Acta de la Independencia

Transcripción

Acta de la Independencia
Nuestra Independencia:
05 de julio de 1811
N
un proceso en permanente construcción
uestra Independencia fue proclamada en acto solemne celebrado por el
Supremo Congreso de Venezuela, durante la sesión de 5 de Julio de 1811
en Caracas, rompiendo con ello el vínculo colonial que mantuvo a los
americanos sometidos a la voluntad del Imperio español por más de 300 años.
La conformación de un Estado republicano soberano constituía, en aquél
momento, un acto inédito en América Latina.
La lucha por nuestra independencia tiene como hito institucional los
sucesos del 19 de abril de 1810, cuando un grupo de mantuanos caraqueños
articuló la estrategia política que le permitió deponer a toda autoridad
española por considerarla ilegítima y, de esta manera, sentar las bases para la
construción del proyecto independentista.
5 de julio de 1811
Acta solemne de Independencia
Documento Fundacional de Nuestra República
Edición Facsimilar
Rif.: G-20008479-0
Portada: Detalle de Firma del Acta de la Independencia, Martín Tovar y Tovar, 1883.
Contraportada: Detalle del Relieve 05 de julio de 1811, de Angel Cabré y Magriñá. 1911. Mármol.
Concejo Municipal de Caracas.
Los republicanos de 1811 lograron la consecución de nuestra
independencia política frente al imperio español, pero como los esquemas
mentales de la época colonial siguieron en gran medida vigentes, la idea
republicana se construyó desde el imaginario europeo de la desigualdad. Sin
embargo, la participación de los negros, indígenas y pardos ha sido determinante
e innegable en el establecimiento de nuestra emancipación como Pueblo, en tanto
que la independencia de América Latina y el Caribe es el producto de tres
aspectos cuya relación ha sido muchas veces silenciada e ignorada, a saber:
1
. La acción genuinamente popular y de carácter radical, expresada en los
movimientos rebeldes de indígenas y africanos esclavizados que se dieron
desde el comienzo de la invasión europea en los territorios hoy llamados
americanos, así como las acciones y rebeliones libertarias e igualitarias
ocurridas ya cerca de la independencia, en el siglo XVIII, y promovidas por
los sectores sociales históricamente oprimidos, que han sido desdibujadas o
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reducidas dentro del calificativo de preindependentistas, en un esfuerzo por
otorgarles legitimidad.
2
. Las acciones de las elites locales que, desde la institucionalidad del
sistema monárquico español, lograron la concreción del tránsito a la
república, tal es el caso de la Junta de Caracas el 19 de abril de 1810 y la
declaración de la independencia el 5 de julio de 1811.
3
. La situación interna de España caracterizada por la casi total ocupación
de su territorio por parte de las tropas del francés Napoleón Bonaparte, la
reclusión del monarca español y su sustitución por un Rey extranjero, lo que
actúo como acelerador de las pretensiones autonomistas de las élites de las
provincias americanas.
El proceso Independentista en plena vigencia
Hace dos siglos un grupo de venezolanos tomó la firme decisión de
construir y transitar el camino de la libertad y soberanía en sustitución del
sistema monárquico anacrónico y atrasado del imperio español. Hace dos
centurias comenzó nuestra lucha por la construcción de repúblicas independientes, aquella lucha genuina de los pueblos que se extiende hasta hoy.
Hoy, como ayer, existen fuerzas antagónicas en permanente pugna: una,
la verdaderamente revolucionaria, la que entraña la lucha por la consecución de
Cronología
11 de mayo
1795
Rebelión
de José
Leonardo Chirinos
1795
1797
Aparece
en Venezuela
la proclama de los
Derechos del Hombre
y del Ciudadano.
Máximas Republicanas
1797
13 de julio
1797
Conspiración
de Manuel Gual
y José María España
1806
3 de agosto
1806
Francisco de
Miranda invade a
Venezuela desde
Coro e iza por
primera vez
el tricolor patrio
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una patria verdaderamente libre y soberana, donde la construcción de la
Democracia Popular, Participativa y Protagónica es asumida como tarea de
todos. Las premisas bolivarianas de soberanía, el legítimo derecho de
autodeterminación de los pueblos y la integración latinoamericana son
retomadas como herramienta ideológica para la construcción de nuestra
Venezuela Socialista. La otra, aquella parte de la población que históricamente
se ha negado a reconocer en el pueblo su condición de motor histórico, su
condición de soberano. Aquella facción política reaccionaria, de actitud
cómodamente reformadora, que se ha mostrado virulenta ante los cambios
revolucionarios que pusieron fin a las estructuras excluyentes propias de la
llamada democracia representativa, brazo ejecutor del largo proceso de
opresión de los pueblos por parte de las oligarquías nacionales y extranjeras.
