Cartas desde el otro lado del oceano

Transcripción

Cartas desde el otro lado del oceano
PEPA NAVARRO I RODRIGO
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CARTAS DESDE EL OTRO
LADO DEL OCEANO
PROLOGO Y COMENTARIOS: Ignacio Igual
AUTORA:
Pepa Navarro i Rodrigo
Dedicado a ti, mí querida, mi vieja amiga
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PROLOGO
Cartas desde el otro lado del Océano, no es
otra cosa que una recopilación de textos
escritos por una gran amiga mía; posiblemente
la mejor que ya tuve en mi vida.
La
conocí
hace
ya
ocho
años
en
circunstancias realmente curiosas, pero en
aquel
entonces
ambos
éramos
lo
suficientemente jóvenes como para no percibir
todavía lo que nuestros destinos nos reservaba.
Así ocurrió que nuestros caminos siguieron
derroteros distintos y durante varios años no
supe prácticamente nada de ella. Por lo que
conocí después, como la de tantos otros, fue
una continua búsqueda de una felicidad que
nunca llegaba, una serie de insatisfacciones,
depresiones y golpes inesperados que la
llevaron poco a poco a una especie de pozo sin
fondo y que convirtieron su vida en un
deambular
inconexo
intentando
desesperadamente encontrar una salida que le
permitiera ocupar su sitio en este mundo, su
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recompensa por tanto esfuerzo. Algo
muchos buscamos y pocos encuentran.
que
En ella existía una cierta luz interior que
durante
este
tiempo
apenas
asomaba
tímidamente mostrando algunos retazos de
fuerza interior apenas conocida,
apenas
intuida por ella, que con el transcurso del
tiempo marcó un carácter fuerte y alocado pero
lleno de coraje y espíritu de lucha. Quizá fue
este carácter lo que le permitió seguir adelante
y tomar las decisiones apropiadas que tanto nos
asustan pero que en definitiva nos llevan a
ocupar el lugar que ocupamos.
Después de un matrimonio frustrado y un
hijo deseado, una vida llena de dificultades y de
búsqueda, hicieron de ella una mujer decidida y
batalladora, pero también de carácter un tanto
depresivo y a veces, solo a veces, débil. Se
convirtió en un ser contradictorio, en ocasiones
alegre y festiva, en otras ocasiones agresiva,
viviendo la vida a bocados y engulléndolos casi
sin saborearlos, viendo la vida pasar delante de
ella como un tiovivo a gran velocidad mientras
intentaba en entrar en él y tomar su lugar sin
conseguirlo,
tomando
apenas
pequeñas
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muestras de esa felicidad, de esa tranquilidad
tan deseada.
Fue entonces cuando nuestros destinos
volvieron a encontrarse, y esa luz que al
principio ya se dejaba ver nítidamente
asomando por algunos resquicios de aquel
espíritu joven y lleno de vida que antaño conocí,
ahora se encontraba casi extinguido y tenue
pero todavía palpitante.
Entre los dos procuramos y conseguimos
abrir en esa coraza de acero que la vida había
tejido a su alrededor grandes agujeros por los
que saliera toda la luz y la fuerza que ella
llevaba dentro intentando parar la marcha de
ese tren que pasaba a gran velocidad ante ella
para poder subir en él y ocupar el asiento que
todos tenemos reservado en nuestro pasaje.
Pero los hados del destino que a cada uno
nos son asignados nos llevan en ocasiones a
lugares insospechados y a vivir situaciones que
no conocemos de antemano. Fue así que
nuestros caminos volvieron a separarse y yo
vine a vivir a Brasil dejándola en su lucha
personal sin saber todavía si consiguió tomar el
tren. Pero un fuerte lazo de amistad quedó
anudado después de mi partida y lo que antes
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erra
para
mi
patente,
pues
asistía
personalmente a los acontecimientos, ahora son
noticias que me llegan en formas de escritos.
Textos que yo quisiera dar a conocer aquí
porque son muestras del deseo de alguien que
quiere vivir la vida, armas de alguien que quiere
batallar en este mundo para conseguir que sea
mejor para ella y para quienes la rodean.
El lector de este libro, va a encontrar tanto
prosa como poesía expuestos cronológicamente
a partir de mi llegada a Brasil y por esta razón
intercalados unos y otros según los iba
recibiendo, pero todas ellos marcan el día a día
de
mi
querida
amiga
mostrando
sus
sentimientos y vivencias, sus
emociones y
dificultades, que la están llevando al fin a ser
ella misma.
Para facilitar la compresión de los textos, me
permito la liberada de alterar tan solo algunas
palabras o algunas frases, pero solo en la forma
y nunca en el fondo. Como el lector podrá
apreciar, algunas fechas no corresponden
fielmente a la cronología general, si no que son
anteriores a nuestros encuentros, la razón de
esto es que ella las escribió durante el
transcurso de su vida y me las fue enviando
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junto a sus escritos actuales. Así pues las
introduzco tal y conforme fueron recibidas para
facilitar la visión del lector.
Espero que para todo el que lea este libro,
signifique una lección de vida como significa
para mí. Quisiera que este texto fuera un
homenaje a esa mujer que está consiguiendo
edificar su propia vida y la de su hijo contando
apenas con sus propias manos.
Así pues, emocional y afectivamente, Mª José
Navarro i Rodrigo me escribió estas “Cartas
desde el otro lado del Océano”.
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Pequeñas cosas de María
Marzo 1991
Siempre empiezo con la misma frase: “Me
apetece escribir y no sé por dónde empezar”.
Siento dolor en el corazón, dolor y felicidad, una
enorme y tranquila además de dolorosa, siento
florecer esas lágrimas que quiero contener y a
las que tanto temo, pues no sabría describir.
Siento que voy a echar a volar, a correr,
saltar…, quiero, quiero, quiero, pero no sé si lo
podré
conseguir
parar,
frenar
unos
sentimientos que se me empiezan a desbordar
desde lo más profundo de mis entrañas.
Quiero pararlos y no puedo, siento fuego en mi
cuerpo, en mi mirada, en mis gestos, en la
forma de sentarme, de bailar, de hablar, un
fuego pausado y lento que no quema, solo me
hace sentir bien, viva, agradablemente ardiente,
pero sé que ese fuego llegará a dejar huella, ya
no en mi piel, pero si en el trayecto de mi vida.
Corta o larga, tranquila o intempestiva, esa
calma que me producirá recordar
estos
momentos llenos de sensualidad y ternura en la
mirada que hace que florezca esa sonrisa en
mis labios callados.
Llenos de palabras que no encuentran, solo se
conectan con el pensamiento e intentan relatar
momentos que no tienen palabras para
describir, pero tienen un gran significado, la
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tranquilidad con que admiraba aquel anochecer
desde el punto
en el que me encontraba,
totalmente inmersa en el mundanal ruido de la
ciudad; un día paseando, hablando de la luz
especial que tiene nuestra ciudad a la que estoy
aprendiendo amar, que TU me has enseñado
amar, a ver en ella algo más que gente, edificios
y avenidas, fiesta de noche y estrés.
Quiero dejar plasmado en un simple dibujo
todo lo que hay en mi y en mi vida actualmente,
los colores que utilizaría son el azul por el cielo
y el mar que hemos saboreado, el rosa por la
pureza de todos tus sentimientos y el blanco
por la luminosidad de tu mirada, por la
frescura que hay en ti y un poquito, solo un
poquito de negro por ese vacío físico que vas a
dejar en mi, envolverlo todo junto, en un manto
transparente, para que todo el mundo lo
pudiese ya no ver, sino sentir , sentir muy
profundamente tal y como yo lo siento, tiemblo
al imaginar el día de tu partida, pero estoy
tranquila porque hemos sido sinceros, aunque
no sé hasta qué punto podemos separa los
sentimientos que concebimos, cosa que creo
que es inútil ya, se han unido como las conchas
que guardan celosamente la perla de nuestros
cuerpos y corazones puros y hambrientos del
más sincero amor, vamos hombro con hombro
unidos por todo lo que sentimos, en busca de
algo grande que está muy por encima de
cualquier humano, de cualquier superficialidad,
envolvemos ese amor con imágenes, colores,
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viento y canciones con las nos identificamos,
poco a poco voy palpando que mi corazón se va
engrandeciéndose, enrojeciendo con ese fuego
de llamas roja y azules que cuando se
consuman en medio de las cenizas aun
calientes, resurgirá esa ostra que contiene
guardado ese tesoro que es la perla blanca y
transparente en que estarán grabados nuestros
nombres y nuestros corazones, dos enormes
corazones puros y limpios pero rojos como el
fuego y la sangre de la vida que camina por
nuestras venas.
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POR TI, MAMA
¿Qué decirte madre anhelada?
Madre soy y tú me faltas.
Con tu último aliento
Yo engendré una vida
Y noté aún más
Tú pronta y cruel pérdida.
¿Qué decirte madre anhelada?
Madre soy y tú me faltas.
A los brazos de los ángeles te entregaste
Y desde allá arriba…
Mi llanto impotente escuchaste
Y al sentir el inicio de una vida
Tus lágrimas desde el cielo derramaste
Mojando de pena mi vientre
En el que tu nieto crecía
Decirte adiós… yo no quería
Pues ser madre sin ti, no sabía.
¿Qué decirte madre anhelada?
Madre soy y tú me faltas
Con los rayos del sol me envolviste
Y a mi soledad, calor le diste.
En mis sueños tú fuerza sentía
Y mi enfado por irte, sucumbía
Al entender que mi soledad terminaba
Porque a mi lado sin verte, tú estabas
¿Qué decirte madre anhelada? Solo… Que tú me faltas
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A MÍ QUE AMO LA MAR
1 de abril de 1991
A mí que amo la mar,
Esa mar que me dio
La dulzura de tu mirada
Reflejada en sus aguas
En el momento en que te encontré.
A mí que amo la mar
La mar que puso en mi boca
El sabor de tus labios.
Endulzando mi vida,
Sin pensar que algún día esa dulzura,
Se volvería amarga como la hiel,
Inapetente como la sal.
A mí que amo la mar,
Que me calma y me arropa,
en momentos de soledad,
que me hace hervir la sangre,
en momentos irrepetibles,
que me hace odiar el mundo,
en momentos de impotencia,
que me hace sentir viva en momentos de pasión.
A mí que amo la mar, me digo:
¡Mójate en ella, acurrúcate en ella, déjate llevar por ella,
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tranquilízate con ella.
En ella encontraste el amor y en ella lo viviste,
Ella te separa de él,
Enorme, fuerte y compacta,
en ella me sostengo para sostenerme a mí misma,
al percibir en ella eL aroma querido y excitante a salitre
que me recuerda la mar
y me recuerda a Él.
añañdfnñak
A TI QUE AMAS LA MAR
19 de Mayo 1991
A ti que amas la mar.
Donde el aroma de su brisa,
te trae el olor de la cueva profunda
y frondosa de la mujer a la que amaste.
A ti que amas la mar.
En la que se adivinan la forma de sus senos,
Cuando las olas se manifiestan quietamente.
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A ti que amas la mar.
En la que se descubren sensaciones,
Como las que tu estar me daba,
En ella veo, en sus esponjas, tus labios carnosos,
Oigo en sus adentros sus gritos de amor,
Adivino es su fondo el color de tus ojos,
Siento en sus algas la ternura de tu piel.
noto en su tormenta la desazón que con sus
enormes aguas me pierdo yo por perderte a ti.
A ti que amas la mar, te digo:
Ámala porque ella la ama
Siéntela porque ella la siente,
Bébela porque ella la bebe,
La mar, ella y tú,
Tú, ella y la mar,
Testigo silenciosa de vuestras miradas
Ayudada a llenarse con vuestras lágrimas,
Lágrimas saladas como la mar,
ella las trae y ella las lleva,
de continente en continente,
de playa en playa,
de cala en cala,
¡pero no serán las únicas!
Habrá más lágrimas de manos separadas,
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Hoy, ayer, mañana.
Irán llenado la mar,
Endulzando el momento de tantas manos unidas
que se reflejan en ella,
por eso, por ellos, por ti me digo:
A ti que amas la mar…
De Ignacio para Mª José;
Brasil
año
1991,
desde
A ti que amas el mar, ese mar que nos separa, que
nos mira desde su inmensidad, que nos ha dado
recuerdos felices, tan breves, tan intensos, tan
lánguidos….
Ese mar que te acaricia, que me acaricia, que nos
une. A ese mar contaré mis penas, mis deseos, mis
recuerdos y él te traerá mi aroma, como a mí me
llenará de tu fragancia, de tu cuerpo, de tu deseo.
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En ése mar te mirarás y me verás, en el me buscaras
y me hallarás, en el derramaras tus lágrimas y yo
las beberé,
Porque él es el testigo silencioso de nuestro
encuentro y de nuestro adiós y cuando él con sus
cálidas aguas toque tus pies y ciña tu cintura y
bese tus pechos, notarás en el mis propios brazos,
mis propios labios y sabrás que en la distancia te
tengo muy cerca de mí, mi querida, mi reposo, mi
amiga.
Ya nunca será el mar, un extraño para ti, porque el
también te ama a ti, a ti que amas la mar.
7 de Junio de 1991
Ansiedad que oprimes mi garganta, que llevas hasta mi
respirar, el mar de lágrimas que llevo dentro.
Lágrimas empapadas de impotencia, amargas en su
soledad, ansiosas por salir fuera de un cuerpo inerte,
marcado en su eterno caminar, fuerte es la presa de sus
sentimientos que las intenta ocultar, creyendo que es
síntoma de fuerza ante los ojos de los demás, el no verlas
deslizarse, por la fina piel, de un rostro más.
Juegan con mi corazón, mi fuerza, afloran hasta las
pupilas para luego volverse a ocultar, vergonzosas y
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juguetonas, así vienen y van, sin dejar a un cuerpo libre
de esa ansiedad.
Cuan limpia es la lealtad que se refleja en tus
ojos transparentes y vivos.
Lanzan su mirada hasta penetrar en mi
corazón.
¡Tocado!
Me haces daño, y te quiero, soy tu reflejo y me
quieres, asimismo me rodeas de inquietudes.
Inquietudes en las que tú te ves…
TRENES en la VIDA
7 de Junio de 1991
Trenes de la vida que se cruzan en un punto sin
más, pasan rozándose sin apenas llegarse a mirar,
así vamos los humanos por la vida en este duro
caminar, creyéndose llenos de todo y moviendo su
corazón en soledad, que se esfuerzan por dejar salir
los sentimientos sin llegarlo a lograr.
