Raigambre de la Revolución en Tamaulipas

Transcripción

Raigambre de la Revolución en Tamaulipas
RAIGAMBRE DE LA REVOLUCIÓN EN TAMAULIPAS
AUTOBIOGRAFÍA EN ACCIÓN
Emilio Portes Gil
1972
Comisión Organizadora para la Conmemoración en Tamaulipas
del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana
Ing. Eugenio Hernández Flores
Gobernador Constitucional del Estado de Tamaulipas
Lic. Alejandro Etienne Llano
Magistrado Presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado
Lic. Ricardo Gamundi Rosas
Presidente de la Junta de Coordinación Política del H. Congreso del Estado
Ing. José María Leal Gutiérrez
Rector de la Universidad Autónoma de Tamaulipas
Consejo Consultivo
Lic. Antonio Martínez Torres
Secretario General de Gobierno
Lic. Oscar Almaraz Smer
Secretario de Finanzas
Lic. Manuel Muñoz Cano
Secretario de Desarrollo Social, Cultura y Deporte
Lic. José Manuel Assad Montelongo
Secretario de Educación
Lic. Fernando Mier y Terán Garza
Director del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes
Lic. Laura Hernández Montemayor
Directora del Institutto de Investigaciones Históricas UAT
Mtra. Libertad García Cabriales
Presidenta del Consejo Consultivo
Representantes de organizaciones sociales en el estado
Dra. María del Carmen Olivares Arriaga, Lic. Ascensión Maldonado,
Ing. Clemente Rendón de la Garza, Arq. Juana Adela Taméz,
Lic. Federico Schaffler, Lic. Eduardo Melhem, Lic. Miguel Ángel Manzur,
Lic. Ramón Martínez, Lic. Antonio Maldonado, Lic. María del Pilar Sánchez,
Lic. Víctor Manuel Olvera, Lic. Fidel Rodríguez
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas.
Autobiografía en acción
de Emilio Portes Gil, 1972,
editado por el Gobierno del Estado de Tamaulipas,
se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2008
en los talleres de Impresos Gráficos Alemán
6 Juan José de la Garza y Boulevard 349
Colonia Guadalupe Mainero,
Ciudad Victoria, Tamaulipas, 87100, México
Corrección de texto, diseño de interiores y de portada:
Laura Casamitjana de la Hoz
Cuidado de la edición:
Mario Alberto Hernández Olvera
Retrato de Emilio Portes Gil (portada)
Adolfo Best Maugard (1960)
Composición tipográfica en Garamond y Gallery.
Impreso en papel cultural de 37 g y lustrolito mate de 137 g.
La edición consta de 1,000 ejemplares.
RAIGAMBRE DE LA REVOLUCIÓN
EN TAMAULIPAS
AUTOBIOGRAFÍA EN ACCIÓN
Emilio Portes Gil
1972
NOTAS
Este capítulo, reelaborado por mí, ha sido ya publicado en un folleto y
en varios periódicos de la República.
1
2
Este capítulo aparece por primera vez completo. En mi libro, “Autobiografía de la Revolución”, figura una parte de él.
Véase cómo los tiempos han cambiado. En aquellos 1921-1922, un
negocio en que el hermano de un ministro fijaba “honorarios modestos de $20,000.00” provocó una crisis ministerial y la caída de personajes políticos de gran relieve, y en los últimos años el tráfico de los negocios públicos en que han estado inmiscuidos algunos ministros ni siquiera provoca censura de nadie.
3
En aquellos años el valor de nuestra moneda era de dos pesos por un
dólar.
4
Debe tenerse en consideración para calificar la obra agraria en Tamaulipas, que en aquella época los ejidos dotados hasta el año de 1928, sumaban 229. Estos pueblos tenían una población de un poco más de 5,000
familias campesinas, y la población del estado era de 280,000 habitantes.
5
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Emilio Portes Gil. 1972
Este capítulo contiene dos artículos, uno del periodista Oswaldo Díaz
Ruanova, en el que atacaba al autor, y la respuesta del mismo autor.
6
Este capítulo contiene algunas de las numerosas opiniones emitidas
por intelectuales sobre mi gestión presidencial. Lo considero conveniente para que el lector de este libro haga un cotejo entre mi actuación en Tamaulipas y mi obra como Presidente de la República.
7
2008
D.R. Gobierno del Estado de Tamaulipas. 15 y 16 Hidalgo y Juárez s/n. Palacio
de Gobierno del Estado de Tamaulipas. Ciudad Victoria, Centro. C.P. 87000
Considero de utilidad para los lectores de este texto conocer mis
ideas sobre la política, el político y el politicastro, que apareció publicado en un folleto, en virtud de que responden a mi convicción desde la
época en que desempeñaba el cargo de Gobernador en Tamaulipas.
8
Comisión Organizadora para la Conmemoración en Tamaulipas
del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana
16 Juárez y Zaragoza Nº 261. Ciudad Victoria, Tamaulipas, Centro, C.P. 87000.
Teléfono: (834) 31 00 512
Correo electrónico: [email protected]
Diseñado e impreso en México, 2008
333
Parodia dedicada al C. Lic. Emilio Portes Gil,
candidato a la Primera Magistratura de la Nación (Año de 1928).
Música de la inmortal Canción Júrame, de María Greever
Todos dicen que eres buen tamaulipeco,
que eres negro con espíritu blanqueado,
te aseguro Portes Gil que te comprendo
y en ti tiene la Patria su mirada.
Cuando subas a la silla muy contento,
yo quisiera que a tu pueblo le otorgaras
libertades hasta del pensamiento
respecto a sus creencias
que el alma le han formado.
Júrame, que aunque dures poco tiempo
no olvidarás un momento
lo que esperamos de ti.
Júrame, que a tu lado triunfaremos
y contigo estaremos
al frente de mi país.
Portes Gil, danos leyes de trabajo
a la industria y al comercio
no los dejes sucumbir,
óyenos y verás con qué locura
se acabará la amargura
que está sufriendo el país.
L
os tamaulipecos hemos salido al mundo con el orgullo
de nuestra identidad, centrando la mirada en lo nuestro y en
todo aquello que nos distingue como una sociedad de avanzada, que intercambia y convive intensamente con otras culturas a través de sus fronteras y su litoral.
Quienes han dedicado su vida y lo mejor de ellos
mismos para reconstruir nuestro pasado y reflejar la esencia
de los tiempos idos, merecen todo nuestro reconocimiento
y admiración por esta excepcional labor.
Tal es el caso de Emilio Portes Gil, destacado político tamaulipeco, que con su obra autobiográfica Raigambre de
la Revolución en Tamaulipas, nos lleva cerca de los escenarios y
al encuentro con los protagonistas que participaron activamente en la Revolución Mexicana, importante suceso que
marcaría un parteaguas en la vida nacional.
En Tamaulipas recordamos esta gesta gloriosa que
engrandeció el espíritu patriótico de los tamaulipecos.
Sumarnos a la conmemoración nacional de este gran
acontecimiento social y recordar con aprecio y orgullo a
Emilio Portes Gil, es la mejor manera de mantener vigente
nuestra memoria histórica y honrar a aquellas generaciones
de tamaulipecos que con amor a esta tierra, dieron forma a
lo que hoy es Tamaulipas: un estado más justo, más humano, competitivo y en franco crecimiento.
Ing. Eugenio Hernández Flores
Gobernador Constitucional del Estado de Tamaulipas
332
A DON EMILIO PORTES GIL
EN SUS OCHENTA ABRILES
En clásica manera yo le escribo
Mientras el tiempo sus otoños cuenta,
Increíble señor que representa
La juventud que lo mantiene vivo.
Imperturbable siempre, positivo,
Olvida al enemigo y a su afrenta,
Porque sabe de calma y de tormenta
Orienta la política efectivo.
Rubrico hoy mi amistad con el objeto
Tácito de subir a sus peldaños
En homenaje cálido y discreto;
Su vida sea feliz sin desengaños.
Guardo para él la flor de mi respeto
Y en sus ochenta retozones años
Le dedico puntual este soneto.
México, D. F., a 3 de octubre de 1970
Griselda Álvarez
331
más que una casita blanca
y un solar
en mi México querido
donde pueda yo vivir
con paz y tranquilidad
hasta morir;
sólo espero
un cariño sincero,
profundo y verdadero,
un buen libro
para leer,
un vaso de vino
para beber
y pluma, papel y tintero,
ÍNDICE
9
porque escribiendo versos
feliz me considero.
Así pasarán las horas
de mi grata existencia,
nunca en mi alma
tendré penas ni dolencia,
pues teniendo clemencia
para los demás,
yo siempre podré vivir en paz.
Yo no pido
ni quiero
ni aspiro a nada
ni poder, ni dinero,
sólo pluma, papel y tintero,
ya en teniendo esto,
tranquila muero.
330
PRÓLOGO
13
INTRODUCCIÓN. Mi pensamiento social, político y religioso
25
CAPÍTULO I. La imagen de mi madre
31
CAPÍTULO II. Mi infancia
37
CAPÍTULO III. Mis estudios en la Primaria Anexa a la Normal y
Preparatoria
47
CAPÍTULO IV. Mis primeras actividades en la política de Tamaulipas
51
CAPÍTULO V. Mis estudios en la Escuela Libre de Derecho
65
CAPÍTULO VI. La lucha electoral en Tamaulipas en 1918
75
CAPÍTULO VII. Huelga de los trabajadores de la “Pierce Oil Corporation”
85
CAPÍTULO VIII. Llegada del general Obregón a Tampico
93
CAPÍTULO IX. La XXIX Legislatura
101
CAPÍTULO X. Invitación del presidente Obregón para ocupar el cargo
de Procurador General de la República, no aceptada por el autor.
111
CAPÍTULO XI. Huelga en la Compañía Mexicana de Petróleo “El
Águila”
117
CAPÍTULO XII. Mi elección como Diputado al Congreso de la Unión
por el puerto de Tampico en 1921
127
CAPÍTULO XIII. Organización del Partido Socialista Fronterizo
137
CAPÍTULO XIV. Aspectos de mi actuación en la vida pública de Tamaulipas
143
CAPÍTULO XV. La obra educativa en Tamaulipas
151
CAPÍTULO XVI. Organización de los trabajadores de Tamaulipas
159
CAPÍTULO XVII. Las Leyes de Trabajo de Tamaulipas y su influencia en la República
Rosa de Castaño, además de escribir, da conferencias. Va a Estados
Unidos y lleva en sus charlas un mensaje de México y da a conocer el país tal
cual es, con sus desigualdades y sus inquietudes. Rosa de Castaño ha escrito
novelas y obras para teatro, cuentos para niños y obras históricas.
169
CAPÍTULO XVIII. EI fomento de la música vernácula en Tamaulipas
179
CAPÍTULO XIX. La reforma agraria
213
CAPÍTULO XX. La política de irrigación en Tamaulipas
225
CAPÍTULO XXI. La Escuela Regional de Agricultura
231
CAPÍTULO XXII. Creación de la Dirección de Cultura Estética Popular en el Estado
235
CAPÍTULO XXIII. La Escuela Técnica Industrial. Una novedad educativa en el estado
“China en México”. Novela.
237
CAPÍTULO XXIV. Informe que rendí al Congreso Local en 1927
“El torrente negro”. Sobre el petróleo de México.
241
CAPÍTULO XXV. Obras públicas
“Fruto de sangre”. Sobre los indígenas.
245
CAPÍTULO XXVI. Mi segunda postulación al Gobierno de Tamaulipas en 1932
“Simiente de Quetzalcoatl”. Las necesidades de nuestro pueblo en el sur de México.
263
CAPÍTULO XXVII. Lo que se ha dado en llamar el cacicazgo portesgilista
“Bautismo de pulque”. La falta de agua en nuestros poblados.
273
CAPÍTULO XXVIII. Resumen de mi labor en la Presidencia de la República
“Lumbre”. La Revolución Mexicana.
307
CAPÍTULO XXIX. Opiniones de algunos intelectuales sobre mi gestión
en la Presidencia de la República
317
CAPÍTULO XXX. Mis ideas sobre la política, el político y el politicastro
325
E P ÍL O G O
De sus novelas se destacan:
“El rancho estradeño”. Sobre los braceros.
“La gaviota verde”. Sobre las minas.
“El coyote”. Sobre la tierra.
“Transición”. Época de la Revolución después del porfirismo.
“La sequía”. La sequía tremenda en el norte.
“Huitzilopochtli en Texas”. Texas de México y la Malinche.
También de Tamaulipas es Laura Obregón, joven poetisa, quien a
pesar de sus escasos años ha logrado ya destacarse. Cinco o seis libros de
poesía tiene publicados, y podía decirse de ella que nació para ser poetisa. Sus
versos son sencillos y llenos de sentimiento. Son algo de lo mucho que aprisiona su ser. Leamos algo de ella:
PLUMA, PAPEL Y TINTERO
Yo no pido
ni quiero
ni aspiro a nada
8
329
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Como líder feminista continental, ha sustentado conferencias en la
República, en importantes ciudades de Norteamérica, en todos los países del Hemisferio, en Suecia, Finlandia y Suiza.
Publicaciones:
Obras de teatro:
“Cuando las hojas caen” (1929)
“Cubos de noria” (1934)
“Coqueta” (1937)
“Bajo el mismo techo” (1955)
“Peligro - Deshielos”. (1957). Reeditada en 1963 y puesta en
escena con el título de “La Verdad Escondida”.
Temarios sobre cuestiones sociales y problemas educativos, democracia
americana, escuela rural en México, Tribunal de Menores y otros tópicos.
Ensayos:
“Cuatro estancias poéticas”. Editado por el Seminario de Cultura Mexicana (1964).
“Viena, sitial de la música de todos los tiempo”. Editado por el
Seminario de Cultura Mexicana (1967).
Rosa de Castaño, declarada hace poco hija predilecta de Camargo,
ha logrado en vida un justo, aun cuando pequeño homenaje: en el Puente Internacional de Ciudad Camargo a Río Grande, Texas, se ha colocado una
placa en agradecimiento a su esfuerzo.
Varios intelectuales, Salvador Novo, Pedro Gringoire, entre otros, la
han calificado como la nueva grandeza mexicana, y como una de las grandes
escritoras de América y de los países de habla española.
Quienes han escrito en Estados Unidos semblanzas de Rosa de Castaño,
reconocen su obra literaria.
328
E
PRÓLOGO
n uno de los picachos más enhiestos de la Sierra de Tamaulipas, con
aristas que parecieran cortadas a filo de hacha por la furia de las borrascas,
pero con tersuras que el cariño de los suyos —una santa madre, una esposa
tierna, hijos y nietos que perpetúan su estirpe— han suavizado cada que,
traspasando el cabo de las tormentas a cuyo encuentro han ido, se acoge al
abra del hogar. Los trabajos y los días han esculpido la efigie de mi compadre,
el licenciado Emilio Portes Gil.
Los días han sido numerosos. Con cada uno de ellos ha venido su pena,
pero en otros no han faltado alegrías, y él ha tenido ánimo para aceptarlos
como vienen. El destino ha querido que pueda ya engarzar ocho decenios, y
aún le queda hebra.
Los trabajos han sido, según le soplara el viento, ímprobos o placenteros.
Como le ha tocado vivir en los años tormentosos de nuestra Revolución,
nació a la ciudadanía con ella, y para ella sigue bregando.
Llegado a la cúspide muy joven, empujado por las responsabilidades
que inesperadamente hacía caer sobre sus hombros la trágica muerte del general Álvaro Obregón, pasó rápidamente por la Presidencia de la República y
aceptó que sus amigos más fieles —fieles a México más que a él mismo— lo
gastáramos en un breve interinato de 400 días llenos de agitación; en los que
tuvo que resolver no pocos problemas, encarar arduos conflictos y heredar, a
la postre, una situación bonancible que después tuvo la pena de ver cómo
otros la estropeaban, sin justificación ni necesidad.
Nunca se ha quejado él, Emilio Portes Gil; nunca nos ha reprochado a
nosotros, sus amigos, que lo hayamos “quemado”—tratándose de un político
el término es obligado—, designándolo para las responsabilidades de un fugaz
interinato. Alguna vez, quizá, yo mismo explique cómo. Por hoy me conformo con decir que él fue consciente del sacrificio que se le pedía, que lo aceptó
sin vacilar, con entereza, como no le ha sacado el cuerpo a ninguna de las
responsabilidades que le ha cabido en suerte encarar.
9
Muchos de sus trabajos y luchas posteriores se explican por la edad —
escasos 37 años—, en que por el imperativo de la válvula de seguridad que
nos hemos prescrito para poner coto al continuismo, lo han tenido que colocar en una posición de retiro que su fogosidad rechaza.
El 5 de febrero de 1930, como hoy vemos, aún quedaba mucha cuerda.
Ganas de brincar las trancas no le hubieran faltado; desbocarse, mordiendo el
freno, hubiera sabido; él ha buscado mejor quemar su plétora de energías atareando, de múltiples maneras, sus trabajos y sus días.
Como representante diplomática de México y como Presidenta de la
Comisión Interamericana de Mujeres, participa en las asambleas de la
ONU.
1949. En su calidad de Presidenta de la Comisión Interamericana de
Mujeres, concurre a la Conferencia de la UNESCO en París, y rinde un
informe sobre la situación de la mujer en América en el campo de la
educación, y expone las discriminaciones contra la mujer en ese aspecto.
No llevaré más allá mi fugaz evocación de Hesíodo. Si acaso aprovecharé la coyuntura para desearle a mi buen compadre que se prolonguen sus
días, que goce, en plena salud, y con tal agilidad mental —como son las que
hoy disfruta—, de una larga vejez.
Con la misma categoría asiste consecutivamente a tres reuniones de la
Comisión del “Status de la Mujer”.
Por cuanto a sus trabajos, la vida misma del licenciado Emilio Portes
Gil es como un poema didáctico y predica con el ejemplo, que fuera del esfuerzo y de la virtud, no hay para él hombre sin errores y calamidades.
En ese mismo año, lleva a cabo en Santiago de Chile una asamblea general de representantes de todos los países del Continente, que se repite
con la misma asistencia representativa y significación, en Río de Janeiro
(1952) y en Asunción (1953).
Sabe, porque lo ha vivido, que en toda existencia humana su calendario
le ha ido marcando días fastos y nefastos. Él disfruta complacido de los primeros, y en la intimidad no se recata para entonar canciones que a los Trovadores
Tamaulipecos les ayudó para que compusieran; o bailó huapangos en recuerdo de los festejos que le hacían en cualquier ejido, cuando se plantaba a pespuntear el compás del “Caimán”, o del “Taconcito”, que marcaba rítmicamente
cierto bigotón de Xicoténcatl, que era famoso en nuestros años mozos.
Sólo una vieja, cordial amistad, fincada en el apego a la tierra tamaulipeca
en que los dos nacimos, y la solidaridad con los postulados y con los hombres
de la Revolución, en la que los dos militamos, explica que el señor licenciado
Portes Gil me haya hecho la distinción de pedirme que prologue este libro.
Digo lo anterior porque, del mismo modo que alguien opinó con gracia
mordaz, que para seleccionar al escritor más grande de Francia —que los ha
tenido, y sigue produciendo con abundancia, y la calidad admirable—, designaba a Víctor Hugo porque, dijo, se trataba de un gran literato que “no necesitaba demostración”; a su tamaño —porque no voy a empequeñecer a mi compadre midiéndolo con el Gigante de la Leyenda de los Siglos—, el licenciado
Portes Gil es un escritor que no necesita demostración y que, por ello mismo,
tampoco hace falta que lo presente nadie.
10
1951. Promueve el Primer Seminario Regional en El Salvador, para discutir y solucionar los problemas de la mujer en Norte y Centroamérica.
1952. Retorna a México y organiza la Alianza de Mujeres de México.
1953. El Gobierno Federal la nombra Enviada Extraordinaria y Ministra Plenipotenciaria en Suecia y Finlandia.
1956. Asciende al rango de Embajadora Extraordinaria y Ministra Plenipotenciaria en Suecia y Finlandia.
1957. Con la misma categoría se hace cargo de la Misión Diplomática
Mexicana en Suiza.
1959. El Poder Ejecutivo la nombra Subsecretaria de Educación para
los Asuntos Culturales (primera mujer miembro de un gabinete presidencial en México).
1960. Miembro de la Academia Mexicana de Derecho Internacional.
1964. Miembro del Consejo General Consultivo de Administración
Pública Internacional de las Naciones Unidas.
1965. El Gobierno Federal la nombra Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria en Austria.
El Gobierno Federal la nombra Representante Permanente de México
ante el Organismo Internacional de Energía Atómica, con sede en Viena, Austria.
327
1945. Logra la inclusión de la Comisión Interamericana de Mujeres en
los capítulos constitucionales 28 y 31 de la Unión Panamericana, en la
Conferencia Interamericana para los Problemas de la Guerra y la Paz,
reunida en Chapultepec, a la que concurre como única mujer en la Delegación Mexicana.
En las páginas del estudio que precede a la Microantología del licenciado
Emilio Portes Gil, aparecido hace apenas unos cuantos meses, se dice precisamente que publica, en promedio, un artículo por semana, un folleto por semestre y un libro por año, y que su bibliografía cuenta con dos mil papeletas
aproximadamente.
En su calidad de funcionaria, integrante de la Delegación de México
ante la Conferencia Mundial en San Francisco, establece, en unión de
otras colegas, el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres
en el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas y otros capítulos de
la misma. Asimismo, obtiene la institución de la Comisión del “Status
de la Mujer”, conjuntamente con las delegadas de Brasil y República
Dominicana.
Como si ello no bastara, algunas debieran estar grabadas con hierro
candente, porque se refieren a las controversias y luchas en que, contra mi
gusto, se ha enfrascado —lo quisiera ya menos combativo, a estas alturas—,
contestando siempre provocaciones que le han hecho, según puntualiza él,
pero replicando con mayor violencia. Con ello doy a entender, repitiéndome,
que como escritor, el licenciado Portes Gil no necesita demostración, ni por
ello mismo, requiere presentación.
Electa miembro de la Comisión del “Status de la Mujer” por un periodo
de tres años y reelecta para el siguiente término de tres años más.
Tampoco necesitaré hacer su retrato. Adolfo Best Maugard, excelente
artista, retratista genial, que en cada uno de sus modelos supo ver, detrás de
los rasgos del semblante, los trasfondos el alma, puso al licenciado Portes Gil
con un rostro impasible, en el que los ojos parecen mirar fijamente al que lo
contempla, como desafiando, o tratando de penetrar las ideas de un posible
contradictor, y con las quijadas ya apretadas, dispuesto a la lucha.
1946. Miembro de la Oficina de Cooperación Intelectual en la Ciudad
de México.
Como representante de la Comisión Mundial de Mujeres asiste (tres
años consecutivamente) a las reuniones de la Comisión de Derechos
Humanos y obtiene el establecimiento de la igualdad entre hombres y
mujeres, que queda asentado en los capítulos de la “Declaración de los
Derechos Humanos”.
En su calidad de funcionaria integrante de la Delegación Mexicana ante
la ONU participa, en ese mismo año (y hasta 1950), en las asambleas
generales.
1948. Electa Vicepresidenta de la Comisión Mundial de Mujeres y reelecta posteriormente para otro término igual.
Funge como Presidenta de la Comisión Mundial de Mujeres en las
asambleas en Nueva York y en Líbano. En Bogotá, funge como Miembro de la Delegación Mexicana ante la IX Conferencia Interamericana.
En ese mismo año, el Gobierno de México la eleva a la categoría de
Ministro Plenipotenciario, en ocasión de haber sido electa, por
aclamación, por los 21 países del Hemisferio, Presidenta de la Comisión
Interamericana de Mujeres, con sede en la Organización de Estados
Americanos en Washington.
326
Quienes lo conocemos íntimamente, sabemos, sin embargo, que éste
no es sino el menos atractivo de sus aspectos. Cuando se siente en confianza,
rodeado de amigos, cuando va a su natal Ciudad Victoria, ríe, bromea, se tutea
con viejos conocidos, indaga por los progenitores de los jóvenes que se le
acercan, y se codea en el mercado con las placeras, que le ofrecen apetitosos
platos de menudo, o hace rueda con los ejidatarios de los pueblos que visita,
y tiene “comal y metate” para todos ellos. Hechos hombres muy jóvenes aún,
porque la Revolución nos moldeó en el año terrible —ya vino a mi mente
Víctor Hugo por segunda vez— que fue para México el de 1914; del mismo
modo que no nos conocimos de chicos —Ciudad Victoria y la ciudad de
Reynosa estaban prácticamente incomunicadas entre sí—, tampoco coincidimos en nuestras primeras afiliaciones en las facciones que desgarraron la Revolución Mexicana, apenas triunfante del huertismo.
Él se fue a Veracruz, siguiendo al Primer Jefe, e inició a su lado el ejercicio de su profesión de abogado; yo me fui a Morelos, con Zapata, ingeniero
de las primeras Comisiones Agrarias del Sur, y conocí los sinsabores de la
derrota, hasta que en 1920 vino lo que se llamó la unificación, que fue en
11
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
realidad, aunque sólo mientras se apagaba el rescoldo de las pasiones, la consolación de todos los que se habían enfrentado al presidente Carranza.
El general Jesús M. Garza y el ingeniero Luis L. León fueron el puente
amistoso que me acercó al licenciado Emilio Portes Gil. La oposición contra
el general César López de Lara y la defensa de la Reforma Agraria de Tamaulipas
nos identificaron desde 1922. Algún día diré cómo.
A partir de 1925, siendo él Gobernador de nuestro estado, puedo proclamar con orgullo que tuve el honor de conducir su obra agraria, que puse en
marcha la Escuela de Agricultura de Tamatán; que fui, en fin, su colaborador
más cercano, pues aún para menesteres que no eran de mi incumbencia, echó
mano de mí cuando lo juzgó oportuno.
Pero no se trata de mí, ni tampoco de él, y ni siquiera de nosotros dos,
sino del último libro que enriquece la bibliografía del licenciado Portes Gil.
Que sin más pérdida de tiempo, los lectores se empapen de él con la seguridad
de que encontrarán material jugoso que exprimir.
Me tomo la libertad de anticipar que descubrirán, sin rebuscamiento de
estilo, al hombre y lo que ha sido su obra, tal y como él la contempla. Se trata,
en resumidas cuentas, de un testimonio, y se lleva con ello un deber ciudadano
que por mi parte aplaudo sin reservas. Sumado con varios otros, ayudará a
que se acometa un trabajo todavía por hacer: el de escribir con serenidad,
reconociendo los méritos que todos tuvimos, pasando por alto las flaquezas
en que incurrieron y las diferencias que los enfrentaron; la historia gloriosa,
original, dramática, pero profundamente nuestra, de la Revolución Mexicana.
Marte R. Gómez
T
EPÍLOGO
amaulipas ha sido cuna de notables mujeres, que han figurado prominentemente en las letras y la diplomacia.
Pocas mujeres han prestigiado a México como Amalia Castillo
Ledón. He aquí sus datos biográficos, para que el lector pueda darse cuenta
de la calidad humana e intelectual de ella:
1929. Miembro de la Asociación de Protección a la Infancia, fundada
entonces por la esposa del señor Presidente de la República, licenciado
Emilio Portes Gil.
En esa misma fecha, el Departamento Central (actualmente Departamento del Distrito Federal), acoge su iniciativa y establece la Oficina de
Educación y Recreaciones Populares en el Distrito Federal, nombrándola titular de la misma.
Funda la Comedia Mexicana con el primordial propósito de difundir las
obras de teatro de autores nacionales.
Instituye el Teatro Guiñol y realiza temporadas en carpas en diversas
zonas de la ciudad. Pone en marcha el Teatro de Masas.
1937. Funda y preside (por 12 años) el Ateneo Mexicano de Mujeres.
Integra y dirige el Club Internacional de Mujeres.
1938. Retorna a la Dirección General de Acción Cívica y Recreamiento
Popular (hasta 1944).
1939. Delegada de México ante la Comisión Interamericana de Mujeres
reunida en Washington.
1944. Electa Vicepresidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres
(cargo que desempeña hasta 1953).
Ingresa al Seminario de Cultura Mexicana como Miembro Titular.
12
325
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
INTRODUCCIÓN
MI PENSAMIENTO SOCIAL,
POLÍTICO Y RELIGIOSO
“Con todo poder sirve la causa del derecho legítimo”.
“Que tu corazón se resigne a los juicios antojadizos;
deja que el mundo hable y prosigue en tu camino”.
Pitágoras
“La verdad más alta es ésta: Dios está presente en todos los seres. Ellos son sus múltiples
formas. No existe otro Dios a quién buscar… Es una religión hacedora de hombres lo
que necesitamos. Abandonad esos misticismos que debilitan y sed fuertes. Durante los
próximos cincuenta años desaparecerán todos los dioses de nuestro mundo. He aquí el
único Dios que está despierto: nuestra propia raza, en todas partes. En sus manos, en
todas partes; sus pies, en todas partes. Sus oídos: él lo abarca todo… El primero de todos
los cultos es el culto de los que lo rodean. Sólo sirve a Dios aquél que sirve a todos los
otros seres”.
Vivekananda
E
l título de este libro, RAIGAMBRE DE LA REVOLUCIÓN EN
TAMAULIPAS, corresponde a lo que expreso en su contenido; son recuerdos, impresiones y problemas vividos por mí durante más de 58 años de
actuar en la vida pública.
Desempeñé funciones públicas a partir de diciembre de 1914. Terminando mis estudios de Derecho y sin recibirme todavía, me incorporé a la
Revolución, trasladándome al puerto de Veracruz con el Gobierno Constitucionalista, que presidía el Primer Jefe, don Venustiano Carranza.
324
13
Mi primer empleo fue de Subteniente Escribiente de Asesor, en el Departamento de Justicia Militar, dependiente de la entonces Secretaría de Guerra y Marina. Ascendí hasta obtener el grado de General Brigadier Asimilado,
y en el mes de octubre de 1915, al recibir el título profesional, fui nombrado,
por acuerdo del señor Carranza, Subjefe del Departamento de Justicia Militar.
inútil derramamiento de sangre, cuando más de 40,000 hombres combatían al Gobierno. Di órdenes para que no se fusilara a nadie, que se respetara la vida y los
intereses de todos. Personalmente puse en libertad a más de 200 oficiales y
jefes del Ejército que se hallaban en la prisión militar de Santiago, como responsables del delito de rebelión.
Después obtuve otros nombramientos: Juez de Primera Instancia; Magistrado del Tribunal Superior de Justicia; Miembro de la Comisión Revisora
de las Leyes en el Estado de Sonora, a principios de 1916, bajo la Gubernatura del señor general don Plutarco Elías Calles; Abogado Consultor de la Secretaría de Guerra, siendo titular de esa dependencia el señor general don Álvaro
Obregón. El grado de General Brigadier y los anteriores pude haberlos hecho
efectivos, de acuerdo con un decreto del Primer Jefe, en el que disponía que
quienes habíamos prestado servicios en el ramo de guerra hasta antes del año
de 1916, podíamos pedir el reconocimiento de nuestros grados militares.
Muchos de mis compañeros lo hicieron así. Yo rechacé tal beneficio por considerar que no tenía derecho a una jerarquía militar que no conquisté en la lucha armada.
Pero claro está, y lo confieso, que cometí muchos errores. Cuando se
llega a la Primera Magistratura del país a los 37 años de edad, no se puede
tener toda la experiencia necesaria para desempeñar acertadamente tan delicadas funciones. La historia se encargará de depurar los cargos que me hacen
con tanta saña y pasión mis enemigos.
En las actividades políticas me inicié en el año de 1910, cuando un grupo de estudiantes de la Escuela Normal y Preparatoria de Tamaulipas nos
declaramos maderistas.
Si he tenido la franqueza de exponer mis ideas sobre lo que es la política, las reglas de conducta que debe seguir el Político y el Hombre de Estado,
es sólo con el propósito de hacer pública mi experiencia, a fin de que los
nuevos hombres, los jóvenes que están llamados a sustituirnos en la brega,
conozcan cómo piensa un hombre del pasado que dedicó gran parte de su
vida a la política —en el buen sentido de la palabra— y que no tiene otra
ambición que la de que la Revolución siga su curso ascendente, sin claudicaciones, y que al realizarse los postulados que no se han consumado, México
pueda seguir siendo una Patria grande, fuerte y poderosa.
En el año de 1917 fui electo Diputado al Congreso de la Unión por el
puerto de Tampico, a la XXVII Legislatura. Posteriormente, también por el
mismo Distrito, a las XXIX, XXX y XXXI Legislaturas.
En 1918 ocupé el cargo de Secretario General de Gobierno del Estado,
siendo el titular del mismo el señor profesor don Andrés Osuna.
En el mes de abril de 1920, cuando el Gobierno del señor Carranza cometió el gravísimo error de tratar de imponer en la Presidencia de la República al señor Ing. Ignacio Bonilla, así como el de violar la soberanía del estado
de Sonora, me trasladé a este estado para ponerme a las órdenes del Jefe de la
Revolución de Agua Prieta, don Adolfo De la Huerta, quien me extendió el
nombramiento de Gobernador de Tamaulipas, con amplias facultades para
reorganizar las fuerzas revolucionarias de la región.
En el mes de agosto del año de 1922 me designó el presidente Obregón
Miembro del Consejo Directivo de los Ferrocarriles Nacionales, en unión de
los señores ingenieros don León Salinas, don Ramón P. de Negri y don Manuel Padrés.
14
323
tudes: la amistad y la gratitud, tan valiosas para las buenas relaciones entre los
hombres.
En 1924 fui electo Gobernador de mi Estado, aspiración máxima que
había alimentado desde que me lancé a la lucha política.
Conceder audiencia al público es uno de los deberes fundamentales del
hombre de Estado. Seguramente que la mayoría de quienes concurren a solicitar audiencia llevan asuntos que no son de la competencia del funcionario, o
verdaderas necedades; pero esto no debe ser óbice para que el funcionario
reciba al público. Abrir las puertas a todas las personas que solicitan audiencia, despierta en ellos un sentimiento de simpatía, de respeto y de cariño para
el Gobernante.
En agosto de 1928, a raíz del asesinato del general Obregón, fui nombrado por el presidente Calles Secretario de Gobernación, y por un azar del
destino resulté electo por unanimidad, el día 25 de septiembre de ese año, por
el Congreso de la Unión, Presidente Sustituto de la República.
En suma: decir siempre la verdad, no hacer jamás promesas ni ofrecimientos que no puedan cumplirse, no engañar a nadie, ser fiel a los principios
de rectitud y de moral, no claudicar en sus convicciones, no humillar a nadie,
no cometer ninguna injusticia y no envanecerse jamás, son las virtudes que en
mi concepto debe reunir el Político y el Hombre de Estado que se precie de
serlo.
Pero se me dirá: Usted que actuó en la política durante más de 45
años, que desempeñó funciones públicas de las más delicadas e importantes,
¿fue fiel a esas normas de ética, de moral y de buen comportamiento?
Modestamente quiero contestar:
“Me inicié muy joven en la vida pública; allá por el año de 1910 me afilié a la
Revolución, siendo todavía estudiante. A los 24 años, recién graduado de abogado, fui
nombrado por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza,
Subjefe del Departamento de Justicia Militar, en el mes de octubre de 1914. Fui Juez y
Magistrado en Sonora. Diputado en 1917, Gobernador de mi estado en 1920 y en 1925,
Secretario de Gobernación dos veces, Procurador General de la República, Secretario de
Relaciones Exteriores, Presidente del Partido Nacional Revolucionario en dos ocasiones,
Diplomático por accidente y Presidente Interino de la República en los momentos más
trágicos, cuando se hallaban levantados en armas en contra de las instituciones más de
40,000 hombres.
Puedo decir con orgullo que en todos los cargos públicos que desempeñé procedí siempre con lealtad a los principios de la Revolución. Que durante el Gobierno Provisional fui
fiel a su programa, sin traicionar ninguno de sus principios y que hice cuanto estuvo de mi
parte para hacer a mi Patria todo el bien que demandaba el cumplimiento de mis deberes.
Afirmo que nunca usé el poder para cometer actos contrarios a la Justicia y al Derecho y, finalmente, manifiesto que evité, hasta donde pude, un
322
A mi cargo estuvo también la Secretaría de Gobernación durante el
Gobierno del presidente ingeniero don Pascual Ortiz Rubio, y posteriormente
ocupé, en el año de 1930, la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del
Partido Nacional Revolucionario, y al final de ese mismo año fui nombrado
Ministro Plenipotenciario de México en Francia y Jefe de la Delegación Mexicana ante la Liga de las Naciones en Ginebra.
Durante la Presidencia del señor general don Abelardo L. Rodríguez,
en el año de 1932, desempeñé el puesto de Procurador General de la República, y en el año de 1935 colaboré con el presidente Cárdenas en la Secretaría de
Relaciones Exteriores, y posteriormente en la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Nacional Revolucionario, cargo al que renuncié el día
20 del mes de agosto de 1936, para dedicarme al ejercicio de mi profesión.
Libre al fin de la esclavitud de los puestos públicos, declaré que no volvería jamás a aspirar, ni mucho menos aceptar, ningún otro cargo, lo que he
cumplido fielmente. Si en los años 1944, 1946, 1952 y 1963 fungí como Embajador Extraordinario para representar a mi país, respectivamente, en la República
Dominicana, en el Centenario de su Independencia; en el Ecuador, al tomar
posesión de la Presidencia el doctor don Galo Plaza; en la India, al iniciarse
las relaciones diplomáticas con este país, y en la Argentina, para representar al
presidente López Mateos en la toma de posesión del presidente Illía, se debió
a que eran cargos de carácter transitorio y no podía, en manera alguna, rehusarme a aceptar.
En el año de 1946 fui comisionado por el presidente don Manuel Ávila
Camacho para presidir la Comisión de Estudios del Territorio de Belice, que
integraron también los distinguidos jurisconsultos don Salvador Urbina, don
Genaro Fernández Mac Gregor, don José Lorenzo Cossío, don Edmundo
O’Gorman, don José Castillo Torre, don Antonio Mediz Bolio y el señor ingeniero don Pedro C. Sánchez.
El año de 1934 tuve el honor de arbitrar en dos litigios por cuestión de
límites. El primero, entre los estados de Sonora y Chihuahua y el segundo,
15
entre San Luis Potosí y Zacatecas, habiendo efectuado en los dos casos un
minucioso estudio con la colaboración eficaz del señor Lic. don José Lorenzo
Cossío, estudio que duró en cada caso algo más de un año. Cuando el Lic.
Cossío estuvo en Chihuahua, a notificar el laudo al señor general don Rodrigo
L. Quevedo, Gobernador de esa entidad, le manifestó que el Congreso Local
había acordado pagar, en calidad de honorarios, al árbitro, $100,000.00 oro
nacional, y cuando mi colaborador consultó conmigo, le manifesté que no
podía aceptar pago alguno por mi trabajo.
Al hacerse cargo de la Presidencia de la República el señor licenciado
don Adolfo López Mateos, fuimos llamados los ex presidentes a colaborar
con el Gobierno.
Se me designó Presidente de la Comisión Nacional de Seguros, que es
un puesto esencialmente técnico y nada político. La súplica que hice al señor
presidente López Mateos, cuando me invitó a colaborar con él, fue en el sentido de que me permitiera hacerlo en algún cargo en que pudiera ejercer mi
profesión de abogado, ya que desde hacía 25 años tenía abierto mi bufete.
Pero el primer empleo que desempeñé, y del que me he sentido orgulloso
toda mi vida, fue el de maestro de la Escuela Municipal de Ciudad Victoria,
en el año de 1909, con el modesto sueldo de cuarenta pesos mensuales.
No recuerdo qué filósofo afirmó que la experiencia la adquiere el hombre cuando no la necesita, y esto en gran parte es verdad, por lo menos en mi
caso, en que por circunstancias ajenas me vi precisado a aceptar las más graves
responsabilidades, sin tener una preparación o una experiencia que justificase
la aceptación de tales responsabilidades. Pero afortunadamente, salí airoso en
todas las ocasiones.
Lo que expondré en las páginas siguientes, repito, son mis experiencias
de hombre público y de político. Son las confesiones de mis actos, siempre
inspirados en el más puro y desinteresado patriotismo, pudiendo decir, sin
temor de incurrir en ninguna petulancia, que jamás en mi actuación cometí
acto alguno de que pueda avergonzarme, ni menos la menor deslealtad a los
principios de la Revolución, que seguiré sosteniendo toda mi vida, ni a las
personas a quien serví o me sirvieron, ya que la norma invariable de toda mi
vida ha sido el apego más estricto a los altos principios de moral y de honestidad, únicos que deben normar la conducta del político que sinceramente desea servir a su comunidad.
16
¡Cuántos de nuestros grandes valores intelectuales se han visto frustrados en sus actividades políticas o sociales por no saber conducirse en su vida
con decencia, educación y comedimiento!
Algunos de nuestros hombres públicos son majaderos, groseros y nada
caballerosos con las gentes que ocurren a su despacho en demanda de algún
servicio o a pedir justicia. El funcionario adusto, mal educado, cae pronto de
la gracia de las gentes que lo tratan. A las personas que concurren al despacho
de un funcionario les agrada más un “No” afectuoso, que un “Sí” altanero y
humillante.
La amistad y la gratitud son virtudes esenciales en un político. La amistad debe entenderse siempre dentro de los límites de la lealtad y del respeto
mutuos. Cuando un amigo se sobrepasa y abusa de la confianza que en él se
ha depositado, deja de ser amigo, y el Hombre de Estado está en la obligación
de liquidar ese afecto, que es perjudicial, en grado sumo para él y para la
sociedad.
Por lo que a mí respecta, la norma que he seguido siempre en mi vida,
en relación con la amistad y la gratitud, ha sido invariablemente la siguiente:
“A veces vale más un amigo que un pariente”. Perder un amigo por culpa que se me
pueda achacar es algo que siempre me ha preocupado, más cuando ese amigo
se encuentra en una posición inferior a la mía. Cuando tal ha sucedido no he
vacilado, ni por un momento, en reconocer mi falta y dar una amplia satisfacción, a fin de borrar cualquier distanciamiento. Puedo decir con orgullo que
con esa forma de proceder he perdido muy pocos amigos por el concepto que
vengo analizando.
No ha pasado lo mismo cuando algunos de mis amigos (a quienes he
servido y se han encumbrado con mi ayuda y envanecido por el puesto, o
celosos porque con frecuencia gentes a quienes han menospreciado les recuerdan que me son deudores por su encumbramiento) dan por concluida la
amistad; pues en tal caso he experimentado un sentimiento de conmiseración
hacia esa persona, ya que su proceder lo delata como un ser que muy poco se
estima.
La gratitud es una virtud rara entre los hombres. Frecuentemente, cuando
la persona a quien se le presta un servicio es de poca capacidad mental y se
eleva en sus posiciones burocráticas, se vanagloria y olvida fácilmente a quien
lo ayudó a subir, es cosa corriente que se convierta en un gratuito enemigo.
Pero esto no quiere decir que no debemos fomentar esas dos grandes vir321
bulencia se hizo cargo del Poder, sustituyendo a don Benito Juárez, quien sin
una cultura muy amplia, supo sortear, como ningún otro Jefe de Estado, los
problemas más graves de los últimos cien años. Juárez, en mi concepto, es el
mejor estadista que ha dirigido los destinos de nuestra Patria.
La palabra “político” que se aplica a los que se dedican a esta actividad,
ha sufrido una degeneración en su aplicación. Tal degeneración consiste en
que a cualquier individuo que desarrolla actividades políticas se le llama político,
y tal es, desde cualquier punto de vista, una malísima aplicación del término.
En mi concepto, el político, en el buen sentido de la palabra, es el
ciudadano que dedica su vida, o parte de ella, a procurar el bien de su Patria,
de su Estado, de su Municipio; el que en los escaños del Congreso desarrolla
una labor tendiente a mejorar la Legislación, a servir a sus electores; en suma,
a representar dignamente su Distrito. Naturalmente el político así descrito
debe reunir virtudes de moral, de probidad y una conducta privada y pública
que lo hagan acreedor a la consideración y al respeto de sus conciudadanos.
Pero desgraciadamente, en los tiempos que corren, la política ha degenerado,
sobre todo en México, hasta llegar a ser considerada como una industria de las
más lucrativas.
El Hombre de Estado, que en su actuación no sigue las normas de
honestidad, de rectitud y de respeto a la moral, y que se aprovecha de su influencia para cometer actos que están en pugna con esos principios, deberá
ser denominado con otro calificativo, nunca con el de político.
Para mí, las virtudes que ha de reunir el Hombre de Estado, o el Político son, entre otras, las siguientes:
l. Hombría de bien. II. Contextura moral. III. Sinceridad. IV. Educación.
V. Generosidad y Patriotismo.
Dentro de estas cualidades debe comprenderse el apego a las normas
más estrictas de honestidad —que nunca puede ser un programa de Gobierno, puesto que sólo es el más elemental de los deberes de los ciudadanos—.
El buen comportamiento en la vida pública y privada es condición sine qua non
que debe caracterizar al hombre de Estado para que sea respetado por sus
conciudadanos.
También son cualidades indispensables la prudencia, la caballerosidad
y la discreción, virtudes que debe tener no sólo el hombre de Estado que
dirige, sino todo servidor público de cualquier categoría.
320
Durante mi actuación en la vida pública he recibido las siguientes distinciones:
Cargos y títulos honoríficos
ƒ Director de “El Cauterio”— 1912-1913
ƒ Director de “El Diario”— 1918-1920
ƒ Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma
de México
ƒDoctor Honoris Causa de la Universidad de Santo Domingo
ƒ Doctor Honoris Causa de la Universidad de Jackson, Missisipi
ƒ Presidente del Ateneo Nacional de Ciencias y Artes de México
ƒ Presidente del Comité de Relaciones Culturales entre México y
la República Dominicana
ƒ Presidente del Instituto Mexicano-Italiano de Relaciones Culturales
ƒ Vicepresidente de la Sociedad Colombista Panamericana
ƒ Presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
ƒ Socio de la Unión Racionalista (Rama Mexicana)
ƒ Miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía
ƒ Presidente de Honor de la Asociación Nacional de Abogados
ƒ Miembro del Colegio de Abogados
ƒ Presidente del Congreso Permanente de Asociaciones e Instituciones Científicas y Culturales de la República Mexicana
ƒ Presidente del Club de Leones de la Ciudad de México
ƒ Presidente de la Sociedad de Amigos del Libro Mexicano
ƒ Miembro Vitalicio del Consejo Vitalicio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
ƒ Presidente Honorario del Ilustre Colegio de Abogados de Puebla, Pue.
17
ƒ Presidente de la Comisión de Cooperación Iberolatinoamericana de la Asociación Internacional de Derecho de Seguros,
con sede en Roma
ƒ Miembro del Consejo de Presidencia de la Asociación Internacional de Derechos de Seguro, con sede en Roma
ƒ Doctor en Leyes del Colegio Tecnológico de Texas
ƒ Miembro correspondiente de la Sociedad Dominicana de Geografía, de Santo Domingo, Rep. Dominicana
ƒ Doctor Honoris Causa de la Universidad de Kon-Kuk, Corea
ƒ Doctor Honoris Causa de las Facultades de Derecho y Ciencias
Económicas de la Universidad Mayor de San Andrés, Bolivia
Además de estas distinciones, fui recibido en sesión solemne por el
ilustre Colegio de Abogados de París, en ese entonces bajo la presidencia del
distinguido jurista francés, doctor Albert Brunois. He sido el único abogado
latinoamericano al que se ha hecho tal honor.
En dicho acto me acompañaron el Embajador de México, Dr. Silvio
Zavala, y el abogado mexicano, Antonio Luna Arroyo.
En cuanto a mi pensamiento religioso, declaro que no profeso religión
alguna; que soy respetuoso de todas las creencias; que pertenezco a la masonería, en la que ostento el Grado 33, pero considero que la Iglesia Católica,
dirigida con frecuencia por malos dignatarios, ha sido la causa de la mayoría
de las desgracias que ha sufrido el país. Primero, fue el instrumento de la dominación española para corromper la conciencia del pueblo esclavizado, llegando a poseer más de las dos terceras partes del territorio nacional. Después
auspició la Intervención Francesa y el Imperio de Maximiliano, y en la actualidad, en que ha recuperado las grandes prebendas que había perdido, sigue
violando la Constitución General de la República y las leyes reglamentarias.
El mal clero que sirve a la Iglesia Católica sigue siendo enemigo de la
Revolución, muy a pesar de los buenos propósitos expuestos por los papas
Juan XXIII y Pablo VI, que predican la reforma social en beneficio de los
desheredados.
Me tocó actuar en la vida pública de México cuando se tenía un alto
concepto de lo que es el deber del funcionario, en pleno romanticismo revolu18
Aquella contestación provocó risas estruendosas y significó la derrota
definitiva de su opositor.
También quiero traer a colación lo que me dijo Briand el día en que fui
a despedirme de él, siendo Ministro de Relaciones de su país, y yo Ministro de
México en Francia.
Recuerdo con impresión a aquel luchador infatigable que ya pasaba de
los 78 años, arrinconado en su despacho cerca de la chimenea. Me recibió con
efusivo afecto diciéndome:
“¿Regresa usted a México? ¿Por qué abandona esta vida tranquila y placentera de
París, en donde tiene usted tantos amigos?”. Al indicarle que me llamaba mi provincia para aceptar la postulación al Gobierno Local, me dijo: “¿Va usted nuevamente a recorrer la escabrosa senda de la lucha política en donde hay tantos sinsabores y
tantas amarguras? ¿Va usted a volver a empezar? Ojalá le vaya a usted bien. ¿Va usted
a luchar en contra de alguna tendencia que apoya su Gobierno?”. “Creo que sí —repuse—, porque es casi seguro que el Partido Oficial me opondrá un candidato”.
“Entonces, hace usted bien en aceptar la lucha. Es usted joven, ya fue Presidente de
su Patria y va usted a volver a empezar. No se desaliente, porque la vida es lucha y siempre
el hombre tiene oportunidad de hacer algo por su Patria”, fue la respuesta de Briand.
Aquellas palabras del más ilustre político francés me impresionaron vivamente
y desde entonces me han servido de gran aliento en mis luchas.
La ciencia de la política requiere el conocimiento, aunque sea superficial, de todas las disciplinas, especialmente de la Sociología y de la Historia
Patria. De aquélla, para estar en posibilidad de saber el por qué y el cómo de
los fenómenos sociales, y de ésta para conocer la conducta de los hombres y
los acontecimientos que puedan dar la pauta, a fin de prevenir los males que
se originen en el futuro.
El Hombre de Estado deberá conocer la Historia Universal, la Geografía
y la Economía Política, principalmente de los países limítrofes al suyo, con
objeto de que esté capacitado para formarse un concepto exacto de la idiosincrasia de esos países y suficientemente preparado para entablar con ellos convenientes relaciones de buena vecindad y entendimiento.
Claro que en países como el nuestro no siempre los hombres más cultos han sido los mejores estadistas.
Don Sebastián Lerdo de Tejada, seguramente uno de los Presidentes
más cultos de México, fracasó lamentablemente cuando en momentos de tur319
mejor caracterizan al hombre, llegando a afirmar que la virtud y la cultura
pueden llegar a ser excesivas.
cionario, cuando la política no era una industria, ni los puestos públicos posesiones de lucro desde los cuales se podía usar la influencia para enriquecerse.
Bartou, gran político francés, expresó “que la afición a la política nace más
bien de una vocación personal que de una tradición de familia. La política es el arte, la
voluntad, la pasión de gobernar. La política es una carrera, es una verdadera profesión. Es
una ciencia y requiere conocimientos, aunque sean superficiales, de todas las disciplinas.
He sido de los hombres más discutidos de México. Mis enemigos han
tenido todas las oportunidades para analizar mi vida pública. Los más importantes diarios de la capital me han atacado furiosamente. Alguno de ellos,
durante más de 30 años, me combatió implacablemente.
El político que de veras tenga vocación debe, ante todo, estar decidido a luchar
incansablemente y a resistir todas las peripecias y todos los golpes que le depare su amor por
esa carrera, así como también a estar preparado para saborear el triunfo sin envanecerse, ni
creer que tal triunfo es definitivo. Debe pensar que la derrota o el triunfo, en su caso, representa un escalón en la penosa travesía de la vida pública. Estar siempre listo para defender
el derecho y la justicia. Ser rebelde a todo acto de la autoridad o de sus opositores que signifique una injusticia o una humillación y adoptar actitudes valerosas, masculinas, de hombría. Luchar incansablemente por llevar adelante sus convicciones y cuando su conciencia, en
colaboración con su cerebro, han madurado una idea, un proyecto, un plan, un programa,
hacer cuanto esté de su parte para realizarlo, cualesquiera que sean las dificultades que se
le opongan, y finalmente, debe también abstenerse de realizar actos contrarios al buen
sentido y a la moral”.
Tuve enconada polémica con distinguidos hombres de la Revolución,
no porque las haya provocado, sino porque fueron ellos quienes las iniciaron.
Vuelvo a citar a Bartou para reproducir los siguientes conceptos:
“No hay vocación más firme que la del político. El que ha sentido su primera mordedura no resiste ya. Está dominado para siempre. La política es una batalla en la cual no
se pueden recoger los beneficios sin correr riesgos. Todo hombre es falible, lo que hace falta es
ser sincero. No mentir a los demás y no mentirse a sí mismo. La tribuna debe ser a la vez
la prueba de la conciencia y del talento. Hay que ser leal. En política, como en todo, la
suprema habilidad es ser honrado. Aquél que no está combatido se abandona y no se fiscaliza a sí mismo. No hay en el Parlamento amargura mayor que provocar la risa del
auditorio. La tribuna es, para la palabra, la más temible prueba y el aprendizaje, aun
para los maestros, no acaba nunca. No pensar más que en sí mismo y en el presente es una
fuente de error en política”.
A propósito de esto, recuerdo que cuando en una sesión del Parlamento
Francés se atacaba furiosamente al gran estadista y político Arístides Briand,
en el momento en que su adversario le lanzaba un cargo injurioso diciéndole:
“Usted es un viejo corrompido”, Briand contestó rápidamente e impasible: “En
efecto, depende del lugar por donde se me huela”.
318
Polemicé varios años con Luis N. Morones, gran líder hasta el año de
1922, y quien después tuvo una decadencia estrepitosa; con el licenciado Vasconcelos, igualmente durante varios años; con el licenciado Luis Cabrera, en
forma caballerosa; con el ingeniero Alberto J. Pani; con el general Cárdenas;
con el doctor Luis Garrido; con el licenciado Vicente Lombardo Toledano y
con Gilberto Flores Muñoz, Secretario de Agricultura en el régimen del señor
licenciado Adolfo Ruiz Cortines.
Me ha tocado en suerte vivir más de lo que esperaba y así he podido
contestar a mis enemigos sus ataques. La muerte es a veces cruel con algunas
personas y no llega con la oportunidad deseada. Madero, Carranza, Zapata y
Villa murieron con la oportunidad que les brindó el martirologio, víctimas de
una traición abominable, y así se liberaron de la vida que les hubiera deparado
grandes sinsabores y crueles desengaños.
Al general Calles la muerte le hizo esperar algunos años. Llegó cuando
aquel enorme valor revolucionario se había transformado ideológicamente, y
a quien sus enemigos miraban con desprecio y sus amigos con conmiseración. El general Calles sufrió grandes decepciones al ver que sus amigos lo
traicionaban hasta quedar sólo con el afecto de sus familiares y de algunos
leales amigos que lo quisieron entrañablemente.
Calles fue un ejemplo de estoicismo después de su estrepitosa caída,
soportó con entereza, con dignidad y con el orgullo que sólo tienen los grandes
hombres, toda la serie de intrigas, de bajezas y de calumnias de que lo hicieron
objeto sus detractores.
A mí me tocó combatir en vida al general Calles. Muerto, he sido de sus
mejores defensores, haciendo resaltar sus virtudes de revolucionario y de patriota, y he afirmado públicamente, cada vez que he tenido la oportunidad,
que fue el más grande estadista que produjo la Revolución Mexicana.
19
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Al general Obregón lo sorprendió la muerte. Cayó víctima de las balas
asesinas de un fanático, a quien asesoraban una perversa monja y un villano
sacerdote.
No supo León Toral el grandísimo mal que causó a la Patria. Obregón
no aceptó su reelección por mezquina ambición. Lo que obligó al general
Obregón a aceptar su reelección, fue la presión que sobre él hicimos la inmensa mayoría de los revolucionarios, que veíamos en él al único hombre capaz,
en aquellos días, de continuar la obra constructiva de la Revolución.
CAPÍTULO XXX
MIS IDEAS SOBRE LA POLÍTICA,
EL POLÍTICO y EL POLITICASTRO8
P
Si Obregón hubiera llegado por segunda vez a la Presidencia, la historia
de la Revolución tal vez hubiera sido distinta de lo que es en la actualidad y no
se habría llegado a la serie de claudicaciones y concupiscencias a que hemos
llegado; claudicaciones y concupiscencias que han acabado con muchos de
los hombres que hemos visto desfilar por el escenario de la cosa pública.
ara mí la política es el arte científico del Buen Gobierno. La política es
una ciencia, seguramente la más difícil de todas, sobre todo por la responsabilidad que tiene el hombre de Estado hacia la colectividad.
Escribo este libro en momentos en que no abrigo ninguna ambición
personal. Desde el año de 1936, en que ocupé el último puesto, hice pública
mi decisión de no volver jamás a aceptar situación política alguna, sin que ello
significara renunciar a escribir y publicar mi pensamiento y mi juicio sobre las
cuestiones que interesen a mi Patria. Creo que los hombres que hemos actuado en la vida pública estamos en el deber de decir nuestra verdad, de relatar y
comentar los acontecimientos en que hemos sido actores.
Entiéndase bien, me refiero a la política, cuyo principal intérprete es el
político, el hombre de Estado que debe ser siempre celoso y consciente de su
prestigio, no del politicastro que desgraciadamente abunda en todas partes,
principalmente en México, en donde se ha creído que hacer política equivale a
engañar, a mentir, a ejecutar actos de equilibrio en el desempeño de las funciones públicas; en suma, a ejecutar piruetas, cabriolas, a humillarse ante el
poderoso y halagar a la colectividad, para después burlarse de ella.
Me considero el ser más feliz de la Tierra: un ciudadano libre en toda la
extensión de la palabra y también un hombre del pasado que sigue viviendo el
presente sin claudicaciones, sin resentimientos, sin amarguras, lo cual me da
derecho a expresar mis ideas libremente sin alguna sujeción a nada ni a nadie,
como lo he hecho toda mi vida, desde que por primera vez, allá por el año de
1909, escribí las primeras cuartillas en un periódico de mi solar nativo.
Puedo asegurar que lo que opino, lo que afirmo en este libro, está apegado a la más estricta verdad, y de antemano hago la protesta de que nada es
falso ni mendaz; pues siempre he seguido como norma de conducta hablar
claro y no decir jamás una mentira.
El caso típico en México, del político así descrito, es el de don Antonio
López de Santa Anna, que como es bien sabido, desempeñó varias veces la
Presidencia. Santa Anna, que indudablemente tenía virtudes de la mejor calidad, también poseía las peores características como hombre y como ciudadano.
De ahí que haya sido el tipo más pintoresco y más interesante de nuestra vida
pública. A veces heroico, siempre canallesco y pérfido, pues lo mismo defendía a su Patria con valor y heroísmo, que se humillaba ante el invasor, como
no podía haberlo hecho ningún otro mexicano. De igual manera abrazaba una
causa liberal aparentando sincera convicción, que promulgaba los planes más
reaccionarios que han existido en nuestra historia.
He sido un incansable viajero. He recorrido todos los países de América, con excepción de Costa Rica, Paraguay, Uruguay y Colombia.
Santa Anna es, a no dudarlo, el Gobernante que más contribuyó con su
actuación a prostituir el sentido moral y humano de la política mexicana.
Del Asia conozco India, China Comunista, Tailandia, Burma, Ceylán,
Pakistán, Líbano, Siria, Jordania, Arabia Saudita, Turquía, Filipinas, Indonesia, Japón, Hong Kong y las Islas Hawai. Conozco toda Europa, con ex-
Confucio, 565 años y Aristóteles, 384 antes de Cristo fueron, como todos sabemos, dos grandes filósofos políticos. Uno y otro eran apóstoles del
“sentido común” y de la adorada medianía como cualidades principales que
20
317
cepción de Finlandia. De África, viajé por Egipto, Marruecos, Ghana y Guinea.
En Europa, he andado por España, Francia, Inglaterra, Italia, Suecia,
Noruega, Suiza, Holanda, Austria, Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo, Mónaco. Y de los países socialistas conozco la Unión Soviética, Hungría, Yugoeslavia, Polonia y Checoslovaquia.
Recibí invitación como huésped de honor en China Comunista, en Egipto, en Checoslovaquia, en la Unión Soviética, en Hungría, en Polonia, habiendo celebrado interesantes entrevistas con Mao Tse-Tung; con Chou En-Lai;
con Kruschev; con Nasser; con Tito; con el Presidente de Burma; con el
Primer Ministro de Tailandia; con Juan Domingo Perón; con Getulio Vargas,
Presidente de Brasil; con Gonzalo Videla, Presidente de Chile; con el primer
ministro Kishi, del Japón; con el Dr. Gregorio Marañón; con Fanfani, Premier
de Italia; con Karamanlis, Premier de Grecia; con Soustelle, Ministro de De
Gaulle; con el príncipe heredero Mikasa, del Japón; con Sukarno, Primer Ministro de Indonesia, y con Francisco Franco, Dictador de España.
Las entrevistas que celebré con dichos Jefes de Estado las publiqué en
un libro que titulé “El mundo a través de sus grandes estadistas”.
Mi recorrido por todas esas regiones fue de observación, de estudio de
su geografía, su historia, su organización política, sus industrias, su organización, y sobre todo, sus problemas.
Libros publicados
1. Proyecto del Código Federal del Trabajo. Ed. Cultural. 1928.
2. La misión constitucional del Procurador General de la República. Ed. Cultural. 1932.
3. Nacionalización de bienes de asociaciones y corporaciones religiosas y el caso del
Magistrado del Segundo Circuito, Lic. Antonio Alcocer. Imp. León Sánchez.
1934.
4. La lucha entre el Poder Civil y el Clero. Ed. Cultural. 1934.
5. Algunas reformas a la Ley Federal del Trabajo. Ed. Cultural. 1934.
6. En memoria de Zapata. Ed. P. N. R. 1935.
7. La escuela y el campesino. Ed. P. N. R. 1935.
316
21
8. Quince años de política mexicana. Ed. Botas. 1940.
9. Las Naciones Unidas. 1945.
10. Evolución histórica de la propiedad territorial de México. S. Turanzas del
Valle. 1945.
11. Misión diplomática en la India. Talleres Gráficos Laguna. 1953.
12. Aclaraciones a un libro de William C. Townsend. Ed. Botas. 1953.
13. La isla de Chipre. Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadísticas. 1995.
14. Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Ed. Botas. 1955.
15. La crisis política de la Revolución y la próxima elección presidencial. Ed.
Botas. 1957.
Portes Gil ha prometido continuar la política de Calles, y Calles ha compartido con
él los honores del día de la inauguración del nuevo Gobierno. México no debe olvidar el
famoso mensaje de Calles al Congreso de su país, en el cual dijo: ‘Las nuevas ideas son
compartidas hoy por la gran mayoría del pueblo mexicano, y los intereses creados por la
Revolución en todas partes, son mucho más grandes que los de cualquier grupo reaccionario’.
La nueva administración se inaugura bajo muy buenos auspicios. Dentro de poco se
abatirá el rencor partidarista. El arreglo del problema de la deuda mexicana parece cercano. Las relaciones entre los Estados Unidos y México, debido a la excelente labor del embajador Morrow y a la cooperación de las autoridades mexicanas, son hoy más amistosas de
lo que lo habían sido en el pasado, y Portes Gil puede contar con los buenos deseos de los
Estados Unidos de que salga airoso de las dificultades que puedan presentarse a su Gobierno”.
16. El mundo a través de sus grandes estadistas. Ed. Costa-Amic. 1960.
17. Estudio jurídico en unión de los Sres. Lic. Enrique V. Corominas, Prof.
Marcel Boussin, Dr. Gooffrey Honrsey, Lic. Genaro V. Vázquez, Lic. Arturo Despradel, Lic. Hipólito Herrera Billini, Lic. Ambrosio Álvarez Aybar y Lic. Carlos Sánchez y Sánchez. 1960.
19. Las instituciones de seguros y el Estado Mexicano. 1962.
20. Evolución histórica, social, política y económica de México. 1962.
21. El Seguro de la Responsabilidad Civil en el Derecho Mexicano.
22. Misión constitucional del Procurador General de la República. 2ª ed. Ed.
Botas. 1963.
23. Autobiografía de la Revolución Mexicana. Ed. Instituto Mexicano de
Cultura. 1964.
24. El Septuagésimo Quinto Aniversario de la fundación de las Escuelas Preparatoria y Normal del Estado de Tamaulipas. Ed. del Centro de Estudios
Nacionales. 1964.
25. Juárez, el más grande reformador de su época. 1964.
26. “Tamaulipas en la Historia”. Revista El Legionario. 1967.
27. La imagen de mi madre. 1967.
28. Mis ideas sobre la política y el politicastro. 1968.
22
315
leyes adecuadas, la crisis industrial podrá resolverse. Y será, en suma, obra también de
sabiduría política y de ley, en cuanto ambas tienen de más significativamente justiciero y
humano, como el nuevo Gobierno alcanzará el supremo desiderátum de hacer surgir brotes
de concordia y armonía definitiva en la familia mexicana.
29. El Plan de Ayutla, la Reforma y la Constitución de 1857. 1969.
30. Microantología. 1970.
31. La misión de la juventud en la crisis de la sociedad contemporánea.
Si tal lograse, si tal logra, en vida tan breve como fecunda, el iniciado interinato
constitucional, el presidente Portes Gil merecerá bien de la Patria.”
32. El México del Siglo XX que conocí. En colaboración con los licenciados
Ramón Beteta, Vicente Lombardo Toledano, Jesús Silva Herzog,
Manuel Gómez Morín, Miguel Palomar y Vizcarra e Ing. Marte R.
Gómez.
Y el “New York Times”, del 3 de diciembre de 1928, expresó lo siguiente:
33. La República de Corea.
“El discurso que pronunció en el Estadio Nacional el licenciado Portes Gil, después
de otorgar la protesta del cargo, es por demás interesante; habló con un lenguaje caluroso y
enfático sobre su deseo de promover más cordialidad en las relaciones con los Estados
Unidos.
Y si Portes Gil puede hacer prevalecer sus ideas —agrega “Times”—, en México serán bien recibidos los capitales y las empresas norteamericanas. Empero, añadió Portes
Gil, el Gobierno sostendrá siempre celosamente la conservación de su soberanía, y no tolerará nada que la ataque, pues la defenderá a cualquier costo, hasta llegar al sacrificio.
Al pronunciar Portes Gil estas palabras, expresó también intenso orgullo nacional,
común en todas las repúblicas hispanoamericanas. Para nosotros, los norteños, semejante
sensibilidad no siempre nos parece razonable, pero siendo un hecho esencial, permanente,
deberemos tenerla en cuenta personal y oficialmente en nuestros tratos con la América Latina.
Hoover no lo ha comprendido antes y se compenetrará de ello durante sus visitas a
las capitales sudamericanas. Detrás de cada saludo cordial que reciba, se encontrará una
advertencia cortés, tácita y expresa de que los Estados Unidos deberán respetar las nacionalidades sudamericanas y tenerles buena voluntad.
México, por muchos aspectos, merece ser felicitado por la exaltación de Emilio
Portes Gil a la Presidencia de la República. El despliegue militar y la marcha de las tropas
no oscurecen las palabras del presidente Calles en el sentido de que ‘México ha pasado
definitivamente de la histórica condición del Gobierno de un solo hombre, a la de un Gobierno de instituciones y leyes’.
El nuevo Presidente no es un dictador. Su carrera se ha desarrollado en el campo de
las actividades civiles. Tiene sólo 37 años de edad y esta circunstancia, probablemente, lo
inclinará más hacia el lado de las nuevas condiciones.
314
23
nuevos y más amplios y generosos derroteros. Consideramos que ahora, como nunca, el
supremo anhelo nacional se cifra en hacer posible el afianzamiento de regímenes institucionales. Más precisamente porque al respecto nos hallamos todavía en un periodo de ensayo y
de tanteo, en pos de perfectibilidad que va acentuándose a medida que ganemos en cultura
cívica, es evidente que se requieren, en las altas esferas del poder, condiciones ejemplares. A
la administración del presidente Portes Gil corresponderá, ni más ni menos, realizar mediante la coordinación de los elementos que se pongan en juego en la campaña electoral, el
primer grande ensayo democrático en la nueva era política que se ha abierto para la República.
Mas no es esto todo, ni es sólo esto. Otro problema que se presenta a la administración apenas inaugurada; problema que afecta de manera profunda a la economía nacional y con el cual íntimamente se liga el desarrollo constructivo del país. Nos referimos a la
crisis industrial por que atravesamos.
Es necesario crear a la industria nacional un ambiente propicio a su normal desenvolvimiento, y conjurar, asimismo, desde luego, la crisis en que se halla; crisis que, por lo
mismo que por igual afecta a trabajadores y empresas, se refleja, como no podría menos de
ocurrir, en trastornos y quebranto económico para las colectividades. A este propósito, el
actual Presidente ha mostrado tener visión certera de estadista, cuando su acto preliminar
de Gobierno ha sido reunirse personalmente con obreros e industriales para discutir la nueva Ley del Trabajo.
Con todo, y a pesar de la importancia que en sí entrañan los dos problemas que
someramente hemos apuntado, el político electoral y el de la crisis industrial, otro aún de
mayor enjundia, ya que es de carácter hondamente social, encuentra ante sí el supremo mandatario que inicia sus tareas. Nos referimos a la honda división que todavía reina en la familia mexicana.
Si cooperación y armonía crean fortaleza; escisión, distanciamiento y pugna engendran desconcierto y debilidad. Y debilidad y desconcierto existen y existirán mientras entre
todos los mexicanos no se reafirmen los lazos de un sentimiento fraternal alto y noble; mientras no desaparezcan los valladares del antagonismo insensato; mientras todos, en suma, no
presentemos, material y moralmente hablando, un solo frente, un frente único y fuerte en la
obra del engrandecimiento nacional.
Ante estas cuestiones vitales, y otras de menor cuantía que en aquéllas se comprenden, ¿cuál será el papel que habrá de desempeñar el nuevo Presidente?
Indudablemente —y por ello hacemos los más sinceros votos, a la par que abrigamos
las más firmes esperanzas—, desarrollar en el curso de su gestión una política sabia,
ponderada a la par que enérgica, sin claudicaciones, imparcial y serena. Por medio de la
aplicación eficaz de la Ley llegaremos a seguro puerto al través de la campaña electoral. Con
24
313
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Comentando mi toma de posesión como Presidente de la República, el
periódico capitalino “El Universal” publicó, con fecha 1º de diciembre de
1928, lo siguiente:
“Hoy asumió el poder, como Presidente Provisional de la República, el señor licenciado don Emilio Portes Gil.
CAPÍTULO I
LA IMAGEN DE MI MADRE1
Tiene por delante el nuevo mandatario la tarea de gobernar a México por más de un
año, en circunstancias que hacen por extremo delicado aquel cargo, debido a los importantísimos problemas de índole política, económica y social que tendrá que afrontar y resolver de
acuerdo con los altos intereses de la Patria.
“Si un hijo —dice Manou— cargara durante cien años a su
padre sobre un hombro, y a su madre sobre el otro, no haría
No es ni ha sido nunca la Presidencia de la República un lecho de rosas.
Pero mucho menos resulta serlo ahora en que, por su brevedad misma, la gestión
tendrá que ser de mayor intensidad. El puesto, de suyo, encierra enormes responsabilidades,
impone graves deberes, exige el desarrollo de una tarea, cuyo cumplimiento implica fortaleza
y abnegación a toda prueba.
Al aceptar, pues, su designación para la Presidencia Provisional, consciente de la
trascendencia que el cargo entraña, y francamente dispuesto a consagrarse por entero en él al
servicio de la Nación, el señor licenciado Portes Gil inspírase, sin duda, en acendrado patriotismo, y por ello se hace acreedor a la estimación y al respeto de todos los mexicanos.
Entre los problemas a que antes aludimos, el primero que se plantea al nuevo Gobierno, es el de las elecciones para Presidente Constitucional que tendrán que hacerse en el
curso del año entrante. Precisamente la misión del Gobierno Provisional es coordinar y vigilar el desarrollo de dichas elecciones, cuidar de su legitimidad y pureza, resguardar, en suma, el derecho del pueblo a designar sus propios mandatarios. Ahora bien, ¿quién no comprende la suma considerable de cualidades que dicha esencial misión en el nuevo mandatario implica?
Una campaña electoral larga, con la que se vinculan, como es natural y humano que
así suceda, ambiciones e intereses, siembra de no pocos obstáculos el camino, engendra suspicacias, origina despechos, enciende pasiones. Parécese a todo, menos a la mar tranquila.
La principal habilidad del Gobernante que a partir de hoy rige los destinos de la
República consistirá, pues, en salir avante de esa prueba, llegando al término de su gestión
en forma de transmitir al sucesor legítimamente electo, la dirección de los negocios públicos
sin quebranto de éstos, y sin que en un ápice se haya alterado el proceso de desarrollo constructivo del país.
Estamos lejos de abrigar ningún pesimismo por lo que toca a la cuestión política
electoral. Creemos firmemente que, a ese respecto, los destinos de México se encaminan por
312
por ellos tanto como ellos han hecho por él.”
Cómo era mi madre. Sus relaciones con mi progenitor, a quien recuerdo entre sueños a escasos tres años de edad. Mi padre no poseía recursos de
fortuna. Mi madre tenía que trabajar en la máquina de coser confeccionando
prendas de ropa para las tiendas de la ciudad. La inteligencia poco común de
mi mamá. Una descripción física de mi madre. Las reflexiones de mi madre
sobre sus hijos. Las relaciones de mi madre y mi esposa. Mi madre, ejemplo
de abnegación, de sacrificios y de constantes esfuerzo para mejorar y educarnos. Los cuarenta y seis años que viví cerca de mi madre.
E
l día que murió mi padre —Domingo Portes—, que fue un amantísimo
esposo, lo recuerdo como entre sueños, tenía escasos tres años, y mi hermano Domingo, siete. Mi madre, que desde hacía algunos meses dedicaba la mayor parte de
su tiempo a atender a su marido, que se hallaba postrado en cama a consecuencia de una bronconeumonía, debatiéndose entre la vida y la muerte, no
poseía recursos de ninguna clase para hacer frente a tan aflictiva situación, y se veía
obligada a trabajar en la costura, pues afortunadamente poseía una vieja máquina de coser
que venía pagando en abonos mensuales.
Al morir mi padre, la autora de mis días —Adela Gil de Portes—,
quebrantada de su salud, se enfrentó a la vida con todo dolor y entereza,
redoblando sus esfuerzos para hacer frente a las vicisitudes que le deparaba el
destino. Se dedicaba día y noche a confeccionar prendas de ropa que yo entregaba semanariamente a una de las tiendas de la ciudad.
25
Cuando cumplí ocho años padecí una bronconeumonía y mi madre
pasaba las noches cuidando de mí, siempre cariñosa y abnegada y sin perder la
fe en la “Divina Providencia”, como decía ella.
Mi niñez, a pesar de la pobreza en que vivíamos, aunque dura, no fue
triste. En nuestra casa de la calle de Matamoros (en Cd. Victoria, Tamps.),
vivíamos mi abuela ciega, mi madre, dos hermanos de ella y un hermano, así
como cuatro primos, mi hermano Domingo y yo.
Me levantaba a las seis de la mañana para ir con otros compañeros a
bañarme al Río San Marcos, que en aquella época siempre llevaba agua.
El licenciado don Isidro Fabela hace un verdadero balance políticosocial a propósito de la obra de Gobierno realizada por Portes Gil:
“La obra realizada por el señor presidente Portes Gil es única por su intensidad y
por su alcance. En sólo catorce meses de Gobierno ha podido realizar lo siguiente:
Primero. Sofocar la rebelión de marzo en sólo dos meses de lucha, con el mínimum
posible de gastos económicos y de pérdidas de vidas, distinguiéndose por su rigor en casos indispensables y por una rara magnanimidad con aquellos que consideró instrumentos irresponsables.
Mi madre tenía una inteligencia poco común, un carácter alegre y jovial, y una
fuerza de voluntad extraordinaria; era bajita de cuerpo, menudita y de belleza singular.
Jamás se expresaba mal de nadie y siempre tenía una palabra de consuelo o de
piedad para disculpar los defectos o faltas de los demás.
Segundo. El arreglo del conflicto religioso, que mantuvo a la Nación, durante años,
en una crisis espiritual que dañó gravemente a la República, económica e internacionalmente, con la circunstancia, muy importante, de que los arreglos hechos no quebrantaron los
principios religiosos ni los constitucionales. Todo llevado a cabo con un gran tacto diplomático
y una discreción política ejemplar.
Del modesto salario que ganaba, siempre se despojaba de algo para
socorrer a las gentes más pobres que ocurrían a ella en busca de ayuda.
Tercero. La ejecución de los postulados agrarios, que han ido practicándose con
eficacia rápida y extensiva, como en ningún otro Gobierno revolucionario.
Así pasaron mis primeros años. Después, mis inquietudes se multiplicaron y se inició la serie de penas que causé a mi madre. A veces llegaba a la casa
con una mano torcida por algún puñetazo dado a algún compañero, o con un
ojo morado por un golpe recibido. Mi madre, siempre solícita, me curaba, y al
decirle la verdad de lo que había ocurrido, después de la reprimenda, cariñosa
me decía: “No seas peleonero; pórtate bien con tus compañeros, y solamente cuando seas
atacado procura defenderte sin causar el menor daño”.
Cuarto. La expedición del Código del Trabajo, que encarna la idea redentora de la
Revolución en favor del proletariado y que vendrá a concluir muchos de los conflictos habidos hasta hoy entre el capital y el trabajo; siendo de hacerse notar que la Ley del Trabajo es
obra personal, ideológica y pudiéramos decir, apostólica, del licenciado Portes Gil.
Desde que inicié mis actividades en la política en el año de 1910, las que
durarían la mayor parte de mi vida, me vi envuelto en multitud de dificultades;
muchas veces estuve a punto de perder la vida.
Mi madre sufría con resignación todas las contrariedades y cuando alguien le instaba a que me obligara a abandonar aquellas luchas, tan llenas de peligros, ella contestaba
invariablemente: “Yo no puedo evitar que mi hijo siga el camino que se ha trazado. Sé de
sobra que el peligro lo acecha todos los días y puede hacerlo víctima de la muerte, pero si le
exijo que abandone su vocación, me pesaría, porque en tal caso le cortaría su destino y yo no
tengo derecho a tal cosa. Sólo pido a la Providencia que me lo cuide y me lo traiga al hogar
sano y salvo”.
Quinto. La expedición de la Ley Universitaria, libertadora de aulas que, al crear
la autonomía de la Universidad de México, abre una flamante ruta a la vida intelectual
mexicana y alienta, con noble afán, la creación de las escuelas libres que algún día descargarán al Estado, con la altruista iniciativa privada de gastos que, en definitiva, el pueblo
ahorrará.
Las características del Presidente son, a mi juicio, las siguientes:
El licenciado Portes Gil es un estadista nato; nació para gobernar, tiene para ello la
clara visión política, el conocimiento del carácter de los políticos mexicanos, un patriotismo
hondo, un talento vigoroso, una seria cultura y un carácter acerado. Esto, sobre todo, porque
Portes Gil, como Juárez, es bronce por fuera y bronce por dentro”.
Isidro Fabela
Sabía muy bien que mi madre sufría lo indecible cada vez que me veía
en peligro de muerte. Los hijos hacemos sufrir mucho a nuestros padres,
especialmente a la madre, a quien causamos penas y sufrimientos sin cuento,
26
311
“La personalidad del Presidente, Lic. don Emilio Portes Gil, se destaca como la de
un estadista de tendencias modernas. El marcado interés que desde hace tiempo demuestra
por elevar el nivel moral y social de las clases laborantes, lo perfilan como uno de los hombres
que México necesita para afirmar su prestigio de nación culta.
La solución del conflicto religioso, que afectaba profundamente al país, no sólo en lo
espiritual y político, sino hasta en lo económico, así como el retorno a la Patria de fuertes
mentalidades que sumarán su contingente valiosísimo a las fuerzas en lucha por el progreso,
son, a mi juicio, los actos más culminantes realizados por el Gobierno del Lic. Portes Gil”.
pero en mi caso, creo que jamás ocasioné a la autora de mis días ningún pesar,
ningún dolor por algún acto innoble que me avergonzase ante mi conciencia
y ante mi madre.
“No temas nunca —me decía mi madre—, no temas nunca a nadie, ni a la
vida ni a la muerte; no le tengas miedo a nadie; procede siempre con rectitud; no digas jamás
una mentira; no te dejes humillar de nadie, y cuando te ataquen, no te dejes y responde con
dignidad, causando el menor daño posible; no hagas mal a nadie; sé buen amigo, buen hijo,
buen hermano, para que puedas ser un buen ciudadano, digno de tu Patria.”
María Esther Rodríguez
Considerada justamente como la Gabriela Mistral de México
Estas reflexiones de mi madre, de aquella noble y santa mujer, la más ejemplar de las madres, que tanto se sacrificó por mí, a la que debo todo lo que he
sido, lo que soy y lo que seré, han quedado grabadas en lo más íntimo de mi
ser, y se las dejo a mis hijas y a mis nietos para que sean como ella, noble, buena y abnegada hasta el sacrificio, y que supo imponerse a la adversidad y triunfar en la vida.
“Después de don Sebastián Lerdo de Tejada, no hemos tenido presidentes profesionistas, sino a don Francisco León de la Barra y a don Emilio Portes Gil, abogados, que
han ocupado la Primera Magistratura con carácter de interinos.
El día dos de noviembre de 1918 falleció mi hermano Domingo, a la
edad de 30 años, ya para recibirse de abogado. Su muerte causó a mi madre un
gran dolor. Recuerdo que continuamente decía mi hermano que deseaba morirse en ese día, de modo que su deseo se le concedió.
El señor De la Barra no podía desarrollar ninguna actividad política en su administración, porque la opinión pública abrumadora era maderista y el señor De la Barra,
fundamentalmente, estaba en el extremo contrario.
El licenciado Portes Gil ha tenido la fortuna de ocupar la Presidencia de la República
en el momento en que él representa la cúspide de un movimiento revolucionario hecho
Gobierno.
De allí que no haya sido sorpresa para los civiles conscientes, identificados con la
acelerada evolución de México, la victoria de su Gobierno sobre una rebelión pretoriana, y
su fácil dominio en la paz de las conciencias, resolviendo el problema religioso.
Esas dos victorias bastarían para fundar un prestigio, si no debiese agregarse la
autonomía de la Universidad Nacional, que fue un ideal nuestro desde 1910 y que, al
ocupar la capital de la República el Ejército Constitucionalista, se anunció como una promesa de la Revolución.
Emilio Portes Gil reúne las características del mexicano consciente de su responsabilidad y se perfila un formidable estadista del porvenir”.
Félix F. Palavicini
310
Cuando contraje matrimonio en el año de 1922, puedo decir que hice
una unión muy feliz. Desde esa época, mi esposa compartió con mi madre
todas las penalidades, y puedo afirmar que la felicidad de mi hogar fue la consecuencia de la fusión de los corazones de esas dos santas y nobles mujeres.
Mi esposa, siempre cariñosa y prudente, otorgaba a mi madre confianza plena y la hacía
sentirse siempre el centro de la casa. En cambio, mi madre generosamente renunciaba a
todo lo que significaba autoridad, y depositaba en mi mujer el cetro que las dos compartían
como reinas de mi hogar.
Estos dos seres influyeron poderosamente en mi carrera política; me
alentaron siempre en los momentos difíciles y compartieron conmigo los modestos triunfos que alcancé.
Mi madre había nacido en la religión católica, pero casi nunca iba a la iglesia. En
su casa, antes de acostarse, oraba en voz baja y hacía sobre mí la señal de la
cruz; pero nunca aprendí a rezar.
Toda su vida fue un ejemplo de abnegación, de sacrificio y de constante esfuerzo por
superarse e imponerse a los azares de la existencia. Jamás la oía exclamar una sola
27
queja, ni menos nada que significara desaliento. Nunca renegó de su pobreza
y siempre vio el destino con optimismo y entereza.
Mi madre murió en mis brazos cuando iba cumplir los 87 años. El 9 de
julio de 1940, a las 7 de la mañana, estando mi mujer y yo a su lado, expiró
tranquila, serenamente. En su rostro se reflejaba una expresión de suma serenidad, y después de un sopor que la tuvo en la inconsciencia durante algunas
horas, ya para morir abrió sus ojos tan bellos, y al mirarme, con angustia, sólo
pronunció estas palabras: “Hijo de mi vida, lo más querido de mi corazón”. Ya todo
había terminado. El llanto ahogó mi queja, y desde entonces llevo en el corazón
una herida que no podrá cerrarse jamás, pero siento que ella está presente,
siempre a mi lado, estimulándome en los momentos de lucha e inspirándome
en los trances difíciles de la existencia. Con mi madre viví 46 años ininterrumpidamente y en los últimos 18 años nos acompañó mi santa compañera, que siempre fue para
ella como una hija ejemplar.
En la lápida que cubre sus venerables restos, inscribí estas palabras:
“Madre incomparable, tu recuerdo, tus consejos, tu espíritu, siguen iluminado mi existencia”.
Cuando se pierde la madre, el dolor que se experimenta no tiene paralelo. Afortunadamente, mi mujer ha compartido conmigo todos los placeres y
todos los sinsabores de la vida, me ha dado dos hijas ejemplares, y éstas siete
nietos, y todos formamos una familia feliz que tiene por norma la tranquilidad en la conciencia, la paz en el hogar, el cariño de la humanidad y el hondo
sentimiento de la Patria.
Y para terminar este boceto, nada se me ocurrió más adecuado que
transcribir el pensamiento de un autor cuyo nombre ignoro.
Dice así:
Aunque la vida nos deje sin madre,
la madre nunca muere, ha dejado
raíces demasiado profundas en nuestra alma,
en nuestro cuerpo, en nuestra memoria,
para morir en la muerte.
28
De regreso a la Ciudad de México, fue Abogado Consultor de la Secretaría de
Guerra, cuando el general Obregón ocupó dicha Secretaría en 1917, pasando luego a
ocupar una curul en la Cámara de Diputados en las 27, 29, 30 y 31 Legislaturas, con la
representación de su estado natal.
Con la magnífica preparación que el licenciado Portes Gil llevaba en la Cámara, su
seriedad, su dinamismo y su constante estudio de los problemas políticos y sociales, fácil es
suponer que su éxito tendría que ser completo, como en efecto lo fue. A Portes Gil se debió
la derrota parlamentaria del Cooperatista en 1923 y el triunfo completo de la Revolución,
abanderada en aquellos días por los generales Obregón y Calles. Portes Gil pudo ser,
después de sus triunfos en el Parlamento, gobernador de Tamaulipas (periodo de 1925 a
1928) y ministro de Gobernación en el último gabinete del general Calles. De ahí a la
Presidencia, no dio más que un paso”.
