Anacaona reina de Jaraguá, en las crónicas del descubrimento y en

Transcripción

Anacaona reina de Jaraguá, en las crónicas del descubrimento y en
18
e
.
V ame, entre Oleos, F!ankl, Op. cit., p. 45; Konelzkc, Op. ell.• p. 178, YSilvia Zaval3 "Her~.~n Cbrt~s ante 1;1: enc0":Jlenda • en W. AA., l1ernán Corlés y su. ~poca, Madrid, Instiluto de Co~per3.
el nI eroamerlcana - Historia 16, 1986, pp. 77-85. Las ideas de Cortés sobre el tr:ltamienlo de Jos ID'
dios están eXfcresadas, con mayores detalles Que en las Cartas de relacl6t¡, en una Carta al empcradar Carlos V echada 1~ de octubre de 1524, yen las Ordenanzas dadas por Hemando Cortés. para
el buen ImlUm(fmlo y ~/me'J de los Indios, ambos textos estin recogidos en Hermn Conés ~rlus
docum~nlas,
I!:d. de Mano Hernández Sánchez·Barb3, Mbko J)onúa 1%3 PP "2 "5" '353- 35 :r
respecllvamentc.
'
,
. , 't't ..... 't Y
6,
Anacaona, reina de ]araguá, en las crónicas del
descubrimiento y en la literatura ochocentista
Aldo Alb6n/co
15' Esta tesIs se cxp?"e en Gast6n Baquero, -Hernán Cortés: su bachillerato polflico en Cuba"
en
yv. ~., Hernd,J Cortes. Actas del primer Congreso lntarnac/(mal sobre Herudn Cortés fdicJon~
Uruversldad de Salamanca, 1986, pp.S5-65.
'
20 Ver: Abellán, Op. Cit., pp. 37-.38.
21 Sobre los sucesivos desarrollos de la polémica relativa a la n:numleza de los indios es fundam~ntal ellOI? dC? ~tonello Getbi, La disputa del nuow mondo. Sloria di tnla poI~mlca: l75().1900.
Milano-Napola, Riccl:lrdi, 1955; v~anse [amblén el amplio estudio de Glullano Gliozz:l Adamo e tj
nuovo mond{. (La nascUa del/'anrropo/og/a come Ide%sla colonlale.· d,II/~ g~"ealogld bJb/lcbe afie
leorle razZia I 1500-1700), Plrenze, 1.:1 Nuova Italia, 1977, Y Anthony Pagden 1be Fall 01 Na/ural
~~~: 71Je American IndlmJ and the OrJsj1JS al Comparallve EtbnoloBY. Cambridge Unlvetsity Prcss.
22 l.35 C:LSas. Op. cIt., pp. 71-72.
13 Ib~dem. p. 72; ;'>obte la actitud del padre Lns Casas para con los i"dios, es interesante el análisis 9ue.rcahza T7.Vela.n rodorov en La ccmq14ere de l'Amérlqu(!. 1.0 quesllon de l'auzre P~ris Editions
du Sc:uU, 1982; uad. n. La conquista dell'Amerlca. 11 problema delJ'a/tro Torino E'ln'aud,' 1'9°" PI>
]77-221.
.
, .
,U"'I".
,
24 llar ~jemplo: ~Di80 otra vez que lo esll/ve mirando, que creí que en el mundo hobtcsc alrojS
tletr.l~1~escublertas como tostas, porque en aquel tiempo no había Perú ni memoria dél" (p 179)
Sobre la funci6n de los intérpreles en la conquista de México consúltese Todoro'v o'P' e(1
"
.
..
26 Lo explica el mismo Conés: -ninguno de estos navíos hizo el viaje que lIev6 mandado' potql1e e~l?uedjbaJ' a CubOO. y a la Trinidad, aportó 9 Guanlguanlco. y hubo de ir cin<.". Uenla leguas por'tiertn
a a v ¡¡ e :J Ha :lna a buscar carga f.. .J. El otro navío que Iba :1 la Ja 1
I
'00 I E
pai\~la, aponaton Ola Trinidad en la isla de Cuba" (pp, 4;34-435). A pesat ~'\~:'c~n~ra~~~n~\.~
mumcadones con las islas ~ llevaban a cabo con cierta facilidad y rapidez' a veces al rontr~rlo los
navíos que desde ellns llegaban reptesenlaoon la aparición de un posible "~lIgro· p~ra. Cortés d,mo
~~ls~so de Plinfllo de Narváez, enviado pOt Velázquez. ron el enc... rgo de neutralizar la acc'i6n de
pp. 120-151.
c:,:
d
a7 Sobre la hnbllidad
emp~esaria( de CoI1!S, c:onsóltese Pedro V. Vives Azancal, "La conqul'l:t':l
e NtI~o~~p:u'a como empresa, en W. AA., liernc1n Cortés y SU ~jJOCQ, cit., pp. 43-53,
(
6).
c~n este ptop6slt~ y ~~manda me partí de la dudad de Cempoal, que yo ¡nUrulé Sevilla"
p. 10 . a pes<lr de la denonllnaclón proPUe.s13, Conés sigue ulUb..ando el nambre Cempool Difclcn
te es el caso, nnlUr:almenle, de las ciudades de nueva fundación que señalan la presend; ~paño'a:
Ve.ruc~9z, Seguro de la Frontera, etc.
'
.
V~a~e Manuel Alvar, El mundo americano de Bernal Draz del CasttIJo S.3nt:3nder UnjYersi~
d11 d Internacional Menéndc:z y Pe13Yo, 1968, pp. 48-54.
, .
12
la presencia indígena en las islas carIbeñas desapareció pronto, pues - como
se sabe - los indios no pudieron resistir el choque militar, biológico (las enfermedades epidémicas) y cultural 'lue los españoles produjeron. Parece que la poblaci6n de la más importante de as Islas, bautizada Hlspaniola, pas6 de un centenar
de miles en 1492 a unos cientos en 1570 '.
La rapldéz de la muerte de toda una sociedad - junto con la postura bastante
despreocupada de los primeros conquistadores - impidió que las costumbres de
los aborígenes -la mayoría de los naturales de las Grandes Antillas eran taínos de
la famUia aruaca (arawail) - fuesen bien documcntados. Desde luego no faltan
descripciones, Incluso extensas, por parte de autores ilustres 2; pero no muy definida, y a veces totalmente Insatisfactoria, es la Imagen de aquellos indígenas que sale
de las obras europeas de la primera mitad del siglo XVI; s610 en períodos recientes
la investigacl6n arqueol6gica y la antropologla comparada han empezado a integrar las noticias dadas por los primeros cronistas de las Indias Occidentales.
