Un alto en el camino - Revista de Temas Nicaragüenses

Transcripción

Un alto en el camino - Revista de Temas Nicaragüenses
UN ALTO, EN EL CAMINO.
Dibujo, poemas, bocetos y críticas.
HOMENAJE AL DOCTOR
DON JORGE EDUARDO ARELLANO
Recopilado por Aldo A. Guerra Duarte
A la Dra. Emperatriz Arellano P., primogénita
I.
Antecedentes y Antecesores
PREFACIO GENEALÓGICO
Por Roberto Arellano Sandino
ESTE es un libro de familia. De la que formaron en Granada –y luego en otras ciudades
de Nicaragua (Puerto Cabezas, Diriamba, Rivas, Boaco y, sobretodo en Managua) –
Felipe M[aría] Arellano Cuadra (1918-1997) y Nelly SandinoVargas (1921-1972). Ellos
procrearon dieciocho hijos (diez varones, ocho mujeres) entre 1937 y 1963, traídos al
mundo –excepto uno– en la primera ciudad por el médico Edmundo Miranda Morales.
Pero el terremoto del 23 de diciembrede 1972 nos marcó para siempre. Perdimos a
nuestra madre y a las cuatro hermanas menores y solteras. Desde entonces, una parte de
los hermanos emigró a la ciudad de Glendale, California, con nuestro padre, precedidos
de María Auxiliadora que se había trasladado allí antes del sismo. La guerra civil de 1979
obligó a casi todos los otros a una segunda emigración.
Quedamos únicamente en Nicaragua Jorge Eduardo, Alfredo y yo; pero sólo el primero
–autor principal, compilador y editor de estas páginas– permaneció en nuestra tierra, no
sin realizar algunos cortos viajes a Estados Unidos, Centroamérica, Alemania y,
especialmente, a España. ―Españaterapias‖ llama mi hermano a esas temporadas de
estudio e investigación, en una de la cuales recibió a don Felipe en Madrid. Desde ahí
logró incorporarlo a la delegación que acompañaría al Arzobispo de la Villa y Corte a
Roma, donde sería elevado a Cardenal, en la misma ocasión que nuestro querido
Monseñor Miguel Obando y Bravo (abril, 1985). Así don Felipe tuvo audiencia con el
Santo Padre Juan Pablo II, como lo indica la fotografía que se divulga en la cubierta de
esta publicación.
La visita que encabezó Róger al pueblito de Arellano en Navarra, España, en 2004 (Jorge
Eduardo lo conoció también al año siguiente, invitado por Ignacio Arellano a la
Universidad de Navarra para impartir una conferencia sobre Darío y Cervantes), ha
estimulado esta monografía de los Arellano Sandino que, precisamente, se inicia con la
crónica de Róger. Le sigue un trabajo sobre los orígenes de nuestro apellido vascohispanoamericano de Jorge Eduardo, quien habla del fundador de la familia en Nicaragua
José Sotero Arellano (Sonsonate, El Salvador, 1775), casado con Maríade la Paz Castillo y
Guzmán (1780-1860). Siete generaciones descienden de ellos. En su exhaustiva genealogía
inédita de nuestra familia, Norman J.Caldera Cardenal registra 793 descendientes de José
Sotero Arellano, padres deNarciso (1805-1842), María de la Luz y Josefa Julia (1808-
1855), todos de apellido Arellano Castillo y Guzmán. De ellos proceden las tres ramas de
la familia.
La nuestra corresponde a la de Narciso, casado con Luisa Chamorro Argüello, fallecida
octogenaria el 17 de agosto de 1890 (era hija de Joaquín Chamorro y Josefa Argüello),
pero fuera de matrimonio tuvo con Leandra Cabistán Barbosa (quien falleció en marzo de
1880) a FaustinoArellano Cabistán (15 de diciembre, 1837-17 de septiembre, 1905) e
Indalecio Arellano Cabistán. Faustino casó con su sobrina carnal Luz Perfecta Sequiera
, hija del abogado leonés Fernando Sequeira Luna –de origen sefardí- y de su hermana de
padre Luz Arellano Chamorro (1935-17 de noviembre, 1910). Otra hermana suya de
padre fue la educadora y laica apostólica Elena Arellano Chamorro.
Seis hijos fueron los Arellano Sequiera:
A1: Narciso (22 de octubre, 1870-19 de octubre, 1950)
A2: David (28 de octubre 1872-1928)
A3: Germán (17 de septiembre, 1874-24 de junio, 1947)
A4: Elena
A5: Beatriz
A6: Felipe María (10 de abril,1883-28 de octubre, 1935)
En marzo de 1909, Felipe María Arellano Sequeira contrajo nupcias con Helena Cuadra
Downing (11 de diciembre, 1893 –San Francisco, CA, 1970), hija de José Antonio Cuadra
Gómez (6 de septiembre, 1867 –marzo, 1891) y Rosa Matilde Downing Selva, bisabuelos.
A su vez, esta era hija del estadounidense John Alexander Downing Gilsberry (18431907) y Sabina Selva Ximénez(1939-1928), mientras que los progenitores de José Antonio
Cuadra Gómez fueron Vicente Quadra Lugo (25 de julio, 1812 -10 de diciembre, 1894) y
Josefa Gómez Bendaña (1839-1889). Vicente Quadra fue electo gobernante de Nicaragua
en noviembre de 1870 y ejerció la presidencia del 1 de marzo de 1871 al 1 de marzo de
1875. Lo anterior explica que nuestros apellidos, por el lado paterno, sean: Arellano (el
primero), cuadra (el tercero), Sequeira (el quinto), Downing (el séptimo) y Cabistán (el
noveno).
Felipe María Arellano Sequeira y Helena Cuadra Downing tuvieron cinco hijos:
B1. Luz (1909 – 21/4/2007)
B2. Matilde (1912 – 1998)
B3. Felipe María (23 de noviembre, 1918 – 5 de diciembre, 1997), nuestro padre.
B4. Jorge Alberto Indalecio (4 de julio, 1921 – 6 de enero, 2011).
B5. Róger Germán (23 de enero, 1923).
El bisabuelo Manuel Sandino Fajardo, su padre, fue Alcalde segundo de Granada en
1876 y Alcalde primero en 1882, año en que dejó un detallado informe de su
administración progresista, contribuyendo al ornato e higiene, composición de calles y
riego permanente de las mismas, construcción, reparación de pretiles y suministro de
faroles de kerosene para el alumbrado público.
Su hijo Leopoldo tuvo el cargo de Regidor Municipal en 1924 y 1925, siendo tesorero su
hermano José Rodolfo, a quienes se les atribuye la siembra de palmeras a la entrada del
cementerio de nuestra ciudad. Leopoldo también se desempeñó como tesorero de la
construcción de Catedral y de la Capilla del Cementerio, según placa allí conservada. En
efecto, dicha placa informa que integró la Junta de Beneficiencia, responsable de la
conclusión de esta obra en 1922. Cuatro probos señores, como él, acompañaron en dicha
Junta: Dolores Morales, Pastor Peñalba A., Julio Cardenal Argüello y Carlos Bolaños
Alvarez. Curiosamente, uno de nuestros bisabuelos paternos, el ya referido don Faustino
Arellano Cabistán, había formado años antes de la Junta de Beneficiencia que ―comenzó
esta obra en 1888‖ (la Capilla del Cementerio de Granada: una copia de la Madelaine de
París) con el doctor Francisco Álvarez, don Ascensión Rivas y don Pedro B. Bodán, de
acuerdo con otra placa colocada en la misma capilla.
A continuación, el doctor Rodolfo Sandino Argüello, tío en segundo grado al ser primo
de nuestra madre –pues ambos tuvieron de padre a dos hermanos, Leopoldo y José
Rodolfo- enumera por orden cronológico a los diecisiete hermanos Sandino (14 hijos de
Tomasa Ubau y 3 de otras señoras) y la descendencia de nuestro abuelo materno:
Leopoldo Sandino Ubau, quien falleció cuando yo tenía trece años. Cuando yo tenía siete
u ocho años, lo acompañaba en el tren para asistir una vez al mes a la Junta Directiva del
Banco Hipotecario en Managua.
Don Leopoldo tuvo varias hijas (Leopoldina fue una de ellas) antes de contraer
matrimonio con Leonor Vargas Sáenz, hija de Leopoldo Vargas Pérez y de Mercedes
Sáenz Rivas
Soneto
A Jorge Eduardo Arellano Sandino
Acaso es heredero del talento de Atenea
—la amante de las artes y la sin par victoria—
el singular varón que tenaz capitanea
las manifestaciones creativas y la historia.
No hay tema en la cultura ni género en las letras
ajeno a su labor de enciclopedista nuevo.
Por eso es que su genio y su pluma, y no las cetras,
preservan la nación del oscuro medioevo.
Yo he visto su dolor y amor de terrestre divo
cuando pelea con Clío o escudriña su mente,
exacta siempre en datos de ayer y del presente.
My dear cousin: ni piedras ni envidias hieran tu alma
por ti, doctos y legos han de batir sus palmas.
¡Jorge Eduardo Arellano o el diccionario vivo!
(De Monumentum aere perennius)
Francisco Arellano Oviedo
JORGE EDUARDO ARELLANO
UN MAESTRO DE LAS LETRAS
Lo primero que busco todas las mañanas en los medios de publicidad que nuevo nos trae el
maestro JEA.
¿Que nueva publicación sale de JEA?
¿Que tema nuevo aborda con la maestría que el sabe hacerlo?
¿Que presentación nos hace de nuevas obras y escritos?
Leyendo un buen escrito podrá faltar una letra, pero las tres de JEA no podrán faltar.
Yo lo aprecio y estimo como amigo y familiar y lo admiro como el gran literato nicaragüense
reconocido y respetado dentro y fuera de Nicaragua.
Como Granadino me siento orgulloso de que JEA sea Hijo Predilecto de la ciudad.
En sus 65 años este árbol ya ha producido tantos frutos que lo coloca uno de los grandes de
la Literatura en el mundo.
FELICIDADES MAESTRO.
José Joaquín Quadra Cardenal.
MI PRIMO JORGE EDUARDO ARELLANO
Jorge Eduardo Arellano, mi primo Jorge Eduardo Arellano, mi compañero en el grupo de
los BANDOLEROS, mi queridísimo cómplice en las primeras zarabandas literarias en los
años de 1962, en Granada, mi condiscípulo cuando aprendíamos las primeras letras de la
poesía con mi padre el poeta Enrique Fernandez Morales, mi socio de sueños literarios,
Jorge Eduardo Arellano, es una realidad nacional en la literatura Nicaragüense. Es el
hombre capaz de haber escrito todos los libros que están en la biblioteca Nacional, y haber
escrito todos los que no están en la biblioteca nacional, los que están en la biblioteca que se
va a escribir en el futuro, que se va a pensar en el futuro, en la biblioteca de Alejandría que
uno tiene apartada en lo que el viento quemó, en la biblioteca de la guerra que se sigue
escribiendo en mi Nicaragua natal.
Jorge Eduardo Arellano Sandino es el más
grande apasionado de la literatura que yo
conozco en este mundo ancho y angosto. Es
capaz de vivir la pasión inenarrable de la
guerra por un tema literario , por un tema de
una fecha histórica, por el error de un nombre
, de una comarca, de una villa, de una ciudad,
de un país, de un continente, de un universo
mundo, por el nombre de una mujer , o por la
edad de una mujer, es capaz de agarrarse a los
puños o de perder una amistad o arrancarse
los pelos o quedarse mudo o parapléjico,
porque no hay nada más terrible para el que
faltar a su propia verdad que lleva como Santo
y seña de su logia de la literatura universal.
Jorge Eduardo Arellano, mi primo Jorge
Eduardo Arellano, es capaz de desatornillar el
Universo y desarmarlo, para construirlo en
otro lugar que este más de acuerdo con la
verdad que él lleva adentro.
Jorge Eduardo Arellano vive como piensa y
piensa en sí mismo solo de pasada, porque
nunca se detiene a pensar en sí mismo y solo se detiene a pensar en los libros que va a hacer.
Y en su casa no hay silla ni butaco, ni mesa que este vacía porque todos los muebles y el
piso y las paredes y los estantes y el techo y el baño y los pasadizos, están llenos de libros ,
de cuadernos, de papeles con apuntes y toda su casa está llena del desorden bien ordenado
de su pensamiento , del terrible desorden magistralmente ordenado por su pensamiento:
Ordenado por orden alfabético, por desorden alfabético , por fechas, por temas, por
anécdotas , por periodos históricos, por familias, por amistades, por enemistades, por el
norte, por el sur, por el este, por el oeste, por barco y por pipante y por transatlántico y por
transpacífico y por transpeninsular y por el golfo de fonseca y por las cataratas del Niágara.
Jorge Eduardo Arellano lo tiene ordenado todo , listo para ser usado en el momento
oportuno, en el escrito que está haciendo sobre Mama Elena Arellano, sobre el béisbol en
Nicaragua, sobre Walker y la guerra Nacional , sobre los presidentes de Nicaragua en el
período de los 30 años conservadores, sobre Sandino, Carlos Fonseca y las guerras
nacionales, sobre los presidentes y las notas diplomáticas de los cancilleres , sobre la religión
Católica, sobre las órdenes religiosas, sobre las torturas somocistas, sobre perico de los
palotes y el poeta callejero Don Blas Franco, sobre la literatura Nacional, la literatura
Centroamericana, la literatura Universal y sobre las tortugas. Mi primo Jorge Eduardo
Arellano escribe sobre todo lo que está en la enciclopedia británica, en la enciclopedia
Nicaragüense que él mismo escribió y escribe sobre todos y cada uno de nosotros los poetas
nicaragüenses.
Porque mi primo Jorge Eduardo Arellano: Ha escrito sobre el amor y sobre la infamia de mi
Nicaragua natal, de esa Nicaragua natal que ama por encima de todas las cosas porque mi
primo Jorge Eduardo Arellano es Granadino por encima de todas las cosas, Nicaragüense
por encima de todas las cosas, escritor por encima de todas las cosas, apasionado por encima
de todas las cosas y primo mío por encima de todas las cosas.
FRANCISCO DE ASIS FERNANDEZ ARELLANO
GRANADA, 23 DE AGOSTO 2011
65 inviernos Julianos
para Jorge Eduardo Arellano
El sexagésimo kinto Julio ha transcurrido
desde el natalicio de este Granadino poeta,
historiador y literato, vasto emprendedor.
De literatura nicaragüense un gran señor…
Seis y media décadas de honor esculpido
con cincel eterno en las manos de Dios Creador,
dando a Jorge Eduardo un místico resplandor
entre las filas de artistas, entre las alas prestas.
Este científico de las palabras enhiestas
nos ha dado panoramas de tul exhaustivo,
vigor humano con celestiales ingredientes.
Sigue así la Nicaragua augusta pero modesta
produciendo espigas de oro, corazón vivo
de un Arellano inmenso, conductor de presentes…
René Sandino Monterrey
Toronto, Canadá
3 de Agosto de 2011
LA ESTRELLA DE NICARAGUA-Junio, 2008
Al maestro JEA
Me preguntas quién es Don Jorge Eduardo
¿Qué podría decirte, amigo mío?
¡Que estila en su pasión el poderío
De la palabra y el potencial del bardo!
El habla solo por la gran prestancia
Que vive en su radiante fortaleza.
La pluma es el poder de su grandeza
Engarzada en magnífica elegancia.
Nadie como él, he visto en estos lares
Con la sonoridad de sus cantares
Pasar de un tema a otro en evidencia…
Y al ser historiador y fiel cronista,
El poeta y narrador salta a la vista
Expresado en esplendores de su ciencia.
Roger Mendieta Alfaro
Agosto 2011
FELICITACIONES (Tarjeta Postal)
Estimado Poeta: Jorge Eduardo Arellano; Para comenzar el génesis de tu
cumpleaños en 2011/: Felicidades con todas las ví Bros positivos, amén de que naciste con
el privilegio de saber tu Profesión ineludible y acertada. Amén.
Poeta JEA hemos sido amigos siempre con el respeto y la admiración mutua de
nuestras profesiones, excluidas del floreo de alabanzas o servilismo trascende nica de nuestra
Provincia (Vulgata Populis: Guatusas)
El hecho de ser director de ―La Academia Nicaragüense de la Lengua‖
correspondiente de la de España y su Historiador, etc., acompañado de tu temperamento de
Volcánica Voluntad (que yo a veces miro en vidéo) ya dicen mucho de tu sino! La posteridad
de Nicaragua!
Te renuevo mis felicitaciones por tu cumpleaños y éxitos globlales con mis cordiales
saludos y El Creador del Universo te sea siempre dadivoso!
Un abrazo.
Omar d´León
(El solitario ermitaño Liberto,
en paz y armonía exiliado de istmos!
En el cumpleaños del amigo, Jorge Eduardo Arellano
Hablar de Jorge Eduardo, es hablar del sabio y el erudito. Es el incansable e inalcanzable
quijote de todas las ramas doradas de nuestra nicaraguanidad, quien fecunda los surcos de
nuestra identidad nacional.
El ha indagado en los arcanos de nuestra historia, recopilado y ordenado la cultura de
Nicaragua, desde la Arqueología, la Pintura, la Literatura y
el Béisbol. No hay escondite que él no haya oteado. La
Estética y la Filosofía no se le escapan. Estoy seguro que
Don Marcelino Menéndez y Pelayo se acaricia sus barbas
desde el cielo, al ver su obra. Pero, ¿es la labor de Jorge
Eduardo, producto de la madurez y años de estudio ? Yo
digo que no. Es el carácter y la inteligencia que lo han
llevado ahí. Plauto está de acuerdo conmigo cuando dice
« non aetate verum ingenio aspicitur sapientia ». Su
ingenio lo lleva a la poesía y su incursión es feliz, ya que
desgaja relámpagos de la morada de Apolo. Entre ellos
surgen Consuelo, su esposa, tomándole la mano. El, el
argonauta de nuestra hispanidad, es nuestro guía de
nuestra lengua madre.
Muchas cosas más que decir de Jorge Eduardo, pero más
que nada, quiero hablar del amigo, que sigue siéndolo a
travéz de la distancia. Un buen amigo, valioso y
constante. El refrán medieval lo dice bien « amicita vera
similis est consanquiniati proximori ». El amigo que nunca dejó de serlo. La vida le ha
sonreído por su intrínseca sinceridad y humildad en los tiempos buenos y malos de nuestra
querida Nicaragua. El poeta Ovidio nos recuerda en esta aseveración con la siguiente estrofa
« done eris sopes, muto numerabis amicos, tempora si fuerint nubila, solus eris ».
Nuestro amigo, Jorge Eduardo es el héroe sin fusil por excelencia. El es historia en nuestra
historia.
Neyton Baltodano Pallais, MD.
Orlando, Florida, USA., a 8 de agosto, 2011
ELOGIO DE LO EXCEPCIONAL
Jorge Eduardo Arellano fue alumno mío en la Universidad Centroamericana, lo cuál
me enorgullece sobremanera.
La obra del poeta Arellano es toda una revista de temas nicaragüenses, pero es también
una revisión de los mismos temas. Nuestro amigo es un especialista de una sola
especialidad: la historia de Nicaragua. Sin embargo, más que un historiador, él es un
notable historiógrafo, que sabe de lo nicaragüense más que todos nosotros.
Tiene un intento –o varios- de sistematización de nuestra historia (por ejemplo, la
época del General José Santos Zelaya); pero lo que más interesa, lo que más vale de la
obra del poeta Arellano, es su curiosidad perenne, su increíble movimiento de brújula,
que siempre tiende a señalarnos el norte.
Su estilo, antes que el de la estilística, es, etimológicamente, el estilete que corta y
pincha los temas y sus protagonistas, como en manos de un sabio artesano. Son
admirables sus datos, sus datas y sus anotaciones. Él es minucioso de verdad, como un
coleccionista de detalles, y que retiene puntualmente en su memoria prodigiosa.
Arellano es hombre de lecturas rápidas y de rápida escritura. Se le ve su Rubén, pero
además se le ven Don Vicente Cuadra (un político ejemplar) o el Dr. Luis H. Debayle
(un admirable científico), cuya H inicial, del francés Henri, en Nicaragua se ha
transformado en el inglés Henry.
Sin embargo, el tema capital de Jorge Eduardo, es decir, aquel que ha trabajado con
mayor empeño, es la generación de Vanguardia de Nicaragua, especialmente los
nombres granadinos de esa Vanguardia como José Coronel Urtecho, Pablo Antonio
Cuadra, Joaquín Pasos, Octavio Rocha y alguno más. Allí aparece José Coronel en su
verdadera dimensión de gran maestro. Coronel llevó a Nicaragua la poesía
norteamericana. Pero el más alejado de la misma y el predilecto del poeta Arellano, fue
Pablo Antonio Cuadra. No obstante, la influencia de Coronel era tan poderosa, que
Cuadra tiene más de un poema inspirado en la poesía de los Estados Unidos. A
nuestro amigo le debemos, pues, buena parte de los secretos de aquella Vanguardia que
inspiró a las siguientes generaciones nicaragüenses.
Yo mismo y mi poesía hemos sido, respectivamente, sujeto y objeto de la crítica de
Jorge Eduardo. A él le debo una media docena larga de sus artículos; eso sí, como
mínimo, valga la paradoja. Sólo en el libro de homenajes, dedicados a mí, y que editó la
Academia Nicaragüense de la Lengua, aparecen cuatro escritos del poeta Arellano,
desde aquel que habla de mis clases de Estilística, hasta el que se refiere a mi poesía del
siglo XXI; incluyendo un artículo sobre mi obra, perteneciente a su Diccionario de
autores nicaragüenses. Cada vez que Jorge me elogia, me parece la mejor de las
alabanzas, a pesar de que no cuento aún con una monografía, como las aludidas
anteriormente, entre lo escrito por el mismo poeta Arellano.
Mi vida y mi obra, por lo tanto, han discurrido acompañadas de la obra y la vida de
Jorge Eduardo Arellano. Podríamos decir que las nuestras son vidas paralelas, en las
cuales, sin embargo, no se descubre una notoria influencia, sino las naturales entre dos
escritores nacidos en la misma ciudad, con una diferencia de dieciséis años –casi
insensibles en nuestra Granada-, quienes luego fueron profesor y discípulo y que han
cultivado una ya dilatada amistad en Nicaragua y en España. Por ello, ahora tomo
parte, gustosamente, en las presentes páginas de nuestra revista, escritas en honor de
Jorge Eduardo. Él las merece, y otras muchas más. Por supuesto.
Eduardo Zepeda-Henríquez
Jorge Eduardo Arellano: orgullo de Nicaragua
Norman Caldera Cardenal
Mis recuerdos de Jorge Eduardo se remontan a los últimos años de primaria. Vivíamos
ambos en el Barrio Sajonia, no muy lejos del Cine Aguerri en la vieja Managua y más cerca
aún del Colegio Rubén Darío. En el patio de la esquina de mi casa jugábamos beisbol los
fines de semana y entre los jugadores, con frecuencia se encontraba Jorge Eduardo Arellano.
Era uno de los ―Arellanosandino‖ con un apellido así de largo como numerosa era la familia
entre la que también recuerdo a la gemela Nelly, a Alejandro y Alfredo, un poco menores
que nosotros. Recuerdo que nunca tuvimos motivo de discusión y no hubo fallos
cuestionados ni diferencias por strikes o outs. Siempre hubo armonía entre nosotros
entonces como ahora.
En secundaria, fuimos compañeros de colegio en el Centroamérica de los jesuitas en
Granada y allí continuamos nuestra amistad.
Después le perdí la pista. Yo me fui de Nicaragua y comencé a trabajar con el Centro de
Comercio Internacional de Naciones Unidas y la OMC, la Institución que creó Prochile en
Chile. Por eso conocí a Alejandro Jara y otros funcionarios del Ministerio de Relaciones
Exteriores y de Prochile. En 1998 o 1999, durante una visita a Chile con el entonces
Vicepresidente Enrique Bolaños Geyer, fuimos recibidos por el Embajador de Nicaragua en
Chile, nada menos que mi amigo Jorge Eduardo. En nuestra visita a Prochile me encontré a
Ricardo Tichauer, excolega de Naciones Unidas que había sido Representante Residente del
PNUD en Honduras durante los 80‘s y me comentó que la opinión generalizada en Prochile
(La Agencia de Promoción de Chile en el Exterior) era que Jorge Eduardo, les recordaba al
otro embajador nicaragüense en Chile que había dado lustre a nuestra literatura: Rubén
Darío. Así me lo confirmaron años más tarde los directivos del Museo-Casa de Pablo
Neruda en Viña del Mar.
La contribución de Jorge Eduardo como historiador fue fundamental para la defensa de los
intereses territoriales de Nicaragua puesto que su escrito, que yo solicité como Ministro de
Relaciones Exteriores, sirvió de base para elaborar partes de la Contramemoria en un juicio
en el que Costa Rica perdió definitivamente sus pretensiones de navegación armada en el Río
San Juan.
En mi más reciente publicación: ―El Paso entre los Mares: Los Sacasa y el Poder en
Nicaragua‖ aparecen dos párrafos que valoran la labor de Jorge Eduardo Arellano:
El primero es del mejor especialista en Derecho Internacional que tiene Nicaragua, el Dr.
Mauricio Herdocia Sacasa quien al referirse a Jorge Eduardo dice:
―‗El Paso entre los Mares‘, … destaca el aporte de distinguidos escritores como Jorge Eduardo Arellano …
humanista insigne, investigador riguroso y autor innumerable por la variedad, calidad y riqueza de sus
aportes. Nuestra versión nicaragüense de figuras de muy vasto saber y fecunda labor como Alfonso Reyes,
Dámaso Alonso, Enrique Anderson Imbert, Ramón Menéndez Pidal o Marcelino Menéndez y Pelayo en
otras latitudes.‖
Finalmente, el párrafo que yo le dedico al poeta, historiador, crítico de literatura y artes
plásticas, investigador, curador de bibliotecas y museos, y diplomático:
―Para sellar con otro broche de oro, mi amigo de la infancia, Jorge Eduardo Arellano es el escritor más
fecundo de la Nicaragua actual. Pareciera que escribe un libro a la semana, sobre temas tan variados como la
poesía, la literatura, la pintura, la historia de la Iglesia, de Granada, de León, del Realejo, de Rubén Darío,
del Padre Pallais, del Río San Juan, de Nicaragua, las efemérides de su familia y… el beisbol. Lo más
notable es que en todo lo que escribe, muestra dominio del tema, o sea del fondo y de la forma. Disecta 1 los
temas y los examina con ahínco hasta llegar a dominarlos de tal forma que nos los entrega sencillos y fáciles,
cuando los recibió liados y complejos‖.
El Diccionario Oxford Inglés-Español, en la parte Español dice que disectar es un verbo transitivo de uso en
America Latina con dos significados: 1) Disecar; 2) diseccionar. El Diccionario de la Real Academia, v 22, dice
que un disector es que el hace dos operaciones: 1) Diseca y (conjuntivo) 2) Realiza operaciones anatómicas.
Indirectamente el DRAE está definiendo disectar como disecar y abrir para realizar operaciones anatómicas.
Esa es precisamente la forma como se estudian los cadaveres para conocer la anatomía humana. Se despedazan
para poderlos estudiar órgano por órgano. Lo genial de Jorge Eduardo es que después de disecados y
diseccionados los arma de nuevo y lejos de ser frankenstein literarios nos los devuelve fáciles de entender y
llenos de vida.
1
Jorge Eduardo Arellano
Por: Julio Ignacio Cardoze
Cuando recibí un email de Aldo Guerra que con motivo de los 65 julios (4 de julio,
1946), de Jorge Eduardo Arellano, estaba coordinando un homenaje a publicarse en la
Revista de Temas Nicaragüenses sobre su aporte a la cultura y la intelectualidad
nicaragüense, me pareció oportuno el proyecto de Aldo y con particularidad en estos
tiempos cuando, en mi opinión, se lee menos los libros de tinta y papel, se consulta mas el
Internet, cuando las mentes de nuestra juventud o se han vuelto perezosas para leer o solo
tienen tiempo para leer ―on line‖ las referencias que le interesan. Hemos regresado a una
época, paradójicamente cuando más tecnología tenemos a nuestro alcance, como la que nos
describió una vez en una clase de filosofía en la facultad de derecho en la UCA, el padre
Caballero, que decía que muchos tienen cultura de Selecciones. Selecciones era (¿O sigue
siendo?) una revista popular para lectura fácil y rápida, que se leía mucho y en la cual grandes
obras se publicaban en un resumen de dos o tres paginas. Es ante esta situación que las obras
de autores e investigadores, como JEA, deben ser mejor apreciadas, se crecen ante la realidad
por su ejemplo y su actualidad y presencia se hace mas que necesaria.
La obra de un autor cumple su misión, cuando se difunde y cala en el sentimiento
nacional al que le sirve de referencia. Los escritos de JEA, históricos, geográficos y
culturales, a partir de las épocas precolombinas de nuestra sociedad, son ricas fuentes de
referencias y conocimientos de nuestras raíces que descubren e identifican nuestra
nacionalidad. Son lectura obligatoria y cumplen su misión, pues al ser también publicados
en medios de información masiva llegan a la mayor cantidad posible de personas, incluso
aquellos que no tienen facilidad económica para comprar un libro o no tienen acceso a la
tecnología moderna del Internet.
Sin duda la extensa obra de JEA, en libros y escritos, en revistas y periódicos, en
Nicaragua y en el extranjero, se puede enfocar desde diferentes perspectivas y de hecho
viene siendo analizada desde hace tiempo. JEA parece que nació con un libro en la mano. La
primera impresión que me trae el recuerdo de la temprana juventud es la un voraz lector, y
verlo, en cualquier lugar donde estuviera, con un libro y una libreta de apuntes en la mano.
Sin duda, me imagino, que la primera misión que se propuso fue la noble tarea de difundir el
amor por la lectura. Ese estimulo que emana de sus escritos para leer, creo que es la primera
y mejor lección que sacamos de su labor intelectual.
Hace unos días salió publicado en un medio informativo un escrito de Mario Vargas
Llosa, autor también muy aficionado a estimular la lectura desde el pódium de escritos en
periódicos. En realidad uno de muchos de los que ha publicado en referencia al impacto del
Internet en la sociedad y los cambios que esta produciendo, el merito invaluable del libro de
tinta y papel y el valor insustituible de la lectura en la formación de la persona. El titulo del
mismo fue: ―Más información, menos conocimiento‖.
Se me ocurre que la labor de toda la vida de JEA, como lector, autor y promotor de la
lectura, y el escrito de Vargas Llosa tiene algún paralelo que debemos aprovechar, puesto
que, el aprecio de la buena lectura en estos tiempos difíciles de la tecnología, es el mejor
legado, que en mi opinión, podemos recibir de su obra. Por eso tomo prestados algunos
párrafos del escrito de Vargas Llosa para reforzar la ambición a la lectura de la que nos da
buen ejemplo JEA.
Opina Mario Vargas Llosa, que no es verdad que el Internet sea solo una
herramienta. Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de
nuestro propio cerebro, el que, también, de una manera discreta, se va adaptando poco a
poco a ese nuevo sistema de informarse y
de pensar, renunciando poco a poco a las
funciones que este sistema hace por él y, a
veces, mejor que él. No es extraño, por
eso, que algunos fanáticos de la Web, como
el profesor Joe O‘Shea, filósofo de la
Universidad de Florida, afirme: ―Sentarse y
leer un libro de cabo a rabo no tiene
sentido. No es un buen uso de mi tiempo,
ya que puedo tener toda la información que
quiera con mayor rapidez a través de la
Web. Cuando uno se vuelve un cazador
experimentado en Internet, los libros son
superfluos‖. Afirma Mario Vargas Llosa,
que lo atroz de esta frase no es la
afirmación final, sino que el filósofo de
marras crea que uno lee libros solo para
―informarse‖. Es uno de los estragos que
puede causar la adicción frenética a la
pantallita. De ahí, la patética confesión de
la doctora Katherine Hayles, profesora de
Literatura de la Universidad de Duke: ―Ya
no puedo conseguir que mis alumnos lean
libros enteros‖.
