PORTADA: Escultura de Sandú Darié emplazada en Cuatro
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PORTADA: Escultura de Sandú Darié emplazada en Cuatro
ANIVERSARIOS Algunos de los aniversarios que junta 2008 (Che Guevara, Guimarães Rosa, Machado de Assis, Cesare Pavese, Simone de Beauvoir, Sandú Darié), además de pretexto para el merecido homenaje, nos ofrecen nuevas aproximaciones a esas vidas y obras ejemplares. Travesías, humanas o intelectuales... 4 En el flujo de las aguas: balsas, márgenes y travesías Benjamin Abdala Junior ... que nos llevan desde Diarios de motocicleta a un cuento de Guimarães. En esos horizontes amazónicos, mezclan las travesías los imaginarios míticos e históricos de la región, al igual que las aguas que confluyen en el gigantesco río, símbolo del fluir y el entrecruzamiento de culturas. Otro es el viaje… 12 Foco narrativo y memorias en la novela machadiana de la madurez José Luís Jobim PORTADA: Escultura de Sandú Darié … que nos propuso Machado de Assis con la invención de Brás Cubas, cuando emplazada en Cuatro Caminos. pasó a lidiar con el punto de vista de un narrador-personaje muerto, en primera persona, y con la apropiación del género memorias para sus propósitos Foto: Rufino del Valle. novelescos. Las memorias también son el vínculo… CONTRAPORTADA: Luis Martínez Pedro, Aguas Territoriales No. 5, óleo/tela. No. 6 noviembre-diciembre, 2008|Época V| Año 50 de la Revolución| La Habana, Cuba 19 Los portales de Via Po Graziella Pogolotti … que establece la autora, Graziella Pogolotti, en este caso afectivas, con la vida y obra de Pavese, dada la relación entre su infancia y el mundo creado por el REVERSO DE PORTADA: Pedro Pablo escritor. Su interés es un doble rescate: la palabra del autor y aquel momento Oliva, El pescador pescado, intelectual de la Italia de los años treinta. Ese acercamiento a lo íntimo, sin descuidar el entorno… óleo/tela, 145 X 114 cm. Antonio E. Fernández (Tonel), 21 Simone de Beauvoir o la escritura cotidiana Dos Cubas, 1991, tempera y tinta/ Anne-Marie Arnal Gély cartulina, 542 X 790 mm. … es lo que define a las páginas dedicadas a Beauvoir. Aquí la travesía trata de REVERSO DE CONTRAPORTADA: Oscar Osmeivy Ortega, Serie Cuba, Isla pintoresca, 2008 xilografía, lineolografía, 80 X 60 cm. Directora Luisa Campuzano Subdirector editorial José León Díaz Consejo asesor Graziella Pogolotti, Ambrosio Fornet y Antón Arrufat Jefa de redacción Conchita Díaz-Páez Administrador Iván Barrera Redacción Jaime Sarusky, Israel Castellanos Gilberto Padilla Corrección Surelys Álvarez Diseño Oriol Díaz Edición digital Luis Augusto González Pastrana Relaciones públicas Rosario Parodi Composición Maritza Alonso la vida de una escritora que dedicó una parte de su vasta obra a las memorias y la autobiografía. Y en esa travesía alguna vez anotó: «He vivido verdaderamente en la medida en que quería escribir.» Finalmente… 29 Memoria, tiempo y espacio para Sandú Darié Israel Castellanos León … reúnen sus testimonios, tres creadores que compartieron logros y avatares con Darié, artista algo olvidado dentro de la plástica cubana, y cuya contribución, sin embargo, al desarrollo del arte concreto y cinético, así como al diseño ambiental en Cuba es innegable. Redacción y Ofi39 «Dulce y compacta tierra, isla» cinas Adelaida de Juan| Aunque el mar es una constante en la vida de los cubanos, no Calle 4 # 205, e/ constituye una presencia frecuente en la plástica de la Isla. De ahí que la autora Línea y 11, Vedado, nos proponga indagar en este tema, a partir de un recorrido por los aciertos y Plaza de la Revolas ausencias de Cartografías de Ultramar, 1500-2008, y Cuba y el mar, muestras que organizara en meses recientes el Museo Nacional de Bellas Artes. lución Telf: 830-3665 Mariano: los caminos de un joven artista E-mail: ryc@cubarte. 44 Jaime Sarusky| Los recuerdos del gran pintor cubano, sus experiencias desgracult.cu nadas en varias conversaciones, nos permiten una visión del mundo cultural Web site: www.ryc. cubano durante la primera mitad del pasado siglo. cult.cu Las Buddenbrook: reunión de despedida Precio del ejemplar: 51 Olga Sánchez Guevara|En esta novela de Thomas Mann sobre la decadencia de una familia, los personajes femeninos desempeñan, en su mayoría, papeles $ 5.00 secundarios y dependientes de los hombres. No cuentan a la hora de la acción, atrasado: 5.50 quizá por eso al final de la obra quedan únicamente ellas. Fotomecánica e Impresión: Poligráfico ENPSES Israel Rojas: «Nos hemos devanado los sesos para comunicarnos» 54 Mario Vizcaíno Serrat|De Buena Fe, de la música popular cubana, de la juventud, del momento que vive el país… casi nada se le quedó en el tintero a Israel. ÍNDICE 2006-2008 Compilación: Gretel Marante Rosett Permiso 81279/143. Publicación financiada por el FONCE 58 A TIEMPO Tengamos la calle en paz| Laidi Fernández de Juan|| Dos intensas jornadas de 62 cine| Frank Padrón VISTAZOS 68 ESPACIO ABIERTO Cada trabajo expresa la opinión de su autor. 70 Revolución y Cultura EN EL FLUJO DE LAS AGUAS: BALSAS, MÁRGENES Y TRAVESÍAS Benjamin Abdala Junior Profesor titular de Estudios comparados de literaturas de lengua portuguesa de la Universidad de São Pau-lo, y autor, entre muchos otros li-bros, de Margens da Cultura: Mestiçagem, Hibridismo & Outras Misturas (2004). Al otro lado del río Clavo mi remo en el agua Llevo tu remo en el mío Creo que he visto una luz al otro lado del río El día le irá pudiendo poco a poco al frío Creo que he visto una luz al otro lado del río Sobre todo creo que no todo está perdido Tanta lágrima, tanta lágrima y yo, soy un vaso vacío Oigo una voz que me llama casi un suspiro Rema, rema, rema-a Rema, rema, rema-a En esta orilla del mundo lo que no es presa es baldío Creo que he visto una luz al otro lado del río Yo muy serio voy remando muy adentro sonrío Creo que he visto una luz al otro lado del río Sobre todo creo que no todo está perdido Tanta lágrima, tanta lágrima y yo, soy un vaso vacío Oigo una voz que me llama casi un suspiro Rema, rema, rema-a Rema, rema, rema-a Clavo mi remo en el agua Llevo tu remo en el mio Creo que he visto una luz al otro lado del río Esta es la letra de «Al otro lado del río», canción del compositor uruguayo Jorge Drexler, galardonada por Hollywood con el Oscar a la mejor música. Ella indica el sentido de la travesía del joven Ernesto Guevara de La Serna por el río Amazonas, hecha en 1952. Es el núcleo simbólico del filme Diarios de motocicleta de Walter Salles, y punto culminante del viaje de reconocimiento de parte de la América Latina por el entonces estudiante de medicina, en compañía de su colega médico, especialista en hanseniasis, Alberto Granado. Se respira en este filme, especialmente en esta canción, una atmósfera que señala hacia terceras u otras márgenes que aparecen en el conjunto de la obra de Guimarães Rosa. La paradójica yuxtaposición de contrarios que confunden, a veces iterativamente, perspectivas del presente, coexiste problemáticamente con la utopía, entendida en tanto «principio esperanza», en el concepto de Ernst Bloch. Es así como ocurre en el embate de situaciones político-sociales o en los contactos de culturas. Nos detendremos aquí sobre todo en el contacto Revolución y Cultura 04 de culturas. La travesía se sitúa entre márgenes y flujos de las aguas del río, en el sertón-mundo donde la Amazonia, o el sertón amazónico, así designado por Euclides da Cunha, puede dialogar con el sertón de Guimarães Rosa. El futuro Che Guevara, después de cruzar la América andina en su motocicleta denominada Rocinante (Guevara era un «devorador de libros»), vino a dar a la Amazonia peruana, y allí fue a hacer sus prácticas en el leprosorio de San Pablo, localidad no distante de Iquitos. De esa ciudad fue de donde, un siglo antes, había partido el viaje de ficción de la novela La balsa, de Julio Verne, a la que nos referiremos más adelante. Para el joven Guevara del filme de Walter Salles, del otro lado del río está la luz, la posibilidad de un encuentro con la población más necesitada del leprosorio. Sus brazos, en la canción de Jorge Drexler, son como remos, no solo individuales, sino también colectivos. En la margen social donde él se encuentra no hay ríos, flujos; solo represas que se cierran. En esa especie de apartheid social no hay apertura hacia la sociedad, solo terrenos baldíos por donde circula la miseria. En medio de este mundo de lágrimas no todo está perdido. Es como un vaso vacío, pero todavía hay esperanza. Para Ernesto Guevara, asmático desde niño, la travesía del río, a la par de la simbolización políticosocial de encuentro con la población más menesterosa del leprosorio, tenía un sentido existencial. El futuro Che lograba sobreponerse, de ese modo, a limitaciones físicas y de origen social, embargado por el sueño de romper fronteras de todo tipo. Cabe aquí, empero, una observación: en la biografía de Paco Ignacio Taibo II se dice: «Tres días más tarde, Ernesto logra realizar una de las hazañas por las cuales daría la vida: atravesar a nado el Amazonas –una travesía en diagonal, de unos cuatro kilómetros, aprovechando la corriente. Sale a la orilla jadeante, pero lleno de felicidad.» En el filme, la travesía ocurre en línea transversal, sin tomar en cuenta la corriente. El discurso de la historia y el mito se entrecruzan, pues, imprimiendo densidad a esa imagen. El impulso que motiva los gestos de Guevara se realiza en las perspectivas abiertas por Mariátegui, cuya obra conoció en Perú. Inmediatamente después de pronunciar un discurso en que habló sobre la integración de la América Latina, el día de su cumpleaños, el joven Ernesto se zambulle en las aguas del río. En las aguas de su recorrido hasta entonces halla la figuración de la idea de mestizaje en tanto coexistencia problemática de opuestos: la diversidad y la contradicción como fuerzas motrices de un encuentro social proyectado en un ideal de futuro. Imbuido en parte por cierto pensamiento mesiánico, Mariátegui se consideraba un pesimista en relación con la realidad social de su país y un optimista en relación con el futuro.1 Proyectaba en ese futuro, de acuerdo con sus palabras, su «mito socialista», capaz de canalizar, podríamos añadir, flujos de la diversidad. Se entrecruzan en el viaje del futuro Che, su geografía interior con la exterior del entorno latinoamericano. Esa proyección, con marcas neo-románticas, no deja de guardar nexos con los conceptos relativos a la alienación del existencialismo francés puestos en circulación por la misma época, a través de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844.2 De manera análoga a la proyección sicológica de Guevara, identificado con la realidad social latinoamericana, el joven Marx defiende una relación de autenticidad entre el hombre y su objeto o producto de trabajo: La alienación del trabajador en su producto no significa solo que su trabajo se convierte en objeto, asumiendo una existencia externa, sino también que existe independientemente, fuera de él mismo y a él extraño, y que se le opone como una fuerza autónoma. La vida que él dio al objeto se vuelve contra él mismo como una fuerza extraña y hostil.3 Marx se refiere al trabajo y a la alienación del trabajador, productor de mercancías que, en el fondo, lo esclavizan. Hay alienación cuando esa relación se vuelve extraña y el producto del trabajo se transforma en una forma externa de opresión. La 05 Revolución y Cultura analogía se extiende aquí hacia el trabajo político, donde Guevara, de acuerdo con un concepto ampliamente usado en la época, busca su «realización». Un trabajo «auténtico», identificado con el objeto de su deseo. En esas interacciones simpáticas, de conjunciones, está no obstante la coexistencia de lo diverso que la mentalidad neo-romántica puede no entender. Al pensar simbólicamente en las posibilidades de las redes de la cuenca de integración subcontinental, hay que considerar el orden establecido por las márgenes del río. En el caso del río Amazonas, ese mundo acuático que se intercomunica en red, puede llevar a que se sueñe analógicamente con la construcción de una especie de banda ancha de orden supranacional. Una banda virtual suficientemente ancha para hacer posible que confluyan, en los flujos del río, fragmentos de muchas culturas. En el gran río, símbolo de la biodiversidad y de las mezclas que nos contienen, es posible reconocer flujos capaces de integrar dinámicamente lo diverso. Una red que se desplaza de la ficción hacia el referente, semejante a un mito «fecundando la realidad» (Fernando Pessoa), como se explicita en las for-mulaciones soñadoras del pensamiento social de Mariátegui. La red posee bandas que se alimentan repetidamente, abriendo la posibilidad de muchas márgenes en el proceso de combinación, estableciendo una dirección para el conjunto contradictorio de los flujos. Como en los diarios de Ernesto Guevara y de Alberto Granado, las muchas márgenes registradas en la travesía son ventanas abiertas hacia las márgenes del conocimiento: una travesía por fronteras comunitarias de cooperación, de forma equivalente a la realización supranacional del filme. Esto es, formas de cooperación capaces de emocionar a quienes todavía cultivan algún rinconcito de dignidad. El pensamiento crítico de Mariátegui –uno de los primeros marxistas latinoamericanos–, además de innovador, motiva la reflexión en tiempos de globalización y se identifica con la trayectoria heroica emprendida por Che Guevara. Mariátegui veía con desconfianza los gestos estereotipados que llegaron a dar forma al llamado «socialismo real», inclinados a la desatención de los factores culturales en los procesos sociales y a la castración de las potencialidades subjetivas, marcadas negativamente como gestos individualistas e incluso aventureros. Esta negatividad se atribuyó tanto a Mariátegui como a Guevara. A más de setenta años de la muerte de Mariátegui y cuarenta de la Guevara, nos quedan además de la mitificación que muchas veces los banaliza (sobre todo al segundo), la fuerza, la disposición, el sentido y el trazado de su gesto crítico, que chocan contra cualquier aprehensión dogmática y acrítica de la teoría. Nada más opuesto al modo de pensar de Che Guevara que las actitudes burocráticas. Por otro lado, como un Gramsci, Mariátegui valoriza la praxis. Más que eso, destaca la acción heroica individual que produciría, más tarde y en otra situación, la imagen mítica de Guevara. Está, pues, la valorización de la potencialidad subjetiva y, en su estela, de una perspectiva que podríamos llamar utopía concreta, donde la voluntad Ernesto Che Guevara y su amigo Alberto Granado. Imágenes tomadas del libro Che desde la memoria, Ocean Press y Centro de Estudios Che Guevara, 2004. Revolución y Cultura 06 confluye y busca consustanciarse en proyecto. Para ello, como en cualquier acción del sujeto, importa saber dónde se colocan los pies y por dónde circula la cabeza. Si la contribución europea al socialismo fue importante, interesa entonces saber cómo esa teorización puede contribuir a la comprensión de la realidad político-social latinoamericana. En este caso en especial, del Perú. «Nuestra América mestiza» como la llamó José Martí, es amerindia, africana y europea, con matices nacionales, e incluso regionales. Hay diferenciaciones que se deben tomar en cuenta, en oposición a la estandarización general de las ideas y de los productos culturales. Entendemos, en el lenguaje de hoy, que debemos resaltar las potencialidades de esas diferencias, sin nivelarlas a la mediocrización de lo mismo, que es la tendencia dominante en la industria cultural. No quedó Mariátegui, por tanto, restringido a las pretendidas exclusividades de las determinaciones objetivas. Ni dialécticamente creía en síntesis inevitables. Cualquier travesía, volviendo a la imagen del joven Ernesto, dependía de la interacción entre persona y medio. En el mundo inestable y discontinuo de las aguas, el trayecto se impregna de indeterminaciones. Viene de ahí la necesidad de una praxis creativa. Es ese sentido de praxis lo que sedujo a Che Guevara. Y el contacto con la obra de Mariátegui en el Perú fue ciertamente un punto de encuentro. Para ambos, el marxismo sería una especie de guía para la acción: «el marxismo es solamente una guía para la acción».4 No aceptan una cartilla determinista y rígida como preceptuaban los manuales del llamado «socialismo real». Mariátegui, al contrario de esas posturas rígidas, además de destacar la determinación del sujeto, como Guevara (ambos fueron considerados «aventureros» por los seguidores del «socialismo real» –es bueno repetirlo), valorizó el poder comunitario, teniendo como referencia los pueblos indígenas de su país.5 En esos horizontes críticos están los textos de juventud de Marx, particularmente los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, y el pensamiento de Antonio Gramsci.6 Las inter/acciones que estamos señalando, entre las imágenes de Ernesto Guevara de la Serna, su travesía; y las puestas en circulación por la obra de Guimarães Rosa, son impulsadas por la relación contradictoria de opuestos, en un movimiento de atracción y de repulsión. En esa dinámica, y para la discusión del contacto de culturas, podemos establecer un diálogo entre el filme de Walter Salles y el cuento «Orientação», de la antología Tutaméia (Terceiras estórias), publicada por Guimarães Rosa en 1967. Impulsada por la idea de integración, la imagen cinematográfica del joven Ernesto no informa sobre la complejidad de las travesías que los discursos históricos de su biografía y autobiografía revelan. La problemática travesía del río se hizo beneficiándose de los flujos de las aguas, sin perder –es verdad– el objetivo de alcanzar la otra margen. Guevara conoce el punto de partida y visualiza el de la posible llegada. No conoce el sentido de las dificultades del itinerario. En la «orientación», que da título al cuento de Guimarães Rosa y establece sus estrategias discursivas, se advierten gestos repetitivos, que llevan a la reflexión sobre travesías. No hay ahí posibilidades de síntesis deterministas, ya conjeturadas en la partida, sino aproximaciones contradictorias, afines al oxímoron, que prefiguran la coexistencia problemática de lo diverso, cuando explora las múltiples potencialidades de las mezclas de esos hilos discursivos, intrínsecamente híbridos, de las innumerables márgenes de la cultura. El cuento «Orientação», bien estudiado por Walnice Nogueira Galvão en «Chinesices no sertão: um conto de Guimarães Rosa»,7 es la historia de un culí chino transformado en cocinero. Es el «Chin» que se convirtió en «Joaquim» y después en «Quim». Sus habitus culturales, ritualmente afinados para el trabajo, terminaron por transformarlo en un pequeño propietario rural. En la simbolización del cocinero, se estableció un proceso de mezclas que lo llevaron a enamorarse de una lavandera sertaneja, culturalmente una antípoda. La pareja se casa entre los salamaleques de la escritura rosiana y los gestos del «Quim»/»Chin». La lavandera «Rita Rola» se volvió, en su modo de hablar y su mirada, en la «Lita Lola», o «Lolalita». Muy probablemente, en la perspectiva de Guimarães Rosa estaba irónicamente el personaje Lolita, de Vladímir Nabokov, novela que escandalizó a Inglaterra y Francia a finales de los años cincuenta, y sobre todo el impacto del filme de Stanley Kubrick, de 1962. La concepción de Oriente, en esa narración de Guimarães Rosa, es bastante amplia. Además de la posible referencia al ruso Nabokov, la palabra «salamaleque» es árabe, y «sol naciente» señala hacia Japón. Y el «felizquim» se enamoró tanto de la lavandera (recuérdese la marchinha8 de carnaval de la década del treinta, señalada por Walnice Nogueira Galvão: «Lá vem o seu china na ponta do pé / Lig li lig li lig li lê»), se enamoró tanto, que se vio acuclillado junto a ella, como si fuera un sertanejo. Sin embargo, en el universo rosiano, la diversidad no lleva a la unidad. Se interpusieron entre ellos, según el narrador del cuento, «la mezquindad de la vida, las inexactitudes de lo concreto inmediato, el mal aliento de la realidad». Es importante que destaquemos la expresión «inexactitudes de lo concreto inmediato» y el hecho de que Quim y su Lolalita estén en cuclillas, muy próximos, cara a cara, de forma que pueden sentir el «mal aliento de la realidad». Anteriormente, Chin/Quim permanecía sentado con las piernas cruzadas, con otra posición de las piernas. «Rita-aRola», a pesar de la proximidad de lo concreto de la vida, como el narrador explicita, «no se ocupaba de síntesis». No se ocupaba de establecer un puente comunicativo entre márgenes. Para ello necesitaba trasponer las formas rituales de lavandera, zambulléndose en el río de los intercambios culturales. Se restringía a las monotonías de su margen. Y, como este «Chin»/»Quim» era sínico (se escribe con «s»)9 y no cínico (con «c»), se separó de una Lolita que se limitaba a ser una «Rôla» que no alzaba vuelo.10 Hay una total incompatibilidad entre esos personajes, como aparece en la metáfora lingüística que los sitúa como si fueran «tilde en la i y punto en la a», una imposibilidad. Ese tipo de aproximación constituye, como ocurre en el conjunto de las imágenes del cuento, un oxímoron, por la yuxtaposición de contrarios. Resultado: la separación de la pareja que configuraba el oxímoron. Apartándose de lo «concreto inmediato» hacia otro lado, «Chin»/»Quim» se hizo referencia para Lolalita. Y así, a la distancia, 07 Revolución y Cultura Arriba: Paisaje del Amazonas. Abajo:Fotograma de Fitzcarraldo (el precio de un sueño), producción alemana de 1982. sin el «mal aliento de la realidad», «Rita-a-Rola» puede incorporar los gestos del cocinero, incluso los salamaleques provenientes de una imaginaria banda china. Viene de ahí su «orientación»: entre lo concreto de la cultura del arroz y los salamaleques de los gestos leves, opuestos a los de la rusticidad sertaneja: «como gorgojo en el grano, grano de fermento, fino de brújula, un mecanismo de conciencia o cosquilla. Andaba ahora la Lola Lita con paso estilizadito, enmendado, recto, acertaditos pie y pie».11 La «orientación» se hizo en función de un problemático «cálculo algebraico» que figura en la cabeza de Lolalita, esto es, de un horizonte abierto y desplegable de posibilidades, que no se conforma unívocamente. Y la inclinación, hacia un fantasmagórico Oriente, solo es posible cuando el personaje se ve en el desempeño del papel activo de una cocinera de culturas. Y de esa manera puede conmutar Revolución y Cultura 08 los gestos de lavandera, inclinada a rechazar las impurezas, por los de una cocinera, que tiene su manera de ser en la asociación con la diversidad. Fue una inclinación semejante lo que hizo que el chino afirmara un flujo recursivo, con vectorización opuesta. «Chin»/»Quim», cuando anteriormente entrelazaba las piernas a la manera china, para mejor «memorizar el vocerío de pájaros o escuchar al pueblo pasar», llegó a mirar a Rita Rola y enamorarse de ella, de su Lolalita (entre las Lolas y las Lolitas). Veía en ella una imagen de belleza, aunque, como registra cínicamente el narrador (se escribe con «c»), ella fuera fea, «fea, de tenerle lástima a su espejo». Este es el «mundo del río», que no es –según el narrador– el «mundo del puente», del camino único preestablecido. Para evitar el «mal aliento de ese mundo» y las «inexactitudes de lo concreto inmediato», el narrador devela la mediación de las culturas, vistas en sus mezclas. «Chin»/»Quim» se hace perspectiva in absentia, cuando rompe con la amada Lolalita. Esta, que había conocido de cerca la experiencia del cocinero chino en lidiar con mezclas, llegó a incorporarla, finalmente, cuando logró una distancia capaz de apartar el «mal aliento de la realidad». Por tanto, un consorcio problemático entre experiencia (historia) y mito. Esa figuración de la imagen del chino que se hizo mito para la cocinera posee un trazado análogo al del mito social de Mariátegui que sensibilizó al futuro Che. Es de destacar, pues, el registro problemático de las travesías que figuran en esas formas del imaginario. Hay innumerables formas de travesía. Algunas de ellas se desvelan en el sertón-mundo de Guimarães Rosa. Si nos fijamos en los horizontes amazónicos, podríamos señalar travesías etnocéntricas que pueblan el imaginario de la región, desde los tiempos de Pizarro y el mito de Eldorado. En la novela La balsa, de Julio Verne, Joan Garral echó abajo una selva para construir una inmensa balsa de madera, a fin de colocar en ella a la familia, agregados, una iglesia, casas, establos etc., y desplazarse desde Iquitos, ciudad cercana al leprosorio donde practicó el joven estudiante de medicina, hasta la ciudad de Belém, en la desembocadura amazónica. El derribo de la selva no importa al enunciado, pues sería sustituida por producciones más regulares, uniformes, sin mezclas, disciplinadas y rentables. Ahí el mito se entrecruza con la historia. Cuando la balsa llega a Belém, se deshace y la madera se vende al exterior. Si el itinerario hacia la desembocadura del río se hizo al arrullo de las aguas, el regreso a Iquitos ya se beneficia de la tracción a vapor. De Joan Garral se podría pasar a un Fitzcarraldo cauchero que tenía sus bases económicas en Iquitos. Euclides da Cunha, en À margen da história,12 presenta un ambiguo registro de esa presencia del Orden y del Progreso en la Amazonia, cuando fue jefe de la Comisión Brasileña de Reconocimiento del AltoPurus. Allí permaneció diez meses. Entusiasmado por el ideal positivista, entendía que los indígenas deberían ser «pacificados», para que pudieran «evolucionar» según los parámetros culturales hegemónicos, de los cuales era portavoz. Así, como además ocurrió con su obra maestra Os sertões,13 en la que también consideraba los sertones amazónicos, terminó por mostrar una representación ambigua de la práctica «civilizada» en esa región. La penetración de la «civilización» se hace a través de aventureros nómadas. Sus primeros «instrumentos de trabajo» son la carabina Winchester, el machete cortante y una brújula portátil, para orientarse «en la maraña de las veredas»: «Van en busca del salvaje que deben combatir y exterminar o esclavizar, para que de la misma coyuntura obtengan toda la seguridad en el nuevo puesto de trabajo y brazos que los impulsen»14. Si Euclides logra ver «un rasgo de conmovedor heroísmo» en esa práctica, no deja de percibir, en la perspectiva del indígena, que él es observado por un «civilizado siniestro». Destáquese, en ese pasaje, la imagen de la brújula del progreso, para hacer frente a la «maraña de las veredas». Las referencias nos llevan a mundos de fronteras, ya sea entre «civilizados» y «bárbaros», o ya sean fronteras nacionales entre Brasil y Perú. Hay evidentes analogías situacionales entre las que encontramos en los sertones de Euclides da Cunha y las que ocurrirán en las narraciones de Guimarães Rosa, quien también participó de acciones relativas a la demarcación de fronteras amazónicas. Solo que la brújula del escritor minero no era unidireccional. Después de recibir las informaciones de esos aventureros, será el momento de hacer efectiva la «conquista», que es «el término predilecto, usado por una especie de reminiscencia atávica de las antiquísimas aljaraces de los secuaces de Pizarro»15. Después de los casi siempre falibles medios pacíficos de la conquista a través de quincallerías, resta «la caza inclemente, a balazos». Las referencias de Euclides son peruanas. Como ejemplo único, cita a Carlos Fermín Fitzcarraldo (1862-1897). Fitzcarraldo descubrió el canal que lleva hoy la designación de Istmo de Fitzcarraldo, y permitió la conexión entre dos ríos importantes entonces para la circulación de la goma. La travesía del barco se hizo, en el cine, de forma ascendente, por una colina, mediante los brazos de los indios y el motor movido por vapor. Una travesía entre dos ríos que se sitúan como márgenes. Reversibilidad de posiciones. Esa imagen de Fitzcarraldo está distante de la puesta en circulación por la imaginación de Werner Herzog, en Fitzcarraldo (el precio de un sueño), producción alemana de 1982.16 En el filme, él contaba consigo mismo más tres tripulantes; en la realidad, tenía el apoyo de cerca de mil indígenas piros y campas y una centena de blancos. El personaje central del filme, interpretado por Klaus Kinski,17 es un visionario que hace cualquier cosa por la cultura, en este caso la ópera. Es capaz de sacrificarlo todo para desplazarse hasta Manaus a fin de asistir al espectáculo de Caruso, en el magistral teatro en las márgenes del río Negro; o para el montaje de un gran espectáculo, en el nomadismo de las aguas del río Amazonas, ante la ciudad de Iquitos. Curiosamente, en el mismo texto de Euclides da Cunha bastante cercano a la cita anterior, cuando el ensayista se sitúa en la posición de un viajero que observa las marcas de la presencia de la «civilización» en esa región fronteriza, encuentra, junto a «periódicos de Manaus y de Lima, hasta –lo que es inverosímil– la tortura refinada y culta de un fonógrafo que carraspeaba obstinadamente, en aquel fondo de desiertos, el aria predilecta de un tenor famoso...»18. Esa observación es contraria a lo que ocurre en el filme, donde el fonógrafo es una forma de encuentro entre los «civilizados» y los indígenas, y las óperas acompañan todo el desplazamiento del barco de vapor, que va a descubrir el canal denominado Istmo de Fitzcarraldo. En Euclides da Cunha, la observación del escritor-ensayista es que el fonógrafo carraspeaba. El escritor positivista no logra advertir la fuerza de la alteridad y de la biodiversidad de la selva: como se ve, para él la Alta Amazonia es un «desierto». No deja, sin embargo, de señalar los problemas de la «civilización» allí trasplantada. El propio Fitzcarraldo fue víctima de ese proceso cuando intentó trasladar a la región de la cuenca del Madre de Dios, donde mantenía la explotación cauchera, una casa de hierro construida por Gustave Eiffel en París. No lo logró, pues era excesivamente pesada, y la casa, en su primera versión, terminó 09 Revolución y Cultura por montarse en Iquitos; posteriormente, con la muerte de Fitzcarraldo, fue vendida y se le añadió otra parte, simétrica. Fitzcarraldo, hijo de marinero norteamericano y de una criolla peruana, se convirtió en menos de diez años en el cauchero más rico del Perú y uno de los mayores de su tiempo. Vivió solo treinta y cinco años; falleció en un naufragio, y con él desapareció su imperio. Su base estaba en Iquitos, pero en la construcción de ese imperio fue fundamental el descubrimiento del paso por tierra, el istmo que llevó su nombre, de nueve kilómetros, entre dos afluentes de los ríos Urubamba y Madre de Dios. El paso entre colinas más bajas fue una obra notable, lo que permitió, en un sentido del flujo comercial, la exportación de la goma y, en otro, la importación de artículos industrializados, destinados a las poblaciones que fueron a instalarse en la cuenca del Madre de Dios. La trayectoria de Fitzcarraldo es emblemática de muchos otros actores de la Amazonia. Él, en sus andanzas, fue motivado por el mito de Eldorado, que anteriormente había seducido a los invasores españoles. Una referencia cinematográfica de ese mito ya aparece en el filme Aguirre, la cólera de Dios, también de Werner Herzog,19 cuando Pizarro envía a la Amazonia un grupo de hombres en busca de la legendaria ciudad de Eldorado. Interpretan el filme el mismo actor Klaus Kinski y el mozambicano Ruy Guerra. Sin limitarse a esa perspectiva mítica, pero atraído por ella, el cauchero peruano Fitzcarraldo terminó por volcarse hacia el proyecto de explotación de la goma que lo enriqueció. Un siglo después, fue la ocasión de que un norteamericano de origen, Daniel Ludwig, en la década del setenta, tratara de trasplantar a su casa formas de confort similares desde Nueva York, en un megaproyecto que cambiaba la selva nativa por la plantación de árboles para la industria de celulosa. Es un imaginario análogo al que movió a Joan Garral, personaje de Julio Verne, cien años antes. El llamado Proyecto Jari fue un desastre en términos económicos y ambientales. Desde el inicio figuró como el mayor proyecto de homogeneización de la selva, en oposición al nomadismo de la explotación de la goma del siglo anterior. En un gesto análogo al de Carlos Fermín Fitzcarraldo, Ludwig trajo del Japón una fábrica de celulosa flotante. A diferencia del Fitzcarraldo de Werner Herzog, que pretendía transplantar una ópera con objetivos puramente artísticos y lo concretizó, el delirio del multimillonario norteamericano redundó en un gran desastre, que aún se está reparando por la sociedad brasileña. Otra tentativa frustrada de establecimiento de magnates norteamericanos en la región fue la producción de caucheras para la elaboración de neumáticos, hecha por el pionero de la industria automovilística Henry Ford en la década del veinte. Actualmente, es el momento de la constitución de la agroindustria nacional como nuevo depredador de los ríos y de las selvas, con muchos y poderosos actores. En el filme de Werner Herzog, la travesía del barco por el canal implicaba ascender una colina, y se hizo con el concurso de la fuerza física de los indígenas y la tracción de los motores de la propia embarcación. Guimarães Rosa. Debajo: una imagen típica de cangaceiros. Revolución y Cultura 10 Quien tuvo la idea de accionar los motores de forma conjugada con el esfuerzo físico fue un mestizo que atendía las máquinas. El nombre de ese personaje es Huerequeque, el mismo nombre del actor (mestizo) que lo interpretó. La fuerza «natural» de los indígenas y la técnica de la civilización se sumaban en sus acciones moviendo roldanas que deslizaban el barco sobre rieles. Todos son movidos por mitos: los indígenas buscaban exorcizar sus demonios y Fitzcarraldo encontrar su Eldorado. Los dos lados se suman en la travesía y simbólicamente se encuentran en un lenguaje más universal, el de la música. El gramófono del filme no se traba, como en la visión de Euclides da Cunha, que debe de haber sido una de las referencias del cineasta alemán. Y no se concretiza en la narrativa cinematográfica el hecho de que Carlos Fermín Fitzcarraldo, al contrario del Fitzcarraldo de Herzog, se hubiera transformado en el gran magnate de la explotación de la goma en el Perú. El personaje de Herzog lo pierde todo, pero realiza su sueño de efectuar un espectáculo de ópera en Iquitos. No en un teatro como en Manaus, su gran utopía, sino un efímero espectáculo flotante para la población que se sitúa en las márgenes. Una performance desplazada de su «casa» (teatro, casa de espectáculos), que se desvanece en su propia ejecución, como la propia comunicación del filme, pero que pasa a habitar el imaginario de los espectadores. Como es de observar, en esas travesías se mezclan imaginarios míticos y travesías históricas. Muestran modos de ser y de estar en el mundo bastante diferenciados, conmutables, intercambiables, recurrentes. Importa observar que los actores sociales se entusiasman cuando tienen horizontes. Pero cada una de esas praxis, sea ella individual, sea colectiva, necesita concretizar facetas de un mañana soñado. De esas experiencias quedan rastros que no se repetirán, para valernos de la imagen de un conocido poema de Antonio Machado. En los flujos de las aguas, como en los flujos de la vida social, nada es estable, y el futuro nunca es seguro. La reducción Notas: 1 Mariátegui, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. México: Ediciones Era, 2002. 