“Hombre que en la conducta es tan definida como en las orientaciones; en que el
gesto es tan enérgico como sus actos; en que el sentimiento de humanidad es tan hondo como
su visión de la Patria futura, el presidente Portes Gil encarna el tipo de la nueva generación
mexicana que forjó su pensamiento y su carácter en las fraguas de la Revolución”.
L. Sánchez Pontón
“I. Firme propósito del actual Primer Magistrado de hacer efectivas las reivindicaciones tanto económicas como políticas del proletariado, le da una personalidad de
alto relieve en los anales de la América.
II. Su característica más destacada es la perseverancia en la lucha por la consolidación de las conquistas revolucionarias que tanta sangre ha costado a este país.
III. La victoria obtenida contra los más grandes flagelos de la humanidad: el militarismo y el clericalismo, a los cuales encajó en los moldes de la Ley”.
Carlos León
Presidente de la Unión Centro, Sudamericana y Antillana
309
Vargas Vila era un exiliado y nos deleitaba con sus pláticas siempre amenas e
interesantes.
A continuación voy a transcribir las opiniones emitidas por el historiador y constituyente don Jesús Romero Flores; por el Lic. Luis Sánchez Pontón;
por Carlos León, Presidente de la Unión Centro Suramericana y Antillana;
por María Esther Rodríguez; por el Sr. lng. Félix F. Palavicini y por el Sr. Lic.
Isidro Fabela.
Dice don Jesús Romero Flores, en su bien documentado libro “La Constitución de 1917 y los primeros gobiernos revolucionarios”, lo siguiente:
“¿Quién era el hombre en el que sus conciudadanos se fijaban en aquellos difíciles
momentos, para ocupar el lugar que la mano de un asesino había impedido hacerlo al
general Obregón?
Si en cualquier momento y en cualquiera circunstancia el puesto del Presidente de la
República sólo debe confiarse a hombres de acrisolada honradez, de inmejorable preparación,
de perfecta identificación con el pueblo y de antecedentes insospechables, en aquellos días de
angustiosa inquietud, los de quien ocupara la dirección del porvenir de México tenían que
ser mayores; habría que buscar a un estadista y no a un caudillo; a un funcionario con la
serenidad y ecuanimidad, y no a un turbulento jefe de partido; a un hombre con el arraigo
necesario dentro de la Revolución y, sin embargo, capaz de comprender a quienes no pertenecieran a ella; a un hombre, en fin, comprensivo de la Ley y amante de la Justicia.
Ella sigue viviendo,
no podemos separarla de nuestros recuerdos,
nos llena la vida del comienzo al fin.
Nadie que amó a su madre es jamás
huérfano de ella.
Cuando los padres se van,
se adelantan solamente a nosotros,
para esperarnos “más allá”.
Nos debemos, nos seguimos debiendo a ellos,
a la hora que nos dejaron,
o al alma que nos legaron.
Después de que han pasado diez años de aquella elección y de aquel interinato,
puede decirse que aquélla fue acertada; porque el periodo supletorio del licenciado Portes Gil
se caracterizó por el cumplimiento de su deber en todos los órdenes.
Tenía el licenciado Portes Gil 37 años al asumir la Primera Magistratura de la
Nación; había nacido en Ciudad Victoria de Tamaulipas, el 3 de octubre de 1891. Huérfano desde muy temprana edad, él mismo se formó en las severas disciplinas del trabajo y del
estudio. A los dieciocho años era ya maestro de escuela, continuando a la vez sus estudios
hasta recibirse de abogado, venciendo toda suerte de privaciones y dificultades.
A los 24 años era Subjefe del Departamento de Justicia Militar en la Secretaría de
Guerra y Marina (año de 1915), pasando en esa misma época a la ciudad de Hermosillo,
Sonora, en donde desempeñó puestos en el ramo judicial: Juez de Primera Instancia, Magistrado del Tribunal Superior de Justicia y Revisor de las Leyes Civiles y Penales de
aquella misma entidad.
308
29
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
CAPÍTULO XXIX
OPINIONES DE ALGUNOS INTELECTUALES
SOBRE MI GESTIÓN
EN LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA7
Opinión del distinguido escritor y novelista colombiano José María
Vargas Vila. Opinión del historiador y constituyente michoacano don
Jesús Romero Flores. Lic. Luis Sánchez Pontón. Carlos León, Presidente de la Unión Centro, Sudamericana y Antillana. María Esther Rodríguez. Ing. Félix F. Palavicini. Lic. Isidro Fabela.
A
l iniciar el periodo presidencial que me tocó desempeñar, sobre mi actuación en la Presidencia de la República, distinguidos intelectuales emitieron
su opinión.
El novelista y escritor colombiano, José María Vargas Vila, en su revista
“Ráfagas”, que publicaba en aquella época, expresó lo siguiente:
“Con motivo del proditorio asesinato del caudillo revolucionario general Álvaro
Obregón, se ha hecho cargo de la Presidencia de México el joven abogado Emilio Portes
Gil, cuyos perfiles de luchador, de político y de estadista lo acreditan como el hombre del
momento para conducir a México por el camino de la Revolución que ha hecho de ese gran
país el primero de la América Latina.
Le ha tocado al licenciado Portes Gil suceder a dos ilustres revolucionarios, los generales Obregón y Calles, con quienes venía colaborando.
Portes Gil tiene las características de indio, y sin conocerlo, me parece una personalidad de las cualidades de Benito Juárez”.
En el año de 1931 conocí a Vargas Vilas en Barcelona, quien me fue
presentado por nuestro ilustre escritor Rubén Romero. Todas las noches, durante los días que estuve en aquella ciudad, paseábamos por las Ramblas.
30
307
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Como medida de prevención se practicó la tuberculinización del ganado; se reglamentó
la pasteurización de la leche, haciéndose obligatoria, ya que anteriormente este tratamiento
era voluntario.
El doctor Alfonso Castrejón fue nombrado Director General del Instituto de Higiene,
quien con la autorización del Instituto Pasteur, de París, se trajo por primera vez a México
la vacuna preventiva del B. C. G. (Vacuna del Bacilo Calmette Guerín), que se utiliza
más bien en la prevención de dicha enfermedad en los niños, y actualmente se ha intensificado esta vacuna en nuestro país.
Se creó la Dirección de Higiene Industrial y Prevención Social, por decreto del 26 de
abril de 1929, dándose cursos de higiene industrial para médicos y para agentes inspectores
de la Escuela de Salubridad.
Las labores de dicha dirección se dividieron en dos partes: la que se relaciona con la
higiene del taller, la inspección médica de fábricas y talleres, y la que se refiere a la higiene
del hogar obrero.
Se organizó la Protección de las Mujeres Embarazadas o en Lactancia, de aquéllas
que trabajan como obreras y se promovió la construcción de casas baratas para obreros.
Se creó la Dirección de Organización de una Gran Comisión para Combatir el
Mal del Pinto y la Onchocercosis; la fundación de esta Dirección se hizo con colaboración
permanente de connotados investigadores, y sus resultados se dieron a conocer en el VII
Congreso Médico Latinoamericano.
Se expidió la Ley sobre Profilaxis de la Lepra, que fue propuesta por el doctor Jesús
González Ureña.
Se creó la Comisión Dictaminadora de los Medicamentos, que trabajó activamente
bajo la dirección del doctor Eliseo Ramírez.
Finalmente, se terminó el edificio de Salubridad Pública que existe en el Paseo de la
Reforma, habiéndose inaugurado, como parte de los festejos del Aniversario de la Revolución, el 20 de noviembre de 1929.
CAPÍTULO II
MI INFANCIA
Recuerdos de mi infancia. Mis antecesores. Mis padres. Mis abuelos.
Discurso que pronunció mi abuelo paterno como Presidente del Congreso del Estado, al ratificarse los Tratados de Guadalupe en el año de
1849. Opinión del escritor Antonio de Cárdenas sobre mi madre.
N
ací en Ciudad Victoria, capital del estado de Tamaulipas, el 3 de octubre
de 1890.
No he sido afecto nunca a que se haga alguna biografía de mí, ni menos
a una autobiografía; y esto porque en las biografías que se hacen cuando un
ciudadano exalta los altos puestos públicos, se dicen frecuentemente muchas
falsedades, se hace aparecer a los biografiados con virtudes excepcionales; si
algunas tienen, se las exageran. Y eso se debe a que quienes hacen tales trabajos por lo general son gente sin escrúpulos, sin honestidad mental, que tratan
de granjearse el favor del hombre que se va a encumbrar.
Sin embargo, ante la insistencia de mis amigos tamaulipecos, que quieren saber lo que he hecho en mi agitada vida pública, que desean conocer las
buenas y las malas cosas que he realizado, en este libro voy a exponer cuáles
han sido mi conducta y actuación en la vida pública.
A los 80 años, cuando ya he escalado la cumbre de la serenidad, publico,
por primera vez, datos sobre mi actuación pública, que ha sido sincera, y sobre
todo desprovista de toda vanidad, pues ya no persigo ningún fin utilitarista ni
me inspira egoísmo alguno. Lo que relataré en este libro será la verdad y sólo la
verdad.
A los 80 años de edad sigo pensando igual que cuando tenía 15 años.
Sigo siendo un entusiasta revolucionario. Reconozco que el programa de la
Revolución Mexicana se ha ido implantando cada día con mayor eficacia; a
pesar de las claudicaciones y de las inmoralidades a que han llegado muchos
306
31
de sus hombres, creo que la Revolución ha hecho de México un país guía en
todos los órdenes.
federales, organizándose la Escuela de Visitadoras Sociales, e iniciándose el Servicio de
Higiene Infantil, que organizó la Sociedad Mexicana de Pediatría.
El nombre que me puso mi padre fue Emilio Cándido, porque, según
decía mi madre, su esposo era un librepensador que odiaba al mal clero. Emilio, por la obra de Juan Jaboco Rousseau, y Cándido, por la obra de Voltaire,
en que ambos escritores se revelan como anticlericales.
Se construyeron cinco centros de higiene infantil en los barrios más pobres de la
capital y los estados.
Mi abuelo don Ramón Gil, padre de mi madre, doña Adela Gil de Portes,
durante la Intervención Francesa prestó servicios al Ejército Mexicano, y por
órdenes del coronel Dupin, jefe de la contraguerrilla francesa en Tamaulipas y
Veracruz, fue conducido preso a Tampico, sometido a vejaciones sin cuento,
a punto de ser fusilado. A consecuencia de este acontecimiento, mi abuela
materna perdió la vista.
Mi abuelo paterno, el Dr. don Simón de Portes, recibió el título de abogado en la Universidad de Santo Domingo, en el año de 1820, cuando cumplía 22 años de edad.
Se fundó la Asociación Nacional de Protección a la Infancia, que fue presidida por
la señora esposa del ciudadano Presidente de la República, Carmen G. de Portes Gil, y en
la que colaboraron distinguidas damas del Gobierno y de la iniciativa privada, quedando
como Director Técnico el doctor Aquilino Villanueva, y como secretarios, los doctores Isidro
Espinosa de los Reyes e Ignacio Chávez.
Para auxiliar con fondos a esta Institución, se autorizó la expedición de un timbre
de Protección a la Infancia, con importe de un centavo, con lo cual se establecieron la Gota
de Leche, Guarderías Infantiles y Maternidades, que desde aquella época han venido funcionando.
Actualmente la Gota de Leche sigue funcionando como desayunos escolares, y lleva
el nombre de INPI (Instituto Nacional de Protección a la Infancia).
Siendo Secretario del Héroe de la Independencia, doctor don José Núñez
de Cáceres (que proclamó la República y libertó a Santo Domingo en el año
de 1820), con motivo de que el Gobierno del presidente Boyer de Haití se
posesionó intempestivamente de Santo Domingo, tuvieron que salir exilados,
radicándose don José Núñez de Cáceres en Caracas y el doctor Portes en La
Habana.
Se creó la Primera Unidad Sanitaria en el puerto de Veracruz, y con la cooperación
de los Gobiernos Federal, Estatal y Municipal, se hicieron convenios que sirvieron de base
para que se hicieran otros servicios coordinados en los demás estados de la República.
Fungió como Jefe de la Unidad el doctor Miguel Bustamante, habiendo sido muy destacada
su actuación. Con estas unidades que se establecieron en todos el país, se formó el Departamento de Servicios Coordinados.
Antes de radicarse en Ciudad Victoria mi abuelo vivió algunos meses
en Toluca, al lado del ilustre patriota y poeta dominicano José María Heredia,
de quien era amigo, ya que los dos procedían de la misma tierra dominicana.
Se creó el Servicio Antituberculoso, iniciándose la campaña con la planeación y
construcción del Sanatorio para Tuberculosos en Huipulco, que fue el primero en la República.
En los anales históricos de México figura mi abuelo como un doble
emigrado, patriota y altruista.
Según documento que obra en el archivo de la Secretaría de la Defensa
Nacional, firmado por el entonces también Ministro de la Guerra, general
don Manuel Gómez Pedraza, don Simón de Portes fue comisionado con los
señores Dr. Miguel Machado y don Alonso Betancourt, por el Gobierno de la
República, para informar sobre la posibilidad de que México intentara liberar
a Cuba del coloniaje español.
En La Habana, mi abuelo se dedicaba a hacer miniaturas en marfil, con
lo que costeaba los gastos de su estancia.
32
Bajo la dirección del arquitecto J. Villagrán García, se planearon y se construyeron
dispensarios antituberculosos, cinco en el Distrito Federal y otros en la provincia.
Se dieron cursos de adiestramiento a todo el personal que trabajó, tanto en el sanatorio como en los dispensarios.
Fue nombrado director de esa campaña el sabio doctor Manuel Gea González, y
profesor de los cursos el eminente médico Ismael Cossío Villegas, quienes colaboraron eficazmente en la organización de estos trabajos.
También se nombró director del Dispensario Central al doctor Salvador García
Téllez, en la inteligencia de que la atención de los pacientes se hacía a domicilio, con la cooperación de las visitadoras sociales.
305
a) Fomento de los deportes en toda la República.
b) Impresión de folletos relativos para distribuirse a todas las clases
sociales y en las escuelas.
c) Conferencias antialcohólicas en todas las escuelas, universidades, asociaciones de padres de familia, sindicatos, cooperativas, ligas de comunidades agrarias y Partido Nacional Revolucionario.
d) Recomendación a los Gobiernos de los estados a fin de que no se
permitiera abrir nuevas cantinas, debiendo prohibir en éstas la venta
de comidas, el dominó y demás juegos que hacen que el empleado y
los trabajadores pasen horas enteras en los centros de vicio.
e) Formación de agrupaciones antialcohólicas en los sindicatos, ligas de
comunidades agrarias, Partido Nacional Revolucionario y demás organizaciones populares.
Desafortunadamente, el Gobierno que sustituyó al que yo presidía, no
volvió a ocuparse de la campaña antialcohólica.
CREACIÓN DEL COMITÉ NACIONAL DE TURISMO
Presidió dicho Comité el señor don Lucas del Palacio, hombre que dedicó
su vida a impulsar el turismo y la industria hotelera de México. Este Comité
inició sus labores el día 14 de julio de 1929.
CREACIÓN DEL DEPARTAMENTO DE SALUBRIDAD
En materia de Salubridad se definió por primera vez un programa que
sigue rigiendo hasta la fecha.
El doctor Aquilino Villanueva, que desempeñó el cargo de Jefe del Departamento de Salubridad, definió su programa en los siguientes términos:
“Por decreto del presidente Portes Gil se creó el Servicio de Higiene Infantil como
una dependencia del Departamento de Salubridad Pública, teniendo en cuenta la exagerada mortalidad que alcanzaba el 28% en la Ciudad de México y aún más altas en algunas
entidades federativas, desconociéndose, o más bien, se le daba poca importancia. Se organizaron cursos y conferencias para el adiestramiento, particularmente entre los delegados
304
Ya en México, tanto don José Núñez de Cáceres como el Dr. Portes se
radicaron en el estado de Tamaulipas.
El Dr. Portes fue nombrado Fiscal del Estado, y se le atribuye alguna
intervención en la redacción de la Constitución de Tamaulipas del año de
1824.
Con motivo de los servicios prestados al Estado por ambos, el Congreso de Tamaulipas, según Decreto del mes de septiembre de 1833, declaró
a Núñez de Cáceres Benemérito del Estado y ciudadano del mismo, y al Dr.
Portes, ciudadano de Tamaulipas.
En el mismo Decreto figuran, con esta declaratoria, don Guadalupe
Victoria, don Lorenzo de Zavala, don Juan Álvarez, don Andrés Quintana
Roo y otros distinguidos mexicanos.
En el año de 1849, siendo Presidente de la Legislatura de Tamaulipas el
Dr. Portes, le tocó dar cuenta al Congreso con los infames Tratados de Guadalupe Hidalgo, por los cuales México perdió más de las dos terceras partes
de su territorio.
El discurso pronunciado por el Dr. Portes, tomado del periódico “El
Defensor de Tamaulipas”, que se editaba en Ciudad Victoria, dice así:
Exmo. Sr.:
La Legislatura está penetrada de la importancia de la cuestión que hoy se somete a
su deliberación y no dudo asegurar que pondrá de su parte cuanto esté a su alcance para
llenar su deber. En mi débil opinión no podrá presentarse a esta H. Legislatura en la
actualidad un asunto de mayor consecuencia: aminorar el mal que la ratificación del Tratado de Paz con Norteamérica nos ocasiona. La Legislatura no se ocupará de la cuestión
inútil de la justicia inmensa que nos asiste en la presente guerra. Porque, ¿quién puede
dudar de una verdad tan evidente? Diré aún más: la cuestión de paz y guerra no es del
resorte de las atribuciones de esta Legislatura; pertenece exclusivamente al Poder Ejecutivo
y Legislativo de la Unión Mexicana, que sabrán salir felizmente de tan desventurado
trance. Así es de esperarse cuando la Providencia ha colocado en nuestra mayor aflicción al
hombre que nos salve, no con la espada desoladora de los pueblos, sino con la justicia y la
humanidad, con enjugar las lágrimas de tantos desgraciados hoy víctimas de la guerra.
Sí, señores: ¿para qué despabilarnos en buscar las causas de las pérdidas de nuestros
puertos y de nuestras ciudades? Fue invencible el pueblo mexicano peleando contra sus
33
antiguos opresores, cien veces más poderosos que ese puñado de hombres indisciplinados; pero
entonces se peleaba por la libertad, por romper las cadenas de la opresión y la ignomi-nia que
pesaba sobre los pueblos americanos. ¿Por quién pelea hoy México? ¿Por su independencia?
El sentido del Pueblo no la ve en una dictadura militar; mejor dicho, en la anarquía militar
que por tantos años ha oprimido y aniquilado esta feliz nación. No se diga, señores, que hoy
tenemos Constitución Federal; al Pueblo no se engaña, e ínterin no vea esto el Gobierno Civil
predominante, extinguidas esas comandancias generales, mezcladas con la adúltera unión del
Clero y los dictadores, no se le hará salir de la fuerza de inercia a que se ha acogido. Verdad
es que esta es cuestión, que el progreso e ilustración decidirán en lo venidero.
Entre tanto, ya que no podemos evitar la pérdida de lo más fértil de este estado,
séanos permitido pedir una justa indemnización, que es de esperar de la justicia de nuestro
actual Gobierno que nos conceda. Conseguida esta indemnización, la parte que se pierde del
territorio se ganará en cultura. Nuestros caminos se abrirán al comercio, se establecerá un
colegio, y varias obras de que necesita el Estado para su prosperidad y fomento a la ilustración. Ilustrado el pueblo, no sufrirá más a los pretorianos que por tan repetidas veces han
desolado el Estado. El tamaulipeco, bajo la observancia de nuestra amada Constitución,
recobrará su dignidad, será republicano positivamente, un hombre invencible y que no
dejará otra vez lograr que el enemigo extranjero domine su tierra natal; no será un recluta
ni un maniquí al mando de un jefe que lo desata de la cuerda para conducirlo al combate
para pelear por una Patria que lo trata tan cruelmente.
Quizá será una ilusión, pero yo me complazco esperando que llegará el día, ratificada la paz, e indemnizado Tamaulipas, que ya no se oigan más para revolucionar en este estado las palabras rey, legitimidad, aristocracia, sino el pensamiento que domina el alma de
La Martine: “La constitución orgánica y progresiva de la democracia toda entera, el
principio expansivo de la caridad mutua y de la fraternidad social organizada y aplicada
a la satisfacción e intereses de las masas”.
del delincuente desde los puntos de vista social, educativo y
psicológico.
Segunda. Abolición de la pena de muerte.
Tercera. Abolición del Jurado Popular.
Cuarta. Creación del Consejo Supremo de Defensa y Prevención Social.
Quinta. Creación de las Cortes Penales.
CREACIÓN DEL INSTITUTO NACIONAL
DE PROTECCIÓN A LA INFANCIA
Se creó la Asociación Nacional de Protección a la Infancia, que estableció la Gota de Leche y consultorios médicos en toda la República.
El Comité Nacional de Protección a la Infancia, que presidía mi esposa
Carmen García de Portes Gil, tuvo por objeto, según se señaló en el decreto
respectivo, proteger al niño desde los puntos de vista físico, social y moral.
Para la realización de tales fines, se crearon y sostuvieron Centros de
Higiene para el Cuidado de Mujeres Embarazadas, Casas de Maternidad, Casas para Niños Semi-Abandonados en la edad preescolar y en la escolar, colonia de vacaciones, campos de juegos y la organización de actividades adecuadas tales como servicios de enfermeras, visitadoras de los hogares pobres,
bibliotecas especiales para niños y ciclos de conferencias sobre higiene social
para las madres. El Comité estableció instituciones semejantes en todos los
estados de la República.
Simón De Portes
Mi abuelo murió a los 94 años, habiéndose casado dos veces, y de su
segunda esposa nació mi padre.
El Dr. Portes poseía una regular fortuna, y entre otros de sus bienes, la
Hacienda de Santa Engracia, que vendió a finales del siglo pasado, y que en el
año de 1925, al tomar posesión del Gobierno de Tamaulipas, me tocó repartir
gran parte de ella.
34
CREACIÓN DEL COMITÉ DE LUCHA
CONTRA EL ALCOHOLISMO
Se creó el Comité Nacional de Lucha contra el Alcoholismo, y por primera vez durante los Gobiernos revolucionarios, se celebró el 20 de Noviembre, organizándose para el efecto un desfile deportivo y antialcohólico en la
capital y en toda la República.
El programa para la campaña antialcohólica lo definió el Ejecutivo de
la siguiente manera:
303
bles, me expresó que a fin de evitar malas interpretaciones, quedaba yo desde
luego autorizado para hacer saber al Gobierno de Washington, que los patriotas nicaragüenses depondrían las armas con sólo recibir la promesa formal del
Departamento de Estado, en el sentido de que las fuerzas de ocupación serían
retiradas posteriormente.
Por mala administración o la ambición de los herederos de mi abuelo,
mi padre quedó en mala situación económica, y al morir en el año 1894, mi
madre quedó en situación precaria, viéndose obligada a trabajar en la costura,
para lo cual logró hacerse de una máquina de coser, con lo que pudo hacer
frente a sus necesidades y a las de sus dos hijos.
Lo dicho por mí logró impresionar al señor Morrow. Acordamos, desde
luego, que él se dirigiría a su Gobierno en el sentido expuesto y yo daría instrucciones al Ministro de México en Costa Rica, Lic. Mediz Bolio, a fin de
que, con carácter particular y en calidad de turista (ya que no teníamos relaciones con el Gobierno de Nicaragua), comisionara a uno de los Secretarios de la
Legación para que se trasladara a Managua y procurara apersonarse con el
presidente Moncada, o con el Secretario de Relaciones Exteriores y les hiciera
conocer el plan de acción propuesto al señor Morrow, seguros de que tendríamos de parte de éste todo su apoyo ante el Gobierno americano.
Mujer de gran carácter e inteligencia, no se amedrentó por aquella situación de extrema miseria.
El licenciado Mediz Bolio comisionó al secretario Francisco Navarro
para que fuera a Managua a entrevistar al presidente Moncada y, en informe
confidencial que rindió, hizo saber al Gobierno de México que el de Nicaragua no podía aceptar dirigirse al de los Estados Unidos pidiendo el retiro de
los marinos americanos, porque aquello equivaldría a la caída de su administración, pues no tenía confianza en el general Sandino.
En la siguiente entrevista con el embajador Morrow, en que le hice
conocer la determinación del general Moncada, le expresé: “Creo que hemos
fracasado en este intento generoso, señor Embajador”.
Pocos meses después, al retirarse los marinos americanos, Sandino se
sometió al Gobierno del presidente Moncada, y desgraciadamente, se cometió
el gravísimo error de sacrificar a ese hombre, que había tenido el valor de
combatir a los invasores, asesinándolo villanamente.
EXPEDICIÓN DEL CÓDIGO PENAL DE 29
Se expidió el Código Penal de 1929, el Código de Procedimientos Penales, el de Procedimientos Civiles y del Ministerio Público. En el Código
Penal se hicieron las siguientes modificaciones:
Primera. Nueva actitud social respecto al delincuente, considerando al
delito como producto social, no individual, y la personalidad
302
Cuando yo platicaba con mi madre y le contaba mis impresiones de
cuando murió mi padre (apenas contaba con tres años), me decía: “¿Pero cómo
es posible que te acuerdes de esa tragedia, si ni siquiera podías hablar? No cabe duda, la
Providencia —decía ella— te tiene reservados grandes triunfos en la vida”. Agregaba:
“Naciste a las siete de la mañana del día 3 de octubre, en los momentos que llegaba de
Monterrey el primer tren, y me diste muchos trabajos para nacer”.
Refiriéndose a mi madre, el escritor Antonio de Cárdenas, con el título
“Madres que supieron triunfar”, dice lo siguiente:
“En México tenemos madres que han sabido, cualesquiera que sea su posición y
grado de cultura, preparar hijos que han llegado, por diversos caminos de la lucha, a
significarse en una cumbre. Madres mexicanas, veneros de amor y sacrificios; madres que
saben que la belleza es un martirio y el deber una disciplina.
SUPE PREPARAR A MI HIJO
Quisimos conocer la forma en que las madres de algunas personalidades mexicanas,
en la política, en la ciencia y en el arte, supieron “edificar” a sus hijos. A la primera que
vimos fue a la señora doña Adela Gil viuda de Portes, madre del licenciado don Emilio
Portes Gil, Procurador General de la Nación y ex Presidente de la República. Es el tipo
modelo de la madre mexicana; se muestra altamente complacida de la encuesta, y al ser
interrogada por nosotros, cordializada por los recuerdos, nos dice:
Viuda y sin fortuna supe preparar a mi hijo para la vida. Tres años tenía Emilio
cuando falleció mi esposo, y desde entonces, haciendo esfuerzos que hoy resultan una gran
satisfacción para mí, logré que estudiara su primaria y normal en Ciudad Victoria, y que
siguiera después sus estudios en México, para abogado. Le inculqué sentimientos que hoy
representan mi mayor felicidad. Es ejemplar como hijo, como esposo y como padre. Estoy
convencida de que la pobreza honrada y el amor son lo único para educar a los hijos. Emilio
supo del deber desde niño, y por eso estoy orgullosa de lo que es. Siempre ha tenido ideales,
ha sido trabajador y exento de todo vicio. ¿Qué más puedo yo desear?...”.
35
Mi infancia fue dura, a pesar de los mimos de la autora de mis días, que
se esforzaba por hacernos la vida alegre a mi hermano y a mí.
En la escuela fui el muchacho más travieso. Mis maestros me castigaban rudamente y recibía no sólo fuertes reprimendas, sino golpes, reglazos,
estirones de orejas que a veces me sacaban sangre; pero a pesar de todo, logré
pasar los años con buenas calificaciones.
Una vez, cursando el cuarto año, después de una golpiza que me dio el
profesor, me fui de pinta durante dos meses, y cuando mi madre se enteró, le
manifesté que no quería estar en la Escuela Anexa, porque me trataba el profesor con mucha crueldad.
Con el consentimiento de mi madre me inscribí en la Escuela Municipal, de la que era director el inspirado poeta tamaulipeco y gran liberal, don
Juan B. Tijerina.
A los pocos días fue a ver a mi madre el maestro que me había tratado
con tanta rudeza, para suplicarle que volviera a la escuela, y con lágrimas en
los ojos me pidió mi madre que volviera. Ante aquella súplica volví a mi antigua escuela.
Mi madre jamás me trató con dureza y cuando yo hacía algo que la
molestara, me veía con sus ojos de piedad, que a veces se llenaban de lágrimas. Así me convencía de que me portara bien.
En el año de 1905 mi hermano Domingo se vino a estudiar a México,
gozando de una pensión que le concedió don Manuel González, hijo del presidente tamaulipeco, y cuando nos despedimos de él mi madre reprimió el
llanto que le causaba su ausencia; muchas veces la oí sollozar.
Esto me sirvió para portarme mejor y evitar molestar a la autora de mis
días.
Para ayudar a mi madre repartía carne de una carnicería que tenía un tío
mío, y cuando llegaba a la casa con los cuarenta o cincuenta centavos que me
pagaban, mi madre se llenaba de gozo, no obstante que ella no quería que yo
desempeñara tan modesto trabajo.
36
Es ésta, señor Embajador, la causa por la que México no reconocerá al Gobierno
del general Moncada, mientras subsistan tales circunstancias, pues no quiero ser yo el
primer presidente que rompa con esa norma, que me parece patriótica y digna por todos
conceptos”.
Como el señor Morrow insistiera, siempre en tono afectuoso y cortés,
en aquella petición, me vi precisado a fundar aún más mi negativa. Y le dije:
“Quiero suponer por un momento que los papeles fuesen otros y que, en lugar de
Nicaragua, el país invadido fueran los Estados Unidos. ¿Qué sentiría usted, señor Morrow? Seguramente estará usted en el fondo conmigo, en mi modo de pensar. Y tengo la seguridad de ello porque usted no es persona que trate de defender a todo trance, lo mismo la justicia que la injusticia. Usted es un hombre de corazón y siente en el fondo de su alma esta
situación, que está costando a los Estados Unidos tanta sangre, tanto dinero y, lo que es
más sensible, tanto prestigio continental”.
Como había logrado interesar positivamente al señor Morrow en aquella plática —que él había iniciado— deseoso yo de prestar un servicio a la
Nicaragua mártir de aquellos días, me aventuré a hacerle la sugestión que
resumiré en seguida. Al efecto, le manifesté: “Usted, señor Embajador, puede hacer
un gran servicio a su Patria si acepta el proyecto que acabo de concebir en estos momentos.
Pienso dirigirme en forma confidencial y amistosa al Presidente de Nicaragua, general
Moncada, haciéndole la sugestión de que pida al Gobierno americano el retiro de los
marinos que se encuentran en su territorio, a condición de que yo me comprometo a que el
general Augusto César Sandino deponga inmediatamente las armas y con sus hombres se
ponga a sus órdenes. A la vez, usted, si está de acuerdo conmigo, se dirigirá a su Gobierno
pidiendo que la solicitud del presidente Moncada sea atendida. Si usted me secunda en este
plan y logramos consumarlo, cesarán los sacrificios de vidas y de dinero que seguramente
estará su país gastando en tan grande escala; desaparecerá el recelo que el poderío norteamericano ha suscitado en todos los pueblos latinoamericanos y habrá un mejor entendimiento
entre ustedes y nosotros”.
La seguridad que di al Embajador Morrow de que el general Sandino se
sometería al Gobierno de Nicaragua y le prestaría todo su apoyo tan pronto
como saliesen del territorio invadido los marinos americanos, fue después de
una entrevista que —en presencia del Sub-Secretario de Relaciones Exteriores, señor Genaro Estrada— celebré con el doctor Zepeda, quien de antemano había sido autorizado por éste para hacerme presente tal determinación.
Es más, el doctor Zepeda, que en toda su actuación como representante del
general Sandino obró con la lealtad, abnegación y patriotismo más encomia301
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
El señor Morrow me manifestó que desde luego, por teléfono, sugeriría
aquella indicación al Departamento de Estado, seguro de que la atendería. En
efecto, al día siguiente se presentó en mi oficina uno de los Secretarios de la
Embajada Americana para informarme que estaba cumplida la petición que
había hecho al Embajador, en favor del general Sandino.
Durante todo el tiempo que permaneció el general Sandino en el territorio nacional, el Gobierno le proporcionó ayuda económica de acuerdo con
nuestras posibilidades, lo cual servía para atender decorosamente a su sostenimiento y al de su Estado Mayor.
El doctor Pedro José Zepeda, representante del general Sandino, estuvo
comunicándose directamente conmigo y, en todas las ocasiones en que pude
obsequiar las peticiones —siempre comedidas y prudentes del general Sandino—, las satisfice con agrado.
Yo sentí por el general Sandino una admiración sincera. Desde el año
de 1927, en que se hallaba levantado en armas, desempeñando yo el cargo de
Gobernador de mi estado natal, di su nombre a la Biblioteca Pública de Ciudad
Victoria.
En el mes de abril de 1929, el señor Dwight W. Morrow, Embajador de
los Estados Unidos, solicitó una entrevista con el que suscribe, y, en mi presencia, con la finura y exquisito trato que acostumbraba siempre, se expresó
así:
“Señor Presidente: He venido con el objeto de saludar a usted y, a la vez, a tratarle
un asunto que me ha encomendado mi Gobierno; es el del reconocimiento, por parte de
México, del Gobierno de Nicaragua que preside el general Moncada. Todos los gobiernos
europeos y americanos han reconocido el orden de cosas existente en aquella República y
todos ellos tienen instaladas sus Legaciones y Consulados. Mi Gobierno desea conocer el
sentir de México a este respecto y, de no haber inconveniente grave, se permitiría invitar al
Gobierno que usted preside para que otorgue ese reconocimiento”.
Mi respuesta al señor Morrow fue la siguiente:
“Señor Embajador: Agradezco a usted mucho la invitación que se sirve hacerme,
por instrucciones de su Gobierno para que México entable relaciones con el Gobierno de
Nicaragua que preside el general Moncada. A este respecto siento manifestar a usted la
imposibilidad en que se halla mi Gobierno para reanudar tales relaciones, en virtud de que
ha sido norma invariable de nuestra cancillería, a través de muchos años, no reconocer
ningún Gobierno en cuyo territorio se encuentren tropas extranjeras.
300
CAPÍTULO III
MIS ESTUDIOS EN LA PRIMARIA ANEXA
A LA NORMAL Y PREPARATORIA
Mis maestros. Don Jaime Nunó. De dependiente de una ferretería. Pensión
que recibí del Estado. La Sociedad de Estudiantes “Guadalupe Mainero”.
Periódico “El Cauterio”. Cargos sin fundamento que se me hicieron.
Concesión que otorgó el Gobierno de Tamaulipas para la construcción de
un oleoducto. Oposición que hicimos los estudiantes.
L
os estudios los cursé, durante los años de 1897 a 1899 y de 1900 a 1904,
en la Escuela Municipal que dirigía Juan B. Tijerina, y en la Escuela Anexa a la
Normal de Profesores.
En el año de 1899 se fundó la Escuela Anexa a la Normal con un grupo
de escolares que vinimos de la Escuela Municipal Número Uno.
De los maestros, recuerdo, entre otros, al muy querido don José del
Carmen Tirado, a Marciano González, ya fallecidos; a Ramiro Zárate; a Tiburcio M. Peña y a Gonzalo Lara Guerrero.
Don Carmen Tirado dirigía el primer año, y recuerdo con emoción el
método que usaba para enseñarnos a contar. Traía siempre un pequeño costal
con piñones y a cada uno de sus discípulos le ponía en el pupitre un puñado
y nos decía: “Niños, son para ustedes hasta el número que puedan contar”. Con aquello, don Carmen nos estimulaba para aprender pronto a sumar y a restar.
En el año de 1903, recibimos en la Estación del Ferrocarril a don Jaime
Nunó, autor de la música del Himno Nacional. Hacía una gira por la República con el fin de despedirse del pueblo mexicano y pasar los últimos años de su
vida en la Madre Patria.
En la Escuela Anexa a la Normal se le hizo una gran recepción, presidida por el Gobernador del Estado. Más de 5,000 niños cantamos el Himno
37
Nacional y aquel viejecito de más de 80 años, emocionado, lloró como un
chiquillo. Ahora que pasa por mi mente aquella conmovedora escena, me
imagino al Benemérito don Jaime Nunó como un enorme témpano de hielo
que se deshacía por las lágrimas que salían de sus cansados ojos.
Don Jaime era un hombre de barba blanca, de cutis sonrosado, de cabellera totalmente blanca. Cuando le tocó hablar no pudo hacerlo, pues el
llanto ahogó sus palabras y sus lágrimas corrían abundantemente por su venerable rostro.
Al terminar mis estudios de Primaria, y deseoso de ayudar a mi madre a
fin de que descansara un poco de las duras faenas a que se dedicaba, le manifesté que deseaba buscar algún trabajo. Al principio ella se opuso a tal petición,
pues deseaba que yo continuara mis estudios; pero ante mi insistencia, accedió a mis pretensiones.
En los años de 1902-1903 trabajé como dependiente en una ferretería.
En ese empleo me enseñé a ganar los primeros emolumentos, y desde las seis
de la mañana hasta las ocho de la noche atendía con los demás empleados el
despacho del mostrador, recibiendo como compensación los alimentos y dos
pesos semanarios. Era yo el más joven de los dependientes, pues contaba con
doce años, y mi principal ocupación era barrer y asear la tienda, teniendo que
levantarme a las cinco y media de la mañana para realizar esos quehaceres.
Durante los tres años que permanecí en esa ocupación estuve contento, pues
tenía la satisfacción de llevar a la autora de mis días los dos pesos que recibía
semanariamente, tomando yo sólo lo indispensable para mis necesidades. Pero
como mis inquietudes me llamaban hacia otros rumbos, en el mes de agosto
de 1905 me separé del empleo y me inscribí en la Escuela Normal para Maestros.
Como era un estudiante pobre y mi madre no tenía recursos para costear
mis estudios, solicité del Gobernador del Estado, don Pedro Argüelles, una
pensión para hacer el curso de maestro normalista. Cuando ocurrí al señor
Argüelles, me recibió afablemente y al enterarse de mis pretensiones, me manifestó que las becas del año habían sido ya otorgadas, pero que iba a hacer una
excepción en mi favor, otorgándome una pensión de quince pesos mensuales
con el carácter de extraordinaria.
Los estudios normales los inicié en el año de 1906, habiéndolos terminado en 1910; al mismo tiempo inicié los de Preparatoria.
38
ENTREVISTA CON EL EMBAJADOR MORROW
No sé cómo el señor embajador Morrow, de los Estados Unidos, que
fue un gran amigo de México, se enteró del asilo que se había concedido a
Sandino.
Al pedir una audiencia conmigo, me manifestó:
“Señor Presidente, me he tomado la libertad de venir a verlo con objeto de hacerle
una pregunta que quizá no esté dentro del protocolo diplomático, pero que interesa vivamente a mi Gobierno, y para lo cual he recibido las consiguientes instrucciones. Digo que,
quizá lo que me voy a permitir preguntar a usted no esté dentro del protocolo diplomático y
por eso pido a usted mis más cumplidas excusas en la inteligencia de que, si usted estima
que no debe contestar a la pregunta referida, no por eso me consideraré lastimado en lo más
mínimo”.
Como el preámbulo se iba alargando, indiqué al señor Morrow que
podía hacerme cuantas preguntas gustara en el concepto de que yo las contestaría con todo gusto.
Agregó el Embajador:
“El Departamento del Estado de Washington ha tenido noticias vagas de que el
Gobierno de México ha acordado conceder a Sandino refugio en este país. ¿Podría usted,
señor Presidente, decirme algo sobre el particular?”.
“Con mucho gusto —contesté—. En efecto, Sandino ha solicitado del Gobierno
que presido el derecho de asilo y se lo he concedido. Nuestras Legaciones en Honduras y en
El Salvador y nuestro Embajador en Guatemala tienen instrucciones de protegerlo y de
facilitar su viaje a territorio nacional”.
“Está bien, señor Presidente —respondió Morrow— agradezco a usted su
amabilidad”.
Como yo abrigaba justos temores de que podía cometerse con el general Sandino algún atentado, indiqué al señor Embajador que, a mi vez, le iba a
hablar fuera del terreno diplomático.
“Desearía —expresé al Embajador— que usted se dirija a su Gobierno y le
suplicara de mi parte que se instruya debidamente a los jefes de las fuerzas norteamericanas
que se encuentran en Nicaragua, y a la policía de su país existente en Honduras, El
Salvador y Guatemala, acerca de la protección que el Gobierno de México acaba de otorgar
al general Sandino, a fin de evitar algún atentado en contra de su persona que, de llegar a
consumarse, constituiría un verdadero crimen del que nos harían responsables a usted y a
mí”.
299
ASILO QUE SE CONCEDIÓ AL GENERAL NICARAGÜENSE
CÉSAR AUGUSTO SANDINO
En el año de 1926, con motivo de la ocupación del territorio de Nicaragua por fuerzas de los Estados Unidos de Norteamérica, César Augusto
Sandino, que en esa época trabajaba en la Huasteca, se trasladó a Nicaragua y
se puso al frente de una guerrilla para combatir a los invasores.
Esta guerrilla fue aumentando considerablemente y llegó a dominar la
parte montañosa de Nicaragua.
Al hacerme cargo de la Presidencia de la República, el general Sandino,
por conducto del doctor Pedro José Zepeda, su representante en México, me
pidió una audiencia para el capitán José Paredes, de origen mexicano, quien
me manifestó que después de más de dos años de intensa lucha, en que las
fuerzas que combatían a los marinos norteamericanos venían ganando cada
vez más terreno en Nicaragua, pero que encontrándose Sandino sumamente
enfermo de paludismo, pedía al Gobierno de México el asilo correspondiente.
Contesté al general Sandino, por conducto de Paredes, que con mucho
gusto se le daba tal asilo. Que ya daba instrucciones a nuestro ministro en
Honduras, señor Crisóforo Canseco, a efecto de que tan luego como el general Sandino se presentara en nuestra Legación, lo tomara bajo su protección,
manifestándolo así al Gobierno de aquel país hermano.
Sandino continuó bajo la protección de nuestra bandera, llegando a la
frontera de México el día 25 de junio de 1929.
Al entrar al territorio nacional, el Jefe de las Operaciones en Chiapas,
general Juan José Méndez, me pidió instrucciones respecto de cómo debía
recibir a Sandino. Le manifesté que lo recibiera como huésped de honor y
pusiera una escolta competente para hacerle los honores correspondientes.
Recibí a Sandino en Palacio Nacional, y como me manifestara que
deseaba irse a un lugar cercano a la costa, le manifesté que me parecía el lugar
más indicado la ciudad de Mérida, capital del estado de Yucatán. Ahí estuvo
Sandino durante ocho meses, habiéndole costeado el Gobierno de México
todos sus gastos.
De mis maestros recuerdo con veneración a Juan B. Tijerina, director
de la escuela, a Manuel Ilizaliturri, a Epigmenio García, al profesor Zenón
Araujo, a José Macías, al doctor Lino Villarreal y al ingeniero Luis de la Garza,
que era el prefecto.
La vida del gran maestro Tijerina fue una eterna y valerosa lucha: lucha
contra la pobreza, lucha contra la dictadura, lucha contra el Clero que corrompe las conciencias, y después de haber sido uno de los hombres más discutidos del estado, llegó a imponerse como uno de los mejores maestros, y sin
duda el poeta más completo de Tamaulipas.
Recuerdo con veneración las horas que pasábamos sus discípulos con
él, escuchando su sabrosa e ingeniosa plática en que siempre nos exhortaba,
paternalmente, para que estudiáramos mucho, a fin de que fuésemos buenos
y competentes profesionistas y mejores ciudadanos.
Pero la fecha que quedó más grabada en mi corazón es la del día último
del año de 1899. Recuerdo la presencia desafiante de don Juan, en la velada
que para despedir el siglo se llevó a cabo en el Teatro Juárez. El acto lo presidía don Guadalupe Mainero, Gobernador del Estado. El coliseo estaba pletórico. Se esperaban con ansiedad las 12 de la noche, hora en que el gran tribuno
habría de tomar la palabra. Al levantarse de su asiento, una estruendosa ovación
se oyó en el recinto. Todos nos pusimos de pie. Yo tenía nueve años de edad
y sentí que mi cuerpo vibraba como si fuera un dínamo. Al terminar la atronadora demostración de cariño y admiración, don Juan pronunció una de las
más bellas poesías que he escuchado en toda mi vida.
En ese poema, con voz de trueno, hizo una relación de los acontecimientos más nobles que habían ocurrido en el siglo que terminaba. Desde
entonces se grabaron en mi memoria los más brillantes pasajes de aquella
emocionante poesía, y que son:
Desde tu cumbre, oh siglo prodigioso,
qué cuadro portentoso
admira el bardo en su febril delirio.
¡Cuántos sucesos que guarda la historia!
¡Cuántas frentes ungidas por la gloria!
¡Y cuántas hay que coronó el martirio!
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39
Y viste, oh siglo, levantarse en tanto
de Bonaparte la épica figura,
nuncio de gloria, présago de llanto,
hostigando sus bélicas cuadrigas
con látigo estallante,
lleva doquiera su invencible tropa,
y cruza cual meteoro deslumbrante
ante los ojos de la culta Europa.
CUESTIÓN HACENDARIA
Después de vencida la rebelión encabezada por los generales Gonzalo
Escobar, Jesús Aguirre, Manzo, Marcelo Caraveo y otros, aproveché aquellas
circunstancias para reducir el Ejército, que venía siendo de 60,000 hombres, a
sólo 40,000; reduciéndose los gastos extraordinarios de que disfrutaban los
Jefes de Operaciones, y procurando que el instituto armado fuera integrado
por los mejores elementos revolucionarios.
Al terminar el periodo de Gobierno que me tocó presidir, quedó en la
Tesorería General de la Nación un superávit de treinta millones de pesos, oro
nacional.
Cual Tamerlán pirámides de cráneos
levanta altivo y fiero,
y con desdén profundo,
su nombre escribe ante la faz del mundo
con la sangrienta punta de su acero.
Era la primera vez que un Gobierno revolucionario, saldadas las cuentas de la administración, dejaba en caja una cantidad semejante.
LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA
Al formidable golpe de su espada
todo cae y vacila,
e imagina la Europa consternada,
ante las huestes que el coloso enfila,
ver levantarse el hacha del Alarico
y oír los cascos del corcel de Atila.
Habiendo estallado una huelga encabezada por la Escuela Nacional de
Jurisprudencia, que fue secundada por la mayor parte de las escuelas profesionales, y como estando yo ausente de la Ciudad de México se suscitaron
algunos escándalos con motivo de la presencia de la policía y de los bomberos, al regresar a la ciudad ordené el inmediato retiro de esas corporaciones,
invitando a los estudiantes para que me expusieran sus propósitos, a fin de resolver el conflicto.
Y viste, oh siglo, atónito de espanto,
de Waterloo la trágica derrota;
y contemplaste al Áuila del Sena
caer vencida y con el ala rota
Los estudiantes, encabezados por los líderes Alejandro Gómez Arias,
Ricardo García Villalobos, Baltazar Dromundo y otros más, se limitaron a pedir la destitución de algunos funcionarios del Gobierno, a quienes consideraban responsables de los desórdenes por la intervención de la policía.
en el rudo peñón de Santa Elena.
Expresé a la comisión referida que me parecía que ése no era un programa para que se justificara la huelga, y como no supieron formular un verdadero programa, les manifesté que a fin de solucionar definitivamente el
problema de la Universidad, había acordado conceder la autonomía a la casa
de estudios, a efecto de que en lo sucesivo fuera gobernada con toda libertad
por los profesores y alumnos. A la vez, invité a los estudiantes para que nombraran una comisión, a efecto de hacer el estudio correspondiente de la Ley de
Autonomía, que fue expedida por el Congreso de la Unión el 26 de julio de
1929.
Recuerdo también que en una ocasión, estando en clase, invitó a uno de
los muchachos aficionados a la poesía, a que improvisara algunos versos. Sabás Hinojosa (hoy General del Ejército), fue el designado; en tono melodramático inició su composición en los siguientes términos: “Cuando la tempestad se calma, la noche tiende su manto”. Don Juan le interrumpió y terminó la
cuarteta así: “Y brotan del fondo del alma versos que causan espanto”. La algarabía
que se produjo en clase fue única.
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297
Como el 3 de marzo estalló la rebelión encabezada por los generales
Escobar, Aguirre, Manzo, Caraveo y otros, con el objeto de que fueran sustituidas las fuerzas leales y se hiciera una campaña más eficaz, dispuse que
fuerzas agraristas al mando del general Saturnino Cedillo procedieran a combatir a los alzados a base de guerrillas.
Pronto se vio la eficacia de aquellas guerrillas. Muy pocos días después
de llegar el general Cedillo a hacerse cargo de la campaña, fueron muertos en
una emboscada Enrique Gorostieta, que era el más aguerrido de los levantados, y el cura Pedroza, que había incendiado el tren de pasajeros muy cerca de
Guadalajara.
Cuando di instrucciones al general Cedillo para que se hiciera cargo de
dicha campaña, lo autoricé para amnistiar a todos los que quisieran deponer
sus armas y se les entregaran tierras, proveyéndolos de los elementos necesarios para su cultivo. De esta manera la rebelión se fue extinguiendo sin gran
derramamiento de sangre.
TERMINACIÓN DEL CONFLICTO RELIGIOSO
El 8 de junio de 1929 el arzobispo Ruiz y Flores y el obispo Pascual
Díaz solicitaron venir a México para tener pláticas con el que escribe.
Estas pláticas se verificaron en el Castillo de Chapultepec, y no pidieron dichos señores, como habían solicitado al general Calles, la intervención
del Vaticano para tener dichas pláticas, a lo cual naturalmente el presidente
Calles se negó.
Los mencionados prelados, después de las conversaciones que se tuvieron, declararon lisa y llanamente que se sometían a las leyes vigentes en materia de culto, aceptando la inscripción de sacerdotes de acuerdo con las mismas
leyes, y prohibiendo la intervención de sacerdotes extranjeros en los cultos,
así como la prohibición para establecer escuelas confesionales, conventos y
casas curales, en la inteligencia de que los edificios, iglesias y demás bienes
raíces que se habían cedido para el establecimiento de hospitales, sindicatos,
escuelas, bibliotecas y logias masónicas, seguirían en las mismas condiciones.
Una vez se supo que un ilustre victorense, don Jerónimo Núñez de
Cáceres, se hallaba al borde de la tumba, y al comenzar la clase, uno de sus
parientes manifestó que en esos momentos se celebraba una junta de médicos. Don Juan improvisó el siguiente epigrama:
Muy grave estaba Jerónimo en su lecho de dolor
Y su familia solícita a diez galenos llamó,
Mas por un poder insólito vióse con admiración
Que a pesar de tanto médico el enfermo se salvó.
Don Manuel Ilizaliturri era el prototipo del hombre a carta cabal, caballeroso, impecable en su vida pública y privada, competente en su asignaturas:
Matemáticas, Psicología, Lógica y Moral. Representaba al maestro enérgico y
exigente, a la vez que generoso y paternal con sus discípulos. Nunca faltaba a
sus clases y cuando hacía la exposición oral no se oía en el salón el menor
ruido. A las ocho en punto, con lluvia y frío, entraba a la sala y a las nueve se
levantaba para dar paso a una nueva clase.
Don Manuel fue para mí el hombre que me enseñó el cariño de padre
que yo no había conocido. El me salvó de una expulsión que se trató de imponerme en el año de 1910, cuando encabecé la primera huelga de estudiantes
en la Normal y Preparatoria.
El ingeniero Luis de la Garza fue otro gran maestro. A mí me tenía
catalogado como el estudiante más travieso del instituto, pero siempre me
estimó como muchacho estudioso y cumplido. Quiero relatar dos hechos que
pintan a aquel gran educador. El primero: una mañana amaneció en la mesa
de la biblioteca de la Escuela de Jurisprudencia, que estaba en la esquina de
las calles de Hidalgo y número doce, una iguana muerta. Había sido arrojada
por uno de los huecos de la puerta que no tenía cristal. La iguana estaba en
estado de putrefacción y la alharaca que se formó entre profesores y alumnos
fue algo que incitaba a la burla y a la hilaridad. En los momentos en que yo me
disponía a entrar a mi clase de Matemáticas, don Luis me hizo una seña con
un dedo para que pasara a la Prefectura. Obedecí de inmediato y me ordenó
que permaneciera de pie en la clase, en calidad de castigado. Yo ignoraba el
motivo.
Al salir de clase me condujo a la Prefectura y en términos enérgicos me
reprendió por el motivo que yo adivinaba. Contesté que era una injusticia
aquella reprimenda, ya que yo no era responsable de falta tan grave. Tres días
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estuve de pie hasta las once de la noche y todo ese tiempo bajo la enérgica
mirada del ilustre prefecto. Cuando al cuarto día, después de una reprimenda
enérgica me dijo: “Va usted a ser expulsado del Colegio”, yo le contesté: “Muy bien,
señor, pero conste que es una injusticia que se comete conmigo, porque no he sido yo el que
arrojó la iguana a la mesa”. Él me dijo: “Si usted no fue quien cometió esa falta, ¿usted
sabe quién lo hizo?”. A lo que yo le contesté: “Yo no diré quién es el autor de esa
estupidez porque no soy un delator. Si el compañero que cometió la falta no tiene el valor de
confesarlo, y ve con indiferencia la injusticia que va usted a cometer, estoy resuelto a sufrir el
castigo; pero no llevaré sobre mi conciencia el cargo del delator”. Ante aquella actitud
mía don Luis me dijo: “Bien, puede usted regresar a su clase, le levanto el castigo porque
creo que está usted diciendo la verdad”. En seguida me dio una serie de consejos y
a las doce de la noche de aquel memorable y caluroso día del mes de mayo de
1906, salí de la Prefectura. Muchos supieron quién fue el autor de la travesura,
pero jamás llegó al conocimiento de la Dirección de la Escuela.
Para el señor licenciado José N. Macías, para el doctor Lino Villarreal,
para los profesores Epigmenio García y Zenón Araujo, guardo gratitud porque
fueron muy buenos maestros y siempre me distinguieron con su afecto.
Algún domingo que paseábamos Julio González, José García, Candelario
Garza y yo en la Glorieta Pedro José Méndez, solazándonos con las selectas
piezas de música que tocaba la Banda Municipal que dirigía don José María
Molina, vi que debajo de una de las bancas del paseo estaba una cartera. Inmediatamente nos detuvimos a recogerla, y al abrirla nos encontramos con
que estaban dentro de ella tres billetes de $100.00 del Banco Nacional. Desde
luego nos encaminamos a la casa del Presidente Municipal, don José Pier, a
quien hicimos entrega de dicha cartera, que resultó ser propiedad del señor
Antioco Arroyo, que accidentalmente estaba en Ciudad Victoria, y que después
supe se había recibido de médico.
En 1907 fundamos la Sociedad Estudiantil “Guadalupe Mainero”, que
independientemente del programa literario que adoptó, en el que se prescribía
la celebración de conferencias semanarias con el objeto de promover discusiones sobre temas diversos y acostumbrar a los alumnos a la polémica y al
discernimiento, tenía el carácter de mutualista, pues cuando se enfermaba
algún compañero hacíamos una modesta colecta para ayudarlo. La sociedad
celebraba una sesión solemne cada año en el Teatro Juárez el día de su aniversario.
consumo interior en la República o para la exportación, por conducto de la
misma Cooperativa.
II. Que la Constitución y estatutos de la Sociedad Cooperativa de Pescadores
que se organice merezca la aprobación de la Secretaría de Agricultura y
Fomento o de las dependencias que ella autorice.
III. Que se cumplan los demás requisitos establecidos en la Ley, Reglamento y
Tarifa de Pesca, los que regirán en todos los puntos previstos por el presente
Decreto.
TRANSITORIOS:
PRIMERO. Los concesionarios de pesca que tengan instaladas fábricas empacadoras en la parte Oriente y Occidental de la Península de la Baja California,
quedan excluidos de la obligación de entregar sus productos a la referida Sociedad
Cooperativa, siempre que las especies que capturen no sean de las que señala el
artículo 2º de este Decreto, y no se destinen a la exportación en estado fresco; sino a
su beneficio industrial en las mismas plantas.
SEGUNDO. Todas las demás especies de peces o productos marítimos que existen
en las aguas que rodean la Península de Baja California se exceptúan de las prevenciones aquí consignadas, para que puedan ser aprovechadas en uso industrial o
comercial.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.
Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo Federal, en México, a los veintitrés días del
mes de enero de mil novecientos treinta. E. Portes Gil, rúbrica. El Secretario de Estado y
del Despacho de Agricultura y Fomento, Marte R. Gómez, rúbrica. Al C. Oficial Mayor
de Gobernación Encargado del Despacho. Presente”.
REBELIÓN ESCOBARISTA
Al hacerme cargo de la Presidencia de la República, se hallaban levantados en armas muy cerca de 40,000 fanáticos que asolaban los estados de Jalisco, Michoacán, Colima, Guanajuato, Querétaro y Aguascalientes.
A fines de 1910, a raíz del triunfo de la Revolución Maderista, José
Domingo Lavín, Candelario Garza, Eliseo L. Céspedes, Candelario Reyes,
42
295
EXPEDICIÓN DEL DECRETO QUE DECLARA
DE EXPLOTACIÓN COMÚN DEDICADA AL USO
DE LOS REGIONALES, UNA ZONA PESQUERA
DE LA PENÍNSULA DE LA BAJA CALIFORNIA,
E IGUAL DECRETO PARA EL GOLFO DE CALIFORNIA
Con fecha 4 de febrero de 1930, se expidió un Decreto que declara de
explotación común dedicada al uso de los regionales, una zona pesquera de la
península de la Baja California, cuyos considerandos dicen así:
“CONSIDERANDO que la única forma de mejoramiento a las clases trabajadoras, es la de impartirles una ayuda decidida que no lesione otros intereses, como sucedería
con los trabajadores del mar que viven de la pesca, señalándoles zonas de explotación
común, y
CONSIDERANDO que el Gobierno Federal, de acuerdo con los postulados de
la Revolución, debe proteger a la gente que trabaja en los mares, buscando para sus hijos
una condición menos infeliz y que no ha podido liberarse de las garras de la miseria; y por
otra parte la explotación inmoderada que se ha venido verificando en nuestras aguas occidentales de la Península de la Baja California por empresas extranjeras que capturan las
especies sin darles tregua para reproducirse, encierra todo un problema, porque habrá de
llegar el día de su agotamiento, dejando sin elementos de vida a los habitantes de la región,
con fundamento en el artículo 1º fracción H; artículo 1º transitorio de la Ley de Pesca y
fracción I del artículo 89 Constitucional, he tenido a bien expedir el siguiente
DECRETO:
Artículo 1º. La zona pesquera que comprende las costas, islas, islotes, cayos y bajos
de la Península de la Baja California, se declaran como de explotación común, dedicada al uso exclusivo de los pescadores regionales.
Artículo 2º. Se reserva, en beneficio de las explotaciones que se autorizan en la
zona fijada por el artículo anterior, la pesca de la langosta y langostín.
Artículo 3º. La explotación en la zona que determina el artículo 1º, se sujetará a
los siguientes requisitos:
I. Sólo podrá concederse a la Sociedad Cooperativa de Pescadores que se
organicen con los productos regionales, en la inteligencia de que en dicha
Sociedad se admitirán a aquellos que lo desearen, nacionales y extranjeros,
siempre que la producción íntegra la entreguen para su venta, ya sea de
294
José Villanueva Garza, Francisco T. Villarreal, Maximiliano Hernández y el
que escribe, todos estudiantes que cursábamos el 4º año, organizamos una sociedad que se denominó “Democrática Estudiantil”, cuyas finalidades fueron
las de dar conferencias en todo el estado sobre temas de civismo. Durante los
meses de vacaciones recorríamos la mayor parte de los municipios y el éxito
que obtuvimos fue muy halagador, pues en todos los pueblos se nos recibía
con verdadero cariño y entusiasmo. Desde esa época conocí la mayor parte de
los municipios de Tamaulipas.
Entre las finalidades que perseguía la agrupación, figuraba la de fundar
un periódico, el cual salió a la luz pública en el mes de septiembre de 1911 y
tuvo vida hasta el mes de julio de 1912 , en que tuvimos que abandonar
Ciudad Victoria para venir a la capital a continuar nuestros estudios profesionales. Figuré como Director de este periódico, cuyo nombre fue “El Cauterio”. Este semanario fue de tendencias revolucionarias y propugnó por el
triunfo de la fórmula Madero-Vázquez Gómez para la Presidencia y Vicepresidencia de la República.
Con motivo de haber sido director de “El Cauterio”, se me ha hecho el
cargo por mis enemigos políticos, de que fue un periódico huertista. Tal cargo
es completamente infundado, puesto que dicho periódico salió a la luz pública, repito, hasta el día 12 de julio de 1912, es decir, ocho meses antes de la
traición de Huerta.
Este cargo se me hizo por primera vez en el año de 1917, cuando representé al distrito de Tampico ante el Congreso de la Unión. Mis enemigos,
partidarios del general Luis Caballero, no pudieron probar el cargo que se me
hacía, porque habiendo revisado la colección del periódico, se convencieron
de que éste fue clausurado en la fecha arriba indicada.
Difícil era en aquellos años entrar a la Representación Nacional. Tres
criterios dominaron en las discusiones de credenciales: el político, que exigía
no haber servido al huertismo; el moral, que exigía la buena conducta de los
presuntos diputados; y el legal, que exigía el cumplimiento estricto de la Ley
Electoral. Nadie se atrevió a hacerme cargos de esta naturaleza en la Tribuna.
Hay más: en el mes de diciembre de 1914, en que abandoné la Ciudad de
México para trasladarme al puerto de Veracruz y unirme al constitucionalismo, para obtener un empleo, por modesto que fuera, tenía que llenarse un
cuestionario en el cual se exigía como condición indispensable no haber servido a Huerta.
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Igual imputación me hizo el constituyente licenciado Ignacio Ramos
Praslow. En lo que a éste se refiere, en una plática que tuvimos hace algunos
meses, me pidió excusarlo de haber hecho ese cargo, que consideró injustificado. Me ofreció hacer alguna rectificación, que no hizo.
En un artículo que publicó en “El Universal” el escritor libelista Luis
del Toro afirmó que yo había sido Secretario del general Rábago, cuando éste
fue nombrado Gobernador de Tamaulipas en el año de 1913 por Victoriano
Huerta.
En 1913 era yo un estudiante de segundo año de Leyes en la Escuela
Libre de Derecho.
También el licenciado Vasconcelos, en uno de sus libros, me hizo el
cargo de que yo fui el instructor del proceso que se siguió a los asesinos del
presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez. Vasconcelos me hace
aparecer como abogado huertista, cuando yo, repito, cursaba apenas el segundo año de Derecho.
La campaña que hicimos en “El Cauterio” fue apasionada y violenta.
Don Matías Guerra, que era a la sazón Gobernador del Estado, fue víctima de
nuestros dardos, principalmente porque siendo Gobernador Interino renunció al cargo para figurar como candidato en las elecciones de 1911, a pesar de
que la Constitución Local y la General de la República lo prohibían.
Aquella campaña fue verdaderamente azarosa, hasta que tuvimos que
salir del estado en el mes de julio de 1912, en que se clausuró “El Cauterio”,
pues ya nuestra situación se había hecho insostenible por las persecuciones de
que éramos víctimas.
También recuerdo que con motivo de una concesión que se pretendía
dar a una compañía petrolera para la construcción de un oleoducto del puerto
de Tuxpan a Brownsville, José Domingo Lavín, Eliseo L. Céspedes, Candelario Garza, José Villanueva Garza, Francisco T. Villarreal, Maximiliano Hernández Garza, Candelario Reyes y el que escribe, invitamos al pueblo de Cd.
Victoria para que en manifestación nos trasladáramos al Congreso del Estado, a fin de hacer ver a los diputados lo inconveniente de dicha concesión, que
ya había sido aprobada por el Congreso del Estado de Veracruz. En la sesión
celebrada en el Congreso el día 11 de mayo de 1912, el diputado profesor don
Adalberto J. Argüelles hizo ver lo inconveniente de tal concesión, porque
aparte de que la construcción de dicho oleoducto causaba daños a la economía
44
Al mismo tiempo, el señor general Calles hizo a la prensa las siguientes
declaraciones, que explican ampliamente los motivos de su presencia en la
Convención de la CROM:
“Quiero declarar, para conocimiento de la opinión pública, las razones que me hicieron
asistir a la Convención que está celebrando la CROM.
Fui a la Convención de la CROM, obedeciendo a la invitación que se me hizo, y de
acuerdo con mi costumbre de asistir a las Convenciones de esa organización obrera todos los
años, siguiendo la misma línea de conducta que mis convicciones revolucionarias me han
trazado, de asistir a todos los actos de carácter social, de obreros y campesinos, cualesquiera
que sean las organizaciones a que pertenezcan, y en tratándose de la CROM con gran
placer, por tratarse de una organización que ha contado con mi cariño, porque considero
que es una de las cristalizaciones de los ideales revolucionarios. Mi presencia en la Convención fue erróneamente aprovechada, sin hacer ningún juicio sobre las intenciones, pues en
lugar de desarrollarse temas sociales, se desarrollaron temas políticos, opiniones en las que
no tengo ninguna participación y de cuya responsabilidad responderán sus expositores.
Ayer vino una comisión nombrada por la convención citada, a enterarme de los
acuerdos que habían tomado y yo les contesté, con mi franqueza habitual, que lamentaba
profundamente la situación creada, que no estaba de acuerdo con mis consejos de serenidad,
moderación y prudencia; que creía que eran infundados los temores sobre la actitud del
actual gobierno de la República, y para el futuro, pues el actual Gobierno es revolucionario,
como creo firmemente que tendrán que serlo los Gobiernos futuros en este país, en que ya no
es posible el establecimiento de un poder conservador”.
Las declaraciones y el manifiesto preinsertos muestran plenamente que
los acontecimientos que provocaron los líderes cromistas trajeron consigo
una grave crisis nacional. Si no hubiese sido por la serenidad y decoro con que
procedí en aquellos momentos, el rompimiento con el ex presidente Calles no
se hubiera hecho esperar. Así dejo constancia de que mi conducta no defraudó en lo más mínimo mi dignidad, íntegra por todos conceptos, ya que ni
por un momento creo haber comprometido la seriedad del Gobierno ante el
hombre, que años más tarde, llegaría a ser —por culpa de otros— el Jefe
Máximo, el hombre fuerte de México.
293
Insisto en que es absolutamente indispensable, si queremos paz y vida institucional en
México, que llegue a lograrse la unificación revolucionaria, ya que sólo en la familia
revolucionaria dividida o dispersada en la actualidad en México, hay fuerzas materiales y
morales suficientes para controlar los destinos inmediatos del país, y recomiendo no desmayar en la formación del Partido Nacional Revolucionario. Sólo la falta de serenidad, renunciación, de un generoso espíritu de sacrificio puede ser obstáculo a esa unificación revolucionaria, para lo cual los hombres deben llevar al cabo sin dificultad, la realización del noble
empeño.
Hemos conseguido ya una parte y no quizá la más fácil, en el plan trazado. Cuenta
México con un Gobierno Provisional Constitucional que tiene la fuerza incontrastable de
la legalidad, el apoyo sincero y entusiasta de todos los hombres que se preocupan por el bien
de México, y la garantía y fuerza que le presta el Ejército Nacional, que tiene que sentirse,
hoy más todavía que durante los últimos Gobiernos revolucionarios, con la obligación definitiva de hacer honor a su nombre y a su origen, respetando y apoyando la Ley, más respetable y fuerte que hombre alguno.
del estado de Tamaulipas, existían otras razones de peso para oponerse a
dicha aprobación.
El Gobernador del Estado, Matías Guerra, apoyó dicha concesión. El
día de la sesión del Congreso, en ordenada manifestación, nos trasladamos al
recinto del Poder Legislativo, pidiendo a los diputados que no se aprobase la
referida concesión, la que, repito, ya había sido aprobada por la Legislatura de
Veracruz.
Después de una sesión tormentosa, el proyecto de que se trata fue rechazado por el Congreso de Tamaulipas.
En este último instante de mi vida política, y aprovechando la solemnidad que da a
mis palabras no el hombre que las dice, sino en último extremo, un egoísmo o un afán
personal —si así quieren verlo mis enemigos— del hombre que desaparece voluntaria y
definitivamente de la escena política de nuestro país; en este instante quiero expresar nuevamente, y ahora más fundado que antes, por las experiencias acumuladas, quiero expresar
mi fe perfecta en que todos los hermanos de armas, los soldados de la Revolución, sabrán
cumplir estrictamente sus compromisos de honor con el señor Presidente de la República, que
es el representante de la legalidad y de la Revolución misma.
Ni odios, ni dicterios, ni calumnias, ni ingratitudes, ni olvidos han hecho ni harán
mella en mi espíritu.
No aminoran mi entusiasmo por los altos principios de la Revoluci6n, ni oscurecen
mi optimismo ante el porvenir de México.
Vuelvo, repito, a la más sencilla situación de cualquier ciudadano; y, así como antes
afirmé que nunca aspiraría nuevamente a la Presidencia de la República, declaro ahora
que Plutarco Elías Calles no volverá a ser, ni intentará ser jamás factor político en México,
y sólo en el desgraciado caso en que las instituciones del país se vean comprometidas, este
ciudadano se pondrá a las órdenes del Gobierno legítimo, por si desea aceptar sus servicios
en la forma en que se estimen necesarios, volviendo a ocupar la situación que hoy se fija a sí
mismo, pasada la crisis. México, D. F. Diciembre 7 de 1929. Gral. Plutarco Elías
Calles”.
292
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permanecido callado, sin hacer ninguna declaración pública, nuestros amigos comienzan a
alarmarse, creo que sin justificación. Como yo soy el primero en reconocer el patriotismo del
general Calles, he creído pertinente lo veas de mi parte y le digas que es indispensable que
defina cuál será la actitud que va a asumir en esta crisis, pues cada día que pasa crece el
descontento público, que yo estoy obligado a calmar”.
El señor ingeniero León se trasladó inmediatamente a la residencia del
general Calles y, en la prensa del día 8, aparecieron las siguientes declaraciones:
“En mi mensaje del primero de septiembre a las Cámaras Federales, creí cumplir
con mi deber señalando los derroteros que me parecieron y siguen pareciéndome forzosos,
para conseguir la paz inmediata y futura, para salvar las conquistas revolucionarias, y
para llegar, por un desarrollo pacífico, evolutivo de México, a la situación de un verdadero
país institucional.
Creo también haber puesto con toda honradez y sinceridad los medios para lograr el
primer paso en el sendero indicado, por la transmisión pacífica del poder y, sintiéndome
obligado y deseoso de seguir sirviendo a mi Patria, para la consecución de esos fines señalados, que merecieron la aprobación unánime en el interior y en el exterior de México, que a
mí me parecieron siempre desinteresados y patrióticos, y que quizá hayan contribuido a
lograrlo ya, no vacilé en iniciar, apenas concluido el mandato que me había conferido el
pueblo, los trabajos necesarios para la organización del Partido Nacional Revolucionario,
cuya misión debe ser unir a la familia revolucionaria del país, facilitando la vida institucional de México, por el ejercicio democrático de otros partidos antagónicos, también de doctrina.
Pero analizando la situación producida en los últimos días y tras un riguroso
examen de ella, encuentro que tal vez no sea yo el indicado para cumplir esa obra, y que,
para facilitarla y para acabar con toda suspicacia que pudiera existir con relación a los
verdaderos móviles que han animado mi actitud, debo retirarme absoluta y definitivamente
de la vida política y volver, como vuelvo hoy, a la condición del más oscuro ciudadano, que
ya no intenta ser, ni lo será nunca, factor político de México.
Y hecha esta declaración, que no necesito decir, dados mis antecedentes, hasta qué
punto significa una resolución irrevocable, voy a atreverme, por última vez, a insistir sobre
algunos aspectos del Mensaje Presidencial a que he aludido, con la esperanza de que en esta
ocasión, nadie, ni el más enconado enemigo, podrá suponer miras interesadas y bastardas a
la expresión de mi pensamiento.
46
291
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
de gentes testimoniaron en mensajes entusiastas su inconformidad con la conducta tan poco comedida de los líderes moronistas.
Todos los Secretarios de Estado se presentaron en mi domicilio para
hacerme ver su solidaridad, pero quien más me impresionó fue el general
Joaquín Amaro, Secretario de la entonces Guerra y Marina, y al hacerme el
saludo militar, me manifestó: “Señor Presidente: yo no sé si mi general Calles estará de
acuerdo con el señor Morones para atacar al Gobierno. Pero como soldado, vengo a manifestar a usted mi lealtad y la del Ejército. Para mí, el Presidente de la República es el
símbolo de la Patria”.
En efecto, Amaro fue siempre un soldado leal, y su labor en la Secretaría de Guerra y Marina fue patriótica; fue el brazo ejecutor de Obregón y de
Calles para hacer un verdadero ejército del instituto armado.
Sin duda, el testimonio más elocuente de cariño que recibí del Pueblo
de México, fue el aplauso unánime que se me tributó en la Plaza de Toros
durante la tarde del domingo 6, en que más de veinticinco mil espectadores
me aclamaron delirantemente, poniéndose en pie para hacerme presente su
entusiasmo por aquella actitud.
Pasados los acontecimientos relacionados, que provocaron una gran
agitación en todos los sectores sociales, especialmente entre los elementos
políticos y, en previsión de mayores consecuencias que hubiesen determinado
un rompimiento con el general Calles, que habría sido perjudicial para la Nación;
consecuente con la conducta que me fijé desde el día en que me hice cargo de
la Presidencia Provisional, conducta expuesta con toda amplitud en el mensaje que leí en el estadio, en el sentido de que mi actuación se ceñiría en todo al
propósito de ser un elemento de unificación entre los revolucionarios y no un
factor de discordia, que provocara mayores divisiones de las que ya existían, el
domingo 6 del mismo mes de diciembre por la tarde, supliqué al señor ingeniero Luis L. León que pasara a mi domicilio. Ya en mi presencia, le manifesté
lo siguiente:
“El momento por el que atraviesa el Gobierno plantea una crisis profunda como
consecuencia de la conducta de los líderes moronistas. De todas partes de la República estoy
recibiendo mensajes de adhesión que revelan claramente el fuerte respaldo que tiene el Gobierno Provisional. Nada grave pasaría si no se creyera, como se cree, y aún por las gentes
más allegadas a nosotros, que el general Calles ha autorizado a Morones para asumir tal
actitud, cosa que yo he desmentido públicamente desde el instante en que me entrevistaron
los miembros del Congreso de la Unión. Pero, como hasta ahora el general Calles ha
290
CAPÍTULO IV
MIS PRIMERAS ACTIVIDADES EN LA POLÍTICA
DE TAMAULIPAS
E
El pueblo de Tamaulipas y la Revolución de 1910. Sus gobernantes.
Comentarios estudiantiles sobre la gira del señor Madero.
l espíritu revolucionario y liberal que ha caracterizado siempre al pueblo de Tamaulipas influyó poderosamente en el ánimo de los estudiantes de la
Escuela Normal y Preparatoria de la capital del Estado, que en su gran mayoría fuimos simpatizadores de la Revolución de 1910.
Ese espíritu revolucionario y liberal, que aún durante la época de la dictadura del general Díaz se hacía patente, se debió, sin duda alguna, a que
Tamaulipas no presentaba las mismas características políticas que se observaban en otros estados.
Los grandes propietarios no llegaron nunca a cometer con sus peones
los abusos que se observaban en otras partes del territorio nacional.
El general Díaz tuvo siempre respeto y predilección por Tamaulipas.
Todos sus gobernantes, a partir del año de 1896, fueron hombres capaces,
civiles y honorables. A esto se debe sin duda que el civilismo esté tan arraigado en Tamaulipas, y con excepción de los generales Antonio Rábago, nombrado por Victoriano Huerta; Alfredo Ricaud, por don Venustiano Carranza,
todos los demás han sido nativos del estado y en su mayoría civiles.
Los gobernadores que el general Díaz nombró en Tamaulipas fueron el
ingeniero Alejandro Prieto, geógrafo e historiador; don Guadalupe Mainero,
gran jurista; don Pedro Argüelles, economista; y don Juan B. Castelló, todos
ellos civiles, y ninguno fue acusado de haberse enriquecido.
Hubo en Tamaulipas solamente un asesinato de carácter político, cuando el director del periódico “Bala Rasa” de Tampico, señor Francisco Echega47
ray, fue muerto por órdenes del entonces jefe político, a quien venía atacando
con toda justificación. Este hecho motivó que el pueblo de Tampico hiciera
manifestaciones de protesta y se enfrentara resueltamente a las fuerzas federales que trataban de disolver las manifestaciones. El general Díaz ordenó la
destitución del jefe político y su consignación a las autoridades judiciales.
El primer gobernador nombrado por la Revolución fue el señor licenciado Espiridión Lara, oriundo de la ciudad de Tula, de arraigadas convicciones revolucionarias, que había simpatizado con la Revolución Maderista.
Del gobernador Lara guardo un recuerdo imperecedero; había yo terminado mis estudios preparatorios, pero por más esfuerzos que hacía para
que el certificado de estudios fuese legalizado por el Director de Educación
Pública, no lo había conseguido.
Al hacerse cargo del Gobierno el licenciado Lara, le informé de la solicitud que hacía tiempo había hecho. El señor Lara me recibió amablemente,
llamó al Director General de Educación Pública, a quien hizo ver el propósito
de mi visita. El señor Zamudio hizo hincapié sobre el compromiso que teníamos los alumnos normalistas para corresponder a nuestras obligaciones como
pensionados, de servir tres años en la escuela primaria.
Yo había cumplido dicho requisito, y al preguntarle el señor Lara al señor Zamudio si había yo servido en la forma indicada, manifestó que el compromiso indicaba que fueran tres años después de haber presentado el examen profesional. Como yo no había sustentado dicho examen, no podía firmar el Certificado de Preparatoria.
Ante aquella explicación, el Gobernador dijo al señor Zamudio: “Ese
compromiso es anticonstitucional. Es fuera de la ley. Si el joven ha servido los tres años
como maestro, está relevado ya de esa obligación. Extiéndale usted el certificado y me lo trae
mañana sin falta”.
Al día siguiente me presenté con el Gobernador, quien ya tenía el certificado de referencia y había pagado de su bolsillo los $3.00 del timbre que se
exigía en aquella época. Por ningún motivo permitió que le devolviera el importe del impuesto, y al despedirme de él sentí que su mano me quemaba. Era
la fuerte temperatura que lo agobiaba debido a la tuberculosis que padecía.
Pocos meses después don Espiridión Lara murió víctima de aquel terrible
mal.
48
rechazaba en tono enérgico imputaciones que hacían los líderes moronistas,
en las Cámaras de Diputados y Senadores se celebraban sesiones tormentosas
en que se puso de manifiesto la total solidaridad de los legisladores con el
Gobierno de la República.
El diputado Aurelio Manrique lanzó duros ataques en contra del general Calles, acusándolo de que era solidario de los líderes de la CROM en
contra del Gobierno.
En la sesión del 7 de diciembre se acordó que los diputados y senadores en masa fueran a hacer patente al Ejecutivo su más franca y leal adhesión. Ese mismo día, al recibir a los representantes en el Salón de Embajadores y al contestar algunas alusiones que se hicieron en contra de la personalidad del general Calles, hice las siguientes declaraciones:
“Señores Diputados y Senadores:
Estoy profundamente conmovido ante la manifestación sincera que me hacen y altamente agradecido, porque significa que la Nación va calificando nuestra labor en los cuantos días que tenemos en el Gobierno. Ustedes pueden llevar a la conciencia pública la convicción de que nuestro proceder es de estricto apego a la Ley y a la Moral.
La línea recta es la más corta y fácil de seguir en la vida pública y privada de los
funcionarios y, por ello, la he seguido siempre.
Tengo la convicción de que el general Calles no se solidarizará con la política de
quienes de modo inmotivado atacaron la administración; la sinceridad, el deseo de conciliar,
lleváronlo a la Convención, creyendo que ahí se tratarían solamente asuntos sociales y de
trabajo, y que no sería tribuna para hablar en la forma en que se habló.
Creo que la crisis es pasajera, confío en la unificación revolucionaria, y en cuanto a
nuestros trabajos en el Gobierno, que el pueblo de la República los juzgue y la posteridad se
encargue de calificarlos.
Quiero recomendar a ustedes la mayor serenidad y ponderación en los actuales momentos”.
Las muestras de adhesión que recibí de todas partes de la República
durante aquellos días, fueron la más cálida manifestación de que la inmensa
mayoría de los mexicanos apoyaba con entusiasmo mi administración, los
jefes de operaciones, jefes de corporaciones, escuelas militares, organizaciones
campesinas, obreras y políticas (inclusive, muchos sindicatos pertenecientes a
la CROM), organizaciones sociales, la prensa de todos los matices y millares
289
Tan pronto como los convencionistas se enteraron de la actitud enérgica asumida por mí como Jefe del Poder Ejecutivo, en defensa de la libre expresión del pensamiento, en la sesión que tuvo lugar el día 6, se pronunciaron
candentes discursos haciendo al Gobierno las más injustificadas y violentas
acusaciones. Ese mismo día los convencionistas tomaron los siguientes acuerdos, que significaban un completo distanciamiento con el Gobierno de la
República.
l. Que se retiren los delegados de la CROM de la Convención ObreroPatronal.
ll. Que los miembros de la CROM que ocupen puestos públicos renuncien a ellos.
III. Que, siendo el Teatro Hidalgo una dependencia del Gobierno, se
retire de él la Convención, celebrando sus sesiones desde por la
tarde en el Tívoli del Eliseo.
Como contestación a las resoluciones de la Asamblea, el Secretario de
Industria, Comercio y Trabajo, por acuerdo expreso del que esto escribe, hizo
las siguientes declaraciones, que fueron publicadas en la prensa del día 9:
“El señor Presidente de la República, con motivo de la renovación casi total que nos
veremos obligados a hacer en el Departamento de Trabajo de la Secretaría de Industria, por
la renuncia ya anunciada —y que se aceptará— de los elementos de la CROM, ha
querido dejarme la responsabilidad total, absoluta, del nombramiento de dicho personal y,
naturalmente del funcionamiento del referido organismo.
Para corresponder a la confianza del Primer Magistrado, me propongo y prometo
escoger personas sólo a base de afán de trabajo, de moralidad y de competencia técnica,
exigiendo, como condiciones precisas y adicionales, en cada caso, las siguientes: PRIMERA.- Simpatía mental con los problemas obreros y en general de naturaleza social, con un
alto sentimiento humano de cooperación y de justicia y SEGUNDA.- Ausencia absoluta,
actual y anterior, de rencores, despechos o querellas con ninguna organización obrera”.
Como se ve, la política por mí iniciada apenas tres días después de que
los líderes de la CROM emprendieran su hostilidad en contra de la administración que presidía, se podía sintetizar en la de un absoluto respeto a las organizaciones de los trabajadores y en una efectiva ayuda, de parte del Gobierno, para la conquista de sus derechos. Al mismo tiempo que el Ejecutivo
288
Su recuerdo quedó gratamente grabado en el corazón de los tamaulipecos, pues debido a que en los pocos meses que gobernó al estado, se hizo
querer por sus virtudes de revolucionario y de gran ciudadano.
Cuando el señor Madero inició su gira de propaganda por la República
y publicó su libro “La sucesión presidencial” en el año de 1909, nos reuníamos los estudiantes en la Biblioteca Pública del Estado para comentar aquellos acontecimientos. Era director de la biblioteca don Manuel Barrero Argüelles,
hombre de ideas liberales y con quien platicábamos sobre los acontecimientos
que sucedían en el país. Devorábamos con ansia los periódicos de oposición
“Regeneración”, que se editaba en San Luis Missouri, bajo la dirección de don
Ricardo Flores Magón; “El Diario del Hogar”, que dirigía el valiente y batallador periodista don Filomeno Mata; “El Colmillo Público”, “La Madre Matiana”, “El Anti-Reeleccionista”, “México Nuevo” y otros en los que escribían
Roque Estrada, Aquiles Elorduy, Juan Sánchez Azcona, Jesús Urueta y los tamaulipecos José y Bernardo Gracia Medrano, César López de Lara y Luis E.
Rendón.
La lucha electoral que se desarrolló en el año de 1911 para el cambio de
poderes del estado fue un alto ejemplo de civismo. Luchaban dos candidatos:
el licenciado Fermín Legorreta, de probidad y conducta intachables, y el licenciado don José Gracia Medrano, representativo de las nuevas tendencias revolucionarias; ambos candidatos con gran popularidad. Si la lucha hubiera continuado, posiblemente el triunfo de Fermín Legorreta habría sido completo,
pero desgraciadamente, algunos días antes de la elección, murió a consecuencia de un infarto.
Con ese motivo, el Partido Legorretista se dividió, gran número de sus
componentes engrosaron las filas del Partido Medranista, y con los grupos
gobiernistas adoptaron la candidatura del licenciado Matías Guerra, que era
Gobernador Provisional y quien renunció para aceptar la postulación unos
días antes de las elecciones, violando con eso la Constitución del Estado y la
General de la República. Los actos pre-electorales de propaganda fueron apasionados, dándose el caso de que se cometieran graves atentados por las autoridades imposicionistas. El triunfo de la candidatura del licenciado Gracia
Medrano fue por una abrumadora mayoría, pero las componendas en la Ciudad
de México, dirigidas por los miembros del Partido Constitucional Progresista
burlaron la voluntad del pueblo, haciéndose cargo del Gobierno el licenciado
Matías Guerra que, repito, había renunciado al Gobierno Provisional para
presentarse como candidato del Partido Imposicionista. El licenciado Gracia
49
Medrano, que había sido un ferviente maderista, tuvo que conformarse con
aquella derrota que se le impuso desde la Ciudad de México. El señor Madero,
con su espíritu conciliador, ofreció a Gracia Medrano algún puesto importante en la administración, pero éste no aceptó ninguno y se retiró a la vida
privada a ejercer su profesión de abogado, en la que siempre se distinguió por
su capacidad y honradez.
para estudiar el estado en que se encuentran los sindicatos del puerto, y para cambiar
impresiones con los obreros del mismo.
Las anteriores declaraciones espero que sirvan, no sólo para restituir las cosas al
verdadero sitio que les corresponde, sino también para evitar suspicacias indebidas, de parte
de elementos trabajadores de la CROM. Las organizaciones obreras son para mí absolutamente respetables, como antes he declarado, y ninguno de los actos del Gobierno vendrá a
destruir las organizaciones de la CROM y ni siquiera a externar sugestiones sobre su
sistema de composición. Estas son cosas que a la misma Organización le corresponde
resolver, y al Gobierno, como representante del poder público, lo único que le toca es hacer
profesión de fe claramente obrerista y consignar que el tiempo se encargará de testimoniar
que no hay razón para imaginar siquiera que la suerte de cualquier organización obrera
esté a la fecha amenazada.
Ojalá que las anteriores declaraciones sirvan, como con tanta razón expuso el señor
general Calles en el discurso que pronunció en la misma Convención, para serenar los
ánimos. Anunciar encarcelamientos y crímenes, en los que nadie ha pensado, puede dar
resultados contrarios a los intereses de los obreros que vivirán en un estado espiritual de
desconfianza, tanto más injustificado cuanto que el Gobierno está resuelto a darles toda
clase de garantías. En prueba de ello, ya se estudia, con la cooperación de obreros y patrones,
la expedición de un Código de Trabajo, que venga a poner término a la incertidumbre
imperante y a definir con claridad las obligaciones y derechos de las clases obreras y del
gremio patronal”.
