallecido– la práctica de colocarse en la muñeca izquierda
un cordel confeccionado con lana combinada de colores
blanco y negro. Este cordel se usa durante la ceremonia de
la paigasa y, “… al día siguiente se romperá y será llevado
a la hoguera para liberarlo de la pena excesiva” (ibíd.: 225)
por lo que en este caso, parece ser que la función desempeñada por este poderoso hilo es la de mitigar el dolor espiritual por la pérdida que provoca la muerte, al materializar y
“apresar” en sí mismo toda la pena de su portador. De esta
forma, al ser cortado y luego quemado en la hoguera, se
lleva con él todo el sufrimiento de los allegados al difunto.
De manera complementaria, en la mesa ceremonial con
“presencia simbólica del difunto” –preparada durante la
ceremonia de la paigasa– se colocan tres madejas de lana
hilada de dos hebras; una blanca, una negra y una tercera
elaborada con la combinación de los dos colores previos,
todos hilados al revés y con la mano izquierda. La persona
encargada de dirigir el ritual usa estos hilos para “amarrar” a los dolientes y vecinos, girando en torno a todo el
grupo, siempre en dirección inversa y atándolos con los
cordeles, utilizando para ello sólo la mano izquierda. Posteriormente, el oficiante corta la amarra y junta los fragmentos, los que reúne con los otros hilos que cortó de las
muñecas de los parientes y allegados. Todos estos cordeles
se quemarán luego en la hoguera, conjuntamente con los
bienes personales del difunto y otras ofrendas (ibíd.: 227).
Ceremonias similares de ruptura de hilos zurdos, confeccionados con dos colores contrastantes, que son efectuadas
por los dolientes durante los rituales fúnebres, también se
registran en diferentes comunidades de Bolivia y Perú (cf.
Acosta Veizaga 2001; Mamaní 2001).
Este conjunto de referencias sintetizadas pone de
manifiesto la eficacia o poder asociados a los hilos con torsión izquierda en la textilería actual de la puna argentina,
y áreas colindantes en Chile, Bolivia y Perú vinculados,
en todos los casos, con su activa participación en la esfera
de diversos rituales. Es esta importante base documental
la que nos permite contar con un marco interpretativo
en el cual referirnos al relevamiento de hilados zurdos
en ambos conjuntos textiles procedentes de los contextos
funerarios de Antofagasta de la Sierra.
El poder de torcer: registro de hilados zurdos en contextos
funerarios de Antofagasta de la Sierra
En primer lugar, destacamos que el análisis tecnológico estructural de la muestra de textiles de ambos sitios
de Antofagasta de la Sierra permitió confirmar la tendencia señalada por Agüero (1994) en lo que respecta a la
dirección final de torsión predominante en la textilería
de los Andes Meridionales. Esto se traduce en el hecho de
que hemos registrado un total predominio de los cordeles
con torsión final derecha (S) entre los elementos que conforman las estructuras textiles.
Considerando esta tendencia, es que en el caso del
conjunto textil recuperado en la E2 del sitio PP9 (III),
destacamos la identificación de un elemento superestructural consistente en un cordel moliné (amarillo y
castaño oscuro) de torsión zurda, enlazado en uno de los
orillos de urdimbre de la pieza textil identificada como
manto (figura 2). Se trata de un cordel que presenta un
nudo central y un doble lazo. Uno de estos lazos se une
a la penúltima línea de trama, mientras que el otro lazo
queda libre sobre el borde de urdimbre del manto, por
debajo de una costura de terminación (cadeneta en ori148
EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
llo de urdimbre) que presenta la prenda. Lo significativo del hallazgo se refiere a que este sería –dentro de la
muestra analizada en PP9– el único elemento, que forma
parte de una pieza textil, que presenta dirección de torsión inversa; así como el único ejemplo de un cordel
bicromo que es visible en el tejido resultante. Este cordel
sintetizaría los dos atributos relevados actualmente para
el hilo llok’e: la dirección de torsión final izquierda (Z)
y el hilado moliné o combinado. Además, el hecho de
que se trate de un elemento superestructural –es decir,
agregado a la pieza con posterioridad a la conformación
de su estructura textil– permite sostener con mayor sustento la interpretación de su relación con una práctica
vinculada al ritual funerario.
casos la costura se efectuó desde adentro de la pieza,
por lo que aquella debió revertirse para su realización,
a diferencia de los otros tramos de unión que fueron
cosidos con la bolsa en la posición de uso normal. Es
decir que habría, además de una dirección de torsión
inversa en estos cordeles, una segunda inversión si se
toma en cuenta que la posición normal de la pieza debió
alterarse para la realización de estas costuras. Un tercer
aspecto de estas costuras se relaciona con la posición
que ocupan en los orillos de la pieza, ya que cada una
de las dos costuras internas efectuadas con hilo zurdo
ocupa un orillo diferente y, además, en una posición
contrapuesta: superior izquierda e inferior derecha. Por
lo tanto, estamos frente a una doble oposición: lateral
(izquierdo/derecho) y terminal (superior/inferior) que
se suma a las inversiones mencionadas para la torsión
del hilo y la posición de las costuras en la bolsa. En este
sentido, puede ser relevante recordar el modo de uso del
hilo llok’e como elemento defensivo y protector durante
la ceremonia del 1° de agosto o Pachamama en partes
contrapuestas del cuerpo como la muñeca y el tobillo
–superior e inferior– los que, además, generalmente son
opuestos también lateralmente (izquierdo y derecho)
(García y Rolandi 2000).
Figura 2
Entre los textiles que integran el contexto funerario
de PP4, registramos varios ejemplos de hilados de torsión zurda. El primero de ellos, se utilizó en una costura
de cierre parcial de la boca, u orificio de apertura, de
un costal que cubría la cabeza de la mujer sepultada
(figura 3a). Aquí debemos destacar que, además de
haberse empleado un cordel zurdo para su confección,
la costura en sí misma es un rasgo que puede interpretarse como portadora de un plus de significado, por las
referencias existentes sobre la frecuente inutilización de
partes funcionales en piezas textiles funerarias que, de
esta manera, se “matan” simbólicamente (cf. Rolandi de
Perrot 1979; Cases 2003). Además, algunos tramos de las
costuras laterales –o de unión de los orillos de trama– de
esta bolsa también pueden vincularse con la esfera del
ritual funerario. Se trata del detalle de que, solamente en
dos sectores acotados del tramo total, los cordeles que
se han empleado como elementos de costura presentan
torsión izquierda (figura 3b). Además de ser los dos únicos tramos de costura donde los cordeles presentan esta
dirección de torsión inversa, otros detalles caracterizan
a estas puntadas de unión. En primer lugar, en ambos
Figura 3
Finalmente, también en la segunda bolsa asociada al
fardo funerario de PP4 hemos relevado el empleo de un
hilado zurdo como costura de unión de los orillos laterales (figura 3c). Se trata de un tramo de aproximadamente
6 cm de extensión, efectuado con punto corrido envuelto
y que conserva el inicio de la puntada atestiguada en
el nudo de fijación que exhibe uno de los extremos. La
observación de que esta costura parece empalmarse o
superponerse parcialmente con la costura del tramo
siguiente, permitirían sostener la hipótesis de que se trata
de un elemento agregado con posterioridad a la confección original de la bolsa y, por ende, podría vincularse
con su contexto de depósito y participación final como
componente del ajuar funerario.
149
CUADERNOS 21
EL VIAJE HACIA EL MÁS ALLÁ: LA SOGA DE LOS DIFUNTOS Y LOS
NUDOS RITUALES
“Evangelista dice que son 7 los nudos del ritual funerario, el signo o símbolo que los hombres misman. 7 podría
representar 7 cielos, los nudos son para subir al cielo”
(Hoces de la Guardia y Rojas 2001: s/n)
Mencionamos previamente que Rolandi de Perrot y
Jiménez de Pupareli (op. cit.) relevan –para la zona de la
puna argentino boliviana– la confección de una cuerda
overa, hilada en llok’e, que los parientes atan a la cintura del
fallecido: “… la cruzan adelante colgando dos tiras en las que
hacen nudos, tres o cuatro; no pudieron precisar exactamente
cuántos son. Esta cuerda recibe el nombre de ‘milagros’” (ibíd.:
282). Al respecto, uno de los informantes relató que, a la
muerte de su abuelo: “Le pusieron en la cintura un cordón
overo que hicieron en ese momento, hilado llok’e. Vinieron
todos los parientes y, mientras bebían, el hermano del abuelo y
los primos confeccionaron la soga llok’e con tres nudos” (ibíd.).
Las autoras también mencionan que en la vertiente transandina chilena se registra el uso de una cuerda con nudos
que es atada a la cintura del muerto, aunque no mencionan
ninguna referencia a cuál podría ser el papel desempeñado
por estos atributos en la cuerda o “milagros”.
Por su parte, Hoces de la Guardia y Rojas (2000),
durante un relevamiento exhaustivo de las artesanías
textiles actuales en el sector del Loa y el Salar de Atacama
(Chile), registran la presencia de un elemento textil llamado “signo” o “símbolo”, que consideramos representaría la prenda equivalente al “milagros” del sector puneño
argentino. Esta interpretación se desprende de la descripción que presentan las autoras a partir de los datos de los
informantes. El “signo” o “símbolo” es una “… prenda de
uso ritual que se pone en la cintura del difunto. Consiste en
un cordón de aproximadamente 2 m. de largo realizado con
hilo mismeado. Posee nudos (número que varía entre 7 y 12
según el entrevistado), los que tienen por objetivo ayudar al
muerto a llegar al cielo” (ibíd.: 131). Los nudos, por lo tanto,
serían confeccionados por los parientes con el fin de ayudar
al difunto a sortear algunas de las dificultades con las que
se enfrenta en su tránsito hacia el lugar de descanso final.
Al referirse a una de las entrevistadas que hace alusión a la
cuerda ritual, Hoces de la Guardia y Rojas (2001), mencionan: “Evangelista dice que son 7 los nudos del ritual funerario, el signo o símbolo que los hombres misman. 7 podría
representar 7 cielos, los nudos son para subir al cielo” (ibíd.).
También Grebe Vicuña e Hidalgo (op. cit.: 11) hacen
referencia a esta soga de características particulares que
es usada en los rituales funerarios, aportando información respecto de la simbología representada en la cantidad de nudos que posee esta singular cuerda. Destacan
que: “Otros números nones, tales como el siete y el nueve,
aparecen representados en el lazo de difuntos denominado
‘misterio’, que pertenece al ajuar funerario del atacameño
actual. En efecto, los nones se asocian con la muerte y la
carencia de energía vital”.
Para el Valle del Cajón en Catamarca, de Hoyos (2001)
documenta algunas de las principales prácticas desarrolladas en torno a los rituales funerarios. Menciona que,
después que se realiza el segundo velatorio, durante el
cual la ropa desplegada sobre una mesa representa simbólicamente al muerto, “… se ahorca al perro personal
del difunto y se le coloca acostado sobre una alforja donde
además se le colocan bolsitas de lienzo conteniendo los
elementos que le gustaba consumir” (ibíd.: 250). Lo relevante de destacar, es que estos alimentos, bebidas, etc., se
acompañan además con la ofrenda de “… una escalerita
de cartón y cartulina…” (ibíd). La autora señala que esta
escalera tiene la finalidad de ayudar al muerto a subir
al cielo, mientras que el perro debe ser sacrificado para
ayudar a su dueño a atravesar un caudaloso río de ultratumba conocido con el nombre de “Jordán” (ibíd: 252).
Esta podría interpretarse como una variante más reciente
de la práctica ritual de acompañar al muerto con algún
elemento que cumpla simbólicamente las veces de un
instrumento que lo ayude en el tránsito hacia otro estado
o espacio diferente. En este caso, la tradicional soga con
nudos aparece en el ajuar mortuorio actual remplazada
por una miniatura de escalera de morfología actual.
En Antofagasta de la Sierra, persiste la tradición de
sacrificar al perro del difunto, ahorcándole con una soga
que luego es enterrada junto al animal. Este perro, llamado
chasnero, debe cumplir con la misión de acompañar al
difunto y guiarlo para cruzar los ríos que debe atravesar en
su viaje al más allá (García y Rolandi 2000b). Esta misma
práctica se registra entre los grupos uru de Chipaya donde,
después de ahorcar y enterrar al perro acompañante, los
familiares llevan la soga para depositarla en el ataúd del
muerto: “Un pedazo de esa soga o un pedazo de lana negra
le amarran en la mano derecha del difunto, significando que
el perrito está amarrado a su amo e irá delante de él para que
no se pierda en el camino. El resto de la soga va junto a la
cabeza” (Acosta Veizaga 2001: 264).
En otras comunidades del área andina meridional el
perro es acompañado o, en otros casos, reemplazado por
una llama de color blanco o negro, según las creencias
particulares del lugar (cf. Cipolleti 1987: 105; Ortega Perrier
2001: 253; Van Kessel 2001: 227). También en estos casos el
animal es sacrificado ahorcándolo con una soga, y se carga
“… como para un viaje…” (Ortega Perrier op. cit.) con alforjas
llenas de pertenencias del difunto “… para que ayude al
muerto a cruzar la ‘cocha’ grande…” (Van Kessel 2001: 226).
También en estas prácticas se manifiesta la importancia de
150
EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
la direccionalidad izquierda y de la orientación occidental,
ambas cargadas de connotaciones asociadas con el ritual
fúnebre. Así por ejemplo, la llama sacrificada se debe
desangrar y cuerear con la mano izquierda y el cuerpo del
animal debe enterrarse con la mirada dirigida al occidente.
El poder de anudar: series de nudos relevados en prendas
funerarias de Antofagasta de la Sierra
Este conjunto de datos vinculados con el empleo de la
soga de los difuntos en contextos actuales del área andina,
proporciona un marco de referencia para interpretar los
atributos presentados por algunos elementos textiles asociados a los contextos funerarios de Antofagasta de la Sierra.
En relación con el contexto de PP9 (III), destacamos el
hallazgo de un cordel con retorsión elaborado en fibra de
camélido, de casi cinco metros de longitud y once milímetros de espesor, que presenta una serie de nudos en diferentes tramos de su extensión. La cuerda posee un total
de ocho cabos, torsionados de a pares (s z 4S); presenta
tres medios nudos (half knot) en distintos sectores de su
tramo, y un cuarto nudo que forma un lazo complejo
cercano a uno de los extremos (figura 4a). En el contexto
funerario, la cuerda se recuperó enrollada sobre sí misma
y sujeta con un grueso cordel de fibra vegetal. Además de
su notable longitud y grosor, otros detalles técnicos de este
artefacto son destacables, tales como la presencia de los
nudos en diferentes sectores del tramo total, sobretodo el
que forma el lazo en uno de sus extremos. Por otra parte,
en un sector de la cuerda y solo por un corto tramo, uno
de los cuatro cordeles que conforman el cordón principal
presenta un hilado moliné (López Campeny 2001a; 2000).
Sin embargo, ninguno de estos atributos tecnológicos
puede considerarse determinante para inferir alguna funcionalidad asociada a esta cuerda de rasgos particulares.
De esta manera, sobre la base de las referencias etnográficas referidas al empleo del “lazo de los difuntos” (“signo”,
“símbolo”, “milagros” o “misterio”), y en tanto no dispongamos de datos adicionales procedentes de otros contextos
comparables, no podemos descartar la posibilidad de una
asociación entre este tipo de artefacto de función ritual y
la extensa cuerda recuperada en el contexto funerario de
PP9 (III). Además, debemos considerar el hecho de que
el contexto funerario ha sido reabierto existiendo, consecuentemente, la posibilidad de que los materiales fueran
reorganizados durante este evento; lo que torna más difícil el plano de las inferencias. Esto es debido a que no es
posible saber con certeza si la cuerda desempeñaba alguna
función específica (por ejemplo amarre del fardo) o se
ubicaba en una posición diferente a la que fue recuperada,
cuando el cuerpo fue originalmente enterrado.
Teniendo presentes las mismas consideraciones previas y apoyándonos en los datos existentes sobre el signi-
ficado asociado a los nudos en piezas textiles funerarias,
destacamos una característica identificada en uno de los
orillos terminales de una posible bolsa funeraria de la
tumba de PP9. La prenda presenta un conjunto de seis
elementos urdimbre que exhiben una longitud mayor
que la que poseen los sectores de borde conservados.
Estos elementos están anudados por un séptimo hilo de
urdimbre y, a continuación, todo este conjunto de hilos
presenta una sucesión de diez medios nudos (half knot)
separados por distancias variables de uno a dos centí-
Figura 4
metros (figura 4b). Este atributo de la prenda no tiene,
aparentemente, vinculación con aspectos funcionales, ni
tampoco se explican como elementos del plano representativo, por su baja visibilidad en el tejido, ya que han sido
elaborados con los mismos elementos que conforman la
estructura textil monocroma. Por lo tanto, descartadas las
posibilidades de una vinculación con funciones tecnológicas o representativas, planteamos la posibilidad de que
estos nudos en la prenda tuvieran alguna relación con el
marco de los significados de tipo rituales, tratándose de
atributos con algún poder o “efectividad” asociados al
evento funerario.
Finalmente, y en esta misma línea interpretativa, mencionamos que el unku o túnica que vestía al cuerpo femenino recuperado en el sitio PP4 presenta rasgos similares.
Se trata del relevamiento de una serie de 4 medios nudos
que exhibe un conjunto de cordeles que se desprenden del
extremo de una costura policroma ubicada en el borde de
la abertura para el cuello (figura 4c).
Cabe aclarar que en ninguno de los casos relevados
pretendemos hacer una analogía directa entre los nudos
rituales confeccionados en prendas como la cuerda de
“milagros”, con los atributos identificados en los texti151
CUADERNOS 21
les de contextos funerarios de Antofagasta de la Sierra.
Sin embargo, no podemos dejar de plantearlo como una
hipótesis a considerar, teniendo en cuenta que se ha documentado esta práctica actual y los significados asociados
a ella. Tratándose de prendas recuperadas en contextos
funerarios y no contando –hasta el momento– con interpretaciones alternativas para explicar la presencia de los
nudos en las prendas y en la cuerda, la dimensión ritual de
estos atributos, y su asociación con alguna creencia vinculada con la nueva etapa por la que atraviesa el difunto,
es una interpretación que no puede descartarse.
LA SUSTANCIA PODEROSA: CABELLO HUMANO, TEXTILES Y
ANTEPASADOS
Podemos plantear que el cabello humano es una materia prima factible de ser empleada –por sus propiedades de
gran resistencia a la tensión– con fines tecnológicos, para la
confección de hilados u otros elementos textiles. Pero, además, consideramos que existen una serie de antecedentes y
referencias que, analizados de manera integrada, permiten
proponer que su empleo puede ser también interpretado
en el marco de otros significados de carácter simbólico.
De los testimonios brindados por hombres y mujeres de la comunidad de Qaqachaka (Oruro, Bolivia) se
desprende un paralelismo muy fuerte entre el acto de
urdir los hilos en el telar y el de tender los cabellos de
una cabeza (Arnold 2000). La autora citada documenta,
además, una marcada relación entre la elaboración de
textiles, el acto de trenzar el cabello humano y los ritos
funerarios. Esta relación se percibe en el testimonio brindado por una mujer de Qaqachaka quien, al referirse a las
piezas arqueológicas que se descubren accidentalmente
comenta: “… los ancestros hacían textiles con los cabellos
mismos, de una manera muy parecida a la que se solía
hacer al trenzar los cabellos de alguien antes de enterrarlo,
en el pasado reciente” (ibíd.: 17). Asimismo, el cabello
como sustancia también está relacionado con el origen de
la tradición textil, ya que numerosos mitos refieren que
los chullpas tenían sus cabellos muy largos, de manera de
poder tejerlos directamente.
La autora comenta que el acto de trenzar los cabellos
es considerado por los miembros de la comunidad referida como una forma de protección contra las fuerzas
sobrenaturales o diabólicas, fin con el que se solía trenzar los cabellos en caso de muerte o de guerra “... al tejer
así con los cabellos ‘se dan fuerzas’ (...) al proteger a uno y
atajar a los males...”. En palabras de Arnold (op. cit.: 18):
“Son estas fuerzas ancestrales que se transmiten a la tejedora mientras ella hace la wawa textil con los cabellos del
muerto…”. De forma similar, el poder asociado al cabello
se plasma en la creencia de que este atesora los pensamientos de una persona, conservando gran parte del
conocimiento, incluso después de haber sido cortado o
de haber muerto su portador. Sobre la base de todas estas
creencias, el pelo humano es considerado una materia
prima muy poderosa, con un alto contenido simbólico y
con el poder de representar a una persona en su ausencia,
incluso después de su muerte, al contener en su materialidad todos sus conocimientos (Arnold 2000).
A todo lo antes mencionado se agregan las numerosas referencias –reproducidas en el discurso y la práctica diaria de las comunidades andinas– relacionadas
con los significados simbólicos vinculados a la “cabeza”
en la topografía del cuerpo humano y sus asociaciones
metafóricas con el mundo político, ritual y sobrenatural
(Gallardo 1993, López et al. 1994).
Finalmente, en apoyo de nuestra línea argumental,
podemos agregar que también existen evidencias arqueológicas del empleo de cabello humano, como elemento
de costura, en prendas textiles recuperadas en contextos
funerarios procedentes de ambas vertientes trasandinas
(cf. Torres y Conklin 1995; Michieli 2000).
El poder de trenzar: costuras de cabello humano en textiles
funerarios de Antofagasta de la Sierra
Sobre la base de la síntesis previamente expuesta
podemos concluir que, de un conjunto de datos, tanto
actuales como arqueológicos, se desprende la existencia
de un cierto poder o eficacia protectora asociado con el
empleo de cabello humano en ciertos contextos de carácter ritual, fundamentalmente de tipo funerarios.
En este marco, destacamos el registro de cordeles de
cabello humano como elementos de costura en piezas
textiles procedentes de los contextos funerarios de los
sitios PP9 y PP4.
En el primer caso, se trata de una tela de forma rectangular y reducidas dimensiones que presenta un complejo
diseño de motivos geométricos, logrados por el empleo
de una técnica de tejido recíproca con dos elementos y
urdimbres divergentes (López Campeny 2000). Este textil presenta dos cordeles de cabello humano, cada uno
próximo a un orillo de urdimbre, los que atraviesan la
tela en forma de puntada corrida simple. Uno de estos
cordeles presenta un nudo en cada extremo; el primero
se une al orillo de trama de la misma pieza y el segundo
sirve de nexo entre esta y un segundo textil identificado
como bolsa funeraria (recordemos que el primero es el
que presenta la serie de nudos en el borde de urdimbre).
La pequeña tela rectangular se destaca, además, por la
gran variabilidad de elementos decorativos que exhibe,
algunos de los cuales representan rasgos únicos en el conjunto de la muestra, como una pequeña cuenta circular
de valva (López Campeny 2000). También en este caso
como en los anteriores analizados, las costuras de cabe152
EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
llo representan elementos superestructurales, por lo que
cobra mayor sustento el argumento de su inclusión en la
pieza textil en un momento posterior a su elaboración –e
incluso a su trayectoria de uso en contextos cotidianos–
vinculándose, de esta manera, con el papel desempeñado
por la prenda en el rito mortuorio. Quizás como “… un
modo de poner la memoria ancestral [de la cabeza y, por
ende, su portador] ahí en el textil…” (Arnold 2000: 17),
representada en los cordeles de cabello humano.
Finalmente, para el contexto funerario de PP4, destacamos que la costura de cierre parcial de la boca de la
bolsa (¿muerte funcional?) –colocada sobre la cabeza de la
mujer inhumada– incluye un cordel de cabello humano,
sujeto entre las puntadas. Recordemos que, como analizamos previamente, el hilo empleado para su realización
presenta torsión zurda. Podemos concluir entonces que,
tres rasgos presentados por esta costura: a) su posición en
la prenda, inutilizando parcialmente un rasgo funcional
que es clave en la pieza como contenedor, b) la dirección
de torsión inversa del hilo empleado para su confección y
c) la inclusión de un cordel de cabello humano entre sus
puntadas; parecen reforzarse mutuamente como atributos de carácter simbólico vinculados con alguna eficacia
particular en relación con las prácticas funerarias.
SOBRE EL FINAL… ENLAZANDO ALGUNAS CONSIDERACIONES
GENERALES
En esta contribución analizamos la participación de
ciertos elementos textiles en aspectos vinculados con
el ritual mortuorio: el hilado de torsión zurda o llok’e,
los nudos rituales y el empleo de cabello humano; que
integran un conjunto de rasgos identificados en piezas
textiles recuperadas en dos contextos funerarios de sitios
arqueológicos de Antofagasta de la Sierra.
El marco interpretativo que proporcionamos –en
relación con la presencia de estos atributos textiles en
prendas arqueológicas– se sostuvo en la importante base
documental existente sobre los particulares contextos de
actuación y los significados asociados a estos elementos,
en numerosas comunidades del área andina. Aunque,
como hemos destacado, en ningún caso pretendemos
hacer uso de la analogía de manera directa, ingenua y
poco cautelosa. Estos datos actuales son usados como un
soporte interpretativo, que agregan elementos para apoyar
la propuesta aquí desarrollada. A esta información actual,
se suman las características inherentes al contexto de
recuperación de los materiales analizados, ya que ambos
conjuntos textiles proceden de depósitos funerarios.
Consideramos que el hecho que, en todos los casos
analizados, se trate de elementos superestructurales
–hilos zurdos unidos a orillos o usados en costuras de
unión; series de nudos agregados, cordeles de cabellos
asociados a puntadas– refuerza la hipótesis de que estos
rasgos textiles fueron añadidos a las prendas posteriormente a su confección original, en el marco específico
de su participación en el ritual funerario. Esto último en
vinculación con las connotaciones particulares asociadas
a su “poder” de protección o esfera “mágica” de acción, en
el ámbito mortuorio.
Creemos que es importante destacar que el carácter
material de los atributos relevados propone una línea de
análisis posible de abordar desde la arqueología. Asimismo,
la distancia cronológica planteada entre ambos contextos
de recuperación de las prendas (que de acuerdo con la
nota 1 sería de ca. cien años), integrada a la información
actual disponible para Antofagasta de la Sierra, nos permite proponer una persistencia temporal de estos atributos
textiles, vinculada con su eficacia en el plano mágico-ritual,
en el marco de prácticas funerarias de las poblaciones agropastoriles de la puna meridional argentina.
En los Andes, el papel regenerador y vital, asociado a
la fertilización o procreación de las nuevas wawas (tanto
humanas, animales, como semillas) se asocia a numerosos aspectos de los textiles y a las tejedoras mismas
(Arnold 2000; López et al. 1994; Platt 2001; Cases 2003,
entre otros). En esta misma línea de relaciones significantes, un poder fecundador similar se asocia también con
el renacimiento experimentado por el muerto hacia una
nueva forma de vida, o a través de su transformación en
un nuevo ser vivo. Es en este marco que se comprende, un
poco más, la relevante participación de diferentes elementos textiles en los ritos funerarios del mundo andino.
AGRADECIMIENTOS
A Diana Rolandi de Perrot, por abrir una puerta que
me permitió introducirme en el complejo universo ritual
de los textiles andinos, por todo el afecto y enseñanzas
recibidas. Y si de textiles se trata… a quienes me brindaron, en diversas oportunidades, su vasto conocimiento y
valiosa amistad: Carole Sinclaire, Susana Renard, Carolina Agüero y Soledad Hoces, ¡gracias a todas ellas! A
Andrés Romano, Álvaro Martel y Carolina Somonte por
la lectura del trabajo y sus oportunas sugerencias, aunque
todo lo expresado es de mi exclusiva responsabilidad. Las
investigaciones en Antofagasta de la Sierra se desarrollaron con el apoyo de proyectos subsidiados por CONICET,
ANPCyT, CIUNT y una Beca Doctoral otorgada por el
CONICET, todos dirigidos por el Lic. Carlos Aschero, a
quien agradezco su permanente apoyo y estímulo.
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ISSN 0570-8346
UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN.
SOBRE LA COMPLEMENTARIEDAD DEL PENSAMIENTO IMAGINATIVO/PROPOSICIONAL EN EL
CONTEXTO DE LA ESCOLARIZACIÓN EN COMUNIDADES ABORÍGENES TOBA
Fernando M. Lynch*
RESUMEN
Con los resultados de una investigación sobre escolarización en comunidades aborígenes toba de la provincia de
Formosa, se elabora una figura conceptual, la tautología. Se examinan cuatro dimensiones de la vida social en torno
a los consiguientes factores etnográficos: 1) ecológica; 2) formativa; 3) lingüística y 4) tecnológica. La significación
correlativa de las variables analizadas promueve una consideración correspondiente de la dimensión del pensamiento
en términos de la complementariedad cognoscitiva imaginativo/proposicional.
PALABRAS CLAVE
Tautología - escolarización - pensamiento imaginativo proposicional
ABSTRACT
On the basis of the results of an anthropological investigation on the schooling in native communities toba of the
province of Formosa, I elaborate a conceptual figure, the tautology, that makes it possible to articulate the descriptive
and explanatory levels of the subject under investigation. I examine four dimensions of social life, around the following
ethnographic factors: 1) ecological; 2) formative; 3) linguistic and 4) technological. The correlation of the variables
analyzed promotes a consideration of the dimension of the thought in terms of the imaginative/proposicional cognoscitive complementariness. I finish by formulating a critical projection of the sense of the asymmetry refered between
the imaginative and the propositional in the respective ways of life aborigines and western.
KEY WORDS
Tautology - socialization - schooling - thought imaginative proposicional
INTRODUCCIÓN
Un interés tradicional de reflexión etnológica sobre el
material etnográfico ha sido el de intentar reconstruir las
condiciones primigenias de la propia existencia humana:
la mentada búsqueda de nuestros orígenes. Lo cual daba
naturalmente por supuesto que la vida social de las
comunidades aborígenes bajo examen venía a ser una fiel
representación de un nivel evolutivo inferior, conocido
de acuerdo con esta perspectiva en la terminología clásica
como “salvajismo”, o bien, designando a los actualmente
llamados “pueblos originarios” en términos de “nuestros
contemporáneos primitivos”. En razón del apercibimiento
de la preconcepción etnocéntrica sobre la que se fundaba,
esta visión evolucionista de la vida social humana ha sido
seriamente puesta en tela de juicio. No obstante, la misma
se mantiene aun presente en gran medida en varias teorizaciones antropológicas actuales –así como en el “sentido común” de la mayoría de la población “civilizada”–.
∗ Sección de Etnología y Etnografía, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, fernlync@
yahoo.com.ar
Dentro de esta perspectiva, el criterio de “medida” de
“evolución sociocultural” (subyaciendo al concepto de
evolución la noción de progreso), se define en función
del grado de desarrollo tecnológico producido en cada
sociedad. De donde la inferioridad de “ellos” es entonces
indudable (como lo atestigua, por ejemplo, la ausencia en
tales sociedades de la tecnología de la escritura).
En lo que se refiere a nuestro caso, la elaboración de una
figura conceptual, la tautología, referida al tema de la formación educativa a partir del examen etnográfico del problemático caso de la escolarización en comunidades toba
de la provincia de Formosa, nos guiaremos por un interés
inverso al anterior. Lo que no quiere decir que nos dejemos
llevar por el antitético prejuicio “altercéntrico” según el
cual ellos serían en realidad “superiores” a nosotros (preconcepción entonces “primitivista” o “exotista” consonante
con el famoso mito del buen salvaje). La inversión aludida
se refiere a que nuestro interés por la alteridad étnica en
cuestión no se orientará pues hacia la reconstrucción de un
hipotético pasado de la especie humana (ordenadamente
desarrollado desde lo inferior hacia lo superior), sino hacia
la elaboración de un proyecto concebido en función de
157
CUADERNOS 21
las transformaciones que, en lo relativo en particular a la
instancia formativa, se están produciendo en la actualidad
respecto al porvenir de nuestra propia sociedad (lo cual,
dadas las condiciones intersocietales que signan la relación
entre ambas, global “una” y local la “otra”, no puede dejar
de afectar a esta otra sociedad).
En tal sentido, la consideración etnológica de este caso
etnográfico en particular no viene a ser otra cosa que una
fuente de inspiración para poder llegar a desarrollar una
reflexión antropológica general sobre las condiciones de
nuestro propio sistema educativo. Y ello debido precisamente a que es en la confrontación de las dos modalidades de enculturación puestas en contacto en este contexto
interétnico donde, en función de la significativa disparidad en lo que hace a los respectivos modos de promover
la formación humana, se ponen de relieve consecuencias
bien definidas en lo relativo a la misma constitución del
1
proceso del pensamiento .
LINEAMIENTOS TEÓRICO-METODOLÓGICOS
La noción de tautología tiene un doble sentido. En su
origen fue una figura retórica tendiente a la reiteración de
un mismo argumento bajo diversos modos. Tal sentido es
el que subyace a la formulación epistemológica de Bateson
(1979: 73-80), quien en su propuesta metodológica de una
“doble descripción” define a la tautología como el modo
de articular las instancias investigativas de la descripción
y la explicación científicas. En nuestro caso el argumento
en cuestión se refiere a un tema general, el crítico estado
actual de la formación educativa, el cual enfocaremos sobre
la base del examen de una problemática particular, a saber,
la introducción de la escolarización en comunidades abo2
rígenes toba . Siendo pues nuestro objeto de estudio concebible en términos de la instancia formativa en contexto
intercultural, su aproximación metodológica correlativa se
orienta a constituirlo, de acuerdo con la formulación batesoneana, a través de un ejercicio de reciprocidad de perspectivas. Se trata entonces de enfocar nuestro objeto desde un
1
2
Una introducción psicológica a las complejas relaciones entre
cultura y pensamiento, donde se entrelazan dentro de un proceso histórico la percepción, el lenguaje, la memoria, la clasificación y la resolución de problemas, se encuentra en Cole &
Scribner (1974). Una propuesta metodológica referida a estudios comparativos sobre la relación entre cognición y cultura
puede verse en Cole & Means (1981).
Gracias a una Beca de Estudiante otorgada por la Universidad de Buenos Aires, entre 1988 y 1990 realicé varios trabajos
de campo en las comunidades toba Nachiñamolék de Vaca
Perdida y La Rinconada, unos sesenta kilómetros al norte de
Ingeniero Juárez (oeste de Formosa). El presente artículo es
una relectura posterior de los resultados alcanzados en aquella ocasión dentro del marco de su articulación tautológica.
doble ángulo: a) la modalidad específicamente aborigen de
socialización infantil por su lado, y b) la concepción típicamente occidental de en qué consiste la educación propiamente dicha por el nuestro. La significancia paradigmática
de la toma en conjunto de ambas modalidades formativas
está dada por el hecho de que, dentro del contexto etnológico de referencia, cada una viene a representar el tipo
extremo de un continuo, oponiéndose las dos en forma
prácticamente antitéthica.
El presente análisis se centra en cuatro dimensiones
de la vida social a través de las cuales se han puesto de
relieve las diferencias significativas del caso: I) Ecológica,
donde el contraste se manifiesta entre un (antaño) modo
de vida nómade y uno ya sedentarizado. II) Formativa,
según la cual sobresale la contraposición entre, por un
lado, una socialización infantil permisiva y otra severa;
y por otro lado, el valor respectivo asignado al ejemplo
y la imitación en el mundo aborigen y el otorgado a la
instrucción explícita en el nuestro. III) Lingüística, donde
la clave está dada por los respectivos énfasis sobre los
aspectos espaciales o temporales propios de las formas
gramaticales de ambas lenguas en sus modos de enfocar
la relación con los objetos a los que se hace referencia.
IV) Tecnológica –aplicada a la palabra–, de acuerdo con
la cual la diferencia significativa es la que existe entre un
universo de la oralidad por el lado aborigen y uno de la
escritura por nuestro lado ya altamente alfabetizado.
La significación correlativa de estas cuatro dimensiones culturales nos señala en un sentido convergente hacia
la necesidad de prestar suma atención a la asimetría consignada entre las dos modalidades de la formación humana en
este caso interrelacionadas; en particular en lo referente a
la inversión jerárquica observada entre estas dos configuraciones sociales respecto a la importancia relativa asignada
en la instancia enculturativa a cada una de las dos dimensiones cognoscitivas que actualmente sabemos conforman
3
en su totalidad el proceso del pensamiento . Puede decirse
incluso que en ambas sociedades una de esas dimensiones ha sido de algún modo sobrestimada en detrimento
de una suerte de “descuido” de la otra. La argumentación
en ciernes, pues, apunta en primera instancia a poner de
manifiesto las consecuencias cognoscitivas del notable antagonismo consignado entre las dos modalidades socializantes encontradas, y, en consonancia con ello, destacar la
significación crítica que tal contraposición etnológica tiene
para el examen del propio sistema educativo global.
3
158
Una discusión general sobre la naturaleza de la mente puede
consultarse en Miller (1983) y en Hischfeld y Gelman (2002).
Una discusión particular sobre la emergencia de la ciencia
cognitiva y la relevancia de la formulación de modelos mentales puede verse en Jonson-Laird (1981).
UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN
Contextualización cultural del objeto de estudio
El sentido de la comparación etnológica entre ambas
sociedades es aprehensible en términos de una conceptualización semiótica de sus respectivas inclinaciones culturales. De acuerdo con esta dimensión de la vida social
subrayada por Lotman (1979: 75-76), la de la relación del
signo con la signicidad, son distinguibles dos tipos semióticos de cultura. Uno es el de la cultura “gramaticalizada”,
cuya orientación semiótica es hacia el contenido del signo,
presuponiéndose consonantemente una relación arbitraria respecto a su expresión. El otro tipo es el de la cultura
“textualizada”, la que se orienta en sentido inverso hacia
la expresión, dándose por sentado una relación necesaria
entre significante y significado. Ahora bien, mientras desde
un punto de vista estructural, de acuerdo con la dominancia del modelo lingüísitico dentro de este paradigma –“sistema modelizante primario”–, la cultura es un sistema de
signos, desde un ángulo procesual la cultura es la memoria
de la colectividad, esto es, el conjunto de la información circulante en una sociedad que se transmite –y en un sentido
específico, se retransmite– de generación en generación. La
diferencia clave entre estos dos tipos está precisamente en
sus respectivos modos de reproducción del sistema social.
En tanto el primero lo hace a través de la enseñanza de las
reglas que subtienden los intercambios, el segundo lo realiza por medio de la exposición expresa de los mensajes circulantes. Lotman ilustra esta diferencia con la dada entre el
aprendizaje de una lengua materna y una segunda lengua.
Mientras para esta última nos es imprescindible atender a
la gramática, para la primera en cambio nos es suficiente el
contacto directo con los “textos” de la misma.
Una diferencia fundamental entre la sociedad aborigen y la occidental es la concerniente a la ausencia o
presencia de escritura. De allí que, en consonancia con
la clasificación culturológica de Hall (1976) en culturas
de contexto alto y bajo –homóloga a la citada de Lotman–, sea terminológicamente más afin a nuestro caso
designar como cultura “contextualizada” a la propia de
las sociedades ágrafas, y “textualizada” la de civilizaciones
ya letradas. Después de todo es precisamente la posibilidad de registrar el saber por escrito el prerrequisito para
la institucionalización de un modo de formación escolar.
En el caso de la cultura contextualizada lo que importa es
el ejemplo substantivo, aquello que se transmite en forma
implícita, pues presupone continuidad entre la expresión
y su comprensión. En cambio en la cultura textualizada
priman las consideraciones formales, la atención a las
reglas, a lo dictaminado explícitamente: el vínculo significante/significado es discontinuo, está pues mediatizado
por su correcta interpretación. En síntesis, mientras el primer tipo cultural se orienta hacia la verdad del mensaje, el
segundo lo hace hacia la validez de su codificación.
Hipótesis a examinar
En concordancia con esta contraposición semiótica se
pone de relieve la singularidad cultural del antagonismo
consignado en relación a los diversos sentidos en que es
dable encaminar el mismo proceso de aprendizaje social.
Lo cual, dentro de un contexto histórico de largo alcance,
lleva implícita la posibilidad de especializaciones divergentes en lo que hace a la misma dualidad hemisférica del
cerebro. Sobre la base de numerosos estudios científicos
ha sido establecida la constitución en esencia dual de los
procesos cognoscitivos en función de la complementariedad que en el plano físico corresponde a la distinción entre
los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro (Gardner
1985, 1987, Springer y Deutsch 1981, Wilden, 1987). En
el contexto de nuestra discusión semejante dualidad es
definible en términos de la complementariedad entre el
pensamiento proposicional (operaciones del hemisferio
izquierdo: verbal, lineal, lógico-matemático, digital) y el
pensamiento imaginativo (operaciones del hemisferio
derecho: visual, global, musical, analógico).
De acuerdo con una consideración tipológica de los
datos etnográficos, la significación de los factores encontrados nomadismo-sedentarización, socialización infantil
permisiva-severa, educación por imitación-instrucción,
focalización lingüística, oralidad-escritura, convergen
en avalar la hipótesis formulada en principio por Berry
(1966, 1971) acerca de la especialización cognoscitiva
divergente de los miembros de sociedades recolectorascazadoras y sociedades agrícolas –en nuestro caso agrícolo-industriales– en tanto enfatizan de modo inverso los
polos de la dualidad imaginativo-proposicional del pensamiento. Se plantea entonces el interrogante acerca de
hasta qué punto la focalización educativa en el área de
lo proposicional –números y letras en cuanto a elementos básicos de razonamiento, formulación lógica sobre la
base de silogismos categóricos y una alta valoración de los
discursos filosóficos, políticos, periodísticos, científicos y
religiosos–, y por ende descuido de lo imaginativo, no
está en correspondencia con la subestimación de que son
objeto determinadas actividades en lo que a formación
educativa se refieren –según los “supuestos antiestéticos”
que, al decir de Bateson (1979: 192) orientan la educación
formal–. Siendo semejante “descuido imaginativo” no
otra cosa que la contracara del enorme poder de atracción de las imágenes que ofrece el mercado mediático, en
detrimento naturalmente de la inclinación por otro tipo
de imágenes, no solo visuales sino sobre todo acústicas
–literarias, poéticas, musicales, míticas, etcétera–.
DESCRIPCIÓN DE LOS DATOS
Dentro de la región chaqueña, los grupos Qom de la
provincia de Formosa incluyen a los toba del Este (qom
159
CUADERNOS 21
lék), a los pilagá del Centro (qom pí) y a los toba del Oeste
(naciñamolék). Pertenecientes a la familia lingüística
Guaycurú, han constituido históricamente bandas flexibles de cazadores-recolectoras. Habiendo comenzado a
tener solo a principios del siglo XX contactos frecuentes
con instituciones de la sociedad blanca, han sido concretamente incorporados al estado nacional alrededor de la
década del 30 (consecuencia directa de la “campaña del
desierto” norteña).
I) Dimensión ecológica: nomadismo/sedentarización.
Un interés plausible de investigación antropológica es el
de conocer cómo es la vida de grupos humanos que no
han producido una transformación notable del entorno en
el que viven. No son ni ecologistas ni ecólogos; son, por
carecer de medios –así como de una ideología– de explotación de la naturaleza, simplemente eco-lógicos. El modo
de vida de las sociedades toba de recolectoras y cazadores
era el típico de las bandas nómades de la región chaqueña
que deambulaban continuamente en búsqueda de mejores
perspectivas para la obtención de recursos. Su vida social,
pues, estaba signada por el movimiento –no por la “movilidad social”, puesto que ante la ausencia de divisiones por
clase no había muchas posibilidades en juego–.
El dato etnográfico pertinente es, dentro de las actuales condiciones de semi-sedentarismo de las comunidades
aborígenes visitadas, tanto el problema de los viajes familiares relativamente frecuentes –causa general de ausencia
al dictado de clases–, como el de los paseos personales “en
el momento menos indicado” –cuestión particular de la
deserción escolar, permitida justamente por su relajada
actitud socializante, así como consecuencia lógica de no
disponer de “modelos” del propio grupo que den el “ejemplo” correspondiente; según el testimonio de los maestros,
los mismos padres no se preocupan por “mandar” a sus
hijos a la escuela–. En tal sentido, la tendencia hacia una
vida nómade va naturalmente en contra de una de las exigencias clave del sistema educativo: la asistencia regular y el
cumplimiento estricto de horarios de clase –características
ambas que hablan de la rigidez propia de este modelo frente
a la flexibilidad de la socialización infantil aborigen–.
El dato etnológico relevante es el referido a la incidencia
del modo de vida signado por la movilidad física en la conformación de lo que podría llamarse su “estilo cognitivo”.
A este respecto es ampliamente conocida la especialización
de los miembros de estos grupos en el conocimiento geográfico del medio en el que se desenvuelven, y, concomitante con ello, el notable desarrollo de una gran capacidad
de orientación espacial (Gardner 1983, Hallpike 1979).
II) Dimensión formativa: permisividad/severidad-imitación/instrucción. De acuerdo con lo afirmado por los maestros, una de las razones de inasistencia a las clases de los
niños toba es justamente la falta de control de los padres
sobre sus hijos. Según sus dichos la “norma” es dejar optar
a los propios educandos sobre asistir o no a la escuela, lo
que no pocas veces provoca que se ausenten por cualquier
motivo. Precondición pues del fomento de su autonomía
personal, esta “falta de control” de los niños desde su tierna
infancia se extiende también hacia una actitud de mínima
exigencia respecto al cumplimiento de los deberes escolares. La diferencia fundamental en este contexto es pues la
establecida entre la modalidad permisiva de socialización
infantil propia de los toba –común en general a todos los
cazadores-recolectores– y la moderna formación educativa
de índole más bien severa que se imparte en las escuelas.
Esta diferencia nos brinda una información signada por la
negatividad esencial: entre los grupos aborígenes la enculturación primaria se desarrolla, en principio al menos, sin
el auxilio de la comunicación verbal. Confiando de algún
modo en la cualidad regenerativa de la cultura por mimesis,
prima pues el ejemplo. En suma, el aprendizaje primario
se produce según un proceso de imitación de los mayores
por los menores en donde en principio no tienen cabida las
indicaciones verbales.
Nuestra cultura, aunque no deja de participar de la
misma actitud socializante, enfatiza por el contrario el
valor de la instrucción orientada hacia un propósito determinado. Por cuanto es indispensable la explicitación de
mensajes que expresen semejante fin. De donde se deriva,
en principio, una correlación entre permisividad y socialización silente por un lado, y rigurosidad y empleo de la
palabra por el otro. En este nivel comunicativo que se establece entre padres e hijos, signado pues por una consideración jerárquica ineludible –cuidado y dominio del niño
son aquí sinónimos–, la presencia misma de la palabra
(dirigida para indicar una conducta adecuada) expresaría
de por sí un mandato. De allí que, fieles a su intención de
tratar permisivamente a los pequeños, los miembros de
estas sociedades prefieran callar, y, en semejantes condiciones silenciosas, ordenar el flujo humano a través de gestos.
Como dice el famoso dicho oriental, “una imagen vale por
mil palabras”, o bien, por mil proposiciones.
Esto a su vez es relacionable con otra cuestión, de índole
más bien conflictiva: la facultad específica del lenguaje de
falsear la información con conciencia de su falseamiento.
Teniendo en cuenta pues la posibilidad de dar indicaciones que no se correspondan con la intención expresa que
las animaría, la socialización primaria silente logra evitar
cualquier mal entendido al respecto. Para no engañar en
tal sentido a los “todavía inocentes pequeños”, se prefiere
pues no decirles nada sobre lo que deberían hacer, sino
dejar que meramente imiten los ejemplos pertinentes. Se
trataría de esas cosas en alto grado significativas que se
aprenden por sí mismas. Como, por ejemplo, según nos
muestra Bateson (1972: 205-222) a través de la observa160
UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN
ción de la interacción animal, se aprenden jugando –siempre a condición, naturalmente, de estar transmitiendo la
metaseñal “esto es juego”–. Pero, también, como es dable
observar en dos gatos que juegan, “esto es una lucha”. Lo
que nos trea a colación el problemático lugar de la palabra
en las agresiones interpersonales. En su reflexión sobre la
conflictiva temática antropológica “nosotros y los demás”,
Leach (1986) sugiere que el alto grado de violencia que
caracteriza a la especie humana en relación a las demás
especies animales es precisamente deudora de las potencialidades comunicativas de (des)calificación inherentes
al intercambio verbal.
Por otro lado, señala Kleinfeld (1973) que, tal como ha
observado entre los esquimales, al tratar al niño con indulgencia las prácticas permisivas fomentan la independencia
y la creatividad, lo que según sugieren ciertos estudios conduce a un alto desarrollo de las orientaciones espaciales.
Uno de ellos es el realizado sobre “estilos cognitivos” por
Witkin y Goodenough (1981), a través del cual se ha constatado que la rigidez en la socialización está asociada en
gran diversidad de culturas a la “dependencia de campo
externo” del niño. Lo que a su vez confirmaría la hipótesis
según la cual las prácticas formativas que alientan el funcionamiento autónomo de los niños promueven el desarrollo
general de la diferenciación y, en forma más particular, el
estilo cognitivo denominado “independencia de campo”. En
contraste con el anterior, en el que el sujeto se basa en el
campo exterior para establecer la verticalidad, en este caso
el fundamento lo ofrece el propio cuerpo del niño.
III) Dimensión lingüística: locación/dirección. Exceptuando a los más ancianos, a los más pequeños y a muchas
de las mujeres de cierta edad, los miembros de las comunidades Qom visitadas son casi todos bilingües. Sin embargo,
su dominio del castellano es en general bastante limitado.
De ahí que su competencia en las clases se vea seriamente
dificultada (aunque no, según sañalara más de un docente,
en el área relativa a los dominios gráfico y aritmético).
Viene al caso señalar que, en consonancia con los planteos
clásicos de Sapir (1921) y Whorf (1967), las diferencias lingüísticas entre ambos grupos se corresponderían con diferencias en los propios modos de enfocar el pensamiento. Es
pertinente precisar que un decidido crítico del relativismo
whorfiano, Lenneberg (1967: 374-5), no deja empero de
reconocer que, dentro del dinamismo que caracteriza la
relación lenguaje/cognición, existe libertad dentro de ciertos límites para la subcategorización semántica. Lo que nos
habla de notables diferencias entre las lenguas respecto a
dirigir la atención a un aspecto del objeto, así como a enfocar
la relación entre el hablante y el objeto.
De acuerdo con los estudios etnolingüísticos de
Harriet Klein (1981: 227) entre los toba de nuestra región
chaqueña –concordantes en esto con los de Kleinfeld
(1973) sobre los esquimales–, la diferencia gramatical
característica entre estos idiomas nativos y el castellano
–así como con el inglés, pertenecientes ambos a la categoría “standard europea” acuñada por Whorf– es su énfasis superlativo sobre la dimensión espacial en la que se
encuentran los objetos a los que se hace referencia. Esta
dimensión es representada por las categorías obligatorias
en la morfología que indican dirección, locación y posición de los participantes del evento hablado. Léxicamente
estas nociones aparecen en gran número de verbos de
movimiento. Además las formas lexicales y los elementos
morfológicos señalan redundantemente esos conceptos.
De acuerdo con Klein (1981: 234-235) hay en el toba
un muy alto nivel de subcategorización semántica por
movimiento, locación y dirección de movimiento; una o
más de estas categorías es reiterada en cada aspecto de
la gramática, incluyendo la morfología, la sintaxis y la
semántica. De allí que sería imposible evitar su expresión
en el discurso hablado, por cuanto, en consonancia con lo
sugerido por Kleinfeld para el caso esquimal, los hablantes del toba pondrían mayor atención a lo referente a la
orientación espacial. Consigna Klein que, no teniendo
esta tendencia la misma importancia en las lenguas indoeuropeas, sí es propia de otros idiomas amerindios.