2 Marx, Karl. Apêndice. Apud: Fromm, Erich. Conceito marxista do homem. 8va. ed., Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1983. 3 Ibidem, 91. 4 Guevara, Ernesto Che. «Sobre la construcción del partido». Obras completas. Tomo 1. Buenos Aires: Legasa, 1995, p. 180. 5 Mariátegui, José Carlos. «O problema indígena na América Latina». Löwy, Michael. O marxismo na América Latina: uma antologia de 1909 aos dias atuais. São Paulo: Editora Perseu Abramo, 1999, pp. 108-111. 6 Gramsci, Antônio. Cadernos do cárcere. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1999-2002, 6 v. 7 En: Lusophonies asiatiques: asiatiques en lusophonies. Paris: Karthala, 2003. p. 283-293. 8 Marchinha: Género carnavalesco de música popular urbana brasileña, en compás binario (N. del Trad.). 9 Sínico, chino (de Sina) (N. del Trad.) 10 Juego de palabras: Rola (en Brasil rôla) es lo mismo que el español «tórtola» (N. del Trad.) 11 Rosa, Guimarães. «Orientação». Tutaméia (Terceiras estórias). 2. ed., Rio de Janeiro: José Olympio Editora, 1968, p. 110. 12 Cunha, Euclides da. À margem da história. São Paulo: Cultrix, 1975. Introdução, nota editorial, cotejo e estabelecimento de texto por Rolando Morel Pinto. 13 Cunha, Euclides da. Os sertões (campanha de Canudos). São Paulo: Ateliê Editorial/Imprensa Oficial do Estado, Arquivo do Estado, 2001. 14 Idem, ibidem, p. 65. 15 Cunha, Euclides da. À margem da história, p. 66. 16 FilmProduktion, Zweites Deutsche. 17 Otros actores del filme: Cláudia Cardinale, José Lewgoy, Paul Hittscher, Miguel Angel Fuentes e Huerequeque Enrique Bohorquez, además de Milton Nascimento y Grande Otelo. 18 Cunha, Euclides da. Os sertões (campanha de Canudos), p. 69. 19 Herzog, Werner. Aguirre, La cólera de Dios. FilmProduktion, Hessischer Rundfunk. simplificadora conduce solo a extravíos, un puente que no conduce a nada. O, para valernos de la observación del narrador del cuento «Orientação», de Guimarães Rosa: «El mundo del río no es el mundo del puente.» La travesía se hace en la propia dinámica de las aguas, con sus flujos, reflujos, en el reino fluctuante de lo temporal, pero al arrullo de figuraciones in absentia del que falta. En la travesía andina del joven Guevara hasta la Amazonia se produjo un Che, que era opuesto a la política cuando era estudiante de medicina en su país. Es en la dinámica de las aguas donde se mezclan y confunden los caminos (hay que repetir a Antonio Machado: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar»). El itinerario se va configurando, motivado por un principio de juventud o deseo de transformación, que se representa en las cabezas de las personas, como en Lolalita. O, para valernos de las palabras de Riobaldo, en un pasaje emblemático: Yo atravieso las cosas –¡y en el medio de la travesía yo no veo!– lo que estaba era entretenido en la idea de los lugares de salida y de llegada. Asaz el señor sabe: la gente quiere pasar un río a nado, y pasa; pero va a dar en la otra banda en un punto mucho más abajo, bien distinto del que primero se pensó. ¿Vivir no es acaso muy peligroso? (Gran Sertón: Veredas). Traducción de Rodolfo Alpízar Castillo 11 Revolución y Cultura FOCO NARRATIVO Y MEMORIAS EN LA NOVELA MACHADIANA DE LA MADUREZ José Luís Jobim Profesor titular de Teoría de la literatura de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. Ha publicado, entre otros importantes libros, A biblioteca de Machado de Assis (2001). El mismo año de su publicación en libro, Memórias póstumas de Brás Cubas recibió una serie de críticas. Como es de esperar acerca de un autor que también escribía regularmente en diarios y revistas, hubo observaciones protocolares. Como la que se publicó en Gazetinha el 12 de diciembre de 1881: «Recibimos y agradecemos un ejemplar de la notable novela de Machado de Assis, Memorias póstumas de Brás Cubas, sobre la cual daremos cualquier día de estos un folletín.»1 Pero hasta las observaciones de tipo protocolar a veces incluían cierta duda relativa sobre el texto, que en apariencia, al margen de lo que se suponía más familiar para la época, contenía «algo más». Tal vez por eso, aun antes de la publicación en libro, en la Revista Ilustrada, de abril de 1880, Raul Pompéia declara que la novela es «ligera, alegre, espirituosa, y aun alguna cosa más [...]»2. Al año siguiente, Capistrano de Abreu parece retomar el hilo de Pompéia, considerando que hay «otra cosa más» en esa obra, y aun cuestiona el encuadre de Memórias como novela: «¿Memorias póstumas de Brás Cubas es una novela? En todo caso es otra cosa más.»3 En cierta medida, todavía hoy estamos discutiendo esa «otra cosa más». Nuestra argumentación en este ensayo irá en el sentido de que la propia estructura de la novela machadiana de la madurez permite dejar siempre abierta la tal «cosa», vagamente percibida por sus primeros críticos. Así, vamos a tratar sumariamente la relación entre Machado y el complejo Realismo/Naturalismo; la poética machadiana de la sugerencia como contrapunto a ese complejo; la cuestión del foco narrativo en Memorias póstumas de Brás Cubas, aun en lo que respecta al vínculo de esta cuestión con el tipo textual al que llamamos memorias. Machado y el realismo/naturalismo Los escritores realistas y naturalistas, como se sabe, preferían narrar en tercera persona, tal vez porque creían que esta se prestaría mejor a la objetividad absoluta. Si, por un lado, podemos decir que esta objetividad absoluta queda más en la esfera del deseo que en el de su efectiva realización, por otro lado no podemos ignorar que la narración en tercera persona se podría definir como una «enunciación casi objetiva» –como dice Michal Glowinski. Tal «enunciación casi objetiva» en una novela es la que nos informa sobre hechos, episodios y objetos que constituyen el mundo ficcional representado en la obra narrativa. Esta objetividad, en opinión del mencionado teórico, llevaría al lector a aceptar como indiscutibles las aserciones del autor sobre tal o cual elemento del universo novelesco.4 Quizás por eso mismo tanto los escritores realistas como los historiadores contemporáneos (en estos casos, sobre todo del siglo XIX en adelante) usan la narración en tercera persona, posiblemente porque es más adecuada para la obtención de un efecto de objetividad, con el foco en el mundo narrado Revolución y Cultura 12 y el ocultamiento del narrador, aparentando traer a escena directamente los objetos, las circunstancias y los sujetos. Machado, en su etapa madura, abominaba de la opción realista/naturalista, cosa que explicitó en su conocida crítica a Eça de Queiróz, en la que acusó al autor portugués de «dedicarse al inventario», sin olvidar ni ocultar nada, como discípulo de una escuela literaria que confía en que «sólo llegará a la perfección el día en que nos dijera el número exacto de los hilos de que se compone un pañuelo de cambraia o un fregón de cocina»5. En lugar del inventario que no olvida ni oculta nada, o en vez de enunciar con todos los detalles los hilos de un tejido, Machado opta claramente por una poética de la sugerencia, de la sutileza, del vacío que debe ser rellenado por la imaginación del lector. Esto es claro aun en novelas narradas en tercera persona, como Quincas Borba, ya que de la primera publicación, en el periódico A Estação, entre 1886 e 1891, a la versión final en libro, de 1891, Machado prefirió suprimir muchos pasajes que volverían claras o explícitas las intenciones de los personajes y sus acciones. Haciendo turbio lo que antes era explícito, esquivando la descripción de todos los hilos de la madeja en el enredo, Machado de Assis dejó abiertas otras muchas posibilidades de interpretación de la novela. No en vano Augusto Meyer señaló que «con Machado, entramos en el régimen de las reticencias y de los subrayados»6. Meyer afirma que uno de los grandes encantos de la obra de Machado de Assis es su «vaguedad seductora que en todo momento solicita la colaboración directa del intérprete y parece coquetear con todos los lectores, para después dejarlos, rendidos y conformes, del otro lado de la puerta»7. «Todo se puede meter en los libros omisos» Ahora bien, si hasta en las novelas narradas en tercera persona Machado huye de la poética de «inventario», que todo aspira a enumerar, no por azar eligió producir dos de sus obras fundamentales con un narrador-personaje en primera persona. Su aversión por el inventario y su opción por una poética de la sugerencia, que sólo el acto imaginario del lector completa, aparecen en boca del narrador de Dom Casmurro, en el capítulo LIX, significativamente titulado «Convivas de boa memória» («Sujetos de buena memoria»), en el que el narrador cita a un pensador antiguo a quien no le gustaban los convivas con buena memoria (la memoria capaz de «inventariar» los hechos pasados), y declara que la suya propia, al contrario, es débil. Tanto, que no recuerda el nombre del antiguo que declaró tener aversión por la buena memoria:8 «No, no, mi memoria no es buena. Al contrario, es comparable a la de quien hubiera vivido en pensiones, sin guardar siquiera rostros ni nombres, sino apenas extrañas circunstancias. […] ¡Cómo envidio a los que no olvidaron el color de los primeros pantalones que se pusieron! No retengo ni los que me calcé ayer. Juro sólo que no eran amarillos porque execro ese color; pero aun esto puede ser olvido y confusión».9 Así, en lugar de una objetividad absoluta, tenemos una declaración explícita de que, por depender de la memoria del narrador, habrá fallas en el «inventario» del pasado. Por lo tanto, no extraña que el narrador se posicione en relación a qué hacer con esas «fallas» u «omisiones». A la inversa de un autor realista, quien probablemente vería esas «fallas» de manera negativa, como problemas que serían resueltos completando los datos que por ventura faltaran para completar el cuadro, el narrador machadiano apunta hacia la productividad de la omisión, porque el vacío puede llenarse con la elaboración imaginativa del lector: «Nada se corrige bien en los libros confusos, pero todo se puede meter en los libros omisos. Yo, cuando leo a alguno de esta otra casta, nunca me aflijo. Lo que hago, cuando llego al final, es cerrar los ojos y evocar todas las cosas que no encontré en él. ¡Cuántas ideas finas me acuden entonces! ¡Qué de reflexiones profundas» […] // Es que todo se encuentra fuera de un libro fallido, amigo lector. Así completo las lagunas ajenas; así puedes también completar las mías».10 Nótese que la verbalización de esa opinión del narrador de Dom Casmurro pone en jaque a la propia credibilidad del relato, que Bentinho está produciendo sobre su pasado, ya que él, sin estar entre los «convivas de boa memória» («sujetos de buena memoria»), y al mismo tiempo declarando que su memoria «no es buena», presenta al lector un relato organizado sobre su pasado. No por casualidad se empleó la expresión «narrador engañoso»11 para señalar una de las particularidades más notorias de esta novela. El foco narrativo de Brás Cubas 13 Revolución y Cultura Machado de Assis, en los inicios de su carrera literaria. Alfredo Bosi ya advirtió que, con la invención de Brás Cubas, Machado pasó a lidiar con el punto de vista narrativo de primera persona, y que este uso de la primera persona en el memorialismo novelesco podría ser interpretado como un procedimiento retórico escogido para aportar verosimilitud al relato. Eso, en cuanto creemos que el narrador es el testigo más idóneo de aquello que narra. Bosi observó también que la perspectiva subjetiva, por así decir, del narrador que habla sólo de lo que vio, sabe o le parece, sería efectivamente más «realista» que el narrador omnisciente que afecta conocer todo, tanto lo que pasa fuera como dentro de los personajes.12 Si los tradicionales practicantes de la narración en tercera persona –y para el caso me refiero no sólo a los escritores «realistas», sino también a otros que desean producir el efecto de «realismo» en este tipo de discurso, esto es: historiadores, periodistas, etc.–, si ellos, entonces, pueden suponer que la narración en tercera persona sólo presenta los hechos tal como ocurrieron, mostrando la realidad tal cual era, probablemente es porque no reflexionaron sobre el status de este tipo de narrativa.13 Con todo, es importante marcar que la presencia de un narrador difunto establece una diferencia desde el punto de partida, que por cierto ha sido enfocado de maneras diferentes. José Aderaldo Castello, por ejemplo, se manifestó así sobre el caso: «Después de muerto, no necesita simular más ni condescender con las susceptibilidades y vanidades de los otros ni de sí mismo. Hablando sin rodeos a su propia conciencia, puede denunciar mejor la de los otros. Y no lo hace porque sea portador de una vasta observación acumulada en los contactos personales en vida, sino por el poder mágico de la omnipotente visión retrospectiva del memorialista difunto, que se sobrepone a sí mismo y a sus semejantes, en la Revolución y Cultura 14 medida en que todos están vivos».14 Para Luiz Roncari,15 el hecho de que el libro sea narrado por un muerto, a pesar de que muchas veces apenas ha sido tratado como un dato entre otros, como simple humorada, como osadía narrativa y aun como mera curiosidad, tendría una importancia mayor de la que generalmente se le asigna. Roncari postula que este hecho colma la novela del comienzo al fin, de modo que el libro debe ser leído advirtiendo que está narrado por alguien que existe en un plano diferente y distante del plano del héroe y del lector: «Un problema debe de haber preocupado a Machado, en cuanto ‘autor’: cómo tornar sabio a Brás Cubas, capaz de juzgar la vida, el hombre y el tiempo, capaz de ver cómo Qohelet y cómo él se alza a un nivel más elevado, sin abdicar al mismo tiempo de su experiencia directa del mundo.»16 Para Roncari, Machado enfrentó un doble problema: por un lado, evitar el narrador absoluto e irreprensible de la novela romántica y realista; por otro, posibilitar al mismo tiempo el incremento de sabiduría y conocimiento necesarios para que su visión del mundo no se confundiera con la del hombre común. Problema dual que el «difunto autor» resolvería si la muerte tuviera el mismo sentido revelador y decisivo para la sabiduría que tiene en el Eclesiastés y en el Eclesiástico. En este aspecto, la muerte presentaría aquí una señal positiva y no negativa. Porque la muerte elevaría y transportaría al narrador hacia un plano superior al de los demás hombres, permitiéndole narrar «del otro lado de la vida», y no desde cualquier ángulo, pues fue un «mal» que lo llevó a la «eternidad». Y ella también es la que le permitiría una visión completa y acabada de la vida, pudiendo darse el lujo de vacilar entre comenzar el relato con «mi nacimiento o mi muerte», dos hechos que a ningún mortal le es posible observar. También ella le aseguraría una posición más fija y estable, aunque dotada a la vez de movimiento.17 De este modo, la muerte admitiría la trascendencia que, en un primer momento, elevaría y distanciaría y, en otro, posibilitaría que el narrador se volviera y se aproximara, reviéndose con ese agregado de conocimiento y sabiduría. Pues no sería desde dentro de la instabilidad (donde se ejercita la volubilidad del héroe y de los hombres) que Brás Cubas narra, sino fuera de ella, «del otro lado de la vida». La muerte permitiría, así, que el narrador trascendiera su campo de visión restringido, sin perder el peso del testimonio y de la experiencia directa.18 Roncari propone distinguir entre el narrador y el personaje Brás Cubas (o el «narrador» y el «héroe», usando sus términos), lo que puede ser interesante. De hecho Machado creó un narrador-personaje que, aunque por un lado podemos considerar que es uno y el mismo, en el sentido de que se trata de la misma entidad nombrada Brás Cubas, por otra parte –tomando en cuenta que el narrador habla desde el mundo de los muertos y trata del mundo de los vivos, estando, con todo, fuera de este mundo– podemos señalar, también, es otro. Ronaldes de Melo e Souza camina también en esta dirección cuando afirma que la «perspectiva dual del narrador situado en el doble dominio de lo vivo y de lo cimientos dramáticos.»20 Al cabo, es el difunto Brás Cubas quien examina lo que fue el vivo Brás Cubas. Creo que esta segunda hipótesis de algún modo ya estaba presente en la observación de Castello, cuando se refirió a la «retrovisión omnipotente del memorialista difunto que se sobrepone a sí mismo y a su semejante, en cuanto todos los vivos», pues el «sí mismo» de que habla Brás Cubas es abordado como un otro por un memorialista cuya perspectiva es diferente de aquella que podría ser la de sí en tanto vivo, en el medio de los demás vivientes. Es lo que defiende Alfredo Bosi, cuando dice que la estratagema del «difunto autor», en primera persona, permite combinar los dos tiempos de la narrativa de Brás: la evocación de su comportamiento en vida y la interpretación dada por su autojuzgamiento post-mortem.21 Para Bosi, Machado engendró la ficción del «difunto autor» para facultar la exhibición de los sentimientos todos de un ego que sólo la condición post-mortem permitiría desnudar de forma tan comprensiva. La recuperación del yo vivo, hecha en un régimen de distancia por el yo difunto, estaría favorecida por la distancia que media entre el supuesto testimonio directo del yo vivo y la reflexión autoconsciente del yo difunto. Distancia que, por cierto, favorecería el análisis psicológico y moral22. En esta línea, Bosi señala que Brás Cubas en cuanto «autor difunto» «narra las mañas de un tipo social, ese Brás que él fue, en cuanto vivo; y en bajo continuo profiere su juicio póstumo, pues quien habla ahora es el Brás difunto que, ahora, él es».23 Para Bosi, en la novela predomina una dialéctica de memoria y distanciamiento escéptico del narrador en relación a sí mismo, que le permite ser considerado un «personaje tipo» – como quiere una línea de lectura más sociológica –, pero que va más allá de eso, pues «el observador enterado de todas las ideologías, incluso las progresistas, ronda y penetra al autor difunto que denuncia al otro que él también reconoce en sí mismo, barro común de la humanidad».24 Como a veces el narrador muerto y el personaje que él fue en vida se confunden, y otras veces hay un distanciamiento entre uno y otro, también necesitamos preguntarnos qué efecto tienen esas aproximaciones y distancias. Bajo ese aspecto, puede ser relevante pensar qué significa el tipo textual que llamamos «memorias», en lo que respecta a las aproximaciones y distancias. Memorias El célebre diccionario de Bluteau (1716) registra con el singular (memoria) la significación en el ámbito semántico de recuerdo,25 haciéndose también referencia a tipos de texto («Colocar en memoria, o hacer memoria de algo en Historias, Crónicas, Anales, muerto articula el procedimiento vivo ambivalente de la narración de las memorias póstumas».19 Y, en el mismo trabajo, apunta: «Desdoblado en narrador y protagonista, el autor difunto o bien se comporta como espectador irónicamente distanciado del escenario de los hechos, o bien se presenta como actor emocionalmente arrebatado por los aconte15 Revolución y Cultura etcétera»),26 y citando en provecho de esta segunda acepción, desde Cicerón hasta Antonio Vieira. En la edición de 1789, «corregida y aumentada» por Antonio de Moraes Silva, el diccionarista brasileño reduce radicalmente la entrada,27 pero mantiene la referencia a la tipología textual: «memorias, escritos de narraciones políticas, etc.; memoria, escrito que los ministros de legación presentan a los de la corte donde residen. Memorias de hechos literarios, o científicos v. g. memorias de las Academias.»28 En el Dicionário contemporâneo da língua portuguesa, publicado exactamente en el año en que el libro de Machado de Assis vio la luz (1881), encontramos también las siguientes definiciones de memorias: «[...] narraciones históricas escritas por persona que presenció los acontecimientos o que en ellos tomó parte: las memorias de D. fr. João de S. José Queiroz.|| Escritos en que el autor sólo trata de acontecimientos que dicen respecto o de los pertenecientes a su época y en que es más o menos interesado: Las memorias de Marmontel [...]»29 Si hablamos del siglo XIX, podemos comenzar mencionando autores de memorias famosas, citados explícitamente en las obras de Machado, como Chateaubriand (Mémoires d’outre-tombe [1848]), cuyo título puede haber sido parodiado por Machado, y François Guizot30 (Mémoires pour servir à l’histoire de mon temps [1858-68])31. Chateaubriand, por ejemplo, justifica su emprendimiento en el «préface testamentaire» a sus memorias: «Yo hice historia y puedo escribirla. Y mi vida solitaria, soñadora, poética, marchaba a través de este mundo de realidades, de catástrofes, de tumulto, de ruido, con los hijos de mis cantos, Chactas, Eudore, Aben-Hamet, con las hijas de mis quimeras, Atala, Amélie, Blanca, Velléda, Cymodocée. Dentro y al lado de mi siglo, tal vez yo ejerciera sobre él, sin quererlo y sin buscarlo, una triple influencia religiosa, política y literaria [...] Si estuviera destinado a vivir, yo representaría en mi persona, representada en mis memorias, los principios, las ideas, los acontecimientos, las catástrofes, la epopeya de mi tiempo, tanto más que yo vi terminar y comenzar un mundo y que los caracteres opuestos de este fin y de este comienzo, se encuentran mezclados en mis opiniones. Me reencontré entre dos siglos como en la confluencia de dos ríos, me zambullí en sus turbias aguas, apartándome con arrepentimiento del viejo río donde nací, y nadando con esperanza hacia el río desconocido donde van a aportar las nuevas generaciones».32 Cuando se trata de personalidades políticas y literarias, es común la mezcla de un cierto toque autobiográfico personal con una pretensión de acercar al lector una visión «desde adentro» de procesos históricos vividos por el sujeto. Las memorias, entonces, presuponen con frecuencia un narrador que, en determinado momento de su vida, transforma episodios personales y sociales ocurridos en el pasado en un texto escrito en el presente, aun cuando –como es el caso de Chateaubriand– se alega que las partes se escribieron en momentos diferentes. Porque de cualquier manera la llamada «versión final», con la selección y arrojo verbal de lo que va a ser incluido (y la decisión sobre lo que Revolución y Cultura 16 va a ser excluido), es posterior a los acontecimientos narrados. Se trata de una reconstrucción del pasado bajo el punto de vista del momento en que se escriben las memorias, que pueden así remitir a una idea de unidad, de permanencia del sujeto que se considera personaje continuo, tanto de la biografía de sí mismo como de los acontecimientos sociales de que participó o que testimonió. No obstante, se trata de una narración hecha a partir de una conciencia de sí y del mundo que el sujeto posee en el momento mismo en que produce las memorias. Esta conciencia no será necesariamente la misma que el sujeto tenía, en el tiempo en que sucedió aquello que fue narrado. En otras palabras, y retomando el hilo de la sección anterior de estas páginas, si pensamos en lo que significa el tipo textual que llamamos «memorias», en lo que se refiere a las aproximaciones y distancias, podemos decir que el narrador de «memorias», ya tiene como característica la distancia en relación a lo que narra. Siendo así, el narrador difunto de las Memórias póstumas profundiza apenas un distanciamiento que ya existiría si el narrador estuviera vivo y que se vuelve inconmensurable estando muerto. Es interesante observar, en el caso Chateaubriand, que el narrador de sus Memorias declara que hay una «unidad» en el texto, ligando la cuna a la tumba. Aunque diga que no se sabe si sus Memorias son obra de una cabeza blanca o de cabellos castaños, el lector de la época sabía perfectamente que se trataba de una cabeza cana, incluso porque el narrador-personaje no deja de señalar que está con un pie en la fosa.33 Claro que hay una diferencia entre este narrador «serio» de las Mémoires d’outre-tombe y el narrador de Memórias póstumas de Brás Cubas, el «difunto autor, para quien la losa fue otra cuna»34. Conviene, entonces, recordar que si Chateubriand y Guizot sirven para ejemplificar la vertiente «seria» del género «memorias», hay otras apropiaciones humorísticas brasileñas: las Memórias de um sargento de milícias, de Manuel Antônio de Almeida (18521853), y las Memórias do sobrinho de meu tio (1868), de Joaquim Manuel de Macedo, esta última con un interesante contacto con el narrador machadiano de la novela de 1881, pues el humor se construye a partir de un personaje que desea ascender socialmente a través de las prácticas corruptas vigentes en la sociedad brasileña de la época. La presentación de un personaje que aprueba y forma parte de la corrupción sistemática también puede servir para presentar y servir a la crítica del sistema. De esta forma, el prólogo que escribe el narrador de las Memórias do sobrinho de meu tio parece orientarse en la dirección de crear un «personaje-tipo», cuando declara: «Escribiré mis Memórias y, por lo tanto, la historia de mi vida, vida agradable e ilustre, como la de muchos otros varones ilustres de nuestra tierra que son mi retrato por dentro, aunque ninguno de ellos quiera parecerse a mí por fuera. // Semejanza por dentro, desemejanza por fuera y simple cuestión de apariencias que en el fondo no puede perjudicar la fidelidad del retrato de familia, pues los pronunciados trazos característicos que denuncian a nuestra hermandad, están mucho más en la pulpa que en la cáscara.»35 Si creemos que la vida «agradable e ilustre» del personaje de Macedo, por ser «como la de muchos otros varones ilustres», es la señal más nítida para, a través de las «semejanzas», dibujar el fiel «retrato de familia» –o sea, la representación de un determinado grupo social en relación al cual ese personaje es típico–, entonces podremos establecer un vínculo con la interpretación que Roberto Schwarz hace del narrador de Brás Cubas, esto es, que el narrador funciona de modo similar en relación a su época y a su grupo social, como una especie de «personaje-tipo», encarnando las semejanzas y el aire de familia de un grupo social del Río de Janeiro ochocentista. Schwarz afirma que la creación de este personaje sirve para explicitar lo que puede ser condenable en la conducta de los miembros de la clase dominante de entonces: «Digamos que Machado se apropia, sí, del punto de vista de los propietarios, pero dentro de un espíritu enemigo, con la intención de ejemplificar, comprobar, profundizar todo lo malo que los dependientes podían pensar del propietario. Se trata de imitar al enemigo usando la primera persona del singular o de imitar a un prohombre de la clase dominante a la luz de las quejas que los dependientes tienen de él. O sea, que todo lo que Brás Cubas hace, todo el tiempo y siempre según sus objetivos, documenta lo que hay de más odioso, de más nefasto que se pueda atribuir a la clase dominante brasileña. Machado adopta el punto de vista de su enemigo para, a través de esa encarnación, ilustrar las objeciones que de él puedan hacerse».36 cional, que tiene su punto de vista absolutamente limitado por las circunstancias y por lo que el narrador-personaje puede conocer a partir de ellas. Vacilando sobre «si debía abrir estas memorias por el principio o por el fin, esto es, si pondría en primer lugar mi nacimiento o mi muerte», termina definiéndose por el fin, con la justificación de que «yo no soy propiamente un autor difunto, sino un difunto autor, para quien la losa fue otra cuna»37. Chateaubriand, quien produjo sus Memorias de ultratumba, claro que estando vivo, citó a San Buenaventura en el prólogo, porque el santo habría obtenido del cielo el permiso para continuar sus memorias después de la muerte. Declara entonces el escritor francés que le gustaría resucitar para, Castellanos Leónde por lo menos, corregir las Israel pruebas de página sus propias memorias.38 De alguna forma, parece que el narrador de Memórias póstumas de Brás Cubas resolvió esta cuestión. (Traducción de Pablo Rocca) Notas: 1 Todas las citas de los periódicos de la época se tomaron de la antología que Hélio Seixas Guimarães incluyó en su libro Os leitores de Machado de Assis; o novela machadiano e o público de literatura no século XIX. São Paulo: Nankin/ EDUSP, 2004 (p. 346, para la cita indicada ut supra). El lector interesado tiene a su disposición también la antología de Ubiratan Machado (Machado de Assis: roteiro da consagração. Rio de Janeiro: EDUERJ, 2003). 2 Guimarães, op. cit p. 345. 3 Guimarães, op. cit p. 347. Palabras finales El narrador de Memórias póstumas de Brás Cubas, muerto y en primera persona, es una alternativa al mismo tiempo al narrador realista clásico, con su visión omnisciente, y al narrador intimista tradi17 Revolución y Cultura Cultural da UERJ, 2000. CD-ROM. Filme 3. Idem. «La facultad que el alma tiene de recordar las cosas, que vinieron a su conocimiento con advertencia de esa circunstancia.» Dicionário da Língua Portugueza, composto pelo Padre D. Raphael Bluteau, reformado e accrescentado por Antonio de Moraes Silva natural do Rio de Janeiro. Tomo segundo. Lisboa: na Officina de Simão Thaddeo Ferreira, 1789, p. 72. 28 Idem. 29 Diccionário contemporaneo da língua portugueza. Lisboa: Imprensa Nacional, 1881. p. 1.144. 30 Citado em el cap. CXLVI de las Memórias póstumas de Brás Cubas. 31 Para un inventario de los autores nominalmente citados por Machado, ver Vianna, Glória. «Revendo a biblioteca de Machado de Assis». En: Jobim, José Luís. A biblioteca de Machado de Assis. p. 99-274, especialmente p. 129-143. Para una explicitación citacional, con «fragmentos significativos, balizas de un pensamiento de que Machado nos dio una singular y compleja variante», ver Bosi, Alfredo. «Materiais para una genealogia do olhar machadiano». En: –. Machado de Assis – o enigma do olhar. 4. ed. ver. São Paulo: WMF Martins Fontes, 2007, p. 165-232. 32 Chateaubriand. «Mémoires d’outre-tombe». Introduction, Notes et Appendices de M. Ed. BIRÉ. En: –. Œuvres complètes. Annotées par Sainte-Beuve. Tome premier. París: Garnier frères, 1904, p.XLVI-XLIX. 33 «Estas Memorias se han escrito en diferentes épocas y en diversos países. De ahí la necesidad de los prólogos en que escribo los sitios que se ofrecían á mi vista, y los sentimientos que preocupaban mi ánimo en el momento en que reanudaba el hilo de mi narración. Las múltiples vicisitudes de mi vida se han confundido, por decirlo así, unas con otras: me ha ocurrido hablar de las épocas de infortunio en los días de prosperidad, y recordar otras veces la prosperidad en los días de tribulación. Mi juventud y mi vejez se tocan: el peso de mis años de madurez ensombrecen los días de mi edad juvenil; los rayos del sol de mi vida se cruzan y se confunden desde el oriente hasta el ocaso, y todo esto produce confusión, ó, si se quiere, cierta unidad indefinible: mi cuna tiene algo de mi tumba, y mi tumba algo de mi cuna. Mis padecimientos se tornan placeres, y mis placeres padecimientos; de suerte que, al acabar de leer estas Memorias, no acierto á decir si son fruto de un joven ó de un anciano.» Chateaubriand. Memorias de Ultratumba. Traducción de Amador de Castro. París: Garnier Hermanos, 1898, tomo primero, p. XIII. 34 Assis, Machado de. Memórias póstumas de Brás Cubas. Cap. I. 35 Macedo, Joaquim Manuel de. Memórias do sobrinho de meu tio. Org. Flora Süssekind. São Paulo: Conpanhia das Letras, 1995. p. 35-36. 36 Schwarz, Roberto. «A novidade das Memórias póstumas de Brás Cubas.» In: Secchin, Antonio Carlos et alii. Machado de Assis: uma revisão. Río de Janeiro: In-Fólio, 1998, p. 59. 37 Assis, Machado de. Memórias póstumas de Brás Cubas. Cap. I. 38 Chateubriand, op. cit, p. LIV-LV. 26 27 4 Glowinski, Michal. «Sur le roman à la première personne.» En: Genette, Gérard, org. Esthétique et poétique. París: Seuil, 1992, p. 230. 5 Assis, Machado de. «Eça de Queiróz: O primo Basílio». En: –. Obra completa. Río de Janeiro: Nova Aguilar, 1979.–. p. 904. 6 Meyer, Augusto. «Da sensualidade». En: –. Ensaios escolhidos. Río de Janeiro: José Olympio/ABL, 2007, p. 179. 7 Meyer, Augusto. «Os galos vão cantar». En: –. Op. cit, p. 193. 