Al mismo tiempo di órdenes al Gobernador del Distrito y al Inspector
de Policía para que inmediatamente apostaran en las inmediaciones del Teatro
Lírico fuerza pública suficiente para evitar el atropello que el señor Morones
pretendía cometer en contra de la libre expresión del pensamiento.
La obra teatral que originó la indignación de los líderes de la CROM, y
que se titulaba “El desmoronamiento de Morones”, hacía una severa crítica
de los procedimientos gangsteriles que usaron los directores del movimiento
obrero en aquel entonces, para imponer sus caprichos. Asimismo, exhibía todas las lacras de que en su vida pública hacían ostentación algunos de dichos
líderes, especialmente el señor Morones, quien en una de las escenas, aparecía
en la famosa Quinta de Tlalpan, presidiendo las grandes bacanales que noche
a noche —y con asistencia de altos funcionarios del anterior Gobierno— se
celebraban.
50
287
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Como en alguna de las sesiones de esta Convención se enderezaron ataques contra el
Gobierno de Tamaulipas (que a mí me tocó presidir), y como esos ataques incluyeron la
declaración de que en Tamaulipas se hostiliza a las organizaciones obreras, considero
indispensable aprovechar esta ocasión para formular una declaración de cuya exactitud
espero que no haya la menor duda”.
CAPÍTULO V
MIS ESTUDIOS
EN LA ESCUELA LIBRE DE DERECHO
Tal declaración dice:
“No soy enemigo de la Confederación Regional Obrera Mexicana, ni quiero utilizar mi actual posición oficial para hostilizar a ninguna organización obrera. Tengo un
alto sentido de la responsabilidad de funcionario y no usaré nunca de la fuerza que me da
el ejercicio de un poder, siempre transitorio, para ayudar o impulsar organizaciones que me
sean afines, en contra de organizaciones obreras extrañas o aún hostiles.
Siempre he considerado que la unificación obrera tendrá que ser resultado del buen
entendimiento a que algún día lleguen las distintas organizaciones obreras regionales o locales. Y mal podría atacar o haber atacado a la CROM, cuando precisamente critico como
defectuosa la táctica de lucha a que recurrieron algunos líderes de la misma, al pretender
entrar de manera artificial en regiones que controlaban otras organizaciones, o destruir
sindicatos que no les eran filiales, creando pequeños núcleos o nuevos sindicatos, convertidos
más tarde en fuentes de controversia y pugnas que habrían sido evitadas si se hubiera
seguido el criterio de respetar, en todo caso, a las organizaciones que controlaban la mayoría
de una región o de una factoría, para conseguir, por caminos de persuasión, o despertando
la conciencia de la clase proletaria, la única y verdadera unificación por la que vale la pena
de luchar.
En el estado de Tamaulipas —y esto me interesa patentizarlo, porque deberá dar
la norma de mi acción frente a los obreros organizados de la República— no puede citarse
un solo caso en el que el Gobierno del Estado no haya cumplido estrictamente con el artículo
123 Constitucional, que inmediatamente se reglamentó, ni puede citarse tampoco ningún
caso de hostilidad en contra de las organizaciones obreras.
Más aún: tengo la íntima satisfacción de consignar que las organizaciones obreras del
puerto de Tampico han llegado a un grado envidiable de prosperidad económica, que tienen
un alto sentido de lo que significan los derechos y las responsabilidades de los obreros en el
actual estado de la civilización, que tienen verdadero sentido proletario de clase y que, gracias
a su unificación y a la responsabilidad que han llegado a afianzar, tienen adquiri-das
ventajas que, en muchas organizaciones de otras regiones de la República y del mismo
Distrito Federal, constituyen todavía una utopía. Y esto no es una declaración puramente
retórica, sino un hecho perfectamente tangible, del cual puede convencerse esa Convención,
286
La huelga en la Escuela de Jurisprudencia en el año de 1912. Mi entrada a la
Revolución. División entre la Primera Jefatura de la Revolución y el general
Francisco Villa. Mi examen profesional. Primeros nombramientos que
recibí. Nombramiento como Subjefe del Departamento de Justicia Militar.
Mi nombramiento como Abogado Consultor de la Secretaría de Guerra y
Marina. Fundación del Partido Liberal Constitucionalista.
L
a vida estudiantil en aquella época (1912), en la que no disponíamos de
recursos para sostenernos, era bien difícil. Los empleos eran muy limitados.
Los ministros muy difícilmente recibían a los estudiantes que solicitaban algún servicio. Sin embargo, Eliseo L. Céspedes y yo pudimos entrevistar
al Subsecretario de Justicia, licenciado don Manuel Mateos Alarcón, con el fin
de solicitarle un empleo. El señor licenciado Mateos Alarcón era profesor de
la escuela de leyes. Al anunciarnos con él nos recibió amablemente. Al exponerle nuestro propósito, nos dijo que existía una vacante de escribiente en el
Juzgado Séptimo de Instrucción, a cargo entonces del licenciado Abel C. Salazar,
poeta, penalista y hombre de grandes virtudes.
Don Manuel Mateos Alarcón rifó entre Céspedes y el que escribe aquella plaza; delante de nosotros hizo la rifa y me tocó a mí el empleo. Adquirí la
obligación de pasar de mi sueldo, que era $90.00 mensual, la mitad a Céspedes, lo cual hice religiosamente. Entonces $3.00 diarios, lo que eran los
emolumentos, significaban un auxilio importante, toda vez que la vida era sumamente barata.
Me asistía en una casa de huéspedes que era propiedad de don Constancio Márquez, ubicada en las calles de Santo Domingo, frente a la Plaza de
51
Santa Catarina. La comida costaba $12.00 mensuales con un huevo; era de
segunda, pues la de primera importaba $15.00 con dos huevos.
zación obrera allí representada. Éste fue uno de los motivos que ameritaron
que fuera relevado del mando.
Jesús Ferral, querido compañero ya fallecido, y yo alquilamos un cuarto
en las calles del Apartado, que nos costaba $30.00 mensuales. Durante los dos
primeros meses que me duró el empleo pude pagar a don Constancio el importe de la comida, pero al terminar el tiempo por el que había sido nombrado, no pude pagar a Márquez algunas quincenas. Don Constancio, que era un
verdadero protector de estudiantes, nos hizo ver que ese día sería el último
que nos daba la asistencia, pues no sólo nosotros, sino diez o doce más le
debían y no podía él continuar en aquella situación. Nos despedimos de Márquez, quien con verdadera aflicción nos dio toda clase de excusas. Ferral y yo
ofrecimos, tan luego como tuviéramos algún empleo, pagarle. Así lo hicimos
pocos meses después.
La conducta del señor Morones era tanto más inconsecuente cuanto
que el 28 del mes de noviembre —es decir, tres días antes de hacerme cargo
del Gobierno Provisional—, a petición suya y con mediación del presidente
Calles, habían celebrado, en la casa del doctor Puig Casauranc, una entrevista
los señores Ricardo Treviño, Reynaldo Cervantes Torres y Ezequiel Salcedo,
representantes de la CROM; entrevista en la cual les hice patentes los propósitos que abrigaba de impulsar la organización obrera que ellos dirigían, sin
perjuicio, naturalmente, de las otras organizaciones de trabajadores.
Un día estando en la Plaza de la Lagunilla Ferral y yo, tomando un caldo
en un establecimiento de los “agachados”, caldo que importaba diez centavos, y recibía el nombre de “piquete”, porque en el recipiente que contenía
cuatro o cinco litros de caldo, había treinta o cuarenta pedazos de carne, y con
una varilla puntiaguda tiraba uno el piquete para ver si lograba ensartar el
pedazo de carne que estaba en aquella agua sabrosa, pero posiblemente llena
de bacterias. Raras veces lograba alguien coger el pedazo de carne. Estando
ahí un día nos vio la esposa de don Constancio, mujer muy cariñosa; se acercó
a nosotros y nos dijo: “¿Muchachos, qué hacen aquí?”. “Melita —le dijimos—
estamos comiendo sabrosamente este caldo caliente que cuesta solamente diez centavos la
taza”. “No, vengan otra vez a mi casa. Ustedes serán atendidos debidamente. Nos pagarán cuando puedan”. No accedimos a aquella invitación, pero sí la agradecimos
profundamente.
“Señores Presidente y Secretario de Acuerdos de la Convención Anual de la Confederación Regional Obrera Mexicana. Teatro Hidalgo. Ciudad.
Dos o tres veces por semana iba el hijo de don Constancio a cobrarnos
lo que le debíamos; pero como no teníamos dinero, seguía dando vueltas
frecuentemente.
Uno de tantos días se nos ocurrió hacer unos malos versos. Estos decían
así:
Márquez, amigo mío,
usted ha sido áncora de salvación
a mi apetito;
antes de conocerlo había creído
que el final de mi vida era llegado.
52
Al enterarme —por la prensa, al día siguiente de inaugurada la Convención— de las exigencias de los convencionistas, me dirigí a la Asamblea en los
siguientes términos:
La prensa de hoy me entera de que esa Convención acordó dirigirme un mensaje
para que dicte las medidas encaminadas a impedir que se represente, en el Teatro Lírico,
una obra en la que, a juicio de algunos de ustedes, porque supongo que no la conocen, se
enderezan ataques contra el movimiento obrero y contra la Revolución.
Aunque no tengo en mi poder el telegrama mencionado, considero que lo fundamental no es el recibirlo, sino enterarme de él, y paso inmediatamente a dar la respuesta:
Según declaraciones expresas que hice el día 30 de noviembre, no me propongo
constreñir la libre expresión, verbal o escrita y, oficialmente, no podré tomar ninguna
determinación en el sentido que ustedes solicitan. En lo particular, si quisiera hacer valer la
poca o mucha influencia personal que llegue a tener, para impedir que se exterioricen
ataques contra la Revolución o contra las organizaciones obreras, la CROM entre ellas y,
en el caso especial de que se trata, recibiré con gusto una comisión que ustedes nombren para
que me informe sobre la obra de que se hace mérito y sobre los ataques a que se refieren,
siempre, naturalmente, sobre la base de que se trata de ataques contra la Revolución o
contra la respetabilidad de la CROM, y no de ataques contra personas, ya que desde el
Presidente de la República hasta el último de los ciudadanos, todos y cada uno de los
mexicanos deberemos quedar sujetos a las sanciones de la opinión pública que, en muchas
ocasiones, servirán para moderar nuestras pasiones y aún para constreñirnos a seguir un
camino de honradez pública y privada.
285
Esta lucha, por lo demás, no tuvo de parte del señor Morones ninguna
justificación. Las agrupaciones que controlaba la CROM en la región petrolera eran una minoría insignificante, que nunca llegó a tener influencia, ni siquiera para desconocer a la inmensa mayoría de trabajadores de la región sur
de Tamaulipas y norte de Veracruz.
Era natural, pues, que al reunirse la IX Convención de la CROM, el
señor Morones y sus acompañantes aprovecharan el momento político para
lanzar ataques a mi administración, pretendiendo con ello conquistar una situación que habían perdido desde el día en que fuera asesinado el general Obregón,
principalmente, porque la opinión pública señaló, desde aquel momento, a los
líderes de la CROM como responsables de aquel crimen, no porque ellos
hubiesen armado la mano del asesino —lo que no se llegó a comprobar—
sino porque los directores de la organización obrera venían pregonando en
todas partes, en la tribuna y en la prensa, desde hacía meses, que el general
Obregón no llegaría a la Presidencia de la República.
A la sesión de inauguración asistió el señor general Calles, quien pronunció un discurso mesurado y discreto, en el cual recomendó a la Asamblea
serenidad, seguramente porque a él había llegado la noticia de que se me iba a
atacar rudamente por el señor Morones. En efecto, en la tarde de ese día, a
iniciativa del mencionado líder de la CROM, los convencionistas tomaron la
determinación de dirigirse al Presidente de la República y exigirle se dictaran
órdenes terminantes para impedir la representación de una obra teatral que se
anunciaba en el Teatro Lírico, en la que, según ellos, se hacían severas críticas
a los directores de la CROM, al Partido Laborista y a la Revolución. La petición,
que fue apoyada con discursos violentos, llevaba el carácter de ultimátum, pues
se prevenía que, en caso de que las autoridades no aceptaran las exigencias de
la Asamblea, ésta se trasladaría en masa al teatro, con el objeto de suspender
la representación de la obra, que calificaban de antiobrerista y contrarrevolucionaria.
En dicha Asamblea se lanzaron rudos e injustificados ataques a algunos gobernadores; entre ellos a mí, acusándome de que mi labor al frente del
Gobierno de mi estado había sido antiobrerista y claudicante.
En la sesión que relato, se encontraba presente el entonces general de
división Roberto Cruz, Jefe de las Operaciones en el estado de Michoacán,
quien también pronunció un discurso en el que se solidarizaba con los líderes
de la CROM y aún manifestó que su espada estaba a disposición de la organi284
Ya por favor a molestar no venga.
Para vivir necesito ya pitones
y busco que otro amigo me mantenga
pues no tengo ni siquiera cuatro reales.
En la calle de Santo Domingo y Donceles había una cantina llamada
“La Esperanza”, a donde ocurrían jueces, secretarios y escribientes de los
tribunales, en los cuales Ferral y yo atendíamos pequeños asuntos que se nos
encomendaban. Era lo que se llamaba el “huizacheo”. En esa cantina había
dos o tres grandes cazuelas de sabrosos guisados: nopales con camarón, frijoles, a veces bacalao y un enorme cerro de tortillas. Mediante cinco centavos
que costaba un tequila podía uno “taquear”. Con aquéllo o con un vaso de
cerveza, que costaba diez centavos, nos dedicábamos a llenar la barriga, comiéndonos cinco, seis o más tacos. La concurrencia rápidamente acababa con aquellos guisados que estaban a disposición de los parroquianos.
Una vez uno de los iberos principales de la cantina —gordiflón, de
grandes bigotes y de cara de pocos amigos—, viendo que nosotros “taqueábamos” sin consumir, nos llamó en tono un poco airado, diciéndonos: “Muchachos, veo que ustedes no gastan un centavo, y sin embargo están comiendo”. “En efecto —
le dijimos—. A veces consumimos una cerveza o una copa de tequila cuando traemos los
diez o quince centavos que cuestan. Pero no tenemos trabajo y por eso venimos a ‘taquear’
aquí para pasar el día; ya en la noche, a veces nos faltan los diez centavos para tomar el café
en el restaurante de los chinos”. En tono afectuoso nos dijo: “No tengan ustedes cuidado. Son ustedes estudiantes y pueden venir cuantas veces quieran a ‘taquear’ ”.
Como dejamos el cuarto en que vivíamos Ferral y yo, alquilamos otro
en la Rinconada de Santa Catarina 6, cuarto que tendría a lo sumo cinco o seis
metros cuadrados. Ahí vivíamos cinco estudiantes. Imagínense mis lectores
aquella promiscuidad de estudiantes que raras veces nos bañábamos, porque
no teníamos dónde. Fumando todos, la atmósfera de aquella pequeña estancia
era tan densa, que casi podía cortarse con un cuchillo. Sin embargo, dormíamos profundamente, y para evitarnos el desayuno, nos levantábamos a las
doce del día. Así pasamos algunos meses, hasta que a mediados de 1912 pude
conseguir un empleo de escribiente en el Juzgado Segundo de Distrito, con
sueldo de $75.00 mensuales. En ese juzgado conocí a distinguidos abogados,
entre otros, a don Jesús Flores Magón; a don Jorge Vera Estañol; a aquél otro
idealista, aspirante a la Presidencia de la República, don Nicolás de Zúñiga y
53
Miranda, que llegaba todos los días con su bastón de puño de oro, su sombrero de copa y su impecable levita, a pedir informes sobre algunos reos que
defendía.
Otro litigante, tinterillo a quien temían los abogados, era don Pablo
Castañón de Campoverde, de guantes verdes, chaleco lustroso y corbata de
plastrón. Le temían porque era implacable en la defensa y en las chicanas.
¡Qué esperanzas que entonces los escribientes o los secretarios recibiéramos
alguna propina, ni mucho menos solicitáramos dinero a los litigantes! Nos
sentíamos orgullosos de que aquellos distinguidos jurisconsultos nos saludaban diciéndonos: “¿Compañero, qué razón me da de este asunto?”. Era un halago
para nosotros, mejor que cualquier dinero que pudiéramos recibir. Los jueces
eran honestos, dedicados, impecables impartidores de justicia. Recuerdo, entre otros, al licenciado Joaquín Ortega, a los licenciados Manuel M. Nagore,
Luis M. Calderón, Cayetano Castellanos, respetados todos e incansables en
sus tareas.
Salíamos del juzgado y nos íbamos a “La Esperanza”. Entonces sí podíamos consumir el tarro de cerveza, y procurábamos que el español de enormes
bigotes, gordinflón, mal encarado, nos viera consumir el tarro de cerveza.
“Ahora sí, muchachos, ya deben tener empleo”. “Sí —le repusimos—. Ya tenemos un
modesto empleo y podemos consumir uno o dos tequilas o tarros de cerveza”.
Así pasábamos las jornadas en forma halagüeña.
El padre del dueño del restaurante “El Taquito”, ubicado en las calles
del Carmen, tenía una taquería en la esquina de las calles del Reloj y Cocheras.
Consumíamos ahí un buen número de tacos. Parecían flautas como de veinte
centímetros, con muy buen picadillo, sesos, nopales, chile. Alguna vez, cuando venían algunos paisanos de Tamaulipas, los invitaba a un banquete de
tacos, y cuando no podía pagarle a don David el importe de la comida, le daba
vales, que su hijo, actualmente hombre rico, y que es propietario de “El Taquito”, dice poseer.
En el Juzgado de Distrito el Comisario era un viejecito alegre y cariñoso, don Manuel Elizarrarás, que llegaba de levita, polainas y reloj con leontina.
Cuando alguien necesitaba dinero para ir a los toros, don Miguelito nos
prestaba con el módico interés de diez centavos por cada peso que nos prestaba.
54
En cuanto a los emolumentos que recibían los funcionarios del poder
judicial, equivalía al 2.5 por ciento del total del presupuesto en oro nacional.
DISTANCIAMIENTO DE LA CONFEDERACIÓN REGIONAL
OBRERA MEXICANA CON EL GOBIERNO
El 4 de diciembre de 1928, tres días después de que me hice cargo de la
Presidencia, se inauguró en el Teatro Hidalgo la IX Convención de la CROM.
Bien sabido es que la CROM llegó a adquirir su mayor poderío bajo la
administración del presidente Calles. Su influencia —que, en el año de 1920,
es decir, después del triunfo de la Revolución de Agua Prieta era bien escasa— se fue extendiendo a todo el país gracias al apoyo que el Gobierno le
prestó. Muy pocos fueron los estados de la República que quedaron fuera de
su control durante los años de 1924 y 1928 y sus líderes se valieron de todos
los recursos que tenían a su alcance para dominar voluntades. Fue así como
esa organización obrera, cuyo instrumento político era el Partido Laborista
Mexicano, se fue adueñando de todos los sectores políticos de la República.
Entre las entidades federativas que nunca pudo controlar la CROM, ni política, ni socialmente, figuró mi estado natal, Tamaulipas, que me tocó gobernar
constitucionalmente durante los años de 1925 a 1928. Las controversias que
se entablaron entre los trabajadores de Tampico, centro petrolero de gran importancia en aquel entonces, y las brigadas ambulantes que el Secretario de
Industria, Comercio y Trabajo, don Luis N. Morones, enviaba frecuentemente
a aquella región para adueñarse de la situación, llegaron a revestir caracteres
de luchas sangrientas, en que siempre resultaron vencedores los sindicatos de
la región petrolera.
Fracasadas las desmedidas ambiciones del líder y Secretario que —
usando de procedimientos arbitrarios— trató siempre de desbaratar las organizaciones de trabajadores de Tampico, y convencido de que el más fuerte
obstáculo para el logro de sus ambiciones era el Gobierno de Tamaulipas, que
con toda entereza se opuso a la conquista que desde la capital de la República
pretendían hacer los líderes de la CROM, el mencionado señor Morones se
convirtió en mi más encarnizado enemigo y no desaprovechó, desde aquella
época, cuanta oportunidad se le presentaba para hostilizarme en todas sus
formas.
283
ca. En efecto, la actuación prestigiosa de los juristas llamados a constituir el
Poder Judicial de 1929 a 1934, fue reconocida y elogiada por todos los sectores sociales. Mi opinión personal es que jamás, durante los últimos cincuenta años, la colectividad mexicana estuvo mejor garantizada que durante la
época a que me refiero, en la cual la inamovilidad del Poder Judicial, complementada por la designación de los magistrados y jueces que me incumbió
realizar, fue un valladar a la corrupción y al prevaricato. Puede haber habido,
en los anales de la historia de nuestra administración de justicia, periodos más
brillantes, como el de Vallarta, que por sí solo llena una brillante página; pero
todos reconocen que los magistrados y jueces de orden penal y civil que formaron el Poder Judicial Federal y del orden común, salvo dos o tres excepciones, que fueron públicas, cumplieron patrióticamente su cometido y ejercieron sus funciones con capacidad, dedicación y rectitud indiscutibles.
Seguramente ésta fue la consecuencia de la conducta que seguí para
nombrar a los miembros del Poder Judicial, ya que —al obrar de la manera
que dejo expuesta— sólo me animó el propósito de cumplir con mis deberes
como Jefe del Ejecutivo, sustrayéndome a toda intervención de carácter político o de compadrazgo y preocupándome, exclusivamente, por que los tribunales se integraran con profesionales honorables y capaces. Llevé esta decisión
al extremo de que, a varios ministros de la Suprema Corte y Magistrados del
Tribunal Superior, ni siquiera los conocía personalmente. Los casos de los señores licenciados Alberto Vázquez del Mercado, Paulino Machorra Narváez,
Francisco Barba y Carlos Salceda, de la Suprema Corte, y Adolfo Valles, Vicente Santos Guajardo, Alfredo Ortega, Carlos Echeverría, José Espinosa y
López Portillo, Julián Ramírez Martínez, Everardo Gallardo, Filiberto Viveros
y Atenedoro Monroy, que tan digna y brillantemente desempeñaron su cometido, son ejemplo de lo que dejo asentado.
El respeto que el Poder Judicial mereció siempre al Ejecutivo, durante
el tiempo que me tocó desempeñar la Presidencia, fue norma invariable de
conducta en las relaciones con dicho poder. No se dio nunca el caso de que yo
o mis colaboradores interviniéramos en algún asunto judicial, ni mucho menos
recomendásemos ningún asunto. La consecuencia natural de tal conducta fue
la seguridad que siempre sintieron los ministros, magistrados y jueces en el
desempeño de sus funciones, seguridad que les garantizaba no sólo la independencia de criterio que necesitaban para obrar, sino muy principalmente la
confianza de que no serían molestados ni removidos de sus cargos.
282
Otras veces íbamos a la casa de Porrúa, a empeñar el primer tomo del
“Planeol” por $2.00. Los señores Porrúa tenían una librería en la calle cercana
a la Escuela Libre de Derecho, y un señor de apellido Tres Palacios poseía una
casa de empeño en las calles de Santo Domingo. Se cuenta de él que cuando
estaba en artículo de muerte, al llegar el confesor al enseñarle el Cristo para
que lo besara, creía que el sacerdote que se lo presentaba iba a empeñarlo. Al
mostrársele el Cristo, el prestamista dijo: “Pescheta”. Creía que iba a empeñar
aquella prenda.
A mi regreso a la capital de la República, siendo consultor del señor
general Obregón, Secretario de Guerra y Marina, me pidió audiencia don
Constancio Márquez. Se arrojó a mis brazos llorando y me dijo: “Sálveme usted,
señor licenciado”. “¿Qué le pasa, don Constancio?” —le dije. “Soy el proveedor de la
Escuela de Agricultura, que está militarizada. Recibía para los gastos de la cocina $5,000.00
semanarios. Me han pasado una visita y me faltan $800.00. ¿Cree usted que yo me haya
robado esos $800.00? Sin embargo —me dijo— me han metido en la cárcel y estoy libre
bajo fianza”. “No tenga cuidado” —le dije—. Inmediatamente entré a ver al general Obregón. Le conté quién era don Constancio Márquez, y la forma en que
había ayudado durante muchos años a los estudiantes. El general Obregón,
siempre cariñoso y de gran corazón, me dijo: “Pase usted con este señor para
conocerlo”. De inmediato me ordenó: “Cancele usted la orden de proceder en contra de
este hombre. Que vuelva a su empleo de proveedor de la Escuela de Agricultura, y regálele
$1,000.00”. Así correspondí a Márquez la generosidad que tuvo cuando no
teníamos dinero para pagarle.
Es para mí motivo de satisfacción rememorar un poco acerca de la
fundación de la Escuela Libre de Derecho.
En el mes de mayo de 1912 era director de la Escuela Nacional de
Jurisprudencia el distinguido abogado y convencido revolucionario Luis Cabrera. Con motivo de algunas disposiciones que el señor Cabrera tuvo a bien
dictar, tendientes a imponer una disciplina mayor a los alumnos en lo relativo
a reconocimientos y funcionamiento de la biblioteca y del gimnasio, se provocó un descontento general que motivó el estado de huelga. Los directores de
aquel movimiento fueron los alumnos del cuarto año, Ezequiel Padilla, Luis y
Vicente Mac Gregor, Manuel Herrera y Lazo y José María Gurría Urgell. Las
55
discusiones que se tuvieron con el licenciado Cabrera fueron acaloradas y
después de varias entrevistas en que el Director manifestó a los estudiantes
que las disposiciones dictadas por él no serían revocadas, en virtud de que las
consideraba del todo indispensables para la buena marcha de la escuela, cosa
que era cierta, ocurrimos a ver al señor Presidente de la República, don Francisco I. Madero. La entrevista con el señor Madero fue cordial, y en ella nos
manifestó que el Gobierno tenía que apoyar al Director de la Escuela, por
considerar que su actitud era en todo justificada. Además, en esa entrevista
manifestamos al señor Madero que de no accederse a nuestras pretensiones,
fundaríamos una escuela libre, a lo cual el Presidente nos hizo ver la necesidad
de que ya era tiempo de que en México se fundasen escuelas profesionales
sostenidas por la iniciativa privada, agregando que él vería con agrado que se
fundara una institución libre y sin ligas con la administración pública. Al darse
cuenta a la Asamblea del resultado de la conferencia con el Presidente, en
sesión general se aprobó el proyecto de fundar la Escuela Libre de Derecho.
Acto continuo, se nombró una Comisión para que se acercara a los abogados de más renombre en el foro, entre otros a don Luis Méndez, a don
Agustín Rodríguez, a don Emilio Rabasa, a don Miguel Macedo, a don Julio
García, a don Jorge Vera Estañol. Todos ellos acogieron con agrado aquella
iniciativa y ofrecieron ayudarnos con todo entusiasmo para realizarla.
La Escuela Libre de Derecho abrió sus inscripciones en el mes de julio
de 1912. El entusiasmo de maestros y alumnos por aquella obra, que por primera vez en los anales de la historia de la cultura en México se iniciaba, fue
desbordante. Las clases se veían muy concurridas y los comentarios que la
prensa de la República hizo respecto de aquel insólito acontecimiento, fueron
elogiosos.
La primera Junta Directiva que se nombró quedó integrada por don
Agustín Rodríguez, don Emilio Rabasa y don Miguel S. Macedo, habiendo
sido designado rector de la institución el licenciado don Agustín Rodríguez y
quedando la escuela bajo el patronato del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México, del que era pesidente el sabio jurisconsulto don Luis Méndez.
Uno de los profesores más competentes y que más convincentemente
enseñaba su materia, lo fue sin género de dudas don Miguel S. Macedo; pero
a la vez que era bondadoso con los alumnos, era también muy exigente. Como
su clase de Segundo Curso de Derecho Penal la daba de 9 a 10 de la mañana
y como ese año de 1912, el Juez Segundo de Distrito, en donde yo trabajaba
56
La Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación quedó integrada
en la siguiente forma: licenciados Julio García, Paulino Machorro Narváez,
Francisco Díaz Lombardo, Salvador Urbina, Joaquín Ortega, Francisco H.
Ruiz, Juan José Sánchez, Alberto Vázquez del Mercado, Luis M. Calderón,
Daniel V. Valencia, Fernando de la Fuente, Francisco Barba, Jesús Guzmán
Baca y Arturo Cisneros Canto.
El Supremo Tribunal de Justicia del Distrito y Territorios Federales
quedó integrado así: licenciados Alfonso Teja Zabre, José M. Ortiz Tirado,
Francisco Castañeda, José Ortiz Rodríguez, Clemente Castellanos, Sabino M.
Olea, Adolfo Valles, Carlos I. Ángeles, Rafael Santos Alonso, Vicente Santos
Guajardo, Alfredo Ortega, Matías Ochoa, Joaquín Lanz Galera, Adalberto
Galeano Sierra, Eleuterio Martínez, Juan de la Cruz García, Carlos Echeverría, Luis Ramírez Corzo, José Espinosa y López Portillo, Miguel Castillo
Thielmans, Julián Ramírez Martínez y Everardo Gallardo. Supernumerarios:
licenciados Filiberto Viveros, Atenedoro Monroy y Eduardo Suárez. Por la
Baja California: los licenciados Fidel Ruiz y Felipe N. González.
Como se ve, por las listas preinsertas, tanto la Honorable Suprema Corte
de Justicia como el Tribunal del Distrito y Territorios, resultaron constituidos
con abogados de prestigio indiscutible, cuya competencia en la rama del Derecho era ampliamente apreciada y cuya honorabilidad se reconocía también,
siendo todos ellos una garantía para la colectividad. Cuando se tuvo noticia,
por la prensa, de la forma en que quedaron integrados los tribunales, la opinión pública se manifestó unánimemente de manera entusiasta y todos los periódicos de la capital y de los estados, las Asociaciones de Abogados, la Barra
Mexicana, las Cámaras de Comercio e Industria, las Asociaciones Bancarias y
las Organizaciones de Trabajadores me hicieron patente su aprobación, calificando de acertados los nombramientos.
Las designaciones de Magistrados de Circuito, Jueces de Distrito y del
Orden Común se hicieron por la Corte y por el Tribunal Superior con absoluta libertad, sin que el Ejecutivo hubiese tenido en ellas intervención de ninguna especie. En mi opinión, la selección que realizaron aquellas instituciones
fue de lo más acertada, habiendo escogido, salvo muy contadas excepciones, a
los abogados de más prestigio para el desempeño de dichos cargos.
La integración que me tocó realizar de la Suprema Corte de Justicia y de
los Tribunales del Distrito y Territorios fue un acto que me enorgullece y
siempre lo consideraré como uno de los más trascendentales de mi vida públi281
DESIGNACIÓN DE LOS MINISTROS
DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA
DE LA NACIÓN Y DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA
DEL DISTRITO FEDERAL
De acuerdo con las reformas que se hicieron a la Constitución General
de la República, estableciéndose la inamovilidad del Poder Judicial, me tocó
hacer la designación de los citados funcionarios judiciales.
Como sucede siempre en México, cada vez que va a hacerse una renovación de las personas que integran un Poder, la opinión pública —representada en este caso por el Foro, por las diversas instituciones profesionales y por
la prensa nacional— comenzó a manifestarse haciendo ver la necesidad ingente de que se realizara una completa renovación de los funcionarios que
hasta entonces se hallaban al frente de la administración judicial pues, aun
cuando se reconocía que había entre ellos algunos de insospechable probidad
y rectitud, muchos también eran señalados como verdaderos traficantes de la
justicia.
Yo sabía, de antemano, que influencias de carácter político se moverían
muy fuertemente para lograr que el Poder Judicial se integrara con elementos
políticos militantes; pero, desde el momento en que hice el examen de este
asunto, tomé la firme resolución de que no se diera cabida a ninguna recomendación que no estuviese plenamente garantizada por las tres cualidades
que debe reunir un buen magistrado o juez, a saber: probidad, demostrada
con una vida de absoluta moralidad; capacidad, garantizada con años de eficiente ejercicio profesional, y dedicación al trabajo y al estudio.
La colaboración que me brindaron la prensa, la Barra de Abogados, el
Colegio de Abogados y otras instituciones interesadas, así como multitud de
particulares, fue de lo más eficaz. A mi mesa de trabajo llegaron numerosas
propuestas en favor de eminentes abogados de la capital y de los estados.
Todas ellas fueron detenidamente estudiadas hasta lograr hacer una selección
que, en mi concepto, satisfizo las exigencias nacionales.
El día 20 de diciembre de 1928 remití al Senado de la República, para
su aprobación, los nombramientos de los jurisconsultos que constituirían la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, y a la Cámara de Diputados la lista de
los magistrados que compondrían el Supremo Tribunal del Distrito y Territorios Federales.
280
me negara el permiso para asistir a las clases, me vi precisado a dar a don
Miguel una explicación del por qué yo no asistía a éstas. Don Miguel, cuando
terminé de exponerle mi situación, dijo: “Siento mucho que no pueda asistir a clase
de Penal con regularidad, y comprendo también la causa que le impide esa asistencia; pero
yo no lo puedo dispensar por ello y como el Reglamento de la Escuela dispone que el alumno
que tenga un promedio de 10% de faltas no tendrá derecho a examen, usted no podrá
presentarse al final del año”. “Bien, maestro —le contesté— yo sólo deseaba exponerle
mi caso particular, con el fin de que usted conozca el motivo de mi falta de asistencia”. Me
despedí del licenciado Macedo y sólo de vez en cuando me presentaba a oír
las elocuentes exposiciones que hacía de la materia.
Como yo estaba resuelto a presentar mi examen, y como independientemente del “macheteo” que hacía del Código, practicaba diariamente en el
Juzgado Séptimo de Instrucción del Fuero Común y en el Segundo de Distrito, y asistía a los jrados que en aquella época eran brillantes, cuando se inició
el examen me consideré capaz para presentarlo. Ahora bien, como mi nombre
no aparecía en la lista de exámenes, supliqué a Romeo Ortega, prosecretario
de la escuela y compañero de curso, que intercalara mi nombre en ella. Romeo
en un principio se negó, diciéndome: “Si te incluyo en la lista, me fusila don Miguel”.
Pero al fin accedió a hacerlo.
Cuando don Miguel me llamó y me senté en el banquillo, se quedó
mirándome fijamente y me preguntó en tono severo: “¿Es usted el señor Portes
Gil?”. “Sí, maestro”. Creí que me iba a echar de la sala, pero me dirigió una
sonrisa que consideré irónica, traduciendo yo aquella actitud en que prefería
reprobarme a negarme el examen. Recuerdo que los Jurados fueron don Carlos Saavedra y don Manuel Piña y Palacios, ambos, sobre todo el primero, implacables para con los alumnos. El examen fue minucioso, y duró una hora y
casi no se omitió ningún punto del programa sobre el que no fuese interrogado. Cuando terminé, salí con la convicción de que había contestado bien todo
lo que se me había preguntado y los compañeros que estaban en los pasillos
me felicitaron por el buen éxito obtenido. Los Jurados estuvieron cambiando
impresiones largo rato. Después fui llamado por don Miguel, quien se expresó de la siguiente manera: “Señor Portes Gil, el Jurado ha tenido a bien aprobar a
usted con la calificación de 3 muy bien, puesto que ha contestado usted todo lo que se le ha
preguntado, pero como no ha asistido usted con puntualidad a sus clases, es por lo que se le
ha otorgado la calificación inferior”.
Agradecí con frases entrecortadas a don Miguel y a los jurados aquel
rasgo de justicia que los acreditaba como verdaderos maestros.
57
En la Escuela Libre de Derecho nos reuníamos, después de clase, grupos de estudiantes para comentar los acontecimientos políticos que tan precipitadamente se sucedían, y que tanto influyeron en el cambio social, político
y económico de México. Al ocurrir el cuartelazo, las discusiones eran apasionantes. Unos cuantos de los estudiantes simpatizaban con la traición de Huerta. La mayoría reprobábamos aquel acto de felonía que dio al traste con el Gobierno legítimamente constituido, y cuando don Venustiano Carranza levantó
la bandera de la legalidad, nuestras discusiones se hacían interminables.
Entre los más apasionados compañeros recuerdo a Nacho Rodríguez
Morales, recalcitrante carrancista de buena cepa; a Romeo Ortega, vehemente;
a Luis López y Tolsá, siempre mesurado y muy argumentista; a Enrique Landa, discreto y autoritario; a Carlos Robalo y a Capetillo, siempre callados; a
Javier Icaza, amuchachado, como siguió siendo hasta el día que murió; al
chaparro Eleazar O. Núñez, ya fallecido, tremendo; a Enrique Domínguez,
siempre irónico; a Memo Pimentel, que siempre andaba detrás de una muchacha de la preparatoria que traía las faldas muy cortas, y a quien por sus piernas
demasiado flacas le llamábamos la “Chichicuilota”; a Carlos Duclois; a Correa Nieto, “Le Soldat Française”; al “Chango” Vázquez; y a Epitacio Gutiérrez, “El Chimpudo”, que presumía ser del norte, y a don Macedonio Uribe,
siempre concentrado y muy machetero. También vienen a mi memoria dos estudiantes muy queridos, ya fallecidos: José María Bello y Antonio Villarreal,
veracruzano el uno y regiomontano el otro, ambos de ideas revolucionarias.
El segundo fue Secretario Particular de don Isidro Fabela cuando las fuerzas
revolucionarias entraron a la Ciudad de México; Villarreal, en cierta ocasión,
nos presentó a un grupo de estudiantes con el señor licenciado Fabela, que
como Oficial Mayor estaba encargado del despacho de la Secretaría de Relaciones.
Las discusiones que teníamos sobre la Revolución Constitucionalista
eran apasionantes. En general todos simpatizábamos con aquel movimiento y
sólo nos dividían apreciaciones sobre las personas. Unos simpatizábamos con
el general Obregón, con Zapata, con el general Villa; otros eran partidarios
del general Hill, de Diéguez, de Alvarado, de Cándido Aguilar.
Los datos estadísticos así extractados me parecen suficientemente convincentes, no sólo
porque en las postrimerías del periodo presidencial 1925-1928 el entonces Secretario de
Hacienda recomendaba que se limitara la acción agraria a la entrega de las superficies que
el Gobierno pudiera comprar, usando para el efecto la partida presupuestal que se me
proponía incluir en el presupuesto de egresos de 1929; sino porque tal como se veían las cosas en aquellos momentos, con terratenientes, economistas e intelectuales doctos en diversas
disciplinas, que condenaban como ruinosa nuestra política agraria, fue necesario defenderla
en varios frentes, y batir en brecha el mismo baluarte de una Suprema Corte de Justicia de
la Nación, varios de cuyos miembros, adictos a la ortodoxia de que no debería haber expropiación sin indemnización, venían paralizando la acción del Ejecutivo en tan importante materia.
Por eso, en las páginas finales del informe que rendí el 1º de septiembre de 1929,
afirmé, convencido de que decía verdad, que llevaba adelante mi obra sin extremismos
perjudiciales, sin espíritu sectario y sin la más leve sombra de interés; buscando solamente
cosechar los frutos de nuestra lucha revolucionaria, y satisfacer en la producción, después de
haber triunfado a la guerra civil, para crear un orden de cosas más humano, en beneficio de
México todo.
Se puso el mayor esmero para el estudio de los expedientes respectivos, delimitándose
con precisión las superficies dotadas para que en el futuro no hubiera conflictos por este
motivo.
Las dotaciones que se hicieron en los 14 meses del Gobierno Provisional, según
datos que obran en el Departamento Agrario, custodio de los archivos de la Comisión
Nacional Agraria, que en aquella época funcionaba, ascendieron a 3.310,576-92-15
hectáreas. Dicha superficie benefició a 183,408 familias campesinas.
Como el presupuesto de la Comisión Nacional Agraria era muy limitado, dispuse
que cincuenta ingenieros militares pasaran con sus haberes respectivos a auxiliar al número
reducido de agrónomos de que entonces se disponía.
El comportamiento de unos y otros fue ejemplar, y hay que tomar en consideración
que en algunas regiones donde se hallaban levantados en armas fanáticos de aquella época,
sacrificaron a muchos ingenieros y maestros rurales”.
En el mes de agosto de 1914, cuando se iniciaba la división entre el
Primer Jefe, don Venustiano Carranza, y el general Francisco Villa, nos reuníamos en el despacho del distinguido amigo, hoy abogado y notario, don
Heriberto Román: Manuel L. Acosta, Porfirio Ramos Romero, Jesús Ferral,
58
279
recientes se ha denominado ‘revolución verde’, o ‘reforma agrícola integral’, alenté al titular
del ramo de Agricultura y Fomento para que:
Ramón Alemán y otros más, para analizar la situación y definir cuál iba a ser el
camino que deberíamos tomar.
l. Se perfeccionara el conocimiento del territorio nacional, con trabajos geodésicos,
cartográficos y climatológicos, y se cumplió con el compromiso internacional que
habíamos contraído en la Sexta Conferencia Internacional Americana, creándose el Instituto Geográfico Panamericano.
En el despacho del señor licenciado Julio Santoscoy platicaba yo sobre
el mismo tema con el licenciado don Abel Salazar, con el licenciado Joya, con
Pancho Espinosa. Santoscoy era francamente simpatizador de Villa, el licenciado Salazar lamentaba aquella profunda división del constitucionalismo, y
mi opinión en las pláticas que teníamos en los despachos era expuesta en
forma franca y decidida.
2. Se reforzó el conocimiento de nuestra hidrología, registrándose cuidadosamente los
datos de las distintas estaciones de aforo, y se puso particular empeño en el estudio
de los ríos internacionales, así como en el de sus afluentes.
3. Se atacó a fondo el estudio de nuestros suelos, y como primer paso para la
formación de la Carta Agrológica de la República, se formó la Carta Agrológica
del estado de Morelos, y se levantaron cartas regionales de las zonas comprendidas
dentro de los proyectos de irrigación del Río Salado, del Río San Juan, del Río
Mante y del Río Pabellón.
4. Se puso el mayor empeño en encauzar la experimentación agrícola, haciendo que
se pusieran en marcha algunas de las estaciones experimentales que existieron antes de la Revolución, y se dieron los primeros pasos para crear otras nuevas en las
comarcas agrícolas —especialmente del noroeste—, que estaban cobrando mayor
importancia.
5. Se procuró mantener el mayor grado de adelanto científico y técnico en la enseñanza que se impartía en la Escuela Nacional de Agricultura y en las escuelas
agrícolas.
6. Se atendió al progreso de la ganadería, alentando el empleo de las mejores razas
de ganado, y atendiendo a la profilaxis agropecuaria, para reducir los quebrantos
que ocasionaban plagas y enfermedades.
7. Se sumaron nuevos datos que permitieron perfeccionar el inventario, desarrollo y
defensa de nuestros recursos naturales que son tierra, agua y bosque.
8. Se continuaron, aunque a ritmo moderado, las obras de regadío que tenía a su
cargo la Comisión Nacional de Irrigación, no obstante que la sublevación de
1929 hizo que se paralizaran los trabajos en las zonas que controlaran los llamados Renovadores, y a pesar también de la crisis mundial, cuyo impacto era ya
visible, mermó los recursos de Tesorería de que se podía echar mano.
9. Se puso interés, actividad y convicción, en la ejecución de la reforma agraria,
llegándose al saldo impresionante, sin precedente entonces, y muy digno de ser tomado en cuenta.
278
Al clausurarse los Tribunales por disposición del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, ya no podía dedicarme al
“huizacheo”, y como el desorden y la anarquía hacían presa de la Ciudad de
México por el desconcierto que la inestabilidad política había sembrado en la
capital, se planteó para mí un verdadero dilema.
La división entre la Primera Jefatura de la Revolución, representada por
don Venustiano Carranza, y la División del Norte, jefaturada por el general
Francisco Villa, se venía acentuando cada día con mayor intensidad. Había,
pues, que definirse con uno o con otro. Los motivos que me indujeron a abrazar la causa constitucionalista fueron los siguientes: don Venustiano Carranza
representaba un programa radical de reformas sociales, económicas y políticas por el que venía propugnando el pueblo de México desde el año de 1910.
La exposición que el señor Carranza hacía constantemente del programa de la
Revolución me convenció de que aquel hombre extraordinario sí representaba en aquellos tiempos el sentir del pueblo de México, principalmente de las
clases campesinas y trabajadoras que anhelaban un mejoramiento y una vida
más humana.
Con Carranza estaban los mejores hombres de la Revolución, los que
por un ideal habían secundado el movimiento constitucionalista que derrocó
al gobierno usurpador del general Huerta: Obregón, Hill, Pablo González,
Alvarado, Diéguez, Treviño, Acosta, Aguilar, Calles, Hay y otros luchadores
de aquella época, y representaban para mí, en lo militar, el grupo avanzado del
constitucionalismo. Pero también estaban don Luis Cabrera, el ingeniero Pastor Rouaix, Palavicini, Cravioto, Fabela, Macías, Luis Manuel Rojas y otros
más, representativos de la intelectualidad revolucionaria y con una orientación política y social perfectamente definida.
El propósito del señor Carranza era dar una nueva Constitución al país,
que tradujera el pensamiento de la época en lo relacionado con la legislación
59
sobre petróleo, en materia agraria y sobre trabajo, reformas a la organización
política y nuevas normas económicas en lo referente al crédito.
el Código de Trabajo de 31, se suprimió esta institución, con la cual estuvieron de acuerdo
muchos de los patronos.
En cambio, Villa propugnaba por la reimplantación del orden constitucional y la vigencia de la Constitución de 57. Con Villa estaban algunos generales del antiguo Ejército Federal que se habían unido a él por conveniencia y
ambiciones; pero además, los intelectuales que estaban con él y que se habían
separado de Carranza porque no habían logrado posiciones a las que ellos aspiraban, eran de ideología atrasada.
Como era indispensable la reforma del artículo 123 Constitucional, en su fracción
XXIX, a fin de establecer el seguro social obligatorio, el H. Congreso de la Unión, en su
sesión del 22 de agosto de 1929, por unanimidad aprobó la reforma de que se trata,
quedando en los siguientes términos:
Por fin, a fines de diciembre de 1914, Porfirio Ramos Romero, Manuel
L. Acosta y Federico Martínez Rojas se fueron con el villismo. Ramos Romero llegó a ostentar el grado de General de División; el licenciado Acosta fue
Procurador General de Justicia de la Convención; Martínez Rojas, Juez de
Instrucción Militar. Alemán, Jesús Ferral y yo nos fuimos con el constitucionalismo. Alemán fue muerto en un combate en la ciudad de Tula, Hidalgo.
Con Antonio Villalobos, Benigno Campos y Cuevas, el “Cabezón
Nájera” y otros estudiantes constituimos en el puerto jarocho la Sociedad de
Estudiantes Revolucionarios, que tuvo decidido apoyo de la Secretaría de
Educación Pública, entonces a cargo del señor ingeniero don Félix F. Palavicini, quien nos alentaba diciéndonos que era ya tiempo que los estudiantes
tomaran partido, pues desgraciadamente la Universidad Nacional era un semillero de reaccionarios enemigos de la Revolución.
En Veracruz publicamos un pequeño periódico que sirvió de órgano a
la agrupación. Dimos conferencias en los centros obreros y nos esforzamos
por ser útiles, aunque modestamente, a la Revolución Constitucionalista.
Yo había sido maderista de estudiante en 1909 y 1910, y cuando el
señor Madero, contrariando a la opinión pública de la Revolución de entonces
disolvió el Partido Anti-Reeleccionista que lo había llevado al triunfo, se echó
en brazos del Partido Constitucional-Progresista, e impuso a don Matías Guerra
en el Gobierno de Tamaulipas y en la Vicepresidencia de la República a don
José María Pino Suárez, empecé a sentir una honda desilusión hacia el nuevo
orden de cosas representado por el señor Madero. Pero esto no influyó en mi
criterio revolucionario y continué siendo un partidario del programa de la
Revolución de 1910.
En Veracruz, a donde llegué a fines del mes de diciembre de 1914, me
nombraron Subteniente Escribiente de Asesor en la Comandancia Militar de
60
‘Se considera de utilidad pública la expedición de la Ley del Seguro Social, y ella
comprenderá seguro de invalidez, de vida, de cesación involuntaria del trabajo, de enfermedades y accidentes y otros con fines análogos’.
Esta reforma dio al seguro social la categoría de un derecho público obligatorio, y
desde entonces quedó como uno de los postulados de la Revolución Mexicana.
Para fundar la reforma de que se trata, expresé lo siguiente:
México ha desarrollado una ideología propia. La Revolución se ha hecho a base y
de acuerdo con nuestra idiosincrasia y nuestra tradición. Hemos hecho nuestra propia
ideología, distinta de las de los demás pueblos. Tenemos una filosofía social mexicana
nuestra, y reclamamos el derecho a que se le respete.
Este pensamiento estaba íntimamente vinculado a las luchas, que con tan hondo
sentido patriótico sostuvieron los trabajadores de México para demandar un trato igual o
superior en su calidad de mexicanos, sin discriminaciones en la industria minera, la textil
y los ferrocarriles, que durante el porfiriato ocupaban principalmente trabajadores extranjeros, mejor remunerados, y donde fatalmente hasta las órdenes de trabajo se dictaban en
idiomas extranjeros”.
REFORMA AGRARIA
“Durante los 430 días que duró el interinato que me cupo el honor de cumplir, puse
particular empeño en que no decayeran los programas de promoción rural —construcción de
obras de irrigación y educación agrícola, sobre todo—, que había puesto en marcha, con generosa visión, el general Plutarco Elías Calles.
Me propuse también vigorizar la acción agraria, haciendo que se despachara el mayor número de resoluciones presidenciales, beneficiándose, para el efecto, tantos campesinos
como fuera posible, y con tierras de buena calidad.
A fin de encauzar el desarrollo agrícola del país, acumulando datos que le sirvieran
de base a los programas que en lo futuro se pusieran en marcha, para eso que en años
277
CUESTIÓN LABORAL
En el Mensaje Presidencial dije:
“En atención a que se necesitaba una Ley Federal del Trabajo vigente en toda la
República, fue necesario reformar el artículo 73, fracción X, y quitando a los estados la
aplicación en sus jurisdicciones de la propia Ley, excepto cuando se tratara de asuntos
relativos a Ferrocarriles y demás empresas de transportes amparados por concesión federal,
minería e hidrocarburos, y los trabajos ejecutados en el mar y en las zonas marítimas.
Y ahora ya sabemos que los esfuerzos realizados en beneficio de los obreros, no sólo
no perjudican al industrial progresista y bien intencionado, sino que mejoran las condiciones generales de la producción y aseguran el desarrollo industrial del país y el programa
intelectual y económico de los laborantes y de los gremios obreros.
Tal declaración implicaba desde luego el compromiso de presentar un proyecto de
Código del Trabajo, lo cual se verificó siendo Secretario de Gobernación en agosto de 1928,
proyecto que fue discutido en una asamblea integrada por obreros y patronos.
Tal proyecto, en esa época el más meditado que se había presentado, fue aprobado en
lo general por ambas Cámaras, y con ligeras modificaciones, constituyó el Código de Trabajo aprobado en el año de 1931.
En el proyecto se plantearon todos los problemas laborales: el contrato de trabajo
individual y de equipo, el contrato colectivo de trabajo, el contrato-ley, jornadas y descansos
legales, derechos y obligaciones de los trabajadores y patronos en las diversas clases de trabajo, aprendices, trabajo agrícola, trabajo minero, pequeñas industrias, trabajos a domicilio, de las asociaciones y de los conflictos colectivos de los sindicatos, huelgas, lo que debe entenderse por servicios públicos, paros, riesgos profesionales, autoridades encargadas de aplicar la ley, comisiones para el salario mínimo, Consejo Nacional de Trabajo, laudos de las
responsabilidades de los funcionarios del trabajo por delitos oficiales del orden común, y seguro social.
En el proyecto se dispuso que en cada empresa hubiera un consejo integrado por
representantes de los obreros, del patrono y del Gobierno. Este Consejo de Empresa tenía
por funciones resolver los pequeños conflictos que surgen diariamente en las fábricas; vgr.:
pérdida de un dedo, pérdida del brazo, faltas atribuidas al trabajador por negligencia o
embriaguez; faltas del patrono por mal acondicionamiento de la fábrica. Pero además, esta
institución estudiaría y haría un programa sobre el mejoramiento de la fábrica, y calcularía
los recursos económicos que deberían emplearse.
Al funcionar este Consejo de Empresa, se desahogarían miles de pequeños conflictos
que ahora abruman a las Juntas de Conciliación y Arbitraje. Desgraciadamente, al aprobarse
276
la plaza. Tuve como Jefe de la Asesoría Militar al licenciado José Almaraz, que
me guardó siempre muy especial consideración.
De la asesoría de la comandancia me promovieron el puesto de Oficial
Primero del Departamento de Justicia Militar con el grado de Mayor, a cargo
del señor licenciado Ignacio Noris, quien fue siempre un jefe cariñoso, estricto y bondadoso.
En varias ocasiones acompañaba al general Pesqueira y al licenciado
Noris, Jefe del Departamento de Justicia Militar, al acuerdo con el señor Carranza. Yo había instruido el proceso en contra de un mayor de apellido Lobo
Guerrero, quien por matar a su superior fue sentenciado a la pena capital por
el Consejo de Guerra.
Al informarle el general Pesqueira de la pena impuesta, expresó don
Venustiano: “Yo no he sido afecto a fusilar a nadie, y menos a un oficial como éste, que
prestó servicios a la Revolución. Impóngale la pena de veinte años de prisión por el delito se
insubordinación”.
En esta ocasión, el señor Carranza, mirándome, le preguntó al general
Pesqueira: “¿Y este joven quién es?”, a lo cual contestó el interpelado: “Es un
estudiante de Leyes que se vino con nosotros de la Ciudad de México, y ya sólo le falta
recibirse”. El Primer Jefe, en tono grave, me dijo: “Recíbase usted, joven, porque la
Revolución necesita abogados”.
En el mes de julio de 1915, cuando la columna militar al mando del
divisionario don Pablo González recuperó la Ciudad de México, y ya con el
grado de Mayor, recibí la comisión, del señor Subsecretario de Guerra encargado del despacho, Ignacio L. Pesqueira, para venir a la Ciudad de México
con el fin de organizar las oficinas de dicha dependencia, y en el mes de
octubre de 1915, precisamente el día 2, un día antes de cumplir los 24 años de
edad, presenté mi examen profesional de abogado, siendo mis Jurados los
eminentes juristas Agustín Rodríguez, Emilio Rabasa, Miguel S. Macedo,
Manuel María Dávalos y Fernando González Roa.
Tan luego como me aprobaron en el examen profesional me trasladé a
mi domicilio, con el fin de participar a mi madre aquel acontecimiento, y
estrechándola en mis brazos le dije: “Madre, tus desvelos y tus sufrimientos de tantos
años se han visto coronados gracias a tus esfuerzos”. Mi madre, al estrecharme emocionada, exclamó: “Dios ha recompensado mis desvelos, sigue siempre el camino de la
rectitud, nunca pierdas la fe y no desmayes ante los golpes de la vida, que a veces es cruel,
pero que para quien se porta bien, siempre es generosa”.
61
Al día siguiente de recibirme fui nombrado, por acuerdo del Primer
Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, y por recomendación del general Ignacio L. Pesqueira, Subjefe del Departamento de Justicia
Militar, con la asimilación de General Brigadier y sueldo entonces de $28.00
diarios. Fue éste el primer nombramiento que tuve ya como profesional.
Nación puede sufragar, pero no por ello dejará de ser una exigencia que los asuntos oficiales
a ellos encomendados deberán reclamar toda su atención. En este sentido, servir al país
deberá conceptuarse una de las formas a que nos llama el patriotismo. Así se conseguirá
cortar las justas críticas, para aquellos que usan de los puestos públicos y de la influencia
que su desempeño confiere como un mero instrumento de medro personal.
En el empleo de Subjefe del Departamento de Justicia Militar duré
pocos meses. Tuve alguna dificultad con el licenciado José Almaraz, entonces
titular de dicha dependencia y en el mes de marzo de 1916 presenté mi renuncia con el carácter de irrevocable. El licenciado Almaraz no quería aceptarme
dicha renuncia y durante algunas semanas estuvo sin dar cuenta de ella al
general Pesqueira, quien me llamó a su despacho para insinuarme la conveniencia de que continuara en aquel cargo. Supliqué al general Pesqueira que
me aceptara la renuncia, pues por ningún motivo deseaba seguir en el Departamento. Aquello no me alejó del licenciado Almaraz, pues nuestra amistad
siguió siempre inalterable y en el año siguiente fue aún más estrecha, en mérito de lo cual y dadas sus capacidades, cuando me hice cargo de la Presidencia
de la República, lo designé Jefe del Departamento de Prevención Social, en
cuyo puesto pudo desarrollar por primera vez en México interesantes actividades de carácter social.
Sumándose al respeto que de esta forma merezcan los funcionarios de la Federación,
el Gobierno, como entidad, fincará su respetabilidad en una prudente administración de los
recursos del país. La nivelación de los presupuestos que para 1929 está ya lograda como
resultado de los desvelos y la energía del presidente Calles, será norma inmutable que rija la
política hacendaria de la administración, y que asegure, sin angustia, el desarrollo del
programa de Gobierno, y el cumplimiento de sus compromisos interiores y exteriores; mi administración reconocerá, como una de las bases fundamentales de su programa, continuar y
desenvolver la educación de las masas del pueblo.
En el mes de marzo de 1916 me trasladé al estado de Sonora en unión
de los abogados Gilberto Valenzuela, Joaquín Ruiz y Francisco Lacroix Rovirosa. En esa época se hallaba al frente del Gobierno en esa entidad federativa
el señor general don Plutarco Elías Calles y era Secretario de Gobierno el íntegro revolucionario don Enrique Moreno. Valenzuela, Lacroix Rovirosa y yo
fuimos nombrados Magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Estado,
y el licenciado Ruiz se hizo cargo de la Procuraduría General de Justicia.
La actividad gubernamental que por entonces se desarrollaba en Sonora
era muy grande. El general Calles y su Secretario de Gobierno no descansaban un solo momento y puedo asegurar que en esos años, Sonora, además de
los estados de Durango, Veracruz, Yucatán y Campeche, era el estado en que
con más entusiasmo se implantaba el programa de la Revolución, sobre todo
en los renglones de dotación y restitución de tierras a los pueblos y justicia
obrera.
Conocí entonces al grupo de agrónomos revolucionarios que colaboraban con el general Calles en la realización de la Reforma Agraria, entre otros
a Luis León, a Alfredo Romo, a Juan de Dios Bojórquez, a Francisco L. Ter62
En nuestras relaciones exteriores hay poco nuevo que agregar. A través de más de
cien años de vida independiente, México se ha caracterizado por su respeto absoluto a los
pueblos y a los Gobiernos de los demás países. Este respeto no se ha concretado a reprimir
orgullos de superioridad o a moderar afanes imperialistas, sino que se extiende generosamente hasta permitir que lleguen a nosotros, para compartir las ventajas de nuestro territorio, aportaciones del exterior, ya sean éstas en brazos que suplan nuestra escasa población,
o en capitales que muevan las fuentes de producción de nuestro suelo virgen. Ciframos parte
de nuestro orgullo en ser hospitalarios y generosos, y esta línea de conducta no podrá ser
desvirtuada cuando México se prepare para dar un paso definitivo en su evolución.
Respetar a los demás países con los que cultivamos relaciones, cumplir con nuestros
compromisos en el interior y en el exterior, mejorar la situación de nuestras clases laborantes, vivir dentro de la Ly y afianzar las conquistas ideológicas y económicas de la Revolución, constituyen problemas de tal manera arduos y desproporcionados para mis fuerzas,
que no me atrevería a pensar siquiera en acometerlos, si no abrigara la esperanza de que,
para realizarlos, contaré con el aliento y con el auxilio de la Nación.
Sabemos también que es un imperativo inaplazable mantener a los campesinos en
la posesión de sus tierras y continuar el programa agrario de acuerdo con la Ley, para poder
crear una clase rural libre y próspera, que sirva inclusive de acicate a la retardataria técnica
del latifundismo, el que al no disponer de asalariados paupérrimos, tendrá que hacer evolucionar sus métodos de cultivo, con ventajas indudables para el mismo propietario y para la
economía general del país”.
275
Para vulnerar mis propósitos no habrá presión extraña bastante, y no me cuidaré
tampoco del tono en que se me adule o se me increpe. Tengo la firme resolución de no usar
del poder para constreñir la libertad de expresión, y considero como parte de mis deberes
resistir las críticas, aún las más acerbas.
Para defender mi prestigio y la misma respetabilidad de mi administración, sólo
confío en que el buen juicio de la masa consciente del país sabrá imponerse como moderador,
refrenando lo que con mi autoridad no deseo reprimir.
Quiero aclarar que, cuando dije que mi Gobierno no fijaría ideología, no quise dar
a entender, de ninguna manera, que carecería de ideología. He tenido a gran honor figurar
entre los grupos radicales del país y pertenezco a un partido que sustenta postulados avanzados. Pero, en cambio, no creo que las circunstancias en que habrá de desarrollarse mi
administración sean las más adecuadas para llegar hasta el fin en el camino que nos hemos
trazado. Por eso es que aspiro simplemente a consolidar y avanzar todo lo posible las
conquistas de que podemos ufanarnos. Si al terminar mi Gobierno, el país conviene en que
no dejé perder ninguna de las ventajas logradas por las administraciones de Obregón y
Calles, y si conviene también en que, sin salirme de la Constitución que nos rige, no hubo
un solo día en que no pugnara por cumplir con lo que disponen los artículos 27 y 123 de
nuestra Carta Magna, bastará con sólo eso para que considere saldada mi responsabilidad.
Una novedad sí quiero que caracterice mi administración. El proceso de organización por el que forzosamente ha tenido que pasar la Revolución para convertirse en Gobierno, ha debido atar lazos de afecto, que sólo defecciones o claudicaciones visibles han podido
aflojar. Si la autocrítica es signo de fortaleza, y si nuestra Revolución es ya fuerte, como yo
no lo dudo, no hay inconveniente para que proclamemos el error en que hemos incurrido,
obligados en parte por las circunstancias, al integrar, en parte también, “Gobiernos de amigos”. Para obrar así se han relegado a segundo término razones de capacidad y en ocasiones
—¿por qué no decirlo?— razones de probidad.
Los hombres que saben ser leales a los hombres deben ser reemplazados por los hombres que saben ser leales a las instituciones, y como el país quiere el triunfo de la Revolución,
y como ningún lazo de afecto personal puede hacer olvidar las convicciones arraigadas a
través de toda una vida, creyendo como creo que la existencia, dentro del poder, de elementos
cuya ideología sea retardataria perjudica la unidad y dificulta la marcha de la administración, procuraré —y ésta es otra de mis declaraciones terminantes— que sólo figuren a
mi lado personas identificadas con la Revolución.
Juzgaré también condición indispensable la de que mis colaboradores se dediquen
única y exclusivamente al servicio del país. Tal vez muchos de ellos estén capacitados para
derivar, de negocios particulares, ingresos muy superiores a las modestas retribuciones que la
274
minel, a Francisco García Robledo, a Gregorio Díaz, a Apolonio Guzmán y
al “Cabezón” Nájera, que no desmayaban en su labor para dotar de tierras a
los pueblos de Sonora.
También tuve íntima amistad con el Director General de Educación
Pública, don Luis G. Monzón, eminente revolucionario que hasta los últimos
instantes de su vida profesó su ideología avanzada en materia social y política.
En el mismo tren en que hicimos el viaje a Sonora, iba un grupo como
de sesenta profesores, que habían sido contratados por el Gobierno de Sonora
para desarrollar una amplia labor educativa. Recuerdo de entre ellos a los
maestros más afamados del Distrito Federal, como la maestra Luz Vera, Eulalia Guzmán y el profesor Arnulfo Martínez Rendón.
Los abogados Valenzuela, Lacroix Rovirosa, Ruiz y yo fuimos comisionados por el general Calles para hacer la revisión de las Leyes Penales y Civiles;
presidió la Comisión el licenciado Enrique Moreno, con quien trabajamos
intensamente, y terminamos los proyectos de reformas a los Códigos Civil,
Penal, de Procedimientos Civiles y Penales, y de Organización de los Tribunales.
A principios de octubre me vine a la Ciudad de México, siendo nombrado Abogado Consultor de la Secretaría de Guerra y Marina, de cuya dependencia era titular el señor general don Álvaro Obregón. Tal nombramiento
obedeció a una recomendación que hiciera a mi favor el general Calles, cuando el general Obregón se dirigió a él pidiéndole le recomendara a algún abogado.
Se hallaba como Jefe del Departamento Jurídico de la Secretaría mi
dilecto y buen amigo, el señor licenciado don Arturo H. Orcí.
El señor general Obregón me comisionó para que, en unión de los abogados Arturo H. Orcí, Juan José Espejo y Lorenzo Roel, hiciéramos una revisión de las leyes militares, y en muy pocos meses llegamos a formular los
proyectos que fueron sometidos a la consideración del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, y con quien tuvimos algunas entrevistas para informarle de las reformas que proponíamos.
A fines de 1916 y principios de 1917 se iniciaron los trabajos preparatorios para la elección de Diputados, Senadores y Presidente de la República.
Finalizaba el Congreso Constituyente que elaboró la Constitución actualmente
en vigor, y al presentarme como candidato a Diputado por el Distrito de Tampico, resulté electo por una gran mayoría de sufragios a la XXVII Legislatura
Nacional.
63
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Meses antes de la reunión del Congreso Constituyente de Querétaro, se
fundó el Partido Liberal Constitucionalista, cuyas oficinas se encontraban en
el antiguo Jockey Club del Distrito Federal, la “Casa de los Azulejos”, situada
en la esquina de las calles de Madero y Condesa. Las asambleas eran tormentosas. A ellas asistían los más destacados generales y civiles de la época:
Obregón, González, Hill, Alvarado, Estrada, Serrano, Jesús M. Garza, Ramírez
Garrido, Sáenz, García Vigil, Suirob y muchos más, los constituyentes licenciado Rafael Martínez de Escobar, ingeniero Juan de Dios Bojórquez, ingeniero Eduardo Hay y los eminentes oradores Jesús Urueta, Rafael y Juan
Zubarán, José Inés Novelo, Roque Estrada, Jesús Acuña, Claudio N. Tirado,
Herminio Pérez Abreu, Cutberto Hidalgo y muchos más. Se discutían asuntos verdaderamente trascendentales para el país y la oratoria se deslizaba enérgica y viril, inflamando los ánimos de las ochocientas o mil personas que asistíamos a las sesiones.
Recuerdo que se trató durante varias reuniones si procedía la reelección
del señor Carranza. Muchos se opusieron a ello, tildándola de ser una violación al principio de la “No Reelección”. García Vigil era el abanderado de
aquella tesis y hubo momentos en que la Asamblea se inclinaba a su favor. Por
fin, tras de algunas discusiones que duraron hasta muy avanzada la noche, se
aprobó que por esa sola vez, y dado que el señor Carranza había jefaturado un
movimiento revolucionario, en virtud de cuyo triunfo se hallaba al frente del
Poder Ejecutivo, su elección no entrañaba ninguna violación al principio por
el que se venía luchando y se había derramado tanta sangre.
CAPÍTULO XXVIII
RESUMEN DE MI LABOR
EN LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA
A
l protestar como Jefe del Ejecutivo el día 30 de noviembre de 1928,
consideré mi deber dar a conocer a la Nación, sintéticamente, el programa
que me proponía desarrollar.
Fue la primera vez en la historia que un Presidente, antes de la protesta
de ley, dirigiera un mensaje a la Nación.
Expresé lo siguiente:
“Las condiciones en que fui designado para ocupar la Presidencia de la República,
y muy principalmente las condiciones en que habrá de desarrollarse el interinato, me obligan
a meditar sobre la grave responsabilidad que pesa sobre el Gobierno que me tocará presidir,
y me sugieren la conveniencia de aprovechar esta ocasión, cuya solemnidad a nadie puede
escapársele, para externar conceptos que precisen mi más íntimo sentir, en lo que respecta a
la obra que me propongo desarrollar en la primera Magistratura de la Nación.
Pero antes quiero consignar que, si rompo con la tradición del ceremonial establecido
para la protesta, no es por vanidoso y mezquino afán de singularizarme, sino porque pienso
y creo, de la manera más absoluta, que el interinato que a mí me toca desempeñar se aparta
diametralmente de todos los anteriores y amerita que se analice, ante la Nación entera,
para que todos y cada uno de los ciudadanos puedan formarse juicio exacto de una situación, cuyo conocimiento no puede ser privilegio del reducido grupo de personas que deban
colaborar en mi administración.
A este respecto, quiero simplemente decir que todos mis antecedentes son de hombre
definido, que nunca vacila para tomar su campo ni para ser de los primeros en tomarlo;
todos reconocerán, por tanto, que si hoy no me declaro partidarista, es porque mi deber así
me lo impone.
64
273
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
México se cuiden de cometer error tan lamentable; en primer lugar, porque no es debido que
los puestos públicos se den exclusivamente a gentes del estado de donde es originario el
Presidente, puesto que en los demás estados de la República también hay gentes capaces y
honorables para desempeñar esos puestos.
Recuerdo que por el año de 1926, cuando se agregó el tercer piso al Palacio Nacional, creo que mi distinguido amigo, el talentoso caricaturista ya finado, Ernesto García
Cabral, publicó en “Excélsior” una caricatura. Eran dos peladitos que estaban viendo un
andamiaje que se fabricaba para las obras. Uno de ellos le preguntó al otro: “¿Qué están
haciendo en el Palacio Nacional?” El otro te contestó: “Lo están enhuacalando para
llevárselo a Sonora”.
CAPÍTULO VI
LA LUCHA ELECTORAL EN TAMAULIPAS
EN 19182
El mismo general Obregón, que era tan festivo y tan ingenioso, en alguna ocasión
que se habló de este tema, expresó: “Ya párenle, estamos dejando solo a Sonora”.
E
Los candidatos, generales Luis Caballero y César López de Lara. Al
verificarse las elecciones se establecieron dos Legislaturas. La Secretaría de Gobernación las desconoce. Entrevistas en la casa del general
Pablo González, de los generales Caballero y López de Lara. Balazos
en el Bosque de Chapultepec. Levantamiento del general Caballero.
Entrevista del general Caballero con el que escribe, ya Gobernador del
Estado de Tamaulipas.
n el año de 1917 se inició en Tamaulipas la campaña electoral para la
renovación de los Poderes Federales.
Venía usufructuando justificadamente el Gobierno la facción caballerista,
que reconocía como jefe al general de brigada Luis Caballero, militar de más
alta graduación que en Tamaulipas encabezara el movimiento constitucionalista.
A las órdenes de Caballero figuraban los generales Emilio P. Nafarrete,
Eugenio López, Ricardo Cortina, Juan D. Cortina y otros más que habían
tomado parte activa en la lucha armada, y que sin duda tenían méritos como
buenos y valientes soldados.
En el grupo militar que se oponía a Caballero estaban los generales César López de Lara, Juan J. Guerra, Alberto y Francisco Carrera Torres, representantes de las nuevas tendencias renovadoras en el estado.
Habían figurado también en Tamaulipas los generales Antonio Medina,
valiente y gran soldado, así como Rafael Cárdenas, quienes después se fueron
al estado de Puebla, en donde se pusieron a las órdenes del caudillo Juan
Francisco Lucas, que dominaba la sierra del estado y tenía a sus órdenes algunos miles de hombres armados.
272
65
El general Caballero estableció en Tamaulipas un verdadero cacicazgo.
El grupo que lo rodeaba, como sucede siempre cuando el jefe no tiene la
capacidad y la cultura para imponer a la política una orientación adecuada,
inició una era de persecuciones y de violencias en contra de los revolucionarios que no estaban de acuerdo con el orden de cosas establecido.
pitalinos el día 6 de septiembre del año en curso, por lo que di a la prensa la
siguiente nota:
Es verdad que el general Caballero, gracias a los buenos consejos de un
grupo muy distinguido de maestros normalistas, entre quienes se puede citar
a Lauro Aguirre, Alfredo Uruchurtu, Arturo Pichardo y otros más, dio fuerte
impulso al ramo de educación, introduciendo nuevos métodos pedagógicos
en las escuelas primarias y Normal del Estado. Todavía se recuerda con gratitud la labor de estos grandes maestros, pero en las demás ramas del Gobierno
no se hizo nada que prestigiara aquel régimen.
Esta ventolera ha provocado declaraciones de toda índole; los directivos de la Asociación de Parlamentarios hicieron la aclaración de que no se hacían solidarios de lo que yo
había dicho. Inútil declaración, pues yo nunca he necesitado respaldo de nadie para lo que
diga. Lo malo fue que los directivos de ese grupo, muy respetable, pusieron firmas de compañeros que no firmaron; entre éstos recuerdo a Genaro Vázquez, a Rafael Dávila Reyes,
a Manuel Riva Palacio y algunos más. Esto no tiene importancia, y sólo revela el temor que
se tiene de oír hasta lo que otros dicen.
El latifundismo quedó intacto y los grandes propietarios siguieron explotando sus haciendas en igual forma que durante la época porfiriana. No se
entregó a los campesinos una sola pulgada de tierra. Es de reconocerse que en
aquellos años —1915 a 1918— los únicos Gobiernos que se distinguieron en
la República por cumplir los postulados de la Revolución fueron el de los generales Calles, en Sonora; Alvarado, en Yucatán; Cándido Aguilar, en Veracruz; Pastor Rouaix, en Durango; y Joaquín Mucel en Campeche. Los demás,
o no entendían lo que era la Revolución, o se coludieron con las fuerzas
reaccionarias representadas por el Clero y los latifundistas.
Lo que siento positivamente es que mi muy distinguido amigo, el señor licenciado
Aarón Sáenz, se haya guiado por la primera impresión para interpelarme públicamente
sobre lo que dije, pues seguramente leyó lo que yo no dije.
La pasividad del Gobierno caballerista para cumplir el programa social
de la Revolución motivó que en el Cuarto Distrito del estado, cuya cabecera
era Tula, los revolucionarios Francisco y Alberto Carrera Torres se levantaran
en armas, exigiendo tierras para los campesinos.
Alberto Carrera Torres fue el autor de la Ley Agraria expedida en el año
de 1913, que constituye un verdadero acierto, pues en dicha Ley se establecen
ya las Comisiones Agrarias que deben proceder a la repartición de las tierras.
Posteriormente Alberto Carrera Torres, maestro de escuela y gran revolucionario que había iniciado en Tamaulipas en el año de 1910 la Revolución
Maderista, fue hecho prisionero, sometido a Consejo de Guerra en Ciudad
Victoria, y fusilado bajo el régimen caballerista.
Alberto Carrera Torres fue sin duda uno de los precursores del agrarismo en Tamaulipas. Luchó denodadamente a favor de los campesinos y su
memoria es recordada con veneración por los tamaulipecos. Su hermano Francisco S. Carrera fue uno de los más distinguidos militares que prestó emi66
“Con motivo de lo que expresé el miércoles 4 de septiembre próximo pasado en la
comida de los Parlamentarios, a la que fui invitado de honor, se ha levantado una ventolera
por lo que dije y por lo que no dije.
De los diarios de la capital, los únicos que publicaron la versión exacta de lo que yo
dije fueron “Excélsior” y “Novedades”. Los demás publicaron lo que yo no dije.
Para mí, Obregón y Calles han sido, junto con don Venustiano Carranza, los tres
más grandes productos de la Revolución Mexicana, y dudo que haya alguien que, después
de muertos, haya defendido tanta y tan apasionadamente su memoria como yo.
Vivos, fui muy parco para loarlos, pero muertos, he sido quien más ha defendido su
obra.
De Obregón he dicho que fue quien empezó el programa avanzado de la Revolución;
que en momentos difíciles defendió con gran patriotismo la soberanía de México y con videncia inició la reforma agraria y obrera que nadie se había atrevido a iniciar.
Del general Calles he dicho que fue quien ideó el programa constructivo de la Revolución, quien defendió con patriotismo la integridad de México, y que ha sido el mejor estadista, hasta estos momentos, de la Revolución Mexicana.
Es falso también que haya tenido una sola palabra de censura para el presidente
Alemán.
Traer a la memoria un hecho histórico, como el expresado en los párrafos transcritos,
asentar que fue un error de los grandes de Sonora llevar al presupuesto de la Nación a un
porcentaje muy grande de sonorenses, es algo que nadie puede negar, y esto fue lo que dije, y
lo dije precisamente para que en el futuro los nuevos hombres que habrán de gobernar a
271
asunto, puesto que yo lo único que deseaba era que el estado saliera de la anarquía y del
desgobierno a que había llegado.
Dos o tres semanas después, encontrándome en Mexicali, el Gobernador de la Baja
California, licenciado Braulio Maldonado, me contó el desenlace de aquel sainete que se
había iniciado en Los Pinos en pláticas con don Adolfo Ruiz Cortines. “¿Usted sabe —
me dijo Braulio Maldonado— por qué al fin no quitaron a Terán?”. “No” —le contesté—. “La cosa es muy sencilla —dijo—, vinieron en avión especial el licenciado Horacio
Terán y el licenciado Rogelio de la Selva, y en pláticas que tuvieron en el rancho del señor
licenciado Alemán, le hicieron conocer la decisión que había tomado el presidente Ruiz
Cortines, suplicándole que interviniera en su favor. El licenciado Alemán tomó el teléfono,
habló con el Presidente, y todo lo que me había manifestado don Adolfo Ruiz Cortines y su
Secretario de Gobernación, licenciado Carvajal, quedó anulado”.
Seguir comentando su artículo haría esta carta interminable y no quiero alargarla
más. Sólo deseo reiterar a usted mi gratitud por lo que, sin dejar de atacarme, con rudeza,
constituye para mí el mejor elogio que he recibido en toda mi vida”.
Las declaraciones que motivaron el artículo del ilustre periodista Díaz
Ruanova y que aparecieron en todos los diarios de la capital, dicen en su parte
relativa lo siguiente:
“Y al referirse el presidente Ruiz Cortines en su informe al continuismo personalista, seguramente tuvo presente algunos episodios de nuestra Historia Patria. Posiblemente
recordó el continuismo personalista de la dictadura, que causó tan grave daño al caudillo de
Tuxtepec, cuando sus incondicionales se empeñaron en sostener consecutivamente y por varios periodos la candidatura de don Ramón Corral y, posiblemente también, vino a su mente el continuismo sonorense, que no dejó de menguar el prestigio de Obregón, de De la Huerta y de Calles, cuando llenaron las nóminas del Presupuesto Federal con elementos del estado del que eran nativos, como si en las demás entidades federativas no hubieran hombres
capaces para desempeñar las más altas y las más modestas funciones de la vida pública”.
Con este continuismo se despertó en todas partes el celo natural y se
censuró severamente a aquellos tres grandes valores de la Revolución. La
nación estaba cansada ya de sonorismo.
Con este motivo, los directivos de la Asociación de Parlamentarios de la
Revolución hicieron algunas aclaraciones y mi estimado amigo, el señor licenciado don Aarón Sáenz, me interpeló públicamente a través de los diarios ca270
nentes servicios a la Revolución, y al lado del gran revolucionario, general
Saturnino Cedillo, contribuyó eficazmente con fuerzas agraristas de San Luis
Potosí y de Tamaulipas, a sofocar la rebelión cristera en el año de 1929.
En el aspecto obrero, los trabajadores de Tampico siguieron sometidos
a la tiranía de los gerentes de las compañías petroleras; eran apoyados por
altos militares, que recibían grandes subsidios. Se dio el caso, en el año de
1917, que una huelga fue disuelta por la fuerza y enviados en calidad de
prisioneros a Querétaro, por el Gobernador del Estado, general Alfredo Ricaud,
los obreros Andrés Araujo, Alejandro Berman y otros, tocándome a mí hacer
la defensa de estos trabajadores en la tribuna de la Cámara de Diputados. El
general Ricaud, indignado por los ataques que le hice, estuvo a punto de cometer un atropello conmigo en uno de los viajes que hice a Tamaulipas.
El cacicazgo caballerista no permitía ningún movimiento electoral en el
estado. De allí que quienes se le oponían, tenían que salir de Tamaulipas o
someterse a la voluntad despótica de aquel Gobierno. Como consecuencia, la
lucha política que se inició entre los partidos que apoyaban al general Caballero y al general López de Lara llegó a tener tintes de violencia y de tragedia.
Se inició la lucha a fines de 1917. Fue sangrienta, en virtud de que todos
los Ayuntamientos habían sido nombrados por el partido que dirigía el general Caballero, quien tenía fuerzas rurales a sus órdenes organizadas en todo el
estado. Además, la Jefatura de Operaciones Militares, que siempre estuvo comandada por algún general adicto a aquel régimen, tomó parte muy activa en
aquella contienda.
El civismo del pueblo tamaulipeco se hizo patente durante los cuatro
años que duró la campaña electoral; en Tampico, Ciudad Victoria, Laredo,
Matamoros, y aún en pueblos apartados, sin comunicación, se organizaron
clubes políticos. Sin temor, los ciudadanos que los integraban lucharon incansablemente, con el fin de liquidar aquella situación de malestar que existía
en Tamaulipas.
Es verdad que para evitar tanto atropello, el Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista, don Venustiano Carranza, nombró sucesivamente a los
generales Gregorio Osuna y Alfredo Ricaud para que se hicieran cargo del
Gobierno Provisional, en el año de 1917, el primero y en 1918, el segundo.
Pero como no tenían ninguna fuerza militar a sus órdenes, ni los obedecía
nadie, se limitaban a lo que les era posible: a dar escasas garantías a los partidarios del general López de Lara.
67
En esa lucha electoral participaron los dos grandes partidos que venían
luchando en Tamaulipas desde la época del general don Servando Canales en
el año de 1870: el Partido Liberal o Verde y el Partido Democrático, que
ostentaba el color rojo como distintivo. El primero representativo de las clases conservadoras, y el segundo impulsaba en su programa la renovación social, económica y política de las masas.
La candidatura del general Caballero era apoyada por los latifundistas,
por los viejos elementos del porfirismo y, sin duda, también por una parte del
pueblo. López de Lara contó con el apoyo entusiasta de los trabajadores de
Tampico, de Laredo, de Matamoros, de Ciudad Victoria y con sectores muy
importantes de la población civil. En el puerto petrolero, el Gremio Unido de
Alijadores, los sindicatos petroleros, los tablajeros, los poseedores y los comerciantes en pequeño secundaron el movimiento político del que me tocó
ser uno de sus directores.
Los campesinos no despertaban todavía; eran peones sujetos al régimen
de la hacienda y obedecían los mandatos de los propietarios. A ellos no llegaba la propaganda política y sólo en algunos centros rurales se conocía el
movimiento electoral. Solamente dos hacendados estuvieron con nosotros:
los hermanos José y Jacobo Martínez, que por su actitud valiente fueron víctimas de las arbitrariedades del gobierno caballerista.
El entusiasmo de la campaña fue extraordinario durante los años de
1917, 1918, 1919 y 1920. El saldo de muertos y heridos fue numeroso. En
Ciudad Victoria nos atacaron los pistoleros del Gobierno del Estado cuando
estábamos en el kiosco de la plaza dirigiéndonos a nuestros partidarios; hubo
como consecuencia de ese ataque varios muertos y numerosos heridos. En
Tampico se repetían todos los días los zafarranchos; pero el pueblo seguía
firme y valiente en la campaña.
Las elecciones tuvieron lugar el día 27 de marzo de 1918. Para evitar algún choque, el presidente Carranza dispuso que el general Caballero, que
tenía a su cargo la Jefatura de Operaciones Militares en la Huasteca, no saliera
de Pueblo Viejo, Veracruz, y que el general López de Lara permaneciera en la
ciudad de Linares, N. L.
La Legislatura local se instaló el día 11 del mes de febrero de 1918,
habiendo concurrido a la Asamblea seis diputados caballeristas y seis lopezlaristas, quedando sólo pendiente por discutirse la credencial del diputado por
Matamoros. Me tocó intervenir en representación del grupo lopezlarista y
68
Es la primera vez que hago alusión de lo que he hecho en bien de mi estado, pero como
usted es un hombre comprensivo y humano, entenderá cuál es el móvil que me anima para
hacer una declaración de esta naturaleza.
De lo anterior puede usted deducir que el cacicazgo portesgilista, que duró 25 años y
que impuso una filosofía de aspiración socialista realizando promesas, sigue agitando el
corazón de los campesinos y de los trabajadores, porque ellos saben que durante mi gestión
se repartieron tierras de las que ahora son propietarios; se lograron ventajas en todos los órdenes y se creó un espíritu de alto civismo y de libertad que mucho influyó para que el pueblo
de aquella entidad tenga inquietudes y quiera a todo trance seguir ejercitando sus derechos
ciudadanos.
Tal es en síntesis lo que se ha dado en llamar cacicazgo portesgilista y que fue calumniado por algunos políticos de la Ciudad de México, que tenían interés en que la organización se liquidara para apoderarse del estado, y que cayera en manos de traficantes
que sólo fueron a enriquecerse durante diez largos años.
Dichos gobernantes, que fueron el señor general don Raúl Gárate y el licenciado Horacio Terán, llevaron la consigna de algunos magnates de la Ciudad de México de destruir
lo que ellos llamaban el portesgilismo.
Los campesinos, los trabajadores y los líderes de dichas organizaciones sufrieron
prisiones, atropellos y asesinatos.
Estando en la Presidencia de la República el señor don Adolfo Ruiz Cortines, fui
llamado por él a Los Pinos. En su presencia, me manifestó que ya el Gobierno Federal no
podía soportar la serie de atropellos e inmoralidades que venía cometiendo el licenciado Horacio Terán. Que había resuelto pedirle la renuncia a fin de que se nombrara un Gobernador Sustituto. Agregando: “Pero quiero que usted me dé el nombre de la persona más
indicada para sustituirlo”. A esto le manifesté que yo no podía darle nombre de ninguna
persona. Que él y la Secretaría de Gobernación conocían a muchos tamaulipecos capaces de
desempeñar tales funciones, y que yo no quería ser responsable de la actuación de la persona
que fuera designada para ese cargo.
Al día siguiente, hablando con el señor licenciado Ángel Carvajal, Secretario de
Gobernación, me ratificó lo dicho por el señor Ruiz Cortines, habiéndome pedido también
le sugiriera el nombre de la persona que debía sustituir al licenciado Terán. Igual contestación di al licenciado Carvajal.
Yo entonces no tenía ningún puesto en el Gobierno. Carvajal me manifestó que ya
había hablado con el licenciado Terán para que pidiera una licencia indefinida, pero como
pasaron algunas semanas sin que se realizara el cambio, dejé de interesarme por este
269
entusiasta; porque ellos elegían a sus Ayuntamientos, a sus Diputados, a sus Senadores, y
cuando algún funcionario, abusando del poder, se extralimitaba en sus funciones, el Partido
Socialista Fronterizo —que era el común denominador de esas organizaciones— pedía
públicamente su destitución.