Continua en su escrito Mario
Vargas Llosa, ―esos alumnos no tienen la
culpa de ser ahora incapaces de leer La
Guerra y la Paz o El Quijote, acostumbrados a picotear información en sus computadoras,
sin tener necesidad de hacer prolongados esfuerzos de concentración, han ido perdiendo el
hábito y hasta la facultad de hacerlo, y han sido condicionados para contentarse con ese
mariposeo cognitivo a que los acostumbra la red, con sus infinitas conexiones y saltos hacia
añadidos y complementos, de modo que han quedado en cierta forma vacunados contra el
tipo de atención, reflexión, paciencia y prolongado abandono a aquello que se lee, y que es la
única manera de leer, gozando, la gran literatura‖.
Por esa coyuntura que nos plantea la tecnología moderna, desde mi perspectiva, lo
mas importante del legado que podemos obtener de JEA, además de sus obras impresas, es
el ejemplo de su amor por la lectura, que de alguna forma nos ha contagiado y nos ayuda a
ser concientes como dice Vargas Llosa, que uno no solo lee libros para informarse, sino para
ayudar a formarse, a obtener conocimiento, a pensar, a meditar, a reflexionar, a practicar la
paciencia, a ver las cosas desde diferentes perspectivas. Analizar un buen libro, leído con
detenimiento, nos transporta en el tiempo, nos ayuda a ver las acciones del pasado en el
presente, nos sitúa el presente en una circunstancia del pasado, pero mas que todo, nos
ayuda a encontrarnos a nosotros mismos.
08-01-11 Miami, Florida
Jorge Eduardo Arellano Sandino
Esteban Duque Estrada S.
¿Qué se puede decir de Jorge Eduardo que no se haya dicho ya?
Se podría hablar de sus éxitos académicos, de su poesía, de su erudición, de su prolífica labor
como escritor, de su labor investigativa, de su escudriñamiento exhaustivo de la obra de
Darío. De esas y muchas otras cosas que adornan la hoja de vida de este nicaragüense
ejemplar se podría hablar; pero todo eso ya se ha dicho, así que yo me voy a limitar a
enumerar las experiencias personales que he tenido con JEA o con su obra.
Mi primera experiencia con Jorge Eduardo fue a través de su libro ―Historia de la
Universidad de León‖ (2 Tomos, UNAN, León, 1973). En estos dos volúmenes me inicié en
comprender que mi afición a la genealogía no se podía limitar a una recopilación de datos
plasmados en interminables listas de nombres sin contenido sobre la huella que los
personajes dejan sobre su entorno en que viven. Esta obra y el ―Diccionario de Autores
Nicaragüenses‖ (2 Tomos, UCA, Managua, 1994) han sido las que me permitieron
adentrarme en darle a la investigación genealógica un contenido histórico.
Siguiendo con mi experiencia
personal con Jorge Eduardo, las reseñas que
ha hecho de algunas de mis publicaciones ha
sido un invaluable estímulo para continuar la
labor.
Pero, sin menoscabo de su labor
como escritor, lo que más me ha
impresionado de su labor ha sido:
-El recate de la Academia
Nicaragüense de la Lengua y
- El renacimiento del Boletín de la
Academia Nicaragüense de la Lengua en Segunda Epoca, y de la Revista de la Academia de
Geografía e Historia. de Nicaragua, también en su Segunda Epoca.
-La edición del Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación del Banco
Central de Nicaragua, y su reciente digitalización que lo pone al alcance de muchos.
-Sus escritos periódicos en El Nuevo Diario que pone temas históricos serios al
alcance de toda la población.
-El apoyo que ha brindado a esta REVISTA DE TEMAS NICARAGÜENSES con
su participación contribuyendo al establecimiento de la misma como un medio serio y
respetado.
¡Nicaragua sería mejor con más Jorge Eduardos!
Jorge Eduardo, el Editor
por José Mejía Lacayo
Escuché por primera vez el nombre de Jorge Eduardo de boca de mi hermano
Manuel Antonio porque ambos eran amigos y compañeros de colegio, además de vivir
nosotros y los Arellano en la misma ciudad. Confieso que algunas palabras cultas como
bibliógrafo las escuché por primera vez como parte de los intereses de Jorge Eduardo. Mi
inclinación siempre fueron las matemáticas y estudié ingeniería química; al menos yo creía
que esa era mi justificación para no saber de que trataban tantos intereses que Jorge Eduardo
ha sabido acumular en su vida: poeta, bibliógrafo,
historiador, literato, editor. Para mí su función
más admirable es la de editor porque escribe para
alimentar el enorme caudal de sus publicaciones.
Me imagino a Jorge Eduardo como nuestra Mar
Dulce en donde se ha instalado una gran bomba
para regar todo Nicaragua. Yo creo que a Jorge
Eduardo lo que le gusta es mirar el panorama de
los campos que él ha regado.
Es editor o director de catorce
publicaciones periódicas, entre las cuales yo estoy
familiarizado con el Boletín Nicaragüense de
Bibliografía y Documentación; la Revista de la Academia
de Geografía e Historia; de Lengua, el Boletín de la
Academia Nicaragüense de la Lengua; publica
artículos semanales en El Nuevo Diario desde
2008; y varios libros anuales. Además de su
trabajo regular en la Biblioteca del Banco Central,
le he encontrado en la Oficina de Aldo Díaz
Lacayo dictando a una secretaria, y me imagino
que su trabajo creativo transcurre en las horas de
la madrugada cuando ya todos duermen y puede
concentrar sus pensamientos en la quietud cuando los demás dormimos el sueño profundo.
Y su trabajo como referencista, editor e investigador de la Biblioteca del Banco Central de
Nicaragua le da acceso a una extensa biblioteca con solo bajar a la planta baja del edificio
donde trabaja.
Apoya con generosidad los proyectos culturales. Hace varios años comencé a
publicar algunos artículos históricos en un boletín de genealogía, un compañero me llamó la
atención que no debía publicar artículos históricos porque eso era invadir el campo de la
Academia de Geografía e Historia. En cambio, Jorge Eduardo me presentó una vez a los
miembros de número de la Academia de Geografía e Historia como el editor de la ―mejor
revista de historia del país‖. Más que alegrarme por la distinción, me admiré que enaltecía la
Revista de Temas Nicaragüenses encima de la revista de historia que el mismo editaba. Jorge
Eduardo ha publicado 28 libros de historia o de temas históricos.
Pienso que el éxito de Jorge Eduardo descansa en un talento natural, su gran
voluntad de perseguir lo que quiere y trabajar por ello, y una temprana decisión de cual era
su vocación. Una vez bachillerado en el Colegio Centroamérica de Granada en 1964 sacó su
licenciatura en Humanidades en la UCA, un diplomado en la Escuela de Documentalistas de
Madrid, y luego su doctor en Filología Hispánica (Madrid), Universidad Complutense;
además de hacer estudios en Lexicografía Hispanoamericana, en la Universidad de
Augsburgo, Alemania, y ser candidato a doctor en Estudios Americanos, Universidad de
Santiago de Chile. Jorge Eduardo no para de estudiar.
Su preparación académica unida a su talento natural le han permitido publicar una
docena de libros de poemas, algunos traducidos hasta en seis idiomas; siete narraciones; trece
libros de crítica e historia literaria; veintiocho libros de historia; siete de historia del arte; ha
elaborado o dirigido once obras de referencia; y para hacer corto este resumen, he dejado de
lado sus artículos cortos y colaboraciones en múltiples libros y otras publicaciones.
No creo que Jorge Eduardo celebre sus cumpleaños, creo que los hitos de su vida lo
marcan los libros que publica. Deseémosle que llegue a los cien libros y los cien años de
edad.
Jorge Eduardo Arellano: amigo y maestro exhaustivo
Vidaluz Meneses
Conocí a Jorge Eduardo Arellano desde mi adolescencia, cuando nuestra generación
comenzó a ser promovida en La Prensa Literaria por Pablo Antonio Cuadra y cuando fui en
una de las múltiples jiras de jóvenes aspirantes a escritores/as, a la casa de Enrique
Fernández Morales, ―Quico‖, como le llamábamos cariñosamente y sin distancia del respeto
que imponía el ser papá de uno de los amigos poetas, Francisco de Asís Fernández. Quico
era el gran anfitrión, fineza que heredó su hijo Chichí, primo de Jorge Eduardo, todo un
Ministro de cultura sin cartera que hacía de su casa una sede de intensa promoción cultural.
A Jorge Eduardo lo recuerdo siempre muy activo, estudioso y productivo. Siendo menor
que yo y al haber cursado mi carrera de Bibliotecología a los treinta años de edad, él fue mi
tutor en la elaboración de mi tesis, ―Guía temática y analítica de los escritos a máquina de
Pablo Antonio Cuadra‖ experiencia en la que siempre me animó y me dio sabias
recomendaciones para definir los encabezamientos de materia ya que tratándose de una
monografía literaria, especializada, no fueron tomados de las listas elaboradas por los
expertos Carmen Rovira y Jorge Aguayo publicadas por la Unión Panamericana, sino que
fruto del ejercicio creativo, fuimos asignado éstos de acuerdo a los temas de los textos de
PAC.
Después del triunfo de la revolución, conformamos en el nuevo Ministerio de Cultura, la
Dirección General de Bibliotecas y Archivos, programa que estuvo bajo mi responsabilidad y
en una primera fase, Jorge Eduardo fue nombrado Director del Archivo Nacional por
período muy corto, porque las condiciones de tan importante institución eran deplorables,
había que comenzar desde el ordenamiento físico de los documentos, capacitación del
personal, adquisición de equipos, para mencionar lo prioritario. Tener al frente de ella a
Jorge Eduardo era subutilizar sus facultades extraordinarias de infatigable investigador, gran
bibliógrafo, escritor, poeta, ensayista e historiador, por lo que fue nombrado Asesor de todo
el Programa de Bibliotecas y Archivos. Es justo reconocer en ese tiempo su actitud fraterna
y de apoyo a Francisco Valle en su responsabilidad de Director de la Biblioteca Nacional,
juntos lograron editar unas primeras publicaciones de la Biblioteca. De esa época son los
―Textos socio- políticos de Rubén Darío‖. Y de Arellano con Julio Valle Castillo, Jefe del
departamento de Literatura, Fidel Coloma y Marc Zimmerman la selección, con
introducción de Ernesto Mejía Sánchez, de ―Nuestro Rubén Darío‖ .
Un invaluable contacto que nos facilitó el Padre Miguel D´Escoto, fue con el bibliógrafo
norteamericano, George Elmendorff, quien financió los primeros tomos de la Bibliografía
nicaragüense importante proyecto del que Jorge Eduardo fue Asesor de principio a fin. Es
de reconocer su celo y contribución permanente a estas alturas para mantener al día tan
importante fuente de consulta con la que pocos países de América Latina cuentan.
En el año 2003 Junto con Michele Najlis y Julio Valle Castillo, integré el Jurado del Premio
Nacional Rubén Darío, ocasión en que una vez más coincidimos en premiar la excelencia del
trabajo poético de Jorge Eduardo Arellano, por su hermoso libro de largo aliento dariano:
―La camisa férrea de mil puntas cruentas‖.
En esta ocasión, me siento muy feliz de contribuir con el merecido homenaje a este amigo
de siempre, con quien también he compartido experiencias académicas y laborales. Un
hermano menor cronológicamente, que es un orgullo para mi, de quien he aprendido mucho
y he conocido su generosidad en compartir tanto sus conocimientos como sus hallazgos. Un
referencista nacional de quien una vez José Coronel Urtecho no dijo en balde: ―Jorge
Eduardo sabe más de nosotros, que nosotros mismos‖, por ello, mientras viva, difícilmente
habrá publicación nicaraguense que no lleve una cita, un aporte, de tan infatigable intelectual.
JEA lee sus poemas ―La entrega de los dones‖, en una tertulia literaria en Santiago de Chile.
Al fondo César Martínez.
Lecciones de Jorge Eduardo Arellano
Conocí a Jorge Eduardo Arellano en 1985. Fue durante mi primer viaje a Nicaragua,
también el primero con una misión de aprendizaje y uno de los más importantes de mi vida.
Con un montón de fichas bibliográficas y el difuso mapa de la literatura
nicaragüense que durante un año mi optimismo había compuesto, llegué a Managua un
hermosísimo día de junio. La luz del sol reverberaba por doquier susurrándome que ese
trópico era sólo una extensión del venezolano donde yo había crecido, aunque no así su
capital, disputada a un tiempo por la euforia de la Revolución Sandinista y el orden impuesto
por decenas de soldados que, prendidos a una ametralladora, cercaban los centros
carismáticos de la ciudad.
Yo venía de Maryland (USA), en cuya universidad estatal aspiraba a adquirir el
doctorado con una tesis sobre la novela nicaragüense. Al igual que a tantos estudiantes de
literatura, me sedujo el proceso político que Nicaragua estaba experimentando. Y desoí las
voces de mis más viejos maestros, cuyos escrúpulos atendían a la retórica, a lo que ellos
llamaban ―la literatura como hecho en sí mismo‖, para privilegiar su aspecto ideológico. En
realidad yo no quería historiar la novela nicaragüense, sino utilizar su trayecto para llegar a las
raíces del proceso revolucionario.
Aún ignoro cuanta legitimidad cabe en un plan así descrito, aunque siempre fue y
será insensato usar de cimientos las azoteas. Pero Jorge Eduardo no mostró reparos ante el
insolente detalle. Como a todos los estudiantes que lo contactábamos desde los Estados
Unidos y Europa, me recibió en su casa. Como a muchos, me hizo pasar a su pequeña gran
biblioteca, de sobra conocida dentro y fuera de Nicaragua. Como a algunos, me escuchó con
paciencia, con la cabeza un poco inclinada para mirarme por encima de sus lentes de lectura,
quizás preguntándose de dónde sacábamos nosotros, los aficionados, las descabelladas ideas
que sobre su país tan seriamente le exponíamos.
Tras alentar mi proyecto me hizo conocer a varios escritores, entre ellos a Pablo
Antonio Cuadra, cuyo vasto conocimiento y generosidad en compartirlo conservo entre mis
mejores recuerdos; también me encaminó a la Biblioteca Nacional, sorprendentemente parca
en literatura nicaragüense si ha de compararse al sistema bibliotecario de Los Estados
Unidos, que aún hoy en día y gracias a esfuerzos como el del mismo Arellano, atesora
verdaderas joyas, tanto en libros como en revistas y periódicos nicaragüenses. Finalmente,
Jorge Eduardo también me dio a conocer dos trabajos suyos que siguen resultando
imprescindibles: El movimiento de vanguardia de Nicaragua, 1927-1932 (1969) y Panorama de la
literatura nicaragüense (1982), únicas visiones de conjunto publicadas hasta 1986.
Muchas fueron las charlas que Jorge Eduardo me regaló durante esos días. A todas
asistí con un cuaderno de notas que llenaba de datos, dudas, preguntas y regocijo. En
incesantes extrapolaciones, evitando aislar la novela de los demás géneros, me hizo entender
que no hay hecho literario aislado, que la formación de la narrativa nicaragüense está inmersa
en el mar del siglo XX y tan entrañablemente unida a la dictadura de Zelaya como a las
innovaciones de la Vanguardia, a Sandino tanto como a los grandes procesos ideológicos del
continente hispanoamericano.
Entendí esto y empecé a entender mucho más: no hay dato, ni fecha ni aporte cultural
despreciable; no hay una obra grande, sino centenares de hombres en todos los campos –
histórico, religioso, musical, literario, científico, etc.—laboriosamente afirmando los lazos de
una sociedad, una nación chica, como Nicaragua, u otras más extensas: la centroamericana, la
hispanoamericana, la hispanohablante. Y por lo tanto también entendí que recopilar
información, aplicarse a estudiar los modos lingüísticos de un país, rescatar del olvido a los
trabajadores de la cultura –en todos los aspectos de ésta-- construir panoramas y visiones de
conjunto, son actos guiados por una gran pasión, una insólita pasión de pertenencia, de ser y
existir dentro de una comunidad.
Llegar a tal entendimiento es mucho más difícil de lo que parece. En las últimas
décadas
la
crítica
literaria
hispanoamericana, a pesar de la
incuestionable calidad de muchísimos
de sus trabajos, viaja a la deriva,
obsesivamente
aglutinando
los
fenómenos literarios en unos pocos
conceptos que operan como el lecho
de Procusto.
Las razones de tal
comportamiento son incontables y no
caben en este texto. Pero ahí están,
aponiéndose siempre –al menos en mi
cabeza—a la voluntad panorámica, al
quisquilloso orden de Arellano, y sobre
todo, a su obcecada necesidad de
desenterrar, esclarecer y divulgar
información.
¿Quién de nosotros, por
ejemplo, obviaría en estos momentos el
estudio de Arellano Rubén Darío, Cantos
de Vida y Esperanza (2005)? ¿Acaso el
lenguaje modernista, con su música, sus
metáforas y símbolos no se ha
convertido ya en un metalenguaje, un
código retórico que exige esfuerzos similares a los de Dámaso Alonso con Góngora? ¿Qué
joven estudiante de literatura no apreciará ese gran tesoro de notas cuyo objetivo consiste en
aclarar términos y explicar mitos y costumbres ausentes en los programas educativos
contemporáneos?
¿Cuánto no hubiera dado yo por tener en mis manos, allá por 1985, libros como
Héroes sin fusil (1998), Genio y figura de Salomón de la Selva, los dos volúmenes de Historia básica
de Nicaragua –esperamos ansiosamente el tercero, Jorge Eduardo— y las ediciones
actualizadas de los dos textos que guiaron mi tesis, titulados ahora Literatura nicaragüense
(1996) y Entre la tradición y la modernidad: el movimiento nicaragüense de vanguardia (1992).
Aún más: ¿de cuántas soledades no me hubieran rescatado las antologías y
selecciones de escritores nicaragüenses hechas por Jorge Eduardo desde finales de los
ochentas? ¿De cuántos días revisando periódicos y revistas nicaragüenses? Se dirá que no es
para tanto y quien así lo diga, no recuerda que el crítico extranjero, el que accede a escribir
sobre un país en el que no ha crecido, sólo conoce algunos trazos de su cultura y unos
cuantos caminos de teoría general, llámese ésta marxismo, post-estructuralismo o crítica de la
cultura.
Pero escribir, incluso escribir crítica, es apropiar, es decir, hacerse de los tonos que
imperan en la poesía de un determinado país o en su narrativa, de las actitudes vitales de sus
escritores, lo que eligen y desdeñan, lo que sus mentes adoptan mecánicamente, por
inevitable obediencia a la cultura o los saltos al vacío que emprenden en desobediencia de
ella. Afinar el oído hasta encontrar todo esto es el acto más humano de la crítica y ni la
juventud ni el desconocimiento de los procesos culturales que se tiene entre manos sirven
para dinamizar tal humanismo.
Aunque a gran distancia, en 1985 logré seguir a Jorge Eduardo. Emulé su panorama
para la novela --no sin tener a mano el inventario que, por supuesto, él ya había elaborado—
y me permití errar por tierras nuevas, extraviándome así de la proyectada tesis. Aunque el
suelo que pisaba se volvía cada vez más firme, el miedo unas veces y otras el tedio, me
acechaban.
Porque si bien entendía la necesidad de cada extravío –en un texto de Sonfonías
Salvatiera, en una tesis sobre Zelaya o incluso en los anuncios comerciales de algún periódico
somocista—, la presión por concluir algo que sonara medio inteligente y mi propia
inmadurez me hacían volver la vista hacia las teorías generales de la novela, que si bien me
sirvieron de mucho, no estaban construidas para explicar un panorama como el
nicaragüense.
Y siempre, siempre, ante el conflicto de mis propias reflexiones, me veía forzada a
acudir a la pasión de Jorge Eduardo por su país. Era como salir del pensamiento y entrar en
el mundo real, porque Jorge Eduardo no pensaba en la literatura sino que la vivía, es decir,
accionaba henchido de ella. Fue su vivencia el oxígeno que logró sustentarme durante los
cuatro años de tesis.
Desde entonces ha pasado mucho tiempo. Ahora, un poco al margen de los
razonamientos estrictamente escolares, me pregunto cuántos países hispanoamericanos
querrían reclamar a Jorge Eduardo Arellano como suyo y cuánto no nos beneficiaría, en
todas partes del mundo hispanohablante, tener a centenares de Arellanos estudiando como
locos, a veces publicando sus escritos a punta de voluntad (pues las editoriales suelen
marchar con la moda) y más aún, entregándolo todo, es decir, entregándose a cuanto
emprenden.
Para mí esta es la mejor lección de Jorge Eduardo. Con el tiempo me ha dado por
pensar que sin verdaderas pasiones, sin un amor tan incondicional, nuestras vidas se
acartonan y agonizan en la costumbre. Pienso que es ella, como lo fue la verdad preclara y
serena para Rubén Darío, la única en triunfar sobre el rencor y la muerte.
Gracias, Jorge Eduardo, por esta última lección.
Amelia Mondragón
Carta a Jorge Eduardo Arellano
Silver Spring, Maryland, 19 de agosto, 2011
Maestro: Las fechas que aparecen en esta carta están llenas de alegría al rondar su
cumpleaños número sesenta y cinco. Por tal motivo, la Revista de Temas Nicaragüenses me pidió
unas palabras que ahora hilvano en medio de la ansiedad y la emoción. Sea usted, entonces, y
el público que estoy seguro aceptará este homenaje con júbilo, mi noble auditorio.
Alguna vez me dijo una frase que desde siempre y sin entonces saberlo ha sido la piedra
angular de mi existencia. «Nicaragua es el fantasma de tu corazón». Fue el espectro de ese
fantasma el que en 1999 me arrastró hasta su casa de El Dorado, cuando con unas cuartillas
ajenas a la música, el oficio al que le había dedicado mi vida, me presenté ante usted. Eran
cuentos. Por suerte no se alzó ante mis ojos el ser «volcánico, todo nervio e impaciente» que
describe en su poema «Autorretrato».
«Era el mejor de los tiempos, era el
peor de los tiempos», dice Charles
Dickens en su novela Historia de dos
ciudades. Efectivamente, 1999 fue un
mal año porque en él nacía el pacto
político que en mi opinión habría de
destruir
la
frágil
democracia
nicaragüense. Pero también fue el
mejor de los años porque lo conocí a
usted.
Soy hijo de la guerra y el exilio. Sin
embargo soy ante todo nicaragüense,
aunque los trágicos momentos que
surcaron la historia de mi país en los
ochentas me hayan arrebatado ese
privilegio. Abandoné Nicaragua cuando tenía once años. Pero como la literatura sopla por
donde quiere, empujado por su hálito llegué a usted, quien me recibió como nicaragüense y
no como extranjero. Y tras ese gesto retomé la senda interrumpida por el azar y al hacerlo
descubrí que no hay islas ni destinos prefabricados, pues tarde o temprano «el andar hace el
camino» –digo parafraseando a Antonio Machado—y usted me empujó para que
simplemente y de una vez por todas, yo me echara a andar.
Más aún, con paciencia y abrumador conocimiento me ha mostrado a través de estos
años los momentos estelares de nuestra literatura. Poderes del arte. Gracias a usted detuve la
mirada en Joaquín Pasos, de cuya lira emerge la música en espléndidas melodías. En Alfonso
Cortés, el esquizofrénico cuya historia se adhirió a mi piel como las cadenas que atenazaron
sus muñecas, cuando lo confinaron por años a una lúgubre alcoba. Aprendí, también, que la
tradición oral ha salpicado a Rubén Darío de mitos y leyendas y que sólo la investigación
sustentada en la ética y la seriedad, podrá mostrarnos al verdadero bardo y, sobre todo, al
verdadero hombre que él era.
Se nos haría la Pascua enumerando tantos favores y tantas horas de generosa atención.
No soy el único en haberlos recibido, pues no se conoce en Nicaragua a un intelectual que
haya construido lazos de tan profunda naturaleza con los que viven en Estados Unidos. Sería
inútil nombrar a quienes su talento y buena disposición han abierto las puertas con llave de
oro para la elaboración de tesis, artículos, ensayos, y un inmenso etcétera.
Pero hablar bien de usted es un ejercicio de fácil nobleza. Porque sin ese «andar» al que
usted me empujó, dudo mucho que hubiese podido escribir mis cuentos. Apartando el gesto
halagüeño que se suele adoptar al dirigirse a un mentor, estos párrafos le hablarán de un río
cuyas aguas hoy transcurren con menos tropiezos. En sus corrientes fluyen los anhelos, la
constancia, la vehemencia de una persona cuyo principal propósito ha sido trabajar por su
país, tal como lo ha hecho usted, la más acertada memoria histórica de nuestra Nicaragua.
Un ejemplo a emular.
En La biblioteca de Babel, Jorge Luis Borges dice: «Como todos los hombres de la
biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del
catálogo de catálogos…». Y así sucedió en Managua, cuando un día de tantos un peregrino
entró en su biblioteca y usted le permitió merodearla y hasta hurgar en ella. Pero a diferencia
de lo que le sucede al protagonista de Borges, su magnífica biblioteca, querido maestro, no
me condenó a la vacía eternidad ni a concebir que un solo libro guarde la clave y los secretos
designios de Dios. Por el contrario, usted y sus libros –vuelvo a decir y perdone la
insistencia– me rescataron del tedioso infinito, dándome un suelo firme. Aprendí así que los
libros son puentes para construir amistades y que la amistad, aun la que se tiene con el
maestro, siempre nos regresa a nosotros mismos y nos ayuda a vernos con paciencia y
compasión.
El tiempo da y también quita y a su vez convierte muchísimo de lo que encuentra a su
paso en polvo y ceniza. Habría que quemar incienso ante su inmensa labor porque gracias a
ella Nicaragua conoce su pasado histórico y literario y, de quererlo, está en condiciones de
inventar su porvenir. En su trabajo, la historia y sus constantes lutos son aras de sabiduría
que usted ha colocado una encima de otra con la esperanza de que Nicaragua sea vista mejor
y acaso admirada.
No me olvido al final de esta carta de recordarme que la lección de altruismo aprendida
de usted no quede como brasa abandonada y se gaste sola. Al tenderme la mano, como se la
ha tendido a muchos, me ha pasado una antorcha que a mi vez debo entregar a otro
extraviado lleno de juventud y falto de esperanza. Cuando llegue ese momento, espero ser
como usted, inflexible para sacarlo de su rincón y empujarlo al camino que él mismo ha de
labrarse. Mi fe en él será un espejo de la que usted, tan generosamente, ha tenido en mí.
Roberto Carlos Pérez
Un amigo sin par
Noel Rivas Bravo
Conocí a Jorge Eduardo Arellano en aquellos revoltosos años de los sesenta cuando
lideraba el grupo de Los Bandoleros. Como lo ha contado él mismo, eran estos unos
jóvenes poetas que pretendían insuflar un poco de cultura a la ciudad de Granada, una
ciudad tradicionalmente oligárquica y conservadora, integrada por aprovechados mercaderes.
De
los
miembros
del
grupo,
Jorge
Eduardo Arellano
se distinguía por
una
pasión
desmedida,
desmesurada, por
la
literatura
nicaragüense, que
aún perdura en sus
vigilias y noches
de desvelos sin
menoscabo
del
desgaste de los
años. Siempre lo
vi en aquellos días
cargado de libros,
para regalar y
compartir con sus
compañeros
y
amigos;
de
poemas de su
propia o ajena
inspiración, para
leerlos y dialogar
sobre su estético
entusiasmo;
de
innumerables
proyectos posibles
o
imposibles,
como
publicar
libros y revistas
sin poseer los
recursos
económicos
necesarios, pero
realizando algunos
de ellos, gracias a
los
pocos
comprensivos que
encontraba en su
camino. Lo cierto
es que nunca
desmayaba en su
firme, tenaz idea
de escribir y leer,
de leer y escribir, o
mejor dicho, de
leer para escribir.
Porque
sobre
todas las cosas,
Jorge
Eduardo
Arellano era un
escritor de tiempo completo, un hombre impulsivo y generoso, un poquito, no mucho,
desafortunado en el amor, pero siempre fiel, siempre constante, entregado a la ardua tarea de
transcribir todo lo que veía, vivía y sentía, para convertirlo en hoja volandera, página de
periódico o capítulo de libro.
Y desde entonces, cuando ya han pasado tantos años, cuando ha corrido tanta agua
bajo los puentes y la historia ha cambiado nuestras vidas y nos ha sacudido con ilusiones y
violencias infinitas, Jorge Eduardo Arellano sigue siendo el mismo joven apasionado por el
saber y la cultura que yo conocí. Por eso, por ser como fue, es y sigue siendo, actualmente
representa al escritor, al historiador, al investigador, al poeta, al intelectual, al divulgador, de
mayor enjundia y fecundidad de nuestras letras. Es, en cierto sentido, como lo es para los
españoles, nuestro Menéndez y Pelayo. No hay tema de nuestra cultura del que no se haya
ocupado y preocupado. No hay escrito suyo que no sea digno de referencia, de tomarse en
cuenta. No hay libro que hable de Nicaragua donde no aparezca su nombre. No importa que
se le discuta y contradiga. Lo que importa es la obra que ha construido, una obra
monumental, que es la catedral, el museo, el palacio, el archivo donde podemos encontrar
todo lo que verdaderamente nos concierne y enseña.
El Guerrillero de Nuestra América, de Jorge Eduardo Arellano2
Luis Alberto Tercero Silva
El libro El Guerrillero de Nuestra América. Augusto C. Sandino (1895-1934),3 no solo es una
relectura crítica de la resistencia armada e ideológica de Augusto C. Sandino como se anuncia
en la contraportada del libro, en una opinión de la Junta Directiva de la Sociedad Bolivariana
de Nicaragua; sino el libro conclusivo sobre Sandino, que después de más de 30 años de
indagaciones y búsquedas en acuerdos, anécdotas, artículos, cartas, circulares, comentarios,
comunicados, decretos, juramentos, manifiestos, mensajes, poemas, proclamas, órdenes,
sentencias y ensayos nos entrega su autor, el Dr. Jorge Eduardo Arellano, el más grande
polígrafo nicaragüense.
El libro es integral, al menos desde dos puntos de vista: el primero es su carácter sintético de
una visión completa sobre la personalidad de Sandino, el carácter de su lucha y las
circunstancias contextuales en las que se presentó. Esto es fundamental. Muchas veces
queremos entender a los personajes históricos a la luz de las opciones contemporáneas y no
apreciamos en su justo sentido las opciones, restricciones y potencialidades que esos
personajes realmente enfrentaron. Ya nos lo advertía el historiador Sofonías Salvatierra:
―A Sandino hay que juzgarlo desde el punto de vista integral, en función del medio que le
engendró y que le sirvió de teatro. (…) Sandino es el eslabón de una cadena, o un producto
de la total agitación del pueblo nicaragüense. El héroe accionó y reaccionó como individuo
en la lucha inmediata, y como pueblo en la tragedia histórica de mi país‖.4
El segundo es que se trata de la opinión de alguien que ha dedicado más de la mitad de su
vida al estudio abierto, sistemático y tenaz del tema, u que sostiene sus afirmaciones con
documentos en la mano. Entonces, parafraseando a Sandino, podríamos decir que alguien
que solo formula sus opiniones en base a las evidencias que presenta, merece ser leído o
escuchado, y no solo leído o escuchado sino, creído.
Se inicia con una dedicatoria A María Isabel Tiffer, bisnieta del general Alberto Tiffer Pérez,
quien combatió junto al general Benjamín F. Zeledón y fue padrino de bautizo de Sandino.