IV) Dimensión tecnológica: oralidad/escritura. Desde
el ángulo de las tecnologías de la palabra, la distinción
sociolingüística significativa es la dada entre los dos
modos históricos de su comunicación expresa: la oral
propia de las comunidades primitivas, y la ya escrita presente en nuestras sociedades modernas. En este punto
es pertinente la argumentación de Goody (1977: 19-22)
sobre la “domesticación del pensamiento salvaje”, según
la cual, de acuerdo con el criterio comunicativo que pone
de relieve, la diferencia esencial entre lo “primitivo” o
“arcaico” y lo “moderno” o “civilizado” está en la presencia
4
de la escritura en el segundo caso . Señala Goody (1977:
36-37) que si bien convencionalmente se considera que lo
único que hace la escritura es dar una forma permanente
al habla, solo por esta transformación las comunicaciones
se alteran significativamente en el tiempo y en el espacio,
ya que la materialización del habla en lo escrito lo hace
susceptible de ser inspeccionado, manipulado y reordenado en una gran variedad de formas.
En las sociedades ágrafas, a falta de registros expresos
de información, como señala por su parte Ong (1982:
12), más allá de lo mucho que aprendan y conozcan,
4
161
Según la “lección de escritura” tomada de un líder nambikwara por Lévi-Strauss (1975), falta en estas sociedades el
origen de nuestros malestares sociales; los cuales son para este
autor consecuencia directa del control organizativo que posibilita semejante modo de registrar la información.
CUADERNOS 21
literalmente no se estudia. De allí un universo cognoscitivo y comunicativo por completo diferente al nuestro.
A diferencia pues de las socieddes de la “oralidad secundaria” ya condicionadas por la escritura –en especial a
través de su difusión por la imprenta–, en las sociedades
de la “oralidad primaria”, si bien se aprende por diversos
medios de todo lo que ven, oyen y perciben en general
de su entorno tanto físico como social, participando así
de la sabiduría de diversos géneros discursivos: proverbios, refranes, cuentos, adivinanzas, relatos de historias,
etc., no se cultiva el saber mediante el estudio en sentido
estricto. Hay que tener en cuenta que la escritura no es un
simple traspaso de un mismo sistema de representación
de su forma oral/auditiva a otra visual/gráfica, sino que,
como sugiere Ong (1982: 18) recurriendo a la terminología de Lotman, es un verdadero “sistema de modelización
secundario”. Esto quiere decir que si bien depende de la
lengua oral para su existencia –“sistema de modelización
primario”–, la escritura tiene sus propios modos de organización –así como sus específicos modos de producción
y consumo– que la distinguen de la lengua natural tanto
en sus aspectos formales como funcionales.
Teniendo esto en cuenta, según señala Goody (1977:
47-55, 61-62), la presencia misma de la escritura altera en
modos muy particulares la naturaleza misma del lenguaje
puramente oral. Por un lado se produce una descontextualización que separa lo escrito de la situación viva en
que se realiza cualquier diálogo, cuyo punto culminante
lo constituyen los sistemas de enseñanza formales basados
en la alfabetización. Por el otro lado, el almacenamiento de
lo escrito hace posible un tipo de inspección que permite
un reordenamiento mucho más preciso, tanto de frases
como de palabras, que posibilitan un grado de sistematización impracticable si no es por su intermedio. Examina en tal sentido Goody (1977: 95-96, 119-121) el caso
de las listas y muestra cómo una compilación realizada
con las mismas transforma la índole de la clasificación,
la cual, de compleja y asistemática pasa a ser taxonómica,
exhaustiva y organizada jerárquicamente. En un trabajo
anterior con Watt había sugerido Goody (1977: 21) que
la lógica, “nuestra lógica” en el sentido de procedimientos
analíticos que establecen determinados tipos específicos
de relaciones entre conceptos, pareciera ser una función
de la escritura, ya que es el asentamiento del habla lo que
capacita claramente al sujeto humano para separar palabras, manipular su orden y desarrollar formas silogísticas
de razonamiento En la medida que la objetivación del
habla por la escritura factibiliza semejante explotación
discursiva, se generan así las condiciones para la emergencia tanto de la lógica como de la filosofía misma. La
lógica simbólica y el álgebra son en verdad inconcebibles
sin la existencia previa de la escritura, puesto que es la
formalización de las proposiciones, abstraídas del flujo
del habla e impresas en letras o números, lo que conduce
al silogismo. Así, en razón de la factibilidad que brinda
para el registro e inspección de la información, las consecuencias cognoscitivas de la tecnología de la escritura no
serían otras que la posibilidad de aprehensión del razonamiento lógico-proposicional.
Por su parte, las investigaciones sobre la influencia de
la escolarización en la “adquisición” del sentido netamente
formal del silogismo categórico llevadas a cabo por Scribner y Cole (1981) muestran que el proceso de alfabetización, al producir una progresiva descontextualización de
los instrumentos de mediación, favorece un uso de los signos lingüísiticos de una forma cada vez menos dependiente
de las situaciones en que se utilizan. No obstante, señalan
que tal aprendizaje es indisociable del proceso más general
de escolarización en el que tiene lugar, no siendo además
sus efectos de carácter permanente, sino que dependen de
una ejercitación continuada en situaciones que lo estimulen. Al respecto en su estudio sobre la relación entre “tradición oral” y “tradición escrita”, Brice Heath (1984: 44-45)
subraya la importancia de oportunidades para el empleo
oral de los conocimientos obtenidos mediante la alfabetización. Comenta en ese sentido el hecho de que diversos
estudios sobre alfabetización han mostrado que cuando no
se materializaban las promesas implicadas en la puesta en
práctica de esta innovación social, los individuos abandonaban las competencias adquiridas.
Señala también Brice Heath (1984: 51-57) las dificultades por parte de los miembros de un grupo étnico mexicano para aceptar la separación de la forma y el contenido
lingüístico, por lo que, en vez de los métodos usuales de
enseñanza, hubo de recurrirse a la utilización como materiales de lectura de breves narraciones conectadas entre sí
y basadas en la vida diaria del grupo. Retomando a Goody
sobre el cambio implicado en el paso de las formas orales
a las escritas en la concepción misma del conocimiento,
Brice Heath (1984: 53-54) sostiene que este deja de ser
un cuerpo constante de información susceptible de ser
aprendido mediante la comunicación con otros interlocutores (incluido el mundo de los espíritus), para pasar a
consistir en una base ilimitada de información que se elabora en todo momento y se adquiere en etapas sucesivas.
Hay que tener en cuenta en fin que la diferencia de concepciones implica nuevos modos de transmisión, donde
la previa confianza en las respuestas directas es sustituida
por la formalización del aprendizaje.
En suma puede decirse que, al ofrecer la posibilidad de
transcribir el relato de determinados acontecimientos, la
escritura da lugar al nacimiento de la “historia” en sentido
objetivo (vale decir, de la historiografía, el estudio de la
historia humana). Los pueblos “sin escritura” son, en ese
162
UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN
5
sentido, pueblos “sin historia” . Lo cual, además, guarda
correlación con la diferencia entre una conciencia llamada
“mitológica” y otra signada por una fundamentación
racional de sus asertos que da lugar a una consideración ya
“histórica” en sentido estricto del devenir humano.
DIMENSIÓN ETNO-PSICOLÓGICA
De acuerdo con el legado lingüístico-cognoscitivo
que nos llega de la antigüedad griega, cuna de la especulación filosófica de Occidente, no podemos dejar de
prestar una particular atención a la dimensión psicológica del pensamiento. Desde este ángulo, los toba
pueden ser concebidos o bien como “prelógicos” a lo
6
Lévy-Bruhl, “preoperatorios” a lo Piaget ; o bien, desde
la perspectiva opuesta, imbuida ya de misticismo hindú,
romanticismo europeo o bien simple exotismo, como
7
“supralógicos” .
Veamos al respecto un ejemplo antropológico concreto relativo a datos etnográficos sobre “prelogismo”. Se
trata de una investigación desarrollada en el barrio de
Villa Banana en las proximidades de la ciudad de Rosario con miembros de la misma etnía qom. Analizando
las relaciones entre “lengua, sociedad, cultura y percepción desde una perspectiva histórico-crítica”, Vázquez y
Bigot (1987: 22) aplicaron a una informante aborigen
la prueba de los silogismos (“eminentemente ligada a
la lógica aristotélica y por lo tanto a las lenguas indoeuropeas”) con el propósito de “indagar si el modo de
correlación lógica operante en ella se adaptaba o no a la
estructuración del silogismo”. Transcribimos las pruebas y sus respectivas respuestas:
A) En los montes hay liebres
En las ciudades no hay montes
En las ciudades ¿hay liebres?
5
6
7
No por supuesto en el eurocéntrico sentido hegeliano, según
el cual, en la medida en que “todavía” no giran en la órbita
de las grandes metrópolis, estos pueblos estarían entonces
“fuera” de la Historia.
Una suerte de “síntesis” de ambos planteos ha sido desarrollada por Hallpike (1979) en sus Fundamentos de Pensamiento Primitivo.
De hecho esta última es más o menos la consecuencia de las
tesis de Whorf: ellos, los hablantes de lenguas aborígenes,
como la hopi sobre la que trabajara este autor, de acuerdo con
los cánones de la ciencia de la cual la física es su rama más
avanzada, estarían conceptualmente mejor preparados para
comprender los misterios últimos del cosmos. En particular,
gracias a la intuición lingüística de la oposición complementaria entre partícula y campo, noción fundamental dentro del
dominio de la física subatómica, así como de la conjunción
espacio-temporal en la teoría de la relatividad (es significativo
que el propio Einstein señalara que pensaba en imágenes).
“Sí, en el zoológico donde venden pájaros. Hay liebres
blancas.
Puede haber si la cazan y la traen”.
B) En el Chaco hace calor y crece bien el algodón
En el Sur hace frío
¿Crece el algodón en el Sur
“No sé, puede que sí. No estuve en el Sur”.
C) Donde hay nieve los osos son blancos
En el Polo Sur hay nieve
¿De qué color son los osos en el Polo Sur?
“Negros y marroncitos”.
Comentan los autores: “Se trata de los osos que conoce.
La referencia a la experiencia personal es clara y notoria”
(pp. 22-23). Concluyen pues que, “tanto en el caso de los
hombres como en el de las mujeres, sin diferenciación de
edad, existe una marcada tendencia al desconocimiento
de la estructura lógica del silogismo y a la percepción de
las premisas como juicios aislados sin conexión entre sí.
Parecería que el razonamiento está construido en función
de la lengua... En todos los casos predomina la referencia
a la experiencia personal y la negativa a sacar conclusiones lógicas del silogismo”; lo cual, en condordancia con
los resultados obtenidos en las pruebas de denominación
de figuras geométricas y de denominación y clasificación
de colores, mostraría la tendencia a lo que que llaman el
“pensamiento objetal” –sucedáneo del pensamiento prelógico de Lévy-Bruhl y del preoperatorio de Piaget– que
caracterizaría a los miembros de este grupo étnico (Vázquez y Bigot 1987: 26-7).
Sin embargo, cabe objetar que, desde un punto de vista
estrictamente lógico, las respuestas dadas en los casos A
y B son inobjetables. En el primero, la afirmación de la
premisa inicial “en los montes hay liebres” no implica en
forma necesaria la negación de que las haya en otros lugares (falta explicitar el carácter universal de toda premisa
mayor: “solo en los...”, o bien, “...están todas las...”), por lo
que responder que también son encontrables en las ciudades no es inexacto. En el segundo es aun más evidente
la misma cuestión, ya que sostener que “en el Chaco hace
calor y crece bien el algodón” tampoco implica necesariamente que tal planta no pueda crecer donde haga frío, aun
cuando allí “creciere mal”. No obstante ello, tienen razón
los autores en que, en todos los casos, “la referencia a la
experiencia personal es clara”. Lo problemático radica en
que tal tipo de contestaciones son las propias, en principio, de cualquier persona de cualquier sociedad (a menos
que se dé cuenta de que debe atenerse a reglas específicas
de razonamiento que no son las que utilizamos en nuestra vida cotidiana). Sobre la base de estudios en Psicología
Cognitiva, Gardner (1985) ha hecho notar que los trabajos empíricos realizados en las últimas décadas sobre este
tema han cuestionado seriamente la creencia general de
163
CUADERNOS 21
que los seres humanos –aun los más instruidos– apelen
en su forma de razonar a algún tipo de cálculo lógicoproposicional como siempre se ha supuesto. Sugiere por
el contrario que la forma en que resolvemos este tipo
de problemas está íntimamente vinculada a múltiples
factores relacionados con la familiaridad que tengamos
respecto al contenido de los mismos.
Acorde a esto son los resultados obtenidos por Scribner (1981) en sus análisis de las diferencias entre grupos
sociales que tienen algún contacto con la escolarización
y aquellos totalmente analfabetos. Concluye sosteniendo
que el modo de razonar lógico propio del silogismo está
ausente en quienes no han recibido una instrucción sistemática. El error en las respuestas se debe, según Scribner, a que el razonamiento lógico propio del silogismo
constituye un género de habla, un modo de hablar en
que el interrogado necesita ejercitación. La táctica para
contestar bien consiste en recurrir a la información presentada en las premisas de los silogismos y limitarse a
ella. Es decir, hay que poner “entre paréntesis”, obviar
la información previa que tengamos al respecto (como,
por ejemplo, el hecho empírico de que en el Polo Sur
no existen osos, ni blancos ni marroncitos). De acuerdo
con Scribner, lo que el informante hace cuando responde
“incorrectamente” es cuestionar la primera premisa y no
darla como verdadera, no creerla; también puede hacer
lo mismo con la segunda, o reemplazar ambas premisas
por otras de su experiencia propia (importa pues más la
“verdad” de la información que la “validez” de las reglas
del “juego” –del “juego lingüístico” en cuestión). Si se tienen en cuenta las premisas de las que el informante parte
y se sigue el proceso, se encuentra que el razonamiento
es perfectamente “lógico”. Las respuestas son “correctas”
solo en los casos en los cuales las premisas hipotéticas
presentadas por el entrevistador coincidían con el conocimiento previo del entrevistado; en los demás casos el
porcentaje de errores es muy alto. Como lo ejemplifica
el caso considerado, donde en la formulación de las preguntas se incluyen elementos de la experiencia del sujeto
testeado en un sentido familiarmente equívoco –como el
hecho de que en las ciudades hay liebres–; de allí, como
es lógico, la equivocidad de las respuestas.
PENSAMIENTO IMAGINATIVO/PROPOSICIONAL
En el propio ámbito de la neurofisiología se ha dado
una controversia sobre el lugar que le cabe a lo imaginativo respecto a lo proposicional en el proceso cognoscitivo. Quienes privilegian este último llegan a negar o
al menos relegar a un segundo plano el aspecto imaginativo del pensamiento. El principal sostenedor de esta
posición es Pylyshyn, para quien la imagen no es más que
el producto de reglas y proposiciones codificadas simbó-
licamente. Sus ataques se dirigen contra Kosslyn, quien
ha elaborado una teoría en la que plantea que la forma
de representación mental imaginativa es tan importante
como la proposicional, a pesar de que sea esta última a la
que se apele más comúnmente para comprender la cognición (Gardner 1985).
Desde una perspectiva más propiamente filosófica es
posible ilustrar la controversia en cuestión a través de la
contraposición de dos autores que privilegian respectivamente el aspecto o bien proposicional o bien imaginativo
del conocimiento. El primero de ellos es Schaff, quien
dentro de la corriente marxista sostiene que es la dimensión lingüística la variable determinante en todo proceso
cognoscitivo. El segundo es Arnheim, cuya priorización
de lo imaginativo se funda básicamente en la teoría de
la Gestalt. No deja de ser sugestivo que mientras el primero realiza sus análisis desde la filosofía y la lingüística,
el segundo lo hace desde la psicología, y especialmente
sobre la base de estudios del arte. En contra de la errónea
interpretación del monismo lenguaje/pensamiento en el
sentido de su identificación –tal como la versión extrema
del relativismo lingüístico daría a entender– Schaff
(1964) postula un antidualismo según el cual lenguaje y
pensamiento no son solo dos fenómenos separados sino
interdependientes. Según él no existe ningún proceso
de pensamiento sin un proceso lingüístico –lo cual no
implica que el primero se reduza al segundo–. Reconoce
Schaff que el pensamiento opera con el mundo a través de
otros medios de orientación que los lingüísticos, a saber,
imágenes sensibles y sus asociaciones. Sin embargo, al sostener que la estructura de la percepción sensible depende
de las categorías que se imponen al conocimiento a través del lenguaje, rechaza la posibilidad de que exista un
ámbito de conocimiento imaginativo que sea previo al
aspecto proposicional del pensamiento.
Por su parte Arnheim (1969) prácticamente invierte
el planteo anterior partiendo del supueso de que el pensamiento es indisociable de la percepción. El examen de los
procesos perceptivos, y especialmente de la visión, lo llevan a postular que el verdadero pensamiento productivo
–esto es, el no repetitivo ni mencánico, sino creativo– en
cualquiera de las áreas de la cognición opera en el reino
de las imágenes. Según él, los conceptos son imágenes
perceptuales, y los operaciones del pensamiento son el
manejo de esas imágenes, las que se producirían a cualquier nivel de abstracción. Sin embargo, aun las más abstractas deben llenar la condición de ser isomórficas con los
rasgos pertinentes para los cuales el pensamiento resulta
válido. Respecto al “lugar que le cabe a las palabras”, dado
el carácter lineal del lenguaje, Arnheim concluye que el
mismo no cumple el requisito de constituir tal conjunto
de formas perceptivas. No niega por supuesto que el len164
UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN
guaje ayude a pensar, ya que al categorizar conceptos formados en la experiencia perceptual el mismo influye en
la organización del pensamiento. Empero, según el papel
que le atribuye a la percepción, a la que le otorga una función ya generalizadora, privilegia pues el ámbito de las
imágenes por sobre el de las formas proposicionales.
Ahora bien, teniendo en cuenta la incidencia del
medio social en el propio desarrollo cognitivo del individuo, es plausible considerar que sociedades que difieran en aspectos significativos de su organización cultural
favorezcan a su vez una especialización cognoscitiva también divergente. Esto es precisamente lo que ha sugerido
Berry (1971), quien ha formulado la hipótesis según la
cual las demandas que la ecología establece sobre un
grupo humano (al nivel de la economía de subsistencia
en el que las demandas son todavía reales) son tales que
las adaptaciones culturales a las mismas privilegiarían el
desarrollo de ciertas facultades cognitivas. Berry opone
sobre una misma dimensión ecológica a las poblaciones
de cazadores nómades y las de agricultores sedentarios,
ambas netamente distintas en cuanto a sus características
socioculturales: los primeros tienen una baja densidad
demográfica, una estructura social atomística, un poder
político no centralizado, una organización económica
igualitaria y una socialización infantil permisiva; en
contraposición los segundos tienen una mayor densidad
poblacional, una estructuración social jerarquizada, una
autoridad política central, relaciones económicas estratificadas y una socialización severa.
La hipótesis en cuestión (avalada por los resultados de
diversas investigaciones: Berry 1966, 1971, Dassen 1973,
1977, Seagrim 1980, Kleinfeld 1973), sugiere entonces
que, en función de sus características organizacionales
divergentes, las sociedades de recolectoras-cazadores y de
agricultores habrían fomentado a lo largo de su desarrollo histórico orientaciones psicológicas correlativamente
diferenciadas: mientras los primeros habrían favorecido
el procesamiento cognitivo de la información de carácter
básicamente visual, espacial, figurativa, en una palabra
imaginativa, los segundos habrían privilegiado el de la
información verbal, temporal, lineal, vale decir, proposicional. Esta hipótesis es apoyada por el hecho de que se
ha comprobado que en tanto las funciones lingüísticas
dependen del hemisferio izquierdo del cerebro, las relacionadas con el desempeño espacial se localizarían en el
hemisferio derecho. Además, a lo largo de su crecimiento,
la lateralización del mismo parte de una flexibilidad inicial que permite que, dentro de ciertos límites, las funciones propias de uno de ellos –el que haya sufrido algún
daño– puedan ser realizadas por el otro (Gardner 1983).
Teniendo en cuenta que, de acuerdo con los términos
del presente trabajo, la dicotomía considerada original-
mente entre cazadores-recolectores nómades y agricultores sedentarios se desplaza a la dada entre los primeros
y la civilización industrial, se observa que se acentúan en
esta las características de la sociedad agrícola que se contraponen a la recolectora-cazadora: densidad demográfica, centralización política, estratificación económica,
diversificación social, socialización severa. También es
evidente que se privilegia en nuestra sociedad la información de tipo proposicional a través de las ilimitadas
posibilidades de hacerla perdurable y transmisible por
intermedio de la imprenta –sobre todo de la escritura
alfabética–. Es necesario también tener en cuenta que
en la civilización industrial alfabetizada entran a su vez
en juego una serie de factores por completo novedosos,
como en alto grado significativo son los medios masivos
de difusión de información. De allí que, en función de
la complejidad de su modo de organización social, es
plausible encontrar en su seno ambos tipos de especialización cognitiva. Más allá entonces del enorme peso
de lo proposicional en nuestro medio, es notorio que en
determinados ámbitos se fomenta a su vez el desarrollo
de la facultad imaginativa del pensamiento (como es el
ejemplo del caso de las actividades artísticas en general
en un sentido, y el de la exposición a teleimágenes en
otro sentido, prácticamente antagónico).
La doble dimensionalidad cognoscitiva: una ilustración
matemática
Veamos un segundo ejemplo pertinente a nuestra
discusión, ya no etnográfico sino matemático: el caso del
cuadrado del binomio. Bateson y Arnheim nos señalan
sobre la existencia de otra posibilidad de intelegirlo, justamente sobre la base de la información adicional acerca
de una suerte de lenguaje “oculto” en la formulación
convencional: el geométrico, que, en este caso, subyace
al aritmético. En relación a nuestro tema este ejemplo
tiene en sí mismo un doble sentido. En primer lugar
en cuanto ilustra la dualidad cognoscitiva consignada
entre las dimensiones del pensamiento (la proposicional,
enunciada en la ecuación (a+b)² = a + 2 ab + b , y la imaginativa percibida en su gráficación correspondiente). En
segundo lugar en cuanto viene a constituir un ejemplo de
las argumentaciones aquí retomadas tanto de Arnheim
sobre la relevancia del reconocimiento de la productividad del pensamiento visual, como de Bateson respecto a
la existencia de lenguajes sinónimos que posibilitan una
mejor intelección del objeto bajo examen.
El interés de Bateson es básicamente epistemológico:
el binomio viene a ser una ilustración de su propuesta
del método de “doble descripción”. Según esto, la consideración de un problema a la luz de dos contextos
complementarios da lugar a una intelección de un nivel
165
CUADERNOS 21
8
cognoscitivo diferente a la de cada uno por separado .
De acuerdo con otro significativo ejemplo dado por este
autor, el de la visión binocular, sostiene nuestro epistemólogo que es precisamente gracias a la superposición de
lo visto por uno y otro ojo que se alcanza la dimensión de
la profundidad. Nos dice en síntesis Bateson (1979: 67):
“todo escolar sabe que (a+b)² = a² + 2ab + b² ... pero
no muchos escolares saben que existe una demostración
geométrica” de esa fórmula matemática:
a
b
a
a
ab
b
ab
b
(a + b)² = a² + 2ab + b²
Y como indica por su parte Arnheim (1969: 218):
“un simple examen de la figura muestra inmediatamente porqué el cuadrado de (a+b) es igual al cuadrado
de a más el cuadrado de b más dos veces el rectángulo
ab. Pero a generaciones de estudiantes se les enseñó la
fórmula sin la figura, porque se trataba de una lección
de álgebra y no de geometría”. En tal sentido es que Arnheim retoma de Rousseau la significancia psicológica
de esta dualidad cognoscitiva para fundamentar la tesis
de que en la base misma del pensamiento la dimensión
perceptual es de orden ya generalizadora. La cual, correspondiendo entonces al dominio de las imágenes, constituiría la fuente de todo pensamiento genuinamente
productivo. En tanto tal dimensión se manifiesta en primer plano en el campo de las artes, la argumentación de
Arhneim se dirige a poner de relieve la general(izadora)
importancia de la imaginación humana a fin de que
reciba una adecuada atención en todas las esferas de
nuestra vida social (sobre todo en aquellas centradas en
la verbalización y en las que se les asigna poco valor al
dominio imaginativo). Y es justamente el ámbito educativo el que, según pone de relieve esta formulación,
requeriría la incorporación de un espacio significativo
9
para las actividades artísticas .
EXPLICACIÓN DE LOS DATOS
De acuerdo con la definición epistemológica de
Bateson, una tautología es un conjunto de proposiciones que, poniendo en evidencia la validez de los nexos
que las reúnen, permite articular dentro del plano de la
investigación científica la descripción con la explicación
8
9
De acuerdo con la interpretación de Bateson (1979: 128-29)
del planteo original de Peirce, posibilita la emergencia del
razonamiento abductivo.
Sugerencia por otra parte coincidente con la postulación crítica de Reid (1968) sintetizable en su expresión “educación
por el arte”.
del fenómeno bajo examen. En nuestro caso los datos
descriptivos consisten en la información relativa a las
características significativas de los sistemas socializantes
puestos en este contexto en contacto. El marco tautológico lo provee la forma en que se ordena ese mismo
material, esto es, la “estructura” que es posible inferir a
partir del examen de los datos. La tautología educativa
en cuestión se encuentra pues estructurada sobre la base
de la correlación sistemática de los factores etnográficos
encontrados a través de la contraposición exoresa de la
socialización aborigen y la escolarización civilizada en
sucesivos niveles de análisis.
En primer lugar la “descripción simple” de los datos
pertinentes la hemos hecho sobre la base de la evidencia
empírica sobre las características generales de cada una
de las modalidades formativas en cuestión. Los factores
etnográficos que se han puesto de manifiesto son: nomadismo, permisividad, imitación del ejemplo, focalización
espacial y oralidad por un lado, sedentarismo, severidad,
instrucción explícita, focalización temporal y escritura
por el otro. En segundo lugar la “doble descripción” la
hicimos en aras a una ordenación en sentido ya explicativo de la misma información. Lo cual de acuerdo con
Bateson se obtiene a través de la estructuración tautológica del material dado, vale decir, procediendo a la articulación de los factores consignados de acuerdo con sus
conexiones lógicas –lo que les confiere pues el estatus de
variables etnológicas: nomadismo/sedentarismo, permisividad/severidad, imitación/instrucción, espacialidad/
temporalidad, oralidad/escritura–.
De acuerdo con esto, la tautología etnográfica en ciernes la elaboramos entonces en función de la significación
correlativa que evidencian las cuatro variables consideradas en función de la quinta dimensión a analizar, a
saber, la influencia conjunta de los respectivos factores
sobre una hipotética especialización de dos modalidades
cognoscitivas divergentes. En última instancia, es dentro de la esfera propiamente psicológica donde viene a
cristalizar una preponderancia inversa respecto al énfasis
otorgado a las dimensiones imaginativa y proposicional
del pensamiento por parte de ambos sistemas culturales.
Como señala Bateson, si bien no se agrega ninguna nueva
información, en razón de la nueva disposición en que son
reordenados los datos empíricos se obtiene una intelección de un nuevo tipo, de orden tautológica, cuya validez
conceptual es función de su propia lógica intrínseca; y,
a su manera, explica el fenómeno bajo estudio. Desde
esta perspectiva lo que se desprende es la correlación
significante de las tendencias respectivas de cada uno de
tales factores en cuanto al favorecimiento del desarrollo
co-respectivo de lo imaginativo y de lo proposicional. Lo
cual, en última instancia, nos lleva pues a considerar la
166
UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN
significación antropológica actual de alguna forma de
complementariedad entre ambas modalidades culturales
de la formación humana.
CONCLUSIONES
Esta tautología etnográfica es el fruto de una relectura de los resultados de una investigación sobre la
escolarización en comunidades aborígenes toba que, de
algún modo, pretende desplegar la línea argumentativa
que allí se esbozaba. El objetivo de este trabajo es entonces reafirmar desde una perspectiva antropológica una
argumentación crítica sobre el estado actual de la educación en nuestra sociedad. En sentido estricto se trata de
un ángulo de mira etnológico de acuerdo con el cual la
mirada etnográfica que enfocamos sobre los “otros culturales” bajo estudio revierte sobre la propia visión de nues10
tra cultura . En este caso, pues, son los miembros de los
grupos aborígenes de la región chaqueña, históricamente
sociedades nómades de recolectoras y cazadores, en particular los toba del oeste de Formosa –cuyas comunidades
comienzan a albergar escuelas para sus propios miembros desde hace varios años–, quienes vienen a representar la “alteridad étnica” con la que venimos a contrastar
nuestra “mismidad éthica”. Siendo etnos “pueblo”, y ethos
“costumbres”, viene al caso consignar que el sentido de
lo étnico no es por completo disociable del sentido de lo
ético. No obstante ello, el consabido rigor científico exige,
en su sentido positivo al menos, abstenerse de formular
juicios de valor. De allí que todo aquello relativo al “deber
ser” caería dentro de la incumbencia de otro orden de disquisiciones, puramente filosófico, donde la ética siempre
ha sido una preocupación esencial. La educación, por su
parte, parece ser el ámbito privilegiado de actualización
del deber ser. De donde es inferible que, en consonancia
con el alto valor que nuestra sociedad le asigna al modo
de conocimiento originado en la antigüedad griega, la
educación debe tener sólidos fundamentos filosóficos.
10 En
tal sentido esta interpretación tautológica del caso etnográfico toba viene a converger desde otro ángulo con la propuesta antropológica dialéctica de Diamond (1974) de ir “en
busca de lo primitivo” para elaborar “una crítica de la civilización”. Lo cual se pretende llevar a cabo a través de la puesta
de manifiesto de las consecuencias de la asimetría consignada
entre lo proposicional y lo imaginativo en lo referente a nuestro sistema educativo. Al respecto, en las conclusiones de su
estudio sobre la bilateralidad hemisférica cerebral, Springer
y Deutch (1981: 206) se preguntan: “¿Puede un programa de
educación elemental, restringido a la lectura, la escritura y
la aritmética educar principalmente un hemisferio y dejar la
mitad potencial de un individuo sin educación? ¿Está todo el
sistema educativo en una tendencia contraria a desarrollar el
talento del hemisferio derecho?”.
Ahora bien ¿qué significación puede llegar a tener la
asimetría consignada entre lo imaginativo y lo proposicional en la comparación etnológica de la sociedad aborigen
con la occidental para nuestro propio sistema educativo?
De acuerdo con los términos del presente trabajo, una significación meramente tautológica; la cual, de acuerdo con
su sentido original consiste en realidad en la reiteración
de una argumentación bajo diversas modalidades (lo que
no se condeciría con el sentido peyorativo actual de afirmación redundante o simplemente repetitiva que no dice
“nada nuevo” sobre la cuestión tratada). En nuestro caso,
la premisa –no menor– de la que partimos es la predicada
por Bateson (1979: 192) respecto al ámbito educativo, a
11
saber, su obsolencia . En tal sentido podemos convenir en
que, en consonancia con el crítico estado actual de nuestra sociedad a nivel político, económico, estético, etc., la
educación formal padece de alguna disfunción correlativa.
Según Bateson el problema está en el carácter obsoleto de
las mismas premisas sobre las que se asienta la educación
moderna –lo que desde el punto de vista de los estudiantes
12
lo convierte en una verdadera estafa– .
No es de extrañar que, teniendo una larga historia de
dos milenios y medio a cuestas, determinadas pautas de
socialización puedan estar perimidas. Análogamente a
lo planteado por Eliade (1972) respecto del Yoga hindú
–elixir de libertad e inmortalidad para este notable erudito de las religiones–, estaríamos frente a un fenómeno
de “fósil viviente”. Aunque por nuestra parte no estamos
tan seguros, como él lo está respecto a esta mileneria
práctica oriental, de las virtudes de nuestra tradición
educativa. Sobre todo si tenemos en cuenta que aquellas
pautas, por muy razonables y juiciosas que todavía nos
parezcan, como es el caso notable de las formulaciones
de Platón y Aristóteles, se han concebido en connivencia
con un modo de vida social basado en la distinción entre
hombres libres y esclavos considerada connatural al ser
humano. A pesar de los notables “progresos” que se han
dado desde entonces, y a pesar sobre todo del proceso de
ilustración que impregna desde hace varios siglos la marcha de la historia humana –que ha influido positivamente
en la universalización de la formación intelectual–, seguimos inmersos en un modelo educacional que fomenta
11 No
está de más precisar que, de acuerdo con la dialéctica
batesoniana, estamos obsoletos tanto los profesores como los
estudiantes.
12 Las premisas educativas que destaca Bateson por su desactualización epistemológica son: a) el dualismo cartesiano que
separa el “espíritu” de la “materia”, b) el fisicalismo de las metáforas que se emplean para describir fenómenos espirituales, y
c) el supuesto antiestético de que todos los fenómenos deben
ser estudiados y evaluados en términos cuantitativos –fruto
del acento puesto en las ciencias naturales–.
167
CUADERNOS 21
la división social entre superiores e inferiores (exitosos y
fracasados). En nuestros establecimientos educativos, en
consonancia con la estructuración económica de la sociedad basada en los principios del capitalismo de mercado,
se alienta en sumo grado la competencia, signo elocuente
de lo cual es la relevancia que se le otorga a los criterios
cuantitativos de evaluación –traducido en acumulación
de antecedentes en cuanto a “formación profesional”–.
Paralelamente, la interpretación actual de la institución
política de nuestra sociedad en términos formalmente
democráticos fomenta a su vez una lucha “salvaje” por el
poder correlativa a las posibilidades de acceso a recursos
materiales incesantemente incrementables –posibilidad de
acumulación en este caso más bien de “consecuentes”–.
De allí el interrogante acerca de hasta qué punto
semejante contraposición de las respectivas orientaciones
cognoscitivas no constituye el substrato epistemológico
sobre el que se asienta el desarrollo de diversas modalidades propiamente antagónicas de la relación en esencia
desigual entre ambas sociedades. En especial en lo relativo
a las consecuencias prácticas de la implementación de un
procedimiento escolar que, pre-programado en el sentido
unidimensional de fomentar determinadas capacidades
mentales en detrimento de otras, en el contexto interétnico
de referencia viene a representar un modo implícito de
reafirmar una posición jerárquica al privilegiar justamente
la orientación cognitiva propia relegando a la ajena. Se
trataría de un modo encubierto de etnocentrismo, puesto
que en la medida que los recursos didácticos y pedagógicos que se implementan en las modalidades aborígenes de
educación –“bilingüe y bicultural” según la formulación
oficial– no contemplen las posibilidades formativas del
pensamiento imaginativo, y más aun en cuanto se continúen evaluando los diversos rendimientos escolares sobre
la base de tales premisas inconscientes, no hay duda que no
puede dejar de favorecer alguna forma de discriminación.
Y en lo que hace a nuestro propio sistema educativo,
cabría preguntarse hasta qué punto semejante prevalencia
de lo proposicional respecto a lo imaginativo no tendría
consecuencias prácticas en lo que hace al sostenimiento
de la credibilidad en la predominancia de un sistema político como la actual democracia de masas y su inclinación
propagandista, consonante con un sistema económico
fundamentado en la noción de una naturaleza humana en
esencia calculadora, cuyo interés principal no es otro que
el de maximizar las utilidades. Lo que, en forma correspondiente al desfasaje dado entre estas dos orientaciones
contrapuestas de los valores culturales respectivos del
pensamiento imaginativo y proposicional, es asociable a la
jerarquización análoga que se establece en nuestra sociedad
entre las actividades precisamente útiles, aquellas que otorgan algún rédito puesto que se las produce con el propósito
explícito de realizar un intercambio provechoso, y aquellas otras actividades que se hacen sin semejante intención
pragmática, sino que se abstraen justamente del contexto
13
de las necesidades concretas de la subsistencia .
De acuerdo con lo expuesto se pone pues de manifiesto que una suerte de contracara de este estado de cosas
viene a ser la relevancia que se le asigna en los modos
aborígenes de socialización a la instancia imaginativa;
particularmente en lo que hace a la orientación espacial
requerida por la vida nómade –inscripta además en la
lengua–, a la centralidad de la imitación del ejemplo,
la permisividad del trato –la independencia de campo:
mayor grado de autonomía–, y la ejercitación figurativa
que implica la exposición a la narrativa mítica oral. Si
bien esta contraimagen indígena constituye en sentido
tautológico otra forma de volver a decir lo ya dicho en la
argumentación inicial, ello no implica que en sí misma
sea el “remedio” para nuestra “enfermedad”. Puesto
que, además de que tal concepción participaría así de
algún modo del ingenuismo del “mito del buen salvaje”,
se obviaría lo señalado al respecto por Bateson (1972:
528) en otra oportunidad (discutiendo la necesidad
de un máximo nivel de flexibilidad posible para lograr
una “civilización elevada”): que semejante “retorno a las
fuentes aboriginales” descuidaría en última instancia la
sabiduría que habría impulsado tal retorno –por lo que
habría que recomenzar íntegramente el proceso–.
En el lo que respecta a los propios aborígenes, la
aceptación de los establecimientos escolares dentro de
los límites de sus comunidades nos refiere a su reconocimiento de la necesidad de ejercitarse en el dominio
lógico-proposicional que allí impera (manipulación de
números, letras, palabras y frases mediante). Respecto al
conflictivo tema de la escritura de las lenguas indígenas,
un interrogante que surge de esta investigación es el relativo a la viabilidad de recurrir, antes que a la modalidad
alfabética dominante en nuestro sistema educativo, a una
forma ideográfica de fijar los contenidos de la lengua. Con
ello se lograría superar las áridas discusiones en torno a
bajo qué convención fonética corresponde transcribir los
diversos fonemas de los idiomas nativos, así como lograr
un medio de comunicación comprensible no solo para
hablantes de diferentes variantes dialectales, sino incluso
también para miembros de otros grupos étnicos.
13 Al
respecto son pertinentes por un lado las formulaciones de
Colingwood (1938) sobre la distinción entre arte y artesanía
en función de la relación entre medios y fines, así como la
cuestión de la técnica en ambas actividades, y, por el otro
lado, lo planteado por Sahlins (1974) respecto al “camino
zen” que sería el propio modo de los cazadores recolectores
para alcanzar un nivel de “opulencia primitiva”.
168
UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN
Por el otro lado, desde nuestra posición occidental,
la inquietud por una complementariedad cognoscitiva
se expresaría en atender al reclamo general –expresado
entre otros por Arnheim– respecto a la toma de conciencia de la significación de la facultad imaginativa en
el proceso de conocimiento. En particular, como destaca
por su parte Reid, a través pues de la consideración de
la relevancia de la experiencia artística en la formación
educativa. En tal sentido, la conclusión de este trabajo
viene a alentar por una suerte de superación de la radical disociación establecida en nuestras instituciones
académicas entre dos modos especializados de conocimiento: por un lado la actividad científica, centrada
básicamente en la dimensión verbal-proposiconal del
pensamiento, y por el otro lado la actividad artística
orientada en principio hacia el dominio imaginativo.
Todo lo cual tiene a su vez implicancias críticas respecto
a la tradicional distinción entre la “mente” y el “cuerpo”,
concebidas como dos entidades netamente diferenciadas: la primera focalizada en actividades intelectuales
que tienen a la ciencia y a la filosofía como su más altas
expresiones, la segunda relegada a la esfera de los sentidos, concebida pues como un dominio cognoscitivo de
orden inferior respecto al anterior.
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a la directora de este trabajo de
investigación, la Dra. Alejandra Siffredi, así como a la codirectora, la Lic. Marcela Mendoza, a quien debo especialmente haberme introducido en la etnografía toba.
También a los miembros de las comunidades naciñamolék
de Vaca Perdida y la Rinconada donde realicé mis trabajos de campo, así como a los maestros de ambas escuelas
que amablemente colaboraron en mi investigación. Agradezco además al lic. Hugo Ratier por su orientación en la
elaboración del proyecto respectivo, y al lic. Carlos Reynoso por la facilitación de material bibliográfico.
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Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
ESTUDIANDO LA TRANSMISIÓN CULTURAL EN ARTEFACTOS LÍTICOS DE LA
QUEBRADA DE MATANCILLAS, PUNA DE SALTA
Cecilia Mercuri*
RESUMEN
Se presenta el estudio de la variabilidad del registro lítico de los sitios de la quebrada de Matancillas, en la Puna
salteña durante el Período Temprano, en relación a procesos de transmisión cultural. Desde una perspectiva evolutiva
se explora cómo la tecnología lítica fue sensible a un ambiente fluctuante.
PALABRAS CLAVE
Tecnología lítica - variabilidad - arqueología evolutiva
ABSTRACT
This paper presents the study of the variability in the lithic record at Matancillas Gorge sites (Salta’s puna) during
the Early Period. From an evolutive perspective we related this variability to cultural transmission processes and we aim
to explore how lithic technology was sensitive to the changing environment of puna.
KEY WORDS
Lithic technology - variability - evolutionary archaeology
INTRODUCCIÓN
En este trabajo se presenta un estudio de la variabilidad
del registro lítico de los sitios Matancillas 1 y 2, en la puna
de Salta, durante el Período Temprano (sensu González
1977). Desde una perspectiva evolutiva, el principal objetivo de este trabajo es explorar, por un lado, cómo la tecnología lítica fue sensible a un ambiente fluctuante y, por
lo tanto, riesgoso como la Puna, y por otro lado observar la
variación morfológica de los artefactos líticos en función de
evaluar implicancias a partir de los mecanismos de transmisión cultural propuestos por Boyd y Richerson (1985).
Así, siguiendo con esta perspectiva se quiere verificar:
En qué medida varía morfológicamente el utillaje
lítico teniendo en cuenta, por un lado una sociedad con
un nicho económico basado en la agricultura, el pastoralismo y la caza - recolección, en donde la agricultura fue
la estrategia predominante y la movilidad fue reducida; y
por otro lado un ambiente de alto riesgo para la producción agrícola, y fluctuante en la disponibilidad de recursos de caza y recolección en el paisaje de la Puna.
REGIÓN DE ESTUDIO
La quebrada de Matancillas se localiza unos cuarenta
kilómetros al norte de San Antonio de Los Cobres (SAC),
en el Departamento de La Poma, en la provincia de Salta.
Esta quebrada, situada a una altitud de 3.750 msnm, inte∗ CONICET, Instituto de Arqueología, [email protected]
gra el gradiente ecológico y macrorregión Puna. La quebrada tiene unos quince kilómetros de largo y atraviesa
por completo la Sierra de Cobres o Cordillera Oriental.
Es una quebrada lateral que secciona transversalmente el
fondo de cuenca del valle de SAC. Las quebradas laterales
son los sectores con mayor diversidad y productividad de
recursos en el valle, el cual tiene forma alargada con una
longitud aproximada de sesenta kilómetros y un área de
mil quinientos kilómetros cuadrados.
La baja productividad primaria hace del valle de SAC
un ambiente ecológicamente muy pobre, con una distribución espacial de los recursos heterogénea y una alta
inestabilidad interanual (Muscio 2004).
Los sitios arqueológicos Matancillas 1 (M1) y Matancillas 2 (M2), se ubican sobre una ladera serrana y una
planicie aluvional respectivamente, en la porción central
de la quebrada. La localización sobreelevada de los sitios
les proporciona una amplia visibilidad de gran parte de
la quebrada (Acuto et al. 1994), así como el acceso inmediato a fuentes de agua y tierras cultivables. Los actuales
pobladores de la quebrada practican agricultura por
regadío. Ambos sitios se presentan como concentraciones de estructuras arquitectónicas de planta circular.
Muscio (2004) propuso la ocupación breve en escala
temporal, ya que solo se registró un componente cultural del cual se tienen varios fechados radiocarbónicos
sobre carbón y hueso, todos ellos en torno a 2000 años
AP (ver en Muscio 2004).
171
CUADERNOS 21
MARCO TEÓRICO
Este estudio tiene como marco teórico la ecología del
comportamiento. Dentro de los estudios que aplican la teoría darwiniana de la evolución, es una rama de la ecología
evolutiva que estudia las relaciones de los factores ecológicos y el comportamiento adaptativo (Krebs y Davies 1978).
La ecología evolutiva explica el cambio cultural y conductual como una forma de adaptación fenotípica al medio
social y ecológico cambiante (Boone y Smith 1998).
En este marco, las continuidades y rupturas culturales
se producen como consecuencia de dos procesos generales: generación de variedad y selección. Las poblaciones
humanas generan variación constantemente. En escala
transgeneracional la selección natural actúa sobre esta
variación (Durham 1991). Una fuente de generación de
variedad y selección es la transmisión cultural. Esta es
la forma por la cual son transmitidos comportamientos, creencias, pautas, conocimientos, experiencias, etc.,
dentro de una misma generación (horizontal, intrageneracionalmente) o de generación a generación (vertical,
transgeneracionalmente en Cavalli -Sforza y Feldman
1981, Cavalli- Sforza y Cavalli- Sforza 1994).
La aplicación de la teoría darwiniana de la evolución
al registro arqueológico no es directa (Muscio 2004), sino
que implica el desarrollo de modelos particulares (sensu
Winterhalder 2001) acerca de las causas y los mecanismos
del cambio. Existen cuatro modelos básicos de transmisión
cultural (Boyd y Richerson 1985) por los cuales los humanos adquieren comportamientos culturales. Cada uno
tiene diferentes efectos, a nivel poblacional, sobre la variación fenotípica, e inciden en la formación del registro.
El modelo de variación guiada implica la modificación de un comportamiento social aprendido a partir de
ensayo y error independientes (Bettinger 1991). Al permitir la experimentación individual, introduce variación.
Esto tendería a suceder cuando los costos de experimentar no sean elevados.
Cuando los costos de experimentar son altos actuaría
la transmisión sesgada (Boyd y Richerson 1985). La forma
más sencilla de la transmisión sesgada es el sesgo directo
(direct bias Boyd y Richerson 1985: 137-146). Según este
modelo, se evalúa dentro de un rango de alternativas cuál
de estas elegir. Es un comportamiento imitativo, mediante
el cual se tienden a disminuir los costos involucrados en las
innovaciones, para reducir los riesgos de error. Esta forma
de transmisión no genera nueva variación (exceptuando
los originados a partir de errores). Otro mecanismo de la
variación sesgada es el sesgo indirecto (indirect bias, Boyd
y Richerson 1985: 247-259), mediante el cual se produce la adopción de un conjunto de rasgos presente en
un modelo (role model). El sesgo que guía la copia de los
individuos son rasgos “atrayentes” de los modelos. Estos,
por lo general, son índices de éxito o prestigio. Así, el individuo copia los rasgos del modelo “en paquete” (Boyd y
Richerson 1985). De esta manera se recorta la variación. La
tercera forma en la que se manifiesta la variación sesgada
es el sesgo dependiente de la frecuencia (frequency dependent
bias, Boyd y Richerson 1985: 206- 213), que puede actuar
en dos formas: conformista o inconformista. En el primer
caso se copian los rasgos más frecuentes en la población, en
el segundo los menos frecuentes respectivamente. El sesgo
dependiente de la frecuencia es la manera más común de
transmisión cultural de comportamientos complejos. Este
mecanismo tiende a reducir la variación hacia el interior
de un grupo porque las variantes poco frecuentes o raras
son las menos elegidas.
Las variaciones en los artefactos líticos son resultado
de comportamientos socialmente aprendidos y transmitidos. De esta manera, siguiendo a Bettinger y Eerkens
(1997), la variación disminuirá en relación a: la complejidad de los conjuntos; la complejidad del medio que rodea
esos conjuntos; la cantidad de miembros involucrados
en la transmisión del conocimiento implicado en esos
conjuntos (Bettinger y Eerkens 1997). En este trabajo se
analiza la variabilidad de los artefactos en una escala temporal y espacial acotadas por lo que el último aspecto no
será evaluado aquí.
HIPÓTESIS Y EXPECTATIVAS
La hipótesis principal que guió el trabajo es que:
“en una población con estrategia predominantemente
agrícola, en un ambiente de baja productividad primaria,
con alta variabilidad anual e interanual, el aprendizaje
social adaptativo, el cual implica transmisión cultural sesgada con beneficio sobre el fitness, será predominante por
sobre el ensayo y error”
Teniendo en cuenta esta hipótesis, se plantean las
siguientes expectativas para el conjunto lítico:
• Debido a la estrategia económica predominante y
al riesgo ambiental, se espera que sobre el conjunto
lítico haya actuado con mayor fuerza la transmisión
de tipo sesgada, disminuyendo su variación, independientemente de su función de uso;
• Las puntas de proyectil, por ser instrumentos más complejos (en morfología y cantidad de componentes),
variarán menos que las otras clases de instrumentos;
• Debido a su menor complejidad de diseño, los instrumentos de carácter sumario registrarán una relativa
mayor variación.
MATERIALES Y MÉTODOS
El conjunto lítico analizado proviene, como se mencionó más arriba, de los sitios Matancillas 1 y 2. Está compuesto por novecientos noventa y dos artefactos tanto de
172
ESTUDIANDO LA TRANSMISIÓN CULTURAL EN ARTEFACTOS LÍTICOS
Tabla 1 - Distribución de frecuencias de los artefactos
Clase tipológica1
Grupos tipológicos
Cantidad
Pedunculadas
Puntas de proyectil
16
Apedunculadas
19
3
Raspadores
6
Raederas
7
Artefactos de formatización sumaria
14
Filos naturales con rastros
complementarios
16
Artefactos sin formatización por lascados Manos de moler, molinos
y azadas
9
Artefactos formatizados por lascados
Cantidad
total
46
26
Percutor
1
Núcleos
18
Desechos de talla
902
Tabla 2 - Resultados. R= riqueza, E= evenness, CV= coeficiente de variación, m= media, DE= desvío estándar.
Puntas de proyectil
1
Artefactos
formatizados
(raspadores,
raederas y artefactos
de formatización
sumaria)
Artefactos sin
formatización
Núcleos
Desechos de talla
m
DE
m
DE
m
DE
m
DE
m
DE
R
5,6
2,31
9,25
3,631
7,25
2,992
6
2,160
8,5
3,5
E
1,882
0,414
1,946
0,571
1,291
0,658
1,586
0,180
5,693
0,049
CV
0,26
0,047
0,439
0,010
0,732
0,059
0,36
0,047
0,800
0,085
Ver Aschero y Hocsman 2004.
173
CUADERNOS 21
la excavación de recintos como de recolección superficial.
La muestra está representada por un conjunto de materiales de diversa calidad y de diversos orígenes, tanto
locales como no locales. La mayor cantidad de material
analizado (75%) está confeccionado con materias primas provenientes de Cerro Zapaleri, a unos doscientos
cincuenta kilómetros de los sitios de estudio (Mercuri
y Vázquez 2001). En términos generales, el conjunto
presenta características esperables para el Período Temprano, cuando la movilidad se reduce (ver, entre otros,
Olivera 2006), tales como la alta frecuencia de tecnología
sobre lascas e instrumentos de formatización sumaria y,
en menor frecuencia, puntas de proyectil estandarizadas.
En el registro arqueológico de ambos sitios se encuentran presentes artefactos de molienda, como manos de
moler y molinos, lo que indica el procesamiento de granos u otros vegetales. Por los resultados obtenidos de la
flotación de sedimentos y análisis de fitolitos se sostiene
que sirvieron para el procesamiento de vegetales, tales
como el maíz (Tonarelli 2006).