Dice usted, señor Díaz Ruanova, que puedo no ser simpático a los tamaulipecos, y
en esto no tiene usted razón. Seguramente usted no conoce mi estado y a ello se debe su afirmación. Debo decirle que mi mayor orgullo en la vida es haber podido gobernar con el cariño
de la inmensa mayoría de mis paisanos. Y si no voy con frecuencia a mi terruño, es porque
deseo evitar las manifestaciones que todas las clases sociales me prodigan. Esto, naturalmente, tiene su razón de ser. Siempre, desde mi lejana mocedad, allá por el año de 1909 en
que me inicié en las andanzas políticas, pero sobre todo a partir de 1915, en que tuve el
primer puesto importante en el Gobierno de la Revolución, he servido a mi estado y a sus
habitantes, ayudándoles en sus necesidades; en sus escuelas, en sus ejidos, en sus hospitales.
Desde hace más de 30 años he venido sosteniendo de mi peculio a estudiantes en las facultades. Mis mayores atenciones son para mis coterráneos, sobre todo para los humildes,
para quienes mi bufete y mi casa están siempre abiertos.
Hace dos años doné al Hospital Antituberculoso de Tampico una propiedad rústica
que había adquirido con el producto de mi profesión, y que al ser rifada, en combinación
con la Lotería Nacional, produjo para el hospital más de un millón de pesos. También doné cien mil pesos para los damnificados del último ciclón. Doné también un terreno de
1,800 metros para la construcción de una escuela en la Colonia del Recreo del puerto de
Tampico. Dicho terreno tenía en aquella época un valor de $100,000.00. Los vecinos del
barrio acordaron poner el nombre de mi esposa a dicha escuela, a lo cual yo les supliqué que
por ningún motivo lo hicieran. Tengo la amarga experiencia —les dije— de que los retratos y los nombres que se ponen cuando se está en el poder, suben y bajan según las altas o
bajas de los funcionarios.
El año de 1946, en el mes de marzo, invitado por profesores y estudiantes de Tamaulipas, hice una gira por varios municipios, exhortando a los tamaulipecos para que
contribuyeran a fin de que se establecieran Institutos Tecnológicos en Tampico, Madero,
Laredo y Matamoros. Se reunió una cantidad importante, y a cada uno de los patronatos
que se formaron, remití $25,000.00, habiéndose logrado en Tampico la fundación del
Tecnológico, y en Ciudad Madero se inició el mismo Instituto, que después fue construido
por el Gobierno Federal.
En el ejido Tancol, por aclamación, los campesinos le pusieron el nombre de mi madre a la escuela. Yo me opuse, pero al fin, esto sucedió. Después, una persona ajena al ejido
hizo que se le quitara el nombre a dicha escuela, y que le pusieran el suyo.
268
discutir con el general Emiliano P. Nafarrate, que jefaturaba al grupo caballerista, sobre cómo debería instalarse el Congreso, procediéndose desde luego a
la elección de la Mesa, que quedó en poder del grupo que yo representaba.
Ante aquella derrota, el grupo caballerista abandonó el salón, que quedó en
poder nuestro, habiéndose instalado los diputados de la minoría en la calle
frente al edificio oficial.
Así se inició en Tamaulipas, por primera vez, una doble Legislatura,
ejemplo que también siguieron otros estados de la República. Las fuerzas que
custodiaban el local del Congreso dependían de la Jefatura de Operaciones
Militares, de la que era titular el general Eugenio López, segundo del general
Caballero en el comando de las fuerzas revolucionarias de Tamaulipas.
Cada una de las Legislaturas declaró triunfante a sus respectivos candidatos.
Ahora bien, como al general Ricaud no le convenía entregar el Gobierno de su cargo, pues ya se había encariñado con tan productivo puesto, mal
informó al Gobierno Federal, recomendando que no se reconociera a ninguna
de las Legislaturas que se habían instalado, y de sus pistolas desalojó del local
a los diputados del grupo lopezlarista y mandó sellar las puertas del edificio.
Al comunicar las dos Legislaturas a la Secretaría de Gobernación su
instalación, el licenciado Manuel Aguirre Berlanga, titular de la misma, telegráficamente le dirigió el siguiente mensaje:
“Con motivo de las elecciones a poderes del estado de Tamaulipas, instalándose dos
Asambleas, cada una de las cuales pretendía ser la legítima Junta Preparatoria del Congreso; como resulta absurdo que haya en un mismo estado dos Congresos y el Ejecutivo no
puede calificar cuál de las dos agrupaciones que se dan ese nombre es la legítima, porque
sería tanto como revisar los actos de las mismas, el Gobierno Constitucional y Pre-Constitucional del Estado no reconocen a ninguno de los dos grupos que se constituyeron en
Congreso Local, ni los actos de ellos. Cada una de las Asambleas ha declarado Gobernador al candidato de su partido, general López de Lara y general Luis Caballero, respectivamente, y lo han comunicado a los Gobiernos Federal y del Estado. Por tanto, el primero,
como el local, no reconocerá a ninguna de esas declaratorias por los motivos expresados. La
paz pública será mantenida inalterable en el estado. Salúdolo. El Secretario de Gobernación, Aguirre Berlanga”.
Ante esta resolución del Gobierno Federal, y el aviso que me dio el
entonces coronel Carlos Real, para que saliera inmediatamente de Ciudad Vic69
toria, porque creía que algo se tramaba en mi contra, me trasladé a la Ciudad
de México, donde se estaba tratando el caso electoral de Tamaulipas.
En efecto, el día 29 de marzo de 1918 se celebró en la casa del general
Pablo González una junta, a la que asistieron, a invitación del mencionado
jefe militar, los generales César López de Lara y Luis Caballero.
En dicha junta estuvieron presentes, además, los señores general y licenciado don Pablo A. de la Garza, Procurador General de la República y el
doctor don Luis G. Cervantes, distinguidos profesionistas que habían militado en el cuerpo del Ejército del Noreste.
La casa que habitaba el general González estaba situada en la actual
Calzada de Insurgentes, frente a la Estación de Buenavista. Acompañamos al
general López de Lara, además del que escribe, el diputado Eliseo L. Céspedes, el mayor Ramón Elizondo y el capitán Mata, hijo del ilustre periodista
don Filomeno Mata.
La entrevista tuvo lugar a las cuatro de la tarde, y después de la consiguiente sugestión que hiciera el general González, recomendando a los candidatos ponderación y patriotismo, el general López de Lara hizo las siguientes
proposiciones:
1ª. Que a fin de no distraer ni causar entorpecimientos en la política general del
Gobierno de la Unión, y evitar al mismo tiempo trastornos al estado de Tamaulipas,
sugirió que, dada la reputación de honradez, rectitud de miras y de principios que caracterizan en lo individual a cada uno de los Magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, de común acuerdo ambos candidatos designan a los expresados señores Ministros
para que, no con el carácter que les da su alta investidura, ni mucho menos constituidos en
Tribunal Pleno, sino formando un Comité Arbitral privado, se sometiera a su laudo la
solución de la contienda electoral.
Habiendo sido rechazada por el general Caballero esa primera
proposición, formuló la segunda, concebida en los siguientes términos:
2ª. Que haciendo un sacrificio de los intereses personales, se firmarán las bases de un
convenio por el cual ambos candidatos renunciarán a los derechos electorales que pudieran
pertenecerles, dando con ese acto una prueba del patriotismo que los animaba, lo cual redundaría por el bienestar futuro del estado.
70
política sin programa alguno, teniendo en cuenta solamente sus buenas intenciones y sin el
cambio de impresiones a que estábamos acostumbrados con los presidentes Obregón, De la
Huerta, Calles, Ortiz Rubio y Cárdenas.
El título que usted me da de “Ave Negra de la Revolución”, no es el correcto que me
aplicó el general Almazán allá por el año en que fue candidato presidencial. Él me llamó
en sus discursos el “Papa Negro de la Revolución”, y no sé si sería por el color que con
orgullo ostento, pues no me reprocho haber dado algún mal consejo, ni haber cometido la
menor deslealtad a los presidente Obregón, De la Huerta, Calles, Ortiz Rubio, Rodríguez
y Cárdenas, con quienes me he honrado toda la vida de haber colaborado.
Habla usted en su artículo del cacicazgo portegilista que duró en Tamaulipas 25
años, y que fue minado por el tiempo. Tiene usted razón en afirmar que el tiempo y —
agrego yo— la corrupción, acabaron con ése que se ha llamado así: cacicazgo portesgilista.
En efecto, ya para el año de 1945 en que se desplomaron, no el cacicazgo, sino los
hombres que estaban en el Poder en mi estado, la corrupción había minado la administración. A quienes tenían en sus manos el poder no les preocupaba otra cosa que acabar con
las organizaciones campesinas y obreras que yo había formado desde el año de 1917, aduciendo como razón, que ellos, los dirigentes del Gobierno, no podían ser instrumentos de
Portes Gil y que querían gobernar libremente. Decir esto para justificar sus procedimientos
arbitrarios y satisfacer sus apetitos de lucro, significaba una falsedad y una mentira; pues yo
nunca manejé a los hombres que me sucedieron ni menos les impuse nada que pugnara con
su decoro y con su dignidad. Basta mencionar los nombres de mis sucesores para que quienes
los conozcan lleguen a la conclusión de que ellos no se hubieran prestado nunca para que los
manejara. Jamás elegí a mi chofer, ni a mi peluquero para algún puesto público y estoy
plenamente satisfecho de que quienes desempeñaron el Gobierno de Tamaulipas después de
mí, fueron y siguen siendo hombres capaces, honorables y sinceros. De algunos estoy distanciado; pero no dejo de reconocer que el licenciado Francisco Castellanos, que fue mi inmediato sucesor, es un ciudadano ejemplar; que el profesor Candelario Garza, el arquitecto Enrique L. Canseco, el ingeniero Marte R. Gómez y Magdaleno Aguilar tienen virtudes indiscutibles y sirvieron al Estado con honestidad ejemplar.
Todos salimos sin haber robado un centavo ni haber negociado con los intereses públicos. Gobernamos a Tamaulipas haciendo sentir la Revolución, repartiendo tierras, haciendo justicia a los trabajadores e impulsando el progreso del estado, no sólo económico, sino
político y cultural.
Lo que se ha llamado cacicazgo protesgilista fue y sigue siendo una organización
agraria y obrera ejemplar y si ese cacicazgo duró 25 años, se debió a que el 80% de la
población, especialmente los campesinos, los obreros y la clase media le dieron su apoyo
267
Una cosa no me gusta de usted y perdone mi franqueza al decírselo. A veces hace
usted elogios muy merecidos de algunos de nuestros políticos; pero frecuentemente exagera los
elogios y su exageración está en pugna con su modo de ser, que revela, ante todo, ponderación
y ética al expresar sus ideas.
He sido frecuentemente atacado por usted y de ello le estoy muy reconocido; pues
estimo un honor que se ocupen de mí, no por el prurito de estar siempre en escena, como
usted dice, sino por el muy humano deseo de que se discuta cuanto escribo.
No me he aferrado como las “vedettes” a estar siempre en el escenario, puesto que lo
abandoné voluntariamente, en plena edad de lucha, cuando cumplía 45 años, sin conocer la
amargura de la derrota y, además, sin ningún desencanto ni despecho. Fue allá en el lejano
año de 1936 cuando era yo la segunda figura de la comparsa, y tenía, además, la mejor de
las posiciones políticas de mi vida. Desde ese año hice pública declaración de no volver jamás
a aspirar a ningún puesto de elección o de nombramiento; promesa que he cumplido. Pero
también manifesté que tal abstención, que espontáneamente me impuse, no me privaba de
exponer mi pensamiento cada vez que se me antojara y siempre que ello significara algún
bien, en mi humilde concepto, para la Revolución y para mi Patria.
Mi persistencia para no abandonar el escenario obedece también a otra razón: poseo
una experiencia que mucho le ha costado a mi país y, aun cuando la experiencia, según la
opinión de algún filósofo, se adquiere cuando no sirve para nada; sin embargo, me considero
con el deber de dar a conocer de vez en cuando lo que he aprendido en mis andanzas
políticas.
No son otras las razones por las que me ve usted aparecer de cuando en cuando en
el tinglado de la farsa política; como dije en alguno de mis artículos, se va haciendo ya un
cenagal tranquilo de aguas corrompidas.
Estoy muy contento de haberme colocado al margen de la vida pública; así he podido
permanecer tal como soy: sin claudicar en ninguna de mis convicciones, ya que sigo siendo,
como hace treinta años, un ferviente agrarista, un entusiasta obrerista, un convencido
anticlerical, y continúo pensando que mientras no llegue a la Presidencia de la República un
hombre que encauce la Revolución por los mejores senderos, y en tanto no venga un ciudadano
que imponga moralidad y ética, seguiremos por el resbaladizo camino de la traición al programa nacionalista de la Revolución, que enarbolamos en el año de 1910, y que muy a pesar de sus postulados, el pueblo sabe que lo estamos engañando al afirmar que seguimos
siendo revolucionarios.
Estoy contento al margen de la política, porque con el error que cometió el general
Calles de querer controlar todo el poder, la Revolución, que era un Gobierno, no de un hombre, sino de un grupo organizado, se convirtió en Gobierno de un hombre, que desarrolla su
266
Esta proposición fue muy bien recibida por los asistentes a la junta, y el
señor general y licenciado don Pablo A. de la Garza la apoyó con acopio de
razones, ampliándola en el sentido de que la Legislatura de Tamaulipas quedaría integrada por siete diputados pertenecientes a cada uno de los partidos
y quienes entre sí designarían un gobernador que desempeñara el cargo, evitándose así mayores interrupciones al orden constitucional del estado.
El general Caballero se mostró intransigente en lo absoluto, rechazando
de plano dichas proposiciones, y en el curso de sus argumentos profirió frases
que lastimaron al general López de Lara, por lo cual éste manifestó que no era
aquél el lugar apropiado para esta controversia, dado que se encontraba en
presencia de su antiguo jefe, el general González, bajo cuyas órdenes había
militado.
El general Caballero continuó usando frases insultativas a López de
Lara, quien reiteró que no se confundieran las cuestiones personales con las
que interesaban al estado de Tamaulipas. Así terminó la junta, con la promesa
de que se reunirían nuevamente los dos candidatos y las demás personas que
habían concurrido.
El general Caballero se despidió primero, y cuando salió el general López de Lara, lo encontró en el patio de la casa, donde se cruzaron frases
injuriosas, pero que tendían a dirimir una contienda en el campo del honor.
Después el general Caballero invitó a López de Lara a que subiera a su
automóvil, a lo cual accedió, muy a pesar de que le sugerí que no debía hacerlo, ya que conocíamos al general Caballero, y éste hubiera sido capaz de asesinarlo.
Se inició una discusión dentro del auto de Caballero, pues quería que su
contrincante se sentara a la izquierda, a lo cual López de Lara se opuso, diciendo
al primero que por cortesía, y siendo suyo el auto, debería cederle la derecha.
Con este motivo, el general López de Lara se bajó del vehículo. Después
Caballero preguntó a López de Lara si estaba dispuesto a irse a matar con él,
a lo que López de Lara contestó que estaba a sus órdenes en el terreno del honor e invitó a éste a que lo siguiera, lo cual hicimos en nuestro automóvil.
Pero al llegar a la estación de carga, donde Caballero tenía su carro especial de
ferrocarril, paró su automóvil, dándonos cuenta de que un oficial y otros militares subieron al auto de Caballero algunos rifles.
71
Cuando nos percatamos de esta felonía, creíamos conveniente no seguir
a Caballero; pero ante el cumplimiento del deber, nos dirigimos a Chapultepec, lugar en que nos había citado don Luis.
Después de dar una vuelta completa a la gran avenida, vimos que el
auto de Caballero estaba ya parado muy cerca de la casa del Director del
Bosque, cerca de donde está el Monumento a los Niños Héroes, y cuando nos
detuvimos a diez o quince metros del lugar, de manera salvaje e inesperada
nos atacaron por la espalda a balazos, primero con pistola y después con rifle.
Yo ni siquiera tuve tiempo de bajar del vehículo, habiendo recibido dos
balazos en la cabeza. Afortunadamente para nosotros, el teniente coronel Francisco Aguirre, jefe de la escolta del señor Caballero, recibió un balazo en la
frente que le causó la muerte.
La pelea duró escasos 20 minutos, y cuando los guardias de Chapultepec se dieron cuenta del mitotito, ocurrieron al lugar, pudiendo aprehender a
todos.
Acompañaban al general Caballero el teniente coronel Francisco Aguirre, hombre valiente y rápido en el manejo de las armas; el capitán Pablo
Villarreal, matoide profesional; un teniente de apellido Carranco, de pésimos
antecedentes, y dos oficiales más. Con el general César López de Lara estuvimos el que escribe, el diputado Eliseo L. Céspedes, el mayor Ramón Elizondo
y el capitán Mata. El general Caballero se quedó a 20 metros del lugar de los
acontecimientos, detrás de su automóvil.
Como Caballero se percatara que de comprobarse por las autoridades
que él llevaba en su auto algunos rifles le vendrían serias responsabilidades,
rápidamente uno de los oficiales condujo a la parrilla de nuestro auto esos
rifles; pero con tan mala suerte para él, que el Juez Instructor, después que
examinaron las bolsas de parque y las fundas de las carabinas, encontró en
una de ellas un documento firmado por el propio don Luis, dirigido al mayor
Antonio Caballero, sobrino suyo, así como dos barajas (el general Caballero
era muy afecto a los naipes), documento que fue reconocido en el Juzgado por
los mencionados señores, prueba irrefutable de que las carabinas y el parque
eran de nuestros agresores.
La trifulca aquella ocasionó una conmoción en la ciudad; nunca antes
se había presenciado un acontecimiento de esa naturaleza.
El presidente Carranza pasó a saludar en las oficinas de la Guardia de
Chapultepec, a los generales López de Lara y Caballero.
72
tapadismo, en esta hora de figuras acomodaticias, muchos hombres que por su juventud
deberían tomar posiciones en la lucha presidencial.
Hay quienes interpretan las declaraciones de Portes Gil contra el continuismo como
un reto. Si tiene o no tiene autoridad moral, díganlo los lectores, pero nadie puede negar a
los mexicanos el ejercicio de un derecho, o sea, el de opinar libremente sobre los asuntos públicos. Y se necesita valor, y casi diríamos temeridad para hacerlo, porque una lluvia de injurias y de malos entendimientos cayó sobre la cabeza de quienes salieron, con fortuna o sin
ella, a la palestra nacional. Don Fernando Casas Alemán ha sido escarnecido por haber
hablado en un tono de mesura, y con comedimiento a don Adolfo Ruiz Cortines. Una tempestad se desató sobre la cabeza del Chato Ramírez Vázquez; no han faltado censuras
contra el joven gobernador de Chihuahua, Teófilo Borunda, por prometer declaraciones; y el
solo nombre de Portes Gil encona antiguas luchas entre viejos campeones. Reconozcamos
que en el opaco, desteñido panorama de la vida política nacional, las controversias portesgilistas ponen una nota de color. Y eso no es poco en esta época de desaliento cívico y de silencio
general. Recuérdese que Olachea fracasó en su ‘auscultación’ de los gobernadores, porque todos guardaron prudentísimo silencio sobre el problema de la sucesión presidencial. Y a falta
de una contienda apasionada, vengan por lo menos estas alegres controversias que animan
un poco el descolorido cuadro de la actualidad nacional”.
Dos días después contesté al señor Díaz Ruanova, haciéndole conocer
lo que los malquerientes míos han dado en llamar “cacicazgo portesgilista”,
en los siguientes términos:
“Distinguido señor Díaz Ruanova:
Leí con todo interés el artículo de usted intitulado “Rififí entre los políticos”.
En él hace usted alusiones a mi persona que mucho le agradezco; pues créame señor
Díaz Ruanova, jamás había recibido de ninguna persona, ni siquiera de mis amigos, a
través de los 40 años de mi vida pública, conceptos como los que contienen sus líneas.
No tengo el honor de conocer a usted. No sé si será usted alto o bajo, moreno o rubio,
ni menos conozco su edad, ni la provincia donde usted nació. Leo siempre que llega a mis
manos algún artículo suyo. Escribe usted con propiedad, con elegancia; pero sobre todo con
sencillez y llaneza, que son sin duda alguna las mejores cualidades que debe tener el escritor
dedicado a servir al público.
Sus artículos son siempre de actualidad. Trata usted problemas nacionales con
conocimiento de causa, con entereza y con valor, desgraciadamente lo más raro en nuestro
medio periodístico, tan corrompido y tan servil.
265
Portes Gil, como ningún otro político, sabe llamar la atención. Para ello no necesita
vestirse con ropas atrevidas, ni exhibirse en todos los banquetes, ni estar presente en todas
las ceremonias oficiales. El viejo ex presidente está dotado de una inteligencia que no parece
envejecer. Es un grande consuelo, para los hombres de avanzada edad, que la inteligencia
permanezca viva y activa mientras el cuerpo es víctima de los inevitables estragos del tiempo.
En México, por desgracia, los intelectuales empiezan a chochear al llegar al medio siglo. Se
diría que la madurez está vedada a un pueblo que no ha logrado alcanzarla, y el intelectual, como hijo de la circunstancia, no escapa a una regla prematura, increíble decadencia.
Pero don Emilio Portes Gil, lejos de escribir desatinos, va siendo más lúcido con el curso de
los años, y su enorme voluntad lo ha salvado de los deplorables tropiezos de sus contemporáneos.
Como la inteligencia de Portes Gil no puede aplicarse, de manera discreta, a los
asuntos públicos; y como, además, su inquietud de eterno joven lo lleva a la palestra de la
actualidad, sus salidas a las planas de los periódicos tienen siempre un carácter contravérsico. Gusta Portes Gil de estar presente y sabe siempre, por experiencia y por instinto, cuáles
son las cuerdas de mayores resonancias. Unas veces lo que dice molesta a los Pani; en otras
ocasiones irrita a Vasconcelos. Sus últimas palabras sobre el continuismo de las estirpes
regionales es un guante que parecen haber recogido los sonorenses. Aarón Sáenz ha salido
a la palestra en defensa de las estirpes regionales.
¿Quiso Portes Gil lesionar, en la crítica de las estirpes regionales a algunos candidatos? Lejos de individualizar, habla de las estirpes en líneas generales, censura el continuismo de los grupos y provoca, en torno de su nombre, una de esas controversias en las que es
habilísimo maestro. En esta hora de confusión nacional, cuando las conciencias deberían
enfilar la proa hacia el tema de las campañas presidenciales, el sapientísimo Portes Gil, que
no cede en destreza publicitaria a los grandes maestros de la pintura mexicana; en esta hora
nocturna, decimos, el sapientísimo Portes Gil vuelve a colocar su nombre en el candelero de
la actualidad. ¿Quiénes entre los veteranos, pueden preciarse de llenar todavía el paisaje de
la política nacional? Pues unos cuantos robles que no han sido talados por el tiempo: don
Jacinto B. Treviño, el de los Auténticos, y don Emilio Portes Gil, cuyo secreto está en que
su inteligencia no es especulativa sino violentamente agresiva.
Juventud es sonrisa ante el obstáculo, y Portes Gil, por lo batallador, por lo agresivo,
es el eterno joven de la política mexicana. Podrá no ser simpático este hombre más bien
hosco, de estilo un poco rudo, que no dulcificaron ni las embajadas ni los altos puestos públicos. Podrá Portes Gil no ser simpático a los tamaulipecos por haber prolongado, a lo largo de veinticinco años, un cacicazgo que al fin fue minado por el tiempo. Y, con todo, es fuerza reconocerle una excepcional inteligencia y un valor que ya quisieran, en estos tiempos de
264
Fui conducido a la Cruz Roja por mi siempre querido amigo Aarón
Sáenz, y después de una delicada operación que me practicó en el cuello, cerca
del nudo vital y arriba de la oreja izquierda, el cirujano don Rosendo Amor,
para extraer las dos balas que tenía alojadas en la cabeza, pude recuperarme, y
con nuevos bríos continué la lucha política, que posteriormente se desarrolló
con más violencia, con mayor ímpetu y con mayor civismo y valor del pueblo
tamaulipeco.
Los incidentes con motivo de la lucha electoral fueron numerosos. Diariamente había encuentros sangrientos entre los partidarios de los generales
Caballero y López de Lara.
En Tampico asesinaron el día 14 de abril de 1918 al general y senador
Emiliano P. Nafarrate. Jamás se supo por quién.
Como el general Nafarrate había sido un soldado valiente y había prestado
eminentes servicios a la Revolución, lopezlaristas y caballeristas se unieron en
el gran duelo que provocó la muerte del mencionado general Nafarrate.
También fue asesinado en Tampico el periodista Guillermo Peirano, director de un periódico de la localidad y partidario del general López de Lara.
En Ciudad Victoria mataron en forma alevosa al ferrocarrilero Jesús
Gámez, valiente partidario del general López de Lara.
Con motivo de tan graves acontecimientos, el 26 de abril el Senado de la
República declaró desaparecidos los Poderes del Estado, nombrando el día 11
de mayo Gobernador de Tamaulipas, al ciudadano profesor Andrés Osuna.
Caballero había vuelto a hacerse cargo de la Jefatura de Operaciones
del estado, y con 3,000 hombres a sus órdenes, se levantó en armas el día 22
de abril. Inmediatamente el presidente Carranza designó al general Manuel M.
Diéguez para que sofocara aquel movimiento rebelde, y en menos de un mes
el aguerrido general Carlos Osuna destrozó la columna de Caballero, quedando pacificado el estado.
La lucha electoral continuó hasta el año de 1920, en que ganó el candidato López de Lara, quien se hizo cargo del Gobierno al triunfo de la Revolución de Agua Prieta.
Es de lamentarse que el general, que había sido el primer revolucionario tamaulipeco, que luchó denodadamente contra la dictadura huertista, que
poseía virtudes, buen organizador y con sentimientos nobles para con su pueblo,
haya incurrido en los gravísimos errores que dejamos relatados.
73
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
En el mes de junio de 1925, siendo Gobernador del Estado, el general
Caballero me solicitó una entrevista por conducto del capitán Praxedis Aguirre Garza, y ya en mi presencia me dijo más o menos lo siguiente: “Señor
Gobernador: usted y yo hemos sido enemigos desde el año de 1917. Quiero que olvidemos
el pasado, porque me cupo el honor que usted siempre me atacó de frente y nunca en forma
cobarde, como me han atacado muchos de mis enemigos y algunos de mis antiguos amigos.
Estoy pobre y vengo a solicitarle tres cosas: primero, que se me devuelva la casa, única
propiedad que tengo, que está intervenida por el Gobierno Federal; segundo, que me condone usted todas las contribuciones que adeudo; y tercero, que me dé usted garantías para
residir en Jiménez, mi tierra natal”.
CAPÍTULO XXVII
LO QUE SE HA DADO EN LLAMAR
EL CACICAZGO PORTEGILISTA6
Inmediatamente tomé el teléfono, comunicándome con el señor presidente Calles, diciéndole: “Está aquí el señor general Caballero, viejo revolucionario
tamaulipeco. Me consta que está en malas condiciones económicas, y la única propiedad que
tiene en Tamaulipas es una modesta casa que está intervenida por el Gobierno Federal.
Allí están algunas oficinas de la Federación. Le ofrecí hablar con usted para suplicarle que
se le devuelva esta casa, y si es posible, que se le haga entrega hoy mismo de dicha propiedad”.
El general Calles me contestó: “Lo autorizo a usted para que dé posesión al
general Caballero de su casa. Salúdelo de mi parte y que desde hoy se le paguen las rentas
de las oficinas federales que están allí”.
La segunda petición la acordé inmediatamente, y en cuanto a la tercera,
llamé por teléfono al general Guillermo Nelson, que era Jefe de Operaciones
en el estado. Ya se conocían, y se saludaron muy afectuosamente. Le dije a
Nelson: “Hazme el favor de ordenar al Jefe de la Guarnición de Jiménez que le dé toda
clase de garantías al general Caballero, y si es posible, que todos los días se presente dicho
militar a darle parte de las novedades que ocurran”.
Inmediatamente Nelson se comunicó con la Jefatura de Guarnición de
Jiménez, y ordenó al mayor encargado de la misma, se le dieran toda clase de
garantías al general Caballero y se presentara todos los días a su domicilio a
saludarlo y darle parte de cualquier novedad que ocurriera.
Al despedirse el General de mí, con un abrazo, me dijo: “Yo sabía que
usted entendería mi súplica, pero no con tanto exceso como lo ha hecho”.
C
Un artículo del periodista Oswaldo Díaz Ruanova. Crítica que hizo Díaz
Ruanova a la Organización de Trabajadores y Campesinos de Tamaulipas. Contestación que di a Díaz Ruanova haciendo explicaciones sobre
lo que se llamó el “cacicazgo portegilista”. Los gobernadores Gral.
Raúl Gárate y Lic. Horacio Terán. Una entrevista con el Sr. presidente
Ruiz Cortines y con el Lic. Carbajal, Ministro de Gobernación. Comentario al último informe que rindió el Sr. Ruiz Cortines. Discurso
que pronuncié en la Asociación de Parlamentarios de la Revolución.
on motivo de unas declaraciones que hice en el año de 1957 sobre las
elecciones presidenciales que iban a realizarse, el distinguido periodista don
Oswaldo Díaz Ruanova publicó en “El Universal”, de fecha 21 de septiembre
de ese año, un artículo que dice:
“RIFIFÍ ENTRE LOS POLÍTICOS
Dicen que Portes Gil es el Ave Negra de la política mexicana. Se puede asegurar
que es el Ave de las Tempestades. Su nombre, como el del albatros, anuncia tormentas.
Cuando el viejo campeón tamaulipeco asoma su semblante en la risueña o tranquila actualidad, se puede tener la seguridad de que las nubes, en el cielo, no serán los cúmulos o los
estratos, sino los nimbus amenazadores. Esta divagación metereológica la justifica el hecho
de que el Lic. Portes Gil, como el Valle de México, es siempre diverso, voluble y cambiante.
Portes Gil, a semejanza de las viejas ‘vedettes’, no quiere abandonar el escenario. El
olvido, para muchos hombres, equivale a la muerte. Prefieren ellos ser insultados que ignorados; el silencio sobre su nombre les es insoportable, como el silencio de un sepulcro; y si no
pueden ser aplaudidos, como en los tiempos en que enardecían a la Asamblea Nacional con
sus discursos, se contentan al menos con ser injuriados. Cualquier cosa, con tal de no pasar
inadvertidos.
74
263
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Tal renunciación es propia sólo de los locos, o de los iluminados. Y el licenciado Portes
Gil no creemos que esté loco, antes bien, llega convertido en un hombre superior. Porque
ninguno de los demás que figuran en la contienda actual tiene nada que perder.
Por eso, derrotado o vencedor, tendrá nuestra simpatía.
Tampico, Tamps., abril 2 de 1932”.
CAPÍTULO VII
HUELGA DE LOS TRABAJADORES
DE LA “PIERCE OIL CORPORATION”
Actitud violenta del general Ricardo González V., Jefe de la Guarnición
de Tampico. Asalto de la Policía Militar a los trabajadores en la Plaza
de la Libertad. Aprehensión del que escribe y de los 18 trabajadores.
Deportación a Chihuahua en un furgón de carga. Atropellos de que
fuimos víctimas. Entrevista en Jiménez con el general Manuel M. Diéguez. Comportamiento del coronel Juan Manuel Otero y Gama, que
nos guardó toda clase de consideraciones. La reclusión en la penitenciaría de Chihuahua durante dos meses.
E
n el mes de abril de 1919 fundé en Tampico, Tam., el periódico “El
Diario”, cuyo primer número apareció el 25 del mismo mes y año.
Como el obregonismo se iniciaba y tomaba auge arrollador en todo el
país y en Tampico las simpatías por el general Obregón eran unánimes, el
Gobierno del señor Carranza, para reprimir el impulso del pueblo, creyó conveniente mandar al puerto petrolero a jefes militares dispuestos a obrar con
rigor y hasta con arbitrariedad, para demostrar a los líderes petroleros y a las
organizaciones obreras que el Gobierno estaba dispuesto a evitar cualquier
manifestación contraria a los propósitos gubernamentales. De allí que fueron
expresamente nombrados como Jefe de la Guarnición de la Plaza, el general
Ricardo González V. y como Jefe de la Policía Militar, el coronel Carlos S.
Orozco. El primero, hombre atrabiliario y el segundo, por añadidura, federal
huertista. Además se nombraron jefes policíacos de reconocida habilidad y
falta de ética, entre otros, a Antonio Villavicencio y a José Mazcorro, de definida
actuación antirrevolucionaria.
En el mes de mayo de 1919 estalló una huelga de los trabajadores de la
Compañía de Petróleos “Pierce Oil Corporation”. Como yo actuaba como
patrono de las organizaciones obreras, entonces en formación, me tocó for-
262
75
mular el pliego de peticiones que se presentó a los directores de la empresa.
Entre esas peticiones figuraban las más elementales que autoriza el artículo
123 de la Constitución General de la República: ocho horas de trabajo, descanso semanario, asistencia médica, salario mínimo, doble jornada en días
festivos, pago de horas extras, respeto al escalafón y reparto de utilidades. La
huelga estalló el día 15 de mayo de 1919. Se suspendieron labores para celebrar en los patios de la refinería una reunión, con asistencia de más de cinco
mil trabajadores. En esta reunión se acordó ir a la huelga, en virtud de que los
funcionarios del estado y municipales no daban contestación a las diversas
instancias del Sindicato, instancias que habían sido presentadas hacía más de
treinta días. Al decretarse la suspensión de labores, se procedió a nombrar la
comisión de obreros que debería vigilar el orden y la protección de las propiedades de la Compañía.
Los primeros días de huelga transcurrieron sin novedad. El quinto día,
como no se llegara a ningún arreglo, en virtud de que la Gerencia de la compañía no daba señales de acceder a los puntos petitorios, se celebró una nueva
reunión. Los oradores caldearon en extremo el ambiente, pero no hubo desorden alguno. El ataque de los funcionarios del Estado y de las autoridades
militares que conocían del conflicto fue cada vez más rudo. A las nueve de la
noche de ese día, encontrándome en mi casa habitación, recibí la visita del señor general Gregorio Osuna, amigo mío y con quien siempre llevé una cordial amistad. El general Osuna, que no tenía ninguna comisión militar, me
manifestó que el general Ricardo González deseaba hablar conmigo, por lo
que me suplicaba lo acompañara al Hotel Imperial. Al llegar, uno de los ayudantes me hizo pasar a la cantina del establecimiento. Allí se encontraban, con
el general González, el coronel Carlos S. Orozco y otros militares.
En términos un tanto violentos, el general González me dijo: “De lo que
pase en la refinería de la Pierce esta noche lo hago a usted responsable, y le advierto que
procederé enérgicamente, y de los desmanes que ocurran me responde usted con su cabeza.
En la inteligencia —agregó— que he ordenado la salida de cien hombres de mi mando
para que impidan sea incendiada la refinería, pues tengo noticias de que los huelguistas
pretenden hacer tal fechoría”. Siguió hablando el general González, en forma cada
vez más violenta y el general Osuna, que se hallaba en pleno uso de sus facultades, intervino para calmar el mencionado militar, que se veía ya en estado
de ebriedad. Contesté al general González lo siguiente: “No creo que haya peligro
alguno para los bienes de la compañía. Es verdad que los trabajadores están exaltados,
debido a que el pliego de peticiones que presentaron a las autoridades y a la Gerencia hace
76
Cuando en Ciudad Victoria el licenciado Portes Gil retrató con vívidos colores a
sus enemigos, llamándolos ‘fifíes y santurrones’, denunció la bandera que empuñan sus
contrarios, que es la de los ricachones que han hecho alianza con la clerigalla, en apariencia
sumisa, que propugna sigilosamente por resurgir para dominar por medio de los políticos
claudicantes.
El licenciado Portes Gil ha venido, pues, a tomar el partido de los de abajo. He allí
la causa de la maldición de los de arriba, lanzada a través de grupos inconscientes. Maldición, que bien puede tornarse más tarde en bendición, según reza la frase sagrada: ‘Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la Justicia’.
Porque de fijo es un acto que raya en lo sublime el dejar la vida plácida de una
Embajada que, como la de México en París, es una de las más aristocráticas de Europa,
y una Delegación de doscientos mil pesos anuales, ante la Liga de las Naciones —como
quien dice, el pináculo del mundo— a cambio de una gubernatura de Estado, a la que
antes de llegar, hay que atravesar una laguna estigia, un sendero lleno de fantasmas que
insultan, y donde hasta las piedras profieren maldiciones y gritos de: ‘Deténte’, ‘Retrocede’,
‘Abre los ojos’, ‘El Pueblo te odia’, como les ocurría a los que, según ‘Las Mil y Una
Noches’, intentaban conquistar los preciosos tesoros del Pájaro que Habla, el Árbol que
Canta y la Fuente de Oro.
Este paso es opuesto a los que van del suelo con sed de ascensión buscando un laurel
para sus fuentes. El licenciado Portes Gil, cuando renuncia a las glorias que coronan sus
sienes, para descender a marchar brazo con brazo, hombro con hombro y mejilla con mejilla, con los de abajo, con los oprimidos, en busca de una igualdad mejor, hace un sacrificio
ennoblecedor, sublime, que lo dignifica ante los ojos de la opinión pública y borra los errores
que en el pasado haya cometido. Bueno es recordar aquí lo que ya alguien dijo: ‘Es de los
hombres cometer errores, pero sólo es de los grandes hombres, cometer grandes errores’.
Nuestra simpatía para con este hombre, este superhombre, que teniéndolo todo, lo
abandona todo, anteponiendo a su propio bienestar y el de su familia, el de las masas obreras y campesinas, que se encontraban ‘como ovejas que no tienen pastor’. Fracase o triunfe,
su sacrificio es evidente. Nadie podrá negarlo, así pidan su crucifixión los escribas y fariseos.
No siendo un cretino, ni un loco, como no lo es, su gestión es sólo comparable con la
de los iluminados, con la de los grandes iniciados, con la de los altos espíritus. Porque
¿quién es aquél que expone su fortuna, su posición, su tranquilidad y hasta su vida, para
disputarse a brazo partido entre garrotazos, silbidos e insultos, lo que ya tenía y que era sin
duda alguna mucho mejor?
261
publicó en aquella época, en el diario “El Pánuco” de Tampico, que él dirigía,
un editorial, el cual por su interés lo transcribo en ese capítulo:
“NUESTRA OPINIÓN
MALDECIDO, RECHAZADO, CALUMNIADO
‘A los suyos vino y los suyos no lo recibieron’ —dicen los Evangelios— y en verdad
que esto se puede repetir ante el espectáculo que presenciamos el domingo en este puerto y lo
que se sabe ocurrió después en la ciudad de Reynosa. El señor licenciado Emilio Portes Gil
ha recibido de los suyos, la maldición y el escarnio. Los judíos de su pueblo lo han rechazado
y han visto, en sus palabras de redención obrera y campesina, una trampa de la que
procuran huir para no caer en ella. Sólo unos cuantos discípulos, fieles al maestro, le han
dado la bienvenida y les ha regocijado el corazón su retorno. Y con éstos, a todos los que
tienen todavía fe en la justicia y hambre y sed de redención social, moral y económica.
Por donde ha pasado el licenciado Portes Gil, según denuncia que hace, ha encontrado a los Judas aliados a los prevaricadores, oficiando de sacerdotes en los templos de los
mercaderes del vicio. Éstos, que antes le decían ‘Maestro’ y mojaban también con él en el
mismo plato, lo han traicionado por los treinta dineros, tras el radio-telegrama que recibió
el 28 de febrero último en París, que se antoja el histórico beso dado como señal antes de ser
entregado a sus enemigos. Ya buscarán esos Judas la soga donde ahorcarse.
El célebre adagio de ‘Cría cuervos y te sacarán los ojos’ cobra aquí en esta ocasión
perfiles siniestros, porque ha resultado ser una aplastante verdad. Estas negras aves agoreras revolotean hambrientas por el cielo de la política local, buscando al que las crió para
escarnecerlo y devorarlo. El graznido se percibe claro entre las agudas rechiflas y estentóreos
gritos de las ‘porras’ aleccionadas para injuriar y maldecir al mismo que antes han respetado y aclamado cuando ha tenido en sus manos los destinos de todos. Pronto veremos a estas
aves ir en busca de nuevos horizontes o devorarse a sí mismas, o entre sí, víctimas de sus
propias iras y rencores.
El programa de redención de las masas obreras y campesinas que aún falta por
satisfacer y que planteó desde su arribo al país el Lic. Portes Gil en Nuevo Laredo, y
patentizó después en su reciente conferencia en el Salón del Gremio Unido de Alijadores,
ha dejado deslindados los campos de acción societaria de esta lucha política. Por una parte,
la pequeña burguesía explotadora, siempre deseosa de aumentar sus ganancias sin producir
nada. Por otro lado, la clase desheredada, pero productora, que empuña el arado en el
campo y el martillo en el taller.
260
ya más de un mes ni siquiera les ha sido contestado, y los funcionarios muestran una negligencia
completa en este caso, pero los obreros no cometerán desmanes”.
El general González, más exaltado y en tono más áspero, expresó: “Ya
le he dicho a usted que con su cabeza me responderá de los disturbios que sucedan esta noche
en Tampico”. A esto repuse en tono también un tanto violento: “Usted puede hacer lo que quiera conmigo, puesto que dispone de la fuerza y a mí no me importa que cometa
el atropello con que amenaza. Estoy a sus órdenes para lo que usted desee hacer”. Intervino el general Osuna en términos serenos y calmó al general González. Éste ya
con palabras tranquilas me dijo: “Si no logra usted que los obreros abandonen la
refinería, mis fuerzas los desalojarán a como haya lugar”. Yo le repliqué: “Creo que sería
un error usar la fuerza para desalojar a los trabajadores. Éstos no abandonarán la refinería, porque consideran que es su instrumento de trabajo, y sin duda son los más celosos para
cuidar ese instrumento. Creo que debe usted estar sin cuidado, pero al mismo tiempo
procure que se resuelva ese conflicto por las vías legales y sin usar ninguna violencia; pues las
consecuencias que tal acto reportaría, serían incalculables. Si usted quiere yo me trasladaré
a la refinería para sugerir a los trabajadores que tengan paciencia, hasta en tanto las autoridades resuelvan este conflicto”.
Como el general González estuviera de acuerdo con esta sugestión, salí
inmediatamente a conferenciar con el Comité de Huelga que estaba reunido
en la Casa del Obrero Mundial. Inmediatamente nos comunicamos con los
trabajadores y éstos nos ofrecieron, bajo su responsabilidad, no cometer ningún
acto de violencia, pidiendo en cambio que las fuerzas no ejercieran ningún
atropello en sus obreros. Como no recibían ninguna contestación, el hambre
comenzó a hacer mella en su contra. La noche pasó sin ninguna novedad;
pero como los días se sucedían y no se resolvía nada, el lunes 17 de mayo se
convocó a un gran mitin en la Plaza de la Libertad. Eran como las cuatro de la
tarde cuando se inició el acto. Los oradores enardecieron a la multitud y el
ataque al Gobierno no se hizo esperar. Más de diez mil obreros de todas las
compañías se hallaban reunidos, cuando en los momentos de más exaltación
un piquete de soldados llegó inesperadamente, abriéndose paso entre la multitud, atropellando a los indefensos trabajadores. El jefe de aquel grupo de
soldados era el mayor Gustavo Martínez Cuadras, Subjefe de la Policía Militar, quien subió a la plataforma de un tranvía e hizo funcionar el motor, y
temeroso de que la multitud lo atacara, echó mano a la pistola 45 que portaba
y eso fue bastante para que se oyeran los primeros disparos. El mayor Martínez Cuadras fue de las primeras víctimas, quedando su cadáver tirado en el
pavimento. La debacle no se hizo esperar. Por todas partes corría la gente,
77
temerosa de ser asesinada, y al terminar el zafarrancho levantaron de la plaza,
aparte del cadáver de Martínez Cuadras, los de cuatro trabajadores y gran
número de heridos.
Al día siguiente se organizó una manifestación de más de cinco mil
hombres que siguieron en actitud callada los féretros de los obreros muertos.
Aquella manifestación fue de lo más imponente. Pasábamos por la Comandancia de la Policía y se ordenó hacer alto. Los oradores, entre quienes recuerdo a los líderes Andrés Araujo y Alejandro Berman, que aún viven, Rafael
Zamudio, José Ángel Hernández, Daniel Benítez, ya fallecidos, y otros más,
dirigiendo violentos ataques en contra del Gobierno Federal, del Estado, del
Jefe la Policía y del Jefe de la Guarnición. Al llegar al cementerio, la multitud
rodeó los féretros y se pronunciaron nuevas y violentas arengas en contra del
mal Gobierno.
Al día siguiente las autoridades publicaron un aviso en que se disponía
que en el término de setenta y dos horas deberían volver los obreros a su
trabajo, a riesgo de perder su puesto el que no obedeciera. Naturalmente aquella
huelga fue sofocada en sangre y aniquilada por los esquiroles, que apoyados
por la Policía Militar iniciaron los trabajos en la refinería.
Mi actitud a favor de los trabajadores motivó que el 18 del mes de mayo, hallándome en mi despacho en unión de mis socios, los abogados Federico Martínez Rojas y Juan A. Veites, formulando amparos a favor de los obreros, en contra de quienes se había dictado orden de aprehensión, llegara el
coronel Fructuoso Villarreal, montado en brioso corcel. Como yo estaba en
una de las ventanas que dan a la Calle del Estado, el coronel Villarreal, sin
bajarse de su caballo, y en tono comedido y respetuoso me manifestó que el
Jefe de la Guarnición deseaba hablar conmigo. Expresé al coronel Villarreal
que en breves momentos estaría en las oficinas de la Guarnición, a lo que él
me manifestó que tenía órdenes de llevarme ante la presencia del general
González. Ante aquella actitud del coronel Villarreal, me dispuse a acompañarlo. Guardo para el coronel Fructuoso Villarreal, merecidamente ascendido
a General de Brigada después, ya fallecido, el grato recuerdo de que me permitió ir a veinte o treinta metros delante de él y también a que me haya tratado
con la mayor consideración.
Los momentos aquellos eran difíciles. El Gobierno del presidente Carranza pretendía imponer por medios violentos en la Presidencia de la República
al ingeniero Ignacio L. Bonillas; en todo el país se habían nombrado jefes de
78
V. Para ahorrar tiempo, y para recoger en el menor plazo posible el parecer de
nuestros compañeros de lucha, pedimos que nuestra comunicación sea dada a
conocer por circular impresa, enviándose directamente a los interesados y publicándose en la prensa de la capital y en los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, México, Chihuahua y Tlaxcala.
Tan pronto como la Liga Nacional Campesina ‘Úrsulo Galván’, haya recogido el
parecer de los elementos afiliados a ella, pedimos, por último, que nos lo comunique a
nosotros, señalando de una buena vez el camino que en la próxima lucha presidencial va a
seguir la clase campesina mexicana.
Tierra y Libertad. Mayo 1º de 1933.— Por la Liga de Comunidades Agrarias de
San Luis Potosí: Presidente, Tomás Tapia; Secretario, José María Acevedo; Tesorero,
Félix Cura.— Por la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Tamaulipas: Presidente, Conrado Castillo; Primer Secretario, Efraín Luna; Segundo Secretario, J.
Reyes Ortiz.— Por la Liga Revolucionaria de Comunidades Agrarias del Estado de
México: Presidente, José Mejía; Secretario, I. Escalante; Tesorero, A. Macedo.— Por el
Primer Sector ‘Partido Obrero y Campesino de Chihuahua’: Presidente, José Velázquez,
Secretario, Antonio Díaz.— Por la Federación Social Campesina de Tlaxcala: Secretario, Cruz Illescas.— Por el Comité de Defensa Proletaria (Tlaxcala): Presidente, Miguel
Medellín; Secretario, Florencio González”.
La publicación del manifiesto, auspiciando la candidatura presidencial
del general Lázaro Cárdenas, produjo, como era de esperarse, un revuelo espantoso en todos los círculos políticos, y, entre los amigos cercanos al general
Calles, un marcado sentimiento de disgusto.
El general Pérez Treviño, que en esos días se encontraba en El Sauzal,
se apresuró a declarar “que, habiendo cambiado impresiones con el señor general Calles,
creía que ya era tiempo de que se iniciasen trabajos presidenciales”. Lo cierto es que el
alboroto fue mayúsculo y que el golpe resultó dado a tiempo. Desde el primer
momento se notó que el ambiente nacional favorecía la candidatura del general Cárdenas, que desde que fue lanzada por la Confederación Campesina
Mexicana, contó con la “cargada”, y el general Calles, como se lo había dicho
yo al señor licenciado Padilla en Roma a principios del año 1931, no tuvo más
que resignarse y aparentar que con el mayor gusto aceptaba y apoyaba dicha
postulación.
Sobre mi postulación al Gobierno del Estado de Tamaulipas, en el año
de 1932, el distinguido periodista e historiador tamaulipeco Sabas Ricárdez
259
democráticos o, lo que es lo mismo, cuando se quiere la desaparición del Estado o el cambio
total del orden imperante.
Ése no es el caso del elemento agrarista del país, que se identificó con la Revolución
de 1910 y con la de 1913, y que siempre ha sido firme sostén de los principios de redención
proletaria contenidos en los artículos 27 y 123.
La experiencia de muchos años y el recuerdo de dolorosos sacrificios ponen también
en guardia en contra de la indiferencia. A pesar del rigor de los principios constitucionales,
la traición a estos principios o la pusilanimidad de un mandatario pueden ser un escollo infranqueable. Por eso creemos que es llegado el momento de que el campesino examine el panorama político del país y trate de encontrar al hombre que sea capaz de regir nuestros
destinos durante el periodo que se avecina.
Las razones anteriores, el temor de que llegara a tomar cuerpo una lucha política sin
orientaciones sociales definida y, más que nada, el deseo en conseguir que el elemento campesino
del país se presente unido en la próxima contienda y haga valer ella sus anhelos de redención, así como los deseos de colaborar de un modo cada vez más activo en la resolución de los
verdaderos problemas del país, nos obligan a comunicarnos con la Liga Nacional Campesina “Úrsulo Galván”, para manifestarle concretamente:
I. La Liga de Comunidades Agrarias de los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, México, Chihuahua y Tlaxcala, después de haber cambiado impresiones
sobre la situación que se avecina, resuelven que ha llegado el momento de que los
campesinos organizados participen en la lucha política y declaren la candidatura
presidencial a la que se deben afiliar.
II. Las mismas Ligas consideran firmemente que el conducto para auscultar la voluntad de la clase campesina del país, es la Liga de Comunidades Agrarias
‘Úrsulo Galván’. Al efecto, le piden que se comunique con todas las Ligas afiliadas y con los campesinos ejidatarios, para darles a conocer nuestra comunicación.
III. Las repetidas Ligas, después de haber examinado las personalidades que pueden
presentarse en la próxima contienda como representativas del grupo revolucionario, consideran que el general Lázaro Cárdenas es la mejor indicada para que en
ella se deposite la confianza de la clase campesina.
IV. Considerando que el elemento laborante debe presentar un frente único en esta
contienda, las mismas Ligas desean que su parecer sea conocido por los trabajadores de la ciudad y, al efecto, así piden que lo haga la misma Liga Nacional
Campesina ‘Úrsulo Galván’.
258
operaciones militares atrabiliarios, que no respetaban la vida ni los intereses de
los ciudadanos; los gobernadores de los estados estaban bajo sus órdenes.
Los periodistas de oposición eran perseguidos: Barrera Peniche, los hermanos
Zamora Plowes, René Capistrán Garza, Agustín Arreola Valdéz, José Rangel
y otros más habían sido deportados a Chihuahua y a la Huasteca veracruzana,
sin conocer siquiera el motivo.
Cuando llegué a la Jefatura, se me llevó a un salón en donde se encontraban los obreros Fernando Bolaños, Antonio Sánchez, Ángel Castillo, Francisco González, Hilarión Peña, Carlos Ramírez, Juan Osorio, Victoriano
Chávez, Juventino Juárez, Juan L. Cabrera, Moisés González, Sebastián de la
Rosa, José Castillo, Andrés Araujo y el profesor Juan Gual Vidal, e inmediatamente se dio orden de que todos fuésemos trasladados a lugar distante un kilómetro de la estación del ferrocarril, y rigurosamente escoltados, se nos hizo
abordar un furgón de ganado que ya estaba preparado con locomotora y cabús.
Como en el momento de partir el convoy se presentara el licenciado
Martínez Rojas, acompañado del licenciado José de J. Matus, íntegro Juez de
Distrito en Tampico, quien iba a notificar al Jefe de la Escolta el auto de suspensión que se había dictado en el amparo solicitado, éste, sin el menor respeto al representante de la Justicia Federal, ordenó la inmediata salida del tren
que nos habría de conducir a rumbo desconocido.
Al amanecer llegamos a la ciudad de San Luis Potosí. Como ninguno de
nosotros tuvo conocimiento previo de aquel viaje, nos encontrábamos en ropas
ligeras y sin dinero. El frío de la madrugada era intenso y la incomodidad del
furgón, que estaba lleno de estiércol, hacía nuestra situación desesperante. En
San Luis Potosí se presentó el Juez de Distrito a manifestar al Jefe de Guarnición que por exhorto que había recibido de su colega del puerto de Tampico,
le iba a notificar el auto de suspensión dictado en el amparo respectivo. El resultado de aquella notificación fue el mismo que en Tampico, con la circunstancia de que el Jefe de la Guarnición, que era un coronel de apellido Ruiz
Seco, en términos groseros manifestó al Juez de Distrito que aquella notificación no tenía para él ninguna importancia.
De San Luis Potosí seguimos para Aguascalientes, y de ahí a Torreón,
pasando por Zacatecas; a Torreón llegamos a la una de la mañana del día 23
del mismo mes. De la estación nos condujeron a la cárcel pública. Materialmente empapados, ya que durante el trayecto llovió copiosamente, fuimos
internados en el común de presos, quienes nos recibieron con muestras de
79
simpatía y nos facilitaron sus cobijas para abrigarnos hasta en tanto se secaba
la ropa que portábamos. Esa tarde, a las cinco, fui llamado por el Alcaide de la
cárcel, quien me presentó al señor Luis Ortega, ya fallecido. Me manifestó
que venía a ponerse a mis órdenes y a las de nuestros compañeros para tomar
nuestra defensa y promover los amparos consiguientes, ya que era indigno el
proceder de las autoridades. Me expresó también el licenciado Ortega que una
comisión de obreros nombrada por la Federación de Sindicatos del Estado lo
acompañaba, para patentizarnos su solidaridad. Indiqué a Ortega que nada
podía hacer en nuestro favor, que aquello no tenía remedio y que lo único que
conseguiría era exponerse a represalias de las autoridades. Ortega, que entonces tendría a lo sumo 23 ó 24 años de edad, me contestó: “A mí no me importa
exponerme a lo que sea, yo vengo a cumplir con un deber de abogado y de compañero, y le
suplico me firmen usted y sus compañeros este pliego para solicitar el amparo de la Justicia
Federal”. Aquella actitud valiente del licenciado Ortega nos convenció, y desde
luego firmamos la petición del amparo.
Como a las once de la noche fuimos sacados de la cárcel y conducidos
a la Jefatura de la Guarnición, en donde dormimos en un inmundo cuarto en
que apenas cabíamos los 19 detenidos. De vez en cuando y durante gran parte
de la noche, oíamos palabras altisonantes de algunos jefes militares que nos
amenazaban con fusilarnos esa misma noche.
Al día siguiente, a las cuatro de la madrugada, fuimos conducidos a la
estación del ferrocarril, donde ya se encontraba el tren de pasajeros que salía
para Chihuahua. Se nos acomodó en un carro caja agregado al tren, con una
escolta al mando del mayor Ramón Ruiz. Desde aquel momento nuestra situación cambió. El mayor Ruiz se portó con nosotros como todo un caballero,
haciéndonos ver que él no estaba de acuerdo con aquellos procedimientos
arbitrarios; que no tuviéramos cuidado, porque tenía plena confianza en nosotros, y que podíamos bajar en la estación sin ninguna vigilancia.
Al mayor Ruiz no le volví a ver sino hasta el año de 1929, en que
estando encargado del Poder Ejecutivo, me solicitó audiencia. Es esa entrevista recordamos las peripecias del viaje, y como ya tenía derecho a un ascenso, pues hacía ya más de diez años que ostentaba el cargo de Mayor, lo promoví al grado inmediato. Posteriormente, por recomendaciones mías, ocupó
alguna Pagaduría Militar.
El día 25 de mayo a las tres de la tarde arribamos a Jiménez. Allí se
encontraba en su tren especial el general Diéguez, jefe de las operaciones
80
dillo aquella determinación. El general Cedillo aprobó con entusiasmo dicho
manifiesto, el cual —en la prensa del 3 de mayo de 1933— se publicó íntegro
como sigue:
“A medida que avanza el tiempo y que se aproximan las fechas en que los partidos
políticos deben convocar sus convenciones y en que los hombres que aspiran a conquistar la
voluntad popular deben colocarse dentro de los requisitos que la Constitución del país
señala, es visible la impaciencia de ciertos grupos, y especialmente la de ciertos políticos, que
considerando sus propios intereses y sin ver más lejos que la conveniencia de colocarse al lado
de los candidatos, se preocupan por tomar sitio y por iniciar la lucha política para la
renovación presidencial.
El elemento campesino ha recibido ya las invitaciones directas o veladas para que se
afilie a ésta o a la otra de las candidaturas, y los suscritos, representantes de la Liga de
Comunidades Agrarias de los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, México, Chihuahua y Tlaxcala, vemos con el consiguiente temor la amenaza de que grupos aislados del
conglomerado campesino resuelvan adoptar distintas banderías, planteando así, por ese solo
hecho, gérmenes de división entre el elemento agrarista del país.
Hemos visto también, los mismos representantes, la imposibilidad de que el elemento
campesino permanezca alejado de la lucha democrática que se avecina o de que no tome parte más que pulverizado entre muchos organismos políticos municipales, distritales o estatales existentes o por crear.
Aunque por conveniencia propia, el elemento agrarista ha recomendado siempre a
sus afiliados y afines que se abstengan de participar en sus actividades políticas de campanario, que no pueden conducir más que a quitar tiempo al hombre del campo, y a restarle
mucha de la atención que deben al cultivo de su parcela, es claro que no es el mismo caso
cuando se trata de una elección presidencial.
Llegado el momento de designar a la persona que ha de regir los destinos del país, lo
mismo cuando se ha tratado de acciones puramente democráticas que, cuando para combatir al elemento reaccionario se ha requerido tomar las armas, el campesino mexicano nunca
ha vacilado para cubrir su puesto de lucha; y en este caso desea hacerlo también, no sin
expresar su más vehemente deseo de que no se necesite ir a un nuevo derramamiento de
sangre ni a nuevos trastornos de orden público.
Tenemos también la convicción de que, del mismo modo que descender hasta actitudes de simple politiquería es nocivo para el campesino, la abstención con respecto a toda
actitud política y a toda intervención política es criminal. Una actitud política no puede
sostenerse mas que cuando se desdeña la política como medio de obtener el oro de los anhelos
257
que si ello no era compatible con las funciones que yo desempeñaba, le suplicaba me lo dijera para presentar mi renuncia. El general Rodríguez, que en
todos los actos de su Gobierno se caracterizó siempre por la seriedad y la
hombría con que obró, comentó mi actitud en términos elogiosos. Al preguntarme qué candidatura presidencial sería la que apoyaría la naciente agrupación, le contesté: “Sin duda será la del señor general Lázaro Cárdenas”, a lo que me
contestó que él vería con el mayor agrado aquella postulación porque, de los
hombres que se perfilaban, era el único que reunía todas las cualidades necesarias para tal puesto.
En el mes de abril el general Calles salió para la Baja California. Antes
de partir, recomendó a todos los directivos de la política nacional que se abstuvieran en lo absoluto de iniciar trabajos para la sucesión presidencial, pues
aquello era antipatriótico, según rezaban las declaraciones que publicó la prensa
de aquellos días.
El lugar que escogió don Plutarco para veranear fue Ensenada. Desde
que llegó ahí, se instaló en El Sauzal, que quedó convertido en la Meca de los
políticos que esperaban su orientación para iniciar trabajos futuristas.
Entre algunos de los elementos directamente identificados con el general Calles, como don Rodolfo Elías Calles y otros más, se sintió alguna inquietud por creer que su candidato podría ser el general Pérez Treviño o Carlos
Riva Palacio. En honor a la verdad, desde los primeros días mostraron franca
simpatía por el general Cárdenas, pero no se atrevieron a contrariar a su jefe.
Como los cientos de políticos que hacían viajes a El Sauzal en ferrocarril, en automóvil, en avión y cuantos medios de transporte estuvieron a su
alcance, regresaban desconsolados y siempre con la recomendación de que
era “antipatriótico proceder a una lucha con tanta anticipación”, y en vista de
que el general Pérez Treviño como el señor Riva Palacio se sentían muy seguros de ser elegidos, creí conveniente platicar con el presidente Rodríguez,
expresándole con toda franqueza que, en mi concepto, era ya tiempo de que
se lanzara la candidatura del general Cárdenas.
El general Rodríguez aprobó mi idea. Al día siguiente, previa consulta
con el candidato, leí un proyecto del manifiesto que, redactado por el señor ingeniero Marte R. Gómez, lanzarían las Ligas de Comunidades Agrarias de Tamaulipas, San Luis Potosí, Michoacán, Chihuahua, Tlaxcala y otras más.
Ese mismo día comisioné al señor Enrique Flores Magón para que se
trasladara a Palomas, S. L. P., a fin de poner en conocimiento del general Ce256
militares en el estado de Chihuahua. El Mayor nos condujo a su presencia.
Subimos al carro especial en que se hallaba dicho jefe militar, quien nos recibió en forma nada afectuosa, haciéndonos esta pregunta: “¿Saben ustedes por
qué vienen presos?”. “No, señor general —contesté— lo ignoramos”. Diéguez repuso:
“Vienen presos por bolcheviques (ésta era la palabra de moda en aquellos tiempos),
por agitadores. Tengo instrucciones para que vean que todo esté en paz y ya no cuenten
mentiras en su periódico. Además, la huelga que ustedes promovieron en Tampico ha sido
perjudicial para los intereses del Gobierno, que no quiere esta clase de escándalos”. “Señor
general —repuse— usted puede hacer de nosotros lo que guste, inclusive fusilarnos, pero
yo le ruego que sea usted comedido en su trato para con este grupo de trabajadores. Lo que
está cometiendo con nosotros es una arbitrariedad y yo le suplico a usted que no nos humille.
Usted fue víctima de un atropello semejante durante la dictadura del general Díaz, y no
creo que se haya olvidado de aquellas arbitrariedades. Yo protesto a nombre de mis compañeros por esos actos que comete el Gobierno y que no son nada humanos ni mucho menos
legales”. Ante esta actitud mía, el general Diéguez cambió su actitud diciéndonos: “No, muchachos ustedes deben comprender que la situación por que atraviesa el
país es grave y todos estamos en el deber de colaborar con el Gobierno para evitar esos
desórdenes. Hemos terminado” —agregó—. Y dirigiéndose al jefe de escolta, le
ordenó: “Lleve usted estos presos a Chihuahua y póngalos a disposición del Jefe de la
Guarnición”.
A las once de la mañana del día 26 llegamos a Chihuahua. Fuimos conducidos de inmediato a las oficinas de la Jefatura de la Guarnición. Como la
caminata había sido penosa, tan luego como nos acomodaron en uno de los
salones del edificio nos quedamos profundamente dormidos. Así estuvimos
más de tres horas. De improviso fui despertado por un militar que en forma
brusca, pero afectuosa, me dijo: “¿No me reconoce usted, compañero? Soy el coronel
Juan Manuel Otero y Gama, recuerde usted que fuimos diputados en la XXVII Legislatura hace apenas un año”. Lo reconocí y me puse de pie para saludarlo. Entonces me dijo: “Soy el Jefe de la Guarnición y he recibido órdenes de la Superioridad de
recluirlos en las bartolinas de la penitenciaría, órdenes que no cumpliré, pues tales procedimientos arbitrarios me indignan y prefiero pedir mi baja del Ejército antes que ser instrumento de un gobierno dictatorial”. “No, Coronel —le contesté—, usted debe cumplir las
instrucciones que se le han dado, no quiero que por nuestra culpa vaya usted a tener dificultades”. Otero y Gama nos obsequió con una suculenta comida y al terminar ésta nos condujo personalmente a la penitenciaría, siendo alojados en uno
de los salones del segundo piso. Allí nos encontramos a René Capistrán Garza, entonces un mocetón, oriundo de Tampico, y quien escribía en forma
81
valiente en el periódico “El Futuro”. También estaban los periodistas Agustín
Arreola Valdéz, de Nayarit y José Rangel, de Guadalajara, sufriendo los riesgos de la deportación por haber denunciado las arbitrariedades que cometía el
Régimen.
Nuestra estancia en Chihuahua fue de casi dos meses. Pasábamos los
días charlando y discutiendo tópicos interesantes. Capistrán Garza, fogoso y
de arraigadas y severas convicciones religiosas, sostenía vehementemente sus
opiniones, que eran rebatidas por mí y por mis compañeros, siempre en un
tono cordial y amistoso. Estaban de moda las ideas de Lenin y de Trotsky, y
todos los deportados sentíamos una franca simpatía por el régimen que se
iniciaba en Rusia.
Las discusiones se prolongaban hasta altas horas de la noche, en que el
cansancio y el sueño nos rendían, a pesar de la dura cama del piso del salón y
sin más cobija que los ligeros trajes que portábamos al ser detenidos en Tampico.
El Alcaide de la prisión, don Luciano García de León, ya fallecido, se
portó siempre con decencia y nos hizo la estancia agradable. El coronel Otero
nos visitaba frecuentemente y con algún dinero que me facilitó en la calidad
de préstamo, pudimos pasarla con relativo desahogo.
En esos días Capistrán Garza me comunicó su propósito de evadirse de
la prisión, dándole mi opinión en el sentido de que era peligroso y difícil; le
aconsejé que se cuidara mucho, pues dada la situación de vigilancia que teníamos, me parecía muy arriesgado su propósito. Al fin supe que había logrado
evadirse, pues no lo volvimos a ver.
En cuanto al coronel Otero y Gama, fue muerto en un combate en
mayo de 1920, que tuvo lugar en la ciudad de Chihuahua, cuando dicho jefe
militar se sublevó contra el Gobierno, secundando la Revolución de Agua
Prieta. El coronel Otero y Gama pertenecía a esa familia de luchadores y de
intelectuales potosinos, que a través de toda nuestra historia se significaron
como grandes batalladores. Recuerdo, entre otros miembros de esa estirpe, a
don Valentín Gama, al ingeniero Otero y Gama y al licenciado Díaz Soto y
Gama, todos ellos revolucionarios incorruptibles.
Entre tanto, en Tampico mi madre sufría lo indecible porque no sabía el
lugar en que me encontraba. Las personas que con ella convivían procuraban
consolarla, diciéndole que había yo salido de la capital al arreglo de un asunto
profesional y que pronto volvería.
82
ción con el propósito de inhabilitarme políticamente para figurar como candidato presidencial, lo que al fin lograron en 1932, cuando se celebró en
Querétaro la Convención del Partido Nacional Revolucionario, no habiéndolo hecho antes, según en el propio Puig, “porque Calles temía alborotar demasiado
a la gallera”.
En realidad el general Calles fue demasiado previsor, pues yo nunca
proyecté meterme en tal aventura, aunque sí desde el año 1931 venía pensando en ganarle la partida en la siguiente sucesión. En Roma, platicando con mi
excelente amigo el licenciado Ezequiel Padilla, a principios del año 1931, le
decía: “El general Calles piensa ya en el general Pérez Treviño o en Carlos Riva Palacio
para presentarlos como candidatos presidenciales. Seguramente quiere hacerle el juego a
Pérez Treviño, haciéndole creer que él va a ser el elegido, pero en realidad pensará en Riva
Palacio”. “¿Y qué piensa usted hacer en ese caso?” –me preguntaba Padilla—. “Yo me
iré a México en muy poco tiempo y con mis amigos le presentaremos al general Cárdenas
como candidato presidencial. Este sí será un candidato viable; sus antecedentes y su sinceridad lo hacen incontrolable en la lucha y el general Calles tendrá que resignarse”.
En efecto, cuando en 1933 se iniciaron los trabajos preliminares de
auscultación presidencial, previa invitación que hicimos al señor general Saturnino Cedillo, que se hallaba retirado de la política en su rancho de Palomas,
y al señor general Lázaro Cárdenas, que se encontraba al frente de la Jefatura
de Operaciones Militares del estado de Puebla, procedimos el ingeniero Marte
R. Gómez, el profesor Graciano Sánchez, Enrique Flores Magón, León García
y yo, a organizar la Confederación Campesina Mexicana, para cuyo efecto se
celebró en la ciudad de San Luis Potosí una Convención a la que asistieron las
Ligas de Comunidades Agrarias de Tamaulipas, Michoacán, San Luis Potosí y
Chihuahua. Dicha Convención se inició el 31 de mayo del citado año y adoptó
un programa radical de lucha social y de conquistas económicas para los trabajadores del campo.
Es indudable que aquel suceso inusitado produjo en el general Calles
marcada inquietud, así como en el grupo de amigos que lo rodeaban. Acostumbrados —como estaban todos los hombres del Gobierno— a que no se
hiciese nada sin su previo consentimiento, no dejaron de extrañarse de que alguien se hubiese atrevido a realizar actos de tal naturaleza.
No obstante, por un deber de lealtad hacia el señor presidente Rodríguez, con quien colaboraba en el puesto de Procurador General de la República,
le informé con toda amplitud de aquel paso que íbamos a dar, expresándole
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ción y valentía supieron estar a la altura de su deber, sólo les recomiendo paciencia, pues tengo
la plena seguridad de que, muy pronto, se verán libres de aquella imposición inicua. Además,
tengo esperanzas de que la tan sabia sentencia oriental se cumpla: ‘Siéntate a la puerta de tu
casa, que por ahí verás pasar el cadáver de tu enemigo’ ”.
Las protestas de rebeldía del pueblo de Tamaulipas ante la serie de
atentados, encarcelamientos y asesinatos que cometían las autoridades apoyadas por el Gobierno Federal no se hicieron esperar; eran cada día más violentas. Los campesinos, especialmente, supieron afrontar con toda entereza aquella
situación que, de manera intolerable, se prolongó hasta agosto de 1935, mes
en que el presidente Cárdenas oyó el clamor del pueblo y apoyó al Congreso
Local, que destituyó al gobernador Villarreal. Pero esto, después de dos años
de desgobierno y de arbitrariedades sin cuento; después de que fueron asesinados cientos de campesinos y expulsados del territorio tamaulipeco centenares de hombres libres que se negaban a ser víctimas del pretorianismo local.
Esto, después de que las cárceles estaban llenas de ciudadanos que no habían
cometido más delito que el de protestar por las graves injusticias que se consumaban en sus personas o en sus bienes; y después de que los agraristas,
secundados por el pueblo en masa, acordaron concentrarse en las cabeceras
de los cuatro distritos del estado, especialmente en la capital, para exigirle al
gobernador Villarreal la renuncia de su cargo. Aquella concentración de
campesinos, que puso en movimiento a más de 40,000 hombres de todas las
clases sociales, fue una epopeya de la que deben estar orgullosos los tamaulipecos. Toda la prensa de México y la de Estados Unidos dieron a conocer con
amplitud de detalles aquel movimiento de masas, que provocó la caída del
gobernador impuesto y abrió el sendero de la libertad al pueblo de Tamaulipas.
Por fin, el 12 de julio fuimos puestos en libertad por órdenes del general Diéguez. El recorrido de Chihuahua a la Ciudad de México lo hicimos el
profesor Juan Gual Vidal y yo con toda felicidad. Araujo y los demás compañeros deportados que habían pasado con nosotros aquellas “vacaciones” tan
envidiables, se fueron directamente a Tampico y ninguno de ellos fue repuesto en los empleos que desempeñaban. Así se epilogó aquella huelga que el
año de 1919 estalló en Tampico, huelga formidable que paralizó todos los
campos petroleros y que reportó grandes enseñanzas para los trabajadores.
Como resultado de aquella lucha, el general Calles, que tenía predilección por su finca azucarera de la región de El Mante, a donde hacía viajes con
frecuencia, no volvió a poner los pies en Tamaulipas, y el hombre querido y
admirado que era hasta entonces, por mí y por mis coterráneos, se convirtió
en el más irreconciliable enemigo del estado.
La actitud de abierta oposición que hacia mí adoptó el general Calles no
se limitó a estos hechos, que le conquistaron la mala voluntad de sectores
importantes de la República. Ya para el año 1931, Rodolfo Elías Calles, su
hijo, y Luis Montes de Oca, el Ministro de Hacienda de Ortiz Rubio —según
el Dr. Puig Casauranc en su libro “Galatea rebelde a varios pigmaliones”,
páginas 394-395— intentaron, por instrucciones suyas, reformar la Constitu254
83
unidas en el terreno puramente social, animadas de mayor espíritu de serenidad, defiendan
sus intereses frente a los enemigos que tratan de arrebatarles lo que dentro de la ley y como
fruto de sus esfuerzos han obtenido.
Como mi presencia dentro del Partido Revolucionario sería un obstáculo para el
predominio de sus nuevos directores, y como mi decoro personal me impide dejar inadvertidos los ataques que me hicieron, declaro que me considero suspendido como miembro de
dicho Partido. Esta actitud deberá considerarse como exclusivamente personal de mi parte
y del modo más terminante suplico a mis amigos que no la secunden. No quiero mencionar
los actos de deslealtad con que se me combatió, para no alterar la serenidad de estas declaraciones. En las palabras y actitudes de nuestros enemigos de hoy —fieles amigos y
partidarios de ayer— están implícitas mi justificación y su condenación. Sólo quiero hacer
constar que quienes tal han hecho no merecen gobernar el estado de Tamaulipas ni que el
pueblo de mi estado crea en su sinceridad ni en su rectitud.
Los intereses que los apartaron de mí los volverán a separar entre sí y entonces, tras
de que el desbordamiento de sus apetitos haya causado males de difícil reparación, será
cuando se piense que yo, a pesar de los defectos que soy el primero en reconocerme y lamentar,
representaba para Tamaulipas probidad personal, rectitud administrativa y convicciones
revolucionarias.
Pero mis enemigos tienen todavía una manera de derrotarme. Y yo se las presento,
deseoso que sepan aprovecharla: que hagan la felicidad de mi estado, que concluyan en él la
obra revolucionaria, que apoyen y rediman a los campesinos y obreros y que, como se
ingeniaron para integrar y escamotearme el triunfo en el plebiscito, que se ingenien para
gobernar bien a Tamaulipas”.
Como sucede siempre en esos casos, no faltaron gentes que reprobaron
mi actitud, haciéndome ver que no era todo lo valiente que se hacía indispensable para exhibir ante la Nación la burla tan descarada que se había cometido
en Tamaulipas. Contestaba a los impacientes que estaba resuelto a esperar
dignamente el desarrollo de los futuros acontecimientos; pues que, a la larga,
acabaría por reírme de todos los que habían tramado y ejecutado aquella sangrienta farsa: los generales Calles y Ortiz Rubio. “Tengo —les decía— veinte
años menos que el general Calles y abrigo la esperanza de verlo rodar, antes de que él me vea
a mí, por la pendiente que él mismo se ha trazado. En cuanto al ingeniero Ortiz Rubio,
cuyo Gobierno se bambolea, no creo que llegue al término de su periodo, porque su inconsistencia es tal, que la Nación le ha perdido totalmente la consideración y el respeto que en un
principio tuvo. Por lo que toca a mis correligionarios en Tamaulipas, que con toda abnega84
253
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
El resultado de los plebiscitos fue el previsto por mí. La presión de
todas las autoridades locales y federales, inclusive de elementos militares, y los
atropellos que se cometieron fueron en tan gran escala, que a pesar de la
virilidad con que nos enfrentamos mis partidarios y yo a los encargados de
burlar la voluntad popular, todo resultó inútil. El Partido Nacional Revolucionario declaró triunfante a mi contrincante, el señor doctor Rafael Villarreal,
desconocido por completo en Tamaulipas y sin méritos para llegar al más alto
puesto del estado. Pero había sido el hombre escogido por el general Calles
para hacerme fracasar en aquella ocasión.
CAPÍTULO VIII
LLEGADA DEL GENERAL OBREGÓN
A TAMPICO
El día 14 de abril hice a la prensa de México las siguientes declaraciones, en las cuales expuse que suspendía temporalmente mis actividades políticas.
“Acepté mi precandidatura al Gobierno de Tamaulipas porque quienes estaban en
posibilidades de conocer la situación y la opinión reinante en el estado, del más elevado al
más modesto y sin excluir a los que hoy me han combatido con mayor saña, me aseguraron
que mi presencia era necesaria para impedir que el Partido Socialista Fronterizo se dividiera.
Continué en la lucha hasta llegar al plebiscito del 3 de abril porque después de la
deserción de dirigentes políticos, seguí contando con la simpatía de las clases populares
campesinas y obreras, y no dudé de que en una lucha abierta y democrática lograría hacer
imperar la soberanía del Partido sobre la tiranía del Comité Directivo y de las autoridades,
que sin miramiento alguno realizaron todo género de procedimientos de coacción y de violencia, para impedir que la voluntad popular se expresara libremente. El dictamen por el que
el Partido Nacional Revolucionario reconoció el triunfo de mi contrincante cambia por completo el aspecto de la cuestión. Continuar en la lucha sería enfrentarse con el mismo Partido
y hacer que se separaran del Partido Socialista Fronterizo los elementos que me siguieron.
Y como, al obrar así, resultaría yo realizando precisamente la labor de desunión que
vine a conjurar, opto por suspender de modo indefinido toda actividad política hasta el día
en que exista en la República un Gobierno que respete la voluntad popular y cumpla con
el programa de la Revolución Mexicana.
No quiero que ninguno de mis amigos abandone las filas del Partido Socialista
Fronterizo y que, por el contrario, todos se esfuercen dentro de él por hacer imperar las ideas
revolucionarias que están hoy amenazadas por la colaboración que, para combatirme,
prestaron las clases acomodadas y muy especialmente la latifundista. A las clases laborantes de Tamaulipas (Liga de Comunidades Agrarias y Organizaciones Obreras), que
con tanto entusiasmo me secundaron en la lucha, deseo exhortarlas para que se mantengan
252
E
Recibimiento que se le hizo. Atropellos que cometió la Policía Militar.
Asalto en el cuarto del hotel por militares mandados por el coronel
Carlos S. Orozco. Levantamiento del gobernador De la Huerta en contra del Gobierno de Carranza. Mi salida de Tampico rumbo a Sonora.
Nombramiento que en mi favor hizo De la Huerta como Gobernador
de Tamaulipas. Clausura de las casas de juego.
l día 28 del mes de marzo de 1920 llegó el general Obregón a Tampico.
Más de veinte mil manifestantes desfilaron desde la población de Villa Cecilia, hoy Ciudad Madero, pasando por Árbol Grande, hasta concentrarse en la
Plaza de la Libertad de Tampico y aclamando con gran entusiasmo al candidato presidencial.
El lujo de la fuerza que desplegó el Gobierno fue aparatoso. Por todas
partes se veían piquetes de soldados y policías uniformados en actitud amenazante. Los partidarios del general Obregón eran golpeados o encarcelados sin
piedad. Al pasar el candidato presidencial, que iba en un camión abierto (en el
que yo me encontraba), por las calles de Altamira y Espartal, el general Murguía, jefe militar de la zona, que allí se encontraba rodeado de su estado mayor, levantó el fuete y con él amenazó al general Obregón, que imperturbable
le dirigió una mirada de fuego, agregando en voz baja y moviendo los labios,
para que Murguía se diera cuenta, una expresión muy mexicana.
Como a las seis de la tarde llegó la manifestación a la Plaza de la Libertad, y desde los balcones el antiguo Hotel Continental, nos dirigimos a la
multitud que en forma delirante aclamaba al Candidato.
Fui el primero en hacer uso de la palabra. En términos cordiales hice la
presentación del Candidato, y agregué, con energía, que el pueblo debería
85
seguir luchando para hacer triunfar la candidatura de Obregón, en contra de
la imposición que pretendía hacer el Gobierno, y que ese triunfo lo lograríamos a pesar de los atropellos, encarcelamientos y asesinatos que se venían cometiendo por las autoridades. Después hablaron Manrique, Manlio Fabio Altamirano y Martínez de Escobar. Todos ellos en un tono violento, atacando
los procedimientos y arbitrariedades de que veníamos siendo víctimas los
obregonistas en todos los estados de la República.
Finalmente, habló el general Obregón. Su discurso fue una catilinaria
contra los malos militares que se habían convertido en instrumentos de una
tiranía ya insoportable, por toda la inmoralidad que había minado a los hombres que rodeaban al señor Carranza, y por la pretensión de éste de imponer
por la fuerza a un candidato en contra de la voluntad popular.
Al terminar el mitin, el general Obregón salió acompañado de algunos
de sus partidarios, entre otros Manrique, Martínez de Escobar, Jorge Prieto
Laurens, a dar un paseo por la plaza. En el cuarto del hotel quedamos el general Jesús M. Garza, Manlio Fabio Altamirano, Fernando Torreblanca, dos
asistentes del general Obregón y el que esto escribe; y en los momentos en
que nos disponíamos a asearnos, irrumpió en el interior de la habitación un
grupo de esbirros, que con pistola en mano nos lanzaron los más soeces calificativos. El general Garza, que tenía un valor a toda prueba, echó mano
también a su pistola y se enfrentó a aquellos individuos, y cuando iba a disparar me interpuse entre los dos grupos, diciendo al general Garza que no hiciera
fuego, a lo cual él me contestó que me hiciera a un lado, porque iba a repeler
la agresión de aquel grupo de policías enfurecidos. Yo no me di cuenta del peligro que corríamos y me encaré a los intrusos, diciéndoles que no era esa la
forma de proceder como agentes de la autoridad y preguntándoles en tono
enérgico: “¿Qué es lo que quieren ustedes?”. A lo que el Jefe de Grupo me contestó: “Venimos a aprehender al diputado Altamirano”, cometiendo con este acto un
atropello incalificable, pues como representante federal está investido de fuero. El general Garza seguía en su actitud de querer hacer fuego; pero como yo
ya había calmado al grupo de intrusos, le supliqué me diera su pistola, a lo
cual él accedió.
Comentando aquellos sucesos, el general Obregón, en carta que dirigió
con fecha 29 de marzo de 1920 a don Fernando Iglesias Calderón, Presidente
del Centro Director Obregonista, dice lo siguiente:
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conocimiento que he aceptado la postulación para el Gobierno de Tamaulipas. El señor
Presidente me dijo, con toda franqueza, que de estos asuntos no sabía nada y que platicara
con usted sobre el particular”.
El general Calles, visiblemente contrariado, me contestó: “Me extraña
que el ingeniero Ortiz Rubio le haya dicho que platicara conmigo sobre este asunto, pues yo
no tengo ninguna representación oficial en el Gobierno”. A esto repuse: “General, yo
deseo que hablemos con la franqueza que siempre lo hemos hecho. Yo sé, como lo sabe toda
la Nación, que usted es quien resuelve todos los negocios del Gobierno. Deseo que usted me
oiga por algunos momentos, para decirle lo que pienso y lo que siento. Por ello he venido a
verlo”.
El general Calles replicó secamente: “Dígame usted”. En tono comedido
le hice ver que se preparaba en Tamaulipas una farsa electoral, pues con la
anticipación de los plebiscitos y de las elecciones, parecía como que no quería
dar tiempo para denunciar los injustos procedimientos a que se estaba recurriendo para defraudar la opinión de las mayorías.
“Yo sé —continué— que, con la presión oficial que está haciendo ya el Gobierno
Federal, se va a consumar una burda imposición y no creo que usted deba prestarse y dar su
nombre para actos de tal naturaleza. Usted, mejor que nadie, conoce la organización que
existe allá desde hace varios años. Si en otros estados las imposiciones no han tenido
resonancia, en Tamaulipas sí la va a tener; yo no pretendo hacer nada de lo que esté fuera
de lo que mandan las leyes y la disciplina que debo al Partido —del que yo soy, como usted,
fundador— pero, de llegarse a consumar tal imposición, usted lo resentirá más que nadie en
su prestigio, y en Tamaulipas, lo perderá definitivamente. No creo que exista fuerza alguna
capaz de hacer que usted se desvíe de sus deberes de revolucionario sincero y patriota. Sin
embargo, quienes hemos sido sus amigos sinceros, estamos viendo, con desconsuelo, que usted
se está dejando influenciar por un grupo de gentes que no le prestigian y que lo están
gastando en forma que, de seguir así, en muy pocos años más lo llevará al fracaso”.
La impresión que produjo en el general Calles lo expuesto por mí no
fue de disgusto; sino antes bien, de reacción favorable. “Es inexacto —me
contestó— que yo tenga el menor interés en las elecciones de Tamaulipas. Usted debe estar
confiado en que el Partido obrará con la más absoluta imparcialidad y reconocerá el triunfo
de quien lo obtenga. Ya hablé con Pérez Treviño para que, como Presidente del Partido
Nacional Revolucionario, observe estas instrucciones”.
Yo sabía que el general Calles, al hablarme así, no lo hacía sinceramente
y, breves minutos después, me despedí de él para volver a mi estado a continuar mi campaña política.
251
funcionarios del estado, que por miedo al general Calles o por conveniencia
personal, se vieron obligados a corresponder con una traición a mi generosidad que los había sacado de la nada y los había encumbrado a puestos que
jamás habían soñado.
La mayor parte de los Ayuntamientos, con excepción de los de Matamoros, Nuevo Laredo, Mier y algún otro, se me “voltearon”. Quedaron en
cambio fieles a mi postulación, la totalidad de los campesinos organizados,
todas las cooperativas encabezadas por el Gremio Unido de Alijadores, todos
los centros obreros de Tamaulipas y la mayoría del pueblo no organizado, el
cual valientemente aceptó la lucha, sabiendo que el general Calles y el presidente Ortiz Rubio, con toda la maquinaria oficial, estaban empeñados en ganar a toda costa.
La anticipación de fechas para la celebración de plebiscitos y de elecciones se había hecho con el objeto de evitar que tuviese yo tiempo de organizar a mis elementos y de recorrer el estado.
Me embarqué rumbo a Nueva York el primero de marzo y llegué el 13
a Nuevo Laredo, de suerte que apenas dispuse de 15 días hábiles anteriores a
los plebiscitos para desarrollar mis actividades. El 16 del mismo mes celebré
una entrevista en Chapultepec con el señor presidente Ortiz Rubio. En ella le
expliqué el motivo que había tenido para renunciar a la representación diplomática con que su Gobierno me había honrado y que no era otro que la aceptación que había hecho de mi postulación al Gobierno del Estado. El señor
presidente Ortiz Rubio, después de algunas explicaciones que le di, y de hacerle conocer las medidas que estaban tomando la Secretaría de Gobernación
y el Partido, tendientes a defraudar la voluntad popular, me dio por respuesta
que él no conocía de aquellos asuntos y me sugirió la conveniencia de que
viera al general Calles. Al día siguiente me dirigí a Cuernavaca con el objeto
de entrevistarlo, habiéndome recibido en la casa del general Abelardo L. Rodríguez. El general Calles se hallaba con los señores Manuel Llantada, Juan R.
Platt, Carlos Vega, Ignacio Gómez, Ángel Fojo, Ramón Salido y Arturo Saracho.