Lo dicho arriba s610 sirve para subrayar que los literatos de los siglos siguientes que volvieron al perlodo colombino intentando recrear, en obras de ficción, la
atm6sfera del descubrimiento y de la conquista del Caribe, encontrllron en los textos de la época material no muy abundante. Por supuesto, también los que más se
empeñaron en documentarse antes de escribir sus novelas, poemas o piezas de
teatro, sobrepusieron a la "realidad" de los cronistas sus sensibilidades, sus idiosincrasias y sus fantaslas. El dIscutible éxito, literario e histórico, de semejantes operaciones ya ha sido objeto de muchos análisis. Particularmente las numeros~s obras
relacionadas con el tema y publicadas en el siglo XIX - el periodo en que se vuelve a abrigar el máximo Interés Iiterarlo hacia Cristóbal Coi6n - han sido puestas
en tela de juicio, también muy recientemente por hIspanistas Jmlianos 3.
Este escl'lto se enmarca dentro del mismo filón interpretatlvOl sin proponerse
metas ambiciosas. No tiene otrH intención que la de llamar la atención - ni siquiera de manera exhaustiva - sobre lo mucho que se ha escrito sobre una reina india
que realmente existl6. Aquella mujer, de nombre AnacaoQ3 <, ya en el siglo XVIlo veremos en seguida - exclt6 la fantasla del traductor de las primeras crónicas;
luego, novelistas y poetas ochocentistas colocaron en ella sus deseos de exóticos
idilios; hasta que, ya muy entrado el siglo XX, aquella india, al ser reivindicada como fúlgIdo ejemplo de patriotismo indfgena, asumió también a'lrocteres poJ[tlcos
enlazados con la actualidad.
13
Hay que decir que el que redacta estas notas se encontró con Anacaona escri.
biendo un pequeño ensayo alrededor de Bartolomé Colón, el hermano del almi.
rante del descubrimiento, y de ahi despertó su interés hacia aquella figura. La primera larga referencia a Anacaona se encuentra en la obra De orbe novo de Pedro
Mártir de Ang1crfa, esto es, Pierro Martire d'Anghiera, el humanista lombardo que
desarrolló una importante actividad polltica y literaria en España. En el cuarto libro
de l~ primera década de aquella obra - cuya primera edición es de 1511 _ Pedro
Miirtir diO al públlco culto de Europa una imagen muy positiva de la reina india. De
ella - hermana del rey Behechio Anacauchoa de Jaraguá, y viuda de Caunabó,
que habla sido señor de otro reino de la Hispaniola, Maguana _ se dice "que era
educada, ingeniosa y discrelislma, y habia convenddo a su hermano a que honrara, halagara y obedeciera a los cristianos L..J", No faltan en Pedro Mártir pormenores, pues se descnbe a aquella mujer convendendo con gracejo al perplejo Barto.
lomé Colón a probar carne de iguana y luego enseñando ,,1 mismo sus muebles y
enseres de ébano, Ai visitar el batel de los españoles, Anacaona se sorprendió mucho y le,:"bló oyendo el es.lruendo de los cañones disparados en su honor, elc. s. La
descripCIón de aquella visita del adelantado Bartolomé a la provincia de Jaraguá es
agradable. Sm embarg?, aunque el lector del De orbe novo pueda quizá imaginar
que hubo algan amorcIllo ~ntre el barbudo conquistador y la ingeniosa indlgena, el
lexto latino no lo sugiere directamente. Abor. bien, la traducción italiana del De orbe novo que, muy interpolata con respecto al original, terrnlnó siendo publicada en
el tercer volumen de las NavlgaJlonl et viaggi (556) de Juan Bautista Ramusio 6,
ofrece de Anacaona una imagen más atrevida. El malicioso autor de la interpolacI6n, en efecto, pinta a la reina india como una coqueta empeí'\ándose en seducir
al adelantado, pero muy voluble. Ya la triunfal aparición - cuando Anacaona luce
su deslumbrante belleza, y su desnudez sólo estJl protegida por unas flores - es
todo un comienzo. Sigue el relato del banquete, en el que la india halaga al europea con mimos y bocados exquisitos. Parece que el desenlace sea obUgado y en
efecto, para el adelantado preparan una hamaca adornada de flores perfumadas:
pero -lance Imprevisto - cuando Anacaona vio a Bartolomé desnudo y en la ca.
rna, "se fue a acosrar e~ otro s!tio, con sus esclavas"
7,
El incógnito autor no (eouo.
cla sin embargo a segUir condImentando el texto dc Pedro Mártir COn apuestos pa-
saJes: A~a~ao?a re~ala parte de SlIS más preciosos enseres a Baltolomé "Sin quitar
de él sus oJos; al disparar Ja artUler!a, procura Caer desmayada en sus brazos' llegado el mo?,ento de la despedid~, la reina intenta impedir que B"rtolomé se ~aya y
propone ¡r COn él, y sólo con dificultad el adelantado consigue marcharse comprometiéndose a volver.
.
El episodio, como ya he subrayado, tiene grada y es quizá la primera fantas!a,
~aglnada por los condenados a quedarse en el Viejo Mundo, sobre los idillos exólIcos considerados posIbles en el Caribe '. Se puede añadir que el episodio, aun-
que apócrifo con respecto al texto de Pedro Mártir, a lo mejor no iba muy descaminado, pues en su tiempo hubo pesquisas - por supuesto, solidtadas por los eneJnJgos de l?s Colones -:- sobre la reladón de Anacaona y Bartoiomé y sobre aquélla manteruda por la mISma con otro español, Pedro de Oclés '. Que la reina india
tuviese especial fama por sus costumbres entre los contemporáneos lo prueba de
sobra un pasaje de la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Ferrulndez de Oviedo, a quien se debe la más dura, y quizá hipócrita, acta de acusación
contra Anacaona:
Mas, p?rque se h~ fecho memoria de AnaC'dona, que fué la mujer m1is principal desta Isla
en su tiempo, es bien que se sepa. que toda 13 suciedad del fuego de la lujurl3 no estuvo solamente en los hombres en esta tierra, puesto que fuese en ellos más abOminable. Estn fué
14
una mujer que
lUVO
algunos aetos semejantes a los de aquella Semíramis, reina de los asi-
rios, no en los grandes fechos que de aqu~1I3 cuenta justino, ni rampoco en hacer matar los
muchos con quien se ayuntaba, ni en hacer traer a sus doncellas pai\oS menores en sus vergonzosas panes, como de aquella reina escribe Joan 8c>c;Icio. Porque Anacaona ni querta
sus criadas tan honestas, ni deseaba la muerte a sus adúlteros; pero Quería la moltitud de-
lIos. Y en muchas suciedades otras libidinosas le rué semejante. Esta Anacaona rué mujer
del rey Caonabo y hermana del rey Behecehio: la cual fué muy dirolUla, y eUa y las otras
mujeres desla isla, aunque con los indios eran buenas o no tan daramente lujuriosas, f~CJI­
mente a los cristianos se concedian e no les negaban sus personas. Mas, en este caso esta
cacica usaba otra manera de Iibidine, después que murieron su marido y su hermano, en vida de Jos cuales no fué tan desvergonzadaj pero muenos ellos, qued6 lan obedescida e
acatada como ellos mismos o más. Hizo su habitactón en la (ierra e set1orlo del hermano,
en la provincia de Xaraguá, al Poniente e fin desta Isla, e no se hacía más de lo que ella
mandaba. [...J fué, corno (engo dicho, absoluta senOr'd e muy acalada de los lndlos¡ pero
muy deshonesta en el acto venéreo con los cristianos, e por esto e otras cosas semejantes,
quedó reputada y tenida por la más disoluta mujer que de su manera ni otra hobo en eSla
Isla. Con todo esto, era de grande ingenio, e sabia ser servida e acatada e temida de sus
genles e vasallos, e aún de sus vecinos. Dije de suso que las mujeres desta isla eran continentes con los naturales, pero que a los cristianos, de grado se concedían. E porque salgamos ya desta suda materia (. .. J 10.