La clase de los artefactos formatizados por lascado
(Aschero y Hocsman 2004) presenta una clara distinción
en cuanto a la formatización. Por un lado, las puntas de
proyectil se caracterizan por un alto grado de formatización, y por otro, los instrumentos restantes en esta clase
(ver tabla 1), se presentan como artefactos con baja inversión de energía en el sentido de tener retoques marginales
o parcialmente extendidos unifaciales y poca estandarización en los soportes. Debido a esto, se decidió dividir esta
clase en puntas de proyectil y artefactos formatizados.
Por otra parte, dentro de la clase de los artefactos sin
formatización por lascados, en este trabajo sólo serán considerados los filos naturales con rastros complementarios
(ver tabla 1), ya que los artefactos relacionados con las
actividades agrícolas y de molienda, tales como las manos
de moler molinos y azadas no se hallaban disponibles para
su estudio (por encontrarse bajo análisis en el extranjero).
Tampoco fue tenido en cuenta para este análisis el percutor, por ser un único espécimen. En cambio, se analizaron
todos los núcleos presentes en el conjunto.
El conjunto lítico se distribuye de la siguiente
manera:
La clase de los desechos de talla solo se consideró en
función de tener una muestra de control de la variación,
para la cual se seleccionó al azar una muestra de ciento
treinta y un desechos de talla. Para este conjunto se espera,
en general, una mayor variabilidad relativa.
Cada una de las clases tipológicas posee potencial
informativo diferente que permite hacer inferencias, entre
otras cosas, acerca del manejo de las materias primas,
composición y diversidad de los conjuntos instrumentales, aspectos del diseño, secuencias de producción, téc-
nicas de manufactura y transmisión cultural. En función
de calibrar la variabilidad de cada clase, se cuantificarán
diversos atributos, tanto métricos como no métricos y
luego se hará una comparación de la diversidad general de
cada clase. Tanto en la clase de los núcleos como en la de
2
los desechos de talla, no se registrará el atributo ángulo .
1
Cuadro 1 - Atributos registrados
Atributos métricos
Longitud máxima
Ancho máximo
Espesor máximo
Atributos no métricos
Forma base
Módulo largo/ ancho
Materia prima
Ángulo
En función de explorar la variación morfológica del
conjunto lítico, entonces, con el propósito de caracterizar la diversidad de la muestra, se utilizaron las medidas
de diversidad de clases (Jones y Leonard 1989): riqueza
y evenness para observar la variabilidad en los atributos
cualitativos. Riqueza (R) se entiende como la abundancia de categorías, en este caso de atributos cualitativos,
representadas en el registro arqueológico. Por su parte,
el concepto de evenness (E) designa la proporción de
frecuencias por conjunto. Es decir, se refiere a cómo se
distribuyen los artefactos entre las categorías planteadas.
Para cuantificar la proporción de frecuencias de instrumentos entre conjuntos se utilizó la fórmula:
N
N
N
+
+
n c1 n c2 n c3
E=
C²
N = cantidad de instrumentos
C = estados del atributo
nc = cantidad de instrumentos en cada estado de atributo
(Adaptada de Morini y de Francesco 1995 [1983])
El valor resultante de esta ecuación puede oscilar entre
uno e infinito. Es decir, cuanto más se acerque a uno las
categorías se encontrarán representadas en la misma proporción, presentarán una distribución más homogénea.
2
174
El atributo ángulo se midió métricamente mediante un angulómetro. No obstante ser una variable continua, operativamente la consideramos como ordinal, de modo que medimos
ángulos en rangos. Estos van aumentando progresivamente
5º, comenzando por los 35º, llegando a los 80º. Este atributo
se midió en la sección del filo con mayor resolución, trabajo o
visibilidad. Se tomaron tanto el ángulo medido como el estimado (sensu Aschero 1983) en los casos pertinentes. En todas
las piezas se consideró el borde mejor trabajado o aquel que
presentaba rastros complementarios.
ESTUDIANDO LA TRANSMISIÓN CULTURAL EN ARTEFACTOS LÍTICOS
Por otra parte, para poder medir la variación continua
(métrica) de atributos en instrumentos líticos la escala de
la variación tiene que ser la misma. Una elección para
esto es el coeficiente de variación:
CV =
s
x
S = desvío estándar
X = media
(Tomada de Hintze 2005)
El coeficiente de variación da cuenta de la tendencia
de la variación que se subestima en pequeñas muestras
(Van Pool 2001). Los coeficientes de variación se utilizan
cuando se desea comparar la variación de dos poblaciones independientemente de la magnitud de sus medidas
(Sokal y Rohlf 1979).
Ahora bien, hay que tener en cuenta la incidencia que
los procesos de mantenimiento tienen en la variación morfológica (entre otros Dibble 1985, Flenniken y Raymond
1986) Se utilizaron dos procedimientos analíticos que, en
parte, sirven para reconocer si los cambios en la alometría
del diseño se vinculan con alguno de los factores arriba
mencionados. Estos son el índice de rejuvenecimiento y
3
el índice de robustez, cuyos resultados sugieren una baja
incidencia de reactivación sobre las variables métricas
medidas (ver, entre otros, Martínez 1997, Cardillo 2004).
Sin embargo, estos resultados no permiten eliminar totalmente el sesgo producido por episodios de reactivación o
mantenimiento que, en este caso, pueden no haber sido
lo suficientemente significativos o reiterados como para
producir modificaciones reconocibles a través de la metodología aplicada. Por lo tanto, si bien puede sostenerse una
baja incidencia de estos procesos, no se descarta que posiblemente hayan sido agentes de variación.
De modo de obtener datos más robustos para observar el comportamiento de las diferentes variables entre
sí, se realizaron análisis de correlación entre los índices
obtenidos y el peso de las piezas, obteniéndose resultados
relativamente bajos (r=0,394), con poca incidencia en los
resultados.
2
RESULTADOS
En función de sintetizar los datos, se presentan las
medias de los resultados obtenidos para cada atributo en
cada clase, según las medidas de diversidad y su desvío
estándar.
Si observamos el conjunto en su totalidad, se ve que
hay diferencias particulares que destacan cada clase. Esta
afirmación no intenta postular que las clases son natu3
Media del índice de robustez = 0,366, (DE: 0,148).
Media del índice de rejuvenecimiento = 0,217, (DE: 0,062).
rales, sino que empíricamente se notan diferencias en el
conjunto y estas diferencias se relacionan con la división
de clases realizada a priori. Las variaciones entre las distintas clases, probablemente están relacionadas con los
aspectos funcionales de las piezas.
Así, se observa que las clases definidas son internamente homogéneas. Es decir, la variación observada dentro de cada clase de instrumentos es relativamente baja.
Se confirma (ver tabla 2) que los instrumentos complejos
son los que presentan la menor variación, en contraste
con los artefactos sin formatización, que son los que tienden a variar más, en general.
En una caracterización de la diversidad del conjunto
(Mercuri 2006), se observó que a las puntas de proyectil
se las puede dividir en sub-clases, las pedunculadas y las
apedunculadas, tema que sugiere cierta diversidad en las
estrategias de caza. Si bien estas sub-clases poseen sus características particulares, las puntas apedunculadas se presentan en baja frecuencia (N=3), y sería muy arriesgado hacer
conjeturas, ya que a grandes rasgos varían mucho más que
las pedunculadas. No obstante, ambos conjuntos presentan características similares, tales como el módulo L/A, las
medidas del cuerpo de las piezas, y en la materia prima elegida. Un atributo en el que parece no haber semejanza es el
ángulo de filo. En las puntas apedunculadas no existe una
tendencia hacia un estado de ángulo en particular. Contrariamente, casi todas las piezas pedunculadas tienen un
ángulo de filo de 55º en los bordes (Mercuri 2006).
Asimismo, se observa que el módulo L/A en las puntas
de proyectil es mediano alargado (ver Aschero 1983). En
los artefactos sin formatización el tipo predominante es
el módulo mediano normal (Aschero 1983), más regular
que el módulo mediano alargado. Por otro lado, los artefactos formatizados tienden por igual tanto al módulo
mediano alargado como al módulo mediano normal. En
relación con esto, el módulo más frecuente en los núcleos
es el mediano normal, al igual que en los artefactos sin
formatización (Mercuri 2006).
En cuanto al atributo forma base, se puede afirmar que
es bastante homogéneo en todas las clases. Exceptuando
las puntas de proyectil, donde predominan las lascas no
diferenciadas, en las otras clases aparecen mayormente
representadas las lascas angulares. En los artefactos sin
formatización las lascas angulares se encuentran en la
misma proporción que las lascas con dorso natural (ver
Aschero 1983).
Con respecto al ángulo de filo, los artefactos formatizados presentan una gran riqueza y una leve tendencia
hacia filos de 45º y 70º y en menor medida hacia los 50º.
Por otro lado, la riqueza en los artefactos sin formatización es algo menor y existe una tendencia hacia los filos
de 50º y 60º. Puede pensarse que, tal vez tenga que ver
175
CUADERNOS 21
con la función de uso inferida de los instrumentos (ver al
respecto Aschero 1975 y 1983).
Pasando a las materias primas, se puede afirmar que
en todas las clases, exceptuando los núcleos, priman las
no locales incluso en los artefactos sin formatización
(aunque el porcentaje de materias primas alóctonas es
del 47%). En relación a este aspecto, el análisis de los
núcleos no muestra evidencias claras de maximización
de las materias primas no locales.
Ahora bien, los desechos de talla presentan una mayor
variación relativa en todos los atributos medidos, siendo
consistente con el supuesto de que variarán más que el
conjunto instrumental. No obstante, el resultado para el
evenness, muestra un valor considerable (ver tabla 2). Este
hace referencia tanto al módulo L/A como a la materia
prima. Los estados de atributo en los cuales se concentra
la muestra son por un lado el módulo mediano normal
y por otro la obsidiana negra de Zapaleri. Esto probablemente tenga que ver con el resultado de la reducción y
talla de instrumentos tales como las puntas de proyectil
en los sitios (ver al respecto Mercuri y Vázquez 2001).
DISCUSIÓN
Volviendo a las hipótesis y tomando como referencia
el marco teórico, la poca variación existente y la manera
en que se hace presente en el conjunto total, indican que
podría estar actuando con mayor fuerza algún mecanismo
de transmisión cultural de tipo sesgado. Muscio (2004)
sugiere que el mecanismo que sería esperable que actúe
con mayor peso es el sesgo dependiente de la frecuencia. Bajo estas situaciones se espera que las fuerzas de la
transmisión cultural actúen selectivamente, restringiendo
severamente la variación en los diseños de las tecnologías
de caza y en los sistemas normativos del intercambio e
interacción social, en función de minimizar el riesgo. Esto
puede observarse en la relativa baja variación en las puntas,
que como se planteó en las hipótesis, por ser instrumentos
más complejos, variarán menos que las otras clases de instrumentos, estando sujetas a las fuerzas de la transmisión
sesgada. Asimismo, también se observa como tendencia
general, una mayor variación relativa con respecto a las
puntas de proyectil, tanto de los artefactos formatizados
como de los sin formatización, confirmando la tercera
hipótesis. No obstante, la clase de los núcleos presenta una
variación que aparece en una posición intermedia entre las
puntas y los instrumentos de carácter sumario (ver más
arriba definición de artefactos formatizados).
En el contexto general del Temprano de la Puna
argentina, hay dos razones que nos permiten plantear
que la transmisión cultural sesgada debió ser un factor
común entre las distintas poblaciones que ocuparon la
región durante el Período. Por un lado, hay consenso
en que las poblaciones humanas del Período Temprano
eran pequeñas y estaban basadas en unidades domésticas
que controlaban la producción de los recursos (Aschero
2000, Raffino 1988, Olivera 2001). Esta es la evidencia de
Casa Chávez Montículos (Olivera 1992), Tebenquiche
(Haber 2001), Susques (Yacobaccio et al 1998), Cochinoca (Fernández Distel 1998) y de Las Cuevas, en el
borde del altiplano andino (Raffino 1977). Por otra parte,
en la macroescala, este ambiente es un entorno muy fluctuante, generando riesgo para las economías productivas,
desde la instauración del patrón de variabilidad climática
moderna, durante la transición Holoceno Medio/Holoceno Tardío (Muscio 1998). Más precisamente, como se
desprende de los modelos evolutivos de Boyd y Richerson
(1985), en contextos de poblaciones con bajas densidades y baja escala de complejidad social, y en entornos en
donde el riesgo es alto, es esperable la acción de la transmisión cultural sesgada favoreciendo la adaptación local
(Muscio 2002). Los patrones de variación de la tecnología
lítica de Matancillas muestran esta situación, en la que la
caza ayuda a minimizar riesgos en una economía productiva. No obstante, la fuerza con la que actuó la transmisión
sesgada durante el Período Temprano como mecanismo
de evolución debió ser espacialmente heterogénea en
el desierto de altura andino. En la escala local, el riesgo
debió ser el factor clave controlando la fuerza con la cual
la transmisión cultural sesgó la variación de la tecnología
lítica, produciendo una diversidad de situaciones locales
en relación con la intensidad del riesgo en ambientes particulares. Este acercamiento a la tecnología lítica puede
contribuir al conocimiento de la diversidad de los procesos evolutivos durante el Temprano en la Puna.
Dentro del marco más general de las investigaciones
sobre el riesgo en el altiplano andino, podría pensarse que
en un ambiente inestable como este, una estrategia tecnológica lítica con variación moderada tendiente a baja
resultaría maladaptativa. Es decir, al fluctuar el ambiente,
la población no podría dar respuestas lo suficientemente
rápidas como para evitar la extinción local. Sin embargo,
esto sería así solo si la tecnología lítica fuera la única
estrategia tecnológica que se está implementando para la
adaptación. Hay que recordar que en el caso de Matancillas nos encontramos frente a un nicho productor de
alimentos, con agricultura y pastoreo complementados
con caza. Entonces, la tecnología lítica es una más de las
estrategias tecnológicas utilizadas por el grupo, así como
la cerámica y probablemente otras tecnologías en materiales perecederos, que no se hallaron en los sitios.
Así, si bien en una escala más inclusiva el nicho ecológico puede ser sensible a las fluctuaciones climáticas,
este riesgo puede, y probablemente sea, amortiguado con
diversas estrategias que tiendan a minimizarlo.
176
ESTUDIANDO LA TRANSMISIÓN CULTURAL EN ARTEFACTOS LÍTICOS
Al formar parte de una estrategia de subsistencia más
amplia –una economía basada en la producción de alimentos complementada con la caza– la tecnología lítica sigue
un patrón que refleja estas dos estrategias principales. En
los desiertos de altura, la biomasa animal silvestre, como
las vicuñas, tiende a ser más resistente a las fluctuaciones
climáticas que la agricultura o incluso que los animales
domésticos (ver sobre este punto Vilá 2000, Yacobaccio
2001, López 2002). Así, en el conjunto lítico de Matancillas los instrumentos que presentan una variación relativa
menor (las puntas de proyectil) son los que pueden relacionarse con los recursos relativamente más estables. Se
puede proponer, entonces, que la relativa homogeneidad
en esta clase de instrumentos apunta a la obtención de
un tipo de presa particular, en este caso camélidos silvestres, ya que este es el recurso predominante en el registro
arqueofaunístico de Matancillas, (los restos de roedores son
tafonómicos, ver sobre este punto López 2002 y 2003). De
esta manera, los patrones de variación en puntas de proyectil pueden interpretarse como diversidad de estrategias
de caza. No hay que olvidar que, aunque por osteometría se
identificó la presencia de vicuñas, en el área posiblemente
pudo haber otros recursos de alto ranking, susceptibles de
ser cazados como el guanaco y la taruca (Muscio 2004).
Por otra parte, los instrumentos con mayor variación
relativa (artefactos no formatizados) son los que hipotéticamente pueden relacionarse con recursos relativamente
menos estables, más sensibles a fluctuaciones climáticas,
como los vegetales domésticos o silvestres (ver Muscio 2004
entre otros). Así, podría pensarse que los instrumentos con
una variación relativa mayor tendrían un uso potencial
sobre recursos vegetales, particularmente los cultivados.
Es decir, si bien una mayor variación artefactual podría
interpretarse como una estrategia adaptativa tendiente a
amortiguar riesgos de recursos inestables, esta debió estar
orientada a explotar una variedad de recursos vegetales,
como el maíz o la quínoa, privilegiándose la diversificación
por sobre la especialización (Mercuri 2006).
El patrón observado en la tecnología lítica de la quebrada de Matancillas se repite en otros lugares de la Puna
argentina. En contextos contemporáneos de la región,
se evidencian similitudes en los conjuntos artefactuales,
desde la cerámica hasta los conjuntos líticos y en el patrón
de consumo de camélidos. En cuanto a los conjuntos
líticos existe cierta homogeneidad para estos momentos
tempranos. Esto ya fue destacado por Patricia Escola
(1987) con la sistematización de las puntas de proyectil de
esta región. El patrón que caracteriza las estrategias tecnológicas líticas de las ocupaciones del altiplano, es el uso
de lascas como formas base de instrumentos con filos y
poca formatización formal, junto con puntas de proyectil
de módulos medianos o pequeños (ver entre otros Escola
2002). Asimismo, durante el Período Temprano también
se destaca la importancia de la caza como complemento
de una estrategia predominantemente agrícola (Escola
2002, Fernández Distel 1974, Olivera 2001, Muscio 2004).
Desde una perspectiva evolutiva, estas similitudes regionales pueden reflejar convergencias ecológicas y vinculaciones con redes de interacción social. Los estudios
de procedencia de materias primas líticas establecieron
múltiples fuentes de proveniencia de obsidianas, que probablemente influenciaban y relacionaban distintas áreas
del NOA (Yacobaccio et al 2002). En estos contextos, es
de destacar la importancia de las redes de interacción
como estrategia adaptativa. Bajo esta interpretación el
intercambio interregional minimiza los riesgos de economías productivas en ambientes fluctuantes conectando
diversos ambientes con diferente oferta de recursos en los
cuales la fluctuación es asincrónica.
Ahora bien, la dependencia y el uso dado a las materias primas no locales en la Quebrada de Matancillas
podría implicar que estas redes de interacción tuvieron
una relevancia distinta a la que parecen haber tenido en
otros sitios. Por ejemplo, en Antofagasta de la Sierra, las
materias primas alóctonas muestran evidencias de cierta
maximización (Escola 2004). Esto no se observa en nuestro caso de estudio, donde los resultados muestran que las
obsidianas alóctonas no estaban siendo maximizadas.
En este aspecto, la transmisión cultural de tipo sesgado,
al mantener un mayor control permite que los lazos y las
relaciones a largas distancias persistan más allá del tiempo y
la lejanía. Sin intentar una analogía, esto puede observarse
actualmente, ya que existen redes de interacción similares
que se mantienen de generación en generación, basadas en
vínculos de parentesco (Muscio 2004). Así, la población que
habitó la Quebrada de Matancillas formaba parte de una
población en escala más amplia que ocupaba todo el Valle
de San Antonio de los Cobres e incluso zonas más lejanas.
Recordemos que la obsidiana preponderante en los sitios
analizados proviene de una fuente a unos 250 km. Las redes
de interacción social que conectaban diversas áreas no solo
permitirían amortiguar los efectos de las fluctuaciones
climáticas mediante la obtención de recursos alóctonos.
Podría pensarse que estas redes, en situaciones en las cuales las fluctuaciones no pueden ser manejadas adaptativamente, también posibilitarían el desplazo de la población
hacia otras quebradas laterales. Especialmente en ambientes
fluctuantes donde el riesgo es la principal fuerza selectiva.
La información obtenida de Matancillas expone un tiempo
de ocupación breve en la escala arqueológica. Esto sugiere la
extirpación del grupo que pobló la quebrada, y no implica
extinción biológica. Así se podría pensar que la población
pudo haberse desplazado a otras quebradas laterales del
Valle de SAC, como Urcuro (Muscio 2004, Mercuri 2006).
177
CUADERNOS 21
Finalmente, un aspecto sumamente importante a resaltar es que el patrón de transmisión sesgada detectado en
la tecnología lítica de Matancillas, puede ser una señal de
procesos de transmisión cultural verticales. Precisamente,
la transmisión sesgada y vertical es la que predomina en
sociedades de baja demografía, como la de nuestro caso
de estudio (ver Muscio 2004). La evidencia cerámica de
Matancillas también muestra señales de transmisión vertical (Muscio 2004). Entonces, desde los conjuntos líticos y
cerámicos, puede argumentarse la acción de la transmisión
vertical actuando en comunidades pequeñas. Considerando que durante el Período Temprano, las poblaciones
de la Puna fueron relativamente pequeñas y de baja escala
de complejidad (Olivera 2001), es esperable que la transmisión sesgada vertical haya predominado durante este
Período, generando tanto procesos locales de evolución
convergentes y divergentes. Más generalmente, la transmisión vertical está asociada a la replicación de comportamientos que tienen alto valor adaptativo (Cavalli- Sforza
y Cavalli- Sforza 1994), tal como muestra nuestro propio
trabajo. Ya vimos como el caso de Matancillas se aparta en
muchos aspectos a lo observado en Antofagasta de la Sierra, lo que permite plantear procesos locales de evolución
que respondieron a particularidades tanto ecológicas como
sociales de Matancillas en la Puna Norte de la Argentina.
CONCLUSIONES
Como se ha demostrado a lo largo de la discusión, la
variación en el conjunto lítico de la quebrada de Matancillas, presenta patrones previsibles desde la teoría de la
transmisión cultural. Así, bajo el apoyo del marco teórico,
las hipótesis acerca de los mecanismos de transmisión
cultural sesgada se sustentan con la evidencia discutida.
En este trabajo se analizó, desde la tecnología lítica, la
incidencia de la transmisión cultural en la ocupación del
período temprano de Matancillas. En este sentido, a partir del caso de estudio, se contribuye al conocimiento de
la variabilidad de las ocupaciones formativas del noroeste
de la Argentina, y en especial de la Puna. Como se vio,
mediante los análisis hemos podido detectar señales de la
acción de la transmisión sesgada sobre la tecnología lítica
de Matancillas.
AGRADECIMIENTOS
A Patricia Escola por sus comentarios, sugerencias y
compromiso en la lectura de una primera versión de este
trabajo. A Hernán Muscio por su guía teórica. A Marcelo
Cardillo por sus comentarios. A Ulises, por todo.
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1852-1002
ISSN 0570-8346
“TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL”
PROCESO DE PRIVATIZACIÓN DE YPF Y TRANSFORMACIONES LABORALES
Hernán M. Palermo*
RESUMEN
En el presente trabajo analizamos el proceso de privatización de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF),
la mayor empresa que tuvo el Estado argentino. De esta manera abordamos el proceso de modernización empresaria
que afectó no solo las relaciones laborales, sino que, transformó los espacios de representación de los trabajadores.
PALABRAS CLAVE
Privatización- modernización empresaria- trabajadores
ABSTRACT
The present paper is centered on the study of the privatization process in YPF, the biggest company that the argentine state have had. We tackle the business modernization process that affected not only the work relationships, but
also the workers representation spaces.
KEYWORDS
Privatization - business modernization - workers
INTRODUCCIÓN
El profundo proceso de reconversión neoliberal y
reforma del Estado, iniciado en la Argentina después de la
crisis del petróleo de 1973 (Borón 2004), y llevado hasta
sus límites durante la década de los 90, tuvo como uno de
sus ejes principales la privatización de las empresas públicas productoras de bienes y prestadoras de servicios.
Esta reestructuración solo fue posible gracias al rol activo
del Estado, llevado a cabo a partir de la década de los setenta
y fundamentalmente durante la década de los noventa.
En este contexto, se implementó un proceso de reestructuración que involucró cambios técnicos, incorporación de
nuevas tecnologías de gestión (Novick 1991), cambios organizacionales y una completa reorganización de las políticas
laborales. El objetivo era llevar a una situación de eficiencia
y rentabilidad a las empresas estatales, y en especial a YPF,
como condición previa a su privatización, para así capturar
el interés de los potenciales inversores.
Este profundo proceso de cambio en el interior de las
empresas, reconfiguró los espacios propios de representación de los trabajadores erosionando el poder de los sindicatos. Particularmente en el caso de YPF, la modernización
empresaria (Dombois y Ludger 1993; Figari 2003) no solo
deterioró el poder de negociación del SUPE (Sindicato
Unido Petrolífero del Estado) frente a la empresa, sino
que, socavó la legitimidad del sindicato entre los propios
trabajadores como espacio de representación.
∗ CONICET, [email protected]
La modernización empresaria en YPF comenzó en
los 90, luego del decreto 2778–el decreto disponía la conversión de YPF a Sociedad Anónima–, y la puesta en marcha de un “Plan de Transformación Global” elaborado
para el sector por José Estenssoro, empresario petrolero
privado.
En la primera etapa de transformación inaugurada
por el ingeniero Estenssoro, y la más profunda, no solo
se incorporaron nuevas tecnologías de gestión o administración empresaria, las cuales modificaron el plantel de
trabajadores en número y composición, sino que se puso
en funcionamiento un plan de reprofesionalización de los
puestos de mando como principal pilar de la modernización empresaria.
En primer lugar, el objetivo del presente trabajo es
reconstruir el proceso de privatización de YPF. A partir
de aquí realizaremos un análisis sobre el rol del sindicato
en la privatización, para luego aproximarnos a la configuración de la arquitectura de las políticas empresarias en la
empresa petrolera. En los comentarios finales, situaremos
la mirada sobre las tensiones sociales que surgieron a partir de la privatización.
PRIVATIZACIÓN Y REESTRUCTURACIÓN DE YPF
La empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales,
aunque compartía rasgos con otras empresas estatales,
siempre presentó características particulares y únicas. En
primer lugar, le concierne la explotación de un recurso
natural no renovable, insumo básico para el abasteci-
181
CUADERNOS 21
miento energético a partir de principios de siglo XX, convirtiéndose así en un producto estratégico determinante
para este sistema capitalista. En segundo lugar, YPF involucró a lo largo de la historia argentina, mucho más que
intereses puramente económicos, puesto que a partir de
esta empresa se construyeron diferentes polos petroleros
a lo largo del territorio nacional y se desarrolló una política por parte del Estado de poblamiento o “conquista”
del interior del país. Si bien esto ocurrió con otras empresas estatales, nunca fue a la escala de YPF. La empresa fue
utilizando todos los recursos que tenía, (económicos,
sociales y culturales) para legitimar un orden social, político y económico. De esta forma fue convirtiéndose en la
empresa estatal de “bienestar” por excelencia. A través de
ella, el Estado distribuía las riquezas en forma de trabajo
con salarios altos, vivienda, servicios de salud y de recreación; con una fuerte impronta nacionalista.
Además, a principios de la década de los noventa, a
causa de las políticas monopolistas, YPF se había desarrollado de tal manera que resultaba la empresa estatal
de mayor tamaño, manejando un volumen de venta de
cuatro mil millones de dólares y ocupando el cuarto lugar
entre los mayores empleadores del país captando el 13%
de los trabajadores públicos (Balazote y Radovich 2000,
2002).
Desde el descubrimiento del petróleo y la creación
de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en 1922, el debate
por la explotación y comercialización de este recurso fue
tomando diferentes tonalidades a lo largo de los distintos
gobiernos. Intentos de apertura privada de ciertos eslabones del proceso de producción de petróleo colisionaron
con oposiciones nacionalistas y estatistas, hasta su privatización en los 90.
Con la irrupción del gobierno militar en 1976, se
inauguró un verdadero proceso de vaciamiento de YPF.
El sistema consistió en implementar, tras sucesivos decretos, la privatización periférica de numerosos servicios, el
despido de trabajadores y la persecución a sectores populares (Azpiazu 2002) que obstaculizaban los proyectos del
gobierno de facto. Consecuentemente, se procedió a la
adjudicación directa a empresas privadas de importantes yacimientos en explotación sin compensación alguna.
De esta manera, se favorecieron los intereses de antiguas
compañías de servicios petroleros como Bridas y Pérez
Companc.
A partir de la dictadura militar, se hizo frecuente la
aparición de los contratos con empresas privadas de perforación, terminación y reparación de pozos, a precios
muy superiores a los costos que, por igual tarea, realizaba
YPF, e incluso con notorias deficiencias técnicas. Por otro
lado, los contratos favorecían notoriamente a las empresas privadas, en caso de conflictos entre las empresas y
el Estado. De esta forma se sumaron otras compañías a
la actividad, en muchos casos sin experiencia en el tema.
Por otra parte, las políticas de los sucesivos gobiernos llevaron a YPF a un fuerte proceso de endeudamiento. La
deuda de la empresa había crecido de trescientos veinticuatro millones de dólares en 1975 a cinco mil setecientos
millones en 1983 debido a las diversas utilidades que se
1
realizaban con fondos de YPF . Los contratos que YPF
firmaba con empresas privadas significaban, en general, fuertes beneficios para ese sector. Muchos contratos
permitían que las empresas privadas trabajaran en zonas
más pobladas, y por ende con menores costos, y se dejaba
a YPF en regiones periféricas en donde los costos eran
mayores. Además, los activos de la empresa, en muchas
ocasiones se usaban para cubrir déficit de otras empresas
estatales. Estas políticas llevaron a YPF, en las postrimerías de la dictadura militar, a un importante déficit, con
un patrimonio neto negativo.
En 1983, cuando Alfonsín asume la presidencia de la
Nación, YPF era una empresa gigantesca con un enorme
déficit. En los años ochenta era la empresa argentina más
grande y se ubicaba cuarta entre las latinoamericanas, por
sus ventas. Sin embargo, acumulaba a finales de la década,
un déficit de alrededor de cuatro mil millones de dólares,
equivalente al 70% de sus ventas, y una deuda externa de
5.400 millones de dólares. En 1985, el presidente Alfonsín anunció en Texas el lanzamiento del Plan Houston,
con el propósito de atraer capital privado a participar de
la explotación del petróleo. Sin embargo, hacia 1988, la
situación financiera de YPF había empeorado, y el Petroplán, otro plan que abría licitaciones a capital privado,
había sido suspendido debido a las protestas de varios
sectores del radicalismo que lo criticaron duramente.
A pesar de los intentos de apertura privada en distintos eslabones de la explotación petrolera, la privatización
tuvo su primera expresión concreta en 1990, con la conversión de YPF a Sociedad Anónima y el “Plan de transformación global”.
Los principales instrumentos de estas políticas fueron
la privatización de las reservas, la profunda racionalización
de personal, la desregulación de los precios, la eliminación
de trabas al comercio exterior, la reducción de alícuotas
impositivas a los combustibles y la privatización de YPF.
Cabe señalar que hasta la desregulación de los noventa, los
contratistas de YPF no disponían del petróleo libremente,
ya que debían entregarlo obligatoriamente a la empresa
estatal, y tampoco las refinerías privadas podían comprar
libremente el petróleo para elaborarlo.
La designación del ingeniero José A. Estenssoro al
1
182
Era una práctica común la de utilizar los fondos de la empresa
para cubrir deudas del Estado.
“TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL”
frente de YPF S. A. tuvo un alto contenido simbólico, ya
que se trataba de un empresario petrolero privado, con
reconocida simpatía hacia las ideas liberales y estrechos
lazos con la comunidad de negocios locales e internacionales (Margheritis 1999) y una fuerte formación
académica en los Estados Unidos, siendo egresado del
Rensselaer Polytechnic en Troy, Nueva York.
El plan elaborado por Estenssoro, con relación a las
políticas de gestión, comprendía dos pilares fundamentales que debían llevarse a cabo previamente a la privatización final de la empresa. En primer lugar, para la
modernización empresaria, debía transformarse y debilitarse la intervención del sindicato en las decisiones
propias de la empresa, en lo concerniente a las políticas
de gestión y la conflictividad laboral. En segundo lugar,
y como eje del proceso de modernización, se puso en
funcionamiento un plan de reprofesionalización de los
puestos de mando.
El proceso de racionalización de personal que se llevó
a cabo durante la década de los noventa, en un contexto
de hegemonía de las políticas neoliberales y de claro
debilitamiento del poder sindical, se realizó a través de
distintas estrategias de política empresaria. El número de
empleados pasó de un plantel de cincuenta y un mil personas en 1990 a diez mil seiscientos en 1993.
En primer lugar, se puso en marcha un plan de retiros
voluntarios y jubilaciones anticipadas para los trabajadores que ya no eran necesarios para la empresa, con el
pago de altas indemnizaciones. A esta primera etapa de
racionalización de personal se adhirieron un gran porcentaje del personal de YPF, ya que, según ex trabajadores, “eran retiros voluntarios obligatorios, que firmabas sí o
sí” (Ex trabajador de YPF de la antigua flota naval de la
empresa).
Por otra parte, los cursos de capacitación constituyeron la antesala del despido del trabajador. Con esta política
se alejaba de forma definitiva al trabajador del ámbito de
trabajo. De esta manera, el trabajador estaba en condiciones de elegir entre diversos cursos de capacitación para
los que la empresa afrontaba todos los gastos requeridos.
Los cursos duraban aproximadamente un año, y durante
este tiempo, el empleado percibía normalmente su salario
y beneficios sociales como si se encontrara en el puesto de
trabajo. El discurso oficial que justificaba a los cursos era
que los despedidos se pudieran insertar nuevamente en el
mercado laboral.
Los cursos de capacitación fueron muy heterogéneos,
desde panadería, computación y pantalonería, “hasta
2
cursos de aviación” . Claramente, se trataba de oficios y
cursos que no reflejaban una capacitación orientada a las
2
Entrevista a un gerente de la Refinería La Plata.
exigencias de un mercado petrolero, altamente competitivo y demandante de mano de obra profesional. Parte
de las consecuencias de una deficitaria política de inserción laboral para los trabajadores despedidos fueron, en
general, el fracaso de distintas experiencias cuentapropistas que se multiplicaron en las distintas zonas donde la
empresa estatal ejercía su influencia. Esto fue producto
de la combinación de la crisis laboral y económica, la
inexperiencia en emprendimientos comerciales, la desesperación por la pérdida del empleo, la saturación de una
oferta que no podía ser absorbida por la demanda.
“Cuando me fui hice mil cosas. Tuve el primer taxi de
Berisso” (ex trabajador de YPF, Refinería La Plata).
Los emprendimientos fueron una salida de los trabajadores frente a la inminente reestructuración de
la empresa. El personal despedido de YPF se organizó
tomando distintas formas jurídicas –ya sea como sociedades anónimas, cooperativas o Sociedades de Responsabilidad Limitada– para ofrecer el mismo trabajo/servicio
que antes hacían desde el interior de la empresa, pero
ahora como personal subcontratado. Mayoritariamente,
estos emprendimientos fueron impulsados por ex personal de mantenimiento, en el cual el SUPE jugó un rol
importante en su organización. En un principio, YPF
les aseguraba una subcontratación de dos años, y luego
entrarían en la ley de la “libre competencia”.
Pasado el tiempo estipulado de contratación, estos
emprendimientos quedaron en su mayoría sin efecto,
ya que debieron participar en procesos licitatorios con
empresas más competitivas, mejor capacitadas tecnológicamente, frente a su inexperiencia en materia
empresaria.
“¿Y los trabajadores hicieron empresas contratistas?”
“¿Sabés qué fue eso? Engaña pichanga fue eso. Porque le
daban la opción, pero qué pasa, ¿con quién tenés que competir? Con empresas multinacionales, que van a poner, listo y se
terminó”. (Extracto de entrevista a ex trabajador de YPF).
A estas políticas de racionalización de personal que,
en general, se utilizaron a lo largo de las dependencias y
refinerías de YPF, se suma el caso particular de la Refinería La Plata y el despido forzoso de lo que todos los
trabajadores llaman “La Gran Echada”. En 1991 el sindicato de Ensenada convoca a un paro nacional de actividades debido a un conflicto en la refinería de Salta. Este
hecho, una de las últimas movilizaciones masivas convocadas por el sindicato, tuvo un alto acatamiento entre
los trabajadores. Luego la huelga es declarada ilegal por
el Ministerio de Trabajo de la Nación, y al día siguiente
a la movilización, son despedidos aproximadamente mil
quinientos trabajadores.
“De un día para otro, nos levantamos a la mañana,
vamos a trabajar, y llego a la puerta de la destilería, y no
183
CUADERNOS 21
sé... hay huelga. Como yo, la mayoría no entendía por qué
había una huelga. Y es más, bueno... y hay huelga, viste
por lo menos antes eso era así. Si hay huelga, hay huelga,
después discutís. Pero había huelga y nos quedamos en la
puerta charlando, no entendimos bien por qué.” (ex trabajador de YPF La Plata, despedido en la Gran Echada)
Si bien la privatización de YPF afectó la zona de Berisso,
3
Ensenada y La Plata , los territorios mayormente afectados
fueron las zonas que surgieron al ritmo de YPF con carácter
de enclave –Cutral Có y Plaza Huincul, Tartagal y General
Mosconi, Comodoro Rivadavia– y en donde la actividad
petrolera se situaba en el centro la estructura productiva.
rol activo en el proceso de reorganización y privatización de
la empresa, en el marco más general de la alianza de carácter privatista entre los sindicatos y el Partido Justicialista.
El sindicato convalidó el programa de cambios impul4
sado por el gobierno de Carlos Menem , argumentando
la inevitabilidad de los cambios y apelando a la profundidad de la crisis económica con algunos condicionantes: desgaste provocado por la conflictividad de 1983-89;
escasa movilización social; campaña antisindical, disminución de la representatividad (desocupados). A cambio,
el gobierno le otorgó una serie de concesiones, entre las
que figuran subsidios para comprar parte de la empresa,
contratos para dar trabajo a trabajadores despedidos, participación accionaria en la empresa privatizada a través
del programa de propiedad participativa (PPP), subsidios
para la obra social petrolera (OSPE), etcétera.
La relación del SUPE con los emprendimientos laborales organizados con personal de la ex YPF estatal, “fue
un nicho, uno de los mecanismos apropiados, para enfrentar
los efectos negativos del proceso de privatización” (Orlansky
y Makón 2003).
La reconversión neoliberal se impone en una coyuntura histórica de crisis, y una correlación de fuerzas desfavorable para los trabajadores. En este contexto y frente
a la fuerte modernización y avance de las estrategias de
administración empresaria, el sindicato pone en práctica,
como estrategia política de negociación, la perdurabilidad
de los emprendimientos laborales. En relación con estos
emprendimientos, Repsol YPF intenta imponer condiciones de eficiencia (reducción de precios, modernización de
equipos) para renovación de los contratos.
El vencimiento de dichos contratos, coloca a algunas
de estas empresas y a sus trabajadores cooperativistas y
empleados, ante el riesgo objetivo de ser desplazados por la
competencia de otras empresas locales o extra regionales.
Las empresas sostenidas por el sindicato deben realizar
algunas transformaciones importantes a fin de adaptarse
a las nuevas reglas económicas, que priorizan el logro y la
productividad a partir de la reducción de costos laborales,
de la eficiencia y la racionalidad empresaria de los usos de
los recursos materiales y humanos. El SUPEH realiza actividades de formación y preparación sobre políticas empresarias para la actual modernización de los emprendimientos.
EL ROL DEL SINDICATO
Para gran parte de los trabajadores de YPF, referirse al sindicato implica valores y sentidos referidos a
una historia de “traición” y arreglos “a espaldas” de los
trabajadores.
Esta mirada negativa sobre el sindicato es apreciable
en los relatos que registramos, no solo de ex trabajadores
de la época estatal, sino en las nuevas incorporaciones
del período Repsol. La legitimidad del sindicato entre los
trabajadores se encuentra erosionada por esta valoración.
Particularmente, estos sentidos hacia el SUPEH (Sindicato Unido petroleros e Hidrocarburíferos) se acentúan
en la filial Ensenada, donde se le adjudica cierta complicidad por parte de los dirigentes que conducían aquella
filial, en el episodio de la “La Gran Echada”.
Las reformas producidas durante la hegemonía de las
políticas neoliberales, debilitaron visiblemente el poder y
el accionar del SUPE. Esta pérdida de poder se observa
claramente en las sucesivas renegociaciones de los convenios colectivos durante los noventa, que operaron cambios que resultaron desfavorables, desde el punto de vista
de las condiciones históricas y de los derechos logrados
por los trabajadores del petróleo en nuestro país.
Este sindicato, con una fuerte imbricación peronista,
fue en épocas anteriores un importante espacio de solidificación de conquistas y reivindicaciones concretas para
los trabajadores del petróleo.
Con la asunción de Carlos Menem, la mayor parte
de los sindicatos reestructuraron sus políticas de acción
frente a las inminentes reformas estructurales impulsadas
desde el Estado. De esta manera, los sindicatos burocráticos produjeron su propia reconversión hacia “sindicatos
de negocios”. En el caso del SUPE, este apoyó las reformas
neoliberales y, específicamente, la privatización de YPF.
El Sindicato Único de Petroleros del Estado asumió un
MODERNIZACIÓN EMPRESARIA
El proceso de transformación de YPF comenzó con su
primera etapa, la más profunda, a partir del 23 de agosto
de 1990 liderada por el ingeniero José Estenssoro, pri-
3
4
En La Plata las consecuencias no fueron tan notorias debido
a que es una ciudad con otras actividades productivas y de
servicio con importancia.
184
Cabe destacar que en ese entonces el líder del sindicato petrolero (SUPE) era Diego Ibáñez, amigo cercano de Menem y
miembro de su círculo inmediato.
“TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL”
mero como interventor y luego como presidente, hasta
su muerte en 1995.
Para esta primera etapa, se concebía como condición
fundamental el cumplimiento de pautas básicas para que
el proceso de transformación fuera posible: precios libres
en el sector petrolero, desregulación del sector para alentar la competencia, impermeabilidad de la interferencia
política –principalmente del sindicato– y renegociación
del convenio colectivo.
La sistematización de la transformación de la empresa
consistía en definir, en primer lugar, las áreas que resultaban estratégicas. Si un área era estratégica y rentable
quedaba en propiedad de YPF. Por el contrario, si era
estratégica pero no rentable, se decidía la asociación o
venta. Si en todo caso, no era ni rentable, ni estratégica, se
resolvía su venta o cierre.
El decreto de 1992, Nº 24.145, disponía dividir el
capital accionario en tres partes: El 51% para el Estado,
el 39% para las provincias y el 10% para el personal de
la empresa. También establecía que el estado debía enajenarse de las acciones en un plazo de tres años en un porcentaje no inferior del 50%.
Durante la etapa dirigida por el ingeniero Estenssoro, y al mes de haber asumido las funciones, se abrió el
camino para la renegociación del Convenio Colectivo de
Trabajo con el sindicato.
En el marco de este contexto, uno de los fenómenos más
evidentes dentro de la incorporación de nuevas tecnologías
de gestión, estaba vinculado con un profundo proceso de
reprofesionalización de los puestos de mandos o jerárquicos. Enmarcados en este nuevo esquema de modernización
empresaria, los puestos de mandos significaban los engranajes que, a partir de la transformación de la empresa,
mediatizan las nuevas normativas organizacionales. Es por
esto que, el primer paso en la renegociación del convenio
colectivo de 1990 pone como eje central la exclusión del
5
personal de jefatura o con capacidad de mando . De esta
manera, el nuevo personal “fuera de convenio” deja de
estar bajo la representación del sindicato, debilitando profundamente su poder de negociación.
La introducción de nuevas nociones de management
empresario, en el contexto de reforma laboral, supone
un cambio de “cultura” o de sentidos en los trabajadores,
transfiriéndoles como propios los objetivos de la empresa.
En la siguiente renegociación del convenio en el 93, se
pone de manifiesto la gratificación por desempeño. Esto significa que desde los más altos niveles de la gerencia (en este
caso a través de los programas de recursos humanos) hasta
los más bajos niveles, se encuentran todos comprometidos
con las metas estratégicas de la empresa mediados por objetivos en común. Es así que, durante la etapa Estenssoro, se
implementa en las políticas de administración empresaria
la Dirección Por Objetivos (DPO). La Dirección por objetivos es el componente que comenzó a configurar un sistema
básico de dirección de personal, estableciéndose como un
elemento de integración de los intereses de la empresa. Toda
persona compartirá objetivos individuales que deben cumplirse, y objetivos grupales concernientes a la unidad a la
que pertenece, vinculado con las funciones de su puesto.
“Se comenzó a trabajar con criterios de objetivos para
personal, había una remuneración variable que tenía que
ver con el cumplimiento de esos objetivos. Aparte de tu
sueldo, había objetivos, había atractivos. Hubo también
muchísima capacitación interna… Después, a partir de ahí,
Estenssoro mejoró todo el tema de imagen, la parte de servicios, toda una política muy agresiva de internacionalización
también. Esto tiene que ver con una política muy agresiva
de crecimiento. Un tipo que tenía unas cualidades [Estensoro] de mando y de gestión excepcionales, en los años de
él hubo una transformación impresionante. Un tipo por ahí
autoritario, agresivo, pero con una capacidad de liderazgo
interno muy fuerte. (Gerente de Repsol YPF).
Conjuntamente con el DPO se introduce, en materia de recursos humanos, la “Revisión de desempeño”.
Esta última consiste en una política orientada desde
la empresa hacia la identificación de “puntos fuertes” y
“áreas de mejoras” del personal. A partir de las “debilidades” de los sujetos, se recomiendan determinados planes
de desarrollo individual y formación.
También cabe destacar que, en el proceso de transformación de YPF durante la década del 90, se comienzan
a eliminar del convenio colectivo una multiplicidad de
oficios y categorías que implicaban una movilidad laboral ascendente, y comienza a introducirse la noción de
6
“polivalencia laboral” . Anteriormente, los obreros de
YPF tenían categorías de trabajo, roles y tareas claramente
definidas que se expresaban en los convenios colectivos
de trabajo. La polivalencia laboral afectó no solo las tareas
que a cada trabajador le correspondía, sino que también
implicó la reducción de personal, salarios más bajos, fragmentación del plantel completo (división entre los “dentro” y los fuera de convenio”) y la descomposición de la
“carrera orgánica” ascendente.
De esta manera, el proceso de recomposición de la
hegemonía empresaria en YPF se fortalece y revitaliza
con la introducción de nuevas formas de organización y
administración, vinculado a nuevas nociones de management empresario.
5
6
Esta modificación dejaba afuera del CCT todo personal de
supervisor en adelante .
185
Particularmente la noción de polivalencia laboral se introduce explícitamente en el convenio de 1997.
CUADERNOS 21
Frente a este impulso de modernización, surge con
fuerza en YPF, la noción de competencias. El sistema de
competencias toma relevancia en la etapa de Estenssoro,
en un contexto en el que se tiende a la flexibilización, en
un proceso de cambio tecnológico y organizacional por
efecto de la reestructuración productiva. Donde la subcontratación entre empresas grandes y pequeñas se vuelve
común, donde la polivalencia y la rotación de ocupaciones
se convierten en habituales, la “noción de competencias”
se incorpora a la modernización empresaria, alcanzando
nuevas formas de reclutamiento, promoción, capacitación
y remuneración. El foco de atención se ha desplazado así,
al conjunto de saberes puestos en juego por los trabajadores para resolver situaciones concretas de trabajo. En este
sentido, la noción de competencias –conjunto de saber
inestable, puesto a prueba y evaluado constantemente–,
se diferencia de la noción de calificaciones del trabajo.
La vieja noción de calificaciones, relacionada con saberes
otorgados por la experiencia, trayectoria o antigüedad,
concedían “cierta” estabilidad laboral al trabajador, siendo
la experiencia un capital importante del trabajo. En este
proceso de reestructuración laboral, las competencias
modificaron el sentido que la experiencia y la trayectoria
tenían para el trabajador, dejando de ser estos atributos un
“capital” importante para la inserción laboral. Esta individualización de las competencias llevó a la implementación
de un complejo sistema de evaluación –relacionado al sistema Dirección Por Objetivos y Revisión de desempeño–,
que siguió efectuándose hasta principios del 2006.
“…el proceso de privatización generó un extraordinario cambio desde el punto de vista de gestión de las gerencias. Por una gestión mucho más moderna orientada hacia
la competencia, a saberla resolver. Y esa transformación la
hizo Estenssoro. Desde el punto de vista de la transformación fue extraordinario” (Gerente de YPF, Sede Central,
Buenos Aires).
Frente a esta profunda reestructuración que estaba
afrontando YPF, los mandos comenzaban a desempeñar
un papel fundamental, como los “gestores de recursos
humanos”, formando parte de los engranajes que dan vitalidad a la normativa empresaria. Para esta nueva concepción, se estructuró un complejo sistema de formación de
profesionales y disciplinamiento que consistió en la puesta
en marcha de planes y programas orientada hacia los mandos. Por un lado, la profesionalización como condición
para ocupar puestos con capacidad de mando, se convirtió
en norma para las políticas empresariales. Y por otro, se
puso el acento en la constante formación de profesionales,
entendida como la mejora continua de las “competencias”,
haciendo referencia a la necesidad de estar permanentemente dispuesto a adquirir nuevos conocimientos para
adaptarse a los actuales cambios. Partiendo de esta concep-
ción de los mandos, y entendiendo su gran importancia
como gestores de las políticas de administración, se elaboró un programa –vigente hasta hoy en día – de formación de futuros profesionales, denominado “Programa de
jóvenes profesionales”. La transferencia de la información
y el conocimiento es un punto clave en la sucesión de los
mandos. Por esto se pone el énfasis en la formación de las
nuevas incorporaciones para la sucesión de los cargos y a
la vez, en la formación de los futuros formadores de mandos. Dentro de este programa, los nuevos profesionales, ya
7
sean recién egresados o a punto de recibirse de una carrera
profesional, son sometidos a un seguimiento riguroso por
parte del área de recursos humanos, y a un seguimiento
especial realizado por tutores designados para ello. De esta
manera, la empresa inauguraba el comienzo de un recambio generacional en los futuros puestos de mandos sin las
concepciones o los sentidos de la vieja YPF.
Durante la modernización de la empresa en la etapa
Estenssoro, se transformaron profundamente las relaciones laborales. Se puso en práctica una política de gestión
que otorgaba una mayor autonomía a cada individuo,
apartándose así de la rígida organización vertical que
caracterizaba a YPF estatal. De este modo, la disminución de las relaciones jerárquicas transfería mayor responsabilidad del trabajo a los empleados. La dirección
empresaria descubre las virtudes de la colaboración de
todos los trabajadores en los objetivos de producción,
capaz de fomentar la autonomía del trabajador, el compromiso y la cooperación.
El proceso de reestructuración de YPF, en su primera
etapa, intentó deconstruir al trabajador petrolero. En
primer lugar, la racionalización del personal se realizó
buscando el alejamiento de sujetos conflictivos para la
administración. Luego, se intentó “formar” un nuevo
“empleado” con una cultura de empresa, con valores y
sentidos en consonancia con los objetivos de producción
y fundamentalmente alejado de la vida sindical.
PERÍODO REPSOL YPF
Finalmente, el proceso privatizador iniciado en 1990
cuando el Estado argentino se desprendió de la empresa,
culminó en 1998 con un comprador concreto. Uno de los
ejes de la empresa española Repsol consistía en maximizar la rentabilidad de sus acciones. Para llevar a cabo este
fin, el grupo español empleó la estrategia de incorporar
a su actividad una empresa –en este caso YPF– que le
permitiera satisfacer sus objetivos en función de cuatro
pilares: en primer lugar, el mantenimiento del liderazgo
7
186
Los futuros profesionales que aún no concluyeron su carrera
entraban a la empresa a través de pasantía hasta su efectiva
incorporación.
“TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL”
en las actividades tradicionales de Repsol en el mercado
español; por otro lado, lograr un crecimiento en exploración y producción mediante el desarrollo de nuevas
adquisiciones; en tercer lugar, asegurar una expansión
internacional, principalmente en Latinoamérica; y por
último, satisfacer el mercado eléctrico interno con bajos
costos, a partir de la generación de energía eléctrica con
gas natural propio.