Tan pronto como llegué, en tono muy afectuoso me invitó a pasar al
privado contiguo. Inmediatamente le abordé el asunto que me llevaba, expresándome más o menos en los siguientes términos: “Estuve ayer con el presidente
Ortiz Rubio con objeto de saludarlo y comunicarle los motivos que había tenido para
presentar la renuncia del cargo diplomático que me confirió, a la vez que para poner en su
250
“Nuestra entrada a Tampico ha sido uno de los éxitos de mayor significación en
nuestra gira política. De todas las clases sociales, predominando naturalmente la obrera
que es tan numerosa en este puerto, se congregó para recibirnos una multitud que pasaba de
quince mil ciudadanos. Al llegar a la Plaza de la Libertad celebróse un mitin, habiendo
hecho uso de la palabra tres de mis compañeros y yo desde el balcón de mi alojamiento, en el
Hotel Continental. El entusiasmo de la muchedumbre fue desbordante, habiendo sido
constantemente interrumpidos nuestros discursos por las aclamaciones y aplausos de los
concurrentes. El mitin terminó dentro del mayor orden, no obstante la actitud provocativa
de las autoridades militares, quienes destacaron gruesas escoltas de gendarmes montados y
de soldados de infantería, que se mezclaron en la manifestación, e interrumpían y molestaban a cada paso a los manifestantes. Momentos después de terminado el mitin, fueron
aprehendidos dos de mis compañeros, los oradores Lic. Rafael Martínez de Escobar y
Aurelio Manrique Jr. Una hora después fue asaltado mi alojamiento por un grupo de siete
agentes del Gobierno, quienes penetraron de improviso levantando sus pistolas y pronunciando palabras injuriosas. El atentado se frustró por haberme encontrado, casualmente en
esos momentos, fuera de mi alojamiento. Los agentes no presentaron orden escrita alguna y
sólo gritaban que eran enviados del coronel Carlos Orozco, del general Murguía, entablando un altercado con tres de mis compañeros que estuvo a punto de degenerar en una riña
armada, a no haberlo evitado con toda oportunidad y valor el Lic. Emilio Portes Gil. Los
agentes del Gobierno, sin respetar el fuero constitucional que ampara a los Diputados del
Congreso de la Unión, aprehendieron con lujo de fuerza al diputado Manlio Fabio Altamirano, que se encontraba en mi alojamiento y se lo llevaron a la cárcel, en donde estaban
ya Manrique y Martínez de Escobar. Estos dos últimos, después de ser aprehendidos
fueron golpeados personalmente por el coronel Carlos Orozco e injuriados soezmente. La
indignación más justa e intensa reina entre todos los habitantes de Tampico que han presenciado estos actos repugnantes”.
Fue aquél un momento decisivo para la causa obregonista. El plan del
Gobierno era provocar un zafarrancho en el hotel y asesinar al general Obregón,
que paseaba tranquilamente en el jardín seguido de la multitud. Todo el plan
se frustró gracias a la actitud serena que asumimos cuando se trató de asesinarnos en el cuarto del hotel.
Cuando llegó el general Obregón al hotel, enterado de los acontecimientos, aprobó mi conducta, felicitándome por haber procedido en la forma relatada, al evitar un zafarrancho que hubiera sido deplorable para el obregonismo.
87
Al día siguiente el general Obregón salió rumbo a Ciudad Victoria, en
donde se le recibió con una manifestación de más de diez mil personas, que
encabezaba el profesor Candelario Garza. Después se trasladó a Matamoros,
de donde fue llamado por la Procuraduría General de Justicia Militar a la Ciudad de México, para que respondiera de una ridícula acusación, que por el delito de sedición se le seguía en uno de los Juzgados de Instrucción Militar.
Don Venustiano o sus consejeros, sin conocer la hombría y la inteligencia de Obregón, pensaron que se pondría a salvo, cruzando la frontera, y se
inhabilitaría, legalmente, como candidato.
Pocos días después, y en vista de que la situación era ya insoportable, el
general Obregón se escapó de la capital con rumbo al estado de Guerrero,
asumiendo una actitud de franca rebeldía en contra del Gobierno del señor
Carranza.
En esos días el estado de Sonora, a cuyo frente como Gobernador se
encontraba don Adolfo De la Huerta, se puso en franca rebelión alegando
que el Gobierno del centro había violado su soberanía por pretender derrocar
la administración local. El señor De la Huerta nombró Jefe de las Fuerzas
Defensoras de la Soberanía del Estado, al general Plutarco Elías Calles, quien
previamente expidió el Plan de Agua Prieta, fechado el 23 de abril de 1920.
Mientras tanto, en Tamaulipas seguían las persecuciones y los atropellamientos cada día en forma más violenta. Yo, como cabeza del obregonismo,
era el principal punto de mira. Entre las víctimas del coronel Orozco siguieron el Lic. don Federico Martínez Rojas y Vicente Villasana, director de “El
Mundo”, que fueron aprehendidos, llevados a la Jefatura de la Policía Militar
y golpeados en forma bárbara. Otros muchos líderes obregonistas fueron también encarcelados y golpeados por el solo delito de haberse afiliado a la candidatura independiente.
Como a mí se me vigilaba muy estrechamente, el día 3 del mes de abril
un grupo de militares de la Policía se introdujo hasta mis habitaciones. Por
fortuna, mi madre, que no perdió la serenidad, consiguió que un vecino nuestro, el señor Manuel Carvajal, me permitiera salir por su casa, para cuyo fin
tuve que escalar el muro que la separaba de la mía. Así pude escapar de las garras de la policía, para ir a refugiarme en los sótanos de la casa de un viejo
amigo mío, don Epigmenio Narváez, ubicada en el Barrio del Cascajal. Pocos
días después salí por la noche en una canoa por la Laguna del Chairel, desembarcando en la estación de Tamós, donde tomé el tren para San Luis Potosí.
88
Días antes de mi renuncia, Carlos Rivera Palacio, que se hallaba en París,
me mostró un mensaje en clave del doctor Eucario López, su representante
en México, en el cual le expresaba que el general Calles le había llamado para
indicarle se dirigiera a él, a fin de que me hiciera ver “la inconveniencia de que
aceptase aquella postulación, ya que, según su criterio, el sentimiento antirreelecionista estaba
tan profundamente arraigado en el estado de Tamaulipas, que seguramente iría al fracaso y
que, como amigo mío, se tomaba la libertad de decírmelo con toda franqueza”.
Contesté a Rivera Palacio diciéndole: “No he aceptado ninguna candidatura,
pero sí me propongo ir a Tamaulipas con objeto de celebrar una convención en la que habrá
de elegirse al candidato que sustituirá al licenciado Castellanos, y aún cuando yo no estoy
impedido para ser postulado, desde luego no aceptaré mi postulación. Puedes decir al general
Calles que en estos momentos mando un cable a la Secretaría de Relaciones para renunciar
a los puestos de Ministro Plenipotenciario en Francia y Jefe de la Delegación Mexicana en
Ginebra”.
El descontento que produjo en el general Calles aquella resolución no
se hizo esperar. Inmediatamente ordenó al Gobernador —por conducto del
entonces Presidente del Partido Nacional Revolucionario— se trasladara a
México, y en su hacienda de Santa Bárbara, según supe después, tuvo con él
una amplísima entrevista, de la que salió el licenciado Castellanos con todo un
plan que se comprometió a poner en práctica para hacerme fracasar. Castellanos, en honor a la verdad, no aceptó de muy buen grado la conducta que se le
imponía. Así lo entendió el profesor Graciano Sánchez, a quien consultó lo
que debería hacer y Castellanos, profundamente desalentado, le manifestó
que no estaba dispuesto a acatar las órdenes del general Calles, pues antes que
jugarme una traición, expresó al profesor Sánchez, preferiría renunciar al
Gobierno del Estado. Por supuesto que Castellanos se convirtió en el principal ejecutor de los planes oposicionistas del Gobierno de Ortiz Rubio y del
general Calles.
La maquinaria oficial, dirigida torpemente por los incondicionales del
general Calles, se movió con toda celeridad.
El Congreso del Estado —que 15 días antes me había protestado su
adhesión en cable que firmaban todos los diputados— fue convocado urgentemente por el gobernador Castellanos para reformar la Ley Electoral vigente, fijando el primer domingo de julio para que tuvieran verificativo las
elecciones, en vez del primer domingo de octubre, conforme estaba señalado
desde hacía 10 años. Los plebiscitos, que deberían efectuarse en julio, se anticiparon al mes de abril y se inició el movimiento de defecciones de muchos
249
jo, entre las diversas organizaciones que formaban el Partido Socialista Fronterizo, una desorientación que estuvo a punto de iniciar una división seria.
Como yo me encontraba ausente del país, desempeñando el cargo de Ministro
de Francia y Delegado ante la Sociedad de las Naciones, el señor licenciado
Castellanos me escribió varias cartas, haciéndome ver aquella situación y manifestándome que existía entre tales organizaciones (Partido Socialista Fronterizo, Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos, Cooperativas,
Federación Obrera de Tamaulipas y sus adheridas) una fuerte corriente de
opinión en mi favor, por lo que, habiendo cambiado impresiones con sus
directores, me invitaba a pensar, serenamente, en la conveniencia de que aceptara
mi postulación para el Gobierno del Estado.
Contesté al licenciado Castellanos que no me parecía prudente aceptar
tal sugestión, porque aun cuando la Constitución Política de la República no
me impedía en modo alguno aceptar esa postulación (no se había reformado
todavía la Constitución que adoptó el principio absoluto de la No Reelección), ni la Constitución local lo prohibía, tanto más, cuando que ya algunos
gobernadores como Tejeda en Veracruz, y otros amigos del general Calles
habían sido electos después del primer periodo de Gobierno; sin embargo, no
creía prudente que se me postulara porque tal situación traería consigo una
serie de dificultades para Tamaulipas, dado el distanciamiento que ya existía
con el general Calles y con el presidente Ortiz Rubio.
Agregué en la contestación al licenciado Castellanos que si se consideraba indispensable mi presencia en Tamaulipas, iría sólo con el objeto de
convocar a una gran convención del Partido Socialista Fronterizo y de sus
organizaciones, a fin de que se designara al candidato al Gobierno del Estado
que habría de sustituirlo, pero que no podía aceptar ninguna postulación.
El licenciado Castellanos siguió insistiendo conmigo, haciéndome ver
que unánimemente se habían iniciado ya los trabajos en todo el estado a favor
de mi candidatura, y, como me llegaran cables de todos los pueblos instándome a que resolviese de inmediato, invariablemente les contesté lo mismo
que había dicho al Gobernador del Estado.
Yo sabía que mi venida a México originaría algunas dificultades y provocaría en el general Calles, a quien ya sus incondicionales habían elevado a la
categoría de Jefe Máximo de la Revolución, un disgusto, y como lo conocía
desde hacía muchos años, consideré que desde luego se convertiría en mi más
tenaz enemigo. Sin embargo, acepté la responsabilidad histórica que me correspondía, preparándome para emprender el regreso a México.
248
Mi gratitud y la de mi madre para el señor Manuel Carvajal nunca
pudimos hacérsela patente. A este señor no lo volví a ver sino hasta el año de
1952, en que accidentalmente pasó por mi casa, y al verme, se paró a saludarnos. No lo reconocí hasta que él me recordó aquellos momentos trágicos de
1919. Desde ese año llevé con el señor Carbajal las más cordiales relaciones
de amistad, y fui testigo del casamiento de una de sus hijas, que se desposó
con uno de los muy estimables hijos de mi distinguido y gran amigo, el señor
licenciado José Aguilar y Maya. Desgraciadamente, el señor Carvajal falleció
hace algunos meses; con él perdió México un ciudadano ejemplar.
Era en esos días Presidente Municipal de Tampico el eminente médico,
ya fallecido, Carlos Canseco, quien le profesaba a mi madre un cariño entrañable. El doctor Canseco hacía cuanto podía por evitar los atropellos que cometían los militares, que al mando del sanguinario coronel Carlos S. Orozco,
Jefe de la Policía Militar y de origen huertista, no descansaban un solo momento para sembrar el terror en las filas obregonistas. He sabido, por habérmelo
dicho el arquitecto Enrique L. Canseco, hermano del Presidente Municipal,
que en una junta que tuvieron en el Hotel Imperial, Murguía, Orozco, el general Osuna y el Presidente Municipal, Orozco les manifestó que si lo autorizaban para hacerme desaparecer, se acabaría aquella agitación.
Ante esta proposición, el doctor Canseco manifestó que por ningún
motivo consentiría él aquello; que en caso de que se hiciera, renunciaría a su
cargo, haciendo público lo dicho; el general Osuna apoyó al doctor Canseco.
Así pude llegar en compañía de mi madre a Nuevo Laredo, pasando la
frontera gracias a las facilidades que me proporcionó el general don Jorge
Bórquez, ya fallecido, entonces Coronel y Jefe del Resguardo Aduanal de aquel
puerto fronterizo.
Inmediatamente me trasladé a Hermosillo, a donde llegué el día 10 del
mes de abril a ponerme a las órdenes del Jefe de la Revolución de Agua Prieta,
Adolfo De la Huerta, quien me confirió el nombramiento de Gobernador
Provisional de Tamaulipas, con todas las facultades para hacerme cargo de las
fuerzas militares y civiles del estado, y disponer lo que fuese necesario para
hacer triunfar el movimiento de Agua Prieta.
El día 12 del mes de mayo llegué a Laredo, Texas, y como un día antes
el coronel Bórquez y el licenciado Pedro González se habían posesionado de
la ciudad de Nuevo Laredo, entré a ella instalando desde luego el Gobierno
Provisional. Pocos días después, Monterrey, Ciudad Victoria, Matamoros,
89
Reynosa, Tampico y otras poblaciones cayeron en nuestro poder, habiéndome
trasladado a la capital del Estado, en donde recibí el Gobierno de manos del
general Marcelo Caraveo, quien se había posesionado de la ciudad, después
de obligar a los funcionarios de la imposición a salir en fuga rumbo al norte
del estado.
El Gobierno Provisional estuvo solamente 45 días, habiendo sido mi
primer acto ordenar la clausura de los garitos que venían funcionando desde
hacía años en Tampico, Laredo, Matamoros y Reynosa.
Como el puerto de Tampico estaba en auge extraordinario con motivo
de que en esos años la riqueza petrolera había llegado a su apogeo, la ciudad
parecía un campamento de negociantes y viciosos; era una verdadera Babel.
Los dólares corrían a torrentes, no se tenía noción de lo que valía el dinero, y
en todas partes se alardeaba de las grandes fortunas que se improvisaban
rápidamente.
El tradicional Barrio de la Unión daba cabida a más de 200 casas de
asignación, desde las más lujosas hasta las más miserables; y más de 15,000
prostitutas estaban registradas en las Oficinas de Salubridad. Por toda la ciudad
se veían las escenas más inmorales. La policía estaba desorganizada. Con la
colaboración del general Arnulfo R. Gómez, que había llegado de la Huasteca, a donde se había concentrado con sus fuerzas secundando el movimiento
de Sonora, inicié la reorganización de los servicios públicos, otorgando garantías a todos los ciudadanos.
La organización —que inicié en Tamaulipas, desde el año de 1918—
fue sólida porque siempre tuvo una base económica que le permitía moverse.
Con la dotación de tierras que me tocó hacer por primera vez en 1924, los
campesinos comprendieron que su porvenir estaba asegurado desde aquellos
días. Por otra parte, los obreros antes desilusionados por las promesas incumplidas que se les habían hecho, se convencieron de que, por fin, se expedía un
Código de Trabajo que fue de los primeros y más avanzados. Dicho Código
aseguraba para ellos la libertad sindical, el derecho de huelga, salarios mejores, indemnizaciones, jubilaciones por despido injustificado, por accidentes
en el trabajo, por enfermedades profesionales, por incapacidad y por vejez.
Fue en aquella época cuando se inició en Tamaulipas la intensa labor
educacional que colocó a mi estado, según las estadísticas de la Secretaría de
Educación Pública, en el primer lugar por el presupuesto destinado a ese ramo (el mayor de la República en relación con la población de la entidad). El
primer lugar, también, por el número de escuelas primarias y nocturnas para
niños y adultos que sostenía. El primer lugar, además, por el número de educandos que asistían a los planteles educativos. Y el primer lugar, finalmente,
por el gasto que el Estado hacía por cada educando.
Asimismo, en aquella época se inició en Tamaulipas la campaña antialcohólica, que diera tan benéficos resultados, hasta el punto de que todos los
centros ejidales declararon la prohibición absoluta en sus respectivas jurisdicciones.
En el Gobierno Provisional me sustituyó el senador José Morante, que
fue nombrado por el Senado de la República. La causa por la cual se me relevó del puesto, fue la de negarme a otorgar la concesión del juego por la que se
interesaba un alto jefe militar que radicaba en la Ciudad de México. Por tal
concesión se pagaba la suma de 300,000 dólares mensuales, y solamente el
puerto de Tampico, que estaba en auge, producía lo suficiente para que tal
concesión constituyera un gran negocio. Esos 300,000 dólares se distribuían
entre el Gobernador del Estado, el Jefe de las Operaciones, el Comandante de
la Policía y algunos funcionarios de la capital de la República, que se hacían
pagar muy fuertes cantidades para evitar que el Gobierno Federal tratara de
impedir el funcionamiento de los garitos. De ese dinero no ingresaba un solo
centavo a las arcas del Estado.
Entonces, también, se inició la organización cooperativa de producción
y de consumo, que aún subsiste y de la que son pruebas contundentes el Gremio Unido de Alijadores, el Sindicato de Limpieza Pública de Tampico, los
empleados de restaurantes y similares, los choferes, e infinidad de otras agrupaciones obreras y campesinas que viven y desarrollan sus actividades económicas y sociales gracias a la cooperación.
Días antes de que el Senado nombrara Gobernador a don José Morante,
se me presentó en la Casa de Gobierno de Ciudad Victoria, el señor don
Ahora bien, al iniciarse en 1931 los trabajos electorales para la designación del candidato que había de suceder al gobernador Castellanos, se produ-
90
Con una labor como la descrita, lógico era pensar que, cuando terminó
el periodo gubernamental, se pudiese hacer una sucesión en que sólo figuraran como candidatos dos amigos de las organizaciones campesinas y obreras,
firmes apoyos del Gobierno Local. Tales candidatos fueron los señores licenciados Pedro González y Francisco Castellanos, resultando triunfante en la
justa electoral el últimamente nombrado.
247
Ya para el mes de mayo de 1924, el triunfo del Gobierno era un hecho.
Ninguno de nuestros cuartelazos ha sido tan fecundo en enseñanza cívica
como aquél, que fue igualmente, sin duda, el que costara más vidas a la Nación.
Bartolo Rodríguez, rico ganadero de Tampico, para quien yo tenía una deuda
de gratitud; pues me había facilitado $5,000.00 para pagar una letra vencida
en los momentos en que el Gobierno nos tenía sitiados por hambre.
En el citado año se iniciaron en Tamaulipas los trabajos electorales para
la renovación de Poderes Locales, acto que debería celebrarse el primer domingo del mes de octubre.
Don Bartolo me manifestó que iba comisionado por una alta personalidad militar de la Ciudad de México, para decirme que si yo otorgaba la concesión del juego en la misma forma que venía funcionado hasta el momento en
que el Gobierno a mi cargo había clausurado los garitos, ese alto jefe militar
se comprometía a que el Senado, que estaba controlado por el Partido Liberal
Constitucionalista, me ratificaría el nombramiento de Gobernador Provisional que me había expedido el Jefe de la Revolución de Agua Prieta.
Como yo figuraba en la calidad de único candidato, estuve en aptitud de
construir una organización completa, de la cual ha formado parte —desde
entonces— la inmensa mayoría de los habitantes del estado. Para lograr tal
finalidad, se celebró en Ciudad Victoria una gran convención. En ella se fusionaron todos los partidos existentes, formándose así el Partido Socialista
Fronterizo que, con un programa avanzado, estuvo en actividad hasta 1932,
año en el cual el Partido Nacional Revolucionario absorbió a todas las organizaciones políticas de los estados.
En el Gobierno de mi estado pude organizar a los campesinos y a los
trabajadores. A los primeros, constituyendo la Liga de Comunidades Agrarias
y Sindicatos Campesinos de Tamaulipas, y a los segundos, fortaleciendo a la
Federación Obrera, las organizaciones autónomas de la región petrolera, que
aumentaron su poder gracias al impulso que les dio el Gobierno del Estado.
Con tales fuerzas, las citadas organizaciones estuvieron en aptitud de hacer
frente, siempre con éxito, a las acometidas que don Luis N. Morones, líder
principal de la en aquella época poderosa CROM, llevó a cabo por medio de
brigadas ambulantes de choque, que pudo mantener en pie combativo merced
a los grandes recursos de que disponía en su carácter de Secretario de Industria, Comercio y Trabajo.
Las luchas que se liberaron en el puerto de Tampico por la conquista de
la hegemonía obrera fueron sangrientas. En todas ellas resultó derrotada la
Confederación Regional Obrera Mexicana. De aquellos fracasos me culpó
siempre el señor Morones. Su cólera, no disimulada, se debió a que Tamaulipas fue el único estado que no pudo él someter a su vasallaje.
Naturalmente, convencido de que la organización de los campesinos y
de los obreros era una fuerza incontrolable, cuando se la sabía dirigir y se
tenían miras sinceras de beneficios para el proletariado, aproveché también mi
estancia en la Presidencia de la República para seguir fomentando aquella
organización, que subsiste hoy todavía, con algunas modalidades, y que ha
dado suficientes pruebas de estabilidad, unificación y civismo.
246
Contesté a Bartolo Rodríguez que ya había hablado con el alto jefe militar a que se refería, pues encontrándome en la Ciudad de México me enteró
de sus propósitos; le expresé a dicho señor que por ningún motivo otorgaría
la concesión del juego, a lo que él, en forma violenta, me manifestó que no
duraría yo en el Gobierno de Tamaulipas. Como Bartolo Rodríguez insistiera
en esa solicitud, le manifesté que no podía contraer tal compromiso, pues ello
significaba abjurar de mis convicciones revolucionarias, ya que en mi campaña de Diputado por Tampico y en el periódico “El Diario” que dirigiera,
siempre propugné por el cierre de los garitos.
Don Bartolo, que me profesaba un gran cariño, me insistió para que yo
accediera a esas exigencias, diciéndome: “Mire, licenciado, usted está perdiendo el
tiempo, tiene usted algunos años de lucha en la política y no ha hecho usted dinero. Hágalo
usted porque los años no pasan en balde, y después le pesará”. Contesté a don Bartolo:
“No, yo no debo torcer mis convicciones; entré a la política para hacer bien a mi estado, sin
que abrigue hasta estos momentos más propósitos que los de ser siempre un hombre de bien,
un funcionario recto”. Don Bartolo se despidió moviendo la cabeza y lamentando mi decisión. Y en efecto, un mes después entregaba yo el Gobierno de
Tamaulipas a don José Morante, quien procedió, desde que tomó posesión del
cargo, a abrir las casas de juego en todo el estado, habiendo dado también una
concesión para que en el Barrio de la Unión de la ciudad de Tampico, se abriera un cine donde se exhibían películas pornográficas.
Yo regresé a mi casa satisfecho, pero un tanto desilusionado, pues había
sido el único tamaulipeco que tuve la entereza de ponerme al frente del pueblo de mi estado para hacer triunfar el obregonismo y la Revolución de Agua
Prieta en Tamaulipas.
91
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Los demás jefes militares y civiles, por conveniencia o por cualquier
otro móvil, adoptaron una actitud neutral ante aquella tremenda crisis que
conmovió a la Nación, temerosos, seguramente, de que don Venustiano Carranza y su grupo hicieran triunfar la candidatura de imposición presidencial.
Cuando conté a mi madre lo sucedido, recibí de ella el mismo consejo
que siempre me daba: “Siempre lo que sucede es lo mejor, has hecho bien en negarte a esa
indignidad, ten confianza y fe en ti y en Dios, y sigue luchando sin desanimarte”. Aquellas palabras de mi madre, que siempre las repetía cuando yo sufría algún
descalabro, después de los años que han pasado desde que la perdí para siempre, siguen sonado dulce y placenteramente en mis oídos.
En el corto tiempo que desempeñé el cargo de Gobernador Provisional
inicié algunos trabajos para hacer cumplir la Reforma Agraria y las Leyes del
Trabajo y dicté disposiciones en ese sentido.
CAPÍTULO XXVI
MI SEGUNDA POSTULACIÓN
AL GOBIERNO DE TAMAULIPAS EN 1932
Disgusto que esto causó al general Calles. Mi renuncia como Ministro
de México en Francia y Jefe de la Delegación a la Sociedad de las Naciones. Imposición del Dr. Rafael Villarreal como Gobernador de
Tamaulipas. Postulación del general Lázaro Cárdenas a la Presidencia
de la República, por las Ligas de Comunidades Agrarias de Tamaulipas, San Luis Potosí, Chihuahua, Michoacán, Estado de México y Tlaxcala.
C
omo se recordará, en el año de 1923 el Gobierno del presidente Obregón
atravesó por la crisis militar más grave de los últimos 20 años. Tal crisis fue
motivada por el levantamiento de más de sesenta mil hombres del Ejército,
que dirigieron los divisionarios Enrique Estrada, Manuel M. Diéguez, Salvador Alvarado, Fortunato Maycotte, Guadalupe Sánchez y otros más. Se invocaba como pretexto la versión de que se pretendía violar el sufragio popular e
imponer en la Presidencia el señor general Plutarco Elías Calles, en contra de
la candidatura popular que, según los militares rebeldes, era la de don Adolfo
De la Huerta. En aquella ocasión el que escribe —que a la sazón ocupaba una
curul en la Cámara de Diputados— encabezó en el Congreso al grupo de
representantes partidarios de la candidatura de Calles.
La lucha en la Cámara de Diputados para lograr el triunfo de la Comisión
Permanente fue muy reñida, pues los bandos contendientes pusieron en juego
cuantos recursos estuvieron a su alcance para obtener la mayoría, que al fin se
decidió a favor del general Calles. Con tal motivo, me tocó presidir la Comisión
Permanente del Congreso de la Unión en aquellos trágicos días, en que estuvo
a punto de ser derrocado, por la rebelión delahuertista, el Gobierno del general Obregón.
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245
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
CAPÍTULO IX
LA XXIX LEGISLATURA
Aprobación de mi credencial como Diputado al Congreso de la Unión.
Partido Liberal Constitucionalista. Distanciamiento de dicho Partido
con el presidente Obregón. Lucha en la Cámara de Diputados motivada por la corrupción de algunos líderes del Partido. Crisis en el Gabinete Presidencial, con motivo de la acusación que hice en la Cámara de
Diputados al Secretario de Industria, Comercio y Trabajo. Lucha por
ganar la Comisión Permanente.
E
n el mes de julio de 1920, al verificarse las elecciones de Diputados y
Senadores para integrar la XXIX Legislatura Nacional, resulté electo representante por el distrito de Tampico, no obstante que no hice ningunos trabajos para el efecto ni había aceptado mi candidatura.
La elección en mi favor fue por abrumadora mayoría, pero mi credencial estuvo a punto de ser rechazada porque algunos líderes del Partido Liberal Constitucionalista deseaban que entraran al Congreso un sonorense, el
coronel Carlos T. Robinson que, sin tener los requisitos necesarios para representar aquel distrito, sí reunía la calidad de sonorense, indispensable en aquella época para figurar en el candelero político.
Se iniciaba el sonorensismo, que demeritó grandemente a los líderes
sonorenses, generales Obregón y Calles y señor De la Huerta.
Desde que se iniciaron las discusiones en la Cámara, tuve conocimiento
que se me pondrían algunas dificultades para aprobar mi credencial. Dos de
los principales líderes del Partido Liberal Constitucionalista, los abogados
Rafael Martínez de Escobar, ya fallecido, y Eduardo Neri, me hicieron conocer esas dificultades, diciéndome ambos: “Muévete, porque se pretende por algunos
de los de arriba rechazar tu credencial”.
244
93
Y en una conversación que tuve con ellos, les manifesté que eso iba ser
muy difícil, y que si tal consigna fuera acatada por la mayoría, yo denunciaría
en la Tribuna a quienes tenían tal pretensión, diciendo que los triunfadores ya
iniciaban los mismos procedimientos de burlas al sufragio, que era la causa de
la caída del señor Carranza. Alguno de mis buenos amigos me insinuó: “¿Y si
es el general Obregón o el general Hill quienes ayudan al general Robinson?”. “Pues, si
tengo las pruebas de que ellos están en contra mía, lo diré públicamente en la Tribuna”. La
lucha entre bastidores fue tenaz y difícil. Tuve que hablar personalmente con
la mayoría de los diputados para convencerlos de que en mi favor había votado más de 90% de los ciudadanos de Tampico. Al fin, mis contrarios no se
atrevieron a dar la pelea públicamente y algunas semanas después mi credencial fue aprobada sin discusión alguna.
Posteriormente, algún Ayuntamiento carente de valor civil ordenó que
se quitara el mencionado retrato.
Me ayudaron eficazmente Luis L. León, los abogados Neri, Martínez de
Escobar, Agustín Arroyo Ch., Jefe de la Diputación guanajuatense, Felipe
Carrillo Puerto Soto y Gama, Manrique, los laboristas que jefaturaba Morones y otros queridos compañeros de aquella época.
En pláticas que tuve con el general Calles, Secretario de Gobernación, y
con el señor De la Huerta, de Hacienda, me hacían conocer sus temores en el
sentido que dejo indicado, y tanto uno como otro recomendaban a sus amigos
ayudarme.
Tan luego como fue aprobada mi credencial, solicité de la Cámara una
licencia por tiempo indefinido.
Cuando me despedí del general Calles, no dejó de extrañarse por mi
proceder, pues según él, se hacía necesario apretar filas, porque los peleceanos
eran ya un serio problema para el régimen, y al preguntarme si ya me había
despedido del Presidente, le manifesté que no pensaba hacerlo, en atención a
que él había apoyado a mi contrario para que entrara a la Cámara. El general
Calles me dijo que por ningún motivo me fuera sin despedirme del general
Obregón y acto seguido, sin consultármelo, tomó el teléfono para suplicarle
me recibiera ese mismo día, pues deseaba yo despedirme de él. De Gobernación me fui a la Presidencia. El general Obregón me recibió inmediatamente, habiendo tenido con él una conversación de tres minutos, fría, y en la que
le expuse mi propósito de ir a radicarme a Tampico, pues deseaba alejarme de
la política y dedicarme al ejercicio de mi profesión. El presidente Obregón
tenía una expresión muy suya cuando quería demostrar el desafecto a la persona que se acercaba a él. Esta expresión la tuvo al estrecharme la mano:
“¿Cómo está usted, caballero?”. Me cayó, como decimos en el norte, “en pandor94
243
inundaciones, ya que hubo ocasiones en que las aguas del Río Pánuco se
desbordaron, tapando completamente a dicho mercado, sin causarle ningún
perjuicio.
También me tocó iniciar y casi terminar las obras de dotación de agua
potable y drenaje de Tampico.
La oposición que se hizo entonces al contrato que se celebró fue encabezada por elementos reaccionarios del puerto, y cuando me distancié del
presidente Ortiz Rubio y del general Calles, el Gobierno Federal se incautó de
dichas obras.
Me tocó presidir el Comité de Ayuda a los Damnificados con motivo
del ciclón que azotó los estados de Tamaulipas, Guerrero, Oaxaca y otras
entidades federativas, en el año de 1933.
El Comité logró reunir la cantidad de $4,000,000.00, más gran tonelaje
de mercancías y artículos de primera necesidad con que contribuyó el pueblo
de la República. De todo se publicó una memoria en que constan los nombres
de las personas que aportaron su óbolo.
Con este motivo, trasladamos a México gran número de damnificados,
proporcionándoles ropa, alimentos y vestidos.
De lo que se colectó para los damnificados, como sobraran $100,000.00,
el señor Presidente, Abelardo L. Rodríguez, dispuso que con ese dinero se
construyera la Escuela Prevocacional, en el antiguo predio de la Casa Mata, en
Tampico, Tamaulipas.
En el año de 1926 convoqué a una Gran Asamblea, invitando a delegados de los estados fronterizos, para iniciar lo que después fueron puertos
libres, presentando al presidente Calles las conclusiones a que se llegó para tal
efecto.
En el propio año de 1926 el Gobierno de mi cargo compró el Palacio
del Conde de Sierra Gorda, única joya colonial que existe en Tamaulipas,
habiendo sido donado, previa aprobación del Congreso local, al pueblo de
Jiménez. El Ayuntamiento acordó poner mi retrato en la Sala de Cabildos. Y
años después, cuando el gobernador Horacio Terán visitó dicho lugar, ordenó
al Presidente Municipal que quitara dicha fotografía. El Presidente Municipal
manifestó al licenciado Terán que no podía quitarlo porque era un acuerdo
del Ayuntamiento, en reconocimiento a la donación que del edificio había
hecho el Gobierno de mi cargo.
242
ga”. Me despedí del presidente Obregón sin recibir ninguna muestra de atención de su parte.
Estuve en Tampico hasta el mes de octubre de 1922, en que el general
Calles hizo un recorrido por la Huasteca y llegó a Tampico. Lo recibimos un
reducido grupo de amigos, encabezados por mí y por el general Arnulfo R.
Gómez, Jefe de las Operaciones Militares. Durante la comida que le ofrecimos me preguntó si no pensaba regresar a México, habiéndole manifestado
que estaba muy a gusto en Tampico, pues mi bufete me estaba dando bastante
dinero. Me indicó que pronto me iban a necesitar en la Cámara, a lo cual yo le
repuse que no deseaba seguir en la política. Muy pocos días después de la
llegada del general Calles a la capital, recibí un mensaje del general Obregón,
comunicándome que en virtud de haber sido designado miembro del Consejo
Directivo de los Ferrocarriles Nacionales de México, me trasladara a la capital, con el fin de tomar posesión del cargo.
Mi primer impulso al enterarme del mensaje del presidente Obregón
fue no aceptar el nombramiento; pero cuando hice conocer aquella determinación a mi madre, me dijo: “No obres así, es mejor que vayas a la capital y le hagas
conocer al Presidente tu resolución. El general Obregón siempre te ha tenido cariño, y no es
debido que le correspondas con una violencia”. Aquella sugestión de mi madre me
tranquilizó.
La costumbre de ocurrir al consejo de la autora de mis días siempre que
tenía yo alguna crisis espiritual y me sentía angustiado la seguí toda mi vida,
hasta que ella me faltó en el año de 1940.
De inmediato me trasladé a la Ciudad de México, siendo recibido por el
presidente Obregón el mismo día. Me trató en forma afectuosa, diciéndome
que había sentido mi separación del Congreso; que creía él que hubo una
mala interpretación, pues el general Calles le contó que yo estaba sentido porque creía que él, el Presidente, apoyaba al coronel Robinson como diputado
por Tampico, pero que desde luego debería hacerme cargo de la Comisión
que me había conferido. Cuando le manifesté que sólo iba a suplicarle me
excusara de aceptar el puesto que tan bondadosamente me había ofrecido, me
dijo: “No, amigo, usted toma posesión de ese puesto hoy mismo”. A lo cual le contesté:
“¿Es una orden?”. “Sí, es una orden”. “Pues no hay más remedio que obedecerla”. Y así
reanudé con él una antigua amistad de varios años.
La XXIX Legislatura fue pródiga en trabajos y su actuación revolucionaria después de la XXVII dejó honda huella en los anales de la historia
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Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
parlamentaria de la Revolución. Esta legislatura conservó un alto sentido de
decoro, de responsabilidad y de independencia.
El Partido Liberal Constitucionalista, que llegó a dominar la política en
la República, estaba integrado por los hombres más distinguidos y de mayor
prestigio. El general don Benjamín G. Hill era reconocido como jefe de esa
poderosa organización y a ella pertenecían distinguidos políticos que habían
luchado y sido precursores de la Revolución de 1910. Figuraban en él, el gran
tribuno parlamentario Lic. don Jesús Urueta, el Lic. don Rafael y don Juan
Zubarán Capmany, el Lic. José Inés Novelo, Juan Sánchez Azcona, el Lic. don
Jesús Acuña, los generales Manuel García Vigil y José Siurob, el Dr. Cutberto
Hidalgo, los licenciados Eduardo Neri, Rafael Martínez de Escobar, Herminio Pérez Abreu y otros luchadores de la época que hicieron oír su voz de elocuentes oradores en la Tribuna Parlamentaria.
Pero llegó el momento en que el Partido Liberal Constitucionalista se
engolosinó con sus triunfos, y de colaborador sincero del Gobierno de la República, se convirtió en opositor solapado del general Obregón. La organización, que tenía ramificaciones en todos los estados, significaba ya un serio peligro para la estabilidad del régimen, ya que algunos de sus altos representativos empezaban a claudicar de los principios revolucionarios que habían
sustentado.
En el Gabinete representaban al Partido Liberal Constitucionalista el
general Benjamín G. Hill, Secretario de Guerra y Marina; el Lic. don Rafael
Zubarán Campany, Secretario de Industria, Comercio y Trabajo; el general
don Antonio I. Villarreal, Secretario de Agricultura y Fomento; el Dr. Cutberto Hidalgo, Secretario de Relaciones Exteriores; el general don Armando
Aguirre, Secretario de Comunicaciones; el Lic. Eduardo Neri, Procurador
General de la República; y una mayoría de los altos funcionarios de la Federación y de los Estados, que de grado o por fuerza, se habían adherido a esa
poderosa organización política. De tal manera que representaba una fuerza
incontrastable, y ante las exigencias de los peleceanos, algunos de los cuales se
habían convertido en negociantes de la política, el general Obregón se vio
obligado a tomar una actitud enérgica.
Se iniciaban ya los preparativos para la sucesión presidencial; la mayoría
de los miembros del Partido Liberal Constitucionalista se inclinaban a favor
de la candidatura presidencial del general Hill. Calles y De la Huerta eran la
esperanza de los radicales que teníamos minoría en las Cámaras, pero su ac96
CAPÍTULO XXV
OBRAS PÚBLICAS
E
Construcción del Palacio Municipal de Tampico y del Mercado. Introducción del Drenaje y de Agua Potable. Comité de Ayuda a los Damnificados. Convención Pro Perímetros Libres.
n el año de 1925, en virtud de que el puerto de Tampico no tenía un
Palacio Municipal decoroso, celebramos en el Ayuntamiento una sesión para
exponer el proyecto del Gobierno del Estado, a fin de que cuanto antes se
procediera a tirar la vieja casa de teja en donde se alojaba la autoridad municipal.
El Estado contribuyó con $200,000.00 para la construcción, habiéndose realizado primero el palacio chico, que está frente al gran edificio municipal.
El director de las obras fue el señor arquitecto Enrique L. Canseco,
quien no recibió ningunos emolumentos por los proyectos que se hicieron.
Posteriormente, se procedió a la construcción del Palacio Municipal en
que actualmente se aloja el Ayuntamiento.
Las obras se iniciaron en el año de 1926, y al salir del Gobierno del
Estado, el año 1929, estaba construida toda la estructura de dicho edificio,
habiéndose continuado y terminado el año de 1933 por los Ayuntamientos
subsecuentes.
También se inauguró, el año de 1927, el edificio de la Compañía Telefónica que está frente al Palacio Municipal. Tampico fue la primera ciudad de la
República que tuvo el sistema de teléfonos automáticos.
Como el antiguo mercado que existía en Tampico era ya anticuado,
celebré un contrato con una compañía constructora, realizándose las obras
correspondientes del actual mercado, que después de 44 años ha resistido
241
el Dip. Rafael Treviño Solís, en representación del Bloque Castellanista y el Dip. Martín
Aréchiga, en representación del Bloque Gonzalista, se llegó al resultado siguiente:
ción era nula, pues de hecho se hallaban arrinconados en la Secretaría de
Gobernación y de Hacienda, respectivamente.
Votos emitidos a favor de la candidatura del Lic. Francisco Castellanos Jr.: 32,410.
Luis L. León, Carrillo Puerto, Antonio Díaz Soto y Gama, Luis N.
Morones, Jorge Prieto Laurens, Romeo Ortega, Aurelio Manríquez, Gilberto
Fabila, Froilán C. Manjarréz, Candelario Garza, Arturo Campillo Seyde, Apolonio Guzmán, y el que suscribe, nos lamentábamos del apoyo que el general
Obregón daba a los peleceanos y no cejábamos en nuestras tendencias de
izquierda, que representaban el general Calles y Adolfo De la Huerta, como
hombres más capacitados para suceder al general Obregón.
Votos emitidos a favor de la candidatura del Lic. Pedro González: 7,047".
En tal virtud, con fundamento en la cláusula XII de la convocatoria
respectiva, se acordó autorizar al suscrito para hacer la siguiente declaratoria:
“Primera. El Partido Socialista Fronterizo y sus organizaciones adherentes sostendrán durante las elecciones que para la renovación del Ejecutivo Local se celebrarán el día
14 de octubre (segundo domingo) del corriente año, al C. Lic. Francisco Castellanos Jr., por
haber obtenido la mayoría absoluta de votos en el plebiscito de referencia.
Segunda. Comuníquese esta resolución a todos los Comités y Sub-Comités y demás
organismos que forman el Partido Socialista Fronterizo en el estado.
C. Victoria, Tamps., febrero 1º de 1928
E. Portes Gil”
Esta prueba de democracia, a la que asistió la inmensa mayoría del
pueblo tamaulipeco, nos demostró claramente su capacidad para tomar parte
en las luchas políticas.
El plebiscito se celebró sin que haya habido el menor incidente. Los
candidatos y sus partidarios tuvieron toda clase de garantías. Las autoridades
fueron neutrales.
El procedimiento electoral a base de plebiscitos que se inició en Tamaulipas para la elección de Ayuntamientos, Diputados Locales, Federales y Senadores, lo implanté al hacerme cargo de la Presidencia del Partido Nacional
Revolucionario en los años de 1930 y 1935, y se realizó con éxito hasta la
terminación del periodo presidencial del señor general Lázaro Cárdenas.
En los siguientes periodos se iniciaron lo que se llamó auscultaciones,
lo cual originó grave descontento del pueblo al designarse candidatos en muchas ocasiones desconocidos para puestos locales y federales. Y se habló de
sobres lacrados.
240
Los generales Francisco R. Serrano y Jesús M. Garza se sentían también
desilusionados ante aquella acometida de los peleceanos. Garza era el motor
de nuestro grupo. Su talento, su decisión, su amor a los principios avanzados
de la Revolución y su patriotismo, lo significaban como el hombre más autorizado para dirigir la acción a favor de las tendencias avanzadas.
Por fin llegó el momento deseado por todos. El general Obregón se
convenció de que los peleceanos estaban claudicando en su principios; que
algunos de ellos se dedicaban impúdicamente a los negocios y usaban su
influencia política para obtener granjerías y poder. Fue entonces cuando Luis
L. León y yo, a invitación que nos hiciera el general Obregón, tuvimos con él
una plática en los primeros días del mes de octubre de 1922.
El general Obregón en esta entrevista nos dijo más o menos lo siguiente: “Qué no se han dado ustedes cuenta de la situación que priva en esos momentos y que
quiero resumir en los siguientes términos: los dirigentes del Partido Liberal Constitucionalista se han convertido en enemigos solapados del régimen. A ellos les asusta mi actitud para
cumplir el programa de la Revolución, sobre todo en lo que a repartición de tierras, a legislación obrera y petróleo se refiere. Algunos de ellos representan fuertes intereses petroleros y
de latifundistas, y naturalmente, no comulgan con las tendencias del Gobierno para ‘meter
en cintura’ a las compañías petroleras y obligarlas a que cumplan con nuestra legislación.
Como resultado de todo ello, en las Cámaras se hace fuerte oposición al Ejecutivo. Los
proyectos de la Ley de Ingresos y de Presupuesto que se han sometido a la consideración de
la Representación Nacional, están siendo saboteados y si dejamos que la situación continúe,
probablemente me imposibilitarán para desarrollar el programa que me he propuesto. Ya
han reducido el presupuesto en la partida de Agricultura y de Educación Pública, para
impedir la repartición de tierras y el fomento de la educación. Deseo que me digan ustedes:
¿Qué hacen mis amigos en la Cámara?”.
97
Respondí al general Obregón: “General, nosotros hemos creído que sus amigos
en política son los peleceanos, puesto que usted les ha dado todo el poder. Nosotros somos
una minoría que ni siquiera tenemos acceso a la Presidencia de la República. Lamentamos
que hombres como el general Calles y el general De la Huerta, que sí representan el pensamiento radical de la Revolución, estén boicoteados y a punto de salir del Gabinete porque su
situación es ya insostenible. Pero ya que usted nos llama para que le expliquemos nuestra
manera de pensar, con gusto lo haremos. Yo creo que estamos en tiempo para iniciar una
campaña en contra de los peleceanos y demostrar ante la Nación la inmoralidad de algunos
de ellos y la claudicación que en materia social los presenta como enemigos del régimen.
Somos muy pocos, pero creemos poder triunfar si usted no ayuda tan ostensiblemente al
Partido Liberal Constitucionalista. Tengo pruebas de que algunos de sus ministros están
mezclados en un importante negocio petrolero, y al exhibir tales pruebas ante la Representación Nacional, se provocará un escándalo al demostrar la conducta inconveniente de ese
colaborador de usted. Usted conoce este asunto, puesto que hace algunos meses se lo traté y
creo que ésta es un arma formidable para iniciar una campaña en contra de los elementos
de dicha agrupación política”.
Después mostré al Presidente una carta en que el diputado Juan Zubarán,
hermano del Ministro de Industria y Comercio, pedía a una compañía petrolera la suma de $20,000.00 oro nacional, a cuenta de mayor cantidad, por el
arreglo de ese negocio.3
En los primeros días del mes de diciembre se inició en la Cámara de
Diputados una ofensiva en contra de los dirigentes del Partido Liberal Constitucionalista. Fui el primero en romper el fuego. Denuncié en la Tribuna la
conducta claudicante y las inmoralidades que algunos dirigentes del poderoso
partido venían ejecutando, con grave perjuicio del programa de la Revolución; Luis L. León, Manuel Z. Moreno, Romeo Ortega, Antonio Díaz Soto y
Gama y Manrique me secundaron en aquella lucha.
Acusé al Partido Liberal Constitucionalista de que algunos de sus más
altos representativos traficaban con los intereses nacionales y traicionaban los
principios que habían inspirado el movimiento social de México; los acusé de
no hacer nada por expedir la Ley del Trabajo, de estar obstruyendo la labor del
presidente Obregón en su actitud para resolver el problema agrario y denuncié ante la Representación Nacional que algunos dirigentes del Partido estaban usando la influencia que les daba el poder para enriquecerse. En dicha sesión exhibí la famosa carta en la que el diputado Zubarán pedía la suma de
$20,000.00 por el arreglo del negocio en la Secretaría de que era titular su
98
IX. Dichos representantes deberán levantar actas por triplicado del resultado del plebiscito, las que remitirán al Comité arriba mencionado.
X. Para la celebración del plebiscito regirá la misma división seccional que
rigió durante las últimas elecciones de Poderes Federales, la cual deberá darse a conocer previamente a los grupos, para los efectos a que
haya lugar.
XI. Todos los expedientes, actas y demás documentos que se levanten el
día de la elección del plebiscito, deberán ser remitidos al Comité
Calificador de que habla el siguiente artículo.
XII. El recuento de los votos del plebiscito deberá ser hecho por un Comité
integrado por los CC. licenciados Pedro González y Francisco Castellanos Jr., precandidatos contendientes y un representante designado por los respectivos Comités Directivos que apoyen sus candidaturas, fungiendo como presidente el Jefe Nato del Partido. Este
Comité deberá instalarse en la capital del estado el día veintisiete
de enero de mil novecientos veintiocho a las nueve de la mañana,
procediendo desde luego a hacer el recuento de votos emitidos; calificará las tachas que se pongan a los CC. que asistan al acto plebiscitario, haciendo en su caso la declaratoria correspondiente a favor
de la persona que haya obtenido la mayoría de sufragios, dentro de
los cinco días siguientes a la instalación”.
El domingo 15 de enero de 1928 se celebró en todo el estado el plebiscito a que me he referido, habiéndose instalado las casillas correspondientes y
hecho el examen de los resultados de la votación emitida, el día 1º de febrero
de 1928 se hizo la declaración a favor del candidato que obtuvo la mayoría de
sufragios. La declaratoria expresa lo siguiente:
“DECLARATORIA
Examinados cuidadosamente los expedientes remitidos a la Junta Computadora de
los votos emitidos en el acto plebiscitario celebrado el día 15 del mes de enero de 1928,
convocado por el suscrito, en su carácter de Jefe Nato del Partido Socialista Fronterizo, con
fecha 17 de noviembre de 1927, en presencia de los señores licenciados Francisco Castellanos Jr., Marcilio de la Garza R., en representación del Senador y licenciado Pedro González,
239
2º. Al pueblo en general que simpatice con la candidatura del C. Gral. Álvaro
Obregón para la Presidencia de la República, debiendo sujetarse dicho acto
a las siguientes bases:
I. El plebiscito tendrá lugar el día mencionado a las once de la mañana en
punto, en todo el estado.
II. Los ciudadanos aptos para votar se reunirán en la población en donde
se celebre el plebiscito, debiendo concurrir a él todos los vecinos que
reúnan dicha calidad, que vivan dentro de la población y en las
secciones ubicadas a menos de dos kilómetros de las goteras.
III. Los ciudadanos que vivan en las secciones no especificadas en la fracción anterior, se reunirán en el lugar donde se acostumbra instalar
la casilla electoral correspondiente.
IV. Cada uno de los grupos que apoyen a determinado candidato se reunirá en lugar distante, debiendo permanecer hasta el momento en
que se haga, por quien corresponda, el recuento de los votos emitidos.
V. El recuento de los votos se hará por tres representantes, nombrado uno
por cada uno de los grupos antagónicos y uno por el suscrito, en su
calidad de Jefe Nato del Partido Socialista Fronterizo.
VI. El recuento de votos se hará por los representantes de los precandidatos, pudiendo, los ciudadanos que asistan a él, tachar los votos emitidos por personas que en su concepto no reúnan los requisitos legales para votar y aquellos ciudadanos que no estén comprendidos
dentro de la anterior convocatoria.
VII. Los ciudadanos aptos para votar, pertenecientes a los municipios de
Tampico y Cecilia, deberán reunirse respectivamente, en cada una
de dichas poblaciones, señalándose oportunamente, por cada uno de
los grupos en pugna, el lugar de reunión.
VIII. Para el tercer domingo del mes de diciembre, los grupos que sostengan candidatos distintos deberán comunicar al Comité que en definitiva conocerá del resultado del plebiscito, los nombres de sus respectivos representantes en este acto.
238
hermano don Rafael, funcionario honesto y político talentoso que había prestado servicios a la Revolución.
El escándalo que se armó en esa memorable sesión fue mayúsculo.
Hubo gritos, protestas, amenazas, insultos, improperios. Los peleceanos me
amenazaban desde sus curules y muchos se acercaban hasta la tribuna tratando de sacar sus armas. Yo permanecí inmóvil y cada vez que se hacía el
silencio seguía mi discurso, redoblando el ataque en contra de los ministros
peleceanos que estaban en el Gabinete.
Por fin, el Presidente de la Cámara, Lic. Eduardo Vasconcelos, levantó
la sesión citando para el día siguiente, en que continuó la lucha más enardecida.
León, Soto y Gama, Manuel Z. Moreno, Manrique y yo continuamos con
vigor y apasionamiento el ataque contra el Partido Liberal Constitucionalista.
Con motivo de esa lucha, el Lic. Rafael Zubarán Campany, Secretario
de Industria, Comercio y Trabajo, presentó su renuncia irrevocable. El general
don Antonio I. Villarreal hacía algunas semanas que había salido también del
Gabinete. Justo es hacer constar que Villarreal renunció por solidaridad con
su partido; pero nadie lo atacó en la Cámara, ya que su actuación fue siempre
limpia y revolucionaria. Pocos días después renunció también el Lic. Eduardo
Neri, Procurador General de la República, a quien nadie había atacado, pues
a todos nos constaba su integridad y su hombría de bien, así como sus antecedentes revolucionarios en la lucha por la libertad.
Durante todo el mes de diciembre la lucha fue encarnizada. Los
peleceanos, que contaban con los principales jefes militares de la Guarnición
de la Plaza, lograron que la noche del 12, un mayor del Ejército, seguido de
un piquete de soldados, tratara de desalojarnos del recinto, y en los momentos
en que entraban nos levantamos de nuestros curules y encarándonos con aquel
militar le hice ver lo grave de su conducta, diciéndole: “No saldremos del salón, y
si usted trata de desalojarnos por la fuerza, le hago ver que no estamos dispuestos a permitir
que se nos ultraje. Todos nosotros estamos armados y dispuestos a defender nuestras vidas;
pero no permitiremos que usted consume un atropello tan vergonzoso. Si usted trae una orden
escrita del Presidente de la Cámara estará a salvo de toda responsabilidad, en la inteligencia
de que aún con esa orden, que sería arbitraria, nosotros defenderemos el Salón de Sesiones de
la Representación Nacional, que no debe ser pisado más que por los diputados”. Ante
aquella actitud, el oficial recapacitó y dio media vuelta sin molestarnos en el
resto de la noche. Después supimos que los directores de ese desaguisado que
estuvo a punto de ocasionar una tragedia fueron los diputados peleceanos,
que ostentaban grados de generales y usaron su jerarquía para influenciar al
99
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
mayor que resguardaba el orden fuera del recinto parlamentario. Todos estos
hechos constan en el “Diario de los Debates de la XXIX Legislatura”.
En otra ocasión se introdujo en las galerías, con la anuencia del Presidente de la Cámara, un grupo de soldados armados de rifles y bayonetas, tal
vez con el propósito de intimidar a los diputados. Esto originó un nuevo
escándalo. Pedí la palabra y protesté con toda energía por aquella intromisión
de la fuerza armada, y ante la “vitachera” que se armó, el Presidente se vio
obligado a ordenar que se desalojara el salón. La protesta fue secundada por
los asistentes a las galerías y todo hacía presumir que se desarrollarían actos
sangrientos, como sucedió en las sesiones posteriores, ya cuando la mayoría
peleceana se había desarticulado y los que quedaban fieles recurrían a actos de
terror para amedrentar a los diputados.
Las sesiones eran cada día más tormentosas. La lucha dentro del recinto
parlamentario llegó a asumir caracteres trágicos. Los ataques virulentos aumentaban, así como el ardor de los grupos, a medida que se acercaba la
elección de la Comisión Permanente. Ya para fines del mes de diciembre, la
mayoría peleceana se había desintegrado y el grupo minoritario, agraristas,
laboristas, socialistas y cooperatistas cobraba mayor vigor. En ocasiones estuvimos a punto de echar mano a las armas y terminar de una manera trágica
aquella Legislatura. Pero al fin se impuso la serenidad, y a iniciativa de don
Herminio Pérez Abreu, senador liberal constitucionalista, se nombró una comisión de cada uno de los grupos contendientes y se firmó un pacto en el que
nos comprometimos a no provocar ya ninguna discusión violenta y a acatar el
resultado de la votación, al elegirse la Comisión Permanente.
El día 30 de diciembre se procedió a designar los diputados que deberían integrar dicha Comisión, habiendo obtenido la mayoría de dos votos
la planilla que yo encabezaba.
Así terminó aquella lucha que dio al traste con la hegemonía del Partido
Liberal Constitucionalista, y desde aquel momento el Gobierno que presidía
el general Obregón pudo, sin trabas ni dificultades, reanudar sus labores en
bien del proletariado nacional y dictar medidas para hacer respetar los derechos
de los campesinos.
CAPÍTULO XXIV
INFORME QUE RENDÍ
AL CONGRESO LOCAL EN 1927
E
Autorización para convocar a un plebiscito. Candidatos que figuraron.
n virtud de que los Estatutos del Partido Socialista Fronterizo disponen
la celebración de plebiscitos para la designación de los funcionarios de elección popular, el día 5 de febrero de 1927 informé a la Legislatura del Estado
lo siguiente:
“Estando próximas las elecciones para la designación de Poderes del Estado, he
creído de mi deber exponer ante Vuestra Soberanía, y en cumplimiento de los Estatutos del
Partido Socialista Fronterizo, la conveniencia de que para el efecto se celebre un plebiscito,
y en cumplimiento de tal disposición, me permito someter a la consideración de ustedes el
proyecto de convocatoria que se expedirá:
CONVOCATORIA
EMILIO PORTES GIL, Jefe Nato del Partido Socialista Fronterizo, teniendo
en consideración las declaraciones hechas por el suscrito en la sesión solemne de apertura del
H. Congreso del Estado, el día 1º de septiembre del corriente año, por las cuales se anunció
al Pueblo de Tamaulipas la celebración de un plebiscito general para las elecciones del candidato que para Gobernador Constitucional del Estado, durante el periodo de 1929 a
1932, deberá sostener el Partido Socialista Fronterizo y sus organizaciones adherentes y,
tomando en consideración la opinión de los distintos organismos que forman la mencionada
agrupación, he tenido a bien convocar para dicho acto que deberá efectuarse el tercer domingo del mes de enero —día 15 del propio mes— del año de 1928.
1º. A todos los ciudadanos afiliados al Partido Socialista Fronterizo y sus simpatizadores.
100
237
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Es para mí muy satisfactorio rendir un homenaje de gratitud al primer director de
dicha escuela, el profesor José Martínez y Martínez, que con verdadera abnegación, celo y
patriotismo supo dirigir dicho plantel y hacer de sus alumnos obreros capacitados.
De la escuela industrial han salido mecánicos, carpinteros, herreros, hojalateros muy
capaces, muchos de los cuales ejercen su oficio y han llegado a constituir un pequeño capital.
En Monterrey existe un gran número de estos obreros calificados, que prestan sus
servicios en las distintas industrias de dicha ciudad.
En la escuela se organizó una banda de música y una banda de guerra. Se
fomentó el deporte y los alumnos obtuvieron premios en varias competencias”.
CAPÍTULO X
INVITACIÓN DEL PRESIDENTE OBREGÓN
PARA OCUPAR EL CARGO DE PROCURADOR
GENERAL DE LA REPÚBLICA,
NO ACEPTADA POR EL AUTOR
Posteriormente como Embajador Extraordinario en la América Latina.
Mi postulación como Diputado al Congreso de la Unión por el puerto
de Tampico. Las candidaturas del general Calles y De la Huerta. Pláticas que tuvieron. Partidos que apoyaban a Calles. La Convención del
Partido Cooperatista para apoyar al general Calles. El asesinato del general Francisco Villa. Prieto Laurens contesta el informe del Presidente
Obregón. Rompimiento de De la Huerta contra el Gobierno.
E
n los primeros días del mes de enero de 1923, el señor general Calles,
Secretario de Gobernación, me hizo conocer un acuerdo del presidente
Obregón, en virtud del cual se me nombraba Procurador General de la República.
Expuse al general Calles mi imposibilidad de aceptar dicho puesto, en
razón de no tener la edad constitucional para desempeñarlo, ya que la Ley
determinaba 35 años y yo tenía solamente 31. Días después expresé lo propio
al presidente Obregón, quien me felicitó por la sinceridad con la que había
obrado, cosa rara en nuestro medio político, dijo. En otra ocasión el general
Calles me comunicó que me había propuesto por el general Obregón para
ocupar el puesto de Subsecretario de Gobernación, de cuya Secretaría era
titular y que el Presidente había aprobado tal designación. Manifesté al general Calles que le agradecía aquella distinción, que no podía aceptar en virtud
de que yo deseaba continuar en la Cámara de Diputados. “No quiero fracasar tan
pronto —expresé al Ministro de Gobernación—, y deseo aprender un poco más
antes de llegar a un cargo de tanta responsabilidad”. No dejó de molestarse el general
236
101
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Calles por mi determinación, porque él necesitaba —según me dijo— mi
colaboración.
También recuerdo que con motivo de las fiestas del Centenario de la
Consumación de la Independencia de México, en el año de 1921, el señor licenciado Aarón Sáenz, entonces Secretario de Relaciones Exteriores, me citó
a su despacho para manifestarme que el Presidente se había fijado en mí para
que encabezara la Comisión que debía recorrer los países centroamericanos
(Panamá, Costa Rica, Salvador, Guatemala, Venezuela, Nicaragua y Colombia), con el fin de agradecerles su participación en dichas fiestas centenarias.
Agradecí al Ministro Sáenz esta invitación y le supliqué que expresara al Presidente mi reconocimiento, pero también presentara mis excusas por no aceptar
tal Comisión por tener que atender mi campaña de Diputado al Congreso de
la Unión, donde creía prestar más útiles servicios a la Revolución.
La XXX Legislatura tuvo una importancia histórica extraordinaria. Se
perfilaban ya dos tendencias hacia la elección presidencial: una a favor del
general Calles y la otra a favor de don Adolfo De la Huerta. Puedo asegurar
que la lucha que se entabló para la aprobación de mi credencial y la oposición
para que yo entrara en la Cámara, tuvo como causa la amistad que me vinculaba con el general Calles, en quien veían al opositor más fuerte que podía
tener el señor De la Huerta.
Me tocó estar presente en varias entrevistas que los señores De la Huerta y Calles sostuvieron cuando ya no podían dejar de hablar respecto de quién
de los dos había de figurar como Candidato de la Revolución.
Recuerdo que el día diez del mes de marzo de 1923, en los momentos
en que llegué a la Secretaría de Gobernación; salía el general Calles por la escalera privada y al saludarlo me tomó del brazo, diciéndome: “Venga conmigo,
voy a ver a Adolfo a la Secretaría de Hacienda”. Ya en el automóvil, agregó: “Ya no
debemos mantener la incertidumbre que hay entre los amigos y voy a definir de una vez por
todas mi situación. Me siento enfermo y deseo ir a los Estados Unidos a curarme. Voy a
decirle a Adolfo que tiene toda mi simpatía para que él sea el candidato presidencial”.
Al llegar a la Secretaría de Hacienda fuimos introducidos a un privado
que existía en la planta baja. Traté de dejarlos solos; pero ambos me dijeron:
“No se retire, usted puede oír lo que vamos a platicar”. “Adolfo, vine a verte para que
definamos la situación en que se nos está envolviendo, la inquietud entre los amigos es cada
día mayor y con nuestra indecisión estamos perjudicando al Gobierno del general Obregón.
Quiero manifestarte que tienes toda mi simpatía y todo mi apoyo para que figures como
102
CAPÍTULO XXIII
LA ESCUELA TÉCNICA INDUSTRIAL.
UNA NOVEDAD EDUCATIVA EN EL ESTADO
Maquinaria de que se le dotó. Talleres de curtiduría, de carpintería, de
panadería.
T
an luego como me hice cargo del Gobierno del Estado procedí a terminar la Escuela Industrial de Ciudad Victoria.
En el Informe que rendí el lº de enero de 1926 al Congreso del Estado,
expresé:
“Las labores escolares en dicha institución son atendidas por un director, un
secretario, un mecanógrafo, un prefecto, cuatro profesores de grupo, uno de música, un
maestro de carpintería, uno de curtiduría y un ayudante de talleres.
La enseñanza se divide en tres ciclos: primero, que comprende el tercero y cuarto año;
curso prevocacional, que comprende 5º y 6º año, y vocacional, que comprende dos de enseñanza
teórico-práctica, un año puramente de práctica.
Al presente solamente han comenzado a funcionar los talleres de curtiduría, de
carpintería, y en breve lo harán los de herrería y panadería, siendo muy amplio el proyecto
para la instalación de talleres, entre los cuales se encontrarán el de mecánica y el de zapatería, teniéndose en estudio la adquisición e instalación de la maquinaria necesaria, en la
cual se invertirán fuertes cantidades de dinero; se han dado las bases sobre las cuales ha
comenzado a funcionar la cooperativa “Álvaro Obregón”, y atendiendo a los frutos que en
poco tiempo se han cosechado de los departamentos antes dichos, es de esperarse que la referida cooperativa beneficiará no sólo a sus miembros, sino al Gobierno mismo, ya que el
40% de las utilidades líquidas ingresará al erario del Estado.
Posteriormente, en el Informe que rendí en 1928, indiqué que la Secretaría de
Educación Pública había dotado a dicha escuela con maquinaria adecuada, cuyo costo era
de $150,000.00.
235
candidato en la próxima elección presidencial. Yo me siento sumamente enfermo y no podré
resistir una campaña que habrá de ser dura y penosa. Además, pretendo ir a Rochester
para atenderme de las dolencias que me aquejan y que ya no soporto”. El señor De la
Huerta contestó: “Por ningún motivo acepto lo que me pides, el candidato tendrás que ser
tú y yo seré el jefe de tu campaña. Los males que dices tener son ligeras molestias y pronto
estarás curado. Con que, prepárate, pues yo haré terminantes declaraciones a la prensa
nacional y extranjera renunciando a cualquier pretensión de mis amigos, a quienes exhortaré para que se sumen a tu postulación”. Sobre el mismo tema se siguió hablando
durante más de una hora, sin llegar a ningún acuerdo, pues tanto el general
Calles como De la Huerta se sostuvieron en sus puntos de vista.
Nos retiramos y acompañé al general Calles a su despacho de la calle de
Bucareli. Tanto a los amigos del general Calles como a los del señor De la
Huerta nos consta que, siempre que se trataba a uno o a otro lo relacionado
con la sucesión presidencial, cada uno de ellos se expresaba en términos como
los anteriormente relatados.
Los meses que siguieron fueron de gran agitación parlamentaria. Los
miembros del Partido Cooperatista, que sumaban el 85% del Parlamento
comenzamos a dividirnos, teniendo el señor De la Huerta mayoría de simpatizadores. Con el general Calles estaban los laboristas, encabezados por Luis
N. Morones; los agraristas, que reconocían como jefe a Antonio Díaz Soto y
Gama; el grupo de socialistas, que se agrupaban en torno a Felipe Carrillo
Puerto; y numerosos cooperatistas que encabezábamos Luis L. León, Romeo
Ortega, Candelario Garza, Apolonio Guzmán, Gilberto Fabila y yo.
Las pláticas entre el general Calles y De la Huerta continuaron sin llegar
a un resultado satisfactorio, insistiendo cada uno en sus puntos de vista. En
las entrevistas que teníamos con don Adolfo De la Huerta, los generales Serrano, Jesús M. Garza, Froylán C. Manjarréz, Luis L. León y yo, siempre nos
manifestaba enfáticamente su propósito de no figurar como candidato presidencial y estar resuelto a asumir la dirección de la campaña del general Calles.
Cuando hablábamos con éste insistía en que por sus enfermedades no podía
figurar en la lucha y que De la Huerta debía aceptar su postulación. En las
Cámaras la agitación era cada día más creciente. Sin embargo, los Diputados y
Senadores deseábamos que hubiera un entendimiento entre aquellos dos hombres.
Un hecho importante que contribuyó a definir la situación política y a
cambiar un tanto la atmósfera de incertidumbre en que se hallaba el país, fue
234
103
la Convención del Partido Nacional Cooperatista que se celebró en el Tívoli
del Eliseo para elegir presidente de la agrupación. Jorge Prieto Laurens, que
había sido hasta ese día jefe del Partido, fue el principal sostenedor de mi
candidatura para sucederle, y entre aclamaciones de las delegaciones de toda
la República, protesté como Presidente de la organización.
La hegemonía política que el cooperatista ejercía en el país era incontrastable. En las Cámaras contaba con el 85% de los votos y más de veinte
gobernadores de los estados formaban parte del mismo. Los Ayuntamientos
del Distrito Federal, que en aquella época tenían una fuerza política importante, habían sido elegidos por el mismo Partido, y del de la capital era presidente Prieto Laurens, quien con gran habilidad, inteligencia, valor personal y
honestidad, había logrado constituirse en el líder más poderoso de aquella
época. La elección que recayó en mí como Presidente del Partido alentó a los
partidarios del general Calles y no dejó de desmoralizar a los elementos delahuertistas. Tal situación se hizo más patente al celebrar el Partido su convención, que tuvo lugar en el local del Partido. Jorge Prieto Laurens, en forma entusiasta y convincente, abogó por la candidatura del general Calles y por unanimidad la organización cooperatista apoyó tal designación.
de Cultura Estética el primero y Delegados en Ciudad Victoria y Nuevo
Laredo, los dos últimos.
El Ejecutivo de mi cargo juzga sinceramente que la Dirección de Cultura Estética Popular está desempeñando una función de enorme interés social
hasta hace poco desconocida en el estado, ya que teniendo a la divulgación del
arte entre la gente humilde, la hace crear necesidades que no conocían, apartando a un regular número de ellas de la ociosidad y de los vicios.
Habiendo recibido invitación de la señora Ferguson, Gobernadora del
estado de Texas, la Delegación de Cultura Estética Popular celebró en Laredo
de ese estado, un festival; participaron 500 niños de las escuelas y se desarrolló un programa de gimnasia calisténica y bailes típicos mexicanos, amenizados por una orquesta de 100 educandos. Dicho festival se verificó el día 4 de
julio de 1926.
Al día siguiente me tocó presidir la comisión que hizo saber al Ministro
de Gobernación la resolución tomada por el Partido.
Al agradecer al general Calles la distinción, se mantuvo un tanto reservado, expresando que deseaba auscultar la opinión del pueblo para resolver si
aceptaba ser el candidato presidencial.
La actitud de Prieto Laurens, secundada por Martín Luis Guzmán,
Mariano Zamayoa, Carlos Argüelles, Gustavo Arce y algunos otros diputados
y senadores, la interpretamos como una consecuencia lógica de las pláticas
que venían celebrando el general Calles y don Adolfo. El general Calles opinó
que había sido De la Huerta quien sugirió a Prieto Laurens que proclamara en
la Convención del Partido Cooperatista su postulación a la Presidencia.
Yo creo que el señor De la Huerta procedió con sinceridad y patriotismo, y su promesa al general Calles de ser el director de su campaña se frustró
por causas que después influyeron en su ánimo para hacerlo desistir de tal
propósito.
Toda esta serie de acontecimientos, aunados a triquiñuelas, chismorreo
e intrigas que se venían desarrollando dentro del Gabinete Presidencial, entre
amigos de De la Huerta y simpatizadores del general Calles, influyó podero104
233
En el informe que rendí el 5 de febrero de 1926, expresé:
“Para la fecha se han fundado seis Centros Culturales Obreros dependientes de la
Dirección General: dos en Tampico, uno en Villa de Cecilia (hoy Ciudad Madero), uno en
Ciudad Victoria, uno en Jiménez, uno en Nuevo Laredo; próximamente seguirán fundándose centros culturales en todo el estado, que atenderán eficazmente a las poblaciones rurales, como la del Centro Cultural número 1 de Tampico, que cuenta con 150 educandos, que
sin ninguna clase de entrenamiento anterior tocaron al mes y medio de estudio en las festividades del Día de la Patria. En estos centros se enseña solfeo, declamación, lecturas selectas, piano e instrumentos de cuerda y de arco, se organizan orfeones y orquestas típicas; se
dan clases de pequeñas industrias químicas para la preparación de grasa, betunes de todas
clases, jabones, pinturas, conservas, dulces, pomadas, etc., etc.; trabajos manuales en objetos
textiles, flores, cestos, tejidos, etc.; cocina, repostería, bordado en máquina y a mano, corte y
confección, pintura, bonetería en general; se organiza una agrupación entre los alumnos
para fiestas en general, procurando imponer en ellas las buenas costumbres e inculcándoles
hábitos de moralidad; se efectúan conferencias sobre temas de actualidad y de provecho para
los asistentes y en fin, se utiliza todo aquello que pueda dejar una huella en el espíritu de los
oyentes, guiándolos por el buen sendero de la vida útil, de la moralidad y de la honradez.
Está por demás hacer notar que las horas invertidas en estos centros
culturales son horas que se roban al ocio, al vicio, al relajamiento individual,
que necesariamente se traducen en relajamiento general. Pero la obra de cultura estética no solamente se reduce a lo expuesto, que ya es bastante, sino
que ha controlado todos los movimientos estéticos culturales, como ha sucedido en Tampico, que para todas las fiestas o reuniones donde se rinde culto
al arte, a la belleza o a la ciencia, toma parte activa la Dirección de Cultura Estética Popular, bien dirigiendo o patrocinando, como sucedió en la gran feria
del libro que por primera vez se realizó en aquel puerto, teniendo a su cargo
dicha institución la formación de 22 programas para las veladas literario-musicales, en que desfilaron los mejores elementos artísticos, intelectuales y profesionales de Tampico, bien como cantantes, ejecutantes, recitadores y conferencistas, dando así una prueba del estado cultural de nuestra sociedad.
Durante el año que acaba de pasar se dieron en el estado 15 festividades
por la Dirección de Cultura Estética Popular. En ellas tomaron parte alrededor de 35,000 ejecutantes, entre niños de las escuelas y obreros; el público que
ha presenciado estos trabajos en los 15 festivales suma aproximadamente 50,000
personas, interviniendo en la enseñanza y propagación de los mismos los CC.
profesores Alfredo Tamayo, Agustín Ramírez, Emilio Peña, Director General
232
samente para que el general Obregón comenzara a desconfiar del señor De la
Huerta, en contra de quien la hostilidad aumentaba de día en día. El único
aliado sincero que tenía De la Huerta en el Gabinete era el general Calles,
quien en forma entusiasta y franca lo seguía apoyando.
Un acontecimiento inesperado vino a influir poderosamente en la situación política de aquellos días: fue el asesinato del general Francisco Villa,
ocurrido en Parral, Chihuahua, el día 20 de julio de 1923.
Las baterías de los enemigos del general Calles se apuntaron hacia el
hombre recio de Sonora, a quien pérfidamente se acusó de ser el director
intelectual de aquel crimen. Nada más infame. En la Cámara tuvimos una
sesión extraordinaria para fijar posiciones y hacer la defensa del Gobierno y
del general Calles y así demostrar que ni uno ni otro podían ser responsables
del asesinato y que no tenía otro móvil que una venganza personal del ejecutor material, que había recibido grandes ofensas del Guerrillero del Norte.
Aquel momento lo aprovecharon los amigos de De la Huerta, que no se
daban por vencidos, para seguir alimentando sus propósitos presidenciales. El
chismorreo y las intrigas políticas sembraban la desconfianza de todos los
hombres que tenían en sus manos los destinos de la República. La Presidencia, la Secretaría de Relaciones, la de Hacienda, la de Gobernación y los Partidos Cooperatistas, Laboristas, Agraristas y Liberal Constitucionalista eran un
semillero de pasiones, y como a Morones del Laborista, a Zubarán, a Novelo
y a Villarreal del Liberal Constitucionalista les convenía un rompimiento entre De la Huerta y Calles, hicieron cuando estuvo de su parte para buscar un
distanciamiento. De la Huerta no tuvo la serenidad necesaria para sortear
aquella ola de bajas pasiones. Cuando el general Obregón comprobó que su
Ministro de Hacienda De la Huerta lo estaba traicionando, se inició entre los
dos grandes valores de la Revolución un distanciamiento que originó la rebelión de más de 60, 000 hombres del Ejército y, como consecuencia, pérdidas
de vidas, de riqueza nacional y desprestigio para la causa revolucionaria.
Es de advertirse que en aquel torbellino de mezquinas pasiones sólo
hubo un hombre que conservó la serenidad: el general Calles, quien secundado por el general Serrano, por Luis L. León y por mí, procuró evitar el distanciamiento entre los tres grandes de Sonora, y diariamente nos entrevistábamos con De la Huerta y con el general Obregón para procurar evitar la catástrofe que ya no tenía remedio. Todavía el 28 de agosto de 1923 hice un esfuerzo
para evitar un acontecimiento que precipitara el rompimiento. Ese día me
105
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
llamó el presidente Obregón a su casa. Eran las doce del día cuando me recibió diciéndome: “Usted conoce de sobra la situación que priva en estos momentos.
Tengo conocimiento de que Prieto Laurens, al contestar como Presidente del Congreso el
Mensaje Presidencial que rendiré el día primero de septiembre, hará una airada crítica, una
injustificada acusación al Gobierno que presido y, naturalmente, como esto sería inusitado y
fuera de toda norma constitucional; deseo que usted haga cuanto esté de su parte para evitar
que eso se realice, pues tal equivaldría a dar pábulo a nuestros enemigos para que logren su
propósito de dividir a la Revolución. He hablado con Adolfo y lo encuentro inquieto; pero
Calles está procurando calmarlo, y si todos procedemos con serenidad podremos evitar todavía
el desquiciamiento”.
Inmediatamente me fui a ver a Prieto Laurens, que se encontraba en
Parque Lira con algunos de los más apasionados delahuertistas; me recibió
don Pedro Medina, que era uno de los hombres más allegados a él y persona
de excelentes cualidades, a quien profesé un gran cariño. De inmediato dije al
señor Medina: “Diga usted a Jorge que quiero hablar con él”. Éste salió de su oficina
y en el jardín del Parque Lira, en presencia del señor Medina, tuvimos una
conversación de más de una hora, en la cual le hice serias reflexiones para
evitar que diera aquel paso tan inusitado. “Vengo —dije a Prieto Laurens— a
informar a usted que he tenido una conversación con el presidente Obregón, en la cual me
expresó tener informes confidenciales de que usted va a hacer grandes censuras a la actitud
del Gobierno al contestar el Mensaje Presidencial. Como esto sería fuera de toda norma
política y legal, yo creo que usted debe abstenerse de hacerlo y limitarse a contestar sin atacar
al Presidente”. Prieto Laurens me contestó delante del señor Medina: “Ya no
hallo qué hacer con esa bola de intrigantes que están todos los días sobre mí. Yo creo que
usted tiene razón y puede decirle al Presidente que me limitaré a contestar el mensaje sin
hacer ninguna crítica al Gobierno”. Seguí haciendo a Prieto Laurens algunas reflexiones en el sentido de que un acto de violencia podía precipitar una situación
política grave. Me reiteró su promesa de no hacer nada que fuera en contra del
ofrecimiento que me había hecho. Salí del Parque Lira a ver al Presidente y le
informé de mi entrevista. El general Obregón me manifestó que no creía en la
sinceridad de Prieto Laurens, que consideraba que todo estaba preparado para
dar en la Cámara un espectáculo bochornoso y que todo aquello estaba dirigido por el señor De la Huerta.
Al día siguiente salí para Tamaulipas donde tenía que organizar trabajos
a favor de la candidatura del general Calles, quien se encontraba en su Hacienda de Soledad de la Mota.
106
CAPÍTULO XXII
CREACIÓN DE LA DIRECCIÓN DE CULTURA
ESTÉTICA POPULAR EN EL ESTADO
El arte y el pueblo. Se nombra director al profesor Alfredo Tamayo. Los
seis Centros Culturales Obreros dependientes de la Dirección General.
La lucha contra el ocio, el vicio y el relajamiento individual. Las delegaciones en diversas ciudades y municipios de la entidad. Su función
social.
L
a Dirección de la Cultura Estética Popular en Tamaulipas fue fundada
con la mira de procurar entre todas las clases sociales un mejoramiento material, intelectual y moral, por medios agradables; para llevar al seno de las
agrupaciones obreras y campesinas la enseñanza de la música popular; crear
centros culturales mixtos para obreros, donde pudieran adquirir conocimientos indispensables en el arte, en pequeñas industrias, trabajos manuales y clases especiales de cocina, bordado, pintura, etc., para la mujer, la que desgraciadamente había estado olvidada, y colocarla así en mejor situación para la lucha
en la vida.
Se procedió a intensificar la campaña para la preparación del niño, fortaleciendo su cuerpo, su mente y su espíritu, para convertirlo en un ser útil a
su familia, a la Patria y a la humanidad.
Fue fundada la Dirección de Estética Popular el 25 de febrero de 1925,
a cuyo cargo quedó el ciudadano profesor Alfredo Tamayo, en quien depositó
el Gobierno toda su confianza, proporcionándole todos los elementos necesarios para realizar tan vasto programa.
Los resultados obtenidos en la gran cruzada pro cultura popular respondieron satisfactoriamente a los esfuerzos del Gobierno, pues las manifestaciones que se llevaron a cabo fueron prueba evidente del éxito obtenido.
231
El día primero de septiembre, Prieto Laurens, al contestar el mensaje
del Presidente, dio una nota inusitada al hacer duros cargos al Jefe del Ejecutivo; la escandalera que se armó en el recinto parlamentario reveló el estado de
desasosiego que existía en la República, y desde aquel momento quedaron
definidos los dos grandes grupos que tenían que medir sus fuerzas en una lucha tremenda y estéril. Como consecuencia de aquella actitud de Prieto Laurens, De la Huerta presentó su renuncia como Secretario de Hacienda y se inició la lucha más tremenda, que trajo como consecuencia la rebelión de 1923,
en que se levantaron en armas más de 60,000 hombres del Ejército, comandados por los generales Enrique Estrada, Guadalupe Sánchez, Salvador Alvarado, Manuel M. Diéguez y otros más.
Nadie como el general Calles lamentó aquellos acontecimientos. De
General Terán, N. L., dirigió a De la Huerta un memorable mensaje pidiéndole lo esperara en la Ciudad de México antes de tomar cualquier determinación y ofreciendo apoyarlo en su candidatura presidencial. Todo fue inútil.
Calles sintió en el alma aquella decisión de De la Huerta, y positivamente le
causó una gran pena ver a su antiguo amigo, compañero de tantas luchas, alejarse del grupo sonorense y echarse en brazos de sus antiguos enemigos, los
peleceanos.
Pero el destino así lo había resuelto y con entereza afrontó aquella situación, poniéndose al frente de sus partidarios, para lo cual renunció al cargo de
Secretario de Gobernación.
Por una parte, el callismo, representativo del programa radical de la Revolución y con francas aspiraciones de mejoría social para los trabajadores y
para los campesinos, y en cuyo grupo figuramos el que escribe, el ingeniero
Luis L. León, Gilberto Fabila, Apolonio Guzmán, el licenciado Romeo Ortega, el profesor Candelario Garza, Filiberto Gómez, del Partido Cooperatista;
del Laborista, Luis N. Morones, Celestino Gasca, Ezequiel Salcedo, Ricardo
Treviño, Fernando Rodarte, todos ellos en aquella época luchadores sinceros
y valientes; del Partido Nacional Agrarista, Antonio Díaz Soto y Gama, Aurelio Manrique y Rodrigo Gómez; del Partido Socialista del Sureste, Felipe Carrillo Puerto, Luis Torrebrosa, Luis G. Cantón y muchos más que con decisión
apoyamos la candidatura del general Calles.
Frente al callismo, junto a De la Huerta, sincero revolucionario y hombre honesto, Jorge Prieto Laurens, Martín Luis Guzmán, el profesor Zamayoa,
Rubén Vizcarra, don Rafael y don Juan Zubarán Capmany, el general Antonio
230
107
I. Villarreal, José Inés Novelo, Manuel García Vigil, Cutberto Hidalgo, Herminio Pérez Abreu y otros políticos de prestigio que venían fraguando mañosamente el distanciamiento de los tres grandes de Sonora.
técnicos, que sin llegar a adquirir la cultura de la Escuela Nacional de Agricultura, sí recibían en las escuelas regionales conocimientos prácticos y eficientes
para dirigir la agricultura en los estados.
Los días siguientes fueron de intensa agitación. Encontrándome en el
puerto de Tampico renuncié telegráficamente a la Presidencia del Partido Nacional Cooperatista y me trasladé a la Ciudad de México para pasar lista de
presente y proceder a organizar a los Diputados y Senadores que apoyaban la
candidatura del general Calles. La lucha en la Cámara desde ese momento fue
violenta. Los delahuertistas estaban dirigidos por Prieto Laurens, cuyas dotes
de líder eran excepcionales, porque poseía cualidades de inteligencia, de valor
a toda prueba y de honestidad indiscutible. Yo me puse al frente de los diputados callistas y todos los días en la tribuna parlamentaria entablábamos un duelo a muerte, pronunciando los discursos más apasionados y enérgicos. Prieto
Laurens, con la oportuna virulencia que lo caracterizaba, lanzaba en contra de
sus enemigos los más duros ataques.
Lamentable fue por todos conceptos esta medida, y lo grave del caso es
que haya sido liquidada la primera posta zootécnica que existió en la frontera,
con ejemplares de pura sangre, que daban servicio al ganado del estado, principalmente de los ejidos. Además, había ganado porcino, criadero de abejas y
gallineros.
Los ataques que Prieto Laurens me dirigía se caracterizaban por su tono
respetuoso y comedido. Reconocía que mi actitud era acorde con mis convicciones; que siempre me había revelado como un partidario decidido del general Calles y que jamás había ocultado mi decidido apoyo a esa postulación. En
cambio, a Puig Casauranc lo ponía de oro y azul. Jamás se habían oído en la
tribuna de la Cámara discusiones tan agresivas y tan violentas.
La lucha para ganar la Comisión Permanente fue sangrienta. Todos los
días había reyertas en el recinto parlamentario y en las calles adyacentes, hasta
que De la Huerta abandonó la Ciudad de México para trasladarse al puerto de
Veracruz, para encabezar lo que se llamó “La Rebelión sin Cabeza”, quedando por ese solo hecho desarticulado el grupo de diputados y senadores que lo
apoyaban en la Cámara.
El lote tan numeroso de ganado bovino, de borregos, de raza porcina y
de gallinas, al clausurarse la Escuela de Tamatán, y que tenían un valor de
$200,000.00 oro nacional, es decir, 100,000 dólares, equivalente ahora a
$1,250,000.00, según tuve noticias, en aquella época fue distribuido entre los
agricultores “nylon” que ocupaban altos puestos en la Federación y que tenían
ranchos que sostenían a costa del Erario.
Igual puede decirse de la maquinaria e implementos de labranza y tractores que tenían un valor de más de $100,000.00 oro nacional.
Pero el mundo, las ideas y las normas que el progreso impone dan
vueltas y revalorizan esfuerzos temporalmente postergados o abandonados.
Por eso, cuando se valorice lo que en Tamaulipas se hizo en pro de la educación y del adelanto agrícola, la Escuela de Tamatán deberá tenerse, como lo
tenemos presente sentimentalmente quienes la equipamos y pusimos en marcha, con la idea de que sirviera para educar mejores agricultores, para ayudar
a implantar nuevos cultivos, a introducir razas mejoradas de ganado, a promover la industrialización de las materias primas y productos agropecuarios
de Tamaulipas.
El rompimiento entre Calles y De la Huerta fue perjudicial para el porvenir de la Patria, y lo más lamentable fue, sin duda, cuando ya don Adolfo
aceptó su postulación y se vio obligado, por la fuerza de las circunstancias, a
unirse a los hombres que lo habían combatido, y a poner en práctica principios que echaban por tierra todo su pasado de hombre radical, honesto y
patriota.
Pero tuvo más confianza en un triunfo militar rápido en atención a que
los mejores generales del Ejército lo proclamaba como el hombre del momen-
108
229
mos más destacados por aquellos años primero el ingeniero Ernesto Martínez de Alba, después el ingeniero Gustavo Segura.