Siempre Qviedo, por otra parte, reconoce el valor y el ingenio de Anacaona, y
cuenta la habilidad de ella en organi7.ar danzas y cantos - areytos - de doncellas
".l.a india, al comienzo de la gobernación de fray Nicolás de Ovando, fue acusada
de conspirar COntra el poder real y, capturada alevosamente, fue ejecutada junto a
otros caciques en 1503 ".
En las obras coetáneas o inmediatamente sucesivas a los acontecimientos no
hay mb noticias de relieve sobre Anacaona. Los historiadores siguientes no hicieron sino parafrasear a los antiguos cronistas, especialmente a Pedro M~rtlr. As! hizo
Juan Bautista Muñoz, cosmográfo mayor de Indias y creador del Archivo Generai
de Sevílla, en la parte de la Historia del nuevo mundo que consiguió escribir y publicar en 1793 IS, De maner. semejante se pOltó el litel'"dto y diplomático nortea me·
r1cano Washington Irving en su A Hislory ollhe Life and Voyage¡ 01Chrislopher Co·
lumhus, publicada por primera vez en 1828 ". Aquella obra tuvo gran éxito, fue
traducida a muchos idiomas - incluidos el español" y el italiano - y ofreCIÓ un
buen epitome a los sucesivos poetaS, novelistas y escritores de teatro que querlan
documentarse sobre los temas colombinos pero preferían no molestarse demasiado
buscando las fuentes antiguas. Da una prueba directa de lo dicho el pollgrafo español Juan Vila y Blanco 16.
Vila y Blanco dedicó a Anacaona una específica obra de fantasía ". En el prologo al extenso poema en octavas Anacaona, leyellda histórica en cuatro cantos,
aquél admite haber sido inspirado por Washington Irving l •• Hay que hacer hincapié en lo preocupado que aparece Vila y Blanco por mantenerse fiel a los sucesos
históricos, tanto que justifica en nota las contadas licendas poéticas que es obligado a introducir en el texto. Ya en el prólogo el autor afirma no haber alterado la
esenda del episodio histórico sino haber añadido sólo unos 'pasages accesorios,
pero sin ofensa á la justicia ni al buen sentido": esto es, dar realce a Anacaon2, inventar al personaje de Boanaocotex, etc. 1').
El poema, serie de octavas en endeeasilabas (seis en rimas alternas y los últimos dos con rimas pareadas), vale muy poco, tanto lirica como épicamente. Sin
embargo, tiene algunos rasgos interesantes: antcs de todo, la rom~ntlca declaración
de amor del autor a la heroIna del poema,
l.a acción abarca un tiempo bastante largo, de 1492 a 1503. AnacHona, "linda
flor de oro, lirio amancillado", es nombrada por primera veZ en la octava XIU del
15
primer canto, poco antes de Cristóbal y Bartolomé Colón. Su descripción viene poco después, y se inserta en el marco de un desfile sacado más de la antigüedad grecoromana que del Caribe, "Ninfas, suelto el cabello, y sin ro¡rdje, / de la ~buJa
Driadas ó Nert!as, / de ocultas fuentes al camino salen", a, xxviI)."Desnudas van las
virgenes, sencilla 1 gala les es sobre la frente puesta, 1 una de juncos frágil redecilla
/ que mas encanto juvenil les presta. / En ondas cae el cabello, á maravilla, / sobre
los hombros y á la espalda enhiesta. 1 Morena tez, y suave, y delicada; 1 forma tormtil, taJla levantada", (l, xxxJi).
Aparece, al nn, Anacaona, "En su litera, de bambú formada, 1 por seis robustos indios conducida, / vá otra mujer, no mas engalanada 1 aunque est1 como en
solio enaltecida. 1 Para ofrecerse, si, condecorada, 1 i1evar su frente imaginó cei\ida
1 (frente de pulcnLud noble y estrema), 1 de una de nores plácida diadema. / Nieve
y carmin no mas son esas flores, / y lleva igual adorno en cuello y brazos. / Bien
armonizan, cierto, esos colores 1 con los del velo que le prenden lazos. 1 Parad, áuras, parad: parad, amores, 1 demos para sentir al alma plazos; 1 tiempo á los ojos
para ver, y alientos 1 al corazon para contar portentos. / Es la que digo celestial matrona 1 de aquel digno cacique augusta hermana. 1 Es la infeliz amable Anacaona 1
en ciencia y en virtudes soberana. 1 De amarla el pueblo que la vé blasona; p;,r
verla, amante multintd se afana. 1 Rica en los dones que reparte el cielo 1 es alta
prez á su nativo suelo", a, xxxiv-xxxvO.
I
¿Por qué es infeliz Anacaona? Porque - escribe el poeta a continuación - su
esposo murió en batalla >ly ella se queda, con su hija Higüenamota ", en el reino
de su hermano. Vemos a Anacaona, algunas estrofas más adelante, acoger a Barrolomé y a los suyos "muestras doblando de amistad cordiales. 1 y era de ver el se-
ductor decoro 1 de su actintd sin estudiada traza", a, xxxix y xl) n. Pero, la siguiente descripción del cuerpo de la mujer dlficulta al lector pensar en ella como a una
viuda recogida e inconsolable: "Larga, sedosa, ncgra cabellera 1 hombros y espalda
cubre, y á los pecho.. 1 parte cayendo vá; pechos (y fuera 1 poco decir) por los
amores hechos. 1 MJtades de una misma igual esfera, 1 á elogio tienen llcitos derechos: 1 no modeló jamás sabia escultura 1 en mármol lujo tal de donosura. 1 Alta;
hácia el lado izquierdo la cabeza 1 algo inclinada, es tipo de donaire, 1 y mas si de
sus bucles la riqueza, 1 con lascIvo jugar, esparce el aire. / De una cintura imaginad
beileza 1 que pueda, en el cotejo, ser desaire / á la deidad de Chipre, y la divina /
cintura inventareis de mi hemina. / Por fin: su faz un óvalo perfecto: / rasgados
ojos, despejada. frente. 1 No hay en su boca ni comun defecto, 1 y algo en eila asegura que no mIente.