Fue María Isabel la que hizo posible, con su financiamiento, la publicación de esta joya
bibliográfica, que además nos presenta una breve nota sobre don Alberto Tiffer; una sección
de epígrafes escogidos acertadamente y donde en uno de ellos el mismísimo general
Anastasio Somoza García se expresa de la siguiente manera: ―Sandino fue un héroe, un
patriota, un símbolo de rebeldía, hasta el día en que las fuerzas que ocupaban Nicaragua
abandonaron el país. Después de esto, su gesto tuvo otro rumbo‖; una escueta pero
excelente presentación del libro realizada por el historiador y diplomático Sr. Aldo Díaz
Lacayo; y una advertencia con agradecimientos por parte del autor.
2
3
4
Presentación realizada por el autor, en el paraninfo de la UNAN-León, la tarde del día 17 de octubre
de 2006.
Arellano, Jorge Eduardo. El Guerrillero de Nuestra América. Augusto C. Sandino (1895-1934).
Managua: Sociedad Bolivariana de Nicaragua. 2006. 300 páginas.
Salvatierra, Sofonías. Sandino o la tragedia de un pueblo. Madrid: Talleres Tipográficos Europa. 1934.
Pág. 6
Es en esta advertencia donde Jorge Eduardo define a Sandino en su justa dimensión, ni le
quita ni le pone, no hace sandinolatría ni ideologizaciones desmesuradas o reduccionismos
caricaturescos; ya lo diría Blanca Segovia, hija del propio Sandino: ―Mi padre no le pertenece
a ningún partido‖.
De entrada nos advierte que no es muy correcto establecer, tajantemente, el paralelo de
Sandino con Bolivar y Martí porque es
muy desproporcionada esa relación.
En el caso de Bolivar se trata de un
proyecto por la libertad política de la
América Española y el proceso
revolucionario de la Independencia frente
a la gesta de Sandino, que consistió en la
expulsión de los marines estadounidenses
que intervenían Nicaragua por segunda
vez, lo que lo convirtió en el creador de
una variante de nacionalismo: el
antiimperialista; su fuerza nunca fue
reconocida como parte beligerante y
nunca controló ciudad o poblado con
régimen municipal; hay que recordar que
la estrategia de Sandino fue no tanto la de
ganar una batalla como la de librarla y
publicitarla. En el caso de Martí es claro
que su trayectoria intelectual acaba
sobreponiéndose incluso a su carácter de
héroe en la emancipación de Cuba del
absolutismo colonial.
La advertencia cierra la parte paratextual
del libro, pero importantísima, para
presentarnos seguidamente unos ensayos
preliminares, especies de prolegómenos,
que vienen a estructurar la visión de
conjunto que Jorge Eduardo tiene sobre
Sandino, y señalar los aspectos
metodológicos que hay que tomar en
consideración para la lectura del libro, y que para mí constituyen las tesis fundamentales por
las que el autor define, recupera, desconfisca y restituye para los nicaragüenses la figura
histórica y la proyección contemporánea del guerrillero de nuestra América.
De esta sección deseo consignar varios aspectos que atrajeron mi atención:
1. En 510 combates realizados tuvo al menos 1,115 muertos, en comparación a los 47
marines y 75 guardias.
2. Sandino perteneció a una red impulsada por políticos e intelectuales latinoamericanos
que estaba integrada entre otros por el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, el
mexicano José Vasconcelos y el argentino Miguel Ugarte. Es importante recalcar que
Haya de la Torre, fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA)
incidió fuertemente en el pensamiento de Sandino, a saber: a) acción contra el
imperialismo norteamericano, luego ampliado contra todo imperialismo, b) obsesión por
la unidad de América Latina, c) nacionalización de las principales riquezas y tierras, d)
internacionalización del canal de Panamá, lo que Sandino aplicó al futuro canal de
Nicaragua en contra de lo establecido en el tratado Chamorro-Bryan, y e) solidaridad con
todos los pueblos oprimidos del mundo.
3. La influencia teosófica de Joaquín Trincado, que da esa extraña cohesión a las ideas de
Sandino.
4. Que este libro, en vez de ser la continuación de otros experenciales, biográficos y a veces
hasta apologéticos como los de José Román, Gustavo Alemán Bolaños y Gregorio
Selser; en vez de ser un libro para partidizar a Sandino como los de Carlos Fonseca y
Humberto Ortega; es un libro inscrito en la línea de la valorización historiográfica
representada por ―Los usos de Sandino‖, del mexicano Enrique Camacho; ―Sandino. Una
biografía política‖, del alemán Wolker Wünderich; ―Siempre más allá. El movimiento sandinista‖,
de la francesa Michele Hospital; y de ―La mística de Sandino‖, ―Sandino, floreció al filo de la
espada‖, ―Augusto ´César´ Sandino. Messiah of Light and Truht‖, de los nicaragüenses
Alejandro Bendaña, Oscar René Vargas y Aurelio Navarro-Genie, respectivamente.
5. Sandino construye su propio mito al confesar a principios de 1933: ―¿Me asesinan? ¿Y
qué? (…) No es fácil ser héroe para siempre y además ser símbolo. O sea que muerto
también se contribuye, y quizás más‖.
6. No se puede explicar militarmente a Sandino sin su experiencia en la guerra
constitucionalista.
7. Lo ocurrido en Nicaragua por la gesta de Sandino tiene repercusiones en el campo del
saber militar a nivel mundial.
Los prolegómenos se apoyan y desarrollan en dos grandes partes que forman el cuerpo
documental más grande del libro.
―Acción y proyección de un forjador latinoamericano del siglo XX‖ es la primera parte.
Contiene el análisis de los antecedentes culturales e históricos de Sandino, el
antiimperialismo armado de las Segovias, los primeros años y su peregrinaje americano, el
accionar de la columna segoviana en la guerra constitucionalista, la batalla de Ocotal y el
primer bombardeo aéreo colectivo y en picada de la historia, la proyección latinoamericana y
la solidaridad moral e intelectual, el viaje a México y su fracaso, la resistencia cultural y sus
manifestaciones, y la firma de la paz como trampa para aniquilar a Sandino y su base social.
La segunda parte: ―Bosquejo ideológico de un enérgico autodidacta‖, contiene ensayos sobre
su antiimperialismo, indohispanismo, latinoamericanismo, bolivarismo, centroamericanismo,
nacionalismo; además de la temática sobre la redención de los oprimidos, el Frente Único
Antiimperialista, el gobierno nacional y el reformismo agrario-social.
Finalizando el libro, se presentan las fuentes consultadas, un anexo con diez documentos, de
los cuales ocho son totalmente inéditos, un colofón: ―Sandino y sus últimos días‖, y un
índice de los nombres más citados en la obra.
Dije al inicio, que este libro era un libro conclusivo e integral; ahora sostengo que también es
y debe ser un libro iniciático que sirva de guía para el conocimiento de la verdadera figura de
Sandino y a través de los diversos caminos allí señalados, pudiésemos ir a consultar las
diversas obras publicadas sobre Sandino e irnos enterando de la verdad y del mito sobre su
persona.
Pienso que, así como con Darío debería la Universidad crear una cátedra libre para su
estudio, con Sandino correspondería hacer lo mismo, ya que de ambos, forjadores mayores
de nuestra identidad, hablamos mucho pero muy poco los conocemos.
Jorge Eduardo Arellano*
Carlos Tünnermann Bernheim
Jorge Eduardo Arellano es uno de nuestros escritores más reconocidos nacional e
internacionalmente. Muy joven, fue militante del grupo de poetas "Los bandoleros", de
Granada. Actualmente es Director en funciones de la Academia Nicaragüense de la Lengua
y quizás el más prolífico de los escritores de las recientes generaciones. Verdadero polígrafo,
Jorge Eduardo es poeta, narrador, ensayista, investigador, crítico de literatura y artes
plásticas, dariísta, antólogo, editor y gran
bibliógrafo. Su primer libro "La estrella
perdida",
apareció
en
1969.
Muy
tempranamente se destacó al ganar, en 1976, el
Premio Nacional de Ensayo Rubén Darío.
Uno de los más altos premios recibidos por
Jorge Eduardo Arellano fue el que le otorgó la
Organización de Estados Americanos (OEA)
en ocasión del Concurso continental
promovido por dicho organismo en ocasión
del centenario de la publicación de "Azul…"
de Rubén Darío. Jorge Eduardo obtuvo el
primer premio con su libro: "Azul… de Rubén
Darío: Nuevas perspectivas", publicado luego por
la OEA en 1993. Imposible sería intentar aquí
mencionar o siquiera resumir la extensa
bibliografía que contiene el valioso aporte de
Jorge Eduardo no sólo a la literatura nacional
sino también a la historia de la pintura, de la
escultura y otras ramas artísticas. Además,
Jorge Eduardo es un historiador profesional,
autor de varios textos sobre la historia general
de Nicaragua, de la literatura, de la educación,
etc… Es también miembro de número de la Academia de Geo grafía e Historia de
Nicaragua y Director de la revista de esta Academia y de LENGUA, la revista de la
Academia Nicaragüense de la Lengua. Como todos sabemos también dirige, desde hace
varias décadas, el Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación, que lleva ya más
de 100 números editados consecutivamente y contiene un verdadero tesoro de información
en diferentes disciplinas, gracias al esfuerzo tesonero de Jorge Eduardo Arellano, incansable
investigador. Esta noche sólo vamos a referirnos a la obra poética de Jorge Eduardo,
contenida en su libro "La entrega de los dones", cuya tercera edición apareció en junio del año
recién pasado. Sobre este poemario su crítico Eduardo Zepeda-Henríquez, refiriéndose a la
segunda edición de 1983, escribió: ―La poesía de Arellano es culta, pero directa y evidente en
demasía; es intelectualizada, pero con verdadera carga de emoción, en sus mejores
momentos, y tiene un ámbito único, pero no es unitaria. Además, esta poesía puede
agruparse así: poemas más íntimos, como los amorosos, los familiares y los movidos por la
fe religiosa o las amistades, y en los cuales se dan los mayores logros; poemas de viajes, más
líricos que descriptivos; poemas experimentales, con preferencia por los juegos fonéticos y el
uso de la neotipografía; poemas epigramáticos, algunos sangrientos, aunque casi todos
airosos; poemas cívicos y locales, salvo los propiamente políticos que, en su mayoría,
resultan "de circunstancias", acaso por ser más laudatorios que críticos, y poemasimitaciones, que suelen valer como recreaciones auténticas". Noel Rivas Bravo dice que para
él Jorge Eduardo Arellano es, sobre todo, poeta, un digno, apreciable y verdadero poeta, por
su manera apasionada de entender la vida y el trabajo intelectual". Y agrega que al valorar el
conjunto de la obra poética de Arellano "lo primero que nos llama la atención es su amplitud
temática, revestida de variados recursos estilísticos, reflejo de una vida intensa, de múltiples
experiencias inolvidables". Una escritura concebida con calidad artística, con ideal de
perfección".
* Texto leído por el Dr. Carlos Tünnermann Bernheim, Presidente
del Centro Nicaragüense de Escritores, el 18 de enero 2002, en ocasión del
Día Nacional del Escritor, y en el acto de entrega de reconocimiento a
destacados escritores.
La crítica literaria en Jorge Eduardo Arellano
Nicasio Urbina
Universidad de Cincinnati
Jorge Eduardo Arellano es sin duda alguna el mayor investigador de Nicaragua, sus
intereses cubren varias disciplinas y su capacidad bibliográfica escapa cualquier exageración.
Es un polígrafo infatigable y talentoso que ha contribuido a la historia literaria de Nicaragua
como ningún otro. Ha incursionado en la historia y en la geografía, la antropología y el
derecho, la crítica urbana y las historial oral, el folclor y el teatro. Ha escrito numerosas
biografías, ha historiado ciudades como Granada y fenómenos culturales como el béisbol. Es
narrador, poeta y dramaturgo. Cualquier artículo breve como este se queda corto al esbozar
el poderío intelectual de JEA. En esta oportunidad quiero concentrarme en sus
contribuciones como crítico literario, cuyo trabajo documental es el más importante acervo
para estudiar la literatura nicaragüense.
Desde los principios de su carrera literaria JEA dio muestra de su espíritu totalizante,
tratando siempre de cubrir y descubrir todo lo conocible sobre el tema bajo estudio.
Historiar la literatura nicaragüense en su totalidad, desde las expresiones indígenas hasta
finales del siglo XIX fue la propuesta de su Panorama de la literatura nicaragüense, cuya primera
edición apareció en 1966, bajo el sello de Ediciones centenario, donde cubría de Colón a
finales de la Colonia, con una segunda edición de 1968 de la Editorial Alemana; luego una
edición ―resumida y aumentada‖ de 1977 de Ediciones Nacionales, y finalmente la edición de
1982 de Editorial Nueva Nicaragua. Este fue el primer intento de sistematizar la literatura
nicaragüense en una forma cronológica y genérica. Funciona a la vez como enciclopedia y
como diccionario. Mapea (para usar un neologismo que no se usaba en ese entonces) la
creación literaria en Nicaragua creando así un atlas de la literatura nicaragüense.
Y termina con su fichero de autores nicaragüenses, capítulo que luego crecerá en su
Diccionario de Autores Nicaragüenses y finalmente en su Diccionario de autores centroamericanos. Hasta
cierto punto los estudios que componen el
Panorama se pueden considerar trabajos
independientes.
El
―Perfil
histórico
literario‖, que forma la primera parte del
libro, está compuesta por 73 páginas y tiene
sus propias notas a fin de texto. Este es el
primer verdadero ensayo literario de JEA,
donde
analiza
acertadamente
los
movimientos literarios en Nicaragua y la
dinámica de los diferentes grupos poéticos,
las diferentes promociones, como las
llamará el autor. Aquí están ya las semillas
de muchos de sus libros y artículos
posteriores, y sirve como marco de referencia para todas las futuras investigaciones sobre
literatura nicaragüense.
Los siguientes capítulos son estudios sistemáticos de veinte páginas cada uno de los
diferentes géneros literarios, empezando con ―La narración breve y su desarrollo‖,
continuando con ―La novela y sus etapas‖, seguidos de ―El teatro y sus intentos‖, y
finalmente ―La poesía y sus promociones‖. Estos cuatro capítulos establecen el corpus
fundamental de la literatura nicaragüense desde el punto de vista del género literario y analiza
la dinámica de los diferentes autores, grupos literarios, ciudades de origen y actividad
literaria, estética e ideologías políticas. JEA logra organizar y estudiar en forma sucinta y
sistemática toda la producción literaria de Nicaragua. Esta edición del Panorama termina con
la Bibliografía fundamental, y con el Fichero de autores nicaragüenses, publicado en forma
incompleta. En sucesivas ediciones seguirá creciendo la obra y se someterá a nuevas
correcciones.
Como crítico literario JEA ha demostrado un desarrollo continuo y cualitativo, que
luego ha ganado enorme profundidad en las monografías que ha dedicado a diferentes
temas. Pienso en su estudio Azul… de Rubén Darío. Nuevas perspectivas, que ganó el concurso
de la Organización de Estados Americanos en 1991; o en Los raros: Una lectura integral de
1996, donde JEA profundiza en la obra seminal en prosa de Rubén Darío, presentando un
cuadro completo de la génesis textual del libro, su recepción, y su importancia para la
difusión de la literatura europea y norteamericana en América Latina. En su libro sobre
Azul… JEA presenta el proyecto cultural de Darío desde la juventud de los veintidós años,
demostrando cómo su formación intelectual, sus vivencias, y sus lecturas lo llevan a concebir
un proyecto cultural sorprendente para un joven de su edad, y definitorio para la cultura
hispanoamericana. Continuando con su intenso trabajo sobre la obra de Darío, JEA publicó
en el año 2000 un volumen de Cartas desconocidas de Rubén Darío, donde recoge 250 cartas de
Darío rigurosamente anotadas, situadas en su contexto histórico y con su documentación
bibliográfica. Es verdaderamente una contribución fundamental al epistolario del Príncipe de
las Letras Castellanas.
En 1992, JEA publicó su estudio sobre la vanguardia titulado Entre la tradición y la
modernidad. El movimiento nicaragüense de vanguardia, editado en San José por Libro Libre. Como
él mismo afirma en la Nota Explicativa, este libro es el resultado de treinta años de
investigación sobre el movimiento de vanguardia, y la culminación de una serie de artículos y
su disertación doctoral en la Universidad Complutense de Madrid. Es una obra fundamental
para conocer la vanguardia nicaragüense y entender las condiciones históricas, estéticas y
políticas de ese curioso grupo de granadinos que establecieron como dice JEA ―…la
instauración de un orden poético nuevo, logrado a través de una fecunda continuidad…‖
(193)
Otro libro fundamental de su crítica literaria
es Aventura y genio de Salomón de la Selva, publicado en
el 2003. Este libro es la primera monografía integral
que trata la poesía y la prosa de Salomón de la Selva
y sigue su itinerario de vida, sus luchas políticas, sus
cambios estéticos, mapea sus lecturas y su vasta
cultura, y evalúa sus contribuciones a la literatura
nicaragüense y latinoamericana. Finalmente quiero
mencionar un libro que no es propiamente de crítica
literaria, sino que se encuentra a caballo entra la
historiografía y la hermenéutica. Hablo del libro
Guerrillero de nuestra América: Augusto C. Sandino (1895-1934) publicado en 2006. Este libro
hace un análisis lúcido, muy bien documentado, de la vida de Sandino y del alcance de su
gesta en el continente. Por un lado es un texto histórico con extenso trabajo de archivo,
mucha información interesante sobre Sandino y sus luchas; y por el otro es un libro que relee
y replantea la documentación que poseemos sobre el General de Hombres Libres. Este es
uno de los mejores libros que se ha escrito sobre Sandino por la objetividad intelectual con
que juzga los documentos, sin tratar de presentar una imagen de Sandino sesgada por
posiciones políticas o ideológicas.
Otra
área
importante
de
investigación y trabajo para JEA ha sido
El
Güegüense,
representación,
significación,
cuya
historia,
transcripción
tanto
ha
y
ayudado
a
esclarecer con sus múltiples ediciones,
sus artículos, conferencias y debates. La
autoría de El Güegüense ha sido motivo
de numerosos artículos y debates, y JEA
ha estado a la vanguardia de los estudios
sobre
esta
obra
primigenia.
Para
terminar este breve itinerario de las
contribuciones de JEA a la crítica literaria en Nicaragua, creo importante mencionar dos
libros sui generis que destacan la amplia visión cultural y la amplitud de las investigaciones de
JEA. Héroes sin fusil, publicado por Hispamer en 1998, contiene biografías de 140 destacados
nicaragüenses que con su labor artística, cultural, deportiva, política o científica han
contribuido al desarrollo de la nación, sin acudir a las armas. De ahí su gran mensaje
educador y sus percepción histórica. El segundo libro que quiero privilegiar es El béisbol en
Nicaragua (1889-1948), un libro valiosísimo que demuestra un tipo de concepto crítico de la
cultura diferente del que JEA había demostrado en sus libros anteriores. Como él mismo
señala en la ―Presentación y agradecimiento‖ se inspiró en el libro de Roberto González
Echeverría, La gloria de Cuba, publicado originalmente en inglés como The Pride of Havana en
2001 por Oxford University Press. En este libro JEA rescata muchísima información de
valor y recuenta con entusiasmo el desarrollo del béisbol en Nicaragua, recogiendo un
aspecto de la cultura nicaragüense que se habría perdido irremediablemente de no ser por su
intensa labor investigadora.
Jorge Eduardo Arellano es sin duda uno de los mejores intelectuales que ha dado
Nicaragua en los siglos XX y XXI. Su memoria prodigiosa le permite recordar y retener todo
tipo de información bibliográfica y archivística que luego vuelca fielmente en artículos
acuciosos y amenos. Su pasión por la documentación y los impresos lo hace uno de los
mayores coleccionistas de documentos de y sobre Nicaragua, y en el caos de su biblioteca y
su escritorio hay un orden único y secreto que le permite encontrar lo que busca en
montañas de papeles que no parecen tener ningún sistema que los organice. JEA es un
trabajador incansable y un polígrafo talentoso que ha incursionado en una gran variedad de
disciplinas y géneros. Como le escuché decir a Pablo Antonio Cuadra, ―Jorge Eduardo
produce lo suficiente como para mantener a un impresor ocupado todo el año‖. Este
merecido reconocimiento, el simposio que se celebró recientemente, y los numerosos
artículos y trabajos, la cantidad de citas y referencias a la obra de JEA, dan testimonio del
trabajo valiosísimo de un investigador fundamental para la historia intelectual de Nicaragua.
Dos mundos poéticos en
La entrega de los dones de Jorge Eduardo Arellano.
Sin duda alguna, Jorge Eduardo Arellano, es considerado como el intelectual de mayor
prestigio en Nicaragua en lo particular y en lo general en Centroamérica como ensayista,
polemista, crítico literario, historiador, folclorista, narrador, poeta, lexicógrafo, editor, pero,
sobre todo, un devoto estudioso de la
vida y obra de Rubén Darío. Del genial
nicaragüense universal
ha publicado
valiosísimas obras sobre su vida, libros
de
poesía,
epistolarios,
crónicas,
cuentos, novelas y colaboraciones en
diarios y revistas de América Latina,
Europa, Japón y Estados Unidos de América, entre otros. Arellano ha pasado más de
cuarenta años de su vida dedicado a la investigación archivando en su memoria hasta el más
ínfimo dato sobre un amplio espectro de temas; un erudito con una trayectoria
impresionante que ha publicado incontables trabajos de múltiples temas y personajes en
libros, revistas, semanarios, periódicos, antologías, etc. José Coronel Urtecho dijo de él: ―Jorge
Eduardo Arellano sabe más de nosotros que nosotros mismos‖. A lo largo de su vida, Arellano ha
recibido numerosos premios y distinciones dentro y fuera de Nicaragua, entre ellos el
Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad de Ciencias Comerciales de
Managua.-UCC-.
La poesía de Jorge Eduardo ha sido traducida parcialmente a varios idiomas, entre los que
sobresalen el inglés, francés, ruso e italiano. Al lado de su obra monumental, polifacética, su
creación poética parece marginal, nada más lejos de la verdad ya que sus poemas demuestran
un completo dominio del difícil arte del
género lírico. Jorge Eduardo se inscribe
dentro de la generación de los sesenta,
época de liberación, rebeldía y
amor
libre. La actitud contestaría contra el
mundo que ha sufrido ya dos guerras
mundiales, además de la cruenta la
guerra de Vietnam, marcaron a esta
generación cuya lema era ―Peace and
Love, y el famoso slogan‖ Hagamos el
amor y no la guerra‖.
El libro que hoy comento La entrega
de los dones (poesía 2001) ha merecido
lúcidos análisis y valoraciones de críticos
nacionales y extranjeros como Eduardo
Zepeda Henríquez, Noel Rivas Bravo, Pablo Antonio Cuadra, George Yúdice, Ricardo
Llopesa, Alberto Baeza Flores, Gioseppe Bellini, entre otros. Baeza Flores ha dicho de La
entrega de los dones:
Heredero de una gran raíz cultural americana el poeta Jorge Eduardo Arellano abre nuevas rutas
en la poesía de Nicaragua, incorporando-por ejemplo-elementos de la lengua inglesa. Creo que
Arellano llegará muy lejos en la exploración y creación poéticas. Aunque ya lo que he leído lo
muestra dueño de una voz propia, interesante e inteligente, capaz de unir pensamiento y lirismo,
‖Las apasionadas‖ me ha conmovido mucho‖. (―Valoraciones‖ en Apéndice a La entrega de
los dones 165).
La entrega de los dones ya consta de tres ediciones. Este poemario nos revela a un poeta de
variados registros temáticos y estilísticos con un sello muy personal, íntimo, un escritor que
pulsa la lira con dominio de experto. Por sus páginas desfilan amigas, amantes, amores,
ciudades como su Granada natal, Nindirí, Rivas, el Río Escondido, Barcelona, Santiago de
Chile; homenaje a poetas: José Coronel Urtecho, Juan Ramón Jiménez, Horacio, Poe,
Nerval,
Neruda y sobre todo, Rubén Darío, personajes míticos como el Güegüense,
populares como el boxeador Rosendo Alvarez, héroes como José
―héroes sin fusil‖ como Tomás Ruiz.
Dolores Estrada y
La entrega de los dones está estructurado en diez
secciones de diversa temática. Diez poemas o microtextos recogen un mundo familiar donde
el yo lírico proclama ser feliz. Desde mi perspectiva, encuentro una postura estética nueva
que prescinde de consabidas retóricas y emplea un lenguaje coloquial, no exento de belleza,
una forma muy suya de acercarse a la realidad. En su poemario, la versificación poética y
giros sintácticos corroboran que la literatura es una liberación, un acto de auto reflexión.
Resulta muy difícil descubrir los antecesores de Arellano, pero el pre-texto más obvio es el
de José Coronel Urtecho. Según el crítico estadounidense Harold Bloom nunca se debe
intentar el análisis de un poema en otro o en otros,… que el hecho de apropiarse de
imágenes y ser capaz de transformarlas es señal de un gran talento y creatividad. ―We can
never read a poet without the whole of his of her family romance of a poet…The meaning of a poem can only
the another poem‖.(The Anxiety of Influence. A theory of a Poetry. New York. Oxford, 1997). Como
una muestra de lo que afirma Bloom ofrecemos este pre-texto del vanguardista granadino
Coronel Urtecho ―Canto de las poponé y las ranas‖ y este de Arellano:
…Yo solo sé
que me llamo José
Que he sido un haragán
un vividor de parramplampán
y que siempre estaré
donde el poder esté
esté en las manos que esté (―J.C.U.‖ 141).
En esta estrofa es pertinente aplicar lo que Gerad Genette considera imitación satírica y
que Arellano hábilmente emplea:
El vocablo parodia es habitualmente el lugar de una confusión muy onerosa, porque se utiliza para
designar tanto la deformación lúdica, como la transposición burlesca de un texto o la imitación
satírica de un estilo. (Palimpsesto. La literatura en su segundo grado. (Madrid: Taurus, 1980,
37)
Este poemario se estructura sobre dos pilares: Un microcosmos familiar preñado de
recuerdos y anécdotas con alta dosis de amor y de ternura, su vida hogareña y un
macrocosmos, su tierra natal. En el primer caso, el hablante lírico se enfoca en la esposa, los
hijos, la madre y las hermanas muertas, las amigas, los amores y las amantes. Con lenguaje
sencillo, expresa su apego a su pequeño Edén terrenal: su casa, su jardín, el juego de sus
hijos. Exalta la dicha de ser progenitor de su pequeño mundo con la esposa ideal y los hijos
creciendo bajo la mirada atenta y amorosa del padre:
Emperatriz, la bachillera hija mayor, mira en la televisión
Un concierto de música clásica
(es catequista y aun no conoce la maldad del mundo)
―Chelo‖, la inventora, riega la grama del porche
(A sus catorce años ya maneja el carro)
Verónica, la cumiche, juega rayuela con su vecina ―Mauci‖
(le gustan las muñecas y usa anteojos de sol)
Héctor, el único varón, recorre la calle en bicicleta
(¡Que nunca te accidentes en el camino de la vida, hijo mío!) (37).
La palabra poética se articula con ciertas vivencias del yo poético, un yo autobiográfico
que deja constancia del transitar de la vida, los ancestros, la niñez y la adolescencia:
No me dejéis nunca abandonar mi casa
Mis árboles fraternos, mis cordones de obispo
Las sombras de mi jardín
No me dejéis nunca abandonar mi tribu
Mi mujer sosegada hija del sol
Mis hijas clamando la armonía del tiempo
Mi hijo creciendo en medio de tardes y bicicletas.
No me dejéis nunca abandonar mi tierra.
Mi estirpe de volcanes, mis generosas aguas marinas
Mis inmensas, atlánticas corrientes fluviales
Mi colección de lagunas verdiclaras, mi Mar Dulce.
No me dejéis nunca abandonar mi alma
Mi oración silenciosa, mi lealtad a la sangre derramada
Mi infatigable urgencia de ser hombre,
Dejadme amigos, permanecer calmo en la luz. (―Letanía contra el abandono‖ 36)
Este poema lo considero un verdadero logro poético. La anáfora repetida en las cuatro
estrofas, propio de la letanía, intensifica el sentimiento de súplica a un oyente al cual se
dirige enfatizando los adverbios ―no‖ y ―nunca‖ reforzado por el verbo ―abandonar‖ que
denota el deseo de vincularse con un ―otro‖, un vosotros al que pide respuestas que le den
certidumbre de que no perderá lo que más ama. Su musa inspiradora, su ―perfecta casada‖, el
―duce reposo del guerrero‖, es Consuelo, la fiel Penélope. La idealiza y diviniza en una bella
letanía:
A vos, lámpara de oro iluminada,
A vos, arca de fuego enaltecido,
A vos, pájara pinta inmaculada,
A vos, puerto seguro y perseguido.
A vos, fin y razón de mi dolencia,
A vos, clamor entero del instante,
A vos, sangre vital de mi experiencia,
A vos, mujer de dulce voz amante.
A vos, este cantar enamorado,
A vos, este silencio interrumpido,
A vos, este ritual transfigurado.
A vos, nuevo paisaje sugerido,
A vos, rostro del signo convocado.
A vos, mi galardón siempre querido. (―A Consuelo‖ 38)
Este soneto de incomparable belleza enaltece la figura de la compañera de sus días
enriquecido por medio de las anáforas preferidas por el estro poético de Arellano, quien
imprime ese tono de ruego y devoción que profesa a su amada, amante y amiga
inmortalizada por el esposo cautivo de su amor y ternura. (¿Ecos del Cantar de los Cantares?).
Es la letanía del hombre enamorado que ve en su compañera un dechado de virtudes bajo
cuya sombra ha vivido. A la manera de la liturgia católica se desplaza el poema con devoción.
Desde hace siglos, se han escrito tratados sobre el amor. El concepto del amor como fuerza
inigualable, no es de manera alguna ajeno a los ideales que han experimentado las
generaciones a través del tiempo.. En esta época, el mismo ideal ha sido propuesto en
formas nuevas y audaces. Al respecto ha dicho Erick From:
Si deseamos aprender a amar, debemos proceder de igual manera que si deseásemos aprender
cualquier arte… para triunfar en el amor hay que tener dulzura de corazón y un noble disposición
espiritual‖ (Julián Olivares. La poesía amorosa de Quevedo. México: Siglo XXI, 1995, 2).
Por otra parte, la nota evocativa de una infancia feliz se transparenta en el breve y
delicado poema ―El niño que yo fui‖ (¿Darío? ―Buey que vi en mi niñez echando vaho un
día‖). También exalta la belleza de la flora nicaragüense en ―Las flores‖, poema en el cual el
octosílabo y la rima imprimen un tono musical a los versos. El sardinillo, el cundeamor, las
campanitas, la flor del pochote, engalanan y llenan de colorido sus páginas:
Las flores son golondrinas
que adornan la primavera,
cantan como hadas madrinas
y perfuman la primavera (123).
.
No podía faltar la nota erótica de la ya muy lejana adolescencia: ―En la adolescencia / besé
desnudo vientre / sutil vello / y suave contornos de ombligo‖. Paralela a este verso, el sentimiento
amoroso:
Espera amor, no me abandones.
No me dejes rígido, estupefacto, oscuro.
No apures tus labios.
Ten paciencia.
Deja que el tiempo corra
Y dé con el final perfecto,
Con el sosiego de esta tempestad
Que se agita dentro de nosotros (―Ruego de la espera‖ 78)
En estos versos, podemos apreciar aún hoy que el amor ―…constituye una aspiración suprema
y se puede concebir como un ideal independientemente de la forma que se le dé o las convenciones que lo
representan.(La poesía amorosa de Quevedo, Ibídem).