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¡Calla, no digas más!, no quiero que nadie te oiga,
sigue callado sin más, bombea las lágrimas hacia
dentro, no las quiero dejar ver, aunque sienta que
me ahogue en mi propio mar, no quiero que nadie
piense que nada puedo soportar, todo lo llevo dentro,
encuadrado, para poder continuar sobreviviendo en
esta llanura de trocos secos, sin salvia y sin nadie
que los pueda abonar de cariño y ternura para que
puedan germinar, limpias lágrimas claras y dulces
y no amargas como la sal, lágrimas de fuerte
alegría que no hay que porqué ocultar, así puedes
aflojar la presa y dejarlas hasta mis ojos asomar y
reflejen sonrisas en la vida de los demás.
PEQUEÑA FLOR DE CAMPO
7 de Junio de 1991
Pequeña flor de campo, sois chiquita pero persistente por
continuar llenando de color esta tierra seca y agrietada,
dándole belleza y aroma.
Frágiles pero unidas, sois capaces de embellecer una
habitación humilde.
Os arrancan de vuestra tierra y no os quejáis, los
humanos no pensamos que también vosotras tenéis
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sentimientos y dolor, somos egoístas, lo sé, pero no
tenemos fuerzas para simplemente ir al campo a
admiraros, os queremos cerca, en nuestra casa, sin
pensar donde vosotras queréis estar. ¿Podréis
perdonarnos algún día?
Pequeña flor de campo.
7 de junio de 1991
Rayos de algodón emanaban del sol, mientras los
ocultaban las nubes caprichosas, parecían tus largos
brazos queriendo tocar la suavidad perfumada de la
primavera.
18 de Junio de 1991
Presiento tu corazón en el ambiente, tu áurea es latente en el
aire…
Pienso en ti y no tengo palabras para describirte, todo se
concentra en tu interior, algo tan usual en los poemas,
comparar los sentimientos con el aire, el mar, el sol, las
nubes, aquella gaviota blanca, la pequeña flor que pasa
inadvertida a los ojos de los demás, la mirada de la niña
harapienta, de ojos triste, cabellos de oro, con su cara sucia y
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mirada limpia.
Ya no queda nada por describir, nada nuevo por comparar,
los sentimientos siguen siendo los mismos, aunque el mundo
se empeñe, se esfuerce por disfrazarlos, el sol es el sol, el mar
es el mar, y sobre todo el amor es amor.
Deseos irrefrenables de amar y de ser amada, de sentir una
mano unida, una mirada cómplice de ternura, cuando se ha
conocido la felicidad ya no se puede vivir sin ella, se busca, se
necesita con afán, se necesita como el aire para seguir
sobreviviendo. Inhalar el humo de un cigarrillo en la paz del
dormitorio, junto a la persona que amas, ¡soy consciente!
Estoy pidiendo a gritos que se me ame, que se me quiera,
que pueda amar, querer, desear, a un hombre, relajarme en
su pecho, apoyarme en su ternura, soñar entre sus brazos.
Noto mi cama enorme, grande, fría, vana… estuvo llena,
llena de amor, pasión incomprensión, llanto, pero la siento
vacía, yo estoy vacía, y no puedo soñar en ella.
No echo de menos al hombre con el cual, la compartí, ni a
ninguno de los que pasaron por ella sin pena ni gloria, echo
de menos esa imagen sin rostro, de gran sonrisa, ojos tiernos,
fuertes y grandes brazos para que me rodeen y me abracen
fuertemente, solo que me abracen limpiamente, solo que me
aprisionen en mi libertad.
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28 de Junio de 1991, de Marisa para Mª José
Nubes envolventes, frío despertar,
Mar atrapador, ¡Mª José, Mª José,…!
¿A quién llamas? ¿A quién necesitas?
Tú que no sabes lo profundo de ti.
Que derramas lágrimas en el silencio,
entre cuatro paredes te ahogas, ¡Sales!... y envuelta
en una inmensa nube, buscas un rayo de sol.
¡Hay tanto dentro de ti!
Niña… mujer… amiga…¡Madre!
Hay tanto dentro de ti,
que es tan difícil darte en su justa medida.
¿Amor necesitas? ¿Cariño?
Dejarte acariciar por la brisa del mar.
Siente el calor del sol,
Vive el momento, respira cualquier sensación
¡Disfruta tu libertad!
Juega con tu espontaneidad,
¡No te culpes por ello!
¿Puede haber algo más limpio?
¿Puede haber más verdad?
¡Ay! Mª José, Mª José…
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MIRADA HUERFANA
25 Julio 1991
Veo en el brillo de tus ojos la tristeza.
A la fuerza te han arrancado parte de ti.
Sientes tus manos atadas ante el destino.
La impotencia se agolpa en tu garganta.
Aire irrespirable se acumula en tus pulmones,
la vida cotidiana te incita a seguir,
aun queda parte de ti aquí,
luchas por mantenerla unida y fuerte.
Corazones llorando imploran tu presencia activa,
Necesitan sentir tus manos fuertes, a ellos también les han
arrancado ese trozo de corazón.
Ella lo llevó nueve meses en sus adentros.
Tú lo has visto crecer. Has visto el andar de su fatal destino
y juntos lloráis amargamente su adiós involuntario.
¡Cuánto duele enterrar a un hijo!
¡Impotencia ante tan corta vida!
¡Cuantos pasos por andar!
¡Cuántas alegrías por entregar!
¡Cuántos momentos de felicidad por vivir!
Y sin embargo ahora…
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¡Cuánta amargura queda en vuestros cuerpos destrozados y
magullados por el dolor ¡
¡Cuantas preguntas en vuestros labios sin respuesta!
Mirada al cielo.
Silencio tenebroso.
Dolor de padres.
Nota: a unos padres que encontré en mi
camino. Perdieron a su hijo de 18 años en un
accidente de moto.
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Para Ignacio, mi amigo
10 de agosto de 1991
Siento que te has alejado de mí, apartándote
cada vez más. Naufragamos en nuestra
devoción.
Vivir es triste sin amor. Vivir es triste con dolor.
Nos teníamos, y te he perdido. Te deje marchar
sin apenas luchar, ahogándome una vez más.
Envolví en acero mi corazón, llegando a la
destrucción.
Siento que te vas… sin hacer nada por evitarlo.
El cielo llora tu partida, mis ojos no tienen
fuerzas para ello.
Ni siquiera sé si volveré a verte, al final, sin
quererlo. Llegó el dolor. La unión entre los dos,
la quise hacer desaparecer.
Me vuelvo a sentir sola y quiero estar así.
Mis lágrimas se resisten a salir, me atormentan.
Se lo grande que puede ser el amor y le temo,
me es más eficaz el no sentirlo. No me
entiendes, lo sé, se que te esfuerzas por ello,
pero no puedes hacerlo, porque yo nuevamente
no me dejo, sigo queriendo aquel hombre que
un día partió, su recuerdo sigue vivo en mí,
pero eso… no debes saberlo.
Vete y ódiame, olvídame, parte sin mi recuerdo,
deja todo lo que concierne a mi aquí, déjame
sola conmigo misma, así lo quiero yo, si, ya se
soy cobarde, ya no veo el mar, ya no siento su
aroma, ya no te tengo a ti.
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23 DE AGOSTO
Te sueño todos los días.
Te presiento cerca pero te noto lejos.
¡Casi consigo alcanzarte con las yemas de mis dedos
deseosos!
Me sonríes y me llamas.
No consigo encontrar el camino hacia ti.
Me lanzas tu mano en señal de ayuda, siento tu
fragancia esencial, pero no logro adivinar la forma
de atraparla.
____________________________________________
Gritas que te pierdes en la inmensidad del mar.
No existen oídos que oigan tus palabras.
Suavemente se mecen rozando las pequeñas olas con
la esperanza de que algún naufrago llegue a
recogerlas y vaya en tu busca, en busca de la
garganta que lanzo ese grito desesperado
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Verde esmeralda es el color de tus ojos, transparentes
y brillantes, llenos de ilusión y esperanza.
Como el nácar son tus perfilados dientes, destellantes
como los rayos del sol.
Fina piel, largos brazos, perfecto cuerpo, senos
firmes, prietos, sonrosados. Ideal, sublime,
encantador, pero… ¿y tu corazón?
NO ME SONRIAS
Veo tu rostro ilustrado en el fondo del mar, quiero
tocarlo con mis manos. Aparto el agua. No llego, está
demasiado profundo.
¡No me sonrías!
¡No me incites a hundirme en el mar!
Sal a mi encuentro. Aquí, entre la arena caliente te
espero, entre las rocas cubiertas de musgo, al abrigo del
sol.
Ven, te espero, no tardes, la noche no rezagará en llegar
y con ella el frío, helando mi larga espera. Coge mi
mano y sal de tu refugio.
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Vayamos juntos a pasear, sintamos en el rostro la brisa
de la mañana. Doremos nuestra piel acariciada por el
sol. Oigamos las risas de los niños, sintamos las historias
de nuestros mayores, caminemos por los senderos unidos
simplemente… por nuestros destinos.
Me haces daño.
Te busco y te resistes a acercarte a mí, a quedarte a
mi lado.
Te llamo, y mis evocaciones no escuchas.
Siento en mi…, ternura.
Quiero ver claridad y él no me la da.
Las notas van emergiendo en mi corazón.
Siento el ritmo en mí, notas perdiéndose en el aire,
que no llegan a ningún oído humano, sensible, lo
suficiente para llenarle.
Quiero que mi corazón baile baladas, ritmos
sensuales, ardientes…
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Líneas paralelas y curvadas por los sin sabores de la
vida. Sin llegar a tocarse, sin conocerse, pero una al
lado de la otra.
Buscándose en los alrededores del verano, sabiendo a
ciencia cierta que al final os llegareis a unir. En una
época, os llegasteis a rozar, pero os volvisteis a separar,
ahora por fin os habéis unido, las dos en una. Las dos
recorriendo el mismo sendero, el mismo final. Pero esta
vez rectas, erguidas, unidas en una misma razón.
El calor del sol os envuelve en su brillantez,
protegiéndoos de lo inerte. Hay brillo y esplendor en
vuestras sonrisas.
Las miradas destellantes sosegadas, tranquilas, pero
fuertemente iluminadas.
En vuestros corazones no hay lugar para las dudas, esos
rayos de sol que os envuelven protegiéndoos, no dejan
pasar las cosas banales y eso hace que se acreciente la
fuerza pura de vuestro amor.
Sois líneas finas pero fuertes, con una sola dirección
final, el respeto mutuo y la unión.
El calor de los rayos hace desvanecer las curvas de
vuestra andadura, haciéndola consistente, volviéndolas
al punto de partida, volviendo a creer en aquellos
primeros días de vuestra unión.
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Querido mar:
Hace tiempo que no te visito, casi me había olvidado
de ti. ¿Pero qué digo?
¡Imposible!
Imposible olvidar tu color, tú aroma, tu frescura, tú
potencia sobre mí.
Solo es… que no tengo con quien compartirte y
cuando se te visita en soledad tu dulzura pesa
demasiado, tu aroma ahoga, tu color ciega mis ojos
al reflejarse mi rostro solitario y pálido.
Los ojos que me acompañaban para admirarte, están
lejos, aunque no ceso de sentirlos cerca, latentes, pero
inmensamente inalcanzables.
Idealizados, envueltos en nubes rosas y esponjosas e
intensamente atrayentes, aunque con posibilidad
de tornarse tormentosa.
Suena la música…, penetra por mis venas.
Mi sangre se envuelve en notas armoniosas, se
origina el hormigueo de la danza, de los
movimientos corporales al son del ritmo.
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¿SABES…?
¿Sabes…? De nuevo vuelvo a sentir en mi garganta ese nudo
de soledad.
De nuevo afloran hasta mis ojos las lágrimas amargas.
De nuevo la mueca en mi rostro,
De nuevo el vacío para compartir.
De nuevo el sentimiento de sobrevivir, como un granito de
arena de la inmensa playa del mundo.
El abandono, la rutina, el sin sentido, el sin sabor, miradas
sin un punto de mira.
Mirando el infinito sin llegar a él.
Cascadas de colores salen de mi corazón, apagándose poco a
poco ante mis ojos. Risas ocultan el dolor de la soledad,
¿hasta cuándo?
Ven conmigo a mi mundo, quiero seguir tu camino, quiero
danzar junto a ti.
¿Dónde estás?
¿Por qué no vienes a mí?
Necesito amar el mar junto a ti.
Palabras que no oyes, sé que estás ahí.
No se vivir sin amar. No se vivir en soledad
TE QUISE TANTO…
Que no entiendo a donde se fue nuestro amor.
¿Qué paso?
Queda nuestro hijo, testigo deseado de nuestra verdad.
Historia turbulenta, llena de pasión.
De palabras sin sonido, de días de acariciar el sol con las
yemas de los dedos y luego envolvernos en la más triste
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oscuridad.
Sentimientos que se van quedado atrás.
Olvidados, marchitados, enterrados con las partículas de las
vivencias del día a día.
Tu camino se ha distanciado cada vez más del mío, pero el
eco de aquellos sentimientos siguen resonando por mi cuerpo,
alterando mi sangre, quebrando algunos días en mi mundo
fuera de ti.
¿Te sigo queriendo?
¿Me quisiste algún día?
Nunca podré volver a saberlo…
He notado, paloma, como has ido alejándote, día a día, todo
lo que nos unía se ha elevado con tu vuelo.
Sentí vacío al verte emprender tu partida, pero una nueva
isla ha salido a flote en mi corazón, donde quizás algún día,
vuelva a posarse otra paloma sedienta, a la que yo pueda
ofrecer el agua de mi vida.
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AMIGO MIO…
Mi cadena se quedó vacía,
Nuestra cinta y su anillo quedan ahí.
Pienso en ti y sonrío.
Sueño con tu mirada limpia.
Te doy gracias por cruzarte en mi camino.
Por hurgar en mis entrañas, por hacer florecer en ellas lo
más puro de mi.
Mío es el trabajo de pulirlo.
Sabiendo que eres la mano que me guía
Como en la que se coge quien no ve.
Mi andadura se vuelve intensa, fuerte y segura.
Gracias amigo mío, la luz de tus ojos me guía por las
tinieblas de mi vida, en busca de un rayo de sabiduría.
Gracias amigo mío, por poner notas de música en mis venas
y hacérmelas oír con el tacto del aire.
Gracias amigo mío, por hacerme sentir amor por la más
pequeña flor del monte y oler su aroma sin tenerlo.
Gracias amigo mío, simplemente por estar.
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PALABRAS VACIAS
Impotencia que me ahoga.
Palabras que suenan vacías, intentan entrar en mi
corazón y no pueden, yo quisiera que entrasen hasta
lo más oculto y la impotencia ante este hecho me
ahoga.
Quiero desearte y no lo siento así.