! Revela su lealtad mirar directo, / aunque mira, tal vez, I~n­
guidamente; / y sonnsa dulcísima os afianza 1 que no hailareis en su amistad mudanza", (l, xliii-xlv).
Algún que otro sustantivo y adjetivo empleados por el autor contrastan, de hecho, con su propósito de angelicar a Anacaona. Vlla y Blanco que ha empezado el
poema con una invocadón a la "Musa del casto amor", da luego rienda suelta a sus
f~ntasí~s de exótioos amore;s: "Déjame hoy ~erla cual sI allá en el cielo 1 me aparéclese, .maglOada DIOsa, / ahento dando á mI perene anhelo. 1 Será mi amor su imágen misteriosa! 1 Déjame á su region alzar mi vuelo: 1 IAy! por la noche, la supongo
hermosa, maga en el disco de apacible luna, 1 mitigando el afan que me importuna.1 Busco en su seno á mi ardorosa frente / consolador reclinatorio. Al cuello Ile
ciño el btazo, y amorosamente 1 me vela su odorífero cabello. 1 Lo que en reposo
~l el alma siente 1 no lo revela té: mi labio sello; 1 porque nadIe jamás comprendena / dehrios que espresar yo no sabria", a, xlviii-xlix).
No duda el poeta en recurrir a atrevidas comparaciones, siempre ventajosas
para Anacaona, con diosas y mujeres de la antigüedad clásica y de la biblia, o sacadas de las obras de Tasso, Camoes y Chateaubriand 13. Hasta que se llega casi a una
16
tipificación del hechizo que, en "vírgenes regiones ll , mujeres como Anacaona producen en los corazones europeos en que se encuentra extinto "el gérmen de la an·
gelica pureza" ".
.
Sabemos que Vila y Blanco era muy católico y "sobre todo, un vatón VIrtuOso" >S. Probablemente se deba a eso el hecho de que el autor intenta - recurso muy
trillado _ justificar y ensalzar su pasión, pues "es el amor sin dolo hijo del cielO! y
~ Dios nos lleva en delicioso vuelo", (l, liv). Además, también los románticos teman
sus prejuicios y muchos de ellos querian Ser hombres decentes y respetables. En
efecto Vila y Blanco pone una condición a su Imaginario amor con Anacaona: te·
nla qu~ encontrarla aún doncella. La afirmación, bastante ridícula y Biedenneierde
por sí, no puede menos de convertirse en un I!azmerreír dadas las costumbres de
las mozas aruacas de fmales del siglo XV: 'Si aun antes que Colón, yo de Jaragua 1
llegado hubiera á la bendita zona, / y en medio al mar, remera en su piragua, 1 ó
cazadora, envidia de Latona, 1 encuentro, pura como gota de agua, / virgen ~ la radiante AnacaOna, 1 -esclavo tuyo soy. dijera el labio, / -si ~ mi amor dar tu amor le
fuera agravlo-", a, Iv).
De encontrar satisfecha aquella condición, nuestro poeta aflJ'ma que no ten·
drIa inconveniente en juntarse con la guapislma india: "Y si la llama de mI amante
pecho 1 en el suyo, feliz, prendido hubiera, 1 pese á mI raza y vano su despecho,l
yo la salvaje mi senora hiciera. 1 Tener con ella sobre flores lecho 1 bajo el dosel de
homérica palmera, 1 junto al cristal de murmurante rio, / fuera poco gozar al amor
mio?IO, (1, lvi).
El lector se da cuenta de que las diferencias de raza no serían estorbo - como
no lo fueron para los antepasados del autor, los conquistadores - y esto a pesar de
que a Vila y Blanco le gustarla que Anacaona fuese más clara de lo común entre las
indias, pues ast la imagina en el poema 26.
.
.
...
Siguen tres estrofas en que el poeta se abandona a Imagmar cuán dulce sena
sentarse con Anacaona en la cumbre de un monte contemplando la puesta del sol
y el surgimiento de la luna. Hasta que nuestro autor se da cuenta de que ya es hora
de poner término a sus devaneos sentimentales, y de volver a contar lo que aconteció en el fest!n entre espanoles e indígenas ".
Acabada la parte de efusión más !ntima, el poema vuelve a modelarse sobre
los escuetos conocimientos históricos que tenemos de Anacaona. Durante el banquete, el adelantado logra convencer a los Indios de lo oponuno que es someterse
a Castilla. Como el autor no tiene mucha Iron!a, las palabras de Bartolomé en la
ocasión resultan - bien miradas, ya la luz de lo que ocurrió en los anos slgu~entes
_ trágicas; aparecen tragic6micas sólo en el contexto del poen:a: "El comerc~o. las
artes y las ciencias 1 florecerán en próspera fortuna / [oO.] 1 las Islas á la Espana semejante5, / no serán tristes huérfJnas clIal antes", (JI Ixxiij).
Sentimental, desde luego, es el despido de Bartolomé: "y hubo, á mi ver, rec!proca ternura 1 en el último abrazo: Anacaona 1 como nlna llora SIendo matrona,
a,1xxIJO.
El largo poema no podrta sostenerse sólo a través de las figuras de Anacaona y
Bartolomé: Vila y Blanco acude, pues, a otros personajes 11Istóncos. Como de la
mayoria de aquéllos no sabemos sino el nombre, el poeta no tiene dificultad en darles caracteres e insertarlos en el enredo. Merece la pena dedicar alguna atención al
asunto aunque nos lleve un poco Fuera del tema. En el primer canto sólo hay personajes bueno.s: la hija de Anacaona, Higüenamota, y el doncel espanol del que aquélla se enamora, Hernando de Guevara; otro bueno es el joven indio Boanaocotex,
uno de los pocos personajes completamente de invención, que es huérfano - ¿podrla faltar en un enredo decimonónico? - y protegido por la reina india 281 etc. En
el canto segundo, cuya acción tranScurre en 1497, la historia se enmamña. B3rtol0-
17
m~ vuelve a jaraguá y le acompa""n, además de Hernando de Guevara los españoles malos: Francisco Roldán - esto es, el hidalgo que en la realidad ~us6 los
más graves problemas a los Colones en la gobernación de la HJspaniola - y cieno
~nstóbal~ ?ei que se dice sólo que es un libertino 29. Sobra decir que el primero, con
compliCIdad del segundo, mtentará adueilarse de la hija de Anacaona ,.