Adicionalmente, en La entrega de los dones, en su macrocosmo, Nicaragua, además de sus
paisajes, recoge la nota dolorosa del llanto de la madre nicaragüense ante la pérdida de un
hijo en batalla, acciones bélicas que revelan la trágica historia de Nicaragua asolada por
guerras civiles: ―¿Hasta cuando comprenderán que mi hijo / luchaba por su pueblo?‖ (―¿Hasta cuando,
Señor?‖ 99). A la par de este sempiterno sufrimiento, está el triunfo de una revolución que
no dio los frutos deseados. En su poema dedicado a los mártires y en ―Canto a Nicaragua
libre‖, celebra el fin de una dinastía, pero despotrica contra los falsos líderes de los nefastos
años ochenta que erigieron su poder sobre los cadáveres de los muertos, héroes y soldados
desconocidos. He aquí un ejemplo contundente en el poema: ―Los pequeños dioses‖:
¨…Los pequeños dioses que se apoderaban de la Tierra y del Agua
Y reían como sátiros en el diario banquete de la prepotencia.
Los pequeños dioses que confiscaron el Aire y el Fuego
Y repartían sus vísceras a fieles transformados en cerdos y borregos,
Fueron abatidos por los vientos nuevos,
Por el unitario deseo de hombres y mujeres,
(jóvenes y viejos, ricos y pobres, habitantes
De la ciudad y el campo,
Para crear un futuro en donde tengamos cabida todos,
incluso los pequeños dioses que vigilaban nuestro sueño
y dirigían cada minuto de nuestras vidas. (112)
Con estos versos, el hablante lírico, con un lenguaje tremendista y sin mistificaciones
acusa de ―borregos‖, ―sátiros‖ y ―cerdos‖ a los seudo- líderes que engañaron, burlaron y
traicionaron los sueños y esperanzas del pueblo. Es evidente que celebra la caída del
totalitarismo.
Por otra parte, como todos los grandes poetas, aborda la angustia existencial en poemas
sobre la brevedad de la vida y el inevitable encuentro con la muerte: ―Bestial melancolía / de
contemplar lo hermoso/ y tener que morir‖ (160). ―Sólo venimos a pasar, / solo venimos a suspirar, / solo
venimos a morir‖ (―Vida efímera‖30).
Tampoco podía faltar, la muestra lúdica de la carta del pícaro Pepito que pide tantas cosas
al Niño Jesús, el cual le envía esta respuesta jocosa:
Querido Niño-Dios:
1
Traeme para esta Navidad
Un rifle Aka para matar a los enemigos del pueblo,
Una televisión para pode ver el programa
―De cara al pueblo‖,
Un par de botas para ir a escuchar en los desfiles a
Los representantes del pueblo
Y además un par de patines, una bicicleta, una.,..
2
Querido Pepito:
Jalate el hulito.
3
Querido Niño-Dios:
Jalatelo vos. (―Cartitas de Pepito y el niño Dios‖ 121).
Asimismo, la huella del ―Padre y maestro mágico‖ está presente en un poema de
Arellano que posee cuarenta y dos palabras y un único verbo, intertexto del poema
―Alegría‖ de Darío de Cantos de vida y esperanza que carece completamente de verbos.
Acta de fe
Mar, niña, verde, fulgor, otoño, príncipe,
Estatua, revolución.
La palabra de cada poeta,
Tus hijas milagrosas son:
Poesía.
Luz, magia, sueño, pintura, redención,
Esencia intemporal,
Deslumbramiento profético,
Alegría,
Cuarta dimensión
De lo real,
Vida, música, alquimia, verdad,
Aullido mortal
Y afirmación
De la libertad. (159)
Cierra su poemario con un hermoso poema donde define su misión de poeta y el dolor
de la poesía que le hiere con sus ―mil puntas cruentas‖.
Con la luz que brota de sus manos enciende la noche
Y los pueblos, la vida que a diario nos abandona
Y el reposo del guerrero que se negó a ser (161).
Finalmente, si habría que situar a Jorge Eduardo Arellano dentro de alguna corriente
literaria, nosotros lo ubicaríamos como un poeta neovanguardista por sus atrevidas
imágenes, el empleo del epigrama con resonancias de Ernesto Mejía Sánchez y Ernesto
Cardenal, el sueño, la pesadilla, el dolor, la oscilación entre el vivir y el morir y la ironía
lacerante que permean algunos de sus poemas, además de múltiples tipos de estrofas y de
versos con rupturas de la sintaxis y dislocación de los miembros de las estrofas. La entrega de
los dones muestra la alta calidad de la creación poética de Jorge Eduardo Arellano, que ha
permanecido inadvertida al lado de su vastísima obra, que como dice el poeta y ensayista
Horacio Peña ―no hay tema que le sea ajeno‖. Perteneció al Grupo ―Los Bandoleros‖ de
Granada, de grata recordación en las letras nicaragüenses. Los variados registros temáticos y
de estilo, lo convierten en uno de los poetas más calificados de este país. Muchos de sus
poemas son dignos de publicarse en las Antologías de la Literatura Hispanoamericana a lado
de los más poetas más representativos de este continente como afirma la autorizada palabra
del filósofo, poeta y critico literario Alvaro Urtecho:
Un poeta tradicional y experimental a la
vez, un poeta que se siente tan bien en las formas
consagradas de la tradición, como en las formas
abiertas de experimentación. Los que a estas alturas
se empeñan en negarle a Arellano su categoría de
poeta, reconociendo solamente sus virtudes y méritos
como investigador y sabio, harán bien en recordar el
caso de don Miguel de Unamuno en España, quien,
además de helenista, filósofo, ensayista, políglota,
novelista y dramaturgo, era tan poeta ( ¡Y qué
poeta!) como Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti,
o Vicente Alexander que sólo era poeta y nada
más…Además, ¿Quién ha dicho que la vasta
cultura y la información están reñidas con la poesía?
(―Apéndice‖, Ibídem 169).
En resumen, los dos pilares esenciales
sobre los que Jorge Eduardo Arellano
cimenta La entrega de los dones son el
amor a su esposa e hijos, a su patria, a sus
libros, a sus amigos y amigas como lo confirman los poemas antes comentados, Incluyo un
hermoso poema, titulado “La amistad”, que me dedicara en 1984 en La Prensa literaria y
cuyos últimos versos reproduzco aquí:
….La amistad vence al olvido.
La amistad es la sucursal del amor.
La amistad detiene la violencia del tiempo
y oculta el definitivo rostro de la muerte.
Nydia Palacios Vivas, Masaya, 27 de agosto de 2011.
Inventario contra la muerte
de Jorge Eduardo Arellano
como expresión del Amor en sus múltiples facetas
HOMENAJE
Conny Palacios
Anderson University, SC
Evocar la imagen de JEA es revivir entre nosotros, como bien lo expresara PAC en
una Presentación que hiciera de este insigne nicaragüense: ―el tipo de hombre que en
tiempos renacentistas se llamó humanista: un polígrafo en insaciable estudio y abierta
comprensión de todo cuanto al hombre (y en su caso del nicaragüense) ha hecho, creado,
inventado, amado y padecido en su cultura.‖ (Inventario contra la muerte, 5) PAC en esas
concisas y bien meditadas palabras delineó para la historia de las letras hispanoamericanas la
figura de un hombre ejemplar, y difícilmente podemos agregar algo más que ayude a
magnificar tan digna estampa.
Me uno a este homenaje con el corazón en la mano, plena de admiración y cariño
para mi Maestro de siempre, y cavilando sobre mi aporte, pensé que un breve análisis de su
poesía sería el camino adecuado para honrar a quien honra merece, ya que es este género
literario según PAC lo que: ―da vitalidad y dinamismo a sus dos poderes fundidos: Memoria
y Creatividad.‖ (Inventario contra la muerte, 5)
La obra de JEA es copiosísima y abarca todos los géneros, y en cuanto a su poesía
ésta no se queda atrás. En la Antología El Guégüense al pie de Bobadilla: Poemas escogidos de la
poesía nicaragüense actual (2008) leemos que: ―Su poesía ha sido traducida parcialmente al
inglés, francés, Italiano, búlgaro, ruso y alemán y se ha publicado en plaquettes, poemarios y
antologías.‖ (El Güegüense al pie de Bobadilla, 130) Y entre sus libros hay que mencionar,
La estrella perdida (1969), Patria y liberación (1977), De la dispersion y el olvido (1978), Canto a
Nicaragua libre (1981), Visines y devociones (1986), Darío en la gran Cosmópolis (1987), La pluma del
águila (1987), Retornos (1987), Inventario contra la muerte (1996), La entrega de los dones (1983,
2001) Sonetos, sonetejos y sonetillos (2001), La camisa férrea de mil puntas cruentas (PremioNacional
Rubén Darío, 2003).
Pues bien, para este homenaje, estudiaré brevemente Inventario contra la muerte (1996).5
Esta obra presenta una estructura externa dividida en 5 partes, cada parte consta de 6
poemas, excepto la tercera que es de 5 poemas. Como se observa su estructura está muy bien
pensada, y llama la atención que a esta brevedad aparente corresponda una estructura
interna bien compacta cuya base es el amor. Y destaco esto, porque es precisamente esta
dimensión espiritual del ser humano que es JEA, explícita en esta obra, la que nos ayuda a
complementar su imagen intelectual conocida allende los mares.
El título del poemario es sugeridor ya que es un ‗inventario contra la muerte‘, es
decir, ante la certeza de la muerte, lo único que podemos oponer es el Amor en sus múltiples
facetas. Por eso no es caprichoso que el poemario abra con una definición de lo que es la
Poesía:
VOZ donada,
dotada
estrella, entrega
5
Es una Antología personal que se publicó para conmemorar su Cincuenta aniversario (1946-1996); y
ahora la tomo para analizarla en honor del Sesenta y cinco aniversario del poeta.
desconocida
como una rosa ciega,
[………………….....]
Canto, calor, alivio,
huída del corazón abatido,
hija del convivio
[……………………..]
Y toda,
sola,
convocas en mi alma milagrosa la suerte
y el inventario contra la muerte
y todos los futuros del anhelo
y todos los resplandores del cielo. (9)
Obsérvese que a través de ella el poeta trasciende lo terrestre y se transfigura quedando entre
nosotros como un ser que vive y se mueve en el Amor, siendo esta dimensión lo que
realmente lo engrandece.
Rabindranath Tagore explicaba en La Morada de la Paz que habían tres elementos en
que se basaba la poesía, siendo éstos: el ritmo y los sonidos, como un solo elemento; el
discernimiento y el sentimiento. Por eso continuaba diciendo él: ―La gran poesía satisface al
oído y al sentido estético, luego a la razón y, por último, a la sensibilidad, hasta tal punto que
todo en nosotros saborea sus riquezas.‖ (La Morada de la Paz, 72) Y más adelante, concluía
Tagore: ―que una poesía que no responde a esos criterios fundamentales no es sino parodia y
se olvida de inmediato.‖ (La Morada de la Paz, 72) Y traigo esto a colación porque
sencillamente estos elementos mencionados están presentes en este poemario, siendo el de la
sensibilidad, el que me ha quedado resonando en mi ser, siendo este último el fundamento
del poemario.
Pues bien, el poemario tiene como tema principal el Amor, siendo esta fuerza, el
centro de donde emanan 5 haces, 5 reflexiones. La primera parte tiene que ver con el Amor
representado en una figura femenina—esposa, amante—figura que alcanza una dimensión
espiritual, casi mística. El primero de esta sección es ―Envío después de la ruptura.‖ La
importancia de este primer canto es que la figura que representa al Amor aparece idealizada,
por eso el hablante lírico expresa:
NO estaba seguro
si quería
a la que habitaba
dentro de ti
o a otra
inventada por mí. (13)
La voz lírica concluye con claridad espiritual que: ―Sólo de esto estaba / seguro: que tu amor
me sostenía / y me llenaba / y me consumía.‖ Esta última parte reafirma la presencia del
Amor en todo el poemario como un ente de donde emana la fuerza, la vida misma del poeta.
Como un poema-cuadro se destaca ―Ruego de la espera.‖ Y casi se podría afirmar
que es como una oración petitoria al Amor, donde los primeros versos con que se inicia son
los mismos con que se cierra: ―ESPERA, amor, no me abandones. / No me dejes rígido,
estupefacto, oscuro.‖ (14) En los versos que siguen la voz enamorada pide ‗paciencia‘ para la
consumación de ese amor. Líneas después se observa que este amor alcanza altura espiritual
y el ruego a la deidad que lo encarna se deja oír: ―Mírame extraviado y solitario / en medio
de la noche / y oye mis palabras / con ese silencio que tanto esperábamos:‖ (14) Los versos
antepenúltimos son una invitación por parte del enamorado a que le siga hasta su morada:
―Por tanto, amor, sígueme, / ábreme tu delineada desnudez, / persigue las huellas que te
llevarán a mi morada.‖ El poema termina con los versos del principio, --a como ya se
expresó-- y su importancia estriba en que se reitera la petición del ―no me abandones,‖
porque esto equivale a la muerte. Compruébese en el uso de los adjetivos que marcan esta
connotación: ―ni me dejes rígido, / ni estupefacto, / ni oscuro.‖ (14) Siendo ‗estupefacto‘ y
‗oscuro‘ posibles alusiones a una muerte espiritual.
―Cielo y muchacha‖ es un poema de estructura externa breve pero de mucha fuerza
interna ya que condensa el amor conyugal, mostrando en los dos primeros versos el origen
mítico de esta diosa-mujer: ―Yo no conocí el cielo, / sólo una de sus hijas: ― (17) Los versos
que siguen la describen espiritualmente:―la mejor de mis amigas, / lo mejor de mi anhelo: ―
(17) Para cerrar con una alusión clara a la esposa: ―la muchacha que conmigo dormía, / la
muchacha que conmigo vivía.‖ (17)
: Una letanía es el siguiente canto ―Clamor mortal‖, la creatura femenina a la que se
dirige presenta cualidades terrestres, divinas y espirituales. Esta representación no es nueva,
ya que para JEA el Amor participa de estos elementos. Obsérvese:
APERTURA celeste, alcancía del amor:
no me abandones;
caracol de fuego, concha luminosa:
no me desesperes;
depósito del alma, enjambre cósmico:
no me mortifiques;
estrella del lecho, fosa de la resurrección:
no me aterres:
…………………………………………. (18)
La singular súplica continúa en la segunda estrofa con una repetición profusa de los
sustantivos usados en la primera parte y cada uno de ellos es una manifestación de la deidad
a la cual se dirige la voz poética: ―Apertura, alcancía, caracol, concha, depósito, / enjambre,
estrella, fosa, primor, pozo, / volcán, cántico, can:‖ (18) La invocación termina con un tono
de rendición ante la deidad objeto de Amor: ¡Que a la hora de mi muerte pueda en ti /
reclinar mi cabeza!‖ (18)
Con un título sugeridor se alza el último poema de esta primera parte: ―Ceniza de un
fuego.‖6 La estructura externa de este canto llama la atención ya que sus versos agrupados en
4 estrofas van de mayor número de sílabas a menor; esto nos habla de una condensación
poética que corresponde a una síntesis del pensamiento enamorado, en concreto a la
sumisión ante el Amor. Véase la primera estrofa de un solo verso lapidario: ―SOLO soy
ceniza de un fuego que has apagado.‖ (19) A continuación se desgrana la segunda estrofa
aclaratoria que gira alrededor de ese primer verso:
Nada puedo pensar si no lo deseas.
Nada puedo planear sin tu permiso.
Mi fuerza es la que tú me das.
Mis ideas son las que me has trasmitido.
Hablo porque has abierto mi boca.
Nada conozco sino a través de ti:
6
Encuentro una resonancia de “Amor constante más allá de la muerte” de Francisco de Quevedo y
Villegas.
Vientre de luz, manantial celeste, gracia plena. (19)
En la segunda estrofa la figura anterior se alza con precisión ante nuestros ojos ya que la voz
lírica enamorada expresa lo que significa para él: ―Tú me liberas de las Tinieblas? Tú me
eximes de la Impiedad. / Tú me salvas de la Ira. / Vientre, manatial, gracia, guardian.‖ (19)
Obsérvese como el último verso de la segunda y la tercera estrofa apuntan hacia la
dimensión divina y espiritual de esa figura que encarna el Amor. La estrofa última es la
condensación del sentimiento enamorado: ―Yo, tu hijo sumiso. / Yo, tu carne contigua. /
Yo, la senda de tu alma. / Tu esclavo, tu esposo.‖ (19)
El Amor hacia la tierra, la Patria que lo vio nacer, es el segundo haz de luz que
sostiene este poemario. Véase ―El despale‖ que es un canto de reflexión ante la explotación
inmisericorde de los bosques nacionales nicaragüenses. El poema se abre con dos preguntas
retóricas dirigida a sus hijas: ―¿QUE país, hijas mías, recibiréis de herencia? / ¿Cómo sera
vuestra vida en esta tierra que avanza sin cesar hacia la muerte, / sin importar a nadie su
cotidiana destrucción fecunda?‖ Inmediatamente después el poeta confiesa que quizás no
vivirá para saber la respuesta y por eso cuenta a sus hijas del paraíso que una vez existió. La
segunda estofa es un inventario de la fauna y la flora nicaragüense. El poeta hace un recuento
escrito de lo que una vez hubo para dar testimonio y al hacerlo así deja para la posteridad, la
memoria del bien común:
buenas aguas,
maíz y legumbres,
vinos que duraban un año,
nísperos y mameyes,
guayacán y palo santo y el oloroso liquidambar,
tigres negros y leones y lobos,
zorras y zorrillos,
………………... (24)
Inmediatamente en la estrofa que sigue, contrapone el ahora: ―después de la cruz y la
espada hundidas en nuestras almas, / después de los señores de horca y cuchillo que
incendiaron la patria recién nacida,‖ (24) Los versos anteriores hacen referencia a la historia
nicaragüense después de la conquista y de los primeros años como joven república. Y no
para ahí sino que continúa hasta llegar a nuestra actualidad, para concluir que: ―sólo nos
queda la dolorosa impotencia y la desolación…‖ (25) Versos más abajo incorpora
estadísticas escalofriantes de la exportación insaciable: ―12 millones 564 mil pies superficiales de
pino, / 166 mil pies de caoba, 421 mil de cedro real, / 164 mil pies de otras maderas en sólo cuatro meses,
/ lo que significó para las compañías una entrada de 2 millones 719 mil dólares…‖ (25) La estrofa
penúltima se dirige a todos nosotros en preguntas retóricas que queman, cuestionamiento
que demanda la participación de todos los nicaragüenses: ―¿Qué haremos, hermanos, con
Nicaragua? / ¿Merecerá ser abandonada para siempre?‖ (26) El canto de denuncia se cierra
con una exhortación contundente donde se apela al Yo del individuo: ―Que la conciencia de
vuestros padres responda pronto, muy pronto.‖ (26)
Si el panorama anterior presentado en ―El despale‖ es uno de desesperanza, de
impotencia; el poeta no nos deja sumergirnos en este ambiente, ya que contra todo
pronóstico levanta su ―Profecía triunfal‖, poema dedicado a PAC. Y dice así: ―PESE a la
condena de la desolación, / a las bárbaras manos del terror que estrangularon el aire nuevo,
/ a los restos de la florida libertad que todos soñamos de pie.‖ (30) Pese a todo eso y más:
―nacerán otros hijos de la luz, / otros frutos del convivio, / brillará otra vez la corona de la
Vida, / surgirán otros soles como tú, Poeta: / torre de Dios, / pararrayo celeste, / rompeola de la
eternidad.‖ (30) En otras palabras, a través de la Poesía es posible trascender lo innominioso, y
los poetas, los hijos de la luz, son los llamados a alumbrar el camino de la Patria. El canto
finaliza con una afirmación tajante: ―Pase lo que pase / compartiremos el calor de las letras
azules y blancas / la plenitud del horizonte sin fin / el canto y la idea libres y plurales / el
definitivo triunfo del Hombre.‖ (31)
El tono fuerte de la parte anterior, se transforma en uno de dulzura en esta sección
tercera. Aquí el fuego del Amor irradia su rayo, pero en esta sección lo que se ilumina es el
amor filial y lo fraterno, dos caras del Amor que manifiestan los sentimientos más sublimes
que puede experimentar el ser humano. Obsérvese el siguiente poemita que se titula
―Resurrección‖. La composición alude a una experiencia personal dolorosa del poeta, la
pérdida de su madre. El poeta a través de imágenes domésticas presenta el regreso de la
madre después de algunos años: ―UNOS años después, con ―la mamita‖, / estaré de nuevo
en casa: / ella sera la primera en levantarse / y encender el fuego para el desayuno;‖ (37) Los
versos siguientes prosiguen con los quehaceres de la casa: ―Luego, ya listo el almuerzo, /
preparará el té de la noche.‖ (37) Y puede decirse que el impacto de este poema, se siente en
el final abrupto, donde la voz poética declara su resurrección: ―Entonces, ¡Dios mío!, / yo
habré resucitado.‖ (37)
Un poema hermosísimo en su expresión de pena, es: ―Sueño, imborrable sueño.‖
Esta composición viene a ser un complemento lógico del anterior. Si en el precedente con
palabras no dichas la voz poética confiesa su vivir muriendo a causa de la ausencia de la
madre, en éste expresa el deseo de lo que sería el paraíso para su corazón adolorido:
viajar a nuestra ciudad
el deseado fin de semana
o cada dos, tres días,
para ir a verte
y estar contigo.
Que el paraíso sea
recorrer anhelante
nuestra calle ancha y calzada,
divisarte desde el fondo rojo de la tarde
--con tu garbo de reina,
…………………………. (38)
La última estrofa anuda el sentimiento de tristeza y golpea al lector: ―Que el paraíso sea /
saber siempre que me esperas / y sigues aún viva: idolatrada, queridísima madre.‖ (38)
―La Amistad es lluvia de piedras preciosas‖ nos dijo hace muchísimos años un poeta
indígena de Mesoamérica, y en el canto titulado ―La Amistad‖ dedicado a Nydia Palacios, el
poeta afirma que: ―De los bienes que existen en el mundo / el mejor es la Amistad.‖ (39)
Los versos que siguen definen profusamente ese sentimiento fraterno:
La amistad es indisoluble e inalterable
e intangible. Hablo de la única
……………………………………...
La Amistad es pan para la mesa
y vino para alegrar el corazón.
Aire y diálogo y convivio.
Tránsito de numerosas vías.‖ (39)
La última estrofa sirve de broche porque engarza con fuerza todo el significado que para
JEA conlleva el término: ―La Amistad vence el olvido. / La Amistad es sucursal del amor /
la Amistad detiene la violencia del tiempo / y oculta el definitivo rostro de la muerte.‖ (39)
La IV parte se caracteriza porque en ella el rayo del Amor ilumina la geografía de
ciudades a las cuales el poeta ama. En esta sección destaco dos sonetos hermosísimos
endecasílabos, y muy bien logrados con rima consonante ambos: ―Mi España‖ y ―A Granada
de Nicaragua‖. En ―Mi España‖ el autor trasciende el amor al terruño y se expande hacia
una nación. Llega a ella a través de sus ciudades: Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia,
Toledo, Salamanca, centros urbanos que: ―atizaron en mí la maravilla / de admirar y querer
la España franca. ― (49) El siguiente cuarteto delinea la nación admirada como: ―La España
sola, trina, incesante / la España flor, corola, reluciente…‖ (49) En el primer terceto expresa
su deseo, de dejar constancia de su fidelidad : ―Tras de mis pasos quiero dejar pura / en su
grisáceo cielo inolvidable / la voz de una lealtad inclaudicable.‖ (49) La razón de su devoción
la manifiesta en el último terceto: ―porque he visto en su tierra la ternura / de una rural
pasión estremecida / que emerge de la historia y de la vida.‖ (49) Cabe decir que esta lealtad
de la cual habla el poeta ha sido inspirada en su sensibilidad por el hondo sentimiento que
percibe en las entrañas de esta nación; sentimiento manifestado en su historia y en su
literatura.
Con un cuarteto exclamatorio que manifiesta admiración se inicia ―A Granada de
Nicaragua‖7: OH señorial ciudad, ilusión mía; / pequeña matria, grácil y gallarda: / que tu
pródigo encanto jamás arda / y no pierda el sabor de Andalucía.‖ (50) El siguiente cuarteto
nos habla del significado de la ciudad para el corazón enamorado del poeta: ―Eres mi fértil
7
La ciudad que lo vio nacer
sueño, mi agonía / y tejes con tu historia una guirnalda / y pules con tu cielo una esmeralda
/ que acoge tu belleza cada día.‖ Con un deseo propio de un amante, la voz lírica expresa la
posibilidad de verla de nuevo: ―Ojalá puedan mis ausentes ojos / ver tus calles, el Lago, tu
volcán / y de nuevo dormir en tu cintura.‖ (50) El soneto llega a su fin con una explicación
del por qué de la esperanza antes mencionada: ―pues la Noche que afina mis despojos /
tierna y dulce vendrá como criatura / y apacible descanso de mi afán.‖ (50)
De la V y última parte hago referencia a un sólo canto ―Dos testimonios contra la
muerte‖, poema cumbre dentro de la producción poética arellaniana. El Haz del Amor se
concentra en esta sección en el prójimo, el hermano planetario. La composición la cual
analizamos ahora está dividida en dos secciones. La número 1 expresa el deseo de que la
muerte no sorprenda al lector fuera de su tierra ni durante la cosecha, aludiendo este último
término a lo espiritual:
NO te sorprenda en los aires
ni en las aguas.
Sólo en tu tierra.
No encuentres su rostro en el extranjero.
ni en clima desconocido.
Sólo en tu verano.
No caigas en sus garras
durante la cosecha.
Sólo durante la sequía. (55)
Si los versos anteriores nos dicen cuando la muerte NO debe encontrarnos, los siguientes
expresan cuando SI debemos hacerle frente: ―Que aniquile tu cuerpo / cuando hayas
entregado tus dones / y el prójimo conozca tu lenguaje / y seas la conciencia de tu pueblo.‖
(55)
La sección 2 se desgrana en tercetos y su impacto para el lector es tremendo. La voz
poética se levanta con unción profética impulsada por el amor hacia sus hermanos. Ante lo
impredecible de la vida y por supuesto ante la certeza de la muerte, nos orienta en cuanto al
vivir y para eso nos da una guía cristiana basada en el amor:
A tanto terror
que la esperanza mitigue
tu sueño.
A tanto dolor
que la fe disipe
tu culpa.
Porque la luz se le ha dado al hombre
para afirmar el Paraíso.
No para negarlo.
Porque el mal se le ha dado al hombre
para ser aniquilado.
No para que florezca.
Porque el amor se le ha dado al hombre
para sostener el mundo.
No para destruirlo.
Porque la muerte se le ha dado al hombre,
para ser vencida.
No para que triunfe. (56)
En conclusión, y para cerrar este breve análisis, digamos junto con el poeta
Rabindranath Tagore que: ―En el amor, más allá de toda palabra, radica la verdadera vida, y
en la intimidad de nuestro ser su llama es absolutamente nuestra.‖ (216) El pensamiento
anterior encuentra plena resonancia en el corazón de JEA, para quien el Amor es la fuerza
que sostiene al mundo, y aquí en este poemario lo expresa en sus múltiples facetas,
iluminando a la mujer como esposa y compañera, deidad divina y espiritual a la vez; a la
madre, a la amiga, a la patria, a la ciudad que lo vio nacer y en última instancia al hombre en
general, unido a éste por el solo hecho de compartir ―el dolor de ser vivo‖ y la
―pesadumbre‖ de ―la vida consciente.‖
Sirva este pequeño análisis como un instrumento de navegación, por medio del cual
bajamos hasta las profundidades del ser y trajimos a la claridad el perfil espiritual de este
singular polígrafo que es JEA. Dejémosle ahora amigos, ―permanecer calmo en la luz‖, deseo
que JEA expresa en su muy bien lograda ―Letanía contra el abandono.‖
OBRAS CITADAS
Arellano, Jorge Eduardo. Inventario contra la muerte. Valencia: Instituto de Estudios
Modernistas, 1996.
García Obregón, Omar y Conny Palacios. Selección, introducción y notas. El güegüense al pie
de Bobadilla: Poemas escogidos de la poesía nicaragüense actual. Managua, Nicaragua:
PAVSA, 2008, 553 p.
Tagore, Rabindranath. La morada de la paz. Barcelona, España: Editorial Paidós, S.A.I.C.F,
1999.
JORGE EDUARDO
El Ser Humano de carne, huesos y sentimientos
―Nada es porque si, o producto de la casualidad. Todo responde a causas‖. El destino per se
no existe, solo en la sabiduría popular, que es ciencia relativa. Se va haciendo y tomando
forma en el transcurrir del tiempo y la distancia. ―Somos lo que somos y nuestras
circunstancias‖.
Tantas premisas pudieran enunciarse para explicar un suceso o fenómeno. Todo está basado
en evidencias. Esta es quizás la última escuela del pensamiento de los soldados hipocráticos,
que trabajamos expuestos a la radiactividad que producen las emociones y sentimientos a lo
que genera conciencia. He allí el riesgo, a escala nuclear, del llamado Síndrome de Bournout,
o ―estar fundido o quemado‖.
A como inician los relatos casi siempre, diré que…‖E hubo una vez, hace 6 años y 6 meses
(peligrosa coincidencia si se agregara otro digito similar) que tuve la oportunidad de conocer,
de atender, por una crisis anunciada, al famoso y respetado hombre de letras, Don JEA.
Digo que crisis anunciada por el hecho que la evidencia demuestra que tarde o temprano
llegara, al ser portador de la tan difícil y severa enfermedad del azúcar, Diabetes Mellitus.
Pude observarlo descender de un vehículo con mucha dificultad e inmediatamente relacione
su masa corporal con el tipo de dolor que aquejaba. Al instante pensé en la posibilidad de
dicha enfermedad. Las conversaciones posteriores, los análisis, y resto de monitoreos
coincidieron en el diagnostico.
No imagine siquiera quien era, sino que procedí a su atención. De haber pensado o sabido
que se trataba del intelectual, del Director de la Academia de la Lengua del país, quizás
hubiese vacilado en los pasos a dar en su abordaje. Mas, como sucede en las películas,
ignorar algunos datos protege de algunos temores, que a veces infundados, nos limitan en
nuestra capacidad de resolución. Allí estaba yo entonces iniciando el vinculo con el paciente,
que luego intelectual y amigo (arriesgándome a ser un poco presuntuoso) decidió correr
riesgos de dejar su salud en manos de un medico probablemente desconocido por no estar
en el TOP TEN de las eminencias del país.
Transcurridos más de 6 años de aquel día de Febrero del 2005 puedo asegurar con
satisfacción y orgullo que las herramientas adquiridas en mi honrosa y beligerante facultad de
medicina, de una universidad pública, UNAN-Managua, han servido para garantizar la
estabilidad y calidad de vida de tan preciado Recurso Humano nacional. Claro que la tarea no
ha sido en solitario, pues contando con un equipo especial de apoyo, como es su señora
esposa y familia las cosas se han facilitado.
Como anecdotario curioso mencionare la advertencia de un colega que al parecer lo atendió
en otros momentos, que me dijo…..‖Y como haces para aguantarlo‖. Guarde silencio. No es
adecuado ni ético dar seguimiento a ese tipo de conversaciones sobre nuestros pacientes.
Debemos ser como los curas…oír y guardar todo como secreto de confesión.
Puedo asegurar que nuestra Relación Médico-Paciente ha superado las fronteras formales y
protocolarias. Compartimos opiniones sobre cultura, sobre historia (está catalogado como
uno de los cerebros con mas retentiva en el país) y con mucha capacidad docente…siempre
está ilustrando al interlocutor.
Aprovechando la relación, pude contribuir con el centro de estudios de mis hijos,
planificando un Conversatorio sobre nuestro gran Darío, (Es una de las personas que más
sabe del Príncipe de las letras castellanas) donde se reencontró con un amigo de antaño, el
padre español José María Sacedon, Padre Chema, de gran respeto, admiración y cariño en el
Colegio Calasanz.