De tal manera que a la luz de nuestro proceso histórico y político
actual la celebración del los Bicentenarios de las Independencias de América
Latina y el Caribe cobra especial relevancia. Necesario es devolver a nuestros
procesos de Independencia toda su significación histórica y simbólica,
necesario es acercarnos a los documentos que dieron origen a nuestra nación,
entre estos nuestra Acta de Independencia de 5 de julio de 1811.
Sirva la presente publicación como forma de democratizar el
documento primigenio de nuestra formación como república, en el que se
expresan los ideales libertarios y promotores de nuestra soberanía, que hoy
siguen teniendo plena vigencia.
1808
1808
La Conspiración
de los Mantuanos
en Caracas
1810
19 de abril
1810
Instalación de la Junta
Suprema de Venezuela
20 de abril
1810
Proclama dirigida a
los “Habitantes de las
Provincias Unidas
de Venezuela”
1811
11 de junio
1810
Reglamento para
la elección de los
Diputados al
Congreso General
de Venezuela
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El Supremo Congreso
y la Declaración de la Independencia de Venezuela
El sábado 2 de marzo de 1811 se llevó a cabo la sesión inaugural que
instaló al Supremo Congreso de Venezuela en la ciudad de Caracas, a la que
concurrieron 30 de los diputados electos. El acto tuvo como lugar la casa del
Conde de San Javier, hoy esquina El Conde. Luego que los diputados
presentes en la Catedral afirmaran con un unánime “Sí juramos”, y a golpe de
repiques y salvas se daría culminación al acto solemne. Quedaba así
concluida la instalación inaugural en que se hacía reconocible al Congreso
como la primera autoridad pública venezolana, relevando en el poder a la
Junta Suprema de Caracas constituida el 19 de abril de 1810.
La primera organización de un Estado
Desde de la propia tarde del 2 de marzo de 1811, los diputados Felipe
Fermín Paúl y Mariano de la Cova, presidente y vicepresidente
respectivamente, en compañía del secretario Miguel José Sanz y el
subsecretario Antonio Nicolás Briceño, conformarían la máxima facultad
dentro del Supremo Congreso de Venezuela. El 5 de marzo, fue designado un
Poder Ejecutivo que conformarían tres ciudadanos eminentes, quienes se
turnarían en la presidencia por períodos semanales. Cristóbal Mendoza, Juan
de Escalona y Baltasar Padrón, serían los primeros seleccionados para ocupar
las máximas magistraturas.
Entre los meses de marzo y junio, los representantes del pueblo
establecerían una Alta Corte de Justicia, así como una Junta de Arbitrios, que
se encargaría de aumentar las rentas del Estado; crearían un Tribunal de
Apelaciones y otro de Municipalidades, comisionado de las funciones
policiales. Sin embargo, dichas deliberaciones y decisiones demoraban un
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asunto que impacientaba con desenfreno a la opinión pública de los
caraqueños: la Independencia absoluta de Venezuela.
“Vacilar es perdernos”
La demora en aprobar definitivamente la autonomía nacional por parte
del Supremo Congreso, causaría un ambiente de tensión que desbordaría
pasiones encontradas entre éste y la Sociedad Patriótica. Aunque la mayoría de
los parlamentarios apoyaba sin duda la Independencia, surgían, a la hora de las
deliberaciones, diversos debates que postergaban las decisiones.
Los acontecimientos se precipitaron el 3 de julio, cuando Juan
Antonio Rodríguez Domínguez, presidente del Congreso, manifestó que ya
era “el momento de tratar sobre la Independencia absoluta”. Aunque de
inmediato se sucedieron las expresiones a favor, el presbítero Juan Vicente
Maya, diputado por La Grita, manifestó su oposición, haciendo resaltar las
dudas ya mencionadas. Desde las barras, las voces más extremistas de la
Sociedad Patriótica, entre ellas Simón Bolívar, Vicente Salias y Coto Paúl,
abuchearon la alocución del presbítero Maya. Al aumentar las protestas, entre
las que destacaron las de Francisco de Miranda y Juan Germán Roscio; el
presbítero Ramón Ignacio Méndez, también opuesto a la Independencia, se
dirigió al público presente exigiendo respeto a la libertad parlamentaria. Al
pasar las horas se intensificaron las discusiones y estalló una trifulca que tardó
en ser controlada por la presidencia.