Al cabo del tiempo, transcurridos ya más de cuarenta años desde la
fecha en que se acometieron los esfuerzos que se evocan, se impone precisar
que la ubicación de una escuela de agricultura no la hubiéramos elegido en
Tamatán, de no querer aprovechar las inversiones hechas por el Gobierno del
general Cesar López de Lara. Había dormitorios, salones de clases, establos,
terrenos agrícolas. Tamaulipas no podía darse el lujo de perderlo todo. Además,
las condiciones agrícolas del estado imponían, como siguen imponiendo, pensar en campos de demostración y de experimentación agrícolas ubicados en
comarcas características, con clima y tierra distintos de los que prevalecen en
Ciudad Victoria. En Matamoros, en Soto la Marina, en El Barretal, en El
Mante, en Manuel, se tenía decidido conducir trabajos que desde Tamatán se
coordinaran. Profesorado, además, entonces en algunas ciudades, Ciudad Victoria entre ellas, lo había disponible. En cada ejido que entregábamos los campesinos ofrecían construir por su propio esfuerzo, con modesta ayuda del Estado, una escuela rural en que se impartieran clases para primero y segundo
año, para cuarto, si acaso, donde la población escolar era numerosa.
Hoy, por fortuna, en muchos centros rurales de Tamaulipas hay escuelas secundarias, en las cabeceras municipales importantes escuelas preparatorias, inclusive. Las escuelas primarias, en las grandes comarcas rurales de Tamaulipas, imparten conocimientos técnicos idénticos a los que figuran en los
programas de estudios de las escuelas urbanas; los profesores han tenido la
misma preparación, son profesores normalistas, que no necesitan haber pasado por las aulas de las que se denominaron Escuelas Normales Rurales.
Las Escuelas Regionales de Agricultura, que fueron fundadas con gran
visión de futuro para la agricultura de México por el señor presidente Calles y
su Secretario de Agricultura, ingeniero Luis L. León, entre las cuales figuraban la de Tamatán, que era una verdadera joya por el cuidado que se había
tenido para dotarla de todos los elementos que necesitaba, fueron clausuradas
en el año de 1932 por el Ministro de Educación Pública, licenciado Narciso
Bassols.
Sigo creyendo que fue un gravísimo error haber clausurado algunas de
estas escuelas para fundar, en cambio, Escuelas Normales Rurales.
En México sobran maestros. Hay cientos de ellos. Quizá miles, que no
tienen empleo o que están comisionados y, en cambio, faltan agrónomos y
228
to: Enrique Estrada, que tenía bajo sus órdenes la más importante jefatura de
operaciones en Jalisco; Fortunato Maycotte, en Oaxaca; Guadalupe Sánchez,
en Veracruz; Marcial Cavazos, Manuel M. Diéguez, Salvador Alvarado, Manuel García Vigil y otros muchos, además de varios gobernadores de los
estados, jefes militares que llevaron a la rebelión a más de 60,000 hombres
perfectamente armados y pertrechados. Pero no contaban con la pericia de
Obregón, que enfermo de gravedad, se puso inmediatamente al frente del
poco ejército que le permaneció fiel, y rápidamente pudo vencer a los sublevados en tremendas y reñidas batallas que tuvieron como escenario los estados de Jalisco, Guanajuato, Puebla, Veracruz, Hidalgo y Oaxaca.
Los partidarios de De la Huerta, ya cuando la derrota se acercaba, lo
acusaron de falta de energía, de pusilanimidad y de incompetencia para dirigir
una campaña política y militar, no obstante que controlaba las dos terceras
partes del territorio nacional. Muy lamentable fue aquella hecatombe, en que
perdieron la vida altos valores de la causa del pueblo como Felipe Carrillo
Puerto, el inmaculado socialista del sureste, y sus compañeros, villanamente
asesinados por el coronel Ricardo Broca, instrumento de la casta de millonarios de Yucatán, quien a sangre fría ordenó su fusilamiento en el panteón de la
ciudad de Mérida. Los rebeldes fueron también castigados duramente, ya que
más de veinte generales perdieron la vida en aquella trágica aventura. Las vías
férreas fueron destruidas en varios estados, y se calcula que más de veinte mil
hombres perdieron la vida.
Lograda la paz en la República, De la Huerta, Estrada, Guadalupe
Sánchez, Cándido Aguilar, Zubarán Capmany, Froylán C. Manjarréz, Prieto
Laurens, Martín Luis Guzmán, José Inés Novelo, Roque Estrada, Cutberto
Hidalgo, Herminio Pérez Abreu y otros muchos civiles, además de generales,
diputados y senadores, se expatriaron a Estados Unidos y a Cuba, esperando
el momento oportuno para volver al país.
Con el triunfo del Gobierno, la postulación del general Calles se facilitó
grandemente.
La campaña de propaganda que el general Calles realizó se caracterizó
por la forma como exponía sus convicciones revolucionarias, puntualizando
con toda precisión cuáles eran los problemas más urgentes que tenía que
afrontar la Revolución para implantar un programa de Gobierno avanzado y
contractivo.
109
La Reforma Agraria, la expedición de las Leyes del Trabajo y Previsión
Social, la organización del crédito, la construcción de carreteras, de obras de
irrigación, de escuelas, fueron los puntos medulares que el candidato presidencial tomó como programa de su futura administración.
La llegada del general Calles a la Presidencia de la República fue un
triunfo de los partidos de izquierda, y desde luego inició un vasto plan de
reformas sociales en todos los órdenes.
los cultivos que más prometedores parecían en aquellos momentos: el algodón y el henequén.
Más tarde se adquirieron lotes de ganado de diversas razas y especies —
bovino, caprino, suizo—, para promover la cría de animales. En Tamatán se
dieron desde entonces los primeros pasos para ofrecer montas, con vistas al
mejoramiento de los pies de cría; y para definir la capacidad de aclimatación
de razas altamente productoras de leche y de carne.
En el informe de labores que fue rendido ante el H. Congreso del Estado el 1º de enero de 1927, fue satisfactorio consignar ya que 33 educandos,
seleccionados de diversos centros rurales del estado, habían ingresado a Tamatán, y que de ellos 31 habían presentado con éxito los exámenes correspondientes.
Para estas fechas funcionaba ya en Tamatán una verdadera posta zootécnica que contaba con ejemplares bovinos de las razas holandesas Aye-Shire,
Shorthorn y Jersey; y se planeaba abrir campaña contra la garrapata, mediante
la construcción de baños garrapaticidas.
En el terreno social, se conducía la enseñanza a manera de que los educandos se compenetraran de las necesidades que confrontaba nuestro medio
rural, y adquirieran un concepto exacto del papel que deberían desempeñar
como promotores de una mejor técnica agrícola, como misioneros encargados de elevar el nivel económico, intelectual y moral del conglomerado rural
tamaulipeco.
El entonces Presidente de la República, general Plutarco Elías Calles, y
su Ministro de Agricultura, ingeniero Luis L. León, se habían lanzado a la gigantesca tarea —abandonada o desvirtuada más tarde, por desgracia— de
construir en lugares estratégicos de nuestro territorio las que llamaron escuelas centrales agrícolas.
Fue natural que vieran con simpatía y que alentaran nuestros esfuerzos.
Mi vieja identificación política con uno y otro —el general Calles y el ingeniero León—, los lazos de compañerismo que unían y siguen uniendo al entonces Ministro de Agricultura con el ingeniero Marte R. Gómez, que desempeñaba la Jefatura del Departamento de Fomento en el Gobierno del Estado,
facilitaron nuestros esfuerzos. Por principio de cuentas, la Secretaría de Agricultura nos asignó tres puestos de agrónomos, cuyos emolumentos, completados con los sobresueldos que el Gobierno del Estado asignó, permitieron que
al frente de la escuela de Agricultura de Tamatán estuvieran dos de los agróno-
110
227
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Entre las obras escolares inconclusas que dejara el general López de
Lara, pudieron terminarse, mucho más tarde, durante los años de 1937 a 1940,
en que estuvo al frente del Gobierno de Tamaulipas el señor ingeniero Marte
R. Gómez, las escuelas de Estación Cruz y Estación Garza Valdés. En Ciudad
Victoria quedaron también inconclusas las de la Escuela Industrial, la de la
Escuela de Agricultura de Tamatán y el Teatro Juárez, que se concluyeron
durante el Gobierno que me tocó presidir.
Las directrices marcadas para lo que fue, en sus mejores tiempos —
porque sólo funciona como Escuela Normal Rural, y útil para los fines que la
animan, aunque estén lejos de corresponder a lo que inicialmente nos propusimos—, la Escuela Regional de Agricultura de Tamatán, las expuse el 1º de
enero de 1926, cuando rendí mi primer informe como Gobernador Constitucional de mi estado natal, Tamaulipas, ante el XXIX Congreso del mismo.
“Para desarrollar nuestra agricultura —dije—, es indispensable que contemos con
un plantel educativo que instruya a nuestra juventud de extracción rural sobre los rasgos
peculiares de nuestra agricultura regional, y para ello nos hemos consagrado con todo empeño a reorganizar la Escuela de Tamatán, que a partir del mes próximo abrirá sus
puertas.
En ésta, su segunda etapa —agregué—, nuestra escuela de agricultura no tendrá
la pretensión de producir agrónomos, según estuvo en la mente de Gobiernos anteriores.
Esta clase de conocimientos reclaman varios años de estudios y dotaciones de laboratorio y
de equipo muy costoso. Habiendo ya una Escuela Nacional de Agricultura —y en el
México de 1926 no había lugar, como hoy, para varios planteles de enseñanza
agrícola superior—, no vale la pena de que en Tamaulipas nos empeñemos en sostener
un plantel de categoría académica equivalente.
La nuestra —terminé—, será una escuela de tipo intermedio, que servirá para
satisfacer las necesidades de nuestra agricultura regional y para promover su desarrollo
futuro. Ha sido preciso por eso —advertí—, proyectar y llevar a cabo nuevas construcciones —almacén de maquinaria agrícola, talleres, gallineros, dependencias de lechería, de
empaque y enlatado de frutas y legumbres, refrigeración, etc.— y programar actividades de
propaganda, o de extensión agrícola que cubran todo el territorio del estado”.
Esta misión de difusión, de la que sólo en años recientes se habla en
tono mayor, se pensó conducirla, desde Tamatán, a partir del ya lejano año de
1926. Como un primer paso, en mayo de 1925, se principió a publicar un
periódico de información y de propaganda que se tituló “El Surco”. Se iniciaron también, desde 1926, trabajos de experimentación agrícola sobre dos de
226
CAPÍTULO XI
HUELGA EN LA COMPAÑÍA MEXICANA
DE PETRÓLEO “EL ÁGUILA”
Mi intervención como árbitro. Ventajas que se obtuvieron para los trabajadores. Primer Contrato Colectivo de Trabajo en la República.
H
e relatado en otro capítulo los incidentes ocurridos con motivo de la
huelga en contra de la compañía petrolera “Pierce Oil Corporation”; la lucha
que sostuvimos para hacer efectivos los derechos de los trabajadores; el zafarrancho que ocurrió en la Plaza de la Libertad y la deportación del suscrito y
de dieciocho obreros a Chihuahua.
En 1924, ya bajo nuevos auspicios, se inició un formidable movimiento
de huelga en contra de la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”, emplazada para firma de un contrato colectivo de trabajo en el mes de septiembre de 1923. El movimiento fue secundado por los 4,000 trabajadores que
entonces formaban el Sindicato de Empleados y Obreros de la compañía
referida.
Las represalias no se hicieron esperar. La Gerencia de la compañía procedió a cesar a un grupo de trabajadores, hecho que no intimidó en ningún
sentido a la inmensa mayoría, que dirigida por Serapio Venegas, Gregorio
Turrubiates, Dolores García, Juan Montemayor, Rómulo Ramírez e Ignacio P.
Campero, procedieron a reestructurar a la antigua organización, denominándola desde entonces, Sindicato de Obreros y Empleados de la Compañía
Mexicana de Petróleo “El Águila”, nombrando Secretario del mismo a Serapio Venegas, de gran visión, asesinado villanamente dos o tres años después.
En apoyo de la organización en huelga ocurrieron el Sindicato Mexicano de Electricistas, el Gremio Unido de Alijadores, y la mayoría de los
sindicatos del puerto petrolero; acordó la organización adherirse a la Confe-
111
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
deración Regional Obrera Mexicana, que dirigía Luis N. Morones, entonces
Secretario de Industria, Comercio y Trabajo.
El pliego de peticiones a la compañía contenía puntos que ahora ya son
comunes y corrientes: en primer lugar, el reconocimiento del Sindicato y algunas peticiones de carácter social y económico. Como no existían Tribunales de
Trabajo, ni Ley en el estado de Tamaulipas ni en la Federación, la empresa no
hizo caso a las peticiones de sus trabajadores, los cuales manifestaron a la
compañía que al no resolver favorablemente el pliego de peticiones, procederían a iniciar un movimiento de huelga, trasladándose entonces los trabajadores a la refinería. Como en ese momento se encontraba el Gerente de la
refinería, el Sr. Robert, se procedió a su detención, manifestándole que no se
le dejaría mover del lugar hasta en tanto no se paralizara toda la refinería.
Los trabajadores temían, con razón, que el Sr. Robert pidiera el auxilio
de las fuerzas federales, lo que haría desde luego fracasar el movimiento.
Ya posesionados de la refinería, se ordenó parar las calderas, y en las
plantas de operación, sacar a todos los extranjeros que se encontraban trabajando; se instalaron guardias previamente preparadas para los centros de trabajo y se designaron los rondines que recorrerían el campo de tanques y el
exterior de la refinería para evitar algún perjuicio.
Las autoridades federales y militares observaron una conducta irreprochable por instrucciones expresas que les dio el señor Presidente de la República, general Álvaro Obregón. Era entonces Gobernador Constitucional
de Tamaulipas el profesor Candelario Garza, quien desde luego se trasladó a
Tampico e hizo innumerables gestiones ante la compañía para que se resolviera el pliego de peticiones, y ayudó a los trabajadores, inclusive con elementos
pecuniarios.
Todos los gremios de Tampico, encabezados por el Sindicato Mexicano
de Electricistas y por los Alijadores, se cotizaron con un día de haber para
ayudar a los huelguistas. Intervino la Confederación Regional Obrera Mexicana, quien designó algunos de sus representantes para que se trasladaran a
Tampico con objeto de llegar a un arreglo con la compañía. Dichos señores
llevaron un proyecto de convenio francamente contrario a los intereses de los
huelguistas, que se rechazó, pues por ningún motivo estaban dispuestos a
someterse a las indicaciones que desde México les hacía el Ministro de Industria, Comercio y Trabajo.
112
CAPÍTULO XXI
LA ESCUELA REGIONAL
DE AGRICULTURA
E
Directrices que se fijaron. Material de que se le dotó. De enlatado,
lechería, refrigeración. Ganado que se adquirió. Apiarios. Posta zootécnica. Clausura de las escuelas regionales en el año de 1932.
n el Rancho de los Borregos, de la jurisdicción de Matamoros, el general Lucio Blanco, el día 30 de agosto de 1913, hizo el primer reparto de tierra
del constitucionalismo, pero a ese acto don Venustiano Carranza se empeñó
en ponerle sordina y nombró comisiones que fueran a ver que no establecieran precedente y, con posterioridad, la entidad que fue cuna y que pudo ser
espejo de la Reforma Agraria, se retrasó en su aplicación y ésta no arrancó
prácticamente sino a partir de la fecha en que protesté como Gobernador
Constitucional del Estado.
El general Luis Caballero ignoró que hubiera un problema agrario en
Tamaulipas, y a pesar de que el general Cesar López de Lara lo combatió
políticamente encabezando uno de los grupos políticos que por muchos años
se confrontaron en nuestra entidad, adoptando candidatos y programas antagónicos, cuando después del triunfo del movimiento de Agua Prieta, quedó
reconocido como Gobernador Constitucional, en vez de lanzarse por la senda
de la Reforma Agraria, contrariando en esto la orientación política de la Revolución, prefirió encaminar su gestión hacia la construcción de obras públicas,
y puso su interés en la introducción de agua y drenaje de Ciudad Victoria,
acometiendo también un ambicioso programa de construcción de escuelas.
Ambicioso, dado los recursos con que se contaba en Tamaulipas por aquel
entonces, aunque a la postre, por haberse lanzado al movimiento delahuertista, tuviera que abandonar Ciudad Victoria y dejar inconclusas muchas de sus
obras escolares.
225
En la gran asamblea que se celebró en Tampico, Isauro Alfaro, del
Gremio Unido de Alijadores, expresó: “Somos miembros de la Confederación Regional
Obrera Mexicana, pero desde este momento declaro que dejamos de pertenecer a esa central,
y el Gremio Unido de Alijadores, mientras le sobre una pala que vender, ayudará a los
huelguistas”. Isauro Alfaro increpó duramente a los representantes de la CROM,
invitándolos desde luego a salir de la sesión, ya que consideraba que la CROM
estaba traicionando a los trabajadores.
Ante aquella situación, los trabajadores se dirigieron al general Obregón,
quien les expresó que por ningún motivo podía violarse el derecho de huelga,
y que él, como Presidente de la República, les daba todo su apoyo dentro de la
Ley para obtener las conquistas que reclamaban.
Hubo un momento en que el movimiento huelguístico estuvo a punto
de degenerar en tragedia, ya que algunos esquiroles, apoyados por la Gerencia, trataron de romperlo; pero afortunadamente hizo acto de presencia el
general Lorenzo Muñoz, Jefe de la Guarnición de la Plaza, y ordenó el retiro
de los soldados, así como de los rompehuelgas, otorgando con su actitud toda
clase de garantías a los huelguistas.
A principios de julio de 1924 las pláticas seguían en forma más pacífica
con el señor Jacobsen; pero como pasaban los días y no se resolvía nada
después de los cuatro meses que tenía el movimiento, un grupo de trabajadores, encabezados por Serapio Venegas, acordó llamar una comisión a fin de
pedir mi intervención. Yo era entonces Diputado al Congreso de la Unión por
el puerto de Tampico, y como al mismo tiempo que me entrevistaron los
obreros, el señor Jacobsen, representante de la Compañía, me visitó pidiéndome que interviniera a fin de lograr un avenimiento, se acordó por ambas
partes designarme árbitro.
Tres días duraron las discusiones en el Hotel Nuevo Palacio, mismas
que se prolongaron hasta altas horas de la noche. Avenidas las partes en los
puntos relacionados con el reconocimiento del Sindicato, el respeto al derecho de huelga y la prohibición a la empresa para que ejerciera represalias en
contra de los trabajadores, se obtuvo por primera vez en la historia del sindicalismo en México, el pago de parte de los salarios caídos, la cesión gratuita
por parte de la Compañía a los trabajadores de la comisaría, que tenía un valor
de $500,000.00. Asimismo, se reconocieron todos los derechos de los trabajadores relacionados con salario mínimo, tiempo extra, pago de días festivos,
pensiones, jubilaciones, hospitalización, escuelas y una cantidad de dinero en
224
113
efectivo, mensual a cada trabajador, para que pagaran las rentas de las casas en
que vivían. Se fijó una tabla de indemnizaciones por muerte, accidentes de
trabajo, enfermedades, lesiones, etc., y se acordó igualmente que todos los
trabajos concernientes a la refinería se contrataran precisamente con el Sindicato.
Sin duda que la cláusula principal, aparte del pago de salarios caídos, fue
la relacionada con la participación de utilidades que reclamaban los trabajadores y que en ninguna parte de la República se había reconocido.
Como las utilidades para calcular esa participación de utilidades eran
insuperables, se me ocurrió sugerir a la Compañía y a los trabajadores que los
miembros del Sindicato que tuvieran seis meses o más de servicio sin interrupción, podrían depositar el 5% de sus emolumentos, en la inteligencia de
que la Compañía también depositaría una cantidad igual, abonándose por
concepto de interés el 6% anual, que era entonces la tasa legal de interés. La
cantidad total que resultara de ese depósito, sería entregada al trabajador al
separarse de la Compañía, y en caso de muerte, la entrega se haría a sus herederos legítimos.
Después de una discusión prolongada sobre este punto, la Compañía
aceptó mi sugestión, procediéndose desde luego a firmar el Contrato Colectivo de Trabajo, que fue el primero que se firmó en la República, pues todas las
empresas se negaban terminantemente a firmar contrato colectivo alguno en
que se reconociera un sindicato.
La cláusula relativa al depósito del 5% de los salarios, que fue una manera de iniciar por primera vez el reparto de utilidades, se estableció posteriormente en todos los contratos colectivos de trabajo que se hicieron a partir de
aquella fecha.
La noche que se firmó el contrato, se reunieron en la refinería más de
10,000 trabajadores de todos los gremios obreros de Tampico. El acto aquel
fue emocionante. Se había logrado un éxito completo después de cuatro meses de haber estallado la huelga y de las luchas que tenían agotados a muchos
miembros del Sindicato, que presenciaban cómo sus pequeños hijos eran víctimas del hambre y de la enfermedad, y morían sin más auxilio que el que
podían proporcionar los gremios obreros de la región.
ban, pero como teníamos necesidad de tomar las aguas internacionales antes
de que los Estados Unidos fueran a alegar derechos sobre ellas —pues todavía no se celebraba el Tratado de Aguas Internacionales—, por de pronto
urgía construir tales obras para evitar una situación que sería perjudicial para
México. Se aceptó mi proposición, y así fue como se iniciaron las grandes
presas de la frontera. Hablé sobre el particular con el ingeniero Vázquez del
Mercado. Las obras prosiguieron en los últimos días de la administración del
general Ávila Camacho, en cuyo Gobierno el ingeniero Gómez desempeñó el
cargo de Secretario de Agricultura.
Todavía hoy puede ser objeto de mejoras que favorezcan la zona de
riego del norte de Tamaulipas. Con motivo de la II Guerra Mundial, en efecto,
supe que las compuertas de la presa de demasías ordenada en Italia nunca
llegaron a México y que el ingeniero Gómez tuvo que ordenar cambios de
fortuna que se tradujeron en una disminución de la capacidad de almacenamiento, pero ya se piensa en terminarlas para sacar el mejor partido de las
aguas del Río San Juan.
Considero que también es importante subrayar la forma en que pude
ser factor determinante para que se construyera el sistema de riego del Río
Mante.
En una visita que hice a la región del Mante, entonces de caminos intransitables, mejorados luego debido al esfuerzo tenaz y patriótico de algunos
inversionistas, entre otros don Juan Sáenz Garza, el señor Chabram y el general Gregorio Osuna. Éste me invitó a visitar el nacimiento del Río Mante,
manifestándome que la construcción de una presa en aquel lugar sería sumamente económica y beneficiosa para toda la región.
Hicimos el viaje el general Osuna y el que escribe y sometimos a la consideración del presidente Calles la idea de construir la Presa de El Mante. El
general Calles, como relato anteriormente, visitó la región y ordenó la construcción de la presa.
Han transcurrido de ello cuarenta largos años, cuarenta y cinco en otros
casos. Al evocarlos, sin embargo, parece que fue ayer, y me emociono como si
lo viviera de nuevo.
Con el dinero que dio la compañía por concepto de salarios caídos, que
fue de $800,000.00 se acordó, a sugestión mía, no repartirlo entre los trabajadores, sino proceder a construir el edificio y teatro del Sindicato de Obreros y
114
223
a San Luis Missouri para tratar —capacidades, diseño, precios— con la Fulton Iron Works, conocida empresa constructora de ingenios azucareros que
suplió también, años después, la maquinaria para el Ingenio de Xicoténcatl,
todo lo relativo a esa inversión.
La organización posterior de la empresa privada, en la que el mismo
Gobierno de Tamaulipas figuró como accionista, se perfeccionó o se deterioró, según se prefiera, cuando ya era Presidente de la República el general e
ingeniero don Pascual Ortiz Rubio. Lo que los particulares aportaron no fue
mucho, y los ingresos del ingenio tampoco permitieron que los créditos concedidos se amortizaran en proporción importante. En ellos, por cierto, el general Calles, contra lo que se rumoraba, no contaba casi.
No quiero terminar el relato de lo que se hizo en Tamaulipas por aquellos años, sin dedicar un recuerdo de agradecimiento y de afecto a otros ingenieros que colaboraron conmigo, y poniendo entre ellos funcionarios que dependían del Gobierno Federal, pero que estaban identificados conmigo en la
generosa obra que ejecutamos.
Quiero mencionar entre ellos a los delegados de la Comisión Nacional
Agraria, ingenieros José C. Prieto y Silvio Guerra Leal, y en la Dirección de
Aprovechamiento de Ejidos, al ingeniero Jesús Fernández, muertos ya los
tres.
Quiero nombrar también, de modo muy especial, al ingeniero Rubén
M. Morales, que con su carácter de Vocal Ponente de la Comisión Nacional
Agraria, revisaba los expedientes relativos al estado de Tamaulipas, en los que
había con frecuencia afectaciones a predios de ciudadanos norteamericanos,
que la Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica hacía por evitar. El
ingeniero Morales se identificó con nosotros hasta el punto en que llegó a terminar sus días, ya retirado de toda actividad oficial, en el estado de Tamaulipas. Sus restos reposan en el cementerio de Ciudad Victoria.
Siendo ya Presidente el señor general Lázaro Cárdenas y yo Secretario
de Relaciones Exteriores y después Presidente del Partido Nacional Revolucionario, tuve ocasión de influir para que se acometieran las obras de construcción que habrían de alimentar las aguas del Río Bravo.
En el Consejo de Ministros que se celebró, el general Cedillo, Secretario
de Agricultura, expuso la necesidad de que se diera preferencia a las pequeñas
obras de irrigación. Al hacer uso de la palabra manifesté que sin duda era muy
importante construir pequeñas obras en lugar de las grandes que se proyecta222
Empleados de la compañía, que existió hasta hace algunos años en Ciudad
Madero, Tamaulipas.
Con motivo del éxito que logré como árbitro entre la Compañía y sus
trabajadores, recibí el siguiente mensaje del ciudadano Candelario Garza,
Gobernador del Estado: “Prensa hoy entérame resolvióse huelga mediante sus gestiones.
Felicítote y salúdote afectuosamente”. Y del señor general Obregón, Presidente de la
República, este otro: “México, D.F., 19 de julio de 1924. Felicítolo por haber logrado
con su discreta intervención resolver conflicto entre “El Águila” y sus trabajadores, que
tantos perjuicios estaban acarreando para todos. Afectuosamente, el Presidente de la República, A. Obregón”.
Así terminó aquel movimiento de huelga —sin duda el más importante
de aquellos días—, en que 4,000 trabajadores paralizaron las actividades petroleras en toda la región.
Los miembros del Sindicato de Trabajadores de la Sección número 1
del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana celebran
cada año el acontecimiento, y al cumplirse el 30 Aniversario de aquel triunfo
el 17 de julio de 1954, expresaron:
“Movimiento que se hizo de carácter nacional por la justicia que asistió a todos los
trabajadores que tomamos parte de él, y que para todos los trabajadores tiene carácter
histórico, porque en el primer convenio cuya firma hoy recordamos quedó estipulado como
obligación principal el reconocimiento del Sindicato por parte de la empresa para tratar
directamente con ella todos los problemas que se suscitaran, y ese solo hecho en aquellas
épocas en que no había ninguna ley de trabajo, constituyó un verdadero triunfo para el
Sindicato de Obreros y Empleados de la Cía. Mexicana de Petróleo “El Águila”, ya que
al doblegarse en esa forma el orgullo de una de las más poderosas compañías petroleras,
fincó las bases en que descansan todas las conquistas que posteriormente hemos obtenido y
todas las prerrogativas de que disfrutamos actualmente los trabajadores de la industria a
través de nuestro gran Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.
Es muy justo mencionar también que en la discusión y aprobación de ese primer
convenio o contrato colectivo de trabajo, y a petición tanto de la Cía. Mexicana de Petróleo
“El Águila”, como de nuestro sindicato, fungió como mediador entre ambas partes el señor
Lic. D. Emilio Portes Gil, Diputado al Congreso de la Unión por el puerto de Tampico
en aquel entonces, quien se esforzó por que el sindicato obtuviera las mejores ventajas y a él
se debió en gran parte que la huelga se solucionara en forma ventajosa y honorable; también
no queremos pasar inadvertida la gran ayuda que recibimos de parte del H. Sindicato
Mexicano de Electricistas Tranviarios, quienes nos dieron todo su apoyo moral y económi115
co, siendo esto también un punto principal para dicho triunfo, así como no podemos olvidar
el amplio apoyo moral y material que nos brindaron los compañeros del H. Gremio Unido
de Alijadores; para ambos sindicatos vaya nuestro más grande reconocimiento.
me cargo de la Presidencia Provisional de la República. El área neta del riego
seguro es de 8,500 a 9,000 hectáreas, pudiéndose ampliar el riego hasta 17,000
hectáreas.
Al hacer pública esta corta exposición, no nos guía más interés que recordar a
nuestros antiguos y nuevos compañeros esta fecha memorable, que por su trascendencia y sus
efectos benéficos para los trabajadores petroleros de la República debe ser motivo de entusiasmo, de regocijo y de respeto para todos, ya que esto significa una prueba efectiva de lo que
es el valor de la unidad, la constancia y la honradez, que sobre cualquier circunstancia y sin
perder esta trayectoria de progreso, ha sabido mantener el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana”.
El sistema fue construido por la Comisión Nacional de Irrigación durante los años de 1927 a 1929. La operó la misma Comisión hasta el 31 de
diciembre de 1941. Posteriormente pasó a depender del Banco Nacional Obrero
y de Fomento Industrial.
El 24 de diciembre de 1943, la Cooperativa de Ejidatarios y Obreros
del Ingenio del Mante, S. C. L. asumió la responsabilidad del Ingenio de El
Mante, que se terminó el año de 1931.
Días antes de su inauguración los campesinos de la región sugirieron
que tal factoría llevara mi nombre, y en acuerdo que tuve con el ingeniero
Marte R. Gómez, Secretario de Agricultura, le manifesté que por ningún motivo
aceptaba yo tal deseo de los agraristas, pues no creía debido que las obras que
se construyeran por el Gobierno llevaran el nombre de personas vivas, para lo
cual había expedido, al hacerme cargo de la Presidencia Provisional, una circular en ese sentido.
Al iniciarse la obra, puse a disposición de la Comisión Nacional de
Irrigación 3,000 hectáreas de tierra improductiva, que por razones que nunca
supe, o que si supe no recuerdo, habían sido de la propiedad del licenciado
Miguel Cárdenas, que fue Gobernador de Coahuila, y que llegaron más tarde
a ser propiedad del Gobierno de Tamaulipas.
Cuando el general Calles pensó en que se sembraran de caña las tierras
por irrigar, a sabiendas de que esa gramínea podría darse bien, como probaban los pequeños trapiches que ya estaban instalados por ahí, se proyectó el
ferrocarril que uniera a C. Guerrero sobre la vía de San Luis a Tampico, con
Xicoténcatl, pasando por El Mante, sobre la vía de Monterrey a Tampico. Estaba de por medio una obra de arte importante, que era el Puente del Limón
sobre el río Guayalejo. Yo ayudé a que esa obra fuera posible, aportando de la
Tesorería de Tamaulipas $200,000.00. El ingeniero Gómez sirvió de conducto para transmitir al presidente Calles el ofrecimiento del Gobierno de Tamaulipas, cosa que agradeció.
A punto de terminarse las obras de irrigación, y sin que hubiera particulares interesados en la construcción del ingenio —estábamos ya bajo los efectos de la crisis mundial—, autoricé también que el Banco de México aportara
los fondos que se requerían para comprar el ingenio. El ingeniero Gómez fue
116
221
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Cuando regresaron, el ingeniero Gómez me dio su opinión: el arroyo
de Santa Gertrudis era aprovechable, pero no valía la pena pensar en sacar
partido de un chorro de agua, cuando estaba a la vista el caudal del Río San
Juan. Yo estuve de acuerdo, y el ingeniero Noriega, decepcionado de momento,
dijo que la empresa era muy grande para nuestros esfuerzos.
Cuatro años después, siendo ya Presidente de la República, nombré al
ingeniero Marte R. Gómez, Secretario de Agricultura. La Comisión Nacional
de Irrigación formaba todavía parte de ella. En uno de los primeros acuerdos
del ingeniero Gómez me sometió el caso del aprovechamiento de las aguas
del Río San Juan, y yo le di el visto bueno. Acto seguido, el ingeniero Gómez
mandó llamar al ingeniero Noriega para encargarle que hiciera el anteproyecto correspondiente, el que quedó terminado ese mismo año.
Hice un viaje a la Ciudad de México, con el único fin de someter al presidente Calles el estudio del proyecto.
El presidente Calles, en el año de 1926, viajó a la región del Mante, para
observar personalmente las posibilidades y la conveniencia de dicha obra. Recuerdo que salimos del poblado de El Limón, acompañados del presidente
Calles, el general Almazán, los ingenieros de la Comisión Nacional de Irrigación, el ingeniero Marte R. Gómez, el general Gregorio Osuna y otras personas.
CAPÍTULO XII
MI ELECCIÓN COMO DIPUTADO
AL CONGRESO DE LA UNIÓN
POR EL PUERTO DE TAMPICO EN 1921
Distanciamiento con el gobernador López de Lara. Levantamiento del
general López de Lara a favor de don Adolfo De la Huerta. Mi reconciliación con el general López de Lara. Importante carta del diputado
Luis G. Olloqui.
E
n el año de 1921, siendo Gobernador de Tamaulipas el general César
López de Lara, fui postulado como Diputado al Congreso de la Unión por el
distrito de Tampico.
Al salir del rumbo del nacimiento del Río del Mante, comenzó a llover
en forma verdaderamente torrencial, habiendo hecho todo el recorrido a caballo, y llegando al campamento, que ya había construido el general Almazán,
con las ropas completamente empapadas.
Yo había sido el director de la campaña política que sostuvo la candidatura de dicho general durante los años de 1917, 1918 y 1919, cuyas luchas
se desarrollaron con mayor violencia, pues nos oponíamos al continuismo del
Gobierno del general Luis Caballero, quien con las fuerzas a sus órdenes
disolvía nuestras manifestaciones y ocasionaba frecuentes asesinatos.
Al general Calles se le facilitó un carruaje tirado por caballos, pero convencido de que en él no podría llegar hasta el nacimiento del río, pidió un
caballo y encabezó la comitiva. Pasamos la noche en el campamento, e inmediatamente ordenó que los trabajos se continuaran con la mayor diligencia.
Al verificarse las elecciones, la inmensa mayoría del pueblo de Tampico,
encabezada por los sindicatos petroleros de “El Águila”, la “Pierce”, la “Corona”, el Gremio Unido de Alijadores, los Electricistas, estuvo en las casillas
que se generaron casi en su totalidad.
La obra consiste en una presa de desviación situada a tres y medio
kilómetros aguas debajo de los manantiales del nacimiento que forma el Río
Mante. Es una compuerta de acero de 9.6 metros de alto y 4.6 metros, que se
mueve en dos márgenes de concreto reforzado.
López de Lara era el candidato postulado por el Partido Demócrata
Popular de Tamaulipas; su experiencia, su capacidad y sus convicciones revolucionarias parecían una garantía para que gobernara el estado con probidad y
patriotismo.
De la presa de derivación parten dos canales principales: del este y del
oeste, uno por cada margen del río, los que alimentan la red de canales secundarios. La capacidad de cada uno de los canales es de 11 metros cúbicos
por segundo. La explotación del distrito se inició en el año de 1929, al hacer-
Pero desgraciadamente, desde el principio de su Gobierno inició una
administración contraria a los principios del programa de la Revolución. Nada
hizo el general López de Lara por llevar a cabo la Reforma Agraria; muy por
220
117
el contrario, protegió a los hacendados; ni mucho menos expidió la Ley del
Trabajo, que con tanto entusiasmo había ofrecido a los obreros. Varias veces
tuve con él una serie de entrevistas para convencerlo de que era indispensable
que volviera sobre sus pasos.
Estas entrevistas fueron amistosas, pero el Gobernador se dedicó a
perseguir a los campesinos, por cuyo motivo muchos de ellos se vieron
obligados a salir del estado.
Cierto es que el general López de Lara realizó obras materiales de importancia; entre otras, la introducción de agua potable y drenaje en Ciudad
Victoria; la construcción de las escuelas de agricultura y la industrial, que
quedaron sin terminar; el rastro de Tampico; reconstruyó el Teatro Juárez;
pero en cuanto a labor social, no realizó ninguna.
Esto provocó descontento entre los hombres del campo, que iniciaron
una serie de manifestaciones en contra de la administración, con motivo de la
persecución que hizo a los campesinos, llegando a expulsar del estado al Delegado de la Comisión Nacional Agraria, acusándolo de agitador. El Secretario
de Agricultura, don Ramón P. De Negri, después de hacer gestiones amistosas con el gobernador López de Lara, se vio obligado a consignarlo ante la
Cámara de Diputados. Con tal motivo, el elemento oficial de Tampico, dirigido por el general López de Lara, se opuso abiertamente a mi postulación,
lanzando la del licenciado Luis Ramírez de Alba, por el mismo distrito.
En repetidas ocasiones hice ver al Gobernador lo inconveniente de iniciar una lucha dentro de nuestro Partido, pero todo fue inútil; tuve que ponerme al frente de mis partidarios, iniciándose una campaña que llegó a actos de
violencia, y hubo muertos y heridos en algunos mítines.
Como digo, la lucha fue sangrienta. Hubo zafarranchos con derramamientos de sangre, y en un asalto que encabezó el Comandante de Policía de
Tampico, Guadalupe Arrieta, quedó muerto el mayor retirado José Chávez,
uno de mis mejores partidarios.
El profesor Candelario Garza, que era postulado por el distrito de Victoria, y yo, fuimos víctimas de arbitrariedades, al igual que nuestros partidarios.
En una ocasión, en la que viajábamos Candelario Garza, mi secretario
Rodolfo Cervantes y yo, de Victoria a Tampico, estuvimos a punto de ser
asesinados por un matarife de López de Lara, Eduardo Benavides, y de no
118
rrocarril al centro de San Miguel de Camargo, los agricultores de lo que es
hoy cabecera del municipio Gustavo Díaz Ordaz, y entonces delegación del
municipio de Camargo, nos habían presentado, formándonos valla, todas las
má-quinas agrícolas —arados, cultivadoras, rastras, rodillos, sembradoras—
con las que se trabajaba la tierra.
Todavía no entraba el tractor a Tamaulipas, casi todo el trabajo de la
tierra en el norte se hacía utilizando tiros de mulas —en el centro del estado
seguía dominando el arado de palo, que tratábamos ya de sustituir por el
arado de reja y la yunta de bueyes—, pero era ya alentador comprobar que la
técnica moderna se abría paso y, de hecho, los agricultores de San Miguel de
Camargo eran de los más progresistas que había en el estado.
En curioso contraste con la técnica del trabajo rural, que se mostraba a
tono con las innovaciones que aconsejaba el progreso, las costumbres hogareñas y las relaciones humanas seguían siendo patriarcales. Por la noche, por
ejemplo, se nos ofreció un baile. Al entrar al salón lo encabecé con el “paseo”,
llevando del brazo a una de las señoritas más jóvenes y hermosas de la localidad. El ingeniero Gómez, segundo en categoría para la concurrencia, caminaba detrás de mí y veía cómo me observaban las señoras, que sentadas en sillas
adosadas a los cuatro muros del salón, se disponían a disfrutar, con los ojos,
del festejo que las hijas disfrutarían con los pies.
Terminado el paseo, se bailaron valses, pasos dobles, mazurcas y redovas, sin que faltara ya más tarde la varsoviana, que fue casi lo único que nos
dejó en la región —junto con el modesto monumento levantado para conmemorar la Batalla de Santa Gertrudis—, la Intervención Francesa. Las parejas se movían marcando el ritmo de la música, a tiempo de que algunos de los
bailadores, contaminados por el ambiente de alegría que imperaba, cantaban:
Varsoviana, varsoviana ¿quién te trajo aquí?
yo solita, yo solita, he venido aquí.
La varsoviana vamos a bailar… etc.
A la mañana siguiente, muy temprano, yo me dediqué a varias atenciones relacionadas con la política, las finanzas y la administración pública, en
tanto que el ingeniero Marte R. Gómez y el ingeniero Noriega montaron a
caballo para reconocer el terreno.
219
temporal a los ejidos del Fuerte Portes Gil, de Cruz y Cruz y El Barretal, de
Soledad, de Cruz y Carmen Galindeño, y dotamos de agua potable a Jaumave.
Al construir los canales de La Garrapata y de La Libertad y Misión
Unidas, el ingeniero Lira López recuerdo, por cierto —y decirlo aquí mucho
le honra, puesto que cultivándose, ha luchado siempre por las causas agrarias—, al entonces dirigente del ejido, que más tarde sería Secretario de la Liga
de Comunidades Agrarias de Tamaulipas, Diputado, Senador y Gobernador
del Estado, Magdaleno Aguilar, que encabezaba a las fajinas de campesinos
que tomaban parte en las obras y trabajaba él mismo como estadalero.
Hubo naturalmente obras de irrigación que demandaban recursos cuantiosos, y que sólo podría ejecutar la Comisión Nacional de Irrigación, o que,
para ponerse mano en ellas, requerían, como las presas internacionales que se
levantan hoy en el cauce principal del Río Bravo, que se firmara antes el Tratado de Aguas Internacionales.
Otras que sí eran costosas, pero que estaban bajo la jurisdicción y dentro de las posibilidades del Gobierno Federal, pudieron hacerse siendo Secretario de Agricultura, de 1940 a 1946, el ingeniero Marte R. Gómez, a pesar de
que mucho se nos hablaba de ellas de tiempo atrás. En tal caso estuvieron las
obras de irrigación de Padilla, Xicoténcatl y Río Frío.
Pero merece capítulo especial la obra de irrigación que tiene por base la
Presa El Azúcar, construida sobre el Río San Juan, y en la cual estuvimos vivamente interesados, desde el año de 1925, el ingeniero Marte R. Gómez, que
era, como antes he dicho, Jefe del Departamento de Fomento de Tamaulipas
y yo, en mi carácter de Gobernador del Estado.
Viendo el interés que tenía el Gobierno de Tamaulipas en la construcción y reparación de obras de riego, el ingeniero José S. Noriega, aunque por
sus contactos sociales y de familia estaba más cerca de los hacendados que de
nosotros, se entrevistó con el ingeniero Marte R. Gómez para decirle que en
el archivo de la Dirección de Aguas, dependiente de la Secretaría de Agricultura, existía un proyecto de él para aprovechar en irrigación las aguas del
Arroyo de Santa Gertrudis. El ingeniero Gómez me lo comunicó y yo dispuse
que en la primera ocasión lo invitáramos a que nos acompañara para que
fuéramos sobre el terreno y decidiéramos.
Así se hizo, a tiempo de que teníamos en estudio el proyecto de localización para el ejido de Camargo. Llegamos por tren, procedentes de Matamoros. Sobre la carretera de tierra suelta, que conducía de la estación del fe218
haber sido por la intervención del teniente coronel Tito Reséndiz, posiblemente hubiera logrado sus propósitos. El tren suspendió su marcha, y el jefe
de la escolta aprehendió a Benavides, llevándoselo al carro en que estaba la
escolta, siguiendo su marcha el tren rumbo a Tampico. Benavides era Diputado del Congreso Local. En aquella época todos los trenes de pasajeros llevaban una escolta de 25 hombres, con motivo de que frecuentemente las partidas de rebeldes los asaltaban.
La lucha siguió en la capital de la República, y el Partido Cooperatista
Nacional, al que yo pertenecía, se dividió en dos grandes grupos: la mayoría
estuvo a mi favor, pero los líderes apoyaban franca y abiertamente a mi contrario. Las discusiones se sucedían todos los días en el bloque del Partido, y
cuando en una de las sesiones se puso a discusión el resultado de las elecciones, después de un acalorado debate en que tomaron la palabra a mi favor los
diputados Luis L. León, Aurelio Manríquez, Antonio Díaz Soto y Gama, Romeo
Ortega y los ingenieros Gilberto Fabila y Apolonio Guzmán, demostrando
que en el caso se trataba de una imposición, y en que sólo el diputado Eliseo
L. Céspedes contendió con ellos, la Cámara aprobó por inmensa mayoría mi
credencial.
Como representante de la Cámara de Diputados mi actitud ante aquella
situación fue ponderada. El distanciamiento con el general López de Lara lo
sentí, pero jamás tuve para él nada que significara un acto de enemistad.
Ahora bien, como ya se iniciaba la campaña presidencial, en que contendían el general Plutarco Elías Calles y el señor Adolfo De la Huerta, yo me
puse al frente del callismo, y el general López de Lara se significó como un
apasionado delahuertista, y luego de la Revolución de 1923, derrotado el general López de Lara, que se había levantado en armas en Tamaulipas, se pasó a
los Estados Unidos, donde vivió algunos años hasta que el presidente Ortiz
Rubio le permitió volver al país.
Cuando regresó el general López de Lara, con motivo de una acusación
injusta que se le hizo, fue reducido a prisión de la penitenciaría de Lecumberri. Al saberlo yo, lo visité inmediatamente, ofreciéndole mis servicios profesionales, así como si era necesario dar una fianza a su favor.
Así vino la reconciliación entre nosotros, y desde entonces volvimos a
la vieja amistad que habíamos tenido.
Cuando falleció no pude asistir a su sepelio, porque me encontraba fuera de la capital.
119
A continuación publico una carta que me dirigió el diputado Luis G.
Olloqui, que fue uno de los más apasionados amigos del general López de
Lara, y en la que relata la conversación que tuvo con dicho señor, en la cual
manifiesta haber sido él el responsable de aquel distanciamiento.
La carta en cuestión dice así:
LUIS G. OLLOQUI
Doctor Mier 4310
Nuevo Laredo, Tamps.
Nuevo Laredo, Tamps., marzo 28 de 1959
quejaban los ejidatarios de Santa Cleotilde, de que una avenida les tirara su
presa y azolvado el canal. Otro tanto decían los ejidatarios de Mapache y los
de Compuertas, y en Hidalgo pedían urgentemente se les comisionara un
ingeniero, para reparar los destrozos que había causado una creciente del Río
San Antonio.
Obras de mayor aliento fueron, seguramente, en el ejido de Carrizos, la
instalación de una planta de bombeo, o el trazo de un camino que fuera de la
estación de Xicoténcatl al pueblo del mismo nombre, y que tuvo a su cargo el
ingeniero Eduardo Morillo. Otro camino fue trazado de Ollama a Estación
Cruz. Sin recursos para construir obras de arte importantes o de pavimentar,
disponíamos al menos de niveladoras mecánicas, que hacían desaparecer las
rodadas después de la lluvia.
También fue significativa la construcción de la Presa de Caballeros, que
se puso a cargo del ingeniero Pascual Gutiérrez Roldán, incluyendo la construcción de la cortina, el alumbramiento del agua y el trazo del canal de alimentación.
Sr. Lic. Don Emilio Portes Gil
Emilio Castelar 151 (Polanco)
México, D. F.
Querido Maestro y muy fino amigo:
Tengo el gusto de enviarle las presentes líneas y con ella una noticia (previa autorización de la persona indicada) y que sin lugar a dudas tiene y significa gran importancia para
usted.
El relato es el siguiente:
El día 23 hice viaje a la Ciudad de México con el fin de trasladar en mi coche a mi
querido amigo el general don César López de Lara, a la ciudad de Saltillo con el objeto de
que estuviese presente, acompañando al señor presidente López Mateos, en la ceremonia de
la Hacienda de Guadalupe, en ocasión al XLVI Aniversario de la firma del Plan de
Guadalupe, forjador de la Revolución Constitucionalista jefaturada por el ilustre don
Venustiano Carranza, el 26 de marzo de 1913.
El acto resultó muy brillante y concurrido, pues aparte de la presencia del Presidente, don Adolfo López Mateos, hubo un magnífico discurso de Paco Martínez de la
Vega, la asistencia de los hijos de don Venustiano Carranza (Jesús, Rafael, Emilio y
Venustiano) así como también la de los supervivientes del “Plan de Guadalupe”, encabezados por el Gral. don Jacinto B. Treviño y en cuyo torno destacaban el general Alejan-
120
El mismo ingeniero cambió el trazo de algunos de los canales que ya
existían en la zona de Santa Engracia, y consiguió así que se regaran 400 hectáreas más. También que se ampliara el Canal de Ollama, regándose otras 400
hectáreas, y que estudiara la Presa de La Aurora, que estaba a medio construir, y que al fin se terminó después, corriendo ya la ejecución de los trabajos
a cargo del ingeniero José F. Galindo.
Con créditos modestos que se obtuvieron del Banco Nacional de Crédito Agrícola, y que nos ayudó a conseguir el ingeniero Marte R. Gómez, que
ocupaba la Subgerencia del Banco y que estaba plenamente identificado conmigo, en lo personal, y con la obra agraria de Tamaulipas, que por encargo
mío había puesto en marcha, se construyeron pequeñas obras de irrigación
que estuvieron a cargo del ingeniero Salvador Lira López, egresado apenas de
Chapingo, y que hizo sus primeras armas al lado de nosotros.
Fue él quien construyó una presa de derivación en el ejido de Camacho,
con la que se aprovecharon de paso las aguas del Arroyo de Torrecillas, un
afluente del Río Pilón, para beneficio de tres ejidos próximos, y que hicieran
de riego 500 hectáreas.
A Congregación Caballeros la dotamos de agua potable, aprovechando
las aguas del Manantial del Aguacatillo; le hicimos de riego tierras que eran de
217
festejó como gran acontecimiento que, cuando aún no soñábamos que se
iniciara un gran plan de electrificación rural, se obsequiaran cuatro lámparas
de viento, para que se alumbraran los locales de la escuela nocturna y del
Comisariado Ejidal.
De ejido en ejido, me reconfortaba saber que los centros más prósperos
les prestaban maíz —para semilla o como dotación alimenticia— a unidades
de reciente creación. En el caso de Melchor Ocampo, un propietario cuya
liberalidad fue muy elogiada, le prestó a los campesinos equipo con que trabajaran sus tierras: yuntas y tiros de mulas, arados, balancines, pares de palotes,
collares, filetes, cadenas… Todo ello bien explicado y mediante el pago de
cinco hectolitros de maíz como renta. Que se pusiera cerca de alambre de
púas a un potrero, o que se “circulara”, como se decía a lo ranchero, era todo
un acontecimiento.
Buena parte de la atención de los ingenieros que trabajaban en la Comisión Local Agraria se consagró a mejorar, o a volver a poner en uso, pequeñas obras hidráulicas que destruían o azolvaban las avenidas de los ríos,
cuando caían lluvias torrenciales, a veces de carácter ciclónico.
Es que durante la época de la Colonia y después, durante los primeros
años de nuestra vida independiente, por falta de recursos pecuniarios y técnicos —se trabajaba a mano, con palas y picos, o a lo mucho, ya en fechas
recientes, con escrepas que arrastraban tiros de mulas—, el aprovechamiento
de las aguas que escurrían regularmente por los numerosos ríos que surcan
las tierras tamaulipecas, tenía que hacerse mediante canales que se localizaban
en los cauces mayores de las corrientes, y que con frecuencia resultaban arrasados o azolvados por las crecientes. Después de alguna avenida, se tenían
que levantar nuevamente las presas de derivación, que desazolvar los canales,
que construirse tramos de mampostería, o inclusive túneles.
En los informes que rindieron los delegados que asistían a las convenciones, era lamentable escuchar las dolencias de los campesinos, que después
de haberse enorgullecido con el trabajo hecho a base de “fajinas”, tenían que
reconocer la necesidad de comenzar las obras de nuevo, una y otra vez. Así, en
Marroquín se decía, en 1926, que con motivo de las “crecientes” del Río San
Antonio, su canal resultó destruido, y tenían que levantar otro de mampostería de 40 metros de largo; al año siguiente el mismo ejido tenía que acometer
la obra de construir un túnel de 70 metros de largo por dos metros de sección,
que asegurara el riego y pusiera a salvo el canal. También el año de 1927 se
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dro Garza, y en fin, todos aquellos que, aún de viejos, continúan siendo “Los Muchachos
Gallardos de don Venustiano...”.
También concurrieron otras muchas figuras de la Revolución como el Gral. don
Cándido Aguilar, el Gral. don César López de Lara, el Gral. don Francisco L. Urquizo,
el Gral. don Marciano González y González, el Gral. don Raúl Madero, gobernador de
Coahuila y otros muchos señores gobernadores constituyentes de 1917 y diputados federales
actualmente.
Después de la ceremonia, al regresar a Saltillo la misma tarde del 26, me encontré en
los corredores del Hotel Arizpe al entusiasta revolucionario coahuilense y gran amigo Delfín
Cepeda, quien me dijo:
“No te imaginas, Olloqui, el gusto tan grande que me da el que hayas traído a
López de Lara; sólo tú logras sacarlo de sus “casillas”. Acabo de dejar en su cuarto a don
Cándido Aguilar. Ya le ordené una cabeza de carnero para el almuerzo de mañana y como
tú y don César también se van a quedar, pues “orita” mismo les ordeno otras dos cabezas
y muy temprano se las “despachan”, pero con “gordas” de harina, y hasta sirve de que don
Cándido y don César echen la platicada y hagan recuerdos del Primer Jefe…”
En efecto, al día siguiente muy temprano, almorzamos juntos en el salón comedor del
Hotel Arizpe, don Cándido Aguilar, don César López de Lara y yo. Las cabezas de
carnero, galantería del finísimo amigo Delfín, resultaron de maravilla.
La charla de sobremesa entre los señores generales López de Lara y Aguilar fue
sumamente interesante y se prolongó por más de tres horas; tenían mucho tiempo sin verse
y se hicieron recuerdos de todo y de todos y, al abordarse la gestión gubernativa de don César
López de Lara en Tamaulipas, inmediatamente salió usted a relucir con diferentes preguntas que acerca de su personalidad y sus luchas de entonces hizo don Cándido Aguilar,
quien, en equivocado concepto señaló “que usted había sido ingrato al traicionar a don
César...”.
Y aquí va lo importante y significativo:
Cuando el general López de Lara escuchó lo anterior, inmediatamente se llevó su
mano izquierda a la cabeza y alisándose el cabello, miró fijamente al general don Cándido
Aguilar (yerno de don Venustiano) y le dijo: “Mire usted, general Aguilar, eso que le han
dicho no es exacto; Portes Gil ni fue ingrato y mucho menos traidor conmigo. Allí sucedieron algunas cosas que un día las aclararé debidamente porque en realidad no es justo que
a Portes Gil se le señale de esa manera. Ésa ha sido una mentira que ha caminado mucho
y realmente no hay derecho”.
121
Pasadas las doce del día de ayer, abandonamos Saltillo rumbo a Monterrey. El
general continuaba serio y pensativo desde la terminación de su prolongada charla con el
general Aguilar. Fue entonces cuando, disminuyendo la velocidad del coche a nuestro paso
por Ramos Arizpe, le dije a don César:
“Mi General: sinceramente se impresionó fuertemente usted cuando le escuché su
aclaración al general Aguilar en relación con el Lic. Portes Gil. Ese equivocado concepto lo
tienen muchas gentes, no sólo en Tamaulipas, sino en la Ciudad de México. Los malquerientes, los pérfidos y los envidiosos con don Emilio Portes Gil, se han encargado a través de
muchos años de sembrar esa semilla llena de odios, de rencores y de falsedades. Realmente no
es justo (como usted indicó) el continuar permitiendo que se siga llevando agua a ese molino
tan gastado. Ya es tiempo, mi general, que usted aclare todas esas cuestiones como es debido;
y agregué:
El Lic. Portes Gil podrá tener muchos defectos, pero nadie podrá negarme que ha
sido y es un tamaulipeco de gran valimiento y un formidable MEXICANO siempre
dispuesto a servir en las mejores causas. Además, es hombre de carácter, con amplia preparación y con mucho talento. Un político valiente, muy hábil, ágilmente experimentado y
que siempre sabe estar a tiempo. Por eso fue un diputado vigoroso y muy batallador por
Tampico. Por eso fue un Gobernador con fuerza y enorme popularidad en Tamaulipas. Fue
un Gobernador al servicio de los humildes y por eso nadie ha podido arrebatarles a SUS
campesinos. Los agraristas de Tamaulipas (de padres a hijos y los hijos de sus hijos) siguen
siendo PORTESGILISTAS. Fue un Secretario de Gobernación en momentos sumamente difíciles y con un Presidente de gran categoría como lo fue el señor general Calles. Y
llegó a PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA en una época llena de pasiones, de
terribles tormentas y con muy negros aleteos de tragedia. Fue Presidente y lo hizo bien. En
el escaso término de un año, dos meses y cuatro días, supo sortear y resolver muy serios
problemas. Hábilmente fue un magnífico “puente de unión” entre exaltados obregonistas y
apasionados callistas. Era la época huracanada de los años veintes en que todavía nuestros
afamados generales se atufaban los bigotes y escupían por un colmillo…
Y para todos tuvo su tratamiento y todavía se dio tiempo para resolver la “cuestión”
religiosa, tan delicada y espinosa, por los ríos de sangre que se acababan de correr en la rebelión cristera. No olvide usted, mi general, que al Lic. Portes Gil le sobraron arrestos para
sofocar el levantamiento militar escobarista iniciado en Torreón el 3 de marzo de 1929;
sobrellevar la campaña política presidencial vasconcelista; fundar junto con el ex presidente
Calles el Partido Nacional Revolucionario, abuelo del actual PRI, y que institucionalizó la
vida política con democracia y justicia social en México; con gran visón otorgó la autonomía
a la Universidad Nacional de México; expidió la Ley Federal del Trabajo; fundó el
Departamento de Trabajo, elevado hoy a Secretaría de Estado; también instituyó la protec122
Pero muchas otras obras sí pudieron hacerse con éxito. En primer lugar,
el pequeño canal de riego que se construyó en los ejidos de La Garrapata y La
Misión Unida, derivando aguas del Río San Felipe, y más tarde una presa de
almacenamiento que se construyó para captar las aguas que brotaban en el
Ojo de Agua de Caballeros, y la Presa de la Aurora, para captar aguas del Río
Santa Engracia.
Estaban tan desvalidos los antiguos peones y medieros en Tamaulipas,
a raíz de que recibían posesión de sus ejidos, que toda ayuda era bienvenida, y
generaba un entusiasmo que se traducía en trabajo, y se mejoraba la suerte de
campesinos que no habían conocido más arrimo que el de la hacienda, ni más
ayuda que la de la tienda de raya.
En sustitución de ésta, con el dinero que producía el 15% del fondo
ejidal —a pesar de que en contados casos los depositarios huyeron con ellos,
perdiéndolo todo por hurtar unos cuantos cientos de pesos—, se precipitaron
a fundar tiendas cooperativas.
En otras ocasiones, se contó con los modestos pero valiosos recursos
de crédito que por conducto del Banco Nacional de Crédito Agrícola se obtuvieron, al crearse las primeras Sociedades Locales de Crédito Agrícola. Préstamos de apenas $5,000.00 operaron milagros para la compra de aperos e instrumentos de trabajo, para la adquisición de yuntas de bueyes —una yunta
costaba entonces $80.00— y tiros de mulas.
El Gobierno del Estado, cuyo presupuesto era pobre —$1,800,000.00—
estableció, por acuerdo mío, que la Tesorería General del Estado dedicara pequeños préstamos, de $500.00 a $1,000.00, a los ejidos más necesitados. Estos préstamos los pagaban puntualmente los campesinos. Asimismo, el Gobierno del Estado estimulaba a los campesinos apenas salidos de su servidumbre secular, entregándoles herramientas de trabajo, palas y azadones, que
servían sobre todo para desazolvar canales; arados y cultivadoras que se obsequiaron el día primero de mayo de 1925; sementales de ganado de cebú, con
los que se dieron los primeros pasos en 1926 para el mejoramiento de la ganadería ejidal; una partida de caballos dados de baja en el Ejército, pero que
venidos a menos tiraron de arados, cultivadoras, sembradoras y escrepas en
tierras ejidales.
Se dio ayuda para comprar una lancha que transportara, desde Rayón,
las hortalizas que se habían de vender en Tampico; a San Rafael se le prestó
para que comprara un carro guayín, y en un caso —el de San Antonio— se
215
también de organizar actividades económicas que encauzaran la explotación
de los ejidos, y mejoraran la economía de los campesinos tamaulipecos.
Las primeras obras de subestructura que se acometieron en los centros
ejidales fueron mencionadas en los informes que rindieron los delegados de
los distintos ejidos en las Convenciones de la Liga de Comunidades Agrarias
y Sindicatos Campesinos del Estado de Tamaulipas. Con un alejamiento de
más de cuarenta años, tales memorias constituyen un testimonio fehaciente
del entusiasmo, del tesón y del espíritu de sacrificio con que los campesinos
tamaulipecos se pusieron en marcha, en pos de su redención.
Se ven ahí noticias de cómo iban construyendo modestas escuelas ejidales,
con muros enjarrados de lodo y techos de palma. De qué modo las modestas
habitaciones de los campesinos se iban trasladando de los cascos de las antiguas haciendas afectadas a las esquemáticas urbanizaciones de los poblados;
de cómo se construían bodegas; de qué manera se organizaban tiendas cooperativas; con qué dificultades se iban adquiriendo implementos de trabajo, se
conseguían semillas para la siembra, se obtenían créditos iniciales para los
avíos y también, ya en mayor escala, de qué modo se trazaban o mejoraban
caminos y se reparaban o construían obras de regadío. Todo ello contaba con
la asistencia técnica de las dependencias antes nombradas, y con el trabajo
entusiasta de jóvenes ingenieros a quienes poníamos a trabajar en los ejidos,
para que fueran guía de todas sus actividades y brújula de sus iniciativas.
Hubo, por cierto, proyectos que nunca cristalizaron, porque las condiciones imperantes no lo permitieron. El ejido Ollama, por ejemplo, pidió que
se estudiara la construcción de una presa, que a la postre no fue posible poner
en marcha porque se averiguó, por el estudio geológico, que el cauce del arroyo se perdía bajo el lecho cascajoso, lo que hacía inoperante la construcción
de la cortina. Tampoco fue posible que en el ejido de Río Bravo se instalara,
en la margen derecha del Río Bravo, un equipo de bombeo, como solicitaban
los campesinos del lugar. Antes de la Revolución, la Hacienda de La Sauteña
había llevado allí bombas potentes, que con motivo de la lucha armada no fue
ni siquiera posible instalar, porque el cárcamo mismo no había sido construido. Después de la Revolución, las numerosas estaciones de bombeo construidas en la margen izquierda del Río Bravo, acababan prácticamente los volúmenes disponibles de agua que escurrían en el estiaje. Del lado mexicano no
pudo haber riego sino después de que se estableció la Comisión Nacional de
Irrigación, y, sobre todo, a resultas también de los volúmenes que comenzó a
garantizarnos el Tratado de Aguas Internacionales.
214
ción a la infancia; construyó múltiples obras públicas a lo largo del país; repartió tierras y
más tierras con créditos a los campesinos y entregó el 5 de febrero de 1930, un gobierno
saneado y perfectamente organizado al Sr. Ing. y Gral. don Pascual Ortiz Rubio...”.
Cuando yo hacía hincapié en todas esas razones, el general López de Lara me veía
fijamente y, juntando y apretando sus nerviosas manos (manos limpias del “Mirlo Blanco”
de la Revolución) me interrumpió casi gritando:
“Mira Olloqui, todo eso que dices es cierto. Ya es hora de acabar con todos esos
“cuentos”. Hemos perdido mucho tiempo en Tamaulipas con esa serie de pleitos inútiles.
Que si Portes Gil aquí, que si Portes Gil allá, y la verdad es que a Portes Gil no le hemos
podido hacer nada; todos juntos hemos rebotado como en pared, ¡ésa es la “meritita”
verdad…! Y como tú dices, llegó hasta escalar la Presidencia y todavía ahora de viejo, sigue
peleando y peleando fuerte por medio de la prensa con quien sea y cuando se hace ocasión.
Estoy de acuerdo contigo en que es tiempo de acabar, pero de un “jalón”, con ese chismarajo
que hemos traído todos, sin excepción, los oponentes a Portes Gil en Tamaulipas. De aquí
en adelante vamos a hacerle como te dijo tu amigo el general Perón: “Cada quien en su casa
y Dios en la de todos…”
Y en un arranque de enorme sinceridad, como es don César con los amigos que quiere, me añadió enérgicamente: “La verdad en lo mío con Portes Gil es la siguiente; te la voy
a confesar para que no te ‘cuenten’, y para que el día que se ofrezca, lo hagas público en
alguno de tus reportajes de prensa”.
“Corría el año de 1922; yo era Gobernador de Tamaulipas y en ese entonces se
verificarían elecciones para Diputados Federales a la Treinta Legislatura del Congreso de
la Unión. Portes Gil era una destacada figura de mi Gobierno y gozaba de mucha popularidad en Tampico; tenía muy bien organizados a todos los grupos de trabajadores y a los
distintos sectores del puerto. En una palabra, era un Distrito Electoral que él dominaba a
la perfección desde hacía muchos años y en muchas luchas políticas verdaderamente pesadas,
inclusive en la época de don Venustiano, desde cuando yo era Gobernador del Distrito
Federal y después, cuando mi campaña fuerte en contra de Caballero, para Gobernador de
Tamaulipas.
Pues bien, por capricho mío, resultante de intrigas y mal querencias que en esas cuestiones nunca faltan, yo quise tener la imprudencia de que en esa ocasión Portes Gil ya no
jugara por Tampico, sino para presentarle problemas, lo hiciera por Tula, a fin de que en
el distrito de Tampico lo hiciera mi amigo y paisano de Matamoros, Lic. Luis Ramírez de
Alba.
Portes Gil varias veces fue a verme. Con justa razón trataba de convencerme de que
aquello no era correcto. Que si yo deseaba ayudar a mi amigo y paisano Ramírez de Alba,
123
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
pues que lo hiciera por el Distrito de Matamoros o por Tula, que para él era lo mismo. Por
nada cedí. Yo estaba dispuesto a presentarle problemas, y la verdad lo curioso del caso es que
ni el mismo Luis Ramírez de Alba quería enfrentársele a Portes Gil. Él quería ser Diputado, pero por Matamoros y yo encaprichado quería los problemas para Portes Gil. Total,
vino el distanciamiento. Luis Ramírez de Alba con todo mi apoyo lanzó su candidatura por
el distrito de Tampico. Portes Gil también se registró por allí, le hicimos una serie de dobles
‘juegos’, le puse muchas piedras en el camino y logré que la Junta Computadora le expidiera
la credencial a Ramírez de Alba. Pero al llegar a México, en el Colegio Electoral de la
Cámara de Diputados, Portes Gil hizo ‘papilla’ a Ramírez de Alba y de paso me restó
prestigio político a mí en mi calidad de Gobernador Constitucional de Tamaulipas. Total,
Portes Gil volvió a ser Diputado Federal por Tampico. Por otra parte, ya para en-tonces la
situación nacional estaba más que encaminada por parte del Presidente, Gral. Obregón a
favor del Gral. Calles. El diputado Portes Gil, como tú dices, muy hábil, muy vigoroso y
muy listo y oportuno, se había colocado en primera línea cerca del Gral. Calles; y yo,
mientras tanto, pues andaba en cuestiones contrarias, al lado de Adolfo De la Huerta. Se
vinieron las cosas y con ellas el movimiento de 1923. Yo perdí hasta el Gobierno de Tamaulipas
y hube de irme al destierro. Lo que siguió después ya lo sabes de sobra y para qué te lo
repito…”.
Y el general César López de Lara, concluyó: “En resumen, nunca hubo ninguna
ingratitud ni ninguna traición de Portes Gil para mí. Al contrario, muchas veces se jugó la
vida junto conmigo en campañas y situaciones fuertes personales mías en el afán de servir a
Tamaulipas. Inclusive estuvo a punto de que lo matara Pablo Villarreal (aquel pistolero
de Ciudad Camargo, al servicio del general Caballero) cuando el mismo Caballero y yo
tuvimos el lance a balazos en el Bosque de Chapultepec, después de la conferencia que ambos tuvimos, convocados por don Pablo González. Caballero nos tiraba con ‘mauser’ desde
arriba de su coche y por el lado izquierdo del coche mío se acercó Villarreal para matar a
Portes Gil (hiriéndolo), y por el lado derecho se acercaba para matarme a mí el coronel
Francisco Aguirre, mismo a quien tuve que matar, disparándole mi pistola a boca de
jarro…”
Maestro Portes Gil:
Considero de interés para usted la noticia-relación anterior. El Sr. Gral. López de
Lara me encargó que al escribirle le saludase de su parte y que, en próximo viaje mío a
México, me encargase yo de organizar un almuerzo o una comida con usted a fin de
cambiar amplias impresiones nuevamente. Recordó, agradeciendo, las atenciones que usted
124
CAPÍTULO XX
LA POLÍTICA DE IRRIGACIÓN
EN TAMAULIPAS
Cómo se inició la construcción de las presas de El Azúcar y de El Mante.
La Comisión Local Agraria de Tamaulipas y la construcción de las presas de El Azúcar y de El Mante. Las primeras obras de infraestructura
que se acometieron en los centros ejidales. Proyectos y más proyectos
que no cristalizaron. El Gobierno del Estado, con grandes ambiciones
y un presupuesto pobre. Informes y estudios previos a la construcción
de las obras. El informe del ingeniero Marte R. Gómez en relación a
las presas. Marte R. Gómez inicia las pequeñas obras de irrigación en
la República. El presidente Calles hace un viaje a El Mante: eso nos
ayudó. El sistema fue construido por la Comisión Nacional de Irrigación. Los ingenieros que colaboraron conmigo para los planes y proyectos. Agradeciendo a todos ellos.
L
a Comisión Local Agraria de Tamaulipas, como antes he tenido oportunidad de decir, no pudo establecerse sino en abril de 1924. Para entonces,
era ya evidente que los Gobiernos de la Revolución, a paso y a medida que se
intensificaba el reparto de tierras, comprendían la necesidad de que la adjudicación de ejidos fuera solamente la base de una explotación agrícola que garantizara la producción agropecuaria de México, e hiciera de la reforma agraria el éxito que esperábamos.
Fue natural por ello mismo que, tomadas inclusive en cuenta las limitaciones presupuestales y la escasez de personal técnico con que contaba, resolviera yo fusionar la Presidencia de la Comisión Local Agraria con la Jefatura
del Departamento de Fomento, poniendo al frente de ambas dependencias al
Ing. Marte R. Gómez, quien se ocupó desde luego, no sólo de tramitar las numerosas solicitudes de ejidos, que poco a poco se iban presentando, sino
213
tuvo para con él recientemente cuando las intrigas y falsedades que originaron su internación
en la Penitenciaría de México.
Como siempre, a sus muy apreciables órdenes, le saludo con gran afecto y le envío un
fuerte abrazo.
212
125
El general Calles luego
con su fuerte voluntad,
defendió nuestros derechos
y nos brindó su amistad.
Mas la ambición escondida
hizo otra guerra civil,
cuando ya era Presidente
don Emilio Portes Gil.
Ay, ay, ay, etc.
Y todos los agraristas,
como un solo ser humano,
defendimos al Gobierno
con las armas en la mano.
Nuestro lema es el trabajo,
queremos tierras y arados,
pues la Patria necesita
ver sus campos cultivados.
Cantemos todos unidos
la más bonita canción,
la canción de la esperanza,
de la libertad y la unión.
Ay, ay, ay, etc.
Fin
126
211
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Nuestras cosechas y jacales
siempre llenos de tristeza,
viviendo como animales
en medio de la riqueza.
CAPÍTULO XIII
ORGANIZACIÓN DEL
PARTIDO SOCIALISTA FRONTERIZO
Ay, ay, ay,
luchando por nuestros anhelos,
etc.
En cambio los hacendados,
dueños de vidas y tierras,
se hacían los disimulados,
sin escuchar nuestras quejas.
E
Declaración de Principios. Programa aprobado. Distintivo del Partido.
Exhortación a los ciudadanos delegados. Discurso que pronuncié al
clausurarse la Convención.
l discurso que pronuncié el 28 de septiembre de 1924 en Ciudad Victoria, como candidato al Gobierno del Estado, dice así:
Vino el apóstol Madero
y al grito de redención
todo el pueblo por entero
se fue a la revolución.
“Quiero empezar, pueblo de Victoria, por expresar a todos mis paisanos, a todos los
tamaulipecos, mi más profundo, mi más hondo y mi más sincero agradecimiento por esta
manifestación de simpatía, por aquellas manifestaciones de simpatía que he recibido de los
pueblos del 5º Distrito Electoral y por las manifestaciones entusiastas que desde hace
tiempo se me vienen prodigando por ese abnegado y trabajador pueblo de Ciudad Victoria.
Decía uno de los oradores que me ha precedido en el uso de la palabra que seguramente en los pueblos, no sólo de Tamaulipas, sino de la República entera, existe una profunda, una hondísima desilusión, desesperación, y muy grande, diría yo, por tanto engaño,
por tanta mentira que líderes tras líderes, candidatos tras candidatos y gobernantes tras
gobernantes, han venido predicando en todo el territorio nacional para no llegar a otra finalidad que el enriquecimiento personal, el enriquecimiento a costa de los sudores del pueblo;
para no llegar a otra conclusión que al establecimiento de la tiranía despótica que acaba con
las sanas aspiraciones de las multitudes, que mata en su nacimiento las nobilísimas tendencias populares.
Mataron a don Panchito
y subió Huerta al poder,
pero el pueblo verdadero
no dio su brazo a torcer.
Ay, ay, ay, etc.
Era la lucha del pobre
que sin miedo fue a la guerra,
a pelear sus libertades
y un pedacito de tierra.
Yo mismo he sentido a veces hondamente esa desilusión; la he sentido porque la he
palpado. En muchas ocasiones hemos visto que candidatos van y candidatos vienen, solicitando el voto de los pueblos; que candidatos ofrecen tales y cuales cosas que de antemano
saben que no podrán cumplir y que apenas llegados al Gobierno, al saborear los placeres del
mando, son los primeros en olvidarse de las multitudes sufridas de quienes días antes
mendigaron sus votos.
210
127
Cuántos de nuestros funcionarios públicos, olvidándose de las prédicas forjadas al
calor del entusiasmo popular han experimentado este fenómeno. A cuántos de ellos hemos
visto convertirse en tiranos de los pueblos que alimentaron sus esperanzas, y que después
han usado de la arbitrariedad y del despotismo para envilecer a sus amigos primero y para
domeñar después el ansia incontenible de las multitudes.
Es necesario, compañeros, que cambiemos ya el sendero de la política, de la política
que hasta ahora, por desgracia, ha sido calificada como ciencia de mentira; es indispensable,
es de todo punto urgentísimo, que inauguremos en nuestro estado una política sobre cimientos más hondos, de virtud, de bien, de amor; sobre bases rectilíneas de justicia y de moralidad; política social que lleve en sus tendencias como finalidad esencialísima, la satisfacción
de esa ansia infinita de mejoramiento que reclama el proletariado de los campos y de las
ciudades. Levantemos nuestra voz y prediquemos en todas partes y ante todas las gentes
ideas de fraternidad; señalemos derroteros de moralidad si queremos que las colectividades
se desarrollen y que alimenten su espíritu en las aguas cristalinas de esa moralidad y de esa
honradez política, para que puedan cumplir de la mejor manera posible, el destino que la
naturaleza les ha señalado.
Desde hace algunos años, como decía uno de los oradores, se me ha tachado de ser un
desquiciador, de ser un destructor, de ser uno de tantos agitadores vulgares, de ser un demagogo. Mentira. Yo quiero, compañeros, que el capital en Tamaulipas se convenza de que no
hacemos otra cosa que predicar el ideal de igualdad social; que quienes representan la industria y el comercio obren de acuerdo con las leyes y no se empeñen en seguir explotando a
los trabajadores. Ya por fortuna muchos de ellos han aceptado la invitación que les he hecho
para formular la Ley del Trabajo, que será una de las más avanzadas de la República.
Hago formal invitación a los industriales y a los comerciantes para que colaboren
con el Gobierno honestamente. Yo no quiero despojos ni quiero destrucción; queremos cimentar nuestras tendencias sobre las bases de la solidaridad humana; queremos que el
edificio social se levante dentro del orden, dentro del bien, dentro del inmenso amor que
predicara Cristo desde hace 20 siglos; queremos que acaben los odios entre todas las clases
sociales, que cada una de ellas haga algún sacrificio en beneficio mutuo; que los de arriba
dejen de temer a los de abajo y se hagan querer de éstos mediante el reconocimiento del derecho que tienen al mejoramiento espiritual y económico, y que todos, convencidos de la necesidad que existe de hacer un equilibrio de intereses sociales, hagan concesiones recíprocas
para cimentar, sobre las bases definitivas, la tendencia humanitaria de mejoramiento que
traerá consigo la felicidad de los pueblos.
Ciudadanos de Victoria, éste es el socialismo que yo predico, éste es el socialismo que
predican todos los hombres pertenecientes al Partido Socialista Fronterizo: el que trata de
128
CORRIDO
Voy a empezar a cantarles
la canción del agrarista,
les dirá muchas verdades
señores capitalistas.
Es el cantar de los pobres
que en el campo trabajamos,
los que con tantos sudores
nuestras tierras cultivamos.
Mucho tiempo padecimos
la esclavitud del vencido,
hasta que al cabo pudimos
ver nuestro grupo reunido.
Ay, ay, ay,
luchando por nuestro anhelo,
murieron muchos hermanos,
que Dios los tenga en el Cielo.
Don Porfirio y su Gobierno
formado por dictadores
nunca oyeron de su pueblo
las quejas ni los clamores.
Siempre trabaja y trabaja
siempre debiendo al tendero,
y al levantar la cosecha
salía perdiendo el mediero.
209
De riego: 11,392 hs.
De temporal: 5,220 hs.
De agostadero: 82,249 hs.
Cerril: 65,074 hs.
Los desmontes fueron:
Riego: 475 hs.
Temporal: 2,115 hs.
Y así tenemos que la superficie total cultivada por ejidatarios fue de
113,026 hs.
Y finalmente, podemos decir que la superficie de cultivo inculta fue de
5,185 hs.
HIMNO AGRARISTA
Marchemos agraristas a los campos
a sembrar la semilla del progreso,
marchemos siempre unidos, sin tropiezo,
laborando por la paz de la Nación.
No queremos hoy más luchas entre hermanos,
olvidemos los rencores, compañeros,
que se llenen de trigo los graneros,
y que surja la ansiada redención.
208
hacer surgir la justicia social; el que trata de imponer la terminación de la corrupción en
todos los órdenes; socialismo que nosotros no nos cansaremos de sembrar en estos corazones
humildes, porque ellos, mejor que nadie, nos comprenden, porque todos estos hombres tienen,
a pesar de su rudeza y de su incultura, la capacidad intelectual suficiente para reconocer la
nobleza de estas ideas. Yo quiero hacer aquí, ante los representativos del pueblo de Tamaulipas, esta profesión de mi fe política y social. Quiero decir desde ahora, como candidato, que si
llego al puesto para el cual la inmensa mayoría de los tamaulipecos me postula, estas ideas
que he expresado desde hace muchos años serán las normas del Gobierno de Tamaulipas.
Yo quiero, compañeros, que las mayorías bien dirigidas, por caminos de orden y de moralidad, sean las que seleccionen a los hombres encargados de resolver los problemas sociales; yo
quiero que en Tamaulipas cesen los gobiernos de las camarillas y de los hombres únicos, para que vengan gobiernos de colaboración y de representación funcional, a fin de que no burlen las nobles aspiraciones de la colectividad.
El Partido Socialista Fronterizo, por mi conducto, abre sus puertas a todos los hombres de corazón bien puesto y de conciencia limpia, a todos los hombres que no tengan que
avergonzarse de algún crimen, para que vengan a prestar su contingente y hacer obra de
colaboración en bien de Tamaulipas.
A la juventud de Tamaulipas quiero darle también un toque de atención: a esos jóvenes que empiezan su vida dentro de la realidad; a esa juventud que forja en la escuela
tantas ilusiones y que luego ve despedazarse ante los duros golpes de la vida práctica; a esa
juventud que va a los talleres, también deseosa de mejoramiento; y a esa juventud de los
campos que riega con su sangre y sus lágrimas la tierra. A toda esa juventud quiero llamarla a que venga a poner sus energías al servicio de la redención del proletariado, y especialmente me dirijo a la juventud estudiosa, para invitarla a que deje la apatía, la falta
de interés y la inactividad, que por desgracia y por tantos años ha caracterizado a muchos
estudiantes de Tamaulipas.
Yo quiero ver en Tamaulipas una juventud vigorosa, que desarrolle sus grandes y
ocultas energías. Yo no quiero que nazca en el estado una juventud triste, raquítica y débil.
Quiero ver una juventud que se levante vigorosa y optimista, que colabore con el pueblo
para su grandeza. A esa juventud y al pueblo que me escucha, quiero decirles que mis propósitos como Jefe del Partido Socialista y en el periodo de Gobierno que me tocará iniciar,
me esforzaré por implantar la moralidad administrativa para que todos vean en el gobernante y en el más humilde empleado, no al gendarme con el garrote siempre levantado, sino
al amigo, al hermano que tiene la obligación de darle la mano y de encaminarlo por derroteros salvadores. Encarrilaré el Gobierno por senderos de moralidad y de justicia social
para todos, para el proletariado tamaulipeco y para el pueblo de Tamaulipas.
129
Moralidad administrativa, honradez y justicia en todos los órdenes, especialmente
dentro del Gobierno, que es indiscutiblemente el más obligado a seguir esas ideas, y quiero
también decir a todos los pueblos de Tamaulipas lo que dije a la juventud: que tengan
entereza, que tengan valor, que tengan civismo para señalar a los autores de las injusticias,
a los corruptores de conciencias y todos los fomentadores de esa inmoralidad que ha caracterizado a la mayor parte de los gobernadores de Tamaulipas.
Quiero terminar, ciudadanos de Victoria, repitiendo aquella frase de fuego con que
redondeara uno de sus más elocuentes discursos aquel sublime orador de enorme talla, que
decía: “HAY QUE SEÑALAR A TODOS LOS HOMBRES MANCHADOS CON CRÍMENES, PORQUE SI NO LO HACEMOS, DEJARÁ DE
SER LA HISTORIA EL ETERNO BALDÓN DE LOS HUMANOS”.
Fue antecedente indiscutible del Partido Nacional Revolucionario el
Partido Socialista Fronterizo, que por iniciativa mía se organizó en Tamaulipas el día 15 de mayo de 1924, para cuyo efecto, el día 30 del mes de abril del
mismo año, lancé una convocatoria concebida en los siguientes términos:
“Estando muy próximas las elecciones para la renovación de Poderes Federales y
Locales del Estado y habiéndome dado exacta cuenta de la desorganización en que se
encuentran las diversas agrupaciones políticas que conmigo han venido luchando desde hace
algunos años, y tomando en consideración, por otra parte, la necesidad ingente que existe de
unificar esas agrupaciones, ya que todas ellas tienen el mismo programa de acción social y
política, diferenciándose sólo en pequeños detalles que en ninguna forma pueden ser obstáculos para la realización de los principios fundamentales que sostienen, y habiendo cambiado
impresiones con la inmensa mayoría de los ciudadanos del estado, he llegado a la conclusión
de que es indispensable procurar la formación de un solo partido, en el cual se fusionen los
distintos grupos políticos que hasta hoy han venido luchando en el terreno social y democrático
por el logro de sus aspiraciones. Tal partido político, que deberá tener sus ramificaciones en
todas las municipalidades, pueblos, congregaciones y comunidades campesinas, con un programa de acción social que comprenda los principios más avanzados de la Revolución; un
programa de acción mutualista tendiente a la ayuda de todos los miembros que lo integren
y un programa de acción política, que lleve como norma esencialísima, la depuración de la
administración pública, procurando por cuantos medios estén a su alcance, el mejoramiento
de ellas sobre bases de absoluta moralidad y honradez.
130
once de la mañana se vaciaba el líquido en un antiguo canal que pasaba frente a la Casa de
Gobierno.
Al mismo tiempo, el Partido Socialista Fronterizo desarrollaba una labor cultural
intensa por medio de conferencias antialcohólicas en todos los pueblos.
Se formaron ligas integradas por mujeres para combatir el alcoholismo en los ejidos;
las mujeres eran las encargadas de vigilar y hacer efectiva la prohibición. A la entrada de
cada ejido existía un gran aviso redactado en la siguiente forma: ‘Queda prohibida terminantemente en este poblado la venta de bebidas alcohólicas’. Para fomento de los deportes se
organizaron eventos en que tomaban parte los niños de las escuelas y también adultos. A la
entrada de los parques deportivos, había un tablero que expresaba lo siguiente: ‘Los pueblos que cultivan el deporte fortalecen su espíritu y se alejan de los vicios’ ”.
Comentando las disposiciones tomadas para combatir el alcoholismo,
el señor licenciado Ezequiel Padilla, en un folleto que publicó en el año de
1929, dice lo siguiente: “Actualmente, noventa y dos centros ejidales viven en el más
absoluto estado seco. En muy raros casos la prohibición se viola por los campesinos interesados. Sus fiestas, a las que concurren muchos vecinos de otros ejidos, se ven pletóricas de entusiasmo, y cuando alguna infracción se comete, procede de alguna congregación limítrofe,
generalmente de alguna hacienda en donde no existe la prohibición.
Este sistema ha hecho de los ejidos de Tamaulipas verdaderos emporios de trabajo,
de orden y de moralidad, que hacen innecesaria la existencia de la policía rural o de los destacamentos federales, pues los casos de delito son excepcionales.
Una de las razones principales por la que la capital del estado queda incluida
dentro de una enérgica restricción, se debe a que Ciudad Victoria está rodeada por centros
ejidales, por los cuales forzosamente tendría que pasar el alcohol que se vendería de las fábricas, de donde resulta que antes de llegar a la capital, esta bebida es decomisada por los
mismos campesinos. Está, por tanto, prohibida por el decreto que acabamos de señalar, de
una manera absoluta la venta de vinos destilados, como aguardiente, mezcal, etc., que son
los que verdaderamente producen la embriaguez barata que tan fatal es a las clases trabajadoras”.
En resumen, el número de ejidos de que se dotó durante el periodo en
que desempeñé el Gobierno de Tamaulipas, fue de 164, habiéndoseles entregado en total, una extensión de tierras como sigue:
207
Se dictaron disposiciones para impedir la venta de bebidas alcohólicas en los ejidos. Al efecto, en circular que expedí expresé:
“Teniendo en consideración que el alcoholismo es el más deprimente de todos los
vicios, por lo cual se hace necesario combatirlo en todos los frentes, procedí desde luego, siendo
Gobernador del Estado, a dictar medidas tendientes a contrarrestar tal vicio. No se emplearon en ningún sentido medidas violentas y sí procedimientos prácticos que sinteticé en los
siguientes puntos:
l . Prohibición absoluta del alcohol en determinados centros.
II. Fundación de centros culturales obreros de recreo y estudio.
III. Elevación de los impuestos al ramo de alcoholes.
Se convocó a todas las Ligas de Padres de Familia, Sociedades Mutualistas,
Sindicatos y Comunidades Agrarias, invitándolas a colaborar en esta campaña de sanidad
social.
Se expidió el Decreto de 19 de junio de 1925, prohibiendo la venta de bebidas
alcohólicas, con excepción de cerveza y vinos de mesa, en 25 pequeños centros de población
de Tamaulipas.
La población de estos centros la constituían familias de trabajadores, y el Decreto
fue previa deliberación tomada a solicitud de los campesinos.
Otros decretos para el mismo fin fueron expedidos:
El 4 de noviembre del mismo año, del Congreso del Estado, declarando obligatorio en todas las escuelas la enseñanza antialcohólica.
El 15 de diciembre de 1927, prohibiendo en la capital del estado la venta de
bebidas alcohólicas, con excepción de cerveza, vinos de mesa, etc.