Confieso que tengo una preocupación sobre su estado de salud, y ante lo cual mantengo
vigilia constante, como un soldado en el frente de batalla…el posible avance de una
nefropatía y cardiopatía diabética. Espero que la ciencia avance lo suficiente, y yo con ella,
para ser garante de más y mejores años, después de estos 65 que cumple hoy. Y si no fuese
yo quien lo garantice, pues que sea alguien más, pero que sea.
Es precisamente a través de la memoria de Don JEA, en su libro titulado: ―El Sabio
Debayle", que nos enteramos de la dualidad en la celebración del Día del Medico
Nicaraguense. En Octubre se conmemora, por ser la fecha en que el Sabio Debayle recibe su
título en La prestigiosa Universidad de La Sorbona de Francia, y en Agosto, por ser el mes
en que otro insigne y comprometido Galeno, el Dr. Oscar Danilo Rosales, decide renunciar
a su cátedra en la Facultad Medica de la UNAN-León para integrarse a la guerrilla de
Pancasán. Esa, entre otras referencias históricas relacionadas a nuestro quehacer médico, son
conocimientos obligados para quienes incursionamos en el maravilloso mundo de la
medicina en Nicaragua."
FELICITACIONES.
Eddy Zepeda Cruz
Médico personal desde Febrero 2005.
EL HOMBRE DETRÁS DEL ESCRITOR
―Solo cuando a uno se le ha agotado ya lo que
tenía que contar, cuando oye en su interior
el profundo silencio que se produce al callarse todos
los recuerdos, los libros, las historias y la memoria,
puede ser testigo de cómo se eleva su propia voz‖. El
libro negro, Orhan Pamuk.
Jorge Eduardo Arellano tiene una privilegiada memoria para guardar datos, nombres,
acontecimientos y referencias sobre los que lee, escribe, investiga y habla, es un curioso e
inquieto investigador que incursiona en los más diversos tópicos. Casi no hay acontecimiento
importante ocurrido en el pasado, y a veces olvidado, histórico, cultural o literario sobre el
cual no haya escrito una nota o profundizado en el análisis de una publicación. Es sin lugar a
dudas el escritor más polifacético y prolífero de Nicaragua no solo durante las últimas
décadas sino quizás de toda nuestra vida nacional, aunque haya sido hasta ahora,
insuficientemente reconocido. Más allá del reconocimiento humano necesario, pasajero,
tardío y muchas veces circunstancial, se requiere la satisfacción personal por la realización y
el placer del acto mismo de leer y escribir, de crear y recrear la historia, la literatura y el
pensamiento. El hacerlo, sin esperar nada, es suficiente, lo demás, si acaso, vendrá después.
Las huellas dejadas en el largo e intenso trecho
recorrido y las que seguirá dejando en el sendero
por andar, son imperecederas, constituyen un
legado extenso de aprendizajes y enseñanzas, que
se acumulan en miles de páginas y centenas de
libros, revistas y periódicos, tanto nacionales
como extranjeros. Va dejando sobre su marcha
una escuela en donde varios desde su alero, se han
guarecido en la claridad a través de las luces que
arroja, a pesar de las incomprensiones y normales
contradicciones, le han buscado y le seguiremos
buscando, es un obligatorio referente.
J. E. Arellano ha creado y derribado paradigmas,
nuevos hitos ineludibles se han levantado a través
de sus textos, identificando calificativos sobre los
acontecimientos, formas de interpretar y entender
la historia, siempre inconclusa, y sobre la
literatura, afortunadamente cambiante, sin contar
con toda la verdad, ha expuesto indiscutiblemente,
parte de ella. Su secuela es como el reflejo de un
cometa que habiendo nacido en la Granada
provinciana y conservadora de mediados del siglo pasado, en un país de provincia, brilla
limitada en el horizonte a pesar de su luz. Tiene una sed insaciable por aprender y otra, que
le es complementaria, por contar, un mal contagioso del que afortunadamente también
disfrutamos otros(as).
Escribe con premura, con la urgencia que se tiene ante el tiempo que transcurre incansable.
Diserta sobre poesía, novela, ensayo y teatro, desde la literatura, la geografía, la historia, la
sociología... Se asoma para narrar sobre el beisbol, las costumbres, el folklor, la religiosidad,
la genealogía, la arqueología, la arquitectura, la pintura, el periodismo,… Es acucioso,
detallista, documenta sus escritos con fechas, números y precisiones. Es además un creador
de narraciones breves y extensas, anecdotarios, de poesías y ensayos, de relatos de ficción
ydiversificadas interpretaciones de las realidades. Explora el imaginario social, cultural e
histórico de la identidad heterogénea nicaragüense, observa y capta su entorno y lo interpreta
de manera constante a partir de lo que oye, ve y siente, capta las ideas que le inquietan y le
despiertan la imaginación vinculando los acontecimientos y atando los cabos sueltos.
No ha estado ajeno a los vaivenes políticos de la historia vivida, los ha observado y desde su
manera de entender el mundo, este nuestro mundo pequeño que nos rodea y adsorbe, se ha
adaptado a los escenarios cambiantes desde su racionalidad histórica, social, política y
literaria. Ha puesto la mirada atenta para identificar y caracterizar los rasgos de las épocas,
desde sus esquemas, marcando inflexiones y precisando lo aceptable e inaceptable, lo común
y especial, lo distinto. Ha reinterpretado, discriminado, seleccionado criterios y sucesos
resaltando unos y obviando otros. Recoge parte de la memoria de tiempos y momentos
como parte de los recuerdos individuales y colectivos en la lucha inacabada por recuperar,
construir, reconstruir la memoria (impuesta o asumida) que determina nuestra identidad
cambiante e imprecisa.
Tiene la disciplina, no común en estos ámbitos de la creatividad contemporánea, de ser
sistemático, ordenado en la definición de su orden, insistente, constante, casi obsesivo en sus
propósitos, aunque diverso. Tiene un ordenamiento de su vida y de su actividad cotidiana, ha
construido una rutina particular que asume desde la hora de levantarse cuando el día se ha
posesionado firmemente hasta prolongar su jornada creativa y de búsqueda, más allá de las
noches, cuando casi espera al amanecer que lo sorprenda y por fin, lo lleve a la cama.
Encuentra, al igual que el destacado escritor japonés Yasunari Kawabata (1899 – 1971),
Premio Nobel de Literatura 1968, en el insomnio de sus elucubraciones, la respuesta y la
motivación que le empuja a escribir de prisa, con palabras precisas y sin pérdida de tiempo.
En la diversidad, a veces, se dispersa, su inquieta curiosidad lo lleva a numerosos aspectos
del conocimiento por donde, en ciertos casos, apenas tendrá la oportunidad de sondear para
después abandonar o dejar pendiente y quizás, continuar después. Algunos le han criticado
por eso, por no concentrar su esfuerzo, por no quedarse en una sola cosa, pero ¿Cómo pedir
esa característica a alguien que es profundamente inquieto y husmea, como un acucioso
investigador, sobre cualquier cuestión que le despierte su atención aunque tenga que dejar
después parte de sus cometidos porque otras nuevas e inquietantes cuestiones le han vuelto a
capturar?
Desde muy temprano descubrió su vocación y se sumergió en ella a plenitud. Las seis
décadas y media transcurridas han engrosaron su contextura y canearon su pelo castaño
claro, el cuerpo, en donde habita su alma creativa e inquieta, fue asimilando los pesares
acumulados y lidiando con ello, mientras su espíritu joven y fresco, continuó con los ímpetus
persistentes de la juventud que no cabe en el restringido espacio que le acoge y requiere
expandirse siempre inquieta. Como un niño curioso, desde que lo fue y sigue siendo, se
esconde la terquedad que lo tiene donde está.
Es polémico en lo que dice, hace y escribe, cuestiona, a veces le falta tacto, se lo dicen, no
siempre escucha, pero no se confundan, atiende y asume en la quietud de su privado otoño,
en el propio enjambre de libros, folletos, revistas y recortes por donde es difícil caminar en el
interior de su biblioteca que es el escondite de su pensamiento sensible y emprendedor, en
esa estantería de legajos de papel, montones de archivos clasificados, entre las mesas que se
rebalsan de textos, en un orden que no cualquiera entiende, es capaz de encontrar la
referencia exacta que extrae del libro preciso que requiere consultar. La multitud de impresos
que le acompaña y a la que, a pesar de la limitación del espacio, se le siguen sumando otros,
cada uno, tiene una marca, están subrayados, con anotaciones al margen –maña común que
comparto- y pedazos de hoja, recortes pegados al inicio o al final, que complementan lo
escrito en el devenir constante de lo que no se sabe y se vuelve a interpretar.
La biblioteca ha sido rebasada en sus limitaciones, no cabe nada más, los textos han
ascendido al techo e invadido la sala, el comedor, los sillones, las sillas, sólo han quedado
libre dos muebles, en donde se sienta y desde donde su esposa, Consuelo Pérez Díaz, siempre
atenta como su sombra, detrás de su sombra, le acompaña y le comprende en las
incomprensiones que a los seres humanos son comunes a pesar que deberíamos tener la
capacidad de decir: ―soy humano y nada de lo humano me es desconocido‖. Habiendo
encontrado la Consuelo de sus años, desde la mitad de la vida que lleva viviendo, ella,
habiendo abandonado las aulas con sus matemáticas precisas y versátiles, y las canchas
deportivas que recorría con agilidad atlética, se ocupó en el silencio de mujer devota y
dedicada alrededor de la particular dinámica de este singular intelectual que, indudablemente
sin ella, no continuaría con el largo aliento que tiene para escribir, leer y averiguar tanto. El
escritor encuentra allí el cálido afecto necesario y se regocija con la sonrisa de sus hijos que
adornan su vida agitada entre las ideas, el lenguaje, el debate y el conocimiento.
En su apariencia y contextura, en su silencio y reacción de hombre impulsivo, es un sensible
y romántico soñador que encuentra en la investigación y la literatura, en el entendimiento
por el cual transita y no acabará nunca de completar ni llegar, el refugio de la vida, el motivo
de su existencia que más allá de ahora, se prolonga. Cuando uno escoge un motivo, a veces,
tiene que renunciar a otros, privilegia un por qué y descuida el resto. Se vuelve eso lo
esencial y lo restante, complemento. ¿Podremos equivocarnos en esta discriminación y
selección de cosas? Errores o certezas humanas en todos estos nuestros techos de frágil
cristal.
Desde su modesta residencial, en su cuidada puntualidad, en el silencio y la soledad de su
reducido espacio que no le limita, cada día descubre algo nuevo, sacia su inagotable
curiosidad en lo que escribe y lee, vuelca en sus textos las inagotables líneas que brotan de su
mente y se desplazan incansables en el papel, olvidándose a veces, de él mismo, de quién es y
de dónde viene, hacia dónde va y vamos. Hay en su práctica una dedicación absoluta una
renuncia que le ahoga en sí mismo, y renace después en cada obra. Encuentra en ese mundo
su existencia, en su timidez, en la timidez que esconde y a veces muestra discreta, pero
evidente, en la sencillez que aguarda y que quiere aparentar distinta, está un hombre sensitivo
que se abotaga de letras e información, que mana textos a borbollones aunque después
quede vacío y se vuelva a llenar con mas curiosidades y nuevos textos a los que todos
obligatoriamente recurrimos. No puede pasar desapercibido ni puede dejar de ser citado por
quien escriba casi en cualquier ámbito literario o histórico, no es posible obviarlo.
El músico por vocación que ejecuta el violín con pasión, encuentra en los movimientos
rítmicos de su arco, en el sonido que brota de sus cuerdas y vibra en el caparazón de madera
compacta y delicada, el sentido de su vida, espera las horas que pasan para encontrar en esos
momentos, el regocijo que le renueva. Mi padre, Publio Bautista Díaz (Chinandega, 1927 –
2009), violista desde los ocho años, cuando cayó enfermo, tres meses antes de morir, se dio
cuenta que el brazo con el que sostenía su apreciado instrumento y los dedos, con los que
marcaba los acordes, no le respondían, entonces dijo: ―he perdido el violín‖, esa fue su
sentencia, habiendo perdido el arte que le acompañó toda la vida, anunciaba
irremediablemente su fin en este trecho caminado. Un pintor, como el ecuatoriano Oswaldo
Guayasamín (Quito, 1919 – 1999), que recuerda el poeta Guillermo Rothschuh Tablada (Juigalpa,
1926) en ―Tela de cóndores‖ (2005), encuentra en los colores y formas que van saliendo de
sus manos de artista, las figuras que recrean sus ojos y que le inundan el alma, es como el
aliento de vida que brota del lienzo, que habiendo salido de él, regresa. El escritor, y mas este
amigo descubriendo y construyendo ideas, tiene como refugio las letras, el texto, la
disertación, necesita ser escuchado, leído y recordado, tiene, al igual que muchos, como lo
reconoció algunas veces el poeta Carlos Martínez Rivas (Guatemala, 1924- Managua,1998),
según lo contado por Manlio Argueta (El Salvador, 1935), el temor al olvido, al olvido ajeno,
la angustia agobiante por ser olvidado, a pesar de reconocer que ―mi obra se defiende sola‖;
es este el miedo al extravío propio, olvidarse o descuidarse uno por vivir recordándolo todo.
Un error social común es cuando se pregunta o nos preguntamos quiénes somos, solemos
mencionar el nombre, los cargos y títulos, esa prolongada lista de calificativos que algunos
suelen mencionar, diría por la característica herencia de la colonia española, que a pesar que
creemos ha pasado, está incrustada irremediablemente en nuestra cultura. Necesitamos
preguntarnos ¿Quiénes somos realmente?, en este caso ¿Quién es Jorge Eduardo Arellano, el
ser humano que yace dentro y apenas vemos por fuera, el que escribe y habla con fluidez y
cordura, el del comentario preciso esclarecedor? Esa es una pregunta que no terminaremos
de responder, tal vez ni él sabrá con exactitud contestar, podrá explicar sobre la novela o la
poesía nicaragüense, sobre la historia de alguna época de nuestra historia o de algún
acontecimiento, o explorar el pensamiento de Sandino o Bolívar, analizar la obra Dariana y
sus repercusiones imperecederas, o unos relatos breves de ficción, etc., pero en este asunto,
tendrá la más difícil e imprecisa respuesta. Cuando escribí mi primer novela Rostros ocultos
(2005), traté de descubrir a las personas más allá de sus ―títulos‖, desde la observación
cotidiana, a través de lo que vemos y no sabemos, por sus comportamientos, gestos y
apariencias, por lo sustantivo que ocultamos dentro, tratando de no ser indiferente a la
esencia de quienes nos rodean, por eso, intencionalmente, ni nombre di a mis personajes.
Una segunda novela inédita, ya lista, quizás vuelva parcialmente sobre el mismo camino.
Esto sigue siendo, no un asunto de libros ni de cosas ni de hechos, sino fundamentalmente
de personas. A través de estas hojas me asomo y escribo desde la subjetiva percepción que
me es ineludible y con la constructiva intención de descubrir la fuente por la cual brota tanto
conocimiento, tanto caudaloso destello. Sin haber pretendido aquí trazar un retrato,
simplemente es una aproximación, todavía lejana, a la persona. La filosofía budista, con su
sabiduría milenaria, recoge una enseñanza que afirma en síntesis que ―conocer a otros es ser
hábil, conocerse a sí mismo es ser iluminado‖. Hacia allá quisiéramos ir, tal vez alguna vez
lleguemos…
Más que un nombre, un oficio, una posición académica y una ocupación hay en Jorge Eduardo
un hombre incansable que hace, siente y piensa, que comete errores y sufre, que se alegra y
motiva, que tiene los altibajos y las necesidades tan humanas, tan cotidianas. Un hombre que
esconde en la elocuencia su sencillez, en la respuesta intempestiva, quizás incorrecta,
criticable, su propio conflicto, el conflicto común que manifestamos de manera distinta, que
se nos escapa sin control en la búsqueda inagotable del sentido profundo y corriente de las
cosas, de ―buscar en la vida‖, como escribió el siquiatra austríaco Viktor Frankl (1905 –
1997), fundador de la logoterapia quien pasó tres años de su vida en un campo de
concentración: ―el porqué para encontrar el cómo‖.
Cada quien requiere un motivo para hacer y para ser. Podríamos no saberlo pero existe, y
mientras exista, existimos. Si se extingue, nosotros, junto a ello, nos extinguimos. La
literatura, la escritura, la curiosa e insistente investigación, de este académico, ex diplomático
en Chile, maestro, poeta, crítico literario y ensayista, es la expresión del motivo que le
impulsa a despertar cada mañana. Tiene miedo al anonimato y al olvido, quiere huir de su
propio olvido y se nombra en silencio con el nombre que sin llegar a ser plenamente él, al
menos lo representa en las limitaciones de los fonemas y los signos que no terminan de
trascender al sentido real y profundo de la existencia en el camino que nos ha tocado
recorrer.
Francisco Javier Bautista Lara
www.franciscobautista.com
Managua, 26/8/2011.
JORGE EDUARDO ARELLANO
Aldo Díaz Lacayo
Conocí a Jorge Eduardo durante un acto cultural organizado por la Embajada de
Nicaragua, en México —creo que dedicado a la Campaña Nacional de Alfabetización. Un
encuentro fugaz, de esos que no suelen dejar huella. Me equivoqué.
Años después, Jorge Eduardo me dio de regalo algunas fotografías tomadas durante
aquel acto. Entonces reafirmé lo que había descubierto con anterioridad, casi
inmediatamente después de mi afincamiento definitivo en Nicaragua: Jorge Eduardo todo lo
guarda, no importa el tema ni la fecha del acontecimiento. Su primera característica de
intelectual sólido.
Porque Jorge Eduardo no guarda con sentido de
atesoramiento. Lo hace por su afán de estudio, de
investigación, de divulgación, de archivo en el sentido
estricto, aunque no lo haga conforme a sistemas
organizativos convencionales. Y esta característica básica de
Jorge Eduardo es también el origen de sus demás
características intelectuales y humanas.
Antes que nada, Jorge Eduardo es un polígrafo.
Tratándose de él esta afirmación es un lugar común. Todo
el mundo lo sabe. Lo que nadie sabe es la inmensa variedad
de temas sobre los cuales escribe cotidianamente. Solo él lo
sabe. Una cantidad impensable para la mayoría de los
intelectuales, ya no se diga para los lectores.
En una sociedad con limitadísimos recursos de
divulgación, esta característica poligráfica —si se me permite la expresión— lo llevó a su
incansable y nunca satisfecha actividad de editor, sin duda potenciada por su tránsito en
Revista Conservadora (la original, la de Joaquín Zavala Urtecho), siendo aún muy joven. O
habrá sido al revés: su impulso de editor lo llevó a la poligrafía. Sin duda fue una conjunción
natural. Un círculo virtuoso de causa-efecto interminable.
Es difícil que exista en Nicaragua ningún editor tan prolífico como Jorge Eduardo,
incluso tal vez en Centroamérica. Y no edita por editar, lo hace para llenar el inmenso vacío
que existe en el país sobre los variados temas que aborda. Tampoco edita para salir del paso.
No. Sus ediciones siempre son de una calidad óptima. Pero, aunque parezca increíble, su
capacidad de editor no le basta para divulgar todo lo que debe divulgar, se ve obligado a
completarla como charlista magistral, en Nicaragua en muchos oros países.
Obviamente, su característica de polígrafo-editor-charlista sería imposible colmarla
sin una sólida base investigativa. E investiga científicamente. A lo largo de sus años
productivos, altamente productivos, ha desarrollado la técnica de la investigación. Nunca se
sabe por dónde empieza una investigación: porque se encontró un documento, porque oyó
una expresión equivocada, porque lo estimuló una lectura que él consideró incompleta u
ofensiva para algún personaje histórico por él admirado, porque la reflexión lo llevó a un
hallazgo importante. Por causas miles.
Pero bueno, estudio, investigación, edición, charlista, archivo, son características que
no le vinieron del cielo —aunque por su formación religiosa podría sentirlo así. Le vienen de
su principal característica humana. Jorge Eduardo es un hombre creador. Y tiene una sólida
obra propia en distintos ámbitos, principalmente la literatura en todos los géneros, y la
historia. En ambas materias es un hombre destacado. Para quienes aún no lo saben (¿habrá
alguno?) actualmente funge como Director de la Academia Nicaragüense de la Lengua, y
como Secretario de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. Instituciones de las
cuales es su principal baluarte.
No se agota aquí su principal característica de ―guardador de todo‖, de polígrafo, de
investigador, de editor, de charlista, de creador. Porque, producto de la sumatoria de todas
estas característica-capacidades y desde luego de la cantidad y calidad de sus publicaciones
sobre temas tan variados, como ya dije, Jorge Eduardo ha trascendido a nivel nacional y en
muchos otros países como el más grande conocedor de los temas que trata. Casi proyecta la
imagen de ubicuidad intelectual. Esto le ha ganado el nada despreciable título de archivo
viviente de Nicaragua. Él es la memoria nacional casi en todos los ámbitos.
Un gigantesco archivo que guarda en su propia memoria. Él así lo siente o lo
presiente, lo sabe o lo percibe. Por eso es que no requiere de la técnica organizativa para su
archivo físico. Una memoria insuperable. Si alguien, en Nicaragua o en los países que él
frecuenta, tiene una duda o busca una información o un documento no se lo ocurre hacer
ninguna investigación antes de consultarlo con Jorge Eduardo. Porque él tiene la respuesta.
Y esta es la posición ―normal‖ aún de los más sabios. No se trata de un recurso de los
diletantes.
Por otra parte, la característica de memoria nacional sería incompleta sin su vocación
de bitacorista —otra vez, si se me permite la expresión. Desde hace quién sabe cuánto tiempo
Jorge Eduardo anota diariamente todas las incidencias que él estima dignas de registrarse.
Entiendo que no es un diario personal, o al menos no es solamente eso. Es una bitácora
nacional —un Enrique Guzmán superado por el solo hecho de la dinámica de la historia.
Ahí estamos todos. ¿Cuántos con saldos rojos? Alguna vez Jorge Eduardo tendrá que
indicarle la naturaleza y origen de esos débitos a quiénes así aparecen en su bitácora,
dándoles la oportunidad de saldarlos.
Su característica de archivo viviente y de memoria nacional —a pesar de los posibles
saldados rojos de su bitácora nacional—, es la base de otra característica humana
extraordinaria. Jorge Eduardo es generoso. No niega información ni documento alguno a
nadie. Es cierto, algunas veces se resiste por causas circunstanciales, pero siempre termina
cediendo a su generosidad.
Finalmente, otra característica humana. Ésta verdaderamente singular. Que le hace
entrar en la galería de los raros. Jorge Eduardo trabaja bien y se relaciona productivamente
en cualquier escenario ideológico. ¿Cuántos intelectuales han logrado esto? La mayoría de
ellos (o ¡debo decir los demás?) son ideológicamente intolerantes.
Es cierto Jorge Eduardo es explosivo. Se irrita con facilidad. Aunque cada vez
menos. Quienes lo conocemos y tratamos con mayor frecuencia, lo asumimos así, y él actúa
en consecuencia.
Estos son apenas algunos trazos más o menos firmes para un boceto (un retrato
requeriría de una obra completa) de Jorge Eduardo Arellano. El amigo, nuestro amigo, mi
amigo.
Managua sábado 13 de agosto de 2011
UNA PORTENTOSA HAZAÑA
Trascendental rescate de la bibliografía nicaragüense
Por Aldo A. Guerra Duarte
A Nelly, mi esposa, la gemela del poeta.
La revolución llevó al poder político al Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Llama notablemente la atención, en esos agitados años, cuando como toda
revolución violenta crea el caos y los cambios políticos en las instituciones que un grupo de
personalidades coincidan en el pensamiento y la acción de rescatar el patrimonio cultural
nicaragüense.
El enfoque visionario y futurista de la importancia de preservar toda la bibliografía
nacional, todo lo publicado por nicaragüenses o sobre Nicaragua, y tanto en el país como en
el extranjero, sea impreso o mimeografiado, y lo mismo un libro que una hoja volante, desde
la introducción de la imprenta en 1829 hasta los años de 1978, se debe a esos hombres que
desde la idea, la fueron ejecutando hasta alcanzar la meta propuesta.
Se conoce que el padre Maryknoll Missionaries Miguel D´Escoto Brockmann, en
esos primeros años Canciller de la República de Nicaragua, fue entusiasmado, en los inicios
de este proyecto, por su amplio conocimiento de la bibliografía nacional, logrando, en sus
funciones diplomáticas, relacionarse con el señor George F. Elmendorf, experto en
bibliografía latinoamericana y Secretario/Tesorero de la Latin American Bibliographic.
El proyecto fue presentado a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, la
que designó al Ministerio de Cultura para que a través de la Biblioteca Nacional Rubén Darío
se responsabilizara de su ejecución en Nicaragua.
La personalidad nicaragüense más indicada, por su acervo cultural y su experiencia
con la bibliografía nacional, era naturalmente el Doctor Don Jorge Eduardo Arellano, una
vez graduado de bachiller en el Colegio Centroamérica de Granada, en 1964, obtuvo su
licenciatura en Humanidades en la Universidad Centroamericana UCA y luego su diploma en
la Escuela de Documentalistas de Madrid, su doctorado en Filología Hispánica (Universidad
Complutense, Madrid), y especializado en Lexicografía Hispanoamericana (Universidad de
Augsburgo, Alemania), quien dirigía asimismo la revista Lengua y el Boletín Nicaragüense de
Bibliografía y Documentación (Biblioteca, Banco Central de Nicaragua).
No tarda el Dr. Arellano, ─con esa determinación y voluntad característica en todo
lo tocante a los intereses culturales de los nicaragüenses, con tan marcada vocación literaria y
sobre todo, cuando se trataba del rescate de la valiosa riqueza bibliográfica que con tanto
empeño él venía acrecentando a pesar de los pocos fondos disponibles,─ de integrarse
plenamente a los dos equipos encargados de llevar a cabo esta magna obra.
Jorge Eduardo esta presente en Latin American Bibliographic Foundation, como
Consultor Cultural y se traslada a la ciudad de Redlands, California, USA., con toda su
familia, para estar allí atendiendo y cuidando la total recopilación de las publicaciones
incluidas en la obra y consultadas en todas las librerías del mundo. Así mismo permaneció,
en todo ese tiempo, actuando como bibliógrafo asesor de la Unidad Técnica del PBN,
adscrita a la Biblioteca Nacional Rubén Darío.
Es esa estancia en el extranjero, por motivos tan importantes, la única que el Dr.
Arellano se permite en esos tiempos, fuera de su Nicaragua, de su ámbito, de su casa, de sus
árboles fraternos; su tierra, su estirpe de volcanes, sus generosas aguas marinas, su mar dulce,
su lealtad a la sangre derramada, porque su nacionalismo es aprueba de todas las lealtades.
Las instituciones nicaragüenses que participan en este proyecto son: El Ministerio de
Cultura, a cargo del sacerdote católico, Ernesto Cardenal Martínez; la Biblioteca Nacional
Rubén Darío, cuyo Director es don Lizandro Chávez Alfaro y la Unidad Técnica del PBN,
como Directora General a doña Sandra Siu León.
NICARAGUAN NATIONAL BIBLIOGRAPHY, 1800-1978
BIBLIOGRAFIA NACIONAL NICARAGÜENSE, 1800-1978
Volume I: A-L
Volume II: M-Z
Volume III: SERIAL AND INDEXES
International Estándar Book Number 0-914369-02-4(vol.I)
International Estándar Book Number 0-914369-01-6(set)
Copyright © 1986 by the Latin American Bibliographic Foundation
All Rights reserved
Printed in the United States of America
Funded in part by the National Endowment for the Humanities.
Division of Research Programans, Washington, D.C.
Edition limited to 1,000 copies
Library of Congress Cataloging in Publication Data
Nicaraguan National Bibliography, 1800-1978 = Bibliografía Nacional Nicaragüense, 18001978
English and Spanish.
Includes indexes.
I. Nicaragua — Bibhliography. I. Latin American Bibliographic Foundation (Redlands, Calf.)
II. Nicaragua. Ministerio de Cultura. III. Biblioteca Nacional Rubén Darío. IV Title:
Bibliografía nacional nicaragüense, 1800-1978.
Z 1481.N53 1986 015.7285 86-27486
Esta monumental obra bibliográfica está dividida en dos partes: monografías y
publicaciones en serie. El Volumen I, contiene las monografías de A-L, y tiene 635 páginas;
el Volumen II, contiene las monografías de M-Z, de la página 636 a la página 1,287, usando
en todas las entradas, las recomendación y cuido directo de los bibliógrafos involucrados,
mejorando los textos de la catalogación ya existente o para crear nuevos registros
bibliográficos, su redacción es en español en el asiento principal e inglés cuando ese es el
idioma de la monografía.
El Volumen III, contiene Serials and Indexes, el Serials va de la página1,288 hasta la
página 1,441 y el Indexes de la página 1442 a la página 1911; la página 1912, contiene las fe
de erratas.
Algunas de las familias Arellano-Sandino, en ese año de 1986, estaban
desarrollándose en la ciudad de Glendale, California, USA., a más o menos, dependiendo del
tráfico, a una hora en vehículo de Redlands, por lo que muchos fines de semana él viajaba
con su familia a Glendale o sus hermanos y hermanas lo llegaban a visitar a Redlands.
Conocimos de cerca la fuerza, la voluntad y el entregado trabajo que permanecía
realizando Jorge Eduardo, en Redlands, para conseguir incluir toda la bibliografía
nicaragüense en esa obra monumental. Creo que lo logró. Al cumplir mi cuñado sus 65
años, quiero recordar brevemente esta hazaña portentosa que muy pocos conocen, porque la
obra en tres tomos, es para especialistas y se encuentra la mayoría de los 1,000 ejemplares
publicados, en Universidades de todo el mundo.
Lo importante es que en sus páginas están todas las monografías escritas y publicadas
y sus índices relacionan por autor y títulos las mismas ediciones, conteniendo toda la
bibliografía nicaragüense y rescatando para las futuras generaciones, ese caudal que
representa el pasado cultural que es la base para el futuro creativo y productivo del quehacer
en la literatura, novelas, poemas, cuentos, teatro, canción, historia, ensayo, monografía, cine
ciencia, y, toda actividad educativa y de formación literaria.
Fue una idea y esfuerzo conjunto, de equipo, tanto de parte nacional como de los
miembros del ―team‖ norteamericano. Pero era el pensamiento, ─por su previsión en
rescatar y preservar,─ la imagen que daba fuerza a los conceptos. En esa comprensión, es la
entrega y el trabajo dedicado, lo que permitirá dotar a la obra con las más adelantadas reglas
y conceptos de la visión moderna de la catalogación, la presencia, por más de seis meses, en
el sitio de la recopilación del Dr. Arellano, le permite contribuir con todo su talento y
sabiduría . Ahora, en la distancia, lo más importante en esta magna obra bibliográfica, es que
con este trabajo de recopilación, Jorge Eduardo Arellano, preserva, sin alteración alguna,
toda la bibliografía nacional nicaragüense.
Anthem, Arizona, a 14 de Agosto, 2011
Coda
JORGE EDUARDO, “EL POETA”
(Palabras de agradecimiento como hijo predilecto de Granada, en julio de 1996)
CUANDO en 1971 un fogoso diputado me atacó en el diario Novedades –y no por
razones políticas–, me acerqué a la oficina de Pablo Antonio Cuadra, quien logró calmarme
con estas serenas palabras:
-No se preocupe, poeta. Con todo lo que se ha escrito contra mí, podrían formarse varios volúmenes.
Entonces tenía veinte y cinco años, tres muchachas –estudiantes del Instituto
Nacional ―Ramírez Goyena‖– elaboraban una monografía sobre mi obra y ya había
acumulado algunas gratuitas diatribas, pero estaban lejos de conformar un volumen. Hoy, a
mis cincuenta años, es posible organizar ese volumen, que incluiría versos y caricaturas.