La fusión con YPF le permitió a Repsol alcanzar los
niveles internacionales de las grandes empresas petroleras
en el mundo y aumentar la rentabilidad. Antes de 1998
los activos de Repsol estaban repartidos de la siguiente
manera: industrialización y comercialización 42%; gas
27%; exploración y producción 23%. Los activos de YPF
se componían con un 64% en exploración y 32% en industrialización y comercialización. Las grandes empresas
petroleras internacionales mantienen sus activos concentrados en 50% en exploración y producción y el 30% en
industrialización y comercialización, aproximadamente.
El 29 de junio de 1999, Repsol termina de comprar
todas las acciones de YPF, concentrando el 98,23% del
paquete accionario de la compañía.
La petrolera española, además de controlar el 98,2%
de YPF, es dueña del 66% de la petrolera Astra de Argentina, y del 45,2% de Gas Natural de España.
A través de Astra se hace propietaria de Refinor, Algas,
Poligas y las estaciones de expendio de combustibles de
Eg3, además de las acciones que esta posee en la Central
Dock Sud. Adquiere el 21% de las acciones de Metrogas
y la totalidad de la petrolera Pluspetrol (con importantes
intereses en la extracción de gas y petróleo en la Argentina) y de la Refinería de petróleo de San Lorenzo. Por
ser dueña de YPF controla la totalidad de YPF Gas y de
la italiana AGIP. Gas Natural de España, ejerce a su vez, el
control de Gas Natural Ban, junto a Iberdrola de España.
Repsol, por su parte, le vende el 4,5% de sus acciones a
Endesa, el monopolio multinacional de la energía, que
además de sus intereses en Chile es dueña de la Central
Costanera, parte de EDESUR y la principal accionista de
EDENOR.
De esta manera, Repsol pasa a ser una de las empresas
más importante de la Argentina, controlando el 51% de
la producción de petróleo y el 44% del gas. Aun desprendiéndose de parte de los activos de la comercialización,
mantendrá una posición dominante en ese rubro, pues
refina el 56% de las naftas y el 61% del gasoil. También
tiene el monopolio del gas licuado y de varios productos
petroquímicos.
Referente a las políticas de administración empresaria, durante el período Repsol, se tiende a una estructura organizacional de mayor rigidez y verticalidad,
contrariamente a la etapa de Estenssoro. Las decisiones
se concentran en los mandos altos restando autonomía
individual al personal.
“Todo se delega a las jefaturas…en la época de Estenssoro cada individuo era responsable, era más autónomo”.
(Gerente de Repsol YPF).
En consonancia con la primera etapa de reestructuración de YPF, Repsol pone énfasis en la consolidación y
homogeneización de sentidos en el trabajo. En este caso,
se hace evidente la necesidad de consolidar una “cultura
multinacional”, asociada a la proactividad del “empleado”
(trabajar cuestionando siempre los resultados, no siendo
conformista) resaltando las potencialidades de cada individuo y superando las “debilidades” con planes de formación,
y haciendo propios los objetivos de las empresa concentrados en generar ventajas competitivas para Repsol YPF.
CONSIDERACIONES FINALES
La modernización empresaria exigió una verdadera
mutación en el seno de la empresa. Esto implicó un cambio de actitudes y de funcionamiento, particularmente en
los niveles de la dirección o de mando.
Durante el proceso de privatización de YPF se transformó la antigua lógica de las carreras de ascenso interno o,
como las llaman, “carreras orgánicas”. Antes de la privatización, un operador que realizaba tareas técnicas, consideraba
la posibilidad de un futuro ascenso a ciertas instancias jerárquicas. A partir de la reconfiguración de la empresa, la separación entre profesionales y técnicos se hizo más categórica,
diferenciándose dos tipos de carreras o movilidad interna:
los puestos de mando profesionalizados, y los técnicos.
Actualmente, en el período Repsol, se pone el énfasis en la consolidación de una “cultura multinacional”.
Las más variadas formas de imponer sentidos se ponen
en práctica dentro de la esfera de producción, logrando
verdaderas políticas de control y consenso. Este proceso
de gran complejidad, se plasma en dispositivos de control
social y herramientas de disputa cultural-ideológica, utilizados para alcanzar tales objetivos.
Pese a que, normativizar una “cultura multinacional”
es una de las prioridades de las políticas de Recursos
Humanos, no se logra cimentar esto en las relaciones
laborales cotidianas. La empresa aún conserva una estructura gerencial de gente mayor de cincuenta años con una
trayectoria laboral proveniente de la etapa estatal de YPF.
Esta conformación de los puestos de mando coloca en
tensión los dispositivos de control, que no logran imponer un consenso de valores y sentidos. Particularmente, la
política de Dirección por Objetivos, encontraba fisuras y
8
“válvulas de escape” en la cotidianeidad, que tensionaban
8
187
Así es como hacía referencia un gerente de Repsol a las tensiones
que dejaban obsoletas al Sistema de Dirección por Objetivos.
CUADERNOS 21
y malograban los objetivos pautados por la empresa. Esta
política con profundas fisuras, debió ser reemplazada por
un dispositivo más dinámico y flexible. Así se inauguró
este año, la Gestión por Compromiso. Este nuevo programa pone bajo la lupa, ya no objetivos pautados, sino
los mismos comportamientos de los sujetos en el desempeño de sus funciones.
En cuanto a los puestos estratégicos, la re-profesionalización del mando tiende, por un lado, a la incorporación
de “jóvenes profesionales” orientados a ocupar los futuros puestos jerárquicos con planes de crecimiento a largo
plazo dentro de la empresa. Por el otro, a mover hacia
puestos no estratégicos a aquellas personas mayores que
ya no cumplen con el perfil deseado o las competencias
requeridas. Sin embargo, muchos jóvenes profesionales,
capacitados y formados en Repsol YPF, al no ver cumplidas sus aspiraciones de crecimiento, optan por otras
alternativas laborales.
Con relación al personal técnico, ya sea de refinerías o en
otras dependencias, la experiencia en el trabajo les permite
encontrar fisuras y hendiduras dentro de la rutina planteada
por la empresa. Particularmente en la Refinería La Plata,
durante el trabajo del turno noche, los mecanismos de
control se vuelven más flexibles, creando condiciones para
evadir las normas, y potenciar las prácticas y acciones de los
trabajadores, que permitan su descanso. Una de las causas
que genera esta situación, se debe a que durante la noche, a
excepción del jefe de turno, no hay personal jerárquico.
Frente al proceso de racionalización de personal en
los 90, se elaboraron diversas alternativas cuentapropistas a partir de la indemnización que los trabajadores
recibieron de YPF. Pero, en general, no brindaron una
respuesta efectiva a la incertidumbre de la pérdida del
empleo. En consecuencia, surgieron organizaciones
autonombradas “piqueteras” o ex trabajadores de YPF
con una modalidad de resistencia que se plasmó en los
cortes de ruta. En ciudades como Plaza Huincul, Cutral
Co, Tartagal, La Plata, etc., se evidenció no solo el problema del desempleo, sino también, la precarización del
trabajo. En La Plata, a principios del 2000, se formó un
movimiento encabezado por un grupo de aproximadamente treinta ex trabajadores de YPF o autodenominados “ypefianos”, demandando una deuda con relación al
9
Programa de Propiedad Participada . En la actualidad,
la autonombrada mesa coordinadora de Berisso, Ensenada y La Plata, junto con otras organizaciones como
Oro Negro también formada por ex trabajadores de YPF,
9
El Programa de Propiedad Participada, se concibió para
amortiguar los efectos negativos de la privatización, y por
esto se le otorgaba a los trabajadores el 10% de las acciones de
la empresa.
no solo reclaman lo adeudado –a través de medidas de
fuerza, como bloqueo de los accesos a las destilerías y
depósitos de combustibles de la empresa Repsol– sino
que, se conformó un espacio de discusión en relación a
la reestatización de la explotación de hidrocarburos.
A partir de estas presiones, la empresa modifica en
2001-2002, el nombre Repsol YPF a solo YPF, pensando
en atemperar los conflictos.
En una entrevista a un alto mando gerencial se hace
evidente esta problemática y las tensiones que la empresa
no logra soslayar: “¿Quién se acuerda que Telefónica o Telecom eran ENTel?… acá todos se acuerdan de YPF estatal”.
(Gerente de Repsol YPF).
En líneas generales, aun con los cambios introducidos,
tanto en las relaciones laborales, como en los espacios de
representación de los trabajadores o en las tecnologías
de gestión, el grupo español Repsol no logra consolidar
una “cultura” con relación a sus intereses dentro de la
empresa. Asimismo, comienza a instalarse en la discusión,
el consenso con relación a la explotación privada de los
hidrocarburos. Frente a este panorama, y resquebrajada
en parte la legitimidad de los 90, surge nuevamente un
sentido que vuelve a disputar el recurso del petróleo y el
gas en términos de soberanía nacional.
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189
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS” Y EL PROCESO DE PRODUCCIÓN METALÚRGICO
Susana Pérez*
RESUMEN
El objetivo del presente trabajo es dar cuenta de los objetos metálicos de la “Colección Doncellas”, identificar las
evidencias existentes que puedan estar asociadas al trabajo metalúrgico y explorar la disponibilidad de recursos (leña
para combustión y minerales metálicos) involucrados en el proceso metalúrgico. El análisis tiene en cuenta los materiales provenientes de las excavaciones efectuadas por la Dra. Alfaro de Lanzone en el área de la Cuenca del río Doncellas
(departamento de Cochinoca, provincia de Jujuy, Puna Septentrional Argentina).
PALABRAS CLAVE
Colección Doncellas - proceso metalúrgico - disponibilidad recursos - Puna septentrional argentina
ABSTRACT
This paper it show those metallic objects of the “Doncellas Collection” to identify the existent evidences that can
be associated to the work metallurgist and to explore the availability of specific resources (firewood and metallic minerals) involved in the metalurgical process. This analysis takes into account an assemblage of archaeological objects
coming from the excavations made by Alfaro de Lanzone in the Doncellas River Basin (Cochinoca Department, Jujuy,
Northwest Argentine Puna).
KEY WORDS
Doncella’s Collection - metallurgist process - availability resources - Northwest Argentina Puna
INTRODUCCIÓN
La información que surge de la identificación de
un objeto y el contexto en el cual se originó, resulta un
aporte para la documentación de objetos o registros de
catálogo de museo intentando documentar en detalle, a
partir de la investigación, su importancia histórica, científica y estética (Busch 2004, Tompkins 2004).
El presente trabajo tiene por objeto dar cuenta de los
minerales y objetos de metal correspondientes a la “Colección Doncellas” y pretende contribuir con su registro. La
finalidad es brindar datos que puedan ser de utilidad para
los investigadores interesados en el tema de la arqueometalurgia en el Noroeste Argentino.
Se trata de la evidencia arqueológica recuperada de
diversos sitios de la Puna de Jujuy, proveniente de las
excavaciones llevadas adelante por la Dra. Lidia Carlota
Alfaro de Lanzone en las décadas de los 70 y 80 en el área
denominada por ella como “Yacimiento del río Doncellas”
o “Cuenca del río Doncellas” (Alfaro de Lanzone 1988: 13).
Los materiales recuperados, conocidos como “Colección
Doncellas”, forman parte del inventario arqueológico
del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento
Latinoamericano y del Museo del Hombre del INAPL
∗ INAPL - Universidad Católica Argentina, [email protected]
(Buenos Aires), ambos pertenecientes a la Secretaría de
Cultura de la Presidencia de la Nación.
La evidencia consta de diversos objetos ornamentales y herramientas manufacturadas en metal, tales como
cobre, bronce, plata y oro, así como también residuos
asociados al trabajo del metal, como por ejemplo fragmentos de mineral y escoria. Algunos de los materiales
fueron publicados oportunamente, mientras que otros
se encuentran aun en los depósitos del INAPL. Por otro
lado, se toma en cuenta otra evidencia que pueda estar
asociada al trabajo metalúrgico, como por ejemplo artefactos líticos, madera y cerámica.
Esta colección, que es motivo de estudio por parte de
especialistas en diversas áreas en arqueología (Elías 2004,
2003/2005; Pérez M. y Vidal 2004; Pérez M. y Kergaravat
2005; Pérez S. 2006; Pérez S. et al. 2005) consta de una
ergología muy variada y compleja y, a diferencia de otras
colecciones, se caracteriza por ser producto de trabajos
de investigación, revistiendo de esta manera un potencial
valor para su estudio (Micou 1998).
Como tal, la colección es clasificada, documentada
y analizada teniendo en consideración el sesgo en la
información que presenta toda colección depositada en
museos o instituciones.
Finalmente, se explora la disponibilidad de recursos
(leña para combustión y minerales metálicos) involucrados en el proceso metalúrgico.
191
CUADERNOS 21
DESCRIPCIÓN DE LAS UNIDADES DE PROCEDENCIA DE LOS
MATERIALES
El área de estudio (ver figura 1), de la cual provienen
los materiales aquí considerados, se encuentra ubicada en
el departamento de Cochinoca, provincia de Jujuy (puna
septentrional argentina), aproximadamente a una altura de
3.900 msnm y a cuarenta y siete kilómetros de la localidad
de Abra Pampa, punto de referencia en las cartas geológi1
cas. Dentro del área geográfica definida por Lanzone existen “una serie de sitios relacionados entre sí temporalmente
a través de sus estilos cerámicos, sus manifestaciones de arte
rupestre y la explotación de ciertos recursos naturales (agricultura, pastoreo de auquénidos, explotación de la sal)…”
(Alfaro y Suetta 1976: 2 y Alfaro de Lanzone 1988: 13), así
como también por el ambiente físico. Estos se escalonan a
lo largo de la cuenca del río Doncellas, río que constituye el
accidente geográfico más significativo del área.
Alfaro de Lanzone realizó excavaciones en diferentes
sectores del yacimiento: Poblado, Farallones, Andenes y
Acequias, Estructura Escalonada, Círculos Hundidos, así
como también en diferentes cuevas y aleros de la zona,
como por ejemplo: Tajuera, Queta, Quebrada Ancha,
Cueva del Felino, Sayate y Pulaira, entre otras. Aunque
centró sus excavaciones en el poblado “…cuyos recintos
no habían sido excavados sistemáticamente…” (Alfaro de
Lanzone 1988: 31), el cual dividió según su ubicación en
relación al río Doncellas en: “Margen derecha del corte
geológico”: S.E.R. 1 y S.E.R. 2 (Sector entrada, Recintos 1
y 2) y varios sectores con recintos asociados; y “Margen
izquierda del corte geológico”: S.E.I. R 1 y S.E.I. R 2 (Sector
entrada izquierda, Recintos 1 y 2).
Se ha recuperado evidencia arqueológica de material
lítico, cerámico y de metal, así como también artefactos
de madera, hueso, textiles, cestería y calabazas, y restos
óseos humanos. Existe un registro del arte rupestre presente en diversos sitios, el cual reviste gran importancia,
además del relevamiento de estructuras arquitectónicas
de diversa índole. Estos indicadores permitieron identificar diferentes áreas de trabajo y de actividades ceremoniales del yacimiento, llegando a la conclusión que la
ocupación correspondió a un “…ciclo habitacional corto
temporalmente pero repetido cíclicamente…” (Alfaro de
Lanzone 1988: 135, Alfaro 1983: 27).
El asentamiento principal fue definido por Alfaro de
Lanzone (1988) como un “poblado prehispánico”, identificando diferentes áreas de utilización con actividades
específicas en los recintos excavados:
1
S.E.R. 1: “cocina”
Sector 3 - Recinto 2: “taller de un lapidario”.
Sector 2 - Recinto 1: “taller de tejedores”.
Sector 2 - Recinto 4: “depósito de material lítico”.
Por otro lado, definió a la Estructura Escalonada
como un “monumento ceremonial” y a la Cueva de
Tajuera como un “sitio ceremonial”, ambos relacionados
entre sí (op. cit. 1988: 135).
De acuerdo con los fechados radiocarbónicos disponibles, Alfaro de Lanzone (1988: 152-154) pudo determinar
la antigüedad de algunos de los materiales recuperados
en los recintos del Poblado, en la Estructura Escalonada y
2
en el sector de los Farallones (ver cuadro 1) .
EL PROCESO DE PRODUCCIÓN METALÚRGICO Y LOS RECURSOS
(MENAS METALÍFERAS Y COMBUSTIBLE)
Existen diferentes formas de encarar el estudio metalúrgico: 1) sobre los elementos terminados, cuyo énfasis
es el análisis descriptivo (estilos, morfología, tipos, etc.),
o 2) sobre el proceso de producción, donde el interés se
centra en las etapas previas a la obtención del objeto terminado. Del mismo modo, existen diferentes enfoques
para abordar la problemática: descriptivos, tecnológicos,
centrados en la complejidad, en el tráfico de metales,
en la ideología, o en aspectos simbólicos. Los estudios
en arqueología tradicionalmente se basaron solo en el
objeto, dejando de lado muchos aspectos de los cuales es
posible obtener información variada y muy valiosa, como
por ejemplo el proceso de producción.
En los primeros trabajos sobre metalurgia prehispánica del Noroeste Argentino, “El Bronce de la Región
Calchaquí” de Ambrosetti (1904) constituye una obra de
consulta obligada por la importante cantidad y calidad
de datos que aporta en sus descripciones y clasificación.
A partir de la década de los 70, González, A.R. (1979)
completa lo recopilado por Ambrosetti incorporando la
secuencia dentro del bloque temporal. Con esta base de
conocimiento se comenzó a apuntar hacia la detección
y análisis de contextos arqueológicos involucrados en
las diferentes etapas de la producción. La evidencia más
temprana de trabajo metalúrgico fue asignada al Período
Formativo y surge de las interpretaciones realizadas por
Núñez Regueiro (1992) sobre los materiales provenientes
2
“… rectángulo imaginario de unos treinta y cinco por veinticinco kilómetros de lado, entre los 22° 45’ - 23° de Latitud Sur
y 66° - 66° 20’ de Longitud Oeste” (Alfaro y Suetta 1976: 2 y
Alfaro de Lanzone 1988: 13).
192
Alfaro de Lanzone menciona que en los fechados correspondientes al Farallón Sur y al Recinto Ac del Poblado, “es necesaria una corrección teniendo en cuenta que en este período
el 14C aparece como unos cien años más moderno de lo que
corresponde a los años calendario (Informes Laboratorio
Rocasolano mencionados). Por lo tanto, si se acepta totalmente esa variable, las fechas serían 1.490 y 1.540 años d.C.
respectivamente.” (op. cit. 1988: 154).
LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS”
Figura 1 - Área de estudio. Ubicación del Yacimiento del río Doncellas y menas metalíferas
(tomado de Vignati 1938: 61, Fig. 2, modificado)
193
CUADERNOS 21
de las excavaciones realizadas en el sitio CondorhuasiAlamito (Catamarca).
En los últimos años, distintos equipos de investigación
de nuestro país centraron su interés en diversos aspectos de la tecnología, arrojando importante información
sobre los procesos productivos y las actividades metalúrgicas en el NOA, como por ejemplo: estudios sobre
análisis de composición de objetos metálicos, análisis de
refractarios, moldes y huairas, investigaciones acerca de
las diferentes etapas del proceso de producción metalúrgico, sobre el tráfico de bienes: circulación de minerales y
objetos metálicos, información geológica de yacimientos,
enfocados hacia aspectos ideológicos y simbólicos involucrados con la tecnología a través del análisis de la iconografía, o centrados en la complejidad (p. e. Angiorama
1995, 2001a, 2001b, 2001c, 2006; Angiorama et al. 1999;
Campo 2001; Campo y Grosman 2001; González 1992a,
1992b, 2002, 2004; González et al. 2001a, 2001b; Pifferetti
2001, 2002; Pifferetti et al. 1999; entre otros).
La modificación de la organización tecnológica,
entendida como “la selección e integración de estrategias
para la manufactura, uso, transporte y descarte de instrumentos y los materiales necesarios para la manufactura y
mantenimiento” (Nelson 1991: 3), acompañó al aumento
en la complejidad de la organización social del Noroeste
Argentino. Las estrategias de aprovisionamiento de la
materia prima, las técnicas de manufactura implementadas, el cambio en el diseño de los instrumentos y los
modos de uso del instrumental, constituyen etapas cruciales para entender la organización y complejización de
la tecnología, conformando la base para establecer las
estrategias implementadas por las sociedades.
De este modo, “La producción de bienes de metal en
el NOA prehispánico… mostró un desarrollo continuado
desde épocas formativas, acompañando el proceso de creciente complejidad de las organizaciones sociales” (González L. 2002: 56).
El desarrollo de la metalurgia, de acuerdo con las
consideraciones de González L. (2002), va encadenado a
la complejización y estratificación social y su especialización en la producción tiene aspectos que la diferencian
de otras producciones, como por ejemplo la del material
lítico o cerámico, ya que requiere una transformación
total de la materia. Las etapas de trabajo involucradas en
la producción de bienes de metal constan de actividades
de minería, que incluyen la localización de menas metalíferas y la extracción de los minerales, tratamiento de los
minerales previo a la fusión de los elementos (molienda y
selección), la fundición de los metales, y la manufactura de
aquellos hasta obtener el objeto terminado. En cada una
de las etapas es posible identificar indicadores arqueológicos que permiten inferir las actividades llevadas a cabo.
Según lo apuntado por González L. (1992 a: 53), la
organización de la producción metalúrgica requiere de
tres grupos de variables: la habilidad o entrenamiento
de los operadores, la demanda de los productos terminados y los recursos que intervienen en el procesamiento
(menas metalíferas y combustible).
Algunos investigadores privilegian la cercanía a las
menas metalíferas como indicador de actividades metalúrgicas de un sitio, como por ejemplo Williams y Scattolin
(1991: 7) que alertan “sobre la importancia de estudiar áreas
proveedoras de materias primas metalíferas”, mientras que
otros, consideran la cercanía a una fuente de menas metálicas como “un condicionante de segundo orden para la instalación de aquellos sitios. La evidencia sugiere que a medida que
la escala de producción metalúrgica aumenta, otro insumo
básico comienza a cobrar singular importancia: el combustible para alimentar las estructuras de fusión” (González L.
1992: 54). En este sentido, es importante destacar que en el
área correspondiente a la cuenca del río Doncellas existen
diversos recursos de minerales metalíferos circundantes a
la localidad arqueológica (ver figura 1).
Cabe consignar que Angiorama (2001b) ofrece un
importante aporte, sistematizando en cuadros y mapas la
información disponible sobre los recursos de minerales
metálicos (cobre, estaño, oro y plata) de la Provincia de
Jujuy y algunos sectores de la Provincia de Salta que limitan con ella, y sostiene que “Los cuatro metales aparentemente utilizados por los metalurgos prehispánicos para la
fabricación de objetos están presentes en cantidades importantes en la región estudiada. Sin embargo, el cobre es el
único de ellos que puede obtenerse en el ámbito quebradeño,
a los demás debe extraérselos de yacimientos localizados en
otros ambientes (puna, cordillera oriental, sierras subandinas)” (op. cit. 2001b: 69).
Con respecto a los yacimientos próximos al área de la
cuenca del río Doncellas, el yacimiento más importante
en la zona es la Mina Pan de Azúcar (plomo, zinc, plata y
estaño), el cual está situado en el Departamento de Rinconada a cuarenta kilómetros al noroeste de Abra Pampa,
punto de referencia en las cartas geológicas. Además, la
Mina La Purísima (uranio, níquel, cobalto, cobre, plomo
y zinc), que se encuentra ubicada a diecinueve kilómetros
al sureste de Abra Pampa (Coira 1979: 73-74).
Por otro lado, y teniendo en cuenta que en la Colección Doncellas hay algunas evidencias de materiales de
hierro, como se detallará más adelante, resulta interesante
apuntar la existencia de manifestaciones de hierro en San
José (ubicado en el Departamento de Cochinoca) y en
El Sombrero y Peñas Negras (en Sierra de Quichagua)
(Coira 1979: 75-80) (ver figura 1).
También es posible observar, en la Carta GeológicoEconómica (Escala 1:200.000) (Coira 1979), indicaciones
194
LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS”
Cuadro 1 - Fechados radiocarbónicos del Yacimiento del río Doncellas (Alfaro de Lanzone 1988: 152-154)
Sitio
Poblado
Estructura
escalonada
Farallón norte
Farallón sur
Poblado
Sector/Cuadrícula
Material fechado
Fechado radiocarbónico
“SER 1 / Cuad.B - Capa IV
(0,70 m profundidad)”
árbol carbonizado
“740±50 años AP
(Alfaro de Lanzone 1988: 152)”
“Capa III (0,42 m profundidad)
(debajo del primer escalón)”
“carbón vegetal
elemento asociado:
topu de bronce”
“640±50 años AP
(Alfaro de Lanzone 1988: 152-153)”
Hallazgo N° 2 / entierro
Sepulcro
“Recinto Ac / Cuad. 2 - Capa IV
(0,65 m profundidad)”
carbón vegetal
“640±50 años AP
(Alfaro de Lanzone 1988: 153)”
paja ichu (Stipa ichu)
“360±50 años AP
(Alfaro de Lanzone 1988: 153)”
carbón vegetal
“310±50 años AP
(Alfaro de Lanzone 1988: 154)”
de oro en vetas en Santo Domingo (aproximadamente a
sesenta kilómetros de Abra Pampa).
Un problema a considerar lo constituye el recurso
vegetal, es decir, el combustible leñoso en cantidad y calidad necesaria para alimentar las estructuras de fusión. En
el área bajo estudio la madera es un recurso crítico tanto en
la actualidad como en épocas prehispánicas. Los suelos de
la región son muy pobres, “…corresponden a semidesérticos
grises … las condiciones de aridez en que evolucionan actúan
inhibiendo los procesos edáficos… los vientos impiden el desarrollo normal de los mismos en su mecánica de transporte y
depositación… la vegetación pertenece a la provincia puneña
(3400 a 4500 m) y dentro de ella al dominio andino (Cabrera
1958)… El tipo predominante es la estepa arbustiva, observándose también estepas herbáceas.” (Coira 1979: 13).
Según la descripción ofrecida por Lanzone para su área
de trabajo, la vegetación es escasa en las faldas de los cerros,
escasa o nula en las partes bajas o el fondo de las quebradas, mientras que en las terrazas fluviales existe un suelo
apto para el crecimiento de algunos árboles y cultivo de
gramíneas. “La vegetación es de tipo xerófila y se caracteriza
por la presencia de arbustos en forma abierta y discontinua,
o bien formando manchones aislados. En las vegas se puede
encontrar vegetación cerrada y continua, formando manchones que interrumpen la monotonía del paisaje. Las especies
vegetales más comunes son la tola (Lepidophyllum sp)…,
yareta (Azorella sp)… chachacoma (Senecio sp), bailabueno
(Haploppapus sp), pata de perdiz (Fabiana sp), etc. En las
vegas y zonas protegidas, con agua permanente, se encuentran a veces algunos sauces (Adesmis sp) … gramíneas escasas (Bacharis sp)… en las partes más altas crece la paja brava
o pasto puna (Stipa sp)…” (op. cit. 1988: 18-19).
Además, para la región, en las planicies y laderas suaves
se agregan estas especies: añagua (Adesmia aff. Horrida),
rica-rica (Acantholippia hastutata), copa-copa (Artemisa
copacopa), cardón (Trichocereus sp) y gramíneas (Stipa
saltensis y Stipa hieronymusii Pilger); en las vegas: ciperáceas (Scirpusata camensis), juncáceas (Juncus depanperatus) y gramíneas hidrófilas (Calamagrostis hackelii);
siendo la única especie arbórea de naturaleza endémica la
queñoa (Polylepis tomentella) que crece en las quebradas
y laderas (Coira 1979: 13-14).
De acuerdo con la información recopilada la oferta de
recursos combustibles en el área resulta muy escasa para
operaciones pirometalúrgicas de envergadura, por lo cual
habría que pensar en algún tipo de estrategia orientada a
la obtención de dicho recurso en áreas aledañas. También
existe la posibilidad de que en el ‘Yacimiento del río Doncellas’ se pudieran realizar las etapas iniciales del proceso
de producción, es decir, la obtención de la materia prima
y su tratamiento (molienda) para obtener un bien de
intercambio con otras regiones.
LAS EVIDENCIAS DE LA ‘COLECCIÓN DONCELLAS’
En el cuadro 2 se detallan las evidencias de objetos de
metal y minerales metálicos correspondientes a la Colección Doncellas (INAPL), especificándose la unidad de
procedencia estratigráfica.
Las piezas seleccionadas para este trabajo se refieren
a objetos terminados y aquellas evidencias que se infiere
pueden estar relacionadas con las actividades de producción metalúrgica, como por ejemplo: láminas de cobre,
desechos de fundición, trozos de escoria y mineral de
cobre en estado natural. Así como también de artefactos
en madera y lítico.
Dentro del área del río Doncellas hay referencias de
hallazgos de objetos de metal que guardan similitud con
algunas de las piezas de la colección, aunque no se men195
CUADERNOS 21
cionan evidencias de minerales metálicos en los reportes.
Casanova, en la descripción del material arqueológico del
sitio Sorcuyo, hizo referencia acerca de ocho piezas de
metal: cinco de cobre y tres de oro, dentro de las cuales
describió “…una campanilla de cobre de cuatro puntas y
con un agujero en su parte superior…” (op. cit. 1938: 441),
semejante a la recuperada por Alfaro de Lanzone (1988:
40). El resto de las piezas de cobre mencionadas por Casanova corresponden a: dos cinceles enteros, un fragmento
de cincel y un fragmento de metal. Dentro de los objetos
de oro: dos fragmentos de brazaletes y un adorno semicircular. Por otro lado, Boman ilustró campanillas similares, halladas en Queta y en el Pucará de Rinconada (1992
[1908]): fig. 128 a y 136 d, respectivamente).
Uno de los objetivos de este trabajo era la revisión de
otros indicadores del trabajo metalúrgico. En este sentido, se han identificado ciertos objetos que merecen ser
tenidos en cuenta, como por ejemplo, un fragmento de
tubo de cerámica (ver figura 2), el cual fue recuperado de
la Cueva de Tajuera, en el sector del Alero, Cuadrícula 6
y forma parte del inventario del INAPL (Objeto A/317).
Las características de este objeto son: 2,9 cm de largo, 2,3
cm de diámetro y un orificio interno de 0,8 cm; su superficie externa se presenta alisada.
ras necesarias para la fundición de minerales metálicos
(González 2004: 122).
Por otro lado, algunos autores se refieren a la utilización de sopladores sin hacer mención de las toberas,
como por ejemplo Martínez Garnica (2005), quién analizó un documento inédito del Archivo General de Indias
sobre la técnica metalúrgica indígena practicada durante
el primer siglo colonial del Altiplano. En la ilustración del
proceso de manufactura se puede apreciar la utilización
de un soplador de caña (ver figura 3).
Figura 2 - Cueva de Tajuera. Fragmento de tubo cerámico.
Figura 3 - Utilización de un soplador
(tomado de Martínez Garnica 2005,
ilustraciones de N. Lozano)
El uso de sopladores, utilizados para avivar los fuegos
de fundición, fue referido por numerosos autores aunque
los registros arqueológicos de tubos sopladores son nulos,
“es probable que ello obedezca a que se hacían en materiales
perecibles, como cañas.” (González 2004: 122).
De acuerdo con las descripciones de Higueras “La
energía para alimentar el horno era producida a través de
varias cañas en cuya punta se insertaba una “tobera”, tubo
de cerámica de 10 a 13 cm de largo y 2-3 cm de ancho con
un orificio constante de 8 cm por el cual se daba potencia al
aire” (Higueras 1987: 13).
González menciona que “Los tubos, realizados en algunos casos en materiales perecibles (como cañas huecas),
eran aplicados a las estructuras de fusión acoplando cortas
toberas resistentes al calor” (op. cit. 1992 a: 61). Por otro
lado, hace referencia acerca de que algunas piezas cerámicas que en su momento fueron clasificadas como silbatos,
luego fueron reinterpretadas como restos de toberas del
tipo señalado. Además, presenta una ilustración en la
cual se representa una escena de un grupo de metalurgistas utilizando sopladores para alcanzar las temperatu-
De acuerdo con los datos recopilados y las similitudes
de algunas descripciones con el objeto referido, se infiere
que podría tratarse de un fragmento de tobera. Aunque
también existe otra interpretación: que se trate de un fragmento de pipa o de otro tipo de artefacto. Para poder determinar su posible función, considero que habría que realizar
análisis tendientes a determinar si en el interior del orificio
hay presencia de residuos que permitan identificar algún
componente como por ejemplo, en el caso de un fragmento
de pipa, de substancias que pudieran indicar su inhalación.
Cabe consignar que, en el caso de una tobera de cerámica,
se esperaría encontrar evidencias que muestren termoalteraciones o escorificaciones en el extremo que actuó sobre el
fuego (comunicación personal Luis González).
Por otro lado, en el interior de esta misma cueva (Cueva
de Tajuera), dentro de los materiales recuperados de la
Cuadrícula 7, a 1,10 m de profundidad se recuperó un
fragmento de madera (ver figura 4), pieza que está ilustrada
por Alfaro de Lanzone (1988: 60 a - artefacto incluido en el
sector izquierdo de la figura 26). Se trata de un fragmento
de madera “…con horqueta, de 0,27 m de largo; a la altura
196
LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS”
en que se bifurca la horqueta la rama principal tiene un fino
tiento enrollado y amarrado y en el extremo final, tiene 5 marcas horizontales grabadas; es de madera de queñoa de la cual
ha desaparecido la cubierta del tronco…” (op. cit. 1988: 59).
formado parte de un equipo de minería, aunque merecen
profundizar su estudio. Al mismo tiempo, con respecto a
las actividades relacionadas con el procesamiento de minerales, considero que sería conveniente la implementación
de estudios de microfósiles a través del análisis de sustancias adheridas, por ejemplo en los artefactos de molienda,
como vía posible de contraste de la hipótesis planteada.
Por otro lado, en la figura 5, se ilustra el objeto recuperado en uno de los recintos excavados en el sector del
Poblado (Inventario INAPL Objeto A/236), el cual podría
tratarse de desecho de fundición. En este caso, es necesario encarar estudios de media resolución a través de análisis tendientes a la determinación de sus componentes.
Finalmente, la diversidad de materiales de cobre y bronce,
de metales preciosos (oro y plata) y de hierro, sugiere una
prolongada ocupación del sitio. Al mismo tiempo, la significativa presencia de ‘trozos de escoria de cobre’ en el Poblado
y varios hallazgos de ‘mineral de cobre’ en sitios como Queta,
podrían estar indicando, al menos, actividades relacionadas
con las primeras etapas del trabajo metalúrgico.
Figura 4 - Cueva de Tajuera. Instrumento de madera
(tomado de Alfaro de Lanzone: 60 a, Fig. 26)
Lanzone no hace referencia a la posible función del
mencionado instrumento de madera, en este caso se
infiere que podría tratarse de un fragmento de artefacto
cuya función pudo haber sido el mango de una herramienta de piedra, como por ejemplo hacha o martillo.
Al respecto, González (2004: 63) hace referencia de que
“Estos tipos de herramientas de piedra, descriptos como
martillos, hachas, mazos y cuñas, fueron hallazgos comunes
en sitios de actividad minera…” y que su uso también fue
registrado etnográficamente y experimentalmente. Tal
vez, el más difundido de los hallazgos es el instrumental
asociado al minero de Chuquicamata (norte de Chile)
donde aparecieron, entre otras herramientas, martillos
enmangados (ilustrados por Boman 1992 [1908]: fig. 110
y González 1992 b: 24 - fig. 3, 2004: 63).
Además, es interesante mencionar que dentro de la evidencia lítica de la ‘Colección Doncellas’, se cuenta con un
importante conjunto artefactual lítico, como por ejemplo:
palas o azadas, artefactos de molienda (morteros, manos y
conanas), así como también hachas y martillos o moletas de
piedra, estos últimos artefactos guardan similitud con los
ilustrados por Boman (1992 [1908]: figs. 123 a y b). Estos
tipos de instrumentos pueden haber sido utilizados, entre
otras cosas, para tareas de extracción de minerales y para la
molienda de los minerales a fin de separar sus impurezas,
etapa previa a la fundición de los minerales metálicos.
De todas formas, tanto la presencia de madera e instrumentos de piedra como los mencionados anteriormente, no constituyen evidencias efectivas de que hayan
Figura 5 - Poblado: Sector 1 – Recinto 2 a. Probable
desecho de fundición de cobre
CONSIDERACIONES FINALES
A continuación, tomando como base el cuadro presentado por González (2004: 53) en el cual se detallan las
etapas de producción metalúrgica y los referentes arqueológicos de cada una de las actividades, se marcan los ítems
en los cuales se cuenta con las evidencias de la ‘Colección
Doncellas’ vinculadas con las etapas de trabajo hasta el
producto final (ver cuadro 3).
Son muchos los interrogantes pero también es verdad
que son muchos los ítems que no dejan evidencias claras
o contundentes de su vinculación exclusivamente con el
trabajo de metalurgia. No obstante ello, se puede plantear la hipótesis de, al menos, algún tipo de trabajo de los
minerales metálicos, ya sea para la producción de objetos
o para la obtención de los minerales primarios involucrados en el proceso metalúrgico, a fin de su utilización
como bien de intercambio con otros grupos.
La presencia de herramientas líticas aptas para la
extracción y tratamiento inicial de los minerales, los
recursos minerales primarios para el proceso de fusión y la
identificación de los lugares de extracción, otros productos
minerales que pueden haber sido utilizados como fundentes
197
CUADERNOS 21
para mejorar la fusión3, fragmentos de escoria y láminas de
cobre, otros artefactos como la tobera o el mango de una
maza o martillo, y diversos objetos de metal terminados,
constituyen evidencias suficientes que merecen un análisis
mucho más profundo e investigaciones dirigidas al
contraste o rechazo de la hipótesis aquí planteada.
Con respecto a la ausencia, dentro del área del río
Doncellas, de recursos vegetales aptos para la combustión
necesaria en la etapa de fusión, es imprescindible profundizar el estudio en áreas aledañas que puedan contar con
recursos de este tipo.
Un problema o sesgo en la información, que no hay
que dejar de lado, es que algunas evidencias de contextos
de este tipo de actividades pueden haber sido ignoradas
en la recolección porque no se advirtió que eran producto
de la actividad cultural, o porque no se estaban buscando
áreas específicas de actividad metalúrgica.
3
“El principal reto del arqueólogo es sin duda la reconstrucción de las culturas del pasado a partir de los restos
materiales de las mismas, yendo más allá del dato proporcionado por los objetos, y buscando las relaciones integradoras de esos objetos en un contexto más amplio de la cultura.
Es decir, el redescubrimiento de la cultura a partir de sus
restos materiales conservados.” (Montero et al. 1988: 6).
AGRADECIMIENTOS
Al INAPL por brindarme el lugar de trabajo y por
el acceso a los materiales aquí analizados. A Víctor por
el procesamiento de las ilustraciones. A Luis González y
Gabriela Guráieb, por los comentarios del primer borrador de este trabajo, no obstante, los errores que pudieran
encontrarse son de mi exclusiva autoría.
Es decir, para catalizar la separación entre el metal y la roca, como
por ejemplo óxido de hierro (recurso existente en el área).
198
LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS”
Cuadro 2 - Colección Doncellas. Evidencias arqueológicas de objetos de metal y minerales metálicos
Objeto
Sitio
Sector/Recinto
Cuadrícula/Capa
Referencia bibliográfica
N° Inventario INAPL
Cuadrícula A/Capa VIII
Alfaro de Lanzone 1988
(1,58 m)
Objeto de cobre
Inventario INAPL
Poblado
Sector 1 – Recinto 2a
?
(¿desecho de fundición?)
Objeto A/236
Campanilla de cobre o
Alfaro de Lanzone 1988
Poblado
Sector 3 – Recinto 4
Capa IV (0,73 m)
bronce *
Alfaro y Suetta 1976
Alfaro de Lanzone 1988
Tumi de cobre
Poblado
Sector 3 – Recinto 4
Capa IV (0,73 m)
Alfaro y Suetta 1976
Alfaro de Lanzone 1988
Dos colgantes de cobre
Poblado
Sector 3 – Recinto 4
Capa IV (0,73 m)
Alfaro y Suetta 1976
Alfaro de Lanzone 1988
Trozos de escoria de cobre Poblado
Sector 3 – Recinto 4
Capa IV (0,73 m)
Alfaro y Suetta 1976
Capa VI / Urna III
Alfaro de Lanzone 1988
Cincel de bronce
Poblado
Sector 5 – Recinto 1
(1,20 m)
Alfaro y Suetta 1976
Cincel de cobre (Tumi de
Alfaro de Lanzone 1988
Poblado
Sector 5 – Recinto 1
Capa VI (1,20 m)
bronce)
Alfaro y Suetta 1976 **
Objeto de cobre (forma:
Trinchera D/Capa I
Poblado
S.E.I. 1
Alfaro de Lanzone 1988
medialuna con pedúnculo)
(0,15 m)
Cuatro eslabones de
Cuadrícula 2/Capa II
Alfaro de Lanzone 1988
Poblado
Recinto Ac
cadena de hierro
(0,20-0,40 m)
Alfaro 1981-1982
Cuadrícula 2/Capa IV
Alfaro de Lanzone 1988
Hoja cuchillo de hierro
Poblado
Recinto Ac
(0,65 m)
Alfaro 1981-1982
Dos vasos dorados
Alfaro de Lanzone 1988
Farallones
Hallazgo 1
Recolección superficie Alfaro y Suetta 1976
(componente principal
(Norte)
plata)
Rolandi de Perrot 1974
Brazalete de plata
Alfaro de Lanzone 1988
Farallones
Hallazgo 1
Recolección superficie Alfaro y Suetta 1976
(componente ppal.: cobre
(Norte)
y zinc)
Rolandi de Perrot 1974
Alfaro de Lanzone 1988
Farallones
Tres colgantes de plata
Hallazgo 1
Recolección superficie Alfaro y Suetta 1976
(Norte)
Rolandi de Perrot 1974
Estructura Trinchera
Capa (0,40-0,60 m)
Topu de bronce
Alfaro de Lanzone 1988
Escalonada (en el primer escalón) A 0,42 m
Un trozo de mineral de
Inventario INAPL
Tajuera
Habitación 7
Cuadrícula 6 (2 a 7)
cobre
Objeto A/316
Aguja de metal,
Cuadrícula 10
Tajuera
Interior cueva
Alfaro de Lanzone 1988
¿material?
(0,25 m)
Dos trozos de mineral
Inventario INAPL
Queta
?
?
de cobre
Muestra A/440
Inventario INAPL
Cinco trozos de mineral de
Queta
?
Recolección superficie
cobre
Muestra A/577
Inventario INAPL
Gancho/eslabón de hierro Sayate
?
Recolección superficie
Lote A/211
Dos láminas de cobre
Poblado
S.E.R. 1
Existe discrepancia en la bibliografía en cuanto a:
* tipo de metal, en ambos casos se menciona el mismo número de inventario del Museo del Hombre del INAPL;
** la clasificación de este hallazgo.
199
CUADERNOS 21
Cuadro 3 - Etapas de producción metalúrgica y evidencias arqueológicas de la Colección Doncellas
(basado en González 2004: 53)
1. Minería
1.1 Labores mineras
?
X
1.2 Herramientas
1.3 Minerales metálicos
X
2. Tratamiento de minerales
2.1 Equipos de molienda
X
2.2 Morteros
X
2.3 Instalaciones de concentración
?
3. Fundición
3.1 Instalaciones
3.3.1 Hornos
?
X
3.1.2 Fogones
3.2 Combustible
3.2.1 Leña
?
3.2.2 Carbón
X
(recursos existentes en el área)
3.3 Fundentes
3.4.1 Crisoles
?
3.4 Elementos de trabajo
3.4.2 Refractarios intermediarios
?
3.4.3 Herramientas de sujección
?
3.4.4 Sopladores
X?
3.4.5 Toberas
?
X
3.5 Escorias
3.5.1 Escorias de fundición
3.5.2 Escorias de crisol
?
3.5.3 Escorias de combustión
?
3.6.1 Depóstios de termoalteración
?
3.6 Estructuras y ecofactos
3.6.2 Adobes y arcillas
X
3.6.3 Rocas
X
3.7 Materiales rituales
?
4. Manufactura
4.1 Materiales accesorios
?
4.2 Moldes
4.2.1 Abiertos
?
4.2.2 Desmontables
?
?
4.2.3 Cera perdida
4.3 Recubrimientos
?
4.4 Metales
4.4.1 Restos
4.4.1.1 Chatarra
X?
4.4.1.2
?
4.4.2.1 Terminados X
4.4.2 Objetos
4.4.2.2 Preformas
X?
X
4.5 Herramientas
4.5.1 Martillado y laminado
4.5.2 Repujado, burilado, grabado y corte
X
4.5.3 Pulido y acabado
?
200
LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS”
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1852-1002
ISSN 0570-8346
EL TRADICIONALISMO ARGENTINO EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI
María Cecilia Pisarello*
RESUMEN
El Tradicionalismo se constituye en una red de asociaciones que actualizan su presencia en el espacio social a través
de fiestas y ceremonias. Aquí compartiremos una investigación que ha tenido como objetivo abordar desde una perspectiva etnográfica su desarrollo institucional, en el contexto de la construcción de la identidad nacional.
PALABRAS CLAVE
Tradicionalismo - identidad nacional - tradición - globalización
ABSTRACT
Traditionalism is made up of a number of associations. They make their presence vivid through festivals and ceremonies (rituals). The goal of this research is to deal with its institutional development from an ethnographic point of
view, within a making of national identity context.
KEY WORDS
Traditionalism - national identity - globalization - tradition
INTRODUCCIÓN
A fines del siglo XX y principios del XXI se desarrolla un proceso en el cual las identidades se redefinen en
torno a nuevos lugares de pertenencia colectiva: se discuten geografías y reconocen tradiciones culturales más allá
de las identidades nacionales.
Estas nuevas manifestaciones en algunos casos apelan
a tradiciones político-culturales anteriores a los estados
nación con eje en discusiones étnicas; y en otros, se construyen en torno a denominadores como el ambiente, la
salud y los derechos humanos, instalando una modalidad
de protagonismo ciudadano que no atiende fronteras. “El
militantismo humanitario expresa esta decepción frente a
las instituciones políticas y esta preocupación nueva por
crear solidaridades concretas en un mundo que se ha hecho
demasiado abstracto” (Guéhenno 1995:107).
Las organizaciones que expresan este imaginario
clausuran la forma tradicional de la política, abandonan
la bandera y los símbolos patrios; y se definen y defienden desde nuevos tribunales internacionales o foros
globalizados.
Los nuevos lugares de adscripción han dado pie a
varios vaticinios, al fin de la política se ha sumado el fin
de los estados nación. El empoderamiento de la sociedad
civil –traducible en numerosas organizaciones no guber-
∗ INAPL, [email protected]
namentales–, replantea una forma institucional en torno
a la cual se estructura la participación y pertenencia social.
Todo esto acontece en el marco de un orden capitalista globalizado, en el cual los intereses financieros
internacionales han socavado la autonomía y decisión de
los estados nacionales. “Todo cambia cuando la actividad
humana se libera del espacio, cuando la movilidad de los
hombres y de la economía hace volar en pedazos las demarcaciones geográficas. Reemplazada por agrupamientos temporales de intereses desaparece la solidaridad espacial de las
comunidades territoriales”. (Guéhenno 1995:32)
Sin embargo cuando parecía irrefrenable la decadencia y final agonía de este modelo –Estado nación–, que
marcó la historia de occidente los dos últimos siglos; nuevas voces claman y defienden un Estado nación aun más
poderoso e ilimitado en sus atribuciones.
En este contexto de viejas y nuevas definiciones en
torno a la identidad nacional, planteamos el análisis de un
fenómeno que se reconoce en la figura del gaucho como
arquetipo de la argentinidad; participa del calendario
cívico patriótico –en el homenaje a los héroes del panteón
nacional y la conmemoración de fechas que recuerdan la
construcción de la nación– y realiza actividades que comprenden la relación del paisano y el caballo y la difusión
de expresiones artísticas –música, danzas y artesanías–
entendidas como manifestaciones de la cultura criolla.
La vigencia de este movimiento lejos de representar
una mirada anacrónica de la vida social del país, actualiza
discusiones en torno a la apropiación del relato histórico,
203
CUADERNOS 21
la figura del gaucho y las manifestaciones culturales que
particularizan la identidad nacional.
Esta investigación que tuvo su origen allá por 1998, con
motivo de la peregrinación gaucha a la ciudad de Luján
–donde se encuentra emplazada la basílica con la imagen
de la Virgen–, tuvo distintos escenarios –fiestas desarrolladas en el interior de la provincia de Buenos Aires y el
festejo en Santa Rosa, provincia de La Pampa, del Día del
Gaucho–, en los cuales se desarrolló observación participante. Se realizaron estudios de caso de los Círculos
Criollos Martín Fierro de Jáuregui y El Rodeo de Moreno,
ambas instituciones cuentan con más de cincuenta años de
existencia y se aplicó a noventa centros tradicionalistas una
encuesta que requería información sobre infraestructura,
actividades y fiestas que organiza y aquellas a las que concurre. Además se desarrollaron entrevistas en profundidad
que permitieron reconstruir relatos de vida de quienes participan e historias de algunas agrupaciones.
No obstante el extenso material obtenido producto
del trabajo de campo, no podemos afirmar que estemos
dando cuenta de la totalidad de este fenómeno social y
cultural. Seguramente los parámetros elegidos y las generalizaciones a las cuales arribamos, no contemplen todos
los casos en provincia de Buenos Aires, donde hoy se
albergan más de mil doscientas instituciones.
El recurso de la encuesta, las entrevistas, la observación
participante e incluso la construcción de un directorio de
más de seiscientos cincuenta centros tradicionalistas en
la provincia, no ha tenido por objetivo realizar un relevamiento exhaustivo, sino construir una herramienta que
además de avanzar en la descripción, posibilite la discusión de este fenómeno en el contexto del proceso que
atraviesan en la actualidad las identidades nacionales.
“Son cada vez más escasos los países cuya genealogía
histórica o contrato social sean tales que el territorio baste
para definir la nación como una evidencia” (Guéhenno
1995:23).
1- ALGUNOS ANTECEDENTES
Si bien es impreciso el momento histórico en el cual
surge y se organiza el Tradicionalismo, brindaremos algunos elementos que consideramos convergentes en el origen de este fenómeno.
1.1.- La literatura gauchesca
A partir de la segunda mitad del siglo XIX y como expresión de la cultura letrada, se alzan voces a favor del gaucho.
Esta problemática constituye la constante de la literatura
gauchesca en prosa y verso y va a tener gran incidencia en
la conformación del gaucho como arquetipo nacional.
“El movimiento tradicionalista –como prefiere llamarlo
Carlos Vega– o la primera promoción nativista surgió abre-
vando de la literatura gauchesca de carácter militante cuyo
auge funcional floreció durante las guerras de la independencia, y pasó a ser una recreación literaria de tiempos idos
que elevó a la categoría de arquetipo nacional un tipo social
que desaparecía: el gaucho... su punto de partida puede
fijarse entre las fechas de aparición de las dos partes del
Martín Fierro (1872 y 1879)” (Pérez Bugallo 1999-61).
“El gaucho Martín Fierro, un modesto volumen de setenta
y seis páginas, impreso en papel de diario, agotó su primera
edición en dos meses. El texto de Hernández se propuso, en
muchos sentidos, como la culminación y también como la
saturación del sistema: de registro extremo de un repertorio de
signos y la conversión del mensaje político en discurso social
de resonancias humanísticas (...). El texto de 1872 estaba
dirigido a un público en general: lectores de la ciudad y de las
áreas rurales (no obstante) la respuesta efectiva al poema sería
dada por el lector de las áreas rurales” (Prieto 1988:52).
