INICIO DE LA MISA CUANDO NO HAY CANTO DE ENTRADA 1
Transcripción
INICIO DE LA MISA CUANDO NO HAY CANTO DE ENTRADA 1
INICIO DE LA MISA CUANDO NO HAY CANTO DE ENTRADA 1 La liturgia renovada por el Vaticano II decretó suprimir aquellos elementos de la liturgia “que se habían introducido con el correr de los tiempos y no respondían a la verdadera naturaleza de la celebración” (SC 21). Entre ellos, el Misal tridentino, había un elemento, titulado Introito, que reproducía el canto de las misas solemnes (el Introito constaba de varias fórmulas yuxtapuestas: antífona - salmo - Gloria al Padre antífona). Este Introito lo recitaba también íntegramente el celebrante (aunque, en la Misa cantada, lo hubiera cantado ya la asamblea). Fiel al mandato del Concilio, la reforma restituyó este canto a la asamblea exclusivamente (suprimiendo la lectura privada del canto por el celebrante). Pero si la asamblea no es capaz de un canto verdaderamente apropiado (Cf. Nota de Enero) los redactores del Misal de Pablo VI creyeron que la ambientación que perseguía el Canto de Entrada debía suplirse de alguna manera. Este punto se discutió y se llegó a la conclusión de que en este caso -y en otros semejantes, como el canto de comunión - si no era posible el canto, podía suplirse su función con un breve texto leído que ambientara la celebración concreta. Así figura en el Misal actual. Por ello, las misas en el nuevo Misal aparecen encabezadas por un breve texto titulado Antífona de entrada. Casi siempre este texto responde a parte del antiguo Introito, pero es mucho más breve (no tiene ni salmo, ni doxología). Un defecto que debe evitarse es considerar la antífona inicial como el texto oficial del Canto de entrada (aunque esta antífona sí puede inspirarse o incluso incluirse en este canto) otro defecto a evitar es omitir la lectura de esta antífona cuando no hay Canto de Entrada; esta omisión privaría a las celebraciones sin Canto de Entrada de la oportuna ambientación previa. La antífona, si no ha habido Canto de Entrada, debe leerla el mismo celebrante y puede adaptarla como monición inicial (detalle nuevo de la 3º editio); puede leerla también otro participante, o recitarla la asamblea (estas dos posibilidades resultan más complicadas sobre todo porque se trata de celebraciones simples en las que acostumbra haber menos fieles). En las misas sin pueblo la antífona la lee el celebrante (o el acólito), antes de signarse, en un lado del altar -o en la sede. No conviene leerla en el centro del altar, pues el centro de la mesa conviene reservarlo para la parte eucarística (esto se realizaba incluso en el Misal tridentino). 1 Pedro Farnés, Calendario del año litúrgico 2006 , editorial Casals, Barcelona.