Porque el destino que asumí implicaba mantener una conciencia crítica inherente al creador,
al hombre de letras y de pensamiento que me empeñé ser. Y ese destino ya estaba
prefigurado desde muy pequeño, quizás desde las primeras bancas escolares –donde tuve de
maestra a un ángel de Cataluña: Asunción Flotash, y a una disciplinada italiana: Conchita
Versacci–; ese destino, digo, guiaría mi vida, anhelando un secreto deseo: ser escritor.
Escribir, escribir, escribir. He ahí lo que ha sido mi vocación verdadera. Lo demás
–estudios y postgrados, trabajos y actividades, viajes e investigaciones, reconocimientos en el
extranjero y en los lares patrios– ha girado en torno de ese eje, de ese desvarío sistematizado,
de esa identidad. Si algo soy, pues, es eso: un compulsivo adicto a la escritura; un escritor
integral que de chavalo, en diciembre de 1961, estimulado por las clases de preceptiva e
historia literarias que recibí respectivamente de los profesores españoles Pedro Moraza y
Carlos Caballero, me inició en el oficio publicando un artículo en una revista juvenil. Y
ahora, a los 35 años de esa iniciación, agradezco a Dios que mi desarrollo germinal y decisiva
formación oportuna se hayan dado en Granada, en esta aldea señorial que amo
inconmensurablemente y a cuya extraordinaria historia, personalidad de cívitas incomparable
y múltiples valores humanos he dedicado muchas horas de estudio. Por eso no puedo
menos que conmoverme ante la presente coronación de mis diarios y desvelados afanes,
traducida en la iniciativa municipal de ser declarado hijo predilecto de nuestra ciudad, honor
que me impulsa a seguir realizándome, a mejorarme, a superar mis sueños y a corregir mis
olvidos.
No quiero reabrir la herida que el municipio de León, ciudad hermana de Granada, le
propinó en 1884 al genio tutelar de nuestra cultura, Rubén Darío, a sus 17 años. El mismo
Darío lo resintió desde Madrid el 27 de septiembre de 1899, aludiendo además a la negativa
opinión sobre Prosas profanas del doctor Mariano Barreto: ―mi pobre y querido León –confesaba–
, ha sabido que yo existo tan sólo dos veces en mi vida: la primera para declararme vago; la segunda para
declararme loco, cuando he logrado para mi patria original, algo que está a la vista del mundo castellano‖.
En cambio, guardando las distancias correspondientes, Granada ha sabido reconocer no sólo
a su mayor representante contemporáneo de nuestra tribu literaria –Pablo Antonio–, a su
médico por excelencia –Silvio– y a su mejor ciudadano –José Joaquín– todos de apellido
Cuadra; sino también a este servidor de la historia y la cultura nicaragüenses y granadino
auténtico, pues soy Arellano y Sandino. Y también Cuadra y Vargas, Sequeira y Ubau,
Downing y Sáenz.
Precisamente en un primer volumen de mis memorias, puntualizo estas relaciones
familiares y las experiencias de mi generación que tuvo la suerte de irrumpir en la década de
los 60, considerada a nivel planetario la más fructífera del siglo XX. Mi generación que debe
tanto a tantas oportunidades y personalidades, que no es posible enumerar aquí. Y nada más.
Ya el maestro Juan Vargas ha interpretado, en distintos ritmos, tres de mis modestos
poemas; el alcalde Luis Jerónimo Chamorro y mis coetáneos amigos: Noel [Rivas Bravo]
hermano del alma, traído de España para asistir y participar en este acto; Alvaro [Urtecho],
pariente lejano, pero muy cerca de mis obsesiones y generoso como su volumetría; y
Fernando [López], Secretario general del Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica y
granadino de tiempo completo– han elogiado una buena parte de esos servicios; elogios o
alabanzas que no lograrán envanecerme, así como los vituperios de mis adversarios nunca
pudieron deprimirme.
Sólo quiero dejar testimonio de una mujer excepcional, graduada en física y
matemáticas, que ha comprendido y equilibrado con su lógica lapidaria mi locura letrada;
acompañándome desde hace casi 25 años y procreándose cuatro capitalizaciones genéticas.
Emperatriz, Consuelo y los gemelos: Héctor y Verónica. Por los cinco me quedé en
Nicaragua durante los convulsivos años 80, no sin algunas temporadas de ―españaterapias‖,
con la firmeza que traté de expresar en la siguiente ―Letanía contra el abandono‖, datada en
mayo, 1987:
No me dejéis nunca abandonar mi casa,
mis árboles fraternos, mis cordones de obispo,
las sombras acariciantes de mi jardín.
No me dejéis nunca abandonar mi tribu,
mi mujer sosegada, hija del sol,
mis hijas clamando la armonía del tiempo,
mi hijo creciendo en medio de tardes y bicicletas
No me dejéis nunca abandonar mi tierra,
mi estirpe de volcanes, mis generosas aguas marinas
mis inmensas, atlánticas corrientes fluviales
mi colección de lagunas verdiclaras, mi Mar Dulce.
No me dejéis nunca abandonar mi alma, mi oración
silenciosa, mi lealtad a la sangre derramada,
mi infatigable urgencia de ser hombre.
Dejadme, amigos, permanecer calmo en la luz.
Estas mismas cinco personas con quienes convivo, por lo que son las que más me conocen,
integran el siguiente instante de nuestra vida cotidiana en ―Domingo, 4.45 p.m.‖ de marzo,
1992:
Emperatriz, la bachillera hija mayor,
mira en la televisión un concierto de música clásica
(es catequista y aún no conoce la maldad del mundo)
―Chelo‖, la inventora, riega la grama del porche
(a sus catorce años ya maneja el carro)
Verónica, la cumiche, juega rayuela con su vecina Maucci
(le gustan las muñecas y usa anteojos de sol)
Héctor, el único varón, recorre la calle en bicicleta
(que nunca te accidentes en el camino de la vida, hijo mío)
Consuelo, la esposa, despercude el polvo veraniego de la cocina
(Dejó la carrera de Ciencias para entregarse a su hogar)
Yo escribo en mi estudio oyendo el ruido del aire acondicionado
Las bestias humanas no pudieron robar sus cuadros y libros
Voy a la refrigeradora a tomar té.
Regreso a mi larga mesa repleta de papeles amontonados.
Tengo 45 años. Creo en Dios y en el destino. Soy feliz.
El autor y su obra: Jorge Eduardo Arellano
Material de lectura
SERIE POESÍA MODERNA 11
Ediciones Festival Internacional de Poesía de Granada
N
928
G633 Arellano, Jorge Eduardo
El Autor y su obra: Jorge Eduardo Arellano / Jorge Eduardo Arellano. —1 ed.—
Managua : Festival Internacional de Poesía de Granada, 2011.
36 p. — (Material de Lectura. Serie Poesía en Granada ; 11)
ISBN : 978-99964-815-3-6
1.
ARELLANO, JORGE
EDUARDOAUTOBIOGRAFIA2.ARELLANO, JORGE EDUARDO- PERSONALIDAD
POESIA NICARAGUENSE- SIGLO XXI 4. LITERATURA NICARAGÜENSE
© Festival Internacional de Poesía de Granada
El autor y su obra: Jorge Eduardo Arellano
Material de Lectura
Presidente Festival Internacional de Poesía de Granada Francisco de Asís Fernández
Cuidado de la Edición: Bayardo Martínez Saravia
Diseño y Diagramación: Freddy Avilés Campos
Impresión: Impresiones y Troqueles, S.A.
Agosto, 2011
3.
El Autor y su Obra
El Festival Internacional de Poesía de Granada decidió publicar una colección de libros
para divulgar un esbozo de la vida y obra literaria de los autores nacionales, denominado El
Autor y su Obra.
Para materializar este noble esfuerzo ha contado con el patrocinio del Instituto Nicaragüense
de Cultura Hispánica y Melvin Wallace.
La presente décima primera plaqueta recoge la lectura poética del poeta Jorge Eduardo
Arellano, organizada por el Festival el martes 26 de Julio del 2011.
Presentación
Muy buenas noches a todos, bienvenidos.
Saludos especiales a Francisco de Asís Fernández, Presidente de la fundación Festival
Internacional de Poesía de Granada y a René González, Presidente del Instituto
Nicaragüense de Cultura Hispánica, instituciones culturales que en estrecha colaboración
tienen el honor de presentar esta noche, en el programa El Autor y su Obra, al Dr. Jorge
Eduardo Arellano Sandino, reconocido intelectual nicaragüense de amplia trayectoria como
investigador, escritor, poeta, historiador, cronista, bibliógrafo y editor, que ha tocado todas
las aristas de la cultura nacional.
Ya se ha dicho repetidamente, por muchos autores, que es casi imposible incursionar en
ámbitos del conocimiento y estudio de lo nicaragüense sin recurrir a Jorge Eduardo, que
desde su Panorama de la Literatura Nicaragüense hasta la Historia del Beisbol, ha pasado
revista de cuánto atañe a nuestra identidad: El Güegüense, artes plásticas, teatro, poesía,
cuentos, el español de Nicaragua, Granada: su Aldea Señorial, La Vanguardia de Nicaragua,
Pablo Antonio Cuadra, Personajes históricos nacionales como: Vicente Cuadra, Mama Elena
Arellano, Sandino, e internacionales como: Giuseppe Garibaldi, Bibliografía de Nicaragua,
Diccionarios de autores, Episodios trascendentales de nuestra historia, Historia de
Nicaragua, pero sobre todo su incansable estudio y búsqueda de nuestro más emblemático
personaje literario: Rubén Darío.
Jorge Eduardo Arellano Sandino (Granada, 1946), -según el diccionario de escritores
nicaragüenses publicado en internet: www.dariana.com- es ―Doctor en Filología Hispánica
por la Universidad Complutense de Madrid, se especializo en Lexicografía
Hispanoamericana en la Universidad de Augsburgo, Alemania.
Fue embajador de Nicaragua en Chile (marzo, 1997 – febrero, 1999). Dirige la revista
Lengua y el Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación (Biblioteca, Banco
Central de Nicaragua).
Ha obtenido diez premios, entre ellos el ―Nacional Rubén Darío‖ (1976 y 1996), el de la
mejor tesis para graduados hispanoamericanos en España (1986) y el convocado por la
Organización de Estados Americanos (OEA, 1988), con motivo del centenario de ―AZUL‖
de Rubén Darío.
Su poemario La camisa férrea de mil puntas cruentas mereció en 200_ el Premio Nacional
Rubén Darío‖.
El doctor Arellano ha sido Presidente del Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, es
Director de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Secretario de la Academia de Geografía
e Historia de Nicaragua.
Hace tres años aproximadamente recibió el título de Doctor Honoris Causa en
Comunicaciones, otorgado por la Universidad de Ciencias Comerciales de Nicaragua.
Debido a su abundante y diversa producción y su consistente trabajo está considerado como
uno de los intelectuales más influyentes de la segunda mitad del siglo XX en el panorama
cultural nicaragüense.
En su condición de poeta, Jorge Eduardo Arellano, se ―dio a conocer en la década de los
años sesenta por su participación activa en el grupo poético denominado ‗Los bandoleros‘,
fundado por él y el también poeta nicaragüense Francisco de Asís Fernández‖ Arellano, en el
que participaron entre otros: Raúl Javier García ―El poeta Carpintero‖, Adolfo Miranda
Sáenz, Orión Elpidio Pastora, Francisco Castillo y Horacio Duarte, experiencia que
seguramente mencionará el Autor esta noche.
Y para finalizar cito al poeta Horacio Peña, que al referirse a Jorge Eduardo dice lo siguiente:
―Nada de lo nicaragüense le es ajeno. Dotado de una inmensa memoria y de una increíble
voluntad de escribir y descubrir lo nicaragüense, Jorge Eduardo Arellano levanta y rescata a
cada día, día a día, esa Nicaragua, que de no ser por él sería para nosotros una desconocida.
Inexistente.
Gracias Jorge Eduardo y bienvenido.
Fernando López Gutiérrez
Secretario Ejecutivo
Festival Internacional de Poesía de Granada
Martes 26 de julio de 2011.
Breve Confesionario Poemático
(Comparecencia en el INCH, 26 de julio de 2011)
Jorge Eduardo Arellano
MIL gracias a todos por asistir a este confesionario poético, o más bien poemático;
especialmente a quienes lo organizan: los promotores del Festival Internacional de la Poesía
de Granada: mi compañero generacional y sobrino en tercer grado de consaguinidad
―Chichí‖ Fernández Arellano y su esposa la tenaz poeta Gloria Gabuardi; a Fernando López,
jefe de la fiel barra granadina, por sus palabras; a mis colegas académicos y demás amigos y
amigas, sin olvidarme de los adolescentes del instituto ―René Schick‖.
“Quico” Fernández y los “Bandoleros”
Yo insurgí como poeta a los 16 años, en Granada de Nicaragua, bajo el magisterio de
Enrique Fernández Morales, en compañía de su hijo Francisco de Asís (recién venido de
México) y del poeta carpintero Raúl Xavier García, presentado en el suplemento dominical
de La Prensa a principios de 1962. Ese año, pues, con otros jóvenes —Horacio Duarte
(guitarrista que nos llevaba algunos años como aprovechado discípulo de Fernández
Morales), Francisco Castillo (quien conciliaba el verso y el ajedrez), Adolfo Miranda Sáenz y
Orión Elpidio Pastora (la fama de ambos, como oradores, trascendía las aulas colegiales)—
integramos el grupo de los ―Bandoleros‖ alzando su estandarte con pleno entusiasmo,
deslumbrados por el fulgurante milagro de la poesía.
Entonces ―Quico‖ —con este hipocorístico era conocido Fernández Morales en todo el
territorio nacional— tenía 44 años y una gran experiencia como creador y ―hacedor de
poetas‖, a quienes enseñaba técnicas y corregía borradores, como lo hizo con todos los
―Bandoleros‖. Al respecto, mi primer poema impreso en el referido suplemento de La
Prensa (el 27 de enero de 196_) había brotado de su espontáneo taller, en el cual nos
descubría —a través de lecturas en voz alta desde su hamaca descomunal— autores clásicos
y contemporáneos. Por ejemplo, a San Juan de la Cruz y Lope de Vega, Shakeaspeare y D.
H. Lawrence, García Lorca y Neruda, Porfirio Barba Jacob y su ―Canción de la vida
profunda‖, César Vallejo y su poema ―Masa‖, más el ―Misterio indio‖ de Joaquín Pasos,
cuyos originales manuscritos guardaba entre sus papeles.
Como se ve, tuve la fortuna de iniciarme en el verso guiado por ―Quico‖ Fernández, mi
primer maestro literario —quien representaba la tradición viva de los grandes poetas
nicaragüenses— y junto a los ―Bandoleros‖ que, en un momento oportuno —el de la
primera juventud—, sacudimos el ambiente granadino, apático ante las iniciativas
intelectuales y reacio a cualquier intento de creatividad al margen de lo convencional.
Después vendrían otros maestros a impactarnos: Ernesto Cardenal, Carlos Martínez Rivas y
Ernesto Mejía Sánchez.
Pero la transparencia exteriorista y anecdótica de Cardenal se impuso en mis primeros
poemas escritos antes de los veinte años. Uno de tantos fue ―O quam te memoren virgo‖,
posteriormente antologado y traducido al inglés y al alemán, el cual no ocultaba un tono
propio:
ESTA tarde he vuelto a la muchacha de mis dieciséis años,
Aquí, en Granada de Nicaragua, cuando era niña
Y catorce septiembres afilaban sus pechos.
He vuelto a nuestro encuentro predestinado desde antaño
Al día en que unimos nuestras manos en una fiesta de cumpleaños,
Donde la suavidad musical de su espigado cuerpecillo
Penetró en mi alma que estaba ya a su servicio
Porque nadie encerraba lo que ella encerraba:
Aquella cadencia de sus caderas
Aquellas mejillas que decoraban su sonrisa
Aquel pelo que jugaba con el viento,
Y porque tenía para mí
La primavera de todos los siglos volcada en su vientre.
He vuelto a sentarme con ella bajo los aleros de su casa
A conversar con sus padres para visitarla cuando quisiera
Y desde ese día su casa era mi casa
Porque nos acurrucábamos en el nido de la noche
Y teníamos las venas encendidas de amor
Y necesitábamos mucho tiempo para apagar nuestro fuego.
Y no existía nadie más que mi niña
Y el mundo de todas las cosas y todas las cosas
del mundo estaban en mis palabras
Y nada me atraía como ella
Y cuando regresaba de su casa me decía a mi mismo:
Si algo traigo para decir, dispensadme,
en el bello camino lo he olvidado.
Por un descuido me comí la espuma:
Perdonadme, que vengo enamorado.
Sin embargo ella llevaba a otros sitios la batalla
Y eludía la siembra de mis manos en su hontanar bendito
Y todo me viene esta tarde,
mientras huyo de su dominio
Y el sol,
poco a poco,
deja de brillar para mí,
Mientras no me queda ya
nada más de ella.
El decisivo año de 1964 y la formativa e intensa década de los 60
Hablo de 1964, para mí un año decisivo. En sus primeros meses terminé el bachillerato.
Ingresé a la Universidad Centroamericana para estudiar derecho, edité una revista literaria
financiada por el generoso amigo Carlos Fernández Holmann: La Orquídea del Acero;
publiqué mi primera investigación y aproximación crítica: ―Breve introducción a Los
Parques‖ (los renovadores poemas iniciales de José Coronel Urtecho); escribí unos ―Apuntes
de un joven escritor‖ con el fin de sustentar mi búsqueda y definición personales y perdí a
mi gran amor juvenil: Lorena Cuadra Arana. Esta tragedia me impulsó a evocarlo en poemas
idealizados (―se canta lo que se pierde‖ —dijo don Antonio Machado) para liberarme de su
dolor. Y así quedó plasmado en La estrella perdida, mi primera publicación poemática,
editada en 1969 dentro de la colección que patrocinaba, desde su librería, otro noble amigo:
Marco A. Cardenal.
La ―Librería Cardenal‖ (única con aire acondicionado en Managua) fue uno de mis
fundamentales puntos de referencia en los años 60, como ya lo he reconocido en una
semblanza de Marco A. Otras correspondieron a las oficinas de Revista Conservadora del
Pensamiento Centroamericano, donde trabajé como jefe de redacción de 1968 a 1970, al
lado de Joaquín Zavala Urtecho; al Colegio Centroamérica, cuyo rector me llamó a impartir
un curso de historia patria que resultaría determinante para mi vocación historiográfica; a la
hoy mítica cafepoetería ―La India‖ (compartida con artistas plásticos) y, sobre todo, al
magisterio cuasi- semanal de Pablo Antonio Cuadra en la codirección de La Prensa y en la
dirección de La Prensa Literaria.
Referir detalladamente esas experiencias implicaría muchas páginas. Aquí solo quiero
enumerarlas, al igual que algunos de los privilegios que recibí y ciertos hechos o fenómenos
culturales y políticos de que fui testigo antes de viajar a España en septiembre de 1972,
cuando tenía un año de haber compilado la antología Poesía joven nicaragüense (19601970). Dedicada a Mario Selva, Ramiro Argüello y Carlos Alemán Ocampo —―compañero
de estos poetas‖, y en memoria de Fernando Gordillo ese libro terminó de imprimirse el
lunes 26 de julio de 1971, ―cuarto aniversario de la muerte de Fernando Gordillo y décimo
segundo de la Revolución Cubana‖ (se leía en el colofón; hace cuarenta años).
Pues bien, esa formativa e intensa década no se explica para mí sin la imparable charla
arrolladora e ingenial del maitro José Coronel Urtecho, sin los ejercicios espirituales en la
Gruta Xavier en diciembre del 64, dirigidos por Ernesto Cardenal; sin la apertura
democrática del intermezzo civilista del doctor René Schick (mayo, 196_-agosto, 1966) y la
extensión cultural, en el Ministerio de Educación Pública, de Guillermo Rothschuh Tablada;
sin los excelentes profesores de la Escuela de Ciencias de la Educación —allí conocí a la
estudiante de Física y Matemática que sería mi esposa—, sin la beatlemanía, la novedad
sicodélica de ―La Tortuga Morada‖ y la subcultura de la droga; sin Novedades Cultural
conducida por Roberto Cuadra, mi mejor amigo; sin las convicciones de Fernando Gordillo
y la clandestina mística revolucionaria de Leonel Rugama y compañía limitada; sin las giras
encabezadas por Juan Aburto, más literarias que alcohólicas, a los suburbios orientales de
Managua; sin el centenario natal de Rubén Darío y la masacre del 22 de enero de 1967; sin el
ascenso a la presidencia del segundo Somoza Debayle y otra masacre: la de Pancasán; sin la
prédica hippie de Ángel Martínez Baigorri y el diálogo convergente entre cristianos y
marxistas promovido e interpretado por Uriel Molina; sin el apoyo bibliográfico de Noel
Lacayo Barreto en el Banco Central de Nicaragua y los profesores —también excelentes—
de la Facultad de Humanidades de la UCA; sin la renovación postconciliar con sus
contenidos liberadores a partir de Medellín y los proyectos radicales que impugnaron la
estrategia desarrollista de la década, enmarcada en la Alianza para el Progreso y el Mercado
Común Centroamericano. En fin, sin la crisis de la UCA y en la propia orden ignaciana; más
aún: sin el Kupia Kumi o pacto libero-conservador que prolongaba la continuidad del
sistema sociopolítico.
Un reconocimiento internacional en México
Volviendo a La estrella perdida, que constaba de diez poemas de amor, no tuvo repercusión
local alguna. Pero un año antes, con otros muchos de temáticas distintas, habían obtenido un
reconocimiento internacional: la mención honorífica en el Concurso Hispanoamericano de
Poesía, convocado en 1968 por la revista ―Ecuador‖ del español Alejandro Finisterre y la
Comunidad Latinoamericana de Escritores, con motivo de la Olimpíadas Mundiales de
México. Por cierto, sólo yo y mi profesor de Estética e Historia del pensamiento literario en
la UCA, Angelito Martínez —estudiaba ya Humanidades— recibimos dichas menciones en
Centroamérica. Tampoco fueron muchas las restantes, a las cuales habían aspirado más de
ochocientos poetas de las otras dos Américas y del Caribe.
Este limpio galardón, a mis 22 años recién cumplidos, me autorizaba a conocer el Distrito
Federal de México. Y así fue: tras recibir el diploma correspondiente —el primero que del
extranjero llegaba a mis manos, graduándome de facto en poesía antes de concluir mis
estudios de licenciatura— estuve casi un mes en la capital mexicana. Hospedado en
Filomeno Mata 8, sede de la Comunidad Latinoamericana de Escritores, esa estadía me abrió
otros horizontes y experiencias vitales. Ya en inéditas páginas autobiográficas, tituladas
Memorial de los 50, me he referido a ellas.
Un breve texto del poemario laureado, que pretensiosamente titulé La fuente prodigiosa /
Poemas: 1964-1967, cabe recordar; me refiero a ―Envío después de la ruptura‖, datado de
1965 y aplicable a todo varón capaz de enamorarse locamente de una diosa falible:
NO estaba seguro
Si quería
A la que habitaba
Dentro de ti
O a otra Inventada por mí.
No estaba seguro.
Solo de esto estaba
Seguro: que tu amor me sostenía
Y me llenaba
Y me consumía.
(Curiosamente, ayer 25 de julio de 2011, recibí un correo electrónico de la joven alemanaestadounidense Melanie Zipperer pidiéndome permiso para colocar de epígrafe en su
primera publicación, traducido al alemán e inglés, ―Envío después de la ruptura‖).
“Cuando Granada era Granada‖
Otro, publicado en la Prensa Literaria del 12 de enero de 1969, consistía en una evocación de
mi ciudad natal: ―Cuando Granada era Granada‖. En dicho poema intenté trazar una imagen
más objetiva que subjetiva, pero con una sostenida nostalgia, de esa población nicaragüense,
lacustre y marítimamente comercial, en un pasado remoto: mediados del siglo XVII. Con ese
fin enumero productos e incorporo testimonios de varios cronistas, además de la frase
célebre de un historiador guatemalteco del siglo XIX. Pretendía, en fin, no una acumulación
desbordante, sino lo suficientemente equilibrada para conseguir el objetivo propuesto. ¿Lo
logré? Así lo creí y lo creyó el radical crítico que siempre fue Beltrán Morales. Dice:
CUANDO Granada era Granada
La opulenta y marítima ciudad de Granada
Fragatas de Cádiz
La Habana
y Portobelo
Anclaban en su bahía
al amanecer.
A la orilla del Gran Lago
En un sitio llano y caliente,
Vivía medio millar de vecinos españoles
sin la gente de servicio
y la de los arrabales
indios negros y mulatos.
En sus casas se comía gallina y ternera
maíz y frijoles
guapotes y mojarras
Y otros pescados del Lago
muchas frutas regaladas
Y otras semillas y legumbres
tanto de la tierra
Como de España.
Por sus calles
polvosas y estrechas
Entraban las recuas de mulas
desde Cartago y Comayagua
San Salvador y Guatemala
Transportando fardos de harina y cochinilla
cueros y bálsamo
azúcar y la plata del Rey.
Su pequeño puerto exportaba añil y tabaco
a Cartagena de Indias
y al Callao, Perú.
Granada de Nicaragua era como una feria.
“Dos testimonios contra la muerte”
En realidad, el mismo Beltrán advirtió que un viraje escueto y depurado se estaba operando
en mis poemas, y su ejemplo más representativo era ―Dos testimonios contra la muerte‖, el
primero de los cuales incluyó Iván Uriarte en su brevísima antología de la poesía joven de
Nicaragua que le insertaron en Mundo Nuevo, revista en español publicada en París. En los
―Dos testimonios...‖ —como me lo confió otro poeta joven y amigo de toda la vida, Álvaro
Urtecho— ya asumía mi auténtico acento lapidario:
1
NO te sorprenda en los aires
Ni en las aguas.
Sólo en tu tierra.
No encuentres su rostro en el extranjero
Ni en clima desconocido
Sólo en tu verano.
No caigas en sus garras
Durante la cosecha.
Sólo durante la sequía.
Que aniquile tu cuerpo
Cuando hayas entregado tus dones
Y el prójimo conozca tu lenguaje
Y seas la conciencia de tu pueblo
2
A tanto terror
Que la esperanza sostenga
Tu sueño.
A tanto dolor
Que la fe disipe
Tu culpa.
Porque la luz se le ha dado al hombre
Para afirmar el Paraíso.
No para negarlo.
Porque el mal se le ha dado al hombre
Para ser pisoteado.
No para que florezca.
Porque el amor se le ha dado al hombre
Para unir al mundo.
No para desunirlo.
Porque la muerte se le ha dado al hombre
Para ser vencida.
No para que triunfe.
―Dos testimonios contra la muerte‖ —traducido también al inglés e incluso al búlgaro— fue
acaso mi primer poema perdurable y mereció un acertado comentario de texto de Gladys
Miranda Arellano; publicado en La Prensa Literaria del 22 de marzo de 1970 —a mis 23
años y pico—, no falta en las antologías de la poesía nicaragüense contemporánea y fue
recogido por el argentino Jorge Boccanera en una obra a nivel latinoamericano: El poeta y la
muerte (México, Ediciones Mexicanos Unidos, 1981).
“Cielo y muchacha”
Asimismo lo difundió el poeta español José García Nieto, con otros poemas recién escritos,
en la revista Poesía hispánica (abril, 197_), cuando ya tenía seis meses de residir en España,
becado y casado con la mujer que me acompaña y controla mi locura letrada desde hace _9
años, Consuelo Pérez Díaz: extraordinario ser consagrado a su familia y a su cónyuge, quien
le ha escrito unos veinte poemas. No quisiera dejar de transcribir el más breve y, por tanto,
memorable:
Yo no conocí el cielo,
Solo una de sus hijas:
La mejor de mis amigas,
Lo mejor de mi anhelo:
La muchacha que conmigo dormía,
La muchacha que conmigo vivía.
―Cielo y muchacha‖ se titula y pertenece a la sección ―Junto a la luz de Consuelo‖ de La
entrega de los dones (Managua, CIRA, 2001): compilación selectiva de mis poemas, precedida
por otras dos con el mismo título de 1978 y 198_. En las tres se despliegan múltiples temas y
variados recursos estilísticos como lo han señalado varios lectores, en concreto Noel Rivas
Bravo. Este hermano del alma informa que mi amistad de cuatro, tal vez cinco décadas, con
las musas ha incluido textos sobre la poesía y los poetas, las confesiones autobiográficas, la
vigilia y el sueño, la ausencia y presencia del amor, la familia y el hogar, los traidores y los
héroes, la revolución y la contrarrevolución; países, ciudades y paisajes, los meses del año, las
recreaciones prehispánicas, los venerados ancestros, la infancia, la alegría y el dolor, la fe
cristiana, la necesidad de la trascendencia y la muerte.
Inventario contra la muerte
Precisamente titulé Inventario contra la muerte (Valencia, España, La Torre de Papel, 1996) la
colección de mis mejores 30 poemas al cumplir cincuenta años. Uno de ellos, sin duda el
más compacto, es ―La amistad‖, de 1985, traducido a varios idiomas, entre ellos al esperanto:
DE los bienes que existen en el mundo
El mejor es la amistad. La amistad
Es generosa como alta, sombreante
Capilla del frescor y descanso. La
Amistad es entrega y recibo, don
Escaso como la luz reservada
A la gracia, a la pureza del ángel
Que habita en nosotros.
La amistad es indisoluble e inalterable
E intangible. Hablo de la única
Y verdadera. De la que no se vende
Ni se compra, pues no tiene precio.
La amistad es pan para la mesa
Y vino para alegrar el corazón,
Aire y diálogo y convivio.
Tránsito de numerosas vías.
La amistad vence el olvido.
La amistad es sucursal del amor.
La amistad detiene la violencia del tiempo
Y oculta el definitivo rostro de la muerte.
Otro, titulado ―Vida efímera‖, asimila la temporalidad (o vita brevis) cantada en la poesía
prehispánica de Mesoamérica:
NO siento el tiempo
Que he vivido
La vida se va como un suspiro.
Tampoco siento que viví.
¿Venimos, en realidad,
A vivir?
Solo venimos a pasar,
Solo venimos a suspirar,
Solo venimos a morir.
Pero fue ―Noviembre‖ —otro poema obcecado por la muerte— el mejor de aquellos que
consagré a los doce meses del año:
YA sabemos que noviembre es el mes de los muertos
Del culto que debemos tributar a nuestros muertos
A todos aquellos que de alguna manera nos dieron vida.
Ya lo sabemos.
Lo que no queremos recordar
Es que algún día no lejano nosotros seremos esos muertos
Y aquellos quienes de alguna manera dimos nuestra vida
Vendrán en noviembre, el mes de los muertos,
A rendir el culto que profesarán a nosotros sus muertos.
La “Mamita” y Nelly, mi madre
Entre todos aquellos que de alguna manera nos dieron vida mi abuela materna (Leonor Vargas
Sáenz) y mi madre (Nelly Sandino Vargas) ocupan un alto sitial en mi memoria. De ahí que
les haya rendido irreprimibles homenajes filiales. He aquí el dedicado a la primera:
Sueño, imborrable sueño
QUE el paraíso sea
Viajar a nuestra ciudad
El deseado fin de semana
O cada dos, tres días,
Para ir a verte
Y estar contigo.
Que el paraíso sea
Recorrer anhelante
Nuestra calle ancha y calzada,
Divisarte desde el fondo rojo de la tarde
—Con tu garbo de reina,
Sentada en su asiento de mimbre—
Y besar tu boca.
Que el paraíso sea
Llevarte otra vez
A mi novia
—Ahora compañera—
Y comer juntos de nuevo
En una hora blanca y brillante
Como tu cara de niña.
Que el paraíso sea
Saber siempre que me esperas
Y sigues aún viva:
dolatrada, queridísima mamita.