La circular de fecha 19 de abril a los Presidentes Municipales, disponiendo que por
ningún motivo autorizaran la apertura de nuevos cabaretes, cantinas, etc., aun cuando disminuyeran los existentes.
El acuerdo del 25 de junio de 1928, a solicitud de una Sociedad de Comerciantes
de Tampico, prohibiendo en aquel puerto la apertura de más cantinas, el traspaso de las
existentes, la venta de licores en las fondas de los mercados, en los restaurantes y cafés, salvo
vinos de mesa y cerveza.
Las infracciones se castigaban con multas elevadas o arresto hasta por un mes. Los
garrafones de alcohol que se recogían se remitían a la capital del estado, y los domingos a las
206
A tal fin, he creído conveniente convocar a una gran convención a la que asistirán
todas las agrupaciones políticas que han lanzado mi candidatura para el Gobierno del
Estado. Convención que deberá reunirse en Ciudad Victoria el día 15 de mayo próximo y
a la que concurrirán delegados de todas las agrupaciones. Además de los organismos políticos
deberán concurrir todas las organizaciones obreras del estado, dentro de las cuales fi-guran
el Gremio Unido de Alijadores, los sindicatos de las compañías petroleras “El Águila”, la
“Huasteca”, la “Corona”, la “Mexican Gulf ”, la “Texas”, los sindicatos de carpinteros,
calafateros, inquilinos, trabajadores de restaurantes, dependientes de comercio, así como los
alijadores de Nuevo Laredo, Asociación Inquilinaria de la misma ciudad, trabajadores de
hoteles y restaurantes del mismo puerto, de Matamoros, de Ciudad Victoria y demás
poblaciones del estado.
Concurrirán como invitados fraternales los representantes del Partido Socialista del
Sureste y las organizaciones políticas de los demás estados de la República que han sido
invitados.”
De acuerdo con tal convocatoria, el día 15 de mayo se reunió en Ciudad
Victoria la Asamblea Constitutiva del Partido, que tras deliberar durante los
días 15, 16 y 17 aprobó los estatutos que deberían normar la vida de la institución. Tales estatutos fueron los siguientes:
“DECLARACIONES DE PRINCIPIOS. El “Partido Socialista Fronterizo”, en la Gran Convención celebrada en Ciudad Victoria, capital del estado de Tamaulipas, durante los días 15, 16 y 17 de mayo del año de 1924, y a la que concurrieron
delegaciones de todos los municipios del estado, declara: Los problemas que más habrán de
procurar la atención y a cuya resolución dedicará todos sus esfuerzos son: el educacional, el
agrario, el obrero y el político.
PRIMERO. El problema educacional se estudiará bajo sus diferentes aspectos:
físico, intelectual y moral, y para su resolución, el Partido Socialista Fronterizo hará intensa propaganda para la difusión de la enseñanza en todas las ciudades, pueblos, villas,
congregaciones y rancherías; dedicará proporcionalmente parte de sus recursos pecuniarios a
la fundación de escuelas rurales, industriales, para adultos y para niños pobres; exigirá a
todo los candidatos triunfantes la mayor atención a este ramo y estimulará a todos los
ciudadanos para que procuren el fomento de la educación y exigirá a los dueños de haciendas, de fábricas y demás empresas que cumplan con lo ordenado por las leyes vigentes en esta
materia.
SEGUNDO. El problema agrario será estudiado racionalmente dentro de las
condiciones dominantes en el estado y de conformidad con los postulados del artículo 27
131
Constitucional y demás leyes vigentes. A este efecto, el “Partido Socialista Fronterizo”
exigirá a sus mandatarios que procedan, cuanto antes, a hacer la dotación y restitución de
ejidos a los pueblos; procurará la creación de cooperativas y colonias agrícolas; el fraccionamiento de los latifundios; la colonización y las colonias agrícolas; la enseñanza agrícola; la
fundación de cajas rurales y la creación de un banco refaccionario agrícola para préstamos a
los pequeños agricultores; el fomento de la irrigación de las tierras y de las vías de comunicación e implantación de los modernos sistemas de cultivo. En una palabra, el “Partido
Socialista Fronterizo” luchará por todos los medios que estén a su alcance, por la defensa de
los intereses colectivos del trabajador del campo y de la ciudad, procurando su emancipación
económica y su mejoramiento social.
TERCERO. Para solucionar el problema obrero, el “Partido Socialista Fronterizo” contrae el solemne compromiso de desarrollar una acción enérgica y directa para lograr
el cumplimiento del artículo 123 Constitucional y su reglamentación más adecuada y
fundada en los principios de protección decidida en los casos de menores, mujeres, enfermedades, muerte, habitaciones, ancianidad, atención escolar, participación de utilidades;
procurando, a la vez, la creación de sistemas cooperativos de ligas de resistencia económicas,
del seguro obrero, y desarrollará una labor intensa a efecto de levantar el nivel moral e
intelectual del obrero, procurando a su vez su mejoramiento y bienestar en todos los órdenes
de la existencia.
CUARTO. Finalmente, para llegar a la resolución del problema político y evitar el
entronizamiento de unos cuantos en los puestos públicos, el “Partido Socialista Fronterizo”
luchará decididamente por la implantación del principio de la No Reelección para todos los
cargos de elección popular; trabajará tenazmente por que se haga una reforma a toda la
legislación vigente en consonancia con los principios más avanzados y por que se expidan
leyes de responsabilidad para todos los funcionarios; desarrollará todas sus actividades para
lograr que el sufragio sea respetado y no desmayará en sus propósitos hasta obtener la
moralización más completa en todos los servicios públicos, para cuya finalidad procederá
implacablemente en contra de todos los individuos que, perteneciendo a la Agrupación, no
observen un comportamiento digno y honrado en el cumplimiento de sus obligaciones en el
ejercicio de sus derechos. El mismo Partido trabajará para que sea un hecho la libertad
municipal, de acuerdo con la Constitución General de la República; procurará la independencia del Poder Judicial y gestionará la expedición de leyes que garanticen una pronta y
expedita administración de justicia. Trabajará también para implantar la colonización y
estudiará los medios de proteger al obrero y al campesino mexicano, para evitar la emigración. Asimismo, declara el “Partido Socialista Fronterizo”, que siendo el mutualismo
uno de los más eficaces sistemas de confraternidad humana y uno de los más fáciles medios
para lograr el alivio de los males de sus coasociados, adopta tal sistema como principio del
132
bre último, arrojan respectivamente las siguientes cantidades: $129,103.68, $71,260.58,
$42,402.93, $24,339.91 y $22,294.10.
Otro dato que con claridad demuestra la prosperidad agrícola ejidal es la producción obtenida en el año de 1928, que según las estadísticas representa un valor de
$1,500,000.00, cantidad tres veces mayor a la datada por el mismo concepto en años
anteriores.
A la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos de Campesinos, que consecuente con sus bases constitutivas y cultivando siempre las mejores relaciones con el Gobierno de mi cargo ha desarrollado una amplia y eficaz gestión, se debe en buena parte la
consecución del mejoramiento social y económico del campesino de Tamaulipas. En el mes de
septiembre celebró su Convención Anual reglamentaria, en la que estando representadas
121 organizaciones, sus delegados, dentro del mejor ambiente de compañerismo y anhelos de
progreso, al informar detalladamente a la Asamblea sobre la situación de sus respectivos
pueblos, presentaron y discutieron iniciativas tendientes a lograr adelantos efectivos para los
mismos.
Las convenciones de años anteriores económicamente se llevaron a cabo bajo los
auspicios del Gobierno, pero esta vez, colocados ya los pueblos en un medio financiero
distinto, el Gobierno solamente tuvo que contribuir para los gastos que se originaron con la
suma de $1,500.00 y erogar la de $2,500.00 en la compra de 200 arados, que con el
objeto de hacer más patente a los campesinos el celo de las autoridades emanadas del Partido
Socialista Fronterizo para procurar su pronta liberación, fueron obsequiados por conducto
de los delegados de los ejidos que por su reciente creación se encontraban más necesitados de
tales implementos.
En virtud de que las condiciones de la Liga no les permiten aún sostener de por
sí el servicio de profilaxis rural ordenado en una cláusula de sus bases, el Gobierno no sólo
ha seguido sosteniendo el servicio médico ejidal ya establecido, sino que, procurando que cada
día su acción sea más completa, ha expedido nuevos nombramientos a doctores radicados en
las distintas zonas del estado, de tal manera que sus beneficios alcancen aún a las comunidades más alejadas de la capital.
Como he expresado anteriormente, el Gobierno de mi cargo se preocupó no sólo de
dotar de tierras a los campesinos, sino también de que esas tierras se trabajaran intensamente, así como de que en todos los centros ejidales se establecieran escuelas diurnas y nocturnas y se realizara una intensa labor de moralización en todos los órdenes”.
205
Además de las obras a que he hecho referencia anteriormente, se construyó la
Escuela de San Patricio, con un costo aproximado de $2,500.00. Luego, el edificio para la
Escuela de Niños de Villa Hidalgo, principiado hacía veinte años sin haberse logrado
nunca terminar, hasta que los ejidatarios, tomando por su cuenta la construcción, con sólo
ocho meses de trabajo están a punto de terminarlo, habiendo aportado de su propio esfuerzo
más de las dos terceras partes del total que representa el edificio, y el Estado únicamente la
suma de $1,500.00; esta obra, una vez terminada, tendrá un valor positivo de $20,000.00.
Ollama, buscando el mejoramiento de sus educandos, ha construido una casa con todas las
comodidades modernas para destinarla a habitación de los profesores que atiendan la
escuela ejidal; este pueblo ha construido también un nuevo camino que lo une con Estación
Cruz, por medio del cual no sólo han mejorado sus propias vías de comunicación al ferrocarril, sino que su utilidad se hace extensiva a otras comunidades de la región de Hidalgo.
Las sociedades locales de crédito que funcionan actualmente en diversos centros
ejidales han obtenido un franco éxito, ya que mediante los préstamos que les concede el
Banco Nacional de Crédito Agrícola, han colocado a los campesinos en situación de obtener
artículos de primera necesidad para su subsistencia e implementos de labranza y semovientes en condiciones tan liberales que un hombre en dos o tres años puede realizar su forma
económica. La planta de luz instalada en Villa Hidalgo, por cuenta de las sociedades
locales de crédito de la región, constituye una mejora de verdadera importancia en este ramo
de actividades, y que inaugurada el 1º de abril último ha venido funcionando con toda
regularidad hasta la fecha. Asimismo, estas instituciones han constituido un factor muy
principal para decidir la introducción de nuevos cultivos en los centros ejidales: en Marroquín y La Trinidad se inició con resultados satisfactorios el cultivo de arroz; se sembró
aproximadamente una superficie de 100 hectáreas que rindió una cosecha de 1,000 cargas
con valor de $20,000.00; en La San Juana, Barbosa, Santa Cleotilde, Santa Fe y otras,
se emprendieron cultivos de ajonjolí y garbanzo. Y seguramente que siguiendo este plan de
trabajo, en dos o tres años más, los pueblos habrán podido elegir un cultivo positivamente
remunerador para sustituir al del maíz.
El éxito definitivo de los campamentos agrupados en estas instituciones está
representado por el hecho, sin precedente, de haber restringido, y en ocasiones nulificado, la
usura, costumbre de la compra-venta de maíz “al tiempo”, mediante la cual, el campesino
sólo percibía generalmente el 50% del valor positivo de sus cosechas. En la Cooperativa de
Ejidatarios encuentra ahora los medios de subsistir y de intensificar sus labores sin necesidad
de recurrir a créditos onerosos. Para dar una idea más exacta de la importancia adquirida
por las sociedades de crédito en nuestros ejidos, citaré el movimiento de numerario habido en
los establecimiento en Hidalgo, Ollama, Caballeros, Santa Engracia y San José de Santa
Engracia, cuyos balances de comprobación de la contabilidad, practicados al 30 de noviem204
Partido y oportunamente expedirá la reglamentación que habrá de normar su funcionamiento.
En el discurso que pronuncié en la inauguración de la Convención del
Partido Socialista Fronterizo, expuse lo siguiente:
Ciudadanos convencionistas:
Quiero empezar por agradecer a todos ustedes haber venido a esta convención, cuya
finalidad principal es la de fundar el Partido Socialista Fronterizo, en el que deberán
quedar fusionados todos los organismos que con distintos móviles y programas, pero con una
sola bandera revolucionaria, han existido en Tamaulipas desde hace algunos años.
Son ustedes representantes de la inmensa mayoría del pueblo. Están aquí delegados
de todos los organismos campesinos y obreros, de la clase media, del sector juvenil, de
nuestras mujeres, y asisten delegados fraternales de los estados de Veracruz, de Yucatán, de
Nuevo León, de Guanajuato y de México, viejos luchadores que conocen nuestros problemas sociales, económicos y políticos, y que con su experiencia nos darán elementos y luces
para la tarea que vamos a emprender.
Las responsabilidades que vamos a contraer son muy grandes. Discutiremos el programa y estatutos que habrán de normar la vida de la organización y todos y cada uno de
ustedes se constituirán en paladines que habrán de defender los principios sociales, culturales, económicos y políticos que se aprueben.
El proyecto del programa y estatutos que me permito someter a la consideración de
ustedes, es un programa mínimo y de acción inmediata, que contiene los principios que han
inspirado a la Revolución Social Mexicana.
Tales principios son los siguientes:
Primero, el problema educativo, el agrario, el del trabajo y el político, y con éstos,
todos los que los tiempos modernos aconsejan para lograr el beneficio de la colectividad.
Tamaulipas ha permanecido al margen de toda labor revolucionaria. Hasta hoy
nada se ha hecho por resolver tan urgentes problemas y si es cierto que nuestros Gobiernos
se han preocupado por impulsar la educación de las masas, tal esfuerzo se ha limitado a
continuar desarrollando los antiguos sistemas, sin preocuparse por despertar en el espíritu
del educando las nuevas tendencias de mejoramiento colectivo, de servicio social, de cooperación, de fraternidad y de solidaridad que hagan de la humanidad una humanidad más
humana; que cumplan sus destinos, que no deben ser otros que la redención de las colectividades que sufren, para que alguna vez pueda llegarse a la igualdad social y económica por
que pugna la filosofía socialista.
133
Deseamos una nueva escuela para Tamaulipas. No la escuela de rutina y sin programa
que se enseñaba en las cuatro paredes de un cuarto oscuro. No la vieja escuela que martiriza
la pobre inteligencia del niño. No la escuela escasa de recursos que hacía añicos la mente y el
espíritu infantil. Deseamos la nueva escuela de la libertad, la escuela de los nuevos horizontes,
la escuela del corazón, que hace nacer en el espíritu un alto sentimiento de fraternidad
humana. Deseamos sembrar en cada corazón de tamaulipeco la simiente de la escuela moderna,
que rompe los moldes de la sociedad opresora del capitalismo; la escuela que rompe los
prejuicios de clase, esos prejuicios de clases que hacen nacer en el espíritu humano las tendencias
destructoras que siembran en los pueblos la discordia y el odio. Deseamos que todos los
corazones unidos se levanten en un solo ambiente de cariño y fraternidad para llevar a los
irredentos la convicción de que es necesario seguir la nueva ruta, si quieren sobrevivir, porque
de lo contrario, la muerte civil los destruirá por indignos de unirse al carro de la civilización.
En lo que se refiere al problema agrario, bien sabido es de todos ustedes que en Tamaulipas no se ha hecho nada, absolutamente nada para cumplir con los preceptos constitucionales que ordenan la dotación y restitución de tierras a los campesinos. Es ésta la
razón por la que al visitar las comunidades campesinas sus habitantes me han hecho ver la
necesidad urgente de que se proceda a la brevedad posible a satisfacer el deseo de las gentes
del campo de poseer un pedazo de tierra.
Yo he adquirido el compromiso solemne con los campesinos que al hacerme cargo del
Gobierno se procederá, sin vacilación alguna y a la brevedad posible, a dotar de tierras a
todos los núcleos de familias que tengan tal derecho, así como restituir aquéllas que les han
sido arrebatadas con violación de las leyes.
No mediré el esfuerzo ni el tiempo para cumplir con ese compromiso y pueden ustedes
ir a los pueblos que representan y decirles que tan luego me haga cargo del Gobierno, iniciaré el reparto de la tierra para que ésta sea poseída por los hombres que la trabajan.
En cuanto al problema obrero, me propongo presentar al Congreso local un proyecto
de Ley del Trabajo, que ya tengo formulado, que someteré al conocimiento de trabajadores
y patrones para que me den sus puntos de vista en materia tan importante.
En ese proyecto se incluyen todos los principios que garantizan la vida, la salud del
obrero, de las mujeres, de los menores, enfermedades profesionales, habitación, ancianidad,
educación, participación de utilidades, fomento del cooperativismo, seguro obrero y todo
cuanto tienda a hacer efectivo el cumplimiento del artículo 123 de la Constitución.
Me propongo atacar el problema político. A este respecto declaro que procuraremos
evitar el entronizamiento de unos cuantos en los puestos públicos del estado, que lucharemos
incansablemente por lograr que el Sufragio Efectivo y la No Reelección sean una realidad;
que trabajaremos tenazmente por que se respeten la libertad e independencia del Municipio y
134
Se tramitaron y se llevaron hasta su resolución en primera instancia por el Gobierno
del Estado 30 expedientes de dotación de tierras, que beneficiaron a los pueblos de Hidalgo,
Los San Pedros, El Cerrito, Las Compuertas, Campoamor, Soledad, El Plomo, Las
Yucas, San Francisco de Casas, Silva Sánchez, El Coyote, La Alberca, Monte Redondo,
Barbosa, Paso Real de Guerrero, Cerritos, Canoas, La Reforma, Cervantes, San Juan,
La Purísima y Morón; habiéndose dado en posesión provisional a los campesinos 27,520
hectáreas, de las que 939 son de riego, 666 de temporal y 25,915 de agostadero, para
1,186 jefes de familia y varones mayores de 18 años, y con cuya posesión resultaron beneficiados aproximadamente 7,000 campesinos.
Durante el mismo periodo el C. Presidente de la República dictó resolución definitiva en los expedientes de: Padilla, Jaumave, San Lázaro, Corralejo y Güemez, confirmando
la dotación de 1,002 hectáreas, de las cuales 1,093 son de riego, 338 de temporal, y 9,581
de agostadero.5
Para su revisión y dictamen se remitieron a la Comisión Nacional Agraria, por
conducto de su Delegación en el estado, 13 expedientes relativos a los pueblos de Camacho,
Soledad, Corralejo, Santa Rita, El Plomo, Méndez, San Antonio del Nogalar, San
Andrés, San Francisco de Casas, Las Compuertas, Silva Sánchez, Valle de San José, La
Alberca, Barbosa y La Borrega.
El sistema de refacción establecido por el Gobierno para colocar a los ejidatarios
en condiciones de explotar la tierra desde el momento de recibir su ejido, se ha seguido practicando sin interrupción y con los mejores resultados, sólo que durante el año que termina,
las erogaciones hechas por la Tesorería General para el objeto fueron menores que en años
pasados, pues la mayor parte de los préstamos se hicieron con el producto de los pagos
verificados por diversos centros ejidales que con anterioridad habían sido refaccionados. Los
pueblos San Miguel de la Mora, Villa Juárez, El Refugio, Cruz y El Carmen Galindeño, La San Juana, Hidalgo, La Libertad, San José de Santa Engracia y Méndez,
cubrieron totalmente sus adeudos, y El Roble, El Barretal y Santa Ana abonaron algunas
cantidades, quedando demostrado con este hecho que los fondos destinados por el presupuesto
para ayudar a los campesinos, además de llenar ampliamente el objetivo del Gobierno,
tarde o temprano reingresan a las cajas de la Tesorería.
Asimismo, los Comités Administrativos, con el producto del 15% de las cosechas
ejidales, han dado un gran impulso a la agricultura, refaccionando individualmente a los
ejidatarios y adquiriendo arados e implementos modernos de aprovechamiento comunal.
Más de $15,000.00 importan los útiles de labranza adquiridos durante el año por los
ejidos con su propio esfuerzo.
203
logramos, en 1927 había ascendido a 1,507,360 kilogramos; ascendió ligeramente, aunque
sin alcanzar la producción de 26, llegando a 1,583.380 kilogramos. Respecto del henequén,
la producción disminuyó en 1928 en forma sensible, debiéndose la baja a las fuertes heladas
que hubo en esa zona.
no descansaremos por fomentar e impulsar el civismo del pueblo, infundiendo en todos el valor,
el optimismo y el sentido de la responsabilidad, para que sepan defender sus derechos, aún a
costa de su vida, y sepan defenderse de las arbitrariedades de los funcionarios, a quienes
exigiremos buen comportamiento, moralidad y respeto a la Ley.
Por lo que se refiere a la producción de maíz, ascendió a 143,635 hectolitros, contra
81,046 en 1926. En 1928 los ejidatarios cultivaron 3,888 parcelas, contra 3,149 que
habían cultivado en 1927, y las superficies aprovechadas fueron de riego; 8,640 hectáreas,
contra 6,164 de 1927; en temporal, 4,016 hectáreas contra 2,418 en 1927; en agostadero, 749 hectáreas, contra 31,868 en 1927, por lo cual hubo aumento de 2,476 hectáreas,
1,596 hectáreas y 26,081 hectáreas, respectivamente.
El Partido Socialista Fronterizo es un Partido de Estado, y tanto este organismo
como el Gobierno lucharán por que sea una realidad la independencia de los Poderes
Legislativos y Judicial, para cuyo efecto expediremos las leyes correspondientes, a fin de que
la administración de justicia sea pronta y expedita.
La maquinaria aumentó sensiblemente: en 1928 había 2,748 arados, contra 1,949
que había en 1927. Hay un aumento de 799 arados. Las cultivadoras en 1928 fueron
344, contra 334 en 1927; el aumento fue de 10. Las rastras fueron 68; hubo un aumento
de 21. Las desgranadoras sumaron 22, contra 19; hay una diferencia de 3.
En 1928 los ejidatarios disponían de 3,871 bueyes de trabajo, contra 2,671 que
tuvieron en 1927; en ganado mular, el número de cabezas en 1928 fue de 927, contra 515
que había en el año anterior.
En ganado caballar, había una existencia de 4,172 cabezas, contra 3,043; por lo
que respecta al ganado vacuno, en 1927 los campesinos poseían 6,661 cabezas de ganado
vacuno, y en 1928 llegó a 8,594 cabezas; en 1927 había 1,791 cabezas de ganado asnal,
y en 1928 existían 3,470. De ganado lanar y cabrío había, en 1927, 13,859 cabezas, y
en 1928 había una existencia de 15,277. En ganado porcino en 1927 había 6,231
cabezas, y en 1928 llegó a 6,368.
En aves de corral había, en 1927, 23,323, y en 1929 había una existencia de
30,345".
El informe correspondiente al año de 1928 no me tocó rendirlo en razón de que el día 1º de diciembre de ese año me hice cargo de la Presidencia
de la República, por haber sido designado por el H. Congreso de la Unión;
pero el desarrollo del programa agrario siguió su curso sin interrupción alguna y el Prof. Juan Rincón, que me sustituyó en el Gobierno, expuso lo siguiente al dar cuenta de su gestión ante la Legislatura:
“En el transcurso de este año fue posible desarrollar el programa agrario con mayor
intensidad que en el anterior, en virtud de que una vez expedida la ley del 11 de agosto de
1927 se simplificaron los trámites necesarios para dotar de tierras a los pueblos.
202
Como en el ensayo que se ha hecho ya del plebiscito para designar candidatos en algunos municipios, hemos podido apreciar los magníficos resultados obtenidos, me propongo
establecer ese procedimiento, seguramente el más democrático, para que en el futuro sean
designados todos los aspirantes a puestos de elección popular.
He propuesto a esta soberana convención que el nombre de la agrupación que hoy
nace a la vida institucional sea el de “Partido Socialista Fronterizo”, y que su distintivo
sean dos círculos concéntricos, uno rojo, el de afuera, y negro el de dentro.
Lucharemos por que se implante en el estado un partido de francas aspiraciones socialistas.
Claro que estoy muy lejos de pensar que el pueblo está capacitado para establecer la
filosofía socialista, pero haremos cuanto esfuerzo sea necesario para que poco a poco vayamos a un socialismo democrático, sin coartar la libertad del ciudadano como sucede en el
sistema comunista, pues sostenemos la tesis de que la persona humana sea respetada en toda
su integridad y pueda ser factor determinante en la vida, para lo cual haremos las reformas
legislativas que aconseja la experiencia, a fin de que nuestro pueblo disfrute de las más
amplias garantías.
A tal efecto, procuraremos que sea un hecho en Tamaulipas el respeto a la libertad
individual, el respeto al sufragio, el respeto a la libertad de creer, de escribir, de pensar y el
respeto a la vida privada, y que la propiedad no sea privilegio que garantizaba el Derecho
Romano como absoluto, en el que el individuo podía usar, disfrutar y abusar de las cosas;
sino que la propiedad tenga una verdadera función social, que sirva a la comunidad, esté
limitada por el interés público, y cuando sea necesario en bien de la colectividad, el Estado
pueda dictar las disposiciones que limiten ese derecho.
Asimismo, ciudadanos delegados, considero que éste es el acto más trascendental de
la vida política de Tamaulipas, el acto en que se organiza el Partido Socialista Fronterizo.
Que cada uno de ustedes se percate de las graves responsabilidades que estamos contrayendo.
Que cada uno de ustedes regrese a su lugar de residencia y se constituya en defensor de los
ideales de la Revolución Social Mexicana, de la cual nuestro Partido deberá ser un fiel
135
intérprete. Sé que en el futuro muchos se espantarán de lo que ahí vamos a discutir y
aprobar; que tendremos muy pronto defecciones, lo cual en lugar de desanimarnos, nos
servirá de estímulo para seguir sosteniendo nuestro ideal, y declaramos de una vez por todas
que nada ni nadie me hará retroceder en la lucha que hoy iniciamos y que seguiré sosteniendo
durante toda mi vida.
A la juventud de Tamaulipas le hago un llamado fraternal. Están presentes aquí
muchos estudiantes de nuestra Escuela Normal y Preparatoria; a ellos los exhorto para
que se preocupen por estudiar y observar los fenómenos sociales que afectan a nuestro pueblo
y se preparen debidamente para que en el futuro, cuando ya nosotros no podamos seguir en
la brega, sean ellos quienes tomen la bandera de la libertad, de las reivindicaciones sociales
y de la redención del proletariado.
A nuestros delegados fraternales, miembros del Benemérito Partido Socialista del
Sureste, cuyo gran líder, Felipe Carrillo Puerto, cayó como los grandes, asesinado por las
balas de la reacción; del Partido Socialista del Estado de México, del Partido Veracruzano
del Trabajo, a los representantes de las organizaciones campesinas y obreras de San Luis,
de Nuevo León, a los representantes de la Federación Obrera de Tamaulipas, del Gremio
Unido de Alijadores, de los Sindicatos de la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”, de la “Pierce”, de la “Corona”, de la “Huasteca”, del Sindicato Mexicano de Electricistas y todos los delegados fraternales que nos acompañan en esta convención, les suplico
llevar un saludo fraternal a todas sus organizaciones y la seguridad de que el Partido
Socialista Fronterizo, que hoy se organiza, luchará intensamente, con todas sus fuerzas, con
todos sus elementos, para hacer una realidad en Tamaulipas la reforma agraria, el respeto
sindical, la libertad del hombre, del Municipio y el implantamiento de la justicia social y de
los principios de la Revolución Social Mexicana.
A mi vez, después de hacer un análisis de los éxitos obtenidos en el
primer año de la Liga de Comunidades Agrarias, dije lo siguiente: “Yo deseo,
compañeros, que esta Segunda Convención sea tan fructífera como la primera; deseo, con el
mismo entusiasmo y con la misma dedicación con que estudiasteis en aquella ocasión todos
los problemas que interesan a nuestros pueblos, se estudien los que se presenten y que se pongan en definitiva las bases para seguir cimentando esta organización; que los viejos luchadores,
los que ya tienen experiencia en el trabajo y en la lucha, guíen a los nuevos pueblos que están
levantando el calor del entusiasmo, y que sin egoísmo de ninguna especie, con el mismo cariño con que los pueblos de Ollama, de Zaragoza y tantos otros han prestado ayuda a sus
compañeros débiles, continúen todos los campesinos haciendo el bien que han logrado hasta
ahora en beneficio de la colectividad”.
Magdaleno Aguilar, Secretario de la Liga, manifestó al final de su discurso: “Evitémonos de que el egoísmo y las malas pasiones manchen nuestra conciencia;
debemos practicar las famosas palabras de Jesucristo: ‘Amaos los unos a los otros’. Mi
pensamiento de campesino ejidatario luchador seguirá la tarea de decir a ustedes estas
cuatro palabras, rogándoles que las tomen como una expresión sincera de mi corazón. Para
terminar, les recuerdo que para cumplir plenamente con nuestro deber, debemos poner muy
en alto el pendón agrario de Tamaulipas; en el campo del trabajo, en el campo mismo de la
guerra, si nuestros enemigos nos obligan, iremos a demostrarles que sabemos defender las
conquistas que han sido alcanzadas por la Revolución, que persigue finalidades de mejoramiento para todos.”
En esta Convención se hizo a los campesinos la entrega de banderas y
de 16 ejemplares de ganado cebú que se rifaron entre los pueblos, y se acordó
construir la Casa del Campesino con la aportación del 50% por parte del
Gobierno y el 50% por parte de los campesinos. Fue ésta la primera Casa del
Campesino que se construyó en la República.
La Tercera Convención de la Liga de Comunidades Agrarias se celebró
el día 12 de septiembre de 1929 y asistí, ya siendo Presidente Provisional, a la
inauguración de los trabajos de la misma.
Al darse cuenta con los resultados de la producción, se anotaron los siguientes datos:
“En 1928, la producción de algodón disminuyó de 5,331,336 kilos en 1927 a
3,740,204 kilogramos. En frijol, la producción en 1926 había sido de 1,736,900 ki-
136
201
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
oprimido, y no descansaremos hasta hacer desaparecer esa odiosa división de clases que ha
ensangrentado a los pueblos durante tantos siglos”.
CAPÍTULO XIV
ASPECTOS DE MI ACTUACIÓN
EN LA VIDA PÚBLICA DE TAMAULIPAS
En las convenciones, todos los pueblos rendían un informe pormenorizado de los resultados obtenidos. Se oía a los campesinos tan ampliamente
como fuese su exposición; se tomaba nota de sus pretensiones, y la elección
para la Secretaría de la Liga se hacía en votación individual de todos los campesinos, sin ejercer sobre ellos ninguna presión.
Así resultaron nombrados secretarios Magdaleno Aguilar, Conrado
Castillo, Bernardo Turrubiates y otros líderes que después se distinguieron
como buenos dirigentes.
Se llevaba un censo estadístico con el mayor cuidado.
Por lo que respecta a la maquinaria proporcionada a los ejidos, a más de
una partida de siete rastras, que no se conocían en Tamaulipas, y cuyo uso
representaba un programa tanto económico como técnico, se anotaron los siguientes adelantos dignos de hacer resaltar: 1,949 arados, contra 1,661 que
había en 1926; 334 cultivadoras, contra 236 que había en 1926, o sea, 98 más;
127 sembradoras, contra 77 que había en 1926, o sea, 50 más.
El ganado de cría recibió gran impulso en los centros agraristas de
Tamaulipas. En 1927 existían ya 3,343 vacas, contra 2,147 que había; 3,039
toretes y terneras, contra 1,778 que había; 6,180 cerdos, contra 3,746; y 22,341
caballos, contra 17,063 que existían.
En el terreno educativo los progresos fueron correlativos: sabía leer un
59% de los ejidatarios, y estaban aprendiendo a leer un 32%, y es que la campaña contra el analfabetismo, que es el programa base de todo esfuerzo de
enseñanza (no se confunda con la educación, que en otras mil formas se ataca), se desarrolló con toda eficacia.
El señor ingeniero Marte R. Gómez, al dirigirse a los campesinos, expresó al final de su discurso: “No me extenderé a otros puntos del Programa de Reforma Agraria que el Gobierno viene estudiando. Que les baste a ustedes saber, por lo
pronto, que a pesar de lo mucho ya logrado, no estamos todavía satisfechos. Luchamos y
seguiremos luchando ayudados por ustedes hasta conseguir establecer el verdadero orden
agrario y socialista a que aspiramos. Afortunadamente, la era capitalista toca a su fin, y
está sonando ya la hora de la justicia adivinada por Marx, la hora en que las masas
campesinas expropien a los que fueron sus expropiadores”.
200
Organizaciones que apoyaron mi candidatura al Gobierno local. Propósito de hacer la unificación del pueblo de Tamaulipas. Protesta que rendí
el 4 de febrero de 1925 como Gobernador del Estado. Puntos del programa que expuse. Celebración por primera vez del 20 de Noviembre
en la capital. La manifestación antialcohólica y deportiva en toda la
República.
E
n el año de 1924 se iniciaron en Tamaulipas las inquietudes para la
elección de los poderes locales.
La aspiración más grande que tuve siempre desde estudiante fue llegar
al Gobierno de mi estado, y como en el año requerido la inmensa mayoría de
los tamaulipecos se fijara en mí para ese puesto, desde luego me dispuse a
figurar como candidato apoyado por los trabajadores, los campesinos y por
todas las clases sociales de Tamaulipas.
Días antes de que el general Calles se hiciera cargo de la Presidencia de
la República me manifestó que deseaba ofrecerme la Secretaría de Educación
Pública. Agradecí profundamente esta distinción al general, pero le supliqué
que me excusara de no colaborar con él en ese cargo, en virtud de que había
contraído con mis paisanos el compromiso de figurar como candidato al Gobierno del Estado.
Quienes primero me invitaron para que figurara como candidato fueron los Sindicatos de las Compañías Petroleras “El Águila”, la “Pierce Oil
Corporation”, la “Huasteca Petroleum Company”, la “Transcontinental”, el
Gremio Unido de Alijadores, el Sindicato Mexicano de Electricistas, Tablajeros, la Unión de Poseedores de los Llanos del Golfo y del Tamesí, así como
fuertes organizaciones de Ciudad Victoria, de Nuevo León y otras poblaciones.
137
Mi pensamiento al iniciar los trabajos de propaganda fue de unificar al
pueblo de Tamaulipas, que estaba profundamente dividido con motivo de
las luchas que desde el año de 1911 se operaban entre los dos grandes partidos:
Rojo y Verde, designados desde 1915 con los nombres de Demócrata de
Tamaulipas y Liberal Constitucionalista.
Las luchas que esos dos partidos sostuvieron durante el lapso de 1915 a
1920 fueron apasionantes y en muchas ocasiones llegaron a la violencia con
lamentable saldo de muertos y heridos.
Ahora bien, como tuve la fortuna de ser postulado por ambas agrupaciones, consideré que aquél era el momento más oportuno para unificarlas y
fundar un partido único, capaz de adoptar un programa de izquierda que
hiciera posible las aspiraciones del pueblo, y muy especialmente los postulados agrarios y obreros que hasta entonces eran una esperanza, no sólo en Tamaulipas, sino en la mayor parte de las entidades federativas.
Desde que inicié la gira por el estado, y al visitar las ciudades, los pueblos, las rancherías y las congregaciones más apartadas de las vías de comunicación, expuse este proyecto y recibí de parte de mis paisanos su entusiasta
aprobación. Como resultado de la exhortación que hice a los tamaulipecos
para olvidar diferencias y unificarse en un solo organismo, se fundó el Partido
Socialista Fronterizo, del que nos ocupamos en otro capítulo.
El día 4 de febrero de 1925 protesté como Gobernador Constitucional.
El acto tuvo lugar en el patio de la Escuela Normal y Preparatoria, y por las
calles por donde tenía que pasar para llegar al recinto del Congreso tuve la
satisfacción de que la multitud me aclamara con todo entusiasmo.
El supremo anhelo que venía abrigando desde que por primera vez fui
electo Diputado al Congreso de la Unión en el año de 1917, de ver al pueblo
de Tamaulipas perfectamente unificado, se había cumplido.
MI ACTUACIÓN EN EL GOBIERNO
Al rendir la protesta de Ley, hice declaraciones, delineando mi programa de Gobierno, programa que contenía los siguientes puntos:
“I. Como Gobernador Constitucional del Estado y Jefe del Partido Socialista Fronterizo que me llevó al poder, manifiesto que la responsabilidad de las funciones
que se me habían encomendado, no era sólo de los mandatarios, sino también de
las clases trabajadoras que formaban el Partido. Que en tal virtud, y obediente a
138
En la Segunda Convención de la Liga de Comunidades Agrarias, que se
celebró el día 20 de septiembre de 1927, expresé lo siguiente:
“… Y son los ejidos también, compañeros, digámoslo de una vez, como lo he dicho en
todas partes, los que dan en materia de delincuencia la nota blanca de Tamaulipas. Allí
donde se creía que iba a sobrevenir el desbarajuste y la anarquía, allí no se tiene ni policía,
porque ustedes son los que vigilan el orden. Y allí donde realmente existe una prohibición
de venta de bebidas alcohólicas, y esta prohibición, incuestionablemente unida al entusiasmo
y buen deseo de los agraristas, es lo que ha producido dentro de esas comunidades un alto
espíritu de moralidad. Allí tenéis a las comunidades en los días de fiesta, entregadas al
deporte; allí vemos a las multitudes, todas entusiasmadas, en orden, entregarse a las fiestas;
pero no se ve, no puede verse, ni un ebrio que cometa escándalos, ni un hombre inconsciente
que falte al respeto a los hombres y mujeres que allí se encuentran. Por este concepto,
compañeros, os felicito. Y os felicito, porque sois verdaderamente los buenos esposos, los
buenos compañeros de vuestras mujeres, porque ellas también participan de las fiestas en
comunidad y participan de los beneficios que nos ha traído ese progreso social, económico y
educacional”.
Comentando la obra social que venía realizando, manifesté lo siguiente:
“Queremos una sociedad de productores, no una sociedad de explotadores. Queremos que cada hombre sea dentro de su esfera de acción un productor y un digno consumidor.
No queremos enriquecer a unos pocos productores. Queremos engrandecer a todos los productores, sin claudicaciones ni bajezas.
Queremos hacer de cada campesino y de cada trabajador un hombre consciente que
no mendigue el salario. Un hombre que lleve el convencimiento de que tiene derecho a vivir,
de que tiene derecho a prosperar, de que tiene derecho a engrandecerse.
Yo quiero decir al proletariado de mi estado, que en los momentos actuales que vive
la humanidad es indispensable, para su mejor desarrollo, que exista la igualdad, y a tal
deben tender nuestros esfuerzos. Mas para lograr la efectividad de estas ideas, es indispensable el esfuerzo y la lucha en contra de los sostenedores de la desigualdad de clases. Ellos
dicen: ‘¿Cómo es posible que no haya esa diferencia que dan el dinero, la posición, la inteligencia y la cultura? ¿Cómo es posible que todos disfrutemos de iguales beneficios?’. Y lo
más sensible del caso es que han sido los intelectuales, en su mayoría, los que han predicado
esa odiosa desigualdad. El dinero, dicen, he allí lo que establece la diferencia entre las clases
sociales. El que gana más tiene derecho a ser superior, a mandar al que gana menos.
Nosotros, convencidos de que predicamos el bien, propugnaremos por destruir esas falsas
teorías que han hecho nacer en el corazón de los humildes el odio mortal a los que los han
199
si en cualquier forma se les hostilizó, eso pasó ya desde que todos se convencieron que no había
ninguna obstrucción capaz de impedir que se cumpliera con las leyes, y ustedes no tienen hoy
para qué recordarlo, porque generosos y trabajadores como son, carecen de odio, y están
despojados de rencores, que sólo sirven para entenebrecer los espíritus.”
El mismo profesionista expresaba: “Ustedes no tuvieron a su alcance ni el
dinero del Clero, que sólo ha servido para negar las doctrinas cristianas, huyendo de los
humildes y halagando a los poderosos, ni menos el dinero de los Bancos, cuyos fondos
quedaron acaparados por un reducido grupo de privilegiados; y por eso se han tenido que
conformar con caer en las garras del pequeño usurero; del tendero que con veinte pesos de
azúcar y treinta pesos repartidos en pan frío, cerillos mojados, cigarros de hoja y café molido,
realiza el milagro de acaparar cosechas de maíz que valen de dos a tres mil pesos; o del barillero ambulante que chacharea manta mal medida y rebozos pasados, por maíz sin
gorgojo; o, finalmente, del arrendador de yuntas, que les cobra doce hectolitros de maíz al
año, que es, como si dijéramos, que ganan ustedes cada tres años una yunta que nunca les
pertenece. El Gobierno Nacional no puede ver con indiferencia que los resultados de su
obra agraria, tendiente a poner a cada campesino en posesión de la parcela que le ha de permitir afianzar su libertad económica, se nulificara por la rapacidad de los usureros, que
quieren hoy acaparar la ganancia que antes se quedaba en manos del terrateniente, y por eso
pensó, desde luego, en el establecimiento del Banco Nacional de Crédito Agrícola, cuya
misión más importante es la de ofrecer créditos baratos a los pequeños agricultores y ejidatarios como ustedes, que ya no es justo que sigan sacrificando su trabajo, vendiendo al tiempo,
por la mitad de lo que valen sus cosechas”.
En los siguientes años de 1927 y 1929 se continuó la obra agraria con
mayor intensidad, habiéndose construido las presas de la Aurora, de Santa
Engracia, la de Ollama y la de Caballeros, y los canales de La Labor y Marroquín, que aumentaron la superficie de tierras de riego en cerca de 2,500
hectáreas.
Se prosiguió también la campaña de profilaxis rural, que fue muy eficaz
para combatir el paludismo, las enfermedades hídricas y las endémicas.
La refacción a los pueblos aumentó cada día en mayor escala, y cuando
se organizó el Banco de Crédito Agrícola, que fundó el presidente Calles, el
Gobierno de Tamaulipas adquirió acciones por la cantidad de $100,000.00,
logrando que se estableciera en Ciudad Victoria una sucursal de dicha institución, y se fundaron en muchos ejidos sociedades de crédito.
198
los deberes constitucionales que me imponían la obligación de hacer un Gobierno
para todo el pueblo, deberíamos aprovechar todos los elementos más idóneos y más
leales a la ideología revolucionaria, para implantar las reformas sociales, políticas, económicas y culturales que la Revolución Mexicana venía sosteniendo para
lograr la redención del proletariado. Todos los funcionarios del Estado y Municipales deberán ser miembros del Partido Socialista Fronterizo.
II. Que para tales efectos encaminaría todos mis esfuerzos tendientes a realizar la
Reforma Agraria y la expedición de la Ley del Trabajo que venían rechazando desde el año de 1917 los trabajadores.
III. La educación pública recibirá el mayor impulso y nos esforzaremos por que en
todas las ciudades, pueblos, rancherías, comunidades agrarias, existan escuelas,
centros de alfabetización en que los educandos adultos reciban la enseñanza,
que deberá tener, no un carácter individualista que aún subsiste en algunos
sistemas contemporáneos como reliquia medioeval, sino una tendencia francamente socialista. A tal efecto expresé: ‘Deseamos para Tamaulipas, una escuela, no la escuela de rutina y de programa que se enseña en las cuatro paredes de
un cuarto oscuro, no la vieja escuela que martiriza la inteligencia del niño; no
la escuela escasa de recursos que hace añicos la mente y el espíritu infantil.
Deseamos la nueva escuela de la libertad, la escuela de los nuevos horizontes, la
escuela del corazón, que hace nacer en el espíritu un alto sentimiento de solidaridad y de fraternidad humana. Deseamos sembrar en cada corazón de Tamaulipas la simiente de la escuela moderna, la simiente de la escuela que rompa los prejuicios de clase, esos prejuicios de clase que han hecho nacer en el espíritu humano las tendencias destructoras que siembran en los pueblos la discordia y el odio. Deseamos que todos los corazones unidos se levanten en un solo
esfuerzo de cariño y fraternidad, para llevar a los irredentos la convicción de
que es necesario seguir la nueva ruta, si quieren sobrevivir, porque de lo contrario, serán destruidos por indignos de unirse al carro de la civilización’.
IV. No desmayaremos ni descansaremos hasta hacer efectiva en Tamaulipas una
administración que corresponda a los anhelos del pueblo. Exigiremos moralidad a todos los funcionarios de los tres poderes. Para tal efecto, considero
que es necesario que todos los funcionarios públicos tengan presente, y figuren
en todas las oficinas del Estado, los siguientes postulados:
1º. Los funcionarios públicos son los servidores de la comunidad.
2º. Los funcionarios del Estado deben tratar al público con toda la atención,
la cortesía y el respeto debido.
139
3º. La vida pública y privada de los servidores del Estado debe ser un
ejemplo para el pueblo.
4º. A los funcionarios públicos les está terminantemente prohibido dedicarse a
actividades o negocios lucrativos de ninguna especie, debiendo vivir única
y exclusivamente con los emolumentos que el Estado les paga por sus
servicios.
5º. El funcionario público debe ser tolerante, y su proceder en el desempeño de
sus funciones debe ser de absoluto respeto a las leyes.
6º. Es deber ineludible de las autoridades del Estado velar siempre por el
bien común y manifestarse incansablemente en la presentación del servicio social.
7º. Las autoridades deben tener como norma el respeto a los derechos de sus
gobernadores y combatir, por cuantos medios estén a su alcance, las
inmoralidades en que incurran los servidores del Gobierno en el desempeño de sus funciones.
8º. Todos los ciudadanos de Tamaulipas tienen la obligación de denunciar
ante el superior jerárquico los abusos que cometan los funcionarios y
empleados públicos en el desempeño de sus cargos.
9º. El poder público debe ejercitarse siempre con mensura y los mandatarios
del pueblo tienen la obligación de impartir amplia y cumplida justicia a
sus gobernados.
10º. Las organizaciones obreras y campesinas de Tamaulipas deben velar
para que los funcionarios públicos cumplan estrictamente con sus deberes y exigir a sus representantes el cumplimiento del programa social de
la Revolución Mexicana.
V. Emprenderemos con toda energía una campaña tenaz en contra de todos los
vicios, muy especialmente el del alcoholismo y los juegos de azar. A tal efecto, el
Gobierno del Estado y los Ayuntamientos procederán a la brevedad posible a
restringir el número de cantinas y centros de vicio, a fundar centros culturales,
de recreo y estudio y a elevar los impuestos en el ramo de alcoholes”.
Los postulados expuestos fueron una realidad durante mi Gobierno y
durante los periodos gubernamentales del arquitecto Enrique L. Canseco, del
ingeniero Marte R. Gómez y de Magdaleno Aguilar.
140
seguridad subirá el monto de los préstamos y se obtendrá la consiguiente mejoría en la
explotación ejidal, que de todas maneras viene ofreciendo perspectivas cada vez más satisfactorias.
Ya con la experiencia adquirida y con el núcleo de campesinos dotados, procedimos a
organizar la Segunda Convención de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos
Campesinos del Estado”.
En esta Convención, al hacer uso de la palabra, expresé lo siguiente:
“Desde que me hice cargo del Gobierno de Tamaulipas inicié, de acuerdo con las
autoridades federales, la obra de reivindicación para los campesinos del estado. Recuerdo
que aquel día, cuando dimos el primer ejido en Tamaulipas, el de Santa Engracia, ante
más de 10,000 campesinos, hicimos nuestra profesión de fe agrarista y revolucionaria y,
desde entonces, sin una claudicación, sin una vacilación, hemos seguido desarrollando nuestra labor”.
Manifesté también: “El Gobierno tiene un amplio campo de desarrollo y experimentación. Dentro de nuestra ideología caben todas las tendencias de mejoramiento a las
clases humildes y de mejoramiento también a la clase media; pero queremos que esas clases
humildes se convenzan de que no es con el líder de agitación que los atrae y que quiere vivir
a costa del trabajador, como se ha desarrollado este programa. Nuestra Ley es clara y terminante: ella manda y nosotros como Gobernantes tenemos que obedecer”. Seguí manifestando que después de un año de labor se ha demostrado que el agrarismo
en Tamaulipas, como en la República entera, no es el problema pavoroso que
se veía antaño; ahora se ha demostrado que las falanges agraristas son las que
en estos momentos, con la mayor buena fe, están laborando por el progreso
de su país. Ahí están, para demostrar a todos los desilusionados, a todos los
irredentos, que el esfuerzo ha sido fecundo, enormemente fecundo.
A su vez, el ingeniero José C. Prieto, Delegado de la Comisión Nacional
Agrarista, sintetizó así la acción coordinada de un plan definido de agrarismo:
“Al hablar de resolución y de ideas revolucionarias, no se trata de la revolución que mata,
sino de la que vivifica; no se trata del movimiento de la lucha en que se destruye, sino del
momento en que se reconstruye”.
El ingeniero Marte R. Gómez expresó en la misma Convención: “Si alguna vez se les negó trabajo en las haciendas para obligarlos a renunciar a las solicitudes de
ejidos; si en algunas ocasiones se echaron los ganados sobre sus sementeras para destruirlas,
197
ción de la Presa de la Aurora, que ya tiene dos y medio meses de principiados y que en cuatro
meses más será puesta al servicio. Esta obra tendrá un costo total de $30,000.00, de los
cuales sólo se han invertido en metálico $15,000.00, en vista de que los ejidatarios de ambos
pueblos están trabajando por el 50% del jornal, realizando así un sacrificio digno de la
mayor estimación, y del cual ellos mismos serán los beneficiados, pues más adelante contarán
con el agua suficiente para sus cultivos, y podrán explotar todos los terrenos que les fueron
dotados en las mejores condiciones.
El centro ejidal de Ollama obtuvo un préstamo de $5,000.00, que se ha estado dedicando al manejo de su tienda cooperativa, la cual en sólo seis meses ha tenido un movimiento de $7,500.00.
La sociedad de Caballeros obtuvo un préstamo de $2,500.00, con los cuales se
compraron animales de trabajo que fueron empleados en los trabajos de la presa. Con los
animales comprados pudieron los ejidatarios mejorar sus condiciones y surtir una tienda
cooperativa, cuyo movimiento, en los últimos meses, ha llegado a ser de $2,700.00.
Las sociedades de la región de Hidalgo constituyen una federación y obtuvieron un
préstamo de $25,000.00, con el cual han establecido una tienda cooperativa de verdadera
importancia. El Gobierno creyó conveniente ayudar a esta organización, escriturando a
favor de la misma Federación una casa que servirá de local para la tienda cooperativa, y en
la cual se instalará una planta de luz eléctrica de la Villa de Hidalgo. La casa de referencia tiene un costo aproximado de $3,000.00.
Ya en la Presidencia de la República, procedí también a combatir el
alcoholismo, para lo cual se fundó el Comité Nacional de Lucha contra el
Alcoholismo el día 14 de mayo de 1929, habiendo hecho las siguientes declaraciones:
“Profundamente convencido el Ejecutivo de la Unión, de que el vicio del alcoholismo es
uno de los grandes enemigos de la raza y del porvenir de México, por estar deplorablemente
arraigado en una gran parte de nuestras clases campesinas y obreras, al grado de que no
podemos pensar en la dignificación del hogar de los trabajadores de la República mientras el
alcoholismo mine las fuerzas físicas y morales de nuestros hombres, acabe con la felicidad
conyugal y destruya, con hijos degenerados, toda la posibilidad de grandeza en el porvenir de
la Patria; el propio Ejecutivo se vio en el imperioso deber, ante tan grave con-sideración, de
hacer con fecha 16 de abril del año en curso, un llamamiento a los gobiernos y ayuntamientos
de los estados, a las comunidades agrarias, a las organizaciones obreras, a las ligas de padres
de familia, sociedades mutualistas, partidos políticos y demás institucio-nes que estuvieran en
aptitud de colaborar en esta empresa, a fin de que procedieran desde luego a organizar en sus
respectivas entidades, la más enérgica campaña contra el alcoho-lismo”.
La campaña de referencia tuvo grandes éxitos en toda la República, y
por primera vez se conmemoró el 20 de Noviembre, iniciación de la Revolución de 1910, con un desfile cívico-deportivo-antialcohólico, ocasión que
aproveché para pronunciar desde el balcón central de Palacio la siguiente arenga:
La sociedad de Tancol obtuvo un préstamo de $5,500.00. Se instalará con ellos
una bomba para irrigar algunos terrenos del ejido y los socios estarán en posibilidad de
sembrar verduras, para las cuales tendrán mercado en la plaza de Tampico.
“El 20 de Noviembre, Aniversario de nuestra Revolución, debe ser conmemorado
por las generaciones nuevas, porque esa fecha marca desde 1910 el programa de resurgimiento
y liberación de las conciencias mexicanas.
La sociedad de El Arenal obtuvo un préstamo de $5,000.00, que se procura conseguir que invierta de una manera racional, en la adquisición de animales e implementos de
trabajo de que carece. Otro tanto se hará respecto de las sociedades de Miramar, de Altamira e Industrial de Tampico, que obtuvieron respectivamente $1,600.00 y $5,000.00.4
La niñez de las escuelas de la República debe venerar a los héroes, a los mártires, a
los que en nuestras trágicas jornadas revolucionarias han caído por redimir a los hombres
de todas las opresiones. Y ninguna opresión más terrible que el vicio del alcoholismo,
conductor de miseria, de degeneración y vergüenza.
Dentro de este capítulo de préstamos del Banco Nacional de Crédito Agrícola, debe
llamarse la atención especialmente, por la gran importancia que encierra, sobre el préstamo
que con fecha 23 del mes próximo pasado se otorgó a la sociedad de El Carrizo. Con espíritu de liberalidad, que mucho honra a la institución y con pleno conocimiento de la importancia que el asunto encierra en la instalación de una planta de bombeo, con la cual se harán de riego aproximadamente 200 hectáreas, mejorándose así radicalmente las condiciones
agrícolas de los ejidatarios.
El total de los préstamos concedidos por el Banco Nacional de Crédito Agrícola a
los ejidatarios de Tamaulipas suman $108,600.00 y en el transcurso del presente año con
Las infelices víctimas del alcoholismo llenan las cárceles, los hospitales y los manicomios. El alcohol arma generalmente el brazo de los criminales. La noble mujer mexicana
que cuida nuestros pasos y vela nuestros sueños ha sufrido y sufre cruentas amarguras,
pobrezas, violencias, por causa del alcohol, que embrutece a los hombres hasta hacerlos
olvidar sus deberes y sus afectos. Especialmente los hogares humildes sufren el azote de este
terrible mal, porque no cuentan con reservas para reponer los días de enfermedad, de cárcel
o de falta de trabajo, y pronto el hambre, la desesperación y la desgracia se posesionan de la
humilde familia.
196
141
La niñez debe aprovechar esta gran fecha del 20 de Noviembre, aniversario glorioso
de nuestra Revolución Mexicana, para erguirse en una manifestación unánime en toda la
República, pidiendo a sus mayores, a sus padres, que se conviertan en aliados fervorosos de la
batalla contra el alcohol. La niñez, con la fuerza que le da su inocencia, y por estar su
destino bajo la responsabilidad de sus padres, tiene derecho a pedir a éstos el ejemplo de la
sobriedad y la fuerte lección de combatir con su propia conducta los horrores del alcoholismo.
Ninguna imprecación puede llegar más al alma de los padres de familia, que la que
arranca de los labios inocentes y puros de sus hijos. Las voces infantiles de esta manifestación representarán, seguramente, ante la conciencia de los jefes de hogar, a las legiones de
niños, que degenerados por la maldita herencia alcohólica, van a constituir carne de dolor o
de crimen; representarán a los hogares donde la buena mujer mexicana ha visto tantas veces
sacrificada su felicidad, que debe estar protegida por la dignidad de un hombre de trabajo
y de honor; y representará, por último, la voz de nuestros héroes y de nuestros mártires, que
han soñado con una Patria fuerte de músculo y enérgica de espíritu.
Niñez de la República: el 20 de Noviembre es una fecha en que podéis decir a
nuestros padres: ‘Si queréis que nosotros seamos morales, fuertes y útiles, enseñad con
vuestro propio ejemplo’.”
caso de El Ebanito estuvo a punto de resolverse de una manera amistosa, toda vez que la
Cámara Mercantil y Agrícola de la ciudad de Matamoros había manifestado ese propósito,
pero en vista de que la referida Cámara adoptó una actitud protectora, dando a enten-der
que donaba los terrenos como una merced, lo cual se consideró ofensivo para el Ejecutivo de
mi cargo y denigrante para los mismos campesinos a quienes se trataba de beneficiar, se
acordó rechazar la oferta y continuar la tramitación agraria del expediente de El Ebanito,
de acuerdo con las normas establecidas para el caso.
Últimamente se resolvió favorablemente este asunto con motivo de que algunos agricultores de Matamoros cedieron gratuitamente al Ejecutivo del estado los terrenos necesarios
para la dotación del ejido al mencionado poblado de El Ebanito, habiéndose entregado a
dichos agricultores la cantidad de 1,170 hectáreas.
El programa de refacciones desarrollado durante los dos primeros años por las autoridades ha sido continuado en el presente por la propia iniciativa de los campesinos.
Durante el año de 1927 se hicieron compras de arados, sembradoras, etc., por valor de más
de $7,000.00. En muchos casos no sólo se han comprado implementos agrícolas, sino que
se han llevado a cabo inversiones de utilidad general que demuestran desahogo económico en
quienes las realizan. Cabe mencionar a este respecto la instalación de una planta eléctrica
en el ejido de Ollama, la cual ya está funcionando, y la instalación de otra planta en Villa
Hidalgo, que tendrá capacidad para 200 lámparas, y de cuyo costo de establecimiento, que
será de $2,000.00, los ejidatarios del municipio proporcionaron $1,700.00, y sólo $300.00
el Gobierno de mi cargo.
El trabajo agrario desarrollado por el Gobierno, consistente en dotar de ejidos a los
pueblos y proporcionarles pequeños préstamos para la adquisición de la maquinaria y los
elementos de trabajo más indispensables, quedaría incompleto, estancado por un largo periodo de tiempo, si no recurriera a nuevas fuentes económicas que permitieran desarrollar la
producción ejidal en toda su intensidad. Es por esto que el Gobierno ha prestado gran
interés a la ayuda que está dándonos el Banco Nacional de Crédito Agrícola, y es por esto
también que en esta institución se le han dado todas las facilidades que necesita para operar. Hasta la fecha se han constituido sociedades locales de crédito agrícola en Estación
Santa Engracia, San José Santa Engracia, Caballeros, Hidalgo, Marroquín, Miramar
de Altamira, Independencia, La San Juana, Santa Fe, Mapaches, Tancol, Arenal, Agrícola e Industrial de Tampico, La Parrita, Cruz y Carmen Galindeño, Ollama, La Libertad, Alianza del Sindicato de Caballeros, El Carrizo, Río Bravo, El Ranchito y El
Ebanito.
De ellas, las sociedades de Santa Engracia y Estación Santa Engracia consiguieron
un préstamo de $10,000.00, con el cual se han estado ayudando en los gastos de construc-
142
195
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Durante el año de 1927 se instauraron 21 expedientes, correspondientes a los poblados
de San Antonio, El Higuerón, La Soledad, El Cerrito, Guadalupe, La Trinidad, San
Isidro, El Refugio, San José, San Antonio del Nogalar, La Escondida, El Atrevido,
Miraflores, San Andrés, Las Yucas, San Francisco, Ranchería Juárez, Las Compuertas,
Silva Sánchez, El Coyote, Campoamor y El Ebanito. Se tramitaron y se llevaron hasta su
resolución en primera instancia por el que informa, diecinueve expedientes correspondientes a
los poblados de Gómez Farías, El Tigre, Barranco Azul, Camacho, San Lorenzo, Corralejo,
Los San Pedros, El Porvenir, El Plomo, San Antonio, El Higuerón, El Cerrito,
Guadalupe, La Trinidad, San Isidro, El Refugio, La Escondida, El Atravesado y
Ranchería Juárez, y se dio posesión provisional de 16,025 hectáreas, de las cuales fueron
869 de riego, 2,073 de temporal y el resto de agostadero, habiendo salido favorecidos más de
1,000 campesinos capacitados para labrar la tierra.
Durante el presente año se ha dado posesión definitiva a los siguientes poblados:
Estación Miramar, San Miguel, Hidalgo, El Saucillo, San Lázaro, Marroquín, Santa
Fe, La Garita, Los Mapaches, El Sabino, Cuauhtémoc, Garza Valdés, C. Camargo,
San José de Santa Engracia, El Barretal, Cruz y Carmen Galindeño, El Roble, La San
Juana, Diana y Santa Ana, entregándose 22,715 hectáreas, de las cuales 2,773 son de
riego, 1,278 de temporal y 18,762 de agostadero, habiendo salido favorecidos con motivo
de las anteriores posesiones más de mil setecientos cincuenta campesinos, capacitados para
labrar la tierra, y los cuales, aunque ya liberados por resoluciones en primera instancia que
había pronunciado el que informa, con la posesión definitiva han visto totalmente consolidada su situación, y asegurado para lo futuro su independencia económica.
La tramitación y resolución de expedientes, que comparando sólo datos numéricos,
aparece inferior a la del año de 1926, y sobre todo a la del año de 1925, se activó de una
manera efectiva solamente después de la promulgación de la Ley que reformó las Dotaciones
y Restituciones de Tierras y Aguas, Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional, de
fecha 23 de abril de 1927, cuyas trabas determinaron que los expedientes que en el primer
semestre del presente año debieron haber sido resueltos, quedaron en suspenso, por haberlo
ordenado así la Ley a que me vengo refiriendo. Con este motivo no fue posible haber dictado
sentencia en la totalidad de los expedientes que se están tramitando en la Comisión Local
Agraria, pero tomando en consideración que es en el trabajo agrario donde más interés ha
depositado el Gobierno del Estado, no se descansará en lo sucesivo hasta dejar satisfechos y
dotados de tierras a los poblados que la necesitan.
El ambiente de tranquilidad con que se ha desarrollado el programa del Gobierno,
y el cual sólo fue interrumpido por los lamentables sucesos de El Ebanito, sobre los cuales
me permití dar cuenta a Vuestra Soberanía en informe anterior, ha tomado nuevamente su
marcha normal, sin que tengamos nuevos motivos de sobresalto ni de vergüenza. El mismo
194
CAPÍTULO XV
LA OBRA EDUCATIVA EN TAMAULIPAS
Bases fundamentales expuestas en la Convención del Partido Socialista Fronterizo, a que debía sujetarse la obra educativa. Número de escuelas que se fundaron. Organización de cooperativas infantiles. El
huerto infantil. Actividades agrícolas en las escuelas ejidales. Organización de comunidades agrarias y de sociedades cooperativas. La
cultura física.
D
esde que inicié mi campaña política para el Gobierno de Tamaulipas expuse a mis paisanos cuál debía ser, en mi concepto, el espíritu que inspirara el
desarrollo de la escuela en todos sus grados; y al celebrarse la Convención del
Partido Socialista Fronterizo el 15 de mayo de 1924, manifesté lo siguiente:
“Que siendo la escuela popular el medio más eficaz para el implantamiento de los
principios más avanzados de la sociabilidad humana, y estando dentro del programa del
Gobierno del Estado, el propósito de reformar los sistemas de enseñanza y procurar por
cuantos medios estén a su alcance la sociabilidad de la escuela, para que la enseñanza que
en ella se imparta deje de tener el carácter individualista que hasta ahora ha tenido y que
tan pésimos resultados ha producido y, a fin de lograr que en el futuro las nuevas generaciones que se desarrollen no sean, como han sido hasta ahora, en todos los pueblos de la
Tierra, el mayor obstáculo para el desarrollo de una civilización, más en consecuencia con
los principios humanitarios que deben regir en las colectividades y, teniendo en consideración
igualmente que se hace indispensable reformar la actual Ley de Educación, cuyas modificaciones deben inspirarse en los siguientes postulados:
I. La educación primaria que imparte el Estado, o la que en él se imparta bajo la
vigilancia del mismo, debe tener como finalidad esencial el desarrollo del espíritu de los educandos, a fin de capacitarlos para una vida social de cooperación
que asegure su bienestar y progreso.
143
II. Proceder a fundar escuelas para adultos analfabetas, anexas a las escuelas primarias.
III. Dar cumplimiento a la fracción XII del artículo 123 de la Constitución General
de la República, obligando a los dueños de haciendas, fábricas, minas y negociaciones
industriales, a establecer escuelas elementales para los hijos de los trabajadores,
sosteniéndolas por su cuenta.
Y así se hizo, con muy satisfactorios resultados, sobre todo por la labor de
convencimiento realizada, sancionando de acuerdo con la Ley, cuando fue indispensable, a los infractores.
IV. Crear los centros culturales obreros nocturnos, con misión de enseñanza a los
educandos, pequeñas industrias, trabajos manuales y de costura, arte culinario,
así como canto, música, gimnasia rítmica, deportes y gimnasia calisténica.
Para atender debidamente a esos centros de cultura, primeros en existir en el
estado, se creó la Dirección de Cultura Estética Popular.
V. Establecer la Escuela Ejidal, dotándola de parcela escolar, y el sistema médico
social para los ejidos.
Para la orientación y funcionamiento de estas escuelas, el Gobierno del Estado
nombró un personal de inspección.
VI. Que en todas las Escuelas Rurales se establecieran bibliotecas, campos para
juegos y deportes, campos para cultivos, cría de animales, cobertizos para talleres, modelado y pequeñas industrias.
VII. Por primera vez en la República se dispuso que, a efecto de establecer una
verdadera cooperación social en el Estado, y para bien y ayuda de las escuelas,
se crearon Ligas, Comités y Sociedades de Padres de Familia.
Esta disposición produjo los mejores resultados, pues con la cooperación de la
iniciativa privada se colectaron fuertes cantidades de dinero para mejorar los
locales.
VIII. Premiar a los maestros que desarrollaran una labor relevante, de orientación
pedagógica moderna, proporcionándoles pasajes para que durante las vacaciones conocieran el resto del estado; y para que, además de su sueldo, se otorgara
también un cincuenta por ciento de éste, correspondiente a los meses de vacaciones, a los profesores que desearan asistir a la Escuela de Verano de la Universidad Nacional, con el objeto de perfeccionar sus estudios.
144
tiembre, y como resultado de ellas se constituyó la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del Estado de Tamaulipas, cuyas bases, exclusivamente redactadas con
fines de organización económica y social, son el primer paso serio dado por las organizaciones
campesinas, que cuentan en este momento con 5,161 ejidatarios plenamente conscientes ya de
sus derechos de clase y de su responsabilidad para con ellos mismos y para con sus compañeros
del país.
En el año anterior el Gobierno hizo un reparto de maquinaria que sirvió para que
se iniciaran los cultivos de los ejidos. Este año tal cosa no fue ya urgente, porque como antes
me permití indicar, los mismos campesinos tuvieron elementos para pagar de su propio peculio los implementos agrícolas y animales de trabajo que necesitaban. Sin embargo, para
estimularlos y para dejarles un grato recuerdo de la Liga de Comunidades Agrarias, se
adquirieron y distribuyeron entre las agrupaciones que estaban representadas, catorce sementales de raza cebú que adquirió el Gobierno del Estado, y que obsequió como testimonio de la satisfacción con que ve la amplia cooperación que le prestan los campesinos en su
labor.
Durante el año que informo, ha subsistido entre todos los pueblos beneficiados con
ejidos, la misma armonía que fue motivo de orgullo para mí, al proclamarlo en mi informe
anterior. En las entregas de ejidos, en las fiestas cívicas que son motivo de reunión para dos
o más pueblos comarcanos, en las reuniones de la Liga de Comunidades Agrarias y en
general en todas las ocasiones que se presentan, se pone de manifiesto el espíritu de fraternidad que ha hecho de los campesinos de Tamaulipas un hermoso ejemplo digno de imitación. Y por todo junto, por su espíritu de cooperación, por su respeto a las leyes, por su
laboriosidad y por su desinterés, no es aventurado afirmar que los campesinos ejidatarios de
Tamaulipas continúan por la senda de prosperidad que merecen y “llevan su carro atado a
una estrella”.
En el informe que rendía el siguiente año (1928), hice constar lo siguiente:
“Durante el año a que se contrae el presente informe, el Gobierno del Estado
continuó su programa agrario, sobre las mismas bases y con iguales finalidades que en los
dos años anteriores.
No hubo razones para introducir ni hacer rectificaciones o adiciones, y sí justo
motivo de regocijo por haber encontrado el plan más adecuado para obtener el bienestar de
nuestras clases campesinas.
193
tuvo verificativo en la Estación de Santa Engracia, donde se congregaron más de 3,000
campesinos.
En la obra educacional que el Gobierno desarrolla en los centros ejidales, paralelamente con la de organización económica, los resultados son también absolutamente satisfactorios.
Al finalizar el año escolar 1925-1926 existían, según nuestras estadísticas, sesenta
y una escuelas ejidales en las que había una inscripción de 3,606 alumnos, de los cuales
fueron examinados 2,700 y aprobados 2,076, lo cual demuestra que los padres, al tener
medios de vida más desahogados, renuncian con agrado al auxilio que les prestan sus hijos
y los mandan a la escuela con la intención de que se eduquen y sean, con el tiempo, ciudadanos
útiles a su Patria y a sí mismos. Independientemente de esta labor, o completando esta
labor, mejor dicho, se han fundado en todos los centros ejidales escuelas nocturnas que registran una inscripción de 945 campesinos adultos, que están adquiriendo los conocimientos rudimentarios que no tuvieron oportunidad de aprender en sus tiernos años, por las condiciones lamentables que imperaban en el país y que resulta innecesario repetir, cuando son
ya de sobra conocidas por todos.
En nuestra obra educativa rural contamos no sólo con la complacencia de los campesinos, sino aún con su decisión y apoyo, y por eso en muchos pueblos se han construido escuelas
cuya edificación se debe en gran parte a la cooperación de los mismos ejidatarios, siendo
confortables las establecidas en Columbus, Tancol, La Diana, El Carrizo y Río Bravo, y
especialmente dignas de alabanza las de Santa Engracia y Ollama, que responden a todas
las necesidades que reclama la pedagogía moderna en lo que respecta a locales escolares. En
el presente año el Gobierno se propone continuar la labor educacional en los centros ejidales
que hasta este momento no cuentan con tan importante mejora.
Aunque con más lentitud, porque así lo exigen las condiciones del Erario, se ha iniciado también una campaña de profilaxis rural. La urgencia de esta labor se puso de manifiesto con motivo de la epidemia de paludismo desarrollada en la región centro del estado,
y a efecto de controlar y de impedir su propagación, se organizaron brigadas sanitarias, a
cuyo frente se pusieron doctores provistos de los medicamentos necesarios y acompañados de
brigadas proporcionadas espontáneamente por los mismos pueblos, en cuyo contingente se
pudo canalizar las aguas y petrolizarlas, a efecto de eliminar la causa de la contaminación.
El Gobierno del Estado tiene los más vivos deseos de que la organización agraria de
Tamaulipas tenga vida propia antes de mucho. Dentro de este programa patrocinó con entusiasmo la organización de la Primera Convención de la Liga de Comunidades Agrarias
del Estado, en la cual estuvieron presentes ciento cincuenta delegados representantes de las
distintas comunidades. Las sesiones tuvieron lugar durante los días del 24 al 30 de sep192
También se procedió a dotar a los maestros rurales, con residencia superior a
dos años, de una parcela de una hectárea para huerto de frutales, de legumbres,
o cría de aves de corral.
IX. Se expidieron las leyes de Pensiones, de Escalafón y de Jubilación de Maestros,
que previeron la ayuda que el Gobierno ha de extender a los hijos, a la viuda y
a la madre del maestro.
Estas leyes fueron anteriores a las que expidió la Federación.
X. Se estableció el servicio de Misiones Culturales Ambulantes, desanalfabetizadoras y especialistas para hacer obra de mejoramiento en los pueblos, rancherías,
congregaciones, y de enseñanza de pequeñas industrias, prácticas de higiene y
atención a los damnificados, agricultura, avicultura, apicultura, corte y confección de ropa.
El número de escuelas primarias cuando me hice cargo del Gobierno era de 354, con
una asistencia de 18,827 varones, de 15,070 mujeres y de 1,830 adultos, con un total de
35,727, suma que, unida a la de 2,341 que correspondía a las escuelas particulares, daba
un total de 38,068 educandos en todas las escuelas primarias.
Por aquellos años el presupuesto del estado era muy pobre. En 1925 ascendió a la
suma de $3,576,392.60. De esta cantidad se destinaba al ramo de educación
$1,466,321.00. Para establecer nuevas escuelas no se procedía de un modo oficioso, sino
que se procuraba despertar el interés de los padres de familia para que ellos manifestaran el
deseo de que se abriera una escuela e hicieran algunas aportaciones para tal efecto. El
entusiasmo en todo el estado, al conocerse los propósitos del Ejecutivo, fue tan grande, que al
terminar el primer año de Gobierno se habían fundado 95 escuelas nuevas, entre urbanas,
diurnas y nocturnas, rurales y centros culturales; así pues, el número de escuelas a fines de
1925 ascendió a 449 sostenidas por el Estado y 25 por los particulares.
Durante el segundo año de Gobierno, el número de escuelas primarias, rurales
diurnas y nocturnas ascendió a 474, y se aumentó el presupuesto en $100,000.00, que se
destinaron, especialmente, a la creación de misiones de maestros desanalfebetizadores”.
En el informe que rendí el día 1º de enero de 1926 se hizo la siguiente
declaración:
“A la vez, el Partido Socialista Fronterizo, con sus fondos propios, siguió desarrollando festividades culturales y estableció en todo el estado los domingos culturales que
145
reunían en las villas, congregaciones, rancherías y ejidos al pueblo de la localidad, grandes
contingentes, en cuyos actos se desarrollaban programas que incluían números de música,
bailables, gimnasia y competencias deportivas y se hacía oír la plática sencilla del maestro
que desarrollaba temas al alcance de los niños, de los obreros y de los campesinos. Era de
admirarse el entusiasmo de los jóvenes y de los mayores que asistían a estos actos, observándose siempre una disciplina y un respeto en todos los presentes. Los domingos culturales
influyeron poderosamente en la disminución del consumo del alcohol, así como de los delitos.
Al iniciarse el acto, en los momentos en que se izaba la Bandera, se cantaban por
todos los presentes, los Himnos Nacional y del Estado, entonándose también cantos de libertad, de amor y de veneración a nuestros héroes. Se aprovechaban también los domingos
culturales para entregar a las escuelas, a los Sindicatos de Trabajadores, a los grupos de deportistas, y al Comisariado Ejidal, la Bandera de la Patria, que se juraba por todos los
presentes.
Bajo la acertada dirección del Prof. don Alfredo Tamayo, desgraciadamente ya
fallecido, autor de la letra y de la música del Himno de Tamaulipas y Director General de
Cultura Estética Popular, se formaron en todos los centros culturales bandas de música, orquestas típicas, orfeones y conjuntos corales. También se organizaron sociedades recreativas
y cooperativas con sus correspondientes juntas de administración; las primeras tenían por
objeto hacer fiestas y giras campestres, y las segundas vender los productos de pequeñas
industrias elaboradas en los centros culturales, para crear un fondo común a fin de estimular a los productores.
Al clausurarse el año escolar, la Dirección de Cultura Estética organizaba exposiciones en todas las poblaciones del estado, en las cuales el público podía apreciar los progresos en el ramo.
En el tercer año de Gobierno (1927), se fundaron 37 nuevas escuelas y pudo enorgullecerse el pueblo de Tamaulipas, al enterarse de que en las estadísticas que publicó la Secretaría de Educación Pública en ese año, el estado figuraba en el primer lugar por el número de niños que recibían educación y el primer lugar por los sueldos que se pagaban a los
maestros”.
En el informe que rendí, pude decir al H. Congreso del Estado lo siguiente:
“En el mes de abril del año pasado empezó a regir la nueva Ley de Educación
Pública en el estado, y de entonces acá las escuelas se han ido socializando conforme a las
necesidades y exigencias de mejoramiento y evolución de la época actual, siempre en relación
con nuestro medio físico y social, para lo cual el Gobierno no ha omitido esfuerzo alguno.
146
amigos, se concretaron a repeler el ataque de que se les hizo objeto, poniendo una vez más de
manifiesto que la clase a que pertenecen es más digna y más abnegada que la de sus opositores.
El Gobierno se propone vigilar, hasta donde sus fuerzas se lo permitan, para que por
ningún motivo se repitan actos tan penosos como los que acaban de suceder, y en toda ocasión
aplicará el rigor de la Ley, a efecto de que por ningún motivo haya propietario que, prevenido
de la fuerza, quiera impedir el exacto cumplimiento de las leyes, que este Gobierno es el más
empeñado en hacer guardar estrictamente, siendo las pruebas más elocuentes de lo que acabo
de decir, en primer lugar, la forma como el C. Presidente de la República viene confirmando
las resoluciones que dictamos, y en segundo, la invariable ratificación de nuestros actos por los
Jueces de Distrito, en todas aquellas ocasiones en que los quejosos han recurrido ante la
Justicia Federal en demanda de amparo.
Durante el año de 1926 se continuó el Programa de Refacciones que se había planeado desde 1925, y se concedieron al efecto préstamos por pequeñas cantidades (de cinco
mil pesos) a los poblados de El Barretal, La San Juana, Carrizos, Mapaches, Villa de
Juárez, Santa Cruz, Marroquín, Santa Fe, Santa Engracia, Columbus y Güemes. Las
difíciles condiciones económicas por las que hemos atravesado, y que no hay para qué repetir
aquí, impidieron que dichas refacciones tuvieran la importancia que hubiéramos deseado.
Pero de todas maneras, el dinero que invirtió el Gobierno para ayudar al desarrollo de los
centros ejidales, se tradujo en ventas apreciables para los campesinos beneficiados, quienes
contaron con los primeros recursos para comprar maquinaria y animales de trabajo, siéndome satisfactorio consignar que los pueblos a quienes se otorgaron créditos de los que vengo
tratando, están ya disponiéndose a cubrirlos, fieles a su programa de laboriosidad y honradez, que el Gobierno de mi cargo no se cansará de proclamar.
En el terreno económico, el segundo año de labor agraria ha sido mucho más fructífero que el primero. De la cosecha de tempranero se levantaron en los centros ejidales 51,046
hectolitros de maíz y 93,750 kilos de algodón; y en la cosecha del tardío, que ha sido inferior por el exceso de lluvia que impidió la siembra oportuna, se produjeron sin embargo
35,000 hectolitros de maíz, siendo por lo tanto la producción ejidal durante el año de
1926 de 81,046 hectolitros de maíz y 2,036 quintales de algodón, lo cual da un total de
$378,635.00, que han servido para mejorar la situación económica de los campesinos, y
aún de toda la población del estado, pues gracias a la abundante producción de los ejidos, el
precio del maíz ha bajado de $4.00 en 1920 a $3.50, o cuando mucho a $3.75, no
obstante que el costo de la vida es en general mucho mayor, y que casi no hay artículo cuyo
precio no se haya duplicado respecto del de 1910. Los ingresos que obtengan los ejidatarios
con la venta de sus cosechas les servirán para adquirir nueva maquinaria agrícola en mayor
cantidad de la que ya compraron en el año próximo pasado, y la cual importó más de
$15,000.00, y que se repartió con motivo de la Fiesta del Trabajo en una ceremonia que
191
resolución en primera instancia por el que informa, 17 expedientes correspondientes a los
pueblos de Bustamante, El Saucillo, Jaumave, San Lázaro, Güemes, La Peña, Marroquí,
Independencia, San Lorenzo, Santa Fe, La Garita, Santa Cruz, Los Mapaches, Buenos
Aires, Laguna del Sapo, El Sabino y La Noria, y se dio posesión provisional de 23,409
hectáreas y posesión definitiva de 17,574, siendo en total 40,983 hectáreas las que se
entregaron durante el año de 1926. De los terrenos repartidos provisionalmente fueron
1,303 hectáreas de riego; 175 hectáreas de medio riego; 1,215 hectáreas de temporal y
20,176 hectáreas de agostadero.
De acuerdo con lo preceptuado por la ley del 6 de enero de 1915, se han remitido a
la revisión de la Comisión Nacional Agraria y a la Superior Resolución del C. Presidente
de la República, los expedientes de Garza Valdés, Reynosa, Hidalgo, Ocampo, El Saucillo, Santa Ana de Nahola, Jaumave, San Lázaro, Marroquí, Santa Fe, La Garita,
Mapaches y El Sabino, siendo para mí satisfactorio decir que de todos los expedientes
enviados a la Comisión Nacional Agraria, en este momento únicamente están pendientes
de resolución El Arenal, La Garita, Garza Valdés, Hidalgo, Jaumave, San Lázaro,
San Miguel, Montfort, Padilla, El Saucillo y Miramar, habiéndose dictado en todas las
demás resoluciones que han confirmado los fallos emitidos por mí, lo cual demuestra, y es
para mí satisfactorio consignarlo, que subsiste todavía entre las autoridades locales y las de
la Federación, esa armonía y buen entendimiento a que tuve el gusto de referirme en mi
informe anterior, y gracias a los cuales la labor agraria se ha desarrollado sin tropiezos de
ningún género.
En el informe anterior dije a Vuestra Soberanía, que el Gobierno a mi cargo tiene
el orgullo de haber desarrollado un Programa Agrario dentro de un ambiente de tranquilidad, que no había sido desvirtuado ni por el más pequeño accidente. Hoy desgraciadamente
no puedo repetir lo mismo, porque aunque los campesinos han continuado dentro de la
misma línea de conducta de moderación y respecto a las leyes que por su propia conveniencia
les hemos trazado, tuvimos un caso en que los propietarios recurrieron a la violencia para
arrojar a los agraristas del centro de población en que habían solicitado sus ejidos. Sobre el
particular, siguiendo la norma de conducta de la que nunca me aparto y rindiendo culto a
la sinceridad, que es mi mejor galardón, no puedo menos que confesar que los sucesos sangrientos de El Ebanito, donde perdieron la vida nuevas víctimas del ideal agrario, aumentaron la lista luctuosa de Garza Valdez; víctimas inocentes llevadas dolosamente por
terratenientes que no tuvieron empacho en provocar un conflicto, pero que carecieron del valor de afrontar personalmente las consecuencias de sus actos. Nos apena nombrar este incidente, pero al mismo tiempo nos sirve para arrojar toda la culpa sobre los terratenientes
y para proclamar, tan alto como sea necesario, que los campesinos agraristas, nuestros
190
La Dirección General de Educación Pública ha estado publicando boletines y el programa
de estudios y actividades que deben observar las escuelas oficiales y particulares, con el fin de
lograr la unificación en el magisterio por lo que respecta a las nuevas modalidades y orientaciones de la educación.
Notable también ha sido el movimiento de reorganización y de encauzamiento de los
estudios y actividades, tanto interiores como externas, operando en la Escuela Normal y en
la Preparatoria, con el fin principal de que los maestros y educandos estén más identificados
y luchen con mayores ventajas en el ejercicio de su profesión. Han sido intensas en las
escuelas las encuestas deportivas, las de higiene y salubridad, las agrícolas y las de industrialización de la enseñanza, persiguiendo así el amplio espíritu de cooperación, civismo y moralidad necesario para que las sociedades y pueblos del estado logren sacudir, para siempre,
las lacras atávicas de la ignorancia, de la miseria y de la apatía.
Las sociedades de padres de familia y los comités rurales de educación, protectores de
las escuelas, instituciones reconocidas legalmente y fomentadas por las autoridades con la
tendencia que existe de vincular la escuela con el hogar, han seguido respondiendo, con hechos valiosos, a su importante papel de mejorar los planteles escolares y de contribuir a su
normalización. A la fecha, existen 165 ligas de padres de familia y comités rurales protectores de las escuelas y es de hacerse notar el entusiasmo y la dedicación con que los padres de
familia procuran el mejoramiento de los establecimientos escolares y colaboran con los maestros que imparten la enseñanza.
Es también halagador informar a ustedes que, por su parte, los maestros se han
entregado con afán, verdadero interés y celo, al cumplimiento de sus deberes, y han acogido
con entusiasmo el franco deseo de mejoramiento que en la actualidad sentimos todos. A ello
se debe que durante el año de 1927 hayan crecido en número los centros de cooperación
pedagógica, instituciones que de acuerdo con la ley vigente, han llegado a sustituir, con ventaja, a las conferencias pedagógicas de la escuela tradicional. En Ciudad Victoria los
maestros han formado tres centros de cooperación, estando integrado el primero por todos los
maestros que trabajan con Primero y Segundo años; el segundo, con los que trabajan
Tercero y Cuarto, y el tercero, con los que atienden Quinto y Sexto, rigiéndose por Directivas Particulares para cada caso y por un Consejo General de Centros de Cooperación
Pedagógica. En Tampico y en Cecilia se han formado también centros de esta naturaleza.
Creo de mi deber informar a Vuestra Soberanía, que el Partido Socialista Fronterizo, siempre dispuesto a prestar la más eficaz ayuda a la Administración, principalmente
en lo que al ramo de cultura se refiere, ha seguido sosteniendo por su cuenta a las escuelas de
que hablé en mi informe del año pasado, durante el cual ayudó pecuniariamente en Ciudad
Victoria, al sostenimiento de las escuelas “Silverio J. Zamudio”, “Pedro José Méndez”,
147
“Centro Socialista de Cultura General”, “Antonio P. Castro”, Kindergarden “Guadalupe
Mainero”, Kindergarden “Juana de Asbaje y Ramírez”, Escuela para Adultos “El Águila”,
y las escuelas del Hogar de Tampico y Victoria. El propio Partido tiene pensionados en las
Escuelas Normal y Preparatoria del Estado a algunos alumnos subvencionados y algunas
bibliotecas en diferentes poblaciones.
Compenetrado el Gobierno de mi cargo de la importancia de las escuelas ejidales, y
con el deseo de ayudar, en la mejor forma posible, al desarrollo de los niños campesinos,
procedió a crear las inspecciones especiales para esta clase de escuelas, formulando a la vez
programas especiales de enseñanza, en relación con la capacidad y el estado económico de los
niños del campo. Es así como se ha estado desarrollando una labor uniforme en todos los
ejidos, procurando dar la mayor amplitud posible a los tres aspectos que abarcan el progreso
a que me refiero, o sea el intelectual, el social y el físico. En lo que respecta al aspecto
intelectual, se ha procurado aprovechar la transmisión de conocimientos científicos, para
obtener el desenvolvimiento provechoso de la mente del educando, de manera que al abandonar la escuela, pueda, por sí mismo, discernir con acierto sobre cualquier problema que se le
presente en la vida.
La cultura social, tal como se ha ido implantando en las escuelas ejidales comprende:
(A) Actividades agrícolas, que tienen por objeto despertar en los niños el amor al trabajo e
iniciarlos en los cultivos no experimentados en su medio, a fin de provocar una franca ruptura con los conocimientos empíricos que por atavismo poseen nuestros campesinos, y puedan
encauzar sus actividades, cuando lleguen a la calidad de usufructuarios del ejido, por nuevos
derroteros; (B) Organización de Comunidades Agrarias Infantiles, para inculcar en los niños prácticas indispensables para que adquieran nociones claras y completas sobre los derechos y obligaciones del hombre en la organización predominante en el campo; (C) Organización de Sociedades Cooperativas de Producción, para inculcarles, prácticamente, los
conocimientos necesarios a formar un criterio exacto sobre la trascendencia indiscutible de la
cooperación en las obras de la colectividad. De esta manera se atiende de modo efectivo a la
formación de buenos hábitos, se inclina a los niños a la práctica de la virtud, y adquieren
un amplio concepto sobre la equidad y la justicia. En una palabra, se procura que la
educación social convenientemente orientada, garantice una verdadera y completa educación
moral del niño en el ejido.