Me duele ver tu rostro desencajado ante mí,
pidiéndome en tu mirada,
¡Por favor ámame!
Me haces daño,
Me hace daño tu presencia.
Me dañan tus palabras.
Me dañan tus caricias deseosas.
Me dañan tus sentimientos
No puedo compartirlos.
No puedo devolvértelos en su justa medida.
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SENTIR TU PRESENCIA
Aspiro tu aroma en el aire.
Noto tu presencia, aun sin verte.
Manos heladas me devuelven a la realidad.
¡Huyo! No quiero sentirlas…
¡Me encuentro tan bien flotando!
Sonrío ante tu recuerdo.
Llevándote oculto en mi pensamiento.
¡Sumergido! No quiero que salgas a la luz.
Podría no gustarme tu rostro,
Podría cambiar tu aroma.
Podría morir tu recuerdo
Y dejar de sentir tu presencia…
34
Tu dios...
29 de Octubre de 1991
Fuertes brazos a mi alrededor.
Mi sangre alterada pide más pasión.
Tus labios me encuentran...
y recorriendo mi cuerpo, dejan senda de amor,
Fuego ardiente en todo mi ser,
mis entrañas palmotean la llegada de tu dios.
Imponente llegas hasta mí.
Encontrando llameantes deseos hacia tu pasión.
Salen notas de música de tus poros,
impresos en rica miel.
Me elevas hasta las nubes mientras gritas mi
nombre al entregarme tu dios.
Cae la calma.
Rebrota el calor.
Todo mío eres en este momento,
35
hasta lo más magnánimo te podría pedir,
y me lo ibas a dar...,
ardiente en deseo.
Castillos de estrellas clarean en tus ojos.
Cenizas que renacen encienden tu sonrisa.
Florece la rosa en tu corazón.
¡Mira! ha pasado el amor.
¡Cógelo! no lo dejes escapar.
El mundo es grande y él pequeño.
¡Compartámoslo entre los dos!
Cógelo sin soltarme; Inyéctamelo para sentiros
dentro de mí;
Pasión en mis venas no me falta.
todo sería estallido de color
si entraseis en ellas.
36
POEMARIO
1995
37
Todo terminó…
16 de Noviembre de 1995
Todo terminó.
Nuestro jardín se secó.
Nuestra choza se derrumbó.
Nuestros designios quedaron atrás.
Todo terminó.
Aún sin estar acabado.
Sin darnos tiempo a vivirlo,
sin andar nuestro camino.
Todo terminó
Mi sendero lo ando sola
intentando recoger las flores de la ilusión,
abrigándome con los rayos del sol.
Aunque…
Todo terminó
y mi amor sigue creciendo
mi ilusión quebrantada te sigue esperando,
sin esperar nada de ti.
Todo termino
al haber comenzado
solo las primeras páginas de nuestro prólogo.
Aún así… todo terminó
38
A ti…
16 de Noviembre de 1995
En alguna curva de nuestro caminar, nuestras
ilusiones se separaron, buscando motivaciones
diferentes. Nuestros corazones cansados se
soltaron de la mano, a pesar de continuar
rozándose, cuando el hilo invisible tira y se
acerca rasgando las yemas de los dedos,
impulsando el dolor de lo imposible hacia el
corazón.
¿Cómo querer, puede doler tanto?
A ti.
¿Cómo puedo amar algo imposible?
A ti.
¿Cómo acallar los alaridos de la incomprensión?
Por ti.
¿Cómo se puede amar un recuerdo?
A ti.
39
Si me llamases…
Si me llamases...
Aún amándote, no iría.
En tus hombros crecieron espinas,
ya no puedo apoyar mis sueños en tus abrazos,
se tornaría rojo ensangrentado.
Si me llamases...
No podría llegar,
tu recuerdo y mi presente
llorarían lágrimas de hiel
haciendo tambalear mi cordura
recién encontrada lejos de ti.
Si me llamases...
no lo hagas, no quiero oír las notas de tu voz.
Dímelo, como lo dices, con la mirada,
que yo lo pueda sentir
y no lo pueda oír,
así, mi propio temor, me hará huir de ti.
Si me llamases...
mí orgullo me haría retroceder,
tu rostro es fresco como la rosa,
mas tu cuerpo, tus actos,
son el tallo y espinas,
que aún llevo nuestros recuerdos vivos y clavadas
en mí.
Quiero mantener alegres.
Si tú me llamases...
No, se que no lo harás,
tus susurros de amor,
están clavados en otro rostro.
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A ti, mi pequeño gorrión
A ti, mi pequeño gorrión aguileño…
Quieres alzar tus alas heridas buscando tu
camino entre nubes y tormentas, ansiando los
rayos de sol que te den calor y la calma serena
del
mar.
Fingiendo la fortaleza del águila en tu lucha
diaria, para forjar, tu tierno y joven corazón.
A salvo entre tus garras de ave rapaz
inventadas. Surcando el cielo lo más alto
posible, donde está inalcanzable tu alma de
gorrión al acecho cuando quieren hurgar en tu
interior, defendiendo tu infantil y cruel pasado.
Te quiero tanto mi pequeño gorrión…a pesar de
tener las heridas de tus garras en mí, pusiste
todas tus fuerzas para que te amase pero…,
alzaste tu vuelo para anidar en otro nido más
confortable, me apartas de tu ruta, mi pequeño
hombre, sigues queriendo que mi nido te acojas
cuando tu vuelo va a ras del suelo y añoras el
calor de mis viejas alas sangrantes.
41
Paseando por mí río.
Paseando por la orilla del río
mirando alrededor,
sintiendo en nuestros rostros, la
aguas transparentes reflejan radiante felicidad
solos allí, alejados del mundo,
caricia del frío
nuestras manos entrelazadas van,
trasmitiéndonos fuerza,
trasmitiendo ternura, uno al otro
!cuanto amor puedo ver en tu mirada!
!cuanta paz me confiere tu sonrisa!
!cuanto calor tus abrazos!
El río está calmado,
calmados nuestros corazones, escuchando música salida
de lo más profundo del cauce,
notas melodiosas y juguetonas danzan a nuestro
alrededor
suena un saxo, notas de piano a lo lejos...
Nos miramos, y con ello alcanzamos el cielo
Nadie puede romper nuestro amor
Nadie debe mancillar nuestro más preciado ser
pero… él se esconde, llega la oscuridad
nuestras manos se sueltan
¡Te llamo!
Te sigo llamando…
Algo te arrastra lejos de mí
hacia la oscuridad, lejos de mi
más sin embargo…ese alguien...
Eres tú…
42
Carta de amor al río Turia
Entre naranjos y cañaverales,
juegan los niños.
Entre naranjos y cañaverales,
surgen primitivos hálitos de amor.
Entre naranjos y cañaverales,
manos entrelazadas hay,
vida, rebosan sus aguas
¡Ay!, si hablasen…
Sentada en la orilla,
mi mente viaja hacia la niñez,
juegos, risas, candidez.
Días de verano.
Mi río, mi Turia,
280 km. de senda caudalosa,
su origen turolense,
nombre árabe adquiere,
Guadalaviar, río Blanco,
pero Turia le llamamos
Tártaros y Ribarrojenses
43
Sus caminos de agua
llenan de savia,
nuestra comarca "Camp del Turia".
Campos preñados,
pueblos mimados,
frutos paridos,
cuerpos bañados.
Mi río Turia descansa en la mar,
pedacitos de ilusiones
en sus aguas van,
torrente de vivencias
en ellas, emboscadas están.
Sentimientos de poeta
se recrean en la orilla,
pasión en su corazón
coqueteando, admira.
Las vidas que vio pasar
escuchan el clamor del agua,
la ven transcurrir,
mientras se alzan sus miradas,
esperando ese atardecer,
tiñendo de color mágico el instante.
! Si cada rincón del Turia hablase!
Historias, contase.
44
Dejar en él quiero,
mis cenizas adormecidas.
Desde el viejo puente
sobre el cauce caídas,
el agua es vida,
que me lleve con ella,
hacia la mar tranquila.
!Turia, emblema de nuestro pueblo!
!Turia, padre de nuestros campos!
!Turia, patriarca de nuestros frutos!
!Turia, refugio de enamorados!
Turia es... mi pueblo,
Riba-roja, la de Turia
CARTAS DE
AMOR AL
RIO TURIA
2º premio
concurso
local
45
RELATOS BREVES:
- LA ESTACIÓN DE LA
ESPERANZA
- UNA VIDA EN LA MALETA
- EL RENACER DE UN BOSQUE
46
LA
ESTACIÓN
DE
LA
ESPERANZA
María estaba sentada en uno de los escalones
de la antigua estación del tren. Apenas quedaba ya
nada de ella, solo se mantenía en pie, como
queriendo agarrarse al paso del tiempo, la antigua
caseta construida a finales del siglo XIX, donde se
vendían los billetes para los viajeros que iban a la
capital, o a cualquier pueblo de los alrededores, a
pasearse, al cine, o a enlazar con otro tren que les
llevase lejos de la miseria que en aquellos años
había.
47
Las vigas de hierro y los travesaños de madera
habían sido arrancados quizás en un alarde de
modernidad quizá… mal entendida. En su lugar,
siguiendo la línea de los raíles, querían hacer un
bello paseo con sus bancos estratégicamente
situados bajo los ramajes de los sauces que daban
sombra en verano y aliviaban el frío en invierno.
Así, la senda de los trenes, quedaba enterrada
bajo el suelo, entre túneles, cruces, semáforos y
oscuridad, donde circularían llenos de gente que
iban y venían diariamente en los nuevos trenes de
diseño.
María miraba y no reconocía la vieja estación,
con el proyecto por terminar se había convertido
48
en un montón de piedras, hierros y bloques de
cemento amontonados.
Recordaba cuando llegó de Brasil con su
familia, en busca de su abuelo al que no conocían.
Sentada en el frío escalón, se dejó llevar por los
recuerdos…
Desde la plaza de la estación, dos viejos amigos
escuchan el silbato de los trenes que llegan y
parten cargados de historias diarias, en busca
de sus propios destinos.
Ésta vez,
traían
consigo
unos pasajeros
venidos de muy lejos, Marilina e Ignacio con sus
dos hijos María y Luís.
Era una mañana de domingo primaveral, la
gente paseaba por la plaza; en uno de aquellos
49
bancos, como cada día, se reunían dos viejos
amigos, cargados de añoranzas y experiencias
vividas por separado y a la vez, paralelamente…,
como los raíles del tren.
Tomás y Enrique con casi un centenar de años
de experiencias a sus espaldas, una guerra civil
pasada, otra mundial cercana y las miles de
penurias que tuvieron que soportar toda la gente
que vivió en su época, pasaban las mañanas al
abrigo del sol en la mítica plaza de la estación.
El principio del siglo XX, fue un periodo de
cambios y de guerras, tanto a Tomás como a
Enrique les cogió con dieciocho y veintiún años.
Dos muchachos gallardos y altaneros con grandes
ganas de vivir.
50
-¡Parece mentira Tomás, ya han pasado diez
años desde que falleció mi mujer y parece que fue
ayer!-dijo Enrique con melancolía.
-Si.- Contestó
Tomás con aire tristón.- El
tiempo pasa muy rápido y a veces muy lento.
Tomás tenia la mirada perdida, miraba pero no
veía a la gente que venía de la estación.
-A quien echo de menos,- le decía Enrique,- es a
mi hijo, esto de que esté al otro lado del
Océano…, ni siquiera conozco a su mujer, ni a
mis nietos. La última vez que le vi, fue en el
entierro de su madre ¡imagínate! ya hace diez
largos años.
51
Tan enfrascado estaba
Enrique en su propia
historia que no se dio cuenta de que a su amigo se
le llenaban las retinas de un brillo lagrimoso.
Eran
lágrimas
secas
por
el
dolor
y
la
impotencia.
Tomás
nunca
llegó
a
casarse,
al
menos
“oficialmente por la iglesia”, como correspondía en
aquel entonces, él y su novia Carmen, tenían
pensado hacerlo civilmente, pero se lo impidió la
guerra, les pilló en el bando republicano, su novia
desapareció sin
dejar
rastro,
mientras
él
se
encontraba en el frente, hacía de eso toda una vida
para él. Nunca la olvidó, jamás supo donde estaba,
nunca recibió noticia alguna, que le pudiera
indicar donde se hallaba.
52
La estuvo buscando durante años y lo único
que llegó a saber es que había tenido que huir al
amparo de la noche hacia un rumbo desconocido.
Eran tiempos muy revueltos, el principio de una
larga contienda que solo causó daño y sufrimiento,
pero jamás supo de ella, si había sobrevivido o no.
El tiempo había hecho mella en Tomás a acabó
por darse por vencido con los años, aunque nunca
perdió la esperanza de que un día bajase de alguno
de aquellos vagones que llegaban, por lo que cada
día se sentaba en aquel banco de la plaza con la
compañía de su amigo Enrique.
El vacío que sentía y la incomprensión fueron
tan grandes, que le habían impedido, ni tan
siquiera mirar a ninguna mujer.
53
Para él, su amada, seguía en su corazón.
Veneraba su recuerdo. Enrique siempre le dijo que
debía casarse, que su novia posiblemente no
volvería, no sabían siquiera si yacía en alguna
cuneta victima de las barbaridades ocurridas, o
quizás había conseguido huir al extranjero como
miles de personas. Nada, solo, silencio.
Tomás le respondía que él esperaba a la mujer
que siempre amó, presentía que algún día volvería
y podrían unir la vida que les quedaba por vivir.
En la oscuridad de la noche, soñaba con
aquella niña que siempre había deseado tener, con
carita morena y ojos rasgados como su Carmen, la
mujer que tanto amó, hasta que despertaba de su
sueño bañado en sudor, asustado por el llanto del
54
bebe que le llamaba con los brazos tendidos. Y
noche
tras
noche,
se
preguntaba
¿porqué?
Obteniendo como respuesta el silencio oscuro de la
confusión.
En la estación, hacia su entrada el tren
procedente de la capital, de uno de los vagones
bajó Ignacio y su familia, venían de Brasil para
reunirse con su familia.
Habían tomado la decisión de regresar, la
abuela de Marilina había fallecido meses atrás y
pensaron que ya era hora de regresar a
casa.
Durante su enfermad, su abuela Eugenia les había
contado su verdad.
55
Marilina descendía de españoles, le relató su
abuela, pero no les dijo mucho más, no les
gustaba hablar del tema, no querían remover el
pasado, decían que no traía nada bueno. El padre
de Ignacio era ya mayor y no conocía a sus nietos
ni a su nuera, solo por fotografía y Marilina
también quería saber quien eran los suyos, saber
porque habían cruzado el océano, sin mirar atrás y
en silencio; aunque tenía muy pocos datos de lo
que ocurrió. Ignacio cogió la mano de su mujer,
con fuerza, quería transmitirle seguridad.