8 «Un antiguo decía renegar del conviva que tiene buena memoria. La vida está llena de tales convivas, y acaso yo soy uno de ellos, por cuanto la prueba de tener la memoria frágil sea exactamente que ahora no me venga el nombre de tal antiguo; pero era un antiguo, y basta.«En: –. Dom Casmurro. Río de Janeiro: Record, 2007, p. 124-125. 9 Ibidem, p. 125. 10 –. Dom Casmurro. Río de Janeiro: Record, 2007, p. 125. Subrayados míos. 11 Cf. Gledson, John. 12 Bosi, Alfredo. Brás Cubas em três versões; estudos machadianos. São Paulo: Companhia das Letras, 2006. p. 7. 13 No voy a desarrollar este tema en esta ocasión porque ya lo hice en: Jobim, José Luís. «Narrativa e história». En: –. Formas da teoria. 2. ed. Río de Janeiro: Caetés, 2003. 14 Castello, José Aderaldo. Realidade e ilusão em Machado de Assis. São Paulo: Nacional/EDUSP, 196, p. 118-119. 15 Roncari, Luiz. «Brás Cubas»: sob o signo do sol e do vento. http://www.usp. br/revistausp/05/roncari.php 16 Idem. 17 Idem. 18 Idem. 19 Souza, Ronaldes de Melo e. O romance tragicômico de Machado de Assis . Río de Janeiro: Eduerj, 2006, p. 110. 20 Ibid. p. 109. 21 Bosi, Alfredo. Brás Cubas em três versões; estudos machadianos. São Paulo: Companhia das Letras, 2006, p. 51. 22 Idem, p. 8-9. 23 Idem, p. 21. 24 Idem, p. 48. 25 «Facultad del alma, en la cual se conservan las especies de las cosas pasadas, y por medio de la cual nos acordamos de lo que vimos y oímos. Reside esta potencia en el tercer ventrículo del cerebro, donde los espíritus vitales que pasan de las cavidades del cerebro al dicho ventrículo, imprimen las imágenes o figuras de los objetos que han entrado por los ojos, o por los oídos. La memoria es tesonera, y guarda todo lo que se lee, ve y oye.»Bluteau, Raphael. Vocabulário Portuguez e latino [...] Authorizado con exemplos dos melhores Escritores Portuguezes, & Latinos, offerecido a El Rey de Portugal Dom Joam V. pelo Padre D. Raphael Bluteau[...]. Lisboa: Officina de Paschoal da Sylva, Impressor de Sua Majestade, 1716, p.414- 416. Río de Janeiro: Departamento Revolución y Cultura 18 LOS PORTALES DE VIA PO Graziella Pogolotti Ensayista, crítica y profesora. Premio Nacional de Literatura y de Enseñanza Artística. Su libro más re-ciente es El ojo de Alejo (2007). Mi vínculo con Cesare Pavese es muy particular. Sus narraciones evocan para mí una atmósfera impregnada de melancólica nostalgia. Mi memoria entra y sale de sus libros, rompe las fronteras entre literatura y vida hasta confundirse en un mundo tercero, en una experiencia diferente que trasciende las vivencias de mi infancia y el mundo creado por el escritor. Los balcones de mi casa en Turín se abrían a las anchas avenidas sembradas de árboles en perfecta linealidad geométrica como ciertos paisajes holandeses. Las andanzas por la ciudad seguían casi siempre el mismo recorrido. Bajo los portales de la cercana Via Roma, pasaba junto a las vitrinas de los comercios, no tan rutilantes entonces como ahora. La calle partía en dos mitades exactas de proporciones perfectas, a lo Chirico, con su caballo de bronce en el centro. Al final está el modesto Palazzo Madama y a la derecha, los portales de Via Po, que me parecieron siempre penumbrosos y pesadotes y, sin embargo, más representativos del espíritu profundo de una ciudad hecha a la vida de puertas adentro en ambiente denso por la calefacción y el mobiliario recargado. Italia es un mosaico de historia, de cultura y de lenguas. Lengua común, casi lengua literaria inventada, el italiano se sobrepone a los variados dialectos que, en tiempos de Pavese y también en los de mi infancia, dominaban en el uso de la cotidianeidad y marcaban la entonación específica de cada región. De igual modo, se definían las diferencias de comportamiento en el espacio público. A la explosividad gesticulante y bullanguera de los meridionales, se contrapone la reserva de los norteños, contaminados por la vecindad con otros países. Hoy todavía, los habitantes de Giaveno, el pueblo de mis mayores y sitio escogido por Pavese para sus vacaciones veraniegas, tienen vínculos frecuentes de vecindad más estrechos con Chambéry que con Milán. Tras los portales de Via Po me parecía adivinar la atmósfera densa de apartamentos ocupados por muebles pesados, símbolos de respetabilidad y reserva, supervivientes de la burguesía decimonónica que alentó 19 Revolución y Cultura los manejos políticos de Cavour y de la pequeña monarquía local a favor de la unidad italiana. En los tiempos de Pavese, los del fascismo, los años treinta del pasado siglo, la fachada seguía siendo la misma, pero algo había cambiado. La monarquía y la gran burocracia de la administración central se habían instalado en Roma. En Turín creció la industria emergente, se manifestaron gestos transgresores de núcleos futuristas y se profundizaron los focos de resistencia antifascista. En una ciudad carente de testimonios de una prolongada historia del arte, se integró uno de los más sólidos grupos intelectuales de la época, abierto a los más anchos horizontes de la cultura y del pensamiento, colocado a la izquierda del espectro ideológico. Editorial entonces en expansión, Einau-di patrocinó un espacio compartido por judíos como Natalia Ginzburg y escritores de todos los matices. Para escapar a la censura impuesta por el régimen, en ese entorno la traducción cobró extraordinario impulso, orientada a una puesta al día para los italianos y para el resto de Europa. Cesare Pavese fue uno de los ani-madores de ese clima de excepcional densidad intelectual. El gusto literario se transformaba. La poesía se despojaba de los relentes de la retórica danunziana. Reivindicaba las palabras de todos los días, tal y como lo hizo Pavese en Lavorare stanca. El cambio de mayor alcance en el tiempo se produjo en la narrativa. A pesar de haber encontrado en el Algunas de las ediciones cubanas de obras de Pavese Revolución y Cultura 20 París de entreguerras un refugio ante la pacatería dominante en su país de origen, los escritores norteamericanos no establecieron una real interacción con sus coetáneos franceses, atrincherados unos y otros en sus tradiciones, en su cultura y tras las respectivas fronteras lingüísticas. Paradójicamente, en la Italia cercada, la mirada era más univer-salista. Así ocurría también, hay que decirlo, en nuestra América Latina. En esos territorios pe-riféricos, el influjo de la narrativa norteamericana se haría sentir desde fecha temprana. A veces en la periferia el apetito por conocer y la conciencia de las limitaciones propias resultan más apremiantes que en la cosmópolis donde todos los bienes del espíritu se encuentran al doblar la esquina. Con la posguerra, el rostro múltiple de la cultura italiana se reveló ante el mundo con la fuerza de un estallido. Invadía todos los campos, el cine, el diseño, el teatro, la música, las artes plásticas y también la literatura. Brotaban en simultaneidad diversas generaciones, lenguajes y saberes enraizados en el mosaico plural que compone la península. Irrumpieron al margen del rejuego de las modas. En la oleada se difundió, respaldada por Einaudi, la obra de Pavese. Era una voz reconocible, en plena madurez. El diálogo íntimo de Pavese traductor con la narrativa norteamericana lo sustrajo de acercamientos superficiales. Lo despojó de retoricismos, de la herencia psicologista decimonónica, de la dictadura del narrador omnisciente, a fin de encontrar cauce para sus obsesiones personales, para construir con palabras el silencio, la insondable capacidad comunicativa del ser humano. Sus personajes, atrincherados en los muros poderosos de la subjetividad, se refugian tras el espesor de los pórticos en la atmósfera densa de los apartamentos recargados, condenados a irreductible soledad e incomunicación. Eran nociones tematizadas también por el apogeo existencialista de aquellos años. Las novelas de Pavese, sin embargo, no eran la resultante del ejercicio cerebral de un filósofo. Su angustia no se situaba en el terreno de la ontología. Era algo visceral, nacido de un universo tangible y concreto, de su entorno y de lo más recóndito de los conflictos de su subjetividad. Como Carlo Levi y tanto otros, Cesare Pavese fue relegado por el fascismo al sur de Italia. Para el autor de Cristo se detuvo en Eboli, la circunstancia propició el intenso aprendizaje de la otredad. Para Pavese, en cambio, se acrecentó el espesor de los muros que lo separaban del mundo. Marcado, al parecer, de manera irremediable por la impotencia, la paz no representó para él la apertura hacia una etapa exaltante de liberación participativa. Aprisionado en el vórtice de su remolino personal, creación y escritura perdieron sentido. Acorralado, encontró en el pistoletazo suicida la única puerta posible para escapar al cansancio de vivir. En su centenario, la palabra de Pavese se desdibuja en la distancia. Es la ocasión para el rescate de su memoria, de su palabra íntima, intensa, auténtica, necesaria. SIMONE DE BEAUVOIR O LA ESCRITURA COTIDIANA Anne-Marie Arnal Gely Ensayista, novelista, memorialista, raramente dramaturga pero, sobre todo, filósofa1 y militante, Simone de Beauvoir2 nació en París el 9 de enero de 1908, en una familia burguesa tradicional. Se educó en un centro privado y católico, llamado Désir. Allí conoció a su mejor amiga de la adolescencia, Zaza,3 que moriría víctima de su clase social, según pensaba Simone. Llegada la adolescencia, pronto rompió con la fe religiosa y las tradiciones de su infancia. En 1927, acabada la etapa del bachillerato, decide estudiar y escribir. Su padre piensa que, ya que no dispone de dinero para darle una buena dote para casarla según su estatus social, debe dirigirse hacia una carrera de jurista, pero ella se había apasionado por la filosofía y tenía las ideas muy claras sobre lo que quería hacer. Valiéndose de unas referencias que había encontrado acerca de la primera tesis en filosofía defendida por la francesa Léontine Zanta en 1914,4 logra convencer a su familia para matricularse en la universidad. Es una estudiante brillante: es capaz de leer y sintetizar varios libros diariamente además de dedicarse a otros menesteres como dar clases de literatura a jóvenes de clase desfavorecida. De hecho, llevó también varios cursos a la vez, aparentemente, sin dificultad alguna y compaginando otras actividades. En 1929, decide preparar su Diploma de Estudios Superiores y la oposición a la enseñanza llamada «Agrégation». En la Sorbona, donde se imparten las clases, se codea con una generación de compañeros que, en su mayoría, serían los filósofos que alcanzarían renombre a lo largo del siglo XX: MerleauPonty, Nizan, Maheu,5 Gandillac, y, por supuesto, Sartre. Este último sacará con el número uno la «Agrégation», ella, con el número dos.6 Ese mismo año inició su carrera en la enseñanza secundaria oficial a la que se dedicó hasta 1943, año en que la madre de una de sus alumnas, Natacha Sorokine, acusa a Simone de corrupción de menor y consigue que la expulsen de la enseñanza oficial. Como Gallimard acaba de publicar su primer libro, decide vivir de su pluma. Su relación con Jean-Paul Sartre7 –según un pacto inventado por él para responder a la sed de libertad y curiosidad acerca de las cosas de la vida de ambos, fundamentado sobre su teoría del «amor necesario»: el de ambos, el uno por el otro, y de los «amores contingentes»: los episódicos con otros– duró hasta la muerte del filósofo, ocurrida seis años antes que la de su compañera. Esta relación, difícil en muchos 21 Profesora titular de Lengua y literatura fran-cesas de la Universidad de Jaén, donde en 2007 organizó unas intensas jornadas dedicadas al Diá-logo Intercul-tural en el Mediterráneo. Revolución y Cultura momentos, por los amores contingentes con los que formarían a su alrededor «la familia», no exenta de dudas ni de sufrimiento, no podía acabar porque ¡al fin! habían encontrado los dos a su alter ego, a alguien con quien podían hablar con absoluta sinceridad –y no se privaron de hacerlo en la extensísima correspondencia mutua que poseemos– y, aunque no estuviesen juntos, no podían vivir el uno sin el otro. Ese intercambio intelectual constante, esa relación afectiva que a veces los unía pero que también, en otras ocasiones, se transformaba en ambivalente –pensemos, por ejemplo, en el triángulo Simone-Olga-Sartre– así como la forma de vivirla, influiría en todo, ya que una de las características de su obra y de su vida es que su pensamiento no se puede desvincular de su experiencia personal de lo vivido: ella había nacido para escribir y su vida se confundía con la escritura. Vamos a fijar nuestra atención sobre su legado, tratando varios de los aspectos más importantes –sin recoger exhaustivamente todas sus publicaciones– que esta mujer, infatigable y curiosa de todo, trató a lo largo de su vida. Empecemos por sus novelas. En la primera, La invitada (L’invitée), de 1943, no se olvida de su condición de profesora de Filosofía –en sus primeras obras de ficción no consigue siempre olvidarse de su profesión de pedagoga–, ni de la teoría del existencialismo recién creada por Sartre, cuyo sistema ella intenta ver cómo funciona confrontándolo con la vida: es una transposición de la experiencia vivida por el trío referido más arriba, de los conflictos que genera y de las opciones morales que los personajes barajan para resolverlos. En este caso, la invitada –la otra–, que pone en peligro la libertad de la protagonista, después de un largo y complejo análisis de comportamientos y reacciones de los miembros del trío y múltiples contemporizaciones, es finalmente asesinada por ésta: «Al fin, había hecho su elección. Se había elegido a sí misma.8» En La sangre de los otros (Le sang des autres), de1944, novela algo didáctica pero fácil de leer, presenta una alternancia de dos narradores, uno masculino, Jean Blomart, que ocupa las tres cuartas partes del libro, y una voz femenina, la de Hélène.9 Jean es en realidad el verdadero protagonista, es un héroe existencialista típicamente sartreano. Hélène viene a ser un contrapunto al tiempo que sirve de modelo de aprendizaje: evoluciona desde la visión pueril e inmadura de la vida a su voluntad de entrar a formar parte de la Resistencia, lo que provocará su muerte. Es una novela escrita a partir de las experiencias que la autora vivió durante la Segunda Guerra Mundial. Plantea de nuevo el problema de la libertad de elegir como ser social y como individuo. Después de matar a un amigo en una reyerta por un conflicto político, el protagonista, Jean Blomart, se retira de toda acción social y política con el peso de su angustia y su remordimiento. No quiere tomar Revolución y Cultura 22 parte en nada. Pero, por la guerra y la ocupación del país por los nazis, se ve obligado a tomar una decisión: se integra en un grupo de la Resistencia del que se convertirá en cabecilla: «He aprendido de esta guerra que hay tanta culpabilidad en ahorrar sangre como en derramarla… Pienso en todas esas vidas que nuestra resistencia tal vez podrá salvar»…. «Que tan sólo me emplee en defender ese bien supremo que convierte en inocentes y vanas todas las piedras y todas las rocas, ese bien que salva a cada hombre de todos los demás y de si mismo: la libertad; entonces mi pasión no habrá sido inútil».10 Volvemos a encontrar la idea de influencia del uno sobre el otro. Su siguiente novela, Todos los hombres son mortales (Tous les hommes sont mortels), la que Beauvoir pensaba que era la más ambiciosa, fue sin duda la que alcanzó el mayor fracaso. Más tarde ella misma la tachó de bastante inconsistente porque la teoría que quiere desarrollar toma más protagonismo que sus personajes: en lugar de seres vivos, los pinta monolíticos y encerrados en sí mismos, obsesionados por una idea que defienden hasta provocar catástrofes irreversibles. Ambientada en la Italia de la baja Edad Media y principios del siglo XVI, su protagonista, Fosca, después de dejar a Italia dividida y su propia ciudad indefensa y asolada, se convierte en consejero de Carlos V. Su objetivo absoluto estriba en su sueño de unificación del mundo para acabar con los enfrentamientos entre pueblos. Pero se producen grandes masacres y comprende que los hombres no buscan la felicidad absoluta, que tan solo quieren vivir. Ve que un individuo solitario con un único objetivo no puede lograr realizarlo porque los otros tienen opiniones e intereses múltiples y diversos. En 1954, sin embargo, una nueva novela, Los mandarines (Les mandarins), por la que fue galardonada con el premio Goncourt, conocerá el éxito. Hasta ahora, Simone de Beauvoir era conocida por su relación con Sartre y, sobre todo, por su ensayo El segundo sexo, publicado en 1949 –del que halaremos más adelante– que no le había reportado el reconocimiento general como escritora, mientras que con Los mandarines sí lo cosechó. El título primitivo de esta novela era Los supervivientes. Y, efectivamente, eso son los protagonistas de Los mandarines, vistos desde los puntos de vista masculino y femenino de dos de los principales protagonistas, Henri Perron y Anne Dubreuilh, voces que se completan y en ocasiones se contradicen. Los personajes, tomados de la realidad aunque con nombres diferentes –los lectores buscaron con un interés apasionado qué escritor, periodista o artista se escondía bajo esos nombres– son en realidad una mezcla de caracteres pertenecientes a distintas personas del grupo con el que ella y Sartre se codearon en aquella época y a quienes conocía muy bien. Incluso, en los capítulos VI, VIII y X, narra la historia de amor de Anne, la protagonista psicoanalista, con Lewis, y tres de sus viajes a Estados Unidos, para así hablar de su propia experiencia personal con Nelson Algren,11 historia considerada como un añadido innecesario por algunos críticos beauvoirianos12 que estudiaron especialmente la recepción de la obra en su momen- to. Pero, precisamente, esta experiencia vivida es la razón por la que sus personajes tienen un peso y un espesor que no había conseguido hasta entonces. Por otra parte, traduce con gran acierto el ambiente que se vivió, recién terminada la Segunda Guerra Mundial, en el París intelectual y artístico, con sus ilusiones y sus frustraciones, la sensación de sentirse libres a la vez que tristes por los amigos perdidos, el sentimiento de odio pero también de esperanza en el futuro de un país destrozado y dividido por conflictos políticos, como sus protagonistas. En Las bellas imágenes (Les belles images), de 1966, cambia totalmente de escenario y de entorno social: contrariamente a sus anteriores novelas, no sitúa la acción en el medio de los intelectuales, sino que su protagonista pertenece a la burguesía; por otra parte, y lo más novedoso en su obra, es que hace recaer el peso en una niña. No es exactamente una narradora que comenta o explicita el comporta- miento o la psicología de los demás personajes, sino que es como un espejo que refleja el mundo exterior o su propio mundo interior. A través de su mirada se ven desfilar imágenes o fotogramas como en un kaleidoscopio, sin comentarios ni observaciones, fríamente. Beauvoir decía de esta obra que había tenido la intención de «hacer hablar al silencio». Y es que a fuerza de querer traducir en palabras el silencio, Laurence empezará a reaccionar contra esa bella imagen que siempre ha sido, o han querido que sea, pero que no quiere para su hija Catherine: «¿Volver a cerrar los ojos? ¿Y a Catherine? ¿clavarle los párpados? «No»; gritó con fuerza. A Catherine, no. No permitiré que le hagan lo que me hicieron. ¿Qué hicieron de mí? Esa mujer que no ama a nadie, insensible a la hermosura del mundo, incapaz de llorar, esa mujer a la que vomito. Catherine al contrario: abrirle los ojos enseguida para que tal vez un rayo de luz filtre hasta ella, quizás se salve… ¿De qué? De esa noche. De la ignorancia, de la indiferencia.13» Aquí la autora se rebela contra la superficialidad surgida en los años 60 y la indiferencia de una sociedad de la abundancia frente al «otro mundo». Para traducir mejor su propósito, y aunque ya había utilizado la alternancia del «yo» y del «él» o «ella» en anteriores novelas, en este caso, la utiliza el mismo personaje, incluso en una misma frase: «Se ha implicado mucho, por eso ahora se siente deprimida, soy cíclica.14» Desde el punto de vista estilístico, es su aportación personal, no tanto al Nouveau Roman del que no se siente partícipe, pero sí de arriesgar nuevas técnicas narrativas. Además, con esta novela inaugura una serie de libros en los que habla ante todo de las mujeres. Coincide con el momento en que se ve envuelta hasta tal punto en las amplísimas repercusiones de El segundo sexo –los testimonios individuales y la noticia de la multiplicación de organizaciones feministas que su libro fomentaba– que siente la necesidad imperiosa de implicarse personal y profundamente en la lucha de sus congéneres. La mujer rota (La femme rompue), de 1967, recoge tres novelas cortas cuyas protagonistas son mujeres de la clase media parisina que se enfrentan a situaciones límites. Estilís-ticamente, utiliza monólogos interiores escritos en forma de diario íntimo. El lector intuye la realidad de lo que está viviendo cada una de estas mujeres que, en más de una ocasión, se mienten a sí mismas. Las situaciones están descritas en una lengua extremadamente rigurosa, eficaz y justa. La primera, La edad de discreción (L’âge de discrétion), pone en escena a una madre de sesenta años, antigua profesora de literatura que inicia su retiro laboral. Ella sufre por la orientación política y profesional que toma su hijo, un hijo que siempre se le había sometido y ahora la defrauda profundamente. Se enfrenta con todos los que la rodean, pero también entra en una reflexión paranoica acerca de su vida en general: tal vez no haya sido «una buena madre», su pueblo natal ha cambiado tanto que sus recuerdos poéticos pierden todo lustre, su último libro ha recibido críticas muy negativas incluso de una amiga, se siente lejos de un marido, que relativiza lo que le sucede… Pierde la ilusión de seguir adelante. Finalmente, ayudada a pesar de todo por su marido se resigna a afrontar la nueva edad que le toca vivir: la vejez. La segunda, Monólogo (Monologue), trata de una mujer, Murielle, que se encuentra sola cinco años después del suicidio de su hija. Tiene un hijo, pero éste no mantiene ninguna relación con ella. Es Navidad: su monólogo gira alrededor de las personas de su entorno contra las que nutre 23 Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. Revolución y Cultura Revolución y Cultura 24 un violento sentimiento de odio y rencor. Sufre por ello y, en el fondo, desea que Dios se apiade de ella y la ayude a vengarse de todo. La tercera, La mujer rota, que da su título al libro, trata de la desesperación y el dilema que se le presenta a Monique, una mujer de cuarenta y cuatro años que descubre repentinamente que su marido, su único amor, la engaña desde hace diez años. Ella que vivía por y para él, se siente traicionada y cae en una profunda depresión. Recuerda su vida y pasa por todos los estadios posibles: angustia, aceptación de la situación, disputas, remordimientos, denigrar a la amante de su marido, superación de sí misma, etc., con tal de no perder a su marido. Tiene la sensación de que su vida estaba asentada sobre la arena y que ahora se está desmoronando. A pesar de las amigas, las consultas a especialistas, los tranquilizantes y sus hijos, no encuentra ninguna salida a su situación y ve el futuro con miedo. en contra suya, y de emitir su juicio personal sobre él, en particular, en cartas a la autora. Está dividido en cuatro partes: «en la primera, Beauvoir examina lo femenino desde el punto de vista de la ciencia; en la segunda, reflexiona sobre el tema desde la perspectiva de la historia, en la que la mujer ha sido siempre una presencia-ausencia (salvo algunas excepciones, la mujer ha sido lo que el hombre ha querido que fuera); en el tercer apartado, estudia los mitos femeninos más antiguos y llega hasta la imagen de la mujer creada por la literatura; la cuarta parte, y última, es una reflexión sobre la vivencia femenina en las diferentes edades de la vida, de la infancia a la vejez»15. Se considera como un ensayo enciclopédico, ya que enfoca la identidad de las mujeres y la diferencia sexual desde los puntos de vista de la psicología, la historia, la antropología, la biología, la reproducción y las relaciones afectivas y sexuales. Por lo tanto, no se trataba En el género ensayístico, lo más célebre es su bien documentado, razonado, amplio y polémico análisis de la condición de la mujer en la sociedad desde tiempos inmemoriales: El segundo sexo (Le deuxième sexe), que consta de dos volúmenes publicados entre 1949 y 1950. Otros dos estudios filosóficos importantes fueron Phyrrhus et Cinéas (1944) y Para una moral de la ambigüedad (Pour une morale de l’ambigüité) de 1947. Añadiremos a esta lista dos obras más que, a nuestro entender, entran dentro de la literatura ensayística: La vejez (La vieillesse) de 1970, que se ocupa del tema –y el problema– planteado por el envejecimiento, y critica apasionadamente la actitud de la sociedad hacia los ancianos a los que abandona o desatiende; y La larga marcha (Ensayo sobre China) de 1957. Pero, volvamos a El segundo sexo que, sin lugar a dudas, fue el estudio mejor documentado y fundamentado del siglo XX sobre la mujer, y que más importancia tuvo y más influencia ejerció, no sólo sobre las que serían las futuras feministas sino sobre las mujeres en general, al menos sobre las que tuvieron acceso a él y/o tuvieron el valor de leerlo a pesar de las voces tan potentes que se elevaron de un estudio partidista sino de un análisis científico, lo que le proporcionó un valor incalculable. Era demasiado serio como para tomarlo a la ligera. Según su teoría, la mujer, entendida, de acuerdo con criterios ancestrales como un ser frívolo, caprichoso, indisciplinado o sumiso, imprevisible u obediente, cariñoso, maternal, etc., es un producto construido socialmente. Siempre se la define refiriéndose a alguna de sus funciones en la sociedad: madre, esposa, hija, hermana..., nunca por sí misma, como ser humano, nunca en término de alteridad,16 del Otro (o la Otra) en igualdad de condiciones. Demuestra que la mayoría de los rasgos de carácter que se le achacan, o más bien que se le atribuyen, no son de origen genético, sino que son un producto de la educación y de la sociedad. A partir de ahí, lo que debe emprender la mujer es construir su propia identidad específica mediante sus propios criterios. La frase lapidaria que encabeza el segundo tomo de El segundo sexo, por la que se hicieron célebres la autora y su libro, resume esta teoría: «No se nace mujer, se llega a serlo». Las congéneres que no tenían hasta entonces ninguna base sobre la que apoyarse para hacerse oír entendieron muy bien el mensaje y, a pesar de que Simone de Beauvoir había escrito el ensayo para responder a una reflexión de Sartre sobre qué importancia ha- bía tenido para ella el hecho de ser mujer, su texto empezó su peculiar andadura convirtiéndose en la «biblia del feminismo». Lo que no dejó de asombrar a su autora en aquel momento. Su obra teatral Las bocas inútiles (1945) se asemeja, en cuanto a la filosofía en ella expuesta, a su novela La sangre de los otros. El título está tomado de la expresión utilizada en las ciudades-estados italianas cuando, para evitar que viejos, mujeres y niños murieran por hambruna en caso de asedio, se les mataba. La pregunta es la misma que en la novela: ¿qué derecho se tiene a disponer de la vida de los demás? ¿de su libertad de escoger cómo morir? De 1945 data también el nacimiento de la revista Les Temps Modernes en la que Simone colabora con Sartre, su fundador y director. Había que aprovechar la postguerra para ofrecer a la juventud nuevas ideas capaces de poder representarla. La revista sería la portavoz del existencialismo –el sistema filosófico creado por Sartre y al que Simone hizo suyo–, término empleado por primera vez por el filósofo Gabriel Marcel (1889-1973). Esta corriente intelectual, saliendo de los caminos trillados de la filosofía tradicional, poseía la ventaja de ir más allá de sus propias teorías para convertirse en un modo de vida. La Francia dividida de la posguerra necesitaba una ideología que rompiera con los valores del pasado y diera sentido a la lucha. En su ensayo Para una moral de la ambigüedad (1947), Simone de Beauvoir dice: «El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el futuro y lo dirige hacia cosas con el propósito de dominarlas y darles forma. Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir»17. Por el comité de redacción de la revista pasaron antiguos compañeros de la época en que preparaban la «Agrégation» de filosofía, como Merleau-Ponty, el novio de su amiga, Zaza, y también Michel Leiris, Boris Vian y, más adelante, Claude Lanzmann, cineasta y comunista, diecisiete años menor que ella pero con quien tendría una experiencia de convivencia, después de la dolorosa ruptura sobrevenida entre ella y su «crocodile husband», Nelson Algren, datos que aparecen en su amplia y asombrosa serie autobiográfica de la que nos vamos a ocupar ahora. En efecto, su obra autobiográfica además de amplia, como decía, es asombrosa como testimonio de una época, no sólo por los hechos y las circunstancias a que se refiere y también por las personas a las que alude, sino por su propia evolución. Aunque aprendemos todavía más sobre ella y sus amores en las cartas publicadas antes y después de su muerte, el hecho de no ocultar sus diversas experiencias personales y sexuales. La libertad con que se expresa sobre todos y cada uno de los temas que trata, con su estilo particular, directo pero sin pretender herir, hace de esta suma un documento inestimable para comprender el antes y el después de la Segunda Guerra Mundial, lo que varios de sus biógrafas no han entendido del todo.18 Con Mémoires d’une jeune fille rangée (1958), inició un ciclo autobiográfico, com- pletado con La force de l’age (1960) y La force des choses (1963). Estos tres libros forman una trilogía a la que se fueron añadiendo poco a poco otros que vinieron a completar la suma de sus memorias: Una muerte muy dulce (Une mort très douce), de 1964, donde cuenta la experiencia que acababa de vivir día a día: el proceso degenerativo que había llevado a su madre a la tumba; Final de cuentas (Tout compte fait) de 1972; y La ceremonia de los adioses (La cérémonie des adieux) de 1981, dedicado a la figura de su compañero de toda una vida, con cantidad de detalles médicos e íntimos, libro que levantó una gran polémica entre los que conocieron a Sartre. Le siguen transcripciones de entrevistas, grabadas por ella en Roma en agosto y septiembre de 1974, donde Sartre recuerda momentos de su vida y aclara algunos puntos de su obra. Se la criticó mucho por haber deve-lado los últimos y lastimeros tiempos del filósofo, pues nadie entendió que el atenderle hasta el final era un nuevo testimonio de su indefectible lealtad. Concluía así: «Su muerte nos separa: Mi muerte no nos reunirá. Es así: ya es hermoso el que nuestras vidas hayan podido estar bien avenidas durante tanto tiempo.19» Dentro de este apartado, puesto que se trata de memorias, habría que al menos apuntar Norteamérica día a día (L’Amérique au jour le jour) de 1948, escrito después de sus primeros viajes a través del gran país de origen único a quien llamó su «marido»: Nelson Algren. Entre la publicación de Los mandarines y la de Memorias de una joven formal, Beauvoir se implica en las manifestaciones contra la Guerra de Argelia –es radicalmente antigaullista–, y se transforma en una militante muy activa que no ceja en tomar la palabra en mítines contra el Referéndum de 1958, y que firma el Manifiesto de los 121, es decir, de los intelectuales que se oponían a la Guerra de Argelia. Durante ese año escribe un diario que se titularía Diario de una derrota (Journal d’une défaite). Mientras tanto, está preparando su autobiografía que le ocupa bastante tiempo. Siempre había querido escribir sobre sí misma, no por un sentimiento de narcisismo, sino porque recordar sus experiencias la hacía sentirse viva. Estaba alcanzando los cincuenta años, edad muy dura para ella porque 25 Revolución y Cultura no se sentía vieja y le costaba mucho leer en la mirada de los demás que así la veían. En un primer momento sólo pensó escribir sobre esa etapa tan esencial para todo ser humano que es el paso de la infancia a la adolescencia de ésta a la edad adulta aún en plena juventud, con los conflictos que estos cambios suscitan tanto desde el punto de vista físico como emocional e intelectual. Sin embargo, el éxito de las Memorias de una joven formal (Mémoires d’une jeune fille rangée), publicadas en 1958, así como el voluminoso correo que recibió a raíz de su publicación, la animaron a seguir con un segundo, y luego con un tercer volumen que cierra la trilogía, aunque más tarde le añadiría un cuarto volumen que remataba por completo la serie. Memorias de una joven formal está dividido en cuatro partes, siguiendo un orden cronológico estricto: infancia, adolescencia, estudios superiores y el año 1929, que marcó el resto de su vida. Son el relato marchas embriagadoras, sola, la amistad a la que da un precio muy elevado y que siempre cultivará a pesar de que algunas provoquen inter-ferencias en su pacto con Sartre. Así se va configurando la «familia» que siempre les acompañará con más o menos miembros. Poco a poco, y aunque ella en aquella época manifiesta su desinterés, por la política el tono, se va ensombreciendo, 1939 marca un antes y un después. Ella misma confiesa: «En 1939 mi existencia basculó de una manera igual de radical: la Historia se apoderó de mí para no soltarme jamás; por otra parte, me comprometí a fondo y para siempre con la literatura».21 «La desgracia había irrumpido en el mundo: la literatura se me había hecho tan necesaria como el