Antes de seguir ilusuando el desarrollo de la historia interesa subr;;yar cómo
Vila y B.lanco describe a las mujeres de jaraguá: "Y son ~1Il las pálidas mujeres I
mariposillas de Ora revolando I de flor en fiar, gozándose en placeres I puros como la /lar y el aire blando. I Envidiable su Edenl Felices seres", (ll, xiD.
SIEn aq,:el. Ed~n - en que únicamente Dios sabe porque las indígenas son pálidas -:- Hlguenamota se tambalea perezosamente en una hamaca. Su madre está
pe~s~lIva: lucha entre el recuerdo del marido y el de Bartolomé y medita sobre lo
d¡Vld,das que están las opiniones de ¡as indias para con los españoles. Al fin, a pesar de las ~monestaciones ?e una parienta suya - otro personaje de invención _
que no qUiere a los extranJeros, Anacaona decide confiar en ellos: todos los hombres deben ser hermanos y "el Almirante, justo y generoso I será parajaragua bon-
dadoso", en, xix). Solucionado el problema, las mujeres pueden pasar a una tarea
más apeteClble, como lo son el aseo y el maqulJ1aje: "cada mujer prepara su tocado
/ SIendo el estanque espejo inmaculado. / Lávanse en él primero' se perfuman
con las esencias de esquisitas fiares", (JI, xxxi).
'
.
Anacao,"!a se arregla precisamente porque vuelve Bartolomé: después de vanas ocurrencIas >l, llega otra vez la hora de dejar la tierra de jaraguá: "Despldense
porfm. Ma!charquisiera I la amable viuda t"on el buen guerrero. I Vehemente le roque aU, volVIera, I y él, cortés, ,lo promete placentero. / Era en ruego tan vivo ea smCera: I en sus promesas ~l era Stnccro. / Y pudiera no serlo sí matrona / cual
niña está. llorando Anadlona!", (JI, lviii). Muy llorona aparece pue~ la rein~ tanto
i
¡¡ó
que al mismo autor le parece necesario justificarse n,
"
t
La historia luego se enreda aún más, porque el propósito del autor de mantenerse fiel a los acontecimientos hist6ricos obliga a resumir muchos sucesos y la
ope~clón no mejora l!, inteligencia del asunto. No merece hacer hincapié en la narraCJOn del enfrentamIento de Cristóbal y Banolomé Colón con las "lanzas jinetas"
y orn>s españoles en la isla. Sólo es menester recordar - ya estamos en 1503 y en
el telcer canto - que dentro de la lucha por el poder y el amor entre los conquistadores >¿' Guevara es detenido por Roldán en la choza de Higilenamota - la que ha
Sido ml~ntras tanto bautizada - y envmdo a Espafta por el almirante. Los sucesivos
aconteclrruentos - llegada de Francisco de Bobadilla y, más tarde, de Nicolás de
Ovando; detenCIón de los Colones y su envío a la península - se cuentan de manera telegráfica en el poema 35. Sin embargo, Vilo y Bianeo aprovecha la OC'dsión
para Insertar en el texto unos cornemarios que aclaran su juicio, y se pronuncia a
Eavorde Colón y en contra de los dos comendadores y del mismo rey Fernando el
Cat6hco 36.
Las indIas de .Jaraguá, por supuesto, están entristecidas por el exilio de los
blanc'?S buenos: Iligüenamota se desespera por la ausencia de su querido Hernando, mIentras que su madre hecha de menos a Banolomé. Anacaona adem~s tiene
ahora la responsabilidad del reino puesto que su hermano Behechi o Anaca~choa
ha muerto. No obstante los atropellos de los españoles, ella se mantiene fiel al po_
der de castilla, pero - el poeta sigue las crónicas - tendrá mala recompensa El
gobernador Ovando visita jaragu~: como no cree en la sinceridad de Anacaon~ y
de los dem~s.caciques, ordena prenderlos durante una fiesta, a ualción. Sometidos
a tortura los mdios confiesan todo lo que los españoles querían que di"esen. Bastante mod~rnos y eficac~ so~ aquellos pasajes del poema, que en la última pane
adquiere dIgnidad dramática: Llevados son aquellos al tormento / con barbarie in-
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fernal, yen el padecen / lo que solo adivina el pensamiento. I Decir verdad los débiles ofrecen. I Verdad! mentira horrible! fingimiento I que utiliza el dolor, porque
fallecen I sobre espinas tal vez y derretido I metal bajo sus palmas encendido. /
Cierto... ~ro dejadnos... sí... traiciones I fraguábamos aqul... para mataros... I Cierto... también... COn... viles persuasIones l. Anadlona... pero yo contaros I quanto
quereis no sé. Son cOlÚeslones / que... me arranca el dolor... ay!... / engañaros tampoco... lo quereis?... somos culpables / ella y nosotros... treguas, miserablesJ", (JIl,
xliv-xlv),
Luego, se matan a todos los indios en la hoguera o con la espada: "Faréceles
amena hermosa fiesta/aquella universal torpe matanza: I con la pica, la daga ó la
ballesta I todo soldado á esterminar se lanza", (Ill, Ii).
Mientr"Js que BoanaocOtex, que ha logrado escapar, empieza un canto de do~
lar, Anacaona es condenada a muerte y llevada a ia ciudad de Santo Domingo. La
descripción de las últimas horas de la reina oeupa el canto cuarto. En la prisi6n
Anacaona comenta con el solla triste historia de su amor: HLo ves! lendl mi mano, I
veraz, sincera y fiel, al extranjero. / VI tan digno de amor al castellano! I Mas layl el
lisonjero, I Sol, se cambió en tirano', (N, v).
La llevan luego, desnuda, a un árbol también despojado de hojas, y la ahorcan. Boanaocotex, que ha observado la ejecución desde lo alto de un cerro, canta:
"Para vestirla bajará una nube / al árbol ese que ella vé y saluda, / porque á gloria
Inmortal por él se sube", (N, xv).