-Todo saldrá bien, no te preocupes.- Le dijo
serenamente su marido.- vamos hijos el abuelo
nos espera.
56
Tomás y Enrique seguían en la plaza, en su
banco de siempre, bajo el sauce llorón que les
cobijaba del sol y les envolvía con su ramaje caído,
como queriendo besar la tierra que lo alimentaba.
El semblante
de Tomás
cambió
al recordar
aquella tarde de hacía ya muchos años, allí mismo,
en aquella plaza, en aquel banco, disfrutando de
una tarde de primavera;
- Tengo un regalo para ti, Carmen, por el
primer año juntos.- Le dijo Tomás a su novia,
embarazada de pocas semanas.
- Y por tu dieciocho cumpleaños.- Sonrió
Tomás
- Soy muy feliz.- Le dijo mientras le acariciaba
la incipiente tripita y le entregó una caja.
57
A Carmen le gustaban las turquesas por que
tenían el azul del mar.
Tomás de joven trabajó en un taller artesanal
de joyería y él mismo diseñó y elaboró dos anillos
iguales, uno para Carmen y otro para el hijo que
esperaban.
- Son dos anillos, ¿te gustan? Los
hice yo
mismo, iguales. El pequeñito es para nuestro hijo.
Se lo puso en su delgado dedo y con un tierno
beso en la frente le prometió que siempre cuidaría
de los dos.
58
Tomás levantó los hombros con tono resignado
y triste, queriéndose quitar aquellos recuerdos que
no le dejaban descansar.
De pronto su amigo se levantó de un salto,
Enrique reconoció a lo lejos a su hijo Ignacio y el
corazón le dio un vuelco.
-¡Por dios, Tomás! Es mi hijo, mírale, viene por
allí, y no viene solo.- Le dijo Enrique mientras se
levantaba todo lo deprisa que su edad le permitía.
-¡Hijo mío! – Gritó dirigiéndose hacia ellos.
Tomás no tenía fuerzas para levantarse.
-¡Pero vamos, hombre, levántate!
Enrique y su hijo Ignacio se fundieron en un
abrazo.
59
-Mira papá, ésta es Marilina, mi mujer, y mis
hijos, tus nietos.
-¡Pero qué guapos y que mayores son!
Enrique intentaba abrazar a todos a la vez, la
emoción le embargaba.
-Vamos, vamos a casa, estaréis cansados, ¿pero
como no habéis avisado de que veníais? ¡Dios! Mis
nietos…- Enrique estaba tan nervioso que se le
agolpaban las palabras y los sentimientos, en la
garganta.
-Tendréis muchas cosas que contarme, ¡han
pasado tantos años!
-¡Tomás! Vamos, ven a casa con nosotros.
60
Pero él no podía quitar la mirada de aquella
muchacha.
Cuando llegaron a casa se sentaron en el salón,
Enrique les preparó algo para comer, mientras su
hijo les iba contando cómo les había ido el viaje
desde el otro lado del océano.
-Ignacio ¿tu mujer es brasileña?- preguntó
Tomás.
- Si, es nacida allí, pero su madre era española,
aunque no sabemos mucho de ella, solo, que tuvo
que irse a Brasil, cuando empezó la guerra civil, su
novio estaba en el frente, el padre de Marilina, y no
pudo avisarle, ¡malditas guerras!
En ese momento entraron abuelo y nuera y se
sentaron los seis a la mesa. Ignacio le dijo a su
61
mujer.- Le comentaba a Tomás que tu mamá era
española.- mientras le cogía la mano.
Tomás palideció.
-Mira, este anillo es el único recuerdo que tiene
de ella, y otro pequeñito que lleva colgado de la
cadena, según su abuela, los hizo su padre antes
de que ella naciera.
Con
Marilina,
mano temblorosa Tomás cogió la de
con
extrema
ternura,
se
le
quedó
mirando fijamente, mientras se apoyaba en el
hombro de su amigo y con los ojos llenos de
añoranza les dijo:
-Enrique, amigo mío, al fin, esos trenes que
tantas veces hemos visto ir y venir…-su voz
temblorosa no le dejaba articular palabra.- Me han
62
traído, por fin, a mi hija.- Les dijo mientras les
mostraba la mano en la cual llevaba el anillo con
el cual sellaron su amor, ese amor que nunca
pudieron disfrutar, pero que si tuvo su fruto y ese
era Marilina.
Aquella noche, sería la primera que Tomás
pasaría sin escuchar el llanto de un bebe.
Sin ellos saberlo, aquel día… era el último de
una larga y dolorosa historia.
El sol empezaba a brillar en la vida de aquellos
viejos amigos.
63
DEL OTRO LADO DEL OCEANO
La sorpresa de todos los allí presentes se hizo
patente.
Enrique se sentó de golpe en la primera silla
que encontró, casi se cae al suelo.
Mientras tanto Marilina no salía de su asombro,
no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
Miró
fijamente
a
su
marido
buscando
una
explicación, pero Ignacio tampoco en tendía nada.
-Papá, ¿Qué está ocurriendo aquí?- pregunto
Ignacio inquieto.
64
-No lo sé hijo, será mejor que todos nos
sentemos y que Tomás nos explique a que se
refiere.- Le contestó su padre.
Pero Tomás estaba tan embargado por la
emoción que no podía emitir apenas ninguna
palabra.
Por
su
parte,
Marilina
intentaba
encontrar algún sentido a las palabras de Tomás.
Siempre le dijeron que su padre había muerto,
antes de que ella naciera. Al menos, eso fue lo que
su abuela brasileña le había dicho.
-Bueno será mejor que os cuente una historia.Dijo Tomás como pudo.
-Por favor, Marilina siéntate a mi lado y
vosotros también – les dijo a los niños – quiero
65
teneros cerca, soy muy mayor y mi voz está
apagada.
-El anillo que llevas puesto, se lo hice yo a
Carmen, tu madre, por nuestro primer aniversario,
creo recordar. Estaba embarazada de unos dos
meses, he hice uno igual más pequeñito, para
nuestro hijo.- Les fue contando
mientras le
embargaba la emoción.- El día que se los di fue el
último que nos vimos, estábamos en guerra y al
día siguiente yo partía a filas. Cuando regresé ella
ya no estaba, desapareció. Os busqué, llegué a
cruzar el océano, pero no conseguí nada.
-Mi mamá se llamaba Carmen, eso es cierto.Dijo Marilina, mientras le resbalaban lágrimas por
las mejillas.
66
-¿Se llamaba? – preguntó Tomás.
-Eugenia, me contó que mi madre murió
cuando yo tenía cinco años. Nosotras vivíamos en
la casa de Eugenia que alquilaba habitaciones.
Cuando murió mamá, Eugenia se hizo cargo de mí.
Hizo la petición de mi custodia, para adoptarme
pensando que no tenía más familia.- Les fue
contando
Marilina,
intentando
mantener
la
serenidad, aunque las lágrimas se le agolpaban en
las retinas.- Mi mamá me puso sus apellidos, creo
que le dijeron que habías muerto.- fue diciendo
mientras su enfado crecía.
- ¡dios! ¡No entiendo nada! ¿Cómo pueden
suceder estas cosas? ¡Malditas guerras!- gritó
enfadada y dolida, cogiéndose la cabeza.
67
-¿Qué le ocurrió? ¿Cómo murió mi Carmen?fue
preguntando
Tomás
ávido
de
encontrar
respuestas donde solo tenía silencios.
- Fue un infarto, todo sucedió muy rápido, no
sufrió, solo se durmió y no despertó. Por la
mañana cuando vino Eugenia, como todos los días
a recogerme, se extraño de que mamá no se
hubiese
levantado,
Eugenia
cuidaba
de
mí
mientras mamá salía a trabajar, bueno…
No podía continuar. Su marido la abrazó.Tranquila cariño.- le susurró.
Marilina intentaba coordinar los hechos, el
saber que realmente todos aquellos años había
tenido un padre sin saberlo, suponía un golpe
bajo.
68
La impotencia que sentía no la dejaba respirar.
No sabía lo que sentía; rabia, dolor, alegría,
recelo…
- ¡Pero! No entiendo nada, siempre pensé que no
tenía
a nadie, solo a Eugenia que fue como mi
abuela.
- Marilina, cariño… en cierta manera
así es,
Carmen, tu mamá era huérfana. Le confesó
Tomás.
- Tampoco tenía hermanos, solo me tenía a mí.
Íbamos a casarnos, pero no llegamos hacerlo.
Cuando regresé… ¡perdonarme! – Se derrumbó
Tomás.- Como os he dicho eran tiempos muy
malos en los que desapareció mucha gente, las
guerras no traen nada bueno.- Dijo mirando a su
69
amigo Enrique que asentaba con la cabeza y la
mirada triste.- ¡Maldita sea! Toda una vida sin
saber
donde
podías
estar…
¡y
mi
querida
Carmen… lo que sufriría para sacarte adelante, en
aquella época, sin poder darte mis apellidos,
madre soltera y en un país desconocido para
ella…- Dijo Tomás con la cara desencajada y llena
de lágrimas, roto por el dolor pasado, al que le
llevó el desconcierto y la sin razón.
- Entonces… ¿estás seguro? –
- ¿Qué significa Marilina? ¿El nombre?- le
preguntó Tomás
- María Adelina ¿porqué?
- Llevas el nombre de mi madre, tu abuela, es el
que queríamos ponerte, ¡te llegó a poner el nombre
70
que tantas veces habíamos hablado...! – Balbuceo
mirando al cielo.- Eres el vivo retrato de mi querida
Carmen, no te puedes imaginar lo mucho que nos
queríamos. Siempre pensé que regresaría. Día tras
día la he esperado en nuestro banco. En aquel en
el que le prometí que cuidaría de vosotras, con la
esperanza de veros algún día bajar de alguno de
aquellos trenes. Lo que nunca imaginé es que
regresarías
tu
sola,
casi
había
perdido
la
esperanza… ¡han pasado tantos años…!María y
Nacho escuchaban sentados en el sofá del salón
sin
poder
articular
palabra.
No
querían
interrumpir aquel momento que significaba tanto
para todos, sobre todo para su madre. Cogidos de
la mano seguían en silencio el relato de su mamá
y de su recién encontrado abuelo.
71
Estaban
expectantes y preguntándose cómo
podía haber sucedido todo aquello.
Ignacio tenía a Marilina rodeada con sus
brazos, transmitiéndole toda la tranquilidad que
necesitaba en esos momentos.
- Bueno…- dijo Enrique.
El aire se podía cortar con un cuchillo.
-Creo que han sido demasiadas emociones para
nuestros
cansados
corazones.-
dijo
Enrique
apoyando su mano en el hombro de Tomás deberíamos descansar, es de noche, vamos a
dormir y mañana ya más tranquilos hablamos.
Hay muchas preguntas en busca de respuestas y
la emoción nos está dejando sin respiración.
72
Quédate a dormir, Tomás, aquí hay sitio para toda
la familia.
-Sí. Será mejor que vayamos a descansar,
imagino, hija mía… que como yo tendrás que
asimilar toda esta historia, mañana empezamos
una nueva vida.
- Claro Tomás, bueno…papá, se me hace
extraño, pensé que nunca pronunciaría estas
palabras… pero… ¡me alegro tanto!
Abuelos, hijos y nietos se dieron las buenas
noches y Marilina y Tomás el primer y largo
apretón entre padre e hija.
Enrique les acompañó a cada uno a sus
respectivas habitaciones y
cuando volvió con
Tomás al salón, los dos se fundieron en un
73
cansado abrazo y fue entonces cuando Tomás se
derrumbo y por fin pudo derramar todas las
lágrimas que llevaba guardadas en su interior,
durante toda una vida. El bebe de sus sueños, a
partir de esa noche dormiría plácidamente.
El río
Mientras paseaba por la orilla del río de su
nuevo pueblo, Riba-roja de Turia, en Valencia,
María recordaba el día que llegó con su familia.
Había pasado casi un año. Regresaron desde
Brasil para instalarse en España.
El reencuentro con su abuelo Tomás del cual
no tenían conocimiento de que existiese, hizo más
74
firme
el
convencimiento
de
que
tenían
que
quedarse.
Ignacio encontró un nuevo trabajo. No tenia
nada que ver con el que desarrollaba, allá en
Paraty, en la ciudad donde vivían en Brasil,
aunque le era igualmente satisfactorio.
Era el coordinador, en una ONG, de envíos de
medicamentos a países necesitados. Marilina, por
su parte había pospuesto el tema laboral, aunque
la verdad es que no le urgía trabajar; tenía sus
ahorros y lo más importante era recuperar su
historia, su padre era muy mayor y quería pasar el
tiempo que le quedase por vivir a su lado.
Para María y Nacho, el cambio había sido
agradable, les gustaba su nuevo pueblo, aunque
75
no cabía la menor duda de que echaban de menos
Paraty; les gustaba el mar, estaban acostumbrados
a verlo desde la ventana de su casa.
En Riba-roja, el mar Mediterráneo estaba a
media hora en coche; aunque nada tenía que ver
con el océano que ellos conocían.
María era dos años mayor
que Nacho,
pero
siempre habían tenido el mismo círculo de amigos;
los dos nacieron en el mes de septiembre, por lo
que eran del mismo signo del horóscopo, allá en
Brasil se creía mucho en estos temas.
Cambiar
de país, de costumbres, de amigos,
incluso de familia en plena adolescencia podía no
ser agradable para ellos, pero no fue así, se
acoplaron a su nuevo entorno fácilmente, la
76
curiosidad por una nueva cultura y un nuevo país
les atrapó; los dos eran curiosos e intranquilos,
siempre preguntado, viajando, conociendo nuevos
amigos, en eso se parecían a su padre, eran dos
aventureros natos, pero tenían la sensatez de su
madre, cosa que les permitía ser bastante maduros
para la edad que tenían; dieciocho, Nacho y María
había cumplido los veinte.
¡Quien les iba a decir que al llegar a Riba-roja,
iban a encontrar a su
recién recuperado abuelo
Tomás. Fue pasando el tiempo y toda la familia se
amoldó perfectamente a su nuevo ambiente.
No quisieron buscar culpables de algo que
había
sucedido
muchos
años
atrás
y
que
77
desgraciadamente ya no tenía remedio. Tenían que
mirar hacia delante.
A Carmen con el paso de los días se le iba
haciendo patente su estado de buena esperanza y
las habladurías en el pueblo comenzaron.
En la casa donde trabajaba de sirvienta interna
empezaron a sospechar y Carmen decidió que
antes de que se supiera y la despidieran se iría a
otro lugar.