Esa misma noche, en los espacios de la Sociedad Patriótica, Bolívar
pronunció su primer discurso conocido: “Se discute en el Congreso Nacional
lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una
confederación, como si todos no estuviéramos confederados contra la tiranía
extranjera.(…) ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma!
1811
10 de diciembre
1810
Llegada de Miranda
a la Guaira
2 de marzo
1811
Sesión de Instalación
del Primer Congreso
General de Venezuela
1811
1811
Reimpresión
de la “Carmañola
Americana”
1 de julio
1811
Ley de Declaratoria
de los Derechos
del Pueblo
4 de julio
1811
Discurso pronunciado
por Simón Bolívar
en la Sociedad Patriótica
de Caracas
5 de julio
1811
Declaración de
Independencia
30 de julio
1811
Manifiesto que hace al
mundo la Confederación de
Venezuela en la América
meridional.
21 de diciembre
1811
Constitución Federal
de la República
de los Estados
de Venezuela
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Trescientos años de calma, ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como
debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica,
centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor
la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos”. La
intervención de Bolívar inspiró a los presentes y se decidió dirigir al Congreso
un documento que expresaba estos sentimientos.
“Ya tenemos Patria, ya tenemos Libertad…”
La mañana del 5 de julio de 1811, el Presidente del Congreso
comunicaba en sesión pública la posición del Ejecutivo a favor de la
Independencia. Inmediatamente, nuevos diputados pronunciarían sus
argumentos en contra de las indecisiones de ciertos representantes, mientras
que otros, antes opuestos, cambiaban de opinión a favor de la emancipación.
En pocas horas, efectuadas las votaciones, y teniendo al presbítero Maya como
único opositor, el Supremo Congreso declararía, a las tres horas de la tarde, la
absoluta independencia de Venezuela.
El júbilo estalló en las barras, ocupadas no sólo por la Sociedad
Patriótica sino también por el pueblo asistente, a los gritos de “¡Viva la
Patria!”, “¡Viva la Libertad!”. Una manifestación de ciudadanos, a cuya
cabeza figuraban Miranda y Francisco Espejo, salió a las calles, entre toques
de tambores y repiques de campanas, y se dirigió al Palacio Arzobispal, a fin
de invitar al arzobispo Coll y Prat a alegrarse por la Independencia. Miranda
tremolaba en sus manos el pabellón tricolor que en los días siguientes sería
adoptado como insignia de la nación.
En sesión vespertina, el Congreso ordenó redactar el Acta de
Independencia de Venezuela, a manos del diputado Juan Germán Roscio y del
secretario Francisco Iznardi. Ésta fue discutida y aprobada en sesión el día 7
y refrendada por el Ejecutivo el día 8. Entonces comenzó a ser estampada con
las firmas de los 41 diputados hasta mediados del mes. El 14 de julio el Acta
se publicó por bando, en medio de una ceremonia en la que izaron la bandera
de la Venezuela independiente los dos hijos del prócer José María España,
ejecutado por las autoridades monárquicas en el mismo lugar, la Plaza Mayor,
doce años antes.
Estos fueron los hechos que dieron inicio a la lucha del pueblo
venezolano por el derecho a garantizar su bienestar, participar activamente en
la construcción de su propio destino y consolidar las bases de su
autodeterminación como República Independiente.
El documento conocido como el Acta Solemne de Independencia, fechado el 5 de julio de 1811, reposa
en el libro de Actas Nº 2 del Supremo Congreso de Venezuela, folios 110v. - 114, actualmente
resguardado en un arca de madera en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, sede de la
Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela.
Para esta edición se ha hecho una transcripción modernizada línea por línea siguiendo la foliación
del documento original.
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En el nombre de Dios Todopoderoso.
Nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación
americana de Venezuela en el continente meridional, reunidos
en Congreso, y considerando la plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que recobramos justa y legítimamente desde el 19
de abril de 1810, en consecuencia de la jornada de Bayona
y la ocupación del Trono Español por la conquista y sucesión
de otra nueva Dinastía constituida sin nuestro consentimiento;
queremos, antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados
la fuerza, por más de tres siglos, y nos ha restituido el orden
político de los acontecimientos humanos, patentizar al Uni-
verso las razones que han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso, que vamos a hacer de unestra soberanía.
No queremos, sin embargo, empezar alegando los derechos
que tiene todo país conquistado, para recuperar su estado de
propiedad e independencia: olvidamos generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones, que el derecho funesto de
conquista, ha causado indistintamente a todos los descendientes
de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países,
hechos de peor condición, por la misma razón que debía favorecer-
los, y corriendo un velo sobre los trescientos años de dominación española en América, sólo presentaremos los hechos auténti-
cos y notorios que han debido desprender y han desprendido de
derecho a un mundo de otro en el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la Nación Española.
Este desorden ha aumentado los males de la Améri-
ca, inutilizándole los recursos y reclamaciones, y autori-
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zando la impunidad de los gobernantes de España para insultar y oprimir esta parte de la Nación, dejándola sin el
amparo y garantía de las Leyes.
Es contrario al orden, imposible al gobierno de España
y funesto a la América, el que teniendo ésta un territorio, infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más
numerosa, dependa y esté sujeta a un ángulo peninsular del
continente europeo.
Las sesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas
del Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del lugar teniente
Duque de Berg, a la América debieron poner en uso los derechos
que hasta entonces habían sacrificado los americanos a la
unidad e integridad de la Nación Española.
Venezuela, antes que nadie, reconoció y conservó generosamente esta integridad, por no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación.
La América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a su cargo su suerte y conservación, como
la España pudo reconocer, o no los derechos de un Rey que había
apreciado más su existencia, que la dignidad de la Nación
que gobernaba.
Cuantos Borbones concurrieron a las inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio español contra
la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron
el deber sagrado que contrajeron con los españoles de ambos
mundos, cuando, con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el
trono a despecho de la Casa de Austria; por esta conducta quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a
quien entregaron como un rebaño de esclavos.
Los intrusos gobiernos, que se arrogaron la representación
Nacional, aprovecharon pérfidamente las disposiciones que la
buena fe, la distancia, la opresión y la ignorancia, daban
a los americanos contra la nueva Dinastía que se intro-
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dujo en España por la fuerza; y contra sus mismos principios, sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de
Femando, para devorarnos y vejarnos impunemente cuando más nos prometían la libertad, la igualdad y la fraternidad, en discursos pomposos y frases estudiadas, para
encubrir el lazo de una representación amañada, inútil
y degradante.
Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las varias formas de gobierno de España, y que
la ley imperiosa de la necesidad, dictó a Venezuela el conservarse a sí misma, para ventilar y conservar los derechos de su
Rey y ofrecer un asilo a sus hermanos de Europa contra los
males, que les amenazaban, se desconoció toda su anterior conducta, se variaron los principios, y se llamó insurrección, perfidia e ingratitud, a lo mismo, que sirvió de norma a los
gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de administración que querían perpetuar a nombre de un
Rey imaginario.
A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación,
de nuestra generosidad, y de la inviolabilidad de nuestros principios;
contra la voluntad de nuestros hermanos de Europa, se nos declara en estado de rebelión, se nos bloquea, se nos hostiliza, se nos
envían agentes a amotinarnos unos contra otros, y se procura
desacreditamos entre todas las Naciones del Mundo, implorando
sus auxilios para deprimirnos.
Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del Mundo, y sin otros jueces
que nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con nuestros hermanos, y para añadir el desprecio
a la calumnia se nos nombran apoderados, contra nuestra
expresa voluntad, para que en sus Cortes dispongan arbitrariamente de nuestros intereses, bajo el influjo y la fuerza de nuestros enemigos.
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Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación, cuando se vieron obligados a concedérnosla, nos sometieron a una tarifa mezquina y diminuta, y sujetaron a
la voz pasiva de los ayuntamientos, degradados por el despotismo de los gobernadores, las formad de la elección, lo que era
un insulto a nuestra sencillez y buena fe, más bien que una
consideración a nuestra incontestable importancia política.