aire que respiraba.22» La fuerza de las cosas (La force des choses) ve la luz en 1963. Durante los tres años que separan este tercer volumen de sus memorias de los que lo preceden, del fracaso social de su familia, ya que la dote prometida a su padre por su abuelo materno no le es entregada a causa de la quiebra de sus negocios lo que provoca un cambio total de estilo de vida y la amargura de sus padres; sigue la etapa del colegio con su amiga Zaza y su hermana Hélène; su emancipación al llegar a la universidad, donde conoce a nuevos compañeros; y se cierra en su encuentro con Sartre y la muerte de su mejor amiga de la infancia y de la adolescencia, Zaza, que le deja un amargo sabor pues había sido víctima de su propia familia y de la mentalidad burguesa a la que ella no pensaba doblegarse: «durante mucho tiempo pensé que yo había pagado mi libertad con su muerte»20. La fuerza de la edad (La force de l’âge) va desde 1929 a 1944, es decir, desde el principio de su unión con Sartre a la Liberación de Francia. Este segundo volumen está dedicado al propio Sartre. Se trata de otra obra intensa, a la manera de como ella vivía. Se da cuenta de que las personas de las que va hablar pueden verse incomodadas por su sinceridad y decide ponerles seudónimos. Empieza con la euforia de esa libertad con la que ella toma la medida de todo y lo quiere conocer todo, hasta los excesos. Por primera vez conoce el Mediterráneo, el sol, las largas su compromiso político se ha afirmado aún más –siempre acompañada de Sartre. La Guerra de Argelia, después de numerosos atentados termina con los acuerdos de Évian el 18 de marzo de 1962. Ella y Sartre habían sido amenazados de muerte por apoyar la causa de la independencia. De su vida personal desaparecen muchas antiguas amistades: Camus muere en un accidente de coche, MerleauPonty desaparece, ella deja de vivir con Lanzmann, Algren vuelve, pero la ruptura definitiva no se hace esperar. Se multiplican los largos viajes a países donde se les invita y recibe como personalidades: Cuba, Brasil, la URSS (donde volverán varias veces), la China de Mao, a la que dedicó un ensayo admirativo: La larga marcha: ensayo sobre China (La Longue marche: essai sur la Chine), que fue objeto de polémica cuando se les reprochó a ella y a Sartre su opción política demasiado cercana al maoísmo, sobre todo durante las jornadas del mayo de 1968. Este tercer volumen va de 1944 a 1962. «El tema unificador es, justificando el título, la invasión creciente y definitiva de la ‘fuerza de las cosas’ en la historia personal.23» La primera parte trata desde la Liberación hasta 1952. La segunda narra su apertura al mundo a través de los viajes con Lanzmann y con Sartre, unas veces todos juntos, otras veces ella con Sartre, solamente; y la Guerra de Argelia. En ciertas ocasiones, cuando se quiere referir a momentos difíciles que está atravesando su relación con Sartre, recurre a extractos de su diario íntimo. Amistades A la derecha, Simone de Beauvoir y Sartre en un encuentro con el Che, durante su visita a La Habana. Revolución y Cultura 26 nuevas se mezclan con las antiguas, pero el tono se vuelve cada vez más nostálgico ya que la vejez, a la que odia, se aproxima y esta mujer que amó tan apasionadamente la vida, deja traslucir cierto desencanto. Termina el libro con una frase que generará muchas polémicas: «Vuelvo a ver aquel seto de avellanos que el viento removía y las promesas con las que enloquecía mi corazón cuando contemplaba esa mina de oro a mis pies: toda una vida por vivir. Volviendo una mirada incrédula hacia aquella crédula adolescente, mido con estupor hasta qué punto he sido engañada.24» Pero hay personas que la necesitan, la buscan y terminan por convencerla para que las ayude: el colectivo feminista. Su vida va a dar un nuevo giro que ella ni siquiera había sospechado, como lo había manifestado en varias ocasiones en sus cartas a Algren, en particular, cuando escribió El segundo sexo. Ya vimos que durante la Guerra de Argelia se había volcado en la militancia activa junto a los defensores de la independencia de la entonces colonia francesa. De la misma manera veremos cómo respondió a la llamada de las mujeres que reconocieron en ella a una líder en su lucha por la emancipación. Después de mayo del 68, nace una vanguardia de mujeres que piden a Simone de Beauvoir que se comprometa con ellas. Decide que su compromiso no es ya sólo la escritura, sino la acción. La iniciativa del MLF, en contra del parecer de todo el mundo, la seduce, porque esas mujeres demuestran que tienen la voluntad de ir hacia adelante, porque ellas siguen las ideas sembradas en el 68: Cambiar la vida hoy. No apostar por el futuro sino actuar sin esperar. Simone, entonces, se involucra ideológica y físicamente más que nunca: está presente en todos los frentes donde sabe que su nombre puede abrir puertas o salvar a esas mujeres jóvenes de ser arrestadas. Denuncia con ellas la Ley de 1920 contra el aborto: para ello, firma de nuevo otro Manifiesto el de las 343, mujeres célebres que confiesan haber abortado –aunque confesó más tarde que nunca había recurrido a ello, pero que sabía que su nombre tenía peso y ayudaría su nueva causa–; pide la rehabilitación de las madres solteras, denuncia la violación. Ya durante la Guerra de Argelia, en el diario Le Monde había publicado con Gisèle Halimi la defensa de Djamila Boupacha, una argelina musulmana y colaboradora del FLN que había sido salvajemente torturada y violada por soldados franceses. De nuevo en 1972, en el juicio de Bobigny, defiende a una menor a la que se juzga por haber abortado tras haber sido violada. Este proceso fue decisivo para la despenalización del aborto. En 1973, en la revista de Les Temps Modernes, abre una sección titulada «Le sexisme ordinaire», como tribuna para exponer las nuevas reivindicaciones de las mujeres; y también colabora en otra: Questions féministes. A partir de 1981, trabaja por primera vez con el gobierno, al lado de la nueva ministra de los derechos de la mujer, Yvette Roudy, con el fin de mejorar la legislación a favor de las mujeres. Hasta su muerte no dejaría de luchar. La lucha había evolucionado mucho desde que escribiera su Segundo sexo. Ya no se hablaba de emancipación o de derecho al aborto, lucha ya casi ganada, sino de igualdad de diferencia, algo con lo que no se podía ni siquiera soñar en 1949. Simone de Beauvoir, adicta a la escritura cotidiana, se tomaba su tiempo para verter en cartas experiencias y comentarios. Fue una gran escritora epistolar. Por eso no podemos dejar de dedicarle al menos un apunte a esa peculiaridad suya y de su «familia». Mantuvo una abundantísima correspondencia con su «amor necesario», «sus amores contingentes» y sus amigos. Con Sartre, durante gran parte de su vida, fue una correspondencia diaria en los dos sentidos. Con su primer amor «contingente», Jacques-Laurent Bost, se escribió también durante un tiempo muy frecuentemente. Con su «crocodile husband», ya que a pesar de que hablaba el inglés con un acento execrable, lo escribía en cambio con fluidez, mantuvo una relación epistolar extremadamente rica. En los últimos años, se ha recuperado una colección de sus cartas a Violette Leduc, de 1945 a 1972, aunque, en este caso la relación terminó bastante mal. Ella, que temía tanto la soledad y la vejez, no se quedó sola después de la muerte de Jean-Paul Sartre. En 1960 había concedido una entrevista a una estudiante de filosofía de diecisiete años que le había escrito una carta llena de admiración, hecho extraño ya que odiaba que la molestaran en su intimidad si ella no daba el primer paso. Se trataba de Sylvie Le Bon. Se estableció entre ellas una relación muy estrecha que, en La fuerza de las cosas Simone califica de «amistosa», «amorosa», «filial», semejante a la que la había unido cincuenta años antes a Zaza. Finalmente, al igual que hiciera Sar- 27 Revolución y Cultura tre, que había adoptado a Arlette Elkaïm, quien lo había acompañado y ayudado en su última etapa, Simone de Beauvoir convirtió a su joven amiga, filósofa como ella, en Sylvie Le Bon de Beauvoir, hija adoptiva y heredera de su obra literaria y de todos sus bienes. En cierta ocasión le había comentado a Sartre lo que se decía de ella como mujer: «Por ejemplo, se me ha reprochado mucho el no haber tenido hijos, mientras que nadie se lo ha reprochado a usted, aunque sea tan normal para un hombre como para una mujer tener hijos y se los pueda querer tanto siendo padre como madre. Pero el reproche ha caído sobre mí porque se piensa que una escritora es, ante todo, una mujer que se distrae escribiendo, lo que no es cierto, porque es el conjunto de una vida estructurada por y sobre la escritura y, por tanto, aquello implica montones de renuncias, montones de elecciones también, y éste ha sido mi caso. He vivido verdaderamente en la medida en que quería escribir.25» De esta manera, ella, que había dedicado toda su vida a la escritura y había prescindido de la maternidad, quiso también tener descendencia, Tumba de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir Notas 1 Aunque a lo largo de su vida no se la reconoció como tal –probablemente por culpa suya– ya que, en sus escritos sobre filosofía, siempre ponía a Sartre por delante. En la actualidad sin embargo, se piensa de modo muy diferente, por su capacidad de raciocinio y su visión personal del existencialismo considerado como una teoría exclusivamente sartreana, sobre todo después de la publicación del estudio Simone de Beauvoir. Una filósofa del siglo XX, de María Teresa López Pardina (Cádiz: Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998), de la entrevista con Gandillac en Beauvoir dans tous ses états, por Ingrid Galster (París: Tallandier, 2007) y la petición que hizo la filósofa y feminista española Amelia Valcárcel, en su intervención en las jornadas «Beauvoir en su centenario», que tuvieron lugar en el Instituto Francés de Madrid del 25 al 28 de mayo de este año de 2008, de incluirla en la lista de los grandes filósofos del siglo XX. 2 Registrada como Simone Lucie Ernestine Marie, Bertrand de Beauvoir. 3 Elisabeth Lacoin, de una familia de la alta burguesía, cuya madre, de mentalidad muy estricta, ve con malos ojos la amistad de su hija con Simone, de una familia venida a menos y, a su juicio demasiado libre, así como a su pandilla de filósofos. Zaza, enamorada de Merleau-Ponty que está a punto de pedir su mano, de repente, ve cómo éste deja de frecuentar su casa y de verla: es que la señora Lacoin había descubierto que era hijo ilegítimo lo que impide el matrimonio. Merleau-Ponty desaparece y Zaza es hospitalizada con una fiebre muy elevada; pronto cae en coma y muere. Simone, a quien ni su compañero ni Zaza habían descubierto la verdadera razón de la huida de él –lo supo muchos años más tarde- siempre quiso escribir un libro sobre su amiga como víctima de la hipocresía de su clase. (Stjepanovic-Pauly, Marianne, Simone de Beauvoir, une femme engagée, París: Editions du Jasmin, Revolución y Cultura 28 2007, p.p. 65-66). La traducción es mía así como, en adelante, la de los extractos de textos cuyo título está citado por una edición francesa. 4 Ibid., pp. 49-50. 5 El que le daría el apodo de «Castor» traducido del inglés beaver (pronunciación aproximada de Beauvoir en este idioma) «porque no para de trabajar, de activarse y de animar a los demás a hacer lo mismo» (Ibid., pp. 58-59). 6 Según Gandillac, ella debía de haber obtenido la mayor calificación, pero el tribunal se la otorgó a Sartre porque era la segunda vez que se presentaba, a pesar de que la calidad de los ejercicios de los dos candidatos podía evaluarse como equivalente. 7 Su «vida en común» duró dos años pero nunca dejaron de verse ni de escribirse, siendo el/la confidente el uno de la otra y viceversa, de un modo, incluso, en ciertas ocasiones calificado de escabroso por estudiosos de sus correspondencias respectivas; siguieron leyendo y comentando los trabajos de cada uno; ella no dejó nunca de estar a su lado ni de hacer de correctora de los textos de Sartre, tarea que él encontraba fastidiosa, a pesar de vivir otras relaciones como, por ejemplo, la gran pasión de Simone por el periodis ta norteamericano Nelson Algren, o su convivencia con Claude Lanzmann. 8 L’invitée, París: Gallimard, Collection Folio, 1943, p. 503. 9 Lleva el nombre de su hermana pequeña, aunque el carácter del personaje no corresponde en absoluto con el de Hélène de Beauvoir, pintora y especialista en grabados. 10 Le sang des autres, París: Gallimard, 1945, p. 244 y 310. 11 Hecho que fue muy mal acogido por su «crocodile husband», como llamaba a Nelson Algren, de parte de su «frog wife» –así la llamaba él. (M. StjepanovicPauly, op. cit., p. 132). 12 Larsson, Björn, La réception des Mandarins: le eligiendo a quien estimaba que lo merecía intelectualmente, a alguien a su imagen, de alguna manera, filósofa, escritora y mujer. En la actualidad, Sylvie Le Bon de Beauvoir se encarga de clasificar, seleccionar, editar y publicar los inéditos de su madre adoptiva. Con ocasión de este centenario, ha tenido que participar en entrevistas de radio y televisión y ha copublicado o prologado estudios sobre Simone de Beauvoir. Simone murió el 14 de abril de 1986, en París, y está enterrada en la misma tumba que su compañero de toda una vida, en el cementerio de su barrio de siempre: el Cementerio de Montparnasse. roman de Simone de Beauvoir face à la critique littéraire en France, Lund, Suecia: Lund University Press, Études romanes de Lund, 1998. 13 Les belles images, París, Gallimard, Collection Folio, 1966, pp. 180-181. 14 Ibid., p. 8. 15 Monteys, Mónica, Qué leer, 111, junio de 2006. 16 Este término aplicado a un ensayo de género era completamente nuevo. 17 Citado por Mónica Monteys, op. cit. 18 Hablamos de la extensa biografía cuya autora es Deidre Blair (Simone de Beauvoir, París, Fayard, 1991) parece no haber entendido siempre muy bien la mentalidad de los franceses que habían vivido esa guerra e interpretó algunas declaraciones de Simone de Beauvoir de manera errónea, sobre todo en lo concerniente a su postura y a la de Sartre y de algunos de sus amigos durante la guerra. Lo demuestra Ingrid Galster en op. cit., p. 13. 19 La cérémonie des adieux, París: Gallimard, 1981, p. 176. 20 Mémoires d’une jeune fille rangée, París: Gallimard, 1958, p. 503. 21 La force de l’âge, París: Gallimard, 1960, p. 409. 22 Ibid., p. 693. 23 Deguy, Jacques y Le Bon de Beauvoir, Sylvie, Simone de Beauvoir. Écrire en liberté, París: Gallimard, 2008, p. 68. 24 La force des choses, París: Gallimard, 1963, p. 508. 25 Lamas, Marta, «100 años de Beauvoir», en El País, jueves 24 de enero de 2008. MEMORIA, TIEMPO Y ESPACIO PARA SANDÚ DARIÉ Israel Castellanos León Es una tradición bien arraigada celebrar aniversarios cerrados de personalidades de la cultura artística. El centenario de sus natalicios, sobre todo, constituye una ocasión muy señalada para desempolvar obras y exhumar memorias. En tales homenajes se inauguran exposiciones retrospectivas –más aún si se trata de un artista visual– y se publican textos alegóricos. Son momentos de recordación, pero también de aprendizaje. Los más nuevos aprenden sobre figuras célebres que muchas veces eran simples referencias en sus vidas o estudios. Y todos, jóvenes o de edad madura, neófitos o connaisseurs, aprenden algo más acerca de notabilidades artísticas que para la fecha suelen estar sepultadas, no solo en el plano físico. La efeméride se hace oportuna, entonces, para su resurrección… espiritual. Con este ánimo, se puede recurrir al testimonio de creadores que han compartido –en este caso, con Sandú Darié– determinados logros y avatares en la praxis artística. Y que no lo invocan: lo evocan a través del recuerdo. Son revelaciones frescas, no saberes empolvados en catálogos, periódicos y revistas; ni conocimientos reciclados por una investigación casi arqueológica. Son visiones nuevas, tributadas por testigos y participantes de privilegio: Pedro de Oráa, Lesbia Vent Dumois y Augusto Rivero. Conociendo al artista y al ser humano Pedro de Oráa fue el primero de ellos en conocer a Darié. El hecho ocurrió a inicios de los pasados años cincuenta, en «el ambiente caótico de la Feria del Libro que se celebraba en el Parque Central de La Habana».1 Este pintor recuerda que notó «en la esquina donde convergen Zulueta y San José, la discreta ubicación de un ‘stand’ improvisado con una simple mesa y dos o tres palos encima que sostenían una enorme oreja de cartón (La Oreja era el apelativo con el cual se le reconocería), y un cuadro pintado sobre cristal y por ambos lados, de clara traza abstracto-tachista: dos elementos extraños colocados sin duda para llamar la atención». «A mi pregunta sobre el origen del cuadro», prosigue Oráa, «el dueño de aquel tinglado (el crítico Joaquín Texidor) me aclaró que se trataba de una obra de Sandú Darié, pintor rumano radicado en Cuba, y me lo presentó de inmediato, pues estaba a mi lado. Por supuesto, de este encuentro no ‘nacería una amistad sin término’, como es usual retorizar en los anecdotarios biográficos. Nuestra relación de confraternidad y de trabajo se afirmaría más tarde». Y esboza Oráa un retrato psicológico de Darié: «Era un hombre afable, comunicativo, a pesar de esa distancia característica del europeo con el otro. Entra en el país en 1941 y en 1945 adopta la ciudadanía cubana. Su ‘aplatanamiento’ fue rápido y franco. Respetaba y se hacía respetar. Sepultaba aquella distancia en una elegancia natural, espontánea, de 29 Revolución y Cultura Sandú Darié joven. Foto, cortesía de Rufino del Valle. Revolución y Cultura maneras asimiladas en la experiencia mundana y en la cultura aprehendida sin ‘alfileres’. Tenía cierta afición aventurera: había sido caricaturista en su estadía neoyorquina y a su arribo a la Isla estableció una fábrica de perfumes». De estos episodios tuvo noticias Oráa a través de allegados y por la cronología bioartística de Darié. «Nunca abordamos su hacer anterior en nuestras conversaciones. No hablaba de ello», acotó el también crítico de arte. No obstante, el espíritu emprendedor de Sandú como hombre de negocios no era un secreto. Así, un recorte de prensa de 1958 refirió la creación de la entidad Relaciones Públicas-Publicidad D&D, radicada en el Retiro Odontológico, en el Vedado. La primera D correspondía a David, apellido del humorista gráfico Juan, y la segunda concernía a Darié, quienes eran presidente y vicepresidente, respectivamente, de aquella agencia publicitaria. Lesbia Vent Dumois no recuerda el momento preciso en que conoció personalmente a Sandú Darié, «pero no fue antes del Primer Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Tomo esta fecha de referencia por el privilegio de haber departido con él en la dirección del Ejecutivo fundador de la Asociación de Artistas Plásticos, a partir del año 1961. Desde entonces entablamos una relación que se convirtió en verdadera amistad». 2 El trabajo en aquella asociación, que hoy preside esta pintora y grabadora, no fue el único campo para estrechar vínculos. Además de compartir intereses por la creación artística, eran vecinos bastante cercanos. Darié vivía en un edificio situado en Línea, esquina a 4, en el Vedado. Lesbia y Carmelo González –quien también formaba parte de la mencionada directiva–, residían a una cuadra de allí, en Calzada y 4. Y tenían un taller en Calzada y 8, en diagonal a la Casa de la Cultura de Plaza, otrora Lyceum Lawn Tennis Club, donde Sandú había realizado su primera exposición personal en Cuba, de corte abstracto como sugería el título: Composiciones (1949). Lesbia también puntualiza que la proximidad y confianza no hizo que Sandú obviara sus maneras educadas, respetuosas. Previa llamada telefónica, durante varios años visitó asiduamente aquel taller, 30 donde dialogaba con Carmelo, a veces unos minutos solamente y por la mañana. «En las tardes iba por casa, antes de hacer su recorrido por los teatros, o ir a conciertos, o pasear por el Vedado en su ligera motocicleta, mientras pudo». Fue algunos años después (1976) cuando el arquitecto Augusto Rivero conoció a Darié, por mediación de Sergio Fernández Barroso, compositor cubano con quien Sandú había realizado espectáculos que vinculaban dinámicamente la música y las imágenes, el sonido y el color. Ahora bien, más que un encuentro, el de Rivero y Darié pareció un desencuentro. Augusto quería invitarlo a colaborar con él y otros especialistas en un «equipo multidisciplinario para el concurso del Monumento a la Rebelión de los Esclavos, en Triunvirato, Matanzas. Pero Sandú no pudo participar con nosotros, porque se había comprometido con el colectivo del arquitecto Friguls». 3 Más adelante, no solo trabajaron juntos en varias ocasiones. También se identificaron espiritualmente, asegura Rivero: «Darié me contó que llegó a Cuba en 1940 (año en el cual nací) y que trabajaba como procurador legal en la zona de San Luis, Santiago de Cuba (pueblo donde nací). Al conocer estas coincidencias, Sandú me demostró mucho más aprecio y quiso conocer a mi familia, lo cual nos acercó afectivamente. Descubrí su desbordante humanismo e incansable capacidad creativa y de ayuda a los que consideraba talentos; sentimientos que desarrolló, según él, a partir de los padecimientos y persecuciones que sufrió durante la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, por las vicisitudes que pasó para convertirse en el creador que tanto ansiaba ser». Graduado de Derecho en el París de 1932, Sandú siguió viviendo allí, publicó caricaturas antifascis-tas en diarios franceses y en 1940 se enroló como voluntario en el ejército galo. Como muchos intelectuales judíos que escapaban del fascismo, emigró luego a América, y específicamente a Cuba. Varias fuentes coinciden en que este hecho acaeció en 1941. A más de crear para proyectos en común, Darié creó especialmente para Rivero una vez: «El día del campesino (17 de mayo) de 1979, el grupo de teatro aficionado El Cencerro estrenó una obra en el patio ubicado frente al comedor del Ministerio de Cultura. Se titulaba La hija de Jacinto, estaba escrita por Félix de la Paz, y dirigida por Pablo Bauta, quien también actuaba en esta pieza teatral de tema campesino, donde yo representaba a un padre «machista» que no aceptaba el noviazgo de su hija. Era un ‘enredocomedia’. «Sandú Darié estaba presente, nos felicitó a todos y en particular a mí», afirma Rivero, «porque se asombró de mis cualidades histriónicas. No sabía que antes de estudiar arquitectura, yo había estado en el Teatro Universitario. Al otro día me entregó una obra, realizada por él en técnica mixta, donde recreaba una escena de la obra, en la cual aparecemos todos los que actuamos». La creación a que alude Rivero fue realizada por Sandú con tinta de plumón y crayola sobre papel. Tiene la informalidad del apunte hecho con rapidez. Pero, muy a tono con el género de la pieza El árbol rojo, escultura de Sandú Darié. Cortesía de Rufino del Valle. escenificada, posee también la síntesis y gracia de la caricatura personal, el aliento del dibujo humorístico, que al parecer Darié no había abandonado, y sigue siendo un preterido campo de su práctica artística. El hacer en común estrechó uniones En las visitas vespertinas que hacía a casa de Lesbia, Sandú «solía comentar las últimas noticias recibidas del mundo intelectual internacional, o contarme sus nuevas ideas, que por años le escribí en una libreta. Esos conceptos formaron una curiosa libreta de bocetos. Algunas ideas fueron realizadas y otras quedaron como referencias para futuros proyectos». Su colaboración con Darié incluyó asimismo la materialización de objetos, como sigue desentrañando la también curadora Vent Dumois: «Recuerdo su interés por la investigación de los juguetes populares cubanos, así construimos pelotas con cajetillas de cigarro, pitos de lata, hicimos bocetos de los juegos que se fabricaban con chapas de botellas, o los gráficos de los juegos del pon o de las bolas». Lo relacionado por Lesbia es otra muestra de la visión lúdicra que tenía Sandú, quien no divorciaba arte y vida, y concedía gran valor al impacto social, participativo, de su obra. Este carácter interactivo partía muchas veces desde el gestar la pieza en colaboración con otros artistas, lo cual no resultaba nada extraño en un creador que poseía el sentido de trabajar en equipo, y se integró a varios colectivos de creación. Oráa fue uno de los gestores de la agrupación Diez Pintores Concretos Cubanos, de la cual formó parte Sandú Darié en 1960. Ahora bien, este creador era, a juicio de Oráa: «un ‘adelantado’ del concretismo cuando se integró al grupo. Desde 1949 mantenía contacto con el fundador de Arte Madi, Gyula Kosice, y era invitado a exponer en el colectivo argentino desde esa época. Incluso publica en las páginas de la revista Arte Madi sus ideas acerca del movimiento». Oráa abunda en torno a la condición de aventajado de Sandú: «En 1956, un año antes de inaugurarse la galería Color-Luz, que fuera el espacio histórico de los Diez Pintores Concretos Cubanos, Darié realiza una exposición de sus Estructuras transformables en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, y participa en la exhibición MADI Internacional en las galerías Bonino de Buenos Aires, y Roland de Aenlle de Nueva York». Y en 1958, un año antes de la fundación oficial del colectivo Diez Pintores Concretos Cubanos, «Sandú consolida sus vínculos con el grupo argentino del Movimiento MADI Internacional al participar como uno más de sus integrantes en una extraordinaria exposición antológica realizada en la galería parisina Dense René, reconocida a nivel mundial entre las más importantes defensoras de la plástica abstracto-concreta y cinética». Pedro de Oráa hace una digresión para precisar: «Muchos inquieren sobre el significado de la palabra MADI. A este propósito, el artista uruguayo Carmelo Arden Quin, co-fundador del movimiento, se arrogaba la invención del nominativo arguyendo que estaba compuesto con las iniciales silábicas del 31 Revolución y Cultura Espacios ondulantes, 1984. Murales de acero policromado. (Foto de Antonio López.) término materialismo dialéctico.» Y concluye Oráa este oportuno repaso históricoartístico reconociendo que: «En verdad, son los miembros del ala joven de los Diez Pintores Concretos Cubanos quienes se nutren del ejemplo y el magisterio de Sandú, junto a las presencias además de Luis Martínez Pedro y Loló Soldevilla. Darié intensificará su versátil capacidad creadora e inventiva, aún después de disuelto el grupo en 1961». Este potencial creativo tan mutable como sus estructuras cinéticas, espaciales, lumínicas, pictóricas, escultóricas, es el que Darié pondría a contribución en los diseños ambientales en que tomó parte desde la década siguiente. Un campo de creación donde no siempre tuvo fortuna, como recuerda Rivero: «En 1978, Sandú participó en el equipo que acometió las restauración del Círculo Social Obrero Julio Antonio Mella, cuyas áreas exteriores fueron encomendadas al arquitecto Agustín Lugones, y a mí se me asignó el área de juegos infantiles. Darié trabajó conmigo, diseñando unas excelentes esculturas-juguetes con sus acostumbradas características: color, luz, cinetismo. Para fatalidad de la cultura nacional, las áreas infantiles nunca se llegaron a realizar». Un año después, y dirigido por el arquitecto Fernando Salinas, Rivero comenzó a trabajar en la Dirección de Artes Plásticas y Diseño del flamante Ministerio de Cultura. «Allí se me encarga la primera experiencia de lo que hoy llamamos ‘ambientación’. Era para el Palacio Central de Pioneros Ernesto Ché Guevara, cuyo proyectista principal fue el arquitecto Néstor Garmendía», rememora Augusto y prosigue: «Al entrevistarme con él, para conocer sus criterios, me plantea que siempre había pensado que a la entrada del Palacio debía ir una escultura cinética, que los niños pudieran mover y jugar con ella. Enseguida pensé en Sandú, y Néstor estuvo de acuerdo. Así fue cómo surgió el excelente y afamado Revolución y Cultura 32 Árbol Rojo (1981), realizado con la colaboración del ingeniero estructural Mario Durán». Y poco después Salinas, quien estaba a cargo de la ambientación general del hospital Hermanos Ameijeiras, «encargó a Darié los dos espectaculares murales escultóricos del vestíbulo principal: El Día y La Noche. Se trabajó en estrecha relación con el compositor Juan Blanco, y se logró un sonido ‘concreto’ que se trasladaba de un extremo a otro del vestíbulo, del día hacia la noche. Por desgracia y abandono, este sonido no existe desde hace mucho tiempo», lamenta Rivero. Contribución de Sandú Darié al arte cubano Según Oráa: «No obstante la significativa colaboración de Darié con los MADI, estimo que su acción creadora más relevante la efectuó aquí, en Cuba, con sus numerosos proyectos de arte concreto de función social: murales e instalaciones estructurales móviles o estáticas, emplazados en la capital y en el interior del país, que hoy podemos apreciar en toda su extraña y vibrante belleza. ¿Qué mejor legado?» El espacio era fundamental en toda la creación de Sandú, quien emplazó la Fuente lumínica (1968) en la Escuela Nacional de Arte, las Torres lumínico-cinéticas (1970-1972) en el Parque Lenin, las Construcciones (1977) en una esquina de la intersección Cuatro Caminos, la Columna de la vida (1986) en el Instituto de Ingeniería y Biotecnología, entre otras esculturas ambientales asociadas a edificaciones o espacios urbanísticos. Rivero menciona y valora otras que culminó Darié, y recalca su pesar por las que no pudieron verificarse: «Con la Dirección de Artes Plásticas y Diseño, Sandú realizó varios proyectos, algunos ejecutados y otros no. Entre los primeros se encuentra un inteligentísimo mural exterior en la textilera de Wajay, uno realiza- do con bandejas de aluminio para el comedor de la misma hilandería, y otro en cemento directo para el Círculo Social Obrero José Luis Tasende». «El último trabajo en que trabajé con él», repasa Rivero, «fue para el concurso del Monumento a la Clandestinidad en un parque infantil realizado a principios del triunfo de la Revolución, en el perímetro delimitado por las calles 23, 25, 30 y 32, en el Vedado. Allí se había demolido un edificio que estaba vinculado al tétrico Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC)». Rivero confiesa que «la brillante idea surgió de Sandú: mantener el parque infantil como máximo homenaje contrapuesto a tan sanguinario sitio, y construir seis inmensas luminarias-laberintos (una por cada provincia existente durante la lucha clandestina), donde una luz central se proyectaría por todas las aberturas del laberinto y por su parte superior. De modo tal que durante el día fuera un juego más, y de noche se expresaran como gigantescos ‘petardos’ en explosión, uno por cada provincia, distribuidos de manera que fueran visibles desde cualquier punto de las calles circundantes, y se mantuvieran todos los elementos existentes en el parque». Ese proyecto no resultó premiado. Se perdió su realización, pero no su matriz. Rivero conserva los dibujos originales hechos por Darié y la maqueta –ahora dañada– que presentaron al concurso. «He pensado que, algún día, se podrá construir uno de esos elementos luminaria-petardo en homenaje o como merecido monumento a Sandú Darié, tal vez en el cementerio judío de Guanabacoa, donde reposan sus restos». Allí, donde yacía su esposa, fue sepultado también con suma discreción Sandú Darié Laver, a los ochenta y tres años de edad (1908-1991). Un autor cuya «contribución al diseño ambiental en Cuba es innegable y prolífera, pues realizó numerosas obras para la arquitectura y el urbanismo. También participó activamente en decorados y escenografías de espectáculos, teatro y ballet. Basta recordar el galardonado ballet Plásmasis, con su espectacular e inteligente escenografía», agrega Rivero. Sandú Darié incursionó además en la cerámica. Recibió mención de honor en el Octavo Salón Nacional de Pintura y Escultura (1956). Disertó sobre artes visuales, y sobre todo acerca de la abstracción, tendencia en la que fue un paradigma para la América Latina. En los años cincuenta del siglo pasado, la importante revista cubana Noticias de Arte lo tuvo entre sus editores. Y en la década siguiente laboró como director de cine en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), donde realizó varios documentales, de carácter experimental y didáctico, aunque también filmó un animado: El vuelo cósmico (1967). A más de la faena colectiva que demanda la creación cinematográfica, debieron atraerlo las posibilidades del cine para trabajar con la imagen, el sonido y el movimiento. Pero el audiovisual se sintió igualmente atraído por las potencialidades de la obra de Darié. Así, cuando al entonces bisoño realizador Enrique Pineda Barnet le entregaron unos rollos de película vírgenes donados al ICAIC, se le ocurrió filmar los experimentos visuales y sonoros de Sandú, quien aceptó complacido la propuesta de su colega. De esta complicidad creativa, y tras un prolongado rodaje en casa de Darié, salió de la mesa de montaje Cosmorama (1963-1964), corto experimental de unos cuatro minutos promovido como «filme de arte», en el que intervinieron además el fotógrafo Jorge Haydú y el editor Roberto Bravo. Un par de años más tarde (1966), Sandú inauguró una muestra homónima en el Museo Nacional, Palacio de Bellas Artes. Más que una obra específica, Cosmorama era el nombre genérico de un conjunto de experimentos cinéticos iniciados hacia 1960. «Existe una imperdonable deuda con la figura de Sandú Darié, uno de los más importantes creadores de las artes visuales cubanas del siglo XX. Está reconocido como uno de los fundadores del arte cinético internacional. Es injustificable que, desde su fallecimiento, apenas se haya mencionado. Es como si no hubiera existido», asevera Rivero, quien de seguido realiza otra propuesta: «Considero que Sandú merece ser reconocido como Premio Nacional de Artes Plásticas Post Mortem». La Estructura Transformable (1956) de Darié y su cocreación audiovisual Cosmorama estuvieron inclui- Columna de la vida. Cortesía de Rufino del Valle. 