Intentó ponerse en contacto con Tomás, pero no
lo consiguió; le devolvían las cartas que le escribía.
Las últimas noticias que tuvo no eran nada
esperanzadoras; pues las noticias eran el silencio.
Riba-roja al igual que la mayoría de pueblos de
aquel entonces, eran lugares donde no cabía una
78
madre soltera y menos aún en los años treinta; no
podía quedarse allí, tendría que irse a otra ciudad
más
grande
donde
pudiera
pasar
más
desapercibida.
Podía decir que estaba casada y que su marido
estaba en el frente.
El no saber nada de Tomás, le consumía, pero
no podía quedarse allí.
Si se marchaba podía volver Tomás y no
encontrarla y no sabía en quien confiar. La única
persona de la que se podía fiar era de la mujer de
Enrique, y fue a la única a la que le dio su nueva
dirección, con la intención de que se la hiciese
llegar a Tomás cuando regresase y así lo hizo la
esposa de Enrique cuando Tomás volvió a los dos
79
años, pero cuando fue a buscarla ella ya no
estaba.
Tomás
españoles
intentó
ponerse
que habían
en
contacto
tenido que
con
emigrar
a
diferentes países, pero no consiguió dar con
Carmen ni con su hijo que al fin y al cabo no sabía
si era un niño o una niña, cosa que aún hacia más
difícil la búsqueda.
Solo pudo saber que se había ido desde Galicia;
allí vivía una amiga del orfanato donde vivió hasta
que cumplieron la edad en la que lo tenían que
dejar e independizarse a pesar de que aquella
“independencia”
“dependencia”
suponía
ya
que
la
otra
mayoría
clase
de
de
chicas
terminaban como sirvientas internas en casa de
80
alguna familia adinerada, o casándose con “un
buen hombre”.
Su amiga de la infancia intentó buscarle un
trabajo, pero al estar embarazada no querían
acogerla.
Carmen
se
iba
desmoronando
por
momento.
Continuaba sin tener noticias de Tomás y las
cosas cada día se ponían más difíciles y peligrosas
y no tuvo más remedio que emigrar
fuera de
España.
En un principio se fue a Argentina. Hasta allí
llegó Tomás, pero la búsqueda no dio su fruto, la
pista se perdió, al perder Carmen la esperanza de
volver a encontrarse con Tomás del que las
81
noticias que le llegaron fueron que era de Tomás
del que no se tenían noticias.
Estuvo encarcelado hasta meses después de
acabar la guerra.
Todo un cruce de noticias que se enmarañaron
de tal forma que hicieron que sus vidas quedasen
separadas para siempre.
Carmen tuvo que salir adelante como pudo.
Alquiló una habitación en una casa de huéspedes
en Paraty, le gustó aquel pueblo y su nombre, le
recordaba a Tomás.
-“Este anillo es para ti, llévalo siempre contigo.”
Es lo que le dijo Tomás el último día que se vieron.
Carmen siempre lo llevó puesto, hasta el día de su
marcha sin billete de regreso.
82
La dueña de la casa de huéspedes, Eugenia, era
una gran persona. Fue para Carmen como su
madre, hermana, amiga, abuela, compañera, todo
lo que tenía en ese momento.
Eugenia
se
encaraba
de
Marilina
cuando
Carmen tenía que salir a trabajar. Apenas le
cobraba alquiler, aunque le decía que a todos les
cobraba lo mismo. Eran pocos los huéspedes que
Eugenia tenía en su casa, casi se podía decir que
eran una gran familia. Todos los huéspedes sabían
las penurias que pasaba Carmen y lo mucho que
trabajaba para poder alimentar a su pequeña, pero
ella no admitía lastimas ni limosnas, por lo que
sus compañeros hicieron el trato con Eugenia de
no decir la verdad sobre la cantidad del alquiler.
83
Cuando Carmen murió fue Eugenia quien se
hizo cargo de la pequeña; allí llegó con apenas un
año de vida y allí continuó hasta que se casó con
Ignacio, aquel apuesto “españolito” que había
llegado hasta allí, ávido de aventuras y ganas de
trabajar.
Marilina había sido una niña educada pero muy
traviesa y juguetona que se ganó el cariño y
respeto de los huéspedes que se alojaban en
aquella casa. Tenía un pelo largo y lacio que le
acariciaba la espalda. Le encantaba llevarlo suelto,
no soportaba las trenzas ni las coletas, le gustaba
sentirlo suelto en su piel.
Los enfados de Eugenia todas las mañanas al
peinarla para ir al colegio, eran la tónica diaria, al
84
final se dejaba hacer las trenzas y en cuanto
llegaba a la esquina se las soltaba, cogía alguna
flor de cualquier jardín y se la ponía en el pelo; le
encantaban las flores.
Cada vez se parecía más a su madre y
sobretodo en el sentido de la “libertad” que ambas
entendían.
¡Bastantes
años
estuvo
en
aquel
orfanato, privada de su libertad! Casi toda su corta
vida.
Cuando Carmen salió del orfanato encontró
trabajo en casa de los jefes de Tomás que eran
joyeros. Trabajó como sirvienta interna.
Una de las veces que Tomás fue a la casa, ella
estaba en el jardín.
85
-¡dios! Te había confundido con una flor…- le
dijo Tomás cuando la vio recogiendo rosas para
hacer un ramo para la casa.
Carmen pensó que se burlaba de ella y no le
contestó dándole la espalda.
-Tú serás mi mujer…, seguro, ya verás…
Ella, muy altiva dio un giro de ciento ochenta
grados y entro en la casa.
-Sí,
seguro…,
serás
mi
esposa.-
Iba
canturreando en voz alta, para que ella le oyese
mientras se alejaba, por la acera.
Desde ese momento fue a verla todos los días
hasta que se ganó su confianza.
86
Tomás era un hombre muy atractivo y adulador
por lo que Carmen no terminaba de confiar en él.
Pero su constancia le atrapó y empezaron a verse
fuera de la casa.
Les encantaba ir al río a pasear o a bañarse por
las noches cuando nadie les veía, jugar con el
agua, tumbarse en la hierba con sus cuerpos casi
desnudos y abrazarse quedándose dormidos hasta
el amanecer.
Los días en que Carmen se sentía sin fuerza
recordaba aquellos momentos y le afloraba una
sonrisa en la comisura de los labios.
¡Le echaba tanto de menos…!
87
Cuando tenía un rato libre, cogía a Marilina y
se la llevaba al campo en un alarde de recobrar
aquellos momentos junto al río de Riba-roja.
Momentos que retenía en su memoria, era su
forma de mantener el recuerdo de Tomás vivo y
sentirlo cerca.
-¡Mira, Marilina, ¿ves aquella nube? En ella
está papá, desde allí nos cuida, cuando estés
triste, mira al cielo, sonríele y él sabrá que estás
pensando en él. – Le decía Carmen a su pequeña,
mientras estaban tumbadas en la hierba mirando
como
pasaban
las
nubes
con
sus
formas
irregulares.
88
-¡Ey Papá… estamos aquí!- Gritaban las dos a
dúo, mientras saludaban a las nubes.
Eran los únicos momentos felices que se podían
permitir.
Un día cualquiera, siendo Marilina aún niña,
Carmen se subió a una de aquellas nubes y al fin
pudo conocer la libertad y descansar, queriendo
reunirse con Tomás.
Pero él continuaba esperándola, al otro lado del
Océano.
FIN
89
UNA VIDA
EN LA
MALETA
90
Amira despertó sudorosa. De nuevo aquel
sueño le interrumpía su merecido descanso.
Tenía alrededor de unos quince años y sabía
que le quedaba poco tiempo hasta que se
desposase con aquel primo lejano de su padre;
según habían concertado ellos años atrás;
cuando cumpliese los dieciséis años se tenía
que casar.
Por las noches tenía pesadillas viéndose
casada con aquel familiar lejano que ni siquiera
conocía. En las pocas horas de descanso que
tenía después de trabajar de sol a sol en la
granja de sus padres, no podía descansar ya
91
que
eran
interrumpidas
por
esas
temidas
pesadillas cotidianas.
Aquella mañana salió de casa para dirigirse
al campo. Estaba amaneciendo. Era el día
perfecto ya que su padre le había mandado
sola, Él iría más tarde.
Esperaba ese momento hacía tiempo. En un
pequeño cobertizo que solo ella conocía había
guardado un chándal de uno de sus hermanos,
unas tijeras, por si se tenía que cortar el pelo,
junto a unas gafas de sol y una gorra con
visera. En aquel cobertizo que amenazaba con
derruirse en cualquier instante Amira solía
esconderse para jugar, o para huir del mal
genio de su padre cuando era muy pequeña.
92
Cuando Amira salió del cobertizo, hizo un
montón con sus ropas viejas y las enterró bajo
de un olivo centenario, no quería quemarlo para
que no llamase la atención el humo. Después
de enterrar su pasado se dirigió temblando de
miedo en busca de su futuro. Sin mirar atrás,
bajo a la carretera que llevaba al pueblo más
próximo, Chauen. En ella era frecuente ver a
muchachos que se dirigían a cualquier parte en
busca de trabajo.
Omar se dirigió hacía el Norte, había oído
hablar a sus hermanos que la gente cruzaba el
estrecho en pateras o cualquier otro transporte
que pudiesen ir escondidos para burlar la
aduana de Ceuta.
93
Por las carreteras comárcales era normal ver
a la gente que iban y venían por sus orillas sin
arcen esperando encontrar algún conocido o
cualquier taxi, el cual se compartía con otros
pasajeros, para dividir el coste entre ellos,
llegando incluso a ir mas gente de la permitida.
Era muy normal ver taxis con 6 u 8 personas.
Anduvo todo el día. La tarde empezaba a
caer.
-Tendré que hacer autostop si quiero llegar
alguna parte pronto.- Pensó para sí misma.
Llevaba ya un buen rato, le dolía el brazo
de llevarlo extendido cuando una furgoneta
grande le paró. Tuvo suerte, se dirigía a Ceuta.
El chofer no se dio cuenta del engaño, era un
94
chico más, y el trato fue el normal, así que
fueron hablando durante el trayecto. Omar le
contó que iba en busca de trabajo.
-
Me dirijo a España.- Le dijo el chofer
Omar palideció de la emoción y de la alegría
pero quiso mostrar naturalidad, no llevaba
documentación alguna y no podía pasar la
frontera, tenía que despistar al chofer.
-
Yo prefiero quedarme aquí, cerca de la
familia, buscare trabajo en la costa o en
cualquier
ciudad
turística,
no
sé,
quizás
Tetuán… ya veré.- dijo intentando dar un tono
de normalidad.
Antes de entrar en el recinto portuario
pararon a tomar un te con jazmín y menta,
95
bebida típica de Marruecos, su religión no les
permite tomar alcohol- en uno de los bares que
hay a la orilla de la carretera y allí fue donde
Omar vio el momento de despedirse. El chofer
había quedado allí con otro transportista con el
que solía hacer la ruta hacía España. Llevaban
alfombras y productos de cuero a Sevilla.
Omar se despidió del chofer dándole las
gracias
y
desapareció
entre
camiones,
furgonetas y coches que estaban aparcados en
la gran explanada donde se cruzaban vehículos
que iban y venían de Norte a sur y de sur a
norte.
Los
transportistas
embarcaron
en
el
llegaron
ferry.
Al
al
puerto
amanecer
y
se
96
encontraban ya, en Algeciras. Habían pasado la
frontera sin ningún tipo de problema, al bajar
los vehículos del ferry, aparcaron en un área de
servicio y se dispusieron a desayunar. En dicha
área de servicio había todo lo necesario para
que los transportistas pudiesen
descansar,
comer, ducharse, hasta había una parte donde
se hallaban
los lavaderos, con máquinas de
lavar la ropa y secadoras para la gente que
hacía rutas largas.
Una vez desayunaron y comentaron la ruta
establecida, se pusieron en marcha, dejando
atrás el camino recorrido desde Chauen.
97
Omar salió de uno de los baños del área de
servicio. No sabía dónde estaba, se sentía muy
nervioso, cansado, pero libre…tenía que seguir
su camino en busca de una vida mejor. En el
aseo de caballeros se había lavado y aseado
para no tener mal aspecto, no quería llamar la
atención; estaba muerto de miedo, pero tenía
que seguir adelante, ahora no podía darse por
vencido, estaba a muchos kilómetros de casa y
no le encontrarían, sus pesadillas empezaban a
desaparecer para dejar el camino libre a otros
sueños.
Llevaba todo el día caminando por el arcén
de la carretera y estaba fatigado, los coches
pasaban demasiado rápido cegándole con las
luces ya que empezaba anochecer.
98
La idea que llevaba Omar era ir a una gran
ciudad donde pudiese pasar más desapercibido,
pensaba él, pero encontró un desvío por donde
los coches le pareció que iban más despacio y
se sintió más tranquilo al transitar por allí. Le
quedaba poca comida, apenas un pedazo de
pan y empezaba hacer frío, pero tenía que
continuar caminando.
Había
aprendido
algunas
palabras
en
español que le habían enseñado sus hermanos
y pensó que con lo poco que sabía hablar podía
instalarse en España sin problemas, pero nada
más lejos de la realidad…
Chauen es un pueblecito muy turístico de
Marruecos, en el que los niños hacen de guías
99
turísticos por “cuatro chavos” o por cualquier
cosa que les den; unas gafas de sol, una
camiseta, caramelos, lápices, cualquier cosa les
parece bien… ¡cuando uno no tiene nada, nada
echa en falta…!
Chauen a pesar de ser un lugar turístico,
parecía que se había quedado anclado en
nuestra Edad Media, mantenía su moruna
esencia medieval; calles estrechas, fachadas
pintadas de blanca cal, con viejas puertas y
ventanas de madera azules como el cielo.
Omar empezó a sentir la soledad de la
noche, sus esperanzas estaban empezando a
menguar, justo en ese momento hizo mención
100
de parar un coche, puso los intermitentes y
paro en el arcen, Omar corrió hacia el pero
antes de llegar se paró en seco, se quedo
mirando el coche y de golpe se aterrorizó y
quiso retroceder cuando oyó la voz de una
mujer que le llamaba…
-¿Hola? Te podemos llevar al pueblo ¿vas
allí?
Omar asintió con la cabeza, no se atrevía a
dar ni un paso, el temor lo tenía paralizado.
-¿Quieres que te llevemos?- le dijo la mujer
mientras se acercaba, pero Omar seguía en
silencio.
La mujer se extraño de que no le contestara.