Siguen, de parte del autor, otro himno de amor a -Plor de oro· y una violenta
invectiva contra la pena de muene que, desafortunadamente, "el simpático siglo
diezinueve, / que rompe cetros y derriba tronos" no se atreve a prohibir. Con esa
denuncia el poema se concluye (IV, xxxvii) $1.
oe las nolas histórlco-cr'Íticas puestas a comentario del poema, hay que destacar, además de lo subrayado antes, la abierta defensa de los Indígenas. Se puede
abrir aquí una breve digresi6n apta para poner el tema de Anacaona en relaci6n
con las polémicas sobre la conquista que el proximo Quinto Centenario del descubrimiento ha vuelto a desatar. Vila y Blanco, anticipándose a las críticas equívocamente patrioteras, rechaza rotundamente la acusación de haber sido uparcial á favor de los ¡ndios y en ofensa á los españoles'. Observa que la generación que cumplió la conquista tenIa "una índole no domada todavfa", al par de otros pueblos de
la época, y afirma que quizá puede disculparse "lo brusco y fanático en la multitud;
pero no lo fiero y bárbaro que se ostentaba en algunas individualidades, cuyos excesos iban mas allá de lo que exiglan las indómitas costumbres y ¡as rudas aspiraciones del pueblo" 38.
No se puede dUclllf, a pesar de sus debilidades sentimentales, de la buena fe
de Vila y Blanco. Claro es que esa manera de plantear el asunto permite defender a
los indios sin menoscabar demasiado a los conquistadores. Ya en las primeras estrofas del poema se habla dicho que de entre los desembarcados de las carabelas
habla buenos y malos 39. El medio apto para la conciliación, póstuma, entre indígenas y españoles, de todos modos, es encontrndo por el católico autor en la religi6n
.., En nota Vila y Blanco explica que tanto Boanaocotex como Anacaona, por su
bondad, tienen, quizá, alguna iluminación divina, y que la reína muere perdonando a sus persecutores -H. De esa manera el autor logra insertar en un marco supe-
rior su inter~s por los salvajes del Caribe, que algún que otro desmán sentimental le
hablan producido.
Sobre la /lgura de Anacaona hay ouas obrds, especialmente novelas españolas
- publicadas pocos anos despues del poema de Vila y Blanco - e italianas, escritas a finales del siglo; casi a mediados del Novecientos - como ya he anticipado
- la reina india volvi6 a tener el honor de ser puesta en el centro de otrd extensa
19
~:;I~rrnhl tiva, históricamente bastante cuidada, que fue galardonada en los juegos
d1
spanoamencanos. Del an~lisis de aqueJl s b
e ~~~'¡d~ntes apun.tes ~obre la fortUna del perso~a~ ;j:';,~~I:r:~t:af:s~:~rg~
tarlbe. La :.'~~~ ~~n:mbdla, uno de IloS arquetipos de la recrea.clón fant~stic. del
d
argo va para argo y ya no queda espacIO' es pues o onu
~~~d: ¡:;~~~~~i~:i~e, y quizá aplazar para otra ocasión otro m:.mo de es¿'
NOTAS
bús:
Aldo A.lbOnlco
enseña en la Facultad de ciencias poUtlcas
de la Universidad de Milán
1 Es la susodieh2 una estimación consetvaoor:.t y prudente. Como se sabe, 8artolom~ de las Casas, en el texlo ch\slco de denuncia de aqu~1 genocidio, escrito en 1542 y publicado diez anos desPU~S, flfirm6 qoe de lo!! tres millones de naturales que lcoía la Isla, no quedaban m.'ts de doscientas
pel1mnas: véase Breufslma relucl6n de la destmccfóll de las Indfas, ed. de André Satnt·Lu, Madrid,
Cátedra, 1984, p. 73. Aqu~lIa y otras cifras han valido al clérIgo dominico reproches dur:anle centurias.
Para la evaluación, aún muy controvertida, del número <k los Indios y 11.' explicaciones antiguas y
modernas de la despobladón, véase, por ejemplo, Nicolb S4nchel~A1borno:l, La pobiaclón da Am6rl~
ca lallna. Desde los tIempos precolomblllos ni año 2000, Madrid, Alianza, 19n, 2& ed. (para las Antl·
lbs, p~. 62-63).
Hay que empezar desde el mismo Cristóbal Colón, Yseguir cen Pedro M~rtlr de Anglerb, Bar·
us Casas, G00Z3lo fernindez de Oviedo, Hernando Colón, etc.
3 Vknsc: la5 dos valiO$a$ contribuciones de Susanna RegalZoni: Crist%ro Colombo nella ifutemltlra spognola dc/l'Ottacenlo. Storle da wdere - storle da leggere. Milano, Cisalpino-Goll:udlaa,
1988, y "La hlstotia de Cristóbal Colón en el siglo declmon6nlco: ¿bio8rafT:ul o novelas?", en Rassegna
loIom~ de
Ibcrlstlca.29, 1987, pp. 15-23.
, Como ocurre 11 menudo en IU5 crónicas, los nombres Indigenas lienen varias y diferentes gro(ias: la forma Anacaona es qui2:Si, la m:\!I frecuente, pero se enCllénlran tRmbi~n Ano CRon::l, An:ichaona y AnacoatlJ1. Lo mismo p2sa con la comarca de la isla sobre la que aqu!lIa lIeg6 st reinar: puede
preferlne, hoy, la forma]aragu'.
, El tato original, elladn, puede verse, po!" ejemplo, en Petry Martyris ab Anglerb, De
OCMtllcis et orbe nDlJO decades 1m, Basilca, 1533, f. 13 v.: ea reproducido parcialmente en AleJo AJbbnico, "Bartoiomeo Colombo, adelantado mayor de las Indias~, en Id., L~merlCQ latina e I'llalla, Roma, Bulzonl. 1984, p. 23 Y sigo La tradued6n español;a. est:1 en Cartas departlculam a Coi6ny Re/aetones coetá"etlS, ed. de- Juan Gil y Consuelo V3rela, Madrid, Alianza, 1984, pp. 91-94.
6 Sllmmarlo dell'Htslorla de//'!ndie Occfde,,'ali cavato dalU Ubrl serillt da! Slg. don Pletro Martire Mllanese. Puede: verse en I~ edición 111 Cllicbdo de M;ulca MilanC$Í: Giovanni Baltista Ramuslo,
Nav/gQZfonl e Vla¡¡g/, Torlno, Elnaudi, V, 1985, pp. 66-69. Alrededorde la! modificaciones de conjun·
to sufridas por el texto en hllm (no por el pasaje indicado) vbse fbldqm, p. 22,
7 La Imducd6n, desde luego, es rrua. Aquellos pasajes en ¡tnliano, muy divertidos, est~n reproducidos, en parte, en AJdo AlbOnlco, Bart%mro Colombo, cit., pp. 24-25.
• Los europeos que: estuvieron allf de verdad fueron por supuesto "al grano", sin perderse en
fv.nll1$ías. Re1felador 6 el muy conocido episodio de la hermosa canib;l!a poseída a la fuerza, inicial·
mente, par el compaftero de Crisl6b:1I Colón, Miguel de Cuneo, descrlto por el mismo en U02 c::uta de
1495: está en la Racc.oJta colombiana (Fontlltaflane per la scoperta del NuOlJO Mondo, vol. Il· Nam:t·
x/onl sltlcftme, Roma, 1893) y en Prime re/aztonl dl naufgalorl ltalfatlf su/la scoperla dell'Anlerlca.