33 Revolución y Cultura En esta página, arriba: Maqueta de El Día. Al centro: Proyecto con Augusto Rivero para el área infantil donde estuvo una sede del BRAC. (Foto: Rufino del Valle). Y abajo: Una de las columnas en Cuatro Caminos. Foto de 1984 realizada por Antonio López. En la página siguiente, arriba: El Día. Foto actual tomada por Rufino del Valle. A la izquierda, Maqueta de área infantil en el espacio de un edificio del otrora BRAC. Abajo: Vista parcial de Cuatro Caminos, ambientación urbanística del arq. Rafael González de las Peñas y el escultor Sandú Darié. Foto de los años 80. Y a la derecha, una estampa de Darié, sin otros datos, que regalara a Lesbia Vent Dumois. (Cortesía de esta creadora.) Revolución y Cultura 34 das en la antología internacional Lo(s) cinético(s): una gran exposición inaugurada en 2007 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, y conformada por ochenta obras realizadas por cuarenta y cinco autores de varias partes del mundo. En esta exhibición donde el cinetismo implicaba el uso del movimiento y la ilusión óptica en el arte desde fines del siglo XIX hasta el año 2006, Sandú expuso nuevamente con el ya mencionado Gyula Kosice y otro argentino: Julio Le Parc. Con este último artista, Darié había colaborado en una intervención en un parque del Vedado, durante la Segunda Bienal de La Habana (1986), en la que ambos fueron invitados especiales. Aquella Estructura…pertenece a la colección de nuestro Museo Nacional de Bellas Artes, que por el centenario del natalicio de Sandú ha previsto una muestra retrospectiva: ocasión propicia para mostrar otras creaciones y aristas de Darié, ya representado en las salas permanentes de arte cubano de esa institución. Es loable que no haya pasado por alto una fecha tan simbólica. Pero quizá la consagración mejor del artista sea a través del estudio más sistemático de su proteica creación, así como la más amplia difusión de su universo creativo, sin depender de hechos puntuales y espaciados como la celebración de aniversarios. Todo ello, unido a la realización de ciertos proyectos de ambientación que Darié no pudo hacer en vida, y la restauración de aquellos materializados pero incompletos por los desperfectos sufridos. Notas 1 Pedro de Oráa. La Habana, 31 de julio de 2008. Todas sus declaraciones proceden de esta entrevista. 2 Lesbia Vent Dumois. La Habana, 15 de septiembre de 2008. Todas sus declaraciones provienen de esta entrevista. 3 Augusto Rivero. La Habana, 3 de agosto de 2008. Todas sus declaraciones proceden de esta entrevista. 35 Revolución y Cultura Sandú Darié. Construcción espacial, 1962. Una caricatura costumbrista de Sandú Darié. Catálogo de una exposición en que participó Darié en los años cuarenta Revolución y Cultura 36 Arriba: La Noche. Foto actual tomada por Rufino del Valle. Abajo, a la izquierda, una de las esculturas emplazadas en Cuatro Caminos, como se ve en la actualidad. (Foto de Rufino del Valle.) Abajo y a la derecha: Retrato de Sandú Darié maduro. (Cortesía de Rufino del Valle.) 37 Revolución y Cultura Revolución y Cultura «DULCE Y COMPACTA TIERRA, ISLA»* Adelaida de Juan La insularidad de nuestro país matiza, y en ocasiones determina, nuestra visión cotidiana. Los meses veraniegos, por ejemplo, son tradicionalmente meses playeros o, al menos, costeros. El Malecón que bordea y, en cierto sentido, contiene la ciudad en su encuentro con el mar, es lugar tradicional de paseo y de citas amistosas, a menudo amorosas, a más de atraer a esperanzados pescadores aficionados. El mar, pues, forma parte constante de la vida de muchas ciudades cubanas; es un elemento querido, admirado, y, en ocasiones, temido por los cubanos. Resulta curioso, pues, que su escogida como tema en sí haya sido relativamente parca a lo largo de la historia de nuestras representaciones plásticas. Un tanto para enriquecer esta opinión (la cual he repetido más de una vez), el Museo Nacional de Bellas Artes ha reunido, en sus dos principales áreas expositivas del edificio de Arte Cubano, la muestra Cartografías de Ultramar, 1500-2008, y otra titulada Cuba y el mar. La primera se centra en ocho mapas que recorren los siglos del coloniaje español, para después realizar un salto en el tiempo hasta las dos décadas finales del siglo XX, durante las cuales no pocos artistas emergentes en esos momentos trabajaron las instalaciones y los objetos escultóricos, a más de algún objet trouvé; mientras la segunda se dedica exclusivamente a obras realizadas en técnicas tradicionales del lienzo pintado, en las cuales aparece de algún modo el mar. Los ocho grabados que en la sección inicial de Cartografías… van perfilando los contornos de la Isla abarcan el período que va de 1560 a 1872, y al parecer están realizados por cartógrafos precedentes de diversos países. De ahí que las firmas de los autores (salvo el del mapa más reciente, que permanece en el anonimato, y es el único que trabaja la litografía, pues los restantes utilizan la calcografía) lleven apellidos italianos, holandeses y angosajones, siendo el inglés el idioma predominante a medida que se avanza en el tiempo. Resulta curioso, y a la vez significativo, que a lo largo de los cuatro siglos que abarca esta muestra cartográfica la Isla de Cuba siempre está presente, en mayor o menor medida, rodeada por otra isla o, reiteradamente, el Bahama Bank, nombre que, según el arquitecto José Medina, se acuñó en inglés a partir de la adaptación del término de baja mar que provoca la emergencia del gran banco de arena (Great, o, más aún, The Great), que debía tomarse en cuenta por los navegantes. En la litografía anónima mencionada, de 1872, que lleva por título la solitaria palabra Cuba, los restantes datos geográficos se anotan en inglés, y abarcan el Gulf of Fla. y un hipertrofiado Great Bahama Bank; este uso del idioma inglés es el común denominador de los mapas de los siglos XVIII y XIX, mientras los anteriores mostrados emplean el latín o el italiano. Me he detenido un poco en estos datos cartográficos porque me parecen índices de la importancia e interés crecientes que despertaba nuestro archipiélago en la marinería metropolitana de los tradicionales y emergentes poderes imperiales con respecto a nuestra «llave del Golfo». A partir de estos mapas, la exposición se centra en producciones características del quehacer plástico cubano a partir de la década de 1980, las cuales, de uno u otro modo metafórico, toman nuestra insularidad como motivación central. Echo de menos el ejemplo precursor que constituye la amplia serie de óleos que realizara Ernesto González Puig durante la década de 1970, y en la cual, bajo el título genérico de Islas, creó toda una «cartografía» de nuestra presencia en el Mar de las Antillas. Su reiterada fantasía anclada en la realidad establece un puente entre la imaginación de los iniciales cartógrafos, quienes en muchos casos realizaron sus mapas «de oídas», y la realidad fotográfica de cartografías más recientes, así como la imaginería de las instalaciones que parten de esa realidad. Este vínculo también está ejemplificado en la obra expuesta de Manuel Castellanos, realizada en 1980. Esta pieza, La marcha del pueblo combatiente, ejecutada en lápiz y acuarela sobre cartón, adopta el esquema de la cartografía antigua en el sentido de intercalar recuadros en las esquinas de la pieza, alusivos siempre al hecho histórico rememorado en la obra. Añade en la sección superior una temible figura marina nombrada El imperialismo yanki, y otra en una esquina inferior, identificada como Escoriatus cacafuaca, palabra esta última tomada de la inventiva de Samuel Feijoo Ensayista, crítica de arte y profesora de la Universidad de la Habana. Su libro más reciente es Abriendo ventanas. Textos críticos (2007). *Roberto Fernández Retamar, Patrias, La Habana, 1952. 39 Revolución y Cultura (quien, por cierto, estuvo cercano a González Puig). Las otras piezas exhibidas se inscriben en la categoría de instalaciones y/o esculturas, caracterizadas por su carga conceptual, cuyos autores han desarrollado modalidades identificadoras de su creación. El tema de la emigración ha sido ampliamente trabajado por Sandra Ramos, quien acentúa la salida de la isla con matices que van de la tragedia a la nostalgia (siendo este último el título de un óleo sobre madera, de 1995). La crisis de los llamados balseros es tema recurrente de Ramos: aquí se presenta La balsa, calcografía de 1995. Obras tridimensionales completan esta sección de la muestra. Con matices muy propios de sus expresiones plásticas se exponen dos piezas de Antonio Eligio Fernández (Tonel), en las cuales su sentido del humor se basa generalmente en el juego de palabras de sus títulos: El bloqueo, de 1989, está formado por bloques, los cuales pueden armar la silueta de Cuba en dimensiones variables; o bien en dos temperas y tinta sobre cartulina, ambas de 1991, tituladas Cuba y Dos Cubas, con las imágenes de sendos cubos. Obras tridimensionales de considerable carga conceptual de Alexis Leyva (Kcho), Esterio Segura y René Francisco constituyen los ejemplos escogidos de estos artistas. Ellos facilitaron piezas de fuerte impacto expresivo provenientes de sus colecciones particulares. La exposición cuenta, pues, con obras importantes realizadas entre los inicios de la década de 1990 y el propio 2008, año de la exposición. Plan jaba (1991) y Archipiélago (2003) son ejemplos sobresalientes del uso inventivo de los materiales más humildes, que el ojo avisor de Kcho manipula para lograr instalaciones de gran poder comunicativo. La obra más reciente de Esterio Segura (Sobre cómo aprendió a caminar la tierra, 2008 ) potencia los valores de color, brillo y texturas de los materiales empleados con un notable sentido de enunciado antropológico; el bronce, el acero y la piedra desempeñan un papel importante en el desarrollo conceptual de lo manifiesto en el título a manera de asidero cognoscitivo. Algo similar pudiera afirmarse de la significativa pieza realizada por René Francisco en 1997. Pozo de Cuba emplea con considerable fuerza expresiva el metal, el plexiglass, el óleo, los neumáticos, los tubos de pasta, la soga para lograr una instalación de énfasis monumental por su concepción. La otra exposición que hace un Tho. Jefferys, the Island of Cuba with part of the Bahama Banks and the Martyrs, 1775, Calco-grafía, 528 x 700 mm. Manuel Castellanos. La marcha del pueblo combatiente, 1980, Lápiz y acuarela/ cartón 295 x 690 mm. Revolución y Cultura 40 tanto de pendant con esta que he comentado, lleva por título Cuba y el mar. Pienso que con tal enunciado, se ha querido abrir el diapasón comprendido en ese título para incluir algunas piezas en las cuales el mar es apenas un detalle o una alusión en el título. De este modo, pasan a formar parte de la muestra obras que escapan de las tradicionales marinas, por otra parte relativamente escasas en el sentido estricto del término durante el desarrollo secular de nuestra pintura. Con toda intención subrayo el término pintura, ya que el manejo del pincel y, casi siempre, el óleo, es la única práctica considerada, al eliminar las obras grabadas. Al seguir este criterio, queda fuera el primer ejemplo de un ambiente costero y marino realizado in situ en nuestro país. Me refiero a los dibujos que realizara Dominique Serres durante la toma de La Habana por los ingleses en 1762. Estos dibujos, convertidos en aguafuertes al año siguiente en Londres, constituyen el inicial testimonio, no solo de un hecho histórico, sino que se erigen como el primer testimonio gráfico del puerto de la capital y sus alrededores inmediatos. Al fijar su atención en la flota atacante y sus maniobras guerreras, Serres presta igual cuidado en la representación de la costa batida por el mar. Casi un siglo después, un litógrafo notable que trabajó en Cuba durante algunos años, Federico Mialhe, nos ha legado una Vista del fondo de la bahía de La Habana, tomada del Paseo de Roncali, una pieza relevante, en cierto sentido antecedente del paisajismo romántico que integra la presencia del mar como parte significativa del conjunto. En ese siglo XIX, ciertos pintores incluyeron ocasionalmente en su mirada al paisaje circundante ciertos detalles marinos. En el caso de Esteban Chartrand, su temática favorita se centra en el ambiente bucólico, alrededor de los centrales azucareros que fueron su hábitat vivencial. Nos deja asimismo dos testimonios de fortificaciones de menor hálito si han de compararse con los magnos castillos que llegaron a formar parte de nuestro escudo: los fuertes de la Chorrera, en la margen del río Almendares, y el Torreón de San Lázaro, erigidos ambos en las costas de la capital. Este último tiene un interés añadido para nosotros en la actualidad, al permitirnos comprobar las variaciones de la línea costera en lo que llegaría a ser el Malecón habanero. Un ejemplo excepcional en las piezas decimo-nónicas mostradas en la exposición es el que realizara Joh. Adolf Hoefler de Santiago de Cuba, único ejemplo incluido que no se refiere al ámbito habanero. De modo similar al Panorama de La Habana, de Federico Ceveau, las bahías representadas se extienden ante la vista del pintor, quien incluye, en primer plano, su versión de las zonas costeras. Pienso que una nota excepcional la brindan los óleos de Valentín Sanz Carta, más conocido por sus paisajes campestres, plenos de la vegetación característica de nuestro clima. Sus cuatro piezas exhibidas nos presentan un pintor vigoroso ante la vista de la Bahía de La Habana, los Botes y veleros y, sobre todo, para mi gusto, el Paisaje marino al amanecer, cuya luminosidad alcanza niveles notables y anuncian, desde los inicios de la segunda mitad del siglo deci-monónico, la práctica que se haría famosa en la escuela sorollesca de su natal España. Otra sección de esta muestra está constituida por obras realizadas a lo largo del siglo XX. Aquí el enfoque y los personajes incluidos van a adquirir, según el pintor y el estilo pictórico predominante, un peso variable en la composición. Se presentan marinas propiamente dichas, paisajes costeros de diverso carácter, así como el mar como detalle accesorio de la composición. Del realismo al academicismo romántico, de la estilización figurativa a la abstracción, los estilos se suceden y adquieren ciertas variantes ambientales por su cercanía expositiva. Así, las piezas mostradas de académicos como Aurelio Melero, Enrique Crucet y Manuel Vega, se caracterizan por la poca luminosidad y la dureza de los trazos; en alguna ocasión, la Escena junto al mar, de Rodríguez Morey, muestra cierto uso de las manchas de color que lo acercan a la técnica impresionista. Del mismo modo, el empaste de las tres piezas del maestro Leopoldo Romañach, tan respetado por alumnos suyos como Víctor Manuel y Amelia Peláez, revelan su maestría en el uso del color. Ello se hace particularmente llamativo en las marinas que realizara, por lo general durante sus vacaciones en su natal Caibarién, sobre todo en Cayo Francés. Son obras de mayor soltura y gracia que las pintadas con el empaque del academicismo vigente en las décadas iniciales del siglo XX para abordar los temas alegóricos e históricos. Debo anotar que una de las mayores sorpresas que recibí al visitar esta muestra la provocaron las tres piezas de Juan Gil García. Más conocido por sus pulidos bodegones (de los que con tanto disfrute me hablara el pintor Mariano Rodríguez), Juan Gil está representado aquí por una visión del todo inusual en las pinturas relativas a nuestras costas. En óleos pintados a finales de la década de 1920 y durante el año inicial de la siguiente década, Gil privilegia las ocasiones en las cuales el mar rompe con fuerza en las rocas del límite costero. Si bien en su Castillo del Morro de La Habana, pintado en 1931, cuando solo le quedaba un año de vida, la ola encrespada ocupa el plano frontal de la composición, la gama de colores claros y las nubes blancas que rematan la superficie superior tienden a provocar una visión de cierta tranquilidad. Pero en la Marina y en el Paisaje marino, pintados pocos años antes, se nos presenta una visión totalmente inusual en nuestra pintura. El mar se encrespa violentamente contra las oscuras rocas del litoral y no parece tener límite alguno. (Se me ocurre que pudieran titularse «Mar abierto y jadeante»**, como el verso que alude a esta visión nada frecuente.) Nuestro archipiélago, situado en la ruta de los ciclones tropicales, conoce bien la fuerza bravía que alcanza el mar que nos circunda; sin embargo, poquísimos ejemplos de estos momentos que pueden devenir de alto peligro han sido plasmados en nuestra pintura con tanta fuerza y poder evocativo. 41 René Francisco. Pozo de Cuba. Detalle, taller de reparaciones, 1997, Metal, plexiglás, óleo, neumáticos, tubos de pasta, soga, 400 x 420 x 400cm. Colección del artista. ** Ibid. Revolución y Cultura Sandra Ramos. La balsa, 1995, Calcografía, 500 x 860 mm. Esteban Chartrand. Torreón de San Lázaro, 1882 (boceto), óleo/tela, 30.5 x 45.5 cm. Revolución y Cultura Una presencia radicalmente diferente se vislumbra en cuadros en los cuales el pintor ha abierto un vano, de modo central o casi de soslayo, el cual permite la entrada de lo que pudiera considerarse una alusión a la presencia del mar que rodea la isla. Su antecedente más alejado en la pintura cubana nos remite a los inicios del siglo XIX, cuando el excelente retratista que fue Vicente Escobar deja penetrar en el recinto que ocupa el retratado Pablo del Casal y Zabala una rápida mirada a la entrada de la bahía de La Habana: custodiada por el Castillo del Morro, mientras un velero surca sus tranquilas aguas. Medio siglo después, sobresale una notable Siesta de Guillermo Collazo, que cierta tradición ubica en el zaguán de la residencia que fuera de la familia Loynaz, cerca de las costas vedadenses. En esta Siesta, el pintor coloca el horizonte marino como fondo de la escena, mientras la dama que descansa en cómodo butacón dirige su mirada hacia la línea del mar. Debo apuntar, además, el recuerdo de la Dama junto al mar que Collazo pintara durante sus últimos años de exilio parisino, la cual se ajusta al ambiente europeo, tanto por el galgo que acompaña a la dama, como por la vestimenta y el ámbito que la rodea. Resultaría interesante comparar estas dos versiones de la presencia marina en la obra del pintor, relacionadas con sendas figuras de mujer, ambas fieles a lo que cualifica el ambiente representado en el cuadro. Los ejemplos incluidos en la exposición que emplean el recurso a que he aludido en los cuadros de Escobar y en la Siesta de Collazo, pintados a partir de la entrada de las iniciales vanguardias pictóricas en Cuba, a mi juicio no presentan igual fuerza factual y expresiva que esos ejemplos citados de la época colonial. Las obras de Cundo Bermúdez (extrañamente escogida como paradigma en la portada del catálogo), José Mijares y, hasta cierto punto, el Pescador de Mariano Rodríguez, incluyen alguna alusión marítima, mas tan imbricada con el tema manifiesto de la pieza que la presencia del mar se funde y llega a perderse en la trama del cuadro. Otro tanto sucede con Botes, de Mariano, aunque, por supuesto, el tema manifiesto de la obra pone de relieve la existencia del mar. Otro acercamiento al tema de la exposición está constituido por Muchacha con caracola, de Antonio Gattorno. Detrás de 42 la muchacha del título, se funde la línea del mar con la del cielo; el gran caracol (que suele albergar un cobo) sostenido por la muchacha, resalta sus variantes de tonalidades rosa, las cuales, con la cinta roja que sujeta el cabello de la muchacha y los matices de su piel, son los únicos toques de color que irrumpen en el azul dominante de la composición. Variantes de estas representaciones alusivas al mar son trabajadas por los estilos muy personales de algunos artistas. Los Peces que Fidelio Ponce pintara a inicios de la década de 1940 se inscriben plenamente en el estilo del artista: colores lechosos que dominan el lienzo, figuras de suave y constante movimiento a pesar de su aparente fijeza, contornos que se funden armoniosamente unos con otros. Otro caso de acercamiento muy personal al tema está dado por los ejemplos escogidos de Pedro Pablo Oliva. Sus alusiones a refranes y dichos populares (en este caso, Pescador pescado) son frecuentes en la creación imaginativa y fantasiosa del artista pinareño, aunque, a mi juicio, vulneran un tanto el hilo temático manifiesto en el título de la muestra. Un excelente ejemplo de la producción de los artis- tas que irrumpieron con fuerza creadora en la década de 1980 está presente en una obra de Consuelo Castañeda, realizada en 1988. Botticelli, Hokusai y los tiburones es una pieza bien elaborada en acrílico, papier maché y madera sobre masonite, lo cual le permite presentarse, dentro del marco circundante, en tres planos que se proyectan hacia el espectador. La artista respeta la cronología de las obras de las cuales se apropia al colocar, en una secuencia que va del fondo de la obra hacia el espectador, detalles de El nacimiento de Venus y de uno de los grabados de las Cien vistas de Fuji-Yama (curiosamente, Hokusai se presentó, en un autorretrato xilografiado como un pescador); cada plano se superpone al anterior, con lo cual al fondo nos queda la Venus, luego se interponen las olas encrespadas que casi ocultan el Monte sagrado y, por fin, proyectadas agresivamente hacia el espectador, las colas de los atacantes tiburones actuales, que lo son de todos los tiempos.(Por cierto, no sé si Castañeda estaba consciente de que tiburón es voz caribe; ello le daría otra vuelta a la tuerca significante de la obra.) Como otras piezas de la artista, ésta provoca más de una lectura cuidadosa por la complejidad conceptual revelada en las obras artísticas escogidas como portadoras de una realidad vulnerada por los agresivos escualos. Por último, se exponen obras en las cuales se piensa inicialmente al conocer el tema de la exposición. Durante una década, fundamentalmente entre los años 1965 y 1975 (por cierto, los mismos durante los cuales Mariano se entregó a su serie Frutas y realidad), Luis Martínez Pedro, coetáneo del pintor de los gallos, dedicó su notable ejercicio de meticuloso dibujante y de pintor abstracto, a series que inicialmente denominó Aguas territoriales. Al trabajar con sutiles gamas de azul dispuestas generalmente en bandas horizontales y en suaves curvas que trazaban círculos, Martínez Pedro sentó las bases para una representación original e incitante de las gamas celestes del mar. A Aguas territoriales siguieron las variantes Signos del mar y Otros signos del mar (ausentes de la muestra). En las dos últimas variantes de las series, al celeste se añadieron tonalidades diversas que van del malva al rosa fuerte. Una muestra del carácter significativo de esta visión del mar dada por los recursos de la abstracción pictórica se encuentra en el espejo de agua que Fernando Salinas le pidió a Martínez Pedro para la base del espejo de agua situado en la entrada de la Embajada de Cuba en México D.F., erigida a mediados de la década de 1970. Debo apuntar, por último, que hubiera querido que se incluyeran en la muestra algunos ejemplos de obras de otros artistas relevantes quienes, dentro de sus modos particulares de crear, han tocado el tema manifiesto de la exposición. Pienso, por ejemplo, en El Malecón, de Manuel Mendive, visto hace unos meses en una exposición del MNBA. Elaborado dentro de los parámetros del pintor durante la década de 1970, mantiene dos características que encuentro reiteradas en su quehacer pictórico de la época. Hace algunos años escribí que consideraba que el agua era para Mendive lo que la fronda había sido para Wifredo Lam. En reiterados cuadros de Mendive, se hace ver la presencia del agua, generalmente poblada de peces, que recorre la composición, bien como una corriente fluvial, bien como la expansión del mar. Recuérdese, para citar solo un ejemplo, cómo la franja inferior (primera en la lectura hacia el espacio superior) de una pieza tan significativa en el conjunto de temas históricos del autor como El palenque, está constituida precisamente por estas aguas que marcan el carácter insular de la tierra en la cual se desarrolla el tema. La otra característica a la cual hacía referencia se remite a la insistencia de Mendive, sobre todo a partir de Eri Wolé, pintado en 1968 después del accidente que afectó al pintor, en la dualidad vida-muerte, alegría-tristeza, etc., cuya personificación en el panteón yoruba tan cercano al pintor está cifrado en la figura del Elegguá que abre y cierra los caminos, pues es su dios y guardián. En El Malecón, la pareja de enamorados está sentada en el muro, al fondo del cual surgen del mar esas ominosas figuras totalmente cubiertas por un paño blanco que Mendive ha pintado en otras piezas; del otro lado camina por la calle, en el plano inferior, la figurilla identificada como Elegguá. El mar, pues, alberga estos poderes temibles que se equilibran por la deidad que abre y cierra los caminos; entre ambas realidades posibles, los enamorados se abrazan. Veinte años después de esta obra de Mendive, Flora Fong realizó una breve serie que tituló genéricamente Bahías. Son ejemplos excepcionales en las representaciones marinas en nuestra pintura precisamente por el original punto de vista desde el cual se coloca el artista y, consecuentemente, el espectador de la obra. En todos los ejemplos que he citado, y es esta la norma tradicional, la visión del mar parte desde la tierra: la playa o las rocas costeras. En la serie citada de Fong, ocurre lo contrario: la visión parte del mar mismo, hacia la tierra. Esto ha provocado un conjunto de cuadros originales, ya que la visión marítima parece provenir no tanto de la ubicación del pintor a partir de su estancia en una nave, sino desde el mismo mar. Al cambiar el tradicional punto de vista, cambian también las características de la extensión del mar y las de la tierra costera. Nuestra insularidad ha sido objeto de muy diversas visiones e interpretaciones en las artes plásticas desarrolladas en el país. De los mapas imaginativos a la elaboración conceptual, de la figuración realista a la abstracción creadora, del trazado romántico a la deformación voluntaria del ex-presionismo, los diversos estilos y maneras de ver el mismo objeto proporcionan visiones bien cambiantes de lo que parece ser uno solo. Tales interpretaciones de nuestra realidad geográfica no son sino enriquecimientos de nuestro mundo visual. 43 Revolución y Cultura MARIANO: LOS CAMINOS DE UN JOVEN ARTISTA Jaime Sarusky Mariano recordaba los días de su niñez cuando estudiaba en los Maristas de la Víbora, escuela de la que fue uno de los fundadores. Radicaba en San Mariano y Destrampes. Fue la etapa que precedió a su ingreso al Instituto de La Habana, donde haría el bachillerato. Esa zona fue haciéndose más popular, porque al principio, cuando se mudaron los españoles, se tenía entendido que era uno de los sitios más altos y más sanos de La Habana. Sin embargo, no pocos burgueses criollos se trasladaron al Vedado, como sus abuelos, que vivían en la esquina de 21 y K, adonde viajaba en tranvía para verlos. A las cinco de la tarde, los alumnos de su escuela y los de la escuela pública se mezclaban para jugar pelota, patinar o montar bicicleta. Como él estaba seminterno, iba y venía a pie con sus amigos, y el trayecto desde y hacia sus hogares en verdad era un paseo. Pero cuando empezó a escaparse del aula, lo que entonces llamaban los muchachos «futivarse», el padre ordenó que se trasladara en el ómnibus del colegio, para tratar de tronchar así sus impacientes amagos de libertad. Sin embargo, la guagua debía disminuir necesariamente la velocidad al acercarse a una loma próxima al edificio de los Maristas, lo que él aprovechaba para descolgarse hacia la calle por una de las ventanillas del fondo del vehículo. No pocas veces lo hizo para ir a jugar, pues lo aburría el colegio. Los curas intentaron que fuera monaguillo. Pero ya en cuarto grado, para que lo castigaran y no lo aceptaran en la clase, se iba de misa antes de que terminara el oficio, cantaba canciones populares... Por ejemplo, Titina, oh Titina, y otras melodías del repertorio de Josephine Baker, a quien motejaban La Platanito, en su primera época. Mariano la entonaba en medio de los himnos y aires religiosos. O la emprendía de repente con aquello de Venid y vamos todos con flores a María... . Revolución y Cultura Revolución y Cultura 44 En 1924 o 25 tenía doce o trece años, edad para ingresar en el Instituto de Segunda Enseñanza. Pero, habría que saber hasta dónde estaba «perdido» o «encontrado», porque los profesores impartían las lecciones, y él hacía algo que le encantaba y que, sin proponérselo, ya adelantaba, de algún modo, la elección de lo que sería su futuro. Es decir, dibujaba. Sin embargo, nunca obtuvo primer premio en esa materia, sino segundo. Cuando hablábamos de este tema lo hacía meditar el hecho de que los cuatro años de estudios en los Maristas no ejercieron influencia religiosa en él. Había hecho la primera comunión, y comulgaba. Pero al confesarse inventaba dos o tres pecados sin importancia. Los negocios del padre habían cambiado; el status económico de la familia ya no era el mismo. No había la abundancia de antes. Pero quedaba la impronta de la burguesía: siempre el chaleco, la corbata y una disciplina en el estilo de vida. Pero Mariano, criado en la Víbora, trataba de romperlo y se identificaba con el ambiente popular. –Bueno, ¿qué tú vas a hacer, hijo? –le preguntó un día la madre. Dijo que estudiaría bachillerato, pero no en el colegio, sino en el Instituto de la Habana. Y así salió de los Maristas, donde enseñaban bien, porque hizo el examen de ingreso en el Instituto y lo aprobó. Se vivía la primera época de Machado y designaron director del Instituto a un coronel que no tardó en imponer el uso del uniforme. Pero como se desarrollaba la lucha de Mella y de Leonardo Fernández Sánchez, quien era dirigente revolucionario en el Instituto, la dictadura terminó por clausurarlo. Sus compañeros en esos tiempos eran igualmente de la pequeña burguesía acomodada. Uno que vivía en el barrio se hizo marino. El padre de otro tenía un taller de madera; la madre y la abuela de un tercero eran propietarias de una colonia de caña en Cárdenas. No se reunían en las esquinas a patinar por casualidad, sino porque cerca de allí tenían las novias. En esa época, 1925-26, se juntaban en el portal de su casa a escuchar, no ya música popular, sino la culta del repertorio que tocaban sus hermanas. Siempre tuvo una novia cerca de su casa, pero también las tuvo en la Víbora y en La Habana. Lo iban a buscar para patinar porque lo hacía muy bien. Competían en los barrios y bailaban en las casas de las amigas y de los amigos. Tenía quince años. Trataba de vestirse elegante, pero con la ropa del padre. Con sus compinches, se iban a Guanabo los domingos. Alquilaban un automóvil convertible. Aunque podían disponer, igualmente, de un servicio de lanchas, como las de Regla, que por un peso por pasajero, navegaban desde el Muelle de Luz hasta esa playa. Ahí se presentaba la oportunidad de conocer a alguien. Pero nunca conseguía nada. A las cinco de la tarde estaba de regreso con los amigos. Las hermanas y la madre asistían con frecuencia a exposiciones. Mariano recuerda una de Zuloaga, el gran pintor español. También otras en la Hispano-Cubana de Cultura. Y también iban a las conferencias de Fernando de los Ríos, Oteiza y otros intelectuales españoles. Los Rodríguez cenaban a las ocho y media, prácticamente cuando ya era hora de acostarse. Ahí empezaban sus rebeldías. Comían tarde, fieles a la costumbre española. El padre era republicano en la época de la monarquía, y después se convirtió en monárquico. Una reacción muy española. Además, independentista de Canarias. Pero se hizo muy español en tiempos de la república. Portela, su cuñado, ejercía como periodista, era muy buen pianista, al punto que tocó en cierta ocasión, con la Orquesta Filarmónica. Era amigo de Amadeo Roldán y de Caturla. Esto, y otros estímulos, propiciaron una atmósfera artística y cultural en la casona de la Víbora. Pero en la calle Mariano era otro: frecuentaba los sitios de ambiente popular, le gustaba irse a bailar a los solares y a otros salones fiesteros. En su casa era diferente. Algunos de sus amigos se mudaron, otros se empezaron a politizar. La caída de Rafael Trejo en 1930, conmocionó a los jóvenes. Mariano tenía diecisiete años. Con su grupo estuvo en el velorio. Fueron por conciencia, debían ir, eran estudiantes. Hasta ese momento no había tenido una participación política concreta. Sólo las ideas de avanzada que se discutían en la Hispano-Cubana de Cultura. Ya habían cerrado el Instituto, y no quiso seguir los estudios en la Escuela de Comercio cuando pasó de año y ya no estaba la profesora de inglés de la que se había enamorado. Aunque a veces no había asistido a clases en la Escuela de Comercio en la Habana Vieja porque se iba al Centro de Dependientes. Se escapaba para ir a jugar billar. Y jugaba y discutía las carambolas; después jugó a la piña y, sobre todo, Chicago. Más adelante, allá por los años treinta, había dos panteras, Boniatillo y Candela, y ganarles a cualquiera de los dos era como sacarse la lotería. Vivían del juego. A Boniatillo hasta lo prendieron en cierta ocasión. Tocando casi el meollo de lo popular, se fue Marianito a los cafés de las esquinas porque en el Centro de Dependientes imperaba la carambola. Iba a un José Lezama Lima, Amelia Peláez y Manuel Altolaguirre, grandes figuras del arte y la literatura que compartieron la amistad de Mariano. billar