La cultura física, complemento necesario de las anteriores, se imparte por medio de
la gimnasia, propiamente dicha, juegos atléticos (saltos, carreras de velocidad, carreras de
resistencia, etc.) y deporte en general.
La enseñanza en las escuelas para adultos en los ejidos es semejante a la que se
imparte en las escuelas diurnas, con las modificaciones consiguientes a la edad y demás
148
cuales tengo la esperanza de que el año próximo vendré a informarles con palabras cuyo laconismo las avalorará, y que desde este momento les anuncio que serán: “Señores Diputados, en Tamaulipas todos los agraristas saben leer y escribir”.
No quiero herir susceptibilidades diciendo cuál pueblo del estado ha sido el mejor
cultivador de sus tierras. Todos han puesto en el trabajo su mejor voluntad y aplicado la
mejor constancia, y el éxito ha sido determinado por las mejores condiciones en que los
esfuerzos han sido desarrollados. Los pueblos que recibieron ya terrenos de riego, o los que
han podido abandonar el maíz para principiar a sembrar algodón, conseguirán ventajas
que los pondrán materialmente a la cabeza de otros pueblos. Pero para nosotros todos son
acreedores de nuestra admiración y de nuestra gratitud por el efecto que nos dispensan y ellos
entre sí guardan unas relaciones tan fraternales y cordiales. Que si no fuera por otra cosa,
bien valdrá la pena de que nos felicitáramos por haber conseguido, con el desarrollo de la
labor agraria, que los campesinos de Tamaulipas se sintieran hermanados, y obraran en la
empresa de mejorarse ellos mismos y de mejorar a su país.
Desgraciadamente, en condiciones tan favorables el Estado no ha podido intervenir
tal como hubieran sido sus deseos para impulsar el desarrollo del cultivo en los ejidos; hablo
con toda sinceridad y digo que lo hecho hasta hoy por mí es mucho menor de lo que deseo y
pienso hacer, pero sírvame de disculpa decir que esto se debe a que las condiciones económicas
que han prevalecido a consecuencia de la bancarrota en que recibí la hacienda pública, no
permitieron que pudiéramos refaccionar a los pueblos tal y como hubieran sido mis deseos,
pues sólo pudimos proporcionar a cada pueblo una ayuda de $500.00; pero para el año
próximo esperamos poder destinar a esta obra $100,000.00, con los cuales se conseguirá
afianzar la prosperidad de la organización ejidal, que serán en gran parte bases definitivas
para el afianzamiento de la prosperidad del estado y de la nación”.
En el informe del año de 1927, expresé lo siguiente:
“Durante el año a que se contrae el presente informe, el Gobierno del Estado ha
continuado su labor agraria sobre las mismas bases y con la misma intensidad a que me
referí en mi informe anterior. Esto se hizo tanto porque mi convicción sobre el particular
sigue siendo la misma, cuanto porque la experiencia ha permitido comprobar, afortunadamente para nosotros, que el camino seguido conduce franca y definitivamente al éxito que
antes sólo esperábamos, y que hoy estamos afirmando.
Durante el año 1926 se instauraron 16 expedientes correspondientes a los poblados
de Buenos Aires, Laguna del Sapo, Barranco Azul, Ollama, El Sabino, Camacho, La
Noria, San Francisco, San Lorencito, Corralejo, Morón, Santa Rita, Los San Pedros, El
Rucio, El Ebanito, San Isidro, El Plomo y San Carlos; se tramitaron y llevaron hasta su
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comprar maquinaria moderna y por construir escuelas higiénicamente acondicionadas, y
edificios de manera que sean realmente centros amables, en que el espíritu infantil se muestre
bien dispuesto para recibir las indicaciones del profesor, y no tugurios sórdidos que depriman
el espíritu y preparen generaciones de inconformes, lastimados desde su más tierna edad por
las injusticias de la vida.
Pronto llegará la maquinaria agrícola comprada por los pueblos, con ella producto
del 15%, y entonces podrán ver ustedes en trabajo tractores y desgranadoras, pizcadoras y
trituradoras como nunca las hubo antes en el estado y pronto verán también ustedes elevarse
las nuevas escuelas ejidales, construidas según las posibilidades de cada pueblo, con auxilio
del Gobierno del Estado, y para varias de las cuales, como para las de Santa Engracia y
Ollama, para citar casos concretos, los pueblos han contribuido con $3,000.00 cada uno,
lo cual da idea del estado bonancible que han alcanzado, y del mucho interés que tienen para preparar centros educativos que hagan de sus hijos verdaderos hombres libres.
Dije que estos primeros resultados alcanzados con el primer año de labor agraria superaban los mismos anhelos del Gobierno, y quiero aclararles a ustedes, que para decirles
eso, me fundé en el conocimiento que tengo de las condiciones que guardan los mismos pueblos cuando les hicimos entrega de sus ejidos, pues casi asombra ver cómo han podido
cultivar los terrenos que se les dotaron sin contar con los animales de trabajo e implementos
de agricultura suficientes, supliendo con buena voluntad y dedicación obstáculos que parecían
infranqueables; y cómo con los productos de las primeras cosechas se han comprado animales
de trabajo ya suficientes, y para el año próximo casi no habrá agrarista que no cuente con
su yunta y con su arado. Tengo fundados motivos para esperar que dentro de un año, en este
mismo lugar, pueda repetir ante ustedes un informe todavía más satisfactorio sobre la forma como corresponden los campesinos a los esfuerzos del Gobierno, pues a más de que se ha
despertado un verdadero empeño de progreso que hará que se principien el año próximo escuelas en La Concepción, La Garrapata, El Refugio, Caballeros, Santana, Santa Engracia, Barretal, Ollama, Cruz y Carmen Galindeño, se construirán en Santa Engracia
una presa y una bodega.
También se iniciaron nuevos trabajos para construir presas en Caballeros y Rancho
Nuevo, y en general se emprenderán diversas obras, que no parece sino que los campesinos
se han empeñado en sostener una noble lucha en la que todos tienden a llevarse la palma
como los más laboriosos y los más progresistas. Y no es sólo en el sentido material en el que
se notan progresos, también espiritualmente todos los pueblos dotados de ejidos han mejorado, y por eso a petición expresa de ellos se ha decretado la prohibición para la venta de
bebidas embriagantes, prohibición que se viene haciendo efectiva sólo por el empeño que los
mismos pueblos muestran para conseguir que se cumpla estrictamente; y por esto también se
han abierto escuelas nocturnas que tienen siempre una asistencia nutrida, y gracias a las
188
características de los alumnos. Es de hacerse notar que la mayor parte de las escuelas ejidales
tienen ya sus bibliotecas, y en cuanto a edificios, los campesinos por cuenta del ejido han hecho
esfuerzos verdaderamente notables, para acondicionarlos debidamente.
Colaboraron con todo entusiasmo y patriotismo en la labor educativa todos los maestros
y maestras de Tamaulipas. Difícil es mencionar los nombres de todos ellos, pero sí recuerdo a
los profesores Graciano Sánchez; a la profesora Magdalena Cárdenas, que desempeñó el
puesto de Directora General de Educación Pública; al profesor Juan Rincón; a la profesora
Olivia Ramírez, que con tanto entusiasmo fundó los centros culturales y las escuelas-hogar;
a los profesores don José Agustín Ramírez y Julián Anzaldúa; al profesor Hernández, que
trabajaron con entusiasmo; para todos ellos, mi gratitud. Igualmente recuerdo al profesor
Maurilio Yáñez, que fue Director General de Educación Pública en el estado.
Merece especial mención el profesor Graciano Sánchez, de quien creo que he dicho en
alguno de los capítulos anteriores, que llegó a Tamaulipas portando una carta del profesor
Aurelio Manrique, quien había sido desconocido como Gobernador de San Luis Potosí.
Graciano Sánchez colaboró conmigo como inspector de las escuelas rurales, con el
mayor entusiasmo. En Tamaulipas adquirió perfiles de gran líder y después llegó a ser en la
República el más interesado y sincero líder de los campesinos.
Colaboró conmigo en la formación de la Confederación Nacional Campesina, cuando desempeñaba el puesto de Presidente del Partido Nacional Revolucionario durante el
Gobierno del señor general Lázaro Cárdenas.
En dicho instituto fue Secretario General. Desgraciadamente, algunos años después,
siendo Presidente de la República don Adolfo Ruiz Cortines, falleció en la pobreza más
completa.
En el sepelio me tocó decir una oración fúnebre, habiendo expresado lo siguiente:
‘Graciano, los dioses, si los hay, se han acordado de ti para que pases a una mejor vida y no
seas testigo de las claudicaciones que se están cometiendo al programa de la Revolución.
Fuiste el más grande de los líderes campesinos. Un idealista, y a la vez un apóstol, que dejó
en el corazón de los agraristas un gran recuerdo de gratitud y cariño para ti’.”
149
correspondiente al 21 de febrero. Por él se concedió categoría política a varios poblados que
tenían solicitudes de ejidos pendientes, y se me autorizó, en el artículo 2º, para que durante el
periodo de receso de este Congreso concediera yo la categoría política, a efecto de que los
poblados peticionarios no sufrieran entorpecimientos en sus gestiones. Con apoyo en este
precepto me permití conceder categoría a los poblados de El Roble, Estación Xicoténcatl, La
Diana, Santana, La San Juana, San Lázaro y El Saucillo; de los cuales cinco de estos
pueblos recibieron sus ejidos gracias a la disposición dictada por ustedes en el sentido antes
indicado; y esto lo comunico a ustedes para su satisfacción, en acatamiento a lo dispuesto por
el artículo 3º del mismo decreto, aclarando al mismo tiempo que se ha usado con toda mesura la franquicia que fue concedida al Ejecutivo, pues como ya se dijo, sólo a cinco pueblos,
y por ser de absoluta justicia, se les dotó de ejidos en estas condiciones.
Me satisface informar que en la cuestión agraria, es quizá de aquéllas en que con
más prudencia he obrado; y así nadie podrá acusarme de que mi proceder haya sido sectarista o guiado por intereses bastardos. Se han dado tierras a los pueblos porque así lo dispone
la Ley y porque así me lo ordena mi convicción revolucionaria; pero cuando la razón me ha
dictado un fallo negativo no he titubeado para suscribirlo, y de esta manera se desecharon los
expedientes de Miramar, El Conejo, Huasacana, La Escondida y Villa Reynosa, y se
han dejado aún sin instaurar aquellas solicitudes que fueron improcedentes por no venir
ajustadas a la Ley, como la de la Hacienda de la Mesa, Hacienda Santa María y alguna
otra.
Gracias a esta ponderación de autoridades, los pueblos del estado no han tenido más
preocupación que la de cultivar sus parcelas, y por ello también puedo informar a ustedes
que los resultados prácticos obtenidos en Tamaulipas con el primer año de labor agraria no
tienen precedente, ya que según datos estadísticos que obran en poder de la Comisión Local
Agraria, en los ejidos se levantó, sólo por concepto de maíz, una cosecha de 72,000 hectolitros que representa un valor aproximado de $400,000.00, cantidad que se ha derramado entre una numerosa población que disfruta ya de comodidades que antes nunca hubiera podido siquiera imaginar.
Estos campesinos, que los suelen pintar dolosamente como apáticos, viciosos, incapaces de todo estímulo y de todo progreso, en Tamaulipas, después del esfuerzo inicial desarrollado por las autoridades, se están revelando como la fuerza económica mejor dotada
para incrementar la producción y para mejorar ellos mismos económica y socialmente; y lejos
de conformarse con el producto de su parcela, deficientemente cultivada y perpetuamente
empobrecida por la repetición indefinida de la siembra de maíz, anhelan para ellos mismos
nuevos métodos de cultivos, y para sus hijos planteles educativos que les abran nuevos horizontes de cultura y prosperidad. Por esto, con el 15% de los productos ejidales, que por Ministerio de Ley debe ser destinado a obras de mejoramiento colectivo, se han preocupado por
150
187
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
tes a los poblados de Cúes, de Palmas Altas, San Patricio, Miquihuana, Rayón, Caballeros, Padilla, Tancol, San José de Santa Engracia, El Barretal, Cruz y Carmen Galindeño, La Mora, Villa Juárez, Aldama, Rancho Nuevo, El Refugio, El Roble, C.
Camargo, Santa Ana, Carrizos, Magiscatzin, Estación Xicoténcatl, La Diana, La
Santa Juana, San Miguel, Hidalgo, Ocampo, Garza Valdez, Nahola, Miramar, Hasacana, Escondida, El Conejo y Reynosa; se ha dado posesión provisional de 57,706 hectáreas
y posesión definitiva de 5,359 hectáreas, a más de las reseñadas por concepto de posesiones
provisionales, siendo en total 63,065 hectáreas entregadas en Tamaulipas a los pueblos del
estado del 5 de febrero a la fecha.
De acuerdo con lo preceptuado por la ley del 6 de enero de 1915, se han remitido a
la revisión de la Comisión Agraria y del C. Presidente de la República 32 expedientes, que
sumados a los 12 que habían sido enviados con anterioridad, hacen un total de 44 expedientes remitidos. Han sido resueltos, por el C. Presidente de la República, los correspondientes a González, Río Bravo, Cúes de Palmas Altas, Unión Morales, Miquihuana,
Conejo, Caballeros, El Adame, Armenta y Villa Juárez; y es grato consignar que en todos
los casos el Ejecutivo federal ha emitido sentencias en el mismo sentido que las autoridades
locales.
Esta uniformidad de criterio entre las autoridades del Estado y las de la Federación, uniformidad necesaria, puesto que se trata de aplicar preceptos constitucionales, se
debe muy principalmente a que tanto los funcionarios de la Comisión Nacional Agraria
como los de la Comisión Local han colaborado con efectividad, apartándose de todo lo que
no sea el cumplimiento estricto de su deber.
El Gobierno del Estado tiene el orgullo de haber desarrollado su programa agrario
dentro de un ambiente de tranquilidad que no ha sido desvirtuado ni por el más pequeño
incidente, y esto se debe, a mi juicio, a que por una parte, los campesinos han visto que no
se descansa para cumplir con la Ley, y no han tenido, por lo mismo, que urgirnos ni menos
que recurrir a medidas violentas; y por la otra, a que los propietarios se han convencido de
que no nos apartamos ni un ápice de la Ley. Para testimoniar esto, si no bastara la satisfacción de ver que todas nuestras resoluciones vienen siendo confirmadas por el C. Presidente de la República, bastaría consignar que, en todos los casos en que los propietarios
lesionados han ocurrido a la Justicia Federal en demanda de amparo, por creer que nuestras
resoluciones eran violatorias a las garantías constitucionales, se les ha negado no sólo el amparo, sino aún la misma suspensión, y esto porque todos los fallos dictados están en perfecto
acuerdo con la Ley.
Vuestra Soberanía dictó en fecha 18 de febrero del presente año el Decreto número 9
que se promulgó con fecha 20 del mismo mes, y que se publicó en el Periódico Oficial
186
CAPÍTULO XVI
ORGANIZACIÓN DE LOS TRABAJADORES
DE TAMAULIPAS
La Casa del Obrero Mundial. El Gremio Unido de Alijadores. Mi labor en
la XXVII Legislatura Federal. Se otorga al Gremio Unido de Alijadores la
concesión para el alijo de carga en Tampico. Edificio del Gremio Unido
de Alijadores. Barcos que manejó dicha organización. Discurso que
pronuncié. Sindicalismo y cooperativas.
D
urante los años de 1917 a 1929 desarrollé cuantos esfuerzos estuvieron
a mi alcance para fortalecer la organización de los trabajadores del estado,
principalmente en la región de Tampico.
Hasta el año de 1918 existían como principales organizaciones el Gremio Unido de Alijadores, los sindicatos petroleros de la Cía. Mexicana “El
Águila”, de la “Pierce Oil Corporation”, de la “Corona”, del “Agwi”, así como
los sindicatos de meseros, de carpinteros y otros. Existía también la Casa del
Obrero Mundial, de la cual surgieron líderes de gran calidad.
Los sindicatos mencionados carecían de cohesión y de un programa
que pudiera servir de base para su desarrollo integral.
En el año de 1917, al verificarse las elecciones de Poderes Federales, la
gran mayoría de los trabajadores apoyó mi candidatura para Diputado al Congreso de la Unión, y desde entonces me dediqué con todo entusiasmo y cariño
a organizar, ya con un programa laboral, a los trabajadores de la región petrolera de Tamaulipas y de la Huasteca veracruzana.
Mi labor en la XXVII Legislatura fue modesta, pero de acuerdo con el
general Manuel García Vigil, el licenciado Eduardo Neri, el ingeniero Eduardo Hay, el doctor José Siurob, el doctor Alonso Romero y otros diputados,
presentamos el primer proyecto de la Ley del Trabajo, cuya discusión se inició
151
sin haberse podido terminar porque el Ejecutivo de aquel entonces hizo cuanto
estuvo a su alcance para evitar la aprobación del proyecto.
Como miembro del Partido Liberal Constitucionalista tomé parte en
las discusiones de importantes proyectos de leyes: Orgánica del Ministerio
Público, Código de Procedimientos Penales y otras que fueron aprobadas en
dicha Legislatura.
El Gremio Unido de Alijadores se organizó en el año de 1911, habiendo sido fundado por Samuel Kelly, líder obrero honestísimo y de gran prestigio en la región. Después se afilió a la Revolución y llegó a tener el grado de
General Brigadier. La ingratitud fue el premio a sus esfuerzos y murió pobre
en la ciudad de Tuxpan.
Durante los años de 1911 a 1921, el Gremio Unido de Alijadores fue la
organización de trabajadores más prestigiada de Tampico. Sus procedimientos en la carga y descarga de los barcos fueron siempre de una gran responsabilidad. Debido a ello, en el año de 1921 se nombró una comisión integrada
por los señores Isauro Alfaro, Nicolás González y Juan Sánchez, los mejores
líderes y directores de dicha organización, para que vinieran a la Ciudad de
México con el propósito de solicitar del Consejo Directivo de los Ferrocarrileros Nacionales la cancelación del contrato que venía disfrutando un norteamericano, el señor Rawley, para el manejo de la carga a bordo de los barcos.
Yo era uno de los miembros del Consejo, y como el Gremio había estado asesorado por mí durante algunos años, presenté al Consejo el proyecto
para la cancelación del contrato y el otorgamiento del mismo al Gremio Unido de Alijadores.
La primera impresión del Consejo fue de sorpresa. Lo integraban los
señores ingeniero León Salinas, Manuel Padrés y Ramón P. de Negri. “¿Cree
usted —me preguntaron los miembros del Consejo—, que una organización de
trabajadores sea capaz de realizar el alijo de la carga de Tampico, que suma no menos de
300,000 toneladas al mes?”. Mi contestación fue afirmativa. “El Gremio es una
organización modelo con suficiente responsabilidad y sí creo que pueda hacerse cargo de ese
contrato”.
Las gestiones siguieron adelante y para obviar tiempo y discusiones
entrevisté al Presidente de la República, general Álvaro Obregón, quien vio
con simpatía el asunto, pero también tuvo algunas dudas sobre la capacidad
del Gremio para manejar un contrato tan importante. “Considero —le dije—
que el Gremio Unido de Alijadores sí tiene suficiente responsabilidad y puede hacerse cargo
152
aperos de labranza o la de prohibir la venta de bebidas alcohólicas, y el examen de los enfermos por el médico ejidal, que siempre viajaba con nosotros.
Tales peticiones eran acordadas de inmediato o negadas cuando no podían
satisfacerse, pero sin hacerles ningún ofrecimiento que no estuviésemos en
posibilidades de cumplir.
El 16 de abril de 1926, año en que fue desaforado el profesor Aurelio
Manrique como Gobernador de San Luis Potosí, llegaron a Ciudad Victoria el
profesor Graciano Sánchez y León García, con recomendaciones del mencionado Gobernador. A Graciano Sánchez lo nombré desde luego, Inspector de
las Escuelas Ejidales, y a León García se le dio un puesto en el puerto de
Tampico. Ahí inició Graciano Sánchez la formidable labor que años después
lo convirtió en el líder más grande y sincero del agrarismo.
Ya en el primer informe que rendí ante la Legislatura en el mes de febrero de 1926, expuse lo siguiente:
“El Gobierno ha venido prestando gran atención a la resolución del problema
agrario, porque lo conceptúa básico para el afianzamiento del programa agrícola del estado
y de la paz pública en la nación. En mi caso particular el asunto ofreció, si cabe, mayores
dificultades, porque las autoridades que ejercieron el poder desde el triunfo de la Revolución
no le prestaron ningún interés, y desde 1917 hasta 1924 no se acató debidamente el
artículo 27 de nuestra Constitución, pues ni se integró siquiera la Comisión Local Agraria
del Estado, que sólo principió a funcionar en Tamaulipas a partir del 28 de abril de
1924.
Por este motivo, cuando recibí el poder, los campesinos se me acercaron para pedir,
con muy justa razón, que se activara la tramitación de sus solicitudes; y compenetrado de la
justicia que les asistía, procedí a resolver con la mayor actividad todos los asuntos pendientes, creando en el ánimo de los campesinos la confianza que deben tener en la rectitud de las
autoridades y que antes de hoy nunca pudieron abrigar.
Desde el 5 de febrero del presente año, en que tuve el honor de hacerme cargo del
Gobierno del Estado, se han instaurado 36 expedientes de dotación o restitución correspondientes a los pueblos de San Rafael, San Miguel, El Roble, Magiscatzin, Reynosa, La
Mina, San Juan, Ciudad Victoria, Rancho Nuevo, Diana, Carrizos, Hidalgo, Santa
Ana, Ocampo, Estación Xicoténcatl, Bustamante, San Nicolás, Saucillo, Huasacana,
Escondida, Santa Ana de Nahola, Jaumave, San Fernando, Santa Isabel, San Lázaro,
Güemes, La Peña, Marroquín, Xicoténcatl, Independencia, El Tigre, San Lorenzo,
Monfort, Burgos, la Garita, Santa Cruz y los Mapaches; se han transmitido y llevado
hasta su resolución en primera instancia por el que informa 34 expedientes correspondien185
Además del grupo de técnicos que se incorporaron a la obra de Tamaulipas en 1925, en 1926 llegaron también los ingenieros Manuel Corona, Emilio
Gutiérrez Roldán, Federico Peña y Pablo Ortiz Ramírez.
Casi todos eran egresados de la Escuela Nacional de Agricultura de
Chapingo, que iniciaban su ejercicio profesional. La mayor parte de ellos recibieron el mensaje de servicios públicos que les transmitió Tamaulipas, y han
puesto sus conocimientos al servicio de la clase campesina.
Varios de ellos murieron ya. En este caso están los ingenieros Alfonso
Chávez, Gustavo Segura, Ernesto Martínez de Alba y Eduardo Morillo. Considero un deber consagrar un recuerdo de afecto a su memoria, y dejar testimonio de mi agradecimiento por la lealtad con que colaboraron a mi lado en
Tamaulipas.
No pocos de ellos llegaron a ocupar puestos muy importantes. Siento
—modestia aparte— que fui factor importante para que se orientaran en la
vida e hicieran camino en ella. El ingeniero Martínez de Alva estuvo al frente
de los Almacenes Nacionales de Depósito, que hoy tienen tanta importancia
económica; el ingeniero Eduardo Morillo Safa llegó a ocupar la Oficialía Mayor
de la Secretaría de Agricultura y Fomento, y terminó sus días siendo Embajador de México en Yugoslavia; los dos hermanos Chávez se consagraron con
éxito a ejecutar obras de ingeniería a contrato.
De los que aún viven, siento haber perdido de vista al ingeniero García
Benítez, que fue eficaz constructor de obras públicas —entre otras, recuerdo
el puente sobre el Río San Marcos que comunica a Victoria con la Colonia
Mainero; puente que con algunas modificaciones se aprovechó para la Carretera Nacional— y, temporalmente, Director de la Escuela Normal de Ciudad
Victoria. El ingeniero Pascual Gutiérrez Roldán llegó a ocupar la Dirección
de Petróleos Mexicanos; su hermano, el ingeniero Emilio Gutiérrez Roldán,
trabajó con acierto al frente de la Productora de Semillas, cuya fama ha trascendido a nuestras fronteras.
Pero todas estas penalidades se contrarrestaban con el placer que experimentábamos al llegar al ejido, en donde se nos recibía con gran cariño por
los campesinos, sus mujeres y sus hijos.
Al entregarse la tierra iniciábamos con los ejidatarios un cambio de
impresiones que se prolongaba varias horas del día y de la noche, y en que se
les hacía ver sus necesidades, sus demandas siempre inspiradas en un afán
noble: la petición de una pequeña prensa, de una escuela, de animales, de
184
de las maniobras, pero para evitar posibles fracasos, el Gobierno puede asesorarlo por
algunos meses”. Además expresé al general Obregón: “Ya es tiempo de que el Gobierno haga nuevas experiencias y dé facilidad a los trabajadores para que salgan de la
situación de irresponsabilidad en que se encuentran”.
Por fin, después de catorce meses de gestiones, el Consejo Directivo
acordó la cancelación del contrato que se tenía con la Casa Rawley y la firma
de un nuevo contrato con el Gremio de Alijadores, tomando posesión dicha
organización de los trabajadores del muelle el día 1º de mayo de 1922.
La maquinaria que tenía la Casa Rawley era de las más modernas y
estaba valuada en $800,000.00, para cuyo efecto el Gobernador de Tamaulipas, general César López de Lara, hizo un préstamo al Gremio a fin de que
adquiriera dicha maquinaria y la saldara a la brevedad posible. Año y medio
después, pagado el valor del equipo de trabajo, el Consejo Directivo del Gremio rindió su primer informe a la Asamblea General de Accionistas, repartiendo entre los 900 agremiados los primeros dividendos por más de
$600,000.00, que como utilidades líquidas correspondieron hasta esa fecha.
La asamblea para la entrega de dividendos tuvo lugar en el Teatro Ideal del
puerto de Tampico.
Posteriormente el Gremio, bajo la dirección inmediata de Isauro Alfaro
y Nicolás González, ya fallecidos, acordó destinar parte de las utilidades a la
construcción del edificio para que en él se instalaran las oficinas, lo que evitaría un fuerte gasto que mensualmente se hacía rentando edificios que no
eran apropiados. El edificio se construyó y es uno de los mejores de Tampico.
Consta de cuatro pisos y está ubicado en la esquina de las calles de Francisco
I. Madero e Isauro Alfaro, habiendo sido inaugurado en el año de 1928 por el
que escribe, en mi calidad de Gobernador Constitucional de Tamaulipas.
Hasta el año de 1923 Tampico presentaba un campo propicio para la
organización sindical y cooperativa, y a fin de evitar la fuerte agitación que
iban a provocar en la región petrolera las porras que mandaba la Confederación Regional Obrera Mexicana, el Consejo de Gerentes del Gremio Unido
de Alijadores, por indicación mía, procedió a la organización de las distintas
entidades obreras que desde entonces quedaron fuertemente unidas. De esta
organización formaron parte el Sindicato Mexicano de Electricistas, los obreros y empleados de la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”, de la
“Huasteca Petroleum Company”, de la “Pierce Oil Corporation”, de la “Mexican Gulf ”, así como los sindicatos de choferes, de meseros, y las cooperativas
de panaderos, de comerciantes en pequeño, de peluqueros, de hieleros y otras;
153
creándose para que dirigiera los trabajos la Comisión Permanente de Organizaciones Obreras de la región, que actuó y controló todos los sindicatos y
cooperativas de Tamaulipas y de las Huastecas veracruzana y potosina.
Así se inició la labor fecunda de la organización sindical y cooperativa
que realizó el Gobierno de Tamaulipas, entonces a mi cargo.
Terminadas las obras del edificio, el Gremio Unido de Alijadores amplió sus actividades; para el efecto, procedió a la compra de unas instalaciones
que tenían por nombre Talleres de la Isleta, donde había un varadero, en el
cual se podían limpiar fondos y reparar embarcaciones hasta de 600 toneladas
de desplazamiento, talleres de carpintería, tanques y llenaderas de petróleo. La
compra de los terrenos y de los talleres importó la suma de $50,000.00. Se me
invitó a la toma de posesión de dichos talleres, que se verificó el día 20 de
junio de 1925.
En el año de 1929 el Consejo de Directores-Gerentes consideró necesaria la construcción de una colonia en la que tuviera cada uno de los socios su
casa habitación. Con tal motivo sometió a la Asamblea General de Accionistas un proyecto para la compra de los terrenos donde debía construirse dicha
colonia. Estos acuerdos se tomaron en el año de 1926, y previa aprobación
del suscrito, se procedió a la compra del terreno y a la construcción de las casas, poniéndosele el nombre de Isauro Alfaro, que falleció en esos días.
La adjudicación de las casas se hizo siempre por sorteo, y con ello, los
miembros del Gremio empezaron a disfrutar desde el año de 1929 de las
comodidades que trae consigo una pequeña propiedad urbana.
En el año de 1927, a sugestión mía, el Presidente de la República llamó
a México a los representantes del Gremio, habiéndoles manifestado que en
virtud de que los barcos “México”, “Coahuila”, “Tamaulipas” y “Tabasco”,
administrados por el Gobierno constituían una seria carga para la Nación,
creía que la organización podía asumir el manejo de esos barcos, lo cual se
acordó a los pocos días y se tomó posesión inmediata de los barcos “México”
y “Coahuila” que se encontraban en el puerto de Veracruz sin poderse hacer
a la mar, abarrotados de carga y pasaje, debido a las dificultades que tenía la
agencia que los administraba con los gremios marítimos.
Recibidos los buques y hechos los primeros viajes a la costa del sureste,
después de una inspección detallada de las embarcaciones y equipo, el Gremio procedió a hacer las reparaciones consiguientes para dar un servicio eficiente de transporte.
154
Quintanar, que después de 40 años lo encontré en Guadalajara colaborando
con el Gobernador de Jalisco; Jesús Fernández; Rubén de Tola; Bifano; Julio
Guerrero; los profesores Sánchez y Hernández; Martínez Rojo y los campesinos Magdaleno Aguilar, que fuera senador y uno de los mejores gobernantes
que ha tenido Tamaulipas; Bernardo Turrubiates; Conrado Castillo; Luis E.
C. Garza, a quien llamábamos el doctor, porque se dedicaba a curar a los
ejidatarios; Villarreal de la Diana; Escandón; De San Patricio; y otros muchos
más que siento no recordar. Para todos ellos guardo gratitud y cariño porque
me acompañaron en aquellas penosas jornadas, sin temer a las guardias blancas de los latifundistas, a la lluvia y a la nieve que a veces caía sobre nuestras
espaldas, como sucedió cuando dimos el Ejido de Barranco Alto, municipio
de San Carlos.
De aquellas jornadas recuerdo con verdadero cariño la que hicimos a El
Mante (antes Villa Juárez) en 1925, un pequeño poblado de 1,000 habitantes;
a Ocampo, y de esta población a Tula, recorriendo a caballo una distancia de
más de 80 kilómetros para dotar al poblado de Naola, único núcleo de indígenas que aún existía en el estado; la que realizamos de Ciudad Victoria a los
San Pedros, caminando toda la noche bajo una pertinaz lluvia; jornada en la
que estuvo a punto de matarse el periodista Luis Basoco, al caerse del caballo;
la que hicimos de Garza Valdéz a Corralejo y a San Lázaro, del municipio de
San Carlos, a caballo, toda la noche, con un frío de varios grados bajo cero.
Además, otros ingenieros ejecutaron diversas obras que cabe señalar,
por ejemplo:
Los ingenieros Ernesto Martínez de Alva y Gustavo Segura, se encargaron de terminar las obras de construcción de la Escuela de Agricultura de
Tamatán y de organizar los cursos de ella.
Fueron comisionados para construir las obras públicas que ordenaba el
Gobierno del Estado, los ingenieros Alfonso García Benítez, Luis y Alfonso
Chávez.
Hicieron los trabajos técnicos para la Comisión Local Agraria y proyectaron ocasionalmente obras materiales diversas, los ingenieros Pascual
Gutiérrez Roldán, Eduardo Morillo, Fernando Romero Quintana y José Salas
López. El primero tuvo a su cargo la construcción de las Presas de Santa
Engracia y de Caballeros; la de diversos canales, el ingeniero Morillo. Condujo los trabajos de organización, para el efecto de que se pusieran en cultivo las
tierras ejidales, el ingeniero Jesús Fernández Briseño.
183
mujer en la nueva organización, ofreciéndole ventajas que pueden ir desde la
instalación del molino de nixtamal, que la libere de gastar sus pulmones en la
molienda, hasta la entrega de la máquina de coser, que le despertará su natural
coquetería femenina y la inclinará a nuevos hábitos de aseo, es hacerla concebir
un aspecto más sonriente de la vida y a ganársela como aliado. Atacando el
problema simultáneamente en hombres, mujeres y niños, es la única manera de
llegar pronto a resultados satisfactorios.
IX. La libertad económica debe completarse con la libertad respecto de cualquier
otro género de servidumbre. Combatir el alcoholismo y el fanatismo, y desterrar
toda clase de prejuicios, constituyen parte esencial en un programa de educación
rural. Al hacerse así, debe procurarse que sean los mismos campesinos quienes
se interesen por volverse cada día mejores, y debe recurrirse a su cooperación y,
aún si cabe, a su iniciativa, para cada nuevo paso que se dé. Convicción, más
que obediencia, es la fórmula por aplicar.
X. Un contacto íntimo entre las autoridades y los pueblos por cuyo progreso aquéllas
se interesan, es el medio para realizar obras perdurables. Visitas continuas a
los pueblos, largas pláticas en las veladas del campo, insinuaciones sobre trabajos futuros, contrariedades y alegrías compartidas, elogios discretos sobre los
progresos realizados; formas son todas éstas mediante las cuales se establece la
corriente que habrá de galvanizar todas las voluntades y de reunir todos los
esfuerzos en la prosecución del bien común”.
La actividad que desarrollamos durante el tiempo que estuve al frente
del Gobierno del Estado fue inusitada. Todos los días de la semana se estudiaban los expedientes, y al final de ella nos trasladábamos a los lugares donde
tenían que cumplirse las resoluciones respectivas. No omitíamos medio alguno de transporte, pues lo mismo viajábamos en automóvil, en tren de carga o
a caballo o a pie para dar cumplimiento a los acuerdos de dotación de tierras.
En aquella época no había caminos transitables y teníamos que hacer
penosas jornadas para satisfacer las exigencias legítimas de los campesinos. A
veces caminábamos toda una noche para llegar a la hora señalada, a fin de
evitar la interposición de amparos y las sorpresas de algún hacendado afectado que tratara de evitar la consumación del acto.
Colaboraron conmigo infatigablemente, y con una lealtad digna del mayor
elogio para el régimen y para los campesinos, los ingenieros Marte R. Gómez;
José C. Prieto, Delegado de la Comisión Nacional Agraria; el hoy arquitecto
182
Es de aclararse que las embarcaciones de que se trata estaban en condiciones pésimas. Con la subvención que el Presidente de la República otorgó al
Gremio, subvención muy inferior a las fuertes erogaciones que hacía el Gobierno para el manejo de los barcos, más la inversión que hizo el Gremio de
sus fondos propios, los barcos prestaron un servicio eficaz.
Después el Gremio amplió sus actividades y empezó a concursar en
obras importantes en Veracruz y en otras ciudades. Los concursos los obtenía
el Gremio, principalmente debido a los costos inferiores que presentaba y a la
calidad del trabajo. Algunas obras de drenaje y agua potable en Veracruz, en
Tampico y otras ciudades de la República, son testimonio de la eficacia y
probidad con que trabajaba el Gremio.
El Gremio Unido de Alijadores sigue trabajando con eficacia y sigue
desarrollando amplia labor de cultura en Tampico. Posee escuelas propias,
consultorios médicos, camas en el Hospital General y en el Hospital Antituberculoso, donde aloja a sus agremiados. Tiene diversos equipos deportivos.
Sus fiestas en el teatro son ejemplo de alegría, de honestidad y de buen comportamiento.
Pero estaba reservado al Gremio Unido de Alijadores celebrar en la
ciudad de Tampico el Primer Congreso de Sociedades Cooperativas que se
realizara en México. A la sesión inaugural concurrieron las cooperativas del
Gremio, del “Águila”, de choferes, de panaderos, de restaurantes y otras muchas de Tampico, así como representantes de las incipientes cooperativas que
se iniciaban en los demás estados del país. Este Congreso se verificó el día 1º
de octubre de 1929, y en él, siendo yo Presidente de la República, al hacer la
inauguración, expuse sintéticamente lo siguiente:
“Se ha venido discutiendo, y hasta con pasión, lo que es el sindicalismo y lo que es el
cooperativismo, y gentes hay que consideran que no puede haber conciliación entre estos dos
sistemas de organización. Esto es absolutamente falso. El sindicalismo nació como consecuencia de las fuerzas imperiales del capitalismo que, sin miramiento de ninguna especie y
desoyendo el quejido de la humanidad productora, venía obteniendo fuertes intereses a base
de la explotación del hombre. Natural fue que los trabajadores oprimidos buscaran algo
para resistir a esa oprobiosa situación, y fue así como vino la unidad de trabajadores, primeramente como unión de resistencia para oponerse a la opresión, y después como sindicatos
que vinieron a ejercer ya una hegemonía sobre las clases trabajadoras.
El sindicalismo, pues, como arma defensiva, como arma de combate, es un derecho;
y francamente el sindicalismo en México debe seguir desarrollándose con toda la fuerza
155
necesaria para que en un futuro próximo todos los trabajadores del país estén perfectamente
unificados.
Pero esto no significa, en manera alguna, que el sindicalismo sea una fuerza destructora y que el cooperativismo se oponga a esa fuerza; muy por el contrario, estas dos fuerzas,
la unión sindical y la unión cooperativa, son dos instituciones que muy lejos de sembrar
división y antagonismo, pueden perfectamente unificarse y equilibrarse en beneficio de la clase
proletaria.
Se reconoce ya que para que el trabajador llegue a obtener una verdadera mejoría
económica que le permita ser un hombre libre y tener comodidades para él y para su familia,
es indispensable que llegue en lo futuro a tener en sus manos los medios de producción. El
sindicalismo solo, como organización unitaria, nunca podrá poner en manos de los trabajadores estos medios de producción. El sindicalismo sirve para resistir, para defenderse del capitalismo, pero de por sí no pone en manos de los trabajadores ninguna producción propia. El sindicalismo puede obtener buenos salarios, indemnización
por causa de enfermedad, por muerte, por incapacidad; puede obtener pensiones, seguro
obrero; puede obtener muchas otras ventajas, pero nunca pondrá en manos de los trabajadores los medios de producción que necesitan para su verdadera liberación económica.
Natural es que haya un momento en que la industria no pueda resistir un jornal
mayor que aquél que proporciona, tomando en consideración las mejores condiciones de progreso que existen en una región; natural es que merced a la acción del sindicalismo llegue el
obrero a obtener el máximo de jornales; pero el máximo de jornales, por muy grande que
sea, nunca satisfará las necesidades apremiantes de una familia humilde, y como consecuencia de ello, llegará un día en que la misma industria demuestre al trabajador que ya no es
posible elevar más el jornal. El trabajador tendrá que convencerse, también, de que por muy
grande que sea el jornal, no bastará para la satisfacción de sus necesidades.
Ahora analizaremos lo que es el cooperativismo, para demostrar que no se opone de
ninguna manera al sistema sindical, y antes por el contrario, estas dos organizaciones
pueden hermanarse y luchar conjuntamente para obtener mejor éxito. El sistema cooperativo sí pone en manos de los trabajadores los medios de producción. Si un
trabajador no puede por sí mismo llegar a tener los medios suficientes para fundar, supongamos un taller, una cooperativa de producción o de consumo, sí el conjunto de trabajadores,
por pequeñas aportaciones en igualdad de circunstancias, puede llegar a ser propietario del
medio de producción, y como consecuencia de ello, estará en mejores condiciones para hacer
frente al capitalismo; y si un sindicato desea emplear en su lucha el sistema cooperatista,
también lo puede hacer perfectamente.
156
amigos o parientes. Aun debe empezarse por éstos, para evitar falsas interpretaciones, que siempre serán motivo de entorpecimiento o de murmuraciones
indebidas.
IV. El acto material de entrega de un ejido no pone término a la obra agraria de un
Gobierno que sea realmente revolucionario. Cuidar de que se cultiven las tierras y de que los hombres que las reciben adquieran conciencia clara del servicio
que deben a la sociedad, y de la obligación en que están de retribuírselo, es
mucho más importante.
V. El que ha recibido la tierra, pero carece de implementos y semovientes, es sólo un
esclavo que ha cambiado de dueño. Paga al que le presta los animales de
trabajo lo que antes pagaba al dueño de la tierra; rompió una cadena y queda
sujeto por la otra. Ayudarlo es obra no sólo de equidad, sino deber ineludible,
si lo que se desea es no sólo cumplir con la ley, o agregar un numerador en la
estadística ejidal, sino contribuir de una manera efectiva al progreso económico
de la clase campesina.
VI. Siendo grande el porcentaje de medieros y tercieros que cuenta con implementos
y animales de trabajo, en las dotaciones ejidales que se acuerden a favor de ellos
debe procurarse agregar una pequeña ayuda económica que les sirva de estímulo
y que los conforte para iniciarse en su nueva vida de hombres libres. Quinientos
pesos para comprar arados, o mil pesos que se faciliten para surtir una tienda
cooperativa, pueden traducirse en esfuerzos sorprendentes por la confianza de
que estarán revestidos quienes los emprendan.
VII. Una escuela rural abre nuevos horizontes, introduce variantes en la monotonía
de la vida siempre gris del jornalero, y hace menos duras las faenas del campo.
En combinación con la escuela rural, la escuela nocturna para adultos presta
ocasión para que se instruyan los mayores de edad, y para que adquieran éstos
la noción de que hay tierras y hombres más allá del límite de la hacienda que
los vio nacer. Fiestas escolares a las que asistan los padres de los educandos, y
números en los programas de fiestas patrias desempeñados por adultos, y que
pueden ser desde carreras de caballos, hasta pequeños sainetes sobre temas en
que se dignifique al productor, y se ponga de manifiesto la repugnancia de los
vicios y de la ociosidad, contribuirán para hacer amable el aprendizaje, aun a
hombres que llegaron a la mayor edad sin haber tenido nunca en sus manos un
libro de lectura.
VIII. El progreso en los centros rurales debe ser resultado del esfuerzo que realicen,
simultáneamente, los hombres y las mujeres de la comunidad. Interesar a la
181
y representantes de las autoridades federales, di posesión de las primeras tierras que se dotaban en Tamaulipas por el Gobierno de mi cargo.
La expectación que produjo aquel acto fue desconcertante. La prensa
de Tampico, la de Monterrey y la de la capital dieron aquella noticia con
caracteres alarmantes, expresando que se iniciaba en el estado una era de
anarquía, de bolchevismo. Ésta era la palabra de moda en aquella época.
Para mí fue muy satisfactorio que el propietario de la hacienda, señor
licenciado Jacobo Martínez, asistiera a este reparto y firmara de conformidad
el acta correspondiente, dando así un alto ejemplo de civismo y de obediencia
a las leyes. La propiedad afectada había sido de mi abuelo paterno, doctor don
Simón de Portes, ochenta años antes. Todavía existen en el casco tres aguacates centenarios plantados por él.
Otro propietario que asistió a las diversas afectaciones que se le hicieron
fue el señor Ing. José Benítez Leal, dueño de la hacienda Carmen Renovado,
sin duda una de las unidades agrícolas-industriales mejor organizadas de la
República. El señor Benítez Leal, a pesar de que se le afectaron tierras, siguió
ayudando a los campesinos que las recibieron y que habían sido sus antiguos
peones. También los señores Manuel y Ramón González, nietos del presidente don Manuel González, observaron la misma conducta.
Las normas que se siguieron para enfocar y realizar la reforma agraria
se basaron en los postulados redactados por el ingeniero Marte R. Gómez y
que son los siguientes:
“I. La agitación agraria, cuando la hay, proviene casi siempre de que las autoridades carezcan de serenidad y de actividad. Una resolución rápida de los
asuntos tranquiliza a los pueblos interesados, que no intentarán violentar las
resoluciones ni salir del acatamiento que deben a las leyes; y un proceder mesurado
y estricto quitará a los propietarios la idea de que se quieren ejercer represalias,
o de que haya camino tortuoso para eludir las afectaciones.
Como he dicho anteriormente, las dos fuerzas pueden caminar unidas y así, los sindicatos,
además de su fuerza de resistencia, de su fuerza que les da la unidad de acción para
enfrentarse a los medios ilegítimos de explotación, con la cooperativa tienen su reserva económica
que les proporciona lo necesario para obtener su lucha sindical; logrando de este modo, por
una parte, la fuerza del grupo, y por otra, la fuerza económica que pone al grupo en
condiciones de resistir y hacer frente, con mayor éxito, más airosamente, a cualquier situación
que se le presente, aun a la misma situación de huelga.
Cuando sobreviene una huelga y los trabajadores no han sido suficientemente previsores para allegarse recursos y contar con los elementos necesarios en ese momento, hemos
visto que fácilmente los empresarios han podido romper la resistencia, porque a base de
hambre han obligado a los trabajadores, cuando no son suficientemente disciplinados, y
cuando no están suficientemente encariñados con el trabajo organizado, a que rompan el
movimiento, y entonces la huelga es un fracaso. Pero cuando los trabajadores, luchando
cooperativamente también, llegan a la previsión necesaria para tener los recursos propios
para sostener su movimiento, difícilmente la huelga podrá fracasar, a pesar de todas las maniobras de los empresarios. Por eso yo he venido aconsejando, primero en Tamaulipas y
ahora en la República, la conveniencia de que los trabajadores se organicen, al mismo
tiempo que en forma sindical, en forma cooperativa.
Entre los más distinguidos directores del Gremio Unido de Alijadores
figuraron en primer término, Isauro Alfaro, hábil y de absoluta honestidad;
Nicolás González, inteligente y gran administrador; Guillermo Santiesteban,
competente en cuestiones sociales y económicas; Paz I. Martínez y Juan Sánchez,
que dedicaron gran parte de su vida al mejoramiento de su gremio.
II. Por actividad debe entenderse hacer bien las cosas y no hacerlas de prisa. El
tiempo que se gasta en documentar los expedientes y en conceder a los lesionados
los términos de prueba que marca la ley, allanará el camino e impedirá que
después prosperen los amparos, los cuales pueden dar lugar a entorpecimiento y
provocar pugnas entre pueblo y terratenientes.
III. Para la aplicación de todas las leyes, y ello se refiere especialmente al Código
Agrario, no debe haber ni la más remota apariencia de excepciones a favor de
180
157
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
CAPÍTULO XIX
LA REFORMA AGRARIA
Normas que siguieron para enfocar y realizar la Reforma Agraria. La
primera dotación de tierras. Mis más distinguidos colaboradores en
esta labor. Jornadas para hacer las dotaciones. Números de pueblos
dotados. Pequeñas presas de irrigación y canales que se construyeron.
Refacciones que se otorgaron a los pueblos. Proyecto para la construcción de la Presa de Santa Gertrudis. La Presa del Azúcar, Marte R.
Gómez. Construcción de los canales en el Río Mante. Cómo se inició
la construcción del ingenio. Algunos puntos principales de mis informes
al Congreso del Estado. Las escuelas ejidales. Tranquilidad en el desarrollo del programa. La fundación de la Liga de Comunidades Agrarias. La construcción de la Casa del Campesino. La producción agrícola en los ejidos. Escuelas que se construyeron en los ejidos. Prohibición
de venta de bebidas alcohólicas en los centros ejidales. Circulares que
se giraron. Total de tierras entregadas a los ejidos.
M
e tocó iniciar la reforma agraria en el estado. El compromiso que desde
el año de 1917, cuando por primera vez representé al puerto de Tampico ante
el Congreso de la Unión, contraje con los campesinos, y que durante todas
mis luchas posteriores seguí ofreciendo, de dotar de tierras a los pueblos y
acabar con el régimen de la hacienda, lo comencé a cumplir al día siguiente de
mi protesta como Gobernador.
En efecto, el día 6 de febrero de 1925 me trasladé, acompañado del
señor ingeniero Marte R. Gómez, Presidente de la Comisión Local Agraria y
Jefe del Departamento; del señor ingeniero José C. Prieto, Delegado de la
Comisión Nacional Agraria; de Aurelio Manrique; del diputado Ezequiel Padilla y otras muchas personas, a la Hacienda de Santa Engracia, con el fin de
hacer entrega a los peones de dicha propiedad, de 426 hectáreas de magníficas
tierras de riego, y ante más de 10,000 campesinos de los pueblos comarcanos
158
179
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
CAPÍTULO XVII
LAS LEYES DE TRABAJO DE TAMAULIPAS
Y SU INFLUENCIA EN LA REPÚBLICA
E
Convenciones que se celebraron para discutir los proyectos. Asistencia de
trabajadores, patrones y técnicos en la materia. Reforma del artículo 123
Constitucional para dar competencia a la Federación en vías gene-rales de
comunicación y para establecer el seguro social.
n marzo de 1925, en mi carácter de Gobernador del Estado, convoqué
a una Convención Obrero-Patronal a fin de someter a la consideración de la
misma un proyecto de la Ley del Trabajo. Dicha convención se celebró en
Ciudad Victoria, Tamaulipas. Y concurrieron a ella representantes de organizaciones obreras, de cooperativas, de campesinos; delegados de las Cámaras
de Comercio, de la Industria y demás organizaciones del sector capitalista.
Después de prolongadas discusiones se llegó a la elaboración de la Ley del
Trabajo del Estado.
Entre las novedades que introdujo dicho ordenamiento figuró un artículo
que estatuía que sólo la mayoría de los trabajadores de una fábrica podía ser
reconocida como sindicato.
Esta novedad no estaba contenida en ninguna de las leyes hasta aquella
fecha expedidas. Y fue así como desde entonces, en Tamaulipas dejaron de
funcionar los llamados sindicatos blancos, que las empresas organizaban para
oponerlos a la mayoría sindical, lo cual originaba pugnas a veces sangrientas.
El señor general Obregón, al iniciar su campaña para la Presidencia de
la República en el año de 1927, me comisionó para elaborar un proyecto de
Código Federal del Trabajo, por constituir urgentísima necesidad no satisfecha por la Revolución.
178
159
Pero vinieron los acontecimientos posteriores que todos conocemos.
El proditorio asesinato del señor general Obregón. Los días aciagos que en
esta época se vivían presentaban un panorama de verdadera tragedia.
Numerosos jefes militares y políticos del obregonismo asumían actitudes de franca rebeldía en contra del general Calles, a quien no vacilaban en
acusar, públicamente, como el instigador del crimen. El prestigio de su Gobierno se debilitaba y su autoridad como Presidente se discutía en mítines
callejeros, en los que se lanzaban los más apasionados denuestos en contra del
Jefe de la Nación y sus principales colaboradores.
Me tocó, a fines de agosto de 1928, ser llamado a desempeñar la Secretaría de Estado y el Despacho de Gobernación y sortear la tremenda crisis
provocada por el crimen consumado por Toral. Dos meses después resulté
electo por el Congreso de la Unión para desempeñar la Presidencia Provisional de la República.
Me atribuyo el honor, que nadie me podrá negar, de haber iniciado la
elaboración de la Ley del Trabajo, vigente hasta la expedición del nuevo Código Laboral. Para hacer un poco de historia, relataré cómo se realizó esta labor,
en aquel ambiente de anarquía, de ambiciones desmedidas y de apasionamientos políticos en que estaba envuelta la República.
Para cuando fui electo por el Congreso, ya tenía formulado un proyecto
de Código del Trabajo, que sometí para su estudio a la Convención ObreroPatronal, la que, durante los meses de noviembre y diciembre del año de 1928,
se reunió en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria. El día 20 del
mes de octubre, siendo aún Secretario de Gobernación en el Gobierno del
presidente Calles, hice a la prensa nacional y extranjera las siguientes declaraciones:
“Uno de mis primeros actos al tomar posesión de la Presidencia Provisional de la
República será enviar a las Cámaras de la Unión el proyecto de la Ley del Trabajo y de
Seguro Obrero. Algunas semanas antes del último viaje del señor general Obregón a esta
capital, recibí una carta de él en la cual me manifestaba sus deseos de que formulara un
proyecto de la Ley Reglamentaria del artículo 123 de la Constitución General de la República
para que, tan pronto como él llegara a la Ciudad de México, tuviéramos un cambio de
ideas, tanto respecto de dicho proyecto, como respecto del que constituyó su más legítima
aspiración durante los últimos años de su vida, o sea, la Ley del Seguro Obrero. Con la
indicación del señor general Obregón empecé a elaborar dichos proyectos, los cuales serán
terminados para la primera quincena del próximo mes de noviembre.
160
Los que duermen eterno descanso,
los que por ti con fe y valor su vida dieron,
por hacerte feliz sucumbieron
bajo el fuego que te hizo inmortal.
¡Hoy la historia,
canta la gloria,
de tus hijos en marcha triunfal!
Ya la aurora de tiempos mejores
iluminó con su fulgor nuestros albores;
y en los surcos que abre el arado
va sembrando la fraternidad.
Y su anhelo
protege el cielo
floreciendo en la santa heredad.
Nuestros hombres hoy luchan ufanos
por mejorar su condición de ciudadanos.
Igualdad, es la flor del ensueño
que el obrero pretende alcanzar.
¡Y si alcanza
una esperanza
es que sabe morir o triunfar!
177
Cantemos un himno de amor y lealtad,
y todo Tamaulipas
vibre a la voz de libertad.
Para el efecto, por conducto de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, se
convocará a las partes interesadas, obreros y patrones, a una convención nacional, que deberá
efectuarse en la Ciudad de México, durante la segunda quincena del mes de noviembre del
corriente año.
De acuerdo con tales declaraciones, la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo,
a petición mía y por instrucciones del presidente Calles, expidió la convocatoria que yo
formulé para la reunión de la Primera Convención Obrero-Patronal, a la que debería
someterse, para su discusión, el proyecto del Código Federal del Trabajo y Seguro Obrero.
ESTROFA
Fuiste cuna de nobles varones
que con la luz de su saber iluminaron
y al pasar por la tierra dejaron
con sus obras su nombre inmortal.
La necesidad de una ley normativa de las relaciones entre trabajadores y patrones,
que definiera con toda precisión los derechos y obligaciones de los dos factores de la producción, se hacía cada vez más urgente.
¡Hoy la Historia
canta la gloria,
de tus hijos en marcha triunfal!
En los tiempos de duelo y de guerra
con tu valor fuiste el honor de nuestro suelo:
defendiste heroica la tierra
y tu espada fue siempre inmortal.
¡Hoy la historia
canta la gloria
de tus hijos en marcha triunfal!
La reglamentación del artículo 123, que desde el año de 1917 en que se expidió la
Constitución General de la República, venía siendo bandera de agitación para todos los
candidatos que ambicionaban llegar al poder —lo mismo a la Suprema Magistratura del
país que a los Gobiernos de los Estados y Cámara de la Unión— no se había logrado,
muy a pesar de que los aspirantes a puestos de elección popular exponían, como primer
punto de apoyo para lograr las simpatías de los obreros, su decisión de proceder a la
reglamentación del trabajo.
Los trabajadores de todos los matices, lo mismo los pertenecientes a la Confederación
Regional Obrera Mexicana, que a la Confederación General de Trabajadores (es decir: lo
mismo amarillos que rojos, de toda la República), exigían la expedición de una Ley del
Trabajo. Tales exigencias se expresaban en sucesivas y tumultuosas manifestaciones que,
durante los años de 1918 a 1928 (administraciones de los presidentes Carranza, De la
Huerta, Obregón y Calles) se venían haciendo ante las Cámaras de la Unión.
Por eso me consideré en el deber ineludible de proceder, cuanto antes, al estudio de
capítulo tan importante de nuestra Constitución. Si no tocó al Gobierno Provisional el
mérito de haber expedido el Código del Trabajo, ello fue, no porque no se hubiesen hecho, de
mi parte y de la de mis colaboradores, todos los esfuerzos patrióticos tendientes a llevar a
feliz término tal empresa; sino porque, ya para el mes de septiembre de 1929, en que
comenzó a discutirse el proyecto que sometí a las Cámaras, éstas se hallaban seriamente
influenciadas por los hombres que nos habrían de suceder y porque algunos de éstos, celosos
de que el Gobierno Interino reclamara para sí tal honor (pero, sobre todo, porque el proyecto, tal como estaba concebido, contenía disposiciones que les causaron desasosiego por lo
avanzadas en beneficio de los trabajadores), pusieron en juego todos los medios que estuvieron a su alcance, sin reparar en las más bajas intrigas, para impedir que, durante los
En tu senos de mirtos y rosas
fuente de amor en el hogar tamaulipeco.
son tus hijas mujeres virtuosas
que engalanan el patrio vergel.
¡Hoy la historia
canta la gloria,
con el mirto, la oliva y laurel!
176
161
meses que faltaban para la expiración de mi mandato constitucional, se expidiera aquel
cuerpo de leyes.
Creía conveniente que una asamblea integrada por trabajadores y patrones estu-diase
el proyecto de Código de Trabajo y Seguro Social, no sólo porque con ello se lograría, como
se logró, la aprobación de un cuerpo de doctrina inspirado en el respeto mutuo a los intereses
legítimos garantizados por nuestra Constitución; sino, muy principalmente, porque también
abrigué el sano propósito de iniciar por primera vez en México un ensayo de democracia
funcional, tendiente a provocar una mejor comprensión de los generosos impulsos que deben
normar a trabajadores y patrones, en su lucha por el mejoramiento económico de las clases
que representan.
Aquel Congreso, que sin duda será histórico, se desarrolló en un ambiente de sano
patriotismo. Fue, como dijera alguno de los asambleístas, una lucha de caballeros. Trabajadores y patrones discutieron con valor y apasionamiento sus puntos de vista. En ocasiones,
la atmósfera se agitaba por las frases candentes de los oradores; pero, en honor a la verdad,
siempre obraron los congresistas con la mayor cordura y no se dio el caso de que se dijera un
solo insulto para quienes —a veces, en forma sectaria— expusieran las más absurdas
teorías en defensa del capital”.
La Convención Obrero Patronal se inició en noviembre 15 de 1928. A
ella asistieron cerca de 300 representantes, de los cuales la mitad correspondía
a cada uno de los dos factores de la producción; a más de los técnicos que
designó la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo. En la primera sesión
hice uso de la palabra en la siguiente forma:
“Como es sabido por todos ustedes, he sido designado, inmerecidamente, por el H.
Congreso de la Unión, Presidente Provisional de la República y asumiré dicho cargo el día
primero del mes de diciembre. Esta honrosa distinción ha sido para mí motivo de profunda
meditación por las graves responsabilidades del cargo y es natural que, desde ahora, llamen
mi atención los problemas fundamentales del país, considerando entre ellos, como de la
mayor importancia, el problema del trabajo contenido en el artículo 123 Constitucional.
Los once años que han transcurrido desde que se promulgó la Constitución vigente y
la lucha entre el capital y el trabajo, que cada día es más apasionante, hacen que hoy se
cuente con la preparación suficiente por parte de los trabajadores y patrones, para formular
la ley reglamentaria respectiva. La experiencia nos aconseja que, para que una ley sea
verdaderamente práctica, es indispensable que esté de acuerdo con la realidad a que va a ser
aplicada. Ningún procedimiento mejor para lograr la finalidad que el oír a los representantes de los intereses que ha de afectar. Esto es precisamente lo que tratamos de hacer al
162
Arraigo muy especial en los ranchos de la Huasteca tiene esta bellísima tradición
del huapango. Cuando el tablado está listo bajo la enramada, y junto a él los músicos
huapangueros, estalla la alegría de este ritmo sonoro y ágil. No hay ran-chero que no
lo toque ni ranchera que no espere con entusiasmo la fiesta para bai-larlo. Las
parejas hacen gala de habilidad, marcando los zapateados con brío, o bien, los pasos
menudos y levemente punteados que destacan la cadencia del paseo, que sirve para
realizar la evolución y cambiar la figura coreográfica; llevan los bra-zos sueltos a los
lados del cuerpo, moviendo tan sólo ligeramente los hombros al com-pás de la melodía.
Mientras, el cantador con sus decires dedica a la concurrencia sus interpretaciones.
“Sonoro huapango, exaltación festiva del sentir popular, no hay tamaulipeco
que no te lleve dentro del alma porque eres la esencia misma del sentimiento musical
de tu pueblo”.
HIMNO A TAMAULIPAS
Letra: Profr. Rafael A. Pérez
Música: Maestro Alfredo Tamayo
CORO
Viva Tamaulipas altiva y heroica,
la región que dormita
en la margen del río.
La sangre palpita
en el pecho mío,
al recuerdo glorioso
de sus héroes y su honor.
Viva Tamaulipas la tierra querida,
que en las horas aciagas
dio su sangre y su vida.
175
REGIÓN DEL SUR
Bella en verdad es la región de la Huasteca tamaulipeca; singulares y auténticas sus fiestas, bailes y cantos. A todas estas expresiones y costumbres de lo que
podríamos llamar la raza huasteca se le conoce con el nombre de huapango.
Aunque son diversas las opiniones de la etimología de dicha palabra, las más
de ellas coinciden en que se deriva de la voz náhuatl cuauhpanco, que significa baile
que se ejecuta sobre una tarima o plataforma.
Al igual que los sones y la mayoría de nuestros cantos y bailes populares, éste
también tiene su origen en la música española como los fandangos, malagueñas,
peteneras, etc.; pero rápidamente adquirió el peculiar estilo mexicano. Además, cada
región le imprime acentos propios, y Tamaulipas le ha dado sus sonidos agudos y
frecuentes falsetes, canto que resulta una expresión bellísima de la inspiración popular.
El huapango tiene dulzura, en sus notas se mece el dejo melancólico de la
raza de los huastecos. En sus tonalidades hay algo de misterioso como en el alma
indígena misma. Tienen los huapangos tamaulipecos algo que los caracteriza, que
los hace jaibos, diferenciándolos de los veracruzanos; es el sabor de la tierra tamaulipeca.
Notable conjunción de ritmo, arte y estilo, parece dar inspiración al popular trovero
para entonar sus versos en expresivas estrofas llenas de gracia e ingenio.
Los conjuntos que interpretan los huapangos, pero especialmente los de esta
región de la Huasteca, están formados por el violín, que es el que lleva la melodía; la
jarana, con su sonido agudo; y la guitarra quinta huapanguera, que acompaña los
falsetes.
A Tula, pintoresca población enclavada en la región más montañosa de la
entidad, corresponde el alto honor de ser la cuna de la hermosa y tradicional cuera.
Hombres y mujeres se atavían para bailar el huapango con ella; está hecha de piel de
becerro o gamuza de venado, con aplicaciones de piel en color contrastante; al frente,
en la espalda y en las mangas se adornan con vistosos y elegantes flecos. El hombre
complementa su atavío con pantalón a tono, camisa blanca, mascada roja al cuello,
sombrero norteño de fieltro; calza botas. La mujer, con falda de piel adornada de la
misma forma que la cuera, y algunas veces chaleco de piel, o bien, camisa sencilla.
En la región de la costa varía el atuendo, obligado por el clima cálido que ahí
impera; las mujeres usan un vestido de tela de algodón con falda circular, adornado
con aplicaciones y flecos de piel, en el mismo estilo que las cueras. El hombre usa
guayabera blanca, pantalón ajustado, sombrero de palma, mascada roja y botín.
174
formular un proyecto de Ley Federal del Trabajo, para someterlo a la discusión de las
cámaras legisladoras, después de escuchar la exposición que hagan de sus puntos de vista los
representantes de los dos factores de la producción.
Yo sé que el proyecto que me permitió someter a la consideración de esta asamblea
tiene, sin duda, muchos defectos, que habrá necesidad de corregir. Anticipadamente, me
permito manifestar a los congresistas que estoy en la mejor disposición de discutir serenamente todos los capítulos que contiene, y aceptar las sugestiones pertinentes que se hagan.
Los funcionarios públicos no debemos tener amor propio y debemos estar siempre en la
obligación de ratificar aquellos de nuestros actos que no estén de acuerdo con lo que es
equitativo y justo.
El anteproyecto está inspirado en el sano propósito de conciliar, dentro de los principios avanzados del derecho industrial moderno, los intereses de los trabajadores con los del
capital, a fin de encontrar el deseado equilibrio entre esos dos factores de la economía
nacional. Invito, pues, a todos ustedes, a que expongan con toda serenidad sus ideas y
abandonen todo prejuicio, a efecto de que los trabajos que vamos a emprender, se desarrollen
dentro de la mayor cordialidad y patriotismo”.
Relatar pormenorizadamente todas las discusiones que hubo aquella
memorable asamblea no tendría caso; sin embargo, sí creo conveniente hacer
constar que el comportamiento de todos los representantes, tanto obreros
como patrones, en el curso de las discusiones, fue siempre elevado y se caracterizó por el alto propósito se servir a las organizaciones en cuyo nombre hablaban.
Al dar por terminadas las labores de la Asamblea, por gestión mía se
nombró una Comisión Mixta de Obreros y Patrones, que tendría a su cargo
formular el proyecto definitivo del Código del Trabajo para ser enviado a las
cámaras legisladoras. Dicha Comisión quedó integrada por los delegados,
señores José M. Díaz y Salvador J. Romero, como representantes de los trabajadores, y los señores licenciados Roberto Esteva Ruiz, José Ma. Gurría Urgell,
Jesús Rivera Quijano y Mariano Suárez, como representantes de los patrones,
y los abogados Praxedis Balboa y Enrique Delhumeau como representantes
de la Presidencia.
La Comisión se instaló en las oficinas del Palacio Nacional y fue presidida por mí, habiendo terminado sus labores en el mes de mayo de 1929.
163
Como en el proyecto que sometí a la consideración de la Convención
Obrero-Patronal se especificaba que la legislación sobre trabajo se federalizaría (disposición que se aprobó en la Convención), la reforma que era indispensable para cumplir con tal acuerdo fue de los artículos 73 y 123 de la
Constitución General en su punto relativo. La del 73, a fin de ampliar la competencia del Congreso General para expedir las leyes reglamentarias del trabajo, cuya aplicación se dejó a la competencia de las autoridades de los estados
en sus respectivas jurisdicciones, excepto cuando se tratara de asuntos relativos a ferrocarriles y demás empresas de transportes amparadas por concesión
general, minería e hidrocarburos, industria eléctrica y trabajos ejecutados en el
mar o en las zonas marítimas; y la del 123, a fin de que el mismo Congreso de
la Unión tuviese competencia para expedir las leyes sobre el seguro social,
que debería comprender el de invalidez, de vida, de cesación involuntaria del
trabajo, enfermedades profesionales y accidente. Esta reforma fue aprobada
por el Congreso el día 14 del mes de agosto de 1929.
No creo pecar de falta de modestia —ni mucho menos, incurrir en el
defecto censurable de jactancia— al afirmar que el proyecto de Código de
Trabajo, cuyos lineamientos generales expongo, constituyó el esfuerzo más
serio y documentado que se elaboró por el Ejecutivo a mi cargo y que, sin
duda, supera en todos sentidos a los proyectos que anteriormente —y con las
finalidades generosas— se formularan en las Cámaras de la Unión. Repito: no
me tocó la fortuna de que tal cuerpo de leyes se aprobase durante mi corta
gestión gubernamental; pero sí reclamo para mí el honor de haber sido el
iniciador de un movimiento legislativo, que siguió su curso durante los gobiernos de los generales Ortiz Rubio, Rodríguez, Cárdenas y Ávila Camacho,
a quien le tocó promulgar la Ley del Seguro Social, que tan grandes beneficios
ha traído para los trabajadores.
Comentando la eficacia de la Ley del Trabajo de México, en un congreso que se celebró en Nueva York por la Sociedad Panamericana el 15 de
enero de 1930, el señor Erwin Valader, vicepresidente de la Pan American
Airways, dijo: “Que el licenciado Portes Gil había redactado la primera Ley del Trabajo
de las Américas, y desde que dicha ley fue puesta en vigor, México no ha pasado por los
conflictos interminables que han sufrido los Estados Unidos en sus relaciones con los trabajadores y que la tremenda ascendencia de México en la lucha económica y social durante la
última década, no hubiera sido posible sin leyes sabias que permitiesen una solución más
adecuada y rápida para cualquier controversia obrera.”
164
REGIÓN DEL NORTE
En el mosaico que forma el arte popular de nuestro país, el norte bravío ha
ganado un sitio de honor por su música, sus bailes y sus trajes que contribuyen a dar
nombre a México en el extranjero. Al igual que en otros lugares, pero particularmente al norte del estado de Tamaulipas, la Polca, la Redova y el Chotís se han
convertido en los bailes más populares y representativos de la región.
Aunque derivados de una curiosa mezcla de estilos de origen polaco, checoslovaco y escocés, asimilados por el pueblo, que los ha adoptado como propios y les ha
dado mayor movimiento y alegría; vibran en ellos el carácter y la personalidad del
mexicano.
Estos ritmos, que se popularizaron mucho en la época de nuestra Revolución,
son usualmente interpretados por un pequeño conjunto compuesto por acordeón, bajo
sexto, saxofón y contrabajo.
Aunque semejantes entre sí, los tres bailes presentan notorias diferencias en
su ejecución. La polca, vivaz, alegre y picaresca, se baila generalmente formando
cuadrillas, las parejas entrelazadas y la mujer con la agilidad y fuerza de sus giros
deja libre el vuelo de la falda, marcando los compases a base de galope, o los pases
pespunteados. El hombre lleva ambas manos en el cinturón cuando interpreta los
pasos de punta y talón, con remates acentuados y redobles del tacón. La redova es
más moderada, tiene semejanza con la mazurca; los valseados son muy marcados,
seguidos de remates. Es característica de la redova que la pareja se flexione hasta
juntar sus mejillas. El chotís, que no tiene la euforia de los otros dos bailes, es de
ritmo más lento y resulta señorial con sus pasos deslizados y movimientos cadenciosos.
En la actualidad, para bailar cualquiera de estos ritmos, el vestuario femenino se compone de blusa ceñida, con mangas amplias y puño largo, falda circular
adornada, al igual que la blusa, con tiras bordadas, encaje y listones. Da el toque
europeo a este vestuario el uso de las botas a media pierna; adorna la norteña su
peinado con un gran moño.
El hombre usa camisa a cuadros con alegres colores, mascada roja al cuello,
pantalón ajustado, sombrero norteño de fieltro y botas.
173
educación popular y la atención de las necesidades sociales de sus habitantes han
colocado a la entidad en un lugar de honor dentro de nuestra República, señalándola
por su vocación constructiva y su unidad ejemplar.
Tendida a lo largo del mapa litoral de México, Tamaulipas, con sus hombres recios, sus mujeres rítmicas, y su alegría de vivir, es un retablo de sorpresas,
muchas de las cuales habrán de conocerse en este festival.
REGIÓN DE LA SIERRA
La picota es originaria de la Serranía de San Carlos; con ese nombre se
designa el pequeño conjunto musical formado generalmente por dos personas, que con
un clarinete y una tambora ejecutan la melodía típica de la región. Al paso del
tiempo se convirtió también en una danza, que al igual que la música, tiene remembranzas indígenas, aunque con algo de la influencia española.
No han variado gran cosa las costumbres en esa montañosa región que tan
celosamente guarda sus tradiciones.
Para anunciar la fiesta, los músicos suben temprano a tocar al cerro; el penetrante sonido de los dos instrumentos anuncia al pueblo y a los ranchos vecinos que
la fiesta va a principiar; de esa manera todos se sienten invitados, llegando poco a
poco al lugar, en carretas, a caballo o a pie.
Al son de las típicas melodías de ritmo muy rápido, el pequeño conjunto que
toca con fuerza y entusiasmo da alegría a la fiesta. Toman parte en los bailes
hombres, mujeres y niños. En actitud solemne inician la danza, a base de pequeños
saltos e inclinaciones, haciendo un marcado remate cada cuatro compases. Con hermoso movimiento realizan evoluciones para formar significativamente figuras por su
autóctona ejecución.
Para mayor lucimiento de este baile, las mujeres de San Carlos acostumbraban ataviarse con un vestido cuya sencillez característica es prueba indudable de su
origen indígena; es de manta, con la falda muy amplia adornada con grecas de color
contrastante; a veces la camisa y la falda están bordadas con flores, lo que le da un
toque más femenino y alegre; en ocasiones especiales usan una pequeña corona de
flores blancas. El hombre usa una camisa suelta de manta, calzón blanco y huaraches.
172
Asunto que me preocupó hondamente al formular el proyecto de Código de Trabajo, fue el seguro social. Sobre este tema, el señor ingeniero
Miguel García Cruz, secretario que fue, por muchos años, del Instituto
Mexicano del Seguro Social y miembro del Instituto de Investigaciones de la
Universidad Nacional de México, en su estudio denominado “Evolución
mexicana del ideario de seguridad social”, expresa lo siguiente:
REFORMA CONSTITUCIONAL DE 1929. EMILIO PORTES
GIL
“El movimiento obrero de México continuaba demandando con justicia el establecimiento de un verdadero régimen de seguro social y encontraba en el cumplimiento de la
fracción XXIX del artículo 123 Constitucional, expresamente manifestada la voluntad
del Gobierno de la Revolución, para promulgar una Ley Reglamentaria de la fracción
constitucional.
Por su parte, el señor Presidente de la República, licenciado Emilio Portes Gil, sustentó la tesis de que el precepto constitucional se limitaba a recomendar el fomento de la organización de aquellas instituciones destinadas a infundir e inculcar la previsión popular,
pero no podía referirse al seguro social, ya que no existían cajas de seguros propiamente
dichas y, en cambio, predominaban las cajas de ahorro.
Que los seguros populares, ya casi en desuso en la previsión social, se referían a pólizas de vida muy modestas que no pasaban de $100.00 y eran suscritas con las pequeñas
cantidades que aportaban los trabajadores.
Contrariamente, el seguro social debería extenderse a todas las personas amparadas
por un contrato de trabajo, para protegerlas contra los riesgos a que estaban expuestas, al
quedar en la miseria cuando les faltaba ocupación o se incapacitaban para poder obtener los
ingresos normales dentro de su ocupación habitual.
Para cumplir con las aspiraciones de los trabajadores, era preciso promover una reforma a la fracción XXIX del artículo 123 Constitucional y establecer el seguro obligatorio. En efecto, la tesis sustentada por el Ejecutivo correspondía a la realidad nacional
expuesta, y encontraba su justificación legal en las ideas un poco confusas vertidas en el
Congreso Constituyente por el señor licenciado José Natividad Macías, en vista de no haber
sido redactada con claridad la fracción XXIX del artículo 123 Constitucional; pues
todavía se dudaba que se tratara de un régimen de seguro social, no obstante que expresamente se señalaban los seguros populares para los riesgos de invalidez, cesación involuntaria
del trabajo, de accidentes, que son clásicamente riesgos específicos de los seguros sociales.
165
La carencia de una disposición constitucional básica y clara suscitó gran preocupación
entre los estudiosos de los seguros sociales y en 1928 la entonces Secretaría de Industria,
Comercio y Trabajo, designó una comisión, presidida por el señor Reynaldo Cervantes
Torres, encargada de redactar un capítulo de Seguros Sociales que debería formar parte
provisionalmente del Código Federal del Trabajo.
En ese importantísimo documento se expusieron algunos principios técnicos propios de
los seguros sociales.
a) Hace una enumeración más completa de los riesgos, superando el enunciado
constitucional.
b) Pretende proteger a todos los trabajadores del campo y de la ciudad.
c) Libera de contribución a los trabajadores de salario mínimo y se propone la
inembargabilidad de las pensiones y la exención de impuestos a las primas.
d) Prevé la creación de tribunales tripartitas especializados para dirimir en primer
instancia las controversias.
e) Propone un régimen de contribución tripartita.
La Secretaría de Gobernación precipitadamente sometió unas bases del seguro social
a discusión de la Convención Obrero-Patronal y los empleadores declararon:
Su titular era el Lic. Portes Gil, quien había convocado al Congreso de Trabajadores y Patrones, en el cual se discutió el proyecto del código.
La clase patronal reconoce que sería un progreso el establecimiento del seguro social
que garantice a los trabajadores contra los riesgos a que está expuesto el individuo y que
constituyen la reducción y la pérdida de su capacidad para obtener un salario; estima que
los seguros sociales, además del beneficio material e inmediato que pueden proporcionar a los
trabajadores, son un valioso elemento de paz social y benefician a la colectividad, puesto que
con el elemento moral tan importante de tranquilidad que lleva a uno de los elementos de la
producción, proporcionan condiciones mejores para que aquélla se desarrolle con mayor intensidad.
Los patrones se opusieron a la participación de los empresarios en el costo de los
seguros y consideraron que su establecimiento afectaba hondamente la situación financiera y
económica del país y formularon su opinión en el sentido de que los seguros sociales debían
implantarse progresivamente, que su campo de aplicación y las prestaciones se fijaran tomando en cuenta la realidad económica de la nación y las posibilidades de las finanzas
públicas.
166
Los Trovadores Tamaulipecos murieron muy jóvenes, pero su recuerdo
vive en el corazón del pueblo de Tamaulipas y de Guerrero, de donde era
oriundo Agustín Ramírez. Del grupo, sólo Carlos Peña vive.
Reproduzco aquí también la “Marcha Portes Gil”, cuyo autor fue otro
inspirado músico, Octavio Guzmán, y el “Himno a Tamaulipas”, compuesto
por Alfredo Tamayo.
En esa época surgieron también una serie de cantantes que han dejado
una huella del arte tamaulipeco en la capital de la República y en el extranjero.
Entre otros, Severiano Briceño y sus Hermanos; posteriormente los Hermanos
Samperio, Cuco Sánchez y muchos más. También cabe hacer mención de los
Hermanos Peña.
Es de justicia mencionar aquí y hacer un elogio muy merecido a la
señora María Esther Zuno de Echeverría, que cada año ha venido celebrando
festivales en el pueblo de San Jerónimo Lídice, en los cuales lleva a la escena
bailes y canciones de los diversos estados de la República.
El último que se celebró el 15 de junio de 1969 fue dedicado a Tamaulipas. Este festival puso de manifiesto la gran variedad de bailes y canciones
tamaulipecas.
En el folleto que se publicó se describe el origen de dichos bailes, de los
trajes y de la música de nuestro estado.
Por ser de interés, reproduzco en este capítulo lo relacionado con las
distintas regiones del estado.
FIESTA TAMAULIPECA
Tamaulipas es un caleidoscopio de climas, costumbres, colores y música, que
va cambiando conforme se le da vuelta a su mapa salpicado de contrastes, en donde
la llanura costera se encuentra con altas montañas y la Huasteca parece poner un
alto caprichoso al desierto.
Así son los tamaulipecos, ricos en expresiones de vida como su propia tierra;
austeros unos, alegres los demás, pero todos orgullosos de vivir en esa entidad privilegiada que es uno de los principales balcones con el que México da la cara al Golfo.
Tamaulipas destaca por su laboriosidad, y en sus valles y costas florecen la
ganadería y la agricultura, mientras que de sus entrañas brota el petróleo como una
negra cascada energética para la industrialización y el progreso de México. La
171
Llevaban una recomendación mía para la gran compositora y cantante
mexicana María Greever, quien los ayudó, los impulsó y los relacionó con las
casas editoras de música de Nueva York.
En la gran urbe iniciaron una carrera de éxitos, pero desgraciadamente,
el día 25 de diciembre de este año perecieron Antonio García Planes y Alberto Caballero, a consecuencia de un accidente automovilístico. Sus cadáveres
fueron conducidos a Tampico, habiendo sido recibidos por la inmensa mayoría del pueblo, que asistió a sus funerales.
Inmediatamente llamé al compositor Agustín Ramírez, que era director
de la Escuela Federal Secundaria en Ciudad Victoria, y lo invité para que se
trasladara a Nueva York, y con Carlos Peña, que ya se encontraba en aquella
ciudad, se reorganizó el conjunto de Trovadores.
Fue el primer grupo mexicano que grabó discos en la Columbia.
Los éxitos que alcanzaron fueron muy grandes. De ellos es el “Corrido
del agrarista” y “El cuerudo tamaulipeco,” que se cantaron por primera vez el
día 4 de febrero de 1926, al celebrarse la Segunda Convención del Partido
Socialista Fronterizo.
Además de estas canciones, Los Trovadores Tamaulipecos fueron autores de: “Cantinela tamaulipeca”, “Tamaulipas”, “Lirio azul”, “Mi despedida”, “Virgencita”, “Llorando tu ausencia”, “Idealidad”, “Tus manecitas”, “Indulgencia”, “Mi guitarra”, etc.
Reproduzco aquí algunas de las fotografías que se tomaron cuando
aquellos trovadores y compositores amenizaron las fiestas que todos los domingos daba el Partido Socialista Fronterizo.
Siendo ya Presidente de la República, comisioné a los Trovadores
Tamaulipecos para que colaboraran con la Dirección de Acción Cívica del
Distrito Federal y organizaran los Centros Culturales Obreros con un programa semejante al de dichas instituciones que funcionaban en Tamaulipas.
En la Dirección de Acción Cívica colaboró eficazmente una gran mujer
tamaulipeca: la señora Amalia Castillo Ledón, escritora, declamadora y maestra. Posteriormente la señora Castillo Ledón ha desempeñado importantísimos puestos en el Organismo de Naciones Unidas, en el Organismo de Estados Americanos y en la diplomacia de México, distinguiéndose siempre por
su talento, su dedicación y su patriotismo.
170
El capítulo de seguros sociales a discusión de la Secretaría de Industria, Comercio y
Trabajo fue retirado del Proyecto del Código Federal del Trabajo y desde esta época, dice el
Sr. Lic. Germán Fernández del Castillo, los trabajos legislativos de seguros sociales y de
Derechos del Trabajo, se hicieron en forma independiente.
Es importante enfatizar que la productividad, o sea la relación entre la producción
obtenida y los recursos utilizados para ese propósito, constituyeron desde entonces un motivo
de aliento patronal para el establecimiento de los seguros sociales.
El anhelo por elevar el nivel de vida del trabajador, o sea, el incremento de la medida
en que éste pueda proporcionarse a sí mismo y a sus familiares los recursos necesarios para
sustentarse y disfrutar de la existencia, entusiasmaron también e hicieron que los trabajadores vieran con simpatía el establecimiento de los seguros sociales.
El Ejecutivo de la Unión, insistiendo en su propósito, manifestó expresamente que
abundaba en la necesidad de reformar la Constitución para alcanzar incumplidas metas y
convocó en julio de 1929 al Congreso de la Unión para celebrar un periodo extraordinario
de sesiones, donde sometió a su deliberación una iniciativa que culminó con la reforma de la
fracción XXIX del artículo 123 Constitucional.
En la sesión celebrada por la Cámara de Senadores el día 20 de agosto de 1929, se
aprobó por unanimidad y sin discusión la reforma constitucional propuesta por el Ejecutivo.
Y por su parte, la Cámara de Diputados, en su sesión del 22 de agosto de ese mismo
año, hizo la declaración de la reforma constitucional, una vez que la mayoría de las
legislaturas de los estados habían aprobado la Reforma.
En el informe del 1º de septiembre de 1929 el señor Presidente de la República
manifestó: ‘La reforma del artículo 123 Constitucional satisface una de las necesidades
más apremiantes en beneficio de las clases trabajadoras del país’.
El 6 de septiembre de 1929 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la
reforma a la fracción XXIX del artículo 123 Constitucional, quedando en los siguientes
términos: ‘Se considera de utilidad pública la expedición de la Ley del Seguro Social y ella
comprenderá seguros de invalidez, de vida, de cesación involuntaria del trabajo, de enfermedades y accidentes y otras con fines análogos’.
Esta reforma de la Constitución dio al seguro social la categoría de un derecho
público obligatorio, y antes del establecimiento de cajas de seguros populares se consideró de
primerísima importancia la expedición de la Ley del Seguro Social.
Se suprimió la idea de difundir e inculcar la previsión popular que había ocasionado
tantas confusiones, y la reforma se enfocó directamente hacia el establecimiento de un régi167
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
men federal de seguros sociales, siguiendo la idea ya expuesta del general Álvaro Obregón,
reservándose el Congreso General la facultad de legislar sobre esta materia y suprimiéndose
las prerrogativas que originalmente se habían dado a los Gobiernos de los estados para
expedir leyes e inculcar y difundir la prevención popular”.
Con esta reforma, el seguro social es postulado político innato a la Revolución Mexicana, congénito a la reforma social del país constitucionalista
en 1917, y desde entonces ya inmanente a la vida de la República, en un reflejo
de nuestra idiosincrasia.
El señor licenciado Emilio Portes Gil, en su carácter de Presidente de la
República, declaró:
“México ha desarrollado una ideología propia. La Revolución se ha hecho a base y
de acuerdo a nuestra idiosincrasia y nuestra tradición. Hemos hecho nuestra propia ideología,
distinta de la de los demás pueblos. Tenemos una filosofía social mexicana nuestra, y reclamamos el derecho a que se le respete.
Este pensamiento estaba íntimamente vinculado a las luchas, que con tan hondo
sentido patriótico sostuvieron los trabajadores de México para demandar un trato igual o
superior en su calidad de mexicanos, sin discriminaciones en la industria minera, la textil
y los ferrocarriles, que durante el porfiriato ocupaban principalmente trabajadores extranjeros, mejor remunerados y donde fatalmente hasta las órdenes de trabajo se dictaban en
idiomas extranjeros”.
CAPÍTULO XVIII
EL FOMENTO DE LA MÚSICA VERNÁCULA
EN TAMAULIPAS
E
Los Trovadores Tamaulipecos. El Trío de los Hermanos Flores. Otros
conjuntos musicales. El Himno a Tamaulipas. El Corrido del Agrarista. La Marcha Portes Gil.
n el año de 1925, primer año del Gobierno que presidí, me tocó iniciar
en Tamaulipas un amplio programa tendiente a fomentar la música vernácula,
lo que se logró ampliamente gracias a los Centros Culturales Obreros que se
fundaron.
Fue entonces cuando se organizaron los conjuntos de cantantes, entre
los cuales figuraron prominentemente y dieron prestigio al estado, no sólo en
la República, sino también en el extranjero, Los Trovadores Tamaulipecos,
que se integraron primero en Tampico, Lorenzo Barcelata, Ernesto Cortázar,
Antonio García Planes y Alberto Caballero.
También se organizó en Victoria el Trío de los Hermanos Flores, que
aún existe, y que son autores de una serie de huapangos y canciones de la
región, entre otras: “Costeñita tamaulipeca”, “Arrebol”, vals “Sendero”, canción-tango “Sin ti”, “Mujer”, “Vals romántico”, “Tamaulipecas”, Popurrí “El
Chismoso”, “Huasteca Tamaulipeca”, “La Alegación”, huapango “Tamaulipas” y otras muchas.
Formó parte también de los Trovadores Tamaulipecos Andrés Cortés
Castillo, alias “El Chino”, que es un gran músico y compositor concertista.
A fines del año de 1927 el cuarteto formado por Lorenzo Barcelata,
Ernesto Cortázar, Antonio García Planes y Alberto Caballero, se dirigió, por
indicación mía, a Nueva York, costeando todos sus gastos el Gobierno a mi
cargo.
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