Otra figura importante de la literatura gauchesca es
Eduardo Gutiérrez (1853-1890), quien en sus populares
folletines, el teatro popular y los versificadores daba a
conocer historias de paisanos que huían de la justicia. En
la mayoría de los casos las obras critican duramente el
sistema judicial y figuras como los jueces de paz, alcaldes
y comandante militar.
“...Juan Moreira, nombre verdadero del gaucho bravo
conocido hoy por todos los argentinos, fue popularizado por
Gutiérrez. A partir del personaje real, el novelista acercó
su gaucho al dramático modelo de Hernández y lanzó sus
capítulos eficaces y cálidos en el folletín del diario La Patria
Argentina, desde noviembre de 1879 hasta enero de 1880.
Juan Moreira nace para siempre meses después de La Vuelta
de Martín Fierro” (Vega 1981:37).
“Para los sectores populares, la literatura popular de signo
criollista, tuvo un significado previsiblemente distinto del que
adquirió en los ámbitos dominados por la burguesía nativa y
los grupos que se asimilaron a la misma...: la literatura popular fue una forma de civilización que afectó la mentalidad y la
conducta de la mayoría de sus miembros, mientras que para
determinados grupos de la burguesía, la literatura popular no
fue sino un objeto de cultura.” (Prieto 1988:145).
La literatura aparece expresando mitos y leyendas
que con el tiempo van a constituirse en parte del pasado
común que se evoca como pueblo; y va a jugar un rol
protagónico en la conformación del gaucho en arquetipo
nacional de la mano de políticas educativas que se proponen la alfabetización masiva.
1.2.- El Criollismo
A fines siglo XIX y principios del XX, se documentan
los primeros Centros Criollistas. Los registros de la época
los citan como un ámbito en el cual confluyeron habitantes nativos e inmigrantes, y que tuvieron su eje en la lite204
EL TRADICIONALISMO
“TODOS SE
ARGENTINO
ACUERDANEN
DELOS
YPFINICIOS
ESTATAL”
DEL SIGLO XXI
ratura popular de signo criollista, en la música folclórica
y danzas nativas.
Según lo relata Carlos Vega (1981: 52):
“...la primera, se relaciona con el prolífico circo gauchesco,
es decir, que enlaza con la influencia rectora del Martín
Fierro...el 25 de mayo de 1894, el Dr. Regulés funda, dando
motivo a una inolvidable fiesta campestre, la sociedad costumbrista ‘La Criolla’ (...) Basten aquí algunos nombres de
las que aparecieron en los primeros años del siglo; y nótese la
orientación que las animaba... Martín Fierro, Los Parias de la
Pampa, Los Perseguidos del Juez, Cruz y los Suyos, Picardía y
los Suyos, La Frontera, Los Matreros de la Frontera”.
“Algunos centros mueren a poco de fundados, otros se
sostienen tanto como pueden, siempre ingresan nuevas
agrupaciones entusiastas y esperanzadas. En 1902 salen a
la lucha: El Alero, La Cañada, Los Criollitos de Bragado,
El Chañar, Los Andes, La Coyunda, La Flor del Pago, Los
Campechanos, La Flor de la Pampa, Los Fronterizos, Los
Gauchos Nobles, La Huella, Los Indómitos, Los Montoneros
del Llano, El Pucará, La Pialada, La Tradición de Santos
Vega, El Señuelo, La Resaca, La Querencia, Picardía y Los
Suyos y muchos otros (Vega 1981:53)
Un personaje infaltable de estos centros criollistas es
la figura del payador “en su doble papel de juglar noticiero
y de intérprete de poesías tradicionales o populares” (Vega
1981: 67). En el período de 1880-1914 se registra la actuación de excelentes payadores.
La literatura popular “proveyó símbolos de identificación y afectó considerablemente las costumbres del segmento
más extendido de la estructura social. Las decenas de “centros criollos”, (...) no fueron sino la expresión perdurable
de un fenómeno de sociabilidad cimentado en el homenaje
ritual de mitos de procedencia literaria.” (Prieto 1988:145)
“Grupos de jóvenes de ambos sexos y de origen étnico
diverso se reunían en estos centros para reproducir una atmósfera rural que parecía garantizar, por sí misma, la adquisición
del sentimiento de nacionalidad necesario para sobrevivir, en
algunos casos, a la confusión cosmopolita y, para enfrentar
en otros, a los brotes xenofóbicos que acompañaron el entero
proceso de modernización. Provincianos, extranjeros o hijos
de extranjeros, los afiliados de los “Centros Criollos” se expresaban y se comportaban, en el interior del espacio recordado
por esa pertenencia, con las modalidades del habla y de la
conducta atribuidas o reconocibles en el universo literario
presidido por la imagen del payador Santos Vega. Leían, recitaban, componían textos, pero también cantaban, bailaban,
se vestían, comían de acuerdo con las pautas de esa particular
versión del tradicionalismo nativista” (Prieto 1988:145).
Entre quienes se interesaron en documentar la actividad de estos primeros centros, se encuentra el profesor
alemán Roberto Lehmann-Nitsche, contratado por la
Universidad de La Plata entre los años 1897-1930, quien
además confeccionó una recopilación de obras, casi un
millar de ejemplares impresos, bajo el nombre de “Biblioteca Criolla” que luego cedió al Instituto Íbero Americano
con sede en la ciudad de Berlín (Pisarello 2003: 438).
Otros hechos no menos importantes acompañan el
surgimiento de este movimiento y significan una revalorización de la tradición y el pasado. En el año 1921 se
aprueba el plan para realizar una encuesta folklórica que
desarrollan los maestros de las escuelas en las provincias
y territorios nacionales.
“...El proyecto contenía, a más de las razones de orden
cultural y educativo que lo fundamentaban, el estímulo
de cinco primeros premios, otras tantas medallas de oro,
especialmente acuñadas para el caso para las cinco mejores recopilaciones de todas las provincias, y la publicación
del nombre y constancia en la foja respectiva de servicio
para todos aquellos que hubieran contribuido eficaz e inteligentemente en la preparación de esta antología popular”
(Carrizo 1953:19).
El Consejo Nacional de Educación, en 1927, concede licencia en su cargo de maestro primario a Don
Juan Alfonso Carrizo autor del cancionero popular de
Catamarca recogido desde 1912. En el año 1943 recibe
el apoyo de la Universidad Nacional de Tucumán lo que
le posibilita recorrer pueblo por pueblo cinco provincias
del país y documentar así los cancioneros de Salta, Jujuy,
Catamarca, La Rioja y Tucumán.
Nuevamente en el mes de junio de 1939 se dispone
en el Consejo de Educación la realización de una nueva
recolección de material con el objeto de enriquecer la ya
existente, y nombrar una comisión para seleccionar, adaptar y ordenar el material. En abril de 1940 se aprobaron
las instrucciones presentadas al Consejo por la Comisión
y se autorizó la impresión de veinte mil ejemplares del
folleto que contenía las instrucciones.
El 20 de diciembre de 1943 se crea el Instituto Nacional de la Tradición. “La misión será salvar el patrimonio
espiritual heredado de nuestro país y de los vecinos que han
influido en nuestra formación social y étnica (...) para conocer dentro y fuera del país su acervo folklórico y los estudios
que se hagan en América o en Europa que tengan relación
con el folklore argentino” (Carrizo 1953: 25).
El Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” propicia la investigación de Carlos Vega quien recorre
todo el país buscando la música tradicional, al inicio solo
y luego con la labor de su discípula Isabel Aretz. En 1931,
el entonces Director del Museo de Ciencias Naturales, profesor don Martín Doello Jurado creó la Sección de Musicología Indígena, que se transformó en 1944 en Instituto
de Musicología Nativa. Es el profesor Carlos Vega quien se
desempeña como Director del Instituto de Musicología,
que funciona autónomamente desde el 3 de julio de 1948.
205
CUADERNOS 21
“Por decreto del 13 de septiembre de 1948, el Superior
Gobierno de la Nación, creó, sobre la base de los cursos de
Danzas Nativas del Conservatorio Nacional de Música y
Arte escénico, la Escuela Nacional de Danzas, bajo la dirección del Prof. Antonio R. Barceló, experto y estudioso cultor
de las danzas criollas y coreógrafo” (Carrizo 1953:118),
En 1948, Rafael Jijena Sánchez fue designado Director
del Museo de Motivos Populares Argentinos “José Hernández”, que la Municipalidad de Buenos Aires creara
en diciembre de 1938. En 1939, por compra hecha por
la Municipalidad de Buenos Aires, entró a pertenecer al
Museo la valiosa colección de prendas camperas que formara don Carlos G. Daws.
En el año 1939 se promulga la ley 4756 votada por la
Honorable Legislatura de la Provincia de Buenos Aires,
instituyendo el 10 de noviembre, día del nacimiento de
José Hernández, como “Día de la Tradición”, disponiendo
entre otras consideraciones que dicho día el Parque Criollo “Ricardo Güiraldes”, el Museo de Luján y otros sitios
designados por el Poder Ejecutivo realizaran fiestas de
carácter regional.
1.3.- Proyectos y discusiones en la conformación de la
Argentina moderna
“El vacío dejado por la disciplina histórica fue ocupado
por un movimiento de contrahistoria militante conocido
bajo el nombre de revisionismo histórico. Este movimiento,
inicialmente minoritario y a contracorriente de las ideas
dominantes, ha logrado hacer de un acontecimiento del
siglo XIX –el gobierno de Juan Manuel de Rosas entre 1829
y 1852– una referencia principal de las batallas políticas
del siglo XX y, más aún el espacio mítico de la “verdadera
argentinidad” (Quatrocci Woisson 1995:21).
El proyecto de modernización que se consolida en
las décadas que empalman los siglos XIX y XX quebró
de modo compulsivo el marco de sociedad tradicional
y generó nuevas líneas con las que se fue ordenando la
nueva composición.
Hacía la década de 1870 bajo la dirección de una clase
dirigente, llamada en el idioma político local “la oligarquía”,
la Argentina se incorpora al nuevo diagrama del mercado
internacional del trabajo alentando la formación de áreas
exclusivamente dedicadas a la provisión de materias primas, en este contexto adquieren un valor importantísimo
las extensiones fértiles. Este proyecto conlleva la necesidad
de ampliar y consolidar el territorio nacional y una política
inmigratoria con vistas a poblar regiones, desplazar la presencia del gaucho y reemplazar las poblaciones indígenas
víctimas de una política de exterminio.
Así bajo el signo del liberalismo, la sociedad se transformó con un europeísmo moderno, internacionalista y
progresista. A pesar del origen rural de los inmigrantes, la
mayoría se fue a las ciudades y casi la mitad se concentró
en la zona metropolitana de Buenos Aires. Para muchos la
inmigración significó un cambio de ocupación y un tránsito del campo a la ciudad. El resto se radicó en zonas rurales, concentrándose principalmente en colonias agrícolas.
En el censo de 1914 se halla ya constituida la estructura urbana del país: poco menos de una tercera parte
de los habitantes viven en ciudades medias o grandes, de
cincuenta mil y más personas. (Germani 1973: 264).
Apareció una Argentina en la que el dominio de una
Buenos Aires cosmopolita e inquieta, desplazaba a la
Argentina hispánica, criolla y católica. Eran dos concepciones de la sociedad y la cultura argentinas.
Algunos sectores pensaron que el cambio que produjo
la modernidad desnaturalizaba una personalidad nacional
que apenas comenzaba a consolidarse. y el nuevo sistema
político se vio como un abandono o descuido de la tradición
nacional. Al acercarse el Centenario de la Independencia
nacional, estas alarmas se manifestaron en escritores que,
sin renunciar al liberalismo político y cultural, procuraron
la defensa de una tradición que veían amenazadas.
Alrededor de 1920 surge un movimiento intelectual
nacionalista, en cuyo interior se plantearon discusiones y
polémicas. Inicialmente sus dirigentes y militantes pertenecían a los sectores que se podría denominar criollos o
argentinos de antigua data, pero su inserción en la sociedad argentina no se circunscribía solo a estos núcleos.
El centro de su interés estaba en la política, y una
de sus preocupaciones fue lo que se llamó el revisionismo histórico que implicaba la reivindicación de Juan
Manuel de Rosas y su régimen y la revalorización del
pasado. Otro aspecto importante fue la economía, ya
que, además de la crítica del estado del país, se proponían reformas en oposición al liberalismo conservador
que aceptaba la subordinación de los intereses argentinos al comercio con Gran Bretaña.
“En 1940 ya llevaba diez años la restauración del liberalismo conservador por obra del golpe de Estado del 6 de
septiembre de 1930. Uriburu había muerto y luego de la
consolidación del sistema mediante el fraude electoral y el
contralor de la oposición bajo la presidencia del general
Agustín P. Justo (1932-36) el régimen se había continuado
con la presidencia de Roberto M. Ortiz, radical alvearista.
En materia económica, se había ajustado la dependencia del
comercio exterior dentro de la política británica y la oposición de radicales disidentes (FORJA y Arturo Jauretche) y
nacionalistas como los hermanos Irazusta, Raúl Scalabrini
Ortiz y Ernesto Palacio, la atacaba desde afuera de los partidos (radical, socialista y otros), en el marco de una crisis
agravada por el fracaso de la formalidad democrática.
Los conservadores intentaron reformas administrativas
que no lograban la aceptación de una opinión pública vul206
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nerada por la falsificación electoral y la instalación de un
sistema coercitivo de la oposición, que recibía el impacto de
los acontecimientos europeos y americanos. En el orden intelectual y cultural la Argentina afirmó su personalidad con
figuras y valores de las tendencias más diversas. La Guerra
civil española (1936-39) y la Guerra Mundial (1939-1945)
extremaron la ideologización violenta de la vida política,
mientras Hispanoamérica presentaba un panorama endémico de crisis y dictaduras (Zuleta Álvarez 1999 :319).
La historia oficial a través de la cual se intenta homogeneizar la visión del pasado es la vencedora de Caseros,
la protagonista y forjadora del proyecto de la Argentina
moderna que encara la generación del 80 y la que construye el pasado a partir de la llegada de los inmigrantes.
El revisionismo histórico, en tanto movimiento de contrahistoria militante, discute la historiografía a partir de
la revisión del período rosista, pero trasciende su discusión y atraviesa los dos grandes movimientos políticos
argentinos del siglo XX: el radicalismo y el peronismo.
2.- TRADICIONALISMO
Podemos afirmar a partir de la evidencia documentada históricamente y de relatos recogidos en torno a la
fundación de círculos criollistas aun vigentes; que organizados o no, ya existían en 1930-1940, grupos de gente
de a caballo que por puro gusto desarrollaban actividades
como corridas de sortijas, doma y fiestas para el calendario patrio, agregando fechas que luego se incorporaron de
forma definitiva (Pisarello 2001).
El relato en torno al cual se construye el criollismo
–cuya expresión en la vida social y cultural de manera
organizada la va a ofrecer el Tradicionalismo–, adopta
diversos elementos en los cuales confluyen la literatura
gauchesca, el relato de la Argentina mestiza, junto a
héroes como San Martín que sintetizan la lucha por la
Independencia, y el gaucho como arquetipo social.
Los hombres, mujeres, niños y jóvenes que participan,
lo hacen en su calidad de “tradicionalistas”; categoría que
explicita su carácter de miembro de una organización,
que a veces recibe el nombre de agrupación, o círculo o
centro criollo o fortín, por citar algunas de las expresiones con las cuales se designa este tipo de asociaciones.
Quienes se reconocen como “tradicionalistas” participan del calendario de fiestas y actividades, que abarca
desde corridas de sortija, hasta desfiles y peregrinaciones;
y expresan su condición de tales exhibiendo en la vestimenta prendas gauchas o llevando pilchas de usanza
campera: alpargatas, rastras, bombachas, boina o sombrero, pañuelo al cuello.
Sin embargo al interior de este espacio coexisten distintas miradas a la hora de reflexionar la pertenencia al
grupo. Algunos consideran que para acreditar la condi-
ción de “tradicionalista”, es indispensable ser muy diestro
en el manejo del caballo y las tareas del campo; otros en
cambio ponen el acento en el conocimiento sobre temas
de historia y tradición; un tercer grupo plantea que el ser
tradicionalista conlleva la posibilidad de lucir con esmero
pilchas y recado; y hay quienes ante el surgimiento de un
sinnúmero de nuevas instituciones han decidido demarcar este espacio, tomando como referente aquellas instituciones que poseen personería jurídica, considerando
que esto avala su perdurabilidad en el tiempo.
No obstante estas diferencias de criterios, no existe
derecho de admisión. Todo aquel que desee sumarse y participar puede hacerlo, sin necesidad de acreditar alguno
de los atributos antes enumerados. La “institución”, como
la llaman quienes participan, recibe un nombre de parte
de sus fundadores y es representado iconográficamente
en un estandarte, el que se constituye en la carta de presentación de dicha organización.
El estandarte acompaña la bandera –nacional o provincial, o ambas– en caso de desfile o fiestas que lo ameriten. La creación de nuevas instituciones tiene lugar
por la decisión de un grupo de paisanos/as, de realizar
juntos algunas de las actividades que comúnmente desarrollan –que luego procederemos a detallar–, a veces con
motivo de un evento particular o como escisión de una
anterior organización.
Los protagonistas de estos centros representan diversos sectores del espacio social, en relación a su inserción
en el aparato productivo –peones, dueños de estancia,
obreros industriales, e intelectuales–y en relación a la
zona geográfica en la cual reside –ámbito rural, capital
o conurbano–. Esta diversidad de actores también da
lugar a una gran variedad institucional, que trataremos
de describir.
2.1.- Las instituciones
La “institución” está formada por un conjunto de
individuos que deciden autoconvocarse para realizar
actividades o participar de actividades que organizan
otras instituciones, que encuentran lugar común en las
destrezas ecuestres.
Estas instituciones a veces tienen sede, a veces sede y
campo, y a veces ni la una ni la otra y funcionan en casa de
uno de sus miembros. La sede es el lugar donde con cierta
frecuencia se realizan reuniones sociales o familiares, en
torno a un locro, un asado, o empanadas y un poco de
música. Estas actividades requieren de un salón que a veces
recibe el nombre de enramada, pulpería, o simplemente
salón familiar; donde se realizan los encuentros, peñas o
festivales. También suele haber un mostrador donde se
ofrecen alimentos que forman parte de la comida criolla:
pastelitos, tortas fritas, empanadas, choripanes.
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Las sedes están emplazadas en terrenos que han sido
donados, otorgados en comodato o préstamo; o comprados con el aporte de sus miembros. Además del salón
para reuniones y una pequeña oficina donde se reúne
la comisión directiva de la institución a veces la sede
también cuenta con un museo donde se exhiben objetos
que refieren a la historia de la agrupación, donaciones
de sus miembros o simplemente instrumentos que han
sido usados para la realización de tareas camperas o
referentes al pasado nacional. Ocasionalmente poseen
biblioteca –en algunos casos con preferencia de literatura gauchesca–; oratorio o capilla, cancha de bochas,
horno y fogón criollo.
El “campo” se refiere a un terreno en el cual se pueden
realizar todo tipo de destrezas, en algunos casos ha sido
adquirido, pero la mayoría de las veces es un préstamo o
una renta temporaria. En este terreno generalmente no hay
muchas instalaciones, solo las indispensables para cobijar el
público que participará los días de encuentros y destrezas.
Entre las posibilidades que brindan estos terrenos tenemos
campo de doma, pista de trote y cancha de sortija.
Existen diversos modos de nombrar la “Institución”
sin que esto signifique una clasificación que contemple parámetros compartidos. Así es como encontramos
centros tradicionalistas, agrupaciones tradicionalistas,
fortines, círculos criollos, agrupaciones gauchas, centros gauchos, peñas o agrupaciones folklóricas, grupo de
cabalgatas, agrupación criolla. Algunas están situadas en
áreas rurales, otras en área urbana o –como es el caso de
muchas de ellas– en el conurbano.
Si bien se registra un incremento considerable en su
número en la última década, algunas agrupaciones tienen
más de cincuenta años de vida y son las que han garantizado la continuidad de fiestas populares como es el caso
de la Peña Nativista que organiza la Fiesta de Llanura en
Coronel Dorrego desde la década de 1950 a nuestros días.
2.2.- Las actividades
El Tradicionalismo realiza diversas actividades que
tienen su eje en la relación del paisano y el caballo;
organiza y participa de un calendario que contempla la
conmemoración de las fechas patrias y fiestas que homenajean la cultura criolla y aborda la enseñanza y práctica
de expresiones artísticas vinculadas a la música, danza y
artesanía criolla.
Esta somera descripción de las actividades que desarrollan quienes participan del tradicionalismo, da como
resultado una amplia gama que consigna desde la enseñanza de danzas nativas, la corrida de sortija a la realización de programas de radio y el infaltable desfile.
Con el objeto de organizar la descripción y abarcar la
diversidad de acciones que se realizan desde estas insti-
tuciones, ofrecemos clasificarlas en tres grupos: aquellas
que están directamente vinculadas a la realización de destrezas ecuestres y tienen su eje en la relación del jinete y
el caballo; las que promueven la enseñanza y transmisión
de expresiones artísticas y en un tercer grupo las que enlazan estas instituciones con el resto de instituciones y la
sociedad en su conjunto en prácticas que nombraremos
de difusión (Pisarello 2003).
El primer conjunto, sin importar las diferencias institucionales, tiene como lugar común la práctica del desfile.
El desfile tiene lugar en la fiesta del patrono del pueblo o
en las fechas patrias, así como en el nutrido calendario
festivo que posee el Tradicionalismo. La actividad del desfile consigna el paso de las agrupaciones a caballo –ocasión en la cual sus protagonistas se esmeran en lucir las
mejores prendas– acompañados de estandarte de la agrupación y bandera; el paso de tropilleros y el de carruajes.
En ocasión también desfilan caminando, y algunas instituciones presentan cuadros que organizan una mirada
retrospectiva de la historia argentina.
En ocasión del desfile los hombres –e incluso los
niños– que participan, lo hacen con una vestimenta que
remite al habitante rural, más específicamente al gaucho,
y que presenta variaciones. En general las agrupaciones
adoptan un color –a veces negro o gris– con el que combinan corralera y bombacha, camisa blanca y pañuelo o
corbatero, casi siempre con sombrero; otras lucen pilchas
y emprendados de época y los hay en bombacha, alpargata
y boina tejida. En el caso de las mujeres generalmente se
presentan con vestidos de paisana (estrechos en la pechera
y amplia y larga la falda), también están las amazonas con
vestidos de época, y las “paisanas” vestidas de “hombre”,
léase con bombacha y corralera, o poncho y sombrero.
Dependiendo de las posibilidades con que cuenta la
institución para desarrollar la actividad, o de las características de sus miembros, algunas practican la corrida
de sortija, doma, jineteada, grupo de cabalgata, juego de
pato o imparten clases de equitación.
Un segundo grupo son aquellas actividades que tienen como objetivo la enseñanza y transmisión de aquellas
manifestaciones artísticas –danzas, música y artesanía–
del criollismo.
En el caso de las danzas, algunas agrupaciones se constituyeron inicialmente solo como escuela de danzas y con
el transcurrir del tiempo han sumado el desfile, lo que las
convoca al calendario de fiestas y le proporciona parte de
la práctica del Tradicionalismo que guarda relación con
las festividades y refiere al campamento gaucho.
Si las instalaciones lo permiten, se realizan peñas o
encuentros familiares en los que el atractivo fundamental –además de un plato de locro, asado o empanadas– es
la posibilidad de compartir música, que recibe en este
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ámbito el nombre de música “nuestra” y que refiere a
diversos estilos musicales del territorio nacional –chacarera, chamamé, cueca o milonga– con letras en castellano.
Bajo el nombre artesanía criolla se desarrollan una serie
de artes y oficios en forma de talleres: tejido en telar; talabartería, platería o soguería.
El tercer grupo lo hemos llamado genéricamente
difusión y comprende la realización de tarea didáctica
con escuelas, programas de radio, charlas; la construcción
de museos; las presentaciones de músicos y payadores y
la ejecución de festivales y peñas; así como exposición de
obras de arte referidas a la temática gauchesca.
2.3. Fiestas y celebraciones.
La fiesta contempla distintos momentos y por lo general tiene su antesala en el campamento gaucho. Quienes se
trasladan a participar lo hacen en grupos, ya que además
de los integrantes de la agrupación, comúnmente acompaña parte de su familia; sumando los animales y carruajes en el caso que se tuvieran. A medida que van llegando,
se acomodan en un predio que se destina previamente a
esa finalidad. El campamento se organiza por instituciones y se concentra alrededor del fogón, en el que se comparte comida, mate y anécdotas. Se escucha música –con
preferencia folclórica pero no de manera excluyente– y
se ameniza con distracciones que en el caso de los niños
y jóvenes van unidas a montar a caballo. Forma parte de
este tiempo distendido entre amigos y familia, compartir
una partida de truco o preparar los caballos, tusando y
lavándolos.
Como plantea Ariño Villarroya (1992: 214) “Las fiestas
son, ante todo, un tipo específico de acción social que pertenece a la esfera de las prácticas simbólicas, entendiendo por
tales aquellas orientadas a la creación y transformación de
los símbolos que confieren sentido a la vida humana. Por
ello, el primer rasgo que merece señalarse de toda fiesta es el
hecho de que constituye una celebración que no solo evoca
un objeto o acontecimiento, sino que muestra y patentiza el
valor que se le otorga”.
El calendario de fiestas ocupa casi todo el año, y las
hemos agrupado en: fiestas patrias, fiestas tradicionales,
fiestas de la cultura ecuestre, fiestas patronales o fiestas
del pueblo, y fiestas religiosas (Pisarello 2003).
Como fiestas patrias denominamos todas aquellas
que se relacionan con la conmemoración de hitos y fechas
enmarcados en la construcción de la nación, siendo de
ellos los más importantes el día que se conmemora la
muerte de don José de San Martín, héroe nacional y símbolo de la independencia; el 25 de mayo, recordando la
Revolución de Mayo y la Primera Junta de gobierno de
criollos, y el 9 de julio, festejando la independencia nacional. Las fiestas tradicionales son aquellas que homenajean
la cultura criolla y la tradición: Paseo Gaucho o Fiesta de
las Llanuras, para citar algunos ejemplos. En el caso de las
fiestas cuyo eje es la relación del paisano y el caballo: la
fiesta del potrillo, la fiesta del caballo, la fiesta del carrero,
jineteadas y destrezas en toda época del año. Como fiesta
religiosa nos referimos a peregrinaciones y cabalgatas a
lugares en los cuales se encuentra emplazada una capilla
u oratorio, o basílica –como en el caso de Luján o Itatí– y
que son íconos de la argentina criolla; y las fiestas patronales o fiestas del pueblo aquellas que celebran el día del
Santo Patrono del lugar o la fecha de fundación.
3.- PROCESOS DE APROPIACIÓN Y REELABORACIÓN
El Tradicionalismo representa un lugar donde se reelabora y discute la apropiación del pasado, la tradición y la
memoria histórica. La adscripción que aquí se reafirma es
la “Patria”, entendida como el lugar común de la cultura,
el territorio y la historia.
Quienes participan de este fenómeno social lo hacen
adscribiendo a una línea histórica que encuentra su
expresión en las acciones que organizan y de las cuales
participan: la Peregrinación Gaucha a Luján, el homenaje
a San Martín y la presencia de una Argentina cuyo pasado
y presente se enlaza en la figura del gaucho.
La representación de la Nación para quienes participan del Tradicionalismo se refiere al criollismo, que significa reconocer no solo la existencia de culturas indígenas
anteriores a la llegada de la colonización, sino también la
perspectiva de un proceso de mestizaje cultural a lo largo
de varios siglos de la cultura indígena y la española.
Esto que se va a conformar en el mito de origen de
quienes se agrupan en el movimiento tradicionalista –la
cultura criolla– va a reconocer distintas apropiaciones
acerca de lo indígena y lo español. Estas diferencias al
interior del grupo terminan conformando matices donde
otro mito de origen como es el de la Argentina producto
de la gran inmigración encuentra su línea demarcatoria.
En el mito de la Argentina criolla, la gran inmigración va
a significar un aporte en la conformación de la nacionalidad. Dato interesante al respecto es la cantidad de inmigrantes o hijos de inmigrantes que forman parte de las
comisiones directivas e incluso son fundadores de estos
centros tradicionalistas.
El lugar de las agrupaciones es sostener los mitos y
leyendas que dan continuidad y perdurabilidad a este
relato del pasado común.
Los gauchos, que desempeñaron un papel importante durante la guerra de la independencia, entre 1810
y 1820, integrándose a los ejércitos de Manuel Belgrano
primero y de José de San Martín; formaron el ejército con
el que Martín Miguel de Güemes en la provincia de Salta
obstaculizara el avance de las tropas realistas españolas y
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engrosaron las filas de los caudillos provinciales durante
las guerras internas; fueron más tarde obligados a enrolarse como soldados y enviados a la frontera cuando el
gobierno nacional decide anexar las tierras indígenas.
”Desde las élites se lo declara (al gaucho) moribundo o
muerto, si bien un sector de ellas va a reivindicarlo a nivel
ideológico como símbolo de ciertas creencias perennes que
se opondrán al carácter calificado como advenedizo de los
inmigrantes ultramarinos” (Ratier 1988:38).
La historia oficial habla del gaucho como una figura
legendaria pero extinguida, y esto es repetido hoy por
muchos que participan de los centros tradicionalistas. Sin
embargo, se busca acreditar esta condición –gauchos– desde
la vestimenta, usos, costumbres y hasta valores presentes en
sus convocatorias. Si no se tienen presentes las vicisitudes
que sufrió la figura del gaucho, es difícil entender por qué
estos pobladores que se comportan como gaucho, protagonizan la peregrinación gaucha, prefieren autodenominarse
criollos o paisanos. Quienes enuncian este discurso son
peones de campo, capataces, dueños de estancia, o pobladores rurales que se reconvirtieron cuando la pujanza de la
industria nacional en obreros industriales.
Pero aunque su apropiación resulte a veces contradictoria el gaucho es una bandera innegable del Tradicionalismo y está ligada a distintos momentos en la
construcción de la historia como nación.
La figura del gaucho como arquetipo toma –en el
caso del Tradicionalismo–, rasgos de mestizaje cultural y
define el criollismo.
“Los arquetipos condensan en alguien o en algo las
características importantes que se consideran epítomes de los
modos de perfección, logro o belleza, y por lo tanto merecen
admiración, incluso ser emulados” (Gutiérrez 1998:85).
El gaucho resulta evocado como el habitante libre de
las pampas y el personaje épico ligado a los orígenes de
nuestra nación; partícipe de la gesta libertadora, luego
perseguido y requerido como soldado en los fortines.
4.- CONCLUSIONES
“El concepto de identidad nacional sólo se puede entender con referencia a las ideologías del nacionalismo y a los
vínculos que el nacionalismo establece con una tierra natal,
un pasado primitivo y un legado étnico, aunque para que
logre tener efecto, el nacionalismo requiere de un pasado
creíble y de preferencia, rico. El concepto de identidad
nacional no se debe entender como categoría fija, ya sea
de rasgos culturales o disposiciones sicológicas, ni como un
conjunto de relatos pedagógicos, pese a todos sus elementos
didácticos” (Smith, 1998: 61-81).
Para quienes componen las agrupaciones tradicionalistas, la Patria y la tradición son categorías que los definen
en el espacio social, demarcatorios de un nosotros y otro
cultural: como lo plantea Lafon (1998:59) “Cuando decimos Patria aludimos al conjunto de valores materiales y no
materiales, pasados, presentes, y futuros que comparten los
naturales de una Nación: el apego al territorio compartido,
el respeto por las instituciones y las tradiciones culturales,
históricas y sociales, que comparten y el amor y el respeto
por sus símbolos”.
Estas afirmaciones se producen en un escenario en
el cual las naciones no solo han sido socavadas en sus
cimientos económicos, a raíz del protagonismo que ha
adquirido el capital financiero internacional; sino también frente a un fenómeno de internacionalización de
modelos de gusto y consumo (Oliven 1999:141), que
hace sugerir la presencia de culturas híbridas disociadas
del territorio y de identidades definidas (García Canclini 1989).
El proceso de globalización se consolida a fines de la
guerra fría Este-Oeste, con la evolución hacia esquemas
transnacionales y de regionalización, que dejaron atrás
las economías centralmente planificadas cuyos actores
principales ya no parecen ser los estados nacionales sino
las corporaciones transnacionales. Constituye el triunfo
del orden capitalista mundial y como plantea Raúl Bernal
Meza (1994: 47-48):
“….el orden bipolar ha sido sustituido por la emergencia de una alianza ideológica, basada sobre el hecho de compartir determinados principios del orden político doméstico
(derechos individuales y políticos) y principios económicos
(libre mercado). Además, (...) la globalización de la economía transita hoy por una etapa que reafirma la posición
hegemónica de Estados Unidos en tres lugares:
- porque fue capaz de imponer el capitalismo a la
manera estadounidense,
- porque logró internacionalizar su cultura, hecho vinculado estrechamente a los hábitos y patrones de vida,
- y porque por sí solo constituye el 25% de la economía
mundial”.
La amenaza que significa para los estados nación la
existencia de un nuevo orden planetario en torno a un
estado nación poderoso, excede los límites de lo económico y ha fortalecido un punto de vista que sostiene que
el mundo de los estados nación está en proceso de rápida
desintegración.
Es en esta línea de análisis que plantea Eric Hobsbawn
(1992: 179) “...sin embargo el nacionalismo, por más que
sea ineludible, sencillamente ha dejado de ser la fuerza histórica que fue en la época comprendida entre la Revolución
francesa y el final del colonialismo imperialista después de
la segunda guerra mundial”.
“Los supuestos cambios estructurales y económicos
que están sustituyendo al mundo de las naciones por un
mundo internacional, vienen acompañados de cambios
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psicológicos. Una conciencia posmoderna basada en una
fluidez y en un sentimiento de identidades múltiples sustituye a las identidades fijas del mundo moderno. Según
esta posición las identidades nacionales que por su fijeza y
carácter absoluto reproducen psicológicamente los límites
fijos del Estado nación, pertenecen firmemente al mundo
preposmoderno. Por lo tanto, se indica que las identidades
regionales y “tribales”se han impuesto al viejo patrimonio
nacional.” (Billig 1998:37-38).
Un nuevo fenómeno parece acompañar este cambio
de escenario y se refiere al ejercicio de la soberanía: la
comunidad internacional y el surgimiento de numerosas
organizaciones de la sociedad civil que parecen ser las
nuevas expresiones democráticas y de participación ciudadana o por lo menos intentan legitimarse en ese lugar.
“El número de organizaciones internacionales intergubernamentales aumentó de 123 en 1951 a 280 en 1972 y
365 en 1984, el número de organizaciones internacionales
no gubernamentales de 832 a 2173 en 1972, multiplicándose por más de dos hasta cifrarse en 4615 en los doce años
siguientes” (Hobsbawn 1992: 191-193).
Este lugar ha sido construido sobre la supuesta defensa
de los derechos humanos y los derechos civiles. Las organizaciones de la sociedad civil –desde las que defienden el
medioambiente a las que se solidarizan internacionalmente
para luchar contra la diabetes– enfatizan el lugar de ciudadanos del mundo como un lugar sin bandera, ni ideología.
El nuevo orden mundial surgido después de la caída del
comunismo también va acompañado de transformaciones
en el intercambio de la información. Estas transformaciones tecnológicas y comunicacionales que posibilitan a los
habitantes (no a todos) estar conectados con el mundo a
través de la navegación virtual y las redes satelitales, han
impactado fuertemente en la cultura contemporánea.
Es en este contexto que Néstor García Canclini (1995)
se refiere a la cultura como a un proceso de ensamblado
multinacional y plantea que las identidades que antes se
definían por esencias ahistóricas, ahora se configuran a
partir de lo que uno posee o puede llegar a apropiarse.
En este sentido se produce la quiebra y mezcla de las
colecciones que organizaban los sistemas culturales con
la consiguiente desterritorialización de los bienes simbólicos y la expansión de los géneros impuros.
Este proceso que García Canclini define como de
hibridación cultural y que se acompaña con el derrumbe
de los grandes relatos metafísicos va dando lugar sobre
todo en los grandes centros urbanos a la aparición de una
cultura que podríamos denominar como cultura de lo
efímero y que refiere al consumo incesantemente renovado, a la sorpresa y al entretenimiento.
En este marco el nacionalismo o la etnicidad, según
escribe Minoslav Hroch refiriéndose a la Europa central
contemporánea, es, “un sustituto de factores de integración
en una sociedad que se está desintegrando. Cuando la sociedad fracasa, la nación aparece como la garantía última”.
(Hobsbawn 1992: 183).
Es así que los movimientos nacionales representan
ciertas variantes del sentimiento de pertenencia colectiva
en un mundo en que la desintegración de redes humanas reales deja un vacío emocional. El Tradicionalismo,
si bien preexiste al proceso de globalización, es en esta
última década –desde fines de los años ochenta– cuando
registra uno de los períodos de mayor expansión y multiplicación institucional.
“Todo este proceso de mundialización de la cultura, que
da la impresión de que vivimos en una aldea global, acaba
reponiendo la cuestión de la tradición, de la nación y de la
región. A medida que el mundo se torna más complejo y
se internacionaliza, la cuestión de las diferencias se reubica
y hay un intenso proceso de construcción de identidades”.
(Oliven 1999:141).
No obstante representar un fenómeno ampliamente
extendido en el territorio, que convoca diversos sectores
sociales, y que estructura redes de las cuales participan
otros ámbitos de la actividad pública –instituciones
comunales, educativas, clubes sociales–, el Tradicionalismo es silenciado desde los medios masivos de comunicación, o si aparece, lo hacen desde el exotismo.
Esto expresa una suerte de paradojas en las cuales aun
hoy se debate la construcción de la identidad nacional. La
querella historiográfica argentina expresa esta dificultad
para construir una visión neutral respecto a los juicios de
valor y por saldar un debate que aparece como interminable respecto de los orígenes de la nacionalidad.
A los planteos que discuten el mito de origen –la
Argentina criolla y la Argentina fruto de la gran inmigración–, se suman hoy las reivindicaciones de grupos
indígenas y los procesos de reetnización, que reeditan en
algunos casos la discusión en torno al territorio y la participación política.
“Es comprensible que en época de crisis y transformaciones sociales haya un renacimiento y, a menudo, invención de tradiciones. El hecho de no tener estas tradiciones
una relación con la situación presente es irrelevante, pues el
criterio para analizarlas no puede ser un anacronismo, sino
lo que ellos representan en el imaginario de los grupos que
las cultivan.”.(Oliven 1999:142).
La Argentina que representa el Tradicionalismo, si
bien no la constituyen en su mayoría hombres y mujeres de campo, encuentra la continuidad del proyecto de
nación en la reafirmación de expresiones que evocan una
tradición cultural –destrezas camperas o música nativa–,
pero que además manifiestan y denotan una relación con
el territorio y los símbolos patrios.
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DELOS
YPFINICIOS
ESTATAL”
DEL SIGLO XXI
Peregrinando a Luján - 2003
Coronel Dorrego. Desfile Fiesta de las Llanuras - 2002
Homenaje a San Martín. Catedral Metropolitana - 2002
213
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES EN EL SECTOR SUR DE LA MESETA DEL STROBEL
(PROVINCIA DE SANTA CRUZ)
Anahí Re*, Rafael Goñi**, Juan Bautista Belardi*** y Amalia Nuevo Delaunay****
RESUMEN
En este trabajo se presenta información sobre nuevos sitios con representaciones rupestres localizados en el sector
sur de la meseta del lago Strobel, la cual permite abordar la discusión de la variabilidad interna en el uso de la meseta.
Se analizan las posibles causas de la variabilidad, entre las que se cuentan el tamaño de las concentraciones, el lapso
temporal involucrado en la ejecución de los grabados y diferencias en el uso del espacio a partir de ejes de circulación.
A su vez, se retoman hipótesis presentadas en otros trabajos que refieren a una posible convergencia poblacional en la
meseta del lago Strobel durante el Holoceno tardío.
PALABRAS CLAVE
Representaciones rupestres - cazadores-recolectores - uso del espacio - Holoceno tardío
ABSTRACT
In this paper information is presented regarding new rock art sites located in the south of Lake Strobel Plateau. This
information allows the discussion of the internal variability in the use of this plateau by human groups. Its possible
causes are analyzed, including size of concentrations, time elapsed between the execution of different engravings and
differences in space use in relation to different ways of access. In addition, hypotheses that were presented in previous articles and that refer to a possible population convergency during the Late Holocene in Lake Strobel Plateau are
discussed.
KEY WORDS
Rock art - Hunther-gatherers - Space use - Late Holocene
INTRODUCCIÓN
En la cuenca de los lagos Cardiel y Strobel (provincia de Santa Cruz - Patagonia argentina) se están desarrollando investigaciones arqueológicas cuyo objetivo
es evaluar la relación entre las estrategias humanas de
poblamiento y los cambios climáticos documentados
durante el Holoceno (Belardi et al. 2003; Goñi et al.
2004, 2005). En el presente trabajo se continuará abordando la problemática de las representaciones rupestres, en particular las de la Meseta del lago Strobel, con
el fin de evaluar el rol que cumplieron en la dinámica
de poblamiento local. En tal sentido, el análisis estará
centrado en el estudio del sector sur de la meseta, para
luego incorporarlo en una discusión más amplia en
escala regional mayor (figura 1).
Modelo y problemática actual
En primer término se ha propuesto que, dadas condiciones de desecación ambiental durante el Holoceno
CONICET/INAPL, [email protected].
INAPL/UBA/UNICEN, [email protected].
*** UNPA/CONICET, [email protected].
**** INAPL/UBA, [email protected].
*
**
tardío (últimos 2500 años AP), regionalmente se habría
producido una reducción de la movilidad residencial y
nucleamiento de las poblaciones cazadoras (Goñi 2000;
Goñi y Barrientos 2000, 2004; Goñi et al. 2000-2002;
Goñi et al. 2004). Este modelo propone que las cuencas
bajas del área en estudio fueron espacios de interés residencial mientras que las cuencas o sectores altos tuvieron
un interés logístico. En ese contexto se ha sugerido que
los espacios altos, tal el caso de las mesetas, habrían sido
articulados logísticamente desde cotas más bajas. Su uso
habría estado relacionado con el aprovechamiento estacional de las tropas de guanaco que se encuentran en ellas
en primavera-verano (Belardi y Goñi 2002, 2003, 2006;
Gradin 1959/60a y b).
En segundo término se ha propuesto que la meseta
del Strobel habría actuado como un área de convergencia
poblacional a un nivel regional amplio, a partir de argumentos tanto ecológicos como arqueológicos (Belardi y
Goñi 2006; Goñi et al. 2006). Se entiende por convergencia poblacional al nucleamiento en un mismo espacio de
segmentos poblacionales provenientes de diferentes lugares, sin necesidad de que se presenten de manera simultánea (Belardi y Goñi 2006). Las características ecológicas
únicas de esta meseta se refieren a la cantidad y diversidad
215
CUADERNOS 21
de recursos presentes en ella (guanacos y otras especies
animales; agua y paredones basálticos como refugios), a
la estacionalidad marcada para su aprovechamiento (fin
de primavera y verano) y a su ubicación geográfica estratégica en el centro de la estepa santacruceña en relación a
dos ejes de circulación natural de menor costo (valle del
río Chico al norte y este y la cuenca del lago Cardiel al
sur). Los argumentos arqueológicos se refieren a la información proveniente de las representaciones rupestres, la
tecnología lítica y el equipamiento del espacio por medio
de parapetos de caza. Asimismo, el modelo propone que,
dado su interés logístico, habrían habido diferentes ejes
de circulación e ingreso de poblaciones a la meseta del
Strobel (Belardi y Goñi 2003, 2006; Goñi et al. 2006).
Objetivos del trabajo
Los objetivos de este trabajo se refieren a:
1) presentar información sobre una nueva serie de sitios
con grabados recientemente relevados en el sur de la
meseta del Strobel, considerando su emplazamiento y
sus características técnicas y morfológicas;
2) a partir de estos datos, evaluar la variabilidad interna
de las representaciones rupestres de la Meseta del
Strobel, dado que los nuevos sitios estudiados se
encuentran en el sector sur de aquella y que se trata
de concentraciones bajas y medianas, a diferencia de
otros sitios ya publicados que corresponden a concentraciones altas y “llamativas” (Ferraro y Molinari 2006;
Gradin 1959/60a y b; Re et al. 2005). A su vez, se busca
discutir dicha variabilidad –si existiese– considerando
a) un “efecto tamaño de la muestra”, b) diferencias en
tendencias temporales relativas –a partir de los grados
de pátinas, las superposiciones y reciclados y los tipos
de motivos representados– y c) diferencias en el uso
del espacio a partir de ejes de circulación.
Entonces, se busca rescatar la importancia de este
tipo de sitios para discutir la dinámica del poblamiento
de los grupos cazadores recolectores en estos ambientes
en especial en el Holoceno tardío. El estudio de estos
grabados se enmarca en la información ya generada
sobre representaciones rupestres y otras líneas de evidencias en la meseta del Strobel en una escala regional
(Belardi y Goñi 2002, 2006; Belardi et al. 2005, 2006;
Cassiodoro 2005; Ferraro y Molinari 2001, 2006; Goñi
et al. 2006; Re et al. 2005).
CARACTERIZACIÓN DEL ÁREA
Escala regional: el área analizada se ubica en Patagonia centro-meridional. Se trata de un semidesierto, con
un promedio de doscientos a cuatrocientos milímetros
de precipitaciones anuales. El ambiente corresponde a
una estepa herbácea del Distrito Patagónico Occidental
de la Provincia Patagónica (Cabrera y Willink 1980). La
principal presa animal, recurso crítico de las poblaciones
cazadoras, ha sido el guanaco (Lama guanicoe), seguido
en menores frecuencias por el choique o ñandú petiso
(Pterocnemia pennata) y luego por especies menores,
tales como roedores, armadillos, lagartijas, etc. También
componen la fauna local los carnívoros como los pumas
(Felis concolor) y los zorros (Pseudalopex culpaeus y
Pseudalopex griseus).
Escala local: la meseta del Strobel es un plateau basáltico que se ubica en la provincia de Santa Cruz, a 48° 30’
Latitud Sur y a 71° 46’ de Longitud Oeste, abarcando la
amplia superficie que media entre los lagos Cardiel al sur
y Strobel al norte, distantes entre sí unos treinta y cinco
kilómetros, con una extensión este/oeste aproximada de
cuarenta kilómetros (figura 1). Se la separa en tres sectores (norte, centro y sur), cada uno de los cuales tiene
aproximadamente una extensión de diez kilómetros en
dirección norte/sur.
Dadas sus cotas, que oscilan entre novecientos y mil
doscientos metros, es un ambiente con una marcada
estacionalidad, pudiendo ser ocupado solo durante fines
de primavera y el verano. Una característica saliente de
esta meseta es la presencia de numerosas lagunas rodeadas por paredes basálticas que son el único reparo de
los fuertes y constantes vientos del oeste. En numerosos
casos estos paredones basálticos presentan diversas evidencias de ocupación humana, incluyendo representaciones rupestres.
En otro trabajo se señaló que “La meseta del Strobel
carece aún de datos cronológicos, los mismos provienen
mayoritariamente de la cuenca del lago Cardiel y ubican
a las ocupaciones humanas principalmente a partir de
los últimos 2500 años A.P. (Goñi et al. 2004a), contextualizando así a las ocupaciones de la meseta del Strobel
(Belardi y Goñi 2002). A su vez, la cronología máxima de
ca. 2000 años AP obtenida para el uso de parapetos en
mesetas aledañas, como la Pampa del Asador (Goñi 20002002), las morfologías de las puntas de proyectil registradas en la meseta del Strobel –homologables a diseños
tardíos– y la presencia de escasos restos cerámicos en el
sitio Don Edmundo (Cassiodoro 2004), permiten sostener el marco cronológico propuesto.” (Goñi et al. 2006).
Se cuenta actualmente con un fechado radiocarbónico
realizado sobre carbón para la capa superior de Laguna
del Faldeo Verde –LFV–, con un contexto dominado por
puntas de proyectil, raspadores y desechos de talla, que
confirma un uso reciente de la meseta. Es “LFV - Nivel
1 - Sondeo 1 - AC 1759: actual”, estando a la espera de
fechados de capas inferiores. Aun así, no se descarta una
posible cronología del Holoceno medio en virtud de las
características formales de algunos de los diseños regis216
VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES
trados en las representaciones rupestres (Belardi y Goñi
2002; Ferraro y Molinari 2006).
METODOLOGÍA Y MUESTRA
Para discutir la densidad de representaciones rupestres
en cada sitio, se toman dos medidas: las unidades topográficas (UT) y la cantidad de elementos (CE). Las UT son
diferenciadas a partir de las características del soporte,
contándose entre ellas: orientación, inclinación y presencia de fracturas. Por otra parte, se toma como unidad
de análisis al elemento, entendido como la segmentación
inicial que distingue unidades discretas en el espacio del
soporte, pudiendo ser agrupados, en una etapa posterior
del análisis, en motivos simples o compuestos (Aschero
y Martel 2003-2005; Gradin 1978). La CE es evaluada a
partir de categorías asignadas de acuerdo con el total de
elementos registrados en cada sitio, diferenciándose: 1)
entre 1 y 50; 2) entre 51 y 100; 3) entre 101 y 500; 4) entre
501 y 1000; 5) más de 1000.
Por otra parte, se considera la presencia en los sitios
de determinados grupos de motivos, diferenciados de
acuerdo con criterios operativos propios en función de
los motivos relevados:
1) Abstractos,
2) Pisadas,
3) Guanacos,
4) Otros zoomorfos y
5) Antropomorfos.
“Abstractos” comprenden círculos, semicírculos, líneas
curvas, quebradas, rectas y sinuosas, punteados, radiales,
trazos, caóticos, cruces, espirales, peiniformes, reticulados, subcirculares y geométricos complejos. Las “pisadas”
pueden ser tridígitos (huella de choique y aves), de felino,
de guanaco, de caballo y humana. Los “otros zoomorfos”
son lagartijas o matuastos, huemules, caballos, piches
(armadillos) y zoomorfos no identificados. Como ya
se planteara en otros trabajos, los motivos de guanacos
grabados no habían sido registrados hasta el momento
en ningún sitio de Patagonia centro-meridional. De tal
manera, su presencia en la meseta del Strobel constituye
un elemento relevante en el análisis, siendo separados de
los “otros zoomorfos”.
Para evaluar las tendencias temporales se consideran las pátinas y las superposiciones o reciclados.
La variedad de pátinas presentes fue agrupada en tres
grados para simplificar su abordaje, siendo la uno la
más desarrollada, dos la intermedia y tres la menos
desarrollada.
En relación con la muestra cabe aclarar que en la
meseta del lago Strobel hasta el momento se han registrado aproximadamente cincuenta concentraciones
arqueológicas distribuidas en el norte, centro y sur de
aquella. La mitad de ellas cuentan con representaciones
rupestres (figura 1), sumando alrededor de 5000 elementos y habiéndose presentado en ocasiones anteriores el
relevamiento de algunas de ellas (Belardi y Goñi 2002,
2006; Ferraro y Molinari 2006; Goñi et al. 2006; Re et al.
2005). Aquí se presentan cinco nuevos sitios (K37, K38,
K39, K40 y K45) y dos registrados en trabajos anteriores,
pero que no habían sido objeto de una descripción más
detallada (K7 y K11).