CoIombo-Vespucci-Verazzano, ed. al cuklado de tulgl Pirpo. Terlno, UTET, 1966, p. 52; para la tra~
ducción española, Carta de pa""cu/aNJS, cil., p. 242.
9 Oe aquellas pesquisas, al p:lteCCr hoy perdidas, se dio nolida en 1930: v~se Cartas de parlJ·
CIliares, cit.. p. 93, nota 1"'4.
]0 Libro V de la Historia general y ntltllral de las bId/as, ed. de Juan pércz de Tudela, Madrid,
Alias (B.A.E,), 1959, J, pp. 1 J9-120. Las acusaciones <le Ovlcdo han sido fetogldas, de enlre los historiador~ aetu¡¡les, por Paolo Emilio Tavianl, que imputa a Anacaona rambién el h~ho de haber favoreddo, por su libertinaje, el derrumbamiento del último cack::azgo Ind)Q Independiente: v~se Paolo
EmIlio Taviani, ! uiaggl di Colombo. La srand" scoper1a. Novvt2, De Ago6tlni, 1984, 22 ed., 1, pp. 156,
mus
167 etc.
11 Oviedo, op. cil., libro 111, p. 57, Ylibto V, p. 114.
12 FJ episodio es remudo por muchos cron1sl:as: esto es, por OVtedo, Op. cit., libro 111, pp. 8283; y por Bartolomé de Las Casas, tanto en la DrelJfslma relaci6n cit., p. 82, como, con mis detalles,
en el libro 11 de la Hu/orla de las Indias, ed. deJuan P~rez de Tudela, Madrid, Atlas (B.A.E.), 1961, 11,
p. 27 Y sigo Referencias al asunto se encuentmn en otros documentos de la !poca, de entre los cuale¡:
el t~tamento del compai'lero de Colón, Diego M~nde7.: vl:asc Cartas do jJart/clllares, cit., pp. 341~312.
20
21
13 J~n Bautista Mu"o't. Historia del Nuevo Murulo, ed. de Jos\! Akina Franch, Mblco, Agullar,
1975, pp. 242 Y:sigo No se enCUentra en el texto nada Que ya no est! en Pedro Ml1rtit. Algunos comenta·
dos dan realce, sin embargo, a la tentadón 0'6Uca representada por las indias de jaraguá (Ibfdem, pp.
242~243}. -A has cercanías de la habitación del cacique se presentan treinta mujeres suyas con Qm05 de
palma en 1M rrulnos: dantan y canlan a su modo, y al fin enlteg-.ul sus ramos al adelantado, dobtadas
ln6 rodillas en sefJ31 de: reverencia. F.... pea4culo gnlllbimo a los ojos dé nu~ros colon05 movidos de la
desnudez y meneo de estas lslef\as en tanto grado, que se las imaginaban como ninfas ~ica5. en
particular las mozas solteras tocalmente desnlldas, con el cabello tendido por los hombros. y en la frente una venda de algod60. Que las casadas y de rm.yor edad (('atan su faldeta sobre el vientre-,
14 St: h...bla de la rein:l india en d libro Vlll y XI: es pintada muy positivamente, sacando las notidas de Pedro M:1rtir: -HIs favourite wlfe alM), Anacaoll2, 80 f:amous for her ch3ffilS, had great ln·
fiuenc:e: over her brother Be:hechio l...) me lovc::Iy Mí1caona LI She MIS one of (he most be.autiful fe!TUlles orlhe: isbnd; her name, in (he Indian language, signified fiower or gold. She pos.seSóCd a genius
superior to lhe generality of her race 1...1 Uke the olhcr fClTU\les, she had no other covering m..'tn no
aproo of variOlJ$-coloured COIton 1••.]-. Véase Washington Irvlng, A History o/ tbo LIJe and Voyager 01
Cbrlstot>ber CoJumbus, Parls, 8;1udry's Europea Ubrary, 1842, JI, pp. 278-279,289, 443, 447.
l~ La traducd6n espafto1a comúnmente nu.nejada es Vfda y lJiajes de Cristóbal Col6tl, Madrid,
Gaspar y Rolg, 1851. Sobre la bioJl,r.l.fia esoita por Irvlng h2Y Interesantes observaciones de Susanna
Reganoni, -U historia de Cri&t6bal CoIón-, cito
J6 Nació y murió en Alicante (1813--1886). Fue perlodlsta, historiador municipal, poeta y escri·
tor; lIeg6 a ser socio correspondente de la Real Academia. de San Fernando y de la de la Historia. Dejó
varias docenas de obr.ls de poesía y reUgi6n, novelas, resef'tns y crónicas de historia de la provincia
aLicalUina.
17 Probablcmenle fue el primero en escribir una obra indepencUente sobre el persooate.
UI Juan Vila y Blanco, AtulcaotJa"Jf!)~nda bfslúrica en ellalro cantos, AJicante, s.l.e., 1856, p.7.
He et'\conlrado el volumen, de un~s 100 pp. (ellexto del poema ocupa las primeras 120 pp., I~ de~s 50fI not:l.'l), en la Biblioteca Nack>nal de Madrid.
Ibldem, p. 7.
20 En realidad, aquel cacique, Caun... bó, fue capturado por los españoleti y murió en el barco
que tenia que llevado a Espa/la. El poel:li lo sabe y admite 13 licencia en la nota de p. 138.
'1 HigOenall)O(a es nombrada por Ovieoo en su Hfstorla gerleraJ.
22 En las notas de pp. 139-141 el poeta se justlnca por haber supuesto que hubiese alguna
atracetón enlre Anacaona y Dar1010m~; afirma que no pasO nada y que la reina se: mantuvo siempre
muy honesta.
:u V~anse especialmente las octavas xlii, xlvii y l.
24 -Esos tipos en vírgenes regio~,/ cuando todo en el alma es sentimiento, / hondas producen vivas Impresiones, / que no ..cierta i caosar el OnJtimiento./ Nace un amOf fecundo .:n ilusiones /
de ..quelbs IlJZ y sombra, de ..que! viento,/ de aquelTas noches nunca conoddas, / de aqu~las ~ura$
nunca percibidas. / y es gralO hacer sentir á quien distinto / de nuestra, ya vulgar, naturaleza / juzgamos por su (é, color e instinto, / coslumbres, y esprcsion grata en fr,lOqueztl./ SI está, ya en nllcslrO
corazon, estinto / el g&men de la ang~lica pureza, / en corazan aun virgen, no amaestrado,/ es~­
mas h:l:1I:u lo nunca hallado./ Ausente la mujer ya corrompld:l/ por llvlandad, locura y devaneos, I
nos place la mujer que nos convida / sin halago Impostor en sus de...eos. / Si es el amor deleite de su
vira, / am.. solo al :amor en su, recreos, / dándose toda y para siempre al hombre / primero que le diO
de amada el nombre-, (1, Ii-WI).