Sordos siempre a los gritos de nuestra justicia, han procurado los gobiernos de España desacreditar todos nuestros esfuerzos, declarando criminales y sellando con la infamia, el cadalso y la confiscación, todas las tentativas que, en diversas
épocas, han hecho algunos Americanos, para la felicidad de su
país, como lo fue la que últimamente nos dictó la propia seguirdad, para no ser envueltos en el desorden que presentíamos y conducidos a la horrorosa suerte, que vamos ya a apartar de nosotros
para siempre: con esta atroz política han logrado hacer a nuestros
hermanos insensibles a nuestras desgracia, armarlos contra nosotros, borrar de ellos las dulces impresiones de la amistad y
de la consanguinidad, y convertir en enemigos una parte de unestra gran familia.
Cuando nosotros fieles a nuestras promesas sacrificábamos nuestra seguridad y dignidad civil, por no abandonar
los derechos que generosamente conservamos a Fernando de
Borbón, hemos visto que a las relaciones de la fuerza que lo
ligaban con el Emperador de los franceses, ha añadido los
vínculos de sangre y amistad, por lo que hasta los gobiernos de España han declarado ya su resolución de no reconocerlo
sino condicionalmente.
En esta dolorosa alternativa hemos permanecido tres
años en una indecisión y ambigüedad política, tan funesta
y peligrosa, que ella sola bastaría a autorizar la resolución que la fe de nuestras promesas y los vínculos de la fraternidad nos habían hecho diferir, hasta que la necesidad
nos ha obligado a ir más allá de lo que nos propusimos,
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impelidos por la conducta hostil y desnaturalizada de los gobiernos de España, que nos ha relevado del juramento condicional, con que hemos sido llamados a la augusta representación
que ejercemos.
Mas nosotros, que nos gloriamos de fundar nuestro
proceder en mejores principios, y que no queremos establecer
nuestra felicidad sobre la desgracia de nuestros semejantes, miramos y declaramos como amigos nuestros, compañeros de
nuestra suerte, y partícipes de nuestra felicidad, a los que unidos con nosotros por los vínculos de la sangre, la lengua y
la Religión, han sufrido los mismos males en el anterior
orden, siempre que reconociendo nuestra absoluta Independencia
de él y de toda otra dominación extraña, nos ayuden a sostenerla con su vida, su fortuna y su opinión, declarándolos
y reconociéndolos (como a todas las demás Naciones) en guerra
enemigos, y en paz amigos, hermanos y compatriotas.
En atención a todas estas sólidas, públicas e incontestables razones de política, que tanto persuaden la necesidad
de recobrar la dignidad natural, que el orden de los sucesos
nos ha restituido en uno de los imprescriptibles derechos que tienen
los pueblos, para destruir todo pacto, convenio o asociación
que no llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos, creemos, que no podemos ni debemos conservar los lazos, que nos ligaban al gobierno de España, y que, como
todos los pueblos del Mundo, estamos libres y autorizados
para no depender de otra autoridad que la nuestra, y tomar entre las Potencias de la tierra, el puesto igual que el
Ser Supremo y la naturaleza nos asignan, y a que nos
llama la sucesión de los acontecimientos humanos y nuestro
propio bien y utilidad.
Sin embargo de que conocemos las dificultades que
trae consigo y las obligaciones que nos impone el rango,
que (nos impone) vamos a ocupar en el orden político del
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Mundo, y la influencia poderosa de las formas y habitudes.
a que hemos estado, a nuestro pesar, acostumbrados: también
conocemos que la vergonzosa sumisión a ellas, cuando podemos sacudirlas, sería más ignominioso para nosotros,
y más funesta para nuestra posteridad, que nuestra larga
y penosa servidumbre, y que es ya de nuestro indispensable
deber proveer a nuestra conservación, seguridad y felicidad,
variando esencialmente todas las formas de nuestra anterior
constitución.
Por tanto, creyendo con todas estas razones satisfecho
el respeto, que debemos a las opiniones del género humano,
y a la dignidad de las demás Naciones, en cuyo número vamos
a entrar, y con cuya comunicación y amistad contamos:
Nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud de nuestras intenciones, implorando sus divinos y celestiales auxilios, y ratificándole, en el momento en que nacemos a la dignidad, que
su Providencia nos restituye el deseo de vivir y morir libres,
creyendo y defendiendo la Santa Católica y Apostólica religión de Jesucristo, como el primero de nuestro deberes.