De pronto una niña de unos diez años se bajo
101
del
coche y corrió hacia Omar, mientras éste
retrocedía unos pasos, fue entonces cuando la
señora se dio cuenta del temor de Omar;
hablándole con dulzura le convenció de que
subiera al coche; El muchacho al ver que era
una familia y el ver también a la pequeña, le
tranquilizo un poco y se dirigió hacia ellos, la
mujer, Alicia le sonrió; le ayudo a subir a la
parte de atrás con su hija Paloma, les abrochó
el cinturón y continuaron su camino.
El chico se acurrucó en el asiento, no sin
antes darles las gracias con una tímida sonrisa.
-¿Quieres un poco de agua?- Le preguntó
Alicia mientras miraba a su marido de reojo.Toma, coge esta botella, tendrás sed…
102
Omar la cogió y bebió sin apartar la mirada
del espejo retrovisor en el que se veían los ojos
del marido de Alicia; Luís le sonrió con la
mirada, el muchacho volvió acurrucarse y antes
de darse cuenta se había quedado dormido.
El matrimonio y
su pequeña se miraron,
Alicia les hizo un gesto de silencio.
-¿Qué ocurre?- preguntó Luís a su mujer.
-
No
lo
sé…
pero
este
chico
está
atemorizado y cansado por lo que veo…pero…
¿Qué hará a estas horas por la carretera solo?Se preguntó Alicia.
Por el camino fueron comentando lo extraño
que les parecía el encontrar a un muchacho a
esas horas por la carretera solo. Decidieron que
103
cuando llegasen a casa le preguntarían a donde
se dirigía y que si quería podía pasar la noche
en su casa y al día siguiente ya descansado
podía continuar su camino. En media hora más
o menos llegaron a casa, al despertar al
muchacho, éste se sobresalto, Alicia y Luis
cruzaron
una
mirada
de
complicidad.
Le
comentaron lo que habían hablado, Omar con
un castellano chapurreado y como pudo les dijo
que no quería molestar.
Alicia consiguió convencerle para que pasase
la noche en casa y al día siguiente podía
marcharse. Omar no entendía muy bien lo que
le decían, no tenía a donde ir y pensó que eran
buena gente y se dejó llevar.
104
El matrimonio tenía dos hijos; la pequeña
que les acompañaba, Paloma y Fausto de
diecinueve años, que se encontraba en casa
cuando llegaron y salió a recibirles. Al ver al
muchacho que bajaba del coche de sus padres,
se quedó sorprendido.
-
¡Mira, este es nuestro hijo mayor!...se
llama Fausto, por cierto… ¿Cuál es tu nombre?
¿Cómo te llamas?- le preguntó Alicia.
-
¿Yo? …Omar.- Dijo tímidamente.
-
¡Os estaba esperando para cenar! Estoy
hambriento…- indico Fausto
Pasaron a la cocina, donde había preparado
una tortilla de patatas y unos filetes de pollo.
Lavaros las manos y a cenar, que tendréis
hambre, vente Omar, te acompañare al baño,
105
así te lavas un poco antes de cenar.- les dijo
Alicia.
Omar iba mirando la casa perplejo; en su
casa
de
las
afueras
de
Chauen,
en
las
montañas, no tenían agua corriente, tenían que
ir a un pozo a unos trescientos metros de donde
vivían y llevar el agua en grandes cubos a la
casa y tampoco habían wáteres, solo una
letrina y sin luz. Nada que ver con la casa
donde se encontraba. Cuando Alicia abrió el
grifo del agua caliente de la bañera, Omar al ver
el vapor del agua caliente sonrió, puso su mano
debajo del grifo y dejo que corriese por su
mano. Alicia le miraba en silencio.
106
-Bueno… el agua está calentita, aquí
tienes el jabón, cuando te laves cenaremos,
venga… al agua.
Alicia salió dejando la puerta entornada.
Omar se quitó la gorra, no sin antes cerrar la
puerta, (aunque no vio el pestillo que se cerraba
para que no se pudiese abrir por fuera)
y su
larga cabellera negra como el azabache, cayo
como una catarata sobre su espalda, se quedó
por un momento mirándose al espejo, se llevó
las manos a la cara y no pudo reprimir las
lágrimas que le brotaron de los ojos como un
torrente, se sentía cansado y con una mezcla de
alegría y pena a la vez, echaba de menos a su
madre pero ya no había vuelta atrás; en cuanto
107
pudiese le enviaría una carta a su madre para
contarle que estaba bien, no podía llamarle por
teléfono por que carecían de todo lo que aquí
nos resulta extraño no tener; cosas tan básicas
como el agua corriente, la luz o el teléfono. Se
sumergió con sumo cuidado en la bañera, contó
hasta veinticinco y se salió inmediatamente, no
quería que Alicia le encontrara dentro de la
bañera desnudo. Mientras tanto el matrimonio
estaba dejando sus cosas en su habitación…
-¿No te parece un niño muy guapo? Tiene
carita de niña, no se… hay algo en él que no
alcanzo a entender…- comentaba Alicia.
108
-
No te preocupes mujer ¡vamos a cenar!
Veremos que nos dice… ¡si nos podemos
entender, claro!
Alicia fue en su busca, llamó a la puerta del
baño con los nudillos, pero esta se abrió, no
había cerrado el pestillo, así que desde el quicio
de la puerta le dijo que la cena estaba ya en la
mesa; se sentía muy preocupada por el chico.
Omar estaba sentado en una banqueta.
-Estoy pensando que te dejare algo de
ropa de mi hijo que le está pequeña, así podrás
ponerte un muda limpia, no veo que lleves
ninguna bolsa con ropa…¿te parece bien?- le
fue diciendo mientras entraba en el baño e iba
viendo la tristeza reflejada en su rostro. La
mujer intentó ganarse su confianza, quería
109
transmitirle tranquilidad, pero la verdad es que
no sabía qué hacer ni cómo actuar, ni siquiera
sabía si le entendía.
Como pudo le preguntó
por sus padres, y le respondió como supo que
habían muerto.
- Yo… no… papás muertos, hermanos
pequeños Marruecos… yo aquí trabajar.
Para Alicia aquello no era nuevo, ella era
asistente social en el ayuntamiento de su
pueblo y conocía muchos casos, pero había algo
más que la inquietaba.
-Te
quedaras
a
dormir
esta
noche,
mañana ya veremos…
Pero el muchacho seguía negándose.- Yo no
molestar…no,
no.-
negaba
con
la
cabeza,
110
mientras le resbalaban unas lágrimas por su
tez morena que intentaba disimular.
Alicia
cogió la puerta y la cerró despacio, se acercó al
muchacho con una amable sonrisa y le rodeo
con su brazo por encima de los hombros y le
cogió suavemente la barbilla levantándole un
poco la cara.
-¿Omar? – le dijo mirándole a la cara a la
vez que instintivamente su mano agarro la
visera de la gorra con la intención de quitársela,
pero éste se apartó negando con la cabeza.Tranquilo.- le dijo Alicia haciendo un gesto con
las manos.
-Amira… yo… Amira.- acertó a decir
mientras bajaba la cara, se quitaba la gorra y
111
dejaba al descubierto su largo pelo, sentía
mucha vergüenza ya que en su país no estaba
bien visto que se viera el cabello de la mujer.
Alicia se sentó de golpe.
-¡Pero si eres una niña! ¡Dios! – dijo
mientras hacía ademán de abrazarla.
- No, no decir… yo trabajar, mujer no
trabajo… yo no molestar
-¡Pero!…
niña…!
¿tu?
bueno…
tranquila.-
le
¿Mujer?
vamos
fue
a
diciendo
¡Si
eres
una
calmarnos,
tú
mientras
le
acariciaba el pelo.- No diré nada, tranquila,
nadie te va hacer daño. Vamos a cenar debes de
estar muerta de hambre ¡dios!
112
-mira…- le dijo gestualmente y mirándola
a los ojos- Paloma dormirá con nosotros y tu en
su habitación, así estarás más tranquila, nadie
te va hacer daño. Cenamos y a descansar,
mañana ya veremos…
Salieron las dos del baño, Alicia llevaba aún,
reflejado en el rostro la sorpresa de lo que había
descubierto. Cuando llegaron a la cocina los
ojos del matrimonio se cruzaron, Luis conocía
muy bien a su mujer y sabia que algo pasaba,
ella le tranquilizó.
-Después hablamos.- le dijo en voz baja.
-¿No
debería
quitarse
la
gorra
para
sentarse a la mesa?
113
- Es igual déjalo, venga que se enfría… quiso cambiar de conversación.
Cuando
terminaron
de
cenar,
Alicia
lo
acompañó a la habitación de su hija y se quedo
un rato, hasta que vio que se había dormido. Le
daba lástima dejarle, aún no se le había quitado
el miedo de los ojos.
Alicia entró en la habitación del matrimonio.
-
¿Qué ocurre? Le preguntó su marido
-
Siéntate, tenemos que hablar.- le dijo con
el semblante preocupado.
Luis era abogado. Su mujer le contó lo
ocurrido en el baño, estaba preocupada, ¿Qué
debían hacer? Si Amira era menor y avisaban a
la policía, lo primero era que la ingresarían en
114
un centro de menores. No sabían exactamente
la edad de la muchacha, pero estaba claro que
era menor. Podían acogerla temporalmente…,
era una posibilidad, hasta que encontrasen una
solución.
Lo que tenían claro es que no la debían dejar
marchar, podía ocurrirle cualquier cosa, su
deber era ayudarle; era una niña en sola
perdida
en
un
país desconocido,
y
tampoco
conocía el idioma, ni las costumbres, podría
verse envuelta en muchos peligros.
Amira
sacudió
la
mañana,
sudorosa
y
agitada, otra vez aquel horrible sueño. Miró a
su alrededor y se tranquilizó al ver que estaba
115
muy lejos de su casa, le horrorizaba lo que le
pudiese pasar, pero el temor a casarse con
aquel familiar que su padre había convenido era
más fuerte que el miedo ante lo que estaba por
venir, ella seguía pensando que no podía ser
peor.
Como dijo un filosofo:”La vida no se trata
de cómo sobrevivir a una tormenta, sino de
cómo bailar bajo la lluvia”
Se acurrucó bajo las limpias sábanas y se
quedó
muy
quieta;
solo
oía
su
propia
respiración. Pensó que lo mejor que podría
hacer era irse al salir el sol, sin decir nada,
aquella gente se había portado muy bien con
ella, pero podían dar parte a la policía y eso
116
sería el fin para ella y la deportarían a su país;
y eso no podía ocurrir, la afrenta de su padre
para con su primo, al no cumplir la promesa
hecha cuando la niña tenía doce años de
casarla con él, era algo que podía pagar muy
caro, demasiado caro, si regresaba. Su padre
nunca le perdonaría, y todo el camino andado
no le serviría de nada. Pasó casi toda la noche
en vela, al despertarse sobresaltada, no quería
dormirse y volver a revivir sus pesadillas.
Amanecía y los rayos de sol asomaban por la
ventana, era hora de ponerse en marchantes de
que la familia despertase, era sábado y no
madrugaban, pero tampoco Alicia había podido
dormir, preocupada por Amira.
117
Se levantó y miró a su marido, seguía
durmiendo. Bajo a la cocina y preparó café,
mientras tanto fue a la habitación donde
dormid Amira y se la encontró levantada y
vestida, sentada en el borde de la cama; le
llevaba un vaso de leche caliente, se sentó a su
lado y la rodeo con su brazo, en un gesto
cariñoso.
-Toma, te he traído un vaso de leche,
supongo que te gusta…
Amira lo cogió y se lo bebió sin decir nada.
Como pudo Alicia intentó que le contase todo lo
ocurrido y poco a poco al abrigo del amanecer le
fue contando el porqué de su escapada y su
historia. Alicia no podía dar crédito a lo que
118
escuchaba;
alrededor
de
mil
kilómetros
distanciaban un hogar del otro y sin embargo
parecía que Amira había salido de dos siglos
atrás,
sin
poder
remediarlo
la
abrazó,
intentando darle el cariño que una niña de
quince años necesitaba.
Le prometió que la ayudaría en todo lo que
pudiesen, era muy niña y no podía ir sola por
ahí, y tampoco encontraría trabajo sin papeles y
sin la edad correspondiente. Amira confió en
aquella mujer que le había recogido, era fin de
semana y tenían dos días para buscar la mejor
solución.
-Será mejor que no te pongas la gorra, es
hora de que vuelvas a ser tu, ¡vamos! Mi marido
119
y mis hijos te esperan, están contentos de que
estés con nosotros, ya verás como todo sale
bien, no te preocupes, nosotros cuidaremos de
ti.
La cogió de la mano y la condujo al piso de
abajo donde todos estaban desayunando.
Era hora de empezar el nuevo día lejos de lo
que el destino le deparaba en su país.
Solo tenía una vida en la maleta.
FIN
120
EL
RENACER
DE UN
BOSQUE
121
122
Aquella mañana Andrés regresaba de
realizar uno de los servicios que
habitualmente hacía.
Era piloto de avionetas en una empresa
privada, llevaba y
traía
pasajeros
diariamente.
Pidió permiso a la torre de control para
aterrizar y todo estaba en orden cuando
empezó las mismas maniobras de siempre
pero el tren de aterrizaje falló.
No hubo supervivientes.
Había pasado un año desde que Andrés
murió. Lucía, su mujer, se había
instalado en Dakamun, un pueblecito, de
una belleza inusitada, del cual Lucía
guardaba gratos recuerdos de su niñez.
No soportaba seguir viviendo en la casa
donde
habían
tantos
recuerdos;
momentos
compartidos,
fotografías,
regalos, objetos que le recordaban a
Andrés.
Después de analizar los pros y los
contras decidió empezar de nuevo en otro
lugar.
Lucía era una mujer de gran vitalidad
que amaba la vida a pesar del duro golpe
que le había dado. El recuerdo de Andrés
era tan limpio y puro que sabía que desde
123
donde estuviese la iba a proteger.
Su relación se basó siempre en el mutuo
respeto y admiración. Ambos sentían
pasión por la belleza de todo aquello que
tuviese vida.
Qué mejor sitio para empezar de nuevo
que aquel pueblo que gozaba de todo lo
que ellos admiraban.
Compró un caserón situado a las afueras
de
aquel
pueblo
con
aromas
entremezclados a naturaleza viva, desde
donde podía contemplar el mar, las
montañas y disfrutar de los olores de la
tierra, olor a jazmín, hierbabuena, azahar,
romero; era el sitio perfecto para iniciar
una nueva etapa en su vida.