en Compostela y Lamparilla. Llegaban los «consagrados» y observaban a los puntos. Cada uno tiraba la peseta y si a ellos les tocaba el 1 o el 2 no había forma de ganarles, porque metían en las troneras las bolas desde el 5 hasta el 11, así que dejaban las otras, las 12, 13 y 14. Con esas no tenían gane ni Mariano ni los otros. Pero si les tocaba en suerte para salir el 2 o el 3 y otro el 1, sí se tenía el chance de ganar. Después, la técnica consistía en tapar y tapar y tapar al contrario. Mariano hablaba de la vez en que tenía el saco colgado y le robaron la cartera. Pero ahí no estaba el dinero… Era una cartera muy pequeña, con el nombre por fuera. Les dijo: –El que la cogió que la registre porque lo único que tiene son treinta kilos. El resto del dinero lo tengo aquí –y se palpaba orgulloso el bolsillo del pantalón. Aunque parezca increíble, me contaba la anécdota, ocurrida sesenta y cinco años antes, todavía con el aire y la satisfacción, diría que juvenil, de quien recordaba que ya desde entonces se estaba 45 Revolución y Cultura Revolución y Cultura graduando de «bicho», «bicho de la calle». Le preocupaba que el padre se enterara de todo eso, porque odiaba el billar. Decía que sus cuñados, los hijos del abuelo de Mariano, se arruinaron con ese juego. Tenían tacos con sus nombres, con empuñaduras de oro grabadas y llaves en el salón contiguo al teatro Martí. Algunos de sus amigos del barrio se enfrentaron a Machado. Sierra, y él mismo, se unieron al Club Obrero de Luyanó, cerca de la Virgen del Camino. Montaban obras de teatro y allí mismo hacían los decorados. Después vendrían los conflictos, aunque no en su casa. Todavía era estudiante, pero estaba al tanto de las organizaciones políticas. Entre otros se destacaban los nombres de Jorge Mañach, en el ABC; y en las izquierdas, brillaba Raúl Roa. A otros los conocería en las luchas estudiantiles. Enrique de la Osa dirigía el APRA con Maciques y Orosmán Viamontes, que estuvo al frente del Partido Agrario Nacional y después fue ministro de Comunicaciones en el gobierno de Grau San Martín. En esa época, alrededor de 1930, tendría dieciocho años y se generaban discusiones sobre el APRA. Ya había leído el folleto donde Mella, que polemizó con la dirigencia de ese partido, cambió el significado de las siglas de esa agrupación política por el de Asociación Para Revolucionarios Arrepentidos. Mariano sabía que aún tenía mucho que aprender del marxismo. Admiraba a algunos y dejaba de admirar a otros. Por muy corto tiempo perteneció a una célula del ABC. La dirigía Nenito, uno de los hermanos de Enrique de la Osa. El 10 de enero, aniversario de la muerte de Mella, salieron en manifestación y fueron detenidos. Los condujeron a la oficina del capitán Calvo, connotado represor durante el régimen de Machado. Al verlos tan jóvenes, los policías trataban de ame drentarlos: introducían las pistolas entre las rejas y los señalaban: «Los guapos, a ver, los guapos…» Para ellos era una heroicidad estar presos. Pero en su casa estaban muy preocupados, porque no avisaba cuando se perdía. Siempre actuó así. A causa de la crisis, el padre se llevó a Aníbal, el hermano menor, a estudiar el bachillerato en Canarias, temeroso de lo que le pudiera ocurrir dadas las convulsas luchas estudiantiles. Pero fue en vano, porque Aníbal se unió al grupo Espartaco, que formaba parte de la juventud comunista en Canarias. Su progenitor estaba enloquecido con esa situación. René Portocarrero. Tributo a Trinidad, 1951. Revolución y Cultura Revolución y Cultura 46 Antes del 7 de agosto de 1933, día del falso llamamiento al pueblo para que saliera a las calles tras la supuesta caída de Machado, el grupo de Mariano empezó a cerrar bodegas y otros negocios del barrio cuando se declaró una de las huelgas contra la dictadura. Aquel día se dirigió con otros dos compañeros a la calle Reina. Ahí se desató un tiroteo caótico…, y a correr. Se refugiaron en tiendas, bodegas. Se ocultaban tras las columnas y en los vanos de las puertas, antes de llegar a la esquina de Toyo. Corrían por las aceras, a oscuras, hasta la casa; cuando llegaron, la madre lo tocaba y no hablaba. Lloraba y volvía a tocarlo para convencerse de que no estaba herido. En el Instituto, lo eligieron Secretario general de la sección del Ala Izquierda Estudiantil, y empezó la lucha con la derecha, aunque de los cuatro mil estudiantes del Instituto, sólo trescientos pertenecían al Ala Izquierda Estudiantil «pero eran muy com-bativos», dice. Participaron en la huelga de los empleados de los ten-cents. En medio del proceso que precipita la caída de Machado, a Mariano vuelven a inquietarlo sus afanes por la pintura. Alguien podría decir que es el problema del adolescente de diecisiete años, en que hay el trauma de la angustia: el del amor, de la soledad, «pero la lucha, la participación social te quita todo eso de la cabeza», explica. En 1927, 1928 tomó la iniciativa de que los artistas cubanos participaran en el Instituto. Los mismos que después expondrían sus obras en 1934, en el Primer Salón de Pintura Moderna, en el Colegio de Arquitectos. Obras de Víctor Manuel, Gattorno, Roldán Capaz. Ya él había estudiado las reproducciones de los Picasso publicadas en la Revista de avance. Quería que esos artistas pintaran unos murales en el Instituto. Pero se negaron. Se logró, por fin, que empezaran Rigol y Gattorno en la ofi cina del Ala Izquierda en la Universidad. –Yo no pintaba –decía–. Yo seguía haciendo mis acuarelitas y cosas así, pero para mí... Después, se casa. Es su primer matrimonio. Sin tener trabajo. Lo hicieron escondidos de todo el mundo. Él y su mujer estudiaban juntos, de noche. Tenía veinte o veintiún años. Al único que conocían era al juez. En otro piso del edificio consiguieron al vendedor de sellos y a alguien más y les pidieron que fueran los testigos. Vivían en una casa de huéspedes en Galiano y San Rafael, en los altos del café La Isla. Seguía todavía con la obsesión de pintar. La familia lo ayudó y consiguió trabajó como cobrador de los recibos de los socios del Club Náutico de Marianao. A veces ganaba trescientos o cuatrocientos pesos mensuales. Decidieron entonces Portela y él hacer una revista de música. La llamaron Ritmo. Mariano hizo la primera portada: «Muy mala, muy romántica», confesaba. Pero dentro había un dibujo de Honegger, el músico expresionista, que hizo él. «Éramos elitistas», aclaraba al contar que también un retrato de Stravinsky hecho por Picasso. Y ahí empezó la etapa definitiva del pintor. De México recordaba con nitidez el estudio de Rodríguez Lozano, su maestro en ese país. Un estudio muy bueno, en un piso enorme. Fue con el escultor Lozano dos o tres veces, y observaban que se sentaba a la cabecera de una mesa de madera, que tenía unos bancos corridos. Se acercaba la sirvienta con un sopón enorme, de esos que hacen los mexicanos, distribuía los discípulos a ambos lados, y les iba sirviendo. Ponía los panes… todo aquello parecía una estampa medieval. Entonces, ya sentados, el maestro empezaba a hablar de poesía, de música, de pintura. Era de la misma edad del grupo de los muralistas, pero lo consideraban el «europeo» de esa generación. Pudo haber sido de los cuatro grandes. Está considerado entre los importantes en la pintura mexicana, pero lo neutralizó la fuerza del movimiento muralista. La suya era una pintura un poco a lo Chirico. Desolada. Como pudiera ser un surrealismo mágico. Tuvo muchos problemas. En cierta ocasión lo acusaron de haber falsificado unos Goya, lo cual no era cierto. Y estuvo preso. A Lezama lo conoció a su regreso de México. En esa la primera fase de su amistad, al poeta le interesaba saber qué opinaba Mariano del muralismo mexicano. Pero él también observaba que tenía otras inquietudes. Caminaban por el Prado cuando salían del estudio de la Escuela Libre de Pintura, en Prado y Cárcel, precisamente. Y así hablaban del concepto que ambos tenían del arte, lo que creían que debía ser un crítico de arte. –Todas esas ideas –decía– de las que uno está lleno cuando es joven. Y Portocarrero también. Muy silencioso, siempre ha sido muy silencioso en el diálogo. Por esa época encontró a Víctor Manuel en la calle: –¡Ah, usted es el que estuvo en México! –le dijo. Y él, un poco impulsivamente, respondió: –Sí, yo voy a pintar para sacar toda esa flojera que tiene la pintura cubana, como esas cabezas centrales... Y comentaba: –Víctor me vio atrevido. Es decir, la composición esa central, una cabecita bonita. Y, por otra parte, en otro sentido, yo había tenido discusiones con Portocarrero y le decía que había que eliminar esas cosas surrealistas. Venía de México bastante sectario, bastante muralista. Pero de todas maneras, Víctor era un espíritu muy fino. Siguió siendo amigo mío. Él siempre estaba por Obispo y yo vivía en Bernaza... En la exposición del Lyceum, en que Víctor Manuel y Carlos Enríquez presentaban las pinturas de Portocarrero y Mariano, hubo algo curioso. Por la mañana, cuando los cuadros estaban en el suelo, porque los iban a presentar por la tarde, llegaron los dueños de los laboratorios Chinoine, y le dice uno de ellos a Mariano: –Mire, yo le compro los dos cuadros estos si usted me vende ése... Se trataba del retrato de su hermano Aníbal, al que calificaba de «un cuadro bonito». «Parecía un renacentista con la camisa en rojo. A Aníbal le gustaba mucho la filosofía un poco metafísica». –...a cambio de que le haga un retrato a mi mujer. Por fin Mariano consiguió un estudio en Empedrado entre Habana y Compostela, en el séptimo piso del edificio Cuba. Siete pesos mensuales de alquiler. Por ese entonces ya tenía un concepto bastante claro de la plástica. Portocarrero, Lozano y él trataron de fundar una revista de artes plásticas. Se había terminado la guerra civil en España y llegaban los exiliados, entre ellos Manolo Altolaguirre con su esposa Concha Cundo Bermúdez. Barber Shop, 1942 47 Revolución y Cultura Revolución y Cultura Méndez. Se vincularon a él, y trataron de encontrar suscriptores: sólo reunieron treinta y cinco pesos. Pero esa suma nunca la volvió a ver. Al parecer, a Altolaguirrre se le extravió. A veces iba con Portocarrero y Lozano a casa de Altolaguirre, a tratar el problema de la revista que sería una revista de plástica. Y él los invitaba a té. Tocaba una máquina, tocaba la mesa, decía: –Concha, trae galletas, trae… Lezama se entera de ese proyecto y sugiere aunar esfuerzos y hacer entre todos una revista de arte y literatura. Llamó a Mariano, fue a su estudio y hablaron de esa posibilidad, que finalmente fue Espuela de plata, con un Consejo de colaboración, que, a la vez, era la dirección. Lezama, Portocarrero, Lozano, Amelia Peláez, Mariano y, además, un grupo de poetas, más o menos generacional, como Virgilio Piñera. Se publicaron varios números. Y fracasó. Según Mariano había divergencias de criterios –incluso políticos. Dice Mariano que se habían planteado pintar a Cuba y hacer una poesía cubana, pero marcada con un cierto rasgo discriminatorio: que no tuviera la influencia negra como la del Ballagas de un momento determinado, o la de Guillén, o la de Tallet, sino una tendencia o corriente más próxima a la poesía de Mariano Brull o de Eugenio Florit. Ahí aparece un fenómeno que Mariano aceptaba en un primer momento pero después rechazaba, o sea, que ellos eran barrocos por el origen español; que el movimiento más fuerte del español es el barroco, que empieza con Góngora, Zurbarán, el Greco. Y ahí estaban las discusiones. Inclusive, señala, era una actitud un tanto reaccionaria: la de enfrentarse a lo afrocubano y plantearse asumir y apropiarse del barroco para buscar un origen directo en la cultura española. Tenían conciencia de que no había que hacer una cultura importada. Sí debían conocer lo que se hacía en el mundo, pero ir a todo ello con raíces propias. Aunque creían encontrar las raíces culturales, tradicionales, en el barroco, Mariano no estaba de acuerdo con eso y afirmaba: –La prueba es que a mi pintura nunca se la ha considerado barroca. Y decía que la única concesión que les hicieron los escritores se tradujo en que siempre publicarían la reproducción de un cuadro o de un dibujo, y que serían los plásticos quienes tendrían a su cargo la portada de la revista. –Realmente, no se trataba de una revista de artes plásticas sino de literatura, como siempre ocurre con los literatos. La plástica lo único que hace es adornar los libros. Y empezamos ya a retirarnos de la revista. Sin embargo, Lezama, Portocarrero y Lozano iban todos los días a su estudio. Víctor Manuel también, y con frecuencia, aunque a otras horas. Recuerda que eran comiquísimas las entrevistas de Víctor con ellos. Él andaba mucho con Portocarrero, y se encontraban en la calle a Víctor que decía que Porto tenía maleficio. –Tú sabes –explicaba Mariano– que Portocarrero antes nada más que se sonreía, entonces se ponía Revolución y Cultura 48 Víctor a cruzar los dedos detrás de la espalda. Pero lo mejor de todo era que Portocarrero lo admiraba mucho. Decía Víctor que tenía maleficio porque no le entendía la sonrisa o algo de eso, problema de sensibilidad. Además, se lo decía en la cara. –¡No, esa sonrisa tuya! Entonces Portocarrero se reía más. Para Mariano, Víctor era un espíritu socrático. Andaba por la calle dialogando sobre pintura, sobre arte un poco viejo, porque era wildeano. En esa época, Mariano y los de su generación se reían de los que tenían el espíritu a lo Oscar Wilde. El concepto estético de Wilde, la belleza primero que todo. Explicaba Mariano que luego del fracaso de Espuela de plata, Lezama, que no podía estar sin una revista, que estaba loco por hacer otra, como no puede estar ningún poeta o escritor sin revista –por ejemplo, Sartre, Westphalen, Victoria Ocampo–, el deseo mayor de todos los escritores es tener una revista, pues Lezama se liga con el cura Gaztelu, de quien era muy amigo, funda Nadie parecía, (título tomado de un verso de San Juan de la Cruz) y se dirige a los plásticos. Pero éstos le responden: –Mira, chico, nosotros colaboramos en la revista con viñetas y todo eso, pero no queremos que nuestros nombres aparezcan porque nosotros no somos católicos. Esa revista la sufragaban ellos, entre otros, pues le entregaban cinco o diez pesos al mes a Úcar y García. Las suscripciones no daban para nada. El propio Mariano y otros artistas desembolsaban esa suma cada mes o al aparecer cada número. En esos tiempos los artistas trabajaban en lo que podían. Arche se dedicaba a analizar los billetes de lotería falsos. Era especialista en esa materia. Toda la mañana estudiaba los billetes para separar los falsos de los auténticos. Para esa época ya Lezama estaba enfrentado a Virgilio y al crítico Gómez Sicre (primo del escultor), que había sido cantante en Matanzas y quería dirigir la plástica cubana. Odiaba a Guy Pérez Cisneros y a los otros críticos. Estaba ligado a María Luisa Gómez Mena y parece que publicó en un periódico una crítica a Virgilio de un amigo suyo o que él escribió. –Y –comentaba Mariano– empezaron la pelea y tú oías allí, delante de los extranjeros, las peores ofensas y agresiones verbales y terminaron liados a trompadas. Según Lezama –decía Mariano: «Esto es el salvajismo del criollismo. Llegamos al Facundo aquí.» Ese era el ambiente en que se planteaba la problemática del pintor, de la técnica, de cómo desarrollar el color, cómo dar la pincelada, cómo la pasta se iba integrando… –Esto que te digo sucedió en la década de los cuarenta del siglo veinte. No sé si todavía seguimos pensando lo mismo. En Nueva York lo impresionaron, sobre todo, el Museo de Arte Moderno, donde se mostraba toda la pintura contemporánea. Y en el Metropolitan, desde Breughel, pasando por los primitivos italianos, los renacentistas, Rembrandt, hasta los im-presionistas: todos estaban allí representados. Y Cézanne, cuya pintura admiraba mucho. Allí estaban La montaña Santa Victoria, El muchacho del chaleco rojo. Lo más importante era que había visto por primera vez en el MOMA originales de Cézanne. Esto le reveló que muchas veces la reproducción de los cuadros muestra tal brillantez que los falsea un poco. Por lo general, decía, los cuadros no muy buenos salen mejor en la reproducción. Y los cuadros muy buenos pierden, que era el caso de los Cézanne y también de los Breughel. Recibió una carta de Feigl, el galerista de origen austríaco, desde Nueva York. Incluía el contrato para que Mariano exhibiera en su galería. Le decía: «Le cobro el treinta y tres por ciento, usted tiene que situar los cuadros aquí y esos gastos corren por usted. Por mi cuenta serán los anuncios en el New York Times, en el News, en la revista Arts Digest, en el Herald Tribune, etc. Y él aceptó. Así se concertó su primera exposición en la Gran Manzana. Envió y se expusieron quince cuadros pequeños. Finalmente, recibió unos mil y pico de dólares. Pero se suscitó un problema, ya que según el contrato, Feigl lo representaba no sólo en sus galerías, sino en todo el territorio de los Estados Unidos, de modo que las obras del artista se movían según lo estimara conveniente el galerista. Fueron tres sus exposiciones neoyorkinas. Entre las obras que vendió había un cuadro con unas chivas que compró un americano para regalárselo a su mujer en Navidad. Lo llamaron urgentemente para que lo firmara, porque a veces se le olvidaba. Y Feigl le llamaba la atención. Mariano nunca entendió que pintaba para un mercado. –Yo pintaba en Cuba, vivía en Cuba, y no estaba más de un mes o dos en Nueva York –decía. Explicaba que eso no influía en su arte porque su pintura allá era la misma que hacía aquí, y respondía al gusto que tenían los cubanos: esas eran las obras que presentaba allá. En 1946 fue su última exposición con Feigl. Tuvo una discusión con él porque decía: «Esta pintura se vende». Y Mariano estaba cambiando, se encaminaba al tema de los pescadores. Feigl insistía. –Pero, ¿por qué usted cambia? ¡Déjelo! Mariano terminó por responderle: –Mire, yo no expongo más aquí. Así que ya, no hay nada que hacer. Y reflexionaba así: –Porque no creo que en el arte uno tiene que supeditarse al gusto de… Los grandes pintores norteamericanos sí trabajan por la publicidad que le dan una serie de galerías a determinado estilo y así logran que empiece a comprarse ese estilo. Pero al margen de eso, afirmaba, siempre hay gente a la que le interesa el arte por sí mismo, y que compra la pintura porque le interesó el cuadro. Gente que justifica la adquisición argumentando que quiere tener un cuadro expresionista abstracto, o si no, gente que compra por el solo nombre del pintor, y alegan que porque quieren tener un Picasso –frase que era muy normal allá, en los Estados Unidos: tener un Picasso, tener un Klee. Y la gente que, conocía tenía esas obras. –Aquí –decía– si a cualquiera de nuestros burgueses se les ocurre tener un Picasso o un Paul Klee, le hacen una capilla. Pero allá era muy normal. Si alguien invitaba a comer, uno subía las escaleras hacia el apartamento y se encontraba dos Picassos ahí, colgados en la pared. Es sabido que el norteamericano era el mercado natural de casi toda la pintura francesa en determinada época, porque esa burguesía es menos snob para comprar los cuadros, forma parte de la tradición. Sucede que creen que el cuadro que ellos compran ya tiene su valor específico como pintura. Recuerda que Peggy Guggenheim le compró a Kandinsky muchísimos de sus cuadros y se los llevó para Filadelfia. Y Barnett, el inventor del mercuro cromo, llegó y compró muchos cuadros de Soutine. Todo ello aumenta el precio de las obras en el mercado norteamericano. Como la pintura tiene un valor económico, valor de cambio, en el sentido de que no se desvaloriza, y las monedas Mariano Rodríguez. Mujer con frutas, 1943; y Rooster, 1941. 49 Revolución y Cultura sí, los norteamericanos se dieron cuenta de que la pintura era una riqueza que poseían. Contaba que había ido a casa de una persona que era dueña de un Paul Klee y, sin embargo, no tenían cocinera. Cocinaban ellos como diversión, bueno, una especie de actitud exquisita, de muestra de refinamiento. –Me daba cuenta –decía– de que lo que tenía que hacer era pintar lo mío y pintar mi país. Además, toda gran cultura se hace para su propia nación, para su país; y cuando ese país ya la ha asimilado, la exporta. Lo demás, el cosmopolitismo en el arte... Pero no era el caso de Cuba, y Mariano no podía vivir aquí de su pintura. –No. Malvivir –agregaba–. Yo, al final, sí, a partir de 1948, de los años cincuenta. La razón es que había riqueza en Cuba a causa de la Segunda Guerra Mundial. Había nuevos ricos. Portocarrero, Cundo Bermúdez y yo éramos pintores un poco internacionales y se compraba nuestra pintura. Porque era cubana. Ya habíamos expuesto en el Museo, ya los ricos cubanos empezaban a considerarnos como una Escuela, la Escuela Cubana. Ya adquirían nuestras obras. Se trataba de una nueva clase que se enriquecía. ¿Quiénes adquirían las obras? Comerciantes, contratistas, arquitectos, abogados, algunos profesionales, políticos, aunque los políticos no las compraban. Su prosperidad monetaria se debía al enriquecimiento artificial que le dio al país la Segunda Guerra Mundial gracias a los altos precios del azúcar, y también a la bolsa negra. La vieja burguesía no sabía nada de eso todavía, es decir, de la pintura como un valor monetario. Pero los hijos o los nietos de los viejos burgueses ya empezaban a entender el peso económico de la pintura cubana. Thorwald Sánchez, los hijos de Agustín Batista, el banquero, que son los nietos de Falla Gutiérrez, ya empezaban a comprar. Algunos de sus cuadros los adquirieron Thorwald Sánchez y Víctor Batista. Mariano contaba que venían muchos norteamericanos y se hacían de pintura cubana en la forma que ellos lo hacen. Es decir, situando a los pintores cubanos en relación con el mercado universal de arte. Así, si tenían que escoger entre un Mariano y un De Kooning, pues De Kooning tenía más valor porque había expuesto en París. Un hecho en el que a veces no se fijan el artista y el intelectual es en que esos centros reparten la cultura, que ellos consideran menor. Porque la gran cultura que ellos hacen, la propia, ya la han repartido, pero en sus países. Renoir y Cézanne pintaban para París, para Francia. Hasta Gauguin mandaba desde Tahití Revolución y Cultura Revolución y Cultura 50 I Publicada en 1901, la novela Buddenbrooks –Verfall einer Familie (Los Buddenbrook–Decadencia de una familia) cimentó la fama de Thomas Mann como narrador, y le granjeó en 1929 el premio Nobel de Literatura, por la brillantez de su prosa y el magistral manejo de los recursos del idioma. La traducción de Francisco Payaróls, que publicara en Cuba la Editorial Arte y Literatura bajo el título Los Buddenbrook* (La Habana, 1970), conserva los valores del original y trae a Mann al español con notable elegancia y precisión. La obra cuenta la historia de una familia perteneciente a la burguesía comercial alemana a lo largo del siglo XIX. Al comenzar la narración, dividida en once partes, los Buddenbrook festejan junto a sus invitados la compra de la casa solariega de la Mengstrasse, con una fastuosa cena en cuya detallada descripción se manifiesta el clímax de la riqueza y el prestigio familiares, y donde no faltan los versos de ocasión leídos por el poeta amigo a quien los Buddenbrook sirven de mecenas. La segunda parte se cierra con las fiestas navideñas y una muy breve pincelada contrastante: «Ante el árbol se extendía la gran mesa colmada de regalos, que llegaba desde las ventanas hasta la puerta. Y fuera, en medio de la helada nieve de las calles, los pordioseros dejaban oír sus organillos italianos…» (126) Horror a la pobreza: pese a matices humanísticos o religiosos y a las características individuales de cada personaje, el apoyo y afecto de unos por otros en la familia Buddenbrook está condicionado, en realidad, por el sostenimiento de dos factores fundamentales: la fortuna y el nombre. Para los Buddenbrook el sentido de la institución familiar radica justo ahí, y ese principio se transmite a través de generaciones, aunque al mismo tiempo se preste atención a otros valores como honestidad, laboriosidad o espíritu piadoso. Es un concepto de familia que obliga a abandonar, si es necesario, los deseos y aspiraciones personales. Toni Buddenbrook, por ejemplo, comienza aceptando ilusionada la solicitud de su enamorado, el joven estudiante Morten Schwarzkopf: «¿Quiere prometerme que LaS BUDDENBROOK: REUNIÓN DE DESPEDIDA Olga Sánchez Guevara nunca olvidará esta tarde en la playa, hasta que yo regrese… hecho ya doctor… y que la pida a su padre… y que entretanto no querrá saber nada de ningún señor Grünlich?» (190) Y ella promete, pero después se deja convencer por la retórica del padre, Johann Buddenbrook, quien a su vez repite la lección aprendida: su matrimonio con la madre de Toni se había cimentado igualmente en razones de conveniencia. «No hemos nacido, hija mía, para atenernos a la simple, egoísta y personal felicidad […] y no serías mi hija ni, sobre todo, un miembro digno de nuestra familia, si pensaras y te obstinaras, tú sola, terca y voluble, en seguir por tus propios y disparatados senderos.» (193) Thomas, el hermano, la aconseja y consuela diciéndole que él ha pasado por una experiencia similar: «¡Pobre Toni! […] De verdad me das lástima. ¡Te comprendo tan bien! Pero ¿qué le vas a hacer? Hay que pasarlo. Creéeme…; también yo sé algo de eso.» (203) Es así como Toni, convencida de su propia importancia como eslabón de la cadena familiar, renuncia a su primera ilusión amorosa para comprometerse y luego casarse con un comerciante por quien no siente la menor atracción. Antes que las motivaciones personales se sitúan los llamados intereses familiares, el engrandecimiento y la reafirmación del prestigio y riqueza de los Buddenbrook. Para mayor desdicha de Toni, con el tiempo se hará evidente que el comerciante Grünlich no era otra cosa Escritora, germanista y traductora cubana. Óleo de mujer junto al mar (2007) es su libro más reciente. que un bajo estafador del que deberá divorciarse y a quien escuchará gritar: «¡Me casé contigo por tu dinero, para que lo sepas, y como éste hace tiempo que se terminó, lo mejor que puedes hacer es irte a tu casa! ¡Estoy harto de ti, harto, harto!» (290) Pero no basta con la decepción de ver frustrado el plan de vida que había aceptado violentando sus deseos («¡Ah, qué cosas me preguntas, papá! No lo he amado nunca… Siempre he sentido repulsión hacia él… ¿No lo sabes?», contesta Toni al padre al preguntarle éste si ha llegado a amar al marido). Como divorciada, Toni Buddenbrook tendrá que resignarse a vivir apartada de la sociedad: «…fue una perpleja media hora aquella en que su padre le dijo […] que de momento no le quedaba otro remedio que vivir retirada, evitando el trato de la sociedad, ya que, a pesar de ser inocente en la prueba a que Dios la sometía, a los ojos del mundo su situación de esposa separada exigía gran recato y reserva.» (291) El ostracismo al que se ve forzada hace que Toni acepte la propuesta de casamiento del comerciante bávaro (de modales bárbaros) Alois Permaneder. Al cabo de unos pocos meses de convivencia, Toni sorprende a Permaneder en amoríos con la sirvienta de la casa, y así termina su segunda experiencia matrimonial. Thomas le reprocha a su hermana que le dé importancia a lo ocurrido, calificando el adulterio del cuñado como una «bagatela» de la que nadie tendría que saber, y Toni se siente ofendida en su dignidad: «¿Así, en la vida, sólo ha de ser escándalo y degradación aquello que tiene lugar a plena luz y en presencia del mundo? ¡Ah, no! Hay el escándalo interno, secreto, el que le roe a uno y devora la propia estimación, escándalo mucho peor que el otro.» (468) Por su parte, Thomas verá languidecer su propio matrimonio, en la implacable rutina del desamor tantas veces oculto bajo el disfraz de una convivencia armónica. La endeble constitución física de su hipersensible y nervioso hijo le hará dudar que sea posible perpetuarse en su descendencia. Pero lo peor de todo será verse obligado a fingir entusiasmo y energía cuando en realidad lo que siente es un hastío sin fondo, provocado por el agotamiento de Retrato de la familia Mann. Hay mucho de autobiográfico en Los Buddenbrook, incluso puede hablarse de un destino similar en ambas familias. * Todas las citas han sido tomadas de esta edición. 51 Revolución y Cultura Revolución y Cultura su vida interior. «La vida de Thomas Buddenbrook no venía a ser sino la de un actor, pero la de un actor condenado a representar siempre, hasta en los más pequeños detalles, un solo y único papel que, salvo en contadas y brevísimas horas de soledad y laxitud, pone a contribución todas las energías y las devora…» (790) No hay sitio para la felicidad en semejante entorno familiar y social. II Las mujeres de la novela desempeñan, en su mayoría, papeles secundarios; dependen totalmente de los hombres. En el caso de Toni Buddenbrook pudiera hablarse de un «protagonismo pasivo»: ella es un personaje clave en el hilo narrativo, está presente desde el inicio hasta el final de la obra, aunque siempre subordinada al elemento masculino sucesivamente personificado en el padre, los dos maridos de quienes se divorcia y, por fin, el hermano; tras la muerte de éste queda como desorientada, se siente desgastada, vieja y sin fuerzas. Una excepción es Sesemi Weichbrodt, independiente porque se gana el sustento con su trabajo; pero la profesora-preceptora es contrahecha, y eso puede ser causa de que no haya buscado el matrimonio como modus vivendi igual que otras mujeres de su medio. Además, su internado de señoritas capacita a las jóvenes para el manejo del hogar en la alta sociedad, o sea, que a la larga Sesemi forma parte del mecanismo que mantiene sometida a la mujer. Las jóvenes del internado expresan en sus conversaciones la aspiración de convertirse en esposas y madres; sólo Gerda, futura esposa de Thomas Buddenbrook, dice que no aspira a casarse y que se conforma con tocar el violín junto a su padre en casa. Para ella (lo mismo que más adelante para su hijo Hanno) ni siquiera entra en consideración la posibilidad de asumir el arte como profesión: esa opción no concuerda con su status. Los personajes femeninos no deciden, no cuentan a la hora de la acción, por eso al final de la obra están reunidas sólo las mujeres, quedan únicamente ellas: al morir el último Bu-ddenbrook varón, desaparece el apellido, y la familia pierde su capacidad de interactuar en sociedad: «Era después de cenar, una noche de otoño. El pequeño Johann (Justus, Johann, Kaspar) reposaba ya en el cementerio, bajo la cruz de piedra arenisca y los blasones familiares (…) Las ocho señoras vestían de negro. Era una pequeña reunión de familia, una velada de adiós. Habían venido a despedirse de Gerda Buddenbrook…» (899) Muertos el esposo y el hijo, se va de vuelta a su país la extranjera enigmática por cuya mediación se acercó a los intereses artísticos la familia Buddenbrook, iniciando el proceso hacia su decadencia. Hay un Thomas Mann en 1955, durante la concesión de la ciudadanía de honor en su ciudad natal, Lubeck. Revolución y Cultura Revolución y Cultura 52 doble sentido del concepto de decadencia en Thomas Mann: la inclinación al arte marca el declive de la familia Buddenbrook en cuanto a su pertenencia a la burguesía comercial, porque según Mann ambas cosas, el arte y los negocios, no pueden coexistir (el arte, tal como él lo entendía, no es compatible con la vida pragmática de una familia de negociantes). Pero hay también otra faceta de la decadencia determinada por los límites que los mismos Buddenbrook se imponen, al tener que relacionarse y casarse con gente «a su altura» o que les aporte algo. Esto hace que los lazos familiares sean cada vez más formales y menos afectivos, no queda espacio para la libertad personal, la familia como tal pierde su sentido y se convierte en una prolongación de la firma. El tema de la decadencia relacionada aquí con el talento artístico de algunos miembros de la familia Buddenbrook o su inclinación a las artes, aparece también en otras obras del mismo autor, que en Tonio Kröger casi llega a afirmar la imposibilidad de que el artista sea feliz y su destino de exiliado entre los hombres, a pesar de ver más claro que el resto o precisamente por eso. Hay mucho de autobiográfico en Los Buddenbrook, dentro de la propia familia del novelista hubo protestas por lo que expuso al público. Lo cierto es que la familia Mann tuvo un destino similar al de los Buddenbrook: los hermanos Heinrich y Thomas no murieron, pero tampoco siguieron los pasos de su padre, sino que terminaron siendo «artistas». III Frustración, soledad, amargo reconocimiento de su descenso en la escala social, se reflejan en la reunión de despedida de las mujeres Buddenbrook. Solteronas unas, viudas o divorciadas las otras (la historia de Toni se ha repetido en su hija Erika), todas ellas se lamentan por lo perdido, y ante la muerte del joven Hanno se preguntan si en realidad es sostenible la esperanza de un mundo ultraterreno donde la vida humana encuentre su continuidad y completamiento. Cierran la obra las palabras de Sesemi Weichbrodt afirmando que esa esperanza es cierta, y el comentario del narrador: «Allí estaba la vencedora en la guerra por el bien; la que durante toda su vida había librado rudos combates, armada solamente con su dogmática erudición; allí estaba, jorobada y endeble, temblando de santa convicción, como sutil, justiciera e inspirada profetisa.» (903) Pero si bien Sesemi cree en el más allá, un mal disimulado escepticismo prima en el resto femenino de una familia a la que por generaciones caracterizaron el espíritu emprendedor y el muy terrenal interés por la prosperidad: la inscripción en la puerta de la antigua casa, Dominus providebit, parece aludir a una fe más enraizada en este mundo que en el venidero. El subtítulo de la obra, Verfall einer Familie –decadencia de una familia–, no se refiere exclusivamente a los Buddenbrook, sino a todo lo que ellos representan. Así en la cena inaugural de la gran casa solariega, al inicio de la novela, alguien menciona a los antiguos propietarios de la casa, forzados a venderla por reveses de la fortuna. Tiempo después, también los Buddenbrook se verán precisados a vender ésta y luego la otra, mucho más lujosa, que Thomas hizo construir. Al final, cuando Toni propone a sus parientas reunirse todas las semanas para Escena de la versión fílmica Los Buddenbrook. cenar en grupo y releer las memorias familiares, está aferrándose al pasado a modo de refugio, en un intento tan desesperado como inútil por detener la irremediable decadencia de un estilo de vida y un modelo familiar condenados a desaparecer.