DESCRIPCIÓN DE LOS SITIOS
Todos los nuevos sitios relevados se encuentran en el
sector sur de la meseta del lago Strobel. Se trata de grabados sobre paredes y bloques de basalto que ofrecen
reparo de los fuertes vientos predominantes del oeste. La
calidad de los soportes utilizados en general es buena, es
decir, presentan granulometría fina, pátina oscura y un
bajo estado de meteorización, lo que ha permitido el
empleo de una variedad de técnicas de grabado diferentes
(picado, inciso y raspado). A continuación se describen
los sitios analizados, agrupados de acuerdo con la cantidad de elementos que presentan.
CANTIDAD DE ELEMENTOS 1 (CE 1): ENTRE UNO Y CINCUENTA
ELEMENTOS
• Sitio K7 (Ubicación GPS: Lat. S 48° 39,925’ Long. O
71° 17,764’)
Se trata de una pared baja a unos cien metros de una
pequeña laguna. El sector con grabados tiene aproximadamente 3 metros de largo, registrándose tres UT.
Hay escaso material lítico asociado (microlascas de
obsidiana principalmente).
Se registraron trece elementos grabados (tabla 1). Predominan los círculos (46,15%) y, en segundo lugar,
se ubican los semicírculos (15,38%) y líneas rectas
(15,38%). La única representación zoomorfa es un
tridígito. Por otra parte, solamente se utilizó la técnica
del picado. En relación a las pátinas, se identificaron
motivos con pátinas 2 y 3 y un solo caso de superposición, específicamente, un semicírculo sobre un
indeterminado.
En cuanto a los grupos de motivos, presenta los grupos 1 (abstractos) y 2 (pisadas) (figura 7).
• Sitio K38 (Ubicación GPS: Lat. S 48º 40,884’ Long. O
71º 18,161’)
Se trata de una pared de treinta metros de largo a cien
metros de una laguna pequeña. Se registraron cuatro UT, con un total de veinte elementos. Se observó
escaso material lítico en superficie.
Predominan los semicírculos (25%), círculos (20%)
y trazos (20%) (tabla 1). Se observa también una
representación de matuasto y una huella de felino.
217
CUADERNOS 21
Figura 3 - Tridígito y huellas de felino en el sitio K37
Figura 1 - Ubicación de todos los sitios con
representaciones rupestres detectados
en la meseta del lago Strobel. Sólo se encuentran
numerados los sitios mencionados en el texto
Figura 2 - Abstractos (trazos y líneas) superpuestos a
guanacos en el sitio K37
Figura 4 - Guanacos en el sitio K39
218
VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES
La técnica utilizada es la de picado y se registraron
pátinas 3 y 2, no observándose superposiciones. Presenta los grupos de motivos abstractos, pisadas y otros
zoomorfos (figura 7).
• Sitio K40 (Ubicación GPS: Lat. S 48º 40,434’ Long. O
71º 18,188’)
Se encuentra sobre una laguna muy cerca de K39,
aproximadamente a unos trescientos metros. Se observó
poco material en superficie. El sector con grabados tiene
cincuenta y cinco metros de largo y ocho UT.
Entre los doce motivos registrados se hallan los círculos (50%), en primer lugar, y los guanacos (25%), en
segundo (tabla 1). Entre las técnicas, se observan el
picado y el raspado mientras que las pátinas presentes
son la 1 y la 3. No se documentaron superposiciones.
Se encuentran representados solamente los grupos de
motivo abstractos y de guanacos (figura 7).
CANTIDAD DE ELEMENTOS (CE 2): ENTRE CINCUENTA Y UNO Y
CIEN ELEMENTOS
• Sitio K37 (Ubicación GPS: Lat. S 48° 42,422’ Long. O
71° 17,911’)
Es un paredón sobre laguna. El sector con grabados
tiene cuarenta y siete metros de largo y se documentaron 18 UT, dos de ellas bloques. Se observó escaso
material lítico en superficie.
Se registraron noventa y tres elementos, en los que
predominan los círculos (27,96%), seguidos por las
líneas rectas (12,9%) y los guanacos (12,9%) (tabla
1 y figuras 2 y 3). En bajos porcentajes se observan
huellas de felino, tridígitos y huellas humanas. En
relación a las técnicas empleadas, se observó el predominio del picado, si bien también se registraron casos
de raspado e inciso. Además, se identificaron toda la
variedad de pátinas y quince superposiciones. Doce
de estas últimas son abstractos, principalmente círculos, sobre guanacos. Se identificaron los grupos de
motivos abstractos, pisadas y guanacos (figura 7).
• Sitio K39 (Ubicación GPS: Lat. S 48º 40,581’ Long. O
71º 18,253’)
Este sitio se encuentra próximo a K38, a alrededor
de cien metros de una laguna. Presenta buen reparo
y material lítico en la base. Se realizaron cateos que
presentaron material lítico pero no óseo, probablemente debido a la acción de procesos diagenéticos
que favorecen la destrucción del material orgánico
tal como se verificara en otros sitios de la meseta
(Belardi et al. 2006). Tiene ciento sesenta metros de
extensión y veinte UT, siendo una de ellas un bloque
y sumando ochenta elementos.
Predominan las líneas rectas (18,75%), los círculos
(15%), las huellas humanas (15%) y los semicírculos
(13,75%) (tabla 1). En bajas frecuencias se destacan a
su vez los guanacos (figura 4), las huellas de felino y
un matuasto. Se observa toda la variedad de técnicas
de grabado, si bien predomina el picado. En relación a
las pátinas se encuentran representadas la 3 y la 2. Se
registraron seis superposiciones, un caso de tridígito
sobre guanaco y cuatro de abstractos sobre guanacos.
Presenta los cuatro grupos de motivos (figura 7).
CANTIDAD DE ELEMENTOS 3 (CE 3): ENTRE CIENTO UNO Y
QUINIENTOS ELEMENTOS
• Sitio K11-Arturo (Ubicación GPS: Lat. S 48º 38,989’
Long. O 71º 16,397’)
Es un paredón basáltico a ciento cincuenta metros
de una laguna. Las paredes con grabados tienen una
extensión de sesenta metros. Se identificaron veinte
UT, tres de ellas bloques, con un total de ciento sesenta
y siete elementos. Se observó abundante material
lítico asociado y se realizaron sondeos de los cuales
se recuperaron artefactos líticos pero no arqueofauna,
presentándose una situación similar a la de otros casos
consignados.
En mayor frecuencia se registraron los círculos
(26,35%), seguidos por los trazos (12,57%), semicírculos (12,57%) y líneas rectas (11,98%) (tabla 1 y
figura 5). Además, en menores porcentajes, resaltan
las huellas de felino, las huellas humanas, los tridígitos, un matuasto y una representación de guanaco. En
este sitio se documentaron todas las técnicas de grabado (picado, inciso y raspado) y variedad de pátinas
(1; 2 y 3). A su vez, se identificaron quince superposiciones. La mayor parte de ellas son abstractos sobre
abstractos, mientras que también se observaron casos
de pisadas, tanto de felino como humana, sobre abstractos y dos ejemplos de círculos sobre guanaco. Se
encontraron los cuatro grupos de motivos considerados (figura 7).
• Sitio K45 (Ubicación GPS: Lat. S 48º 40,180’ Long. O
71º 16,257’)
Se encuentra sobre una laguna, ocupando el sector
con grabados sesenta metros de largo. Se registró
abundante material en superficie. Este sitio es el que
presenta la mayor cantidad de UT de todos los analizados en este trabajo ya que cuenta con cuarenta y
una de ellas, incluidos seis bloques.
Los grabados suman un total de doscientos cincuenta
y cinco elementos (tabla 1). Entre ellos predominan
ampliamente los abstractos, específicamente los punteados (23,53%), los círculos (16,86%) y las líneas
rectas (12,16%) (figura 6). En muy bajas frecuencias
se detectaron huellas de felino (4,31%) y tridígitos
(1,57%). En relación a las técnicas se registró la presen219
CUADERNOS 21
cia del picado y del inciso, mientras que en las pátinas
se observó una amplia variedad, si bien las de tipo 1 y 2
son predominantes. Se identificaron diez superposiciones, todas ellas de abstractos sobre abstractos.
Es de destacar que, si bien es el sitio con mayor cantidad de elementos de todos los presentados en este trabajo,
solamente se registraron los grupos de motivos abstractos
y pisadas (1 y 2) (figura 7).
DISCUSIÓN
El primer objetivo de este trabajo fue presentar la
nueva información disponible para la Meseta del Strobel.
Se destaca inicialmente el hecho que no se han registrado
motivos aislados (1 ó 2), es decir que no hay no sitios
(sensu Dunnell 1992).
El grupo de motivos 1, los abstractos, se encuentra
representado en todos los sitios (figuras 7 y 8) y presenta
toda la variedad de técnicas, mientras que los demás grupos no están presentes en todos los sitios relevados, incluyendo el resto de la muestra presentada en otros trabajos
Así, en términos generales, más allá de la CE, los sitios
analizados presentan características similares a otras concentraciones registradas en el norte, centro y sur de la
meseta del Strobel (Belardi y Goñi 2002, 2006; Ferraro y
Molinari 2006; Goñi et al. 2006; Re et al. 2005).
El segundo objetivo ha sido evaluar la variabilidad
interna de las representaciones rupestres de la meseta,
enfocada en el análisis más específico de sitios de dimensiones medias o bajas del sector sur. Hasta el momento, la
inclusión de sitios de grandes dimensiones centró la atención en una gran diversidad de motivos, diseños, pátinas
y técnicas. Esta riqueza en los conjuntos podía responder
en parte a factores tales como el tamaño de la muestra, la
cronología o la ubicación espacial de los sitios.
En relación con el “efecto tamaño de la muestra”,
este se refiere a que a medida que aumenta el tamaño de
una muestra arqueológica en estudio tiende a crecer su
riqueza artefactual (entre otros, Shott 1989), en el caso de
las representaciones rupestres, debería crecer la variedad
de tipos de motivos. Sin embargo, en los casos aquí presentados se observa que los diferentes grupos de motivos
no parecen presentar este comportamiento. Respecto del
grupo de motivos de los guanacos se observa que K45 es
de dimensiones grandes (CE3) y no presenta guanacos,
mientras que en K37 y K40, que tienen muestras más
pequeñas (CE 2 y 1 respectivamente), este tipo de motivo
se encuentra en alta frecuencia. Coincidentemente con
esta observación, otras representaciones de zoomorfos,
algunas escasas siluetas de lagartijas o matuastos, se registraron en sitios de tamaños CE 1 y 2, pero no en otros
mayores de esta muestra. Entonces, se ha podido observar que la diversidad de los distintos tipos de motivos es
independiente del tamaño de la muestra del sitio (tabla
1, figura 7 y 8). El grupo de motivos “Antropomorfos” no
ha sido registrado en estos sitios, habiéndose encontrado
hasta el momento en la meseta del Strobel solamente en
el sitio LFV (Re et al. 2005).
Por otra parte, se observa que la cantidad de superposiciones registradas y la variedad de técnicas y pátinas sí se
encontraría en relación directa con el tamaño de los sitios o
referida a este “efecto tamaño de la muestra”, cuanto mayor
es la frecuencia de motivos, mayores son el número de
superposiciones y la variedad de pátinas y técnicas.
Respecto de una cronología relativa, hasta el momento
se pueden inferir algunas primeras tendencias temporales en la ejecución, de acuerdo con las superposiciones y
también a través de las diferentes pátinas. Generalmente
los guanacos presentan las pátinas más marcadas 1 y 2,
mientras que en las superposiciones observadas siempre se encuentran debajo del resto de los motivos. Por
estas razones, se puede pensar que señalan un primer
momento de ejecución de representaciones en la meseta.
Sin embargo, es importante destacar la marcada variabilidad que existe en los diseños de guanacos que podrían
estar indicando diferentes etapas o momentos de elaboración. Tal variabilidad de diseños ha sido planteada
dentro del Grupo Estilístico B1 para el área del Río Pinturas y áreas aledañas, el cual abarca un amplio segmento
temporal (Aschero 1996, Gradin et al. 1979, Gradin com.
pers. en Belardi y Goñi 2006). Por otra parte, los motivos
abstractos muestran diferentes pátinas y superposiciones
de abstractos sobre abstractos que resaltan la variedad
de momentos de su ejecución. Respecto de las pisadas,
lo que se observa en estos sitios, tanto como en los anteriormente estudiados, es que estarían en una posición
relativa posterior a los anteriores motivos. Por ejemplo,
en las superposiciones analizadas para los siete sitios bajo
estudio, sobre un total de cuarenta y siete superposiciones (mayoritariamente abstractos sobre abstractos), se
registraron cinco pisadas superpuestas a abstractos y dos
a guanacos. Asimismo, resaltando la tendencia a una cronología relativa más tardía de las pisadas, la mayoría presenta pátinas del grado 3 o menos desarrollada. En cuanto
a los “otros zoomorfos”, estos se encuentran en muy bajos
porcentajes y no registran superposiciones. Sin embargo,
cabe aclarar que presentan técnicas y pátinas similares a
las pisadas. En síntesis, el análisis de los siete sitios aquí
presentados ha permitido ajustar mejor algunas tendencias cronológicas relativas, ya delineadas en otros sitios
de la meseta, que marcaban ciertos niveles de diacronía
en las representaciones (Re et al. 2005). Asimismo, se han
verificado en todo tipo de tamaños de sitios diferentes
momentos de ejecución, subrayando la idea de diacronía
en los diferentes tipos de motivos y diseños.
220
VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES
Figura 5 - Abstractos (círculos, semicírculos, etc.) y pisadas de
felino en el sitio K11
Figura 6 - Abstractos (círculos, semicírculos,
punteados, etc.) en el sitio K45
Figura 7 - Grupos de motivos representados en los sitios analizados en este trabajo.
1- Abstractos, 2- Pisadas, 3- Guanacos, 4- Otros zoomorfos
221
CUADERNOS 21
Tabla 1 - Tipos de motivos registrados por sitio
Tipología
CE 1
CE 2
CE 3
Total
K7
K38
K40
K37
K39
K11
K45
Caótico
7,69%
5%
-
2,15%
1,25%
1,80%
0,39%
1,41%
Círculo
46,15%
20%
50%
27,96%
15%
26,35%
16,86%
22,03%
Cruz
-
-
-
-
1,25%
0,60%
-
0,31%
Espiral
-
-
-
-
-
-
1,18%
0,47%
Geométrico
complejo
-
-
-
-
1,25%
-
1,57%
0,78%
Línea curva
-
5%
-
2,15%
3,75%
1,80%
3,53%
2,81%
Línea quebrada
-
-
-
-
-
4,19%
3,92%
2,66%
15,38%
10%
8,33%
12,90%
18,75%
11,98%
12,16%
12,97%
Línea sinuosa
-
5%
-
8,60%
7,50%
5,39%
7,84%
6,88%
Peiniforme
-
-
-
-
-
-
0,39%
0,16%
Punteados
-
-
-
4,30%
2,50%
3,59%
23,53%
11,25%
Radial
-
-
-
-
-
-
0,78%
0,31%
Reticulado
-
-
-
1,08%
-
-
0,78%
0,47%
Semicírculo
15,38%
25%
16,67%
3,23%
13,75%
12,57%
9,02%
10,47%
Subcircular
-
-
-
-
1,25%
1,80%
0,39%
0,78%
7,69%
20%
-
5,38%
5%
12,57%
7,45%
8,44%
Guanaco
-
-
25%
12,90%
8,75%
0,60%
-
3,59%
Huella de felino
-
5%
-
7,53%
3,75%
6,59%
4,31%
5,16%
7,69%
-
-
9,68%
-
2,99%
1,57%
2,97%
Huella indet.
-
-
-
-
-
-
4,31%
1,72%
Huella humana
-
-
-
2,15%
15%
6,59%
-
3,91%
Matuasto
-
5%
-
-
1,25%
0,60%
-
0,47%
Total
100%
100%
100%
100%
100%
100%
100%
100%
Total
13
20
12
93
80
167
255
640
Línea recta
Trazo
Tridígito
222
VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES
Figura 8 - Grupos de motivos representados en sitios relevados
en el sector sur y norte de la Meseta del Strobel
(Belardi y Goñi 2002, 2006; Ferraro y Molinari 2006; Re et al. 2005)
1- Abstractos, 2- Pisadas, 3- Guanacos, 4- Otros zoomorfos, 5- Antropomorfos
223
CUADERNOS 21
A los efectos de discutir el punto mencionado en
la introducción, referido a ejes de circulación y uso del
espacio en la meseta del Strobel, es necesario enmarcar
los sitios analizados en este trabajo dentro del sector sur y
luego a este último dentro del resto de la meseta. La figura
8 muestra los grupos de motivos representados en los diferentes sectores de la meseta. De acuerdo con este gráfico,
un factor de interés para evaluar la existencia de variabilidad entre las representaciones rupestres de la meseta es
la distribución espacial de los motivos o diseños. Por un
lado, todos los motivos están representados en todos los
sectores de la meseta. Sin embargo, se puede observar que
motivos de especial interés como los guanacos, se presentan con frecuencias muy superiores hacia el sur de aquella,
incluyendo sitios como los aquí presentados, de tamaños
intermedios o menores pero con porcentajes relativamente
significativos. Por ejemplo, en los siete sitios aquí informados se han contabilizado veintitrés guanacos (sobre un
total de doscientos un guanacos registrados en todo el sector sur), mientras que todos los relevados en el sector norte
suman solo treinta y seis, (veinte en K22-El Lobo, quince
en K25-LFV, sobre un total de mil ciento sesenta y nueve
elementos, y uno en K36-Laguna La Reja).
A su vez, este nuevo análisis no ha mostrado la presencia de motivos antropomorfos (sin tomar en cuenta
las pisadas humanas) en el sector sur, tal como ocurre al
norte en el sitio LFV, lo cual podría incorporarse a la discusión de si en LFV sí se cumpliría el “efecto tamaño de la
muestra”, refiriéndonos a estos motivos.
Estas diferencias en las distribuciones de los motivos
podrían explicarse por distintas razones. En primer lugar,
se estarían presentando dos ejes de circulación natural de
menor costo, como son el valle del río Chico al norte y este
y la cuenca del lago Cardiel al sur. Esto también aporta
a la discusión del modelo de convergencia poblacional
presentado oportunamente (Belardi y Goñi 2006; Goñi et
al. 2006). Como se mencionó previamente, este modelo
propone que la meseta del Strobel fue un ambiente
óptimo para la convergencia de poblaciones en una
escala regional amplia, en particular durante el Holoceno
tardío; conformando así un espacio logístico accesible
desde diferentes direcciones. Lo que vemos en este análisis es que se subraya la variabilidad interna en la meseta
en cuanto al uso del espacio y los ejes de circulación, en
referencia a la distribución espacial de los motivos y los
diseños rupestres. Esta tendencia deberá corroborarse en
futuros trabajos en el sector centro y norte de la meseta,
como así también en la Meseta del Cardiel Chico al sur
del lago Cardiel, que presenta características geomorfológicas y ecológicas similares a la Meseta del Strobel.
En conclusión, los nuevos sitios aquí analizados muestran que las tendencias esbozadas en anteriores estudios se
mantienen, a la vez que nos alertan acerca de la importancia
de incluir tipos de sitios de cantidades de motivos medias
o bajas, en una discusión general y amplia, que abarca no
solo la escala local sino también la de orden regional.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se realizó dentro del marco del Proyecto
PICT 2004 Nº 26295 de la ANPCYT, de proyectos de la
Secretaría de Cultura de la Nación (INAPL), dirigidos
por Rafael Goñi, y del Proyecto PIP-CONICET N° 6.405
dirigido por el Dr. Juan B. Belardi. A su vez, queremos
agradecer a todas las personas que hacen posibles los trabajos en el campo, entre ellas se encuentran Arturo Olivero López, las familias Nuevo Delaunay de Estancia Las
Tunas (lago Cardiel), Rodríguez de Estancia Lago Strobel
y Cittadini de Estancia Faldeo Verde.
Una versión de este trabajo fue presentada en el
II Simposio Nacional de Arte Rupestre, 2006, Trujillo,
Perú, a cuyos organizadores agradecemos especialmente
esa oportunidad.
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ISSN 0570-8346
CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA”:
UN ABORDAJE DE LAS RELACIONES DE INTERCAMBIO Y DESIGUALDAD
EN TORNO AL CUIDADO Y LA EDUCACIÓN DE LA INFANCIA
Laura Santillán*
RESUMEN
Este artículo analiza las relaciones sociales, de dependencia mutua y desigualdad que involucran, en una coyuntura
determinada, la educación y cuidado de la infancia. El objetivo es discutir algunos planteos que describen la participación de los sectores populares en experiencias comunitarias centrando la mirada en la forma de la convocatoria y
relaciones de cooperación.
PALABRAS CLAVE
Educación - relaciones de intercambio - desigualdad - participación comunitaria
ABSTRACT
This article analyzes the social relations, of mutual dependence and inequality that involve, in a specific joint, the
education and care of the infancy. The objective is to discuss some approach that describe the participation of the
popular sectors in common experiences centering the look in the pattern of assembly and relations of cooperation.
KEYWORDS
Education - relations of exchange - inequality - common participation
INTRODUCCIÓN
En este trabajo me centro en el estudio de las relaciones sociales que se ponen en juego, en una coyuntura
determinada, en las iniciativas en torno al cuidado y la
educación de la infancia. En particular me propongo
desentrañar los rasgos que asumen las interacciones e
intercambios mutuos entre adultos que tienen niños a su
cargo (dentro y fuera del ámbito doméstico), tomando
como recorte un conjunto de experiencias educativas de
tipo comunitario que se sitúan en distintos barrios del
conurbano bonaerense.
En cada coyuntura histórica el “cuidado” y la “educación” de los niños involucran un conjunto determinado
de sujetos, procesos y relaciones sociales. Desde hace unos
años y en paralelo con la asistencia a la escuela común, en
los barrios populares del Gran Buenos Aires se producen
otros itinerarios que incluyen a un número significativo
de niños y familias. Me refiero a la incorporación de chicos
y chicas en asociaciones de la sociedad civil (coordinados
por la Iglesia, ONG, fundaciones, movimientos popula-
∗
Facultad de Filosofía y Letras, UBA, [email protected]
res) para la atención de la escolaridad, la alimentación y
el esparcimiento.
En estos espacios se entretejen un conjunto de prácticas y acciones de intervención en torno a la escolarización
–heterogéneas entre sí– que sobresalen por el intento en
lograr una mayor flexibilidad en la organización de los
tiempos y espacios de trabajo, al menos en lo que respecta a
la escuela común. Esto incluye la preocupación por lograr
la participación de la comunidad y en función de ello es
común que se revea en continuo las formas de convocatoria
e interpelación hacia las familias. De algún modo las organizaciones con base en el territorio local del barrio hacen
suyas, de modo creativo y con muchas dificultades, las
recomendaciones de las políticas sociales de captación de
los modos de vida populares e involucramiento de los protagonistas a través de formas de animación comunitaria.
Teniendo en cuenta este planteo general mi objetivo aquí
es contribuir con el debate que se abre en torno a los límites
y posibilidades de actuación de los sectores subalternos en
iniciativas organizadas por la sociedad civil y el Estado. Este
propósito de explorar el papel de (nuevos) actores sociopolíticos en la resolución de problemáticas ligadas con la desigualdad resulta una preocupación compartida con otros
estudios, sobre todo en los momentos actuales de transformación en los modos de intervención del Estado.
227
CUADERNOS 21
Un conjunto de estudios dentro del campo de la
educación y la psicopedagogía vienen abordando en los
últimos años la relación entre el mundo doméstico/familiar del niño y espacios barriales de socialización (Dabas
1998, Fernández 1989) Estos trabajos parten del interés
por resolver las dificultades de aprendizaje de los niños.
En ese sentido son estudios que sobresalen por las formulaciones de tipo prescriptivo que realizan y en donde las
relaciones son leídas en términos de las potencialidades
–libres de contradicción– de formas alternativas de trabajo como son la cogestión (Dabas op. cit.) y la configuración de redes (Dabas y Majmanovich 1995).
En el campo de las Ciencias Sociales un conjunto de
trabajos se han dedicado en las últimas décadas a analizar la vinculación entre los sectores subalternos y actores
de la sociedad civil que intervienen en la organización de
demandas y reivindicaciones populares (Mallimaci 1996,
González Bombal 1995, Forni 1989, Forni 2002). Estos
estudios hacen explícito el interés por recuperar el curso de
la vida cotidiana y los modos de vida populares, atendiendo
especialmente a la voz de los actores. Son trabajos que procuran incluir así las experiencias, vivencias y sentidos que
adquieren para los sectores populares la participación en
iniciativas comunitarias, muchas ligadas con la presencia
de la Iglesia Católica (Forni op. cit., Mallimaci op. cit.). Sin
embargo, desde mi punto de vista se trata de análisis que
sobresalen por su tendencia a interpretar la inclusión de los
sectores populares en asociaciones de la sociedad civil en
forma predefinida de “emancipación” (González Bombal
op. cit.) y “ejercicio de ciudadanía” (Forni op. cit.).
Por otro lado en estos abordajes, la recuperación de lo
local encierra cierto supuesto de captación directa de la
realidad y la experiencia de los sujetos. En buena medida la
voz del investigador se fusiona con la voz de los sujetos con
quienes se investiga, omitiéndose además la inclusión de
actores que son estratégicos para comprender las relaciones de poder que permean los contactos personales dentro
de los escenarios locales. En mi opinión un aspecto poco
revisado en estos estudios en tal caso es por qué y bajo qué
condiciones los sujetos significan su experiencia y construyen sus narrativas sobre las realidades que viven.
En lo que sigue profundizaré más bien en las condiciones sociales que enmarcan a las interacciones entre las
familias de sectores subalternos y actores sociales a cargo
de los espacios de escolarización ligados con el Tercer Sec1
tor . Partimos del supuesto que no es posible desentrañar
1
la trama compleja y relacional entre distintos conjuntos
sociales si no se avanza sobre aspectos muchas veces naturalizados en diversos estudios como es el problema de la
participación y lo comunitario en sociedades marcadas
por una pronunciada desigualdad social.
Mi intención es desarrollar un tipo de análisis que
permita rever la fuerte centralidad que adquiere en
diversos estudios y políticas de intervención la “convocatoria” como dimensión casi exclusiva de explicación
de los límites y posibilidades de la participación de las
familias (o tutores de los niños) en contextos escolares
específicos. Por contrapartida la hipótesis que orienta
este trabajo es que las interacciones entre las familias y
los espacios sociales dirigidos a la infancia se organizan
sobre la base de un conjunto de obligaciones sociales y
“deuda moral” que sobre todo tiene lugar cuando las
relaciones de intercambios desiguales se invisten en términos personales y de proximidad (o “equivalencia”/
“horizontalidad” entre los actores).
Para dar cuenta de ello tomaré en primer lugar los
aportes ofrecidos por la teoría antropológica acerca de
las relaciones de intercambio que echan luz sobre el reconocimiento de las obligaciones sociales y dependencias
mutuas que suponen las acciones en torno a la infancia
(Bourdieu1991). Al mismo tiempo incorporaré al análisis
nociones ligadas con los procesos de construcción hegemónica (Thompson 1992) y configuración del poder
(Elias 1996) que permiten dar cuenta de las tensiones
entre las expectativas de conjuntos sociales diferenciales
que se vinculan entre sí a partir de una misma acción
como es el cuidado y educación de los chicos y chicas que
habitan los barrios de la periferia.
LA ANTROPOLOGÍA Y EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES DE
INTERCAMBIO Y LAS OBLIGACIONES SOCIALES
El estudio de las relaciones sociales constituyó un
núcleo central dentro de la Antropología Clásica, sobre
todo en escuelas como el estructural funcionalismo y el
estructuralismo levi-straussiano (Neufeld 2004). Asímismo la noción de reciprocidad se tornó una categoría
central en estas escuelas fundacionales.
Sin dudas “El ensayo sobre el don” de Marcel Mauss
constituye una obra altamente influyente en el pensamiento antropológico y para la comprensión de las prestaciones sociales. Un aporte relevante ha sido descifrar
cómo la entrega de un don o regalo no constituye, a pesar
de su apariencia, un acto libre ni gratuito (Mauss 1979
Bajo el nombre de Tercer Sector nos referimos al conjunto de
instituciones que se ocupa de brindar asistencia y servicios
sociales y los hacen diferenciándose de la esfera del mercado
y el Estado. Lo conforman organizaciones heterogéneas entre
sí, tales las ONG, otras organizaciones de base, fundaciones
privadas y organizaciones clásicas de caridad y que en el
reordenamiento dado en los procesos de cambio en los 90 en
nuestro país se definieron por la negativa: “sin fines de lucro”
y “no estatales”.
228
CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA”
[1923]). Por contrapartida, como lo describió este autor,
los intercambios simples se inscriben en sistemas de prestaciones totales que basados en la dependencia mutua
implican procesos de ordenación social y perpetuación
de las relaciones sociales (Mauss op. cit.).
De allí en más desde distintas posturas teóricas un
interrogante que se incorpora en los estudios antropológicos es ¿A propósito de qué los sujetos se sienten obligados? Partiendo de la referencia de que toda relación social
incluye obligaciones recíprocas, algunas explicaciones
centraron la argumentación en la coerción moral y el
cumplimiento de la norma ya sea en intercambios simples
(Mauss, op cit., Malinowski 1969 [1926]) o de reciprocidad generalizada. No debemos omitir los escritos de Lévi
Strauss que retoman la idea de las donaciones recíprocas
y la insistencia en el carácter simbólico, social, y moral
que encierran los intercambios, además del aspecto económico (Lévi Strauss 1988).
Sin embargo, un avance significativo en los estudios
antropológicos sobre el intercambio ha sido la incorporación de la noción de “deuda”. Al respecto en su estudio de
la sociedad Kachin, Edmund Leach se encarga insistentemente en criticar el supuesto de “equilibrio” que regía
hasta ese momento en los estudios de las relaciones de
reciprocidad y la visión “estática” del mundo social. Para
el autor toda relación mutua se establece a partir de “la
deuda”, es decir del sentimiento que se produce en algunos
de los términos cuando las obligaciones que se pactaron
no se han cumplido adecuadamente. De alguna manera
la situación de deuda es la que permite asegurar la continuidad de una relación social (Leach 1976 [1954]).
Más adelante los trabajos de Pierre Bourdieu (1991)
resultan sugestivos porque profundizan acerca del papel
de los agentes y sus estrategias en las relaciones de intercambio. En sus escritos sobre el sentido práctico, Bourdieu
advierte cómo toda relación de intercambio es una relación de incerteza. El autor introduce no solo la noción
de “tiempo” sino de “intervalo” en las relaciones de intercambio, cuestión que permite advertir el lugar central
que adquieren las prácticas que los sujetos realizan en
toda relación social (Bourdieu op. cit.).
Estudios contemporáneos (Sigaud 1996, 2004) recuperan estos aportes y avanzan desde ellos inscribiendo
las relaciones de intercambio en configuraciones más
amplias de dominación, interdependencia y poder (Elias
op. cit). Entre otros, los abordajes sobre los usos sociales
del derecho y los comportamientos sociales que conviven
en una misma estructura de poder, implican en trabajos
recientes una reflexión actualizada acerca de las formas
vigentes de coerción y obligación moral que incluyen las
relaciones entre individuos y conjuntos sociales diferenciales (Sigaud op cit.).
En los apartados que siguen recupero críticamente
estos avances, incorporando por mi parte nociones como
hegemonía (Thompson op. cit.) y configuración social
(Elias op.cit.) que a mi entender permiten inscribir las
interacciones sociales en marcos más amplios del movimiento social. Mientras que el concepto de hegemonía
amerita atender a las interacciones y relaciones de reciprocidad entre individuos y conjuntos sociales en campos de fuerzas societales (Thompson op.cit.), la noción de
configuración ofrecida por Norbert Elias nos sitúa frente
al reconocimiento de las relaciones de interdependencia
que se producen entre los sujetos situados en una misma
estructura de poder (Elias op. cit.).
EL REFERENTE EMPÍRICO
El análisis que sigue se basa en un estudio etnográfico
que articula entrevistas en profundidad con observación
participante. Entre agosto de 2001 y diciembre de 2005
realicé mi trabajo de campo en un conjunto de barrios
ubicados en la periferia de los distritos de Tigre y San Fernando, en la zona norte del conurbano bonaerense. Una
de las particularidades de la zona norte del conurbano es la
marcada polarización que exhibe en términos de las condiciones socioeconómicas de su población. Mientras los
distritos de San Isidro y Vicente López presentan índices
relativamente bajos de pobreza, los distritos de San Fernando y Tigre incluyen importantes enclaves de pobreza.
En estos partidos un 23% del total de la población se
encuentra con las necesidades básicas insatisfechas.
Los barrios en los cuales focalicé el trabajo de campo
se encuentran en los márgenes inferiores del Río Reconquista. En un alto porcentaje, las familias que habitan
estas villas y asentamientos son receptoras de los subsidios estatales de trabajo transitorio y de complemento
alimentario. Algunos adultos mantienen trabajos informales ligados a la construcción o el servicio doméstico a
la vez que muchos otros conservan las actividades tradicionales de cuentapropismo, cartoneo y cirujeo.
En el período que comprende mi trabajo de campo
me vinculé con distintas organizaciones sociales que se
inscriben desde distintos momentos en estos barrios.
En principio me centré en los espacios dedicados a la
escolarización (como la escuela y centros de educación
complementaria), para luego incorporar otros espacios
estratégicos para los pobladores como son el centro de
salud, comedores, merenderos, la iglesia, espacios deportivos y de nucleamiento de las actividades de movimientos de desocupados que en esta zona del conurbano se
inscriben tras la crisis de 2001.
Para el análisis que sigue recuperé sobre todo las
entrevistas, de tipo biográfico, que realicé a un conjunto
de padres y tutores de los niños, a coordinadores de los
229
CUADERNOS 21
centros educativos y a voluntarios que trabajan en el
lugar. La reconstrucción de estos relatos de vida se basa
fundamentalmente en algunos momentos o aspectos que
los individuos señalaron como relevantes y reveladores de
su cotidianeidad.
En este análisis de las relaciones e interacciones locales entre “familias” y “espacios de escolarización” un concepto que se tornó relevante fue el de vida cotidiana. Al
respecto sigo a Agnes Heller para quien lo cotidiano no
se circunscribe a lo rutinario, lo común o lo meramente
repetitivo sino que es la dimensión en la cual acontece “el
conjunto de actividades que caracterizan a la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a la vez, crean
la posibilidad de la reproducción social” (Heller 1994).
COTIDIANEIDAD Y RELACIONES DE INTERCAMBIO EN TORNO A LA
INFANCIA
El trazado urbano y la dinámica cotidiana de los
barrios populares del conurbano bonaerense ponen de
manifiesto algunos rasgos de los procesos de profundización de la desigualdad social que marca a nuestra región
en los últimos años. En otros tiempos, uno de los momentos del día de mayor movimiento entre los moradores en
estos barrios era muy temprano por la mañana, hora de
trasladarse hacia el lugar de trabajo, principalmente en
fábricas y actividades ligadas a la construcción. Hoy los
traslados de los adultos “por trabajo” suceden en distintos momentos del día, en buena medida hacia mitad de
la mañana y por la media tarde cuando un porcentaje
importante de hombres y mujeres se concentran en las
cuadrillas que reúnen a los receptores del subsidio por
desocupación, el plan “Jefe y Jefa de Hogar”, y comienzan
su contraprestación con el barrido de las calles y la cola2
boración en las instituciones comunitarias .
Entre estos rasgos, algunos aspectos de la cotidianeidad del barrio parecen mantener cierta continuidad. Uno
significativo es el momento en que los niños y adolescentes
transitan por las calles para dirigirse a la escuela o retornar
de la escuela a sus casas. El momento del mediodía concentra así el mayor movimiento en el barrio dado el despliegue
que implica el traslado de un punto a otro de los grupos de
niños, en ocasiones acompañados por algún adulto o hermanos mayores, para el cumplimiento de su escolaridad.
En los barrios de la periferia junto con la entrada y
salida de la escuela común sobresale el movimiento de
2
El plan Jefe de Hogar es un Programa de empleo transitorio
del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación
creado tras la crisis que estalló en nuestro país en diciembre
de 2001 que consiste en la recepción de ciento cincuenta
pesos mensuales por la contraprestación de trabajo a jefes y
jefas de hogar que se encuentren desocupados.
niños que se vinculan con espacios que se definen como
complementarios o alternativos de la educación formal.
Me refiero a los espacios comúnmente llamados centros
o talleres de apoyo escolar que en esta zona del conurbano
surgen entre fines de los años ochenta y el transcurso de
los 90. En estos espacios los niños realizan, a contra turno
de la escuela común, las tareas escolares, además de planificarse actividades de esparcimiento, taller y cuidado de
la salud. En la zona norte del conurbano la mayoría de
los centros de ayuda escolar se reúnen en dos redes (una
laica y otra ligada a la diócesis de San Isidro) y establecen
relaciones con fundaciones y organismos no gubernamentales, además del Estado.
Las horas de entrada y salida de los centros de educación complementaria implican un gran movimiento
de niños y niñas que con ropa informal solo cargan los
elementos básicos que necesitan en el apoyo. En estos
momentos y en distintos puntos del día pueden observarse la presencia en este lugar de algunas mujeres adultas
–en general madres y abuelas de algunos niños– y a veces
algunos adultos varones.
El acercamiento de los adultos a los centros comunitarios deriva casi siempre en el contacto directo con los
maestros y en el inicio de una serie de interacciones que
en principio son verbales. En general las conversaciones
que los adultos establecen con los responsables de los
centros de ayuda escolar tienen como foco a los niños y
sus cuidados. Sin embargo muchas veces las charlas derivan en diversas problemáticas personales de los adultos y
en las condiciones de vida familiares que se extienden a
áreas como la salud y el trabajo.
La entrada de un niño o niña a un centro de educación complementaria o de apoyo escolar tiene distintos
puntos de partida, y como vamos advirtiendo, es el desencadenante de una trama de relaciones de intercambio
entre las familias y diversos actores sociales. La inclusión
suele darse a partir de la sugerencia de algún pariente o
vecino; por indicación de la propia escuela común u otra
institución del barrio o finalmente por iniciativa de la
propia familia. En cualquiera de estas circunstancias, el
ingreso de los niños a un centro de apoyo escolar implica
para muchos padres la entrega de una importante cuota
de confianza en torno al cuidado de los hijos.
Según recuperé de las conversaciones que mantuve
con muchos hombres y mujeres de los barrios de la
periferia, el envío de los niños a estos centros implica la
conformidad de que estos espacios son el lugar más adecuado –luego o antes que la escuela– para la formación y
contención de los hijos, consintiendo en su importancia
para el acceso a los aprendizajes escolares y también otros
conocimientos. De hecho la inclusión de los hijos en un
centro de apoyo escolar a contraturno de la escuela común
230
CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA”
muchas veces se elige aun cuando implique la renuncia de
la presencia de los niños en el hogar y su eventual ayuda
en los quehaceres domésticos o en las actividades que
los adultos realizan en la calle como el cartoneo o pedir
comida y ropa en casas particulares. Lejos de la naturalización que suele adquirir esta tarea, la crianza y educación de los hijos conlleva un conjunto de decisiones,
iniciativas y empleo de energía por parte de las familias.
Como contrapartida de esta entrega de confianza, las
familias reconocen recibir distintos tipos de ayuda por
parte de los centros comunitarios. Como me lo expresaron en diversas oportunidades, se trata del acompañamiento en el avance de los conocimientos que los chicos
necesitan para la escuela, así como la seguridad de una
cuota alimentaria diaria y la posibilidad de tener paseos
y momentos de esparcimiento que según sus testimonios
“nunca podrían ofrecer a sus hijos”.
En el transcurso del trabajo de campo reparé cómo
para muchos padres, los maestros de los centros de apoyo
escolar constituyen interlocutores claves en momentos
específicos de las trayectorias educativas de los hijos, tales
como problemas en la promoción del año, “problemas
de conducta” en la escuela, así como la orientación en la
continuidad de los estudios secundarios y hasta universitarios (aun cuando se trate de una opción casi nunca
concretada). El comentario o preocupación que los hombres y mujeres llevan a los responsables de un espacio
de educación complementaria muchas veces deriva en
la intervención directa de los maestros y directivos, en
detrimento de los propios padres, en cuestiones de la
órbita de la escuela. Según pude constatar la mediación
de los maestros comunitarios a través de informes, cartas informales y comunicaciones telefónicas “tensiona”
en más de una ocasión decisiones de la escuela común,
tales como cambios de turnos imprevistos de los niños,
la inclusión en proyectos específicos, la intervención en
temas judiciales o el rechazo de la matriculación en la
escuela de algunos de ellos.
En la coyuntura de crisis económica y política que en
nuestro país tuvo su momento de mayor tensión hacia
fines de 2001, los centros de ayuda escolar, junto con
muchas escuelas, comedores e instituciones religiosas
fueron también espacios en los cuales varios grupos de
familias recurrieron ante la urgencia de suplir algunas
necesidades inmediatas. Entre otros se trató del pedido
más intensificado de útiles, calzado y vestimenta e incluyó
la solicitud por parte de algunas familias de alguna ración
de comida ofreciendo cualquier tipo de colaboración a
cambio. Durante el período que va de 2001 y transcurso
de 2002 varias mujeres concurrían asiduamente a los
centros comunitarios de apoyo escolar prestando alguna
colaboración en la cocina, en la limpieza o el servicio en
el comedor de los chicos a cambio de un recipiente con
comida que permitiera ampliar la asignación diaria de la
alimentación familiar.
Los centros de apoyo escolar no funcionan sobre la base
de la normativa vigente en la escuela común de la “obligatoriedad” de la asistencia. Sin embargo la presencia de
la mayoría de los niños en un espacio de ayuda escolar es
prolongada en el tiempo. De hecho para muchas familias
la decisión de que sus hijos asistan a un centro comunitario
involucra a las distintas camadas de edades que compone
el grupo familiar. En ese marco, las relaciones entre los
adultos y los maestros de los centros de educación complementaria suelen distinguirse por su fluidez y sostenimiento
en el tiempo. Y si bien la creciente formalización de estos
espacios de escolarización implicó la entrada de especialistas y docentes titulados, los encuentros entre los maestros
del “apoyo” y los padres hablan de relaciones que sobresalen por ser significativamente estrechas y flexibles (en los
tiempos y espacios de encuentro), al menos respecto de la
institución formal de la escuela.
La presencia prolongada en los barrios de la periferia del Gran Buenos Aires me permitió advertir cómo
la relación que los adultos establecen con los responsables de los espacios de apoyo escolar incluye momentos
de consulta e instancias de agradecimiento, y también
altercados y situaciones de conflictividad que hasta puede
derivar por parte de algunos adultos en la amenaza de
apartar a los hijos de la institución. Generalmente se trata
de una advertencia cuyo punto de partida es el malestar
que exponen algunos padres por la intromisión, entendida como desmedida, de los maestros respecto a la vida
privada familiar.
En sentido inverso, muchas veces los altercados tienen
como origen la propia decisión de los responsables de los
centros comunitarios de dejar en suspenso la inclusión de
algunos niños, sobre todo ante la falta de colaboración
de los padres frente a algún pedido específico por problemas en la conducta o comportamientos de los hijos.
Como mencioné, en estos centros los docentes dedican
buena parte de su tiempo a planificar y trabajar en un
tipo de convocatoria hacia las familias que de algún
modo se diferencie del formato habitual que utiliza la
escuela y en ese sentido se espera una respuesta efectiva
por parte de los padres.
Ahora bien, sea por un motivo o por otro, un dato
que resulta importante resaltar es que la retirada de los
niños de un centro de apoyo escolar finalmente implica,
las más de las veces, su retorno e incorporación en períodos que, si bien varían en el tiempo, son relativamente
inmediatos. Resulta difícil cubrir todas las explicaciones
de por qué los tutores o los maestros deciden la permanencia o no de los niños en un espacio comunitario, pero
231
CUADERNOS 21
considero que las decisiones en torno al cuidado de los
niños y las relaciones entre los adultos al respecto se inscribe en una trama compleja de obligaciones y normas
sociales sobre “cumplimientos” y “responsabilidades”
que no pueden verse por fuera de relaciones de prestación y contraprestaciones sociales.
El relato de Clara, una madre que conocí entre el
grupo de mujeres que en el marco de la crisis de diciembre de 2001 se acercaban diariamente a uno de los centros
de atención de la infancia en los barrios en los cuales realicé la investigación, se torna relevante como analizador
de las relaciones sociales que se ponen en juego en torno
a la educación de los niños en esta zona del conurbano,
teniendo en cuenta para ello las condiciones de vida
sociales y las acciones de los sujetos.
PRESTACIONES Y CONTRAPRESTACIONES EN UN CONTEXTO DE
DESIGUALDAD: LA HISTORIA DE CLARA
Clara tiene treinta y un años, nació y vive en el barrio
3
Reconquista , uno de los barrios que comprende la zona
de mi trabajo de campo, en Tigre. Se crió en un hogar sostenido económicamente por su padre que trabajaba en el
gremio gastronómico y hoy tiene un pequeño bar en una
localidad vecina. Nuestra amiga es analfabeta, su madre
dejó de enviarla a la escuela cuando ella estaba en tercer
grado. Según opina ella, todo el problema en su familia
comenzó cuando su madre se enamoró de un hombre del
barrio y se separó de su padre.
Nuestra informante está en pareja desde hace quince
años con Alberto y juntos tienen nueve hijos. Ella vive
junto con su esposo e hijos en una casa muy precaria con
dos habitaciones y un baño. Desde hace mucho tiempo su
marido no consigue trabajo fijo y hoy es receptor del plan
Jefe de Hogar. A este único ingreso familiar se suman las
ventas que desde hace muy poco Clara comenzó a hacer de
unos productos de cosmética que ofrece a domicilio. A partir de esta actividad empezó a asistir a unas clases de alfabetización que ofrece la escuela de sus hijos más pequeños.
Tiene cinco hijos que concurren a la escuela básica
común. Los envía a la escuela del barrio, la misma que ella
asistió y abandonó de niña. En la actualidad ella concurre
en forma frecuente a la escuela, y de vez en cuando tiene
discusiones acaloradas con la directora por los problemas
de conducta de los hijos. Estas discusiones toman niveles
profundos de intensidad. En alguna oportunidad llegó a
tener problemas de presión tras estos altercados que la
llevaron prácticamente al desmayo.
Entre algunos problemas que le preocupan, una es la
falta de trabajo, también la educación y la salud de los
3
hijos: a tres de sus niños se les diagnosticó que están por
debajo del peso esperado para su edad y talla. Ella debe
llevar a los chicos al control periódico con la pediatra
de la sala de atención de salud del barrio que se dedica
especialmente a la problemática de la nutrición. En el
marco de estas condiciones Clara y su familia quedan
incluidas en todo un sistema de prestaciones y reparto
de asistencia por parte del Estado. De ese modo, a cambio de este cumplimiento con el control médico, recibe
una bolsa con alimentos por cada hijo que se encuentra debajo del peso normal. En estos momentos como
dos de sus hijos aumentaron de peso, dejó de recibir
la ración para ellos. Esto le produce una sensación de
molestia porque entiende que si vuelven a depender de
la comida que hay en la casa posiblemente estos niños
vuelvan a perder el peso.
Las partidas con comida que otorga la Secretaría de
Acción Social del municipio, se suman a la asignación de
alimento que percibe como beneficiaria del plan provin4
cial “Más Vida” . Clara, por otra parte, manifiesta que de
alguna manera está tranquila porque sus hijos mayores
almuerzan en el comedor de la escuela. Ellos asisten además al centro de apoyo escolar donde reciben el almuerzo
y también una copa de leche.
Esta joven madre envía desde hace varios años a sus
hijos al centro de apoyo escolar “del Bañado”. Ella se enteró
de la existencia de este centro porque los compañeros
de escuela de sus hijos se referían a él en las clases de la
escuela. Clara está satisfecha de que concurran a un centro
para la ayuda escolar. Ahí pueden orientarlos en las tareas
que pide la escuela y que a ella le cuesta mucho acompañar
por sus carencias en la alfabetización. Le gusta también,
según me confió, porque en el centro aprenden muchas
cosas, algunas antes que las estudien en la propia escuela.
Además gracias al apoyo escolar realizan muchas actividades y conocen lugares de la ciudad que ella misma no
conoce y adonde no los podría llevar.
Clara acompaña todos los días a los chicos al centro
comunitario. En el momento de entrada, al mediodía,
ella se queda unos minutos en el portón y conversa con
los maestros que están a cargo de los niños. Casi siempre
les pregunta sobre el comedor y el comportamiento de
4
El nombre del barrio y los entrevistados se han modificado
con el fin de resguardar su identificación.
232
El Programa Más Vida es un programa del Ministerio de
Salud de la provincia de Buenos Aires que consiste en la
entrega de alimentos básicos a mujeres embarazadas y grupos
de familias que tengan hijos hasta los seis años y que vivan
en condiciones de vulnerabilidad social. Este programa también incluye actividades de prevención de la salud y acciones
comunitarias a través de una red integrada de trabajadoras
vecinales, beneficiarios, instituciones barriales, gubernamentales y no gubernamentales.
CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA”
sus hijos durante la jornada anterior. Con cierta regularidad, ella se preocupa por informar a los responsables
del centro sobre alguna situación específica de los chicos
y sus cuidados. La solicitud de algún consejo por parte de
esta madre a los responsables del centro abre a una serie
de intercambios, en los cuales, sobre todo la trabajadora
social ofrece algunas resoluciones que Clara retribuye
con gratitud. Entre otros se trata de la obtención de
recursos para que los chicos puedan ir a la escuela (útiles, zapatillas, guardapolvos) e información de diverso
tipo. La trabajadora social del apoyo escolar es quien la
asesoró sobre la existencia de los subsidios que ofrece el
Estado y que está en condiciones de cobrar. Por un lado
se trata de la pensión por ser madre de más de siete hijos
y por otro, el subsidio por la discapacidad ya que una de
sus hijas tiene un problema serio en su vista. La trabajadora social no solo le ofreció la información necesaria
sino que le consiguió los turnos en las agencias estatales
correspondientes. Como en otras ocasiones es probable
que le haya dado algo de dinero en efectivo para el gasto
del transporte. También la trabajadora social logró que
se ponga en contacto con una fundación que se haría
cargo de la operación de la vista de su hija.
Además de esta vinculación, otro contacto relevante
que establece nuestra informante es con los coordinadores de este centro de educación complementaria. Los
encuentros entre Clara y la directora tienen lugar más
que nada en referencia a los problemas de conducta de
los chicos. Esta joven madre casi siempre cumple con
los llamados que le hace esta integrante del centro. Esta
concurrencia viene a suplir muchísimas otras instancias
en las cuales no se hace presente. No solo no asiste a las
reuniones regulares que organizan los maestros, sino que
tampoco se acerca a las invitaciones que los responsables
del centro comunitario planifican para grupos reducidos
de mujeres con las que les interesa trabajar especialmente
por sus condiciones de “riesgo” o vulnerabilidad social.
Durante mi permanencia en el barrio, ha sido muy rara la
ocasión en la cual Clara se hizo presente en las convocatorias para la fabricación de regalos o actividades que los
maestros organizan para los chicos. Y, aunque se comprometió a hacerlo, no se acercó al pedido de colaboración
para la preparación y reparto de la colación de leche que
se realiza especialmente para los niños de bajo peso, entre
los cuales se encuentran sus hijos.
En el centro de apoyo escolar se organizan distintas
actividades para que los padres, tutores o familiares de
los niños participen. Con la finalidad de atraer progresivamente a un mayor número de padres, las acciones se
planifican y redefinen en continuo. Si bien son muy pocos
los adultos que finalmente se acercan, la ausencia de Clara
se hace notoria. Según los maestros, esta falta produce en
ellos un sentimiento de contrariedad y hasta hostilidad,
sobre todo teniendo en cuenta todos los favores y ayuda
que esta madre recibe.
