Miguel López Ávila Maestro y patriota

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Miguel López Ávila Maestro y patriota
Miguel López Ávila
Maestro y patriota
Uno de los más bellos e impresionantes edificios escolares de la capital de Coahuila es, sin duda, la
Escuela Miguel López, armoniosa alianza de ladrillo y cantera. De inspiración clásica, como lo
proclaman las columnas corintias que sostienen su fachada sur, este plantel, construido durante el
gobierno de Gustavo Espinoza Mireles, es también un monumento de gratitud al gran educador y
patriota que lleva su nombre.
Sin ser coahuilense por nacimiento, Miguel López Ávila dedicó gran parte de su vida a la niñez y a la
juventud de Coahuila. Nació en el estado de San Luis Potosí —probablemente en Real de Catorce—
en 1840. Radicó gran parte de su vida en Saltillo, ciudad en la que se desempeñó como profesor de
primaria. Con apenas 21 años ya dirigía una escuela. A partir de 1877 se integró a la planta docente
del Ateneo Fuente como catedrático de Gramática Castellana, Aritmética y Álgebra.
Dos años después fue nombrado director de la Escuela Oficial Número 1. Al recibir el nombramiento
de prefecto del Ateneo, en 1883, el Periódico Oficial del Estado celebró la designación, asegurando
había sido recibida “con aplauso de la sociedad y la Junta Directiva”, pues se trataba de una
persona bien conocida “por su conducta, por su ilustración, por su energía, por su rectitud”. Escribió
textos para uso de escuelas primarias del Estado: Gramática Castellana, Taquigrafía, Ortología
Castellana, Aritmética, Retórica y Geometría.
Por sus aulas desfilaron jóvenes llamados a convertirse en distinguidos personajes: Venustiano
Carranza, Vito Alessio Robles, Artemio de Valle-Arizpe y José García Rodríguez, entre muchos
otros. El historiador Alessio Robles lo recordaba con afecto y gratitud:
“---había sido soldado, erguido siempre, con su tez muy morena, su barba y amplia y perilla,
entrecana, como su cabeza, usando trajes de corte militar que le daban un aspecto marcial y
gallardo, era, además de muy cumplido, muy estricto y enérgico con ponderación. Era a la vez un
excelente profesor de Español…”.
Del aula a la trinchera
En uno de los momentos más críticos del país, con Maximiliano en el trono de un imperio de opereta,
Miguel López Ávila abandonó las aulas para tomar un fusil con el que defender a la República. En
octubre de 1864 se dio de alta, siendo nombrado por el Gobierno del Estado capitán primero de la
Cuarta Compañía del Primer Batallón Ligero de Coahuila. Sirvió a las órdenes del coronel Ismael
Salas, a cuyo mando asistió al asalto a Matamoros, Tamaulipas, en noviembre de ese mismo año, y
a la acción de San Jacinto. Asistió al Sitio de Querétaro, que culminaría con el fin del imperio de
Maximiliano, participando en la toma del Cerro de San Gregorio.
El domingo 16 de junio de 1867, el capitán López Ávila recibió la orden de marchar con la tropa a su
mando al Cerro de las Campanas, “a cuyo pie —cuenta en una carta a su amigo Antonio García
Carrillo— formamos el cuadro para fusilar a Maximiliano, Miramón y Mejía; y como allí no hay una
pared a propósito, se mandó que se improvisara una con adobes que sirvieron de trinchera al
emperador hace treinta y tantos días…”.
Los hombres esperaban el desenlace, pero recibieron una contraorden: regresar a Querétaro, pues
el fusilamiento había sido pospuesto. Tres días después, el 19, cuenta: “desde las cinco de la
mañana formamos otra vez el cuadro en el mismo lugar… y a las siete en punto han sido fusilados
los consabidos reos”.
Testigo de uno de los momentos más dramáticos de nuestra historia, el profesor ateneísta lo relata a
su amigo García Carrillo: “Tres carruajes los condujeron al suplicio [a Maximiliano, Miramón y Mejía]
y a pie firme recibieron allí la muerte con un valor bien distinguido, después de haber dirigido la
palabra al pueblo Maximiliano y Miramón, concluyendo este último por vitorear a México”.
El gran maestro y valiente defensor de la Patria murió en Saltillo en 1905. Diez años después, el 21
de diciembre de 1915, el presidente de la República, Venustiano Carranza, colocó la primera piedra
de la escuela dedicada a la memoria de su maestro Miguel López Ávila.
Javier Villarreal Lozano
Para saber más: Cartas de Querétaro. Saltillenses en la caída del Segundo Imperio, Javier Villarreal
Lozano, R. Ayuntamiento de Saltillo, 2005.

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