Nosotros, pues a nombre y con la voluntad y autoridad que
tenemos del virtuoso Pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al Mundo que sus Provincias Unidas son y deben ser
de hoy más hecho y de derecho Estados libres, Soberanos
e independientes, y que están absueltos de toda sumisión y
dependencia de la Corona de España, o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado libre e independiente, tiene un pleno poder para darse la
forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general
de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la paz, formar
alianzas, arreglar tratados de comercio, límite y navegación, hacer y ejecutar todos los demás actos, que
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hacen y ejecutan las Naciones libres e independientes.
Y para hacer válida, firme y subsistente esta nuestra
solemne declaración, damos y empeñamos mutuamente unas
provincias a otras, nuestras vidas, nuestras fortunas y el
sagrado de nuestro honor Nacional.
Dada en el Palacio Federal y de Caracas, firmada
de nuestra mano, sellada con el gran sello provisional
de la Confederación, y refrendada por el Secretario del Congreso, a cinco días del mes de julio del año de mil ochocientos once, el primero de nuestra Independencia.
1
2
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3
3
4
4
5
5
6
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8
8
9
9
10
10
11 Juan Antonio Rodríguez Domínguez
12
11
Presidente Diputado de Nutrias
13
13 Por la Provincia de Caracas
15
14
19
18
17
16
22
Isidoro Antonio López Méndez
14 Diputado de la Capital
Juan Germán Roscio
Diputado por la Villa de Calabozo
16
21
20
23
25
24
28
27
26
20 Francisco Javier Uztáriz
Diputado de San Sebastián
24 Fernando Peñalver
Diputado de Valencia
27 Salvador Delgado
Diputado de Nirgua
29
30
J.A. Díaz Argote
Diputado de la Villa de Cura
30
33
31
34
[Folio 113v.]
31 Juan Joseph de Maya
Diputado de San Felipe
32
32 José Vicente de Unda
Diputado de Guanare
Luis Ignacio Mendoza
Vicepresidente Diputado de la
villa de Obispos
12
15 Fernando Toro
Diputado de Caracas
18 Martín Tovar y Ponte
Diputado de San Sebastián
17 Felipe F. Paúl
Diputado de San Sebastián
21
Nicolás de Castro
Diputado de Caracas
25 Gabriel Pérez de Pagola
Diputado de Ospino
28
El Marqués del Toro
Diputado del Tocuyo
19 Juan Toro
Diputado de Valencia
José Ángel Álamo
Diputado de Barquisimeto
22
23 Francisco Hernández
Diputado de San Carlos
Lino Clemente
Diputado de Caracas
26
29 Por haber quedado impedido de firmar a causa de la
herida que recibió en la jornada en Valencia el Sr. Ponte
no pudo hacerlo al libro la presente acta.
33 Luis José de Cazorla
Diputado de Valencia
34 Francisco Javier Yánez
Diputado de Araure
[Folio 113v.]
1 Por la Provincia de Cumaná
1
F. Javier de Mayz
Diputado de la Capital
2
2
3
5
4
4
9
9
10
6 Por la Provincia de Barinas
11
Ramón Ignacio Méndez
Diputado de Guasdualito
13
Francisco de Miranda
Diputado del Pao
15
14
16
15
17
19
21
21
22
Diputado de San Diego
Manuel Plácido Maneiro
Diputado de Margarita
23
[Folio 114]
24
A. Nicolás Briceño
Diputado de Mérida
25 Francisco Isnardi
Secretario
12
16 Francisco P. Ortiz
Manuel Palacio
Diputado de Mijagual
17
José María Rodríguez
Diputado de Aragua
Por la Provincia de Margarita
20
20
Ignacio Briceño
Diputado de Pedraza
Por la Provincia de Barcelona
18
19
18
10
José Luis Cabrera
Diputado de Guanarito
14
13
Ignacio Fernández
Diputado de Barinas
8
José de Sata y Busy
Diputado de San Fernando
11
12
Juan Bermúdez
Diputado del Sur
5
Juan Nepomuceno Quintana
Diputado de Achaguas
8
7
José Gabriel de Alcalá
Diputado de la Capital
3
Mariano de la Cova
Diputado del Norte
7
6
25
05 de julio de 1811
22
23
Por la Provincia de Mérida
Manuel Vicente Maya
Diputado de la Grita
Por la Provincia de Trujillo
24
Juan Pablo Pacheco
[Folio 114]

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