** ** Mi agradecimiento a Jorge A. Collazo por sus opiniones y comentarios incluidos en estos apuntes. 53 Revolución y Cultura Revolución y Cultura ISRAEL ROJAS: «NOS HEMOS DEVANADO LOS SESOS PARA COMUNICARNOS»* . Mario Vizcaíno Serrat Periodista especializado en mú-sica. Ha publicado numerosos trabajos en la prensa cubana y extranjera. Israel Rojas tiene una confianza enorme en sí mismo. Es el ingrediente de su personalidad que más rápido aflora durante una hora de entrevista. Cada palabra que dice, cada frase, cada mirada, apuntan a un hombre convencido de que va por el mejor de los caminos. Y esa certeza le sirve tanto para defender sus criterios en una polémica como para confiar, casi a pie juntillas, en el trabajo que ha hecho Buena Fe hasta hoy. Es un conversador natural, agradable incluso, pero dominante. Le gusta dominar el debate con sus puntos de vista. En esta conversación, fue vehemente al aclarar conceptos de Buena Fe o de él. Posiciones éticas, políticas, de trabajo, que defendió con pasión, impulsivo y febril, como cubano que es. Sin embargo, pese a la desmesura y la carencia de reflexión pausada de algunos momentos, detalles que le restan encanto a una polémica, da gusto ejercer el criterio con Israel Rojas e invitarlo a que haga lo mismo porque es un hombre ágil de pensamiento e inteligente, y la inteligencia es un arma escasa y atractiva. Me recibió a media mañana en su agradable apartamento del municipio Playa. Estaba en short y pulóver y pelado casi a ras de cráneo. Abrió la puerta mientras sujetaba e intentaba calmar al perro, –que no muerde, como aseguran todos los dueños de todos los perros–, pero cuyos ladridos retumbaban en el edificio y llegaban hasta la calle. Me invitó a pasar a la terraza, donde corría una brisa suave que me ayudó a sobrellevar la sed durante sesenta minutos de plática, y se sentó a conversar. Cuba está viviendo un momento muy interesante, aunque siempre creo que este país ha vivido momentos así. Yo, antes, me molestaba cuando escuchaba decir que este es un momento histórico, y me preguntaba si todos los momentos en Cuba eran históricos, pero es así, verdaderamente, en el sentido de que quizás para un sector social no lo es, pero para otro sí es su momento histórico porque está creciendo, avanzando, forjando sueños. Es muy egoísta pensar que en la vida pasa sólo lo que uno ve, y no es así. Y me parece que nuestro sentido de apreciación está a tono con el momento que vive el país, con las cosas que están pasando. * Esta entrevista se realizó antes de la salida al mercado del CD Catalejo Revolución y Cultura 54 ¿Que están pasando a nivel social? Claro, a nivel social. Y también en el resto del mundo están pasando cosas. De todo tipo. Y a veces el arte no anda exactamente a la vanguardia. A veces ni las vanguardias andan a tono con lo que está pasando en el mundo, en nuestro país, en nuestra ciudad, en nuestro entorno caribeño, americano, en nuestras familias, en los valores de la gente. Pero están pasando cosas. Hay río revuelto, así que ganancia para pescadores que estén dispuestos a meterse en el río a pescar el arte que pudiera salir de ese convite interesante. Estamos intentando tomarles el pulso a las cosas, pues sería un crimen no hacerlo. Entonces, el proceso de captar los temas es más complejo que antes. La temática está. Y el don de poder escribir está ahí, por suerte. El problema está en la forma que logre una comunicación. Uno de los grandes problemas de la música de autor hoy es que se han agotado las fórmulas para llegar a la gente. Y si no se han agotado, se han caminado demasiado, están trilladas. A veces se cree que una obra es mejor en la medida en que menos gente la entienda y el verso sea tan complejo, tan profundo, que solo lo comprendan cuatro críticos. Los autores que se dedican a hacer crónicas de la sociedad han perdido un poco la frescura o ese principio que es la suprema sencillez del arte. La gente critica el reguetón, y es cierto que en cuanto a contenido hay cosas deplorables, pero en cuanto a forma, hay cosas muy interesantes. Por eso logran una comunicación más directa a través de códigos que se parecen a los que la gente utiliza para comunicarse hoy. Es un arte más guerrillero. Si Buena Fe se ha asentado en un público masivo, y esto no es autosuficiencia ni vanagloria o autobombo, es porque nos hemos devanado los sesos buscando recursos comunicativos que permitan que ese contenido esté en el estuche en el que resulte interesante, agradable y estéticamente hermoso. Y la gente no te engaña: si le gusta, se lo come, si no, no se lo come. Y si hay algo en el mercado que no está escaso son las opciones musicales. Y lo mismo vive Mark Anthony con Sin Bandera que Sin Bandera con Los Van Van que Los Van Van con la Charanga. Por eso se trata de buscar recursos musicales y conceptuales que alcancen una comunicación con el público. ¿Cómo se comporta la promoción de Buena Fe fuera de Cuba? El disco Presagio, por ejemplo, fue uno de los cuarenta más vendidos en Costa Rica en el 2007. Un año intenso fuera de Cuba: Canadá, Gran Bretaña, Francia, España, Nicaragua y Venezuela. ¿Ustedes gustan en Europa? La música nuestra tiene un componente caribeño, un rock a lo caribeño que adquiere valor ya no por lo textual, que es lo que funciona en el mercado hispanoparlante. En los países europeos lo que cuentan son la melodía, el ritmo, la manera en que enfocamos eso, porque está además el estereotipo de que la música cubana es timba, salsa, música tradicional. Para nosotros, sin embargo, lo importante es seguir tejiendo una obra que aunque pueda tener puntos comunicantes con un discurso universal, su esencia esté en Cuba. Y ya tenemos un público que nos espera cuando vamos. No es masivo, pero se mueve. ¿Y ese éxito en el extranjero proviene de buenos mecanismos de promoción desde Cuba? La internacionalización de Buena Fe comenzó con la independencia de nuestra capacidad discográfica. Nuestros tres primeros discos los hicimos con una disquera a la que queremos mucho, la EGREM, que nos permitió grabar esos discos, que fueron muy importantes para nuestro trabajo y para su economía. Pero la EGREM llegó hasta donde podía institucionalmente. Luego descubrimos, con dolor, que, internacionalmente, las disqueras cubanas están atadas de pies y manos. Ni tienen el capital, ni los especialistas, ni la posibilidad legal ni la libertad empresarial para acometer proyectos de internacionalización de nadie. Cuando alguien diga lo contrario, y en eso meto mis dos manos en el fuego, se refiere a música tradicional. Pero esa música se comercializa sola. Si una disquera te dice que pusieron en el mercado internacional a Eliades Ochoa, no es cierto, ya él estaba en el mercado internacional por el Buena Vista Social Club. Y cuando nosotros descubrimos eso decidimos no grabar más con una disquera cubana ni de otro país, sino producirnos nuestra música. Presagio es un disco nuestro, producido con nuestro dinero y grabado en unos estudios que hicimos. Las voces se pusieron en la EGREM, con la que negociamos la distribución en Cuba a cambio de unos turnos de grabación. Gracias a que es un disco nuestro, pudimos negociarlo internacionalmente. Porque si un empresario me llama de madrugada y me pide que le envíe el arte del disco, me siento en la computadora y se lo mando a esa hora. O voy a DHL y se lo envío con nuestros recursos. Pero si llama a la EGREM, a esa hora no hay nadie allí. O a lo mejor, tienen que buscar primero la factura, o el acta constitutiva de no sé qué. ¿Cuántos empresarios extranjeros me han engañado? El veinte por ciento. Pero debe ser más o menos el mismo 55 Revolución y Cultura porcentaje que engaña a las disqueras cubanas a pesar de que tienen abogados, especialistas y demás y demás. De manera que desde hace dos años, hemos podido tener una carrera internacional sostenida. Ya tenemos cubierta la agenda de las giras internacionales del verano próximo, y ahora lo que estoy buscando es no dejar de hacer conciertos en Cuba. Buena Fe fue, el año pasado, la agrupación de nuestra empresa, Musicuba, que más presentaciones tuvo fuera de Cuba, pero también una de las que más hicieron presentaciones aquí. Y eso es lo importante: la capacidad de crear, soñar y trabajar. No sé si conoces que a los medios de difusión llegó recientemente una estúpida resolución que prohíbe ofrecer datos de actuaciones en el exterior. No puedes llegar a la televisión y decir que regresaste de algún país. Eso contrasta con que un hecho artístico y cultural como Silvio en Chile se haya conocido por todos lados, lo cual para mí es un verdadero orgullo porque soy un admirador de su obra, pero esas son las cosas de este país, cada regla con su excepción y para unos sí y para otros no. ¿El móvil de la medida? Pues es consecuencia de que artistas aparecían en los medios a veces hasta mintiendo, diciendo que habían hecho giras extraordinarias y no era así. Nunca se dice públicamente, pero son famosas en el medio artístico las agrupaciones que han hecho «historia» en las temporadas de la cosecha de la pera, o del fruto del árbol del olivo en Europa, que luego, por el lenguaje de cadenas de oro y sonrisas faranduleras, son traducidas a presentaciones en «festivales importantes» que jamás ocurrieron. Pero lo otro es la maravillosa fórmula de botar el sofá por la ventana. ¿Para qué tenemos como cuarenta programas musicales de radio y de televisión? Si alguien dice una mentira en cualquiera de esos espacios pueden ir a Google o a las diferentes fuentes de información y revisar, y si no encuentran una sola referencia al supuesto éxito, significa que mintió, y pueden desmentirlo. Pero costaba más trabajo investigar, aunque cada medio tenga una redacción cultural que podría y debería hacer verdadero trabajo periodístico. Ya que mencionas a Silvio Rodríguez, entre universitarios habaneros se dice que Silvio criticó a Buena Fe porque, supuestamente, están muy apurados por conquistar públicos y mercados, de ahí que empezaron una carrera maratónica de grabación de discos que atenta contra la calidad de la obra. ¿Es cierto esto? Uno de los rumores más interesantes es este que me comentas de supuestas opiniones de Silvio Rodríguez. Nunca hemos tenido el placer de estrechar la mano de ese gigante de la cultura cubana. Jamás hemos tenido el honor de intercambiar ni siquiera un saludo verbal. Contadas son las ocasiones en que hemos estado cerca y por desgracia casi siempre ha estado rodeado de gente importante, ante la cual, hemos creído que no deberíamos interrumpir, o a veces Silvio llega, hace lo suyo y se va, tal y como hacemos nosotros, ajenos al exhibicionismo extrartístico y pomposo. No sé si Silvio ha escuchado nuestro trabajo y si lo ha hecho qué opiniones le merecerá. Él es, como todos sabemos, un genio de la composición. Un referente. Alumno de Leo Brower. Compañero de geneRevolución y Cultura 56 ración de Wichi Nogueras, de Noel Nicola, de Pablo Milanés entre otros elegidos (en tiempos en que los elegidos intercambiaban con el alma desnuda, y se construían los unos a los otros). Uno de los iconos más importantes de la revolución cubana desde los tiempos, al decir de Eusebio Leal, en que decir Cuba era pecado en América Latina. Silvio ya es más que su obra y que él mismo, como consecuencia de esa suerte de sinergia en la que la interacción del sujeto-obra-circunstancia genera un valor agregado de proporciones inexplicables y por ende, casi místicas. Quien pretenda en Cuba hacer canciones con algo de seriedad, incluso si decidiera hacerlas al estilo de Mi pañuelo se cayó en el río, ha de pasar por la cátedra de la nueva trova: Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Porque ellos son síntesis de lo anterior y proyección hacia la vanguardia. La verosimilitud del comentario es de escasa solidez. Si se compara la frecuencia de grabaciones, se verá que es muy similar. Median unos dieciocho o veinticuatro meses entre un disco y otro. Y por suerte no estamos insatisfechos con ninguno de los nuestros. Ni con ninguna de nuestras canciones grabadas. Que haya gustos, preferencias, favoritismos por una u otra por parte del público y de los críticos (especializados o no) ya eso es otra cosa. Pero que cada disco es una prolongación de nuestras inquietudes y nuestras almas, es una verdad. ¿Y cómo anda la conquista de México? Este año fuimos invitados a dos importantes festivales en México: al de las Almas y al de las Culturas. Pero coincidieron con presentaciones nuestras en Canadá que estaban concertadas desde antes. La invitación fue extendida para este año. ¿Pero ya tienen un mercado en México? No. Hemos ido caminando, pero dentro de los perfiles de la música cubana, que, por obra y desgracia de las multinacionales de la música, está condenada a ser música alternativa y periférica (underground). No hablamos de grandes ventas de discos y un público masivo. Quizás lo consigamos algún día, pero condenados a lo que está condenado un músico cubano: acumular mucha obra en mucho tiempo para que un día, quizás... El otro camino para intentar en poco tiempo un conocimiento de tu obra internacionalmente, sería irte de Cuba. Pero si vives en Cuba y quieres internacionalizarte, tienes que contar con la carrera de lo eterno: hacer mucha música y discos, y tal vez dentro de diez o quince años, vas a determinado país y descubres que hay cincuenta mil personas que te conocen, porque boca a boca, poco a poco, con trabajo casi de hormiguita y con la fuerza de la calidad y singularidad real del trabajo realizado, seas capaz de hallar espacio entre las múltiples opciones y sobrevivir el tiempo. Así les pasó a Pablo, Silvio, Los Van Van. Los artistas de Cuba (que viven en Cuba) que más han trascendido internacionalmente lo han logrado con el tiempo y un ganchito. Cualquier otra fórmula que te digan es engañosa, si no depende de un empresario o de los mecanismos de mercadeo en este negocio. ¿Quiénes están interpretando temas de Buena Fe fuera de Cuba? Nuestra música comenzó a tener versiones hace poco. La primera fue hace dos años, en México, con una muchacha que se llama Estrella Veloz, que ganó un concurso, y la multinacional Universal le grabó un disco en el que se incluyó Psicología al día, que pegó bastante en su país. Intérpretes latinoamericanos han hecho versiones de No juegues con mi soledad, y se está usando ahora en una telenovela en Chile. En España hay varios cantautores que han hecho versiones de Gracias por el fuego y de Nalgas. En Italia hay una agrupación que toca Tras tus pies. Durante un concierto, ¿cómo comprueban ustedes que el público asimila bien sus mensajes, los textos? Por la mirada de la gente. La retroalimentación. Yo voy a casi todos los conciertos de otros artistas en La Habana, entre otras cosas porque lo que se hace en este país musicalmente me parece importante y porque me interesa saber qué está pasando en el ambiente musical para no quedarme detrás, pues cuando te subes a la Torre de Babel porque crees que eres el caballo, ahí mismo perdiste. Y te digo sin autosuficiencia que una de las agrupaciones que menos esnobismo arrastran es Buena Fe. La gente va a nuestros conciertos y atiende. Te das cuenta cuando dices una frase y hay una respuesta. Además, nuestros conciertos son extrovertidos con énfasis en la relación con el público. Mi pregunta nace de la experiencia como espectador que soy también, pues voy a muchos conciertos, y es increíble la cantidad de gente que no escucha, ni le interesa hacerlo, lo que el intérprete está diciendo en el escenario. Esnobismo, bróder. En esos casos, la idea es perder el tiempo de alguna manera, es como un nintendo, un atari. Yo me molesto en muchos conciertos, a los que voy como espectador, con la gente que no atiende, que está hablando mierda y molestando al que va a escuchar, que va a ver qué tragos dan o a hacer vida social. Y cuando termina el concierto aplauden como si hubieran estado atendiendo todo el tiempo. Hay mucho esnobismo. Pero también es justo decir que a veces los creadores se montan en una nube tan alta, que dejan un vacío hacia abajo, un silencio, que ayuda a que la gente les quite el plug. Es como en la escuela: cuando un profesor capta tu atención, hay un silencio total. Nadie se duerme. Y el alumno disfruta al artista, que en ese momento es el profesor. Y está el maestro que imparte, por poner un ejemplo, matemáticas. Que aunque todo el mundo tiene que estar atento porque es una materia primordial y te quedas colgado si no apruebas, mientras da sus clases los alumnos conversan porque no les atrae lo que está pasando en el aula. Hay personas distraídas, eso es cierto, pero a veces lo son más por falta de estímulo de los emisores. Y en el arte sucede igual: esto no es coger un diccionario y empezar a poner palabras, este es un oficio duro. Como un sacerdocio. Para hacer una obra responsable tiene que haber detrás mucho de investigación, estudio, de escuchar mucho y vivir abierto a todas las corrientes y escuchar todas las ideas, hay que trabajar muchísimo. Y no todos los creadores están dispuestos a dedicarle a esto tanto tiempo. Ni siquiera todos los creadores, como tú les llamas, saben que debe ser así Puede ser, sí. Puede ser. Muchos cubanos de la región oriental de Cuba se molestaron con el video clip de Buena Fe dedicado a la pelota y centrado en el equipo Industriales. ¿Tienes alguna explicación para convencer a los decepcionados? Esa canción se hizo para el documental Fuera de Liga, de Ian Padrón. Él me pidió una canción sobre el béisbol, no sobre Industriales. El documental se iba a llamar Soñar en azul, y la canción se llamaba Jugar al final. Pero cuando se llevó a grabar a la EGREM, donde nosotros estábamos en proceso de grabación del disco Arsenal, José Manuel García me propuso incluirla entre las piezas del Cd, y aunque primero me pareció inadecuada, él nos convenció, porque le daba cierto toque especial al disco, que saldría más o menos a la vez que el documental, y según él, tanto el disco como el documental saldrían ganando. A José Manuel le pareció inconveniente el título de Jugar al final, y Ian Padrón propuso que se llamara Soñar en azul, como el documental. Al final, el documental se llamó Fuera de Liga, y nos quedamos enganchados con el título de Soñar en azul. Ian le hizo un video clip acentuadamente industrialista porque es el video de su documental. Y al final, se prohibió el documental,1 me quedé enganchado con el título de la canción, y me gané unas cuantas alabanzas no deseadas y reproches no merecidos. Pero que se sepa: no perdemos las esperanzas de, un día, gritar a voz en cuello: ¡Nagüe, Guantánamo campeón!!! Nota 1 Poco después de esta conversación, el canal Habana pasó el documental Fuera de Liga. 57 Revolución y Cultura BORGES-TRIANA, Joaquín. Romerías de mayo: también la diversidad nos une. (AT). No. 3-4-08: 63-64 BUSCAGLIA Salgado, José F. Diversión, fingimiento y enmascaramiento en los Infortunios de Alonso Ramírez (1691) de Carlos de Sigüenza y Góngora. No. 2-06: 24-29 Compilado por Gretel Marante Rosett A ABDALA Junior, Benjamín. En el flujo de las aguas: balsas, márgenes y travesías. No. 6-08: 4-11 ABREU, Andrés D. Los más allá de Mena y Montes de Oca. (AT). No.206:64-66 ACOSTA DE ARRIBA, Rafael. La filosofía de tocador revisitada. No. 1-06: 40-43/ Entre Dioses y Algoritmos. No.2-07:4-7/ Un libro, un maestro del arte. (AT) No.3-07:54-55/ Si me pides el pescao, te lo doy. (AT). No.108. 61-62/ Un mapa de la danza. (AT):66-67 ACOSTA, Leonardo. Pueblo y Cultura y Revolución y Cultura: Dos números envueltos en el misterio. No. 2-06: 50-54 AGUILAR, Anna Marí. Timberlake Wertenbaker: dialogando con la Historia en tiempos de incertidumbre. No. 2-07: 53-58 AGUILERA Manzano, José María. El papel de la literatura en el proyecto de identidad «cubano» ideado por Domingo del Monte. No. 5-08: 8-17 AGUIRRE, Mirta. Tú tienes niños, Madrid. No. 3-06: 12-13 ALBELO, Ismael S. Bèjart: el presbítero de la danza. No. 2-06:12-16 ALEGRÍA, José. Ur-Hamlet y la Gesta Danorum: nota sobre las fuentes y traducción de Saxo Grammaticus. No.1-07:9-20 ALFONSO, Vitalina. Realidad y Ficción en la novelística de Mayra Montero No.5- 6-07: 9-15 ALONSO, Alejandro G. Las tres dimensiones de Sosabravo No. 1-06: 57-61/ La integración arquitectura-artes plásticas en La Habana de los años cincuenta. No. 2-07: 23-29 ARENCIBIA, Lourdes. El español que hablamos en Latinoamérica. ¿Es una lengua de traducción? No.3-07:46-53 ARNAL Gely, Anne-Marie. 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NO. 2-08:32-34 CÁRDENAS, Eliana. Paisajes provisionales; paisajes insólitos. No 1-08:63-64 CARDOSO, Irina. Los cubanos frente a la historia y el espejo. (AT).No.1-06: 64-65 CARRIÓ, Raquel. Seis profesores en busca de Ur-Hamlet. No.1-07:4-8 CASTELLANOS León, Israel. Una demolida caseta, una tronchada política cultural. No.1-06:22-29/ Un clásico y trasgresor: Robert Ma-pplethorpe. (AT). No.1-06:66-68/ La ciudad se bienaliza. Dinámicas urbanas centradas en los sentidos. No.2-06:34-43/La otra y casi olvidada «Bienal de La Habana». No.3-06:21-26/ Una Bienal que tuvo su Anti-bienal.No.4-06:51-56/ Otro Salón que tuvo su Antisalón No.1-07:35-42 /Pedro Pablo Oliva: artista y mecenas de nuevo tipo. No.2-07:3440/ Nombres que dividieron aguas (I). No.3-07: 34-37/ Nombres que dividieron aguas (II). No.4-07:17-20/ Víctor Hugo y Saint-Exupèry: ¿artistas visuales avant-la lettre? No-1-08: 53- 56/ Revelación en el Salón Nacional de premiados.No. 2-08.68-70/ Algunas islas del ser. No3-4-08:33-39/ Ilustrarte No. 5-08:27-32 /Memoria, tiempo y espacio Para Sandú Darié. No.6-08: 29-37 CASTILLO, Luciano. Entre la realidad y el sueño: Fernando Pérez (AT). No.307: 61-62 CASTRO, Elvia Rosa. Capicúa: una expo que gana por partida doble. No. 2-08:47-50 CEPERO Amador, Ileana. Joaquín Blez: el fotógrafo Dandy. No.1-06: 51-56 CÉSPEDES Díaz, Norge. Las manos de un poeta sobre el carey. No.4-07: 21-25 CHATELOIN Santiesteban, Felicia. La arquitectura del molde o de cuando la construcción se hizo industria No.56-07: 43-47 CHINOLOPE (Guillermo Fernando López Junqué), Lo nuevo con lo familiar. No.2-08.30-31 CHOMENKO, Hanna G. Poesía brutal. Muestra antológica de Luis Eduardo Aute. (AT). No.3-4-08:67-68 CONTRERAS, Pedro. Clara Porset, diseño y cultura. No.4-06.32-34/ La integración arquitectura-artes plásticas en La Habana de los años cincuenta. No.2-07:23-29 COYULA Cowley, Mario. Razón y Pasión: ¿Donde está Corbu? No.3-07:19-30 / Amor y odio. El río y la ciudad. No.4-07:4-16 / La Habana: retos para el siglo XXI (AT). No.3-4-08. 60-62 CROSAS Armengol, Carles y Xavier E. ldefons Cerdà y Luís Yboleón Bosque. Idea y realidad de dos proyectos de ciudad. No.1-07:54-58 D D’ANGELO, Biagio. Caboclas, santas patronas, claveles y rosas. No.3-07: 4-14 DE JUAN, Adelaida. Pintura en la Habana. (AT). No.1-06: 69-70/ Flavio convoca. (AT) No.2-06:62-64/ Fabelo: de Fragmentos a Mundos No.3-06:6263/ Cuestión de espacio. No.3-06:4-7/ 70 Aniversario del inicio de la guerra civil española No.3-06:7-11/ Belkis Ayón. Origen de un mito. No.406.37-39/ Cincuenta años de trabajo/ Un día de cuadros.No. 4-06:57-63/El paisaje de un académico.(AT).No.107:58-60/ De nuevo Sorolla. No.207:30-34/ Montoto. Otra vuelta de la tuerca. (AT). No.3-07:54-64 /Visto en la Habana: De Rocío, el Thriller. (AT) No. 4-07:61-62/Los setenta y su pintura. (AT).No. 4-07:63/ Nelson. Tres en uno. No.4-07:65/ El cente- nario de Frida. No.5-6-07: 4-8/Nuez: premio a la caricatura. No.1-08:4-7/ Cuevas en la Casa. No. 2-08:39-40/ Del tercer mundo.No. 3-4-08.31-32/ Violín y espejo .No. 5-08:33-38/ «Dulce y compacta tierra, isla»*. No.6-08:38-43 DE ORAÁ, Pedro. Noticia comentada sobre galería Color-luz. No.4-06:3234 DEL PINO, Amado. El discreto arte de promover. No.1-06: 8-10. / Del espacio a la piel. No.2-06:43-47 / Cuestión de espacio. 4-7 No.3-06/ 70 Aniversario del inicio de la guerra civil española No.3-06:7-11/Del aplauso al enigma. No.4-06:40-42/ Los dramaturgos del XXI. No.1-07:50-53/ Rosario, buena cosecha.(AT) No.2-07:64-65 / Tres novelas teatrales. No.3-07:37-39/ Un personaje cubano en el teatro de Miguel Hernández. No.4-07: 32-37. Alegre pensamiento.No 2-08.58-60/ Desde el banco del amor No2-08:65 DEL VALLE, Rufino. Cuestiones de estado. No. 1-08: 65-66 E ELCORO, José Ruiz. María Grever dormida en un baúl. No.3-4-08:14-16 EIZAGUIRRE Garaitagoitia, Xavier y Carles Crosas. Ildefons Cerdà y Luís Yboleón Bosque. Idea y realidad de dos proyectos de ciudad. No.1-07 .54-57 ERLENDSDÖTTIR, Erla. Marinerismos de la lengua vikinga en español. No.1-08.48-52 F FARIÑAS Borrego, Maikel. Las asociaciones de recreo del tipo «yacht club» y su papel en el trazado socio-urbanístico de La Habana (1920-1958). NO. 2-08:51-57 FERNÁNDEZ DE JUAN, Laidi. La Biblia envenenada. (AT) 58-59 No.3-06:5859/ Tengamos la calle en paz (AT). No. 6-08: 62-63 FERNÁNDEZ Pérez-Sanjulián, Carmen. La literatura fundacional de Ramón Otero Pedrayo. No. 1-08:33-38 FERREIRO, Manuel. La (RE) construcción de la patria gallega desde la poesía: Eduardo Pondal. No.1-08:18-24 FURÉ Devis, Samuel. Repensando conexiones interculturales: lo «afro» en la cultura Rastafari en Cuba. No.306:44-48/ Sobre Guardianas de la memoria. No. 4-06:26-28. G García Negro, María Pilar. Castelao: arte, literatura y pensamiento al servicio de la patria gallega. No.1-08: 25-32 GARCÍA - OLIVERA, Julio A. Cultura y lucha revolucionaria. No.2-07:8-22 GÓMEZ Triana, Jaime. 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No. 3-4-08:40-44 PAZOS Barrera, Julio. Comidas para Simón Bolívar. No.2-06:31-34 PERÓN, Araujo Heián. El gato con botas más allá del texto. Una aproximación desde el psicoanálisis. No.306:30-35 L LA GRECA, Nancy. Literatura y conciencia: el suicidio femenino. No.406:12-16 LEFERE, Robin. Temas, figuras, imágenes: el concepto en cuestión. 49-53 No.3-06 LEYVA González, David. El tigre discursivo. (AT). No.3-06:56-57/ La caricatura política y José Luis Posada. No.5-6-07: 26-31 LEÓN Díaz, José. Y hay otro más (es decir, otro menos) No.2-06: 55-58/ Aziyadé y los bordes de la luna. No.306.27-29/ Ghostposter o viendo la película al revés. (AT). No.2-08:66-67 LÓPEZ, Aurora. Para leer a Rosalía De Castro en el tercer milenio. No. 1-08:8-13 LOYOLA Vega, Oscar. Un libro muy, pero que muy valiente.(AT). No.2-06:61-62 LLANA, María Elena. Al calor de las edades.(AT) No.1-07:60-61/ Cuando las nubes saben dibujar (AT). No.307:55-56 M MANZUR, Nara. El poeta y la actriz. Entrevista a Julia Varley. No.1-07: 20-22 MATEO, David. Apostillas y revelaciones. No.2-07:41-43 MATEO Palmer, Margarita. Estrategias de participación de las escritoras latinoamericanas. No.4-06:16-18/ Un sueño de Isfahán. No. 5-08:4-7 MELO, Teresa. Instrucciones para alimentarse. No 2-08:36-38 MENÉNDEZ, Pepe. Enrique García Cabrera o el pintor equivocado. No.106:19-21 MIRABAL Llorens, Elizabeth y Carlos Revolución y Cultura 60 POCIÑA, Andrés. Para leer a Rosalía De Castro en el tercer milenio. No. 1-08:8-13 POCIÑA López, José Andrés. Gil Vicente. No. 3-4-08:51-55 POGOLOTTI, Graziella. Zizou. No.106: 4-8/ / La memoria viviente de la guerra de España. No.3-06:18-20 / Revelando a Ravenet. No.4-06:57/ Ser Judío. No.2-07:67-70/Los portales de Via Po. No. 6-08:19-21. Q QUIROGA, Carlos. Carvalho Calero, talento y honestidad. No. 1-08:39-43 R RAJAONARIVELO, Nelly. Construcción de la protagonista en La Consagración de la Primavera: los Ballets Rusos. No.2-06:4-12 REGAZZONI, Susanna: «Tú que me miras, yo que te cuento» No.4-06: 8-11 RÍO Prado, Enrique. Flora, la maestra de Harold. No3-4-08:17-21 RODRÍGUEZ, Francisco. Rosalía De Castro y su obra en el contexto social de la época. No. 1-08:14-17 RODRÍGUEZ Tobal, Juan Manuel. La traducción de la lírica Grecolatina: Un ejercicio literario de realidad. No.307:40-45 S SÁEZ Carvajal, Fernando. Mi polo personal.No.1-06: 10-13 SÁNCHEZ, Guevara, Olga. La experiencia de lo otro No.2-06:21-24 / Todos somos extraños-extranjeros en un mundo cambiante No.3-06:1821/ Teresa de la Parra: aproximación mínima. No.4-06: 61-62/ El tiempo y Lotte en Weimar. No. 4-07: 59-60 / Los poetas bayameses del XIX y la «invención» de Cuba .No. 3-4-08:4550 / Las Buddenbrook: reunión de despedida No. 6-08: 51-53 SARDIÑAS, José Miguel. Alter ego: dobles en el cuento fantástico cubano. No.4-07: 26-31 SARUSKY, Jaime. Si no encuentras la luz, invéntala.No.1-06: 43-47/ Niemeyer y Cuba. No.2-06: 47-50/ Cinco momentos inéditos de Jorge Luis Borges. No.3-06:53-56 / Raúl Corrales, el testigo. No.4-06:46-51/ Hemingway, Corrales y una leyenda que no se apaga. No.1-07:46-49/ Niemeyer y Cuba. No.2-06: 47-50/ Cinco momentos inéditos de Jorge Luis Borges. No.3-06:53-56 / Korda. No.2-07:48-53/ Savoir faire, savoir vivre. No.3-07:30-34 / Zombis: En la No.4-06:29-32 / Israel Rojas: «Nos hemos devanado los sesos para comunicarnos»*No. 6-08: 54-57. frontera entre la vida y la muerte. No. 4-07: 53-57/ Guillén el periodista. (AT) .No2-08/ Mariano: el artista todo el tiempo. No2-08:41-46/ Marta Valdés: clásica y controversial.No.3-4-08.:413/ Sencillamente azul. (AT). No. 5-08:62-64 / Mariano: Los caminos de un joven artista. No. 6-08: 44-50 SUÁREZ Durán, Esther. Betún, la libertad de soñar. (AT). No.3-4-08: 69-70 V VAN DER ROOST, Els. La imagen de la literatura caribeña en los umbrales del texto. No. 3-4-08:22-30 VÁZQUEZ, Ramón. Altolaguirre en la pintura cubana (AT). No.1-06:30-33 VELAZCO Fernández, Carlos. De nube en nube con Senel Paz. No. 2-08.412/ En medio del mar de las miserias, una isla: el Teatro. No. 3-4-08: 50-57 VENEGAS Fornias, Carlos. Los Escolapios de Guanabacoa. No.2-07:15-22 VIZCAINO Serrat, Mario. Algo crece dentro de mí cuando dirijo a Luna. 61 Revolución y Cultura Tengamos la calle en paz Laidi Fernández de Juan. Resulta prácticamente imposible (lo he dicho otras veces) que nuestros jóvenes, esa juventud por la que todos apostamos y en quien confiamos el futuro, asista a conciertos y a espectáculos nocturnos. El más discreto de los precios es de 5 CUC. Un cantante tan admirado como Kelvis Ochoa, por ejemplo, que muestra su altruismo de forma ejemplar en la Isla de la Juventud, sólo es disfrutable en La Habana al costo mencionado, ya sea en Don Cangrejo (lugar conocido entre los jóvenes como Don Cinco CUC) o en el balneario universitario de Miramar, o en uno de esos cafés de precios prohibitivos como el Habana Café (20 CUC), o la sala Atril. Podrán recaudarse allí varias decenas de billetes en moneda convertible, pero ciertamente sus abonantes no son los hijos de los obreros, de los médicos, de los profesionales que laboran en instituciones puramente estatales. Los jóvenes deambulan por las calles en busca de divertimentos que estén al alcance del bolsillo de sus padres. Ocasionalmente asisten a los Jardines de la Tropical, lugar que presta servicios (léase abre sus puertas) para permitir conciertos con determinado orden. Eso, lo reconozco, pero al estar el sitio tan alejado, la amenaza de un asalto en el camino siempre está presente. Se deben atravesar veredas oscuras y caminos desprotegidos al entrar y salir. Otro lugar, el Centro Fresa y chocolate, ofrece su espacio para trovadores, y es realmente atractiva esa propuesta (exclusivamente los jueves), pero no alcanzan los puestos para más de cincuenta personas. La Casona de Línea, otro punto de reunión frecuentado por adolescentes, cuyo costo para entrar está al alcance de todos, no funciona con regularidad. El club Karachi, que permite avalancha de muchachos y muchachas a precios módicos y en moneda nacional, sólo abre jueves y domingos. Así, agotados los lugares accesibles, los jóvenes se arman de una botella de ron (cuyo precio cambiarían por un concierto, si no fuera Revolución y Cultura 62 insuficiente) y acuden en tropel a los parques de la avenida G. G se alza como el Prado de antaño. Refugio, arboleda, paseo, lugar de jóvenes ávidos de relacionarse con sus congéneres, donde los adultos les permitan esparcirse. G alterna momentos de agresividad con otros de santa paz, se intercambian canciones, bebidas alcohólicas, modas, grupos que muestran sus atuendos según la tendencia que hayan escogido. Vestidos de negro los llamados «emo», con es- escuchando a algún trovador que toca guitarra en el centro? Por ignorancia. Por temor a lo nuevo, a lo diferente. Porque muchos desconocen, ignoran u olvidan qué es la juventud, y pretenden negar que los tiempos cambian. Que esos muchachos nacieron en los años más duros de lo peor de la crisis, que han crecido en medio del torbellino de la inversión dramática de la pirámide social, donde un profesor universitario percibe menos salario que el jardinero de una institución truendosos brillos los «micky», belicosos los denominados «repa», peinados de variadas formas los «rasta», buscapleitos algunos, pacíficos otros, sentados en la hierba de los alrededores cuando los bancos se colman o caminando desde la calle 25 hasta Línea, la muchachada resulta un conglomerado difícil de entender. Es usual que sean observados por parejas de policías, vigilantes de normas como el cuidado del césped. Pero después de la medianoche, no hay orden (léase seguridad en la calle), sobre todo en los espacios aledaños a la