Su hijo Santiago, tenía 28 años, era una
persona independiente y según él se
declaraba, bohemio y ciudadano del mudo
como sus padres. Le encantaba viajar, su
casa era su caravana con la que iba al
norte o al sur, allá donde sabía que era la
temporada de trabajo. Igual trabajaba de
monitor de esquí, en Pirineos o los Alpes,
que de camarero en las terrazas de verano
de alguna ciudad costera, necesitaba poco
para vivir, su caravana le daba pocos
gastos, así iba viajando de un lugar a
otro.
Aunque la profesión de Andrés había
sido piloto, su pasión junto a la de Lucía
124
había sido todo lo que tuviera que ver con
el arte y así habían educado a su hijo,
Santiago, desde el respeto, la liberad y la
pasión por la naturaleza y el arte.
Lucía era licenciada en Bellas Artes,
aunque no se dedicó a su carrera
plenamente, tenía claro que para ella lo
mas importante en aquel momento era su
familia, a la que adoraba, su marido era
su compañero, su amigo, su amante, su
confidente, todo. Habían creado una vida
juntos y ahora ella empezaba la suya
propia.
Siempre había estado en contacto con
su profesión. Hizo exposiciones de
cuadros y esculturas, también fue
profesora en la universidad. Siempre
trabajo temporalmente mientras su hijo
fue pequeño. Expuso en galerías. Amaba
ese mundo y lo había compartido con su
compañero y su hijo.
Solía hablar con él, cómo si aún siguiese
entre ellos; le contaba sus planes, sabía
que él le escuchaba desde donde
estuviese y que contaba con su apoyo,
siempre lo tuvo.
La casa que compró era un antiguo
caserón que ella misma había restaurado
de forma que tuviese la mayor luz posible,
le gustaba la luz natural, abrir las
ventanas y ver el cielo, el sol, las estrellas,
125
sentir el aroma de la lluvia, todo aquello
que le llenaba de libertad y los grandes
espacios donde poder trabajar en sus
nuevos proyectos.
Esa mañana se levantó con gran
vitalidad, ansiosa de hacer cosas. Se
dirigió al baño y se metió en la ducha, le
encantaba el agua caliente, que dejaba
correr por su cuerpo sintiendo su caricia.
Se desperezó bajo la cascada de agua
levantando los brazos, como queriendo
abrazar
el cielo, estuvo un rato
disfrutando de la ducha y decidió salir. El
cuarto de baño era grande y tenía un
espejo que ocupaba toda la pared
haciendo que pareciese aún más grande e
iluminado. Mientras se secaba, se miró al
espejo y sonrió...
-¡Bueno, tampoco estoy tan mal para
mis 55 años! – pensó, mientras se
recreaba mirándose.
-¡Incluso teniendo el pelo blanco! así
cortito
me
da
un
toque
de...
bueno...Andrés me decía que me daba un
toque sensual.- pensó mientras se encogía
de hombros, sonreía y levantaba las cejas
en un alarde de coquetería. Tenía un
aspecto juvenil y jovial, y ella lo sabía, le
gustaba tener un toque de rebeldía
natural. Se vistió y desayunó
en el
porche desde donde veía el mar y aspiró el
agradable aroma de la mañana; para ella
126
era como una inyección vital que le
gustaba tomar cada día.
-¡La verdad es que esto es precioso! Dijo en voz alta mirando a su alrededor.
Cogió sus cosas y se dispuso a subir a su
coche, tenía que ir a Dakamun para
hacer gestiones y comprar material que
necesitaba para el proyecto en el que
estaba trabajando. Fue a correos a
recoger un paquete. Hizo la compra para
casa en el supermercado y decidió ir a
tomar un café al puerto, le encantaba
sentarse en alguna de aquellas terrazas
desde donde se veía el entrar y salir de los
barcos pesqueros al puerto y observar a la
gente paseando mientras se imaginaba
sus historias. Tenía pensado hacia tiempo
escribir un libro, era su asignatura
pendiente, Lucia era muy observadora,
tenia almacenado datos, personajes,
situaciones y las iba describiendo en su
libreta de notas, hasta que llegase el día
en le apeteciese que todos aquellos
apuntes tomasen forma y vieran la luz.
La
gente
de
Dakamun
vivía
mayoritariamente del mar y del turismo.
Tenía un pequeño puerto natural
abrazado por las casas de sus habitantes
y con las espaldas cubiertas por aquellos
montes que se alzaban tras ellos. Todo
estaba alrededor del puerto y esto le daba
un encanto especial que hacía que el
127
turismo se sintiese bien allí, entre el mar
y las montañas.
Sus habitantes no querían perder aquel
encanto que caracterizaba su pueblo y en
la medida de lo posible intentaban
mantener la uniformidad del mismo.
Dakuman
está
situada
en
la
desembocadura de la ría del mismo
nombre. Su fondo era arenoso y se
encontraba dentro de la Reserva de la
biosfera del Urbadai. Es frecuentada por
surfers de todo el mundo que trepaban
por las rocas para lanzarse al agua y
cabalgar por esas gigantes olas de las que
solo lugares como Dakamun ofrecía a los
amantes de éste deporte. Alguno de sus
principales atractivos turísticos eran
pasear por las tranquilas y bellas calles
del pueblo con su magnífica panorámica
de la ría de Gercani.
Los surfistas de élite afirman que allí se
forma la mejor ola de izquierda de toda
Europa.
Antón es el alcalde de Dakamun, aunque
todo el pueblo le llama Brus, por su
aspecto extranjero. Antón rondaba los
cuarenta años y estuvo casado, aunque
su mujer se fue a la ciudad hacía cinco
años; el pueblo que tanto le gustaba a
Brus a su mujer se le quedó pequeño y
tras hablarlo muchas veces con su
marido, decidió volver a la ciudad. Brus
128
era un hombre que tenía por costumbre
obrar con meditación y reflexión, al que le
gustaba la vida sencilla que tenía en
Dakamun, pero no podía obligar a su
mujer a quedarse allí con él, la entendía
y tenía que respetar sus convicciones,
pero no compartían la forma de vivir la
vida. La decisión de Brus fue quedarse y
dejar volar a la mujer que tanto había
querido.
Brus adoraba el mar, su pueblo y su
entorno abrigado por los montes. Tenía
una pequeña tienda de ropa de
importación
de
de
todo
aquello
relacionado con el surf, también fabricaba
las tablas con las que la gente se
deslizaba por las ola huecas y largas.
Lucía después de tomar su café en
aquella terraza, pensó que ya era hora de
hacer una pequeña excursión por los
alrededores y descubrir los parajes del
interior, cogió su coche y se adentró por
los caminos que le llevaba hacia los
montes, de pronto al salir de una curva,
paró su coche, no podía dar crédito a lo
que
estaba
viendo,
todo
estaba
prácticamente
quemado,
se
quedó
apesadumbrada, nunca había visto tanta
devastación. El paraje había quedado
desolado, después de mirar semejante
calamidad durante unos minutos, sintió
129
que unas lágrimas le brotaban de los ojos,
mientras iba recordando imágenes de su
niñez, cuando iba a veranear al pueblo
con sus abuelos; todo estaba igual menos
los montes que habían adquirido un color
grisáceo enlutado. Subió de nuevo a su
coche y se dirigió al pueblo a terminar de
hacer sus gestiones con la sensación de
sorpresa disgustada.
Debido a su carácter jovial, había hecho
sus amistades con los nuevos vecinos,
siendo bien acogida allá donde iba. Sus
abuelos habían sido gente muy conocida
por todos.
Entró en una tienda en busca del
material que necesitaba.
-¡Buenos días! ¿Qué tal Teresa? -le dijo a
la dueña- He ido a dar una vuelta por al
monte..., no sabía que se quemó.
_ Si, ya hace unos años, sabemos que
fue intencionado, pero nunca cogieron a
los responsables. Las promotoras han
intentado por todos los medios que les
vendiésemos el terreno, pero Brus,
nuestro alcalde no ha dado su brazo a
torcer, la gente de aquí no quiere que se
construyan grandes urbanizaciones que
hagan perder nuestro entorno de siempre,
por mucho dinero que nos ofrezcan.
Estamos intentando, como podemos y con
la ayuda de Brus, la reforestación del
monte, pero ya sabes que eso supone
130
muchos años de trabajo y se necesita
mucho dinero para el proyecto, pero
vamos haciendo cosas..., poco a poco.
Hemos limpiado parte del desastre y
plantado árboles y plantas autóctonas,
pero claro se nos echa el tiempo encima,
el ayuntamiento ha promovido una
campaña para recaudar fondos, pero,
Lucía, ya sabes cómo son estas cosas.- Le
dijo Teresa indignada y con el semblante
triste.
-Seguro que el proyecto sigue delante,
Teresa y nuestros nietos volverán a ver el
monte verde.- Le contestó Lucía
- Estoy buscando un material nuevo
para mí escultura, me gustaría que no
tuviese nada de peso, lo más ligero
posible, aunque no sé muy bien..., aún
estoy haciendo pruebas.- Le contó.
-No sé, debería saber con exactitud lo
que necesitas, ¿por qué no hablas con
Brus? él utiliza esa tipo de materiales
para fabricar sus tablas de surf, quizás te
pueda ayudar, tiene el taller junto al
embarcadero, dile que te mando yo, te
atenderá bien. Es un buen hombre.
- Bueno..., pues gracias Teresa hasta
otro día.- Le dijo Lucía despidiéndose con
sonrisa agradecida.
Encontró el taller fácilmente. No había
tenido aún la oportunidad de conocer a
131
Brus personalmente. Lucia entró en el
taller y lo encontró trabajando en una de
sus tablas que le habían encargado desde
Andalucía para el próximo verano. La
tienda que tenia junto al taller estaba
llena de ellas y de accesorios para surf,
había mucha gente que conocía el pueblo
por ser una zona perfecta para esta
práctica.
-¡Hola, buenos días!, perdona, estoy
buscando a Brus...
-Hola, ¿qué tal? Yo soy Brus, en que te
puedo ayudar,- le contestó ofreciéndole su
mano cortésmente.- En realidad mi
nombre es Antón, aunque la gente del
pueblo me llaman así porque dicen que
parezco uno de lo extranjeros que vienen
hacer surf !ah! también soy el alcalde
para lo que te pueda ayudar...- le dijo
guiñándole el ojo en un alarde de
simpatía campechana, a lo que Lucía
respondió con una atrayente sonrisa y un
apretón de manos. Le pareció un hombre
alegre y atractivo.
- Vengo de parte de Teresa, la señora de
la tienda que hay al lado de correos, me
dedico hacer esculturas y otras obras y
necesito un material que sea..., con poco
o ningún peso, para un proyecto que
tengo, me dijo Teresa que utilizabas ese
tipo de materiales y aquí estoy,- le fue
diciendo Lucía.- Vine a vivir aquí hace
132
más o menos un mes y aún ando un poco
despistada. Vivo en la ladera de la
montaña, en la casona.
-¡Ah, sí!- afirmó Brus- he oído hablar de
ti, ¿tus padres eran de aquí, no?
-Mis abuelos maternos y, ¡mi madre,
claro! yo vine de pequeña algún verano,
pero ya sabes...luego te haces adolescente
y no valoras el encanto de la sencillez del
pueblo, y dejas de venir. Me quedé viuda
hace un año más o menos y pensé que lo
mejor que podía hacer era volver, los
recuerdos que tengo de mi niñez, la
verdad... me hacen sonreír, con la
grandísima suerte, al menos para mí, de
que
el
pueblo
no
ha
cambiado
prácticamente nada - le iba contando a
Brus-. Vengo de dar un paseo por el
monte y he visto como ha quedado, ¡dios,
que desastre!-dijo enojada Lucía.- Me dijo
Teresa que estáis trabajando en la
reforestación sin manos mercenarias.
-Sí- afirmó Brus-.La verdad es que es un
gran problema, me alegra saber que se
solidariza con el pueblo.
-¡Por supuesto! -le confirmó Lucia- me
encantaría ayudar en lo que pudiese,
¡claro que sí! -la mirada limpia de Brus
empezó a ponerla nerviosa- bueno... yo
venía por el material...
- Veré lo que puedo hacer -le contestó
Brus- si se le ocurre cualquier cosa o idea
133
nueva para intentar volver a hacer que
renazca nuestro monte le estaríamos
muy agradecidos.
-Seria un placer poder ayudar, cuenta
conmigo -le dijo- tengo que irme, está
atardeciendo, vendré otro día con más
tiempo y hablamos del tema y también de
mi material, a ver que me has conseguido,
hasta pronto-. Lucía se despidió con una
de sus bonitas sonrisas.
-Espero que sea pronto -le contestó
Brus- .Hasta pronto.
Lucía se dirigía hacía su coche cuando
sonó su móvil. Era su hijo Santi.
-¡Mamá! ¿qué tal? ?como estas? estoy
aquí en el pueblo -le dijo Santi-.Si, he
venido a pasar unos días contigo, estoy en
el camping, he ido l a dar una vuelta por
el pueblo con la bici, quería verlo ya que
nos has hablado tanto de el -le iba
contado Santi- he hecho un poco de
turismo rural por mi cuenta, ya me
conoces..., perdona si no te he llamado
antes, quería verlo antes de que nos
viésemos, tenias razón mamá, tiene un
encanto y un aroma especial.
Lucia, viendo que no cesaba de hablar le
cortó,-¡Cariño! paso a recogerte y vamos a
casa, ya verás cómo te gusta, tendrás
muchas cosas que contarme y tengo
muchas ganas de abrazarte, hijo, voy para
134
allá -le dijo cortando la comunicación, se
moría de ganas por abrazar a su pequeño
hippy, como ella le llamaba, se parecía
mucho a Andrés.
Santi, había ido antes a Valencia a la
casa familiar y traía el correo que aún
llegaba.
Cuando llegaron a casa era la hora de
cenar, se prepararon algo rápido y se
sentaron en unos troncos que Lucía había
convertido en sillones, llenándolos de
almohadones de distintos colores fuera,
en el zaguán, hacía
una buena
temperatura, era el mes de mayo y se
estaba bien cenando bajo el cielo
envueltos de estrellas y respirando el
aroma de la noche.
-Siempre has tenido un sentido especial
para rodearte del mejor escenario -le dijo
Santi- esto es precioso, se respira mucha
tranquilidad. Cuando estuve en el pueblo
esta mañana, hablé con gente, me han
contado lo del incendio.
-Sí, yo no sabía nada, esta mañana fui a
dar un paseo por el monte y lo he visto.
Después estuve haciendo gestiones en el
pueblo y pregunté qué había pasado. Aquí
la gente es muy amable, están trabajando
para reforestarlo, tienen proyectos, pero
se necesita mucho dinero y muchas
manos desinteresadas para hacer efectivo
los proyectos. He conocido esta mañana al
135
alcalde,
Brus,
y
hemos
estado
hablando..., seguro que se me ocurre algo
para ayudar -dijo Lucía pensativa.