" El comprometido juicio - junto con la noticia de que Vila y n1nnco cursó sus estudios en el
seminario y sólo en vísperu de 1:1 ordenad6n dejó su prop6sito de ser sacerdote - se encuentra en
la Encfc/oped(Q unilJer:w1 fillstrada europeo-amerlcarla, 13i117o\0-M3drid-Barcelona, Espasa-C21pe, t.
LXVIII, 1929, p, 1178,
26 En l:a octava xli el poeta escribe: ~Morena en el color la imaginamos, / mas deliciosa lez le
suponemos. / y en esta conjetura no falt2mos / ¡\ la veraz. historia que leemos: / casi copiando frases
escribimos, / y es la I11i3ma verdad cuanto decimos-. Luego, en la nota de p. 18, explica que Anac-.tcr
na, como era bellísima, debía de lener una tez mlb bb.nqult2 de la de 135 mujtres de jaragu:1, cuyo color era -moreno claro·¡ ai\adc a continuación. por si acaso, que tambibt Andcómaca y Esther tenían la
piel más bien morena...
17 -Ikllrlos, Uu.'ilonl Vana memoria. / guardn no mili del celestial eOCllnto / en Jñglnas lristisimas
la hlstorla, / muy tristes, sí, cual funer.uio manlo.1 La SnfuJe paSÓ; luz tronsitOria..,/ yo :tdoro I'iU recuerdo, y eso.canto... Vuelve, 11m, III festin: a1ll el portento / obtiene con aplauso acatamiento", O, lx).
18 En I~ nota de p. 152 el poeta aclara: -Es Boanaocot.ex creación completamente mía; es el
pueblo todo de j:aragua pcrsoniflatdo en una enlidad. Aquella tribu apacible, ben~ol:J" y cuyo n:nunallnstinto de culwf'll¡ se perfeccionaba con la civilización que introdudán los españoles, CSt~ repre~lada por un solo personage f...J. NC(:rsitabfl yo un eco también fi los gritos de Indignación que a·
mncaba al oprimido el tlrano [...1".
J'
22
19 ~Para ~xqulsilO afecto no "alia/ quien era lúbrico y torpe en demasTa" (11, Hv)~
...
:50 -Un tal Roldan que equivocas miradas / dirige :1. Higüenllmol:l, que se aterra, (11, XIVlll). La
lucha entre Hemando de Guevara y Roldán por ~l.\gOenamota es rela(ad3. por B2Itotom~ de Las Casas
n el libro primero de la Hfstorla de las indfas, Clt., 1, 1957, p. 448.
e
31 El poeta, en la nota de p. 146, se Justifica sólo por h:\ber puesto las mujeres no en la l'ielva 1'1·
.
. d~--'~"-ndo
d .....::.. nrI·
!2 ~I autor-lo admite él mismo, p. 147-se toma otra hcencJa ~
en os "'t'"""""'IOS
distintos la única. "is¡tn de BAr1olome: coneada por Pedro Mirtir: aqut, pues, se pone el desmayo de
An"caona al oír el trUeno de los cai\ones, elc.
. .
33 Vb,sc la nota de pp. 143-144. Se puede :11'Udlr que el hecha de que las indIas se pIntan tan
frt \les se debe a los moldC$ de la novela sentimental. Creo que especialmente Importante, en la elll
~ó6n de aquel t6pico apilado a lug:lfcs ex6ücos, tuVO la lacrimosa, y realmente disparatada, novela del vohe::rlano Je."l.n-Pmn~ois Marmonlel, les Incas, ou La deslrnctlml de l'Emprre du Nroll, de
no en un Jllrdín.
4
1m. 14
"El AlmIrante sin descanso vela¡ / su Adelantado;\ su deber se inmola: / todo Inútil: vanct.\li<:as facciones/ producen por do quier mil rebeliones, (l11, iv).
35 OCUpan sólo cuatro versos en las octavas xvi y xvii del canto m.
36 De este último en la octava xviii se escribe: ~pero, aunque algunos me apelliden loco, / su
a1te7.3 nuestro rey me ~a poco-. En la nota de pp. 149-150 el poeta vuelve a subraY:lf los defeet~
del rey Fernando. En el juido quizá esté refiqada la historiografia castellana, frecuenlemen te contra~
l
al -ma uiavélico- 5Obenmo de Amg6n. En las HIslorl8 de H~nando Co16n, que vila y Banco
len l
r d~O que conocer la figura del esposo de lsabella Católica ~ale muy mal parada: sobre el tema,
po
cl rrelente escrito de G¡u~ppe Bellini, 'Colombo, 11 re Qe:CCOo e Venc7.la-, en Tgmi colomblanf, 1, Ro-
I
'I"'-d I ...... I
n'.Ies
ma 6u17.onl, 1988, pp. 5-13.
, 37 ~ la nota de p. 157, vila y alanco vuelve a subr.l.yur su t~1 .IUiI a as
~5 ca?
'
38 A/lade que n lo melor no se puede condellar a la InqulsiCIÓn como InstltUCl6n, pero que
ue
nunca puede ser ab:meho Torque01ada, eH:. (tbfdem, pp. 125-126). ~)uede obse{~:t_~, de~S~'
com letamente opuesto al de Vila y nlanco es el juicio de otro escntor espaoo UC" oy,
~e ancheiFertos;o que absuelve a los individuos y condena el hecho de la c0O<\.ulsta en 5(: he anahZ2~ el
tema en el e~ayo Da ~Alfanh"r"al/a ~/CYC1/(la negra ...· ~andan%as· di Raplel S4ncbez Ferlas/o, Milano Clsalplno-Goliardlca, 1988, pp. 9-15.
.
I h
, 39 "'Inn en pos de Colon divel'$llS gentes, / unas hklRlgas otraS Sin cultura. / Generos3S 015 ay
comovalientcs / y tropas que al honor son 1l\llnch3 impuro·, O, xIx).
f¡
40 1...1 p~ra mi alguna satisfllcclon por haber contribuido al propio ob¡cto: 1 glorificar eltriun o
del cristianismo, porque á pesar Ot= lo<.io, el cri::;ti~nismo regent:r6 al Nuevo Mundo, y por eso no nos
avergonzal1lO! de la entel eonqul!(a- (lbtdem, p. 154).
Ibfdcm, pp. 153-155.
c:,...-:-c
i-
"t
23

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