Luego de sus ausencias ella no se preocupa, ni se
esmera por dar alguna justificación de su comportamiento. Tampoco los responsables del centro comunitario
le piden alguna explicación, aun cuando en las reuniones internas consideren que debería participar más y así
demostrar que se interesa tanto como ellos (los responsables del centro) en el cuidado de los hijos. Esto no implica
que no se haya establecido algún mecanismo de presión
desde la institución hacia esta madre.
Actualmente no todos los hijos de Clara en edad
escolar están inscriptos dentro del centro comunitario.
Su hija Karen dejó de ir por un acuerdo entre los maestros del centro. Esta niña presentaba algunas dificultades
de conducta y aprendizaje y la madre no cumplió con
la indicación de llevarla a un especialista en psicología
infantil. Sostiene que en realidad ninguna atención al
respecto le parece que pueda solucionar los problemas
en el comportamiento de su hija y lamenta que no concurra al centro. Aun así ella acató sin mucho reclamo la
decisión de los responsables del centro de ayuda escolar.
Simultáneamente, si bien la directora respaldó la decisión
del equipo docente respecto a la exclusión de esta niña,
insiste en la importancia de “trabajar” con esta familia y
sostener la relación aun con sus incumplimientos.
Progresivamente, la directora fue constituyéndose,
por propia iniciativa y tal como lo hace en los casos de
los padres “problemáticos”, en la única interlocutora de
toda la institución con esta madre. La directora, luego
de cada encuentro que tiene con ella en su oficina, transmite los resultados de la charla a los maestros con gran
entusiasmo. De algún modo, la presencia de esta madre
considerada como problemática por el resto de la institución, inviste a la directora de prestigio y autoridad,
legitimándola como coordinadora de un espacio que
recordemos que se caracteriza por la ausencia de una
estructura rígida en la delimitación de los cargos y las
funciones.
Como vemos hasta aquí, el cuidado y la atención de
la infancia incluyen prestaciones y contraprestaciones
entre los adultos involucrados, expectativas, obligaciones
sociales y también “incumplimientos”. Sin embargo aún
resulta necesario abordar ¿sobre qué base se sustentan
las interacciones e intercambios mutuos entre sujetos
situados en una misma estructura de poder? Para ello nos
adentramos en las interacciones que se juegan entre los
adultos involucrados en torno al cuidado de los niños,
advirtiendo las condiciones de producción y la historia
social de los intercambios que se ponen en juego en escenarios concretos.
233
CUADERNOS 21
OBLIGACIONES SOCIALES, DEPENDENCIAS MUTUAS Y COERCIÓN
MORAL EN TORNO A UN NIÑO “BIEN CUIDADO”
En nuestro país, como sucedió en el resto de los estados modernos occidentales, la educación sistemática de
los niños en escuelas u otros espacios por fuera del hogar
implicó la división de tareas entre el orden doméstico y
el espacio “público” (entendido aquí como “no doméstico”). Junto con ello se fue configurando un sistema
sofisticado, que además de derechos (a la educación por
parte de los niños) estableció “deberes” y “obligaciones”
a ser cumplidos por los padres (Carli 2002). Progresivamente la formalización, centralización y masividad del
sistema público de enseñanza incluyó un conjunto de
recomendaciones y consejos, que se dieron a conocer a
través de boletines oficiales y publicaciones especializadas, acerca de las responsabilidades y obligaciones de los
adultos/tutores de los niños, entre otros de garantizar
la asistencia a la escuela, mantener los buenos modales,
inculcar el amor a la patria.
Clara y la directora mantienen en sus interacciones
cotidianas un delicado equilibrio entre prestaciones y
contraprestaciones, cumplimientos e incumplimientos,
que en ocasiones se quiebra. En varias oportunidades sus
encuentros derivaron finalmente en la amenaza materna
de sacar a los chicos del centro comunitario. Esta amenaza
tiene lugar frente a dos cuestiones que, según ella misma
reconoce, le hacen perder la paciencia. Por un lado se trata
del cansancio por recibir las quejas sobre los problemas de
conducta de sus hijos. Por otro Clara decide el alejamiento
de su prole cuando, sobre todo la coordinadora, le hace
señalamientos por el involucramiento de sus hijos en actividades de “cartoneo” y pedido de ropa y monedas en la
calle. Según me lo explica, ella prefiere anunciar a la directora su decisión y renunciar así a las prestaciones que le
ofrece el apoyo escolar antes de que “por un plato de comida
me quieran manejar la vida”.
Un rasgo que marca a las organizaciones de tipo comunitario es el interés por identificarse con los modos de vida
populares. A contrapartida de la formalidad y suerte de
distanciamiento que postulan otras instituciones sociales
más tradicionales (como la escuela o el hospital), las asociaciones comunitarias dirigidas a la infancia realizan su
trabajo junto con el fuerte mandato de compenetración
con las realidades de los sectores más desfavorecidos de
la sociedad. Como lo abordé en otros trabajos, los espacios de apoyo escolar se destacan por el desdibujado que
intentan establecer entre el ámbito de escolarización y el
doméstico. Los saberes locales, las experiencias barriales
y los acontecimientos familiares son instancias que suelen proponerse como motivo de charla y “reflexión” en
el transcurso de las clases o en los momentos de esparcimiento. A la vez, como lo he desarrollado también, esta
vinculación resulta muchas veces, y sin que sea advertido por los maestros, eficaz para la intervención sobre
las conductas de los niños y los modos de organización
doméstica (Santillán 2003).
Sin embargo, el involucramiento de los niños en actividades de cuentapropismo y pedido de dinero en la calle,
la falta de seguimiento en los controles médicos, la falta
de higiene y descuido con la ropa son algunos puntos
clave de las tensiones que se producen entre las familias y
los maestros de los centros comunitarios.
Esta confrontación entre expectativas no implica,
como pareciera mostrarse a veces, conflictos irreconciliables o dicotómicos. Ni mucho menos una falta de
reacción por parte de las madres/padres que envían a sus
hijos a estos centros. Los adultos ligados con el mundo
doméstico responden activamente a los señalamientos
de los responsables de los espacios de escolarización,
incluyendo en sus decisiones estrategias de oposición, así
como aceptaciones y consentimientos.
El caso que traigo aquí es paradigmático para ver cómo
las “aceptaciones” y los “no acuerdos”, lejos de constituir
hechos aislados, tienen lugar a partir de encuentros y relaciones entre colectivos concretos. El enfrentamiento con
los responsables del centro y el anuncio de sacar a los hijos
del apoyo escolar se basa en buena medida en la exaltación
que Clara hace de su posición como “madre”. Con la amenaza ella recupera en un punto su lugar como autoridad y
referente de sus hijos. Al respecto esta madre no muestra
titubeos cuando expresa que “soy yo quien parió a los niños
y quien va a decidir qué es lo mejor para ellos”.
Sin embargo esta decisión es vivida con mucha decepción y preocupación por parte de quienes son responsables de los espacios comunitarios. Una expresión de ello
es la insistencia de la directora en preguntarse en voz alta
qué lleva a Clara comportarse de esta forma, sobre todo
si se tiene en cuenta que esta madre siempre recibió lo
mejor del centro y que sus puertas estuvieron siempre
abiertas para ella.
Ana, la coordinadora del centro de apoyo escolar del
Bañado lleva diez años trabajando en este espacio comunitario. Tras su pasaje como maestra, Ana es postulada
para asumir la coordinación del establecimiento. Hasta
la fecha ella se destacó por su idoneidad tanto para tratar
las cuestiones administrativas, como por su gestión con
las fundaciones que benefician con sus donaciones y servicios al centro. También ella siente orgullo de cómo lleva
adelante su relación con los padres de los niños a quienes
recibe con afecto, ofrece escucha y da consejos.
Muchos de mis entrevistados, como ya anticipé, destacaron el lugar de los responsables de estos espacios educativos al momento de tomar alguna decisión que más
allá de lo escolar incluye problemas de distinta índole
234
CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA”
dentro de la vida familiar. Ana, como lo hacen también
muchos otros coordinadores, establece vínculos directos
y estrechos con casi todas las familias que inscriben a sus
hijos en el centro de apoyo escolar y son muchos los ex
alumnos que se refieren a ella con afecto y pasan a visitarla. En las charlas que regularmente mantuve con Ana,
ella me definió su trabajo en este centro comunitario en
términos de “una misión” muy importante.
Ana inviste su trabajo en el Barrio Reconquista de un
intenso valor moral y las relaciones que establece con las
familias también se definen en términos morales ya que
tienen como finalidad producir, en un marco de vínculos
de confianza, determinados valores, principios y sentimientos (Mauss, 1979). Algunos de estos valores son el
del “compromiso” y la “responsabilidad” vistos como
ineludibles respecto a la crianza de los niños.
Lejos de una falta de reacción, los señalamientos sobre
la vida doméstica muchas veces son respondidos por los
padres/tutores. En tal caso con la amenaza de retirar a los
niños del centro de apoyo escolar, Clara expone su punto
de vista y en ese mismo proceso finalmente también reconoce a la directora como interlocutora válida e idónea
para el cuidado de sus hijos.
Al menos en dos ocasiones concretó su advertencia de
retirar a los niños del centro comunitario. Si bien se trató
de un alejamiento relativamente corto en el tiempo, fue
sin embargo suficiente para instalar, como lo han hecho
en varias oportunidades otras madres, un tiempo de suspenso significativo en las relaciones de mutua confianza
con los responsables del centro comunitario. Siguiendo a
P. Bourdieu “el intervalo de tiempo que separa el don del
contra-don es lo que permite concebir como irreversible una
relación de intercambio que corre siempre el riesgo de aparecer y aparecerse como reversible, es decir como obligada e
interesada” (Bourdieu op. cit.).
En las organizaciones de tipo comunitario, la entrada y
salida de un niño de la institución tiene lugar más frecuentemente que en la escuela común. Sin embargo no es un
hecho que se vive sin conflictos. La retirada de un niño de
la institución suele quedar asociada, tanto para los padres
como para los docentes, con la frustación y el desencanto
aun cuando se trate de un hecho de corto plazo.
En simultáneo la reincorporación de los niños en los
centros no implica un acontecimiento mecánico o lineal.
En buena medida implica cambios en las rutinas y las
maneras de relacionarse tanto por parte de los tutores
como de los responsables de los espacios de escolarización. El alejamiento y retorno de los niños, como ha ocurrido en el caso de Clara y sus hijos, suele producir una
suerte de “flexibilidad” en las exigencias del centro, como
así también mayores “cumplimientos” por parte de los
adultos a cargo de los niños en el mundo doméstico.
Según entiendo el retorno de los hijos de Clara al
centro de ayuda escolar y la aceptación – en sus propios
términos– de las pautas de la institución, se inscribe en
una cadena de intercambios y obligaciones sociales basadas en buena medida en la deuda que esta madre tiene
respecto a la ayuda que le ofrecen en el centro de apoyo
escolar. A la vez su desafío pone al descubierto la dependencia mutua y de continua retribución que existe entre
las familias y los responsables del centro comunitario en
la cual la “participación” discontinua de los padres, aun
cuando tensione las expectativas de los responsables del
centro, se acepta en vistas de la “entrega” sacrificada que
supone buena parte del trabajo en este espacio y también
a fin de no inhabilitar por completo las interacciones y
relaciones sociales.
A mi entender, la trama de esta interdependencia debe
comprenderse dentro de una configuración más amplia
(Elias op.cit.) que se ha forjado en el tiempo y que tiene
que ver con procesos que relataremos a continuación
referidos a la actuación de actores de la sociedad civil (en
nuestro caso la Iglesia Católica) a través de formas renovadas de participación de los sectores subalternos. Estos
procesos aluden a relaciones de reciprocidad y dependencia entre hombres y mujeres convocados en una misma
estructura de poder y desigualdad, en este caso en torno
al campo disputado de la educación y la construcción de
sentidos acerca de un niño “bien cuidado”.
PARTICIPACIÓN COMUNITARIA, RELACIONES PRÓXIMAS Y
DESIGUALDAD
En los barrios del Gran Buenos Aires muchas de las
iniciativas comunitarias dirigidas a la infancia que aún
están presentes surgieron al calor de la crisis social que
deja el gobierno de la dictadura militar y que el retorno de
la democracia no logra revertir. Como lo observan otros
estudios, los acontecimientos críticos que produjo la hiperinflación a fines de la década de los 80 tuvieron como contracara formas de resistencia y organización que entre otros
dieron lugar a un conjunto de experiencias, como son los
comedores, centros de apoyo escolar, roperos y guarderías
comunitarias que se despliegan en las villas y asentamientos de la conurbación (Neufeld et al. 2002).
En la zona norte del Gran Buenos Aires el surgimiento
de un número significativo de comedores, centros de
apoyo escolar y guarderías se liga en buena medida con
la actuación de la Iglesia Católica. Se trata sobre todo de
acciones, diferenciales entre sí, que emprenden cuadros
de base de esta institución. Entre otros fueron protagonistas de estas acciones voluntarios alineados a Cáritas
parroquial, laicos reunidos en Comunidades Eclesiales
de Base, grupos de jóvenes perteneciente a la “pastoral
juvenil” o clérigos, en general diáconos a cargo de capillas
235
CUADERNOS 21
situadas en las villas y asentamientos que comprende la
diócesis de San Isidro.
En el barrio Reconquista por ejemplo, las iniciativas
en torno al cuidado de la infancia incluyeron un conjunto
de relaciones entre actores sociales de distinto nivel de
intervención y peso diferencial de influencia. Por un lado,
sobresale la actuación de un conjunto de clérigos que hacia
fines de los años 70 y durante los 80 establecieron vínculos
estrechos y personalizados con las familias más pauperizadas del barrio. Junto con los clérigos, las familias entraron
en interacción con un grupo de voluntarias de Cáritas formado por las vecinas pertenecientes a la zona más antigua
del barrio. En el marco de su trabajo pastoral, las voluntarias de Cáritas comenzaron a realizar, junto con su práctica
religiosa, acciones de asistencia hacia un número significativo de familias, muchas ligadas con el asentamiento ilegal
y otras que eran históricas en el lugar. Esta intervención
a los grupos familiares incluyó un cronograma regular de
visitas, el registro sistematizado de las problemáticas y el
seguimiento de la ayuda, como fue la obtención de turnos
en hospitales, vacantes en la escuela, distribución de medicamentos, alimentos y vestimenta que estas voluntarias se
esmeraron en otorgar de modo desinteresado.
Las voluntarias barriales de Cáritas comenzaron a
configurarse actores muy relevantes en la vida de este y
otros barrios populares de la periferia, especialmente en
los temas ligados a la educación. La historia de Francisca,
una de las primeras madres que envió a sus hijos al apoyo
escolar del barrio Reconquista permite complementar el
reconocimiento que vengo realizando sobre las interacciones entre las familias y los responsables de los espacios
comunitarios en torno a la infancia.
Para Francisca el centro de apoyo escolar constituye
un hito muy importante en la vida familiar. Aún hoy esta
mujer no encuentra palabras de gratitud por los favores
recibidos tanto de los responsables del apoyo escolar como
de las voluntarias barriales de Cáritas que dieron parte de
su tiempo en el cuidado de sus hijos. Sobre todo siente
mucha gratitud hacia una voluntaria de Cáritas, Raquel,
que dedicaba parte de su tiempo del trabajo pastoral y
ayuda social en garantizar el cuidado de sus hijos.
Raquel, por un lado, aseguraba la asistencia de los
hijos de Francisca en el “apoyo” y la escuela pasando
todos los días a buscarlos por su casa. A la vez la intervención de Raquel en el cuidado de los hijos de Francisca
incluyó decisiones relativas a los “problemas de conducta”
y “aprendizaje” de los chicos. Como Francisca estaba todo
el día fuera del hogar cumpliendo su jornada de trabajo
como empleada doméstica en una casa particular, Raquel
era quien, ofreciéndose de modo desinteresado, asistía a
la escuela a cumplir las citaciones y mediando entre Francisca y los maestros de sus hijos.
Raquel como muchas mujeres ligadas a la Iglesia
emprendió su trabajo pastoral a tiempo completo. Ella se
constituyó, junto con otras mujeres del barrio, en el brazo
derecho de los diáconos que actuaron allí. Raquel se destacó por el compromiso puesto en juego en el vínculo con
las familias más vulnerables del barrio. No solo se mostró
crítica frente a quienes discriminaban a antiguos pobladores dedicados al “cirujeo” y a quienes ocupaban terrenos en
forma “no legal” sino que estableció relaciones personales
y estrechas con muchos de ellos. De hecho Raquel fue un
puente de articulación importante entre los vecinos y las
figuras de la Iglesia que progresivamente intervinieron en
los procesos de organización del asentamiento que tuvo
lugar allí a fines de los años 80. Para Raquel, su trabajo en
esta zona del barrio se basó en una entrega sacrificada y
desinteresada hacia quienes más lo necesitaban. Nunca
aceptó cobrar por ningún trabajo de limpieza o cuidado de
niños, enfermos y ancianos que realizó.
Sin embargo por el trabajo con las familias más pauperizadas del barrio, Raquel adquirió con el tiempo un
reconocimiento sin parangón por parte de pobladores
del barrio Reconquista que aún hoy continúa. También
fue muy reconocida por los clérigos que la incluyeron en
encuentros de formación pastoral y reuniones ligadas al
movimiento pastoral tercermundista a los que no asistían
otros feligreses.
La organización de los espacios dirigidos a la infancia
(como el centro de apoyo escolar y un jardín maternal)
en el barrio Reconquista está fuertemente vinculada a
la acción de las voluntarias barriales. En tal caso Raquel,
junto con las vecinas que trabajaban en el marco de la
Iglesia Católica, se encargaron de convencer a las madres
de la necesidad de que los niños asistan al centro de apoyo
escolar, de buscar uno a uno a los niños para efectivizar
la concurrencia en el centro y animar la participación de
las familias.
En los primeros años de funcionamiento muchas
madres y algunos padres varones se involucraron en
las actividades ligadas con el espacio del apoyo escolar y
con la Iglesia. A través de formas renovadas como “las
mateadas”, en la zona más postergada del barrio se organizaron un conjunto de reuniones, ya sea para la lectura
de la Biblia, para la reflexión de la vida “matrimonial” y
también el cuidado de la salud. Estas reuniones, que son
elocuentes porque “sintetizan” formas tradicionales de
actuación dentro de la Iglesia Católica (como “las reuniones de matrimonios”, a las que muchas parejas del barrio
nunca pudieron asistir por la falta de una unión legal)
con nuevos modos de interpelación del laicado, fueron
mencionadas como significativas por los entrevistados.
Las mujeres que como Francisca tenían alguna ocupación fuera del hogar se esforzaron por colaborar al
236
CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA”
menos los días de franco y los sábados. En ese marco convenían en participar en las tareas ligadas a la cocina y la
limpieza, así como el reparto de la comida a los chicos,
todas actividades cuyo eje de organización estaba a cargo
de las voluntarias de Cáritas. Para muchas de las mujeres
con las cuales pude conversar, esta convocatoria a la participación organizada por los voluntarios ligados con la
Iglesia Católica es recordada como una experiencia muy
significativa en sus historias de vida. Más que nada este
impacto sobre la experiencia subjetiva se liga con la posibilidad de ampliar los lazos sociales y de ayuda mutua con
hombres y mujeres dentro y fuera del barrio, el acceso a
recursos, muchos de orden simbólico, ligados con el prestigio de ayudar a otros y pertenecer a una institución que
en esos momentos contaba con una gran legitimación
dentro del barrio.
Como lo advierten otros estudios, la propuesta de la
participación social atraviesa desde las últimas décadas
a distintos escenarios y ámbitos sociales: a programas
estatales, proyectos de asociaciones de la sociedad civil
y hasta perspectivas académicas (como la investigación
acción) (Menéndez 2000). Los organismos internacionales
(CEPAL, ONU) se han encargado de presentar a la participación social como una actividad “necesaria” en América Latina para lograr determinados objetivos en campos
sociales específicos y estratégicos como es el de la salud,
la educación y la economía (Menéndez op. cit) Como lo
desarrolla el autor, desde fines de los 80 y especialmente
durante los 90, organizaciones como el Banco Mundial
utilizaron un discurso según el cual la participación social
es considerada decisiva para mejorar, por sí mismos, las
condiciones de vida de los “pobres, marginales y vulnerables”. Cabe decir además que este concepto de vieja data
recobra protagonismo en momentos en que determinados
movimientos participativos masivos (como el político, el
sindical) entraron en crisis (Menéndez y Spinelli 2006).
En la coyuntura que traemos aquí, la presencia de
la Iglesia Católica, en consonancia con el discurso de la
participación social, se destaca por la implementación de
diversos programas de animación comunitaria e interpelación laica. Como lo exponen distintos estudios en
las últimas décadas la Iglesia Católica ha establecido en
nuestro país y en la región de América Latina una nueva
presencia y formas renovadas de vinculación con los
sectores subalternos, principalmente interviniendo en la
canalización de iniciativas y mediación de la acción colectiva (Levine 2001, Di Stefano 2000, Woods 2002). Esta
articulación entre el campo religioso y el campo popular
no implica por su sola existencia formas de “resistencia”
y “horizontalidad”. Más bien las posibilidades de transformación y democratización se ligarán con la capacidad
específica de los sujetos que intervienen de revertir o
alterar formas establecidas del “poder”, “la autoridad” y la
“participación” (Levine op.cit.).
En el caso que traje aquí, muchas familias se vieron
afectadas por la ayuda y prestaciones recibidas por parte
de la Iglesia Católica. También ha sido relevante el papel
que jugaron representantes de la Iglesia en la articulación
de demandas y reclamos de los pobladores de los asentamientos hacia el Estado. A la vez y junto con ello, muchas
familias se vieron constreñidas a ceder decisiones ligadas
con la vida doméstica. Entre otros se trató de cambios en
las rutinas y horarios ligadas con el descanso, la alimentación y la limpieza. También decisiones sobre la tutela
de los niños, recomendaciones acerca de cambios en los
apellidos, etc. Esto no implica de ningún modo que los
hombres y mujeres de esta zona aceptaran linealmente las
recomendaciones, pero es significativo cómo impregnaron en sus percepciones muchas de las representaciones
de las voluntarias de la Iglesia Católica con las cuales interactuaron en la cotidianeidad barrial.
PALABRAS FINALES
En los barrios del Gran Buenos Aires cruzados por condiciones de desigualdad social, las iniciativas en torno a la
educación y el cuidado de un número significativo de niños
se inscriben en una trama de intercambios, interdependencia y obligaciones sociales configuradas acorde a la historia
y a las particularidades de cada territorio. En la zona norte
del conurbano, las acciones en torno a la infancia incluye
la construcción de expectativas respecto al “interés”, el
“compromiso” y la “responsabilidad” que, como vimos, en
buena medida se ligan a los valores hegemónicos respecto a
las ideas de un niño “bien cuidado” que se tejen en el marco
de relaciones de interdependencia entre actores sociales
con un marcado peso diferencial de influencia.
La “participación” y “no participación” de las familias
en los espacios escolares no pueden explicarse, desde mi
punto de vista, dependiendo linealmente de las formas
que adquieren la “convocatoria”. Tampoco considero que
los “cumplimientos” e “incumplimientos” puedan entenderse por fuera de las relaciones de coerción, obligación
social y sentimiento de deuda moral que los tutores tienen en referencia a los beneficios recibidos por parte de
quienes son responsables de las acciones de este tipo de
experiencias atentas con las necesidades de la comunidad.
Según entiendo se trata de una deuda que no se restringe
a la imposibilidad de contraofertar (equiparar) los beneficios materiales recibidos. Sino que más bien se vincula
con la dificultad de satisfacer expectativas sobre una función (el “buen cuidado” de los niños) que se inviste de
fuertes connotaciones morales.
La observancia de las exigencias y requerimientos para
una “buena crianza” incluye, como vimos, respuestas muy
237
CUADERNOS 21
diversas que van desde cumplimientos, “acuerdos” relativos y no cumplimientos. Es claro que en vista de la asimetría que marca a las interacciones entre las familias y los
responsables de los espacios escolares no todas las consideraciones locales sobre el “cuidado” de los niños cuentan
con el mismo reconocimiento y valoración social.
Las huellas que ha dejado el curso de la historia en
esta zona del conurbano, de una intervención basada en
la caridad y una perspectiva reeducadora, dejan su marca
en las prestaciones y contraprestaciones entre las familias y
los responsables de los espacios comunitarios. Me refiero
a la fuerte carga valorativa y tono conciliatorio que comprende las acciones y que, a mi entender, contribuyen en la
disgregación de conflictos y disputa de los padres con otros
espacios barriales, como por ejemplo la escuela común.
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1852-1002
ISSN 0570-8346
“LOS MAPUCHES SON CHILENOS”
LA CONSTRUCCIÓN DE LA OTREDAD EN VILLA LA ANGOSTURA
Sebastián Valverde y Analía García*
RESUMEN
En Villa La Angostura (provincia del Neuquén), viene registrándose una serie de movilizaciones y reclamos judiciales por parte de pobladores mapuches en busca de su reconocimiento como pueblos originarios. Es nuestro objetivo
analizar los discursos que concitan esta polémica e inédita presencia, en una localidad históricamente concebida como
“sin indígenas”.
PALABRAS CLAVE
Identidad - relaciones interétnicas - Estado
ABSTRACT
Several mobilizations and legal demands are being noticed by mapuche population situated in Villa La Angostura
(Province of Neuquén) for their recognition as an original people. Our purpose is to analyze the discourses that this
controversial and recent presence, on a town historically conceived as “without indigenous”.
KEY WORDS
Identity - interethnic relationships - State
INTRODUCCIÓN
La provincia del Neuquén reconoce la existencia de
comunidades mapuches asentadas dentro del territorio.
Esto supone el reconocimiento por parte del Estado y de
la sociedad neuquina de derechos propios de las poblaciones originarias. Esta afirmación implica, entre otras
cosas (pero por sobre todo) el reconocimiento de la propiedad comunal de la tierra y el derecho a ejercer sobre
ella las actividades que las poblaciones establezcan de
acuerdo con sus propios valores culturales y al sentido
que el territorio, el “mapa”, adquiere para ellos y sobre
el que se rigen.
En muchas ocasiones, este marco jurídico contrasta
con situaciones que, de hecho, violan el reconocimiento de
las comunidades tanto desde el punto de vista económico
como cultural. No obstante, para los pueblos originarios,
la “batalla” jurídica denota, en principio, su constitución
como sujetos políticos con identidad propia y diferencial
respecto de otros actores de la sociedad civil.
En esta oportunidad, nos interesa adentrarnos en
esta problemática tomando como unidad de análisis una
situación que difiere desde el punto de vista jurídico, con
la situación descripta. Tomamos a las poblaciones mapuches situadas en la localidad de Villa La Angostura para
dar cuenta de la construcción social que se efectúa de ellas
∗ Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras,
UBA, [email protected] [email protected]
por parte del resto de la sociedad y de la institucionalidad
política municipal. La particularidad de este caso radica
en que dichas poblaciones no se encuentran reconocidas
jurídicamente, por lo que para el Estado y el resto de la
sociedad no existen en tanto no se reconoce para ellas
su existencia en términos de comunidad indígena –que
es como el Estado reconoce la existencia de los pueblos
originarios–. El discurso plantea que se trata de: “familias
chilenas que tienen antepasados mapuches”.
De ello derivan una serie de conflictos económicos,
políticos y sociales, en tanto estas poblaciones demandan
su reconocimiento como comunidades. Este reclamo
implica la aceptación del derecho a la posesión comunal
de la tierra que habitan y que se encuentra en dos situaciones distintas. Las familias Paichil y Antriao están ubicadas en los márgenes del ejido municipal, en tierras que
según reconoce el municipio, se encuentran en manos
privadas; en tanto la familia Quintriqueo se encuentra en
jurisdicción del Parque Nacional Nahuel Huapi. Ya que
analizaremos el discurso local y municipal tomaremos en
consideración a los pobladores Paichil y Antriao que se
encuentran asentados sobre el ejido comunal.
Por su parte, los pobladores Quintriqueo también
disputan parcelas del territorio que habitan con un tercero, no obstante, cuentan con respaldo institucional que
los resguarda de un posible desalojo en la medida que
para la Dirección de Parques Nacionales, uno de los ejes
de gestión es, precisamente, la incorporación y recono241
CUADERNOS 21
cimiento de las poblaciones que se encuentran bajo su
esfera de acción.
Por otro lado, los conflictos van más allá del reconocimiento jurídico en la medida en que la sociedad de La
Angostura, como espacio físico en el que conviven estas
poblaciones, elabora un discurso en particular para interpretar esta situación. Este relato se encuentra cargado de
negatividad respecto del conflicto, en tanto pone en duda
la adscripción étnica de estas poblaciones, o las margina
bajo la categoría de “indios chilenos”, que carentes de
“nacionalidad argentina”, se encontrarían faltos de estos
derechos que reclaman. Por ello, nuestro análisis se centra en las interpretaciones que en la ciudad se efectúan
respecto de esta situación y las categorías que entran en
juego para afirmar o negar la existencia de población
mapuche como sujetos políticos con derechos económicos, sociales y culturales particulares. De la misma
forma, resulta relevante interpretar el discurso de quienes
reclaman por sus derechos, y cómo uno y otro discurso
se construyen de manera relacional y delimitan la acción
política y los valores que se ponen en juego en la disputa,
entendiendo para ello que la conceptualización y sentidos
que se producen se enmarcan en un contexto de relaciones de dominación desiguales.
LAS RELACIONES INTERTÉTNICAS A PARTIR DE LA DESIGUALDAD
Para situar la problemática que involucra hoy a la
población mapuche de Villa La Angostura, entendemos
que tal como plantean algunos investigadores, la categoría de “relaciones interétnicas” tiene dos connotaciones
diferentes (Bechis 1992, Trinchero 2000). Por un lado,
aquella que alude a la interacción entre distintas unidades
o “grupos étnicos” en el sentido sugerido por Barth. Por
otro lado a la interacción entre etnias diferentes dentro de
un sistema social determinado.
Con relación al primer tipo de abordajes, si bien las
ciencias antropológicas siempre estuvieron interesadas
en las problemáticas étnicas, fue recién en los años 70
que se extendió el uso del concepto etnicidad en los
índices de los diferentes textos de ciencias sociales. El
gran impacto de la obra de Fredrik Barth (1969 traducida al castellano en 1976) sobre los grupos étnicos y
sus fronteras, impuso una perspectiva alternativa que
implicó un giro hacia nuevas miradas. El concepto de
Barth significó una ruptura con los abordajes de los
años 40 y 50, que solían crear límites artificiales entre
los pueblos sin organizaciones estatales. Estas perspectivas “culturalistas” definían “lo indígena” sobre la base
de diversos rasgos culturales “estáticos” e identificaban
“una raza con una cultura” (Hidalgo 1992). Por el contrario, Barth va a hacer hincapié: “(…) en el hecho que
los grupos étnicos son categorías de adscripción e iden-
tificación que son utilizadas por los actores mismos y
tienen la característica de organizar la interacción entre
los individuos” (1976:10-11). De esta forma el autor
desvía el foco de la investigación desde la constitución
interna e historia de los grupos, hacia los límites étnicos
y su persistencia.
No obstante, si bien el planteo de Barth logra trascender el análisis de los grupos étnicos definidos a partir
de “esencias” de rasgos culturales, diferentes autores han
señalado las limitaciones que presenta este abordaje para
el análisis de las complejas dinámicas étnicas.
Los investigadores que conforman la segunda aproximación que hemos señalado, han analizado las interacciones entre grupos étnicos en el marco de un sistema social
determinado (Cardoso de Oliveira 1992, Bartolomé 1997,
Díaz Polanco 1995, Bechis 1992, Trinchero 2000, Vázquez;
2000 y Radovich 1992).
Dentro de estas propuestas alternativas se encuentra
la de Cardoso de Oliveira (1992), quien partiendo de
aceptar la definición de grupo étnico de Barth, intenta
ampliar la noción de identificación étnica elaborando
la noción de “identidad contrastante”. Considera que es
esta última la que parece constituir la base de la identidad étnica. Así, esta identidad se definiría a partir de
la afirmación de un “nosotros” frente a los “otros”, surge
por oposición y por lo tanto no se puede afirmar en aislamiento, de aquí su carácter contrastante. Este autor
brasileño admite que un escenario peculiar genera la
identidad étnica que él llama de “contacto interétnico”.
Aquella se puede dar en “contextos intertribales” donde
los grupos indígenas están simétricamente relacionados,
como también en “contextos interétnicos” donde se manifiestan relaciones asimétricas entre los grupos indígenas
y los segmentos regionales de la sociedad nacional. Para
el último tipo de relaciones propone la noción de “fricción interétnica” buscando enfatizar el carácter conflictivo de las relaciones que involucran a grupos indígenas
con la sociedad de clases que los engloba.
Cardoso de Oliveira propone “(…) en primer lugar
que las relaciones interétnicas solo se pueden comprender de
una manera fructífera si se las inserta en un sistema social
de carácter interétnico que las condiciona, determinando
su propia estructura y desarrollo; en segundo lugar, que ese
sistema interétnico, constituido por procesos de articulación
étnica, no puede dejar de referirse a procesos de articulación social de otro tipo, como los que relacionan a otros
sectores de la sociedad global, ya sean los interregionales, los
interclase, o aun aquellos que vinculan a los sectores rural y
urbano” (Cardoso de Oliveira 1992:61).
En la antropología argentina, entre algunos de los
autores enrolados en esta segunda acepción se encuentra Vázquez (2000 y 2006), quien señala: Para nosotros
242
“LOS MAPUCHES SON CHILENOS”
la identidad étnica se muestra como la forma provisoria
que asumen las contradicciones materiales y simbólicas,
tanto en lo individual como en lo colectivo, dentro de un
campo de interacción socio-étnico relativamente acotado
en el seno de una formación histórico social y durante un
momento dado de las relaciones interétnicas. Situación
que no genera relaciones asimétricas sino desiguales. No
se trata aquí de un equilibrio lógico si no de relaciones de
dominio- sometimiento (Vázquez 2006:689).
Recuperando los aportes de estos autores, nuestro
abordaje de la cuestión étnica se diferencia tanto de las
concepciones “esencialistas” como las aproximaciones
interaccionistas “diádicas” de Barth. Por lo tanto, proponemos visualizar las relaciones interétnicas desde las interrelaciones que se establecen entre los diferentes grupos,
pero considerando el lugar que ocupan en el contexto
social más amplio, lo que constituye un factor clave para
explicar y comprender las interacciones concretas que
se dan en gran medida como contradicciones, es decir,
como conflictos entre los grupos.
En Villa La Angostura el reclamo por el reconocimiento de la existencia de poblaciones mapuches es
relativamente nuevo ya que se inicia en el 2002. Hasta
la fecha, las relaciones étnicas no tenían lugar en el
tratamiento de las cuestiones locales y el auto-reconocimiento como población mapuche se mantuvo en un
estado de ocultamiento. En otra oportunidad (García y
Valverde 2007) trabajamos sobre la hipótesis que sirve a
la interpretación de este fenómeno entendiendo que es
a partir de las contradicciones del Estado y la particular
incidencia en la dinámica local que se explica el proceso
de desadscripción étnica experimentado por las familias
mapuche a lo largo del siglo XX, así como la adscripción
y movilización étnica experimentada en los últimos años.
Es decir que partimos de la idea de que los procesos
de adscripción y desadscripción étnicas se encuentran
condicionados por la institucionalidad política y por
las condiciones económicas de cada coyuntura, viabilizando u obstaculizando la identidad basada en este tipo
de pertenencia.
En este sentido, reconocemos distintas posiciones
a nivel nacional, provincial y municipal. Consideramos
que estas diferencias se deben a las contradicciones dadas
hacia adentro del Estado como consecuencia de su posicionamiento relativo en términos materiales y simbólicos. Por ello, en lugar de plantear la identidad étnica
como una enumeración de rasgos culturales, los procesos
de adscripción y desadscripción étnica para el caso aquí
analizado serán contemplados a partir de la compleja y
dinámica relación que los actores establecen con distintos
interlocutores y como producto de una disputa económica y política en la arena pública.
LA DES-ADSCRIPCIÓN ÉTNICA COMO CONSECUENCIA DE LAS
RELACIONES DE DOMINACIÓN
La historia oficial de la ciudad se remonta a 1902,
cuando el Gobierno Nacional liderado por Julio A. Roca,
creó la Colonia Pastoril Agrícola Ganadera Nahuel Huapi
en una parte del Territorio Nacional del Neuquén y un
sector del de Río Negro, con el fin de fomentar uno de
los objetivos principales que se tenían sobre el territorio
ganado a los indígenas y disputado a los chilenos: el afianzamiento de la soberanía nacional a partir de la creación
de asentamientos poblacionales. Desde 1884 se dictaron
distintas leyes que afectaron la distribución de la tierra
pública a privados. Es en particular un decreto del 3 de
mayo de 1902 el que promueve la formación de dicha
colonia con el fin de fundar pueblos: Puerto Moreno, San
Carlos (Bariloche), y los lotes 9 y 10 que conforman el
centro urbano de la actual Villa La Angostura (De Mendieta 2002). Unos meses después –el 18 de septiembre–,
Roca emite el decreto número 627-902 en donde concede
el lote 9 a Don Ignacio Antriao y a Jose Maria Paisil jefes
de sus respectivas unidades domésticas (Moreda 2005).
Las colonias agrícolo-pastoriles tenían por objetivo
convertir la tierra en capital productivo a partir del trabajo de pobladores “argentinos”. Es decir, cumplían con
una función económica pero también geopolítica: hacer
efectiva la ocupación del territorio. En ese sentido es que
el acceso a la tierra se vinculaba al desarrollo de un sentimiento de “nacionalidad” y que la adscripción étnica devenía en un hecho desventajoso para tener acceso a esta.
El año de fundación del pueblo es 1932, y coincide con
el impulso que dio el Estado Nacional a la zona a partir
1
de la creación de “Parques Nacionales” , institución que
desde la década de los 30 en adelante desempeñara un rol
central en la conformación de la villa a través del loteo de
tierra y autorizaciones para la instalación de pobladores
y construcción de edificios públicos y privados, agente
responsable de fijar los cotos de caza y del control de la
tala de árboles, y principal agente de gobierno. Parques
Nacionales, a través de la Administración del Parque
Nacional Nahuel Huapi, es el principal y único referente
del Estado sobre el territorio, responsable del ejercicio de
las tareas de control en cuanto a la ocupación del territorio se refiere y la provisión de infraestructura básica.
Es significativo el entrelazamiento entre los intereses
de una naciente clase propietaria, beneficiada por las sucesivas leyes de distribución de tierra fiscal y el rol jugado
por el Estado Nacional, en tanto son estas personalidades
las que ocupan los cargos públicos, como es el caso de
Exequiel Bustillo, director durante diez años de Parques
Nacionales, y dueño de un latifundio sobre el Parque
1
243
Ley nacional 12.103.
CUADERNOS 21
Nahuel Huapi, que ante el peligro de expropiación por
parte del gobierno de Perón (1945-1955), se transforma
en el Cumelén Country Club, que reúne las residencias
de descanso de la aristocracia porteña en la villa, hasta
nuestros días (De Mendieta 2002).
El aislamiento de la villa respecto de los centros de
poder (por ejemplo Neuquén capital), y en general de los
territorios patagónicos, favoreció la conformación de un
sector con mucho peso en el ámbito local, como es el caso
recién descripto, que permitió el manejo de mecanismos
independientes del orden nacional, pudiendo posicionarse en la acumulación de capital y ejercer relaciones
de poder con sectores subalternos (Bandieri 2005:164).
Desde este punto de vista, Parques Nacionales encarnaba
los intereses de la oligarquía.
Tentativamente, pensamos que se trata de una pequeña
localidad de frontera en donde las familias mapuches contrastan desde el punto de vista de su inserción en el sistema
productivo con los indígenas residentes en otras áreas de la
provincia. Las comunicaciones y circulación de población
entre la frontera argentino-chilena, por su cercanía, han
sido más intensas que en otras localidades como Junín de
los Andes y San Martín de los Andes, en donde la presencia
estatal ocurrió más tempranamente. Asimismo, encontramos en estas poblaciones que las comunidades mapuches
son fácilmente identificables, incluso en términos geográficos (entre estancias), funcionando como reservas de
mano de obra que trabajan en los establecimientos rurales
o migran hacia el centro urbano estacionalmente, garantizando la reproducción de los trabajadores en los tiempos
no productivos. Por lo tanto, el reconocimiento de los
derechos indígenas, en estos casos, no estaría desafiando
de manera directa al sistema de dominación hegemónico.
De hecho, el concepto de “comunidad” es producto del
sistema de dominación y es impuesto a los sujetos en función de la desigualdad dada.
A partir de la última década, las familias mapuches
de Villa La Angostura parecen estar viviendo el proceso
inverso al vivido anteriormente. Su aparición en la arena
pública emerge disputando política y jurídicamente un
estatus particular en términos de derechos indígenas,
y el consecuente acceso a los recursos que esto implica.
Intentamos dar una explicación al fenómeno a partir de
la interrelación de ciertas variables de orden económico y
político. Entendemos que, desde el punto de vista económico, la actividad turística es la principal fuente de recursos a partir de la cual se apunta a la atracción de visitantes
de alto poder adquisitivo. Por ello, en la última década, el
Estado neuquino dio un importante impulso a esta actividad generadora de divisas, a través del “Plan Maestro de
Turismo” (2003-2007) en donde identifica y promueve el
desarrollo de inversiones sustentables.
En la actualidad, el proceso de reafirmación de la pertenencia territorial y los derechos en términos de adscripción
étnica ha llegado al nivel de judicialización con la situación
de inestabilidad que esto implica. Ante esta situación, la
estatalidad responde de dos maneras diferentes. El Estado
provincial y municipal continúa negando la categoría legal
de “comunidad” a las familias en cuestión, promueve la
venta de tierras y los juicios de desalojo. Por otra parte, el
Estado Nacional mantiene una política opuesta a través
de los organismos que competen a la situación legal de
los derechos indígenas: el Instituto Nacional de Asuntos
Indígenas y a través del control de los recursos naturales,
la Dirección de Parques Nacionales. Esta última desarrolla
un programa de co-manejo de los recursos del parque en
donde involucra en la gestión a las poblaciones indígenas
residentes en las tierras del predio del Parque Nacional
2
Nahuel Huapi . Esta acción implica un reconocimiento
de hecho de los pobladores mapuches Quintriqueo, que
habitan sobre estos territorios. Por otro lado, el I.N.A.I.
(Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) mantiene una
política de reconocimiento a los pueblos originarios. Su
presidente declaraba a la prensa local: “(…) en el caso de
comunidades asentadas ancestralmente en tierras privadas,
lo que hay que hacer es ir a la justicia para que los jueces
hagan una declaración de certeza. Qué vale más: ¿la posesión tradicional de una comunidad indígena o un título frío
donde no hay ocupación?” (Moreda 2005).
Esta contradicción en las políticas seguidas entre la
nación, la provincia y municipio, nos lleva a concentrarnos en el ámbito local a fin de comprender el posicionamiento de los actores sociales locales y las relaciones que
establecen entre sí en el plano simbólico.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA HISTORIA Y LAS REPRESENTACIONES
SOCIALES
El reclamo que realizan hoy las poblaciones mapuches
de Villa La Angostura tiene por sobre todas las cosas, un
origen histórico. O mejor, es el resultado de un proceso de
construcción histórica en el que se contrasta su experiencia con las representaciones que de ello se construyen. En
2
244
La Administración de Parques Nacionales contó por muchos
años con una política de no-reconocimiento de los pobladores
originarios (criollos o mapuches) en su jurisdicción, llegando
en muchos casos al enfrentamiento e incluso su expulsión forzada. Con el advenimiento del proceso democrático, Parques
Nacionales presentó lentos cambios en su política de asentamientos humanos, con una nueva relación y disminución de
los factores de conflicto. Asimismo, en los últimos años se ha
incrementado el interés de la institución en la reconversión
económica de los pobladores, propiciando un paulatino reemplazo de actividades agropecuarias por alternativas de menor
impacto en el ambiente físico (Impemba 2003).
“LOS MAPUCHES SON CHILENOS”
el análisis de entrevistas encontramos distintos momentos
respecto de la problemática mapuche en la villa que vale
la pena recalcar. La centralidad de la argumentación consiste en la tesis que plantea que los indígenas son “indios
chilenos”, y que, por otra parte, en La Angostura no había
población al momento de llegada de los españoles.
En este apartado, nos interesa analizar la construcción
que se hace de los mapuches en el espacio social en el que se
desenvuelven. Es decir que nos interesa fijar la mirada en el
plano de la memoria colectiva y la interpretación que sirve
a la construcción de argumentos que, en definitiva, continúan sosteniendo la inexistencia de un colectivo étnico.
En Villa La Angostura, la historia de su poblamiento y
fundación resulta tan relevante para los pobladores como
cuanto hace a su origen colectivo. En este sentido, se
registra un interés particular en la reconstrucción de una
historia oficial vinculada a la “conquista del desierto”, la
fundación de la Colonia Agrícola Pastoril Nahuel Huapi,
y la llegada de “pioneros”. En la lectura de la historia y
las representaciones que se tienen sobre unos y otros, el
Estado cumple un rol fundamental en la producción y
articulación de los instrumentos de representación de la
realidad social ya que produce un discurso de verdad e
impone un punto de vista particular como un universal
(Bourdieu 1996:25). De esta forma, las políticas de poblamiento, distribución de renta provincial, disputas entre
distintos niveles de acción estatal, son variables propias
de campos específicos –social, económico y político–, que
entrecruzan la problemática de la etnicidad de manera
particular. Trinchero (2000) señala que un factor clave en
la construcción de las identidades indígenas son las relaciones interétnicas establecidas durante el proceso de formación del Estado-Nación. De allí remarca la necesidad
de “(…) inscribir las relaciones interétnicas al interior del
proceso de formación de la nación y la estatalidad (y de las
relaciones de producción que en el interior de sus fronteras
se van desplegando)” (2000:31).
Por ello, a lo largo del siglo XX se ha ido construyendo
una forma particular de contar la historia en donde la
identidad étnica se encuentra suprimida. Y por ello también, cobra relevancia analizar este discurso haciendo
foco en lo dicho por los funcionarios públicos.
Desde el punto de vista metodológico, trabajamos con
cuatro entrevistas realizadas a: 1) el actual intendente de
la localidad, miembro de Partido Justicialista; 2) un funcionario municipal cuya función le compete la inserción
de los emprendimientos mapuches vinculados al turismo;
3) un historiador aficionado que en la villa se representa
como el “recopilador oficial” de la historia de la ciudad, y
4) un historiador aficionado, viejo poblador de la ciudad
–su padre fue uno de los “pioneros”– y considerado como
un “sabedor” de las historias que rodean a la villa. Estas
entrevistas son analizadas teniendo en consideración la
reconstrucción y el trabajo realizado con fuentes secundarias como se expone en cada apartado correspondiente.
Para el análisis hemos acudido a dos tipos de categorías diferentes: las nativas y aquellas propias del investigador. Las categorías nativas –indios chilenos, araucanos,
nyc (“nacido y criado”)– son recuperadas a fin de situar
y captar el sentido discursivo y sus connotaciones. Las
categorías construidas por los investigadores –cruzar la
cordillera, conquista del desierto, adscripción étnica– son
las que sirven al análisis crítico y a la comprensión de las
primeras en función del desarrollo conceptual. Por razones de orden en la exposición, hemos dividido el análisis
de acuerdo con los siguientes niveles registrados.
La “Conquista del Desierto”
Una parte central que une este reclamo por la tierra
se representa como infundado en virtud de una metáfora
conocida, “la conquista al desierto”. Esta noción de un territorio vacío de población persiste en el imaginario social de
la localidad en la medida en que continúa fundando el discurso deslegitimador. Efectivamente, resalta en las entrevistas que el reclamo por la tierra es ilusorio en tanto que:
“Acá concretamente, salvo las culturas rupestres, que
nadie sabe que origen tienen, no había gente” (historiador
local nyc).
Es particularmente notable en el norte patagónico la
imagen que los neuquinos se construyen a sí mismos como
“pioneros” en el proceso de colonización. Porque el dominio efectivo del Estado también reconoce un plano simbólico, mientras se hacía efectiva la ocupación era necesario
desarrollar en la sociedad civil la “nacionalidad argentina”.
El desierto es un mito de la Patagonia que sirve para fundamentar el modelo europeizante bajo el cual se organizó
el proceso de construcción nacional (Bartolomé 2003). En
la Patagonia en particular, se acentuaba la idea de que había
que “poblarla”, frente a la numerosa población que podría
reconocerse como no nacida en el país. Es decir que, desde
un principio se sostiene que “no había indios” en los alrededores del Nahuel Huapi. En todo caso, La Angostura era
un “lugar de paso” para poblaciones nómades que sí ocu3
paron parte del territorio argentino . Sin embargo, estas
poblaciones no son entendidas como “mapuches”.
3
245
Como afirma Bartolomé: “Los indios estaban y no estaban
allí, el desierto era desierto a pesar de la presencia humana,
pero esta presencia no era blanca, ni siquiera mestiza y por
lo tanto carente de humanidad reconocible. Poblar significaba, contradictoriamente, matar. Despoblar a la tierra de
esos ‘otros’ irreductibles e irreconocibles para reemplazarlos
por blancos afines a la imagen del ‘nosotros’ que manejaba el
Estado Nacional” (Bartolomé 2003: 29).
CUADERNOS 21
El “desierto” no es ya referido a la Patagonia sino que
permanece como generalización a la que se recurre para
interpretar la historia local, lo particular.
“El clima acá ha cambiado cualquier cantidad. O sea,
acá había muchísima nieve antes y ahora prácticamente no
hay. Te decía, la cordillera se podía cruzar cuatro meses al
año, hoy la cordillera la cruzás diez meses al año. Entonces
esas condiciones tan duras hacían que no podía haber un
asentamiento indígena porque no podía sobrevivir” (historiador local).
Pese a los intentos por negar la existencia de población preexistente al Estado Nacional, es claro que los
pueblos originarios mantenían una dinámica particular
en virtud de la economía preexistente en la zona cordillerana, por la cual se mantenía un flujo de movimiento
entre uno y otro lado de los Andes, más allá de cualquier
límite jurídico impuesto con posterioridad. Los mapuches, según esta versión, son indios guerreros provenientes de Chile como resultado de la “araucanización”,
mientras que sobre el actual territorio argentino había
4
poyas y puelches . El discurso que se esgrime es que estos
grupos desaparecieron como producto de la fusión con
los mapuches, quienes se impusieron sobre ellos. En ese
sentido, la conquista de los territorios patagónicos y la
desaparición del “indio argentino” se subsumen al proceso de expansión de los mapuches:
“Cuando se produce lo que acá llaman la araucanización, que es el proceso de cruce de la cordillera de los
mapuches, a partir de 1750, se encuentran, por un lado,
grupos numerosos contra acá, dispersos, culturas débiles de acá, nómades que vivían en grupos de doscientos,
y ellos cruzaban de a miles, y en treinta, cuarenta años,
¿qué pasó? Se fueron fusionando la cultura más armada
y estructurada y de mayor cantidad, absorbió lentamente
a todos estos. De ahí que va desapareciendo el poya y el
puelche” (historiador local).
“Acá ni siquiera fue una guerra de exterminio porque
dominaron, digamos, araucanizaron a las tribus de acá que
eran de índole más tranqui, más pacífica. (…) Eran más
débiles, eran más… Una raza más fuerte sobre una más
débil” (historiador local nyc).