- Estoy seguro mamá -le contestó Santi¡por cierto! he pasado por Valencia y he
ido a casa, te he traído el correo. Lucía le
cogió la mano y acariciándole la mejilla le
dijo sonriendo; ¡Me recuerdas tanto a
papá! bueno... es tarde, vamos a dormir,
mañana tenemos muchas cosas que
hacer.
- Yo me voy a la caravana, mamá,
mañana vendré pronto, un beso mamá,
hasta mañana. Cuando Santi se fue,
Lucía se quedó un rato más en el zaguán
mirando las cartas que Santi le había
traído: entre ellas había una de una
compañía de seguros, Lucía se extrañó,
pensó que sería publicidad, la abrió sin
ningún interés, pero la cara le fue
cambiando de expresión conforme la iba
leyendo.
Era un seguro de vida que su marido
había contratado años atrás sin ella
saberlo. También hablaba de un sobre
que Andrés había dejado para que se lo
dieran junto al dinero de la póliza.
Lucía miró al cielo. -¿Por qué Andrés?preguntó para sus adentros- incluso
después de irte me sigues sorprendiendo,
¡te echo tanto de menos! -pensaba
mientras se deslizaban unas lágrimas por
136
sus mejillas.
Estuvo en el zaguán largo rato
pensando, recordando, añorando, hasta
que el cansancio le venció y se quedó
dormida con la noche como techo, las
mejillas mojadas y una suave sonrisa;
siempre sonreía cuando pensaba en
Andrés.
El frescor de la mañana la despertó, la
panorámica que desde allí disfrutaba, le
hacía sentirse privilegiada, se acurrucó
bajo la manta que le cubría y se dejó
llevar por el amanecer sin poder quitar la
mirada del horizonte, como hipnotizada
por tanta belleza. Su casa se encontraba
de espaldas a las montañas, por lo que
desde allí no podía ver la imagen árida del
monte, pero aún así no dejaba de pensar
en ello.
Cuando más tarde
Santi llegó, le
preguntó si había algo importante entre el
correo, Lucía le dio la carta para que la
leyera, mientras ella le miraba.
Cuando terminó de leerla, Santi le
preguntó a su madre si sabía algo de la
póliza.
-No, no sabía nada, yo no era partidaria
de ello, además solo de pensar en la
finalidad de la póliza se me ponían los
pelos de punta, no quería ni pensar que
algo le pudiese suceder a papá, pero ya
ves, lo hizo igual, sin decirnos nada -le
137
contestó Lucía- tendremos que ir a
Valencia, pasaremos allí unos días y
solucionaremos esto.
Salieron a primera hora del día
siguiente. Llegaron a Valencia por la
tarde. Al regresar a casa Lucía se sintió
triste. Volver a dormir en aquella cama
que aún conservaba el olor de Andrés se
le hizo duro y prefirió dormir en la
habitación de invitados. A la mañana
siguiente fueron a la compañía y les
dieron todos los detalles. Resolvieron
todos los papeleos y se dispusieron para ir
al restaurante de unos amigos a cenar.
Lucía no abrió la carta de Andrés, lo
reservó para cuando estuviese sola.
Pasaron en Valencia una semana y
dormía cada noche con la carta sin leer
entre sus manos. No le importaba el
dinero que Andrés tuvo a bien dejarles,
solo las palabras que le había dejado
escritas tenían valor para ella.
Llegó el día de partir hacia Dakamun,
Lucía y Santi se despidieron de sus
amigos y retomaron el camino de regreso
hacia su particular paraíso, con aquel
pequeño trozo de papel que Andrés le
había reservado a Lucia. Llegaron al
pueblo ya entrada la noche, Santi dejó a
su madre en casa y se fue a su caravana.
Lucía cogió una pequeña manta; esa
noche hacia fresco, se envolvió en ella y
138
salió al zaguán. Se tumbó en uno de los
escañiles que tenia lleno de almohadones;
olió el sobre, creyendo que iba a tener el
aroma de Andrés y, aunque no fue así,
miro al cielo y le pareció ver su rostro
reflejado en la luna, como si la estuviese
mirando. Abrió el sobre lentamente, cogió
la hoja que había dentro y se dispuso a
leerla. Era una carta sin fecha.
Mi amada Lucía:
No sabes cuánto siento que
estés leyendo esta carta. Deje escrito que te la
entregaran un año después de mi último viaje, sé
que no hubiese sido bueno para ti recibirla con mi
partida reciente. ¡Cómo me gustaría estar a tu
lado! ¿Estás bien, mi amor? no te preocupes...,
estoy seguro de que has conseguido salir
adelante, te conozco, eres fuerte y amas la vida
como yo la amaba y sé que mi recuerdo te ha
hecho resurgir de ti misma. Perdóname, por no
haberte dicho nada de esto, sé que no me lo
hubieras permitido, pero mi trabajo tenía sus
riesgos y como ves así ha sido. Este es mi regalo
de despedida. Sé que harás buen uso de el, confío
en ti plenamente y encontraras la forma de
convertirlo en un bonito regalo. Los dos
amábamos las mismas cosas y a nuestro hijo.
139
Habrás empezado una nueva etapa en tu vida,
yo estaré velando por ti desde allá donde esté.
¡Vive Lucia! ¡Vive por mi! cuando nos reunamos
quiero ver esos surcos que deja la vida en la piel,
no tengas prisa por reunirte conmigo, yo tengo
toda la eternidad para esperarte y tu tienes
muchas cosa que hacer aún. Enamórate y se tan
feliz como nosotros lo fuimos, no quiero que estés
sola, no es buena compañera la soledad, tu le diste
claridad a mi vida, busca ahora tu luz.
TE QUERRE TODA MI ETERNIDAD.
ADIOS MI LUZ. ANDRES.
Lucia miró al cielo, estaba cubierto por
un manto de estrellas, abrazó aquel trozo
de papel en su regazo y se le escaparon
lágrimas de impotencia y dolor, se
acurrucó dentro de la manta buscando el
calor de Andrés y estuvo llorando toda la
noche en silencio, hasta que llegó el alba.
Amaneció de nuevo el día, Lucia se
sentía triste, las palabras escritas por
Andrés resonaban en su interior…
¡VIVE LUCÍA!
140
No quería estar triste cuando llegase
Santi, se dirigió a la ducha y se dejó
abrazar por el calor del agua, que dejó
correr por su cuerpo durante un buen
rato y como hacía cada mañana, levantó
los brazos como si quisiera abrazar al
cielo.
Cuando su hijo llegó, estaba preparando
el desayuno –pasa hijo, estoy haciendo
café, ¿te apetece? –le preguntó.
-¡Claro mamá! Huele de maravilla. –le
contestó
Desayunaron tranquilamente mientras
charlaban -¿sabes mamá? Me gusta esto –
le dijo- creo que me quedaré una
temporada aquí, seguro que encontraré
un trabajo con el que subsistir y
mantenerme ocupado.
Lucía quiso volver a la realidad después
de esa semana desconcertante, agitó la
cabeza, como queriendo deshacerse de su
tristeza, le acarició el pelo, buscó sus ojos
y le habló de Brus, quizás él le pudiese
orientar.
-Está bien mamá, hablaré con él. Dame
un beso, luego te veo, voy al pueblo.
Lucia se quedó en casa, fue al almacén.
Antes había sido un cobertizo para
guardar las herramientas del campo. El
techo era transparente, lo reconstruyó
cubierto como una bóveda de metacrilato
141
por donde entraba toda la luz que
emanaba del cielo y allí se perdió entre
lienzos, pinturas, colores, cuadros y
esculturas.
Brus estaba en su taller. Su trabajo era
puramente artesanal.
-¡Buenos días! ¿Brus? -éste asintió con
la cabeza- Buenos días –le contestó- ¿tú
dirás? –le dijo acercándose mientras le
tendía la mano.
-Hola, soy Santi, el hijo de Lucía, mi
madre me ha hablado de ti, te cuento; he
venido a pasar una temporada cerca de
mi madre y busco algún trabajo. Estoy
acampado en el Camping. Suelo viajar en
caravana, ¡como los caracoles, con la casa
a cuestas!, me preguntaba si sabrías a
quien o a dónde puedo dirigirme…
-Bueno…, la verdad es que a mí me hace
falta que me echen una mano, tengo un
pedido importante y se me echa el tiempo
encima, este trabajo es todo artesanal –le
fue contando Brus- pero claro, no da para
tener un empleado todo el año, pero sí
que me vendría bien que alguien me
ayudase unos meses.
-Bien, sería interesante, me gusta
aprender nuevos oficio y más si son
artesanales, ¡soy un “manitas”! ¿Sabes? –
Le increpó Santi –y
posiblemente me
quedé hasta la entrada del invierno, ¿así
que si quieres? ¡Estoy disponible!
142
Brus se rió -¿qué te hace gracia? –le
preguntó Santi.
-¡Anda, que entre tus pelos y los míos…!
¡Vaya par de melenudos!, nos van a sacar
una canción!
Santi también sonrió, le gustaba aquel
hombre.
–Aunque tengo que decirte –prosiguió
Brus- que soy muy metódico en el trabajo,
me gustan que se hagan las cosas bien y
sobre todo la puntualidad.
-¡Perfecto! Imagino que serás un buen
maestro –le dijo Santi, guiñándole un ojo
copartícipemente.
-Venga, decidido, empezaremos mañana,
¡por cierto! Hace días que no he visto a tu
madre, ¿se encuentra bien? –preguntó
Brus.
- sí, está bien, hemos estado unos días
en Valencia, arreglando papeles, ya
sabes…, volvimos anoche.
-¡Pues nada…! Me alegro de que estéis
de vuelta, te espero mañana prontito. –Le
dijo Brus tendiéndole la mano- ha sido
un placer- le contestó Santi ofreciéndole
la suya –Hasta mañana, jefe.
Al día siguiente acudió a trabajar a la
hora convenida, puntual. Brus ya le tenía
preparado lo que tenía que hacer y fue
enseñándole los secretos y habilidades del
trabajo. Santi se sentía bien trabajando
allí y cogieron confianza rápidamente. Por
143
las
tardes Brus atendía sus deberes
derivados de su cargo como Alcalde. Santi
le acompañaba casi siempre, se habían
convertido en buenos colegas, unidos por
su trabajo para el renacer del monte.
Santi, había viajado considerablemente y
conocía a mucha gente. Les fue llamando
y contando la historia de Dakamun,
muchos de ellos acudieron a la llamada
con el propósito de ayudar en el proyecto,
aún no era temporada alta pero el pueblo
para el turismo, pero el pueblo se llenó de
gente y eso era bueno a todos los niveles.
Los días fueron pasando y la incipiente
amistad entre Brus, Lucía y Santi se fue
afianzando.
Lucia por su parte contactó con varias
galerías de arte que se interesaron por su
obra, pero les puso la condición de que
las exposiciones tuvieran lugar en
Dakamun, en cualquiera de los antiguos
edificios que habían sido restaurados. Su
intención era hacer llegar al pueblo la
máxima cantidad de gente posible, y esa
era una buena manera. Hizo las
exposiciones, tanto de ella, como de los
colegas de profesión en los edificios más
emblemáticos, dándoles así el encanto y
la magia que caracterizaba el fusionar lo
antiguo y lo moderno. Adoptaba también
el papel de mecenas, para artistas
noveles, programando concursos de todo
144
aquello que estuviese relacionado con las
bellas artes existentes, tanto pintura y
escultura, como música, literatura o
danza, incluyendo también las escénicas.
Contaba con cierto prestigio en estos
horizontes. Fue un año maratoniano,
entre cursos, exposiciones, encuentros
literarios,
jornadas
de
danza,
de
percusión, pases de cortometrajes, tanto a
nivel
nacional
como
internacional.
Charlas sobre el medio ambiente,
Simposios sobre los montes. Se movieron
a todos los niveles, teniendo un excelente
éxito, siendo casi siempre el tema a tratar,
el mar, las montañas, el agua y el fuego.
Cada uno de los muchísimos visitantes
aportaba su granito de arena de una
forma u otra.
Lucía y Brus sabían que no iban a ver
aquellos montes con el verdor que les
caracterizaba,
totalmente
repoblados,
pero sí lo harían los hijos de los hijos del
pueblo y esa motivación les hacía seguir
adelante y estar cada vez más unidos por
el trabajo que estaban desarrollando.
Lucía también contactó con sus
compañeros docentes y se organizaron
excursiones en las que los pequeños y
mayores también plantaban arbolitos y
plantas autóctonas, siempre bajo la
supervisión de los guardas forestales. Los
niños estaban en contacto con la
145
naturaleza y se les enseñaba que era lo
que nunca debían hacer cuando iban al
monte, lo que era necesario trabajar para
conservarlo y las consecuencias de los
incendios.
Así los meses fueron pasando.
Un día Lucía se despertó sobresaltada y
sudorosa, sin saber por qué. Era tarde,
solía levantarse al amanecer, con los
primeros rayos de sol. Salió de su
habitación y se dirigió al porche, eran las
diez de la mañana, se quedó mirando el
horizonte, algo extraño sentía dentro de
sí.
Se dirigió al
almacén que había
habilitado para su trabajo. Cogió uno de
los lienzos en blanco que tenía y empezó a
dibujar sin saber muy bien el qué.
El azul del mar, el verde de los árboles,
el blanco de las nubes, y cuando se dio
cuenta, pincelada a pincelada había
dibujado la silueta de Brus. Lucia estaba
de espaldas a la puerta, se quedó mirando
el lienzo y tan absorta estaba en sus
pensamientos que no se dio cuenta de la
presencia de Brus apoyado en el marco
de la puerta, observándola en silencio
como ella dibujaba el rostro de su amor.
Lucía se dio la vuelta lentamente, sus
miradas se cruzaron. No hicieron falta
palabras. Brus se acercó y la tomo de las
146
manos. De los ojos de Lucía se escaparon
unas lágrimas. Brus le acaricio el rostro y
se las besó, ella se dejó abrazar, buscó su
rostro y lo besó con ternura. El la cogió
en brazos dejándola dulcemente sobre un
diván con dosel que había restaurado
Lucía, y allí entre cuadros por terminar,
pinceles y aroma a colores pintaron el
lienzo blanco de su amor recién
encontrado. No les importó su diferencia
de edad, ellos se sentían por encima de
aquellas cosas tan banales, se dejaron
llevar por la verdad de sus sentimientos
hasta la llegada del atardecer.
Ellos habían hecho renacer el bosque y
éste les compensó, llenándoles de amor.
A lo lejos, en el cielo, se veía la estela de
colores que dibujaba una avioneta.
FIN.
147
AGRADECIMIENTOS:
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