gran, majestuosa y tumultuaria avenida principal. Esta panorámica apretada sintetiza qué es G. ¿Por qué acuden tantos jóvenes a G las noches de viernes, sábados y domingos? ¿Por qué despierta tanto susto ver a un grupo sentado en la hierba mixta (o como se le quiera llamar a esos lugares), un neurocirujano menos que un empleado de hotel, donde un recién estrenado asistente de cámara de la televisión percibe por su trabajo lo mismo que un especialista en medicina interna con quince años de experiencia. Las calles por donde se llega a la gran fiesta de G, y sobre todo el parque Víctor Hugo, (manzana desde H hasta I, flanqueada por 21 y 19), se encuentra en rotunda oscuridad. Ese es el punto más vulnerable: el lugar que aprovechan los verdaderos malhechores para golpear y robar a jóvenes solitarios. Sin ir muy lejos, el viernes 24 de octubre fue agredido un joven, y al día siguiente, otro. Cada fin de semana los padres despedimos a nuestros hijos con zozobra. Las desigualdades sociales generan el aumento de la delincuencia, la explosiva mezcla de necesidades materiales no resueltas, con deficiente trabajo ideológico, el egoísmo creciente y la apatía social de una gran masa de habitantes que renuncia a proteger las conquistas de las que tanto nos enorgullecemos, amenaza con destruir lo más prometedor del futuro. Las causas son múltiples, y no peco de ingenua. Cuba (léase nosotros) resistimos y seguimos resistiendo. Agresiones, sabotajes, bloqueos, huracanes, limitaciones materiales, toda clase de noxa nos azota, nos golpea. Varias instituciones y dirigentes del país realizan esfuerzos extraordinarios en aras de lograr el sueño de una juventud incorporada a la vida social. Es loable la creación y el desempeño de la escuela de trabajadores sociales, la de instructores de arte, pero obviamente algo se nos escapa. El jefe de sector de la policía de cada zona debería ser de la propia comunidad, como el médico de familia, que vive y conoce a los miembros de su entorno. La labor profiláctica puede y debe ser más efectiva. Ya una vez establecí un símil entre los enfermos físicos y los sociales. No lo recuerdo ahora por vanidad, sino porque me sigue pareciendo funcional. No estoy capacitada para ofrecer una posible solución al gravísimo problema de la violencia, pero me resisto a contemplar pasivamente cómo crece en nuestra sociedad. No existe fórmula mágica ni se trata de esperar cómodamente a que «otros» se encarguen de re-pacificar las calles. Si esta ciudad, si este país, si este pueblo nos pertenece porque formamos parte de él, si hemos sido nosotros los artífices de una larga y tenaz resistencia contra el poderío más descomunal de todos los tiempos, si somos nosotros los dueños del placer del sacrificio, entonces tenemos el derecho de exigir que se nos tome en cuenta. Queremos y debemos proteger a nuestros hijos. Ofrecer opciones y alternativas en la re-educación de jóvenes mal encaminados, víctimas ellos mismos de violencia, e instituir espacios atractivos y seguros podría ser un intento. La llamada «búnkermanía», método de ostracismo para sentir seguridad y que empieza a estar de moda ante el peligro de la calle, nos conducirá a un egoísmo primitivo y anti social. Ilustraciones: Luis Lamothe 63 Revolución y Cultura Dos intensas jornadas de cine Frank Padrón México «lindo»: el relevo fílmico Cartel de Temporada de patos, de Fernando Eimbcke, y de El Violín, de Francisco Vargas. Revolución y Cultura La más reciente Semana de cine mexicano, inserta dentro de la Jornada de la Cultura de ese país que anualmente se celebra en Cuba, permitió un acercamiento de primera mano a lo que hacen allí las nuevas hornadas de realizadores. Fue posible comprobar la coexistencia de poéticas, estéticas y narrativas de lo más diversas, desde los tratamientos más o menos convencionales pero eficaces (El violín, de Francisco Vargas; Todos los días son tuyos, de José Luis Gutiérrez) hasta los procederes des-narrativos del llamado «nuevo nuevo cine» (Déficit, de Gael García Bernal; Temporada de patos, de Fernando Eimbcke; Párpados azules, de Ernesto Contreras…) Resultó ya un acierto erigir esta muestra sobre la base de óperas primas: al margen de logros y preferencias, el espectador salió con la certeza de continuidad y relevo garantizado dentro de una cinematografía, como se sabe, cimentada en una prestigiosa tradición y a pesar de las crisis económicas que con mucha frecuencia afectan el quehacer fílmico del país y la región toda. Individualizando un poco, El violín (2005), la bien recibida cinta de Francisco Vargas (el cual viajó a Cuba especialmente para asistir al segundo pase del filme) que ha recibido más de treinta premios internacionales (entre ellos uno muy merecido en la sección «Un Certain Regard» de Cannes a su anciano protagonista, el recientemente fallecido Angel Távira) fue la elegida para descorrer las cortinas del evento. Minimalista, en un atinado «tono menor», sin estridencias dramáticas que, favorablemente, van armando un crescendo hasta aterrizar en un contundente clímax, El violín muestra el enfrentamiento de rebeldes y ejército sin especificar época ni contexto, por lo cual el conflicto puede leerse como parábola de toda realidad social de ese tipo. Tras la apariencia 64 de cinta de género, concretamente de contiendas armadas, la obra se concentra en las in-dividualidades del viejo músico (tal y como lo fue, de condición auto-didacta, Angel Távira en la vida real) y el jefe del ejército: entre los enemigos se establece cierta complicidad rota, claro, cuando se desencadenan los hechos, pero que dota a la cinta de una calidez humana encomiable. El austero blanco y negro de la fotografía, la expresividad de planos que recogen mediante profundidades de campo y enfáticos encuadres lo agreste de la naturaleza que rodea a los personajes, el tempo deliberadamente lento pero que no hace perder (todo lo contrario) un ápice de interés al espectador, el inteligente montaje y las soberanas actuaciones (secundan muy bien a Távira, Gerardo Tara-cena (De ida y vuelta; Ariel a la mejor coac-tuación masculina), Dagoberto Gama, Fer-mín Martínez… Otra ópera prima que integró la muestra es Temporada de patos (2006) de Fernando Eimbcke. Ariel de Oro; premio FIPRESCI y otras siete distinciones en el Festival de Gua-dalajara. Dos adolescentes asumen el reto de pasar un domingo solos eludiendo del mejor modo posible el aburrimiento; sin embargo, los acompaña un vendedor de pizzas, al que rehúsan pagarle después de haberlo llamado, y la doméstica que se las pasa haciendo fracasadas tortas. Típica muestra de la diégesis del nuevo cine, bajo la aparente ausencia de argumento se pulsan temas como la libertad, el erotismo, la amistad, los entresijos del poder, su manipulación y sus juegos, algo que a nivel dramático se expone mediante rotaciones y alternancias de las parejas, lo cual tiene, claro, una primera lectura interpersonal, pero que puede, a nivel metafórico, tocar contextos mayores. Momentos de interés junto a otros absolutamente superfluos, entrega esta Temporada…no muy bien recibida por la mayoría del público que colmó la sala de 23 entre 10 y 12. Algo semejante a lo ocurrido con Déficit. El debut tras las cámaras del astro tapatío Gael García Bernal dividió al público entre rechiflas y un silencio vergonzante, pero casi puedo asegurar que no hubo una persona en la sala que saliera complacida tras el ambicioso (y hueco) proyecto emprendido por el «Che» de Diarios de motocicleta en su primera experiencia directriz. Aunque no soy muy dado a valorar los filmes por su huella en los festivales (algo, bien se sabe, engañoso y coyuntural), la indiferencia con que ha sido recibido Déficit en Cannes, Miami, Morelia, Gotemburgo y la propia Habana (durante su pase en diciembre) pese a la nada desechable simpatía de su actor y director, es algo a tener en cuenta, porque esta crónica de una fiesta a la que convoca en su residencia campestre Cris, joven de clase alta rodeada de sus amigos y los de su hermana (una yonqui desorientada y frívola), con el objetivo de radiografiar las frustraciones y vacíos de una clase, padece de anemia perniciosa en su decursar narrativo y dramático. García Bernal quiso llenar demasiado la mano: rastrear la irresponsable vida amorosa del protagonista, sus falencias universitarias, la relación distante con los padres (político corrupto y en crisis, todo indica, su progenitor), el abismo que se abre con la propia hermana, las colisiones de clase (con la servidumbre), las que tienen lugar con los propios amigos y, como si fuera poco, lanzar una mirada al deteriorado panorama sociopolítico del México contemporáneo. La avaricia rompe el saco, reza el dicho, pero también lo quiebra la impericia cinematográfica. Con frecuencia estas reuniones y fiestas amistosas y/o familiares resultan caldo de cultivo ideal para emprender tales estudios (sin ir más lejos, recordemos la reciente cinta chilena Fiestapatria), pero debe tenerse para ello un pulso y precisión tales que el motivo pre-textual sirva para calar hondo en las complejidades humanas y sociales llamadas a cuenta, lo cual, ni con mucho, es el caso. Gael pierde tiempo (y metraje) en dejar correr su cámara tras anécdotas más o menos significativas desde el punto de vista narrativo, sin la profundidad ni la puntería suficientes para que ellas apunten a algo más allá que a una narrativa superficial e inconsistente; los pasajes relacionados con los criados, las propias amarguras ante la negativa de Harvard o las aparentes euforias que sólo esconden negatividad y frustración en el protagonista, resultan bastante forzadas y casi nada convincentes en lo dramatúrgico, mientras el resto de los personajes se le escapa a la hora de diseñarlos mínimamente y situarlos en pantalla. Luego, quien como actor ha ofrecido más de una muestra de contención y ductilidad (La mala educación, Amores perros…) se muestra aquí generalmente sobreactuado e inseguro. Fin del cuento: una película que en el saldo final hace perfecto honor a su título. Mucho mejor resulta Párpados azules, de Ernesto Contreras, que une dos soledades: una joven empleada que ha ganado un viaje a una playa con acompañante, y un viejo compañero de estudio a quien no reconoce, y ahora (soltero, sin compromisos y a punto de comprar un piso por el que no se decide) se cruza en su camino. Ganadora de un Ariel a la mejor ópera prima el pasado año, con reconocimientos en Guadalajara , San Se-bastián, Lleida y Miami, en ella el joven cineasta plasma con ironía y economía de recursos el drama de estos seres no sólo solitarios sino algo más triste: incapaces de establecer una relación cálida y enriquecedora. Aunque la simetría con la historia de la anciana propietaria del negocio donde trabaja la joven (oportunidad para disfrutar de una siempre extraordinaria Ana Ofelia Murgía), incluyendo el pajarito que titula el filme, se antoja algo violenta y por tanto superflua (la fuerza de la historia bastaba por sí sola), esta mirada a la incomunicación y la abulia desde tan expresivos Párpados azules resulta notablemente escrita y mejor plasmada es-cénicamente, al igual que los desempeños de Cecilia Suárez y Andrés Montiel como la pareja dispareja. Una rareza fílmica puede considerarse Los pequeños gigantes, docudrama realizado en 1960 en torno a un grupo de pequeños beisbolistas regiomontanos de origen humilde, Junto a estas líneas, Gael García Bernal, en su debut tras las cámaras en Deficit; y arriba, cartel promocional de Párpados azules, de Ernesto Contreras. 65 Revolución y Cultura muestra del género, siguiendo sin innovaciones, pero con acertado pulso, las reglas del mismo. Cine mexicano fresco, credenciales de un espíritu fresco y renovador, fueron siete días en contacto con el quehacer de los más jóvenes de allí, algunos de los cuales bien se sitúan desde ya a la vanguardia de la producción latinoamericana. Paolo Virzì de tú a tú con el público habanero hoy destacados empresarios deportivos, durante su participación en el Campeonato Mundial de las Ligas Pequeñas en Williamsport, Pennsylvania, que en 1957 consiguieron ser el primer equipo no norteamericano en resultar ganador. Filme realizado por el guionista y cineasta de origen canadiense Hugo Butler, quien tuvo que emigrar a México por la persecución macartista, y utilizar el seudónimo de Hugo Mozo para que la película pudiese ser exhibida en los Estados Unidos. El negativo se encontraba desaparecido hasta que el archivo fílmico de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de los Estados Unidos lo encontró y realizo esta copia que es propiedad de la Filmoteca de la UNAM de México. Pese a lo molesto (y un tanto redundante) de la narración «in off» y el estilo naif de su realización, la calidez de su mensaje (salpicado por referencias neorrealistas) le confieren vigencia y un indudable encanto. Por último, el thriller Todos los días son tuyos, en torno a las conexiones del grupo terrorista ETA en México y las confrontaciones de la policía en ambos países, conforma una notable Arriba, una escena de Todos los días son tuyos, de José Luis Gutiérrez. Abajo, el actor Ángel Távira, recientemente fallecido, es el protagonista de El Violín. Revolución y Cultura 66 No sólo por la comunicación estrecha y singular que buena parte de su cine (al cual se dedicó la Semana de nuevos realizadores italianos que tuvo lugar en la habanera sala «Riviera») estableciera con los muchos espectadores que han acudido a conocerlo y disfrutarlo: el propio Paolo Virzì en persona se presentó a una de las tandas para dialogar con éstos. Alguien (con respaldo de todo el lunetario) le agradeció su manera tan agradable y directa de reflejar complejos aspectos de la realidad italiana que va desde los años 90 del pasado siglo hasta ahora mismo, mientras otro resaltó el respeto y la simpatía con que, en uno de sus filmes estrenados en Cuba, abordaba la figura de Fidel Castro y del pueblo cubano, todo lo cual fue respondido por el cineasta con buen ánimo y humor, ingredientes habituales de su cine. Tras una jornada no muy feliz sobre el nuevo documental italiano (con temas, como ya se anunció, interesantes y motivadores pero con un defecto común: la acumulación excesiva de información que afecta la cristalización estética, presencia de anti-clímax y varios finales, cual si los realizadores no supieran o pudieran acabar como Dios manda, y para colmo, uno de los títulos más esperados, De repente el pasado invierno, sobre la manipulación mediática y política del aceptado matrimonio gay, llegó sin subtítulos al español) se retornó felizmente a la obra del homenajeado en esta semana: Virzì, cuya obra, temáticamente pudiera agruparse en los siguientes acápites: a)-cintas que, aún con varios y diversos personajes, se concentran sobre todo en uno de ellos (Caterina va a la ciudad, My name is Tanino, Ovosodo) y, b)-cintas corales (Toda la vida por delante, Besos y abrazos, Vacaciones de agosto…) A medio camino entre ambas, La bella vida (1994) se sumerge en el mundo obrero, y sigue a la pareja de Bruno y Mirella, la cual se vuelve triángulo cuando la joven, trabajadora en un supermercado y «felizmente casada» con Bruno (siderúrgico en paro), se deslumbra con los encantos del presentador televisual Gerry Fumo. El hecho de que la acción se desarrolle en Piombino, pueblo del interior, demuestra que al realizador no sólo le motivan los conflictos y contradicciones de la cosmopolita y legendaria Roma, donde vive y trabaja, sino también zonas de la periferia en la que (parece decirnos con varios de sus filmes) los problemas no sólo son acaso mayores, sino que destilan por ello no poco interés y motivación fílmica. Aún cuando la diégesis conoce tantos circunloquios y vueltas de tuerca como ocurre en las vidas de los implicados, la cinta se sigue con atención por el tino de Virzì que logra con gravedad y humor, hacer uso eficaz de la narración «in off» y desarrolla una feliz dirección de actores, que esta vez incluye a Claudio Bigali, Sabrina Ferilli y Massimo Ghini. Algo semejante a lo que ocurre con Ovosodo (1997), nombre de una barriada en el provinciano Livorno: allí conoceremos y seguiremos los avatares de Piero (logrado desempeño el de Edorardo Gabriellini), sensible hijo de un «habitué» de la cárcel, su hermano retardado, su inconforme madrastra, la influencia de una liberal y un tanto contradictoria profesora de literatura (asumida por Nicoletta Braschi, quien obtuvo por este rol el «David di Donatello» a la mejor actriz de reparto) y la amistad de un «rebelde sin causa», Tomasso, hijo de padres ricos que vive como un hippie. May name is Tanino (2002) es la clásica película de aventuras sobre un nativo (en este caso italiano, claro) en Estados Unidos: el choque de culturas, el inventario de seres estrafalarios y ajenos… particularmente resulta muy interesante la «colonia» romana que ha constituido todo un emporio de «nuevos ricos» en la competitiva América, como le llaman: entretenida y reveladora, descuella sobre todo el protagónico de Corrado Fortuna como el joven emigrante. El buen pulso que Virzì detenta para el realismo costumbrista y el retrato concentrado en uno o pocos personajes, no pierde fuerza cuando ataca la coralidad (ya hablábamos de ello en Caterina va a la ciudad, uno de sus mejores títulos) como demuestra también en Vacaciones de verano (1995) donde, fiel a su predilección por enfrentar clases sociales antagónicas, reúne como vecinos ocasionales en la playa de Ventotene a dos familias diametralmente opuestas en sus orientaciones políticas: derecha e izquierda vuelven a pugnar en las actitudes y encontronazos de sus personajes, aunque más que sus criterios en ese terreno, lo que verdaderamente interesa al realizador son sus conflictos existen-ciales, las frustraciones, la infelicidad que conllevan uniones erradas, las peculiarida- des de comportamientos que arman un complejo e interesante puzzle, una vez más representativo de todo un país. Aún más concentrada en lo ontológico que en lo político, Besos y abrazos (1999) trabaja un motivo común: la confusión de personalidades, pero ello no desemboca en la clásica «comedia de equívocos» sino que, saltando sobre lo siempre un tanto forzado que implica el enredo, volvemos a una simpática reunión de los más diversos caracteres para diseccionarlos y analizarlos, cuando en una zona del campo toscano a varios integrantes de una familia desempleada se les ocurre iniciar un insólito negocio: un criadero de avestruces, y confunden a Mario (próspero concejal que pudiera darles el imprescindible financiamiento) con un desarraigado procedente de Salerno, cuyo restaurante y su matrimonio están en la ruina. De nuevo, el desempleo y las dificultades para encontrar trabajo dan médula a la historia, que siempre tras la disección trágicómica de la realidad, finaliza con un brote de esperanza. Ingenio, ironía, sagacidad para el retrato socio-sicológico, habilidad para la captación de ambientes (desde aldeas periféricas al corazón de la urbe) y para colocar todo en relatos bien escritos y mejor plasmados, así como mano precisa para la dirección actoral, caracterizan el cine de Paolo Virzì, un resucitador de la célebre «comedia a la italiana» de los años sesenta y setenta que nos legó una grata Semana de cine italiano. En la página 66, momento en que se inauguraba la Semana de nuevos realizadores italianos, en la habanera sala Riviera, dedicada a uno de sus principales representantes, Paolo Virzì, quien compartiera con los espectadores en una de las funciones. 67 Revolución y Cultura Jornada de Rusia en Cuba La consagración de la Catedral Ortodoxa Rusa erigida en el centro histórico de La Habana, con la presencia del presidente Raúl Castro y del metropolita Alexei de Moscú, así como de otras personalidades políticas y religiosas de ambos países, fue el punto culminante de la jornada de Rusia en Cuba. En el marco de la celebración, el coro del monasterio Srétenskiy, de Moscú, ofreció un memorable concierto en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís. En días sucesivos se sucedieron en diversos puntos de la capital exposiciones de artistas ganadores en el Festival Internacional de las Artes de la capital rusa, la proyección de largometrajes, documentales y dibujos animados. Estos festejos por los Días de Rusia continuarán en otros países de la región, como Costa Rica, Venezuela, Brasil, Argentina, Chile y Paraguay. Al respecto, Mikhail L. Kamynin, embajador de esa nación en la Isla, señaló que Rusia hoy aspira a profundizar, a la par de las relaciones económicas, lo vínculos culturales y espirituales con la Mayor de las Antillas y con otros países latinoamericanos. América Latina –dijo– desempeña un papel cada vez más importante en el escenario mundial, convirtiéndose en un sólido, unido y creciente polo de desarrollo. (Granma) Premio para Kangamba El director de cine Rogelio París recibió el premio Nicolás Guillén, que otorga la UNEAC, en reconocimiento a su más reciente producción Kangamba. Durante el acto, París manifestó sentirse muy orgulloso por trasladar al mundo cinematográfico la epopeya de Kangamba, acontecida hace veinticinco años. El encuentro, además, propició el intercambio de experiencias con otros miembros del equipo de realización como el director de fotografía Adriano Moreno, el editor Pedro Suárez y los actores Rafael Lahera y Armando Tomey, entre otros. El primero, que encarna al Mayor Mayito, expresó que Kangamba es un digno tributo a todos los internacionalistas cubanos y también al pueblo. Destacó como un resultado muy positivo el hecho de que muchos niños y jóvenes hayan visto el filme y de esta manera puedan conocer la Historia. Tomey, por su parte, dijo que para él Revolución y Cultura 68 fue un premio interpretar el personaje inspirado en el coronel Fidencio González Peraza, jefe de las tropas en Kangamba, y manifestó su agradecimiento por participar en una película de tal magnitud. Finalmente, Enrique Acevedo, General de Brigada y asesor del proyecto, elogió la voluntad y sacrificio de todos los participantes en la realización de este filme. (AIN) XXI Festival Internacional de Ballet de la Habana Durante diez días las ciudades de La Habana, Matanzas y Las Tunas se hicieron eco del XXI Festival Internacional de Ballet, sin duda, el mayor evento de danza que se celebra en la Isla, que en esta ocasión reunió a bailarines y compañías de diecinueve países. Cada año crece la expectativa que genera un evento de tal envergadura, máxime si, como en esta ocasión está dedicado al aniversario 60 de la fundación de la compañía que dirige Alicia Alonso, quien, a su vez, era agasajada por los sesenta y cinco años de su debut en el rol principal de Giselle, una de sus piezas más queridas. Y el resultado no pudo ser mejor: diez intensos días de danza, y mucho habría que destacar sobre lo acontecido sobre los escenarios, desde el regreso de La bella durmiente del bosque al repertorio del BNC, hasta la presentación de compañías como Nafas Dance Company, Farruquito y familia, María Juncal y músicos, y el Centro Coreográfico de Valencia de España; solistas del Ballet de Magdeburgo, Alemania; o la compañía brasileña Cisne negro –lamentablemente desfavorecida por la programación–, que contribuyeron a otorgarle un matiz heterogéneo al Festival. De más está decir que las funciones congregaron cada día a un público numeroso, conocedor e interesado. Entre las actividades colaterales, se incluyeron esta vez una muestra de los Tesoros de la Cinemateca de Danza de París, la presentación del libro Festival Internacional de Ballet de La Habana (1960-2004), de Miguel Cabrera, la exhibición en el cine Charles Chaplin de la versión digitalizada de la Giselle que bailaran Alicia Alonso y Vladimir Vasiliev en 1980. Asimismo, los encuentros con Jean Babilée y Carla Fracci bajo el título La voz de la memoria en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes. Otras visitantes ilustres, además de las ya citadas, fueron el ex primer bailarín francés Cyril Atanassoff, la editora de Dance Magazine, Wendy Perron; funcionarios de la Generalitat Valenciana y una larga lista de periodistas, fotógrafos y especialistas de casi todo el mundo. El festival dice adiós otra vez bajo la frase del escritor cubano Alejo Carpentier, un lema que identifica a estas citas danzarias: «el espíritu de la danza es inseparable de la condición humana». Medio siglo de Casa de las Américas Con una muestra colectiva de arte cinético, la edición 50 del Premio Casa y una presencia significativa en la XVIII Feria Internacional del Libro, que estará dedicada también a la Casa de las Américas, el próximo año darán inicio los festejos por el medio siglo de esa institución cultural fundada por Haydée Santamaría a solo cuatro meses del triunfo de la Revolución. Un programa cultural, que contará con la presencia de intelectuales y artistas de América Latina y Europa, se ha preparado para la fecha, signada por el cincuentenario de importantes acontecimientos históricos, anunciaron ayer sus organizadores en conferencia de prensa presidida por Roberto Fernández Retamar, director de esa institución.. Exposiciones, conferencias y muestras con el fondo de arte cinético latinoamericano que conserva la Casa, figuran entre las celebraciones más importantes que tendrán lugar durante el 2009, a las que se suman los conocidos certámenes literarios y eventos convocados por esta institución y la presentación en la Feria de más de 30 novedades literarias. Uno de los momentos más significativos será el homenaje a Haydée Santamaría. Merecido tributo se rendirá a la heroína en abril con la exhibición de un documental y la presentación de un libro, donde se recogen documentos, correspondencia y otros materiales de su archivo; al tiempo que se le dedicará un concierto. Para diciembre la Casa será «tomada» por jóvenes artistas y escritores de América Latina y el Caribe que, convocados por los organizadores, se reunirán allí para pensar el presente y el futuro de la creación artística en la región. (J.Rebelde) La Paz en Colombia, por Fidel El volumen La Paz en Colombia, escri- to por el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, y que reúne por vez primera documentos, entrevistas y vivencias del propio autor en el conflicto interno de esa nación, fue presentado el pasado 12 de noviembre en el capitalino Palacio de Convenciones. El libro atesora en sus páginas, además, un importante testimonio fotográfico y es resultado de un meticuloso trabajo de selección y análisis para dar a conocer el complejo entramado de la situación política en Colombia. En opinión de Abel Prieto Jiménez, ministro de Cultura, en el texto se advierte en todo momento la perspectiva ética de gran transparencia de la Mayor de las Antillas respecto al proceso colombiano. «La lección principal de este libro, apuntó, tiene que ver con la ética de los revolucionarios, la tesis de Fidel de raíz hondamente martiana que está en el núcleo mismo de nuestra historia y de nuestro proceso de que las ideas y las acciones de los revolucionarios tienen que estar sustentadas en principios éticos absolutamente inviolables.» Asimismo, José Arbesú Fraga, vicejefe del Departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central del PCC, indicó que lo más importante de este libro es que en él se exponen los esfuerzos de Cuba en la contribución por lograr la paz en Colombia, hecho que se ha intentado ocultar por Washington y la derecha de otros países de América. Villa Soberón: Premio Nacional de las Artes Plásticas 2008 Un buen día John Lennon se sentó en un parque del Vedado, para dejarse acariciar por el sol y la luna de este calido país caribeño. Desde entonces allí está, para orgullo de los habaneros que agradecen a quien concibió y dio forma a esta obra de tamaño natural, que deviene, además, encantadora atracción turística. José Villa Soberón es el creador de tan popular y bien lograda escultura, primera de una serie que se aumenta con el paso del tiempo. Comprobado está su impacto, al igual que el de la andarina figura del Caballero de París que los transeúntes casi saludan cuando pasan por su lado en el Centro Histórico de la ciudad. Y qué decir del lajero Benny Moré, que parece bailar en una céntrica encrucijada cienfueguera. O de la concentrada Madre Teresa de Calcuta, meditando en el bucólico ambiente que bordea el Convento de San Francisco de Asís. Nada, que Villa Soberón multiplica esa forma de creación que lo distingue como un sello, y que nos hace siempre esperar una brillante propuesta. Pero no es sólo un alarde de buen hacer, de imaginación y creatividad. Es el genuino arte de llevar al metal, rasgos anatómicos y psicológicos de cada personaje, insuflarles nueva vida y movimiento, más allá de la muerte. El poder del realismo crecido en esas figuras legendarias, que rinden tributo a personajes tradicionales, y a aquellos que con su arte persisten en la memoria de los pueblos. Por todas esas razones, más que merecida resulta su selección como Premio Nacional de Artes Plásticas. (Fuente Radio Rebelde) Premio de musicología Argeliers León El premio de musicología Argelier León, instituido desde 1979 por la UNEAC y que se convoca cada dos años, le fue conferido a la investigadora Claudina Hernández por su obra La fisiología de la ejecución. El texto realiza notables aportes a las investigaciones sobre la pianística cubana, que tuvo su antecedente en la obra La formación del pianista en el Conservatorio Internacional de La Habana, mere-cedora del tercer galardón de la pasada edición del concurso. El segundo premio correspondió a la musicóloga Dolores Rodríguez, con Herencias y legados del pensamiento musical pedagógico de Gaspar García Agüero Barrera. Este insigne investigador, compositor y pedagogo cubano, que viviera entre 1873 y 1951, integró las compañías de zarzuelas de Rafael Palau y Varona en calidad de pianista acompañante, director de orquesta y concertador de coros. Dirigió el Orfeó Catalá. El tercer premio lo obtuvo Heidy Cerero Recoder, por su investigación Estudio Musicológico del Grupo Caidije. Esta agrupación es el primer grupo de folklore haitiano fundado en la Isla, y ha participado desde 1967 en múltiples eventos nacionales e internacionales. También se entregó el Premio de ensayo Zoila Gómez a Gisela Sosa, por el mejor trabajo investigativo estudiantil, titulado Principales cuartetos armónicos vocales de la música po- pular cubana: aproximación histórica. (Fuente: PL) Carmina Burana con sabor insular Con los diez mil asistentes al enorme Auditorio Nacional de Ciudad de México, aplaudiendo durante cinco minutos, cerró la función única del espectáculo Carmina Burana, que contó con la participación de Danza Contemporánea de Cuba y dirección de la puesta en escena de Miguel Iglesias y George Céspedes, este último también responsable de la coreografía, con la colaboración de los bailarines. El público, además, disfrutó de la actuación estelar de los primeros bailarines Joel Carreño y Anette Delgado, del Ballet Nacional de Cuba, como parte de una destacada presencia artística cubana, que incluyó también a Manolo Garriga en el diseño de luces, a Vladimir Cuenca en el vestuario, y a Erick Grass en la escenografía. En el montaje, que reunió a doscientos cincuenta artistas en la escena, participaron la Orquesta Internacional de las Artes, bajo la dirección de Leo Krämer, la soprano Irasema Terrazas, el tenor Óscar de la Torre y el barítono Guillermo Ruiz, el Coro Artescénica, el Coro de Cámara de la Escuela Nacional de Música, el Coro Promúsica y Les Chanteurs du Lycée, junto a los primeros bailarines Rasta Thomas, del Danza Harlem Theatre, y Herman Cornejo, del American Ballet Theatre. (Fuente: Granma Digital) 69 Revolución y Cultura Nuevo álbum de la Isla de Cuba pintoresca Serie Cuba, Isla pintoresca, 2008 xilografía, lineolografía, 80 X 60 cm. Este nuevo álbum de la Isla de Cuba pintoresca se remite a finales de la década del treinta del siglo XIX, con la llegada a La Habana de los litógrafos Moreau y Mialhe. El proyecto tiene la intención de crear una iconografía de la Cuba de hoy. Sin alterar la perspectiva o punto de mira en que fueron captadas las imágenes por los grabadores europeos, bajo la misma clasificación de pintoresco, tiene la intención de incorporar las transformaciones que a través del tiempo han ocupado un lugar en el patrimonio cultural del país. Este nuevo álbum es un proyecto que surge de temas que, aunque diferentes, tienen un denominador común: Cuba. Primero, la isla como extensión de tierra en el Caribe. Segundo, la isla co-mo cultura. Tercero, Cu-ba con un pensamiento continental. «La isla de Cuba, tan rica de bellas perspectivas, es hasta ahora por decirlo así desconocida a los amantes de las bellezas de la naturaleza: los sabios de la Europa misma, con los ojos vueltos hacia la gran Antilla, piden se les manifiesten las maravillas que no se conocen más allá de sus fértiles llanuras, ocultas detrás de sus cimas escabrosas cubiertas de bosques eternos… es tiempo de que Cuba ocupe ya su lugar en la admiración del mundo, descubriéndole los tesoros pintorescos que en si encierra» Con la diferencia de que esta vez el enfoque no solo incurre en los paisajes naturales, sino también en los humanos y por ende existenciales a través de una mirada comprometida con la isla. ¿Cuál es la posición verdadera? No me estoy refiriendo meramente a la situación geográfica ¿Somos realmente una isla? No pongo en duda la existencia de nuestra condición cultural, solo creo necesario problematizar ciertas aproximaciones banales a nuestra realidad. El proyecto responde formalmente a imágenes paisajísticas urbanas y rurales de gran interés, que no quedaron exentas de la intervención directa del hombre. Los ojos de Moreau y Mialhe nos legaron esos parajes, se trata ahora de revisitarlos e intentar develar nuevas dimensiones de la belleza. Oscar Osmeivy Ortega Revolución y Cultura 70