El siguiente corresponde a la segunda, quien perdió la vida en el terremoto de Managua del
2_ de diciembre de 1972, con mis cuatro hermanas solteras, quedando de los dieciocho
Arellano Sandino catorce, dispersos geográficamente desde entonces:
YO no sé para mi madre
Encender rosas y palabras.
Ella era sus diez varones
Y ocho mujeres, el recto compañero
De fuego presidiendo el mundo
Desde su silla, la entrega de la sangre.
Todo.
No se dice en versos esta mujer.
No se puede nombrar con música:
No cabe una vida en la memoria.
Aún la vemos en sueños
Con sus cuatro ángeles muertos.
Aún espera en el sofá
Al Hijo de la Noche: el Escogido.
Aún conmueve su diaria abnegación
Heroica y el martirio purificado
Y excelso de su vida.
Todo somos
Su nombre, Nelly:
La primera luz que nacía cuando el sol
Entraba
por los mangos
a nuestra
Casa.
“Letanía contra el abandono” y “Domingo, 4.45 p.m.”
Pero, a raíz del año parteaguas del 79, los Arellano Sandino terminaron de abandonar
Nicaragua, excepto ―el poeta‖ que ya había procreado dos capitalizaciones genéticas:
Emperatriz y Consuelo, y lograría en 1982 otras dos: los gemelos Héctor y Verónica. Con
ellos y su madre vivimos intensamente los convulsos años 80 —no sin disfrutar quien les
habla algunas temporadas de ―españaterapias‖— con la firmeza que intenté expresar en la
siguiente ―Letanía contra el abandono‖, datada en mayo, 1987:
NO me dejéis nunca abandonar mi casa,
Mis árboles fraternos, mis cordones de obispo,
Las sombras acariciantes de mi jardín.
No me dejéis nunca abandonar mi tribu,
Mi mujer sosegada, hija del sol,
Mis hijas clamando la armonía del tiempo,
Mi hijo creciendo en medio de tardes y bicicletas.
No me dejéis nunca abandonar mi tierra,
Mi estirpe de volcanes, mis generosas aguas marinas,
Mis inmensas, atlánticas corrientes fluviales,
Mi colección de lagunas verdiclaras, mi Mar Dulce.
No me dejéis nunca abandonar mi alma,
Mi oración silenciosa, mi lealtad a la sangre derramada,
Mi infatigable urgencia de ser hombre.
Dejadme, amigos, permanecer calmo en la luz.
Estas mismas cinco personas con quienes convivo, por lo que son las que más me conocen,
integran el siguiente instante de nuestra vida cotidiana en ―Domingo, 4.4_ pm‖, de marzo,
1992:
EMPERATRIZ, la bachillera hija mayor,
Mira en la televisión un concierto de música clásica
(Es catequista y aún no conoce la maldad del mundo)
―Chelo‖, la inventora, riega la grama del porche
(A sus catorce años ya maneja el carro)
Verónica, la cumiche, juega rayuela con su vecina Maucci
(Le gustan las muñecas y usa anteojos de sol)
Héctor, el único varón, recorre la calle en bicicleta
(Que nunca te accidentes en el camino de la vida, ¡hijo mío!)
Consuelo, la esposa, despercude el polvo veraniego de la cocina
(Dejó la carrera de Ciencias para entregarse a su hogar).
Yo escribo en mi estudio oyendo el ruido del aire acondicionado.
Las bestias humanas no pudieron robar sus cuadros y libros.
Voy a la refrigeradora a tomar té. Regreso
A mi larga mesa repleta de papeles amontonados.
Tengo 45 años. Creo en Dios y en el destino. Soy feliz.
La vocación obsesiva de escribir
Para entonces, tenía mucho tiempo de haber sido marcado, como a todos los miembros de
mi generación, por tantas experiencias y grandes personalidades —sería imposible aquí
enumerar todas— que contribuyeron a forjarme como escritor, a realizar mi destino como
hombre de letras y de pensamiento que me empeñé ser. Y ese destino ya estaba prefigurado
desde muy pequeño, quizás desde las primeras bancas escolares —donde tuve de maestra a
un ángel de Cataluña: Asunción Flotash, y a una disciplinada italiana: Concepción Versacci—
; y ese destino, digo, guiaría mi vida, anhelando un secreto deseo: ser escritor.
Escribir, escribir, escribir. He ahí mi vocación verdadera. Lo demás —estudios y posgrados,
becas y docencias, viajes e investigaciones, reconocimientos en el extranjero y en los lares
nativos— ha girado en torno de ese eje, de ese desvarío sistematizado, de esa identidad. Si
algo soy, pues, es eso: un compulsivo adicto a la escritura; un escritor integral que de
chavalo, en diciembre de 1961, estimulado por las clases de preceptiva e historia literarias
que recibí respectivamente de los profesores españoles Pedro Moraza y Carlos Caballero, me
inicié en el oficio publicando un artículo en una revista colegial.
La poesía: saber autónomo, equilibrado, armonioso y
trascendente
Después, como lo he señalado, aprendí con ―Quico‖ Fernández a escribir poemas, a
iniciarme en ese saber autónomo, equilibrado en su fusión de pensamiento y sentimiento,
armonioso en su ritmo interior y trascendente en su contenido que es la poesía. Un saber que
públicamente no ha sido para mí prioritario, ya que mis tareas de estudioso han impedido
proyectarla como merece, opacándola. Pero estoy seguro que la poesía no me abandonará,
aunque hasta hoy no haya producido una obra estructurada orgánicamente, sino apenas
organizada, o peor: mal organizada. Sin embargo, ha sido parcialmente traducida a seis
idiomas —inglés, francés, alemán, italiano, ruso y búlgaro— e incluida en __ antologías: _2
de poesía nicaragüense contemporánea y una a nivel latinoamericano. La mayoría de ellas se
han editado en Nicaragua y las restantes en Costa Rica, Chile, Cuba, Argentina, Estados
Unidos, Alemania, España, Bulgaria, Francia e Italia.
Igualmente tengo a mi favor doce publicaciones en verso: aparte de las citadas: Patria y
liberación (1977), De la dispersión y el olvido (1978), Canto a Nicaragua libre (México, 1981), los
prosemas Visiones y devociones (San Francisco, CA, 1986), el cuadernillo triple Darío en la gran
cosmópolis, La pluma del águila y Retornos (Redlands, CA, 1987), Sonetos, sonetejos y sonetillos
(Valencia, España, 2001) y La camisa férrea de mil puntas cruentas (Premio Nacional Rubén
Darío, 200_).
Acerca del último poemario, el Jurado calificador (integrado por Michele Najlis, Vidaluz
Meneses y Julio Valle-Castillo) dictaminó que ―mantiene gran unidad temática y formal
reelaborando las confesiones íntimas de Rubén Darío y logrando un lenguaje
contemporáneo y poético que aprovecha el exteriorismo nicaragüense y la antipoesía chilena,
en abierta americanidad; de modo que Rubén Darío resulta sujeto y objeto de la escritura,
coautor y tema‖. Véase esta anécdota poco conocida del vate rescatada en verso:
CUANDO el soberbio bardo soberano recién venido de Nueva York
(Ya tocado por el ala abracadabrante de la Muerte)
Terminó de leer El hombre que parecía un Caballo,
Quedó en silencio y a su cristapuro autor
(el larguitristre y juvenilio don Rafael)
Interrogó: —¿Crees en mí?
—Sí, maestro, creo.
—Entonces, apunta este nombre:
Lautréamont. Solo sus ―Cantos de Maldoror‖ preceden a tu extraña obra.
¿Qué minas, en subsuelos desconocidos, saqueaste?
¿Qué filones insospechados entraste a explotar?
—Pero, señor, Lautréamont era un loco.
¿Cree que yo también lo soy?
—Sí —le respondió Rubén—.
Loco, loco, completamente loco
Como yo, como Poe, como Nerval.
Pero no ejemplificaré más La camisa férrea de mil puntas cruentas, cuyo objetivo fue remantizar la
voz y la vida del Altísimo Bardo Errante como poeta minorum que he sido, lo cual no impide
haber logrado poemas memorables como ―La aristocrática dama de Hamburgo‖ y ―Darío en
la gran cosmópolis‖: sorprendente poema intertextual —observa Franklin Caldera— ―de
gran extensión (estructurado como un edificio) que nos da una visión dramática de nuestra
máxima figura literaria, fusionando su vida, obra y significado social, en un mismo discurso
poético‖.
Prefiero destacar dos neoepigramas de la sección ―Sorpresario‖. Aludo a ―Causa de divorcio
/ (declarada por una poeta centroamericana)‖:
TENÍA ese señor
—Error de mi menopausia—
Cerebro de mosquito
Y sexo de mono.
Y a ―Genio mexicano del siglo XX‖, cuya identidad está explícitamente revelada:
Augusto Paz:
Perfecto As,
Ebrio de Luz
Descansa en Pus.
Un epitafio en vida a C.M.R.
Prefiero —por asociación de ideas— transcribir el epitafio que me vi obligado a
manufacturar y remitir a su destinatario, identificable con sus iniciales: ―C.M.R.‖ Recurriendo
a su propio léxico, este poemita funde el fulgor de la verdad y la precisión lapidaria:
AQUÍ yace un palafrenero del Poder,
Un cultivador de la Ruindad.
Tenía todo el Mar a su alcance,
Y apenas naufragaba en la Nada.
El Mundo se le arrodilló a sus pies,
Pero él prefirió congraciarse con el Maligno.
Muchos le amaron y veneraron
Y a todos les prodigó amargura y odio.
Aquí yace menos putrefacto
De lo que fue en vida.
Muchos otros poemas quisiera leer en esta oportunidad, al menos aquellos representativos
de la poesía cívica y de referencias históricas que he cultivado; o muestras extensas de otras
temáticas como ―El Despale‖, leído en la ―Sesión de poesía ecologista‖, el 18 de noviembre
de 1977, en el auditorio Juan XXIII de la UCA, incluido por Francisco de Asís Fernández en
su antología Poesía política nicaragüense (Managua, Ministerio de Cultura, 1986). Y también
algún ejemplo de prosema, como ―Carlos A. Bravo (visión de los siete años)‖, uno de mis
predilectos, mas no quisiera abusar del tiempo que generosamente me han otorgado.
Tres poemas de ―Un lagarto en el tejado‖
Optaré, para concluir, por leerles tres poemas para niños (tomados de la colección ―Un
lagarto en el tejado‖) que considero ejemplares en su género.
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Sus increíbles ofertas
Para este verano:
Una excursión de boy-scouts al Musún,
Una visita a la Mocuana del Tisey,
Una temporada en la Isla de la Fantasía,
Un concurso de pompas de jabón en el Japón;
Además de sus giras especiales:
A la tierra de los enanos de Gulliver,
A la panza de la ballena que se tragó a Pinocho,
Al puerto de San Carlos montado en el tiburón de Menocal,
A Nueva Tork en el palo de ojoche de Nachón Gago conducido por tres
mil loras.
Aprovechen
Estas oportunidades:
¡Hagan sus reservaciones!
Aclaración:
El viaje a la Luna de Valencia
Queda suspendido.
El ropero de la abuela
EN su ropero mi abuela
Guardaba una mandolina,
Mi rifle de balín,
Mi caballito de Masaya,
Una caja inagotable de chocolates,
La manopla con que jugaba beisbol en la calle.
Pero ahora yace dormida en el Panteón
Y su ropero de lunas biseladas
Desapareció de nuestra
Quedándome solo este recuerdo.
Las horas
LA mañana tiene horas
La tarde tiene horas
La noche tiene horas
La semana, el mes, el año
Tienen muchas y muchas horas.
Los siglos tienen miles y miles de horas.
La vida está llena de horas.
¿Y la muerte? Ella no.
¡Qué triste debe ser la muerte sin horas!
En cuanto a poemarios inéditos, tengo tres: Extrabases y otras sorpresas (Memorial de nuestras
glorias beisboleras), Mujeres verdaderas y Las deidades pétreas de Zapatera. Como anexo de esta
comparecencia, brotada de lo más profundo del corazón, insertaré algunos textos de esos
poemarios en los cuales me siento realizado, para culminar con mi ―Autorretrato‖, que
intenta definirme física, moral y psicológicamente.
Mil gracias, de nuevo, por tener la paciencia de escucharme.
Anexo
“El Príncipe del Bate”
(en el recuerdo de un cronista desconocido)
ESTO fue Luis Pinnock, el blufileño:
Un verdadero as vistiendo la franela del ―Managua‖.
De recia contextura y zurdo
Jugaba primera base y su bateo era portentoso:
―El Príncipe del Bate‖ lo llamaban.
Cuando tomaba el manduco
Sabíamos que la bola iría a dar
Un largo paseo. Y delirábamos.
Queríamos ser como él.
Lo conocí
A mis siete años. Todavía su platónico
Amor hacia la guapísima Lolita Bone
No anidaba en su alma buena.
Por ella
Dejó el beisbol para estudiar.
Casi
Llega a Bachiller en el Instituto
Mas el esfuerzo le hizo perder la razón.
Creyéndose zanate, deseaba volar. Corría
Desaforado por las polvosas calles capitalinas.
Tiras de telas viejas amarraba
A sus canillas simulando polainas.
Un dolor le agobió:
La de amar sin ser amado. La de aspirar
A Lolita, de rubia cabellera y blanca
Como porcelana. Pasaba o se mantenía enfrente
De la casa de los Bone
¡fildeando
A la princesa dueña de sus sueños!
Al fin
Lo recluyeron en la vetusta Penitenciaría
Una oscura celda dio albergue
A su efigie de ébano. El sacudimiento
Terráqueo del 31 derribó
Las paredes de piedra
Sepultándolo. Tal fue su pena. Tal su gloria.
Felicitación del “Caballo” en el Mundial del 72
NOTICIA de primera plana fue la llamada telefónica de Fidel.
Felicitó a sus peloteros cuando derrotaron a los gringos.
Pura jodarria nica la pregunta que gritábamos a los cubiches
Cuando salían del Estadio en bus hacia el Gran Hotel
Después que los blanqueamos con el jonrón de Vicente
López
Y el recital de pitcheo brindado por Julio Juárez:
—¿Ya los llamó Fidel? ¿Ya los llamó Fidel?
Las Rabonas del Perú
LAS Rabonas adoraban al Sol.
Eran las mujeres combatientes del Perú.
Ellas formaban una tropa considerable:
La avanzada del Ejército para obtener víveres, cocinarlos
Y preparar el albergue donde debían acampar los soldados.
Las Rabonas iban bien armadas.
Cargaban sobre mulas las marmitas, las tiendas,
todo el bagaje.
Arrastraban una multitud de niños de toda edad.
Sus mulas partían al trote, corrían, trepaban las altas montañas
cubiertas de nieve
Y atravesaban los ríos a nado llevando sus espaldas
uno o dos hijos.
Los amamantaban y acostaban antes de encender el fuego y cocinar.
Las Rabonas se arrojaban sobre pueblos en busca de víveres
para el Ejército.
Si hallaban resistencia se batían como leonas y siempre
triunfaban.
Robaban y saqueaban transportando el botín a sus campamentos
y compartiéndolo entre ellas.
Las Rabonas lavaban y componían los uniformes del soldado.
No recibían paga. Eran indias que solo hablaban su lengua.
No eran casadas ni pertenecían a nadie.
Solo eran de quienes querían ser.
Manuela Sáenz en Paita
PABLO detuvo al niño, al hombre, al anciano
Y preguntó en Paita dónde había fallecido Manuelita.
Todos ignoraban cuál era su casa y dónde estaba ahora
el polvo de sus huesos.
Ignoraban la tumba de la Bella Enterrada.
Las indias —vendiendo con majestad bravía las cabezas
de pescado—
También lo ignoraban.
Entonces Pablo preguntó al mar, al viejo océano
Y el mar peruano abrió en la espuma soberana sus ojos incas
Y habló la desdentada boca de la turquesa
Y tampoco sabía nada.
Nadie recordaba a la sirena de los fusiles
A la pequeña criolla traficante de miel, palomas, piñas
Y pistolas
A la guerrillera transparente, a la contrabandista pura.
No encontró el viajero a la dormida en Paita:
No había ninguna tumba para Manuelita
No había entierro para la Flor
No había túmulo para la Libertadora de Bolívar.
Una piedra famosa
A Jimmy Avilés y Fernando López
SOY una piedra solitaria y vigilante
Desde la esquina achaflanada de una casona
A ras del suelo.
Un marinero me trajo de mi isla materna
Para servir de señal a los distintos hablantes de mi tierra milenaria,
Para convocar a sus intérpretes.
Las riendas de los caballos conquistadores
primero y de las mulas de comerciantes foráneos
posaron en mi cuello.
Una familia indiana me empotró en su residencia.
Escuché en septiembre un grito: ¡Viva la independencia!
El incendio devastador de un dementado político de
Nashville, Tennesee,
me dejó ilesa.
Desde entonces soy una inevitable referencia urbana.
He admirado cívicos esplendores y procesiones devotas
en los años de paz.
He sido testigo de innumerables iniquidades durante
los años de guerra.
He visto múltiples grandezas y miserias humanas.
Me modelaron el cuerpo en forma de ave
Y en lugar de pico me labraron una oblonga boca desmesurada
De bípedo inteligente.
Soy un ave que habla en silencio,
Un ave impasible,
Un alcaraván, una chachalaca
De basalto.
Yo guardo y desguardo la palabra.
Soy el símbolo de la murmuración en una ciudad de lenguas asesinas.
¿Mi edad?
Inmemorial
¿Mi nombre?
Tlalitzin.
Pero los granadinos me conocen como ―La Piedra Bocona‖.
Autorretrato
A mi cuñado Aldo
¿QUÉ cómo fui o creí que era?
Chirizo y castaño de pelo, ancho de frente,
Franciscano de mano, potente y convincente de voz,
Carnoso de labios, insaciable de cariño,
Sólido de nariz, de rápida mirada transfinita;
Concentrado e hiperbólico siempre, relampagueante
En ocasiones, agónico poeta reincidente.
Nuca de toro, piernas de coloso,
Abdomen tendiendo a la desmesura, fallido
Gourmet, limitado bebedor, parco
De mujeres, acérrimo enemigo del humo;
Claro de razones, de corazón sincero, altivo
Y desdeñoso del adversario, moridor con el amigo,
Apasionado por las causas perdidas, inmodesto
Monologante, volcánico, todo nervio
E impaciente; por instinto, indígena, español
Por deseo, alma y conciencia; mestizo por obra y legado;
Alemán por disciplina, inglés por nombres de pila,
Granadino por amor y formación, pinolero por vocación y gracia de Dios.
Vecino del Gran Lago, El Caimito y La Calzada,
Matagalpino consorte, habitual huésped californiano,
Fanático de Clint Eastwood y Robin Hood,
Admirador de Robinson Crusoe y Nueva York,
Esclarecedor de grandes minucias, consuetudinario
Lector, obsesivo y obsequioso, armador de revistas
Y amador de tardes melancólicas, de lacustres y marítimos sitios,
Viajero del aire infatigable, cada vez más temeroso;
Incorregible hiperquinético y diabético
Controlado; experto navegante por los insondables mares de la imaginación,
Pero que se ahoga —con facilidad— en un vaso de agua.
[Santiago de Chile, 28-0_-98]
VI Simposio sobre el habla y la literatura nicaragüenses
En homenaje a Jorge Eduardo Arellano
18 Y 19 DE AGOSTO DE 2011
PROGRAMA
Jueves 18 de agosto
AÑO MMXI
ACTO INAUGURAL
Local: Auditorio “Roberto González”
· 8:00 a.m.-9:00 a.m.: Inscripciones
· 9:00 a.m.-11:20 a.m.: Acto de inauguración
· Himno nacional
· Palabras de bienvenida a cargo del Director del Departamento de Español Msc. Roberto
Aguilar Leal
· Conferencia magistral (Msc. Róger Matus Lazo)
· Palabras del Rector de la UNAN-Managua Msc. Elmer Cisneros Moreira
· Entrega de reconocimiento a Jorge Eduardo Arellano.
Primera sesión
11:20 a.m.-12.20.:
Mesa redonda: La imagen intelectual de Jorge Eduardo Arellano
Moderador: -Msc. Roberto Aguilar Leal
Expositores: - Dr. Germán Romero Vargas
- Msc. Pablo Kraudy Medina
- Lic. Julio Valle Castillo
- Msc. Carlos Alemán Ocampo
Maestra de ceremonia: Msc. Hilda Baltodano Reyes
12:20 p.m.-2:00 p.m.: Receso
2: 00-4:30 p.m. Mesa de trabajo de Didáctica
Local: Aula 6402
Coordina: Msc. Iván Enrique Sandino
· Estrategias didácticas para promover la lectoescritura en los es-tudiantes universitarios
(Msc. Estrella Luz Peña)
· Gramática aplicada en la coherencia y cohesión textual (Msc. Iván Enrique Sandino)
· El docente escritor: una estrategia para la enseñanza de la expresión escrita (Msc. Anielka
Patricia Carballo Palma)
2:00-4:30 Mesa de trabajo de Estudios de narrativa
Local: Aula 6403
Coordina: Esp. María Inés Barrios Quiroz
· Catalización discursiva, ensoñación actorial y estructuración del inconsciente psíquico en
Tengo un mal presentimiento de Arquí-medes González y Cuánto cuento y otros relatos de Xavier
González) (Dra. Addis Esparta Díaz)
· Prácticas discursivas y sociales de las novelas Caperucita en la zona roja de Manlio Argueta y
La mujer habitada de Gioconda Belli (Dr. Ignacio Campos Ruiz)
· Amor, sexo y poder en las relaciones de pareja en La mujer habi-tada de Gioconda Belli
(Msc. Mayra Bonilla Martínez)
· Narrativa de mujeres nicaragüenses (Msc. Isolda Rodríguez Rosales)
· Relaciones diegéticas e intertextuales entre ―Charles Atlas tam-bién muere‖ de Sergio
Ramírez y El fabuloso Blackwell de Arquímedes González (Lic. Manuel Gaitán)
2:00-4:30
Mesa de trabajo de Estudios de poesía
Local: Aula 6404
Coordina: Msc. Tere Navarro
· La poética de Ana Ilce Gómez (Lic. Ricardo Álvarez Ruiz)
· Trayectoria poética de Juan Carlos Vílchez (Msc. Roberto Aguilar Leal)
· La arqueología del canto: la crítica tradicional en la poesía de Joaquín Pasos (Lic. Javier
González Blandino)
· La herencia romántica de Ernesto Mejía Sánchez (Lic. Víctor Ruiz)
· La poética oscura de Jazmina Caballero (Lic. Carmen Chavarría Úbeda)
2:00-4:30 Mesa de trabajo de Sociolingüística
Local: Aula 6405
Coordina: Lic. Flor de María Aguilar Ortiz
· Actitudes lingüísticas de los hablantes de Managua frente al es-pañol de Nicaragua y el de
los demás países de habla hispana: un enfoque sociolingüístico (Msc. Zobeyda Zamora
Úbeda)
· Actitudes lingüísticas de los hablantes de León frente al español de Nicaragua y los demás
países de habla hispana: un enfoque sociolingüístico (Lic. Tania Rivas, Lic. Griselda García y
Lic. Bir-mania García)
Estudio sociolingüístico del léxico característico utilizado por los hablantes del Distrito III
de Managua durante el año 2010 (Lic. José Enrique Moraga Rivera)
· Estudio sociolingüístico de la fonética de los hablantes de Palaca-güina durante el año 2010
(Lic. Estelvina Amador Guerrero y Lic. Freddy Alvarado Campos)
2:00-4:30
Mesa de trabajo de Lingüística
Local: Aula 6406
Coordina: Msc. Francis Mendoza Morán
· Marcadores de la oralidad en el español de Nicaragua (Dra. María Auxiliadora Rosales)
· Teoría, novedades, descripción y norma en la Nueva gramática española: el género y el número
(Msc. Germán Antonio Rodrí-guez Domínguez)
· Algunas voces del español de Nicaragua no recogidas por el Diccionario de americanismos 2010
(Msc. Francis Mendoza Morán)
· En los actos de apertura (jueves) y de clausura (viernes) habrá muestra de libros de Jorge
Eduardo Arellano
· Expoventa de libros producidos por miembros del Departamento de Español en horario
de Jueves (9:00 a.m. - 12:00) y viernes 2:00 p.m - 3:30 p.m.)
Viernes 19 de agosto de 2011
8:30-12:00 Mesa de trabajo de Didáctica
Local: Aula 6402
Coordina Msc. Rosa María Aguirre
· Propuesta de secuencia didáctica para la lectura del Popol-Vuh (Lic. Manuel Gaitán)
· Estrategias didácticas para la comprensión y producción de poesía (Lic. Mirna Xiomara
Aburto García)
· Estrategias didácticas para mejorar la lectura de los cuentos sociales de Rubén Darío (Lic.
Auxiliadora del Socorro Eustaquio López y Lic. Sovieth María Espinoza Velásquez)
8:30-12:00 Mesa de trabajo de Estudios de narrativa
Local: Aula 6403
Coordina Msc. Bertha Cajina
· El tejido intertextual narrativo en Aurora del ocaso de Gloria Elena Espinoza de Tercero
(Msc. Isidro Rodríguez Silva)
· La destrucción como símbolo en Aurora del ocaso de Gloria Elena Espinoza (Lic. Abigaíl
Hernández)
· El lenguaje como elemento desmitificador de la urbe en dos novelas posmodernas
centroamericanas (Dr. Iván Uriarte)
· El mito y el héroe en el cuento ―Bombas‖ de Manolo Cuadra (Ricardo Guzmán Sánchez)
· Lo transgenérico en la obra Ángel pobre en overol rojo desteñido de Rafael Vargarruiz (Msc.
Anielka Patricia Carballo Palma)
8:30-12:00 Mesa de trabajo de Estudios de poesía
Local: 6404
Coordina: Lic. Ricardo Álvarez Ruiz
· Intertextualidad bíblica en el poema ―Lágrimas por una puta‖ de Carlos Rigby (Lic. Nora
Cuadra Baquedano)
· Entre la política y el exotismo: hacia una revaluación de Tropical Town and Other Poems (Msc.
Javier Padilla)
· Estética trágica según Nietzsche en dos poemas de La insurrec-ción solitaria (Lic. José de la
Cruz Ñamendy García)
· Análisis estilístico de dos textos de la cosecha lírica de Álvaro Urtecho: ―Bendición‖ y
―Sábado a medio‖ (Lic. Carmen Chavarría Úbeda)
· La sonoridad en Treinta veces Isha, poesía reunida de Jahoska Tijerino (Lic. Madeline
Mendieta)
· Enfrentamiento dialéctico marxista de los elementos éticos y estéticos en la muestra de
poesía La tierra es un satélite de la luna, de Leonel Rugama (Lic. Yuri Fajima Arbizú y Lic.
Kenneth Chávez Cedeño)
8:30-12:00 Mesa de trabajo de Estudios del teatro
Local: 6407
Coordina: Msc. Mayra Bonilla Martínez
· El discurso dramático como forma de poder en el espectáculo teatral. Aplicación del
método de Foucault (Msc. Mayra Bonilla Martínez)
· Traducción e interpretación actual de El Güegüense (Msc. Rolando Téllez)
Presagios espinozianos y el metadrama ficcional El espantapája-ros (Lic. Federico José
Benavides)
· Análisis dramático de la Chinfonía burguesa, de José Coronel Urtecho y Joaquín Pasos (Lic.
Rodrigo Vargas)
· Cultura y cosmovisión en el Rabinal Achí y en El Güegüense (Msc. María Dolores Álvarez)
8:30-12:00 Mesa de trabajo de Sociolingüística
Local: Aula 6405
Coordina: Msc. Zobeyda Zamora Úbeda
· Fenómenos fonéticos en Telica (León): un estudio sociolingüísti-co (Lic. Rosa Mairena y
Lic. Alexa Tercero)
· Estratificación sociolingüística de las formas de tratamiento en el municipio de León,
Nicaragua (Lic. María Elena Rivas)
· El léxico popular nicaragüense de los cuentos ―El hombrote‖ y ―La mula‖, de Fernando
Silva, presentes en los adolescentes en edades de 13 a 18 años del Instituto Nacional
Monseñor ―Rafael Ángel Reyes‖, municipio de Diriomo (Perla Karina Vega)
· El nicaragüense y sus chochadas: estudio de las palabras que inician con ch en el léxico
popular nicaragüense (Msc. Hilda Bal-todano Reyes)
· El léxico sexista reflejado en los graffiti de los baños de la Univer-sidad Nacional de
Ingeniería (Lic. Flor de María Aguilar Ortiz)
8:30-12:00 Mesa de trabajo de Lingüística
Local: 6406
Coordina Msc. Germán Antonio Rodríguez
· Análisis del discurso: Don Fabio y el anticaudillo (Esp. Álvaro Es-cobar Soriano)
· El español como lengua de especialidad en Nicaragua (Msc. Iván Enrique Sandino)
· Estudios de la fonética nicaragüense (Msc. Francis Mendoza Morán)
· Estudio de los fonemas consonánticos articulados por hablantes del municipio de San José
de Cusmapa (Madriz), durante el II semestre del 2010 (Lic. Ivis Esther Moreno García y Lic.
Karla María Silva Escorcia)
· Lingüística en movimiento: demostración de ejercicios de lingüís-tica cognitiva (Msc. Rafael
Montenegro Guillén)
8:30-12:00 Mesa de trabajo de Cultura y comunicación
Local: Aula de medios de Filología y Comunicación
Coordina: Esp. Lesbia Bermúdez
· Introducción al debate contemporáneo (Msc. Freddy Quezada y Lic. Aurora Suárez)
· Las redes sociales y los movimientos sociales en el área de co-municación y cultura (Lic.
Hazell Rueda Tenorio y Lic. Ileana Blandón López)
· Los medios masivos de comunicación y la identidad nacional nicaragüense (Lic. Javier
González)
· La subjetividad en los comportamientos preventivos del VIH (Msc. Jorge Portocarrero)
2:00-3:00: Mesa redonda: Vida, producción y análisis de la poética de Francisco Ruiz
Udiel
Local: Auditorio “Roberto González”
Moderador: Víctor Ruiz
Expositores:
· Addis Díaz Cárcamo
· Claribel Alegría
· Ulises Juárez
· Mario Mart´z
· Enrique Delgadillo
3:00- 4:30 p.m. ACTO DE CLAUSURA
Local: Auditorio “Roberto González”
· Himno nacional
· Palabras de ofrecimiento del Decano de la Facultad de Edu-cación e Idiomas, Msc.
Alejandro Genet Cruz
· Conferencia magistral de Jorge Eduardo Arellano: Hernán Robleto y sus aportes a la
narrativa hispanoamericana
· Valoración del VI Simposio, a cargo del Coordinador del CILL, Dr. Ignacio Campos Ruiz
· Entrega de diplomas.
JORGE EDUARDO ARELLANO (Granada, Nicaragua, 4 de julio, 1946)
–Hoja de Vida /resumen actualizado–
I. Datos personales:
Cónyuge
:
Consuelo Pérez Díaz
Hijos
:
4 / Emperatriz (1973), Consuelo (1977),
Héctor y Verónica (1982), gemelos.
Dirección
:
Residencial El Dorado, 105, Managua, Nic.
Telefax :
(505) 22444589
Correo electrónico:
[email protected]/[email protected]
II. Estudios y grados: Bachiller en Ciencias, Letras y Filosofía, Colegio Centroamérica,
Granada (1964); Licenciado en Humanidades, Universidad Centroamericana de Managua
(1967-72); Egresado de la Escuela de Documentalistas de Madrid (1972-74) y Doctor en
Filología Hispánica (Madrid), Universidad Complutense (1973-74 y 1984-86); inglés básico
en Georgetown University, Washington, D.C. (enero-mayo, 1979); Pasante en Lexicografía
Hispanoamericana, Universidad de Augsburgo, Alemania (1990) y Candidato a Doctor en
Estudios Americanos, Universidad de Santiago de Chile (1998).