“Están las crónicas de los jesuitas, las crónicas de los
viajeros del siglo XIX, hablan de las primeras tribus, de
las primeras de las tribus autóctonas que hubo acá que
eran los poyas, los puelches, los tehuelches, los pehuenches... Después hablan del avance de los mapuches chilenos, sobre las tribus digamos las comunidades nuestras
(…). Acá hay una gran mentira. La zona nuestra no
estaba poblada por cuando digamos yo hablo de la histo4
Los “poyas” son un grupo étnico que habitaba a ambos lados
de la cordillera de los Andes en la región Norpatagónica.
ria moderna o relativamente moderna a partir de la campaña del desierto. Acá sencillamente no se podía vivir”
(historiador local nyc).
Las categorías de persona: los chilenos Paichil y Antriao
Es interesante tener en cuenta que la explicación
anterior sirve de contexto histórico para comprender la
llegada de las familias mapuches en cuestión a La Angostura. Por una parte, no pueden ser incluidos dentro del
proceso de movilización social ocurrido como consecuencia de la presión de los Estados argentino y chileno
sobre las tierras del sur. Sin embargo, se relata su llegada,
luego de recurrir a la explicación anterior. En este sentido,
la “araucanización” funciona como categoría nativa.
“Ellos dicen también, la comunidad mapuche, que su
comunidad mapuche es anterior al Estado de Chile y al
Estado de Argentina, ¿sí? Como países, como naciones.
Pero aun en esa época, en la época anterior, ellos vivían
en Chile. Y de este lado, vivían los tehuelches, los poyas,
los puelches, ¿sí? Y los mapuches o los araucanos chilenos
avanzaron sobre ellos porque eran más agresivos, estaba
todo el negocio del malón allá en Buenos Aires…” (historiador local nyc).
A su vez, entonces, se entiende que la interpretación
se construye sobre la base de límites territoriales estatales,
aun cuando los Estados no ejercían soberanía nacional
sobre los territorios en cuestión. Sin embargo, es precisamente esta idea la que permite también situar la llegada
de los Paichil y de los Antriao como pobladores chilenos
más que como mapuches:
“Y después lo que viene es la ocupación de tierras por
parte de ciudadanos chilenos descendientes de araucanos, que
venían, incluso sabemos de qué lugar vienen todos. Venían
de un pueblito que se llamaba San Pablo, que está veintiún
kilómetros al norte de Osorno” (historiador local).
Desde esta perspectiva, “cruzar la cordillera” enfatiza una nacionalidad supuesta (no real puesto que no
existía la ocupación efectiva del estado chileno sobre
estas áreas) que subordina en ella a la identidad étnica.
En la medida que el objetivo siguiente a la conquista de
tierras patagónicas fue poblar estos territorios “vacíos”,
desde estos discursos, los recién llegados se convierten
en “argentinos”. No obstante, no todas las nacionalidades
eran valoradas por igual. El espacio de frontera con Chile
hizo que esta fuese considerada “peligrosa”, por lo que se
desarrollan estrategias de “deschilenización” de la población (Méndez 2005:2).
Contrastando con las concepciones expresadas en
los discursos locales, la historiografía actual referida a
las áreas fronterizas muestra un mundo de relaciones
argentino-chileno muy complejo, en donde las relaciones
interétnicas se daban de manera dinámica, apuntando
246
“LOS MAPUCHES SON CHILENOS”
hacia un proceso de centralización política en jefaturas
regionales 5, la conformación de alianzas supra locales y
contactos económicos con el área del Pacífico dominantes
en la comercialización de ganado vacuno en pie. Desde
esta mirada, el fijismo y la ahistoricidad de la Patagonia se
quiebran porque su eje dinamizador ya no se lo considera
exclusivamente el contacto con las costas atlánticas y el
mercado nacional (Bandieri 2005:221-222).
Ninguna de las familias mapuches que recibieron un
título de tenencia precaria, lo obtuvieron en virtud de su
etnicidad, sino que por el contrario, en virtud de las políticas de poblamiento que se estaban llevando a cabo, y
en el marco de apropiación material y simbólica distinta
de la concepción que se tiene sobre el acceso a la tierra
que para el caso desarrollado, inhibió un espacio de identificación y reconocimiento en términos étnicos. Como
señaló el historiador local nyc:
“(…) en 1902 y dicen “bueno, vamos a ver quienes están
ocupando esos lotes y los blanqueamos, pero hay que nacionalizarse argentino”.
“Mirá qué malo que era Roca, les dio las tierras en el
año 1903. O sea, a un año de definirse la cuestión de límites,
les dio en plena frontera un lote pastoril entero a dos familias de indios chilenos. Mirá, qué malo que era”.
Esta última cita, planteada como una ironía por
parte del entrevistado, nos permite pasar revista del
argumento central y muy común la localidad: los Paichil
y los Antriao eran indígenas, pero su adscripción étnica
no se corresponde con la existencia de indígenas dentro
del territorio patagónico argentino sino con la chilena
–“los mapuches, si los hay, vienen de Chile”–. De esa
forma, su adscripción étnica se evalúa en términos de
nacionalidad, “indios argentinos” e “indios chilenos”.
Desde este punto de vista, el reclamo de los mapuches
como pueblo originario resulta ilusorio para el caso
argentino. Esta argumentación coincide con la ideología
de principios de siglo XX, en la cual la postura antichilena fue constante, acompañada de la asociación con
lo indígena. La antinomia era clara entre el extranjero
europeo (“responsable”, “capitalista” y “trabajador”) y
el chileno o indígena (catalogado como “vago” y “sin
recursos”) (Méndez 2005: 3).
A su vez, para comprender esta categorización es
interesante notar que las personas que habitan la villa se
enmarcan dentro los nyc como categoría excluyente:
Historiador 1: —“Le dije que vaya a ver a Margarita en la
Terminal. Ella es bien nyc.
Entrevistador: —¿Qué es nyc?
5
5
Como el caso del Cacique Sayhueque, denominado por Roca
el “Gobernador del País de las Manzanas” (Bandieri 2005 y
De Mendieta 2002).
Historiador 1: —Nacido y criado. Así nos decimos
nosotros…
Historiador 2: —Es famoso acá, sos nyc o no sos nyc.
Historiador 1: —Este es trucho (irónicamente al historiador 2).
Historiador 2: —Yo soy visitante”.
(Diálogo entre dos historiadores locales).
La historia que se relata para los nyc se concentra en
la hostilidad del clima y las dificultades propias del aislamiento y la falta de comunicación. Así se narra la entrega
de parcelas de tierra otorgadas por el Estado con el fin de
poblar la región:
“Las condiciones eran hacer una casa, hacer un galpón,
un corral, limpiar el bosque, sembrar, vivir de eso. Pero era
muy duro, era muy difícil, no tenías nada: educación, salud,
comunicaciones, mercado para vender lo que producías.
Nada, nada de nada” (historiador local nyc).
No obstante, se trata de una categoría excluyente, ya
que nyc no solo se refiere a los primeros pobladores y sus
descendientes, sino también a algunos parientes administradores de las casas de familias aristocráticas. Por esto es
rótulo que se entiende en el marco de una villa con alto
crecimiento poblacional y con visitantes todo el año.
Lo que nos interesa aquí es que en términos de categorías de persona, los descendientes de Paichil y Antriao
son consideradas nyc como descendientes de los primeros
pobladores, no obstante no lo son como pobladores mapuches sino como descendientes de los primeros pobladores
chilenos con origen mapuche, que vinieron a poblar.
“Yo lo único que te puedo decir es que el lote pastoril
9, Roca se lo dio a Paichil y Antriao, que era una familia de chilenos. Como por supuesto el apellido lo dice, su
antepasado era mapuche. Y les dijeron ‘ bueno, esta tierra
te la damos a vos’. Y hay un decreto. ¿Qué pasó de 1902
en adelante? En el año cuarenta y pico, Paichil y Antriao
dividen la fracción única en tres fracciones, dos se queda
Antriao, una se queda Paichil. Escrituran eso, lo cual rompe
el concepto de comunidad. Si es comunidad vos no podes
subdividir. Lo subdividen como familias y esto lo que da pie
para que sigan subdividiendo después con los paichialitos
y los antrialitos. Cada uno tuvo su familia, obviamente, y
cada uno fue quedando con un pedazo de tierra sucesoria.
Y fue así como esto, donde estamos nosotros ahora en este
momento –la Municipalidad–, es parte del lote pastoril 9 de
seiscientos veinticinco hectáreas” (Intendente).
Esta cita es relevante por varias cuestiones: en primer
lugar aparece aquí el reconocimiento de los hechos, solo
que sobre ellos se construye un relato que contrasta con
aquel esbozado por el reclamo. Se resalta que el decreto
existe, pero se hace hincapié en la calidad de descendientes de mapuches (chilenos). En segundo lugar, las
subdivisiones sucesivas son interpretadas como parte de
247
CUADERNOS 21
procesos de compra y venta individuales, y por eso no
pueden constituir una “comunidad”.
“Acá eran inmigrantes chilenos que le dieron los lotes y el
tipo los vendió. Bueno, los vendió. Punto. Pero no vino acá
el Estado y montó una comunidad indígena. Eso no existió.
Ahora que el tipo era descendiente de araucanos y que tendría
sus costumbres, seguramente sí, pero eran dos familias que se
vinieron a vivir acá como arrieros” (historiador local).
Es decir que los Paichil y Antriao son dos familias
individuales que compartían el lote pastoril en calidad de
arrieros. Pero en la medida en la que no hubo reconocimiento del Estado de su comunidad entonces no pueden
constituirse como tales, cuando el reconocimiento estatal
debe seguir a su existencia bajo esta forma jurídica y no
crearla de hecho.
El valor de la tierra
La idea de que los Paichil y los Antriao no constituyen comunidad, sino que son familias de origen chileno,
se asocia también a su relación con la tierra. El decreto
del año 1902 firmado por Roca designa originalmente
las seiscientos veinticinco hectáreas que corresponden
al lote 9 de la Colonia Agrícola Pastoril Nahuel Huapi. El
acceso a la tierra no residía en la adscripción étnica, sino
en relaciones de amistad o en la colonización a partir del
reconocimiento del dominio del Estado argentino y el progresivo crecimiento de un sentimiento de afirmación de la
nacionalidad. Méndez (2005) señala el informe de inspecciones realizadas en 1906 y 1909 a la Dirección Nacional
de Tierras y Colonias en donde se demuestra que el acceso
a la tierra de inmigrantes chilenos no fue, a diferencia de
otras nacionalidades, como propietarios, sino bajo figuras
nominativas, de “consecionarios” u “ocupantes”.
El lote 9 se extiende desde el centro de la ciudad hasta
el puerto. Sobre él se asienta la municipalidad y los edificios públicos y el centro comercial. Las familias Paichil
y Antriao, por su parte, han quedado desplazadas hacia
el límite norte del lote, en el camino que recorre el Cerro
6
Belvedere . Para el tipo de relato que estamos analizando
en esta oportunidad, este desplazamiento se explica por el
bajo valor de la tierra en el momento.
“A través de los años, les fueron comprando tierras que
las cambiaban a veces por dos vacas o un caballo pero porque en ese momento, en ese contexto histórico, que es lo que
no entiende, la tierra valía eso. Cuando el gobierno les da
las seiscientas hectáreas, el valor era de cuatro vacas o seis
vacas y dos caballos. Vos vendes seiscientas hectáreas hoy en
quince mil pesos, cuando hoy vale el metro cuadrado eso”
(historiador local).
6
Específicamente, se encuentran en los límites urbanos en el
Barrio El Cruce, Barrio Epulafquen y Barrio Norte.
Efectivamente, estas familias a medida que la localidad
y las familias fueron creciendo, fueron perdiendo las subdivisiones sucesivas. Distintos mecanismos operaron en
este sentido: el cobro de impuestos por parte de Parques
Nacionales, la expulsión por antecedentes policiales o el
estar indocumentados, la venta de la tierra a valores bajos,
y mecanismos de endeudamiento resultados de relaciones
de peonaje. Algunos interlocutores han hecho referencia a
una suerte de anécdota local que tuvo lugar en los años
40, cuando Segundo Paichil intercambió con un conocido
vecino del lugar 40 –de apellido Salamida– hectáreas de
tierras por “…una casilla y una caja de vicios por mes porque no tenía descendencia y estaba viejo para trabajar…” .
“Claro, vos podés pensar ahora en el 2006, con lo que
vale esa propiedad, Salamida cambió la tierra por dos
bananas, un pedazo de carne, un litro de vino y atado de
cigarrillos. Le cambió una cosa que hoy vale, pero por qué
no te vas cuarenta años atrás donde vivir acá no era fácil,
donde trasladarte del monte hasta acá te costaba un perú,
donde vivías solo, tenías que hacerte de leña, el médico no
llegaba… Y bueno ponete en la piel de Salamida que nunca
me pareció un mal tipo. Yo lo conocí de grande, ya de viejo y
andá a ponerte en la piel de ese pobre Paichil que lo habían
dejado solo. Ahora es muy fácil, con el diario de ayer yo te
hago política” (Intendente).
“Después hubo otro de un heredero Bairria que a través de unos abogados hizo un juicio sucesorio abreviado,
sacó un edicto en un momento en un diario regional y otro
nacional, convocando a los herederos para que vengan a
reclamar un pedazo de tierra. Y bueno, como obviamente,
nadie leyó el diario, el tiempo pasó y se quedó con terreno
este descendiente de los Paichil Antriao, con el abogado. Y
bueno, este era el chico que cuando fue, compró, sabía que
compraba eso” (Intendente).
Efectivamente, existen distintas anécdotas que dan
cuenta de la pérdida de tierras por medio de artilugios y
estrategias que escapaban a los mapuches. En ese punto,
cabe reflexionar si el valor de la tierra sólo se mide en términos monetarios. Porque cierto es que si bien el metro
cuadrado podía tasarse a bajos valores, en el espacio físico
patagónico la propiedad de la tierra, y el acceso a ella
constituyó parte del imaginario del poblamiento como
política nacional. No es nuestro objetivo desarrollar en
profundidad esta cuestión, pero sí es de hacer notar que
quienes económica y políticamente estaban en condiciones de apropiarse de terrenos patagónicos, lo hicieron
aun cuando la tierra permanecía improductiva (Bandieri
2005). Por esto grandes extensiones de tierra en los alrededores de la villa fueron apropiados por sectores de la
oligarquía porteña y que desde sus orígenes encontramos
su presencia en el reparto efectuado por parte del Estado
Nacional. Aún más, Méndez (2005) da cuenta del interés
248
“LOS MAPUCHES SON CHILENOS”
de la oligarquía porteña en estas tierras cuando menciona
la denuncia de Emilio Frey, encargado de la Oficina de
Tierras y Colonias en 1918, que acusa a Jorge Newbery
(encargado del Parque Nacional Nahuel Huapi):
“El Sr. Newbery dice que esos colonos son indios chilenos que cometen toda clase de depredaciones. Ignoro si hay
alguna disposición legal que prohíba a los indios chilenos
vivir en tierra argentina (…). Lo que el Sr. Newbery busca
desde tiempo atrás es obtener las mejores tierras de esa región.
Acuérdese que ha solicitado entre otros el lote 49 de la Colonia del Nahuel Huapi, cuyo valor en maderas pasa de medio
millón de pesos y que es una de las más hermosas joyas del
lago Nahuel Huapi. Es imposible que el Sr. Newbery pueda
ocuparse como corresponde del desalojo de los que él llama
intrusos. Esta es tarea esencialmente policial y sin duda las
autoridades del Neuquén y del Río Negro, tienen muchos más
7
elementos y conocimiento para su vigilancia” .
En la actualidad, aquello valorizado en términos simbólicos, se corresponde con las condiciones económicas
que permiten incrementar el valor del metro cuadrado.
Por ello, la reivindicación étnica se evalúa en términos de
intereses económicos “oportunistas”:
“En este momento hay un negocio inmobiliario por eso
hay un reclamo pero no tiene nada que ver con la historia”
(historiador local).
“Eso de estar hablando de las injusticias hace quinientos
años, y ya está, somos todos argentinos. Con ese digamos discurso se siguen fomentando la bronca, la violencia, la disociación, el resentimiento. En el trasfondo te das cuenta que es por
intereses económicos. En definitiva, es nada más y nada menos
que la ambición de que ahora los terrenos valen, entonces todo
el mundo se acordó que algo, alguna gota de sangre mapuche
que por ahí tenían guardada” (funcionario municipal).
Este discurso se enfunda en un contexto en el cual
unos meses antes se corrió la versión de un desalojo con
el fin de construir un complejo de “bungalows” que apro8
vecharían la belleza de Paso Coihue . También fuentes
periodísticas de Villa La Angostura consideraron que el
desalojo tenía relación con el proyecto de fundar otro
pueblo equidistante entre esa localidad turística y Bariloche, idea que había sido lanzada con anterioridad a estos
hechos por el intendente (anterior al actual) de esta loca9
lidad . A partir de estas acciones se instaló este conflicto
7
8
9
Colección Emilio Frey. Carta de Emilio Frey al Sr. Joaquín de
Vedia, fechada en Buenos Aires el 10 de diciembre de 1918 y
dirigida al Jefe de la División de Inspección. 16. V. Museo de
la Patagonia. Bariloche. Citada en Méndez 2005: 7).
Resistencia y Asado, en http://argentina.indymedia.org/
news/2003/05/111855.php.
Recuperación en Paso Coihue, en http://argentina.indymedia.
org/news/2003/05/112415.php.
en la opinión pública, remarcándose la presencia indígena, en una localidad que ha negado sistemáticamente la
existencia de poblaciones indígenas entre sus habitantes.
Otro de los emprendimientos que motivó la tala
de árboles en la zona próxima a donde se establecieron
los mapuches y que provoca polémica entre ellos, es un
deporte originario de Costa Rica denominado “Canopy”,
consistente en desplazarse entre los árboles a cierta altura
a través de unas sogas y roldanas. Algunos coihues sostienen a las plataformas que constituyen los puntos de partida y llegada para los deportistas, en tanto los árboles que
fueron derribados permiten generar un espacio de desplazamiento. Paradójicamente en los afiches promocionales
y en la página Web de la empresa que promociona esta
actividad recreativa, muestra todas sus características y
adjunta un mapa donde para acceder al lugar es necesario
ingresar por la calle “Cacique Antriao”, la que naturalmente
se denomina así, dado que en dicho lugar históricamente
10
ha residido la población indígena homónima .
La mentira de la comunidad
Finalmente, el relato seguido permite llegar al descrédito del reclamo mapuche. Por un lado, se mencionó la
diferenciación hecha de “familias” versus “comunidad”.
“Acá no es comunidad tienen un rejunte de gente para
reclamar tierra que vale mucho si vos me pedís que te lo
defina es así” (funcionario municipal).
“Que no me vengan a joder con la comunidad mapuche
y la p…Porque es mentira, acá vivían el indio con el alemán, con el negro, y todos nos llevábamos bien (historiador
local, nyc).
Cabe resaltar que esta imposibilidad para “ver” la
comunidad, hacerla visible en términos geográficos, para
el caso que nos ocupa es el resultado de un proceso diferente al seguido por otras poblaciones con las que se suele
comparar, San Martín de los Andes y Junín de los Andes.
Para Ezequiel Ramos Mejía, Ministro de Agricultura y
de Obras Públicas durante las presidencias de Figueroa
Alcorta y Roque Sáenz Peña, la política a seguir con los
indígenas consistía en la fragmentación y diseminación
por familias en estancias a fin de ponerlos al servicio de
los requerimientos del modelo productivo y “civilizarlos”
11
(Méndez 2005: 4) .
Llegamos a un punto en el discurso en donde el descrédito se inviste de prejuicios de tipo esencialistas en términos de cómo tipificar un “ethos” mapuche:
10 En http://www.canopyargentina.com.ar/principal.htm.
11
249
“… la tribu los mantiene en el antiguo régimen del salvajismo
sin la más remota posibilidad de un progreso fundamentalmente
reñido con tal organización social” (Ramos Mexía 1921: 44.
Citado por Méndez 2005: 4).
CUADERNOS 21
“Yo conozco muchos apellidos de origen mapuche, pero
jamás los escuché hablar en mapuche y al contrario, ellos
mismos se avergonzaban de tal porque el blanco ha hecho
un buen trabajo en ese sentido. Entonces se conformaban
con lo que tenían. Pero jamás hubo una reivindicación
como agrupación” (Intendente).
“Hoy por hoy la cultura mapuche en La Angostura no
la tenemos para nada como un producto. San Martín de los
Andes sí la tiene. Nosotros no porque está muy diluida... son
gente descendiente de mapuches, como podrían haber sido
bolivianos o uruguayos. (…) Pero no pueden venir a pedir
hectáreas de tierras porque sus ancestros vivían corriendo al
choique, o vivían cultivando las arvejas, porque ahora no lo
12
vas a hacer, chango” (funcionario municipal) .
Estas citas evidencian que tras los relatos subyacen
imágenes esencialistas desde el sentido común. No hablar
“en lengua” es un factor desacreditante a la vez que correr
el choique apela a la imagen típica del “salvaje” o “primitivo”. Aquí aparece una diferenciación en el discurso entre
estos funcionarios y el historiador que representa el relato
de los pioneros y por tanto hemos denominado nyc. Esta
distinción ocurre en el plano del reclamo en términos
políticos. Este historiador construye una imagen de peligrosidad de quienes se hacen pasar por mapuches:
“Están los mapuches truchos, te lo digo con todas las
letras. Porque es una gran mentira, en esta zona nunca
hubo mapuches como creo que te he contado al principio,
porque simplemente no podían subsistir. Gente de otro lado,
los que realmente son descendientes, las primeras familias
pobladoras no se meten, no se meten. (…) Son todos tipos
de afuera. Hay bolivianos, qué sé yo todo lo que hay” (historiador local nyc).
En la disputa política, esta imagen también se representa como tal para los funcionarios en tanto preexiste la
relación social y política de los mapuches más allá de la
localidad en particular.
“(…) hay otro pariente que ha traído gente de la zona de
Bariloche que son más aguerridos andan con la cara tapada
parecen piqueteros, y los han metido ahí para presionar”
(funcionario municipal).
El Intendente también narra la toma de la intendencia (a fines de 2005) como un momento el cual se sintió presionado por “gente de afuera” y por “dirigentes”
de agrupaciones mapuches ajenos al problema local.
Esta imagen de “peligrosidad” de los indígenas en la
actualidad, contrasta con la imagen que de las “familias
chilenas de origen mapuche pioneras” se describe en el
relato histórico:
12 El “choique” o
ñandú petiso (Pterocnemia pennata) es uno de
los representantes autóctonos de la fauna patagónica. En http://
www.patagonia.com.ar/patagonia/animaleschoique.php.
“Acá no había diferencias. Árabe, chileno, alemán, italiano, araucano, indio, qué sé yo. Yo realmente te puedo
hablar de indios que eran tipos dignos, respetables, ¿sí? Acá
frente a mi casa vivía uno que era Don Pedro Lleufo, que era
caminero municipal, el tipo arreglaba las calles. Llegó no se
sabe bien de dónde. Lo vieron trabajador y la municipalidad en esa época tomaba tipos trabajadores. Pero no tenía
papeles. Entonces el juez de paz le arregló los papeles y con
eso pudo entrar en la municipalidad. Y el decía que el juez
ese era su papá. Está bien, le había dado existencia oficial. Y
hay tantas del buen negro. Se enfermó el juez y él iba a dormir en el juzgado de paz, a la puerta, como un perro porque
tenía que cuidar a su papá” (historiador local nyc).
“Te puedo contar de Don Bartolo Catrinao también,
puro indio. Del otro lado del lago vivía en un aserradero.
Después los dueños levantaron todo y se fueron, pero él
quedó. Quedó veinticinco años viviendo ahí, esperando al
patrón. Porque el patrón le había dicho que iba a volver. Eso
es dignidad” (historiador local nyc).
Los mapuches del relato histórico aparecen ocupando
un lugar de subordinación económica –el peón de aserradero–, y político-jurídica –frente al Estado–. En la
medida en que ocupan un espacio subalterno y demuestran “lealtad” hacia el superior, entonces cobran un halo
de dignidad. Son dignos en la medida en que entienden y
no cuestionan el “orden civilizado”.
La comunidad mapuche como producto turístico
Es interesante señalar, como predomina una visión de
la historia que pareciera permanecer inalterada a la hora
de reflexionar sobre el presente ya que se continúa planteando “lo mapuche” en términos de adaptación al orden
existente. Como afirma el Intendente:
“Los quisimos integrar. Nos parece un producto interesante.
Un producto más de todos los que tiene Villa La Angostura”.
Para el funcionario, la existencia de mapuches es
posible en Villa La Angostura en términos de su posicionamiento en el marco de la estructura de la relaciones
vigentes. Parecería que la condición para que cobrasen
existencia es la de “producto turístico”:
“Si vos querés vivir dignamente con tus tradiciones y tu
cultura y querés aprovecharte de estas para poder posicionarte en el turismo entonces yo te puedo ayudar. Es más
estoy abierto a todo esto y dalo por hecho que lo vamos a
hacer. Ahora cuando vos partís de algo en lo que reclamás
son tierras que otras personas dicen que tienen los títulos
habilitantes, es muy difícil. Porque ahí es donde se rompe
todo tipo de diálogo” (Intendente).
Pensamos que aquí aparece el Estado definido a
partir de su propia gestión, es decir a partir de su intencionalidad. Mientras Villa La Angostura es considerada
una “aldea de montaña” que conserva sus cualidades de
250
“LOS MAPUCHES SON CHILENOS”
tierra virgen y reserva natural para un turismo de alto
poder adquisitivo, la gestión del gobierno municipal se
concentra en la canalización de sus organismos y planes
en la acentuación de este perfil que garantiza la dinámica
económica de la ciudad y aporta importantes capitales de
inversión, sobre todo en materia de construcción. Desde
esta lógica, el propio intendente sólo puede concebir la
presencia mapuche en la medida en que esta sea plausible
de convertirse en un producto de marketing que sirva a
la atracción del turismo, “(…) como un producto más de
todos aquellos que ofrece La Angostura”.
“Como están apostados en un lugar que es un circuito
turístico, les dijimos “¿por qué no se organizan y cobran un
estacionamiento y cuidan los autos de los turistas y venden
artesanías?”… Querían vender choripán ¡Si vos vendés choripán te tengo que pedir como mínimo que pongas un baño,
que tengas una cocina porque sino la gente de los comercios
acá, me van a matar! Tenés que por lo menos hacer algo, no
es la costanera esto, podés poner un carrito donde están los
rollingo, donde está el partido de fútbol y vendes chorizo.
Es decir, tratamos de hacer las cosas lo más, que no sea lo
mismo que en otros lugares. ¿Querés vender cosas envasadas?, ¿querés poner un kiosco?” le digo, ‘poné un kiosco,
vendé cosas envasadas’, ‘ah bueno, entonces podemos vender
hamburguesas’. No. Si vamos a vender hamburguesas tenemos que tener otro tipo de cosas, ¿sí?
Entrevistador: Ahora están cuidando coches.
Intendente: Pero se podría hacer mucho más legal. Se
puede hacer de otra forma. Organizadamente. Y no, no
quieren hacerlo. Me parece que deberían. Me ofrezco a
hacerles yo la folletería para que el visitante se vaya con
un souvenir. Como cuando vas a Mundo Marino, que vos
pagás la entrada y te dan” (Intendente).
En este sentido, es interesante notar que mientras por un
lado, se niega su existencia, o esta se convierte en una categoría estigmatizante vinculada a la nacionalidad chilena,
por el otro, el reverdecer de su identidad es posible en la
medida en que esta pueda convertirse en un “bien común”
que potencia la complejidad económica de la ciudad.
CONSIDERACIONES FINALES
Nuestra hipótesis general de investigación es que
las profundas transformaciones asociadas al desarrollo
de inversiones turísticas en la zona estudiada, favorecen
la emergencia y desarrollo de las identidades étnicas y sus
acciones reivindicativas concretas como forma de articular
demandas políticas, sociales y económicas.
En esta oportunidad decidimos enfocar la mirada en
los discursos que se construyen dentro de la población local
y que cargan de sentido negativo las alternativas de reconocimiento. Es por ello, que hemos intentado rastrear los
orígenes de estos sentidos que son dados en términos de
interpretación histórica. A partir de dicho análisis, comprobamos que la constante inferiorización material y simbólica
de las sociedades nativas ha conducido al desarrollo de procesos tipificables como etnocidios (Bartolomé 1997:72-73)
ya que el proceso de desadscripción sufrido a lo largo del
siglo XX se ha visto acompañado de estrategias coactivas
como la apropiación de tierras por parte de otros sectores
de la población local. A su vez, se comprueba la constante
deslegitimación en la interpretación histórica de la existencia de poblaciones mapuches en términos de “pueblos
originarios”. Esto resulta de colocar a una sociedad “(…)
en situaciones físicas e ideológicas que imposibilitan o dificultan extraordinariamente su reproducción social e identitaria.
Dichos procesos comienzan por el abandono de rasgos culturales propios, continúan con el reemplazo lingüístico y concluyen
con la renuncia a la filiación indígena: el progresivo abandono
del mundo cultural concluye en una descaracterización étnica.
Pero el abandono de la cultura no suponen necesariamente la
renuncia de la identidad, aunque es frecuente que se den asociadas”. Trinchero llama a esto “identidades políticamente
estigmatizadas”, que constituyen “(…) identidades estructuradas en los códigos de visibilización generados desde el poder
político que en un momento dado gobierna el Estado y en
general desde los partidos políticos que reconocen la ‘otredad’
a través de dispositivos propios y susceptibles de enredar las
identidades étnicas” (Vázquez 2004: 145). En esto juegan un
rol clave las contradicciones del mismo Estado y las luchas
políticas hacia el interior de los sectores de poder que se
disputan su hegemonía y la étnico-política por otro (Trinchero 2000 y Vázquez 2004).
Bartolomé denomina a esto “transfiguración cultural”
como expresión de estrategias adaptativas que las sociedades subordinadas generan para poder sobrevivir y que
van desdibujando su propio perfil cultural e identitario;
para poder seguir siendo hay que dejar de ser lo que era
(Bartolomé 1997:73).
“Se puede señalar entonces que muchas de las manifestaciones de la identidad étnica aparecen como resultantes
de las diferentes posiciones de poder derivadas de las relaciones de dominación políticas y económicas, así como sus
expresiones simbólicas” (Bartolomé 1997: 71).
Una de las consecuencias de estos sistemas es que
construyen formas identitarias calificables como identidades subordinadas en la medida en que dependen de
un antagonista dominante para conformarse. El caso
extremo de estas identidades subordinadas es la que Cardoso de Oliveira denomina identidad negativa, “(…) es
decir aquella orientada hacia la renuncia de sí misma como
resultado de la internalización de la ideología discriminatoria de los sistemas interétnicos” (Bartolomé 1997: 71).
Finalmente, creemos que la propuestas que apuntan
a la visibilización mapuche en términos de “producto
251
CUADERNOS 21
cultural”, sortea la tradicional negación y deslegitimación propia de un proceso etnocida, aunque no por eso
se encuentra libre de etnocentrismo. Basta con considerar que el espacio que podría reservar para el mapuche
se constituye como un espacio de nueva subordinación,
acorde al orden vigente, en tanto se propone la realización de actividades vinculadas al turismo, que en otras
ciudades no hacen más que reproducir las relaciones de
dominación como es el caso de la producción artesanal.
AGRADECIMIENTOS
El presente trabajo ha sido financiado por el Proyecto de
la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica:
“Problemática artesanal indígena. Procesos productivos y de
comercialización: un análisis comparativo de grupos Mapuche, Chané y Wichi” y el Proyecto UBACyT (2004-2007)
“Explotaciones turísticas y comunidades mapuches: conflicto
interétnico y prácticas de reproducción social en Norpatagonia”. Facultad de Filosofía y Letras - UBA. A la vez parte
de la información que se expone surge del “Proyecto de fortalecimiento comunitario, rescate de la identidad Mapuche y
reafirmación territorial del Lof Paichil Antriao y Quintriqueo”
financiado por el I. N. A. I. (Instituto Nacional de Asuntos
Indígenas) (año 2006). Agradecemos a la Biblioteca Popular
“Osvaldo Bayer” de Villa la Angostura, en especial a la subcomisión “Archivos del Sur” por el apoyo brindado que hizo
posible la realización del presente trabajo.
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1852-1002
ISSN 0570-8346
NOTA S
UNA PERSPECTIVA ESPACIAL PARA EL ESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES
DE VALLE FÉRTIL (PROVINCIA DE SAN JUAN)
Pablo Cahiza*
RESUMEN
En este trabajo presentamos el registro de sitios con representaciones rupestres de Valle Fértil en el sector oriental
de la provincia de San Juan. A partir de los datos generados por la prospección sistemática del área, relacionamos el
emplazamiento de ese tipo de sitios con las características ambientales y la localización de asentamientos, morteros
colectivos y canteras-talleres líticos de las sociedades formativas del área.
PALABRAS CLAVE
Valle Fértil - representaciones rupestres - emplazamiento - sociedades formativas
ABSTRACT
In this paper we present survey and recording of rock art sites in the Valle Fértil, eastern region of San Juan province. We relate site location, presences of collective mortars lithic quarries and workshops characteristics of formative
societies with other environmental features.
KEY WORDS
Valle Fértil - rock art - location - formative societies
INTRODUCCIÓN
Desde fines de 2003 llevamos adelante un proyecto de
arqueología regional en Valle Fértil, sector oriental de la
provincia de San Juan, que tiene como objetivo estudiar
los cambios y continuidades de los procesos socio-económicos de las sociedades formativas locales.
Para ello desarrollamos un diseño de investigación
que articula la prospección de los diferentes componentes
ambientales del paisaje de Valle Fértil y la excavación de
sitios de cada unidad del espacio. Además de la localización y relevamiento de sitios y lugares de hallazgos aislados del componente agro-alfarero, uno de los resultados
de las tareas de prospección fue la detección de siete sitios
con representaciones rupestres.
Para el abordaje específico de las representaciones
rupestres utilizamos el concepto operativo de “emplazamiento”, entendiendo que relaciona el contexto de localización de estos sitios con el paisaje (Aschero 1997:18).
La Sierra de Valle Fértil y la Sierra de la Huerta forman un sistema serrano longitudinal en el sector oriental
de la provincia de San Juan (Mapa 1) e integran la provin∗ Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales,
Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CRICYT-Me) - Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. [email protected]
cia fitogeográfica del Chaco, específicamente su distrito
del Chaco Árido en los llanos y del Chaco Serrano en la
ladera oriental de la sierra.
LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES DE VALLE FÉRTIL
Los antecedentes sobre el arte rupestre de Valle Fértil
sólo cuentan con la información publicada por Ardissone
y Grondona (1953) y por Schobinger y Gradin (1985). En
el primer caso se mencionan y describen petroglifos en dos
locaciones: en la “Piedra Pintada” y en las “Mesillas” (denominación regional para mesetas de escasa altura), ambas en
las proximidades de la Villa de San Agustín de Valle Fértil.
En tanto Schobinger y Gradin adelantan una caracterización de sitios documentados por el primero en Valle Fértil
de “tendencia abstracta más o menos compleja”, sin dar otra
precisión geográfica ni cuantitativa. Un aspecto interesante
es la proposición que los asocia culturalmente al área de los
Llanos de La Rioja (Schobinger y Gradin 1985:77).
Al norte del área se destaca la presencia de grabados rupestres prehistóricos e históricos en Ischigualasto
(Riveros y Varela 2001; Podestá et al. 2006; Rolandi et al.
2003) y en el Parque Nacional Talampaya (Cáceres Freyre 1966; Schobinger 1966; Giordani y Gonaldi 1991 y
Ferraro 2005).
En tanto en el sector oriental de los Llanos, en las
décadas de 1930 y 1950 se publicaron relevamientos para
253
CUADERNOS 21
el área de Tama y Solca (Aparicio 1939, Cáceres Freyre
1956-57) y actualmente se desarrolla un proyecto de relevamiento de las representaciones rupestres en la Reserva
Provincial de Uso Múltiple Guasamayo –Malanzán, La
Rioja– (Rolandi et al. 2003) y otro en Santa Rita Catuna
(Sergio Martín, comunicación personal).
Nuestros trabajos de prospección en Valle Fértil, significaron el relevamiento de siete sitios con representaciones
rupestres: 1) Mesillas de Usno, 2) Mesillas de San Agustín,
3) La Piedra Pintada, 4) Portezuelo del río las Juntas 5)
Río Las Tumanas, 6) Río Chucuma, y 7) Chucuma.
En los siete casos se trata de sitios que poseen buen
grado de visibilidad, especialmente por la baja cobertura
vegetal en donde se emplazan los grabados rupestres. Se
caracterizan por presentar dos tipos de soportes rocosos:
1) paredes de rocas planas y lisas, de tipo granitoide y 2)
bloques de rodados con pátina del desierto. Las representaciones rupestres relevadas fueron elaboradas por grabado mediante incisión punteada.
Sitios del Piedemonte
Mesilla de Usno: se encuentran localizados en la localidad
de Usno, a aproximadamente 500 m de la margen izquierda
del río Usno, al norte de la villa y en terrenos vecinos al
Cementerio (S 30º 33’ 43,9’’ W 67º 32’ 27’’). El soporte, de
tipo 2, consiste en cuatro bloques de rodados que presentan
la típica pátina oscura del desierto. Ninguno de los cuatro
bloques supera un volumen de un metro cúbico.
El estado de conservación de los petroglifos varía entre
malo-regular de uno de los bloques a regular-bueno de los
tres restantes. Por otra parte, según informantes locales, su
accesibilidad y cercanía a la Villa de Usno ha facilitado que
otros bloques hayan sido trasladados del lugar.
Las representaciones consisten principalmente en figuras antropomorfas, pisadas de ñandú (tridígitos), un camélido, figuras abstractas lineales y geométricas circulares.
Mesillas de San Agustín: están emplazados en una formación similar a la anterior, esta vez en las proximidades
del río del Valle, en la localidad de San Agustín de Valle
Fértil, en el cono aluvial del río, sobre su margen derecha
(S 30º 37’ 9,8’’ W 67º 27’ 39,8’’ 850 msnm). El soporte
también es de tipo 2.
Al igual que en el caso de Usno su cercanía con la Villa
y su accesibilidad posibilitaron la extracción de rocas grabadas. Por ejemplo, Ardissone y Grondona observaron
más de treinta rocas con petroglifos (1953:113), mientras
que nosotros identificamos solo dieciséis en tres visitas al
sitio. Otro problema conservacional que detectamos, es la
reactivación moderna de los grabados.
Las representaciones relevadas por Ardissone y Grondona (1953:114) son una figura antropomorfa, una huella de ñandú (tridígito), y una figura abstracta lineal de
doble espiral. Estos motivos aparecen repetidamente,
agregándose en nuestra identificación círculos concéntricos, espiralados, volutas y antropomorfos.
La Piedra Pintada: es el conjunto de representaciones
rupestres más conocido de Valle Fértil y se lo incluye en
la oferta turística del área. Está localizado en la margen
izquierda del río del Valle (en su curso inferior), frente a
la Villa de San Agustín de Valle Fértil (S 30º 37’ 42,3’’ W
67º 29’ 8,7’’ 850 msnm).
Los grabados se encuentran a una altura aproximada
de quince metros, en una pared de roca de unos doce
metros cuadrados –soporte de tipo 1– con pátina del
desierto. Su estado de conservación es muy bueno.
Los grabados de La Piedra Pintada están integrados
por motivos figurativos: dos serpentiformes (figura 1) y
uno fitomorfo (posiblemente cardón del tipo Trichocereus
terschekii); y abstractos simples (líneas curvas) y complejos (formas geométricas compuestas por rectángulos con
diseños internos).
Grabados de Las Tumanas: Unos cuarenta kilómetros
al sur de San Agustín de Valle Fértil se encuentra el río
Las Tumanas. En el tramo final de la quebrada del río,
en su salida hacia el piedemonte y cono aluvial, en una
pared sobre la margen derecha del río se halla un único
petroglifo (S 30º 51’ 50’’ W 67º 19’ 05’’).
Su soporte es del tipo 1 y se encuentra a unos cinco
metros de altura. Al igual que la Piedra Pintada, posee un
grado de conservación muy bueno.
El único motivo rupestre representado en las Tumanas
es una figura abstracta geométrica compleja, una especie
de escudo.
Río Chucuma: la localidad de Chucuma se encuentra cincuenta y seis kilómetros al sur de San Agustín,
recostada sobre la Sierra de La Huerta y sobre la margen
derecha del río Chucuma. Precisamente en la puerta de
la quebrada relevamos una pared rocosa (soporte 1) con
motivos rupestres figurativo astral o solar, geométricos
lineales paralelos curvos y geométricos compuestos de
rectángulos y círculos dobles o concéntricos (figura 2).
Bajo Chucuma: en el piedemonte de la sierra, sobre el
cono aluvional del río Chucuma y dos kilómetros al oeste
del pueblo actual identificamos un sitio con representaciones rupestres. Se trata de dos motivos antropomorfos
grabados sobre una roca pequeña –80 x 72 cm–.
Sitios de quebradas y valles interserranos
Portezuelo del río las Juntas: distante quince kilómetros al este de San Agustín, en un pequeño valle entre la
Sierra Grande y la del Medio de Valle Fértil, unos quinientos metros al norte del río de las Juntas, localizamos
un bloque de piedra con grabados rupestres (S 30º 40’
44,7’’ W 67º 33’ 7,8’’).
254
UNA PERSPECTIVA ESPACIAL PARA EL ESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES
Mapa 1 - Localización del área de estudio y de los sitios con representaciones rupestres:
1. Mesillas de Usno, 2. Mesillas de Valle Fértil, 3.La Piedra Pintada, 4. El Portezuelo de las Juntas,
5. Las Tumanas, 6. Río Chucuma y 7. Chucuma
Figura Nº 1 - La Piedra Pintada, San Agustín de Valle Fértil
255
CUADERNOS 21
Las representaciones están en dos caras de un rodado
con pátina oscura (soporte 2). Esta posee dos fragmentaciones recientes (realizadas para un fallido transporte,
según nos han relatado los lugareños).
Los motivos representados son figurativos antropomorfos y zoomorfos: camélidos y huellas de ñandú, y
abstractos geométricos (figura 3).
Emplazamiento y contexto: una interpretación espacial de las representaciones rupestres de Valle Fértil
Nuestras prospecciones en el área han detectado cuatro sectores donde la densidad de sitios arqueológicos
residenciales es mayor en los conos aluvionales de los ríos
Usno, del Valle y Las Tumanas, en el piedemonte de la
Sierra de Valle Fértil; y en el cono aluvial del río Las Juntas
en un valle interno de la Sierra. En esas zonas se encuentran emplazados los grabados de las Mesillas de Usno, de
las Mesillas de San Agustín, la Piedra Pintada y los del
Portezuelo del río Las Juntas. Por otra parte, relevamos
una concentración menor de sitios en el cono aluvial del
río Chucuma (mapa 1).
Al mismo tiempo, los sitios con representaciones
se encuentran localizados en los sectores seleccionados
con recurrencia para la vida humana en el Valle, cuestión que se materializa en la presencia asociada de asentamientos prehispánicos, hasta el emplazamiento actual
y colonial de poblaciones y estancias (Usno, San Agustín
y Las Tumanas).
Los sitios Piedra Pintada, las mesillas de San Agustín,
Las Tumanas y Chucuma están en relación con sitios de
actividades especializadas con morteros colectivos, una
de las manifestaciones arqueológicas halladas con más
frecuencia en Valle Fértil (Ardissone y Grondona 1953:
95-111). En tanto los petroglifos de Usno y del Portezuelo se
encuentran asociados a “mesillas” donde detectamos sitios
que pueden caracterizarse inicialmente como canteras y
talleres de extracción de materias primas y formas–base,
debido a la abundancia de núcleos y nucleiformes, escasa
presencia de instrumentos formatizados y desechos de talla
con tamaños que van del mediano-pequeño al grande.
Los sitios analizados se encuentran relacionados
espacialmente con sitios arqueológicos representativos de
los componentes formativos de Valle Fértil. A partir de
nuestras excavaciones en los sitios Usno 1, Usno 2, Las
Tumanas 1 y Las Tumanas 2, definimos estos componen-
tes especialmente por las características de sus conjuntos
cerámicos –con decoración incisa y pintada geométrica– y
que datamos entre los siglos XIII y XVI d.C. Proponemos
este mismo período para la realización de las representaciones rupestres del área.
Al mismo tiempo, esta asociación locacional con áreas
de asentamiento, implica la ocurrencia de estos en espacios de actividad doméstica, o por lo menos en posiciones
muy próximas a ellas. Por lo tanto estas representaciones no estarían en situaciones restringidas a algún grupo
específico de la comunidad, sino a la vista de todos sus
integrantes y cualquier connotación ritual que se le quiera
asignar a las representaciones, debería hacerse dentro del
ámbito de lo doméstico (Aschero 1997:20).
Por otra parte, los sitios se encuentran en el acceso y
salida de pasos y quebradas, lo que podría asociarse con
el tránsito intersierras y traslasierra (área de los ríos Bermejo y Zanjón). Esta recurrencia de situaciones podría
indicar una función marcadora del paisaje de las representaciones rupestres.
La inserción del estudio del arte rupestre de Valle Fértil
en un análisis de tipo regional, donde se articula su localización con el espacio de ocupación de los grupos que
probablemente lo producen y con el paisaje, nos posibilitó
acercarnos de una forma más integradora al conocimiento
de las sociedades prehistóricas del este de la provincia de San
Juan. A partir de ese planteo asociamos su emplazamiento
con áreas de actividad doméstica, tales como asentamientos, áreas de molienda y talleres líticos, lo que nos induce
a proponer un acceso social poco jerarquizado. También
identificamos una relación locacional entre los sitios con
representaciones rupestres con los recursos hídricos, tipos
de suelos y vías de comunicación.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se enmarca en el proyecto “Arqueología
del Noreste de San Juan: Poblaciones locales y dominación Inka en Paso del Lámar y áreas de influencia”, dirigido por el Dr. J. Roberto Bárcena. Agradezco a María José
Ots, Cecilia Frigolé, Raúl Fortunato y Juan Pablo Aguilar
quienes participaron en las tareas de campo. A Rosana
y Matías Peñaloza, por la hospitalidad y la información
brindada para el área de Chucuma. A los evaluadores de
este trabajo, por sus valiosas sugerencias.
256
UNA PERSPECTIVA ESPACIAL PARA EL ESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES
Figura Nº 2 - Representaciones rupestres de río Chucuma
Figura Nº 3 - Representaciones rupestres del Portezuelo de las Juntas
257
CUADERNOS 21
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Schobinger, J. y C. Gradin
1985 Arte rupestre de la Argentina. Cazadores de la Patagonia y agricultores andinos, Madrid, Encuentro
Ediciones.
258
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007
1852-1002
ISSN 0570-8346
CERRO CASA DE PIEDRA 7, UNA FECHA RECIENTE
María Teresa Civalero, Damián L. Bozzuto, Antonela Di Vruno y Mariana E. Di Nigris*
En el marco del proyecto que se desarrolla en el sitio
Cerro Casa de Piedra 7 (CCP7), localizado en el Parque
Nacional Perito Moreno, Santa Cruz, se han realizado
una serie de nuevos fechados –algunos de los cuales han
sido ya presentados (Aschero et al. 2006)– que aportan
nueva evidencia sobre las ocupaciones humanas durante
el Holoceno.
Las investigaciones tienen como objetivo conocer la
dinámica del poblamiento de las cuencas lacustres del
noroeste de Santa Cruz. La cueva CCP7 se revela como
particularmente importante dado que presenta una larga
secuencia de ocupación que se inicia en el Holoceno temprano y permite plantear una etapa de exploración o de
colonización inicial para esta área ecotonal entre el bosque y la estepa patagónica.
La continuidad de las ocupaciones a lo largo del Holoceno es notable, en particular alrededor de 5.000 años AP
se observa una gran redundancia de ellas (Aschero 1996,
Aschero et al. 2005). De acuerdo a los estudios realizados
previamente para ca. 3.500 años AP la cueva fue abandonada en coincidencia con un derrumbe que la divide en
dos y resulta sincrónico con otros detectados en distintos
abrigos rocosos de Patagonia meridional (Aschero 1996).
Sin embargo, este fenómeno no se repite en todos los
sitios del área. Así, por ejemplo, en Cerro Casa de Piedra
5, un sitio ubicado a tan solo 475 m de CCP7, la secuencia
estratigráfica se extiende hasta ca. 2.500 años AP (Aschero
1992). Este momento fue considerado como clave en relación con las ocupaciones del Parque dado que marcaría el
abandono de los sitios con máximo reparo y la ocupación
de nuevos espacios, tal como lo señalarían los sitios de
superficie o a cielo abierto ubicados cronológicamente
en estos momentos y continuando en fechas más tardías
(Aschero et al. 2005).
En función de este modelo de ocupación, nos interesa discutir en esta oportunidad un fechado obtenido en
un nuevo sector de excavación de CCP7. En la campaña
realizada en el año 2005 se amplió una trinchera ubicada
en un área más central del antiguo alero que presentaba
características estratigráficas diferentes a las observadas
hasta ese momento (Aschero et al. 2006). Un fechado
obtenido sobre carbones en la cumbre de este sector
∗ CONICET-INAPL, [email protected], dboz-
[email protected], [email protected], [email protected]
arrojó un valor de 1.927±41 años AP δ13 C= –26,69 (UGA
868 fecha corregida) que ampliaría el lapso de ocupación
de esta cueva.
Si bien se trata de un único fechado que debería ser
confirmado con nuevas dataciones es importante tener
en cuenta que el material datado formaba parte de una
clara estructura de combustión cuya posición estratigráfica es concordante con el fechado obtenido.
De llegar a confirmarse esta datación plantearía una
utilización más tardía de las cuevas de lo que anteriormente se concebía para el área de investigación. La evidencia recuperada en CCP7 sugiere que estas ocupaciones
tardías serían de carácter esporádico lo que dificultaría su
detección arqueológica.
Años atrás se presentó un modelo de asentamiento/
movilidad para las ocupaciones más tempranas del área
–ca. 9.000/2.500 años AP– y otro para las tardías –posteriores al ca. 2.500 años AP– (Aschero et al. 1992-93).
El primero estaba caracterizado por una movilidad de
tipo residencial y el último por una de tipo logístico. Nos
interesa rescatar aquí las particularidades de la movilidad logística, puesto que el fechado en cuestión es asimilable a las ocupaciones tardías y nos preguntábamos
si era posible caracterizar al material asociado a ese tipo
de movilidad. En líneas generales, la movilidad logística
definida por Binford (1980), está determinada por movimientos de individuos –o grupos pequeños– que salen en
busca de los recursos, volviendo con ellos al campamento
residencial para ser consumidos por todo el grupo. Ellos
no realizan movimientos residenciales frecuentes pero sí
realizan largas travesías logísticas (Kelly 1992). El reflejo
arqueológico debería darse entre otras alternativas por
las categorías funcionales de los sitios (Aschero et al.
1992-93).
Las ocupaciones de CCP7 correspondientes al fechado
en cuestión están delimitadas por grandes rocas producto
de derrumbes cuyo fechado tentativo es de ca. 3.400 años
AP y que pudo haber provocado el abandono del hasta
entonces gran alero, ocupado en forma residencial. Convertido en cueva y con espacios mucho más acotados, el
sitio pudo haber servido para llevar a cabo actividades
más puntuales. La presencia de gran cantidad de pelo de
huemul asociado con escasos instrumentos (una punta
burilante y un raspador con alteraciones térmicas importantes, sumados a unos pocos desechos de t

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