Seminarios en Chile: ―Chile en el año 2010‖ (1-3 de diciembre, 1997), Academia de
Ciencias; ―Identidad, Humanidades e Integración‖ (28-30 de abril, 1998), Universidad
Católica Blas Cañas; ―Actores no estatales en las relaciones internacionales‖ (23-24 de
octubre, 1998), Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), Universidad de Santiago;
―Democracia, Diferencias Culturales y Biodiversidad‖ (3-11 de enero, 1999), IDEA,
Universidad de Santiago.
III. Becas: Instituto de Cultura Hispánica (octubre, 1972-septiembre, 1973): para realizar
estudios especializados en Documentación y Archivo en Madrid; Ibero-Americanisches
Institute, Berlín (abril-junio, 1981): para trabajar el manuscrito de El Güegüense recogido por
el Dr. Walter Lehmann; Fulbright Scholarship (octubre, 1986-mayo, 1987): para elaborar una
introducción a la Literatura Centroamericana y un breve diccionario de escritores, Redlands,
CA y Washington, D.C.; Ministerio de Asuntos Exteriores, España (mayo-julio, 1988): para
investigar la correspondencia de Rubén Darío en el Seminario Archivo Rubén Darío, Madrid; y
Deuscher Akademischer Austauschdienst (mayo-julio, 1990): para trabajar en el Nuevo
Diccionario de Americanismos. Augsburgo, Alemania.
IV. Premios: 12: uno en España (por la mejor tesis doctoral para graduandos de
Hispanoamérica y Filipinas, 1986), tres a nivel latinoamericano (de cuento, Guatemala, 1970;
―Montalvo‖ de ensayo, Quito, Ecuador, 1972 y el convocado por la Organización de los
Estados Americanos en el centenario de Azul…, 1988) y, a partir de 1967, siete nacionales
(tres veces el ―Rubén Darío‖: 1976, 1996 y 2003, ramas de ensayo los dos primeros y de
poesía el último), más el de bibliografía de la Unesco —también a nivel nacional—
convocado en el Año Internacional del Libro (1972).
V. Cátedras universitarias: Tras su primera experiencia docente como Profesor de Historia
de Nicaragua en el Colegio Centroamérica, Managua (1968), en la Universidad Centroamericana
(UCA): catedrático de Historia de Centroamérica (primer semestre, 1972); Literatura
Hispanoamericana, Documentación y Archivo, Cultura Nacional, Literatura Nicaragüense,
Historia e Historia Social de Nicaragua (julio, 1974-diciembre, 1978); Coordinador del Área
de Historia de la Cultura en Estudios Generales (1977-78); Historia del Arte en Nicaragua
(segundo semestre, 1989) y Cátedra ―Rubén Darío‖ (primer semestre, 1990). Posteriormente
impartió cursos sabatinos de Maestría: ―Rubén Darío y la Modernidad‖ (1999) y ―Darío:
fundador de la Cuentística Latinoamericana‖ (2000).
En la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN): Profesor de Historia de la
Cultura (1971 y 1975-77), Catedrático de Historia Social de Nicaragua (1978), Catedrático de
Literatura Hispanoamericana, Literatura Nicaragüense y Cátedra ―Rubén Darío‖ (19801884).
En la Universidad Americana de Nicaragua (UAM): Catedrático de Historia de
Centroamérica y Nicaragua (agosto-diciembre, 1996); y Profesor del Diplomado en ―Cultura
e Historia de Nicaragua‖ (agosto-diciembre, 2003) y del Diplomado ―Conozcamos nuestro
Güegüense‖ (julio-agosto, 2006).
En las dos primeras universidades dirigió once monografías de Bibliotecología,
Literatura e Historia (1974-78). Además, dos tesis de Maestría: Historia social de las ideas de
Nicaragua (2002) de Pablo Kraudy y El Léxico del católico granadino (2003) de Hilda Baltodano,
ambas en la UNAN-Managua.
De marzo a mayo de 2010 impartió en la Maestría de Filología Hispánica, de la
UNAN-Managua el curso de Dialectología Hispanoamericana.
VI. Cargos profesionales: Referencista, editor e investigador de la Biblioteca del Banco
Central de Nicaragua (1974-1978, 2000-2006 y marzo, 2007 hasta el presente); Director del
Archivo General de la Nación (agosto, 1979-agosto, 1980); Jefe del Centro de
Documentación del Instituto de Estudio del Sandinismo (1981-82); Consultor del Proyecto
―Nicaraguan National Bibliography‖ (enero, 1983-octubre, 1986), con sede en Redlands,
California; Asesor del Centro de Estudios de la Realidad de América Latina (1988-1990);
Director General de Bibliotecas, Hemeroteca y Archivo (julio, 1990-febrero, 1997);
Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Nicaragua en Chile (marzo, 1977-febrero,
1999); Asesor de la Dirección General del Instituto Nicaragüense de Cultura (1999-2011).
VII. Actividades editoriales: Director y/o editor de catorce publicaciones periódicas: La
Orquídea del Acero /semanario de literatura nicaragüense (1964-65: 6 números); revista
Posintepe (1966: 3 números), El Güegüence (1971: 5 números), Boletín del Archivo General de La
Nación (agosto, 1979-agosto, 1980: 7 números); Cuadernos de Crítica Literaria (1980: 1 número);
IES /Boletín de referencias (1981-82: 6 números), Cuadernos de Bibliografía Nicaragüense (1982: 2
números), Nicacruz (1987-88: 2 números), Cuadernos Centroamericanos de Historia (1988-90: 9
números), Revista Nicaragüense (1982: 2 números), Boletín de la Dirección General de Bibliotecas,
Hemeroteca y Archivos (1993-96: 7 números); Revista LENGUA, 2ª época (junio, 1995,
noviembre, 2010: 35 números); REVISTA DE LA ACADEMIA DE GEOGRAFÍA E
HISTORIA DE NICARAGUA, 2ª época, 2000-2010: 24 números y BOLETÍN
NICARAGÜENSE DE BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN (julio, 1974-abril,
2011, con la excepción de cinco años: 150 números). Ha sido la única publicación periódica
de Nicaragua que sobrevivió a tres sistemas políticos distintos. También fue jefe de
redacción de la Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano (1968-70). Al mismo tiempo
editó más de treinta títulos, de otros autores, bajo los sellos ediciones americanas, ediciones
nacionales, ediciones populares y JEA editor.
VIII. Reconocimientos y responsabilidades académicas: Miembro de número de la
Academia Nicaragüense de la Lengua (electo en 1980, ingresó el 8 de septiembre, 1989);
Miembro correspondiente de la Real Academia Española (20 de octubre, 1989); Orden de la
Independencia Cultural ―Rubén Darío‖ (23 de febrero 1990); Orden ―Isabel la Católica‖,
Madrid (1990); Orden ―Tomás Ruiz‖, Alcaldía de Chinandega (noviembre, 1991); Orden ―El
Güegüense de Bronce‖, Miami (1992); Secretario (1990-91) y Presidente (1992-93) del
Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica; Secretario de la Comisión Nacional del V
Centenario (agosto, 1990-92); Miembro del Movimiento Civilista (1990-93); Miembro de la
Comisión Nacional de la Unesco (1990-1996); Miembro del Consejo Superior de Cultura
(1990-96) y del Consejo Nacional de Educación (1990-96); Miembro rotativo de la Comisión
Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua (Madrid, febrero-abril, 1995);
Presidente de la Sociedad Bolivariana de Nicaragua (1995-2006); Miembro del Consejo
Editorial del diario La Prensa (1994-96 y 2003-07); Hijo predilecto de Granada, Nicaragua
(1996); Miembro correspondiente de la Academia Nacional de Letras del Uruguay (octubre,
1996); de la Academia Panameña de la Lengua (enero, 1997); de la Academia
Norteamericana de la Lengua (julio, 1997) y de la Academia Chilena de la Lengua
(noviembre, 2004); Miembro correspondiente de la Sociedad de Geografía e Historia de
Guatemala (2000); Ciudadano del Siglo, Departamento de Granada (2000); Subdirector
(mayo, 1999 – 22 de enero, 2002), y a partir del 23 de enero, 2002 director de la Academia
Nicaragüense de la Lengua, relegido el 19 de diciembre de 2006 (en ambas ocasiones por
votación unánime); secretario de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua (desde
octubre, 2002 hasta el presente), Hijo dilecto de León (enero, 2003); Profesor honorario de
la UNAN-León (febrero, 2005); Doctor Honoris Causa de la Universidad de Ciencias
Comerciales (Managua, mayo, 2008).
IX. Congresos, festivales y conferencias internacionales: Ha participado en numerosos
Congresos e impartido charlas en España (Madrid, Pamplona, Dos Hermanas, Sevilla,
Huelva, Alicante, Salamanca, Valladolid, Alcalá de Henares, Oviedo, Las Palmas, San Millán
de la Cogolla, Valencia y Barcelona); Berlín y Estocolmo. Igualmente en México (el D.F.,
Cocoyoc, Tuxtla-Gutiérrez, San Cristóbal Las Casas, Mérida, Guadalajara, Veracruz,
Campeche y Guanajuato), países del área centroamericana: Ciudad de Guatemala, San
Vicente, San Salvador, Tegucigalpa, San Pedro Sula, San José de Costa Rica, Nicoya, Ciudad
de Panamá; Colombia (Bogotá, Medellín, Cartagena de Indias), Quito y Chile (Santiago, San
Felipe de Aconcagua, Valparaíso, Viña del Mar y Valdivia), Argentina (Rosario y Buenos
Aires), Uruguay (Montevideo, Punta del Este), Montreal, Tokio y Estados Unidos
(Washington, Nueva York, Boston, Nueva Orleans, San Diego, Los Ángeles, Princeton,
Stanford, Miami) y URSS (Moscú y Festival Pushkim).
X. Publicaciones principales:
X.1. Poesía: Amplísima y variada en temas y registros, su poesía fue la primera de su
generación que alcanzó reconocimiento internacional: la mención honorífica en el concurso
celebrado en México (octubre, 1968), con motivo de las Olimpiadas Mundiales. Entonces de
22 años, recibió el diploma correspondiente firmado por Carlos Pellicer y el español
Alejandro Finisterre. Traducida parcialmente a seis idiomas –Inglés, Francés, Italiano,
Búlgaro, Ruso y Alemán– se ha publicado en doce plaquettes o poemarios: La estrella perdida
(1969), Patria y liberación (1977), De la dispersión y el olvido (1978), La entrega de los dones (1978),
Canto a Nicaragua libre (México, 1981), La entrega de los dones (2da. edición 1983), Visiones y
devociones (1986), Darío en la gran cosmópolis, La pluma del águila y Retornos (1987), prosemas;
Inventario contra la muerte (Valencia, 1996), La entrega de los dones (2001), tercera antología
poética; Sonetos, sonetejos y sonetillos (Valencia, España, 2001) y La camisa férrea de mil puntas
cruentas (2003).
X.2. Narrativa: 12 escenas desconocidas (1968) e Historias nicaragüenses (1974), relatos; Cuaderno de
Andalucía (1977), crónica; Retratos de hombres libres (1982), relatos; Timbucos y calandras (1982,
1986, 1990, 2004) y El libro del buen amorcito (1984, 2001), novelas cortas. El Centro
Nicaragüense de Escritores editó su antología narrativa: Silva de breve ficción (agosto, 2008).
X.3. Crítica e historia literarias: Panorama de la Literatura Nicaragüense (6 ediciones: 1966,
1968, 1977, 1982, 1986 y 1997); Poesía de los pueblos primitivos de Nicaragua (1968), El Movimiento
Nicaragüense de Vanguardia (3 ediciones: 1969, 1971, 1982); Inventario teatral de Nicaragua (1989);
Pablo Antonio Cuadra: aproximaciones a su vida y obra (1991 y 1997); Voces indígenas y letras
coloniales de Nicaragua y Centroamérica (2002); Aventura y genio de Salomón de la Selva (2003 y 2009).
X.4. Historia: Las culturas indígenas de Nicaragua (1970): La conquista de Nicaragua y su proceso
(1976); Historia de la Universidad de León (1973-74, 2 vols.); El Padre–indio Tomás Ruíz, prócer de
Centroamérica (1972, 1979); Lecciones de Sandino (1981, 1983); Breve historia de la Iglesia en
Nicaragua (1980, 1981, 1985, 1987); El León del Istmo (1989); Nueva historia de Nicaragua
(1990); Elena Arellano: una laica apostólica (1991); El doctor David Arellano: 1872-1928 (1993);
Historia básica de Nicaragua (1993, 1997, 2 vols.); Brevísima historia de la educación en Nicaragua
(1997); Granada, aldea señorial (1997, 1999); Héroes sin fusil /140 nicaragüenses sobresalientes (1998);
Garibaldi, héroe de dos mundos, en Nicaragua (2000); El sabio Debayle y su contribución a la ciencia
médica en Centroamérica (2000 y 2008); Emilio Benard Doudé y su época (2001); General Fernando
Chamorro Alfaro: héroe olvidado de la Guerra Nacional (2002); La moneda en Nicaragua: Reseña
histórica (2001); León de Nicaragua /Tradiciones y valores de la Atenas centroamericana (2002); La Pax
Americana en Nicaragua: 1910-1932 (2004); Guerrillero de nuestra América /Augusto C. Sandino:
1895-1934 (2006 y 2008); Costa Rica y Nicaragua en la primera mitad del siglo XIX (2007); Masaya
y sus glorias beisboleras (2007), además de El beisbol en Nicaragua: rescate histórico y cultural / 18891948 (2007 y 2008). Por otra parte, desde febrero de 2004 hasta diciembre de 2007 publicó
unos 80 reportajes especiales de temas históricos en el diario La Prensa. A partir de
septiembre de 2008, los ha continuado en El Nuevo Diario hasta hoy.
X.5. Historia del Arte: Pintura y escultura en Nicaragua (5 ediciones: 1977, 1978, 1982, 1990,
1994) y Pinacoteca del Banco Central: Selección de obras (texto bilingüe, 2000); Introducción al arte
precolombino de Nicaragua (1978); La colección Squier-Zapatera /Estudio de estatuaria prehispánica
(1980); Puerto Cabezas en la plumilla de Montenegro (1988); La isla-santuario de Zapatera y sus
estatuas con alter ego / The Zapatera Island-Sanctuary and the statues with alter ego (2010). Asimismo,
ha elaborado múltiples textos en catálogos y obras de arte; la última en Pablo Antonio
Cuadra: crítica de arte (2005).
X.6. Ediciones y/o Antologías: Ha preparado, con estudios preliminares y notas, quince
ediciones de Rubén Darío (véase apartado especial); once de El Güegüense, la última: El
Güegüense o el gran embustero / Farsa indohispana del siglo XVIII (Managua, Unesco, 2009 e idem,
INCH, 2009); siete de antologías de la poesía y el cuento nicaragüense, desde Poesía joven
nicaragüense (1971) hasta Minificciones de Nicaragua (2004); seis títulos de Augusto C. Sandino,
otros seis de Salomón de la Selva, cinco de Literatura colonial (destacándose dos volúmenes
de Nicaragua en los cronistas de Indias y dos ediciones del primer libro de autor nacido en
Nicaragua: la Relación verdadera de fray Fernando Espino, 1674); cuatro de Pablo Antonio
Cuadra, tres de teatro, tres de Alfonso Cortés, dos de Azarías H. Pallais, otros dos de José
Coronel Urtecho y uno de literatura para niños con dos ediciones.
Ha editado las compilaciones Granada de Nicaragua: en el año del Quinto Centenario (1992); León
Viejo, Pompeya de América (1993); Bolivar y los nicaragüenses (1982), Sarmiento y los nicaragüenses
(1988); Neruda en la garganta pastoril de América (1998), El Libertador entre nosotros (2001);
Managua en el tiempo (2007); La Costa Caribe nicaragüense: desde sus orígenes hasta el siglo XXI
(2009).
Ha colaborado, al menos, en veinte obras de autores varios: Memoria del Congreso V Centenario
de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (Nicoya, Costa Rica, 1978); Pablo Richard, ed.: Raíces de
la teología latinoamericana (San José, C.R., Cehíla, Dei, 1985); Encuentro de Intelectuales ChiapasCentroamérica (Tuxtla Gutiérrez, 8-12 de abril, 1991); Encuentro de Intelectuales ChiapasCentroamérica (San Cristóbal las Casas, 3-7 de mayo, 1992); RAE: X Congreso de Academias de la
Lengua Española (Madrid, 24-29 de abril, 1994); Encuentro Internacional de la Lengua Española.
Memoria. Edición de José María Padilla Valencia (Huelva, Diputación Provincial, 1995); Oscar
Acosta, poeta de Honduras (Tegucigalpa, Editorial Guaymuras, 1996); Debats / Especial
Nicaragua (Valencia, Edicions Alfons el Magnánimo, 1996); Culturas Indígenas de Nicaragua
(1988); Inventario teatral de Hispanoamérica (Madrid, 1989), 4 vols.; Enciclopedia de Nicaragua,
Barcelona (2001), 2 vols.; Colón y la Costa Caribe de Centroamérica (Managua, Fundación Vida,
2002); Con Alonso Zamora Vicente. Actas del Congreso ―La Lengua, la Academia, lo Popular,
los Clásicos, los Contemporáneos…‖ (Alicante, Universidad de Alicante, 2003); Nicaragua: de
océano a océano. Cinco semblanzas de Squier (ibidem, 2004); Odón Betanzos Palacios o la integridad del
árbol herido (Nueva York, Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos, 2004); Nicaragua.
Ideas. Siglo XX (Santiago de Chile, Lom Editores, 2005); Henrik Ibsen: El Visionario de la
Nieve (2006); XVII Coloquio Cervantino Internacional: Don Quijote en la capital cervantina de América
(Guanajuato, México, 2007); Memoria / El Güegüense: Coloquio y Debate (Managua, INC, 2008);
León Viejo en la memoria (Managua, INC, 2009); Memorias del INCH / 50 Aniversario (2009).
Patrocinado por la Fundación Vida, rescató y prologó la obra del mismo E. G.
Squier: Apuntamientos sobre Centroamérica (2004) y quince textos dispersos recogidos y
presentados en Nicaragua en el siglo XIX /Testimonios de funcionarios, diplomáticos y viajeros (2005).
X.6. Obras de referencia: Ha elaborado y/o dirigido también doce obras de referencia
sobre el patrimonio y los valores culturales del país. Entre ellas: Bibliografía general de Nicaragua
[1674-1900] (1981); Nicaraguan National Bibliography (Redlands, C.A., 1986), en colaboración
con otros autores, 3 vols. Bibliografía nacional de Nicaragua [1979-1989] (1991); Diccionario de
autores nicaragüenses (1994), 2 vols.; Diccionario de escritores centroamericanos (1997); Catálogo de
periódicos y revistas de Nicaragua [1830-1930 y 1931-1978] (1992), 3 vols.; 30 años de arqueología
nicaragüense (1993); Literatura Centroamericana /Fuentes para su estudio /Diccionario de Escritores
(2002).
X.7. Labor lexicográfica y lingüística: Ha rescatado, valorado y enriquecido el quehacer
lingüístico del país que se remonta a finales del siglo XIX, transcribiendo la obra del alemán
C. H. Berendt: Palabras y modismos de la lengua castellana, según se habla en Nicaragua (1874); y
compilando cuatro volúmenes colectivos sobre la materia (1992, 1995, 2001 y 2004). Su
primera investigación, El español en Nicaragua /Bibliografía fundamental y analítica (1837-1980), la
editó el Departamento de Español de la UNAN-Managua.
Colaborador del Diccionario de uso del español nicaragüense (2001), aportó también su
introducción metodológica y bibliografía clasificada, anotada y actualizada del español
nicaragüense. Además, mantuvo con Róger Matus Lazo una página idiomática en el diario
La Prensa (2004-2006). Una muestra selectiva de ellos y sus principales glosas e indagaciones
reunió en el volumen Del idioma español en Nicaragua (2005): veintiséis trabajos que concilian la
seriedad científica y el humor del hombre de la calle.
X.8. Textos en solapas, contracubiertas y prólogos de obras literarias e históricas:
Más de medio centenar, entre ellos: El retorno del Cisne. Ensayos (1983); y Letanías a Catarrán.
Homenaje a don Vicente Hurtado Morales (1984 y 2009) de Guillermo Rothshuch Tablada; Obra
(1989), que también compiló, de Fernando Gordillo; Teatro de la ira (1995) de Alfredo
Valessi; Conservación urbana y edilicia (1995) de Mario Molina, ed.; Ge Erre Ene y sus parodias de
Rubén Darío (1998) de Günther Schmigalle; Voces femeninas en la narrativa de Rosario Aguilar
(1998) de Nydia Palacios (1998); Historia social de las ideas en Nicaragua. El pensamiento de la
conquista. Primera mitad del siglo XIX (2001) de Pablo Kraudy; Gobernantes de Nicaragua: 18211979. Guía para el estudio de sus biografías políticas (2002) de Aldo Díaz Lacayo; La estatuaria
aborigen de Nicaragua (1999) de Pía Falk y Louise Friberg; Ecuador y Nicaragua / Vínculos
histórico-culturales (2002) de Carlos Ernesto Rodríguez Andrade; Estudios sobre español
nicaragüense (2002) de Róger Matus Lazo; Columna lexicográfica III (2002) de Enrique Peña
Hernández; El habla nicaragüense y otros ensayos (2003) de Carlos Mántica; Mitología nicaragüense
(2003) de Eduardo Zepeda-Henríquez; Los dioses vencidos de Zapatera. Mitos y realidades (2004)
de Clemente Guido Martínez; Tela de cóndores. Homenaje a Oswaldo Guayasamín (2005) de
Guillermo Rothschuh Tablada; Las máscaras del texto. Proceso histórico y dominación cultural en
Centroamérica (2006) de Erick Aguirre; Tierra sin tiempo (2007) de Álvaro Urtecho;
Posmodernidad y pensamiento ágil (2007) de Plutarco Cortés; La guanislama y otras vetas (2007) de
Gilberto Bergman Padilla; Crisis económica, bancos y reforma monetaria en Nicaragua: 1870-1926
(2008) de Roger Norori; ¿Y ahora qué? ¡A cortar café! (2009) de Aurora Sánchez Nadal.
X.9. Labor rubendariana: Desde su ensayo ―Rubén Darío y los jesuitas‖ (La Prensa
Literaria, Managua, 6 de febrero, 1966), escrito a sus veinte años, se ha entregado a una
constante tarea de crítica, investigación y difusión de la obra de Rubén Darío. Obtuvo el
Premio Nacional ―Rubén Darío‖ (1976), el de la OEA (1989) y de nuevo el primero (1996),
respectivamente, con los libros Contribuciones al estudio de Rubén Darío (Managua, Ministerio de
Cultura, 1980), Azul... de Rubén Darío /Nuevas perspectivas (Washington, 1993) y Los Raros: una
lectura integral (Managua, INC, 1996).
En los años ochenta compiló y editó las selecciones rubendarianas: Textos políticos
(Managua, Biblioteca Nacional, 1980), reeditado en República Dominicana por Francisco
Valle cuatro años después; Tantos vigores dispersos /Ideas sociales y políticas (Managua, Consejo
Nacional de Cultura, 1983), reeditado por Distribuidora Cultural; y Prosas políticas (Managua,
Ministerio de Cultura, 1983) con introducción de Julio Valle-Castillo. En 1982 la revista
cubana Casa de las Américas (no. 133, julio-agosto) publicó su ensayo ―Rubén Darío
antiimperialista‖, reproducido en otras revistas del Caribe. En 1984 tres artículos suyos, con
otros de José Jirón Terán, fueron recogidos en el folleto Rubén Darío primigenio (Managua,
Ediciones Convivio); los de JEA se titulan: ―El Ensayo: primigenia fuente hemerográfica de
Rubén Darío‖, ―Al Libertado Bolívar: primer impreso de Rubén Darío‖ y ―De caza (1880):
primer poema de Rubén escrito en Managua a los 13 años‖.
A éstos siguieron los volúmenes de autores varios y números monográficos: el
dedicado al centenario de Azul... en BNBD: Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación,
no. 56, febrero-abril, 1988; Azul... y las literaturas hispánicas /Memoria del Simposio
Internacional efectuado en Managua del 5 al 9 de octubre de 1988 (México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1990) en colaboración con Fidel Coloma; Ciclo
dariano 1991 (Managua, INC, 1991); y ―Ciclo dariano 1992‖, BNBD, no. 80, septiembreoctubre, 1993.
Siempre en los noventa promovió y presentó la edición de El mundo de los sueños [de
RD, 1992] y compiló, en colaboración de Jirón Terán , anotó y prologó el volumen Los limos
más hondos y secretos /Poemas ausentes en su Poesías Completas (Managua, Fundación
Internacional Rubén Darío, 1992). Además, colaboró en la revista Cuadernos Hispanoamericanos
de Madrid (no. 489, marzo, 1991) con ―Los primeros lectores de Azul…‖ y no. 531,
septiembre, 1994, con ―Azul… y la experiencia de Darío‖.
Igualmente, dedicó otro números monográficos a Rubén en el BNBD: 101 (octubrediciembre, 1998), 104 (julio-septiembre, 1999), 114: ―Rubén Darío y la leonesidad (eneromarzo, 2002); 124: ―II Simposio Internacional Rubén Darío: Nuevos asedios y
reencuentros‖ (enero-marzo, 2004); 128: ―III Simposio Internacional Rubén Darío: Cantos de
vida y esperanza: Relecturas en su centenario‖ (julio-septiembre, 2005); 130: ―Rubén Darío:
Antología centroamericana‖ (enero-marzo, 2006); 134: ―Rubén Darío: Bibliografía selectiva,
anotada y crítica: 1997-2006‖ (enero-marzo 2007), 136: ―El Canto Errante: en su centenario.
V Simposio Internacional Rubén Darío‖ (julio-septiembre, 2007); y 149-150: ―Rubén Darío:
actualidad y trascendencia‖ (abril-septiembre, 2010).
Su discurso de ingreso a la Academia Nicaragüense de la Lengua, ―El proyecto
cultural de Rubén Darío‖ —leído el 8 de septiembre de 1989— fue editado en folleto (1991),
con introducción de Pablo Antonio Cuadra y discurso de contestación de Guillermo
Rothschuh Tablada; y se reprodujo en la obra colectiva Rubén Darío en la Academia (1997) y en
Mapocho / Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, Santiago de Chile (no. 44, 1998).
También de 1998 data su ensayo ―Los raros: contexto y coherencia interna‖, incluido en la
memoria Rubén Darío /Estudios en el centenario de Los raros y Prosas profanas, editada por Alfonso
García Morales en la Universidad de Sevilla.
Al año siguiente, otro ensayo suyo, ―Calibán y Martí en Los Raros‖, fue publicado en
los Anales de Literatura Hispanoamericana /Homenaje a Luis Sainz de Medrano (Madrid, no. 28,
tomo I, 1999). Luego compiló y editó con Günther Schmigale las páginas cervantinas de
Darío: Don Quijote no debe ni puede morir (Managua, Academia Nicaraguense de la Lengua,
2000). Y en 2002 el volumen colectivo Rubén Darío y su vigencia en el Siglo XX (I Simposio
Internacional RD, 2003).
Otra investigación, ―El amigo de Darío‖, constituye el capítulo IV de su libro El sabio
Debayle y su contribución a la ciencia médica de Centroamérica (Managua, Academia Nicaragüense de
la Lengua, 2000, e idem, Hispamer, 2008).
Su mayor obra de investigación en la materia corresponde a Cartas desconocidas de
Rubén Darío (Managua, Academia Nicaragüense de la Lengua, 2000), selección y anotación
exhaustiva de 250 piezas fechadas entre 1882 y 1916. Una segunda edición de estas cartas fue
realizada en 2002 por la Fundación Vida dentro de su Colección Cultural de Centroamérica y
una tercera en 2006. En el 2004 apareció la plaquette Rubén Darío: Nuevos poemas inéditos, bajo
el sello del Fondo Editorial CIRA; y en el 2005 el ensayo ―Rubén Darío y su papel central en
los modernismos de Lengua española‖, incluido en el volumen de autores varios Modernismo y
modernidad desde Nicaragua y España (Alcalá de Henares, Fernando Cerezal, ed.), más la
segunda edición de Don Quijote no debe ni puede morir: páginas cervantinas de Rubén Darío
(Pamplona, Universidad de Navarra /Editorial Iberoamericana).
De 2005 data también su edición crítica, con Pablo Kraudy, de Cantos de vida y
esperanza (Managua, Instituto Nicaragüense de Cultura). Ese mismo año, con motivo del
centenario de la manga obra de Darío, fue invitado por la Universidad de Madrid a participar
en el ―Congreso Internacional Rubén Darío y España: diálogos transatlánticos‖, impartiendo
el 13 de abril de 2005 la conferencia de clausura en el Ateneo de Madrid; y por la Real
Academia Española a leer en la Universidad de Salamanca, el 14 de septiembre del mismo
año, su ensayo ―En conmemoración de Cantos de vida y esperanza‖, publicado en el Boletín de la
Asociación de Exbecarios y graduados iberoamericanos y de Filipinas en España (no. 11, 2005).
La misma conmemoración lo llevó —también invitado por sus coordinadores— a
colaborar en los números monográficos de la revista Ínsula (Madrid, no. 699, marzo, 2005) y
en Crítica Hispánica (Duquesne University, vol. XXVII, no. 2, del mismo año): ―Homenaje a
Rubén Darío‖. Asimismo colaboró en la edición Cuentos completos (Managua, anamá
Ediciones centroamericanas, 2005) con el prólogo, la incorporación de diez cuentos
desconocidos y una amplia bibliografía; y en el libro-catálogo Rubén Darío: las huellas del Poeta
(Madrid, Ollero y Ramos, Universidad Complutense de Madrid, 2008). Otro centenario, el de
El Canto Errante, motivó su estudio ―El Águila, Darío y Roosvelt‖, leído en el Museo y
Archivo de León, el 6 de febrero de 2007 e inserto en otro número monográfico: el de la
revista Nuevo Milenio (Valencia, España, no.31, octubre, 2007). Las últimas ediciones de RD
que ha preparado son tres: de nuevo en colaboración con Pablo Kraudy, la colección de 53
Escritos Políticos (Managua, Banco Central de Nicaragua, 2010), anotados suficientemente; el
Reportorio Dariano 2010 (Managua, Academia Nicaragüense de la Lengua, volumen colectivo);
y Rubén Darío en Managua (2011), editado por la alcaldía de la capital nicaragüense.
Otros trabajos suyos anteriores, aparecidos en publicaciones periódicas, merecen
citarse: ―El homenaje de los libros en su centenario‖ y ―la Última Antología de Darío al
inglés‖ (ambos en Nicaragua Indígena, no. 43, 1967; ―Darío, Mr. Huntington y Salomón de la
Selva en Nueva York‖ (PrensLit, 11 de mayo, 1979; ―Huellas futuristas en la poesía de Darío‖
(PrensLit, 7 de febrero, 1971; ―Montalvo en la obra de Darío‖ (Revista histórico-crítica de la
literatura centroamericana, San José, C.R., no. 1, julio-diciembre, 1974; ―Nicaragua en la poesía
de RD (PrensLit, 14 de febrero, 1976); ―Rubén Darío y la negritud‖ (PrensLit, 1980);
―Fonseca Amador, Darío y Gorki‖ (Nuevo Amanecer Cultural, 9 de noviembre, 1980); ―Las
obras completas de Rubén Darío‖ (Ventana, 12 de marzo, 1988); ―La pluma azul [cuento de RD]
y su hallazgo (Boletín de la Dirección General de Bibliotecas, Hemerotecas y Archivos, no.
4, enero, 1995) y ―La crítica chilena sobre Rubén Darío‖ (PrensLit, 26 de julio, 1997).
FAMILIA ARELLANO SANDINO

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